En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba sin orden y vacía. Había tinieblas sobre la faz del océano, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Entonces dijo Dios: "Sea la luz," y fue la luz. Dios vio que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas. Dios llamó a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y fue la mañana del primer día. Entonces dijo Dios: "Haya una bóveda en medio de las aguas, para que separe las aguas de las aguas." E hizo Dios la bóveda, y separó las aguas que están debajo de la bóveda, de las aguas que están sobre la bóveda. Y fue así. Dios llamó a la bóveda Cielos. Y fue la tarde y fue la mañana del segundo día. Entonces dijo Dios: "Reúnanse las aguas que están debajo del cielo en un solo lugar, de modo que aparezca la parte seca." Y fue así. Llamó Dios a la parte seca Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares; y vio Dios que esto era bueno. Después dijo Dios: "Produzca la tierra hierba, plantas que den semilla y árboles frutales que den fruto, según su especie, cuya semilla esté en él, sobre la tierra." Y fue así. La tierra produjo hierba, plantas que dan semilla según su especie, árboles frutales cuya semilla está en su fruto, según su especie. Y vio Dios que esto era bueno. Y fue la tarde y fue la mañana del tercer día. Entonces dijo Dios: "Haya lumbreras en la bóveda del cielo para distinguir el día de la noche, para servir de señales, para las estaciones y para los días y los años. Así sirvan de lumbreras para que alumbren la tierra desde la bóveda del cielo." Y fue así. E hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para dominar en el día, y la lumbrera menor para dominar en la noche. Hizo también las estrellas. Dios las puso en la bóveda del cielo para alumbrar sobre la tierra, para dominar en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que esto era bueno. Y fue la tarde y fue la mañana del cuarto día. Entonces dijo Dios: "Produzcan las aguas innumerables seres vivientes, y haya aves que vuelen sobre la tierra, en la bóveda del cielo." Y creó Dios los grandes animales acuáticos, todos los seres vivientes que se desplazan y que las aguas produjeron, según su especie, y toda ave alada según su especie. Vio Dios que esto era bueno, y los bendijo Dios diciendo: "Sed fecundos y multiplicaos. Llenad las aguas de los mares; y multiplíquense las aves en la tierra." Y fue la tarde y fue la mañana del quinto día. Entonces dijo Dios: "Produzca la tierra seres vivientes según su especie: ganado, reptiles y animales de la tierra, según su especie." Y fue así. Hizo Dios los animales de la tierra según su especie, el ganado según su especie y los reptiles de la tierra según su especie. Y vio Dios que esto era bueno. Entonces dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la tierra." Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Dios los bendijo y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos. Llenad la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra." Dios dijo además: "He aquí que os he dado toda planta que da semilla que está sobre la superficie de toda la tierra, y todo árbol cuyo fruto lleva semilla; ellos os servirán de alimento. Y a todo animal de la tierra, a toda ave del cielo, y a todo animal que se desplaza sobre la tierra, en que hay vida, toda planta les servirá de alimento." Y fue así. Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno. Y fue la tarde y fue la mañana del sexto día. Así fueron terminados los cielos y la tierra y todos sus ocupantes. El séptimo día Dios había terminado la obra que hizo, y reposó en el séptimo día de toda la obra que había hecho. Por eso Dios bendijo y santificó el séptimo día, porque en él reposó de toda su obra de creación que Dios había hecho. Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra, cuando fueron creados. Cuando Jehovah Dios hizo la tierra y los cielos, aún no había en la tierra ningún arbusto del campo, ni había germinado ninguna planta del campo, porque Jehovah Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para cultivarla. Pero subía de la tierra un vapor que regaba toda la superficie de la tierra. Entonces Jehovah Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre llegó a ser un ser viviente. Y plantó Jehovah Dios un jardín en Edén, en el oriente, y puso allí al hombre que había formado. Jehovah Dios hizo brotar de la tierra toda clase de árboles atractivos a la vista y buenos para comer; también en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Un río salía de Edén para regar el jardín, y de allí se dividía en cuatro brazos. El nombre del primero era Pisón. Este rodeaba toda la tierra de Havila, donde hay oro. Y el oro de aquella tierra es bueno. También hay allí ámbar y ónice. El nombre del segundo río era Guijón. Este rodeaba toda la tierra de Etiopía. El nombre del tercer río era Tigris, que corre al oriente de Asiria. Y el cuarto río era el Eufrates. Tomó, pues, Jehovah Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivase y lo guardase. Y Jehovah Dios mandó al hombre diciendo: "Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás." Dijo además Jehovah Dios: "No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea." Jehovah Dios, pues, formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo, y los trajo al hombre para ver cómo los llamaría. Lo que el hombre llamó a los animales, ése es su nombre. El hombre puso nombres a todo el ganado, a las aves del cielo y a todos los animales del campo. Pero para Adán no halló ayuda que le fuera idónea. Entonces Jehovah Dios hizo que sobre el hombre cayera un sueño profundo; y mientras dormía, tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehovah Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre. Entonces dijo el hombre: "Ahora, ésta es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada Mujer, porque fue tomada del hombre." Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban. Entonces la serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo que Jehovah Dios había hecho, dijo a la mujer: —¿De veras Dios os ha dicho: "No comáis de ningún árbol del jardín"? La mujer respondió a la serpiente: —Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios: "No comáis de él, ni lo toquéis, no sea que muráis." Entonces la serpiente dijo a la mujer: —Ciertamente no moriréis. Es que Dios sabe que el día que comáis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal. Entonces la mujer vio que el árbol era bueno para comer, que era atractivo a la vista y que era árbol codiciable para alcanzar sabiduría. Tomó, pues, de su fruto y comió. Y también dio a su marido que estaba con ella, y él comió. Y fueron abiertos los ojos de ambos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron ceñidores. Cuando oyeron la voz de Jehovah Dios que se paseaba en el jardín en el fresco del día, el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehovah Dios entre los árboles del jardín. Pero Jehovah Dios llamó al hombre y le preguntó: —¿Dónde estás tú? El respondió: —Oí tu voz en el jardín y tuve miedo, porque estaba desnudo. Por eso me escondí. Le preguntó Dios: —¿Quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te mandé que no comieses? El hombre respondió: —La mujer que me diste por compañera, ella me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehovah Dios dijo a la mujer: —¿Por qué has hecho esto? La mujer dijo: —La serpiente me engañó, y comí. Entonces Jehovah Dios dijo a la serpiente: —Porque hiciste esto, serás maldita entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el talón. A la mujer dijo: —Aumentaré mucho tu sufrimiento en el embarazo; con dolor darás a luz a los hijos. Tu deseo te llevará a tu marido, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: —Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te mandé diciendo: "No comas de él," sea maldita la tierra por tu causa. Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás. El hombre llamó el nombre de su mujer Eva, porque ella sería la madre de todos los vivientes. Luego Jehovah Dios hizo vestidos de piel para Adán y para su mujer, y los vistió. Y Jehovah Dios dijo: —He aquí que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal. Ahora pues, que no extienda su mano, tome también del árbol de la vida, y coma y viva para siempre. Y Jehovah Dios lo arrojó del jardín de Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado. Expulsó, pues, al hombre y puso querubines al oriente del jardín de Edén, y una espada incandescente que se movía en toda dirección, para guardar el camino al árbol de la vida. El hombre conoció a Eva su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín. Entonces ella dijo: "¡He adquirido un varón de parte de Jehovah!" Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín labrador de la tierra. Aconteció después de un tiempo que Caín trajo, del fruto de la tierra, una ofrenda a Jehovah. Abel también trajo una ofrenda de los primerizos de sus ovejas, lo mejor de ellas. Y Jehovah miró con agrado a Abel y su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín ni su ofrenda. Por eso Caín se enfureció mucho, y decayó su semblante. Entonces Jehovah dijo a Caín: —¿Por qué te has enfurecido? ¿Por qué ha decaído tu semblante? Si haces lo bueno, ¿no serás enaltecido? Pero si no haces lo bueno, el pecado está a la puerta y te seducirá; pero tú debes enseñorearte de él. Caín habló con su hermano Abel. Y sucedió que estando juntos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. Entonces Jehovah preguntó a Caín: —¿Dónde está tu hermano Abel? Y respondió: —No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? Le preguntó: —¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora pues, maldito seas tú, lejos de la tierra que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando trabajes la tierra, ella no te volverá a dar su fuerza. Y serás errante y fugitivo en la tierra. Caín dijo a Jehovah: —¡Grande es mi castigo para ser soportado! He aquí que me echas hoy de la faz de la tierra, y me esconderé de tu presencia. Seré errante y fugitivo en la tierra, y sucederá que cualquiera que me halle me matará. Jehovah le respondió: —No será así. Cualquiera que mate a Caín será castigado siete veces. Entonces Jehovah puso una señal sobre Caín, para que no lo matase cualquiera que lo hallase. Así partió Caín de delante de Jehovah, y habitó en la tierra de Nod, al oriente de Edén. Caín conoció a su mujer, y ella concibió y dio a luz a Enoc. Caín edificó una ciudad a la cual llamó según el nombre de su hijo Enoc. A Enoc le nació Irad. E Irad engendró a Mejuyael. Mejuyael engendró a Metusael. Y Metusael engendró a Lamec. Lamec tomó para sí dos mujeres. El nombre de la una fue Ada; y el nombre de la otra, Zila. Ada dio a luz a Jabal, quien llegó a ser el padre de los que habitan en tiendas y crían ganado. El nombre de su hermano fue Jubal, quien llegó a ser padre de todos los que tocan el arpa y la flauta. Zila también dio a luz a Tubal-caín, maestro de todos los que trabajan el bronce y el hierro. Y la hermana de Tubal-caín fue Naama. Entonces Lamec dijo a sus mujeres: "Ada y Zila, oíd mi voz. Oh mujeres de Lamec, escuchad mi dicho: Yo maté a un hombre, porque me hirió; maté a un muchacho, porque me golpeó. Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec lo será setenta y siete veces." Adán conoció de nuevo a su mujer, y ella dio a luz un hijo y llamó su nombre Set, diciendo: "Porque Dios me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín." A Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces se comenzó a invocar el nombre de Jehovah. Este es el libro de los descendientes de Adán: Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a semejanza de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo. Y el día que fueron creados, llamó el nombre de ellos Hombre. Cuando Adán tenía 130 años, engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set. Los años que vivió Adán después de engendrar a Set fueron 800, y engendró hijos e hijas. Todos los años que vivió Adán fueron 930, y murió. Cuando Set tenía 105 años, engendró a Enós. Set vivió después de engendrar a Enós 807 años, y engendró hijos e hijas. Todos los años de Set fueron 912, y murió. Cuando Enós tenía 90 años, engendró a Cainán. Enós vivió después de engendrar a Cainán 815 años, y engendró hijos e hijas. Todos los años de Enós fueron 905, y murió. Cuando Cainán tenía 70 años, engendró a Mahalaleel. Cainán vivió después de engendrar a Mahalaleel 840 años, y engendró hijos e hijas. Todos los años de Cainán fueron 910, y murió. Cuando Mahalaleel tenía 65 años, engendró a Jared. Mahalaleel vivió después de engendrar a Jared 830 años, y engendró hijos e hijas. Todos los años de Mahalaleel fueron 895, y murió. Cuando Jared tenía 162 años, engendró a Enoc. Jared vivió después de engendrar a Enoc 800 años, y engendró hijos e hijas. Todos los años de Jared fueron 962, y murió. Cuando Enoc tenía 65 años, engendró a Matusalén. Enoc caminó con Dios 300 años después de engendrar a Matusalén, y engendró hijos e hijas. Todos los años de Enoc fueron 365 años. Caminó, pues, Enoc con Dios y desapareció, porque Dios lo llevó consigo. Cuando Matusalén tenía 187 años, engendró a Lamec. Matusalén vivió después de engendrar a Lamec 782 años, y engendró hijos e hijas. Todos los años de Matusalén fueron 969, y murió. Cuando Lamec tenía 182 años, engendró un hijo, y llamó su nombre Noé diciendo: "Este nos aliviará de nuestras obras y de la penosa labor de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehovah maldijo." Lamec vivió después de engendrar a Noé 595 años, y engendró hijos e hijas. Todos los años de Lamec fueron 777, y murió. Cuando Noé tenía 500 años, engendró a Sem, a Cam y a Jafet. Aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, les nacieron hijas. Y viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran bellas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Entonces Jehovah dijo: "No contenderá para siempre mi espíritu con el hombre, por cuanto él es carne, y su vida será de 120 años." En aquellos días había gigantes en la tierra, y aun después, cuando se unieron los hijos de Dios con las hijas de los hombres y les nacieron hijos. Ellos eran los héroes que desde la antigüedad fueron hombres de renombre. Jehovah vio que la maldad del hombre era mucha en la tierra, y que toda tendencia de los pensamientos de su corazón era de continuo sólo al mal. Entonces Jehovah lamentó haber hecho al hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehovah: "Arrasaré de la faz de la tierra los seres que he creado, desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo; porque lamento haberlos hecho." Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehovah. Esta es la historia de Noé: Noé era un hombre justo y cabal en su generación; Noé caminaba con Dios. Noé engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet. La tierra estaba corrompida delante de Dios; estaba llena de violencia. Dios miró la tierra, y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra. Entonces Dios dijo a Noé: "He decidido el final de toda carne, porque la tierra está llena de violencia por culpa de ellos. He aquí que los destruiré junto con la tierra. Hazte un arca de madera de árbol conífero. Haz compartimentos al arca, y cúbrela con brea por dentro y por fuera. Hazla de esta manera: de 300 codos de largo, 50 codos de ancho y 30 codos de alto. Hazle una claraboya y termínala a un codo de la parte alta. La puerta del arca estará a uno de sus lados. Construye también un piso bajo, uno intermedio y uno superior. Porque he aquí, yo voy a traer un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en la cual hay aliento de vida debajo del cielo. Todo lo que hay en la tierra morirá. Pero estableceré mi pacto contigo. Entraréis en el arca tú, tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos contigo. De todo ser viviente, de toda carne, meterás en el arca dos de cada especie, para que sobrevivan contigo. Serán macho y hembra: de las aves según su especie; del ganado según su especie; de todo animal que se desplaza en la tierra, según su especie. Dos de cada especie vendrán a ti para sobrevivir. Toma contigo toda clase de alimentos para comer, y almacénalos para que te sirvan de comida a ti y a ellos." Y Noé hizo conforme a todo lo que Dios le mandó; así lo hizo. Entonces Jehovah dijo a Noé: "Entra en el arca tú, y toda tu familia, porque he visto que tú eres justo delante de mí en esta generación. De todo animal limpio toma contigo siete parejas, el macho y su hembra; pero de los animales que no son limpios sólo una pareja, el macho y su hembra. De las aves del cielo toma también siete parejas, macho y hembra, para preservar la especie sobre la faz de la tierra. Porque después de siete días yo haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y arrasaré de la faz de la tierra todo ser viviente que he hecho." Y Noé hizo conforme a todo lo que Jehovah le mandó. Noé tenía 600 años cuando vino el diluvio de aguas sobre la tierra. Noé entró en el arca, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos, por causa de las aguas del diluvio. De los animales limpios y de los animales no limpios, de las aves y de todo lo que se desplaza sobre la tierra, de dos en dos entraron en el arca con Noé, macho y hembra, como Dios había mandado a Noé. Y sucedió que a los siete días vinieron sobre la tierra las aguas del diluvio. El día 17 del mes segundo del año 600 de la vida de Noé, en este día fueron rotas todas las fuentes del gran océano y fueron abiertas las ventanas de los cielos. Y hubo lluvia sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches. En este mismo día entraron en el arca Noé, sus hijos Sem, Cam y Jafet, la mujer de Noé y las tres mujeres de sus hijos con ellos. Entraron ellos y todos los animales según su especie, todos los animales domésticos según su especie, todos los animales que se desplazan sobre la tierra según su especie, todas las aves según su especie, y todo pájaro, todo lo que tiene alas. Y vinieron al arca, a Noé, de dos en dos, de todos los seres que respiran. Vinieron macho y hembra de todo animal, como Dios le había mandado. Y Jehovah le cerró la puerta. El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra. Las aguas crecieron y levantaron el arca, y se elevó sobre la tierra. Las aguas crecieron y se incrementaron tanto sobre la tierra que el arca flotaba sobre la superficie de las aguas. Las aguas subieron tanto sobre la tierra que las montañas más altas debajo de todos los cielos fueron cubiertas. Las montañas fueron cubiertas, y las aguas crecieron quince codos por encima. Y murió todo ser que se desplaza sobre la tierra, tanto las aves como el ganado, las fieras, los animales que se desplazan sobre la tierra y todos los hombres. Murió todo cuanto tenía aliento de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra seca. Así fue arrasado de la faz de la tierra todo ser viviente. Fueron arrasados de la tierra desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo. Sólo quedaron Noé y los que estaban con él en el arca. Y las aguas prevalecieron sobre la tierra durante 150 días. Dios se acordó de Noé y de todos los animales y todo el ganado que estaban con él en el arca, e hizo soplar un viento sobre la tierra, y las aguas disminuyeron. Fueron cerradas las fuentes del océano y las ventanas de los cielos, y se detuvo la lluvia de los cielos. Las aguas decrecían gradualmente sobre la tierra, y después de 150 días las aguas habían menguado. El día 17 del mes séptimo se asentó el arca sobre los montes de Ararat, y las aguas siguieron decreciendo hasta el mes décimo. El primer día del mes décimo se hicieron visibles las cumbres de las montañas. Y sucedió que cuarenta días después Noé abrió la ventana del arca que había hecho, y envió un cuervo que iba y venía hasta que las aguas se secaron sobre la tierra. También envió una paloma para ver si las aguas habían disminuido sobre la superficie de la tierra. La paloma no halló donde asentar la planta de su pie y volvió a él, al arca, porque las aguas todavía cubrían la superficie de toda la tierra. Entonces él extendió su mano, la tomó y la hizo entrar consigo en el arca. Esperó aún otros siete días y volvió a enviar la paloma fuera del arca. La paloma volvió a él al atardecer, y he aquí que traía una hoja verde de olivo en el pico. Así entendió Noé que las aguas habían disminuido sobre la tierra. Esperó aún otros siete días y envió la paloma, la cual no volvió más a él. Y sucedió que el primer día del mes primero del año 601 de Noé se secaron las aguas sobre la tierra. Noé quitó la cubierta del arca y miró, y he aquí que la superficie de la tierra estaba seca. El día 27 del mes segundo quedó seca la tierra. Entonces dijo Dios a Noé: "Sal del arca tú, tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos contigo. Saca todos los animales de toda clase que están contigo: las aves, el ganado y los reptiles que se desplazan sobre la tierra. Que se esparzan por la tierra, que sean fecundos y que se multipliquen sobre la tierra." Entonces salieron del arca Noé, sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos con él, y todos los animales, todos los reptiles, todas las aves y todo lo que se desplaza sobre la tierra, según sus familias. Entonces edificó Noé un altar a Jehovah, y tomando de todo cuadrúpedo limpio y de toda ave limpia, ofreció holocaustos sobre el altar. Jehovah percibió el grato olor, y dijo Jehovah en su corazón: "No volveré jamás a maldecir la tierra por causa del hombre, porque el instinto del corazón del hombre es malo desde su juventud. Tampoco volveré a destruir todo ser viviente, como he hecho. Mientras exista la tierra, no cesarán la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche." Entonces Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: "Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra. El temor y el miedo de vosotros estará en todos los animales de la tierra, en todas las aves del cielo, en todo lo que se desplaza en la tierra y en todos los peces del mar. En vuestras manos son entregados. Todo lo que se desplaza y vive os servirá de alimento. Del mismo modo que las plantas, os lo doy todo. Pero no comeréis carne con su vida, es decir, su sangre. Porque ciertamente por vuestra propia sangre pediré cuentas. Pediré cuentas a todo animal y al hombre. Yo pediré cuentas a cada uno por la vida del hombre. El que derrame sangre de hombre, su sangre será derramada por hombre; porque a imagen de Dios él hizo al hombre. Sed vosotros fecundos y multiplicaos. Reproducíos en la tierra y multiplicaos en ella." Entonces Dios habló a Noé y a sus hijos con él, diciendo: "He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, con vuestros descendientes después de vosotros y con todo ser viviente que está con vosotros: aves, ganado y todos los animales de la tierra que están con vosotros; todos los que salieron del arca, todos los animales de la tierra. Yo establezco mi pacto con vosotros: Ninguna carne volverá a ser exterminada jamás por las aguas del diluvio, ni habrá otra vez diluvio para destruir la tierra." Y dijo Dios: "Esta será la señal del pacto que establezco entre yo y vosotros, y todo ser viviente que está con vosotros, por generaciones, para siempre: Yo pongo mi arco en las nubes como señal del pacto que hago entre yo y la tierra. Y sucederá que cuando yo haga aparecer nubes sobre la tierra, entonces el arco se dejará ver en las nubes. Me acordaré de mi pacto que existe entre yo y vosotros, y todo ser viviente de toda clase, y las aguas no serán más un diluvio para destruir toda carne. Cuando el arco aparezca en las nubes, yo lo veré para acordarme del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente de toda clase que está sobre la tierra." Entonces Dios dijo a Noé: "Esta será la señal del pacto que establezco entre yo y toda carne que está sobre la tierra." Los hijos de Noé que salieron del arca fueron: Sem, Cam y Jafet. Cam fue el padre de Canaán. Estos tres fueron los hijos de Noé, y a partir de ellos fue poblada toda la tierra. Entonces Noé comenzó a cultivar la tierra y plantó una viña. Y bebiendo el vino, se embriagó y quedó desnudo en medio de su tienda. Cam, el padre de Canaán, vio la desnudez de su padre y lo contó a sus dos hermanos que estaban fuera. Entonces Sem y Jafet tomaron un manto, lo pusieron sobre sus propios hombros, y yendo hacia atrás, cubrieron la desnudez de su padre. Como tenían vuelta la cara, ellos no vieron la desnudez de su padre. Cuando Noé se despertó de su embriaguez y se enteró de lo que le había hecho su hijo menor, dijo: "Maldito sea Canaán. Sea el siervo de los siervos de sus hermanos." Dijo además: "Bendito sea Jehovah, el Dios de Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet y habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo." Noé vivió después del diluvio 350 años. Todos los años de Noé fueron 950, y murió. Estos son los descendientes de los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet, a quienes les nacieron hijos después del diluvio: Los hijos de Jafet fueron: Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras. Los hijos de Gomer fueron: Asquenaz, Rifat y Togarma. Los hijos de Javán fueron: Elisa, Tarsis, Quitim y Rodanim. A partir de éstos fueron pobladas las costas de las naciones, según sus territorios, cada una según su idioma, conforme a sus familias en sus naciones. Los hijos de Cam fueron: Cus, Mizraim, Fut y Canaán. Los hijos de Cus fueron: Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca. Los hijos de Raama fueron Seba y Dedán. Cus engendró a Nimrod, quien comenzó a ser poderoso en la tierra. El fue un vigoroso cazador delante de Jehovah, por lo cual se suele decir: "Como Nimrod, el vigoroso cazador delante de Jehovah." Al principio, su reino abarcaba Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar. De aquella tierra salió para Asiria y edificó Nínive, Ciudad Rejobot, Cálaj y Resén, entre Nínive y Cálaj. Esta es una gran ciudad. Mizraim engendró a los ludeos, a los anameos, a los lehabitas, a los naftujitas, a los patruseos, a los caslujitas (de los cuales salieron los filisteos) y a los caftoreos. Canaán engendró a Sidón su primogénito y a Het, al jebuseo, al amorreo, al gergeseo, al heveo, al araqueo, al sineo, al arvadeo, al zemareo y al hamateo. Después se dispersaron los clanes de los cananeos. La frontera de los cananeos abarcaba desde Sidón hasta Gaza en dirección de Gerar; seguía en dirección de Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboím, y continuaba hasta Lasa. Tales son los hijos de Cam, según sus familias, según sus idiomas, en sus territorios y en sus naciones. También le nacieron hijos a Sem, padre de todos los hijos de Heber y hermano mayor de Jafet. Los hijos de Sem fueron: Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram. Los hijos de Aram fueron: Uz, Hul, Geter y Mas. Arfaxad engendró a Sélaj, y Sélaj engendró a Heber. A Heber le nacieron dos hijos: El nombre del primero fue Peleg, porque en sus días fue dividida la tierra. El nombre de su hermano fue Joctán. Joctán engendró a Almodad, a Selef, a Hazar-mávet, a Jéraj, a Adoram, a Uzal, a Dicla, a Obal, a Abimael, a Seba, a Ofir, a Havila y a Jobab. Todos éstos fueron hijos de Joctán. El área que habitaron abarcó desde Mesa hasta las inmediaciones de Sefar, en la región montañosa al oriente. Estos fueron los hijos de Sem según sus familias, según sus idiomas, en sus territorios y en sus naciones. Estas fueron las familias de los hijos de Noé, según sus descendientes y sus naciones. De éstos proceden las naciones de la tierra, después del diluvio. Toda la tierra tenía un solo idioma y las mismas palabras. Pero aconteció que al emigrar del oriente, encontraron una llanura en la tierra de Sinar y se establecieron allí. Entonces se dijeron unos a otros: "Venid, hagamos adobes y quemémoslos con fuego." Así empezaron a usar ladrillo en lugar de piedra, y brea en lugar de mortero. Y dijeron: "Venid, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo. Hagámonos un nombre, no sea que nos dispersemos sobre la faz de toda la tierra." Jehovah descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hombres. Entonces dijo Jehovah: "He aquí que este pueblo está unido, y todos hablan el mismo idioma. Esto es lo que han comenzado a hacer, y ahora nada les impedirá hacer lo que se proponen. Vamos, pues, descendamos y confundamos allí su lenguaje, para que nadie entienda lo que dice su compañero." Así los dispersó Jehovah de allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por tanto, el nombre de dicha ciudad fue Babel, porque Jehovah confundió allí el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los dispersó sobre la faz de toda la tierra. Estos son los descendientes de Sem: Cuando Sem tenía 100 años, engendró a Arfaxad, dos años después del diluvio. Sem vivió después que engendró a Arfaxad 500 años, y engendró hijos e hijas. Cuando Arfaxad tenía 35 años, engendró a Sélaj. Arfaxad vivió después que engendró a Sélaj 403 años, y engendró hijos e hijas. Cuando Sélaj tenía 30 años, engendró a Heber. Sélaj vivió después que engendró a Heber 403 años, y engendró hijos e hijas. Cuando Heber tenía 34 años, engendró a Peleg. Heber vivió después que engendró a Peleg 430 años, y engendró hijos e hijas. Cuando Peleg tenía 30 años, engendró a Reu. Peleg vivió después que engendró a Reu 209 años, y engendró hijos e hijas. Cuando Reu tenía 32 años, engendró a Serug. Reu vivió después que engendró a Serug 207 años, y engendró hijos e hijas. Cuando Serug tenía 30 años, engendró a Nacor. Serug vivió después que engendró a Nacor 200 años, y engendró hijos e hijas. Cuando Nacor tenía 29 años, engendró a Taré. Nacor vivió después que engendró a Taré 119 años, y engendró hijos e hijas. Cuando Taré tenía 70 años, engendró a Abram, a Nacor y a Harán. Estos son los descendientes de Taré: Taré engendró a Abram, a Nacor y a Harán; y Harán engendró a Lot. Harán murió antes que su padre Taré, en el lugar donde había nacido, en Ur de los caldeos. Abram y Nacor tomaron mujeres para sí. El nombre de la mujer de Abram fue Sarai; y el nombre de la mujer de Nacor fue Milca, hija de Harán, padre de Milca y de Isca. Y Sarai era estéril y no tenía hijos. Taré tomó a su hijo Abram, a su nieto Lot hijo de Harán, a Sarai su nuera, mujer de su hijo Abram, y partió con ellos de Ur de los caldeos para ir a la tierra de Canaán. Y fueron hasta Harán y se establecieron allí. Taré vivió 205 años, y murió Taré en Harán. Entonces Jehovah dijo a Abram: "Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra." Abram se fue, como Jehovah le había dicho, y Lot fue con él. Abram tenía 75 años cuando salió de Harán. Abram tomó a Sarai su mujer, a Lot su sobrino y todos los bienes que habían acumulado y a las personas que habían adquirido en Harán; y partieron hacia la tierra de Canaán. Después llegaron a la tierra de Canaán, y Abram atravesó aquella tierra hasta la encina de Moré, en las inmediaciones de Siquem. Los cananeos estaban entonces en la tierra. Y se apareció Jehovah a Abram y le dijo: "A tu descendencia daré esta tierra." Y él edificó allí un altar a Jehovah, quien se le había aparecido. Después se trasladó a la región montañosa al oriente de Betel y extendió allí su tienda, entre Betel al oeste y Hai al este. Allí edificó un altar a Jehovah e invocó el nombre de Jehovah. Después partió de allí y se dirigió progresivamente hacia el Néguev. Hubo hambre en la tierra, y Abram descendió a Egipto para residir allí, pues el hambre era grande en la tierra. Y aconteció que cuando estaba por llegar a Egipto, dijo a Sarai su mujer: "He aquí, reconozco que tú eres una mujer bella. Y puede suceder que al verte, los egipcios digan: ‘Es su mujer’, y me maten a mí, y a ti te conserven la vida. Di, por favor, que eres mi hermana, para que me vaya bien por tu causa y mi vida sea conservada por causa de ti." Y aconteció que cuando Abram entró en Egipto, los egipcios vieron que la mujer era muy bella. También la vieron los ministros del faraón, y la alabaron ante él. Y la mujer fue llevada al palacio del faraón, quien favoreció a Abram por causa de ella. Este obtuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y camellos. Entonces Jehovah afligió al faraón y a su familia con grandes plagas por causa de Sarai, mujer de Abram. Y el faraón llamó a Abram y le dijo: "¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué no me declaraste que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: ‘Es mi hermana’, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? Ahora pues, aquí está tu mujer. Tómala y vete." Entonces el faraón dio órdenes a sus hombres con respecto a Abram. Y éstos lo enviaron a él con su mujer y con todo lo que tenía. Abram subió de Egipto hacia el Néguev, él con su mujer y con todo lo que tenía; y Lot iba con él. Abram era muy rico en ganado, en plata y en oro. Volvió a sus viajes desde el Néguev hacia Betel, hasta el lugar donde su tienda había estado al comienzo, entre Betel y Hai, el lugar del altar que había hecho allí anteriormente. Y Abram invocó allí el nombre de Jehovah. También Lot, que iba con Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas. Pero la tierra no bastaba para que habitasen juntos. Sus posesiones eran muchas, y no podían habitar juntos. Entonces surgió una contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot. En aquel entonces los cananeos y los ferezeos habitaban en la tierra. Entonces Abram dijo a Lot: "Por favor, no haya contiendas entre tú y yo, ni entre mis pastores y tus pastores, porque somos parientes. ¿No está delante de ti toda la tierra? Por favor, sepárate de mí. Si tú vas a la izquierda, yo iré a la derecha; y si tú vas a la derecha, yo iré a la izquierda." Lot alzó los ojos y vio toda la llanura del Jordán, la cual era toda tierra de regadío, como un jardín de Jehovah, como la tierra de Egipto, como la entrada de Zoar, antes de que Jehovah destruyera Sodoma y Gomorra. Lot eligió para sí toda la llanura del Jordán, y partió Lot hacia el oriente. Así se separaron el uno del otro. Abram habitó en la tierra de Canaán, y Lot habitó en las ciudades de la llanura y fue instalando sus tiendas hasta Sodoma. Los hombres de Sodoma eran malos y muy pecadores contra Jehovah. Jehovah dijo a Abram, después que Lot se había separado de él: "Alza tus ojos y mira desde el lugar donde estás, hacia el norte, el sur, el este y el oeste. Porque toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia, para siempre. Yo haré que tu descendencia sea como el polvo de la tierra. Si alguien puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia podrá ser contada. Levántate, anda a lo largo y a lo ancho de la tierra, porque a ti te la daré." Entonces Abram trasladó su tienda, se fue y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y allí edificó un altar a Jehovah. Aconteció en los días de Amrafel rey de Sinar, de Arioc rey de Elasar, de Quedarlaomer rey de Elam, y de Tidal rey de Goím, que éstos hicieron guerra contra Bera rey de Sodoma, Birsa rey de Gomorra, Sinab rey de Adma, Semeber rey de Zeboím, y el rey de Bela, la cual es Zoar. Todos éstos se reunieron en el valle de Sidim, es decir, el mar Salado. Doce años habían servido a Quedarlaomer, pero en el año 13 se rebelaron. En el año 14 vinieron Quedarlaomer y los reyes que estaban con él, y derrotaron a los refaítas en Astarot-carnaim, a los zuzitas en Ham, a los emitas en Save-quiriataim, y a los horeos en el monte Seír, hasta El-parán, que está junto al desierto. Luego regresaron, llegaron a En-mispat, que es Cades, y devastaron todo el campo de los amalequitas y de los amorreos que habitaban en Hazezón-tamar. Entonces salieron el rey de Sodoma, el rey de Gomorra, el rey de Adma, el rey de Zeboím y el rey de Bela, la cual es Zoar, y dispusieron la batalla contra ellos en el valle de Sidim; a saber, contra Quedarlaomer rey de Elam, Tidal rey de Goím, Amrafel rey de Sinar y Arioc rey de Elasar: cuatro reyes contra cinco. El valle de Sidim estaba lleno de pozos de brea. Y al huir los reyes de Sodoma y de Gomorra, cayeron en ellos, mientras que los demás huyeron a las montañas. Los enemigos tomaron todos los bienes de Sodoma y de Gomorra, y todos sus alimentos, y se fueron. También llevaron consigo a Lot, el hijo del hermano de Abram, junto con sus posesiones (porque Lot habitaba en Sodoma), y se fueron. Pero uno de los que escaparon fue y lo contó a Abram el hebreo, que habitaba en el encinar de Mamre el amorreo, hermano de Escol y hermano de Aner, quienes eran aliados de Abram. Cuando Abram oyó que su sobrino había sido tomado cautivo, reclutó a sus 318 criados nacidos en su casa, y los persiguió hasta Dan. Los atacó de noche, él con sus siervos, los derrotó y los persiguió hasta Hoba, que está al norte de Damasco. Así recobró todos los bienes y también recobró a su sobrino Lot, sus bienes, y también a las mujeres y a la gente. Cuando Abram volvía de derrotar a Quedarlaomer y a los reyes que estaban con él, el rey de Sodoma salió a su encuentro en el valle de Savé, que es el valle del Rey. También Melquisedec, rey de Salem, quien era sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino y le bendijo diciendo: "Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra. Bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos." Y Abram le dio a él el diezmo de todo. Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: —Dame las personas, y toma para ti los bienes. Abram respondió al rey de Sodoma: —He hecho votos a Jehovah, el Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que no tomaré ni un hilo, ni la correa de un calzado, nada de todo lo que es tuyo, para que no digas después: "Yo enriquecí a Abram." Yo no tomaré nada, excepto lo que han comido los jóvenes y la parte de los hombres que fueron conmigo: Aner, Escol y Mamre. Ellos sí tomarán su parte. Después de estas cosas vino la palabra de Jehovah a Abram en visión, diciendo: —No temas, Abram. Yo soy tu escudo, y tu galardón será muy grande. Abram respondió: —Oh Señor Jehovah, ¿qué me has de dar? Pues continúo sin hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer, de Damasco. —Añadió Abram—: A mí no me has dado descendencia, y he aquí me heredará un criado nacido en mi casa. Y he aquí que la palabra de Jehovah vino a él diciendo: —No será éste el que te herede, sino que alguien que salga de tus entrañas será el que te herede. Entonces lo llevó fuera y le dijo: —Mira, por favor, al cielo y cuenta las estrellas, si acaso las puedes contar. —Y añadió—: Así será tu descendencia. El creyó a Jehovah, y le fue contado por justicia. Entonces le dijo: —Yo soy Jehovah, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra como posesión. El respondió: —Oh Señor Jehovah, ¿cómo sabré que yo la he de poseer? Le respondió: —Tráeme una vaquilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón. El tomó todos estos animales, los partió por la mitad y puso cada mitad una frente a otra. Pero no partió las aves. Entonces descendieron unos buitres sobre los cuerpos muertos, y Abram los ahuyentaba. Pero cuando el sol estaba por ponerse, cayó sobre Abram un sueño profundo, y he aquí que se apoderó de él el terror de una gran oscuridad. Entonces Dios dijo a Abram: —Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no será suya, y los esclavizarán y los oprimirán 400 años. Pero yo también juzgaré a la nación a la cual servirán, y después de esto saldrán con grandes riquezas. Pero tú irás a tus padres en paz y serás sepultado en buena vejez. En la cuarta generación volverán acá, pues hasta ahora no ha llegado al colmo la maldad de los amorreos. Y sucedió una vez que el sol se puso y hubo oscuridad que he aquí, apareció un horno humeante, y una antorcha ardiendo pasó por en medio de los animales divididos. Aquel día Jehovah hizo un pacto con Abram diciendo: —A tus descendientes daré esta tierra, desde el arroyo de Egipto hasta el gran río, el río Eufrates; la tierra de los queneos, quenezeos, cadmoneos, heteos, ferezeos, refaítas, amorreos, cananeos, gergeseos y jebuseos. Sarai, mujer de Abram, no le daba hijos; pero ella tenía una sierva egipcia que se llamaba Agar. Entonces Sarai dijo a Abram: —He aquí que Jehovah me ha impedido concebir. Unete, por favor, a mi sierva; quizás yo tenga hijos por medio de ella. Abram hizo caso de las palabras de Sarai. Y Sarai su mujer tomó a Agar, su sierva egipcia, después de haber vivido diez años en la tierra de Canaán, y se la dio por mujer a Abram su marido. Abram se unió a Agar, y ella concibió. Pero al ver que había concebido, empezó a mirar con desprecio a su señora. Entonces Sarai dijo a Abram: —Mi agravio recaiga sobre ti. Yo puse a mi sierva en tu seno; y ella, viéndose encinta, me mira con desprecio. Jehovah juzgue entre tú y yo. Abram respondió a Sarai: —He aquí, tu sierva está en tus manos. Haz con ella como te parezca bien. Como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia. Pero el ángel de Jehovah la encontró en el desierto junto a un manantial de agua (el manantial que está en el camino de Shur), y le dijo: —Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes y a dónde vas? Ella respondió: —Huyo de la presencia de Sarai, mi señora. El ángel de Jehovah le dijo: —Vuelve a tu señora y sométete a su autoridad. —Le dijo también el ángel de Jehovah—: Multiplicaré tanto tus descendientes, que no podrán ser contados a causa de su gran número. —Le dijo además el ángel de Jehovah—: He aquí que has concebido y darás a luz un hijo. Y llamarás su nombre Ismael, porque Jehovah ha escuchado tu aflicción. El será como un asno montés, un hombre cuya mano estará contra todos, y las manos de todos estarán contra él. Y habitará frente a todos sus hermanos. Ella invocó el nombre de Jehovah, que hablaba con ella, y dijo: —Tú eres un Dios que me ve. Pues pensó: "¿Acaso no he visto aquí al que me ve?" Por eso llamó al pozo Beer-lajai-roí. He aquí que está entre Cades y Bered. Agar dio a luz un hijo a Abram, y Abram llamó el nombre de su hijo que le dio Agar, Ismael. Abram tenía 86 años cuando Agar le dio a luz a Ismael. Abram tenía 99 años cuando Jehovah se le apareció y le dijo: —Yo soy el Dios Todopoderoso; camina delante de mí y sé perfecto. Yo cumpliré mi pacto entre yo y tú, y te multiplicaré en gran manera. Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él diciendo: —He aquí que mi pacto es contigo: Tú serás padre de muchas naciones. Ya no se llamará más tu nombre Abram; tu nombre será Abraham, pues te he constituido en padre de una multitud de naciones. Yo te haré muy fecundo; de ti haré naciones, y reyes saldrán de ti. Yo establezco mi pacto como pacto perpetuo entre yo y tú, y tu descendencia después de ti por sus generaciones, para ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti. Yo te daré en posesión perpetua, a ti y a tu descendencia después de ti, la tierra en que resides, toda la tierra de Canaán. Y yo seré su Dios. Dios dijo de nuevo a Abraham: —Pero tú guardarás mi pacto, tú y tus descendientes después de ti, a través de sus generaciones. Este será mi pacto entre yo y vosotros que guardaréis tú y tus descendientes después de ti: Todo varón de entre vosotros será circuncidado. Circuncidaréis vuestros prepucios, y esto será la señal del pacto entre yo y vosotros. A los ocho días de nacido será circuncidado todo varón de entre vosotros, a través de vuestras generaciones; tanto el nacido en casa como el comprado con dinero a cualquier extranjero que no sea de tu descendencia. Deberá ser circuncidado el nacido en tu casa y el comprado con tu dinero. Así estará mi pacto en vuestra carne como pacto perpetuo. El hombre incircunciso, que no haya circuncidado su prepucio, esa persona será borrada de su pueblo, porque ha violado mi pacto. Dios dijo también a Abraham: —A Sarai tu mujer no la llamarás más Sarai; Sara será su nombre. Yo la bendeciré y también te daré de ella un hijo. Sí, yo la bendeciré; ella será madre de naciones, y de ella procederán reyes de pueblos. Entonces Abraham se postró sobre su rostro y se rió diciendo en su corazón: "¿A un hombre de 100 años le ha de nacer un hijo? ¿Y Sara, ya de 90 años, ha de dar a luz?" Luego Abraham dijo a Dios: —¡Ojalá Ismael viva delante de ti! Y Dios respondió: —Ciertamente Sara tu mujer te dará un hijo, y llamarás su nombre Isaac. Yo confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para su descendencia después de él. Y en cuanto a Ismael, también te he oído: He aquí que le bendeciré, le haré fecundo y le multiplicaré en gran manera. El engendrará doce príncipes, y yo le constituiré en una gran nación. Pero yo estableceré mi pacto con Isaac, que Sara te dará a luz por este tiempo, el próximo año. Dios acabó de hablar con él y subió de donde estaba con Abraham. Entonces Abraham tomó a Ismael su hijo, a todos los siervos nacidos en su casa y a todos los comprados con su dinero, a todo varón de las personas de la casa de Abraham; y aquel mismo día circuncidó el prepucio de ellos, como Dios le había dicho. Abraham tenía 99 años cuando circuncidó su prepucio. Su hijo Ismael tenía 13 años cuando fue circuncidado su prepucio. En el mismo día fueron circuncidados Abraham e Ismael su hijo. Fueron circuncidados con él todos los varones de su casa, tanto los siervos nacidos en su casa como los comprados con dinero a los extranjeros. Jehovah se apareció a Abraham en el encinar de Mamre, cuando él estaba sentado en la entrada de la tienda, en el pleno calor del día. Alzó sus ojos y miró, y he aquí tres hombres que estaban de pie frente a él. Y al verlos, corrió desde la entrada de la tienda para recibirlos, y se postró a tierra. Y dijo: —Señor, si he hallado gracia ante tus ojos, por favor, no pases de largo a tu siervo. Que se traiga un poco de agua para que lavéis vuestros pies y os recostéis debajo del árbol. Yo traeré un pedazo de pan, y repondréis vuestras fuerzas y después proseguiréis; porque para esto habéis pasado cerca de vuestro siervo. Ellos dijeron: —Sí; haz así como dices. Entonces Abraham fue de prisa a la tienda de Sara y le dijo: —Toma rápidamente tres medidas de harina fina, amásala y prepara unas tortas. Luego corrió Abraham a donde estaban las vacas y tomó un ternero tierno y bueno, y se lo dio al mozo; y éste se dio prisa para prepararlo. Después tomó mantequilla, leche y el ternero que había preparado, y lo puso delante de ellos. Y mientras comían, él se quedó de pie junto a ellos debajo del árbol. Ellos le preguntaron: —¿Dónde está Sara tu mujer? El respondió: —Adentro, en la tienda. Entonces dijo: —Ciertamente volveré a ti después del tiempo que dura el embarazo, y he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Sara escuchaba junto a la entrada de la tienda que estaba detrás de él. Abraham y Sara eran ancianos, de edad avanzada. A Sara le había cesado ya la regla de las mujeres. Y Sara se reía dentro de sí, diciendo: "Después que he envejecido, ¿tendré placer, siendo también anciano mi señor?" Entonces Jehovah dijo a Abraham: —¿Por qué se ríe Sara, diciendo: "¿Realmente he de dar a luz siendo vieja?" ¿Acaso existe para Jehovah alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, después del tiempo que dura el embarazo, y Sara habrá tenido un hijo. Entonces Sara, porque tuvo miedo, negó diciendo: —No me he reído. Pero él dijo: —No, sino que sí te has reído. Los hombres se levantaron de allí y miraron hacia Sodoma. Abraham iba con ellos para despedirlos. Entonces Jehovah dijo: —¿He de encubrir a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y poderosa, y que en él han de ser benditas todas las naciones de la tierra? Porque yo le he escogido y sé que mandará a sus hijos y a su casa después de él que guarden el camino de Jehovah, practicando la justicia y el derecho, para que Jehovah haga venir sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. —Además Jehovah dijo—: Ciertamente el clamor de Sodoma y de Gomorra es grande, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo. Descenderé, pues, para ver si han consumado su maldad, según el clamor que ha llegado hasta mí; y si no, lo sabré. Los hombres partieron de allí y se fueron a Sodoma. Pero Abraham quedó todavía delante de Jehovah. Entonces Abraham se acercó y dijo: —¿Destruirás también al justo con el culpable? Quizás haya cincuenta justos dentro de la ciudad; ¿la destruirás con todo y no perdonarás el lugar por causa de los cincuenta justos que estén dentro de ella? Lejos esté de ti hacer tal cosa: hacer morir al justo con el culpable, y que el justo sea tratado como el culpable. ¡Lejos esté de ti! El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Entonces respondió Jehovah: —Si hallo en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré todo el lugar en consideración a ellos. Intervino Abraham y dijo: —He aquí, ya que he comenzado a hablar con mi Señor, a pesar de que soy polvo y ceniza, quizás falten cinco para ser cincuenta justos. ¿Destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Le respondió: —No la destruiré, si encuentro allí cuarenta y cinco. Volvió a hablarle diciendo: —Quizás se encuentren allí cuarenta… Y respondió: —No lo haré en consideración a los cuarenta. Abraham le dijo: —Por favor, no se enoje mi Señor si hablo: Quizás se encuentren allí treinta… Y respondió: —No lo haré, si encuentro allí treinta. Y dijo: —He aquí, ya que he empezado a hablar a mi Señor, quizás se encuentren allí veinte… Y respondió: —No la destruiré en consideración a los veinte. Volvió a decir: —Por favor, no se enoje mi Señor, si hablo sólo una vez más: Quizás se encuentren allí diez… Y respondió: —No la destruiré en consideración a los diez. Y Jehovah se fue luego que acabó de hablar con Abraham. Y Abraham regresó a su lugar. Los dos ángeles llegaron a Sodoma al anochecer. Lot estaba sentado junto a la puerta de Sodoma, y al verlos se levantó Lot para recibirlos postrándose a tierra. Y les dijo: —He aquí, señores míos, venid, por favor, a la casa de vuestro siervo; pasad la noche y lavaos vuestros pies. Por la mañana os levantaréis temprano y seguiréis vuestro camino. Pero ellos respondieron: —No, sino que pasaremos la noche en la calle. Pero él les insistió mucho; así que fueron con él y entraron en su casa. El les preparó un banquete; hizo panes sin levadura y comieron. Pero antes de que se acostasen, los hombres de la ciudad, los hombres de Sodoma, todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo, rodearon la casa. Y llamaron a Lot y le dijeron: —¿Dónde están los hombres que vinieron a ti esta noche? Sácanoslos, para que los conozcamos. Entonces Lot salió a ellos a la puerta, cerró la puerta detrás de sí y dijo: —¡Por favor, hermanos míos, no hagáis tal maldad! He aquí tengo dos hijas que todavía no han conocido varón: Os las sacaré, pues, y haced con ellas como os parezca; sólo que no hagáis nada a estos hombres, porque para esto han venido a la sombra de mi techo. Ellos respondieron: —¡Quítate de ahí! —Y añadieron—: Este vino aquí para residir como forastero, ¿y ahora habrá de erigirse como juez? Ahora te haremos a ti más daño que a ellos. Forcejeaban mucho contra el hombre, contra Lot, y se acercaron para romper la puerta. Entonces los hombres extendieron las manos, metieron a Lot en la casa con ellos y cerraron la puerta. Y a los hombres que estaban junto a la puerta de la casa, los hirieron con ceguera, desde el menor hasta el mayor, de modo que se fatigaban por hallar la puerta. Aquellos hombres dijeron a Lot: —¿Tienes aquí a alguien más? Yernos, hijos, hijas; cualquiera que tengas en la ciudad, sácalos de este lugar. Porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor de ellos ha llegado a ser grande delante de Jehovah. Por eso Jehovah nos ha enviado para destruirlo. Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de casarse con sus hijas, y les dijo: —¡Levantaos, salid de este lugar, porque Jehovah va a destruir la ciudad! Pero a sus yernos les pareció que bromeaba. Y al rayar el alba, los ángeles apremiaban a Lot, diciéndole: —¡Levántate, toma a tu mujer y a tus dos hijas que están aquí, para que no seas destruido con el castigo de la ciudad! Cuando se detenía, los hombres tomaron su mano, la mano de su mujer y las manos de sus dos hijas, por la misericordia de Jehovah para con él. Lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad. Y después de haberlos sacado fuera, le dijeron: —¡Escapa por tu vida! No mires atrás, ni te detengas en toda esta llanura. Escapa a la montaña, no sea que perezcas. Lot le dijo: —¡Por favor, no, señor mío! He aquí que tu siervo ha hallado gracia ante tus ojos y has engrandecido tu misericordia que has mostrado conmigo dándome la vida. Pero yo no podré escapar a la montaña, no sea que me alcance el mal y muera. He allí esa ciudad está cerca para escapar allá, y es pequeña. Deja que escape allá y salve mi vida. ¿Acaso no es pequeña? Le respondió: —He aquí que también te he atendido con respecto a este asunto. No destruiré la ciudad de la cual has hablado. Date prisa y escapa allá. Nada podré hacer hasta que hayas llegado allí. Por eso fue llamado el nombre de la ciudad Zoar. El sol ya había salido sobre la tierra cuando Lot llegó a Zoar. Entonces Jehovah hizo llover desde los cielos azufre y fuego de parte de Jehovah sobre Sodoma y Gomorra. Y trastornó aquellas ciudades, toda la llanura con todos los habitantes de las ciudades y las plantas de la tierra. Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se convirtió en una columna de sal. Abraham se levantó muy de mañana, fue al lugar donde había estado delante de Jehovah y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de la llanura. Y al mirar, he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno. Y sucedió que cuando Dios destruyó las ciudades de la llanura, se acordó Dios de Abraham y sacó a Lot de en medio de la destrucción, al trastornar las ciudades donde Lot había estado. Lot tuvo miedo de permanecer en Zoar y se fue de allí a la región montañosa, junto con sus dos hijas. Y habitaba en una cueva con sus dos hijas. Entonces la mayor dijo a la menor: —Nuestro padre es viejo, y no queda ningún hombre en la tierra que se una a nosotras, como es la costumbre en toda la tierra. Ven, demos de beber vino a nuestro padre, acostémonos con él y conservemos descendencia de nuestro padre. Aquella noche dieron de beber vino a su padre. Luego entró la mayor y se acostó con su padre, pero él no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó. Y aconteció que al día siguiente la mayor dijo a la menor: —He aquí yo me acosté anoche con mi padre. Démosle de beber vino también esta noche, y entra tú y acuéstate con él, y conservemos descendencia de nuestro padre. También aquella noche dieron de beber vino a su padre. Luego fue la menor y se acostó con él, pero él no se dio cuenta cuando ella se acostó ni cuando se levantó. Así concibieron de su padre las dos hijas de Lot. La mayor dio a luz un hijo y llamó su nombre Moab, el cual es el padre de los moabitas, hasta hoy. La menor dio a luz un hijo y llamó su nombre Ben-amí, el cual es el padre de los amonitas, hasta hoy. Abraham partió de allí hacia la tierra del Néguev. Acampó entre Cades y Shur y residió en Gerar. Abraham dijo de Sara su mujer: "Ella es mi hermana." Y Abimelec, rey de Gerar, mandó y tomó a Sara. Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche y le dijo: —He aquí que vas a morir por causa de la mujer que has tomado, la cual es casada. Abimelec, quien todavía no se había acercado a ella, dijo: —Señor, ¿acaso has de matar a la gente inocente? ¿Acaso no me dijo él: "Ella es mi hermana," y ella también dijo: "El es mi hermano"? Con integridad de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto. Dios le dijo en sueños: —Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto. Yo también te detuve de pecar contra mí, y no te permití que la tocases. Ahora pues, devuelve la mujer a su marido, porque él es profeta y orará por ti, y tú vivirás. Y si no la devuelves, ten por cierto que morirás irremisiblemente, tú y todos los tuyos. Entonces Abimelec se levantó muy de mañana, llamó a todos sus servidores y dijo todas estas palabras a oídos de ellos. Y los hombres temieron mucho. Después Abimelec llamó a Abraham y le preguntó: —¿Qué nos has hecho? ¿En qué te he ofendido para que hayas traído sobre mí y sobre mi reino un pecado tan grande? Has hecho conmigo cosas que no debiste hacer. —Dijo además Abimelec a Abraham—: ¿Qué has visto, para que hicieras esto? Abraham respondió: —Porque pensé: "Seguramente no hay temor de Dios en este lugar y me matarán por causa de mi mujer." Y a la verdad, también es mi hermana. Ella es hija de mi padre, pero no de mi madre; así que la tomé por mujer. Cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije a ella: "Este es el favor que tú me harás: En todos los lugares a los que lleguemos dirás de mí: ‘El es mi hermano.’" Entonces Abimelec tomó ovejas y vacas, siervos y siervas; se los dio a Abraham y le devolvió a Sara su mujer. Y le dijo Abimelec: —He aquí mi tierra está delante de ti. Habita donde bien te parezca. A Sara le dijo: —He aquí que he dado 1.000 piezas de plata a tu hermano. He aquí que esto constituye para ti y para todos los que están contigo una venda a los ojos. Así eres totalmente vindicada. Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimelec y a su mujer y a sus siervas para que dieran a luz. Porque Jehovah había cerrado por completo toda matriz en la casa de Abimelec a causa de Sara, mujer de Abraham. Jehovah favoreció a Sara, como había dicho. Jehovah hizo con Sara como había prometido, y ella concibió y dio a luz un hijo a Abraham en su vejez, en el tiempo que Dios le había indicado. Abraham llamó el nombre de su hijo que le había nacido, y que Sara le había dado a luz, Isaac. Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac al octavo día, como Dios le había mandado. Abraham tenía 100 años cuando le nació su hijo Isaac. Entonces Sara dijo: —Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oiga se reirá conmigo. —Y añadió—: ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara daría de mamar a hijos? Pues yo le he dado un hijo en su vejez. El niño creció y fue destetado. Y Abraham hizo un gran banquete el día que Isaac fue destetado. Sara vio al hijo de Agar la egipcia, que ésta le había dado a luz a Abraham, que se burlaba. Por eso dijo a Abraham: —Echa a esta sierva y a su hijo, pues el hijo de esta sierva no ha de heredar junto con mi hijo, con Isaac. Estas palabras preocuparon muchísimo a Abraham, por causa de su hijo. Entonces Dios dijo a Abraham: —No te parezca mal lo referente al muchacho ni lo referente a tu sierva. En todo lo que te diga Sara, hazle caso, porque a través de Isaac será contada tu descendencia. Pero también del hijo de la sierva haré una nación, porque es un descendiente tuyo. Abraham se levantó muy de mañana, tomó pan y un odre de agua, y se lo dio a Agar, poniéndolo sobre el hombro de ella. Luego le entregó el muchacho y la despidió. Ella partió y caminó errante por el desierto de Beerseba. Y cuando se acabó el agua del odre, hizo recostar al muchacho debajo de un arbusto. Luego fue y se sentó enfrente, alejándose como a un tiro de arco, porque pensó: "No quiero ver morir al muchacho." Ella se sentó enfrente, y alzando su voz lloró. Entonces Dios escuchó la voz del muchacho, y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: —¿Qué tienes, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho, allí donde está. Levántate, alza al muchacho y tómalo de la mano, porque de él haré una gran nación. Entonces Dios abrió los ojos de ella, y vio un pozo de agua. Ella fue, llenó el odre de agua y dio de beber al muchacho. Dios estaba con el muchacho, el cual creció y habitó en el desierto, y llegó a ser un tirador de arco. Habitó en el desierto de Parán, y su madre tomó para él una mujer de la tierra de Egipto. Aconteció en aquel tiempo que Abimelec junto con Ficol, jefe de su ejército, habló a Abraham diciendo: —Dios está contigo en todo lo que haces. Ahora pues, júrame aquí por Dios que no me engañarás ni a mí, ni a mis hijos, ni a mis nietos; sino que conforme a la bondad que yo he hecho contigo tú harás conmigo y con la tierra en la que vienes residiendo. Abraham respondió: —Sí, lo juro. Entonces Abraham se quejó a Abimelec acerca de un pozo de agua que los siervos de Abimelec le habían quitado. Abimelec respondió: —No sé quién haya hecho esto. Tú no me lo hiciste saber, ni yo lo había oído hasta ahora. Entonces Abraham tomó ovejas y vacas, y se las dio a Abimelec; e hicieron ambos una alianza. Luego Abraham apartó del rebaño siete corderas. Y Abimelec preguntó a Abraham: —¿Qué significan estas siete corderas que has puesto aparte? Y él respondió: —Toma estas siete corderas de mi mano para que me sirvan de testimonio de que yo cavé este pozo. Por eso él llamó a aquel lugar Beerseba, porque allí juraron ambos. Así hicieron una alianza en Beerseba. Luego se levantaron Abimelec y Ficol, jefe de su ejército, y regresaron a la tierra de los filisteos. Abraham plantó un árbol de tamarisco en Beerseba e invocó allí el nombre de Jehovah, el Dios eterno. Y residió Abraham en la tierra de los filisteos por mucho tiempo. Aconteció después de estas cosas que Dios probó a Abraham, diciéndole: —Abraham. El respondió: —Heme aquí. Y le dijo: —Toma a tu hijo, a tu único, a Isaac a quien amas. Vé a la tierra de Moriah y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Abraham se levantó muy de mañana. Enalbardó su asno, tomó consigo a dos de sus siervos jóvenes y a Isaac su hijo. Partió leña para el holocausto, y levantándose, fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día Abraham alzó sus ojos y divisó el lugar de lejos. Entonces Abraham dijo a sus siervos: —Esperad aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allá, adoraremos y volveremos a vosotros. Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre Isaac su hijo. El tomó en la mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos. Entonces Isaac dijo a Abraham su padre: —Padre mío… Y él respondió: —Heme aquí, hijo mío. Le dijo: —He aquí el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto? Abraham respondió: —Dios mismo proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío. E iban los dos juntos. Cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, Abraham edificó allí un altar. Arregló la leña, ató a Isaac su hijo y lo puso sobre el altar encima de la leña. Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehovah llamó desde el cielo diciendo: —¡Abraham! ¡Abraham! El respondió: —Heme aquí. Y le dijo: —No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada, porque ahora conozco que temes a Dios, ya que no me has rehusado tu hijo, tu único. Entonces Abraham alzó la vista y miró, y he aquí que detrás de sí estaba un carnero trabado por sus cuernos en un matorral. Abraham fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llamó el nombre de aquel lugar Jehovah-yireh. Por eso se dice hasta hoy: "En el monte de Jehovah será provisto." El ángel de Jehovah llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: —He jurado por mí mismo, dice Jehovah, que porque has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único, de cierto te bendeciré y en gran manera multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está en la orilla del mar. Tu descendencia poseerá las ciudades de sus enemigos. En tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste mi voz. Abraham regresó a sus siervos, y levantándose se fueron juntos a Beerseba. Y Abraham habitó en Beerseba. Aconteció después de estas cosas que le informaron a Abraham, diciendo: "He aquí que también Milca le ha dado a luz hijos a Nacor tu hermano: Uz su primogénito, su hermano Buz, Quemuel padre de Aram, Quesed, Hazo, Pildas, Jidlaf y Betuel. (Betuel engendró a Rebeca.)" Milca dio a luz estos ocho hijos a Nacor, hermano de Abraham. Y su concubina, que se llamaba Reúma, dio a luz también a Tébaj, a Gajam, a Tajas y a Maaca. La vida de Sara fue de 127 años; éstos fueron los años de Sara. Sara murió en Quiriat-arba, es decir, Hebrón, en la tierra de Canaán, y Abraham vino a hacer duelo por Sara y a llorarla. Abraham se levantó de delante de su difunta y se fue para hablar con los hijos de Het. Y les dijo: —Yo soy forastero y advenedizo entre vosotros. Permitidme tener entre vosotros una propiedad para sepultura, y que sepulte allí a mi difunta. Los hijos de Het respondieron a Abraham diciéndole: —Escúchanos, señor nuestro: Tú eres un príncipe de Dios entre nosotros. Sepulta a tu difunta en el mejor de nuestros sepulcros. Ninguno de nosotros te negará su sepulcro para que sepultes a tu difunta. Pero Abraham se levantó, e inclinándose ante el pueblo de aquella tierra, los hijos de Het, habló con ellos diciendo: —Si tenéis a bien que yo sepulte allí a mi difunta, escuchadme e interceded por mí ante Efrón hijo de Zojar, para que me dé la cueva de Macpela que está en el extremo de su campo. Que por su justo precio me la dé como propiedad para sepultura en medio de vosotros. Efrón estaba sentado entre los hijos de Het. Y Efrón el heteo respondió a Abraham en presencia de los hijos de Het y de todos cuantos entraban por las puertas de la ciudad, diciendo: —No, señor mío. Escúchame: Yo te doy el campo y te doy la cueva que hay en él. En presencia de los hijos de mi pueblo te lo doy; sepulta a tu difunta. Pero Abraham se inclinó ante el pueblo de la tierra. Y respondió a Efrón en presencia del pueblo de la tierra, diciendo: —Más bien, te ruego que me escuches: Yo te daré dinero por el campo. Tómamelo, y yo sepultaré allí a mi difunta. Efrón respondió a Abraham diciéndole: —Señor mío, escúchame: La tierra vale 400 siclos de plata. ¿Qué es esto entre tú y yo? Sepulta, pues, a tu difunta. Entonces Abraham escuchó a Efrón, y en presencia de los hijos de Het, pesó para Efrón la plata que éste le dijo: 400 siclos de plata de buena ley entre mercaderes. Así el campo de Efrón que estaba en Macpela, frente a Mamre, tanto el campo como la cueva que había en él, junto con todos los árboles que había en el campo y en sus contornos, pasó a ser propiedad de Abraham, en presencia de los hijos de Het, de todos los que entraban por las puertas de su ciudad. Después de esto, Abraham sepultó a Sara su mujer en la cueva del campo en Macpela, frente a Mamre, es decir, Hebrón, en la tierra de Canaán. Así Abraham adquirió de los hijos de Het el campo y la cueva que había en él, como una propiedad para sepultura. Abraham era ya anciano y muy avanzado en años, y Jehovah había bendecido a Abraham en todo. Entonces Abraham dijo a un siervo suyo, el más viejo de su casa y que administraba todo lo que tenía: —Por favor, pon tu mano debajo de mi muslo, y te haré jurar por Jehovah, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás para mi hijo una mujer de las hijas de los cananeos entre los cuales habito. Más bien, irás a mi tierra, a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac. Su siervo le respondió: —Quizás la mujer no quiera venir conmigo a esta tierra. ¿He de hacer volver a tu hijo a la tierra de donde saliste? Abraham le dijo: —Guárdate, no sea que hagas volver a mi hijo allá. Jehovah, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra de mi nacimiento, y que me habló y me juró diciendo: "A tu descendencia daré esta tierra," él enviará su ángel delante de ti, y tú tomarás de allí una mujer para mi hijo. Pero si la mujer no quiere venir contigo, tú quedarás libre de este juramento mío. Solamente que no hagas volver allá a mi hijo. Entonces el siervo puso su mano debajo del muslo de Abraham su señor, y le juró sobre este asunto. Y el siervo tomó diez de los camellos de su señor, y se fue llevando consigo toda clase de cosas preciadas de su señor. Partió y se fue a Siria mesopotámica, a la ciudad de Nacor, e hizo arrodillar los camellos fuera de la ciudad, junto a un pozo de agua. Era la hora del atardecer, cuando las jóvenes salían para sacar agua. Y dijo: —Oh Jehovah, Dios de mi señor Abraham, por favor, haz que hoy ocurra algo en mi presencia. Muestra bondad para mi señor Abraham. He aquí que yo estoy junto al manantial de agua, y las hijas de los hombres de la ciudad vendrán para sacar agua. Sea, pues, que la joven a quien yo diga: "Por favor, baja tu cántaro para que yo beba," y ella responda: "Bebe tú, y también daré de beber a tus camellos"; sea ella la que tú has destinado para tu siervo, para Isaac. En esto conoceré que has tenido misericordia de mi señor. Y aconteció que cuando él aún no había acabado de hablar, he aquí que con su cántaro sobre el hombro, venía Rebeca, que le había nacido a Betuel, hijo de Milca, mujer de Nacor, hermano de Abraham. La joven era muy hermosa; era virgen, a quien ningún hombre había conocido. Ella descendió al manantial, llenó su cántaro y subía. Entonces el siervo corrió hacia ella y le dijo: —Por favor, dame de beber un poco de agua de tu cántaro. Y ella respondió: —Bebe, señor mío. Se apresuró a bajar su cántaro a su mano y le dio de beber. Cuando acabó de darle de beber, agregó: —También sacaré agua para tus camellos, hasta que acaben de beber. Se dio prisa, vació su cántaro en el abrevadero y corrió otra vez al pozo para sacar agua. Y sacó para todos sus camellos. El hombre la observaba en silencio para saber si Jehovah había dado éxito a su viaje o no. Cuando los camellos acabaron de beber, el hombre le obsequió un pendiente de oro que pesaba medio siclo y dos brazaletes de oro para sus brazos, que pesaban diez siclos. Y le preguntó: —¿De quién eres hija? Dime, por favor, ¿habrá lugar en la casa de tu padre donde podamos alojarnos? Ella respondió: —Yo soy hija de Betuel, hijo de Milca, el cual ella dio a luz a Nacor. —Y añadió—: También en nuestra casa hay paja y mucho forraje, y lugar para alojarse. Entonces el hombre se inclinó y adoró a Jehovah diciendo: —¡Bendito sea Jehovah, Dios de mi señor Abraham, que no apartó de mi señor su misericordia y su verdad! En el camino Jehovah me guió hacia la casa de los hermanos de mi señor. La joven corrió y contó estas cosas en la casa de su madre. Rebeca tenía un hermano que se llamaba Labán, el cual corrió afuera hacia el hombre, hacia el manantial. Sucedió que cuando vio el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana, y oyó las palabras de su hermana Rebeca, que decía: "Así me habló aquel hombre," vino a él, y he aquí que él estaba junto a los camellos, al lado del manantial. Y le dijo: —Ven, bendito de Jehovah. ¿Por qué estás ahí fuera? Yo he preparado la casa y el lugar para los camellos. Entonces el hombre fue a la casa. Labán descargó los camellos y les dio paja y forraje. Luego trajo agua para lavar los pies de él y los pies de los hombres que venían con él. También puso comida delante de él, pero él dijo: —No comeré hasta que haya dicho lo que tengo que decir. Labán le dijo: —Habla. Entonces dijo: —Yo soy siervo de Abraham. Jehovah ha bendecido mucho a mi señor, y él se ha enriquecido. Le ha dado ovejas, vacas, plata, oro, siervos, siervas, camellos y asnos. Y Sara, mujer de mi señor, dio a luz en su vejez un hijo a mi señor, quien le ha dado a él todo lo que tiene. Y mi señor me hizo jurar diciendo: "No tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos en cuya tierra habito. Más bien, irás a la casa de mi padre, a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo." Yo dije a mi señor: "Quizás la mujer no quiera venir conmigo." Entonces me respondió: "Jehovah, en cuya presencia he caminado, enviará su ángel contigo, y él dará éxito a tu viaje. Tú tomarás una mujer para mi hijo, de mi familia, de la casa de mi padre. Entonces, cuando hayas llegado a mi familia, quedarás libre de mi juramento; y aunque no te la den, también quedarás libre de mi juramento." Llegué, pues, hoy al manantial y dije: "Jehovah, Dios de mi señor Abraham, por favor, si has de dar éxito a mi viaje en el cual ando, he aquí que yo estoy junto al manantial de agua. Que la joven que venga para sacar agua y a quien yo diga: ‘Por favor, dame de beber un poco de agua de tu cántaro’, y ella me responda: ‘Bebe tú, y también sacaré agua para tus camellos’, que sea ella la mujer que Jehovah ha destinado para el hijo de mi señor." Y antes que acabase de hablar en mi corazón, he aquí que Rebeca venía con su cántaro sobre su hombro. Luego descendió al manantial y sacó agua. Entonces le dije: "Por favor, dame de beber." Y ella bajó rápidamente su cántaro de encima de su hombro y dijo: "Bebe tú, y también daré de beber a tus camellos." Yo bebí, y ella también dio de beber a mis camellos. Entonces le pregunté: "¿De quién eres hija?" Y ella respondió: "Soy hija de Betuel hijo de Nacor, que le dio a luz Milca." Yo puse el pendiente en su nariz y los brazaletes en sus brazos. Y me incliné y adoré a Jehovah. Bendije a Jehovah, Dios de mi señor Abraham, que me guió por el camino acertado para tomar la hija del hermano de mi señor, para su hijo. Ahora pues, si vosotros vais a mostrar misericordia y verdad para con mi señor, declarádmelo. Si no, declarádmelo también, y yo me iré a la derecha o a la izquierda. Entonces Labán y Betuel respondieron diciendo: —¡De Jehovah procede esto! No podemos decirte si es malo o si es bueno. He aquí que Rebeca está delante de ti; tómala y vete. Sea ella la mujer del hijo de tu señor, como ha dicho Jehovah. Y aconteció que cuando el siervo de Abraham oyó sus palabras, se postró a tierra delante de Jehovah. Luego sacó objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y se los dio a Rebeca. También dio obsequios preciosos a su hermano y a su madre. Después comieron y bebieron él y los hombres que habían venido con él, y pasaron la noche. Y levantándose de mañana, dijo: —Permitidme regresar a mi señor. Entonces respondieron su hermano y su madre: —Que la joven espere siquiera unos diez días más con nosotros, y después irá. Pero él les dijo: —No me hagáis demorar; ya que Jehovah ha dado éxito a mi viaje, dejadme ir para que vaya a mi señor. Ellos le respondieron: —Llamemos a la joven y preguntémosle lo que piensa. Llamaron a Rebeca y le preguntaron: —¿Irás tú con este hombre? Ella les respondió: —Sí, iré. Entonces dejaron ir a Rebeca su hermana, a su nodriza, al siervo de Abraham y a sus hombres. Y bendijeron a Rebeca diciéndole: —Tú eres nuestra hermana. Que seas madre de millares de decenas de millares. Que tus descendientes posean las ciudades de sus enemigos. Entonces se levantaron Rebeca y sus criadas, subieron a los camellos y siguieron al hombre. El siervo tomó a Rebeca y se fue. Aconteció que Isaac venía del pozo Beer-lajai-roí, porque habitaba en el Néguev. Hacia el atardecer Isaac había salido al campo para meditar, y alzando sus ojos miró, y he aquí unos camellos que venían. También Rebeca alzó sus ojos, vio a Isaac y descendió del camello. Porque había preguntado al siervo: "¿Quién es ese hombre que viene por el campo hacia nosotros?," y el siervo había respondido: "El es mi señor." Entonces ella tomó el velo y se cubrió. El siervo contó a Isaac todo lo que había hecho. Luego Isaac la introdujo en la tienda de Sara, su madre, y tomó a Rebeca, que vino a ser su mujer; y él la amó. Así se consoló Isaac después de la muerte de su madre. Abraham tomó otra mujer cuyo nombre era Quetura. Ella le dio a luz a Zimrán, a Jocsán, a Medán, a Madián, a Isbac y a Súaj. Jocsán engendró a Seba y a Dedán. Los hijos de Dedán fueron los asureos, los letusitas y los leumitas. Los hijos de Madián fueron: Efa, Efer, Hanoc, Abida y Eldaa. Todos éstos fueron hijos de Quetura. Abraham dio a Isaac todo lo que tenía, pero a los hijos de sus concubinas les dio obsequios. Y mientras él vivía, los apartó de su hijo Isaac, enviándolos al este, a la tierra del oriente. Los años de la vida de Abraham fueron 175. Y falleció Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue reunido a su pueblo. Sus hijos Isaac e Ismael lo sepultaron en la cueva de Macpela, en el campo que perteneciera a Efrón hijo de Zojar el heteo, que está frente a Mamre, campo que Abraham había comprado a los hijos de Het. Allí fue sepultado Abraham con Sara su mujer. Sucedió después de la muerte de Abraham, que Dios bendijo a su hijo Isaac. Y habitaba Isaac junto al pozo de Beer-lajai-roí. Estos son los descendientes de Ismael hijo de Abraham, que le dio a luz Agar la egipcia, sierva de Sara. Estos son los nombres de los hijos de Ismael, por sus nombres, según sus descendientes: El primogénito de Ismael fue Nebayot. Después nacieron Quedar, Adbeel, Mibsam, Misma, Duma, Masá, Hadad, Tema, Jetur, Nafis y Quedema. Estos fueron los hijos de Ismael y sus nombres según sus aldeas y campamentos: doce jefes según sus naciones. Los años de la vida de Ismael fueron 137, y falleció y fue reunido a su pueblo. Y sus descendientes habitaron desde Havila hasta Shur, que está frente a Egipto, en dirección de Asur. Se estableció, pues, frente a todos sus hermanos. Esta es la historia de Isaac hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac. Isaac tenía 40 años cuando tomó por mujer a Rebeca hija de Betuel el arameo, de Padan-aram, y hermana de Labán el arameo. Isaac rogó a Jehovah por su mujer, que era estéril. Jehovah accedió a su ruego, y Rebeca su mujer concibió. Como los hijos se empujaban dentro de ella, dijo: —Si es así, ¿para qué he de vivir? Ella fue a consultar a Jehovah, y Jehovah le dijo: —Dos naciones hay en tu vientre, y dos pueblos que estarán separados desde tus entrañas. Un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor. Cuando se cumplió el tiempo de dar a luz, he aquí que había mellizos en su vientre. Y salió el primero, rojizo y todo velludo como una túnica de pieles, y llamaron su nombre Esaú. Después salió su hermano, con su mano asida al talón de Esaú, y llamaron su nombre Jacob. Isaac tenía 60 años de edad cuando ella los dio a luz. Los niños crecieron, y Esaú llegó a ser experto en la caza, hombre del campo. Jacob, por su lado, era hombre tranquilo y solía permanecer en las tiendas. Isaac prefería a Esaú, porque comía de su caza; pero Rebeca prefería a Jacob. Cierto día Jacob preparó un guisado. Y cuando Esaú volvía del campo, cansado, dijo a Jacob: —Por favor, invítame a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por eso fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: —Véndeme primero tu primogenitura. Entonces Esaú dijo: —He aquí que yo me voy a morir; ¿de qué, pues, me servirá la primogenitura? Dijo Jacob: —¡Júramelo ahora! El se lo juró y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y guisado de lentejas. El comió y bebió, y levantándose, se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura. Hubo hambre en el país, además de la primera que hubo en los días de Abraham. E Isaac se dirigió a Abimelec, rey de los filisteos, en Gerar. Y se le apareció Jehovah y le dijo: —No desciendas a Egipto. Habita en la tierra que yo te diré. Reside en esta tierra. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tus descendientes os daré todas estas tierras. Así cumpliré el juramento que hice a tu padre Abraham. Yo multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras. Y en tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra, porque Abraham obedeció mi voz y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis instrucciones. Habitó, pues, Isaac en Gerar. Y los hombres de aquel lugar le preguntaron acerca de su mujer. El respondió: —Es mi hermana. Tuvo miedo de decir: "Es mi mujer," pues pensó: "No sea que los hombres del lugar me maten a causa de Rebeca." Porque ella era hermosa. Sucedió después de estar allí muchos días, que Abimelec, rey de los filisteos, miró por una ventana y vio a Isaac que acariciaba a Rebeca su mujer. Entonces Abimelec llamó a Isaac y le dijo: —¡He aquí, de veras ella es tu mujer! ¿Por qué, pues, dijiste: "Es mi hermana"? Isaac le respondió: —Es que pensé que quizás moriría a causa de ella. Abimelec le dijo: —¿Por qué nos has hecho esto? Por poco pudiera haber dormido alguno del pueblo con tu mujer, y hubieras traído sobre nosotros culpabilidad. Entonces Abimelec dio órdenes a todo el pueblo diciendo: —El que toque a este hombre o a su mujer, morirá irremisiblemente. Isaac sembró en aquella tierra, y aquel año obtuvo ciento por uno. Jehovah lo bendijo, y el hombre se enriqueció y continuó enriqueciéndose hasta llegar a ser muy rico. Tenía rebaños de ovejas, hatos de vacas y abundancia de siervos, de modo que los filisteos le tenían envidia. Los filisteos cegaron y llenaron de tierra todos los pozos que habían abierto los siervos de su padre Abraham, en sus días. Entonces Abimelec dijo a Isaac: —Aléjate de nosotros, porque te has hecho más poderoso que nosotros. Isaac se fue de allí, asentó sus tiendas junto al arroyo de Gerar y habitó allí. Isaac volvió a abrir los pozos de agua que habían abierto en los días de Abraham su padre y que los filisteos habían cegado después de la muerte de Abraham. Y él los llamó con los mismos nombres con que su padre los había llamado. Después los siervos de Isaac cavaron en el valle y descubrieron un pozo de aguas vivas. Y los pastores de Gerar contendieron con los pastores de Isaac, diciendo: —El agua es nuestra. Por eso llamó al pozo Esec, porque allí riñeron con él. Abrieron otro pozo, y también contendieron por él. Y llamó su nombre Sitna. Se alejó de allí y abrió otro pozo, y no contendieron por él. El llamó su nombre Rejobot diciendo: —Porque ahora Jehovah nos ha hecho ensanchar, y seremos fecundos en la tierra. De allí fue a Beerseba. Y aquella noche se le apareció Jehovah y le dijo: —Yo soy el Dios de tu padre Abraham; no temas, porque yo estoy contigo. Yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia por amor de mi siervo Abraham. El edificó allí un altar, invocó el nombre de Jehovah e instaló allí su tienda. También allí los siervos de Isaac excavaron un pozo. Entonces fue a él Abimelec, desde Gerar, acompañado por Ajuzat, amigo suyo, y Ficol, jefe de su ejército. E Isaac les dijo: —¿Por qué venís a mí, vosotros que me habéis aborrecido y me habéis echado de en medio de vosotros? Ellos respondieron: —Claramente hemos visto que Jehovah está contigo y dijimos: "Por favor, haya un juramento solemne entre nosotros, entre tú y nosotros." Hagamos una alianza contigo de que no nos harás daño, como nosotros no te hemos tocado y como sólo te hemos hecho bien y te despedimos en paz. Tú eres ahora bendito de Jehovah. Entonces él les hizo un banquete, y comieron y bebieron. Después se levantaron temprano, e hicieron juramento el uno al otro. Luego Isaac los despidió, y ellos se alejaron de él en paz. Aconteció que aquel mismo día vinieron los siervos de Isaac y le dieron noticias acerca del pozo que habían excavado. Y le dijeron: —¡Hemos hallado agua! El lo llamó Seba. Por esta razón el nombre de la ciudad es Beerseba hasta el día de hoy. Cuando Esaú tenía 40 años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri el heteo, y a Basemat hija de Elón el heteo. Estas fueron amargura de espíritu para Isaac y Rebeca. Aconteció que cuando Isaac había envejecido, sus ojos se debilitaron, y no podía ver. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: —Hijo mío. El respondió: —Heme aquí. Le dijo: —He aquí, yo ya soy viejo y no sé el día de mi muerte. Toma, pues, ahora tu equipo, tu aljaba y tu arco, y vé al campo a cazar algo para mí. Luego hazme un potaje como a mí me gusta. Tráemelo para que coma, y yo te bendiga antes que muera. Rebeca estaba escuchando cuando Isaac hablaba a su hijo Esaú. Cuando Esaú fue al campo para cazar lo que había de traer, Rebeca habló a su hijo Jacob diciendo: —He aquí, he oído a tu padre que hablaba con tu hermano Esaú, diciendo: "Caza para mí y hazme un potaje para que coma y te bendiga en presencia de Jehovah, antes de mi muerte." Ahora pues, hijo mío, obedéceme en lo que te mando: Vé al rebaño y tráeme de allí dos buenos cabritos; y yo haré con ellos un potaje para tu padre, como a él le gusta. Tú se lo llevarás a tu padre; y comerá, para que te bendiga antes de su muerte. Jacob dijo a Rebeca su madre: —He aquí que Esaú mi hermano es hombre velludo, y yo soy lampiño. Quizás me palpe mi padre y me tenga por un farsante, y traiga sobre mí una maldición en vez de una bendición. Su madre le respondió: —Hijo mío, sobre mí recaiga tu maldición. Tú solamente obedéceme; vé y tráemelos. Entonces él fue, tomó los cabritos y se los trajo a su madre. Y ella hizo un potaje como le gustaba a su padre. Luego Rebeca tomó la ropa más preciada de Esaú, su hijo mayor, que ella tenía en casa, y vistió a Jacob, su hijo menor. Y puso las pieles de los cabritos sobre las manos y sobre el cuello, donde no tenía vello. Luego puso el potaje y el pan, que había preparado, en las manos de Jacob su hijo. Y él fue a su padre y le dijo: —Padre mío. El respondió: —Heme aquí. ¿Quién eres, hijo mío? Jacob respondió a su padre: —Yo soy Esaú, tu primogénito. He hecho lo que me dijiste. Por favor, levántate, siéntate y come de mi caza, para que tú me bendigas. Entonces Isaac preguntó a su hijo: —¿Cómo es que pudiste hallarla tan pronto, hijo mío? El respondió: —Porque Jehovah tu Dios hizo que se encontrase delante de mí. E Isaac dijo a Jacob: —Por favor, acércate y te palparé, hijo mío, a ver si tú eres mi hijo Esaú, o no. Jacob se acercó a su padre Isaac, quien le palpó y dijo: —La voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú. No lo pudo reconocer, porque sus manos parecían tan velludas como las manos de su hermano Esaú, y lo bendijo. Le preguntó: —¿Eres tú realmente mi hijo Esaú? El respondió: —Sí, yo soy. Le dijo: —Acércamela; comeré de la caza de mi hijo, para que yo te bendiga. Jacob se la acercó, e Isaac comió. Le trajo también vino, y bebió. Entonces le dijo su padre Isaac: —Acércate, por favor, y bésame, hijo mío. El se acercó y lo besó. Y al percibir Isaac el olor de su ropa, lo bendijo diciendo: —He aquí, el olor de mi hijo es como el olor del campo que Jehovah ha bendecido. Dios te dé del rocío del cielo y de lo más preciado de la tierra: trigo y vino en abundancia. Que los pueblos te sirvan, y las naciones se postren ante ti. Sé señor de tus hermanos, y póstrense ante ti los hijos de tu madre. Sean malditos los que te maldigan, y benditos los que te bendigan. Y sucedió luego que Isaac había terminado de bendecir a Jacob, y cuando apenas había salido Jacob de la presencia de su padre Isaac, que su hermano Esaú llegó de cazar. El también hizo un potaje, lo llevó a su padre y le dijo: —Levántate, padre mío, y come de la caza de tu hijo, para que tú me bendigas. Entonces su padre Isaac le preguntó: —¿Quién eres tú? El respondió. —Yo soy Esaú, tu hijo primogénito. Isaac se estremeció fuertemente y dijo: —¿Quién, pues, es el que vino aquí, que cazó y me trajo de comer, y yo comí de todo antes de que tú vinieses? ¡Yo lo bendije, y será bendito! Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, profirió un grito fuerte y muy amargo. Y dijo a su padre: —¡Bendíceme también a mí, padre mío! El dijo: —Tu hermano vino con engaño y se llevó tu bendición. El respondió: —¿No es cierto que llamaron su nombre Jacob? Pues ya me ha suplantado estas dos veces: Se llevó mi primogenitura, y he aquí que ahora también se ha llevado mi bendición. —Y añadió—: ¿No te queda una bendición para mí? Isaac respondió y dijo a Esaú: —He aquí, yo lo he puesto por señor tuyo, y le he dado como siervos a todos sus hermanos. Le he provisto de trigo y de vino. ¿Qué, pues, haré por ti, hijo mío? Esaú dijo a su padre: —¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí, padre mío! Y Esaú alzó su voz y lloró. Entonces respondió Isaac su padre y le dijo: —He aquí, será favorecido el lugar que habites con los más preciados productos de la tierra y con el rocío del cielo arriba. De tu espada vivirás y a tu hermano servirás. Pero sucederá que cuando adquieras dominio, romperás su yugo de sobre tu cuello. Esaú aborreció a Jacob por la bendición con que le había bendecido su padre, y dijo en su corazón: "Se acercan los días de duelo por mi padre; entonces yo mataré a mi hermano Jacob." Fueron dichas a Rebeca las palabras de Esaú, su hijo mayor. Ella envió a llamar a Jacob, su hijo menor, y le dijo: —He aquí que Esaú tu hermano planea vengarse de ti, matándote. Ahora pues, hijo mío, obedéceme: Levántate y huye a mi hermano Labán, en Harán. Pasa con él algún tiempo, hasta que el enojo de tu hermano se aplaque, hasta que se aplaque la ira de tu hermano contra ti y se olvide de lo que le has hecho. Entonces yo mandaré a traerte de allá. ¿Por qué habré de ser privada de vosotros dos en un solo día? Rebeca dijo a Isaac: —Estoy hastiada de vivir por causa de las mujeres heteas: Si Jacob toma esposa de entre las mujeres heteas, de las mujeres de esta tierra, como éstas, ¿para qué quiero la vida? Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le mandó diciendo: —No tomes esposa de entre las mujeres de Canaán. Levántate, vé a Padan-aram, a la casa de Betuel, padre de tu madre, y toma allí mujer de las hijas de Labán, hermano de tu madre. Que el Dios Todopoderoso te bendiga, te haga fecundo y te multiplique hasta que llegues a ser multitud de pueblos. Que él te dé la bendición de Abraham, lo mismo que a tu descendencia, para que poseas la tierra en que habitas, la cual Dios ha dado a Abraham. Así envió Isaac a Jacob, quien fue a Padan-aram, a Labán hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca, madre de Jacob y de Esaú. Esaú vio que Isaac había bendecido a Jacob y que le había enviado a Padan-aram para tomar allí mujer para sí. Vio también que cuando lo bendijo, le mandó diciendo: "No tomes esposa de entre las mujeres de Canaán," Jacob había obedecido a su padre y a su madre, y se había ido a Padan-aram. Asimismo, vio Esaú que las mujeres de Canaán le parecían mal a Isaac su padre. Entonces él también se fue a Ismael y tomó para sí por mujer a Majalat hija de Ismael, hijo de Abraham, hermana de Nebayot, además de las otras mujeres que tenía. Jacob partió de Beerseba y se fue hacia Harán. Y llegó a cierto lugar y pasó allí la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó una de las piedras de aquel lugar, la puso como cabecera y se acostó en aquel lugar. Entonces soñó, y he aquí una escalera puesta en la tierra, cuya parte superior alcanzaba el cielo. He aquí que los ángeles de Dios subían y descendían por ella. Y he aquí que Jehovah estaba en lo alto de ella y dijo: —Yo soy Jehovah, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Tus descendientes serán como el polvo de la tierra. Te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur, y en ti y en tu descendencia serán benditas todas las familias de la tierra. He aquí que yo estoy contigo; yo te guardaré por dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra. No te abandonaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Jacob despertó de su sueño y dijo: —¡Ciertamente Jehovah está presente en este lugar, y yo no lo sabía! El tuvo miedo y dijo: —¡Cuán temible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo. Jacob se levantó muy de mañana, tomó la piedra que había puesto como cabecera, la puso como memorial y derramó aceite sobre ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Betel, aunque el nombre antiguo de la ciudad era Luz. Jacob también hizo un voto diciendo: —Si Dios está conmigo y me guarda en este viaje que realizo, si me da pan para comer y vestido para vestir, y yo vuelvo en paz a la casa de mi padre, Jehovah será mi Dios. Esta piedra que he puesto como memorial será una casa de Dios, y de todo lo que me des, sin falta apartaré el diezmo para ti. Jacob emprendió su camino y llegó a la tierra de los orientales. Entonces vio un pozo en el campo, y he aquí que tres rebaños de ovejas estaban recostados cerca del mismo, porque de aquel pozo daban de beber a los rebaños. Había una gran piedra sobre la boca del pozo. Y cuando eran reunidos allí todos los rebaños, los pastores removían la piedra que estaba sobre la boca del pozo y daban de beber a los rebaños. Luego volvían a colocar la piedra en su lugar sobre la boca del pozo. Entonces Jacob dijo a los pastores: —Hermanos míos, ¿de dónde sois vosotros? Ellos le respondieron: —Somos de Harán. El les preguntó: —¿Conocéis a Labán hijo de Nacor? Ellos le respondieron: —Sí, lo conocemos. El les dijo: —¿Está bien? Ellos le respondieron: —Está bien. Y he aquí que su hija Raquel viene con el rebaño. El dijo: —He aquí que todavía es temprano; todavía no es tiempo de reunir todo el rebaño. Dad de beber a las ovejas e id a apacentarlas. Ellos le respondieron: —No podemos, hasta que se reúnan todos los rebaños y sea removida la piedra de encima de la boca del pozo, para que demos de beber a las ovejas. Estando él aún hablando con ellos, llegó Raquel con el rebaño de su padre, porque ella era la pastora. Y sucedió que al ver Jacob a Raquel hija de Labán, hermano de su madre, y al rebaño de Labán, hermano de su madre, se acercó Jacob y removió la piedra que estaba sobre la boca del pozo y dio de beber al rebaño de Labán, hermano de su madre. Jacob besó a Raquel, y alzando su voz lloró. Jacob dijo a Raquel que él era pariente de su padre y que era hijo de Rebeca. Y ella corrió y dio las noticias a su padre. En cuanto Labán oyó las noticias sobre Jacob, hijo de su hermana, corrió a recibirlo, lo abrazó, lo besó y lo llevó a su casa. El contó a Labán todas estas cosas, y Labán le dijo: —¡Ciertamente eres hueso mío y carne mía! Y permaneció con él durante un mes entero. Entonces dijo Labán a Jacob: —¿Por ser mi sobrino, me has de servir de balde? Declárame cuál será tu salario. Labán tenía dos hijas: El nombre de la mayor era Lea, y el nombre de la menor, Raquel. Los ojos de Lea eran tiernos, pero Raquel tenía una bella figura y un hermoso semblante. Y Jacob, que se había enamorado de Raquel, dijo: —Yo trabajaré para ti siete años por Raquel, tu hija menor. Labán respondió: —Mejor es que te la dé a ti que dársela a otro hombre. Quédate conmigo. Así trabajó Jacob por Raquel siete años, los cuales le parecieron como unos pocos días, porque la amaba. Entonces Jacob dijo a Labán: —Entrégame mi mujer para que conviva con ella, porque mi plazo se ha cumplido. Entonces Labán reunió a todos los hombres de aquel lugar e hizo un banquete. Y sucedió que en la noche tomó a su hija Lea y se la trajo, y él se unió a ella. (Labán dio su sierva Zilpa a su hija Lea, como sierva.) Y al llegar la mañana, ¡he aquí que era Lea! Entonces él dijo a Labán: —¿Por qué me has hecho esto? ¿No he trabajado para ti por Raquel? ¿Por qué, pues, me has engañado? Y Labán respondió: —No se acostumbra en nuestro lugar dar la menor antes que la mayor. Cumple la semana de ésta, y después se te dará también la otra por el trabajo que harás para mí durante otros siete años. Jacob lo hizo así; y después de cumplir esa semana, Labán le dio también a su hija Raquel por mujer. (Labán dio su sierva Bilha a su hija Raquel, como sierva.) Jacob se unió también a Raquel, y la amó más que a Lea. Y trabajó para Labán otros siete años. Viendo Jehovah que Lea era menospreciada, le concedió hijos. Pero Raquel era estéril. Lea concibió y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Rubén, pues dijo: "Porque Jehovah ha visto mi aflicción, ciertamente ahora me amará mi marido." Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: "Porque Jehovah ha oído que yo era menospreciada, me ha dado también éste." Y llamó su nombre Simeón. Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: "Ahora esta vez mi marido se sentirá ligado a mí, porque le he dado tres hijos." Por eso llamó su nombre Leví. Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: "Esta vez alabaré a Jehovah." Por eso llamó su nombre Judá. Y dejó de dar a luz. Viendo Raquel que ella no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana y decía a Jacob: —¡Dame hijos; o si no, me muero! Entonces se encendió la ira de Jacob contra Raquel, y le dijo: —¿Estoy yo en lugar de Dios, que te privó del fruto de tu vientre? Ella le dijo: —He aquí mi sierva Bilha. Unete a ella, y que dé a luz sobre mis rodillas, para que así yo también tenga hijos por medio de ella. Le dio a Bilha su sierva por mujer, y Jacob se unió a ella. Y Bilha concibió y le dio a luz un hijo a Jacob. Entonces Raquel dijo: "Dios me ha hecho justicia; también ha escuchado mi voz y me ha dado un hijo." Por eso llamó su nombre Dan. Concibió otra vez Bilha, sierva de Raquel, y dio a luz un segundo hijo a Jacob. Raquel dijo: "¡Grandes conflictos he tenido con mi hermana, y de veras he vencido!" Y llamó su nombre Neftalí. Viendo Lea que había dejado de dar a luz, tomó a Zilpa su sierva y se la dio a Jacob por mujer. Zilpa, sierva de Lea, le dio a luz un hijo a Jacob. Y Lea dijo: "¡Qué afortunada!" Y llamó su nombre Gad. Zilpa, sierva de Lea, dio a luz un segundo hijo a Jacob. Y dijo Lea: "¡Qué felicidad la mía! Ahora las mujeres me llamarán feliz." Y llamó su nombre Aser. Rubén fue al campo en el tiempo de la siega del trigo, halló mandrágoras y se las llevó a Lea su madre. Y Raquel dijo a Lea: —Por favor, dame algunas de las mandrágoras de tu hijo. Ella respondió: —¿Te parece poco que hayas tomado a mi marido para que te quieras tomar también las mandrágoras de mi hijo? Y Raquel dijo: —Entonces que duerma contigo esta noche a cambio de las mandrágoras de tu hijo. Cuando Jacob volvía del campo al atardecer, Lea salió a su encuentro y le dijo: —¡Haz de unirte a mí, porque ciertamente yo te he alquilado a cambio de las mandrágoras de mi hijo! El durmió con ella aquella noche. Y Dios escuchó a Lea, y ella concibió y dio a luz un quinto hijo a Jacob. Y Lea dijo: "Dios me ha dado mi recompensa, porque di mi sierva a mi marido." Y llamó su nombre Isacar. Lea concibió otra vez y dio a luz un sexto hijo a Jacob. Y dijo Lea: "Dios me ha dado un buen regalo. Ahora me honrará mi marido, porque le he dado seis hijos." Y llamó su nombre Zabulón. Después dio a luz una hija y llamó su nombre Dina. Entonces se acordó Dios de Raquel. La escuchó y le dio hijos. Ella concibió y dio a luz un hijo, y dijo: "Dios ha quitado mi afrenta." Y llamó su nombre José, diciendo: "¡Jehovah me añada otro hijo!" Y aconteció que cuando Raquel dio a luz a José, Jacob dijo a Labán: —Déjame ir a mi lugar, a mi tierra. Dame mis mujeres y mis hijos por quienes he trabajado para ti, y déjame ir. Tú conoces el trabajo que yo he realizado para ti. Labán le respondió: —Por favor, si he hallado gracia ante tus ojos… He visto que Jehovah me ha bendecido por tu causa. —Y añadió—: Señálame tu salario, y yo te lo pagaré. El respondió: —Tú sabes cómo he trabajado para ti y cómo ha estado tu ganado conmigo. Pues poco tenías antes de que yo viniera, y ha crecido abundantemente. Jehovah te ha bendecido con mi llegada. Ahora, ¿cuándo he de trabajar yo también por mi propia casa? El le preguntó: —¿Qué te daré? Jacob respondió: —No me des nada. Pero si haces para mí lo siguiente, volveré a apacentar y a cuidar tus ovejas: Yo pasaré hoy en medio de todo tu rebaño, poniendo aparte toda oveja pintada o salpicada de diversos colores y todo cordero de color oscuro; y de entre las cabras las salpicadas de diversos colores y las pintadas. Eso será mi salario. Así será constatada mi honradez en el futuro, cuando tomes en cuenta mi salario: Toda cabra que no sea pintada o salpicada y toda oveja que no sea de color oscuro, que esté conmigo, será considerada como robada. Labán dijo: —¡Bien! Que sea como tú dices. Aquel día Labán apartó los machos cabríos listados o pintados, todas las cabras pintadas o salpicadas de diversos colores, todo lo que tenía en sí algo de blanco y todos los corderos de color oscuro; y los entregó en manos de sus hijos. Estableció una distancia de unos tres días de camino entre sí y Jacob, pero Jacob debía apacentar las otras ovejas de Labán. Entonces Jacob tomó varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo la parte blanca de las varas. Después puso las varas que había descortezado frente a las ovejas, en las pilas de los abrevaderos de agua donde iban a beber las ovejas, porque éstas se apareaban allí cuando iban a beber. Las ovejas se apareaban delante de las varas, y después parían corderos listados, pintados y salpicados de diversos colores. Entonces Jacob apartaba los corderos y dirigía la vista del rebaño hacia lo listado y a todos los que en el rebaño de Labán eran de color oscuro. Así hizo para sí un rebaño propio, y no los ponía con el rebaño de Labán. Y sucedía que cada vez que se apareaban los animales robustos, Jacob ponía las varas delante de ellos, en las pilas, para que se aparearan mirando las varas. Pero cuando venían los animales débiles, no ponía las varas. De este modo, los débiles eran para Labán, y los robustos para Jacob. Así prosperó muchísimo el hombre; y tuvo muchas ovejas, siervas, siervos, camellos y asnos. Jacob escuchó las palabras de los hijos de Labán, que decían: "Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre; de lo que era de nuestro padre ha adquirido toda esta riqueza." Observaba también Jacob la mirada de Labán, y he aquí que ya no era para con él como antes. Entonces Jehovah dijo a Jacob: —Vuelve a la tierra de tus padres, a tu parentela, y yo estaré contigo. Jacob mandó llamar a Raquel y a Lea al campo donde estaban sus ovejas, y les dijo: —Veo que la mirada de vuestro padre ya no es para conmigo como era antes. Pero el Dios de mi padre ha estado conmigo. Vosotras sabéis que he trabajado para vuestro padre con todas mis fuerzas, y que vuestro padre me ha engañado y que ha cambiado mi salario diez veces. Pero Dios no le ha permitido que me hiciera daño. Si él decía: "Los pintados serán tu salario," entonces todas las ovejas parían pintados. Y si decía: "Los listados serán tu salario," entonces todas las ovejas parían listados. Así Dios quitó el ganado de vuestro padre y me lo dio a mí. Y sucedió que en el tiempo en que se apareaban las ovejas, alcé mis ojos y vi en sueños que los machos que cubrían a las hembras eran listados, pintados y jaspeados. Entonces el ángel de Jehovah me dijo en sueños: "Jacob." Yo dije: "Heme aquí." Y él dijo: "Por favor, alza tus ojos y mira cómo todos los machos que cubren a las ovejas son listados, pintados y jaspeados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho. Yo soy el Dios de Betel, donde tú ungiste la piedra y me hiciste un voto. Levántate, sal de esta tierra y vuelve a la tierra de tu nacimiento." Raquel y Lea le respondieron diciendo: —¿Acaso tenemos todavía parte o heredad en la casa de nuestro padre? ¿No nos considera él ya como extrañas, puesto que nos vendió y se ha comido del todo nuestro precio? Toda la riqueza que Dios ha quitado a nuestro padre es nuestra y de nuestros hijos. Ahora pues, haz todo lo que Dios te ha dicho. Entonces Jacob se levantó e hizo subir a sus mujeres y a sus hijos sobre los camellos. Luego condujo todo su ganado y todas las posesiones que había adquirido, el ganado de su propiedad que había adquirido en Padan-aram, para ir a su padre Isaac en la tierra de Canaán. Labán se había ido a esquilar sus ovejas, y Raquel hurtó los ídolos de su padre. Además Jacob engañó a Labán el arameo al no decirle que se iba. Huyó, pues, Jacob con todo lo que tenía. Y levantándose cruzó el Río y se dirigió a la región montañosa de Galaad. Al tercer día le informaron a Labán que Jacob había huido. Entonces tomó consigo a sus parientes y fue tras él en el camino, por siete días, y lo alcanzó en la región montañosa de Galaad. Pero aquella noche Dios vino en sueños a Labán el arameo, y le dijo: "Ten cuidado, no sea que hables a Jacob bruscamente." Alcanzó, pues, Labán a Jacob, quien había instalado su tienda en el monte. Y Labán también instaló sus tiendas en el monte Galaad. Entonces Labán dijo a Jacob: —¿Qué has hecho? ¡Me has engañado al traer a mis hijas como cautivas de guerra! ¿Por qué has huido a escondidas, engañándome, sin avisarme? Yo te habría despedido con alegría y cantares, con tamborín y con arpa. Ni siquiera me has dado la oportunidad de besar a mis hijos y a mis hijas. Ahora pues, has actuado locamente. Yo tengo poder para haceros mal, pero el Dios de tu padre me habló anoche diciendo: "Ten cuidado, no sea que hables a Jacob bruscamente." Y ya que te ibas definitivamente porque tenías tanta nostalgia por la casa de tu padre, ¿por qué me has robado mis dioses? Jacob respondió a Labán y dijo: —Yo tuve miedo, pensando que quizás me arrebatarías a tus hijas. La persona en cuyo poder halles tus dioses, que muera. Reconoce en presencia de nuestros parientes lo que yo tenga que sea tuyo, y llévatelo. Jacob no sabía que era Raquel quien los había robado. Entró, pues, Labán en la tienda de Jacob, en la tienda de Lea y en las tiendas de las dos siervas, y no los halló. Saliendo de la tienda de Lea, fue a la tienda de Raquel. Pero Raquel había tomado los ídolos, los había puesto en la montura de un camello y se había sentado encima de ellos. Labán, pues, rebuscó toda la tienda y no los halló. Entonces ella dijo a su padre: —No se enoje mi señor porque no pueda levantarme delante de ti, pues estoy con la regla de las mujeres. Buscó, pues, los ídolos, pero no los encontró. Entonces Jacob se enojó y recriminó a Labán; respondió Jacob y dijo a Labán: —¿Cuál es mi transgresión? ¿Cuál es mi pecado para que me hayas perseguido con tanto ardor? Ya que has rebuscado todas mis cosas, ¿qué has hallado de todas las cosas de tu casa? Ponlo aquí delante de mis parientes y de los tuyos, para que ellos juzguen entre nosotros dos. Estos veinte años que he estado contigo nunca han abortado tus ovejas ni tus cabras; ni yo comí ningún carnero de tu rebaño. Jamás te traje los restos del animal despedazado; yo pagaba el daño. Lo robado, tanto de día como de noche, tú lo reclamabas de mi mano. De día me consumía el calor, y de noche la helada; hasta el sueño huía de mis ojos. Así he pasado veinte años en tu casa: catorce años trabajé por tus dos hijas y seis por tu ganado; y tú has cambiado mi salario diez veces. Si el Dios de mi padre, el Dios de Abraham y el Temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me dejarías ir ahora sin nada. Pero Dios ha visto mi aflicción y el duro trabajo de mis manos; por eso te reprendió anoche. Labán respondió y dijo a Jacob: —Las hijas son mis hijas, los hijos son mis hijos y las ovejas son mis ovejas. ¡Todo lo que tú ves es mío! ¿Qué puedo hacer hoy a estas hijas mías o a sus hijos que ellas han dado a luz? Ven, pues, ahora, hagamos un pacto entre tú y yo, y sirva de testimonio entre tú y yo. Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió como memorial. Y Jacob dijo a sus parientes: —Recoged piedras. Ellos tomaron piedras e hicieron un montón, y comieron allí junto al montón. Labán lo llamó Yegar-sahaduta; y Jacob lo llamó Galed. Y Labán dijo: —Este montón es hoy testigo entre tú y yo. Por eso llamó su nombre Galed o Mizpa, pues dijo: —Vigile Jehovah entre tú y yo, cuando nos apartemos el uno del otro. Si tú maltratas a mis hijas, o si tomas otras mujeres además de mis hijas, aunque nadie esté con nosotros, recuerda que Dios es testigo entre tú y yo. —Además, Labán dijo a Jacob—: He aquí este montón, y he aquí el memorial que he levantado entre tú y yo. Testigo sea este montón, y testigo sea el memorial, que ni yo pasaré de este montón hacia ti, ni tú pasarás de este montón y de este memorial hacia mí, para mal. El Dios de Abraham, Dios de Nacor y Dios de sus padres juzgue entre nosotros. Jacob juró por el Temor de Isaac, su padre. Entonces Jacob ofreció un sacrificio en el monte y llamó a sus parientes a comer. Ellos comieron y pasaron aquella noche en el monte. Y levantándose muy de mañana, Labán besó a sus hijos y a sus hijas, y los bendijo. Luego partió Labán y regresó a su lugar. Jacob continuó su camino, y le salieron al encuentro unos ángeles de Dios. Cuando los vio, Jacob dijo: —¡Este es un campamento de Dios! Y llamó el nombre de aquel lugar Majanaim. Después Jacob envió mensajeros delante de sí a su hermano Esaú, a la tierra de Seír, en los campos de Edom. Y les mandó diciendo: —Así diréis a mi señor Esaú: "Así dice tu siervo Jacob: ‘He residido con Labán, con quien he permanecido hasta ahora. Tengo vacas, asnos, ovejas, siervos y siervas; y envío a decírselo a mi señor, para hallar gracia ante sus ojos.’" Los mensajeros volvieron a Jacob, y dijeron: —Fuimos a tu hermano Esaú. El también viene a recibirte acompañado de 400 hombres. Entonces Jacob tuvo mucho temor y se angustió. Luego dividió en dos campamentos la gente que tenía consigo, así como las ovejas, las vacas y los camellos, pues dijo: "Si Esaú viene contra un campamento y lo ataca, el otro campamento podrá escapar." Luego dijo Jacob: —Dios de mi padre Abraham, Dios de mi padre Isaac, oh Jehovah, que me dijiste: "Vuelve a tu tierra y a tu parentela, y yo te prosperaré," yo no soy digno de todas las misericordias y de toda la fidelidad con que has actuado para con tu siervo. Con sólo mi cayado pasé este Jordán, y ahora tengo dos campamentos. Líbrame, por favor, de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo. No sea que venga y me mate a la madre junto con los hijos. Tú has dicho: "Yo te prosperaré y haré que tu descendencia sea como la arena del mar, que por ser tan numerosa no se puede contar." Jacob pasó allí aquella noche, y tomó de lo que tenía a mano un presente para su hermano Esaú: 200 cabras y 20 machos cabríos, 200 ovejas y 20 carneros, 30 camellas que estaban dando de mamar y sus crías, 40 vacas y 10 toros, 20 asnas y 10 borriquillos. Entregó cada rebaño a sus siervos por separado, y les dijo: —Id delante de mí guardando cierta distancia entre rebaño y rebaño. Mandó al primero diciendo: —Cuando Esaú mi hermano te encuentre y te pregunte diciendo: "¿De quién eres tú? ¿Y adónde vas? ¿De quién es eso que llevas delante de ti?," le dirás: "De tu siervo Jacob; es un presente que envía a mi señor Esaú. Y he aquí que él también viene detrás de nosotros." Mandó también al segundo, al tercero, y a todos los que iban detrás de los rebaños, diciendo: —Así hablaréis a Esaú cuando lo encontréis. También le diréis: "He aquí que tu siervo Jacob viene detrás de nosotros." Pues pensó: "Apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí, para que después pueda yo verle; quizás él me acepte." Jacob hizo pasar el presente delante de sí, y él se quedó a pasar aquella noche en el campamento. Pero levantándose aquella noche, tomó a sus dos mujeres, a sus dos siervas y a sus once hijos, y pasó el vado del Jaboc. Los tomó y los hizo cruzar el río junto con todo lo que tenía. Jacob se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta que rayaba el alba. Como vio que no podía con Jacob, le tocó en el encaje de la cadera, y el encaje de la cadera se le dislocó mientras luchaba con él. Entonces el hombre le dijo: —¡Déjame ir, porque ya raya el alba! Y le respondió: —No te dejaré, si no me bendices. El le dijo: —¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: —Jacob. El le dijo: —No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has contendido con Dios y con los hombres, y has prevalecido. Entonces Jacob le preguntó diciendo: —Dime, por favor, ¿cuál es tu nombre? Y él respondió: —¿Por qué preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Jacob llamó el nombre de aquel lugar Peniel, diciendo: "Porque vi a Dios cara a cara y salí con vida." El sol salió cuando él había partido de Peniel, y cojeaba de su cadera. Por eso los hijos de Israel no comen hasta el día de hoy el tendón del muslo, que está en el encaje de la cadera, porque tocó a Jacob en el encaje de la cadera, en el tendón del muslo. Alzando Jacob sus ojos miró, y he aquí que Esaú venía con los 400 hombres. Entonces él repartió sus hijos entre Lea, Raquel y sus dos siervas. Puso a las siervas y a sus hijos delante, después a Lea y a sus hijos, y al final a Raquel y a José. El mismo pasó delante de ellos y se postró en tierra siete veces, hasta que se acercó a su hermano. Esaú corrió a su encuentro, le abrazó, se echó sobre su cuello y le besó. Y lloraron. Alzó sus ojos, vio a las mujeres y a los niños y preguntó: —¿Quiénes son éstos para ti? Y él respondió: —Son los hijos que Dios, en su gracia, ha dado a tu siervo. Entonces se acercaron las siervas y sus hijos, y se postraron. También se acercaron Lea y sus hijos, y se postraron. Finalmente se acercaron José y Raquel, y se postraron. Entonces Esaú le preguntó: —¿Cuál es el propósito de todos esos grupos que he encontrado? Y él respondió: —Hallar gracia ante los ojos de mi señor. Esaú le dijo: —Yo tengo suficiente, hermano mío; sea para ti lo que es tuyo. Y Jacob respondió: —No, por favor. Si he hallado gracia ante tus ojos, toma mi presente de mis manos, pues el ver tu cara ha sido como si hubiera visto el rostro de Dios, y me has mostrado tu favor. Acepta, pues, mi presente que te ha sido traído, pues Dios me ha favorecido, porque tengo de todo. El insistió, y Esaú lo aceptó. Luego éste dijo: —¡Vamos, partamos! Yo te acompañaré. Jacob le dijo: —Mi señor sabe que los niños son tiernos y que tengo a mi cuidado ovejas y vacas que están criando. Si se los fatiga, en un día morirá todo el rebaño. Por favor, pase mi señor delante de su siervo. Yo avanzaré como convenga, al paso del ganado que va delante de mí y al paso de los niños, hasta que alcance a mi señor, en Seír. Esaú dijo: —Permite que deje contigo algunos de los hombres que están conmigo. Y él dijo: —¿Para qué esto? Sólo que halle yo gracia ante los ojos de mi señor. Aquel día regresó Esaú por su camino a Seír. Entonces Jacob se dirigió a Sucot y edificó allí una casa para sí. Hizo también cabañas para su ganado, por eso llamó el nombre de aquel lugar Sucot. Al volver de Padan-aram, Jacob llegó en paz a la ciudad de Siquem, en la tierra de Canaán, y acampó frente a la ciudad. Y la parte del campo donde instaló su tienda compró de manos de los hijos de Hamor, el padre de Siquem, por la suma de 100 piezas de dinero. Allí levantó un altar y llamó su nombre El-Elohei-Israel. Entonces Dina, la hija que Lea había dado a luz a Jacob, salió para ver a las jóvenes del lugar. Y la vio Siquem, el hijo de Hamor el heveo, príncipe de aquella tierra. El la tomó, se acostó con ella y la violó. Pero se sintió ligado a Dina hija de Jacob; se enamoró de la joven y habló al corazón de ella. Y Siquem habló con Hamor su padre, diciendo: —Tómame a esta joven por mujer. Cuando Jacob oyó que Siquem había mancillado a Dina, su hija, sus hijos estaban en el campo con su ganado. Por ello Jacob calló hasta que ellos regresaran. Entonces Hamor, padre de Siquem, fue para hablar con Jacob. Cuando los hijos de Jacob lo supieron, regresaron del campo. Los hombres se indignaron y se enfurecieron mucho, porque él había cometido una vileza en Israel, acostándose con la hija de Jacob, cosa que no se debía haber hecho. Hamor habló con ellos y les dijo: —Mi hijo Siquem se siente atraído por vuestra hija. Os ruego que se la deis por mujer. Por favor, emparentad con nosotros. Dadnos vuestras hijas, y tomad vosotros las nuestras. Habitad con nosotros; la tierra está delante de vosotros. Habitad en ella, negociad y estableceos en ella. También Siquem dijo al padre y a los hermanos de ella: —Halle yo gracia ante vuestros ojos, y os daré lo que me pidáis. Aumentad a cuenta mía el precio matrimonial y muchos regalos. Yo os daré cuánto me pidáis, pero dadme la joven por mujer. Los hijos de Jacob respondieron a Siquem y a su padre Hamor, hablando con engaño, porque Siquem había violado a Dina, la hermana de ellos. Les dijeron: —No podemos hacer eso de dar nuestra hermana a un hombre incircunciso, porque entre nosotros eso es una abominación. Sólo con esta condición accederemos: que seáis como nosotros, al circuncidarse todos vuestros varones. Entonces os daremos nuestras hijas, y tomaremos nosotros las vuestras. Habitaremos con vosotros y seremos un solo pueblo. Pero si no nos hacéis caso en circuncidaros, tomaremos a nuestra hermana y nos iremos. Sus palabras parecieron bien a Hamor y a su hijo Siquem. No tardó el joven en hacerlo, porque la hija de Jacob le había gustado. Además, él era el más distinguido de toda la casa de su padre. Entonces Hamor y su hijo Siquem fueron a la puerta de la ciudad y hablaron a los hombres de la ciudad, diciendo: —Estos hombres son pacíficos para con nosotros. Que habiten ellos en la tierra y que negocien en ella, pues he aquí la tierra es amplia para ellos también. Nosotros tomaremos sus hijas por mujeres y les daremos nuestras hijas. Pero con esta condición accederán estos hombres para habitar con nosotros, de modo que seamos un solo pueblo: que se circuncide todo varón de entre nosotros, así como ellos son circuncidados. Sus rebaños, sus posesiones y todo su ganado, ¿no serán así nuestros? Sólo accedamos a su condición, y ellos habitarán con nosotros. Todos los que salían por las puertas de la ciudad hicieron caso a Hamor y a su hijo Siquem. Circuncidaron a todo varón, a cuantos salían por las puertas de la ciudad. Pero sucedió que al tercer día, cuando ellos aún sentían dolor, dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, fueron contra la ciudad que estaba desprevenida y mataron a todo varón. También mataron a filo de espada a Hamor y a su hijo Siquem, y tomando a Dina de la casa de Siquem, se fueron. Y los hijos de Jacob pasaron sobre los muertos y saquearon la ciudad, porque habían mancillado a su hermana. Tomaron sus ovejas, sus vacas, sus asnos, lo que había en la ciudad y lo que había en el campo. Llevaron cautivos a todos sus niños y a sus mujeres, y saquearon todos sus bienes y todo lo que había en las casas. Entonces Jacob dijo a Simeón y a Leví: —Me habéis arruinado, haciendo que yo sea odioso entre los habitantes de esta tierra, entre los cananeos y los ferezeos. Teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí, me herirán y me destruirán a mí y a mi casa. Y ellos respondieron: —¿Había de tratar él a nuestra hermana como a una prostituta? Entonces Dios dijo a Jacob: —Levántate, sube a Betel y quédate allí. Haz allí un altar a Dios, que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que le acompañaban: —Quitad los dioses extraños que hay entre vosotros. Purificaos y cambiad vuestros vestidos. Levantémonos y subamos a Betel; allí haré un altar a Dios, que me respondió en el día de mi angustia y ha estado conmigo en el camino que he andado. Así entregaron a Jacob todos los dioses extraños que tenían en su poder, y los aretes de sus orejas, y Jacob los escondió al pie de la encina que había junto a Siquem. Cuando partieron, el terror de Dios se apoderó de los habitantes de las ciudades de sus alrededores, y no persiguieron a los hijos de Jacob. Jacob y toda la gente que le acompañaba llegaron a Luz, es decir, a Betel, en la tierra de Canaán, y allí edificó un altar. Llamó al lugar El-betel, porque allí se le había revelado Dios cuando huía de su hermano. Entonces murió Débora, nodriza de Rebeca, y fue sepultada al pie de Betel, debajo de una encina, la cual fue llamada Alón-bacut. Dios se apareció otra vez a Jacob después de haber regresado de Padan-aram, y le bendijo. Le dijo Dios: "Tu nombre es Jacob, pero no se llamará más tu nombre Jacob. Tu nombre será Israel." Y llamó su nombre Israel. También le dijo Dios: "Yo soy el Dios Todopoderoso. Sé fecundo y multiplícate. De ti procederán una nación y un conjunto de naciones; reyes saldrán de tus lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, te la daré a ti; a tus descendientes después de ti, les daré la tierra." Dios se apartó de él, del lugar donde había hablado con él. Entonces Jacob erigió una piedra en el lugar donde Dios había hablado con él, una piedra memorial. Sobre ella derramó una libación, y echó sobre ella aceite. Jacob llamó Betel al lugar donde Dios había hablado con él. Partieron de Betel, y faltando aún cierta distancia para llegar a Efrata, Raquel dio a luz tras un parto muy difícil. Y aconteció que como había dificultad en su parto, le dijo la partera: —No temas, porque también tendrás este hijo. Pero sucedió que al dar el último suspiro (porque murió), llamó el nombre de su hijo Benoní. Pero su padre lo llamó Benjamín. Así murió Raquel y fue sepultada en el camino de Efrata, es decir, Belén. Jacob puso sobre su sepulcro una piedra memorial. Este es el memorial del sepulcro de Raquel hasta hoy. Israel partió e instaló su tienda más allá de Migdal-eder. Y sucedió mientras habitaba Israel en aquella tierra, que Rubén fue y se acostó con Bilha, concubina de su padre. Y lo llegó a saber Israel. Ahora bien, los hijos de Israel fueron doce: Los hijos de Lea: Rubén, el primogénito de Jacob, Simeón, Leví, Judá, Isacar y Zabulón. Los hijos de Raquel: José y Benjamín. Los hijos de Bilha, sierva de Raquel: Dan y Neftalí. Los hijos de Zilpa, sierva de Lea: Gad y Aser. Estos fueron los hijos de Jacob que le nacieron en Padan-aram. Entonces Jacob fue a Isaac su padre, a Mamre, a Quiriat-arba, es decir, Hebrón, donde habían habitado Abraham e Isaac. Fueron 180 los años de Isaac. E Isaac falleció y fue reunido con su pueblo, anciano y lleno de años. Y sus hijos Jacob y Esaú lo sepultaron. Estos son los descendientes de Esaú, el cual es Edom. Esaú tomó a sus esposas de entre las mujeres de Canaán: a Ada hija de Elón el heteo, a Oholibama hija de Aná, hijo de Zibeón el heveo, y a Basemat hija de Ismael, hermana de Nebayot. De Esaú, Ada dio a luz a Elifaz; Basemat dio a luz a Reuel, y Oholibama dio a luz a Jeús, a Jalam y a Coré. Estos son los hijos de Esaú que le nacieron en la tierra de Canaán. Esaú tomó a sus mujeres, a sus hijos, a sus hijas, a todas las personas de su casa, sus rebaños, su ganado y todas las posesiones que había adquirido en la tierra de Canaán, y se fue a una tierra, lejos de Jacob su hermano; porque los bienes de ellos eran muchos, y no podían habitar juntos. Tampoco podía mantenerlos la tierra en que habitaban, a causa de sus ganados. Así habitó Esaú en la región montañosa de Seír. Esaú es Edom. Estos fueron los descendientes de Esaú, padre de los edomitas, en la región montañosa de Seír; éstos son los nombres de los hijos de Esaú: Elifaz, hijo de Ada, mujer de Esaú; Reuel, hijo de Basemat, mujer de Esaú. Los hijos de Elifaz fueron: Temán, Omar, Zefo, Gatam y Quenaz. Timna fue concubina de Elifaz hijo de Esaú, y ella le dio a luz a Amalec. Estos fueron los hijos de Ada, mujer de Esaú. Los hijos de Reuel fueron: Najat, Zéraj, Sama y Miza. Estos fueron los hijos de Basemat, mujer de Esaú. Los hijos de Oholibama, mujer de Esaú e hija de Aná, hijo de Zibeón, que ella dio a luz de Esaú, fueron: Jeús, Jalam y Coré. Estos fueron los jefes de entre los hijos de Esaú: Los hijos de Elifaz, primogénito de Esaú, fueron: los jefes Temán, Omar, Zefo, Quenaz, Coré, Gatam y Amalec. Estos fueron los jefes de Elifaz en la tierra de Edom, los cuales fueron hijos de Ada. Estos fueron los hijos de Reuel hijo de Esaú: los jefes Najat, Zéraj, Sama y Miza. Estos fueron los jefes de la línea de Reuel en la tierra de Edom. Estos hijos le nacieron a Basemat, mujer de Esaú. Estos fueron los hijos de Oholibama, mujer de Esaú: los jefes Jeús, Jalam y Coré. Estos fueron los jefes que nacieron a Oholibama, mujer de Esaú, hija de Aná. Estos fueron, pues, los hijos de Esaú, el cual es Edom; y éstos fueron sus jefes. Estos fueron los hijos de Seír el horeo, habitantes de aquella tierra: Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, Disón, Ezer y Disán. Estos fueron los jefes de los horeos, hijos de Seír, en la tierra de Edom. Los hijos de Lotán fueron Hori y Hemam. Timna fue hermana de Lotán. Los hijos de Sobal fueron: Alván, Manajat, Ebal, Sefo y Onam. Los hijos de Zibeón fueron Ayías y Aná. Este Aná fue el que descubrió las aguas termales en el desierto, cuando apacentaba los asnos de su padre Zibeón. Los hijos de Aná fueron Disón y Oholibama hija de Aná. Los hijos de Disón fueron: Hemdán, Esbán, Itrán y Querán. Los hijos de Ezer fueron: Bilhán, Zaaván y Acán. Los hijos de Disán fueron Uz y Arán. Estos fueron los jefes de los horeos: los jefes Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, Disón, Ezer Y Disán. Ellos fueron los jefes de los horeos, según sus jefaturas en la tierra de Seír. Estos fueron los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes que hubiese rey de los hijos de Israel: Bela hijo de Beor reinó en Edom. El nombre de su ciudad fue Dinaba. Murió Bela, y reinó en su lugar Jobab hijo de Zéraj, de Bosra. Murió Jobab, y reinó en su lugar Husam, de la tierra de los temanitas. Murió Husam, y reinó en su lugar Hadad hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab. El nombre de su ciudad fue Avit. Murió Hadad, y reinó en su lugar Samla, de Masreca. Murió Samla, y reinó en su lugar Saúl, de Rejobot, que está junto al Río. Murió Saúl, y reinó en su lugar Baal-janán hijo de Acbor. Murió Baal-janán hijo de Acbor, y reinó en su lugar Hadad. El nombre de su ciudad fue Pau, y el nombre de su mujer fue Mehetabel, hija de Matred, hija de Mezaab. Estos fueron los nombres de los jefes de Esaú, según sus familias, sus localidades y sus nombres: los jefes Timna, Alva, Jetet, Oholibama, Ela, Pinón, Quenaz, Temán, Mibzar, Magdiel e Iram. Estos fueron los jefes de Edom, según las áreas de la tierra de su posesión. Este es Esaú, padre de los edomitas. Jacob se estableció en la tierra donde había residido su padre, en la tierra de Canaán. Esta es la historia de la familia de Jacob: José, siendo de 17 años, apacentaba las ovejas con sus hermanos; y el joven estaba con los hijos de Bilha y los hijos de Zilpa, mujeres de su padre. Y José informaba a su padre de la mala fama de ellos. Israel amaba a José más que a todos sus otros hijos porque le había nacido en la vejez, y le hizo una túnica de diversos colores. Al ver sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos ellos, le aborrecían y no podían hablarle pacíficamente. José tuvo un sueño y lo contó a sus hermanos, quienes llegaron a aborrecerle todavía más. Les dijo: —Por favor, escuchad lo que he soñado: He aquí que atábamos gavillas en medio del campo. Y mi gavilla se levantaba y se mantenía erguida, mientras que vuestras gavillas la rodeaban y se inclinaban ante la mía. Sus hermanos le respondieron: —¿Has de reinar tú sobre nosotros y nos has de dominar? Y le aborrecieron todavía más a causa de sus sueños y de sus palabras. Entonces tuvo otro sueño y lo contó a sus hermanos, diciendo: —He aquí, he tenido otro sueño: que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí. El contó este sueño a su padre y a sus hermanos, pero su padre le reprendió diciendo: —¿Qué sueño es éste que has tenido? ¿Hemos de venir yo, tu madre y tus hermanos a postrarnos a tierra ante ti? Sus hermanos le tenían envidia, pero su padre guardaba en mente el asunto. Sus hermanos fueron a apacentar las ovejas de su padre cerca de Siquem, e Israel dijo a José: —Tus hermanos apacientan las ovejas cerca de Siquem. Ven, te enviaré a ellos. Y él le respondió: —Heme aquí. El le dijo: —Anda, por favor, y mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la respuesta. Lo envió desde el valle de Hebrón, y él llegó a Siquem. Andando él extraviado por el campo, un hombre lo encontró. Y aquel hombre le preguntó diciendo: —¿Qué buscas? Y él respondió: —Busco a mis hermanos. Dime, por favor, dónde están apacentando. Aquel hombre le respondió: —Ya se han ido de aquí. Yo les oí decir: "Vámonos a Dotán." Entonces José fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán. Cuando ellos lo vieron desde lejos, antes de que se acercase, actuaron engañosamente contra él para matarle. Se dijeron el uno al otro: —¡Ahí viene el de los sueños! Ahora pues, venid; matémoslo y echémoslo en una cisterna. Después diremos: "Alguna mala fiera lo devoró." ¡Veamos en qué van a parar sus sueños! Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos diciendo: —No le quitemos la vida. —Y Rubén añadió—: No derraméis sangre. Echadlo en esta cisterna que está en el desierto, pero no pongáis la mano sobre él. Era para librarlo de sus manos a fin de hacerlo volver a su padre. Sucedió que cuando José llegó hasta sus hermanos, ellos despojaron a José de su túnica, la túnica de diversos colores que llevaba puesta. Lo tomaron y lo echaron en la cisterna. Pero la cisterna estaba vacía, sin agua. Después se sentaron a comer, y alzando los ojos miraron, y he aquí que una caravana de ismaelitas venía de Galaad con sus camellos cargados de perfumes, bálsamo y mirra para llevarlos a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: —¿Qué provecho hay en matar a nuestro hermano y en encubrir su sangre? Venid, vendámoslo a los ismaelitas. No pongamos nuestra mano sobre él, porque es nuestro hermano, nuestra carne. Sus hermanos estuvieron de acuerdo con él. Y cuando pasaban los mercaderes madianitas, sacaron a José, subiéndolo de la cisterna, y lo vendieron a los ismaelitas por 20 piezas de plata. Estos se llevaron a José a Egipto. Cuando Rubén volvió a la cisterna y no halló a José allí, rasgó sus vestiduras. Volvió a sus hermanos y les dijo: —¡El joven ha desaparecido! Y yo, ¿a dónde iré? Entonces ellos tomaron la túnica de José, degollaron un cabrito del rebaño y empaparon la túnica en la sangre. Después enviaron la túnica de diversos colores, la trajeron a su padre y le dijeron: —Esto hemos encontrado. Reconoce, pues, si es o no la túnica de tu hijo. El la reconoció y exclamó: —¡Es la túnica de mi hijo! ¡Alguna mala fiera lo ha devorado! ¡Ciertamente José ha sido despedazado! Entonces Jacob rasgó sus vestiduras, se cubrió con cilicio y guardó duelo por su hijo muchos días. Todos sus hijos y todas sus hijas fueron para consolarle, pero él rehusó ser consolado. Y decía: —¡Enlutado descenderé hasta mi hijo, al Seol! Y su padre lo lloraba. Pero los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, funcionario del faraón, capitán de la guardia. Aconteció en aquel tiempo que Judá dejó a sus hermanos y se dirigió a residir con un hombre adulamita que se llamaba Jira. Judá vio allí a la hija de un hombre cananeo llamado Súa, y la tomó y se unió a ella. Ella concibió y dio a luz un hijo, y él llamó su nombre Er. Ella concibió otra vez y dio a luz otro hijo, y ella llamó su nombre Onán. Volvió a concebir y dio a luz otro hijo, y ella llamó su nombre Sela. El estaba en Quezib cuando ella lo dio a luz. Judá tomó una mujer para Er, su primogénito; ésta se llamaba Tamar. Pero Er, el primogénito de Judá, era malo ante los ojos de Jehovah, y Jehovah le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán: —Unete a la mujer de tu hermano; cumple así con ella tu deber de cuñado, y levanta descendencia a tu hermano. Pero sabiendo Onán que el hijo que le naciera no sería considerado suyo, sucedía que cada vez que se unía a la mujer de su hermano, vertía en tierra para no dar descendencia a su hermano. Pero lo que hacía era malo ante los ojos de Jehovah, y también a él le quitó la vida. Entonces habló Judá a Tamar su nuera, diciendo: —Permanece viuda en la casa de tu padre hasta que crezca mi hijo Sela. Porque pensaba: "No sea que muera él también como sus hermanos." Y Tamar se fue y permaneció en la casa de su padre. Pasados muchos años, murió Bat-súa, la mujer de Judá. Cuando Judá se había consolado, subió a Timnat, a los esquiladores de sus ovejas, él y su amigo Jira el adulamita. Y avisaron a Tamar diciendo: —He aquí que tu suegro sube a Timnat a esquilar sus ovejas. Entonces ella se quitó su vestido de viudez, se cubrió con un velo, se envolvió con un manto y se sentó a la entrada de Enaim, que está junto al camino de Timnat, porque veía que Sela había crecido, pero que ella no le había sido dada por mujer. Entonces la vio Judá y pensó que era una prostituta, porque había cubierto su cara. Y se apartó del camino hacia ella y le dijo: —Por favor, deja que me una a ti. Pues no sabía que ella era su nuera. Y ella dijo: —¿Qué me darás si te unes a mí? El respondió: —Yo te enviaré un cabrito del rebaño. Ella le dijo: —Tienes que darme una prenda hasta que me lo envíes. Y él le dijo: —¿Qué prenda te daré? Ella le respondió: —Tu anillo, tu cordón y el bastón que llevas en la mano. El se los dio y se unió a ella, y ella concibió de él. Luego ella se levantó y se fue. Después se quitó el velo que tenía sobre sí y se vistió de nuevo con su vestido de viudez. Judá envió el cabrito del rebaño por medio de su amigo el adulamita, para que recuperase la prenda de mano de la mujer, pero él no la halló. Entonces preguntó a los hombres de aquel lugar diciendo: —¿Dónde está la prostituta de Enaim, junto al camino? Ellos le dijeron: —Aquí no hay ninguna prostituta. El se volvió a Judá y dijo: —No la he hallado. También los hombres del lugar dijeron: "Aquí no hay ninguna prostituta." Y Judá dijo: —¡Que se quede con la prenda! No seamos objeto de burla. He aquí yo le he enviado este cabrito, pero tú no la has hallado. Aconteció que después de unos tres meses le informaron a Judá diciendo: —Tu nuera Tamar ha cometido adulterio y está encinta a consecuencia del adulterio. Y Judá dijo: —¡Sacadla, y que sea quemada! Cuando era sacada, ella envió a decir a su suegro: —Del hombre a quien pertenecen estas cosas estoy encinta. —Y añadió—: Mira, pues, de quién son estas cosas: el anillo, el cordón y el bastón. Entonces Judá los reconoció y dijo: —Más justa es ella que yo, porque no se la he dado a mi hijo Sela. Y no volvió a tener relaciones con ella. Aconteció que al tiempo de dar a luz, he aquí que había mellizos en el vientre de Tamar. Y cuando ella daba a luz, sucedió que uno de ellos sacó la mano. La partera la tomó y ató a su mano un hilo rojo diciendo: —¡Este salió primero! Pero sucedió que cuando él volvió a meter la mano, he aquí salió su hermano. Y ella exclamó: —¡Cómo te abriste brecha! Y llamó su nombre Fares. Después salió su hermano, el que tenía en su mano el hilo rojo, y llamó su nombre Zéraj. Llevado José a Egipto, Potifar, un hombre egipcio, funcionario del faraón y capitán de la guardia, lo compró de mano de los ismaelitas que lo habían llevado allá. Pero Jehovah estuvo con José, y el hombre tuvo éxito. El estaba en la casa de su señor, el egipcio, quien vio que Jehovah estaba con él y que todo lo que él hacía, Jehovah lo hacía prosperar en su mano. Así halló José gracia ante los ojos de Potifar y le servía. Potifar le puso a cargo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía. Y sucedió que desde que le puso a cargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehovah bendijo la casa del egipcio por causa de José. Y la bendición de Jehovah estaba sobre todo lo que tenía, tanto en la casa como en el campo. El dejó todo lo que tenía en mano de José, y teniéndole a él no se preocupaba de nada, excepto del pan que comía. José era de bella presencia y de hermoso semblante. Y sucedió después de estas cosas, que la mujer de su señor puso sus ojos en José y le dijo: —Acuéstate conmigo. El rehusó y dijo a la mujer de su señor: —He aquí que mi señor, teniéndome a mí, no se preocupa de nada de cuanto hay en la casa. Ha puesto en mis manos todo cuanto tiene. No hay otro superior a mí en esta casa; y ninguna cosa se ha reservado, sino a ti, porque eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo esta gran maldad y pecaría contra Dios? Sucedió que ella insistía a José día tras día, pero éste no le hacía caso para acostarse con ella, ni para estar con ella. Y sucedió que él entró un día en la casa para hacer su trabajo, y ninguno de los hombres de la casa estaba allí en casa. Entonces ella le agarró por su manto, diciendo: —Acuéstate conmigo. Pero él dejó su manto en las manos de ella, se escapó y salió afuera. Y aconteció que al ver ella que el manto había quedado en sus manos y que él había escapado afuera, llamó a los de su casa y les habló diciendo: —¡Mirad, nos han traído un hebreo para que se burle de nosotros! Vino a mí para acostarse conmigo, pero yo grité a gran voz. Y él, viendo que yo alzaba la voz y gritaba, dejó a mi lado su manto, se escapó y salió afuera. Ella puso junto a sí el manto de José hasta que su señor volvió a casa. Entonces ella le repitió a él las mismas palabras diciendo: —El esclavo hebreo que nos trajiste vino a mí para burlarse de mí. Pero cuando yo alcé la voz y grité, él dejó su manto a mi lado y escapó afuera. Sucedió que cuando su señor oyó las palabras que le hablaba su mujer, diciendo: "Así me ha tratado tu esclavo," se encendió su furor. Tomó su señor a José y lo metió en la cárcel, en el lugar donde estaban los presos del rey, y José se quedó allí en la cárcel. Pero Jehovah estaba con José; le extendió su misericordia y le dio gracia ante los ojos del encargado de la cárcel. El encargado de la cárcel entregó en manos de José a todos los presos que había en la cárcel; y todo lo que hacían allí, José lo dirigía. El encargado de la cárcel no se preocupaba de nada de lo que estaba en sus manos, porque Jehovah estaba con José. Lo que él hacía, Jehovah lo prosperaba. Aconteció después de estas cosas que el copero y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su señor, el rey de Egipto. El faraón se enfureció contra sus dos funcionarios, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos, y los puso bajo custodia en la casa del capitán de la guardia, en la cárcel donde José estaba preso. El capitán de la guardia se los encargó a José, y él les servía. Estuvieron algunos días bajo custodia. Y en una misma noche ambos, el copero y el panadero del rey de Egipto que estaban presos en la cárcel, tuvieron un sueño; cada uno su propio sueño, y cada sueño con su propia interpretación. Por la mañana José vino a ellos y los vio, y he aquí que ellos estaban tristes. Preguntó a los funcionarios del faraón que estaban con él bajo custodia en la casa de su señor, diciendo: —¿Por qué están tristes vuestras caras hoy? Ellos le dijeron: —Hemos tenido un sueño, y no hay quien nos lo interprete. Entonces José les dijo: —¿Acaso no son de Dios las interpretaciones? Por favor, contádmelo a mí. Entonces el jefe de los coperos contó su sueño a José, diciendo: —En mi sueño veía delante de mí una vid. En la vid había tres ramas. Parecía que ella brotaba, florecía y sus racimos de uvas maduraban. La copa del faraón estaba en mi mano, y yo tomaba las uvas, las exprimía en la copa del faraón y ponía la copa en la mano del faraón. Y José le respondió: —Esta es su interpretación: Las tres ramas son tres días. Dentro de tres días el faraón te hará levantar cabeza y te restituirá a tu puesto. Volverás a poner la copa en la mano del faraón, como solías hacerlo anteriormente, cuando eras su copero. Pero cuando te vaya bien, acuérdate tú de mí. Por favor, actúa con misericordia para conmigo; haz mención de mí al faraón y hazme sacar de esta casa. Porque yo fui secuestrado de la tierra de los hebreos, y nada he hecho aquí para que me pusieran en la cárcel. Viendo el jefe de los panaderos que la interpretación había sido favorable, dijo a José: —También yo soñaba que había tres cestas de pan blanco sobre mi cabeza. En la cesta superior había toda clase de manjares de pastelería para el faraón, pero las aves se los comían de la cesta que estaba sobre mi cabeza. Entonces José respondió: —Esta es su interpretación: Las tres cestas son tres días. Dentro de tres días el faraón quitará tu cabeza de encima de ti. Te hará colgar en la horca, y las aves comerán tus carnes. Y sucedió que al tercer día fue el cumpleaños del faraón, y él dio un banquete a todos sus servidores. Entonces levantó la cabeza del jefe de los coperos y la cabeza del jefe de los panaderos, en medio de sus servidores. Al jefe de los coperos lo restituyó en su cargo de copero, y éste volvió a poner la copa en la mano del faraón. Pero hizo ahorcar al jefe de los panaderos, como José les había interpretado. Sin embargo, el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que se olvidó de él. Aconteció después de dos años completos que el faraón tuvo un sueño: He aquí que él estaba de pie y del Nilo subían siete vacas de hermoso aspecto y gordas de carne, y pacían entre los juncos. Pero he aquí que otras siete vacas salían del Nilo, detrás de ellas, de mal aspecto y flacas de carne. Estas se pusieron junto a las otras vacas a la orilla del Nilo. Entonces las vacas de mal aspecto y flacas de carne devoraron a las siete vacas de hermoso aspecto y gordas. Y el faraón se despertó. Se durmió de nuevo y soñó por segunda vez; y he aquí que siete espigas subieron de un solo tallo, gruesas y hermosas. Pero he aquí que detrás de ellas brotaron otras siete espigas delgadas y quemadas por el viento del oriente. Entonces las espigas delgadas devoraron a las siete espigas gruesas y llenas. El faraón se despertó, y he aquí que había sido un sueño. Sucedió que por la mañana su espíritu estaba perturbado, por lo que mandó llamar a todos los magos de Egipto y a todos sus sabios. El faraón les contó sus sueños, pero no había quien se los interpretase al faraón. Entonces el jefe de los coperos habló al faraón diciendo: —Ahora haré mención de una falta mía. El faraón se enojó contra sus siervos y me echó en la cárcel de la casa del capitán de la guardia, junto con el jefe de los panaderos. En una misma noche él y yo tuvimos un sueño, y cada sueño tenía su propia interpretación. Y estaba allí con nosotros un joven hebreo, esclavo del capitán de la guardia. Se lo contamos, y él interpretó nuestros sueños; a cada uno le interpretó su propio sueño. Y aconteció que tal como él nos lo interpretó, así sucedió: A mí el faraón me restableció en mi puesto y al otro lo hizo colgar. Entonces el faraón mandó llamar a José, y le hicieron salir apresuradamente de la cárcel. Se afeitó, se cambió de ropa y vino al faraón. Entonces el faraón dijo a José: —He tenido un sueño, y no hay quien me lo interprete. Pero he oído hablar de ti, que escuchas sueños y los interpretas. José respondió al faraón diciendo: —No está en mí. Dios responderá para el bienestar del faraón. Entonces el faraón dijo a José: —En mi sueño yo estaba de pie a la orilla del Nilo. Y he aquí que del Nilo salían siete vacas gordas de carne y de hermoso aspecto, y pacían entre los juncos. Pero he aquí que otras siete vacas subían detrás de ellas, delgadas, de muy feo aspecto y flacas de carne. Jamás he visto otras tan feas como aquéllas en toda la tierra de Egipto. Entonces las vacas flacas y feas devoraron a las siete primeras vacas gordas. Estas entraron en su interior, pero no parecía que hubiesen entrado en ellas, porque su apariencia seguía siendo tan mala como al comienzo. Y me desperté. Vi también en mi sueño siete espigas que subieron de un solo tallo, llenas y hermosas. Pero he aquí que detrás de ellas brotaron otras siete espigas, secas, delgadas y quemadas por el viento del oriente. Entonces las espigas delgadas devoraron a las siete espigas hermosas. Se lo he contado a los magos, pero no hay quien me lo interprete. Entonces José respondió al faraón: —El sueño del faraón es uno solo. Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer: Las siete vacas hermosas son siete años; y las siete espigas hermosas también son siete años. Se trata de un mismo sueño. Las siete vacas flacas y feas que salían detrás de las primeras son siete años, y las siete espigas delgadas y quemadas por el viento del oriente son siete años de hambre. Como dije al faraón, Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer. He aquí que vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto, pero después de ellos vendrán siete años de hambre. Toda la abundancia anterior será olvidada en la tierra de Egipto. El hambre consumirá la tierra, y aquella abundancia pasará desapercibida en la tierra, debido al hambre que vendrá después, porque será muy grave. El hecho de que el sueño del faraón haya sucedido dos veces significa que la cosa está firmemente decidida de parte de Dios, y que Dios se apresura a ejecutarla. Por tanto, provéase el faraón de un hombre entendido y sabio y póngalo a cargo de la tierra de Egipto. Haga esto el faraón: Ponga funcionarios a cargo del país que recauden la quinta parte del producto de la tierra de Egipto durante los siete años de abundancia. Que ellos acumulen todos los alimentos de estos años buenos que vienen, que almacenen el trigo bajo la supervisión del faraón, y que los guarden en las ciudades para sustento. Sean guardados los alimentos como reserva para el país, para los siete años de hambre que vendrán sobre la tierra de Egipto. Así el país no será arruinado por el hambre. El plan le pareció bien al faraón y a todos sus servidores. Entonces el faraón dijo a sus servidores: —¿Podremos hallar otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? El faraón dijo a José: —Puesto que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay nadie tan entendido ni sabio como tú. Tú estarás a cargo de mi casa, y todo mi pueblo será gobernado bajo tus órdenes. Solamente en el trono seré yo superior a ti. —El faraón dijo además a José—: He aquí, yo te pongo a cargo de toda la tierra de Egipto. Entonces el faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José. Le vistió con vestiduras de lino fino y puso un collar de oro en su cuello. Luego lo hizo subir en su segundo carro, y proclamaban delante de él: "¡Doblad la rodilla!" Así lo puso a cargo de toda la tierra de Egipto, y el faraón dijo a José: —Yo soy el faraón, y sin tu autorización ninguno alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto. El faraón llamó a José Zafenat-panéaj, y le dio por mujer a Asenat hija de Potifera, sacerdote de On. Y José salió a recorrer toda la tierra de Egipto. José tenía 30 años cuando empezó a servir al faraón, rey de Egipto. Saliendo José de la presencia del faraón, recorrió toda la tierra de Egipto. La tierra produjo a montones en aquellos siete años de abundancia. El juntó todas las provisiones de aquellos siete años en la tierra de Egipto y almacenó los alimentos en las ciudades, llevando a cada ciudad las provisiones de los campos cercanos. José acumuló trigo como la arena del mar, tantísimo que dejó de calcularlo, porque era incalculable. Antes del primer año de hambre, le nacieron a José dos hijos, los cuales le dio a luz Asenat hija de Potifera, sacerdote de On. José llamó el nombre del primogénito Manasés, porque dijo: "Dios me ha hecho olvidar todo mi sufrimiento y toda la casa de mi padre." Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: "Dios me ha hecho fecundo en la tierra de mi aflicción." Se terminaron los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y comenzaron a llegar los siete años de hambre, tal como José había anunciado. Había hambre en todos los países, pero en toda la tierra de Egipto había qué comer. Pero cuando el hambre se sentía en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamaba al faraón por alimentos. Entonces el faraón dijo a todos los egipcios: "Id a José y haced lo que él os diga." El hambre se extendió a todos los rincones del país. Entonces José abrió todos los depósitos de grano y vendía provisiones a los egipcios, porque el hambre se había intensificado en la tierra de Egipto. También de todos los países venían a Egipto para comprar provisiones a José, porque el hambre se había intensificado en toda la tierra. Viendo Jacob que había provisiones en Egipto, dijo a sus hijos: —¿Por qué os estáis mirando unos a otros? —Y añadió—: He aquí, he oído que en Egipto hay provisiones. Descended allá y comprad para nosotros de allí, para que vivamos y no muramos. Diez de los hermanos de José descendieron a comprar trigo en Egipto. Pero Jacob no envió con sus hermanos a Benjamín, hermano de José, porque dijo: —No suceda que le acontezca alguna desgracia. Fueron, pues, los hijos de Israel entre los que iban a comprar provisiones, porque había hambre en la tierra de Canaán. Y José era el gobernador de la tierra, el que vendía provisiones a todos los pueblos de la tierra. Entonces llegaron los hermanos de José y se postraron ante él con el rostro a tierra. Y al ver José a sus hermanos los reconoció, pero simuló serles extraño y les habló con dureza. Luego les preguntó: —¿De dónde habéis venido? Ellos le respondieron: —De la tierra de Canaán, para comprar alimentos. José reconoció a sus hermanos, pero ellos no le reconocieron a él. Entonces José se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos y les dijo: —¡Sois espías! Para ver los lugares desprotegidos del país habéis venido. Ellos le respondieron: —No, señor nuestro. Tus siervos hemos venido para comprar alimentos. Todos nosotros somos hijos de un mismo hombre. Somos hombres honestos; tus siervos no somos espías. El les dijo: —No, sino que para ver los lugares desprotegidos del país habéis venido. Ellos respondieron: —Tus siervos somos doce hermanos, hijos de un mismo hombre de la tierra de Canaán; pero el menor se ha quedado ahora con nuestro padre, y el otro ya no está con nosotros. José les dijo: —Eso es lo que he dicho al afirmar que sois espías. En esto seréis probados: ¡Vive el faraón que no saldréis de aquí, sino cuando venga aquí vuestro hermano menor! Enviad a uno de vosotros y que traiga a vuestro hermano, y vosotros quedad presos. Así se comprobarán vuestras palabras, si la verdad está en vosotros. Y si no, ¡vive el faraón, que sois espías! Los puso en la cárcel por tres días, y al tercer día José les dijo: —Haced esto y viviréis. Yo temo a Dios. Si sois hombres honestos, quede preso en vuestra celda uno de vuestros hermanos. El resto id, llevad las provisiones para saciar el hambre de vuestras casas. Pero habéis de traerme a vuestro hermano menor. Así serán verificadas vuestras palabras, y no moriréis. Ellos lo hicieron así. Y se decían el uno al otro: —Verdaderamente somos culpables con respecto a nuestro hermano, pues a pesar de ver la angustia de su alma cuando nos pedía compasión, no le escuchamos. Por eso ha venido sobre nosotros esta desgracia. Entonces Rubén les respondió diciendo: —¿No os hablé yo, diciendo: "No pequéis contra el muchacho," y no me escuchasteis? He aquí, también su sangre nos es demandada. Ellos no sabían que José les entendía, porque él hablaba con ellos por medio de un intérprete. Y apartándose de ellos, lloró. Después volvió a ellos y les habló; y tomando de entre ellos a Simeón, lo tomó preso a la vista de ellos. Después José ordenó que llenaran sus costales de trigo y que a cada uno le devolviesen su dinero, colocándolo en su costal. También ordenó que les diesen comida para el camino. Y así se hizo con ellos. Ellos pusieron sus provisiones sobre sus asnos y se fueron de allí. Pero al abrir uno de ellos su costal en la posada, para dar comida a su asno, vio su dinero en la boca de su costal, y dijo a sus hermanos: —¡Mi dinero me ha sido devuelto! ¡He aquí, está en mi costal! Se les sobresaltó el corazón y temblando se dijeron unos a otros: —¿Qué es esto que nos ha hecho Dios? Habiendo venido a Jacob su padre, en la tierra de Canaán, le contaron todo lo que les había acontecido, diciendo: —Aquel hombre, el señor de la tierra, nos habló con dureza y nos tomó por espías del país. Nosotros le dijimos: "Somos hombres honestos; no somos espías. Somos doce hermanos, hijos de un mismo padre; uno ya no está con nosotros, y el menor está hoy con nuestro padre en la tierra de Canaán." Y aquel hombre, el señor de la tierra, nos dijo: "En esto conoceré si sois hombres honestos: Dejad conmigo a uno de vuestros hermanos, tomad provisiones para saciar el hambre de vuestras casas e id. Pero traedme a vuestro hermano, el menor, para que yo sepa que no sois espías sino hombres honestos. Entonces os devolveré a vuestro hermano, y podréis negociar en el país." Y aconteció que al vaciar ellos sus costales, he aquí en el costal de cada uno estaba su bolsa de dinero. Al ver ellos y su padre las bolsas de dinero, tuvieron temor. Entonces Jacob su padre les dijo: —Vosotros me estáis privando de mis hijos: José ya no está con nosotros, ni Simeón tampoco. Y ahora os llevaréis a Benjamín. ¡Contra mí son todas estas cosas! Rubén habló a su padre diciendo: —Haz morir a mis dos hijos si no te lo traigo de vuelta. Entrégalo en mi mano, que yo te lo traeré de vuelta. Y él dijo: —No irá mi hijo con vosotros; pues su hermano está muerto, y sólo éste me ha quedado. Si le aconteciera alguna desgracia en el camino por donde vais, haríais descender mis canas con dolor a la sepultura. El hambre era grande en la tierra. Y aconteció que cuando acabaron de consumir las provisiones que trajeron de Egipto, les dijo su padre: —Volved y comprad para nosotros un poco de alimento. Y Judá le respondió diciendo: —Aquel hombre nos advirtió enfáticamente diciendo: "No veréis mi cara a no ser que vuestro hermano esté con vosotros." Si dejas ir a nuestro hermano con nosotros, iremos y te compraremos alimentos. Pero si no lo dejas ir, no iremos; porque aquel hombre nos dijo: "No veréis mi cara a no ser que traigáis a vuestro hermano con vosotros." Y dijo Israel: —¿Por qué me habéis hecho tanto mal, declarándole a aquel hombre que teníais otro hermano? Ellos respondieron: —Aquel hombre nos preguntó expresamente por nosotros y por nuestra familia, diciendo: "¿Vive aún vuestro padre? ¿Tenéis algún otro hermano?" Nosotros respondimos conforme a estas preguntas. ¿Cómo podíamos saber que nos iba a decir: "Haced venir a vuestro hermano"? Entonces Judá dijo a Israel su padre: —Deja ir al muchacho conmigo. Así nos levantaremos e iremos, para que vivamos y no muramos nosotros, tú y nuestros niños pequeños. Yo saldré como fiador. A mí me pedirás cuentas de él. Si no te lo traigo y lo pongo delante de ti, seré ante ti el culpable para siempre. Si no nos hubiéramos detenido, ahora ya habríamos vuelto dos veces. Entonces Israel su padre les respondió: —Si tiene que ser así, haced esto: Tomad de lo mejor del país en vuestros equipajes y llevadlo a aquel hombre como un presente: un poco de bálsamo, algo de miel, perfumes, mirra, nueces y almendras. Tomad con vosotros el doble del dinero, y devolved personalmente el dinero que os fue devuelto en la boca de vuestros costales; quizás fue un error. Tomad también a vuestro hermano. Levantaos y volved a aquel hombre. ¡Que el Dios Todopoderoso os conceda hallar misericordia delante de aquel hombre, y libere a vuestro otro hermano y a Benjamín! Y si yo he de ser privado de mis hijos, que lo sea. Entonces los hombres tomaron el presente. Tomaron también con ellos el doble del dinero, y a Benjamín. Se levantaron y descendieron a Egipto, y se presentaron ante José. Cuando José vio a Benjamín con ellos, dijo al administrador de su casa: —Lleva a esos hombres a casa. Mata un animal y prepáralo, porque estos hombres comerán conmigo al mediodía. El hombre hizo como dijo José y llevó a los hombres a la casa de José. Los hombres tuvieron temor cuando fueron llevados a la casa de José, y decían: —Por el dinero que fue devuelto en nuestros costales la primera vez nos han traído aquí, para buscar ocasión contra nosotros, para caer sobre nosotros y tomarnos como esclavos, junto con nuestros asnos. Entonces se acercaron al administrador de la casa de José y le hablaron a la entrada de la casa, diciendo: —¡Por favor, señor mío! Nosotros en verdad vinimos la primera vez para comprar alimentos. Y aconteció que cuando llegamos a la posada, abrimos nuestros costales, y he aquí el dinero de cada uno estaba en la boca de su costal: nuestro dinero en su justo valor. Lo hemos traído de vuelta con nosotros. También hemos traído más dinero con nosotros para comprar alimentos. Nosotros no sabemos quién puso nuestro dinero en nuestros costales. El respondió: —Paz a vosotros; no temáis. Vuestro Dios, el Dios de vuestro padre, os puso el tesoro en vuestros costales, puesto que vuestro dinero llegó a mi poder. Luego les sacó a Simeón. Así que el hombre llevó a los hombres a la casa de José. Les dio agua, y ellos se lavaron los pies. Luego dio forraje a sus asnos. Por su parte, ellos prepararon el presente mientras José venía al mediodía, porque habían oído que iban a comer allí. Cuando José llegó a casa, ellos le llevaron el presente que habían traído personalmente a la casa y se postraron a tierra ante él. El les preguntó cómo estaban y les dijo: —Vuestro padre, el anciano que mencionasteis, ¿está bien? ¿Vive todavía? Ellos respondieron: —Tu siervo, nuestro padre, está bien. El vive todavía. Ellos se inclinaron ante él y se postraron. Y alzando sus ojos, él vio a su hermano Benjamín, hijo de su madre. Y les preguntó: —¿Es éste vuestro hermano menor de quien me habíais hablado? —Y añadió—: Dios tenga misericordia de ti, hijo mío. Entonces José se dio prisa, porque se conmovió profundamente a causa de su hermano y estuvo a punto de llorar. Entró en su habitación y lloró allí. Luego se lavó la cara, salió fuera y conteniéndose dijo: —Servid la comida. A José le sirvieron aparte. Y sirvieron por separado a ellos y a los egipcios que habían de comer allí, pues los egipcios no pueden comer con los hebreos, porque esto a los egipcios les es una abominación. Se sentaron en su presencia de esta manera: el primogénito de acuerdo con su rango hasta el más jóven de acuerdo con su edad. Y los hombres se miraban atónitos unos a otros. El tomó porciones de delante de sí para ellos, e hizo que la porción de Benjamín fuese cinco veces mayor que la de los demás. También bebieron y se alegraron con él. Después ordenó José al administrador de su casa diciendo: —Llena de alimentos los costales de estos hombres, todo lo que puedan llevar. Pon el dinero de cada uno en la boca de su costal. Pon también mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, junto con el dinero de su trigo. El hizo como le dijo José. Cuando rayó el alba, fueron despedidos los hombres con sus asnos. Cuando ellos habían salido de la ciudad y antes de que se alejaran mucho, José dijo al que estaba a cargo de su casa: —Levántate y sigue a esos hombres. Cuando los alcances, diles: "¿Por qué habéis pagado mal por bien? ¿Por qué me habéis robado la copa de plata? ¿No es ésta la copa que mi señor usa para beber y por la que suele adivinar? Habéis actuado mal al hacer esto." Cuando él los alcanzó, les repitió estas palabras; y ellos le respondieron: —¿Por qué dice mi señor tales cosas? ¡Tus siervos jamás harían tal cosa! Si el dinero que hallamos en la boca de nuestros costales te lo volvimos a traer desde la tierra de Canaán, ¿cómo, pues, íbamos a robar plata u oro de la casa de tu señor? Aquel de tus siervos en cuyo poder sea hallada la copa, que muera; y nosotros seremos esclavos de mi señor. El dijo: —Sea también ahora conforme a lo que decís: Aquel en cuyo poder se halle será mi esclavo. Los demás quedaréis libres. Entonces ellos se apresuraron a bajar a tierra cada uno su costal, y cada uno abrió su costal. El buscó, comenzando por el del mayor y terminando por el del menor, y la copa fue hallada en el costal de Benjamín. Ellos rasgaron sus vestiduras, y después de cargar cada cual su asno, volvieron a la ciudad. Judá vino con sus hermanos a la casa de José, quien aún estaba allí, y se postraron a tierra ante él. Y José les dijo: —¿Qué es esto que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo ciertamente sabe adivinar? Entonces dijo Judá: —¿Qué podemos decir a mi señor? ¿Qué hablaremos? ¿Con qué nos justificaremos? Dios ha descubierto la culpa de tus siervos. He aquí, somos esclavos de mi señor, tanto nosotros como aquel en cuyo poder fue hallada la copa. El respondió: —¡Nunca haga yo tal cosa! Aquel en cuyo poder fue hallada la copa será mi esclavo. Los demás volveos en paz a vuestro padre. Entonces Judá se acercó a él y le dijo: —¡Ay, señor mío! Permite que hable tu siervo una palabra a oídos de mi señor. No se encienda tu ira contra tu siervo, puesto que tú eres como el mismo faraón. Mi señor preguntó a sus siervos diciendo: "¿Tenéis padre o hermano?" Y nosotros respondimos a mi señor: "Tenemos un padre anciano y un muchacho pequeño que le nació en su vejez. Un hermano suyo murió. Sólo él ha quedado de su madre, y su padre lo ama." Tú dijiste a tus siervos: "Traédmelo para que lo vea." Y nosotros dijimos a mi señor: "El joven no puede dejar a su padre; porque si le deja, su padre morirá." Y dijiste a tus siervos: "Si vuestro hermano menor no viene con vosotros, no veréis más mi cara." Aconteció, pues, que cuando fuimos a tu siervo, mi padre, le contamos las palabras de mi señor. Y nuestro padre dijo: "Volved a comprarnos un poco más de alimentos." Nosotros respondimos: "No podemos ir, a menos que nuestro hermano menor vaya con nosotros. Porque no podemos ver la cara de aquel hombre si nuestro hermano menor no está con nosotros." Entonces tu siervo, mi padre, nos dijo: "Vosotros sabéis que mi mujer me dio dos hijos, y que uno de ellos partió de mi presencia y pienso que de cierto fue despedazado, pues hasta ahora no lo he vuelto a ver. Si tomáis también a éste de mi presencia y le acontece alguna desgracia, haréis descender mis canas con aflicción a la sepultura." Ahora pues, cuando llegue yo a tu siervo, mi padre, si el joven no está conmigo, como su vida está tan ligada a la de él, sucederá que cuando vea que no está con nosotros el muchacho, morirá. Así tus siervos habremos hecho descender las canas de tu siervo, nuestro padre, con dolor, a la sepultura. Como tu siervo salió por fiador del joven ante mi padre, diciendo: "Si no te lo traigo de vuelta, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre," permite ahora que tu siervo quede como esclavo de mi señor en lugar del muchacho, y que el muchacho regrese con sus hermanos. Porque, ¿cómo volveré yo a mi padre si el muchacho no está conmigo? ¡No podré, para no ver la desgracia que sobrevendrá a mi padre! José ya no podía contenerse más delante de todos los que estaban en su presencia, y gritó: —¡Que salgan todos de mi presencia! Nadie quedó con él cuando se dio a conocer a sus hermanos. Entonces se puso a llorar a gritos, y lo oyeron los egipcios. Y fue oído también en la casa del faraón. José dijo a sus hermanos: —Yo soy José. ¿Vive aún mi padre? Sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban aterrados delante de él. Entonces José dijo a sus hermanos: —Acercaos a mí, por favor. Ellos se acercaron, y él les dijo: —Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora pues, no os entristezcáis ni os pese el haberme vendido acá, porque para preservación de vida me ha enviado Dios delante de vosotros. Ya han transcurrido dos años de hambre en medio de la tierra, y todavía quedan cinco años en que no habrá ni siembra ni siega. Pero Dios me ha enviado delante de vosotros para preservaros posteridad en la tierra, y para daros vida mediante una gran liberación. Así que no me enviasteis vosotros acá, sino Dios, que me ha puesto como protector del faraón, como señor de toda su casa y como gobernador de toda la tierra de Egipto. Apresuraos, id a mi padre y decidle: "Así dice tu hijo José: ‘Dios me ha puesto como señor de todo Egipto. Ven a mí; no te detengas. Habitarás en la zona de Gosén, y estarás cerca de mí, tú, tus hijos, los hijos de tus hijos, tus rebaños, tus vacas y todo lo que tienes. Allí proveeré para ti, pues todavía faltan cinco años de hambre; para que no perezcáis de necesidad tú, tu casa y todo lo que tienes.’" He aquí que vuestros ojos y los ojos de mi hermano Benjamín ven que es mi boca la que os habla. Informad a mi padre acerca de toda mi gloria en Egipto y de todo lo que habéis visto. Apresuraos y traed a mi padre acá. Entonces se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano y lloró. También Benjamín lloró sobre su cuello. Besó a todos sus hermanos y lloró sobre ellos. Después de esto, sus hermanos hablaron con él. Se oyó la noticia en el palacio del faraón: "Los hermanos de José han venido." Esto agradó al faraón y a sus servidores, y el faraón dijo a José: —Di a tus hermanos: "Haced lo siguiente: Cargad vuestros animales y volved a la tierra de Canaán. Tomad a vuestro padre y a vuestras familias y venid a mí. Yo os daré lo mejor de la tierra de Egipto, y comeréis sus productos más preciados." Y tú dales la orden siguiente: "Haced esto: Tomad de la tierra de Egipto carretas para vuestros niños y para vuestras mujeres. Y tomad a vuestro padre y venid. No echéis de menos vuestras pertenencias, porque lo mejor de toda la tierra de Egipto será vuestro." Así lo hicieron los hijos de Israel. José les dio carretas, conforme a las órdenes del faraón, y les dio provisiones para el camino. A cada uno de ellos les dio un vestido nuevo; y a Benjamín le dio 300 piezas de plata y 5 vestidos nuevos. Para su padre envió lo siguiente: 10 asnos cargados de lo mejor de Egipto y 10 asnas cargadas de trigo, pan y otros alimentos para su padre, para el camino. Cuando despidió a sus hermanos, y ellos se iban, José les dijo: —No riñáis en el camino. Subieron de Egipto y llegaron a la tierra de Canaán, a su padre Jacob. Y le dieron la noticia diciendo: —¡José vive aún! El es el gobernador de toda la tierra de Egipto. Pero él se quedó pasmado, porque no les podía creer. Ellos le contaron todas las cosas que José les había dicho. Y al ver las carretas que José enviaba para llevarlo, el espíritu de Jacob su padre revivió. Entonces dijo Israel: —Basta. ¡José, mi hijo, vive todavía! Iré y le veré antes de que yo muera. Así partió Israel con todo lo que tenía y llegó a Beerseba, donde ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. Y Dios habló a Israel en visiones de noche y le dijo: —Jacob, Jacob. Y él respondió: —Heme aquí. Le dijo: —Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No temas descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto y ciertamente yo también te haré subir de allí. Y la mano de José cerrará tus ojos. Partió Jacob de Beerseba, y los hijos de Israel hicieron subir a su padre Jacob, a sus niños y a sus mujeres en las carretas que el faraón había enviado para llevarlo. Tomaron también sus ganados y sus posesiones que habían adquirido en la tierra de Canaán. Fueron a Egipto Jacob y toda su descendencia con él. Llevó consigo a Egipto a toda su descendencia: a sus hijos y a los hijos de sus hijos, a sus hijas y a las hijas de sus hijos. Estos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto: Jacob y sus hijos: Rubén, el primogénito de Jacob; y los hijos de Rubén: Hanoc, Falú, Hesrón y Carmi. Los hijos de Simeón: Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zojar y Saúl, hijo de la cananea. Los hijos de Leví: Gersón, Cohat y Merari. Los hijos de Judá: Er, Onán, Sela, Fares y Zéraj. (Er y Onán habían muerto en la tierra de Canaán.) Los hijos de Fares fueron Hesrón y Hamul. Los hijos de Isacar: Tola, Fúa, Jasub y Simrón. Los hijos de Zabulón: Sered, Elón y Yajleel. Estos fueron los hijos de Lea, que dio a luz a Jacob en Padan-aram, y su hija Dina. El total de las personas de sus hijos y de sus hijas era treinta y tres. Los hijos de Gad: Zifión, Hagui, Suni, Ezbón, Eri, Arodi y Areli. Los hijos de Aser: Imna, Isva, Isvi, Bería y su hermana Sera. Los hijos de Bería fueron Heber y Malquiel. Estos fueron los hijos de Zilpa, sierva que Labán dio a su hija Lea, y que dio a luz estos hijos a Jacob: dieciséis personas. Los hijos de Raquel, mujer de Jacob, fueron José y Benjamín. A José le nacieron, en la tierra de Egipto, Manasés y Efraín, que le dio a luz Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. Los hijos de Benjamín fueron: Bela, Bequer, Asbel, Gera, Naamán, Eji, Ros, Mupim, Hupim y Ard. Estos fueron los hijos de Raquel que le nacieron a Jacob: catorce personas en total. Los hijos de Dan: Husim. Los hijos de Neftalí: Yajzeel, Guni, Jezer y Silem. Estos fueron los hijos de Bilha, la que Labán dio a su hija Raquel, y dio a luz estos hijos a Jacob: siete personas en total. Todas las personas que fueron con Jacob a Egipto, sus descendientes directos, sin contar las mujeres de los hijos de Jacob, todas las personas fueron sesenta y seis. Los hijos de José que le nacieron en Egipto, fueron dos; así todos los miembros de la familia de Jacob que entraron en Egipto fueron setenta. Entonces Jacob envió a Judá delante de él a llamar a José para que viniese a encontrarle en Gosén. Mientras tanto, ellos llegaron a la tierra de Gosén. José hizo preparar su carro y fue a Gosén para recibir a Israel su padre. El se dio a conocer, y echándose sobre su cuello lloró mucho tiempo sobre su cuello. Entonces Israel dijo a José: —¡Ahora ya puedo morir, puesto que he visto tu cara, y que vives todavía! Después José dijo a sus hermanos y a la familia de su padre: —Subiré y lo haré saber al faraón. Le diré: "Mis hermanos y la familia de mi padre que estaban en la tierra de Canaán han venido a mí. Los hombres son pastores de ovejas, porque poseen ganados. Han traído sus ovejas y sus vacas y todo lo que tienen." Cuando el faraón os llame y os diga: "¿Cuál es vuestro oficio?," entonces le diréis: "Tus siervos hemos sido hombres de ganadería desde nuestra juventud hasta ahora, lo mismo nosotros que nuestros padres." Esto diréis para que habitéis en la tierra de Gosén, porque los egipcios abominan a todo pastor de ovejas. José fue y lo hizo saber al faraón diciendo: —Mi padre y mis hermanos, con sus ovejas y sus vacas y todo lo que tienen, han venido de la tierra de Canaán, y he aquí que están en la tierra de Gosén. Luego tomó a cinco de entre sus hermanos y los presentó ante el faraón. Y el faraón preguntó a sus hermanos: —¿Cuál es vuestro oficio? Ellos respondieron al faraón: —Tus siervos somos pastores de ovejas, lo mismo nosotros que nuestros padres. —Dijeron, además, al faraón—: Hemos venido para residir en esta tierra, porque no hay pasto para las ovejas de tus siervos y el hambre en la tierra de Canaán es grave. Por eso, permite que tus siervos habiten en la tierra de Gosén. Entonces el faraón habló a José diciendo: —Tu padre y tus hermanos han venido a ti; la tierra de Egipto está delante de ti. En lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y a tus hermanos; habiten en la tierra de Gosén. Y si juzgas que hay entre ellos hombres aptos, ponlos como mayorales de mi ganado. Después José trajo a su padre Jacob y se lo presentó al faraón. Jacob bendijo al faraón. Y el faraón preguntó a Jacob: —¿Cuántos años tienes? Y Jacob respondió al faraón: —Los años de mi peregrinación son 130 años. Pocos y malos son los años de mi vida, y no alcanzan al número de los años de la vida de mis padres en su peregrinación. Jacob bendijo al faraón; después salió de su presencia. Así José hizo habitar a su padre y a sus hermanos, y les dio posesión en la tierra de Egipto, en lo mejor de la tierra, en la tierra de Ramesés, como mandó el faraón. Y José proveía de alimentos a su padre, a sus hermanos y a toda la casa de su padre, según el número de los niños pequeños. Ya no había alimentos en toda la tierra; y el hambre se había agravado, por lo que desfallecía de hambre tanto la tierra de Egipto como la tierra de Canaán. Entonces José recaudó todo el dinero que se hallaba en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán, a cambio de los alimentos que le compraban, y trajo José el dinero al palacio del faraón. Y cuando se acabó el dinero en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán, todo Egipto vino a José diciendo: —Danos de comer. ¿Por qué hemos de morir en tu presencia por habérsenos terminado el dinero? José les dijo: —Dad vuestros ganados. Si se os ha terminado el dinero, yo os daré alimentos a cambio de vuestros ganados. Ellos llevaron sus ganados a José. Y José les dio alimentos a cambio de los caballos, el ganado ovejuno, el ganado vacuno y los asnos. Aquel año les proveyó alimento a cambio de todos sus ganados. Cuando se acabó aquel año, fueron a él el segundo año y le dijeron: —No necesitamos encubrir a nuestro señor que se ha acabado el dinero y que el ganado ya es de nuestro señor. Nada ha quedado delante de nuestro señor, excepto nuestros cuerpos y nuestras tierras. ¿Por qué hemos de perecer en tu presencia, tanto nosotros como nuestras tierras? Cómpranos a nosotros y nuestras tierras a cambio de alimentos, y nosotros y nuestras tierras seremos siervos del faraón. Sólo danos semillas para que sobrevivamos y no muramos, y que la tierra no quede desolada. Así compró José toda la tierra de Egipto para el faraón, porque los egipcios vendieron cada uno su tierra, ya que el hambre se había agravado sobre ellos. Así la tierra vino a ser del faraón. Y él redujo al pueblo a servidumbre, desde un extremo a otro del territorio de Egipto. Solamente no compró la tierra de los sacerdotes, porque los sacerdotes tenían ración de parte del faraón. Como ellos comían de la ración que les daba el faraón, por eso no tuvieron que vender sus tierras. Entonces José dijo al pueblo: —He aquí, hoy os he comprado, para el faraón, a vosotros y vuestras tierras. Aquí tenéis semilla; sembrad la tierra. Y sucederá que de los productos daréis la quinta parte al faraón. Las cuatro partes serán vuestras para sembrar las tierras, para vuestro sustento, para los que están en vuestras casas y para que coman vuestros niños. Ellos respondieron: —¡Nos has dado la vida! Hallemos gracia ante los ojos de nuestro señor y seremos siervos del faraón. Entonces José instituyó como ley en la tierra de Egipto, hasta el día de hoy, que la quinta parte pertenece al faraón. Solamente la tierra de los sacerdotes no llegó a ser del faraón. Habitó, pues, Israel en la tierra de Egipto, en la tierra de Gosén, y se establecieron en ella. Allí fueron fecundos y se multiplicaron mucho. Jacob vivió en la tierra de Egipto 17 años; y los días de Jacob, los años de su vida, fueron 147 años. Cuando se acercó el día de la muerte de Israel, éste llamó a su hijo José y le dijo: —Si he hallado gracia ante tus ojos, por favor, pon tu mano debajo de mi muslo y muéstrame misericordia y verdad; te ruego que no me sepultes en Egipto, sino que cuando repose con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos. José respondió: —Yo haré como tú dices. Y él dijo: —¡Júramelo! El se lo juró. Entonces Israel se postró sobre la cabecera de la cama. Sucedió que después de estas cosas se le informó a José: "He aquí, tu padre está enfermo." Entonces él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín. Y se lo comunicaron a Jacob diciendo: —He aquí que tu hijo José ha venido a ti. Entonces Israel se esforzó y se sentó sobre la cama. Y Jacob dijo a José: —El Dios Todopoderoso se me apareció en Luz, en la tierra de Canaán y me bendijo diciéndome: "He aquí, yo te haré fecundo y te multiplicaré, y haré que llegues a ser una multitud de naciones. Yo daré esta tierra como posesión perpetua a tu descendencia después de ti." Y ahora, tus dos hijos, Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto antes de que yo viniese a ti en la tierra de Egipto, serán míos; como Rubén y Simeón serán míos. Pero tus descendientes que engendres después de ellos serán tuyos, y en sus heredades serán llamados según el nombre de sus hermanos. Porque cuando yo venía de Padan-aram, se me murió Raquel en la tierra de Canaán, en el camino, a corta distancia de Efrata; y allí la sepulté en el camino de Efrata, es decir, de Belén. Entonces Israel vio a los hijos de José y preguntó: —¿Quiénes son éstos? José respondió a su padre: —Son mis hijos, que Dios me ha dado aquí. Y él dijo: —Por favor, acércamelos para que los bendiga. Los ojos de Israel estaban tan debilitados por la vejez que no podía ver. Hizo, pues, que ellos se acercaran a él; y él los besó y los abrazó. Y dijo Israel a José: —Yo no esperaba ver tu cara, ¡y he aquí que Dios me ha hecho ver también a tus hijos! Entonces José los apartó de entre sus rodillas, y se postró con su rostro a tierra. Luego tomó José a ambos: a Efraín a su derecha (a la izquierda de Israel), y a Manasés a su izquierda (a la derecha de Israel); y los acercó a él. Luego Israel extendió su mano derecha y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su izquierda la puso sobre la cabeza de Manasés, cruzando sus manos a propósito, a pesar de que el primogénito era Manasés. Y bendijo a José diciendo: —El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me pastorea desde que nací hasta el día de hoy, el Angel que me redime de todo mal, bendiga a estos jóvenes. Sean ellos llamados por mi nombre y por los nombres de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense abundantemente en medio de la tierra. Al ver José que su padre ponía su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le pareció mal, y tomó la mano de su padre para pasarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés. José dijo a su padre: —Así no, padre mío, porque éste es el primogénito. Pon tu diestra sobre su cabeza. Pero su padre rehusó y dijo: —Lo sé, hijo mío, lo sé. También él llegará a ser un pueblo y también será engrandecido. Pero su hermano menor será más grande que él, y sus descendientes llegarán a ser una multitud de naciones. Y los bendijo aquel día diciendo: —Israel bendecirá en vuestro nombre, diciendo: "Dios te haga como a Efraín y como a Manasés." Así nombró a Efraín antes que a Manasés. Luego Israel dijo a José: —He aquí yo estoy a punto de morir, pero Dios estará con vosotros y os hará volver a la tierra de vuestros padres. Yo te doy a ti una parte más que a tus hermanos, la cual yo tomé de mano del amorreo con mi espada y con mi arco. Entonces Jacob llamó a sus hijos y les dijo: "Reuníos, y os declararé lo que os ha de acontecer en los días postreros. Reuníos y escuchad, hijos de Jacob; escuchad a vuestro padre Israel: "Rubén, mi primogénito: Tú eres mi fortaleza y el principio de mi vigor; principal en dignidad y principal en poder. Porque fuiste inestable como el agua, no serás el principal. Porque subiste a la cama de tu padre, y al subir a mi lecho lo profanaste. "Simeón y Leví son hermanos; sus armas son instrumentos de violencia. No participe mi alma en su consejo, ni mi honor se adhiera a su asamblea. Porque en su furor mataron hombres, y en su desenfreno lisiaron bueyes. Maldito sea su furor, porque fue fiero, y su ira, porque fue cruel. Yo los dispersaré en Jacob, y los esparciré en Israel. "Judá, tus hermanos te alabarán. Tu mano estará sobre el cuello de tus enemigos, y los hijos de tu padre se postrarán ante ti. Eres un cachorro de león, oh Judá; vuelves de cazar, hijo mío. Se agacha y se recuesta cual león; y como leona, ¿quién lo despertará? El cetro no será quitado de Judá, ni la vara de autoridad de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y le obedecerán los pueblos. Atando a la vid su borriquillo y a la cepa la cría de su asna, lava en vino su vestidura y en sangre de uvas su manto. Sus ojos están brillantes por el vino, y sus dientes blancos por la leche. "Zabulón habitará las costas de los mares. Será puerto de navíos, y su extremo llegará hasta Sidón. "Isacar es un asno de fuertes huesos, echado entre dos alforjas. Vio que el lugar de descanso era bueno y que la tierra era placentera, e inclinó sus hombros para cargar y se sometió al tributo laboral. "Dan juzgará a su pueblo como una de las tribus de Israel. Dan será como serpiente junto al camino, como víbora junto al sendero, que muerde los cascos del caballo de modo que su jinete caiga hacia atrás. "¡Espero tu salvación, oh Jehovah! "Gad: Un batallón lo atacará; pero él les atacará por su espalda. "Aser: Sus alimentos son suculentos; él producirá manjares dignos de un rey. "Neftalí es una venada suelta que tendrá hermosos venaditos. "José es un retoño fructífero, retoño fructífero junto a un manantial; sus ramas trepan sobre el muro. Los arqueros le causaron amargura; le fueron hostiles los flecheros. Pero su arco permaneció firme, y sus brazos se hicieron ágiles, por las manos del Fuerte de Jacob; por el nombre del Pastor, la Roca de Israel; por el Dios de tu padre, el cual te ayudará; y por el Todopoderoso, quien te bendecirá: con bendiciones del cielo arriba, con bendiciones del océano que se extiende abajo; con bendiciones de los senos y de la matriz. Las bendiciones de tu padre sobrepasan a las de las montañas eternas, y a los deleites de las colinas antiguas. Sean sobre la cabeza de José, sobre la coronilla del príncipe de sus hermanos. "Benjamín es un lobo rapaz: Por la mañana come la presa, y al atardecer reparte el botín." Todos éstos llegaron a ser las doce tribus de Israel, y esto fue lo que su padre les dijo al bendecirlos; a cada uno lo bendijo con su respectiva bendición. Luego les mandó diciendo: "Yo voy a ser reunido con mi pueblo. Sepultadme con mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el heteo; en la cueva que está en el campo de Macpela, frente a Mamre, en la tierra de Canaán, la cual compró Abraham a Efrón el heteo, junto con el campo, para posesión de sepultura. Allí sepultaron a Abraham y a Sara su mujer, allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer, y allí sepulté yo a Lea. El campo y la cueva que está en él fueron adquiridos de los hijos de Het." Cuando acabó de dar instrucciones a sus hijos, recogió sus pies en la cama y expiró. Y fue reunido con sus padres. Entonces José se echó sobre la cara de su padre, lloró sobre él y lo besó. José mandó a sus servidores, los médicos, que embalsamaran a su padre, y los médicos embalsamaron a Israel. Cumplieron con él cuarenta días, tiempo que duraba el proceso de embalsamamiento, y los egipcios guardaron luto por él setenta días. Y pasados los días de su duelo, José habló a los de la casa del faraón diciendo: —Si he hallado gracia ante vuestros ojos, por favor, haced llegar a oídos del faraón lo siguiente: "Mi padre me hizo jurar diciendo: ‘He aquí, que yo voy a morir; en el sepulcro que cavé para mí en la tierra de Canaán, allí me sepultarás.’ Permite, pues, que suba yo ahora, sepulte a mi padre y regrese." El faraón le respondió: —Sube y sepulta a tu padre, como él te hizo jurar. Entonces José subió a sepultar a su padre. Y con él subieron todos los servidores del faraón, los dignatarios de su corte y todos los dignatarios de la tierra de Egipto, toda la familia de José, sus hermanos y la familia de su padre. Solamente dejaron en la tierra de Gosén a sus niños, sus ovejas y sus vacas. Subieron también con él carros y gente de a caballo, formando un numeroso cortejo. Llegaron hasta la era de Atad, que estaba al otro lado del Jordán, y allí tuvieron una lamentación grande y muy fuerte. José hizo duelo por su padre durante siete días. Al ver los habitantes de la tierra, los cananeos, el duelo en la era de Atad, dijeron: "¡Grande es este duelo de los egipcios!" Por eso fue llamado Abel-mizraim el nombre de ese lugar, que está al otro lado del Jordán. Hicieron, pues, sus hijos con él, según les había mandado Jacob. Sus hijos lo llevaron a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva del campo de Macpela, frente a Mamre, la cual, junto con el campo, Abraham había comprado a Efrón el heteo, como una propiedad para sepultura. Después que había sepultado a su padre, José volvió a Egipto junto con sus hermanos y todos los que fueron con él para sepultar a su padre. Y viendo los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron: —Quizás José nos tenga rencor y nos devuelva todo el mal que le ocasionamos. Y enviaron a decir a José: —Tu padre nos mandó antes de su muerte que te dijéramos: "Así diréis a José: ‘Por favor, perdona la maldad de tus hermanos y su pecado, porque te trataron mal.’" Por eso, te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. José lloró mientras le hablaban. Entonces lloraron también sus hermanos, y postrándose delante de él le dijeron: —Aquí nos tienes como siervos tuyos. Pero José les respondió: —No temáis. ¿Estoy yo acaso en el lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para hacer lo que vemos hoy: mantener con vida a un pueblo numeroso. Ahora pues, no tengáis miedo. Yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así les confortó y les habló al corazón. José se quedó en Egipto con la familia de su padre. José vivió 110 años, y vio José a los hijos de Efraín hasta la tercera generación. También cuando nacieron los hijos de Maquir hijo de Manasés fueron puestos sobre las rodillas de José. Luego José dijo a sus hermanos: —Yo voy a morir, pero Dios ciertamente os visitará con su favor y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró dar a Abraham, a Isaac y a Jacob. Entonces José hizo jurar a los hijos de Israel, diciendo: —Ciertamente Dios vendrá en vuestra ayuda; entonces vosotros haréis llevar de aquí mis restos. José murió a la edad de 110 años, y lo embalsamaron y lo pusieron en un ataúd en Egipto. Estos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto con Jacob, cada uno con su familia: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. Todas las personas descendientes directos de Jacob eran setenta. José ya estaba en Egipto. Murieron José y sus hermanos, y toda aquella generación. Pero los hijos de Israel fueron fecundos y se hicieron muy numerosos; se multiplicaron y llegaron a ser muy poderosos. Y la tierra estaba llena de ellos. Después se levantó un nuevo rey en Egipto que no había conocido a José, el cual dijo a su pueblo: "He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros. Procedamos astutamente con él para que no se multiplique; no suceda que, en caso de guerra, también se una a nuestros enemigos, luche contra nosotros y se vaya del país." Entonces les impusieron jefes de tributo laboral que los oprimiesen con sus cargas, y edificaron para el faraón las ciudades almacenes de Pitón y Ramesés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y se propagaban, de manera que los egipcios se alarmaron a causa de los hijos de Israel. Entonces los egipcios los hicieron trabajar con dureza, y amargaron sus vidas con el pesado trabajo de hacer barro y adobes, aparte de todo trabajo en el campo; y en todos los tipos de trabajo les trataban con dureza. También el rey de Egipto habló a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra y la otra Fúa, y les dijo: —Cuando asistáis a las mujeres hebreas a dar a luz y veáis en la silla de parto que es niño, matadlo; pero si es niña, dejadla vivir. Pero las parteras temían a Dios y no hicieron como el rey de Egipto les mandó, sino que dejaban con vida a los niños varones. Entonces el rey de Egipto hizo llamar a las parteras y les dijo: —¿Por qué habéis hecho esto de dejar con vida a los niños varones? Las parteras respondieron al faraón: —Las mujeres hebreas no son como las egipcias. Ellas son vigorosas y dan a luz antes de que llegue a ellas la partera. Dios favoreció a las parteras, y el pueblo se multiplicó y se fortaleció muchísimo. Y sucedió que, porque las parteras tuvieron temor de Dios, él también les dio a ellas su propia familia. Entonces el faraón mandó a decir a todo su pueblo: "Echad al Nilo a todo niño que nazca, pero a toda niña conservadle la vida." Cierto hombre de la tribu de Leví tomó por esposa a una mujer levita. Esta concibió y dio a luz un niño; y al ver que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. No pudiendo ocultarlo más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la recubrió con asfalto y brea. Colocó en ella al niño y lo puso entre los juncos a la orilla del Nilo. Su hermana se mantuvo a distancia para ver lo que le acontecería. Entonces la hija del faraón descendió al Nilo para bañarse. Y mientras sus doncellas se paseaban por la ribera del Nilo, ella vio la arquilla entre los juncos y envió a una sierva suya para que la tomase. Cuando la abrió, vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: —Este es un niño de los hebreos. Entonces la hermana del niño preguntó a la hija del faraón: —¿Iré a llamar una nodriza de las hebreas para que te críe al niño? La hija del faraón respondió: —Vé. Entonces la muchacha fue y llamó a la madre del niño. Y la hija del faraón le dijo: —Llévate a este niño y críamelo. Yo te lo pagaré. La mujer tomó al niño y lo crió. Cuando el niño creció, ella se lo llevó a la hija del faraón. El vino a ser para ella su hijo, y ella le puso por nombre Moisés, diciendo: "Porque de las aguas lo saqué." Aconteció cierto día, cuando Moisés había crecido, que fue a sus hermanos y les vio en sus duras tareas. Entonces vio a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. El miró a uno y otro lado, y viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. Al día siguiente salió otra vez, y he aquí que dos hebreos se estaban peleando. Entonces dijo al culpable: —¿Por qué golpeas a tu prójimo? Y él le respondió: —¿Quién te ha puesto a ti por jefe y juez sobre nosotros? ¿Acaso piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo y pensó: "Ciertamente el asunto ya es conocido." Cuando el faraón se enteró de este hecho, procuró matar a Moisés. Pero Moisés huyó de la presencia del faraón y se fue a la tierra de Madián, y se sentó junto a un pozo. El sacerdote de Madián tenía siete hijas, quienes fueron a sacar agua para llenar los abrevaderos y dar de beber a las ovejas de su padre. Pero vinieron unos pastores y las echaron. Entonces Moisés se levantó y las defendió, y dio de beber a sus ovejas. Cuando ellas volvieron a Reuel su padre, él les preguntó: —¿Por qué habéis vuelto tan pronto hoy? Ellas le respondieron: —Un hombre egipcio nos libró de mano de los pastores, y también nos sacó agua y dio de beber a las ovejas. El preguntó a sus hijas: —¿Y dónde está? ¿Por qué habéis abandonado a este hombre? Llamadlo para que coma algo. Moisés aceptó vivir con aquel hombre, y él dio su hija Séfora a Moisés. Ella dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Gersón, porque dijo: "Fui forastero en tierra extranjera." Aconteció después de muchos años que el rey de Egipto murió. Los hijos de Israel gemían a causa de la esclavitud y clamaron a Dios, y el clamor de ellos a causa de su esclavitud subió a Dios. Dios oyó el gemido de ellos y se acordó de su pacto con Abraham, con Isaac y con Jacob. Dios miró a los hijos de Israel y reconoció su condición. Apacentando Moisés las ovejas de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, guió las ovejas más allá del desierto y llegó a Horeb, el monte de Dios. Entonces se le apareció el ángel de Jehovah en una llama de fuego en medio de una zarza. El observó y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés pensó: "Iré, pues, y contemplaré esta gran visión; por qué la zarza no se consume." Cuando Jehovah vio que él se acercaba para mirar, lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: —¡Moisés, Moisés! Y él respondió: —Heme aquí. Dios le dijo: —No te acerques aquí. Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás tierra santa es. Yo soy el Dios de tus padres: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su cara, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Y le dijo Jehovah: —Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus sufrimientos. Yo he descendido para librarlos de la mano de los egipcios y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y amplia, una tierra que fluye leche y miel, al lugar de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Y ahora, he aquí que el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí; también he visto la opresión con que los oprimen los egipcios. Pero ahora, vé, pues yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel. Entonces Moisés dijo a Dios: —¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel? El respondió: —Ciertamente yo estaré contigo. Esto te servirá como señal de que yo te he enviado: Cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios en este monte. Moisés dijo a Dios: —Supongamos que yo voy a los hijos de Israel y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros." Si ellos me preguntan: "¿Cuál es su nombre?," ¿qué les responderé? Dios dijo a Moisés: —YO SOY EL QUE SOY. —Y añadió—: Así dirás a los hijos de Israel: "YO SOY me ha enviado a vosotros." —Dios dijo además a Moisés—: Así dirás a los hijos de Israel: "JEHOVAH, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros." Este es mi nombre para siempre; éste será el nombre con que seré recordado de generación en generación. Vé, reúne a los ancianos de Israel y diles: "Jehovah, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me dijo: ‘De cierto yo os he visitado y he visto lo que se os ha hecho en Egipto. Y he dicho que yo os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos; a una tierra que fluye leche y miel.’" Ellos escucharán tu voz, y tú irás con los ancianos de Israel al rey de Egipto, y le diréis: "Jehovah, el Dios de los hebreos, ha venido a nuestro encuentro. Ahora permite que vayamos al desierto, a tres días de camino, para ofrecer sacrificios a Jehovah nuestro Dios." Yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sin que una poderosa mano lo obligue. Pero yo extenderé mi mano y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y después de esto os dejará ir. También daré a este pueblo gracia ante los ojos de los egipcios, de modo que cuando salgáis no os vayáis con las manos vacías. Cada mujer pedirá a su vecina y a la que habita en su casa, objetos de plata, objetos de oro y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos e hijas. Así despojaréis a los egipcios. Entonces respondió Moisés y dijo: —¿Y si ellos no me creen ni escuchan mi voz, sino que dicen: "No se te ha aparecido Jehovah"? Jehovah le preguntó: —¿Qué es eso que tienes en tu mano? El respondió: —Una vara. Y él le dijo: —Tírala al suelo. El la tiró al suelo, y se convirtió en una serpiente. Y Moisés huía de ella. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Extiende tu mano y agárrala por la cola. El extendió su mano y la agarró, y volvió a ser vara en su mano. —Esto es para que crean que se te ha aparecido Jehovah, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. —Jehovah también le dijo—: Mete tu mano en tu seno. El metió su mano en su seno, y al sacarla, he aquí que su mano estaba leprosa, blanca como la nieve. Entonces le dijo: —Vuelve a meter tu mano en tu seno. El volvió a meter su mano en su seno; y al volver a sacarla de su seno, he aquí que volvió a ser como el resto de su carne. —Y sucederá que si no te creen ni te escuchan a la primera señal, te creerán a la segunda señal. Y sucederá que si no te creen a estas dos señales ni escuchan tu voz, tomarás agua del Nilo y la derramarás en tierra seca. El agua que tomarás del Nilo se convertirá en sangre sobre la tierra seca. Entonces Moisés dijo a Jehovah: —Oh Señor, yo jamás he sido hombre de palabras, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo. Porque yo soy tardo de boca y de lengua. Jehovah le respondió: —¿Quién ha dado la boca al hombre? ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que ve con claridad y al que no puede ver? ¿No soy yo, Jehovah? Ahora pues, vé; y yo estaré con tu boca y te enseñaré lo que has de decir. Y él dijo: —¡Oh Señor; por favor, envía a otra persona! Entonces el furor de Jehovah se encendió contra Moisés, y le dijo: —¿No conozco yo a tu hermano Aarón el levita? Yo sé que él habla bien. He aquí que él viene a tu encuentro; y al verte, se alegrará en su corazón. Tú le hablarás y pondrás en su boca las palabras. Yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que habéis de hacer. El hablará por ti al pueblo y será para ti como boca, y tú serás para él como Dios. Lleva en tu mano esta vara, con la cual harás las señales. Entonces Moisés se fue y volvió a donde estaba su suegro Jetro y le dijo: —Permite que yo vaya y vuelva a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún están vivos. Y Jetro dijo a Moisés: —Vé en paz. Jehovah dijo también a Moisés en Madián: —Vé, vuélvete a Egipto, porque han muerto todos los que procuraban matarte. Entonces Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los puso sobre un asno y regresó a la tierra de Egipto. Moisés tomó también en su mano la vara de Dios. Y Jehovah dijo a Moisés: —Cuando estés de regreso en Egipto, haz en presencia del faraón todas las señales que he puesto en tu mano. Sin embargo, yo endureceré su corazón, y él no dejará ir al pueblo. Entonces dirás al faraón: "Así ha dicho Jehovah: ‘Israel es mi hijo, mi primogénito. Yo te digo que dejes ir a mi hijo para que me sirva. Si rehúsas dejarlo ir, he aquí que yo mataré a tu hijo, a tu primogénito.’" Aconteció en el camino, en una posada, que Jehovah le salió al encuentro y procuró matarlo. Entonces Séfora tomó un pedernal afilado, cortó el prepucio de su hijo y tocó con él los pies de Moisés, diciendo: —¡De veras, tú eres para mí un esposo de sangre! Entonces le dejó. Ella había dicho "esposo de sangre" a causa de la circuncisión. Entonces Jehovah dijo a Aarón: —Vé al desierto, al encuentro de Moisés. El fue y lo encontró en el monte de Dios, y lo besó. Entonces Moisés refirió a Aarón todas las palabras que Jehovah le enviaba a decir y todas las señales que le mandaba hacer. Moisés y Aarón fueron, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel. Aarón relató todas las cosas que Jehovah había dicho a Moisés, y éste hizo las señales ante los ojos del pueblo. El pueblo creyó; y al oír que Jehovah había visitado a los hijos de Israel y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron. Después Moisés y Aarón fueron al faraón y le dijeron: —Jehovah, el Dios de Israel, dice así: "Deja ir a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto." Pero el faraón respondió: —¿Quién es Jehovah para que yo escuche su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehovah, ni tampoco dejaré ir a Israel. Ellos le dijeron: —El Dios de los hebreos ha venido a nuestro encuentro. Permite que vayamos al desierto, a tres días de camino, para ofrecer sacrificios a Jehovah nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o con espada. Entonces el rey de Egipto les dijo: —¡Moisés y Aarón! ¿Por qué distraéis al pueblo de sus labores? ¡Volved a vuestras tareas! —Dijo también el faraón—: Ciertamente el pueblo de la tierra es ahora numeroso; no obstante, vosotros les habéis hecho suspender sus labores. Aquel mismo día el faraón mandó decir a los capataces del pueblo y a sus vigilantes: —Ya no daréis paja al pueblo para hacer los adobes, como hacíais antes. ¡Que vayan ellos y recojan por sí mismos la paja! Sin embargo, les impondréis la misma cantidad de adobes que hacían antes. No les disminuiréis nada, porque están ociosos. Por eso gritan diciendo: "Vayamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios." Hágase más pesado el trabajo de los hombres, para que se ocupen en él y no presten atención a palabras mentirosas. Los capataces del pueblo y sus vigilantes salieron y hablaron al pueblo diciendo: —Así ha dicho el faraón: "Yo no os daré paja. Id y recoged por vosotros mismos la paja donde la halléis, pero en nada se disminuirá vuestra tarea." Entonces el pueblo se dispersó por toda la tierra de Egipto para recoger rastrojo en lugar de paja. Y los capataces los apremiaban diciendo: —Terminad vuestra tarea, lo de cada día en su día, como cuando se os daba paja. Y azotaron a los vigilantes de los hijos de Israel que habían sido puestos por los capataces del faraón, y les dijeron: —¿Por qué no habéis completado vuestra cantidad de adobes ni ayer ni hoy, como antes? Los vigilantes de los hijos de Israel fueron al faraón y se quejaron ante él diciendo: —¿Por qué procedes así con tus siervos? No se da paja a tus siervos, y con todo nos dicen: "¡Haced adobes!" He aquí, tus siervos son azotados, cuando la culpa es de tu propio pueblo. El respondió: —¡Estáis ociosos! ¡Sí, ociosos! Por eso decís: "Vayamos y ofrezcamos sacrificios a Jehovah." Id, pues, ahora y trabajad. No se os dará paja, pero habréis de entregar la misma cantidad de adobes. Entonces los vigilantes de los hijos de Israel se vieron en aflicción, cuando les dijeron: "No se disminuirá en nada vuestra cantidad diaria de adobes." Cuando ellos salían del palacio del faraón, se encontraron con Moisés y Aarón, que estaban esperándolos, y les dijeron: —Jehovah os mire y os juzgue, pues nos habéis hecho odiosos ante los ojos del faraón y los de sus servidores, poniendo en sus manos la espada para que nos maten. Entonces Moisés se volvió a Jehovah y le dijo: —Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? Porque desde que fui al faraón para hablarle en tu nombre, él ha maltratado a este pueblo, y tú no has librado a tu pueblo. Jehovah respondió a Moisés: —Ahora verás lo que yo haré al faraón, porque sólo a causa de una poderosa mano los dejará ir. A causa de una poderosa mano los ha de echar de su tierra. —Además, Dios dijo a Moisés—: Yo soy Jehovah. Yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Todopoderoso; pero con mi nombre Jehovah no me di a conocer a ellos. Yo también establecí mi pacto con ellos, prometiendo darles la tierra de Canaán, la tierra en la cual peregrinaron y habitaron como forasteros. Asimismo, yo he escuchado el gemido de los hijos de Israel, a quienes los egipcios esclavizan, y me he acordado de mi pacto. Por tanto, di a los hijos de Israel: "Yo soy Jehovah. Yo os libraré de las cargas de Egipto y os libertaré de su esclavitud. Os redimiré con brazo extendido y con grandes actos justicieros. Os tomaré como pueblo mío, y yo seré vuestro Dios. Vosotros sabréis que yo soy Jehovah vuestro Dios, que os libra de las cargas de Egipto. Yo os llevaré a la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob. Yo os la daré en posesión. Yo Jehovah." De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel, pero ellos no escucharon a Moisés, a causa del decaimiento de ánimo y de la dura esclavitud. Entonces Jehovah habló a Moisés diciendo: —Vé al faraón rey de Egipto y dile que deje ir de su tierra a los hijos de Israel. Y Moisés respondió a Jehovah diciendo: —Si los hijos de Israel no me escuchan, ¿cómo, pues, me escuchará el faraón, siendo yo falto de elocuencia? Entonces Jehovah habló a Moisés y a Aarón, y les dio mandamiento para los hijos de Israel y para el faraón rey de Egipto, a fin de sacar a los hijos de Israel de la tierra de Egipto. Estos son los jefes de sus casas paternas: Los hijos de Rubén, primogénito de Israel, fueron: Hanoc, Falú, Hesrón y Carmi. Estos son los clanes de Rubén. Los hijos de Simeón fueron: Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zojar y Saúl, hijo de la cananea. Estos son los clanes de Simeón. Estos son los nombres de los hijos de Leví, según sus generaciones: Gersón, Cohat y Merari. Los años de la vida de Leví fueron 137. Los hijos de Gersón fueron Libni y Simei, según sus clanes. Los hijos de Cohat fueron: Amram, Izjar, Hebrón y Uziel. Los años de la vida de Cohat fueron 133. Los hijos de Merari fueron Majli y Musi. Estos son los clanes de Leví, según sus generaciones. Amram tomó por mujer a Jocabed su tía, quien le dio a luz a Aarón y a Moisés. Los años de la vida de Amram fueron 137. Los hijos de Izjar fueron: Coré, Néfeg y Zicri. Los hijos de Uziel fueron: Misael, Elzafán y Sitri. Aarón tomó por mujer a Elisabet hija de Aminadab, hermana de Najsón, quien le dio a luz a Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar. Los hijos de Coré fueron: Asir, Elcana y Abiasaf. Estos son los clanes de los coreítas. Eleazar hijo de Aarón tomó por mujer a una de las hijas de Putiel, la cual le dio a luz a Fineas. Estos son los jefes de las casas paternas de los levitas, según sus clanes. Estos son aquel Aarón y aquel Moisés, a quienes Jehovah dijo: "Sacad a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, según sus ejércitos." Ellos son los que hablaron al faraón rey de Egipto para sacar de Egipto a los hijos de Israel. Estos fueron Moisés y Aarón. Sucedió esto el día en que Jehovah habló a Moisés en la tierra de Egipto. Jehovah habló a Moisés diciendo: —Yo soy Jehovah. Di al faraón, rey de Egipto, todas las cosas que yo te diga a ti. Moisés respondió a Jehovah: —He aquí que yo soy un hombre falto de elocuencia; ¿cómo, pues, me escuchará el faraón? Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Mira, yo te he puesto como dios para el faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tú dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará al faraón para que deje ir de su tierra a los hijos de Israel. Yo endureceré el corazón del faraón y multiplicaré mis señales y mis prodigios en la tierra de Egipto. El faraón no os escuchará. Pero yo pondré mi mano sobre Egipto y sacaré a mis ejércitos, mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto con grandes actos justicieros. Así sabrán los egipcios que yo soy Jehovah, cuando extienda mi mano sobre Egipto y saque a los hijos de Israel de en medio de ellos. Moisés y Aarón hicieron como Jehovah les mandó; así lo hicieron. Moisés tenía 80 años y Aarón 83 años, cuando hablaron al faraón. Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: —Cuando el faraón os responda y diga: "Mostrad señales," tú dirás a Aarón: "Toma tu vara y arrójala delante del faraón, y ella se transformará en una serpiente." Fueron, pues, Moisés y Aarón al faraón, e hicieron como Jehovah les había mandado: Aarón echó su vara delante del faraón y de sus servidores, y se convirtió en una serpiente. El faraón también llamó a los sabios y a los hechiceros, y también ellos, los magos de Egipto, hicieron lo mismo con sus encantamientos. Cada uno echó su vara, las cuales se convirtieron en serpientes; pero la vara de Aarón se tragó las varas de ellos. Y el corazón del faraón se endureció, y no los escuchó, tal como Jehovah había dicho. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —El corazón del faraón se ha endurecido, y rehúsa dejar ir al pueblo. Vé por la mañana al faraón, cuando él salga al río. Ponte frente a él a la orilla del Nilo. Toma en tu mano la vara que se transformó en serpiente, y dile: "Jehovah, el Dios de los hebreos, me ha enviado a ti para decirte: ‘Deja ir a mi pueblo para que me sirva en el desierto.’ Pero he aquí que hasta ahora no has querido escuchar. Así ha dicho Jehovah: ‘En esto conocerás que yo soy Jehovah’; he aquí, con la vara que tengo en mi mano golpearé las aguas del Nilo, y éstas se convertirán en sangre. Los peces que hay en el Nilo morirán. El Nilo apestará, y los egipcios tendrán asco de beber agua del Nilo." Jehovah dijo también a Moisés: —Di a Aarón: "Toma tu vara y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus canales, sobre sus estanques y sobre todos sus depósitos de agua; y ellas se convertirán en sangre." Habrá sangre en toda la tierra de Egipto, hasta en los baldes de madera y en las vasijas de piedra. Moisés y Aarón hicieron como les mandó Jehovah. Alzó la vara y golpeó las aguas del Nilo en presencia del faraón y de sus servidores, y todas las aguas del Nilo se convirtieron en sangre. Los peces que había en el Nilo murieron. Y el Nilo apestaba, de modo que los egipcios no podían beber de él. Hubo sangre en toda la tierra de Egipto. Pero los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos. Y el corazón del faraón se endureció, y no los escuchó, tal como Jehovah lo había dicho. Después se volvió el faraón y entró en su casa, y no quiso prestar más atención al asunto. Y todos los egipcios hicieron pozos alrededor del Nilo para beber, porque no podían beber las aguas del Nilo. Pasaron siete días después que Jehovah golpeó el Nilo. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Vé al faraón y dile que Jehovah ha dicho así: "Deja ir a mi pueblo para que me sirva. Y si rehúsas dejarlo ir, he aquí yo castigaré todo tu territorio con una plaga de ranas. El Nilo se llenará de ranas, las cuales subirán y entrarán en tu casa y en tu dormitorio, y sobre tu cama. Entrarán en las casas de tus servidores y de tu pueblo. Entrarán en tus hornos y en tus artesas de amasar. Las ranas subirán sobre ti, sobre tu pueblo y sobre todos tus servidores." —Jehovah dijo también a Moisés—: Di a Aarón: "Extiende tu mano con tu vara sobre los ríos, sobre los canales y sobre los estanques; y haz subir ranas sobre la tierra de Egipto." Entonces Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y subieron ranas que cubrieron la tierra de Egipto. Pero los magos hicieron lo mismo con sus encantamientos, e hicieron subir ranas sobre la tierra de Egipto. Entonces el faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: —Rogad a Jehovah para que quite las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré ir al pueblo para que ofrezca sacrificios a Jehovah. Y Moisés dijo al faraón: —Dígnate indicarme cuándo he de rogar por ti, por tus servidores y por tu pueblo, para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas, y solamente queden en el Nilo. Y él dijo: —Mañana. Y Moisés respondió: —Se hará conforme a tu palabra, para que conozcas que no hay otro como Jehovah nuestro Dios. Las ranas se irán de ti, de tus casas, de tus servidores y de tu pueblo, y solamente quedarán en el Nilo. Entonces salieron Moisés y Aarón de la presencia del faraón. Y Moisés clamó a Jehovah por el asunto de las ranas que había mandado sobre el faraón. Jehovah hizo conforme a la palabra de Moisés. Murieron las ranas de las casas, de los patios y de los campos. Las juntaron en muchos montones, y la tierra apestaba. Pero viendo el faraón que le habían dado alivio, endureció su corazón y no los escuchó, tal como Jehovah lo había dicho. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Di a Aarón: "Extiende tu vara y golpea el polvo de la tierra para que se convierta en piojos en toda la tierra de Egipto." Ellos lo hicieron así. Aarón extendió su mano con su vara y golpeó el polvo de la tierra, el cual se convirtió en piojos, tanto sobre los hombres como sobre los animales. Todo el polvo de la tierra se convirtió en piojos, en toda la tierra de Egipto. Los magos también intentaron hacer piojos con sus encantamientos, pero no pudieron. Había piojos tanto en los hombres como en los animales. Entonces los magos dijeron al faraón: —¡Esto es el dedo de Dios! Pero el corazón del faraón se endureció, y no los escuchó, tal como Jehovah lo había dicho. Jehovah dijo a Moisés: —Levántate muy de mañana, preséntate ante el faraón cuando él salga al río y dile que Jehovah ha dicho así: "Deja ir a mi pueblo para que me sirva. Porque si no dejas ir a mi pueblo, he aquí yo enviaré una nube de moscas sobre ti y sobre tus servidores, sobre tu pueblo y dentro de tus casas. Y las casas de los egipcios se llenarán de moscas, y asimismo la tierra donde ellos estén. Pero el mismo día yo excluiré la tierra de Gosén, donde habita mi pueblo, para que no vaya allí la nube de moscas, a fin de que sepas que yo, Jehovah, estoy en medio de la tierra. Yo haré distinción entre mi pueblo y el tuyo. Mañana tendrá lugar esta señal." Jehovah lo hizo así: Vino una densa nube de moscas sobre la casa del faraón, sobre las casas de sus servidores, y sobre toda la tierra de Egipto. La tierra quedó devastada a causa de ellas. Entonces el faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: —Id, ofreced sacrificios a vuestro Dios, dentro del país. Moisés respondió: —No conviene que lo hagamos así, porque ofreceríamos como sacrificio a Jehovah lo que es una abominación a los egipcios. Si sacrificáramos en presencia de los egipcios lo que para ellos es una abominación, ¿no nos apedrearían? Iremos a tres días de camino por el desierto y ofreceremos sacrificios a Jehovah, según él nos diga. El faraón dijo: —Yo os dejaré ir para que ofrezcáis sacrificios a Jehovah vuestro Dios en el desierto, con tal que no os vayáis demasiado lejos. Rogad por mí. Respondió Moisés: —He aquí, al salir yo de tu presencia, rogaré a Jehovah, y él hará que mañana la nube de moscas se aparte del faraón, de sus servidores y de su pueblo, con tal que el faraón no se vuelva a burlar, no dejando ir al pueblo para ofrecer sacrificios a Jehovah. Entonces Moisés salió de la presencia del faraón y oró a Jehovah. Y Jehovah hizo conforme a la palabra de Moisés y apartó del faraón, de sus servidores y de su pueblo la nube de moscas, sin que quedara una sola. Pero el faraón endureció también esta vez su corazón, y no dejó ir al pueblo. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Vé al faraón y dile que Jehovah, el Dios de los hebreos, ha dicho así: "Deja ir a mi pueblo para que me sirva. Porque si rehúsas dejarlos ir y los sigues deteniendo, he aquí la mano de Jehovah traerá una terrible peste sobre tu ganado que está en el campo: caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas. Pero Jehovah hará distinción entre el ganado de Israel y el de Egipto, de modo que no muera nada de todo lo que pertenece a los hijos de Israel." —Jehovah fijó un plazo diciendo—: Mañana Jehovah hará esto en el país. Al día siguiente Jehovah hizo esto, y murió todo el ganado de Egipto. Pero del ganado de los hijos de Israel no murió ni un solo animal. El faraón envió observadores, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto ni un solo animal. Pero el corazón del faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo. Jehovah dijo a Moisés y a Aarón: —Tomad puñados de hollín de un horno, y que Moisés lo esparza hacia el cielo, en presencia del faraón. Este se convertirá en polvo sobre toda la tierra de Egipto, y ocasionará sarpullido que producirá úlceras, tanto en los hombres como en los animales, en toda la tierra de Egipto. Tomaron, pues, el hollín del horno y se pusieron de pie delante del faraón. Moisés lo esparció hacia el cielo, y éste se convirtió en sarpullido que producía úlceras, tanto en los hombres como en los animales. Y los magos no podían estar en presencia de Moisés por causa de las úlceras, porque los magos tenían úlceras, como todos los egipcios. Pero Jehovah endureció el corazón del faraón. Y éste no los escuchó, tal como Jehovah lo había dicho a Moisés. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Levántate muy de mañana, preséntate delante del faraón y dile que Jehovah, el Dios de los hebreos, dice así: "Deja ir a mi pueblo para que me sirva. Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas sobre ti, sobre tus servidores y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda la tierra. Porque hasta ahora yo podría haber extendido mi mano para herirte a ti y a tu pueblo con una plaga tal que ya habrías sido eliminado de la tierra. Pero por esto mismo te he dejado con vida, para mostrarte mi poder y para dar a conocer mi nombre en toda la tierra. ¿Todavía te insolentas contra mi pueblo para no dejarlos ir? He aquí, mañana a estas horas yo haré caer granizo tan pesado, como nunca lo hubo en Egipto desde el día en que fue fundado, hasta ahora. Ordena, pues, que recojan tu ganado y todo lo que tienes en el campo, en un lugar seguro; porque el granizo caerá sobre todo hombre o animal que se halle en el campo y que no haya sido recogido en casa, y morirá." De los servidores del faraón, el que temió la palabra de Jehovah hizo que sus criados y su ganado huyeran a casa. Pero los que no tomaron en serio la palabra de Jehovah dejaron a sus criados y sus ganados en el campo. Jehovah dijo a Moisés: —Extiende tu mano hacia el cielo para que caiga granizo sobre toda la tierra de Egipto, sobre los hombres, sobre los animales y sobre toda la hierba del campo en la tierra de Egipto. Moisés extendió su vara hacia el cielo, y Jehovah envió truenos y granizo. El fuego se descargó sobre la tierra, y Jehovah hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto. Hubo, pues, granizo y fuego centelleante mezclado con el granizo, y era tan pesado que nunca lo hubo como aquél en toda la tierra de Egipto desde que comenzó a ser nación. El granizo destruyó en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, tanto los hombres como los animales. El granizo también arruinó toda la hierba del campo y destrozó todos los árboles del campo. Sólo en la tierra de Gosén, donde habitaban los hijos de Israel, no cayó granizo. Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: —He pecado esta vez. Jehovah es el justo; yo y mi pueblo somos los culpables. Rogad a Jehovah para que cesen los truenos de Dios y el granizo, y yo os dejaré ir, y vosotros no os detendréis más. Moisés le respondió: —Al salir yo de la ciudad, extenderé mis manos a Jehovah, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo, para que sepas que la tierra es de Jehovah. Pero yo sé que ni tú ni tus servidores teméis todavía la presencia de Jehovah Dios. El lino y la cebada fueron destruidos, porque la cebada estaba en espiga y el lino en flor. Pero el trigo y el centeno no fueron destruidos, pues eran tardíos. Después de haber salido de la presencia del faraón y de la ciudad, Moisés extendió sus manos a Jehovah, y cesaron los truenos y el granizo; y no cayó más lluvia sobre la tierra. Entonces, al ver que habían cesado la lluvia, el granizo y los truenos, el faraón volvió a pecar. Tanto él como sus servidores endurecieron su corazón. El corazón del faraón se endureció, y no dejó ir a los hijos de Israel, tal como Jehovah lo había dicho por medio de Moisés. Jehovah dijo a Moisés: —Vé al faraón, porque yo he endurecido su corazón y el corazón de sus servidores para manifestar entre ellos estas señales mías, y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, las señales que yo hice en medio de ellos, para que sepáis que yo soy Jehovah. Entonces Moisés y Aarón fueron al faraón y le dijeron: —Jehovah, el Dios de los hebreos, ha dicho así: "¿Hasta cuándo rehusarás humillarte ante mí? Deja ir a mi pueblo para que me sirva. Si rehúsas dejarlo ir, he aquí mañana yo traeré la langosta a tu territorio; y cubrirá la superficie de la tierra, de modo que ésta no pueda verse. Devorará el resto de lo que ha escapado, lo que os ha quedado del granizo. Devorará también todos los árboles que crecen en el campo. Y llenará tus casas, las casas de tus servidores y las casas de todos los egipcios, como nunca vieron tus padres ni tus abuelos desde que existieron sobre la tierra, hasta el día de hoy." Moisés dio media vuelta y salió de la presencia del faraón. Entonces los servidores del faraón le dijeron: —¿Hasta cuándo ha de sernos éste una trampa? Deja ir a esos hombres para que sirvan a Jehovah su Dios. ¿Todavía no te das cuenta de que Egipto está destruido? Moisés y Aarón volvieron a ser traídos ante el faraón, quien les dijo: —Id y servid a Jehovah vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir? Moisés respondió: —Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros ancianos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; hemos de ir con nuestras ovejas y con nuestras vacas, porque tendremos una fiesta de Jehovah. Y él les dijo: —¡Sea Jehovah con vosotros, si yo os dejo ir a vosotros y a vuestros niños! ¡Ved cómo vuestras malas intenciones están a la vista! ¡No será así! Id vosotros los varones y servid a Jehovah, pues esto es lo que vosotros habéis pedido. Y los echaron de la presencia del faraón. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto, para que la langosta suba sobre la tierra de Egipto. Ella devorará toda la hierba de la tierra y todo lo que ha dejado el granizo. Moisés extendió su vara sobre la tierra de Egipto, y Jehovah trajo un viento del oriente sobre el país, todo aquel día y toda aquella noche. Al amanecer, el viento del oriente trajo la langosta. Esta subió sobre toda la tierra de Egipto y se posó muy densamente en todos los rincones del país. Nunca antes hubo tal plaga de langosta, ni la habrá después. Cubrieron la superficie de toda la tierra, de modo que la tierra se oscureció. Devoraron toda la hierba de la tierra y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo. En toda la tierra de Egipto no quedó nada verde, ni en los árboles, ni en la hierba del campo. Entonces el faraón hizo llamar apresuradamente a Moisés y a Aarón, y les dijo: —He pecado contra Jehovah vuestro Dios y contra vosotros. Pero perdonad, por favor, mi pecado sólo una vez más y rogad a Jehovah vuestro Dios para que él aparte de mí solamente esta mortandad. Moisés salió de la presencia del faraón y oró a Jehovah. Jehovah hizo soplar un fortísimo viento del occidente que llevó la langosta y la arrojó al mar Rojo. Ni una sola langosta quedó en todo el territorio de Egipto. Pero Jehovah endureció el corazón del faraón, y éste no dejó ir a los hijos de Israel. Jehovah dijo a Moisés: —Extiende tu mano hacia el cielo para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tinieblas que hasta puedan ser palpadas. Moisés extendió su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas por toda la tierra de Egipto, durante tres días. No se podían ver unos a otros, ni nadie se movió de su lugar durante tres días. Pero todos los hijos de Israel tenían luz en sus moradas. Luego el faraón hizo llamar a Moisés y le dijo: —Id y servid a Jehovah. Vayan también vuestros niños con vosotros. Solamente que sean dejadas vuestras ovejas y vuestras vacas. Moisés respondió: —Entonces tú nos tendrás que dar animales para sacrificar y ofrecer en holocausto a Jehovah nuestro Dios. ¡También nuestro ganado irá con nosotros! No quedará ni una pezuña de ellos, porque de ellos hemos de tomar para servir a Jehovah nuestro Dios. No sabemos con qué hemos de servir a Jehovah, hasta que lleguemos allá. Pero Jehovah endureció el corazón del faraón, y no quiso dejarlos ir. Y el faraón dijo a Moisés: —¡Retírate de mi presencia! ¡Guárdate de volver a ver mi cara; porque el día en que veas mi cara, morirás! Y Moisés respondió: —Bien has dicho. ¡Jamás volveré a ver tu cara! Jehovah dijo a Moisés: —Traeré una sola plaga más sobre el faraón y sobre Egipto. Después de esto, él os dejará ir de aquí. Cuando os deje ir, él os echará de aquí por completo. Habla, pues, al pueblo para que cada hombre pida a su vecino, y cada mujer a su vecina, objetos de plata y de oro. Jehovah dio gracia al pueblo ante los ojos de los egipcios. El mismo Moisés era considerado como un gran hombre en la tierra de Egipto, tanto a los ojos de los servidores del faraón, como a los ojos del pueblo. Entonces dijo Moisés: —Así ha dicho Jehovah: "Como a la media noche yo pasaré por en medio de Egipto. Y todo primogénito en la tierra de Egipto morirá, desde el primogénito del faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la sierva que está detrás del molino, y todo primerizo del ganado. Habrá un gran clamor en toda la tierra de Egipto, como nunca lo hubo ni lo habrá. Pero entre todos los hijos de Israel, ni un perro les ladrará, ni a los hombres ni a los animales, para que sepáis que Jehovah hace distinción entre los egipcios y los israelitas." Entonces vendrán a mí todos estos tus servidores, y postrados delante de mí dirán: "Sal tú, y todo el pueblo que te sigue." Y después de esto, yo saldré. Salió muy enojado de la presencia del faraón. Y Jehovah dijo a Moisés: —Faraón no os escuchará, para que mis maravillas se multipliquen en la tierra de Egipto. Moisés y Aarón hicieron todos estos prodigios delante del faraón. Pero Jehovah endureció el corazón del faraón, y éste no dejó ir de su tierra a los hijos de Israel. Jehovah habló a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: —Este mes os será el principio de los meses; será para vosotros el primero de los meses del año. Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo que el 10 de este mes cada uno tome para sí un cordero en cada casa paterna, un cordero por familia. Si la familia es demasiado pequeña como para comer el cordero, entonces lo compartirán él y su vecino de la casa inmediata, de acuerdo con el número de las personas. Según la cantidad que ha de comer cada uno, repartiréis el cordero. El cordero será sin defecto, macho de un año; tomaréis un cordero o un cabrito. Lo habréis de guardar hasta el día 14 de este mes, cuando lo degollará toda la congregación del pueblo de Israel al atardecer. Tomarán parte de la sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las puertas de las casas en donde lo han de comer. Aquella misma noche comerán la carne, asada al fuego. La comerán con panes sin levadura y con hierbas amargas. No comeréis del cordero nada crudo, ni cocido en agua; sino asado al fuego, con su cabeza, sus piernas y sus entrañas. Nada dejaréis de él hasta la mañana. Lo que quede hasta la mañana habréis de quemarlo en el fuego. Así lo habréis de comer: con vuestros cintos ceñidos, puestas las sandalias en vuestros pies y con vuestro bastón en la mano. Lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehovah. La misma noche yo pasaré por la tierra de Egipto y heriré de muerte a todo primogénito en la tierra de Egipto, tanto de los hombres como del ganado. Así ejecutaré actos justicieros contra todos los dioses de Egipto. Yo, Jehovah. La sangre os servirá de señal en las casas donde estéis. Yo veré la sangre y en cuanto a vosotros pasaré de largo y cuando castigue la tierra de Egipto, no habrá en vosotros ninguna plaga para destruiros. Habréis de conmemorar este día. Lo habréis de celebrar como fiesta a Jehovah a través de vuestras generaciones. Lo celebraréis como estatuto perpetuo. Siete días comeréis panes sin levadura. El primer día quitaréis de vuestras casas la levadura, porque cualquiera que coma algo con levadura desde el primer día hasta el séptimo, esa persona será excluida de Israel. El primer día habrá asamblea sagrada. También en el séptimo día habrá asamblea sagrada. Ningún trabajo haréis en ellos, excepto la preparación de lo que cada uno haya de comer. Sólo eso podréis hacer. Guardaréis la fiesta de los panes sin levadura, porque en este mismo día habré sacado vuestros ejércitos de la tierra de Egipto. Por tanto, guardaréis este día como estatuto perpetuo a través de vuestras generaciones. Comeréis los panes sin levadura en el mes primero, desde el día 14 del mes al atardecer, hasta el día Durante siete días no se hallará en vuestras casas nada que tenga levadura. Cualquiera que coma algo con levadura, sea forastero o natural de la tierra, esa persona será excluida de la congregación de Israel. No comeréis ninguna cosa con levadura. En todo lugar donde habitéis comeréis panes sin levadura. Moisés convocó a todos los ancianos de Israel y les dijo: —Sacad y tomad del rebaño para vuestras familias, y sacrificad el cordero pascual. Tomad luego un manojo de hisopo y empapadlo en la sangre que está en la vasija, y untad el dintel y los postes de la puerta con la parte de la sangre que está en la vasija. Ninguno de vosotros salga de la puerta de su casa hasta la mañana. Porque Jehovah pasará matando a los egipcios, y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará de largo aquella puerta y no dejará entrar en vuestras casas al destructor para matar. Guardaréis estas palabras como ley para vosotros y para vuestros hijos, para siempre. Cuando hayáis entrado en la tierra que Jehovah os dará, como lo prometió, guardaréis este rito. Y cuando os pregunten vuestros hijos: "¿Qué significa este rito para vosotros?," vosotros les responderéis: "Este es el sacrificio de la Pascua de Jehovah, quien pasó de largo las casas de los hijos de Israel cuando mató a los egipcios y libró nuestras casas." Entonces el pueblo se inclinó y adoró. Los hijos de Israel fueron y lo hicieron; como Jehovah había mandado a Moisés y a Aarón, así lo hicieron. Aconteció que a la medianoche Jehovah mató a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito del faraón que se sentaba en el trono, hasta el primogénito del preso que estaba en la mazmorra, y todo primerizo del ganado. Aquella noche se levantaron el faraón, todos sus servidores y todos los egipcios, pues había un gran clamor en Egipto, porque no había casa donde no hubiese un muerto. Entonces hizo llamar a Moisés y a Aarón de noche, y les dijo: —¡Levantaos y salid de en medio de mi pueblo, vosotros y los hijos de Israel! Id y servid a Jehovah, como habéis dicho. Tomad también vuestras ovejas y vuestras vacas, como habéis dicho, e idos. Y bendecidme a mí también. Los egipcios apremiaban al pueblo, apresurándose a echarlos del país, porque decían: —¡Todos seremos muertos! La gente llevaba sobre sus hombros la masa que aún no tenía levadura y sus artesas envueltas en sus mantos. Los hijos de Israel hicieron también conforme al mandato de Moisés, y pidieron a los egipcios objetos de plata, objetos de oro y vestidos. Jehovah dio gracia al pueblo ante los ojos de los egipcios, quienes les dieron lo que pidieron. Así despojaron a los egipcios. Partieron, pues, los hijos de Israel de Ramesés a Sucot, unos 600.000 hombres de a pie, sin contar los niños. También fue con ellos una gran multitud de toda clase de gente, y sus ovejas y ganado en gran número. De la masa que habían sacado de Egipto, cocieron panes sin leudar, porque no le habían puesto levadura; ya que cuando fueron echados de Egipto, no pudieron detenerse ni para preparar comida. El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue de 430 años. Pasados los 430 años, en el mismo día salieron de la tierra de Egipto todos los escuadrones de Jehovah. Esta es noche de guardar en honor de Jehovah, por haberlos sacado de la tierra de Egipto. Todos los hijos de Israel, a través de sus generaciones, deben guardar esta noche en honor de Jehovah. Jehovah dijo a Moisés y a Aarón: —Este es el estatuto acerca de la Pascua: Ningún extranjero comerá de ella. Pero todo esclavo que alguien haya comprado por dinero comerá de ella después que lo hayas circuncidado. El que es extranjero y mercenario no la comerá. Será comida en una casa; no llevarás de aquella carne fuera de la casa. Tampoco quebraréis ninguno de sus huesos. Toda la congregación de Israel la celebrará. Si algún extranjero que reside entre vosotros quisiera celebrar la Pascua de Jehovah, que sea circuncidado todo varón de su familia. Entonces podrá celebrarla, y será como el natural de la tierra. Pero ningún incircunciso comerá de ella. La misma ley será para el natural y para el extranjero que viva entre vosotros. Así lo hicieron todos los hijos de Israel. Tal como lo mandó Jehovah a Moisés y a Aarón, así lo hicieron. Y sucedió que aquel mismo día Jehovah sacó de la tierra de Egipto a los hijos de Israel, por sus ejércitos. Jehovah habló a Moisés diciendo: —Conságrame todo primogénito; todo el que abre la matriz entre los hijos de Israel, tanto de los hombres como de los animales, es mío. Moisés dijo al pueblo: —Conmemorad este día en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de esclavitud; porque Jehovah os ha sacado de aquí con mano poderosa. Por eso no comeréis nada que tenga levadura. Vosotros salís hoy, en el mes de Abib. Y cuando Jehovah te haya llevado a la tierra de los cananeos, heteos, amorreos y jebuseos, la cual juró a tus padres que te daría, una tierra que fluye leche y miel, celebraréis este rito en este mes. Durante siete días comeréis panes sin levadura, y el séptimo día será fiesta para Jehovah. Durante los siete días se comerán los panes sin levadura, y no se verá contigo nada leudado ni levadura en todo tu territorio. Aquel día se lo contarás a tu hijo diciendo: "Esto se hace con motivo de lo que Jehovah hizo conmigo cuando salí de Egipto. Esto ha de ser para ti como una señal sobre tu mano y como un memorial entre tus ojos, para que la ley de Jehovah esté en tu boca, porque con mano poderosa Jehovah te sacó de Egipto. Por tanto, guardarás esta ordenanza en el tiempo fijado, de año en año." Cuando Jehovah te haya introducido en la tierra de los cananeos, y te la haya dado como te juró a ti y a tus padres, apartarás para Jehovah todo primogénito que abre la matriz, y también todo primerizo de las crías de tus animales; los machos serán de Jehovah. Rescatarás con un cordero todo primerizo de asno; y si no lo rescatas, romperás su nuca. También rescatarás todo primogénito de entre tus hijos. Y cuando mañana te pregunte tu hijo diciendo: "¿Qué es esto?," le dirás: "Con mano poderosa Jehovah nos sacó de Egipto, de la casa de esclavitud. Cuando el faraón se endureció para no dejarnos ir, Jehovah mató en la tierra de Egipto a todo primogénito, desde el primogénito del hombre hasta el primerizo del animal. Por esta razón yo ofrezco en sacrificio a Jehovah todo primerizo macho que abre la matriz y rescato a todo primogénito de mis hijos." Esto ha de ser para ti como una señal sobre tu mano y como un memorial entre tus ojos, ya que Jehovah nos sacó de Egipto con mano poderosa. Cuando el faraón dejó ir al pueblo, Dios no lo guió por el camino de la tierra de los filisteos, aunque era más corto, porque dijo Jehovah: "No sea que al enfrentarse con la guerra, el pueblo cambie de parecer y se vuelva a Egipto." Más bien, Dios hizo que el pueblo diese un rodeo por el camino del desierto hacia el mar Rojo. Los hijos de Israel salieron de la tierra de Egipto armados. Moisés tomó también consigo los restos de José, quien había hecho jurar a los hijos de Israel diciendo: "Ciertamente Dios os visitará, y haréis llevar de aquí mis restos, con vosotros." Salieron de Sucot y acamparon en Etam, al borde del desierto. Jehovah iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que pudieran caminar tanto de día como de noche. La columna de nube nunca se apartó de día de delante del pueblo, ni la columna de fuego de noche. Jehovah habló a Moisés diciendo: —Di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen cerca de Pi-hajirot, entre Migdol y el mar, frente a Baal-zefón; acamparéis en el lado opuesto, junto al mar. Entonces el faraón dirá de los hijos de Israel: "Andan errantes por la tierra; el desierto les cierra el paso." Yo endureceré el corazón del faraón para que os persiga; pero yo mostraré mi gloria en el faraón y en todo su ejército, y los egipcios sabrán que yo soy Jehovah. Ellos lo hicieron así. Y cuando informaron al rey de Egipto que el pueblo huía, el corazón del faraón y de sus servidores se volvió contra el pueblo. Y dijeron: —¿Cómo hemos hecho esto de haber dejado ir a Israel, y que no nos sirva? Unció su carro y tomó consigo a su gente. Tomó 600 carros escogidos y todos los demás carros de Egipto con los oficiales que estaban al frente de todos ellos. Jehovah endureció el corazón del faraón, rey de Egipto, y él persiguió a los hijos de Israel; pero éstos salieron osadamente. Los egipcios los persiguieron con toda la caballería, los carros del faraón, sus jinetes y su ejército; y los alcanzaron mientras acampaban junto al mar, al lado de Pi-hajirot, frente a Baal-zefón. Cuando el faraón se había acercado, los hijos de Israel alzaron los ojos; y he aquí que los egipcios venían tras ellos. Entonces los hijos de Israel temieron muchísimo y clamaron a Jehovah. Y dijeron a Moisés: —¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para morir en el desierto? ¿Por qué nos has hecho esto de sacarnos de Egipto? ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto diciendo: "Déjanos solos, para que sirvamos a los egipcios"? ¡Mejor nos habría sido servir a los egipcios que morir en el desierto! Y Moisés respondió al pueblo: —¡No temáis! Estad firmes y veréis la liberación que Jehovah hará a vuestro favor. A los egipcios que ahora veis, nunca más los volveréis a ver. Jehovah combatirá por vosotros, y vosotros os quedaréis en silencio. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que se marchen. Y tú, alza tu vara y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo para que los hijos de Israel pasen por en medio del mar, en seco. Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios para que entren detrás de ellos, y mostraré mi gloria en el faraón y en todo su ejército, en sus carros y en sus jinetes. Y los egipcios sabrán que yo soy Jehovah, cuando yo muestre mi gloria en el faraón, en sus carros y en sus jinetes. Entonces el ángel de Dios, que iba delante del campamento de Israel, se trasladó e iba detrás de ellos. Asimismo, la columna de nube que iba delante de ellos se trasladó y se puso detrás de ellos, y se colocó entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel, constituyendo nube y tinieblas para aquéllos, mientras que alumbraba a Israel de noche. En toda aquella noche no se acercaron los unos a los otros. Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y Jehovah hizo que éste se retirase con un fuerte viento del oriente que sopló toda aquella noche e hizo que el mar se secara, quedando las aguas divididas. Y los hijos de Israel entraron en medio del mar en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda. Los egipcios los persiguieron, y entraron en el mar tras ellos con toda la caballería del faraón, sus carros y sus jinetes. Aconteció que a eso de la vigilia de la mañana, Jehovah miró hacia el ejército de los egipcios, desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión en el ejército de los egipcios. Trabó las ruedas de sus carros, de modo que se desplazaban pesadamente. Entonces los egipcios dijeron: —¡Huyamos de los israelitas, porque Jehovah combate por ellos contra los egipcios! Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre sus jinetes. Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, éste volvió a su lecho, de modo que los egipcios chocaron contra él cuando huían. Así precipitó Jehovah a los egipcios en medio del mar. Las aguas volvieron y cubrieron los carros y los jinetes, junto con todo el ejército del faraón que había entrado en el mar tras ellos. No quedó de ellos ni uno solo. Pero los hijos de Israel caminaron en seco por en medio del mar, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda. Así libró Jehovah aquel día a Israel de mano de los egipcios. Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar. Cuando Israel vio la gran hazaña que Jehovah había realizado contra los egipcios, el pueblo temió a Jehovah, y creyó en él y en su siervo Moisés. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico a Jehovah, diciendo: "¡Cantaré a Jehovah, pues se ha enaltecido grandemente! ¡Ha arrojado al mar caballos y jinetes! Jehovah es mi fortaleza y mi canción; él ha sido mi salvación. ¡Este es mi Dios! Yo le alabaré. ¡El Dios de mi padre! A él ensalzaré. "Jehovah es un guerrero. ¡Jehovah es su nombre! Ha echado al mar los carros y el ejército del faraón. Fueron hundidos en el mar Rojo sus mejores oficiales. Las aguas profundas los cubrieron; descendieron como piedra a las profundidades. "Tu diestra, oh Jehovah, ha sido majestuosa en poder; tu diestra, oh Jehovah, ha quebrantado al enemigo. Con la grandeza de tu poder has destruido a los que se opusieron a ti; desataste tu furor, y los consumió como a hojarasca. Por el soplo de tu aliento se amontonaron las aguas; las olas se acumularon como un dique; las aguas profundas se congelaron en medio del mar. Dijo el enemigo: ‘Perseguiré, tomaré prisioneros y repartiré el botín; mi alma se saciará de ellos; desenvainaré mi espada, y mi mano los desalojará.’ Pero tú soplaste con tu aliento, y el mar los cubrió. Se hundieron como plomo en las impetuosas aguas. "¿Quién como tú, oh Jehovah, entre los dioses? ¿Quién como tú, majestuoso en santidad, temible en hazañas dignas de alabanza, hacedor de maravillas? Extendiste tu diestra, y la tierra los tragó. En tu misericordia guías a este pueblo que has redimido, y lo llevas con tu poder a tu santa morada. "Los pueblos lo oyen y tiemblan; la angustia se apodera de los filisteos. Entonces los jefes de Edom se aterran; los poderosos de Moab son presas del pánico; se abaten todos los habitantes de Canaán. Sobre ellos caen terror y espanto; ante la grandeza de tu brazo enmudecen como la piedra, hasta que haya pasado tu pueblo, oh Jehovah; hasta que haya pasado este pueblo que tú has adquirido. Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar que has preparado como tu habitación, oh Jehovah, en el santuario que establecieron tus manos, oh Señor. Jehovah reinará por siempre jamás." Cuando la caballería del faraón entró en el mar con sus carros y jinetes, Jehovah volvió a traer las aguas del mar sobre ellos, mientras que los hijos de Israel caminaron en seco en medio del mar. Entonces María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas. Y María les dirigía diciendo: "¡Cantad a Jehovah, pues se ha enaltecido grandemente! ¡Ha arrojado al mar caballos y jinetes!" Moisés hizo que Israel partiese del mar Rojo, y ellos se dirigieron al desierto de Shur. Caminaron tres días por el desierto, sin hallar agua, y llegaron a Mara. Pero no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas. Por eso pusieron al lugar el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés diciendo: —¿Qué hemos de beber? Moisés clamó a Jehovah, y Jehovah le mostró un árbol. Cuando él arrojó el árbol dentro de las aguas, las aguas se volvieron dulces. Allí dio al pueblo leyes y decretos. Allí lo probó diciéndole: —Si escuchas atentamente la voz de Jehovah tu Dios y haces lo recto ante sus ojos; si prestas atención a sus mandamientos y guardas todas sus leyes, ninguna enfermedad de las que envié a Egipto te enviaré a ti, porque yo soy Jehovah tu sanador. Llegaron a Elim, donde había doce manantiales de agua y setenta palmeras, y acamparon allí junto a las aguas. Toda la congregación de los hijos de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, el día 15 del mes segundo después de salir de la tierra de Egipto. Entonces toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto. Los hijos de Israel les decían: —¡Ojalá Jehovah nos hubiera hecho morir en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —He aquí, yo haré llover para vosotros pan del cielo. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día; así lo pondré a prueba, si anda en mi ley o no. Pero en el sexto día prepararán lo que han de llevar, que será el doble de lo que recogen cada día. Moisés y Aarón dijeron a todos los hijos de Israel: —Al atardecer sabréis que Jehovah os ha sacado de la tierra de Egipto. Y al amanecer veréis la gloria de Jehovah, porque él ha oído vuestras murmuraciones contra Jehovah. Pues, ¿qué somos nosotros para que murmuréis contra nosotros? —Agregó Moisés—: Jehovah os dará al atardecer carne para comer y al amanecer pan hasta saciaros, porque Jehovah ha oído vuestras murmuraciones contra él. Pues, ¿qué somos nosotros? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehovah. Moisés dijo a Aarón: —Di a toda la congregación de los hijos de Israel: "Acercaos a la presencia de Jehovah, pues él ha oído vuestras murmuraciones." Y sucedió que mientras Aarón hablaba a toda la congregación de Israel, miraron hacia el desierto; y he aquí, la gloria de Jehovah se apareció en la nube. Y Jehovah habló a Moisés diciendo: —Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Háblales diciendo: "Al atardecer comeréis carne, y al amanecer os saciaréis de pan, y sabréis que yo soy Jehovah vuestro Dios." Al atardecer vinieron las codornices y cubrieron el campamento. Y al amanecer había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, he aquí que sobre la superficie del desierto había una sustancia menuda, escamosa y fina como la escarcha sobre la tierra. Al verla, los hijos de Israel se preguntaron unos a otros: —¿Qué es esto? Pues no sabían lo que era. Entonces Moisés les dijo: —Es el pan que Jehovah os da para comer. Esto es lo que Jehovah ha mandado: "Recoged de ello cada uno según lo que necesite para comer: un gomer por persona. Cada uno recogerá según el número de las personas que están en su tienda." Así lo hicieron los hijos de Israel. Unos recogieron más, y otros menos. Lo midieron por gomer; y al que recogió mucho no le sobró, y al que recogió poco no le faltó. Cada uno recogió según lo que necesitaba para comer. Y Moisés les dijo: —Ninguno guarde nada de ello hasta el día siguiente. Pero no obedecieron a Moisés, sino que algunos guardaron algo para el día siguiente; pero crió gusanos y hedió. Y Moisés se enojó contra ellos. Lo recogían cada mañana, cada uno según lo que necesitaba para comer; y cuando el sol calentaba, se derretía. En el sexto día recogieron doble porción de comida: dos gomeres para cada uno. Todos los principales de la congregación fueron a Moisés y se lo hicieron saber. Y él les dijo: —Esto es lo que ha dicho Jehovah: "Mañana es sábado de reposo, el sábado consagrado a Jehovah. Lo que tengáis que cocer al horno, cocedlo hoy; y lo que tengáis que cocinar, cocinadlo. Y todo lo que sobre, dejadlo a un lado y guardadlo para la mañana." Ellos lo guardaron para la mañana, según lo había mandado Moisés, y no hedió ni crió gusanos. Y dijo Moisés: —Comedlo hoy, porque es el sábado de Jehovah. Hoy no lo hallaréis en el campo. Seis días lo recogeréis; pero el séptimo día es sábado, en el cual no será hallado. Aconteció que algunos del pueblo salieron para recoger en el séptimo día, y no hallaron nada. Y Jehovah dijo a Moisés: —¿Hasta cuándo rehusaréis guardar mis mandamientos y mis instrucciones? Mirad que Jehovah os ha dado el sábado, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Permanezca cada uno en su lugar; nadie salga de allí en el séptimo día. Así reposó el pueblo el séptimo día. La casa de Israel lo llamó Maná. Era como semilla de cilantro, blanco; y su sabor era como de galletas con miel. Moisés dijo: —Esto es lo que Jehovah ha mandado: "Llenad un gomer de maná para que sea conservado para vuestras generaciones, a fin de que ellas vean el pan que os di a comer en el desierto, cuando os saqué de la tierra de Egipto." Moisés también dijo a Aarón: —Toma una vasija y pon en ella un gomer lleno de maná; colócala delante de Jehovah, para que sea conservado para vuestras generaciones. Y Aarón lo puso delante del Testimonio, para que fuese conservado, como Jehovah había mandado a Moisés. Los hijos de Israel comieron el maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada. Comieron maná hasta que llegaron a la frontera de la tierra de Canaán. (Un gomer es la décima parte de un efa.) Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin, para continuar sus etapas, según el mandato de Jehovah; y acamparon en Refidim, donde no había agua para que el pueblo bebiese. El pueblo altercó con Moisés diciendo: —¡Danos agua para beber! Moisés les dijo: —¿Por qué altercáis conmigo? ¿Por qué ponéis a prueba a Jehovah? Así que el pueblo sediento murmuró allí contra Moisés diciendo: —¿Por qué nos trajiste de Egipto para matarnos de sed, a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado? Moisés clamó a Jehovah diciendo: —¿Qué haré con este pueblo? Poco falta para que me apedreen. Jehovah respondió a Moisés: —Pasa delante del pueblo y toma contigo a algunos de los ancianos de Israel. Toma también en tu mano la vara con que golpeaste el Nilo, y vé. He aquí, yo estaré delante de ti allí sobre la peña de Horeb. Tú golpearás la peña, y saldrá de ella agua, y el pueblo beberá. Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel. Y llamó el nombre de aquel lugar Masá y Meriba, por el altercado de los hijos de Israel y porque pusieron a prueba a Jehovah, diciendo: "¿Está Jehovah entre nosotros, o no?" Entonces vino Amalec y combatió contra Israel en Refidim. Y Moisés dijo a Josué: —Escoge algunos de nuestros hombres y sal a combatir contra Amalec. Mañana yo estaré sobre la cima de la colina con la vara de Dios en mi mano. Josué hizo como le dijo Moisés y combatió contra Amalec, mientras Moisés, Aarón y Hur subieron a la cumbre de la colina. Sucedió que cuando Moisés alzaba su mano, Israel prevalecía; pero cuando bajaba su mano, prevalecía Amalec. Ya las manos de Moisés estaban cansadas; por tanto, tomaron una piedra y la pusieron debajo de él, y él se sentó sobre ella. Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro del otro lado. Así hubo firmeza en sus manos hasta que se puso el sol. Y así derrotó Josué a Amalec y a su pueblo, a filo de espada. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Escribe esto en un libro como memorial, y di claramente a Josué que yo borraré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. Moisés edificó un altar y llamó su nombre Jehovah-nisi. Y dijo: —Por cuanto alzó la mano contra el trono de Jehovah, Jehovah tendrá guerra contra Amalec de generación en generación. Jetro, sacerdote de Madián y suegro de Moisés, oyó todas las cosas que Dios había hecho a favor de Moisés y de su pueblo Israel, y cómo Jehovah había sacado a Israel de Egipto. Y Jetro, suegro de Moisés, tomó a Séfora, la mujer de Moisés, a quien éste había enviado; también tomó a sus dos hijos. (El uno se llamaba Gersón, porque Moisés había dicho: "Fui forastero en tierra extranjera." El otro se llamaba Eliezer, porque había dicho: "El Dios de mi padre me ayudó y me libró de la espada del faraón.") Jetro, suegro de Moisés, y la mujer de éste y sus hijos fueron a ver a Moisés en el desierto donde estaba el campamento, junto al monte de Dios. Y envió a decir a Moisés: "Yo, tu suegro Jetro, vengo a ti con tu mujer y con sus dos hijos." Moisés salió a recibir a su suegro, se postró ante él y lo besó. Se preguntaron el uno al otro cómo estaban, y entraron en la tienda. Moisés contó a su suegro todas las cosas que Jehovah había hecho al faraón y a los egipcios a favor de Israel, los contratiempos que habían pasado en el camino, y cómo los había librado Jehovah. Se alegró Jetro de todo el bien que Jehovah había hecho a Israel, librándole de la mano de los egipcios. Jetro dijo: —¡Bendito sea Jehovah, que os libró de mano de los egipcios y de mano del faraón! El es quien libró al pueblo de mano de los egipcios. Ahora reconozco que Jehovah es más grande que todos los dioses, porque castigó a aquellos que os trataron con arrogancia. Después Jetro, suegro de Moisés, ofreció un holocausto y sacrificios a Dios. Aarón y todos los ancianos de Israel fueron a comer con el suegro de Moisés delante de Dios. Aconteció que al día siguiente Moisés se sentó para administrar justicia al pueblo. Y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la noche. Al ver el suegro de Moisés todo lo que él hacía por el pueblo, dijo: —¿Qué es esto que haces con el pueblo? ¿Por qué te sientas tú sólo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la noche? Moisés respondió a su suegro: —Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios. Cuando tienen cualquier asunto, vienen a mí. Yo juzgo entre uno y otro, y les hago conocer las leyes y las instrucciones de Dios. Entonces el suegro de Moisés le dijo: —No está bien lo que haces. Te agotarás del todo, tú y también este pueblo que está contigo. El trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo. Ahora pues, escúchame; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Sé tú el portavoz del pueblo delante de Dios, y lleva los asuntos a Dios. Enséñales las leyes y las instrucciones, y muéstrales el camino a seguir y lo que han de hacer. Pero selecciona de entre todo el pueblo a hombres capaces, temerosos de Dios, hombres íntegros que aborrezcan las ganancias deshonestas, y ponlos al frente de ellos como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez, para que juzguen al pueblo en todo tiempo. Todo asunto difícil lo traerán a ti, pero ellos juzgarán todo asunto menor. Así aliviarás la carga que hay sobre ti, haciendo que otros la compartan contigo. Si haces esto, y Dios así te lo manda, tú podrás resistir; y también todo este pueblo irá en paz a su lugar. Moisés escuchó el consejo de su suegro e hizo todo lo que él dijo. Escogió Moisés hombres capaces de entre todo Israel y los puso al frente del pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez. Ellos juzgaban al pueblo en todo tiempo. Los asuntos difíciles los llevaban a Moisés, pero ellos se hacían cargo de todos los asuntos menores. Entonces despidió Moisés a su suegro y lo encaminó a su tierra. En el mes tercero después de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en ese mismo día llegaron al desierto de Sinaí. Partieron de Refidim y llegaron al desierto de Sinaí, e Israel acampó allí en el desierto frente al monte. Entonces Moisés subió para encontrarse con Dios, y Jehovah lo llamó desde el monte, diciendo: —Así dirás a la casa de Jacob y anunciarás a los hijos de Israel: "Vosotros habéis visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo os he levantado a vosotros sobre alas de águilas y os he traído a mí. Ahora pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis para mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque mía es toda la tierra, y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa." Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel. Entonces Moisés volvió y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en su presencia todas estas palabras que Jehovah le había mandado. Todo el pueblo respondió a una, y dijo: —¡Haremos todo lo que Jehovah ha dicho! Y Moisés repitió a Jehovah las palabras del pueblo. Jehovah dijo a Moisés: —He aquí, yo vendré a ti en una densa nube, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo y te crea para siempre. Y Moisés repitió a Jehovah las palabras del pueblo. Jehovah dijo a Moisés: —Vé al pueblo y santifícalos hoy y mañana, y que laven sus vestidos. Que estén preparados para el tercer día, porque al tercer día Jehovah descenderá sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo. Tú señalarás un límite al pueblo, alrededor, diciendo: "Guardaos; no subáis al monte ni toquéis su límite. Cualquiera que toque el monte, morirá irremisiblemente. Nadie pondrá sus manos sobre él, porque ciertamente será apedreado o muerto a flechazos; sea animal u hombre, no vivirá. Sólo podrán subir al monte cuando la corneta suene prolongadamente." Moisés descendió del monte al encuentro del pueblo y lo santificó, y ellos lavaron sus vestidos. Entonces dijo al pueblo: —Estad preparados para el tercer día. Absteneos de relaciones con mujer. Aconteció al tercer día, al amanecer, que hubo truenos y relámpagos, una densa nube sobre el monte, y un fuerte sonido de corneta. Y todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció. Moisés hizo salir al pueblo del campamento al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehovah había descendido sobre él en medio de fuego. El humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremeció en gran manera. Mientras el sonido de la corneta se intensificaba en extremo, Moisés hablaba, y Dios le respondía con truenos. Jehovah descendió sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte. Entonces Jehovah llamó a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió. Jehovah dijo a Moisés: —Desciende y advierte al pueblo, no sea que traspasen el límite para ver a Jehovah y mueran muchos de ellos. Santifíquense también los sacerdotes que se acercan a Jehovah, no sea que Jehovah acometa contra ellos. Moisés dijo a Jehovah: —El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has ordenado diciendo: "Señala límites al monte y santifícalo." Y Jehovah le dijo: —Vé, desciende y luego sube tú con Aarón. Pero que los sacerdotes y el pueblo no traspasen el límite para subir a encontrarse con Jehovah, no sea que él acometa contra ellos. Entonces Moisés descendió al encuentro del pueblo y se lo dijo. Y Dios habló todas estas palabras, diciendo: "Yo soy Jehovah tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud: "No tendrás otros dioses delante de mí. "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy Jehovah tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos. "No tomarás en vano el nombre de Jehovah tu Dios, porque Jehovah no dará por inocente al que tome su nombre en vano. "Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será sábado para Jehovah tu Dios. No harás en él obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días Jehovah hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y reposó en el séptimo día. Por eso Jehovah bendijo el día del sábado y lo santificó. "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se prolonguen sobre la tierra que Jehovah tu Dios te da. "No cometerás homicidio. "No cometerás adulterio. "No robarás. "No darás falso testimonio contra tu prójimo. "No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo." Todo el pueblo percibía los truenos, los relámpagos, el sonido de la corneta y el monte que humeaba. Al ver esto, ellos temblaron y se mantuvieron a distancia. Y dijeron a Moisés: —Habla tú con nosotros, y escucharemos. Pero no hable Dios con nosotros, no sea que muramos. Y Moisés respondió al pueblo: —No temáis, porque Dios ha venido para probaros, a fin de que su temor esté delante de vosotros para que no pequéis. Entonces el pueblo se mantuvo a distancia, y Moisés se acercó a la densa oscuridad donde estaba Dios. Y Jehovah dijo a Moisés: "Así dirás a los hijos de Israel: ‘Vosotros habéis visto que he hablado desde los cielos con vosotros. No os hagáis dioses de plata junto a mí; tampoco os hagáis dioses de oro.’ "Harás para mí un altar de tierra, y sobre él sacrificarás tus holocaustos y ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas. En cualquier lugar donde yo haga recordar mi nombre vendré a ti y te bendeciré. Y si me haces un altar de piedras, no lo construyas con piedras labradas; porque si alzas una herramienta sobre él, lo profanarás. Tampoco subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no sea descubierta sobre él. "Estos son los decretos que expondrás ante ellos: "Cuando compres un esclavo hebreo, seis años te servirá; pero al séptimo saldrá libre, gratuitamente. Si entró solo, solo saldrá. Si tenía mujer, entonces su mujer saldrá con él. Si su amo le ha dado mujer y ella le ha dado hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán de su amo; y él saldrá solo. Y si él insiste en decir: ‘Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos; no quiero salir libre’, entonces su amo lo acercará ante los jueces, lo acercará a la puerta o al poste de la puerta y le horadará la oreja con una lezna. Y le servirá para siempre. "Cuando alguien venda a su hija como esclava, ésta no saldrá libre de la misma manera que suelen salir los esclavos varones. Si ella no agrada a su señor, quien la había destinado para sí mismo, él ha de permitir que ella sea rescatada. No tendrá derecho de venderla a un pueblo extranjero, por haberla decepcionado. Pero si la ha tomado para su hijo, hará con ella como se acostumbra hacer con las hijas. Si él toma para sí otra mujer, a la primera no le disminuirá su alimento, ni su vestido, ni su derecho conyugal. Si no le provee estas tres cosas, entonces ella saldrá libre gratuitamente, sin pagar dinero. "El que hiere a alguien causándole la muerte morirá irremisiblemente. Pero si él no lo premeditó, sino que Dios permitió que cayera en sus manos, entonces yo te pondré el lugar al cual ha de huir. Pero si alguno se acalora contra su prójimo y lo mata con alevosía, lo quitarás de mi altar para que muera. "El que hiera a su padre o a su madre morirá irremisiblemente. "El que secuestre a una persona, sea que la venda o que ésta sea encontrada en su poder, morirá irremisiblemente. "El que maldiga a su padre o a su madre morirá irremisiblemente. "Cuando algunos hombres peleen y uno hiera al otro con una piedra o con el puño, y éste no muera pero caiga en cama; si se levanta y anda fuera apoyado en su bastón, entonces el que le hirió será absuelto. Solamente le compensará por el tiempo de inactividad, y se hará cargo de su curación. "Cuando alguien golpee a su esclavo o a su esclava con un palo, y muera en sus manos, sin falta será castigado. Pero si sobrevive uno o dos días, no será castigado, porque es propiedad suya. "Cuando algunos hombres peleen y hieran a una mujer encinta y ésta aborte sin mayor daño, el culpable será multado de acuerdo con lo que le imponga el marido de la mujer y según lo que establezcan los jueces. Pero si ocurre un daño mayor, entonces pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe. "Cuando alguien hiera el ojo de su esclavo o el ojo de su esclava y lo destruya, lo dejará ir libre en compensación por su ojo. Si ocasiona la pérdida de un diente a su esclavo o un diente a su esclava, le dejará ir libre en compensación por su diente." "Cuando un buey acornee a un hombre o a una mujer, y como consecuencia muera, el buey morirá apedreado, y no se comerá su carne; pero su dueño será absuelto. Si el buey era corneador en el pasado y a su dueño se le había advertido, pero no lo había guardado, y mata a un hombre o a una mujer, el buey morirá apedreado; y también morirá el dueño. Si le es impuesta una multa, entonces dará en rescate de su vida cuanto le sea impuesto. Si ha acorneado a un hijo o a una hija, se hará con él conforme a este mismo decreto. Si el buey acornea a un esclavo o a una esclava, el dueño del buey dará 30 siclos de plata al dueño del esclavo; y el buey morirá apedreado. "Cuando alguien deje abierta o cave una cisterna, y no la cubra, y allí caiga un buey o un asno, el dueño de la cisterna pagará a su dueño su valor en dinero; y el animal muerto será suyo. "Cuando el buey de alguien hiera al buey de su prójimo, y muera, entonces venderán el buey vivo y se repartirán el dinero. También se repartirán el buey muerto. Pero si se sabía que el buey era corneador en el pasado y su dueño no lo había guardado, pagará buey por buey; y el buey muerto será suyo. "Cuando alguien robe un buey o una oveja y lo degüelle o venda, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja, pagará cuatro ovejas. Si un ladrón es hallado forzando una casa, y es herido y muere, no hay castigo. Pero si sucede después de salido el sol, sí, hay castigo. Al ladrón le corresponde hacer restitución, y si no tiene con qué, será vendido por lo que ha robado. Si lo robado es hallado vivo en su poder, sea buey, asno u oveja, pagará el doble. "Cuando alguien deje pastar su ganado en un campo o una viña y permita que su ganado pase a otro campo, pagará con lo mejor de su propio campo y con lo mejor de su viña. "Cuando un fuego se extienda y halle espinos, y sean destruidas las gavillas o la mies o un campo, el que prendió el fuego, sin falta pagará el daño del incendio. "Cuando alguien dé a su prójimo plata u objetos para que los guarde, y éstos sean robados de la casa del hombre; si es hallado el ladrón, éste pagará el doble. Pero si no es hallado el ladrón, entonces al señor de la casa se le hará comparecer ante los jueces para determinar si ha metido la mano en la propiedad de su prójimo. "Sobre todo asunto de posesión ilegal, sea con respecto a buey, asno, oveja, vestido o cualquier propiedad perdida, si uno dice: ‘Esto es mío’, la causa de ambos será llevada ante los jueces. Y aquel a quien los jueces declaren culpable pagará el doble a su prójimo. "Cuando alguien entregue a su prójimo un asno, un buey, una oveja o cualquier otro animal para que lo guarde, y se muera o se lastime, o sea robado sin que nadie lo vea, tendrá lugar entre ambos un juramento ante Jehovah, de que no ha metido la mano en la propiedad de su prójimo. El dueño aceptará su testimonio, y el otro no hará restitución. Pero si efectivamente le ha sido robado, él hará restitución a su dueño. Y si el animal fue despedazado, él llevará al dueño evidencia del animal despedazado; y no hará restitución. "Cuando alguien pida prestado un animal a su prójimo y sea lesionado o muerto en ausencia de su dueño, hará completa restitución. Pero si el dueño estuvo presente, no la hará. Si el animal era alquilado, los daños están incluidos en el alquiler. "Cuando alguien seduzca a una mujer virgen no desposada y se acueste con ella, deberá pagar el precio matrimonial por ella y la tomará por mujer. Pero si el padre de ella rehúsa dársela, a pesar de ello él pagará en dinero el precio matrimonial. "No dejarás que vivan las brujas. "Cualquiera que tiene cópula con un animal morirá irremisiblemente. "El que ofrece sacrificio a un dios que no sea Jehovah, será anatema. "No maltratarás ni oprimirás al extranjero, porque también vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto. "No afligirás a ninguna viuda ni huérfano. Porque si llegas a afligirle y él clama a mí, ciertamente oiré su clamor, y mi furor se encenderá, y os mataré a espada; y vuestras mujeres quedarán viudas, y vuestros hijos huérfanos. "Si das prestado dinero a algún pobre de mi pueblo que está contigo, no te portarás con él como usurero, ni le impondrás intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás a la puesta del sol. Porque eso es su única cubierta; eso es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿Con qué más ha de dormir? Cuando él clame a mí, yo le oiré; porque soy misericordioso. "No maldecirás a los jueces, ni hablarás mal del gobernante de tu pueblo. "No demorarás en presentar las primicias de tu cosecha ni de tu lagar. "Me darás el primogénito de tus hijos. Lo mismo harás con el de tus vacas y el de tus ovejas. Siete días estará con su madre, y al octavo día me lo darás. "Me seréis hombres santos. No comeréis la carne de un animal despedazado en el campo. A los perros se la echaréis. "No suscitarás rumores falsos, ni te pondrás de acuerdo con el impío para ser testigo perverso. "No seguirás a la mayoría para hacer el mal. No testificarás en un pleito, inclinándote a la mayoría, para pervertir la causa. Tampoco harás favoritismo al pobre en su pleito. "Si encuentras extraviado el buey o el asno de tu enemigo, devuélveselo. Si ves caído debajo de su carga el asno del que te aborrece, no lo dejes abandonado. Ciertamente le ayudarás con él. "No pervertirás el derecho del necesitado en su pleito. Te alejarás de las palabras de mentira, y no condenarás a morir al inocente y al justo; porque yo no justificaré al culpable. "No recibirás soborno, porque el soborno ciega a los que ven con claridad y pervierte las palabras de los justos. "No oprimirás al extranjero; pues vosotros sabéis cómo es el ánimo del extranjero, porque vosotros habéis sido extranjeros en la tierra de Egipto. "Seis años sembrarás tu tierra y recogerás su producto. Pero el séptimo la dejarás sin cultivar y vacante, para que coman de ella los necesitados de tu pueblo y para que de lo que quede coman también los animales del campo. Lo mismo harás con tu viña y con tu olivar. "Seis días te dedicarás a tus labores; pero en el séptimo día cesarás, para que descansen tu buey y tu asno, y renueven fuerzas el hijo de tu sierva y el forastero. "Guardaréis todo lo que os he dicho. No mencionaréis los nombres de otros dioses, ni se los oiga en vuestros labios. "Tres veces al año me celebrarás fiesta: "Guardarás la fiesta de los panes sin levadura. Siete días comerás panes sin levadura, como te he mandado, en el tiempo señalado del mes de Abib; porque en él saliste de Egipto. Y nadie se presentará delante de mí con las manos vacías. "Guardarás también la fiesta de la siega y de los primeros frutos de lo que hayas sembrado en el campo. "También guardarás la fiesta de la cosecha a la salida del año, cuando hayas recogido del campo el fruto de tus labores. "Tres veces al año se presentarán todos tus hombres delante de Jehovah el Señor. "No ofrecerás la sangre de mi sacrificio junto con algo que tenga levadura. "No quedará el sebo de mi ofrenda hasta la mañana. "Traerás lo mejor de las primicias de tu tierra a la casa de Jehovah tu Dios. "No cocerás el cabrito en la leche de su madre. "He aquí, yo envío un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te lleve al lugar que yo he preparado. Guarda tu conducta delante de él y escucha su voz. No le resistas, porque él no perdonará vuestra rebelión, pues mi nombre está en él. Pero si en verdad escuchas su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. Porque mi ángel irá delante de ti y te llevará a la tierra de los amorreos, heteos, ferezeos, cananeos, heveos y jebuseos, y yo los destruiré. No te inclinarás ante sus dioses ni les rendirás culto, ni harás como ellos hacen. Más bien, los destruirás del todo y romperás por completo sus piedras rituales. Pero servirás a Jehovah tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. Yo apartaré las enfermedades de en medio de ti. No habrá en tu tierra mujer que aborte ni mujer estéril. Al número de tus días yo daré plenitud. "Yo enviaré mi terror delante de ti y traeré confusión a todo pueblo donde tú entres. Haré que todos tus enemigos huyan de delante de ti. Yo enviaré delante de ti la avispa, la cual echará de tu presencia a los heveos, cananeos y heteos. No los echaré de tu presencia en un solo año, para que la tierra no quede desolada ni se multipliquen contra ti las fieras del campo. Poco a poco los echaré de tu presencia, hasta que multipliques y tomes posesión de la tierra. Yo estableceré tus fronteras desde el mar Rojo hasta el mar de los filisteos; y desde el desierto hasta el Río. Yo entregaré en vuestra mano a los habitantes del país, y tú los echarás de tu presencia. No harás pacto con ellos ni con sus dioses. No habitarán en tu tierra, no sea que te hagan pecar contra mí; porque si rindes culto a sus dioses, ciertamente ellos te harán tropezar." Dios dijo a Moisés: —Subid ante Jehovah, tú, Aarón, Nadab, Abihú y setenta de los ancianos de Israel, y os postraréis a distancia. Luego se acercará Moisés solo a Jehovah; pero no se acerquen ellos, ni suba el pueblo con él. Moisés fue y refirió al pueblo todas las palabras de Jehovah y todos los decretos, y todo el pueblo respondió a una voz diciendo: —Haremos todas las cosas que Jehovah ha dicho. Moisés escribió todas las palabras de Jehovah. Y levantándose muy de mañana, erigió al pie del monte un altar y doce piedras según las doce tribus de Israel. Luego mandó a unos jóvenes de los hijos de Israel, y éstos ofrecieron holocaustos y mataron toros como sacrificios de paz a Jehovah. Moisés tomó la mitad de la sangre y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. Asimismo, tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: —Haremos todas las cosas que Jehovah ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: —He aquí la sangre del pacto que Jehovah ha hecho con vosotros referente a todas estas palabras. Luego Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y setenta de los ancianos de Israel subieron, y vieron al Dios de Israel. Debajo de sus pies había como un pavimento de zafiro, semejante en pureza al mismo cielo. Y no extendió su mano contra los principales de los hijos de Israel. Ellos vieron a Dios, y comieron y bebieron. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Sube a mí, al monte, y espera allí. Yo te daré las tablas de piedra con la ley y los mandamientos que he escrito para enseñarles. Se levantaron Moisés y Josué su ayudante, y Moisés subió al monte de Dios; y dijo a los ancianos: —Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros. He aquí Aarón y Hur están con vosotros. El que tenga algún asunto, acuda a ellos. Entonces Moisés subió al monte, y la nube cubrió el monte. La gloria de Jehovah posó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día él llamó a Moisés de dentro de la nube. Y la apariencia de la gloria de Jehovah en la cumbre del monte era como un fuego consumidor ante los ojos de los hijos de Israel. Moisés entró en la nube y subió al monte. Y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Di a los hijos de Israel que tomen para mí una ofrenda; de todo hombre cuyo corazón le mueva a hacerlo tomaréis mi ofrenda. Esta es la ofrenda que tomaréis de ellos: oro, plata, bronce, material azul, púrpura, carmesí, lino, pelo de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo, pieles finas, madera de acacia, aceite para la iluminación, especias aromáticas para el aceite de la unción y para el incienso aromático, piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y el pectoral. Que me hagan un santuario, y yo habitaré en medio de ellos. Haréis el diseño del tabernáculo y el de todos sus accesorios, conforme a todo lo que yo te mostraré. "Harás un arca de madera de acacia. Será de dos codos y medio de largo, de un codo y medio de ancho, y de un codo y medio de alto. La recubrirás de oro puro; por dentro y por fuera la recubrirás, y harás sobre ella una moldura de oro alrededor. Para ella harás cuatro aros de oro fundido, los cuales pondrás en sus cuatro patas: dos aros a un lado de ella, y dos aros al otro lado. Harás unas varas de madera de acacia, las cuales recubrirás de oro; y meterás las varas por los aros a los lados del arca, para llevar el arca con ellas. Las varas permanecerán en los aros del arca; no se quitarán de ella. Pondrás en el arca el testimonio que yo te daré. "Harás un propiciatorio de oro puro. Será de dos codos y medio de largo, y de un codo y medio de ancho. Harás también dos querubines; de oro modelado a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio. Harás un querubín en un extremo, y el otro querubín en el otro extremo. De una sola pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos. Los querubines extenderán las alas por encima, cubriendo con sus alas el propiciatorio. Sus caras estarán una frente a la otra; las caras de los querubines estarán mirando hacia el propiciatorio. "Pondrás el propiciatorio sobre el arca, por encima; y dentro del arca pondrás el testimonio que yo te daré. Allí me encontraré contigo, y desde encima del propiciatorio, de en medio de los querubines que están sobre el arca del testimonio, hablaré contigo de todo lo que te mande para los hijos de Israel. "Harás una mesa de madera de acacia. Será de dos codos de largo, de un codo de ancho y de un codo y medio de alto. La recubrirás de oro puro y le harás una moldura de oro alrededor. Le harás también un marco alrededor, de un palmo menor de ancho, y al marco le harás una moldura de oro alrededor. Le harás cuatro aros de oro, los cuales pondrás en las cuatro esquinas que corresponden a sus cuatro patas. Próximos al marco estarán los aros, donde se colocarán las varas para llevar la mesa. "Harás las varas de madera de acacia y las recubrirás de oro; con ellas será llevada la mesa. También harás sus platos, sus cucharas, sus vasijas y sus tazones para hacer la libación; los harás de oro puro. Y pondrás sobre la mesa el pan de la Presencia, continuamente, delante de mí. "Harás un candelabro de oro puro modelado a martillo. El candelabro con su base, su tallo, sus cálices, sus botones y sus flores será de una sola pieza. Seis brazos saldrán de sus lados: tres brazos del candelabro de un lado, y tres brazos del candelabro del otro lado. Habrá tres cálices en forma de flor de almendro en un brazo, con un botón y una flor; y tres cálices en forma de flor de almendro en el otro brazo, con un botón y una flor; así en los seis brazos que salen del candelabro. En el tallo del candelabro habrá cuatro cálices en forma de flor de almendro, con sus botones y sus flores. Habrá un botón debajo de dos brazos del mismo, otro botón debajo de otros dos brazos del mismo, y otro botón debajo de los otros dos brazos del mismo; así con los seis brazos que salen del candelabro. Sus botones y sus brazos serán de una sola pieza con él; todo será una pieza de oro puro modelado a martillo. "Además, le harás siete lámparas, y las pondrás en alto, para que alumbren hacia adelante. También sus despabiladeras y sus platillos serán de oro puro. Lo harás de un talento de oro puro, junto con todos estos accesorios. Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte. "Harás el tabernáculo de diez tapices de lino torcido, de material azul, de púrpura y de carmesí. Y los decorarás con querubines, obra de fina artesanía. Cada tapiz será de 28 codos de largo y de 4 codos de ancho. Todos los tapices tendrán la misma medida. Cinco tapices se unirán el uno con el otro; y también los otros cinco tapices se unirán el uno con el otro. Harás lazos de hilo azul en la orilla de cada tapiz del extremo de la unión, y lo mismo harás en la orilla del tapiz del extremo en la otra unión. Harás cincuenta lazos en el primer tapiz, y otros cincuenta en el extremo del tapiz de la otra unión, estando los lazos contrapuestos, uno frente al otro. También harás cincuenta ganchos de oro con los cuales unirás los tapices el uno con el otro, de manera que el tabernáculo forme un solo conjunto. "Asimismo, harás tapices de pelo de cabra para la tienda que estará sobre el tabernáculo, once tapices en total. Cada tapiz será de 30 codos de largo y de 4 codos de ancho. Los once tapices tendrán una misma medida. Unirás cinco tapices en un conjunto, y seis tapices en el otro conjunto. Doblarás el sexto tapiz para que vaya en la parte frontal del tabernáculo. Harás cincuenta lazos en la orilla del tapiz del extremo, en la primera unión; y otros cincuenta lazos en la orilla del otro tapiz, en la segunda unión. Asimismo, harás cincuenta ganchos de bronce, los cuales meterás en los lazos, y juntarás la tienda de manera que forme un conjunto. El sobrante de los tapices de la cubierta, que es de medio tapiz, colgará hacia la parte posterior del tabernáculo. Y el codo de un lado y el otro codo del otro lado, que sobran a lo largo de los tapices de la tienda, colgarán sobre los lados del tabernáculo, a un lado y al otro, para cubrirlo. "También harás para el tabernáculo una cubierta de pieles de carnero teñidas de rojo, y sobre ésta habrá una cubierta de pieles finas. "Harás para el tabernáculo tablones de madera de acacia para estar puestos de manera vertical. Cada tablón será de 10 codos de largo y de un codo y medio de ancho. Cada tablón tendrá dos espigas para ser trabadas una con otra. Así harás con todos los tablones del tabernáculo. Harás para el lado sur del tabernáculo veinte tablones. Harás cuarenta bases de plata para estar debajo de los veinte tablones: dos bases debajo de un tablón para sus dos espigas, y dos bases debajo de otro tablón para sus dos espigas. Y para el otro lado del tabernáculo, el lado norte, harás otros veinte tablones, con sus cuarenta bases de plata, dos bases debajo de un tablón y dos bases debajo de otro tablón. Para el lado posterior del tabernáculo, al occidente, harás seis tablones. Harás, además, dos tablones para las esquinas del tabernáculo en los dos extremos posteriores, los cuales estarán unidos por abajo y unidos por arriba con un aro. Así será con los dos tablones para las dos esquinas. De modo que habrá ocho tablones con sus bases de plata, dieciséis bases; dos bases debajo de un tablón y dos bases debajo de otro tablón. "Harás también travesaños de madera de acacia: cinco para los tablones de un lado del tabernáculo; cinco travesaños para los tablones del otro lado del tabernáculo, y cinco travesaños para los tablones del lado posterior del tabernáculo, al occidente. El travesaño del centro pasará por la mitad de los tablones, de un extremo al otro extremo. Recubrirás de oro los tablones. Harás también de oro sus aros en los cuales se han de meter los travesaños. También recubrirás de oro los travesaños. Y levantarás el tabernáculo conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte. "Harás también un velo de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido, decorado con querubines, obra de fina artesanía. Lo pondrás sobre cuatro pilares de madera de acacia recubiertos de oro, con sus ganchos de oro sobre las cuatro bases de plata. Harás colgar el velo de los ganchos. Introducirás detrás del velo el arca del testimonio. Aquel velo os servirá de separación entre el lugar santo y el lugar santísimo. Pondrás el propiciatorio sobre el arca del testimonio, en el lugar santísimo. "Pondrás la mesa fuera del velo, y el candelabro frente a la mesa, en el lado sur del tabernáculo. Y pondrás la mesa en el lado norte. "Harás para la entrada del tabernáculo una cortina de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido, obra de bordador. Harás para la cortina cinco pilares de madera de acacia, y los recubrirás de oro. Sus ganchos serán de oro; y les harás cinco bases de bronce fundido. "Harás un altar de madera de acacia. Será cuadrado, de 5 codos de largo, de 5 codos de ancho y de 3 codos de alto. Le harás cuernos en sus cuatro esquinas; los cuernos serán de una misma pieza. Y lo recubrirás de bronce. También harás sus bandejas para las cenizas, sus palas, sus tazones para la aspersión, sus tenedores y sus baldes. Harás de bronce todos sus utensilios. Le harás una rejilla de bronce en forma de red, y sobre la red harás cuatro aros de bronce en sus cuatro extremos. Y la pondrás por debajo y alrededor del borde del altar. La red llegará hasta la mitad del altar. "Harás varas para el altar, varas de madera de acacia, y las recubrirás de bronce. Las varas se meterán por los aros. Esas varas estarán a los dos lados del altar cuando sea transportado. Harás el altar hueco, hecho de tablas. De la manera que te fue mostrado en el monte, así lo harán. "Harás el atrio del tabernáculo. En el lado sur el atrio tendrá mamparas de lino torcido a lo largo de codos, por un lado. Sus veinte pilares y sus veinte bases serán de bronce. Los ganchos de los pilares y sus bandas serán de plata. De la misma manera, en el lado norte habrá mamparas a lo largo de 100 codos, con sus veinte pilares y sus veinte bases de bronce. Los ganchos de los pilares y sus bandas serán de plata. "El ancho del atrio en el lado occidental tendrá 50 codos de mamparas. Sus pilares serán diez, con sus diez bases. El ancho del atrio al frente, es decir, al este, será de 50 codos. Las mamparas de un lado tendrán 15 codos, con sus tres pilares y sus tres bases. Al otro lado las mamparas tendrán 15 codos, y sus pilares y sus bases también serán tres. "En la entrada del atrio habrá una cortina de 20 codos, de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido, obra de bordador. Sus pilares y sus bases serán cuatro. Todos los pilares alrededor del atrio estarán ceñidos de plata. Sus ganchos serán de plata, y sus bases de bronce. El atrio será de 100 codos de largo, de 50 codos de ancho y de 5 codos de alto. Sus mamparas serán de lino torcido; y sus bases, de bronce. "Todos los utensilios para el servicio del tabernáculo, así como todas sus estacas y las del atrio, serán de bronce. "Tú mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite de olivas claro y puro para la iluminación, a fin de hacer arder continuamente las lámparas. Aarón y sus hijos las dispondrán delante de Jehovah, en el tabernáculo de reunión, fuera del velo que está delante del testimonio, desde el anochecer hasta el amanecer. Este es un estatuto perpetuo de los hijos de Israel, a través de sus generaciones. "Harás que se acerque a ti, de entre los hijos de Israel, tu hermano Aarón y sus hijos con él, para que Aarón y sus hijos Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar me sirvan como sacerdotes. Harás vestiduras sagradas para tu hermano Aarón, que le den gloria y esplendor. Tú hablarás a todos los sabios de corazón, a quienes he llenado de espíritu de sabiduría, y ellos harán las vestiduras de Aarón, para consagrarlo a fin de que me sirva como sacerdote. Las vestiduras que serán confeccionadas son las siguientes: el pectoral, el efod, la túnica, el vestido a cuadros, el turbante y el cinturón. Harán las vestiduras sagradas para tu hermano Aarón y para sus hijos, a fin de que me sirvan como sacerdotes. "Tomarán oro, material azul, púrpura, carmesí y lino; y harán el efod de oro, de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido, obra de fina artesanía. Tendrá dos hombreras que se junten a sus dos extremos, para poderse unir. Su ceñidor para ajustar el efod, que estará sobre éste, será de su misma hechura y de los mismos materiales: oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Tomarás dos piedras de ónice y grabarás en ellas los nombres de los hijos de Israel: seis de sus nombres en una piedra y los nombres de los seis restantes en la otra piedra, conforme al orden de su nacimiento. Por mano de grabador en piedra y con grabadura de sello, harás grabar aquellas dos piedras con los nombres de los hijos de Israel, y les harás engastes de oro alrededor. Y pondrás aquellas piedras sobre las hombreras del efod, como piedras memoriales para los hijos de Israel. Aarón llevará sus nombres delante de Jehovah, sobre sus dos hombreras, como memorial. Harás engastes de oro, y dos cadenillas de oro puro, trenzadas como cordón, y fijarás en los engastes las cadenillas trenzadas como cordón. "Harás el pectoral del juicio, obra de fina artesanía; lo harás como la hechura del efod: de oro, de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido. Será cuadrado y plegado; será de un palmo de largo y de un palmo de ancho. Lo llenarás con los engastes de piedras, con cuatro hileras de piedras: La primera hilera tendrá un rubí, un topacio y un berilo. La segunda hilera tendrá una turquesa, un zafiro y un diamante. La tercera hilera tendrá un jacinto, un ágata y una amatista. La cuarta hilera tendrá un crisólito, un ónice y un jaspe. Estas piedras estarán montadas en engastes de oro. Las piedras corresponderán a los nombres de los hijos de Israel; serán doce como sus nombres. Corresponderán a las doce tribus, como grabaduras de sello, cada una con su nombre. "Harás sobre el pectoral cadenillas trenzadas como cordón, de oro puro. Harás también sobre el pectoral dos anillos de oro, los cuales pondrás en los dos extremos del pectoral. Meterás los dos cordones de oro en los dos anillos, en los extremos del pectoral. Los dos extremos de ambos cordones fijarás sobre los dos engastes, y los fijarás a las hombreras del efod en su parte delantera. "Harás también otros dos anillos de oro, los que pondrás en los dos extremos del pectoral, en el borde que está al lado interior del efod. Harás también otros dos anillos de oro y los fijarás en la parte inferior de las dos hombreras del efod, en su parte delantera, frente a su unión sobre el ceñidor del efod. Así atarán el pectoral por sus anillos a los anillos del efod con un cordón azul, para que esté sobre el ceñidor del efod y para que el pectoral no se desprenda del efod. Y cuando Aarón entre en el santuario, llevará los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón, para memorial continuo delante de Jehovah. "Y pondrás el Urim y el Tumim en el pectoral del juicio, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre a la presencia de Jehovah. Así llevará continuamente Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón, en presencia de Jehovah. "Harás la túnica del efod toda de material azul. En medio de ella, en la parte superior, habrá una abertura que tendrá un borde alrededor. Será obra de tejedor, como la abertura de una coraza de cuero, para que no se rompa. En sus bordes inferiores harás granadas de material azul, de púrpura y de carmesí; y entre ellas y alrededor de sus bordes harás campanillas de oro: campanilla de oro y granada, luego campanilla de oro y granada, alrededor de los bordes de la túnica. Aarón las llevará cuando ministre. Su sonido se oirá cuando entre en el santuario delante de Jehovah, y cuando salga, para que no muera. "Harás de oro puro una lámina en forma de flor, y grabarás en ella con grabadura de sello: ‘Consagrado a Jehovah.’ La colocarás sobre un cordón azul, y estará sobre el turbante; estará en la parte delantera del turbante. Estará sobre la frente de Aarón, y Aarón cargará con la culpa relacionada con las cosas sagradas que los hijos de Israel hayan consagrado, todos sus obsequios sagrados. Estará continuamente sobre su frente para que hallen gracia delante de Jehovah. "Tejerás a cuadros un vestido de lino y harás un turbante de lino. Harás también un cinturón, obra de bordador. También harás vestidos y cinturones para los hijos de Aarón, y les harás turbantes para gloria y esplendor. Con ellos vestirás a tu hermano Aarón, y con él a sus hijos. Los ungirás, los investirás y los consagrarás para que me sirvan como sacerdotes. "También les harás pantalones de lino para cubrir su desnudez desde la cintura hasta los muslos. Aarón y sus hijos estarán vestidos con ellos cuando entren en el tabernáculo de reunión, o cuando se acerquen al altar para servir en el santuario; no sea que carguen con la culpa y mueran. Este es un estatuto perpetuo para él y para sus descendientes después de él. "Esto es lo que harás para consagrarlos, para que me sirvan como sacerdotes: Toma un novillo, dos carneros, sin defecto; panes sin levadura, tortas sin levadura amasadas con aceite y galletas sin levadura untadas con aceite. Harás estas cosas de harina fina de trigo. Las pondrás en una cesta, y los ofrecerás en la cesta, junto con el novillo y los dos carneros. Harás que Aarón y sus hijos se acerquen a la entrada del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua. Tomarás las vestiduras y vestirás a Aarón con el vestido, la túnica del efod, el efod y el pectoral, y lo sujetarás con el ceñidor del efod. Pondrás el turbante sobre su cabeza, y sobre el turbante pondrás la diadema sagrada. Luego tomarás el aceite de la unción y lo derramarás sobre su cabeza; así lo ungirás. Luego harás que se acerquen sus hijos y los vestirás con los vestidos. Ceñirás los cinturones a Aarón y a sus hijos, y les pondrás los turbantes, y tendrán el sacerdocio por estatuto perpetuo. Así investirás a Aarón y a sus hijos. "Luego acercarás el novillo delante del tabernáculo de reunión, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del novillo. Degollarás el novillo delante de Jehovah, a la entrada del tabernáculo de reunión. Tomarás parte de la sangre del novillo y la pondrás con tu dedo sobre los cuernos del altar; y derramarás el resto de la sangre al pie del altar. Tomarás también todo el sebo que cubre las vísceras, el sebo que está sobre el hígado y los dos riñones con el sebo que los cubre, y lo harás arder sobre el altar. Pero quemarás en el fuego fuera del campamento la carne, la piel y el estiércol del novillo. Es un sacrificio por el pecado. "Asimismo, tomarás uno de los carneros, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero. Degollarás el carnero, tomarás su sangre y la rociarás encima y alrededor del altar. Cortarás el carnero en pedazos, lavarás sus vísceras y sus piernas, y las pondrás con sus pedazos y con su cabeza. Harás arder todo el carnero sobre el altar. Es holocausto de grato olor a Jehovah, ofrenda quemada a Jehovah. "Luego tomarás el otro carnero, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero. Degollarás el carnero, y tomarás parte de su sangre y la pondrás sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el lóbulo de la oreja derecha de sus hijos, sobre el dedo pulgar de sus manos derechas y sobre el dedo pulgar de sus pies derechos. Derramarás el resto de la sangre encima y alrededor del altar. Luego tomarás parte de la sangre que está sobre el altar y del aceite de la unción, y los rociarás sobre Aarón y sus vestiduras, y sobre sus hijos y sus vestiduras. Así serán consagrados Aarón y sus vestiduras, y con él sus hijos y sus vestiduras. "Luego tomarás el sebo del carnero, la rabadilla, el sebo que cubre las vísceras, el sebo que está sobre el hígado, los dos riñones con el sebo que los cubre y el muslo derecho, porque es el carnero de la investidura. También tomarás de la cesta de los panes sin levadura que está delante de Jehovah, un pan, una torta de pan amasada con aceite y una galleta. Pondrás todas estas cosas en las manos de Aarón y en las manos de sus hijos, y las mecerás como ofrenda mecida delante de Jehovah. Después las tomarás de sus manos y las harás arder en el altar, sobre el holocausto, como grato olor delante de Jehovah. Es una ofrenda quemada a Jehovah. "Entonces tomarás el pecho del carnero de la investidura de Aarón, y lo mecerás como ofrenda mecida delante de Jehovah. Esta será tu porción. Apartarás el pecho de la ofrenda mecida y el muslo de la ofrenda alzada, lo que fue mecido y lo que fue alzado del carnero de la investidura, de lo que era para Aarón y para sus hijos. Esto será para Aarón y para sus hijos de parte de los hijos de Israel, por estatuto perpetuo, porque es ofrenda alzada. Será una ofrenda de parte de los hijos de Israel, de sus sacrificios de paz como ofrenda alzada para Jehovah. "Las vestiduras sagradas de Aarón serán para sus hijos después de él, para que con ellas sean ungidos y para que con ellas sean investidos. El hijo suyo que sea sacerdote en su lugar y que entre al tabernáculo de reunión para servir en el santuario, las vestirá durante siete días. "Tomarás el carnero de la investidura y cocerás su carne en un lugar santo. Aarón y sus hijos comerán la carne del carnero y el pan que está en la cesta, a la entrada del tabernáculo de reunión. Ellos comerán aquellas cosas con las cuales se hizo expiación para investirlos y consagrarlos; pero ningún extraño comerá de ellas, porque son sagradas. Si sobra algo de la carne de la investidura y del pan hasta la mañana, quemarás al fuego lo que haya sobrado. No se comerá, porque es cosa sagrada. "Así harás a Aarón y a sus hijos, conforme a todas las cosas que yo te he mandado. Durante siete días los investirás. Y cada día ofrecerás un toro como sacrificio por el pecado, para hacer expiación. Purificarás el altar al hacer expiación por él, y lo ungirás para santificarlo. Durante siete días expiarás el altar y lo santificarás; así será un altar santísimo. Todo lo que toque al altar será santificado. "Esto es lo que ofrecerás sobre el altar cada día, continuamente: dos corderos de un año. Ofrecerás uno de los corderos al amanecer, y el otro cordero lo ofrecerás al atardecer. Además, con cada cordero ofrecerás la décima parte de un efa de harina fina, mezclada con la cuarta parte de un hin de aceite puro de olivas. La libación será de la cuarta parte de un hin de vino. "Ofrecerás el otro cordero al atardecer. Con él presentarás una ofrenda vegetal como la de la mañana, y del mismo modo su libación, como grato olor. Es una ofrenda quemada a Jehovah. "Esto será, a través de vuestras generaciones, el holocausto continuo delante de Jehovah, a la entrada del tabernáculo de reunión, donde me encontraré contigo para hablarte allí. También me encontraré allí con los hijos de Israel, y el lugar será santificado por mi gloria. Santificaré el tabernáculo de reunión y el altar. Asimismo, santificaré a Aarón y a sus hijos para que me sirvan como sacerdotes. Yo habitaré en medio de los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehovah su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto para habitar en medio de ellos. Yo, Jehovah, su Dios. "Harás asimismo un altar para quemar incienso. Lo harás de madera de acacia. Será cuadrado, de un codo de largo, de un codo de ancho y de dos codos de alto. Sus cuernos serán hechos de la misma pieza. Lo recubrirás de oro puro, tanto su cubierta como sus paredes alrededor y sus cuernos. Le harás alrededor una moldura de oro. Le harás también dos aros de oro debajo de su moldura en sus dos costados, en sus dos lados, donde se colocarán las varas con que será transportado. Harás las varas de madera de acacia y las recubrirás de oro. "Pondrás el altar delante del velo que está junto al arca del testimonio y delante del propiciatorio que está sobre el testimonio, donde yo me encontraré contigo. Aarón quemará incienso aromático sobre él; lo quemará cada mañana cuando prepare las lámparas. Cuando encienda las lámparas al anochecer, también quemará incienso delante de Jehovah, continuamente, a través de vuestras generaciones. No ofreceréis sobre el altar incienso extraño, ni holocausto, ni ofrenda vegetal. Tampoco derramaréis libación sobre él. Una vez al año Aarón hará expiación sobre los cuernos del altar. Con la sangre de la víctima para la expiación por el pecado, hará expiación sobre él, una vez al año, a través de vuestras generaciones. Será muy sagrado a Jehovah." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Cuando hagáis el censo para obtener el número de los hijos de Israel, según los que sean contados de ellos, cada uno dará a Jehovah el rescate por su persona. Así no habrá mortandad entre ellos, cuando hayan sido contados. Esto dará todo el que sea contado: medio siclo conforme al siclo del santuario. El siclo tiene 20 geras. La mitad de un siclo será la ofrenda alzada para Jehovah. Cada uno que sea contado, de veinte años para arriba, dará esta ofrenda alzada para Jehovah. Al entregar la ofrenda alzada para Jehovah a fin de hacer expiación por vuestras personas, el rico no dará más, ni el pobre dará menos del medio siclo. Tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión. Ello será un memorial a los hijos de Israel, delante de Jehovah, para hacer expiación por vuestras personas." Jehovah también habló a Moisés diciendo: "También harás una fuente de bronce para lavarse, con su base también de bronce. La pondrás entre el tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás en ella agua. Aarón y sus hijos se lavarán en ella sus manos y sus pies. Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con agua, para que no mueran. Cuando se acerquen al altar para servir y presentar la ofrenda quemada a Jehovah, también se lavarán las manos y los pies, para que no mueran. Esto será un estatuto perpetuo, tanto para él como para sus descendientes, a través de sus generaciones." Jehovah también habló a Moisés diciendo: "Toma especias aromáticas: de mirra granulada de primera, 500 siclos; de canela aromática, la mitad, es decir, 250; de cálamo aromático, 250; de casia, 500, según el siclo del santuario; y un hin de aceite de oliva. Con esto prepararás el aceite de la santa unción. Será un ungüento combinado, obra de perfumador, el cual será el aceite de la santa unción. Con él ungirás el tabernáculo de reunión y el arca del testimonio, la mesa con todos sus utensilios, el candelabro con sus utensilios, el altar del incienso, el altar del holocausto con todos sus utensilios y la fuente con su base. Así los consagrarás, y serán cosas muy sagradas. Todo lo que los toque será santificado. "También ungirás a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás, para que me sirvan como sacerdotes. Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: ‘Este será mi aceite de la santa unción a través de todas vuestras generaciones. No será vertido sobre el cuerpo de ningún hombre, ni haréis una composición similar. Sagrado es, y sagrado será para vosotros. Cualquiera que prepare un ungüento similar y cualquiera que ponga de él sobre una persona extraña será excluido de su pueblo.’" Jehovah dijo también a Moisés: "Toma especias: estacte, uña aromática, gálbano e incienso puro; igual peso de cada cosa. Haz con ello el incienso aromático, obra de perfumador, salado, puro y santo. Molerás una parte de él muy fina y la pondrás delante del testimonio, en el tabernáculo de reunión, donde yo me encontraré contigo. Será para vosotros cosa muy sagrada. No os haréis incienso de una composición similar. Te será cosa sagrada para Jehovah; cualquiera que haga una composición similar para olerla será excluido de su pueblo." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá, y lo he llenado del Espíritu de Dios, con sabiduría, entendimiento, conocimiento y toda habilidad de artesano, para hacer diseños artísticos y para trabajar en oro, plata y bronce; en el tallado de piedras para engastar, en el tallado de madera y para realizar toda clase de labor. "He aquí, yo he escogido con él a Oholiab hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan. También he puesto sabiduría en el corazón de toda persona sabia de corazón, para que realicen todo lo que te he mandado: el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio y el propiciatorio que está sobre ella. También todos los utensilios del tabernáculo: la mesa y sus utensilios, el candelabro de oro puro y todos sus utensilios, el altar del incienso, el altar del holocausto y todos sus utensilios, la fuente y su base, las vestiduras de material tejido, las vestiduras sagradas para el sacerdote Aarón, las vestiduras de sus hijos, para servir como sacerdotes, el aceite de la unción y el incienso aromático para el santuario. Lo harán conforme a todo lo que te he mandado." Jehovah habló además a Moisés diciendo: "Tú hablarás a los hijos de Israel y les dirás: ‘Ciertamente guardaréis mis sábados, porque esto es una señal entre yo y vosotros a través de vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehovah, el que os santifico. Guardaréis el sábado, porque es sagrado para vosotros; el que lo profane morirá irremisiblemente. Cualquiera que haga algún trabajo en él será excluido de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, pero el séptimo día será sábado de reposo consagrado a Jehovah. Cualquiera que haga algún trabajo en el día del sábado morirá irremisiblemente.’ "Los hijos de Israel guardarán el sábado, celebrándolo como pacto perpetuo a través de sus generaciones. Será señal para siempre entre yo y los hijos de Israel. Porque en seis días Jehovah hizo los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó." Y cuando acabó de hablar con él en el monte Sinaí, dio a Moisés dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios. Al ver el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, ellos se congregaron ante Aarón y le dijeron: —Levántate, haz para nosotros dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. Aarón les respondió: —Quitad los aretes de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Entonces todos los del pueblo se quitaron los aretes de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón. El los recibió de sus manos e hizo un becerro de fundición, modelado a buril. Entonces dijeron: —¡Israel, éste es tu dios que te sacó de la tierra de Egipto! Al ver esto, Aarón edificó un altar delante del becerro y pregonó diciendo: —¡Mañana habrá fiesta para Jehovah! Al día siguiente madrugaron, ofrecieron holocaustos y trajeron sacrificios de paz. Luego el pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó para divertirse. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido. Se han apartado rápidamente del camino que yo les mandé. Se han hecho un becerro de fundición, lo han adorado, le han ofrecido sacrificios y han dicho: "¡Israel, éste es tu dios que te sacó de la tierra de Egipto!" —Le dijo, además, a Moisés—: Yo he visto a este pueblo, y he aquí que es un pueblo de dura cerviz. Ahora pues, deja que se encienda mi furor contra ellos y los consuma, pero yo haré de ti una gran nación. Entonces Moisés imploró el favor de Jehovah su Dios, diciendo: —Oh Jehovah, ¿por qué se ha de encender tu furor contra tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto con gran fuerza y con mano poderosa? ¿Por qué han de hablar los egipcios diciendo: "Los sacó por maldad, para matarlos sobre los montes y para exterminarlos sobre la faz de la tierra"? Desiste del ardor de tu ira y cambia de parecer en cuanto a hacer mal a tu pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a quienes juraste por ti mismo y les dijiste: "Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de la cual he hablado. Y ellos la tomarán como posesión para siempre." Entonces Jehovah cambió de parecer en cuanto al mal que dijo que haría a su pueblo. Entonces Moisés se volvió y descendió del monte trayendo en sus manos las dos tablas del testimonio, tablas escritas por ambos lados; por uno y otro lado estaban escritas. Las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios, grabada sobre las tablas. Al oír Josué el estruendo del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: —¡Estruendo de batalla hay en el campamento! Pero Moisés respondió: —No es estruendo de victoria ni estruendo de derrota. Yo escucho estruendo de cantares. Aconteció que cuando llegó al campamento y vio el becerro y las danzas, la ira de Moisés se encendió, y arrojó las tablas de sus manos y las rompió al pie del monte. Y tomó el becerro que habían hecho y lo quemó en el fuego. Luego lo molió hasta reducirlo a polvo, lo esparció sobre el agua, y lo hizo beber a los hijos de Israel. Y Moisés dijo a Aarón: —¿Qué te ha hecho este pueblo, para que hayas traído sobre él un pecado tan grande? Y Aarón respondió: —No se encienda la ira de mi señor. Tú conoces al pueblo, que es inclinado al mal. Ellos me dijeron: "Haz para nosotros dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido." Y yo les respondí: "Los que tengan oro, que se lo quiten." Ellos me lo dieron, y lo arrojé al fuego; y salió este becerro. Al ver que el pueblo se había desenfrenado, pues Aarón les había permitido el desenfreno, de modo que llegaron a ser una vergüenza entre sus enemigos, Moisés se puso de pie a la entrada del campamento y dijo: —¡Quien esté de parte de Jehovah únase conmigo! Y se unieron con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: —Así ha dicho Jehovah, el Dios de Israel: "¡Cíñase cada uno su espada, y pasad y volved, de entrada a entrada del campamento! ¡Matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente!" Entonces los hijos de Leví hicieron conforme al dicho de Moisés, y aquel día cayeron del pueblo como Entonces Moisés dijo: —Hoy os habéis investido a vosotros mismos para Jehovah, cada uno a costa de su hijo o de su hermano, para que él os dé hoy bendición. Al día siguiente Moisés dijo al pueblo: —Vosotros habéis cometido un gran pecado. Pero yo subiré ahora hacia Jehovah; quizás yo pueda hacer expiación por vuestro pecado. Moisés regresó a Jehovah y le dijo: —¡Ay! Este pueblo ha cometido un gran pecado al haberse hecho dioses de oro. Pero ahora perdona su pecado; y si no, por favor, bórrame de tu libro que has escrito. Jehovah respondió a Moisés: —¡Al que ha pecado contra mí, a ése lo borraré de mi libro! Vuelve, pues; conduce a este pueblo al lugar que te he dicho; he aquí que mi ángel irá delante de ti. Pero en el día del castigo yo les castigaré por su pecado. Y Jehovah hirió al pueblo con una plaga por lo que habían hecho con el becerro que Aarón formó. Después Jehovah dijo a Moisés: —Vé, sube de aquí, tú con el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra acerca de la cual juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: "A tus descendientes la daré." Yo enviaré un ángel delante de vosotros y arrojaré a los cananeos, amorreos, heteos, ferezeos, heveos y jebuseos. Sube a la tierra que fluye leche y miel, pero yo no subiré en medio de ti, no sea que te consuma en el camino, porque eres un pueblo de dura cerviz. Al oír el pueblo esta mala noticia, ellos hicieron duelo. Ninguno se atavió con sus joyas. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Di a los hijos de Israel: "Vosotros sois un pueblo de dura cerviz; si yo estuviese un solo instante en medio de vosotros, os consumiría. Ahora pues, quitaos vuestras joyas, y yo sabré qué he de hacer con vosotros." Y los hijos de Israel se desprendieron de sus joyas a partir del monte Horeb. Entonces Moisés tomó una tienda y la levantó fuera del campamento, a considerable distancia. A esta tienda la llamó: tienda de reunión. Y sucedía que todo el que buscaba a Jehovah, iba a la tienda de reunión que estaba fuera del campamento. Cuando Moisés se dirigía a la tienda de reunión, todo el pueblo se levantaba y se ponía de pie junto a la entrada de su propia tienda. Miraban a Moisés hasta que él entraba en la tienda. Cuando Moisés entraba en la tienda, la columna de nube descendía y se detenía a la entrada de la tienda; y Dios hablaba con Moisés. Al ver la columna de nube, que se detenía a la entrada de la tienda, todo el pueblo se levantaba y se postraba, cada uno a la entrada de su propia tienda. Entonces Jehovah hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. Después regresaba Moisés al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su ayudante, no se apartaba de la tienda. Moisés dijo a Jehovah: —Mira, tú me dices a mí: "Saca a este pueblo." Pero tú no me has dado a conocer a quién has de enviar conmigo. Sin embargo, dices: "Yo te he conocido por tu nombre y también has hallado gracia ante mis ojos." Ahora, si he hallado gracia ante tus ojos, por favor muéstrame tu camino, para que te conozca y halle gracia ante tus ojos; considera también que esta gente es tu pueblo. Jehovah le dijo: —Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y él respondió: —Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿En qué, pues, se conocerá que he hallado gracia ante tus ojos, yo y tu pueblo? ¿No será en que tú vas con nosotros y en que yo y tu pueblo llegamos a ser diferentes de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra? Jehovah dijo a Moisés: —También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia ante mis ojos y te he conocido por tu nombre. Entonces Moisés dijo: —Por favor, muéstrame tu gloria. Y le respondió: —Yo haré pasar toda mi bondad delante de ti y proclamaré delante de ti el nombre de Jehovah. Tendré misericordia del que tendré misericordia y me compadeceré del que me compadeceré. —Dijo además—: No podrás ver mi rostro, porque ningún hombre me verá y quedará vivo. —Jehovah dijo también—: He aquí hay un lugar junto a mí, y tú te colocarás sobre la peña. Sucederá que cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas. Pero mi rostro no será visto. Jehovah dijo, además, a Moisés: —Lábrate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las primeras, que rompiste. Prepárate para la mañana, sube de mañana al monte Sinaí y preséntate allí delante de mí sobre la cumbre del monte. No suba nadie contigo, ni nadie sea visto en todo el monte. No pasten ovejas ni bueyes frente a ese monte. Moisés labró dos tablas de piedra como las primeras. Y levantándose muy de mañana subió al monte Sinaí, como le mandó Jehovah, y llevó en sus manos las dos tablas de piedra. Entonces descendió Jehovah en la nube, y se presentó allí a Moisés; y éste invocó el nombre de Jehovah. Jehovah pasó frente a Moisés y proclamó: —¡Jehovah, Jehovah, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad, que conserva su misericordia por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado; pero que de ninguna manera dará por inocente al culpable; que castiga la maldad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación! Entonces Moisés se apresuró a bajar la cabeza hacia el suelo, y se postró diciendo: —Oh Señor, si he hallado gracia ante tus ojos, vaya por favor el Señor en medio de nosotros, aunque éste sea un pueblo de dura cerviz. Perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y acéptanos como tu heredad. Jehovah le dijo: —He aquí, yo hago un pacto frente a todo tu pueblo: Haré maravillas como nunca fueron hechas en toda la tierra y en ninguna de las naciones. Todo el pueblo, en medio del cual estás, verá la obra de Jehovah; porque algo temible haré para con vosotros. Guarda lo que yo te mando hoy. He aquí, yo echaré de tu presencia a los amorreos, cananeos, heteos, ferezeos, heveos y jebuseos. Guárdate, no sea que hagas alianza con los habitantes de la tierra a donde vas, de manera que eso sea de tropiezo en medio de ti. Ciertamente derribaréis sus altares, romperéis sus imágenes y eliminaréis sus árboles rituales de Asera. Porque no te postrarás ante otro dios, pues Jehovah, cuyo nombre es Celoso, es un Dios celoso. No sea que hagas alianza con los habitantes de aquella tierra, y cuando ellos se prostituyan tras sus dioses y les ofrezcan sacrificios, te inviten, y tú comas de sus sacrificios; o que al tomar tú sus hijas para tus hijos y al prostituirse ellas tras sus dioses, hagan que tus hijos se prostituyan tras los dioses de ellas. No te harás dioses de fundición. Guardarás la fiesta de los panes sin levadura. Siete días comerás panes sin levadura, como te he mandado, en el tiempo señalado del mes de Abib; porque en el mes de Abib saliste de Egipto. Todo primerizo que abre la matriz es mío; de tu ganado consagrarás el primerizo que sea macho de vaca o de oveja. Pero rescatarás con un cordero el primerizo del asno; y si no lo rescatas, le romperás la nuca. También rescatarás todo primogénito varón de tus hijos, y nadie se presentará delante de mí con las manos vacías. Seis días trabajarás, pero en el séptimo día descansarás. Aun en el tiempo de la siembra y de la siega descansarás. Celebrarás la fiesta de Pentecostés, es decir, la de las primicias de la siega del trigo, y también la fiesta de la cosecha a la vuelta del año. Tres veces al año se presentarán todos tus hombres delante del Señor Jehovah, Dios de Israel. Porque yo expulsaré las naciones de tu presencia y ensancharé tus territorios. Nadie codiciará tu tierra mientras tú vayas tres veces al año para presentarte delante de Jehovah tu Dios. No ofrecerás la sangre de mi sacrificio junto con algo que tenga levadura. No quedará nada del sacrificio de la fiesta de la Pascua hasta la mañana. Traerás lo mejor de las primicias de tu tierra a la casa de Jehovah tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Escribe estas palabras, porque conforme a ellas he hecho pacto contigo y con Israel. Moisés estuvo allí con Jehovah cuarenta días y cuarenta noches. No comió pan ni bebió agua. Y en las tablas escribió las palabras del pacto: los diez mandamientos. Aconteció que al descender Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, mientras descendía del monte, Moisés no sabía que la piel de su cara resplandecía por haber estado hablando con Dios. Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí que la piel de su cara era resplandeciente, y temieron acercarse a él. Moisés los llamó. Entonces Aarón y todos los jefes de la congregación volvieron a él, y Moisés les habló. Después de esto, se acercaron todos los hijos de Israel, y Moisés les mandó todas las cosas que Jehovah le había dicho en el monte Sinaí. Y cuando Moisés terminó de hablar con ellos, puso un velo sobre su cara. Cuando entraba a la presencia de Jehovah para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía. Entonces cuando salía, hablaba con los hijos de Israel lo que él le mandaba. Al ver los hijos de Israel que la piel de su cara resplandecía, Moisés volvía a poner el velo sobre su cara, hasta que entraba para hablar con Jehovah. Moisés hizo reunir a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: "Estas son las cosas que Jehovah ha mandado que hagáis: ‘Seis días se trabajará; pero el séptimo día os será sagrado, sábado de reposo consagrado a Jehovah. Cualquiera que haga algún trabajo en él morirá. No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de sábado.’" Moisés habló a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: "Esto es lo que Jehovah ha mandado: ‘Tomad de entre vosotros una ofrenda para Jehovah. Todo hombre de corazón generoso traiga una ofrenda para Jehovah: oro, plata, bronce, material azul, púrpura, carmesí, lino, pelo de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo, pieles finas, madera de acacia, aceite para la iluminación, especias aromáticas para el aceite de la unción y para el incienso aromático, piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y el pectoral. "‘Todo hombre que entre vosotros sea sabio de corazón venga y haga todas las cosas que Jehovah ha mandado: el tabernáculo, su tienda, su cubierta, sus ganchos, sus tablones, sus travesaños, sus pilares y sus bases; el arca y sus varas, el propiciatorio y el velo de protección; la mesa y sus varas, todos sus utensilios y el pan de la Presencia; el candelabro para la iluminación y sus utensilios, sus lámparas y el aceite para la iluminación; el altar del incienso y sus varas; el aceite de la unción y el incienso aromático; la cortina de la puerta para la entrada del tabernáculo; el altar del holocausto, su rejilla de bronce, sus varas y todos sus utensilios; la fuente y su base; las mamparas del atrio, sus pilares, sus bases y la cortina de la entrada del atrio; las estacas del tabernáculo, las estacas del atrio y sus cuerdas; las vestiduras de material tejido, para servir en el santuario, las vestiduras sagradas del sacerdote Aarón y las vestiduras de sus hijos, para servir como sacerdotes.’" Entonces toda la congregación de los hijos de Israel salió de la presencia de Jehovah. Y todo aquel a quien le impulsó su corazón y todo aquel a quien su espíritu le movió a la generosidad trajeron la ofrenda de Jehovah, para la obra del tabernáculo de reunión, para todo su servicio y para las vestiduras sagradas. Tanto hombres como mujeres, toda persona de corazón generoso vino trayendo prendedores, aretes, anillos, collares y toda clase de objetos de oro. Todos presentaron a Jehovah una ofrenda de oro. Todos los que poseían material azul, púrpura, carmesí, lino, pelo de cabra, pieles de carnero teñidas de rojo y pieles finas, los trajeron. Todos los que hicieron ofrenda de plata o de bronce trajeron la ofrenda para Jehovah. Todos los que tenían madera de acacia la trajeron para la labor de la obra. Además, todas las mujeres sabias de corazón hilaban con sus manos y traían lo hilado: material azul, púrpura, carmesí y lino. Todas las mujeres cuyo corazón les impulsó con sabiduría tejieron pelo de cabra. Los jefes trajeron piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y el pectoral. También trajeron las especias aromáticas y el aceite para la iluminación, para la unción y para el incienso aromático. Los hijos de Israel, todos los hombres y mujeres cuyo corazón les movió a la generosidad para ofrendar para toda la obra que Jehovah había mandado por medio de Moisés que se hiciera, trajeron una ofrenda voluntaria a Jehovah. Entonces Moisés dijo a los hijos de Israel: —Mirad, Jehovah ha llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá, y lo ha llenado del Espíritu de Dios, con sabiduría, entendimiento, conocimiento y toda habilidad de artesano, para hacer diseños artísticos y para trabajar en oro, plata y bronce, en el tallado de piedras para engastar, en el tallado de madera y para realizar toda clase de labor artística. El ha puesto en su corazón la capacidad para enseñar, tanto él como Oholiab hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan. Los ha llenado con sabiduría de corazón para realizar toda obra de artesano, diseñador y bordador de material azul, púrpura, carmesí y lino, y de tejedor; para que realicen toda labor y hagan diseños artísticos. Bezaleel, Oholiab y todos los sabios de corazón en quienes Jehovah ha puesto sabiduría y entendimiento para saber hacer toda la obra de la construcción del santuario, harán todas las cosas que ha mandado Jehovah. Entonces llamó Moisés a Bezaleel, a Oholiab y a todo hombre sabio de corazón en cuyo corazón Jehovah había puesto sabiduría, y todos aquellos cuyo corazón les impulsó para acercarse y llevar a cabo la obra. Y ellos tomaron de delante de Moisés toda la ofrenda que los hijos de Israel habían traído, para que se llevara a cabo la obra de la construcción del santuario. Como el pueblo continuaba trayendo ofrenda voluntaria cada mañana, todos los maestros que hacían toda la obra del santuario dejaron cada uno su trabajo y hablaron con Moisés diciendo: —El pueblo trae mucho más de lo necesario para llevar a cabo la obra que Jehovah ha mandado que se haga. Entonces Moisés mandó pregonar por el campamento, diciendo: —Nadie, hombre o mujer, haga nada más como ofrenda para el santuario. Así se le impidió al pueblo seguir trayendo; pues ya había material suficiente para hacer toda la obra, y aun sobraba. Todos los sabios de corazón de entre los encargados de la obra hicieron el tabernáculo con diez tapices de lino torcido, de material azul, de púrpura y de carmesí. Y los hizo con querubines, obra de fina artesanía. Cada tapiz era de 28 codos de largo y de 4 codos de ancho. Todos los tapices tenían la misma medida. El unió cinco tapices el uno con el otro; y también unió los otros cinco tapices el uno con el otro. También hizo lazos de material azul en la orilla del tapiz del extremo, en una unión. Lo mismo hizo en la orilla del otro tapiz del extremo, en la otra unión. Hizo cincuenta lazos en un tapiz, e hizo cincuenta lazos en la orilla del tapiz de la otra unión, estando los lazos contrapuestos, uno frente al otro. Hizo también cincuenta ganchos de oro con los cuales unió los tapices el uno con el otro, de manera que el tabernáculo formó un solo conjunto. Hizo también tapices de pelo de cabra para la tienda que está sobre el tabernáculo, once tapices en total. Cada tapiz era de 30 codos de largo y de 4 codos de ancho. Los once tapices tenían la misma medida. Unió cinco tapices en un conjunto, y seis tapices en el otro conjunto. Hizo también cincuenta lazos en la orilla del tapiz del extremo, en la primera unión; y cincuenta lazos en la orilla del otro tapiz, en la segunda unión. Hizo también cincuenta ganchos de bronce para unir la tienda, de manera que formara un solo conjunto. Hizo para el tabernáculo una cubierta de pieles de carnero teñidas de rojo, y sobre ésta puso una cubierta de pieles finas. Hizo también para el tabernáculo los tablones de madera de acacia, para estar puestos de manera vertical. Cada tablón era de 10 codos de largo y de un codo y medio de ancho. Cada tablón tenía dos espigas para ser trabadas una con otra. Así hizo para todos los tablones del tabernáculo. Hizo, pues, los tablones para el tabernáculo, veinte tablones para el lado sur. Hizo también cuarenta bases de plata debajo de los veinte tablones: dos bases debajo de un tablón para sus dos espigas, y dos bases debajo de otro tablón para sus dos espigas. Y para el otro lado, el lado norte del tabernáculo, hizo veinte tablones, con sus cuarenta bases de plata: dos bases debajo de un tablón y dos bases debajo de otro tablón. Hizo seis tablones para el lado posterior del tabernáculo, al occidente. Para las esquinas del tabernáculo, en los dos extremos posteriores, hizo dos tablones, los cuales estaban unidos por abajo y unidos por arriba con un aro. Así hizo con los dos en las dos esquinas. Eran, pues, ocho tablones con sus bases de plata, dieciséis bases; dos bases debajo de cada tablón. Hizo también los travesaños de madera de acacia: cinco para los tablones de un lado del tabernáculo, cinco travesaños para los tablones del otro lado del tabernáculo, y cinco travesaños para los tablones del lado posterior del tabernáculo, al occidente. Hizo que el travesaño del centro pasase por la mitad de los tablones, de un extremo al otro extremo. Recubrió de oro los tablones; y también hizo de oro los aros en los cuales se habían de meter los travesaños. También recubrió de oro los travesaños. Hizo también el velo de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido. Y los hizo con querubines, obra de fina artesanía. Para el velo hizo cuatro pilares de madera de acacia y los recubrió de oro. Sus ganchos eran de oro, y fundió para ellos cuatro bases de plata. Hizo también la cortina para la entrada del tabernáculo, de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido, obra de bordador. También hizo sus cinco pilares y sus ganchos. Recubrió de oro la parte superior de sus columnas y sus bandas, y sus cinco bases eran de bronce. Bezaleel hizo también el arca de madera de acacia. Era de dos codos y medio de largo, de un codo y medio de ancho y de un codo y medio de alto. La recubrió de oro puro por dentro y por fuera, y le hizo una moldura de oro alrededor. Le hizo, además, cuatro aros de oro fundido para sus cuatro patas: dos aros a un lado de ella, y dos aros al otro lado. También hizo las varas de madera de acacia y las recubrió de oro. Y metió las varas por los aros a los lados del arca, para llevar el arca. Hizo también el propiciatorio de oro puro. Era de dos codos y medio de largo y de un codo y medio de ancho. También hizo los dos querubines; de oro modelado a martillo los hizo en los dos extremos del propiciatorio. Un querubín estaba en un extremo, y el otro querubín en el otro extremo. De una sola pieza con el propiciatorio hizo los querubines en sus dos extremos. Los querubines extendían las alas por encima, cubriendo con sus alas el propiciatorio. Sus caras estaban una frente a la otra; las caras de los querubines estaban mirando hacia el propiciatorio. Hizo también la mesa de madera de acacia. Era de dos codos de largo, de un codo de ancho y de un codo y medio de alto. La recubrió de oro puro y le hizo una moldura de oro alrededor. Le hizo también un marco alrededor, de un palmo menor de ancho, y al marco le hizo una moldura de oro alrededor. Le hizo cuatro aros de oro fundido y los puso en las cuatro esquinas que corresponden a sus cuatro patas. Próximos al marco estaban los aros donde se colocaban las varas para llevar la mesa. Hizo también las varas de madera de acacia, para llevar la mesa, y las recubrió de oro. También hizo de oro puro los utensilios que habrían de estar sobre la mesa: sus platos, sus cucharas, sus tazones y sus vasijas para hacer la libación. Hizo también el candelabro de oro puro modelado a martillo. El candelabro con su base, su tallo, sus cálices, sus botones y sus flores era de una sola pieza. Seis brazos salían de sus lados: tres brazos del candelabro de un lado, y tres brazos del candelabro del otro lado. En un brazo había tres cálices en forma de botón y flor de almendro, y en su otro brazo había tres cálices en forma de botón y flor de almendro; así en los seis brazos que salían del candelabro. En el tallo del candelabro había cuatro cálices en forma de flor de almendro, con sus botones y sus flores. Había un botón debajo de dos brazos del mismo, otro botón debajo de otros dos brazos del mismo, y otro botón debajo de los otros dos brazos del mismo; así con los seis brazos que salían de él. Sus botones y sus brazos eran de una sola pieza con él; todo era una pieza de oro puro modelado a martillo. Hizo también de oro puro sus siete lámparas, sus despabiladeras y sus platillos. Hizo el candelabro y todos sus accesorios de un talento de oro puro. Hizo también de madera de acacia el altar del incienso. Era cuadrado, de un codo de largo, de un codo de ancho y de dos codos de alto. Sus cuernos estaban hechos de la misma pieza. Lo recubrió de oro puro, tanto su cubierta como sus paredes alrededor y sus cuernos. Le hizo alrededor una moldura de oro. También hizo dos aros de oro debajo de su moldura en sus dos costados, en sus dos lados, donde se colocaban las varas con que sería transportado. Hizo las varas de madera de acacia y las recubrió de oro. Hizo también el aceite de la santa unción y el incienso aromático puro, obra de perfumador. Hizo también el altar del holocausto de madera de acacia. Era cuadrado, de 5 codos de largo, de 5 codos de ancho y de 3 codos de alto. Le hizo cuernos en sus cuatro esquinas; los cuernos eran de una misma pieza. Y los recubrió de bronce. También hizo todos los utensilios del altar: bandejas, palas, tazones para la aspersión, tenedores y baldes. Hizo de bronce todos sus utensilios. También hizo para el altar la rejilla de bronce, en forma de red, que puso por debajo del borde del altar, hasta la mitad del altar. También hizo de bronce fundido cuatro aros en los cuatro extremos de la rejilla de bronce, donde se colocaban las varas. Hizo también las varas de madera de acacia y las recubrió de bronce. Metió las varas por los aros de los lados del altar, para transportarlo con ellas. El altar era hueco, hecho de tablas. Hizo también la fuente de bronce con su base de bronce, de los espejos de las mujeres que prestaban servicio a la entrada del tabernáculo de reunión. Hizo también el atrio. En el lado sur el atrio tenía mamparas de lino torcido a lo largo de 100 codos. Sus veinte pilares con sus veinte bases eran de bronce. Los ganchos de los pilares y sus bandas eran de plata. El lado norte también tenía 100 codos. Sus veinte pilares con sus veinte bases eran de bronce. Los ganchos de los pilares y sus bandas eran de plata. El lado occidental tenía 50 codos de mamparas con sus diez pilares y sus diez bases. Los ganchos de los pilares y sus bandas eran de plata. Al frente, es decir, al este, también tenía 50 codos. A un lado había 15 codos de mamparas con sus tres pilares y sus tres bases; asimismo al otro lado. A uno y a otro lado de la entrada del atrio había 15 codos de mamparas con sus tres pilares y sus bases. Todas las mamparas alrededor del atrio eran de lino torcido; y las bases de los pilares, de bronce. Los ganchos de los pilares y sus bandas eran de plata. Los capiteles de sus pilares también estaban recubiertos de plata, y todos los pilares del atrio tenían bandas de plata. La cortina de la entrada del atrio era obra de bordador hecha de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido. Tenía 20 codos de largo por 5 codos de alto, como las mamparas del atrio. Sus cuatro pilares con sus cuatro bases eran de bronce. Sus ganchos eran de plata, y el revestimiento de sus capiteles y sus bandas era de plata. Todas las estacas del tabernáculo y del atrio alrededor eran de bronce. Estas son las cantidades de materiales usados para el tabernáculo, el tabernáculo del testimonio, que por orden de Moisés fueron escritas en un registro por los levitas, bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón. Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá, hizo todo lo que Jehovah había mandado a Moisés, junto con Oholiab hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan, quien era artífice, diseñador y bordador en material azul, en púrpura, en carmesí y en lino. Todo el oro empleado en la obra, en toda la obra del santuario, era oro de la ofrenda, y fue 29 talentos y 730 siclos, según el siclo del santuario. La plata de los inscritos de la asamblea fue de 100 talentos y 1.775 siclos, según el siclo del santuario. Esto representaba el medio por persona, es decir, el medio siclo, según el siclo del santuario, de todos los contados de veinte años para arriba, los cuales fueron 603.550. Los 100 talentos de plata fueron fundidos para hacer las bases del santuario y las bases del velo, 100 bases por 100 talentos, un talento por base. De los 1.775 siclos hizo los ganchos de los pilares, revistió sus capiteles y les puso sus bandas. El bronce de la ofrenda fue 70 talentos y 2.400 siclos. Con él hizo las bases de la entrada del tabernáculo de reunión, el altar de bronce y su rejilla de bronce; todos los utensilios del altar, las bases del atrio alrededor, las bases de la entrada del atrio, todas las estacas del tabernáculo y todas las estacas del atrio alrededor. Hicieron las vestiduras tejidas de material azul, de púrpura y de carmesí, para servir en el santuario. Hicieron las vestiduras sagradas para Aarón, como Jehovah había mandado a Moisés. Hicieron el efod de oro, de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido. Extendieron láminas de oro e hicieron hilos para tejerlos junto con el material azul, la púrpura, el carmesí y el lino, obra de fina artesanía. Le hicieron hombreras que se juntaban sobre él en sus dos extremos, para poderse unir. Su ceñidor para ajustar el efod, el cual está sobre éste, era de la misma hechura y de los mismos materiales: oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, como Jehovah había mandado a Moisés. Labraron las piedras de ónice con engastes de oro alrededor. Fueron grabadas con grabadura de sello, con los nombres de los hijos de Israel. Y las pusieron sobre las hombreras del efod, como piedras memoriales para los hijos de Israel, como Jehovah había mandado a Moisés. Hicieron también el pectoral, obra de fina artesanía como la hechura del efod: de oro, de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido. Era cuadrado y plegado; hicieron el pectoral de un palmo de largo y de un palmo de ancho, plegado. Engastaron en él cuatro hileras de piedras: La primera hilera tenía un rubí, un topacio y un berilo. La segunda hilera tenía una turquesa, un zafiro y un diamante. La tercera hilera tenía un jacinto, un ágata y una amatista. La cuarta hilera tenía un crisólito, un ónice y un jaspe. Estas piedras estaban montadas en engastes de oro. Estas piedras correspondían a los nombres de los hijos de Israel; eran doce como sus nombres. Correspondían a las doce tribus, como grabaduras de sello, cada una con su nombre. Hicieron también sobre el pectoral las cadenillas trenzadas como cordón, de oro puro. Asimismo, hicieron los dos engastes de oro y los dos anillos de oro, y pusieron los anillos en los dos extremos del pectoral. Metieron los dos cordones de oro en los dos anillos en los extremos del pectoral, y fijaron los dos extremos de los dos cordones en los dos engastes y los fijaron sobre las hombreras del efod, en su parte delantera. Hicieron otros dos anillos de oro que pusieron en los dos extremos del pectoral, en el borde que está al lado interior del efod. Hicieron otros dos anillos de oro y los fijaron en la parte inferior de las dos hombreras del efod, en su parte delantera, frente a su unión sobre el ceñidor del efod. Después ataron el pectoral por sus anillos a los anillos del efod con un cordón azul, para que estuviese sobre el ceñidor del efod y para que el pectoral no se desprendiese del efod, como Jehovah había mandado a Moisés. Hizo también la túnica del efod, obra de tejedor, toda de material azul. La túnica tenía una abertura en medio de ella como abertura de coraza de cuero, con un borde alrededor de la abertura, para que no se rompiera. En los bordes inferiores de la túnica hicieron las granadas de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino torcido. También hicieron las campanillas de oro puro, y las pusieron entre las granadas alrededor de los bordes de la túnica: campanilla y granada, luego campanilla y granada, alrededor de los bordes de la túnica, para servir, como Jehovah había mandado a Moisés. También hicieron para Aarón y sus hijos el vestido de lino, obra de tejedor. Hicieron de lino el turbante y los adornos de los otros turbantes. Y los pantalones fueron hechos de lino torcido. También el cinturón era de lino torcido, de material azul, de púrpura y de carmesí, obra de bordador, como Jehovah había mandado a Moisés. Asimismo, hicieron de oro puro una lámina en forma de flor para la diadema sagrada, y con grabadura de sello inscribieron en ella: "Consagrado a Jehovah." Sobre ella pusieron un cordón azul, para colocarla en alto sobre el turbante, como Jehovah había mandado a Moisés. Así fue acabada toda la obra de la morada, el tabernáculo de reunión. Los hijos de Israel hicieron conforme a todo lo que Jehovah había mandado a Moisés; así lo hicieron. Llevaron a Moisés el tabernáculo, la tienda y todos sus accesorios: sus ganchos, sus tablones, sus travesaños, sus pilares, sus bases, la cubierta de pieles de carneros teñidas de rojo, la cubierta de pieles finas, el velo de separación; el arca del testimonio, sus varas y el propiciatorio; la mesa con todos sus utensilios y el pan de la Presencia; el candelabro de oro puro, su hilera de lámparas y todos sus utensilios; el aceite para la iluminación; el altar de oro, el aceite de la unción, el incienso aromático, la cortina de la entrada del tabernáculo; el altar de bronce con su rejilla de bronce, sus varas y todos sus utensilios; la fuente y su base, las mamparas del atrio, sus pilares, sus bases, la cortina de la entrada del atrio, sus cuerdas, sus estacas y todos los utensilios para el servicio en la morada, el tabernáculo de reunión; las vestiduras de material tejido, para servir en el santuario, las vestiduras sagradas para el sacerdote Aarón y las vestiduras de sus hijos, para servir como sacerdotes. Los hijos de Israel hicieron todo el trabajo conforme a todo lo que Jehovah había mandado a Moisés. Moisés vio toda la obra, y he aquí que la habían hecho como Jehovah había mandado; así la habían hecho. Y Moisés los bendijo. Jehovah habló a Moisés diciendo: "El primer día del mes primero harás levantar la morada, el tabernáculo de reunión. Pondrás allí el arca del testimonio y la cubrirás con el velo. Meterás la mesa y la pondrás en orden. Meterás también el candelabro y encenderás sus lámparas. Pondrás el altar de oro para el incienso delante del arca del testimonio, y pondrás la cortina a la entrada del tabernáculo. "Después pondrás el altar del holocausto delante de la entrada de la morada, el tabernáculo de reunión. Colocarás la fuente entre el tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás agua en ella. Finalmente pondrás el atrio alrededor y la cortina a la entrada del atrio. "Luego tomarás el aceite de la unción, y ungirás el tabernáculo y todo lo que está en él. Así lo consagrarás junto con todos sus utensilios, y será santo. Ungirás también el altar del holocausto y todos sus utensilios. Así consagrarás el altar, y el altar será santísimo. Asimismo, ungirás la fuente y su base, y la consagrarás. "Después harás que Aarón y sus hijos se acerquen a la entrada del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua. Vestirás a Aarón con las vestiduras sagradas, lo ungirás y lo consagrarás, para que me sirva como sacerdote. Luego harás que sus hijos se acerquen, los vestirás con las vestiduras y los ungirás como ungiste a su padre. Así me servirán como sacerdotes. Su unción les servirá para un sacerdocio perpetuo a través de sus generaciones." Moisés hizo conforme a todo lo que Jehovah le había mandado; así lo hizo. Y el tabernáculo fue levantado el primer día del mes primero del segundo año. Moisés hizo levantar el tabernáculo y asentó sus bases, puso sus tablones, colocó sus travesaños, levantó sus pilares, extendió la tienda sobre el tabernáculo y colocó la cubierta encima del tabernáculo, como Jehovah había mandado a Moisés. Después tomó el testimonio y lo puso dentro del arca. Colocó las varas en el arca, y encima de ella puso el propiciatorio. Introdujo el arca en el tabernáculo, puso el velo de protección y cubrió el arca del testimonio, como Jehovah había mandado a Moisés. Después puso la mesa en el tabernáculo de reunión, en el lado norte del tabernáculo, fuera del velo. Colocó sobre ella en orden el pan delante de Jehovah, como Jehovah había mandado a Moisés. Colocó el candelabro en el tabernáculo de reunión, frente a la mesa, en el lado sur del tabernáculo. Luego encendió las lámparas delante de Jehovah, como Jehovah había mandado a Moisés. Luego colocó el altar de oro en el tabernáculo de reunión, delante del velo. Y quemó sobre él incienso aromático, como Jehovah había mandado a Moisés. Puso, asimismo, la cortina a la entrada del tabernáculo. Colocó el altar del holocausto a la entrada de la morada, el tabernáculo de reunión, y sobre él ofreció el holocausto y la ofrenda vegetal, como Jehovah había mandado a Moisés. Colocó la fuente entre el tabernáculo de reunión y el altar, y puso en ella agua para lavarse. Moisés, Aarón y sus hijos lavaban en ella sus manos y sus pies. Cuando entraban en el tabernáculo de reunión y cuando se acercaban al altar, se lavaban, como Jehovah había mandado a Moisés. Finalmente, hizo levantar el atrio alrededor del tabernáculo y del altar, y puso la cortina a la entrada del atrio. Y así Moisés acabó la obra. Entonces la nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehovah llenó la morada. Moisés no podía entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehovah había llenado la morada. En todas sus etapas, cuando la nube se levantaba del tabernáculo, los hijos de Israel partían; pero si la nube no se levantaba, no partían hasta el día en que ella se levantaba. Porque en todas sus etapas, la nube de Jehovah estaba de día sobre el tabernáculo; y el fuego estaba allí de noche, a la vista de toda la casa de Israel. Jehovah llamó a Moisés y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que cuando alguno de vosotros presente una ofrenda a Jehovah, ésta será del ganado vacuno u ovino. Si su ofrenda es holocausto del ganado vacuno, ofrecerá un macho sin defecto. Lo ofrecerá voluntariamente delante de Jehovah a la entrada del tabernáculo de reunión. Pondrá su mano sobre la cabeza de la víctima, la cual será aceptada para hacer expiación por él. Entonces degollará el novillo en presencia de Jehovah, y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre rociándola por encima y alrededor del altar que está a la entrada del tabernáculo de reunión. Después desollará la víctima del holocausto y la cortará en pedazos. Luego los hijos del sacerdote Aarón pondrán fuego sobre el altar y acomodarán la leña sobre el fuego. Después los sacerdotes hijos de Aarón acomodarán los pedazos, la cabeza y el sebo encima de la leña que está en el fuego sobre el altar. Y el sacerdote lavará con agua las vísceras y las piernas, y las hará arder todas sobre el altar. Es un holocausto, una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. "Si su ofrenda para el holocausto es del rebaño, ya sea de las ovejas o de las cabras, ofrecerá un macho sin defecto. Lo degollará delante de Jehovah, al lado norte del altar; y los sacerdotes hijos de Aarón rociarán su sangre por encima y alrededor del altar. El sacerdote lo cortará en pedazos y los acomodará, junto con la cabeza y el sebo, encima de la leña que está en el fuego sobre el altar. El sacerdote lavará con agua las vísceras y las piernas; las ofrecerá todas y las hará arder sobre el altar. Es un holocausto, una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. "Pero si su ofrenda para Jehovah es un holocausto de aves, presentará su ofrenda de tórtolas o de pichones de paloma. El sacerdote la llevará al altar, le arrancará la cabeza, la hará arder sobre el altar y exprimirá su sangre sobre un lado del altar. Le quitará el buche y las plumas, y los echará en el lugar de las cenizas que está al lado este del altar. El sacerdote la partirá por las alas, pero sin dividirla en dos, y la hará arder encima de la leña que está en el fuego sobre el altar. Es un holocausto, una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. "Cuando alguien presente como ofrenda a Jehovah una ofrenda vegetal, ésta será de harina fina, sobre la cual derramará aceite y pondrá incienso. La traerá a los sacerdotes hijos de Aarón. El sacerdote tomará un puñado de la harina fina de la ofrenda y parte del aceite, con todo su incienso, y hará arder sobre el altar la porción memorial de ella. Es una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. Lo que sobre de la ofrenda será para Aarón y para sus hijos. Es lo más sagrado de las ofrendas quemadas a Jehovah. "Cuando presentes una ofrenda vegetal cocida al horno, ésta será de tortas de harina fina sin levadura, amasadas con aceite, y galletas sin levadura untadas con aceite. Si presentas una ofrenda cocida en sartén, será de harina fina sin levadura y amasada con aceite, la cual partirás en pedazos, y derramarás aceite sobre ella. Es una ofrenda vegetal. "Si presentas la ofrenda cocida en cacerola, será de harina fina con aceite. Traerás a Jehovah la ofrenda hecha de estas cosas y la presentarás al sacerdote, el cual la llevará al altar. El sacerdote tomará de la ofrenda la porción memorial de ella y la hará arder sobre el altar. Es una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. Lo que sobre de la ofrenda será para Aarón y para sus hijos. Es lo más sagrado de las ofrendas quemadas a Jehovah. "Ninguna ofrenda vegetal que presentéis a Jehovah tendrá levadura, pues no presentarás ofrenda quemada a Jehovah de cosa que contenga levadura o miel. Estas cosas las podréis presentar a Jehovah como ofrenda de los primeros frutos, pero no serán puestas sobre el altar como ofrenda de grato olor. "Toda ofrenda vegetal tuya la sazonarás con sal. Jamás permitirás que la sal del pacto de tu Dios falte de tu ofrenda. Ofrecerás sal con todas tus ofrendas. "Si presentas a Jehovah una ofrenda vegetal de las primicias, será de espigas tostadas al fuego. Presentarás el grano fresco desmenuzado como ofrenda de tus primicias, poniendo sobre ella aceite e incienso. Es una ofrenda vegetal. El sacerdote hará arder la porción memorial del grano desmenuzado y del aceite, con todo el incienso. Es una ofrenda quemada a Jehovah. "Si su ofrenda es un sacrificio de paz, y si la ofrece del ganado vacuno, macho o hembra, sin defecto la ofrecerá delante de Jehovah; pondrá su mano sobre la cabeza de la víctima, y la degollará a la entrada del tabernáculo de reunión. Luego los sacerdotes hijos de Aarón rociarán la sangre por encima y alrededor del altar. Después ofrecerá de la víctima del sacrificio de paz, como ofrenda quemada a Jehovah, el sebo que cubre las vísceras y todo el sebo que está sobre las vísceras, los dos riñones con el sebo que está sobre ellos, junto a los costados; y con los riñones extraerá el sebo que cubre el hígado. Los hijos de Aarón los harán arder en el altar, sobre el holocausto que está encima de la leña, en el fuego. Es una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. "Si su ofrenda como sacrificio de paz a Jehovah es del rebaño, sea macho o hembra, sin defecto lo ofrecerá. Si trae un cordero como su ofrenda, lo presentará delante de Jehovah, pondrá su mano sobre la cabeza de la víctima y la degollará delante del tabernáculo de reunión. Luego los hijos de Aarón rociarán la sangre por encima y alrededor del altar. Del sacrificio de paz presentará, como ofrenda quemada a Jehovah, el sebo y toda la rabadilla extraída desde la raíz del espinazo, el sebo que cubre las vísceras y todo el sebo que está sobre las vísceras, los dos riñones con el sebo que está sobre ellos, junto a los costados; y con los riñones extraerá el sebo que cubre el hígado. El sacerdote los hará arder sobre el altar como alimento. Es una ofrenda quemada a Jehovah. "Si su ofrenda es una cabra, la presentará delante de Jehovah, pondrá su mano sobre la cabeza de la víctima y la degollará delante del tabernáculo de reunión. Luego los hijos de Aarón rociarán la sangre por encima y alrededor del altar. Después ofrecerá de ella, como su ofrenda quemada a Jehovah, el sebo que cubre las vísceras y todo el sebo que está sobre las vísceras, los dos riñones con el sebo que está sobre ellos, junto a los costados; y con los riñones extraerá el sebo que cubre el hígado. El sacerdote los hará arder sobre el altar como alimento. Es una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. Todo el sebo es para Jehovah. "Este será un estatuto perpetuo a través de vuestras generaciones. En cualquier lugar que habitéis, no comeréis nada de sebo ni nada de sangre." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que cuando alguna persona peque por inadvertencia contra alguno de los mandamientos de Jehovah respecto a cosas que no se deben hacer, y hace alguna de ellas; si el que peca es el sacerdote ungido, lo cual resulta en culpabilidad para el pueblo, él ofrecerá a Jehovah un novillo sin defecto, como sacrificio por el pecado, por su pecado cometido. Traerá el novillo a la entrada del tabernáculo de reunión delante de Jehovah, pondrá su mano sobre la cabeza del novillo y lo degollará delante de Jehovah. Después el sacerdote ungido tomará parte de la sangre del novillo y la llevará al tabernáculo de reunión. Y mojando su dedo en la sangre, rociará siete veces delante de Jehovah, hacia el velo del santuario. Luego el sacerdote pondrá parte de la sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está delante de Jehovah en el tabernáculo de reunión, y derramará el resto de la sangre del novillo al pie del altar del holocausto que está a la entrada del tabernáculo de reunión. Tomará del novillo del sacrificio por el pecado todo el sebo, el sebo que cubre las vísceras y todo el sebo que está sobre las vísceras, los dos riñones con el sebo que está sobre ellos, junto a los costados; y con los riñones extraerá el sebo que cubre el hígado, de la manera que se los quita del novillo del sacrificio de paz. Luego el sacerdote los hará arder sobre el altar del holocausto. Pero la piel del novillo y toda su carne, con su cabeza, sus piernas, sus vísceras y su estiércol —el novillo entero— los sacará fuera del campamento a un lugar purificado, donde se echan las cenizas, y los quemará en el fuego sobre la leña. Será quemado en el lugar donde se echan las cenizas. "Si toda la asamblea de Israel peca por inadvertencia, siendo el asunto ignorado por la congregación, y transgrede alguno de los mandamientos de Jehovah respecto a cosas que no se deben hacer, son culpables. Luego que tengan conocimiento del pecado que cometieron, la congregación ofrecerá un novillo como sacrificio por el pecado y lo traerán delante del tabernáculo de reunión. Los ancianos de la congregación pondrán sus manos sobre la cabeza del novillo delante de Jehovah, y degollarán el novillo delante de Jehovah. El sacerdote ungido llevará al tabernáculo de reunión parte de la sangre del novillo; y mojando su dedo en la sangre, el sacerdote rociará siete veces delante de Jehovah, hacia el velo. También pondrá parte de la sangre sobre los cuernos del altar que está delante de Jehovah en el tabernáculo de reunión. Derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto, que está a la entrada del tabernáculo de reunión. Después le quitará todo el sebo y lo hará arder sobre el altar. Hará con este novillo como hizo con el novillo del sacrificio por el pecado; lo mismo hará con él. Así el sacerdote hará expiación por ellos, y serán perdonados. Después sacará el novillo fuera del campamento y lo quemará, como quemó el primer novillo. Este es el sacrificio por el pecado de la congregación. "Si un dirigente peca y transgrede por inadvertencia alguno de los mandamientos de Jehovah su Dios respecto a cosas que no se deben hacer, es culpable. Luego que se le haga conocer el pecado que cometió, presentará como su ofrenda un macho cabrío sin defecto. Pondrá su mano sobre la cabeza del macho cabrío, y lo degollará en el lugar donde se degüella el holocausto, delante de Jehovah. Este es el sacrificio por el pecado. El sacerdote tomará con su dedo parte de la sangre de la víctima por el pecado, la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto y derramará el resto de la sangre al pie del altar del holocausto. Quemará todo el sebo sobre el altar, como se hace con el sebo del sacrificio de paz. Así el sacerdote hará expiación por él, por su pecado, y será perdonado. "Si alguno del pueblo de la tierra peca por inadvertencia, transgrediendo alguno de los mandamientos de Jehovah respecto a cosas que no se deben hacer, es culpable. Luego que se le haga conocer el pecado que cometió, presentará como su sacrificio por su pecado cometido una cabra, una hembra sin defecto. Pondrá su mano sobre la cabeza de la víctima por el pecado y la degollará en el lugar del holocausto. El sacerdote tomará con su dedo parte de la sangre, la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Después le extraerá todo el sebo, como extrajo el sebo del sacrificio de paz, y el sacerdote lo hará arder sobre el altar como grato olor a Jehovah. Así el sacerdote hará expiación por él, y será perdonado. Si trae una oveja como su sacrificio por el pecado, traerá una hembra sin defecto. Pondrá su mano sobre la cabeza de la víctima por el pecado y la degollará como sacrificio por el pecado en el lugar donde se degüella el holocausto. Después el sacerdote tomará con su dedo parte de la sangre de la víctima por el pecado, la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto y derramará el resto de la sangre al pie del altar. Le extraerá todo el sebo, como extrajo el sebo del cordero del sacrificio de paz, y el sacerdote lo hará arder encima del altar sobre las ofrendas quemadas para Jehovah. Así el sacerdote hará expiación por él, por su pecado cometido, y será perdonado. "Cuando una persona peque porque, habiendo oído la advertencia del juramento y siendo ella testigo que lo vio o lo supo, no lo denuncie, será considerada culpable. De la misma manera, el que haya tocado cualquier cosa inmunda, sea el cadáver de un animal inmundo no doméstico, o el cadáver de un animal doméstico inmundo, o el cadáver de un reptil inmundo, aunque no se haya dado cuenta de ello, será impuro y culpable. Si alguien, sin darse cuenta, toca alguna impureza humana, sea cual sea la impureza con que se contamine, aunque no se haya dado cuenta de ello, cuando llegue a saberlo, será culpable. También la persona que descuidadamente jura hacer algo, sea malo o bueno, respecto a cualquier asunto por el cual se jura, como se acostumbra a jurar sin pensar, cuando llegue a saberlo, será culpable por cada una de estas cosas. "Y sucederá que cuando alguien peque respecto a cualquiera de estas cosas, confesará aquello en que pecó, y traerá a Jehovah como su sacrificio por la culpa, por su pecado cometido, una hembra del rebaño, sea oveja o cabra, como sacrificio por el pecado. El sacerdote le hará expiación por su pecado. "Si no tiene lo suficiente para una oveja, traerá a Jehovah como sacrificio por la culpa, por aquello en que pecó, dos tórtolas o dos pichones de paloma, el uno para sacrificio por el pecado y el otro para holocausto. Los traerá al sacerdote, quien ofrecerá primero el que es para el sacrificio por el pecado. Le arrancará la cabeza por el cuello, pero sin separarla totalmente. Rociará parte de la sangre del sacrificio por el pecado sobre la pared del altar y lo que sobre de la sangre lo exprimirá al pie del altar. Este es el sacrificio por el pecado. Luego ofrecerá el segundo en holocausto, de acuerdo con lo establecido. Así el sacerdote hará expiación por él, por su pecado cometido, y le será perdonado. "Si no tiene lo suficiente para dos tórtolas o dos pichones de paloma, por aquello en que pecó, traerá como su ofrenda la décima parte de un efa de harina fina como ofrenda por el pecado. No pondrá sobre ella aceite ni incienso, porque es una ofrenda por el pecado. La traerá al sacerdote, y éste tomará de ella un puñado como porción memorial, y lo hará arder en el altar sobre las ofrendas quemadas a Jehovah. Este es el sacrificio por el pecado. Así el sacerdote hará expiación por él, por su pecado cometido respecto a cualquiera de estas cosas, y le será perdonado. Lo que sobre será para el sacerdote, como en el caso de la ofrenda vegetal." Además, Jehovah habló a Moisés diciendo: "Si alguien comete una falta y peca por inadvertencia con respecto a las cosas sagradas de Jehovah, traerá a Jehovah por su culpa, como sacrificio por la culpa, un carnero del rebaño, sin defecto, evaluado por ti en siclos de plata, según el siclo del santuario. El restituirá aquello que haya defraudado de las cosas sagradas, añadirá a ello la quinta parte y lo dará al sacerdote. El sacerdote hará expiación por él con el carnero del sacrificio por la culpa, y le será perdonado. "Si alguien peca transgrediendo alguno de los mandamientos de Jehovah respecto a cosas que no deben hacerse, aun cuando no llegue a saberlo, será culpable y cargará con su culpa. El traerá al sacerdote como sacrificio por la culpa un carnero del rebaño, sin defecto, evaluado según tú lo estimes. El sacerdote hará expiación por él, por su pecado cometido por inadvertencia, y le será perdonado. Este es el sacrificio por la culpa, pues ciertamente es culpable ante Jehovah." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Cuando una persona peque y actúe con infidelidad contra Jehovah, negando a su prójimo lo que éste le había encomendado o dejado en su poder, o si roba y extorsiona a su prójimo, o si hallando algo que se había perdido lo niega, o jura con engaño respecto a cualquier cosa en que la gente suele pecar, sucederá que habiendo pecado y siendo culpable, deberá restituir aquello que robó o extorsionó, o el depósito que se le encomendó, o la cosa perdida que halló, o todo aquello sobre lo que haya jurado falsamente. Lo restituirá por entero y añadirá a ello la quinta parte. Todo esto lo pagará a quien se lo deba, el día en que presente su sacrificio por la culpa. Además, traerá al sacerdote para Jehovah su sacrificio por la culpa, un carnero del rebaño, sin defecto, conforme a tu estimación, como sacrificio por la culpa. El sacerdote hará expiación delante de Jehovah por esa persona, y será perdonada de cualquiera de las cosas que hizo, por las que se ha hecho culpable." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Manda a Aarón y a sus hijos diciéndoles que éstas son las instrucciones para el holocausto: El holocausto se quemará sobre el altar toda la noche, hasta la mañana; y el fuego del altar arderá en él. El sacerdote se pondrá su vestimenta de lino y vestirá pantalones de lino sobre su cuerpo. Cuando el fuego haya consumido el holocausto, él apartará las cenizas de encima del altar y las pondrá a un lado del altar. Después se quitará sus vestiduras y se pondrá otras vestiduras para llevar las cenizas fuera del campamento, a un lugar purificado. El fuego encendido sobre el altar no será apagado. El sacerdote hará arder leña en él cada mañana. Acomodará sobre el altar el holocausto y quemará sobre él el sebo de los sacrificios de paz. El fuego ha de arder permanentemente en el altar; no se apagará. "Estas son las instrucciones para la ofrenda vegetal: Los hijos de Aarón han de ofrecerla frente al altar, delante de Jehovah. El sacerdote tomará un puñado de la harina fina de la ofrenda, y parte del aceite con todo el incienso que está sobre la ofrenda; y los hará arder sobre el altar como grato olor, como una porción memorial para Jehovah. Lo que sobre de ella lo comerán Aarón y sus hijos. Sin levadura será comida en un lugar santo; en el atrio del tabernáculo de reunión lo comerán. No será cocida con levadura. Yo la he dado como porción para ellos de mis ofrendas quemadas. Es cosa muy sagrada, como el sacrificio por el pecado y el sacrificio por la culpa. Todos los varones de los hijos de Aarón podrán comer de ella. Esta es una provisión perpetua a través de vuestras generaciones, respecto a las ofrendas quemadas a Jehovah. Todo lo que las toque será santificado." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Esta es la ofrenda que Aarón y sus hijos presentarán a Jehovah el día en que sean ungidos: la décima parte de un efa de harina fina como ofrenda vegetal perpetua, la mitad al amanecer y la mitad al anochecer. Será preparada con aceite en la sartén, y la traerás mezclada. Partirás la ofrenda en pedazos y la ofrecerás como grato olor a Jehovah. La ofrecerá el sacerdote que de entre sus hijos sea ungido en su lugar. Esto es un estatuto perpetuo de Jehovah. Será quemada por completo. Toda la ofrenda vegetal del sacerdote será quemada por completo; no se comerá." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a Aarón y a sus hijos y diles que éstas son las instrucciones para el sacrificio por el pecado: En el lugar donde se degüella el holocausto será degollada la víctima por el pecado, delante de Jehovah. Es cosa muy sagrada. El sacerdote que la ofrezca como sacrificio por el pecado la comerá. Será comida en un lugar santo, en el atrio del tabernáculo de reunión. Todo lo que toque su carne será santificado. Si su sangre salpica en el vestido, lavarás en un lugar santo aquello sobre lo cual haya salpicado. "El utensilio de barro en que sea cocida será roto. Si es cocida en utensilio de metal, éste será frotado y lavado con agua. Todo varón de entre los sacerdotes la podrá comer. Es cosa muy sagrada. Pero no se comerá de ninguna víctima por el pecado, cuya sangre se haya introducido en el tabernáculo de reunión para hacer expiación en el santuario; será quemada al fuego. "Estas son las instrucciones para el sacrificio por la culpa. Es cosa muy sagrada. En el lugar donde degüellan el holocausto, degollarán la víctima por la culpa, y él rociará su sangre por encima y alrededor del altar. Luego ofrecerá de ella todo el sebo, la rabadilla, el sebo que cubre las vísceras, los dos riñones con el sebo que está sobre ellos junto a los costados; y con los riñones extraerá el sebo que cubre el hígado. El sacerdote los hará arder sobre el altar como ofrenda quemada a Jehovah. Este es el sacrificio por la culpa. Todo varón de entre los sacerdotes la podrá comer; será comida en un lugar santo. Es cosa muy sagrada. Como el sacrificio por el pecado, así es el sacrificio por la culpa; las mismas instrucciones habrá para ambos. Será para el sacerdote que con ellos haga expiación. "Si un sacerdote ofrece en holocausto la ofrenda de alguno, la piel del animal ofrecido será para el sacerdote. Asimismo, toda ofrenda vegetal que se cueza en horno y toda la que sea preparada en sartén o en cacerola será para el sacerdote que la ofrezca. Toda ofrenda vegetal mezclada con aceite, o seca, pertenecerá a todos los hijos de Aarón, a todos por igual. "Estas son las instrucciones para el sacrificio de paz que se ofrecerá a Jehovah: Si es ofrecido en acción de gracias, con el sacrificio de acción de gracias ofrecerá tortas sin levadura amasadas con aceite, galletas sin levadura untadas con aceite y harina fina mezclada con aceite. Junto con las tortas de pan con levadura ofrecerá su sacrificio de paz en acción de gracias. "De cada ofrenda presentará una parte como ofrenda alzada a Jehovah, la cual será para el sacerdote que esparza la sangre de los sacrificios de paz. La carne del sacrificio de paz en acción de gracias se comerá el día que sea ofrecida; no dejarán nada de ello hasta la mañana. Pero si el sacrificio de su ofrenda es por motivo de un voto o es una ofrenda voluntaria, se comerá en el día que sea ofrecida, y lo que quede de ella será comido también al día siguiente. Pero si queda parte de la carne del sacrificio para el tercer día, será quemada en el fuego. Si se come parte de la carne del sacrificio de paz al tercer día, el que lo ofrezca no será aceptado, ni le será tenido en cuenta. Eso será considerado inmundo, y la persona que coma de ella cargará con su culpa. "La carne que toque alguna cosa inmunda no será comida; será quemada al fuego. En cuanto a aquella carne, toda persona pura podrá comerla. Si una persona que estando impura come la carne del sacrificio de paz, que pertenece a Jehovah, tal persona será excluida de su pueblo. Y si una persona toca cualquier cosa inmunda, ya sea impureza de hombre, o un animal inmundo, o cualquier cosa abominable e inmunda, y come de la carne del sacrificio de paz, que pertenece a Jehovah, tal persona será excluida de su pueblo." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: ‘No comeréis ningún sebo de toro, de cordero o de cabra. El sebo de un animal mortecino y el sebo de un animal despedazado podrán usarse para cualquier otro uso, pero en ningún caso los comeréis. Cualquiera que coma sebo de animal, del cual se ofrece a Jehovah ofrenda quemada, esa persona que lo coma será excluida de su pueblo. Tampoco comeréis sangre, ni de aves ni de fieras, en ningún lugar en que habitéis. Cualquier persona que coma sangre será excluida de su pueblo.’" Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que el que ofrezca un sacrificio de paz a Jehovah traerá su ofrenda a Jehovah de su sacrificio de paz. Con sus propias manos traerá la ofrenda que se ha de quemar para Jehovah. Traerá el sebo junto con el pecho, para que el pecho sea mecido delante de Jehovah como ofrenda mecida. El sacerdote hará arder el sebo sobre el altar, pero el pecho será para Aarón y sus hijos. También daréis al sacerdote, como ofrenda alzada, el muslo derecho de vuestros sacrificios de paz. La porción del muslo derecho será para aquel que de entre los hijos de Aarón ofrezca la sangre y el sebo del sacrificio de paz. Yo he tomado de los sacrificios de paz de los hijos de Israel el pecho de la ofrenda mecida y el muslo de la ofrenda alzada, y se los he dado al sacerdote Aarón y a sus hijos, como provisión perpetua de los hijos de Israel." Esta es la porción que corresponde a Aarón y la porción que corresponde a sus hijos de las ofrendas quemadas a Jehovah, desde el día en que él los consagró para ser sacerdotes de Jehovah. Esto ordenó Jehovah el día en que los ungió, que les diesen de parte de los hijos de Israel como provisión perpetua, a través de sus generaciones. Estas son las instrucciones para el holocausto, para la ofrenda vegetal, para el sacrificio por el pecado, para el sacrificio por la culpa, para la ofrenda de la consagración y para el sacrificio de paz, las cuales ordenó Jehovah a Moisés en el monte Sinaí cuando mandó a los hijos de Israel que presentaran sus ofrendas a Jehovah en el desierto de Sinaí. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Toma a Aarón y con él a sus hijos, y las vestiduras, el aceite de la unción, el novillo para el sacrificio por el pecado, los dos carneros y la cesta de los panes sin levadura. Reúne luego a toda la congregación a la entrada del tabernáculo de reunión." Moisés hizo como Jehovah le mandó, y la congregación se reunió a la entrada del tabernáculo de reunión. Entonces Moisés dijo a la congregación: "Esto es lo que Jehovah ha mandado hacer." Luego Moisés hizo que se acercaran Aarón y sus hijos, y los lavó con agua. Puso sobre Aarón el vestido y lo ciñó con el cinturón. Después le vistió con la túnica, puso sobre ella el efod, lo ciñó con el ceñidor del efod y lo sujetó con él. Después le puso encima el pectoral, y sobre el pectoral puso el Urim y el Tumim. Puso el turbante sobre su cabeza; y sobre aquél, en la parte delantera, puso la lámina de oro en forma de flor, la diadema sagrada, como Jehovah había mandado a Moisés. Después Moisés tomó el aceite de la unción, ungió el tabernáculo y todas las cosas que estaban en él; y las santificó. Roció con él el altar siete veces; ungió el altar y todos sus utensilios, y la fuente con su base, para santificarlos. Luego derramó parte del aceite de la unción sobre la cabeza de Aarón, y lo ungió para consagrarlo. Después Moisés hizo que se acercaran los hijos de Aarón. Les vistió con las vestiduras, les ciñó con los cinturones y les puso los turbantes, como Jehovah había mandado a Moisés. Después hizo que trajeran el novillo del sacrificio por el pecado. Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del novillo del sacrificio por el pecado. Moisés lo degolló, tomó parte de la sangre, la puso con su dedo sobre los cuernos del altar en derredor y purificó el altar. Derramó el resto de la sangre al pie del altar y lo santificó para hacer expiación por él. Entonces tomó todo el sebo que estaba sobre las vísceras, el sebo del hígado y los dos riñones con el sebo que los cubre, y Moisés los hizo arder sobre el altar. Pero el resto del novillo—su piel, su carne y su estiércol— lo quemó en el fuego fuera del campamento, como Jehovah había mandado a Moisés. Después hizo que trajesen el carnero del holocausto, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero. Moisés lo degolló y roció la sangre por encima y alrededor del altar. Después cortó el carnero en pedazos e hizo arder la cabeza, los pedazos y el sebo. Lavó luego con agua las vísceras y las piernas, e hizo arder todo el carnero sobre el altar. Es holocausto de grato olor, ofrenda quemada a Jehovah, como Jehovah había mandado a Moisés. Después hizo que acercaran el otro carnero, el carnero de la investidura. Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero, y Moisés lo degolló. Luego tomó parte de su sangre y la puso sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el dedo pulgar de su mano derecha y sobre el dedo pulgar de su pie derecho. Hizo que se acercaran los hijos de Aarón y puso parte de la sangre sobre el lóbulo de su oreja derecha, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho. Luego derramó el resto de la sangre por encima y alrededor del altar. Después tomó el sebo, la rabadilla, el sebo que cubre las vísceras, el sebo del hígado, los dos riñones con el sebo que los cubre y el muslo derecho. De la cesta de los panes sin levadura que estaba delante de Jehovah, tomó un pan sin levadura, una torta de pan con aceite y una galleta, y los puso sobre el sebo y sobre el muslo derecho. Puso todo esto en las manos de Aarón y en las manos de sus hijos, y lo hizo mecer como ofrenda mecida delante de Jehovah. Después las tomó Moisés de sus manos y las hizo arder en el altar sobre el holocausto. Estos son los sacrificios de la investidura, para grato olor. Es una ofrenda quemada a Jehovah. Después Moisés tomó el pecho y lo meció como ofrenda mecida delante de Jehovah. Esta parte del carnero de la investidura correspondía a Moisés, como Jehovah había mandado a Moisés. Luego Moisés tomó parte del aceite de la unción y de la sangre que estaba sobre el altar, y roció a Aarón y sus vestiduras, y con él a sus hijos y sus vestiduras. Así consagró a Aarón y sus vestiduras, y con él a sus hijos y sus vestiduras. Entonces Moisés dijo a Aarón y a sus hijos: "Coced la carne a la entrada del tabernáculo de reunión. Comedla allí con el pan que está en la cesta de la investidura, como lo mandé diciendo: ‘Aarón y sus hijos la comerán.’ Lo que sobre de la carne y del pan lo quemaréis en el fuego. No saldréis de la entrada del tabernáculo de reunión durante siete días, hasta que se cumpla el plazo de vuestra investidura, porque durante siete días se os investirá. Lo que se ha hecho hoy es lo que Jehovah ha mandado que se haga para hacer expiación por vosotros. A la entrada del tabernáculo de reunión estaréis día y noche durante siete días, y cumpliréis la ordenanza de Jehovah, para que no muráis; porque así me ha sido mandado." Aarón y sus hijos hicieron todas las cosas que Jehovah había mandado por medio de Moisés. En el octavo día Moisés llamó a Aarón y a sus hijos, y a los ancianos de Israel. Y dijo a Aarón: "Toma para el sacrificio por el pecado un becerro del ganado, y para el holocausto, un carnero sin defecto; y ofrécelos delante de Jehovah. Después hablarás a los hijos de Israel, diciendo: ‘Tomad un macho cabrío para el sacrificio por el pecado, y un becerro y un cordero, sin defecto, los dos de un año, para el holocausto. Asimismo, tomad un toro y un carnero para el sacrificio de paz, que sacrificarás delante de Jehovah, y una ofrenda vegetal mezclada con aceite; porque Jehovah se aparecerá hoy a vosotros.’" Llevaron al frente del tabernáculo de reunión lo que Moisés mandó, y toda la asamblea se acercó y estuvo de pie delante de Jehovah. Entonces Moisés dijo: "Esto es lo que ha mandado Jehovah. Hacedlo, y la gloria de Jehovah se os aparecerá." Moisés dijo a Aarón: "Acércate al altar y ofrece tu sacrificio por el pecado y tu holocausto, y haz expiación por ti y por el pueblo. Presenta también la ofrenda del pueblo y haz expiación por ellos, como ha mandado Jehovah." Entonces Aarón se acercó al altar y degolló el becerro del sacrificio por su propio pecado, y los hijos de Aarón le llevaron la sangre. Mojó su dedo en la sangre y la puso sobre los cuernos del altar, y derramó el resto de la sangre al pie del altar. Hizo arder sobre el altar el sebo, los riñones y el sebo del hígado de la víctima por el pecado, como Jehovah había mandado a Moisés. Pero quemó al fuego la carne y la piel, fuera del campamento. Asimismo, degolló la víctima del holocausto. Luego los hijos de Aarón le presentaron la sangre, y él la derramó por encima y alrededor del altar. Después le presentaron en pedazos la víctima del holocausto, junto con la cabeza, y los hizo arder sobre el altar. Luego lavó las vísceras y las piernas, y las hizo arder sobre el holocausto en el altar. Ofreció también la ofrenda del pueblo. Tomó el macho cabrío para el sacrificio por el pecado del pueblo, lo degolló y lo ofreció por el pecado, como el anterior. Después ofreció el holocausto y lo hizo de acuerdo con lo establecido. Asimismo, presentó la ofrenda vegetal, llenando con ella su mano, y la hizo arder sobre el altar, además del holocausto de la mañana. Degolló también el toro y el carnero como sacrificios de paz por el pueblo. Los hijos de Aarón le presentaron la sangre, y él la esparció por encima y alrededor del altar. Asimismo, los sebos del toro y del carnero (la rabadilla, el sebo que cubre las vísceras, los riñones y el sebo del hígado); y pusieron los sebos junto con los pechos. El hizo arder los sebos sobre el altar, pero Aarón meció el pecho y el muslo derecho como ofrenda mecida delante de Jehovah, como Jehovah había mandado a Moisés. Después Aarón alzó sus manos hacia el pueblo y lo bendijo. Y descendió después de ofrecer el sacrificio por el pecado, el holocausto y los sacrificios de paz. Luego Moisés y Aarón entraron en el tabernáculo de reunión. Al salir, bendijeron al pueblo, y la gloria de Jehovah se apareció a todo el pueblo. Entonces salió fuego de la presencia de Jehovah y consumió el holocausto y los sebos sobre el altar. Al ver esto, todo el pueblo gritó de gozo, y se postraron sobre sus rostros. Nadab y Abihú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, pusieron en ellos fuego, pusieron sobre él incienso y ofrecieron delante de Jehovah fuego extraño que él no les había mandado. Entonces salió fuego de la presencia de Jehovah y los consumió. Y murieron delante de Jehovah. Entonces Moisés dijo a Aarón: —Esto es lo que habló Jehovah diciendo: "Me he de mostrar como santo en los que se acercan a mí, y he de ser glorificado en presencia de todo el pueblo." Y Aarón calló. Luego Moisés llamó a Misael y a Elzafán, hijos de Uziel, tío de Aarón, y les dijo: —Acercaos y llevaos a vuestros hermanos de delante del santuario fuera del campamento. Ellos se acercaron y los llevaron con sus vestiduras fuera del campamento, como dijo Moisés. Entonces Moisés dijo a Aarón y a sus hijos Eleazar e Itamar: —No dejéis suelto el cabello de vuestras cabezas, ni rasguéis vuestras vestiduras, para que no muráis ni haya ira sobre toda la asamblea. Pero vuestros hermanos, toda la casa de Israel, llorarán a los quemados, a quienes Jehovah quemó. Tampoco salgáis de la entrada del tabernáculo de reunión, no sea que muráis; porque el aceite de la unción de Jehovah está sobre vosotros. Ellos hicieron conforme a la palabra de Moisés. Entonces Jehovah habló a Aarón diciendo: —Ni tú ni tus hijos contigo beberéis vino ni licor, cuando hayáis de entrar en el tabernáculo de reunión, para que no muráis. Esto será un estatuto perpetuo a través de vuestras generaciones, para hacer diferencia entre lo santo y lo profano, entre lo impuro y lo puro, y para enseñar a los hijos de Israel todas las leyes que Jehovah os ha dicho por medio de Moisés. Moisés dijo a Aarón y a sus hijos Eleazar e Itamar, que habían quedado: —Tomad la ofrenda vegetal que queda de las ofrendas quemadas a Jehovah, y comedla sin levadura junto al altar; porque es cosa muy sagrada. Habéis de comerla en un lugar santo, pues esto os corresponde para siempre a ti y a tus hijos, de las ofrendas quemadas a Jehovah, porque así me ha sido mandado. Comeréis también en un lugar limpio, tú y tus hijos y tus hijas contigo, el pecho de la ofrenda mecida y el muslo derecho de la ofrenda alzada, porque éstos os corresponden a ti y a tus hijos, de los sacrificios de paz de los hijos de Israel. Con las ofrendas de los sebos que se han de quemar, traerán el muslo que será alzado y el pecho que será mecido, como ofrenda mecida delante de Jehovah. Estos os corresponderán para siempre a ti y a tus hijos contigo, como Jehovah ha mandado. Después Moisés pidió con insistencia el macho cabrío para el sacrificio por el pecado, y he aquí que ya había sido quemado. El se enojó contra Eleazar e Itamar, los hijos de Aarón que habían quedado, y dijo: —¿Por qué no comisteis la ofrenda por el pecado en un lugar santo? Es cosa muy sagrada, y él os la dio a vosotros para cargar con la culpa de la congregación, a fin de hacer expiación por ella delante de Jehovah. Puesto que su sangre no fue llevada al interior del santuario, entonces debisteis haberla comido en un lugar santo, como yo mandé. Aarón respondió a Moisés: —He aquí que ellos han ofrecido hoy su sacrificio por el pecado y su holocausto delante de Jehovah, y a mí me han acontecido estas cosas. Si yo hubiera comido hoy de la ofrenda por el pecado, ¿habría sido acepto a los ojos de Jehovah? Moisés oyó esto, y le pareció bien. Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: "Hablad a los hijos de Israel y decidles que éstos son los animales que podréis comer entre todos los cuadrúpedos de la tierra: Podréis comer cualquier animal que tiene pezuñas partidas, hendidas en mitades, y que rumia. Pero de los que rumian o de los que tienen la pezuña partida, no comeréis éstos: el camello, porque rumia pero no tiene la pezuña partida, será para vosotros inmundo. El conejo, porque rumia pero no tiene la pezuña partida, será para vosotros inmundo. La liebre, porque rumia pero no tiene la pezuña partida, será para vosotros inmunda. El cerdo, porque tiene las pezuñas partidas, hendidas en mitades, pero no rumia, será para vosotros inmundo. No comeréis la carne de éstos, ni tocaréis sus cuerpos muertos; serán para vosotros inmundos. "De todos los animales acuáticos podréis comer éstos: todos los que tienen aletas y escamas, tanto de las aguas del mar como de los ríos. Pero todos los que no tienen aletas ni escamas, tanto en el mar como en los ríos, así como cualquier otra criatura acuática y cualquier otro ser viviente que hay en el agua, serán para vosotros detestables. Os serán detestables; no comeréis su carne y detestaréis sus cuerpos muertos. Todos los que en las aguas no tienen aletas ni escamas serán para vosotros detestables. "De las aves, las que detestaréis y no comeréis por ser detestables son: el águila, el quebrantahuesos, el azor, el falcón y el milano, según sus especies; todo cuervo según sus especies; el avestruz, el corvejón, la gaviota y el halcón, según sus especies; la lechuza, el somormujo, el búho, el calamón, el pelícano, el gallinazo, la cigüeña y la garza, según sus especies; la abubilla y el murciélago. "Todo insecto alado que se desplaza sobre cuatro patas os será detestable. Pero de entre todos los insectos que se desplazan sobre cuatro patas, y que tienen piernas unidas a sus patas para saltar con ellas sobre la tierra, podréis comer los siguientes: Comeréis la langosta según sus especies, el langostín según sus especies, el grillo según sus especies y el saltamontes según sus especies. Todo otro insecto alado de cuatro patas os será detestable. Por ellos quedaréis impuros; cualquiera que toque sus cuerpos muertos quedará impuro hasta el anochecer. Cualquiera que cargue algo de sus cuerpos muertos lavará su ropa y quedará impuro hasta el anochecer. "Todo animal que tiene pezuñas no partidas, que no las tiene hendidas en mitades, o que no rumia, os será inmundo. Todo el que los toque quedará impuro. De todos los animales que andan sobre cuatro patas os serán inmundos todos los que andan sobre sus garras. Todo el que toque sus cuerpos muertos quedará impuro hasta el anochecer. El que cargue sus cuerpos muertos lavará su ropa y quedará impuro hasta el anochecer. Os serán inmundos. "Entre los animales que se desplazan sobre la tierra, éstos os serán inmundos: la comadreja, el ratón y la tortuga, según sus especies; el camaleón, el cocodrilo, el lagarto, la lagartija y el calamón. Estos os serán inmundos de entre todos los animales que se desplazan. Todo el que los toque, estando muertos, quedará impuro hasta el anochecer. Todo aquello sobre lo cual caiga alguno de ellos, estando muerto, quedará inmundo, sea utensilio de madera, prenda de vestir, piel, costal o herramienta de trabajo. Será metido en agua y quedará inmundo hasta el anochecer. Después quedará limpio. Si alguno de ellos cae dentro de cualquier utensilio de barro, quedará inmundo todo lo que esté dentro de él; romperéis el utensilio. Toda cosa que se come sobre la cual caiga tal agua quedará inmunda. Toda cosa que se bebe que esté en cualquiera de tales utensilios quedará inmunda. Todo aquello sobre lo cual caiga algo de sus cuerpos muertos quedará inmundo. Si es horno u hornillo, será destruido. Son inmundos, y os serán inmundos. Sin embargo, el manantial y la cisterna donde se acumula agua serán considerados limpios. Pero lo que haya tocado sus cuerpos muertos quedará inmundo. "Si algo de sus cuerpos muertos cae sobre la semilla dispuesta para ser sembrada, ésta será considerada limpia. Pero si se ha puesto agua en la semilla y cae algo de sus cuerpos muertos sobre ella, os será inmunda. "Si muere algún animal cuya carne podéis comer, el que toque su cuerpo muerto quedará impuro hasta el anochecer. El que coma de su cuerpo muerto lavará su ropa, y quedará impuro hasta el anochecer. Y el que cargue su cuerpo muerto lavará su ropa, y quedará impuro hasta el anochecer. "Todo reptil que se desplaza sobre la tierra es detestable; no será comido. No comeréis ningún animal que se desplaza sobre su pecho, ni ninguno que se desplaza sobre cuatro o sobre muchas patas—todo el que se desplaza sobre la tierra— porque son detestables. No hagáis detestables vuestras personas por causa de ningún reptil. No os contaminéis con ellos, ni os hagáis impuros por causa de ellos. Porque yo soy Jehovah vuestro Dios, vosotros os santificaréis; y seréis santos, porque yo soy santo. No contaminéis vuestras personas por causa de ningún reptil que se desplaza sobre la tierra. Porque yo soy Jehovah, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios. Seréis santos, porque yo soy santo." Estas son las instrucciones acerca de los animales terrestres, de las aves, de todos los animales acuáticos y de todos los animales que se desplazan sobre la tierra; para diferenciar entre lo inmundo y lo limpio, entre los animales que se pueden comer y los animales que no se pueden comer. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que cuando una mujer conciba y dé a luz a un hijo varón, será considerada impura durante siete días; será impura como es impura en los días de su menstruación. Al octavo día será circuncidado el prepucio de su hijo, pero la mujer permanecerá treinta y tres días en la sangre de su purificación. No tocará ninguna cosa santa, ni vendrá al santuario hasta que se cumplan los días de su purificación. "Si da a luz una hija, será considerada impura y permanecerá aislada durante dos semanas, como en el caso de su impureza. Y permanecerá sesenta y seis días en la sangre de su purificación. "Cuando se cumplan los días de su purificación, por un hijo o por una hija, llevará al sacerdote un cordero de un año para el holocausto, y un pichón de paloma o una tórtola para el sacrificio por el pecado. Los traerá a la entrada del tabernáculo de reunión. El sacerdote los ofrecerá delante de Jehovah y hará expiación por ella. Así quedará purificada de su flujo de sangre. Esta es la ley para la que da a luz, sea un hijo o una hija. Pero si no tiene lo suficiente para un cordero, traerá dos tórtolas o dos pichones de paloma, el uno para el holocausto y el otro para el sacrificio por el pecado. El sacerdote hará expiación por ella, y quedará purificada." Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: "Cuando alguien tenga en la piel de su cuerpo hinchazón, costra o mancha clara y se convierta en la piel de su cuerpo en llaga de lepra, será traído al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos sacerdotes. El sacerdote examinará la parte afectada en la piel del cuerpo. Si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco y la llaga parece más hundida que la piel de su cuerpo, es llaga de lepra. Cuando el sacerdote lo haya examinado, lo declarará impuro. "Si en la piel de su cuerpo hay una mancha clara blanquecina, pero no parece más hundida que la piel, ni su pelo se ha vuelto blanco, el sacerdote aislará al enfermo durante siete días. Al séptimo día el sacerdote lo examinará. Si según su parecer la llaga se ha mantenido igual y no se ha extendido en la piel, el sacerdote lo volverá a aislar durante otros siete días. Al séptimo día lo examinará de nuevo. Y he aquí que si la llaga parece oscura y no se ha extendido, el sacerdote lo declarará puro; sólo era una erupción. El enfermo lavará su ropa y quedará puro. "Pero si la erupción se ha extendido notablemente por la piel, después que él se haya mostrado al sacerdote para su purificación, se presentará otra vez ante el sacerdote. El sacerdote lo examinará, y he aquí que si la erupción se ha extendido en la piel, él lo declarará impuro; es lepra. "Cuando alguien tenga llaga de lepra, será traído al sacerdote. El lo examinará; y he aquí que si aparece una hinchazón blanca en la piel que ha hecho que el pelo se vuelva blanco y ha hecho aparecer la carne viva, es lepra crónica en la piel de su cuerpo. El sacerdote lo declarará impuro; no lo aislará, porque ya es impuro. "Pero si la lepra brota intensamente en la piel y cubre toda la piel del cuerpo del enfermo, desde su cabeza hasta sus pies, hasta donde los ojos del sacerdote puedan ver, el sacerdote lo examinará. Y he aquí que si la lepra ha cubierto todo su cuerpo, declarará puro al enfermo; pues si toda ella se ha vuelto blanca, él es puro. Pero si aparece en él la carne viva, será impuro. El sacerdote examinará la carne viva y lo declarará impuro. La carne viva es inmunda; es lepra. "Cuando la carne viva cambie y se vuelva blanca, vendrá al sacerdote. Este lo examinará, y he aquí que si la llaga se ha vuelto blanca, el sacerdote declarará purificado al que tuvo la llaga; y será puro. "Cuando en la piel de su cuerpo haya habido una úlcera y ésta se haya sanado, si aparece en el lugar de la úlcera una hinchazón blanca o una mancha blanca rojiza, será mostrada al sacerdote. Este la examinará; y he aquí que si parece estar más profunda que la piel y su pelo se ha vuelto blanco, el sacerdote lo declarará impuro. Es llaga de lepra que brotó en la úlcera. "Si el sacerdote la examina, y he aquí que no hay en ella pelo blanco ni está más hundida que la piel, sino que está oscura, el sacerdote lo aislará durante siete días. Si se ha extendido por la piel, el sacerdote lo declarará impuro; es lepra. recubrieron con barro, Pero si la mancha blanca se ha detenido en su lugar y no se ha extendido, es la cicatriz de la úlcera. El sacerdote lo declarará puro. "Asimismo, cuando la piel del cuerpo tiene quemadura de fuego y en la carne viva de la quemadura aparece una mancha clara, rojiza o blanca, el sacerdote la examinará. Y he aquí que si el pelo en la mancha se ha vuelto blanco y ésta parece estar más hundida que la piel, es lepra que se originó en la quemadura. El sacerdote lo declarará impuro; es llaga de lepra. "Pero si el sacerdote la examina, y he aquí que no aparece en la mancha el pelo blanco, ni está más hundida que la piel, sino que aparece oscura, el sacerdote lo aislará durante siete días. Al séptimo día el sacerdote lo examinará. Y si se ha extendido por la piel, el sacerdote lo declarará impuro; es llaga de lepra. Pero si la mancha blanca se ha detenido en su lugar y no se ha extendido en la piel, sino que parece oscura, es hinchazón de la quemadura. El sacerdote lo declarará puro, porque es sólo la cicatriz de la quemadura. "Cuando a un hombre o a una mujer le salga una llaga en la cabeza o en la barba, el sacerdote examinará la llaga. Y he aquí que si parece estar más hundida que la piel y el pelo en ella es amarillento y delgado, entonces el sacerdote lo declarará impuro. Es tiña o lepra de la cabeza o de la barba. Pero si el sacerdote examina la llaga de tiña, y he aquí que no parece estar más hundida que la piel ni hay en ella pelo amarillento, el sacerdote aislará al enfermo de tiña durante siete días. Al séptimo día el sacerdote examinará la llaga. Y he aquí que si la tiña no parece haberse extendido, ni hay en ella pelo amarillento, ni tampoco parece la llaga más hundida que la piel, entonces se afeitará, excepto en el lugar de la tiña. Luego el sacerdote lo aislará durante otros siete días. Al séptimo día el sacerdote examinará la tiña. Y he aquí que si la tiña no se ha extendido en la piel, ni parece estar más hundida que ésta, el sacerdote lo declarará puro. El lavará su ropa y quedará puro. "Pero si la tiña se ha extendido en la piel después de su purificación, el sacerdote lo examinará. Y he aquí que si la tiña se ha extendido en la piel, no busque el sacerdote el pelo amarillento. Es impuro. Pero si le parece que la tiña está detenida y que ha crecido en ella pelo negro, la tiña está sanada. El es puro, y el sacerdote lo declarará puro. "Asimismo, cuando un hombre o una mujer tenga en la piel de su cuerpo manchas, manchas blancas, el sacerdote las examinará. Y he aquí que si las manchas en la piel de su cuerpo son blancas algo oscuras, es eczema que brotó en la piel. Dicha persona es pura. "Cuando a un hombre se le cae el cabello, es calvo pero puro. Si pierde el cabello en la parte delantera de la cabeza, es calvo por delante, pero puro. No obstante, si en la calva trasera o delantera aparece una llaga blanca rojiza, es lepra que brota en su calva trasera o delantera. El sacerdote lo examinará; y he aquí que si la hinchazón de la llaga blanca rojiza en la calva trasera o delantera es semejante a la lepra en la piel del cuerpo, es leproso; es impuro. El sacerdote le declarará impuro; en su cabeza tiene la llaga. "En cuanto al leproso que tiene la llaga, sus vestidos serán rasgados, y su cabeza será despeinada. Se cubrirá hasta la nariz y pregonará: ‘¡Impuro! ¡Impuro!’ Todo el tiempo que tenga la llaga, quedará impuro. Siendo impuro, habitará solo, y su morada estará fuera del campamento. "Cuando una mancha de lepra esté en un vestido, sea vestido de lana o vestido de lino, esté en la urdimbre o en la trama de lino o de lana, así como en cuero o en cualquier objeto de cuero; si la mancha en el vestido, en la urdimbre, en la trama o en cualquier objeto de cuero es verdosa o rojiza, es mancha de lepra. Ha de ser mostrada al sacerdote. El sacerdote examinará la mancha y aislará el objeto manchado durante siete días. Al séptimo día examinará la mancha. Si se ha extendido en el vestido, en la urdimbre, en la trama, en el cuero o en cualquier objeto que se hace de cuero, es lepra maligna. Será inmunda. Quemará el vestido de lana o de lino, la urdimbre o la trama, o cualquier objeto de cuero donde esté la mancha, porque es lepra maligna; será quemado en el fuego. "Si el sacerdote examina la mancha, y he aquí que no parece haberse extendido en el vestido, en la urdimbre, en la trama o en el objeto de cuero, el sacerdote mandará lavar el lugar donde está la mancha y lo aislará otros siete días. El sacerdote lo examinará después de lavada la mancha. Y he aquí que si parece que la mancha no ha cambiado de aspecto, aunque ésta no se haya extendido, es inmundo. Lo quemarás al fuego. Es una corrosión, ya esté en el derecho o en el revés del objeto. "Pero si el sacerdote lo examina y parece que la mancha ha perdido su color después de lavada, la cortará del vestido, del cuero, de la urdimbre o de la trama. Si aparece otra vez en el vestido, en la urdimbre, en la trama o en cualquier objeto de cuero, rebrotando sobre él, quemarás en el fuego el objeto en el cual está la mancha. Pero el vestido, la urdimbre, la trama o cualquier objeto de cuero que laves y que se le quite la mancha, deberá ser lavado por segunda vez, y quedará limpio." Estas son las instrucciones acerca de la mancha de lepra en un vestido de lana o de lino, en la urdimbre o en la trama, y en cualquier objeto de cuero, para que sea declarado limpio o inmundo. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Estas serán las instrucciones acerca del leproso en el día de su purificación: Será traído al sacerdote. El sacerdote saldrá fuera del campamento y examinará al leproso; y he aquí que si la llaga de la lepra del leproso está sanada, el sacerdote mandará traer para el que se purifica dos pájaros vivos y limpios, madera de cedro, tinte escarlata e hisopo. Luego el sacerdote mandará degollar uno de los pájaros sobre una vasija de barro que contenga aguas vivas. Después tomará el pájaro vivo, la madera de cedro, el tinte escarlata y el hisopo, y los sumergirá junto con el pájaro vivo en la sangre del pájaro degollado sobre las aguas vivas. Después rociará siete veces al que se purifica de la lepra y le declarará puro. Luego soltará el pájaro vivo en el campo abierto. "El que se purifica lavará su ropa, afeitará todo su pelo y se lavará con agua. Así quedará purificado. Después podrá entrar en el campamento, pero quedará fuera de su tienda durante siete días. Al séptimo día afeitará de nuevo todo su pelo: su cabeza, su barba y sus cejas, es decir, todo su pelo. Luego lavará su ropa y lavará su cuerpo con agua, y quedará purificado. "El octavo día tomará dos corderos, sin defecto, una cordera de un año, sin defecto, tres décimas de efa de harina fina para la ofrenda vegetal, mezclada con aceite, y un log de aceite. El sacerdote que lo purifique presentará delante de Jehovah al que se purifica, de pie, con estas cosas, a la entrada del tabernáculo de reunión. Luego el sacerdote tomará uno de los corderos, lo presentará como sacrificio por la culpa con el log de aceite y lo mecerá como ofrenda mecida delante de Jehovah. Después degollará el cordero en el lugar del santuario donde se degüellan las víctimas por el pecado y el holocausto. Como la ofrenda por el pecado, así también la ofrenda por la culpa es para el sacerdote. Es cosa muy sagrada. "Después el sacerdote tomará parte de la sangre de la víctima por la culpa, y el sacerdote la pondrá sobre el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho. De la misma manera el sacerdote tomará el log de aceite y echará parte de él en la palma de su mano izquierda. Luego el sacerdote mojará un dedo de su mano derecha en el aceite que tiene en la palma de su mano izquierda, y rociará el aceite con su dedo siete veces delante de Jehovah. De lo que quede del aceite en su mano, el sacerdote pondrá sobre el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho, junto al lugar donde está la sangre del sacrificio por la culpa. Lo que quede del aceite que está en la mano del sacerdote, éste lo pondrá sobre la cabeza del que se purifica. Así el sacerdote hará expiación por él delante de Jehovah. "Luego el sacerdote ofrecerá el sacrificio por el pecado y hará expiación por el que se purifica de su impureza. Después degollará el holocausto. Y el sacerdote ofrecerá el holocausto y la ofrenda vegetal sobre el altar. Así el sacerdote hará expiación por él, y quedará purificado. "Pero si él es pobre y no tiene lo suficiente para estos sacrificios, tomará un cordero como sacrificio por la culpa, como ofrenda mecida por su expiación; una décima de efa de harina fina amasada con aceite, para la ofrenda vegetal, un log de aceite y dos tórtolas o dos pichones de paloma, según lo que pueda. Uno será para el sacrificio por el pecado y el otro para el holocausto. El octavo día traerá estas cosas al sacerdote para su purificación, a la entrada del tabernáculo de reunión, delante de Jehovah. "El sacerdote tomará el cordero del sacrificio por la culpa y el log de aceite, y los mecerá como ofrenda mecida delante de Jehovah. Después el sacerdote degollará el cordero del sacrificio por la culpa, tomará parte de la sangre de la víctima por la culpa y la pondrá sobre el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho. "Después el sacerdote echará parte del aceite sobre la palma de su mano izquierda, y con un dedo de su mano derecha el sacerdote rociará del aceite que tiene en la palma de su mano izquierda siete veces delante de Jehovah. También del aceite que el sacerdote tiene en su mano, pondrá parte sobre el lóbulo de la oreja derecha del que se purifica, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho, junto al lugar donde está la sangre del sacrificio por la culpa. Lo que quede del aceite que está en la mano del sacerdote, éste lo pondrá sobre la cabeza del que se purifica, para hacer expiación por él delante de Jehovah. "Asimismo, ofrecerá una de las tórtolas o uno de los pichones, según lo que pueda. Según lo que pueda, uno será para el sacrificio por el pecado y el otro para el holocausto, además de la ofrenda vegetal. Así el sacerdote hará expiación delante de Jehovah por el que se purifica." Estas son las instrucciones para el que haya tenido lepra y no tenga lo suficiente para su purificación. Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: "Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán, la cual yo os doy en posesión, si pongo una mancha de lepra en alguna casa de la tierra de vuestra posesión, el dueño de la casa vendrá y lo notificará al sacerdote diciendo: ‘Algo como una mancha ha aparecido en mi casa.’ Entonces el sacerdote mandará que desocupen la casa antes que él entre para examinar la mancha, para que no sea contaminado todo lo que está en la casa. Después el sacerdote entrará para examinar la casa, y examinará la mancha. Y he aquí que si hay manchas verdosas o rojizas en las paredes de la casa, que parezcan más hundidas que la superficie de la pared, el sacerdote saldrá de la casa, a la puerta de ella, y clausurará la casa por siete días. Al séptimo día el sacerdote volverá a examinarla; y he aquí que si la mancha se ha extendido en las paredes de la casa, entonces el sacerdote mandará que saquen las piedras donde está la mancha y que las echen fuera de la ciudad, a un lugar inmundo. También hará raspar toda la casa por dentro, y el polvo resultante será arrojado fuera de la ciudad, a un lugar inmundo. Entonces tomarán otras piedras y las pondrán en lugar de las que fueron sacadas. Tomarán otro barro y recubrirán la casa. "Si la mancha vuelve a brotar en la casa, después que sacaron las piedras, rasparon la casa y la entonces el sacerdote entrará y la examinará. Y he aquí que si la mancha parece haberse extendido en la casa, es lepra maligna. La casa es inmunda. Por tanto, derribarán la casa, y sacarán sus piedras, su madera y todo el polvo de la casa fuera de la ciudad, a un lugar inmundo. "Cualquiera que entre en aquella casa durante el tiempo que él la clausuró, quedará impuro hasta el anochecer. El que duerma en la casa lavará su ropa. El que coma en ella también lavará su ropa. "Pero si el sacerdote entra y la examina, y he aquí que ve que la mancha no se ha extendido en la casa después de haber sido recubierta con barro, el sacerdote declarará limpia la casa, porque la mancha ha desaparecido. Entonces, para purificar la casa, tomará dos pájaros, madera de cedro, tinte escarlata e hisopo. Degollará uno de los pájaros sobre una vasija de barro que contenga aguas vivas. Tomará la madera de cedro, el hisopo, el tinte escarlata y el pájaro vivo, y los sumergirá en la sangre del pájaro degollado y en las aguas vivas. Después rociará la casa siete veces. Purificará la casa con la sangre del pájaro, con las aguas vivas, con el pájaro vivo, la madera de cedro, el hisopo y el tinte escarlata. Luego soltará el pájaro vivo fuera de la ciudad, en el campo abierto. Así hará expiación por la casa, y quedará limpia." Estas son las instrucciones acerca de toda mancha de lepra y de tiña, de la lepra del vestido y de la casa, de la hinchazón, de la costra y de la mancha blanca, para indicar cuándo es inmundo y cuándo es limpio. Estas son las instrucciones acerca de la lepra. Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: "Hablad a los hijos de Israel y decidles que cualquier hombre cuyo cuerpo tiene flujo seminal, quedará impuro a causa de su flujo. Esta será su impureza en su flujo: Será impureza, ya sea que su cuerpo emita su flujo o que su cuerpo obstruya su flujo. Toda cama en que se acueste el que tenga flujo, o toda cosa en que se siente, quedará inmunda. La persona que toque su cama lavará su ropa, se lavará con agua y quedará impuro hasta el anochecer. También el que se siente sobre aquello en que se sentó el que tiene flujo, lavará su ropa, se lavará con agua y quedará impuro hasta el anochecer. El que toque el cuerpo del que tiene flujo lavará su ropa, se lavará con agua y quedará impuro hasta el anochecer. "Cuando alguien que tiene flujo escupa sobre una persona pura, ésta lavará su ropa, se lavará con agua y quedará impura hasta el anochecer. Toda montura sobre la cual cabalgue el que tiene flujo quedará inmunda. Cualquiera que toque algo que ha estado debajo de él quedará impuro hasta el anochecer. El que cargue tales cosas lavará su ropa, se lavará con agua y quedará impuro hasta el anochecer. Todo aquel a quien toque el que tiene flujo, sin haberse lavado sus manos con agua, lavará su ropa, se lavará con agua, y quedará impuro hasta el anochecer. "La vasija de barro que haya tocado el que tiene flujo será rota. Todo utensilio de madera será enjuagado con agua. "Cuando el que tiene flujo se haya purificado de su flujo, contará siete días para su purificación. Entonces lavará su ropa, lavará su cuerpo con aguas vivas, y quedará purificado. Al octavo día tomará consigo dos tórtolas o dos pichones de paloma, vendrá ante Jehovah a la entrada del tabernáculo de reunión y los dará al sacerdote. El sacerdote los ofrecerá, el uno como sacrificio por el pecado y el otro como holocausto. Así el sacerdote hará expiación por él delante de Jehovah, a causa de su flujo. "Cuando alguien tenga emisión de semen, lavará con agua todo su cuerpo y quedará impuro hasta el anochecer. Toda prenda de vestir u objeto de cuero sobre el cual haya emisión de semen será lavado con agua, y quedará inmundo hasta el anochecer. "Si un hombre se acuesta con una mujer y hay emisión de semen, ambos se lavarán con agua y quedarán impuros hasta el anochecer. "Cuando una mujer tenga flujo de sangre, y su flujo salga de su cuerpo, quedará impura durante siete días. Cualquiera que la toque quedará impuro hasta el anochecer. Todo aquello en que se acueste o se siente durante su impureza quedará inmundo. Cualquiera que toque su cama lavará su ropa, se lavará con agua y quedará impuro hasta el anochecer. Cualquiera que toque el mueble sobre el que ella se sentó lavará su ropa, se lavará con agua y quedará impuro hasta el anochecer. El que toque algo que esté sobre la cama o sobre otro objeto sobre el que ella se sentó quedará impuro hasta el anochecer. "Si algún hombre se acuesta con ella y su menstruo se vierte sobre él, quedará impuro durante siete días. Toda cama en que él se acueste quedará inmunda. "Cuando una mujer tenga flujo de sangre por muchos días fuera del tiempo normal de su menstruación, o cuando tenga flujo de sangre más allá de su menstruación, todo el tiempo que dure el flujo de su impureza ella quedará impura como en el tiempo de su menstruación. Toda cama en que se acueste durante todos los días de su flujo será para ella como la cama durante su menstruación. Igualmente, todo objeto sobre el que ella se siente será inmundo, como en la impureza de su menstruación. Cualquiera que toque estas cosas quedará impuro. Lavará su ropa, se lavará con agua y quedará impuro hasta el anochecer. "Cuando ella quede limpia de su flujo, contará siete días y después quedará purificada. Al octavo día tomará consigo dos tórtolas o dos pichones de paloma, y los llevará al sacerdote, a la entrada del tabernáculo de reunión. El sacerdote ofrecerá uno de ellos como sacrificio por el pecado y el otro como holocausto. Así el sacerdote hará expiación por ella delante de Jehovah a causa del flujo de su impureza. Así mantendréis a los hijos de Israel apartados de sus impurezas, para que no mueran en sus impurezas, por haber contaminado mi tabernáculo que está entre ellos." Estas son las instrucciones para el hombre que tiene flujo y para el que tiene emisión de semen, y que por ello se ha contaminado; para la mujer en su período de menstruación; para el que tiene flujo, sea hombre o mujer, y para el hombre que se acueste con una mujer impura. Jehovah habló a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón, cuando se presentaron ante Jehovah y murieron. Jehovah dijo a Moisés: "Di a tu hermano Aarón que no entre en cualquier tiempo en el santuario, detrás del velo, ante el propiciatorio que está sobre el arca, para que no muera, pues yo me manifestaré en la nube, sobre el propiciatorio. "Aarón podrá entrar con esto en el santuario: con un novillo para el sacrificio por el pecado y un carnero para el holocausto. Se vestirá la túnica santa de lino, y los pantalones de lino estarán sobre su cuerpo; se ceñirá el cinturón de lino y pondrá el turbante de lino sobre su cabeza. Estas son las vestiduras sagradas; se vestirá con ellas después de lavar su cuerpo con agua. "Tomará de la congregación de los hijos de Israel dos machos cabríos para el sacrificio por el pecado y un carnero para el holocausto. Luego Aarón presentará como sacrificio por el pecado el novillo que le corresponde a él, para hacer expiación por sí mismo y por su familia. "Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Jehovah, a la entrada del tabernáculo de reunión. Aarón echará suertes sobre los dos machos cabríos: una suerte para Jehovah y otra suerte para Azazel. Luego Aarón hará acercar el macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte para Jehovah, y lo ofrecerá en sacrificio por el pecado. Pero el macho cabrío sobre el cual haya caído la suerte para Azazel, será presentado vivo delante de Jehovah, para hacer expiación sobre él y enviarlo a Azazel, al desierto. "Aarón presentará como sacrificio por el pecado el novillo que le corresponde a él, para hacer expiación por sí mismo y por su familia. Luego degollará su novillo como sacrificio por el pecado. "Después tomará del altar que está delante de Jehovah un incensario lleno de brasas de fuego y dos puñados de incienso aromático molido, y lo llevará detrás del velo. Pondrá el incienso sobre el fuego delante de Jehovah, y la nube de incienso cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio; así no morirá. "Tomará luego parte de la sangre del novillo y rociará con su dedo por encima del propiciatorio, al lado oriental. Luego rociará con su dedo parte de esa sangre, siete veces, delante del propiciatorio. "Después degollará como sacrificio por el pecado el macho cabrío que corresponde al pueblo y llevará su sangre detrás del velo. Hará con su sangre como hizo con la sangre del novillo: La rociará sobre el propiciatorio y delante de él. Así hará expiación por el santuario a causa de las impurezas de los hijos de Israel y de sus rebeliones, por todos sus pecados. De la misma manera hará con el tabernáculo de reunión, el cual habita con ellos en medio de sus impurezas. "Nadie estará en el tabernáculo de reunión cuando él entre para hacer expiación en el santuario, hasta que salga y haya hecho expiación por sí mismo, por su familia y por toda la congregación de Israel. "Después saldrá al altar que está delante de Jehovah, y hará expiación por él. Tomará parte de la sangre del novillo y de la sangre del macho cabrío, y la pondrá sobre los cuernos del altar en su derredor. Rociará sobre él la sangre siete veces con su dedo, y lo purificará y santificará de las impurezas de los hijos de Israel. "Cuando haya acabado de hacer expiación por el santuario, por el tabernáculo de reunión y por el altar, hará acercar el macho cabrío vivo. Aarón pondrá sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo y confesará sobre él todas las iniquidades, las rebeliones y los pecados de los hijos de Israel, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío. Luego lo enviará al desierto por medio de un hombre designado para ello. Aquel macho cabrío llevará sobre sí, a una tierra inhabitada, todas las iniquidades de ellos. El hombre encargado dejará ir el macho cabrío por el desierto. "Después vendrá Aarón al tabernáculo de reunión, se quitará las vestiduras de lino con que se vistió para entrar en el santuario, y las dejará allí. Luego lavará su cuerpo con agua en un lugar santo, y después de ponerse sus vestiduras saldrá y presentará el holocausto suyo y el holocausto del pueblo. Así hará expiación por sí mismo y por el pueblo. Entonces hará arder sobre el altar el sebo del sacrificio por el pecado. "El que dejó ir el macho cabrío a Azazel lavará su ropa y lavará su cuerpo con agua, y después podrá entrar en el campamento. "Después sacará fuera del campamento el resto del novillo del sacrificio por el pecado y del macho cabrío del sacrificio por el pecado, cuya sangre fue llevada al santuario para hacer expiación. Quemarán en el fuego su piel, su carne y su estiércol. El que los queme lavará su ropa y lavará su cuerpo con agua, y después podrá entrar en el campamento. "Esto será para vosotros un estatuto perpetuo. El décimo día del mes séptimo os humillaréis a vosotros mismos y no haréis ningún trabajo, ni el natural ni el extranjero que habita entre vosotros. Porque en este día se hará expiación por vosotros para purificaros, y quedaréis purificados de todos vuestros pecados delante de Jehovah. Será para vosotros una fiesta sabática solemne, y os humillaréis a vosotros mismos. Es un estatuto perpetuo. "El sacerdote que haya sido ungido, y que haya sido investido para ejercer el sacerdocio en lugar de su padre, hará la expiación. Se vestirá las vestiduras de lino, las vestiduras sagradas, y hará expiación por el santo santuario y por el tabernáculo de reunión. Hará expiación por el altar y por los sacerdotes. También hará expiación por todo el pueblo de la congregación. Esto tendréis por estatuto perpetuo, para hacer expiación por los hijos de Israel por todos sus pecados, una vez al año." Y Moisés hizo como Jehovah le mandó. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Israel, y diles que esto es lo que ha mandado Jehovah diciendo: ‘Cualquier hombre de la casa de Israel que dentro o fuera del campamento degüelle una vaca, un cordero o una cabra, y no lo traiga a la entrada del tabernáculo de reunión para ofrecerlo como sacrificio a Jehovah delante del tabernáculo de Jehovah, ese hombre será considerado reo de sangre. Derramó sangre; ese hombre será excluido de entre su pueblo. Esto es a fin de que los hijos de Israel traigan sus animales que sacrifican sobre el campo abierto, para que los traigan a Jehovah a la entrada del tabernáculo de reunión, al sacerdote, y los sacrifiquen como sacrificios de paz a Jehovah. El sacerdote esparcirá la sangre sobre el altar de Jehovah, a la entrada del tabernáculo de reunión, y hará arder el sebo como grato olor a Jehovah. Así nunca más ofrecerán sus sacrificios a los demonios, tras los cuales se han prostituido. Esto será para ellos un estatuto perpetuo a través de sus generaciones.’ "Les dirás también que cualquier hombre de la casa de Israel, o de los extranjeros que habitan entre ellos, que ofrezca holocausto o sacrificio y no lo traiga a la entrada del tabernáculo de reunión para ofrecerlo a Jehovah, tal hombre será excluido de entre su pueblo. "Si alguna persona de la casa de Israel, o de los extranjeros que habitan entre vosotros come cualquier sangre, pondré mi rostro contra la persona que coma la sangre y la excluiré de entre su pueblo. Porque la vida del cuerpo está en la sangre, la cual yo os he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras personas. Porque es la sangre la que hace expiación por la persona. Por tanto, he dicho a los hijos de Israel: ‘Ninguna persona de entre vosotros comerá sangre; tampoco comerá sangre el extranjero que habita entre vosotros.’ "Si alguna persona de los hijos de Israel, o de los extranjeros que habitan entre vosotros, caza un animal o un ave que se pueda comer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra. Porque la vida de toda carne es su sangre; por eso he dicho a los hijos de Israel: ‘No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre. Todo el que la coma será excluido.’ "Asimismo, cualquier persona, sea natural o extranjera, que coma un animal mortecino, o uno despedazado lavará su ropa, se lavará con agua y quedará impuro hasta el anochecer; entonces quedará purificado. Pero si no los lava, ni lava su cuerpo, cargará con su culpa." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que yo soy Jehovah, vuestro Dios. No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual habéis habitado. Tampoco haréis como hacen en la tierra de Canaán a la cual os llevo. No seguiréis sus costumbres. Pondréis por obra mis decretos y guardaréis mis estatutos para andar en ellos. Yo soy Jehovah vuestro Dios. Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis decretos, los cuales el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Yo, Jehovah. "Ningún hombre se acerque a una mujer que sea su parienta cercana para descubrir su desnudez. Yo, Jehovah. "No descubrirás la desnudez de tu padre o la desnudez de tu madre. Ella es tu madre; no descubrirás su desnudez. "No descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre. Es la desnudez de tu padre. "No descubrirás la desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o nacida fuera de ella. "No descubrirás la desnudez de la hija de tu hijo o de la hija de tu hija, porque su desnudez es tu propia desnudez. "No descubrirás la desnudez de la hija de la mujer de tu padre, que tu padre engendró. Ella es tu hermana. "No descubrirás la desnudez de la hermana de tu padre. Ella es parienta cercana de tu padre. "No descubrirás la desnudez de la hermana de tu madre. Ella es parienta cercana de tu madre. "No descubrirás la desnudez del hermano de tu padre. No te acercarás a su mujer. Ella es tu tía. "No descubrirás la desnudez de tu nuera. Ella es la mujer de tu hijo. No descubrirás su desnudez. "No descubrirás la desnudez de la mujer de tu hermano. Es la desnudez de tu hermano. "No descubrirás la desnudez de una mujer y la de su hija. No tomarás la hija de su hijo ni la hija de su hija para descubrir su desnudez. Ellas son parientas cercanas. Eso es una infamia. "No tomarás mujer juntamente con su hermana, para hacerla su rival, descubriendo su desnudez mientras aquélla viva. "No te acercarás a una mujer durante su impureza menstrual, para descubrir su desnudez. "No tendrás relaciones sexuales con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella. "No darás ningún descendiente tuyo para hacerlo pasar por fuego a Moloc. No profanarás el nombre de tu Dios. Yo, Jehovah. "No te acostarás con un hombre como uno se acuesta con una mujer. Eso es una abominación. "No tendrás cópula con ningún animal, contaminándote con él; ni mujer alguna se pondrá delante de un animal para tener cópula con él. Eso es una depravación. "No os contaminaréis con ninguna de estas cosas, porque con todas estas cosas se han contaminado los pueblos que yo echo de delante de vosotros. La tierra ha sido contaminada; por eso castigué la maldad de ellos sobre ella, y la tierra vomitó a sus habitantes. Pero vosotros, guardad mis estatutos y mis decretos, y no hagáis ninguna de todas estas abominaciones, ni el natural ni el extranjero que habita entre vosotros (porque los habitantes de la tierra que os antecedieron hicieron todas estas abominaciones, y la tierra fue contaminada); no sea que la tierra os vomite por haberla contaminado, como vomitó a la nación que os antecedió. Porque cualquier persona que haga alguna de todas estas abominaciones será excluida de entre su pueblo. Guardad, pues, mi ordenanza, no cometiendo las cosas abominables que se practicaban antes de vosotros; y no os contaminéis con ellas. Yo, Jehovah, vuestro Dios." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles: ‘Sed santos, porque yo, Jehovah vuestro Dios, soy santo. "‘Cada uno de vosotros respete a su madre y a su padre. "‘Guardad mis sábados. Yo, Jehovah, vuestro Dios. "‘No recurráis a los ídolos, ni os hagáis dioses de fundición. Yo, Jehovah, vuestro Dios. "‘Cuando ofrezcáis sacrificios de paz a Jehovah, hacedlo de tal manera que seáis aceptados. Será comido el día que lo sacrifiquéis y al día siguiente. Lo que quede para el tercer día será quemado en el fuego. Si se come algo de ello en el tercer día, eso será considerado inmundo y no será aceptado. El que lo coma cargará con su culpa, porque profanó lo que ha sido consagrado a Jehovah. Tal persona será excluida de su pueblo. "‘Cuando seguéis la mies de vuestra tierra, no segarás hasta el último rincón de tu campo, ni recogerás las espigas en tu campo segado. Tampoco rebuscarás tu viña ni recogerás las uvas caídas de tu viña. Las dejarás para el pobre y para el extranjero. Yo, Jehovah, vuestro Dios. "‘No robaréis, ni mentiréis ni os engañaréis el uno al otro. "‘No juraréis falsamente por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo, Jehovah. "‘No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. El salario del jornalero no será retenido contigo en tu casa hasta la mañana siguiente. "‘No maldecirás al sordo, ni pondrás tropiezo delante del ciego; sino que tendrás temor de tu Dios. Yo, Jehovah. "‘No harás injusticia en el juicio. No favorecerás al pobre, ni tratarás con deferencia al poderoso. Juzgarás a tu prójimo con justicia. "‘No andarás calumniando en medio de tu pueblo. "‘No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo, Jehovah. "‘No aborrecerás en tu corazón a tu hermano. Ciertamente amonestarás a tu prójimo, para que no cargues con pecado a causa de él. "‘No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Más bien, amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Jehovah. "‘Guardaréis mis estatutos. "‘No harás copular dos animales de especies diferentes. No sembrarás tu campo con una mezcla de dos clases de semillas. Tampoco te pondrás un vestido tejido con hilos de dos materiales distintos. "‘Cuando un hombre tenga relaciones sexuales con una mujer, y ella sea una esclava comprometida con otro pero no rescatada, ni se le haya dado libertad, habrá una severa reprensión; pero no se les dará muerte, por no ser ella libre. El traerá a Jehovah su ofrenda por la culpa a la entrada del tabernáculo de reunión: un carnero como sacrificio por la culpa. El sacerdote hará expiación por él delante de Jehovah, con el carnero del sacrificio por la culpa, por el pecado que cometió; y el pecado cometido le será perdonado. "‘Cuando hayáis entrado en la tierra y plantado toda clase de árboles frutales, dejaréis sus primeros frutos sin cosechar. Por tres años no serán cosechados, y su fruto no se comerá. El cuarto año todo su fruto será santo, una ofrenda de alabanza a Jehovah. El quinto año podréis comer de su fruto, para que os aumente su producción. Yo, Jehovah, vuestro Dios. "‘No comeréis cosa alguna con sangre. "‘No practicaréis la adivinación ni la brujería. "‘No cortaréis los extremos de vuestro cabello, y no estropearéis la punta de vuestra barba. No haréis incisiones en vuestros cuerpos a causa de algún difunto, ni grabaréis tatuajes sobre vosotros. Yo, Jehovah. "‘No profanarás a tu hija, haciendo que ella se prostituya, para que no se prostituya la tierra y se llene de maldad. "‘Guardaréis mis sábados y tendréis en reverencia mi santuario. Yo, Jehovah. "‘No recurráis a los que evocan a los muertos ni busquéis a los adivinos para contaminaros con ellos. Yo, Jehovah, vuestro Dios. "‘Ante las canas te pondrás de pie. Darás honor al anciano y tendrás temor de tu Dios. Yo, Jehovah. "‘Cuando un extranjero resida con vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis. Como a un natural de vosotros consideraréis al extranjero que resida entre vosotros. Lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. Yo, Jehovah, vuestro Dios. "‘No haréis injusticia en el juicio, ni en la medida de longitud, ni en la de peso, ni en la de capacidad. Tendréis balanzas justas, pesas justas, un efa justo y un hin justo. Yo, Jehovah, vuestro Dios que os saqué de la tierra de Egipto. "‘Guardad, pues, todos mis estatutos y todos mis decretos, y ponedlos por obra. Yo, Jehovah.’" Jehovah habló a Moisés diciendo: "Di también a los hijos de Israel que cualquier persona de los hijos de Israel, o de los extranjeros que residen en medio de Israel, que ofrezca alguno de sus descendientes a Moloc, morirá irremisiblemente. El pueblo de la tierra lo apedreará. Yo mostraré mi ira contra tal persona y la excluiré de entre su pueblo, porque ofreció alguno de sus descendientes a Moloc, contaminando mi santuario y profanando mi santo nombre. Si el pueblo de la tierra cierra sus ojos ante la persona que ofreció alguno de sus descendientes a Moloc, a fin de no hacerlo morir, yo mostraré mi ira contra esa persona y contra su familia, y la excluiré de entre su pueblo, junto con todos los que se prostituyeron en pos de ella prostituyéndose con Moloc. "Si una persona recurre a los que evocan a los muertos y a los adivinos para prostituirse tras ellos, yo mostraré mi ira contra tal persona y la excluiré de entre su pueblo. "Santificaos, pues, y sed santos, porque yo, Jehovah, soy vuestro Dios. Guardad y practicad mis estatutos. Yo, Jehovah, que os santifico. "Cuando alguna persona maldiga a su padre o a su madre, morirá irremisiblemente. Ha maldecido a su padre o a su madre; su sangre será sobre ella. "Si un hombre comete adulterio con una mujer casada, si comete adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera morirán irremisiblemente. "Si un hombre se acuesta con la mujer de su padre, descubre la desnudez de su padre. Ambos morirán irremisiblemente; su sangre será sobre ellos. "Si un hombre se acuesta con su nuera, ambos morirán irremisiblemente, pues cometieron depravación; su sangre será sobre ellos. "Si un hombre se acuesta con un hombre, como se acuesta con una mujer, los dos cometen una abominación. Ambos morirán irremisiblemente; su sangre será sobre ellos. "El que tome como esposas a una mujer y también a la madre de ella comete una infamia: Quemarán en el fuego a él y a ellas, para que no haya infamia entre vosotros. "Si alguno tiene cópula con un animal, morirá irremisiblemente. Mataréis también al animal. "Si una mujer se acerca a algún animal para tener cópula con él, matarás a la mujer y al animal. Morirán irremisiblemente; su sangre será sobre ellos. "Si un hombre toma a su hermana, hija de su padre o hija de su madre, y él ve la desnudez de ella, y ella ve la de él, es cosa abominable. Por tanto, serán excluidos a la vista de los hijos de su pueblo. Ha descubierto la desnudez de su hermana; él cargará con su culpa. "Si un hombre se acuesta con una mujer menstruosa y descubre su desnudez, descubre la fuente de ella, y ella pone al descubierto la fuente de su sangre. Ambos serán excluidos de entre su pueblo. "No descubrirás la desnudez de la hermana de tu madre, ni la de la hermana de tu padre, porque sería desnudar a tu parienta cercana. Ambos cargarán con su culpa. "Si un hombre se acuesta con su tía, descubre la desnudez de su tío. Ellos cargarán con su pecado; morirán sin tener hijos. "Si un hombre toma a la mujer de su hermano, comete una inmundicia. El descubre la desnudez de su hermano; ambos quedarán sin tener hijos. "Guardad, pues, todos mis estatutos y todos mis decretos, y ponedlos por obra. Así no os vomitará la tierra a la cual yo os llevo para que habitéis en ella. No hagáis según las prácticas de la gente que yo voy a echar de delante de vosotros; porque ellos hicieron todas estas cosas, y yo los abominé. Pero a vosotros os he dicho: ‘Vosotros poseeréis su tierra, y yo os la daré por posesión: una tierra que fluye leche y miel.’ Yo, Jehovah, vuestro Dios que os he separado de los pueblos. "Además, vosotros haréis diferencia entre el animal limpio y el inmundo, y entre el ave limpia y la inmunda. No os hagáis detestables a causa de los animales, ni de las aves, ni de cualquier cosa que se desplaza sobre la tierra y que yo he separado para que os sean inmundos. Me seréis santos, porque yo, Jehovah, soy santo y os he separado de los pueblos para que seáis míos. "El hombre o la mujer en quien haya espíritu de los muertos o que sea adivino morirá irremisiblemente. Los apedrearán; su sangre será sobre ellos." Jehovah dijo a Moisés: "Habla a los sacerdotes, hijos de Aarón, y diles que no se contaminen a causa de algún difunto de su pueblo, salvo que sea un pariente cercano como su madre, su padre, su hijo, su hija, su hermano, o su hermana virgen que esté cerca de él y que no haya tenido marido. Por ella él puede contaminarse. No se contaminará profanándose, pues es dirigente en medio de su pueblo. No raparán su cabeza, ni cortarán la punta de su barba, ni harán incisiones en su cuerpo. Serán santos para su Dios y no profanarán el nombre de su Dios; porque ellos presentarán las ofrendas quemadas, el pan de su Dios; por tanto, serán santos. "El sacerdote no tomará mujer prostituta o privada de su virginidad. Tampoco tomará mujer divorciada de su marido, porque él está consagrado a su Dios. Por tanto, lo tendrás por santo, pues él ofrece el pan de tu Dios. Será santo para ti, porque santo soy yo, Jehovah, que os santifico. "Si la hija de un sacerdote se profana prostituyéndose, a su padre profana. Será quemada al fuego. "El que de entre sus hermanos sea sumo sacerdote, sobre cuya cabeza se haya derramado el aceite de la unción y haya sido investido para llevar las vestiduras, no dejará suelto el cabello de su cabeza, ni rasgará sus vestiduras, ni entrará donde haya algún difunto. Ni por su padre, ni por su madre se contaminará. No saldrá del santuario ni profanará el santuario de su Dios, porque sobre él está la consagración del aceite de la unción de su Dios. Yo, Jehovah. "El tomará por esposa a una mujer virgen. No tomará una viuda, ni una divorciada, ni una mujer privada de su virginidad, ni una prostituta. Más bien, tomará por esposa a una mujer virgen de su pueblo. Así no profanará su descendencia en medio de su pueblo; porque yo soy Jehovah, el que lo santifico." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a Aarón y dile: ‘A través de sus generaciones, ningún descendiente tuyo que tenga algún defecto se acercará para ofrecer el pan de su Dios. Ciertamente ningún hombre que tenga algún defecto se acercará, sea ciego, cojo, mutilado, desproporcionado, quien tenga fractura en el pie o en la mano, jorobado, enano, quien tenga nube en el ojo, quien tenga sarna o tiña, o tenga testículo dañado. Ningún hombre de la descendencia del sacerdote Aarón que tenga algún defecto podrá presentar las ofrendas quemadas a Jehovah. Tiene defecto; no se acercará a ofrecer el pan de su Dios. Podrá comer del pan de su Dios, de las cosas muy sagradas y de las cosas sagradas; pero no entrará detrás del velo, ni se acercará al altar, porque tiene defecto. Así no profanará mi santuario, porque yo soy Jehovah, el que los santifico." Y Moisés se lo dijo a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Israel. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Di a Aarón y a sus hijos que traten con reverencia las cosas sagradas de los hijos de Israel, para que no profanen mi santo nombre en aquello que me han consagrado. Yo, Jehovah. "Diles: ‘A través de vuestras generaciones, todo hombre de vuestros descendientes, que estando impuro se acerque a las cosas sagradas que los hijos de Israel consagran a Jehovah, tal persona será excluida de delante de mí. Yo, Jehovah. "‘El hombre de los descendientes de Aarón que sea leproso o padezca de flujo no comerá de las cosas sagradas hasta que esté purificado. El que toque alguna cosa inmunda por contacto con un cadáver, o la persona que haya tenido emisión de semen; o quien haya tocado cualquier reptil y por tanto ha quedado impuro; o quien haya tocado a alguien impuro, fuese cual fuese su impureza; la persona que lo toque quedará impura hasta el anochecer y no comerá de las cosas sagradas hasta que haya lavado su cuerpo con agua. A la puesta del sol quedará purificado. Después podrá comer de las cosas sagradas, porque éstas son su alimento. "‘No comerá un animal mortecino ni uno despedazado, contaminándose por ello. Yo, Jehovah. "‘Ellos, pues, guardarán mi ordenanza para que no carguen con la culpa por esto, ni mueran por haberla profanado. Yo soy Jehovah, el que los santifico. "‘Ningún extraño podrá comer de lo que es sagrado; ni el huésped del sacerdote, ni el asalariado lo podrán comer. Pero la persona que el sacerdote haya comprado con su dinero podrá comer de ello. Y los que hayan nacido en su casa, éstos podrán comer de su alimento. Si la hija del sacerdote se casa con un hombre extraño, ella no podrá comer de la ofrenda alzada de las cosas sagradas. Pero si la hija del sacerdote ha quedado viuda o está divorciada, y no teniendo hijos ha vuelto a la casa de su padre como en su juventud, ella podrá comer del alimento de su padre. Pero ningún extraño comerá de él. "‘El que por inadvertencia coma algo sagrado añadirá a ello un quinto de su valor y lo dará al sacerdote junto con lo sagrado. No profanarán, pues, las cosas sagradas que los hijos de Israel apartan para Jehovah, haciendo que ellos carguen con la culpabilidad cuando coman de sus cosas sagradas. Porque yo soy Jehovah, el que los santifico.’" Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a Aarón y a sus hijos, y a todos los hijos de Israel, y diles que si alguno de la casa de Israel o de los extranjeros en Israel presenta su sacrificio, en cumplimiento de cualquier voto o de cualquier ofrenda voluntaria que presenta en holocausto a Jehovah, para que os sea aceptado será un macho sin defecto, ya sea toro, cordero o cabrito. No ofreceréis ningún animal con defecto, porque no os será aceptado. "Asimismo, cuando alguien ofrezca un sacrificio de paz a Jehovah, sea en cumplimiento de un voto o sea como una ofrenda voluntaria, para que sea aceptado será sin defecto, tanto de las vacas como de las ovejas. No ha de haber defecto en él. El animal ciego, perniquebrado, mutilado, verrugoso, sarnoso o tiñoso, no lo ofreceréis a Jehovah. No pondréis de ellos una ofrenda quemada sobre el altar de Jehovah. "Podrás presentar como ofrenda voluntaria el toro o el carnero que tenga un miembro desproporcionado o atrofiado, pero no será aceptado como cumplimiento de un voto. "No ofreceréis a Jehovah un animal con los testículos heridos o dañados, arrancados o cortados. No haréis esto en vuestra tierra; tampoco los aceptaréis de manos de los extranjeros para ofrecerlos como alimento de vuestro Dios. Porque están deformados y tienen defectos; no os serán aceptados." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Cuando nazca un ternero, un cordero o un cabrito, estará con su madre siete días. Desde el octavo día en adelante será aceptado en sacrificio, como ofrenda quemada a Jehovah. "No degollaréis en el mismo día una vaca o una oveja junto con su cría. "Cuando ofrezcáis a Jehovah un sacrificio de acción de gracias, lo sacrificaréis de manera que os sea aceptado. El mismo día se comerá; no dejarás nada de él hasta la mañana. Yo, Jehovah. "Guardad, pues, mis mandamientos y ponedlos por obra. Yo, Jehovah. "No profanéis mi santo nombre, pues yo he de ser santificado en medio de los hijos de Israel. Yo soy Jehovah, el que os santifico, que os saqué de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios. Yo, Jehovah." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que las fiestas solemnes de Jehovah, mis fiestas solemnes que proclamaréis como asambleas sagradas, son éstas: "Seis días se trabajará, pero el séptimo día será sábado de reposo, y habrá una asamblea sagrada. Ningún trabajo haréis; es el sábado consagrado a Jehovah, dondequiera que habitéis. "Estas son las fiestas solemnes de Jehovah, las asambleas sagradas que convocaréis a su debido tiempo. El día 14 del mes primero, al atardecer, es la Pascua de Jehovah. El día 15 de este mes es la fiesta de los panes sin levadura, celebrada a Jehovah. Durante siete días comeréis panes sin levadura. El primer día tendréis una asamblea sagrada; no haréis ningún trabajo laboral. Presentaréis a Jehovah una ofrenda quemada durante siete días. El séptimo día habrá una asamblea sagrada; no haréis ningún trabajo laboral." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: ‘Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy y hayáis segado su mies, traeréis al sacerdote un manojo de espigas como primicia de vuestra siega. Este mecerá el manojo delante de Jehovah, para que seáis aceptados. El sacerdote lo mecerá el día siguiente del sábado. El día que presentéis el manojo, ofreceréis en holocausto a Jehovah un cordero de un año, sin defecto, con su ofrenda vegetal de dos décimas de efa de harina fina amasada con aceite. Esta es una ofrenda quemada a Jehovah, de grato olor. Su libación será la cuarta parte de un hin de vino. No comeréis pan, ni grano tostado, ni grano fresco hasta ese mismo día en que presentéis la ofrenda a vuestro Dios. Esto es un estatuto perpetuo a través de vuestras generaciones, dondequiera que habitéis. "‘Contaréis siete semanas completas desde la mañana siguiente al sábado, desde el día en que presentasteis el manojo de espigas de la ofrenda mecida. Contaréis cincuenta días hasta la mañana siguiente al séptimo sábado. Entonces presentaréis una ofrenda vegetal nueva a Jehovah. Desde los lugares donde habitéis traeréis dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de efa de harina fina, cocidos con levadura, como primicias a Jehovah. Ofreceréis con el pan siete corderos de un año, sin defecto, un novillo y dos carneros. Serán el holocausto a Jehovah, junto con sus ofrendas vegetales y sus libaciones. Esta es una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. Ofreceréis además un macho cabrío como sacrificio por el pecado y dos corderos de un año como sacrificio de paz. El sacerdote los presentará como ofrenda mecida delante de Jehovah. Junto con el pan de las primicias, los dos corderos serán cosa sagrada a Jehovah, para el sacerdote. En este mismo día convocaréis una asamblea sagrada; no haréis ningún trabajo laboral. Este es un estatuto perpetuo a través de vuestras generaciones, dondequiera que habitéis. "‘Y cuando seguéis la mies de vuestra tierra, no segarás hasta el último rincón de tu campo, ni recogerás las espigas en tu campo segado. Las dejarás para el pobre y el extranjero. Yo, Jehovah, vuestro Dios.’" Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: ‘El primer día del mes séptimo tendréis una fiesta sabática, una conmemoración con estrépito de trompetas y una asamblea sagrada. No haréis ningún trabajo laboral, y presentaréis una ofrenda quemada a Jehovah.’" Jehovah habló a Moisés diciendo: "El 10 de este mes séptimo será el día de la Expiación; tendréis asamblea sagrada. Os humillaréis a vosotros mismos y presentaréis una ofrenda quemada a Jehovah. Ningún trabajo haréis en ese mismo día, porque es el día de la Expiación, para hacer expiación por vosotros delante de Jehovah vuestro Dios. Ciertamente toda persona que no se humille en ese mismo día será excluida de su pueblo. Toda persona que haga cualquier trabajo en ese mismo día, yo la destruiré de entre su pueblo. Ningún trabajo haréis. Este es un estatuto perpetuo para vosotros, a través de vuestras generaciones, dondequiera que habitéis. Será para vosotros una fiesta sabática solemne, y os humillaréis a vosotros mismos a partir del anochecer del noveno día del mes. Del anochecer al anochecer guardaréis vuestro reposo." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que el día 15 de este mes séptimo será la fiesta de los Tabernáculos celebrada a Jehovah, durante siete días. El primer día habrá asamblea sagrada. No haréis ningún trabajo laboral. Siete días presentaréis una ofrenda quemada a Jehovah. El octavo día tendréis una asamblea sagrada y presentaréis una ofrenda quemada a Jehovah. Es asamblea festiva; no haréis ningún trabajo laboral. "Estas son las fiestas solemnes de Jehovah en las que convocaréis asambleas sagradas para presentar ofrenda quemada a Jehovah: holocausto y ofrenda vegetal, sacrificios y libaciones; cada cosa en el día que corresponda. Esto habrá, además de lo de los sábados de Jehovah, además de vuestros presentes, además de todas vuestras ofrendas votivas y además de todas vuestras ofrendas voluntarias que deis a Jehovah. "Pero el día 15 del mes séptimo, cuando hayáis almacenado los productos de la tierra, celebraréis la fiesta de Jehovah durante siete días. El primer día será una fiesta sabática, y el octavo día será una fiesta sabática. El primer día tomaréis para vosotros fruto de árbol hermoso: ramas de palmera, ramas de árboles frondosos y de sauces de los arroyos; y os regocijaréis delante de Jehovah vuestro Dios durante siete días. Celebraréis fiesta a Jehovah durante siete días cada año. Esto es un estatuto perpetuo para vosotros, a través de vuestras generaciones. La celebraréis en el mes séptimo. Siete días habitaréis en cabañas. Todo natural de Israel habitará en cabañas, para que vuestros descendientes sepan que yo hice habitar a los hijos de Israel en cabañas cuando los saqué de la tierra de Egipto. Yo, Jehovah, vuestro Dios." Así habló Moisés a los hijos de Israel acerca de las fiestas solemnes de Jehovah. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Manda a los hijos de Israel que te traigan aceite de olivas claro y puro para la iluminación, a fin de hacer arder continuamente las lámparas. Aarón las dispondrá delante de Jehovah, fuera del velo del testimonio en el tabernáculo de reunión, continuamente desde el anochecer hasta el amanecer. Esto es un estatuto perpetuo, a través de vuestras generaciones. Sobre el candelabro de oro puro pondrá continuamente en orden las lámparas delante de Jehovah. "Toma harina fina, y haz con ella doce panes. Cada pan será de dos décimas de efa. Los colocarás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa de oro puro, delante de Jehovah. Pondrás también sobre cada hilera incienso puro, y será para el pan como memorial, una ofrenda quemada a Jehovah. Cada sábado los colocarás continuamente en orden delante de Jehovah, de parte de los hijos de Israel como pacto perpetuo. Serán para Aarón y para sus hijos, quienes los comerán en un lugar santo, porque es cosa muy sagrada para él, de las ofrendas quemadas para Jehovah. Esto es un estatuto perpetuo." El hijo de una mujer israelita, cuyo padre era egipcio, salió entre los hijos de Israel. Y el hijo de la israelita y un hombre de Israel riñeron en el campamento. Entonces el hijo de la mujer israelita blasfemó el Nombre, y lo maldijo. Luego lo llevaron a Moisés. (Su madre se llamaba Selomit hija de Dibri, de la tribu de Dan.) Y lo pusieron bajo custodia, hasta que fuesen recibidas instrucciones exactas de parte de Jehovah. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Saca al blasfemo fuera del campamento, y que todos los que le oyeron pongan sus manos sobre la cabeza de él. Luego apedréelo toda la congregación. Después hablarás a los hijos de Israel, diciendo: ‘Cuando una persona maldiga a su Dios, cargará con su pecado. El que blasfeme el nombre de Jehovah morirá irremisiblemente. Toda la congregación lo apedreará. Sea extranjero o natural, morirá el que blasfeme el Nombre. "‘Asimismo, el hombre que hiera de muerte a cualquier persona morirá irremisiblemente. El que hiera de muerte a un animal deberá restituirlo, animal por animal. Y el que cause lesión a su prójimo, según hizo, así le será hecho: rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente. Según la lesión que haya hecho a otro, así se le hará a él. El que mate a un animal lo restituirá, pero el que mate a un hombre morirá. Habrá una misma ley para vosotros, tanto para el extranjero como para el natural; porque yo soy Jehovah vuestro Dios.’" Habló, pues, Moisés a los hijos de Israel, y ellos sacaron al blasfemo fuera del campamento y lo apedrearon. Así hicieron los hijos de Israel, como Jehovah había mandado a Moisés. Jehovah habló a Moisés en el monte Sinaí, diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que cuando hayáis entrado en la tierra que yo os daré, la tierra tendrá reposo para Jehovah. Seis años sembrarás tu tierra, seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. Pero el séptimo año será para la tierra un completo descanso, sábado consagrado a Jehovah. No sembrarás tu tierra ni podarás tu viña. No segarás lo que brote de por sí en tu campo segado, y no vendimiarás las uvas de tus vides no podadas. Será para la tierra un año sabático. Pero lo que la tierra dé durante su reposo será alimento para ti, para tu siervo, para tu sierva, para tu jornalero y para el forastero que resida contigo. Todo su fruto servirá de comida a tu ganado y a los animales que hay en tu tierra. "Después contarás siete semanas de años, es decir, siete veces siete años, de modo que el tiempo de las siete semanas de años te serán cuarenta y nueve años. Entonces harás resonar la corneta el día 10 del mes séptimo. En el día de la Expiación haréis resonar la corneta por todo vuestro país. Santificaréis el año cincuenta y pregonaréis en el país libertad para todos sus habitantes. Este año os será de jubileo; volveréis cada uno a la posesión de su tierra, y cada uno de vosotros volverá a su familia. El año cincuenta os será de jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que de por sí brote en la tierra, y no vendimiaréis sus viñedos no cultivados. Porque es jubileo, os será santo, y comeréis el producto que la tierra da de sí. En este año de jubileo volveréis, cada uno a su posesión. "Si vendéis algo a vuestro prójimo o compráis algo de mano de vuestro prójimo, nadie engañe a su hermano. Conforme al número de años transcurridos después del jubileo, comprarás de tu prójimo; y conforme al número de cosechas anuales, él te venderá a ti. De acuerdo con el mayor número de años, aumentarás su precio de compra; y conforme a la disminución de los años, disminuirás su precio de compra; porque es el número de cosechas lo que él te vende. "Ninguno de vosotros oprima a su prójimo. Más bien, teme a tu Dios, porque yo soy Jehovah vuestro Dios. Cumplid, pues, mis estatutos; guardad mis decretos y cumplidlos, y habitaréis en la tierra seguros. La tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros y habitaréis en ella con seguridad. de plata. "Si preguntáis: ‘¿Qué comeremos el séptimo año, puesto que ni hemos de sembrar, ni hemos de cosechar nuestros productos?’, entonces yo decretaré para vosotros mi bendición el sexto año, y habrá fruto para tres años. Sembraréis en el octavo año, pero todavía comeréis de la cosecha añeja. Hasta que llegue la cosecha del noveno año, seguiréis comiendo de la cosecha añeja. "La tierra no se venderá a perpetuidad, pues la tierra es mía; porque vosotros sois para mí como forasteros y advenedizos. Por eso en toda la tierra de vuestra posesión otorgaréis el derecho de rescatar la tierra. Si tu hermano se empobrece y vende algo de su posesión, vendrá su pariente más cercano y rescatará lo que su hermano haya vendido. Si ese hombre no tiene quien se lo rescate, pero consigue lo suficiente para rescatarlo él mismo, entonces contará los años desde su venta y pagará el resto al hombre a quien se lo vendió. Así volverá él a su posesión. Pero si no consigue lo suficiente para rescatarla, la propiedad quedará en poder del comprador hasta el año del jubileo. Entonces quedará libre en el jubileo, y volverá a su posesión. "Cuando una persona venda una vivienda en una ciudad amurallada, tendrá derecho de rescatarla dentro del plazo de un año a partir de su venta. Su derecho de rescate dura un año. Si no es rescatada en el plazo de un año completo, la vivienda en una ciudad amurallada pertenecerá perpetuamente al que la compró y a sus descendientes. No quedará libre en el jubileo. Pero las casas de las aldeas no amuralladas serán consideradas como parcelas de tierra. Pueden ser rescatadas y serán liberadas en el jubileo. "Pero en cuanto a las ciudades de los levitas, éstos siempre podrán rescatar las casas en las ciudades de su posesión. Si una casa es vendida por un levita en una ciudad que pertenece a los levitas, y no es rescatada, será liberada en el jubileo; porque las casas de las ciudades de los levitas son posesión de ellos en medio de los hijos de Israel. Pero los campos cercanos a sus ciudades no se venderán, porque son posesión perpetua suya. "Si tu hermano se empobrece y se debilita económicamente con respecto a ti, tú lo ampararás; y vivirá contigo como forastero y advenedizo. No le tomarás usura ni intereses; sino que temerás a tu Dios, y tu hermano vivirá contigo. No le prestarás tu dinero con usura ni le venderás tus víveres con intereses. Yo, Jehovah, vuestro Dios que os saqué de la tierra de Egipto para daros la tierra de Canaán y para ser vuestro Dios. "Si tu hermano se empobrece estando contigo, y se vende a ti, tú no le harás servir como esclavo. Como jornalero o como forastero estará contigo, y te servirá hasta el año del jubileo. Entonces saldrá libre de tu casa, él y sus hijos con él, y volverá a su familia y a la propiedad de sus padres; porque ellos son mis siervos, a quienes yo saqué de la tierra de Egipto. No serán vendidos como esclavos. No te enseñorearás de él con dureza, sino que temerás a tu Dios. "Tus esclavos o esclavas provendrán de las naciones de alrededor. De ellas podréis comprar esclavos y esclavas. También podréis comprar esclavos de los hijos de los forasteros que viven entre vosotros, y de sus familias que están entre vosotros, a los cuales engendraron en vuestra tierra. Estos podrán ser propiedad vuestra, y los podréis dejar en herencia a vuestros hijos después de vosotros, como posesión hereditaria. Podréis serviros de ellos para siempre; pero en cuanto a vuestros hermanos, los hijos de Israel, no os enseñorearéis unos de otros con dureza. "Si un forastero o un advenedizo que está contigo se enriquece y tu hermano que está con él se empobrece y se vende al forastero o al advenedizo que reside contigo, o a los descendientes de la familia de un forastero, podrá ser rescatado después de haberse vendido. Uno de sus hermanos lo podrá rescatar. O lo podrá rescatar su tío, o un hijo de su tío; o lo podrá rescatar un pariente cercano de su familia. Y si consigue lo suficiente, se podrá rescatar a sí mismo. Hará la cuenta con el que lo compró, desde el año de su venta hasta el año del jubileo. Su precio de venta ha de ser establecido conforme al número de años, y el tiempo que habrá estado en su casa se contará conforme al pago de un jornalero. Si aún le faltan muchos años, conforme a ellos devolverá para su rescate parte del dinero con que fue comprado. Pero si faltan pocos años hasta el año del jubileo, los contará con él y pagará su rescate conforme a estos años. Estará con él como un jornalero, año tras año. No consentirás que se enseñoree de él con crueldad ante tus ojos. "Si no es rescatado antes, en el año del jubileo saldrá libre él y sus hijos con él. Porque los hijos de Israel son mis siervos; son siervos míos, a quienes yo saqué de la tierra de Egipto. Yo, Jehovah, vuestro Dios. "No os haréis ídolos, ni imágenes, ni os levantaréis piedras rituales, ni pondréis en vuestra tierra piedras esculpidas para postraros ante ellas; porque yo soy Jehovah, vuestro Dios. "Guardaréis mis sábados y tendréis en reverencia mi santuario. Yo, Jehovah. "Si andáis según mis estatutos y guardáis mis mandamientos, poniéndolos por obra, os mandaré la lluvia a su tiempo. La tierra dará sus productos, y el árbol del campo dará su fruto. Vuestra trilla alcanzará hasta la vendimia, y la vendimia hasta la siembra. Comeréis vuestro pan hasta saciaros y habitaréis seguros en vuestra tierra. Daré paz en la tierra; dormiréis, y no habrá quien os espante. Haré desaparecer las fieras dañinas de vuestra tierra, y la espada no pasará por vuestro país. Perseguiréis a vuestros enemigos, quienes caerán a espada delante de vosotros. Cinco de vosotros perseguirán a cien, y cien de vosotros a diez mil; vuestros enemigos caerán a espada ante vosotros. Me volveré hacia vosotros, os haré fecundos y os multiplicaré; y confirmaré mi pacto con vosotros. Comeréis de la cosecha añeja y sólo sacaréis la añeja para meter la nueva. "Yo pondré mi morada entre vosotros, y mi alma no os abominará. Andaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo. Yo, Jehovah vuestro Dios que os saqué de la tierra de Egipto para que no fueseis sus esclavos. Yo rompí las coyundas de vuestro yugo, y os he hecho andar con la cabeza erguida. "Pero si no me escucháis y no ponéis por obra todos estos mandamientos, y si rechazáis mis estatutos y vuestra alma menosprecia mis decretos, no poniendo por obra todos mis mandamientos e invalidando mi pacto, entonces yo también haré con vosotros esto: Decretaré contra vosotros terror, tisis y fiebre que consuman los ojos y dejen exhausta el alma. Sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos se la comerán. "Yo pondré mi rostro contra vosotros, y seréis derrotados ante vuestros enemigos. Los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros, y huiréis sin que nadie os persiga. Si aun con estas cosas no me obedecéis, volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados. "Quebrantaré la soberbia de vuestro poderío y haré que vuestro cielo sea como hierro y que vuestra tierra sea como bronce. Vuestra fuerza se agotará en vano; pues vuestra tierra no dará su producto, ni el árbol de la tierra dará su fruto. Y si continuáis siéndome hostiles y no me queréis obedecer, yo aumentaré la plaga sobre vosotros siete veces más, según vuestros pecados. "Enviaré contra vosotros animales del campo que os privarán de vuestros hijos, destruirán vuestro ganado, y os reducirán en número, de tal manera que vuestros caminos queden desiertos. Si con estas cosas no os corregís ante mí, sino que continuáis siéndome hostiles, yo mismo procederé también contra vosotros con hostilidad y os azotaré siete veces más por vuestros pecados. "Traeré sobre vosotros la espada vengadora, en vindicación del pacto. Y si os refugiáis en vuestras ciudades, yo enviaré la peste entre vosotros, y seréis entregados en mano del enemigo. Cuando yo os corte el sustento de pan, diez mujeres cocerán vuestro pan en un solo horno, y os darán el pan tan racionado que comeréis pero no os saciaréis. Si a pesar de esto no me obedecéis, sino que continuáis siéndome hostiles, procederé contra vosotros con ira hostil y os castigaré siete veces más por vuestros pecados. "Comeréis la carne de vuestros hijos; también la carne de vuestras hijas comeréis. Destruiré vuestros lugares altos, derribaré vuestros altares donde ofrecéis incienso, amontonaré vuestros cuerpos inertes sobre los cuerpos inertes de vuestros ídolos, y mi alma os abominará. Convertiré vuestras ciudades en ruinas, dejaré asolados vuestros santuarios y no aceptaré el grato olor de vuestro incienso. También asolaré la tierra, de manera que se asombrarán de ella vuestros enemigos que la habiten. "A vosotros os esparciré entre las naciones. Desenvainaré la espada en pos de vosotros, y vuestra tierra será asolada y vuestras ciudades convertidas en ruinas. Entonces la tierra disfrutará de su reposo durante todos los días de su desolación, mientras vosotros estéis en la tierra de vuestros enemigos. ¡Entonces la tierra descansará y disfrutará de su reposo! Todo el tiempo que esté asolada disfrutará del reposo que no disfrutó mientras vosotros disfrutabais de vuestro reposo cuando habitabais en ella. "En los corazones de los que queden de vosotros, infundiré tal cobardía en la tierra de sus enemigos que el ruido de una hoja sacudida los ahuyentará. Y huirán como quien huye de la espada y caerán sin que nadie los persiga. Tropezarán los unos con los otros, como si huyeran de la espada, aunque nadie los persiga. No podréis resistir ante vuestros enemigos. Pereceréis entre las naciones, y la tierra de vuestros enemigos os consumirá. Los que queden de vosotros se pudrirán a causa de su iniquidad, en la tierra de vuestros enemigos. También a causa de la iniquidad de sus padres, se pudrirán juntamente con ellos. "Si ellos confiesan su iniquidad y la iniquidad de sus padres, por la infidelidad que cometieron contra mí, y también por la hostilidad con que me han resistido (pues yo también habré actuado con hostilidad contra ellos y los habré metido en la tierra de sus enemigos); si entonces se doblega su corazón incircunciso y reconocen su pecado, yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y me acordaré de mi pacto con Isaac y de mi pacto con Abraham; y me acordaré de la tierra. Pero la tierra quedará abandonada por ellos y disfrutará su reposo estando desolada en ausencia de ellos. Mientras tanto, ellos serán sometidos al castigo de sus iniquidades, porque menospreciaron mis decretos y porque su alma detestó mis estatutos. "Aun con todo esto, estando ellos en la tierra de sus enemigos, yo no los rechazaré ni los detestaré hasta consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo, Jehovah, soy su Dios. Pero a favor de ellos me acordaré del pacto con sus antepasados, a quienes saqué de la tierra de Egipto a la vista de las naciones, para ser su Dios. Yo, Jehovah." Estas son las leyes, los decretos y las instrucciones que Jehovah estableció entre él y los hijos de Israel en el monte Sinaí, por medio de Moisés. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que cuando alguien haga un voto especial a Jehovah, con motivo del rescate de las personas, lo valorarás así: "Al hombre de 20 hasta 60 años lo valorarás en 50 siclos de plata, según el siclo del santuario. Si es mujer, la valorarás en 30 siclos. "Al hombre de 5 hasta 20 años lo valorarás en 20 siclos, y a la mujer en 10 siclos. "Al hombre de un mes hasta 5 años lo valorarás en 5 siclos de plata. A la mujer la valorarás en 3 siclos santuario." "Al hombre de 60 años para arriba lo valorarás en 15 siclos, y a la mujer en 10 siclos. "Si la persona es más pobre que lo que permite tu valoración, comparecerá ante el sacerdote, y éste la valorará; conforme a la posibilidad del que hace el voto la valorará el sacerdote. "Si se trata de un animal que se puede presentar como sacrificio a Jehovah, todo lo que de él se dé a Jehovah será sagrado. No será cambiado ni sustituido uno bueno por uno malo, ni uno malo por uno bueno. Si se cambia un animal por otro, éste y el sustituido serán sagrados. Si se trata de algún animal inmundo, que no se puede presentar como sacrificio a Jehovah, entonces el animal será puesto delante del sacerdote. Este lo valorará según sea bueno o malo; según el sacerdote lo valore, así será. Y si uno quiere rescatarlo, añadirá una quinta parte a tu valoración. "Cuando alguien consagre su casa como cosa sagrada a Jehovah, el sacerdote la valorará según sea buena o mala; según el sacerdote la valore, así quedará. Pero si el que consagró su casa la quiere rescatar, añadirá a tu valoración una quinta parte de su valor; y será suya. "Si alguien consagra a Jehovah un campo de su posesión, lo valorarás según su capacidad de siembra: un homer de semilla de cebada se valorará en 50 siclos de plata. Si consagra su campo en el año del jubileo, se hará conforme a tu valoración. Pero si consagra su campo después del jubileo, el sacerdote hará el cálculo del dinero conforme a los años que falten para el año del jubileo, y se restará de tu valoración. Si el que ha consagrado su campo quiere rescatarlo, añadirá a tu valoración una quinta parte de su valor, y él volverá a su poder. Pero si no rescata el campo y éste es vendido a otro, no lo podrá rescatar jamás. Cuando pase el jubileo, el campo será consagrado a Jehovah como campo confiscado; será para el sacerdote como posesión suya. "Si alguien consagra a Jehovah un campo que ha comprado y que no era campo de su posesión, entonces el sacerdote calculará con él la suma de tu valoración hasta el año del jubileo. Aquel día él pagará el precio que tú hayas señalado como cosa consagrada a Jehovah. El año del jubileo ese campo volverá a aquel de quien él lo compró, a quien pertenece la posesión de la tierra. Todo lo valorarás de acuerdo con el siclo del santuario. (El siclo tiene 20 geras.) "Nadie consagrará el primerizo de los animales, ya que por ser primerizo pertenece a Jehovah. Sea ternero o cordero, es de Jehovah. Pero si es animal inmundo, lo rescatarán conforme a tu valoración y añadirán a su valor una quinta parte. Si no lo rescatan, se venderá conforme a tu valoración. "No se venderá ni se rescatará ninguna cosa que alguien haya dedicado por completo a Jehovah, de todo lo que posee, trátese de personas, de animales o de los campos de su posesión. Todo lo dedicado por completo será cosa muy sagrada a Jehovah. "Ninguna persona bajo anatema podrá ser rescatada. Morirá irremisiblemente. "Todos los diezmos de la tierra, tanto de la semilla de la tierra como del fruto de los árboles, pertenecen a Jehovah. Es cosa sagrada a Jehovah. Si alguno quiere rescatar algo de sus diezmos, añadirá una quinta parte a su valor. Todo diezmo del ganado vacuno o del rebaño, de todo lo que pase bajo el cayado, el décimo será consagrado a Jehovah. No lo examinará si es bueno o malo, ni lo sustituirá. Si lo sustituye, el animal y su sustituto serán sagrados; no podrán ser rescatados." Estos son los mandamientos que Jehovah ordenó a Moisés para los hijos de Israel, en el monte Sinaí. Jehovah habló a Moisés en el desierto de Sinaí, en el tabernáculo de reunión, el primero del mes segundo del segundo año después que ellos salieron de la tierra de Egipto, diciendo: "Haced un censo de toda la congregación de los hijos de Israel, según sus clanes y sus casas paternas, de acuerdo con el número de los nombres de todos los varones, uno por uno. Tú y Aarón contaréis, según sus escuadrones, a todos los que en Israel, por ser de 20 años para arriba, puedan ir a la guerra. En esta tarea estará con vosotros un hombre de cada tribu, siendo cada uno jefe de su casa paterna. Estos son los nombres de los hombres que os asistirán: de Rubén, Elisur hijo de Sedeur; de Simeón, Selumiel hijo de Zurisadai; de Judá, Najsón hijo de Aminadab; de Isacar, Natanael hijo de Zuar; de Zabulón, Eliab hijo de Helón; de los hijos de José: de Efraín, Elisama hijo de Amihud; de Manasés, Gamaliel hijo de Pedasur; de Benjamín, Abidán hijo de Gedeoni; de Dan, Ajiezer hijo de Amisadai; de Aser, Paguiel hijo de Ocrán; de Gad, Eliasaf hijo de Reuel; de Neftalí, Ajira hijo de Enán." Estos fueron los nombrados de la congregación, representantes de las tribus de sus padres y jefes de las familias de Israel. Moisés y Aarón tomaron a estos hombres que fueron designados por nombre, y reunieron a toda la congregación el primero del mes segundo. Y se registraron según sus clanes y sus casas paternas, conforme a la lista de los nombres, uno por uno, de 20 años para arriba, tal como Jehovah había mandado a Moisés. Así los contó en el desierto de Sinaí: De los hijos de Rubén, primogénito de Israel, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre, uno por uno, conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Rubén eran 46.500. De los hijos de Simeón, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre, uno por uno, conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Simeón eran 59.300. De los hijos de Gad, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Gad eran 45.650. De los hijos de Judá, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Judá eran 74.600. De los hijos de Isacar, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Isacar eran 54.400. De los hijos de Zabulón, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Zabulón eran 57.400. De los hijos de José: De los hijos de Efraín, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Efraín eran 40.500. De los hijos de Manasés, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Manasés eran 32.200. De los hijos de Benjamín, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Benjamín eran 35.400. De los hijos de Dan, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Dan eran 62.700. De los hijos de Aser, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Aser eran 41.500. De los hijos de Neftalí, todos los varones de 20 años para arriba, todos los que podían ir a la guerra, fueron contados por nombre conforme a sus generaciones, según sus clanes y sus casas paternas. Los contados de la tribu de Neftalí eran 53.400. Estos fueron los contados, a los cuales contaron Moisés, Aarón y los doce jefes de Israel (un hombre por cada tribu). Así todos los hijos de Israel fueron contados según sus casas paternas, de 20 años para arriba, todos los que en Israel podían ir a la guerra. Todos los contados fueron 603.550. Pero los levitas no fueron contados con ellos según los clanes de sus padres, porque Jehovah había hablado a Moisés diciendo: "Sólo la tribu de Leví no contarás; no harás un censo de ellos entre los demás hijos de Israel. Más bien, pondrás a los levitas a cargo del tabernáculo del testimonio, de todos sus utensilios y de todo lo que se relaciona con él. Ellos llevarán el tabernáculo y todos sus utensilios. Estarán al servicio del tabernáculo y acamparán alrededor de él. Cuando el tabernáculo tenga que trasladarse, los levitas lo desarmarán; y cuando se detenga, los levitas lo armarán. El extraño que se acerque morirá. Los hijos de Israel instalarán sus tiendas cada uno en su campamento, cada uno junto a su estandarte, según sus escuadrones. Pero los levitas acamparán alrededor del tabernáculo del testimonio. Así no habrá ira contra la congregación de los hijos de Israel. Los levitas estarán a cargo del tabernáculo del testimonio." Los hijos de Israel hicieron conforme a todas las cosas que Jehovah había mandado a Moisés. Así lo hicieron. Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: "Los hijos de Israel acamparán a cierta distancia alrededor del tabernáculo de reunión. Ellos acamparán, cada uno junto a su estandarte y con las enseñas de sus casas paternas. "Al este, hacia donde sale el sol, han de acampar los del estandarte del campamento de Judá, según sus ejércitos. El jefe de los hijos de Judá será Najsón hijo de Aminadab. Los contados en su ejército son 74.600. Junto a él han de acampar los de la tribu de Isacar. El jefe de los hijos de Isacar será Natanael hijo de Zuar. Los contados en su ejército son 54.400. También la tribu de Zabulón. El jefe de los hijos de Zabulón será Eliab hijo de Helón. Los contados en su ejército son 57.400. Todos los contados en el campamento de Judá son 186.400 en sus ejércitos. Ellos se pondrán en marcha en primer lugar. "Al sur estarán los del estandarte del campamento de Rubén, según sus ejércitos. El jefe de los hijos de Rubén será Elisur hijo de Sedeur. Los contados en su ejército son 46.500. Junto a él han de acampar los de la tribu de Simeón. El jefe de los hijos de Simeón será Selumiel hijo de Zurisadai. Los contados en su ejército son 59.300. También la tribu de Gad. El jefe de los hijos de Gad será Eliasaf hijo de Reuel. Los contados en su ejército son 45.650. Todos los contados en el campamento de Rubén son 151.450 en sus ejércitos. Ellos se pondrán en marcha en segundo lugar. "Después irá el tabernáculo de reunión y el campamento de los levitas, en medio de los demás campamentos. De la manera en que están acampados, así se pondrán en marcha, cada uno en su lugar, junto a sus estandartes. "Al oeste estarán los del estandarte del campamento de Efraín, según sus ejércitos. El jefe de los hijos de Efraín será Elisama hijo de Amihud. Los contados en su ejército son 40.500. Junto a él estará la tribu de Manasés. El jefe de los hijos de Manasés será Gamaliel hijo de Pedasur. Los contados en su ejército son 32.200. También la tribu de Benjamín. El jefe de los hijos de Benjamín será Abidán hijo de Gedeoni. Los contados en su ejército son 35.400. Todos los contados en el campamento de Efraín son 108.100 en sus ejércitos. Ellos se pondrán en marcha en tercer lugar. "Al norte estarán los del estandarte del campamento de Dan, según sus ejércitos. El jefe de los hijos de Dan será Ajiezer hijo de Amisadai. Los contados en su ejército son 62.700. Junto a él han de acampar los de la tribu de Aser. El jefe de los hijos de Aser será Paguiel hijo de Ocrán. Los contados en su ejército son 41.500. También la tribu de Neftalí. El jefe de los hijos de Neftalí será Ajira hijo de Enán. Los contados en su ejército son 53.400. Todos los contados en el campamento de Dan son 157.600. Ellos irán al final, junto a sus estandartes." Estos son los contados de los hijos de Israel, según sus casas paternas. Todos los contados en los campamentos, en sus ejércitos, son 603.550. Pero los levitas no fueron contados entre los demás hijos de Israel, como Jehovah había mandado a Moisés. Los hijos de Israel hicieron conforme a todas las cosas que Jehovah mandó a Moisés. Así acampaban junto a sus estandartes y así se ponían en marcha, cada uno según su clan y su casa paterna. Este es el registro de los descendientes de Aarón y de Moisés, el día en que Jehovah habló a Moisés en el monte Sinaí: Estos son los nombres de los hijos de Aarón: Nadab el primogénito, Abihú, Eleazar e Itamar. Estos son los nombres de los hijos de Aarón ungidos sacerdotes, a quienes él invistió para servir como sacerdotes. Pero Nadab y Abihú murieron delante de Jehovah cuando ofrecieron fuego extraño delante de Jehovah en el desierto de Sinaí, y no tuvieron hijos. Así que Eleazar e Itamar sirvieron como sacerdotes delante de su padre Aarón. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Haz que se acerque la tribu de Leví y ponla delante del sacerdote Aarón, para que ellos le sirvan. Que guarden delante del tabernáculo de reunión lo que él les ha encomendado y lo que ha sido encomendado a toda la congregación, para llevar a cabo el servicio del tabernáculo. Que cuiden de todos los utensilios del tabernáculo de reunión y lo que ha sido encomendado a los hijos de Israel, para llevar a cabo el servicio del tabernáculo. Darás los levitas a Aarón y a sus hijos. Le son enteramente entregados de entre los hijos de Israel. Constituirás a Aarón y a sus hijos para que cumplan con su sacerdocio. El extraño que se acerque será muerto." Jehovah habló a Moisés diciendo: "He aquí, yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todo primogénito que abre la matriz, de entre los hijos de Israel. Los levitas serán míos, porque mío es todo primogénito. El día en que hice morir a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, consagré para mí a todos los primogénitos en Israel, así de hombres como de animales. Míos serán. Yo, Jehovah." Jehovah habló a Moisés en el desierto de Sinaí, diciendo: "Cuenta los hijos de Leví. Contarás todos los varones de un mes para arriba, según sus casas paternas y sus clanes." Moisés los contó conforme a la palabra de Jehovah, como le fue mandado. Estos eran los nombres de los hijos de Leví: Gersón, Cohat y Merari. Y éstos eran los nombres de los hijos de Gersón, según sus clanes: Libni y Simei. Y los hijos de Cohat, según sus clanes, eran Amram, Izjar, Hebrón y Uziel. Los hijos de Merari, según sus clanes, eran Majli y Musi. Estos eran los clanes de Leví según sus casas paternas: De Gersón eran el clan libnita y el clan simeíta. Estos eran los clanes de los gersonitas. Los contados de ellos, según el número de todos los varones de un mes para arriba, eran 7.500. Los clanes de Gersón acamparán detrás del tabernáculo, al occidente. El jefe de la casa paterna de los gersonitas era Eliasaf hijo de Lael. Los hijos de Gersón estaban a cargo de la tienda del tabernáculo de reunión, de la cubierta del mismo, de la cortina de la entrada del tabernáculo de reunión, de las mamparas del atrio y de la cortina de la entrada del atrio que está alrededor del tabernáculo y del altar, y de sus cuerdas para todas sus funciones. De Cohat eran el clan de los amramitas, el clan de los izjaritas, el clan de los hebronitas y el clan de los uzielitas. Estos eran los clanes de los cohatitas. El número de todos los varones de un mes para arriba, que estaban a cargo del santuario, era de 8.600. Los clanes de los hijos de Cohat acamparán al lado sur del tabernáculo. El jefe de la casa paterna de los clanes de Cohat era Elizafán hijo de Uziel. Ellos estaban a cargo del arca, la mesa, el candelabro, los altares, los utensilios con que sirven en el santuario, el velo y todo su servicio. El principal de los jefes de los levitas era Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, dirigente de los que estaban a cargo del santuario. De Merari eran el clan majlita y el clan musita. Estos eran los clanes de Merari. Los contados de ellos, conforme a la lista de todos los varones de un mes para arriba, eran 6.200. El jefe de la casa paterna de los clanes de Merari era Zuriel hijo de Abijail. Ellos acamparán al lado norte del tabernáculo. Los hijos de Merari estaban a cargo de los tablones del tabernáculo, de sus travesaños, de sus pilares, de sus bases, de todos sus accesorios y de todas sus funciones; asimismo de los pilares de alrededor del atrio, y de sus bases, sus estacas y sus cuerdas. Al frente del tabernáculo de reunión, al este, acamparán Moisés y Aarón con sus hijos, quienes tenían a su cargo el santuario, para cumplir con la responsabilidad de los hijos de Israel. Y el extraño que se acerque será muerto. Todos los contados de los levitas que contó Moisés con Aarón, conforme a la palabra de Jehovah, de un mes para arriba, según sus clanes, eran 22.000. Entonces Jehovah dijo a Moisés: "Cuenta todos los primogénitos varones de los hijos de Israel, de un mes para arriba, y haz una lista de sus nombres. Tomarás para mí los levitas en lugar de todos los primogénitos de los hijos de Israel; y el ganado de los levitas, en lugar de todos los primerizos del ganado de los hijos de Israel. Yo, Jehovah." Moisés contó todos los primogénitos de entre los hijos de Israel, como Jehovah le había mandado. Y todos los primogénitos varones contados, según el número de sus nombres, de un mes para arriba, fueron 22.273. Luego Jehovah habló a Moisés diciendo: "Toma a los levitas en lugar de todos los primogénitos de los hijos de Israel, y el ganado de los levitas en lugar de su ganado. Los levitas serán míos. Yo, Jehovah. Por el rescate de los 273 primogénitos de los hijos de Israel que exceden a los levitas, tomarás 5 siclos por cada uno, conforme al siclo del santuario, que tiene 20 geras, y darás a Aarón y a sus hijos el dinero por el rescate de los que les exceden." Tomó, pues, Moisés el dinero por el rescate de los que excedían al número de los rescatados por los levitas. Recibió el dinero de los primogénitos de los hijos de Israel, 1.365 siclos, conforme al siclo del santuario. Por mandato de Jehovah Moisés dio el dinero del rescate a Aarón y a sus hijos, como Jehovah había mandado a Moisés. Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: "Haz un censo de los hijos de Cohat entre los hijos de Leví, según sus clanes y casas paternas, desde los 30 hasta los 50 años de edad, todos los que entran a prestar servicio trabajando en el tabernáculo de reunión. "El trabajo de los hijos de Cohat en el tabernáculo de reunión se relaciona con las cosas más sagradas. Cuando el campamento se traslade, Aarón y sus hijos vendrán, bajarán el velo de protección y cubrirán con él el arca del testimonio. Sobre ella pondrán una cubierta de pieles finas y extenderán encima un paño todo de azul. Luego le pondrán sus varas. Después extenderán un paño azul sobre la mesa de la Presencia y pondrán sobre él los platos, las cucharas, las fuentes y las vasijas para la libación. Y el pan que está continuamente en la mesa quedará sobre ella. Después extenderán sobre ellos un paño carmesí y lo cubrirán con una cubierta de pieles finas. Finalmente le pondrán sus varas. Después tomarán un paño azul y cubrirán el candelabro de la iluminación con sus lámparas, sus despabiladeras, sus platillos y todos los utensilios con los que le surten de aceite. Lo pondrán con todos sus utensilios en una cubierta de pieles finas y lo colocarán sobre las varas. Después extenderán un paño azul sobre el altar de oro y lo cubrirán con una cubierta de pieles finas. Luego le pondrán sus varas. Tomarán todos los utensilios del servicio con que sirven en el santuario, los pondrán sobre un paño azul, los cubrirán con una cubierta de pieles finas y los colocarán sobre las varas. Quitarán la ceniza del altar y extenderán sobre él un paño de púrpura. Pondrán sobre él todos sus utensilios con los que sirven allí: bandejas, tenedores, palas, tazones y otros accesorios del altar. Extenderán sobre él una cubierta de pieles finas y después pondrán sus varas. "Después que Aarón y sus hijos acaben de cubrir el santuario y todos los utensilios del santuario, entonces, al ponerse en marcha el campamento, vendrán los hijos de Cohat para transportarlos. Pero no tocarán ninguna cosa sagrada, no sea que mueran. Esas serán las cosas del tabernáculo de reunión que cargarán los hijos de Cohat. "Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, estará a cargo del aceite para la iluminación, el incienso aromático, la ofrenda vegetal continua y el aceite de la unción. También estará a cargo de todo el tabernáculo y de todo lo que hay en él, y del santuario y sus utensilios." Después Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: "No permitáis que sean eliminados de entre los levitas los miembros del clan de Cohat. Esto haréis con ellos para que vivan y no mueran cuando se acerquen a las cosas más sagradas: Aarón y sus hijos vendrán y asignarán a cada uno su labor y su cargo. Pero ellos no entrarán para ver cuando cubran las cosas sagradas, no sea que mueran." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Haz también un censo de los hijos de Gersón, según sus casas paternas y sus clanes. Los contarás desde los 30 hasta los 50 años, todos los que entran a prestar servicio trabajando en el tabernáculo de reunión. Este será el trabajo de los clanes de Gersón para servir y para transportar: Llevarán los tapices de la morada y del tabernáculo de reunión con su cubierta, la cubierta de pieles finas que está encima de él, la cortina de la entrada del tabernáculo de reunión, las mamparas del atrio, la cortina de la entrada del atrio que está alrededor del tabernáculo y del altar, sus cuerdas y todos los utensilios para sus funciones. Y harán todo lo que se tenga que hacer con ellos. A las órdenes de Aarón y de sus hijos se llevará a cabo todo el trabajo de los hijos de Gersón, en relación con todos sus cargos y con todo su servicio. Les encomendaréis la responsabilidad de todo lo que han de transportar. Este es el trabajo de los clanes de los hijos de Gersón en el tabernáculo de reunión. Sus deberes estarán bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón. "Cuenta los hijos de Merari, según sus clanes y sus casas paternas. Los contarás desde los 30 hasta los 50 años, todos los que entran a prestar servicio trabajando en el tabernáculo de reunión. Este es su deber con relación a cada aspecto del transporte del tabernáculo de reunión: los tablones del tabernáculo, sus travesaños, sus columnas, sus bases, los pilares de alrededor del atrio, sus bases, sus estacas, sus cuerdas y todos sus utensilios para todas sus funciones. Anotaréis por nombre los utensilios que ellos tienen la responsabilidad de transportar. Este será el trabajo de los clanes de los hijos de Merari en todo su servicio en el tabernáculo de reunión, bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón." Moisés, Aarón y los jefes de la congregación contaron los hijos de los cohatitas, según sus clanes y sus casas paternas, desde los 30 hasta los 50 años; todos los que entraban a prestar servicio trabajando en el tabernáculo de reunión, contados según sus clanes, eran 2.750. Estos eran los contados de los clanes de los cohatitas, que servían en el tabernáculo de reunión y que Moisés y Aarón contaron, según el mandato de Jehovah por medio de Moisés. Los hijos de Gersón, según sus clanes y sus casas paternas, desde los 30 hasta los 50 años; todos los que entraban a prestar servicio trabajando en el tabernáculo de reunión, contados según sus clanes y sus casas paternas, eran 2.630. Estos eran los contados de los clanes de Gersón, todos los que servían en el tabernáculo de reunión y que Moisés y Aarón contaron, según el mandato de Jehovah. Los contados de los clanes de los hijos de Merari, según sus clanes y sus casas paternas, desde los 30 hasta los 50 años; todos los que entraban a prestar servicio trabajando en el tabernáculo de reunión, contados según sus clanes, eran 3.200. Estos eran los contados de los hijos de Merari, que Moisés y Aarón contaron, según el mandato de Jehovah por medio de Moisés. Todos los levitas que Moisés, Aarón y los jefes de Israel contaron, según sus clanes y sus casas paternas, desde los 30 hasta los 50 años; todos los que entraban a trabajar en el tabernáculo de reunión, tanto en la labor de servicio como en la labor de transporte, eran 8.580. Ellos fueron contados, según el mandato de Jehovah por medio de Moisés, cada uno en su trabajo y en su cargo. Fueron contados, conforme Jehovah había mandado a Moisés. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Manda a los hijos de Israel que alejen del campamento a todos los leprosos, a todos los que padecen de flujo y a todos los que se han contaminado por causa de un cadáver. Alejaréis del campamento tanto a hombres como a mujeres; los alejaréis para que no contaminen el campamento de aquellos entre los cuales yo habito." Así lo hicieron los hijos de Israel, y los alejaron del campamento. Como Jehovah dijo a Moisés, así lo hicieron los hijos de Israel. También Jehovah habló a Moisés diciendo: "Di a los hijos de Israel que cuando un hombre o una mujer cometa cualquiera de los pecados con que los hombres ofenden a Jehovah, esa persona será culpable. Confesará el pecado que haya cometido y hará restitución completa por el daño que hizo. Sobre ello añadirá la quinta parte y lo dará a aquel a quien había hecho el daño. Si el hombre no tiene un pariente redentor a quien se le haga restitución por el daño, se hará la restitución a Jehovah, para el sacerdote, además del carnero de la expiación con el cual éste hará expiación por él. "Toda ofrenda alzada de todas las cosas consagradas que los hijos de Israel presentan al sacerdote será para él. Las cosas consagradas por cualquier persona serán para él; lo que cualquiera da al sacerdote será para éste." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que si la mujer de alguno se descarría y le es infiel, y si alguien tiene relaciones sexuales con ella y el hecho ha quedado escondido y oculto de su marido (pues ella se contaminó y no hay testigo contra ella, porque no fue sorprendida en el acto); si él es presa de celos y tiene celos de su mujer, quien se ha contaminado; o si él es presa de celos y tiene celos de su mujer, aun cuando ella no se haya contaminado; entonces el hombre traerá su mujer al sacerdote y traerá por ella su ofrenda de una décima de efa de harina de cebada. Sobre ésta no echará aceite ni le pondrá incienso, porque es ofrenda por los celos, ofrenda memorial que trae a la memoria la iniquidad. "El sacerdote hará que ella se acerque y esté de pie delante de Jehovah. Luego tomará agua santa en una vasija de barro. Tomará también del polvo que está en el suelo del tabernáculo y lo echará en el agua. El sacerdote hará que la mujer esté de pie delante de Jehovah, soltará la cabellera de la mujer y pondrá en las manos de ella la ofrenda memorial, que es la ofrenda por los celos. "El sacerdote tendrá en la mano el agua amarga que acarrea maldición, y conjurará a la mujer diciendo: ‘Si ningún hombre se ha acostado contigo, ni te has descarriado de tu marido para contaminarte, seas libre de esta agua amarga que acarrea maldición. Pero si te has descarriado de tu marido y te has contaminado, y si alguien aparte de tu marido se ha acostado contigo’ (el sacerdote conjurará a la mujer con el juramento de maldición y dirá a la mujer), ‘Jehovah te haga maldición y juramento en medio de tu pueblo, haciendo Jehovah que tu muslo se afloje y tu vientre se hinche. Esta agua que acarrea maldición entrará en tus entrañas, y hará que se hinche tu vientre y que se afloje tu muslo.’ "Y la mujer dirá: ‘Amén, amén.’ "Luego el sacerdote escribirá estas maldiciones en un rollo, y las borrará en el agua amarga. El hará que la mujer beba el agua amarga que acarrea maldición, y el agua que acarrea maldición entrará en ella para amargura. "Entonces el sacerdote tomará de la mano de la mujer la ofrenda por los celos, la mecerá delante de Jehovah y la ofrecerá delante del altar. Luego tomará un puñado de la ofrenda como memorial de ella y lo quemará sobre el altar. Después hará que la mujer beba el agua. Cuando le haya hecho beber el agua, sucederá que si ella se ha contaminado y ha sido infiel a su marido, el agua que acarrea maldición entrará en ella para amargura, y su vientre se hinchará y su muslo se aflojará; y la mujer será maldita en medio de su pueblo. Pero si la mujer no se ha contaminado, sino que es pura, será declarada inocente y tendrá descendencia. "Estas son las instrucciones acerca de los celos: Cuando una mujer se descarría de su marido y se contamina, o cuando el marido es presa de celos a causa de su mujer, él hará que ella esté de pie delante de Jehovah, y el sacerdote hará con ella según todas estas instrucciones. Así aquel hombre será libre de culpa, y la mujer cargará con su propia culpa." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que si un hombre o una mujer hace el voto especial de ser nazareo para estar consagrado a Jehovah, se abstendrá de vino y de licor. No beberá vinagre de vino ni vinagre de licor. No beberá ningún jugo de uvas, ni comerá uvas frescas ni secas. Durante todo el tiempo de su nazareato no comerá nada que provenga de la vid, desde las semillas hasta el hollejo. "Tampoco pasará navaja sobre su cabeza durante todo el tiempo del voto de su nazareato. Hasta que se cumpla el plazo de su consagración como nazareo, será santo a Jehovah y dejará crecer libremente el cabello de su cabeza. "Durante todo el tiempo de su consagración a Jehovah, no se acercará a ninguna persona muerta. Ni aun por su padre, ni por su madre, ni por su hermano ni por su hermana se contaminará cuando mueran, porque su consagración a su Dios está sobre su cabeza. Todo el tiempo de su nazareato será santo a Jehovah. "Si alguien muere de repente junto a él, y contamina su cabeza de nazareo, entonces rasurará su cabeza en el día de su purificación; en el séptimo día la rasurará. Y en el octavo día traerá al sacerdote dos tórtolas o dos pichones de paloma, a la entrada del tabernáculo de reunión. El sacerdote ofrecerá uno como sacrificio por el pecado y el otro como holocausto, y hará expiación por él, por cuanto pecó a causa del muerto. Así santificará su cabeza en aquel mismo día. El consagrará a Jehovah los días de su nazareato y traerá un cordero de un año como sacrificio por la culpa. Pero los primeros días serán anulados, porque su nazareato fue contaminado. "Estas son las instrucciones acerca del nazareo para el día en que se cumpla el plazo de su nazareato. Vendrá a la entrada del tabernáculo de reunión y presentará su ofrenda a Jehovah: un cordero de un año, sin defecto, como holocausto; una cordera de un año, sin defecto, como sacrificio por el pecado; un carnero sin defecto como sacrificio de paz; y una cesta de tortas sin levadura, hechas de harina fina amasada con aceite y galletas sin levadura untadas con aceite; junto con su ofrenda vegetal y sus libaciones. "El sacerdote la presentará delante de Jehovah, y ofrecerá su sacrificio por el pecado y su holocausto; también ofrecerá a Jehovah el carnero como sacrificio de paz, junto con la cesta de tortas sin levadura. Luego presentará su ofrenda vegetal y su libación. "Después el nazareo rasurará su cabeza de nazareo a la entrada del tabernáculo de reunión. Tomará el cabello de su cabeza de nazareo, y lo pondrá en el fuego que está debajo del sacrificio de paz. Después que él haya rasurado el cabello de su consagración, el sacerdote tomará la espaldilla cocida del carnero; asimismo una torta sin levadura de la cesta y una galleta sin levadura, y los pondrá en las manos del nazareo. El sacerdote mecerá aquello como ofrenda mecida delante de Jehovah, lo cual será cosa sagrada para el sacerdote, junto con el pecho de la ofrenda mecida y el muslo de la ofrenda alzada. Después de esto el nazareo podrá beber vino. "Estas son las instrucciones acerca del nazareo que hace voto y de su ofrenda a Jehovah por su nazareato, aparte de lo que sus recursos le permitan dar. Cualquiera que sea el voto que haga, él hará conforme a las instrucciones acerca de su nazareato." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a Aarón y a sus hijos y diles que así bendeciréis a los hijos de Israel. Decidles: ‘Jehovah te bendiga y te guarde. Jehovah haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misercordia. Jehovah levante hacia ti su rostro, y ponga en ti paz.’ "Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré." Aconteció que cuando Moisés acabó de erigir el tabernáculo, lo ungió y lo consagró junto con todos sus utensilios, y asimismo ungió y consagró el altar con todos sus utensilios. Entonces los dirigentes de Israel, jefes de sus casas paternas que eran los dirigentes de las tribus y estaban al frente de los que habían sido contados, trajeron sus ofrendas delante de Jehovah: 6 carretas cubiertas y 12 bueyes, una carreta por cada dos dirigentes y un buey por cada uno, y los presentaron delante del tabernáculo. Entonces Jehovah habló a Moisés diciendo: "Tómalo de ellos. Que sean para el servicio del tabernáculo de reunión. Entrégalos a los levitas, a cada uno de acuerdo con su trabajo." Entonces Moisés recibió las carretas y los bueyes y los entregó a los levitas. A los hijos de Gersón dio 2 carretas y 4 bueyes, conforme a sus trabajos. A los hijos de Merari dio 4 carretas y 8 bueyes, conforme a sus trabajos, bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón. Pero a los hijos de Cohat no les dio nada, pues les correspondía el trabajo relativo a las cosas sagradas que debían llevar sobre sus hombros. Luego los jefes presentaron sus ofrendas para la dedicación del altar, el día en que éste fue ungido. Así presentaron los jefes sus ofrendas delante del altar. Entonces Jehovah dijo a Moisés: "Presentarán su ofrenda para la dedicación del altar, un dirigente cada día." El que presentó su ofrenda el primer día fue Najsón hijo de Aminadab, de la tribu de Judá. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Najsón hijo de Aminadab. El segundo día presentó su ofrenda Natanael hijo de Zuar, jefe de Isacar. Presentó como ofrenda un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Natanael hijo de Zuar. El tercer día presentó su ofrenda Eliab hijo de Helón, jefe de los hijos de Zabulón. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Eliab hijo de Helón. El cuarto día presentó su ofrenda Elisur hijo de Sedeur, jefe de los hijos de Rubén. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Elisur hijo de Sedeur. El quinto día presentó su ofrenda Selumiel hijo de Zurisadai, jefe de los hijos de Simeón. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Selumiel hijo de Zurisadai. El sexto día presentó su ofrenda Eliasaf hijo de Reuel, jefe de los hijos de Gad. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Eliasaf hijo de Reuel. El séptimo día presentó su ofrenda Elisama hijo de Amihud, jefe de los hijos de Efraín. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Elisama hijo de Amihud. El octavo día presentó su ofrenda Gamaliel hijo de Pedasur, jefe de los hijos de Manasés. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Gamaliel hijo de Pedasur. El noveno día presentó su ofrenda Abidán hijo de Gedeoni, jefe de los hijos de Benjamín. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Abidán hijo de Gedeoni. El décimo día presentó su ofrenda Ajiezer hijo de Amisadai, jefe de los hijos de Dan. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Ajiezer hijo de Amisadai. El día undécimo presentó su ofrenda Paguiel hijo de Ocrán, jefe de los hijos de Aser. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Paguiel hijo de Ocrán. El día duodécimo presentó su ofrenda Ajira hijo de Enán, jefe de los hijos de Neftalí. Su ofrenda fue un plato de plata que pesaba 130 siclos y un tazón de plata de 70 siclos, según el siclo del santuario, ambos llenos de harina fina amasada con aceite para la ofrenda vegetal; un cucharón de oro de 10 siclos, lleno de incienso; un novillo, un carnero y un cordero de un año para el holocausto; un macho cabrío para el sacrificio por el pecado; y 2 toros, 5 carneros, 5 machos cabríos y 5 corderos de un año para el sacrificio de paz. Esta fue la ofrenda de Ajira hijo de Enán. Esta fue la dedicación del altar el día en que fue ungido por los jefes de Israel: 12 platos de plata, 12 tazones de plata y 12 cucharones de oro. Cada plato era de 130 siclos; cada tazón, de 70 siclos. El total de la plata de los utensilios era 2.400 siclos, según el siclo del santuario. Los 12 cucharones de oro llenos de incienso eran de 10 siclos cada uno, según el siclo del santuario. Todo el oro de los cucharones era 120 siclos. Todo el ganado para holocausto fue de 12 novillos, 12 carneros y 12 corderos de un año, con sus respectivas ofrendas vegetales. Los machos cabríos para el sacrificio por el pecado fueron 12. Todo el ganado para el sacrificio de paz fue de 24 novillos, 60 carneros, 60 machos cabríos y 60 corderos de un año. Esta fue la ofrenda de la dedicación del altar, después de haber sido éste ungido. Y cuando Moisés entró en el tabernáculo de reunión para hablar con Dios, escuchó la voz que le hablaba desde encima del propiciatorio, que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos querubines. Y hablaba con él. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a Aarón y dile: ‘Cuando enciendas las lámparas, las siete lámparas deberán alumbrar hacia la parte delantera del candelabro.’" Aarón lo hizo así. Encendió las lámparas hacia la parte delantera del candelabro, como Jehovah había mandado a Moisés. Esta era la hechura del candelabro: Era de oro modelado a martillo; desde su base hasta sus flores estaba modelado a martillo. Conforme al modelo que Jehovah había mostrado a Moisés, así hizo el candelabro. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Toma a los levitas de entre los hijos de Israel y purifícalos. Así harás con ellos para purificarlos: Rocía sobre ellos el agua para la purificación; luego haz que pasen la navaja sobre todo su cuerpo y que laven sus vestiduras. Así serán purificados. "Después tomarán un novillo con su ofrenda de harina fina amasada con aceite. Luego tomarás otro novillo, para el sacrificio por el pecado. Harás que los levitas se acerquen delante del tabernáculo de reunión y reunirás a toda la asamblea de los hijos de Israel. Después que hayas hecho que se acerquen los levitas delante de Jehovah, los hijos de Israel pondrán sus manos sobre los levitas. Luego Aarón presentará a los levitas delante de Jehovah, como ofrenda mecida de los hijos de Israel, y ellos estarán listos para realizar el servicio de Jehovah. "Después los levitas pondrán sus manos sobre las cabezas de los novillos; y tú ofrecerás el uno como sacrificio por el pecado, y el otro en holocausto a Jehovah, para hacer expiación por los levitas. Harás que los levitas estén de pie delante de Aarón y de sus hijos, y los presentarás como ofrenda mecida a Jehovah. Así separarás a los levitas de entre los hijos de Israel, y los levitas serán míos. Después de eso, cuando los hayas purificado y los hayas presentado como ofrenda mecida, los levitas entrarán a servir en el tabernáculo de reunión. Porque los levitas están enteramente entregados a mí de entre los hijos de Israel. Yo los he tomado para mí en lugar de todo primogénito que abre la matriz de entre los hijos de Israel. Porque mío es todo primogénito de los hijos de Israel, tanto de los hombres como de los animales. El día en que yo hice morir a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, los consagré para mí. Yo he tomado a los levitas en lugar de todos los primogénitos de los hijos de Israel. También he dado los levitas, como un donativo para Aarón y para sus hijos de entre los hijos de Israel, a fin de que realicen el servicio por los hijos de Israel en el tabernáculo de reunión y hagan expiación por los hijos de Israel. Así no habrá mortandad entre los hijos de Israel, al acercarse los hijos de Israel al juntar para ellos todos los peces del mar para que les fuesen suficientes? Moisés, Aarón y toda la congregación de los hijos de Israel hicieron con los levitas conforme a todo lo que Jehovah había mandado a Moisés acerca de los levitas. Así hicieron con ellos los hijos de Israel. Los levitas se purificaron de pecado y lavaron sus vestiduras. Luego Aarón los presentó como ofrenda mecida delante de Jehovah, y Aarón hizo expiación por ellos para purificarlos. Después de esto, entraron los levitas para servir en el tabernáculo de reunión delante de Aarón y de sus hijos. Conforme a lo que Jehovah había mandado a Moisés acerca de los levitas, así hicieron con ellos. Entonces Jehovah habló a Moisés diciendo: "Esto es lo que concierne a los levitas: De 25 años para arriba entrarán a prestar servicio en el trabajo del tabernáculo de reunión. A partir de los 50 años volverán de su servicio, y nunca más prestarán servicio. Asistirán a sus hermanos en el cumplimiento de sus obligaciones en el tabernáculo de reunión, pero no realizarán el servicio. Así harás con los levitas en cuanto a sus obligaciones." Jehovah habló a Moisés en el desierto de Sinaí, en el mes primero del segundo año de su salida de la tierra de Egipto, diciendo: "Los hijos de Israel celebrarán la Pascua a su debido tiempo. El día 14 de este mes, al atardecer, la celebraréis a su debido tiempo. La celebraréis conforme a todos sus estatutos y conforme a todos sus decretos." Moisés habló a los hijos de Israel para que celebraran la Pascua. Y celebraron la Pascua en el desierto de Sinaí, el día 14 del mes primero, al atardecer. Los hijos de Israel hicieron conforme a todo lo que Jehovah había mandado a Moisés. Sucedió que algunos hombres estaban impuros a causa de contacto con un cadáver, de modo que no pudieron celebrar la Pascua aquel día. Se acercaron aquel día a la presencia de Moisés y de Aarón, y esos hombres les dijeron: —Nosotros estamos impuros a causa de contacto con un cadáver. ¿Por qué seremos impedidos nosotros, entre los hijos de Israel, de ofrecer el sacrificio a Jehovah a su debido tiempo? Moisés les respondió: —Esperad hasta que yo oiga qué es lo que manda Jehovah acerca de vosotros. Entonces Jehovah habló a Moisés diciendo: —Habla a los hijos de Israel y diles: "Cualquiera de vosotros o de vuestros descendientes que esté impuro a causa de contacto con un cadáver o que esté lejos, de viaje, podrá celebrar la Pascua a Jehovah. La celebrarán el día 14 del mes segundo, al atardecer, y la comerán con panes sin levadura y con hierbas amargas. No dejarán nada de ella para el siguiente día, ni quebrarán ninguno de sus huesos. La celebrarán conforme a todo el estatuto de la Pascua. "Pero el que está puro y no está de viaje, y deja de celebrar la Pascua, tal persona será excluida de su pueblo, porque no ofreció el sacrificio a Jehovah a su debido tiempo. Tal persona cargará con su pecado. "Si con vosotros reside algún extranjero y celebra la Pascua a Jehovah, la celebrará conforme al estatuto y al decreto de la Pascua. El mismo estatuto tendréis, tanto para el extranjero como para el natural de la tierra." El día en que fue erigido el tabernáculo la nube cubrió el tabernáculo, la tienda del testimonio. Y desde el anochecer hasta el amanecer había algo semejante a fuego sobre el tabernáculo. Así sucedía continuamente: La nube lo cubría de día, y la apariencia de fuego de noche. Cuando la nube se levantaba de encima del tabernáculo, los hijos de Israel se ponían en marcha. Y en el lugar donde la nube se detenía, allí acampaban los hijos de Israel. Al mandato de Jehovah los hijos de Israel partían, y al mandato de Jehovah acampaban. Ellos quedaban acampados todos los días que la nube permanecía sobre el tabernáculo. Cuando la nube se detenía muchos días sobre el tabernáculo, los hijos de Israel guardaban la ordenanza de Jehovah y no se ponían en marcha. Y cuando la nube estaba sobre el tabernáculo pocos días, al mandato de Jehovah quedaban acampados, y al mandato de Jehovah partían. Cuando la nube se detenía desde el anochecer hasta el amanecer, y la nube se levantaba por la mañana, ellos se ponían en marcha. Cuando la nube se levantaba, ya fuera de día o ya fuera de noche, ellos se ponían en marcha. Si la nube permanecía dos días, un mes o un año, mientras la nube se detenía sobre el tabernáculo, los hijos de Israel quedaban acampados y no partían. Pero cuando se levantaba, ellos partían. Al mandato de Jehovah acampaban, y al mandato de Jehovah partían, guardando la ordenanza de Jehovah, de acuerdo con el mandato de Jehovah dado por medio de Moisés. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Hazte dos trompetas de plata; las harás modeladas a martillo. Y te servirán para convocar a la congregación y para poner en marcha los campamentos. Cuando se toque con ambas, se reunirá ante ti toda la congregación a la entrada del tabernáculo de reunión. Pero cuando se toque sólo con una, se reunirán ante ti los dirigentes, los jefes de los millares de Israel. "Cuando toquéis con estrépito, se pondrán en marcha los campamentos que acampan al este. Y cuando toquéis con estrépito por segunda vez, se pondrán en marcha los campamentos que acampan al sur. Para ponerse en marcha se tocará con estrépito. Sin embargo, cuando se convoque a la asamblea, tocaréis, pero no con estrépito. Los hijos de Aarón, los sacerdotes, tocarán las trompetas. Las tendréis por estatuto perpetuo, a través de vuestras generaciones. "Cuando en vuestra tierra vayáis a la guerra contra el adversario que os hostilice, tocaréis con estrépito las trompetas. Y seréis recordados por Jehovah vuestro Dios, y seréis librados de vuestros enemigos. En el día de vuestro regocijo, es decir, en vuestras solemnidades y en vuestros días primeros de mes, tocaréis las trompetas en relación con vuestros holocaustos y con vuestros sacrificios de paz. Y os servirán de memorial en la presencia de vuestro Dios. Yo, Jehovah, vuestro Dios." El 20 del mes segundo del segundo año se levantó la nube de encima del tabernáculo del testimonio, y los hijos de Israel se pusieron en marcha por etapas desde el desierto de Sinaí. La nube se detuvo en el desierto de Parán. Así partieron por primera vez, de acuerdo con el mandato de Jehovah por medio de Moisés. El estandarte del campamento de los hijos de Judá partió primero, según sus ejércitos. Najsón hijo de Aminadab estaba al frente de su ejército. Al frente del ejército de la tribu de los hijos de Isacar estaba Natanael hijo de Zuar. Y al frente del ejército de la tribu de los hijos de Zabulón estaba Eliab hijo de Helón. Una vez desarmado el tabernáculo, partieron los hijos de Gersón y los hijos de Merari que lo llevaban. Luego partió el estandarte del campamento de Rubén, según sus ejércitos. Elisur hijo de Sedeur estaba al frente de su ejército. Al frente del ejército de la tribu de los hijos de Simeón estaba Selumiel hijo de Zurisadai. Y al frente del ejército de la tribu de los hijos de Gad estaba Eliasaf hijo de Reuel. Después partieron los cohatitas, llevando lo sagrado. Antes de que ellos llegasen, los otros erigían el tabernáculo. Después partió el estandarte del campamento de los hijos de Efraín, según sus ejércitos. Elisama hijo de Amihud estaba al frente de su ejército. Al frente del ejército de la tribu de los hijos de Manasés estaba Gamaliel hijo de Pedasur. Y al frente del ejército de la tribu de los hijos de Benjamín estaba Abidán hijo de Gedeoni. Después partió el estandarte del campamento de los hijos de Dan, según sus ejércitos, formando la retaguardia de todos los campamentos. Ajiezer hijo de Amisadai estaba al frente de su ejército. Al frente del ejército de la tribu de los hijos de Aser estaba Paguiel hijo de Ocrán. Y al frente del ejército de la tribu de los hijos de Neftalí estaba Ajira hijo de Enán. Este es el orden en que partieron los hijos de Israel, según sus ejércitos. Así se pusieron en marcha. Entonces Moisés dijo a Hobab hijo de Reuel el madianita, su suegro: —Nosotros partimos hacia el lugar del cual Jehovah ha dicho: "Yo os lo daré." Ven con nosotros, y te haremos bien; porque Jehovah ha prometido el bien para Israel. Pero él respondió: —No iré, sino que me iré a mi tierra y a mi parentela. Y Moisés le dijo: —Por favor, no nos abandones, ya que tú conoces el lugar donde debemos acampar en el desierto y nos servirás de ojos. Y será que, si vienes con nosotros, cuando logremos el bien que Jehovah nos ha de hacer, nosotros haremos el bien contigo. Así partieron del monte de Jehovah para tres días de camino. El arca del pacto de Jehovah iba delante de ellos durante los tres días de camino, buscando para ellos un lugar donde descansar. La nube de Jehovah estaba sobre ellos de día, cuando partían del campamento. Cuando el arca partía, Moisés decía: "¡Levántate, oh Jehovah, y sean dispersados tus enemigos! ¡Huyan de tu presencia los que te aborrecen!" Y cuando se asentaba, decía: "¡Vuelve, oh Jehovah, a las miríadas de millares de Israel!" Aconteció que el pueblo se quejó amargamente a oídos de Jehovah. Lo oyó Jehovah, y se encendió su furor; y un fuego de Jehovah ardió contra ellos y consumió un extremo del campamento. Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehovah; y el fuego se extinguió. Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehovah ardió contra ellos. Entonces el populacho que había entre ellos se dejó llevar por la gula. Y también los hijos de Israel volvieron a llorar diciendo: —¡Quién nos diera de comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos. Pero ahora nuestro apetito se reseca, ya que no hay ante nuestros ojos más que el maná. El maná era como la semilla del cilantro, y su aspecto era como el de la resina. El pueblo se dispersaba para recogerlo, y lo molían en molinos de piedra o lo trituraban en morteros. Lo cocinaban en ollas y hacían de ello tortas que tenían sabor de tortas cocidas con aceite. Cuando el rocío descendía de noche sobre el campamento, el maná descendía sobre él. Moisés oyó al pueblo que lloraba, de familia en familia, cada una a la entrada de su tienda, y el furor de Jehovah se encendió en gran manera. También a Moisés le pareció mal, y Moisés dijo a Jehovah: —¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia ante tus ojos, para que hayas puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? ¿Acaso concebí yo a todo este pueblo? ¿Acaso yo lo engendré, para que me digas: "Como una nodriza lleva a un bebé, llévalo en tu seno a la tierra que juré dar a sus padres"? ¿De dónde he de sacar yo carne para dar de comer a todo este pueblo, que llora ante mí diciendo: "Danos carne para que comamos"? Yo solo no puedo llevar a todo este pueblo, porque es demasiado pesado para mí. Si así vas a hacer tú conmigo, por favor concédeme la muerte, si he hallado gracia ante tus ojos, para que yo no vea mi desgracia. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Reúneme a setenta hombres de los ancianos de Israel, a quienes tú conozcas como ancianos y oficiales del pueblo. Tráelos al tabernáculo de reunión, y que se presenten allí contigo. Yo descenderé y hablaré allí contigo, tomaré del Espíritu que está en ti y lo pondré en ellos. Luego ellos llevarán contigo la carga del pueblo, y ya no la llevarás tú solo. Y al pueblo dirás: "Santificaos para mañana, y comeréis carne. Pues habéis llorado a oídos de Jehovah diciendo: ‘¡Quién nos diera de comer carne! Porque nos iba mejor en Egipto.’ Jehovah, pues, os dará carne, y comeréis. No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes; hasta que os salga por las narices, y tengáis náuseas. Por cuanto habéis menospreciado a Jehovah, que está en medio de vosotros, y habéis llorado delante de él diciendo: ‘¿Por qué salimos de Egipto?’" Entonces dijo Moisés: —Yo estoy en medio de un pueblo de 600.000 hombres de infantería, y tú dices: "Les daré carne, y comerán todo un mes." ¿Se habrían de degollar para ellos las ovejas y las vacas para que les fuese suficiente? ¿Se habrían de Israel, provocando a ira a Jehovah Dios de Israel, con sus ídolos vanos. Entonces Jehovah respondió a Moisés: —¿Acaso se ha acortado la mano de Jehovah? ¡Ahora verás si se cumple para ti mi palabra, o no! Entonces Moisés salió y dijo al pueblo las palabras de Jehovah. Reunió a setenta hombres de los ancianos del pueblo y los hizo estar de pie alrededor del tabernáculo. Entonces Jehovah descendió en la nube y le habló. Tomó del Espíritu que estaba sobre él y lo puso sobre los setenta ancianos. Y sucedió que cuando el Espíritu posó sobre ellos, profetizaron; pero no continuaron haciéndolo. Pero en el campamento habían quedado dos hombres: uno se llamaba Eldad, y el otro Medad. Sobre ellos también se posó el Espíritu. Ellos estaban entre los que habían sido inscritos pero que no habían ido al tabernáculo, y comenzaron a profetizar en el campamento. Entonces un joven corrió e informó a Moisés diciendo: —¡Eldad y Medad profetizan en el campamento! Luego intervino Josué hijo de Nun, quien era ayudante de Moisés, desde su juventud, y dijo: —¡Señor mío, Moisés, impídeselo! Moisés le respondió: —¿Tienes tú celos por mí? ¡Ojalá que todos fuesen profetas en el pueblo de Jehovah, y que Jehovah pusiese su Espíritu sobre ellos! Moisés volvió al campamento junto con los ancianos de Israel. Entonces de parte de Jehovah salió un viento que trajo codornices desde el mar y las dejó caer junto al campamento, hasta la distancia de un día de camino de este lado y un día de camino del otro lado, hasta la altura de dos codos sobre el suelo. Entonces el pueblo permaneció levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, recogiendo las codornices. El que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí alrededor del campamento. Aún estaba la carne entre sus dientes, antes que la comenzasen a masticar, cuando se encendió el furor de Jehovah contra el pueblo, y Jehovah golpeó al pueblo con una gran plaga. Y llamó el nombre de aquel lugar Quibrot-hataavah, porque allí sepultaron al pueblo glotón. De Quibrot-hataavah el pueblo se puso en marcha hacia Hazerot, y permanecieron en Hazerot. María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado, porque él había tomado por mujer a una cusita. Ellos dijeron: —¿Acaso sólo por medio de Moisés ha hablado Jehovah? ¿No ha hablado también por medio de nosotros? Y lo oyó Jehovah. Moisés era un hombre muy manso, más manso que todos los hombres que había sobre la faz de la tierra. Repentinamente Jehovah dijo a Moisés, a Aarón y a María: —Id vosotros tres al tabernáculo de reunión. Y fueron los tres. Entonces Jehovah descendió en una columna de nube, se detuvo a la entrada del tabernáculo y llamó a Aarón y a María. Ellos dos se acercaron, y él les dijo: —Oíd mis palabras: Si tuvieseis un profeta de Jehovah, yo me manifestaría a él en visión o hablaría con él en sueños. No es así con mi siervo Moisés, quien es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablo con él, en persona, y no por enigmas. Y él contempla la apariencia de Jehovah. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo, contra Moisés? Entonces el furor de Jehovah se encendió contra ellos. Y se fue. Cuando la nube se apartó de encima del tabernáculo, he aquí que María quedó leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacia María, y he aquí que estaba leprosa. Entonces Aarón dijo a Moisés: —¡Ay, señor mío! Por favor, no pongas sobre nosotros el pecado, porque locamente hemos actuado y hemos pecado. Por favor, no sea ella como el que sale muerto del vientre de su madre, con la mitad de su carne consumida. Entonces Moisés clamó a Jehovah diciendo: —¡Oh Dios, sánala, por favor! Jehovah respondió a Moisés: —Si su padre le hubiera escupido en su cara, ¿no quedaría avergonzada durante siete días? Que sea recluida fuera del campamento durante siete días, y después será readmitida. Así María fue recluida fuera del campamento durante siete días. El pueblo no se puso en marcha hasta que María fuera readmitida. Después partió el pueblo de Hazerot y acampó en el desierto de Parán. Entonces Jehovah habló a Moisés diciendo: "Envía hombres para que exploren la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel. Enviaréis un hombre de cada tribu de sus padres; cada uno de ellos debe ser un dirigente entre ellos." Moisés los envió desde el desierto de Parán, de acuerdo con el mandato de Jehovah. Todos aquellos hombres eran jefes de los hijos de Israel. Sus nombres son los siguientes: de la tribu de Rubén, Samúa hijo de Zacur; de la tribu de Simeón, Safat hijo de Hori; de la tribu de Judá, Caleb hijo de Jefone; de la tribu de Isacar, Igal hijo de José; de la tribu de Efraín, Oseas hijo de Nun; de la tribu de Benjamín, Palti hijo de Rafú; de la tribu de Zabulón, Gadiel hijo de Sodi; de la tribu de José, es decir, de la tribu de Manasés, Gadi hijo de Susi; de la tribu de Dan, Amiel hijo de Gemali; de la tribu de Aser, Setur hijo de Micael; de la tribu de Neftalí, Najbi hijo de Vapsi; de la tribu de Gad, Geuel hijo de Maqui. Estos son los nombres de los hombres que Moisés envió para explorar la tierra. A Oseas hijo de Nun Moisés le puso por nombre Josué. Los envió Moisés a explorar la tierra de Canaán y les dijo: "Subid de aquí al Néguev, y de allí subid a la región montañosa. Observad qué tal es la tierra, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si es poco o numeroso. Observad qué tal es la tierra habitada, si es buena o mala; cómo son las ciudades habitadas, si son sólo campamentos o fortificaciones; cómo es la tierra, si es fértil o árida; si hay en ella árboles o no. Esforzaos y tomad muestras del fruto del país." Era el tiempo de las primeras uvas. Ellos fueron y exploraron la tierra desde el desierto de Zin hasta Rejob, hacia Lebo-hamat. Fueron por el Néguev y llegaron a Hebrón. Allí habitaban Ajimán, Sesai y Talmai, descendientes de Anac. (Hebrón fue edificada siete años antes que Tanis en Egipto.) Después llegaron al arroyo de Escol. Allí cortaron una rama con un racimo de uvas, la cual llevaron entre dos en un palo. También tomaron granadas e higos. A aquel lugar llamaron arroyo de Escol, por el racimo que los hijos de Israel cortaron allí. Al cabo de 40 días volvieron de explorar la tierra. Entonces fueron y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la congregación de los hijos de Israel, en el desierto de Parán, en Cades, y dieron informes a ellos y a toda la congregación. También les mostraron el fruto de la tierra. Y le contaron diciendo: —Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la cual ciertamente fluye leche y miel. Este es el fruto de ella. Sólo que el pueblo que habita aquella tierra es fuerte. Sus ciudades están fortificadas y son muy grandes. También vimos allí a los descendientes de Anac. Amalec habita en la tierra del Néguev; y en la región montañosa están los heteos, los jebuseos y los amorreos. Los cananeos habitan junto al mar y en la ribera del Jordán. Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: —¡Ciertamente subamos y tomémosla en posesión, pues nosotros podremos más que ellos! Pero los hombres que fueron con él dijeron: —No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y comenzaron a desacreditar la tierra que habían explorado, diciendo ante los hijos de Israel: —La tierra que fuimos a explorar es tierra que traga a sus habitantes. Todo el pueblo que vimos en ella son hombres de gran estatura. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de gigantes. Nosotros, a nuestros propios ojos, parecíamos langostas; y así parecíamos a sus ojos. Entonces toda la congregación gritó y dio voces; el pueblo lloró aquella noche. Todos los hijos de Israel se quejaron contra Moisés y Aarón; toda la congregación les dijo: —¡Ojalá hubiésemos muerto en la tierra de Egipto! ¡Ojalá hubiésemos muerto en este desierto! ¿Por qué nos trae Jehovah a esta tierra para caer a espada? ¿Para que nuestras mujeres y nuestros pequeños sean una presa? ¿No nos sería mejor volver a Egipto? Y se decían unos a otros: —¡Nombremos un jefe y volvámonos a Egipto! Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros delante de toda la asamblea de la congregación de los hijos de Israel. Entonces Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que estaban entre los que habían ido a explorar la tierra, rompieron sus vestiduras y hablaron a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: —La tierra por donde pasamos para explorarla es buena en gran manera. Si Jehovah se agrada de nosotros, nos introducirá en esa tierra. El nos entregará la tierra que fluye leche y miel. Sólo que no os rebeléis contra Jehovah, ni temáis al pueblo de esa tierra, porque serán para nosotros pan comido. Su protección se ha apartado de ellos, mientras que con nosotros está Jehovah. ¡No los temáis! Entonces toda la congregación habló de apedrearlos. Pero la gloria de Jehovah se dejó ver en el tabernáculo de reunión ante todos los hijos de Israel. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —¿Hasta cuándo me ha de menospreciar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me ha de creer, a pesar de todas las señales que he hecho en medio de ellos? Yo lo heriré con peste y lo desalojaré, y haré de ti una nación más grande y más fuerte que ellos. Pero Moisés respondió a Jehovah: —Luego lo oirán los egipcios, porque de en medio de ellos sacaste a este pueblo con tu poder. Y lo contarán a los habitantes de esta tierra, los cuales han oído que tú, oh Jehovah, estás en medio de este pueblo; que te dejas ver cara a cara, oh Jehovah, y que tu nube está sobre ellos. Han oído que tú vas delante de ellos, de día en una columna de nube, y de noche en una columna de fuego. Pero si tú haces morir a este pueblo como a un solo hombre, entonces las naciones que han oído de tu fama dirán: "Porque Jehovah no fue capaz de introducir a ese pueblo en la tierra que les prometió con juramento, por eso los mató en el desierto." Ahora pues, sea engrandecido el poder del Señor, de acuerdo con lo que has hablado diciendo: "Jehovah es lento para la ira y grande en misericordia. El perdona la iniquidad y la rebelión, pero de ninguna manera dará por inocente al culpable. Castiga la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación." Perdona, pues, la iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, como lo has perdonado desde Egipto hasta aquí. Entonces Jehovah dijo: —Yo lo he perdonado, conforme a tu palabra. Sin embargo, vivo yo, y la gloria de Jehovah llena toda la tierra, que de los que vieron mi gloria y las señales que hice en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba ya diez veces y no han escuchado mi voz, ninguno verá la tierra que prometí con juramento a sus padres. Ninguno de los que me han menospreciado la verá. Pero a mi siervo Caleb, por cuanto ha demostrado un espíritu diferente y me ha seguido con integridad, yo lo introduciré en la tierra a la que él fue, y su descendencia la tendrá en posesión. Ahora bien, puesto que los amalequitas y los cananeos habitan en el valle, volveos mañana y marchaos al desierto, rumbo al mar Rojo. Entonces Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: —¿Hasta cuándo he de soportar a esta perversa congregación que se queja contra mí? ¡Yo he oído las quejas que los hijos de Israel hacen contra mí! Diles: "¡Vivo yo, dice Jehovah, si no hago con vosotros conforme a lo que habéis hablado a mis oídos! En este desierto caerán vuestros cadáveres, todos los que fuisteis contados en vuestro censo, de 20 años para arriba, y que habéis murmurado contra mí. A la verdad, no sois vosotros los que entraréis en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que os haría habitar en ella, con la excepción de Caleb hijo de Jefone y de Josué hijo de Nun. Pero a vuestros pequeños, de quienes dijisteis que serían una presa, a ellos yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros habéis despreciado. En cuanto a vosotros, vuestros cadáveres caerán en este desierto. Vuestros hijos andarán errantes en el desierto durante 40 años. Ellos llevarán la paga de vuestras infidelidades hasta que vuestros cadáveres sean consumidos en el desierto. Conforme al número de los 40 días en que explorasteis la tierra, cargaréis con vuestras iniquidades durante 40 años: un año por cada día. Así conoceréis mi disgusto." Yo, Jehovah, he hablado; ciertamente esto haré a toda esta perversa congregación que se ha reunido contra mí. En este desierto serán consumidos, y aquí morirán. Los hombres que Moisés envió a explorar la tierra y que de regreso hicieron murmurar contra él a toda la asamblea, desacreditando aquella tierra, esos hombres que habían desacreditado la tierra murieron delante de Jehovah, a causa de la plaga. Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida entre aquellos hombres que habían ido a explorar la tierra. Moisés dijo estas cosas a todos los hijos de Israel, y el pueblo se afligió mucho. Después se levantaron muy de mañana para subir a la cumbre del monte, diciendo: —Henos aquí, vamos a subir al lugar del cual ha hablado Jehovah, porque hemos pecado. Pero Moisés dijo: —¿Por qué traspasáis el mandato de Jehovah? Esto no os saldrá bien. No subáis, porque Jehovah no está entre vosotros. No seáis derrotados delante de vuestros enemigos. Pues los amalequitas y los cananeos están allí ante vosotros, y caeréis a espada. Porque habéis dejado de seguir a Jehovah, por eso Jehovah no estará con vosotros. Sin embargo, se atrevieron a subir a la cumbre del monte, aunque ni el arca del pacto de Jehovah ni Moisés se movieron de en medio del campamento. Entonces descendieron los amalequitas y los cananeos que habitaban en aquella región montañosa, y los hirieron y los destrozaron hasta llegar a Horma. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: ‘Cuando hayáis entrado en la tierra que vais a habitar y que yo os doy, presentaréis una ofrenda quemada del ganado vacuno o del ganado ovino, como grato olor a Jehovah, en holocausto o sacrificio por un voto especial, o como sacrificio voluntario, o por vuestras festividades. Entonces el que presente su ofrenda a Jehovah traerá como ofrenda vegetal la décima parte de un efa de harina fina amasada con la cuarta parte de un hin de aceite. Y para la libación presentarás sobre el holocausto o el sacrificio la cuarta parte de un hin de vino por cada cordero. "‘Por cada carnero presentarás una ofrenda vegetal de dos décimas de efa de harina fina amasada con la tercera parte de un hin de aceite. Y para la libación ofrecerás la tercera parte de un hin de vino, como grato olor a Jehovah. "‘Cuando ofrezcas un novillo en holocausto o sacrificio, tanto al cumplir un voto especial o como sacrificio de paz a Jehovah, ofrecerás con el novillo una ofrenda vegetal de tres décimas de efa de harina fina amasada con la mitad de un hin de aceite. Y para la libación ofrecerás la mitad de un hin de vino, como ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. Así se presentará por cada toro, por cada carnero o por cada cordero y por los cabritos. Conforme al número que presentaréis, así presentaréis por cada uno de ellos, según su número. "‘Todo natural hará estas cosas así, al presentar una ofrenda quemada como grato olor a Jehovah. Y si con vosotros reside algún extranjero o alguno que se encuentre entre vosotros a través de vuestras generaciones, y hace una ofrenda quemada como grato olor a Jehovah, él lo hará así como vosotros lo hagáis. Un mismo estatuto tendréis los de la asamblea y el extranjero que resida con vosotros. Este es un estatuto perpetuo a través de vuestras generaciones. Como vosotros, así será el extranjero delante de Jehovah. Una misma ley y una misma norma tendréis vosotros y el extranjero que resida con vosotros.’" Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: ‘Cuando hayáis entrado en la tierra a la cual yo os llevo, sucederá que cuando comáis del pan de la tierra, presentaréis una ofrenda alzada a Jehovah. De lo primero que amaséis presentaréis una torta como ofrenda alzada de la era; así la presentaréis alzada. De lo primero que amaséis daréis a Jehovah una ofrenda alzada, a través de vuestras generaciones. "‘Cuando pequéis por inadvertencia y no cumpláis todos estos mandamientos que Jehovah ha dado a Moisés (todas las cosas que Jehovah os ha mandado por medio de Moisés, a partir del día en que Jehovah lo mandó para vuestras generaciones en adelante), si el pecado fue cometido sin que la congregación se diera cuenta de ello, es decir, por inadvertencia, toda la congregación ofrecerá un novillo en holocausto como grato olor a Jehovah, con su ofrenda vegetal y su libación, conforme a lo establecido, y un macho cabrío como sacrificio por el pecado. El sacerdote hará expiación por toda la congregación de los hijos de Israel; y les será perdonado, porque fue por inadvertencia. Ellos traerán delante de Jehovah, por su inadvertencia, su ofrenda a Jehovah: la ofrenda quemada a Jehovah y su sacrificio por el pecado. Así le será perdonado a toda la congregación de los hijos de Israel y al extranjero que resida entre ellos, porque se trata de la inadvertencia de todo el pueblo. "‘Si un individuo peca por inadvertencia, ofrecerá una cabra de un año como sacrificio por el pecado. El sacerdote hará expiación delante de Jehovah por la persona que haya errado por su pecado, haciendo expiación por ella; y le será perdonado. Tanto el natural de entre los hijos de Israel como el extranjero que resida entre ellos tendrán una misma ley respecto al que cometa pecado por inadvertencia. "‘Pero si alguien comete pecado con altivez, sea natural o extranjero, a Jehovah injuria. Tal persona será excluida de entre su pueblo, porque tuvo en poco la palabra de Jehovah y quebrantó su mandamiento. Tal persona será excluida por completo; su iniquidad estará sobre ella.’" Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de sábado. Los que lo encontraron recogiendo leña lo llevaron ante Moisés, Aarón y toda la congregación, y lo pusieron bajo guardia, porque no había sido declarado qué se había de hacer con él. Entonces Jehovah dijo a Moisés: "Aquel hombre morirá irremisiblemente; que toda la congregación lo apedree fuera del campamento." Entonces toda la congregación lo sacó fuera del campamento, y lo apedrearon. Y murió, como Jehovah había mandado a Moisés. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles que a través de sus generaciones se hagan flecos en los bordes de sus vestiduras y que pongan un cordón azul en cada fleco del borde. Los flecos servirán para que al verlos os acordéis de todos los mandamientos de Jehovah, a fin de ponerlos por obra, y para que no vayáis en pos de vuestro propio corazón y de vuestros propios ojos, tras los cuales os habéis prostituido. Será para que os acordéis y cumpláis todos mis mandamientos, a fin de que seáis santos para vuestro Dios. Yo, Jehovah, vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios. Yo, Jehovah, vuestro Dios." Coré hijo de Izjar, hijo de Cohat, hijo de Leví; Datán y Abiram, hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, hijos de Rubén, tomaron gente y se levantaron contra Moisés, junto con 250 hombres de los hijos de Israel, dirigentes de la congregación, nombrados de la asamblea y hombres de renombre. Ellos se juntaron contra Moisés y contra Aarón, y les dijeron: —¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y Jehovah está en medio de ellos. ¿Por qué, pues, os enaltecéis vosotros sobre la asamblea de Jehovah? Cuando Moisés lo oyó, se postró sobre su rostro, y habló a Coré y a todo su grupo, diciendo: —Jehovah dará a conocer mañana por la mañana a los que son suyos. A quien sea santo lo hará que se acerque a él, y a quien escoja lo hará que se acerque a él. Haced esto, Coré y todo tu grupo: Tomad incensarios. Mañana poned fuego en ellos, y poned en ellos incienso delante de Jehovah. El hombre a quien Jehovah escoja, aquél será santo. ¡Basta ya de vosotros, oh hijos de Leví! Moisés también dijo a Coré: —Escuchad, por favor, hijos de Leví: ¿Os parece poca cosa que el Dios de Israel os haya apartado de la congregación de Israel y os haya acercado a sí mismo para realizar el servicio del tabernáculo de Jehovah y para estar delante de la congregación a fin de servirles? El te ha traído a su lado, y contigo a todos tus hermanos, los hijos de Leví. ¿Y procuráis también el sacerdocio? Por tanto, contra Jehovah os habéis juntado tú y todo tu grupo, pues ¿quién es Aarón, para que murmuréis contra él? Entonces Moisés mandó llamar a Datán y a Abiram, hijos de Eliab, pero ellos respondieron: —¡No iremos! ¿Te parece poca cosa que nos hayas hecho venir de una tierra que fluye leche y miel a fin de hacernos morir en el desierto, para que también insistas en enseñorearte sobre nosotros? Tampoco nos has traído a una tierra que fluye leche y miel, ni nos has dado heredades de campos y viñas. ¿Vas a sacar los ojos a estos hombres? ¡No iremos! Entonces Moisés se enojó muchísimo y dijo a Jehovah: —¡No aceptes su ofrenda! Ni siquiera un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho daño. Después Moisés dijo a Coré: —Presentaos mañana tú y todo tu grupo delante de Jehovah; tú, ellos y Aarón. Tomad cada uno su incensario y poned en ellos incienso. Y acercaos delante de Jehovah, cada uno con su incensario, 250 incensarios; también tú y Aarón, cada uno con su incensario. Tomaron cada uno su incensario, pusieron en ellos fuego, echaron en ellos incienso, y se pusieron de pie con Moisés y Aarón a la entrada del tabernáculo de reunión. Coré ya había reunido contra ellos a toda la congregación a la entrada del tabernáculo de reunión. Entonces la gloria de Jehovah apareció a toda la congregación. Y Jehovah habló a Moisés y a Aarón diciendo: —Apartaos de en medio de esta congregación, pues voy a consumirlos en un instante. Ellos se postraron sobre sus rostros y dijeron: —Oh Dios, Dios de los espíritus de todo ser humano: Cuando un solo hombre peca, ¿te has de enfurecer contra toda la congregación? Entonces Jehovah habló a Moisés y le dijo: —Habla a la congregación diciendo: "Apartaos de los alrededores de las moradas de Coré, Datán y Abiram." Moisés se levantó y fue a donde estaban Datán y Abiram. Y los ancianos de Israel fueron tras él. Luego habló a la congregación diciendo: —¡Apartaos, por favor, de las tiendas de estos hombres impíos! No toquéis ninguna cosa suya, no sea que perezcáis con todos sus pecados. Se apartaron, pues, de alrededor de las moradas de Coré, Datán y Abiram. Entonces Datán y Abiram salieron y se pusieron de pie a la entrada de sus tiendas, junto con sus mujeres, sus hijos y sus niños pequeños. Y Moisés dijo: —En esto conoceréis que Jehovah me ha enviado para que haga todas estas cosas, y que no las hice por mi propia voluntad: Si éstos mueren como mueren todos los hombres, o si les acontece sólo la misma suerte de todos los hombres, entonces Jehovah no me ha enviado. Pero si Jehovah hace algo nuevo y la tierra abre su boca y se los traga, junto con todo lo que les pertenece, y descienden vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres han menospreciado a Jehovah. Aconteció que al acabar él de hablar todas estas palabras, se rompió la tierra que estaba debajo de ellos. La tierra abrió su boca y se los tragó a ellos, a sus familias y a todos los hombres que eran de Coré, junto con todos sus bienes. Ellos con todo lo que tenían descendieron vivos al Seol. La tierra los cubrió, y perecieron en medio de la asamblea. Y todo Israel, los que estaban a su alrededor, huyeron al grito de ellos, porque decían: "¡No sea que la tierra nos trague a nosotros también!" Después salió fuego de parte de Jehovah y consumió a los 250 hombres que ofrecían el incienso. Entonces Jehovah habló a Moisés diciendo: "Di a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que tome los incensarios de en medio del incendio y que esparza las brasas a distancia; porque están santificados. En lo que respecta a los incensarios de estos que pecaron a costa de sus vidas, de ellos se harán láminas para cubrir el altar. Por cuanto han sido presentados delante de Jehovah, están santificados; y servirán de advertencia a los hijos de Israel." Entonces el sacerdote Eleazar tomó los incensarios de bronce que habían presentado los que fueron quemados. Y los hicieron láminas para cubrir el altar, como memorial para los hijos de Israel, de que ningún extraño, que no sea de la descendencia de Aarón, ha de acercarse para ofrecer incienso delante de Jehovah. No les suceda como a Coré y a su grupo, conforme a lo que había dicho Jehovah por medio de Moisés. Al día siguiente toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo: —¡Vosotros habéis matado al pueblo de Jehovah! Y aconteció que cuando se juntó la congregación contra Moisés y contra Aarón, miraron hacia el tabernáculo de reunión, y he aquí que la nube lo había cubierto, y se manifestó la gloria de Jehovah. Entonces Moisés y Aarón fueron al frente del tabernáculo de reunión, y Jehovah habló a Moisés diciendo: —¡Apartaos de en medio de esta congregación, porque voy a consumirlos en un momento! Ellos se postraron sobre sus rostros, y Moisés dijo a Aarón: —Toma el incensario, pon fuego del altar en él y pon incienso en él; vé rápidamente hacia la congregación y haz expiación por ellos. Porque se ha encendido la ira de Jehovah, y la mortandad ha comenzado. Entonces Aarón tomó el incensario, como le había dicho Moisés, y corrió al medio de la asamblea. Y he aquí que la mortandad ya había comenzado entre el pueblo. El puso incienso e hizo expiación por el pueblo, y se puso de pie entre los muertos y los vivos. Así cesó la mortandad. Los que murieron a causa de la mortandad fueron 14.700, además de los que murieron por causa de Coré. Después, cuando la mortandad había sido detenida, Aarón volvió a donde estaba Moisés, a la entrada del tabernáculo de reunión. Entonces Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y toma doce varas, una vara por cada casa paterna, de todos sus dirigentes de casas paternas. Escribe el nombre de cada uno en su vara, y en la vara que corresponde a Leví escribe el nombre de Aarón; pues habrá una vara para cada jefe de su casa paterna. Pondrás estas varas en el tabernáculo de reunión, delante del testimonio, donde yo me encontraré con vosotros. Y sucederá que florecerá la vara del hombre que yo escoja. Así quitaré de sobre mí las quejas de los hijos de Israel con que murmuran contra vosotros." Moisés habló a los hijos de Israel, y todos sus dirigentes le dieron varas, una vara por cada dirigente de cada casa paterna, doce varas en total. Y la vara de Aarón estaba entre sus varas. Luego Moisés puso las varas delante de Jehovah en el tabernáculo de reunión. Y sucedió que al día siguiente Moisés entró en el tabernáculo de reunión y vio que la vara de Aarón, de la casa de Leví, había brotado, echado botones, dado flores y producido almendras maduras. Entonces Moisés llevó de delante de Jehovah todas las varas a los hijos de Israel. Ellos las vieron y tomaron cada uno su vara. Entonces Jehovah dijo a Moisés: "Vuelve a poner la vara de Aarón delante del testimonio, para que sea guardada como señal para los rebeldes. Así harás cesar sus quejas contra mí, para que ellos no mueran." Moisés hizo como le mandó Jehovah; así lo hizo. Entonces los hijos de Israel hablaron a Moisés diciendo: "¡He aquí que perecemos! ¡Estamos perdidos! ¡Todos nosotros estamos perdidos! Cualquiera que se acerque al tabernáculo de Jehovah, morirá. ¿Acabaremos pereciendo todos?" Jehovah dijo a Aarón: "Tú, tus hijos y tu casa paterna contigo cargaréis con las ofensas contra el santuario. Y tú y tus hijos contigo cargaréis con las ofensas contra vuestro sacerdocio. Haz también que se acerquen a ti tus hermanos, la tribu de Leví, la tribu de tu padre. Ellos te acompañarán y te servirán, mientras tú y tus hijos contigo serviréis delante del tabernáculo del testimonio. Ellos cumplirán lo que tú ordenes y lo que ha sido ordenado con respecto a todo el tabernáculo, pero no se acercarán a los utensilios del santuario ni al altar, para que no mueran ellos y vosotros. Ellos te acompañarán y tendrán el cuidado del tabernáculo de reunión en todo el servicio del tabernáculo. Ningún extraño se ha de acercar a vosotros. "Vosotros tendréis el cuidado del santuario y el cuidado del altar, para que no haya más ira contra los hijos de Israel. He aquí, yo he tomado a vuestros hermanos, los levitas, de entre los hijos de Israel, y os los he dado como un donativo; son dados a Jehovah, para llevar a cabo el servicio del tabernáculo de reunión. Pero tú y tus hijos contigo cumpliréis con vuestro sacerdocio en todo asunto relacionado con el altar, y serviréis del velo adentro. Yo os entrego vuestro sacerdocio como servicio y obsequio, pero el extraño que se acerque será muerto." Jehovah dijo además a Aarón: "He aquí, yo te he dado el cuidado de mis ofrendas alzadas. Todas las cosas que los hijos de Israel consagran te las he dado a ti como porción, y a tus hijos como provisión perpetua. "Esto te corresponderá de las cosas más sagradas reservadas del fuego. Toda ofrenda suya: cada ofrenda vegetal, cada sacrificio por el pecado o cada sacrificio por la culpa, que ellos me han de presentar, será cosa muy sagrada para ti y para tus hijos. La comerás como cosa muy sagrada. Todo varón podrá comer de ella; será para ti algo sagrado. "Esto también será para ti: la ofrenda alzada de los donativos y todas las ofrendas mecidas de los hijos de Israel las he dado a ti, a tus hijos y a tus hijas contigo, como provisión perpetua. Todo el que esté puro en tu casa, podrá comer de ellas. "También será para ti lo mejor del aceite nuevo, lo mejor del vino nuevo y del grano, y las primicias que sean presentadas a Jehovah. Las primicias de todos los productos de su tierra, las cuales ellos traerán a Jehovah, serán para ti. Todo el que esté puro en tu casa, podrá comer de ellas. "Todo lo que en Israel es dedicado por completo será para ti. "Todo el que abre la matriz de todo ser, ya sea de hombre o de animal, que se ofrece a Jehovah, será para ti. Pero sin falta rescatarás al primogénito del hombre; también rescatarás el primerizo del animal inmundo. En cuanto al rescate, efectuarás el rescate de ellos al mes de nacidos, mediante el precio de 5 siclos de plata, según el siclo del santuario, el cual tiene 20 geras. Pero no rescatarás el primerizo de la vaca, el primerizo de la oveja o el primerizo de la cabra, pues están consagrados. Rociarás su sangre sobre el altar, y quemarás su sebo como ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. Su carne será para ti, así como el pecho de la ofrenda mecida y el muslo derecho serán para ti. "Todas las ofrendas alzadas de las cosas sagradas que los hijos de Israel presenten a Jehovah, las he dado para ti, para tus hijos y para tus hijas contigo, como provisión perpetua. Constituye un perpetuo pacto de sal delante de Jehovah, para ti y para tus descendientes contigo." Jehovah dijo también a Aarón: "No recibirás heredad en su tierra, ni parte entre ellos. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel." "He aquí, he dado a los hijos de Leví todos los diezmos de Israel, como heredad, a cambio del servicio que llevan a cabo en el tabernáculo de reunión. De aquí en adelante, los hijos de Israel no se acercarán al tabernáculo de reunión, para que no carguen con el pecado y mueran. Sólo los levitas llevarán a cabo el servicio del tabernáculo de reunión y cargarán con las ofensas de ellos. Este es un estatuto perpetuo, a través de vuestras generaciones. "Ellos no poseerán heredad entre los hijos de Israel, porque he dado a los levitas por heredad los diezmos, lo que los hijos de Israel presenten a Jehovah como ofrenda alzada. Por eso les he dicho: ‘No recibirán heredad entre los hijos de Israel.’" Jehovah también habló a Moisés diciendo: "Habla a los levitas y diles: ‘Cuando toméis de los hijos de Israel los diezmos que os he dado de ellos como vuestra heredad, vosotros presentaréis, como ofrenda alzada a Jehovah, el diezmo del diezmo. Y vuestra ofrenda alzada será considerada como el grano de la era o como el producto del lagar. Así también vosotros presentaréis a Jehovah una ofrenda alzada de todos vuestros diezmos que hayáis recibido de los hijos de Israel. Daréis de ello la ofrenda alzada de Jehovah al sacerdote Aarón. De todos los obsequios que recibáis, presentaréis cada ofrenda alzada a Jehovah; de todo lo mejor de ellos ofreceréis la porción que ha de ser consagrada.’ "Además les dirás: ‘Después de haber presentado lo mejor de ellos como ofrenda alzada, el diezmo les será contado a los levitas como el fruto de la era o como el fruto del lagar. Lo podréis comer en cualquier lugar, vosotros y vuestras familias, pues es vuestra remuneración por vuestro trabajo en el tabernáculo de reunión. Y después de que hayáis presentado lo mejor de ello como ofrenda alzada, no cargaréis por ello pecado. Así no profanaréis las cosas consagradas por los hijos de Israel, y no moriréis.’" Entonces Jehovah habló a Moisés y a Aarón, diciendo que éste es el estatuto de la ley que Jehovah ha mandado diciendo: "Di a los hijos de Israel que te traigan una vaca roja, sin defecto, en la cual no haya mancha y sobre la cual nunca haya sido puesto yugo. La daréis al sacerdote Eleazar, y él la sacará fuera del campamento y la hará degollar en su presencia. "El sacerdote Eleazar tomará con su dedo parte de la sangre, y rociará siete veces hacia la parte frontal del tabernáculo de reunión. Después hará que quemen la vaca en su presencia. Hará quemar su piel, su carne y su sangre junto con su estiércol. Luego el sacerdote tomará madera de cedro, hisopo y lana carmesí, y los echará en el fuego en que arde la vaca. "Luego el sacerdote lavará sus vestiduras y lavará su cuerpo con agua. Después entrará en el campamento, aunque quedará impuro hasta el anochecer. Asimismo, el que quemó la vaca lavará su ropa con agua y lavará su cuerpo con agua, y quedará impuro hasta el anochecer. "Después un hombre que esté puro recogerá las cenizas de la vaca y las pondrá fuera del campamento, en un lugar limpio. Y la congregación de los hijos de Israel las guardará; serán para el agua para la purificación de la impureza. También el que recoja las cenizas de la vaca lavará su ropa, y quedará impuro hasta el anochecer. Esto será un estatuto perpetuo para los hijos de Israel y para el extranjero que resida entre ellos. "El que toque el cadáver de cualquier persona quedará impuro durante siete días. El deberá purificarse con aquella agua en el tercer día y en el séptimo día y quedará puro. Si no se purifica en el tercer día y en el séptimo día, no quedará puro. Todo el que toque un cadáver, el cuerpo de alguien que ha muerto, y que no se purifica, contaminará el tabernáculo de Jehovah. Esa persona será excluida de Israel, por cuanto el agua para la impureza no fue rociada sobre él. Aún queda impuro, y su impureza permanece sobre él. "Estas son las instrucciones para cuando alguno muera en una tienda: Todo el que entre en la tienda, y todo el que se encuentre en ella, quedará impuro durante siete días. Toda vasija abierta que no tenga tapa ajustada será inmunda. "Cualquiera que en campo abierto toque a quien haya sido muerto a espada, o un cadáver, o algún hueso humano, o alguna tumba, quedará impuro durante siete días. Para el que esté impuro, tomarán parte de la ceniza de la vaca quemada por el pecado y sobre ella echarán agua fresca en una vasija. Una persona que esté pura tomará hisopo y lo mojará en el agua. Luego rociará la tienda, todos los utensilios, a las personas presentes, y al que tocó un hueso o a uno que ha sido matado o un cadáver o una tumba. El que esté puro rociará sobre el impuro en el tercero y en el séptimo día. Después de purificarlo en el séptimo día, éste lavará su ropa y lavará su cuerpo con agua; y al anochecer será puro. "El hombre que estando impuro no se purifica, esa persona será excluida de la congregación, porque ha contaminado el santuario de Jehovah. Si no ha sido rociada sobre él el agua para la impureza, queda impuro. Esto será para vosotros un estatuto perpetuo. "También el que rocíe el agua para la impureza lavará su ropa, y el que toque el agua para la impureza quedará impuro hasta el anochecer. Todo lo que el impuro toque será inmundo. Y la persona que lo toque quedará impura hasta el anochecer." Toda la congregación de los hijos de Israel llegó al desierto de Zin, en el mes primero, y el pueblo acampó en Cades. Allí murió María, y allí fue sepultada. Como no había agua para la congregación, se reunieron contra Moisés y Aarón. El pueblo contendía contra Moisés diciendo: —¡Ojalá nos hubiésemos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante de Jehovah! ¿Por qué has traído la congregación de Jehovah a este desierto, para que muramos aquí nosotros y nuestro ganado? ¿Por qué nos has hecho subir de Egipto para traernos a este lugar tan malo? Este no es un lugar de sembrados, ni de higueras, ni de viñas, ni de granados. ¡Ni siquiera hay agua para beber! Moisés y Aarón se fueron de delante de la congregación hasta la entrada del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros. Entonces se les apareció la gloria de Jehovah. Y habló Jehovah a Moisés diciendo: —Toma la vara, y tú y Aarón tu hermano reunid a la congregación y hablad a la roca ante los ojos de ellos. Ella dará agua. Sacarás agua de la roca para ellos, y darás de beber a la congregación y a su ganado. Moisés tomó la vara de delante de Jehovah, como él le había mandado. Luego Moisés y Aarón reunieron a la congregación delante de la roca, y él les dijo: —¡Escuchad, rebeldes! ¿Sacaremos para vosotros agua de esta roca? Entonces Moisés levantó su mano y golpeó la roca con su vara dos veces. Y salió agua abundante, de modo que bebieron la congregación y su ganado. Luego Jehovah dijo a Moisés y a Aarón: —Por cuanto no creísteis en mí, para tratarme como santo ante los ojos de los hijos de Israel, por eso vosotros no introduciréis esta congregación en la tierra que les he dado. Estas son las Aguas de Meriba, porque allí contendieron los hijos de Israel contra Jehovah, y él manifestó su santidad entre ellos. Moisés envió mensajeros desde Cades al rey de Edom. Y dijeron: —Así dice tu hermano Israel: "Tú conoces todas las dificultades que nos han sobrevenido; cómo nuestros padres fueron a Egipto, y habitamos allí mucho tiempo. Los egipcios maltrataron tanto a nosotros como a nuestros padres. Pero cuando clamamos a Jehovah, él escuchó nuestra voz, envió un ángel y nos sacó de Egipto. Y he aquí nosotros estamos en Cades, ciudad que se encuentra en el extremo de tu territorio. Permite que pasemos por tu tierra. No pasaremos por los campos ni por las viñas; tampoco beberemos agua de los pozos. Iremos por el camino del Rey, sin apartarnos ni a la derecha ni a la izquierda, hasta que hayamos pasado por tu territorio." Edom le respondió: —No pasarás por mi tierra; de otra manera saldré contra ti con la espada. Los hijos de Israel le dijeron: —Iremos por el camino principal. Si bebemos de tus aguas nosotros y nuestro ganado, pagaremos su precio. Solamente déjanos pasar a pie, nada más. Pero él respondió: —No pasarás. Y Edom salió contra Israel con mucha gente y con mano poderosa. Como Edom rehusó dejar pasar a Israel por su territorio, Israel se alejó de ellos. Los hijos de Israel, toda aquella congregación, partieron desde Cades y llegaron al monte Hor. Jehovah habló a Moisés y a Aarón en el monte Hor, en la frontera de la tierra de Edom, diciendo: "Aarón será reunido con su pueblo, pues no entrará en la tierra que he dado a los hijos de Israel, porque fuisteis rebeldes a mi mandato en las aguas de Meriba. Toma a Aarón y a su hijo Eleazar, y haz que suban al monte Hor. Quita a Aarón sus vestiduras, y viste con ellas a su hijo Eleazar. Porque Aarón será reunido con su pueblo, y allí morirá." Moisés hizo como le había mandado Jehovah, y subieron al monte Hor ante la vista de toda la congregación. Entonces Moisés quitó a Aarón sus vestiduras, y vistió con ellas a su hijo Eleazar. Y Aarón murió allí, en la cumbre del monte. Luego Moisés y Eleazar descendieron del monte. Y al ver toda la congregación que Aarón había muerto, toda la casa de Israel hizo duelo por él durante Cuando el rey cananeo de Arad, que habitaba en el Néguev, oyó que Israel iba por el camino de Atarim, combatió contra Israel y tomó prisioneros a algunos de ellos. Entonces Israel hizo un voto a Jehovah diciendo: "Si de veras entregas a este pueblo en mi mano, yo destruiré por completo sus ciudades." Jehovah escuchó la voz de Israel y entregó a los cananeos en su mano. Luego Israel los destruyó por completo juntamente con sus ciudades. Por eso fue llamado el nombre de aquel lugar Horma. Partieron del monte Hor con dirección al mar Rojo, para rodear la tierra de Edom. Pero el pueblo se impacientó por causa del camino, y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés, diciendo: —¿Por qué nos has hecho subir de Egipto para morir en el desierto? Porque no hay pan, ni hay agua, y nuestra alma está hastiada de esta comida miserable. Entonces Jehovah envió entre el pueblo serpientes ardientes, las cuales mordían al pueblo, y murió mucha gente de Israel. Y el pueblo fue a Moisés diciendo: —Hemos pecado al haber hablado contra Jehovah y contra ti. Ruega a Jehovah que quite de nosotros las serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Entonces Jehovah dijo a Moisés: —Hazte una serpiente ardiente y ponla sobre un asta. Y sucederá que cualquiera que sea mordido y la mire, vivirá. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y sucedía que cuando alguna serpiente mordía a alguno, si éste miraba a la serpiente de bronce, vivía. Los hijos de Israel partieron y acamparon en Obot. Partieron de Obot y acamparon en Iye-abarim, en el desierto que está frente a Moab, al oriente. Partieron de allí y acamparon en el valle del Zered. Partieron de allí y acamparon al otro lado del Arnón, en el desierto. El Arnón nace en el territorio de los amorreos, pues marca la frontera de Moab, entre los moabitas y los amorreos. Por eso se dice en el libro de las batallas de Jehovah: "A Zahab junto a Sufá, a los arroyos del Arnón, y a la vertiente de los arroyos que se desvía al sitio de Ar y se apoya en la frontera de Moab." De allí fueron a Beer. Este es el pozo del cual Jehovah dijo a Moisés: "Reúne al pueblo, y yo les daré agua." Entonces Israel cantó este cántico: "¡Brota, oh pozo! ¡Cantadle! Pozo que cavaron los jefes y excavaron los nobles del pueblo con el cetro y con sus báculos." Del desierto fueron a Mataná, de Mataná a Najaliel y de Najaliel a Bamot. Y de Bamot, en el valle que está en los campos de Moab, fueron a la cumbre del Pisga, que mira hacia Jesimón. Israel envió mensajeros a Sejón, rey de los amorreos, diciendo: "Déjame pasar por tu tierra. No nos desviaremos por los campos ni por las viñas. Tampoco beberemos agua de los pozos. Iremos por el camino del Rey hasta que hayamos pasado por tu territorio." Pero Sejón no dejó pasar a Israel por su territorio. Más bien, reunió a todo su pueblo, salió al desierto contra Israel, fue a Jahaz y combatió contra Israel. Pero Israel los hirió a filo de espada y tomó posesión de su tierra desde el Arnón hasta el Jaboc, hasta la frontera de los hijos de Amón, porque Jazer era la frontera de los hijos de Amón. Israel tomó todas estas ciudades, y habitó en todas las ciudades de los amorreos, en Hesbón y en todas sus aldeas. Porque Hesbón era la sede de Sejón, rey de los amorreos, quien había estado en guerra con el anterior rey de Moab y había tomado de su poder toda su tierra hasta el Arnón. Por eso dicen los poetas: Venid a Hesbón, y sea reedificada. Sea reafirmada la ciudad de Sejón. Porque fuego salió de Hesbón, y llama de la ciudad de Sejón; consumió a Ar-moab y las alturas más prominentes del Arnón. ¡Ay de ti, oh Moab! Has perecido, pueblo de Quemós. A sus hijos dejó ir fugitivos y a sus hijas cautivas de Sejón, rey de los amorreos. Su descendencia ha perecido desde Hesbón hasta Dibón. Los asolamos hasta Nófaj, que se extiende hasta Medeba. Así Israel habitó en la tierra de los amorreos. Moisés envió gente para espiar a Jazer, y tomaron sus aldeas echando a los amorreos que estaban allí. Después se volvieron y subieron rumbo a Basán. Entonces Og, rey de Basán, salió al encuentro de ellos con todo su pueblo, para combatir en Edrei. Y Jehovah dijo a Moisés: "No le tengas miedo, porque en tu mano he entregado a él, a todo su pueblo y su tierra. Tú harás con él como hiciste con Sejón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón." Así los mataron a él, a sus hijos y a toda su gente, hasta no dejarle ningún sobreviviente. Y tomaron posesión de su tierra. Partieron los hijos de Israel y acamparon en las llanuras de Moab, al otro lado del Jordán, frente a Jericó. Balac hijo de Zipor había visto todo lo que Israel había hecho a los amorreos. Moab tuvo mucho temor del pueblo, porque era numeroso, y se aterrorizó Moab ante los hijos de Israel. Y dijo Moab a los ancianos de Madián: —¡Ahora esta multitud lamerá todos nuestros contornos, como el buey lame la hierba del campo! Balac hijo de Zipor era en aquel tiempo rey de Moab. Y envió mensajeros a Balaam hijo de Beor, en Petor, junto al Río, en la tierra de los hijos de su pueblo para llamarlo diciendo: "He aquí un pueblo ha salido de Egipto y cubre la faz de la tierra, y ya está frente a mí. Ahora, por favor, ven y maldíceme a este pueblo, porque es más fuerte que yo. Quizás yo pueda derrotarlo y echarlo de la tierra. Porque yo sé que aquel a quien tú bendices es bendito, y aquel a quien maldices es maldito." Los ancianos de Moab y los ancianos de Madián fueron llevando con ellos los honorarios del adivino. Llegaron a donde estaba Balaam y le comunicaron las palabras de Balac. Y él les dijo: —Pasad aquí la noche, y yo os daré respuesta según lo que me hable Jehovah. Así que los principales de Moab se quedaron con Balaam. Entonces Dios vino a Balaam y le preguntó: —¿Quiénes son estos hombres que están contigo? Balaam respondió a Dios: —Balac hijo de Zipor, rey de Moab, me ha mandado a decir: "He aquí que un pueblo ha salido de Egipto y cubre la faz de la tierra. Ahora, ven y maldícemelo; quizás así pueda yo combatir contra él y echarlo." Entonces Dios dijo a Balaam: —No vayas con ellos ni maldigas al pueblo, porque es bendito. Balaam se levantó de mañana y dijo a los principales de Balac: —Regresad a vuestra tierra, porque Jehovah ha rehusado dejar que yo vaya con vosotros. Los principales de Moab partieron, y cuando llegaron a donde estaba Balac, le dijeron: —Balaam rehusó venir con nosotros. Balac volvió a enviar otros principales, más numerosos y más distinguidos que los anteriores. Llegaron a Balaam y le dijeron: —Así ha dicho Balac hijo de Zipor: "Por favor, no dejes de venir a mí, porque ciertamente te honraré mucho y haré todo lo que tú me digas. Por favor, ven y maldíceme a este pueblo." Pero Balaam respondió y dijo a los servidores de Balac: —Aunque Balac me diera su casa llena de plata y de oro, yo no podría transgredir el mandato de Jehovah mi Dios para hacer cosa alguna, pequeña ni grande. Ahora, por favor, permaneced también vosotros aquí esta noche, y sabré qué más me dice Jehovah. Entonces Dios vino a Balaam de noche y le dijo: —Si los hombres han venido a llamarte, levántate y vé con ellos. Pero sólo harás lo que yo te diga. Entonces Balaam se levantó muy de mañana, aparejó su asna y se fue con los principales de Moab. Pero el furor de Dios se encendió cuando él iba, y el ángel de Jehovah se presentó en el camino como un adversario suyo. Balaam iba montado sobre su asna, acompañado de dos de sus criados. Y el asna vio al ángel de Jehovah, quien estaba de pie en el camino con su espada desenvainada en la mano. El asna se apartó del camino y se fue por un campo. Y Balaam azotó al asna para hacerla volver al camino. Entonces el ángel de Jehovah se puso de pie en un sendero entre las viñas, el cual tenía una cerca a un lado y otra cerca al otro lado. El asna vio al ángel de Jehovah y se pegó contra la cerca, presionando la pierna de Balaam contra la cerca. Y éste volvió a azotarla. El ángel de Jehovah pasó más adelante, y se puso de pie en un lugar angosto, donde no había espacio para apartarse a la derecha ni a la izquierda. El asna, al ver al ángel de Jehovah, se recostó debajo de Balaam. Y éste se enojó y azotó al asna con un palo. Entonces Jehovah abrió la boca del asna, y ésta dijo a Balaam: —¿Qué te he hecho para que me hayas azotado estas tres veces? Balaam respondió al asna: —¡Porque te burlas de mí! ¡Ojalá tuviera una espada en mi mano! ¡Ahora mismo te mataría! El asna dijo a Balaam: —¿Acaso no soy yo tu asna? Sobre mí has montado desde que me tienes hasta el día de hoy. ¿Acaso acostumbro hacer esto contigo? Y él respondió: —No. Entonces Jehovah abrió los ojos a Balaam, y él vio al ángel de Jehovah de pie en el camino, con su espada desenvainada en su mano. Balaam se inclinó y se postró sobre su rostro, y el ángel de Jehovah le dijo: —¿Por qué has azotado a tu asna estas tres veces? He aquí, yo he salido como adversario, porque tu camino es perverso delante de mí. El asna me ha visto y se ha apartado de mi presencia estas tres veces. Si no se hubiera apartado de mí, yo te habría matado a ti, y a ella habría dejado viva. Entonces Balaam dijo al ángel de Jehovah: —He pecado. Es que yo no sabía que te habías puesto en el camino, contra mí. Pero ahora, si esto te parece mal, yo me volveré. Y el ángel de Jehovah dijo a Balaam: —Vé con esos hombres, pero hablarás sólo la palabra que yo te diga. Así Balaam fue con los principales de Balac. Y al oír Balac que venía Balaam, salió a su encuentro en una ciudad de Moab que está junto a la frontera del Arnón, en el extremo del territorio. Entonces Balac dijo a Balaam: —¿Acaso no envié yo a llamarte con urgencia? ¿Por qué no viniste a mí? ¿Acaso no puedo yo honrarte? Balaam respondió a Balac: —He aquí yo he venido a ti; pero ahora, ¿podré hablar cosa alguna? ¡La palabra que Dios ponga en mi boca, ésa hablaré! Entonces Balaam fue con Balac, y llegaron a Quiriat-juzot. Luego Balac hizo matar toros y ovejas, y envió porciones a Balaam y a los principales que estaban con él. Sucedió a la mañana siguiente que Balac tomó a Balaam y lo hizo subir a Bamot-baal. Desde allí Balaam vio un extremo del campamento. Entonces Balaam dijo a Balac: —Edifícame aquí siete altares, y prepárame siete toros y siete carneros. Balac hizo como le dijo Balaam, y ofrecieron Balac y Balaam un toro y un carnero en cada altar. Luego dijo Balaam a Balac: —Quédate de pie junto a tu holocausto, y yo me iré; quizás suceda que Jehovah me venga al encuentro. Cualquier cosa que me muestre, te la avisaré. Y él se fue a un cerro. Luego Dios vino al encuentro de Balaam, y éste le dijo: —Siete altares he preparado, y en cada altar he ofrecido un toro y un carnero como holocausto. Entonces Jehovah puso palabra en la boca de Balaam y le dijo: —Vuelve a donde está Balac, y háblale así… Después volvió a Balac. Y he aquí que éste estaba de pie junto a su holocausto, él y todos los principales de Moab. Entonces Balaam pronunció su profecía y dijo: "Desde Siria me trajo Balac, rey de Moab, desde las montañas del oriente. ‘Ven’, dijo; ‘maldíceme a Jacob. Ven; condena a Israel.’ "¿Cómo he de maldecir a quien Dios no maldice? ¿Y cómo he de condenar al que Jehovah no condena? Porque desde la cumbre de las peñas lo veo; desde las colinas lo diviso. He aquí un pueblo que ha de habitar solitario y que no ha de ser contado entre las naciones. ¿Quién contará el polvo de Jacob? ¿Quién calculará la polvareda de Israel? ¡Muera yo la muerte de los justos, y sea mi final como el suyo!" Entonces Balac dijo a Balaam: —¿Qué me has hecho? ¡Te he tomado para que maldigas a mis enemigos, y he aquí tú los has colmado de bendiciones! El respondió diciendo: —¿Acaso no he de tener cuidado de hablar lo que Jehovah ponga en mi boca? Entonces Balac le dijo: —Por favor, ven conmigo a otro lugar desde el cual lo puedas ver. Sólo verás un extremo de él; no lo verás todo. Maldícemelo desde allí. Entonces lo llevó al campo de Zofim, en la cumbre del Pisga, y allí edificó siete altares y ofreció en holocausto un toro y un carnero en cada altar. Y Balaam dijo a Balac: —Ponte aquí junto a tu holocausto, y yo iré a encontrarme con él allá. Entonces Jehovah vino al encuentro de Balaam y puso palabra en su boca, diciéndole: —Vuelve a donde está Balac, y háblale así… Después volvió a Balac, y he aquí que éste estaba de pie junto a su holocausto, y con él los principales de Moab. Y Balac le preguntó: —¿Qué ha dicho Jehovah? Entonces él pronunció su profecía y dijo: "Balac, levántate y escucha; préstame atención, oh hijo de Zipor. Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no lo hará? Habló, ¿y no lo cumplirá? He aquí, yo he recibido la orden de bendecir. El ha bendecido, y no lo puedo revocar. "El no ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto maldad en Israel. Jehovah su Dios está con él; en medio de él hay júbilo de rey. Dios, que lo ha sacado de Egipto, es para él como los cuernos de un toro salvaje. No hay encantamiento contra Jacob, ni adivinación contra Israel. Ahora se dirá de Jacob y de Israel: ‘¡Lo que Dios ha hecho!’ ¡He aquí un pueblo que se levanta como leona, que se yergue como león! No se echará hasta que coma la presa y beba la sangre de los que ha matado." Entonces Balac dijo a Balaam: —Ya que no lo maldices, ¡por lo menos no lo bendigas! Luego Balaam respondió y dijo a Balac: —¿No te he dicho que todo lo que Jehovah diga, eso he de hacer? Y Balac dijo a Balaam: —Por favor, ven; te llevaré a otro lugar. Quizás parezca bien a Dios que me los maldigas desde allí. Balac llevó a Balaam a la cumbre de Peor que mira hacia Jesimón. Entonces Balaam dijo a Balac: —Edifícame aquí siete altares, y prepárame aquí siete toros y siete carneros. Balac hizo como le dijo Balaam, y ofreció un toro y un carnero en cada altar. Cuando Balaam vio que a Jehovah le parecía bien que bendijese a Israel, no fue como las otras veces en busca de encantamientos, sino que afirmó su rostro hacia el desierto. Balaam alzó sus ojos y vio a Israel acampado según sus tribus, y el Espíritu de Dios vino sobre él. Entonces pronunció su profecía y dijo: "Dice Balaam hijo de Beor, dice el hombre cuyo ojo es perfecto; dice el que escucha los dichos de Dios, el que ve visión del Todopoderoso, caído, pero con los ojos abiertos: "¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob; tus moradas, oh Israel! Se extienden como vegas, como huertos junto al río, como áloes plantados por Jehovah, como cedros junto a las aguas. El agua correrá de sus baldes; su simiente tendrá agua en abundancia. Su rey será más grande que Agag; su reino será enaltecido. "Dios que lo ha sacado de Egipto es para él como los cuernos de un toro salvaje. Devorará a las naciones enemigas; desmenuzará sus huesos y las destrozará con sus flechas. Se agacha y se echa cual león; y como leona, ¿quién lo despertará? ¡Benditos sean los que te bendigan, y malditos los que te maldigan!" Entonces se encendió el furor de Balac contra Balaam, y dando palmadas Balac dijo a Balaam: —¡Yo te he llamado para que maldigas a mis enemigos, y he aquí tú los has colmado de bendiciones estas tres veces! ¡Ahora lárgate a tu lugar! Yo dije que te llenaría de honores, pero he aquí Jehovah te ha privado de honores. Y Balaam respondió a Balac: —¿Acaso no hablé yo a tus mensajeros que me enviaste, diciendo: "Aunque Balac me diera su casa llena de plata y de oro, yo no podría transgredir el mandato de Jehovah, para hacer cosa alguna, buena ni mala, por mi propia voluntad, y que sólo lo que Jehovah dijera, eso diría yo"? Ahora, he aquí me voy a mi pueblo. Por tanto, ven, te advertiré lo que este pueblo ha de hacer a tu pueblo en los últimos días. Entonces pronunció su profecía y dijo: "Dice Balaam hijo de Beor, dice el hombre cuyo ojo es perfecto; dice el que escucha los dichos de Dios, el que tiene el conocimiento del Altísimo; el que ve visión del Todopoderoso, caído, pero con los ojos abiertos: "Yo lo veré, pero no ahora; lo contemplaré, pero no de cerca: Una estrella saldrá de Jacob, se levantará un cetro de Israel. Aplastará las sienes de Moab y los cráneos de todos los hijos de Set. También Edom será conquistada; Seír será conquistada por sus enemigos. Pero Israel hará proezas; uno de Jacob dominará y destruirá a los sobrevivientes de la ciudad." Al ver a Amalec, pronunció su profecía y dijo: "Amalec fue la primera de las naciones, pero su final será destrucción." Al ver a los queneos, pronunció su profecía y dijo: "Firme es tu habitación, y pones en la peña tu nido. Pero los queneos serán destruidos. ¿Para cuándo Asiria te tomará cautivo?" Luego pronunció su profecía y dijo: "¡Ay! ¿Quién vivirá cuando Dios haga esto? Saldrán naves de la costa de Quitim, que humillarán a Asiria, y humillarán a Heber; pero también él vendrá a destrucción." Entonces Balaam se levantó y se fue de regreso a su tierra. También Balac se fue por su camino. Israel acampó en Sitim, y el pueblo empezó a prostituirse con las mujeres de Moab, las cuales invitaron al pueblo a los sacrificios de sus dioses, y éste comió y se postró ante sus dioses. Israel se adhirió al Baal de Peor, y el furor de Jehovah se encendió contra Israel. Jehovah dijo a Moisés: "Toma a todos los jefes del pueblo y ahórcalos a la luz del sol, delante de Jehovah. Así se apartará de Israel el furor de la ira de Jehovah." Entonces Moisés dijo a los jueces de Israel: "Cada uno mate a los hombres suyos que se han adherido al Baal de Peor." He aquí que un hombre de los hijos de Israel vino trayendo una mujer madianita ante sus hermanos, a la vista de Moisés y de toda la congregación de los hijos de Israel, mientras ellos lloraban a la entrada del tabernáculo de reunión. Al verlo Fineas hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, se levantó de en medio de la congregación, tomó una lanza en su mano y fue tras el israelita a la tienda. Y atravesó a ambos con su lanza, al israelita y a la mujer, por su vientre. Así cesó la mortandad entre los hijos de Israel. Los que murieron en la mortandad fueron 24.000. Entonces Jehovah habló a Moisés diciendo: "Fineas hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, ha hecho que mi furor se aparte de los hijos de Israel, manifestando entre ellos mi celo. Por eso yo no he consumido en mi celo a los hijos de Israel. Por tanto digo: ‘Yo le concedo mi pacto de paz. El y su descendencia después de él tendrán un pacto de sacerdocio perpetuo, porque tuvo celo por su Dios e hizo expiación por los hijos de Israel.’" El nombre del israelita que fue muerto con la madianita era Zimri hijo de Salú, dirigente de una casa paterna de Simeón. El nombre de la mujer madianita muerta era Cozbi hija de Zur, el cual era jefe de la gente de una casa paterna de Madián. Entonces Jehovah habló a Moisés diciendo: "Hostilizaréis a los madianitas y los mataréis, porque con sus ardides os hostilizaron y os engañaron en el asunto de Peor y en el de Cozbi, hermana de ellos, hija de un príncipe de Madián, la cual fue muerta el día de la mortandad a causa del asunto de Peor." Aconteció después de la mortandad que Jehovah habló a Moisés y a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, diciendo: "Haced un censo de toda la congregación de los hijos de Israel, de 20 años para arriba, según sus casas paternas, de todos los que en Israel puedan ir a la guerra." Moisés y el sacerdote Eleazar les hablaron en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó, diciendo: "Contad al pueblo de 20 años para arriba, como Jehovah ha mandado a Moisés." Los hijos de Israel que habían salido de la tierra de Egipto fueron: Rubén, primogénito de Israel. Los hijos de Rubén fueron: de Enoc, el clan de los enoquitas; de Falú, el clan de los faluitas; de Hesrón, el clan de los hesronitas; de Carmi, el clan de los carmitas. Estos son los clanes de los rubenitas. Los contados de ellos fueron 43.730. Hijo de Falú fue Eliab, y los hijos de Eliab fueron: Nemuel, Datán y Abiram. Estos, Datán y Abiram, eran los nombrados de la congregación que contendieron contra Moisés y Aarón, con el grupo de Coré, cuando contendieron contra Jehovah; y la tierra abrió su boca y se los tragó a ellos y a Coré. Y los de aquel grupo murieron cuando el fuego consumió a 250 hombres, los cuales sirvieron de escarmiento, aunque los hijos de Coré no murieron. Los hijos de Simeón según sus clanes fueron: de Nemuel, el clan de los nemuelitas; de Jamín, el clan de los jaminitas; de Jaquín, el clan de los jaquinitas; de Zéraj, el clan de los zerajitas; de Saúl, el clan de los saulitas. Estos son los clanes de los simeonitas: 22.200. Los hijos de Gad según sus clanes fueron: de Zefón, el clan de los zefonitas; de Hagui, el clan de los haguitas; de Suni, el clan de los sunitas; de Ozni, el clan de los oznitas; de Eri, el clan de los eritas; de Arod, el clan de los aroditas; de Areli, el clan de los arelitas. Estos son los clanes de los hijos de Gad, según los que fueron contados de ellos: 40.500. Los hijos de Judá fueron Er y Onán. Pero Er y Onán murieron en la tierra de Canaán. Los hijos de Judá según sus clanes fueron: de Sela, el clan de los selanitas; de Fares, el clan de los faresitas; de Zéraj, el clan de los zerajitas. Los hijos de Fares fueron: de Hesrón, el clan de los hesronitas; de Hamul, el clan de los hamulitas. Estos son los clanes de Judá, según los que fueron contados de ellos: 76.500. Los hijos de Isacar según sus clanes fueron: de Tola, el clan de los tolaítas; de Fúa, el clan de los fuaítas; de Jasub, el clan de los jasubitas; de Simrón, el clan de los simronitas. Estos son los clanes de Isacar, según los que fueron contados de ellos: 64.300. Los hijos de Zabulón según sus clanes fueron: de Sered, el clan de los sereditas; de Elón, el clan de los elonitas; de Yajleel, el clan de los yajlelitas. Estos son los clanes de los zabulonitas, según los que fueron contados de ellos: 60.500. Los hijos de José según los clanes de Manasés y de Efraín: Los hijos de Manasés fueron: de Maquir, el clan de los maquiritas. Maquir engendró a Galaad, y de Galaad es el clan de los galaditas. Estos fueron los hijos de Galaad: de Jezer, el clan de los jezeritas; de Helec, el clan de los helequitas; de Azriel, el clan de los azrielitas; de Siquem, el clan de los siquemitas; de Semida, el clan de los semidaítas; de Hefer, el clan de los heferitas. Zelofejad hijo de Hefer no tuvo hijos sino sólo hijas. Los nombres de las hijas de Zelofejad fueron Majla, Noa, Hogla, Milca y Tirsa. Estos son los clanes de Manasés, y los contados de ellos fueron 52.700. Y éstos fueron los hijos de Efraín según sus clanes: de Sutélaj, el clan de los sutelajitas; de Bequer, el clan de los bequeritas; de Taján, el clan de los tajanitas. Estos fueron los hijos de Sutélaj: de Herán, el clan de los heranitas. Estos son los clanes de los hijos de Efraín, según los que fueron contados de ellos: 32.500. Estos son los hijos de José según sus clanes. Los hijos de Benjamín según sus clanes fueron: de Bela, el clan de los belaítas; de Asbel, el clan de los asbelitas; de Ajiram, el clan de los ajiramitas; de Sufam, el clan de los sufamitas; de Hufam, el clan de los hufamitas. Los hijos de Bela fueron Ard y Naamán. De Ard fue el clan de los arditas; y de Naamán, el clan de los namanitas. Estos son los hijos de Benjamín según sus clanes, y los contados de ellos eran 45.600. Estos fueron los hijos de Dan según sus clanes: de Sujam, el clan de los sujamitas. Estos fueron los clanes de Dan según sus clanes: Todos los clanes de los sujamitas, según los que fueron contados de ellos: 64.400. Los hijos de Aser según sus clanes fueron: de Imna, el clan de los imnaítas; de Isvi, el clan de los isvitas; de Bería, el clan de los beriaítas. Los hijos de Bería fueron: de Heber, el clan de los heberitas; de Malquiel, el clan de los malquielitas. El nombre de la hija de Aser fue Séraj. Estos son los clanes de los hijos de Aser, según los que fueron contados de ellos: 53.400. Los hijos de Neftalí según sus clanes fueron: de Yajzeel, el clan de los yajzelitas; de Guni, el clan de los gunitas; de Jeser, el clan de los jeseritas; de Silem, el clan de los silemitas. Estos son los clanes de Neftalí según sus clanes, y los contados de ellos eran 45.400. Estos fueron los contados de los hijos de Israel: 601.730. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Entre éstos será repartida la tierra como heredad, según la lista de los nombres. Al más numeroso darás más heredad y al menos numeroso darás menos heredad. A todos se les dará su herencia, a cada uno según el número de los contados. Pero la tierra será repartida por sorteo, y recibirán heredad según los nombres de las tribus de sus padres. Conforme al sorteo será repartida su heredad entre el más numeroso y el menos numeroso." Estos fueron los contados de los levitas, según sus clanes: de Gersón, el clan de los gersonitas; de Cohat, el clan de los cohatitas; de Merari, el clan de los meraritas. Estos son los clanes de Leví: el clan de los libnitas, el clan de los hebronitas, el clan de los majlitas, el clan de los musitas y el clan de los coreítas. Cohat engendró a Amram; y el nombre de la mujer de Amram fue Jocabed hija de Leví, la cual le nació a Leví en Egipto. Esta dio a luz de Amram a Aarón, a Moisés y a su hermana María. A Aarón le nacieron Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar. Pero Nadab y Abihú murieron cuando ofrecieron fuego extraño delante de Jehovah. Los contados de los levitas fueron 23.000, todos los varones de un mes para arriba. Ellos no fueron contados entre los demás hijos de Israel, porque no les fue dada heredad entre los hijos de Israel. Estos fueron los contados por Moisés y el sacerdote Eleazar, quienes contaron a los hijos de Israel en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó. Entre éstos no se hallaba ni uno de los contados por Moisés y por el sacerdote Aarón, quienes contaron a los hijos de Israel en el desierto de Sinaí; porque Jehovah les había dicho: "Ciertamente morirán en el desierto." No quedó, pues, ninguno de ellos, excepto Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun. Entonces se acercaron las hijas de Zelofejad hijo de Hefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, de los clanes de Manasés hijo de José. Los nombres de ellas eran Majla, Noa, Hogla, Milca y Tirsa. Ellas se pusieron de pie a la entrada del tabernáculo de reunión ante Moisés, el sacerdote Eleazar y los dirigentes de toda la congregación, y dijeron: —Nuestro padre murió en el desierto, aunque él no participó con los del grupo de Coré que se juntaron contra Jehovah, sino que murió por su propio pecado; y no tuvo hijos. ¿Por qué ha de ser quitado el nombre de nuestro padre de su clan, por no haber tenido un hijo varón? Danos heredad entre los hermanos de nuestro padre. Moisés llevó la causa de ellas a la presencia de Jehovah, y Jehovah respondió a Moisés diciendo: —Bien dicen las hijas de Zelofejad. Ciertamente les darás la propiedad de una heredad entre los hermanos de su padre, y pasarás a ellas la heredad de su padre. Y a los hijos de Israel hablarás diciendo: "Si alguno muere y no tiene hijo varón, pasaréis su heredad a su hija. Si no tiene hija, daréis su heredad a sus hermanos. Si no tiene hermanos, daréis su heredad a los hermanos de su padre. Si su padre no tiene hermanos, daréis su heredad al pariente más cercano de su familia, y éste la tendrá en posesión. Esto será un estatuto de derecho para los hijos de Israel, como Jehovah lo ha mandado a Moisés." Jehovah dijo a Moisés: —Sube a este monte de Abarim y mira la tierra que he dado a los hijos de Israel. Después que la hayas mirado, tú también serás reunido con tu pueblo, como fue reunido tu hermano Aarón. Porque fuisteis rebeldes a mi mandato en el desierto de Zin, en la rebelión de la congregación, en vez de tratarme como santo ante sus ojos en las aguas, es decir, en las aguas de Meriba, en Cades, en el desierto de Zin. Entonces Moisés respondió a Jehovah diciendo: —Que Jehovah, Dios de los espíritus de toda carne, ponga al frente de la congregación un hombre que salga y entre delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la congregación de Jehovah no sea como ovejas que no tienen pastor. Luego Jehovah dijo a Moisés: —Toma a Josué hijo de Nun, hombre en el cual hay espíritu, y pon tu mano sobre él. Harás que se ponga de pie delante del sacerdote Eleazar y delante de toda la congregación, y le comisionarás en presencia de ellos. Pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca. El estará de pie delante del sacerdote Eleazar, quien consultará por él delante de Jehovah mediante el juicio del Urim. A sus órdenes saldrán, y a sus órdenes entrarán él y todos los hijos de Israel con él, toda la congregación. Moisés hizo como Jehovah le había mandado. Tomó a Josué, y lo puso delante del sacerdote Eleazar y delante de toda la congregación. Puso sus manos sobre él y le comisionó, como Jehovah había hablado por medio de Moisés. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Manda a los hijos de Israel y diles: ‘Cumpliréis con mis sacrificios, mi pan, mis ofrendas quemadas de grato olor, ofreciéndomelos a su debido tiempo.’ Les dirás: ‘Esta es la ofrenda quemada que ofreceréis a Jehovah: cada día, dos corderos de un año, sin defecto, como holocausto continuo. Ofreceréis uno de los corderos al amanecer y el otro cordero lo ofreceréis al atardecer. La ofrenda vegetal será de la décima parte de un efa de harina fina amasada con la cuarta parte de un hin de aceite puro de olivas.’ "Este es el holocausto continuo que fue ofrecido en el monte Sinaí como grato olor, ofrenda quemada a Jehovah. Su libación será la cuarta parte de un hin por cada cordero. Derramarás para Jehovah en el santuario una libación de licor. "Ofrecerás el otro cordero al atardecer. Presentarás una ofrenda vegetal como la de la mañana, y del mismo modo su libación. Es una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah. "El día del sábado ofrecerás dos corderos de un año, sin defecto, y una ofrenda vegetal de dos décimas de un efa de harina fina amasada con aceite, con su libación. Este es el holocausto de cada sábado, además del holocausto continuo y de su libación. "Al principio de cada mes ofrecerás como holocausto a Jehovah dos novillos, un carnero y siete corderos de un año, sin defecto. Por cada novillo la ofrenda vegetal será de tres décimas de un efa de harina fina amasada con aceite; por el carnero, dos décimas de harina fina amasada con aceite. Y por cada cordero, una décima de harina fina amasada con aceite. Este es el holocausto de grato olor, una ofrenda quemada a Jehovah. Sus libaciones serán de medio hin de vino por cada novillo, la tercera parte de un hin por el carnero y la cuarta parte de un hin por cada cordero. Este es el holocausto de cada mes, todos los meses del año. "También se ofrecerá a Jehovah un macho cabrío como sacrificio por el pecado, además del holocausto continuo y de su libación. "El día 14 del mes primero será la Pascua de Jehovah. El día 15 de este mes será fiesta; durante siete días comerán panes sin levadura. El primer día habrá asamblea sagrada; no haréis ningún trabajo laboral. "Como ofrenda quemada en holocausto a Jehovah, ofreceréis dos novillos, un carnero y siete corderos de un año; sin defecto los tomaréis. Su ofrenda vegetal será de tres décimas de un efa de harina fina amasada con aceite por cada novillo, dos décimas por el carnero. También ofreceréis una décima por cada uno de los siete corderos, y un macho cabrío, como sacrificio por el pecado para hacer expiación por vosotros. "Esto ofreceréis, además del holocausto de la mañana, que es el holocausto continuo. De esta manera ofreceréis diariamente durante los siete días este alimento, una ofrenda quemada de grato olor a Jehovah; se ofrecerá aparte del holocausto continuo y de su libación. "El séptimo día también tendréis asamblea sagrada; no haréis ningún trabajo laboral. "El día de las primicias, cuando presentéis una ofrenda de grano nuevo a Jehovah en la fiesta de Pentecostés, tendréis asamblea sagrada. No haréis ningún trabajo laboral. "Como holocausto de grato olor a Jehovah ofreceréis dos novillos, un carnero y siete corderos de un año. Su ofrenda vegetal será de tres décimas de un efa de harina fina amasada con aceite por cada novillo, dos décimas por el carnero, y una décima por cada uno de los siete corderos; y un macho cabrío para hacer expiación por vosotros. "Esto ofreceréis, además del holocausto continuo y de su ofrenda vegetal, con sus libaciones; sin defecto los tomaréis. "El primer día del mes séptimo tendréis una asamblea sagrada; no haréis ningún trabajo laboral. Este será para vosotros día de tocar las trompetas con estrépito. "Como holocausto de grato olor a Jehovah ofreceréis un novillo, un carnero y siete corderos de un año, sin defecto. Su ofrenda vegetal será de tres décimas de un efa de harina fina amasada con aceite por el novillo, dos décimas por el carnero, y una décima por cada uno de los siete corderos; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, para hacer expiación por vosotros, además del holocausto del mes y de su ofrenda vegetal, y del holocausto continuo y de su ofrenda vegetal y sus libaciones, que conforme a lo establecido se ofrecen como grato olor, ofrenda quemada a Jehovah. "El 10 del mes séptimo tendréis una asamblea sagrada y os humillaréis a vosotros mismos. No haréis ningún trabajo. "Como holocausto de grato olor a Jehovah ofreceréis un novillo, un carnero y siete corderos de un año; sin defecto los tomaréis. Su ofrenda vegetal será de tres décimas de un efa de harina fina amasada con aceite, por cada novillo, dos décimas por cada carnero, y una décima por cada uno de los siete corderos; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, aparte del sacrificio por el pecado para la expiación y del holocausto continuo con su ofrenda vegetal y sus libaciones. "El día 15 del mes séptimo tendréis asamblea sagrada. No haréis ningún trabajo laboral y celebraréis fiesta a Jehovah durante siete días. "Ofreceréis en holocausto u ofrenda quemada de grato olor a Jehovah trece novillos del ganado, dos carneros y catorce corderos de un año; sin defecto los tomaréis. Su ofrenda vegetal será de tres décimas de un efa de harina fina amasada con aceite por cada uno de los trece novillos, dos décimas por cada uno de los dos carneros, y una décima por cada uno de los catorce carneros; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, además del holocausto continuo con su ofrenda vegetal y su libación. "El segundo día ofreceréis doce novillos, dos carneros y catorce corderos de un año, sin defecto. Su ofrenda vegetal y sus libaciones por los novillos, por los carneros y por los corderos serán según el número de ellos, conforme a lo establecido; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, además del holocausto continuo con su ofrenda vegetal y su libación. "El tercer día ofreceréis once novillos, dos carneros y catorce corderos de un año, sin defecto. Su ofrenda vegetal y sus libaciones por los novillos, por los carneros y por los corderos serán según el número de ellos, conforme a lo establecido; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, además del holocausto continuo con su ofrenda vegetal y su libación. "El cuarto día ofreceréis diez novillos, dos carneros y catorce corderos de un año, sin defecto. Su ofrenda vegetal y sus libaciones por los novillos, por los carneros y por los corderos serán según el número de ellos, conforme a lo establecido; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, además del holocausto continuo con su ofrenda vegetal y su libación. "El quinto día ofreceréis nueve novillos, dos carneros y catorce corderos de un año, sin defecto. Su ofrenda vegetal y sus libaciones por los novillos, por los carneros y por los corderos serán según el número de ellos, conforme a lo establecido; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, además del holocausto continuo con su ofrenda vegetal y su libación. "El sexto día ofreceréis ocho novillos, dos carneros y catorce corderos de un año, sin defecto. Su ofrenda vegetal y sus libaciones por los novillos, por los carneros y por los corderos serán según el número de ellos, conforme a lo establecido; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, además del holocausto continuo con su ofrenda vegetal y su libación. "El séptimo día ofreceréis siete novillos, dos carneros y catorce corderos de un año, sin defecto. Su ofrenda vegetal y sus libaciones por los novillos, por los carneros y por los corderos serán según el número de ellos, conforme a lo establecido; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, además del holocausto continuo con su ofrenda vegetal y su libación. "El octavo día tendréis asamblea festiva. No haréis ningún trabajo laboral. Ofreceréis en holocausto, como ofrenda quemada de grato olor a Jehovah, un novillo, un carnero y siete corderos de un año, sin defecto. Su ofrenda vegetal y sus libaciones por el novillo, por el carnero y por los corderos serán según el número de ellos, conforme a lo establecido; y un macho cabrío como sacrificio por el pecado, además del holocausto continuo con su ofrenda vegetal y su libación. "Esto ofreceréis a Jehovah en vuestras festividades establecidas, además de vuestras ofrendas votivas, de vuestras ofrendas voluntarias para vuestros holocaustos, para vuestras ofrendas vegetales, para vuestras libaciones y para vuestros sacrificios de paz." Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todo lo que Jehovah le había mandado. Moisés habló a los jefes de las tribus de los hijos de Israel diciendo: "Esto es lo que Jehovah ha mandado: "‘Cuando algún hombre haga a Jehovah un voto o un juramento asumiendo obligación, no violará su palabra; hará conforme a todo lo que ha salido de su boca. "‘Pero cuando una mujer joven que todavía permanece en la casa de su padre haga un voto a Jehovah y asuma obligación, si su padre se entera de su voto y de la obligación que ella asume, y calla al respecto, todos los votos de ella serán válidos; toda la obligación que ha asumido será firme. Pero si su padre se lo prohíbe el día en que se entera de todos sus votos y de sus obligaciones que ha asumido, no serán válidos. Y Jehovah la perdonará, porque su padre se lo prohibió. "‘Si ella está comprometida con un hombre y hace votos o pronuncia de labios algo asumiendo obligación, si su marido se entera y calla al respecto el día en que se entera de ello, los votos y las obligaciones que ella asumió serán válidos. Pero si el día en que se entera su marido se lo prohíbe, él anulará el voto que ella hizo y la expresión de sus labios con que asumió obligación. Y Jehovah la perdonará. "‘Todo voto hecho por una viuda o divorciada, por el cual asuma obligación, será válido para ella. "‘Si una mujer en casa de su marido hace un voto o asume una obligación bajo juramento, si su marido se entera, calla al respecto y no se lo prohíbe, todos sus votos serán válidos, y toda obligación que ella asuma será válida. Pero si su marido los anula el día en que se entera, todo lo que salió de sus labios con respecto a sus votos y a la obligación que ella asumió será nulo, porque su marido los anuló; y Jehovah la perdonará. Todo voto y todo juramento que contrae obligación para humillarse puede ser confirmado por su marido o anulado por su marido. Pero si su marido calla por completo al respecto, día tras día, entonces confirma todos los votos y todas las obligaciones que ella asumió. Los confirma al callar al respecto el día en que se entera de ellos. Si los anula algún tiempo después de haberse enterado, entonces él cargará con la culpa de ella.’" Estas son las leyes que Jehovah mandó a Moisés acerca de la relación entre un marido y su mujer, o un padre y su hija joven que permanece todavía en la casa de su padre. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Lleva a cabo por completo la venganza de los hijos de Israel contra los madianitas, y después serás reunido con tu pueblo." Entonces Moisés habló al pueblo diciendo: "Armaos algunos de vuestros hombres para la guerra e id contra Madián, para llevar a cabo la venganza de Jehovah contra Madián. Enviaréis a la guerra 1.000 hombres de cada tribu, de todas las tribus de Israel." De los millares de Israel fueron dados 1.000 por cada tribu, 12.000 en pie de guerra. Y Moisés los envió a la guerra, 1.000 de cada tribu, junto con Fineas, hijo del sacerdote Eleazar, quien fue a la guerra llevando consigo los utensilios del santuario y las trompetas para dar la señal. Hicieron la guerra contra Madián, como Jehovah había mandado a Moisés, y mataron a todos los varones. Entre los muertos mataron a los reyes de Madián: Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, cinco reyes de Madián. También mataron a espada a Balaam hijo de Beor. Después los hijos de Israel se llevaron cautivas a las mujeres de Madián y a sus hijos pequeños; saquearon todo su ganado, todos sus rebaños y todas sus riquezas. Luego prendieron fuego a todas sus ciudades donde habitaban y a todas sus fortificaciones. Tomaron todo el botín y todo lo capturado, tanto de hombres como de ganado. Y llevaron los cautivos, lo capturado y el botín ante Moisés, el sacerdote Eleazar y toda la congregación de los hijos de Israel en el campamento, en las llanuras de Moab que están junto al Jordán, frente a Jericó. Moisés, el sacerdote Eleazar y todos los dirigentes de la congregación salieron a recibirlos fuera del campamento. Y Moisés se enojó contra los oficiales del ejército, contra los jefes de millares y de centenas que volvían de la campaña militar, y les dijo: —¿Habéis dejado con vida a todas las mujeres? ¡He aquí ellas fueron las que vinieron a los hijos de Israel, por consejo de Balaam, para que ellos actuaran contra Jehovah en el asunto de Peor, por lo que hubo mortandad en la congregación de Jehovah! Ahora pues, matad a todos los niños varones y a toda mujer que haya tenido relaciones sexuales con varón. Pero dejad vivas para vosotros a todas las muchachas de entre las mujeres que no hayan tenido relaciones con varón. Moisés continuó: —Acampad vosotros fuera del campamento durante siete días. Cualquiera que haya matado a alguna persona y cualquiera que haya tocado algún cadáver, os purificaréis en el tercer día y en el séptimo día, vosotros y vuestros cautivos. Asimismo, purificaréis todo vestido, todo artículo de cuero, todo objeto de pelo de cabra y todo utensilio de madera. Entonces el sacerdote Eleazar dijo a los soldados que habían regresado de la guerra: —Este es el estatuto de la ley que Jehovah ha mandado a Moisés: Sólo el oro, la plata, el bronce, el hierro, el estaño y el plomo, todo lo que resiste el fuego, haréis pasar por fuego, y será limpio. Pero también habrá de ser purificado con el agua para la impureza. Todo lo que no resiste el fuego lo pasaréis por el agua. Además, lavaréis vuestras vestiduras en el séptimo día, y quedaréis puros. Después podréis entrar en el campamento. Jehovah habló a Moisés diciendo: "Saca la cuenta, tú con el sacerdote Eleazar y los jefes de las casas paternas de la congregación, de lo que se ha tomado cautivo, tanto de las personas como del ganado. Luego repartirás lo capturado por partes iguales entre los combatientes que fueron a la guerra y toda la congregación. "Toma tú para Jehovah el tributo de los hombres de guerra que fueron a la campaña, que será de uno por cada 500, tanto de las personas como del ganado vacuno, de los asnos y de las ovejas. Esto lo tomarás de la mitad que les corresponde, y se lo darás al sacerdote Eleazar como ofrenda alzada para Jehovah. De la mitad que corresponde a los hijos de Israel tomarás uno por cada 50, tanto de las personas como del ganado vacuno, de los asnos, de las ovejas y de todo animal, y se los darás a los levitas que tienen el cuidado del tabernáculo de Jehovah." Moisés y el sacerdote Eleazar hicieron como Jehovah había mandado a Moisés. El botín que quedaba de lo que tomó la gente del ejército era de 675.000 ovejas, de 72.000 cabezas de ganado vacuno y de 61.000 asnos. En cuanto a las personas, las mujeres que no habían tenido relaciones sexuales con varón fueron en total 32.000. La mitad correspondiente a los que habían salido a la guerra fue de 337.500 ovejas (de las cuales el tributo para Jehovah fue de 675), de 36.000 cabezas de ganado vacuno (de las cuales el tributo para Jehovah fue de 72), de 30.500 asnos (de los cuales el tributo para Jehovah fue de 61), y de 16.000 personas (de las cuales el tributo para Jehovah fue de 32). Moisés dio el tributo al sacerdote Eleazar, como ofrenda alzada a Jehovah, como lo había mandado Jehovah a Moisés. La mitad correspondiente a los hijos de Israel y que Moisés apartó de la de los hombres que habían ido a la guerra, es decir, la mitad para el resto de la congregación, fue de 337.500 ovejas, de 36.000 cabezas de ganado vacuno, de 30.500 asnos y de 16.000 personas. De la mitad que correspondía a los hijos de Israel, Moisés tomó uno de cada 50, tanto de las personas como de los animales, y se los dio a los levitas que tenían el cuidado del tabernáculo de Jehovah, como lo había mandado Jehovah a Moisés. Entonces se acercaron a Moisés los oficiales de los millares del ejército, los jefes de los millares y los jefes de las centenas, y dijeron a Moisés: —Tus siervos hemos pasado revista a los hombres de guerra que estuvieron bajo nuestro mando, y ninguno de nosotros falta. Por tanto, hemos traído una ofrenda a Jehovah, cada uno de lo que ha hallado: objetos de oro, cadenillas, brazaletes, anillos, aretes y collares, para hacer expiación por nosotros mismos delante de Jehovah. Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron de ellos el oro y todos los objetos elaborados. Todo el oro de la ofrenda alzada que ofrecieron a Jehovah los jefes de los millares y los jefes de las centenas fue de 16.750 siclos. Pues los hombres del ejército habían saqueado cada uno para sí. Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron el oro de los jefes de los millares y de los jefes de las centenas, y lo llevaron al tabernáculo de reunión, como memorial para los hijos de Israel delante de Jehovah. Los hijos de Rubén y los hijos de Gad tenían muchísimo ganado. Y al ver la tierra de Jazer y la tierra de Galaad, el lugar les pareció apropiado para el ganado. Entonces los hijos de Gad y los hijos de Rubén fueron y hablaron a Moisés, al sacerdote Eleazar y a los dirigentes de la congregación, diciendo: —Atarot, Dibón, Jazer, Nimra, Hesbón, Eleale, Sebam, Nebo y Beón, tierras que Jehovah conquistó delante de la congregación de Israel, son tierras apropiadas para el ganado; y tus siervos tienen ganado. Por eso—dijeron—, si hemos hallado gracia ante tus ojos, sea dada esta tierra a tus siervos como posesión; no nos hagas cruzar el Jordán. Pero Moisés respondió a los hijos de Gad y a los hijos de Rubén; —¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí? ¿Por qué desalentáis a los hijos de Israel, de modo que no crucen a la tierra que les ha dado Jehovah? Así hicieron vuestros padres cuando los envié desde Cades-barnea para que reconociesen la tierra. Fueron hasta el arroyo de Escol, y después que reconocieron la tierra desalentaron a los hijos de Israel para que no entrasen en la tierra que Jehovah les había dado. Entonces se encendió el furor de Jehovah, y juró diciendo: "Los hombres que vinieron de Egipto, desde los 20 años para arriba, no verán la tierra de la cual juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, porque no me siguieron con integridad; excepto Caleb hijo de Jefone el quenezeo y Josué hijo de Nun, quienes con integridad han seguido a Jehovah." El furor de Jehovah se encendió contra Israel, y los hizo andar errantes 40 años por el desierto, hasta que pasó toda aquella generación que había hecho lo malo ante los ojos de Jehovah. Y he aquí, vosotros habéis sucedido a vuestros padres, prole de hombres pecadores, para añadir más al ardor de la ira de Jehovah contra Israel. Porque si dejáis de ir en pos de él, él volverá otra vez a dejaros en el desierto; y destruiréis a todo este pueblo. Entonces ellos se acercaron a él y le dijeron: —Aquí edificaremos rediles para nuestras ovejas y ciudades para nuestros niños; pero nosotros nos armaremos, listos para ir al frente de los hijos de Israel, hasta que los introduzcamos en su lugar. Nuestros niños quedarán en las ciudades fortificadas, a causa de los habitantes del país. No volveremos a nuestras casas hasta que los hijos de Israel reciban cada uno su heredad. Porque no tomaremos heredad con ellos al otro lado del Jordán ni más allá, pues ya tendremos nuestra heredad en este lado del Jordán, al oriente. Entonces les respondió Moisés: —Si así lo hacéis, si os armáis para ir a la guerra delante de Jehovah, y si todos vuestros hombres cruzan armados el Jordán delante de Jehovah, hasta que él haya echado a sus enemigos de su presencia y la tierra sea sometida delante de Jehovah, luego volveréis y seréis libres de culpa ante Jehovah e Israel. Entonces esta tierra será vuestra en posesión delante de Jehovah. Pero si no lo hacéis así, he aquí que habréis pecado contra Jehovah, y sabed que vuestro pecado os alcanzará. Edificaos, pues, ciudades para vuestros niños y rediles para vuestros rebaños, pero haced lo que habéis prometido. Los hijos de Gad y los hijos de Rubén dijeron a Moisés: —Tus siervos harán como manda mi señor. Nuestros niños, nuestras mujeres, nuestros rebaños y todo nuestro ganado quedarán allí en las ciudades de Galaad; pero tus siervos, todos los que están armados para la guerra, cruzarán delante de Jehovah para la batalla, como dice mi señor. Entonces Moisés dio órdenes acerca de ellos al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun y a los jefes de las casas paternas de las tribus de los hijos de Israel. Moisés les dijo: —Si los hijos de Gad y los hijos de Rubén, todos armados para la guerra, cruzan con vosotros el Jordán delante de Jehovah, después que la tierra sea conquistada por vosotros, les daréis la tierra de Galaad como posesión. Pero si no cruzan armados con vosotros, entonces tendrán que tomar posesión entre vosotros en la tierra de Canaán. Los hijos de Gad y los hijos de Rubén respondieron diciendo: —Haremos lo que Jehovah ha dicho a tus siervos. Nosotros cruzaremos armados delante de Jehovah a la tierra de Canaán, pero la posesión de nuestra heredad estará en este lado del Jordán. Así Moisés dio a los hijos de Gad, a los hijos de Rubén y a la media tribu de Manasés hijo de José, el reino de Sejón, rey amorreo, y el reino de Og, rey de Basán: la tierra con sus ciudades dentro de sus fronteras y las ciudades del territorio circundante. Los hijos de Gad reedificaron Dibón, Atarot, Aroer, Atarot-sofán, Jazer, Jogboa, Bet-nimra y Bet-haram, ciudades fortificadas, y rediles de rebaños. Los hijos de Rubén reedificaron Hesbón, Eleale, Quiriataim, Nebo, Baal-maón (con los nombres cambiados), y Sibma. Ellos llamaron con otros nombres a las ciudades que reedificaron. Los hijos de Maquir hijo de Manasés fueron a Galaad y la tomaron, echando a los amorreos que estaban allí. Entonces Moisés dio Galaad a Maquir hijo de Manasés, el cual habitó en ella. También Jaír hijo de Manasés fue y tomó sus aldeas, y las llamó Havot-jaír. Asimismo, Nóbaj fue y tomó Quenat y sus aldeas, y la llamó Nóbaj, según su propio nombre. Estas son las etapas de los hijos de Israel que salieron de la tierra de Egipto, según sus ejércitos, bajo la dirección de Moisés y Aarón. Moisés anotó por escrito, por mandato de Jehovah, los puntos de partida de sus etapas. Estas son sus etapas, según sus puntos de partida: Se pusieron en marcha desde Ramesés el día 15 del mes primero, que era el segundo día de la Pascua. Los hijos de Israel salieron osadamente, a la vista de todos los egipcios, mientras los egipcios estaban enterrando a todos los primogénitos que Jehovah había muerto entre ellos. Jehovah también había ejecutado actos justicieros contra sus dioses. Entonces los hijos de Israel partieron de Ramesés y acamparon en Sucot. Partieron de Sucot y acamparon en Etam, que está en el extremo del desierto. Partieron de Etam y se volvieron hacia Pi-hajirot, que está delante de Baal-zefón, y acamparon frente a Migdol. Partieron de Pi-hajirot y pasaron por en medio del mar al desierto. Fueron tres días de camino por el desierto de Etam y acamparon en Mara. Partieron de Mara y llegaron a Elim, donde había doce manantiales de agua y setenta palmeras, y acamparon allí. Partieron de Elim y acamparon junto al mar Rojo. Partieron del mar Rojo y acamparon en el desierto de Sin. Partieron del desierto de Sin y acamparon en Dofca. Partieron de Dofca y acamparon en Alús. Partieron de Alús y acamparon en Refidim, donde el pueblo no tuvo agua para beber. Partieron de Refidim y acamparon en el desierto de Sinaí. Partieron del desierto de Sinaí y acamparon en Quibrot-hataavá. Partieron de Quibrot-hataavá y acamparon en Hazerot. Partieron de Hazerot y acamparon en Ritma. Partieron de Ritma y acamparon en Rimón-peres. Partieron de Rimón-peres y acamparon en Libna. Partieron de Libna y acamparon en Risa. Partieron de Risa y acamparon en Quehelata. Partieron de Quehelata y acamparon en el monte Sefer. Partieron del monte Sefer y acamparon en Harada. Partieron de Harada y acamparon en Maquelot. Partieron de Maquelot y acamparon en Tajat. Partieron de Tajat y acamparon en Taraj. Partieron de Taraj y acamparon en Mitca. Partieron de Mitca y acamparon en Hasmona. Partieron de Hasmona y acamparon en Moserot. Partieron de Moserot y acamparon en Benei-jaacán. Partieron de Benei-jaacán y acamparon en el monte Gidgad. Partieron del monte Gidgad y acamparon en Jotbata. Partieron de Jotbata y acamparon en Abrona. Partieron de Abrona y acamparon en Ezión-geber. Partieron de Ezión-geber y acamparon en el desierto de Zin, que es Cades. Partieron de Cades y acamparon en el monte Hor, en la frontera de la tierra de Edom. El sacerdote Aarón subió al monte Hor, conforme al mandato de Jehovah, y allí murió a los 40 años de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, el primero del mes quinto. Aarón tenía 123 años cuando murió en el monte Hor. Entonces el rey de Arad, cananeo, que habitaba en el Néguev en la tierra de Canaán, se enteró de que habían llegado los hijos de Israel. Partieron del monte Hor y acamparon en Zalmona. Partieron de Zalmona y acamparon en Punón. Partieron de Punón y acamparon en Obot. Partieron de Obot y acamparon en Iye-abarim, en la frontera de Moab. Partieron de Iyim y acamparon en Dibón-gad. Partieron de Dibón-gad y acamparon en Almón-diblataim. Partieron de Almón-diblataim y acamparon en los montes de Abarim, frente al Nebo. Partieron de los montes de Abarim y acamparon en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó. Y acamparon junto al Jordán, desde Bet-jesimot hasta Abel-sitim, en las llanuras de Moab. Entonces Jehovah habló a Moisés en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó, diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: ‘Cuando hayáis cruzado el Jordán a la tierra de Canaán, echaréis de vuestra presencia a todos los habitantes de la tierra, destruiréis todas sus esculturas, destruiréis todas sus imágenes de fundición y devastaréis todos sus lugares altos. Tomaréis posesión de la tierra y habitaréis en ella, porque a vosotros os he dado la tierra, para que la tengáis en posesión. "‘Recibiréis la tierra en heredad por sorteo según vuestros clanes. A los más numerosos daréis una heredad más grande, a los menos numerosos daréis una heredad más pequeña. Donde a uno le toque por sorteo, allí tendrá su posesión. Según las tribus de vuestros padres, la recibiréis en heredad. "‘Pero si no echáis de delante de vosotros a los habitantes de la tierra, sucederá que los que dejéis de ellos serán como aguijones en vuestros ojos y espinas en vuestros costados, y os hostilizarán en la tierra que vosotros habéis de habitar. Y sucederá que os haré a vosotros lo que pensé hacerles a ellos.’" Jehovah habló a Moisés diciendo: "Manda a los hijos de Israel y diles: ‘Cuando hayáis entrado en la tierra de Canaán, la tierra que os ha de tocar como heredad, la tierra de Canaán según sus fronteras, tendréis el lado sur desde el desierto de Zin que está junto a Edom. Vuestra frontera sur será desde el extremo del mar Salado hacia el este. De allí la frontera sur torcerá hacia la cuesta de Acrabim y pasará hasta Zin. Su extremo sur llegará hasta Cades-barnea. De allí seguirá a Hazar-adar y pasará hasta Asmón. La frontera torcerá de Asmón hasta el arroyo de Egipto y terminará en la costa del mar. "‘Vuestra frontera occidental será el mar Grande. Este será vuestro límite occidental. "‘Esta será vuestra frontera norte: Desde el mar Grande la trazaréis hasta el monte Hor. Desde el monte Hor la trazaréis hasta Lebo-hamat, y la frontera llegará a Zedad. La frontera seguirá hasta Zifrón y terminará en Hazar-enán. Este será vuestro límite por el norte. "‘Por el oriente trazaréis la frontera desde Hazar-enán hasta Sefam. Luego descenderá la frontera desde Sefam hasta Ribla, al oriente de Ayin, y descenderá y se extenderá sobre el costado oriental del mar Quinéret. Después la frontera descenderá con el Jordán, y su extremo llegará hasta el mar Salado. Esta será vuestra tierra y sus fronteras alrededor.’" Entonces Moisés mandó a los hijos de Israel, diciendo: "Esta es la tierra que heredaréis por sorteo, la cual Jehovah ha mandado dar a las nueve tribus y a la media tribu. Porque ya habían tomado su heredad la tribu de los hijos de Rubén según sus casas paternas, la tribu de los hijos de Gad según sus casas paternas, y la media tribu de Manasés. Las dos tribus y media tomaron su heredad al otro lado del Jordán, frente a Jericó, hacia el oriente, hacia la salida del sol." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Estos son los nombres de los hombres que os darán la tierra en posesión: El sacerdote Eleazar y Josué hijo de Nun. Tomaréis también un dirigente de cada tribu para dar la tierra en posesión. Estos son los nombres de los jefes: de la tribu de Judá, Caleb hijo de Jefone; de la tribu de los hijos de Simeón, Semuel hijo de Amihud; de la tribu de Benjamín, Elidad hijo de Quislón; de la tribu de los hijos de Dan, el jefe Buqui hijo de Jogli; de los hijos de José: de la tribu de los hijos de Manasés, el jefe Haniel hijo de Efod; de la tribu de los hijos de Efraín, el jefe Quemuel hijo de Siftán; de la tribu de los hijos de Zabulón, el jefe Elizafán hijo de Parnac; de la tribu de los hijos de Isacar, el jefe Paltiel hijo de Azán; de la tribu de los hijos de Aser, el jefe Ajihud hijo de Selomi; de la tribu de los hijos de Neftalí, el jefe Pedael hijo de Amihud. "Estos son aquellos a quienes Jehovah mandó que repartiesen la heredad a los hijos de Israel en la tierra de Canaán." Jehovah habló a Moisés en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó, diciendo: "Manda a los hijos de Israel que de la heredad que posean den a los levitas ciudades para habitar. También daréis a los levitas el campo alrededor de las ciudades. Ellos tendrán las ciudades para habitar, y los campos de alrededor serán para su ganado, sus pertenencias y todos sus animales. Los campos de las ciudades que daréis a los levitas tendrán 1.000 codos alrededor, desde el muro de la ciudad hacia afuera. Fuera de la ciudad, mediréis 2.000 codos hacia el lado este, 2.000 codos hacia el lado sur, 2.000 codos hacia el lado oeste, y 2.000 codos hacia el lado norte; y la ciudad estará en medio. Esto tendrán como campos alrededor de las ciudades. "De las ciudades que daréis a los levitas, 6 ciudades serán de refugio, para que cualquier homicida se refugie allí. Aparte de éstas, les daréis 42 ciudades. Todas las ciudades que daréis a los levitas serán 48 ciudades con sus campos alrededor. "Respecto a las ciudades que daréis de la posesión de los hijos de Israel, del que tiene mucho tomaréis mucho y del que tiene poco tomaréis poco. Cada uno dará de sus ciudades a los levitas, según la heredad que reciba." Jehovah habló a Moisés diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: ‘Cuando hayáis cruzado el Jordán hacia la tierra de Canaán, escogeréis para vosotros ciudades que os servirán como ciudades de refugio, a donde pueda huir el homicida que accidentalmente hiera de muerte a alguno. Estas ciudades os servirán para refugiarse del vengador, de manera que el homicida no muera antes de comparecer para juicio delante de la congregación. "‘De las ciudades que daréis, seis serán ciudades de refugio. Daréis tres ciudades al otro lado del Jordán y daréis tres en la tierra de Canaán, y serán ciudades de refugio. Estas seis ciudades servirán de refugio a los hijos de Israel, al forastero y al advenedizo que se encuentre entre ellos, para que huya allí cualquiera que accidentalmente hiera de muerte a otro. "‘Si lo hiere con un intrumento de hierro, y él muere, es un asesino. El asesino morirá irremisiblemente. "‘Si lo hiere con una piedra en la mano, con la cual pueda causarle la muerte, y él muere, es un asesino. El asesino morirá irremisiblemente. "‘Si lo hiere con instrumento de madera en la mano, con el cual pueda causarle la muerte, y él muere, es un asesino. El asesino morirá irremisiblemente. El vengador de la sangre matará al asesino; cuando lo encuentre, lo matará. "‘Si por odio lo empuja o arroja algo contra él intencionadamente, y él muere; o si por hostilidad lo hiere con su mano, y él muere, el que le ha herido morirá irremisiblemente. Es un asesino. El vengador de la sangre matará al asesino cuando lo encuentre. "‘Pero si lo empuja de repente sin hostilidad, o tira sobre él cualquier instrumento sin intención, o si sin verlo hace caer sobre él alguna piedra que pueda causarle la muerte, y él muere, no siendo él su enemigo ni procurando su mal, entonces la congregación juzgará entre el homicida y el vengador de la sangre, conforme a estos decretos. La congregación librará al homicida de mano del vengador de la sangre, y lo hará regresar a su ciudad de refugio a la cual había huido, y él habitará en ella hasta la muerte del sumo sacerdote que fue ungido con el aceite santo. "‘Pero si el homicida sale fuera de los límites de su ciudad de refugio a donde había huido, y el vengador de la sangre lo halla fuera de los límites de su ciudad de refugio y mata al homicida, aquél no será culpable de sangre. Porque debió haber permanecido en su ciudad de refugio hasta la muerte del sumo sacerdote. Después de la muerte del sumo sacerdote, el homicida podrá volver a la tierra de su posesión. "‘Estas cosas os servirán de estatuto legal a través de vuestras generaciones, en todo lugar donde viváis. Cuando alguien mata a una persona, por el testimonio de testigos se dará muerte al asesino. Pero un solo testigo no bastará para que se sentencie a una persona a morir. "‘No aceptaréis rescate por la vida del asesino que está condenado a muerte; morirá irremisiblemente. Tampoco aceptaréis rescate por el que ha huido a su ciudad de refugio, para permitirle que vuelva a vivir en su propia tierra antes de la muerte del sumo sacerdote. "‘No profanaréis la tierra donde estéis, porque la sangre humana profana la tierra. No se puede hacer expiación por la tierra, debido a la sangre que fue derramada en ella, sino por medio de la sangre del que la derramó. No contaminaréis, pues, la tierra donde habitáis y en medio de la cual yo habito; porque yo, Jehovah, habito en medio de los hijos de Israel.’" Los jefes de las casas paternas del clan de los hijos de Galaad hijo de Maquir, hijo de Manasés, de los clanes de los hijos de José, se acercaron para hablar ante Moisés y ante los dirigentes de las casas paternas de los hijos de Israel. Y dijeron: —Jehovah mandó a mi señor dar la tierra por sorteo, como heredad a los hijos de Israel. También mandó Jehovah a mi señor dar la heredad de nuestro hermano Zelofejad a sus hijas. Pero si éstas se llegan a casar con miembros de otras tribus de los hijos de Israel, la heredad de ellas será quitada de la heredad de nuestros padres y añadida a la heredad de la tribu a la cual ellas pasen a pertenecer. De este modo, esta porción será quitada de nuestra heredad, y cuando llegue el jubileo para los hijos de Israel, la heredad de ellas será añadida a la heredad de la tribu de sus maridos. Así su heredad será quitada de la heredad de la tribu de nuestros padres. Entonces Moisés mandó a los hijos de Israel, conforme al mandato de Jehovah, diciendo: —La tribu de los hijos de José tiene razón en lo que dice. Esto es lo que ha mandado Jehovah acerca de las hijas de Zelofejad, diciendo: "Cásense con quienes ellas quieran; sólo que se casen dentro del clan de la tribu de su padre. Así la heredad de los hijos de Israel no pasará de tribu en tribu, porque cada uno de los hijos de Israel se mantendrá ligado a la heredad de la tribu de sus padres. Cualquier hija que posea una heredad en alguna de las tribus de los hijos de Israel deberá casarse con alguno del clan de la tribu de su padre, para que los hijos de Israel posean cada uno la heredad de sus padres. Así la heredad no pasará de una tribu a otra, porque cada una de las tribus de los hijos de Israel se mantendrá ligada a su heredad." Entonces las hijas de Zelofejad hicieron conforme a lo que Jehovah había mandado a Moisés. Majla, Tirsa, Hogla, Milca y Noa, hijas de Zelofejad, se casaron con los hijos de sus tíos. Se casaron dentro de los clanes de los hijos de Manasés hijo de José. De esta manera, su heredad quedó en la tribu del clan de su padre. Estos son los mandamientos y decretos que Jehovah mandó a los hijos de Israel por medio de Moisés en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó. Estas son las palabras que Moisés habló a todo Israel al otro lado del Jordán, en el desierto, en el Arabá frente a Suf, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Di-zahab. Once días duró el viaje desde Horeb hasta Cades-barnea, por la ruta de la región montañosa de Seír. El primero del mes undécimo del año 40, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todo lo que Jehovah le había mandado con respecto a ellos, después que derrotó a Sejón, rey de los amorreos que habitaba en Hesbón, y a Og, rey de Basán que habitaba en Astarot y en Edrei. Moisés empezó a explicar esta ley en la tierra de Moab, al otro lado del Jordán, y dijo: "Jehovah nuestro Dios nos habló en Horeb diciendo: ‘Bastante habéis permanecido en este monte. Volveos, marchad e id a la región montañosa de los amorreos y a todos sus vecinos en el Arabá, en la región montañosa y en la Sefela, en el Néguev y por la costa del mar, a la tierra de los cananeos y al Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates. Mirad, yo he puesto la tierra delante de vosotros. Entrad y tomad posesión de la tierra que Jehovah juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría a ellos y a sus descendientes después de ellos.’ "En aquel tiempo yo os hablé diciendo: ‘Yo solo no puedo cargar con vosotros. Jehovah vuestro Dios os ha multiplicado, y he aquí que hoy sois tan numerosos como las estrellas del cielo. ¡Jehovah, Dios de vuestros padres, os multiplique mil veces más, y os bendiga como os lo ha prometido! Pero, ¿cómo podré llevar yo solo vuestras preocupaciones, vuestras cargas y vuestros pleitos? Proveeos entre vuestras tribus de hombres sabios, entendidos y experimentados, para que yo los ponga como vuestros jefes.’ Vosotros me respondisteis y dijisteis: ‘Está bien hacer lo que has dicho.’ Entonces tomé a los jefes de vuestras tribus, hombres sabios y experimentados, y los puse como vuestros jefes; como jefes de mil, jefes de cien, jefes de cincuenta, jefes de diez y como oficiales de vuestras tribus. En aquel tiempo mandé a vuestros jueces diciendo: ‘Oíd la causa de vuestros hermanos y juzgad con justicia entre un hombre y su hermano o el forastero que está con él. No hagáis distinción de personas en el juicio; oiréis tanto al pequeño como al grande. No tengáis temor de nadie, porque el juicio es de Dios. Pero la causa que os sea difícil la traeréis a mí, y yo la oiré.’ Os mandé, pues, en aquel tiempo todo lo que habíais de hacer. "Partimos de Horeb y fuimos por aquel desierto grande y terrible que habéis visto, dirigiéndonos a la región montañosa de los amorreos, como Jehovah nuestro Dios nos había mandado; y llegamos hasta Cades-barnea. Entonces os dije: ‘Habéis llegado a la región montañosa de los amorreos, la cual nos da Jehovah nuestro Dios. Mira, Jehovah tu Dios te ha entregado la tierra que está delante de ti. Sube y tómala en posesión, como Jehovah, Dios de tus padres, te ha dicho. ¡No temas ni desmayes!’ "Todos vosotros os acercasteis a mí y dijisteis: ‘Enviemos delante de nosotros hombres que nos reconozcan la tierra y nos traigan información acerca del camino por donde hemos de ir y de las ciudades a las que habremos de llegar.’ Me pareció bien lo dicho, y tomé a doce hombres de vosotros, un hombre por tribu. Ellos se dirigieron y subieron a la región montañosa; llegaron hasta el arroyo de Escol y reconocieron la tierra. Tomaron en sus manos muestras del fruto de la tierra y nos las trajeron. También nos dieron informes diciendo: ‘La tierra que Jehovah nuestro Dios nos da es buena.’ "Sin embargo, no quisisteis subir. Más bien, fuisteis rebeldes contra el mandato de Jehovah vuestro Dios, y murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: ‘Porque Jehovah nos aborrece, nos ha sacado de la tierra de Egipto, para entregarnos en mano de los amorreos para destruirnos. ¿A dónde iremos? Nuestros hermanos han hecho desfallecer nuestros corazones diciendo: Este pueblo es más grande y más alto que nosotros. Las ciudades son grandes y fortificadas hasta el cielo, y también vimos allí a los anaquitas.’ Entonces os dije: ‘No os aterroricéis ni tengáis temor de ellos. Jehovah, vuestro Dios, quien va delante de vosotros, él combatirá por vosotros de la manera que lo hizo por vosotros en Egipto ante vuestros propios ojos, como también en el desierto, donde habéis visto que Jehovah vuestro Dios os ha traído, como trae un hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta que habéis llegado a este lugar.’ Aun con esto no creísteis a Jehovah vuestro Dios, quien iba delante de vosotros en el camino, con fuego de noche y con nube de día, a fin de explorar el lugar donde habíais de acampar, y para mostraros el camino a seguir. "Entonces Jehovah oyó la voz de vuestras palabras. Y se enojó y juró diciendo: ‘Ninguno de estos hombres de esta mala generación verá la buena tierra que juré dar a vuestros padres, excepto Caleb hijo de Jefone. El la verá; a él y a sus hijos les daré la tierra que él pisó, porque siguió a Jehovah con integridad.’ Por causa de vosotros Jehovah se enfureció también contra mí, y dijo: ‘Tampoco tú entrarás allá. Josué hijo de Nun, que está delante de ti, él entrará allá. Anímale, porque él hará que Israel la herede. Pero vuestros pequeños, de quienes dijisteis que serían una presa; vuestros hijos que hoy no distinguen entre lo bueno y lo malo, ellos entrarán allá. A ellos la daré, y ellos tomarán posesión de ella. Pero vosotros, volveos y marchaos al desierto, rumbo al mar Rojo.’ "Entonces respondisteis y me dijisteis: ‘Hemos pecado contra Jehovah. Nosotros subiremos y pelearemos conforme a todo lo que Jehovah nuestro Dios nos ha mandado.’ "Os ceñisteis cada uno sus armas y pensasteis que era cosa fácil subir a la región montañosa. Entonces Jehovah me dijo que os dijera: ‘No subáis ni peleéis, porque yo no estoy entre vosotros. No seáis derrotados delante de vuestros enemigos.’ "Yo os hablé, pero no escuchasteis. Al contrario, fuisteis rebeldes contra lo que había dicho Jehovah; actuasteis con arrogancia y subisteis a la región montañosa. Pero los amorreos que habitaban en aquella región montañosa salieron a vuestro encuentro, os persiguieron como lo hacen las avispas, y os destrozaron desde Seír hasta Horma. Entonces volvisteis y llorasteis delante de Jehovah, pero Jehovah no escuchó vuestra voz ni os prestó atención. Así permanecisteis en Cades por muchos días, según los días que permanecisteis allí. "Entonces nos volvimos y partimos hacia el desierto, rumbo al mar Rojo, como Jehovah me había dicho; y rodeamos por muchos días la región montañosa de Seír. Y Jehovah me habló diciendo: ‘Bastante tiempo habéis rodeado estos montes; dirigíos hacia el norte. Manda al pueblo diciendo: Cuando vosotros paséis por el territorio de vuestros hermanos, los hijos de Esaú que habitan en Seír, ellos tendrán miedo de vosotros. Pero guardaos mucho; no contendáis con ellos. Yo no os daré de su tierra, ni aun la huella de la planta de un pie, porque he dado a Esaú como posesión la región montañosa de Seír. Les compraréis con dinero los alimentos que comáis. También, adquiriréis de ellos con dinero el agua que bebáis.’ Jehovah tu Dios te ha bendecido en toda la obra de tus manos. El conoce tu caminar por este gran desierto. Jehovah tu Dios ha estado contigo estos cuarenta años, y ninguna cosa te ha faltado. "Pasamos de largo a nuestros hermanos, los hijos de Esaú que habitan en Seír, por el camino del Arabá de Eilat y de Ezión-geber, y cambiando de dirección nos dirigimos rumbo al desierto de Moab. Entonces Jehovah me dijo: ‘No molestes a Moab ni contiendas con ellos, porque no te daré posesión en su tierra. He dado Ar como posesión a los hijos de Lot.’ (Los emitas habitaron allí antes. Estos eran un pueblo grande y numeroso; eran altos como los anaquitas. Ellos, como los anaquitas, también eran considerados como refaítas, pero los moabitas los llamaban emitas. También los horeos habitaban antes en Seír, pero los hijos de Esaú los desalojaron y los destruyeron delante de ellos. Luego habitaron en su lugar, así como ha hecho Israel en la tierra de su posesión que Jehovah les ha dado.) ‘Levantaos, pues, y cruzad el arroyo de Zered.’ "Así cruzamos el arroyo de Zered. El tiempo que anduvimos desde Cades-barnea hasta que cruzamos el arroyo de Zered fue de treinta y ocho años, hasta que se acabó toda la generación de hombres de guerra de en medio del campamento, como Jehovah les había jurado. La mano de Jehovah también estuvo contra ellos para destruirlos de en medio del campamento, hasta acabarlos. "Aconteció que cuando finalmente murieron todos los hombres de guerra de entre el pueblo, Jehovah me habló diciendo: ‘Tú pasarás hoy por el territorio de Moab, es decir, de Ar, y te acercarás a los hijos de Amón. Pero no los molestes ni contiendas con ellos, porque no te he de dar posesión en la tierra de los hijos de Amón. La he dado como posesión a los hijos de Lot.’ (También esta tierra fue considerada tierra de los refaítas. En otro tiempo habitaron en ella los refaítas, pero los amonitas los llamaban zomzomeos. Estos eran un pueblo grande y numeroso; eran altos como los anaquitas. A éstos destruyó Jehovah delante de los amonitas que les sucedieron y habitaron en su lugar, como hizo también con los horeos, a los cuales destruyó delante de los hijos de Esaú que habitan en Seír, quienes sucedieron a aquéllos y habitaron en su lugar, hasta el día de hoy. De la misma manera, los caftoreos que habían salido de Caftor destruyeron a los aveos que vivían en aldeas hasta Gaza, y habitaron en su lugar.) ‘Levantaos, partid y cruzad el río Arnón. Mira, yo he entregado en tu mano a Sejón el amorreo, rey de Hesbón, y su tierra. Comienza a tomar posesión de ella y contiende con él en guerra. Hoy comenzaré a infundir miedo y temor de ti entre los pueblos debajo de todo el cielo. Ellos oirán tu fama, y temblarán y se estremecerán a causa de ti.’ "Desde el desierto de Cademot envié mensajeros a Sejón, rey de Hesbón, con un mensaje de paz, diciendo: ‘Déjame pasar por tu tierra. Iré sólo por el camino. No me apartaré ni a la derecha ni a la izquierda. Me venderás por dinero la comida que yo coma, y me darás por dinero el agua que yo beba. Solamente permíteme pasar a pie, como hicieron conmigo los hijos de Esaú que habitan en Seír y los moabitas que habitan en Ar, hasta que yo cruce el Jordán hacia la tierra que Jehovah nuestro Dios nos da.’ Pero Sejón, rey de Hesbón, no quiso que pasáramos por su territorio, porque Jehovah tu Dios había endurecido su espíritu y obstinado su corazón para entregarlo en tu mano, como en el día de hoy. "Entonces me dijo Jehovah: ‘Mira, yo he comenzado a entregar delante de ti a Sejón y su tierra. Comienza a tomar posesión de su tierra.’ "Sejón salió a nuestro encuentro, él con todo su pueblo, para combatir en Jahaz. Pero Jehovah nuestro Dios lo entregó delante de nosotros, y lo matamos a él, a sus hijos y a todo su pueblo. En aquel tiempo tomamos todas sus ciudades y las destruimos por completo. No dejamos ningún sobreviviente de los hombres, las mujeres y los niños. Sólo tomamos para nosotros los animales y el botín de las ciudades que capturamos desde Aroer, que está en la ribera del río Arnón, y la ciudad que está en el valle, hasta Galaad. No hubo ciudad que fuera demasiado fuerte para nosotros; Jehovah nuestro Dios las entregó todas delante de nosotros. Solamente no te acercaste a la tierra de los hijos de Amón, ni a todo lo que está junto al río Jaboc, ni a las ciudades de la región montañosa, según todo lo que Jehovah nuestro Dios nos había mandado. "Después nos volvimos y subimos rumbo a Basán. Entonces Og, rey de Basán, salió a nuestro encuentro con todo su pueblo para combatir en Edrei. Y Jehovah me dijo: ‘No le tengas miedo, porque en tu mano he entregado a él, a todo su pueblo y su tierra. Tú harás con él como hiciste con Sejón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón.’ "También Jehovah nuestro Dios entregó en nuestra mano a Og, rey de Basán, y a todo su pueblo, al cual matamos hasta no dejarle ningún sobreviviente. Y tomamos entonces todas sus ciudades; no quedó ciudad que no les tomásemos: sesenta ciudades, toda la tierra de Argob del reino de Og en Basán. Todas estas ciudades estaban fortificadas con altas murallas, con puertas y cerrojos, sin contar las muchísimas aldeas sin muros. Como hicimos con Sejón rey de Hesbón, destruimos por completo en toda ciudad a los hombres, a las mujeres y a los niños. Sólo tomamos para nosotros todos los animales y el botín de las ciudades. "En aquel tiempo tomamos la tierra desde el río Arnón hasta el monte Hermón, de mano de los dos reyes amorreos que estaban establecidos al otro lado del Jordán. (Al Hermón los sidonios lo llaman Sirión, y los amorreos lo llaman Senir.) Tomamos todas las ciudades de la meseta, todo Galaad y todo Basán hasta Salca y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán. "Sólo Og, rey de Basán, había quedado del resto de los refaítas. He aquí su cama, que era de hierro, ¿acaso no está en Rabá de los hijos de Amón? Ella tiene 9 codos de largo por 4 codos de ancho, conforme al codo de un hombre. "Esta tierra con sus ciudades que heredamos en ese tiempo desde Aroer en el río Arnón, hasta la mitad de la región montañosa de Galaad, se la di a los rubenitas y a los gaditas. El resto de Galaad y todo Basán, que pertenecían al reino de Og, se lo di a la media tribu de Manasés. (Toda la región de Argob, toda la de Basán, era llamada la tierra de los refaítas.) "Jaír hijo de Manasés tomó toda la tierra de Argob hasta la frontera de los de Gesur y de los de Maaca, y la llamó por su propio nombre: Havot-jaír en Basán, hasta el día de hoy. A Maquir le di Galaad. Y a los rubenitas y a los gaditas les di desde Galaad hasta el río Arnón, el medio del río como frontera, y hasta el Jaboc, el río que marca la frontera de los hijos de Amón. También les di el Arabá y el Jordán como límite, desde el Quinéret hasta el mar del Arabá, o mar Salado, hasta las faldas del Pisga, al oriente. "En aquel tiempo os mandé diciendo: ‘Jehovah vuestro Dios os ha dado esta tierra para que toméis posesión de ella. Todos los valientes cruzaréis armados delante de vuestros hermanos, los hijos de Israel. Solamente vuestras mujeres, vuestros niños y vuestros ganados (yo sé que tenéis mucho ganado), se quedarán en las ciudades que os he dado, hasta que Jehovah dé reposo a vuestros hermanos, así como a vosotros, y ellos también tomen posesión de la tierra que Jehovah vuestro Dios les da al otro lado del Jordán. Entonces volveréis cada uno a la heredad que yo os he dado.’ "También en aquel tiempo mandé a Josué diciendo: ‘Tus ojos han visto todo lo que Jehovah tu Dios ha hecho a aquellos dos reyes. Así hará Jehovah a todos los reinos por los cuales tú pasarás. No los temáis, porque Jehovah vuestro Dios, él es el que combate por vosotros.’ "En aquel tiempo supliqué a Jehovah, diciendo: ‘Oh Señor Jehovah, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y tu mano poderosa. Porque, ¿qué dios hay en los cielos o en la tierra que haga como tus obras y como tus proezas? Te ruego que yo también cruce y vea aquella buena tierra que está al otro lado del Jordán, aquella buena región montañosa y el Líbano.’ "Pero Jehovah se había indignado contra mí por causa de vosotros y no me escuchó. Jehovah me dijo: ‘¡Basta! No me hables más de este asunto. Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos hacia el oeste, el norte, el sur y el este, y mírala con tus ojos; porque tú no cruzarás este Jordán. Pero comisiona a Josué; fortalécelo e infúndele valor, porque él cruzará al frente de este pueblo y les hará tomar posesión de la tierra que tú verás.’ "Así nos quedamos en el valle delante de Bet-peor. "Ahora pues, oh Israel, escucha las leyes y decretos que yo os enseño que hagáis, a fin de que viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que os da Jehovah, Dios de vuestros padres. No añadáis a las palabras que yo os mando, ni quitéis de ellas, de modo que guardéis los mandamientos de Jehovah vuestro Dios, que yo os mando. Vuestros ojos han visto lo que Jehovah hizo con respecto al Baal de Peor, cómo vuestro Dios destruyó de en medio de vosotros a todo hombre que fue tras el Baal de Peor. Pero vosotros, que fuisteis fieles a Jehovah vuestro Dios, todos estáis vivos hoy. "Mirad, yo os he enseñado leyes y decretos, como Jehovah mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra a la cual entraréis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra, porque esto es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales al oír de todas estas leyes dirán: ‘¡Ciertamente esta gran nación es un pueblo sabio y entendido!’ Porque, ¿qué nación hay tan grande, que tenga dioses tan cerca de ella, así como lo está Jehovah nuestro Dios toda vez que le invocamos? ¿Qué nación hay tan grande que tenga leyes y decretos tan justos como toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? Solamente guárdate y guarda diligentemente tu alma, no sea que te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni que se aparten de tu corazón durante todos los días de tu vida. Las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos. "El día que estuviste delante de Jehovah tu Dios en Horeb, Jehovah me dijo: ‘Reúneme al pueblo para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán para temerme todos los días que vivan en la tierra, y para enseñarlas a sus hijos.’ Y os acercasteis y os reunisteis al pie del monte. El monte ardía con fuego hasta el corazón de los cielos, con densas nubes y oscuridad. Entonces Jehovah os habló de en medio del fuego. Vosotros oisteis el sonido de sus palabras, pero aparte de oír su voz, no visteis ninguna imagen. El os declaró su pacto, el cual os mandó poner por obra: Los Diez Mandamientos. Y los escribió en dos tablas de piedra. En aquel tiempo Jehovah también me mandó a mí que os enseñara las leyes y los decretos, para que los pusieseis por obra en la tierra a la cual pasáis para tomar posesión de ella. "Por tanto, tened mucho cuidado de vosotros mismos, pues ninguna imagen visteis el día que Jehovah os habló en Horeb de en medio del fuego. No sea que os corrompáis y os hagáis imágenes, o semejanza de cualquier figura, sea en forma de hombre o de mujer, ni en forma de cualquier animal que esté en la tierra, ni en forma de cualquier ave alada que vuele en los cielos, ni en forma de cualquier animal que se desplace sobre la tierra, ni en forma de cualquier pez que haya en las aguas debajo de la tierra. No sea que al alzar tus ojos al cielo y al ver el sol, la luna y las estrellas, es decir, todo el ejército del cielo, seas desviado a postrarte ante ellos y a rendir culto a cosas que Jehovah tu Dios ha asignado a todos los pueblos de debajo del cielo. Pero a vosotros Jehovah os ha tomado y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis pueblo de su heredad como en el día de hoy. "Jehovah se airó contra mí por causa de vuestras palabras, y juró que yo no cruzaría el Jordán ni entraría en la buena tierra que Jehovah tu Dios te da por heredad. Así que yo voy a morir en esta tierra. Yo no cruzaré el Jordán, pero vosotros sí lo cruzaréis y tomaréis posesión de aquella buena tierra. Cuidaos, pues, no sea que olvidéis el pacto de Jehovah vuestro Dios, que él ha establecido con vosotros, y os hagáis imágenes o cualquier semejanza, como te ha prohibido Jehovah tu Dios. Porque Jehovah tu Dios es fuego consumidor, un Dios celoso. "Cuando hayáis engendrado hijos y nietos, y hayáis envejecido en la tierra, y os corrompáis, y hagáis imágenes o cualquier semejanza, y hagáis lo malo ante los ojos de Jehovah tu Dios, enojándole, yo pongo hoy por testigos a los cielos y a la tierra, que pronto pereceréis totalmente en la tierra hacia la cual cruzáis el Jordán para tomar posesión de ella. No permaneceréis largo tiempo en ella, sino que seréis completamente destruidos. Jehovah os esparcirá entre los pueblos, y quedaréis pocos en número entre las naciones a las cuales os llevará Jehovah. Allí serviréis a dioses hechos por manos de hombre, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen. Pero cuando desde allí busques a Jehovah tu Dios, lo hallarás, si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma. En los postreros días, cuando estés en angustia y te sucedan todas estas cosas, volverás a Jehovah tu Dios y obedecerás su voz. Porque Jehovah tu Dios es Dios misericordioso; no te abandonará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que juró a tus padres. "Pues pregunta, por favor, a los días antiguos que te antecedieron, desde el día que Dios creó al hombre sobre la tierra, y desde un extremo del cielo hasta el otro, si se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o si se ha oído de otra como ella. ¿Existe otro pueblo que haya oído la voz de Dios hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, y que haya seguido viviendo? ¿O algún dios ha intentado venir y tomar un pueblo para sí de en medio de otro pueblo, con pruebas, señales, prodigios, guerra, mano poderosa, brazo extendido y grandes terrores, como todo lo que hizo por vosotros Jehovah vuestro Dios en Egipto, ante vuestros propios ojos? A ti se te ha mostrado esto para que sepas que Jehovah es Dios y que no hay otro aparte de él. Desde los cielos te hizo oír su voz para enseñarte, y sobre la tierra te mostró su gran fuego. Tú has oído sus palabras de en medio del fuego. Y por cuanto él amó a tus padres y escogió a sus descendientes después de ellos, te sacó de Egipto con su presencia, con su gran poder. Hizo esto para arrojar de delante de ti naciones más grandes y más fuertes que tú, y para introducirte y darte su tierra por heredad, como en el día de hoy. Reconoce, pues, hoy y considera en tu corazón que Jehovah es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra, y no hay otro. Guarda sus leyes y sus mandamientos que yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y para que prolongues los días sobre la tierra que Jehovah tu Dios te da para siempre." Entonces Moisés apartó tres ciudades al otro lado del Jordán, hacia donde se levanta el sol, para que huya allí el homicida que mate a su prójimo por accidente, sin haberle tenido previamente aversión. Al huir a cualquiera de estas ciudades, podrá salvar su vida. Apartó a Beser, en el desierto, en la meseta, para los rubenitas; a Ramot, en Galaad, para los gaditas; y a Golán, en Basán, para los de Manasés. Esta es la ley que Moisés puso ante los hijos de Israel. Estos son los testimonios, las leyes y los decretos que Moisés habló a los hijos de Israel cuando habían salido de Egipto, al otro lado del Jordán, en el valle que está frente a Bet-peor, en la tierra de Sejón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón. A éste dieron muerte Moisés y los hijos de Israel, cuando salieron de Egipto. Así tomaron posesión de su tierra y de la tierra de Og, rey de Basán. Estos dos reyes de los amorreos habitaban al otro lado del Jordán, hacia donde se levanta el sol, desde Aroer, que está sobre la ribera del río Arnón, hasta el monte Sirión, que es el Hermón, y en todo el Arabá, al otro lado del Jordán, hasta el mar del Arabá en las faldas del Pisga. Moisés llamó a todo Israel y les dijo: "Escucha, Israel, las leyes y decretos que proclamo hoy a vuestros oídos. Aprendedlos y tened cuidado de ponerlos por obra. Jehovah nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en Horeb. No fue sólo con nuestros padres que Jehovah hizo este pacto, sino también con nosotros, nosotros que estamos aquí hoy, todos vivos. Cara a cara habló Jehovah con vosotros en el monte, de en medio del fuego. Yo estaba entonces entre Jehovah y vosotros, para declararos la palabra de Jehovah; porque vosotros tuvisteis temor del fuego y no subisteis al monte. Entonces él dijo: ‘Yo soy Jehovah tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud: "‘No tendrás otros dioses delante de mí. "‘No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto; porque yo soy Jehovah tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen. Pero muestro misericordia por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos. "‘No tomarás en vano el nombre de Jehovah tu Dios, porque Jehovah no dará por inocente al que tome su nombre en vano. "‘Guarda el día del sábado para santificarlo, como te ha mandado Jehovah tu Dios. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será sábado para Jehovah tu Dios. No harás en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el forastero que está dentro de tus puertas; para que tu siervo y tu sierva descansen como tú. Acuérdate de que tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto y que Jehovah tu Dios te sacó de allí con mano poderosa y brazo extendido. Por eso Jehovah tu Dios te ha mandado que guardes el día del sábado. "‘Honra a tu padre y a tu madre, como Jehovah tu Dios te ha mandado, para que tus días se prolonguen y te vaya bien en la tierra que Jehovah tu Dios te da. "‘No cometerás homicidio. "‘No cometerás adulterio. "‘No robarás. "‘No darás falso testimonio contra tu prójimo. "‘No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su campo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo.’ "Estas palabras habló Jehovah a gran voz a toda vuestra congregación en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de la oscuridad, y no añadió más. Luego las escribió en dos tablas de piedra, y me las dio a mí. "Aconteció que cuando oisteis la voz de en medio de las tinieblas, mientras el monte ardía en fuego, os acercasteis a mí todos los jefes de vuestras tribus y vuestros ancianos. Entonces dijisteis: ‘He aquí, Jehovah nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz de en medio del fuego. En este día hemos visto que Dios habla al hombre, y que éste puede quedar vivo. Pero, ¿por qué hemos de morir, ya que este gran fuego nos consumirá? Si volvemos a oír la voz de Jehovah nuestro Dios, moriremos. Porque, ¿quién es el ser humano para que oiga, como nosotros, la voz del Dios vivo que habla de en medio del fuego, y aún viva? Acércate tú, y escucha todo lo que dice Jehovah nuestro Dios. Luego tú nos dirás todo lo que Jehovah nuestro Dios te haya dicho, y nosotros lo escucharemos y lo pondremos por obra.’ "Jehovah oyó vuestras palabras cuando me hablabais, y me dijo: ‘He oído las palabras que te ha hablado este pueblo. Está bien todo lo que han dicho. ¡Oh, si tuviesen tal corazón que me temiesen y guardasen todos mis mandamientos todos los días, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos para siempre! Vé y diles: Volved a vuestras tiendas. Pero tú, quédate aquí conmigo. Yo te diré todos los mandamientos, las leyes y los decretos que les has de enseñar, para que los pongan por obra en la tierra que les doy para que tomen posesión de ella.’ "Tened cuidado, pues, de hacer como Jehovah vuestro Dios os ha mandado. No os apartéis a la derecha ni a la izquierda. Andad en todo el camino que Jehovah vuestro Dios os ha mandado, para que viváis y os vaya bien, y para que prolonguéis vuestros días en la tierra que vais a tomar en posesión. "Estos, pues, son los mandamientos, las leyes y los decretos que Jehovah vuestro Dios ha mandado que os enseñara, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis para tomarla en posesión. Son para que temas a Jehovah tu Dios, tú con tu hijo y el hijo de tu hijo, guardando todos los días de tu vida todas sus leyes y sus mandamientos que yo te mando, a fin de que tus días sean prolongados. Escucha, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien y seas multiplicado grandemente en la tierra que fluye leche y miel, como te ha prometido Jehovah, Dios de tus padres. "Escucha, Israel: Jehovah nuestro Dios, Jehovah uno es. Y amarás a Jehovah tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. "Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón. Las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas sentado en casa o andando por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás a tu mano como señal, y estarán como frontales entre tus ojos. Las escribirás en los postes de tu casa y en las puertas de tus ciudades. "Sucederá que cuando Jehovah tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, con ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, con casas llenas de todo bien que tú no llenaste, con cisternas cavadas que tú no cavaste, con viñas y olivares que tú no plantaste, y cuando hayas comido y te hayas saciado, entonces ten cuidado; no sea que te olvides de Jehovah que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. A Jehovah tu Dios temerás y a él servirás, y por su nombre jurarás. No iréis tras otros dioses, tras los dioses de los pueblos que están a vuestro alrededor; porque Jehovah tu Dios es un Dios celoso que está en medio de ti. No sea que se encienda el furor de Jehovah tu Dios contra ti, y te destruya de la faz de la tierra. "No pondréis a prueba a Jehovah vuestro Dios, como lo hicisteis en Masá. Guardad cuidadosamente los mandamientos de Jehovah vuestro Dios y sus testimonios y leyes que te ha mandado. Harás lo recto y bueno ante los ojos de Jehovah, a fin de que te vaya bien, y entres y tomes posesión de la buena tierra que Jehovah juró a tus padres; para que él eche a todos tus enemigos de delante de ti, como Jehovah ha prometido. "En el futuro, cuando tu hijo te pregunte diciendo: ‘¿Qué significan los testimonios, las leyes y los decretos que Jehovah nuestro Dios os mandó?’, entonces responderás a tu hijo: ‘Nosotros éramos esclavos del faraón en Egipto, pero Jehovah nos sacó de Egipto con mano poderosa. Jehovah hizo en Egipto señales y grandes prodigios contra el faraón y contra toda su familia, ante nuestros propios ojos. El nos sacó de allá para traernos y darnos la tierra que juró a nuestros padres. Y Jehovah nos mandó que pusiéramos por obra todas estas leyes y que temiésemos a Jehovah nuestro Dios, para que nos fuera bien todos los días y para conservarnos la vida, como en el día de hoy. Y será para nosotros justicia, si tenemos cuidado de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehovah nuestro Dios, como él nos ha mandado. "Cuando Jehovah tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual entrarás para tomarla en posesión, y haya expulsado de delante de ti a muchas naciones (heteos, gergeseos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos: siete naciones mayores y más fuertes que tú), y cuando Jehovah tu Dios las haya entregado delante de ti y tú las hayas derrotado, entonces destrúyelas por completo. No harás alianza con ellas ni tendrás de ellas misericordia. No emparentarás con ellas: No darás tu hija a su hijo, ni tomarás su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirá a otros dioses, de modo que el furor de Jehovah se encenderá sobre vosotros y pronto os destruirá. "Ciertamente así habéis de proceder con ellos: Derribaréis sus altares, romperéis sus piedras rituales, cortaréis sus árboles de Asera y quemaréis sus imágenes en el fuego. Porque tú eres un pueblo santo para Jehovah tu Dios; Jehovah tu Dios te ha escogido para que le seas un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra. "No porque vosotros seáis más numerosos que todos los pueblos, Jehovah os ha querido y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos. Es porque Jehovah os ama y guarda el juramento que hizo a vuestros padres, que os ha sacado de Egipto con mano poderosa y os ha rescatado de la casa de esclavitud, de mano del faraón, rey de Egipto. "Reconoce, pues, que Jehovah tu Dios es Dios: Dios fiel que guarda el pacto y la misericordia para con los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones, y que da retribución en su misma cara al que le aborrece, destruyéndolo. El no tardará en darla al que le aborrece; en su misma cara le retribuirá. "Guarda, pues, los mandamientos, leyes y decretos que hoy te mando que cumplas. Y será que por haber obedecido estos decretos, por guardarlos y ponerlos por obra, Jehovah tu Dios guardará para contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres. El te amará, te bendecirá y te multiplicará. También bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu grano y tu vino nuevo y tu aceite, la cría de tus vacas y el incremento de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres que te daría. Serás más bendecido que todos los pueblos; no habrá hombre ni mujer estéril en medio de ti, ni entre tus animales. Jehovah quitará de ti toda dolencia y todas las terribles enfermedades de Egipto, que tú conoces. No las pondrá sobre ti; más bien, las pondrá sobre todos los que te aborrecen. "Destruirás todos los pueblos que Jehovah tu Dios entrega en tus manos. Tu ojo no les tendrá lástima, ni rendirás culto a sus dioses, porque eso te sería motivo de tropiezo. "Si dices en tu corazón: ‘Estas naciones son más numerosas que yo; ¿cómo las podré desalojar?’, no tengas temor de ellas. Acuérdate bien de lo que Jehovah tu Dios hizo con el faraón y con todo Egipto; de las grandes pruebas que vieron tus ojos, de las señales y de los prodigios, de la mano poderosa y del brazo extendido con que Jehovah tu Dios te sacó. Así hará Jehovah tu Dios con todos los pueblos de cuya presencia temes. Jehovah tu Dios también enviará contra ellos la avispa, hasta que perezcan los que queden y los que se hayan escondido de ti. No desmayes ante ellos, porque Jehovah tu Dios está en medio de ti, Dios grande y temible. "Jehovah tu Dios expulsará estas naciones de delante de ti, poco a poco. No podrás exterminarlas de inmediato, no sea que los animales del campo se multipliquen contra ti. Jehovah tu Dios las entregará delante de ti; él las arrojará con gran destrozo, hasta que sean destruidas. El entregará a sus reyes en tu mano, y tú destruirás sus nombres de debajo del cielo. Nadie te podrá resistir, hasta que los destruyas. "Quemarás en el fuego las imágenes de sus dioses. No codiciarás la plata y el oro que estén sobre ellas, ni los tomarás para ti, para que no caigas en la trampa por ello. Esto es abominación a Jehovah tu Dios. No meterás en tu casa ninguna cosa abominable, para que no seas anatema juntamente con ella. La aborrecerás del todo y la abominarás, porque es anatema. "Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os mando hoy, para que viváis y seáis multiplicados, y para que entréis y toméis posesión de la tierra que Jehovah juró dar a vuestros padres. "Acuérdate de todo el camino por donde te ha conducido Jehovah tu Dios estos cuarenta años por el desierto, con el fin de humillarte y probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, y si guardarías sus mandamientos, o no. "El te humilló y te hizo sufrir hambre, pero te sustentó con maná, comida que tú no conocías, ni tus padres habían conocido jamás. Lo hizo para enseñarte que no sólo de pan vivirá el hombre, sino que el hombre vivirá de toda palabra que sale de la boca de Jehovah. "Tu vestido nunca se ha envejecido sobre ti, ni tu pie se te ha hinchado en estos cuarenta años. Reconoce, pues, en tu corazón, que como un hombre corrige a su hijo, así te corrige Jehovah tu Dios. Guardarás los mandamientos de Jehovah tu Dios, andando en sus caminos y teniendo temor de él. "Ciertamente Jehovah tu Dios te introduce en una buena tierra: tierra de arroyos de agua, de manantiales y de fuentes del abismo que brotan en los valles y en los montes; tierra de trigo, de cebada, de vides, de higueras y de granados; tierra de olivos ricos en aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, pues nada te faltará en ella; tierra cuyas piedras son de hierro y de cuyas montañas extraerás cobre. Comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehovah tu Dios por la buena tierra que te habrá dado. "Cuídate de no olvidarte de Jehovah tu Dios, dejando de guardar sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te mando hoy. No sea que cuando comas y te sacies, cuando edifiques buenas casas y las habites, cuando se multipliquen tus vacas y tus ovejas, cuando se multipliquen la plata y el oro, y cuando se multiplique todo lo que tienes, entonces se llegue a enaltecer tu corazón y te olvides de Jehovah tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. El es quien te hizo caminar por un desierto grande y terrible, de serpientes ardientes y de escorpiones; una tierra sedienta donde no había agua. El es quien sacó para ti agua del duro pedernal. El es quien te sustentó en el desierto con maná, comida que no habían conocido tus padres, con el propósito de humillarte y probarte para al final hacerte bien. No sea que digas en tu corazón: ‘Mi fuerza y el poder de mi mano me han traído esta prosperidad.’ Al contrario, acuérdate de Jehovah tu Dios. El es el que te da poder para hacer riquezas, con el fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día. "Pero sucederá que si alguna vez llegas a olvidarte de Jehovah tu Dios, y caminas en pos de otros dioses y les rindes culto postrándote ante ellos, entonces yo testifico hoy contra vosotros que pereceréis totalmente. Como las naciones que Jehovah destruirá delante de vosotros, así pereceréis; porque no habréis escuchado la voz de Jehovah vuestro Dios. "Escucha, Israel: Tú vas a cruzar hoy el Jordán para entrar a desalojar naciones más grandes y más poderosas que tú, ciudades grandes y fortificadas hasta el cielo, un pueblo grande y alto, los anaquitas, de los cuales tú tienes conocimiento y has oído decir: ‘¿Quién podrá permanecer delante de los hijos de Anac?’ Y sabrás hoy que Jehovah tu Dios es el que cruza delante de ti. El es fuego consumidor. El los destruirá y los someterá delante de ti. Y tú los desalojarás y los destruirás rápidamente, como Jehovah te ha prometido. "Cuando Jehovah tu Dios los haya echado de delante de ti, no digas en tu corazón: ‘Por mi justicia Jehovah me ha traído para tomar posesión de la tierra.’ Porque por la impiedad de estas naciones es que Jehovah las echa de tu presencia. No es por tu justicia, ni por la rectitud de tu corazón, que entras a tomar posesión de su tierra. Es por la impiedad de estas naciones que Jehovah tu Dios las echa de tu presencia, y para cumplir la palabra que Jehovah juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob. "Sabrás, pues, que no es por tu justicia que Jehovah tu Dios te da esta buena tierra para que la tomes en posesión, puesto que tú eres un pueblo de dura cerviz. Acuérdate; no te olvides que en el desierto provocaste a ira a Jehovah tu Dios. Habéis sido rebeldes para con Jehovah desde el día en que salisteis de la tierra de Egipto, hasta que llegasteis a este lugar. "Vosotros provocasteis a ira a Jehovah en Horeb, y Jehovah se airó tanto contra vosotros como para destruiros. Cuando subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehovah hizo con vosotros, estuve en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua. Y Jehovah me dio las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios. En ellas estaban todas las palabras que Jehovah os había hablado en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. Sucedió que, al final de los cuarenta días y cuarenta noches, Jehovah me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto. Y me dijo Jehovah: ‘Levántate, desciende pronto de aquí, porque tu pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido. Se han apartado rápidamente del camino que yo les mandé, y se han hecho una imagen de fundición.’ "Jehovah me habló diciendo: ‘Yo he visto a este pueblo, y he aquí que es un pueblo de dura cerviz. Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo, y de ti haré una nación más poderosa y numerosa que ellos.’ "Di vuelta y descendí del monte que ardía en fuego, con las dos tablas del pacto en mis dos manos. Miré, y he aquí que habíais pecado contra Jehovah vuestro Dios. Os habíais hecho un becerro de fundición, apartándoos rápidamente del camino que Jehovah os había mandado. Entonces tomé las dos tablas, las arrojé de mis dos manos y las rompí delante de vuestros ojos. "Luego me postré delante de Jehovah, como la primera vez, cuarenta días y cuarenta noches. No comí pan ni bebí agua, a causa de todo vuestro pecado que habíais cometido haciendo lo malo ante los ojos de Jehovah, hasta enojarlo. Ciertamente tuve mucho miedo a causa del furor y de la ira con que Jehovah estaba tan enojado contra vosotros como para destruiros. Pero Jehovah me escuchó también esta vez. "Jehovah también se enojó tanto contra Aarón como para destruirlo. Y también oré por Aarón en aquella ocasión. "Yo tomé vuestro pecado, el becerro que habíais hecho, y lo quemé en el fuego. Lo desmenucé moliéndolo bien, hasta reducirlo a polvo, el cual arrojé a la quebrada que descendía del monte. "También en Tabera, en Masá y en Quibrot-hataavah provocasteis a ira a Jehovah. Y cuando Jehovah os envió desde Cades-barnea, diciendo: ‘Subid y tomad posesión de la tierra que yo os doy’, fuisteis rebeldes al mandato de Jehovah vuestro Dios y no le creisteis ni obedecisteis su voz. Habéis sido rebeldes contra Jehovah desde el día en que yo os conocí. Yo me postré delante de Jehovah cuarenta días y cuarenta noches; me postré, porque Jehovah dijo que os iba a destruir. Oré a Jehovah diciendo: Oh, Señor Jehovah, no destruyas a tu pueblo, a tu heredad que has rescatado por tu grandeza, al cual sacaste de Egipto con mano poderosa. Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob. No mires la dureza de este pueblo, ni su impiedad ni su pecado. No sea que los de la tierra de donde nos sacaste digan: ‘Porque Jehovah no fue capaz de introducirlos en la tierra que les había prometido, o porque los aborrecía, los sacó para matarlos en el desierto.’ Pero ellos son tu pueblo y tu heredad que sacaste con tu gran poder y con tu brazo extendido. "En aquel tiempo Jehovah me dijo: ‘Lábrate dos tablas de piedra como las primeras y sube hacia mí al monte. Haz también un arca de madera. Yo escribiré en esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que rompiste, y las pondrás en el arca.’ "Entonces hice un arca de madera de acacia y labré dos tablas de piedra como las primeras. Después subí al monte con las dos tablas en mi mano. Y él escribió en las tablas lo mismo que estaba escrito en las primeras: Los Diez Mandamientos que Jehovah os había hablado en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. Luego Jehovah me las dio. Di vuelta y descendí del monte, y puse las tablas en el arca que había hecho. Allí están, como Jehovah me mandó. "Después los hijos de Israel partieron de Beerot-bene-jaacán hacia Mosera. Allí murió Aarón, y allí fue sepultado. En lugar suyo asumió el sacerdocio su hijo Eleazar. De allí partieron hacia Gudgoda, y de Gudgoda hacia Jotbata, una tierra de arroyos de agua. "En aquel tiempo Jehovah apartó la tribu de Leví para llevar el arca del pacto de Jehovah, a fin de que estuviese delante de Jehovah para servirle, y para que bendijese en su nombre hasta el día de hoy. Por esto Leví no ha tenido parte ni heredad entre sus hermanos: Jehovah es su heredad, como Jehovah tu Dios se lo ha prometido. "Yo estuve en el monte como en los primeros días, cuarenta días y cuarenta noches. Y Jehovah me escuchó también esta vez, y no quiso Jehovah destruirte. Y Jehovah me dijo: ‘Levántate, vé para ponerte en marcha delante del pueblo, a fin de que entren y tomen posesión de la tierra que juré a sus padres que les había de dar.’ "Ahora pues, Israel, ¿qué pide Jehovah tu Dios de ti? Sólo que temas a Jehovah tu Dios, que andes en todos sus caminos, que ames y sirvas a Jehovah tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos de Jehovah y sus estatutos que yo te prescribo hoy, para tu bien. "He aquí, de Jehovah tu Dios son los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay. Pero Jehovah se agradó sólo de vuestros padres para amarles, y después de ellos eligió a su descendencia de entre todos los pueblos, es decir, a vosotros, como en el día de hoy. Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz. Porque Jehovah vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores. Es Dios grande, poderoso y temible, que no hace distinción de personas ni acepta soborno. El hace justicia al huérfano y a la viuda, y también ama al extranjero y le da pan y vestido. Por tanto, amaréis al extranjero, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. "A Jehovah tu Dios temerás, y a él servirás. A él serás fiel y por su nombre jurarás. El es tu alabanza; él es tu Dios que ha hecho por ti estas cosas grandes y temibles que tus ojos han visto. Con setenta personas descendieron tus padres a Egipto, y ahora Jehovah tu Dios te ha hecho tan numeroso como las estrellas del cielo. "Amarás, pues, a Jehovah tu Dios y guardarás su ordenanza, sus estatutos, sus decretos y sus mandamientos, todos los días. "Hoy habéis de reconocer vosotros—no vuestros hijos que no la han conocido ni visto— la disciplina de Jehovah vuestro Dios: su grandeza, su mano poderosa y su brazo extendido, sus señales y sus obras que hizo en medio de Egipto al faraón rey de Egipto y a toda su tierra, y lo que hizo al ejército de Egipto, a sus caballos y a sus carros, cómo hizo que las aguas del mar Rojo se precipitasen sobre ellos cuando venían tras vosotros, y cómo Jehovah los destruyó hasta el día de hoy, y lo que ha hecho con vosotros en el desierto hasta que habéis llegado a este lugar, y lo que hizo con Datán y Abiram, hijos de Eliab hijo de Rubén, cómo la tierra abrió su boca y los tragó a ellos, a sus familias, sus tiendas y todo lo que les pertenecía en medio de todo Israel. Ciertamente son vuestros ojos los que han visto toda la gran obra que Jehovah ha hecho. "Por tanto, guardad todos los mandamientos que yo os mando hoy, para que seáis fuertes y lleguéis a tomar la tierra a la cual cruzáis para tomarla en posesión; a fin de que prolonguéis vuestros días en la tierra que Jehovah juró a vuestros padres que les daría a ellos y a sus descendientes: una tierra que fluye leche y miel. "Ciertamente la tierra a la cual entras para tomarla en posesión no es como la tierra de Egipto, de donde has salido, donde sembrabas tu semilla y la regabas con tu pie como a huerto de hortalizas. La tierra a la cual cruzas para tomarla en posesión es una tierra de montes y de valles, que bebe el agua de la lluvia del cielo; una tierra de la cual cuida Jehovah tu Dios. Los ojos de Jehovah tu Dios están siempre sobre ella, desde el principio del año hasta el final de él. "Sucederá que si obedecéis cuidadosamente mis mandamientos que hoy os mando, para amar a Jehovah vuestro Dios y para servirle con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, entonces él dará la lluvia a vuestra tierra en su tiempo, tanto la lluvia temprana como la lluvia tardía. Así podrás recoger tu grano, tu vino y tu aceite. El dará también hierba en tu campo para tu ganado. Así comerás y te saciarás. "Guardaos, pues, no sea que vuestro corazón se engañe y os apartéis y sirváis a otros dioses, y os inclinéis a ellos. No sea que se encienda el furor de Jehovah contra vosotros y cierre los cielos y no haya lluvia, ni la tierra dé su fruto, y perezcáis rápidamente sobre la buena tierra que Jehovah os da. "Por tanto, pondréis estas palabras mías en vuestro corazón y en vuestra alma. Las ataréis a vuestra mano como señal, y estarán como frontales entre vuestros ojos. Las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas sentado en tu casa o andando por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Las escribirás en los postes de tu casa y en las puertas de tus ciudades, para que vuestros días y los días de vuestros hijos sobre la tierra que Jehovah juró a vuestros padres que les había de dar, sean tan numerosos como los días de los cielos sobre la tierra. "Porque si guardáis cuidadosamente todos estos mandamientos que yo os mando para que los cumpláis, amando a Jehovah vuestro Dios, andando en todos sus caminos y siendo fieles a él, entonces Jehovah también echará todas estas naciones de delante de vosotros, y desalojaréis naciones más grandes y más poderosas que vosotros. Todo lugar que pise la planta de vuestro pie será vuestro. Vuestro territorio será desde el desierto hasta el Líbano, y desde el río, el río Eufrates, hasta el mar occidental. Nadie prevalecerá ante vosotros. Jehovah vuestro Dios pondrá miedo y pavor de vosotros sobre la faz de toda la tierra que piséis, como él os lo ha prometido. "Mira, pues; yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si obedecéis los mandamientos de Jehovah vuestro Dios que yo os mando hoy; y la maldición, si no obedecéis los mandamientos de Jehovah vuestro Dios, sino que os apartáis del camino que yo os mando hoy, para ir en pos de otros dioses que no habéis conocido. "Sucederá que cuando Jehovah tu Dios te introduzca en la tierra a la cual vas para tomarla en posesión, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim y la maldición sobre el monte Ebal. ¿Acaso no están éstos al otro lado del Jordán, hacia donde se pone el sol, en la tierra de los cananeos que habitan en el Arabá, frente a Gilgal, junto a la encina de Moré? "Ciertamente vosotros vais a cruzar el Jordán para ir a tomar posesión de la tierra que os da Jehovah vuestro Dios, y la tomaréis y habitaréis en ella. Entonces cuidaréis de poner por obra todas las leyes y decretos que yo pongo hoy delante de vosotros. "Estas son las leyes y los decretos que cuidaréis de poner por obra en la tierra que Jehovah, Dios de vuestros padres, os ha dado, para que tengáis posesión de ella todos los días que viváis sobre la tierra. Ciertamente destruiréis todos los lugares donde las naciones que vosotros habéis de desalojar han servido a sus dioses sobre los montes altos, sobre las colinas y debajo de todo árbol frondoso. Derribaréis sus altares, romperéis sus piedras rituales y quemaréis en el fuego sus árboles de Asera; quebraréis las imágenes de sus dioses y haréis desaparecer sus nombres de aquel lugar. "No haréis así para con Jehovah vuestro Dios, sino que buscaréis el lugar que Jehovah vuestro Dios haya escogido de todas vuestras tribus para poner allí su nombre y morar en él, y allá iréis. Allá llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, la ofrenda alzada de vuestras manos, vuestras ofrendas votivas, vuestras ofrendas voluntarias y los primerizos de vuestras vacas y de vuestras ovejas. Allí comeréis delante de Jehovah vuestro Dios, y os regocijaréis vosotros y vuestras familias por todo lo que vuestras manos hayan emprendido, conforme a lo que Jehovah vuestro Dios os haya bendecido. "No haréis como todo lo que nosotros hacemos hoy aquí, cada uno como le parece bien; porque hasta ahora no habéis entrado al reposo y a la heredad que os da Jehovah vuestro Dios. Pero cruzaréis el Jordán y habitaréis en la tierra que Jehovah vuestro Dios os hace heredar, y él os dará reposo de todos vuestros enemigos de alrededor; y habitaréis seguros. Entonces llevaréis al lugar que Jehovah vuestro Dios haya escogido para hacer habitar allí su nombre todas las cosas que yo os mando: vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, la ofrenda alzada de vuestras manos, y todas vuestras más selectas ofrendas votivas que hayáis hecho a Jehovah. Y os regocijaréis delante de Jehovah vuestro Dios, vosotros, vuestros hijos, vuestras hijas, vuestros siervos, vuestras siervas y el levita que esté dentro de vuestras ciudades, ya que él no tiene parte ni heredad con vosotros. "Ten cuidado de no ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que veas. Más bien, sólo en el lugar que Jehovah haya escogido en una de tus tribus, allí ofrecerás tus holocaustos, y allí harás todo lo que yo te mando. No obstante, en todas tus ciudades podrás matar y comer carne con todo tu apetito, según te haya bendecido Jehovah tu Dios. Tanto el que está impuro como el que está puro la podrán comer, como si se tratase de una gacela o de un venado. Sólo que no comeréis la sangre; la derramaréis sobre la tierra como agua. "Pero en tus ciudades no podrás comer el diezmo de tu grano, de tu vino nuevo, de tu aceite, ni de los primerizos de tus vacas y de tus ovejas, ni ninguna de las ofrendas votivas que prometes, ni tus ofrendas voluntarias, ni la ofrenda alzada de tu mano. Más bien, delante de Jehovah tu Dios, en el lugar que Jehovah tu Dios haya escogido, la comerás, tú con tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva y el levita que está en tus ciudades, regocijándote delante de Jehovah tu Dios por todo lo que tu mano ha emprendido. Ten cuidado de no desamparar al levita en todos tus días sobre tu tierra. "Cuando Jehovah tu Dios ensanche tu territorio como te ha prometido y tú digas: ‘Comeré carne’, porque tienes deseo de ella, podrás comer la carne con todo tu apetito. Si está muy lejos de ti el lugar que Jehovah tu Dios haya escogido para poner allí su nombre, entonces matarás de tus vacas y de tus ovejas que Jehovah te haya dado, como yo te he mandado. Comerás en tus ciudades con todo tu apetito. La comerás de la misma manera que se come la carne de la gacela o del venado; tanto el que está impuro como el que está puro la podrán comer. Sólo cuídate de no comer la sangre, porque la sangre es la vida; no comerás la vida junto con la carne. No comerás la sangre, sino que la derramarás en la tierra como agua. No comerás de ella, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, cuando hagas lo recto ante los ojos de Jehovah. "Pero tomarás las cosas que hayas consagrado y tus ofrendas votivas, e irás al lugar que Jehovah haya escogido. Ofrecerás tus holocaustos, la carne y la sangre, sobre el altar de Jehovah tu Dios. La sangre de tus sacrificios será derramada sobre el altar de Jehovah tu Dios, pero podrás comer la carne. "Guarda y obedece todas estas palabras que yo te mando, para que cuando hagas lo bueno y recto ante los ojos de Jehovah tu Dios, te vaya bien a ti, y a tus hijos después de ti, para siempre. "Cuando Jehovah tu Dios haya destruido delante de ti las naciones a donde tú vas para desalojarlas, y las desalojes y habites en su tierra, guárdate de que no caigas en la trampa siguiendo su ejemplo, después que hayan sido destruidas delante de ti. No indagues acerca de sus dioses, diciendo: ‘¿De qué manera rendían culto estas naciones a sus dioses para que también yo haga lo mismo?’ No actuarás de esa manera con respecto a Jehovah tu Dios. Ciertamente ellos hacen con sus dioses todo lo que Jehovah aborrece, pues aun a sus hijos y a sus hijas queman en el fuego para sus dioses. "Tendréis cuidado de hacer todo lo que yo os mando; no añadiréis a ello, ni quitaréis de ello. "Si se levanta en medio de ti un profeta o un soñador de sueños, y te da una señal o un prodigio, si se cumple la señal o el prodigio que él te predijo al decirte: ‘Vayamos en pos de otros dioses’ —que tú no conociste— ‘y sirvámoslos’, no escuches las palabras de tal profeta ni de tal soñador de sueños; porque Jehovah vuestro Dios os estará probando, para saber si amáis a Jehovah vuestro Dios con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. En pos de Jehovah vuestro Dios andaréis, y a él temeréis. Guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz. A él serviréis y a él seréis fieles. Pero tal profeta o tal soñador de sueños ha de ser muerto, porque predicó la rebelión contra Jehovah vuestro Dios que te sacó de la tierra de Egipto y te rescató de la casa de esclavitud. El trató de desviarte del camino por el que Jehovah tu Dios te mandó andar. Así eliminarás el mal de en medio de ti. "Si te incita tu hermano, hijo de tu madre, o tu hijo, o tu hija, o tu amada mujer, o tu íntimo amigo, diciendo en secreto: ‘Vayamos y sirvamos a otros dioses’ —que tú no conociste, ni tus padres, dioses de los pueblos que están en vuestros alrededores, cerca de ti o lejos de ti, como está un extremo de la tierra del otro extemo de la tierra—, no le consientas ni le escuches. Tu ojo no le tendrá lástima, ni tendrás compasión de él, ni lo encubrirás. Más bien, lo matarás irremisiblemente; tu mano será la primera sobre él para matarle, y después la mano de todo el pueblo. Lo apedrearás, y morirá, por cuanto procuró apartarte de Jehovah tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. Y todo Israel lo oirá y temerá, y no volverá a hacer semejante maldad en medio de ti. "Si de alguna de tus ciudades que Jehovah tu Dios te da, para que habites en ella, oyes que se dice que hombres impíos de en medio de ti han descarriado a los habitantes de su ciudad, diciendo: ‘Vamos y sirvamos a otros dioses’ —que vosotros no conocisteis—, entonces tú inquirirás, investigarás y averiguarás bien. Y he aquí que si resulta ser verdad y cosa confirmada que se ha hecho tal abominación en medio de ti, irremisiblemente matarás a filo de espada a los habitantes de aquella ciudad, destruyéndola por completo con todo lo que haya en ella. También matarás sus animales a filo de espada. Juntarás todo su botín en medio de su plaza, e incendiarás la ciudad y todo su botín, como una ofrenda del todo quemada a Jehovah tu Dios. Así será convertida en ruinas perpetuas, y nunca más será edificada. No se pegue a tu mano nada del anatema, para que Jehovah desista del furor de su ira, tenga piedad y compasión de ti, y te multiplique, como lo juró a tus padres, con tal de que obedezcas la voz de Jehovah tu Dios, guardando todos sus mandamientos que yo te mando hoy, para hacer lo recto ante los ojos de Jehovah tu Dios. "Vosotros sois hijos de Jehovah vuestro Dios: No sajaréis vuestros cuerpos ni raparéis vuestras cabezas por causa de algún muerto. Porque tú eres un pueblo santo para Jehovah tu Dios; Jehovah te ha escogido de entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra, para que le seas un pueblo especial. "No comeréis ninguna cosa abominable. Estos son los animales que podéis comer: la vaca, la oveja, la cabra, el venado, la gacela, el corzo, la cabra montés, el íbice, el antílope y la gamuza. Podréis comer todo animal que tiene las pezuñas partidas, hendidas en dos mitades, y que rumia. Pero de los animales que rumian o de los que tienen la pezuña partida no comeréis éstos: El camello, la liebre y el conejo os serán inmundos, porque rumian pero no tienen la pezuña partida. También os será inmundo el cerdo, porque tiene pezuña partida pero no rumia. No comeréis su carne, ni tocaréis sus cuerpos muertos. "Estos podréis comer de todo animal acuático: Podréis comer todo lo que tiene aletas y escamas. Pero todo lo que no tiene aletas ni escamas no lo comeréis; os será inmundo. "Podréis comer toda ave limpia. Pero éstas son las aves que no comeréis: el águila, el quebrantahuesos, el azor, el falcón, el milano y el buitre, según sus especies; todo cuervo según su especie; el avestruz, el corvejón, la gaviota y el halcón, según sus especies; la lechuza, el búho, el calamón, el pelícano, el gallinazo, el somormujo, la cigüeña y la garza, según sus especies; la abubilla y el murciélago. "Todo insecto alado os será inmundo; no se comerá. "Podréis comer toda criatura que vuela y que sea limpia. "No comeréis ningún animal mortecino. Lo podrás dar al forastero que está en tus ciudades, para que él lo coma; o lo venderás a un extranjero. Porque tú eres un pueblo santo para Jehovah tu Dios. "No guisarás el cabrito en la leche de su madre. "Sin falta darás el diezmo de todo el producto de tu semilla que el campo rinda año tras año. Delante de Jehovah tu Dios, en el lugar que él haya escogido para hacer habitar allí su nombre, comerás el diezmo de tu grano, de tu vino nuevo, de tu aceite, de los primerizos de tu ganado y de tu rebaño, a fin de que aprendas a temer a Jehovah tu Dios, todos los días. Si el camino es largo y tú no puedes transportar el diezmo, cuando Jehovah tu Dios te bendiga, porque está muy lejos de ti el lugar que Jehovah tu Dios haya escogido para poner allí su nombre, entonces lo darás en dinero. Tomarás el dinero contigo e irás al lugar que Jehovah tu Dios haya escogido. Entonces darás el dinero por todo lo que apetezcas: vacas, ovejas, vino, licor o por cualquier cosa que desees. Y comerás allí delante de Jehovah tu Dios, y te regocijarás tú con tu familia. No desampararás al levita que habite en tus ciudades, porque él no tiene parte ni heredad contigo. "Al final de cada tres años, sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año y lo guardarás en tus ciudades. Entonces vendrán el levita que no tiene parte ni heredad contigo, el forastero, el huérfano y la viuda que haya en tus ciudades. Ellos comerán y se saciarán, para que Jehovah tu Dios te bendiga en toda obra que hagas con tus manos. "Cada siete años harás remisión. En esto consiste la remisión: Todo aquel que dio un préstamo con el cual obligó a su prójimo, perdonará a su deudor. No lo exigirá de su prójimo o de su hermano, porque habrá sido proclamada la remisión de Jehovah. De un extranjero podrás exigir el reintegro, pero lo que tu hermano tenga de ti desistirás de cobrarlo. Sin embargo, no debe haber necesitado en medio de ti, porque Jehovah te bendecirá con abundancia en la tierra que Jehovah tu Dios te da por heredad para que tomes posesión de ella. Sólo que escuches de veras la voz de Jehovah tu Dios, para guardar y cumplir todo este mandamiento que yo te mando hoy. Ciertamente Jehovah tu Dios te bendecirá, como te ha prometido. Darás prestado a muchas naciones, pero tú no tomarás prestado. Te enseñorearás de muchas naciones, pero ellas no se enseñorearán de ti. "Cuando uno de tus hermanos esté necesitado en alguna de tus ciudades en la tierra que Jehovah tu Dios te da, no endurecerás tu corazón ni le cerrarás tu mano a tu hermano necesitado. Le abrirás tu mano con liberalidad, y sin falta le prestarás lo que necesite. "Guárdate de que no haya en tu corazón pensamiento perverso, para decir: ‘Está cerca el año séptimo, el año de la remisión’, y mires malévolamente a tu hermano necesitado para no darle nada. Porque él clamará contra ti a Jehovah, y será hallado en ti pecado. Sin falta le darás, y no tenga dolor tu corazón por hacerlo, porque por ello te bendecirá Jehovah tu Dios en todas tus obras y en todo lo que emprenda tu mano. Porque no faltarán necesitados en medio de la tierra; por eso, yo te mando diciendo: Abrirás tu mano ampliamente a tu hermano, al que es pobre y al que es necesitado en tu tierra. "Si tu hermano hebreo, hombre o mujer, se vende a ti, te servirá seis años, y al séptimo lo dejarás ir libre de ti. Cuando lo dejes ir libre, no lo dejarás ir con las manos vacías. Le proveerás generosamente de tus ovejas, de tu era y de tu lagar. Le darás de aquello con que Jehovah tu Dios te haya bendecido. Te acordarás de que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que Jehovah tu Dios te rescató. Por eso, yo te mando esto hoy. Pero sucederá que si él te dice: ‘No quiero apartarme de ti’, porque te ama a ti y a tu casa, y porque le va bien contigo, entonces tomarás una lezna, le perforarás su oreja contra la puerta, y será tu siervo para siempre. Igual trato darás a tu sierva. No te parezca duro cuando lo dejes ir libre, porque por la mitad del salario de un jornalero te ha servido durante seis años. Así Jehovah tu Dios te bendecirá en todo cuanto hagas. "Consagrarás a Jehovah tu Dios todo primerizo macho que nazca de tus vacas y de tus ovejas. No trabajarás con el primerizo de tus vacas, ni esquilarás el primerizo de tus ovejas. Delante de Jehovah tu Dios los comerás cada año, tú y tu familia, en el lugar que Jehovah haya escogido. Pero si hay algún defecto en él, si es cojo o ciego, o tiene cualquier otra falta, no lo sacrificarás a Jehovah tu Dios. Lo comerás en tus ciudades; podrá comer de él tanto el que está impuro como el que está puro, como si se tratase de una gacela o de un venado. Sólo que no comerás su sangre; la derramarás sobre la tierra como agua. "Guarda el mes de Abib y celebra la Pascua de Jehovah tu Dios, porque en el mes de Abib Jehovah tu Dios te sacó de Egipto, de noche. Sacrifica para Jehovah tu Dios la víctima de la Pascua, de las ovejas o de las vacas, en el lugar que Jehovah haya escogido para hacer habitar allí su nombre. "No comerás con ella ninguna cosa que tenga levadura. Durante siete días comerás con ella pan sin levadura, el pan de aflicción, para que te acuerdes todos los días de tu vida del día en que saliste de la tierra de Egipto. Pues con prisa saliste de la tierra de Egipto. Durante siete días no se verá levadura en tu casa, en ningún lugar de tu territorio. De la carne del animal que sacrifiques en el atardecer del primer día, no quedará nada hasta la mañana del día siguiente. "No podrás sacrificar la víctima de la Pascua en ninguna de las ciudades que Jehovah tu Dios te da. Sólo en el lugar que Jehovah tu Dios haya escogido para hacer habitar allí su nombre, sacrificarás la víctima de la Pascua, al atardecer, a la puesta del sol, a la hora en que saliste de Egipto. La asarás y la comerás en el lugar que Jehovah tu Dios haya escogido, y a la mañana siguiente podrás partir e ir a tu morada. Durante seis días comerás panes sin levadura, y en el séptimo día habrá asamblea festiva para Jehovah tu Dios; no harás ningún trabajo. "Siete semanas contarás; desde el comienzo de la siega de la mies comenzarás a contar siete semanas. Entonces celebrarás la fiesta de Pentecostés a Jehovah tu Dios; darás según la medida de la generosidad de tu mano, según Jehovah tu Dios te haya bendecido. Y en el lugar que Jehovah tu Dios haya escogido para hacer habitar allí su nombre, te regocijarás delante de Jehovah tu Dios, tú con tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, el levita que esté en tus ciudades, y el forastero, el huérfano y la viuda que estén en medio de ti. Acuérdate que tú fuiste esclavo en Egipto; por eso guardarás y cumplirás estas leyes. "Celebrarás durante siete días la fiesta de los Tabernáculos, cuando hayas recogido la cosecha de tu era y de tu lagar. Regocíjate en tu fiesta, tú con tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, el levita, el forastero, el huérfano y la viuda que estén en tus ciudades. Siete días celebrarás la fiesta a Jehovah tu Dios en el lugar que Jehovah haya escogido. Porque Jehovah tu Dios te habrá bendecido en todos tus frutos y en toda la obra de tus manos, y estarás muy alegre. "Tres veces al año se presentará todo hombre tuyo delante de Jehovah tu Dios en el lugar que él haya escogido: en la fiesta de los Panes sin Levadura, en la fiesta de Pentecostés y en la fiesta de los Tabernáculos. Nadie se presentará delante de Jehovah con las manos vacías; cada uno lo hará con el presente de su mano, conforme a lo que Jehovah tu Dios te haya bendecido. "Pondrás jueces y magistrados para ti en todas las ciudades que Jehovah tu Dios te da en tus tribus, para que juzguen al pueblo con justo juicio. No tuerzas el derecho; no hagas distinción de personas ni aceptes soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos. "La justicia, sólo la justicia seguirás, para que vivas y tengas en posesión la tierra que Jehovah tu Dios te da. "No plantarás para ti ningún árbol de Asera junto al altar de Jehovah tu Dios que te has de hacer. No levantarás piedras rituales, lo cual aborrece Jehovah tu Dios. "No sacrificarás para Jehovah tu Dios un toro o un cordero en el cual haya defecto o alguna cosa mala, porque es abominación a Jehovah tu Dios. "Cuando se halle en medio de ti, en alguna de las ciudades que Jehovah tu Dios te da, un hombre o una mujer que hace lo malo ante los ojos de Jehovah tu Dios, traspasando su pacto; si se ha ido a servir a otros dioses, inclinándose a ellos, o al sol, a la luna o a todo el ejército de los cielos (lo cual yo no he mandado); cuando te avisen, después de que lo oigas, entonces lo averiguarás bien. Y he aquí que si resulta ser verdad y cosa confirmada que se ha hecho tal abominación en Israel, entonces sacarás a las puertas de la ciudad a aquel hombre o a aquella mujer que ha hecho esta cosa mala y los apedrearás. Así morirán. "Por el testimonio de dos o tres testigos morirá el que deba morir. No morirá por el testimonio de un solo testigo. La mano de los testigos será la primera contra él para matarlo, y después la mano de todo el pueblo. Así quitarás el mal de en medio de ti. "Cuando te sea difícil decidir en un juicio en tus tribunales, ya sea en asuntos de homicidio o de derechos o de ofensas físicas o en otros casos legales, entonces te levantarás y subirás al lugar que Jehovah tu Dios haya escogido. Irás a los sacerdotes levitas y al juez que haya en aquellos días y consultarás. Ellos te indicarán la sentencia del juicio. "Harás según la sentencia que te indiquen en aquel lugar que Jehovah haya escogido, y tendrás cuidado de hacer según todo lo que te declaren. Harás según las instrucciones con que ellos te instruyan y según el juicio que pronuncien. No te apartarás de la sentencia que te indiquen, ni a la derecha ni a la izquierda. Quien proceda con soberbia y no obedezca al sacerdote que esté allí para servir delante de Jehovah tu Dios, ni al juez, esa persona morirá. Así eliminarás el mal de Israel. Todo el pueblo lo oirá y temerá, y ellos no actuarán más con soberbia. "Cuando hayas entrado en la tierra que Jehovah tu Dios te da y hayas tomado posesión de ella y la habites, y cuando digas: ‘Constituiré rey sobre mí, como todas las naciones que están en mis alrededores’, solamente constituirás sobre ti como rey a quien Jehovah tu Dios haya escogido. A uno de entre tus hermanos constituirás como rey sobre ti. No podrás constituir sobre ti a un hombre extranjero, alguien que no sea tu hermano. "Pero él no ha de acumular caballos. No hará volver al pueblo a Egipto para acumular caballos, porque Jehovah os ha dicho: ‘Jamás volveréis por ese camino.’ Tampoco acumulará para sí mujeres, no sea que se desvíe su corazón. Tampoco acumulará para sí mucha plata y oro. "Y sucederá que cuando se siente sobre el trono de su reino, él deberá escribir para sí en un pergamino una copia de esta ley, del rollo que está al cuidado de los sacerdotes levitas. La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehovah su Dios, guardando todas las palabras de esta ley y estas prescripciones a fin de ponerlas por obra. Esto servirá para que no se enaltezca su corazón sobre sus hermanos, y no se aparte del mandamiento ni a la derecha ni a la izquierda, a fin de que prolongue los días en su reino, él y sus hijos, en medio de Israel. "Los sacerdotes levitas, toda la tribu de Leví, no tendrán parte ni heredad con Israel. Ellos comerán de las ofrendas quemadas a Jehovah y de la parte que les pertenece. No tendrán heredad entre sus hermanos, pues Jehovah es su heredad, como él se lo ha prometido. "Esto es lo que corresponde a los sacerdotes de parte del pueblo, de los que ofrecen sacrificios, ya sea de toros o de carneros: Se dará al sacerdote la espaldilla, las quijadas y el estómago. Le darás las primicias de tu grano, de tu vino nuevo y de tu aceite, y las primicias de la lana de tus ovejas. Porque Jehovah tu Dios le ha escogido de entre todas las tribus para que esté dedicado a servir en el nombre de Jehovah, él y sus hijos, para siempre. "Cuando un levita salga de alguna de tus ciudades de todo Israel donde ha habitado y vaya con todo el deseo de su alma al lugar que Jehovah haya escogido, servirá en el nombre de Jehovah su Dios como todos sus hermanos, los levitas que están allí delante de Jehovah. Y tendrá igual porción que los demás, aparte de la venta de su patrimonio familiar. "Cuando hayas entrado en la tierra que Jehovah tu Dios te da, no aprenderás a hacer las abominaciones de aquellas naciones: No sea hallado en ti quien haga pasar por fuego a su hijo o a su hija, ni quien sea mago, ni exorcista, ni adivino, ni hechicero, ni encantador, ni quien pregunte a los espíritus, ni espiritista, ni quien consulte a los muertos. Porque cualquiera que hace estas cosas es una abominación a Jehovah. Y por estas abominaciones Jehovah tu Dios los echa de delante de ti. "Serás íntegro para con Jehovah tu Dios. Estas naciones que vas a desalojar escuchan a quienes conjuran a los espíritus y a los encantadores, pero a ti no te lo ha permitido Jehovah tu Dios. "Jehovah tu Dios te levantará un profeta como yo de en medio de ti, de entre tus hermanos. A él escucharéis. Conforme a todo lo que pediste a Jehovah tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: ‘No vuelva yo a oír la voz de Jehovah mi Dios, ni vuelva yo a ver este gran fuego; no sea que yo muera’, Jehovah me dijo: ‘Está bien lo que han dicho. Les levantaré un profeta como tú, de entre sus hermanos. Yo pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mande. Y al hombre que no escuche mis palabras que él hablará en mi nombre, yo le pediré cuentas. Pero el profeta que se atreva a hablar en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado hablar, o que hable en nombre de otros dioses, ese profeta morirá.’ "Puedes decir en tu corazón: ‘¿Cómo discerniremos la palabra que Jehovah no ha hablado?’ Cuando un profeta hable en el nombre de Jehovah y no se cumpla ni acontezca lo que dijo, ésa es la palabra que Jehovah no ha hablado. Con soberbia la habló aquel profeta; no tengas temor de él. "Cuando Jehovah tu Dios extermine las naciones cuya tierra Jehovah tu Dios te da, y tú las desalojes y habites en sus ciudades y en sus casas, apartarás tres ciudades en medio de la tierra que Jehovah tu Dios te da para que la tomes en posesión. Arreglarás el camino y dividirás en tres distritos el territorio de tu tierra que Jehovah tu Dios te da en heredad, para que huya allí todo homicida. "Este es el caso del homicida que puede huir allí para salvar su vida: el que mata a su prójimo por accidente, sin haberle tenido previamente aversión; como el que va con su prójimo al bosque a cortar leña, y alzando su mano con el hacha para cortar un tronco, se le suelta el hierro del palo y alcanza a su compañero, de modo que éste muere. Aquél podrá huir a una de aquellas ciudades y vivir. No sea que cuando su corazón arda en ira, el vengador de la sangre persiga al homicida, le alcance por ser largo el camino y le hiera de muerte, a pesar de que aquél no merecía ser condenado a muerte, porque no le había tenido previamente aversión. "Por tanto, yo te mando diciendo: Aparta para ti tres ciudades. Y si Jehovah tu Dios ensancha tu territorio, como lo juró a tus padres, y te da toda la tierra que prometió dar a tus padres, cuando guardes todos estos mandamientos que yo te ordeno hoy para ponerlos por obra, ames a Jehovah tu Dios y andes en sus caminos todos los días, entonces añadirás para ti tres ciudades más a estas tres. Así no será derramada sangre inocente en medio de tu tierra que Jehovah tu Dios te da por heredad, de modo que haya sobre ti culpa de sangre. "Pero si alguien aborrece a su prójimo y le acecha; si se levanta contra él y lo hiere de muerte, y él muere; si huye a alguna de estas ciudades, los ancianos de su ciudad enviarán a sacarlo de allí. Entonces lo entregarán en manos del vengador de la sangre, y morirá. Tu ojo no le tendrá lástima; quitarás de Israel la culpa de sangre inocente, y te irá bien. "No cambiarás de lugar los linderos de tu prójimo, los cuales habrán sido establecidos por los antepasados en la heredad tuya, que recibirás en la tierra que Jehovah tu Dios te da para que tomes posesión de ella. "No prevalecerá un solo testigo contra alguna persona, por cualquier maldad o pecado que haya cometido. Por el testimonio de dos o tres testigos se decidirá un asunto. "Cuando se levante un testigo falso contra alguien, para acusarle de transgresión, entonces los dos hombres que están en litigio se presentarán delante de Jehovah, ante los sacerdotes y los jueces que haya en aquellos días. Los jueces investigarán bien, y si aquel testigo resulta ser falso, por haber testificado falsamente contra su hermano, le haréis a él lo que él pensó hacer a su hermano. Así quitarás el mal de en medio de ti. Los que queden lo oirán y temerán, y no volverán a hacer semejante maldad en medio de ti. Tu ojo no le tendrá lástima. ¡Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie! "Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos y veas caballos y carros, un pueblo más numeroso que tú, no tengas temor de ellos, porque contigo está Jehovah tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto. "Sucederá que cuando os acerquéis para combatir, llegará el sacerdote y hablará al pueblo diciéndoles: ‘Escucha, Israel: Vosotros os acercáis ahora a la batalla contra vuestros enemigos. No desmaye vuestro corazón. No temáis, ni os turbéis ni os aterroricéis delante de ellos. Porque Jehovah vuestro Dios va con vosotros, para combatir por vosotros contra vuestros enemigos y para daros la victoria.’ "Los oficiales hablarán al pueblo diciendo: ‘¿Quién ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado? ¡Que se vaya y regrese a su casa! No sea que muera en la batalla y algún otro la estrene. ¿Quién ha plantado una viña y aún no ha disfrutado de ella? ¡Que se vaya y regrese a su casa! No sea que muera en la batalla y algún otro la disfrute. ¿Quién se ha desposado con una mujer y todavía no la ha tomado? ¡Que se vaya y regrese a su casa! No sea que muera en la batalla y algún otro la tome.’ "Los oficiales volverán a hablar al pueblo y dirán: ‘¿Hay alguien que sea miedoso y de corazón pusilánime? ¡Que se vaya y regrese a su casa! No sea que haga desfallecer el corazón de sus compañeros, como ocurre con su propio corazón.’ Sucederá que cuando los oficiales acaben de hablar al pueblo, designarán a los jefes de los ejércitos al frente del pueblo. "Cuando te acerques a una ciudad para combatir contra ella, le propondrás la paz. Si te responde con paz y te abre sus puertas, toda la gente que se halla en ella te rendirá tributo laboral, y ellos te servirán. Pero si no hace la paz contigo, sino que te hace la guerra, entonces la sitiarás. Cuando Jehovah tu Dios la entregue en tu mano, matarás a filo de espada a todos sus varones. Solamente las mujeres, los niños, los animales y todo lo que haya en la ciudad, todo su botín, podrás tomar para ti y comer del botín de tus enemigos que Jehovah tu Dios te entregó. Harás esto con todas las ciudades que estén muy distantes de ti, que no sean de las ciudades de estas naciones de aquí. Pero en las ciudades de estos pueblos que Jehovah tu Dios te da por heredad, no dejarás con vida a ninguna persona. Los destruirás completamente, como Jehovah tu Dios te ha mandado: heteos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos. De esta manera no os enseñarán a imitar todas las abominaciones que ellos hacen para sus dioses, de modo que pequéis contra Jehovah vuestro Dios. "Cuando sities mucho tiempo alguna ciudad para combatir contra ella, a fin de tomarla, no destruyas su arboleda alzando en ella el hacha, porque de ella podrás comer. No la cortarás; pues, ¿acaso los árboles del campo son hombres para que vengan ante ti con asedio? Pero podrás destruir y talar el árbol que sabes que no es para comer, con el propósito de construir obras de asedio contra la ciudad que combate contigo, hasta que se rinda. "Si en la tierra que Jehovah tu Dios te da para que la tomes en posesión se halla un muerto tendido en el campo, y se ignora quién lo mató, entonces tus ancianos y jueces irán, y medirán la distancia hasta las ciudades que están alrededor del muerto. Y sucederá que los ancianos de la ciudad más cercana al muerto tomarán una vaquilla que no haya sido aún sometida al trabajo y que no haya llevado yugo. Los ancianos de aquella ciudad llevarán la ternera abajo, a un arroyo permanente donde no se haya arado ni sembrado, y allí en el arroyo romperán la nuca a la ternera. "Después se acercarán los sacerdotes hijos de Leví, porque a ellos escogió Jehovah tu Dios para que le sirvan y para que bendigan en el nombre de Jehovah. Por el dicho de ellos se decidirá todo pleito o todo daño. Todos los ancianos de aquella ciudad más cercana al muerto lavarán sus manos sobre la vaquilla desnucada en el arroyo, y declararán diciendo: ‘Nuestras manos no han derramado esta sangre, ni nuestros ojos lo han visto. Oh Jehovah, perdona a tu pueblo Israel al cual has redimido. No traigas culpa de sangre inocente en medio de tu pueblo Israel.’ Así les será perdonada la culpa de sangre. De este modo eliminarás la culpa por la sangre inocente de en medio de ti, cuando hagas lo recto ante los ojos de Jehovah. "Cuando vayas a la guerra contra tus enemigos y Jehovah tu Dios los entregue en tu mano, y tomes de ellos cautivos; si entre los cautivos ves alguna mujer hermosa y la deseas y la quieres tomar para ti como mujer, la llevarás a tu casa. Ella rapará su cabeza, se arreglará las uñas, se quitará su vestido de cautiva y se quedará en tu casa. Hará duelo por su padre y por su madre durante un mes. Después de esto podrás unirte a ella; tú te casarás con ella, y ella será tu mujer. Pero sucederá que si ella no te agrada, la dejarás ir libre, a su propia voluntad. No la venderás por dinero ni la tratarás brutalmente, porque la has deshonrado. "Si un hombre tiene dos mujeres (la una amada y la otra aborrecida); si tanto la amada como la aborrecida le han dado hijos, y si el hijo primogénito es de la mujer aborrecida, sucederá que el día en que haga heredar a sus hijos lo que tiene, no podrá tratar como a primogénito al hijo de la mujer amada, prefiriéndolo al hijo de la aborrecida, el cual es el primogénito. Reconocerá al hijo de la mujer aborrecida como primogénito para darle una doble porción de todo lo que tiene. Suyo es el derecho de la primogenitura, porque él es la primicia de su vigor. "Si un hombre tiene un hijo contumaz y rebelde, que no obedece la voz de su padre ni la voz de su madre, y que a pesar de haber sido castigado por ellos, con todo no les obedece, entonces su padre y su madre lo tomarán y lo llevarán ante los ancianos de su ciudad, al tribunal local. Entonces dirán a los ancianos de la ciudad: ‘Este hijo nuestro es contumaz y rebelde. No obedece nuestra voz; es un libertino y un borracho.’ Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá. Así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel lo oirá y temerá. "Si un hombre ha cometido pecado que merece la muerte, por lo cual se le ha dado la muerte, y le has colgado de un árbol, no quedará su cuerpo en el árbol durante la noche. Sin falta le darás sepultura el mismo día, porque el ahorcado es una maldición de Dios. Así no contaminarás la tierra que Jehovah tu Dios te da como heredad. "Si encuentras extraviado el buey o la oveja de tu hermano, no te desentenderás de ellos. Deberás devolverlos a tu hermano. Y si tu hermano no vive cerca de ti, o no le conoces, recógelo en tu casa. Estará contigo hasta que tu hermano lo busque, y entonces se lo devolverás. Lo mismo harás con su asno, con su vestido y con toda cosa perdida que tu hermano haya perdido y que tú halles. No podrás desentenderte de ello. "No podrás ver caído en el camino el asno o el buey de tu hermano y desentenderte de ellos. Sin falta ayúdale a levantarlo. "La mujer no se vestirá con ropa de hombre, ni el hombre se pondrá vestido de mujer; porque cualquiera que hace esto es una abominación a Jehovah tu Dios. "Si encuentras en el camino, en algún árbol o en la tierra, el nido de un pájaro con polluelos o con huevos, y la madre está sobre los polluelos o sobre los huevos, no tomes la madre con los polluelos. Dejarás ir a la madre y podrás tomar para ti los polluelos, para que te vaya bien y prolongues tus días. "Cuando construyas una casa nueva, haz un parapeto a tu azotea, para que no traigas culpa de sangre a tu casa, si alguien se cayera de ella. "No sembrarás tu viña con mezcla de semillas, no sea que el producto entero de la semilla que hayas sembrado, así como el fruto de la viña, sea confiscado. "No ararás con buey y con asno juntamente. "No te vestirás con mezcla de lana y lino. "Harás borlas en los cuatro extremos de tu manto con que te cubras. "Si un hombre toma mujer y después de haberse unido a ella le toma aversión, la acusa de conducta denigrante y le propaga mala fama diciendo: ‘A esta mujer tomé por esposa, me uní a ella y no hallé en ella evidencias de virginidad’, entonces el padre y la madre de la joven tomarán las evidencias de la virginidad de la joven y las llevarán a los ancianos de la ciudad, al tribunal. El padre de la joven dirá a los ancianos: ‘Yo di a mi hija por mujer a este hombre, y él le tiene aversión. Y he aquí la acusa de conducta denigrante, diciendo: No he hallado en tu hija evidencias de virginidad. Pero aquí están las evidencias de la virginidad de mi hija.’ Y extenderán la sábana delante de los ancianos de la ciudad. "Entonces los ancianos de la ciudad tomarán al hombre y lo castigarán. Por cuanto propagó mala fama a una virgen de Israel, le impondrán una multa de 100 siclos de plata (lo cual darán al padre de la joven); y ella será su mujer. El no la podrá despedir en toda su vida. "Pero si el asunto es verdad, que no se habían hallado evidencias de virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre. Luego los hombres de su ciudad la apedrearán, y ella morirá; porque hizo vileza en Israel fornicando en la casa de su padre. Así quitarás el mal de en medio de ti. "Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer de otro hombre, ambos morirán: el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer. Así quitarás el mal de Israel. "Si un hombre halla en la ciudad a una joven virgen desposada con otro hombre, y se acuesta con ella, entonces los sacaréis a ambos a la puerta de aquella ciudad, y los apedrearéis. Así morirán: la joven, porque estando en la ciudad no gritó; y el hombre, porque violó a la mujer de su prójimo. Así quitarás el mal de en medio de ti. "Pero si un hombre halla en el campo a una joven desposada, y la fuerza y se acuesta con ella, morirá sólo el hombre que se acostó con ella. A la joven no le harás nada; la joven no tiene culpa de muerte. Su caso es semejante al del hombre que se levanta contra su prójimo y le quita la vida, porque él la halló en el campo y aunque la joven desposada hubiera gritado, no habría habido quien la librara. "Si un hombre halla a una joven virgen que no esté desposada, y la fuerza y se acuesta con ella, y son descubiertos, entonces el hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven 50 siclos de plata; y ella será su mujer. Porque él la violó, no la podrá despedir en toda su vida. "Ningún hombre tomará la mujer de su padre, ni descubrirá el manto de su padre. "No entrará en la congregación de Jehovah quien tenga los testículos magullados o mutilado el miembro viril. "No entrará el bastardo en la congregación de Jehovah. Ni aun en la décima generación entrará en la congregación de Jehovah. "No entrará el amonita ni el moabita en la congregación de Jehovah. Ni aun en la décima generación entrarán jamás en la congregación de Jehovah, por cuanto no os salieron a recibir al camino con pan y agua cuando salisteis de Egipto, y porque él contrató contra ti a Balaam hijo de Beor, de Petor, de Siria mesopotámica, para que te maldijese. Pero Jehovah tu Dios no quiso escuchar a Balaam. Jehovah tu Dios te convirtió la maldición en bendición, porque Jehovah tu Dios te amaba. No procurarás jamás la paz ni el bienestar de ellos, en todos tus días. "No abominarás al edomita, porque es tu hermano. No abominarás al egipcio, porque fuiste extranjero en su tierra. Los hijos que les nazcan en la tercera generación entrarán en la congregación de Jehovah. "Cuando salgas en campaña contra tus enemigos, cuídate de toda cosa mala. Si hay en ti algún hombre que no está puro debido a una emisión nocturna, saldrá del campamento y no entrará en él. Y sucederá que antes del anochecer se lavará con agua, y una vez que el sol se haya puesto podrá entrar en el campamento. "Tendrás un lugar fuera del campamento, y allá saldrás. Tendrás también en tu cinto una estaca; y cuando vayas allí fuera, cavarás con ella y te darás vuelta para cubrir tu excremento. Ciertamente Jehovah tu Dios se pasea en medio de tu campamento, para librarte y para entregar a tus enemigos delante de ti. Por eso tu campamento deberá ser santo, de modo que él no vea en medio de ti alguna cosa indecente y se aparte de ti. "No entregarás a su amo el esclavo que acude a ti escapándose de su amo. Que viva contigo, en medio de ti, en el lugar que él escoja en una de tus ciudades, donde le vaya bien. No lo oprimas. "No habrá prostituta sagrada entre las hijas de Israel, ni prostituto sagrado entre los hijos de Israel. No traerás a la casa de Jehovah tu Dios, por ningún voto, el salario de una prostituta ni el salario de un prostituto, porque ambos son una abominación a Jehovah tu Dios. "No cobrarás a tu hermano interés por el dinero, ni interés por la comida, ni interés por ninguna cosa de la que se suele cobrar interés. Al extraño podrás cobrar interés, pero a tu hermano no le cobrarás, para que Jehovah tu Dios te bendiga en todo lo que emprenda tu mano en la tierra a la cual entras para tomarla en posesión. "Cuando hagas un voto a Jehovah tu Dios, no tardes en cumplirlo; porque ciertamente Jehovah tu Dios te lo demandará, y sería en ti pecado. Pero si te abstienes de hacer un voto, no sería en ti pecado. Cumplirás lo que tus labios pronuncien; harás de acuerdo con el voto que hayas hecho a Jehovah tu Dios, la ofrenda voluntaria que hayas prometido con tu boca. "Cuando entres en la viña de tu prójimo, podrás comer las uvas que quieras, hasta saciarte; pero no las pondrás en tu cesta. "Cuando entres en la mies de tu prójimo, podrás cortar espigas con tu mano, pero no aplicarás la hoz a la mies de tu prójimo. "Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y sucede que ella no le agrada por haber él hallado en ella alguna cosa vergonzosa, le escribirá una carta de divorcio, la entregará en su mano y la despedirá de su casa. "Salida ella de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. Si este hombre la llega a aborrecer, le escribe una carta de divorcio, la entrega en su mano, la despide de su casa; o si muere este hombre que la tomó por mujer, entonces su primer marido que la despidió no podrá volverla a tomar para que sea su mujer, después que ella fue mancillada, porque esto sería una abominación delante de Jehovah. No has de traer pecado a la tierra que Jehovah tu Dios te da por heredad. "Si un hombre ha tomado recientemente esposa, no irá al ejército, ni se le impondrá ninguna obligación. Estará libre en su casa durante un año, para alegrar a su mujer que tomó. "No tomarás en prenda la piedra de molino, ni la inferior ni la superior, porque ello sería tomar en prenda la vida misma. "Si se descubre que alguien ha raptado a alguno de sus hermanos, los hijos de Israel, y lo ha tratado brutalmente o lo ha vendido, ese ladrón morirá. Así quitarás el mal de en medio de ti. "Ten cuidado de la plaga de la lepra, observando diligentemente y haciendo conforme a todo lo que os enseñen los sacerdotes levitas. Tendréis cuidado de actuar como yo les he mandado. Acuérdate de lo que Jehovah tu Dios hizo a María, en el camino, cuando salisteis de Egipto. "Cuando des a tu prójimo algún préstamo, no entres en su casa para tomarle prenda. Te quedarás fuera, y el hombre a quien prestaste te sacará fuera la prenda. Y si es hombre pobre, no pases la noche con su prenda. Sin falta le devolverás la prenda cuando el sol se ponga, para que se acueste con su ropa y te bendiga. Y te será contado por justicia delante de Jehovah tu Dios. "No explotes al jornalero pobre y necesitado, tanto de entre tus hermanos como de entre los forasteros que estén en tu tierra, en tus ciudades. En su día le darás su jornal. No se ponga el sol antes de que se lo des, pues él es pobre, y su alma lo espera con ansiedad. No sea que él clame a Jehovah contra ti, y en ti sea hallado pecado. "Los padres no serán muertos por culpa de los hijos, ni los hijos serán muertos por culpa de los padres; sino que cada cual será muerto por su propio pecado. "No torcerás el derecho del forastero o del huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda. Más bien, acuérdate de que fuiste esclavo en Egipto y que de allí te rescató Jehovah tu Dios. Por eso yo te mando que hagas esto. "Cuando siegues tu mies en tu campo y olvides en el campo una gavilla, no regresarás para tomarla. Será para el forastero, para el huérfano y para la viuda; a fin de que Jehovah tu Dios te bendiga en toda la obra de tus manos. Cuando varees tu olivo, no vuelvas a golpearlo detrás de ti; será para el forastero, para el huérfano y para la viuda. Cuando vendimies tu viña, no la rebusques; será para el forastero, para el huérfano y para la viuda. Acuérdate de que fuiste esclavo en la tierra de Egipto; por eso yo te mando que hagas esto. "Cuando haya pleito entre algunos y acudan al tribunal para que los juzguen, absolverán al justo y condenarán al culpable. Sucederá que si el delincuente merece ser azotado, el juez lo hará recostar en el suelo y lo hará azotar en su presencia. El número de azotes será de acuerdo al delito. Podrá darle cuarenta azotes; no añadirá más. No sea que, si se le dan más azotes que éstos, tu hermano quede envilecido ante tus ojos. "No pondrás bozal al buey cuando trilla. "Si unos hermanos viven juntos y muere uno de ellos sin dejar hijo, la mujer del difunto no se casará fuera de la familia con un hombre extraño. Su cuñado se unirá a ella y la tomará como su mujer, y consumará con ella el matrimonio levirático. El primer hijo que ella dé a luz llevará el nombre del hermano muerto, para que el nombre de éste no sea eliminado de Israel. "Si tal hombre no quiere tomar a su cuñada, entonces su cuñada irá a los ancianos, a la puerta de la ciudad, y dirá: ‘Mi cuñado rehúsa levantar nombre en Israel a su hermano; él no quiere cumplir el matrimonio levirático conmigo.’ Entonces los ancianos de su ciudad lo llamarán y hablarán con él. Si él se pone de pie y dice: ‘No quiero tomarla’, entonces su cuñada se acercará a él delante de los ancianos, quitará el calzado del pie de él, le escupirá en la cara y le dirá: ‘¡Así se haga al hombre que no edifica la casa de su hermano!’ Y se llamará su nombre en Israel Casa del Descalzado. "Cuando unos hombres peleen, el uno con el otro, y se acerca la mujer de uno de ellos para librar a su marido de manos del que le golpea, y alargando su mano le agarra por sus partes genitales, entonces le cortarás la mano a ella. Tu ojo no le tendrá lástima. "No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica. No tendrás en tu casa medida grande y medida chica. Pesa exacta y justa tendrás; medida exacta y justa tendrás, para que tus días se prolonguen en la tierra que Jehovah tu Dios te da. Porque cualquiera que hace estas cosas, cualquiera que hace injusticia, es una abominación a Jehovah tu Dios. "Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino, cuando salisteis de Egipto: cómo, estando tú cansado y agotado, te salió al encuentro, y sin temor de Dios desbarató tu retaguardia y a todos los debilitados que iban detrás de ti. Sucederá que cuando Jehovah tu Dios te haya dado reposo de todos tus enemigos de alrededor, en la tierra que Jehovah tu Dios te da por heredad para que tomes posesión de ella, entonces borrarás de debajo del cielo la memoria de Amalec. ¡No te olvides! "Cuando hayas entrado en la tierra que Jehovah tu Dios te da por heredad, y hayas tomado posesión de ella y la habites, entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que saques de la tierra que Jehovah tu Dios te da, las pondrás en una canasta e irás al lugar que Jehovah tu Dios haya escogido para hacer habitar allí su nombre. Vendrás al sacerdote que haya en aquellos días, y le dirás: ‘Reconozco hoy ante Jehovah tu Dios que yo he entrado en la tierra que Jehovah juró a nuestros padres que nos daría.’ "El sacerdote tomará la canasta de tu mano y la pondrá delante del altar de Jehovah tu Dios. Entonces hablarás y dirás delante de Jehovah tu Dios: ‘Un arameo errante fue mi padre. El descendió a Egipto y vivió allí con unos pocos hombres, y allí llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos afligieron e impusieron sobre nosotros dura esclavitud. Pero clamamos a Jehovah, Dios de nuestros padres, y Jehovah escuchó nuestra voz. Vio nuestra aflicción, nuestro trabajo forzado y nuestra opresión, y Jehovah nos sacó de Egipto con mano poderosa y brazo extendido, con gran terror, con señales y prodigios. Nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra: una tierra que fluye leche y miel. Y ahora, oh Jehovah, he aquí traigo las primicias del fruto de la tierra que tú me has dado.’ "Lo dejarás delante de Jehovah tu Dios, y te postrarás delante de Jehovah tu Dios. Entonces te regocijarás, tú con el levita y el forastero que esté en medio de ti, por todo el bien que Jehovah tu Dios te haya dado a ti y a tu casa. "Cuando hayas acabado de entregar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, darás al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, para que ellos coman en tus ciudades y se sacien. Entonces dirás delante de Jehovah tu Dios: ‘Yo he sacado de mi casa lo consagrado, y además lo he dado al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, conforme a todos los mandamientos que me has mandado. No he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado. No he comido de ello estando de luto, ni he sacado de ello estando impuro, ni de ello he ofrecido a los muertos. He obedecido la voz de Jehovah mi Dios y he hecho conforme a todo lo que me has mandado. Mira desde tu santa morada, desde el cielo, y bendice a tu pueblo Israel y la tierra que nos has dado, como juraste a nuestros padres: una tierra que fluye leche y miel.’ "Jehovah tu Dios te manda hoy que cumplas estas leyes y decretos. Cuida, pues, de ponerlos por obra con todo tu corazón y con toda tu alma. Tú has proclamado hoy que Jehovah es tu Dios y que andarás en sus caminos, que guardarás sus leyes, sus mandamientos y sus decretos, y que escucharás su voz. "Jehovah ha proclamado hoy que tú eres su pueblo especial, como él te ha prometido, y que guardarás todos sus mandamientos, de modo que él te ponga más alto que todas las naciones que ha hecho, en cuanto a alabanza, renombre y gloria; para que tú seas un pueblo santo para Jehovah tu Dios, como él ha prometido." Moisés, con los ancianos de Israel, mandó al pueblo diciendo: "Guardaréis todos los mandamientos que yo te mando hoy. Y sucederá el día que crucéis el Jordán hacia la tierra que os da Jehovah tu Dios, que os levantaréis piedras grandes, las cuales recubriréis con cal. Sobre ellas escribiréis todas las palabras de esta ley, cuando hayas cruzado para entrar en la tierra que Jehovah tu Dios te da, tierra que fluye leche y miel, como te ha prometido Jehovah, Dios de tus padres. Cuando hayáis cruzado el Jordán, levantaréis en el monte Ebal estas piedras que yo os mando hoy, y las recubriréis con cal. Allí edificaréis un altar a Jehovah tu Dios, un altar de piedras. No alzaréis sobre ellas herramientas de hierro; Edificaréis el altar de Jehovah tu Dios de piedras sin labrar. Sobre él ofrecerás holocaustos a Jehovah tu Dios, y harás sacrificios de paz. Allí comerás y te regocijarás delante de Jehovah tu Dios, y escribirás en las piedras todas las palabras de esta ley, con toda claridad." Luego Moisés y los sacerdotes levitas hablaron a todo Israel diciendo: "Oh Israel, guarda silencio y escucha: Hoy has venido a ser pueblo de Jehovah tu Dios. Escucharás, pues, la voz de Jehovah tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus leyes que yo te mando hoy." Aquel día Moisés mandó al pueblo diciendo: "Después de haber cruzado el Jordán, éstos estarán sobre el monte Gerizim para bendecir al pueblo: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín. Y éstos estarán en el monte Ebal para pronunciar la maldición: Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí. "Los levitas hablarán y dirán a todo hombre de Israel en alta voz: "‘¡Maldito el hombre que haga una imagen tallada o una imagen de fundición, obra de mano de escultor (lo cual es abominación a Jehovah), y la guarde en oculto!’ Y todo el pueblo responderá y dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que trate con desprecio a su padre o a su madre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que cambie de lugar los linderos de su prójimo!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que haga errar al ciego en el camino!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que pervierta el derecho del forastero, del huérfano y de la viuda!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que se acueste con la mujer de su padre, porque descubre el manto de su padre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que tenga cópula con cualquier animal!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que se acueste con su hermana, hija de su padre o hija de su madre!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que se acueste con su suegra!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que hiera de muerte a su prójimo en secreto!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que acepte soborno para matar a un inocente!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "‘¡Maldito el que no cumpla las palabras de esta ley, poniéndolas por obra!’ Y todo el pueblo dirá: ‘¡Amén!’ "Y sucederá que si escuchas diligentemente la voz de Jehovah tu Dios, procurando poner por obra todos sus mandamientos que yo te mando hoy, también Jehovah tu Dios te enaltecerá sobre todas las naciones de la tierra. Cuando obedezcas la voz de Jehovah tu Dios, vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán: "Bendito serás en la ciudad, y bendito en el campo. "Benditos serán el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra y el fruto de tu ganado, la cría de tus vacas y el incremento de tus ovejas. "Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. "Bendito serás al entrar, y bendito al salir. "Jehovah hará que tus enemigos que se levanten contra ti sean derrotados delante de ti. Por un camino saldrán hacia ti, y por siete caminos huirán de ti. "Jehovah mandará bendición a tus graneros y a todo lo que emprenda tu mano. El te bendecirá en la tierra que Jehovah tu Dios te da. Si guardas los mandamientos de Jehovah tu Dios y andas en sus caminos, Jehovah te confirmará como pueblo santo suyo, como te ha jurado. Todos los pueblos de la tierra verán que eres llamado por el nombre de Jehovah, y te temerán. "Jehovah hará que sobreabundes en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tus animales y en el fruto de tu campo, en la tierra que Jehovah juró a tus padres que te daría. El te abrirá su buen tesoro, los cielos, para dar lluvia a tu tierra en su tiempo y para bendecir toda la obra de tus manos. Tú darás prestado a muchas naciones, pero tú no pedirás prestado. "Si obedeces los mandamientos de Jehovah tu Dios que yo te mando hoy para que los guardes y cumplas, Jehovah te pondrá como cabeza y no como cola. Estarás encima, nunca debajo. "No os apartéis de todas las palabras que yo os mando hoy, ni a la derecha ni a la izquierda, para ir tras otros dioses a fin de rendirles culto. "Pero si no escuchas la voz de Jehovah tu Dios a fin de procurar poner por obra todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te mando hoy, todas estas maldiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán: "Maldito serás en la ciudad, y maldito en el campo. "Malditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. "Malditos serán el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas y el incremento de tus ovejas. "Maldito serás al entrar, y maldito al salir. "Jehovah enviará contra ti maldición, turbación y reprensión en todo lo que emprenda tu mano, hasta que seas destruido y perezcas rápidamente a causa de la maldad de tus hechos, por los cuales me habrás abandonado. "Jehovah hará que se te pegue la peste hasta acabar contigo en la tierra a la cual entras para tomarla en posesión. Jehovah te herirá con tisis, con fiebre, con inflamación, con calor sofocante, con sequía, con tizón y con añublo, los cuales te perseguirán hasta que perezcas. Tus cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti será de hierro. En lugar de lluvia Jehovah dará a tu tierra polvo y ceniza, los cuales descenderán del cielo sobre ti hasta que perezcas. "Jehovah hará que seas derrotado delante de tus enemigos. Por un camino saldrás hacia ellos, y por siete caminos huirás de ellos. Así serás objeto de horror para todos los reinos de la tierra. Tu cadáver servirá de comida a todas las aves del cielo y a los animales de la tierra, y no habrá quien los espante. "Jehovah te afligirá con úlceras de Egipto, con tumores, con sarna y con comezón, de los que no puedas ser sanado. "Jehovah te afligirá con locura, con ceguera y con confusión de la mente. Palparás al mediodía, como palpa el ciego en la oscuridad, y no tendrás éxito en tus caminos. Todos los días serás oprimido y robado, sin que haya quien te libre. Te desposarás con una mujer, y otro hombre dormirá con ella. Edificarás una casa, y no la habitarás. Plantarás una viña, y no la vendimiarás. Tu buey será matado ante tus ojos, pero no comerás de él. Tu asno será arrebatado delante de ti, y no te será devuelto. Tus ovejas serán dadas a tus enemigos, y no tendrás quien te las rescate. Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo. Tus ojos lo verán y se desesperarán por ellos todo el día, pero tu mano no podrá hacer nada. El fruto de tu tierra y de toda tu labor lo comerá un pueblo que no has conocido. Serás oprimido y quebrantado todos los días, y enloquecerás a causa de lo que verán tus ojos. "Jehovah te afligirá con úlcera maligna en las rodillas y en las piernas, y desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser sanado. "Jehovah te llevará a ti, y a tu rey que hayas establecido sobre ti, a una nación que ni tú ni tus padres habéis conocido. Allá rendirás culto a otros dioses de madera y de piedra. Serás objeto de horror y servirás de refrán y de hazmerreír a todos los pueblos a los cuales te lleve Jehovah. "Llevarás mucha semilla al campo, pero cosecharás poco; porque la langosta la consumirá. Plantarás viñas y las cuidarás, pero no recogerás uvas ni beberás vino; porque el gusano se las comerá. Tendrás olivos por todo tu territorio, pero no te ungirás con aceite; porque tus olivas se caerán. Engendrarás hijos e hijas, pero no serán para ti; porque serán llevados cautivos. La langosta tomará posesión de toda tu arboleda y del fruto de tu tierra. El forastero que habite en medio de ti subirá cada vez más alto que tú, pero tú descenderás cada vez más bajo. El podrá prestarte a ti, pero tú no podrás prestarle a él. El será la cabeza, y tú serás la cola. Sobre ti vendrán todas estas maldiciones. Te perseguirán y te alcanzarán hasta que perezcas, porque no habrás escuchado la voz de Jehovah tu Dios, a fin de guardar los mandamientos y los estatutos que él te ha mandado. Y serán en ti señal y prodigio, y también en tu descendencia, para siempre. "Por no haber servido a Jehovah tu Dios con alegría y gozo de corazón por la abundancia de todo, servirás a tus enemigos que Jehovah enviará contra ti, en medio del hambre, de la sed, de la desnudez y de la falta de todas las cosas. El pondrá sobre tu cuello un yugo de hierro, hasta destruirte. Jehovah traerá, desde el extremo de la tierra, una nación lejana que se abalanzará sobre ti como el águila, una nación cuyo idioma no entiendas, gente de aspecto fiero, que no respetará al anciano ni tendrá compasión del niño. Comerá el fruto de tus animales y el fruto de tu tierra hasta que tú perezcas. No dejará para ti el grano, ni el vino nuevo, ni el aceite, ni la cría de tus vacas ni el incremento de tus ovejas, hasta destruirte. "El te asediará en todas tus ciudades, hasta que en toda tu tierra caigan tus murallas altas y fortificadas en las cuales confías. El te asediará en todas tus ciudades y en toda la tierra que Jehovah tu Dios te haya dado. En el asedio y en la angustia con que te angustiará tu enemigo, comerás el fruto de tu vientre: la carne de tus hijos y de tus hijas que Jehovah tu Dios te haya dado. Aun el hombre más tierno y acostumbrado a los deleites en medio de ti mirará malévolamente a su hermano, a su amada mujer y al resto de sus hijos que queden, para no compartir con ninguno de ellos la carne de sus hijos que él se comerá. Porque nada le habrá quedado, debido al asedio y a la angustia con que te angustiará tu enemigo en todas tus ciudades. También la mujer más tierna y acostumbrada a los deleites en medio de ti, que nunca probó asentar la planta de su pie sobre el suelo a causa de su delicadeza y de su ternura, mirará malévolamente a su amado marido, a su hijo y a su hija. Hasta la placenta que sale de entre sus piernas, y los hijos que dé a luz, se los comerá a escondidas, debido a que faltará todo por causa del asedio y la angustia con que tu enemigo te oprimirá en tus ciudades. "Si no cuidas de poner por obra todas las palabras de esta ley, escritas en este libro, temiendo este nombre grande y temible, Jehovah tu Dios, entonces aumentará Jehovah asombrosamente tus plagas y las plagas de tus descendientes, plagas graves y crónicas, enfermedades malignas y crónicas. El traerá contra ti todas las enfermedades de Egipto, de las cuales tuviste miedo, y se te pegarán. Jehovah también enviará sobre ti todas las enfermedades y todas las plagas que no están mencionadas en el libro de esta ley, hasta que seas destruido. Y después de haber sido tan numerosos como las estrellas del cielo, quedaréis pocos en número, porque no habrás obedecido la voz de Jehovah tu Dios. "Y sucederá que como Jehovah se gozó en vosotros para haceros el bien y para multiplicaros, así se gozará en vosotros para arruinaros y destruiros. Seréis arrancados de la tierra en la cual entráis para tomarla en posesión. Jehovah te esparcirá entre todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo de la tierra. Allí rendiréis culto a otros dioses, de madera y de piedra, que ni tú ni tus padres habéis conocido. Y entre aquellas naciones no tendrás tranquilidad, ni habrá reposo para la planta de tu pie. Allí te dará Jehovah corazón tembloroso, decaimiento de ojos y desesperación del alma. Vivirás en constante suspenso; estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida. Debido al terror con que serás amedrentado y por lo que verán tus ojos, dirás por la mañana: ‘¡Oh, si fuera de noche!’ Y dirás por la noche: ‘¡Oh, si fuera de mañana!’ Y Jehovah te hará volver a Egipto en navíos, por el camino del cual yo te había dicho: ‘¡Nunca más volveréis a verlo!’ Allí os ofreceréis en venta a vuestros enemigos como esclavos y esclavas, y no habrá quien os compre." Estas son las palabras del pacto que Jehovah mandó a Moisés que hiciera con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que hizo con ellos en Horeb. Moisés llamó a todo Israel y les dijo: "Vosotros habéis visto todo lo que Jehovah hizo ante vuestros ojos en la tierra de Egipto al faraón, a todos sus servidores y a toda su tierra; las grandes pruebas que vuestros ojos vieron, aquellas grandes señales y prodigios. Pero hasta el día de hoy Jehovah no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. "Yo os he conducido cuarenta años por el desierto. Vuestros vestidos no se han envejecido sobre vosotros, ni vuestros zapatos se han gastado en vuestros pies. No habéis comido pan ni tomado vino ni licor, para que sepáis que yo soy Jehovah vuestro Dios. Así llegasteis a este lugar, y cuando Sejón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán, salieron para combatir contra nosotros, los derrotamos. Luego tomamos su tierra y la dimos por posesión a Rubén, a Gad y a la media tribu de Manasés. Guardad, pues, las palabras de este pacto y ponedlas por obra, para que prosperéis en todo lo que hagáis. "Todos vosotros estáis hoy delante de Jehovah vuestro Dios: los jefes de vuestras tribus, vuestros ancianos, vuestros oficiales, todos los hombres de Israel, vuestros niños, vuestras mujeres y los forasteros que están en medio de vuestro campamento, desde el que corta tu leña hasta el que saca tus aguas. Estás por entrar en el pacto de Jehovah tu Dios, y en el compromiso solemne que Jehovah tu Dios hace hoy contigo, a fin de confirmarte hoy como pueblo suyo, y para que él sea tu Dios, como te ha prometido y como lo juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob. "No sólo con vosotros hago yo este pacto y este compromiso solemne; ciertamente es con el que está aquí con nosotros hoy, delante de Jehovah nuestro Dios, y también con aquel que no está aquí con nosotros hoy. Pues vosotros sabéis cómo habitábamos en la tierra de Egipto y cómo hemos pasado en medio de las naciones por las cuales habéis pasado. Vosotros habéis visto sus abominaciones y sus ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro, que tienen entre ellos. No sea que haya entre vosotros hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy de Jehovah nuestro Dios para ir a rendir culto a los dioses de aquellas naciones. No sea que haya entre vosotros una raíz que produzca una hierba venenosa y ajenjo, y que al oír las palabras de este compromiso solemne, se bendiga a sí mismo en su corazón, diciendo: ‘Yo tendré paz, aunque ande en la terquedad de mi corazón’, de modo que arrase la tierra regada junto con la sedienta. "Jehovah no estará dispuesto a perdonarle, sino que subirán entonces cual humo el furor y el celo de Jehovah contra ese hombre, y sobre él se asentarán todas las imprecaciones escritas en este libro. Jehovah borrará su nombre de debajo del cielo. El lo apartará para mal de entre todas las tribus de Israel, conforme a todas las imprecaciones del pacto escritas en este libro de la ley. "La generación futura, vuestros hijos que se levantarán después de vosotros y el extranjero que vendrá de tierras lejanas, cuando vean las plagas de aquella tierra y las enfermedades que Jehovah habrá hecho brotar en ella, dirán: ‘Toda su tierra está quemada con azufre y sal. No puede ser sembrada, ni producirá; y en ella no crecerá ninguna planta, como cuando fueron trastornadas Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboím, las cuales Jehovah destruyó en su ira y su furor.’ Y todas las naciones preguntarán: ‘¿Por qué ha hecho así Jehovah a esta tierra? ¿Por qué razón se ha encendido este gran furor?’ Entonces les responderán: ‘Porque abandonaron el pacto de Jehovah, Dios de sus padres, que él hizo con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto. Ellos fueron a rendir culto a otros dioses; se postraron ante ellos, dioses que no habían conocido y que él no les había asignado. Por eso se encendió el furor de Jehovah contra esta tierra, para traer sobre ella toda maldición escrita en este libro. Jehovah los desarraigó de su suelo con furor, con ira y con gran indignación, y los echó a otra tierra, como hoy.’ "Las cosas secretas pertenecen a Jehovah nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos, para siempre, a fin de que cumplamos todas las palabras de esta ley. "Sucederá que cuando te hayan sobrevenido todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, si consideras en tu corazón, en medio de todas las naciones donde Jehovah tu Dios te haya dispersado; si vuelves, tú con tus hijos, a Jehovah tu Dios y obedeces su voz con todo tu corazón y con toda tu alma, conforme a todo lo que yo te mando hoy, entonces Jehovah tu Dios también te restaurará de tu cautividad. El tendrá misericordia de ti y volverá a reunirte de todos los pueblos a donde Jehovah tu Dios te haya dispersado. Si eres arrojado hasta el extremo de los cielos, de allí te reunirá Jehovah tu Dios, y de allí te tomará. Y te hará regresar Jehovah tu Dios a la tierra que tus padres tomaron en posesión, y tú la poseerás. El te hará bien y te multiplicará más que a tus padres. "Jehovah tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames a Jehovah tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas. Luego Jehovah tu Dios pondrá todas estas maldiciones sobre tus enemigos y sobre los que te aborrecen, y te persiguieron. Pero tú volverás a escuchar la voz de Jehovah, y pondrás por obra todos sus mandamientos que yo te mando hoy. Jehovah tu Dios hará que sobreabundes en toda la obra de tus manos, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu ganado y en el fruto de tu tierra. Pues Jehovah volverá a gozarse en ti para bien, así como se gozó en tus padres, si escuchas la voz de Jehovah tu Dios para guardar sus mandamientos y sus estatutos escritos en este libro de la ley; si te vuelves a Jehovah tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. "Ciertamente este mandamiento que te mando hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ‘¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo tomará para nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’ Tampoco está al otro lado del mar, para que digas: ‘¿Quién cruzará el mar por nosotros y lo tomará para nosotros, y nos lo hará oír, a fin de que lo cumplamos?’ Ciertamente muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas. "Mira, pues, yo pongo hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal, con el fin de que ames a Jehovah tu Dios, de que andes en sus caminos y de que guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, que yo te mando hoy. Entonces vivirás y te multiplicarás, y Jehovah tu Dios te bendecirá en la tierra a la cual entras para tomarla en posesión. Pero si tu corazón se aparta y no obedeces; si te dejas arrastrar a inclinarte ante otros dioses y les rindes culto, yo os declaro hoy que de cierto pereceréis. No prolongaréis vuestros días en la tierra a la cual, cruzando el Jordán, entraréis para tomarla en posesión. "Llamo hoy por testigos contra vosotros a los cielos y a la tierra, de que he puesto delante de vosotros la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tus descendientes, amando a Jehovah tu Dios, escuchando su voz y siéndole fiel. Porque él es tu vida y la prolongación de tus días, para que habites en la tierra que Jehovah juró que había de dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob." Moisés fue y habló estas palabras a todo Israel, y les dijo: "Yo tengo ahora 120 años de edad; no puedo salir ni entrar más. Además, Jehovah me ha dicho: ‘No cruzarás este Jordán.’ Jehovah tu Dios es el que cruza delante de ti. El destruirá estas naciones delante de ti, y tú las desalojarás. Josué es quien cruzará al frente de ti, como Jehovah ha dicho. Jehovah hará con ellos como hizo con Sejón y con Og, reyes de los amorreos, a los cuales destruyó con sus tierras. Jehovah los entregará delante de vosotros, y haréis con ellos conforme a todo lo que os he mandado. ¡Esforzaos y sed valientes! No tengáis temor ni os aterroricéis de ellos, porque Jehovah tu Dios va contigo. El no te abandonará ni te desamparará." Entonces Moisés llamó a Josué y le dijo ante la vista de todo Israel: "¡Esfuérzate y sé valiente! Porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que Jehovah juró a sus padres que les había de dar, y tú se la darás en posesión. Jehovah es quien va delante de ti. El estará contigo; no te dejará ni te desamparará. ¡No temas ni te atemorices!" Entonces Moisés escribió esta ley y la dio a los sacerdotes, hijos de Leví, que llevaban el arca del pacto de Jehovah, y a todos los ancianos de Israel. Moisés les mandó diciendo: "Al final del séptimo año, en el tiempo señalado del año de la remisión, en la fiesta de los Tabernáculos, cuando todo Israel venga para presentarse delante de Jehovah tu Dios en el lugar que él haya escogido, leerás esta ley a oídos de todo Israel. Harás congregar al pueblo—los hombres, las mujeres, los niños y los forasteros que estén en tus ciudades—, para que oigan, aprendan a temer a Jehovah vuestro Dios y cuiden de poner por obra todas las palabras de esta ley. Sus hijos que no la conocen la oirán y aprenderán a temer a Jehovah vuestro Dios, todos los días que viváis en la tierra que para tomarla en posesión cruzáis el Jordán." Entonces Jehovah dijo a Moisés: "He aquí, se ha acercado el día de tu muerte. Llama a Josué, y presentaos en el tabernáculo de reunión para que yo lo comisione." Moisés y Josué fueron y esperaron en el tabernáculo de reunión. Entonces Jehovah se apareció en el tabernáculo, en una columna de nube. Se posó la columna de nube sobre la entrada del tabernáculo. Y Jehovah dijo a Moisés: "He aquí que tú vas a reposar con tus padres, pero este pueblo se levantará y se prostituirá tras los dioses extraños de la tierra hacia la cual va. En medio de ella me abandonará e invalidará mi pacto que he hecho con él. Aquel día se encenderá contra él mi furor. Yo los abandonaré; esconderé de ellos mi rostro, y serán consumidos. Muchos males y angustias les vendrán. En aquel día dirá: ‘¿Acaso no me han sobrevenido estos males porque mi Dios no está en medio de mí?’ Pero aquel día ciertamente esconderé mi rostro, a causa de todo el mal que ellos habrán hecho, por haberse vuelto a otros dioses. "Ahora pues, escribid para vosotros este cántico y enseñadlo a los hijos de Israel. Ponlo en su boca, para que este cántico me sirva de testigo contra los hijos de Israel. Cuando yo les haya introducido en la tierra que juré dar a sus padres, una tierra que fluye leche y miel, y cuando hayan comido y se hayan saciado y engordado, entonces se volverán a otros dioses y les rendirán culto. Así me desdeñarán e invalidarán mi pacto. Y sucederá que cuando le sobrevengan muchos males y angustias, este cántico dará testimonio contra él. Ciertamente no caerá en el olvido en la boca de sus descendientes, porque yo conozco sus predisposiciones y lo que hace hoy, aun antes de que yo le introduzca en la tierra que juré dar a sus padres." Aquel mismo día escribió Moisés este cántico y lo enseñó a los hijos de Israel. Entonces Dios comisionó a Josué hijo de Nun, diciendo: "¡Esfuérzate y sé valiente! Porque tú introducirás a los hijos de Israel en la tierra que les juré; y yo estaré contigo." Cuando Moisés acabó de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta que fueron concluidas, mandó a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehovah, diciendo: "Tomad este libro de la Ley y ponedlo junto al arca del pacto de Jehovah vuestro Dios. Que esté allí como testigo contra ti, porque yo conozco tu rebelión y tu dura cerviz. He aquí que aun estando vivo yo hoy con vosotros, sois rebeldes a Jehovah; ¡y cuánto más después que yo haya muerto! Congregad ante mí a los ancianos de vuestras tribus y a vuestros oficiales. Yo hablaré a sus oídos estas palabras y llamaré como testigos contra ellos a los cielos y a la tierra. Porque yo sé que después de mi muerte ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado. También en los días futuros os ha de sobrevenir el desastre, porque habréis hecho lo malo ante los ojos de Jehovah, enojándole con la obra de vuestras manos." Entonces Moisés pronunció a oídos de toda la congregación de Israel las palabras de este cántico, hasta terminarlas: "Prestad atención, oh cielos, y hablaré; escuche la tierra los dichos de mi boca. Goteará como lluvia mi enseñanza, destilará cual rocío mi palabra, como lloviznas sobre el pasto, como aguaceros sobre la hierba. Porque el nombre de Jehovah proclamaré. ¡Engrandeced a nuestro Dios! "El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud. El es un Dios fiel, en quien no hay iniquidad; es justo y recto. La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa. ¿Así pagáis a Jehovah, pueblo necio e insensato? ¿Acaso no es él tu Padre, tu Creador, quien te hizo y te estableció? "Acuérdate de los días antiguos; considera los años de muchas generaciones. Pregunta a tu padre, y él te declarará; a tus ancianos, y ellos te dirán. Cuando el Altísimo repartió heredades a las naciones, cuando separó a los hijos del hombre, estableció las fronteras de los pueblos según el número de los hijos de Israel. Porque la porción de Jehovah es su pueblo; Jacob es la parcela de su heredad. "Lo halló en tierra desértica, en medio de la soledad rugiente del desierto. Lo rodeó, lo cuidó, lo guardó como a la niña de sus ojos; como el águila que agita su nidada, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, y los lleva sobre sus plumas. Jehovah solo le guió; no hubo dioses extraños con él. Le hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra, y le hizo comer los productos del campo. Hizo que chupara miel de la peña, aceite del duro pedernal, mantequilla de las vacas, leche de las ovejas, con sebo de corderos y carneros, y machos cabríos de Basán. Con lo mejor del trigo y de la sangre de uvas bebiste vino. "Jesurún se engordó y dio coces. (Te hiciste gordo, grueso y rollizo.) Y abandonó al Dios que lo hizo; desdeñó a la Roca de su salvación. Le provocaron a celos con dioses ajenos; le enojaron con abominaciones. Ofrecieron sacrificios a los demonios, no a Dios; a dioses que no habían conocido, a dioses nuevos, llegados de cerca, a los cuales vuestros padres no temieron. Te has olvidado de la Roca que te procreó; te has olvidado del Dios que te hizo nacer. "Jehovah lo vio, e indignado desdeñó a sus hijos y a sus hijas. Entonces dijo: ‘Esconderé de ellos mi rostro, y veré cuál será su final; porque son una generación perversa, hijos en quienes no hay fidelidad. Ellos me provocaron a celos con lo que no es Dios; me indignaron con sus vanidades. También yo les provocaré a celos con uno que no es pueblo; con una nación insensata les causaré indignación. Porque fuego se ha encendido en mi furor y arderá hasta el fondo del Seol. Devorará la tierra y sus frutos, e inflamará los fundamentos de las montañas. Yo añadiré males sobre ellos; con mis flechas los acabaré. Serán abatidos por el hambre, y consumidos por la fiebre ardiente y por la amarga plaga. Contra ellos enviaré dientes de fieras junto con el veneno de serpientes que se arrastran en el polvo. Afuera desolará la espada, y adentro el espanto, tanto a los jóvenes como a las vírgenes, al que mama y al hombre con canas. Yo dije: Yo los dispersaría; haría cesar su memoria de entre los hombres, si no temiera la saña del enemigo, y que sus adversarios entiendan mal. No sea que ellos digan: Nuestra mano enaltecida hizo todo esto, y no Jehovah.’ "Son un pueblo al cual le falta juicio; no hay en ellos entendimiento. Si fueran sabios, entenderían esto; comprenderían cuál sería su final. ¿Cómo podrá perseguir uno a mil? ¿Cómo harán huir dos a diez mil, si su Roca no los hubiese vendido, si Jehovah no los hubiese entregado? La roca de ellos no es como nuestra Roca; nuestros mismos enemigos lo han de reconocer. La vid de ellos proviene de la vid de Sodoma, y de los campos de Gomorra. Sus uvas son uvas venenosas; sus racimos son amargos. Su vino es veneno de serpientes y veneno cruel de cobras. "‘¿Acaso no tengo reservado esto conmigo, sellado entre mis tesoros? Mía es la venganza, yo pagaré; a su debido tiempo su pie resbalará. Porque está cercano el día de su calamidad, y lo que les está preparado se apresura.’ "Ciertamente Jehovah juzgará a su pueblo y tendrá misericordia de sus siervos, cuando vea que se agota su fuerza y que no queda nadie, ni preso ni abandonado. El dirá: ‘¿Dónde están sus dioses, la roca en que se refugiaban, los que comían el sebo de sus sacrificios y bebían el vino de sus libaciones? ¡Que se levanten y os socorran! ¡Que os sirvan de refugio! "‘Ved ahora que yo, Yo Soy, y conmigo no hay más dioses. Yo hago morir y hago vivir; yo hiero y también sano; no hay quien pueda librar de mi mano. Ciertamente levantaré mis manos a los cielos y diré: ¡Viva yo para siempre! Cuando afile mi reluciente espada y mi mano arrebate el juicio, tomaré venganza de mis enemigos y retribuiré a los que me aborrecen. Mi espada devorará carne, y mis flechas embriagaré con sangre: con la sangre de muertos y cautivos, y de las cabezas melenudas del enemigo.’ "¡Regocijaos, oh naciones, con su pueblo! Porque él vengará la sangre de sus siervos. El tomará venganza de sus enemigos y expiará la tierra de su pueblo." Moisés fue con Josué hijo de Nun y pronunció todas las palabras de este cántico a oídos del pueblo. Cuando Moisés acabó de pronunciar todas estas palabras a todo Israel, les dijo: "Aplicad vuestro corazón a todas las palabras con que yo os advierto hoy, para que las encarguéis a vuestros hijos a fin de guardar y poner por obra todas las palabras de esta ley. Porque no son palabras vanas; pues son vuestra vida, y a causa de estas palabras prolongaréis vuestros días en la tierra que para tomarla en posesión cruzáis el Jordán." Aquel mismo día Jehovah habló a Moisés diciendo: "Sube a este monte de Abarim, al monte Nebo, que está en la tierra de Moab, frente a Jericó, y mira la tierra de Canaán que yo doy en posesión a los hijos de Israel. Allí en el monte a donde subas, morirás y serás reunido con tu pueblo, así como murió Aarón tu hermano en el monte Hor y fue reunido con su pueblo. Porque actuasteis contra mí en medio de los hijos de Israel en las aguas de Meriba en Cades, en el desierto de Zin; y no me tratasteis como santo en medio de los hijos de Israel. Por eso verás la tierra delante de ti, pero no irás allá, a la tierra que doy a los hijos de Israel." Esta es la bendición con la cual Moisés, hombre de Dios, bendijo a los hijos de Israel, antes de morir. El dijo: "Jehovah vino de Sinaí y de Seír les resplandeció. Apareció desde los montes de Parán y vino con miríadas de santos, y a su diestra fuego refulgente. Ciertamente él ama a los pueblos; Todos sus santos están en sus manos. Ellos se postran a tus pies y reciben tus palabras. "Moisés nos prescribió la ley, la heredad de la congregación de Jacob. El ha sido rey en Jesurún, cuando se congregaban los jefes del pueblo, la comunidad de las tribus de Israel. "¡Viva Rubén, y no muera! Y sean numerosos sus hombres." Esto dijo acerca de Judá: "Escucha, oh Jehovah, la voz de Judá; tráelo a su pueblo. Sus manos le basten, y séle ayuda contra sus enemigos. Dijo acerca de Leví: "Dale a Leví tu Tumim y tu Urim a tu hombre piadoso al cual probaste en Masá, y con quien contendiste en las aguas de Meriba. El que dijo de su padre y de su madre: ‘No los conozco.’ No reconoció a sus hermanos, ni conoció a sus propios hijos. Pues ellos guardaron tu palabra y observaron tu pacto. Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel. Pondrán delante de ti el incienso y sobre tu altar la ofrenda del todo quemada. ¡Bendice, oh Jehovah, lo que ellos hagan! ¡Recibe con agrado la obra de sus manos! Hiere las espaldas de sus enemigos y de los que le aborrecen, de modo que no se levanten." Dijo acerca de Benjamín: "El amado de Jehovah habitará confiado cerca de él. El lo protegerá todo el día, y entre sus hombros morará." Dijo acerca de José: "Bendita de Jehovah sea su tierra con lo mejor del cielo, con el rocío y con el océano que se extiende abajo, con lo mejor que produce el sol, y con lo mejor que da la luna, con lo principal de las montañas antiguas, con lo mejor de las colinas eternas, con lo mejor de la tierra y de su plenitud, y el favor de aquel que moraba en la zarza. Que esto venga sobre la cabeza de José, y sobre la coronilla del príncipe de sus hermanos. El tiene el esplendor del primogénito del toro; sus cuernos son como los del toro salvaje. Con ellos embestirá a los pueblos hasta los confines de la tierra. ¡Estas son las miríadas de Efraín! ¡Estos son los millares de Manasés!" Dijo acerca de Zabulón: "¡Alégrate, oh Zabulón, en tus salidas; y tú, oh Isacar, en tus tiendas! Convocarán a los pueblos al monte, y allí ofrecerán sacrificios de justicia. Porque absorberán la abundancia de los mares, y los tesoros escondidos de la arena." Dijo acerca de Gad: "¡Bendito el que hizo ensanchar a Gad! Como león habita, y arrebata el brazo y aun la coronilla. Escogió lo mejor de la tierra para sí, pues allí estaba la parte del legislador. Cuando se congregaron los jefes del pueblo, realizó la justicia de Jehovah, sus juicios acerca de Israel." Dijo acerca de Dan: "Dan es un cachorro de león que salta desde Basán." Dijo acerca de Neftalí: "Neftalí, satisfecho con favores y lleno de las bendiciones de Jehovah, posee la región del mar y del sur." Dijo acerca de Aser: "¡Bendito más que los hijos sea Aser! Sea querido por sus hermanos y moje su pie en aceite. De hierro y bronce sean tus cerrojos, y tu fuerza sea como tus días." "¡No hay como el Dios de Jesurún! El cabalga sobre los cielos en tu ayuda, y sobre las nubes en su majestad. El eterno Dios es tu refugio, y abajo están los brazos eternos. El echará de delante de ti al enemigo, diciendo: ‘¡Destruye!’ Israel habitará confiado; el manantial de Jacob estará solitario en tierra de grano y de vino nuevo. También sus cielos gotearán rocío. ¡Bienaventurado eres tú, oh Israel! ¿Quién como tú, oh pueblo salvo por Jehovah, escudo de tu socorro y espada de tu excelencia? Tus enemigos tratarán de engañarte, pero tú pisotearás sus lugares altos." Entonces subió Moisés de la llanura de Moab al monte Nebo, en la cumbre del Pisga, que está frente a Jericó. Y Jehovah le mostró toda la tierra: desde Galaad hasta Dan, todo Neftalí, la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar Grande, el Néguev y la llanura del valle de Jericó (la ciudad de las palmeras), hasta Zoar. Y Jehovah le dijo: "Esta es la tierra de la cual juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: ‘A tus descendientes la daré.’ Yo te he permitido que la mires con tus ojos, pero tú no cruzarás allá." Y allí murió Moisés, siervo de Jehovah, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehovah. Y él lo sepultó en el valle, en la tierra de Moab, frente a Bet-peor. Nadie conoce su sepulcro, hasta el día de hoy. Moisés tenía 120 años cuando murió. Sus ojos nunca se debilitaron, ni perdió su vigor. Los hijos de Israel hicieron duelo por Moisés en las llanuras de Moab durante treinta días, hasta que se cumplieron los días del llanto y de duelo por Moisés. Y Josué hijo de Nun estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él. Así que los hijos de Israel le obedecieron e hicieron como Jehovah había mandado a Moisés. Nunca en Israel se levantó otro profeta como Moisés, a quien Jehovah conociera cara a cara. Nadie fue como él, ni por todas las señales y prodigios que Jehovah le mandó hacer en la tierra de Egipto contra el faraón, contra todos sus servidores y contra toda su tierra, ni por la mano poderosa y los hechos asombrosos, como los que Moisés hizo ante los ojos de todo Israel. Aconteció después de la muerte de Moisés, siervo de Jehovah, que Jehovah habló a Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, diciendo: —Mi siervo Moisés ha muerto. Ahora, levántate, pasa el Jordán tú con todo este pueblo, a la tierra que yo doy a los hijos de Israel. Yo os he dado, como lo había prometido a Moisés, todo lugar que pise la planta de vuestro pie. Vuestro territorio será desde el desierto y el Líbano hasta el gran río, el río Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el mar Grande, donde se pone el sol. Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida. Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente, porque tú harás que este pueblo tome posesión de la tierra que juré a sus padres que les daría. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de cumplir toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que tengas éxito en todo lo que emprendas. Nunca se aparte de tu boca este libro de la Ley; más bien, medita en él de día y de noche, para que guardes y cumplas todo lo que está escrito en él. Así tendrás éxito, y todo te saldrá bien. ¿No te he mandado que te esfuerces y seas valiente? No temas ni desmayes, porque Jehovah tu Dios estará contigo dondequiera que vayas. Entonces Josué mandó a los oficiales del pueblo, diciendo: —Pasad por en medio del campamento y mandad al pueblo diciendo: "Preparaos alimentos, porque dentro de tres días cruzaréis el Jordán para entrar a tomar posesión de la tierra que Jehovah vuestro Dios os da para que la poseáis." Josué también habló a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés, diciendo: —Acordaos de lo que os mandó Moisés, siervo de Jehovah, diciendo: "Jehovah vuestro Dios os ha dado reposo y os ha dado esta tierra. Vuestras mujeres, vuestros niños y vuestros ganados se quedarán en la tierra que Moisés os ha dado a este lado del Jordán. Pero vosotros, todos los guerreros valientes, cruzaréis armados al frente de vuestros hermanos y les ayudaréis, hasta que Jehovah haya dado reposo a vuestros hermanos como a vosotros, y ellos también tomen posesión de la tierra que les da Jehovah vuestro Dios. Después volveréis a la tierra que tenéis como posesión, que os ha dado Moisés, siervo de Jehovah, a este lado del Jordán, donde se levanta el sol." Y ellos respondieron a Josué diciendo: —Nosotros haremos todas las cosas que nos has mandado, e iremos a dondequiera que nos envíes. De la manera que hemos obedecido a Moisés en todas las cosas, así te obedeceremos a ti. Sólo que Jehovah tu Dios esté contigo, como estuvo con Moisés. Cualquiera que sea rebelde a tu mandato y que no obedezca tus palabras en todo lo que le mandes, que muera. ¡Solamente esfuérzate y sé valiente! Josué hijo de Nun envió secretamente dos espías desde Sitim, diciéndoles: —Id y reconoced la tierra y Jericó. Ellos fueron y entraron en la casa de una mujer prostituta que se llamaba Rajab, y pasaron la noche allí. Entonces avisaron al rey de Jericó, diciendo: —Unos hombres de los hijos de Israel han venido aquí esta noche para explorar la tierra. Entonces el rey de Jericó mandó decir a Rajab: —Saca a los hombres que han venido a ti y han entrado en tu casa, porque han venido para explorar todo el país. Pero la mujer, que había tomado a los dos hombres y los había escondido, dijo: —Es verdad que vinieron a mí unos hombres, pero yo no sabía de dónde eran. Cuando iba a ser cerrada la puerta de la ciudad, siendo ya oscuro, esos hombres salieron y no sé a dónde se han ido. Perseguidlos aprisa y los alcanzaréis. Pero ella los había hecho subir a la azotea y los había escondido entre unos manojos de lino que tenía ordenados sobre la azotea. Entonces los hombres los persiguieron por el camino del Jordán, hasta los vados. Y después que salieron los que los perseguían, cerraron las puertas de la ciudad. Antes de que ellos se acostasen, ella subió a la azotea, donde estaban, y les dijo: —Sé que Jehovah os ha dado esta tierra, porque el miedo a vosotros ha caído sobre nosotros. Todos los habitantes de esta tierra se han desmoralizado a causa de vosotros. Porque hemos oído que Jehovah hizo que las aguas del mar Rojo se secaran delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos al otro lado del Jordán: a Sejón y a Og, a los cuales habéis destruido por completo. Al oír esto, nuestro corazón desfalleció. No ha quedado más aliento en ninguno a causa de vosotros, porque Jehovah vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. Y ahora, por favor, juradme por Jehovah que como he mostrado misericordia para con vosotros, así haréis vosotros con la familia de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura. Dejaréis vivir a mi padre, a mi madre, a mis hermanos, a mis hermanas y a todos los suyos, y libraréis nuestras vidas de la muerte. Los hombres le respondieron: —Nuestra vida sea por la vuestra, hasta la muerte, si tú no hablas de este asunto nuestro. Entonces, cuando Jehovah nos haya dado la tierra, mostraremos para contigo misericordia y verdad. Luego ella los hizo descender con una cuerda por la ventana, porque su casa estaba sobre la muralla de la ciudad, y ella vivía en la muralla. Luego les dijo: —Marchaos hacia la región montañosa, para que no os encuentren los que fueron tras vosotros. Escondeos allí tres días, hasta que hayan regresado los que os persiguen. Después seguiréis vuestro camino. Los hombres le dijeron: —Nosotros quedaremos libres de este juramento que nos has hecho jurar, a menos que, cuando entremos en la tierra, ates este cordón rojo a la ventana por la cual nos has descolgado. Reunirás junto a ti en la casa a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre. Cualquiera que salga fuera de las puertas de tu casa, su sangre caerá sobre su propia cabeza, y nosotros quedaremos libres. Pero si alguien pone su mano sobre cualquiera que esté en la casa contigo, su sangre caerá sobre nuestra cabeza. También si hablas de este asunto nuestro, nosotros quedaremos libres del juramento que nos has hecho jurar. Ella respondió: —Como habéis dicho, así sea. Luego los despidió, y se fueron. Y ella ató el cordón rojo a la ventana. Caminando ellos, llegaron a la región montañosa y estuvieron allí tres días, hasta que los que los perseguían regresaron. Quienes los perseguían los buscaron por todo el camino, pero no los hallaron. Después, los dos hombres se volvieron, descendieron de la región montañosa y cruzaron el Jordán. Fueron a Josué hijo de Nun y le contaron todas las cosas que les habían acontecido. Ellos dijeron a Josué: —¡Jehovah ha entregado toda la tierra en nuestras manos! Todos los habitantes de esta tierra tiemblan ante nosotros. Josué se levantó muy de mañana y partió de Sitim con todos los hijos de Israel. Llegaron hasta el Jordán y pasaron allí la noche antes de cruzarlo. Después de tres días, los oficiales pasaron por medio del campamento y mandaron al pueblo diciendo: —Cuando veáis que el arca del pacto de Jehovah vuestro Dios es llevada por los sacerdotes y levitas, vosotros partiréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella, para que sepáis el camino por donde habéis de ir; porque vosotros no habéis pasado antes por este camino. Pero entre vosotros y el arca habrá una distancia de 2.000 codos. No os acerquéis a ella. Y Josué dijo al pueblo: —Purificaos, porque mañana Jehovah hará maravillas entre vosotros. Luego Josué habló a los sacerdotes diciendo: —Tomad el arca del pacto y pasad delante del pueblo. Entonces tomaron el arca del pacto y fueron delante del pueblo. Y Jehovah dijo a Josué: —Desde este día comenzaré a engrandecerte ante los ojos de todo Israel, para que sepan que como estuve con Moisés, así estaré contigo. Tú mandarás a los sacerdotes que llevan el arca del pacto, diciendo: "Cuando hayáis llegado hasta la orilla de las aguas del Jordán, os detendréis en el Jordán." Y Josué dijo a los hijos de Israel: —Acercaos acá y escuchad las palabras de Jehovah vuestro Dios. —Y añadió Josué—: En esto conoceréis que el Dios vivo está en medio de vosotros y que él ciertamente echará de delante de vosotros a los cananeos, los heteos, los heveos, los ferezeos, los gergeseos, los amorreos y los jebuseos: He aquí, el arca del pacto del Señor de toda la tierra cruzará el Jordán delante de vosotros. Tomad, pues, ahora doce hombres de las tribus de Israel, uno de cada tribu. Y cuando las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Jehovah, Señor de toda la tierra, se posen en las aguas del Jordán, las aguas del Jordán se cortarán, porque las aguas que descienden de arriba se detendrán como en un embalse. Sucedió que cuando el pueblo partió de sus tiendas para cruzar el Jordán, y los sacerdotes iban delante del pueblo llevando el arca del pacto; y cuando los que llevaban el arca entraron en el Jordán, en cuanto los pies de los sacerdotes se mojaron en la orilla del agua (el Jordán se llena hasta sus bordes todo el tiempo de la siega), las aguas que venían de arriba se detuvieron como en un embalse, muy lejos de Adam, ciudad contigua a Saretán. Entonces las aguas que descendían al mar del Arabá, es decir, al mar Salado, se cortaron por completo. De este modo el pueblo cruzó frente a Jericó. Y los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de Jehovah estuvieron en seco, firmes en medio del Jordán, mientras todo Israel pasaba en seco, y hasta que todo el pueblo terminó de cruzar el Jordán. Cuando toda la gente acabó de cruzar el Jordán, Jehovah habló a Josué diciendo: —Toma del pueblo doce hombres, uno de cada tribu, y mándales diciendo: "Tomad de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales llevaréis con vosotros, y las pondréis en el lugar donde habéis de pasar esta noche." Josué llamó a los doce hombres a quienes había designado de entre los hijos de Israel, uno de cada tribu, y les dijo Josué: —Pasad delante del arca de Jehovah vuestro Dios hasta la mitad del Jordán, y cada uno de vosotros tome una piedra sobre su hombro, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel, para que esto sea señal entre vosotros. Y cuando vuestros hijos os pregunten en el futuro, diciendo: "¿Qué significan para vosotros estas piedras?," les responderéis: "Las aguas del Jordán fueron cortadas ante el arca del pacto de Jehovah. Cuando ésta cruzó el Jordán, las aguas del Jordán fueron cortadas, por lo cual estas piedras sirven de memorial a los hijos de Israel, para siempre." Los hijos de Israel hicieron como les mandó Josué: Tomaron doce piedras de en medio del Jordán, como Jehovah había dicho a Josué, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel. Las llevaron consigo al lugar donde pasaron la noche y las colocaron allí. Josué también erigió doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto. Y están allí hasta el día de hoy. Los sacerdotes que llevaban el arca se quedaron de pie en medio del Jordán, hasta que se cumplió todo lo que Jehovah había mandado a Josué que hablase al pueblo, conforme a todo lo que Moisés había mandado a Josué. Y el pueblo se dio prisa y cruzó. Aconteció que cuando todo el pueblo acabó de cruzar, también cruzó el arca de Jehovah con los sacerdotes, en presencia del pueblo. También los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés cruzaron armados al frente de los hijos de Israel, según Moisés les había dicho. Como 40.000 soldados, listos para la guerra, cruzaron delante de Jehovah hacia las llanuras de Jericó, para la batalla. Aquel día Jehovah engrandeció a Josué ante los ojos de todo Israel, y le temieron, como habían temido a Moisés, todos los días de su vida. Jehovah habló a Josué diciendo: —Manda a los sacerdotes que llevan el arca del testimonio, que salgan del Jordán. Y Josué mandó a los sacerdotes diciendo: —Salid del Jordán. Aconteció que cuando los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de Jehovah salieron de en medio del Jordán, y las plantas de sus pies pasaron a lugar seco, las aguas del Jordán volvieron a su lugar, desbordando todas sus orillas, como antes. El pueblo salió del Jordán el 10 del mes primero, y acamparon en Gilgal al este de Jericó. Josué erigió en Gilgal las doce piedras que habían traído del Jordán, y habló a los hijos de Israel, diciendo: —Cuando en el futuro vuestros hijos pregunten a sus padres diciendo: "¿Qué significan estas piedras?," daréis a conocer a vuestros hijos diciendo: "Israel cruzó en seco este Jordán." Porque Jehovah vuestro Dios secó las aguas del Jordán delante de vosotros, hasta que acabasteis de cruzar, de la manera que Jehovah vuestro Dios había hecho con el mar Rojo, el cual secó delante de nosotros hasta que acabamos de cruzar; para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano de Jehovah es poderosa, y para que temáis a Jehovah vuestro Dios todos los días. Sucedió que cuando todos los reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, hacia el occidente, y todos los reyes de los cananeos que estaban al lado del mar oyeron cómo Jehovah había secado las aguas del Jordán delante de los hijos de Israel, hasta que habían cruzado, desfalleció su corazón, y no hubo más ánimo en ellos a causa de los hijos de Israel. En aquel tiempo Jehovah dijo a Josué: "Hazte cuchillos de pedernal y de nuevo vuelve a circuncidar a los hijos de Israel." Entonces Josué se hizo cuchillos de pedernal y circuncidó a los hijos de Israel en Guivat-haaralot. Esta es la razón por la que Josué los circuncidó: Todos los varones del pueblo que salieron de Egipto, todos los hombres de guerra, habían muerto por el camino en el desierto, después que salieron de Egipto. Todos los que habían salido habían sido circuncidados; pero los que habían nacido en el camino, por el desierto, después que salieron de Egipto, no habían sido circuncidados. Porque los hijos de Israel caminaron por el desierto cuarenta años, hasta que murió toda la nación, es decir, los hombres de guerra que salieron de Egipto; pues no habían obedecido la voz de Jehovah. Por eso Jehovah les juró que no les dejaría ver la tierra que él había jurado a sus padres que nos daría: una tierra que fluye leche y miel. Y fue a éstos, a los hijos de aquéllos, a quienes Jehovah había levantado en su lugar, a los que Josué circuncidó. Eran incircuncisos, porque no habían sido circuncidados en el camino. Cuando habían acabado de circuncidar a toda la gente, se quedaron en el campamento en el mismo lugar, hasta que se sanaron. Entonces Jehovah dijo a Josué: "Hoy he quitado de vosotros la afrenta de Egipto." Por eso se llamó el nombre de aquel lugar Gilgal, hasta el día de hoy. Los hijos de Israel acamparon en Gilgal y celebraron la Pascua el día 14 del mes primero, al atardecer, en las llanuras de Jericó. Al día siguiente de la Pascua, en ese mismo día, comieron del producto de la tierra, panes sin levadura y espigas tostadas. Y el maná cesó al día siguiente, cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra. Los hijos de Israel nunca más tuvieron maná. Más bien, ese año ya comieron del producto de la tierra de Canaán. Sucedió que estando Josué cerca de Jericó, alzó los ojos y miró; y he aquí que un hombre estaba delante de él, con su espada desenvainada en su mano. Josué, yendo hacia él, le preguntó: —¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos? El le respondió: —No. Yo soy el Jefe del Ejército de Jehovah, que he venido ahora. Entonces Josué, postrándose en tierra sobre su rostro, le adoró y le preguntó: —¿Qué dice mi Señor a su siervo? El Jefe del Ejército de Jehovah respondió a Josué: —Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás santo es. Y Josué lo hizo así. Jericó estaba cerrada y atrancada por causa de los hijos de Israel. Nadie entraba ni salía. Pero Jehovah dijo a Josué: —Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó, a su rey y a sus hombres de guerra. Asediaréis la ciudad vosotros, todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez. Esto haréis durante seis días. Siete sacerdotes llevarán siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca. Al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las cornetas. Y sucederá que cuando hagan sonar prolongadamente el cuerno de carnero, cuando oigáis el sonido de la corneta, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad se derrumbará. Entonces el pueblo subirá, cada uno hacia adelante. Josué hijo de Nun llamó a los sacerdotes y les dijo: —Llevad el arca del pacto, y que siete sacerdotes lleven siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca de Jehovah. —Dijo, además, al pueblo—: Pasad y rodead la ciudad. Los que están armados pasen delante del arca de Jehovah. Sucedió, después que Josué había hablado al pueblo, que los siete sacerdotes, llevando las siete cornetas de cuernos de carnero delante del arca de Jehovah, pasaron y tocaron las cornetas. El arca del pacto de Jehovah los seguía. La vanguardia iba delante de los sacerdotes que tocaban las cornetas, y la retaguardia iba detrás del arca, tocando prolongadamente las cornetas. Pero Josué mandó al pueblo diciendo: —Vosotros no gritaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca hasta el día que yo diga: "¡Gritad!" Entonces gritaréis. Así él hizo que el arca de Jehovah diera una vuelta alrededor de la ciudad; y regresaron al campamento, donde pasaron la noche. Josué se levantó muy de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca de Jehovah. Los siete sacerdotes que llevaban las siete cornetas de cuernos de carnero caminaron delante del arca de Jehovah tocando las cornetas prolongadamente, mientras caminaban, y la vanguardia iba delante de ellos. La retaguardia iba detrás del arca de Jehovah, mientras tocaban las cornetas prolongadamente. Así dieron una vuelta a la ciudad el segundo día y regresaron al campamento. De esta manera hicieron durante seis días. Aconteció que el séptimo día se levantaron al amanecer y fueron alrededor de la ciudad de la misma manera, siete veces. Solamente ese día dieron vuelta a la ciudad siete veces. Y sucedió que a la séptima vez, cuando los sacerdotes habían tocado las cornetas, Josué dijo al pueblo: —¡Gritad, porque Jehovah os entrega la ciudad! Pero la ciudad será anatema a Jehovah; ella con todas las cosas que están en ella. Sólo vivirá la prostituta Rajab, con todos los que estén en su casa con ella, porque escondió a los mensajeros que enviamos. Pero vosotros guardaos del anatema. No toquéis ni toméis nada del anatema; no sea que hagáis anatema el campamento de Israel y le ocasionéis destrucción. Pero toda la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro serán consagrados a Jehovah y formarán parte del tesoro de Jehovah. Entonces el pueblo gritó, y tocaron las cornetas. Y sucedió que cuando el pueblo oyó el sonido de la corneta, gritó con gran estruendo. ¡Y el muro se derrumbó! Entonces el pueblo subió a la ciudad, cada uno directamente delante de él; y la tomaron. Destruyeron a filo de espada todo lo que había en la ciudad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas y los asnos. Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: —Entrad en la casa de la mujer prostituta, y sacad de allí a ella y todo lo que sea suyo, como se lo habéis jurado. Entraron los jóvenes espías y sacaron a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo. Sacaron a toda su familia, y los pusieron fuera del campamento de Israel. Y consumieron con fuego la ciudad, junto con todo lo que había en ella. Solamente pusieron en el tesoro de la casa de Jehovah la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro. Pero Josué preservó la vida a la prostituta Rajab, a la familia de su padre y todo lo que era suyo. Ella ha habitado entre los israelitas hasta el día de hoy, porque escondió a los mensajeros que Josué envió para reconocer Jericó. En aquel tiempo Josué les hizo este juramento diciendo: —¡Maldito sea delante de Jehovah el hombre que se levante y reconstruya esta ciudad de Jericó! A costa de su primogénito colocará sus cimientos, y a costa de su hijo menor asentará sus puertas. Jehovah estuvo con Josué, y su fama se divulgó por toda la tierra. Pero los hijos de Israel transgredieron con respecto al anatema. Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehovah se encendió contra los hijos de Israel. Josué envió hombres desde Jericó hasta Hai, que estaba junto a Bet-avén, hacia el oriente de Betel, y les dijo: —Subid y reconoced la tierra. Ellos fueron y reconocieron Hai, y volviendo a Josué le dijeron: —No suba todo el pueblo. Suban sólo unos 2.000 o 3.000 hombres; ellos tomarán Hai. No fatigues a todo el pueblo allí, porque ellos son pocos. Fueron allá unos 3.000 hombres del pueblo, los cuales huyeron delante de los de Hai. Los hombres de Hai mataron de aquéllos a unos treinta y seis hombres y los persiguieron desde la puerta de la ciudad hasta Sebarim, donde los derrotaron en la bajada, de modo que el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser como agua. Entonces Josué rasgó su ropa y se postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehovah hasta el anochecer, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre sus cabezas. Entonces dijo Josué: —¡Ay, Señor Jehovah! ¿Por qué hiciste cruzar el Jordán a este pueblo, para entregarnos en mano de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá hubiéramos decidido habitar al otro lado del Jordán! ¡Oh, Señor! ¿Qué diré, puesto que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? Los cananeos y todos los habitantes de la tierra lo oirán, nos rodearán y borrarán nuestro nombre de la tierra. Entonces, ¿qué harás tú por tu gran nombre? Jehovah dijo a Josué: —Levántate. ¿Por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado. Han quebrantado mi pacto que yo les había mandado. Han tomado del anatema, han robado, han mentido y lo han escondido entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán prevalecer ante sus enemigos. Más bien, volverán la espalda ante sus enemigos, porque se han convertido en anatema. Yo no estaré más con vosotros, si no destruís el anatema de en medio de vosotros. Levántate, purifica al pueblo y di: "Purificaos para mañana, porque Jehovah Dios de Israel dice así: ‘Anatema hay en medio de ti, oh Israel. No podréis prevalecer delante de vuestros enemigos hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros.’" Os acercaréis, pues, mañana, por vuestras tribus. La tribu que Jehovah tome se acercará por sus clanes. El clan que Jehovah tome se acercará por sus familias. La familia que Jehovah tome se acercará por sus varones. El que sea descubierto con el anatema será quemado a fuego, él y todo lo suyo, porque ha quebrantado el pacto de Jehovah y ha cometido una vileza en Israel. Al levantarse Josué muy de mañana, hizo que se acercara Israel por sus tribus, y fue tomada la tribu de Judá. Al hacer que se acercara la tribu de Judá, fue tomado el clan de los hijos de Zéraj. Al hacer que se acercara el clan de los hijos de Zéraj, fue tomado Zabdi. Y al hacer que se acercaran los varones de su familia, fue tomado Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá. Entonces Josué dijo a Acán: —¡Hijo mío, por favor, da gloria y reconocimiento a Jehovah Dios de Israel, y declárame lo que has hecho! ¡No me lo encubras! Acán respondió a Josué diciendo: —Verdaderamente yo he pecado contra Jehovah Dios de Israel, y he hecho así y así: Vi entre el botín un manto babilónico muy bueno, 200 siclos de plata y un lingote de oro de 50 siclos de peso, lo cual codicié y tomé. Todo ello está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero está debajo de ello. Josué envió mensajeros que fueron corriendo a la tienda. Y he aquí, aquello estaba escondido allí en su tienda, y el dinero estaba debajo. Lo tomaron de la tienda y lo llevaron a Josué y a todos los hijos de Israel, y lo pusieron delante de Jehovah. Entonces Josué y todo Israel con él tomaron a Acán hijo de Zéraj, la plata, el manto, el lingote de oro, sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y todo lo que tenían; y los llevaron al valle de Acor. Y Josué dijo: —¿Por qué nos has ocasionado destrucción? ¡Jehovah te destruya a ti en este día! Todos los israelitas los apedrearon, y después de apedrearlos, los quemaron a fuego. Después levantaron sobre él un gran montón de piedras que permanece hasta el día de hoy. Así Jehovah se aplacó del ardor de su ira. Por eso se llama el nombre de aquel lugar valle de Acor, hasta el día de hoy. Jehovah dijo a Josué: —No temas ni desmayes. Toma contigo a toda la gente de guerra, levántate y sube contra Hai. Mira, yo he entregado en tu mano al rey de Hai, a su pueblo, su ciudad y su tierra. Harás a Hai y a su rey como hiciste a Jericó y a su rey. Solamente tomaréis para vosotros su botín y su ganado. Pon una emboscada en el lado occidental de la ciudad. Josué y toda la gente de guerra se levantaron para subir contra Hai. Josué escogió 30.000 hombres fuertes, a quienes envió de noche, y les mandó diciendo: —Mirad, pondréis una emboscada detrás de la ciudad. No os alejéis mucho de la ciudad, y estad todos preparados. Yo y toda la gente que está conmigo nos acercaremos a la ciudad. Y sucederá que cuando salgan contra nosotros como la primera vez, huiremos delante de ellos. Saldrán tras nosotros hasta que los hayamos alejado de la ciudad, porque dirán: "Huyen de nosotros como la primera vez." Huiremos, pues, delante de ellos, y vosotros os levantaréis de la emboscada y os apoderaréis de la ciudad, pues Jehovah vuestro Dios la entregará en vuestra mano. Y sucederá que cuando hayáis tomado la ciudad, le prenderéis fuego. Haréis conforme a la palabra de Jehovah. Mirad que yo os lo he mandado. Entonces Josué los envió, y ellos se fueron al lugar de la emboscada y se pusieron entre Betel y Hai, al oeste de Hai. Josué pasó aquella noche en medio del pueblo, y levantándose Josué muy de mañana pasó revista al pueblo. Luego subió delante del pueblo contra Hai, junto con los ancianos de Israel. Toda la gente de guerra que estaba con él subió y se acercó; llegaron frente a la ciudad y acamparon hacia el norte de Hai, estando el valle entre ellos y Hai. Tomó unos 5.000 hombres y los puso en emboscada entre Betel y Hai, hacia el lado oeste de la ciudad. Así ordenaron a la gente: todo el campamento hacia el lado norte de la ciudad, y la guardia emboscada hacia el oeste de la ciudad. Y Josué pasó aquella noche en medio del valle. Sucedió que cuando el rey de Hai vio esto, los hombres de la ciudad se apresuraron, se levantaron muy de mañana y salieron al encuentro de Israel, para combatir él y todo su pueblo frente al Arabá, en el lugar acordado, no sabiendo que le estaba puesta una emboscada detrás de la ciudad. Josué y todo Israel, fingiéndose vencidos ante ellos, huyeron por el camino del desierto. Todo el pueblo que estaba en Hai se reunió para perseguirlos. Y persiguieron a Josué, siendo así alejados de la ciudad. No quedó hombre en Hai y en Betel que no saliera tras Israel. Y por perseguir a Israel, dejaron la ciudad abierta. Entonces Jehovah dijo a Josué: —Extiende la lanza que tienes en tu mano hacia Hai, porque yo la entregaré en tu mano. Josué extendió hacia la ciudad la lanza que tenía en su mano. Y levantándose rápidamente de su lugar, los hombres que estaban en la emboscada corrieron cuando él extendió su mano, y entraron en la ciudad. Así la tomaron y se apresuraron a prender fuego a la ciudad. Los hombres de Hai volvieron el rostro, y al mirar, he aquí que el humo de la ciudad subía al cielo. Pero no les fue posible huir ni a un lado ni a otro, porque el pueblo que iba hacia el desierto se volvió contra los que lo perseguían. Josué y todo Israel, viendo que los de la emboscada habían tomado la ciudad y que el humo de la ciudad subía, se volvieron y mataron a los hombres de Hai. Los otros salieron de la ciudad a su encuentro. Así estuvieron en medio de Israel, los unos por un lado y los otros por el otro. Los mataron hasta que no quedó ni un sobreviviente ni un fugitivo. También tomaron vivo al rey de Hai y lo llevaron ante Josué. Sucedió que cuando los israelitas acabaron de matar a todos los habitantes de Hai en el campo, en el desierto donde ellos los habían perseguido, y cuando todos habían caído a filo de espada hasta ser exterminados, todos los israelitas se volvieron a Hai y mataron a todos a espada. El número de los que cayeron aquel día, entre hombres y mujeres, fue de 12.000, todos los de Hai. Porque Josué no retrajo su mano que había extendido con la lanza, hasta que destruyó a todos los habitantes de Hai. Los israelitas sólo tomaron para sí el ganado y el botín de aquella ciudad, conforme a la palabra que Jehovah había mandado a Josué. Josué incendió Hai y la convirtió en un montículo de ruinas perpetuas, una desolación hasta el día de hoy. Al rey de Hai lo colgó de un árbol hasta el atardecer. Cuando el sol se ponía, Josué mandó que quitasen su cuerpo del árbol y lo echasen a la puerta de la ciudad, donde levantaron sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta el día de hoy. Entonces Josué edificó en el monte Ebal un altar a Jehovah Dios de Israel, como Moisés siervo de Jehovah había mandado a los hijos de Israel y como está escrito en el libro de la Ley de Moisés: un altar de piedras sin labrar sobre las cuales nadie había alzado herramientas de hierro. Sobre él ofrecieron holocaustos a Jehovah e hicieron sacrificios de paz. También escribió allí sobre las piedras, en presencia de los hijos de Israel, una copia de la ley de Moisés, que él había escrito. Y todo Israel, sus ancianos, oficiales y jueces, tanto extranjeros como naturales, estaban de pie a ambos lados del arca delante de los sacerdotes levitas que llevaban el arca del pacto de Jehovah. La mitad de ellos estaba hacia el monte Gerizim y la otra mitad hacia el monte Ebal, de la manera que Moisés siervo de Jehovah lo había mandado, para que bendijesen primeramente al pueblo de Israel. Después de esto, leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la Ley. No hubo palabra alguna de todas las cosas que mandó Moisés, que Josué no leyera delante de toda la congregación de Israel, incluyendo las mujeres, los niños y los extranjeros que vivían entre ellos. Aconteció que cuando oyeron estas cosas todos los reyes que estaban a este lado del Jordán, tanto en la región montañosa como en la Sefela y en toda la costa del mar Grande hasta el Líbano (heteos, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos), se agruparon para combatir de común acuerdo contra Josué e Israel. Pero cuando los habitantes de Gabaón oyeron lo que Josué había hecho a Jericó y a Hai, usaron de astucia. Fueron y se proveyeron tomando sobre sus asnos costales viejos, odres de vino viejos, rotos y remendados, sandalias viejas y remendadas en sus pies, y ropa vieja sobre sí. Y todo el pan de que se habían provisto para el camino estaba seco y mohoso. Así fueron a Josué, al campamento en Gilgal, y le dijeron a él y a los hombres de Israel: —Nosotros venimos de una tierra lejana. Haced, pues, alianza con nosotros. Los hombres de Israel respondieron a los heveos: —Quizás vosotros habitáis en medio de nosotros. ¿Cómo, pues, podremos hacer alianza con vosotros? Ellos respondieron a Josué: —Nosotros somos tus siervos. Y Josué les preguntó: —¿Quiénes sois vosotros y de dónde venís? Ellos le respondieron: —Tus siervos hemos venido de tierras muy lejanas, a causa del renombre de Jehovah tu Dios. Porque hemos oído de su fama y de todas las cosas que hizo en Egipto, y de todo lo que hizo a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán: a Sejón rey de Hesbón, y a Og rey de Basán, que estaba en Astarot. Por eso nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestra tierra nos hablaron diciendo: "Tomad en vuestras manos provisión para el camino, id al encuentro de ellos y decidles: ‘Nosotros somos vuestros siervos; por tanto, haced alianza con nosotros.’ Este pan nuestro estaba caliente cuando tomamos provisiones de nuestras casas para el camino, el día que salimos para venir a vosotros. He aquí que ahora ya está seco y mohoso. También estos odres estaban nuevos cuando los llenamos. He aquí que ahora ya están rotos. Y esta ropa nuestra y nuestras sandalias están ya viejas a causa del camino tan largo. Los hombres de Israel tomaron de sus provisiones, pero no consultaron a Jehovah. Entonces Josué hizo paz con ellos, e hizo una alianza con ellos de conservarles la vida. Los jefes de la congregación también se lo juraron. Y sucedió que tres días después de haber hecho alianza con ellos, se enteraron de que eran sus vecinos y que habitaban en medio de ellos. Entonces los hijos de Israel partieron, y al tercer día llegaron a las ciudades de ellos. Sus ciudades eran Gabaón, Cafira, Beerot y Quiriat-jearim. Pero los hijos de Israel no los mataron, porque los jefes de la congregación les habían jurado por Jehovah Dios de Israel. Por eso toda la congregación murmuraba contra los jefes. Y todos los jefes respondieron a toda la congregación: —Nosotros les hemos jurado por Jehovah Dios de Israel. Por eso ahora no les podemos tocar. Esto es lo que haremos con ellos: Los dejaremos que vivan, para que no venga sobre nosotros la ira a causa del juramento que les hemos hecho. —Además, los jefes les dijeron—: Dejadlos vivir. Así llegaron a ser cortadores de leña y portadores de agua para toda la congregación, como les habían dicho los jefes. Entonces, llamándolos Josué, les habló diciendo: —¿Por qué nos habéis engañado diciendo: "Habitamos muy lejos de vosotros," siendo así que habitáis en medio de nosotros? Ahora pues, vosotros sois malditos, y no faltarán de entre vosotros siervos, ni cortadores de leña, ni portadores de agua para la casa de mi Dios. Ellos respondieron a Josué y dijeron: —Porque tus siervos fueron bien informados de que Jehovah tu Dios había mandado a Moisés su siervo que os había de dar toda la tierra, y que habíais de destruir delante de vosotros a todos los habitantes del país. Por eso temimos mucho por nuestras vidas a causa de vosotros, e hicimos esto. Ahora pues, he aquí estamos en tu mano. Haz con nosotros lo que te parezca bueno y recto. Así hizo con ellos Josué: Los libró de la mano de los hijos de Israel, y no los mataron. Pero aquel día los destinó para ser cortadores de leña y portadores de agua para la congregación y para el altar de Jehovah, en el lugar que Jehovah eligiera, como lo son hasta el día de hoy. Sucedió que cuando Adonisedec, rey de Jerusalén, oyó que Josué había tomado Hai y la había destruido, haciendo con Hai y su rey lo que había hecho con Jericó y su rey, y que los habitantes de Gabaón habían hecho la paz con los israelitas y estaban entre ellos, tuvo gran temor; porque Gabaón era una ciudad grande, como una de las ciudades reales, mayor que Hai, y porque todos sus hombres eran valientes. Entonces Adonisedec rey de Jerusalén mandó a decir a Hojam rey de Hebrón, a Piream rey de Jarmut, a Jafía rey de Laquis y a Debir rey de Eglón: "Subid y ayudadme a combatir a Gabaón, porque ha hecho la paz con Josué y con los hijos de Israel." Entonces los cinco reyes de los amorreos (el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Jarmut, el rey de Laquis y el rey de Eglón) se reunieron y subieron con todos sus ejércitos. Acamparon frente a Gabaón y combatieron contra ella. Entonces los habitantes de Gabaón mandaron a decir a Josué, al campamento en Gilgal: "No abandones a tus siervos. Sube rápidamente a nosotros para protegernos y ayudarnos, porque todos los reyes de los amorreos que habitan en la región montañosa se han agrupado contra nosotros." Josué subió de Gilgal con toda la gente de guerra y todos los hombres valientes, y Jehovah dijo a Josué: —No tengas temor de ellos, porque yo los he entregado en tu mano. Ninguno de ellos podrá resistir delante de ti. Después de subir toda la noche desde Gilgal, Josué cayó sobre ellos de repente. Jehovah los turbó delante de Israel y los hirió con gran mortandad en Gabaón. Los persiguió por el camino que sube a Bet-jorón y los hirió hasta Azeca y Maqueda. Y sucedió que cuando iban huyendo de los israelitas por la bajada de Bet-jorón, Jehovah arrojó desde el cielo grandes piedras sobre ellos, hasta Azeca; y murieron. Fueron muchos más los que murieron a causa de las piedras del granizo, que aquellos a quienes los hijos de Israel mataron a espada. Entonces Josué habló a Jehovah el día en que Jehovah entregó a los amorreos ante los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas: "¡Sol, detente sobre Gabaón; y tú, luna, sobre el valle de Ajalón!" Y el sol se detuvo y la luna se paró, hasta que el pueblo se hubo vengado de sus enemigos. ¿No está escrito esto en el libro de Jaser? El sol se detuvo en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero. Nunca hubo un día semejante, ni antes ni después de aquel día, cuando Jehovah escuchó la voz de un hombre; porque Jehovah combatía por Israel. Luego Josué, y todo Israel con él, volvió al campamento en Gilgal. Los cinco reyes huyeron y se escondieron en la cueva de Maqueda. Y le fue dicho a Josué que los cinco reyes habían sido hallados escondidos en la cueva de Maqueda. Entonces Josué dijo: —Haced rodar grandes piedras a la entrada de la cueva y poned hombres junto a ella, para que los guarden. Pero vosotros, no os detengáis, sino perseguid a vuestros enemigos y heridles la retaguardia. No les dejéis entrar en sus ciudades, porque Jehovah vuestro Dios los ha entregado en vuestra mano. Aconteció que cuando Josué y los hijos de Israel habían acabado de herirlos con gran mortandad hasta destruirlos, los que quedaron de ellos entraron en las ciudades fortificadas. Después, todo el pueblo regresó ileso al campamento de Josué en Maqueda. No hubo quien dijera algo en contra de los hijos de Israel. Entonces dijo Josué: —Abrid la entrada de la cueva y sacadme de ella a esos cinco reyes. Así lo hicieron y sacaron de la cueva a estos cinco reyes: el rey de Jerusalén, el rey de Hebrón, el rey de Jarmut, el rey de Laquis y el rey de Eglón. Y sucedió que cuando sacaron a estos reyes ante Josué, éste llamó a todos los hombres de Israel y dijo a los jefes de los hombres de guerra que habían ido con él: —Acercaos y poned vuestros pies sobre los cuellos de estos reyes. Ellos se acercaron y pusieron sus pies sobre los cuellos de ellos. Y Josué les dijo: —No temáis ni os atemoricéis; esforzaos y sed valientes, porque así hará Jehovah a todos vuestros enemigos contra los cuales combatís. Después de esto, Josué los hirió, los mató y los hizo colgar de cinco árboles; y estuvieron colgados de los árboles hasta el atardecer. Y sucedió que cuando el sol se ponía, Josué mandó que los quitasen de los árboles y los echasen en la cueva donde se habían escondido. Después pusieron grandes piedras a la entrada de la cueva, las cuales están hasta este mismo día. En aquel día Josué tomó Maqueda y la hirió a filo de espada, juntamente con su rey. La destruyó por completo con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar sobrevivientes. E hizo con el rey de Maqueda como había hecho con el rey de Jericó. Josué, y todo Israel con él, pasó de Maqueda a Libna y combatió contra Libna. Jehovah también entregó la ciudad y a su rey en mano de Israel, e hirieron a filo de espada a todo lo que en ella tenía vida, sin dejar sobrevivientes en ella. E hizo a su rey como había hecho con el rey de Jericó. Josué, y todo Israel con él, pasó de Libna a Laquis. Acamparon contra ella y la combatieron. Jehovah también entregó Laquis en mano de Israel, y la tomó al segundo día. Mató a espada todo lo que en ella tenía vida, como había hecho con Libna. Entonces Horam, rey de Gezer, fue en ayuda de Laquis, pero Josué mató a él y a su gente, hasta no dejarle ningún sobreviviente. Josué, y todo Israel con él, pasó de Laquis a Eglón. Acamparon contra ella y la combatieron. El mismo día la tomaron y la hirieron a filo de espada. Aquel día él destruyó a todo lo que en ella tenía vida, como había hecho con Laquis. Luego Josué, y todo Israel con él, subió de Eglón a Hebrón, y la combatieron. La tomó y mató a espada a su rey y a la gente de todas sus aldeas con todo lo que en ellas tenía vida, sin dejar sobrevivientes. Como había hecho con Eglón, así la destruyó con todo lo que en ella tenía vida. Después Josué, y todo Israel con él, se volvió contra Debir y la combatió. La tomó, y mataron a espada a su rey y a la gente de todas sus aldeas. Destruyeron todo lo que allí tenía vida, sin dejar sobrevivientes. Como había hecho con Hebrón y con Libna y con su rey, así hizo con Debir y con su rey. Conquistó, pues, Josué toda la tierra: la región montañosa, el Néguev, la Sefela y las laderas, y a todos sus reyes, sin dejar sobrevivientes. Mató todo lo que tenía vida, como Jehovah Dios de Israel había mandado. Josué los derrotó desde Cades-barnea hasta Gaza, y toda la tierra de Gosén hasta Gabaón. Josué tomó a todos estos reyes y sus tierras, de una vez, porque Jehovah Dios de Israel combatía por Israel. Después Josué, y todo Israel con él, volvió al campamento de Gilgal. Sucedió que cuando Jabín rey de Hazor oyó esto, envió un mensaje a Jobab rey de Madón, al rey de Simrón, al rey de Acsaf, a los reyes que habitaban en la región montañosa del norte, en la llanura del sur del mar Quinéret, en la Sefela y en Nafot-dor al occidente, a los cananeos que habitaban al oriente y al occidente, a los amorreos, a los heteos, a los ferezeos, a los jebuseos de la región montañosa y a los heveos de las faldas del Hermón, en la tierra de Mizpa. Entonces ellos, y todos sus ejércitos con ellos, un pueblo tan numeroso como la arena que está a la orilla del mar, salieron con gran cantidad de caballos y carros. Todos estos reyes se reunieron, y fueron y acamparon juntos al lado de las aguas de Merom, para combatir contra Israel. Pero Jehovah dijo a Josué: —No tengas temor de ellos, porque mañana a esta hora yo entregaré muertos a todos ellos, delante de Israel. Desjarretarás sus caballos y quemarás sus carros. Entonces Josué y toda la gente de guerra con él fueron y cayeron de repente sobre ellos al lado de las aguas de Merom. Jehovah los entregó en mano de los israelitas, quienes los derrotaron y los persiguieron hasta la gran Sidón, hasta Misrefot-maim y hasta el valle de Mizpa al oriente. Y los mató, hasta no dejarles sobrevivientes. Josué hizo con ellos como Jehovah le había mandado: Desjarretó sus caballos y quemó sus carros. En aquel tiempo Josué volvió y tomó Hazor, y mató a espada a su rey. Hazor había sido antes la capital de todos estos reinos. Mataron a espada a todo cuanto tenía vida en ella, destruyendo y no dejando nada vivo. E incendió a Hazor. Asimismo, Josué tomó todas las ciudades de estos reyes, y a todos sus reyes. Los mató a espada y los destruyó, como lo había mandado Moisés, siervo de Jehovah. Pero Israel no incendió ninguna de las ciudades que estaban sobre sus montículos de ruinas, excepto Hazor, la cual Josué sí incendió. Los hijos de Israel tomaron para sí todo el botín de estas ciudades junto con el ganado, pero mataron a espada a todos los hombres hasta destruirlos, sin dejar uno solo vivo. De la manera que Jehovah había mandado a su siervo Moisés, así mandó Moisés a Josué, y así lo hizo Josué, sin omitir nada de todo lo que Jehovah había mandado a Moisés. Así tomó Josué toda esta tierra: la región montañosa, todo el Néguev, toda la tierra de Gosén, la Sefela, el Arabá, la región montañosa de Israel y sus laderas, desde el monte Halac que sube hasta Seír, hasta Baal-gad, en el valle del Líbano, a las faldas del monte Hermón. Capturó a todos sus reyes, los hirió y los mató. Por mucho tiempo Josué tuvo guerra con todos estos reyes. No hubo ciudad que hiciese la paz con los hijos de Israel, excepto los heveos que moraban en Gabaón. Todo el resto lo tomaron en batalla. Esto provenía de Jehovah, quien endurecía el corazón de ellos, para que resistiesen con la guerra a Israel, a fin de que fueran destruidos sin que se les tuviese misericordia; para que fuesen desarraigados, como Jehovah había mandado a Moisés. Por aquel tiempo Josué fue y destruyó a los anaquitas de la región montañosa de Hebrón, de Debir y de Anab, y de toda la región montañosa de Judá y de toda la de Israel. Josué los destruyó a ellos con sus ciudades. Ninguno de los anaquitas quedó en la tierra de los hijos de Israel. Sólo quedaron algunos en Gaza, en Gat y en Asdod. Así tomó Josué toda la tierra, conforme a todo lo que Jehovah había dicho a Moisés. Josué la entregó como heredad a Israel, conforme a la distribución de sus tribus. Y la tierra reposó de la guerra. Estos son los reyes de la tierra a quienes derrotaron los hijos de Israel y cuyas tierras poseyeron al lado oriental del Jordán, desde el río Arnón hasta el monte Hermón y todo el Arabá oriental: Sejón, rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón. Este reinaba desde Aroer, que está en la ribera del río Arnón, y desde el centro del valle hasta el río Jaboc, que sirve de frontera con los hijos de Amón. Esta región incluía la mitad de Galaad y el Arabá, desde el mar Quinéret, al oriente, hasta el mar del Arabá, o mar Salado, al oriente en dirección a Bet-jesimot, y por el sur hasta más abajo de las faldas del Pisga. Og, rey de Basán, sobreviviente de los refaítas, quien residía en Astarot y en Edrei. Este reinaba en el monte Hermón, en Salca y en todo Basán, hasta la frontera de Gesur y de Maaca y en la mitad de Galaad, hasta la frontera de Sejón, rey de Hesbón. Moisés, siervo de Jehovah, y los hijos de Israel los derrotaron. Y Moisés, siervo de Jehovah, dio la tierra en posesión a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés. Estos son los reyes de la tierra a quienes derrotaron Josué y los hijos de Israel en el lado occidental del Jordán, desde Baal-gad, en el valle del Líbano, hasta el monte Halac que sube a Seír, cuya tierra dio Josué en posesión a las tribus de Israel conforme a su distribución, en la región montañosa, en la Sefela, en el Arabá, en las laderas, en el desierto y en el Néguev, donde habitaban los heteos, los amorreos, los cananeos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos: El rey de Jericó, uno; el rey de Hai (que está junto a Betel), uno; el rey de Jerusalén, uno; el rey de Hebrón, uno; el rey de Jarmut, uno; el rey de Laquis, uno; el rey de Eglón, uno; el rey de Gezer, uno; el rey de Debir, uno; el rey de Geder, uno; el rey de Horma, uno; el rey de Arad, uno; el rey de Libna, uno; el rey de Adulam, uno; el rey de Maqueda, uno; el rey de Betel, uno; el rey de Tapúaj, uno; el rey de Hefer, uno; el rey de Afec, uno; el rey de Sarón, uno; el rey de Madón, uno; el rey de Hazor, uno; el rey de Simron-merón, uno; el rey de Acsaf, uno; el rey de Taanac, uno; el rey de Meguido, uno; el rey de Quedes, uno; el rey de Jocneam del Carmelo, uno; el rey de Dor en Nafot-dor, uno; el rey de Goím en Gilgal, uno; el rey de Tirsa, uno. Treinta y un reyes en total. Siendo Josué ya viejo y de edad avanzada, le dijo Jehovah: "Tú eres ya viejo y de edad avanzada, y queda todavía muchísima tierra por conquistar. Esta es la tierra que queda: "Todos los distritos de los filisteos y todo el de Gesur: Desde Sijor, al oriente de Egipto, hasta el territorio de Ecrón, al norte, que se considera de los cananeos; los cinco distritos de los filisteos (Gaza, Asdod, Ascalón, Gat y Ecrón) y la tierra de los aveos, al sur; toda la tierra de los cananeos, y desde Ara, que pertenece a los sidonios, hasta Afec, hasta la frontera de los amorreos; la tierra de los de Biblos; todo el Líbano al oriente, desde Baal-gad al pie del monte Hermón, hasta Lebo-hamat; todos los que habitan en la región montañosa desde el Líbano hasta Misrefot-maim, y todos los habitantes de Sidón. A todos éstos yo los arrojaré de delante de los hijos de Israel. "Tú, pues, sólo da la tierra por sorteo a Israel como heredad, como te he mandado. Reparte esta tierra como heredad entre las nueve tribus y la media tribu de Manasés; porque la otra mitad de esta tribu, los rubenitas y los gaditas ya recibieron su heredad, la cual les dio Moisés en el lado oriental del Jordán. Moisés, siervo de Jehovah, se la dio desde Aroer, que está en la ribera del río Arnón, y la ciudad que está en el centro del valle, toda la meseta de Medeba hasta Dibón; todas las ciudades de Sejón, rey de los amorreos, que reinó en Hesbón hasta la frontera de los hijos de Amón; Galaad y los territorios de Gesur y de Maaca; todo el monte Hermón, toda la tierra de Basán hasta Salca; todo el reino de Og, el cual era sobreviviente de los refaítas, que reinó en Astarot y Edrei en Basán, y a quienes Moisés derrotó y echó." Sin embargo, los hijos de Israel no echaron a los de Gesur y de Maaca; antes bien, Gesur y Maaca han habitado en medio de Israel hasta el día de hoy. Sólo a la tribu de Leví no dio heredad: Las ofrendas quemadas de Jehovah Dios de Israel son su heredad, como él le había prometido. Moisés había dado heredad a la tribu de los hijos de Rubén, según sus clanes, y el territorio de ellos abarcaba desde Aroer, que está en la ribera del río Arnón, la ciudad que está en el centro del valle y toda la meseta hasta Medeba; Hesbón con todas sus aldeas que están en la meseta, Dibón, Bamot-baal, Bet-baal-maón; Jahaz, Cademot, Mefaat, Quiriataim, Sibma, Zeret-hasájar en la colina del valle; Bet-peor, las laderas del Pisga, Bet-jesimot; todas las ciudades de la meseta; todo el reino de Sejón, rey de los amorreos, que reinó en Hesbón. (Moisés había derrotado a éste y a los jefes de Madián; Evi, Requem, Zur, Hur y Reba, príncipes de Sejón que habitaban aquella tierra. Los hijos de Israel también mataron a espada, entre otros, al adivino Balaam hijo de Beor.) Y el Jordán era el límite del territorio de los hijos de Rubén. Esta era la heredad de los hijos de Rubén, según sus clanes, con sus ciudades y sus aldeas. También Moisés había dado heredad a la tribu de Gad, a los hijos de Gad, según sus clanes. El territorio de ellos abarcaba Jazer, todas las ciudades de Galaad, la mitad del territorio de los hijos de Amón hasta Aroer, que está enfrente de Rabá; desde Hesbón hasta Ramat-mizpa y Betonim; desde Majanaim hasta el territorio de Lo-debar; y en el valle Bet-haram, Bet-nimra, Sucot, Zafón y el resto del reino de Sejón, rey de Hesbón; es decir, la ribera oriental del Jordán hasta el extremo sur del mar Quinéret. Esta es la heredad de los hijos de Gad, según sus clanes, con sus ciudades y sus aldeas. También Moisés había dado heredad a la media tribu de Manasés, esto es, a la media tribu de los hijos de Manasés, según sus clanes: El territorio de ellos abarcaba desde Majanaim, todo Basán (todo el reino de Og, rey de Basán), y todas las aldeas de Jaír que están en Basán: sesenta ciudades. Se dio, además, la mitad de Galaad, Astarot y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán, a los hijos de Maquir hijo de Manasés, es decir, a la mitad de los hijos de Maquir, según sus clanes. Esto es lo que Moisés había dado como heredad en las llanuras de Moab al otro lado del Jordán, al oriente de Jericó. Pero Moisés no dio heredad a la tribu de Leví; Jehovah Dios de Israel es su heredad, como él les había dicho. Esto es lo que los hijos de Israel tomaron como heredad en la tierra de Canaán, lo que les repartieron el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun y los jefes de las casas paternas de las tribus de los hijos de Israel. Su heredad les fue dada por sorteo a las nueve tribus y a la media tribu, como Jehovah había mandado por medio de Moisés. Porque a las dos tribus y a la media tribu, Moisés les había dado heredad al otro lado del Jordán; pero a los levitas no les había dado heredad entre ellos. Pues los hijos de José formaban dos tribus: Manasés y Efraín. A los levitas no se les dio ninguna porción en la tierra, sino solamente ciudades en que habitasen, con sus campos de alrededor para sus ganados y sus rebaños. Conforme Jehovah había mandado a Moisés, así hicieron los hijos de Israel en el reparto de la tierra. Los hijos de Judá acudieron a Josué en Gilgal. Y Caleb hijo de Jefone el quenezeo le dijo: —Tú sabes lo que Jehovah dijo a Moisés, hombre de Dios, en Cades-barnea tocante a mí y a ti. Yo tenía 40 años cuando Moisés, siervo de Jehovah, me envió de Cades-barnea para reconocer la tierra. Yo le traje el informe como lo sentía en mi corazón. Mis hermanos que habían ido conmigo descorazonaron al pueblo, pero yo seguí a Jehovah mi Dios con integridad. Aquel día Moisés juró diciendo: "La tierra que pisó tu pie será para ti y para tus hijos como heredad perpetua, porque seguiste a Jehovah mi Dios con integridad." Ahora bien, he aquí que Jehovah me ha conservado la vida, como él dijo, estos 45 años desde el día que Jehovah habló estas palabras a Moisés, cuando Israel caminaba por el desierto. Ahora, he aquí que tengo 85 años; pero aún estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Como era entonces mi fuerza, así es ahora mi fuerza para la guerra, tanto para salir como para entrar. Dame, pues, ahora esta parte montañosa de la cual habló Jehovah aquel día, porque tú oíste aquel día que los anaquitas viven allí y que hay ciudades grandes y fortificadas. ¡Si Jehovah está conmigo, yo los echaré, como Jehovah ha dicho! Entonces Josué bendijo a Caleb hijo de Jefone, y le dio Hebrón como heredad. Por eso, Hebrón ha sido heredad de Caleb hijo de Jefone el quenezeo, hasta el día de hoy, porque siguió con integridad a Jehovah Dios de Israel. Antes el nombre de Hebrón era Quiriat-arba, pues Arba había sido el hombre más grande entre los anaquitas. Y la tierra reposó de la guerra. La parte que tocó en el sorteo a la tribu de los hijos de Judá, según sus clanes, se extendía hasta el territorio de Edom y hasta el desierto de Zin en el Néguev, su extremo sur. Su frontera sur era desde el extremo del mar Salado, desde la bahía que mira hacia el sur. Seguía en dirección sur hasta la cuesta de Acrabim y pasaba hasta Zin. Subía por el sur hasta Cades-barnea y pasaba por Hezrón. Luego subía hacia Adar, hasta rodear Carca. De allí la frontera pasaba a Asmón y continuaba por el arroyo de Egipto y terminaba en el mar. Esta será vuestra frontera del sur. La frontera oriental era el mar Salado hasta la desembocadura del Jordán. Por el lado norte la frontera era desde la bahía del mar en la desembocadura del Jordán. Luego la frontera subía por Bet-jogla y pasaba por el norte de Bet-haarabá. Luego la frontera subía hacia la piedra de Bohan hijo de Rubén. Luego la frontera subía desde el valle de Acor hasta Debir, y se dirigía al norte, hacia Gilgal, que está frente a la cuesta de Adumim, al lado sur del valle. La frontera pasaba hasta las aguas de En-semes y llegaba hasta En-rogel. Luego la frontera subía por el valle de Ben-hinom a la ladera sur de Jebús (que es Jerusalén). Luego la frontera subía hacia la cumbre del monte que está frente al valle de Hinom, al occidente, en el extremo norte del valle de Refaím. Después doblaba desde la cumbre del monte hacia el manantial Aguas de Neftóaj y llegaba a las ciudades del monte Efrón, rodeando luego a Baala (que es Quiriat-jearim). La frontera torcía después desde Baala hacia el occidente hasta el monte Seír, y pasaba al norte de Jearim (que es Quesalón); descendía a Bet-semes y seguía hacia Timna. Luego la frontera salía hacia el lado norte de Ecrón. La frontera rodeaba Sicrón, pasaba por el monte Baala, llegaba a Jabneel, y el terminal de la frontera daba en el mar. La frontera occidental era la costa del mar Grande. Estas son las fronteras del territorio de los hijos de Judá, según sus clanes. De acuerdo con el mandato de Jehovah a Josué, éste dio a Caleb hijo de Jefone una parte entre los hijos de Judá. Le dio Quiriat-arba, que es Hebrón. (Arba fue el padre de Anac.) Y Caleb echó de allí a los tres hijos de Anac: a Sesai, a Ajimán y a Talmai, descendientes de Anac. De allí subió contra los habitantes de Debir. (Antes el nombre de Debir era Quiriat-séfer.) Entonces Caleb dijo: —Al que ataque y tome Quiriat-séfer, yo le daré por mujer a mi hija Acsa. Otoniel hijo de Quenaz, hermano de Caleb, fue quien la tomó. Y Caleb le dio por mujer a su hija Acsa. Y aconteció que cuando ella llegó, le persuadió a que pidiese a su padre un campo. Entonces ella hizo señas desde encima del asno, y Caleb le preguntó: —¿Qué quieres? Ella respondió: —Hazme un favor: Ya que me has dado tierra en el Néguev, dame también fuentes de aguas. Entonces él le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo. Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Judá, según sus clanes. Las ciudades de la tribu de los hijos de Judá, en el extremo sur, hacia la frontera de Edom, fueron: Cabseel, Eder, Jagur, Quina, Dimona, Adada, Quedes, Hazor, Itnán, Zif, Telem, Bealot, Hazor-hadata, Queriot, Hezrón (que es Hazor), Amam, Sema, Molada, Hazar-gada, Hesmón, Bet-pélet, Hazar-sual, Beerseba, Bizotia, Baala, Iyim, Ezem, Eltolad, Quesil, Horma, Siclag, Madmana, Sansana, Lebaot, Siljim, Ayin y Rimón. En total eran veintinueve ciudades con sus aldeas. En la región de la Sefela: Estaol, Zora, Asena, Zanóaj, En-ganim, Tapúaj, Enam, Jarmut, Adulam, Soco, Azeca, Saaraim, Aditaim, Gedera y Gederotaim; catorce ciudades con sus aldeas. También Zenán, Hadasa, Migdal-gad, Dileán, Mizpa, Jocteel, Laquis, Boscat, Eglón, Cabón, Lajmas, Quitlis, Gederot, Bet-dagón, Naama y Maqueda; dieciséis ciudades con sus aldeas. También Libna, Eter, Asán, Jefté, Asena, Nezib, Queila, Aczib, Maresa; nueve ciudades con sus aldeas. Ecrón con sus villas y aldeas. Desde Ecrón hasta el mar, todas las que están junto a Asdod, con sus aldeas. También Asdod con sus villas y aldeas, y Gaza con sus villas y aldeas, hasta el arroyo de Egipto y las costas del mar Grande. En la región montañosa: Samir, Jatir, Soco, Dana, Quiriat-sana (que es Debir), Anab, Estemoa, Anim, Gosén, Holón y Gilo; once ciudades con sus aldeas. También Arab, Duma, Esán, Janum, Bet-tapúaj, Afeca, Humta, Quiriat-arba (que es Hebrón) y Sior; nueve ciudades con sus aldeas. También Maón, Carmel, Zif, Juta, Jezreel, Jocdeam, Zanóaj, Caín, Gabaa y Timna; diez ciudades con sus aldeas. También Jaljul, Betsur, Gedor, Maarat, Bet-anot y Eltecón; seis ciudades con sus aldeas. También Quiriat-baal (que es Quiriat-jearim) y Rabá; dos ciudades con sus aldeas. En el desierto: Bet-haarabá, Midín, Sejaja, Nibsán, la Ciudad de la Sal y En-guedi; seis ciudades con sus aldeas. Pero los hijos de Judá no pudieron echar a los jebuseos que habitaban en Jerusalén. Así que los jebuseos han habitado con los hijos de Judá en Jerusalén, hasta el día de hoy. La parte que tocó en el sorteo a los hijos de José partía del Jordán de Jericó, pasaba por las aguas de Jericó al este y subía del desierto de Jericó, por la región montañosa, hasta Betel. De Betel salía a Luz y cruzaba el territorio de los arquitas en Atarot. De allí descendía en dirección oeste hacia el territorio de los jafletitas, hasta la región de Bet-jorón Baja y hasta Gezer; y terminaba en el mar. Así recibieron su heredad los hijos de José: Efraín y Manasés. Esta era la frontera de los hijos de Efraín, según sus clanes. La frontera de su heredad partía de Atarot-adar en el este, y seguía hasta Bet-jorón Alta. De allí la frontera continuaba hacia el oeste, pasando por el lado norte de Micmetat. Torcía por el este de Taanat-silo y continuaba hasta el este de Janóaj. De Janóaj descendía a Atarot y a Naará, tocaba Jericó y salía al Jordán. De Tapúaj la frontera seguía al oeste, por el arroyo de Caná, y terminaba en el mar. Esta era la heredad de los hijos de Efraín, según sus clanes. Además, había ciudades que fueron apartadas para los hijos de Efraín en medio de la heredad de los hijos de Manasés, todas esas ciudades con sus aldeas. Sin embargo, ellos no echaron a los cananeos que habitaban en Gezer. Así que los cananeos han habitado en medio de los de Efraín hasta el día de hoy, pero han sido sometidos a tributo laboral. La parte que tocó en el sorteo a la tribu de Manasés, porque él era el primogénito de José, fue ésta: Maquir, primogénito de Manasés y padre de Galaad, que era un hombre de guerra, había recibido Galaad y Basán. Asimismo, a los otros hijos de Manasés les tocó, según sus clanes: a los hijos de Abiezer, a los hijos de Helec, a los hijos de Ezriel, a los hijos de Siquem, a los hijos de Hefer y a los hijos de Semida. Estos fueron los hijos varones de Manasés hijo de José, según sus clanes. Ahora bien, Zelofejad hijo de Hefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, no tuvo hijos sino sólo hijas. Los nombres de éstas fueron: Majla, Noa, Hogla, Milca y Tirsa. Ellas vinieron delante del sacerdote Eleazar, de Josué hijo de Nun y de los dirigentes, y dijeron: "Jehovah mandó a Moisés que nos fuera dada heredad entre nuestros hermanos." Así fue como él les dio heredad entre los hermanos del padre de ellas, conforme al mandato de Jehovah. Aparte de la tierra de Galaad y de Basán, al otro lado del Jordán, a Manasés le tocaron diez partes en el sorteo, porque las hijas de Manasés debían recibir heredad entre los hijos de Manasés, y la tierra de Galaad pertenecía a los otros hijos de Manasés. La frontera de Manasés partía de Aser y se extendía hasta Micmetat que está enfrente de Siquem. La frontera seguía hacia el sur hasta los habitantes de En-tapúaj. La tierra de Tapúaj era de Manasés, pero Tapúaj misma, que está en la frontera de Manasés, era de los hijos de Efraín. Luego la frontera descendía hasta el arroyo de Caná. Al lado sur del arroyo, había ciudades de Efraín entre las ciudades de Manasés. El resto de la frontera de Manasés coincidía con la ribera norte del arroyo y terminaba en el mar. Efraín estaba al sur, y Manasés al norte. El territorio de Manasés alcanzaba hasta el mar y limitaba al norte con Aser y al este con Isacar. Manasés también poseía en el territorio de Isacar y de Aser a Bet-seán y sus aldeas, a Ibleam y sus aldeas, a los habitantes de Dor y sus aldeas, a los habitantes de Endor y sus aldeas, a los habitantes de Taanac y sus aldeas, a los habitantes de Meguido y sus aldeas. La tercera era Nafot. Sin embargo, los hijos de Manasés no pudieron echar a los habitantes de aquellas ciudades, y los cananeos persistieron en habitar en estas tierras. Y sucedió que después, cuando los hijos de Israel llegaron a ser más fuertes, sometieron a tributo laboral a los cananeos, pero no los echaron completamente. Después los hijos de José hablaron a Josué diciendo: —¿Por qué nos has dado en posesión una sola suerte y una sola parte, siendo nosotros un pueblo numeroso, al que Jehovah ha bendecido hasta ahora? Josué les respondió: —Si sois un pueblo numeroso, id al bosque y deforestad para vosotros la tierra de los ferezeos y de los refaítas, ya que la región montañosa de Efraín es demasiado estrecha para vosotros. Los hijos de José dijeron: —No nos bastará a nosotros esa región montañosa. Además, todos los cananeos que habitan en la tierra del valle tienen carros de hierro, tanto los que están en Bet-seán y sus aldeas, como los que están en el valle de Jezreel. Entonces Josué respondió a la casa de José, a Efraín y a Manasés, diciendo: —Vosotros sois un pueblo numeroso y tenéis mucha fuerza. No tendréis sólo una parte, sino que la región montañosa será vuestra. Puesto que es bosque, vosotros lo deforestaréis. Y sus límites más lejanos serán vuestros, porque echaréis a los cananeos, aunque ellos tengan carros de hierro y sean fuertes. Toda la congregación de los hijos de Israel se reunió en Silo, e instalaron allí el tabernáculo de reunión. La tierra les estaba sometida, pero habían quedado siete tribus de los hijos de Israel, a las cuales todavía no se les había repartido heredad. Entonces Josué dijo a los hijos de Israel: —¿Hasta cuándo seréis negligentes para ir a poseer la tierra que os ha dado Jehovah, Dios de vuestros padres? Elegid a tres hombres de cada tribu para que yo los envíe, y ellos vayan, recorran la tierra, hagan una descripción de ella con miras a sus heredades, y después vuelvan a mí. Ellos la dividirán en siete partes. Judá permanecerá en su territorio en el sur, y los de la casa de José en su territorio en el norte. Vosotros, pues, me haréis la descripción de la tierra, dividiéndola en siete partes; y me la traeréis aquí. Y os haré el sorteo aquí, delante de Jehovah nuestro Dios. Pero los levitas no tendrán ninguna parte entre vosotros, porque el sacerdocio de Jehovah es su heredad. Gad, Rubén y la media tribu de Manasés ya han recibido su heredad en el lado oriental del Jordán, la cual les dio Moisés, siervo de Jehovah. Los hombres se levantaron y fueron. Josué mandó a los que iban para hacer la descripción de la tierra, diciéndoles: —Id, recorred la tierra y haced una descripción de ella. Luego volved a mí para que yo os haga el sorteo delante de Jehovah, aquí en Silo. Entonces los hombres fueron y recorrieron la tierra, e hicieron en un pergamino una descripción de ella, dividida en siete partes, según sus ciudades. Después volvieron a Josué, al campamento en Silo. Entonces Josué hizo el sorteo delante de Jehovah, en Silo. Allí repartió Josué la tierra a los hijos de Israel, según sus particiones. La parte que tocó en el sorteo a la tribu de los hijos de Benjamín, según sus clanes: El territorio que les tocó en el sorteo estaba entre el de los hijos de Judá y el de los hijos de José. Por el lado norte su frontera partía del Jordán; luego la frontera subía por el lado norte de Jericó. Entonces subía por la región montañosa hacia el oeste, y llegaba al desierto de Bet-avén. De allí la frontera pasaba hacia Luz, al lado sur de Luz (que es Betel). Luego la frontera descendía a Atarot-adar, sobre el monte que está al sur de Bet-jorón Baja. Luego la frontera doblaba hacia el oeste por el lado sur del monte que está enfrente de Bet-jorón, y terminaba en Quiriat-baal (que es Quiriat-jearim), ciudad de los hijos de Judá. Este era el lado occidental. Por el lado sur, la frontera partía desde el extremo de Quiriat-jearim, seguía hacia el oeste y continuaba hacia el manantial Aguas de Neftóaj. Luego la frontera descendía hasta el extremo del monte que está frente al valle de Ben-hinom, que está al norte del valle de Refaím. Luego descendía al valle de Hinom, hasta la ladera sur de los jebuseos, y seguía descendiendo hasta En-rogel. Luego doblaba al norte, seguía hasta En-semes, continuaba hasta Gilgal, que está frente a la cuesta de Adumim, y descendía a la piedra de Bohan hijo de Rubén. Luego la frontera pasaba por el declive norte de Bet-haarabá y descendía hacia el Arabá. La frontera pasaba por el lado norte de Bet-jogla para terminar en la bahía norte del mar Salado, en la desembocadura del Jordán en el sur. Esta era la frontera sur. El Jordán era la frontera por el lado oriental. Esta era la heredad de los hijos de Benjamín, según sus clanes, con las fronteras que la rodeaban. Las ciudades de la tribu de los hijos de Benjamín, según sus clanes, fueron: Jericó, Bet-jogla, Emec-casis, Bet-haarabá, Zemaraim, Betel, Avim, Pará, Ofra, Quefar-haamoní, Ofni y Geba; doce ciudades con sus aldeas. También Gabaón, Ramá, Beerot, Mizpa, Cafira, Mozah, Requem, Irpeel, Tarala, Zela, Elef, Jebús (que es Jerusalén), Gabaa y Quiriat; catorce ciudades con sus aldeas. Esta era la heredad de los hijos de Benjamín, según sus clanes. La segunda suerte tocó a Simeón, a la tribu de los hijos de Simeón, según sus clanes. Y su heredad estaba dentro del territorio de los hijos de Judá. Y les tocó como heredad: Beerseba, Seba, Molada, Hazar-sual, Bala, Ezem, Eltolad, Betul, Horma, Siclag, Bet-hamarcabot, Hazar-susa, Bet-lebaot y Sarujen; trece ciudades con sus aldeas. También Ayin, Rimón, Eter y Asán; cuatro ciudades con sus aldeas. También todas las aldeas que estaban alrededor de estas ciudades hasta Baalat-beer, que es Ramat-néguev. Esta era la heredad de la tribu de los hijos de Simeón, según sus clanes. La heredad de los hijos de Simeón fue tomada de la parte de los hijos de Judá, porque la parte de los hijos de Judá era excesiva para ellos. Así, los hijos de Simeón tuvieron su heredad dentro del territorio de aquéllos. La tercera suerte tocó a los hijos de Zabulón, según sus clanes. La frontera de su heredad llegaba hasta Sarid. Y por el oeste su frontera subía hacia Marala, y limitaba con Dabeset y con el río que está frente a Jocneam. De Sarid doblaba hacia el este, donde nace el sol, hasta el territorio de Quislot-tabor; luego seguía hacia Daberat y subía a Jafía. De allí seguía hacia el este, a Gat-jefer e Ita-cazín, continuaba hacia Rimón y rodeaba Nea. Después la frontera torcía por el norte hacia Hanatón y terminaba en el valle de Jefteel. Y también Catat, Nahalal, Simrón, Idala y Belén; doce ciudades con sus aldeas. Estas ciudades con sus aldeas eran la heredad de los hijos de Zabulón, según sus clanes. La cuarta suerte tocó a Isacar, a los hijos de Isacar, según sus clanes. Su territorio abarcaba: Jezreel, Quesulot, Sunem, Hafaraim, Sihón, Anajarat, Rabit, Quisión, Abez, Remet, En-ganim, En-jada y Bet-pases. La frontera llegaba hasta Tabor, Sajazaim y Bet-semes, y terminaba la frontera en el Jordán; dieciséis ciudades con sus aldeas. Estas ciudades con sus aldeas eran la heredad de la tribu de los hijos de Isacar, según sus clanes. La quinta suerte tocó a la tribu de los hijos de Aser, según sus clanes. Su territorio abarcaba: Helcat, Halí, Betén, Acsaf, Alamelec, Amad y Miseal; y por el lado occidental llegaba hasta el Carmelo y Sijor-libnat. Volvía después hacia donde nace el sol, a Bet-dagón y limitaba con Zabulón y con el valle de Jefteel, al norte; seguía a Bet-haémec y a Neiel; luego continuaba al norte hasta Cabul, Abdón, Rejob, Hamón, Caná, hasta la gran Sidón. De allí la frontera volvía hacia Ramá y seguía hasta la ciudad fortificada de Tiro. Después torcía hacia Hosa y terminaba en el mar. También Majaleb, Aczib, Aco, Afec y Rejob; veintidós ciudades con sus aldeas. Estas ciudades con sus aldeas eran la heredad de la tribu de los hijos de Aser, según sus clanes. La sexta suerte tocó a los hijos de Neftalí; a los hijos de Neftalí, según sus clanes. Su frontera partía desde Helef y desde la encina de Zaananim, y desde Adami-nequeb y Jabneel hasta Lacum, y terminaba en el Jordán. Luego la frontera volvía al oeste hasta Aznot-tabor. De allí pasaba a Hucoc, y limitaba con Zabulón por el sur, con Aser por el oeste, y con el Jordán, por donde nace el sol. Y las ciudades fortificadas eran: Sidim, Zer, Hamat, Racat, Quinéret, Adama, Ramá, Hazor, Quedes, Edrei, En-hazor, Irón, Migdalel, Horem, Bet-anat y Bet-semes; diecinueve ciudades con sus aldeas. Estas ciudades con sus aldeas eran la heredad de la tribu de los hijos de Neftalí, según sus clanes. La séptima suerte tocó a la tribu de los hijos de Dan, según sus clanes. El territorio de su heredad abarcaba Zora, Estaol, Ir-semes, Saalbín, Ajalón, Jetla, Elón, Timnat, Ecrón, Elteque, Gibetón, Baalat, Jehud, Benei-berac, Gat-rimón. Mei-hayarcón y Racón, con la región que está enfrente de Jope. Pero faltó territorio a los hijos de Dan. Por eso, los hijos de Dan subieron y combatieron contra Lesem. Ellos la ocuparon e hirieron a filo de espada; tomaron posesión de ella y habitaron allí. Y a Lesem la llamaron Dan, según el nombre de su padre Dan. Estas ciudades con sus aldeas eran la heredad de la tribu de los hijos de Dan, según sus clanes. Después que acabaron de distribuir los territorios de la tierra como heredad, los hijos de Israel dieron una heredad, en medio de ellos, a Josué hijo de Nun. Según el mandato de Jehovah, le dieron la ciudad que pidió, Timnat-séraj, en la región montañosa de Efraín. Y él reedificó la ciudad y habitó en ella. Estas son las heredades que el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun y los jefes de las casas paternas de las tribus de los hijos de Israel distribuyeron por sorteo en Silo, delante de Jehovah, a la entrada del tabernáculo de reunión. Y así acabaron de distribuir la tierra. Jehovah habló a Josué diciendo: "Habla a los hijos de Israel y diles: ‘Designad las ciudades de refugio de las que yo os hablé por medio de Moisés; para que pueda huir allí el homicida que mate a una persona accidentalmente, sin premeditación, a fin de que sirvan de refugio ante el vengador de la sangre. El que se refugie en alguna de aquellas ciudades se presentará a la puerta de la ciudad y expondrá su caso a oídos de los ancianos de la ciudad. Ellos le recibirán consigo dentro de la ciudad y le darán un lugar para que habite con ellos. Si el vengador de la sangre lo persigue, no entregarán en su mano al homicida, porque mató a su prójimo sin premeditación, sin haberle tenido odio previamente. Quedará en aquella ciudad hasta que comparezca en juicio delante de la asamblea, y hasta la muerte del sumo sacerdote que haya en aquellos días. Entonces el homicida podrá volver y venir a su ciudad y a su casa, a la ciudad de donde huyó.’" Entonces designaron a Quedes, en Galilea, en la región montañosa de Neftalí; a Siquem, en la región montañosa de Efraín; y a Quiriat-arba (que es Hebrón), en la región montañosa de Judá. Y al otro lado del Jordán, al este de Jericó, designaron a Beser, en el desierto, en la meseta, de la tribu de Rubén; a Ramot, en Galaad, de la tribu de Gad; y a Golán, en Basán, de la tribu de Manasés. Estas fueron las ciudades designadas para todos los hijos de Israel y para el extranjero que habitase entre ellos, para que pueda huir a ellas cualquiera que mate a una persona accidentalmente, y no muera por mano del vengador de la sangre, antes de comparecer delante de la asamblea. Los jefes de las casas paternas de los levitas se acercaron al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun y a los jefes de las casas paternas de las tribus de los hijos de Israel. Y les hablaron en Silo, en la tierra de Canaán, diciendo: "Jehovah mandó por medio de Moisés que nos dieran ciudades en que habitásemos, con sus campos de alrededor para nuestros ganados." Entonces, conforme a la palabra de Jehovah, los hijos de Israel dieron a los levitas, de sus propias heredades, estas ciudades con sus campos de alrededor: La suerte tocó a las familias de los cohatitas. A los hijos del sacerdote Aarón, que eran de los levitas, les dieron por sorteo trece ciudades de la tribu de Judá, de la tribu de Simeón y de la tribu de Benjamín. A los hijos de Cohat que quedaban les dieron por sorteo diez ciudades de los clanes de la tribu de Efraín, de la tribu de Dan y de la media tribu de Manasés. A los hijos de Gersón les dieron por sorteo trece ciudades de los clanes de la tribu de Isacar, de la tribu de Aser, de la tribu de Neftalí y de la media tribu de Manasés en Basán. A los hijos de Merari, según sus clanes, les dieron doce ciudades de la tribu de Rubén, de la tribu de Gad y de la tribu de Zabulón. Así los hijos de Israel dieron por sorteo a los levitas estas ciudades con sus campos de alrededor, como Jehovah había mandado por medio de Moisés. Les dieron estas ciudades de la tribu de los hijos de Judá y de la tribu de los hijos de Simeón (a las cuales llamaron por nombre), a los hijos de Aarón, de los clanes de Cohat, de los hijos de Leví; porque les tocó la primera suerte. Les dieron en la región montañosa de Judá, Quiriat-arba, que es Hebrón, con sus campos de alrededor. (Arba fue el padre de Anac.) Pero dieron la campiña de la ciudad con sus aldeas a Caleb hijo de Jefone, como su posesión. A los hijos del sacerdote Aarón les dieron Hebrón, con sus campos de alrededor, ciudad de refugio para los homicidas. También Libna con sus campos de alrededor, Jatir con sus campos de alrededor, Estemoa con sus campos de alrededor, Holón con sus campos de alrededor, Debir con sus campos de alrededor, Ayin con sus campos de alrededor, Juta con sus campos de alrededor y Bet-semes con sus campos de alrededor; nueve ciudades de estas dos tribus. De la tribu de Benjamín les dieron Gabaón con sus campos de alrededor, Geba con sus campos de alrededor, Anatot con sus campos de alrededor y Almón con sus campos de alrededor; cuatro ciudades. El total de las ciudades de los sacerdotes hijos de Aarón fue de trece, con sus campos de alrededor. A los clanes de los hijos de Cohat, a los levitas que quedaban de los hijos de Cohat, les tocaron estas ciudades en el sorteo: De la tribu de Efraín les dieron: Siquem con sus campos de alrededor, ciudad de refugio para los homicidas, en la región montañosa de Efraín; Gezer con sus campos de alrededor, Quibsaim con sus campos de alrededor y Bet-jorón con sus campos de alrededor; cuatro ciudades. De la tribu de Dan: Elteque con sus campos de alrededor, Gibetón con sus campos de alrededor, Ajalón con sus campos de alrededor y Gat-rimón con sus campos de alrededor; cuatro ciudades. Y de la media tribu de Manasés les dieron Taanac con sus campos de alrededor y Gat-rimón con sus campos de alrededor; dos ciudades. El total de las ciudades para los clanes de los hijos de Cohat que habían quedado fue de diez, con sus campos de alrededor. A los hijos de Gersón, uno de los clanes de los levitas, les dieron: De la media tribu de Manasés: Golán en Basán con sus campos de alrededor, ciudad de refugio para los homicidas y Beestera con sus campos de alrededor; dos ciudades. De la tribu de Isacar: Quisión con sus campos de alrededor, Daberat con sus campos de alrededor, Jarmut con sus campos de alrededor y En-ganim con sus campos de alrededor; cuatro ciudades. De la tribu de Aser: Miseal con sus campos de alrededor, Abdón con sus campos de alrededor, Helcat con sus campos de alrededor y Rejob con sus campos de alrededor; cuatro ciudades. De la tribu de Neftalí: Quedes en Galilea con sus campos de alrededor, ciudad de refugio para los homicidas; Hamot-dor con sus campos de alrededor y Cartán con sus campos de alrededor; tres ciudades. El total de las ciudades de los gersonitas, según sus clanes, fue de trece con sus campos de alrededor. A las familias de los hijos de Merari, los levitas que habían quedado, les dieron: De la tribu de Zabulón: Jocneam con sus campos de alrededor, Carta con sus campos de alrededor, Dimna con sus campos de alrededor y Nahalal con sus campos de alrededor; cuatro ciudades. De la tribu de Rubén: Beser con sus campos de alrededor, Jahaz con sus campos de alrededor, Quedemot con sus campos de alrededor y Mefaat con sus campos de alrededor; cuatro ciudades. De la tribu de Gad: Ramot en Galaad con sus campos de alrededor, ciudad de refugio para los homicidas; Majanaim con sus campos de alrededor, Hesbón con sus campos de alrededor y Jazer con sus campos de alrededor; cuatro ciudades. El total de las ciudades repartidas por sorteo a los hijos de Merari, según sus clanes, es decir, a los clanes de los levitas que habían quedado, fue de doce ciudades. El total de las ciudades de los levitas en medio de la posesión de los hijos de Israel fue de cuarenta y ocho, con sus campos de alrededor. Estas ciudades tenían cada una sus campos de alrededor; era así con todas estas ciudades. Así dio Jehovah a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres. Ellos tomaron posesión de ella y habitaron en ella. Y Jehovah les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres. Ninguno de sus enemigos pudo resistirles, porque Jehovah entregó en su mano a todos sus enemigos. No falló ninguna palabra de todas las buenas promesas que Jehovah había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió. Entonces Josué convocó a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés, y les dijo: —Vosotros habéis guardado todo lo que Moisés siervo de Jehovah os mandó, y habéis obedecido mi voz en todo lo que yo os he mandado. No habéis abandonado a vuestros hermanos en este largo tiempo, hasta el día de hoy; sino que habéis guardado los mandamientos que Jehovah vuestro Dios os ha encomendado. Ahora que Jehovah vuestro Dios ha dado reposo a vuestros hermanos, como les había prometido, volved y regresad a vuestras moradas, a la tierra de vuestra posesión que Moisés siervo de Jehovah os ha dado al otro lado del Jordán. Solamente tened mucho cuidado de poner por obra el mandamiento y la ley que Moisés siervo de Jehovah os mandó: que améis a Jehovah vuestro Dios, que andéis en todos sus caminos, que guardéis sus mandamientos, que le seáis fieles y que le sirváis con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. Luego Josué los bendijo y los despidió, y ellos se volvieron a sus moradas. Moisés había dado heredad en Basán a la media tribu de Manasés. Y a la otra media tribu Josué le dio heredad entre sus hermanos en el lado occidental del Jordán. Cuando Josué los envió a sus moradas, los bendijo, y les habló diciendo: —Volved a vuestras moradas con grandes riquezas, con mucho ganado, con plata, con oro, con bronce y con muchos vestidos. Compartid con vuestros hermanos el botín de vuestros enemigos. Entonces los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés regresaron y se apartaron de los hijos de Israel en Silo, que está en la tierra de Canaán, para ir a la tierra de Galaad, a la tierra de sus heredades, donde se habían establecido, según el mandato de Jehovah por medio de Moisés. Cuando llegaron a la región del Jordán, en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de aspecto imponente. Entonces los hijos de Israel oyeron decir: "He aquí que los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés han edificado un altar frente a la tierra de Canaán, en la región del Jordán, en el lado de los hijos de Israel." Cuando los hijos de Israel oyeron esto, se reunió toda la congregación de los hijos de Israel en Silo, para subir a combatir contra ellos. Fineas, hijo del sacerdote Eleazar, fue enviado por los hijos de Israel a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad. También fueron con él diez jefes, un jefe por cada casa paterna de cada una de las tribus de Israel, cada uno de los cuales era jefe de su casa paterna entre los millares de Israel. Estos fueron a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad, y les hablaron diciendo: —Toda la congregación de Jehovah dice así: "¿Qué infidelidad es ésta que habéis cometido contra el Dios de Israel, apartándoos hoy de seguir a Jehovah al edificaros un altar y rebelaros hoy contra Jehovah? ¿Nos ha sido poca la maldad de Peor, de la cual aún no estamos purificados hasta el día de hoy, y por la cual vino una plaga a la congregación de Jehovah? Vosotros os apartáis hoy de seguir a Jehovah; y sucederá que hoy vosotros os rebeláis contra Jehovah, y mañana él se airará contra toda la congregación de Israel. Si os parece que la tierra que poseéis es inmunda, pasaos a la tierra de la posesión de Jehovah, en la cual está el tabernáculo de Jehovah, y estableceos entre nosotros. Pero no os rebeléis contra Jehovah, ni os rebeléis contra nosotros, edificándoos un altar aparte del altar de Jehovah nuestro Dios. Cuando Acán hijo de Zéraj cometió transgresión con respecto al anatema, ¿no cayó la ira sobre toda la congregación de Israel? ¡Aquel hombre no pereció solo en su iniquidad! Entonces los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés respondieron y dijeron a los jefes de los millares de Israel: —El Dios de dioses, Jehovah, el Dios de dioses, Jehovah, él lo sabe. Y que lo sepa Israel. Si ha sido por rebelión o por infidelidad contra Jehovah, que no nos libre en este día. Si nos hemos edificado un altar para apartarnos de en pos de Jehovah o para ofrecer sobre él holocausto u ofrenda vegetal, o para ofrecer sobre él sacrificios de paz, que Jehovah mismo nos lo demande. Pero en realidad lo hicimos así por temor de que en el futuro vuestros hijos digan a nuestros hijos: "¿Qué tenéis que ver vosotros con Jehovah Dios de Israel? Oh hijos de Rubén e hijos de Gad, ya que entre nosotros y vosotros Jehovah ha puesto por límite el Jordán, vosotros no tenéis parte con Jehovah." Así vuestros hijos harían que nuestros hijos dejaran de temer a Jehovah. Por eso dijimos: "Preparémonos y edifiquémonos un altar, no para holocausto ni para sacrificio, sino para que sirva de testimonio entre nosotros y vosotros, y entre las generaciones que nos sucederán, de que nosotros servimos a Jehovah, en su presencia, con nuestros holocaustos, con nuestras ofrendas y con nuestros sacrificios de paz." Entonces vuestros hijos no podrán decir a nuestros hijos en el futuro: "Vosotros no tenéis parte con Jehovah." Nosotros, pues, dijimos: "Si sucede que en el futuro ellos nos dicen esto a nosotros o a nuestros descendientes, responderemos: ‘Mirad la réplica del altar de Jehovah, la cual edificaron nuestros padres, no para holocaustos ni para sacrificios, sino para que fuese testimonio entre nosotros y vosotros.’ Lejos esté de nosotros el rebelarnos contra Jehovah, o el apartarnos hoy de seguir a Jehovah, edificando un altar para holocaustos, para ofrendas vegetales o para sacrificios, aparte del altar de Jehovah nuestro Dios que está delante de su tabernáculo." Cuando el sacerdote Fineas, los jefes de la congregación y los jefes de los millares de Israel que estaban con él oyeron las palabras que hablaron los hijos de Rubén, los hijos de Gad y los hijos de Manasés, les pareció bien. Entonces Fineas, hijo del sacerdote Eleazar, dijo a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a los hijos de Manasés: —Hoy reconocemos que Jehovah está entre nosotros, pues no habéis cometido esta infidelidad contra Jehovah. Ahora habéis librado a los hijos de Israel de la mano de Jehovah. Fineas, hijo del sacerdote Eleazar, y los jefes se apartaron de los hijos de Rubén y de los hijos de Gad; se volvieron de la tierra de Galaad a la tierra de Canaán, a los hijos de Israel, y les informaron. El informe agradó a los hijos de Israel, y los hijos de Israel bendijeron a Dios. No hablaron más de ir contra ellos en plan de guerra para destruir la tierra en que habitaban los hijos de Rubén y los hijos de Gad. Los hijos de Rubén y los hijos de Gad llamaron al altar Ed, diciendo: "Porque es un testimonio entre nosotros de que Jehovah es Dios." Mucho tiempo después que Jehovah diera reposo a Israel de todos sus enemigos de alrededor, aconteció que Josué, siendo ya viejo y de edad avanzada, convocó a todo Israel, a sus ancianos, a sus jefes, a sus jueces y a sus oficiales, y les dijo: "Yo ya soy viejo y de edad avanzada. Vosotros habéis visto todo lo que Jehovah vuestro Dios ha hecho con todas estas naciones por causa vuestra; porque Jehovah vuestro Dios es el que ha combatido por vosotros. Mirad, os he repartido por sorteo, como heredad para vuestras tribus, estas naciones que quedan, así como las que yo he exterminado, desde el Jordán hasta el mar Grande, hacia donde se pone el sol. Jehovah vuestro Dios las arrojará de delante de vosotros y las echará de vuestra presencia. Y vosotros tomaréis posesión de sus tierras, como Jehovah vuestro Dios os ha prometido. "Por tanto, esforzaos mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés, sin apartaros de ella ni a la derecha ni a la izquierda. No os mezcléis con estas naciones que han quedado entre vosotros. No hagáis mención del nombre de sus dioses ni juréis por ellos. No les rindáis culto, ni os postréis ante ellos. "Sólo a Jehovah, vuestro Dios, seréis fieles, como habéis sido hasta el día de hoy; porque Jehovah ha echado de delante de vosotros a naciones grandes y fuertes, y nadie ha podido resistir delante de vosotros hasta el día de hoy. Uno de vosotros persigue a mil, porque Jehovah vuestro Dios combate por vosotros, como él os ha prometido. Por eso, tened mucho cuidado, por vuestras propias vidas, de amar a Jehovah vuestro Dios. Pero si os volvéis atrás y os adherís a los sobrevivientes de estas naciones que han quedado entre vosotros, y os unís con ellas en matrimonio y os mezcláis con ellas y ellas con vosotros, estad seguros de que Jehovah vuestro Dios no continuará echando a estas naciones de delante de vosotros. Antes bien, ellas serán para vosotros una trampa y un lazo, azotes en vuestros costados y espinas en vuestros ojos, hasta que perezcáis en esta buena tierra que Jehovah vuestro Dios os ha dado. "He aquí que yo estoy para ir por el camino de todo el mundo. Reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma que no ha fallado ni una sola palabra de todas las buenas promesas que Jehovah vuestro Dios os había hecho. Todas se han cumplido para vosotros; no ha fallado de ellas ni una sola palabra. Pero sucederá que así como se ha cumplido para vosotros toda palabra buena que Jehovah vuestro Dios os ha dicho, así también traerá Jehovah sobre vosotros toda palabra mala, hasta eliminaros de esta buena tierra que Jehovah vuestro Dios os ha dado. Si violáis el pacto que Jehovah vuestro Dios os ha mandado, y os vais y servís a otros dioses, postrándoos ante ellos, la ira de Jehovah se encenderá contra vosotros, y rápidamente pereceréis en esta buena tierra que él os ha dado." Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquem, y convocó a los ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus oficiales. Ellos se presentaron delante de Dios, y Josué dijo a todo el pueblo: —Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Vuestros padres (Taré, padre de Abraham y de Nacor) habitaron antiguamente al otro lado del Río, y sirvieron a otros dioses. Pero yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del Río, lo traje por toda la tierra de Canaán, aumenté su descendencia y le di por hijo a Isaac. A Isaac le di por hijos a Jacob y Esaú. A Esaú le di la región montañosa de Seír, para que la poseyese, mientras que Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. Entonces envié a Moisés y a Aarón, y castigué a Egipto de la manera como lo hice allí, y después os saqué. Saqué de Egipto a vuestros padres, y vosotros llegasteis al mar. Los egipcios persiguieron a vuestros padres hasta el mar Rojo, con carros y jinetes. Entonces ellos clamaron a Jehovah, y él puso oscuridad entre vosotros y los egipcios, e hizo venir sobre ellos el mar, el cual los cubrió. Vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después estuvisteis muchos años en el desierto, y os introduje en la tierra de los amorreos que habitaban al otro lado del Jordán. Ellos combatieron contra vosotros; pero yo los entregué en vuestra mano, y poseísteis su tierra, porque yo los destruí delante de vosotros. Después se levantó Balac hijo de Zipor, rey de los moabitas, y combatió contra Israel. El mandó llamar a Balaam hijo de Beor para que os maldijese, pero yo no quise escuchar a Balaam. Antes bien, él os bendijo repetidamente, y yo os libré de su mano. Después cruzasteis el Jordán y vinisteis a Jericó. Los señores de Jericó combatieron contra vosotros, así como también los amorreos, los ferezeos, los cananeos, los heteos, los gergeseos, los heveos y los jebuseos; pero yo los entregué en vuestra mano. Envié delante de vosotros la avispa, y ella echó de delante de vosotros a los dos reyes de los amorreos. Esto no fue con vuestra espada ni con vuestro arco. Yo os he dado una tierra por la cual vosotros no trabajasteis con dureza, unas ciudades que no edificasteis y en las cuales habitáis. Y coméis de las viñas y de los olivares que no plantasteis." Ahora pues, temed a Jehovah. Servidle con integridad y con fidelidad. Quitad de en medio los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del Río y en Egipto, y servid a Jehovah. Pero si os parece mal servir a Jehovah, escogeos hoy a quién sirváis: si a los dioses a los cuales servían vuestros padres cuando estaban al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis. Pero yo y mi casa serviremos a Jehovah. Entonces el pueblo respondió diciendo: —¡Lejos esté de nosotros el abandonar a Jehovah para servir a otros dioses! Porque Jehovah, nuestro Dios, es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. Delante de nuestros ojos él ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado en todo el camino por donde hemos andado y en todos los pueblos por los cuales hemos pasado. Jehovah ha arrojado de delante de nosotros a todos los pueblos, y a los amorreos que habitaban en el país. Nosotros también serviremos a Jehovah, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo al pueblo: —No podréis servir a Jehovah, porque él es un Dios santo y un Dios celoso. El no soportará vuestras rebeliones ni vuestros pecados. Si vosotros dejáis a Jehovah y servís a dioses extraños, él se volverá y os castigará, y os exterminará después de haberos hecho bien. Entonces el pueblo dijo a Josué: —¡No, sino que a Jehovah serviremos! Josué respondió al pueblo: —Vosotros sois testigos contra vosotros mismos, de que habéis escogido a Jehovah para servirle. Ellos respondieron: —¡Sí, somos testigos! Josué dijo: —Quitad, pues, ahora los dioses extraños que están en medio de vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehovah Dios de Israel. Y el pueblo respondió a Josué: —¡A Jehovah nuestro Dios serviremos, y su voz obedeceremos! Aquel mismo día Josué hizo un pacto con el pueblo, y les dio leyes y decretos en Siquem. Josué escribió estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Y tomando una gran piedra, la erigió allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehovah. Luego Josué dijo a todo el pueblo: —He aquí, esta piedra será un testigo contra nosotros. Ella ha escuchado todas las palabras que Jehovah nos ha hablado. Será, pues, testigo contra vosotros, no sea que neguéis a vuestro Dios. Después Josué despidió al pueblo, cada uno a su heredad. Sucedió que después de estas cosas murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehovah, cuando tenía 110 años. Y lo sepultaron en los terrenos de su heredad en Timnat-séraj, que está en la región montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas. Israel sirvió a Jehovah todo el tiempo de Josué y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, quienes conocían todas las obras que Jehovah había hecho por Israel. Y sepultaron en Siquem los restos de José, que los hijos de Israel habían traído de Egipto, en la parte del campo que Jacob compró a los hijos de Hamor, padre de Siquem, por 100 piezas de dinero. Y vino a ser heredad de los hijos de José. También murió Eleazar hijo de Aarón, y lo sepultaron en la colina de su hijo Fineas, que le había sido dada en la región montañosa de Efraín. Aconteció, después de la muerte de Josué, que los hijos de Israel consultaron a Jehovah preguntando: —¿Quién subirá primero por nosotros para combatir contra los cananeos? Y Jehovah respondió: —Judá subirá. He aquí que yo he entregado la tierra en su mano. Entonces Judá dijo a Simeón su hermano: —Sube conmigo a mi territorio y combatamos contra los cananeos, y después yo también iré contigo a tu territorio. Y Simeón fue con él. Entonces subió Judá, y Jehovah entregó en su mano a los cananeos y a los ferezeos; y derrotaron en Bezec a 10.000 hombres de ellos. En Bezec hallaron a Adonibezec y combatieron contra él. Y derrotaron a los cananeos y a los ferezeos. Adonibezec huyó, pero lo persiguieron, lo capturaron y le cortaron los pulgares de sus manos y de sus pies. Entonces dijo Adonibezec: "Setenta reyes con los pulgares de sus manos y de sus pies cortados recogían las migajas debajo de mi mesa. Tal como yo hice, así me ha pagado Dios." Y lo llevaron a Jerusalén, donde murió. Entonces los hijos de Judá combatieron contra Jerusalén, la tomaron, la hirieron a filo de espada y prendieron fuego a la ciudad. Y después los hijos de Judá descendieron para combatir contra los cananeos que habitaban en la región montañosa, en el Néguev y en la Sefela. Luego marchó Judá contra los cananeos que habitaban en Hebrón y derrotó a Sesai, a Ajimán y a Talmai. (Antes el nombre de Hebrón era Quiriat-arba.) De allí marchó contra los habitantes de Debir. (Antes el nombre de Debir era Quiriat-séfer.) Entonces Caleb dijo: —Al que ataque y tome Quiriat-séfer, yo le daré por mujer a mi hija Acsa. Otoniel hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb, fue quien la tomó. Y Caleb le dio por mujer a su hija Acsa. Y aconteció que cuando ella llegó, le persuadió a que pidiese a su padre un campo. Entonces ella hizo señas desde encima del asno, y Caleb le preguntó: —¿Qué quieres? Ella le respondió: —Hazme un favor: Ya que me has dado tierra en el Néguev, dame también fuentes de aguas. Entonces Caleb le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo. Los descendientes del queneo, suegro de Moisés, subieron con los hijos de Judá de la Ciudad de las Palmeras al desierto de Judá que está en el Néguev de Arad, y fueron y habitaron con el pueblo. Después fue Judá con su hermano Simeón, y derrotaron a los cananeos que habitaban en Sefat, y la destruyeron. Y pusieron por nombre a la ciudad Horma. Judá también tomó Gaza con su territorio, Ascalón con su territorio y Ecrón con su territorio. Jehovah estaba con Judá, y éste tomó posesión de la región montañosa. Pero no pudo echar a los habitantes del valle, porque éstos tenían carros de hierro. Después dieron Hebrón a Caleb, como Moisés había dicho. Y él echó de allí a los tres hijos de Anac. Pero los hijos de Benjamín no pudieron echar a los jebuseos que habitaban en Jerusalén. Así que los jebuseos han habitado con los hijos de Benjamín en Jerusalén, hasta el día de hoy. También los de la casa de José subieron contra Betel, y Jehovah estuvo con ellos. Los de la casa de José hicieron un reconocimiento de Betel. (Antes el nombre de la ciudad era Luz.) Los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad y le dijeron: "Por favor, muéstranos la entrada de la ciudad, y tendremos misericordia de ti." El les mostró la entrada de la ciudad, y ellos la hirieron a filo de espada; pero dejaron libre a aquel hombre y a toda su familia. El hombre se fue a la tierra de los heteos y edificó una ciudad a la que llamó Luz; éste es su nombre hasta el día de hoy. Pero Manasés no pudo echar a los habitantes de Bet-seán y sus aldeas, ni a los de Taanac y sus aldeas, ni a los de Dor y sus aldeas, ni a los de Ibleam y sus aldeas, ni a los de Meguido y sus aldeas. Más bien, los cananeos persistieron en habitar en aquella tierra. Sin embargo, aconteció que cuando Israel llegó a ser fuerte, sometió a los cananeos a tributo laboral, pero no los echó del todo. Tampoco Efraín pudo echar a los cananeos que habitaban en Gezer, sino que los cananeos habitaron en medio de ellos, en Gezer. Tampoco Zabulón pudo echar a los habitantes de Quitrón ni a los habitantes de Nahalal. Los cananeos habitaron en medio de ellos, pero fueron sometidos a tributo laboral. Tampoco Aser pudo echar a los habitantes de Aco, ni a los habitantes de Sidón, ni de Ajlab, ni de Acziv, ni de Helba, ni de Afec, ni de Rejob. Los de Aser vivieron entre los cananeos, habitantes de aquella tierra, porque no los pudieron echar. Tampoco Neftalí pudo echar a los habitantes de Bet-semes, ni a los de Bet-anat, sino que habitó entre los cananeos que habitaban en la tierra. Los habitantes de Bet-semes y los de Bet-anat fueron sometidos a tributo laboral. Los amorreos contuvieron a los hijos de Dan en la región montañosa, y no permitieron que bajaran al valle. Los amorreos persistieron en habitar en el monte Heres, en Ajalón y en Saalbín. Pero al llegar a ser fuerte la casa de José, aquéllos fueron sometidos a tributo laboral. La frontera de los amorreos se extendía desde la cuesta de Acrabim, desde Sela hacia arriba. El ángel de Jehovah subió de Gilgal a Boquim, y dijo: —Yo os saqué de Egipto y os introduje en la tierra acerca de la cual había jurado a vuestros padres diciendo: "No invalidaré jamás mi pacto con vosotros, con tal que vosotros no hagáis una alianza con los habitantes de esta tierra, cuyos altares habréis de derribar." Pero vosotros no habéis obedecido mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? Por eso yo digo también: No los echaré de delante de vosotros, sino que os serán adversarios, y sus dioses os servirán de tropiezo. Aconteció que cuando el ángel de Jehovah acabó de decir estas palabras a todos los hijos de Israel, el pueblo alzó su voz y lloró. Por eso llamaron a aquel lugar Boquim. Y ofrecieron allí sacrificios a Jehovah. Cuando Josué ya había despedido al pueblo, los hijos de Israel se fueron cada uno a su heredad para tomar posesión de la tierra. El pueblo sirvió a Jehovah todo el tiempo de Josué y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, quienes habían visto todas las grandes obras que Jehovah había hecho por Israel. Josué hijo de Nun, siervo de Jehovah, murió cuando tenía 110 años. Y lo sepultaron en el terreno de su heredad en Timnat-séraj, en la región montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas. Y toda aquella generación fue también reunida con sus padres. Después de ellos se levantó otra generación que no conocía a Jehovah, ni la obra que él había hecho por Israel. Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehovah y sirvieron a los Baales. Abandonaron a Jehovah, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, entre los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehovah. Abandonaron a Jehovah, y sirvieron a Baal y a las Astartes. El furor de Jehovah se encendió contra Israel, y los entregó en mano de saqueadores que los saqueaban. Los abandonó en mano de sus enemigos de alrededor, y ellos no pudieron resistir más ante sus enemigos. Dondequiera que salían, la mano de Jehovah estaba contra ellos para mal, como Jehovah les había dicho y como Jehovah les había jurado. Así los afligió en gran manera. Entonces Jehovah levantó jueces que los librasen de mano de los que les saqueaban. Pero tampoco escuchaban a sus jueces, sino que se prostituían tras otros dioses a los cuales adoraban. Se apartaron pronto del camino por el que habían andado sus padres, quienes habían obedecido los mandamientos de Jehovah. Ellos no lo hicieron así. Cuando Jehovah les levantaba jueces, Jehovah estaba con el juez y los libraba de mano de sus enemigos todo el tiempo de aquel juez. Porque Jehovah se conmovía ante sus gemidos, a causa de los que los oprimían y afligían. Pero acontecía que cuando moría el juez, ellos volvían atrás y se corrompían más que sus padres, siguiendo a otros dioses para servirles y para postrarse ante ellos. No se apartaban de sus obras ni de su obstinado camino. Entonces el furor de Jehovah se encendió contra Israel, y dijo: "Puesto que este pueblo ha quebrantado mi pacto que yo establecí con sus padres, y no ha obedecido mi voz, tampoco yo volveré a echar de delante de ellos a ninguna de las naciones que Josué dejó cuando murió, para que por medio de ellas yo pruebe si Israel va a guardar o no el camino de Jehovah andando por él, como sus padres lo guardaron." Por eso Jehovah dejó allí a aquellas naciones y no las arrojó de una vez, ni las entregó en mano de Josué. Estas son las naciones que Jehovah dejó para probar por medio de ellas a Israel—a todos los que no habían conocido ninguna de las guerras de Canaán—, sólo para que las generaciones de los hijos de Israel conociesen la guerra y la enseñasen a los que antes no la habían conocido: los cinco jefes de los filisteos, todos los cananeos, los sidonios y los heveos que habitaban en la región montañosa del Líbano, desde el monte Baal-hermón hasta Lebo-hamat. Estos estaban para probar por medio de ellos a Israel, para saber si éste obedecería los mandamientos que Jehovah había dado a sus padres por medio de Moisés. Así es que los hijos de Israel habitaban entre los cananeos, los heteos, los amorreos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos. Además, tomaron a sus hijas por mujeres, dieron sus hijas a los hijos de ellos y sirvieron a sus dioses. Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehovah. Olvidaron a Jehovah su Dios y sirvieron a los Baales y a las Aseras. Así que el furor de Jehovah se encendió contra Israel, y los abandonó en manos de Cusán-risataim, rey de Siria mesopotámica. Los hijos de Israel sirvieron a Cusán-risataim durante ocho años. Pero cuando los hijos de Israel clamaron a Jehovah, Jehovah levantó un libertador a los hijos de Israel, quien los libró. Este fue Otoniel hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb. El Espíritu de Jehovah vino sobre él, y juzgó a Israel. Salió a la guerra, y Jehovah entregó en su mano a Cusán-risataim, rey de Siria mesopotámica; y su mano prevaleció contra Cusán-risataim. Así reposó la tierra durante cuarenta años. Y murió Otoniel hijo de Quenaz. Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehovah. Y Jehovah fortaleció a Eglón, rey de Moab, contra Israel, porque habían hecho lo malo ante los ojos de Jehovah. El rey reunió consigo a los hijos de Amón y de Amalec, y fue y derrotó a Israel; y tomaron posesión de la Ciudad de las Palmeras. Y los hijos de Israel sirvieron a Eglón, rey de Moab, durante dieciocho años. Pero los hijos de Israel clamaron a Jehovah, y Jehovah les levantó un libertador: Ehud hijo de Gera, un hombre de Benjamín, que era zurdo. Los hijos de Israel enviaron con él un presente a Eglón, rey de Moab. Ehud se había hecho un puñal de doble filo y de un gomed de largo, y se lo ciñó debajo de su ropa, sobre su muslo derecho. El entregó el presente a Eglón, rey de Moab. Eglón era un hombre muy obeso. Aconteció que después de haber entregado el presente, Ehud despidió a la gente que lo había traído. Pero él se volvió desde los ídolos que están cerca de Gilgal, y le dijo: —Oh rey, tengo un mensaje secreto para ti. Entonces él dijo: —¡Calla! Luego salieron de su presencia todos los que estaban con él. Y Ehud se acercó a él, quien estaba sentado en una sala de verano que tenía para él solo. Ehud le dijo: —Tengo un mensaje de Dios para ti. Entonces él se levantó de su silla, pero Ehud extendió su mano izquierda, tomó el puñal de su muslo derecho y se lo hundió en el vientre. El mango entró tras la hoja, y la gordura cubrió la hoja, porque no sacó el puñal de su vientre; y le salió por detrás. Luego Ehud salió al pórtico, cerró tras sí las puertas de la sala de verano y puso el cerrojo. Cuando él salió, fueron los siervos del rey y miraron; y he aquí que las puertas de la sala estaban cerradas con cerrojo. Ellos dijeron: —Sin duda está haciendo sus necesidades en el interior de la sala de verano. Esperaron hasta quedar desconcertados. Pero viendo que él no abría las puertas de la sala, tomaron la llave y la abrieron. Y he aquí que su señor estaba caído sobre el suelo, muerto. Mientras ellos esperaban, Ehud se escapó. Luego pasó los ídolos y se escapó hacia Seirat. Cuando llegó, tocó la corneta en la región montañosa de Efraín. Entonces los hijos de Israel descendieron con él de los montes, y él iba delante de ellos. Después él les dijo: —¡Seguidme, porque Jehovah ha entregado en vuestra mano a vuestros enemigos, los moabitas! Ellos fueron tras él, tomaron los vados del Jordán que conducen a Moab y no dejaron pasar a nadie. En aquella ocasión mataron como a 10.000 hombres de los moabitas, todos hombres robustos y valientes. No escapó ninguno. Así quedó Moab, aquel día, sometido bajo la mano de Israel. Y la tierra reposó durante ochenta años. Después de él vino Samgar hijo de Anat, quien mató a 600 hombres de los filisteos con una aguijada de buey. El también libró a Israel. Después de la muerte de Ehud, los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehovah. Entonces Jehovah los abandonó en mano de Jabín, rey de Canaán, el cual reinaba en Hazor. El jefe de su ejército era Sísara, y habitaba en Haroset-goím. Los hijos de Israel clamaron a Jehovah, porque aquél tenía 900 carros de hierro y había oprimido con crueldad a los hijos de Israel durante veinte años. En aquel tiempo gobernaba a Israel Débora, profetisa, esposa de Lapidot. Ella solía sentarse debajo de la palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la región montañosa de Efraín. Y los hijos de Israel acudían a ella para juicio. Entonces ella mandó llamar a Barac hijo de Abinoam, de Quedes de Neftalí, y le dijo: —¿No te ha mandado Jehovah Dios de Israel, diciendo: "Vé, toma contigo a 10.000 hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón, reúnelos en el monte Tabor, y yo atraeré hacia ti, al arroyo de Quisón, a Sísara, jefe del ejército de Jabín, con sus carros y sus escuadrones, y lo entregaré en tu mano"? Barac le respondió: —Si tú vas conmigo, yo iré. Pero si no vas conmigo, no iré. Ella le dijo: —¡Ciertamente iré contigo! Sólo que no será tuya la gloria, por la manera en que te comportas; porque en manos de una mujer entregará Jehovah a Sísara. Débora se levantó y fue con Barac a Quedes. Entonces Barac convocó a Zabulón y a Neftalí en Quedes, y le siguieron 10.000 hombres. Y Débora fue con él. Heber el queneo se había apartado de los queneos descendientes de Hobab, suegro de Moisés, y había ido instalando sus tiendas hasta la encina de Zaananim, que está junto a Quedes. Cuando comunicaron a Sísara que Barac hijo de Abinoam había subido al monte Tabor, Sísara reunió todos sus carros, 900 carros de hierro, con todo el pueblo que estaba con él, desde Haroset-goím hasta el arroyo de Quisón. Entonces Débora dijo a Barac: —¡Levántate, porque éste es el día en que Jehovah ha entregado a Sísara en tu mano! ¿No ha salido Jehovah delante de ti? Barac descendió del monte Tabor con los 10.000 hombres detrás de él. Y Jehovah desbarató a filo de espada a Sísara con todos sus carros y todo su ejército, delante de Barac. Sísara mismo se bajó del carro y huyó a pie. Entonces Barac persiguió los carros y al ejército hasta Haroset-goím. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada hasta no quedar ni uno. Sísara huyó a pie a la tienda de Jael, mujer de Heber el queneo, porque había paz entre Jabín, rey de Hazor, y la casa de Heber el queneo. Jael salió para recibir a Sísara y le dijo: —¡Ven, señor mío! Ven a mí; no tengas temor. El entró en la tienda con ella, y ella le cubrió con una manta. Y él le dijo: —Por favor, dame un poco de agua, porque tengo sed. Ella abrió un odre de leche y le dio de beber, y lo volvió a cubrir. Entonces él le dijo: —Quédate a la entrada de la tienda, y si alguien viene y te pregunta diciendo: "¿Hay alguno aquí?," responderás que no. Pero Jael, mujer de Heber, tomó una estaca de la tienda, y tomando un mazo en su mano fue a él silenciosamente y le metió la estaca por las sienes, clavándola en la tierra, mientras él estaba profundamente dormido y agotado. Así murió. Y he aquí que cuando Barac venía persiguiendo a Sísara, Jael salió a su encuentro y le dijo: —Ven, y te mostraré al hombre que buscas. El entró con ella, y he aquí que Sísara yacía muerto con la estaca clavada en su sien. Así sometió Dios aquel día a Jabín, rey de Canaán, ante los hijos de Israel. Y la mano de los hijos de Israel comenzó a endurecerse más y más contra Jabín, rey de Canaán, hasta que lo destruyeron. Aquel día cantó Débora con Barac hijo de Abinoam, diciendo: "Por haberse puesto al frente los caudillos en Israel, por haberse ofrecido el pueblo voluntariamente, ¡bendecid a Jehovah! "Oíd, oh reyes; escuchad, oh gobernantes: Yo cantaré a Jehovah; cantaré salmos a Jehovah Dios de Israel. "Oh Jehovah, cuando saliste de Seír, cuando marchaste desde el campo de Edom, la tierra tembló; también los cielos gotearon, y las nubes gotearon agua. Los montes temblaron delante de Jehovah; aquel Sinaí, delante de Jehovah Dios de Israel. "En los días de Samgar hijo de Anat, en los días de Jael, los caminos quedaron abandonados, y los caminantes se apartaban por sendas retorcidas. Quedaron abandonadas las aldeas en Israel; quedaron abandonadas hasta que yo, Débora, me levanté. ¡Me levanté como madre en Israel! "Cuando escogían dioses nuevos, la guerra estaba a las puertas; y no se veía ni lanza ni escudo entre cuarenta mil en Israel. ¡Mi corazón está con los jefes de Israel! Los que voluntariamente se ofrecieron entre el pueblo: ¡Bendecid a Jehovah! "Los que cabalgáis sobre asnas blancas, los que os sentáis sobre tapices, y los que vais por el camino, considerad la voz de los que cantan junto a los abrevaderos, donde recitan los justos hechos de Jehovah, los justos hechos de sus aldeanos que moran a campo abierto en Israel. Entonces descendió a las puertas el pueblo de Jehovah. "¡Despierta, despierta, oh Débora! ¡Despierta, despierta! ¡Entona un cántico! ¡Levántate, oh Barac! ¡Lleva tus cautivos, oh hijo de Abinoam! Entonces descendió el remanente de los poderosos, y el pueblo de Jehovah vino a mí con los valientes. "De Efraín vinieron algunos cuyas raíces estaban en Amalec; detrás viniste tú, oh Benjamín, con tu pueblo; de Maquir descendieron los jefes; de Zabulón vinieron los que llevan la vara de mando. Los jefes de Isacar fueron con Débora. Así como Barac, también fue Isacar. Fue traído tras él en el valle. "En las divisiones de Rubén hubo grandes deliberaciones del corazón. ¿Por qué te quedaste entre los rediles para escuchar los balidos de los rebaños? ¡En las divisiones de Rubén hubo grandes deliberaciones del corazón! "Galaad se quedó al otro lado del Jordán. Y Dan, ¿por qué se quedó junto a los navíos? También Aser se mantuvo en la costa del mar, y se quedó habitando en sus bahías. "Zabulón es el pueblo que expuso su vida hasta la muerte; Neftalí también, en las alturas del campo. "Vinieron los reyes y combatieron; entonces combatieron los reyes de Canaán en Taanac, junto a las aguas de Meguido, ¡pero no se llevaron botín de plata! "Desde los cielos combatieron las estrellas; desde sus órbitas combatieron contra Sísara. El torrente de Quisón los arrastró, el antiguo torrente, el torrente de Quisón. ¡Marcha, oh alma mía, con poder! Entonces resonaron los cascos de los caballos, por el continuo galope de sus corceles. "‘¡Maldecid a Meroz!’, dijo el ángel de Jehovah. ‘Maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron en ayuda de Jehovah, en ayuda de Jehovah con los valientes.’ "¡Bendita entre las mujeres sea Jael, mujer de Heber el queneo. Sea bendita entre las mujeres que habitan en tiendas. El pidió agua, y ella le dio leche; en taza de nobles le sirvió nata. Con su mano tomó la estaca, y con su derecha el mazo de obrero. Golpeó a Sísara, machacó su cabeza, perforó y atravesó su sien. A los pies de ella se encorvó y cayó; quedó tendido. A los pies de ella se encorvó y cayó. Donde se encorvó, allí cayó extenuado. "La madre de Sísara se asoma a la ventana, y mirando por la celosía, dice a gritos: ‘¿Por qué tarda su carro en venir? ¿Por qué se detienen las ruedas de sus carros?’ Las más sabias de sus damas le responden, y ella se repite a sí misma las palabras: ‘¿No habrán capturado botín? ¿No lo estarán repartiendo? Para cada hombre una joven, o dos; un botín de ropas de colores para Sísara; un botín de bordados de colores, bordados por ambos lados, para mi cuello… ¡Qué botín!’ "¡Perezcan así todos tus enemigos, oh Jehovah! Pero los que te aman sean como el sol cuando se levanta en su poderío." Y la tierra reposó durante cuarenta años. Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehovah. Entonces Jehovah los entregó en mano de Madián durante siete años, y la mano de Madián prevaleció contra Israel. Por causa de los madianitas los hijos de Israel se hicieron escondrijos en las montañas, y cuevas y lugares fortificados. Porque sucedía que cuando Israel sembraba, subían contra él los madianitas, los amalequitas y los hijos del oriente. Y acampando contra ellos, arruinaban las cosechas de la tierra hasta cerca de Gaza. No dejaban qué comer en Israel: ni ovejas, ni toros, ni asnos; porque venían con sus ganados y con sus tiendas, siendo como langostas por su multitud. Ellos y sus camellos eran innumerables; así venían a la tierra para devastarla. Israel era empobrecido en gran manera por causa de los madianitas. Y los hijos de Israel clamaron a Jehovah. Y sucedió que cuando los hijos de Israel clamaron a Jehovah a causa de los madianitas, Jehovah envió a los hijos de Israel un profeta, que les dijo: —Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Yo os hice subir de Egipto y os saqué de la casa de esclavitud. Os libré de mano de los egipcios y de mano de todos los que os oprimían, a los cuales eché de delante de vosotros y os di su tierra. Y os dije: ‘Yo soy Jehovah vuestro Dios; no veneréis a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis.’ Pero no habéis obedecido mi voz." Entonces el ángel de Jehovah fue y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, que pertenecía a Joás el abiezerita. Su hijo Gedeón estaba desgranando el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. Y se le apareció el ángel de Jehovah, y le dijo: —¡Jehovah está contigo, oh valiente guerrero! Y Gedeón le respondió: —¡Oh, señor mío! Si Jehovah está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Dónde están todas sus maravillas que nuestros padres nos han contado diciendo: "¿No nos sacó Jehovah de Egipto?" Ahora Jehovah nos ha desamparado y nos ha entregado en mano de los madianitas. Jehovah le miró y le dijo: —Vé con esta tu fuerza y libra a Israel de mano de los madianitas. ¿No te envío yo? Entonces le respondió: —¡Oh, Señor mío! ¿Con qué podré yo librar a Israel? He aquí que mi familia es la más insignificante de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre. Pero Jehovah le dijo: —Ciertamente yo estaré contigo, y tú derrotarás a los madianitas como a un solo hombre. Y él le respondió: —Si he hallado gracia ante tus ojos, dame, por favor, una señal de que eres tú el que hablas conmigo. Te ruego que no te vayas de aquí, hasta que yo vuelva a ti y traiga mi presente y lo ponga delante de ti. El respondió: —Yo me quedaré hasta que vuelvas. Gedeón entró, y preparó un cabrito y panes sin levadura de un efa de harina. Puso la carne en una canasta y puso el caldo en una olla; luego se los trajo y se los presentó debajo de la encina. Y el ángel de Dios le dijo: —Toma la carne y los panes sin levadura; ponlos sobre esta peña y vierte el caldo. El lo hizo así. Entonces el ángel de Jehovah extendió el cayado que tenía en la mano, y con la punta tocó la carne y los panes sin levadura, y subió fuego de la peña, que consumió la carne y los panes sin levadura. Y el ángel de Jehovah desapareció de su vista. Dándose cuenta Gedeón de que era el ángel de Jehovah, exclamó: —¡Ay, Señor Jehovah! ¡Pues he visto cara a cara al ángel de Jehovah! Jehovah le dijo: —La paz sea contigo. No temas; no morirás. Entonces Gedeón edificó allí un altar a Jehovah, y lo llamó Jehovah-shalom. Este permanece hasta el día de hoy en Ofra de los abiezeritas. Aconteció aquella misma noche que Jehovah le dijo: —Toma un toro del hato que pertenece a tu padre, y un segundo toro de siete años. Luego derriba el altar de Baal que tiene tu padre, y corta el árbol ritual de Asera que está junto a él. Edifica ordenadamente un altar a Jehovah tu Dios en la cumbre de este peñasco. Luego toma el segundo toro y sacrifícalo en holocausto sobre la leña del árbol ritual de Asera que habrás cortado. Entonces Gedeón tomó diez hombres de sus siervos e hizo como Jehovah le había dicho. Pero sucedió que temiendo hacerlo de día, por causa de la casa de su padre y de los hombres de la ciudad, lo hizo de noche. Cuando por la mañana se levantaron los hombres de la ciudad, he aquí que el altar de Baal había sido derribado, el árbol ritual de Asera que estaba junto a él había sido cortado, y el segundo toro había sido ofrecido en holocausto sobre el altar edificado. Entonces se preguntaban unos a otros: —¿Quién ha hecho esto? Cuando indagaron y buscaron, dijeron: —Gedeón hijo de Joás ha hecho esto. Entonces los hombres de la ciudad dijeron a Joás: —Saca fuera a tu hijo, para que muera; porque ha derribado el altar de Baal y ha cortado el árbol ritual de Asera que estaba junto a él. Joás respondió a todos los que estaban frente a él: —¿Contenderéis vosotros por Baal? ¿Vosotros lo defenderéis? ¡El que contienda por Baal, que muera antes de mañana! Si es un dios, que contienda por sí mismo, porque alguien ha derribado su altar. Aquel día Gedeón fue llamado Jerobaal, que quiere decir: "Que Baal contienda con él," por cuanto derribó su altar. Todos los madianitas, los amalequitas y los hijos del oriente se reunieron, y cruzando el río acamparon en el valle de Jezreel. Entonces Gedeón fue investido por el Espíritu de Jehovah. El tocó la corneta, y los de Abiezer acudieron para ir tras él. Envió mensajeros por todo Manasés, y los de Manasés también acudieron para ir tras él. Asimismo, envió mensajeros a Aser, a Zabulón y a Neftalí, los cuales subieron a su encuentro. Pero Gedeón dijo a Dios: —Si has de librar a Israel por mi mano, como has dicho, he aquí que yo pondré un vellón de lana en la era. Si el rocío está sólo en el vellón y toda la tierra queda seca, entonces sabré que librarás a Israel por mi mano, como has dicho. Y aconteció así. Cuando se levantó muy de mañana, exprimió el vellón y sacó de él el rocío, una taza llena de agua. Pero Gedeón dijo a Dios: —No se encienda tu ira contra mí; permite que hable una vez más. Sólo probaré una vez más con el vellón: Por favor, que sólo el vellón quede seco y que el rocío esté sobre todo el suelo. Y Dios lo hizo así aquella noche. Sucedió que sólo el vellón quedó seco y que el rocío estuvo sobre todo el suelo. Jerobaal (es decir, Gedeón) se levantó muy de mañana con todo el pueblo que estaba con él, y acamparon junto al manantial de Harod. El campamento de los madianitas estaba al norte del suyo, cerca de la colina de Moré, en el valle. Y Jehovah dijo a Gedeón: —El pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que yo entregue a los madianitas en su mano. No sea que Israel se jacte contra mí diciendo: "Mi propia mano me ha librado." Ahora pues, pregona a oídos del pueblo, y di: "¡Quien tema y tiemble, que se vuelva!" Entonces Gedeón los probó, y se volvieron 22.000 de ellos, y se quedaron 10.000. Pero Jehovah dijo a Gedeón: —El pueblo aún es demasiado numeroso. Hazlos descender a las aguas y allí te los probaré. Del que yo te diga: "Este irá contigo," ése irá contigo; pero de cualquiera que yo te diga: "Este no irá contigo," el tal no irá. Entonces hizo descender el pueblo a las aguas, y Jehovah dijo a Gedeón: —A todo el que lama el agua con su lengua, como lame el perro, lo pondrás aparte. Asimismo, a cualquiera que se doble sobre sus rodillas para beber. El número de los hombres que lamieron el agua, llevándola a su boca con la mano, fue de 300. Todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber agua. Entonces Jehovah dijo a Gedeón: —Con los 300 hombres que lamieron el agua os libraré y entregaré a los madianitas en tu mano. El resto del pueblo, que se vaya cada uno a su lugar. Tomaron en sus manos las provisiones del pueblo y las cornetas. Y él despidió a todos aquellos hombres de Israel, cada uno a su morada; pero retuvo a los 300 hombres. El campamento de Madián estaba abajo, en el valle. Aconteció que aquella noche Jehovah le dijo: —Levántate y desciende contra el campamento, porque yo lo he entregado en tu mano. Y si tienes miedo de descender, desciende al campamento tú con tu criado Fura, y oirás lo que conversan. Luego tus manos se fortalecerán, y descenderás contra el campamento. Entonces descendió él con su criado Fura hasta uno de los puestos avanzados de la gente armada del campamento. Los madianitas, los amalequitas y todos los hijos del oriente se extendían por el valle, numerosos como langostas. Sus camellos eran incontables, numerosos como la arena que está a la orilla del mar. Y cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando un sueño a su compañero y decía: —He aquí, he tenido un sueño. Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián. Llegó hasta la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó. Le dio la vuelta de arriba abajo, y la tienda cayó. Su compañero respondió y dijo: —¡Esto no es otra cosa que la espada de Gedeón hijo de Joás, hombre de Israel! ¡Dios ha entregado en su mano a los madianitas con todo el campamento! Y aconteció que cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, adoró. Después volvió al campamento de Israel y dijo: —¡Levantaos, porque Jehovah ha entregado el campamento de Madián en vuestra mano! Gedeón dividió los 300 hombres en tres escuadrones, puso en la mano de todos ellos cornetas y cántaros vacíos con teas encendidas dentro de los cántaros, y les dijo: —Miradme a mí y haced lo que yo haga. Y he aquí que cuando yo llegue a las afueras del campamento, lo que yo haga, hacedlo también vosotros. Cuando yo toque la corneta con todos los que están conmigo, vosotros que estaréis alrededor de todo el campamento también tocaréis las cornetas y gritaréis: "¡Por Jehovah y por Gedeón!" Llegaron, pues, Gedeón y los 100 hombres que llevaba consigo a las afueras del campamento, al comienzo de la vigilia intermedia, cuando acababan de relevar los guardias. Entonces tocaron las cornetas y quebraron los cántaros que llevaban en sus manos. Los tres escuadrones tocaron las cornetas, y quebrando los cántaros tomaron las teas con su mano izquierda mientras que con la derecha tocaban las cornetas y gritaban: —¡La espada por Jehovah y por Gedeón! Cada uno permaneció en su lugar alrededor del campamento. Pero todo el ejército echó a correr gritando y huyendo. Mientras los 300 hombres tocaban las cornetas, Jehovah puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento. El ejército huyó hasta Bet-sita, hacia Zereda, y hasta el límite de Abel-mejola junto a Tabat. Y una vez convocados, los israelitas de Neftalí, de Aser y de todo Manasés persiguieron a los madianitas. Entonces Gedeón envió mensajeros por toda la región montañosa de Efraín, diciendo: "Descended al encuentro de los madianitas y tomad antes que ellos los vados hasta Bet-bara y el Jordán." Y convocados todos los hombres de Efraín, tomaron los vados hasta Bet-bara y el Jordán. Entonces capturaron a dos jefes de los madianitas: a Oreb y a Zeeb. Mataron a Oreb en la peña de Oreb, y a Zeeb lo mataron en el lagar de Zeeb. Siguieron persiguiendo a los madianitas y trajeron a Gedeón las cabezas de Oreb y de Zeeb, al otro lado del Jordán. Entonces los hombres de Efraín dijeron a Gedeón: —¿Qué es esto que has hecho con nosotros, de no llamarnos cuando ibas a combatir contra Madián? Discutieron fuertemente con él. Y les respondió: —¿Qué he hecho yo ahora, comparado con vosotros? ¿No ha sido mejor el rebusco de Efraín que la vendimia de Abiezer? Dios ha entregado en vuestra mano a Oreb y a Zeeb, jefes de Madián. ¿Qué pude yo hacer comparado con vosotros? Después que él dijo estas palabras, se aplacó el enojo de ellos contra él. Gedeón llegó para cruzar el Jordán, él y los 300 hombres que traía consigo, cansados, pero todavía persiguiendo. Y dijo a los hombres de Sucot: —Dad, por favor, tortas de pan a la gente que me acompaña, porque ellos están cansados. Yo estoy persiguiendo a Zébaj y a Zalmuna, reyes de Madián. Los jefes de Sucot le respondieron: —¿Están ya las manos de Zébaj y de Zalmuna en tu mano, para que demos pan a tu ejército? Y Gedeón les dijo: —Pues bien, cuando Jehovah haya entregado en mi mano a Zébaj y a Zalmuna, azotaré vuestra carne con espinas y cardos del desierto. De allí subió a Peniel y les dijo las mismas palabras. Pero los de Peniel le respondieron como le habían respondido los de Sucot. Y él habló también a los de Peniel, diciendo: —Cuando yo regrese en paz, derribaré esta torre. Zébaj y Zalmuna estaban en Carcor, y con ellos su ejército de unos 15.000 hombres, todos los que habían quedado de todo el campamento de los hijos del oriente, porque los caídos habían sido 120.000 hombres que sacaban espada. Entonces Gedeón subió por la ruta de los que habitan en tiendas, al este de Nóbaj y Jogbea, y atacó el campamento cuando éste no estaba en guardia. Zébaj y Zalmuna huyeron, pero él los persiguió. Luego capturó a Zébaj y a Zalmuna, los dos reyes de Madián, y causó pánico en todo el campamento. Entonces Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla por la cuesta de Heres. Y capturó a un joven de los hombres de Sucot y le interrogó. El le dio por escrito los nombres de los jefes de Sucot y de sus ancianos: setenta y siete hombres. Luego fue a los hombres de Sucot y dijo: —Aquí están Zébaj y Zalmuna, acerca de los cuales me afrentasteis diciendo: "¿Están ya las manos de Zébaj y de Zalmuna en tu mano, para que demos pan a tus hombres cansados?" Entonces tomó a los ancianos de la ciudad, y azotó con espinas y cardos del desierto a los hombres de Sucot. Asimismo, derribó la torre de Peniel y mató a los hombres de la ciudad. Luego preguntó a Zébaj y a Zalmuna: —¿Qué aspecto tenían aquellos hombres que matasteis en Tabor? Ellos respondieron: —Como tú, así eran ellos; cada uno parecía ser hijo de rey. El dijo: —¡Eran mis hermanos, hijos de mi madre! ¡Vive Jehovah, que si les hubierais perdonado la vida, yo no os mataría! Entonces dijo a Jeter, su primogénito: —¡Levántate y mátalos! Pero el joven no desenvainó su espada, porque tenía temor, pues todavía era un muchacho. Entonces Zébaj y Zalmuna dijeron: —Levántate tú y mátanos; porque como es el hombre, así es su valentía. Entonces se levantó Gedeón y mató a Zébaj y a Zalmuna, y tomó las lunetas que sus camellos traían al cuello. Los israelitas dijeron a Gedeón: —Gobiérnanos tanto tú como tu hijo y tu nieto, pues nos has librado de mano de Madián. Pero Gedeón les respondió: —Yo no os gobernaré a vosotros, ni tampoco os gobernará mi hijo. Jehovah os gobernará. —Y Gedeón añadió—: Quiero haceros una petición: que cada uno me dé un arete de oro de su botín. Los madianitas llevaban aretes de oro, porque eran ismaelitas. Y ellos respondieron: —De buena gana te los daremos. Tendieron un manto, y cada uno echó allí un arete de su botín. El peso de los aretes de oro que él pidió fue de 1.700 siclos de oro, sin contar las lunetas, los pendientes y las vestiduras de púrpura que llevaban los reyes de Madián, ni los collares que sus camellos traían al cuello. Con ellos Gedeón hizo un efod, que expuso en Ofra, su ciudad. Y todo Israel se prostituyó tras ese efod en aquel lugar, y sirvió de tropiezo a Gedeón y a su familia. Así fue sometido Madián ante los hijos de Israel, y nunca más volvió a levantar cabeza. Y la tierra reposó durante cuarenta años en los días de Gedeón. Jerobaal hijo de Joás fue y habitó en su casa. Gedeón tenía setenta hijos que fueron sus descendientes directos, porque tuvo muchas mujeres. También su concubina que estaba en Siquem le dio a luz un hijo, y él le puso por nombre Abimelec. Gedeón hijo de Joás murió en buena vejez, y fue sepultado en el sepulcro de su padre Joás, en Ofra de los abiezeritas. Aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse tras los Baales, y adoptaron por dios a Baal-berit. Los hijos de Israel no se acordaron de Jehovah su Dios que los había librado de mano de todos sus enemigos de alrededor, ni correspondieron con bondad a la casa de Jerobaal, es decir, Gedeón, por todo el bien que él había hecho a Israel. Abimelec hijo de Jerobaal fue a Siquem, a los hermanos de su madre, y habló con ellos y con toda la familia de la casa paterna de su madre, diciendo: —Hablad, por favor, a oídos de todos los señores de Siquem: "¿Qué es mejor para vosotros: que todos los setenta hijos de Jerobaal os gobiernen, o que un solo hombre os gobierne? Acordaos de que yo soy hueso vuestro y carne vuestra." Los hermanos de su madre dijeron todas estas cosas a favor de él a oídos de todos los señores de Siquem. Y el corazón de ellos se inclinó a favor de Abimelec, porque decían: "Es nuestro hermano." Le dieron 70 piezas de plata del templo de Baal-berit, con las cuales Abimelec contrató a sueldo a hombres ociosos y temerarios, que le siguieron. El fue a la casa de su padre en Ofra y mató a sus hermanos, los hijos de Jerobaal, setenta hombres, sobre una misma piedra. Pero quedó Jotam, el hijo menor de Jerobaal, porque se escondió. Entonces se reunieron todos los señores de Siquem con todos los de Bet-milo. Y fueron y proclamaron a Abimelec como rey, junto a la encina que está al lado de la piedra ritual en Siquem. Cuando se lo dijeron a Jotam, él fue y se puso en la cumbre del monte Gerizim. Y alzando su voz gritó diciéndoles: —¡Escuchadme, oh señores de Siquem, y que Dios os escuche a vosotros! Los árboles iban a elegir un rey sobre ellos y dijeron al olivo: "¡Reina sobre nosotros!" Pero el olivo les respondió: "¿He de renunciar a mi aceite con el cual son honrados Dios y los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?" Luego dijeron los árboles a la higuera: "¡Ven tú, y reina sobre nosotros!" Pero la higuera les respondió: "¿He de renunciar a mi dulzura y a mi buen fruto, para ir a mecerme por encima de los árboles?" Luego dijeron los árboles a la vid: "¡Ven tú, y reina sobre nosotros!" Pero la vid les respondió: "¿He de renunciar a mi vino nuevo que alegra a Dios y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?" Entonces todos los árboles dijeron a la zarza: "¡Ven tú, y reina sobre nosotros!" Pero la zarza respondió a los árboles: "Si en verdad me ungís como rey sobre vosotros, venid y refugiaos a mi sombra. Y si no, ¡salga fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano!" Ahora pues, si habéis procedido de buena fe y con integridad al proclamar como rey a Abimelec; si habéis actuado bien con Jerobaal y con su casa; si le habéis recompensado conforme a la obra de sus manos (pues mi padre luchó por vosotros arriesgando su vida para libraros de mano de Madián, pero vosotros os habéis levantado hoy contra la casa de mi padre, habéis matado a sus hijos, a setenta hombres sobre una misma piedra, y habéis puesto por rey sobre los señores de Siquem a Abimelec, el hijo de su criada, porque él es vuestro hermano); si pues de buena fe y con integridad habéis procedido hoy con Jerobaal y con su casa, entonces gozad de Abimelec, y que él también goce de vosotros. Y si no, ¡que salga fuego de Abimelec, y consuma a los señores de Siquem y a Bet-milo! ¡Y que salga fuego de los señores de Siquem y de Bet-milo, y consuma a Abimelec! Jotam huyó, se fugó y se fue a Beer, donde vivió, por causa de su hermano Abimelec. Después que Abimelec había gobernado a Israel tres años, Dios envió un mal espíritu entre Abimelec y los señores de Siquem. Y los señores de Siquem traicionaron a Abimelec, de modo que el crimen cometido contra los setenta hijos de Jerobaal, es decir, su sangre, recayera sobre su hermano Abimelec que los mató, y sobre los señores de Siquem que fortalecieron sus manos para que él matase a sus hermanos. Los señores de Siquem pusieron contra él, en las cumbres de los montes, hombres al acecho, los cuales despojaban a todos los que pasaban junto a ellos por el camino. Y le fue dado informe de ello a Abimelec. También Gaal hijo de Ebed fue con sus hermanos, y se pasaron a Siquem; y los señores de Siquem pusieron su confianza en él. Y salieron al campo, vendimiaron sus viñas, pisaron la uva e hicieron una fiesta. Luego entraron en el templo de sus dioses, comieron y bebieron, y maldijeron a Abimelec. Gaal hijo de Ebed dijo: —¿Quién es Abimelec, y qué es Siquem para que nosotros le sirvamos? ¿No deberían el hijo de Jerobaal y Zebul, su oficial, servir a los hombres de Hamor, padre de Siquem? ¿Por qué, pues, hemos de servirle nosotros a él? ¡Quién pusiera este pueblo bajo mi mano! ¡Yo echaría a Abimelec! Le diría a Abimelec: "¡Aumenta tu ejército y sal!" Cuando Zebul, alcalde de la ciudad, oyó las palabras de Gaal hijo de Ebed, se encendió en ira y envió astutamente mensajeros a Abimelec para decirle: "He aquí que Gaal hijo de Ebed y sus hermanos han venido a Siquem, y están sublevando la ciudad contra ti. Por tanto, vete de noche, tú y la gente que está contigo, y pon emboscadas en el campo. Por la mañana, al salir el sol, levántate y ataca la ciudad. Y he aquí que cuando él y la gente que está con él salgan contra ti, tú harás con él según se te ofrezca." Abimelec y toda la gente que estaba con él se levantaron de noche y pusieron una emboscada contra Siquem con cuatro escuadrones. Gaal hijo de Ebed salió y se detuvo a la entrada de la puerta de la ciudad. Entonces Abimelec y toda la gente que estaba con él salieron de la emboscada. Al ver Gaal a la gente, dijo a Zebul: —¡He allí gente que desciende de las cumbres de las montañas! Y Zebul le respondió: —Tú ves la sombra de las montañas, como si fueran hombres. Pero Gaal volvió a hablar diciendo: —He allí gente que desciende por Tabur-haárets y un escuadrón que viene por el camino de la encina de los Adivinos. Entonces Zebul le respondió: —¿Dónde está, pues, aquel hablar tuyo, cuando decías: "¿Quién es Abimelec, para que le sirvamos?" ¿No es ésa la gente que tenías en poco? ¡Sal, pues, ahora y lucha contra él! Gaal salió al frente de los señores de Siquem y luchó contra Abimelec. Pero Abimelec le persiguió, y Gaal huyó de delante de él. Y muchos cayeron muertos, hasta la entrada de la puerta. Entonces Abimelec se quedó en Aruma, y Zebul echó fuera a Gaal y a sus hermanos, para que no habitasen en Siquem. Aconteció que al día siguiente el pueblo salió al campo, y le informaron a Abimelec. El tomó a la gente, la repartió en tres escuadrones y puso emboscadas en el campo. Cuando vio que la gente salía de la ciudad, se levantó contra ellos y los atacó. Abimelec y el escuadrón que iba con él acometieron con ímpetu y tomaron posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad. Los otros dos escuadrones acometieron contra todos los que estaban en el campo y los mataron. Abimelec combatió contra la ciudad todo aquel día, tomó la ciudad y mató a la gente que estaba en ella. También demolió la ciudad y la sembró de sal. Cuando oyeron esto todos los señores que estaban en la torre de Siquem, entraron en la fortaleza del templo del dios Berit. E informaron a Abimelec que todos los señores de la torre de Siquem estaban reunidos. Entonces subió Abimelec al monte Salmón, él con toda la gente que estaba con él. Abimelec tomó en su mano un hacha y cortó una rama de los árboles; la levantó, la puso sobre su hombro y dijo a la gente que estaba con él: —¡Lo que me habéis visto hacer, hacedlo rápidamente vosotros de la misma manera! Así que toda la gente cortó también cada uno su rama, y siguieron a Abimelec. Las pusieron junto a la fortaleza y con ellas prendieron fuego a la fortaleza, de modo que también murieron todos los que estaban en la torre de Siquem, como unos mil hombres y mujeres. Después Abimelec fue a Tebes. Luego acampó contra Tebes y la tomó. En medio de aquella ciudad había una torre fortificada en la cual se refugiaron todos los hombres y las mujeres, con todos los señores de la ciudad. Cerraron tras sí las puertas, y subieron a la azotea de la torre. Abimelec fue a la torre, la atacó y se acercó a la puerta de la torre para prenderle fuego. Pero una mujer dejó caer una piedra de molino sobre la cabeza de Abimelec y le destrozó el cráneo. Entonces él llamó apresuradamente al joven, su escudero, y le dijo: —Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: "Una mujer lo mató." Su escudero lo atravesó, y él murió. Y cuando los hombres de Israel vieron que Abimelec había muerto, se fue cada uno a su lugar. Así Dios devolvió a Abimelec el mal que él había hecho contra su padre, cuando mató a sus setenta hermanos. Dios hizo que toda la maldad de los hombres de Siquem volviera sobre sus cabezas. Y cayó sobre ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal. Después de Abimelec se levantó, para librar a Israel, Tola hijo de Fúa, hijo de Dodo, hombre de Isacar. Habitaba en Samir, en la región montañosa de Efraín. Y juzgó a Israel durante veintitrés años. Entonces murió y fue sepultado en Samir. Después de él se levantó Jaír el galadita, quien juzgó a Israel durante veintidós años. Este tuvo treinta hijos que montaban sobre treinta asnos, y tenían treinta villas, que se llaman Havot-jaír, hasta el día de hoy, las cuales están en la tierra de Galaad. Entonces Jaír murió y fue sepultado en Camón. Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehovah y sirvieron a los Baales, a las Astartes, a los dioses de Siria, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los hijos de Amón y a los dioses de los filisteos. Abandonaron a Jehovah y no le sirvieron. La ira de Jehovah se encendió contra Israel, y él los entregó en mano de los filisteos y en mano de los hijos de Amón. Y en aquel tiempo, éstos castigaron y oprimieron durante dieciocho años a los hijos de Israel, a todos los hijos de Israel que estaban al otro lado del Jordán, en la tierra de los amorreos que está en Galaad. Luego los hijos de Amón cruzaron el Jordán para hacer también la guerra contra Judá, contra Benjamín y contra la casa de Efraín; e Israel fue afligido en gran manera. Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehovah diciendo: —Hemos pecado contra ti, porque hemos abandonado a nuestro Dios y hemos servido a los Baales. Y Jehovah respondió a los hijos de Israel: —Cuando erais oprimidos por Egipto, por los amorreos, por los amonitas, por los filisteos, por los de Sidón, por los de Amalec y por los de Maón, y clamasteis a mí, ¿no os libré yo de su mano? Pero vosotros me habéis abandonado y habéis servido a otros dioses. Por eso, no os libraré más. ¡Id y clamad a los dioses que os habéis elegido! Que ellos os libren en el tiempo de vuestra aflicción. Y los hijos de Israel respondieron a Jehovah: —Hemos pecado. Haz tú con nosotros todo lo que te parezca bien. Pero, por favor, líbranos en este día. Entonces quitaron de en medio de ellos los dioses extraños y sirvieron a Jehovah. Y él no pudo soportar más la aflicción de Israel. Entonces los hijos de Amón fueron convocados y acamparon en Galaad. Asimismo, se reunieron los hijos de Israel y acamparon en Mizpa. Y los jefes del pueblo de Galaad se dijeron unos a otros: —Cualquiera que sea el hombre que comience a combatir contra los hijos de Amón, él será el caudillo de todos los habitantes de Galaad. Jefté el galadita era un guerrero valiente. El era hijo de una mujer prostituta, y el padre de Jefté era Galaad. Pero la mujer de Galaad también le había dado hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron a Jefté y le dijeron: "Tú no heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer." Entonces Jefté huyó de sus hermanos y habitó en la tierra de Tob. Y se juntaron con Jefté hombres ociosos que salían con él. Aconteció después de un tiempo que los hijos de Amón hicieron la guerra contra Israel. Y cuando los hijos de Amón hicieron la guerra contra Israel, los ancianos de Galaad fueron para traer a Jefté de la tierra de Tob. Y dijeron a Jefté: —Ven, y serás nuestro jefe, para que combatamos contra los hijos de Amón. Pero Jefté respondió a los ancianos de Galaad: —¿No sois vosotros los que me odiasteis y me echasteis de la casa de mi padre? ¿Por qué, pues, venís a mí ahora, cuando estáis en aflicción? Los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: —Por esta misma razón volvemos ahora a ti, para que vengas con nosotros, y combatas contra los hijos de Amón y seas nuestro caudillo, el de todos los habitantes de Galaad. Entonces Jefté dijo a los ancianos de Galaad: —Si me hacéis volver para que combata contra los hijos de Amón, y Jehovah los entrega en mi mano, yo seré vuestro caudillo. Y los ancianos de Galaad respondieron a Jefté: —Jehovah sea testigo entre nosotros, si no hacemos como tú dices. Entonces Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo puso como su caudillo y jefe. Jefté repitió todas sus palabras delante de Jehovah en Mizpa. Jefté envió mensajeros al rey de los hijos de Amón, diciendo: "¿Qué hay entre tú y yo, para que vengas a hacerme la guerra en mi tierra?" Y el rey de los hijos de Amón respondió a los mensajeros de Jefté: "Que Israel tomó mi tierra cuando subía de Egipto, desde el Arnón hasta el Jaboc y el Jordán. Por eso, devuélvela ahora en paz." Jefté volvió a enviar mensajeros al rey de los hijos de Amón. Y le dijeron: "Así ha dicho Jefté: Israel no tomó la tierra de Moab ni la tierra de los hijos de Amón. Porque cuando subieron de Egipto, Israel fue por el desierto hasta el mar Rojo y llegó a Cades. Entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom, diciendo: ‘Por favor, déjame pasar por tu tierra.’ Pero el rey de Edom no les escuchó. Envió también al rey de Moab, y él tampoco quiso. Por eso Israel se quedó en Cades. Después, yendo por el desierto, rodeó la tierra de Edom y la tierra de Moab, y viniendo por el lado oriental de la tierra de Moab, acampó al otro lado del Arnón, sin entrar en el territorio de Moab, porque el Arnón era la frontera de Moab. Entonces Israel envió mensajeros a Sejón rey de los amorreos, rey de Hesbón, y le dijo Israel: ‘Por favor, déjame pasar por tu tierra hasta mi lugar.’ Pero Sejón no se fio de Israel para darle paso por su territorio; sino que, reuniendo Sejón a toda su gente, acampó en Jahaz y combatió contra Israel. Pero Jehovah Dios de Israel entregó a Sejón y a toda su gente en mano de Israel, que los derrotó. E Israel tomó posesión de toda la tierra de los amorreos que habitaban en aquella región. Y ellos tomaron posesión de todo el territorio de los amorreos desde el Arnón hasta el Jaboc, y desde el desierto hasta el Jordán. Ahora pues, lo que Jehovah Dios de Israel quitó de los amorreos delante de su pueblo Israel, ¿vas a poseerlo tú? ¿No poseerás tú lo que Quemós, tu dios, te haga poseer? Nosotros, pues, poseeremos todo lo que Jehovah nuestro Dios les quitó delante de nosotros. Y ahora, ¿eres tú acaso en algún sentido mejor que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Tuvo él pleito con Israel, o hizo la guerra contra él? Israel ha estado habitando 300 años en Hesbón y sus aldeas, en Aroer y sus aldeas y en todas las ciudades que están junto al Arnón. ¿Por qué no las has recuperado en este tiempo? Así que yo no he pecado contra ti, pero tú te comportas mal conmigo, haciéndome la guerra. Que Jehovah, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón." Sin embargo, el rey de los hijos de Amón no hizo caso del mensaje que Jefté le envió. Entonces el Espíritu de Jehovah vino sobre Jefté, quien pasó por Galaad y Manasés, y de allí pasó a Mizpa en Galaad, y de Mizpa en Galaad fue hacia los hijos de Amón. Y Jefté hizo un voto a Jehovah diciendo: "Si de veras entregas en mi mano a los hijos de Amón, cualquiera que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, cuando yo vuelva en paz de los hijos de Amón, será de Jehovah; y lo ofreceré en holocausto." Jefté fue hacia los hijos de Amón para combatir contra ellos, y Jehovah los entregó en su mano. El los venció con una gran derrota desde Aroer hasta la entrada de Minit, veinte ciudades; y hasta Abel-queramim. Así fueron sometidos los hijos de Amón por los hijos de Israel. Entonces Jefté llegó a su casa en Mizpa. Y he aquí que su hija salió a su encuentro con panderos y danzas. Ella era su única hija; aparte de ella no tenía hijo ni hija. Y sucedió que cuando él la vio, rasgó sus ropas y dijo: —¡Ay, hija mía! ¡De veras me has abatido y estás entre los que me afligen! Porque he abierto mi boca ante Jehovah y no podré retractarme. Entonces ella le respondió: —Padre mío, puesto que has abierto tu boca ante Jehovah, haz conmigo de acuerdo con lo que salió de tu boca, ya que Jehovah ha hecho venganza contra tus enemigos, los hijos de Amón. —Además dijo a su padre—: Que se me conceda esta petición: Déjame sola durante dos meses para que vaya y ande por los montes y llore mi virginidad, yo y mis compañeras. Y él dijo: —Vé. La dejó ir por dos meses. Y ella se fue con sus compañeras por los montes, y lloró su virginidad. Pasados los dos meses ella volvió a su padre, y él cumplió con ella el voto que había hecho. Ella no conoció varón. De aquí proviene la costumbre en Israel, de que año tras año las jóvenes de Israel van a entonar lamentos por la hija de Jefté el galadita, cuatro días al año. Los hombres de Efraín fueron convocados, cruzaron hacia Zafón y dijeron a Jefté: —¿Por qué fuiste a hacer la guerra contra los hijos de Amón y no nos llamaste para que fuéramos contigo? ¡Nosotros incendiaremos tu casa, contigo dentro! Jefté les respondió: —Yo, juntamente con mi pueblo, he tenido una gran contienda contra los hijos de Amón. Yo os convoqué, pero no me librasteis de su mano. Viendo, pues, que no me librabais, arriesgué mi vida y fui contra los hijos de Amón, y Jehovah los entregó en mi mano. ¿Por qué, pues, habéis subido hoy contra mí para combatir conmigo? Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y combatió contra Efraín. Y los hombres de Galaad derrotaron a Efraín, porque habían dicho: "Vosotros, los de Galaad, sois unos fugitivos de Efraín que estáis en medio de Efraín y de Manasés." Luego los de Galaad tomaron los vados del Jordán a los de Efraín. Y sucedió que cuando alguno de los fugitivos de Efraín decía: "Dejadme cruzar," los hombres de Galaad le preguntaban: "¿Eres tú efrateo?" Si decía: "No," entonces le decían: "Por favor, di ‘Shibólet’." Si él decía "Sibólet," porque no lo podía pronunciar correctamente, entonces lo capturaban y lo degollaban junto a los vados del Jordán. En aquel tiempo perecieron 42.000 de Efraín. Jefté juzgó a Israel durante seis años. Luego murió Jefté el galadita y fue sepultado en su ciudad, en Galaad. Después de Jefté juzgó a Israel Ibzán, de Belén, quien tenía treinta hijos y treinta hijas. A éstas las casó con gente de fuera, y trajo de fuera treinta mujeres para sus hijos. El juzgó a Israel durante siete años. Entonces murió Ibzán y fue sepultado en Belén. Después de él juzgó a Israel Elón el zabulonita, quien juzgó a Israel durante diez años. Entonces murió Elón el zabulonita y fue sepultado en Ajalón, en la tierra de Zabulón. Después de él juzgó a Israel Abdón hijo de Hilel, de Piratón. El tenía cuarenta hijos y treinta nietos que montaban setenta asnos. Juzgó a Israel durante ocho años. Entonces murió Abdón hijo de Hilel, de Piratón. y fue sepultado en Piratón, en la tierra de Efraín, en el monte de Amalec. Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehovah, y los entregó Jehovah en mano de los filisteos durante cuarenta años. Había un hombre de Zora, de la familia de los danitas, que se llamaba Manoa. Su mujer era estéril y nunca había dado a luz. Y el ángel de Jehovah se apareció a la mujer y le dijo: —He aquí que tú eres estéril y no has dado a luz, pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, guárdate, por favor, y no bebas vino ni licor. Tampoco comas nada inmundo, porque he aquí que concebirás y darás a luz un hijo sobre cuya cabeza no pasará navaja, porque el niño será nazareo de Dios desde el vientre de su madre. El comenzará a librar a Israel de mano de los filisteos. La mujer fue y se lo contó a su marido diciendo: —Un hombre de Dios ha venido a mí, y su aspecto era como el aspecto de un ángel de Dios, temible en gran manera. No le pregunté de dónde era, y él no me dijo su nombre. Pero me dijo: "He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora pues, no bebas vino ni licor; no comas nada inmundo, porque el niño será nazareo de Dios desde el vientre de su madre hasta el día de su muerte." Entonces Manoa imploró a Jehovah y dijo: —Oh Señor, te ruego que aquel hombre de Dios que enviaste venga de nuevo a nosotros y nos enseñe lo que debemos hacer con el niño que ha de nacer. Dios escuchó la voz de Manoa, y el ángel de Dios volvió otra vez a la mujer, cuando ella estaba sentada en el campo, pero Manoa su marido no estaba con ella. La mujer se apresuró, corrió y avisó a su marido diciéndole: —¡He aquí que se me ha aparecido el hombre que vino a mí el otro día! Manoa se levantó y siguió a su mujer; y cuando llegó al hombre, le preguntó: —¿Eres tú el hombre que habló a la mujer? El respondió: —Sí, yo soy. Entonces Manoa dijo: —Cuando tu palabra se cumpla, ¿cuál será la norma de vida del niño, y qué se le ha de hacer? Y el ángel de Jehovah respondió a Manoa: —La mujer se guardará de todas las cosas que le dije: Que no coma nada que provenga de la vid, ni beba vino ni licor, ni coma nada inmundo. Ha de guardar todo lo que le he mandado. Entonces Manoa dijo al ángel de Jehovah: —Permítenos detenerte y preparar para ti un cabrito del rebaño. Y el ángel de Jehovah respondió a Manoa: —Aunque me detengas, no comeré de tu comida. Pero si quieres ofrecer holocausto, ofrécelo a Jehovah. Manoa no sabía que él era el ángel de Jehovah. Entonces Manoa preguntó al ángel de Jehovah: —¿Cuál es tu nombre, para que te honremos cuando se cumpla tu palabra? El ángel de Jehovah le respondió: —¿Por qué preguntas por mi nombre? Es Admirable. Manoa tomó un cabrito del rebaño con su ofrenda vegetal, y lo sacrificó sobre la peña a Jehovah. Entonces él hizo un prodigio ante la vista de Manoa y de su mujer. Aconteció que mientras la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehovah subió en la llama del altar ante la vista de Manoa y de su mujer, quienes se postraron en tierra sobre sus rostros. El ángel de Jehovah no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces Manoa se dio cuenta de que era el ángel de Jehovah, y Manoa dijo a su mujer: —¡Ciertamente moriremos, porque hemos visto a Dios! Pero su mujer le respondió: —Si Jehovah hubiera querido matarnos, no habría aceptado de nuestras manos el holocausto y la ofrenda. No nos habría mostrado todas estas cosas, ni ahora nos habría anunciado esto. La mujer dio a luz un hijo y le puso por nombre Sansón. El niño creció, y Jehovah lo bendijo. El Espíritu de Jehovah comenzó a manifestarse en él en el campamento de Dan, entre Zora y Estaol. Entonces Sansón descendió a Timnat, y vio en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos. Cuando regresó, se lo contó a su padre y a su madre, diciendo: —He visto en Timnat a una mujer de las hijas de los filisteos. Ahora pues, tomádmela por mujer. Pero su padre y su madre le dijeron: —¿No hay una mujer entre las hijas de tus parientes, ni en todo nuestro pueblo, para que vayas tú a tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Pero Sansón dijo a su padre: —Tómala para mí, porque ella me gusta. Su padre y su madre no sabían que esto provenía de Jehovah, quien buscaba un motivo contra los filisteos. En aquel tiempo los filisteos dominaban sobre Israel. Entonces Sansón descendió con su padre y su madre a Timnat. Cuando llegaron a las viñas de Timnat, he aquí un cachorro de león venía rugiendo hacia él. Y el Espíritu de Jehovah descendió con poder sobre Sansón, quien, sin tener nada en su mano, despedazó al león como quien despedaza un cabrito. Pero no contó a su padre ni a su madre lo que había hecho. Descendió, pues, y habló a la mujer; y ella le agradó a Sansón. Al regresar después de algunos días para tomarla por mujer, se apartó para ver el cuerpo muerto del león. Y he aquí que en el cadáver del león había un enjambre de abejas y miel. El la recogió con sus manos, y se fue comiéndola por el camino. Cuando alcanzó a su padre y a su madre, les dio a ellos, y ellos comieron. Pero no les contó que había recogido la miel del cadáver del león. Su padre descendió a donde estaba la mujer. Luego Sansón hizo allí un banquete, porque así lo solían hacer los novios. Y sucedió que cuando le vieron, trajeron a treinta compañeros para que estuviesen con él. Y Sansón les dijo: —Permitid que os proponga una adivinanza. Si en los siete días del banquete la interpretáis acertadamente y me la descubrís, os daré treinta prendas de lino y treinta vestidos finos. Pero si no me la podéis interpretar, vosotros me daréis a mí las treinta prendas de lino y los treinta vestidos finos. Ellos respondieron: —Dinos la adivinanza, y la escucharemos. Entonces les dijo: —Del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura. Ellos no pudieron interpretar la adivinanza en tres días. Y sucedió que en el cuarto día dijeron a la mujer de Sansón: —Persuade a tu marido para que nos interprete la adivinanza. Si no, te quemaremos a ti y a la casa de tu padre. ¿Será que nos habéis invitado aquí para despojarnos? La mujer de Sansón lloró delante de él y le dijo: —Tú sólo me odias y no me amas. Has propuesto una adivinanza a los hijos de mi pueblo, y no me la has interpretado a mí. El le respondió: —He aquí que ni a mi padre ni a mi madre se la he interpretado, y ¿te la había de interpretar a ti? Ella lloró delante de él los siete días que ellos tuvieron banquete. Y aconteció que al séptimo día él se la interpretó, porque ella le presionaba. Entonces ella explicó la adivinanza a los hijos de su pueblo. Y al séptimo día, antes de la puesta del sol, los hombres de la ciudad le contestaron: —¿Qué cosa es más dulce que la miel? ¿Y qué cosa es más fuerte que el león? El les respondió: —Si no hubierais arado con mi vaquilla, no habríais descubierto mi adivinanza. Entonces el Espíritu de Jehovah descendió con poder sobre él. Y él bajó a Ascalón, mató a treinta hombres de ellos, y tomando sus despojos, dio los vestidos finos a los que habían interpretado la adivinanza. Encendido en ira, regresó a la casa de su padre. Entonces la mujer de Sansón fue dada a su compañero que le había asistido en sus bodas. Después de algún tiempo, en los días de la siega del trigo, Sansón fue a visitar a su mujer llevándole un cabrito del rebaño. Y pensó: "Me uniré a mi mujer en el cuarto." Pero el padre de ella no le dejó entrar. El padre de ella dijo: —Pensé que la aborrecías del todo y se la di a tu compañero. Pero su hermana menor, ¿no es más hermosa que ella? Tómala, por favor, para ti en su lugar. Sansón le respondió: —¡Esta vez yo quedaré sin culpa ante los filisteos, si les hago algún mal! Sansón se fue, atrapó 300 zorras, tomó teas, y atando las zorras por las colas, puso una tea entre cada dos colas. Después prendió fuego a las teas, soltó las zorras en los trigales de los filisteos, y quemó las gavillas y la mies por segar, y hasta las viñas y los olivares. Entonces los filisteos preguntaron: —¿Quién ha hecho esto? Y les respondieron: —Sansón, el yerno del timnateo, porque éste le quitó su mujer y se la dio a su compañero. Los filisteos fueron y quemaron a la mujer y a su padre. Entonces Sansón les dijo: —Puesto que habéis actuado así, ¡ciertamente no pararé hasta haberme vengado de vosotros! Entonces les golpeó en el muslo y en la cadera, con gran mortandad. Luego descendió y habitó en la cueva de la peña de Etam. Entonces los filisteos subieron y acamparon en Judá, extendiéndose hasta Leji. Y los hombres de Judá les preguntaron: —¿Por qué habéis subido contra nosotros? Ellos respondieron: —Hemos subido para prender a Sansón, a fin de hacerle lo mismo que él nos ha hecho. Entonces bajaron 3.000 hombres de Judá a la cueva de la peña de Etam y preguntaron a Sansón: —¿No sabes tú que los filisteos dominan sobre nosotros? ¿Qué es esto que nos has hecho? El les respondió: —Lo mismo que ellos me han hecho a mí, eso les he hecho yo a ellos. Entonces le dijeron: —Hemos venido para prenderte y entregarte en mano de los filisteos. Y Sansón les dijo: —Juradme que vosotros no me mataréis. Le respondieron: —No; de ninguna manera te mataremos. Sólo te ataremos bien y te entregaremos en su mano. Entonces lo ataron con dos cuerdas nuevas y lo hicieron subir de la peña. Cuando llegaba hasta Leji, los filisteos salieron a su encuentro con gritos de júbilo. Entonces el Espíritu de Jehovah descendió con poder sobre él, las cuerdas que estaban en sus brazos se volvieron como lino quemado al fuego, y las ataduras se cayeron de sus manos. Y hallando una quijada de asno todavía fresca, extendió la mano, la tomó y mató con ella a mil hombres. Entonces dijo Sansón: —Con una quijada de asno los amontoné a montones; con una quijada de asno he matado a mil varones. Cuando acabó de hablar, arrojó la quijada de su mano. Y llamó a aquel lugar Ramat-leji. Teniendo mucha sed, Sansón clamó a Jehovah diciendo: —Tú has dado esta gran liberación por mano de tu siervo; y ahora, ¿he de morir de sed y caer en mano de los incircuncisos? Entonces Dios abrió la hondonada que hay en Leji, y de allí salió agua. El bebió, recobró su fuerza y se reanimó. Por eso llamó el nombre de aquel lugar En-hacoré, que está en Leji hasta el día de hoy. Sansón juzgó a Israel durante veinte años, en los días de los filisteos. Sansón fue a Gaza y vio allí a una mujer prostituta, y se unió a ella. Y fue dicho a los de Gaza: "Sansón ha venido acá." Entonces ellos lo rodearon y lo estuvieron acechando toda la noche, junto a la puerta de la ciudad. Estos estuvieron en silencio toda la noche, diciendo: "Cuando aparezca la luz de la mañana, entonces lo mataremos." Pero Sansón estuvo acostado solamente hasta la medianoche. Se levantó a la medianoche, y tomando las puertas de la ciudad con sus dos postes, las arrancó con cerrojo y todo. Las puso sobre sus hombros y las subió a la cumbre del monte que mira hacia Hebrón. Aconteció después de esto que Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, cuyo nombre era Dalila. Y fueron a ella los jefes de los filisteos y le dijeron: —Persuádele y averigua en qué consiste su gran fuerza, y con qué lo podríamos dominar para atarlo y atormentarlo. Entonces cada uno de nosotros te dará 1.100 piezas de plata. Y Dalila dijo a Sansón: —Dime, por favor, en qué consiste tu gran fuerza, y con qué podrías ser atado para ser atormentado. Sansón le respondió: —Si me atan con siete cuerdas de arco frescas que aún no estén secas, entonces me debilitaré y seré como un hombre cualquiera. Los jefes de los filisteos le llevaron siete cuerdas de arco frescas que aún no estaban secas, y ella lo ató con ellas. Ella tenía personas acechando en un cuarto. Entonces ella le dijo: —¡Sansón, los filisteos sobre ti! Pero él rompió las cuerdas como un cordel de estopa se rompe cuando toca el fuego. Y no se supo en qué consistía su fuerza. Entonces Dalila dijo a Sansón: —He aquí que te has burlado de mí y me has dicho mentiras. Ahora dime, por favor, con qué podrías ser atado. El le dijo: —Si me atan fuertemente con sogas nuevas que no hayan sido usadas, entonces me debilitaré y seré como un hombre cualquiera. Luego Dalila tomó sogas nuevas y lo ató con ellas. Y le dijo: —¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y había personas acechando en el cuarto. Pero él rompió las sogas de sus brazos como un hilo. Entonces Dalila dijo a Sansón: —Hasta ahora te has burlado de mí y me has dicho mentiras. Dime, pues, con qué podrías ser atado. El entonces le dijo: —Si tejes los siete mechones de mi cabellera entre la urdimbre, y los aseguras con la clavija del telar contra la pared, me debilitaré y seré como un hombre cualquiera. Dalila lo hizo dormir y tejió los siete mechones de su cabellera entre la urdimbre. Luego ella aseguró la clavija y le dijo: —¡Sansón, los filisteos sobre ti! Pero al despertar de su sueño, él arrancó la clavija del telar con la tela. Y ella le dijo: —¿Cómo, pues, dices: "Yo te amo," siendo que tu corazón no está conmigo? Ya son tres veces las que te has burlado de mí, y no me has revelado en qué consiste tu gran fuerza. Y aconteció que como ella le presionaba todos los días con sus palabras y le importunaba, el alma de él fue reducida a mortal angustia. Entonces le descubrió todo su corazón y le dijo: —Nunca pasó una navaja sobre mi cabeza, porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si soy rapado, entonces mi fuerza se apartará de mí, me debilitaré y seré como un hombre cualquiera. Viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón, envió a llamar a los jefes de los filisteos, diciendo: "Venid esta vez, porque él me ha descubierto todo su corazón." Entonces los jefes de los filisteos fueron a ella, llevando el dinero en la mano. Ella hizo que él se durmiese sobre sus rodillas. Llamó a un hombre, quien le rapó los siete mechones de su cabeza. Entonces ella comenzó a atormentarlo, pues su fuerza se había apartado de él. Y ella le dijo: —¡Sansón, los filisteos sobre ti! El se despertó de su sueño y pensó: "Saldré como las otras veces y me escaparé." Pero no sabía que Jehovah ya se había apartado de él. Entonces los filisteos le echaron mano, le sacaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Y lo ataron con cadenas de bronce, para que moliese en la cárcel. Sin embargo, después que fue rapado, el cabello de su cabeza comenzó a crecer. Entonces los jefes de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón su dios y para regocijarse. Y decían: —¡Nuestro dios ha entregado en nuestra mano a Sansón, nuestro enemigo! Al verlo el pueblo, alabó a su dios diciendo: —¡Nuestro dios ha entregado en nuestra mano a nuestro enemigo, al destructor de nuestra tierra, que había matado a muchos de los nuestros! Y aconteció que cuando el corazón de ellos estaba alegre, dijeron: —Llamad a Sansón para que nos sirva de espectáculo. Llamaron a Sansón de la cárcel, y servía de espectáculo delante de ellos. Lo pusieron entre las columnas. Y Sansón dijo al joven que le guiaba de la mano: —Déjame palpar las columnas sobre las cuales descansa el edificio, para que me apoye en ellas. El edificio estaba lleno de hombres y mujeres. Todos los jefes de los filisteos estaban allí, y en la azotea había como 3.000 hombres y mujeres que estaban mirando el espectáculo de Sansón. Entonces Sansón clamó a Jehovah diciendo: —¡Señor Jehovah, por favor, acuérdate de mí! Dame, te ruego, fuerzas solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos. En seguida Sansón palpó las dos columnas de en medio, sobre las cuales descansaba el edificio; y se apoyó contra ellas, contra una con su mano derecha y contra la otra con su mano izquierda. Y dijo Sansón: —¡Muera yo con los filisteos! Entonces empujó con fuerza, y el edificio cayó sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba en él. Y fueron más los que mató al morir que los que había matado durante su vida. Sus hermanos y toda la casa de su padre fueron y lo recogieron. Luego lo llevaron y lo sepultaron entre Zora y Estaol, en el sepulcro de su padre Manoa. El juzgó a Israel durante veinte años. Había un hombre de la región montañosa de Efraín, que se llamaba Micaías. Y éste dijo a su madre: —Las 1.100 piezas de plata que te fueron tomadas y por las que tú maldecías y hablabas en mi presencia, he aquí que la plata está en mi poder; yo la había tomado. Entonces su madre dijo: —¡Jehovah te bendiga, hijo mío! Cuando él devolvió a su madre las 1.100 piezas de plata, su madre dijo: —Solemne y espontáneamente he dedicado la plata a Jehovah, por mi hijo, para hacer una imagen tallada y de fundición. Ahora pues, yo te la devuelvo. Pero él devolvió la plata a su madre. Y su madre tomó 200 piezas de plata y las dio al fundidor. Este hizo con ellas una imagen tallada y de fundición, y fue puesta en la casa de Micaías. Este hombre, Micaías, tenía un santuario. Mandó hacer un efod e ídolos domésticos, e invistió a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote. En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos. Había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, que era levita y vivía allí como forastero. Este hombre había partido de la ciudad de Belén de Judá para ir a residir donde encontrase lugar. Y en su caminar por la región montañosa de Efraín, llegó a la casa de Micaías. Y Micaías le preguntó: —¿De dónde vienes? El le respondió: —Soy un levita de Belén de Judá, y voy a residir donde encuentre lugar. Entonces le dijo Micaías: —Quédate conmigo y sé para mí como padre y sacerdote. Yo te daré 10 piezas de plata por año, y tu ropa y tu comida. El levita entró. El levita convino en habitar con aquel hombre, y el joven llegó a ser para él como uno de sus hijos. Micaías invistió al levita, el cual le servía de sacerdote y vivía en la casa de Micaías. Micaías dijo: —¡Ahora sé que Jehovah me prosperará, porque un levita ha venido a ser mi sacerdote! En aquellos días no había rey en Israel. También en aquellos días, la tribu de Dan buscaba una heredad para sí, donde establecerse, porque hasta entonces no le había tocado una heredad entre las tribus de Israel. Entonces los hijos de Dan enviaron de sus clanes a cinco hombres de entre todos ellos, hombres valientes de Zora y de Estaol, para reconocer la tierra y para explorarla. Y les dijeron: —Id y explorad la tierra. Ellos llegaron, en la región montañosa de Efraín, hasta la casa de Micaías, y pasaron allí la noche. Y cuando estaban junto a la casa de Micaías, reconocieron la voz del joven levita. Se acercaron allí y le dijeron: —¿Quién te ha traído aquí? ¿Qué estás haciendo en este lugar? ¿Qué tienes que ver tú aquí? Y él les respondió: —De esta y de esta manera ha hecho conmigo Micaías, y me ha empleado para que sea su sacerdote. Ellos le dijeron: —Por favor, consulta a Dios, para que sepamos si ha de prosperar el viaje que estamos haciendo. Y el sacerdote les respondió: —Id en paz, porque el viaje que estáis haciendo goza de la aprobación de Jehovah. Entonces partieron aquellos cinco hombres y llegaron a Lais. Y vieron que la gente que habitaba en ella vivía segura, tranquila y confiada, a la manera de los sidonios. No había en la tierra quien les hiciera ningún daño, ni quien les desplazara ni oprimiera. Además, estaban lejos de los sidonios y no tenían trato con nadie. Entonces se volvieron a sus hermanos en Zora y Estaol, y sus hermanos les preguntaron: —¿Qué hay? Ellos respondieron: —¡Levantaos, subamos contra ellos, porque hemos visto la tierra, y he aquí que es muy buena! Vosotros, ¿por qué os quedáis quietos? ¡No vaciléis para poneros en marcha a fin de entrar y tomar posesión de la tierra! Cuando vayáis allá, llegaréis a una gente confiada y a una tierra extensa que Dios ha entregado en vuestra mano. Es un lugar donde no falta ninguna cosa de lo que hay en la tierra. Entonces 600 hombres de la familia de los danitas, armados para la guerra, partieron de allí, de Zora y de Estaol. Subieron y acamparon en Quiriat-jearim, en Judá, por lo que aquel lugar fue llamado Campamento de Dan, hasta el día de hoy. He aquí que está al oeste de Quiriat-jearim. De allí pasaron a la región montañosa de Efraín y llegaron hasta la casa de Micaías. Entonces intervinieron aquellos cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra de Lais, y dijeron a sus hermanos: —¿Sabéis que en estas casas hay un efod, ídolos domésticos y una imagen tallada y de fundición? Ahora pues, vosotros sabéis lo que habéis de hacer. Entonces se acercaron allí, llegaron a la casa del joven levita, en casa de Micaías, y le saludaron deseándole paz. Los 600 hombres de los hijos de Dan, ceñidos con sus armas de guerra, estaban a la entrada de la puerta. Mientras el sacerdote estaba a la entrada de la puerta con los 600 hombres ceñidos con sus armas de guerra, los cinco hombres que habían ido a reconocer la tierra subieron, entraron allí y tomaron la imagen tallada y de fundición, el efod y los ídolos domésticos. Y cuando entraron estos hombres en la casa de Micaías, y tomaron la imagen tallada y de fundición, el efod, los ídolos domésticos, el sacerdote les preguntó: —¿Qué estáis haciendo? Ellos le respondieron: —¡Cállate! Pon la mano sobre tu boca, vente con nosotros y sé para nosotros como padre y sacerdote. ¿Es mejor que seas sacerdote de la casa de un solo hombre, o que seas sacerdote de una tribu y de un clan de Israel? Se alegró el corazón del sacerdote; y tomó el efod, los ídolos domésticos y la imagen tallada, y se fue en medio de aquella gente. Ellos se volvieron y partieron, poniendo delante de ellos a los niños, el ganado y las posesiones. Cuando ya se habían alejado de la casa de Micaías, los hombres que habitaban en las casas cercanas a la casa de Micaías fueron convocados y alcanzaron a los hijos de Dan. Entonces gritaron a los hijos de Dan, quienes volvieron la cara y preguntaron a Micaías: —¿Qué te pasa que has convocado gente? El respondió: —¡Tomasteis mis dioses que yo hice y al sacerdote, y os fuisteis! ¿Qué más me queda? ¿Por qué, pues, me preguntáis: "¿Qué te pasa?" Los hijos de Dan le dijeron: —¡Que no se oiga tu voz entre nosotros! No sea que los de ánimo colérico os acometan, y pierdas también tu vida y la vida de los de tu familia. Los hijos de Dan prosiguieron su camino. Y viendo Micaías que ellos eran más fuertes que él, se volvió y regresó a su casa. Los hijos de Dan se llevaron las cosas que había hecho Micaías, junto con el sacerdote que tenía, y llegaron a Lais, a una gente tranquila y confiada. Los mataron a filo de espada y prendieron fuego a la ciudad. No hubo quien los socorriese, porque estaban lejos de Sidón y no tenían tratos con nadie. La ciudad estaba en el valle que hay cerca de Bet-rejob. Después ellos reedificaron la ciudad y habitaron en ella. Y llamaron el nombre de aquella ciudad Dan, según el nombre de su padre Dan, que le había nacido a Israel; aunque antes la ciudad se llamaba Lais. Los hijos de Dan erigieron para sí la imagen tallada; y Jonatán hijo de Gersón, hijo de Moisés, él y sus hijos fueron sacerdotes de la tribu de Dan hasta el tiempo de la cautividad de la tierra. Así tuvieron instalada para ellos la imagen tallada que Micaías había hecho, todo el tiempo que la casa de Dios estuvo en Silo. En aquellos días, cuando no había rey en Israel, había un hombre de Leví que habitaba como forastero en la parte más remota de la región montañosa de Efraín. Este había tomado para sí como concubina a una mujer de Belén de Judá. Su concubina se enfadó con él y se fue de su lado para irse a la casa de su padre, a Belén de Judá, y estuvo allá durante cuatro meses. Su marido se levantó y la siguió para hablarle amorosamente y hacerla volver. Llevó consigo a un criado suyo y un par de asnos. Ella lo hizo entrar en la casa de su padre. Y al verlo el padre de la joven, salió a recibirlo gozoso. Su suegro, el padre de la joven, le insistió, y se quedó con él tres días, comiendo, bebiendo y alojándose allí. Y sucedió que al cuarto día, cuando se levantaron muy de mañana, el levita se dispuso a partir. Pero el padre de la joven dijo a su yerno: —Fortalécete con un poco de pan, y después os iréis. Se sentaron los dos juntos, y comieron y bebieron. Entonces el padre de la joven dijo al hombre: —Quédate, por favor, a pasar la noche, y alégrese tu corazón. El hombre se levantó para irse, pero su suegro le insistió, y se quedó otra vez a pasar la noche allí. Al quinto día, se levantó muy de mañana para irse, y el padre de la joven le dijo: —Por favor, fortalécete; y esperad hasta que decline el día. Y comieron los dos. Entonces se levantó el hombre para irse con su concubina y su criado. Pero su suegro, el padre de la joven, le dijo: —He aquí que el día se acaba, y está anocheciendo. Por favor, pasad aquí la noche, porque el día ya ha declinado. Pasa aquí la noche y alégrese tu corazón. Mañana os levantaréis temprano para vuestro viaje, y te irás a tu morada. Pero el hombre no quiso pasar la noche allí, sino que se levantó y partió. Llegó frente a Jebús, que es Jerusalén, con su par de asnos aparejados y con su concubina. Cuando estaban cerca de Jebús, el día había declinado mucho. Entonces el criado dijo a su señor: —Ven, por favor, vayamos a esta ciudad de los jebuseos y pasemos la noche en ella. Su señor le respondió: —No iremos a ninguna ciudad de extranjeros en la que no hay hijos de Israel. Más bien, pasaremos hasta Gabaa. —Dijo además a su criado—: Ven y acerquémonos a uno de esos lugares para pasar la noche en Gabaa o en Ramá. Pasando de largo, caminaron; y el sol se puso cuando estaban junto a Gabaa, que pertenece a Benjamín. Entonces allí se apartaron del camino para entrar y pasar la noche en Gabaa. Entraron y se sentaron en la plaza de la ciudad, porque no hubo quien los recibiese en su casa para pasar la noche. Pero he aquí que al atardecer un anciano volvía de trabajar en el campo. Este hombre era de la región montañosa de Efraín y habitaba como forastero en Gabaa, pues los habitantes de aquel lugar eran de los hijos de Benjamín. Alzando los ojos, vio a aquel viajero en la plaza de la ciudad; y el anciano le preguntó: —¿A dónde vas y de dónde vienes? El le respondió: —Pasamos de Belén de Judá hasta las partes más remotas de la región montañosa de Efraín, de donde soy. Fui hasta Belén de Judá y voy a mi casa, pero no hay quien me reciba en su casa. No obstante, nosotros tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y también tenemos pan y vino para mí, para tu sierva y para el criado que está con tus siervos. No nos falta nada. El anciano dijo: —La paz sea contigo. Lo que te falte quede todo a mi cargo, pero no pases la noche en la plaza. Los hizo entrar en su casa y dio forraje a los asnos. Y ellos se lavaron los pies, comieron y bebieron. Cuando estaban alegrándose, he aquí que los hombres de la ciudad, hombres pervertidos, rodearon la casa y golpearon la puerta diciendo al anciano, dueño de la casa: —¡Saca fuera al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos! Aquel hombre, dueño de la casa, salió a ellos y les dijo: —¡No, hermanos míos! Por favor, no cometáis esta maldad, porque este hombre ha entrado en mi casa. No cometáis esta vileza. He aquí mi hija virgen y la concubina de él. Yo os las sacaré; humilladlas y haced con ellas lo que os parezca bien. Pero no hagáis esta vileza a este hombre. Pero aquellos hombres no le quisieron escuchar; por lo cual, tomando el hombre a su concubina, la sacó afuera. Ellos la violaron y abusaron de ella toda la noche hasta el amanecer, y la dejaron cuando rayaba el alba. Cuando amanecía, la mujer vino y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde estaba su señor, hasta que fue de día. Y levantándose de mañana su señor, abrió las puertas de la casa y salió para seguir su camino. Y he aquí la mujer, su concubina, estaba tendida delante de la puerta de la casa, con sus manos sobre el umbral. El le dijo: —Levántate, y vámonos. Pero no hubo respuesta. Entonces el hombre la cargó sobre el asno, se puso en camino y se fue a su pueblo. Cuando llegó a su casa, tomó un cuchillo, y sujetando firmemente a su concubina, la desmembró en doce pedazos y los envió por todo el territorio de Israel. Y sucedió que todo el que lo veía, decía: —¡Jamás se ha hecho ni visto cosa semejante, desde el día en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto, hasta el día de hoy! ¡Consideradlo, deliberad y manifestaos! Entonces todos los hijos de Israel salieron, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, y la asamblea acudió como un solo hombre a Jehovah en Mizpa. Los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, estaban presentes en la reunión del pueblo de Dios, 400.000 hombres de infantería que sacaban espada. Y los hijos de Benjamín oyeron que los hijos de Israel habían subido a Mizpa. Entonces dijeron los hijos de Israel: —Decid cómo fue cometido este crimen. El levita, marido de la mujer asesinada, respondió y dijo: —Yo llegué con mi concubina a Gabaa de Benjamín para pasar la noche. Entonces se levantaron contra mí los hombres de Gabaa y rodearon la casa por causa mía, por la noche, con la idea de matarme. Violaron a mi concubina de tal manera que ella murió. Después sujeté a mi concubina, la corté en pedazos y los envié por todo el territorio de la heredad de Israel, por cuanto habían cometido una infamia y una vileza en Israel. He aquí, todos vosotros, oh hijos de Israel, dad aquí vuestro parecer y consejo. Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se levantó y dijo: —¡Ninguno de nosotros irá a su morada, ni nadie regresará a su casa! Y ahora, esto es lo que haremos a Gabaa: Subiremos por sorteo contra ella. De todas las tribus de Israel tomaremos 10 hombres de cada 100 y 100 de cada 1.000 y 1.000 de cada que lleven provisiones al pueblo, para que yendo a Gabaa de Benjamín, le hagan conforme a toda la vileza que ha cometido en Israel. Todos los hombres de Israel se juntaron contra la ciudad, unidos como un solo hombre. Y las tribus de Israel enviaron hombres por toda la tribu de Benjamín, diciendo: —¿Qué crimen es éste, que se ha cometido entre vosotros? Ahora pues, entregad a esos hombres perversos que están en Gabaa, para que los matemos y extirpemos el mal de en medio de Israel. Pero los hijos de Benjamín no quisieron escuchar la voz de sus hermanos, los hijos de Israel. Más bien, los hijos de Benjamín vinieron de sus ciudades y se reunieron en Gabaa para salir a la guerra contra los hijos de Israel. Aquel día fueron contados los hijos de Benjamín: 26.000 hombres de las ciudades, que sacaban espada, sin contar a los habitantes de Gabaa, que fueron 700 hombres escogidos. Entre toda aquella gente había 700 hombres escogidos que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra con la honda a un cabello, y no fallaban. Fueron contados los hombres de Israel, excluyendo a los de Benjamín: 400.000 hombres que sacaban espada, todos hombres de guerra. Luego se levantaron los hijos de Israel, subieron a Betel y consultaron a Dios diciendo: —¿Quién subirá primero por nosotros a la batalla contra los hijos de Benjamín? Y Jehovah respondió: —Judá subirá primero. Los hijos de Israel se levantaron por la mañana y acamparon frente a Gabaa. Salieron los hijos de Israel a la batalla contra Benjamín. Y los hombres de Israel dispusieron la batalla contra ellos junto a Gabaa. Pero los hijos de Benjamín salieron de Gabaa y aquel día dejaron muertos en tierra a 22.000 hombres de Israel. Sin embargo, el pueblo se fortaleció, y los hombres de Israel volvieron a disponer la batalla en el mismo lugar donde la habían dispuesto el primer día. Los hijos de Israel subieron y lloraron delante de Jehovah hasta el atardecer, y consultaron a Jehovah diciendo: —¿Volveremos a la batalla contra los hijos de Benjamín, nuestros hermanos? Y Jehovah les respondió: —Subid contra ellos. El segundo día, los hijos de Israel se acercaron a los hijos de Benjamín. Aquel segundo día los de Benjamín salieron de Gabaa contra ellos y dejaron muertos en tierra a otros Entonces subieron todos los hijos de Israel y todo el pueblo, y fueron a Betel. Lloraron, permanecieron allí delante de Jehovah, ayunaron aquel día hasta el atardecer y ofrecieron holocaustos y sacrificios de paz delante de Jehovah. Los hijos de Israel consultaron a Jehovah. (El arca del pacto de Dios estaba allí en aquellos días; y Fineas hijo de Eleazar, hijo de Aarón, servía delante de ella en aquellos días.) Ellos preguntaron: —¿Volveremos a salir a la batalla contra los hijos de Benjamín, nuestros hermanos; o desistiremos? Y Jehovah respondió: —Subid, porque mañana yo los entregaré en vuestra mano. Entonces Israel puso gente emboscada alrededor de Gabaa. Y el tercer día, cuando los hijos de Israel subieron contra los hijos de Benjamín, dispusieron la batalla frente a Gabaa, como las otras veces. Los hijos de Benjamín salieron para enfrentar al pueblo y fueron alejados de la ciudad. Como las otras veces, comenzaron a matar a algunos de ellos en el campo, por los caminos, uno de los cuales sube a Betel y otro a Gabaa. Habían matado a unos treinta hombres de Israel, y los hijos de Benjamín decían: "¡Son vencidos delante de nosotros, como la primera vez!" Pero los hijos de Israel habían dicho: "Huiremos y los alejaremos de la ciudad, hasta los caminos." Entonces todos los hombres de Israel se levantaron de su lugar, y dispusieron la batalla en Baal-tamar. La gente emboscada de Israel se lanzó desde su lugar, al oeste de Gabaa, y fueron ante Gabaa 10.000 hombres escogidos de todo Israel. La batalla comenzó a arreciar, pero ellos no se daban cuenta de que el desastre se les venía encima. Jehovah derrotó a Benjamín ante Israel, y los hijos de Israel mataron aquel día a 25.100 hombres de Benjamín, todos los cuales sacaban espada. Entonces los hijos de Benjamín vieron que estaban derrotados. Los hombres de Israel habían cedido terreno a Benjamín, porque estaban confiados en la gente emboscada que habían puesto contra Gabaa. La gente de la emboscada se apresuró y acometió contra Gabaa. La gente de la emboscada se desplegó y mató a filo de espada a toda la ciudad. Los hombres de Israel tenían un acuerdo con los de la emboscada: que se hiciera subir una gran columna de humo desde la ciudad. Cuando los hombres de Israel retrocedieron en la batalla, los de Benjamín comenzaron a derribar muertos a unos treinta hombres de Israel y decían: "Ciertamente son vencidos delante de nosotros, como en la primera batalla." Pero cuando la señal, una columna de humo, comenzó a subir de la ciudad, entonces Benjamín miró hacia atrás, y he aquí que el fuego de la ciudad entera subía al cielo. Entonces los hombres de Israel se volvieron, y los de Benjamín se aterrorizaron, porque vieron que el desastre se les había venido encima. Luego volvieron las espaldas ante los hombres de Israel, hacia el camino del desierto. Pero la batalla los alcanzó, y los que venían de las ciudades los destruían en medio de ellos. Así cercaron a los de Benjamín, los persiguieron desde Noja, y los acosaron hasta la misma Gabaa, por el lado oriental. Cayeron 18.000 hombres de Benjamín, todos ellos hombres de valor. Entonces se dirigieron hacia el desierto, y huyeron a la peña de Rimón; y fueron muertos otros 5.000 hombres en los caminos. Continuaron acosándolos hasta Gidom y mataron a otros 2.000 hombres de ellos. Y todos los que cayeron de Benjamín aquel día fueron 25.000 hombres que sacaban espada, todos hombres de valor. Pero 600 hombres se dirigieron al desierto y huyeron a la peña de Rimón, y permanecieron en la peña de Rimón durante cuatro meses. Los hombres de Israel se volvieron contra los hijos de Benjamín y en las ciudades hirieron a filo de espada tanto a hombres como animales, y todo lo que fue hallado. Asimismo, prendieron fuego a todas las ciudades que hallaron. Los hombres de Israel habían jurado en Mizpa, diciendo: "Ninguno de nosotros dará su hija por mujer a los de Benjamín." Entonces el pueblo fue a Betel, y ellos permanecieron allí, delante de Dios, hasta el atardecer. Y alzando su voz lloraron amargamente y dijeron: —Oh Jehovah Dios de Israel, ¿por qué ha sucedido esto en Israel, que falte hoy una tribu de Israel? Al día siguiente, el pueblo se levantó muy de mañana. Edificaron allí un altar, y ofrecieron holocaustos y sacrificios de paz. Y los hijos de Israel dijeron: —¿Quién de entre todas las tribus de Israel no ha venido a la congregación, a Jehovah? Porque se había hecho un juramento solemne contra quien no subiera ante Jehovah en Mizpa, diciendo: "Morirá irremisiblemente." Los hijos de Israel se lamentaban por causa de Benjamín su hermano, y decían: —¡Una tribu ha sido cortada hoy de Israel! ¿Qué haremos en cuanto a conseguir mujeres para los que han quedado? Porque nosotros hemos jurado por Jehovah que no les daremos por mujeres a nuestras hijas. —Y añadieron—: ¿Hay alguno de entre las tribus de Israel que no haya subido a Jehovah, en Mizpa? Y he aquí, hallaron que ninguno de Jabes, en Galaad, había ido al campamento, a la congregación. Cuando el pueblo fue contado, he aquí que no había allí ningún hombre de los habitantes de Jabes, en Galaad. Entonces la asamblea envió allá a 12.000 hombres de los valientes. Y les mandaron diciendo: —Id y matad a filo de espada a los habitantes de Jabes, en Galaad, con las mujeres y los niños. Esto es lo que habéis de hacer: Eliminaréis a todo hombre, y a toda mujer que haya tenido unión sexual con varón. Entre los habitantes de Jabes, en Galaad, hallaron a 400 muchachas vírgenes, que no habían tenido unión sexual con varón; y las llevaron al campamento en Silo, en tierra de Canaán. Entonces toda la asamblea envió un mensaje a los hijos de Benjamín que estaban en la peña de Rimón, y les proclamaron la paz. En aquel tiempo volvieron los de Benjamín, y les dieron por mujeres a las que habían conservado vivas de las mujeres de Jabes, en Galaad. Pero éstas no fueron suficientes para ellos. El pueblo se lamentaba por causa de Benjamín, porque Jehovah había abierto una brecha en las tribus de Israel. Entonces los ancianos de la asamblea dijeron: —¿Qué haremos en cuanto a conseguir mujeres para los que han quedado? Porque las mujeres de Benjamín han sido exterminadas. —Y dijeron—: Lo que era de Benjamín sea herencia de sus sobrevivientes, para que no sea exterminada una tribu de Israel. Pero nosotros no les podemos dar mujeres de nuestras hijas. Porque los hijos de Israel habían jurado diciendo: "¡Maldito el que dé mujer a los de Benjamín!" Y dijeron: —He aquí que cada año hay fiesta de Jehovah en Silo. Silo está al norte de Betel, al lado oriental del camino que sube de Betel a Siquem, y al sur de Lebona. Y mandaron a los hijos de Benjamín, diciendo: —Id y poned emboscada en las viñas. Mirad; y he aquí que cuando las jóvenes de Silo salgan a bailar en círculos, vosotros saldréis de las viñas y arrebataréis cada uno una mujer para sí de las jóvenes de Silo, y os iréis a la tierra de Benjamín. Y sucederá que cuando sus padres o sus hermanos vengan a pleito ante nosotros, les diremos: "Hacednos el favor de concedérnoslas, porque nosotros no conseguimos en la guerra mujeres para todos ellos. Además, vosotros no sois culpables, porque no se las habéis dado." Los hijos de Benjamín lo hicieron así, y tomaron mujeres, una cada uno, raptándolas de entre las que danzaban. Después se fueron, volvieron a sus heredades, reedificaron las ciudades y habitaron en ellas. También los hijos de Israel partieron de allí, cada uno a su tribu o clan; y se fueron de allí, cada uno a su heredad. En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos. Aconteció en los días en que gobernaban los jueces, que hubo hambre en el país. Entonces un hombre de Belén de Judá fue a vivir en los campos de Moab, con su mujer y sus dos hijos. El nombre de aquel hombre era Elimelec; el nombre de su mujer era Noemí, y los nombres de sus dos hijos eran Majlón y Quelión. Ellos eran efrateos de Belén de Judá. Llegaron a los campos de Moab y se quedaron allí. Pero Elimelec, marido de Noemí, murió; y ella quedó con sus dos hijos, los cuales tomaron para sí mujeres moabitas. El nombre de la una era Orfa; y el de la otra, Rut. Habitaron allí unos diez años. Y murieron también los dos, Majlón y Quelión, quedando la mujer sin sus dos hijos y sin su marido. Entonces Noemí se levantó con sus nueras, para regresar de los campos de Moab, porque oyó allí que Jehovah había visitado a su pueblo para darles pan. Salió con sus dos nueras del lugar donde estaba, y emprendieron el camino para regresar a la tierra de Judá. Entonces Noemí dijo a sus dos nueras: —Id y volveos, cada una a la casa de su madre. Que Jehovah haga misericordia con vosotras, como la habéis hecho vosotras con los difuntos y conmigo. Jehovah os conceda hallar descanso, cada una en la casa de su marido. Luego las besó, y ellas alzaron su voz y lloraron. Y le dijeron: —Ciertamente nosotras volveremos contigo a tu pueblo. Y Noemí respondió: —Volveos, hijas mías. ¿Para qué habéis de venir conmigo? ¿Acaso tengo más hijos en el vientre, que puedan ser vuestros maridos? Volveos, hijas mías, idos; porque yo ya soy demasiado vieja para tener marido. Aunque dijera que tengo esperanza, y si esta noche yo tuviera marido y aun diese a luz hijos, ¿esperaríais vosotras hasta que crecieran? ¿Habríais de quedaros sin casar por causa de ellos? No, hijas mías, mi amargura es mayor que la vuestra, porque la mano de Jehovah se ha levantado contra mí. Entonces ellas, alzando su voz, lloraron otra vez. Luego Orfa besó a su suegra, pero Rut se quedó con ella. Noemí le dijo: —He aquí, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses. Vuélvete tú tras ella. Pero Rut respondió: —No me ruegues que te deje y que me aparte de ti; porque a dondequiera que tú vayas, yo iré; y dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, yo moriré; y allí seré sepultada. Así me haga Jehovah y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre tú y yo. Viendo Noemí que Rut estaba tan resuelta a ir con ella, no le dijo nada más. Caminaron ellas dos hasta que llegaron a Belén. Y aconteció que cuando entraron en Belén, toda la ciudad se conmovió a causa de ellas. Y decían: —¿No es ésta Noemí? Y ella les respondía: —No me llaméis Noemí; llamadme Mara, porque el Todopoderoso ha hecho muy amarga mi vida. Yo me fui llena, pero Jehovah me ha hecho volver vacía. ¿Por qué, pues, me llamáis Noemí, ya que Jehovah me ha afligido y el Todopoderoso me ha abatido? Así volvió Noemí con su nuera, Rut la moabita. Volvieron de los campos de Moab y llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada. Noemí tenía un pariente de su marido, un hombre de buena posición de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Boaz. Y Rut la moabita dijo a Noemí: —Permíteme ir al campo para recoger espigas tras aquel ante cuyos ojos yo halle gracia. Y ella le respondió. —Vé, hija mía. Ella fue y al llegar espigó en el campo tras los segadores. Y dio la casualidad de que la parcela del campo pertenecía a Boaz, que era de la familia de Elimelec. Y he aquí que Boaz llegó de Belén y dijo a los segadores: —¡Jehovah sea con vosotros! Ellos le respondieron: —¡Jehovah te bendiga! Y Boaz preguntó a su criado encargado de los segadores: —¿De quién es esa joven? El criado encargado de los segadores le respondió diciendo: —Ella es la joven moabita que ha vuelto con Noemí de los campos de Moab. Me ha dicho: "Permite que yo espigue y recoja entre las gavillas, detrás de los segadores." Ella vino y ha estado desde la mañana hasta ahora. No ha vuelto a casa ni por un momento. Entonces Boaz dijo a Rut: —Escucha, hija mía: No vayas a espigar a otro campo, ni te alejes de aquí. Aquí estarás junto con mis criadas. Mira bien el campo donde siegan, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te molesten. Cuando tengas sed, vé a los depósitos y bebe del agua que sacan los criados. Ella se postró sobre su rostro, se inclinó a tierra y le dijo: —¿Por qué he hallado gracia ante tus ojos, para que tú te hayas fijado en mí, siendo yo una extranjera? Boaz le respondió diciendo: —Ciertamente me han contado todo lo que has hecho por tu suegra después de la muerte de tu marido, y que has dejado a tu padre, a tu madre y la tierra donde has nacido, y has venido a un pueblo que no conociste previamente. ¡Que Jehovah premie tu acción! Que tu recompensa sea completa de parte de Jehovah Dios de Israel, ya que has venido a refugiarte bajo sus alas. Ella dijo: —Señor mío, halle yo gracia ante tus ojos, porque me has consolado, y porque has hablado al corazón de tu sierva, aunque yo no soy ni como una de tus criadas. Boaz le dijo a la hora de la comida: —Acércate aquí, come pan y moja tu bocado en el vinagre. Entonces ella se sentó junto a los segadores, y él le dio grano tostado. Ella comió hasta que se sació, y le sobró. Cuando ella se levantó para espigar, Boaz mandó a sus criados, diciendo: —Que recoja espigas también entre las gavillas, y no la avergoncéis. Más bien, sacad para ella de los manojos y dejad que las recoja, y no la reprendáis. Rut espigó en el campo hasta el atardecer y desgranó lo que había espigado, y he aquí que había como un efa de cebada. Lo tomó y se fue a la ciudad, y su suegra vio lo que había espigado. También sacó lo que le había sobrado de la comida después de haberse saciado, y se lo dio. Entonces su suegra le preguntó: —¿Dónde has espigado hoy? ¿Dónde has trabajado? ¡Bendito sea el que se haya fijado en ti! Ella contó a su suegra con quién había trabajado y dijo: —El hombre con quien he trabajado hoy se llama Boaz. Y Noemí dijo a su nuera: —¡Sea él bendito de Jehovah, pues no ha rehusado su bondad ni a los vivos ni a los que han muerto! —Noemí le dijo después—: Aquel hombre es nuestro familiar. El es uno de los parientes que nos pueden redimir. Rut la moabita dijo: —Además de esto, me ha dicho: "Permanece con mis criados hasta que hayan acabado toda mi siega." Noemí respondió a Rut su nuera: —Está bien, hija mía, que salgas con sus criadas, para que no te vayan a molestar en otro campo. Estuvo, pues, junto con las criadas de Boaz espigando hasta que terminó la siega de la cebada y la siega del trigo. Y ella vivía con su suegra. Entonces le dijo Noemí su suegra: —Hija mía, ¿no habré de buscar para ti un hogar para que te vaya bien? Y ahora, ¿acaso Boaz, con cuyas criadas has estado, no es nuestro pariente? He aquí que esta noche él aventará la cebada en la era. Lávate, perfúmate, ponte tu vestido y baja a la era. Pero no te des a conocer al hombre, hasta que él haya acabado de comer y de beber. Cuando él se acueste, observa el lugar donde se acuesta y anda, destapa un sitio a sus pies y acuéstate allí. Y él te dirá lo que debes hacer. Y ella le respondió: —Haré todo lo que me dices. Entonces Rut bajó a la era e hizo todo lo que su suegra le había mandado. Cuando Boaz había comido y bebido, y su corazón estaba contento, se retiró a dormir a un lado del montón de grano. Entonces ella fue silenciosamente, destapó un sitio a sus pies y se acostó. Y sucedió que a la media noche Boaz se estremeció y se dio vuelta. ¡Y he aquí que una mujer estaba acostada a sus pies! Entonces él le preguntó: —¿Quién eres tú? Y ella respondió: —Yo soy Rut, tu sierva. Extiende tus alas sobre tu sierva, porque tú eres pariente redentor. El dijo: —Jehovah te bendiga, hija mía. Esta última acción tuya es mejor que la primera, porque no has ido tras los jóvenes, sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía. Yo haré por ti todo lo que tú digas, pues todos en mi ciudad saben que tú eres una mujer virtuosa. Ahora bien, aunque es cierto que yo soy pariente redentor, hay otro pariente redentor más cercano que yo. Pasa la noche; y cuando sea de día, si él te redime, está bien; que te redima. Pero si él no te quiere redimir, ¡vive Jehovah, que yo te redimiré! Acuéstate hasta la mañana. Así durmió a sus pies hasta la mañana, pero se levantó antes que nadie pudiese distinguir a su compañero. Porque él dijo: —Que no se sepa que una mujer ha venido a la era. —También le dijo—: Dame el manto que está sobre ti, y sostenlo. Ella lo sostuvo, y él midió seis medidas de cebada y las puso sobre ella. Entonces ella se fue a la ciudad. Y cuando vino a su suegra, ésta le preguntó: —¿Qué sucedió, hija mía? Ella le declaró todo lo que el hombre había hecho por ella. Y añadió: —Me dio estas seis medidas de cebada, diciendo: "Para que no vayas a tu suegra con las manos vacías." Entonces Noemí dijo: —Descansa, hija mía, hasta que sepas cómo resulta la cosa. Porque el hombre no tendrá sosiego hasta que concluya hoy mismo el asunto. Boaz subió a la puerta de la ciudad y se sentó allí. Y he aquí que pasaba por allí aquel pariente redentor del cual había hablado Boaz, y éste le dijo: —¡Eh, Fulano! ¡Ven acá, y siéntate! El fue y se sentó. Entonces Boaz tomó a diez hombres de los ancianos de la ciudad y les dijo: —Sentaos aquí. Y ellos se sentaron. Entonces dijo al pariente redentor: —Noemí, que ha vuelto de los campos de Moab, vende la parte del campo que tuvo nuestro hermano Elimelec. Yo pensé hacértelo saber y decirte que la adquieras, en presencia de los que están sentados aquí y en presencia de los ancianos de mi pueblo. Si quieres redimir, redime. Si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que pueda redimir excepto tú, y yo, después de ti. El le respondió: —Yo redimiré. Entonces Boaz dijo: —El mismo día que adquieras el campo de manos de Noemí, deberás también adquirir a Rut la moabita, mujer del difunto, para restaurar el nombre del difunto a su heredad. Entonces el pariente redentor respondió: —No puedo redimir para mí, no sea que perjudique mi propia heredad. Redime tú para ti lo que yo debería redimir, porque yo no puedo redimirlo. Había desde antaño la costumbre en Israel, tocante a la redención y las transacciones, que para dar vigencia a cualquier asunto uno se quitaba la sandalia y la daba al otro. Y esto servía de testimonio en Israel. Y el pariente redentor dijo a Boaz: —Adquiérelo tú. Luego se quitó la sandalia. Entonces Boaz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: —Vosotros sois testigos hoy de que adquiero de mano de Noemí todas las cosas que pertenecieron a Elimelec y todo lo de Quelión y de Majlón, y de que también adquiero, para que sea mi mujer, a Rut la moabita, que fuera mujer de Majlón, para restaurar el nombre del difunto a su heredad, a fin de que el nombre del difunto no se borre de entre sus hermanos ni de la puerta de su ciudad. Vosotros sois testigos hoy. Todos los del pueblo que estaban presentes en la puerta con los ancianos dijeron: —Somos testigos. Jehovah haga a la mujer que entra en tu casa, como a Raquel y a Lea, quienes juntas edificaron la casa de Israel. ¡Que te hagas poderoso en Efrata, y tengas renombre en Belén! Con los descendientes que Jehovah te dé por medio de esta joven, sea tu casa como la casa de Fares, el cual Tamar dio a Judá. Boaz tomó a Rut, y ella fue su mujer. El se unió a ella, y Jehovah le concedió que concibiera y diera a luz un hijo. Entonces las mujeres decían a Noemí: —¡Alabado sea Jehovah, que hizo que no te faltase hoy un pariente redentor! ¡Que su nombre sea celebrado en Israel! El restaurará tu vida y sustentará tu vejez, porque tu nuera, que te ama y te es mejor que siete hijos, lo ha dado a luz. Noemí tomó al niño, lo puso en su seno y fue su ama. Y las vecinas le dieron nombre, diciendo: —¡Un hijo le ha nacido a Noemí! Y le pusieron por nombre Obed. El fue el padre de Isaí, padre de David. Esta es la historia de los descendientes de Fares: Fares engendró a Hesrón. Hesrón engendró a Ram. Ram engendró a Aminadab. Aminadab engendró a Najsón. Najsón engendró a Salmón. Salmón engendró a Boaz. Boaz engendró a Obed. Obed engendró a Isaí, e Isaí engendró a David. Había un hombre de Ramataim-zofim, de la región montañosa de Efraín, el cual se llamaba Elcana. Era hijo de Jerojam, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Zuf el efrateo. Y tenía dos mujeres: Una se llamaba Ana, y la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no los tenía. Aquel hombre subía año tras año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios a Jehovah de los Ejércitos en Silo. Allí estaban los dos hijos de Elí: Ofni y Fineas, sacerdotes de Jehovah. Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba porciones a Penina su mujer y a todos sus hijos e hijas. Y aunque a Ana le daba una sola porción, él la amaba, a pesar de que Jehovah había cerrado su matriz. Pero su rival la irritaba continuamente para humillarla, porque Jehovah había cerrado su matriz. Así hacía cada año, cuando subía a la casa de Jehovah; ella la irritaba, por lo cual Ana lloraba y no comía. Y Elcana su marido le dijo: —Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué está afligido tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos? Después de haber comido y bebido en Silo, Ana se levantó; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto al poste de la puerta del templo de Jehovah, ella oró a Jehovah con amargura de alma y lloró mucho. E hizo un voto diciendo: —Oh Jehovah de los Ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que le das un hijo varón, entonces yo lo dedicaré a Jehovah por todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza. Sucedió que mientras ella oraba largamente delante de Jehovah, Elí observaba la boca de ella. Ana hablaba en su corazón; sólo se movían sus labios, pero no se oía su voz. Elí creyó que ella estaba ebria. Y le preguntó Elí: —¿Hasta cuándo vas a estar ebria? ¡Aparta de ti el vino! Ana respondió y dijo: —No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu. No he bebido vino ni licor, sino que he derramado mi alma delante de Jehovah. No pienses que tu sierva es una mujer impía. Es por mi gran congoja y por mi aflicción que he hablado hasta ahora. Elí respondió y le dijo: —Vé en paz, y que el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho. Ella dijo: —Que tu sierva halle gracia ante tus ojos. La mujer siguió su camino. Después comió y no estuvo más triste. Se levantaron de madrugada y adoraron delante de Jehovah. Y volviéndose, llegaron a su casa en Ramá. Elcana conoció a Ana su mujer, y Jehovah se acordó de ella. Y sucedió que a su debido tiempo, Ana concibió y dio a luz un hijo. Y le puso por nombre Samuel, diciendo: "Porque se lo pedí a Jehovah." Después aquel hombre, Elcana, subió con toda su familia, para ofrecer a Jehovah el sacrificio anual y cumplir su voto. Pero Ana no fue, sino que dijo a su marido: —Tan pronto como el niño sea destetado, lo llevaré para que sea presentado ante Jehovah y se quede allí para siempre. Y Elcana su marido le respondió: —Haz lo que te parezca bien; quédate hasta que lo destetes. ¡Sólo que Jehovah cumpla la palabra que sale de tu boca! Así que la mujer se quedó y amamantó a su hijo hasta que lo destetó. Y después de haberlo destetado, lo llevó consigo y lo trajo a la casa de Jehovah en Silo, junto con un toro de tres años, un efa de harina y una vasija de vino. El niño era pequeño. Después de degollar el toro llevaron el niño a Elí. Y ella dijo: —¡Oh, señor mío! Vive tu alma, oh señor mío, que yo soy aquella mujer que estuvo de pie aquí, junto a ti, orando a Jehovah. Por este niño oraba, y Jehovah me ha concedido lo que le pedí. Por eso yo también lo dedico a Jehovah; y estará dedicado a Jehovah todos los días de su vida. Y adoraron allí a Jehovah. Entonces Ana oró y dijo: "Mi corazón se regocija en Jehovah; mi poder se enaltece en Jehovah. Mi boca se ensancha contra mis enemigos, porque me he alegrado en tu salvación. "No hay santo como Jehovah, porque no hay ninguno aparte de ti; no hay roca como nuestro Dios. No multipliquéis palabras altaneras; cesen en vuestra boca las palabras insolentes. Porque Jehovah es un Dios de todo saber; por él son examinadas las acciones. "Los arcos de los fuertes son quebrados, pero los que tropiezan se ciñen de poder. Los que estaban saciados se alquilan por comida, pero los que estaban hambrientos dejan de estarlo. Aun la que era estéril da a luz siete hijos, pero la que tenía muchos hijos languidece. "Jehovah hace morir y hace vivir. El hace descender al Seol y hace subir. Jehovah hace empobrecer y hace enriquecer. El humilla y enaltece. El levanta del polvo al pobre, y al necesitado enaltece desde la basura, para hacerle sentar con los nobles y hacerle poseer un trono de honor. Porque de Jehovah son las columnas de la tierra, y sobre ellas asentó el mundo. "El guarda los pies de sus fieles, pero los impíos perecen en las tinieblas; porque nadie triunfará por su propia fuerza. Jehovah quebrantará a sus adversarios; contra ellos tronará desde los cielos. Jehovah juzgará los confines de la tierra. El dará fortaleza a su rey y enaltecerá el poder de su ungido." Después, Elcana regresó a su casa en Ramá, pero el niño servía a Jehovah delante del sacerdote Elí. Los hijos de Elí eran hombres impíos, que no tenían conocimiento de Jehovah. Los sacerdotes acostumbraban a proceder con el pueblo de esta manera: Cuando alguno ofrecía un sacrificio, y mientras era cocida la carne, el criado del sacerdote iba con un tenedor de tres dientes en su mano, y lo metía en el perol, en el caldero, en la olla o en la marmita. Y todo lo que sacaba el tenedor, el sacerdote lo tomaba para sí. Esto hacían con todo israelita que iba allí a Silo. Asimismo, el criado del sacerdote iba, aun antes que quemaran el sebo, y decía al que sacrificaba: "Da al sacerdote carne para asar, porque no tomará de ti carne cocida, sino cruda." Si el hombre le respondía: "Deja que primero hagan arder el sebo, y después toma todo lo que te apetezca," él decía: "No, dámela ahora mismo; de lo contrario, la tomaré por la fuerza." El pecado de los jóvenes era muy grande delante de Jehovah, porque los hombres trataban con irreverencia las ofrendas de Jehovah. El niño Samuel servía delante de Jehovah, vestido con un efod de lino. Su madre le hacía año tras año una túnica pequeña, y se la llevaba cuando iba con su marido para ofrecer el sacrificio anual. Entonces Elí bendecía a Elcana y a su mujer diciendo: "Jehovah te dé hijos de esta mujer, en lugar de este que ella pidió a Jehovah." Y regresaban a su casa. Jehovah visitó a Ana con su favor, y ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el niño Samuel crecía delante de Jehovah. Elí ya era muy anciano y oía todo lo que hacían sus hijos a todo Israel, y cómo se acostaban con las mujeres que servían a la entrada del tabernáculo de reunión. El les preguntó: —¿Por qué hacéis semejantes cosas? Yo oigo de todo este pueblo acerca de vuestras malas acciones. No, hijos míos, no es bueno el rumor que oigo y que el pueblo de Jehovah difunde. Si un hombre peca contra otro hombre, Dios intercederá por él; pero si alguno peca contra Jehovah, ¿quién intercederá por él? Sin embargo, ellos no escucharon la voz de su padre, porque Jehovah quería hacerlos morir. Y el niño Samuel crecía en estatura y en gracia para con Dios y los hombres. Entonces un hombre de Dios vino a Elí y le dijo: "Así dice Jehovah: ‘Yo me manifesté claramente a la casa de tu padre, cuando estaban en Egipto al servicio de la casa del faraón. Yo le escogí como sacerdote mío entre todas las tribus de Israel, para que subiera a mi altar, quemara el incienso y llevara el efod en mi presencia. Yo he dado a la casa de tu padre todas las ofrendas quemadas de los hijos de Israel. ¿Por qué habéis desdeñado mis sacrificios y mis ofrendas que mandé ofrecer en mi morada? Has honrado a tus hijos más que a mí, y os habéis engordado con lo mejor de todas las ofrendas de mi pueblo Israel.’ "Por tanto, dice Jehovah Dios de Israel: ‘En verdad, yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre estarían delante de mí para siempre.’ Pero ahora, dice Jehovah: ¡De ninguna manera! Yo honraré a los que me honran, pero los que me desprecian serán tenidos en poco. He aquí vienen días cuando cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que en tu casa no haya ancianos. Tú verás que tu morada padece necesidad, mientras yo colmo de bienes a Israel; y jamás habrá ancianos en tu casa. Pero no eliminaré completamente a los tuyos que sirven en mi altar, para consumir tus ojos y llenar tu alma de dolor. Todos los descendientes de tu casa morirán en la edad viril. Te servirá de señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Fineas: Ambos morirán en el mismo día. Pero yo levantaré para mí un sacerdote fiel que actúe conforme a mi corazón y a mi alma. Le edificaré una casa firme, y él andará en presencia de mi ungido todos los días. Y sucederá que el que quede de tu casa irá a postrarse delante de él por un poco de dinero y por un bocado de pan, diciéndole: ‘Por favor, asóciame con alguno de los servicios sacerdotales, a fin de que yo tenga un poco de pan para comer.’" El joven Samuel servía a Jehovah delante de Elí. La palabra de Jehovah escaseaba en aquellos días, y no había visiones con frecuencia. Pero aconteció cierto día, mientras Elí (cuyos ojos habían comenzado a debilitarse, de modo que no podía ver) estaba acostado en su aposento y Samuel dormía en el templo de Jehovah donde estaba el arca de Dios, que antes que la lámpara de Dios fuese apagada, Jehovah llamó a Samuel, y él respondió: —Heme aquí. Y corrió a Elí diciendo: —Heme aquí. ¿Para qué me has llamado? Elí respondió: —Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte. El se volvió y se acostó, y Jehovah volvió a llamar: —¡Samuel! Samuel se levantó, fue a Elí y dijo: —Heme aquí. ¿Para qué me has llamado? Elí respondió: —Hijo mío, yo no te he llamado. Vuelve a acostarte. Samuel todavía no conocía a Jehovah, ni la palabra de Jehovah le había sido aún revelada. Jehovah llamó por tercera vez a Samuel; y él se levantó, fue a Elí y dijo: —Heme aquí. ¿Para qué me has llamado? Entonces Elí entendió que Jehovah llamaba al joven. Y Elí dijo a Samuel: —Vé y acuéstate; y sucederá que si te llama, dirás: "Habla, oh Jehovah, que tu siervo escucha." Samuel se fue y se acostó en su sitio. Entonces vino Jehovah, se paró y llamó como las otras veces: —¡Samuel, Samuel! Samuel respondió: —Habla, que tu siervo escucha. Y Jehovah dijo a Samuel: —He aquí, yo voy a hacer algo en Israel, que a quien lo escuche le retiñirán ambos oídos. Aquel día cumpliré contra Elí, de principio a fin, todas las cosas que he hablado contra su casa. Yo le he declarado que juzgaré a su casa para siempre, por la iniquidad que él conoce; porque sus hijos han blasfemado contra Dios, y él no les ha reprochado. Por tanto, he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de su casa jamás será expiada, ni con sacrificios ni con ofrendas. Samuel permaneció acostado hasta la mañana. Luego abrió las puertas de la casa de Jehovah, pero Samuel temía contar la visión a Elí. Entonces Elí llamó a Samuel y le dijo: —Hijo mío, Samuel. El respondió: —Heme aquí. El le preguntó: —¿Qué es lo que te ha hablado? Por favor, no me lo encubras. Así te haga Dios y aun te añada, si me encubres una palabra de todo lo que ha hablado contigo. Samuel se lo contó todo sin encubrirle nada. Entonces él dijo: —¡El es Jehovah! Que haga lo que le parezca bien. Samuel crecía, y Jehovah estaba con él y no dejaba sin cumplir ninguna de sus palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, sabía que Samuel estaba acreditado como profeta de Jehovah. Jehovah volvió a manifestarse en Silo, pues era en Silo donde Jehovah se revelaba a Samuel mediante la palabra de Jehovah. Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Por aquel tiempo Israel salió en pie de guerra al encuentro de los filisteos, y acampó junto a Eben-ezer, mientras que los filisteos acamparon en Afec. Los filisteos se dispusieron para combatir contra Israel; y cuando se libró la batalla, Israel fue vencido ante los filisteos, quienes mataron en el campo de batalla a unos 4.000 hombres. Cuando el pueblo volvió al campamento, los ancianos de Israel preguntaron: —¿Por qué nos ha causado hoy Jehovah una derrota ante los filisteos? Hagamos traer acá desde Silo el arca del pacto de Jehovah, a fin de que venga en medio de nosotros y nos libre de mano de nuestros enemigos. Entonces el pueblo envió a Silo, e hicieron traer de allí el arca del pacto de Jehovah de los Ejércitos, que tiene su trono entre los querubines. Ofni y Fineas, los dos hijos de Elí, estaban allí con el arca del pacto de Dios. Aconteció que cuando el arca del pacto de Jehovah llegó al campamento, todo Israel gritó con un júbilo tan grande que la tierra tembló. Cuando los filisteos oyeron el estruendo del júbilo, preguntaron: —¿A qué se debe este estruendo de gran júbilo en el campamento de los hebreos? Cuando se enteraron de que el arca de Jehovah había sido traída al campamento, los filisteos tuvieron miedo. Y decían: —¡Los dioses han venido al campamento! —Y añadían—: ¡Ay de nosotros, porque semejante cosa no había sucedido antes! ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de mano de estos dioses fuertes? Estos son los dioses que hirieron a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto. Esforzaos, oh filisteos, y sed hombres, para que no sirváis a los hebreos como ellos os han servido a vosotros. ¡Sed hombres y combatid! Los filisteos combatieron, e Israel fue vencido; y cada uno huyó a su morada. Ocurrió una gran derrota, pues cayeron de Israel 30.000 hombres de infantería. El arca de Dios fue tomada, y fueron muertos Ofni y Fineas, los dos hijos de Elí. Aquel mismo día, cierto hombre de Benjamín corrió desde el campo de batalla hasta Silo, con la ropa rasgada y tierra sobre su cabeza. Cuando llegó, he aquí que Elí estaba sentado en un banco vigilando junto al camino, porque su corazón temblaba a causa del arca de Dios. Cuando aquel hombre llegó a la ciudad y dio la noticia, toda la ciudad prorrumpió en griterío. Al oír Elí el estruendo del griterío, preguntó: —¿Qué estruendo de alboroto es éste? El hombre se dio prisa, vino y dio la noticia a Elí. Elí tenía ya 98 años; sus pupilas estaban inmóviles, de modo que no podía ver. El hombre dijo a Elí: —Soy el que ha venido de la batalla; hoy escapé de la batalla. Y Elí le preguntó: —¿Qué ha pasado, hijo mío? El mensajero respondió y dijo: —Israel ha huido delante de los filisteos. Ha ocurrido una gran mortandad entre el pueblo. También han muerto tus dos hijos, Ofni y Fineas; y el arca de Dios ha sido capturada. Y aconteció que cuando él mencionó el arca de Dios, Elí cayó de espaldas del banco, junto a la puerta. Se quebró la nuca, y murió, porque era hombre anciano y obeso. El había juzgado a Israel durante cuarenta años. También su nuera, la mujer de Fineas, que estaba encinta y próxima a dar a luz, al oír la noticia de que el arca de Dios había sido capturada y que su suegro y su marido habían muerto, se encorvó y dio a luz; porque le sobrevinieron sus dolores. Al tiempo que moría, le decían las que estaban junto a ella: —No tengas temor, porque has dado a luz un hijo. Pero ella no respondió ni prestó atención. Ella llamó al niño Icabod diciendo: —La gloria se ha apartado de Israel. Dijo esto porque el arca de Dios había sido capturada, y por lo ocurrido a su suegro y a su marido. Ella dijo: —La gloria se ha apartado de Israel, porque el arca de Dios ha sido capturada. Después de haber capturado el arca de Dios, los filisteos la llevaron de Eben-ezer a Asdod. Los filisteos tomaron el arca de Dios, la introdujeron en el templo de Dagón y la pusieron junto a Dagón. Y cuando los de Asdod se levantaron temprano al día siguiente, he aquí que Dagón estaba caído en tierra sobre su rostro, frente al arca de Jehovah. Entonces tomaron a Dagón y lo pusieron otra vez en su sitio. Pero al levantarse temprano al día siguiente, he aquí que Dagón estaba caído en tierra sobre su rostro, frente al arca de Jehovah; y la cabeza y las manos de Dagón estaban cortadas, sobre el umbral. Sólo el tronco le había quedado a Dagón. Por esta razón los sacerdotes de Dagón, y todos los que entran en el templo de Dagón, no pisan el umbral de Dagón en Asdod, hasta el día de hoy. La mano de Jehovah se agravó contra los de Asdod: Los asoló y los hirió con tumores, tanto en Asdod como en sus territorios. Al ver esto, los hombres de Asdod dijeron: —¡Que no se quede con nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano es dura sobre nosotros y sobre Dagón nuestro dios! Entonces mandaron reunirse con ellos a todos los gobernantes de los filisteos y les preguntaron: —¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel? Ellos respondieron: —Que el arca del Dios de Israel sea trasladada a Gat. Y trasladaron el arca del Dios de Israel. Pero aconteció, después que la habían trasladado, que la mano de Jehovah fue contra la ciudad ocasionando gran pánico. E hirió a los hombres de la ciudad, desde el menor hasta el mayor, de modo que aparecieron en ellos tumores. Entonces enviaron el arca de Dios a Ecrón. Y sucedió que cuando el arca de Dios llegó a Ecrón, los de Ecrón dieron voces diciendo: —¡Han trasladado hasta nosotros el arca del Dios de Israel, para que nos haga morir a nosotros y a nuestro pueblo! Entonces mandaron reunir a todos los gobernantes de los filisteos, y dijeron: —Enviad el arca del Dios de Israel y que vuelva a su lugar, no sea que nos mate a nosotros y a nuestro pueblo. Pues había pánico de muerte en toda la ciudad, y la mano de Dios se había agravado allí. Los hombres que no habían muerto fueron llagados con tumores, y el clamor de la ciudad subía hasta el cielo. El arca de Jehovah estuvo en la tierra de los filisteos siete meses. Entonces los filisteos llamaron a los sacerdotes y adivinos, y les preguntaron: —¿Qué haremos con el arca de Jehovah? Dadnos a conocer cómo la hemos de enviar a su lugar. Ellos respondieron: —Si enviáis el arca del Dios de Israel, no la enviéis sola; sino más bien, enviadle una ofrenda por la culpa. Entonces seréis sanados y entenderéis por qué su mano no se apartó de vosotros. Ellos preguntaron: —¿Cuál será la ofrenda por la culpa que le hemos de enviar? Ellos respondieron: —Daréis cinco tumores de oro y cinco ratones de oro, conforme al número de los gobernantes de los filisteos, porque la misma plaga os ha afligido a todos vosotros y a vuestros gobernantes. Haced, pues, figuras de vuestros tumores y de los ratones que destruyen la tierra, y dad gloria al Dios de Israel; quizás aligere el peso de su mano sobre vosotros, sobre vuestros dioses y sobre vuestra tierra. ¿Por qué endureceréis vuestro corazón, como los egipcios y el faraón endurecieron su corazón? Después que él se había mofado de ellos, ¿no los dejaron ir, y se fueron? Haced, pues, una carreta nueva; luego tomad dos vacas que estén criando, sobre las cuales no haya sido puesto yugo; uncid las vacas a la carreta y haced volver sus terneros, de detrás de ellas, al corral. Tomad luego el arca de Jehovah y ponedla sobre la carreta. Poned junto a ella, en una caja, los objetos de oro que le habéis de dar como ofrenda por la culpa, y dejadla ir. Entonces mirad: Si sube a Bet-semes por el camino hacia su territorio, entonces es Jehovah quien nos ha hecho este mal tan grande. Si no, nos convenceremos de que no fue su mano la que nos hirió, sino que nos ha sucedido por casualidad. Y los hombres lo hicieron así. Tomaron dos vacas que estaban criando, las uncieron a la carreta y encerraron sus terneros en el corral. Luego pusieron sobre la carreta el arca de Jehovah y la caja con los ratones de oro y las figuras de sus tumores. Entonces las vacas se fueron de frente por el camino de Bet-semes. Iban por el camino, mugiendo mientras iban, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. Y los gobernantes de los filisteos fueron tras ellas hasta la frontera de Bet-semes. Los habitantes de Bet-semes estaban segando el trigo en el valle, y alzando sus ojos divisaron el arca y se alegraron al verla. La carreta llegó al campo de Josué, de Bet-semes, y se detuvo allí, porque había una gran piedra. Entonces ellos partieron la madera de la carreta y ofrecieron las vacas en holocausto a Jehovah. Los levitas bajaron el arca de Jehovah y la caja que estaba junto a ella, en la cual estaban los objetos de oro, y las pusieron sobre aquella gran piedra. Aquel día los hombres de Bet-semes hicieron holocaustos y ofrecieron sacrificios a Jehovah. Cuando los cinco gobernantes de los filisteos vieron esto, regresaron a Ecrón el mismo día. Los tumores de oro que los filisteos dieron a Jehovah como ofrenda por la culpa fueron: uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat y uno por Ecrón. También los ratones de oro fueron según el número de todas las ciudades filisteas de los cinco gobernantes, tanto las ciudades fortificadas como sus aldeas sin muros. La gran piedra, sobre la cual colocaron el arca de Jehovah, está en el campo de Josué, de Bet-semes, hasta el día de hoy. Entonces Dios hirió a algunos de los hombres de Bet-semes, porque habían mirado dentro del arca de Jehovah. Hirió a setenta personas del pueblo. Y el pueblo hizo duelo, porque Jehovah los había herido con una plaga tan grande. Los hombres de Bet-semes dijeron: —¿Quién podrá estar delante de Jehovah, este Dios santo? ¿Y a quién irá desde nosotros? Entonces enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat-jearim, y dijeron: —Los filisteos han devuelto el arca de Jehovah. Descended y subidla a vuestro lugar. Los hombres de Quiriat-jearim vinieron, subieron el arca de Jehovah y la llevaron a la casa de Abinadab, en la colina. Luego consagraron a su hijo Eleazar para que guardase el arca de Jehovah. Aconteció que desde el día en que el arca llegó a Quiriat-jearim, pasó mucho tiempo, unos veinte años; y toda la casa de Israel gemía por Jehovah. Entonces Samuel habló a toda la casa de Israel, diciendo: —Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehovah, quitad de en medio de vosotros los dioses extraños y las Astartes, y preparad vuestro corazón para Jehovah. Servidle sólo a él, y él os librará de mano de los filisteos. Entonces los hijos de Israel quitaron los Baales y las Astartes, y sirvieron sólo a Jehovah. Y Samuel dijo: —Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehovah. Se reunieron en Mizpa, sacaron agua y la vertieron delante de Jehovah. Aquel día ayunaron allí y dijeron: —Hemos pecado contra Jehovah. Y Samuel juzgaba a los hijos de Israel en Mizpa. Cuando los filisteos oyeron que los hijos de Israel se habían reunido en Mizpa, los gobernantes de ellos subieron contra Israel. Al oír esto, los hijos de Israel tuvieron temor de los filisteos. Y los hijos de Israel dijeron a Samuel: —No ceses de clamar por nosotros a Jehovah nuestro Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos. Entonces Samuel tomó un cordero de leche y lo ofreció entero a Jehovah, como holocausto. Samuel clamó a Jehovah por Israel, y Jehovah le escuchó. Y aconteció que mientras Samuel ofrecía el holocausto, los filisteos se acercaron para combatir contra los hijos de Israel. Pero Jehovah tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos. El los confundió, y ellos fueron derrotados ante Israel. Los hombres de Israel salieron de Mizpa y persiguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta abajo de Betcar. Luego Samuel tomó una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y la llamó Eben-ezer, diciendo: —¡Hasta aquí nos ayudó Jehovah! Así los filisteos fueron sometidos y no volvieron más a invadir el territorio de Israel. La mano de Jehovah estuvo contra los filisteos todo el tiempo de Samuel. Y fueron restituidas a Israel las ciudades que los filisteos le habían tomado desde Ecrón hasta Gat. Israel rescató sus territorios de mano de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y los amorreos. Samuel juzgó a Israel todo el tiempo que vivió. El iba año tras año y hacía un recorrido por Betel, Gilgal y Mizpa; y juzgaba a Israel en todos estos lugares. Después regresaba a Ramá, pues allí estaba su casa; y allí también juzgaba a Israel. Allí mismo edificó un altar a Jehovah. Aconteció que habiendo envejecido Samuel, puso a sus hijos como jueces de Israel. Su hijo primogénito se llamaba Joel, y su segundo, Abías. Ellos fueron jueces en Beerseba. Pero sus hijos no andaban en los caminos de él. Más bien, se desviaron tras las ganancias deshonestas, aceptando soborno y pervirtiendo el derecho. Entonces todos los ancianos de Israel se reunieron y fueron a Samuel, en Ramá, y le dijeron: —He aquí que tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos. Por eso, constitúyenos ahora un rey que nos gobierne, como tienen todas las naciones. Estas palabras desagradaron a Samuel, porque dijeron: "Danos un rey que nos gobierne." Samuel oró a Jehovah, y Jehovah le dijo: —Escucha la voz del pueblo en todo lo que te diga, porque no es a ti a quien han desechado. Es a mí a quien han desechado, para que no reine sobre ellos. De la misma manera que han hecho conmigo desde el día en que los saqué de Egipto hasta el día de hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, así hacen contigo también. Ahora pues, escucha su voz, pero adviérteles solemnemente y declárales cuál será el proceder del rey que ha de reinar sobre ellos. Samuel refirió todas las palabras de Jehovah al pueblo que le había pedido un rey. Y dijo: —Este será el proceder del rey que reine sobre vosotros: Tomará a vuestros hijos y los pondrá en sus carros y en su caballería, para que corran delante de su carro. Nombrará para sí jefes de millares y jefes de cincuenta. Hará que aren sus campos y sieguen su mies, que fabriquen sus armas de guerra y el equipo de sus carros. Tomará a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y panaderas. También tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus servidores. Tomará el diezmo de vuestros granos y viñedos para dárselo a sus funcionarios y servidores. Tomará a vuestros siervos, a vuestras siervas, vuestros mejores bueyes y vuestros mejores asnos para ocuparlos en sus obras. También tomará el diezmo de vuestros rebaños, y vosotros mismos seréis sus siervos. Aquel día clamaréis a causa de vuestro rey que os habréis elegido, pero aquel día Jehovah no os escuchará. Sin embargo, el pueblo rehusó escuchar a Samuel. Y dijeron: —¡No! Más bien, que haya rey sobre nosotros. Entonces nosotros seremos también como todas las naciones. Nuestro rey nos gobernará, saldrá al frente de nosotros y llevará a cabo nuestras batallas. Samuel escuchó todas las palabras del pueblo y las refirió a oídos de Jehovah. Y Jehovah dijo a Samuel: —Escucha su voz y constituye un rey sobre ellos. Entonces Samuel dijo a los hombres de Israel: —Regrese cada uno a su ciudad. Había un hombre de Benjamín que se llamaba Quis hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afíaj, hijo de un hombre de Benjamín, un guerrero valiente. Este tenía un hijo que se llamaba Saúl, joven y apuesto. Entre los hijos de Israel no había otro mejor que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo. A Quis, padre de Saúl, se le perdieron sus asnas. Entonces Quis dijo a su hijo Saúl: —Por favor, toma contigo a uno de los criados, levántate y vé a buscar las asnas. Ellos pasaron por la región montañosa de Efraín, y de allí a la tierra de Salisa, pero no las hallaron. Entonces pasaron por la tierra de Saalim, y tampoco. Después pasaron por la tierra de Benjamín, pero no las hallaron. Cuando llegaron a la tierra de Zuf, Saúl dijo a su criado que le acompañaba: —Ven, volvámonos, porque quizás mi padre, dejando de preocuparse por las asnas, esté preocupado por nosotros. El le respondió: —He aquí, en esta ciudad hay un hombre de Dios, un hombre muy respetado. Todo lo que él dice sucede sin fallar. Ahora vamos allá; quizás nos señale el camino por donde debemos ir. Saúl respondió a su criado: —Pero si vamos, ¿qué llevaremos al hombre? Porque el pan de nuestras alforjas ya se ha acabado. No tenemos un presente que llevar al hombre de Dios. ¿Qué tenemos? El criado volvió a responder a Saúl y dijo: —He aquí, tengo en mi poder la cuarta parte de un siclo de plata. Se lo daré al hombre de Dios para que nos indique nuestro camino. Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios decía: "Venid y vayamos al vidente"; porque al profeta de hoy, antiguamente se le llamaba vidente. Entonces Saúl dijo a su criado: —Bien dices; anda, vamos. Fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios. Y cuando subían por la cuesta de la ciudad, se encontraron con unas jóvenes que salían a sacar agua. A éstas les preguntaron: —¿Está el vidente en este lugar? Ellas les respondieron diciendo: —Sí. Allí está delante de ti. Ahora date prisa, porque hoy ha venido a la ciudad con motivo del sacrificio que el pueblo tiene hoy en el lugar alto. Cuando entréis en la ciudad, le encontraréis antes que él suba al lugar alto para comer. Porque el pueblo no comerá hasta que él haya llegado, pues él ha de bendecir el sacrificio. Después comerán los invitados. Ahora pues, subid, y de inmediato le encontraréis. Entonces ellos subieron a la ciudad. Y cuando estuvieron en medio de la ciudad, he aquí que Samuel venía hacia ellos para subir al lugar alto. Un día antes que llegase Saúl, Jehovah le había revelado al oído a Samuel, diciendo: "Mañana a esta misma hora te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín. A éste ungirás como soberano de mi pueblo Israel. El librará a mi pueblo de mano de los filisteos, porque yo he visto la aflicción de mi pueblo, y su clamor ha llegado hasta mí." Cuando Samuel vio a Saúl, Jehovah le dijo: —He aquí el hombre de quien te hablé; éste gobernará a mi pueblo. Cuando Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta de la ciudad, le dijo: —Muéstrame, por favor, dónde está la casa del vidente. Samuel respondió a Saúl diciendo: —Yo soy el vidente. Subid delante de mí al lugar alto, y comed hoy conmigo. Mañana por la mañana te despediré y te diré todo lo que está en tu corazón. Y en cuanto a las asnas que se te perdieron hace tres días, no te preocupes, porque ya han sido halladas. Pero, ¿para quién será todo lo más preciado en Israel? ¿Acaso no será para toda la casa de tu padre? Saúl respondió diciendo: —¿No soy yo de Benjamín, la más pequeña de las tribus de Israel? ¿Y no es mi familia la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho semejante cosa? Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, los hizo entrar en la sala, y les dio lugar a la cabecera de los invitados, que eran unos treinta hombres. Y Samuel dijo al cocinero: —Trae acá la porción que te di, la cual te dije que guardaras aparte. El cocinero tomó un muslo, lo sacó y lo puso delante de Saúl. Y Samuel dijo: —He aquí lo que estaba reservado; ponlo delante de ti y come, porque para esta ocasión fue guardado para ti cuando dije: "Yo he invitado al pueblo." Así que aquel día Saúl comió con Samuel. Y cuando habían descendido del lugar alto a la ciudad, él habló con Saúl en la azotea. Al día siguiente madrugaron, y sucedió que al tiempo de la aurora Samuel llamó a Saúl que estaba en la azotea, y le dijo: —Levántate para que te despida. Saúl se levantó, y salieron ambos, él y Samuel. Descendieron al extremo de la ciudad, y Samuel dijo a Saúl: —Dile al criado que se nos adelante, pero tú espera un poco para que te declare la palabra de Dios. Y el criado se adelantó. Entonces Samuel tomó un frasco de aceite, lo derramó sobre la cabeza de Saúl y le besó diciéndole: —¿No te ha ungido Jehovah como el soberano de su heredad? Hoy, cuando te hayas apartado de mí, hallarás a dos hombres junto al sepulcro de Raquel en Zelzaj, en la frontera de Benjamín. Ellos te dirán: "Las asnas que fuiste a buscar han sido halladas. Y he aquí que tu padre ha dejado de lado el asunto de las asnas y está preocupado por vosotros, diciendo: ‘¿Qué haré acerca de mi hijo?’" Cuando sigas de allí más adelante y llegues a la encina de Tabor, saldrán a tu encuentro tres hombres que suben a Dios en Betel, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de pan y el tercero una vasija de vino. Después que te hayan saludado, te darán dos panes, los cuales tomarás de sus manos. De allí irás a la colina de Dios donde está el destacamento de los filisteos. Sucederá que cuando hayas entrado en la ciudad, allí encontrarás a un grupo de profetas descendiendo del lugar alto, precedidos de liras, panderos, flautas y arpas; y ellos profetizando. Entonces el Espíritu de Jehovah descenderá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos; y serás cambiado en otro hombre. Y sucederá que cuando te hayan acontecido estas señales, haz lo que te venga a mano, porque Dios está contigo. Después descenderás antes que yo a Gilgal. Y he aquí que yo descenderé hacia ti para ofrecer holocaustos y sacrificios de paz. Espera siete días hasta que yo vaya a ti y te indique lo que has de hacer. Aconteció que cuando Saúl volvió la espalda para apartarse de Samuel, Dios le transformó el corazón; y todas estas señales se cumplieron aquel día. Cuando llegaron a la colina, he aquí que un grupo de profetas venía a su encuentro. Y el Espíritu de Dios descendió sobre él con poder, y él profetizó en medio de ellos. Sucedió que cuando todos los que le conocían antes vieron cómo profetizaba en medio de los profetas, los del pueblo se decían unos a otros: —¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¿También está Saúl entre los profetas? Un hombre de allí respondió diciendo: —¿Y quién es el padre de ellos? Así, pues, se originó el refrán: "¿También está Saúl entre los profetas?" Saúl cesó de profetizar y llegó al lugar alto. Y un tío de Saúl les preguntó a él y a su criado: —¿A dónde fuisteis? El respondió: —Fuimos a buscar las asnas; y como vimos que no aparecían, acudimos a Samuel. El tío de Saúl dijo: —Declárame, por favor, qué os ha dicho Samuel. Y Saúl respondió a su tío: —Nos declaró expresamente que las asnas habían sido halladas. Pero del asunto del reino, no le declaró nada de lo que Samuel le había hablado. Entonces Samuel convocó al pueblo delante de Jehovah, en Mizpa, y dijo a los hijos de Israel: —Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Yo saqué a Israel de Egipto, librándoos de mano de los egipcios y de mano de todos los reinos que os oprimieron. Pero vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios, quien os libra de todas vuestras desgracias y angustias, y habéis dicho: ‘¡No! Más bien, constituye un rey sobre nosotros.’ Ahora pues, presentaos delante de Jehovah por vuestras tribus y por vuestros millares." Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel, y fue tomada la tribu de Benjamín. Hizo que se acercara la tribu de Benjamín por sus clanes, y fue tomado el clan de Matri, y de éste fue elegido Saúl hijo de Quis. Y le buscaron, pero no le pudieron hallar. Entonces consultaron otra vez a Jehovah: —¿Aún ha de venir aquí ese hombre? Y Jehovah respondió: —He aquí que está escondido entre el equipaje. Ellos corrieron y le trajeron de allí. Y una vez en medio del pueblo, era más alto que todos, de los hombros para arriba. Samuel dijo a todo el pueblo: —¿Habéis visto al que Jehovah ha elegido? ¡De veras que no hay nadie como él en todo el pueblo! Y todo el pueblo gritaba diciendo: —¡Viva el rey! Luego Samuel explicó ante el pueblo el proceder de un rey, y lo escribió en un rollo que guardó delante de Jehovah. Entonces Samuel despidió a todo el pueblo, cada uno a su casa. Saúl también se fue a su casa en Gabaa, y fueron con él algunos hombres valerosos cuyos corazones Dios había tocado. Pero unos perversos dijeron: "¿Cómo nos va a librar éste?" Ellos le tuvieron en poco y no le llevaron un presente. Pero él calló. Najas el amonita subió y acampó contra Jabes, en Galaad, y todos los hombres de Jabes dijeron a Najas: —Haz alianza con nosotros, y te serviremos. Najas el amonita les respondió: —Haré alianza con vosotros con esta condición: que a cada uno de vosotros le saque el ojo derecho, de modo que yo ponga esta afrenta sobre todo Israel. Entonces los ancianos de Jabes le dijeron: —Danos siete días, para que enviemos mensajeros por todo el territorio de Israel. Si no hay quien nos libre, nos rendiremos a ti. Cuando los mensajeros llegaron a Gabaa de Saúl, dijeron estas palabras a oídos del pueblo. Y todo el pueblo alzó su voz y lloró. Y he aquí que Saúl venía del campo, tras los bueyes. Y Saúl preguntó: —¿Qué le pasa al pueblo, para que llore? Entonces le repitieron las palabras de los hombres de Jabes. Y cuando Saúl oyó estas palabras, el Espíritu de Dios descendió con poder sobre él, y se encendió su ira en gran manera. El tomó un par de bueyes, los cortó en pedazos y los envió por medio de mensajeros a todo el territorio de Israel, diciendo: "Así se hará con los bueyes del que no salga tras Saúl y Samuel." Entonces el temor de Jehovah cayó sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre. Saúl les pasó revista en Bezec: Los hijos de Israel eran 300.000, además de 30.000 hombres de Judá. Y a los mensajeros que habían venido les dijeron: "Así diréis a los hombres de Jabes, en Galaad: ‘Mañana, a la hora de más calor, seréis librados.’" Los mensajeros llegaron y lo dijeron a los hombres de Jabes, quienes se alegraron. Entonces los hombres de Jabes respondieron: —Mañana nos rendiremos a vosotros, para que hagáis con nosotros todo lo que os parezca bien. Y sucedió que al día siguiente, Saúl distribuyó el pueblo en tres escuadrones. Luego entraron en medio del campamento durante la vigilia de la mañana, e hirieron a los amonitas hasta la hora de más calor. Y sucedió que los que quedaron se dispersaron de tal manera que no quedaron dos de ellos juntos. Entonces el pueblo preguntó a Samuel: —¿Quiénes son los que decían: "¿Ha de reinar Saúl sobre nosotros?" ¡Entregadnos a esos hombres para que les demos muerte! Saúl respondió: —No morirá nadie en este día, porque Jehovah ha dado hoy una victoria en Israel. Entonces Samuel dijo al pueblo: —¡Venid y vayamos a Gilgal para que confirmemos allí el reino! Todo el pueblo acudió a Gilgal, y allí en Gilgal proclamaron rey a Saúl, delante de Jehovah. Allí también ofrecieron sacrificios de paz delante de Jehovah, y allí Saúl y todos los hombres de Israel se alegraron muchísimo. Entonces Samuel dijo a todo Israel: —He aquí que he escuchado vuestra voz en todo lo que me habéis dicho, y he constituido un rey sobre vosotros. Ahora, he aquí que vuestro rey irá delante de vosotros. Yo ya soy viejo y estoy lleno de canas, y he aquí que mis hijos están con vosotros. Yo he andado delante de vosotros desde mi juventud hasta el día de hoy. Heme aquí: Testificad contra mí en presencia de Jehovah y en presencia de su ungido. ¿De quién he tomado un buey? ¿De quién he tomado un asno? ¿A quién he defraudado? ¿A quién he oprimido? ¿De mano de quién he aceptado soborno para cerrar mis ojos por ello? Testificad contra mí, y yo os lo restituiré. Ellos respondieron: —No nos has defraudado ni nos has oprimido, ni has tomado nada de mano de nadie. El les dijo: —Jehovah es testigo contra vosotros. También su ungido es testigo en este día, que no habéis hallado en mi poder ninguna cosa. Ellos respondieron: —¡El es testigo! Entonces Samuel dijo al pueblo: —Jehovah es quien designó a Moisés y a Aarón, y sacó a vuestros padres de la tierra de Egipto. Ahora, presentaos para que yo exponga con vosotros el caso ante Jehovah, respecto a todos los actos de justicia que Jehovah ha hecho por vosotros y por vuestros padres. Después que Jacob entró en Egipto, vuestros padres clamaron a Jehovah, y Jehovah envió a Moisés y a Aarón, quienes sacaron de Egipto a vuestros padres y les hicieron habitar en este lugar. Pero ellos se olvidaron de Jehovah su Dios, y él los entregó en mano de Sísara, jefe del ejército de Hazor, en mano de los filisteos y en mano del rey de Moab, quienes les hicieron la guerra. Ellos clamaron a Jehovah y dijeron: "Hemos pecado, porque hemos abandonado a Jehovah y hemos servido a los Baales y a las Astartes. Pero ahora, líbranos de mano de nuestros enemigos, y te serviremos." Entonces Jehovah envió a Jerobaal, a Barac, a Jefté y a Samuel, y os libró de mano de vuestros enemigos de alrededor; y habitasteis seguros. Entonces, al ver que Najas, rey de los amonitas, venía contra vosotros, me dijisteis: "¡No! Más bien, que haya un rey que reine sobre nosotros," aun cuando Jehovah vuestro Dios era vuestro rey. Ahora pues, he aquí el rey que habéis elegido, el cual habéis pedido. He aquí que Jehovah ha constituido un rey sobre vosotros. Si teméis a Jehovah y le servís, si obedecéis su voz y no os rebeláis contra el mandato de Jehovah, entonces viviréis en pos de Jehovah vuestro Dios, tanto vosotros como el rey que reine sobre vosotros. Pero si no obedecéis la voz de Jehovah y si sois rebeldes al mandato de Jehovah, entonces la mano de Jehovah estará contra vosotros y contra vuestro rey. Presentaos, pues, ahora y ved esta maravilla que Jehovah va a hacer ante vuestros ojos. ¿No es ahora la siega del trigo? Sin embargo, yo invocaré a Jehovah, y él enviará truenos y aguaceros para que conozcáis y veáis que es grande la maldad que habéis cometido ante los ojos de Jehovah, al haber pedido un rey para vosotros. Samuel invocó a Jehovah, y aquel día Jehovah envió truenos y aguaceros. Y todo el pueblo temió en gran manera a Jehovah y a Samuel. Entonces todo el pueblo dijo a Samuel: —¡Ruega a Jehovah, tu Dios, por tus siervos, para que no muramos! Porque a todos nuestros pecados hemos añadido el mal de pedir un rey para nosotros. Y Samuel respondió al pueblo: —No temáis. Vosotros habéis cometido todo este mal; pero con todo, no os apartéis de en pos de Jehovah, sino servid a Jehovah con todo vuestro corazón. No os apartéis tras las vanidades que no sirven ni libran, ya que son vanidades. Pues Jehovah no desamparará a su pueblo, por causa de su gran nombre; porque él ha querido haceros pueblo suyo. En cuanto a mí, ¡lejos esté de mí pecar contra Jehovah dejando de rogar por vosotros! Al contrario, os instruiré en el camino bueno y recto. Solamente temed a Jehovah y servidle con fidelidad y con todo vuestro corazón, considerando cuán grandes cosas él ha hecho por vosotros. Pero si perseveráis en hacer el mal, vosotros y vuestro rey pereceréis. Saúl tenía 30 años cuando comenzó a reinar, y reinó sobre Israel 40 y 2 años. Saúl escogió para sí 3.000 hombres de Israel; y de ellos 2.000 estaban con Saúl en Micmas y en la región montañosa de Betel, y 1.000 estaban con Jonatán en Gabaa de Benjamín. Y despidió al resto del pueblo, cada uno a su morada. Entonces Jonatán atacó el destacamento de los filisteos que había en Geba, y lo oyeron los filisteos. Luego Saúl hizo tocar la corneta por todo el país, diciendo: "¡Oigan los hebreos!" Y todo Israel oyó que se decía: "Saúl ha atacado el destacamento de los filisteos, y también Israel se ha hecho odioso a los filisteos." Entonces el pueblo fue convocado en Gilgal para seguir a Saúl. También los filisteos se reunieron para combatir contra Israel, movilizando 3.000 carros, 6.000 jinetes y gente tan numerosa como la arena de la orilla del mar. Ellos subieron y acamparon en Micmas, al este de Bet-avén. Cuando los hombres de Israel se vieron en aprietos, porque el pueblo fue puesto en apuros, se escondieron en cuevas, grietas, peñascos, fosas y cisternas. Y algunos de los hebreos cruzaron el Jordán hacia la tierra de Gad y de Galaad. Saúl estaba aún en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él, temblando. El esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había señalado. Pero como Samuel no venía a Gilgal y el pueblo se le dispersaba, Saúl dijo: —Traedme el holocausto y los sacrificios de paz. El ofreció el holocausto. Y sucedió que al acabar de ofrecer el holocausto, he aquí que venía Samuel. Saúl le salió al encuentro para saludarle, y Samuel le preguntó: —¿Qué has hecho? Saúl respondió: —Cuando vi que el pueblo se me dispersaba, que tú no venías en el plazo señalado y que los filisteos estaban reuniéndose en Micmas, entonces pensé: "Los filisteos descenderán ahora a Gilgal contra mí, y yo no he implorado el favor de Jehovah." Por eso me vi forzado y ofrecí el holocausto. Entonces Samuel dijo a Saúl: —Has actuado torpemente. No guardaste el mandamiento que Jehovah tu Dios te dio. ¡Pues ahora Jehovah hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre! Pero ahora tu reino no será duradero. Jehovah se ha buscado un hombre según su corazón, a quien Jehovah ha designado como el soberano de su pueblo, porque tú no has guardado lo que Jehovah te mandó. Entonces Samuel se levantó y subió de Gilgal a Gabaa de Benjamín. Saúl pasó revista a la gente que se hallaba con él, unos 600 hombres. Entonces Saúl, su hijo Jonatán y la gente que se hallaba con ellos se quedaron en Gabaa de Benjamín. Los filisteos habían acampado en Micmas, y de su campamento salieron los destructores en tres escuadrones. Un escuadrón se dirigió por el camino de Ofra hacia la tierra de Sual. Otro escuadrón se dirigió hacia Bet-jorón, y el tercer escuadrón se dirigió hacia la región que mira al valle de Zeboím, hacia el desierto. En toda la tierra de Israel no había un solo herrero, porque los filisteos habían dicho: "No sea que los hebreos se hagan espadas o lanzas." Todos los israelitas iban a los filisteos para afilar cada uno su reja de arado, su azadón, su hacha o su hoz. El afilado costaba un pim, tanto para las rejas de arado, como para los azadones, los tridentes, las hachas o para afinar las aguijadas. Sucedió, pues, que en el día de la batalla no había ni una espada ni una lanza en poder de ninguno de los que estaba con Saúl y con Jonatán, excepto Saúl y su hijo Jonatán, que sí las tenían. Después el destacamento de los filisteos se dirigió al paso de Micmas. Aconteció cierto día que Jonatán hijo de Saúl dijo a su escudero: —Ven, pasemos hasta el destacamento de los filisteos que está al otro lado. Pero no lo hizo saber a su padre. Saúl estaba en las afueras de Gabaa, debajo de un granado que hay en Migrón. Los que estaban con él eran como 600 hombres. El que llevaba el efod era Ajías hijo de Ajitob (hermano de Icabod), hijo de Fineas, hijo de Elí, sacerdote de Jehovah en Silo. Pero el pueblo no sabía que Jonatán se había ido. En el paso por donde Jonatán procuraba llegar al destacamento de los filisteos, había un peñasco agudo a un lado, y otro peñasco agudo al lado opuesto. El uno se llamaba Boses; y el otro, Sene. Uno de los peñascos estaba situado al norte, hacia Micmas; y el otro al sur, hacia Gabaa. Entonces Jonatán dijo a su escudero: —Ven, pasemos al destacamento de esos incircuncisos. Quizás Jehovah haga algo por medio de nosotros, porque nada impide a Jehovah salvar con muchos o con pocos. Su escudero le respondió: —Haz todo lo que está en tu corazón; vé, he aquí que yo estoy contigo, a tu disposición. Y Jonatán dijo: —He aquí que nosotros pasaremos hacia aquellos hombres y dejaremos que nos vean. Si nos dicen así: "Esperad hasta que nos acerquemos a vosotros," entonces nos quedaremos en nuestro lugar y no subiremos hacia donde ellos están. Pero si nos dicen así: "Subid hasta nosotros," entonces subiremos; porque Jehovah los ha entregado en nuestra mano. Esta será la señal para nosotros. Ambos se dejaron ver por el destacamento de los filisteos, y éstos dijeron: —¡He allí los hebreos que salen de las cuevas donde se habían escondido! Los hombres del destacamento gritaron a Jonatán y a su escudero, diciendo: —¡Subid hasta nosotros, y os haremos saber una cosa! Y Jonatán dijo a su escudero: —Sube detrás de mí, porque Jehovah los ha entregado en mano de Israel. Jonatán subió trepando con sus manos y sus pies; y tras él, su escudero. Los filisteos caían delante de Jonatán, y su escudero los remataba detrás de él. Este fue el primer ataque, en el que Jonatán y su escudero mataron a unos veinte hombres en el espacio de media yugada de tierra. Entonces hubo pánico en el campamento, en el campo y entre toda la gente. Los del destacamento y también los destructores temblaron; y la tierra se sacudió, pues hubo gran pánico. Los centinelas de Saúl miraron desde Gabaa de Benjamín, y he aquí que la multitud se dispersaba yendo en todas direcciones. Entonces Saúl dijo a la gente que estaba con él: —¡Pasad revista y ved quién de los nuestros se ha ido! Al pasar revista, he aquí que faltaban Jonatán y su escudero. Entonces Saúl dijo a Ajías: —¡Trae el arca de Dios! Porque el arca de Dios estaba en ese día con los hijos de Israel. Y aconteció que mientras Saúl hablaba con el sacerdote, la agitación aumentaba más y más en el campamento de los filisteos. Entonces Saúl dijo al sacerdote: —¡Retira tu mano! Entonces Saúl se reunió con toda la gente que estaba con él, y fueron a la batalla. Y he aquí que la espada de cada uno se volvía contra su compañero, y había gran confusión. Y los hebreos que anteriormente habían estado con los filisteos, y que habían subido con ellos de los alrededores al campamento, también ellos se pusieron de parte de los israelitas que estaban con Saúl y Jonatán. Asimismo, todos los hombres de Israel que se habían escondido en la región montañosa de Efraín oyeron que los filisteos huían, y ellos también salieron a perseguirlos en la batalla. Así Jehovah dio la victoria a Israel aquel día. Y la batalla llegó hasta Bet-avén. Pero aquel día los hombres de Israel fueron puestos en apuros, porque Saúl había sometido al pueblo bajo juramento, diciendo: "¡Maldito sea cualquiera que coma algo antes del anochecer, hasta que yo haya tomado venganza de mis enemigos!" Así que ninguno del pueblo había probado alimento. Todo el pueblo llegó a un bosque, y en la superficie del campo había miel. Cuando el pueblo entró en el bosque, he aquí que la miel corría, pero nadie acercó la mano a su boca, porque el pueblo temía el juramento. Pero Jonatán no había oído cuando su padre había sometido al pueblo bajo juramento. Y extendiendo la punta de una vara que llevaba en su mano, la mojó en un panal de miel y acercó su mano a su boca; y le brillaron los ojos. Entonces alguien del pueblo le habló diciendo: —Tu padre expresamente ha sometido al pueblo bajo juramento, diciendo: "Maldito sea el hombre que coma algo hoy." Por eso desfallece el pueblo. Entonces Jonatán respondió: —Mi padre ha ocasionado destrucción al país. Ved cómo han brillado mis ojos por haber probado un poco de esta miel. ¡Cuánto mejor si el pueblo hubiera comido hoy libremente del botín que tomó de sus enemigos! ¿No se hubiera ocasionado una gran derrota a los filisteos? Aquel día hirieron a los filisteos desde Micmas hasta Ajalón. Pero el pueblo se cansó mucho, y se lanzaron sobre el botín y tomaron ovejas, vacas y terneros, a los cuales degollaron sobre el suelo. Y el pueblo los comió con la sangre. Informaron a Saúl diciendo: —¡He aquí, el pueblo está pecando contra Jehovah, comiendo carne con la sangre! Y él dijo: —¡Habéis cometido una traición! Haced rodar una piedra grande hasta aquí. —Y Saúl añadió—: Dispersaos entre el pueblo y decidles que cada uno me traiga su toro, y cada cual su oveja, y degolladlos aquí y comed. No pequéis contra Jehovah comiendo carne con la sangre. Aquella noche todo el pueblo llevó cada uno consigo su toro, y los degollaron allí. Después Saúl edificó un altar a Jehovah. Este altar fue el primero que él edificó a Jehovah. Entonces dijo Saúl: —Descendamos de noche contra los filisteos y saqueémoslos hasta el amanecer. No dejemos a ninguno de ellos. Y dijeron: —Haz todo lo que te parezca bien. Luego dijo el sacerdote: —Acerquémonos a Dios aquí. Y Saúl consultó a Dios: —¿Descenderé tras los filisteos? ¿Los entregarás en mano de Israel? Pero aquel día él no le dio respuesta. Entonces dijo Saúl: —Acercaos acá todos los jefes del pueblo. Averiguad y ved por quién ha surgido hoy este pecado. ¡Vive Jehovah que libra a Israel, que aunque sea por mi hijo Jonatán, él morirá irremisiblemente! En todo el pueblo no hubo quien le respondiese. Entonces dijo a todo Israel: —Vosotros os pondréis a un lado; mi hijo Jonatán y yo nos pondremos al otro. El pueblo respondió a Saúl: —Haz lo que te parezca bien. Saúl dijo a Jehovah Dios de Israel: —Concédenos un resultado perfecto. Fueron tomados Jonatán y Saúl, y el pueblo salió libre. Luego dijo Saúl: —Haced el sorteo entre mi hijo Jonatán y yo. Y fue tomado Jonatán. Entonces Saúl dijo a Jonatán: —Declárame: ¿Qué has hecho? Jonatán se lo declaró diciendo: —Es verdad que probé un poco de miel con la punta de la vara que llevaba en mi mano. Heme aquí; moriré. Saúl respondió: —¡Así me haga Dios y aun me añada, que morirás irremisiblemente, Jonatán! Pero el pueblo preguntó a Saúl: —¿Ha de morir Jonatán, el que ha logrado esta gran victoria en Israel? ¡Que no sea así! ¡Vive Jehovah, que no caerá a tierra ni un cabello de su cabeza, porque hoy ha actuado con Dios! Así el pueblo libró a Jonatán, y éste no murió. Saúl dejó de perseguir a los filisteos, y los filisteos se fueron a su lugar. Cuando Saúl empezó a ejercer el reinado sobre Israel, hizo la guerra contra todos sus enemigos de alrededor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba y contra los filisteos. A dondequiera que se dirigía era vencedor. Combatió con valentía y derrotó a Amalec, y libró a Israel de mano de los que lo saqueaban. Los hijos de Saúl eran: Jonatán, Isvi y Malquisúa. Los nombres de sus dos hijas eran: el de la mayor Merab, y el de la menor Mical. El nombre de su mujer era Ajinoam hija de Ajimaas. El nombre del jefe de su ejército era Abner hijo de Ner, tío de Saúl. Quis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, eran hijos de Abiel. Había guerra encarnizada contra los filisteos durante todo el tiempo de Saúl. Cuando Saúl veía algún hombre valiente o esforzado, lo añadía a los suyos. Samuel dijo a Saúl: —Jehovah me envió para ungirte como rey de su pueblo Israel. Escucha, pues, ahora las palabras de Jehovah. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "Yo castigaré a Amalec por lo que hizo a Israel, porque se le opuso en el camino cuando subía de Egipto. Vé ahora y ataca a Amalec; destruye completamente todo lo que le pertenece. No le perdones la vida; mata a hombres y mujeres, a niños y bebés, vacas y ovejas, camellos y asnos." Saúl convocó a la gente y les pasó revista en Telaim: 200.000 de infantería más 10.000 hombres de Judá. Saúl fue a la ciudad de Amalec y puso una emboscada en el arroyo. Entonces Saúl dijo a los queneos: —Idos, apartaos y salid de en medio de los amalequitas, no sea que yo os destruya juntamente con ellos; porque vosotros tuvisteis misericordia de todos los hijos de Israel cuando subían de Egipto. Entonces los queneos se apartaron de en medio de los amalequitas. Y Saúl derrotó a los amalequitas desde Havila hasta las inmediaciones de Shur, al este de Egipto. Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y destruyó a filo de espada a todo el pueblo. Sin embargo, Saúl y el pueblo perdonaron la vida a Agag, a lo mejor de las ovejas y de las vacas, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, lo cual no quisieron destruir. Pero destruyeron todo lo despreciable y sin valor. Entonces Jehovah habló a Samuel diciendo: —Me pesa haber puesto a Saúl como rey, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis palabras. Samuel se apesadumbró y clamó a Jehovah toda aquella noche. Samuel madrugó para ir a encontrarse con Saúl por la mañana, y le avisaron a Samuel diciendo: —Saúl se fue a Carmel, y he aquí que se erigió un monumento. Cuando volvió, prosiguió y descendió a Gilgal. Samuel vino a Saúl, y Saúl le dijo: —¡Jehovah te bendiga! He cumplido la palabra de Jehovah. Samuel preguntó: —Entonces, ¿qué es ese balido de ovejas en mis oídos y el mugido de vacas que oigo? Saúl respondió: —Las han traído de Amalec. El pueblo perdonó la vida a lo mejor de las ovejas y de las vacas, para ofrecerlas en sacrificio a Jehovah tu Dios. Pero lo demás lo destruimos. Entonces Samuel dijo a Saúl: —¡Basta! Voy a declararte lo que Jehovah me dijo anoche: Saúl le dijo: —Dilo. Samuel dijo: —Aunque eras insignificante ante tus propios ojos, ¿no fuiste hecho cabeza de las tribus de Israel? ¿No te ha ungido Jehovah como rey sobre Israel? Jehovah te ha encomendado una misión y te ha dicho: "Vé y destruye completamente a esos pecadores de Amalec. Hazles la guerra hasta que los extermines." ¿Por qué, pues, no has obedecido la voz de Jehovah? ¿Por qué te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos de Jehovah? Saúl respondió a Samuel: —He obedecido la voz de Jehovah y fui a la misión que Jehovah me encomendó. He traído a Agag, rey de Amalec, y he destruido completamente a los amalequitas. Pero el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor del anatema, para sacrificarlas a Jehovah tu Dios en Gilgal. Entonces Samuel preguntó: —¿Se complace tanto Jehovah en los holocaustos y en los sacrificios como en que la palabra de Jehovah sea obedecida? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención es mejor que el sebo de los carneros. Porque la rebeldía es como el pecado de adivinación, y la obstinación es como la iniquidad de la idolatría. Por cuanto tú has desechado la palabra de Jehovah, él también te ha desechado a ti, para que no seas rey. Entonces Saúl dijo a Samuel: —Yo he pecado; porque he quebrantado el mandamiento de Jehovah y tus palabras, temiendo al pueblo y accediendo a su voz. Perdona, por favor, mi pecado, y vuelve conmigo para que yo adore a Jehovah. Pero Samuel respondió a Saúl: —No volveré contigo, porque has desechado la palabra de Jehovah, y Jehovah te ha desechado a ti, para que no seas rey sobre Israel. Cuando Samuel se volvió para marcharse, Saúl se asió del extremo de su manto, el cual se rasgó. Samuel le dijo: —Jehovah ha rasgado hoy de ti el reino de Israel y lo ha dado a tu prójimo, que es mejor que tú. Además, la Gloria de Israel no mentirá ni se arrepentirá, porque él no es hombre para que se arrepienta. Y Saúl respondió: —Yo he pecado; pero ahora hónrame, por favor, en presencia de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, volviendo conmigo para que yo adore a Jehovah tu Dios. Entonces Samuel volvió tras Saúl, y Saúl adoró a Jehovah. Después Samuel dijo: —¡Tráeme a Agag, rey de Amalec! Agag vino a él alegremente, pensando: "Ciertamente ya ha pasado la amargura de la muerte." Pero Samuel dijo: —¡Así como tu espada dejó sin hijos a las mujeres, así tu madre quedará sin hijo entre las mujeres! Entonces Samuel descuartizó a Agag delante de Jehovah, en Gilgal. Después Samuel se fue a Ramá, y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl. Hasta el día de su muerte Samuel no volvió a ver a Saúl, pero Samuel lloraba por Saúl. Y a Jehovah le pesaba el haber constituido a Saúl como rey sobre Israel. Entonces Jehovah dijo a Samuel: —¿Hasta cuándo has de llorar por Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena de aceite el cuerno y vé; yo te enviaré a Isaí, de Belén, porque de entre sus hijos me he provisto de un rey. Samuel preguntó: —¿Cómo voy a ir? Si Saúl se llega a enterar, me matará. Jehovah respondió: —Toma contigo una vaquilla del ganado, y di: "He venido para ofrecer un sacrificio a Jehovah." Invita a Isaí al sacrificio; yo te enseñaré lo que has de hacer, y tú me ungirás al que yo te diga. Samuel hizo lo que dijo Jehovah. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirle temblando y preguntaron: —¿Es pacífica tu venida? El respondió: —Sí, es pacífica. Vengo para ofrecer un sacrificio a Jehovah. Purificaos y venid conmigo al sacrificio. Después de purificar a Isaí y a sus hijos, los invitó al sacrificio. Y aconteció que cuando ellos llegaron, él vio a Eliab y pensó: "¡Ciertamente su ungido está delante de Jehovah!" Pero Jehovah dijo a Samuel: —No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, pues yo lo he rechazado. Porque Jehovah no mira lo que mira el hombre: El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehovah mira el corazón. Luego Isaí llamó a Abinadab y lo hizo pasar ante Samuel, quien dijo: —Tampoco a éste ha elegido Jehovah. Después Isaí hizo pasar a Sama. Y Samuel dijo: —Tampoco a éste ha elegido Jehovah. Isaí hizo pasar a siete de sus hijos ante Samuel, y éste dijo a Isaí: —Jehovah no ha elegido a éstos. Entonces Samuel preguntó a Isaí: —¿Son éstos todos los jóvenes? Y él respondió: —Todavía queda el menor, pero he aquí que está apacentando las ovejas. Samuel dijo a Isaí: —Manda a traerlo, porque no nos sentaremos a comer hasta que él llegue aquí. Isaí mandó por él, y le hizo entrar. Era de tez sonrosada, de bellos ojos y de buena presencia. Entonces Jehovah dijo: —¡Levántate y úngelo, porque éste es! Samuel tomó el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehovah descendió con poder sobre David. Luego Samuel se levantó y regresó a Ramá. El Espíritu de Jehovah se apartó de Saúl, y un espíritu malo de parte de Jehovah le atormentaba. Entonces los servidores de Saúl le dijeron: —He aquí, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta. Diga nuestro señor a tus servidores que están delante de ti, que te busquen a alguien que sepa tocar el arpa; para que cuando el espíritu malo de parte de Dios venga sobre ti, él toque con su mano, y tú te sientas bien. Y Saúl respondió a sus servidores: —Buscadme, por favor, alguno que toque bien, y traédmelo. Entonces uno de los criados respondió diciendo: —He aquí, he visto a un hijo de Isaí, de Belén, que sabe tocar. El es valiente, hombre de guerra, prudente de palabra, de buena presencia; y Jehovah está con él. Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: "Envíame a tu hijo David, el que está con las ovejas." Entonces Isaí tomó un asno cargado de pan, un odre de vino y un cabrito, y los envió a Saúl por medio de su hijo David. Cuando David vino a Saúl, se quedó a su servicio. Saúl le estimaba mucho y le hizo su escudero. Saúl envió a decir a Isaí: "Por favor, permite que David se quede a mi servicio, porque ha hallado gracia ante mis ojos." Y sucedía que cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y la tañía con su mano. Y Saúl hallaba alivio y se sentía mejor. Así el espíritu malo se apartaba de él. Los filisteos reunieron sus tropas para la guerra y se congregaron en Soco, que pertenecía a Judá. Después acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. También Saúl y los hombres de Israel se reunieron y acamparon en el valle de Ela y dispusieron la batalla contra los filisteos. Los filisteos estaban a un lado sobre una colina, y los israelitas al otro lado sobre otra colina; y el valle estaba entre ellos. Entonces, de las tropas de los filisteos salió un paladín que se llamaba Goliat, de Gat. Este tenía de estatura seis codos y un palmo. Llevaba un casco de bronce en la cabeza y estaba vestido con una cota de malla de bronce que pesaba Sobre sus piernas tenía grebas de bronce y entre sus hombros llevaba una jabalina de bronce. El asta de su lanza parecía un rodillo de telar, y su punta de hierro pesaba 600 siclos. Y su escudero iba delante de él. Entonces se detuvo y gritó al ejército de Israel, diciendo: —¿Para qué salís a disponer la batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? ¡Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí! Si él puede luchar conmigo y me vence, nosotros seremos vuestros esclavos. Pero si yo puedo más que él y lo venzo, vosotros seréis nuestros esclavos y nos serviréis. —Y el filisteo añadió—: ¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Dadme un hombre para que luche contra mí! Cuando Saúl y todo Israel oyeron estas palabras del filisteo, se amedrentaron y tuvieron mucho temor. Ahora bien, David era hijo de un hombre efrateo de Belén de Judá, que se llamaba Isaí y que tenía ocho hijos. En los días de Saúl este hombre era anciano, de edad muy avanzada. Los tres hijos mayores de Isaí habían ido tras Saúl a la guerra. Los nombres de sus tres hijos que habían ido a la guerra eran: Eliab el primogénito, Abinadab el segundo y Sama el tercero. David era el menor. Y mientras los tres mayores habían ido tras Saúl, David iba y volvía de donde estaba Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén. Aquel filisteo se aproximaba por la mañana y por la tarde, presentándose así durante cuarenta días. Isaí dijo a su hijo David: —Toma, por favor, para tus hermanos un efa de este grano tostado y estos diez panes, y llévalos de prisa al campamento donde están tus hermanos. Lleva también estos diez quesos para el jefe de millar. Averigua si tus hermanos están bien y toma alguna prenda de ellos. Saúl y ellos, con todos los hombres de Israel, están en el valle de Ela, combatiendo contra los filisteos. David se levantó muy de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, tomó las cosas y se fue, como Isaí le había mandado. Llegó al círculo del campamento cuando las fuerzas disponían la batalla y daban el grito de guerra. Los israelitas y los filisteos estaban dispuestos, ejército contra ejército. Las cosas que David traía las dejó en manos del guarda del equipaje, y corrió hacia el ejército. Cuando llegó, saludó a sus hermanos, deseándoles paz. Entonces, mientras hablaba con ellos, he aquí aquel paladín que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió del ejército de los filisteos y repitió las mismas palabras, las cuales oyó David. Todos los hombres de Israel, al ver a aquel hombre, huían de su presencia y tenían mucho miedo. Los hombres de Israel decían: —¿Habéis visto a ese hombre que ha salido? El se adelanta para desafiar a Israel. Y sucederá que al que lo venza, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, le dará su hija y eximirá de tributos a su casa paterna en Israel. David habló a los que estaban junto a él y preguntó: —¿Qué harán por el hombre que venza a ese filisteo y quite la afrenta de Israel? Porque, ¿quién es ese filisteo incircunciso para que desafíe a los escuadrones del Dios viviente? La gente le respondió las mismas palabras, diciendo: —Así se hará al hombre que lo venza. Eliab, su hermano mayor, le oyó hablar a los hombres. Entonces Eliab se encendió en ira contra David y le preguntó: —¿Para qué has descendido acá? ¿Y con quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? ¡Yo conozco tu arrogancia y la malicia de tu corazón! ¡Has descendido para ver la batalla! David respondió: —¿Qué he hecho yo ahora? ¿No fue sólo una palabra? Se apartó de él hacia otro y preguntó lo mismo. Y la gente le respondió igual que antes. Las palabras que David había dicho fueron oídas y le fueron referidas a Saúl, quien le hizo venir. Y David dijo a Saúl: —No desmaye el corazón de nadie a causa de él. Tu siervo irá y luchará contra ese filisteo. Saúl dijo a David: —Tú no podrás ir contra ese filisteo para luchar contra él; porque tú eres un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a Saúl: —Tu siervo ha sido pastor de las ovejas de su padre. Y cuando venía un león o un oso y tomaba alguna oveja del rebaño, yo salía tras él, lo hería y la rescataba de su boca. Si se levantaba contra mí, yo lo agarraba por la melena, lo hería y lo mataba. Fuese león o fuese oso, tu siervo lo mataba. Ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a los escuadrones del Dios viviente. —Y David añadió—: ¡Jehovah, quien me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él me librará de la mano de ese filisteo! Y Saúl dijo a David: —¡Vé, y que Jehovah sea contigo! Saúl vistió a David con su propia armadura. Le puso un casco de bronce sobre su cabeza y lo vistió con una cota de malla. Luego David se ciñó la espada de él sobre su ropa e intentó andar, porque no estaba acostumbrado. Entonces David dijo a Saúl: —Yo no puedo andar con esto, porque no estoy acostumbrado. David se quitó de encima aquellas cosas. Entonces tomó su cayado en su mano y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en la bolsa pastoril, en el zurrón que llevaba. Y con su honda en su mano, se fue hacia el filisteo. El filisteo venía acercándose a David, precedido de su escudero. Cuando el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco, porque era un joven de tez sonrosada y de hermoso semblante. Y el filisteo preguntó a David: —¿Acaso soy yo un perro para que vengas contra mí con palos? El filisteo maldijo a David por sus dioses. También el filisteo dijo a David: —¡Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a los animales del campo! Entonces David dijo al filisteo: —Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre de Jehovah de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado. Jehovah te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza y daré hoy los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a los animales del campo. ¡Y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel! También todos estos congregados sabrán que Jehovah no libra con espada ni con lanza. ¡De Jehovah es la batalla! ¡Y él os entregará en nuestra mano! Aconteció que cuando el filisteo se levantó y se fue acercando al encuentro de David, éste se dio prisa y corrió al combate contra el filisteo. Entonces David metió su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra quedó clavada en su frente, y éste cayó de bruces en tierra. Así venció David al filisteo con una honda y una piedra, y lo mató sin tener espada en su mano. Entonces David corrió, se puso sobre el filisteo, y tomando la espada de éste, la sacó de su vaina y lo mató cortándole la cabeza con ella. Cuando los filisteos vieron muerto a su héroe, huyeron. Entonces los hombres de Israel y de Judá se levantaron gritando, y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat, y hasta las puertas de Ecrón. Los cadáveres de los filisteos yacían por el camino de Saraim hasta Gat y Ecrón. Cuando los hijos de Israel volvieron de perseguir a los filisteos, les saquearon su campamento. Luego David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, pero puso sus armas en su morada. Cuando Saúl vio a David que salía para encontrarse con el filisteo, preguntó a Abner, el jefe del ejército: —Abner, ¿de quién es hijo ese joven? Abner respondió: —¡Vive tu alma, oh rey, que no lo sé! El rey dijo: —Pregunta, pues, de quién es hijo ese joven. Cuando David volvía de matar al filisteo, teniendo la cabeza del filisteo en su mano, Abner lo tomó y lo llevó a Saúl. Saúl le preguntó: —Joven, ¿de quién eres hijo? David respondió: —Soy hijo de tu siervo Isaí, de Belén. Aconteció que cuando David terminó de hablar con Saúl, el alma de Jonatán se quedó ligada a la de David, y Jonatán le amó como a sí mismo. Aquel día Saúl le retuvo y no le dejó volver a la casa de su padre. Entonces Jonatán hizo un pacto con David, porque le amaba como a sí mismo. Y Jonatán se quitó la túnica que llevaba y se la dio a David, junto con otras prendas suyas, inclusive su espada, su arco y su cinturón. David iba a donde Saúl le enviaba y tenía éxito, por lo cual Saúl lo puso al mando de la gente de guerra. Y esto era agradable a los ojos de todo el pueblo y a los ojos de los servidores de Saúl. Aconteció que mientras ellos volvían, cuando David regresaba de vencer al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salieron para recibir al rey Saúl, cantando y danzando con gozo, al son de panderos y otros instrumentos musicales. Y mientras danzaban, las mujeres cantaban y decían: "¡Saúl derrotó a sus miles! ¡Y David a sus diez miles!" Saúl se enojó muchísimo. Estas palabras le desagradaron, y pensó: "A David le dan diez miles, y a mí me dan miles. ¡No le falta más que el reino!" Desde aquel día en adelante, Saúl miraba con sospecha a David. Aconteció al día siguiente que un espíritu malo de parte de Dios se apoderó de Saúl, y éste desvariaba dentro de su casa. David tañía el arpa con su mano, como lo hacía día tras día, y Saúl tenía una lanza en la mano. Entonces Saúl arrojó la lanza pensando: "¡Clavaré a David en la pared!" Pero David le esquivó dos veces. Saúl temía a David porque Jehovah estaba con él, mientras que se había apartado de Saúl. Entonces Saúl alejó de sí a David, haciéndole jefe de mil; y éste salía y entraba al frente del pueblo. David tenía éxito en todos sus asuntos, pues Jehovah estaba con él. Al ver Saúl que David tenía mucho éxito, le tenía miedo. Pero todo Israel y Judá amaban a David, porque él era quien salía y entraba al frente de ellos. Entonces Saúl dijo a David: —He aquí Merab, mi hija mayor. Yo te la daré por mujer, con tal que me seas un hombre valiente y lleves a cabo las batallas de Jehovah. Pero Saúl pensaba: "No será mi mano contra él. ¡La mano de los filisteos será contra él!" David respondió a Saúl: —¿Quién soy yo, y qué es mi vida o la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey? Pero sucedió que cuando llegó el tiempo en que Merab, hija de Saúl, debía ser dada a David, fue dada por mujer a Adriel el mejolatita. Pero Mical, la otra hija de Saúl, amaba a David. Esto le fue dicho a Saúl, y el asunto le pareció bien. Luego pensó Saúl: "Yo se la daré para que le sirva de trampa y para que la mano de los filisteos sea contra él." Y Saúl dijo a David por segunda vez: —Hoy serás mi yerno. Entonces Saúl dio órdenes a sus servidores: —Hablad en secreto a David, diciéndole: "He aquí, el rey te aprecia, y todos sus servidores te quieren bien; sé, pues, yerno del rey." Los servidores de Saúl dijeron estas palabras a oídos de David, y éste preguntó: —¿Os parece poca cosa ser yerno del rey, siendo yo un hombre pobre e insignificante? Los servidores de Saúl dieron a éste la respuesta diciendo: —Estas palabras ha dicho David. Y Saúl dijo: —Decid esto a David: "El rey no tiene interés en el precio matrimonial, sino en 100 prepucios de filisteos, para vengarse de los enemigos del rey." Pero Saúl pensaba hacer caer a David en mano de los filisteos. Y cuando los servidores de Saúl declararon a David estas palabras, agradó a David el asunto de ser yerno del rey. Antes que se cumpliera el plazo, David se levantó y partió con su gente. Mató a 200 hombres de los filisteos, llevó sus prepucios y los entregó todos al rey, para llegar a ser yerno del rey. Y Saúl le dio por mujer a su hija Mical. Pero al ver y reconocer que Jehovah estaba con David y que Mical hija de Saúl le amaba, Saúl temió aun más a David. Y Saúl fue hostil a David todos los días. Los jefes de los filisteos continuaron saliendo a la guerra. Y sucedía que cada vez que lo hacían, David tenía más éxito que todos los servidores de Saúl, por lo que su nombre se hizo muy apreciado. Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores para dar muerte a David. Pero Jonatán hijo de Saúl amaba mucho a David. Y Jonatán dio aviso a David, diciendo: —Mi padre Saúl procura matarte. Ahora, por favor, ten cuidado durante la mañana y escóndete en un lugar oculto. Yo saldré y estaré al lado de mi padre en el campo donde tú estés y hablaré de ti a mi padre. Si percibo algo, te lo avisaré. Jonatán habló bien de David a su padre Saúl, y le dijo: —No peque el rey contra su siervo David, porque él no ha cometido ningún pecado contra ti. Al contrario, sus obras te han sido muy beneficiosas. El arriesgó su vida cuando mató al filisteo, y Jehovah dio una gran victoria a todo Israel. Tú lo viste y te alegraste; ¿por qué, pues, pecarás contra sangre inocente, dando muerte a David sin motivo? Al oír Saúl la voz de Jonatán, juró: —¡Vive Jehovah, que no morirá! Entonces Jonatán llamó a David y le declaró todas estas palabras. Jonatán presentó a David ante Saúl, y David estuvo delante de él como antes. Volvió a haber guerra, y David fue y combatió contra los filisteos. El les ocasionó una gran derrota, y huyeron ante él. Entonces un espíritu malo de parte de Jehovah vino sobre Saúl. Y estando él sentado en su casa, tenía su lanza en su mano, mientras David tañía con la mano. Luego Saúl intentó clavar a David en la pared con la lanza, pero David esquivó a Saúl, quien golpeó la lanza contra la pared. Aquella noche David huyó y se escapó. Saúl envió mensajeros a la casa de David para que lo vigilasen y le dieran muerte a la mañana siguiente. Pero Mical, su mujer, avisó a David diciendo: —Si no salvas tu vida esta noche, mañana estarás muerto. Entonces Mical descolgó a David por una ventana, y él se fue, huyó y se escapó. Después Mical tomó un ídolo doméstico y lo puso sobre la cama, acomodándole a la cabecera una almohada de cuero de cabra y cubriéndolo con la ropa. Y cuando Saúl envió mensajeros para que prendiesen a David, ella respondió: —Está enfermo. Saúl volvió a enviar mensajeros para que viesen a David, diciendo: "¡Traédmelo en la cama para que lo mate!" Entraron los mensajeros, y he aquí que el ídolo estaba en la cama, y una almohada de cuero de cabra a su cabecera. Entonces Saúl preguntó a Mical: —¿Por qué me has engañado así y has dejado ir a mi enemigo, de modo que se escapase? Mical respondió a Saúl: —Porque él me dijo: "¡Déjame ir! Porque si no, te mato." David huyó. Se escapó y fue a Samuel, en Ramá; y le dijo todo lo que Saúl le había hecho. Entonces él se fue con Samuel, y habitaron en Nayot. Luego avisaron a Saúl, diciendo: "He aquí que David está en Nayot, en Ramá." Y Saúl envió mensajeros para que prendiesen a David. Estos vieron a un grupo de profetas que estaban profetizando y a Samuel que estaba allí y los presidía. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron. Cuando le informaron a Saúl, envió otros mensajeros, los cuales también profetizaron. Saúl envió mensajeros por tercera vez, y éstos también profetizaron. Finalmente, él mismo fue a Ramá; y al llegar al gran pozo que está en Secú, preguntó diciendo: —¿Dónde están Samuel y David? Y le respondieron: —He aquí que están en Nayot, en Ramá. Fue a Nayot, en Ramá, y también sobre él vino el Espíritu de Dios, e iba profetizando hasta que llegó a Nayot, en Ramá. El también se despojó de su ropa y se puso a profetizar de la misma manera delante de Samuel. Todo aquel día y toda aquella noche estuvo echado desnudo. Por esto se suele decir: "¿También está Saúl entre los profetas?" David huyó de Nayot, en Ramá. Después acudió a Jonatán y le dijo: —¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál es mi pecado contra tu padre, para que él trate de quitarme la vida? El le respondió: —¡De ninguna manera! No morirás. He aquí que mi padre no hace cosa grande ni pequeña que no me la revele. ¿Por qué, pues, me ha de encubrir mi padre este asunto? ¡No será así! Pero David volvió a jurar diciendo: —Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia ante tus ojos y pensará: "Que Jonatán no sepa esto, no sea que se entristezca." Ciertamente, ¡vive Jehovah y vive tu alma, que apenas hay un paso entre mí y la muerte! Entonces Jonatán dijo a David: —Haré por ti lo que tú digas. Y David respondió a Jonatán: —He aquí que mañana es luna nueva, y yo debo sentarme con el rey para comer. Pero tú dejarás que me vaya y me esconda en el campo hasta el atardecer del tercer día. Si tu padre me echa de menos, dirás: "David me pidió encarecidamente que lo dejase ir de inmediato a Belén, su ciudad, porque todos los de su familia tienen allá el sacrificio anual." Si él dice: "Está bien," entonces tu siervo tendrá paz. Pero si se enoja, sabrás que el mal está determinado de parte de él. Tendrás, pues, misericordia de tu siervo, ya que has hecho entrar a tu siervo en un pacto de Jehovah contigo. Si hay maldad en mí, mátame tú. ¿Para qué llevarme hasta tu padre? Y Jonatán respondió: —¡Nunca te suceda tal cosa! Antes bien, si llego a saber que está determinado de parte de mi padre que el mal venga contra ti, ¿no te lo avisaré yo? Entonces David preguntó a Jonatán: —¿Quién me avisará, si tu padre te responde con aspereza? Jonatán dijo a David: —Ven, salgamos al campo. Salieron ambos al campo, y Jonatán dijo a David: —Vive Jehovah Dios de Israel, que cuando yo haya sondeado a mi padre mañana como a esta hora, la tercera hora, he aquí que si él muestra buen ánimo para con David, ¿no enviaré yo para hacértelo saber? Pero si mi padre quiere hacerte daño, ¡así haga Jehovah a Jonatán y aun le añada, si no te lo hago saber! Así te despediré, y te marcharás en paz; y que Jehovah esté contigo, como estuvo con mi padre. Y si quedo vivo, muéstrame la misericordia de Jehovah, para que yo no muera. Cuando Jehovah destruya de la tierra uno por uno a los enemigos de David, no elimines para siempre tu misericordia de mi casa. Así Jonatán hizo un pacto con la casa de David, y dijo: —¡Jehovah lo demande de mano de los enemigos de David! Jonatán hizo jurar de nuevo a David, a causa de su amor por él; porque le amaba con toda su alma. Luego le dijo Jonatán: —Mañana es luna nueva, y tú serás echado de menos, porque tu asiento quedará vacío. Al tercer día descenderás rápidamente y vendrás al lugar donde estabas escondido cuando empezó este problema. Esperarás junto a aquella piedra. Yo tiraré tres flechas en esa dirección, simulando tirar al blanco. Y he aquí que enviaré al muchacho diciéndole: "¡Vé y busca las flechas!" Si digo al muchacho: "¡He aquí, las flechas están más acá de ti; tómalas!," tú vendrás; porque hay paz y no hay peligro. ¡Vive Jehovah! Pero si yo digo al muchacho: "¡He allí, las flechas están más allá de ti!," vete; porque Jehovah te manda. Y en cuanto a las palabras que tú y yo hemos hablado, he aquí que Jehovah es testigo entre tú y yo para siempre. David se escondió en el campo. Y cuando llegó la luna nueva, el rey se sentó a la mesa para comer. Como solía, el rey se sentó en su silla, la silla junto a la pared. Jonatán se levantó, y Abner se sentó al lado de Saúl; pero el lugar de David quedó vacío. Aquel día Saúl no dijo nada, pues pensó: "Algo le habrá acontecido, y no está purificado. Seguramente no está purificado." Pero sucedió que al día siguiente, el segundo día después de la luna nueva, el asiento de David quedó vacío, por lo que Saúl preguntó a su hijo Jonatán: —¿Por qué no ha venido a comer el hijo de Isaí, ni ayer ni hoy? Jonatán respondió a Saúl: —David me pidió encarecidamente que le dejase ir a Belén. El me dijo: "Por favor, déjame ir, porque los de mi familia tenemos un sacrificio en la ciudad, y mi hermano me lo ha ordenado. Por eso, si he hallado gracia ante tus ojos, permite que me vaya y visite a mis hermanos." Por eso no ha venido a la mesa del rey. Entonces Saúl se enfureció contra Jonatán y le dijo: —¡Hijo de la corrompida y rebelde! ¿Acaso no sé que tú has elegido al hijo de Isaí, para vergüenza tuya y para vergüenza de la desnudez de tu madre? Todo el tiempo que el hijo de Isaí viva sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Manda, pues, a traérmelo, porque ha de morir. Jonatán respondió a su padre Saúl y le dijo: —¿Por qué tiene que morir? ¿Qué ha hecho? Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo, por lo que Jonatán entendió que estaba decidido de parte de su padre el dar muerte a David. Jonatán se levantó de la mesa ardiendo en ira, y no comió el segundo día después de la luna nueva, pues estaba triste por causa de David; porque su padre le había afrentado. Sucedió que a la mañana siguiente Jonatán salió al campo, según lo convenido con David; y un muchacho pequeño estaba con él. Entonces dijo al muchacho: —¡Por favor, corre y busca las flechas que yo tire! Cuando el muchacho iba corriendo, él tiraba la flecha de modo que pasara más allá de él. Cuando el muchacho llegó a donde estaba la flecha que Jonatán había tirado, éste gritó al muchacho diciendo: —¿No está la flecha más allá de ti? Y Jonatán volvió a gritar tras el muchacho: —¡Date prisa, apresúrate, no te detengas! El muchacho de Jonatán recogió las flechas y volvió a su señor. Pero el muchacho no entendió nada; solamente Jonatán y David entendían el asunto. Después Jonatán entregó sus armas al muchacho y le dijo: —Vé y llévalas a la ciudad. Cuando el muchacho se fue, David se levantó del lado del sur y se inclinó tres veces postrándose en tierra. Luego, besándose el uno al otro, lloraron juntos; aunque David lloró más. Entonces Jonatán dijo a David: —Vete en paz, porque ambos hemos jurado en el nombre de Jehovah, diciendo: "Jehovah sea testigo entre tú y yo, y entre mis descendientes y tus descendientes, para siempre." David se levantó y se fue, y Jonatán regresó a la ciudad. Entonces David fue a Nob, al sacerdote Ajimelec. Este se sorprendió al encontrar a David y le preguntó: —¿Por qué estás tú solo, sin que haya nadie contigo? David respondió al sacerdote Ajimelec: —El rey me ha encomendado un asunto y me ha dicho: "Nadie sepa nada de este asunto al cual te envío y que te encomiendo." Y en cuanto a los jóvenes, acordamos reunirnos en cierto lugar. Ahora pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes, o lo que haya. El sacerdote respondió a David y dijo: —No tengo a mano pan común. Solamente tengo pan sagrado, si es que los jóvenes se han abstenido, al menos, de mujeres. David respondió al sacerdote y le dijo: —A la verdad, las mujeres nos han sido vedadas como antes, al salir; y los cuerpos de los jóvenes están purificados, aun cuando el camino es profano. Con mayor razón hoy, ellos tienen sus cuerpos purificados. Así el sacerdote le dio el pan sagrado, porque allí no había más pan que los panes de la Presencia, los cuales habían sido retirados de la presencia de Jehovah y reemplazados por panes calientes el día en que fueron quitados. Aquel día estaba presente allí, detenido delante de Jehovah, uno de los servidores de Saúl, cuyo nombre era Doeg el edomita, el principal de los pastores de Saúl. David preguntó a Ajimelec: —¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Como las órdenes del rey eran apremiantes, no tomé en mi mano ni mi espada ni mis otras armas. El sacerdote respondió: —La espada de Goliat el filisteo, a quien tú venciste en el valle de Ela, está aquí envuelta en un lienzo, detrás del efod. Si quieres tomarla, tómala, porque aquí no hay otra sino ésa. Y David dijo: —¡Ninguna hay como ésa! ¡Dámela! Aquel día David se levantó y huyó de la presencia de Saúl, y se fue a Aquis, rey de Gat. Los servidores de Aquis le dijeron: —¿No es éste David, el rey de la tierra? ¿No es éste aquel a quien cantaban con danzas, diciendo: "Saúl derrotó a sus miles, y David a sus diez miles"? David tomó a pecho estas palabras y tuvo gran temor de Aquis, rey de Gat. Así que cambió su conducta delante de ellos, fingiéndose loco cuando estaba con ellos. Hacía marcas en las puertas de la ciudad y dejaba caer su saliva sobre su barba. Entonces Aquis dijo a sus servidores: —¡He aquí, veis que éste es un hombre demente! ¿Por qué me lo habéis traído? ¿Acaso me faltan locos a mí, para que me traigan a éste, a fin de que haga locuras en mi presencia? ¿Había éste de entrar en mi casa? De allí se fue David y huyó a la cueva de Adulam. Cuando sus hermanos y toda la casa de su padre oyeron esto, fueron allá a él. También se juntaron con él todos los oprimidos, todos los endeudados y todos los amargados de espíritu. David fue hecho jefe de ellos, y tenía consigo unos 400 hombres. De allí David fue a Mizpa, en Moab, y dijo al rey de Moab: —Permite que mi padre y mi madre habiten con vosotros hasta que yo sepa lo que Dios hará de mí. Los dejó, pues, con el rey de Moab, y vivieron allí todo el tiempo que David estuvo en la fortaleza. Entonces el profeta Gad dijo a David: —No te quedes en la fortaleza. Vé y entra en la tierra de Judá. Y David partió y se fue al bosque de Haret. Saúl se enteró de que habían sido hallados David y los que estaban con él. Saúl estaba en Gabaa, en el lugar alto, debajo de un tamarisco, y tenía su lanza en su mano. Todos sus servidores estaban de pie alrededor de él. Y Saúl dijo a sus servidores que estaban de pie alrededor de él: —Escuchad, por favor, vosotros, los de Benjamín: ¿También os ha de dar el hijo de Isaí tierras y viñas a todos vosotros? ¿Os hará a todos jefes de millares y de centenas, para que todos vosotros hayáis conspirado contra mí? No hay quien me revele cuando mi hijo hace un pacto con el hijo de Isaí, ni hay entre vosotros quien se conduela de mí y me revele que mi hijo ha levantado contra mí a un servidor mío, para que me aseche, como lo hace en este día. Entonces Doeg el edomita, que estaba a cargo de los siervos de Saúl, respondió: —Yo vi al hijo de Isaí, que fue a Nob, a Ajimelec hijo de Ajitob. Este consultó por él a Jehovah, le dio provisiones y también le entregó la espada de Goliat el filisteo. El rey mandó llamar al sacerdote Ajimelec hijo de Ajitob y a toda su casa paterna, los sacerdotes que estaban en Nob. Y todos ellos vinieron al rey. Saúl dijo: —Escucha, pues, hijo de Ajitob. Y él dijo: —Heme aquí, señor mío. Saúl le preguntó: —¿Por qué conspirasteis contra mí, tú y el hijo de Isaí, cuando tú le diste pan y espada, y consultaste por él a Dios, para que se levantase contra mí y me asechase, como lo hace en este día? Ajimelec respondió al rey diciendo: —¿Quién entre todos tus servidores es tan fiel como David, que además es yerno del rey, jefe de tu guardia personal e ilustre en tu casa? ¿Acaso fue aquel día la primera vez que consulté por él a Dios? ¡De ninguna manera! No culpe el rey de cosa alguna a su siervo ni a toda mi casa paterna, pues tu siervo no ha sabido ninguna cosa de este asunto, ni grande ni pequeña. Y el rey dijo: —¡Morirás irremisiblemente, Ajimelec, tú y toda tu casa paterna! Entonces el rey dijo a los de su escolta que estaban apostados alrededor de él: —¡Volveos y matad a los sacerdotes de Jehovah! Porque la mano de ellos también está con David, y porque sabiendo que él huía, no me lo hicieron saber. Pero los servidores del rey no quisieron extender su mano para matar a los sacerdotes de Jehovah. Entonces el rey dijo a Doeg: —¡Vuélvete tú y arremete contra los sacerdotes! Doeg el edomita se volvió y arremetió contra los sacerdotes y mató aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. Y a Nob, la ciudad de los sacerdotes, hirió a filo de espada: hombres y mujeres, niños y lactantes; bueyes, asnos y ovejas; a todos los hirió a filo de espada. Pero un hijo de Ajimelec hijo de Ajitob, que se llamaba Abiatar, escapó y huyó tras David. Abiatar contó a David cómo Saúl había hecho matar a los sacerdotes de Jehovah. Y David dijo a Abiatar: —Yo sabía aquel día que estando allí Doeg el edomita, él sin falta se lo iba a contar a Saúl. Yo he sido la causa de la muerte de todas las personas de tu casa paterna. Pero tú, quédate conmigo; no temas. Quien atente contra mi vida también atentará contra la tuya, pero conmigo estarás seguro. Dieron aviso a David diciendo: "He aquí que los filisteos combaten contra Queila y saquean las eras." Entonces David consultó a Jehovah diciendo: —¿Iré a atacar a esos filisteos? Y Jehovah respondió a David: —Vé, ataca a los filisteos y libra a Queila. Pero los hombres de David le dijeron: —He aquí que nosotros tenemos miedo aquí en Judá; ¡cuánto más si vamos a Queila contra las tropas de los filisteos! David volvió a consultar a Jehovah, y Jehovah le respondió y dijo: —Levántate, desciende a Queila, porque yo entregaré en tu mano a los filisteos. David partió con sus hombres a Queila, combatió contra los filisteos, se llevó sus ganados y les ocasionó una gran derrota. Así libró David a los habitantes de Queila. Aconteció que cuando Abiatar hijo de Ajimelec huyó a donde estaba David, a Queila, llevó consigo el efod. Y cuando le fue dicho a Saúl que David había ido a Queila, Saúl pensó: "Dios lo ha entregado en mi mano, pues él se ha encerrado a sí mismo al entrar en una ciudad con puertas y cerrojos." Entonces Saúl convocó a todo el pueblo para la batalla, para descender a Queila y sitiar a David y a sus hombres. Pero entendiendo David que Saúl planeaba el mal contra él, dijo al sacerdote Abiatar: —Trae el efod. Entonces David dijo: —Oh Jehovah Dios de Israel: Tu siervo tiene entendido que Saúl trata de venir a Queila para destruir la ciudad por causa mía. ¿Me entregarán los señores de Queila en su mano? ¿Descenderá Saúl, como tu siervo ha oído? Oh Jehovah Dios de Israel, revélalo, por favor, a tu siervo. Y Jehovah respondió: —Sí, descenderá. Luego preguntó David: —¿Me entregarán los señores de Queila, a mí y a mis hombres, en mano de Saúl? Y Jehovah respondió: —Sí, te entregarán. Entonces David se levantó con sus hombres, que eran unos 600, salieron de Queila y deambularon sin rumbo fijo. Y llegó a Saúl la noticia de que David se había escapado de Queila, por lo cual desistió de salir. David se quedó en el desierto, en los lugares de difícil acceso; se quedó en las montañas del desierto de Zif. Saúl lo buscaba todos los días, pero Dios no lo entregó en su mano. Y David, al ver que Saúl había salido en asecho de su vida, se quedó en Hores, en el desierto de Zif. Entonces Jonatán hijo de Saúl se levantó y fue a David en Hores, y le fortaleció en Dios. Le dijo: —No temas, porque la mano de mi padre Saúl no te encontrará. Tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti. Aun Saúl mi padre lo sabe. Ambos hicieron un pacto ante Jehovah. Después David se quedó en Hores, y Jonatán se volvió a su casa. Los de Zif subieron a decir a Saúl, en Gabaa: —¿No está David escondido entre nosotros, en los lugares de difícil acceso de Hores, en la colina de Haquila, que está al sur de Jesimón? Ahora, oh rey, desciende pronto, conforme a todo el deseo de tu alma, y nosotros lo entregaremos en mano del rey. Y Saúl dijo: —Jehovah os bendiga, porque habéis tenido compasión de mí. Por favor, id y aseguraos bien. Averiguad y ved el lugar por donde anda y quién lo ha visto allí, porque me han dicho que él es sumamente astuto. Mirad y reconoced todos los escondrijos en donde se oculta. Luego volved a mí con información exacta, y yo iré con vosotros. Si él está en la zona, yo le buscaré entre todos los millares de Judá. Ellos se levantaron y se fueron a Zif, antes que Saúl. Pero David y sus hombres ya estaban en el desierto de Maón, en el Arabá, al sur de Jesimón. Saúl partió con sus hombres para buscar a David. Pero avisaron a David, quien bajó de la peña y permaneció en el desierto de Maón. Cuando Saúl lo oyó, persiguió a David en el desierto de Maón. Saúl iba por un lado del monte, y David con sus hombres iba por el otro lado del monte. David se daba prisa para escapar de Saúl, porque Saúl y sus hombres estaban rodeando a David y a sus hombres, a fin de capturarlos. Entonces llegó a Saúl un mensajero, diciendo: —Date prisa y ven, porque los filisteos han hecho una incursión en el territorio. Por tanto, Saúl desistió de perseguir a David y partió contra los filisteos. Por esta razón pusieron por nombre a aquel lugar Sela-hamajlecot. De allí David subió y habitó en los lugares de difícil acceso de En-guedi. Sucedió que cuando Saúl volvió de atacar a los filisteos, le avisaron diciendo: "He aquí que David está en el desierto de En-guedi." Entonces Saúl tomó a 3.000 hombres escogidos de todo Israel y fue en busca de David y de sus hombres, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses. En el camino, Saúl llegó a un redil de ovejas donde había una cueva, y entró allí para hacer sus necesidades. David y sus hombres estaban sentados en la parte más recóndita de la cueva. Y sus hombres dijeron a David: —Este es el día del cual te dijo Jehovah: "He aquí, yo entregaré a tu enemigo en tu mano, y harás con él lo que te parezca bien." Entonces David se levantó y cortó el borde del manto de Saúl, sin ser notado. Sucedió después de esto que el corazón de David le golpeaba, por haber cortado el borde del manto de Saúl. Y David dijo a sus hombres: —Jehovah me libre de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehovah: que yo extienda mi mano contra él, porque él es el ungido de Jehovah. Entonces David reprimió a sus hombres con palabras y no les permitió que atacasen a Saúl. Luego Saúl salió de la cueva y continuó su camino. Después David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl diciendo: —¡Mi señor el rey! Cuando Saúl miró atrás, David inclinó su rostro a tierra y se postró. Entonces David preguntó a Saúl: —¿Por qué escuchas las palabras de los hombres que dicen: "He aquí que David busca tu mal"? He aquí, tus ojos han visto en este día cómo Jehovah te ha puesto hoy en mi mano en la cueva. Me dijeron que te matara, pero yo tuve compasión de ti y dije: "No extenderé mi mano contra mi señor, porque él es el ungido de Jehovah." ¡Mira, padre mío! Mira el borde de tu manto en mi mano. Yo corté el borde de tu manto, pero no te maté. Mira, pues, y reconoce que no hay maldad ni rebelión en mí. Yo no he pecado contra ti, pero tú andas a la caza de mi vida, para quitármela. Que Jehovah juzgue entre tú y yo, y que Jehovah me vengue de ti; pero mi mano no será contra ti. Como dice el proverbio de los antiguos: "De los impíos saldrá la impiedad." Pero mi mano no será contra ti. ¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga? Que Jehovah sea el juez y juzgue entre tú y yo. Que él vea y contienda por mi causa, y me defienda de tu mano. Y sucedió que cuando David acabó de decir a Saúl estas palabras, Saúl preguntó: —¿No es ésa tu voz, David, hijo mío? Entonces Saúl alzó su voz y lloró. Luego dijo a David: —Tú eres más justo que yo, porque tú me has tratado bien, cuando yo te he tratado mal. Tú has demostrado hoy que me has hecho bien, porque Jehovah me entregó en tu mano, y tú no me mataste. Cuando un hombre halla a su enemigo, ¿lo deja ir sano y salvo? ¡Jehovah te recompense con bien por lo que has hecho conmigo este día! Ahora, he aquí yo sé que tú ciertamente has de reinar y que el reino de Israel ha de ser estable en tu mano. Ahora pues, júrame por Jehovah que no eliminarás a mis descendientes después de mí, ni borrarás mi nombre de mi casa paterna. David se lo juró a Saúl, y Saúl regresó a su casa. Entonces David y sus hombres subieron a la fortaleza. Samuel murió, y todo Israel se reunió para hacer lamentación por él. Y lo sepultaron en su casa, en Ramá. Entonces se levantó David y descendió al desierto de Parán. Había en Maón un hombre que tenía sus posesiones en Carmel. El hombre era muy rico, pues tenía ovejas y 1.000 cabras; y se hallaba esquilando sus ovejas en Carmel. El hombre se llamaba Nabal, y su mujer se llamaba Abigaíl. Ella era una mujer muy inteligente y bella, pero el hombre era brusco y de malas acciones. El era del clan de Caleb. David oyó en el desierto que Nabal estaba esquilando sus ovejas. Entonces David envió a diez jóvenes, diciéndoles: —Subid a Carmel e id a Nabal. Saludadle en mi nombre y decidle así: "¡La paz sea contigo! ¡La paz sea con tu familia! ¡La paz sea con todo lo que tienes! He sabido que estabas esquilando. Ahora bien, tus pastores han estado con nosotros, y nunca les hicimos daño, ni les ha faltado nada durante todo el tiempo que han estado en Carmel. Pregunta a tus criados, y ellos te lo confirmarán. Por tanto, hallen gracia ante tus ojos estos mis jóvenes, porque venimos en un día de fiesta. Por favor, da a tus siervos y a tu hijo David lo que tengas a mano." Cuando llegaron los jóvenes de David, dijeron a Nabal todas estas palabras en nombre de David, y se quedaron esperando. Entonces Nabal respondió a los siervos de David, diciendo: —¿Quién es David? ¿Quién es el hijo de Isaí? Hoy hay muchos esclavos que se escapan de sus amos. ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua y la carne que he preparado para mis esquiladores, para darlos a unos hombres que ni sé de dónde son? Los jóvenes de David se volvieron por su camino y regresaron; y cuando llegaron, refirieron a David todas estas palabras. Luego David dijo a sus hombres: —¡Cíñase cada uno su espada! Y cada uno se ciñó su espada. También David se ciñó su espada, y subieron tras David unos 400 hombres, dejando otros 200 con el equipaje. Pero uno de los criados avisó a Abigaíl, mujer de Nabal, diciendo: —He aquí que David envió unos mensajeros desde el desierto para que saludaran a nuestro amo, y él los ha zaherido, a pesar de que esos hombres han sido muy buenos con nosotros. Nunca nos han hecho daño, ni nos ha faltado nada mientras hemos andado con ellos cuando estábamos en el campo. Nos han servido como muro de día y de noche, todos los días que hemos estado apacentando las ovejas entre ellos. Ahora pues, mira y reconoce lo que has de hacer, porque el mal está decidido contra nuestro amo y contra toda su casa, pues él es un hombre de tan mal carácter que no hay quien pueda hablarle. Entonces Abigaíl se apresuró y tomó 200 panes, 2 tinajas de vino, 5 ovejas ya preparadas, 5 medidas de grano tostado, 100 tortas de pasas y 200 panes de higos secos, y los cargó sobre unos asnos. Luego dijo a sus criados: —Id delante de mí, y he aquí que yo voy tras vosotros. Pero nada reveló a su marido Nabal. Y sucedió que cuando ella, montada sobre un asno, descendía por la parte opuesta de la colina, he aquí que David y sus hombres venían en dirección contraria. Y ella fue a encontrarles. David había dicho: "Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto le pertenece. El me ha devuelto mal por bien. ¡Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada, si antes de la mañana dejo vivo a un solo hombre de todos los que le pertenecen!" Cuando Abigaíl vio a David, se apresuró y bajó del asno; y cayendo delante de David sobre su rostro, se postró en tierra. Se echó a sus pies y le dijo: —¡Señor mío, sea la culpa sobre mí! Pero permite que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva. Por favor, no haga caso mi señor de este hombre de mal carácter, Nabal. Porque como su nombre, así es él: Su nombre es Nabal, y la insensatez está con él. Pero yo, tu sierva, no vi a los jóvenes de mi señor, a los cuales enviaste. Ahora pues, señor mío, vive Jehovah y vive tu alma, que Jehovah ha impedido que llegaras a derramar sangre y a vengarte por tu propia mano. Ahora, sean como Nabal tus enemigos y los que procuran el mal contra mi señor. Pero ahora, dese a los jóvenes que siguen a mi señor este regalo que tu sierva ha traído a mi señor. Te ruego que perdones la ofensa de tu sierva, pues de cierto Jehovah edificará una casa firme a mi señor, porque mi señor está dirigiendo las batallas de Jehovah. Que no sea hallado mal en ti en toda tu vida. Aunque alguien se levante para perseguirte y atentar contra tu vida, de todos modos la vida de mi señor estará incluida en la bolsa de los que viven con Jehovah tu Dios. Y él arrojará la vida de tus enemigos como de en medio del hueco de una honda. Acontecerá que cuando Jehovah haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti y te haya designado como soberano de Israel, entonces, señor mío, no será para ti motivo de remordimiento ni estorbo para la conciencia el haber derramado sangre en vano, ni el que mi señor se haya vengado por sí mismo. Y cuando Jehovah haga el bien a mi señor, acuérdate de tu sierva. David dijo a Abigaíl: —¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, que te envió hoy a mi encuentro! Bendito sea tu buen juicio, y bendita seas tú, que hoy me has impedido ir a derramar sangre y a vengarme por mi propia mano. No obstante, vive Jehovah Dios de Israel que me ha impedido hacerte daño; pues si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, antes del amanecer no le habría quedado a Nabal ni un solo hombre con vida. David recibió de su mano lo que ella le había traído y le dijo: —Vuelve a tu casa en paz. Mira que he escuchado tu voz y que te he tratado con respeto. Abigaíl regresó a Nabal. Y he aquí que él tenía un banquete en su casa, como el banquete de un rey, y el corazón de Nabal estaba eufórico. El estaba muy ebrio, por lo cual ella no le reveló nada del asunto hasta el día siguiente. Pero por la mañana, cuando a Nabal se le había pasado el efecto del vino, su mujer le contó estas cosas. Entonces se le paralizó el corazón, y se quedó como una piedra. Y sucedió, después de unos diez días, que Jehovah hirió a Nabal, y él murió. Cuando David oyó que Nabal había muerto, dijo: —¡Bendito sea Jehovah, que juzgó la causa de mi afrenta recibida de parte de Nabal y ha preservado a su siervo del mal! ¡Jehovah mismo ha hecho caer la maldad de Nabal sobre su propia cabeza! Después David mandó hablar a Abigaíl, para tomarla por mujer suya. Los siervos de David fueron a Abigaíl, a Carmel, y hablaron con ella diciendo: —David nos ha enviado a ti para tomarte por mujer para él. Ella se levantó y se postró con el rostro a tierra, diciendo: —He aquí tu sierva, para que sea la sierva que lave los pies de los siervos de mi señor. Entonces Abigaíl se apresuró y levantándose montó sobre un asno; y con las cinco criadas que le atendían, siguió a los mensajeros de David. Y vino a ser su mujer. David también tomó como mujer a Ajinoam, de Jezreel. Ambas fueron sus mujeres, pues Saúl había dado a su hija Mical, mujer de David, a Palti hijo de Lais, que era de Galim. Entonces los de Zif fueron a Saúl, a Gabaa, y le dijeron: —¿No está David escondido en la colina de Haquila, que mira hacia Jesimón? Saúl se levantó y descendió al desierto de Zif, acompañado por 3.000 hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif. Y Saúl acampó en la colina de Haquila, que mira hacia Jesimón, junto al camino. David, que permanecía en el desierto, vio que Saúl había venido al desierto tras él. Luego David envió espías y supo con certeza que Saúl había venido. Después David se levantó y se fue al lugar donde Saúl había acampado. Entonces David observó bien el lugar donde estaban acostados Saúl y Abner hijo de Ner, jefe de su ejército. Saúl estaba acostado en el centro del campamento, y la gente estaba acampada alrededor de él. David preguntó a Ajimelec el heteo y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab, diciendo: —¿Quién descenderá conmigo al campamento, a Saúl? Y Abisai dijo: —Yo descenderé contigo. Entonces David y Abisai fueron de noche a la gente de guerra, y he aquí que Saúl estaba acostado, durmiendo en el centro del campamento, con su lanza clavada en la tierra, a su cabecera. Abner y el pueblo estaban acostados alrededor de él. Entonces Abisai dijo a David: —¡Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano! Ahora pues, déjame que lo hiera con la lanza. Lo clavaré en la tierra de un solo golpe, y no tendré que darle un segundo. David respondió a Abisai: —No lo mates, porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehovah y quedará sin culpa? —Dijo además David—: Vive Jehovah, que Jehovah mismo lo herirá; o le llegará su día, y morirá; o irá a la guerra, y perecerá. Pero Jehovah me libre de extender mi mano contra el ungido de Jehovah. Ahora pues, por favor, toma la lanza que está a su cabecera y la cantimplora de agua, y vámonos. David tomó la lanza y la cantimplora de agua de la cabecera de Saúl, y ellos se fueron. No hubo nadie que viese, ni nadie que se diese cuenta, ni nadie que se despertase. Todos dormían, porque había caído sobre ellos un profundo sueño de parte de Jehovah. David pasó al otro lado y se detuvo a lo lejos, sobre la cumbre de la colina. Había una considerable distancia entre ellos. Y David gritó al pueblo y a Abner hijo de Ner, diciendo: —¿No respondes, Abner? Abner respondió y dijo: —¿Quién eres tú, que gritas al rey? David preguntó a Abner: —¿No eres tú un hombre? ¿Quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has protegido al rey, tu señor? Porque uno del pueblo entró para destruir al rey, tu señor. Esto que has hecho no está bien. ¡Vive Jehovah, que sois dignos de muerte, porque no habéis guardado a vuestro señor, el ungido de Jehovah! Ahora, mira dónde está la lanza del rey, y la cantimplora de agua que estaba a su cabecera. Saúl reconoció la voz de David y preguntó: —¿No es ésa tu voz, David, hijo mío? David respondió: —¡Sí, es mi voz, oh mi señor el rey! —Y añadió—: ¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho? ¿Qué maldad hay en mi mano? Ahora, por favor, escuche mi señor el rey las palabras de su siervo. Si Jehovah te ha incitado contra mí, que él acepte una ofrenda. Pero si han sido hombres, sean ellos malditos delante de Jehovah, porque hoy me han expulsado para que yo no tenga parte en la heredad de Jehovah, diciendo: "¡Vé y sirve a otros dioses!" Ahora pues, no caiga mi sangre en tierra lejos de la presencia de Jehovah, porque el rey de Israel ha salido para buscar una pulga, como quien persigue una perdiz por los montes. Entonces Saúl dijo: —He pecado. Vuelve, David, hijo mío, porque ningún mal te haré en adelante, pues hoy mi vida ha sido estimada preciosa ante tus ojos. He aquí que he actuado neciamente y he cometido un grave error. David respondió y dijo: —He aquí la lanza del rey. Pase aquí alguno de los jóvenes y tómela. Jehovah pague a cada uno según su justicia y su lealtad, porque Jehovah te entregó hoy en mi mano, pero yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehovah. Y he aquí, como tu vida ha sido valiosa ante mis ojos en este día, así sea valiosa mi vida ante los ojos de Jehovah, y él me libre de toda aflicción. Saúl dijo a David: —¡Bendito seas, David, hijo mío! Sin duda, tú harás grandes cosas y ciertamente triunfarás. Después David continuó su camino, y Saúl regresó a su lugar. David dijo en su corazón: "Ahora bien, algún día voy a perecer por la mano de Saúl. Nada será mejor para mí que escapar de inmediato a la tierra de los filisteos, para que Saúl deje de ocuparse de mí y no me ande buscando por todo el territorio de Israel. Así escaparé de su mano." Se levantó pues David y se pasó, con los 600 hombres que estaban con él, a Aquis hijo de Maoc, rey de Gat. David habitó con Aquis en Gat, él y sus hombres, cada uno con su familia, y David con sus dos mujeres: Ajinoam, de Jezreel, y Abigaíl, que fuera mujer de Nabal, de Carmel. A Saúl le llegó la noticia de que David había huido a Gat, y no lo buscó más. Entonces David dijo a Aquis: —Si he hallado ahora gracia ante tus ojos, por favor, que se me dé un lugar en alguna de las ciudades en el campo, para que habite allí. ¿Por qué ha de habitar tu siervo contigo en la ciudad real? Aquel día Aquis le dio la ciudad de Siclag. Por esto Siclag pertenece a los reyes de Judá, hasta el día de hoy. Y el tiempo que David habitó en la tierra de los filisteos fue de un año y cuatro meses. David subía con sus hombres, y hacían incursiones contra los de Gesur, los de Gezer y los de Amalec; pues desde antaño éstos habitaban en aquella tierra, desde las inmediaciones de Shur hasta la tierra de Egipto. David atacaba la tierra y no dejaba vivo hombre ni mujer. Se llevaba las ovejas, las vacas, los asnos, los camellos y la ropa; y después regresaba e iba a Aquis. Cuando Aquis preguntaba: "¿Contra quién habéis hecho hoy la incursión?," David respondía: "Contra el Néguev de Judá," o "Contra el Néguev de Jerameel," o "Contra el Néguev de los queneos." David no dejaba que llevaran a Gat con vida ni hombres ni mujeres, porque decía: "No sea que informen acerca de nosotros diciendo: ‘Esto hizo David.’" Así fue su manera de proceder todo el tiempo que vivió en la tierra de los filisteos. Aquis creía a David y pensaba: "El ha llegado a hacerse odioso a su pueblo Israel, de modo que será mi siervo para siempre." Aconteció que en aquellos días los filisteos reunieron sus tropas en un ejército para combatir contra Israel. Entonces Aquis dijo a David: —Bien sabes que debes ir conmigo a la campaña tú con tus hombres. David respondió a Aquis: —Sabrás, pues, lo que puede hacer tu servidor. Y Aquis dijo a David: —Entonces te haré mi guarda personal para siempre. Samuel ya había muerto, y todo Israel había lamentado su partida. Lo habían sepultado en su ciudad, en Ramá. Y Saúl había quitado del país a los que evocaban a los muertos y a los adivinos. Los filisteos se reunieron, vinieron y acamparon en Sunem. Saúl reunió a todo Israel, y ellos acamparon en Gilboa. Al ver Saúl el campamento de los filisteos, se atemorizó, y su corazón se estremeció en gran manera. Entonces Saúl consultó a Jehovah, pero Jehovah no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por los profetas. Entonces Saúl dijo a sus servidores: —Buscadme una mujer que sepa evocar a los muertos, para que yo vaya a ella y consulte por medio de ella. Sus servidores le respondieron: —He aquí que en Endor hay una mujer que sabe evocar a los muertos. Saúl se disfrazó poniéndose otra ropa, y fue con dos hombres. Llegaron de noche a la mujer, y él dijo: —Por favor, evócame a los muertos y haz que suba quien yo te diga. Pero la mujer le respondió: —He aquí, tú sabes lo que ha hecho Saúl; cómo ha quitado del país a los que evocan a los muertos y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones una trampa a mi vida para causarme la muerte? Saúl le juró por Jehovah, diciendo: —¡Vive Jehovah, que ningún mal te vendrá por esto! Entonces la mujer preguntó: —¿A quién haré que suba? El respondió: —Haz que suba Samuel. Al ver la mujer a Samuel, gritó fuertemente. Y la mujer habló a Saúl diciendo: —¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl! El rey le dijo: —No tengas miedo. ¿Qué has visto? La mujer respondió a Saúl: —He visto un ser divino que sube de la tierra. Entonces él le preguntó: —¿Qué aspecto tiene? Ella respondió: —Sube un hombre anciano, envuelto en un manto. Saúl entendió que era Samuel, e inclinando el rostro a tierra se postró. Entonces Samuel preguntó a Saúl: —¿Por qué me has molestado haciéndome subir? Saúl respondió: —Estoy muy angustiado, pues los filisteos combaten contra mí, y Dios se ha apartado de mí. No me responde más, ni por medio de profetas, ni por sueños. Por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer. Entonces Samuel dijo: —¿Para qué me preguntas a mí, puesto que Jehovah se ha apartado de ti y se ha vuelto tu adversario? Jehovah ha hecho lo que dijo por medio de mí, pues Jehovah ha quitado el reino de tu mano y lo ha dado a tu prójimo, a David; porque no obedeciste la voz de Jehovah ni ejecutaste el ardor de su ira contra Amalec. Por eso Jehovah te ha hecho esto hoy. Además, Jehovah entregará a Israel y también a ti en mano de los filisteos. Mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos. Jehovah entregará también el ejército de Israel en mano de los filisteos. Entonces Saúl cayó en tierra, tan largo como era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel. No le quedaban fuerzas, pues no había comido nada en todo el día ni en toda la noche. Luego la mujer vino a Saúl; y al verle tan aterrorizado, le dijo: —He aquí que tu sierva ha obedecido tu voz. He arriesgado mi vida y he escuchado las palabras que me has hablado. Ahora pues, te ruego que tú también escuches la voz de tu sierva: Permíteme poner delante de ti un pedazo de pan, a fin de que comas y recuperes fuerzas para seguir tu camino. El rehusó diciendo: —No comeré. Pero sus servidores, junto con la mujer, le insistieron; y él les escuchó. Luego se levantó del suelo y se sentó sobre la cama. La mujer tenía en la casa un ternero engordado, y se apresuró a matarlo. Luego tomó harina, la amasó y coció con ella panes sin levadura. Los puso delante de Saúl y de sus servidores. Después que comieron, se levantaron y partieron aquella misma noche. Los filisteos reunieron todas sus tropas en Afec, e Israel acampó junto al manantial que está en Jezreel. Cuando los gobernantes de los filisteos pasaron revista a sus batallones de cien y de mil hombres, se halló que David y sus hombres iban en la retaguardia, con Aquis. Entonces los jefes de los filisteos preguntaron: —¿Qué hacen aquí estos hebreos? Aquis respondió a los jefes de los filisteos: —¿No es éste David, siervo de Saúl rey de Israel, que ha estado conmigo por días y por años, y en quien no he hallado nada malo desde el día en que se pasó a mí, hasta el día de hoy? Pero los jefes de los filisteos se enojaron contra él y le dijeron: —Haz volver a ese hombre. Que se vuelva al lugar que le señalaste y que no venga con nosotros a la batalla, no sea que en la batalla se vuelva nuestro enemigo. Porque, ¿con qué cosa ganaría mejor el favor de su señor que con las cabezas de estos hombres? ¿No es éste David, de quien cantaban con danzas diciendo: "Saúl derrotó a sus miles, y David a sus diez miles"? Entonces Aquis llamó a David y le dijo: —¡Vive Jehovah, que tú has sido recto! Me ha parecido bien tu salir y tu entrar en el ejército conmigo, pues ninguna cosa mala he hallado en ti desde el día que viniste a mí, hasta el día de hoy. Pero a los ojos de los gobernantes tú no eres grato. Ahora pues, vuelve y vete en paz, para no desagradar a los gobernantes de los filisteos. David preguntó a Aquis: —Pero, ¿qué he hecho? ¿Qué has hallado en tu siervo, desde el día que vine a estar contigo hasta el día de hoy, para que yo no vaya y luche contra los enemigos de mi señor el rey? Aquis respondió y dijo a David: —Yo sé que tú eres grato a mis ojos, como un ángel de Dios. Pero los jefes de los filisteos han dicho: "Que él no vaya a la batalla con nosotros." Levántate, pues, muy de mañana, tú y los siervos de tu señor que han venido contigo. Y levantándoos muy de mañana, partid al amanecer. Entonces David y sus hombres se levantaron muy de mañana para irse y regresar a la tierra de los filisteos, y los filisteos subieron a Jezreel. Cuando David y sus hombres llegaron a Siclag al tercer día, los amalequitas habían hecho una incursión en el Néguev y en Siclag. Habían atacado Siclag y la habían incendiado. También se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban en ella, desde el menor hasta el mayor. Pero no mataron a nadie, sino que los tomaron cautivos y siguieron su camino. David y sus hombres llegaron a la ciudad, y he aquí que estaba incendiada y que sus mujeres, sus hijos y sus hijas habían sido llevados cautivos. Entonces David y la gente que estaba con él alzaron su voz y lloraron hasta que les faltaron las fuerzas para llorar. También habían sido tomadas cautivas las dos mujeres de David, Ajinoam, de Jezreel, y Abigaíl, que fuera mujer de Nabal, de Carmel. David estaba muy angustiado, porque el pueblo hablaba de apedrearlo. Todo el pueblo estaba con ánimo amargado, cada uno por causa de sus hijos y de sus hijas. Pero David se fortaleció en Jehovah su Dios. Entonces David dijo al sacerdote Abiatar hijo de Ajimelec: —Tráeme, por favor, el efod. Abiatar trajo el efod a David, y David consultó a Jehovah diciendo: —¿He de perseguir a esa banda? ¿La podré alcanzar? Y Jehovah le respondió: —Persíguela, porque de cierto la alcanzarás y librarás a los cautivos. Entonces David partió con los 600 hombres que estaban con él, y llegaron hasta el arroyo de Besor, donde se quedaron algunos de ellos. Pero David continuó persiguiendo, él con 400 hombres, porque 200 se quedaron atrás, los cuales estaban muy agotados para pasar el arroyo de Besor. Hallaron en el campo a un hombre egipcio y lo llevaron a David. Le dieron pan para comer y agua para beber. También le dieron un pedazo de torta de higos secos y dos tortas de pasas. Después que comió, recobró sus fuerzas, pues no había comido pan ni había bebido agua durante tres días y tres noches. Entonces David le preguntó: —¿De quién eres tú? ¿De dónde eres tú? Y respondió: —Yo soy un joven egipcio, siervo de un amalequita. Mi amo me abandonó hace tres días, porque yo estaba enfermo. Nosotros hicimos una incursión en la región del Néguev de los quereteos, en el de Judá, y en el Néguev de Caleb. También incendiamos Siclag. David le preguntó: —¿Podrás llevarme tú a esa banda? El respondió: —Júrame por Dios que no me matarás ni me entregarás en mano de mi amo, y yo te llevaré a esa banda. Entonces los llevó, y he aquí que estaban desparramados sobre la superficie de toda la tierra, comiendo, bebiendo y haciendo fiesta por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de los filisteos y de la tierra de Judá. David los atacó desde antes del amanecer hasta la tarde del día siguiente. Ninguno de ellos escapó, excepto unos 400 jóvenes que montaron en los camellos y huyeron. Así libró David todo lo que habían tomado los amalequitas. Asimismo, David libró a sus dos mujeres. No les faltó cosa alguna, ni pequeña ni grande, ni de los hijos, ni de las hijas, ni de las cosas robadas, ni nada de cuanto habían tomado para sí. Todo lo recuperó David. David tomó también todas las ovejas y las vacas. Y llevándolas delante del otro ganado, decían: —¡Este es el botín de David! Entonces David vino a los 200 hombres que habían quedado muy agotados para seguirle, a los cuales habían hecho quedar en el arroyo de Besor. Ellos salieron a recibir a David y a la gente que venía con él. Y cuando David se acercó a aquella gente, les saludó deseándoles paz. Entonces intervinieron todos los malos y perversos que había entre los hombres que habían ido con David, y dijeron: —Puesto que no fueron con nosotros, no les daremos del botín que hemos salvado, excepto a cada uno su mujer y sus hijos; que los tomen y que se vayan. Pero David respondió: —No hagáis eso, hermanos míos, con lo que nos ha dado Jehovah, quien nos ha protegido y ha entregado en nuestra mano la banda que vino contra nosotros. ¿Quién os escuchará en este asunto? Igual parte han de tener los que descienden a la batalla y los que se quedan con el equipaje. ¡Que se lo repartan por igual! Y sucedió que desde aquel día en adelante él hizo que esto fuera ley y decreto en Israel, hasta el día de hoy. Cuando David llegó a Siclag, envió parte del botín a sus amigos, los ancianos de Judá, diciendo: "He aquí un regalo para vosotros del botín de los enemigos de Jehovah." Lo envió a los que estaban en Betel, a los de Ramot en el Néguev, a los de Jatir, a los de Aroer, a los de Sifmot, a los de Estemoa, a los de Racal, a los que estaban en las ciudades de los de Jerameel, a los que estaban en las ciudades de los queneos, a los de Horma, a los de Corasán, a los de Atac, a los de Hebrón y a los de todos los lugares donde David había andado con sus hombres. Los filisteos combatieron contra Israel, y los hombres de Israel huyeron delante de los filisteos y cayeron muertos en el monte Gilboa. Los filisteos siguieron de cerca a Saúl y a sus hijos; y mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl. La batalla arreció contra Saúl, y los hombres que tiran con el arco lo encontraron; y fue herido gravemente por los arqueros. Entonces Saúl dijo a su escudero: "Saca tu espada y atraviésame con ella, no sea que vengan esos incircuncisos y me atraviesen, y hagan mofa de mí." Pero su escudero no quiso, porque tenía mucho miedo. Entonces Saúl tomó la espada y se dejó caer sobre ella. Al ver su escudero que Saúl estaba muerto, él también se dejó caer sobre su espada y murió junto con él. Así murieron aquel día Saúl, sus tres hijos, su escudero y también todos sus hombres junto con él. Y al ver los hombres de Israel que estaban al otro lado del valle, y los del otro lado del Jordán, que los de Israel habían huido, y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron las ciudades y huyeron. Entonces los filisteos fueron y habitaron en ellas. Aconteció que al día siguiente, cuando los filisteos fueron para despojar a los muertos, hallaron a Saúl y a sus tres hijos caídos en el monte Gilboa. Ellos le cortaron la cabeza y le despojaron de sus armas, y enviaron mensajeros por toda la tierra de los filisteos para dar la buena noticia en el templo de sus ídolos y al pueblo. Después pusieron sus armas en el templo de Astarte, y clavaron su cadáver contra el muro de Bet-seán. Cuando todos los habitantes de Jabes, en Galaad, oyeron lo que los filisteos habían hecho con Saúl, todos los hombres valientes se levantaron, caminaron toda aquella noche y tomaron del muro de Bet-seán el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos. Cuando llegaron a Jabes, los incineraron allí. Luego tomaron sus restos y los sepultaron debajo del tamarisco en Jabes, y ayunaron siete días. Aconteció que después de la muerte de Saúl, cuando David había vuelto de la derrota de los amalequitas, David se quedó dos días en Siclag. Y al tercer día, he aquí que un hombre vino del campamento de Saúl, con su ropa rasgada y tierra sobre su cabeza. Al llegar a David, se postró en tierra e hizo reverencia. Y David le preguntó: —¿De dónde vienes? El le respondió: —Me he escapado del campamento de Israel. David le preguntó: —¿Qué ha acontecido? Dímelo, por favor. El respondió: —El pueblo ha huido de la batalla. Muchos del pueblo también han caído y han muerto. Saúl y su hijo Jonatán también han muerto. David dijo al joven que le informaba: —¿Cómo sabes que Saúl y su hijo Jonatán han muerto? Y el joven que le informaba respondió: —Me encontré por casualidad en el monte Gilboa, y he aquí que Saúl estaba apoyado sobre su lanza, y que los carros y los jinetes le alcanzaban. Entonces Saúl miró hacia atrás y me vio, y me llamó. Yo dije: "Heme aquí." Me preguntó: "¿Quién eres tú?" Le respondí: "Soy un amalequita." Y me dijo: "Por favor, ponte a mi lado y mátame; porque la agonía se ha apoderado de mí, pero mi vida está todavía en mí." Entonces me puse a su lado y lo maté, porque sabía que él no podría vivir después de su caída. Luego tomé la diadema que tenía en su cabeza y el brazalete que llevaba en su brazo, y los he traído aquí a mi señor. Entonces David agarrando sus vestiduras las rasgó. Lo mismo hicieron todos los hombres que estaban con él. E hicieron duelo, lloraron y ayunaron hasta el anochecer por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo de Jehovah y por la casa de Israel; porque habían caído a espada. Después David preguntó al joven que le informaba: —¿De dónde eres tú? El respondió: —Soy hijo de un extranjero, un amalequita. Le dijo David: —¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para destruir al ungido de Jehovah? Entonces David llamó a uno de los jóvenes y le dijo: —¡Acércate y mátalo! El lo hirió, y murió. Y David le dijo: —Tu sangre caiga sobre tu cabeza, porque tu propia boca ha atestiguado contra ti al decir: "Yo maté al ungido de Jehovah." David entonó este lamento por Saúl y por su hijo Jonatán, y mandó que enseñasen a los hijos de Judá el Canto del Arco. He aquí que está escrito en el libro de Jaser: "¡El esplendor, oh Israel, ha perecido sobre tus montes! ¡Cómo han caído los valientes! No lo anunciéis en Gat, ni deis las nuevas por las calles de Ascalón. No sea que se alegren las hijas de los filisteos; no sea que se regocijen las hijas de los incircuncisos. "Oh montes de Gilboa: Ni rocío ni lluvia haya sobre vosotros, ni seáis campos de ofrendas; porque allí fue profanado el escudo de los valientes, el escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite. El arco de Jonatán jamás volvía sin la sangre de los muertos y sin la gordura de los valientes; tampoco volvía vacía la espada de Saúl. "Saúl y Jonatán, amados y amables en su vida, tampoco en su muerte fueron separados. Eran más veloces que las águilas; eran más fuertes que los leones. ¡Oh hijas de Israel, llorad por Saúl, quien os vestía de escarlata y cosas refinadas, y ponía adornos de oro en vuestros vestidos! ¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! ¡Jonatán ha perecido sobre tus montes! "Angustia tengo por ti, hermano mío, Jonatán, que me fuiste muy querido. Más maravilloso fue para mí tu amor que el amor de las mujeres. "¡Cómo han caído los valientes, y se han perdido las armas de guerra!" Después de esto aconteció que David consultó a Jehovah diciendo: —¿Subiré a alguna de las ciudades de Judá? Jehovah le respondió: —Sube. David volvió a preguntar: —¿A dónde subiré? Jehovah le respondió: —A Hebrón. Entonces David subió allá con sus dos mujeres: Ajinoam, de Jezreel, y Abigaíl, que fuera mujer de Nabal, de Carmel. David hizo subir también a sus hombres que estaban con él, cada uno con su familia; y habitaron en las aldeas de Hebrón. Entonces vinieron los hombres de Judá y ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá. Informaron a David diciendo: "Los hombres de Jabes, en Galaad, son los que sepultaron a Saúl." Entonces David envió mensajeros a los hombres de Jabes, en Galaad, y les dijo: "Benditos seáis de Jehovah, porque habéis hecho esta bondad a Saúl vuestro señor, y le habéis dado sepultura. Ahora pues, que Jehovah os muestre misericordia y verdad. Y yo también os haré bien por esto que habéis hecho. Y ahora, fortaleced vuestras manos y sed hombres valientes; porque ha muerto Saúl vuestro señor, y la casa de Judá me ha ungido rey sobre ellos." Pero Abner hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, tomó a Isboset hijo de Saúl y le trasladó a Majanaim. Entonces lo proclamó rey sobre Galaad, sobre Gesur, sobre Jezreel, sobre Efraín, sobre Benjamín y sobre todo Israel. Isboset hijo de Saúl tenía 40 años cuando comenzó a reinar sobre Israel y reinó dos años. Sin embargo, la casa de Judá seguía a David. El tiempo que David fue rey en Hebrón sobre la casa de Judá fue de siete años y seis meses. Abner hijo de Ner y los siervos de Isboset hijo de Saúl fueron de Majanaim a Gabaón. También salieron Joab, hijo de Sarvia, y los servidores de David; y los encontraron junto al estanque de Gabaón. Entonces se sentaron los unos a un lado del estanque, y los otros al otro lado. Luego Abner dijo a Joab: —¡Levántense los jóvenes y compitan delante de nosotros! Joab respondió: —¡Que se levanten! Entonces se levantaron y pasaron en número igual, doce de parte de los hijos de Benjamín y de Isboset hijo de Saúl, y doce de los servidores de David. Cada uno agarró a su adversario por la cabeza y colocó su espada en el costado de su adversario, y cayeron juntos. Por esto se llamó el nombre de aquel lugar Helcat-hazurim, el cual está en Gabaón. Aquel día la batalla fue muy dura. Abner y los hombres de Israel fueron derrotados por los servidores de David. Estaban allí los tres hijos de Sarvia: Joab, Abisai y Asael. Asael era ligero de pies como un venado en el campo. Y Asael persiguió a Abner, yendo tras él sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. Abner se volvió hacia atrás y preguntó: —¿Eres tú Asael? El respondió: —Sí, yo soy. Entonces Abner le dijo: —Apártate a la derecha o a la izquierda. Atrapa a alguno de los jóvenes y toma para ti sus despojos. Pero Asael no quiso dejar de seguirle. Y Abner volvió a decir a Asael: —¡Deja de seguirme! ¿Por qué te he de herir, derribándote a tierra? ¿Cómo podría después levantar mi cara ante tu hermano Joab? Como él rehusó apartarse, Abner lo hirió en el vientre con el extremo trasero de la lanza, y la lanza le salió por detrás. Así cayó allí y murió en el mismo sitio. Sucedió que todos los que pasaban por el lugar donde Asael había caído y había muerto, se detenían. Pero Joab y Abisai persiguieron a Abner. El sol se puso cuando llegaron a la colina de Amá, frente a Guíaj, en el camino del desierto de Gabaón. Luego se agruparon los hijos de Benjamín tras Abner formando un solo escuadrón, y se detuvieron en la cumbre de cierta colina. Entonces Abner dio voces a Joab diciendo: —¿Ha de consumir la espada para siempre? ¿No sabes tú que al final sólo habrá amargura? ¿Hasta cuándo esperas para decir al pueblo que se vuelva de perseguir a sus hermanos? Joab respondió: —¡Vive Dios, que si tú no hubieras hablado, el pueblo habría dejado de perseguir a sus hermanos desde la mañana! Entonces Joab tocó la corneta, y todo el pueblo se detuvo. Y no persiguieron más a Israel, ni continuaron luchando más. Abner y sus hombres caminaron por el Arabá toda aquella noche, cruzaron el Jordán, y atravesando todo el Bitrón llegaron a Majanaim. Joab también volvió de perseguir a Abner y reunió a toda la gente. Y faltaban de los servidores de David 19 hombres, además de Asael. Pero los servidores de David hirieron a 360 de Benjamín, de los hombres de Abner, los cuales murieron. Luego se llevaron a Asael y lo sepultaron en la tumba de su padre, que está en Belén. Joab y sus hombres caminaron toda aquella noche, y les amaneció en Hebrón. Fue larga la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David. Pero David se iba fortaleciendo, y la casa de Saúl se iba debilitando. A David le nacieron hijos en Hebrón. Su primogénito fue Amnón, de Ajinoam, de Jezreel. El segundo fue Quileab, de Abigaíl, que fuera mujer de Nabal, de Carmel. El tercero fue Absalón, hijo de Maaca hija de Talmai, rey de Gesur. El cuarto fue Adonías, hijo de Haguit. El quinto fue Sefatías, hijo de Abital. El sexto fue Itream, de Egla, mujer de David. Estos le nacieron a David en Hebrón. Aconteció que mientras había guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, Abner se hacía más fuerte en la casa de Saúl. Saúl había tenido una concubina que se llamaba Rizpa hija de Ayías. Entonces Isboset preguntó a Abner: —¿Por qué te has unido a la concubina de mi padre? Abner se enfureció muchísimo por las palabras de Isboset y le dijo: —¿Acaso soy yo una cabeza de perro que pertenece a Judá? Hoy estoy mostrando lealtad a la casa de tu padre Saúl, a sus hermanos y a sus amigos, y no te he entregado en mano de David. ¿Y hoy me llamas a cuentas por una falta con esta mujer? Así haga Dios a Abner y aun le añada, si yo no hago con David lo que Jehovah le ha jurado: transferir el reino de la casa de Saúl y confirmar el trono de David sobre Israel y sobre Judá, desde Dan hasta Beerseba. Isboset no pudo responder palabra a Abner, porque le tenía miedo. Entonces Abner envió mensajeros a David para decirle de parte suya: "¿De quién es la tierra? ¡Haz alianza conmigo, y he aquí que mi mano estará contigo para hacer volver a ti a todo Israel!" David respondió: "Bien. Yo haré alianza contigo, pero te pido una cosa: No vengas a verme sin que primero me traigas a Mical hija de Saúl, cuando vengas a verme. Entonces David envió mensajeros a Isboset hijo de Saúl, diciendo: "Restitúyeme a mi mujer Mical, a la cual yo desposé conmigo por cien prepucios de filisteos." Isboset envió a quitársela a su marido, Paltiel hijo de Lais. Su marido fue con ella, siguiéndola y llorando tras ella, hasta Bajurim. Y Abner le dijo: —¡Anda, vuélvete! Entonces él se volvió. Abner habló con los ancianos de Israel, diciendo: —Hace tiempo que procurabais que David fuese rey sobre vosotros. Ahora pues, hacedlo, porque Jehovah ha hablado a David diciendo: "Por mano de mi siervo David libraré a mi pueblo Israel de mano de los filisteos y de mano de todos sus enemigos." Abner habló también a los de Benjamín, y Abner mismo fue a Hebrón para decir a David todo lo que parecía bien a los de Israel y a toda la casa de Benjamín. Abner fue a David en Hebrón junto con veinte hombres, y David hizo banquete para él y para los hombres que habían venido con él. Entonces Abner dijo a David: —Yo me levantaré e iré a reunir a todo Israel junto a mi señor el rey, para que hagan una alianza contigo, de modo que tú reines sobre todo lo que deseas. Luego David despidió a Abner, y él se fue en paz. He aquí que los servidores de David llegaron con Joab de una incursión, trayendo consigo mucho botín. Pero Abner ya no estaba en Hebrón con David, pues éste le había despedido, y él se había ido en paz. Cuando llegaron Joab y todo el ejército que estaba con él, le informaron a Joab diciendo: —Abner hijo de Ner vino al rey. El le ha dejado ir, y Abner se ha ido en paz. Entonces Joab fue al rey y le dijo: —¿Qué has hecho? He aquí que Abner vino a ti; ¿por qué, pues, le dejaste ir? ¡Ahora se ha ido! Tú conoces a Abner hijo de Ner, que vino para engañarte, para conocer tu entrada y tu salida, y para saber todo lo que haces. Cuando Joab salió de la presencia de David, envió mensajeros tras Abner, los cuales le hicieron regresar desde el pozo de Sira, sin que David lo supiera. Entonces Abner volvió a Hebrón, y Joab lo apartó a la entrada de la ciudad como para hablar en privado con él. Allí le hirió en el vientre, a causa de la sangre de Asael su hermano; y así murió. Después de esto, David lo oyó y dijo: —¡Inocente soy yo, y también mi reino, ante Jehovah para siempre, de la sangre de Abner hijo de Ner! ¡Que recaiga su sangre sobre la cabeza de Joab y sobre toda su casa paterna! ¡Nunca falte en la casa de Joab quien padezca flujo, o quien sea leproso, o quien ande con bastón, o quien muera a espada, o quien carezca de pan! Joab y su hermano Abisai mataron a Abner, porque éste había dado muerte a Asael, hermano de ellos, en la batalla de Gabaón. Entonces dijo David a Joab y a todo el pueblo que estaba con él: —¡Rasgad vuestra ropa! Ceñíos de cilicio y haced duelo delante de Abner. El rey David iba detrás del féretro, y sepultaron a Abner en Hebrón. El rey alzó su voz y lloró junto al sepulcro de Abner, y también lloró todo el pueblo. El rey entonó este lamento por Abner, diciendo: "¿Había de morir Abner como muere un insensato? Tus manos no estaban atadas; tus pies no estaban sujetos con grillos. Caíste como los que caen ante los malvados." Todo el pueblo volvió a llorar por él. Entonces todo el pueblo fue para persuadir a David a que tomase alimento, mientras aún era de día. Pero David juró diciendo: —¡Así me haga Dios y aun me añada, si antes que se ponga el sol yo pruebo pan o cualquier cosa! Todo el pueblo llegó a saber esto y le pareció bien, porque todo lo que el rey hacía parecía bien a todo el pueblo. Aquel día, todo el pueblo y todo Israel entendieron que no había procedido del rey el asesinar a Abner hijo de Ner. Entonces el rey dijo a sus servidores: —¿No sabéis que hoy ha caído en Israel un príncipe y un gran hombre? Ahora yo soy débil, aunque soy un rey ungido; y estos hombres, los hijos de Sarvia, son más duros que yo. ¡Jehovah retribuya al que hace mal, conforme a su maldad! Cuando Isboset hijo de Saúl oyó que Abner había muerto en Hebrón, sus manos se debilitaron; y todo Israel fue atemorizado. El hijo de Saúl tenía dos hombres, los cuales eran jefes de tropa: El nombre de uno era Baaná, y el nombre del otro Recab. Eran hijos de Rimón, de Beerot, de los hijos de Benjamín. (Beerot era considerada como de Benjamín; los berotitas huyeron a Gitaim, donde habitan como forasteros hasta el día de hoy.) Jonatán hijo de Saúl tenía un hijo lisiado de los pies. Tenía cinco años cuando la noticia de la muerte de Saúl y de Jonatán llegó de Jezreel, y su nodriza lo tomó y huyó. Y sucedió que cuando huía apresuradamente, el niño se cayó y quedó cojo. El se llamaba Mefiboset. Recab y Baaná, hijos de Rimón de Beerot, fueron y en pleno calor del día llegaron a la casa de Isboset, quien se hallaba durmiendo la siesta. Y he aquí, entraron en el interior de la casa como para llevar trigo, y le hirieron en el vientre. Después Recab y su hermano Baaná se escaparon. Así que entraron en la casa mientras él estaba acostado en su cama, en su dormitorio, y lo hirieron y mataron. Luego le cortaron la cabeza, la tomaron y anduvieron toda la noche por el camino del Arabá. Llevaron la cabeza de Isboset a David, en Hebrón, y dijeron al rey: —¡He aquí la cabeza de Isboset hijo de Saúl, tu enemigo que atentó contra tu vida! Jehovah ha vengado hoy a mi señor el rey, de Saúl y de su descendencia. Pero David respondió a Recab y a Baaná, su hermano, hijos de Rimón de Beerot, y les dijo: —¡Vive Jehovah, que ha rescatado mi vida de toda adversidad! Si cuando uno, imaginándose que me traía buenas noticias, me informó diciendo: "Saúl ha muerto," yo lo prendí y lo maté en Siclag, en pago de sus buenas noticias, ¡cuánto más a unos hombres malvados que mataron a un hombre justo en su casa y sobre su cama! Ahora pues, ¿no demandaré su sangre de vuestras manos, eliminándoos de la tierra? Entonces David dio orden a los jóvenes, y ellos los mataron. Luego les cortaron las manos y los pies, y los colgaron junto al estanque de Hebrón. Pero tomaron la cabeza de Isboset y la enterraron en el sepulcro de Abner, en Hebrón. Entonces vinieron todas las tribus de Israel a David, en Hebrón, y le hablaron diciendo: "He aquí nosotros somos hueso tuyo y carne tuya. En tiempos pasados, cuando Saúl aún reinaba sobre nosotros, tú eras quien sacaba y hacía volver a Israel. Y Jehovah te dijo: ‘Tú pastorearás a mi pueblo Israel, y tú serás el soberano de Israel.’" Fueron, pues, todos los ancianos de Israel al rey, en Hebrón. Y el rey David hizo un pacto con ellos en Hebrón, delante de Jehovah. Entonces ungieron a David como rey sobre Israel. David tenía 30 años cuando comenzó a reinar, y reinó 40 años. En Hebrón reinó sobre Judá siete años y seis meses, y en Jerusalén reinó 33 años sobre todo Israel y Judá. Entonces el rey, con sus hombres, fue a Jerusalén, contra los jebuseos que habitaban en aquella tierra. Y ellos hablaron a David diciendo: "Tú no entrarás acá; pues incluso los ciegos y los cojos te rechazarán, diciendo: ‘David no podrá entrar acá.’" Sin embargo, David tomó la fortaleza de Sion, que es la Ciudad de David. Aquel día dijo David: "Todo el que ataque a los jebuseos, use el conducto para alcanzar a los cojos y a los ciegos, a los cuales aborrece el alma de David." Por eso se dice: "Ni el ciego ni el cojo entrará en la casa." David habitó en la fortaleza, y la llamó Ciudad de David. Luego David la edificó alrededor, desde Milo hacia adentro. David iba engrandeciéndose más y más, y Jehovah Dios de los Ejércitos estaba con él. Entonces Hiram, rey de Tiro, envió mensajeros a David; también madera de cedro, carpinteros y canteros para los muros; y edificaron una casa para David. Entonces David comprendió que Jehovah le había confirmado como rey sobre Israel y que había enaltecido su reino por amor a su pueblo Israel. Después que vino de Hebrón, David tomó más concubinas y mujeres de Jerusalén; y le nacieron a David más hijos e hijas. Estos son los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón, Ibjar, Elisúa, Néfeg, Jafía, Elisama, Eliada y Elifelet. Cuando los filisteos oyeron que habían ungido a David rey sobre Israel, subieron todos los filisteos en busca de David. Cuando David oyó esto, descendió a la fortaleza. Los filisteos llegaron y se extendieron por el valle de Refaím. Entonces David consultó a Jehovah diciendo: —¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mi mano? Y Jehovah respondió a David: —Sube, porque ciertamente entregaré a los filisteos en tu mano. David llegó a Baal-perazim, y allí los derrotó David. Entonces dijo: —¡Jehovah ha irrumpido contra mis enemigos delante de mí, como irrumpen las aguas! Por eso llamó el nombre de aquel lugar Baal-perazim. Los filisteos abandonaron allí sus ídolos, y David y sus hombres se los llevaron. Los filisteos volvieron a subir y se extendieron por el valle de Refaím. David consultó a Jehovah, y él le respondió: —No subas, sino rodéalos por detrás, y alcánzalos frente a los árboles de bálsamo. Y sucederá que cuando escuches el sonido de una marcha en las copas de los árboles, entonces actuarás con decisión, porque entonces Jehovah saldrá delante de ti para derrotar al ejército de los filisteos. David lo hizo conforme Jehovah le había mandado y derrotó a los filisteos desde Geba hasta la entrada de Gezer. David volvió a reunir a todos los escogidos de Israel, 30.000 en total. Entonces David se levantó, y con todo el pueblo que estaba con él, partió de Baala de Judá para subir desde allí el arca de Dios, sobre la cual es invocado el nombre de Jehovah de los Ejércitos, que tiene su trono entre los querubines. Luego colocaron el arca de Dios sobre una carreta nueva y se la llevaron de la casa de Abinadab, que estaba en la colina. Uza y Ajío, hijos de Abinadab, guiaban la carreta nueva con el arca de Dios, y se la llevaron de la casa de Abinadab, que estaba en la colina. Ajío iba delante del arca. David y toda la casa de Israel se regocijaban delante de Jehovah, con toda clase de instrumentos de madera de ciprés: arpas, liras, panderetas, sistros y címbalos. Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano al arca de Dios y la sujetó, porque los bueyes tropezaron. Entonces el furor de Jehovah se encendió contra Uza, y Dios lo hirió allí por el atrevimiento. Y murió allí, junto al arca de Dios. David se disgustó porque Jehovah había irrumpido contra Uza, y llamó aquel lugar Perez-uza, hasta el día de hoy. Aquel día David tuvo miedo de Jehovah y dijo: "¿Cómo ha de venir a mí el arca de Jehovah?" David ya no quiso llevar consigo el arca de Jehovah, a la Ciudad de David. Más bien, David la desvió a la casa de Obed-edom el geteo. El arca de Jehovah se quedó en casa de Obed-edom el geteo durante tres meses. Y Jehovah bendijo a Obed-edom y a toda su familia. Se le informó al rey David diciendo: "Jehovah ha bendecido la casa de Obed-edom y todo lo que tiene, a causa del arca de Dios." Entonces David fue e hizo subir con regocijo el arca de Dios de la casa de Obed-edom a la Ciudad de David. Y sucedió que cuando los que llevaban el arca de Dios habían dado seis pasos, David sacrificó un toro y un carnero engordado. David danzaba con toda su fuerza delante de Jehovah, y David estaba vestido con un efod de lino. David y toda la casa de Israel subían el arca de Jehovah, con gritos de júbilo y sonido de corneta. Sucedió que cuando el arca de Jehovah llegó a la Ciudad de David, Mical hija de Saúl miró por la ventana; y al ver al rey David saltando y danzando delante de Jehovah, lo menospreció en su corazón. Así trajeron el arca de Jehovah y la colocaron en su lugar, en medio de la tienda que David había erigido para ella. Luego David ofreció holocaustos y sacrificios de paz delante de Jehovah. Cuando David acabó de ofrecer los holocaustos y los sacrificios de paz, bendijo al pueblo en el nombre de Jehovah de los Ejércitos. Entonces repartió a todo el pueblo, a toda la multitud de Israel, tanto a hombres como a mujeres, a cada uno una torta de pan, una de dátiles y una de pasas. Y todo el pueblo se fue, cada uno a su casa. Luego volvió David para bendecir a su familia. Pero Mical hija de Saúl, saliendo para encontrar a David, le dijo: —¡Cómo se ha cubierto de honra hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy ante los ojos de las criadas de sus servidores, como se descubriría sin decoro un cualquiera! David respondió a Mical: —Fue delante de Jehovah, que me eligió en lugar de tu padre y de toda su casa, para constituirme como el soberano del pueblo de Jehovah, de Israel. Por tanto, me regocijaré delante de Jehovah. Y aún me haré más vil que esta vez y me rebajaré ante mis propios ojos. Pero con las criadas que has mencionado, ¡junto con ellas seré honrado! Y Mical hija de Saúl no tuvo hijos hasta el día de su muerte. Aconteció que cuando el rey habitaba ya en su casa, y Jehovah le había dado descanso de todos sus enemigos en derredor, el rey dijo al profeta Natán: —Mira; yo habito en una casa de cedro, mientras que el arca de Dios habita en una tienda. Y Natán dijo al rey: —Anda, haz todo lo que está en tu corazón, porque Jehovah está contigo. Pero aconteció que aquella noche vino la palabra de Jehovah a Natán, diciendo: "Vé y di a mi siervo David que así ha dicho Jehovah: ‘¿Me edificarás tú una casa en la que yo habite?’ Ciertamente yo no he habitado en una casa desde el día en que hice subir a los hijos de Israel de Egipto, hasta el día de hoy. Más bien, he estado peregrinando en una tienda y en un tabernáculo. Dondequiera que he peregrinado con todos los hijos de Israel, ¿acaso he dicho una palabra a alguna de las tribus de Israel a la que yo comisioné para apacentar a mi pueblo Israel, preguntando: ‘¿Por qué no me habéis edificado una casa de cedro?’ "Ahora pues, dirás a mi siervo David que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Yo te tomé del prado, de detrás del rebaño, para que fueras el soberano de mi pueblo Israel. He estado contigo por dondequiera que has andado. He eliminado a todos tus enemigos de tu presencia, y haré que tu nombre sea grande, como el nombre de los grandes de la tierra. Asimismo, dispondré un lugar para mi pueblo Israel, y lo plantaré para que habite en su lugar sin que sea molestado más, ni los inicuos vuelvan a afligirlo como al comienzo, desde el día en que constituí jueces sobre mi pueblo Israel. Y yo te daré descanso de todos tus enemigos. "‘Además, Jehovah te declara que Jehovah te hará casa a ti. Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo levantaré después de ti a un descendiente tuyo, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará una casa a mi nombre, y yo estableceré el trono de su reino para siempre. Yo seré para él, padre; y él será para mí, hijo. Cuando haga mal, yo le corregiré con vara de hombres y con azotes de hijos de hombre. Pero no quitaré de él mi misericordia, como la quité de Saúl, al cual quité de tu presencia. Tu casa y tu reino serán firmes para siempre delante de mí, y tu trono será estable para siempre.’" Natán habló a David conforme a todas estas palabras y conforme a toda esta visión. Entonces entró el rey David, se sentó delante de Jehovah y dijo: "Oh Señor Jehovah, ¿quién soy yo, y qué es mi casa para que me hayas traído hasta aquí? Y aun esto te ha parecido poco, oh Señor Jehovah, pues también has hablado del futuro de la casa de tu siervo. ¿Se comporta de esta manera el hombre, oh Señor Jehovah? ¿Qué más puede añadir David al hablar contigo? Pues tú conoces a tu siervo, oh Señor Jehovah. Por causa de tu palabra y conforme a tu corazón, has realizado toda esta gran cosa para darla a conocer a tu siervo. Por tanto, tú eres grande, oh Jehovah Dios; porque no hay nadie como tú, ni hay Dios aparte de ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos. "¿Y qué otra nación hay en la tierra como tu pueblo Israel, al cual Dios fue para rescatarlo como pueblo para sí, a fin de darse renombre y hacer a favor de él hechos grandes y temibles, al expulsar las naciones y sus dioses ante tu pueblo que rescataste para ti de Egipto? Has establecido para ti a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre; y tú, oh Jehovah, has llegado a ser su Dios. "Ahora pues, oh Jehovah Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, y haz tal como has dicho. Sea engrandecido tu nombre para siempre, a fin de que se diga: ‘Jehovah de los Ejércitos es Dios de Israel.’ Que la casa de tu siervo David sea estable delante de ti; porque tú, oh Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, lo has revelado al oído de tu siervo, diciendo: ‘Yo te edificaré casa a ti.’ Por esto, tu siervo ha hallado valor en su corazón para dirigirte esta oración. Ahora pues, oh Señor Jehovah, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y has prometido este bien a tu siervo. Y ahora, ten a bien bendecir la casa de tu siervo, a fin de que permanezca para siempre delante de ti. Porque tú lo has prometido, oh Señor Jehovah, y con tu bendición la casa de tu siervo será bendita para siempre." Aconteció después de esto que David derrotó a los filisteos y los sometió. Entonces David tomó Meteg-haamá de mano de los filisteos. También derrotó a los moabitas y los midió con cordel. Los hizo tenderse en el suelo y midió dos cordeles para que murieran y un cordel entero para que vivieran. Los moabitas fueron hechos siervos de David y le llevaban tributo. También derrotó David a Hadad-ezer hijo de Rejob, rey de Soba, cuando éste iba a establecer su dominio hasta el río Eufrates. David le capturó 1.700 jinetes y 20.000 hombres de infantería. Y desjarretó David todos los caballos de los carros, pero dejó de ellos los de 100 carros. Los sirios de Damasco fueron para ayudar a Hadad-ezer, rey de Soba; y David hirió a 22.000 hombres de los sirios. Después David instaló puestos militares entre los sirios de Damasco. Así llegaron los sirios a ser siervos de David y le llevaban tributo. Y Jehovah daba la victoria a David por dondequiera que iba. David tomó los escudos de oro que llevaban los servidores de Hadad-ezer y los trajo a Jerusalén. Asimismo, el rey David tomó gran cantidad de bronce de Beta y de Berotai, ciudades de Hadad-ezer. Cuando Toi, rey de Hamat, oyó que David había derrotado a todo el ejército de Hadad-ezer, Toi envió a su hijo Joram al rey David para saludarlo y felicitarlo por haber combatido contra Hadad-ezer y por haberlo derrotado, porque Toi estaba en guerra con Hadad-ezer. Joram llevó consigo objetos de plata, de oro y de bronce, que el rey David también consagró a Jehovah, junto con la plata y el oro que había consagrado de todas las naciones que había conquistado: de Edom, de Moab, de los hijos de Amón, de los filisteos, de Amalec y del botín de Hadad-ezer hijo de Rejob, rey de Soba. David adquirió renombre cuando regresó de derrotar a 18.000 hombres de Edom en el Valle de la Sal. El instaló puestos militares en Edom; por toda Edom instaló puestos militares, y todos los edomitas llegaron a ser siervos de David. Y Jehovah daba la victoria a David por dondequiera que iba. David reinaba sobre todo Israel, y practicaba David el derecho y la justicia con todo su pueblo. Joab, hijo de Sarvia, estaba al mando del ejército. Josafat hijo de Ajilud era el cronista. Sadoc hijo de Ajitob y Ajimelec hijo de Abiatar eran los sacerdotes. Seraías era el escriba. Benaías hijo de Joyada estaba al mando de los quereteos y de los peleteos. Y los hijos de David eran sacerdotes. Entonces David preguntó: —¿Hay todavía alguno que haya quedado de la casa de Saúl, a quien yo muestre bondad por amor a Jonatán? Había un siervo de la casa de Saúl que se llamaba Siba, al cual llamaron a la presencia de David. Y el rey le preguntó: —¿Eres tú Siba? El respondió: —Tu siervo soy. El rey le preguntó: —¿No queda nadie de la casa de Saúl a quien yo pueda mostrar la bondad de Dios? Siba respondió al rey: —Aún queda un hijo de Jonatán, lisiado de ambos pies. Entonces le preguntó el rey: —¿Dónde está? Siba respondió al rey: —He aquí que está en la casa de Maquir hijo de Amiel, en Lo-debar. El rey David envió a traerlo de la casa de Maquir hijo de Amiel, de Lo-debar. Entonces Mefiboset hijo de Jonatán, hijo de Saúl, vino a David, y cayendo sobre su rostro se postró. David le dijo: —¿Mefiboset? Y él respondió: —He aquí tu siervo. David le dijo: —No tengas temor, porque ciertamente yo te mostraré bondad por amor a tu padre Jonatán. Te devolveré todas las tierras de tu padre Saúl, y tú comerás siempre a mi mesa. El se postró y preguntó: —¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo? Entonces el rey llamó a Siba, siervo de Saúl, y le dijo: —Yo he dado al hijo de tu señor todo lo que pertenecía a Saúl y a toda su casa. Labrarás para él la tierra, tú, tus hijos y tus siervos, y almacenarás los productos para que el hijo de tu señor tenga provisiones. Pero Mefiboset, el hijo de tu señor, comerá siempre a mi mesa. Siba tenía quince hijos y veinte siervos. Y Siba respondió al rey: —Tu siervo hará conforme a todo lo que mande mi señor el rey a su siervo. Y Mefiboset comía a la mesa de David como uno de los hijos del rey. Mefiboset tenía un hijo pequeño que se llamaba Micaías. Todos los que habitaban en la casa de Siba eran siervos de Mefiboset. Pero Mefiboset habitaba en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey. El era cojo de ambos pies. Después de esto aconteció que murió el rey de los hijos de Amón, y su hijo Hanún reinó en su lugar. Entonces David pensó: "Mostraré bondad a Hanún hijo de Najas, como su padre mostró bondad conmigo." David envió a sus servidores para darle el pésame por la muerte de su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron a la tierra de los hijos de Amón, los jefes de los hijos de Amón dijeron a Hanún, su señor: "¿Te parece que David está honrando a tu padre, porque te ha enviado personas que te den el pésame? ¿No te habrá enviado David a sus servidores para reconocer y espiar la ciudad a fin de destruirla?" Entonces Hanún tomó a los servidores de David, les rapó la mitad de su barba, cortó sus vestidos por la mitad, hasta sus nalgas, y los despidió. Le informaron a David, y él envió a encontrarles, porque los hombres estaban sumamente avergonzados. El rey mandó que les dijeran: "Permaneced en Jericó hasta que os crezca la barba, y entonces volved." Al ver los hijos de Amón que se habían hecho odiosos a David, los hijos de Amón enviaron a tomar a sueldo a los sirios de Bet-rejob y a los sirios de Soba, 20.000 hombres de infantería; del rey de Maaca, 1.000 hombres; y de Istob, 12.000 hombres. Cuando David oyó esto, envió a Joab con todo el ejército de los valientes. Los hijos de Amón salieron y dispusieron la batalla a la entrada de la ciudad, mientras que los sirios de Soba, de Rejob, de Istob y de Maaca estaban aparte, en el campo. Al ver Joab que el frente de batalla estaba delante y detrás de él, eligió a algunos de entre todos los escogidos de Israel y dispuso sus escuadrones para enfrentar a los sirios. Puso al resto de la gente bajo el mando de su hermano Abisai, quien dispuso sus escuadrones para enfrentar a los hijos de Amón. Y Joab dijo: "Si los sirios son más fuertes que yo, tú me darás auxilio; pero si los hijos de Amón son más fuertes que tú, yo iré a auxiliarte. Esfuérzate, y luchemos valientemente por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios; y que Jehovah haga lo que le parezca bien." Entonces se acercó Joab, con la gente que estaba con él, para combatir contra los sirios; pero éstos huyeron ante él. Al ver que los sirios habían huido, los hijos de Amón también huyeron ante Abisai y entraron en la ciudad. Entonces Joab dejó de atacar a los hijos de Amón y volvió a Jerusalén. Los sirios, al verse derrotados por Israel, se volvieron a reunir. Hadad-ezer envió a traer a los sirios que estaban al otro lado del Río. Estos llegaron a Helam teniendo al frente de ellos a Sobac, jefe del ejército de Hadad-ezer. Cuando se le informó a David, éste reunió a todo Israel; y cruzando el Jordán, llegó a Helam. Los sirios dispusieron sus escuadrones para enfrentarse con David, y combatieron contra él. Pero los sirios huyeron ante Israel, y David mató de los sirios a 700 hombres de los carros y a 40.000 jinetes. También hirió a Sobac, jefe del ejército sirio, quien murió allí mismo. Al ver todos los reyes vasallos de Hadad-ezer que habían sido derrotados por Israel, hicieron la paz con Israel y le sirvieron. Y los sirios tuvieron miedo de volver a socorrer a los hijos de Amón. Aconteció al año siguiente, en el tiempo en que los reyes suelen salir a la guerra, que David envió a Joab junto con sus servidores y con todo Israel. Ellos destruyeron a los hijos de Amón y pusieron sitio a Rabá. Pero David se había quedado en Jerusalén. Y sucedió que al atardecer David se levantó de su cama y se paseaba por la azotea del palacio, cuando vio desde la azotea a una mujer que se estaba bañando. Y la mujer era muy bella. David mandó preguntar por la mujer, y alguien le dijo: —¿No es ésta Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías el heteo? David envió mensajeros y la tomó. Cuando ella vino a él, él se acostó con ella, que estaba purificándose de su impureza. Entonces ella regresó a su casa. La mujer concibió y mandó que lo hicieran saber a David, diciendo: "Yo estoy encinta." Entonces David mandó a decir a Joab: "Envíame a Urías el heteo." Y Joab envió a Urías a David. Cuando Urías vino a él, David le preguntó cómo estaban Joab y el pueblo, y cómo iba la guerra. Después David dijo a Urías: —Desciende a tu casa y lava tus pies. Cuando Urías salió del palacio, fue enviado tras él un obsequio de parte del rey. Pero Urías durmió a la puerta del palacio junto con todos los siervos de su señor, y no descendió a su casa. E informaron de esto a David diciendo: "Urías no descendió a su casa." Entonces David preguntó a Urías: —¿No has llegado de viaje? ¿Por qué no descendiste a tu casa? Urías respondió a David: —El arca, Israel y Judá están en cabañas, y mi señor Joab y los servidores de mi señor están acampados al aire libre. ¿Y había yo de entrar en mi casa para comer y beber y dormir con mi mujer? ¡Por tu vida y por la vida de tu alma, que no haré semejante cosa! David dijo a Urías: —Quédate hoy también aquí, y mañana te dejaré ir. Entonces Urías se quedó en Jerusalén aquel día y el día siguiente. David le invitó, y Urías comió y bebió con él; y le emborrachó. Pero al anochecer él salió a dormir en su cama con los siervos de su señor, y no descendió a su casa. Y sucedió que por la mañana David escribió una carta a Joab, y la envió por medio de Urías. Y en la carta escribió lo siguiente: "Poned a Urías en el frente más peligroso de la batalla; luego retiraos de él, para que sea herido y muera." Y aconteció que cuando Joab sitió la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres más valientes. Los hombres de la ciudad salieron y combatieron contra Joab, y murieron algunos del ejército de los servidores de David. Y murió también Urías el heteo. Joab mandó a informar a David de todos los detalles de la batalla. E instruyó al mensajero diciendo: —Cuando acabes de exponer al rey todos los detalles de la batalla, si sucede que se enciende la ira del rey, y te dice: "¿Por qué os acercasteis a la ciudad para combatir? ¿No sabíais que ellos tirarían desde arriba del muro? ¿Quién mató a Abimelec hijo de Jerobaal? ¿No fue una mujer quien arrojó sobre él desde arriba del muro una piedra de molino, y él murió en Tebes? ¿Por qué os acercasteis al muro?" Entonces le dirás: "También tu servidor Urías el heteo ha muerto." Fue el mensajero, y al llegar contó a David todas las cosas que le había mandado Joab. Dijo el mensajero a David: —Los hombres prevalecieron contra nosotros, y salieron al campo contra nosotros; pero les hicimos retroceder hasta la entrada de la puerta de la ciudad. Entonces los arqueros tiraron contra tus servidores desde arriba del muro y murieron algunos de los servidores del rey. También tu servidor Urías el heteo ha muerto. Entonces David dijo al mensajero: —Así dirás a Joab: "Que esto no parezca malo a tus ojos, pues la espada devora unas veces a uno y otras veces a otro. Refuerza tu ataque contra la ciudad y destrúyela." Y tú aliéntalo. Al oír la mujer de Urías que su marido, Urías, había muerto, hizo duelo por su marido. Pasado el luto, David envió a traerla a su palacio. Ella vino a ser su mujer y le dio a luz un hijo. Pero esto que David había hecho pareció malo a los ojos de Jehovah. Jehovah envió a Natán a David, y al venir a él le dijo: —Había dos hombres en una ciudad: el uno rico y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas; pero el pobre no tenía más que una sola corderita que él había comprado y criado, que había crecido junto con él y sus hijos. Comía de su pan, bebía de su vaso y dormía en su seno. La tenía como a una hija. Pero un viajero vino al hombre rico, y éste no quiso tomar una de sus ovejas o de sus vacas para guisarla para el viajero que le había llegado, sino que tomó la corderita de aquel hombre pobre, y la guisó para el hombre que había venido a él. Entonces se encendió en gran manera la ira de David contra aquel hombre y dijo a Natán: —¡Vive Jehovah, que el que hizo semejante cosa es digno de muerte! El debe pagar cuatro veces el valor de la corderita, porque hizo semejante cosa y no tuvo compasión. Entonces Natán dijo a David: —Tú eres ese hombre. Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Yo te ungí como rey sobre Israel y te libré de la mano de Saúl. Te di la casa de tu señor y puse las mujeres de tu señor en tu seno. Te di la casa de Israel y de Judá; y por si esto fuera poco, yo te habría añadido muchas otras cosas. ¿Por qué, pues, menospreciaste la palabra de Jehovah e hiciste lo malo ante sus ojos? Has matado a espada a Urías el heteo; has tomado a su mujer por mujer tuya, y a él lo has matado con la espada de los hijos de Amón. Ahora pues, porque me has menospreciado y has tomado la mujer de Urías el heteo para que sea tu mujer, jamás se apartará la espada de tu casa. Así ha dicho Jehovah: He aquí yo levantaré contra ti el mal en tu propia casa. Ante tus propios ojos tomaré tus mujeres y las daré a tu prójimo, el cual se acostará con tus mujeres a la luz del sol. Ciertamente tú lo hiciste en secreto, pero yo haré esto ante todo Israel y en pleno día." David respondió a Natán: —He pecado contra Jehovah. Y Natán dijo a David: —Jehovah también ha perdonado tu pecado; no morirás. Pero como en este asunto has hecho blasfemar a los enemigos de Jehovah, el hijo que te ha nacido morirá irremisiblemente. Después Natán regresó a su casa. Entonces Jehovah hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y enfermó de gravedad. David rogó a Dios por el niño. David ayunó, entró y pasó la noche acostado en el suelo. Los ancianos de su casa fueron a él para hacer que se levantase del suelo, pero él no quiso ni tampoco tomó alimentos con ellos. Sucedió que al séptimo día murió el niño. Y los siervos de David temían informarle que el niño había muerto, pues pensaban así: "He aquí que cuando el niño todavía vivía, le hablábamos, y él no quería escuchar nuestra voz. ¿Cómo vamos a decirle que el niño ha muerto? ¡Puede hacer algo malo!" Pero David, al ver que sus siervos susurraban entre sí, entendió que el niño había muerto. Entonces David preguntó a sus siervos: —¿Ha muerto el niño? Ellos respondieron: —Ha muerto. Entonces David se levantó del suelo, se lavó, se ungió, se cambió de ropa, entró en la casa de Jehovah y adoró. Después fue a su casa y pidió alimentos. Le sirvieron comida, y comió. Sus siervos le preguntaron: —¿Qué es esto que has hecho? Mientras el niño vivía, ayunabas y llorabas; pero ahora que ha muerto, te levantas y comes. El respondió: —Mientras el niño vivía, yo ayunaba y lloraba pensando: "Quién sabe si Jehovah tendrá compasión de mí, y el niño vivirá." Pero ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? ¡Yo iré a él, pero él no volverá a mí! David consoló a Betsabé su mujer. Y fue a ella y se acostó con ella. Ella dio a luz un hijo, y llamó su nombre Salomón. Jehovah amaba al niño, y envió un mensaje por medio del profeta Natán, quien llamó su nombre Yedidías, a causa de Jehovah. Joab estaba combatiendo contra Rabá de los hijos de Amón, y tomó la ciudad real. Entonces Joab envió mensajeros a David diciendo: "He combatido contra Rabá y también he tomado el barrio de las Aguas. Ahora pues, reúne al resto del pueblo, acampa contra la ciudad y tómala tú; no sea que tomándola yo, sea llamada por mi nombre." David reunió a todo el pueblo, fue a Rabá, combatió contra ella y la tomó. Entonces tomó la corona de la cabeza de su rey, la cual pesaba un talento de oro y tenía piedras preciosas. Y fue puesta sobre la cabeza de David. También sacó mucho botín de la ciudad. A la gente que estaba en ella la sacó y la puso a trabajar con sierras, trillos de hierro y hachas de hierro. También la hizo trabajar en los hornos de ladrillos. Lo mismo hizo con todas las ciudades de los hijos de Amón. Luego David regresó con todo el pueblo a Jerusalén. Absalón hijo de David tenía una hermana hermosa que se llamaba Tamar. Y aconteció después de esto que Amnón hijo de David se enamoró de ella. Amnón estaba angustiado hasta enfermarse por Tamar su hermana; porque siendo ella virgen, le parecía a Amnón difícil hacerle algo. Pero Amnón tenía un amigo que se llamaba Jonadab hijo de Simea, hermano de David. Jonadab era un hombre muy astuto. Y le preguntó: —Oh hijo del rey, ¿por qué vas enflaqueciendo así de día en día? ¿No me lo contarás a mí? Amnón le respondió: —Estoy enamorado de Tamar, hermana de Absalón, mi hermano. Y Jonadab le dijo: —Acuéstate en tu cama y finge estar enfermo. Cuando tu padre venga a verte, dile: "Te ruego que venga mi hermana Tamar para que me dé de comer. Que ella prepare delante de mí una comida, de modo que yo la vea y la coma de su mano." Amnón se acostó y fingió estar enfermo. Entonces el rey fue para verle, y Amnón le dijo: —Te ruego que venga mi hermana Tamar y haga delante de mí dos pasteles, para que yo los coma de su mano. Entonces David envió a Tamar a su casa, diciendo: —Vé, por favor, a la casa de tu hermano Amnón y prepárale una comida. Tamar fue a la casa de su hermano Amnón, quien se encontraba acostado. Tomó masa, la amasó, hizo los pasteles delante de él y los coció. Luego tomó la sartén y los sirvió delante de él. Pero Amnón no quiso comer. Y Amnón dijo: —¡Haced salir a todos de aquí! Y salieron todos de allí. Entonces Amnón dijo a Tamar: —Trae la comida al dormitorio para que yo la coma de tu mano. Tamar tomó los pasteles que había cocido y los llevó a su hermano Amnón, al dormitorio. Cuando ella se los puso delante para que él comiese, él asió de ella y le dijo: —Ven, acuéstate conmigo, hermana mía. Ella le respondió: —¡No, hermano mío! ¡No me fuerces, porque no se debe hacer esto en Israel! ¡No hagas tal vileza! Porque, ¿adónde iría yo con mi deshonra? Tú mismo serías considerado como uno de los hombres viles en Israel. Ahora pues, habla al rey, y él no rehusará darme a ti. Pero él no la quiso escuchar; sino que, siendo más fuerte que ella, la forzó y se acostó con ella. Luego la odió Amnón con tal odio, que el odio con que la odió fue mayor que el amor con que la había amado. Y Amnón le dijo: —¡Levántate; vete! Ella respondió: —¡No! Porque este mal de echarme es mayor que el otro que me has hecho. Pero él no la quiso escuchar. Más bien, llamó a su criado que le servía y le dijo: —¡Echa a ésta fuera de aquí, y pon el cerrojo a la puerta tras ella! Ella estaba vestida con una túnica de diversos colores, porque así solían vestir las hijas vírgenes del rey. Y su criado la echó fuera y puso el cerrojo a la puerta tras ella. Entonces Tamar tomó ceniza y la esparció sobre su cabeza, rasgó su túnica de diversos colores que llevaba, puso las manos sobre su cabeza y se fue gritando. Su hermano Absalón le preguntó: —¿Ha estado contigo tu hermano Amnón? Calla, pues, ahora, hermana mía. Tu hermano es; no tomes tan a pecho este asunto. Entonces Tamar se quedó desolada en la casa de su hermano Absalón. Cuando el rey David oyó todo esto, se enojó mucho. Pero Absalón no habló con Amnón ni para mal ni para bien, pues Absalón odiaba a Amnón por haber violado a su hermana Tamar. Después de dos años acontenció que Absalón tenía esquiladores en Baal-hazor, que está junto a Efraín, e invitó Absalón a todos los hijos del rey. Y Absalón fue al rey y le dijo: —He aquí que tu siervo tiene esquiladores. Por favor, que el rey y sus servidores vengan con tu siervo. El rey respondió a Absalón: —No, hijo mío. No iremos todos, para que no te seamos una carga pesada. Aunque le insistió, él no quiso ir, pero lo bendijo. Entonces dijo Absalón: —Si no, por favor, que venga con nosotros mi hermano Amnón. El rey le preguntó: —¿Para qué ha de ir contigo? Como Absalón le insistió, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey. Absalón había dado órdenes a sus criados diciendo: "Mirad; cuando el corazón de Amnón esté eufórico por el vino y yo os diga: ‘¡Herid a Amnón!’, entonces matadle. No temáis. ¿No os lo he mandado yo? Esforzaos, pues, y sed valientes." Los criados de Absalón hicieron con Amnón lo que Absalón les había mandado. Entonces se levantaron todos los hijos del rey, montó cada uno en su mulo, y huyeron. Estando ellos aún en el camino, llegó a David el rumor que decía: "Absalón ha matado a todos los hijos del rey, y no ha quedado ninguno de ellos." El rey se levantó, rasgó sus vestiduras y se echó en el suelo. Y todos sus servidores que estaban a su lado rasgaron sus vestiduras. Entonces intervino Jonadab hijo de Simea, hermano de David, y dijo: —No crea mi señor que han matado a todos los jóvenes, hijos del rey. Sólo Amnón ha muerto, porque estaba decidido por orden de Absalón desde el día en que Amnón violó a su hermana Tamar. Por eso, no haga caso mi señor el rey del rumor que dice: "Todos los hijos del rey han sido asesinados." Porque sólo Amnón ha muerto. Y Absalón huyó. Entre tanto, el criado que hacía de centinela alzó sus ojos, y he aquí que mucha gente venía por el camino del oeste, por el lado de la colina. Entonces Jonadab dijo al rey: —¡He aquí que llegan los hijos del rey! Como tu siervo había dicho, así ha sucedido. Y sucedió que cuando él acabó de hablar, he aquí que los hijos del rey llegaron; y alzando la voz, lloraron. También el rey y todos sus servidores lloraron muy amargamente. Absalón huyó y se fue a Talmai hijo de Amijud, rey de Gesur. Y David lloraba por su hijo todos los días. Así Absalón huyó y se fue a Gesur, y estuvo allí tres años. Y el rey David se consumía por ver a Absalón, porque ya se había consolado de la muerte de Amnón. Joab, hijo de Sarvia, se dio cuenta de que el corazón del rey se inclinaba por Absalón. Entonces Joab mandó a traer de Tecoa a una mujer sabia, y le dijo: —Por favor, finge que estás de duelo. Ponte un vestido de luto y no te unjas con aceite; antes bien, aparenta ser una mujer que hace tiempo guarda luto por algún muerto. Luego entra a la presencia del rey y habla con él de esta manera… Y Joab puso las palabras en su boca. Aquella mujer de Tecoa vino al rey, se postró en tierra sobre su rostro haciendo reverencia y dijo: —¡Socórreme, oh rey! El rey le preguntó: —¿Qué te pasa? Ella respondió: —¡Ay de mí! Soy una mujer viuda; mi marido ha muerto. Tu sierva tenía dos hijos. Pero los dos pelearon en el campo, y no habiendo quien los separase, el uno hirió al otro y lo mató. Y he aquí que toda la familia se ha levantado contra tu sierva, diciendo: "¡Entrega al que mató a su hermano, para que lo matemos por la vida de su hermano a quien mató, y destruyamos también al heredero!" ¡Así extinguirán el carbón encendido que me queda, no dejando a mi marido nombre ni descendencia sobre la tierra! Entonces el rey dijo a la mujer: —Vé a tu casa, que yo me ocuparé de tu caso. Y la mujer de Tecoa dijo al rey: —¡Oh mi señor el rey, sea la culpa sobre mí y sobre mi casa paterna! Pero el rey y su trono sean sin culpa. El rey dijo: —Al que hable contra ti, tráelo a mí; y no te molestará más. Entonces ella dijo: —Acuérdate, por favor, oh rey, de Jehovah tu Dios, para que el vengador de la sangre no siga destruyendo, no sea que destruya a mi hijo. El respondió: —¡Vive Jehovah, que no caerá en tierra ni un cabello de la cabeza de tu hijo! Dijo la mujer: —Por favor, permite que tu sierva diga una palabra a mi señor el rey. El dijo: —Habla. Entonces dijo la mujer: —¿Por qué, pues, piensas de este modo contra el pueblo de Dios? Cuando el rey dice estas palabras, se culpa a sí mismo, por cuanto el rey no hace volver a su desterrado. A la verdad, todos hemos de morir; somos como el agua derramada en la tierra, que no se puede recoger. Pero Dios no quita la vida, sino que busca la manera de que el desterrado no quede desterrado de él. He venido ahora para decir esto a mi señor el rey, porque el pueblo me ha atemorizado. Pero tu sierva pensó: Hablaré al rey; quizás él haga lo que su sierva le diga. Porque el rey me oirá para librar a su sierva de mano del hombre que busca destruirme a mí juntamente con mi hijo, de la heredad de Dios. Dice, pues, tu sierva: ¡Que sea de alivio la respuesta de mi señor el rey, porque como un ángel de Dios es mi señor el rey para discernir lo bueno y lo malo! ¡Que Jehovah tu Dios sea contigo! Entonces el rey respondió y dijo a la mujer: —Por favor, no me encubras nada de lo que te voy a preguntar. La mujer dijo: —Hable mi señor el rey. El rey preguntó: —¿No está contigo la mano de Joab en todo esto? La mujer respondió y dijo: —¡Vive tu alma, oh mi señor el rey! Nadie se podrá desviar ni a la derecha ni a la izquierda de todo lo que habla mi señor el rey. Ciertamente fue Joab tu servidor quien me mandó. El puso todas estas palabras en boca de tu sierva. Joab, tu servidor, hizo esto para cambiar la situación presente. Pero mi señor es sabio, conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer todo lo que hay en la tierra. Entonces el rey dijo a Joab: —He aquí, yo concedo esto: Vé y haz volver al joven Absalón. Joab se postró en tierra sobre su rostro, y haciendo reverencia, bendijo al rey. Entonces dijo Joab: —Hoy ha entendido tu siervo que ha hallado gracia ante tus ojos, oh mi señor el rey, pues el rey ha concedido la petición de su siervo. Entonces Joab se levantó, fue a Gesur y trajo a Absalón a Jerusalén. Pero el rey dijo: —Que se vaya a su casa y no vea mi cara. Así que Absalón se fue a su casa, y no vio la cara del rey. En todo Israel no había un hombre tan alabado por su belleza como Absalón. Desde la planta de su pie hasta su coronilla, no había defecto en él. Cuando se cortaba el cabello (cosa que hacía al final de cada año porque le era pesado, y por ello se lo cortaba), el cabello de su cabeza pesaba 200 siclos de peso real. A Absalón le nacieron tres hijos y una hija, que se llamaba Tamar. Ella era una mujer hermosa. Durante dos años estuvo Absalón en Jerusalén y no vio la cara del rey. Y Absalón mandó llamar a Joab para enviarlo al rey, pero Joab no quiso venir a él. Lo mandó llamar por segunda vez, pero él no quiso venir. Entonces Absalón dijo a sus siervos: —Mirad, la parcela de Joab está junto a la mía, y allí él tiene cebada. Id y prendedle fuego. Los siervos de Absalón prendieron fuego a la parcela. Entonces Joab se levantó, fue a la casa de Absalón y le preguntó: —¿Por qué han prendido fuego tus siervos a mi parcela? Absalón respondió a Joab: —He aquí, yo envié por ti diciendo: "Ven acá para que te envíe al rey y le digas: ‘¿Para qué vine de Gesur? Mejor me hubiera sido quedar aún allá.’" Ahora pues, quiero ver la cara del rey; y si hay culpa en mí, que me haga morir. Joab fue al rey y se lo informó. Entonces llamó a Absalón, el cual vino al rey y se postró sobre su rostro en tierra ante él. Y el rey besó a Absalón. Aconteció después de esto que Absalón consiguió un carro, caballos y cincuenta hombres que corriesen delante de él. Absalón se levantaba muy de mañana y se ponía de pie a un lado del camino que conduce a la puerta de la ciudad, y a todo el que tenía pleito e iba a juicio ante el rey, Absalón le llamaba y preguntaba: —¿De qué ciudad eres? El respondía: —Tu siervo es de una de las tribus de Israel… Entonces Absalón le decía: —Mira, tu causa es buena y justa. Pero no tienes quién te oiga de parte del rey. —Y añadía Absalón—: ¡Quién me pusiera por juez en el país, para que viniera a mí todo el que tuviese pleito o causa, y yo le haría justicia! Sucedía que cuando alguno se acercaba para postrarse ante él, éste extendía su mano, lo asía y lo besaba. De esta manera hacía Absalón con todos los israelitas que iban al rey para juicio. Así robaba Absalón el corazón de los hombres de Israel. Aconteció que después de cuatro años Absalón dijo al rey: —Permíteme ir a Hebrón a cumplir mi voto que hice a Jehovah. Porque tu siervo hizo un voto cuando estaba en Gesur, en Siria, diciendo: "Si Jehovah me hace volver a Jerusalén, yo serviré a Jehovah." El rey le dijo: —Vé en paz. Entonces él se levantó y se fue a Hebrón. Pero envió agentes secretos por todas las tribus de Israel, diciendo: "Cuando escuchéis el sonido de la corneta, diréis: ‘¡Absalón reina en Hebrón!’" Con Absalón fueron 200 hombres de Jerusalén, invitados por él. Ellos fueron inocentemente, sin tener conocimiento de nada. Entonces, mientras ofrecía los sacrificios, Absalón mandó llamar a Ajitofel el gilonita, consejero de David, de Gilo su ciudad. La conspiración se hizo poderosa, y el pueblo que estaba de parte de Absalón seguía aumentando. Un mensajero vino a David y dijo: —¡El corazón de los hombres de Israel se va tras Absalón! Entonces David dijo a todos sus servidores que estaban con él en Jerusalén: —Levantaos, y huyamos, porque no podremos escapar ante Absalón. Daos prisa a partir, no sea que apresurándose nos alcance, eche sobre nosotros el mal y hiera la ciudad a filo de espada. Los servidores del rey le dijeron: —He aquí que tus siervos estamos listos para todo lo que nuestro señor el rey decida. El rey salió, y le siguió toda su familia; pero dejó a diez concubinas para que guardasen el palacio. Salió, pues, el rey con toda la gente en pos de él, y se detuvieron en la casa más distante. Todos sus servidores pasaban a su lado, con todos los quereteos y todos los peleteos. Y todos los geteos, 600 hombres que habían venido tras él desde Gat, pasaron delante del rey. Entonces el rey dijo a Itai el geteo: —¿Para qué vienes tú también con nosotros? Vuelve y quédate con el rey, puesto que tú eres un extranjero y también un desterrado de tu lugar de origen. Viniste sólo ayer. ¿Y he de hacer hoy que andes errante por ir con nosotros, mientras yo voy sin rumbo fijo? Vuélvete y haz volver a tus hermanos, y que la misericordia y la verdad sean contigo. Pero Itai respondió al rey diciendo: —¡Vive Jehovah y vive mi señor el rey, que sea para muerte o sea para vida, dondequiera esté mi señor el rey, allí estará también tu siervo! Entonces David dijo a Itai: —Ven, pues, y pasa adelante. Así pasó Itai el geteo, con todos sus hombres y todos sus pequeños que estaban con él. Todo el mundo lloraba en alta voz, mientras toda la gente cruzaba. También cruzaron el arroyo de Quedrón el rey y toda la gente, rumbo al camino del desierto. Y he aquí que también iba Sadoc, y con él todos los levitas que llevaban el arca del pacto de Dios. Ellos asentaron el arca de Dios, hasta que todo el pueblo terminó de salir de la ciudad. Entonces subió Abiatar. El rey dijo a Sadoc: —Haz volver el arca de Dios a la ciudad; pues si hallo gracia ante los ojos de Jehovah, él me hará volver y me permitirá ver el arca y su morada. Pero si dice: "No me agradas," heme aquí; que él haga de mí lo que le parezca bien. —Además, el rey dijo al sacerdote Sadoc—: ¿No eres tú un vidente? Regresa en paz a la ciudad, y regresen con vosotros vuestros dos hijos: tu hijo Ajimaas y Jonatán hijo de Abiatar. Mirad, yo me detendré en las llanuras del desierto, hasta que venga palabra de parte de vosotros para informarme. Entonces Sadoc y Abiatar devolvieron el arca de Dios a Jerusalén, y se quedaron allí. Pero David subió la cuesta del monte de los Olivos; la subió llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. También todo el pueblo que estaba con él cubrió cada uno su cabeza, y lloraban mientras subían. E informaron a David diciéndole: —Ajitofel está entre los que han conspirado con Absalón. Entonces David dijo: —Frustra, por favor, oh Jehovah, el consejo de Ajitofel. Sucedió que cuando David llegó a la cumbre del monte donde se solía adorar a Dios, he aquí que Husai el arquita le salió al encuentro, con sus vestiduras rasgadas y tierra sobre su cabeza. Entonces David le dijo: —Si vienes conmigo, me serás una carga. Pero si vuelves a la ciudad y le dices a Absalón: "Oh rey, yo seré tu siervo; como he sido siervo de tu padre en el pasado, así seré ahora siervo tuyo," entonces tú frustrarás a mi favor el consejo de Ajitofel. ¿No estarán allí contigo los sacerdotes Sadoc y Abiatar? Todo lo que oigas en la casa del rey se lo comunicarás a los sacerdotes Sadoc y Abiatar. He aquí que están allí con ellos sus dos hijos, Ajimaas hijo de Sadoc y Jonatán hijo de Abiatar. Por medio de ellos me enviaréis información de todo lo que oigáis." Así Husai, amigo de David, llegó a la ciudad. Y Absalón entró en Jerusalén. Cuando David pasó un poco más allá de la cumbre del monte, he aquí que Siba, criado de Mefiboset, salió a recibirle con un par de asnos aparejados, llevando 200 panes, 100 tortas de pasas, 100 frutas de verano y una tinaja de vino. El rey preguntó a Siba: —¿Para qué traes esto? Siba respondió: —Los asnos son para que monte la familia del rey; los panes y la fruta, para que coman los jóvenes; y el vino es para que beban los que se cansen en el desierto. El rey preguntó: —¿Dónde está el hijo de tu señor? Siba respondió al rey: —He aquí que él se ha quedado en Jerusalén, porque ha dicho: "Hoy la casa de Israel me devolverá el reino de mi padre." Entonces el rey dijo a Siba: —¡He aquí que es tuyo todo lo que pertenece a Mefiboset! Siba respondió: —Ante ti me postro; halle yo gracia ante tus ojos, oh mi señor el rey. Al llegar el rey David a Bajurim, he aquí que salió de allí un hombre de la familia de la casa de Saúl, que se llamaba Simei hijo de Gera. Mientras salía, iba maldiciendo y arrojando piedras a David y a todos los servidores del rey David; pero todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a su derecha y a su izquierda. Simei decía maldiciéndole: —¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y hombre perverso! Jehovah ha hecho recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, en cuyo lugar has reinado. Pero Jehovah ha entregado el reino en mano de tu hijo Absalón, y he aquí que estás en desgracia, porque eres un hombre sanguinario. Entonces Abisai, hijo de Sarvia, preguntó al rey: —¿Por qué ha de maldecir este perro muerto a mi señor el rey? ¡Por favor, déjame pasar, y le cortaré la cabeza! Pero el rey respondió: —¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Que maldiga; porque si Jehovah le ha dicho: "Maldice a David," ¿quién le dirá: "¿Por qué haces esto?" Entonces David dijo a Abisai y a todos sus servidores: —He aquí, mi hijo, que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida. ¡Cuánto más ahora uno de Benjamín! Dejadle que maldiga, porque Jehovah se lo ha dicho. Quizás Jehovah mirará mi aflicción, y me concederá Jehovah bienestar a cambio de sus maldiciones del día de hoy. Mientras David y los suyos iban por el camino, Simei iba por la ladera del monte y paralelo a él, maldiciéndole, arrojando piedras frente a él y esparciendo polvo. El rey y todo el pueblo que estaba con él llegaron fatigados, y descansaron allí. Absalón y todo el pueblo, los hombres de Israel, entraron en Jerusalén; y Ajitofel estaba con él. Sucedió que cuando Husai el arquita, amigo de David, llegó ante Absalón, Husai dijo a Absalón: —¡Viva el rey! ¡Viva el rey! Absalón preguntó a Husai: —¿De esta manera expresas tu lealtad para con tu amigo? ¿Por qué no te fuiste con tu amigo? Husai respondió a Absalón: —No. Yo seré de quien elijan Jehovah, este pueblo y todos los hombres de Israel; y con él me quedaré. Además, ¿a quién voy yo a servir? ¿No es a su hijo? Como he servido a tu padre, así te serviré a ti. Entonces Absalón dijo a Ajitofel: —Da tu consejo sobre lo que debemos hacer. Y Ajitofel contestó a Absalón: —Unete a las concubinas de tu padre, que él dejó para guardar el palacio. Todo el pueblo de Israel oirá que te has hecho odioso a tu padre, y se fortalecerán las manos de todos los que están contigo. Entonces instalaron una tienda para Absalón sobre la azotea, y él se unió a las concubinas de su padre a la vista de todo Israel. En aquellos días el consejo que daba Ajitofel era como si alguien consultara la palabra de Dios. Así era considerado todo consejo de Ajitofel, tanto por David como por Absalón. Entonces Ajitofel dijo a Absalón: —Permíteme escoger a 12.000 hombres, y me levantaré y perseguiré a David esta noche. Caeré sobre él cuando esté cansado y desalentado. Lo atemorizaré, y todo el pueblo que está con él huirá; entonces mataré sólo al rey. El es el hombre a quien buscas. Así haré volver a ti a todo el pueblo; y cuando todos hayan vuelto, todo el pueblo estará en paz. El consejo pareció bueno a Absalón y a todos los ancianos de Israel. Pero Absalón dijo: —Por favor, llamad también a Husai el arquita, para que escuchemos asimismo lo que él tenga que decir. Cuando Husai vino a Absalón, éste le habló diciendo: —De esta manera ha hablado Ajitofel. ¿Seguiremos su consejo? Si no, habla tú. Husai dijo a Absalón: —El consejo que ha dado Ajitofel esta vez no es bueno. —Y Husai añadió—: Tú sabes que tu padre y sus hombres son valientes y que están con ánimo provocado, como la osa en el campo a la que le han quitado sus crías. Además, tu padre es hombre de guerra y no pasará la noche con el pueblo. He aquí que ahora estará escondido en alguna cueva o en otro lugar. Y acontecerá que si al comienzo caen algunos del pueblo, cualquiera que lo oiga dirá: "Ha habido una matanza entre la gente que sigue a Absalón." Así, aun el hombre más valiente, cuyo corazón es como el corazón de un león, sin duda desmayará. Porque todo Israel sabe que tu padre es un hombre valiente y que los que están con él son hombres de valor. Aconsejo, pues, que todo Israel se reúna contigo, desde Dan hasta Beerseba, tan numeroso como la arena que está a la orilla del mar; y que tú en persona vayas a la batalla. Entonces iremos contra él en cualquier lugar donde se encuentre y caeremos sobre él, como el rocío cae sobre la tierra. Y no dejaremos vivo a él ni a ninguno de los hombres que están con él. Y si se retira a alguna ciudad, todos los de Israel llevaremos sogas a esa ciudad, y la arrastraremos hasta el arroyo, de manera que no se encuentre allí ni siquiera una piedrecita. Entonces Absalón y todos los hombres de Israel dijeron: —El consejo de Husai el arquita es mejor que el consejo de Ajitofel. Jehovah había determinado que el acertado consejo de Ajitofel se frustrara, para que Jehovah hiciese caer el mal sobre Absalón. Entonces Husai dijo a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: —De esta y esta manera aconsejó Ajitofel a Absalón y a los ancianos de Israel, y de esta y esta manera les aconsejé yo. Por tanto, mandad inmediatamente a informar a David, diciendo: "No pases esta noche en las llanuras del desierto. Cruza sin falta el Jordán, para que no sea aniquilado el rey junto con toda la gente que está con él." Jonatán y Ajimaas estaban junto a En-rogel. Una criada había de ir e informarles, porque ellos no debían exponerse yendo a la ciudad. Y ellos habían de ir e informar al rey David. Pero un muchacho los vio e informó a Absalón. Por tanto, los dos se dieron prisa y llegaron a la casa de un hombre en Bajurim, quien tenía un pozo en su patio, y se metieron dentro de él. La esposa tomó una manta, la extendió sobre la boca del pozo y tendió sobre ella grano trillado; y nada se supo del asunto. Cuando los servidores de Absalón llegaron a la casa de la mujer, le preguntaron: —¿Dónde están Ajimaas y Jonatán? La mujer les respondió: —Ya han pasado el depósito de agua. Ellos los buscaron, pero no los hallaron; y se volvieron a Jerusalén. Y sucedió que después que se habían ido, los hombres salieron del pozo. Luego fueron e informaron al rey David diciéndole: —Levantaos y daos prisa para cruzar las aguas, porque así ha aconsejado Ajitofel contra vosotros. Entonces David se levantó, junto con toda la gente que estaba con él, y cruzaron el Jordán. Para el amanecer no quedó ni uno solo que no hubiese cruzado el Jordán. Al ver Ajitofel que no se había seguido su consejo, aparejó el asno, partió y se fue a su casa, en su ciudad. Después de poner en orden su casa, se ahorcó y murió. Entonces fue sepultado en la tumba de su padre. David llegó a Majanaim, y Absalón cruzó el Jordán con todos los hombres de Israel. Absalón había puesto a Amasa al mando del ejército, en lugar de Joab. Amasa era hijo de un hombre llamado Jeter el israelita, que se había unido a Abigaíl hija de Najas y hermana de Sarvia, que era la madre de Joab. Absalón y los de Israel acamparon en la tierra de Galaad. Y aconteció que cuando David llegó a Majanaim, Sobi hijo de Najas, de Rabá de los hijos de Amón; Maquir hijo de Amiel, de Lo-debar; y Barzilai el galadita, de Rogelim, trajeron camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, miel, mantequilla, ovejas y queso de vaca, y los presentaron a David y al pueblo que estaba con él, para que comiesen. Porque pensaron: "La gente está hambrienta, cansada y sedienta en el desierto." David pasó revista a la gente que estaba con él, y puso sobre ellos jefes de millares y jefes de centenas. Luego David envió a la gente: una tercera parte al mando de Joab, otra tercera parte al mando de Abisai, hijo de Sarvia y hermano de Joab, y la otra tercera parte al mando de Itai el geteo. Luego el rey dijo al pueblo: —Yo mismo iré también con vosotros. Pero el pueblo dijo: —No irás; porque si nosotros tenemos que huir, no harán caso de nosotros. Aunque muera la mitad de nosotros, no nos harán caso. Pero tú vales hoy tanto como 10.000 de nosotros. Ahora pues, será mejor que nos des ayuda desde la ciudad. El rey les dijo: —Haré lo que os parezca bien. Entonces el rey se quedó de pie junto a la puerta mientras todo el pueblo salía de cien en cien y de mil en mil. Y el rey mandó a Joab, a Abisai y a Itai, diciendo: —Tratad benignamente al joven Absalón, por consideración a mí. Y todo el pueblo escuchó cuando el rey dio orden a todos los jefes acerca de Absalón. La gente salió al campo al encuentro de Israel, y se dio la batalla en el bosque de Efraín. Allí cayó el pueblo de Israel ante los servidores de David. Aquel día hubo allí una gran matanza de La batalla se extendió por toda la región, y aquel día el bosque devoró más gente que la que había devorado la espada. Sucedió que Absalón se encontró con los servidores de David. Absalón iba montado sobre un mulo, y el mulo se metió por debajo del espeso ramaje de una gran encina. A Absalón se le enredó la cabeza en la encina, de modo que quedó colgado entre el cielo y la tierra, mientras el mulo que estaba debajo de él siguió adelante. Un hombre lo vio y avisó a Joab diciendo: —He aquí que he visto a Absalón colgado de una encina. Joab respondió al hombre que le dio la noticia: —Y viéndolo tú, ¿por qué no lo mataste allí mismo, derribándolo a tierra? Yo te hubiera dado diez piezas de plata y un cinturón. El hombre respondió a Joab: —Aunque yo recibiera en mi mano mil piezas de plata, no extendería mi mano contra el hijo del rey, porque nosotros oímos cuando el rey os mandó a ti, a Abisai y a Itai, diciendo: "Cuidadme al joven Absalón." Si yo hubiera arriesgado mi vida (y nada se le esconde al rey), tú mismo habrías estado en contra. Joab respondió: —No perderé mi tiempo contigo. Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, que aún estaba vivo en medio de la encina. Luego lo rodearon diez jóvenes, escuderos de Joab, e hirieron a Absalón y lo remataron. Entonces Joab tocó la corneta, y el pueblo dejó de perseguir a Israel, porque Joab detuvo al pueblo. Tomaron después a Absalón, lo echaron en un gran hoyo en el bosque y levantaron sobre él un gran montón de piedras. Y todo Israel huyó, cada uno a su morada. En vida Absalón había mandado erigir para sí un monumento que está en el Valle del Rey, porque había dicho: "Yo no tengo hijo que conserve la memoria de mi nombre." El puso su nombre a aquel monumento. Y hasta el día de hoy se llama monumento de Absalón. Entonces Ajimaas hijo de Sadoc dijo: —Correré y daré las buenas noticias al rey, de cómo Jehovah le ha librado de mano de sus enemigos. Joab le respondió: —No serás tú quien lleve las noticias en este día. Las llevarás otro día. No llevarás las noticias en este día, porque el hijo del rey ha muerto. Entonces Joab dijo al etíope: —Vé tú e informa al rey de lo que has visto. El etíope se postró ante Joab y corrió. Entonces Ajimaas hijo de Sadoc volvió a decir a Joab: —Sea como sea, deja que yo también corra tras el etíope. Joab le dijo: —Hijo mío, ¿para qué has de correr, si no te van a dar un premio por las noticias? Pero él respondió: —Sea como sea, correré. Entonces le dijo: —Corre. Ajimaas corrió por el camino de la llanura y pasó al etíope. David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela fue a la azotea de la puerta de la muralla, y alzando los ojos miró, y he allí un hombre que corría solo. El centinela llamó e informó al rey. Y el rey dijo: —Si viene solo, trae buenas noticias. En tanto que él iba acercándose, el centinela vio a otro hombre que corría. Y el centinela llamó al portero diciendo: —¡He aquí, otro hombre viene corriendo solo! Y el rey dijo: —Ese también trae buenas noticias. El centinela volvió a decir: —Me parece que el correr del primero es como el correr de Ajimaas hijo de Sadoc. El rey respondió: —Ese es un hombre de bien y trae buenas noticias. Ajimaas llamó y dijo al rey: —¡Paz! Se postró ante el rey con el rostro en tierra y añadió: —¡Bendito sea Jehovah tu Dios, que ha entregado a los hombres que habían levantado su mano contra mi señor el rey! El rey le preguntó: —¿Está bien el joven Absalón? Ajimaas respondió: —Cuando Joab envió al siervo del rey, a tu siervo, vi un gran alboroto, pero no supe de qué se trataba. El rey dijo: —Pasa y detente allí. El pasó y se detuvo. Y he aquí el etíope llegó y dijo: —Reciba mi señor el rey la buena noticia de que Jehovah ha defendido hoy tu causa ante todos los que se levantaron contra ti. El rey preguntó al etíope: —¿Está bien el joven Absalón? El etíope respondió: —Como aquel joven sean los enemigos de mi señor el rey, y todos los que se levantan contra ti para mal. El rey se estremeció. Subió a la sala que estaba encima de la puerta y lloró. Decía mientras subía: —¡Hijo mío Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que yo muriese en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío! Se informó a Joab: "He aquí que el rey llora y hace duelo por Absalón." Aquel día la victoria se convirtió en duelo para todo el pueblo, porque aquel día el pueblo había oído decir: "El rey siente dolor por su hijo." Aquel día el pueblo entró en la ciudad a escondidas, como suelen entrar avergonzados los que han huido de la batalla. El rey cubrió su cara y clamó en alta voz: —¡Hijo mío Absalón! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío! Joab entró en la casa del rey y le dijo: —Hoy has avergonzado la cara de todos tus servidores que hoy han librado tu vida y la vida de tus hijos y de tus hijas, la vida de tus mujeres y la vida de tus concubinas; pues amas a los que te aborrecen y aborreces a los que te aman. Porque has revelado que a ti nada te importan tus oficiales ni tus servidores. Ciertamente ahora sé que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviésemos muertos, entonces estarías contento. Ahora pues, levántate, sal y habla bondadosamente a tus servidores. Porque juro por Jehovah que si no sales, ni un solo hombre quedará contigo esta noche; y esto será peor para ti que todos los males que te han sobrevenido desde tu juventud hasta ahora. Entonces el rey se levantó y se sentó a la puerta. Se anunció a todo el pueblo diciendo: "He aquí el rey está sentado a la puerta de la ciudad." Y todo el pueblo se presentó ante el rey. Mientras tanto, los israelitas habían huido cada uno a su morada. Y sucedió que todo el pueblo contendía en todas las tribus de Israel, diciendo: "El rey nos ha librado de mano de nuestros enemigos y nos ha salvado de mano de los filisteos, pero ahora ha huido del país por causa de Absalón. Sin embargo, Absalón, a quien habíamos ungido rey sobre nosotros, ha muerto en la batalla. Ahora pues, ¿por qué guardáis silencio con respecto a hacer volver al rey?" Por su parte, el rey David mandó a decir a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: "Hablad a los ancianos de Judá y decidles: ‘¿Por qué seréis vosotros los últimos en hacer volver al rey a su casa, siendo que la palabra de todo Israel ha llegado al rey, a su casa? Vosotros sois mis hermanos, hueso mío y carne mía; ¿por qué, pues, seréis los últimos en hacer volver al rey?’ Asimismo, diréis a Amasa: ‘¿No eres tú hueso mío y carne mía? Así me haga Dios y aun me añada, si no has de ser jefe del ejército delante de mí, de ahora en adelante, en lugar de Joab.’" Así se ganó el corazón de todos los hombres de Judá como el de un solo hombre, y enviaron a decir al rey: "¡Vuelve tú, y todos tus servidores!" Entonces volvió el rey y llegó hasta el Jordán. Y los de Judá habían ido a Gilgal para recibir al rey y hacerlo cruzar el Jordán. También Simei hijo de Gera, de Benjamín, que era de Bajurim, se dio prisa para ir con los hombres de Judá a recibir al rey David. Con él venían 1.000 hombres de Benjamín. Asimismo vino Siba, criado de la casa de Saúl, y con él sus quince hijos y sus veinte siervos, los cuales se apresuraron a llegar al Jordán delante del rey. Y cruzaron el vado para ayudar a pasar a la familia del rey y para hacer lo que a él le pareciera bien. Entonces Simei hijo de Gera se postró ante el rey, cuando éste iba a cruzar el Jordán, y dijo al rey: —Que mi señor no me impute iniquidad, ni se acuerde del mal que hizo tu siervo el día en que mi señor el rey salió de Jerusalén. Que el rey no lo guarde en su corazón, porque yo, tu siervo, reconozco haber pecado, y he aquí que he venido hoy, el primero de toda la casa de José para descender al encuentro de mi señor el rey. Intervino Abisai, hijo de Sarvia, y dijo: —Por esto, ¿no ha de morir Simei, ya que maldijo al ungido de Jehovah? Y David respondió: —¿Qué hay entre mí y vosotros, hijos de Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Habrá de morir hoy alguno en Israel? ¿No sé yo que hoy soy rey sobre Israel? Entonces el rey dijo a Simei: —No morirás. Y el rey se lo juró. También Mefiboset hijo de Saúl descendió al encuentro del rey. No había cuidado sus pies, ni arreglado su bigote, ni lavado su ropa desde el día en que el rey salió hasta el día en que volvió en paz. Cuando él vino a Jerusalén al encuentro del rey, éste le preguntó: —Mefiboset, ¿por qué no fuiste conmigo? El respondió: —Oh mi señor el rey, mi siervo me engañó. Pues tu siervo había dicho: "Aparéjame el asno; montaré en él e iré con el rey." Porque tu siervo es lisiado. El ha calumniado a tu siervo ante mi señor el rey, pero mi señor el rey es como un ángel de Dios. Haz, pues, lo que te parezca bien. Porque toda mi casa paterna no era sino digna de muerte delante de mi señor el rey; sin embargo, tú has puesto a tu siervo entre los que comen a tu mesa. ¿Qué derecho tengo yo aun de clamar al rey? El rey le dijo: —¿Por qué hablar más de tus asuntos? Yo he determinado que tú y Siba os repartáis las tierras. Y Mefiboset dijo al rey: —¡Que él las tome todas, porque mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa! También Barzilai el galadita descendió de Rogelim y cruzó el Jordán con el rey, para despedirse de él en el Jordán. Barzilai era muy anciano; tenía 80 años. El había sustentado al rey cuando permaneció en Majanaim, porque era un hombre muy rico. El rey dijo a Barzilai: —Cruza conmigo; yo te sustentaré junto a mí en Jerusalén. Pero Barzilai dijo al rey: —¿Cuántos años me quedarán de vida, para que yo suba con el rey a Jerusalén? Yo tengo ahora 80 años; ¿podré distinguir entre lo bueno y lo malo? ¿Podrá saborear tu siervo lo que coma o beba? ¿Podré todavía oír la voz de los hombres y de las mujeres que cantan? ¿Para qué ha de ser tu siervo una carga más para mi señor el rey? ¿Por qué me ha de dar el rey esta recompensa? Tu siervo pasará un poco más allá del Jordán con el rey. Por favor, deja a tu siervo que vuelva y que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Pero aquí tienes a tu siervo Quimjam; que pase él con mi señor el rey, y haz por él lo que te parezca bien. Entonces el rey dijo: —Que pase Quimjam conmigo, y yo haré por él lo que te parezca bien. Todo lo que tú me pidas yo te lo haré. Todo el pueblo cruzó el Jordán, y también cruzó el rey. Luego el rey besó a Barzilai y lo bendijo, y éste regresó a su casa. Entonces el rey prosiguió a Gilgal, y Quimjam fue con él. Todo el pueblo de Judá y la mitad del pueblo de Israel acompañaban al rey. Y he aquí que todos los hombres de Israel vinieron al rey y le preguntaron: —¿Por qué te raptaron nuestros hermanos, los hombres de Judá, y han hecho cruzar el Jordán al rey y a su familia, y con él a todos los hombres de David? Todos los hombres de Judá respondieron a los hombres de Israel: —Porque el rey es nuestro pariente cercano. Pero, ¿por qué os enojáis vosotros por esto? ¿Acaso hemos comido a costa del rey, o nos ha dado obsequios? Los hombres de Israel respondieron a los de Judá y dijeron: —Nosotros tenemos en el rey diez partes, y más derecho sobre David que vosotros. ¿Por qué, pues, nos habéis tenido en poco? ¿Acaso no hablamos nosotros primero de hacer volver a nuestro rey? Pero las palabras de los hombres de Judá fueron más duras que las palabras de los hombres de Israel. Ocurrió que se hallaba allí un hombre perverso que se llamaba Seba hijo de Bicri, de Benjamín. Este tocó la corneta y dijo: —¡Nosotros no tenemos parte en David ni heredad en el hijo de Isaí! ¡Cada uno a su morada, oh Israel! Así todos los hombres de Israel abandonaron a David y siguieron a Seba hijo de Bicri. Pero los hombres de Judá siguieron fielmente a su rey, desde el Jordán hasta Jerusalén. Cuando David llegó a su palacio en Jerusalén, tomó a las diez mujeres concubinas que había dejado para guardar el palacio, y las recluyó en una casa. El las sustentó, pero nunca más se unió a ellas, sino que quedaron recluidas, viviendo como viudas hasta el día de su muerte. Después el rey dijo a Amasa: —Convócame a los hombres de Judá para dentro de tres días, y tú preséntate también aquí. Amasa fue a convocar a Judá, pero se retrasó más del tiempo que le había sido señalado. Entonces dijo David a Abisai: —Seba hijo de Bicri nos hará ahora más daño que Absalón. Toma tú a los servidores de tu señor y persíguelo, no sea que halle para sí ciudades fortificadas y se nos pierda de vista. En pos de Abisai salieron los hombres de Joab, los quereteos, los peleteos y todos los valientes. Salieron de Jerusalén para perseguir a Seba hijo de Bicri. Y cuando estaban cerca de la gran piedra que está en Gabaón, Amasa vino ante ellos. Joab estaba vestido con su uniforme militar y encima llevaba un cinturón y una espada sujeta en su vaina, la cual se le cayó cuando él avanzó. Joab dijo a Amasa: —¿Te va bien, hermano mío? Y tomó con la mano derecha la barba de Amasa para besarlo. Como Amasa no se cuidó de la espada que Joab tenía en la mano, éste le hirió con ella en el vientre y derramó sus entrañas por tierra. Cayó muerto, sin necesidad de un segundo golpe. Después Joab y su hermano Abisai continuaron persiguiendo a Seba hijo de Bicri. Luego uno de los hombres de Joab se puso de pie junto a Amasa, y dijo: —¡Cualquiera que esté a favor de Joab y a favor de David, que siga a Joab! Mientras tanto, Amasa yacía revolcándose en su sangre en medio del camino, y todo el que pasaba se detenía junto a él al verle. Y viendo aquel hombre que todo el pueblo se detenía, apartó a Amasa del camino al campo, y echó sobre él una manta. Luego que fue apartado del camino, siguieron adelante todos los hombres tras Joab para perseguir a Seba hijo de Bicri. Seba había pasado por todas las tribus de Israel hasta Abel-bet-maaca, y todos los de Barim se congregaron y lo siguieron también. Entonces llegaron y le sitiaron en Abel-bet-maaca, y construyeron un terraplén contra la ciudad, el cual se apoyaba sobre la muralla exterior. Y toda la gente que estaba con Joab golpeaba el muro para derribarlo. Entonces una mujer sabia dio voces desde la ciudad: —¡Escuchad! ¡Escuchad! Por favor, decid a Joab: "Acércate acá para que yo hable contigo." Cuando él se acercó a ella, la mujer preguntó: —¿Eres tú Joab? El respondió: —Sí, yo soy. Ella le dijo: —Escucha las palabras de tu sierva. El respondió: —Yo escucho. Entonces ella volvió a hablar y dijo: —Antiguamente se solía decir: "El que consulte, que consulte en Abel." Y así se concluía todo asunto. Yo soy una de las pacíficas y fieles de Israel, y tú procuras arrasar una ciudad que es madre en Israel. ¿Por qué devorarás la heredad de Jehovah? Joab respondió diciendo: —¡Lejos, lejos esté de mí que yo devore o destruya! No es así el asunto; sino que un hombre de la región montañosa de Efraín, que se llama Seba hijo de Bicri, ha levantado su mano contra el rey, contra David. Entregad sólo a él, y me iré de la ciudad. La mujer dijo a Joab: —He aquí que su cabeza te será arrojada de detrás del muro. La mujer fue a todo el pueblo con su sabiduría, y ellos cortaron la cabeza a Seba hijo de Bicri y se la arrojaron a Joab. Este tocó la corneta, y se retiraron de la ciudad, cada uno a su morada. Y Joab regresó al rey en Jerusalén. Joab estaba al mando de todo el ejército de Israel. Benaías hijo de Joyada estaba al mando de los quereteos y de los peleteos. Adoniram estaba a cargo del tributo laboral. Josafat hijo de Ajilud era el cronista. Seva era el escriba. Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes. También Ira el jaireo era sacerdote de David. Aconteció en los días de David que hubo hambre durante tres años consecutivos. David buscó el rostro de Jehovah, y Jehovah le dijo: —Es por causa de Saúl y su casa sanguinaria, porque él dio muerte a los gabaonitas. Entonces el rey llamó a los gabaonitas y les habló. Los gabaonitas no eran de los hijos de Israel, sino del remanente de los amorreos, a los cuales los hijos de Israel habían hecho juramento. Pero debido a su celo por los hijos de Israel y de Judá, Saúl había procurado matarlos. David preguntó a los gabaonitas: —¿Qué haré por vosotros y con qué haré compensación, para que bendigáis la heredad de Jehovah? Los gabaonitas le respondieron: —No tenemos pleito sobre plata ni oro con Saúl ni con su casa. Tampoco queremos que muera nadie en Israel. El les dijo: —Haré por vosotros lo que digáis. Ellos respondieron al rey: —De aquel hombre que nos destruyó y maquinó contra nosotros para exterminarnos, sin dejar nada de nosotros en todo el territorio de Israel, que nos den siete hombres de sus descendientes para que los ahorquemos delante de Jehovah en Gabaa de Saúl, el escogido de Jehovah. El rey dijo: —Os los daré. El rey perdonó la vida a Mefiboset hijo de Jonatán, hijo de Saúl, por el juramento de Jehovah que había entre ellos, entre David y Jonatán hijo de Saúl. Pero tomó a dos hijos de Rizpa hija de Ayías, que ella había dado a luz a Saúl, a saber: Armoni y Mefiboset. También tomó a cinco hijos de Merab hija de Saúl, que ella había dado a luz a Adriel hijo de Barzilai el mejolatita. Los entregó en mano de los gabaonitas, y ellos los ahorcaron en el monte delante de Jehovah; y murieron los siete juntos. Ellos fueron muertos en los primeros días de la siega, al comienzo de la siega de la cebada. Y Rizpa hija de Ayías tomó una manta de cilicio y se la tendió sobre una roca, desde el principio de la siega hasta que empezó a llover sobre ellos agua del cielo, sin dejar que ningún ave del cielo se posase sobre ellos de día, ni los animales del campo de noche. Informaron a David de lo que hacía Rizpa hija de Ayías, concubina de Saúl; y David fue y tomó los restos de Saúl y los restos de su hijo Jonatán, de los señores de Jabes, en Galaad, quienes los habían tomado secretamente de la plaza de Bet-seán, donde los filisteos los habían colgado el día que éstos derrotaron a Saúl en Gilboa. Hizo traer de allá los restos de Saúl y los restos de su hijo Jonatán, y recogieron los restos de los ahorcados. Luego sepultaron los restos de Saúl y los de su hijo Jonatán en territorio de Benjamín, en Zela, en el sepulcro de su padre Quis; e hicieron todo lo que el rey había mandado. Y después de esto, Dios atendió las súplicas con respecto a la tierra. Aconteció que hubo otra batalla de los filisteos contra Israel. David descendió con sus servidores y combatieron contra los filisteos, y David quedó extenuado. Entonces Isbi-benob, uno de los descendientes de Harafa, cuya lanza pesaba 300 siclos de bronce, ceñido con una espada nueva, trató de matar a David. Pero Abisai, hijo de Sarvia, le socorrió, hirió al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le juraron diciendo: "No saldrás más con nosotros a la batalla, no sea que apagues la lámpara de Israel." Aconteció después de esto que hubo otra batalla contra los filisteos en Gob. Entonces Sibecai, de Husa, mató a Saf, uno de los descendientes de Harafa. Hubo otra batalla contra los filisteos en Gob. Entonces Eljanán hijo de Jaare-oreguim, de Belén, mató a Goliat el geteo, el asta de cuya lanza era como un rodillo de telar. Y hubo otra batalla en Gat, donde había un hombre de gran estatura, el cual tenía seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie, veinticuatro en total. El también era un descendiente de Harafa. El desafió a Israel, pero lo mató Jonatán hijo de Simea, hermano de David. Estos cuatro eran descendientes de Harafa en Gat, y cayeron por mano de David y por mano de sus servidores. David dirigió a Jehovah las palabras de este cántico, el día que Jehovah le libró de mano de todos sus enemigos, y de mano de Saúl. El dijo: "Jehovah es mi roca, mi fortaleza y mi libertador. Dios es mi peña; en él me refugiaré. El es mi escudo, el poder de mi liberación, mi baluarte, mi refugio y mi salvador. Tú me salvas de la violencia. "Invocaré a Jehovah, quien es digno de ser alabado, y seré librado de mis enemigos. Ciertamente me rodearon las olas de la muerte, y los torrentes de la perversidad me atemorizaron. Me rodearon las ligaduras del Seol; me confrontaron los lazos de la muerte. "En mi angustia invoqué a Jehovah; invoqué a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó a sus oídos. "La tierra se estremeció y tembló; se conmovieron los cimientos de los cielos. Se estremecieron, porque él se airó. Humo subió de su nariz; de su boca salió fuego consumidor, y carbones encendidos saltaban de él. Inclinó los cielos y descendió; una densa oscuridad había debajo de sus pies. Cabalgó sobre un querubín y voló; se remontó sobre las alas del viento. Puso tinieblas alrededor de sí como su morada, oscuridad de aguas y densas nubes. Por el resplandor de su presencia se encendieron carbones de fuego. "Jehovah tronó desde los cielos; el Altísimo dio su voz. Envió flechas y los dispersó; arrojó relámpagos y los desconcertó. A la reprensión de Jehovah, por el soplo del aliento de su nariz, se hicieron visibles los lechos del mar, y se descubrieron los cimientos del mundo. "Envió desde lo alto y me tomó; me sacó de las aguas caudalosas. Me libró de mi poderoso enemigo y de los que me aborrecían, pues eran más fuertes que yo. Se enfrentaron a mí el día de mi desgracia, pero Jehovah fue mi apoyo. El me sacó a un lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí. "Jehovah me ha pagado conforme a mi justicia; conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado. Porque he guardado los caminos de Jehovah, y no me he apartado impíamente de mi Dios. Porque delante de mí han estado todos sus juicios, y no he apartado de mí sus estatutos. Fui íntegro para con él, y me guardé de mi maldad. Por tanto, Jehovah me ha recompensado conforme a mi justicia, conforme a mi limpieza ante sus ojos. "Con el misericordioso te muestras misericordioso, e íntegro con el hombre íntegro. Con el limpio te muestras limpio, y eres sagaz con el perverso. Salvas al pueblo humilde; pero tus ojos humillan a los altivos. Ciertamente tú eres mi lámpara, oh Jehovah; Jehovah ilumina mis tinieblas. Contigo desbarataré ejércitos; con mi Dios saltaré murallas. "Perfecto es el camino de Dios; probada es la palabra de Jehovah. El es escudo a todos los que en él se refugian. Porque, ¿quién es Dios fuera de Jehovah? ¿Quién es Roca fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de vigor, y hace perfecto mi camino. Hace que mis pies sean ágiles como los del venado, y me mantiene firme sobre mis alturas. Adiestra mis manos para la batalla; así mis brazos pueden tensar el arco de bronce. "Me has dado el escudo de tu salvación; tu condescendencia me ha engrandecido. Tú has ensanchado mis pasos debajo de mí, para que no tiemblen mis tobillos. Perseguí a mis enemigos y los destruí; no volví sino hasta acabarlos. Los consumí; los golpeé, y no pudieron levantarse; cayeron debajo de mis pies. Me ceñiste de poder para la batalla; doblegaste a mis enemigos debajo de mí. Hiciste que mis enemigos me dieran las espaldas, y destruí a los que me aborrecían. Clamaron, pero no hubo quien los salvase. Clamaron a Jehovah, pero él no les respondió. Los desmenucé como polvo de la tierra; los deshice como lodo de la calle y los aplasté. "Tu me libraste de las contiendas de mi pueblo, y me guardaste como jefe de las naciones. Aun los pueblos que yo no conocía me sirvieron. Los hijos de los extranjeros me adulaban; apenas oían de mí, me rendían obediencia. Los hijos de los extranjeros se desvanecían y salían temblando de sus escondrijos. "¡Viva Jehovah! ¡Bendita sea mi Roca! Sea ensalzado Dios, la roca de mi salvación, el Dios que ejecuta mi venganza; somete a los pueblos debajo de mí y me aparta de mis enemigos. Tú me has enaltecido sobre mis adversarios, y me has librado del hombre violento. Por eso te confesaré entre las naciones, oh Jehovah, y cantaré salmos a tu nombre. "El engrandece las victorias de su rey y muestra misericordia a su ungido: a David y a sus descendientes, para siempre." Estas son las últimas palabras de David: "Dijo David hijo de Isaí, dijo el hombre a quien Dios levantó, el ungido del Dios de Jacob, el dulce salmista de Israel: "El Espíritu de Jehovah ha hablado por medio de mí, y su palabra ha estado en mi lengua. El Dios de Israel ha dicho; me ha hablado la Roca de Israel: ‘El que gobierna a los hombres con justicia, el que gobierna con el temor de Dios, es como la luz matutina cuando sale el sol en un amanecer sin nubes; es como el resplandor tras la lluvia que hace germinar la hierba de la tierra.’ "¿No es así mi casa para con Dios? Pues él ha hecho conmigo un pacto eterno, ordenado en todas las cosas y seguro, aunque mi plena salvación y todo mi anhelo él no los haga todavía prosperar. "Pero los perversos, todos ellos, serán arrancados como espinas, las cuales nadie toma con la mano. Nadie las tocará excepto con un hierro o con un asta de lanza. Y con fuego serán totalmente consumidos en su lugar." Estos son los nombres de los valientes que tenía David: Joseb-basebet el tacmonita, jefe de los tres. El blandió su lanza contra 800, y los mató de una sola vez. Después de él estaba Eleazar hijo de Dodo, hijo de Ajoji. El era uno de los tres valientes que estaban con David cuando desafiaron a los filisteos que se reunieron allí para la batalla, y se retiraron los hombres de Israel. El se levantó e hirió a los filisteos hasta que su mano se cansó y se le quedó pegada a la espada. Aquel día Jehovah dio una gran victoria, y el pueblo fue tras él sólo para tomar el botín. Después de él estaba Sama hijo de Age el hararita. Cuando los filisteos se reunieron en Leji, había allí una parcela de tierra sembrada de lentejas. El pueblo había huido ante los filisteos, pero él se puso firme en medio de la parcela y la defendió, derrotando a los filisteos. Y Jehovah les dio una gran victoria. Tres de los treinta principales descendieron y fueron a la cueva de Adulam, donde estaba David, en el tiempo de la siega, mientras el ejército de los filisteos acampaba en el valle de Refaím. David estaba entonces en la fortaleza, y un destacamento de los filisteos estaba en Belén. Entonces David sintió un vivo deseo y dijo: "¡Quién me diera de beber agua del pozo de Belén, que está junto a la puerta!" Entonces los tres valientes irrumpieron en el campamento de los filisteos y sacaron agua del pozo de Belén, que estaba junto a la puerta. Se la llevaron y la presentaron a David. Pero él no la quiso beber, sino que la derramó como una libación a Jehovah, diciendo: "¡Lejos esté de mí, oh Jehovah, el hacer esto! ¿No es la sangre de los hombres que fueron con riesgo de sus vidas?" Y no quiso beberla. Estas cosas hicieron los tres valientes. Abisai, hermano de Joab, hijo de Sarvia, era el jefe de los treinta. El blandió su lanza contra 300 y los mató, y tuvo renombre junto con los tres. Entre los treinta, él era el más respetado y fue su jefe; pero no fue incluido entre los tres. Benaías hijo de Joyada era hijo de un hombre valeroso de Cabseel, de grandes hazañas. El mató a los dos héroes de Moab. El descendió y mató un león dentro de un foso, un día de nieve. El también mató a un egipcio, hombre de gran apariencia. El egipcio tenía en su mano una lanza, y Benaías salió a su encuentro con un palo, pero arrebató la lanza de la mano del egipcio y lo mató con su propia lanza. Estas cosas hizo Benaías hijo de Joyada y tuvo renombre junto con los tres valientes. El era respetado entre los treinta, pero no llegó a estar entre los tres. David lo puso al frente de su guardia personal. También estaban entre los treinta: Asael, hermano de Joab; Eljanán hijo de Dodo, de Belén; Sama, de Harod; Elica, de Harod; Heles el peletita; Ira hijo de Iques, de Tecoa; Abiezer, de Anatot; Mebunai, de Husa; Salmón el ajojita; Maharai, de Netofa; Heleb hijo de Baaná, de Netofa; Itai hijo de Ribai, de Gabaa de los hijos de Benjamín; Benaías, de Piratón; Hidai, de los arroyos de Gaas; Abi-albón, de Arabá; Azmávet el barjumita; Eliaba, de Saalbín; Jonatán de los hijos de Jasén; Sama el hararita; Ajiam hijo de Sarar, el ararita; Elifelet hijo de Ajasbai, hijo del macateo; Eliam hijo de Ajitofel el gilonita; Hezrai, de Carmel; Paarai el arbita; Igal hijo de Natán, de Soba; Bani el gadita; Selec el amonita; Najarai, de Beerot, escudero de Joab, hijo de Sarvia; Ira, de Jatir; Gareb, de Jatir; Urías el heteo. Entre todos eran treinta y siete. Volvió a encenderse el furor de Jehovah contra Israel, e incitó a David contra ellos, diciendo: "Vé y haz el censo de Israel y de Judá." El rey dijo a Joab, jefe del ejército, que estaba con él: —Por favor, recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz el censo del pueblo, para que yo sepa el número de la gente. Pero Joab respondió al rey: —¡Que Jehovah tu Dios añada al pueblo cien veces más, y que mi señor el rey lo vea! Sin embargo, ¿para qué quiere esto mi señor el rey? Pero la palabra del rey prevaleció contra Joab y contra los jefes del ejército. Entonces salió Joab con los jefes del ejército de la presencia del rey, para hacer el censo del pueblo de Israel. Habiendo cruzado el Jordán, acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que está en medio del valle de Gad; y luego fueron a Jazer. Después fueron a Galaad y a la tierra de Tajtim-hodsi. De allí fueron a Dan, a Jaán y a los alrededores de Sidón. Fueron luego a la fortaleza de Tiro y a todas las ciudades de los heveos y de los cananeos. Por último, salieron hacia el Néguev de Judá, hasta Beerseba. Después que recorrieron todo el territorio, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días. Joab dio al rey el resultado del censo del pueblo: Los hombres de guerra de Israel que sacaban espada eran 800.000, y los hombres de Judá eran 500.000. Después que David había hecho contar al pueblo, su corazón le golpeaba. Y David dijo a Jehovah: —He pecado gravemente al haber hecho esto. Pero ahora, oh Jehovah, quita, por favor, el pecado de tu siervo, porque he actuado muy neciamente. Cuando se levantó David por la mañana, vino palabra de Jehovah al profeta Gad, vidente de David, diciendo: —Vé y di a David que así ha dicho Jehovah: "Tres cosas te propongo; escoge para ti una de ellas, y yo te la haré." Entonces Gad fue a David y se lo hizo saber diciendo: —¿Que te vengan siete años de hambre en tu país? ¿O que huyas durante tres meses de tus adversarios y que ellos te persigan? ¿O que haya una epidemia en tu país durante tres días? Ahora, pues, piensa y mira qué he de responder al que me ha enviado. Entonces David dijo a Gad: —Estoy muy angustiado. Por favor, caigamos en mano de Jehovah, porque grande es su misericordia. Y no caiga yo en mano de los hombres. Así que Jehovah envió una epidemia a Israel, desde aquella mañana hasta el tiempo señalado, y murieron 70.000 hombres del pueblo, desde Dan hasta Beerseba. Cuando el ángel extendía su mano hacia Jerusalén para destruirla, Jehovah cambió de parecer acerca de aquel mal. Y dijo al ángel que destruía al pueblo: —¡Basta ya! ¡Detén tu mano! El ángel de Jehovah estaba junto a la era de Arauna el jebuseo. Y cuando David vio al ángel que hería al pueblo, dijo a Jehovah: —He aquí, yo he pecado; yo he actuado perversamente. Pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Por favor, sea tu mano contra mí y contra mi casa paterna. Aquel día Gad fue a David y le dijo: —Sube y erige un altar a Jehovah en la era de Arauna el jebuseo. David subió, conforme a la palabra de Gad que Jehovah le había mandado. Arauna miró y vio al rey y a sus servidores que venían hacia él. Arauna salió y se postró ante el rey con el rostro en tierra. Y Arauna preguntó: —¿Por qué viene mi señor el rey a su siervo? David respondió: —Para comprarte la era y edificar un altar a Jehovah, a fin de que cese la epidemia en el pueblo. Arauna respondió a David: —Tómela y ofrezca mi señor el rey lo que le parezca bien. Mira los bueyes para el holocausto, y los trillos y yugos de los bueyes para leña. Todo, oh rey, se lo da Arauna al rey. —Dijo además Arauna al rey—: ¡Que Jehovah tu Dios te acepte! Pero el rey respondió a Arauna: —No, sino que por su precio te lo compraré, porque no ofreceré a Jehovah mi Dios holocaustos que no me cuesten nada. Entonces David compró la era y los bueyes por 50 siclos. David edificó allí un altar a Jehovah, y ofreció holocaustos y sacrificios de paz. Así Jehovah atendió las súplicas en favor de la tierra, y cesó la epidemia en Israel. Cuando el rey David era anciano, de edad avanzada, lo cubrían con ropas, pero no se calentaba. Por tanto, sus servidores le dijeron: "Que busquen para mi señor el rey una joven virgen, a fin de que esté en la presencia del rey, le atienda y duerma en su seno, para que dé calor a mi señor el rey." Entonces buscaron a una joven bella por todo el territorio de Israel. Hallaron a Abisag la sunamita y la llevaron al rey. La joven era sumamente bella. Ella atendía al rey y le servía, pero el rey no la conoció. Entonces Adonías, hijo de Haguit, se enalteció diciendo: "¡Yo seré rey!" Y se consiguió un carro, jinetes y cincuenta hombres que corriesen delante de él. En toda su vida, su padre no le había contrariado diciéndole: "¿Por qué has actuado así?" El era también de muy buena presencia y había nacido después de Absalón. Adonías tenía tratos con Joab, hijo de Sarvia, y con el sacerdote Abiatar. Ellos respaldaban a Adonías; pero el sacerdote Sadoc, Benaías hijo de Joyada, el profeta Natán, Simei, Rei y los valientes que tenía David no seguían a Adonías. Adonías mató ovejas, vacas y ganado engordado junto a la peña de Zojélet, que está cerca de En-rogel; e invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá, servidores del rey. Pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a los valientes, ni a su hermano Salomón. Entonces Natán habló a Betsabé, madre de Salomón, diciendo: —¿No has oído que reina Adonías, hijo de Haguit, sin que lo sepa nuestro señor David? Ahora pues, ven, déjame darte un consejo para que salves tu vida y la vida de tu hijo Salomón: Vé, entra a la presencia del rey David y dile: "Mi señor el rey, ¿no has jurado tú a tu sierva diciendo: ‘Tu hijo Salomón reinará después de mí, y él se sentará en mi trono’? ¿Por qué, pues, reina Adonías?" Mientras tú aún estés allí hablando con el rey, he aquí que yo entraré detrás de ti y confirmaré tus palabras. Entonces Betsabé entró en el dormitorio del rey. El rey era muy anciano, y Abisag la sunamita le servía. Betsabé se inclinó y se postró ante el rey, y éste preguntó: —¿Qué quieres? Ella le respondió: —Señor mío, tú has jurado a tu sierva por Jehovah tu Dios: "Tu hijo Salomón reinará después de mí, y él se sentará en mi trono." Pero ahora, he aquí que reina Adonías; y tú, mi señor el rey, no lo sabes. El ha matado numerosos bueyes, ganado engordado y ovejas; ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, jefe del ejército; pero no ha invitado a tu siervo Salomón. Ahora bien, oh mi señor el rey, los ojos de todo Israel están puestos en ti, para que les declares quién se ha de sentar en el trono de mi señor el rey, después de él. De otra manera, acontecerá que cuando mi señor el rey repose con sus padres, mi hijo Salomón y yo seremos tenidos por culpables. Y he aquí, mientras ella todavía hablaba con el rey, llegó el profeta Natán. E informaron al rey diciendo: —El profeta Natán está aquí. Cuando él entró a la presencia del rey, se postró a tierra sobre su rostro ante el rey. Entonces dijo Natán: —Mi señor el rey, ¿has dicho tú: "Adonías reinará después de mí, y él se sentará en mi trono"? Porque hoy ha descendido y ha matado numerosos bueyes, ganado engordado y ovejas. Ha invitado a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y al sacerdote Abiatar. He aquí, ellos están comiendo y bebiendo ante él, y han dicho: "¡Viva el rey Adonías!" Pero no me ha invitado a mí, tu siervo; ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías hijo de Joyada, ni a tu siervo Salomón. ¿Ha sido ordenado este asunto por mi señor el rey, sin haber informado a tu siervo quién se habría de sentar en el trono de mi señor el rey, después de él? Entonces el rey David respondió diciendo: —Llamadme a Betsabé. Ella entró a la presencia del rey y se puso de pie delante de él. Y el rey juró diciendo: —¡Vive Jehovah que rescató mi alma de toda adversidad, que como yo te he jurado por Jehovah Dios de Israel, diciendo: "Tu hijo Salomón reinará después de mí, y él se sentará en mi trono en mi lugar," ciertamente así lo haré en el día de hoy! Entonces Betsabé se inclinó con el rostro a tierra y se postró ante el rey, diciendo: —¡Viva para siempre mi señor, el rey David! Y el rey David dijo: —Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías hijo de Joyada. Ellos entraron a la presencia del rey, y el rey les dijo: —Tomad con vosotros a los servidores de vuestro señor, haced montar a mi hijo Salomón sobre mi mula y hacedle descender a Guijón. El sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán allí rey de Israel. Luego tocaréis la corneta y diréis "¡Viva el rey Salomón!" Después subiréis vosotros detrás de él, y vendrá y se sentará en mi trono, y él reinará en mi lugar; porque a él le he designado para que sea el soberano de Israel y de Judá. Benaías hijo de Joyada respondió al rey diciendo: —¡Amén! Así lo diga Jehovah, Dios de mi señor el rey. De la manera que Jehovah ha estado con mi señor el rey, así esté con Salomón y engrandezca su trono más que el trono de mi señor, el rey David. El sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías hijo de Joyada, los quereteos y los peleteos descendieron e hicieron montar a Salomón sobre la mula del rey David y lo condujeron a Guijón. Entonces el sacerdote Sadoc tomó del tabernáculo el cuerno de aceite y ungió a Salomón. Luego tocaron la corneta, y todo el pueblo gritó: —¡Viva el rey Salomón! Después todo el pueblo subió tras él. La gente tocaba flautas y se regocijaba con tal regocijo que la tierra se partía con el estruendo de ellos. Cuando habían acabado de comer, Adonías lo oyó, junto con todos los invitados que estaban con él. Y al oír Joab el sonido de la corneta, dijo: —¿Por qué se alborota la ciudad con bullicio? Mientras él aún hablaba, he aquí que llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar; y Adonías le dijo: —Entra, porque tú eres hombre valeroso y traerás buenas noticias. Jonatán respondió y dijo a Adonías: —Al contrario; porque nuestro señor el rey David ha hecho rey a Salomón. El rey ha enviado con él al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benaías hijo de Joyada y también a los quereteos y a los peleteos, los cuales le han hecho montar sobre la mula del rey. El sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han ungido rey en Guijón. De allá han subido con gran regocijo, y la ciudad está llena de bullicio. Este es el alboroto que habéis oído. Además, Salomón se ha sentado en el trono real. También los servidores del rey han ido a congratular a nuestro señor el rey David, diciendo: "¡Tu Dios haga el nombre de Salomón más ilustre que tu nombre y engrandezca su trono más que el tuyo!" El mismo rey ha hecho reverencia desde su cama, y el rey también ha hablado así: "¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, y que mis ojos lo vean!" Entonces todos los invitados que estaban con Adonías se estremecieron, se levantaron y se fueron, cada uno por su camino. Pero Adonías, temiendo a Salomón, se levantó y fue a asirse de los cuernos del altar. E informaron a Salomón diciendo: —He aquí que Adonías tiene miedo del rey Salomón, y se ha asido de los cuernos del altar, diciendo: "¡Que me jure ahora el rey Salomón que no matará a espada a su siervo!" Entonces Salomón dijo: —Si demuestra ser un hombre digno, ni uno de sus cabellos caerá en tierra; pero si se halla maldad en él, morirá. El rey Salomón mandó que le hicieran bajar del altar. El vino y se postró ante el rey Salomón. Y Salomón le dijo: —Vete a tu casa. Cuando se acercaban los días de la muerte de David, mandó a su hijo Salomón diciendo: "Yo me voy por el camino de todo el mundo. Tú, esfuérzate y sé hombre. Guarda lo que Jehovah tu Dios te ha encomendado, para andar en sus caminos y guardar sus estatutos, sus mandamientos, sus decretos y sus testimonios, como está escrito en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todo lo que hagas y en todo lo que emprendas; a fin de que Jehovah cumpla su promesa que hizo acerca de mí, diciendo: ‘Si tus hijos guardan sus caminos andando delante de mí con fidelidad, con todo su corazón y con toda su alma, jamás te faltará un hombre sobre el trono de Israel.’ "También tú sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia: lo que hizo a dos jefes del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner y a Amasa hijo de Jeter, a quienes mató derramando sangre de guerra en tiempo de paz y poniendo sangre de guerra en el cinturón que llevaba sobre sus lomos y en el calzado que tenía en sus pies. Tú harás conforme a tu sabiduría; no dejarás que sus canas desciendan en paz al Seol. "Pero mostrarás benevolencia a los hijos de Barzilai el galadita. Que ellos estén entre los que comen a tu mesa, porque se pusieron a mi lado cuando yo iba huyendo de tu hermano Absalón. "He aquí, tienes contigo a Simei hijo de Gera, el benjaminita de Bajurim, quien me maldijo con una cruel maldición el día que yo iba a Majanaim. Pero cuando él mismo descendió a recibirme al Jordán, le juré por Jehovah diciendo: ‘No te mataré a espada.’ Pero ahora no lo absolverás. Puesto que tú eres un hombre sabio, sabrás lo que debes hacer con él; harás descender sus canas con sangre al Seol." Entonces David reposó con sus padres y fue sepultado en la Ciudad de David. El tiempo que David reinó sobre Israel fue de 40 años. En Hebrón reinó 7 años, y en Jerusalén reinó 33 años. Salomón se sentó en el trono de su padre David, y su reino fue firmemente establecido. Entonces Adonías, hijo de Haguit, fue a Betsabé, madre de Salomón, y ella le preguntó: —¿Es pacífica tu visita? El respondió: —Es pacífica. —Y añadió—: Tengo que decirte algo. Ella dijo: —Habla. El dijo: —Tú sabes que el reino era mío y que todo Israel había puesto la mirada en mí, para que yo reinara. Pero el reino cambió de manos y pasó a ser de mi hermano, porque por determinación de Jehovah era suyo. Ahora, yo te hago una petición; no me la niegues. Ella le dijo: —Habla. Entonces él dijo: —Por favor, habla al rey Salomón, porque él no te lo negará, para que me dé por mujer a Abisag la sunamita. Y Betsabé dijo: —Bien, yo hablaré al rey por ti. Betsabé fue al rey Salomón para hablarle a favor de Adonías. El rey se levantó para recibirla y le hizo reverencia. Volvió a sentarse en su trono e hizo poner una silla para la madre del rey, quien se sentó a su derecha. Entonces ella dijo: —Te haré una pequeña petición; no me la niegues. El rey le dijo: —Pide, madre mía, que no te la negaré. Ella dijo: —Que Abisag la sunamita sea dada por mujer a tu hermano Adonías. El rey Salomón respondió y dijo a su madre: —¿Por qué pides a Abisag la sunamita para Adonías? ¡Pide también el reino para él, porque es mi hermano mayor, y además tiene de su parte al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Sarvia! Entonces el rey Salomón juró por Jehovah diciendo: —¡Así me haga Dios y aun me añada, que Adonías ha hablado estas palabras contra su propia vida! Ahora pues, vive Jehovah que me ha confirmado, me ha hecho sentar en el trono de mi padre David y me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonías morirá hoy mismo. Entonces el rey Salomón envió a Benaías hijo de Joyada, quien arremetió contra Adonías, y éste murió. Después dijo el rey al sacerdote Abiatar: —Vete a tus campos en Anatot, pues tú eres digno de muerte. Pero no te mataré hoy, porque has llevado el arca del Señor Jehovah delante de mi padre David, y porque has participado de todo aquello que mi padre sufrió. Así excluyó Salomón a Abiatar de ser sacerdote de Jehovah, cumpliéndose la palabra que Jehovah había hablado en Silo acerca de la casa de Elí. La noticia llegó hasta Joab, porque Joab también se había adherido a Adonías, aunque no se había adherido a Absalón. Joab huyó al tabernáculo de Jehovah y se asió de los cuernos del altar. Informaron al rey Salomón que Joab había huido al tabernáculo de Jehovah y que estaba junto al altar. Entonces Salomón envió a Benaías hijo de Joyada, diciendo: —¡Vé y arremete contra él! Benaías entró en el tabernáculo de Jehovah y le dijo: —El rey dice que salgas. El dijo: —No, sino que aquí moriré. Benaías llevó la respuesta al rey diciendo: —Así ha dicho Joab, y así me ha respondido… Entonces el rey le dijo: —Haz como él ha dicho. Arremete contra él, y sepúltalo. Así quitarás de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injustamente. Jehovah hará recaer su sangre sobre su cabeza, porque sin que lo supiera mi padre David, arremetió y mató a espada a dos hombres más justos y mejores que él: a Abner hijo de Ner, jefe del ejército de Israel; y a Amasa hijo de Jeter, jefe del ejército de Judá. La sangre de ellos recaiga sobre la cabeza de Joab y sobre la cabeza de sus descendientes, para siempre. Pero haya paz de parte de Jehovah para David y sus descendientes, y para su casa y su trono, por siempre. Entonces Benaías hijo de Joyada fue, arremetió contra él y lo mató. Y fue sepultado en su casa en el desierto. El rey puso en su lugar, al mando del ejército, a Benaías hijo de Joyada; también el rey puso al sacerdote Sadoc en lugar de Abiatar. Después el rey envió a llamar a Simei y le dijo: —Edifícate una casa en Jerusalén y habita allí. No salgas de allí a ninguna parte, porque debes saber bien que el día que salgas y cruces el arroyo de Quedrón, morirás irremisiblemente; y tu sangre recaerá sobre tu cabeza. Simei dijo al rey: —Está bien lo que dices. Tu siervo hará así como ha dicho mi señor el rey. Simei habitó en Jerusalén mucho tiempo. Pero aconteció, pasados tres años, que se le escaparon a Simei dos esclavos y se fueron a Aquis hijo de Maaca, rey de Gat. E informaron a Simei, diciendo: "He aquí que tus esclavos están en Gat." Entonces Simei se levantó, aparejó su asno y fue a Gat, ante Aquis, para buscar a sus esclavos. Fue, pues, Simei e hizo volver de Gat a sus esclavos. Se le informó a Salomón que Simei había ido de Jerusalén a Gat y que había regresado. El rey envió a llamar a Simei y le dijo: —¿No te hice jurar por Jehovah y te advertí diciendo: "El día que salgas y vayas a alguna parte, ten por cierto que morirás irremisiblemente"? Y tú me dijiste: "Está bien lo que dices; yo obedeceré." ¿Por qué, pues, no guardaste el juramento de Jehovah y el mandato que te impuse? —El rey dijo además a Simei—: Tú conoces, tú conoces bien toda la maldad que cometiste contra mi padre David. Jehovah, pues, ha vuelto tu maldad sobre tu cabeza. El rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme delante de Jehovah para siempre. Entonces el rey mandó a Benaías hijo de Joyada, quien salió y arremetió contra Simei, y éste murió. Así fue consolidado el reino en mano de Salomón. Salomón emparentó con el faraón, rey de Egipto, porque tomó a la hija del faraón y la trajo a la Ciudad de David, mientras acababa de edificar su casa, la casa de Jehovah y los muros alrededor de Jerusalén. Hasta entonces el pueblo ofrecía sacrificios en los lugares altos, porque en aquellos tiempos no había sido edificada una casa al nombre de Jehovah. Salomón amaba a Jehovah y caminaba en los estatutos de su padre David; sólo que sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos. Entonces el rey fue a Gabaón, que era el lugar alto principal, para ofrecer sacrificios allí. Salomón ofreció mil holocaustos sobre aquel altar. En Gabaón Jehovah se apareció a Salomón en el sueño de la noche. Y le dijo Dios: —Pide lo que quieras que yo te dé. Y Salomón respondió: —Tú has mostrado gran misericordia a tu siervo David, mi padre, porque él anduvo delante de ti con fidelidad, con justicia y con rectitud de corazón para contigo. Tú le has conservado esta gran misericordia y le has dado un hijo que se siente en su trono, como en este día. Y ahora, oh Jehovah, Dios mío, tú has constituido a tu siervo rey en lugar de mi padre David, a pesar de que yo soy muy joven y no sé cómo salir ni entrar. Tu siervo está en medio de tu pueblo al cual escogiste; un pueblo tan numeroso que por su multitud no se puede contar ni se puede numerar. Da, pues, a tu siervo un corazón que sepa escuchar, para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo. Porque, ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan grande? Pareció bien al Señor que Salomón pidiese esto. Y Dios le dijo: —Porque has pedido esto, y no has pedido para ti muchos años, ni has pedido para ti riquezas, ni has pedido la vida de tus enemigos, sino que has pedido para ti discernimiento para administrar justicia, he aquí que yo haré conforme a tus palabras. He aquí que yo te daré un corazón sabio y entendido, tal que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y también te daré las cosas que no has pedido: riquezas y gloria tales que no haya nadie como tú entre los reyes en todos tus días. Y si andas en mis caminos, guardando mis leyes y mis mandamientos, como anduvo tu padre David, yo prolongaré tus días. Cuando Salomón despertó, he aquí que había sido un sueño. Entonces volvió a Jerusalén, se puso de pie delante del arca del pacto del Señor, ofreció holocaustos e hizo sacrificios de paz. También dio un banquete a todos sus servidores. Por aquel entonces dos prostitutas vinieron al rey y se pusieron de pie delante de él. Una de ellas dijo: —¡Ay, señor mío! Esta mujer y yo habitábamos en la misma casa. Yo di a luz mientras estaba en la casa con ella. Y sucedió que tres días después de mi parto, esta mujer también dio a luz. Las dos estábamos juntas, y nadie de fuera estaba con nosotras en casa; sólo nosotras dos estábamos en casa. Cierta noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él. Entonces se levantó a medianoche, y estando yo, tu sierva, dormida, ella tomó a mi hijo de mi lado, y lo puso en su seno; y puso a su hijo muerto en mi seno. Cuando me levanté por la mañana para dar de mamar a mi hijo, he aquí que estaba muerto. Pero lo observé bien por la mañana y he aquí que no era mi hijo, el que yo había dado a luz. Entonces dijo la otra mujer: —¡No! Sino que mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto. Y la otra volvió a decir: —¡No! Sino que tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive. Así hablaban delante del rey. Entonces el rey dijo: —Esta dice: "Mi hijo es el que vive, y tu hijo es el muerto"; y la otra dice: "¡No! Sino que tu hijo es el muerto, y mi hijo es el que vive." —Y el rey añadió—: ¡Traedme una espada! Trajeron la espada ante el rey, y enseguida dijo el rey: —¡Partid al niño vivo en dos, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra! Entonces la mujer de quien era el hijo vivo habló al rey, porque sus entrañas se conmovieron por su hijo, y dijo: —¡Ay, señor mío! Dad a ésta el niño vivo; no lo matéis. Pero la otra dijo: —No será ni para mí ni para ti. Partidlo. El rey respondió diciendo: —Dad a aquélla el hijo vivo. No lo matéis; ella es su madre. Todo Israel se enteró de la sentencia que había dado el rey, y tuvieron temor al rey, porque vieron que en él había sabiduría de Dios para administrar justicia. El rey Salomón reinó sobre todo Israel. Estos fueron los oficiales que tenía: Azarías hijo de Sadoc era el sacerdote. Elijoref y Ajías, hijos de Sisa, eran los escribas. Josafat hijo de Ajilud era el cronista. Benaías hijo de Joyada estaba al mando del ejército. Sadoc y Abiatar eran los sacerdotes. Azarías hijo de Natán estaba al mando de los gobernadores. Zabud hijo de Natán era sacerdote y amigo del rey. Ajisar era el administrador del palacio. Y Adoniram hijo de Abda estaba a cargo del tributo laboral. Salomón tenía doce gobernadores en todo Israel, los cuales abastecían al rey y a su casa. Cada uno de ellos estaba obligado a abastecerle durante un mes al año. Estos eran sus nombres: Ben-hur, en la región montañosa de Efraín. Ben-decar, en Macaz, Saalbim, Bet-semes y Elon-bet-janán. Ben-jésed, en Arubot. Este también lo era en Soco y en toda la tierra de Hefer. Ben-abinadab, en toda Nafot-dor. Este tenía por mujer a Tafat hija de Salomón. Baaná hijo de Ajilud, en Taanac y Meguido, y en todo Bet-seán, que está cerca de Zaretán, más abajo de Jezreel; y desde Bet-seán hasta Abel-mejola y hasta la otra parte de Jocmeam. Ben-geber, en Ramot de Galaad. Este también lo era en las aldeas de Jaír hijo de Manasés, las cuales estaban en Galaad. Tenía también la región de Argob, que estaba en Basán; sesenta grandes ciudades con muros y cerrojos de bronce. Ajinadab hijo de Ido, en Majanaim. Ajimaas, en Neftalí. Este también tomó por mujer a Basemat hija de Salomón. Baaná hijo de Husai, en Aser y en Alot. Josafat hijo de Parúaj, en Isacar. Simei hijo de Ela, en Benjamín. Geber hijo de Uri, en la tierra de Galaad, en la tierra de Sejón rey de los amorreos, y de Og rey de Basán. Y había un solo gobernador en la tierra de Judá. Israel era numeroso, como la arena que está junto al mar en multitud; y comían, bebían y se regocijaban. Salomón gobernaba sobre todos los reinos, desde el Río hasta la tierra de los filisteos y hasta la frontera con Egipto. Traían tributo y servían a Salomón todos los días de su vida. Las provisiones diarias de Salomón eran: 30 coros de harina refinada, 60 coros de harina corriente, 10 vacunos de engorde, 20 vacunos de pasto y 100 ovejas, sin contar los venados, las gacelas, los corzos y las aves engordadas. Porque él dominaba en toda la región al oeste del Río, desde Tifsaj hasta Gaza, sobre todos los reyes del oeste del Río, y tuvo paz por todos los lados en derredor suyo. Judá e Israel, desde Dan hasta Beerseba, vivían seguros todos los días de Salomón, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera. Salomón tenía 4.000 establos para los caballos de sus carros, y 12.000 jinetes. Los gobernadores proveían, cada uno durante un mes, al rey Salomón y a todos los que venían a la mesa del rey Salomón, haciendo que nada faltase. También hacían llevar cebada y paja para los caballos y para los corceles al lugar donde él estaba, cada uno conforme a su cuota. Dios dio a Salomón sabiduría, gran entendimiento y amplitud de corazón, como la arena que está a la orilla del mar. La sabiduría de Salomón sobrepasaba la de todos los orientales y toda la sabiduría de los egipcios. El fue el más sabio de todos los hombres: más que Eitán el ezrajita y que Hemán, Calcol y Darda, hijos de Majol. Su nombre llegó a ser conocido en todas la naciones de alrededor. Salomón compuso 3.000 proverbios y 1.005 poemas. También disertó acerca de las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que crece en la pared. Asimismo, disertó acerca de los cuadrúpedos, las aves, los reptiles y los peces. De todos los pueblos venían para escuchar la sabiduría de Salomón, de parte de todos los reyes de la tierra que habían oído de su sabiduría. Entonces Hiram, rey de Tiro, al oír que a Salomón lo habían ungido rey en lugar de su padre, envió sus servidores a Salomón; porque Hiram siempre había estimado a David. Y Salomón envió a decir a Hiram: "Tú sabes que, debido a las guerras que le rodearon, mi padre David no pudo edificar una casa al nombre de Jehovah su Dios, hasta que Jehovah puso a sus enemigos bajo las plantas de sus pies. Pero ahora, Jehovah mi Dios me ha dado reposo por todas partes; no existe adversario ni calamidad. Y he aquí, yo me he propuesto construir una casa al nombre de Jehovah mi Dios, como Jehovah habló a mi padre David diciendo: ‘Tu hijo, al que pondré en tu trono en tu lugar, él edificará una casa a mi nombre.’ Ahora pues, manda que corten cedros del Líbano para mí. Mis siervos estarán con tus siervos, y yo te daré por tus siervos el pago según todo lo que indiques, porque tú sabes que no hay nadie entre nosotros que sepa cortar los árboles como los sidonios." Aconteció que cuando Hiram oyó las palabras de Salomón, se alegró muchísimo y dijo: "¡Bendito sea hoy Jehovah, que ha dado un hijo sabio a David sobre ese pueblo tan numeroso!" Entonces Hiram envió a decir a Salomón: "He escuchado lo que me mandaste a decir. Yo haré todo lo que desees con respecto a la madera de cedro y a la madera de ciprés. Mis siervos las bajarán desde el Líbano hasta el mar, y yo las transportaré en balsas por mar hasta el lugar que tú me indiques. Allí yo las desataré, y tú te las llevarás. Tú cumplirás mi deseo dando provisiones a mi casa." Entonces Hiram daba a Salomón toda la madera de cedro y de ciprés que quiso. Y Salomón daba a Hiram, para el sustento de su casa, 20.000 coros de trigo y 20.000 batos de aceite puro. Esto daba Salomón a Hiram año tras año. Jehovah dio a Salomón sabiduría, tal como le había prometido. Había paz entre Hiram y Salomón, y ambos hicieron una alianza. Entonces el rey Salomón realizó una leva en todo Israel, para tributo laboral. Los reclutados para el tributo laboral fueron 30.000 hombres. El los enviaba al Líbano, 10.000 al mes, por turno, para que pasaran un mes en el Líbano y dos meses en sus casas. Adoniram estaba a cargo del tributo laboral. Además, Salomón tenía 70.000 cargadores y 80.000 canteros en la región montañosa, sin contar los oficiales que Salomón había establecido al frente de la obra, los cuales eran 3.300. Estos mandaban a la gente que hacía la obra. El rey mandó que extrajesen piedras grandes, piedras costosas, para poner los cimientos del templo con piedras labradas. Los constructores de Salomón, los de Hiram y los de Biblos, tallaron y prepararon la madera y las piedras para construir el templo. Aconteció que Salomón comenzó a edificar la casa de Jehovah en el año 480 después que los hijos de Israel salieron de la tierra de Egipto, en el mes de Ziv, que es el mes segundo, del cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel. La casa que el rey Salomón edificó para Jehovah tenía 60 codos de largo, 20 codos de ancho y 30 codos de alto. El pórtico delante del lugar santo del templo tenía 20 codos de largo, a lo ancho de la casa, y 10 codos de ancho en el frente de la casa. También hizo al edificio ventanas anchas por dentro y angostas por fuera. Contra el muro del edificio construyó galerías alrededor de los muros del templo, es decir, del lugar santo y del santuario interior; y les hizo cuartos laterales alrededor. La galería inferior tenía 5 codos de ancho, la intermedia 6 codos de ancho y la tercera 7 codos de ancho. Porque había hecho rebajos en el lado exterior, alrededor del edificio, para que las vigas de las galerías no se empotrasen en los muros del templo. Cuando edificaron el templo, usaron piedras enteras labradas en las canteras, de manera que mientras lo construían, no se oía en el templo el ruido de martillos, hachas ni otras herramientas de hierro. La entrada a la galería baja estaba al lado sur del templo. Se subía a la galería intermedia y de ésta a la superior, mediante una escalera de caracol. Construyó, pues, el templo y lo terminó. Luego cubrió el edificio con vigas y tablas de cedro. También construyó las galerías alrededor de todo el templo, cada una de 5 codos de alto, y estaban apoyadas en el templo con vigas de cedro. Entonces vino la palabra de Jehovah a Salomón, diciendo: "Respecto a este templo que tú edificas, si caminas en mis estatutos, y pones por obra mis decretos, y guardas todos mis mandamientos andando de acuerdo con ellos, yo cumpliré contigo mi palabra que hablé a tu padre David: Habitaré en medio de los hijos de Israel, y no abandonaré a mi pueblo Israel." Salomón edificó el templo y lo terminó. Después revistió el lado interior de los muros del templo con tablas de cedro; los recubrió de madera por dentro, desde el suelo del templo hasta las vigas del artesonado. También cubrió el suelo del templo con tablas de ciprés. Al fondo del templo hizo un compartimento de 20 codos, con tablas de cedro desde el suelo hasta las vigas. Y adentro le dispuso el santuario interior, es decir, el lugar santísimo. El templo, es decir, el lugar santo que estaba delante, tenía 40 codos. El templo estaba revestido por dentro con cedro, con bajorrelieves de calabazas y de flores abiertas. Todo era de cedro, y no se veía ninguna piedra. También preparó por dentro el santuario interior, en medio del templo, para poner allí el arca del pacto de Jehovah. El santuario interior tenía 20 codos de largo, 20 codos de ancho y 20 codos de alto; y lo recubrió de oro puro. También recubrió de cedro el altar. Después Salomón recubrió de oro puro el interior del templo y puso cadenas de oro en la parte delantera del santuario interior, y lo recubrió de oro. Y recubrió de oro todo el templo, hasta que todo el templo fue terminado. También recubrió de oro todo el altar que estaba delante del santuario interior. Hizo también en el santuario interior dos querubines de madera de olivo, cada uno de 10 codos de alto. El ala de un querubín tenía 5 codos, y la otra ala del querubín tenía 5 codos. Había 10 codos desde el extremo de un ala hasta el extremo de la otra. De la misma manera, el segundo querubín tenía 10 codos. Los dos querubines tenían la misma medida y la misma forma. El primer querubín tenía 10 codos de alto, e igualmente el segundo querubín. Luego puso los querubines en medio del santuario interior. Las alas de los querubines se extendían de modo que el ala de uno tocaba una pared, y el ala del otro querubín tocaba la otra pared; y las otras dos alas que daban al centro del recinto se tocaban ala con ala. Luego recubrió de oro los querubines. En todas las paredes alrededor del templo, en el interior y en el exterior, talló bajorrelieves de querubines, palmeras y flores abiertas. Y cubrió de oro el suelo del santuario, tanto el interior como el exterior. Para la entrada del santuario interior hizo puertas de madera de olivo. Los postes de la puerta eran pentagonales. Las dos puertas eran de madera de olivo, y talló en ellas bajorrelieves de querubines, palmeras y flores abiertas, y las recubrió de oro; también recubrió de oro los querubines y las palmeras. De la misma manera hizo para la entrada del templo postes cuadrangulares de madera de olivo. Las dos puertas eran de madera de ciprés. Las dos hojas de una puerta eran giratorias. Y las dos hojas de la otra puerta también eran giratorias. También en ellas talló querubines, palmeras y flores abiertas, y los recubrió de oro, ajustado a los grabados. Hizo el atrio interior de tres hileras de piedras labradas y una hilera de vigas de cedro. En el mes de Ziv del año 4, fueron puestos los cimientos de la casa de Jehovah; y en el mes de Bul, es decir, el mes octavo, del año 11, fue terminado el templo en todos sus detalles y en todas sus especificaciones. Lo edificó en siete años. Después Salomón edificó su propia casa en trece años, y terminó toda su casa. Edificó la Casa del Bosque del Líbano, la cual tenía 100 codos de largo, 50 codos de ancho y 30 codos de alto, sobre cuatro hileras de columnas de cedro con vigas de cedro sobre las columnas. Estaba cubierta de cedro encima de las vigas que se apoyaban sobre 45 columnas, 15 columnas por hilera. Había tres hileras de ventanas, una ventana frente a otra en grupos de tres. Todas las puertas y ventanas tenían marcos cuadrados, y una ventana estaba frente a otra ventana, en grupos de tres. También edificó el Pórtico de las Columnas, que tenía 50 codos de largo por 30 codos de ancho. Y frente a las columnas de este pórtico, había otro pórtico con columnas, que tenía una cubierta delante. También edificó el Pórtico del Trono, o Pórtico del Juicio, donde había de juzgar, y lo recubrió con cedro desde el suelo hasta las vigas. En la casa donde habitaba, había otro atrio más adentro del pórtico, del mismo tipo de construcción. Salomón también edificó una casa parecida a este pórtico, para la hija del faraón, que había tomado por mujer. Todas estas obras, desde el cimiento hasta las cornisas, y afuera hasta el gran atrio, eran de piedras costosas, bloques labrados a medida, cortados con sierra, tanto por el lado interior como por el lado exterior. El cimiento era de piedras costosas y piedras grandes, piedras de 10 codos y piedras de 8 codos. Arriba también había piedras costosas, bloques labrados a medida y madera de cedro. Y el gran atrio tenía en derredor un muro de tres hileras de bloques labrados y una hilera de vigas de cedro, como el atrio interior de la casa de Jehovah y el pórtico de la misma. El rey Salomón envió a traer de Tiro a Hiram, hijo de una viuda de la tribu de Neftalí, cuyo padre era un hombre de Tiro, un artesano en bronce. El estaba lleno de sabiduría, inteligencia y experiencia para hacer todo el trabajo en bronce. El fue al rey Salomón e hizo toda su obra. Hiram modeló las dos columnas de bronce; cada columna tenía 18 codos de alto, y una circunferencia de 12 codos. Hizo también dos capiteles de bronce fundido, para que fuesen puestos sobre la parte superior de las columnas. Un capitel tenía 5 codos de alto, y el otro capitel también tenía 5 codos de alto. Los capiteles que estaban en la parte superior de las columnas tenían redes de trenzas en forma de cadenillas; siete para un capitel y siete para el otro capitel. Hizo las granadas en dos hileras alrededor de cada red, para cubrir los capiteles de la parte superior de las columnas. Lo mismo hizo para el otro capitel. Los capiteles que estaban sobre las columnas en el pórtico tenían forma de lirios, y eran de 4 codos. Los capiteles sobre las dos columnas tenían 200 granadas en dos hileras, encima de la parte abultada del capitel que estaba encima de la red, tanto en el primer capitel como en el segundo. Entonces erigió las columnas en el pórtico del templo. Cuando erigió la columna del sur, llamó su nombre Jaquín; y cuando erigió la columna del norte, llamó su nombre Boaz. Puso en la parte superior de las columnas un motivo de lirios. Así concluyó la obra de las columnas. Hizo también la fuente de bronce fundido que tenía 10 codos de borde a borde. Era circular y tenía 5 codos de alto, y una circunferencia de 30 codos. Había motivos de calabazas por debajo y alrededor del borde en número de diez por cada codo, dispuestas en dos hileras de calabazas alrededor de la fuente, las cuales habían sido fundidas en una sola pieza con ella. Estaba asentada sobre doce bueyes: tres miraban al norte, tres al oeste, tres al sur y tres al este. La fuente estaba asentada sobre ellos, y todas sus partes traseras daban hacia la parte interior. La fuente tenía un palmo menor de espesor; su borde era como el borde de un cáliz o de una flor de lirio. Tenía una capacidad de 2.000 batos. Hizo también diez bases de bronce. Cada base tenía 4 codos de largo, 4 codos de ancho y 3 codos de alto. Este era el diseño de las bases: Tenían marcos, y los marcos estaban entre los paneles. Y sobre los marcos que había entre los paneles había figuras de leones, bueyes y querubines. Y sobre los paneles, tanto encima como debajo de los leones y de los bueyes, había guirnaldas en bajorrelieve. Cada base tenía cuatro ruedas de bronce con ejes de bronce. En sus cuatro patas había unos soportes debajo de la pila. Estos soportes eran de bronce fundido y tenían guirnaldas a cada lado. Su abertura sobresalía del interior un codo, a manera de capitel. Su abertura era redonda, hecha como una base de un codo y medio de diámetro. También alrededor de su abertura había bajorrelieves. Sus marcos eran cuadrados, no redondos. Las cuatro ruedas estaban debajo de los marcos. Los ejes de las ruedas salían de la base. Cada rueda tenía un codo y medio de alto. El diseño de las ruedas era como el de las ruedas de un carro. Sus ejes, sus aros, sus rayos y sus cubos eran todos de metal fundido. También los cuatro soportes de las cuatro esquinas de cada base salían de la misma base. En la parte superior de la base había un soporte circular de medio codo de alto, y sobre la base había soportes y marcos que salían de la misma. Sobre las planchas de sus soportes y de sus marcos grabó querubines, leones y palmeras, según el espacio de cada uno, con guirnaldas en derredor. De esta manera hizo las diez bases del mismo metal fundido, de la misma medida y de la misma forma. Hizo también diez pilas de bronce. Cada una tenía una capacidad de 40 batos. Cada pila tenía 4 codos de circunferencia. Colocó una pila sobre cada una de las diez bases. Después puso cinco bases al lado sur del templo y las otras cinco al lado norte del templo. Y puso la fuente al lado sur del templo, hacia el sureste. Hiram también hizo las ollas, las palas y los tazones. Así terminó Hiram de hacer toda la obra que hizo para el rey Salomón, en la casa de Jehovah: las dos columnas, los tazones de los capiteles que estaban en la parte superior de las dos columnas; y las dos redes que cubrían los dos tazones de los capiteles que estaban en la parte superior de las columnas; las 400 granadas para las dos redes (dos hileras de granadas para cada red) para cubrir los dos tazones de los capiteles que estaban en la parte superior de las columnas; las diez bases y las diez pilas sobre las bases; la fuente con los doce bueyes debajo de la fuente; las ollas, las palas y los tazones. Todos estos utensilios que Hiram hizo para el rey Salomón, en la casa de Jehovah, eran de bronce bruñido. El rey los hizo fundir en la llanura del Jordán, en tierra arcillosa, entre Sucot y Saretán. Salomón dejó de pesar todos estos utensilios por su gran cantidad; no se averiguó el peso del bronce. Salomón también hizo todos los utensilios de la casa de Jehovah: el altar de oro, la mesa de oro sobre la cual estaba el pan de la Presencia, cinco candelabros de oro puro que estaban al sur, y otros cinco al norte, delante del santuario interior, con las flores, las lámparas y las tenazas de oro. Asimismo, hizo de oro puro las copas, las despabiladeras, los tazones, las cucharas y los incensarios. También eran de oro los goznes de las puertas de la sala interior, el lugar santísimo, y los de las puertas de la sala del templo. Así se terminó toda la obra que el rey Salomón hizo para la casa de Jehovah. Entonces Salomón introdujo las cosas que su padre David había consagrado, y puso la plata, el oro y los utensilios en los tesoros de la casa de Jehovah. Entonces Salomón congregó en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los jefes de las casas paternas de los hijos de Israel ante el rey Salomón, para hacer subir el arca del pacto de Jehovah desde la Ciudad de David, que es Sion. Y se congregaron ante el rey Salomón todos los hombres de Israel en la fiesta en el mes de Etanim, que es el mes séptimo. Fueron todos los ancianos de Israel, y los sacerdotes tomaron el arca. Luego subieron el arca de Jehovah, el tabernáculo de reunión, y todos los utensilios sagrados que estaban en el tabernáculo; los sacerdotes y los levitas los subieron. El rey Salomón y con él toda la congregación de Israel, que se había reunido junto a él, estaban delante del arca, sacrificando tantas ovejas y vacas que por su gran cantidad no se podían contar ni numerar. Entonces los sacerdotes introdujeron el arca del pacto de Jehovah en su lugar, en el santuario interior del templo, en el lugar santísimo, debajo de las alas de los querubines. Porque los querubines extendían las alas sobre el lugar del arca, de modo que los querubines cubrían el arca y sus varas por encima. Las varas eran tan largas que los extremos de las varas se podían ver desde el lugar santo, que estaba delante del santuario interior; pero no se podían ver desde afuera. Y allí han quedado hasta el día de hoy. Ninguna cosa había en el arca, excepto las dos tablas de piedra que Moisés había colocado allí en Horeb, donde Jehovah hizo pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de la tierra de Egipto. Y sucedió que cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehovah. Y los sacerdotes no pudieron continuar sirviendo por causa de la nube, porque la gloria de Jehovah había llenado la casa de Jehovah. Entonces Salomón dijo: "Jehovah ha dicho que él habita en la densa oscuridad. Ciertamente te he edificado una casa sublime, una morada donde habites para siempre." El rey se volvió y bendijo a toda la congregación de Israel. Y toda la congregación de Israel estaba de pie. Entonces dijo: "¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, quien con su mano ha cumplido lo que con su boca prometió a mi padre David, diciendo: ‘Desde el día en que saqué a mi pueblo Israel de Egipto, no había elegido ninguna ciudad de todas las tribus de Israel para edificar una casa donde estuviese mi nombre. Pero elegí a David para que estuviese al frente de mi pueblo Israel.’ "Estuvo en el corazón de mi padre David el anhelo de edificar una casa al nombre de Jehovah Dios de Israel. Pero Jehovah dijo a mi padre David: ‘Por cuanto ha estado en tu corazón el anhelo de edificar una casa a mi nombre, has hecho bien en tener esto en tu corazón. Sin embargo, tú no edificarás la casa, sino tu hijo que te nacerá, él edificará la casa a mi nombre.’ "Jehovah ha cumplido su promesa que había hecho, y yo me he levantado en lugar de mi padre David. Me he sentado en el trono de Israel, como Jehovah había prometido, y he edificado la casa al nombre de Jehovah Dios de Israel. Y he dispuesto allí un lugar para el arca, en la cual está el pacto de Jehovah que él hizo con nuestros padres cuando los sacó de la tierra de Egipto." Entonces Salomón se puso de pie delante del altar de Jehovah, frente a toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo. Y dijo: "¡Oh Jehovah Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo en la tierra! Tú guardas el pacto y la misericordia para con tus siervos que caminan delante de ti con todo su corazón. Tú has cumplido con tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste. Con tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día. Ahora pues, oh Jehovah Dios de Israel, cumple con tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste diciendo: ‘No te faltará delante de mí un hombre que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino para andar delante de mí, como tú has andado delante de mí.’ Ahora pues, oh Dios de Israel, sea confirmada tu palabra que hablaste a tu siervo David, mi padre. "Pero, ¿es verdad que Dios ha de habitar sobre la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener. ¡Cuánto menos este templo que he edificado! Sin embargo, oh Jehovah, Dios mío, vuélvete hacia la oración y la plegaria de tu siervo, para oír el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti. Estén abiertos tus ojos de noche y de día hacia este templo, hacia el lugar del cual has dicho: ‘Allí estará mi nombre’, para escuchar la oración que tu siervo haga hacia este lugar. Escucha la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel, cuando oren hacia este lugar. Escucha tú en el lugar de tu morada, en los cielos; escucha tú y perdona. "Si alguna persona peca contra su prójimo, y éste le toma juramento al hacerle jurar, y él entra bajo juramento ante tu altar en este templo, entonces escucha tú en los cielos y actúa. Juzga a tus siervos condenando al injusto, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y justificando al justo, dándole conforme a su justicia. "Cuando tu pueblo Israel sea derrotado delante del enemigo por haber pecado contra ti, y ellos se vuelvan a ti y confiesen tu nombre, y oren y te supliquen en este templo, entonces escucha tú en los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel y hazles volver a la tierra que diste a sus padres. "Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia, por haber ellos pecado contra ti; si oran hacia este lugar, confiesan tu nombre y se vuelven de su pecado cuando los aflijas, entonces escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel. Sí, enséñales el buen camino por el que deben andar y dales lluvia sobre tu tierra, la cual has dado a tu pueblo por heredad. "Cuando en la tierra haya hambre; cuando haya peste; cuando haya tizón, añublo, langosta o pulgón, o cuando su enemigo lo asedie en la tierra de sus ciudades (cualquiera que sea la plaga o la enfermedad), cualquiera que sea la oración o la plegaria que haga algún hombre o todo tu pueblo Israel (cada uno reconociendo la plaga de su corazón y extendiendo sus manos hacia este templo), entonces escucha tú en los cielos, el lugar de tu morada, perdona y actúa. Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón (porque sólo tú conoces el corazón de todo hombre); a fin de que te teman todos los días que vivan sobre la superficie de la tierra que tú has dado a nuestros padres. "Asimismo, cuando el extranjero que no sea de tu pueblo Israel venga de una tierra lejana a causa de tu nombre (porque oirán de tu gran nombre, de tu poderosa mano y de tu brazo extendido), y venga a orar a este templo, entonces escucha tú en los cielos, el lugar de tu morada. Haz conforme a todo aquello por lo cual el extranjero clame a ti, a fin de que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, te teman como tu pueblo Israel y sepan que este templo que he edificado es llamado por tu nombre. "Si tu pueblo sale a la batalla contra su enemigo por el camino que los envíes, y ellos oran a Jehovah en dirección a la ciudad que tú has elegido y a la casa que he edificado a tu nombre, entonces escucha en los cielos su oración y su plegaria, y ampara su causa. "Si pecan contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojas contra ellos y los entregas ante el enemigo, y éstos los llevan como cautivos suyos a la tierra del enemigo, lejana o cercana; si ellos vuelven en sí en la tierra a donde hayan sido llevados cautivos, y se vuelven y te suplican en la tierra de los que los llevaron cautivos, diciendo: ‘Hemos pecado; hemos hecho iniquidad; hemos actuado impíamente’; si en la tierra de sus enemigos, a donde los hayan llevado cautivos, ellos se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma, y oran a ti en dirección a la tierra que diste a sus padres, a la ciudad que has elegido y al templo que he edificado a tu nombre, entonces escucha en los cielos, el lugar de tu morada, su oración y su plegaria, y ampara su causa. Perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti, y todas las transgresiones que han cometido contra ti, y hazles objeto de misericordia ante los que los han llevado cautivos, para que tengan misericordia de ellos. Porque ellos son tu pueblo y tu heredad que sacaste de Egipto, de en medio del horno de hierro. "Estén abiertos tus ojos a la plegaria de tu siervo y a la plegaria de tu pueblo Israel, para escucharles en todo aquello que te invoquen. Porque tú, oh Señor Jehovah, los has separado para ti como tu heredad de entre todos los pueblos de la tierra, como lo dijiste por medio de tu siervo Moisés, cuando sacaste a nuestros padres de Egipto." Y sucedió que cuando Salomón terminó de hacer toda esta oración y plegaria a Jehovah, se levantó de estar de rodillas delante del altar de Jehovah, con sus manos extendidas al cielo. Entonces se puso de pie y bendijo en alta voz a toda la congregación de Israel, diciendo: "¡Bendito sea Jehovah, que ha dado descanso a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había prometido! No ha fallado ninguna palabra de todas sus buenas promesas que expresó por medio de su siervo Moisés. Jehovah nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros padres; no nos desampare ni nos deje. Incline él nuestro corazón hacia sí, para que andemos en todos sus caminos y guardemos sus mandamientos, sus leyes y sus decretos, que mandó a nuestros padres. Que estas palabras mías, con que he suplicado delante de Jehovah, estén cerca de Jehovah nuestro Dios, de día y de noche, para que él ampare la causa de su siervo y la de su pueblo Israel, según la necesidad de cada día; a fin de que todos los pueblos de la tierra sepan que Jehovah es Dios y que no hay otro. Sea, pues, íntegro vuestro corazón para con Jehovah nuestro Dios, a fin de andar en sus leyes y guardar sus mandamientos, como en este día." Entonces el rey y todo Israel con él ofrecieron sacrificios delante de Jehovah. Salomón ofreció a Jehovah, como sacrificios de paz, 22.000 toros y 120.000 ovejas. Así el rey y todos los hijos de Israel dedicaron la casa de Jehovah. Aquel mismo día el rey consagró la parte central del atrio que estaba delante de la casa de Jehovah, pues allí ofreció los holocaustos, las ofrendas vegetales y el sebo de los sacrificios de paz. Porque el altar de bronce que estaba delante de Jehovah era demasiado pequeño para contener los holocaustos, las ofrendas vegetales y el sebo de los sacrificios de paz. En aquella ocasión Salomón y todo Israel con él, una gran congregación desde Lebo-hamat hasta el arroyo de Egipto, hicieron fiesta delante de Jehovah nuestro Dios durante siete días, y otros siete días más, es decir, durante catorce días. Al octavo día despidió al pueblo. Ellos bendijeron al rey y se fueron a sus moradas, alegres y con el corazón gozoso por toda la bondad que Jehovah había hecho a su siervo David y a su pueblo Israel. Sucedió que cuando Salomón había acabado de construir la casa de Jehovah, la casa del rey y todo lo que había deseado hacer, Jehovah se apareció a Salomón por segunda vez, como se le había aparecido en Gabaón. Y Jehovah le dijo: "He escuchado tu oración y tu plegaria que has hecho en mi presencia. He santificado esta casa que has edificado para que yo ponga allí mi nombre para siempre. Mis ojos y mi corazón estarán allí todos los días. Y en cuanto a ti, si andas delante de mí como anduvo tu padre David, con integridad de corazón y con rectitud, haciendo todas las cosas que te he mandado y guardando mis leyes y mis decretos, entonces estableceré para siempre el trono de tu reino sobre Israel, como prometí a tu padre David, diciendo: ‘No te faltará un hombre sobre el trono de Israel.’ Pero si obstinadamente vosotros y vuestros hijos os apartáis de mí y no guardáis mis mandamientos y mis estatutos que he puesto delante de vosotros, y os vais y servís a otros dioses y los adoráis, entonces eliminaré a Israel del suelo que les he dado. Y la casa que he santificado a mi nombre, la apartaré de mi presencia. Entonces Israel servirá de refrán y escarnio entre todos los pueblos. En cuanto a esta casa, que es sublime, todo el que pase por ella se asombrará y silbará. Ellos preguntarán: ‘¿Por qué ha hecho así Jehovah a esta tierra y a esta casa?’ Y responderán: ‘Porque abandonaron a Jehovah su Dios que sacó a sus padres de la tierra de Egipto, y se aferraron a adorar y servir a otros dioses. Por eso Jehovah ha traído sobre ellos todo este mal.’" Aconteció al cabo de veinte años, durante los cuales Salomón había edificado las dos casas (la casa de Jehovah y la casa del rey, para las cuales Hiram, rey de Tiro, había proporcionado a Salomón madera de cedro y de ciprés y oro, conforme a todo su deseo), que el rey Salomón dio a Hiram veinte ciudades en la tierra de Galilea. Pero cuando Hiram salió de Tiro para ver las ciudades que Salomón le había dado, no le agradaron. Y comentó: "¿Qué ciudades son éstas que me has dado, hermano mío?" Y se las llama Tierra de Cabul, hasta el día de hoy. Hiram había enviado al rey 120 talentos de oro. Esta es la razón de la leva que el rey Salomón realizó: edificar la casa de Jehovah, su propia casa, el Milo, la muralla de Jerusalén, Hazor, Meguido y Gezer. (El faraón, rey de Egipto, había subido y tomado Gezer, y la había incendiado; había dado muerte a los cananeos que habitaban en la ciudad y la había dado como dote matrimonial a su hija, la mujer de Salomón. Y Salomón reedificó Gezer.) También reedificó Bet-jorón Baja, Baalat, Tadmor en el desierto del país; y todas las ciudades almacenes que tenía Salomón, las ciudades para los carros y las ciudades para los jinetes; todo lo que Salomón se propuso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra bajo su dominio. A todo el pueblo que había quedado de los amorreos, heteos, ferezeos, heveos y jebuseos (que no eran de los hijos de Israel, sino sus descendientes que habían quedado después de ellos en la tierra, a quienes los hijos de Israel no pudieron exterminar), Salomón los sometió a tributo laboral, hasta el día de hoy. Pero a ninguno de los hijos de Israel sometió a servidumbre; porque ellos eran hombres de guerra, sus servidores, sus oficiales, sus comandantes, los jefes de sus carros y sus jinetes. Estos jefes de los oficiales que Salomón tenía sobre la obra eran 550, los cuales mandaban sobre la gente que hacía la obra. También la hija del faraón subió de la Ciudad de David a su casa que Salomón le había edificado. Luego él edificó el Milo. Tres veces al año Salomón ofrecía holocaustos y sacrificios de paz sobre el altar que había edificado a Jehovah, y quemaba incienso delante de Jehovah, cuando había terminado el templo. El rey Salomón también construyó una flota en Ezión-geber, que está junto a Eilat, a orillas del mar Rojo, en la tierra de Edom. Hiram envió en la flota a sus siervos, marineros y conocedores del mar, junto con los siervos de Salomón. Estos fueron a Ofir y tomaron de allí 420 talentos de oro, y los llevaron al rey Salomón. La reina de Saba oyó de la fama de Salomón, debido al nombre de Jehovah, y vino para probarle con preguntas difíciles. Vino a Jerusalén con un gran séquito, con camellos cargados de especias aromáticas, oro en gran abundancia y piedras preciosas. Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía en su corazón. Y Salomón respondió a todas sus preguntas; ninguna cosa hubo tan difícil que el rey no le pudiese responder. La reina de Saba vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que había edificado, los manjares de su mesa, las sillas de sus servidores, la presentación y las vestiduras de sus siervos, sus coperos, y los holocaustos que él ofrecía en la casa de Jehovah; y se quedó sin aliento. Entonces dijo al rey: "¡Era verdad lo que había oído en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría! Yo no creía las palabras hasta que vine, y mis ojos lo han visto. Y he aquí que no se me había contado ni la mitad. En sabiduría y en bienes tú superas la fama que yo había oído. ¡Dichosos tus hombres, dichosos estos servidores tuyos que continuamente están de pie delante de ti y escuchan tu sabiduría! ¡Bendito sea Jehovah tu Dios, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel! Por causa del eterno amor que Jehovah tiene por Israel, te ha constituido rey, a fin de que practiques el derecho y la justicia." Entonces ella dio al rey 120 talentos de oro, una gran cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas. Nunca llegó una cantidad tan grande de especias aromáticas como la que la reina de Saba dio al rey Salomón. También la flota de Hiram, que traía oro de Ofir, trajo de Ofir gran cantidad de madera de sándalo y piedras preciosas. Y el rey hizo con la madera de sándalo pilares para la casa de Jehovah y para la casa del rey, además de arpas y liras para los músicos. Nunca llegó semejante madera de sándalo, ni se ha visto hasta el día de hoy. El rey Salomón dio a la reina de Saba todo lo que ella quiso pedirle, además de lo que le dio conforme a la generosidad real de Salomón. Entonces ella se volvió y regresó a su tierra, con sus servidores. El peso del oro que le llegaba a Salomón cada año era de 666 talentos de oro, aparte del de los mercaderes, de los negocios de los comerciantes, de todos los reyes de Arabia y de los gobernadores del país. El rey Salomón hizo 200 escudos grandes de oro trabajado. En cada escudo empleó 600 siclos de oro. También hizo otros 300 escudos pequeños de oro trabajado. En cada escudo empleó 3 minas de oro. Y el rey los puso en la Casa del Bosque del Líbano. El rey también hizo un gran trono de marfil y lo recubrió de oro refinado. El trono tenía seis gradas, y la parte alta del respaldo era redonda. A ambos lados del asiento tenía soportes para los brazos, y junto a los brazos había dos leones de pie. Había también doce leones de pie, uno a cada lado de las seis gradas. Jamás se hizo algo semejante para ningún reino. Todos los vasos de beber del rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la Casa del Bosque del Líbano era de oro fino. Nada era de plata, pues en los días de Salomón ésta no era estimada para nada. Porque el rey tenía en el mar la flota de Tarsis con la flota de Hiram; y una vez cada tres años venía la flota de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales. El rey Salomón superaba a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría. Y toda la tierra procuraba estar en la presencia de Salomón para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón. Año tras año cada uno de ellos le llevaba su presente: objetos de plata, objetos de oro, vestiduras, armas, perfumes, caballos y mulos. Salomón también acumuló carros y jinetes. Tenía 1.400 carros y 12.000 jinetes, que puso en las ciudades de los carros, y en Jerusalén junto al rey. El rey hizo que la plata fuera tan común en Jerusalén como las piedras, y que el cedro fuera tan abundante como los sicómoros que hay en la Sefela. Los caballos de Salomón provenían de Egipto y de Coa. Los mercaderes del rey los adquirían en Coa al contado. Cada carro que era importado de Egipto costaba 600 siclos de plata; y cada caballo, 150 siclos. Y así los exportaban por medio de ellos, a todos los reyes de los heteos y a los reyes de Siria. Pero el rey Salomón amó, además de la hija del faraón, a muchas otras mujeres extranjeras: moabitas, amonitas, edomitas, sidonias y heteas; de los pueblos de los que Jehovah había dicho a los hijos de Israel: "No os unáis a ellos ni ellos se unan a vosotros, no sea que hagan desviar vuestros corazones tras sus dioses." A éstos Salomón se apegó con amor. Tuvo 700 mujeres reinas y 300 concubinas. Y sus mujeres hicieron que se desviara su corazón. Y sucedió que cuando Salomón era ya anciano, sus mujeres hicieron que su corazón se desviara tras otros dioses. Su corazón no fue íntegro para con Jehovah su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió a Astarte, diosa de los sidonios, y a Moloc, ídolo detestable de los amonitas. Salomón hizo lo malo ante los ojos de Jehovah y no siguió plenamente a Jehovah como su padre David. Entonces Salomón edificó un lugar alto a Quemós, ídolo detestable de Moab, en el monte que está frente a Jerusalén, y a Moloc, ídolo detestable de los hijos de Amón. Y así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses. Jehovah se indignó contra Salomón, porque su corazón se había desviado de Jehovah Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a otros dioses. Pero él no guardó lo que Jehovah le había mandado. Entonces Jehovah dijo a Salomón: "Por cuanto ha habido esto en ti y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, ciertamente arrancaré de ti el reino y lo entregaré a un servidor tuyo. Pero por amor a tu padre David, no lo haré en tus días; lo arrancaré de la mano de tu hijo. Sin embargo, no arrancaré todo el reino, sino que daré a tu hijo una tribu, por amor a mi siervo David y por amor a Jerusalén, que yo he elegido." Entonces Jehovah levantó un adversario a Salomón: Hadad el edomita, de la descendencia real en Edom. Sucedió que cuando David estuvo en Edom, Joab, jefe del ejército, subió a enterrar a los muertos y mató a todos los varones de Edom. (Porque Joab había permanecido allí seis meses, con todo Israel, hasta que exterminaron a todos los varones de Edom.) Pero Hadad huyó con algunos hombres edomitas de los servidores de su padre, y se fue a Egipto. Entonces Hadad era un muchacho pequeño. Partieron de Madián, fueron a Parán, tomaron consigo a algunos hombres de Parán y se fueron a Egipto, al faraón rey de Egipto, quien le dio casa, le prometió alimentos y le dio tierras. Hadad halló gran favor ante los ojos del faraón, quien le dio por mujer a la hermana de su esposa, la hermana de la reina Tajpenes. La hermana de Tajpenes le dio a luz a su hijo Genubat, al cual destetó Tajpenes en la casa del faraón. Genubat estaba en la casa del faraón, entre los hijos del faraón. Hadad oyó en Egipto que David había reposado con sus padres y que Joab, el jefe del ejército, había muerto. Entonces Hadad dijo al faraón: —Déjame ir, para que regrese a mi tierra. El faraón le preguntó: —Pero, ¿qué te falta conmigo, para que procures irte a tu tierra? El respondió: —Nada, pero de todas maneras déjame ir. Dios también le levantó como adversario a Rezón hijo de Eliada, quien había huido de su señor Hadad-ezer, rey de Soba. Cuando David mató a los de Soba, aquél reunió gente alrededor de sí y se hizo jefe de una banda armada. Después se fueron a Damasco y habitaron allí, y reinaron en Damasco. Fue adversario de Israel todos los días de Salomón, además del mal que hacía Hadad; fue hostil a Israel y reinó sobre Siria. También Jeroboam hijo de Nabat, servidor de Salomón, efrateo de Zereda, se rebeló contra el rey. Su madre era una mujer viuda llamada Zerúa. Estas son las circunstancias en las que se rebeló contra el rey: Salomón estaba edificando el Milo y cerró la brecha de la muralla de la Ciudad de David, su padre. Este Jeroboam era hombre valeroso. Salomón vio que el joven era eficiente y le puso a cargo de todo el trabajo forzado de la casa de José. Aconteció en aquel tiempo que Jeroboam salió de Jerusalén, y el profeta Ajías de Silo lo encontró en el camino. Este estaba cubierto con un manto nuevo, y los dos estaban solos en el campo. Entonces Ajías tomó el manto nuevo que llevaba sobre sí, lo rasgó en doce pedazos, y dijo a Jeroboam: "Toma para ti diez pedazos, porque así ha dicho Jehovah Dios de Israel: ‘He aquí, yo arranco el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus. Pero él tendrá una tribu por amor a mi siervo David y por amor a Jerusalén, la ciudad que yo he elegido de entre todas las tribus de Israel. Porque me han dejado y han adorado a Astarte, diosa de los sidonios; a Quemós, dios de Moab; y a Moloc, dios de los hijos de Amón. No han andado en mis caminos para hacer lo recto ante mis ojos y guardar mis estatutos y mis decretos, como su padre David. "‘Pero no quitaré de su mano todo el reino, porque lo he puesto como gobernante todos los días de su vida, por amor a mi siervo David, al cual yo elegí, y el cual guardó mis mandamientos y mis estatutos. Pero quitaré el reino de mano de su hijo y a ti te daré las diez tribus. Sin embargo, a su hijo le daré una tribu, para que mi siervo David tenga en él una lámpara delante de mí continuamente en Jerusalén, la ciudad que yo me he elegido para poner allí mi nombre. "‘Yo, pues, te tomaré a ti, y reinarás en todo lo que desee tu alma, y serás rey de Israel. Y sucederá que si obedeces todo lo que te mande, y andas en mis caminos y haces lo recto ante mis ojos, guardando mis estatutos y mis mandamientos como hizo mi siervo David, yo estaré contigo y te edificaré una casa estable como se la edifiqué a David, y te entregaré Israel. Afligiré a la descendencia de David por causa de esto, pero no para siempre.’" Salomón procuró matar a Jeroboam; pero Jeroboam se levantó, huyó a Egipto, a Sisac rey de Egipto, y estuvo allí hasta la muerte de Salomón. Los demás hechos de Salomón, todas las cosas que hizo y su sabiduría, ¿no están escritos en el libro de los hechos de Salomón? El tiempo que reinó Salomón en Jerusalén sobre todo Israel fue de 40 años. Salomón reposó con sus padres, y fue sepultado en la Ciudad de David, su padre. Y su hijo Roboam reinó en su lugar. Entonces Roboam fue a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para proclamarle rey. Y sucedió que cuando lo oyó Jeroboam hijo de Nabat (que aún estaba en Egipto, a donde había huido a causa del rey Salomón), Jeroboam volvió de Egipto. Entonces mandaron a llamarle, y Jeroboam vino con toda la congregación de Israel, y hablaron a Roboam diciendo: —Tu padre agravó nuestro yugo; pero ahora, alivia tú el duro trabajo y el pesado yugo que tu padre puso sobre nosotros, y te serviremos. El les dijo: —Idos, y volved a mí dentro de tres días. El pueblo se fue. Entonces el rey Roboam consultó a los ancianos que habían servido a su padre Salomón, cuando aún vivía, y preguntó: —¿Cómo aconsejáis vosotros que yo responda a este pueblo? Y ellos le respondieron diciendo: —Si te constituyes hoy en servidor de este pueblo y les sirves, y al responderles les hablas buenas palabras, ellos serán tus siervos para siempre. Pero él dejó de lado el consejo que le habían dado los ancianos, y consultó a los jóvenes que se habían criado con él y que estaban a su servicio. Les preguntó: —¿Qué aconsejáis vosotros que respondamos a este pueblo que me ha hablado diciendo: "Alivia el yugo que tu padre puso sobre nosotros"? Entonces los jóvenes que se habían criado con él le respondieron diciendo: —Así contestarás a este pueblo que ha hablado contigo diciendo: "Tu padre hizo pesado nuestro yugo; pero tú, hazlo más liviano sobre nosotros"; así les hablarás: "Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. Ahora bien, mi padre cargó sobre vosotros un pesado yugo; pero yo añadiré a vuestro yugo. Mi padre os castigó con látigos, pero yo os castigaré con escorpiones." Al tercer día vino Jeroboam con todo el pueblo a Roboam, como el rey había hablado diciendo: "Volved a mí al tercer día." Entonces el rey respondió al pueblo con dureza, y dejó de lado el consejo que le habían dado los ancianos. Les habló siguiendo el consejo de los jóvenes, diciendo: —Mi padre hizo pesado vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo. Mi padre os castigó con látigos, pero yo os castigaré con escorpiones. El rey no hizo caso del pueblo, porque esto estaba dispuesto de parte de Jehovah, para que se cumpliera la palabra que había hablado a Jeroboam hijo de Nabat por medio de Ajías de Silo. Y viendo todo Israel que el rey no les había hecho caso, el pueblo respondió al rey diciendo: —¿Qué parte tenemos nosotros con David? ¡No tenemos herencia en el hijo de Isaí! ¡Israel, a tus moradas! ¡Mira ahora por tu propia casa, oh David! Entonces Israel se fue a sus moradas, pero Roboam reinó sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá. Después el rey Roboam envió a Adoniram, que estaba a cargo del tributo laboral; pero todo Israel le apedreó, y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subir en un carro para huir a Jerusalén. Así se rebeló Israel contra la casa de David, hasta el día de hoy. Aconteció que al oír todo Israel que Jeroboam había vuelto, le mandaron a llamar a la asamblea y le hicieron rey de todo Israel. No quedó quien siguiese a la casa de David, sino sólo la tribu de Judá. Entonces Roboam llegó a Jerusalén y reunió a todos los de la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, 180,000 guerreros escogidos, a fin de combatir contra la casa de Israel y devolver el reino a Roboam hijo de Salomón. Pero la palabra de Dios vino a Semaías, hombre de Dios, diciendo: "Habla a Roboam hijo de Salomón, rey de Judá, y a toda la casa de Judá y de Benjamín, y al resto del pueblo, diciendo que así ha dicho Jehovah: ‘No subáis ni combatáis contra vuestros hermanos, los hijos de Israel. Volveos, cada uno a su casa, porque de parte mía ha sucedido esto.’" Ellos escucharon la palabra de Jehovah y desistieron de ir, conforme a la palabra de Jehovah. Jeroboam reedificó Siquem, en la región montañosa de Efraín, y habitó en ella. De allí fue y reedificó Penuel. Y Jeroboam pensó en su corazón: "Ahora el reino volverá a la casa de David, si este pueblo sube para ofrecer sacrificios en la casa de Jehovah en Jerusalén. El corazón de este pueblo se volverá a su señor Roboam, rey de Judá, y me matarán y volverán a Roboam, rey de Judá." Y habiendo tomado consejo, el rey hizo dos becerros de oro y dijo al pueblo: "¡Bastante habéis subido a Jerusalén! ¡He aquí tus dioses, oh Israel, que te hicieron subir de la tierra de Egipto!" Puso el uno en Betel y el otro lo puso en Dan. Y esto fue ocasión de pecado, porque el pueblo iba para adorar delante de uno de ellos, hasta Dan. También hizo santuarios en los lugares altos e instituyó sacerdotes de entre la gente común, que no eran hijos de Leví. Jeroboam instituyó una fiesta el día 15 del mes octavo, semejante a la fiesta que había en Judá, y subió al altar que hizo en Betel, para ofrecer sacrificios a los becerros que había hecho. En Betel estableció también sacerdotes para los lugares altos que había edificado. Subió al altar que había hecho en Betel, el día 15 del mes octavo, fecha que inventó en su corazón. Hizo la fiesta para los hijos de Israel y subió al altar para quemar incienso. He aquí que un hombre de Dios llegó de Judá a Betel, por mandato de Jehovah, cuando Jeroboam estaba de pie junto al altar para quemar incienso. Y clamó contra el altar, por mandato de Jehovah, diciendo: —Altar, altar, así ha dicho Jehovah: "He aquí, a la casa de David le nacerá un hijo que se llamará Josías, quien matará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman incienso sobre ti; y sobre ti quemarán huesos de hombres." Aquel mismo día dio una señal diciendo: —Esta es la señal de que Jehovah ha hablado: He aquí que el altar se partirá, y la ceniza que está sobre él se desparramará. Sucedió que cuando el rey Jeroboam oyó la palabra que el hombre de Dios había clamado contra el altar de Betel, extendió su mano desde el altar, diciendo: —¡Prendedle! Pero se le secó la mano que había extendido contra él, de manera que no pudo volverla hacia sí. Entonces el altar se partió, y la ceniza se desparramó del altar, conforme a la señal que el hombre de Dios había dado por mandato de Jehovah. Entonces el rey respondió y dijo al hombre de Dios: —Implora, por favor, a Jehovah tu Dios y ora por mí, para que mi mano me sea restaurada. El hombre de Dios imploró el favor de Jehovah, y la mano del rey le fue restaurada, y volvió a ser como antes. Entonces el rey dijo al hombre de Dios: —Ven conmigo a casa y come, y yo te daré un presente. Pero el hombre de Dios respondió al rey: —Aunque me dieses la mitad de tu casa, no iría contigo, ni comería pan, ni bebería agua en este lugar; porque me ha sido ordenado por mandato de Jehovah, diciendo: "No comas pan, ni bebas agua, ni vuelvas por el camino que vayas." Se fue, pues, por otro camino y no volvió por el camino por donde había venido a Betel. Vivía en Betel un profeta anciano, a quien fueron sus hijos y le contaron todo lo que el hombre de Dios había hecho aquel día en Betel. También contaron a su padre las palabras que había hablado al rey. Y su padre les preguntó: —¿Por qué camino se fue? Y sus hijos le mostraron el camino por donde se había ido el hombre de Dios que había venido de Judá. El dijo a sus hijos: —Aparejadme el asno. Ellos le aparejaron el asno. Entonces montó sobre él, fue tras aquel hombre de Dios y le halló sentado debajo de la encina. Le preguntó: —¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá? Le respondió: —Sí, yo soy. Entonces le dijo: —Ven conmigo a casa y come pan. Pero él respondió: —No podré volver contigo ni entrar contigo. Tampoco comeré pan ni beberé agua contigo en este lugar, porque me fue dicho por mandato de Jehovah: "No comas pan, ni bebas agua de allí, ni vuelvas por el camino que vayas." Y le dijo: —Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por mandato de Jehovah, diciendo: "Hazle volver contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua." Pero le mintió. Entonces se volvió con él, y comió pan en su casa y bebió agua. Y aconteció que estando ellos sentados a la mesa, vino la palabra de Jehovah al profeta que le había hecho volver, y clamó al hombre de Dios que había venido de Judá, diciendo: —Así ha dicho Jehovah: "Porque has sido desobediente al dicho de Jehovah y no guardaste el mandamiento que Jehovah tu Dios te había mandado, sino que volviste y comiste pan y bebiste agua en este lugar del cual él te había dicho que no comieras pan ni bebieras agua, tu cuerpo no entrará en el sepulcro de tus padres." Sucedió que cuando había comido pan y bebido agua, el profeta que le había hecho volver le aparejó el asno. Cuando se fue, un león lo encontró en el camino y lo mató. Su cadáver quedó tendido en el camino. El asno estaba de pie junto a él, y también el león estaba de pie junto al cadáver. Y he aquí que pasaron unos hombres y vieron el cadáver que estaba tendido en el camino y el león que estaba de pie junto al cadáver, y fueron y lo dijeron en la ciudad donde habitaba el profeta anciano. Cuando se enteró el profeta que le había hecho volver del camino, dijo: —El es el hombre de Dios que fue desobediente al mandato de Jehovah. Por eso Jehovah le ha entregado al león, que le ha destrozado y matado conforme a la palabra que Jehovah le había dicho. Entonces habló a sus hijos diciendo: —Aparejadme el asno. Ellos se lo aparejaron. Y fue y halló el cadáver tendido en el camino, y el asno y el león que estaban junto al cadáver. El león no había devorado el cadáver ni había destrozado al asno. El profeta levantó el cuerpo del hombre de Dios, lo colocó sobre el asno y se lo llevó. El profeta anciano fue a la ciudad para hacer duelo por él y sepultarlo. Puso su cuerpo en su propio sepulcro, e hicieron duelo por él diciendo: —¡Ay, hermano mío! Sucedió que después de haberlo sepultado, habló a sus hijos diciendo: —Cuando yo muera, sepultadme en el sepulcro en que está sepultado el hombre de Dios. Poned mis restos junto a los suyos, porque sin duda sucederá lo que él proclamó por mandato de Jehovah contra el altar que está en Betel y contra todos los santuarios de los lugares altos que hay en las ciudades de Samaria. Después de este suceso, Jeroboam no se volvió de su mal camino. Más bien, volvió a designar sacerdotes de entre la gente común para los lugares altos. Investía a quien deseaba, y él llegaba a ser sacerdote de los lugares altos. Y esto vino a ser el pecado de la casa de Jeroboam, por lo cual fue cortada y destruida de sobre la faz de la tierra. En aquel tiempo Abías hijo de Jeroboam cayó enfermo, y Jeroboam dijo a su mujer: —Por favor, levántate, disfrázate para que no reconozcan que eres la mujer de Jeroboam, y vé a Silo. He aquí que allá está el profeta Ajías, quien me dijo que yo iba a ser rey sobre este pueblo. Toma contigo diez panes, galletas y un frasco de miel, y vé a él; él te dirá lo que ha de suceder al niño. La mujer de Jeroboam lo hizo así. Se levantó, fue a Silo y llegó a la casa de Ajías. Ajías ya no podía ver, pues su vista se le había oscurecido a causa de su vejez. Pero Jehovah había dicho a Ajías: —He aquí que la mujer de Jeroboam viene a consultarte acerca de su hijo que está enfermo. Así y así le has de responder, pues cuando ella venga, fingirá ser una desconocida. Y sucedió que cuando Ajías oyó el ruido de sus pasos, al entrar ella por la puerta, dijo: —Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué finjes ser una desconocida? Yo he sido enviado con malas noticias para ti. Vé y di a Jeroboam que así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Pues bien, yo te levanté de en medio del pueblo y te hice el soberano de mi pueblo Israel; arranqué el reino de la casa de David y te lo entregué a ti. Pero tú no has sido como mi siervo David, que guardó mis mandamientos y caminó en pos de mí con todo su corazón, haciendo sólo lo recto ante mis ojos. Al contrario, has hecho lo malo, más que todos los que te han precedido, porque fuiste, y para provocarme a ira te hiciste otros dioses e imágenes de fundición; y a mí me diste la espalda. Por tanto, he aquí que yo traeré el mal sobre la casa de Jeroboam; eliminaré en Israel a todo varón de Jeroboam, tanto al esclavo como al libre. Barreré por completo la casa de Jeroboam, como se barre el estiércol, hasta que no quede nada. Al que de Jeroboam muera en la ciudad, se lo comerán los perros; y al que muera en el campo, se lo comerán las aves del cielo; porque Jehovah lo ha dicho." En cuanto a ti, levántate y vete a tu casa. Cuando tus pies entren en la ciudad, el niño morirá. Todo Israel hará duelo por él y le sepultará; pues éste es el único de los de Jeroboam que será sepultado, porque de la casa de Jeroboam sólo en él se ha hallado algo bueno delante de Jehovah Dios de Israel. Pero Jehovah levantará para sí un rey en Israel, el cual eliminará la casa de Jeroboam en este día y ahora mismo. Y Jehovah golpeará a Israel, como cuando la caña se agita en las aguas. Arrancará a Israel de esta buena tierra que dio a sus padres, y los esparcirá hacia el otro lado del Río, porque han hecho sus árboles rituales de Asera y han provocado a ira a Jehovah. Entregará a Israel a causa de los pecados de Jeroboam, quien pecó e hizo pecar a Israel. Entonces la mujer de Jeroboam se levantó, se fue y llegó a Tirsa. Cuando ella entró por el umbral de la casa, el niño murió. Lo sepultaron, y todo Israel hizo duelo por él, conforme a la palabra que Jehovah había hablado por medio de su siervo, el profeta Ajías. Los demás hechos de Jeroboam, las guerras que hizo y cómo reinó, he aquí que están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. El tiempo que reinó Jeroboam fue de 22 años, y reposó con sus padres. Y su hijo Nadab reinó en su lugar. Roboam hijo de Salomón reinó en Judá. Roboam tenía 41 años cuando comenzó a reinar, y reinó 17 años en Jerusalén, la ciudad que Jehovah había elegido de entre todas las tribus de Israel para poner allí su nombre. El nombre de su madre era Naama la amonita. Judá hizo lo malo ante los ojos de Jehovah; y con los pecados que cometieron, le provocaron a celos más que todo lo que habían hecho sus padres. También se edificaron lugares altos, piedras rituales y árboles de Asera, en toda colina alta y debajo de todo árbol frondoso. También había en el país varones consagrados a la prostitución ritual, e hicieron conforme a todas las prácticas abominables de las naciones que Jehovah había echado de delante de los hijos de Israel. Y sucedió que en el quinto año del rey Roboam subió Sisac, rey de Egipto, contra Jerusalén y tomó los tesoros de la casa de Jehovah y los tesoros de la casa del rey; todo lo tomó. También tomó todos los escudos de oro que había hecho Salomón. En lugar de ellos, el rey Roboam hizo escudos de bronce y los entregó a la custodia de los jefes de la escolta, que guardaban la entrada de la casa del rey. Y sucedía que cuantas veces el rey entraba en la casa de Jehovah, los de la escolta los llevaban, y después los volvían a poner en la cámara de los de la escolta. Los demás hechos de Roboam y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Hubo guerra constante entre Roboam y Jeroboam. Roboam reposó con sus padres y fue sepultado con sus padres en la Ciudad de David. El nombre de su madre era Naama la amonita. Y su hijo Abías reinó en su lugar. En el año 18 del rey Jeroboam hijo de Nabat, comenzó a reinar Abías sobre Judá, y reinó 3 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Maaca hija de Absalón. El anduvo en todos los pecados que había cometido su padre antes de él. Su corazón no fue íntegro con Jehovah su Dios, como el corazón de su padre David. No obstante, por amor a David, Jehovah su Dios le dio una lámpara en Jerusalén, levantando a un hijo suyo después de él y manteniendo en pie a Jerusalén. Porque David había hecho lo recto ante los ojos de Jehovah y no se había apartado en todos los días de su vida de nada de lo que le había mandado, excepto en el asunto de Urías el heteo. Hubo guerra entre Abías y Jeroboam todos los días de su vida. Los demás hechos de Abías y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Había guerra entre Abías y Jeroboam. Abías reposó con sus padres, y lo sepultaron en la Ciudad de David. Y su hijo Asa reinó en su lugar. En el año 20 de Jeroboam rey de Israel, Asa comenzó a reinar sobre Judá; y reinó 41 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Maaca hija de Absalón. Asa hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, como su padre David. Barrió del país a los varones consagrados a la prostitución ritual y quitó todos los ídolos que habían hecho sus padres. También depuso a su madre Maaca de ser reina madre, porque ella había hecho una monstruosa imagen de Asera. Asa destruyó la monstruosa imagen y la quemó junto al arroyo de Quedrón. Aunque no quitó los lugares altos, sin embargo, el corazón de Asa fue íntegro para con Jehovah, todos sus días. El introdujo en la casa de Jehovah lo que había consagrado su padre, y lo que él mismo había consagrado: plata, oro y utensilios. Había guerra entre Asa y Baasa, rey de Israel, todo el tiempo de ambos. Baasa, rey de Israel, subió contra Judá y estaba reedificando Ramá para no dejar que ninguno tuviera acceso a Asa, rey de Judá. Entonces Asa tomó toda la plata y el oro que habían quedado en los tesoros de la casa de Jehovah y en los tesoros de la casa del rey, y los entregó en mano de sus servidores. Luego el rey Asa los envió a Ben-hadad hijo de Tabrimón, hijo de Hezión, rey de Siria, que habitaba en Damasco, diciendo: "Haya alianza entre tú y yo, como la había entre mi padre y tu padre. He aquí, yo te envío un obsequio de plata y oro; vé y anula tu alianza con Baasa, rey de Israel, para que se aparte de mí." Ben-hadad consintió con el rey Asa. Envió contra las ciudades de Israel a los jefes de sus ejércitos, y atacó Ijón, Dan, Abel-bet-maaca y toda la región del mar Quinéret, con toda la tierra de Neftalí. Sucedió que cuando Baasa oyó esto, dejó de reedificar Ramá y habitó en Tirsa. Entonces el rey Asa convocó a todo Judá, sin exceptuar a nadie, y se llevaron las piedras y la madera de Ramá, con que Baasa edificaba. Y con ellas el rey Asa reedificó Geba de Benjamín y Mizpa. Todos los demás hechos de Asa, todo su poderío, todas las cosas que hizo y las ciudades que edificó, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Sólo que en el tiempo de su vejez se enfermó de los pies. Asa reposó con sus padres y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David, su padre. Y su hijo Josafat reinó en su lugar. Nadab hijo de Jeroboam comenzó a reinar sobre Israel en el segundo año de Asa, rey de Judá, y reinó sobre Israel dos años. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, andando en el camino de su padre y en sus pecados con los que hizo pecar a Israel. Baasa hijo de Ajías, de la tribu de Isacar, conspiró contra él. Baasa lo derrotó en Gibetón, que pertenecía a los filisteos, pues Nadab y todo Israel tenían sitiada Gibetón. Baasa lo mató en el tercer año de Asa, rey de Judá, y reinó en su lugar. Sucedió que cuando Baasa llegó a ser rey, mató a todos los de la casa de Jeroboam; no dejó con vida a ninguno de los de Jeroboam, hasta destruirlos, conforme a la palabra que Jehovah había hablado por medio de su siervo Ajías de Silo, a causa de los pecados de Jeroboam, quien pecó e hizo pecar a Israel, y por la provocación con que provocó a ira a Jehovah Dios de Israel. Los demás hechos de Nadab, y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Había guerra entre Asa y Baasa, rey de Israel, todo el tiempo de ambos. En el tercer año de Asa, rey de Judá, comenzó a reinar Baasa hijo de Ajías sobre todo Israel en Tirsa, y reinó 24 años. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah y anduvo en el camino de Jeroboam y en sus pecados con los que hizo pecar a Israel. Entonces vino la palabra de Jehovah a Jehú hijo de Hanani contra Baasa, diciendo: "Por cuanto yo te levanté del polvo y te establecí como el soberano de mi pueblo Israel, pero tú has andado en el camino de Jeroboam y has hecho pecar a mi pueblo Israel, provocándome a ira con sus pecados, he aquí que yo barreré por completo a Baasa y a su casa, y haré a su casa como a la casa de Jeroboam hijo de Nabat. Al que de Baasa muera en la ciudad, se lo comerán los perros; y al que muera en el campo, se lo comerán las aves del cielo. Los demás hechos de Baasa, las cosas que hizo y su poderío, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Baasa reposó con sus padres y fue sepultado en Tirsa. Y su hijo Ela reinó en su lugar. También por medio del profeta Jehú hijo de Hanani vino la palabra de Jehovah contra Baasa y contra su casa, por toda la maldad que hizo ante los ojos de Jehovah, provocándole a ira con la obra de sus manos, por haber sido como los de la casa de Jeroboam y por haberla destruido. En el año 26 de Asa, rey de Judá, comenzó a reinar Ela hijo de Baasa sobre Israel en Tirsa, y reinó dos años. Y conspiró contra él su servidor Zimri, jefe de la mitad de los carros. Estando el rey en Tirsa bebiendo hasta embriagarse en casa de Arsa, administrador del palacio en Tirsa, Zimri fue, lo hirió y lo mató en el año 27 de Asa, rey de Judá; y reinó en su lugar. Aconteció que al comenzar a reinar y después que estuvo sentado en su trono, mató a todos los de la casa de Baasa, sin dejar de ella un solo varón, ni de sus parientes ni de sus amigos. Así Zimri destruyó a todos los de la casa de Baasa, conforme a la palabra que Jehovah había hablado contra Baasa por medio del profeta Jehú, por todos los pecados de Baasa y por los pecados de su hijo Ela, quienes pecaron e hicieron pecar a prendieron, y Elías los hizo descender al arroyo de Quisón, y allí los degolló. Los demás hechos de Ela y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? En el año 27 de Asa, rey de Judá, Zimri reinó siete días en Tirsa, mientras el pueblo estaba acampado contra Gibetón, que pertenecía a los filisteos. Entonces el pueblo que estaba acampado oyó decir: "Zimri ha conspirado y también ha matado al rey." Y aquel día todos los de Israel que estaban acampados allí proclamaron a Omri, jefe del ejército, rey de Israel. Entonces Omri subió desde Gibetón, y con él todo Israel, y sitiaron Tirsa. Sucedió que al ver que la ciudad era tomada, Zimri entró en la ciudadela de la casa del rey y prendió fuego a la casa del rey con él dentro. Así murió, a causa de sus pecados que había cometido haciendo lo malo ante los ojos de Jehovah y andando en el camino de Jeroboam y en su pecado que cometió e hizo pecar a Israel. Los demás hechos de Zimri y la conspiración que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Entonces el pueblo de Israel se dividió en dos facciones. La mitad del pueblo seguía a Tibni hijo de Ginat, para hacerlo rey; la otra mitad seguía a Omri. Pero el pueblo que seguía a Omri pudo más que el que seguía a Tibni hijo de Ginat. Tibni murió, y Omri fue rey. En el año 31 de Asa, rey de Judá, comenzó a reinar Omri sobre Israel y reinó 12 años. En Tirsa reinó 6 años. El compró a Semer el monte de Samaria por dos talentos de plata. Edificó en el monte, y a la ciudad que edificó le dio el nombre de Samaria, según el nombre de Semer, el dueño del monte. Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, y actuó peor que todos los que habían reinado antes de él. Pues anduvo en todo el camino de Jeroboam hijo de Nabat y en sus pecados con los que hizo pecar a Israel, provocando a ira a Jehovah Dios de Israel, con sus ídolos vanos. Los demás hechos de Omri, las cosas que hizo y el poderío que logró, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Omri reposó con sus padres y fue sepultado en Samaria. Y su hijo Acab reinó en su lugar. En el año 38 de Asa, rey de Judá, Acab hijo de Omri comenzó a reinar sobre Israel. Acab hijo de Omri reinó sobre Israel en Samaria 22 años. Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, más que todos los que habían reinado antes de él. Como si le fuera cosa liviana andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, tomó por mujer a Jezabel hija de Etbaal, rey de los sidonios; y fue, sirvió a Baal y lo adoró. Erigió un altar a Baal en el templo de Baal que había edificado en Samaria. Acab también hizo un árbol ritual de Asera. Acab hizo peor que todos los reyes de Israel que habían reinado antes de él, provocando a ira a Jehovah Dios de Israel. En su tiempo Jiel de Betel reedificó Jericó. A costa de Abiram su primogénito puso los cimientos, y a costa de Segub su hijo menor colocó sus puertas, conforme a la palabra que Jehovah había hablado por medio de Josué hijo de Nun. Entonces Elías el tisbita, que era uno de los moradores de Galaad, dijo a Acab: —¡Vive Jehovah Dios de Israel, a quien sirvo, que no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino por mi palabra! Entonces la palabra de Jehovah vino a él diciendo: —Apártate de aquí, dirígete al oriente y escóndete junto al arroyo de Querit, que está al frente del Jordán. Y sucederá que beberás del arroyo, y yo he mandado a los cuervos que te sustenten allí. Elías fue e hizo conforme a la palabra de Jehovah. Fue y habitó junto al arroyo de Querit, que está al frente del Jordán. Los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo. Pero sucedió que después de algunos días se secó el arroyo, porque no había llovido en la tierra. Entonces la palabra de Jehovah vino a Elías diciendo: —Levántate, vé a Sarepta de Sidón y habita allí. He aquí, yo he designado allí a una mujer viuda para que te sustente. Entonces se levantó y se fue a Sarepta. Cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña. El la llamó y le dijo: —Por favor, tráeme un poco de agua en un vaso, para que beba. Cuando ella iba a traérsela, la llamó y le dijo: —Por favor, tráeme también un poco de pan en tu mano. Ella respondió: —¡Vive Jehovah, tu Dios, que no tengo pan cocido! Solamente tengo un puñado de harina en una tinaja y un poco de aceite en una botella. Y he aquí que estaba recogiendo un par de leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, a fin de que lo comamos y muramos. Entonces Elías le dijo: —No tengas temor. Vé, haz como has dicho; pero de ello hazme a mí primero una torta pequeña y tráemela. Después harás para ti y para tu hijo. Porque así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "La harina de la tinaja no se acabará, y el aceite de la botella no faltará hasta el día en que Jehovah dé lluvia sobre la superficie de la tierra." Entonces ella fue e hizo conforme a la palabra de Elías; y comieron él, ella y su familia, por mucho tiempo. La harina de la tinaja no se acabó, ni faltó el aceite de la botella, conforme a la palabra que Jehovah había dicho por medio de Elías. Aconteció después de estas cosas que cayó enfermo el hijo de la mujer, la dueña de casa, y su enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento. Entonces ella dijo a Elías: —¿Qué tengo yo contigo, oh hombre de Dios? ¿Has venido a mí para traer a la memoria mis iniquidades y hacer morir a mi hijo? Y él le respondió: —Dame tu hijo. Lo tomó del seno de ella, lo llevó al altillo donde él habitaba y lo acostó sobre su cama. Entonces, clamando a Jehovah, dijo: —¡Oh Jehovah, Dios mío! ¿Aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciendo morir a su hijo? Luego se tendió tres veces sobre el niño y clamó a Jehovah diciendo: —¡Oh Jehovah, Dios mío, te ruego que el alma de este niño vuelva a su cuerpo! Jehovah escuchó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a su cuerpo, y revivió. Elías tomó al niño, lo bajó del altillo a la casa y lo entregó a su madre. Luego Elías dijo: —¡Mira, tu hijo está vivo! Entonces la mujer dijo a Elías: —¡Ahora reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra de Jehovah es verdad en tu boca! Sucedió que después de mucho tiempo, al tercer año, vino la palabra de Jehovah a Elías, diciendo: —Vé, preséntate ante Acab, y yo enviaré lluvia sobre la faz de la tierra. Elías fue para presentarse ante Acab. Había gran hambre en Samaria. Entonces Acab llamó a Abdías, el administrador del palacio. (Abdías era muy temeroso de Jehovah. Y sucedió que cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehovah, Abdías tomó a cien de ellos y los escondió de cincuenta en cincuenta en una cueva, y los sustentó con pan y agua.) Acab dijo a Abdías: —Vé por la tierra a todos los manantiales de agua y a todos los arroyos; quizás hallemos pasto con que podamos conservar con vida a los caballos y a las mulas, y no tengamos que eliminar algunos de los animales. Se repartieron el territorio entre ellos para recorrerlo; Acab se fue solo por un camino, y Abdías se fue solo por otro. Sucedió que cuando Abdías iba por el camino, he aquí que Elías venía a su encuentro; y como le reconoció, se postró sobre su rostro y preguntó: —¿Eres tú Elías, mi señor? Y le respondió: —Sí, yo soy. Vé y di a tu señor: "Elías está aquí." Pero él dijo: —¿En qué he pecado para que tú entregues a tu siervo en mano de Acab, para que me mate? ¡Vive Jehovah tu Dios, que no ha habido nación ni reino adonde mi señor no haya enviado a buscarte! Cuando ellos respondían: "No está," hacía jurar al reino y a la nación que no te habían hallado. Y ahora tú dices: "Vé y di a tu señor: ‘Elías está aquí.’" Lo que sucederá es que después que yo me haya alejado de ti, el Espíritu de Jehovah te llevará adonde yo no sepa, y habiendo yo ido para informar a Acab, si él no te halla, me matará. Tu siervo teme a Jehovah desde su juventud. ¿No le han contado a mi señor lo que hice cuando Jezabel mataba a los profetas de Jehovah, cómo escondí en una cueva a cien de ellos de cincuenta en cincuenta y los sustenté con pan y agua? Y ahora tú dices: "Vé y di a tu señor: ‘Aquí está Elías.’" ¡El me matará! Y Elías dijo: —¡Vive Jehovah de los Ejércitos, a quien sirvo, que hoy me presentaré a él! Entonces Abdías fue al encuentro de Acab y le informó. Acab fue al encuentro de Elías; y sucedió que cuando Acab vio a Elías, le dijo: —¿Eres tú, el que está trastornando a Israel? Y él respondió: —Yo no he trastornado a Israel, sino tú y tu casa paterna, al haber abandonado los mandamientos de Jehovah y al haber seguido a los Baales. Ahora pues, manda que se reúnan conmigo en el monte Carmelo todo Israel, los 450 profetas de Baal y los 400 profetas de Asera que comen de la mesa de Jezabel. Entonces Acab convocó a todos los hijos de Israel y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: —¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si Jehovah es Dios, ¡seguidle! Y si Baal, ¡seguidle! Pero el pueblo no le respondió nada. Entonces Elías volvió a decir al pueblo: —Sólo yo he quedado como profeta de Jehovah, pero de los profetas de Baal hay 450 hombres. Dennos, pues, dos toros. Escojan ellos un toro para sí, córtenlo en pedazos y pónganlo sobre la leña; pero no pongan fuego. Yo prepararé el otro toro y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego. Luego invocad vosotros el nombre de vuestro dios, y yo invocaré el nombre de Jehovah. El Dios que responda con fuego, ¡ése es Dios! Todo el pueblo respondió y dijo: —¡Bien dicho! Entonces Elías dijo a los profetas de Baal: —Escogeos el toro y preparadlo vosotros primero, porque vosotros sois la mayoría. Invocad el nombre de vuestro dios, pero no pongáis fuego. Ellos tomaron el toro que les fue dado, y lo prepararon. Luego invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: —¡Oh Baal, respóndenos! Pero no hubo voz ni quien respondiese. Mientras tanto ellos danzaban junto al altar que habían hecho. Y sucedió que hacia el mediodía, Elías se burlaba de ellos diciendo: —¡Gritad a gran voz, porque es un dios! Quizás está meditando, o está ocupado, o está de viaje. Quizás está dormido, y hay que despertarle. Ellos clamaban a gran voz y se sajaban el cuerpo con espadas y con lanzas, conforme a su costumbre, hasta hacer chorrear la sangre sobre ellos. Y sucedió que cuando pasó el mediodía, ellos seguían profetizando frenéticamente hasta la hora de ofrecer la ofrenda vegetal, y no había voz ni quien respondiese ni escuchase. Entonces Elías dijo a todo el pueblo: —¡Acercaos a mí! Todo el pueblo se acercó a él. Luego él reparó el altar de Jehovah que estaba arruinado. Elías tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien le vino palabra de Jehovah diciendo: "Israel será tu nombre." Y edificó con las piedras un altar en el nombre de Jehovah. Después hizo una zanja alrededor del altar, en la cual pudiesen caber dos medidas de semilla. Luego arregló la leña, cortó el toro en pedazos y los puso sobre la leña. Entonces dijo: —Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Luego dijo: —Hacedlo por segunda vez. Y lo hicieron por segunda vez. Dijo aún: —Hacedlo por tercera vez. Y lo hicieron por tercera vez, de modo que el agua corría alrededor del altar y llenó también la zanja. Cuando llegó la hora de presentar la ofrenda vegetal, se acercó el profeta Elías y dijo: —¡Oh Jehovah, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo; y que por tu palabra he hecho todas estas cosas! Respóndeme, oh Jehovah; respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, oh Jehovah, eres Dios, y que tú haces volver el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehovah, que consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo; y lamió el agua que estaba en la zanja. Al verlo toda la gente, se postraron sobre sus rostros y dijeron: —¡Jehovah es Dios! ¡Jehovah es Dios! Entonces Elías les dijo: —¡Prended a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno de ellos! Los Entonces Elías dijo a Acab: —Sube, come y bebe; porque se oye el ruido de una fuerte lluvia. Acab subió para comer y beber. Entonces Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra puso su rostro entre sus rodillas. Luego dijo a su criado: —Sube, por favor, y mira hacia el mar. El subió, miró y dijo: —No hay nada. El le volvió a decir: —Vuelve siete veces. A la séptima vez dijo: —He aquí, veo una pequeña nube, como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Entonces él dijo: —Vé y di a Acab: "Unce tu carro y desciende, no sea que te detenga la lluvia." Y aconteció que mientras tanto los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y cayó una fuerte lluvia. Acab subió al carro y fue a Jezreel; pero la mano de Jehovah estuvo sobre Elías, quien ciñó sus lomos y fue corriendo delante de Acab hasta la entrada de Jezreel. Acab informó a Jezabel de todo lo que Elías había hecho y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces Jezabel envió un mensajero a Elías, diciendo: "¡Así me hagan los dioses y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he hecho tu vida como la vida de uno de ellos!" Entonces él tuvo miedo, y se levantó y huyó para salvar su vida. Así llegó a Beerseba, que pertenece a Judá. Dejó allí a su criado, y él se fue un día de camino por el desierto. Luego vino, se sentó debajo de un arbusto de retama y ansiando morirse dijo: —¡Basta ya, oh Jehovah! ¡Quítame la vida, porque yo no soy mejor que mis padres! Se recostó debajo del arbusto y se quedó dormido. Y he aquí que un ángel le tocó y le dijo: —Levántate, come. Entonces miró, y he aquí que a su cabecera había una torta cocida sobre las brasas y una cantimplora de agua. Luego comió, bebió y se volvió a recostar. Entonces el ángel de Jehovah volvió por segunda vez, y le tocó diciendo: —Levántate, come, porque el camino es demasiado largo para ti. Se levantó, comió y bebió. Luego, con las fuerzas de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. Allí se metió en la cueva, donde pasó la noche. Y he aquí que vino a él la palabra de Jehovah, y le preguntó: —¿Qué haces aquí, Elías? Y él respondió: —He sentido un vivo celo por Jehovah Dios de los Ejércitos, porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. Yo solo he quedado, y me buscan para quitarme la vida. El le dijo: —Sal afuera y ponte de pie en el monte, delante de Jehovah. Y he aquí que Jehovah pasaba. Un grande y poderoso viento destrozaba las montañas y rompía las peñas delante de Jehovah, pero Jehovah no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero Jehovah no estaba en el terremoto. Después del terremoto hubo un fuego, pero Jehovah no estaba en el fuego. Después del fuego hubo un sonido apacible y delicado. Y sucedió que al oírlo Elías, cubrió su cara con su manto, y salió y estuvo de pie a la entrada de la cueva. Y he aquí, vino a él una voz, y le preguntó: —¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: —He sentido un vivo celo por Jehovah Dios de los Ejércitos, porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. Yo solo he quedado, y me buscan para quitarme la vida. Y Jehovah le dijo: —Vé, regresa por tu camino, por el desierto, a Damasco. Cuando llegues, ungirás a Hazael como rey de Siria. También a Jehú hijo de Nimsi ungirás como rey de Israel; y ungirás a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mejola, como profeta en tu lugar. Y sucederá que al que escape de la espada de Hazael, lo matará Jehú; y al que escape de la espada de Jehú, lo matará Eliseo. Pero yo he hecho que queden en Israel 7.000, todas las rodillas que no se han doblado ante Baal y todas las bocas que no lo han besado. Cuando se fue de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que estaba arando con doce yuntas de bueyes delante de él, y él estaba con la duodécima. Pasando Elías hacia él, echó su manto sobre él. Entonces él dejó los bueyes, fue corriendo tras Elías y dijo: —Permíteme besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Elías le dijo: —Vé y vuelve; pues, ¿qué te he hecho yo? Eliseo dejó de ir tras él. Luego tomó la yunta de bueyes y los mató. Y con el arado de los bueyes cocinó su carne y la dio a la gente para que comiesen. Después se levantó, fue tras Elías y le servía. Entonces Ben-hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército. Estaban con él treinta y dos reyes, con caballos y carros. Luego subió, sitió Samaria y combatió contra ella. Después envió mensajeros a la ciudad, a Acab, rey de Israel, diciendo: "Así ha dicho Ben-hadad: ‘Tu plata y tu oro son míos; tus mujeres y los mejores de tus hijos son míos.’" El rey de Israel respondió diciendo: "Como tú dices, oh mi señor el rey, yo soy tuyo con todo lo que tengo." Volvieron otra vez los mensajeros y dijeron: "Así dice Ben-hadad: ‘Por cierto, te envié a decir que me dieras tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos. Mañana a estas horas te enviaré mis servidores, los cuales registrarán tu casa y las casas de tus servidores. Y sucederá que tomarán con sus manos y se llevarán todo lo precioso que tengas.’" El rey de Israel llamó a todos los ancianos del país y les dijo: —Sabed, pues, y ved cómo éste no busca sino el mal; porque ha enviado por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y mi oro; y yo no se lo he negado. Y todos los ancianos y todo el pueblo respondieron: —No le escuches ni accedas. Entonces Acab respondió a los mensajeros de Ben-hadad: —Decid a mi señor el rey: "Haré todo lo que enviaste a exigir a tu siervo al principio, pero esto no lo puedo hacer." Los mensajeros fueron y le dieron la respuesta, y Ben-hadad envió a decirle: "Así me hagan los dioses y aun me añadan, si el polvo de Samaria basta para llenar las manos de todo el pueblo que me sigue." El rey de Israel respondió y dijo: "Decidle: ‘No se jacte tanto el que se ciñe como el que se desciñe.’" Y sucedió que cuando él oyó estas palabras, mientras bebía con los reyes en las cabañas, dijo a sus servidores: —¡Tomad posiciones! Y tomaron posiciones contra la ciudad. He aquí, un profeta se acercó a Acab, rey de Israel, y le dijo: —Así ha dicho Jehovah: "¿Has visto toda aquella gran multitud? He aquí, yo la entregaré hoy en tu mano, para que reconozcas que yo soy Jehovah." Acab preguntó: —¿Por medio de quién? Y él respondió: —Así ha dicho Jehovah: "Por medio de los jóvenes de los jefes de las provincias." Y Acab preguntó: —¿Quién comenzará la batalla? El respondió: —Tú. Acab pasó revista a los jóvenes de los jefes de las provincias, los cuales eran 232. Después de ellos, pasó revista a todo el pueblo, a todos los hijos de Israel, que eran 7.000. Y éstos salieron al mediodía, mientras Ben-hadad estaba bebiendo hasta emborracharse en las cabañas con los reyes, los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda. Los jóvenes de los jefes de las provincias salieron primero. Ben-hadad había enviado a algunos, quienes le informaron diciendo: —Unos hombres han salido de Samaria. El dijo: —Si han salido para hacer la paz, prendedlos vivos. Y si han salido para combatir, prendedlos vivos. Salieron, pues, de la ciudad los jóvenes de los jefes de las provincias, y tras ellos salió el ejército. Y cada uno mató al que venía contra él; y los sirios huyeron, e Israel los persiguió. Pero Ben-hadad, rey de Siria, se escapó a caballo con algunos jinetes. Entonces salió el rey de Israel, atacó los caballos y los carros, y ocasionó a los sirios una gran derrota. Luego se acercó el profeta al rey de Israel y le dijo: —Vé, cobra ánimo; considera y mira lo que has de hacer, porque el rey de Siria volverá contra ti el próximo año. Los servidores del rey de Siria le dijeron: —Sus dioses son dioses de las montañas; por eso fueron más fuertes que nosotros. Pero si combatimos contra ellos en la llanura, sin duda seremos más fuertes que ellos. Haz, pues, así: Saca a cada uno de los reyes de su puesto, y pon gobernadores en su lugar. Y tú, organiza otro ejército como el ejército que perdiste, caballo por caballo y carro por carro. Luego combatiremos contra ellos en la llanura, y sin duda seremos más fuertes que ellos. El les prestó atención, y lo hizo así. Y aconteció, al año siguiente, que Ben-hadad pasó revista a los sirios y fue a Afec para combatir contra Israel. También se pasó revista a los hijos de Israel, y tomando provisiones les salieron al encuentro. Los hijos de Israel acamparon frente a ellos y eran como dos pequeños rebaños de cabras, mientras que los sirios llenaban el campo. Entonces el hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le habló diciendo: —Así ha dicho Jehovah: "Porque los sirios han dicho: ‘Jehovah es un dios de las montañas; no es un dios de los valles’, yo entregaré a toda esta gran multitud en tu mano, para que reconozcas que yo soy Jehovah." Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros. Y sucedió que al séptimo día se dio la batalla. Entonces los hijos de Israel mataron en un día a 100.000 hombres de infantería de los sirios. Los demás huyeron a la ciudad de Afec, pero el muro cayó encima de 27.000 hombres que habían quedado. También Ben-hadad fue huyendo a la ciudad y se escondía de cuarto en cuarto. Sus servidores dijeron a Ben-hadad: —He aquí, hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes clementes. Pongamos, pues, cilicio sobre nuestras espaldas y sogas a nuestros cuellos, y salgamos al rey de Israel; quizás nos perdone la vida. Entonces se ciñeron sus lomos con cilicio y pusieron sogas a sus cuellos, y fueron al rey de Israel y dijeron: —Tu siervo Ben-hadad dice: "Por favor, perdóname la vida." Y él respondió: —¿Todavía vive? ¡Es mi hermano! Aquellos hombres tomaron esto como buen augurio y se apresuraron a tomarle la palabra, diciendo: —¡Tu hermano es Ben-hadad! El dijo: —Id y traedle. Ben-hadad se presentó ante Acab, quien le hizo subir en su carro. Luego le dijo Ben-hadad: —Yo restituiré las ciudades que mi padre tomó a tu padre. Tú también podrás establecer centros comerciales en Damasco, como mi padre hizo en Samaria. —Entonces con este convenio yo te dejaré ir libre. Hizo, pues, un convenio con él y le dejó ir. Entonces un hombre de los hijos de los profetas dijo a su compañero, por mandato de Jehovah: —¡Golpéame, por favor! Pero el hombre rehusó golpearle. Y él le dijo: —Porque no has obedecido la voz de Jehovah, he aquí que cuando te apartes de mí, te matará un león. Cuando se apartó de él, lo encontró un león y lo mató. Luego se encontró con otro hombre y le dijo: —¡Golpéame, por favor! El hombre le dio un golpe y le ocasionó una herida. Entonces el profeta se fue y se puso de pie delante del rey en el camino, disfrazándose con una venda sobre los ojos. Sucedió que cuando el rey pasaba, aquél gritó al rey y dijo: —¡Tu siervo estuvo en medio de la batalla, y he aquí que uno se apartó trayéndome a un hombre y me dijo: "Guarda a este hombre, porque si llega a escapar, tu vida responderá por la suya o pagarás un talento de plata." Pero sucedió que mientras tu siervo estaba ocupado en una y otra cosa, él desapareció. Entonces el rey de Israel le dijo: —¡Esa será tu sentencia! ¡Tú mismo la has pronunciado! Entonces se quitó apresuradamente la venda de sus ojos, y el rey de Israel reconoció que era uno de los profetas. Y éste dijo al rey: —Así ha dicho Jehovah: "¡Por cuanto soltaste de la mano al hombre que yo había designado como anatema, tu vida responderá por la suya, y tu pueblo por el suyo!" El rey de Israel se fue a su casa decaído y enfadado, y llegó a Samaria. Pasadas estas cosas aconteció que Nabot de Jezreel tenía una viña en Jezreel, junto al palacio de Acab, rey de Samaria. Y Acab habló a Nabot diciendo: —Dame tu viña para que me sirva como huerto de verduras, porque está junto a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que ésta. O si te parece mejor, te pagaré su precio en dinero. Nabot respondió a Acab: —¡Guárdeme Jehovah de darte la heredad de mis padres! Acab se fue a su casa decaído y enfadado por las palabras que le había respondido Nabot de Jezreel, quien le había dicho: "No te daré la heredad de mis padres." Se acostó en su cama, volvió su cara y no tomó alimentos. Jezabel, su mujer, fue a él y le preguntó: —¿Por qué está decaído tu espíritu, y no tomas alimentos? Y él le respondió: —Porque hablé con Nabot de Jezreel y le dije: "Dame tu viña por dinero; o si te parece mejor, te daré otra viña por ella." Y él respondió: "No te daré mi viña." Su mujer Jezabel le dijo: —¿Tú actúas ahora como rey sobre Israel? ¡Levántate, toma alimentos, y alégrese tu corazón! ¡Yo te daré la viña de Nabot de Jezreel! Entonces ella escribió cartas en nombre de Acab, las selló con su anillo y las envió a los ancianos y principales que habitaban en su ciudad con Nabot. Las cartas que escribió decían así: Proclamad ayuno y haced que Nabot se siente frente al pueblo. Haced que se sienten frente a él dos hombres perversos para que testifiquen contra él diciendo: "¡Tú has maldecido a Dios y al rey!" Entonces sacadlo y apedreadlo, y que muera. Los hombres de su ciudad, los ancianos y los principales que vivían en su ciudad hicieron como les mandó Jezabel. Conforme a lo escrito en las cartas que ella había enviado, proclamaron ayuno e hicieron sentar a Nabot frente al pueblo. Luego vinieron los dos hombres perversos y se sentaron frente a él. Y estos hombres perversos dieron testimonio contra Nabot frente al pueblo, diciendo: —Nabot ha maldecido a Dios y al rey. Lo sacaron de la ciudad y lo apedrearon, y murió. Después enviaron a decir a Jezabel: "Nabot ha sido apedreado y ha muerto." Sucedió que cuando Jezabel oyó que Nabot había sido apedreado y que había muerto, Jezabel dijo a Acab: —Levántate y toma posesión de la viña de Nabot de Jezreel, quien no te la quiso dar por dinero. Nabot ya no vive; ha muerto. Y sucedió que cuando Acab oyó que Nabot había muerto, se levantó Acab para descender a la viña de Nabot de Jezreel a fin de tomar posesión de ella. Aconteció que vino la palabra de Jehovah a Elías el tisbita, diciendo: —Levántate, desciende al encuentro de Acab, rey de Israel, que reside en Samaria. He aquí que está en la viña de Nabot, a donde ha descendido para tomar posesión de ella. Le hablarás diciendo: "Así ha dicho Jehovah: ‘¿Has asesinado y también has tomado posesión?’" Luego le hablarás diciendo: "Así ha dicho Jehovah: ‘En el lugar donde los perros lamieron la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, tu misma sangre.’" Acab dijo a Elías: —¿Así que me has encontrado, enemigo mío? El respondió: —Te he encontrado, porque te has vendido para hacer lo malo ante los ojos de Jehovah. Así dice Jehovah: "He aquí, yo traeré el mal sobre ti y te barreré por completo. Eliminaré de Acab a todo varón en Israel, tanto al esclavo como al libre. Yo haré a los de tu casa como a los de la casa de Jeroboam hijo de Nabat y a los de la casa de Baasa hijo de Ajías, por la provocación con que me has provocado a ira y con que has hecho pecar a Israel." También de Jezabel ha hablado Jehovah diciendo: "Los perros comerán a Jezabel en la parcela de Jezreel. Al que de Acab muera en la ciudad, lo comerán los perros; y al que muera en el campo, lo comerán las aves del cielo." No hubo realmente nadie como Acab, que se vendiera para hacer lo malo ante los ojos de Jehovah, pues su mujer Jezabel lo incitaba. El actuó de manera muy abominable, yendo tras los ídolos, conforme a todo lo que hacían los amorreos, a los cuales Jehovah había echado de delante de los hijos de Israel. Y sucedió que cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestiduras, puso cilicio sobre su cuerpo, ayunó y se acostó con el cilicio; y andaba humillado. Entonces vino la palabra de Jehovah a Elías el tisbita, diciendo: —¿Has visto cómo se ha humillado Acab delante de mí? Por cuanto se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa. Tres años pasaron sin que hubiera guerra entre Siria e Israel. Y aconteció al tercer año que Josafat, rey de Judá, descendió a visitar al rey de Israel. Entonces el rey de Israel dijo a sus servidores: —¿Sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece? ¡Y nosotros no hemos hecho nada para tomarla de mano del rey de Siria! Luego preguntó a Josafat: —¿Irás conmigo a la guerra a Ramot de Galaad? Y Josafat respondió al rey de Israel: —Yo soy como eres tú, y mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como tus caballos. Además, Josafat dijo al rey de Israel: —Por favor, consulta hoy la palabra de Jehovah. Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, unos 400 hombres, y les preguntó: —¿Iré a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiré? Ellos respondieron: —Sube, porque el Señor la entregará en mano del rey. Entonces preguntó Josafat: —¿No hay aquí todavía algún profeta de Jehovah, para que consultemos por medio de él? El rey de Israel respondió a Josafat: —Todavía hay un hombre por medio del cual podríamos consultar a Jehovah; pero yo le aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal. Es Micaías hijo de Imla. Josafat respondió: —No hable así el rey. Entonces el rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo: —Trae pronto a Micaías hijo de Imla. El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales, estaban sentados, cada uno en su trono, en la era a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban delante de ellos. Sedequías hijo de Quenaana se había hecho unos cuernos de hierro y decía: —Así ha dicho Jehovah: "¡Con éstos embestirás a los sirios, hasta acabar con ellos!" Y todos los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo: —Sube a Ramot de Galaad y triunfa, porque Jehovah la entregará en mano del rey. El mensajero que había ido a llamar a Micaías le habló diciendo: —He aquí, las palabras de los profetas unánimemente anuncian el bien al rey. Sea, pues, tu palabra como la de uno de ellos, y anuncia el bien. Pero Micaías respondió: —¡Vive Jehovah, que lo que Jehovah me diga, eso hablaré! Llegó al rey, y el rey le preguntó: —Micaías, ¿iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiremos? El respondió: —Sube y triunfa, porque Jehovah la entregará en mano del rey. El rey le dijo: —¿Cuántas veces tengo que hacerte jurar que no me digas sino la verdad en el nombre de Jehovah? Entonces respondió: —He visto a todo Israel dispersado por los montes como ovejas que no tienen pastor. Y Jehovah dijo: "Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz." Entonces el rey de Israel dijo a Josafat: —¿No te dije que no profetizaría acerca de mí el bien, sino el mal? Luego dijo Micaías: —Escucha, pues, la palabra de Jehovah: Yo he visto a Jehovah sentado en su trono; y todo el ejército de los cielos estaba de pie junto a él, a su derecha y a su izquierda. Entonces Jehovah preguntó: "¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?" Y uno respondía de una manera, y otro respondía de otra manera. Entonces salió un espíritu, se puso delante de Jehovah y dijo: "Yo le induciré." Jehovah le preguntó: "¿De qué manera?" Y él le respondió: "Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas." Y Jehovah dijo: "Tú lo inducirás, y también prevalecerás. Sal y hazlo así." Ahora pues, he aquí que Jehovah ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos tus profetas, porque Jehovah ha decretado el mal con respecto a ti. Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciéndole: —¿Por qué camino se apartó de mí el Espíritu de Jehovah, para hablarte a ti? Y Micaías respondió: —¡He aquí, tú lo verás aquel día, cuando te metas de cuarto en cuarto para esconderte! Entonces dijo el rey de Israel: —Toma a Micaías y hazlo volver a Amón, alcalde de la ciudad, y a Joás, hijo del rey. Y di: "El rey ha dicho así: ‘Poned a éste en la cárcel y mantenedle con una escasa ración de pan y de agua, hasta que yo llegue en paz.’" Y Micaías dijo: —Si logras volver en paz, Jehovah no ha hablado por medio de mí. —Y añadió—: ¡Oídlo, pueblos todos! El rey de Israel subió con Josafat, rey de Judá, a Ramot de Galaad. El rey de Israel dijo a Josafat: —Yo me disfrazaré y entraré en la batalla; pero tú, vístete con tus vestiduras. Entonces el rey de Israel se disfrazó y entró en la batalla. Ahora bien, el rey de Siria había mandado a sus treinta y dos jefes de los carros que tenía, diciendo: "No luchéis contra chico ni contra grande, sino sólo contra el rey de Israel." Y sucedió que cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: —¡Ciertamente éste es el rey de Israel! Entonces se dirigieron hacia él para atacarle, pero Josafat gritó. Y sucedió que al ver los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él. Entonces un hombre tiró con su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura y la coraza. Y él dijo al que guiaba su carro: —¡Da la vuelta y sácame de la batalla, porque he sido herido! La batalla arreció aquel día, y el rey fue sostenido en pie en el carro, frente a los sirios. Y murió al atardecer. La sangre de la herida corría hasta el fondo del carro. A la puesta del sol salió una proclama por todo el campamento, diciendo: —¡Cada uno a su ciudad! ¡Cada uno a su tierra! Murió, pues, el rey y fue llevado a Samaria; luego sepultaron al rey en Samaria. Lavaron el carro junto al estanque de Samaria (donde las prostitutas se lavaban), mientras los perros lamían su sangre, conforme a la palabra que Jehovah había hablado. Los demás hechos de Acab y todo lo que hizo, la casa de marfil y todas las ciudades que edificó, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Acab reposó con sus padres, y su hijo Ocozías reinó en su lugar. Josafat hijo de Asa comenzó a reinar sobre Judá en el cuarto año de Acab rey de Israel. Josafat tenía 35 años cuando comenzó a reinar, y reinó 25 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Azuba hija de Silji. El anduvo en todo el camino de su padre Asa, sin apartarse de él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehovah. Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados, pues el pueblo continuaba ofreciendo sacrificios y quemando incienso en los lugares altos. Josafat también hizo la paz con el rey de Israel. Los demás hechos de Josafat, el poderío que logró y las guerras que llevó a cabo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? El eliminó del país el resto de los varones consagrados a la prostitución ritual que habían quedado del tiempo de su padre Asa. No había entonces rey en Edom; sólo había un gobernador de parte del rey. Josafat hizo barcos como los de Tarsis, para ir a Ofir por oro. Pero no fueron, pues los barcos se destrozaron en Ezión-geber. Entonces Ocozías hijo de Acab dijo a Josafat: "Que vayan mis servidores con tus servidores en los barcos." Pero Josafat no quiso. Josafat reposó con sus padres y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David, su padre. Y su hijo Joram reinó en su lugar. Ocozías hijo de Acab comenzó a reinar sobre Israel, en Samaria, en el año 17 de Josafat, rey de Judá, y reinó 2 años sobre Israel. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah y anduvo en el camino de su padre, en el camino de su madre y en el camino de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. Sirvió a Baal y lo adoró, y provocó a ira a Jehovah Dios de Israel, conforme a todas las cosas que su padre había hecho. Después de la muerte de Acab, Moab se rebeló contra Israel. Ocozías se cayó por la celosía de su sala en el piso superior, en Samaria, y quedó malherido. Entonces envió mensajeros diciéndoles: —Id y consultad a Baal-zebub, dios de Ecrón, si he de sanar de esta enfermedad. Entonces el ángel de Jehovah dijo a Elías el tisbita: —Levántate, sube al encuentro de los mensajeros del rey de Samaria y diles: "¿Acaso no hay Dios en Israel para que vosotros vayáis a consultar a Baal-zebub, dios de Ecrón? Por tanto, así ha dicho Jehovah: ‘De la cama a la cual subiste no descenderás, sino que ciertamente morirás.’" Entonces Elías se fue. Y cuando los mensajeros regresaron al rey, éste les preguntó: —¿Por qué habéis regresado? Ellos le respondieron: —Un hombre vino a nuestro encuentro y nos dijo: "Id, regresad al rey que os envió y decidle que así ha dicho Jehovah: ‘¿Acaso no hay Dios en Israel, para que tú mandes a consultar a Baal-zebub, dios de Ecrón? Por tanto, de la cama a la cual subiste no descenderás, sino que ciertamente morirás.’" Entonces él les preguntó: —¿Qué aspecto tenía aquel hombre que vino a vuestro encuentro y os dijo estas palabras? Ellos le respondieron: —Era un hombre velludo, que tenía ceñido un cinto de cuero a la cintura. Entonces dijo: —El es Elías el tisbita. Entonces Ocozías envió a Elías un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres. Este fue a él, y he aquí que él estaba sentado en la cumbre del monte, y le dijo: —Oh hombre de Dios, el rey ha dicho: "¡Desciende!" Elías respondió y dijo al jefe de cincuenta: —Si yo soy hombre de Dios, que descienda fuego del cielo y te consuma a ti con tus cincuenta. Entonces descendió fuego del cielo y lo consumió a él con sus cincuenta. El rey volvió a enviarle otro jefe de cincuenta con sus cincuenta, y éste le habló diciendo: —Oh hombre de Dios, el rey ha dicho así: "¡Desciende pronto!" Elías respondió y les dijo: —Si yo soy hombre de Dios, que descienda fuego del cielo y te consuma a ti con tus cincuenta. Entonces descendió del cielo fuego de Dios y lo consumió a él con sus cincuenta. Volvió a enviar un tercer jefe de cincuenta con sus cincuenta. Aquel tercer jefe de cincuenta subió, y al llegar se hincó de rodillas ante Elías y le rogó diciendo: —¡Oh hombre de Dios, te ruego que sea de valor a tus ojos mi vida y la vida de estos cincuenta siervos tuyos! He aquí, ha descendido fuego del cielo y ha consumido a los dos primeros jefes de cincuenta con sus cincuenta. ¡Sea ahora mi vida de valor a tus ojos! Entonces el ángel de Jehovah dijo a Elías: —Desciende con él; no le tengas miedo. Elías se levantó, fue con él al rey y le dijo: —Así ha dicho Jehovah: "Por cuanto enviaste mensajeros a consultar a Baal-zebub, dios de Ecrón (¿acaso no hay Dios en Israel para consultar su palabra?), por tanto, de la cama a la cual subiste no descenderás, sino que ciertamente morirás." Y Ocozías murió, conforme a la palabra de Jehovah que Elías había hablado. En su lugar comenzó a reinar Joram, en el segundo año de Joram hijo de Josafat, rey de Judá, porque Ocozías no tenía hijo. Las demás cosas que hizo Ocozías, ¿no están escritas en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Aconteció que cuando Jehovah iba a arrebatar a Elías al cielo en un torbellino, Elías venía de Gilgal con Eliseo. Y Elías dijo a Eliseo: —Por favor, quédate aquí, porque Jehovah me ha enviado a Betel. Eliseo dijo: —¡Vive Jehovah, y vive tu alma, que no te dejaré! Entonces descendieron a Betel. Y los hijos de los profetas que estaban en Betel salieron al encuentro de Eliseo, y le preguntaron: —¿Sabes que hoy Jehovah arrebatará a tu señor por encima de tu cabeza? El respondió: —Sí, yo lo sé. Callad. Elías le volvió a decir: —Eliseo, por favor, quédate aquí, porque Jehovah me ha enviado a Jericó. Y él dijo: —¡Vive Jehovah, y vive tu alma, que no te dejaré! Y fueron a Jericó. Entonces los hijos de los profetas que estaban en Jericó se acercaron a Eliseo y le preguntaron: —¿Sabes que hoy Jehovah arrebatará a tu señor por encima de tu cabeza? Y él respondió: —Sí, yo lo sé. Callad. Luego le dijo Elías: —Por favor, quédate aquí, porque Jehovah me ha enviado al Jordán. Y él dijo: —¡Vive Jehovah, y vive tu alma, que no te dejaré! Fueron, pues, los dos. Y llegaron cincuenta hombres de los hijos de los profetas y se pararon al frente, a lo lejos. También ellos dos se pararon junto al Jordán. Entonces Elías tomó su manto, lo dobló y golpeó las aguas, las cuales se apartaron a uno y a otro lado; y ambos pasaron en seco. Y sucedió que cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: —Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea arrebatado de tu lado. Eliseo dijo: —Te ruego que pase a mí una doble porción de tu espíritu. El dijo: —Has pedido algo difícil. Si me ves cuando sea arrebatado de tu lado, te será concedido; si no, no. Aconteció que mientras ellos iban y conversaban, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego los separó a los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino. Eliseo, al verlo, gritó: —¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel, y sus jinetes! Nunca más le vio. Y agarrando sus ropas, las rasgó en dos partes. Entonces Eliseo recogió el manto de Elías, que se le había caído, y regresó. Luego, deteniéndose a la orilla del Jordán, tomó el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas y dijo: —¿Dónde está Jehovah, el Dios de Elías? Y cuando él también golpeó las aguas, éstas se apartaron a uno y a otro lado; y Eliseo cruzó. Lo vieron los hijos de los profetas que estaban en Jericó, al otro lado, y dijeron: —¡El espíritu de Elías reposa sobre Eliseo! Entonces fueron hacia él, se postraron ante él en tierra, y le dijeron: —He aquí, con tus siervos hay cincuenta hombres valerosos. Que vayan ellos y busquen a tu señor; no sea que el Espíritu de Jehovah lo haya levantado y lo haya arrojado en alguna montaña o en algún valle. El dijo: —No los mandéis. Ellos insistieron hasta que sintiéndose él avergonzado, dijo: —Enviadlos. Entonces enviaron a cincuenta hombres, los cuales lo buscaron durante tres días, pero no lo hallaron. Cuando volvieron a él, que se había quedado en Jericó, les dijo: —¿No os dije que no fueseis? Entonces los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: —He aquí, el lugar de esta ciudad es bueno, como lo ve mi señor; pero las aguas son malas, y la tierra es estéril. Entonces él dijo: —Traedme una vasija nueva y poned en ella sal. Se la trajeron. Y salió al manantial de las aguas, echó dentro la sal y dijo: —Así ha dicho Jehovah: "Yo saneo estas aguas, y no habrá en ellas más muerte ni esterilidad." Y así fueron saneadas las aguas hasta el día de hoy, conforme a las palabras que Eliseo pronunció. Después fue de allí a Betel; y cuando subía por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad y se burlaban de él diciéndole: —¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo! Volviéndose hacia atrás, los vio y los maldijo en el nombre de Jehovah. Entonces salieron dos osas del bosque y despedazaron a cuarenta y dos de aquellos niños. De allí fue al monte Carmelo, y de allí volvió a Samaria. Joram hijo de Acab comenzó a reinar sobre Israel en Samaria, en el año 18 de Josafat, rey de Judá; y reinó 12 años. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, aunque no como su padre y su madre, porque quitó la piedra ritual de Baal que había hecho su padre. Sin embargo, persistió en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos. Mesa, rey de Moab, que era ganadero, pagaba al rey de Israel como tributo 100.000 corderos, más la lana de otros 100.000 carneros. Pero sucedió que cuando murió Acab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel. Entonces el rey Joram salió de Samaria y pasó revista a todo Israel. También fue y envió a decir a Josafat, rey de Judá: —El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Irás conmigo a la guerra contra Moab? El respondió: —Sí, iré. Yo soy como tú eres; mi pueblo es como tu pueblo, y mis caballos son como tus caballos. —Y añadió—: ¿Por qué camino iremos? Joram respondió: —Por el camino del desierto de Edom. Partieron, pues, el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom, y dieron un rodeo de siete días, hasta que les faltó agua para el ejército y para los animales que les acompañaban. Entonces el rey de Israel dijo: —¡Ay! ¡Jehovah ha traído a estos tres reyes para entregarlos en mano de los moabitas! Y Josafat preguntó: —¿No hay aquí algún profeta de Jehovah, para que consultemos a Jehovah por medio de él? Uno de los servidores del rey de Israel respondió diciendo: —Aquí está Eliseo hijo de Safat, el que solía verter agua en las manos de Elías. Y Josafat dijo: —La palabra de Jehovah está con él. El rey de Israel, Josafat y el rey de Edom fueron a él, y Eliseo dijo al rey de Israel: —¿Qué tengo yo que ver contigo? ¡Vete a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre! Pero el rey de Israel le respondió: —No, porque Jehovah ha convocado a estos tres reyes para entregarlos en mano de los moabitas. Entonces Eliseo dijo: —¡Vive Jehovah de los Ejércitos, a quien sirvo, que si yo no tuviese respeto por Josafat, rey de Judá, no te atendería ni te miraría. Pero ahora, traedme un músico. Sucedió que mientras el músico tañía, la mano de Jehovah vino sobre Eliseo, y éste dijo: —Así ha dicho Jehovah: "Haced varios diques en este valle. Porque así ha dicho Jehovah: No veréis viento ni lluvia, pero este valle se llenará de agua; y beberéis vosotros, vuestros animales y vuestro ganado." Esto es poca cosa a los ojos de Jehovah; él también entregará a los moabitas en vuestra mano. Y destruiréis toda ciudad fortificada y toda ciudad importante. Derribaréis todos los árboles buenos, cegaréis todos los manantiales de agua y arruinaréis con piedras todo campo fértil. Aconteció que por la mañana, a la hora en que se suele presentar la ofrenda vegetal, he aquí que llegaron las aguas por el camino de Edom, y la tierra se llenó de agua. Cuando todos los de Moab oyeron que los reyes subían para combatir contra ellos, convocaron a todos, desde los que apenas podían ceñirse las armas en adelante, y se situaron en la frontera. Cuando se levantaron temprano por la mañana y el sol resplandeció sobre las aguas, los de Moab vieron desde lejos las aguas rojas como sangre. Entonces dijeron: —Esto es sangre. Sin duda, los reyes han peleado entre sí, y cada uno ha dado muerte a su compañero. ¡Ahora pues, Moab, al botín! Pero cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y atacaron a los de Moab, los cuales huyeron ante ellos. E invadieron el país, matando a los de Moab y desolando las ciudades. Cada uno echó su piedra en todas las tierras fértiles, y las llenaron. También cegaron todos los manantiales de agua y derribaron todos los árboles buenos, hasta que sólo Quir-jaréset quedó con sus piedras, pero los que tiraban la honda la rodearon y la atacaron. Cuando el rey de Moab vio que la batalla se le hacía demasiado difícil, tomó consigo a 700 hombres que sacaban espada, para irrumpir contra el rey de Edom; pero no pudieron. Entonces él tomó a su hijo primogénito, el que había de reinar en su lugar, y lo ofreció en holocausto sobre el muro. Y hubo gran ira contra los israelitas, quienes se retiraron de allí y regresaron a su tierra. Entonces una mujer, que fuera esposa de uno de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo diciendo: —Tu siervo, mi marido, ha muerto. Tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehovah, pero el acreedor ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos suyos. Y Eliseo le preguntó: —¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa. Ella respondió: —Tu sierva no tiene ninguna cosa en casa, excepto un frasco de aceite. El le dijo: —Vé y pide prestadas vasijas de fuera, de todas tus vecinas, vasijas vacías; no pidas pocas. Luego entra, cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos, y vierte el aceite en todas esas vasijas. Y cuando una esté llena, ponla aparte. Ella se apartó de él y cerró la puerta detrás de sí y de sus hijos. Ellos le traían las vasijas, y ella vertía el aceite. Y sucedió que cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: —Tráeme otra vasija. Y le respondió: —No hay más vasijas. Entonces el aceite cesó. Luego ella fue y se lo contó al hombre de Dios, quien dijo: —Anda, vende el aceite y paga tu deuda, y tú y tus hijos vivid de lo que quede. Aconteció que cierto día pasaba Eliseo por Sunem. Y había allí una mujer importante, quien le invitó insistentemente a comer. Y sucedía que cada vez que él pasaba, entraba allí a comer. Entonces ella dijo a su marido: —He aquí, yo sé que este hombre que siempre pasa por nuestra casa es un santo hombre de Dios. Hagamos un pequeño cuarto en la azotea, y pongamos allí una cama, una mesa, una silla y una lámpara para él, a fin de que cuando venga a nosotros, pueda quedarse allí. Aconteció que cierto día él llegó por allí, subió al cuarto y se acostó allí. Entonces dijo a Guejazi, su criado: —Llama a esta sunamita. Cuando la llamó, ella se presentó delante de él; y Eliseo dijo a Guejazi: —Dile: "He aquí, tú te has preocupado de nosotros con todo este cuidado. ¿Qué se puede hacer por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al jefe del ejército?" Pero ella respondió: —Yo habito en medio de mi pueblo. Eliseo preguntó: —¿Qué, pues, haremos por ella? Y Guejazi respondió: —A la verdad, ella no tiene hijos, y su marido es viejo. Entonces Eliseo dijo: —Llámala. El la llamó, y ella se detuvo a la puerta. Entonces él dijo: —El año que viene, por este tiempo, tú abrazarás un hijo. Ella dijo: —¡No, señor mío, hombre de Dios! ¡No engañes a tu sierva! Pero la mujer concibió y dio a luz un hijo al año siguiente, por el tiempo que Eliseo le había dicho. Cuando el niño creció, sucedió cierto día que fue a donde estaban su padre y los segadores. Y dijo a su padre: —¡Mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a su criado: —Llévalo a su madre. Lo tomó y lo llevó a su madre. El niño estuvo recostado sobre las rodillas de ella hasta el mediodía; luego murió. Entonces ella subió, lo acostó sobre la cama del hombre de Dios, cerró la puerta y salió. Después llamó a su marido y le dijo: —Te ruego que me mandes uno de los criados y una de las asnas, para que yo corra hacia el hombre de Dios y regrese. El preguntó: —¿Para qué vas a verle hoy? No es luna nueva ni sábado. Y ella respondió: —Paz. Después hizo aparejar el asna y dijo a su criado: —Toma la rienda y anda. No te detengas por mí en el viaje, a menos que yo te lo diga. Ella se marchó y llegó a donde estaba el hombre de Dios, en el monte Carmelo. Y sucedió que cuando el hombre de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Guejazi: —He allí la sunamita. Ahora, por favor, corre a su encuentro y pregúntale: "¿Te va bien? ¿Le va bien a tu marido? ¿Le va bien a tu hijo?" Y ella respondió: —Bien. Cuando ella llegó al monte, al hombre de Dios, se asió de sus pies. Guejazi se acercó para apartarla, pero el hombre de Dios le dijo: —Déjala, porque su alma está en amargura. Jehovah me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado. Ella dijo: —¿Acaso pedí yo un hijo a mi señor? ¿No te dije que no me llenaras de falsas esperanzas? Entonces él dijo a Guejazi: —Ciñe tus lomos, toma mi bastón en tu mano y anda. Si encuentras a alguien, no le saludes. Si alguien te saluda, no le respondas. Y pon mi bastón sobre la cara del niño. La madre del niño dijo: —¡Vive Jehovah, y vive tu alma, que no me apartaré de ti! Entonces él se levantó y la siguió. Guejazi se adelantó a ellos y puso el bastón sobre la cara del niño. Pero éste no habló ni reaccionó, de modo que Guejazi volvió al encuentro de Eliseo y le dijo: —El niño no se ha despertado. Cuando Eliseo llegó a la casa, he aquí que el niño estaba muerto, tendido sobre su cama. Entonces entró, cerró la puerta detrás de ellos dos, y oró a Jehovah. Después subió y se echó sobre el niño, su boca sobre su boca, sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre sus manos. Así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor. Luego se volvió y se paseaba por la casa de un lado a otro. Después subió y se tendió sobre el niño, y el niño estornudó siete veces. Luego el niño abrió sus ojos. Entonces Eliseo llamó a Guejazi y le dijo: —Llama a esta sunamita. El la llamó, y cuando ella entró, Eliseo le dijo: —Toma a tu hijo. Cuando ella entró, se echó a los pies de él, y se postró en tierra. Después tomó a su hijo y salió. Eliseo regresó a Gilgal, cuando había hambre en el país. Los hijos de los profetas estaban sentados delante de él. Entonces dijo a su criado: —Pon la olla grande y prepara un guiso para los hijos de los profetas. Uno de ellos salió al campo para recoger hierbas, y halló una vid silvestre. Tomó de ella calabazas silvestres llenando su falda; y cuando regresó, las cortó en tajadas echándolas en la olla del guiso, aunque no sabía qué eran. Luego lo sirvieron para que comieran los hombres. Pero sucedió que cuando comían del guiso, ellos gritaron diciendo: —¡Oh hombre de Dios, hay muerte en la olla! Y no lo pudieron comer. Entonces Eliseo dijo: —Traed harina. La esparció en la olla y dijo: —Sirve a la gente para que coman. Y ya no hubo nada malo en la olla. Entonces vino un hombre de Baal-salisa, trayendo en su alforja alimentos de primicias para el hombre de Dios: veinte panes de cebada y espigas de grano nuevo. Y Eliseo dijo: —Da a la gente para que coma. Y su criado respondió: —¿Cómo voy a poner esto delante de 100 hombres? Pero él volvió a decir: —Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehovah: "Comerán, y sobrará." Entonces él lo puso delante de ellos. Y comieron, y sobró, conforme a la palabra de Jehovah. Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era un hombre muy importante delante de su señor y tenido en gran estima, porque por medio de él Jehovah había librado a Siria. El hombre era un guerrero valiente, pero leproso. Los sirios habían salido en incursiones y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la esposa de Naamán. Ella dijo a su señora: —¡Ojalá mi señor se presentase al profeta que está en Samaria! Pues él lo sanaría de su lepra. Naamán entró y habló a su señor, diciendo: —Así y así ha dicho la muchacha que es de la tierra de Israel. El rey de Siria le dijo: —Anda, vé, y yo enviaré una carta al rey de Israel. Partió, pues, llevando consigo 10 talentos de plata, 6.000 siclos de oro y 10 vestidos nuevos. También llevó la carta para el rey de Israel, la cual decía así: Ahora, cuando esta carta llegue a ti, sabrás que yo te he enviado a mi servidor Naamán, para que lo sanes de su lepra. Y sucedió que cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y dijo: —¿Acaso soy yo Dios, para dar la muerte o dar la vida, y para que éste me envíe un hombre, a fin de que yo lo sane de su lepra? ¡Considerad, pues, y ved cómo él busca ocasión contra mí! Pero sucedió que cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, envió a decir al rey: "¿Por qué has rasgado tus vestiduras? ¡Que venga a mí, y sabrá que hay profeta en Israel!" Entonces Naamán llegó con sus caballos y su carro, y se detuvo ante la puerta de la casa de Eliseo. Y Eliseo le envió un mensajero que le dijo: —Vé, lávate siete veces en el Jordán, y tu carne te será restaurada, y serás limpio. Naamán se enfureció y se fue diciendo: —He aquí, yo pensaba que seguramente él saldría, que puesto de pie invocaría el nombre de Jehovah su Dios, y que moviendo su mano sobre el lugar, sanaría la parte leprosa. ¿No son los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar, mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría yo lavarme en ellos y ser limpio? Y dando la vuelta, se iba enojado. Pero sus siervos se acercaron a él y le hablaron diciendo: —Padre mío, si el profeta te hubiera mandado alguna cosa grande, ¿no la habrías hecho? Con mayor razón si él te dice: "Lávate y serás limpio." Entonces él descendió y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne se volvió como la carne de un niño pequeño, y quedó limpio. Luego Naamán volvió al hombre de Dios, él con toda su comitiva. Llegó y se detuvo delante de él, y dijo: —¡He aquí, yo reconozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel! Ahora pues, acepta, por favor, un presente de parte de tu siervo. Pero Eliseo dijo: —¡Vive Jehovah, a quien sirvo, que no aceptaré nada! Naamán le insistió para que lo aceptase, pero él rehusó. Entonces Naamán dijo: —Si no, por favor, sea dada a tu siervo una carga de esta tierra, que pueda ser llevada por un par de mulas; porque de aquí en adelante tu siervo no ofrecerá holocausto ni sacrificio a otros dioses, sino sólo a Jehovah. Pero Jehovah perdone esto a tu siervo: Cuando mi señor entre en el templo de Rimón para adorar allí, y él se apoye en mi brazo y yo me incline en el templo de Rimón (cuando yo tenga que inclinarme en el templo de Rimón), que Jehovah perdone esto a tu siervo. Y le dijo: —Vé en paz. Cuando Naamán se alejó de él y había recorrido cierta distancia, Guejazi, criado de Eliseo, el hombre de Dios, pensó: "He aquí que mi señor ha eximido a este sirio Naamán y no ha tomado de su mano las cosas que él trajo. ¡Vive Jehovah, que ciertamente correré tras él y conseguiré de él alguna cosa!" Guejazi siguió a Naamán; y cuando Naamán vio que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle y le preguntó: —¿Está todo bien? Y él respondió: —Sí, pero mi señor me envía a decir: "He aquí, en este momento han llegado a mí dos jóvenes de los hijos de los profetas, de la región montañosa de Efraín. Te ruego que des para ellos un talento de plata y dos vestidos nuevos." Entonces Naamán dijo: —Dígnate aceptar dos talentos. El le insistió y ató en dos bolsas dos talentos y dos vestidos nuevos. Y los entregó a dos de sus criados para que los llevasen delante de él. Cuando llegaron a la colina, él los tomó de sus manos y los guardó en casa. Luego despidió a los hombres, y se fueron. Entonces él entró y se puso de pie delante de su señor. Y Eliseo le preguntó: —¿De dónde vienes, Guejazi? Y él respondió: —Tu siervo no ha ido a ninguna parte. Entonces Eliseo le dijo: —¿No estuvo allí mi corazón cuando el hombre volvió de su carro a tu encuentro? ¿Es ésta la ocasión de aceptar dinero o de aceptar ropa, olivares, viñas, ovejas, vacas, siervos y siervas? Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes, para siempre. Entonces salió de su presencia leproso, blanco como la nieve. Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: —He aquí que el lugar en que habitamos contigo es demasiado estrecho para nosotros. Permite que vayamos al Jordán, que tomemos de allí cada uno un tronco y que nos hagamos allí un lugar donde podamos habitar. El dijo: —Id. Luego uno dijo: —Por favor, dígnate venir con tus siervos. Y él respondió: —Yo iré. Entonces fue con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron los árboles. Pero sucedió que cuando uno de ellos estaba derribando un tronco, se le cayó el hierro del hacha al agua, y dio voces diciendo: —¡Ay, señor mío! ¡Era prestada! El hombre de Dios preguntó: —¿Dónde cayó? Le mostró el lugar. Y él cortó un palo, lo echó allí e hizo flotar el hierro. Entonces dijo: —Tómalo. Y él extendió la mano y lo tomó. El rey de Siria estaba en guerra con Israel, y tomó consejo con sus servidores, diciendo: —En tal y tal lugar estará mi campamento. Pero el hombre de Dios mandó a decir al rey de Israel: "Guárdate de pasar por tal lugar, porque los sirios van a descender allí." Y el rey de Israel enviaba gente al lugar que el hombre de Dios le indicaba y advertía, de modo que tomaba precauciones allí, no una ni dos veces. Entonces el corazón del rey de Siria se turbó por esto, y llamando a sus servidores les preguntó: —¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros está de parte del rey de Israel? Entonces respondió uno de sus servidores: —Ninguno, oh mi señor el rey; sino que el profeta Eliseo, que está en Israel, le declara al rey de Israel las palabras que hablas en tu dormitorio. Entonces él dijo: —Id, mirad dónde está, y yo enviaré a capturarlo. Le informaron diciendo: —He aquí, está en Dotán. Y el rey envió allá gente de a caballo, carros y un gran ejército, los cuales llegaron de noche y rodearon la ciudad. Cuando el que servía al hombre de Dios madrugó para partir y salió, he aquí que un ejército tenía cercada la ciudad con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: —¡Ay, señor mío! ¿Qué haremos? El le respondió: —No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Entonces Eliseo oró diciendo: —Te ruego, oh Jehovah, que abras sus ojos para que vea. Jehovah abrió los ojos del criado, y éste miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo y carros de fuego, alrededor de Eliseo. Y cuando los sirios descendieron hacia él, Eliseo oró a Jehovah y dijo: —Te ruego que hieras a esta gente con ceguera. Y los hirió con ceguera, conforme a la palabra de Eliseo. Luego Eliseo les dijo: —Este no es el camino, ni ésta es la ciudad. Seguidme, y yo os guiaré a donde está el hombre que buscáis. Entonces los guió a Samaria. Y sucedió que cuando llegaron a Samaria, Eliseo dijo: —Oh Jehovah, abre los ojos de éstos para que vean. Jehovah abrió sus ojos, y miraron; y he aquí que se hallaban en medio de Samaria. Cuando el rey de Israel los vio, preguntó a Eliseo: —¿Los mato, padre mío? ¿Los mato? El le respondió: —No los mates. ¿Matarías a los que tomas cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua para que coman y beban, y se vuelvan a su señor. Entonces les hizo un gran banquete. Y cuando habían comido y bebido, los dejó ir; y se volvieron a su señor. Y las bandas armadas de Siria no volvieron a hacer incursiones en la tierra de Israel. Aconteció después de esto que Ben-hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército, y subió y sitió a Samaria. Y he aquí que mientras la tenían sitiada, había mucha hambre en Samaria, tanto que la cabeza de un asno era vendida por 80 siclos de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de paloma por 5 siclos de plata. Sucedió que cuando el rey de Israel pasaba por el muro, una mujer gritó diciéndole: —¡Socórreme, oh mi señor el rey! El dijo: —Si no te socorre Jehovah, ¿de dónde te he de socorrer yo? ¿De la era, o del lagar? —El rey añadió—: ¿Qué quieres? Ella respondió: —Esta mujer me dijo: "Entrega tu hijo para que lo comamos hoy, y mañana comeremos el mío." Cocimos, pues, a mi hijo y lo comimos. Al día siguiente yo le dije a ella: "Entrega tu hijo para que lo comamos." Pero ella ha escondido a su hijo. Sucedió que cuando el rey oyó las palabras de la mujer, rasgó sus vestiduras y pasaba así por el muro. Entonces el pueblo miró, y he aquí que debajo llevaba cilicio sobre su cuerpo. Luego dijo: —¡Así me haga Dios y aun me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda hoy en su lugar! Eliseo estaba sentado en su casa, y los ancianos estaban sentados con él, cuando el rey envió a uno de sus hombres. Pero antes que el mensajero llegase a él, Eliseo dijo a los ancianos: —¿Veis cómo este hijo de homicida envía para que me quiten la cabeza? Mirad, pues, y cuando llegue el mensajero, cerrad la puerta e impedidle la entrada. ¿No se oye tras él el ruido de los pasos de su señor? Mientras él estaba hablando con ellos, he aquí que el mensajero descendía hacia él y dijo: "¡Ciertamente este mal proviene de Jehovah! ¿Qué puedo aún esperar de Jehovah?" Entonces Eliseo dijo: —Oíd la palabra de Jehovah: Así ha dicho Jehovah: "Mañana a estas horas, en la puerta de Samaria, se venderá una medida de harina refinada por un siclo, y dos medidas de cebada por un siclo." El comandante, en cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al hombre de Dios y dijo: —He aquí, aun cuando Jehovah hiciese ventanas en los cielos, ¿sería esto posible? Y él dijo: —¡He aquí que tú lo verás con tus ojos, pero no comerás de ello! Había cuatro hombres leprosos a la entrada de la puerta de la ciudad, los cuales se dijeron unos a otros: —¿Para qué nos quedamos aquí hasta morir? Si decimos: "Entremos en la ciudad," el hambre está en la ciudad, y moriremos allí; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Ahora pues, vayamos y pasemos al campamento de los sirios. Si nos conceden la vida, viviremos; y si nos matan, moriremos. Al anochecer se levantaron para ir al campamento de los sirios. Y cuando llegaron a un extremo del campamento de los sirios, he aquí que no había nadie allí. Porque el Señor había hecho que en el campamento de los sirios se oyera el estruendo de carros, el estruendo de caballos y el estruendo de un gran ejército, y se dijeron unos a otros: "He aquí, el rey de Israel ha contratado contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios para que vengan contra nosotros." Así que se habían levantado y huido al anochecer dejando sus tiendas, sus caballos, sus asnos y el campamento intacto. Y habían huido para salvar sus vidas. Cuando estos leprosos llegaron al extremo del campamento, entraron en una tienda, comieron y bebieron y tomaron de allí plata, oro y ropa; y fueron y los escondieron. Luego regresaron y entraron en otra tienda; también de allí tomaron, y fueron y lo escondieron. Luego se dijeron unos a otros: —No estamos haciendo bien. Hoy es día de buenas nuevas, y nosotros estamos callados. Si esperamos hasta la luz de la mañana, nos alcanzará la maldad. Ahora pues, vayamos, entremos y demos la noticia a la casa del rey. Entonces fueron y dieron voces a los porteros de la ciudad, y les informaron diciendo: —Fuimos al campamento de los sirios, y he aquí que no había nadie, ni la voz de nadie, sino sólo caballos y asnos atados; y las tiendas estaban intactas. Los porteros lo proclamaron y lo anunciaron dentro de la casa del rey. Entonces el rey se levantó de noche y dijo a sus servidores: —Yo os diré lo que nos han hecho los sirios: Ellos saben que tenemos hambre y han salido de sus tiendas para esconderse en el campo diciendo: "Cuando salgan de la ciudad, los prenderemos vivos y entraremos en la ciudad." Entonces intervino uno de sus servidores y dijo: —Que se tomen cinco de los caballos que han quedado en la ciudad (a los que quedan les sucederá como a toda la multitud de Israel que ha quedado en ella; les sucederá como a toda la multitud de Israel que ya ha perecido), y mandemos a ver. Tomaron, pues, dos carros tirados por caballos; y el rey envió mensajeros tras el ejército de los sirios, diciéndoles: —Id y ved. Fueron tras ellos hasta el Jordán, y he aquí que todo el camino estaba lleno de prendas de vestir y equipo que los sirios habían arrojado en su apresuramiento. Los mensajeros volvieron e informaron al rey. Entonces el pueblo salió y saqueó el campamento de los sirios. Y sucedió que se vendía una medida de harina refinada por un siclo, y dos medidas de cebada por un siclo, conforme a la palabra de Jehovah. El rey puso a cargo de la puerta de la ciudad a aquel comandante en cuyo brazo se apoyaba. Pero el pueblo lo atropelló junto a la puerta; y murió, conforme a lo que había dicho el hombre de Dios cuando el rey fue a él. Sucedió, pues, tal como el hombre de Dios había hablado al rey, diciendo: "Mañana a estas horas, en la puerta de Samaria, se venderán dos medidas de cebada por un siclo y una medida de harina refinada por un siclo." Aquel comandante había respondido al hombre de Dios y había dicho: "He aquí, aun cuando Jehovah hiciese ventanas en los cielos, ¿sería esto posible?" Y Eliseo le había dicho: "¡He aquí que tú lo verás con tus ojos, pero no comerás de ello!" Y así le ocurrió, porque el pueblo lo atropelló junto a la puerta, y murió. Eliseo habló a aquella mujer a cuyo hijo había hecho revivir, diciendo: —Levántate tú con toda tu familia y vé a residir donde puedas, pues Jehovah ha llamado al hambre, y vendrá sobre la tierra durante siete años. Entonces la mujer se levantó e hizo como le dijo el hombre de Dios. Ella con su familia partió y se fue a residir en la tierra de los filisteos durante siete años. Y sucedió que cuando pasaron los siete años, la mujer volvió de la tierra de los filisteos y fue a clamar al rey por su casa y por su campo. El rey estaba hablando con Guejazi, el criado del hombre de Dios, y le decía: —Cuéntame, por favor, todas las grandes cosas que ha hecho Eliseo. Y sucedió que mientras él contaba al rey cómo había hecho revivir a un muerto, he aquí la mujer, a cuyo hijo había hecho revivir, vino para clamar al rey por su casa y por su campo. Entonces Guejazi dijo: —¡Oh mi señor el rey! ¡Esta es la mujer, y éste es su hijo a quien Eliseo hizo revivir! El rey preguntó a la mujer, y ella se lo contó. Entonces el rey le asignó un funcionario, diciendo: —Haz que le sean devueltas todas las cosas que eran suyas, y todos los productos del campo, desde el día que dejó el país, hasta ahora. Después Eliseo fue a Damasco, y como Ben-hadad, rey de Siria, estaba enfermo, le informaron diciendo: —El hombre de Dios ha venido aquí. Entonces el rey dijo a Hazael: —Toma contigo un presente y vé al encuentro del hombre de Dios; consulta a Jehovah por medio de él y pregunta: "¿Sanaré de esta enfermedad?" Hazael tomó consigo un presente de todo lo mejor de Damasco, cuarenta camellos cargados, y fue a su encuentro. Cuando llegó, se detuvo delante de él y dijo: —Ben-hadad, tu hijo, rey de Siria, me ha enviado para preguntarte: "¿Sanaré de esta enfermedad?" Eliseo le respondió: —Vé y dile: "¡Ciertamente sanarás!" Pero Jehovah me ha mostrado que de cierto morirá. Entonces el hombre de Dios se puso de pie y miró fijamente a Hazael, hasta avergonzarlo. Y el hombre de Dios lloró. Hazael le preguntó: —¿Por qué llora mi señor? El respondió: —Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel. Prenderás fuego a sus fortificaciones, matarás a espada a sus jóvenes, estrellarás a sus niños y abrirás el vientre a sus mujeres encintas. Hazael dijo: —¿Qué es tu siervo sino un perro, para que haga semejante cosa? Entonces Eliseo respondió: —Jehovah me ha mostrado que tú serás rey de Siria. Hazael se alejó de Eliseo y regresó a su señor, quien le preguntó: —¿Qué te ha dicho Eliseo? El respondió: —Me dijo que ciertamente sanarás. Pero al día siguiente tomó un paño, lo empapó en agua y lo extendió sobre la cara de Ben-hadad; y éste murió. Y Hazael reinó en su lugar. En el quinto año de Joram hijo de Acab, rey de Israel, y siendo Josafat rey de Judá, comenzó a reinar Joram hijo de Josafat, rey de Judá. Tenía 32 años cuando comenzó a reinar, y reinó 8 años en Jerusalén. El anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab, porque tenía por mujer a una hija de Acab. E hizo lo malo ante los ojos de Jehovah. Sin embargo, Jehovah no quiso destruir a Judá, por amor a su siervo David. Porque había prometido darle una lámpara a él, y a sus hijos, continuamente. En sus días Edom se rebeló contra el dominio de Judá, y constituyeron un rey sobre ellos. Entonces Joram fue a Zaír con todos sus carros. Y sucedió que, levantándose de noche, atacó a los edomitas que les habían cercado a él y a los jefes de los carros; pero el pueblo huyó a sus moradas. Así se rebeló Edom contra el dominio de Judá, hasta el día de hoy. Por aquel tiempo, también Libna se rebeló contra su dominio. Los demás hechos de Joram y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Joram reposó con sus padres y fue sepultado con ellos en la ciudad de David. Y su hijo Ocozías reinó en su lugar. En el año 12 de Joram hijo de Acab, rey de Israel, comenzó a reinar Ocozías hijo de Joram, rey de Judá. Ocozías tenía 22 años cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre era Atalía hija de Omri, rey de Israel. El anduvo en el camino de la casa de Acab. E hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, como la casa de Acab, porque había emparentado con la casa de Acab. Ocozías, con Joram hijo de Acab, fue a la guerra contra Hazael, rey de Siria, en Ramot de Galaad. Los sirios hirieron a Joram, y el rey Joram volvió a Jezreel para curarse de las heridas que le habían ocasionado los sirios en Ramot, cuando combatía contra Hazael, rey de Siria. Entonces Ocozías hijo de Joram, rey de Judá, descendió a Jezreel para ver a Joram hijo de Acab, porque éste estaba enfermo. Entonces el profeta Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas y le dijo: —Cíñete los lomos, toma este frasco de aceite en tu mano, y vé a Ramot de Galaad. Cuando llegues allá, verás allí a Jehú hijo de Josafat, hijo de Nimsi. Entra, haz que se levante de entre sus compañeros y llévalo a una habitación interior. Luego toma el frasco de aceite y derrámalo sobre su cabeza diciendo: "Así ha dicho Jehovah: ‘Yo te he ungido rey de Israel.’" Luego abre la puerta y escápate. ¡No esperes! Aquel joven, el criado del profeta, fue a Ramot de Galaad. Entonces entró, y he aquí que los jefes del ejército estaban sentados. Y dijo: —Jefe, tengo un mensaje para ti. Jehú preguntó: —¿Para cuál de todos nosotros? Y él respondió: —Para ti, jefe. Jehú se levantó y entró en la casa, y el joven derramó el aceite sobre su cabeza y le dijo: —Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Yo te he ungido rey del pueblo de Jehovah, de Israel. Tú herirás a los de la casa de Acab, tu señor, para que yo vengue la sangre de mis siervos los profetas y la sangre de todos los siervos de Jehovah derramada por mano de Jezabel. Toda la casa de Acab perecerá; exterminaré a todo varón de Acab en Israel, tanto a los esclavos como a los libres. Yo haré a su casa como a la casa de Jeroboam hijo de Nabat y a la casa de Baasa hijo de Ajías. Y a Jezabel la comerán los perros en la parcela de Jezreel. No habrá quien le dé sepultura." En seguida abrió la puerta y huyó. Después Jehú salió a donde estaban los servidores de su señor, y le preguntaron: —¿Todo va bien? ¿Para qué vino a ti ese loco? Y él les dijo: —Vosotros conocéis a ese hombre y sus palabras. Ellos dijeron: —¡Mentira! ¡Decláranoslo, por favor! Y él dijo: —Así y así me habló diciendo: "Así ha dicho Jehovah: ‘Yo te he ungido rey de Israel.’" Entonces tomaron rápidamente cada uno su manto y lo tendieron debajo de Jehú sobre las gradas desnudas. Luego tocaron la corneta y proclamaron: —¡Jehú reina! Así conspiró Jehú hijo de Josafat, hijo de Nimsi, contra Joram. Joram había estado guardando Ramot de Galaad con todo Israel, por causa de Hazael, rey de Siria. Pero el rey Joram había regresado a Jezreel para curarse de las heridas que le habían ocasionado los sirios cuando combatía contra Hazael, rey de Siria. Entonces Jehú dijo: —Si es vuestro deseo, que nadie se escape de la ciudad para ir a dar las noticias en Jezreel. Luego Jehú mismo cabalgó y fue a Jezreel, porque Joram estaba allí, en cama. También Ocozías, rey de Judá, había descendido para ver a Joram. Entonces el centinela que estaba apostado en la torre de Jezreel vio al grupo de gente de Jehú que venía, y dijo: —¡Veo un grupo de gente! Joram dijo: —Toma un jinete y envíalo a su encuentro, y que les pregunte: "¿Hay paz?" Fue el jinete a caballo a su encuentro, y le dijo: —Así ha dicho el rey: "¿Hay paz?" Y Jehú respondió: —¿Qué te importa a ti la paz? ¡Vuélvete conmigo! Entonces el centinela informó diciendo: —¡El mensajero llegó hasta ellos, pero no regresa! Envió otro jinete a caballo, el cual llegó hasta ellos y dijo: —Así ha dicho el rey: "¿Hay paz?" Y Jehú respondió: —¿Qué te importa a ti la paz? ¡Vuélvete conmigo! También el centinela informó diciendo: —¡Ese llegó hasta ellos, pero no regresa! Y la manera de conducir del que viene es como la de Jehú hijo de Nimsi, porque conduce como un loco. Entonces Joram dijo: —¡Unce el carro! Cuando unció su carro, Joram rey de Israel y Ocozías rey de Judá, cada uno en su carro, salieron al encuentro de Jehú, y lo encontraron en la parcela de Nabot de Jezreel. Y cuando Joram vio a Jehú, le preguntó: —¿Hay paz, Jehú? Y él respondió: —¿Cómo va a haber paz, mientras continúen las fornicaciones y las muchas hechicerías de tu madre Jezabel? Entonces Joram, volviendo las riendas, huyó diciendo a Ocozías: —¡Traición, Ocozías! Pero Jehú puso la flecha en su arco e hirió a Joram por la espalda. La flecha le atravesó el corazón, y él cayó sobre sus rodillas en su carro. Luego Jehú dijo a Bidcar, uno de sus comandantes: —¡Tómalo y arrójalo en la parcela del campo de Nabot de Jezreel! Acuérdate que cuando tú y yo íbamos juntos cabalgando detrás de su padre Acab, Jehovah pronunció contra él esta sentencia: "Ciertamente vi ayer la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos, dice Jehovah. Y tengo que darte la retribución en esta parcela, dice Jehovah." Ahora pues, tómalo y arrójalo en la parcela, conforme a la palabra de Jehovah. Al ver esto Ocozías, rey de Judá, huyó por el camino de Bet-hagan, y Jehú lo persiguió diciendo: —¡Matad también a ése! Y le hirieron en el carro en la cuesta de Gur, junto a Ibleam; pero huyó a Meguido, donde murió. Entonces sus servidores le llevaron a Jerusalén en un carro, y le dieron sepultura con sus padres en su sepulcro en la Ciudad de David. En el año 11 de Joram hijo de Acab había comenzado a reinar Ocozías sobre Judá. Jehú fue después a Jezreel. Y cuando lo oyó Jezabel, se pintó los ojos, arregló su cabello y miró por la ventana. Cuando Jehú entraba por la puerta de la ciudad, ella dijo: —¿Cómo le va a Zimri, asesino de su señor? Jehú levantó la cara hacia la ventana y dijo: —¿Quién está conmigo? ¿Quién? Miraron hacia él dos o tres funcionarios, y él les dijo: —¡Echadla abajo! La echaron, y parte de su sangre salpicó la pared y los caballos, los cuales la atropellaron. Luego entró, y después que comió y bebió, dijo: —Ocupaos de esa maldita y sepultadla, pues es hija de rey. Pero cuando fueron para sepultarla, no hallaron de ella más que el cráneo, los pies y las palmas de las manos. Volvieron y se lo informaron. Y él dijo: —¡Esta es la palabra que Jehovah habló por medio de su siervo Elías el tisbita, diciendo: "En la parcela de Jezreel, los perros comerán la carne de Jezabel; y el cadáver de Jezabel será como estiércol sobre la superficie del campo en la parcela de Jezreel, de modo que nadie pueda decir: ‘Esta es Jezabel.’" Acab tenía setenta hijos en Samaria. Y Jehú escribió cartas y las envió a Samaria a los principales de la ciudad, a los ancianos y a los tutores de los hijos de Acab, diciendo: Ahora, cuando esta carta llegue a vosotros, puesto que tenéis con vosotros a los hijos de vuestro señor, y tenéis con vosotros los carros, los caballos, una ciudad fortificada y las armas, mirad cuál es el mejor y más apto de los hijos de vuestro señor, y ponedlo en el trono de su padre, y combatid por la casa de vuestro señor. Pero ellos tuvieron mucho temor y se dijeron: "He aquí que dos reyes no pudieron resistirle; ¿cómo podremos resistir nosotros?" Entonces el administrador del palacio, el alcalde de la ciudad, los ancianos y los tutores enviaron a decir a Jehú: "Nosotros somos tus siervos y haremos todo lo que nos digas. No pondremos a ninguno como rey; haz lo que te parezca bien." Entonces les escribió una segunda carta diciendo: Si estáis de mi parte y obedecéis mi voz, tomad las cabezas de los hijos varones de vuestro señor y venid a mí mañana a estas horas, a Jezreel. Los hijos del rey, setenta hijos varones, estaban allí con los principales de la ciudad que los criaban. Y sucedió que cuando les llegó la carta, tomaron a los hijos del rey y degollaron a los setenta hijos varones. Luego pusieron sus cabezas en canastas y las enviaron a Jehú, a Jezreel. Entonces llegó el mensajero y le informó diciendo: —Han traído las cabezas de los hijos del rey. Y él dijo: —Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta de la ciudad, hasta mañana. Cuando llegó la mañana, Jehú salió, se puso de pie y dijo a todo el pueblo: —Vosotros sois inocentes. He aquí, yo soy el que ha conspirado contra mi señor y lo he matado. Pero, ¿quién ha matado a todos éstos? Sabed, por tanto, que de la palabra de Jehovah, de lo que ha hablado Jehovah contra la casa de Acab, nada caerá a tierra; y que Jehovah ha hecho lo que había dicho por medio de su siervo Elías. Así Jehú mató a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel, a todos sus principales, a sus amigos íntimos y a sus sacerdotes, hasta no dejarle ningún sobreviviente. Jehú partió y se dirigió a Samaria, y en el camino llegó a Bet-equed de los pastores. Y Jehú encontró allí a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: —¿Quiénes sois vosotros? Ellos respondieron: —Somos hermanos de Ocozías y hemos descendido para saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina madre. Entonces él dijo: —¡Prendedlos vivos! Y después que los prendieron vivos, degollaron junto al pozo de Bet-equed a cuarenta y dos hombres, sin dejar con vida a ninguno de ellos. Jehú partió de allí y encontró a Jonadab hijo de Recab, que venía a su encuentro. Y después de saludarle, le preguntó: —¿Es recto tu corazón, como mi corazón es recto con tu corazón? Jonadab respondió: —Sí, lo es. Entonces Jehú dijo: —Si lo es, ¡dame la mano! Y le dio la mano. Luego le hizo subir con él al carro, y dijo: —Ven conmigo y verás mi celo por Jehovah. Y le hizo subir a su carro. Entonces, cuando Jehú llegó a Samaria, mató a todos los de Acab que habían quedado allí, hasta exterminarlos, conforme a la palabra que Jehovah había hablado a Elías. Entonces Jehú reunió a todo el pueblo y les dijo: —Acab sirvió poco a Baal; Jehú le servirá mucho. Ahora pues, convocadme a todos los profetas de Baal, a todos sus siervos y a todos sus sacerdotes, sin que falte ni uno; porque voy a ofrecer un gran sacrificio a Baal. Cualquiera que falte no vivirá. Jehú hacía esto con astucia, para destruir a los que rendían culto a Baal. Entonces dijo Jehú: —¡Consagrad una asamblea festiva para Baal! Y ellos la convocaron. Entonces Jehú envió mensajeros por todo Israel, y todos los siervos de Baal llegaron, sin que nadie dejase de venir. Y entraron en el templo de Baal, el cual se llenó de extremo a extremo. Entonces Jehú dijo al que estaba a cargo del vestuario: —Saca vestiduras para todos los siervos de Baal. Y él sacó las vestimentas para ellos. Luego entró Jehú con Jonadab hijo de Recab en el templo de Baal, y dijo a los siervos de Baal: —Buscad y ved que no haya aquí entre vosotros ninguno de los siervos de Jehovah, sino sólo los siervos de Baal. Cuando entraron para ofrecer los sacrificios y los holocaustos, Jehú colocó afuera ochenta hombres diciéndoles: —¡Cualquiera que deje escapar a alguno de los hombres que yo he puesto en vuestras manos, su vida responderá por la de él! Y sucedió que cuando ellos acabaron de hacer el holocausto, Jehú dijo a los de su escolta y a los comandantes: —¡Entrad y matadlos; que no salga ninguno! Los de la escolta y los comandantes los mataron a filo de espada y los echaron fuera. Avanzaron hasta el interior del templo de Baal, sacaron el árbol ritual del templo de Baal y lo quemaron. Destrozaron la piedra ritual de Baal, destrozaron el templo y lo convirtieron en letrina hasta el día de hoy. Así Jehú erradicó a Baal de Israel. Con todo eso, Jehú no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. Jehú no se apartó de ir en pos de los becerros de oro que estaban en Betel y en Dan. Entonces Jehovah dijo a Jehú: —Porque has actuado bien haciendo lo recto ante mis ojos y has hecho a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación. Pero Jehú no se cuidó de andar con todo su corazón en la ley de Jehovah Dios de Israel, ni se apartó de los pecados de Jeroboam, quien hizo pecar a Israel. En aquellos días Jehovah comenzó a reducir a Israel. Hazael los derrotó en todo el territorio de Israel, desde el Jordán al oriente, en todas las tierras de Galaad, Gad, Rubén y Manasés; y desde Aroer, que está junto al río Arnón, hasta Galaad y Basán. Los demás hechos de Jehú, todas las cosas que hizo y todo su poderío, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Jehú reposó con sus padres, y lo sepultaron en Samaria. Y su hijo Joacaz reinó en su lugar. El tiempo que reinó Jehú sobre Israel en Samaria fue de 28 años. Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, se levantó y exterminó a toda la descendencia real. Pero Josabet, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, tomó a Joás hijo de Ocozías, lo sacó a escondidas de entre los hijos del rey a quienes estaban dando muerte, y puso a él y a su nodriza en un dormitorio. Así lo escondió de Atalía, y no fue muerto. Y estuvo escondido con ella en la casa de Jehovah seis años. Entre tanto, Atalía reinaba en el país. Al séptimo año, Joyada trajo a los jefes de centenas de los careos y de los de la escolta real, y los llevó con él a la casa de Jehovah. Entonces hizo un convenio con ellos, les hizo prestar juramento en la casa de Jehovah y les mostró al hijo del rey. Y les mandó diciendo: —Esto es lo que habéis de hacer: Una tercera parte de vosotros, los que entráis de turno el sábado, tendréis la guardia de la casa del rey. Otra tercera parte estará junto a la puerta Sur, y la otra tercera parte estará en la puerta detrás de la escolta real. Así guardaréis el palacio por turno. Y dos partes de vosotros, todos los que salís de turno el sábado, tendréis la guardia de la casa de Jehovah junto al rey. Formaréis un círculo alrededor del rey, cada uno con sus armas en su mano. Cualquiera que se meta en las filas morirá. Estaréis con el rey cuando salga y cuando entre. Los jefes de centenas hicieron conforme a todo lo que había mandado el sacerdote Joyada. Tomaron cada uno a sus hombres, a los que habían de entrar el sábado y a los que habían de salir el sábado, y fueron al sacerdote Joyada. El sacerdote dio a los jefes de centenas las lanzas y los escudos que habían sido del rey David, y que estaban en la casa de Jehovah. Entonces los de la escolta real se apostaron, cada uno con sus armas en su mano, desde el lado sur del templo hasta el lado norte del templo, entre el altar y el templo, alrededor del rey. Luego Joyada sacó al hijo del rey, le puso la corona y le dio el testimonio; y le proclamaron rey. Lo ungieron y le aplaudieron diciendo: —¡Viva el rey! Cuando Atalía oyó el bullicio de la escolta y de la gente, se acercó a la gente en la casa de Jehovah. Y cuando miró, he aquí que el rey estaba de pie junto a la columna, según la costumbre. Los magistrados y los que tocaban las trompetas estaban junto al rey. Todo el pueblo de la tierra se regocijaba y tocaba las trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestidos y gritó: —¡Conspiración! ¡Conspiración! Luego el sacerdote Joyada dio orden a los jefes de centenas que estaban al mando del ejército, y les dijo: —¡Sacadla de entre las filas; y al que la siga, matadle a espada! Porque el sacerdote había dicho que no la matasen en la casa de Jehovah. Entonces le echaron mano, y cuando ella llegó a la casa del rey, por el camino de la entrada de los caballos, allí fue muerta. Joyada hizo un pacto entre Jehovah, el rey y el pueblo, de que serían el pueblo de Jehovah. También hizo pacto entre el rey y el pueblo. Después todo el pueblo de la tierra entró en el templo de Baal, y lo destruyeron. Rompieron por completo sus altares y sus imágenes, y delante de los altares mataron a Matán, sacerdote de Baal. Luego el sacerdote designó oficiales para la casa de Jehovah. Después tomó a los jefes de centenas, a los careos, a los de la escolta real y a todo el pueblo de la tierra; e hicieron descender al rey desde la casa de Jehovah. Entraron en la casa del rey por el camino de la puerta de los de la escolta real. Entonces el rey se sentó en el trono real. Todo el pueblo de la tierra se regocijó, y la ciudad estaba en calma, después que a Atalía le habían dado muerte a espada en la casa del rey. Joás tenía 7 años cuando comenzó a reinar. Joás comenzó a reinar en el séptimo año de Jehú, y reinó 40 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Sibia, de Beerseba. Joás hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, todo el tiempo en que le instruyó el sacerdote Joyada. Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados, y el pueblo aún ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos. Entonces Joás dijo a los sacerdotes: —Todo el dinero de las cosas consagradas que se trae a la casa de Jehovah, tanto el dinero estipulado a cada hombre (el dinero del rescate de las personas) como todo el dinero que cada uno traiga voluntariamente a la casa de Jehovah, tómenlo para sí los sacerdotes, cada uno de parte de su administrador, y reparen ellos las grietas del templo donde éstas se encuentren. Pero sucedió que hasta el año 23 del rey Joás, los sacerdotes aún no habían reparado las grietas del templo. Entonces el rey Joás llamó al sacerdote Joyada y a los demás sacerdotes, y les dijo: —¿Por qué no reparáis las grietas del templo? Ahora pues, no toméis el dinero de vuestros administradores, sino dadlo para reparar las grietas del templo. Los sacerdotes consintieron en no tomar dinero del pueblo, ni reparar las grietas del templo. El sacerdote Joyada tomó un cofre, le hizo una abertura en la tapa y lo puso junto al altar, a la derecha, según uno entra en la casa de Jehovah. Los sacerdotes que guardaban la puerta depositaban en él todo el dinero que era llevado a la casa de Jehovah. Y sucedía que cuando veían que había mucho dinero en el cofre, el escriba del rey y el sumo sacerdote iban y contaban el dinero que se hallaba en la casa de Jehovah, y lo guardaban en bolsas. Entregaban el dinero contado en manos de los que hacían la obra, los que estaban encargados de la casa de Jehovah; y ellos lo gastaban en pagar a los carpinteros y a los constructores que reparaban la casa de Jehovah, a los albañiles y a los canteros, y para la compra de madera y piedra labrada, a fin de reparar las grietas de la casa de Jehovah, y para todo lo que se gastaba en la reparación del templo. Pero con el dinero que se llevaba a la casa de Jehovah no hacían tazas de plata, ni despabiladeras, ni tazones, ni trompetas, ni ningún otro objeto de oro ni de plata para la casa de Jehovah, porque lo daban a los que hacían la obra y con él reparaban la casa de Jehovah. Tampoco se pedían cuentas a los hombres en cuyas manos era entregado el dinero para darlo a los que hacían la obra, pues ellos actuaban con honestidad. El dinero del sacrificio por la culpa y el dinero del sacrificio por el pecado no era traído a la casa de Jehovah, porque era para los sacerdotes. Por aquel entonces subió Hazael, rey de Siria, combatió contra Gat y la tomó. Luego Hazael decidió subir contra Jerusalén. Y Joás, rey de Judá, tomó todas las cosas sagradas que habían consagrado Josafat, Joram y Ocozías sus padres, reyes de Judá, las que él mismo había consagrado y todo el oro que se halló en los tesoros de la casa de Jehovah y de la casa del rey, y las envió a Hazael, rey de Siria. Así se alejó éste de Jerusalén. Los demás hechos de Joás y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Sus servidores se levantaron, hicieron una conspiración y mataron a Joás en Bet-milo, en el camino que desciende a Sila. Sus servidores Josacar hijo de Simeat y Jozabad hijo de Somer lo hirieron, y murió. Luego lo sepultaron con sus padres en la Ciudad de David. Y su hijo Amasías reinó en su lugar. En el año 23 de Joás hijo de Ocozías, rey de Judá, comenzó a reinar Joacaz hijo de Jehú sobre Israel en Samaria, y reinó 17 años. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah y siguió tras los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel; no se apartó de ellos. Por eso se encendió el furor de Jehovah contra Israel, y los entregó en mano de Hazael, rey de Siria, y en mano de Ben-hadad hijo de Hazael, por mucho tiempo. Pero Joacaz imploró el favor de Jehovah, y Jehovah le escuchó, porque vio la opresión de Israel, pues el rey de Siria los oprimía. Entonces Jehovah dio un libertador a Israel, y salieron del dominio de los sirios. Así habitaron los hijos de Israel en sus moradas, como antes. Sin embargo, no se apartaron de los pecados de la casa de Jeroboam, quien hizo pecar a Israel; y anduvieron en ellos. También el árbol ritual de Asera seguía en pie en Samaria. No le había quedado gente a Joacaz, salvo 50 jinetes, 10 carros y 10.000 hombres de infantería. Porque el rey de Siria los había destruido y los había dejado como polvo de la trilla. Los demás hechos de Joacaz, todas las cosas que hizo y su poderío, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Joacaz reposó con sus padres, y lo sepultaron en Samaria. Y su hijo Joás reinó en su lugar. En el año 37 de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar Joás hijo de Joacaz sobre Israel en Samaria, y reinó 16 años. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah. No se apartó de todos los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel, sino que anduvo en ellos. Los demás hechos de Joás, todas las cosas que hizo y el poderío con que luchó contra Amasías, rey de Judá, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Joás reposó con sus padres, y Jeroboam se sentó en su trono. Y Joás fue sepultado en Samaria, con los reyes de Israel. Eliseo se enfermó de la enfermedad de la que moriría. Entonces Joás, rey de Israel, descendió a él y llorando en su presencia, dijo: —¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel, y sus jinetes! Eliseo le dijo: —Toma un arco y flechas. El tomó un arco y flechas, y Eliseo dijo al rey de Israel: —Pon tu mano sobre el arco. Cuando puso su mano, Eliseo puso sus manos sobre las manos del rey. Luego dijo: —Abre la ventana que da al oriente. El la abrió, y Eliseo dijo: —¡Tira! Y él tiró. Entonces Eliseo dijo: —¡Flecha de victoria de Jehovah! ¡Flecha de victoria contra Siria! Porque derrotarás a Siria en Afec, hasta acabar con ella. Volvió a decir: —Toma las flechas. Las tomó, y Eliseo dijo al rey de Israel: —¡Golpea la tierra! El golpeó la tierra tres veces y se detuvo. Entonces el hombre de Dios se enojó contra él y dijo: —De haber golpeado cinco o seis veces, entonces habrías derrotado a Siria hasta acabar con ella. Pero ahora la derrotarás sólo tres veces. Murió Eliseo, y lo sepultaron. Al año siguiente llegaron al país unas bandas armadas de los moabitas. Y aconteció que mientras algunos sepultaban a un hombre, he aquí que vieron una banda armada y arrojaron al muerto dentro del sepulcro de Eliseo. Y cuando el muerto cayó y tocó los restos de Eliseo, aquél revivió y se puso de pie. Hazael, rey de Siria, oprimió a los israelitas todos los días de Joacaz. Pero Jehovah fue generoso con ellos y les mostró misericordia. Se volvió hacia ellos a causa de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob, y no quiso destruirlos ni echarlos de su presencia hasta ahora. Después murió Hazael, rey de Siria, y su hijo Ben-hadad reinó en su lugar. Entonces Joás hijo de Joacaz volvió a tomar de mano de Ben-hadad hijo de Hazael las ciudades que éste había tomado en la guerra, de mano de su padre Joacaz. Tres veces lo derrotó Joás y recuperó las ciudades de Israel. En el segundo año de Joás hijo de Joacaz, rey de Israel, comenzó a reinar Amasías hijo de Joás, rey de Judá. Tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó 29 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Joadán, de Jerusalén. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, aunque no como su padre David. Hizo conforme a todas las cosas que había hecho su padre Joás. Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados, y el pueblo aún ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos. Sucedió que cuando el reino se consolidó en su mano, mató a sus servidores que habían herido de muerte al rey, su padre. Pero no dio muerte a los hijos de los que le habían dado muerte, conforme a lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés, donde Jehovah mandó diciendo: Los padres no serán muertos por culpa de los hijos, ni los hijos serán muertos por culpa de los padres; sino que cada cual será muerto por su propio pecado. El derrotó a 10.000 edomitas en el valle de la Sal. También tomó Sela por medio de la guerra y la llamó Jocteel, hasta el día de hoy. Por aquel entonces Amasías envió mensajeros a Joás hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, diciendo: "¡Ven, y veámonos las caras!" Y Joás, rey de Israel, mandó a decir a Amasías, rey de Judá: "El cardo que está en el Líbano mandó a decir al cedro que está en el Líbano: ‘Da tu hija a mi hijo por mujer.’ Entonces pasó una fiera salvaje del Líbano y pisoteó el cardo. Ciertamente has derrotado a Edom, y tu corazón se ha envanecido. Disfruta de tu gloria, pero quédate en tu casa. ¿Por qué provocas un mal en que puedas caer tú y Judá contigo?" Pero Amasías no quiso escuchar. Entonces Joás, rey de Israel, subió; y se enfrentaron él y Amasías, rey de Judá, en Bet-semes, que pertenece a Judá. Los de Judá fueron derrotados ante Israel y huyeron, cada uno a su morada. Entonces Joás, rey de Israel, prendió en Bet-semes a Amasías, rey de Judá e hijo de Joás, hijo de Ocozías; y vino a Jerusalén. Y abrió una brecha en el muro de Jerusalén, desde la puerta de Efraín hasta la puerta de la Esquina, 400 codos. Luego tomó todo el oro, la plata y todos los utensilios que se hallaban en la casa de Jehovah y en los tesoros de la casa del rey. También tomó rehenes y regresó a Samaria. Los demás hechos de Joás, las cosas que hizo, su poderío y cómo luchó contra Amasías, rey de Judá, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Joás reposó con sus padres y fue sepultado en Samaria, con los reyes de Israel. Y su hijo Jeroboam reinó en su lugar. Amasías hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás hijo de Joacaz, rey de Israel. Los demás hechos de Amasías, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Hicieron una conspiración contra él en Jerusalén. Huyó a Laquis, pero enviaron gente tras él a Laquis, y lo mataron allí. Después lo llevaron sobre caballos, y fue sepultado en Jerusalén con sus padres, en la Ciudad de David. Entonces todo el pueblo de Judá tomó a Azarías, que tenía 16 años de edad, y lo proclamaron rey en lugar de su padre Amasías. El reedificó Eilat y la restituyó a Judá, después que el rey reposó con sus padres. En el año 15 de Amasías hijo de Joás, rey de Judá, comenzó a reinar en Samaria Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel, y reinó 41 años. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, y no se apartó de todos los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. El restauró las fronteras de Israel, desde Lebo-hamat hasta el mar del Arabá, conforme a la palabra que Jehovah Dios de Israel había hablado por medio de su siervo, el profeta Jonás hijo de Amitai, de Gat-jefer. Porque Jehovah vio la aflicción de Israel que era muy amarga, y que no había nadie, ni esclavo ni libre, que diese ayuda a Israel. Jehovah no había determinado borrar el nombre de Israel de debajo del cielo; por eso los libró por medio de Jeroboam hijo de Joás. Los demás hechos de Jeroboam, todas las cosas que hizo, el poderío con que combatió y cómo restituyó Damasco y Hamat a Israel, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Jeroboam reposó con sus padres, con los reyes de Israel. Y su hijo Zacarías reinó en su lugar. En el año 27 de Jeroboam, rey de Israel, comenzó a reinar Azarías hijo de Amasías, rey de Judá. Tenía 16 años cuando comenzó a reinar, y reinó 52 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Jecolía, de Jerusalén. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que había hecho su padre Amasías. Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados, y el pueblo aún ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos. Jehovah hirió al rey, y quedó leproso hasta el día de su muerte, habitando aislado en una casa. Jotam, hijo del rey, tenía a su cargo la casa del rey y gobernaba al pueblo de la tierra. Los demás hechos de Azarías y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Azarías reposó con sus padres, y lo sepultaron con sus padres en la Ciudad de David. Y su hijo Jotam reinó en su lugar. En el año 38 de Azarías, rey de Judá, Zacarías hijo de Jeroboam reinó sobre Israel en Samaria seis meses. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, como habían hecho sus padres. No se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. Entonces Salum hijo de Jabes conspiró contra él, lo hirió en presencia del pueblo y lo mató; y reinó en su lugar. Los demás hechos de Zacarías, he aquí que están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Esta fue la palabra que Jehovah había hablado a Jehú, diciendo: "Tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación." Y fue así. Salum hijo de Jabes comenzó a reinar en el año 39 de Azarías, rey de Judá. Y reinó en Samaria un mes. Entonces Menajem hijo de Gadi subió de Tirsa y fue a Samaria, e hirió a Salum hijo de Jabes en Samaria; lo mató y reinó en su lugar. Los demás hechos de Salum y la conspiración que hizo, he aquí que están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. Por aquel entonces Menajem atacó Tifsaj y a todos los que estaban en ella y en sus territorios, desde Tirsa. La atacó porque no le habían abierto las puertas, y abrió el vientre a todas sus mujeres encintas. En el año 39 de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar Menajem hijo de Gadi sobre Israel, y reinó 10 años en Samaria. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah. En todos sus días no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. Entonces Tiglat-pileser, rey de Asiria, vino contra el país, y Menajem dio a Tiglat-pileser 1.000 talentos de plata para que le ayudara a consolidar el reino en su mano. Menajem exigió el dinero a Israel, es decir, a todos los pudientes, 50 siclos de plata a cada uno, para dárselo al rey de Asiria. Así que el rey de Asiria regresó y no se detuvo allí en el país. Los demás hechos de Menajem y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? Menajem reposó con sus padres, y su hijo Pecaías reinó en su lugar. En el año 50 de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar Pecaías hijo de Menajem sobre Israel en Samaria, y reinó dos años. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah. No se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. Contra él conspiró Pécaj hijo de Remalías, que era un comandante suyo; e hirió a Pecaías en Samaria, en la ciudadela de la casa del rey, junto con Argob y Arié. Con él iban cincuenta hombres de los hijos de Galaad. Le dio muerte y reinó en su lugar. Los demás hechos de Pecaías, y todas las cosas que hizo, he aquí que están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. En el año 52 de Azarías, rey de Judá, comenzó a reinar Pécaj hijo de Remalías sobre Israel en Samaria, y reinó 20 años. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah. No se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel. En los días de Pécaj, rey de Israel, vino Tiglat-pileser, rey de Asiria, y tomó gente de Ijón, Abel-bet-maaca, Janóaj, Quedes, Hazor, Galaad, Galilea y de toda la tierra de Neftalí; y la llevó cautiva a Asiria. Oseas hijo de Ela hizo una conspiración contra Pécaj hijo de Remalías, y lo hirió y le dio muerte. Y reinó en su lugar en el año 20 de Jotam hijo de Azarías. Los demás hechos de Pécaj, y todas las cosas que hizo, he aquí que están escritos en las crónicas de los reyes de Israel. En el segundo año de Pécaj hijo de Remalías, rey de Israel, comenzó a reinar Jotam hijo de Azarías, rey de Judá. Tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó 16 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Jerusa hija de Sadoc. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que había hecho su padre Azarías. Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados, y el pueblo aún ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos. El edificó la puerta superior de la casa de Jehovah. Los demás hechos de Jotam, y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? En aquel tiempo Jehovah comenzó a enviar contra Judá a Rezín, rey de Siria, y a Pécaj hijo de Remalías. Jotam reposó con sus padres y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David, su padre. Y su hijo Acaz reinó en su lugar. En el año 17 de Pécaj hijo de Remalías, comenzó a reinar Acaz hijo de Jotam, rey de Judá. Acaz tenía 20 años cuando comenzó a reinar, y reinó 16 años en Jerusalén. El no hizo lo recto ante los ojos de Jehovah su Dios, en contraste con su padre David. Anduvo en el camino de los reyes de Israel, y aun hizo pasar por fuego a su hijo, conforme a las prácticas abominables de las naciones que Jehovah había echado de delante de los hijos de Israel. Asimismo, ofreció sacrificios y quemó incienso en los lugares altos, sobre las colinas y debajo de todo árbol frondoso. Entonces Rezín, rey de Siria, y Pécaj hijo de Remalías, rey de Israel, subieron a Jerusalén para hacer la guerra. Sitiaron a Acaz, pero no pudieron vencerle. En aquel tiempo Rezín, rey de Siria, recuperó Eilat para Siria, y echó de Eilat a los judíos. Después los edomitas fueron a Eilat y habitaron allí hasta el día de hoy. Entonces Acaz envió mensajeros a Tiglat-pileser, rey de Asiria, para decirle: "Yo soy tu siervo y tu hijo. Sube y defiéndeme de mano del rey de Siria y de mano del rey de Israel, que se han levantado contra mí." Acaz tomó la plata y el oro que se hallaban en la casa de Jehovah y en los tesoros de la casa del rey, y envió al rey de Asiria un presente. El rey de Asiria le atendió; subió el rey de Asiria contra Damasco, la tomó y llevó cautivos a sus habitantes a Quir. Y también mató a Rezín. El rey Acaz fue a Damasco, al encuentro de Tiglat-pileser, rey de Asiria. Y cuando vio el altar que estaba en Damasco, el rey Acaz envió al sacerdote Urías el diseño y el modelo del altar, conforme a toda su construcción. El sacerdote Urías construyó el altar de acuerdo con todo lo que el rey Acaz había enviado de Damasco. Así lo hizo el sacerdote Urías antes que el rey Acaz volviera de Damasco. Cuando el rey volvió de Damasco y vio el altar, el rey se acercó a él y ofreció sobre él un holocausto. Quemó su holocausto y su ofrenda vegetal, derramó su libación y esparció la sangre de sus sacrificios de paz sobre el altar. El altar de bronce que estaba delante de Jehovah, él lo quitó de delante del templo, de entre su altar y la casa de Jehovah, y lo puso en el lado norte de su altar. Luego el rey Acaz dio orden al sacerdote Urías, diciendo: "En el altar grande quema el holocausto de la mañana y la ofrenda vegetal de la tarde, así como el holocausto del rey y su ofrenda, el holocausto de todo el pueblo de la tierra y su ofrenda y su libación. Esparce sobre él toda la sangre del holocausto y toda la sangre del sacrificio. Pero el altar de bronce será mío, para que yo determine." Y el sacerdote Urías hizo conforme a todas las cosas que le ordenó el rey Acaz. El rey Acaz también desmontó los marcos de las bases de las pilas móviles y quitó de encima de ellas las pilas. También bajó la fuente de encima de los bueyes de bronce que estaban debajo de ella, y la puso sobre el pavimento de piedra. Asimismo, a causa del rey de Asiria, quitó de la casa de Jehovah el dosel para el sábado que habían hecho en la casa y el pasadizo exterior del rey. Los demás hechos de Acaz, las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Acaz reposó con sus padres y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David. Y su hijo Ezequías reinó en su lugar. En el año 12 de Acaz, rey de Judá, comenzó a reinar Oseas hijo de Ela sobre Israel en Samaria, y reinó El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, aunque no como los reyes de Israel que habían reinado antes de él. Salmanazar, rey de Asiria, subió contra él, y Oseas fue hecho su siervo y le pagaba tributo. Pero el rey de Asiria descubrió que Oseas conspiraba, porque éste había enviado mensajeros a So, rey de Egipto, y porque no había pagado el tributo anual al rey de Asiria. Por ello el rey de Asiria lo detuvo y le metió preso en una cárcel. Después el rey de Asiria invadió todo el país. Subió contra Samaria y la sitió durante tres años. En el noveno año de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, llevó cautivos a los israelitas a Asiria y los estableció en Halaj y en el Habor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos. Esto aconteció porque los hijos de Israel pecaron contra Jehovah su Dios, que los había sacado de la tierra de Egipto, del poder del faraón, rey de Egipto, y porque veneraron a otros dioses. También anduvieron según las prácticas de las naciones que Jehovah había echado de delante de los hijos de Israel, y en las que establecieron los reyes de Israel. Los hijos de Israel hicieron secretamente cosas no rectas contra Jehovah su Dios; se edificaron lugares altos en todas sus ciudades, desde las torres de los centinelas hasta las ciudades fortificadas. Se erigieron piedras rituales y árboles rituales de Asera sobre toda colina alta y debajo de todo árbol frondoso. Quemaron allí incienso en todos los lugares altos, así como las naciones que Jehovah había desterrado de delante de ellos. Hicieron cosas malas provocando a ira a Jehovah, pues rindieron culto a los ídolos, acerca de los cuales Jehovah les había dicho: "Vosotros no haréis tal cosa." Jehovah advertía a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: "Volveos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos y mis estatutos, conforme a toda la ley que mandé a vuestros padres y que os envié por medio de mis siervos los profetas." Pero ellos no obedecieron, sino que endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en Jehovah su Dios. También desecharon sus leyes y el pacto que él había hecho con sus padres, y sus amonestaciones con que los había amonestado. Fueron tras la vanidad y se hicieron vanos. Imitaban a las naciones que estaban a su alrededor, de las cuales Jehovah les había mandado no actuar como ellas. Abandonaron todos los mandamientos de Jehovah su Dios, se hicieron dos becerros de fundición y un árbol ritual de Asera, se postraron ante todo el ejército de los cielos y sirvieron a Baal. Hicieron pasar por fuego a sus hijos y a sus hijas, practicaron los encantamientos y las adivinaciones, y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehovah, provocándole a ira. Por tanto, Jehovah se enojó en gran manera contra Israel, y los quitó de su presencia. No quedó sino sólo la tribu de Judá. Pero tampoco Judá guardó los mandamientos de Jehovah su Dios, sino que anduvieron en las prácticas que Israel había establecido. Jehovah desechó a toda la descendencia de Israel. Los afligió y los entregó en mano de saqueadores, hasta echarlos de su presencia. Cuando arrancó a Israel de la casa de David, proclamaron rey a Jeroboam hijo de Nabat; pero Jeroboam apartó a Israel de seguir a Jehovah y les hizo cometer un gran pecado. Los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados que cometió Jeroboam, sin apartarse de ellos, hasta que Jehovah quitó a Israel de su presencia, como lo había dicho por medio de todos sus siervos los profetas. E Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta el día de hoy. El rey de Asiria trajo gentes de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim; y las estableció en las ciudades de Samaria en lugar de los hijos de Israel. Ellas tomaron posesión de Samaria y habitaron en sus ciudades. Y aconteció, cuando comenzaron a habitar allí, que como no reverenciaban a Jehovah, envió Jehovah contra ellas leones que las mataban. Entonces ellas enviaron a decir al rey de Asiria: "Las gentes que tú trajiste cautivas y estableciste en las ciudades de Samaria no conocen la costumbre del dios del país, y él ha enviado leones contra ellas. Y he aquí que las matan, porque no conocen la costumbre del dios del país." El rey de Asiria mandó decir: "Llevad allí a uno de los sacerdotes que trajisteis cautivos de allá. Que vaya y habite allí, y que les enseñe la costumbre del dios del país." Entonces fue uno de los sacerdotes que habían sido llevados cautivos de Samaria y habitó en Betel. El les enseñó cómo debían reverenciar a Jehovah. Pero cada pueblo seguía haciendo sus propios dioses y los ponía en los santuarios de los lugares altos que habían hecho los de Samaria. Cada pueblo hizo así en la ciudad donde habitaba. Los hombres de Babilonia hicieron una imagen de Sucot-benot; los de Cuta hicieron una imagen de Nergal; los de Hamat hicieron una imagen de Asima; los aveos hicieron imágenes de Nibjaz y de Tartac; y los de Sefarvaim quemaban a sus hijos en el fuego en honor de Adramelec y Anamelec, dioses de Sefarvaim. También temían a Jehovah e hicieron para sí, de entre ellos mismos, sacerdotes de los lugares altos, que oficiaban por ellos en los santuarios de los lugares altos. Temían a Jehovah, pero servían a sus dioses, según las prácticas de los pueblos de donde habían sido trasladados. Hasta el día de hoy persisten en sus prácticas antiguas: No temen a Jehovah; no actúan conforme a sus estatutos ni a sus decretos, ni conforme a la ley y los mandamientos que Jehovah mandó a los hijos de Jacob, a quien puso por nombre Israel, y con quienes Jehovah hizo un pacto y les mandó diciendo: "No temeréis a otros dioses, ni los adoraréis, ni los serviréis, ni les ofreceréis sacrificio. Más bien, a Jehovah, que os sacó de la tierra de Egipto con gran poder y con brazo extendido, a él temeréis, a él adoraréis y a él ofreceréis sacrificios. Cuidaréis siempre de poner por obra los estatutos, los decretos, la ley y los mandamientos que escribió para vosotros; y no temeréis a otros dioses. No olvidaréis el pacto que hice con vosotros ni temeréis a otros dioses. Sólo temed a Jehovah vuestro Dios, y él os librará de mano de todos vuestros enemigos." Pero ellos no escucharon; antes bien, hicieron según su antigua costumbre. Así aquellos pueblos temían a Jehovah, y al mismo tiempo rendían culto a sus imágenes. Lo mismo hicieron sus hijos y los hijos de sus hijos; como hicieron sus padres, así hacen ellos hasta el día de hoy. Aconteció que en el tercer año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías hijo de Acaz, rey de Judá. Tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó 29 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abi hija de Zacarías. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que había hecho su padre David. Quitó los lugares altos, rompió las piedras rituales, cortó los árboles rituales de Asera e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta aquel entonces los hijos de Israel le quemaban incienso. Y la llamó Nejustán. Ezequías puso su esperanza en Jehovah Dios de Israel. Ni antes ni después de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá, porque fue fiel a Jehovah y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehovah había mandado a Moisés. Jehovah estaba con él, y tuvo éxito en todas las cosas que emprendió. Se rebeló contra el rey de Asiria y dejó de servirle. Derrotó a los filisteos hasta Gaza y sus territorios, desde las torres de los centinelas hasta la ciudad fortificada. Aconteció en el cuarto año del rey Ezequías, que era el séptimo año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, que Salmanazar, rey de Asiria, subió contra Samaria y la sitió. La tomaron al cabo de tres años; es decir, Samaria fue tomada en el sexto año de Ezequías, que era el noveno año de Oseas, rey de Israel. El rey de Asiria llevó cautivos a los israelitas a Asiria y los puso en Halaj y en el Habor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos; por cuanto no obedecieron la voz de Jehovah su Dios, sino que quebrantaron su pacto. No escucharon ni pusieron por obra todas las cosas que había mandado Moisés, siervo de Jehovah. En el año 14 del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó. Entonces Ezequías, rey de Judá, envió a decir al rey de Asiria, en Laquis: "Yo he fallado. Apártate de mí, y pagaré lo que me impongas." El rey de Asiria impuso a Ezequías, rey de Judá, 300 talentos de plata y 30 talentos de oro. Entonces le dio Ezequías toda la plata que se hallaba en la casa de Jehovah y en los tesoros de la casa del rey. En aquel tiempo Ezequías desmanteló las puertas del templo de Jehovah y sus marcos, que el mismo Ezequías, rey de Judá, había recubierto de oro, y se los dio al rey de Asiria. Después el rey de Asiria envió al Tartán, al Rabsaris y al Rabsaces, con un poderoso ejército, desde Laquis al rey Ezequías, en Jerusalén. Subieron y llegaron a Jerusalén. Y habiendo subido y llegado, se detuvieron junto al acueducto del estanque de arriba, que está en el camino del Campo del Lavador. Luego llamaron al rey, y salieron hacia ellos Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista. Entonces les dijo el Rabsaces: —Decid a Ezequías que así ha dicho el gran rey, el rey de Asiria: "¿Qué confianza es esa en que confías? Tú has dicho tener plan y poderío para la guerra, pero sólo son palabras de labios. Pero ahora, ¿en quién confías para que te hayas rebelado contra mí? He aquí que ahora tú confías en Egipto, en ese bastón de caña cascada, que a cualquiera que se apoye sobre ella, le entrará por la mano y se la atravesará. Así es el faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él. Pero si me decís: ‘Confiamos en Jehovah nuestro Dios’, ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos altares ha quitado Ezequías, y ha dicho a Judá y a Jerusalén: ‘Delante de este altar adoraréis en Jerusalén’?" Ahora pues, comprométete con mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré 2.000 caballos, si acaso tú puedes proveer quienes cabalguen sobre ellos. ¿Cómo podrás resistir a un oficial de uno de los más insignificantes servidores de mi señor, confiando en Egipto por carros y jinetes? Y ahora, ¿acaso he subido contra este lugar para destruirlo sin que haya intervenido Jehovah? Jehovah me ha dicho: "Sube contra esa tierra y destrúyela." Entonces Eliaquim hijo de Hilquías, Sebna y Jóaj dijeron al Rabsaces: —Por favor, habla a tus siervos en arameo, porque nosotros lo entendemos. No hables con nosotros en hebreo, a oídos del pueblo que está sobre la muralla. Pero el Rabsaces les dijo: —¿Acaso me ha enviado mi señor para decir estas palabras sólo a tu señor y a ti? ¿No les concierne también a los hombres que están sobre la muralla, quienes, como vosotros, han de comer sus propios excrementos y beber su propia orina? Entonces el Rabsaces se puso de pie, gritó a gran voz en hebreo y habló diciendo: —¡Oíd la palabra del gran rey, el rey de Asiria! Así ha dicho el rey: "No os engañe Ezequías, porque él no os podrá librar de mi mano. Tampoco os haga confiar Ezequías en Jehovah, diciendo: ‘Ciertamente Jehovah nos librará, y esta ciudad no será entregada en mano del rey de Asiria.’" ¡No escuchéis a Ezequías! Porque así ha dicho el rey de Asiria: "Haced la paz conmigo y rendíos a mí. Y comerá cada uno de su vid y de su higuera, y beberá cada uno de las aguas de su pozo, hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas, tierra de aceite de olivo y de miel. Así viviréis y no moriréis. No escuchéis a Ezequías, porque os engaña diciendo: ‘Jehovah nos librará.’ ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones libró su tierra de la mano del rey de Asiria? ¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim, de Hena y de Ivá? ¿Acaso libraron éstos a Samaria de mi mano? ¿Cuáles de entre todos los dioses de estas tierras libraron sus tierras de mi mano, para que Jehovah libre a Jerusalén de mi mano?" Pero el pueblo calló y no le respondió ni una palabra, porque había una orden del rey que decía: "No le respondáis." Entonces Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista, fueron a Ezequías con sus vestiduras rasgadas, y le declararon las palabras del Rabsaces. Aconteció que cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestiduras, y cubierto de cilicio entró en la casa de Jehovah. Luego envió, cubiertos de cilicio, a Eliaquim el administrador del palacio, a Sebna el escriba y a los ancianos de los sacerdotes a donde estaba el profeta Isaías hijo de Amoz. Y le dijeron: —Así ha dicho Ezequías: "Este día es día de angustia, de reprensión y de vergüenza; porque los hijos están a punto de nacer, pero no hay fuerzas para dar a luz. Quizás Jehovah tu Dios habrá escuchado todas las palabras del Rabsaces, al cual ha enviado su señor, el rey de Asiria, para afrentar al Dios vivo; y le reprenderá a causa de las palabras que Jehovah tu Dios ha escuchado. Eleva, pues, una oración por el remanente que aún queda." Fueron, pues, a Isaías los servidores del rey Ezequías, e Isaías les dijo: —Así diréis a vuestro señor: "Así ha dicho Jehovah: ‘No temas por las palabras que has oído, con las que me han injuriado los criados del rey de Asiria. He aquí, yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor y se volverá a su tierra. Y haré que en su tierra caiga a espada.’" Cuando el Rabsaces oyó que el rey de Asiria había partido de Laquis, regresó y halló al rey combatiendo contra Libna. Luego el rey oyó hablar acerca de Tirhaca, rey de Etiopía: "He aquí que él ha salido para combatir contra ti." Entonces volvió a enviar mensajeros a Ezequías, diciendo: "Así diréis a Ezequías, rey de Judá: ‘No te engañe tu dios, en quien tú confías, al decirte que Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria. He aquí, tú has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y serás librado tú? ¿Acaso los dioses de las naciones, que mis padres destruyeron, libraron a Gozán, a Harán, a Resef y a los hijos de Edén que estaban en Telasar? ¿Dónde están el rey de Hamat, el rey de Arfad y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Ivá?’" Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros, y la leyó. Luego Ezequías subió a la casa de Jehovah, y la extendió delante de Jehovah. Y Ezequías oró delante de Jehovah y dijo: "Oh Jehovah Dios de Israel, que tienes tu trono entre los querubines: Sólo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra; tú has hecho los cielos y la tierra. Inclina, oh Jehovah, tu oído y escucha; abre, oh Jehovah, tus ojos y mira. Escucha las palabras que Senaquerib ha mandado decir para afrentar al Dios vivo. Es verdad, oh Jehovah, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras, y que han entregado al fuego sus dioses y los destruyeron; porque éstos no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y de piedra. Ahora pues, oh Jehovah, Dios nuestro, por favor, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra conozcan que sólo tú, oh Jehovah, eres Dios." Entonces Isaías hijo de Amoz mandó a decir a Ezequías: "Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: ‘He escuchado lo que me has pedido en oración acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Esta es la palabra que Jehovah ha hablado acerca de él: "‘La virgen hija de Sion te menosprecia; hace burla de ti. Mueve su cabeza a tus espaldas la hija de Jerusalén. ¿A quién has afrentado e injuriado? ¿Contra quién has levantado la voz y alzado tus ojos con altivez? ¡Contra el Santo de Israel! "‘Por medio de tus mensajeros has afrentado al Señor y has dicho: Con la multitud de mis carros yo ascendí a las cumbres de los montes, a las regiones más remotas del Líbano. Corté sus más altos cedros y sus cipreses escogidos. Llegué hasta su morada más lejana, al bosque más exuberante. Yo cavé y bebí aguas extranjeras, y con las plantas de mis pies hice secar todas las corrientes de Egipto. "‘¿Acaso no lo has oído? Hace mucho tiempo que lo determiné; desde los días de la antigüedad lo dispuse. Y ahora he hecho que suceda, para hacer de las ciudades fortificadas montones de ruinas. Y sus habitantes, sin poder hacer nada, son aterrorizados y avergonzados. Son como la planta del campo o el verdor del pasto, como la hierba de los terrados que es quemada antes de madurar. "‘Yo conozco tu sentarte, tu salir y tu entrar, y también tu furor contra mí. Porque te has enfurecido contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, pondré mi gancho en tu nariz y mi freno en tus labios. Y te haré regresar por el camino por donde has venido.’ "Y esto te servirá de señal, oh Ezequías: Este año comeréis de lo que brote de por sí, y el segundo año de lo que crezca de aquello. Pero en el tercer año sembrad y segad; plantad viñas y comed de su fruto. Y los sobrevivientes de la casa de Judá, los que habrán quedado, volverán a echar raíces por debajo y a dar fruto por arriba. Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sion los sobrevivientes. ¡El celo de Jehovah de los Ejércitos hará esto! "Por tanto, así ha dicho Jehovah acerca del rey de Asiria: ‘No entrará en esta ciudad; no tirará en ella ni una sola flecha. No vendrá frente a ella con escudo, ni construirá contra ella terraplén. Por el camino por donde vino, por él se volverá; y no entrará en esta ciudad, dice Jehovah. Pues defenderé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a mi siervo David.’" Aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehovah e hirió a 185.000 en el campamento de los asirios. Se levantaron por la mañana, y he aquí que todos ellos eran cadáveres. Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó, y permaneció en Nínive. Pero sucedió que mientras adoraba en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer lo mataron a espada y huyeron a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón reinó en su lugar. En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Entonces el profeta Isaías hijo de Amoz fue a él y le dijo: —Así ha dicho Jehovah: "Pon en orden tu casa, porque vas a morir y no vivirás." Entonces él volvió su cara hacia la pared y oró a Jehovah diciendo: —Oh Jehovah, acuérdate, por favor, de que he andado delante de ti en verdad y con corazón íntegro, y que he hecho lo bueno ante tus ojos. Ezequías lloró con gran llanto. Y sucedió que antes que Isaías saliese del patio central, le vino la palabra de Jehovah, diciendo: —Vuelve y di a Ezequías, el soberano de mi pueblo: "Así ha dicho Jehovah, Dios de tu padre David: ‘He oído tu oración y he visto tus lágrimas. He aquí, te voy a sanar; al tercer día subirás a la casa de Jehovah. Añadiré quince años a tus días, y libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria. Defenderé esta ciudad por amor a mí mismo y por amor a mi siervo David.’" Entonces Isaías dijo: —Tomad pasta de higos… La tomaron y la pusieron sobre la llaga; luego sanó. Entonces Ezequías preguntó a Isaías: —¿Cuál será la señal de que Jehovah me sanará y de que subiré a la casa de Jehovah al tercer día? E Isaías respondió: —Esta señal tendrás de parte de Jehovah, de que él hará esto que ha dicho: ¿Puede avanzar la sombra diez gradas o retroceder diez gradas? Ezequías respondió: —Es cosa fácil que la sombra avance diez gradas; pero no que retroceda diez gradas. Entonces el profeta Isaías invocó a Jehovah, y él hizo que la sombra retrocediese diez gradas, por las gradas que había avanzado en la gradería de Acaz. En aquel tiempo Merodac-baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías, porque había oído que Ezequías había estado enfermo. Ezequías se alegró por ellos y les mostró toda la casa de sus tesoros: la plata, el oro, los perfumes y los ungüentos finos, su armería y todo lo que había en sus depósitos. No hubo cosa que Ezequías no les mostrase en su casa y en todos sus dominios. Entonces el profeta Isaías fue al rey Ezequías y le preguntó: —¿Qué dijeron aquellos hombres, y de dónde vinieron a ti? Ezequías respondió: —Han venido de un país lejano, de Babilonia. El preguntó: —¿Qué han visto en tu casa? Y Ezequías respondió: —Han visto todo lo que hay en mi casa; nada hay en mis depósitos que no les haya mostrado. Entonces Isaías dijo a Ezequías: —Escucha la palabra de Jehovah: "He aquí, vienen días en que todo lo que hay en tu casa, lo que tus padres han atesorado hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará nada, ha dicho Jehovah. Y de tus hijos que procederán de ti, que tú habrás engendrado, tomarán para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia." Ezequías dijo a Isaías: —La palabra de Jehovah que has hablado es buena. Porque pensó: "¿No habrá paz y estabilidad en mis días?" Los demás hechos de Ezequías y todo su poderío, cómo construyó el estanque y el acueducto, e introdujo las aguas en la ciudad, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Ezequías reposó con sus padres, y su hijo Manasés reinó en su lugar. Manasés tenía 12 años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Hefsiba. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, conforme a las prácticas abominables de las naciones que Jehovah había echado de delante de los hijos de Israel. Volvió a edificar los lugares altos que su padre Ezequías había destruido. Erigió altares a Baal e hizo un árbol ritual de Asera, como había hecho Acab, rey de Israel. Se postró ante todo el ejército de los cielos y les rindió culto. También edificó altares en la casa de Jehovah, de la cual Jehovah había dicho: "En Jerusalén pondré mi nombre." Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehovah. Hizo pasar por fuego a su hijo, practicó la magia y la adivinación, evocó a los muertos y practicó el espiritismo. Abundó en hacer lo malo ante los ojos de Jehovah, provocándole a ira. Puso la imagen tallada de Asera que había hecho, en la casa de la cual Jehovah había dicho a David y a su hijo Salomón: "En esta casa y en Jerusalén, que he elegido entre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre. No volveré a desplazar los pies de Israel de la tierra que he dado a sus padres, con tal de que procuren hacer conforme a todas las cosas que les he mandado, y conforme a toda la ley que les mandó mi siervo Moisés." Pero ellos no escucharon, y Manasés hizo que se desviaran, e hicieron lo malo, más que las naciones que Jehovah había destruido ante los hijos de Israel. Entonces Jehovah habló por medio de sus siervos los profetas, diciendo: "Por cuanto Manasés, rey de Judá, ha hecho estas abominaciones y ha hecho más mal que todo el que hicieron los amorreos que le precedieron, y ha hecho también pecar a Judá con sus ídolos, por tanto, así ha dicho Jehovah Dios de Israel: ‘He aquí, yo traigo tal mal sobre Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oiga le retiñirán ambos oídos. Extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa de Acab, y limpiaré a Jerusalén como cuando se limpia un plato; se limpia y luego se lo pone boca abajo. Desampararé al remanente de mi heredad y lo entregaré en mano de sus enemigos, y serán presa y despojo para todos sus enemigos. Porque han hecho lo malo ante mis ojos y me han provocado a ira desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy.’" Aparte de esto, Manasés derramó muchísima sangre inocente, hasta llenar Jerusalén de un extremo a otro, además de su pecado con el que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehovah. Los demás hechos de Manasés, todas las cosas que hizo y el pecado que cometió, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Manasés reposó con sus padres y fue sepultado en el jardín de su casa, en el jardín de Uza. Y su hijo Amón reinó en su lugar. Amón tenía 22 años cuando comenzó a reinar, y reinó 2 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Mesulemet hija de Haruz, de Jotba. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, como había hecho su padre Manasés. Anduvo en todo el camino en el que había andado su padre, rindió culto a los ídolos a los que su padre había rendido culto, y se postró ante ellos. Abandonó a Jehovah, el Dios de sus padres, y no anduvo en el camino de Jehovah. Los servidores de Amón conspiraron contra él y mataron al rey en su casa. Pero el pueblo de la tierra mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón. Luego, en su lugar, el pueblo de la tierra proclamó rey a su hijo Josías. Los demás hechos de Amón, las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Fue sepultado en su sepulcro, en el jardín de Uza. Y su hijo Josías reinó en su lugar. Josías tenía 8 años cuando comenzó a reinar, y reinó 31 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Yedida hija de Adaías, de Boscat. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, y anduvo en todo el camino de su padre David, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. Sucedió que en el año 18 del rey Josías el rey envió a Safán hijo de Azalías, hijo del escriba Mesulam, a la casa de Jehovah, diciendo: —Vé al sumo sacerdote Hilquías y dile que vacíe el dinero que ha sido traído a la casa de Jehovah y que los guardias de la puerta han recogido del pueblo. Que lo entreguen en manos de los que hacen la obra, los que están encargados de la casa de Jehovah, para que lo entreguen a los que hacen la obra en la casa de Jehovah, con el propósito de reparar las grietas de la casa (es decir, a los carpinteros, a los constructores y a los albañiles), a fin de comprar madera y piedra labrada para reparar la casa. Pero que no se les pida cuenta del dinero cuyo manejo se les confía, porque ellos proceden con fidelidad. Entonces el sumo sacerdote Hilquías dijo al escriba Safán: —He hallado el libro de la Ley en la casa de Jehovah. E Hilquías entregó el libro a Safán, y éste lo leyó. Entonces el escriba Safán fue al rey y le dio informes diciendo: —Tus siervos han vaciado el dinero que se halló en el templo, y lo han entregado en manos de los que hacen la obra, los que están encargados de la casa de Jehovah. —Asimismo, el escriba Safán declaró al rey diciendo—: El sacerdote Hilquías me ha dado un libro. Y Safán lo leyó en presencia del rey. Y sucedió que cuando el rey escuchó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestiduras. Luego el rey mandó al sacerdote Hilquías, a Ajicam hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, al escriba Safán y a Asaías, el siervo del rey, diciendo: —Id y consultad a Jehovah por mí, por el pueblo y por todo Judá, respecto a las palabras del libro que ha sido hallado. Porque grande es la ira de Jehovah que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no han obedecido los mandamientos de este libro de hacer conforme a todo lo que ha sido escrito acerca de nosotros. Entonces el sacerdote Hilquías, Ajicam, Acbor, Safán y Asaías fueron a la profetisa Hulda, esposa de Salum hijo de Ticva, hijo de Jarjas, guarda de las vestiduras, la cual vivía en el Segundo Barrio de Jerusalén; y hablaron con ella. Y ella les dijo: —Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Decid al hombre que os ha enviado a mí, que así ha dicho Jehovah: ‘He aquí yo traeré el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, es decir, todas las palabras del libro que el rey de Judá ha leído. Porque me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocándome a ira con todas las obras de sus manos. Por eso se ha encendido mi ira contra este lugar, y no será apagada.’" Así diréis al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Jehovah: "Así ha dicho Jehovah Dios de Israel con respecto a las palabras que has escuchado: ‘Por cuanto tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Jehovah cuando escuchaste lo que he pronunciado contra este lugar y contra sus habitantes (que vendrían a ser objeto de horror y maldición), y por cuanto rasgaste tus vestiduras y lloraste en mi presencia, yo también te he escuchado, dice Jehovah. Por tanto, he aquí que yo te reuniré con tus padres, y serás reunido en tu sepulcro en paz. Tus ojos no verán todo el mal que traeré sobre este lugar.’" Y ellos dieron la respuesta al rey. Entonces el rey mandó reunir con él a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego el rey subió a la casa de Jehovah, y con él todos los hombres de Judá, todos los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor. Y leyó a oídos de ellos todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehovah. El rey se puso de pie junto a la columna e hizo pacto delante de Jehovah, de andar en pos de Jehovah y de guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos con todo el corazón y con toda el alma, para cumplir las palabras de este pacto escritas en este libro. Entonces todo el pueblo se puso de pie a favor del pacto. Entonces el rey mandó al sumo sacerdote Hilquías, a los sacerdotes de segundo orden y a los guardias de la puerta, que sacasen del santuario de Jehovah todos los objetos que habían sido hechos para Baal, para Asera y para todo el ejército de los cielos. Los quemó fuera de Jerusalén en los campos del Quedrón, e hizo llevar sus cenizas a Betel. Quitó a los sacerdotes idólatras que los reyes de Judá habían puesto para que quemasen incienso en los lugares altos de las ciudades de Judá y en los alrededores de Jerusalén; también a los que quemaban incienso a Baal, al sol, a la luna, a los signos del zodíaco y a todo el ejército de los cielos. También sacó de la casa de Jehovah el árbol ritual de Asera, fuera de Jerusalén, al arroyo de Quedrón; y lo quemó en el arroyo de Quedrón. Lo redujo a polvo y arrojó su polvo sobre el sepulcro de los hijos del pueblo. Y destruyó las habitaciones de los varones consagrados a la prostitución ritual, las cuales estaban en la casa de Jehovah, donde las mujeres hacían tejidos para Asera. Hizo venir a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó los lugares altos donde los sacerdotes quemaban incienso, desde Geba hasta Beerseba. Destruyó los altares de las puertas que estaban a la entrada de la puerta de Josué, gobernador de la ciudad, los cuales estaban a la izquierda, según uno entra por la puerta de la ciudad. Sin embargo, los sacerdotes de los lugares altos no subían al altar de Jehovah en Jerusalén; sólo comían panes sin levadura entre sus hermanos. También profanó el Tófet, que estaba en el valle del hijo de Hinom, para que ninguno pasase por fuego a su hijo o a su hija en honor a Moloc. Y quitó de la entrada de la casa de Jehovah los caballos que los reyes de Judá habían dedicado al sol. Estaban junto a la cámara del funcionario Natán-melec, que estaba en las dependencias. Y quemó en el fuego los carros del sol. También demolió los altares que los reyes de Judá habían hecho, que estaban en la azotea de la Sala de Acaz, y los altares que Manasés había hecho en los dos atrios de la casa de Jehovah. Los destrozó allí y arrojó su polvo en el arroyo de Quedrón. Profanó los lugares altos que estaban al este de Jerusalén, al sur del monte de la Destrucción, los cuales había edificado Salomón, rey de Israel, para Astarte, ídolo detestable de los sidonios; para Quemós, ídolo detestable de Moab; y para Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. Destrozó las piedras rituales, cortó los árboles rituales de Asera y llenó sus lugares con huesos humanos. También destruyó el altar que había en Betel y el lugar alto que había hecho Jeroboam hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel; destruyó ese altar y el lugar alto. Quemó el lugar alto y lo convirtió en polvo, y quemó el árbol ritual de Asera. Y al volverse Josías, vio los sepulcros que estaban allí en el monte. Entonces mandó sacar los huesos de los sepulcros y los quemó sobre el altar para profanarlo, conforme a la palabra de Jehovah que había proclamado el hombre de Dios que había anunciado estas cosas. Después preguntó: —¿Qué es aquel monumento que veo? Y los hombres de la ciudad le respondieron: —Es el sepulcro del hombre de Dios que vino de Judá y anunció estas cosas que tú has hecho contra el altar de Betel. Entonces dijo: —Dejadlo. Nadie mueva sus restos. Así fueron preservados sus restos junto con los restos del profeta que vino de Samaria. Josías también quitó todos los santuarios de los lugares altos que estaban en las ciudades de Samaria, que habían hecho los reyes de Israel, provocando a ira a Jehovah. Hizo con ellos conforme a todo lo que había hecho en Betel. Además, mató sobre los altares a todos los sacerdotes de los lugares altos que estaban allí, y sobre ellos quemó huesos humanos. Después regresó a Jerusalén. Entonces el rey mandó a todo el pueblo, diciendo: —Celebrad la Pascua a Jehovah vuestro Dios, conforme a lo que está escrito en este libro del pacto. En verdad, no había sido celebrada una Pascua como ésta desde el tiempo de los jueces que gobernaron a Israel, ni en todo el tiempo de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. Esta Pascua a Jehovah fue celebrada en Jerusalén en el año 18 del rey Josías. Asimismo, Josías eliminó a los que evocaban a los muertos y a los espiritistas, los ídolos domésticos, los ídolos repugnantes y todos los ídolos detestables que se veían en la tierra de Judá y en Jerusalén, para cumplir las palabras de la ley que estaban escritas en el libro que el sacerdote Hilquías había hallado en la casa de Jehovah. No hubo un rey antes de él que se volviera como él a Jehovah con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni tampoco se levantó otro igual después de él. Con todo eso, Jehovah no desistió del ardor de su gran ira, ya que su ira se había encendido contra Judá, por todas las cosas con que Manasés le había provocado. Entonces dijo Jehovah: "También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel. Desecharé esta ciudad que escogí, a Jerusalén, y la casa de la cual había dicho: ‘Allí estará mi nombre.’" Los demás hechos de Josías y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? En sus días el faraón Necao, rey de Egipto, subió contra el rey de Asiria, junto al río Eufrates. El rey Josías fue a su encuentro, pero cuando el faraón le vio, le dio muerte en Meguido. Sus servidores lo pusieron en un carro y lo llevaron muerto de Meguido a Jerusalén, y lo sepultaron en su sepulcro. Luego el pueblo de la tierra tomó a Joacaz hijo de Josías, y le ungieron y le proclamaron rey en lugar de su padre. Joacaz tenía 23 años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre era Hamutal hija de Jeremías, de Libna. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que habían hecho sus padres. El faraón Necao lo encarceló en Ribla, en la tierra de Hamat, para que no reinara en Jerusalén; e impuso sobre el país una multa de 100 talentos de plata y un talento de oro. El faraón Necao proclamó rey a Eliaquim hijo de Josías en lugar de Josías su padre, pero le cambió su nombre por el de Joacim. Y tomó a Joacaz y lo llevó a Egipto, donde murió. Joacim pagó al faraón la plata y el oro, pero tuvo que imponer un impuesto al país para dar el dinero conforme al mandato del faraón. Exigió la plata y el oro al pueblo de la tierra, a cada uno según la estimación de su patrimonio, para darlo al faraón Necao. Joacim tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó 11 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Zebuda hija de Pedaías, de Ruma. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que habían hecho sus padres. En sus días subió Nabucodonosor, rey de Babilonia, y Joacim fue su vasallo durante tres años. Luego cambió de parecer y se rebeló contra él. Entonces Jehovah envió contra él tropas de los caldeos, de los sirios, de los moabitas y de los amonitas; y las envió contra Judá para destruirla, conforme a la palabra que Jehovah había hablado por medio de sus siervos los profetas. Ciertamente esto vino contra Judá por mandato de Jehovah, para quitarla de su presencia por los pecados de Manasés, por todo lo que él había hecho, así como por la sangre inocente que había derramado; pues había llenado Jerusalén de sangre inocente. Por eso Jehovah no estuvo dispuesto a perdonar. Los demás hechos de Joacim y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Joacim reposó con sus padres, y su hijo Joaquín reinó en su lugar. El rey de Egipto no volvió a salir de su tierra, porque el rey de Babilonia había tomado todo lo que era del rey de Egipto, desde el arroyo de Egipto hasta el río Eufrates. Joaquín tenía 18 años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. El nombre de su madre era Nejusta hija de Elnatán, de Jerusalén. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que había hecho su padre. En aquel tiempo los servidores de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén; y la ciudad fue sitiada. También Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino contra la ciudad, cuando sus servidores la tenían sitiada. Entonces Joaquín, rey de Judá, se entregó al rey de Babilonia, él con su madre, sus servidores, sus oficiales y sus funcionarios. El rey de Babilonia lo apresó en el octavo año de su reinado. Luego sacó de allí todos los tesoros de la casa de Jehovah y los tesoros de la casa del rey. Rompió en pedazos todos los utensilios de oro que había hecho Salomón, rey de Israel, para la casa de Jehovah, como Jehovah había dicho. Y llevó en cautiverio a toda Jerusalén: a todos los magistrados, a todos los guerreros valientes (un total de 10.000 cautivos), y a todos los herreros y artesanos. No quedó nadie, excepto la gente más pobre del pueblo de la tierra. También llevó cautivos a Babilonia a Joaquín, a la madre del rey, a las mujeres del rey, a los funcionarios del rey y a los poderosos del país; los llevó cautivos de Jerusalén a Babilonia. El rey de Babilonia llevó cautivos a Babilonia a todos los hombres de guerra, que eran 7.000, a los artesanos, y herreros, que eran 1.000, y a todos los valientes ejercitados para la guerra. El rey de Babilonia proclamó rey en lugar de Joaquín a su tío Matanías, y cambió su nombre por el de Sedequías. Sedequías tenía 21 años cuando comenzó a reinar, y reinó 11 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Hamutal hija de Jeremías, de Libna. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, conforme a todo lo que había hecho Joacim. Ciertamente el furor de Jehovah estaba contra Jerusalén y Judá, hasta que los echó de su presencia. Entonces Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia. Y aconteció el 10 del mes décimo del noveno año de su reinado que Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino con todo su ejército contra Jerusalén. Luego acamparon contra ella y construyeron muros de asedio contra ella en derredor. La ciudad estuvo sitiada hasta el año 11 del rey Sedequías. En el noveno día del mes cuarto prevaleció el hambre en la ciudad, y no había alimentos para el pueblo de la tierra. Entonces se abrió una brecha en la ciudad, y huyeron de noche el rey y todos los hombres de guerra por el camino de la puerta que estaba entre los dos muros, junto al jardín del rey, mientras los caldeos estaban junto y alrededor de la ciudad. Se dirigieron hacia el Arabá, pero el ejército de los caldeos persiguió al rey y lo alcanzó en las llanuras de Jericó; y todo su ejército fue dispersado de su lado. Entonces prendieron al rey y lo llevaron ante el rey de Babilonia, en Ribla, y éste pronunció sentencia contra aquél. Degollaron a los hijos de Sedequías en su presencia. Y a Sedequías le sacó los ojos, le aprisionó con cadenas de bronce y lo hizo llevar a Babilonia. El séptimo día del mes quinto del año 19 de Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, servidor del rey de Babilonia. Incendió la casa de Jehovah, la casa del rey y todas las casas de Jerusalén; incendió todo edificio grande. Todo el ejército de los caldeos que estaba con el capitán de la guardia demolió los muros alrededor de Jerusalén. Nabuzaradán, capitán de la guardia, hizo llevar cautivo al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la gente. Sin embargo, el capitán de la guardia hizo quedar una parte de la gente más pobre de la tierra, como viñadores y labradores. Los caldeos destrozaron las columnas de bronce que estaban en la casa de Jehovah, así como las bases de las pilas móviles y la fuente de bronce que estaban en la casa de Jehovah; y se llevaron el bronce a Babilonia. También se llevaron las ollas, las palas, las despabiladeras, los cucharones y todos los utensilios de bronce con que servían. El capitán de la guardia se llevó también los incensarios y los tazones para la aspersión, tanto los de oro como los de plata. En cuanto a las dos columnas, la fuente y las bases de las pilas móviles que Salomón había hecho para la casa de Jehovah, no hubo manera de pesar el bronce de todos estos objetos. La altura de cada columna era de 18 codos. Encima tenían un capitel de bronce de 3 codos de alto y alrededor, sobre el capitel, había una red y granadas, todo de bronce. La segunda columna tenía una labor igual, con la red. El capitán de la guardia tomó también a Seraías, el sacerdote principal; a Sofonías, el segundo sacerdote; y a tres guardias de la puerta. Y de la ciudad tomó a un funcionario que estaba encargado de los hombres de guerra; a cinco hombres de los más íntimos del rey que se hallaban en la ciudad y al escriba principal de la milicia, quien reclutaba al pueblo de la tierra, y a sesenta hombres del pueblo de la tierra que se hallaban en la ciudad. Nabuzaradán, capitán de la guardia, los tomó y los llevó ante el rey de Babilonia, en Ribla. El rey de Babilonia los hirió y los mató en Ribla, en la tierra de Hamat. Así fue llevado cautivo Judá lejos de su tierra. Sobre la gente que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dejado en la tierra de Judá, el rey puso a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán. Todos los jefes de los soldados, ellos y sus hombres (Ismael hijo de Netanías, Johanán hijo de Carea, Seraías hijo de Tanjumet, de Netofa, y Jazanías hijo de cierto hombre de Maaca) se enteraron de que el rey de Babilonia había puesto por gobernador a Gedalías. Ellos y sus hombres fueron a él en Mizpa. Entonces Gedalías les juró a ellos y a sus hombres, diciéndoles: "No tengáis temor a los servidores de los caldeos. Habitad en la tierra y servid al rey de Babilonia, y os irá bien." Pero aconteció en el mes séptimo que Ismael hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la descendencia real, fue con diez hombres, e hirieron y dieron muerte a Gedalías y a los judíos y caldeos que estaban con él en Mizpa. Entonces todo el pueblo se levantó, desde el menor hasta el mayor, con los jefes de los soldados, y se fueron a Egipto, porque tenían temor a los caldeos. Aconteció el 27 del mes duodécimo del año 37 de la cautividad de Joaquín, rey de Judá, que Evil-merodac, rey de Babilonia, en el primer año de su reinado, indultó a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel. Habló con Joaquín amigablemente y puso su sitial más alto que los sitiales de los reyes que estaban con él en Babilonia. Cambió su ropa de prisión, y Joaquín comía en la presencia del rey siempre, todos los días de su vida. En cuanto a su ración, le fue dada una ración continua de parte del rey, cada cosa en su día, todos los días de su vida. Adán, Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noé, Sem, Cam y Jafet. Los hijos de Jafet fueron: Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras. Los hijos de Gomer fueron: Asquenaz, Rifat y Togarma. Los hijos de Javán fueron: Elisa, Tarsis, Quitim y Rodanim. Los hijos de Cam fueron: Cus, Mizraim, Fut y Canaán. Los hijos de Cus fueron: Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca. Los hijos de Raama fueron Seba y Dedán. Cus engendró a Nimrod, quien comenzó a ser poderoso en la tierra. Mizraim engendró a los ludeos, a los anameos, a los lehabitas, a los naftujitas, a los patruseos, a los caslujitas (de los cuales salieron los filisteos) y a los caftoreos. Canaán engendró a Sidón su primogénito y a Het, al jebuseo, al amorreo, al gergeseo, al heveo, al araqueo, al sineo, al arvadeo, al zemareo y al hamateo. Los hijos de Sem fueron: Elam, Asur, Arfaxad, Lud, Aram, Uz, Hul, Geter y Mesec. Arfaxad engendró a Sélaj, y Sélaj engendró a Heber. A Heber le nacieron dos hijos: El nombre del primero fue Peleg, porque en sus días fue dividida la tierra. El nombre de su hermano fue Joctán. Joctán engendró a Almodad, a Selef, a Hazar-mávet, a Jéraj, a Adoram, a Uzal, a Dicla, a Ebal, a Abimael, a Seba, a Ofir, a Havila y a Jobab. Todos éstos fueron hijos de Joctán. Sem, Arfaxad, Sélaj, Heber, Peleg, Reu, Serug, Nacor, Taré y Abram, el cual es Abraham. Los hijos de Abraham fueron Isaac e Ismael. Estos son sus descendientes: El primogénito de Ismael fue Nebayot. Después nacieron Quedar, Adbeel, Mibsam, Misma, Duma, Masá, Hadad, Tema, Jetur, Nafis y Quedema. Estos fueron los hijos de Ismael. Los hijos que Quetura, concubina de Abraham, dio a luz fueron: Zimrán, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. Los hijos de Jocsán fueron Seba y Dedán. Los hijos de Madián fueron: Efa, Efer, Hanoc, Abida y Eldaa. Todos éstos fueron hijos de Quetura. Abraham engendró a Isaac. Los hijos de Isaac fueron Esaú e Israel. Los hijos de Esaú fueron: Elifaz, Reuel, Jeús, Jalam y Coré. Los hijos de Elifaz fueron: Temán, Omar, Zefo, Gatam, Quenaz, Timna y Amalec. Los hijos de Reuel fueron: Najat, Zéraj, Sama y Miza. Los hijos de Seír fueron: Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, Disón, Ezer y Disán. Los hijos de Lotán fueron Hori y Homam. Timna fue hermana de Lotán. Los hijos de Sobal fueron: Alván, Manajat, Ebal, Sefo y Onam. Los hijos de Zibeón fueron Ayías y Aná. Disón fue hijo de Aná. Y los hijos de Disón fueron: Hamrán, Esbán, Itrán y Querán. Los hijos de Ezer fueron: Bilhán, Zaaván y Acán. Los hijos de Disán fueron Uz y Arán. Estos fueron los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes que hubiese rey de los hijos de Israel: Bela hijo de Beor. El nombre de su ciudad fue Dinaba. Murió Bela, y reinó en su lugar Jobab hijo de Zéraj, de Bosra. Murió Jobab, y reinó en su lugar Husam, de la tierra de los temanitas. Murió Husam, y reinó en su lugar Hadad hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab. El nombre de su ciudad fue Avit. Murió Hadad, y reinó en su lugar Samla, de Masreca. Murió Samla, y reinó en su lugar Saúl, de Rejobot, que está junto al Río. Murió Saúl, y reinó en su lugar Baal-janán hijo de Acbor. Murió Baal-janán, y reinó en su lugar Hadad. El nombre de su ciudad fue Pau. El nombre de su mujer fue Mehetabel, hija de Matred, hija de Mezaab. Y murió Hadad. Los jefes de Edom fueron: los jefes Timna, Alva, Jetet, Oholibama, Ela, Pinón, Quenaz, Temán, Mibzar, Magdiel e Iram. Estos fueron los jefes de Edom. Estos fueron los hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, José, Benjamín, Neftalí, Gad y Aser. Los hijos de Judá fueron: Er, Onán y Sela. Estos tres le nacieron de Batsúa, la cananea. Y Er, primogénito de Judá, era malo ante los ojos de Jehovah, y él le quitó la vida. Y Tamar su nuera le dio a luz a Fares y a Zéraj. Todos los hijos de Judá fueron cinco. Los hijos de Fares fueron Hesrón y Hamul. Los hijos de Zéraj fueron: Zimri, Eitán, Hemán, Calcol y Darda; cinco en total. Hijo de Carmi fue Acar, el que ocasionó destrucción a Israel, porque transgredió con respecto al anatema. Azarías fue hijo de Eitán. Los hijos que le nacieron a Hesrón fueron: Jerameel, Ram y Caleb. Ram engendró a Aminadab, y Aminadab engendró a Najsón, jefe de los hijos de Judá. Najsón engendró a Salmón, y Salmón engendró a Boaz. Boaz engendró a Obed, y Obed engendró a Isaí. Isaí engendró a Eliab su primogénito, a Aminadab el segundo, a Simea el tercero, a Natanael el cuarto, a Radai el quinto, a Ozem el sexto, y a David el séptimo. Sarvia y Abigaíl fueron las hermanas de ellos. Los hijos de Sarvia fueron tres: Abisai, Joab y Asael. Abigaíl dio a luz a Amasa, y el padre de Amasa fue Jeter el ismaelita. Caleb hijo de Hesrón engendró a Jeriot, de su mujer Azuba. Y éstos fueron hijos de ella: Jeser, Sobab y Ardón. Murió Azuba, y Caleb tomó por mujer a Efrata, la cual dio a luz a Hur. Hur engendró a Uri, y Uri engendró a Bezaleel. Después Hesrón se unió a una hija de Maquir, padre de Galaad. La tomó teniendo él sesenta años, y ella le dio a luz a Segub. Segub engendró a Jaír, el cual tuvo veintitrés aldeas en la tierra de Galaad. (Gesur y Aram les tomaron las aldeas de Jaír y también Quenat con sus aldeas, sesenta ciudades.) Todos éstos fueron hijos de Maquir, padre de Galaad. Después que murió Hesrón en Caleb-efrata, Abía, mujer de Hesrón, le dio a luz a Azur, padre de Tecoa. Los hijos de Jerameel, primogénito de Hesrón, fueron: Ram el primogénito, Buna, Orén, Ozem y Ajías. Jerameel tuvo otra mujer cuyo nombre era Atara, que fue madre de Onam. Los hijos de Ram, primogénito de Jerameel, fueron: Maaz, Jamín y Equer. Los hijos de Onam fueron Samai y Jada. Los hijos de Samai fueron Nadab y Abisur. El nombre de la mujer de Abisur fue Abijaíl, la cual le dio a luz a Ajbán y a Molid. Los hijos de Nadab fueron Seled y Apaim. Y Seled murió sin hijos. Isi fue hijo de Apaim. Sesán fue hijo de Isi. Ajlai fue hijo de Sesán. Los hijos de Jada, hermano de Samai, fueron Jeter y Jonatán. Y Jeter murió sin hijos. Los hijos de Jonatán fueron Pelet y Zaza. Estos fueron los hijos de Jerameel. Sesán no tuvo hijos, sino hijas. Sesán tenía un siervo egipcio llamado Jarja. Y Sesán dio a su hija por mujer a su siervo Jarja, y ella le dio a luz a Atai. Atai engendró a Natán, Natán engendró a Zabad, Zabad engendró a Eflal, Eflal engendró a Obed, Obed engendró a Jehú, Jehú engendró a Azarías, Azarías engendró a Heles, Heles engendró a Elasa, Elasa engendró a Sismai, Sismai engendró a Salum, Salum engendró a Jecamías, Jecamías engendró a Elisama. Los hijos de Caleb, hermano de Jerameel, fueron: Mesa su primogénito, que fue padre de Zif, y Maresa su hijo fue padre de Hebrón. Los hijos de Hebrón fueron: Coré, Tapúaj, Requem y Sema. Sema engendró a Rajam, padre de Jorcoam, y Requem engendró a Samai. Maón fue hijo de Samai, y Maón fue padre de Betsur. Efa, concubina de Caleb, dio a luz a Harán, a Mosa y a Gazez. Harán engendró a Gazez. Los hijos de Jahdai fueron: Regem, Jotam, Gesán, Pelet, Efa y Saaf. Maaca, concubina de Caleb, dio a luz a Seber y a Tirjana. También dio a luz a Saaf, padre de Madmana, y a Seva, padre de Macbena y padre de Gibea. Y Acsa fue hija de Caleb. Estos fueron los hijos de Caleb. Los hijos de Hur, primogénito de Efrata, fueron: Sobal, padre de Quiriat-jearim; Salma, padre de Belén; y Haref, padre de Bet-gader. Los hijos de Sobal, padre de Quiriat-jearim, fueron: Haroé, la mitad de los manajetitas y los clanes de Quiriat-jearim, que fueron: los jatiritas, los futitas, los sumatitas y los misraítas. Y de éstos salieron los zoraítas y los estaolitas. Los hijos de Salma fueron: Belén, los netofatitas, Atrot-bet-joab y la mitad de los manajetitas, los zoraítas. Las familias de los escribas que moraban en Jabes fueron: los tirateos, los simateos y los sucateos. Estos son los queneos que descienden de Hamat, padre de la casa de Recab. Estos fueron los hijos de David que le nacieron en Hebrón: El primogénito fue Amnón, de Ajinoam, de Jezreel. El segundo fue Daniel, de Abigaíl, de Carmel. El tercero fue Absalón, hijo de Maaca hija de Talmai, rey de Gesur. El cuarto fue Adonías, hijo de Haguit. El quinto fue Sefatías, de Abital. El sexto fue Itream, de Egla su mujer. Estos seis le nacieron en Hebrón, donde reinó siete años y seis meses. En Jerusalén reinó 33 años. Estos cuatro le nacieron en Jerusalén, de Betsabé hija de Amiel: Samúa Sobab, Natán y Salomón. También Ibjar, Elisúa, Elifelet, Noga, Néfeg, Jafía, Elisama, Eliada y Elifelet: nueve. Todos éstos fueron los hijos de David, sin contar los hijos de las concubinas. Tamar fue hermana de ellos. Hijo de Salomón fue Roboam, cuyo hijo fue Abías, cuyo hijo fue Asa, cuyo hijo fue Josafat, cuyo hijo fue Joram, cuyo hijo fue Ocozías, cuyo hijo fue Joás, cuyo hijo fue Amasías, cuyo hijo fue Azarías, cuyo hijo fue Jotam, cuyo hijo fue Acaz, cuyo hijo fue Ezequías, cuyo hijo fue Manasés, cuyo hijo fue Amón, cuyo hijo fue Josías. Los hijos de Josías fueron: Johanán el primogénito, el segundo Joacim, el tercero Sedequías, el cuarto Salum. Los hijos de Joacim fueron su hijo Joaquín y su hijo Sedequías. Los hijos de Joaquín el cautivo fueron: Salatiel su hijo, Malquiram, Pedaías, Senazar, Jecamías, Hosama y Nedabías. Los hijos de Pedaías fueron Zorobabel y Simei. Los hijos de Zorobabel fueron Mesulam y Ananías, y la hermana de éstos fue Selomit. También estos cinco: Hasuba, Ohel, Berequías, Hasadías y Jusab-jésed. Los hijos de Ananías fueron Pelatías y Jesaías, cuyo hijo fue Refaías, cuyo hijo fue Arnán, cuyo hijo fue Abdías, cuyo hijo fue Secanías. Los hijos de Secanías fueron: Semaías y sus hijos Hatús, Igal, Barías, Nearías y Safat; seis. Los hijos de Nearías fueron tres: Elioenai, Ezequías y Azricam. Los hijos de Elioenai fueron siete: Hodavías, Eliasib, Pelaías, Acub, Johanán, Dalaías y Anani. Los hijos de Judá fueron: Fares, Hesrón, Carmi, Hur y Sobal. Reayías hijo de Sobal engendró a Yajat. Yajat engendró a Ajumai y a Lahad. Estos son los clanes de los zoratitas. Estos fueron los hijos de Etam: Jezreel, Isma e Ibdas. El nombre de su hermana fue Hazlelponi. Penuel fue padre de Gedor, y Ezer fue padre de Husa. Estos fueron los hijos de Hur, primogénito de Efrata, padre de Belén. Asur, padre de Tecoa, tuvo dos mujeres: Hela y Naara. Naara le dio a luz a Ajuzam, a Hefer, a Temeni y a Ajastari. Estos fueron los hijos de Naara. Los hijos de Hela fueron: Zeret, Zojar y Etnán. Cos engendró a Anub, a Zobeba y a los clanes de Ajarjel hijo de Harum. Jabes fue más ilustre que sus hermanos. Su madre le llamó Jabes, diciendo: "Porque lo di a luz con dolor." Y Jabes invocó al Dios de Israel diciendo: "¡Oh, si realmente me dieras bendición y ensancharas mi territorio, y tu mano estuviera conmigo y me libraras del mal, de modo que no tuviese dolor!" Y Dios le concedió lo que pidió. Quelub, hermano de Suja, engendró a Mejir, el cual fue padre de Estón. Y Estón engendró a Bet-rafa, a Paséaj y a Tejina, padre de la ciudad de Najas. Estos son los hombres de Reca. Los hijos de Quenaz fueron Otoniel y Seraías. Los hijos de Otoniel: Hatat y Meonotai, el cual engendró a Ofra. Y Seraías engendró a Joab, padre de los del valle de Jarasim, porque fueron artesanos. Los hijos de Caleb hijo de Jefone fueron: Ir, Ela y Naam. Y el hijo de Ela fue Quenaz. Los hijos de Jehalelel fueron: Zif, Zifa, Tiria y Asarel. Los hijos de Esdras fueron: Jeter, Mered, Efer y Jalón. Ella dio a luz a María, a Samai y a Isbaj, padre de Estemoa. Y éstos son los hijos de Bitia, hija del faraón, a la cual Mered tomó por mujer. Su mujer judía dio a luz a Jared padre de Gedor, a Heber padre de Soco y a Jecutiel padre de Zanóaj. Y los hijos de la mujer de Hodías, hermana de Najam, fueron Abi-queila el garmita y Estemoa el macateo. Los hijos de Simón fueron: Amnón, Rina, Ben-janán y Tilón. Y los hijos de Isi fueron Zojet y Ben-zojet. Los hijos de Sela hijo de Judá fueron: Er padre de Leca, Laada padre de Maresa, las familias de los que trabajan el lino en Bet-asbea, Joquim, los hombres de Cozeba, Joás y Saraf, quienes dominaron en Moab, y volvieron a Belén. Y los registros son antiguos. Estos eran alfareros y habitaban en Netaím y Gedera. Allí habitaban cerca del rey, ocupados en su servicio. Los hijos de Simeón fueron: Nemuel, Jamín, Jarib, Zéraj y Saúl; Salum su hijo, Mibsam su hijo y Misma su hijo. Los hijos de Misma fueron Hamuel su hijo, Zacur su hijo y Simei su hijo. Los hijos de Simei fueron dieciséis, y sus hijas fueron seis. Pero sus hermanos no tuvieron muchos hijos, ni se multiplicaron en todo su clan, como los hijos de Judá. Ellos habitaron en Beerseba, Molada, Hazar-sual, Bilha, Ezem, Tolad, Betuel, Horma, Siclag, Bet-marcabot, Hazar-susim, Bet-birai, y Saaraim. Estas fueron sus ciudades hasta el reinado de David. Y sus aldeas fueron: Etam, Ayin, Rimón, Toquén y Asán, cinco ciudades; más todas las aldeas que estaban alrededor de estas ciudades, hasta Baal. Esta fue el área que habitaron, y ésta fue su genealogía: Mesobad, Jamlec, Josías hijo de Amasías, Joel y Jehú hijo de Josibías, hijo de Seraías, hijo de Asiel. También Elioenai, Jacoba, Jesojaías, Asaías, Adiel, Jesimiel, Benaías y Ziza hijo de Sifi, hijo de Alón, hijo de Jedaías, hijo de Simri, hijo de Semaías. Estos mencionados por nombre fueron los principales entre sus clanes, y sus casas paternas se multiplicaron muchísimo. Ellos llegaron hasta la entrada de Gedor, hasta el oriente del valle, buscando pastos para sus ganados. Encontraron ricos y buenos pastos y tierra extensa, reposada y tranquila que antes había sido habitada por los camitas. Estos inscritos por nombre vinieron en los días de Ezequías, rey de Judá, atacaron sus moradas y a los meunitas que se hallaban allí, y los destruyeron hasta el día de hoy. Y habitaron en lugar de ellos, porque allí había pastos para sus ganados. Asimismo, 500 hombres de ellos, de los hijos de Simeón, fueron al monte de Seír bajo el mando de Pelatías, Nearías, Refaías y Uziel, hijos de Isi. Derrotaron a los sobrevivientes de Amalec que habían escapado, y han habitado allí hasta el día de hoy. Los hijos de Rubén, primogénito de Israel (pues él era el primogénito; pero cuando profanó el lecho de su padre, su derecho de primogenitura fue dado a los hijos de José hijo de Israel, de modo que no fue registrado como primogénito; y aunque Judá llegó a ser el más fuerte entre sus hermanos y de él procede un príncipe, el derecho de primogenitura fue de José), los hijos de Rubén, primogénito de Israel, fueron: Hanoc, Falú, Hesrón y Carmi. Los hijos de Joel fueron: Semaías su hijo, Gog su hijo, Simei su hijo, Micaías su hijo, Reayías su hijo, Baal su hijo, Beera su hijo, el cual fue llevado cautivo por Tiglat-pileser, rey de Asiria. El era un principal de los rubenitas. Sus hermanos según sus clanes, cuando fueron registrados en sus genealogías, fueron: Jeiel el jefe, Zacarías y Bela hijo de Azaz, hijo de Sema, hijo de Joel. Y él habitó en Aroer hasta Nebo y Baal-maón. También habitó hacia el oriente hasta la entrada del desierto desde el río Eufrates, porque sus ganados se habían multiplicado en la tierra de Galaad. En los días de Saúl hicieron guerra contra los hagrienos, los cuales cayeron en sus manos. Y habitaron en sus moradas en toda la región oriental de Galaad. Los hijos de Gad habitaron frente a ellos, en la tierra de Basán, hasta Salca. Joel fue el jefe; el segundo Safán, luego Jaanai, después Safat, en Basán. Sus hermanos, según sus casas paternas, fueron siete: Micael, Mesulam, Seba, Jorai, Jaacán, Zía y Heber. Estos fueron los hijos de Abijail hijo de Huri, hijo de Jaroa, hijo de Galaad, hijo de Micael, hijo de Jesisai, hijo de Jahdo, hijo de Buz. Aji hijo de Abdiel, hijo de Guni, fue jefe de sus casas paternas. Ellos habitaron en Galaad, en Basán, en sus aldeas y en todos los campos de alrededor de Sarón, hasta sus confines. Todos éstos fueron registrados según sus genealogías en los días de Jotam rey de Judá, y en los días de Jeroboam rey de Israel. Los hijos de Rubén, los de Gad y los de la media tribu de Manasés, hombres valientes, hombres que llevaban escudo y espada, que manejaban el arco y que eran aptos para la guerra, sumaban 44.760 hombres que salían a la batalla. Tuvieron guerra contra los hagrienos, Jetur, Nafis y Nodab; y encontraron ayuda contra ellos. Los hagrienos y todos los que estaban con ellos fueron entregados en su mano, porque aquéllos invocaron a Dios en la batalla, y él les concedió su petición, porque confiaron en él. Tomaron sus ganados: 50.000 camellos, 250.000 ovejas y 2.000 asnos; también 100.000 hombres. Ciertamente muchos cayeron muertos, porque la guerra era de Dios. Y habitaron en el lugar de aquéllos hasta el cautiverio. Los hijos de la media tribu de Manasés, que eran numerosos, habitaron en la tierra desde Basán hasta Baal-hermón y Senir, es decir, el monte Hermón. Estos fueron los jefes de sus casas paternas: Efer, Isi, Eliel, Azriel, Jeremías, Hodavías y Jahdiel; hombres valerosos, hombres de renombre y jefes de sus casas paternas. Pero fueron infieles al Dios de sus padres y se prostituyeron tras los dioses de los pueblos de la tierra, a los cuales Dios había destruido delante de ellos. Por eso el Dios de Israel incitó el espíritu de Pul rey de Asiria, es decir, el espíritu de Tiglat-pileser rey de Asiria, el cual deportó a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés y los llevó a Halaj, a Habor, a Hara y al río Gozán, hasta el día de hoy. Los hijos de Leví fueron: Gersón, Cohat y Merari. Los hijos de Cohat fueron: Amram, Izjar, Hebrón y Uziel. Los hijos de Amram fueron: Aarón, Moisés y María. Los hijos de Aarón fueron: Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar. Eleazar engendró a Fineas, Fineas engendró a Abisúa, Abisúa engendró a Buqui, Buqui engendró a Uzi, Uzi engendró a Zerajías, Zerajías engendró a Merayot, Merayot engendró a Amarías, Amarías engendró a Ajitob, Ajitob engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Ajimaas, Ajimaas engendró a Azarías, Azarías engendró a Johanán, Johanán engendró a Azarías, quien ejerció el sacerdocio en el templo que Salomón edificó en Jerusalén. Azarías engendró a Amarías. Amarías engendró a Ajitob, Ajitob engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Salum, Salum engendró a Hilquías, Hilquías engendró a Azarías, Azarías engendró a Seraías, Seraías engendró a Josadac. Josadac fue al cautiverio cuando Jehovah llevó cautivos a Judá y a Jerusalén, por medio de Nabucodonosor. Los hijos de Leví fueron Gersón, Cohat y Merari. Estos son los nombres de los hijos de Gersón: Libni y Simei. Los hijos de Cohat fueron: Amram, Izjar, Hebrón y Uziel. Los hijos de Merari fueron Majli y Musi. Estos son los clanes de Leví según sus casas paternas: De Gersón, Libni su hijo, Yajat su hijo, Zima su hijo, Jóaj su hijo, Ido su hijo, Zéraj su hijo, Jeatrai su hijo. Los hijos de Cohat: Aminadab su hijo, Coré su hijo, Asir su hijo, Elcana su hijo, Ebiasaf su hijo, Asir su hijo. Tajat su hijo, Uriel su hijo, Uzías su hijo, Saúl su hijo. Los hijos de Elcana fueron Amasai y Ajimot; Elcana su hijo, Zofai su hijo, Najat su hijo, Eliab su hijo, Jerojam su hijo, Elcana su hijo. Los hijos de Samuel fueron Joel el primogénito y Abías el segundo. Los hijos de Merari fueron Majli, Libni su hijo, Simei su hijo, Uza su hijo, Simea su hijo, Haguías su hijo, Asaías su hijo. Estos son los que David estableció sobre el servicio del canto en la casa de Jehovah después que el arca había reposado allí. Y servían en el canto delante de la tienda del tabernáculo de reunión, hasta que Salomón edificó la casa de Jehovah en Jerusalén, y ejercían su servicio según los deberes establecidos para ellos. Estos y sus hijos son los que ejercían su servicio. Entre los hijos de Cohat: el cantor Hemán hijo de Joel, hijo de Samuel, hijo de Elcana, hijo de Jerojam, hijo de Eliel, hijo de Tóaj, hijo de Zuf, hijo de Elcana, hijo de Majat, hijo de Amasai, hijo de Elcana, hijo de Joel, hijo de Azarías, hijo de Sofonías, hijo de Tajat, hijo de Asir, hijo de Ebiasaf, hijo de Coré, hijo de Izjar, hijo de Cohat, hijo de Leví, hijo de Israel. Su hermano Asaf estaba a su mano derecha. Asaf era hijo de Berequías, hijo de Simea, hijo de Micael, hijo de Baasías, hijo de Malquías, hijo de Etni, hijo de Zéraj, hijo de Adaías, hijo de Eitán, hijo de Zima, hijo de Simei, hijo de Yajat, hijo de Gersón, hijo de Leví. Sus hermanos, los hijos de Merari, estaban a su mano izquierda: Eitán hijo de Quisi, hijo de Abdi, hijo de Maluc, hijo de Hasabías, hijo de Amasías, hijo de Hilquías, hijo de Amsi, hijo de Bani, hijo de Semer, hijo de Majli, hijo de Musi, hijo de Merari, hijo de Leví. Y sus hermanos, los levitas, fueron asignados a todo el servicio del tabernáculo de la casa de Dios. Aarón y sus hijos quemaban ofrendas sobre el altar del holocausto y sobre el altar del incienso, para toda la obra del lugar santísimo y para hacer expiación por Israel, conforme a todo lo que había mandado Moisés, siervo de Dios. Estos son los hijos de Aarón: Eleazar su hijo, Fineas su hijo, Abisúa su hijo, Buqui su hijo, Uzi su hijo, Zerajías su hijo, Merayot su hijo, Amarías su hijo, Ajitob su hijo, Sadoc su hijo, Ajimaas su hijo. Estos son sus lugares de residencia según sus campamentos en su territorio. A los hijos de Aarón, del clan de los cohatitas, porque a ellos les tocó la primera suerte, les dieron Hebrón, en la tierra de Judá, con sus campos de alrededor. Pero dieron la campiña de la ciudad con sus aldeas a Caleb hijo de Jefone. A los hijos de Aarón les dieron las ciudades de refugio: Hebrón, Libna con sus campos de alrededor, Jatir, Estemoa con sus campos de alrededor, Hilén con sus campos de alrededor, Debir con sus campos de alrededor, Asán con sus campos de alrededor y Bet-semes con sus campos de alrededor. De la tribu de Benjamín les dieron Geba con sus campos de alrededor, Alémet con sus campos de alrededor y Anatot con sus campos de alrededor. Todas sus ciudades fueron trece, repartidas según sus clanes. A los hijos de Cohat que quedaban, les dieron por sorteo diez ciudades de la media tribu de Manasés. A los hijos de Gersón, según sus clanes, les dieron trece ciudades de la tribu de Isacar, de la tribu de Aser, de la tribu de Neftalí y de la tribu de Manasés, en Basán. A los hijos de Merari, según sus clanes, les dieron por sorteo doce ciudades de la tribu de Rubén, de la tribu de Gad y de la tribu de Zabulón. Así los hijos de Israel dieron a los levitas las ciudades con sus campos alrededor. Les dieron por sorteo estas ciudades (a las cuales llamaron según sus nombres) de la tribu de los hijos de Judá, de la tribu de los hijos de Simeón y de la tribu de los hijos de Benjamín. A otros clanes de los hijos de Cohat, les dieron ciudades en el territorio de la tribu de Efraín. Les dieron estas ciudades de refugio: Siquem con sus campos de alrededor en la región montañosa de Efraín, Gezer con sus campos de alrededor, Jocmeam con sus campos de alrededor, Bet-jorón con sus campos de alrededor, Ajalón con sus campos de alrededor y Gat-rimón con sus campos de alrededor. De la media tribu de Manasés dieron Aner con sus campos de alrededor y Bilam con sus campos de alrededor, para los hijos de Cohat que habían quedado. A los hijos de Gersón, uno de los clanes, les dieron de la media tribu de Manasés: Golán en Basán con sus campos de alrededor y Astarot con sus campos de alrededor. De la tribu de Isacar: Quedes con sus campos de alrededor, Daberat con sus campos de alrededor, Ramot con sus campos de alrededor y Anem con sus campos de alrededor. De la tribu de Aser: Miseal con sus campos de alrededor, Abdón con sus campos de alrededor, Hucoc con sus campos de alrededor, y Rejob con sus campos de alrededor. Y de la tribu de Neftalí: Quedes en Galilea con sus campos de alrededor, Hamón con sus campos de alrededor y Quiriataim con sus campos de alrededor. A los hijos de Merari que habían quedado, les dieron de la tribu de Zabulón: Rimón con sus campos de alrededor y Tabor con sus campos de alrededor. Del otro lado del Jordán, frente a Jericó al oriente del Jordán, de la tribu de Rubén: Beser en el desierto con sus campos de alrededor, Jahaz con sus campos de alrededor, Quedemot con sus campos de alrededor y Mefaat con sus campos de alrededor. Y de la tribu de Gad: Ramot en Galaad con sus campos de alrededor, Majanaim con sus campos de alrededor, Hesbón con sus campos de alrededor y Jazer con sus campos de alrededor. Los hijos de Isacar fueron cuatro: Tola, Fúa, Jasub y Simrón. Los hijos de Tola fueron: Uzi, Refaías, Jeriel, Jajmai, Jibsam y Samuel, jefes de sus casas paternas. De los clanes de Tola fueron contados, según sus generaciones, en el tiempo de David, 22.600 hombres valientes. Los hijos de Uzi fueron: Israjías y los hijos de Israjías que fueron Micael, Abdías, Joel e Isías, cinco jefes en total. Con ellos había 36.000 hombres de guerra según sus clanes y sus casas paternas, porque tuvieron muchas mujeres e hijos. Y sus hermanos, según todos los clanes de Isacar contados en sus registros genealógicos, eran 87.000 hombres valientes. Los hijos de Benjamín fueron tres: Bela, Bequer y Yediael. Los hijos de Bela fueron: Ezbón, Uzi, Uziel, Jerimot e Iri; cinco jefes de casas paternas, hombres valientes; y en sus registros genealógicos fueron contados 22.034. Los hijos de Bequer fueron: Zemira, Joás, Eliezer, Elioenai, Omri, Jerimot, Abías, Anatot y Alémet. Todos éstos fueron hijos de Bequer. Contados en sus registros genealógicos, según sus generaciones, los que eran jefes de sus casas paternas fueron 20.200 hombres valientes. Bilhán fue hijo de Yediael. Y los hijos de Bilhán fueron: Jeús, Benjamín, Ehud, Quenaana, Zetán, Tarsis y Ajisajar. Todos éstos fueron hijos de Yediael, jefes de casas paternas: 17.200 hombres valientes que salían para combatir en la guerra. Supim y Hupim fueron hijos de Ir. Husim fue hijo de Ajer. Los hijos de Neftalí fueron: Yajzeel, Guni, Jezer y Salum, hijos de Bilha. Los hijos de Manasés fueron: Asriel, al cual dio a luz su concubina siria. Ella también dio a luz a Maquir, padre de Galaad. Maquir tomó mujer para Hupim y Supim. Su hermana se llamaba Maaca. El nombre del segundo era Zelofejad, quien sólo tuvo hijas. Maaca, mujer de Maquir, dio a luz otro hijo y lo llamó Peres. El nombre de su hermano fue Seres, cuyos hijos fueron Ulam y Requem. Hijo de Ulam fue Bedán. Estos fueron hijos de Galaad hijo de Maquir, hijo de Manasés. Su hermana Hamolequet dio a luz a Isjod, a Abiezer y a Majla. Los hijos de Semida fueron: Ajián, Siquem, Licji y Aniam. Los hijos de Efraín fueron: Sutélaj, Bequer su hijo, Tajat su hijo, Elada su hijo, Tajat su hijo, Zabad su hijo, Sutélaj su hijo, Ezer y Elad. Pero los hombres de Gat, naturales de aquella tierra, los mataron, porque bajaron para quitarles sus ganados. Entonces su padre Efraín hizo duelo durante muchos días, y sus hermanos fueron a consolarlo. Después se unió a su mujer, y ella concibió y dio a luz un hijo, al cual le puso por nombre Bería, porque había estado en aflicción en su casa. Su hija fue Seera, la cual edificó Bet-jorón Baja y Alta, y Uzen-seera. Réfaj fue su hijo, Resef su hijo, Télaj su hijo, Taján su hijo, Ladán su hijo, Amihud su hijo, Elisama su hijo, Nun su hijo y Josué su hijo. Su posesión y sus lugares de residencia fueron Betel con sus aldeas, Naarán hacia el este, y Gezer con sus aldeas hacia el oeste. Asimismo, Siquem con sus aldeas, hasta Gaza con sus aldeas. Y junto al territorio de los hijos de Manasés, Bet-seán con sus aldeas, Taanac con sus aldeas, Meguido con sus aldeas y Dor con sus aldeas. En estos lugares habitaron los hijos de José hijo de Israel. Los hijos de Aser fueron: Imna, Isva, Isvi, Bería y su hermana Séraj. Los hijos de Bería fueron Heber y Malquiel, el cual fue padre de Birzavit. Heber engendró a Jaflet, a Semer, a Hotam y a Súa, la hermana de ellos. Los hijos de Jaflet fueron: Pasac, Bimhal y Asvat; éstos fueron hijos de Jaflet. Los hijos de Semer fueron: Aji, Rohga, Juba y Aram. Los hijos de su hermano Helem fueron: Zófaj, Imna, Seles y Amal. Los hijos de Zófaj fueron: Súa, Harnefer, Sual, Beri, Imra, Beser, Hod, Sama, Silsa, Jeter y Beera. Los hijos de Jeter fueron: Jefone, Pispa y Ara. Los hijos de Ula fueron: Araj, Haniel y Rizia. Todos éstos fueron hijos de Aser, jefes de casas paternas, escogidos y valerosos soldados, jefes de príncipes. Y contados en sus registros genealógicos, para el servicio en la batalla, fueron 26.000 hombres. Benjamín engendró a Bela su primogénito, a Asbel el segundo, a Ajara el tercero, a Noja el cuarto y a Rafa el quinto. Los hijos de Bela fueron: Adar, Gera, Abihud, Abisúa, Naamán, Ajóaj, Gera, Sefufán y Huram. Estos son los hijos de Ehud (éstos fueron jefes de casas paternas que habitaron en Geba y fueron llevados cautivos a Manajat): Naamán, Ajías y Gera. Este los condujo cautivos y engendró a Uza y a Ajihud. Sajaraim engendró hijos en los campos de Moab, después que repudió a Husim y a Baara, que eran sus mujeres. De Hodes su mujer engendró a Jobab, a Sibia, a Mesa, a Malcam, a Jeuz, a Saquías y a Mirma. Estos fueron sus hijos, jefes de casas paternas. También de Husim engendró a Abitob y a Elpaal. Los hijos de Elpaal fueron: Heber, Misam, Semed (el cual edificó Ono y Lod con sus aldeas), Bería y Sema, que fueron jefes de las casas paternas de los habitantes de Ajalón, y echaron a los habitantes de Gat. Ajío, Sasac, Jeremot, Zebadías, Arad, Ader, Micael, Ispa y Yoja fueron hijos de Bería. Zebadías, Mesulam, Hizqui, Heber, Ismerai, Jeslías y Jobab fueron hijos de Elpaal. Jaquim, Zicri, Zabdi, Elioenai, Ziletai, Eliel, Adaías, Beraías y Simrat fueron hijos de Simei. Ispán, Heber, Eliel, Abdón, Zicri, Hanán, Ananías, Elam, Anatotías, Ifdaías y Penuel fueron hijos de Sasac. Samserai, Sejarías, Atalías, Jaresías, Elías y Zicri fueron hijos de Jerojam. Estos fueron jefes de las casas paternas, según sus generaciones, y estos jefes habitaron en Jerusalén. Y en Gabaón habitaba el padre de Gabaón. El nombre de su mujer era Maaca. Su hijo primogénito fue Abdón; luego nacieron Zur, Quis, Baal, Nadab, Gedor, Ajío, Zacarías y Miclot, quien engendró a Simea. Ellos también habitaban en Jerusalén con sus hermanos, frente a ellos. Ner engendró a Quis, y Quis engendró a Saúl. Saúl engendró a Jonatán, a Malquisúa, a Abinadab y a Es-baal. Merib-baal fue hijo de Jonatán; y Merib-baal engendró a Micaías. Los hijos de Micaías fueron: Pitón, Melec, Tarea y Acaz. Acaz engendró a Joada; y Joada engendró a Alémet, a Azmávet y a Zimri. Zimri engendró a Mosa. Mosa engendró a Bina, cuyo hijo fue Rafa, cuyo hijo fue Elasa, cuyo hijo fue Azel. Los hijos de Azel fueron seis, cuyos nombres fueron: Azricam, Bocru, Ismael, Searías, Abdías y Hanán; todos éstos fueron hijos de Azel. Los hijos de Esec, su hermano, fueron: Ulam su primogénito, Jeús el segundo y Elifelet el tercero. Los hijos de Ulam fueron hombres valientes, que manejaban el arco, los cuales tuvieron muchos hijos y nietos, 150 en total. Todos éstos fueron de los hijos de Benjamín. Todo Israel fue registrado según las genealogías. He aquí que están inscritos en el libro de los reyes de Israel. Los de Judá fueron llevados cautivos a Babilonia por su infidelidad. Los primeros que volvieron a habitar en sus propiedades, en sus ciudades, fueron los israelitas, los sacerdotes, los levitas y los servidores del templo. En Jerusalén se establecieron algunos de los hijos de Judá, de los hijos de Benjamín, y de los hijos de Efraín y de Manasés: Utai hijo de Amihud, hijo de Omri, hijo de Imri, hijo de Bani, de los hijos de Fares, hijo de Judá. De los silonitas, Asaías el primogénito y sus hijos. De los hijos de Zéraj, Jeuel y sus hermanos; fueron 690. De los hijos de Benjamín: Salú hijo de Mesulam, hijo de Hodavías, hijo de Hasenúa; Ibneías hijo de Jerojam; Ela hijo de Uzi, hijo de Micri; Mesulam hijo de Sefatías, hijo de Reuel, hijo de Ibnías; y sus hermanos, según sus generaciones; fueron 956. Todos estos hombres fueron jefes de familia en sus casas paternas. De los sacerdotes: Jedaías, Joyarib, Jaquín; Azarías hijo de Hilquías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitob, principal de la casa de Dios; Adaías hijo de Jerojam, hijo de Pasjur, hijo de Malquías; Masai hijo de Adiel, hijo de Jazera, hijo de Mesulam, hijo de Mesilemit, hijo de Imer; y sus hermanos, jefes de sus casas paternas; fueron 1.760, hombres de valor para la obra del servicio de la casa de Dios. De los levitas: Semaías hijo de Hasub, hijo de Azricam, hijo de Hasabías, de los hijos de Merari; Bacbacar, Heres, Galal; Matanías hijo de Micaías, hijo de Zicri, hijo de Asaf; Abdías hijo de Semaías, hijo de Galal, hijo de Jedutún; Berequías hijo de Asa, hijo de Elcana, el cual habitó en las aldeas de los netofatitas. Y los porteros fueron: Salum, Acub, Talmón, Ajimán y sus hermanos. Salum era el jefe. Hasta ahora están estos porteros de los campamentos de los hijos de Leví en la puerta del rey, que está al este. Salum hijo de Coré, hijo de Ebiasaf, hijo de Coré; y sus hermanos los coreítas, de su casa paterna, estuvieron a cargo de la obra del servicio, guardando las puertas del tabernáculo, así como sus padres guardaron la entrada del campamento de Jehovah. Fineas hijo de Eleazar fue previamente el principal de ellos, y Jehovah estaba con él. Zacarías hijo de Meselemías era portero a la entrada del tabernáculo de reunión. Todos estos escogidos para ser guardias de las puertas eran 212 cuando fueron contados en sus aldeas, según sus registros genealógicos. A ellos los instalaron en sus funciones David y Samuel el vidente. Así ellos y sus hijos fueron porteros por turno en la casa de Jehovah, es decir, en la casa del tabernáculo. Los porteros estaban en los cuatro puntos cardinales: en el este, en el oeste, en el norte y en el sur. Sus hermanos que estaban en sus aldeas venían de tiempo en tiempo, para estar con éstos durante siete días. Pero los cuatro jefes de los porteros, que eran levitas, estaban en puestos de confianza, a cargo de las cámaras y de los tesoros de la casa de Dios. Estos pasaban la noche alrededor de la casa de Dios, porque estaban encargados de guardarla y de abrirla cada mañana. Algunos de ellos estaban encargados de los utensilios para el culto, los cuales eran contados cuando los guardaban y contados cuando los sacaban. Otros habían sido encargados de los utensilios, de todos los utensilios del santuario, de la harina, del vino, del aceite, del incienso y de las especias aromáticas. Algunos de los hijos de los sacerdotes preparaban la mezcla de las especias aromáticas. Matatías, uno de los levitas, primogénito de Salum el coreíta, estaba encargado de las cosas que se preparaban en la sartén. Algunos de los hijos de Cohat y de sus hermanos estaban encargados del pan de la presentación, el cual ponían en orden cada sábado. Y los que eran cantores, jefes de casas paternas de los levitas, estaban en las cámaras, exentos de otros servicios; porque de día y de noche estaban en este quehacer. Estos eran jefes de casas paternas de los levitas, según sus generaciones. Estos jefes habitaban en Jerusalén. En Gabaón habitaba Jeiel, padre de Gabaón. El nombre de su mujer era Maaca. Su hijo primogénito fue Abdón; luego nacieron Zur, Quis, Baal, Ner, Nadab, Gedor, Ajío, Zacarías y Miclot. Miclot engendró a Simeam. Ellos también habitaban en Jerusalén con sus hermanos, frente a ellos. Ner engendró a Quis, y Quis engendró a Saúl. Saúl engendró a Jonatán, a Malquisúa, a Abinadab y a Es-baal. Merib-baal fue hijo de Jonatán. Y Merib-baal engendró a Micaías. Los hijos de Micaías fueron: Pitón, Melec, Tarea y Acaz. Acaz engendró a Joada; Joada engendró a Alémet, a Azmávet y a Zimri. Zimri engendró a Mosa; Mosa engendró a Bina, cuyo hijo fue Refaías, cuyo hijo fue Elasa, cuyo hijo fue Azel. Los hijos de Azel fueron seis, cuyos nombres son: Azricam, Bocru, Ismael, Searías, Abdías y Hanán. Estos fueron los hijos de Azel. Los filisteos combatieron contra Israel, y los hombres de Israel huyeron delante de los filisteos y cayeron muertos en el monte Gilboa. Los filisteos persiguieron de cerca a Saúl y a sus hijos; y mataron a Jonatán, a Abinadab y a Malquisúa, hijos de Saúl. La batalla arreció contra Saúl, y los que tiran con el arco lo encontraron; y fue herido gravemente por los arqueros. Entonces Saúl dijo a su escudero: "Saca tu espada y atraviésame con ella, no sea que vengan esos incircuncisos y hagan mofa de mí." Pero su escudero no quiso, porque tenía mucho miedo. Entonces Saúl tomó la espada y se dejó caer sobre ella. Al ver su escudero que Saúl estaba muerto, él también se dejó caer sobre su espada y murió. Así murió Saúl, y sus tres hijos y todos los de su casa murieron junto con él. Y al ver todos los hombres de Israel que estaban en el valle que los de Israel habían huido, y que Saúl y sus hijos habían muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron. Entonces los filisteos fueron y habitaron en ellas. Aconteció que al día siguiente, cuando los filisteos fueron para despojar a los muertos, hallaron a Saúl y a sus hijos caídos en el monte Gilboa. Le despojaron, tomaron su cabeza y sus armas, y enviaron mensajeros por toda la tierra de los filisteos para dar la buena noticia a sus ídolos y al pueblo. Después pusieron sus armas en el templo de sus dioses, y clavaron su cabeza en el templo de Dagón. Cuando todos los de Jabes, en Galaad, oyeron todo lo que los filisteos habían hecho con Saúl, todos los hombres valientes se levantaron y tomaron el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos, y los llevaron a Jabes. Enterraron sus restos debajo de la encina en Jabes y ayunaron siete días. Así murió Saúl por la infidelidad que cometió contra Jehovah, respecto a la palabra de Jehovah, la cual no guardó, y porque consultó a quien evoca a los muertos pidiendo consejo, en lugar de pedir consejo a Jehovah. Por esta causa él le hizo morir y transfirió el reino a David hijo de Isaí. Entonces todos los de Israel acudieron a David, en Hebrón, y le dijeron: "He aquí, nosotros somos hueso tuyo y carne tuya. En tiempos pasados, cuando Saúl aún reinaba, tú eras quien sacaba y hacía volver a Israel. Y Jehovah tu Dios te dijo: ‘Tú pastorearás a mi pueblo Israel, y serás el soberano de mi pueblo Israel.’" Fueron, pues, todos los ancianos de Israel al rey, en Hebrón. Y David hizo un pacto con ellos en Hebrón, delante de Jehovah. Entonces ungieron a David como rey sobre Israel, conforme a la palabra de Jehovah por medio de Samuel. Entonces David, con todo Israel, fue a Jerusalén, la cual es Jebús, donde estaban los jebuseos, habitantes de aquella tierra. Y los habitantes de Jebús dijeron a David: "Tú no entrarás acá." Sin embargo, David tomó la fortaleza de Sion, que es la Ciudad de David. Y dijo David: "El que ataque primero a los jebuseos será cabeza y jefe." Entonces Joab, hijo de Sarvia, subió primero y fue hecho jefe. David habitó en la fortaleza, y por eso la llamaron la Ciudad de David. El edificó la ciudad alrededor, desde Milo hasta los alrededores. Y Joab restauró el resto de la ciudad. David iba engrandeciéndose más y más, y Jehovah de los Ejércitos estaba con él. Estos son los principales de los valientes que tenía David, los que junto con todo Israel le dieron apoyo en su reinado, para hacerle rey, conforme a la palabra de Jehovah respecto a Israel. Esta es la lista de los valientes que tenía David: Jasobeam hijo de Hacmoni era jefe de los treinta. El blandió su lanza contra 300, y los mató de una sola vez. Después de él estaba Eleazar hijo de Dodo, el ajojita. El era uno de los tres valientes, que estaba con David en Pas-damim cuando los filisteos se reunieron allí para la batalla. Había una parcela de tierra llena de cebada. El pueblo había huido ante los filisteos, pero él se puso firme en medio de la parcela y la defendió, derrotando a los filisteos. Y Jehovah les dio una gran victoria. Tres de los treinta principales descendieron hasta la peña donde estaba David, en la cueva de Adulam, mientras el ejército de los filisteos acampaba en el valle de Refaím. David estaba entonces en la fortaleza, y un destacamento de los filisteos estaba en Belén. Entonces David sintió un vivo deseo y dijo: "¡Quién me diera de beber agua de la cisterna de Belén, que está junto a la puerta!" Entonces los tres irrumpieron en el campamento de los filisteos y sacaron agua de la cisterna de Belén, que estaba junto a la puerta. Se la llevaron y la presentaron a David. Pero David no la quiso beber, sino que la derramó como una libación a Jehovah, diciendo: "¡Lejos esté de mí, oh Dios mío, el hacer esto! ¿He de beber yo la sangre de estos hombres que fueron con riesgo de sus vidas? Porque la han traído con riesgo de sus vidas." Y no quiso beberla. Estas cosas hicieron los tres valientes. Abisai, hermano de Joab, era el jefe de los treinta. El blandió su lanza contra 300 y los mató, y tuvo renombre junto con los tres. Entre los treinta, él era el más respetado y fue su jefe; pero no fue incluido entre los tres. Benaías hijo de Joyada era hijo de un hombre valeroso de Cabseel, de grandes hazañas. El mató a los dos héroes de Moab. El descendió y mató un león dentro de una cisterna, un día de nieve. El también mató a un egipcio, hombre de 5 codos de estatura. El egipcio tenía en su mano una lanza como un rodillo de telar, y Benaías salió a su encuentro con un palo, pero arrebató la lanza de la mano del egipcio y lo mató con su propia lanza. Estas cosas hizo Benaías hijo de Joyada y tuvo renombre junto con los tres valientes. He aquí que era el más respetado de los treinta, pero no llegó a estar entre los tres. David lo puso al frente de su guardia personal. Y los valientes eran: Asael, hermano de Joab; Eljanán hijo de Dodo, de Belén; Samot el harorita; Heles el pelonita; Ira hijo de Iques, de Tecoa; Abiezer, de Anatot; Sibecai, de Husa; Ilai el ajojita; Maharai, de Netofa; Heled hijo de Baaná, de Netofa; Itai hijo de Ribai, de Gabaa de los hijos de Benjamín; Benaías, de Piratón; Hurai, de los arroyos de Gaas; Abiel, de Arabá; Azmávet el barjumita; Eliaba, de Saalbín; los hijos de Hasem el gizonita; Jonatán hijo de Sage el hararita; Ajiam hijo de Sacar el hararita; Elifal hijo de Ur; Hefer el mequeratita; Ajías el pelonita; Hezro, de Carmel; Naarai hijo de Ezbai; Joel, hermano de Natán; Mibjar hijo de Hagrai; Selec el amonita; Najarai, de Beerot, escudero de Joab, hijo de Sarvia; Ira, de Jatir; Gareb, de Jatir; Urías el heteo; Zabad hijo de Ajlai; Adina hijo de Siza el rubenita, jefe de los rubenitas, y treinta con él; Hanán, hijo de Maaca; Josafat el mitnita; Uzías, de Astarot; Sama y Jeiel, hijos de Hotam, de Aroer; Yediael hijo de Simri y su hermano Yoja el tizita; Eliel, de Majanaim; Jeribai y Josavías, hijos de Elnaam; Itma el moabita; Eliel, Obed y Jaasiel el mesobaíta. Estos son los que fueron hasta David en Siclag, cuando él estaba exiliado por causa de Saúl hijo de Quis. Ellos estaban entre los valientes que le ayudaron en la batalla. Estaban armados con arcos y usaban tanto la mano derecha como la izquierda para tirar piedras con la honda y flechas con el arco. De los hermanos de Saúl, de Benjamín: El jefe Ajiezer y Joás, hijos de Semaa, de Gabaa; Jeziel y Pelet, hijos de Azmávet; Beraca y Jehú el anatotita; Ismaías, de Gabaón, valiente entre los treinta y jefe de los treinta; Jeremías, Yajaziel, Johanán; Jozabad, de Gedera; Eluzai, Jerimot, Bealías, Semarías, Sefatías el harifita, Elcana, Isías, Azareel, Joezer y Jasobeam, coreítas; Joela y Zebadías, hijos de Jerojam, de Gedor. También de los de Gad se pasaron a David en la fortaleza en el desierto algunos guerreros valientes, hombres entrenados para la batalla, que manejaban el escudo y la lanza. Sus caras eran como caras de leones, y eran veloces como las gacelas sobre las montañas. Ellos eran: Ezer el jefe, Abdías el segundo, Eliab el tercero, Mismana el cuarto, Jeremías el quinto, Atai el sexto, Eliel el séptimo, Johanán el octavo, Elzabad el noveno, Jeremías el décimo, y Macbanai el undécimo. Estos fueron jefes del ejército de los hijos de Gad. El menor podía hacer frente a cien hombres; y el mayor, a mil. Estos fueron los que cruzaron el Jordán en el mes primero, cuando se había desbordado sobre todas sus riberas; e hicieron huir a todos los de los valles al oriente y al occidente. Asimismo, algunos de los hijos de Benjamín y de Judá fueron a David, a la fortaleza. David salió a recibirles y les habló diciendo: —Si habéis venido a mí con actitud pacífica y para ayudarme, estoy listo para tener alianza con vosotros. Pero si es para traicionarme a favor de mis enemigos, estando mis manos libres de violencia, que el Dios de nuestros padres lo vea y lo demande. Entonces el Espíritu invistió a Amasai, jefe de los treinta, quien dijo: —¡Por ti, oh David, y contigo, oh hijo de Isaí! ¡Paz! ¡Paz contigo, y paz con los que te ayudan, porque tu Dios también te ayuda! David los aceptó y los puso entre los jefes de la tropa. También algunos de Manasés se pasaron a David, cuando éste fue con los filisteos a la batalla contra Saúl. (Pero no les ayudaron, porque por consejo, los gobernantes de los filisteos lo despidieron, diciendo: "¡Con nuestras cabezas se pasará a su señor Saúl!") Así que, al volver a Siclag, se pasaron a él de los de Manasés: Adnaj, Jozabad, Yediael, Micael, Jozabad, Elihú y Ziletai, jefes de millares de Manasés. Estos vinieron en ayuda de David contra la banda armada, porque todos eran hombres valientes. Y llegaron a ser jefes del ejército. Porque día tras día llegaban a David para ayudarle, hasta que se hizo un gran ejército, como un ejército de Dios. Estos son los totales de los hombres listos para la guerra, que fueron a David, en Hebrón, para transferirle el reino de Saúl, conforme a la palabra de Jehovah: De los hijos de Judá, 6.800 hombres listos para la guerra, los cuales portaban escudo y lanza. De los hijos de Simeón, 7.100 hombres valientes para la guerra. De los hijos de Leví, 4.600. Asimismo, Joyada, jefe de los descendientes de Aarón, y con él, 3.700. También Sadoc, un joven valiente, con 22 jefes de su casa paterna. De los hijos de Benjamín, hermanos de Saúl, 3.000, pues hasta aquel tiempo la mayor parte de ellos guardaban fidelidad a la casa de Saúl. De los hijos de Efraín, 20.800 hombres valientes e ilustres en sus casas paternas. De la media tribu de Manasés, 18.000, que fueron designados por nombre para ir a proclamar rey a David. De los hijos de Isacar, 200 expertos en entender los tiempos, que sabían lo que Israel debía hacer y cuyas órdenes seguían todos sus hermanos. De Zabulón, 50.000 hombres aptos para la guerra, listos para la batalla con todo tipo de armas de guerra, dispuestos a prestar ayuda a David con todo el corazón. De Neftalí, 1.000 principales, y con ellos 37.000 con escudo y lanza. De Dan, 28.600 hombres dispuestos para la batalla. De Aser, 40.000 hombres aptos para la guerra, dispuestos para la batalla. Del otro lado del Jordán, de Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés, 120.000 hombres armados con todo tipo de armas de guerra. Todos estos hombres de guerra, listos para la batalla, fueron a Hebrón con corazón sincero para proclamar a David rey sobre todo Israel. Todos los demás de Israel participaban también del mismo sentir para proclamar rey a David. Y estuvieron allí con David tres días comiendo y bebiendo, porque sus hermanos habían provisto para ellos. También los que les eran vecinos, hasta Isacar, Zabulón y Neftalí, llevaron alimentos en asnos, camellos, mulos y bueyes, provisiones de harina, tortas de higos, tortas de pasas, vino, aceite, vacas y ovejas en abundancia, porque había alegría en Israel. Entonces David consultó con los jefes de millares y de centenas y con todos los oficiales. Y dijo David a toda la congregación de Israel: "Si os parece bien y si es la voluntad de Jehovah nuestro Dios, enviemos mensajeros a todas partes, para llamar a nuestros hermanos que han quedado en todas las tierras de Israel y con ellos a los sacerdotes y levitas que están en sus ciudades y campos de alrededor, para que se reúnan con nosotros, y traigamos hasta nosotros el arca de nuestro Dios, porque en el tiempo de Saúl no le consultamos." Toda la congregación dijo que se hiciese así, porque el asunto pareció bien a todo el pueblo. Entonces David reunió a todo Israel, desde Sijor en Egipto hasta Lebo-hamat, para traer de Quiriat-jearim el arca de Dios. David subió con todo Israel a Baala, es decir, a Quiriat-jearim, que pertenece a Judá, para subir desde allí el arca de Dios, Jehovah, que tiene su trono entre los querubines, sobre la cual es invocado su nombre. Luego colocaron el arca de Dios sobre una carreta nueva, y se la llevaron de la casa de Abinadab. Uza y Ajío guiaban la carreta. David y todo Israel se regocijaban delante de Dios, con todas sus fuerzas, con canciones, arpas, liras, panderetas, címbalos y trompetas. Cuando llegaron a la era de Quidón, Uza extendió su mano al arca para sujetarla, porque los bueyes tropezaron. Entonces el furor de Jehovah se encendió contra Uza, y lo hirió porque había extendido su mano al arca. Y murió allí, delante de Dios. David se disgustó porque Jehovah había irrumpido contra Uza, y llamó aquel lugar Perez-uza, hasta el día de hoy. Aquel día David tuvo temor de Dios y dijo: "¿Cómo he de traer a mí el arca de Dios?" No llevó, pues, David el arca consigo, a la Ciudad de David. Más bien, la desvió a la casa de Obed-edom el geteo. El arca de Dios quedó con la familia de Obed-edom, en su casa, durante tres meses. Y Jehovah bendijo a la familia de Obed-edom y todo lo que tenía. Entonces Hiram, rey de Tiro, envió mensajeros a David; también madera de cedro, albañiles y carpinteros para edificarle una casa. Entonces David comprendió que Jehovah le había confirmado como rey sobre Israel y que había enaltecido su reino por amor a su pueblo Israel. Entonces David tomó más mujeres en Jerusalén y engendró más hijos e hijas. Estos son los nombres de los que le nacieron en Jerusalén: Samúa, Sobab, Natán, Salomón, Ibjar, Elisúa, Elpelet, Noga, Néfeg, Jafía, Elisama, Beeliada y Elifelet. Cuando los filisteos oyeron que David había sido ungido rey sobre todo Israel, subieron todos los filisteos en busca de David. Cuando David oyó esto, salió contra ellos. Los filisteos llegaron y se extendieron por el valle de Refaím. Entonces David consultó a Dios diciendo: —¿Subiré contra los filisteos? ¿Los entregarás en mi mano? Y Jehovah le respondió: —Sube, porque los entregaré en tu mano. Subieron a Baal-perazim, y allí los derrotó David. Entonces dijo David: —¡Dios ha irrumpido contra mis enemigos por mi mano, como irrumpen las aguas! Por eso llamaron el nombre de aquel lugar Baal-perazim. Los filisteos abandonaron allí sus dioses, y David ordenó que fuesen quemados. Los filisteos volvieron a extenderse por el valle. Entonces David volvió a consultar a Dios, y Dios le dijo: —No subas tras ellos, sino rodéalos y alcánzalos frente a los árboles de bálsamo. Y sucederá que cuando escuches el sonido de una marcha en las copas de los árboles, sal a la batalla; porque Dios saldrá delante de ti para derrotar al ejército de los filisteos. David hizo como Dios le había mandado, y derrotaron al ejército de los filisteos desde Gabaón hasta Gezer. La fama de David se divulgó por todos los países. Y Jehovah hizo que todas las naciones temieran a David. David construyó casas para sí en la Ciudad de David, y edificó un lugar para el arca de Dios y le levantó una tienda. Entonces dijo David: "El arca de Dios no debe ser traída sino por los levitas, porque a ellos ha elegido Jehovah para que lleven el arca de Jehovah y le sirvan perpetuamente." David congregó a todo Israel en Jerusalén para hacer subir el arca de Jehovah al lugar que había preparado para ella. David reunió también a los hijos de Aarón y a los levitas: De los hijos de Cohat el principal era Uriel, y sus hermanos eran 120. De los hijos de Merari, el principal era Asaías, y sus hermanos, 220. De los hijos de Gersón, el principal era Joel, y sus hermanos, 130. De los hijos de Elizafán, el principal era Semaías, y sus hermanos, 200. De los hijos de Hebrón, el principal era Eliel, y sus hermanos, 80. De los hijos de Uziel, el principal era Aminadab, y sus hermanos, 112. Entonces David llamó a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, y a los levitas Uriel, Asaías, Joel, Semaías, Eliel y Aminadab, y les dijo: "Vosotros que sois los jefes de las casas paternas de los levitas, purificaos junto con vuestros hermanos, y haced subir el arca de Jehovah Dios de Israel al lugar que le he preparado. Porque por no haber estado vosotros la primera vez, Jehovah nuestro Dios irrumpió contra nosotros; pues no le consultamos de acuerdo con lo establecido." Los sacerdotes y los levitas se purificaron para traer el arca de Jehovah Dios de Israel. Y los hijos de los levitas trajeron el arca de Dios sobre sus hombros, puesta en las varas, como había mandado Moisés, conforme a la palabra de Jehovah. Asimismo, David dijo a los principales de los levitas que designaran de sus hermanos a cantores, con instrumentos musicales: liras, arpas y címbalos resonantes, y que levantasen la voz con alegría. Entonces los levitas nombraron a Hemán hijo de Joel; y de sus hermanos a Asaf hijo de Berequías; y de los hijos de Merari, sus hermanos, a Eitán hijo de Cusaías. Con ellos estaban sus hermanos, de segundo orden: los porteros Zacarías, Jaaziel, Semiramot, Yejiel, Uni, Eliab, Benaías, Maasías, Matatías, Elifelehu, Micnías, Obed-edom y Jeiel. Los músicos Hemán, Asaf y Eitán hacían sonar címbalos de bronce. Zacarías, Jaaziel, Semiramot, Yejiel, Uni, Eliab, Maasías y Benaías tocaban liras sobre Alamot. Matatías, Elifelehu, Micnías, Obed-edom, Jeiel y Azazías tocaban arpas sobre Seminit, para dirigir. Quenanías, jefe de los levitas, daba instrucciones en el canto, porque era entendido en ello. Berequías y Elcana eran guardianes del arca. Los sacerdotes Sebanías, Josafat, Natanael, Amasai, Zacarías, Benaías y Eliezer tocaban las trompetas delante del arca de Dios. Obed-edom y Yejías eran también guardianes del arca. Entonces David, los ancianos de Israel y los jefes de los millares fueron para hacer subir con regocijo el arca del pacto de Jehovah desde la casa de Obed-edom. Y sucedió que cuando Dios ayudó a los levitas que llevaban el arca del pacto de Jehovah, ellos sacrificaron siete toros y siete carneros. David estaba vestido con una túnica de lino fino, así como todos los levitas que llevaban el arca, los cantores y Quenanías, el director del canto de los cantores. David llevaba también un efod de lino sobre sí. De esta manera, todo Israel subía el arca del pacto de Jehovah, con gritos de júbilo y con sonido de corneta, con trompetas, con címbalos resonantes, con liras y con arpas. Y sucedió que cuando el arca del pacto de Jehovah llegó a la Ciudad de David, Mical hija de Saúl miró por la ventana; y al ver al rey David bailando y regocijándose, lo menospreció en su corazón. Así trajeron el arca de Dios y la colocaron en medio de la tienda que David había erigido para ella. Luego ofrecieron holocaustos y sacrificios de paz delante de Dios. Cuando David acabó de ofrecer los holocaustos y los sacrificios de paz, bendijo al pueblo en el nombre de Jehovah. Entonces repartió a todos los de Israel, tanto a hombres como a mujeres, a cada uno una torta de pan, una de dátiles y una de pasas. También puso delante del arca de Jehovah a servidores de entre los levitas para que invocasen, dieran gracias y alabasen a Jehovah Dios de Israel: Asaf era el jefe; el segundo después de él era Zacarías; y luego Jeiel, Semiramot, Yejiel, Matatías, Eliab, Benaías, Obed-edom y Jeiel, con instrumentos, arpas y liras. Asaf tocaba los címbalos resonantes. También los sacerdotes Benaías y Yajaziel tocaban continuamente las trompetas delante del arca del pacto de Dios. Aquel mismo día, por primera vez, David ordenó cantar este salmo de acción de gracias a Jehovah, por medio de Asaf y sus hermanos: ¡Dad gracias a Jehovah! ¡Invocad su nombre! Dad a conocer entre los pueblos sus hazañas. Cantadle, cantadle salmos; hablad de todas sus maravillas. Gloriaos en su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan a Jehovah. Buscad a Jehovah y su poder; buscad continuamente su rostro. Acordaos de las maravillas que ha hecho, de sus prodigios y de los juicios de su boca, oh vosotros, descendientes de Israel, su siervo; hijos de Jacob, sus escogidos. El es Jehovah, nuestro Dios; en toda la tierra están sus juicios. Acordaos para siempre de su pacto—de la palabra que mandó para mil generaciones—, el cual hizo con Abraham, y de su juramento a Isaac. El lo confirmó a Jacob por estatuto, como pacto sempiterno a Israel, diciendo: "A ti daré la tierra de Canaán, como la porción que poseeréis." Cuando eran pocos en número, muy pocos y forasteros en ella; cuando andaban de nación en nación y de un reino a otro pueblo, no permitió que nadie los oprimiese; más bien, por causa de ellos castigó a reyes. Dijo: "¡No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas!" ¡Cantad a Jehovah, toda la tierra! Anunciad de día en día su salvación. Contad entre las naciones su gloria, entre todos los pueblos sus maravillas; porque grande es Jehovah, y digno de suprema alabanza. El es temible sobre todos los dioses; porque todos los dioses de los pueblos son ídolos, pero Jehovah hizo los cielos. Gloria y esplendor hay delante de él; poder y alegría hay en su morada. Dad a Jehovah, oh familias de pueblos, dad a Jehovah la gloria y el poder. Dad a Jehovah la gloria debida a su nombre; traed ofrendas y venid ante su presencia; adorad a Jehovah en la hermosura de la santidad; tiemble ante su presencia toda la tierra. Ciertamente ha afirmado el mundo, y no será movido. ¡Alégrense los cielos, y gócese la tierra! Que digan entre las naciones: "¡Jehovah reina!" ¡Ruja el mar y su plenitud! ¡Regocíjese el campo, y todo lo que hay en él! Entonces cantarán con júbilo los árboles del bosque delante de Jehovah, porque él viene para juzgar la tierra. ¡Alabad a Jehovah, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia! Y decid: "¡Sálvanos, oh Dios de nuestra salvación! Reúnenos y líbranos de las naciones, para que confesemos tu santo nombre, para que nos gloriemos en tus alabanzas." ¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, desde la eternidad hasta la eternidad! Y todo el pueblo dijo: "¡Amén!" Y alabó a Jehovah. David dejó allí, delante del arca del pacto de Jehovah, a Asaf y a sus hermanos, para que sirviesen continuamente delante del arca, e hicieran cada cosa en su día; también a Obed-edom y a sus sesenta y ocho hermanos. Y puso como porteros a Obed-edom hijo de Jedutún y a Hosa. Asimismo, puso al sacerdote Sadoc y a sus hermanos los sacerdotes delante del tabernáculo de Jehovah que estaba en el lugar alto de Gabaón, para que ofrecieran holocaustos a Jehovah continuamente en el altar del holocausto, al amanecer y al atardecer, conforme a todo lo que está escrito en la ley de Jehovah que él mandó a Israel. Con ellos estaban Hemán, Jedutún y otros escogidos que fueron designados por nombre, para alabar a Jehovah, porque para siempre es su misericordia. Con ellos estaban Hemán y Jedutún con trompetas, címbalos resonantes y otros instrumentos para el canto de Dios. Y los hijos de Jedutún fueron designados para la puerta. Después todo el pueblo se fue, cada uno a su casa, y David se volvió para bendecir su casa. Aconteció que cuando David ya habitaba en su casa, David dijo al profeta Natán: —He aquí, yo habito en una casa de cedro, mientras que el arca del pacto de Jehovah está bajo una tienda. Y Natán dijo a David: —Haz todo lo que hay en tu corazón, porque Dios está contigo. Pero aconteció que aquella noche vino la palabra de Dios a Natán, diciendo: "Vé y di a mi siervo David que así ha dicho Jehovah: ‘No serás tú el que me edifique una casa en la que yo habite.’ Ciertamente no he habitado en una casa desde el día en que hice subir a Israel, hasta el día de hoy. Más bien, he estado de tienda en tienda, y de tabernáculo en tabernáculo. Dondequiera que he peregrinado con todo Israel, ¿acaso he dicho una palabra a alguno de los jueces de Israel, al que comisioné para apacentar a mi pueblo, preguntando: ‘¿Por qué no me habéis edificado una casa de cedro?’ "Ahora pues, dirás a mi siervo David que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Yo te tomé del prado, de detrás del rebaño, para que fueras el soberano de mi pueblo Israel. He estado contigo por dondequiera que has andado. He eliminado a todos tus enemigos de tu presencia, y haré que tu nombre sea como el nombre de los grandes de la tierra. Asimismo, dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que habite en su lugar sin que sea molestado más, ni los inicuos vuelvan a consumirlo como al comienzo, desde los días en que constituí jueces sobre mi pueblo Israel. Y yo doblegaré a todos tus enemigos. "‘Además, te declaro que Jehovah te edificará casa a ti. Sucederá que cuando se cumplan tus días para que vayas a estar con tus padres, yo levantaré después de ti a un descendiente tuyo, que será uno de tus hijos, y afirmaré su reino. El me edificará una casa, y yo estableceré su trono para siempre. Yo seré para él, padre; y él será para mí, hijo. Y no quitaré de él mi misericordia, como la quité de aquel que te antecedió. Lo estableceré en mi casa y en mi reino para siempre, y su trono será estable para siempre." Natán habló a David conforme a todas estas palabras y conforme a toda esta visión. Entonces entró el rey David, se sentó delante de Jehovah y dijo: "Oh Jehovah Dios, ¿quién soy yo, y qué es mi casa para que me hayas traído hasta aquí? Y esto te ha parecido poco, oh Dios, pues has hablado del futuro de la casa de tu siervo, y me has mirado a mí como a uno de los hombres más excelsos, oh Jehovah Dios. ¿Qué más puede añadir David ante ti, por haber honrado a tu siervo? Pues tú conoces a tu siervo, oh Jehovah. A favor de tu siervo y conforme a tu corazón, has realizado toda esta gran cosa para dar a conocer todas estas grandezas. Oh Jehovah, no hay nadie como tú, ni hay Dios aparte de ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos. "¿Y qué otra nación hay en la tierra como tu pueblo Israel, al cual Dios fue para rescatarlo como pueblo para sí, a fin de darte renombre mediante hechos grandes y temibles, al expulsar las naciones ante tu pueblo que rescataste de Egipto? Has puesto a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre; y tú, oh Jehovah, has venido a ser su Dios. "Ahora pues, oh Jehovah, sea firme para siempre la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, y haz tal como has dicho. Sea firme y engrandecido tu nombre para siempre, a fin de que se diga: ‘Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, es Dios de Israel.’ Que la casa de tu siervo David sea estable delante de ti; porque tú, oh Dios mío, has revelado al oído de tu siervo que le has de edificar casa. Por esto, tu siervo ha hallado valor para orar en tu presencia. Ahora pues, oh Jehovah, tú eres Dios, y has prometido este bien a tu siervo. Y ahora, ten a bien bendecir a la casa de tu siervo, a fin de que permanezca para siempre delante de ti. Porque tú, oh Jehovah, la has bendecido, y será bendita para siempre." Aconteció después de esto que David derrotó a los filisteos y los sometió. Entonces tomó Gat y sus aldeas de mano de los filisteos. También derrotó a los moabitas, y los moabitas fueron hechos siervos de David y le llevaban tributo. También derrotó David a Hadad-ezer, rey de Soba, en Hamat, cuando éste iba a establecer su dominio hasta el río Eufrates. David le capturó 1.000 carros, 7.000 hombres de a caballo y 20.000 hombres de infantería. Y desjarretó David todos los caballos de los carros, pero dejó de ellos los de 100 carros. Los sirios de Damasco fueron para ayudar a Hadad-ezer, rey de Soba; y David hirió a 22.000 hombres de los sirios. Después David instaló puestos militares entre los sirios de Damasco. Así llegaron los sirios a ser siervos de David y le llevaban tributo. Y Jehovah daba la victoria a David por dondequiera que iba. David tomó los escudos de oro que llevaban los servidores de Hadad-ezer y los trajo a Jerusalén. Asimismo, David tomó gran cantidad de bronce de Tibjat y de Cun, ciudades de Hadad-ezer, con que Salomón hizo la fuente de bronce, las columnas y los utensilios de bronce. Cuando Tou, rey de Hamat, oyó que David había derrotado a todo el ejército de Hadad-ezer, rey de Soba, envió a su hijo Adoram al rey David para saludarlo y felicitarlo por haber combatido contra Hadad-ezer y por haberlo derrotado, porque Tou estaba en guerra con Hadad-ezer. Le envió toda clase de objetos de oro, de plata y de bronce, que el rey David también consagró a Jehovah, junto con la plata y el oro que había tomado de todas las naciones: de Edom, de Moab, de los hijos de Amón, de los filisteos y de Amalec. También Abisai, hijo de Sarvia, derrotó a 18.000 hombres de Edom en el Valle de la Sal. El instaló puestos militares en Edom, y todos los edomitas llegaron a ser siervos de David. Y Jehovah daba la victoria a David por dondequiera que iba. David reinaba sobre todo Israel y practicaba el derecho y la justicia con todo su pueblo. Joab, hijo de Sarvia, estaba al mando del ejército. Josafat hijo de Ajilud era el cronista. Sadoc hijo de Ajitob y Abimelec hijo de Abiatar eran los sacerdotes; Savsa era el escriba; Benaías hijo de Joyada estaba al mando de los quereteos y de los peleteos. Y los hijos de David eran los primeros al lado del rey. Aconteció después de esto que murió Najas, rey de los hijos de Amón, y su hijo reinó en su lugar. Entonces David pensó: "Mostraré bondad a Hanún hijo de Najas, porque su padre mostró bondad conmigo." David envió mensajeros para darle el pésame por la muerte de su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron a la tierra de los hijos de Amón, para dar el pésame a Hanún, los jefes de los hijos de Amón dijeron a Hanún: "¿Te parece que David está honrando a tu padre, porque te ha enviado personas que te den el pésame? ¿No habrán venido a ti sus servidores para reconocer, explorar y espiar el país?" Entonces Hanún tomó a los servidores de David, les rapó, cortó sus vestidos por la mitad, hasta el trasero, y los despidió. Fueron e informaron a David acerca de aquellos hombres, y él envió a encontrarles, porque los hombres estaban sumamente avergonzados. El rey mandó que les dijeran: "Permaneced en Jericó hasta que os crezca la barba, y entonces volved." Al ver los hijos de Amón que se habían hecho odiosos a David, Hanún y los hijos de Amón enviaron talentos de plata para tomar a sueldo carros y jinetes de Siria mesopotámica y de los sirios de Maaca y de Soba. Alquilaron 32.000 carros y al rey de Maaca con su pueblo, los cuales vinieron y acamparon frente a Medeba. Los hijos de Amón se reunieron desde sus ciudades y fueron a la batalla. Cuando David oyó esto, envió a Joab con todo el ejército de los valientes. Los hijos de Amón salieron y dispusieron la batalla a la entrada de la ciudad. Y los reyes que habían venido estaban aparte, en el campo. Al ver Joab que el frente de batalla estaba delante y detrás de él, eligió a algunos de entre todos los escogidos de Israel y los dispuso para enfrentar a los sirios. Puso al resto de la gente bajo el mando de su hermano Abisai, y se dispusieron para enfrentar a los hijos de Amón. Y Joab dijo: "Si los sirios son más fuertes que yo, tú me darás auxilio; pero si los hijos de Amón son más fuertes que tú, yo te auxiliaré. Esfuérzate, y luchemos valientemente por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios; y que Jehovah haga lo que le parezca bien." Entonces se acercó Joab, con la gente que estaba con él, para combatir contra los sirios; pero éstos huyeron ante él. Al ver que los sirios habían huido, los hijos de Amón también huyeron ante su hermano Abisai y entraron en la ciudad. Entonces Joab volvió a Jerusalén. Los sirios, al verse derrotados por Israel, enviaron mensajeros y trajeron a los sirios que estaban al otro lado del Río, al frente de los cuales estaba Sofac, jefe del ejército de Hadad-ezer. Cuando se le informó a David, éste reunió a todo Israel; y cruzando el Jordán, fue hacia ellos y dispuso sus escuadrones contra ellos. David dispuso la batalla para enfrentarse con los sirios, y éstos combatieron contra él. Pero los sirios huyeron ante Israel, y David mató de los sirios a 7.000 hombres de los carros y a 40.000 hombres de infantería. También mató a Sofac, jefe del ejército. Al ver los servidores de Hadad-ezer que habían sido derrotados por Israel, hicieron la paz con David y le sirvieron. Y los sirios no quisieron volver a socorrer a los hijos de Amón. Aconteció al año siguiente, en el tiempo en que los reyes suelen salir a la guerra, que Joab condujo las fuerzas del ejército, destruyó la tierra de los hijos de Amón y fue a sitiar Rabá. Pero David se había quedado en Jerusalén. Joab atacó Rabá, y la destruyó. Entonces David tomó la corona de la cabeza de su rey, y halló que pesaba un talento de oro y tenía piedras preciosas. Y fue puesta sobre la cabeza de David. También sacó mucho botín de la ciudad. A la gente que estaba en ella la sacó y la puso a trabajar con sierras, trillos de hierro y hachas. Lo mismo hizo David con todas las ciudades de los hijos de Amón. Luego David regresó con todo el pueblo a Jerusalén. Aconteció después de esto que hubo en Gezer otra batalla contra los filisteos. Entonces Sibecai, de Husa, mató a Sipai, uno de los descendientes de los refaítas. Y ellos fueron sometidos. Hubo otra batalla contra los filisteos. Entonces Eljanán hijo de Jaír mató a Lajmi, hermano de Goliat el geteo, el asta de cuya lanza era como un rodillo de telar. Y hubo otra batalla en Gat, donde había un hombre de gran estatura, el cual tenía seis dedos en cada mano y seis dedos en cada pie, veinticuatro en total. El también era un descendiente de Harafa. El desafió a Israel, pero lo mató Jonatán hijo de Simea, hermano de David. Estos eran descendientes de Harafa en Gat, y cayeron por mano de David y por mano de sus servidores. Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a que hiciese un censo de Israel. David dijo a Joab y a los jefes del ejército: —Id, contad a los de Israel desde Beerseba hasta Dan, y traedme el número de ellos para que yo lo sepa. Pero Joab respondió: —¡Que Jehovah añada a su pueblo cien veces más! Oh rey y señor mío, ¿no son todos siervos de mi señor? ¿Para qué procura mi señor hacer esto? ¿Por qué ha de ser motivo de culpabilidad para Israel? Pero la palabra del rey prevaleció contra Joab. Entonces salió Joab y recorrió todo Israel, y regresó a Jerusalén. Luego Joab dio a David el resultado del censo del pueblo: Todos los hombres de Israel que sacaban espada eran 1.100.000. (Los hombres de Judá que sacaban espada eran 470.000.) Joab no incluyó entre éstos a los levitas ni a los hijos de Benjamín, porque el mandato del rey era detestable a Joab. Este mandato también era malo a los ojos de Dios, quien hirió a Israel. Y David dijo a Dios: —He pecado gravemente al haber hecho esto. Pero ahora, quita, por favor, el pecado de tu siervo, porque he actuado muy neciamente. Entonces Jehovah habló a Gad, vidente de David, diciendo: —Vé y di a David que así ha dicho Jehovah: "Tres cosas te propongo; escoge para ti una de ellas, y yo te la haré." Entonces Gad fue a David y le dijo: —Así ha dicho Jehovah: "Elige para ti tres años de hambre; o ser derrotado durante tres meses ante tus adversarios y que la espada de tus enemigos te alcance; o tres días la espada de Jehovah, es decir, que haya epidemia en el país y el ángel de Jehovah cause destrucción en todo el territorio de Israel." Ahora pues, mira qué he de responder al que me ha enviado. Entonces David dijo a Gad: —Estoy muy angustiado. Por favor, caiga yo en mano de Jehovah, porque grande en extremo es su misericordia. Y no caiga yo en mano de los hombres. Así que Jehovah envió una epidemia a Israel, y cayeron 70.000 hombres de Israel. Dios envió un ángel a Jerusalén para destruirla. Pero cuando iba a destruirla, Jehovah miró y cambió de parecer acerca de aquel mal. Y dijo al ángel que destruía: —¡Basta ya! ¡Detén tu mano! El ángel de Jehovah estaba junto a la era de Ornán el jebuseo. Entonces David alzó sus ojos y vio al ángel de Jehovah que estaba entre el cielo y la tierra, con una espada desenvainada en su mano, extendida sobre Jerusalén. David y los ancianos se postraron sobre sus rostros, cubiertos de cilicio. Y David dijo a Dios: —¿No soy yo el que hizo contar al pueblo? Yo soy el que ha pecado, y en verdad he actuado mal. Pero estas ovejas, ¿qué han hecho? Oh Jehovah, Dios mío, por favor, sea tu mano contra mí y contra mi casa paterna, pero no haya epidemia en tu pueblo. Entonces el ángel de Jehovah ordenó a Gad decir a David que subiera y erigiera un altar a Jehovah en la era de Ornán el jebuseo. David subió, conforme a la palabra que Gad le había hablado en nombre de Jehovah. Ornán se volvió y vio al ángel, y sus cuatro hijos que estaban con él se escondieron. Ornán estaba trillando trigo. Cuando David llegó hasta Ornán, éste miró y vio a David, y saliendo de la era se postró ante David con el rostro en tierra. Entonces David dijo a Ornán: —Dame el lugar de la era para que edifique en él un altar a Jehovah. Dámelo por su justo precio, a fin de que cese la epidemia en el pueblo. Ornán respondió a David: —Tómalo para ti, y haga mi señor el rey lo que le parezca bien. Mira, yo doy los bueyes para el holocausto, los trillos para leña y el trigo para la ofrenda vegetal. Todo lo doy. Pero el rey David respondió a Ornán: —No, sino que por su justo precio lo compraré; porque no tomaré para Jehovah lo que es tuyo, ni ofreceré un holocausto que no me cueste nada. Entonces David dio a Ornán por el lugar el peso de 600 siclos de oro. David edificó allí un altar a Jehovah, y ofreció holocaustos y sacrificios de paz. E invocó a Jehovah, y él le respondió con fuego desde los cielos sobre el altar del holocausto. Jehovah habló al ángel, y éste volvió su espada a la vaina. En aquel tiempo, al ver David que Jehovah le había oído en la era de Ornán el jebuseo, ofreció sacrificios allí. Por aquel entonces, el tabernáculo de Jehovah que Moisés había hecho en el desierto y el altar del holocausto estaban en el lugar alto de Gabaón. David no pudo ir delante de él para consultar a Dios, porque estaba espantado a causa de la espada del ángel de Jehovah. Entonces David dijo: "Aquí estará la casa de Jehovah Dios, y aquí estará el altar del holocausto para Israel." Después David mandó que se reuniesen los extranjeros que habitaban en la tierra de Israel, y designó canteros que labrasen piedras para edificar la casa de Dios. También preparó David una gran cantidad de hierro para los clavos de las hojas de las puertas y para las junturas, y bronce en tal cantidad que no se podía pesar. La madera de cedro era incalculable, porque los sidonios y los tirios habían llevado a David gran cantidad de madera de cedro. Entonces dijo David: "Mi hijo Salomón es joven e inmaduro, y la casa que se ha de edificar a Jehovah ha de ser grande y sublime, para renombre y gloria en todos los países. Yo, pues, haré los preparativos para él." Y antes de su muerte David hizo muchísimos preparativos. Entonces David llamó a su hijo Salomón y le mandó que edificase una casa a Jehovah Dios de Israel. David dijo a Salomón: "Hijo mío, he tenido en mi corazón el anhelo de edificar una casa al nombre de Jehovah mi Dios; pero vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: ‘Tú has derramado mucha sangre y has llevado a cabo grandes guerras. No edificarás una casa a mi nombre, porque has derramado delante de mí mucha sangre en la tierra. Pero he aquí, te nacerá un hijo que será un hombre pacífico, y yo le daré reposo de todos sus enemigos de alrededor. Ciertamente su nombre será Salomón, y en sus días yo daré paz y tranquilidad a Israel. El edificará una casa a mi nombre. El será para mí, hijo; y yo seré para él, padre. Y afirmaré el trono de su reino sobre Israel para siempre.’ "Ahora pues, hijo mío, Jehovah sea contigo. Sé prosperado y edifica la casa de Jehovah tu Dios, como él ha hablado de ti. Que Jehovah te dé inteligencia y entendimiento, para que cuando te comisione sobre Israel guardes la ley de Jehovah tu Dios. Entonces serás prosperado, si cuidas de poner por obra las leyes y los decretos que Jehovah mandó a Moisés para Israel. Esfuérzate, pues, y sé valiente. ¡No temas ni desmayes! He aquí que con grandes esfuerzos he provisto para la casa de Jehovah 100.000 talentos de oro y 1.000.000 de talentos de plata. El bronce y el hierro no pueden ser calculados por su cantidad. También he preparado madera y piedra, a lo cual tú añadirás. Tienes contigo muchos obreros: canteros, albañiles, carpinteros y hombres expertos en toda obra. El oro, la plata, el bronce y el hierro son incalculables. ¡Levántate y actúa! Y que Jehovah sea contigo." Asimismo, David mandó a todos los principales de Israel que diesen ayuda a su hijo Salomón. Y dijo: "¿No está con vosotros Jehovah vuestro Dios? ¿No os ha dado paz por todas partes? Ciertamente él ha entregado en mi mano a los habitantes del país, y la tierra ha sido sometida delante de Jehovah y delante de su pueblo. Dedicad, pues, vuestro corazón y vuestra alma a buscar a Jehovah vuestro Dios. Levantaos y edificad el santuario de Jehovah Dios, para traer el arca del pacto de Jehovah y los utensilios sagrados de Dios a la casa que ha de ser edificada al nombre de Jehovah." Siendo David anciano y lleno de años, proclamó a su hijo Salomón rey sobre Israel. Reunió a todos los principales de Israel, a los sacerdotes y a los levitas. Fueron contados los levitas de 30 años para arriba, y su número, contados uno por uno, fue de 38.000 hombres. Entonces dijo David: "De éstos, 24.000 serán para supervisar la obra de la casa de Jehovah, 6.000 para ser oficiales y jueces, y 4.000 para ser porteros. Otros 4.000 han de alabar a Jehovah con los instrumentos que he hecho para rendir alabanza." David los distribuyó en grupos, de acuerdo a los hijos de Leví: Gersón, Cohat y Merari. De los gersonitas, Ladán y Simei. Los hijos de Ladán fueron tres: Yejiel fue el jefe, y después Zetam y Joel. Los hijos de Simei fueron tres: Selomit, Haziel y Harán. Estos fueron los jefes de las casas paternas de Ladán. Los hijos de Simei fueron: Yajat, Ziza, Jeús y Bería. Estos cuatro fueron los hijos de Simei. Yajat fue el primero, y Ziza el segundo. Pero Jeús y Bería no tuvieron muchos hijos, por lo cual fueron considerados como una casa paterna con una sola función. Los hijos de Cohat fueron cuatro: Amram, Izjar, Hebrón y Uziel. Los hijos de Amrán fueron Aarón y Moisés. Aarón fue separado para ser dedicado para siempre, él y sus hijos, a las cosas más sagradas, para que ofrecieran incienso delante de Jehovah y para que le sirviesen y bendijesen en su nombre para siempre. Los hijos de Moisés, hombre de Dios, fueron contados entre la tribu de Leví. Los hijos de Moisés fueron Gersón y Eliezer. Sebuel hijo de Gersón fue el jefe. Rejabías hijo de Eliezer fue el jefe. Eliezer no tuvo otros hijos, pero los hijos de Rejabías fueron muy numerosos. Selomit hijo de Izjar fue el jefe. Los hijos de Hebrón fueron: Jerías el primero, Amarías el segundo, Yajaziel el tercero y Jecamán el cuarto. Los hijos de Uziel fueron Micaías el primero e Isías el segundo. Los hijos de Merari fueron Majli y Musi. Los hijos de Majli fueron Eleazar y Quis. Eleazar murió sin tener hijos, sino sólo hijas; y los hijos de Quis, sus primos, las tomaron por mujeres. Los hijos de Musi fueron tres: Majli, Eder y Jeremot. Estos fueron los hijos de Leví según sus casas paternas; todos jefes de casas paternas, según fueron contados, en la lista de nombres, uno por uno. Desde los 20 años para arriba, llevaban a cabo la obra del servicio de la casa de Jehovah. David dijo: "Jehovah Dios de Israel ha dado reposo a su pueblo y habitará en Jerusalén para siempre. Y también los levitas no tendrán que transportar el tabernáculo ni ninguno de sus utensilios para su servicio." Así que, conforme a las últimas palabras de David, los hijos de Leví fueron contados, de 20 años para arriba. Ciertamente su deber es estar al lado de los hijos de Aarón, para servir en la casa de Jehovah, en los atrios y en las cámaras, en la purificación de toda cosa consagrada y en lo que se debe hacer en el servicio de la casa de Dios. Ellos disponen los panes de la presentación, la harina fina para la ofrenda vegetal, las galletas sin levadura, lo que se prepara en la sartén, lo que se mezcla y toda medida de capacidad y de longitud. Ejercen su servicio cada amanecer, y asimismo al atardecer, para dar gracias y alabar a Jehovah, y para ofrecer todos los holocaustos a Jehovah los sábados, las lunas nuevas y las demás festividades, continuamente delante de Jehovah, en el número necesario y de acuerdo con lo que ha sido establecido para ellos. Así tienen a su cargo el cuidado del tabernáculo de reunión, el cuidado del santuario y el cuidado de sus hermanos, los hijos de Aarón, en el servicio de la casa de Jehovah. Estos son los grupos de los hijos de Aarón. Los hijos de Aarón fueron: Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar. Nadab y Abihú murieron antes que su padre, y no tuvieron hijos. Y Eleazar e Itamar ejercieron el sacerdocio. David, con Sadoc de los hijos de Eleazar y con Ajimelec de los hijos de Itamar, los organizó según sus funciones en su servicio. Los hijos de Eleazar resultaron ser más numerosos que los de Itamar en cuanto a hombres principales, por lo que los organizaron así: De los hijos de Eleazar había dieciséis jefes de casas paternas, y de los hijos de Itamar había ocho, según sus casas paternas. Los organizaron por sorteo, tanto a los unos como a los otros, pues había oficiales del santuario y oficiales de la casa de Dios entre los hijos de Eleazar y entre los hijos de Itamar. El escriba Semeías hijo de Natanael, de los levitas, los inscribió en presencia del rey, de los magistrados, del sacerdote Sadoc, de Ajimelec hijo de Abiatar y de los jefes de las casas paternas de los sacerdotes y de los levitas. Designaron por sorteo una casa paterna para Eleazar y otra para Itamar. La primera suerte tocó a Joyarib, la segunda a Jedaías, la tercera a Harim, la cuarta a Seorim, la quinta a Malquías, la sexta a Mijamín, la séptima a Cos, la octava a Abías, la novena a Jesúa, la décima a Secanías, la undécima a Eliasib, la duodécima a Jaquim, la decimotercera a Hupa, la decimocuarta a Jesebeab, la decimoquinta a Bilga, la decimosexta a Imer, la decimoséptima a Hezir, la decimoctava a Afses, la decimonovena a Petajías, la vigésima a Ezequiel, la vigesimoprimera a Jaquín, la vigesimosegunda a Gamul, la vigesimotercera a Delaías, la vigesimocuarta a Maazías. Estos fueron distribuidos para el servicio al entrar en la casa de Jehovah, conforme a lo establecido para ellos por medio de su padre Aarón, de la manera que le había mandado Jehovah Dios de Israel. De los hijos de Leví que quedaron, fueron designados: Subael de los hijos de Amram y Jehedías de los hijos de Subael. De Rejabías: Isías era el jefe de los hijos de Rejabías. De los hijos de Izjar, Selomot. De los hijos de Selomot, Yajat. De los hijos de Hebrón: Jerías el primero, Amarías el segundo, Yajaziel el tercero y Jecamán el cuarto. De los hijos de Uziel, Micaías. De los hijos de Micaías, Samir. El hermano de Micaías fue Isías; y de los hijos de Isías, Zacarías. Los hijos de Merari fueron Majli y Musi; y de los hijos de Jaazías, Beno. De los hijos de Merari, a través de Jaazías, Beno, Soham, Zacur e Ibri. De Majli, Eleazar, el cual no tuvo hijos. De Quis, el hijo de Quis fue Jerameel. Los hijos de Musi fueron: Majli, Eder y Jerimot. Estos fueron los hijos de los levitas, conforme a sus casas paternas. Estos también participaron en el sorteo, como sus hermanos los hijos de Aarón, tanto los jefes de casas paternas como el menor de sus hermanos, en presencia del rey David, de Sadoc, de Ajimelec y de los jefes de las casas paternas de los sacerdotes y de los levitas. Asimismo, David y los jefes del ejército apartaron para el servicio a algunos de los hijos de Asaf, de Hemán y de Jedutún, quienes profetizaban con arpas, liras y címbalos. La lista de ellos, de los hombres que realizaban su servicio fue: De los hijos de Asaf: Zacur, José, Netanías y Asarela. Los hijos de Asaf estaban bajo la dirección de Asaf, quien profetizaba bajo la dirección del rey. De Jedutún, los hijos de Jedutún: Gedalías, Zeri, Jesaías, Simei, Hasabías y Matatías; seis en total. Ellos estaban bajo la dirección de su padre Jedutún, quien profetizaba acompañado de arpa para dar gracias y alabar a Jehovah. De Hemán, los hijos de Hemán: Buquías, Matanías, Uziel, Subael, Jeremot, Ananías, Hanani, Eliata, Gidalti, Romamti-ezer, Josbecasa, Maloti, Hotir y Majaziot. Todos éstos eran hijos de Hemán, vidente del rey, y tenían palabras de Dios, para ensalzar su poder. Dios dio a Hemán catorce hijos y tres hijas. Todos éstos, bajo la dirección de su padre, estaban dedicados a la música en la casa de Jehovah con címbalos, liras y arpas, para el servicio de la casa de Dios. Y Asaf, Jedutún y Hemán estaban bajo la dirección del rey. El número de ellos y de sus hermanos, expertos en la música dedicada a Jehovah, todos maestros, era de 288. Echaron suertes para establecer los turnos del servicio, participando tanto el pequeño como el grande, lo mismo el maestro que el alumno. La primera suerte tocó a José, de los de Asaf. La segunda, a Gedalías, que con sus hermanos y sus hijos eran doce. La tercera, a Zacur, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La cuarta, a Izri, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La quinta, a Netanías, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La sexta, a Buquías, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La séptima, a Jesarela, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La octava, a Jesaías, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La novena a Matanías, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La décima, a Simei, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La undécima, a Azareel, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La duodécima, a Hasabías, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La decimotercera, a Subael, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La decimocuarta, a Matatías, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La decimoquinta, a Jeremot, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La decimosexta, a Ananías, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La decimoséptima, a Josbecasa, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La decimoctava, a Hanani, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La decimonovena, a Maloti, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La vigésima, a Eliata, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La vigesimoprimera, a Hotir, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La vigesimosegunda, a Gidalti, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La vigesimotercera, a Majaziot, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La vigesimocuarta, a Romamti-ezer, que con sus hijos y sus hermanos eran doce. La distribución de los porteros fue así: De los coreítas, Meselemías hijo de Coré, de los hijos de Asaf. Los hijos de Meselemías fueron: Zacarías el primogénito, Yediael el segundo, Zebadías el tercero, Jatniel el cuarto, Elam el quinto, Johanán el sexto, Elioenai el séptimo. Los hijos de Obed-edom fueron: Semaías el primogénito, Jozabad el segundo, Jóaj el tercero, Sacar el cuarto, Natanael el quinto, Amiel el sexto, Isacar el séptimo, Peultai el octavo; porque Dios había bendecido a Obed-edom. También a su hijo Semaías le nacieron hijos que gobernaban en sus casas paternas, porque eran hombres valientes. Los hijos de Semaías fueron: Otni, Rafael, Obed, Elzabad y sus hermanos, hombres valerosos, Elihú y Samaquías. Todos éstos fueron de los hijos de Obed-edom. Ellos, con sus hijos y sus hermanos, hombres robustos y fuertes para el servicio, fueron sesenta y dos de Obed-edom. Los hijos de Meselemías y sus parientes fueron dieciocho hombres valerosos. Los hijos de Hosa, de los hijos de Merari, fueron: Simri el primero (aunque no era el primogénito, su padre lo designó el primero), Hilquías el segundo, Tebalías el tercero y Zacarías el cuarto. Todos los hijos y hermanos de Hosa fueron trece. Estos grupos de porteros, a través de sus hombres principales, tenían los deberes, igual que sus hermanos, de servir en la casa de Jehovah. Echaron suertes para cada puerta, participando tanto el pequeño como el grande, según sus casas paternas. La suerte para la del oriente tocó a Selemías. También incluyeron en el sorteo a su hijo Zacarías, consejero entendido, y le tocó la del norte. A Obed-edom le tocó la del sur, y a sus hijos les tocó la casa de las provisiones. A Supim y a Hosa les tocó la del occidente con la puerta de Salequet, en la calzada que sube. Una guardia estaba frente a la otra guardia: Al oriente había seis levitas, al norte había cuatro por día, al sur había cuatro por día, en la casa de las provisiones se turnaban de dos en dos, en el atrio del occidente había cuatro en la avenida y dos en el atrio mismo. Esta es la distribución de los porteros, descendientes de Coré y de Merari. De los levitas, Ajías estaba encargado de los tesoros de la casa de Dios y de los tesoros de las cosas sagradas. De los hijos de Ladán, de los hijos de los gersonitas a través de Ladán: El jefe de las casas paternas de Ladán el gersonita era Yejiel. Los hijos de Yejiel, Zetam y su hermano Joel, estaban encargados de los tesoros de la casa de Jehovah. De los amramitas, de los izjaritas, de los hebronitas y de los uzielitas, Sebuel hijo de Gersón, hijo de Moisés, era jefe sobre los tesoros. Y sus hermanos, a través de Eliezer: su hijo Rejabías, cuyo hijo fue Jesaías, cuyo hijo fue Joram, cuyo hijo fue Zicri, cuyo hijo fue Selomot. Este Selomot y sus hermanos estaban encargados de todos los tesoros de las cosas sagradas que habían consagrado el rey David, los jefes de las casas paternas, los jefes de millares y de centenas y los jefes del ejército. Las habían consagrado de las batallas y del botín, para mantener la casa de Jehovah. Asimismo, todo lo que habían consagrado el vidente Samuel, Saúl hijo de Quis, Abner hijo de Ner y Joab, hijo de Sarvia, y todo lo que cualquiera consagraba estaba bajo la administración de Selomot y de sus hermanos. De los izjaritas, Quenaanías y sus hijos estaban encargados de la administración externa. Eran oficiales y jueces en Israel. De los hebronitas, Hasabías y sus hermanos, 1.700 hombres de valor, estaban encargados de la administración de Israel en la región occidental del Jordán, en toda la obra de Jehovah y en el servicio del rey. En cuanto a los hebronitas, Jerías era el jefe de los hebronitas, distribuidos según sus clanes y casas paternas. En el año 40 del reinado de David se buscaron, y se hallaron entre ellos hombres valerosos en Jazer de Galaad. Y sus hermanos, hombres de valor, sumaban 2.700 jefes de casas paternas, a los cuales el rey David constituyó sobre los rubenitas, los gaditas y sobre la media tribu de Manasés, tanto para los asuntos de Dios como para los asuntos del rey. Esta es la lista de los hijos de Israel, los jefes de casas paternas, los jefes de millares y de centenas, y sus oficiales que servían al rey en todo lo concerniente a las divisiones del ejército, que entraban y salían cada mes, durante todos los meses del año. Cada división tenía 24.000 hombres. Al frente de la primera división, para el primer mes estaba Jasobeam hijo de Zabdiel. Su división tenía El era de los hijos de Fares y estaba al frente de todos los jefes del ejército para el primer mes. Al frente de la división del segundo mes estaba Dodai el ajojita, y un jefe en su división era Miclot. Su división tenía 24.000 hombres. El tercer jefe del ejército, para el tercer mes, era Benaías, hijo del sumo sacerdote Joyada. Su división tenía 24.000 hombres. Este Benaías era uno de los treinta valientes, y estaba al mando de los treinta. En su división estaba su hijo Amisabad. El cuarto, para el cuarto mes, era Asael, hermano de Joab. Y después de él estaba su hijo Zebadías. Su división tenía 24.000 hombres. El quinto, para el quinto mes, era el jefe Samot el izrajita. Su división tenía 24.000 hombres. El sexto, para el sexto mes, era Ira hijo de Iques, de Tecoa. Su división tenía 24.000 hombres. El séptimo, para el séptimo mes, era Heles el pelonita, de los hijos de Efraín. Su división tenía 24.000 hombres. El octavo, para el octavo mes, era Sibecai, de Husa, de los zerajitas. Su división tenía 24.000 hombres. El noveno, para el noveno mes, era Abiezer, de Anatot, de los de Benjamín. Su división tenía 24.000 hombres. El décimo, para el décimo mes, era Maharai, de Netofa, de los zerajitas. Su división tenía 24.000 hombres. El undécimo, para el undécimo mes, era Benaías, de Piratón, de los hijos de Efraín. Su división tenía El duodécimo, para el duodécimo mes, era Heldai, de Netofa, de Otoniel. Su división tenía 24.000 hombres. Asimismo, al frente de las tribus de Israel estaban: de los rubenitas, el jefe Eliezer hijo de Zicri; de los simeonitas, Sefatías hijo de Maaca; de los levitas, Hasabías hijo de Quemuel; de los aaronitas, Sadoc; de Judá, Elihú, uno de los hermanos de David; de Isacar, Omri hijo de Micael; de Zabulón, Ismaías hijo de Abdías; de Neftalí, Jerimot hijo de Azriel; de los hijos de Efraín, Oseas hijo de Azazías; de la media tribu de Manasés, Joel hijo de Pedaías; de la otra media tribu de Manasés en Galaad, Ido hijo de Zacarías; de Benjamín, Jaaziel hijo de Abner; de Dan, Azareel hijo de Jerojam. Estos fueron los jefes de las tribus de Israel. David no tomó el número de los de 20 años para abajo, porque Jehovah había prometido que él había de multiplicar a Israel como las estrellas del cielo. Joab, hijo de Sarvia, había comenzado a contar, pero no acabó, pues por esto vino la ira sobre Israel. Y el número no fue registrado en el libro de las crónicas del rey David. Azmávet hijo de Adiel era el encargado de los tesoros reales. Jonatán hijo de Uzías, de los almacenes en el campo, en las ciudades, en las aldeas y en las torres. Ezri hijo de Quelub, de los que trabajaban en el cultivo de las tierras. Simei, de Ramá, de las viñas. Zabdías el sifmita, del producto de las viñas para las bodegas. Baal-janán, de Gedera, de los olivares y de los sicómoros que había en la Sefela. Joás, de los almacenes de aceite. Sitrai, de Sarón, del ganado vacuno que pastaba en Sarón. Safat hijo de Adlai, del ganado vacuno que estaba en los valles. Obil el ismaelita, de los camellos. Jehedías, de Meronot, de los asnos. Y Jaziz el hagrieno, de los rebaños de ovejas. Todos éstos eran los encargados del patrimonio del rey David. Jonatán, tío de David, era consejero, hombre prudente y escriba; él y Yejiel hijo de Hacmoni asistían a los hijos del rey. Ajitofel era consejero del rey. Husai el arquita era amigo del rey. Después de Ajitofel estaban Joyada hijo de Benaías y Abiatar. Y Joab era el jefe del ejército del rey. David reunió en Jerusalén a todos los jefes de Israel: los jefes de las tribus, los jefes de las divisiones que servían al rey, los jefes de millares y los jefes de centenas, los jefes de todo el patrimonio, del ganado del rey y de sus hijos, con los funcionarios, los hombres valerosos y todos los guerreros valientes. Y poniéndose de pie, David dijo: "Oídme, hermanos míos y pueblo mío: Yo tenía en mi corazón el anhelo de edificar una casa para que reposara el arca del pacto de Jehovah y para estrado de los pies de nuestro Dios. Yo hice los preparativos para edificar, pero Dios me dijo: ‘No edificarás una casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra y has derramado mucha sangre.’ No obstante, Jehovah Dios de Israel me eligió de entre toda la familia de mi padre para que fuese rey de Israel para siempre, porque escogió a Judá como caudillo. De la tribu de Judá escogió a la casa de mi padre, y entre los hijos de mi padre se complació en mí para constituirme rey sobre todo Israel. Y de todos mis hijos (porque Jehovah me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón, para que se sentara en el trono del reino de Jehovah sobre Israel. El me ha dicho: ‘Tu hijo Salomón, él edificará mi casa y mis atrios; porque a él he escogido como mi hijo, y yo seré padre para él. Asimismo, yo confirmaré su reino para siempre, si se esfuerza en poner por obra mis mandamientos y mis decretos, como en este día.’ "Ahora pues, ante los ojos de todo Israel, la congregación de Jehovah, y a oídos de nuestro Dios, guardad y escudriñad todos los mandamientos de Jehovah vuestro Dios, para que poseáis la buena tierra y para que la dejéis por heredad a vuestros hijos después de vosotros, para siempre. "Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre y sírvele con un corazón íntegro y con ánimo voluntario; porque Jehovah escudriña todos los corazones y entiende toda la intención de los pensamientos. Si tú le buscas, él se dejará hallar; pero si le abandonas, él te desechará para siempre. Mira ahora, porque Jehovah te ha elegido para que edifiques una casa para ser santuario. ¡Esfuérzate y actúa!" Entonces David entregó a su hijo Salomón el diseño del pórtico, de sus edificios, de sus almacenes, de sus salas superiores, de sus cámaras interiores y del lugar del propiciatorio. También entregó el diseño de todo lo que tenía en mente para los atrios de la casa de Jehovah, para todas las cámaras de alrededor, para los tesoros de la casa de Dios, para los almacenes de las cosas sagradas, para los grupos de los sacerdotes y de los levitas, para toda la obra del servicio en la casa de Jehovah y para todos los utensilios del servicio de la casa de Jehovah. Para las cosas de oro, también entregó la debida cantidad de oro para todos los utensilios de cada servicio, y para todos los utensilios de plata, la debida cantidad para todos los utensilios de cada servicio. Entregó la debida cantidad de oro para los candelabros de oro y sus lámparas de oro: la debida cantidad para cada candelabro con sus lámparas. De igual manera dio para los candelabros de plata: la debida cantidad para cada candelabro y sus lámparas, de acuerdo con la función de cada candelabro. También entregó la debida cantidad de oro para cada una de las mesas para la presentación de los panes, y la plata para las mesas de plata. También entregó oro puro para los tenedores, los tazones de la aspersión y las vasijas. Para las tazas de oro, la debida cantidad de oro para cada taza; y para las tazas de plata, la debida cantidad para cada taza. Además, entregó la debida cantidad de oro refinado para el altar del incienso, para el diseño de la carreta y para los querubines de oro que extienden sus alas y cubren el arca del pacto de Jehovah. "Todo esto," dijo David, "está por escrito, porque la mano de Jehovah está sobre mí, y él me ha hecho entender todos los detalles del diseño." Además, David dijo a su hijo Salomón: "Esfuérzate, sé valiente y actúa. No temas ni desmayes, porque Jehovah Dios, mi Dios, estará contigo. No te abandonará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehovah. He aquí que los grupos de los sacerdotes y de los levitas para todo el servicio de la casa de Dios estarán contigo en toda la obra. Asimismo, todos los voluntarios y expertos en toda clase de artesanía, los jefes y todo el pueblo estarán totalmente a tus órdenes." Después el rey David dijo a toda la congregación: "Sólo a mi hijo Salomón ha elegido Dios. El es joven e inmaduro, y la obra es grande; porque el templo no será para hombre sino para Jehovah Dios. Con todas mis fuerzas he preparado para la casa de mi Dios: oro para las cosas de oro, plata para las cosas de plata, bronce para las cosas de bronce, hierro para las cosas de hierro, madera para las cosas de madera, piedras de ónice y de engaste, piedras de turquesa y de diversos colores; toda clase de piedras preciosas y piedras de mármol en abundancia. Además, en mi anhelo por la casa de mi Dios, doy mi tesoro personal de oro y de plata para la casa de mi Dios, además de todo lo que he preparado para el edificio del santuario; a saber: 3.000 talentos de oro, oro de Ofir, y 7.000 talentos de plata refinada para recubrir las paredes de los edificios: oro para las cosas de oro, y plata para las cosas de plata; para toda la obra de mano de los artífices. Y ahora, ¿quién de vosotros se consagrará hoy a Jehovah, haciendo una ofrenda voluntaria?" Entonces los jefes de las casas paternas, los jefes de las tribus de Israel, los jefes de millares y de centenas, y los encargados de las obras del rey hicieron ofrendas voluntarias. Y dieron para el servicio de la casa de Dios 5.000 talentos y 10.000 dracmas de oro, 10.000 talentos de plata, 18.000 talentos de bronce y 100.000 talentos de hierro. Todo el que tenía piedras preciosas las entregó en manos de Yejiel el gersonita, para el tesoro de la casa de Jehovah. Y el pueblo se regocijó por haber contribuido con ofrendas voluntarias, porque con un corazón íntegro habían hecho a Jehovah ofrendas voluntarias. Y el rey David se alegró muchísimo. David bendijo a Jehovah a la vista de toda la congregación. Y dijo David: "¡Bendito seas tú, oh Jehovah Dios de Israel, nuestro Padre desde la eternidad y hasta la eternidad! Tuyos son, oh Jehovah, la grandeza, el poder, la gloria, el esplendor y la majestad; porque tuyas son todas las cosas que están en los cielos y en la tierra. Tuyo es el reino, oh Jehovah, y tú te enalteces como cabeza sobre todo. Las riquezas y la honra provienen de ti. Tú lo gobiernas todo; en tu mano están la fuerza y el poder, y en tu mano está la facultad de engrandecer y de fortalecer a todos. Y ahora, oh Dios nuestro, nosotros te damos gracias y alabamos tu glorioso nombre. Porque, ¿quién soy yo, y qué es mi pueblo, para que podamos ofrecer espontáneamente cosas como éstas, siendo todo tuyo, y que de lo que hemos recibido de tu mano, te damos? Somos forasteros y advenedizos delante de ti, así como todos nuestros padres. Nuestros días son como una sombra sobre la tierra, y sin esperanza. Oh Jehovah, Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar una casa a tu santo nombre, de tu mano proviene y todo es tuyo. Yo sé, oh Dios mío, que tú pruebas el corazón y que te agrada la rectitud. Por eso, con rectitud de corazón te he ofrecido voluntariamente todo esto. Y ahora he visto con alegría que tu pueblo que se encuentra aquí ha dado para ti espontáneamente. Oh Jehovah, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, nuestros padres, preserva esto para siempre, formando el pensamiento del corazón de tu pueblo, y predispón su corazón hacia ti. Asimismo, da a mi hijo Salomón un corazón íntegro, para que guarde tus mandamientos, tus testimonios y tus leyes, a fin de que haga todas las cosas y edifique el templo para el cual yo he hecho preparativos." David dijo después a toda la congregación: "¡Bendecid, por favor, a Jehovah, vuestro Dios!" Entonces toda la congregación bendijo a Jehovah, el Dios de sus padres. Luego se inclinaron y se postraron delante de Jehovah y delante del rey. Al día siguiente hicieron sacrificios a Jehovah y ofrecieron holocaustos a Jehovah: 1.000 toros, 1.000 carneros, 1.000 corderos, con sus libaciones, y muchos sacrificios por todo Israel. Aquel día comieron y bebieron con gran gozo delante de Jehovah, y por segunda vez proclamaron rey a Salomón hijo de David, y lo ungieron ante Jehovah como el soberano. Y ungieron a Sadoc como sacerdote. Así se sentó Salomón como rey en el trono de Jehovah, en lugar de su padre David, y fue prosperado. Todo Israel le rindió obediencia. Todos los principales, los valientes y todos los hijos del rey David se sometieron a la autoridad del rey Salomón. Y Jehovah engrandeció a Salomón hasta lo sumo ante la vista de todo Israel, y le dio un esplendor real, como ningún otro rey lo tuvo antes de él en Israel. Así David hijo de Isaí reinó sobre todo Israel. El tiempo que reinó sobre Israel fue de 40 años. En Hebrón reinó 7 años, y en Jerusalén reinó 33 años. Murió en buena vejez y lleno de años, de riquezas y de gloria. Y su hijo Salomón reinó en su lugar. Los hechos del rey David, los primeros y los últimos, he aquí que están escritos en el libro del vidente Samuel, en el libro del profeta Natán y en el libro del vidente Gad, con todo lo relativo a su reinado, a su poder y a las circunstancias por las cuales pasaron él, Israel y todos los reinos de aquellas tierras. Salomón hijo de David se afianzó en su reino. Jehovah su Dios estaba con él y le engrandeció sobremanera. Entonces Salomón habló a todo Israel: a los jefes de millares y de centenas, a los jueces y a todos los dirigentes de todo Israel, jefes de las casas paternas. Salomón, y toda la congregación con él, fue al lugar alto que había en Gabaón; porque allí se encontraba el tabernáculo de reunión de Dios que Moisés, siervo de Jehovah, había hecho en el desierto. (Aunque David había subido el arca de Dios desde Quiriat-jearim al lugar que le había preparado, porque le había erigido una tienda en Jerusalén.) Y el altar de bronce que había hecho Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, estaba allí delante del tabernáculo de Jehovah. Y Salomón y la congregación fueron a consultarle. Salomón fue allí, ante Jehovah, al altar de bronce que estaba en el tabernáculo de reunión, y ofreció sobre él 1.000 holocaustos. Aquella noche Dios se apareció a Salomón y le dijo: —Pide lo que quieras que yo te dé. Y Salomón respondió a Dios: —Tú has mostrado gran misericordia a mi padre David, y a mí me has constituido rey en su lugar. Ahora, oh Jehovah Dios, sea confirmada tu palabra dada a mi padre David, porque tú me has constituido rey sobre un pueblo tan numeroso como el polvo de la tierra. Ahora pues, dame sabiduría y conocimiento, para que yo pueda salir y entrar delante de este pueblo. Porque, ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan grande? Entonces Dios dijo a Salomón: —Porque esto ha estado en tu corazón, y no has pedido riquezas, ni posesiones, ni gloria, ni la vida de los que te aborrecen, ni tampoco has pedido muchos años, sino que has pedido para ti sabiduría y conocimiento para gobernar a mi pueblo sobre el cual te he constituido rey, te son dados sabiduría y conocimiento. Pero también te daré riquezas, posesiones y gloria tales como nunca sucedió con los reyes que fueron antes de ti, ni sucederá así después de ti. Salomón volvió a Jerusalén desde el lugar alto que estaba en Gabaón, de delante del tabernáculo de reunión, y comenzó a reinar sobre Israel. Salomón también acumuló carros y jinetes. Tenía 1.400 carros y 12.000 jinetes, que puso en las ciudades de los carros y en Jerusalén junto al rey. El rey hizo que la plata y el oro fueran tan comunes en Jerusalén como las piedras, y que el cedro fuera tan abundante como los sicómoros que hay en la Sefela. Los caballos de Salomón provenían de Egipto y de Coa. Los mercaderes del rey los adquirían en Coa al contado. Cada carro que importaban de Egipto costaba 600 siclos de plata; y cada caballo, 150 siclos. Y así los exportaban por medio de ellos, a todos los reyes de los heteos y a los reyes de Siria. Salomón se propuso construir una casa al nombre de Jehovah, y una casa real para sí. Entonces reclutó a 70.000 cargadores, a 80.000 canteros en la región montañosa, y a 3.600 supervisores. Salomón también envió a decir a Hiram, rey de Tiro: Haz conmigo como hiciste con mi padre David al enviarle cedro, para que edificara para sí una casa en que habitar. He aquí, yo voy a construir una casa al nombre de Jehovah mi Dios, a fin de consagrársela para quemar incienso aromático delante de él, para la presentación continua de los panes, y para los holocaustos de la mañana, de la tarde, de los sábados, de las lunas nuevas y de las fiestas solemnes de Jehovah nuestro Dios, lo que a Israel le corresponde ofrecer perpetuamente. La casa que voy a construir será grande, porque nuestro Dios es más grande que todos los dioses. Pero, ¿quién ha de ser capaz de construirle una casa, siendo que los cielos y los cielos de los cielos no le pueden contener? ¿Quién, pues, soy yo para que le construya una casa, aunque sea sólo para quemar incienso delante de él? Ahora pues, envíame un hombre hábil para trabajar en oro, en plata, en bronce, en hierro, en púrpura, en carmesí y en material azul, y que sea experto en tallados, para trabajar junto con los que están conmigo en Judá y en Jerusalén, a quienes ha preparado mi padre David. Envíame también del Líbano madera de cedro, de ciprés y de sándalo; porque yo sé que tus siervos saben cortar los árboles del Líbano. He aquí que mis siervos estarán con los tuyos para que me preparen mucha madera, porque el templo que voy a edificar ha de ser grande y maravilloso. He aquí que para tus siervos que cortan y labran la madera, yo doy 20.000 coros de trigo para el sustento, 20.000 coros de cebada, 20.000 batos de vino y 20.000 batos de aceite. Hiram, rey de Tiro, respondió con una carta que envió a Salomón: ¡Porque Jehovah ama a su pueblo, te ha hecho rey sobre ellos! E Hiram añadió: ¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, que hizo los cielos y la tierra y que dio al rey David un hijo sabio que conoce la cordura y el entendimiento, y que ha de edificar una casa para Jehovah y una casa real para sí. Yo, pues, te envío a Hiram-abi, un hombre hábil y entendido. El es hijo de una mujer de las hijas de Dan, y su padre es un hombre de Tiro. El sabe trabajar en oro, en plata, en bronce, en hierro, en piedra, en madera, en púrpura, en material azul, en lino fino y en carmesí. También sabe hacer todo tipo de tallados y todos los diseños que se le asignen. El estará con tus expertos y con los de mi señor David, tu padre. Ahora pues, envíe mi señor a sus siervos el trigo, la cebada, el aceite y el vino que ha prometido. Nosotros cortaremos en el Líbano toda la madera que necesites, y te la llevaremos por mar en balsas hasta Jope; y tú la subirás a Jerusalén. Salomón hizo un censo de todos los hombres extranjeros que estaban en la tierra de Israel, después del censo que había hecho su padre, y se halló que eran 153.600. De ellos designó a 70.000 cargadores, a 80.000 canteros en la región montañosa, y a 3.600 supervisores que hiciesen trabajar a la gente. Salomón comenzó a edificar la casa de Jehovah en Jerusalén, en el monte Moriah, donde él se había aparecido a su padre David, en el lugar que David había preparado en la era de Ornán el jebuseo. Comenzó a edificar en el segundo día del mes segundo del cuarto año de su reinado. Estas son las medidas (de acuerdo con el patrón de medida) que Salomón determinó para construir la casa de Dios: Era de 60 codos de largo y de 20 codos de ancho. El pórtico, que estaba en la parte frontal del templo, tenía 20 codos de largo, como el ancho del edificio, y 120 codos de alto. Y lo revistió por dentro de oro puro. Cubrió la sala mayor con madera de ciprés; la recubrió de oro de buena calidad, y encima grabó figuras de palmeras y cadenas. También revistió la sala con piedras preciosas para ornamento. Y el oro era oro de Parvaim. Así que recubrió de oro la sala, las vigas, los umbrales, sus paredes y sus puertas. Y talló querubines sobre las paredes. Hizo también la sala del lugar santísimo; era de 20 codos de largo, según el ancho del frente del edificio, y de 20 codos de ancho. Luego la recubrió con unos 600 talentos de oro de buena calidad. Los clavos pesaban 50 siclos de oro. También recubrió de oro las salas superiores. Hizo también en la sala del lugar santísimo, dos querubines, obra de escultura, a los cuales recubrió de oro. Las alas de los querubines eran de 20 codos de largo. El ala del uno tenía 5 codos y llegaba hasta una pared de la sala; y la otra ala, de 5 codos, tocaba el ala del otro querubín. El ala del otro querubín, de 5 codos, también llegaba hasta la pared de la sala; y la otra ala, de 5 codos, tocaba el ala del otro querubín. Las alas de estos querubines estaban extendidas en un espacio de 20 codos. Ellos estaban de pie, con sus rostros hacia el centro de la sala. Hizo también el velo de material azul, de púrpura, de carmesí y de lino fino; y en el mismo hizo bordar querubines. Hizo también delante del templo dos columnas de 35 codos de alto, las cuales tenían encima capiteles de 5 codos. E hizo cadenillas, a manera de collares, y las puso en la parte superior de las columnas. Hizo cien granadas y las puso en las cadenillas. Luego erigió las columnas delante del templo, una al sur y otra al norte. A la del sur llamó Jaquín, y a la del norte llamó Boaz. Hizo también un altar de bronce de 20 codos de largo, 20 codos de ancho y 10 codos de alto. Hizo también la fuente de bronce fundido que tenía 10 codos de borde a borde. Era circular y tenía 5 codos de alto, y una circunferencia de 30 codos. Había un motivo de bueyes debajo y alrededor del borde, diez por cada codo, dispuestos en dos hileras de bueyes alrededor de la fuente, los cuales habían sido fundidos en una sola pieza con ella. Estaba asentada sobre doce bueyes: tres miraban al norte, tres al oeste, tres al sur y tres al este. La fuente estaba sobre ellos, y todas sus partes traseras daban hacia el lado interior. La fuente tenía un palmo menor de espesor; su borde era como el borde de un cáliz o de una flor de lirio. Tenía una capacidad de 3.000 batos. Hizo también diez pilas y puso cinco de ellas al sur y cinco al norte, para que lavasen en ellas las cosas para el holocausto y las enjuagasen en ellas. Y la fuente era para que los sacerdotes se lavaran en ella. Hizo también diez candelabros de oro, de acuerdo con lo establecido para ellos, y los puso en el templo, cinco al sur y cinco al norte. Hizo también diez mesas y las puso en el templo, cinco al sur y cinco al norte. Hizo también cien tazones de oro para la aspersión. Hizo también el atrio de los sacerdotes, el gran atrio y las puertas del atrio, y revistió de bronce sus puertas. Colocó la fuente en el lado sur, hacia el sureste. Hiram hizo también las ollas, las palas y los tazones para la aspersión. Así terminó Hiram de hacer la obra que hizo para el rey Salomón en la casa de Dios: las dos columnas, los tazones de los capiteles que estaban en la parte superior de las dos columnas; y las dos redes que cubrían los tazones de los capiteles que estaban en la parte superior de las columnas; las 400 granadas para las dos redes (dos hileras de granadas para cada red) para cubrir los dos tazones de los capiteles que estaban en la parte superior de las columnas; las diez bases y las diez pilas sobre las bases; la fuente con los doce bueyes debajo de ella; las ollas, las palas y los tenedores. Todos los utensilios Hiram-abi los hizo de bronce bruñido al rey Salomón, para la casa de Jehovah. El rey los hizo fundir en la llanura del Jordán, en tierra arcillosa, entre Sucot y Saretán. Salomón hizo todos estos utensilios en tal cantidad que el peso del bronce no pudo ser determinado. Salomón también hizo todos los utensilios de la casa de Dios: el altar de oro, las mesas sobre las cuales estaba el pan de la Presencia, y los candelabros con sus lámparas de oro fino, para que fuesen encendidos delante del santuario interior, conforme a lo establecido. Las flores, las lámparas y las tenazas fueron hechas de oro purísimo. Asimismo, las despabiladeras, los tazones para la aspersión, las cucharas y los incensarios eran de oro fino. También eran de oro los goznes de las puertas del templo, tanto los de las puertas interiores del lugar santísimo, como los de las puertas de la sala del templo. Así se terminó toda la obra que Salomón hizo para la casa de Jehovah. Luego Salomón hizo traer las cosas que su padre David había consagrado, y puso la plata, el oro y todos los utensilios en los tesoros de la casa de Dios. Entonces Salomón congregó en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los jefes de las casas paternas de los hijos de Israel, para hacer subir el arca del pacto de Jehovah desde la Ciudad de David, que es Sion. Y se congregaron ante el rey todos los hombres de Israel en la fiesta del mes séptimo. Fueron todos los ancianos de Israel, y los levitas tomaron el arca. Luego subieron el arca, el tabernáculo de reunión y todos los utensilios sagrados que estaban en el tabernáculo; los sacerdotes levitas los subieron. El rey Salomón y toda la congregación de Israel, que se había reunido junto a él delante del arca, sacrificaban tantas ovejas y vacas que por su gran cantidad no se podían contar ni numerar. Entonces los sacerdotes introdujeron el arca del pacto de Jehovah en su lugar, en el santuario interior del templo, en el lugar santísimo, debajo de las alas de los querubines. Los querubines extendían las alas sobre el lugar del arca, de modo que los querubines cubrían el arca y sus varas por encima. Las varas eran tan largas que los extremos de las varas se podían ver desde el lugar santo, ante el santuario interior; pero no se podían ver desde afuera. Y allí han quedado hasta el día de hoy. Ninguna cosa había en el arca, excepto las dos tablas que Moisés había puesto en Horeb, donde Jehovah hizo pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de Egipto. Y sucedió que cuando los sacerdotes salieron del santuario (porque todos los sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificado, sin distinción de sus grupos); cuando todos los músicos levitas (Asaf, Hemán y Jedutún, con sus hijos y sus hermanos) vestidos de lino fino y portando címbalos, liras y arpas, estaban de pie al este del altar, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban las trompetas; cuando los que tocaban las trompetas y los que cantaban hicieron oír su voz al unísono alabando y dando gracias a Jehovah; cuando elevaron la voz junto con las trompetas, los címbalos y otros instrumentos de música; y cuando alababan a Jehovah diciendo: "Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia," entonces la casa se llenó con una nube, la casa de Jehovah. Y los sacerdotes no pudieron continuar sirviendo por causa de la nube, porque la gloria de Jehovah había llenado la casa de Dios. Entonces Salomón dijo: "Jehovah ha dicho que él habita en la densa oscuridad. Y yo te he edificado una casa sublime, una morada donde habites para siempre." El rey se volvió y bendijo a toda la congregación de Israel. Y toda la congregación de Israel estaba de pie. Entonces dijo: "¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, quien con su mano ha cumplido lo que con su boca prometió a mi padre David, diciendo: ‘Desde el día en que saqué a mi pueblo de la tierra de Egipto, no había elegido ninguna ciudad de todas las tribus de Israel para edificar una casa donde estuviese mi nombre, ni había elegido un hombre que fuese el soberano sobre mi pueblo Israel. Pero elegí Jerusalén para que allí estuviera mi nombre, y elegí a David para que estuviese al frente de mi pueblo Israel.’ "Estuvo en el corazón de mi padre David el anhelo de edificar una casa al nombre de Jehovah Dios de Israel. Pero Jehovah dijo a mi padre David: ‘Por cuanto ha estado en tu corazón el anhelo de edificar una casa a mi nombre, has hecho bien al tener esto en tu corazón. Sin embargo, tú no edificarás la casa, sino tu hijo que te nacerá, él edificará la casa a mi nombre.’ "Jehovah ha cumplido su promesa que había hecho, y yo me he levantado en lugar de mi padre David. Me he sentado en el trono de Israel, como Jehovah había prometido, y he edificado la casa al nombre de Jehovah Dios de Israel. Y he puesto allí el arca, en la cual está el pacto de Jehovah que él hizo con los hijos de Israel." Entonces Salomón se puso de pie delante del altar de Jehovah, frente a toda la congregación de Israel, y extendió sus manos. (Pues Salomón había mandado hacer una plataforma de bronce de 5 codos de largo, 5 codos de ancho y 3 codos de alto, y la había puesto en medio del atrio. Se puso de pie sobre ella, e hincando sus rodillas ante toda la congregación de Israel, extendió las manos al cielo.) Y dijo: "¡Oh Jehovah Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni en el cielo ni en la tierra! Tú guardas el pacto y la misericordia para con tus siervos que caminan delante de ti con todo su corazón. Tú has cumplido con tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste. Con tu boca lo prometiste, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día. Ahora pues, oh Jehovah Dios de Israel, cumple con tu siervo David, mi padre, lo que le prometiste diciendo: ‘No te faltará delante de mí un hombre que se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden su camino para andar en mi ley, como tú has andado delante de mí.’ Ahora pues, oh Jehovah Dios de Israel, sea confirmada tu palabra que hablaste a tu siervo David. "Pero, ¿es verdad que Dios ha de habitar con los hombres sobre la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener. ¡Cuánto menos este templo que he edificado! Sin embargo, oh Jehovah, Dios mío, vuélvete hacia la oración y la plegaria de tu siervo, para oír el clamor y la oración que tu siervo hace delante de ti. Estén abiertos tus ojos de día y de noche hacia este templo, hacia el lugar del cual has dicho que allí estaría tu nombre, para escuchar la oración que tu siervo haga hacia este lugar. Escucha las plegarias de tu siervo y de tu pueblo Israel, cuando oren hacia este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde los cielos; escucha tú y perdona. "Si alguna persona peca contra su prójimo, y éste le toma juramento al hacerle jurar, y él entra bajo juramento ante tu altar en este templo, entonces escucha tú desde los cielos y actúa. Juzga a tus siervos dando la paga al injusto, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza y justificando al justo, dándole conforme a su justicia. "Si tu pueblo Israel es derrotado delante del enemigo por haber pecado contra ti, y ellos se vuelven y confiesan tu nombre, y oran y suplican ante ti en este templo, entonces escucha tú desde los cielos, perdona el pecado de tu pueblo Israel y hazles volver a la tierra que diste a ellos y a sus padres. "Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia, por haber ellos pecado contra ti; si oran hacia este lugar, confiesan tu nombre y se vuelven de su pecado cuando tú los aflijas, entonces escucha tú en los cielos y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel. Sí, enséñales el buen camino por el que deben andar y dales lluvia sobre tu tierra, la cual has dado a tu pueblo por heredad. "Cuando en la tierra haya hambre; cuando haya peste; cuando haya tizón, añublo, langosta o pulgón, o cuando sus enemigos lo asedien en la tierra de sus ciudades (cualquiera que sea la plaga o la enfermedad), cualquiera que sea la oración o la plegaria que haga algún hombre o todo tu pueblo Israel (cada uno reconociendo su plaga y su dolor, y extendiendo sus manos hacia este templo), entonces escucha tú desde los cielos, el lugar de tu morada, y perdona. Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón (porque sólo tú conoces el corazón del hombre); a fin de que te teman para andar en tus caminos todos los días que vivan sobre la superficie de la tierra que tú has dado a nuestros padres. "Asimismo, cuando el extranjero que no sea de tu pueblo Israel venga de una tierra lejana a causa de tu gran nombre, de tu poderosa mano y de tu brazo extendido, y venga a orar hacia este templo, entonces escucha tú desde los cielos, el lugar de tu morada. Haz conforme a todo aquello por lo cual el extranjero clame a ti, a fin de que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre, te teman como tu pueblo Israel y sepan que este templo que he edificado es llamado por tu nombre. "Si tu pueblo sale a la batalla contra sus enemigos por el camino que los envíes, y ellos oran a ti en dirección a esta ciudad que tú has elegido y a la casa que he edificado a tu nombre, entonces escucha desde los cielos su oración y su plegaria, y ampara su causa. "Si pecan contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojas contra ellos y los entregas ante el enemigo, y éstos los llevan como cautivos suyos a tierra lejana o cercana; si ellos vuelven en sí en la tierra a donde hayan sido llevados cautivos, y se vuelven y te suplican en la tierra de su cautividad, diciendo: ‘Hemos pecado; hemos hecho iniquidad; hemos actuado impíamente’; si en la tierra de su cautividad, adonde los hayan llevado cautivos, ellos se vuelven a ti con todo su corazón y con toda su alma, y oran en dirección a la tierra que diste a sus padres, a la ciudad que has elegido y al templo que he edificado a tu nombre, entonces escucha desde los cielos, el lugar de tu morada, su oración y sus plegarias, y ampara su causa. Perdona a tu pueblo que ha pecado contra ti. "Ahora pues, oh Dios mío, por favor, estén abiertos tus ojos y atentos tus oídos a la oración hecha en este lugar. Y ahora, levántate, oh Jehovah Dios; ven al lugar de tu reposo, tú y el arca de tu poder. Tus sacerdotes, oh Jehovah Dios, sean revestidos de salvación, y tus fieles regocíjense en el bien. Oh Jehovah Dios, no rechaces a tu ungido. Acuérdate de tu misericordia para con tu siervo David." Cuando Salomón terminó de orar, descendió fuego del cielo y consumió el holocausto y los sacrificios, y la gloria de Jehovah llenó el templo. Los sacerdotes no pudieron entrar en la casa de Jehovah, porque la gloria de Jehovah había llenado la casa de Jehovah. Todos los hijos de Israel vieron descender el fuego y la gloria de Jehovah sobre el templo, y se postraron con el rostro en tierra sobre el pavimento. Y adoraron y dieron gracias a Jehovah diciendo: "Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia." Entonces el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios delante de Jehovah. El rey Salomón ofreció en sacrificio 22.000 toros y 120.000 ovejas. Así el rey y todo el pueblo dedicaron la casa de Dios. Los sacerdotes estaban de pie en sus puestos de servicio, y los levitas tenían los instrumentos de música de Jehovah, que el rey David hiciera para dar gracias a Jehovah, "porque para siempre es su misericordia," cuando David alababa con ellos. Los sacerdotes tocaban trompetas frente a ellos, y todo Israel estaba de pie. Entonces Salomón consagró la parte central del atrio que estaba delante de la casa de Jehovah, pues allí ofreció los holocaustos y los sebos de los sacrificios de paz. Porque el altar de bronce que Salomón había hecho no podía contener los holocaustos, las ofrendas vegetales y los sebos. En aquella ocasión Salomón y todo Israel con él, una gran congregación desde Lebo-hamat hasta el arroyo de Egipto, hicieron fiesta durante siete días. Y al octavo día hicieron una asamblea festiva, porque habían celebrado la dedicación del altar en siete días; y celebraron la fiesta durante siete días. El día 23 del mes séptimo, envió al pueblo a sus moradas, alegres y con el corazón gozoso por la bondad que Jehovah había hecho a David, a Salomón y a su pueblo Israel. Salomón acabó la casa de Jehovah y la casa del rey, y todo lo que Salomón se había propuesto en su corazón hacer en la casa de Jehovah y en su propia casa resultó bien. Entonces Jehovah se apareció a Salomón de noche y le dijo: "Yo he escuchado tu oración y he elegido para mí este lugar como casa para los sacrificios. Si cierro los cielos de modo que no haya lluvia, o si mando la langosta para que devore la tierra, o si envío peste a mi pueblo; si se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, si oran y buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra. "Ahora mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la oración hecha en este lugar. Ahora he elegido y he santificado esta casa para que esté allí mi nombre para siempre. Mis ojos y mi corazón estarán allí todos los días. Y en cuanto a ti, si andas delante de mí como anduvo tu padre David, haciendo todas las cosas que te he mandado y guardando mis leyes y mis decretos, entonces estableceré el trono de tu reino como prometí a tu padre David, diciendo: ‘No te faltará un hombre que gobierne en Israel.’ Pero si vosotros os volvéis y abandonáis mis estatutos y mis mandamientos que he puesto delante de vosotros, y os vais y servís a otros dioses y los adoráis, entonces os arrancaré de mi suelo que os he dado. Y esta casa que he santificado a mi nombre, la apartaré de mi presencia, y la convertiré en refrán y escarnio entre todos los pueblos. En cuanto a esta casa que es sublime, todo el que pase por ella se asombrará y preguntará: ‘¿Por qué ha hecho así Jehovah a esta tierra y a esta casa?’ Y responderán: ‘Porque abandonaron a Jehovah, Dios de sus padres, que los sacó de la tierra de Egipto, y se aferraron a adorar y servir a otros dioses. Por eso él ha traído sobre ellos todo este mal.’" Aconteció al cabo de veinte años, durante los cuales Salomón había edificado la casa de Jehovah y su propia casa, que Salomón reedificó las ciudades que le había dado Hiram, y estableció allí a los hijos de Israel. Después Salomón fue a Hamat de Soba y se apoderó de ella. También reedificó Tadmor en el desierto, y todas las ciudades almacenes que había edificado en Hamat. Después reedificó Bet-jorón Alta y Bet-jorón Baja, ciudades fortificadas con murallas, puertas y cerrojos; Baalat y todas las ciudades almacenes que tenía Salomón, todas las ciudades para los carros y las ciudades para los jinetes; todo lo que Salomón se propuso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra bajo su dominio. A todo el pueblo que había quedado de los heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos (que no eran de Israel, sino sus descendientes que habían quedado después de ellos en la tierra, a quienes los hijos de Israel no destruyeron), Salomón los sometió a tributo laboral, hasta el día de hoy. Pero a ninguno de los hijos de Israel sometió a servidumbre para sus obras; porque ellos eran hombres de guerra, jefes de sus comandantes, jefes de sus carros y sus jinetes. Estos jefes de los oficiales que tenía el rey Salomón eran 250, los cuales mandaban sobre aquella gente. Salomón también trasladó a la hija del faraón de la Ciudad de David a la casa que le había edificado, porque dijo: "Ninguna mujer mía ha de vivir en la casa de David, rey de Israel, pues aquellas habitaciones donde ha entrado el arca de Jehovah son sagradas." Entonces Salomón ofreció holocaustos a Jehovah sobre el altar de Jehovah que había edificado delante del pórtico, para que se ofreciese cada cosa en su día, conforme al mandamiento de Moisés, en los sábados, en las lunas nuevas y en las tres festividades anuales: en la fiesta de los Panes sin Levadura, en la fiesta de Pentecostés y en la fiesta de los Tabernáculos. También constituyó los grupos de los sacerdotes en sus oficios, conforme a lo establecido por su padre David. Constituyó a los levitas según sus turnos, para alabar y servir frente a los sacerdotes, haciendo cada cosa en su día. Lo mismo a los porteros según sus grupos, en cada puerta, porque así lo había mandado David, hombre de Dios. No se apartaron del mandato del rey con relación a los sacerdotes y a los levitas en ningún asunto, incluyendo el de los tesoros. Así fue ejecutada toda la obra de Salomón desde el día en que fueron puestos los cimientos de la casa de Jehovah, hasta acabarla. Así quedó terminada la casa de Jehovah. Entonces Salomón fue a Ezión-geber y a Eilat, a orillas del mar, en la tierra de Edom. E Hiram le envió, por medio de sus servidores, barcos y siervos conocedores del mar. Estos fueron con los siervos de Salomón a Ofir y tomaron de allí 450 talentos de oro, y los llevaron al rey Salomón. La reina de Saba oyó de la fama de Salomón y vino a Jerusalén con un gran séquito, con camellos cargados de especias aromáticas, oro en abundancia y piedras preciosas, para probar a Salomón con preguntas difíciles. Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía en su corazón. Y Salomón respondió a todas sus preguntas; ninguna cosa hubo tan difícil que Salomón no le pudiese responder. La reina de Saba vio la sabiduría de Salomón, la casa que había edificado, los manjares de su mesa, las sillas de sus servidores, la presentación y las vestiduras de sus siervos, sus coperos y sus vestiduras, y los holocaustos que él ofrecía en la casa de Jehovah; y se quedó sin aliento. Entonces dijo al rey: "¡Era verdad lo que había oído en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría! Yo no creía sus palabras, hasta que vine, y mis ojos lo han visto. Y he aquí que no se me había contado ni la mitad de la grandeza de tu sabiduría. Tú superas la fama que yo había oído. ¡Dichosos tus hombres, y dichosos estos servidores tuyos que continuamente están de pie delante de ti y escuchan tu sabiduría! ¡Bendito sea Jehovah tu Dios, que se agradó de ti para ponerte en su trono como rey para Jehovah tu Dios! Porque tu Dios ama a Israel para hacerlo firme para siempre, te ha constituido como su rey, a fin de que practiques el derecho y la justicia." Entonces ella dio al rey 120 talentos de oro, una gran cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas. Nunca hubo especias aromáticas como las que la reina de Saba dio al rey Salomón. También los siervos de Hiram y los siervos de Salomón, que traían oro de Ofir, trajeron madera de sándalo y piedras preciosas. Y el rey hizo con la madera de sándalo graderías para la casa de Jehovah y para la casa del rey, además de arpas y liras para los músicos. Nunca antes en la tierra de Judá se habían visto cosas semejantes. El rey Salomón dio a la reina de Saba todo lo que ella quiso pedirle, más de lo que ella había llevado al rey. Entonces ella se volvió y regresó a su tierra, con sus servidores. El peso del oro que le venía a Salomón cada año era de 666 talentos de oro, aparte del de los mercaderes y de los comerciantes importadores. También todos los reyes de Arabia y los gobernadores del país traían oro y plata a Salomón. El rey Salomón hizo 200 escudos grandes de oro trabajado. En cada escudo empleó 600 siclos de oro trabajado. También hizo otros 300 escudos pequeños de oro trabajado. En cada escudo empleó 300 siclos de oro. Y el rey los puso en la Casa del Bosque del Líbano. El rey también hizo un gran trono de marfil, y lo recubrió de oro puro. El trono tenía seis gradas y un estrado recubierto de oro fijado al trono. A ambos lados, junto al asiento, tenía soportes para los brazos, y junto a los brazos había dos leones de pie. Había también allí doce leones de pie, uno a cada lado de las seis gradas. Jamás se hizo algo semejante para ningún reino. Todos los vasos de beber del rey Salomón eran de oro, y toda la vajilla de la Casa del Bosque del Líbano era de oro fino. En los días de Salomón la plata no era estimada para nada. Porque los barcos del rey iban a Tarsis con los siervos de Hiram; y una vez cada tres años venían los barcos de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales. El rey Salomón superaba a todos los reyes de la tierra en riqueza y en sabiduría. Y todos los reyes de la tierra procuraban estar en la presencia de Salomón para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón. Año tras año cada uno de ellos le llevaba su presente: objetos de plata, objetos de oro, vestiduras, armas, perfumes, caballos y mulos. Salomón tenía 4.000 establos para los caballos y los carros. También tenía 12.000 jinetes, a los cuales puso en las ciudades de los carros, y en Jerusalén junto al rey. El gobernaba sobre todos los reyes, desde el Río hasta la tierra de los filisteos y hasta la frontera con Egipto. El rey hizo que la plata fuera tan común en Jerusalén como las piedras, y que el cedro fuera tan abundante como los sicómoros que hay en la Sefela. También importaban caballos para Salomón, de Egipto y de todos los países. Los demás hechos de Salomón, los primeros y los últimos, ¿no están escritos en las palabras del profeta Natán, en la profecía de Ajías de Silo y en las visiones del vidente Ido acerca de Jeroboam hijo de Nabat? Salomón reinó 40 años en Jerusalén sobre todo Israel. Salomón reposó con sus padres, y lo sepultaron en la Ciudad de David, su padre. Y su hijo Roboam reinó en su lugar. Entonces Roboam fue a Siquem, porque todo Israel había ido a Siquem para proclamarle rey. Y sucedió que cuando lo oyó Jeroboam hijo de Nabat (quien estaba en Egipto, adonde había huido a causa del rey Salomón), Jeroboam volvió de Egipto. Entonces mandaron a llamarle, y Jeroboam vino con todo Israel, y hablaron a Roboam diciendo: —Tu padre agravó nuestro yugo; pero ahora, alivia tú el duro trabajo y el pesado yugo que tu padre puso sobre nosotros, y te serviremos. El les dijo: —Volved a mí dentro de tres días. El pueblo se fue. Entonces el rey Roboam consultó a los ancianos que habían servido a su padre Salomón, cuando aún vivía, y les preguntó: —¿Cómo aconsejáis vosotros que yo responda a este pueblo? Y ellos le respondieron diciendo: —Si tratas bien a este pueblo, y les aceptas y les hablas buenas palabras, ellos serán tus siervos para siempre. Pero él dejó de lado el consejo que le habían dado los ancianos, y consultó a los jóvenes que se habían criado con él y que estaban a su servicio. Les preguntó: —¿Qué aconsejáis vosotros que respondamos a este pueblo que me ha hablado diciendo: "Alivia el yugo que tu padre puso sobre nosotros"? Entonces los jóvenes que se habían criado con él le contestaron diciendo: —Así responderás al pueblo que ha hablado contigo, diciendo: "Tu padre hizo pesado nuestro yugo; pero tú, hazlo más liviano sobre nosotros"; así les dirás: "Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. Ahora bien, mi padre cargó sobre vosotros un pesado yugo; pero yo añadiré a vuestro yugo. Mi padre os castigó con látigos; pero yo, con escorpiones." Al tercer día vino Jeroboam con todo el pueblo a Roboam, como el rey había hablado diciendo: "Volved a mí al tercer día." Entonces el rey les respondió con dureza. El rey Roboam dejó de lado el consejo de los ancianos, y les habló siguiendo el consejo de los jóvenes, diciendo: —Mi padre hizo pesado vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo. Mi padre os castigó con látigos, pero yo, con escorpiones. El rey no hizo caso del pueblo, porque esto estaba dispuesto de parte de Dios, para que Jehovah cumpliera la palabra que había hablado a Jeroboam hijo de Nabat, por medio de Ajías de Silo. Y viendo todo Israel que el rey no les había hecho caso, el pueblo respondió al rey diciendo: —¿Qué parte tenemos nosotros con David? ¡No tenemos herencia en el hijo de Isaí! ¡Israel, cada uno a su morada! ¡Mira ahora por tu propia casa, oh David! Entonces todo Israel se fue a sus moradas, pero Roboam reinó sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá. Después el rey Roboam envió a Adoniram, que estaba a cargo del tributo laboral; pero los hijos de Israel lo apedrearon, y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subir en un carro para huir a Jerusalén. Así se rebeló Israel contra la casa de David, hasta el día de hoy. Entonces Roboam llegó a Jerusalén y reunió a los de la casa de Judá y de Benjamín, 180.000 guerreros escogidos, a fin de combatir contra Israel y devolver el reino a Roboam. Pero la palabra de Jehovah vino a Semaías, hombre de Dios, diciendo: "Habla a Roboam hijo de Salomón, rey de Judá, y a todos los israelitas que están en Judá y Benjamín, diciendo que así ha dicho Jehovah: ‘No subáis ni combatáis contra vuestros hermanos. Volveos cada uno a su casa, porque de parte mía ha sucedido esto.’" Ellos escucharon las palabras de Jehovah y desistieron de ir contra Jeroboam. Roboam habitó en Jerusalén y reedificó ciudades para la defensa de Judá. Reedificó Belén, Etam, Tecoa, Betsur, Soco, Adulam, Gat, Maresa, Zif, Adoraim, Laquis, Azeca, Zora, Ajalón y Hebrón, ciudades fortificadas en Judá y en Benjamín. También reforzó las fortificaciones y puso en ellas comandantes, provisiones, aceite y vino. Proveyó escudos y lanzas a todas las ciudades, y las fortificó en gran manera. Así Judá y Benjamín le estaban sujetos. Los sacerdotes y los levitas que estaban en todo Israel se pasaron a Roboam desde todo su territorio. Los levitas abandonaban sus campos y sus posesiones, y se iban a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos los habían excluido de servir a Jehovah como sacerdotes. Más bien, estableció sus propios sacerdotes para los lugares altos, para los demonios y para los becerros que había hecho. Tras ellos llegaron también personas de todas las tribus de Israel, que habían decidido en su corazón buscar a Jehovah Dios de Israel. Ellos fueron a Jerusalén para ofrecer sacrificios a Jehovah, Dios de sus padres. Así fortalecieron el reino de Judá y apoyaron a Roboam hijo de Salomón durante tres años, porque tres años anduvieron en los caminos de David y de Salomón. Roboam tomó por mujer a Majalat hija de Jerimot, hijo de David, y de Abihaíl hija de Eliab, hijo de Isaí, la cual le dio a luz estos hijos: Jeús, Semarías y Zaham. Después de ella tomó a Maaca hija de Absalón, la cual le dio a luz a Abías, a Atai, a Ziza y a Selomit. Roboam amaba a Maaca hija de Absalón más que a todas sus otras mujeres y concubinas; pues él tomó dieciocho mujeres y sesenta concubinas, y engendró veintiocho hijos y sesenta hijas. Roboam puso a Abías, hijo de Maaca, como jefe y príncipe entre sus hermanos, a fin de proclamarle rey. Pero con prudencia dispersó al resto de sus hijos por todas las tierras de Judá y de Benjamín, y por todas las ciudades fortificadas, dándoles abundantes provisiones. Y les buscó muchas mujeres. Cuando se consolidó y se fortaleció el reino de Roboam, éste abandonó la ley de Jehovah, y todo Israel con él. Y sucedió que en el quinto año del rey Roboam, por cuanto se habían rebelado contra Jehovah, subió Sisac, rey de Egipto, contra Jerusalén, con 1.200 carros, 60.000 jinetes y gente innumerable que venía con él de Egipto: libios, suquienos y etíopes. Tomó las ciudades fortificadas de Judá y llegó hasta Jerusalén. Entonces el profeta Semaías fue a Roboam y a los gobernadores de Judá, que estaban reunidos en Jerusalén por causa de Sisac, y les dijo: —Así ha dicho Jehovah: "Vosotros me habéis abandonado; por tanto, yo también os he abandonado en mano de Sisac." Los jefes de Israel y el rey se humillaron y dijeron: —Justo es Jehovah. Cuando Jehovah vio que se habían humillado, vino la palabra de Jehovah a Semaías, diciendo: —Se han humillado; no los destruiré. Les daré alguna liberación, y mi ira no se derramará sobre Jerusalén por medio de Sisac. No obstante, serán sus siervos, para que sepan distinguir entre servirme a mí y servir a los reinos de otras tierras. Entonces Sisac, rey de Egipto, subió contra Jerusalén y tomó los tesoros de la casa de Jehovah y los tesoros de la casa del rey; todo lo tomó. También tomó los escudos de oro que había hecho Salomón. En lugar de ellos, el rey Roboam hizo escudos de bronce y los entregó a la custodia de los jefes de la escolta, que guardaban la entrada de la casa del rey. Y sucedía que cuantas veces el rey entraba en la casa de Jehovah, los de la escolta venían y los llevaban, y después los volvían a poner en la cámara de los de la escolta. Como Roboam se había humillado, la ira de Jehovah se apartó de él para no destruirlo del todo. Además, en Judá las cosas marchaban bien. El rey Roboam se hizo fuerte en Jerusalén y reinó. Roboam tenía 41 años cuando comenzó a reinar, y reinó 17 años en Jerusalén, la ciudad que Jehovah había elegido de entre todas las tribus de Israel para poner allí su nombre. El nombre de su madre era Naama la amonita. Roboam hizo lo malo, porque no dispuso su corazón para buscar a Jehovah. Los hechos de Roboam, los primeros y los últimos, ¿no están escritos en las crónicas del profeta Semaías y del vidente Ido acerca del registro familiar? Hubo guerra constante entre Roboam y Jeroboam. Roboam reposó con sus padres y fue sepultado en la Ciudad de David. Y su hijo Abías reinó en su lugar. En el año 18 del rey Jeroboam comenzó a reinar Abías sobre Judá, y reinó tres años en Jerusalén. El nombre de su madre era Maaca hija de Uriel, de Gabaa. Hubo guerra entre Abías y Jeroboam. Abías dispuso la batalla con un ejército de 400.000 hombres de guerra escogidos. Jeroboam preparó la batalla contra él con 800.000 hombres escogidos y valientes. Abías se levantó sobre el monte Zemaraim, que está en la región montañosa de Efraín, y dijo: "Oídme, Jeroboam y todo Israel: ¿No sabéis vosotros que Jehovah Dios de Israel dio a David el reinado sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, mediante un pacto de sal? Pero Jeroboam hijo de Nabat, servidor de Salomón hijo de David, se levantó y se rebeló contra su señor. Con él se agruparon hombres ociosos y perversos, que pudieron más que Roboam hijo de Salomón, pues Roboam era joven e inmaduro de corazón, y no se mantuvo fuerte ante ellos. Y ahora vosotros tratáis de resistir al reinado de Jehovah que está en manos de los hijos de David, porque sois muchos y tenéis con vosotros los becerros de oro que Jeroboam os hizo como dioses. ¿No habéis excluido a los sacerdotes de Jehovah, los hijos de Aarón, y a los levitas, y os habéis hecho sacerdotes a la manera de los pueblos de otras tierras? Cualquiera que venga a consagrarse con un becerro y siete carneros se convierte en sacerdote de lo que no es Dios. Pero en cuanto a nosotros, Jehovah es nuestro Dios, y no le hemos abandonado. Los sacerdotes que sirven a Jehovah son los hijos de Aarón, y los levitas están en la obra. Ellos ofrecen a Jehovah los holocaustos cada mañana y cada tarde, queman el incienso aromático, hacen la presentación del pan sobre la mesa limpia y encienden el candelabro de oro con sus lámparas, para que ardan cada noche. Nosotros guardamos la ordenanza de Jehovah nuestro Dios, pero vosotros le habéis abandonado. He aquí que Dios está con nosotros, a la cabeza, y sus sacerdotes tienen las trompetas de estrépito para tocar contra vosotros. ¡Oh hijos de Israel, no luchéis contra Jehovah, Dios de vuestros padres; porque no os irá bien!" Pero Jeroboam puso una emboscada a fin de alcanzarlos por la retaguardia, de manera que estaban frente a Judá, pero tenían la emboscada a espaldas de ellos. Judá se volvió, y he aquí que tenían la batalla por delante y por detrás. Entonces clamaron a Jehovah, y los sacerdotes tocaron las trompetas. Los hombres de Judá gritaron con estruendo; y sucedió que mientras gritaban los hombres de Judá, Dios desbarató a Jeroboam y a todo Israel delante de Abías y de Judá. Los hijos de Israel huyeron delante de Judá, y Dios los entregó en su mano. Abías y su gente les ocasionaron una gran derrota, y de Israel cayeron muertos 500.000 hombres escogidos. Así fueron humillados los hijos de Israel en aquel tiempo, pero los hijos de Judá se hicieron fuertes, porque se apoyaban en Jehovah, Dios de sus padres. Abías persiguió a Jeroboam y le tomó las ciudades de Betel con sus aldeas, Jesana con sus aldeas y Efrón con sus aldeas. Jeroboam no recuperó su poderío en los días de Abías. Después Jehovah lo hirió, y murió. Pero Abías se hizo fuerte. Tomó para sí catorce mujeres, y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas. Los demás hechos de Abías, sus caminos y sus palabras están escritos en la historia del profeta Ido. Abías reposó con sus padres, y lo sepultaron en la Ciudad de David. Y su hijo Asa reinó en su lugar, en cuyos días la tierra tuvo tranquilidad durante diez años. Asa hizo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehovah su Dios. Quitó los altares de culto extraño y los lugares altos, rompió las piedras rituales y quebró los árboles rituales de Asera. Mandó a los de Judá que buscaran a Jehovah, Dios de sus padres, y que pusieran por obra la ley y los mandamientos. Quitó los lugares altos y los altares de incienso de todas las ciudades de Judá. El reino estuvo en calma bajo él, y edificó ciudades fortificadas en Judá, porque había tranquilidad en la tierra. En aquellos años no había guerra contra él, porque Jehovah le había dado reposo. Por tanto, dijo a Judá: "Edifiquemos estas ciudades y rodeémoslas de murallas, torres, puertas y cerrojos, mientras la tierra esté ante nosotros, porque hemos buscado a Jehovah nuestro Dios. Le hemos buscado, y él nos ha dado reposo por todas partes." Entonces edificaron y fueron prosperados. Asa tuvo un ejército de 300.000 de Judá, que llevaba escudos grandes y lanzas; también tuvo 280.000 de Benjamín, quienes llevaban escudos pequeños y disparaban con el arco. Todos eran hombres valientes. Zéraj el etíope salió contra ellos con un ejército de 1.000.000 de hombres y 300 carros, y llegó hasta Maresa. Asa salió contra él, y dispusieron la batalla en el valle de Sefata, junto a Maresa. Asa invocó a Jehovah su Dios, diciendo: "¡Oh Jehovah, no hay otro como tú para ayudar tanto al poderoso como al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehovah, Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre vamos contra esta multitud. ¡Oh Jehovah, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre!" Entonces Jehovah desbarató a los etíopes delante de Asa y de Judá, y los etíopes huyeron. Asa y la gente que estaba con él los persiguieron hasta Gerar. Cayeron tantos de los etíopes que no quedaron sobrevivientes de ellos, porque fueron destrozados delante de Jehovah y de su ejército, y les tomaron un gran botín. Atacaron también todas las ciudades de los alrededores de Gerar, porque el terror de Jehovah había caído sobre éstas. Saquearon todas las ciudades, porque en ellas había mucho botín. Asimismo, cayeron sobre las tiendas de los que tenían ganado, y se llevaron muchas ovejas y camellos. Luego volvieron a Jerusalén. Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Azarías hijo de Oded, quien salió al encuentro de Asa y le dijo: "Oídme, Asa y todo Judá y Benjamín: Jehovah estará con vosotros cuando vosotros estéis con él. Si le buscáis, él se dejará hallar; pero si le abandonáis, él os abandonará. Por mucho tiempo ha estado Israel sin el Dios verdadero, sin sacerdote que les enseñase, y sin ley. Pero cuando en su tribulación se volvieron a Jehovah Dios de Israel y le buscaron, él se dejó hallar por ellos. En aquellos tiempos no había paz ni para el que salía, ni para el que entraba, porque había muchas aflicciones sobre todos los habitantes de los países. Una nación era destruida por otra nación, y una ciudad por otra ciudad, porque Dios los turbaba con toda clase de calamidades. Pero vosotros, esforzaos; no desfallezcan vuestras manos, porque vuestra obra tiene recompensa." Cuando Asa oyó estas palabras y la profecía del profeta Oded, tomó ánimo y quitó los ídolos abominables de toda la tierra de Judá y de Benjamín, así como de las ciudades que él había tomado en la región montañosa de Efraín. También reparó el altar de Jehovah que estaba delante del pórtico de la casa de Jehovah. Después reunió a todo Judá y Benjamín, y a los que residían con ellos de Efraín, Manasés y Simeón; pues muchos de Israel se habían pasado a él, al ver que Jehovah su Dios estaba con él. Se reunieron, pues, en Jerusalén en el mes tercero del año 15 del reinado de Asa. Aquel día ofrecieron como sacrificio a Jehovah, del botín que habían traído, 700 vacas y 7.000 ovejas. Luego hicieron un pacto prometiendo que buscarían a Jehovah, Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma; y que todo el que no buscase a Jehovah Dios de Israel muriese, fuera grande o pequeño, hombre o mujer. Y lo juraron a Jehovah en voz alta y con júbilo, al son de trompetas y de cornetas. Todos los de Judá se alegraron por dicho juramento, porque juraron con todo su corazón. Así buscaron a Jehovah con toda su voluntad, y él se dejó hallar por ellos. Y Jehovah les dio reposo por todas partes. También depuso a Maaca, madre del rey Asa, de ser reina madre, porque ella había hecho una monstruosa imagen de Asera. Asa destruyó la monstruosa imagen, la desmenuzó y la quemó junto al arroyo de Quedrón. Aunque no quitó de Israel los lugares altos, sin embargo, el corazón de Asa fue íntegro todos sus días. El introdujo en la casa de Dios lo que había consagrado su padre y lo que él mismo había consagrado: plata, oro y utensilios. No hubo guerra hasta el año 35 del reinado de Asa. Pero en el año 36 del reinado de Asa, Baasa rey de Israel subió contra Judá y estaba reedificando Ramá para no dejar que ninguno tuviera acceso a Asa, rey de Judá. Entonces Asa sacó plata y oro de los tesoros de la casa de Jehovah y de la casa del rey, y los envió a Ben-hadad, rey de Siria, que habitaba en Damasco, diciendo: "Haya alianza entre tú y yo, como la había entre mi padre y tu padre. He aquí, yo te envío plata y oro; vé y anula tu alianza con Baasa, rey de Israel, para que él se retire de mí." Ben-hadad consintió con el rey Asa. Envió contra las ciudades de Israel a los jefes de sus ejércitos, y atacaron Ijón, Dan, Abel-maim y todas las ciudades almacenes de Neftalí. Cuando Baasa oyó esto, dejó de reedificar Ramá e hizo cesar su obra. Entonces el rey Asa trajo a todo Judá, y se llevaron las piedras y la madera de Ramá, con que Baasa edificaba. Y con ellas reedificó Geba y Mizpa. En aquel tiempo el vidente Hanani fue a Asa, rey de Judá, y le dijo: "Por haberte apoyado en el rey de Siria y no haberte apoyado en Jehovah tu Dios, por eso el ejército del rey de Siria se ha escapado de tu mano. ¿No eran los etíopes y los libios un ejército numerosísimo, con muchos carros y jinetes? Con todo, porque te apoyaste en Jehovah, él los entregó en tu mano. Porque los ojos de Jehovah recorren toda la tierra para fortalecer a los que tienen un corazón íntegro para con él. Locamente has actuado en esto, y de ahora en adelante habrá guerras contra ti." Asa se enojó contra el vidente y lo puso en la cárcel, porque se encolerizó contra él por esto. En aquel tiempo también maltrató a algunos del pueblo. He aquí que los hechos de Asa, los primeros y los últimos, están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. En el año 39 de su reinado Asa se enfermó de los pies. Su enfermedad fue muy grave; pero aun en su enfermedad no consultó a Jehovah, sino a los médicos. Asa reposó con sus padres y murió en el año 41 de su reinado, y lo sepultaron en el sepulcro que él había cavado para sí en la Ciudad de David. Lo recostaron en un féretro, el cual llenaron de especias aromáticas y de todo tipo de ungüentos y mezclas de ungüentos, e hicieron una gran hoguera en su honor. En lugar de Asa reinó su hijo Josafat, quien se hizo fuerte contra Israel. Puso tropas en todas las ciudades fortificadas de Judá, y puso destacamentos en la tierra de Judá y en las ciudades de Efraín que su padre Asa había tomado. Jehovah estuvo con Josafat, porque anduvo en los primeros caminos de su padre David, y no acudió a los Baales. Más bien, buscó al Dios de su padre, andando según sus mandamientos y no según las obras de Israel. Por eso Jehovah afirmó el reino en su mano. Todo Judá daba presentes a Josafat, y él tuvo riquezas y gloria en abundancia. Elevó su corazón hacia los caminos de Jehovah, y quitó otra vez de Judá los lugares altos y los árboles rituales de Asera. En el tercer año de su reinado envió a sus magistrados—Benjail, Abdías, Zacarías, Natanael y Micaías—, para que enseñasen en las ciudades de Judá. Y con ellos, a los levitas Semaías, Netanías, Zebadías, Asael, Semiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tob-adonías; y con los levitas, a los sacerdotes Elisama y Joram. Ellos enseñaron en Judá, llevando consigo el libro de la Ley de Jehovah. E hicieron una gira por todas las ciudades de Judá, instruyendo al pueblo. El temor de Jehovah cayó sobre todos los reinos de las tierras que estaban alrededor de Judá, y no hicieron guerra contra Josafat. Algunos de los filisteos traían a Josafat presentes y tributos de plata. También los árabes le llevaban ganado: 7.700 carneros y 7.700 machos cabríos. Josafat se fue engrandeciendo más y más, y edificó en Judá fortalezas y ciudades almacenes. Tenía muchas provisiones en las ciudades de Judá. El tenía en Jerusalén guerreros y hombres valientes. Esta era la lista de ellos, según sus casas paternas: Los jefes de millares de Judá: el jefe Adnas, y con él, 300.000 hombres valientes. A su lado, el jefe Johanán, y con él, 280.000. A su lado, Amasías hijo de Zicri, que se había ofrecido voluntariamente a Jehovah, y con él, 200.000 hombres valientes. Los de Benjamín: Eliada, un hombre valiente, y con él, 200.000 hombres armados de arco y escudo. A su lado, Jozabad, y con él, 180.000 hombres listos para la guerra. Estos eran servidores del rey, sin contar los que el rey había puesto en las ciudades fortificadas, por todo Judá. Josafat tenía riquezas y gloria en abundancia, y emparentó con Acab. Después de algunos años descendió a Samaria para visitar a Acab, por lo que Acab mató muchas ovejas y vacas para él y para la gente que estaba con él. Y le persuadió a que subiese con él a Ramot de Galaad. Acab, rey de Israel, preguntó a Josafat, rey de Judá: —¿Irás conmigo a Ramot de Galaad? Y él le respondió: —Yo soy como eres tú, y mi pueblo como tu pueblo. Iremos contigo a la guerra. Además, Josafat dijo al rey de Israel: —Por favor, consulta hoy la palabra de Jehovah. Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, a 400 hombres, y les preguntó: —¿Iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiré? Ellos respondieron: —Sube, porque Dios la entregará en mano del rey. Entonces preguntó Josafat: —¿No hay aquí todavía algún profeta de Jehovah, para que consultemos por medio de él? El rey de Israel respondió a Josafat: —Todavía hay un hombre por medio del cual podríamos consultar a Jehovah; pero yo le aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal, todos sus días. Es Micaías hijo de Imla. Josafat respondió: —No hable así el rey. Entonces el rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo: —Trae pronto a Micaías hijo de Imla. El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales, estaban sentados, cada uno en su trono, en la era a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban delante de ellos. Sedequías hijo de Quenaana se había hecho unos cuernos de hierro y decía: —Así ha dicho Jehovah: "¡Con éstos embestirás a los sirios, hasta acabar con ellos!" Y todos los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo: —Sube a Ramot de Galaad y triunfa, porque Jehovah la entregará en mano del rey. El mensajero que había ido a llamar a Micaías le habló diciendo: —He aquí, las palabras de los profetas unánimemente anuncian el bien al rey. Sea, pues, tu palabra como la de uno de ellos, y anuncia el bien. Pero Micaías respondió: —¡Vive Jehovah, que lo que mi Dios me diga, eso hablaré! Llegó al rey, y el rey le preguntó: —Micaías, ¿iremos a la guerra contra Ramot de Galaad, o desistiré? El respondió: —Subid y triunfad, porque serán entregados en vuestra mano. El rey le dijo: —¿Cuántas veces tengo que hacerte jurar que no me digas sino la verdad en el nombre de Jehovah? Entonces respondió: —He visto a todo Israel dispersado por los montes como ovejas que no tienen pastor. Y Jehovah dijo: "Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz." Entonces el rey de Israel dijo a Josafat: —¿No te dije que no profetizaría acerca de mí el bien, sino el mal? Luego dijo Micaías: —Escuchad, pues, la palabra de Jehovah: Yo he visto a Jehovah sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba de pie a su derecha y a su izquierda. Entonces Jehovah preguntó: "¿Quién inducirá a Acab, rey de Israel, para que suba y caiga en Ramot de Galaad?" Y uno respondía de una manera, y otro respondía de otra manera. Entonces salió un espíritu, se puso delante de Jehovah y dijo: "Yo le induciré." Jehovah le preguntó: "¿De qué manera?" Y él respondió: "Saldré y seré espíritu de mentira en la boca de todos sus profetas." Y Jehovah dijo: "Tú lo inducirás, y también prevalecerás. Sal y hazlo así." Ahora pues, he aquí que Jehovah ha puesto un espíritu de mentira en la boca de estos tus profetas, porque Jehovah ha decretado el mal con respecto a ti. Entonces se acercó Sedequías hijo de Quenaana y golpeó a Micaías en la mejilla, diciéndole: —¿Por qué camino se apartó de mí el Espíritu de Jehovah, para hablarte a ti? Y Micaías respondió: —¡He aquí, tú lo verás aquel día, cuando te metas de cuarto en cuarto para esconderte! Entonces dijo el rey de Israel: —Tomad a Micaías y hacedlo volver a Amón, alcalde de la ciudad, y a Joás, hijo del rey. Y diles: "El rey ha dicho así: ‘Poned a éste en la cárcel y mantenedle con una escasa ración de pan y de agua, hasta que yo vuelva en paz.’" Y Micaías dijo: —Si logras volver en paz, Jehovah no ha hablado por medio de mí. —Y añadió—: ¡Oídlo, pueblos todos! El rey de Israel subió con Josafat, rey de Judá, a Ramot de Galaad. El rey de Israel dijo a Josafat: —Yo me disfrazaré y entraré en la batalla; pero tú, vístete con tus vestiduras. Entonces el rey de Israel se disfrazó, y entraron en la batalla. Ahora bien, el rey de Siria había mandado a los jefes de los carros que tenía, diciendo: "No luchéis contra chico ni contra grande, sino sólo contra el rey de Israel." Y sucedió que cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, dijeron: —¡Este es el rey de Israel! Entonces se dirigieron hacia él para atacarle; pero Josafat gritó, y Jehovah le ayudó. Dios los desvió de él. Y sucedió que al ver los jefes de los carros que no era el rey de Israel, se apartaron de él. Entonces un hombre tiró con su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura y la coraza. Y él dijo al que guiaba el carro: —¡Da la vuelta y sácame de la batalla, porque he sido herido! La batalla arreció aquel día, y el rey de Israel fue sostenido en pie en el carro, frente a los sirios, hasta el atardecer. Y murió al ponerse el sol. Josafat, rey de Judá, volvió en paz a su casa en Jerusalén. Pero el vidente Jehú hijo de Hanani le salió al encuentro y dijo al rey Josafat: —¿Das ayuda al impío y amas a los que aborrecen a Jehovah? Por esto, la ira de Jehovah será contra ti. Sin embargo, se han hallado en ti cosas buenas, porque has eliminado del país los árboles rituales de Asera y has dispuesto tu corazón para buscar a Dios. Josafat habitaba en Jerusalén, pero volvió a salir entre el pueblo desde Beerseba hasta la región montañosa de Efraín, y los hacía volver a Jehovah, Dios de sus padres. También estableció jueces en la tierra, de ciudad en ciudad, en todas las ciudades fortificadas de Judá. Y dijo a los jueces: "Mirad lo que hacéis, porque no juzgáis en lugar del hombre, sino en lugar de Jehovah, quien estará con vosotros en materia de juicio. Ahora pues, que el temor de Jehovah esté en vosotros. Actuad cuidadosamente, porque con Jehovah nuestro Dios no hay maldad, ni distinción de personas, ni aceptación de soborno." Josafat también estableció en Jerusalén a algunos de los levitas, de los sacerdotes y de los jefes de las casas paternas, para la administración de la justicia de Jehovah y para los pleitos de los habitantes de Jerusalén. Y les mandó diciendo: "Habréis de proceder con temor de Jehovah, con fidelidad y con corazón íntegro. En cualquier pleito que traigan a vosotros vuestros hermanos que habitan en sus ciudades (sean delitos de sangre o cuestiones de instrucción, mandamientos, leyes o decretos), habéis de advertirles a fin de que no pequen contra Jehovah y que no haya ira contra vosotros y contra vuestros hermanos. Al obrar de este modo, no tendréis culpabilidad. He aquí que el sumo sacerdote Amarías será quien os presida en cualquier asunto de Jehovah. Zebadías hijo de Ismael, dirigente de la tribu de Judá, os presidirá en cualquier asunto del rey. Los levitas también actuarán delante de vosotros como oficiales. Esforzaos y actuad, y Jehovah esté con el bueno." Aconteció después de esto que los hijos de Moab y de Amón, y con ellos algunos de los amonitas, salieron a la guerra contra Josafat. Entonces fueron e informaron a Josafat diciendo: "Una gran multitud viene contra ti de la otra orilla del mar, de Edom. Y he aquí que están en Hazezón-tamar, que es En-guedi." Josafat tuvo temor, se propuso consultar a Jehovah e hizo pregonar ayuno en todo Judá. Se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehovah, y de todas las ciudades de Judá vinieron para buscar a Jehovah. Entonces Josafat se puso de pie ante la congregación de Judá y de Jerusalén, en la casa de Jehovah, delante del atrio nuevo, y dijo: "Oh Jehovah, Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, que gobiernas en todos los reinos de las naciones y que tienes en tu mano fuerza y poder, de modo que nadie te pueda resistir? ¿No fuiste tú, oh Dios nuestro, el que echaste a los habitantes de esta tierra de la presencia de tu pueblo Israel y la diste a la descendencia de tu amigo Abraham para siempre? Ellos han habitado en ella y han edificado allí un santuario a tu nombre, diciendo: ‘Si el mal viniese sobre nosotros (espada de juicio, peste o hambre), nos presentaremos delante de este templo y delante de ti, porque tu nombre está en este templo. A ti clamaremos en nuestra tribulación, y tú nos escucharás y librarás.’ "Ahora pues, he aquí que los hijos de Amón, los de Moab y los de la región montañosa de Seír (la tierra de los cuales no quisiste que Israel atravesase cuando venía de la tierra de Egipto, por lo que se apartaron de ellos y no los destruyeron); he aquí que ahora ellos nos pagan viniendo a expulsarnos de la heredad que tú nos has dado en posesión. Oh Dios nuestro, ¿no los juzgarás tú? Porque nosotros no disponemos de fuerzas contra esta multitud tan grande que viene contra nosotros. No sabemos qué hacer, pero en ti ponemos nuestros ojos." Todo Judá estaba de pie delante de Jehovah, con sus pequeños, sus mujeres y sus hijos. También estaba allí Yajaziel hijo de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, levita de los hijos de Asaf, sobre el cual vino el Espíritu de Jehovah en medio de la congregación, y dijo: "Oíd, todo Judá y habitantes de Jerusalén, y tú, oh rey Josafat, así os ha dicho Jehovah: ‘No temáis ni desmayéis delante de esta multitud tan grande, porque la batalla no será vuestra, sino de Dios. Descended mañana contra ellos. He aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los encontraréis en el extremo del valle, frente al desierto de Jeruel. En esta ocasión, vosotros no tendréis que luchar. Deteneos, estaos quietos y ved la victoria que Jehovah logrará para vosotros. ¡Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis! ¡Salid mañana a su encuentro, y Jehovah estará con vosotros!’" Entonces Josafat inclinó su rostro a tierra. Del mismo modo, todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron delante de Jehovah, y adoraron a Jehovah. Luego se levantaron los levitas de los hijos de Cohat y de los hijos de Coré, para alabar con fuerte y alta voz a Jehovah Dios de Israel. Se levantaron muy de mañana y salieron hacia el desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat se puso de pie y dijo: "Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén: ¡Creed en Jehovah vuestro Dios, y estaréis seguros! ¡Creed a sus profetas y seréis prosperados!" Después de consultar con el pueblo, designó a algunos de ellos para que cantasen a Jehovah y le alabasen en la hermosura de la santidad, mientras iban delante del ejército, diciendo: "¡Alabad a Jehovah, porque para siempre es su misericordia!" Cuando comenzaron el canto y la alabanza, Jehovah puso emboscadas contra los hijos de Amón, los de Moab y los de la región montañosa de Seír que habían venido contra Judá, y fueron derrotados. Los hijos de Amón y de Moab se levantaron contra los de la región montañosa de Seír, para destruirlos por completo y aniquilarlos. Cuando habían acabado con los de la región montañosa de Seír, cada cual contribuyó a la destrucción de su campañero. Cuando los de Judá llegaron a cierta altura que domina el desierto, miraron hacia la multitud; y he aquí que ellos yacían muertos en tierra. Ninguno había escapado. Entonces Josafat y su gente fueron para despojarlos, y entre los cadáveres hallaron muchas riquezas, tanto vestidos como objetos preciosos, los que arrebataron para sí en tal cantidad que les era imposible llevar. Tres días duró el despojo, porque era mucho. Al cuarto día se congregaron en el valle de Berajá. Allí bendijeron a Jehovah; por eso llamaron el nombre de aquel lugar valle de Berajá, hasta hoy. Todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat a la cabeza, partieron gozosos para regresar a Jerusalén; porque Jehovah les había dado gozo sobre sus enemigos. Llegaron a Jerusalén, a la casa de Jehovah, con liras, arpas y trompetas. Y cuando oyeron que Jehovah había combatido contra los enemigos de Israel, el temor de Dios cayó sobre todos los reinos de aquellas tierras. Entonces el reino de Josafat tuvo tranquilidad, porque su Dios le dio reposo por todas partes. Así reinó Josafat sobre Judá. Tenía 35 años cuando comenzó a reinar, y reinó 25 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Azuba hija de Silji. El anduvo en el camino de su padre Asa, sin apartarse de él, haciendo lo recto ante los ojos de Jehovah. Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados, pues el pueblo aún no había dispuesto su corazón hacia el Dios de sus padres. Los demás hechos de Josafat, los primeros y los últimos, he aquí que están escritos en las crónicas de Jehú hijo de Hanani, las cuales fueron incluidas en el libro de los reyes de Israel. Pasadas estas cosas Josafat, rey de Judá, se asoció con Ocozías, rey de Israel, quien era dado a la impiedad. Josafat lo hizo su socio para hacer barcos que fueran a Tarsis, y construyeron barcos en Ezión-geber. Entonces Eliezer hijo de Dodava, de Maresa, profetizó contra Josafat diciendo: "Porque te has asociado con Ocozías, Jehovah destruirá tus obras." Y los barcos se destrozaron y no pudieron ir a Tarsis. Josafat reposó con sus padres y fue sepultado con ellos en la Ciudad de David. Y su hijo Joram reinó en su lugar. Joram tenía estos hermanos, hijos de Josafat: Azarías, Yejiel, Zacarías, Azariahu, Micael y Sefatías. Todos éstos eran hijos de Josafat, rey de Judá. Su padre les había dado muchos regalos de plata, oro y cosas preciosas, junto con ciudades fortificadas en Judá; pero a Joram le había dado el reino, porque él era el primogénito. Joram ascendió al trono de su padre, y después que se hizo fuerte, mató a espada a todos sus hermanos y también a algunos de los jefes de Israel. Joram tenía 32 años cuando comenzó a reinar, y reinó 8 años en Jerusalén. El anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab, porque tenía por mujer a una hija de Acab. E hizo lo malo ante los ojos de Jehovah. Sin embargo, Jehovah no quiso destruir la casa de David, a causa del pacto que había hecho con David. Porque había prometido darle una lámpara a él, y a sus hijos, continuamente. En sus días Edom se rebeló contra el dominio de Judá, y constituyeron un rey sobre ellos. Entonces Joram fue con sus oficiales y todos sus carros con él. Y sucedió que levantándose de noche, atacó a los edomitas que les habían cercado a él y a los jefes de los carros. Así se rebeló Edom contra el dominio de Judá, hasta el día de hoy. Por aquel tiempo, también Libna se rebeló contra su dominio, porque él había abandonado a Jehovah, Dios de sus padres. Además, edificó lugares altos en los montes de Judá e hizo que los habitantes de Jerusalén se prostituyeran; y a lo mismo empujó a Judá. Entonces le llegó una carta del profeta Elías que decía: Así ha dicho Jehovah, Dios de tu padre David: "Por cuanto no has andado en los caminos de tu padre Josafat, ni en los caminos de Asa, rey de Judá, sino que has andado en los caminos de los reyes de Israel y has hecho que Judá y los habitantes de Jerusalén se prostituyan, como se ha prostituido la casa de Acab, y además has asesinado a tus hermanos, a la familia de tu padre, los cuales eran mejores que tú, he aquí que por eso Jehovah traerá una gran plaga sobre tu pueblo, sobre tus hijos, sobre tus mujeres y sobre todos tus bienes. Y a ti te herirá con muchas enfermedades. Una enfermedad de los intestinos ocasionará que éstos se te salgan a causa de la enfermedad, día tras día." Jehovah despertó contra Joram el espíritu de los filisteos y de los árabes que estaban al lado de los etíopes, y subieron contra Judá y la invadieron. Luego tomaron todos los bienes que hallaron en el palacio real, y también a sus hijos y a sus mujeres. No le quedó más hijo que Ocozías, el menor de sus hijos. Después de todo esto Jehovah lo hirió con una enfermedad incurable en sus intestinos. Y sucedió que con el transcurso de los días, al final de dos años, se le salieron los intestinos a causa de su enfermedad, y murió con graves dolores. Su pueblo no hizo una hoguera por él, como la habían hecho por sus padres. Tenía 32 años cuando comenzó a reinar, y reinó 8 años en Jerusalén; y se fue sin ser deseado. Lo sepultaron en la Ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes. Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en su lugar a Ocozías, su hijo menor, porque una banda armada que había venido con los árabes al campamento había matado a todos los mayores. Por eso asumió el reinado Ocozías hijo de Joram, rey de Judá. Ocozías tenía 22 años cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre era Atalía hija de Omri. El anduvo en los caminos de la casa de Acab, porque su madre le aconsejaba a que actuase impíamente. E hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, como la casa de Acab; porque después de la muerte de su padre, ellos le aconsejaban para su perdición. También siguió sus consejos y con Joram hijo de Acab, rey de Israel, fue a la guerra contra Hazael, rey de Siria, en Ramot de Galaad. Los sirios hirieron a Joram, y éste volvió a Jezreel para curarse de las heridas que le habían ocasionado en Ramot cuando combatía contra Hazael, rey de Siria. Entonces Ocozías hijo de Joram, rey de Judá, descendió a Jezreel para ver a Joram hijo de Acab, porque éste estaba enfermo. La caída de Ocozías, al visitar a Joram, ocurrió de parte de Dios, pues cuando llegó, salió con Joram contra Jehú hijo de Nimsi, al cual Jehovah había ungido para que exterminase a la casa de Acab. Y sucedió que cuando Jehú ejecutaba juicio contra la casa de Acab, encontró a los jefes de Judá y a los hijos de los hermanos de Ocozías, que servían a Ocozías, y los mató. Después mandó buscar a Ocozías, y lo capturaron en Samaria, donde se había escondido; lo llevaron a Jehú y lo mataron. Y le dieron sepultura, porque dijeron: "Era hijo de Josafat, quien buscó a Jehovah con todo su corazón." No quedó nadie de la casa de Ocozías para retener el poder del reino. Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, se levantó y exterminó a toda la descendencia real de la casa de Judá. Pero Josabet, hija del rey, tomó a Joás hijo de Ocozías, lo sacó a escondidas de entre los hijos del rey a quienes estaban dando muerte, y puso a él y a su nodriza en un dormitorio. Josabet, hija del rey Joram y mujer del sacerdote Joyada (siendo ella hermana de Ocozías), lo escondió de Atalía, para que no lo matara. Y estuvo escondido con ellos en la casa de Dios seis años. Entre tanto, Atalía reinaba en el país. Al séptimo año, Joyada cobró ánimo y trajo, para hacer un convenio con él, a jefes de centenas: Azarías hijo de Jerojam, Ismael hijo de Johanán, Azarías hijo de Obed, Maasías hijo de Adaías y Elisafat hijo de Zicri. Ellos recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades de Judá y a los jefes de las casas paternas de Israel, y fueron a Jerusalén. Entonces toda la congregación hizo un convenio con el rey en la casa de Dios, y Joyada les dijo: —He aquí el hijo del rey, el cual reinará, como Jehovah ha prometido acerca de los hijos de David. Esto es lo que habéis de hacer: Una tercera parte de vosotros, los sacerdotes y los levitas que entráis de turno el sábado, estaréis de porteros. Otra tercera parte estará en la casa del rey, y la otra tercera parte estará en la puerta del Cimiento. Todo el pueblo estará en los atrios de la casa de Jehovah, pero nadie entrará en la casa de Jehovah, excepto los sacerdotes y los levitas que sirven. Estos podrán entrar, porque están consagrados; y todo el pueblo guardará la ordenanza de Jehovah. Entonces los levitas formarán un círculo alrededor del rey, cada uno con sus armas en su mano. Cualquiera que entre en el templo morirá. Estaréis con el rey cuando entre y cuando salga. Los levitas y todo Judá hicieron conforme a todo lo que había mandado el sacerdote Joyada. Tomaron cada uno a sus hombres, a los que habían de entrar el sábado y a los que habían de salir el sábado, porque el sacerdote Joyada no dio licencia a los grupos. El sacerdote Joyada dio a los jefes de centenas las lanzas y los escudos pequeños y grandes que habían sido del rey David, y que estaban en la casa de Dios. Luego puso a toda la gente en su lugar, cada uno con su lanza en la mano, desde el lado sur del templo hasta el lado norte del templo, entre el altar y el templo, alrededor del rey. Luego sacaron al hijo del rey, le pusieron la corona, le dieron el testimonio y le proclamaron rey. Joyada y sus hijos lo ungieron diciendo: —¡Viva el rey! Cuando Atalía oyó el bullicio de la gente que corría y loaba al rey, se acercó a la gente en la casa de Jehovah. Y cuando miró, he aquí que el rey estaba de pie junto a su columna, a la entrada. Los magistrados y los que tocaban las trompetas estaban junto al rey. Todo el pueblo de la tierra se regocijaba y tocaba las trompetas, y los cantores dirigían la alabanza con instrumentos musicales. Entonces Atalía rasgó sus vestidos y gritó: —¡Conspiración! ¡Conspiración! Luego el sacerdote Joyada sacó a los jefes de centenas que estaban al mando del ejército, y les dijo: —¡Sacadla de entre las filas; y el que la siga sea muerto a espada! Porque el sacerdote había dicho que no la matasen en la casa de Jehovah. Entonces le echaron mano, y cuando ella llegó a la entrada de la puerta de los Caballos de la casa del rey, allí la mataron. Joyada hizo un pacto entre él, todo el pueblo y el rey, de que serían el pueblo de Jehovah. Después todo el pueblo entró en el templo de Baal, y lo destruyeron. Rompieron sus altares y sus imágenes, y delante de los altares mataron a Matán, sacerdote de Baal. Luego Joyada designó oficiales para la casa de Jehovah, a cargo de los sacerdotes levitas, a quienes David había organizado para estar a cargo de la casa de Jehovah, a fin de ofrecer los holocaustos de Jehovah, como está escrito en la ley de Moisés, con alegría y canto, conforme a lo establecido por David. También puso porteros junto a las puertas de la casa de Jehovah, para que no entrase ninguna persona impura por cualquier razón. Después tomó a los jefes de centenas, a los poderosos, a los que gobernaban el pueblo y a todo el pueblo de la tierra; e hizo descender al rey desde la casa de Jehovah. Entraron en la casa del rey por la puerta superior, e hicieron que el rey se sentase en el trono del reino. Todo el pueblo de la tierra se regocijó, y la ciudad estaba en calma, después que a Atalía le habían dado muerte a espada. Joás tenía 7 años cuando comenzó a reinar, y reinó 40 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Sibia, de Beerseba. Joás hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, todo el tiempo del sacerdote Joyada. Joyada tomó para el rey dos mujeres, y éste engendró hijos e hijas. Aconteció después de esto que Joás decidió reparar la casa de Jehovah. Entonces reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: —Recorred las ciudades de Judá y reunid de todo Israel el dinero para reparar de año en año la casa de vuestro Dios. Poned diligencia en este asunto. Pero los levitas no pusieron diligencia. Entonces el rey llamó a Joyada, el sumo sacerdote, y le dijo: —¿Por qué no has requerido de los levitas que traigan de Judá y de Jerusalén la contribución que Moisés, siervo de Jehovah, y la congregación de Israel establecieron para el tabernáculo del testimonio? Pues los hijos de la malvada Atalía habían arruinado la casa de Dios, y también habían empleado para los Baales todas las cosas sagradas de la casa de Jehovah. Entonces el rey dijo que hiciesen un cofre, que pusieron fuera, junto a la puerta de la casa de Jehovah. Luego hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén que trajesen a Jehovah la contribución que Moisés, siervo de Dios, había establecido para Israel en el desierto. Entonces se regocijaron todos los jefes y todo el pueblo, y traían sus contribuciones y las echaban en el cofre, hasta llenarlo. Y sucedía que cuando llegaba el tiempo para llevar el cofre al oficial del rey por medio de los levitas, y cuando veían que había mucho dinero, el escriba del rey y el oficial del sumo sacerdote iban y vaciaban el cofre, y lo tomaban y lo volvían a poner en su lugar. Así lo hacían a diario, y recogían mucho dinero. Luego el rey y Joyada lo entregaban a los que hacían la obra de reparación de la casa de Jehovah. Así contrataban canteros y carpinteros para que restauraran la casa de Jehovah; igualmente trabajadores en hierro y en bronce, para que reparasen la casa de Jehovah. Los obreros trabajaban, y la obra de restauración progresó en sus manos. Restauraron la casa de Dios a su primer estado y la reforzaron. Cuando acabaron, llevaron al rey y a Joyada lo que quedó del dinero, y con él hicieron utensilios para la casa de Jehovah: utensilios para el servicio y para ofrecer holocaustos, cucharas y utensilios de oro y de plata. Continuamente ofrecían holocaustos en la casa de Jehovah, todos los días de Joyada. Entonces Joyada envejeció y murió lleno de años. Tenía 130 años cuando murió, y lo sepultaron en la Ciudad de David, junto con los reyes, porque había hecho bien en Israel para con Dios y su casa. Después de la muerte de Joyada vinieron los jefes de Judá y se postraron ante el rey, y el rey los escuchó. Entonces abandonaron la casa de Jehovah, Dios de sus padres, y rindieron culto a los árboles rituales de Asera y a los ídolos. Y la ira de Dios vino contra Judá y contra Jerusalén, a causa de esta culpa suya. Sin embargo, les envió profetas para que los hiciesen volver a Jehovah; y éstos les amonestaron, pero ellos no escucharon. Entonces el Espíritu de Dios invistió a Zacarías, hijo del sacerdote Joyada, quien se puso de pie donde estaba más alto que el pueblo y les dijo: —Así ha dicho Dios: "¿Por qué quebrantáis los mandamientos de Jehovah? No prosperaréis; porque por haber abandonado a Jehovah, él también os abandonará." Pero ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey lo apedrearon en el atrio de la casa de Jehovah. El rey Joás no se acordó de la bondad que Joyada, padre de Zacarías, había mostrado con él. Más bien, mató a su hijo, quien dijo al morir: "¡Jehovah lo vea y lo demande!" Aconteció que al año siguiente subió contra él el ejército de Siria. Vinieron a Judá y a Jerusalén, destruyeron de entre la población a todos los magistrados del pueblo y enviaron todo su botín al rey en Damasco. Aunque el ejército de Siria había venido con poca gente, Jehovah entregó en su mano un ejército muy numeroso, porque habían abandonado a Jehovah, Dios de sus padres. Así ejecutaron juicio contra Joás. Cuando los sirios se alejaron de él, lo dejaron gravemente enfermo. Después conspiraron contra él sus servidores, a causa de la sangre del hijo del sacerdote Joyada. Lo hirieron de muerte en su cama, y murió. Y lo sepultaron en la Ciudad de David, pero no en los sepulcros de los reyes. Los que conspiraron contra él fueron Zabad, hijo de Simeat la amonita, y Jozabad, hijo de Simrit la moabita. Lo referente a sus hijos, a las muchas profecías acerca de él y a la restauración de la casa de Jehovah, he aquí que está escrito en la historia del libro de los reyes. Y su hijo Amasías reinó en su lugar. Amasías tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó 29 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Joadán, de Jerusalén. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, aunque no con un corazón íntegro. Sucedió que cuando el reino se consolidó con él, mató a sus servidores que habían herido de muerte al rey, su padre. Pero no dio muerte a los hijos de ellos, conforme a lo que está escrito en la Ley, en el libro de Moisés, donde Jehovah mandó diciendo: Los padres no morirán por culpa de los hijos, ni los hijos morirán por culpa de los padres; sino que cada cual morirá por su propio pecado. Después Amasías reunió a los de Judá y los organizó por todo Judá y Benjamín, de acuerdo con sus casas paternas, bajo jefes de millares y de centenas. Luego contó a los de 20 años para arriba y halló que eran 300.000 escogidos para ir a la guerra, los cuales portaban lanza y escudo. Además, tomó a sueldo a 100.000 hombres valientes de Israel, por 100 talentos de plata. Entonces un hombre de Dios fue a él y dijo: —Oh rey, que no vaya contigo el ejército de Israel; porque Jehovah no está con Israel ni con ninguno de los hijos de Efraín. Aunque tú fueras y te esforzaras en la batalla, Dios te haría fracasar delante del enemigo. Porque en Dios hay poder para ayudar o para hacer fracasar. Amasías preguntó al hombre de Dios: —¿Qué será, pues, de los 100 talentos de plata que he dado al ejército de Israel? El hombre de Dios respondió: —Jehovah puede darte mucho más que eso. Entonces Amasías apartó las tropas que habían venido a él de Efraín, para que se fuesen a sus casas. Ellos se enojaron muchísimo contra Judá y se volvieron a sus casas enfurecidos. Pero Amasías se esforzó y guió a su pueblo; fue al valle de la Sal y mató a 10.000 de los hijos de Seír. Los hijos de Judá tomaron vivos a otros 10.000, que llevaron a la cumbre de un peñasco y de allí los despeñaron, y todos se hicieron pedazos. Pero las tropas que Amasías había despedido para que no fuesen con él a la batalla, saquearon las ciudades de Judá desde Samaria hasta Bet-jorón, mataron a 3.000 de ellos y se llevaron mucho despojo. Pero sucedió que después que Amasías vino de la matanza de los edomitas, trajo consigo los dioses de los hijos de Seír y los puso como dioses para sí, y se inclinó ante ellos y les quemó incienso. Entonces el furor de Jehovah se encendió contra Amasías, y le envió un profeta que le dijo: —¿Por qué has acudido a los dioses de ese pueblo, que no pudieron librar a su pueblo de tu mano? Y sucedió que cuando el profeta le habló estas cosas, él le respondió: —¿Te hemos puesto a ti por consejero del rey? ¡Cállate! ¿Por qué te han de matar? Entonces el profeta concluyó diciendo: —Yo sé que Dios ha decidido destruirte, porque has hecho esto y no has escuchado mi consejo. Después de haber tomado consejo Amasías, rey de Judá, mandó a decir a Joás hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel: "¡Ven, y veámonos las caras!" Y Joás, rey de Israel, mandó a decir a Amasías, rey de Judá: "El cardo que está en el Líbano mandó a decir al cedro que está en el Líbano: ‘Da tu hija a mi hijo por mujer.’ Entonces pasó una fiera salvaje del Líbano y pisoteó el cardo. Tú dices: ‘He aquí, he derrotado a Edom’, y tu corazón se ha envanecido, y te glorías. Ahora pues, quédate en tu casa. ¿Por qué provocas un mal, en que puedas caer tú y Judá contigo?" Pero Amasías no quiso escuchar, porque esto estaba determinado por Dios, quien los quería entregar en mano de sus enemigos, porque habían acudido a los dioses de Edom. Entonces Joás, rey de Israel, subió; y se enfrentaron él y Amasías, rey de Judá, en Bet-semes, que pertenece a Judá. Los de Judá fueron derrotados ante Israel y huyeron, cada uno a su morada. Entonces Joás, rey de Israel, prendió en Bet-semes a Amasías, rey de Judá e hijo de Joás, hijo de Ocozías; y lo llevó a Jerusalén. Y abrió una brecha en el muro de Jerusalén, desde la puerta de Efraín hasta la puerta de la Esquina, 400 codos. Luego tomó todo el oro, la plata y todos los utensilios que se hallaban en la casa de Dios con Obed-edom, y los tesoros de la casa del rey. También tomó rehenes y regresó a Samaria. Amasías hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás hijo de Joacaz, rey de Israel. Los demás hechos de Amasías, los primeros y los últimos, ¿no están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel? Desde el tiempo en que Amasías se apartó de Jehovah, hicieron una conspiración contra él en Jerusalén. El huyó a Laquis, pero enviaron gente tras él a Laquis, y lo mataron allí. Después lo llevaron sobre caballos y lo sepultaron con sus padres, en la Ciudad de David. Entonces todo el pueblo de Judá tomó a Uzías, que tenía 16 años de edad, y lo proclamaron rey en lugar de su padre Amasías. El reedificó Eilat y la restituyó a Judá, después que el rey reposó con sus padres. Uzías tenía 16 años cuando comenzó a reinar, y reinó 52 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Jecolía, de Jerusalén. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que había hecho su padre Amasías. Se propuso buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en las visiones de Dios; y en el tiempo en que buscó a Jehovah, Dios le prosperó. Salió y combatió contra los filisteos, y abrió brecha en el muro de Gat, en el muro de Yabne y en el muro de Asdod. Edificó ciudades en la zona de Asdod y entre los filisteos. Dios le ayudó contra los filisteos, contra los árabes que habitaban en Gur-baal y contra los meunitas. Los amonitas dieron tributo a Uzías, y su nombre se difundió hasta la entrada de Egipto, porque se había hecho poderoso en extremo. Uzías también edificó torres en Jerusalén, junto a la puerta de la Esquina, junto a la puerta del Valle y junto al ángulo, y las fortificó. También edificó torres en el desierto y cavó muchos pozos, porque tenía mucho ganado, tanto en la Sefela como en la costa. Tuvo también agricultores y viñadores en la región montañosa y en los campos fértiles, porque era amante de la agricultura. Uzías mantuvo un ejército entrenado para la batalla, que salía a la campaña por divisiones, conforme al número de su lista hecha por el escriba Jeiel y por el oficial Maasías, bajo la dirección de Ananías, uno de los funcionarios del rey. El número total de los jefes de las casas paternas al frente de los guerreros valientes era de 2.600. Bajo su mando estaba un ejército de 307.500 guerreros, una fuerza poderosa para ayudar al rey contra los enemigos. Uzías preparó para todo el ejército escudos, lanzas, cascos, cotas de malla, arcos y piedras para las hondas. En Jerusalén hizo máquinas, ingeniosamente diseñadas por técnicos, para que estuviesen en las torres y en las esquinas, a fin de lanzar dardos y grandes piedras. Su fama se difundió muy lejos, porque halló ayuda de manera sorprendente, hasta que se hizo fuerte. Cuando Uzías se hizo fuerte, su corazón se enalteció hasta corromperse. El actuó con infidelidad contra Jehovah su Dios y entró en la casa de Jehovah para quemar incienso en el altar del incienso. El sacerdote Azarías entró tras él, y ochenta sacerdotes de Jehovah con él, hombres valientes. Estos se pusieron contra el rey Uzías y le dijeron: —¡No te corresponde a ti, oh Uzías, quemar incienso a Jehovah, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que han sido consagrados para ello! ¡Sal del santuario, porque has actuado mal! ¡Esto no te servirá de gloria delante de Jehovah Dios! Pero Uzías, quien tenía en su mano un incensario para quemar incienso, se llenó de ira. Y al airarse contra los sacerdotes, brotó lepra en su frente, en presencia de los sacerdotes, en la casa de Jehovah, junto al altar del incienso. El sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes lo vieron, y he aquí que él tenía leprosa la frente. Entonces le hicieron salir aprisa de allí. El mismo se apresuró a salir, porque Jehovah lo había herido. El rey Uzías quedó leproso hasta el día de su muerte. Siendo leproso habitó aislado en una casa, porque había sido excluido de la casa de Jehovah. Su hijo Jotam tenía a su cargo la casa del rey y gobernaba al pueblo de la tierra. Los demás hechos de Uzías, los primeros y los últimos, los ha escrito el profeta Isaías hijo de Amoz. Uzías reposó con sus padres, y lo sepultaron con sus padres en el campo de sepultura de los reyes, aunque dijeron: "El es leproso." Y su hijo Jotam reinó en su lugar. Jotam tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó 16 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Jerusa hija de Sadoc. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que había hecho su padre Uzías, salvo que no entró en el templo de Jehovah. Sin embargo, el pueblo continuaba corrompiéndose. Jotam edificó la puerta superior de la casa de Jehovah e hizo muchas edificaciones en la muralla del Ofel. Edificó ciudades en la región montañosa de Judá, y fortalezas y torres en los bosques. También hizo guerra contra el rey de los hijos de Amón, a los cuales venció. Aquel año los hijos de Amón le dieron 100 talentos de plata, 10.000 coros de trigo y 10.000 coros de cebada. Esto mismo le dieron los hijos de Amón el segundo y el tercer año. Jotam se hizo fuerte, porque dispuso sus caminos delante de Jehovah su Dios. Los demás hechos de Jotam, todas sus guerras y sus actividades, he aquí que están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. Tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó 16 años en Jerusalén. Jotam reposó con sus padres, y lo sepultaron en la Ciudad de David. Y su hijo Acaz reinó en su lugar. Acaz tenía 20 años cuando comenzó a reinar, y reinó 16 años en Jerusalén. El no hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, en contraste con su padre David. Anduvo en los caminos de los reyes de Israel, y aun hizo de metal fundido imágenes de los Baales. Quemó incienso en el valle de Ben-hinom e hizo pasar por fuego a sus hijos, conforme a las prácticas abominables de las naciones que Jehovah había echado de delante de los hijos de Israel. Asimismo, ofreció sacrificios y quemó incienso en los lugares altos, sobre las colinas y debajo de todo árbol frondoso. Entonces Jehovah su Dios lo entregó en mano del rey de Siria; ellos lo derrotaron y le tomaron muchos cautivos, a los cuales llevaron a Damasco. También fue entregado en mano del rey de Israel, el cual le ocasionó una gran derrota. Pécaj hijo de Remalías mató en Judá a 120.000 en un solo día, todos hombres valientes, porque habían abandonado a Jehovah, Dios de sus padres. También Zicri, un hombre poderoso de Efraín, mató a Maasías, hijo del rey, a Azricam, encargado del palacio, y a Elcana que era segundo después del rey. Los hijos de Israel también tomaron cautivos a 200.000 de sus hermanos: mujeres, hijos e hijas. Además, tomaron de ellos un gran botín y se lo llevaron a Samaria. Había allí un profeta de Jehovah que se llamaba Oded, el cual salió al encuentro del ejército, cuando llegaba a Samaria, y les dijo: —He aquí, fue debido a que Jehovah, Dios de vuestros padres, estaba airado contra Judá, que la entregó en vuestra mano. Pero vosotros los habéis matado con tal saña que ha llegado hasta el cielo. Y ahora habéis determinado someter a los hijos de Judá y de Jerusalén como vuestros siervos y siervas. ¿No sois vosotros los verdaderos culpables ante Jehovah vuestro Dios? Ahora pues, escuchadme y haced volver a los cautivos que habéis tomado de vuestros hermanos, porque el furor de la ira de Jehovah está sobre vosotros. Entonces se levantaron contra los que venían de la guerra algunos hombres de los jefes de los hijos de Efraín (Azarías hijo de Johanán, Berequías hijo de Mesilemot, Ezequías hijo de Salum y Amasa hijo de Hadlai), y les dijeron: —No traigáis acá a los cautivos, porque esto nos hará culpables delante de Jehovah. Vosotros tratáis de añadir sobre nuestros pecados y sobre nuestra culpa, a pesar de que ya es grande nuestra culpa y de que el furor de su ira está sobre Israel. Entonces el ejército abandonó a los cautivos y el botín delante de los jefes y de toda la congregación. Unos hombres que fueron designados por nombre se levantaron, tomaron a los cautivos y vistieron del botín a todos los que entre ellos estaban desnudos. Los vistieron, los calzaron y les dieron de comer y de beber. Los ungieron, condujeron en asnos a todos los débiles, y los llevaron hasta Jericó, la ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos. Después regresaron a Samaria. En aquel tiempo el rey Acaz envió a pedir ayuda al rey de Asiria, porque otra vez habían venido los edomitas y habían atacado a los de Judá, llevándose cautivos. Asimismo, los filisteos habían hecho una incursión en las ciudades de la Sefela y del Néguev de Judá, y habían tomado Bet-semes, Ajalón, Gederot, Soco con sus aldeas, Timna con sus aldeas y Gimzo con sus aldeas; y habitaron en ellas. Ciertamente Jehovah humilló a Judá por causa de Acaz, rey de Judá, porque él había permitido la corrupción en Judá y había actuado gravemente contra Jehovah. Tiglat-pileser, rey de Asiria, vino a él, pero lo redujo a estrechez en lugar de fortalecerlo. A pesar de que Acaz había despojado la casa de Jehovah, la casa del rey y las casas de los gobernadores, para darlo al rey de Asiria, éste no le prestó ayuda. En el tiempo de su aflicción el rey Acaz persistió en su infidelidad a Jehovah, porque ofreció sacrificios a los dioses de Damasco que le habían derrotado. Y dijo: "Puesto que los dioses de los reyes de Siria les ayudan, yo también les ofreceré sacrificios, para que me ayuden a mí." Pero ellos fueron los que lo hicieron fracasar a él y a todo Israel. Además de esto, Acaz recogió los utensilios de la casa de Dios. Destrozó los utensilios de la casa de Dios, y cerró las puertas de la casa de Jehovah. Se hizo altares en todos los rincones de Jerusalén. E hizo lugares altos en todas las ciudades de Judá, para quemar incienso a otros dioses, provocando a ira a Jehovah, Dios de sus padres. Los demás hechos de Acaz, todos su caminos, los primeros y los últimos, he aquí que están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. Acaz reposó con sus padres, y lo sepultaron en la ciudad de Jerusalén, pero no lo pusieron en los sepulcros de los reyes de Israel. Y su hijo Ezequías reinó en su lugar. Ezequías comenzó a reinar cuando tenía 25 años, y reinó 29 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abía hija de Zacarías. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que había hecho su padre David. En el mes primero del primer año de su reinado, abrió las puertas de la casa de Jehovah y las reparó. Hizo venir a los sacerdotes y a los levitas, los reunió en la plaza oriental y les dijo: —Oídme, oh levitas: Purificaos ahora, y purificad luego la casa de Jehovah, Dios de vuestros padres, sacando del santuario la inmundicia. Porque nuestros padres han sido infieles y han hecho lo malo ante los ojos de Jehovah, nuestro Dios. Ellos le han abandonado, han apartado sus rostros del tabernáculo de Jehovah, y le han vuelto las espaldas. Incluso han cerrado las puertas del pórtico y han apagado las lámparas. No han quemado incienso ni han ofrecido holocaustos en el santuario al Dios de Israel. Por eso la ira de Jehovah ha venido sobre Judá y Jerusalén, y los ha entregado a turbación, horror y escarnio, como lo veis con vuestros propios ojos. He aquí que por esto nuestros padres han caído a espada, y nuestros hijos, nuestras hijas y nuestras mujeres están cautivos. Ahora pues, yo he decidido hacer un pacto con Jehovah Dios de Israel, para que aparte de nosotros el furor de su ira. Ahora pues, hijos míos, no seáis negligentes, porque Jehovah os ha escogido a fin de que estéis delante de él y le sirváis, para que seáis sus servidores y le queméis incienso." Entonces se levantaron los levitas Majat hijo de Amasai y Joel hijo de Azarías, de los hijos de Cohat; Quis hijo de Abdi y Azarías hijo de Jehalelel, de los hijos de Merari; Jóaj hijo de Zima y Edén hijo de Jóaj, de los hijos de Gersón; Simri y Jeiel, de los hijos de Elizafán; Zacarías y Matanías, de los hijos de Asaf; Yejiel y Simi, de los hijos de Hemán: Semaías y Uziel, de los hijos de Jedutún. Estos reunieron a sus hermanos, se purificaron y entraron para limpiar la casa de Jehovah, conforme al mandato del rey, basado en la palabra de Jehovah. Los sacerdotes entraron en la parte interior de la casa de Jehovah para limpiarla. Sacaron al atrio de la casa de Jehovah toda la inmundicia que hallaron en el templo de Jehovah, y los levitas la tomaron para sacarla fuera, al arroyo de Quedrón. Comenzaron a purificarlo el primero del mes primero. El octavo día del mismo mes entraron en el pórtico de Jehovah y purificaron la casa de Jehovah en ocho días. Y acabaron el día 16 del mes primero. Luego pasaron adentro, ante el rey Ezequías, y le dijeron: —Ya hemos limpiado toda la casa de Jehovah, el altar del holocausto y todos sus utensilios; igualmente, la mesa de la presentación y todos sus utensilios. Asimismo, hemos preparado y consagrado todos los utensilios que en su infidelidad había puesto de lado el rey Acaz mientras reinaba. He aquí, ellos están delante del altar de Jehovah. El rey Ezequías se levantó muy de mañana, reunió a los dirigentes de la ciudad y subió a la casa de Jehovah. Llevaron siete toros, siete carneros, siete corderos y siete machos cabríos para hacer un sacrificio por el pecado a favor del reino, del santuario y de Judá. Y mandó a los sacerdotes hijos de Aarón que los ofreciesen como holocausto sobre el altar de Jehovah. Entonces mataron los toros, y los sacerdotes tomaron la sangre y la esparcieron sobre el altar. Mataron luego los carneros y esparcieron la sangre sobre el altar. Asimismo, mataron los corderos y esparcieron la sangre sobre el altar. Después hicieron acercar ante el rey y la multitud los machos cabríos de la ofrenda por el pecado, y pusieron sus manos sobre ellos. Entonces los sacerdotes los degollaron y con su sangre hicieron un sacrificio por el pecado en el altar, para hacer expiación por todo Israel. Porque el rey había ordenado el holocausto y el sacrificio por el pecado, por todo Israel. También puso a los levitas en la casa de Jehovah, con címbalos, liras y arpas, conforme al mandato de David, de Gad, vidente del rey, y del profeta Natán; porque éste fue el mandamiento de Jehovah por medio de sus profetas. Así que los levitas estuvieron de pie con los instrumentos de David, y los sacerdotes con las trompetas. Entonces Ezequías mandó que se ofreciera el holocausto sobre el altar. Y cuando el holocausto empezó a ser ofrecido, comenzó el canto a Jehovah con las trompetas y los instrumentos de David, rey de Israel. Toda la congregación adoraba mientras resonaba el canto y sonaban las trompetas, todo hasta acabarse el holocausto. Cuando acabaron de ofrecer el holocausto, el rey y todos los que estaban con él se arrodillaron y adoraron. Entonces el rey Ezequías y los dirigentes mandaron a los levitas que alabasen a Jehovah con las palabras de David y del vidente Asaf. Y ellos alabaron con grande gozo, y se inclinaron y adoraron. Luego Ezequías tomó la palabra y dijo: —Ahora vosotros os habéis consagrado a Jehovah. Acercaos y presentad sacrificios y ofrendas de acción de gracias en la casa de Jehovah. Entonces la multitud presentó sacrificios y ofrendas de acción de gracias, y todos los de corazón generoso ofrecieron holocaustos. El número de los holocaustos que trajo la asamblea fue de 70 toros, 100 carneros y 200 corderos; todos éstos fueron para el holocausto a Jehovah. Las ofrendas consagradas fueron de 600 toros y 3.000 ovejas. Sin embargo, los sacerdotes eran pocos y no bastaban para desollar todos los holocaustos, de modo que sus hermanos los levitas les ayudaron, hasta que acabaron la obra y hasta que los sacerdotes se purificaron. Porque los levitas habían sido más concienzudos que los sacerdotes en purificarse. Así, pues, hubo una gran cantidad de holocaustos, con los sebos de los sacrificios de paz y con las libaciones de cada holocausto. Así quedó restablecido el servicio de la casa de Jehovah. Ezequías y todo el pueblo se alegraron por lo que Dios había realizado a favor del pueblo, porque la cosa se había hecho con rapidez. Ezequías envió mensajeros por todo Israel y Judá, y también escribió cartas a los de Efraín y Manasés para que acudieran a Jerusalén, a la casa de Jehovah, para celebrar la Pascua de Jehovah Dios de Israel. El rey había tomado el acuerdo, junto con sus magistrados y con toda la congregación en Jerusalén, de celebrar la Pascua en el mes segundo. No la habían podido celebrar a su debido tiempo, porque los sacerdotes no se habían purificado en número suficiente, ni el pueblo se había reunido en Jerusalén. Esto les pareció bien al rey y a toda la asamblea, y determinaron pasar una proclama por todo Israel, desde Beerseba hasta Dan, para que acudieran a celebrar la Pascua a Jehovah Dios de Israel, en Jerusalén. Porque hacía mucho tiempo que no la habían celebrado según estaba escrito. Fueron, pues, los mensajeros por todo Israel y Judá, con cartas de parte del rey y de sus magistrados, como el rey lo había mandado, que decían: Oh hijos de Israel, volveos a Jehovah, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, para que él se vuelva a los que han escapado y sobrevivido de mano de los reyes de Asiria. No seáis como vuestros padres y como vuestros hermanos, que actuaron con infidelidad a Jehovah, Dios de sus padres, por lo cual él los entregó a la desolación, como vosotros veis. Ahora pues, no endurezcáis vuestra cerviz como vuestros padres. Someteos a Jehovah, y venid a su santuario que él ha santificado para siempre. Servid a Jehovah vuestro Dios, y el furor de su ira se apartará de vosotros. Porque si os volvéis a Jehovah, vuestros hermanos y vuestros hijos hallarán misericordia delante de quienes los llevaron cautivos, y volverán a esta tierra. Porque Jehovah vuestro Dios es clemente y misericordioso, y si vosotros os volvéis a él, no esconderá de vosotros su rostro. Los mensajeros pasaron de ciudad en ciudad por la tierra de Efraín y de Manasés, y hasta Zabulón; pero se reían de ellos y los ridiculizaban. Solamente algunos hombres de Aser, de Manasés y de Zabulón se humillaron y fueron a Jerusalén. También en Judá se manifestó la mano de Dios, dándoles un solo corazón para cumplir el mandato del rey y de los magistrados, conforme a las palabras de Jehovah. En el mes segundo se reunió en Jerusalén mucha gente, una gran congregación, para celebrar la fiesta de los panes sin levadura. Luego se levantaron y quitaron los altares que había en Jerusalén. También quitaron los altares de incienso, y los echaron al arroyo de Quedrón. Entonces sacrificaron la víctima de la Pascua el 14 del mes segundo. Los sacerdotes y los levitas estaban avergonzados y se purificaron, y llevaron holocaustos a la casa de Jehovah. Tomaron su respectivo lugar conforme a lo establecido en la ley de Moisés, hombre de Dios, y los sacerdotes esparcían la sangre que recibían de mano de los levitas. Puesto que había muchos en la congregación que no estaban purificados, los levitas estuvieron a cargo del sacrificio de las víctimas de la Pascua, por todos los que no se habían purificado, a fin de consagrarlas a Jehovah. La mayoría de la gente, muchos de Efraín, de Manasés, de Isacar y de Zabulón, no se había purificado; pero comieron la víctima de la Pascua, aunque no de acuerdo con lo prescrito. Pero Ezequías oró por ellos diciendo: "Jehovah, que es bueno, perdone a todo aquel que ha preparado su corazón para buscar a Dios, a Jehovah, Dios de sus padres, aunque no sea de acuerdo con la purificación ritual." Y Jehovah escuchó a Ezequías y sanó al pueblo. Así los hijos de Israel que se hallaban en Jerusalén celebraron la fiesta de los Panes sin Levadura, durante siete días, con gran gozo. Los levitas y los sacerdotes alababan a Jehovah día tras día, cantando a Jehovah con instrumentos resonantes. Ezequías habló al corazón de todos los levitas que demostraban tener buen conocimiento de Jehovah, y durante siete días comieron la porción asignada, ofreciendo sacrificios de paz y dando gracias a Jehovah, Dios de sus padres. Entonces toda la congregación determinó que se celebrase otros siete días. Y celebraron otros siete días con alegría. Porque Ezequías, rey de Judá, había dado para la congregación 1.000 toros y 7.000 ovejas; y también los magistrados habían dado para la congregación 1.000 toros y 10.000 ovejas, y muchos sacerdotes ya se habían purificado. Toda la congregación de Judá se regocijó, como también los sacerdotes, los levitas y toda la congregación que había venido de Israel. Asimismo los forasteros que habían venido de la tierra de Israel y los que habitaban en Judá. Hubo gran alegría en Jerusalén, porque no había habido cosa semejante en Jerusalén desde los días de Salomón hijo de David, rey de Israel. Después los sacerdotes y los levitas se levantaron y bendijeron al pueblo. Y su voz fue oída, y su oración llegó a su santa morada, al mismo cielo. Cuando se acabó todo esto, todos los de Israel que habían estado presentes fueron por las ciudades de Judá; rompieron las piedras rituales, cortaron los árboles rituales de Asera y derribaron los lugares altos y los altares en todo Judá y Benjamín, y también en Efraín y Manasés, hasta acabar con ellos. Después todos los hijos de Israel regresaron a sus ciudades, cada uno a su posesión. Ezequías constituyó los grupos de los sacerdotes y de los levitas, conforme a sus grupos, y cada uno según su oficio (tanto los sacerdotes como los levitas), para los holocaustos y los sacrificios de paz; a fin de que sirviesen, diesen gracias y alabasen en las puertas de la morada de Jehovah. El rey contribuyó con una parte de su patrimonio para los holocaustos: para los holocaustos de la mañana y de la tarde, y para los holocaustos de los sábados, de las lunas nuevas y de las fiestas solemnes, como está escrito en la ley de Jehovah. También mandó al pueblo que habitaba en Jerusalén que diesen a los sacerdotes y a los levitas la porción que les correspondía, para que se mantuviesen dedicados a la ley de Jehovah. Cuando fue divulgada esta orden, los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino nuevo, aceite, miel y de todos los frutos de la tierra. Asimismo, trajeron en abundancia los diezmos de todas las cosas. También los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá trajeron los diezmos de las vacas y de las ovejas, y los diezmos de las cosas consagradas a Jehovah su Dios, y lo acumularon en montones. Comenzaron a hacer aquellos montones en el mes tercero, y acabaron en el mes séptimo. Ezequías y los magistrados fueron a ver los montones, y bendijeron a Jehovah y a su pueblo Israel. Ezequías preguntó a los sacerdotes y a los levitas acerca de los montones. Y Azarías, sumo sacerdote de la casa de Sadoc, le respondió: "Desde que comenzaron a traer la ofrenda a la casa de Jehovah, hemos comido y nos hemos saciado, y ha sobrado mucho. Porque Jehovah ha bendecido a su pueblo, y ha sobrado esta gran cantidad." Entonces Ezequías mandó que preparasen unas cámaras en la casa de Jehovah. Las prepararon y pusieron fielmente en ellas las ofrendas, los diezmos y las cosas consagradas. A cargo de ello estaban el oficial Conanías, levita, y su hermano Simei, segundo en rango. Yejiel, Azazías, Najat, Asael, Jerimot, Jozabad, Eliel, Ismaquías, Majat y Benaías eran supervisores bajo el mando de Conanías y de su hermano Simei, por disposición del rey Ezequías y de Azarías, director de la casa de Dios. El levita Coré hijo de Imna, guardia de la puerta oriental, estaba encargado de las ofrendas voluntarias hechas a Dios, de la distribución de las contribuciones a Jehovah y de las cosas más sagradas. Bajo su mando estaban Edén, Miniamín, Jesúa, Semaías, Amarías y Secanías en las ciudades de los sacerdotes encargados de distribuir con fidelidad a sus hermanos sus porciones, conforme a sus grupos, desde el mayor hasta el menor; a los varones, de acuerdo con sus genealogías, de tres años para arriba, todos los que entraban en la casa de Jehovah, para realizar su tarea diaria, según su servicio, en sus deberes y de acuerdo con sus grupos. Lo mismo a los sacerdotes inscritos en las genealogías, según sus casas paternas, y a los levitas de 20 años para arriba, conforme a sus deberes y a sus grupos. Ellos estaban inscritos en el registro con todos sus bebés, sus mujeres, sus hijos e hijas, de toda la asamblea, porque con fidelidad se consagraban a las cosas sagradas. Además, para los hijos de Aarón, los sacerdotes, que estaban en los campos alrededor de sus ciudades, había hombres designados por nombre en cada una de las ciudades, para que dieran porciones a cada varón entre los sacerdotes y a todos los levitas registrados en las genealogías. De esta manera hizo Ezequías en todo Judá. El hizo lo bueno, lo recto y lo verdadero delante de Jehovah su Dios. El buscó a su Dios en toda obra que emprendió en el servicio de la casa de Dios y en la ley y los mandamientos. Lo hizo de todo corazón y fue prosperado. Después de estas cosas y de esta fidelidad, vino Senaquerib, rey de Asiria; e invadió Judá y acampó contra las ciudades fortificadas, con la intención de conquistarlas. Al ver que había venido Senaquerib y que su propósito era combatir contra Jerusalén, Ezequías tomó consejo con sus generales y sus valientes para cegar los manantiales de aguas que estaban fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron. Se reunió mucha gente, y cegaron todos los manantiales y el arroyo que corría a través del territorio, diciendo: "¿Por qué han de hallar tanta agua los reyes de Asiria, cuando vengan?" Ezequías se animó y reconstruyó toda la muralla que tenía brechas, y sobre ella levantó torres y edificó por fuera otra muralla. Fortificó el Milo en la Ciudad de David, e hizo muchas lanzas y muchos escudos. También designó comandantes de guerra sobre el pueblo; y los hizo reunir ante él en la plaza de la puerta de la ciudad, y les habló al corazón diciendo: "Esforzaos y sed valientes; no temáis ni desmayéis ante el rey de Asiria, ni ante toda la multitud que viene con él; porque más poderoso es el que está con nosotros que el que está con él. Con él está un brazo de carne; pero con nosotros está Jehovah, nuestro Dios, para ayudarnos y para llevar a cabo nuestras batallas." Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías, rey de Judá. Después de esto Senaquerib, rey de Asiria, que estaba sitiando Laquis con todas sus fuerzas, envió sus servidores a Jerusalén para decir a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén: "Así ha dicho Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué confiáis vosotros que permanecéis sitiados en Jerusalén? ¿No os engaña Ezequías, para entregaros a morir de hambre y de sed, diciendo: ‘Jehovah nuestro Dios nos librará de mano del rey de Asiria’? ¿No es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos altares ha quitado Ezequías, y ha dicho a Judá y a Jerusalén: ‘Delante de un solo altar adoraréis, y sobre él quemaréis incienso’? ¿No sabéis lo que yo y mis padres hemos hecho a todos los pueblos de aquellas tierras? ¿Pudieron los dioses de las naciones de aquellas tierras librar sus tierras de mi mano? ¿Cuál de todos los dioses de aquellas naciones que mis padres destruyeron por completo pudo salvar a su pueblo de mi mano, para que vuestro dios pueda libraros de mi mano? Ahora pues, ¡no os engañe Ezequías, ni os haga errar de esta manera! ¡No le creáis! Porque ningún dios de ninguna nación ni reino ha podido librar a su pueblo de mi mano ni de la mano de mis padres. ¡Cuánto menos vuestro dios os podrá librar de mi mano!" Estas y otras cosas hablaron sus servidores contra Jehovah Dios y contra su siervo Ezequías. Además, escribió cartas en las que afrentaba a Jehovah Dios de Israel, y hablaba contra él diciendo: "Como los dioses de las naciones de otras tierras no pudieron librar a sus pueblos de mi mano, tampoco el dios de Ezequías librará a su pueblo de mi mano." Entonces gritaron a gran voz en hebreo al pueblo de Jerusalén que estaba sobre la muralla, para atemorizarlos e infundirles miedo, a fin de poder tomar la ciudad. Hablaron del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos de la tierra, que son obra de manos de hombres. Entonces el rey Ezequías y el profeta Isaías hijo de Amoz oraron acerca de esto y clamaron a los cielos. Y Jehovah envió un ángel, el cual hirió a todos los guerreros esforzados, a los oficiales y a los jefes en el campamento del rey de Asiria. Senaquerib se volvió a su tierra con el rostro avergonzado. Y cuando entró en el templo de su dios, algunos de sus propios hijos lo mataron allí a espada. Así libró Jehovah a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de mano de todos. Y les dio reposo en derredor. Muchos traían a Jerusalén ofrendas para Jehovah, y preciosos regalos para Ezequías, rey de Judá. Y después de esto fue engrandecido ante todas las naciones. En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte y oró a Jehovah. El le respondió y le dio una señal milagrosa. Pero Ezequías no correspondió al bien que le había sido hecho; antes bien, se enalteció su corazón, y el furor de Dios vino contra él, contra Judá y contra Jerusalén. Pero después que se enalteció su corazón, Ezequías se humilló, junto con los habitantes de Jerusalén; y el furor de Jehovah dejó de venir sobre ellos en los días de Ezequías. Ezequías tuvo muchísimas riquezas y gloria. Adquirió tesoros de plata y oro, piedras preciosas, especias aromáticas, escudos y toda clase de objetos valiosos. También tuvo depósitos para los productos del grano, del vino nuevo y del aceite, establos para toda clase de ganado y rediles para los rebaños. Adquirió ciudades, rebaños de ovejas y vacas en gran abundancia, porque Dios le dio muchísimas posesiones. El mismo Ezequías cegó la salida de las aguas de Guijón Alto, y las condujo directamente hacia abajo, hacia el oeste, a la Ciudad de David. Ezequías tuvo éxito en todo lo que hizo, excepto en el asunto de los intermediarios de los jefes de Babilonia, que fueron enviados a él para investigar el prodigio que había acontecido en el país. Dios lo abandonó para probarlo, a fin de conocer todo lo que estaba en su corazón. Los demás hechos de Ezequías y sus obras piadosas, he aquí que están escritos en la visión del profeta Isaías hijo de Amoz y en el libro de los reyes de Judá y de Israel. Ezequías reposó con sus padres, y lo sepultaron en la subida de los sepulcros de los hijos de David. Todo Judá y los habitantes de Jerusalén le honraron en su muerte. Y su hijo Manasés reinó en su lugar. Manasés tenía 12 años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, conforme a las prácticas abominables de las naciones que Jehovah había echado de delante de los hijos de Israel. Volvió a edificar los lugares altos que su padre Ezequías había destruido. Erigió altares a los Baales, hizo árboles rituales de Asera, y se postró ante todo el ejército de los cielos y les rindió culto. También edificó altares en la casa de Jehovah, de la cual Jehovah había dicho: "En Jerusalén estará mi nombre para siempre." Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehovah. Hizo pasar por fuego a sus hijos en el valle de Ben-hinom; practicó la magia, la adivinación y la hechicería; evocó a los muertos y practicó el espiritismo. Abundó en hacer lo malo ante los ojos de Jehovah, provocándole a ira. La imagen tallada del ídolo que había hecho, él la puso en la casa de Dios, de la cual Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: "En esta casa y en Jerusalén, que he elegido entre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre. No volveré a quitar los pies de Israel de la tierra que yo he establecido para vuestros padres, con tal de que procuren hacer todas las cosas que les he mandado: toda la ley, los estatutos y los decretos, dados por medio de Moisés." Manasés hizo que Judá y los habitantes de Jerusalén se desviaran; e hicieron lo malo, más que las naciones que Jehovah había destruido ante los hijos de Israel. Jehovah habló a Manasés y a su pueblo, pero no escucharon. Por ello Jehovah trajo contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, quienes aprisionaron con ganchos a Manasés, y lo llevaron a Babilonia atado con cadenas de bronce. Sin embargo, cuando fue puesto en angustia, imploró el favor de Jehovah su Dios y se humilló mucho delante del Dios de sus padres. El oró a Dios, quien aceptó su oración y escuchó su súplica, y lo hizo volver a Jerusalén y a su reino. Entonces Manasés reconoció que Jehovah es Dios. Después de esto edificó la muralla exterior de la Ciudad de David, al oeste de Guijón, en el valle, hasta la entrada de la puerta del Pescado, y cercó el Ofel, elevándola mucho. También puso oficiales del ejército en todas las ciudades fortificadas de Judá. Quitó de la casa de Jehovah los dioses extraños y el ídolo, asimismo todos los altares que había edificado en el monte de la casa de Jehovah y en Jerusalén; y los echó fuera de la ciudad. Luego restauró el altar de Jehovah, y sobre él ofreció sacrificios de paz y de acción de gracias, y mandó a los de Judá que sirviesen a Jehovah Dios de Israel. Sin embargo, el pueblo seguía ofreciendo sacrificios en los lugares altos, aunque sólo a Jehovah su Dios. Los demás hechos de Manasés, su oración a su Dios y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre de Jehovah Dios de Israel, he aquí que están escritos en las crónicas de los reyes de Israel. Asimismo, su oración y cómo fue escuchado, todo su pecado e infidelidad, los sitios donde edificó lugares altos y puso árboles rituales de Asera e imágenes, antes de que se humillase, he aquí que están escritos en las crónicas de los videntes. Manasés reposó con sus padres, y lo sepultaron en su casa. Y su hijo Amón reinó en su lugar. Amón tenía 22 años cuando comenzó a reinar, y reinó 2 años en Jerusalén. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, como había hecho su padre Manasés. Amón ofrecía sacrificios y rendía culto a todos los ídolos que había hecho su padre Manasés. Pero nunca se humilló delante de Jehovah, como se humilló su padre. Al contrario, Amón añadió más a su culpa. Sus servidores conspiraron contra él y lo mataron en su casa. Pero el pueblo de la tierra mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón. Luego, en su lugar, el pueblo de la tierra proclamó rey a su hijo Josías. Josías tenía 8 años cuando comenzó a reinar, y reinó 31 años en Jerusalén. El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, y anduvo en los caminos de su padre David, sin apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. A los ocho años de su reinado, siendo aún muchacho, comenzó a buscar al Dios de su padre David. Y a los doce años comenzó a limpiar Judá y Jerusalén de los lugares altos, de los árboles rituales de Asera, de las imágenes talladas y de las imágenes de fundición. Delante de él derribaron los altares de los Baales; destrozó los altares de incienso que estaban puestos encima y quebró los árboles rituales de Asera. Redujo a polvo las imágenes talladas y las imágenes de fundición, y esparció el polvo sobre los sepulcros de los que les habían ofrecido sacrificios. Quemó sobre sus altares los huesos de los sacerdotes, y limpió a Judá y a Jerusalén. Lo mismo hizo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y hasta en Neftalí y en sus ruinas alrededor. Derribó, pues, los altares y quebró los árboles rituales de Asera y los ídolos hasta hacerlos polvo, y destrozó los altares de incienso en toda la tierra de Israel. Después regresó a Jerusalén. En el año 18 de su reinado, cuando acabó de purificar la tierra y el templo, envió a Safán hijo de Azalías, a Maasías el alcalde de la ciudad y al cronista Jóaj hijo de Joacaz, para que reparasen la casa de Jehovah su Dios. Estos fueron al sumo sacerdote Hilquías y le dieron el dinero que había sido traído a la casa de Dios, dinero que los levitas que guardaban la puerta habían recogido de los de Manasés y Efraín, y de todo el remanente de Israel, de todo Judá y de Benjamín y de los habitantes de Jerusalén. Ellos lo entregaron en manos de los que hacían la obra, los que estaban encargados de la casa de Jehovah; y éstos lo entregaron a los que hacían la obra y trabajaban en la casa de Jehovah, para reparar y restaurar la casa. Lo entregaron a los carpinteros y constructores, a fin de comprar piedra labrada y madera para las uniones, y para poner vigas a los edificios que los reyes de Judá habían dejado arruinar. Estos hombres procedían con fidelidad en la obra. Los que estaban encargados de ellos para dirigirlos eran Yajat y Abdías, levitas de los hijos de Merari, y Zacarías y Mesulam, de los hijos de Cohat, y todos los levitas expertos en los instrumentos de música. También estaban encargados de los cargadores y dirigían a todos los que se ocupaban en diversos aspectos de la obra. Entre los levitas también había escribas, oficiales y porteros. Al sacar el dinero que había sido traído a la casa de Jehovah, el sacerdote Hilquías halló el libro de la Ley de Jehovah, dada por medio de Moisés. Entonces Hilquías habló al escriba Safán diciendo: —He hallado el libro de la Ley en la casa de Jehovah. E Hilquías entregó el libro a Safán. Entonces Safán llevó el libro al rey, y además le dio informes diciendo: —Tus siervos han cumplido todo lo que les fue encargado. Ellos han vaciado el dinero que se halló en la casa de Jehovah, y lo han entregado en manos de los que están encargados, en manos de los que hacen la obra. —Asimismo, el escriba Safán declaró al rey diciendo—: El sacerdote Hilquías me ha dado un libro. Safán leyó en él delante del rey. Y sucedió que cuando el rey escuchó las palabras de la Ley, rasgó sus vestiduras. Luego el rey mandó a Hilquías, a Ajicam hijo de Safán, a Abdón hijo de Micaías, al escriba Safán y a Asaías el siervo del rey, diciendo: —Id y consultad a Jehovah por mí y por los sobrevivientes de Israel y de Judá, respecto a las palabras del libro que ha sido hallado. Porque grande es la ira de Jehovah que ha sido derramada sobre nosotros, por cuanto nuestros padres no guardaron el mandamiento de Jehovah de hacer conforme a todo lo que está escrito en este libro. Entonces Hilquías y los hombres del rey fueron a la profetisa Hulda, esposa de Salum hijo de Ticva, hijo de Jarjas, guarda de las vestiduras, la cual vivía en el Segundo Barrio de Jerusalén; y hablaron con ella de este asunto. Y ella les dijo: —Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Decid al hombre que os ha enviado a mí, que así ha dicho Jehovah: ‘He aquí yo traeré el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes, es decir, todas las maldiciones que están escritas en el libro que han leído delante del rey de Judá. Porque me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, provocándome a ira con todas las obras de sus manos. Por eso se derramará mi ira sobre este lugar, y no será apagada.’" Así diréis al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Jehovah: "Así ha dicho Jehovah Dios de Israel con respecto a las palabras que has escuchado: ‘Por cuanto tu corazón se ha enternecido y te has humillado delante de Dios, cuando escuchaste sus palabras contra este lugar y contra sus habitantes; por cuanto te humillaste delante de mí y rasgaste tus vestiduras y lloraste en mi presencia, yo también te he escuchado, dice Jehovah. He aquí que yo te reuniré con tus padres, y serás reunido en tu sepulcro en paz. Tus ojos no verán todo el mal que traeré sobre este lugar y sobre sus habitantes.’" Y ellos dieron la respuesta al rey. Entonces el rey mandó reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Luego el rey subió a la casa de Jehovah con todos los hombres de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, desde el más grande hasta el más pequeño. Y leyó a oídos de ellos todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehovah. El rey se puso de pie en su lugar e hizo pacto delante de Jehovah, de andar en pos de Jehovah y de guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos con todo su corazón y con toda su alma; para poner por obra las palabras del pacto escritas en este libro. Entonces hizo que se comprometieran todos los que estaban en Jerusalén y en Benjamín. Y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme al pacto de Dios, el Dios de sus padres. Después Josías quitó todas las abominaciones de todas las tierras que tenían los hijos de Israel, e hizo que todos los que se hallaban en Israel sirvieran a Jehovah su Dios. No se apartaron de ir en pos de Jehovah, el Dios de sus padres, todo el tiempo que Josías vivió. Josías celebró la Pascua de Jehovah en Jerusalén. Sacrificaron la víctima de la Pascua el 14 del mes primero, y él puso a los sacerdotes en sus cargos y los alentó al servicio de la casa de Jehovah. Dijo a los levitas que enseñaban a todo Israel y que estaban consagrados a Jehovah: "Poned el arca sagrada en el templo que edificó Salomón hijo de David, rey de Israel, para que no tengáis que llevarla más sobre los hombros. Ahora serviréis a Jehovah, vuestro Dios, y a su pueblo Israel. Preparaos según vuestras casas paternas y por vuestros grupos, conforme a lo prescrito por David, rey de Israel, y por el documento de su hijo Salomón. Permaneced en el santuario según la distribución de las casas paternas de vuestros hermanos los hijos del pueblo, y del grupo de las casas paternas de los levitas. Sacrificad la víctima de la Pascua, purificaos y preparadla para vuestros hermanos, a fin de que hagan conforme a la palabra de Jehovah, dada por medio de Moisés." Luego el rey Josías dio a los hijos del pueblo para los sacrificios de la Pascua, para todos los que se hallaban presentes, rebaños de corderos y cabritos en número de 30.000, y 3.000 cabezas de ganado vacuno. Esto procedía del patrimonio del rey. También sus magistrados dieron con liberalidad al pueblo, a los sacerdotes y a los levitas. Hilquías, Zacarías y Yejiel, oficiales de la casa de Dios, dieron a los sacerdotes 2.600 ovejas y 300 cabezas de ganado vacuno para los sacrificios de la Pascua. Y Conanías, Semaías y Natanael, sus hermanos, y Hasabías, Jeiel y Josabad, jefes de los levitas, dieron a los levitas 5.000 ovejas y 500 cabezas de ganado vacuno para los sacrificios de la Pascua. Preparado así el servicio, los sacerdotes se colocaron de pie en sus puestos, y los levitas según sus grupos, conforme al mandato del rey. Entonces sacrificaron la víctima de la Pascua; y los levitas la desollaban, mientras los sacerdotes esparcían la sangre recibida de mano de ellos. Luego quitaron el holocausto para darlo a las divisiones, según las casas paternas de los hijos del pueblo, para que lo ofreciesen a Jehovah según está escrito en el libro de Moisés. Lo mismo hicieron con las cabezas de ganado vacuno. Asaron al fuego la carne de la víctima de la Pascua, según lo establecido; pero lo que había sido santificado lo cocieron en ollas, calderos y sartenes, y lo llevaron rápidamente a todos los hijos del pueblo. Después prepararon para sí y para los sacerdotes, porque los sacerdotes hijos de Aarón estuvieron ocupados hasta la noche en ofrecer los holocaustos y los sebos. Por eso los levitas prepararon para ellos mismos y para los sacerdotes hijos de Aarón. También los cantores, hijos de Asaf, estaban en su puesto conforme al mandato de David, de Asaf, de Hemán y de Jedutún, vidente del rey. También los porteros estaban en cada puerta. No era necesario que se apartasen de su servicio, porque sus hermanos los levitas preparaban para ellos. Así fue organizado aquel día todo el servicio de Jehovah, para hacer el sacrificio de la Pascua y para ofrecer los holocaustos sobre el altar de Jehovah, conforme al mandato del rey Josías. En aquel tiempo los hijos de Israel que se hallaban presentes celebraron el sacrificio de la Pascua y la fiesta de los Panes sin Levadura, durante siete días. No había sido celebrada en Israel una Pascua como ésta desde el tiempo del profeta Samuel, ni ninguno de los reyes de Israel celebró una Pascua como la que celebró Josías, con los sacerdotes, los levitas y todo Judá e Israel que se hallaron allí, junto con los habitantes de Jerusalén. Esta Pascua fue celebrada en el año 18 del reinado de Josías. Después de todas estas cosas, cuando Josías había reparado el templo, Necao, rey de Egipto, subió a combatir en Carquemis, junto al Eufrates, y Josías le salió al encuentro. Necao le envió mensajeros diciendo: "¿Qué tenemos tú y yo, oh rey de Judá? Yo no he venido ahora contra ti, sino contra el pueblo que me hace la guerra. Dios me ha dicho que me apresure. Por tu bien, deja de resistir a Dios, porque él está conmigo; no sea que él te destruya." Pero Josías no se apartó de él; se disfrazó para combatir contra él, y no hizo caso a las palabras de Necao, que en realidad procedían de la boca de Dios. Josías fue para combatir en el valle de Meguido, pero los arqueros tiraron contra el rey Josías. Entonces el rey dijo a sus servidores: "¡Retiradme, porque estoy gravemente herido!" Sus servidores lo retiraron del carro y lo pusieron en otro carro que él tenía. Lo llevaron a Jerusalén, pero murió; y lo sepultaron en los sepulcros de sus padres. Todo Judá y Jerusalén hicieron duelo por Josías. Jeremías compuso un lamento por Josías, y todos los cantores, hombres y mujeres, mencionan a Josías en sus lamentaciones, hasta el día de hoy, pues lo pusieron como un precepto en Israel. He aquí que está escrito entre las lamentaciones. Los demás hechos de Josías y sus obras piadosas conforme a lo escrito en la ley de Jehovah, sus hechos, los primeros y los últimos, he aquí que están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. Luego el pueblo de la tierra tomó a Joacaz hijo de Josías, y le proclamó rey en Jerusalén, en lugar de su padre. Joacaz tenía 23 años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. Pero el rey de Egipto lo depuso en Jerusalén, e impuso al país una multa de 100 talentos de plata y un talento de oro. El rey de Egipto proclamó a Eliaquim, hermano de Joacaz, rey sobre Judá y Jerusalén, pero le cambió su nombre por el de Joacim. Y a Joacaz, su hermano, Necao lo tomó y lo llevó a Egipto. Joacim tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó 11 años en Jerusalén. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah su Dios. Entonces Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él y lo ató con cadenas de bronce para llevarlo a Babilonia. Nabucodonosor también llevó a Babilonia algunos utensilios de la casa de Jehovah, y los puso en su palacio en Babilonia. Los demás hechos de Joacim, las abominaciones que hizo y lo que se halló en su contra, he aquí que están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. Y su hijo Joaquín reinó en su lugar. Joaquín tenía 18 años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, y al año siguiente el rey Nabucodonosor mandó llevarle a Babilonia, junto con los utensilios preciosos de la casa de Jehovah. En lugar de él proclamó rey sobre Judá y Jerusalén a Sedequías, hermano de su padre. Sedequías tenía 21 años cuando comenzó a reinar, y reinó 11 años en Jerusalén. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, su Dios, y no se humilló delante del profeta Jeremías que le hablaba por mandato de Jehovah. Asimismo, se rebeló contra el rey Nabucodonosor, quien le había hecho jurar por Dios. Endureció su cerviz y obstinó su corazón para no volver a Jehovah Dios de Israel. También todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, siguiendo todas las abominaciones de las naciones y contaminando la casa de Jehovah, que él había santificado en Jerusalén. Jehovah, Dios de sus padres, les envió sus mensajeros persistentemente, porque tenía misericordia de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y hacían escarnio de sus profetas, hasta que la ira de Jehovah estalló contra su pueblo, y ya no hubo remedio. Así trajo contra ellos al rey de los caldeos, quien mató a espada a sus jóvenes en su mismo santuario, sin perdonar la vida de los jóvenes ni de las jóvenes, de los ancianos ni de los decrépitos. A todos los entregó en su mano. Asimismo, todos los utensilios de la casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la casa de Jehovah y los tesoros del rey y de sus magistrados, todo lo llevó a Babilonia. Luego incendiaron la casa de Dios y derribaron la muralla de Jerusalén. Incendiaron todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. A los sobrevivientes de la espada, los llevó cautivos a Babilonia, y fueron hechos esclavos del rey y de sus hijos hasta el establecimiento del reino de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehovah por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubiera disfrutado de su reposo. Todo el tiempo de su desolación reposó, hasta que se cumplieron los setenta años. En el primer año de Ciro, rey de Persia, y para que se cumpliese la palabra de Jehovah por boca de Jeremías, Jehovah despertó el espíritu de Ciro, rey de Persia, quien hizo pregonar por todo su reino, oralmente y por escrito, diciendo: Así ha dicho Ciro, rey de Persia: "Jehovah, Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha comisionado para que le edifique un templo en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, que Jehovah su Dios sea con él, y suba." En el primer año de Ciro, rey de Persia, y para que se cumpliese la palabra de Jehovah por boca de Jeremías, Jehovah despertó el espíritu de Ciro, rey de Persia, quien hizo pregonar por todo su reino, oralmente y por escrito, diciendo: Así ha dicho Ciro, rey de Persia: "Jehovah, Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha comisionado para que le edifique un templo en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, que su Dios sea con él, y suba a Jerusalén, que está en Judá, y edifique la casa de Jehovah Dios de Israel; él es el Dios que está en Jerusalén. Y a todo el que quede, en cualquier lugar donde habite, ayúdenle los hombres de su lugar con plata, oro, bienes y ganado, con ofrendas voluntarias, para la casa de Dios que está en Jerusalén." Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, los sacerdotes y los levitas, todos aquellos cuyo espíritu Dios despertó para subir a edificar la casa de Jehovah que está en Jerusalén. Todos los que estaban en los alrededores les ayudaron con objetos de plata y de oro, con bienes, ganado y objetos preciosos, además de todas las ofrendas voluntarias. También el rey Ciro sacó los utensilios que eran de la casa de Jehovah y que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén y puesto en el templo de sus dioses. Ciro, rey de Persia, los sacó por medio del tesorero Mitrídates, el cual se los dio contados a Sesbasar, dirigente de Judá. Esta es la lista de ellos: 30 tazones de oro, 1.000 tazones de plata, 29 cuchillos, más 30 tazas de oro, 410 tazas idénticas de plata y otros 1.000 utensilios. Todos los utensilios de oro y de plata eran 5.400. Sesbasar los llevó todos cuando los del cautiverio regresaron de Babilonia a Jerusalén. Estos son los hombres de la provincia que regresaron de la cautividad, a quienes Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos a Babilonia. Ellos volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad; vinieron con Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Seraías, Reelaías, Mardoqueo, Bilsán, Mispar, Bigvai, Rejum y Baaná. Lista de los hombres del pueblo de Israel: Los hijos de Paros eran 2.172. Los hijos de Sefatías, 372. Los hijos de Araj, 775. Los hijos de Pajat-moab, por el lado de los hijos de Jesúa y Joab, 2.812. Los hijos de Elam, 1.254. Los hijos de Zatu, 945. Los hijos de Zacai, 760. Los hijos de Bani, 642. Los hijos de Bebai, 623. Los hijos de Azgad, 1.222. Los hijos de Adonicam, 666. Los hijos de Bigvai, 2.056. Los hijos de Adín, 454. Los hijos de Ater, por el lado de Ezequías, 98. Los hijos de Bezai, 323. Los hijos de Jora, 112. Los hijos de Hasum, 223. Los hijos de Gibar, 95. Los hijos de Belén, 123. Los hombres de Netofa, 56. Los hombres de Anatot, 128. Los hijos de Azmávet, 42. Los hijos de Quiriat-jearim, de Cafira y de Beerot, 743. Los hijos de Ramá y de Geba, 621. Los hombres de Micmas, 122. Los hombres de Betel y de Hai, 223. Los hijos de Nebo, 52. Los hijos de Magbis, 156. Los hijos del otro Elam, 1.254. Los hijos de Harim, 320. Los hijos de Lod, de Hadid y de Ono, 725. Los hijos de Jericó, 345. Los hijos de Senaa, 3.630. Los sacerdotes: Los hijos de Jedaías, de la casa de Jesúa, 973. Los hijos de Imer, 1.052. Los hijos de Pasjur, 1.247. Los hijos de Harim, 1.017. Los levitas: Los hijos de Jesúa y de Cadmiel, por el lado de los hijos de Hodavías, 74. Los cantores, hijos de Asaf, 128. Los hijos de los porteros: los hijos de Salum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Acub, los hijos de Hatita y los hijos de Sobai, 139 en total. Los servidores del templo: Los hijos de Zija, los hijos de Hasufa, los hijos de Tabaot, los hijos de Queros, los hijos de Siaha, los hijos de Padón, los hijos de Lebana, los hijos de Hagaba, los hijos de Acub, los hijos de Hagab, los hijos de Salmai, los hijos de Hanán, los hijos de Gidel, los hijos de Gajar, los hijos de Reayías, los hijos de Rezín, los hijos de Necoda, los hijos de Gazam, los hijos de Uza, los hijos de Paséaj, los hijos de Besai, los hijos de Asena, los hijos de Meunim, los hijos de los Nefusim, los hijos de Bacbuc, los hijos de Hacufa, los hijos de Harjur, los hijos de Bazlut, los hijos de Mejida, los hijos de Harsa, los hijos de Barcos, los hijos de Sísara, los hijos de Tema, los hijos de Nezíaj, los hijos de Hatifa. Los hijos de los siervos de Salomón: Los hijos de Sotai, los hijos de Soféret, los hijos de Peruda, los hijos de Jaala, los hijos de Darcón, los hijos de Gidel, los hijos de Sefatías, los hijos de Hatil, los hijos de Poquéret-hazebaim y los hijos de Ami. Todos los servidores del templo y los hijos de los siervos de Salomón eran 392. Estos son los que regresaron de Tel-mélaj, de Tel-jarsa, de Querub, de Adón y de Imer, los cuales no pudieron demostrar su casa paterna ni su linaje, si eran de Israel: Los hijos de Delaías, los hijos de Tobías y los hijos de Necoda, 652. De los hijos de los sacerdotes: Los hijos de Habaías, los hijos de Cos y los hijos de Barzilai, quien había tomado por mujer a una de las hijas de Barzilai el galadita, y fue llamado según el nombre de ellas. Estos buscaron sus documentos genealógicos, pero no los hallaron; y fueron excluidos del sacerdocio. El gobernador les dijo que no comiesen de las cosas más sagradas hasta que hubiese sacerdote para usar el Urim y Tumim. Toda la congregación en conjunto era de 42.360, sin contar sus siervos y sus siervas, que eran 7.337. Ellos tenían 200 cantores, hombres y mujeres. Sus caballos eran 736, sus mulos 245, sus camellos 435 y sus asnos 6.720. Algunos de los jefes de las casas paternas, cuando llegaron a la casa de Jehovah que estaba en Jerusalén, hicieron ofrendas voluntarias para la casa de Dios, para levantarla en su mismo sitio. Según sus recursos dieron para el fondo de la obra 61.000 dracmas de oro, 5.000 minas de plata y 100 túnicas sacerdotales. Los sacerdotes, los levitas, algunos del pueblo, los cantores, los porteros y los servidores del templo habitaron en sus ciudades; y todo Israel en sus ciudades. Cuando llegó el mes séptimo, y los hijos de Israel ya estaban en las ciudades, el pueblo se reunió como un solo hombre en Jerusalén. Entonces se levantó Jesúa hijo de Josadac, con sus hermanos los sacerdotes y con Zorobabel hijo de Salatiel y sus hermanos, y edificaron el altar del Dios de Israel, a fin de ofrecer sobre él holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés, hombre de Dios. Construyeron el altar sobre su base, aunque tenían miedo de los pueblos de estas tierras. Sobre él ofrecieron holocaustos a Jehovah, los holocaustos tanto de la mañana como de la tarde. Después celebraron la fiesta de los Tabernáculos, como está escrito. Asimismo, ofrecieron diariamente el número de holocaustos de acuerdo a lo establecido, cada cosa en su día. Y después de esto ofrecieron el holocausto continuo, los sacrificios de las lunas nuevas, los de todas las fiestas consagradas a Jehovah, y los de todo aquel que hiciera una ofrenda voluntaria a Jehovah. Desde el primer día del mes séptimo comenzaron a ofrecer holocaustos a Jehovah, aunque aún no se habían colocado los cimientos del templo de Jehovah. Entonces dieron dinero a los canteros y a los carpinteros, así como alimentos, bebida y aceite a los de Sidón y de Tiro, para que trajesen madera de cedro desde el Líbano por mar a Jope, conforme a la autorización que les había dado Ciro, rey de Persia. En el mes segundo del segundo año de su llegada a la casa de Dios en Jerusalén, comenzaron a edificar Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac, con el resto de sus hermanos los sacerdotes y con los levitas y todos los que habían venido de la cautividad a Jerusalén. Y pusieron al frente de la obra de la casa de Jehovah a los levitas de 20 años para arriba. También Jesúa y sus hijos y sus hermanos, y Cadmiel y sus hijos, los hijos de Hodavías, se pusieron a supervisar, como un solo hombre, a los que hacían la obra de la casa de Dios. Igualmente los hijos de Henadad y los hijos de éstos, y sus hermanos los levitas. Mientras los constructores del templo de Jehovah colocaban los cimientos, se pusieron de pie los sacerdotes, con sus vestiduras y con trompetas, y los levitas hijos de Asaf portando címbalos, para alabar a Jehovah según las instrucciones de David, rey de Israel. Cantaban alabando y dando gracias a Jehovah. Y decían: "¡Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel!" Todo el pueblo gritaba con gran júbilo, alabando a Jehovah, porque eran colocados los cimientos de la casa de Jehovah. Pero muchos de los sacerdotes, de los levitas, de los jefes de casas paternas y de los ancianos que habían visto el primer templo lloraban en alta voz cuando ante sus ojos eran puestos los cimientos de este templo, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. Y por causa del griterío, el pueblo no podía distinguir la voz de los gritos de alegría de la voz del llanto del pueblo; pues el pueblo gritaba con gran júbilo, y el bullicio se oía desde lejos. Cuando los enemigos de Judá y de Benjamín oyeron que los que habían venido de la cautividad edificaban un templo a Jehovah Dios de Israel, se acercaron a Zorobabel y a los jefes de las casas paternas, y les dijeron: —Permitidnos edificar con vosotros; porque como vosotros, buscamos a vuestro Dios, y a él hemos ofrecido sacrificios desde los días de Esarjadón, rey de Asiria, que nos trajo aquí. Pero Zorobabel, Jesúa y los demás jefes de las casas paternas de Israel les dijeron: —No nos conviene edificar con vosotros una casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehovah Dios de Israel, como nos lo mandó el rey Ciro, rey de Persia. Entonces el pueblo de la tierra desmoralizaba al pueblo de Judá y lo amedrentaba, para que no edificara. Contrataron consejeros contra ellos para frustrar su propósito durante todo el tiempo de Ciro rey de Persia, y hasta el reinado de Darío rey de Persia. Y en el reinado de Asuero, al comienzo de su reinado, escribieron una acusación contra los habitantes de Judá y de Jerusalén. En los días de Artajerjes escribieron Bislam, Mitrídates, Tabeel y sus demás compañeros a Artajerjes, rey de Persia. El documento estaba escrito en escritura aramea, y traducido al arameo. El comandante Rejum y el escriba Simsai escribieron una carta contra Jerusalén al rey Artajerjes, de esta manera. Entonces escribieron el comandante Rejum, el escriba Simsai y sus demás compañeros: los jueces, los oficiales, los funcionarios persas, los de Erec, de Babilonia, de Susa (esto es, los elamitas), y del resto de las naciones que el grande y glorioso Asnapar llevó cautivos y los hizo habitar en la ciudad de Samaria y en otras de la región de Más Allá del Río. Esta es la copia de la carta que le enviaron: Al rey Artajerjes, de tus siervos, la gente de Más Allá del Río. Ahora, sepa el rey que los judíos que han venido de ti a nosotros, han llegado a Jerusalén y están reedificando la ciudad rebelde y perversa. Están restaurando los muros y reparando los cimientos. Sepa ahora el rey que si esa ciudad es reedificada y los muros son restaurados, ellos no pagarán tributos ni impuestos ni rentas, y el tesoro real será perjudicado. Y puesto que somos mantenidos por el palacio, no nos parece correcto ver la deshonra del rey. Por eso hemos enviado para hacerlo saber al rey, a fin de que se investigue en el libro de las memorias de tus padres. Hallarás en el libro de las memorias y sabrás que esa ciudad es una ciudad rebelde y perjudicial a los reyes y a las provincias, y que desde tiempos antiguos han surgido en ella sediciones; por lo que esa ciudad fue destruida. Nosotros hacemos saber al rey que si esa ciudad es reedificada y los muros son restaurados, entonces la región de Más Allá del Río no será tuya. El rey envió esta respuesta: Al comandante Rejum, al escriba Simsai y a sus demás compañeros que habitan en Samaria y en el resto de los lugares de Más Allá del Río: Paz. Ahora, el documento que nos enviasteis fue leído claramente en mi presencia. También he dado órdenes, y se ha investigado y encontrado que esa ciudad desde tiempos antiguos se levanta contra los reyes, que en ella se fomenta la rebelión y la sedición, que en Jerusalén hubo reyes fuertes que dominaban toda la región de Más Allá del Río y que se les pagaban tributos, impuestos y rentas. Ahora pues, dad órdenes para que cesen esos hombres y que no sea reedificada esa ciudad, hasta que yo lo ordene. Tened cuidado de no actuar con negligencia al respecto. ¿Por qué se ha de incrementar el daño en perjuicio de los reyes? Cuando la copia del documento del rey Artajerjes fue leída delante de Rejum, del escriba Simsai y de sus compañeros, fueron apresuradamente a Jerusalén, a los judíos, y con poder y fuerza les hicieron cesar. Entonces cesó la obra de la casa de Dios que estaba en Jerusalén. Y cesó hasta el segundo año del reinado de Darío, rey de Persia. Los profetas Hageo y Zacarías hijo de Ido profetizaron a los judíos que estaban en Judá y en Jerusalén, en el nombre del Dios de Israel, que estaba sobre ellos. Entonces se levantaron Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac, y comenzaron a reedificar la casa de Dios en Jerusalén, y con ellos estaban los profetas de Dios que les apoyaban. En aquel tiempo vinieron a ellos Tatnai, gobernador de Más Allá del Río, y Setar-boznai, con sus compañeros, y les dijeron así: "¿Quién os ha dado orden para reedificar este templo y para restaurar estos muros?" También les preguntaron: "¿Cuáles son los nombres de los hombres que construyen este edificio?" Pero el ojo de su Dios velaba sobre los ancianos de los judíos, y no les hicieron cesar hasta que el informe llegara ante Darío, y respondieran con un documento al respecto. Copia de la carta al rey Darío que enviaron Tatnai, gobernador de Más Allá del Río, Setar-boznai y sus compañeros, los oficiales de Más Allá del Río. Le enviaron un informe que estaba escrito de esta manera: Al rey Darío: ¡Toda paz! Sepa el rey que fuimos a la provincia de Judá, a la casa del gran Dios, que está siendo edificada con bloques de piedra. Las vigas están siendo puestas sobre las paredes; la obra se hace con diligencia y prospera en sus manos. Entonces preguntamos a los ancianos diciéndoles de esta manera: "¿Quién os ha dado orden para reedificar este templo y para restaurar estos muros?" También les preguntamos sus nombres para hacértelo saber, para escribirte los nombres de los que están al frente de ellos. Nos dieron respuesta diciendo: "Nosotros somos siervos del Dios de los cielos y de la tierra, y reedificamos el templo que había sido construido hace muchos años, el cual fue construido y terminado por un gran rey de Israel. Pero por cuanto nuestros padres provocaron a ira al Dios de los cielos, él los entregó en mano de Nabucodonosor el caldeo, rey de Babilonia, quien destruyó este templo y llevó cautivo al pueblo a Babilonia. No obstante, en el primer año de Ciro, rey de Babilonia, el rey Ciro dio una orden para que esta casa de Dios fuese reedificada. También los utensilios de oro y de plata de la casa de Dios, que Nabucodonosor había sacado del templo que estaba en Jerusalén y los había llevado al templo de Babilonia, el rey Ciro los sacó del templo de Babilonia, y fueron entregados a un hombre llamado Sesbasar, a quien había puesto como gobernador. El le dijo: ‘Toma estos utensilios, vé y deposítalos en el templo que está en Jerusalén, y que la casa de Dios sea reedificada en su lugar.’ Entonces aquel Sesbasar vino a Jerusalén y reparó los cimientos de la casa de Dios. Desde entonces hasta ahora se está edificando, pero aún no se ha terminado." Ahora pues, si al rey le parece bien, investíguese en la casa de los archivos del rey que está allí en Babilonia, si es verdad que el rey Ciro dio el decreto para reedificar esta casa de Dios en Jerusalén, y mándenos a decir la decisión del rey al respecto. Entonces el rey Darío dio una orden, y buscaron en la casa de los archivos donde se depositaban los tesoros, allí en Babilonia. Y en Acmeta, en la fortaleza que está en la provincia de Media, fue hallado un rollo en el cual estaba escrito esto: Memoria: En el primer año del rey Ciro, el rey Ciro dio un decreto acerca de la casa de Dios que está en Jerusalén: "Que la casa sea edificada como un lugar en el cual se ofrezcan sacrificios, y que sean colocados sus cimientos. Será de 60 codos de alto y de 60 codos de ancho. Tendrá tres hileras de bloques de piedra y una hilera de vigas nuevas, y el gasto será pagado por la casa del rey. También los utensilios de oro y de plata de la casa de Dios, que Nabucodonosor había sacado del templo que estaba en Jerusalén y los había llevado a Babilonia, serán devueltos e irán a su lugar, en el templo que está en Jerusalén, y serán depositados en la casa de Dios." Ahora pues, Tatnai, gobernador de Más Allá del Río, Setar-boznai y vuestros compañeros, los oficiales que estáis en la región de Más Allá del Río, apartaos de allí. Dejad la obra de esta casa de Dios a cargo del gobernador de los judíos y de los ancianos de los judíos, para que reedifiquen esta casa de Dios en su lugar. Por mí es dada la orden de lo que habéis de hacer con esos ancianos de los judíos, para construir esta casa de Dios: Los gastos de aquellos hombres sean puntualmente pagados de los recursos del rey, de los tributos de Más Allá del Río, para que no cese la obra. Se les dará cada día, sin falta, lo que sea necesario: novillos, carneros y corderos para los holocaustos al Dios de los cielos, trigo, sal, vino y aceite, conforme a lo que digan los sacerdotes que están en Jerusalén, para que ofrezcan sacrificios de grato olor al Dios de los cielos y oren por la vida del rey y de sus hijos. También he dado órdenes que a cualquiera que altere este decreto le sea arrancada una viga de su casa, y él sea clavado, empalado en ella, y que por ello su casa sea convertida en un montón de escombros. Que el Dios que hizo habitar allí su nombre derribe a todo rey o pueblo que extienda su mano para alterarlo o destruir esa casa de Dios que está en Jerusalén. Yo, Darío, doy este decreto. Sea llevado a cabo con diligencia. Entonces Tatnai, gobernador de Más Allá del Río, Setar-boznai y sus compañeros actuaron con diligencia, conforme había mandado el rey Darío. Los ancianos de los judíos continuaron edificando y progresando de acuerdo con la profecía del profeta Hageo y la de Zacarías hijo de Ido. Así edificaron y terminaron por mandato del Dios de Israel y por mandato de Ciro, de Darío y de Artajerjes, reyes de Persia. Y este templo fue terminado el tercer día del mes de Adar del sexto año del reinado del rey Darío. Los hijos de Israel, los sacerdotes, los levitas y los demás que habían vuelto del cautiverio celebraron con regocijo la dedicación de esta casa de Dios. Para la dedicación de esta casa de Dios ofrecieron 100 toros, 200 carneros, 400 corderos; y como sacrificios por el pecado de todo Israel, 12 machos cabríos, conforme al número de las tribus de Israel. Luego establecieron a los sacerdotes en sus funciones, y a los levitas en sus divisiones, para el servicio del Dios que está en Jerusalén, conforme a lo escrito en el libro de Moisés. Los que habían regresado del cautiverio celebraron la Pascua el 14 del mes primero. Puesto que los sacerdotes y los levitas se habían purificado a una, todos estaban purificados. Entonces sacrificaron la víctima de la Pascua por todos los que habían regresado del cautiverio, por sus hermanos los sacerdotes y por sí mismos. Los hijos de Israel que habían vuelto del cautiverio y todos los que se habían adherido a ellos, apartándose de la inmundicia de las naciones de la tierra, para buscar a Jehovah Dios de Israel, comieron y celebraron con regocijo durante siete días la fiesta de los Panes sin Levadura, porque Jehovah les había dado alegría y había predispuesto hacia ellos el corazón del rey de Asiria, para fortalecer sus manos en la obra de la casa de Dios, el Dios de Israel. Pasadas estas cosas, en el reinado de Artajerjes, rey de Persia, Esdras—hijo de Seraías, hijo de Azarías, hijo de Hilquías, hijo de Salum, hijo de Sadoc, hijo de Ajitob, hijo de Amarías, hijo de Azarías, hijo de Merayot, hijo de Zeraías, hijo de Uzi, hijo de Buqui, hijo de Abisúa, hijo de Fineas, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, el primer sacerdote—, este Esdras, quien era escriba versado en la ley de Moisés, que Jehovah Dios había dado, subió de Babilonia. El rey le concedió todo lo que pidió, pues la mano de Jehovah su Dios estaba con él. En el séptimo año del rey Artajerjes, también subieron a Jerusalén algunos de los hijos de Israel y algunos de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y servidores del templo. Llegó a Jerusalén en el mes quinto del séptimo año del rey. El primer día del mes primero había iniciado el viaje de retorno de Babilonia, y el primer día del mes quinto llegó a Jerusalén, pues la bondadosa mano de su Dios estaba con él. Porque Esdras había preparado su corazón para escudriñar la ley de Jehovah y para cumplirla, a fin de enseñar a Israel los estatutos y los decretos. Esta es la copia del documento que el rey Artajerjes dio al sacerdote y escriba Esdras, escriba versado en los asuntos de los mandamientos de Jehovah y en sus estatutos para Israel: Artajerjes, rey de reyes, al sacerdote Esdras, escriba de la ley del Dios de los cielos: Completa paz. Ahora, he dado órdenes que cualquiera que en mi reino pertenezca al pueblo de Israel, a sus sacerdotes y a sus levitas, y que quiera ir contigo a Jerusalén, que vaya. Porque eres enviado de parte del rey y de sus siete consejeros para inspeccionar Judá y Jerusalén, conforme a la ley de tu Dios, que está en tus manos, y para llevar la plata y el oro que el rey y sus consejeros presentan como ofrenda voluntaria al Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén. Y asimismo, llevarás toda la plata y el oro que consigas en toda la provincia de Babilonia, con las ofrendas voluntarias del pueblo y de los sacerdotes que voluntariamente ofrezcan para la casa de su Dios que está en Jerusalén. Por consiguiente, con este dinero comprarás con diligencia toros, carneros, corderos, con sus ofrendas vegetales y sus libaciones, y los ofrecerás sobre el altar de la casa de vuestro Dios que está en Jerusalén. Con el resto de la plata y del oro, haced lo que tú y tus hermanos creáis conveniente hacer, conforme a la voluntad de vuestro Dios. También los utensilios que te son entregados para el servicio de la casa de tu Dios, los restituirás ante Dios en Jerusalén. Y lo demás que se requiera para la casa de tu Dios, y que te corresponda dar, dalo de la casa de los tesoros del rey. Yo, el rey Artajerjes, he dado órdenes a todos los tesoreros que están en la región de Más Allá del Río que todo lo que os pida el sacerdote Esdras, escriba de la ley del Dios de los cielos, se le conceda de inmediato: hasta 100 talentos de plata, 100 coros de trigo, 100 batos de vino, 100 batos de aceite, y sal sin medida. Todo lo que ha sido ordenado por el Dios de los cielos sea hecho diligentemente para la casa del Dios de los cielos; pues, ¿por qué habría de ser su ira contra el reino del rey y de sus hijos? Además, os hacemos saber que nadie está autorizado a imponerles tributo, ni impuesto ni renta a ninguno de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros o servidores del templo, ni a otros siervos de esta casa de Dios. Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría que tienes de parte de tu Dios, designa magistrados y jueces que administren justicia a todo el pueblo que está en la región de Más Allá del Río, a todos los que conocen las leyes de tu Dios. Y a los que no las conocen, se las enseñaréis. Cualquiera que no cumpla la ley de tu Dios y la ley del rey sea diligentemente sentenciado a muerte, o a destierro, o a confiscación de propiedades, o a prisión. ¡Bendito sea Jehovah Dios de nuestros padres, que puso tal cosa en el corazón del rey, para honrar la casa de Jehovah que está en Jerusalén! Pues él inclinó hacia mí su favor delante del rey, de sus consejeros y de todos los poderosos gobernadores del rey. Así me fortalecí, pues la mano de Jehovah mi Dios estaba conmigo, y reuní a los principales de Israel para que partieran conmigo. Estos son los jefes de las casas paternas y el registro de aquellos que vinieron conmigo de Babilonia, cuando reinaba el rey Artajerjes: De los hijos de Fineas, Gersón; de los hijos de Itamar, Daniel; de los hijos de David, Hatús de los hijos de Secanías; de los hijos de Paros, Zacarías, y con él fueron inscritos 150 hombres. De los hijos de Pajat-moab, Elioenai hijo de Zeraías, y con él, 200 hombres. De los hijos de Zatu, Secanías hijo de Jahaziel, y con él, 300 hombres. De los hijos de Adín, Ebed hijo de Jonatán, y con él, 50 hombres. De los hijos de Elam, Jesaías hijo de Atalías, y con él, 70 hombres. De los hijos de Sefatías, Zebadías hijo de Micael, y con él, 80 hombres. De los hijos de Joab, Obadías hijo de Yejiel, y con él, 218 hombres. De los hijos de Bani, Selomit hijo de Josifías, y con él, 160 hombres. De los hijos de Bebai, Zacarías hijo de Bebai, y con él, 28 hombres. De los hijos de Azgad, Johanán hijo de Hacatán, y con él, 110 hombres. De los hijos de Adonicam, los últimos, éstos cuyos nombres son: Elifelet, Jeiel y Semaías, y con ellos, De los hijos de Bigvai, Utai y Zabud, y con ellos, 70 hombres. Los reuní junto al río que pasa por Ahava, y acampamos allí tres días. Busqué entre el pueblo y entre los sacerdotes, pero no hallé allí a ninguno de los hijos de Leví. Entonces mandé buscar a Eliezer, a Ariel, a Semaías, a Elnatán, a Jarib, a Elnatán, a Natán, a Zacarías y a Mesulam, hombres principales, junto con Joyarib y Elnatán, que eran maestros. Los envié a Ido, jefe en la localidad de Casifia, y puse en sus bocas las palabras que habían de hablar a Ido y a sus hermanos, los servidores del templo que estaban en la localidad de Casifia, para que nos trajesen ayudantes para la casa de nuestro Dios. Puesto que la bondadosa mano de nuestro Dios estaba con nosotros, ellos nos trajeron un hombre entendido de los descendientes de Majli hijo de Leví, hijo de Israel, es decir, a Serebías, que con sus hijos y sus hermanos eran 18 personas. También a Hasabías y con él a Jesaías, de los hijos de Merari, que con sus hermanos y sus hijos eran De los servidores del templo, a quienes David y los magistrados habían puesto para el servicio de los levitas, consiguieron 220 servidores del templo, todos los cuales fueron inscritos por nombre. Entonces proclamé un ayuno allí junto al río Ahava a fin de humillarnos en la presencia de nuestro Dios y pedirle un buen viaje para nosotros, para nuestros niños y para todas nuestras posesiones. Pues tuve vergüenza de pedir al rey una tropa de soldados y jinetes que nos defendiesen del enemigo en el camino, porque habíamos hablado al rey diciendo: "La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan, pero su poder y su furor están sobre todos los que le abandonan." Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios acerca de esto; y él nos fue propicio. Luego aparté a doce de los principales sacerdotes: Serebías, Hasabías y diez de sus hermanos con ellos. Les pesé la plata, el oro y los utensilios, la ofrenda que para la casa de nuestro Dios habían ofrecido el rey, sus consejeros, sus magistrados y todos los que se encontraban de Israel. Entregué en sus manos 650 talentos de plata, 100 talentos de plata en utensilios y 100 talentos de oro. Además, había veinte tazones de oro, de 1.000 dracmas, y dos vasos de bronce bruñido muy bueno, apreciados como de oro. Entonces les dije: "Vosotros estáis consagrados a Jehovah, y los utensilios son sagrados. La plata y el oro son una ofrenda voluntaria para Jehovah, Dios de vuestros padres. Velad y guardadlos hasta que los peséis en Jerusalén, en las cámaras de la casa de Jehovah, delante de los principales de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de las casas paternas de Israel." Así, pues, los sacerdotes y los levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios que habían sido pesados, para llevarlos a Jerusalén, a la casa de nuestro Dios. Y el 12 del mes primero partimos del río Ahava, para ir a Jerusalén. Y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y de los asaltantes en el camino. Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días. Al cuarto día fueron pesados, en la casa de nuestro Dios, la plata, el oro y los utensilios, y entregados a Meremot hijo del sacerdote Urías. Con él estaba Eleazar hijo de Fineas, y con ellos los levitas Josabad hijo de Jesúa y Noadías hijo de Binúi. En aquella ocasión todo fue contado y pesado, y se registró el peso total. Al llegar del cautiverio, los que habían estado cautivos ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: 12 toros por todo Israel, 96 carneros, 77 corderos, 12 machos cabríos para sacrificio por el pecado; todo ello como holocausto a Jehovah. Luego entregaron los decretos del rey a los sátrapas del rey y a los gobernadores de Más Allá del Río, los cuales prestaron apoyo al pueblo y a la casa de Dios. Acabadas estas cosas, se acercaron a mí los magistrados y dijeron: "El pueblo de Israel, los sacerdotes y los levitas no se han separado de los pueblos de las tierras en cuanto a las abominaciones de los cananeos, los heteos, los ferezeos, los jebuseos, los amonitas, los moabitas, los egipcios y los amorreos. Porque de las hijas de éstos han tomado mujeres para sí y para sus hijos, y han mezclado la simiente santa con la de los pueblos de la tierra. Y los magistrados y los oficiales han sido los primeros en incurrir en esta infidelidad." Al oír esto, rasgué mi vestidura y mi manto, me arranqué los pelos de mi cabeza y de mi barba, y me senté consternado. Luego se reunieron junto a mí todos los que temían la palabra del Dios de Israel, a causa de la infidelidad de los del cautiverio; pero yo quedé sentado y consternado hasta el sacrificio de la tarde. A la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y con mi vestidura y mi manto rasgados me postré de rodillas, extendí mis manos a Jehovah mi Dios, y dije: "Dios mío, estoy avergonzado y afrentado como para levantar mi cara a ti, oh Dios mío; porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestras cabezas, y nuestra culpa ha crecido hasta los cielos. Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy hemos tenido gran culpabilidad, y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en mano de los reyes de otras tierras, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a una vergüenza total, como en este día. Y ahora, por un breve momento, se ha mostrado la misericordia de Jehovah nuestro Dios al dejarnos sobrevivientes libres y al darnos un punto de apoyo en su lugar santo, para que nuestro Dios alumbre nuestros ojos, y nos revitalice un poco en medio de nuestra servidumbre. Porque hemos sido siervos, pero nuestro Dios no nos desamparó en nuestra servidumbre, sino que inclinó sobre nosotros su misericordia ante los reyes de Persia, revitalizándonos para levantar la casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, y dándonos protección en Judá y en Jerusalén. "Pero ahora, oh Dios nuestro, ¿qué diremos después de esto? Porque hemos abandonado tus mandamientos que mandaste por medio de tus siervos los profetas, diciendo: ‘La tierra a la cual vais para tomarla en posesión es una tierra inmunda a causa de la inmundicia de los pueblos de aquellas tierras, que por sus abominaciones la han llenado de su inmundicia de un extremo a otro. Ahora pues, no daréis vuestras hijas a sus hijos, ni tomaréis sus hijas para vuestros hijos. No procuraréis jamás la paz ni el bienestar de ellos, para que seáis fortalecidos y comáis del bien de la tierra, a fin de que la dejéis como heredad a vuestros hijos para siempre.’ "Pero después de todo lo que nos ha sobrevenido por nuestras malas obras y por nuestra gran culpa, a pesar de que tú, oh Dios nuestro, nos has castigado menos de lo que merecía nuestra iniquidad y nos has dado un grupo de sobrevivientes como éste, ¿hemos de volver a traspasar tus mandamientos y a emparentar con los pueblos que cometen estas abominaciones? ¿No te indignarás contra nosotros hasta consumirnos, de modo que no quede un remanente ni sobrevivientes? Oh Jehovah Dios de Israel, tú eres justo, pues hemos quedado sobrevivientes como en este día. Henos aquí delante de ti, a pesar de nuestra culpa; porque nadie puede permanecer en tu presencia, a causa de esto." Mientras Esdras oraba y hacía confesión llorando y postrándose ante la casa de Dios, se juntó a él una multitud muy grande de Israel: hombres, mujeres y niños; y el pueblo lloraba amargamente. Entonces intervino Secanías hijo de Yejiel, de los descendientes de Elam, y dijo a Esdras: —Nosotros hemos actuado con infidelidad contra nuestro Dios, pues hemos tomado mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra. Pero a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel. Ahora pues, hagamos un pacto con nuestro Dios: Despediremos a todas las mujeres y a los hijos nacidos de ellas, según el consejo de mi señor y de los que temen el mandamiento de nuestro Dios. Hágase conforme a la ley. Levántate, porque es tu responsabilidad. Nosotros estamos contigo; esfuérzate y actúa. Esdras se levantó e hizo jurar a los principales sacerdotes, a los levitas y a todo Israel, que harían conforme a este consejo. Y ellos lo juraron. Luego Esdras se retiró de delante de la casa de Dios y entró en la cámara de Johanán hijo de Eliasib. Allí fue, pero no comió pan ni bebió agua, porque hizo duelo por esta gran infidelidad de los del cautiverio. Entonces hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén, a todos los que habían vuelto del cautiverio, para que se reuniesen en Jerusalén, y que al que no viniese dentro de tres días, conforme al acuerdo de los magistrados y de los ancianos, se le confiscarían todos sus bienes, y sería separado de la asamblea de los que habían vuelto del cautiverio. Así que todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén en el plazo de tres días, el del mes noveno. Y todo el pueblo se sentó en el área abierta de la casa de Dios, temblando por motivo de aquel asunto y a causa de la lluvia. Entonces se levantó el sacerdote Esdras y les dijo: —Vosotros habéis actuado con infidelidad, porque tomasteis mujeres extranjeras, añadiendo así a la culpa de Israel. Ahora pues, haced confesión a Jehovah, Dios de vuestros padres. Cumplid su voluntad, y apartaos de los pueblos de la tierra y de las mujeres extranjeras. Entonces toda la congregación respondió y dijo en voz alta: —Sí, haremos conforme a tu palabra. Pero el pueblo es numeroso, y el tiempo es lluvioso; no tenemos fuerzas para permanecer afuera. Además, no es una tarea de un día ni de dos, porque somos muchos los que hemos transgredido en este asunto. Que se queden nuestros magistrados en lugar de toda la congregación, y que todos aquellos en nuestras ciudades que han tomado mujeres extranjeras vengan en tiempos determinados, y junto con ellos los ancianos y los jueces de cada ciudad, hasta que se haya apartado de nosotros el furor de la ira de nuestro Dios por este asunto. Sólo Jonatán hijo de Asael y Jaazías hijo de Ticva, apoyados por Mesulam y Sabetai el levita, se opusieron a esto. Así lo hicieron los que habían sido cautivos. Fueron apartados el sacerdote Esdras y algunos hombres, jefes de sus casas paternas, todos ellos designados por nombre. Y se sentaron el primer día del mes décimo para investigar el asunto. Y el primer día del mes primero concluyeron la investigación de todos aquellos que habían tomado mujeres extranjeras. De los hijos de los sacerdotes que habían tomado mujeres extranjeras fueron hallados los siguientes: de los hijos de Jesúa hijo de Josadac y de sus hermanos: Maasías, Eliezar, Jarib y Gedalías. Ellos se comprometieron a despedir a sus mujeres, y su ofrenda por la culpa fue de un carnero del rebaño, por su delito. De los hijos de Imer: Hanani y Zebadías. De los hijos de Harim: Maasías, Elías, Semaías, Yejiel y Uzías. De los hijos de Pasjur: Elioenai, Maasías, Ismael, Natanael, Jozabad y Elasa. De los levitas: Jozabad, Simei, Quelaías (éste es Quelita), Petaías, Judá y Eliezer. De los cantores: Eliasib. De los porteros: Salum, Telem y Uri. Asimismo de Israel: De los hijos de Paros: Ramías, Jezías, Malquías, Mijamín, Eleazar, Malquías y Benaías. De los hijos de Elam: Matanías, Zacarías, Yejiel, Abdi, Jeremot y Elías. De los hijos de Zatu: Elioenai, Eliasib, Matanías, Jeremot, Zabad y Aziza. De los hijos de Bebai: Johanán, Hanaías, Zabai y Atlai. De los hijos de Bani: Mesulam, Maluc, Adaías, Jasub, Seal y Ramot. De los hijos de Pajat-moab: Adna, Quelal, Benaías, Maasías, Matanías, Bezaleel, Binúi y Manasés. De los hijos de Harim: Eliezer, Isías, Malquías, Semaías, Simeón, Benjamín, Maluc y Semarías. De los hijos de Hasum: Matenai, Matata, Zabad, Elifelet, Jeremai, Manasés y Simei. De los hijos de Bani: Madai, Amram, Uel, Benaías, Bedías, Queluhi, Vanías, Meremot, Eliasib, Matanías, Matenai, Jaasai, Bani, Binúi, Simei, Selemías, Natán, Adaías, Macnadebai, Sasai, Sarai, Azareel, Selemías, Semarías, Salum, Amarías y José. De los hijos de Nebo: Jeiel, Matatías, Zabad, Zebina, Jadai, Joel y Benaías. Todos estos habían tomado mujeres extranjeras, y algunos tenían mujeres que les habían dado hijos. Las palabras de Nehemías hijo de Hacalías: Sucedió en el mes de Quislev del año 20, estando yo en Susa la capital, que Hanani, uno de mis hermanos, llegó de Judá, con algunos hombres. Les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén. Ellos me dijeron: "El remanente, los que han quedado de la cautividad allí en la provincia, está en gran dificultad y afrenta. La muralla de Jerusalén está derribada, y sus puertas quemadas a fuego." Cuando escuché estas palabras, me senté, lloré e hice duelo por algunos días. Ayuné y oré delante del Dios de los cielos, y dije: "Oh Jehovah, Dios de los cielos, Dios grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia para con los que le aman y guardan sus mandamientos: Por favor, estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración de tu siervo, que yo hago ahora delante de ti, de día y de noche, por los hijos de Israel, tus siervos. Confieso los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti. Sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. Hemos actuado muy inicuamente contra ti y no hemos guardado los mandamientos, las leyes y los decretos que mandaste a tu siervo Moisés. Acuérdate, por favor, de la palabra que mandaste a tu siervo Moisés, diciendo: ‘Si sois infieles, yo os esparciré entre los pueblos. Pero si os volvéis a mí, guardáis mis mandamientos y los ponéis por obra, aunque vuestros desterrados estén en el extremo de los cielos, de allí los reuniré y los traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.’ Ellos son tus siervos y tu pueblo, a quienes redimiste con tu gran poder y con tu poderosa mano. Oh Jehovah, por favor, esté atento tu oído a la oración de tu siervo y a la oración de tus siervos que quieren reverenciar tu nombre. Prospera, por favor, a tu siervo hoy, y concédele gracia ante aquel hombre." Entonces yo servía de copero al rey. Sucedió en el mes de Nisán, en el año 20 del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y se lo di al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia, el rey me preguntó: —¿Por qué está triste tu rostro, ya que tú no estás enfermo? Esto no es otra cosa que quebranto de corazón. Entonces tuve muchísimo temor. Y respondí al rey: —Viva el rey para siempre. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad donde están los sepulcros de mis padres está destruida, y sus puertas están consumidas por el fuego? El rey me preguntó: —¿Qué es lo que pides? Entonces oré al Dios de los cielos y respondí al rey: —Si le agrada al rey y si tu servidor es acepto delante de ti, envíame a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, para que yo la reedifique. Entonces el rey (y la reina estaba sentada junto a él) me preguntó: —¿Hasta cuándo durará tu viaje, y cuándo volverás? Le agradó al rey enviarme, y le señalé un plazo. Además dije al rey: —Si al rey le agrada, séanme dadas cartas para los gobernadores de la región de Más Allá del Río, para que me dejen pasar hasta que yo llegue a Judá; y otra carta para Asaf, guarda de los bosques del rey, para que me dé madera para poner vigas a las puertas de la ciudadela del templo, para la muralla de la ciudad y para la casa donde yo estaré. El rey me lo concedió, pues la bondadosa mano de Dios estaba conmigo. Entonces fui a los gobernadores de Más Allá del Río, y les entregué las cartas del rey. El rey había enviado conmigo jefes del ejército y jinetes. Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita y Tobías el siervo amonita, se disgustaron en extremo de que alguien viniese para procurar el bien de los hijos de Israel. Llegué, pues, a Jerusalén; y después de estar allí tres días, me levanté de noche, yo y unos cuantos hombres conmigo, sin declarar a nadie lo que mi Dios había puesto en mi corazón que hiciese por Jerusalén. No llevé conmigo animales, excepto aquel en que yo cabalgaba. Salí de noche por la puerta del Valle hacia el manantial del Dragón y la puerta del Muladar, y examiné los muros de Jerusalén, que estaban derribados, y sus puertas, que estaban consumidas por el fuego. Luego pasé hacia la puerta de la Fuente y el estanque del Rey, pero no había lugar por donde pasase el animal en que cabalgaba. Subí de noche por el arroyo y examiné la muralla. Y de nuevo entré por la puerta del Valle, y regresé. Los oficiales no sabían a dónde me había ido, ni qué había hecho, pues hasta entonces yo no lo había declarado a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los nobles, ni a los oficiales, ni a los demás que habían de hacer la obra. Luego les dije: —Vosotros veis el mal estado en que nos encontramos: Jerusalén está destruida, y sus puertas están consumidas por el fuego. ¡Venid, reedifiquemos la muralla de Jerusalén, y no seamos más una afrenta! Les declaré cómo la mano de mi Dios estaba conmigo para bien, y también las palabras que el rey me había dicho. Y ellos dijeron: —¡Levantémonos y edifiquemos! Entonces esforzaron sus manos para bien. Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, Tobías el siervo amonita y Gesem el árabe, se burlaron de nosotros y nos menospreciaron. Preguntaron: —¿Qué es esto que estáis haciendo? ¿Os rebeláis contra el rey? Les respondí diciendo: —El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y reedificaremos. Pero vosotros no tenéis ni parte, ni derecho, ni memoria en Jerusalén. Se levantó el sumo sacerdote Eliasib con sus hermanos los sacerdotes, y edificaron la puerta de las Ovejas. Ellos la dedicaron y colocaron sus puertas. Dedicaron la muralla hasta la torre de la Centena y hasta la torre de Hananeel. A su lado edificaron los hombres de Jericó, y a su lado edificó Zacur hijo de Imri. Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado. Le pusieron sus vigas y colocaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos. A su lado restauró Meremot hijo de Urías, hijo de Cos. A su lado restauró Mesulam hijo de Berequías, hijo de Mesezabeel. A su lado restauró Sadoc hijo de Baaná. A su lado restauraron los de Tecoa, aunque sus hombres importantes no se presentaron para participar en el servicio de su Señor. La puerta Antigua fue restaurada por Joyada hijo de Paséaj y Mesulam hijo de Besodías. Ellos le pusieron sus vigas y colocaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos. A su lado restauraron Melatías de Gabaón y Jadón de Meronot, con los hombres de Gabaón y de Mizpa, que estaban bajo el dominio del gobernador de Más Allá del Río. A su lado restauró Uziel hijo de Harhaías, de los plateros. A su lado restauró Ananías, uno de los perfumistas, y dejaron restaurada Jerusalén hasta el muro ancho. A su lado restauró Refaías hijo de Hur, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén. A su lado restauró Jedaías hijo de Harumaf, delante de su casa. A su lado restauró Hatús hijo de Hasabnías. Malquías hijo de Harim y Hasub hijo de Pajat-moab restauraron otro tramo, y también la torre de los Hornos. A su lado restauró Salum hijo de Halojes, jefe de la mitad del distrito de Jerusalén, acompañado de sus hijas. La puerta del Valle la restauró Hanún, con los habitantes de Zanóaj. Ellos la reedificaron y colocaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos, y 1.000 codos de la muralla, hasta la puerta del Muladar. La puerta del Muladar la restauró Malquías hijo de Recab, jefe del distrito de Bet-haquérem. El reedificó y colocó sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos. La puerta del Manantial la restauró Salum hijo de Coljoze, jefe del distrito de Mizpa. El la reedificó, la proveyó de cubierta y colocó sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos; también el muro del estanque de Siloé, hacia el jardín del Rey y hasta las escalinatas que descienden de la Ciudad de David. Después de él restauró Nehemías hijo de Azbuc, jefe de la mitad del distrito de Betsur, hasta frente a los sepulcros de David, hasta el estanque artificial y hasta la casa de los Valientes. Después de él restauraron los levitas: Rejum hijo de Bani. A su lado restauró Asabías, jefe de la mitad del distrito de Queila, a nombre de su distrito. Después de él restauraron sus hermanos: Bavai hijo de Henadad, jefe de la mitad del distrito de Queila. A su lado Ezer hijo de Jesúa, jefe de Mizpa, restauró otro tramo frente a la cuesta de la armería de la esquina. Después de él Baruc hijo de Zacai restauró con gran entusiasmo otro tramo, desde la esquina hasta la puerta de la casa del sumo sacerdote Eliasib. Después de él Meremot hijo de Urías, hijo de Cos, restauró otro tramo, desde la entrada de la casa de Eliasib hasta el extremo de la casa de Eliasib. Después de él restauraron los sacerdotes procedentes de la llanura. Después de ellos restauraron Benjamín y Hasub, frente a su casa. Después de ellos restauró Azarías hijo de Maasías, hijo de Ananías, cerca de su casa. Después de él Binúi hijo de Henadad restauró otro tramo, desde la casa de Azarías hasta el ángulo y hasta la esquina. Después de él Palal hijo de Uzai restauró frente a la esquina y la torre alta que sobresale de la casa del rey y que está junto al patio de la guardia. Después de él restauró Pedaías hijo de Paros, con los servidores del templo que vivían en el Ofel, hasta el frente de la puerta de las Aguas, al oriente, y hasta la torre que sobresalía. Después de él los de Tecoa restauraron otro tramo, frente a la torre grande que sobresale, hasta el muro del Ofel. Desde la puerta de los Caballos los sacerdotes restauraron, cada uno frente a su casa. Después de ellos restauró Sadoc hijo de Imer frente a su casa. Después de él restauró Semaías hijo de Secanías, guardia de la puerta oriental. Después de él restauraron otro tramo Ananías hijo de Selemías y Hanún, el sexto hijo de Salaf. Después de ellos Mesulam hijo de Berequías restauró frente a su almacén. Después de él Malquías, uno de los plateros, restauró hasta la casa de los servidores del templo y de los comerciantes, frente a la puerta de la Inspección y hasta la sala alta de la esquina. Y los fundidores y los comerciantes restauraron entre la sala alta de la esquina y la puerta de las Ovejas. Sucedió que cuando Sanbalat oyó que nosotros edificábamos la muralla, se enfureció y se encolerizó muchísimo, e hizo burla de los judíos. Entonces habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: —¿Qué hacen estos miserables judíos? ¿La han de dejar restaurada para sí? ¿Han de volver a ofrecer sacrificios? ¿Han de acabar en un día? ¿Han de hacer revivir las piedras de entre los montones de escombros, estando éstas quemadas? Junto a él estaba Tobías el amonita, quien dijo: —Lo que ellos edifican, si sube una zorra, derribará su muro de piedra. ¡Escucha, oh Dios nuestro, porque somos objeto de desprecio! Devuelve su afrenta sobre sus cabezas, y entrégalos como presa en una tierra de cautividad. No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado de delante de ti, porque provocaron a los que edificaban. Así reedificamos la muralla, y fueron unidos todos los tramos de la muralla hasta la mitad de su altura; porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar. Pero sucedió que cuando Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de Asdod oyeron que proseguía la reconstrucción de los muros de Jerusalén y que las brechas habían comenzado a ser cerradas, se encolerizaron mucho. Conspiraron todos juntos para venir a combatir contra Jerusalén y causarle daño. Entonces oramos a nuestro Dios, y a causa de ellos pusimos guardia contra ellos de día y de noche. Pero los de Judá dijeron: —Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y los escombros son muchos. Nosotros no podremos reedificar la muralla. Y nuestros enemigos dijeron: —Que no sepan, ni vean, hasta que entremos en medio de ellos y los matemos, y hagamos cesar la obra. Pero sucedió que cuando vinieron los judíos que habitaban cerca de ellos, nos dijeron diez veces: "De todos los lugares a donde os volváis, vendrán contra nosotros." Entonces distribuí al pueblo por familias, detrás de la muralla en sus partes más bajas y en sus partes desprotegidas, con sus espadas, sus lanzas y sus arcos. Después que inspeccioné, me levanté y dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: —¡No temáis delante de ellos! Acordaos del Señor grande y temible, y combatid por vuestros hermanos, por vuestros hijos, por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas. Sucedió que cuando nuestros enemigos oyeron que nos habíamos enterado y que Dios había desbaratado su plan, volvimos todos al muro, cada uno a su trabajo. Pero desde aquel día la mitad de mis hombres trabajaba en la obra, y la otra mitad empuñaba las lanzas, los escudos, los arcos y las corazas. Y los oficiales estaban detrás de toda la casa de Judá. Tanto los que reedificaban el muro como los que llevaban cargas estaban armados; con una mano trabajaban en la obra y con la otra empuñaban la jabalina. Los que edificaban llevaban cada uno su espada ceñida al cinto; así edificaban. Y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí. Entonces dije a los principales, a los oficiales y al resto del pueblo: —La obra es grande y amplia, y nosotros estamos distanciados en la muralla, lejos los unos de los otros. En el lugar donde oigáis el sonido de la corneta, allí reuníos con nosotros. Y nuestro Dios combatirá por nosotros. Así trabajábamos nosotros en la obra, y la mitad de ellos empuñaban las lanzas, desde la aurora hasta la aparición de las estrellas. En aquel tiempo también dije al pueblo: —Cada uno quédese con su criado a pasar la noche dentro de Jerusalén, de modo que nos sirvan de noche como centinelas, y de día como obreros. Ni yo, ni mis compañeros, ni mis hombres, ni la guardia que me acompañaba, ninguno de nosotros nos quitamos nuestra ropa; y cada uno tenía su jabalina a su derecha. Entonces hubo un gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos. Unos decían: —Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas somos muchos, y necesitamos grano para comer y vivir. Otros decían: —Por causa del hambre hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas para comprar grano. Y otros decían: —Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, empeñando nuestras tierras y viñas. Y ahora, a pesar de ser nuestra carne como la de nuestros hermanos y nuestros hijos como sus hijos, he aquí que nosotros estamos sometiendo a nuestros hijos y a nuestras hijas a ser esclavos. Algunas de nuestras hijas han sido sometidas a servidumbre, y no tenemos posibilidad de rescatarlas; porque nuestras tierras y viñas están en poder de otros. Yo me enojé muchísimo cuando escuché su clamor y estas palabras. Lo medité y reprendí a los principales y a los magistrados, diciéndoles: —Practicáis la usura, cada uno contra su hermano. Luego congregué contra ellos una gran asamblea, y les dije: —Nosotros, conforme a nuestras posibilidades, hemos rescatado a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a los gentiles. Pero vosotros, ¡hasta vendéis a vuestros hermanos, para que ellos vuelvan a ser vendidos a nosotros! Ellos callaron, pues no supieron qué responder. Y yo dije: —No está bien lo que hacéis. ¿No debéis andar en el temor de nuestro Dios, para no ser motivo de afrenta ante las naciones que son nuestras enemigas? También yo, mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y granos. Renunciemos, por favor, a esta usura. Por favor, restituidles en este día sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y renunciad a la usura que les demandáis por el dinero, por el grano, por el vino y por el aceite. Ellos respondieron: —Se lo restituiremos y nada les demandaremos. Haremos como tú dices. Entonces convoqué a los sacerdotes y les hice jurar que harían conforme a esta promesa. Además, sacudí mi ropa y dije: —Así sacuda Dios de su casa y de su propiedad a todo hombre que no cumpla esta promesa, y que se quede sacudido y vacío. Y toda la congregación respondió: —¡Amén! Alabaron a Jehovah, y el pueblo hizo conforme a esta promesa. Además, desde el día en que el rey me comisionó para que fuese gobernador de ellos en la tierra de Judá, desde el año 20 del rey Artajerjes hasta el año 32, es decir, 12 años, ni yo ni mis compañeros comimos del pan del gobernador. Los gobernadores que me antecedieron pusieron un pesado yugo sobre el pueblo, y de ellos tomaron siclos de plata, además del pan y del vino. También sus criados se enseñoreaban del pueblo. Pero yo no hice así a causa del temor de Dios. También participé en la obra de restauración de esta muralla. No compré campos, y todos mis criados estaban juntos allí en la obra. Además, participaban de mi mesa 150 hombres de los judíos y de los magistrados, aparte de los que venían a nosotros de los pueblos que estaban en nuestros alrededores. Lo que se preparaba para cada día era un toro y seis ovejas escogidas. También se preparaban aves para mí; y cada diez días, odres de vino en abundancia. No obstante, nunca exigí el pan del gobernador, porque la servidumbre de este pueblo era pesada. ¡Acuérdate de mí para bien, oh Dios mío, de todo lo que he hecho por este pueblo! Sucedió que habiendo oído Sanbalat, Tobías, Gesem el árabe y los demás enemigos nuestros que yo había reedificado la muralla y que no quedaban más brechas en ella (aunque hasta aquel tiempo no había colocado las hojas de las puertas), Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: "Ven y reunámonos en alguna de las aldeas, en el valle de Ono." Pero ellos habían pensado hacerme daño. Entonces les envié mensajeros diciendo: "Estoy realizando una gran obra. No puedo ir, porque cesaría el trabajo si yo lo abandonase para ir a vosotros." Cuatro veces me enviaron mensajeros con respecto al mismo asunto, y yo les respondí de la misma manera. Entonces Sanbalat envió a su criado para decirme lo mismo por quinta vez, trayendo en su mano una carta abierta en la cual estaba escrito: Se ha oído entre los pueblos, y Gesem lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros, y que por eso tú reedificas la muralla. Según estos rumores, tú has llegado a ser su rey, y has puesto profetas que te proclamen en Jerusalén diciendo: "¡Hay rey en Judá!" Ahora bien, tales palabras han de ser oídas por el rey. Ven, por tanto, y tomemos consejo juntos. Entonces envié a decirle: "No han sucedido esas cosas que tú dices, sino que tú las inventas en tu corazón." Porque todos ellos nos intimidaban pensando: "Se debilitarán sus manos en la obra, y no será llevada a cabo." ¡Pero, oh Dios, fortalece mis manos! Después fui a la casa de Semaías hijo de Delaías, hijo de Mehetabel, porque él estaba encerrado allí. Y me dijo: —Reunámonos en la casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vendrán para matarte. ¡Sí, a la noche vendrán para matarte! Entonces respondí: —¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Quién siendo como yo entraría en el templo para salvar su vida? ¡No entraré! Así entendí que Dios no lo había enviado, sino que decía aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat le habían contratado. El fue contratado para que yo fuera intimidado e hiciese eso, y así pecara, de modo que les sirviese de mal nombre para desacreditarme. ¡Acuérdate, oh Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas obras suyas, y también de la profetisa Noadía y de los otros profetas que trataban de intimidarme! La muralla fue terminada el 25 del mes de Elul, en cincuenta y dos días. Y sucedió que cuando nuestros enemigos oyeron esto, y lo vieron todos los pueblos de nuestros alrededores, se sintieron muy humillados ante sus propios ojos y se dieron cuenta de que esta obra había sido llevada a cabo por nuestro Dios. Asimismo, en aquellos días iban muchas cartas de los principales de Judá a Tobías, y las de Tobías venían a ellos. Porque muchos en Judá estaban asociados con él, ya que era yerno de Secanías hijo de Ara, y su hijo Johanán había tomado por mujer a la hija de Mesulam, hijo de Berequías. Ellos contaban delante de mí las buenas obras de él, y le referían mis palabras. Y Tobías enviaba cartas para intimidarme. Sucedió que después que la muralla fue reedificada, coloqué las puertas, y fueron asignados porteros, cantores y levitas. Luego puse a cargo de Jerusalén a mi hermano Hanani y a Ananías, jefe de la fortaleza, por ser éste un hombre de verdad y temeroso de Dios más que muchos. Les dije: "No sean abiertas las puertas de Jerusalén sino hasta que caliente el sol. Y mientras los porteros estén en sus puestos, cerrad las puertas y atrancadlas. Colocad los guardias de los habitantes de Jerusalén, unos en su puesto de guardia, y otros frente a su casa." La ciudad era espaciosa y grande, pero había poca gente dentro de ella, y las casas no estaban reconstruidas. Entonces mi Dios puso en mi corazón que reuniese a los principales, a los magistrados y al pueblo, para que fuesen registrados según su linaje. Así hallé el libro del registro de los que habían subido la primera vez, y encontré escrito en él lo siguiente: "Estos son los hombres de la provincia que regresaron de la cautividad, a quienes Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos. Ellos volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad. Vinieron con Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamani, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvai, Nejum y Baaná. "Lista de los hombres del pueblo de Israel: Los hijos de Paros eran 2.172. Los hijos de Sefatías, 372. Los hijos de Araj, 652. Los hijos de Pajat-moab, por el lado de los hijos de Jesúa y Joab, 2.818. Los hijos de Elam, 1.254. Los hijos de Zatu, 845. Los hijos de Zacai, 760. Los hijos de Binúi, 648. Los hijos de Bebai, 628. Los hijos de Azgad, 2.322. Los hijos de Adonicam, 667. Los hijos de Bigvai, 2.067. Los hijos de Adín, 655. Los hijos de Ater, por el lado de Ezequías, 98. Los hijos de Hasum, 328. Los hijos de Bezai, 324. Los hijos de Harif, 112. "Los hijos de Gabaón, 95. Los hombres de Belén y de Netofa, 188. Los hombres de Anatot, 128. Los hombres de Bet-azmávet, 42. Los hombres de Quiriat-jearim, de Cafira y de Beerot, 743. Los hombres de Ramá y de Geba, 621. Los hombres de Micmas, 122. Los hombres de Betel y de Hai, 123. Los hombres del otro Nebo, 52. Los hijos del otro Elam, 1.254. Los hijos de Harim, 320. Los hijos de Jericó, 345. Los hijos de Lod, de Hadid y de Ono, 721. Los hijos de Senaa, 3.930. "Los sacerdotes: Los hijos de Jedaías, de la casa de Jesúa, 973. Los hijos de Imer, 1.052. Los hijos de Pasjur, 1.247. Los hijos de Harim, 1.017. "Los levitas: Los hijos de Jesúa, por el lado de Cadmiel, de los hijos de Hodavías, 74. Los cantores, hijos de Asaf, 148. Los porteros: Los hijos de Salum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Acub, los hijos de Hatita y los hijos de Sobai, 138. "Los servidores del templo: Los hijos de Zija, los hijos de Hasufa, los hijos de Tabaot, los hijos de Queros, los hijos de Siaha, los hijos de Padón, los hijos de Lebana, los hijos de Hagaba, los hijos de Salmai, los hijos de Hanán, los hijos de Gidel, los hijos de Gajar, los hijos de Reayías, los hijos de Rezín, los hijos de Necoda, los hijos de Gazam, los hijos de Uza, los hijos de Paséaj, los hijos de Besai, los hijos de Meunim, los hijos de Nefusim, los hijos de Bacbuc, los hijos de Hacufa, los hijos de Harjur, los hijos de Bazlit, los hijos de Mejida, los hijos de Harsa, los hijos de Barcos, los hijos de Sísara, los hijos de Tema, los hijos de Nezíaj, los hijos de Hatifa. "Los hijos de los siervos de Salomón: Los hijos de Sotai, los hijos de Soféret, los hijos de Perida, los hijos de Jaala, los hijos de Darcón, los hijos de Gidel, los hijos de Sefatías, los hijos de Hatil, los hijos de Poquéret-hazebaim, los hijos de Amón. "Todos los servidores del templo y los hijos de los siervos de Salomón eran 392. "Estos son los que regresaron de Tel-mélaj, de Tel-jarsa, de Querub, de Adón y de Imer, los cuales no pudieron demostrar su casa paterna ni su linaje, si eran de Israel: Los hijos de Delaías, los hijos de Tobías y los hijos de Necoda, 642. "De los sacerdotes: Los hijos de Habaías, los hijos de Cos y los hijos de Barzilai, quien había tomado por mujer a una de las hijas de Barzilai el galadita, y fue llamado según el nombre de ellas. Estos buscaron sus documentos genealógicos, pero no los hallaron; y fueron excluidos del sacerdocio. El gobernador les dijo que no comiesen de las cosas más sagradas hasta que hubiese sacerdote para usar el Urim y Tumim. "Toda la congregación en conjunto era de 42.360, sin contar sus siervos y sus siervas, que eran 7.337. Ellos tenían 245 cantores, hombres y mujeres. Sus caballos eran 736, sus mulos 245, sus camellos 435 y sus asnos 6.720. "Algunos de los jefes de las casas paternas dieron para la obra. El gobernador dio para el fondo 1.000 dracmas de oro, 50 tazones y 530 vestiduras sacerdotales. Los jefes de las casas paternas dieron para el fondo de la obra 20.000 dracmas de oro y 2.200 minas de plata. Lo que dio el resto del pueblo fue 20.000 dracmas de oro, 2.000 minas de plata y 67 túnicas sacerdotales. "Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, algunos del pueblo, los servidores del templo y todo Israel habitaron en sus ciudades." Cuando llegó el mes séptimo, los hijos de Israel ya estaban en sus ciudades. Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está frente a la puerta de las Aguas. Y dijeron al escriba Esdras que trajese el libro de la Ley de Moisés, que Jehovah había dado a Israel. El primer día del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo la Ley ante la congregación de hombres y mujeres, y de todo el que era apto para entender lo que oía. Y leyó el libro desde el alba hasta el medio día, frente a la plaza que está ante la puerta de las Aguas, en presencia de hombres, de mujeres y de cuantos podían entender. Y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la Ley. El escriba Esdras estaba sobre una plataforma de madera que habían hecho para ello. Junto a él, a su derecha, estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilquías y Maasías; y a su izquierda estaban Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, porque él estaba más alto que todo el pueblo. Y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Entonces Esdras bendijo a Jehovah, el gran Dios; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: —¡Amén! ¡Amén! Luego se inclinaron y adoraron a Jehovah con el rostro a tierra. Entonces los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Quelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaías explicaban la Ley al pueblo, mientras el pueblo permanecía de pie en su lugar. Ellos leían en el libro de la Ley de Dios, explicando y aclarando el sentido, de modo que entendiesen la lectura. Nehemías, que era el gobernador, el sacerdote y escriba Esdras y los levitas que enseñaban al pueblo decían a todo el pueblo: —¡Este es un día santo para Jehovah vuestro Dios! No os entristezcáis ni lloréis. Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Luego les dijo: —Id, comed ricos manjares, bebed bebidas dulces y enviad porciones a los que no tienen nada preparado, porque éste es un día santo para nuestro Señor. No os entristezcáis, porque el gozo de Jehovah es vuestra fortaleza. Los levitas hacían que todo el pueblo guardara silencio, y decían: —Callad, porque el día es santo; no os entristezcáis. Así todo el pueblo se fue a comer y a beber, a enviar porciones y a regocijarse con gran alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado. El segundo día se reunieron con el escriba Esdras los jefes de las casas paternas de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas, para profundizar las palabras de la Ley. Y hallaron escrito en la Ley, que Jehovah había mandado por medio de Moisés, que los hijos de Israel debían habitar en cabañas en la fiesta del mes séptimo. Entonces informaron y mandaron pregonar en todas sus ciudades y en Jerusalén, diciendo: —¡Salid al monte y traed ramas de olivo, ramas de olivo silvestre, ramas de mirto, ramas de palmeras y ramas de árboles frondosos, para hacer cabañas, como está escrito! Entonces el pueblo salió y las trajo. Cada persona hizo cabañas para sí sobre su azotea, en sus patios, en los atrios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas y en la plaza de la puerta de Efraín. Toda la congregación que había vuelto de la cautividad hizo cabañas y habitó en ellas, porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, los hijos de Israel no habían hecho tal cosa. Había una alegría muy grande. Esdras leía día tras día en el libro de la Ley de Dios, desde el primero hasta el último día. Durante siete días celebraron la fiesta, y al octavo día hubo una asamblea festiva, conforme a lo establecido. El día 24 del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de cilicio y polvo sobre ellos. Los del linaje de Israel ya se habían apartado de todos los extranjeros; y estando de pie, confesaban sus pecados y la iniquidad de sus padres. Puestos de pie en su lugar, leyeron en el libro de la Ley de Jehovah su Dios durante una cuarta parte del día. Durante otra cuarta parte del día confesaron sus pecados y adoraron a Jehovah su Dios. Entonces, sobre la plataforma de los levitas se pusieron de pie Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani, e invocaron en voz alta a Jehovah su Dios. Los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías dijeron: "¡Levantaos, bendecid a Jehovah vuestro Dios, desde la eternidad hasta la eternidad!" "Bendigan tu nombre glorioso, y sea exaltado más que toda bendición y alabanza. "Tú eres Jehovah; tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú sostienes con vida a todos; los ejércitos de los cielos te adoran. "Tú eres, oh Jehovah, el Dios que escogiste a Abram. Lo sacaste de Ur de los caldeos y le pusiste por nombre Abraham. Hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste un pacto con él para darle la tierra de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, de los ferezeos, de los jebuseos y de los gergeseos, a fin de darla a su descendencia. Y cumpliste tu palabra, porque tú eres justo. "Miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su clamor junto al mar Rojo. Hiciste señales y prodigios contra el faraón, contra todos sus servidores y contra todo el pueblo de su tierra. Porque sabías que contra ellos habían actuado con soberbia, y te hiciste un gran nombre, como en el día de hoy. "Dividiste ante ellos el mar, de modo que pasaron en seco por medio de él. Pero a sus perseguidores echaste en las profundidades, como una piedra en las poderosas aguas. Los guiaste de día con una columna de nube, y de noche con una columna de fuego, para alumbrarles el camino por donde habían de ir. "Descendiste sobre el monte Sinaí y les hablaste desde el cielo. Les diste decretos rectos, instrucciones fieles, leyes y mandamientos buenos. Les hiciste conocer tu santo sábado y les prescribiste mandamientos, leyes e instrucciones por medio de tu siervo Moisés. "Cuando tuvieron hambre, les diste pan del cielo; y cuando tuvieron sed, les sacaste agua de la peña. Les prometiste que entrarían para tomar posesión de la tierra por la cual alzaste tu mano jurando que les darías. Pero ellos y nuestros padres actuaron con soberbia; endurecieron su cerviz y no escucharon tus mandamientos. No quisieron escuchar, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho entre ellos. Más bien, endurecieron su cerviz y designaron un jefe para regresar a su esclavitud en Egipto. Pero tú que eres un Dios perdonador, clemente y compasivo, tardo para la ira y grande en misericordia, no los abandonaste. "Aun cuando se hicieron un becerro de fundición, cuando dijeron: ‘Este es tu dios que te hizo subir de Egipto’, y cometieron grandes abominaciones, tú por tu gran misericordia no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino; ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. Diste tu buen Espíritu para enseñarles. No retiraste de su boca tu maná, y les diste agua para su sed. Los sustentaste durante cuarenta años en el desierto; nada les faltó. Sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies. "Les entregaste reinos y pueblos, y se los distribuiste por fronteras. Así llegaron a tomar posesión de la tierra de Sejón, es decir, la tierra del rey de Hesbón, y de la tierra de Og, rey de Basán. Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra que habías prometido a sus padres que entrarían para tomarla en posesión. Sus hijos entraron y tomaron posesión de la tierra. Delante de ellos sometiste a los cananeos, los habitantes de dicha tierra, y los entregaste en su mano, con sus reyes y los pueblos de la tierra, para que hiciesen con ellos según su voluntad. Tomaron ciudades fortificadas y una tierra fértil. Heredaron casas llenas de todo bien, cisternas cavadas, viñas, olivares y muchísimos árboles de fruto comestible. Comieron y se saciaron; engordaron y se deleitaron en tu gran bondad. "Pero fueron desobedientes y se rebelaron contra ti; echaron tu ley a sus espaldas. Mataron a tus profetas que testificaban contra ellos para hacerlos volver a ti, y cometieron grandes abominaciones. Los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero clamaron a ti en el tiempo de su tribulación, y tú los escuchaste desde los cielos. Por tu gran misericordia les diste libertadores que los librasen de mano de sus enemigos. Pero apenas obtenían comodidad, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonabas en mano de sus enemigos, que se enseñoreaban de ellos. Pero volvieron a clamar a ti, y tú les escuchaste desde los cielos y los libraste muchas veces por tu misericordia. Les amonestaste para hacerlos volver a tu ley, pero ellos actuaron con soberbia y no escucharon tus mandamientos. Pecaron contra tus decretos, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Dieron las espaldas en rebeldía, endurecieron su cerviz y no escucharon. "Por muchos años te mostraste paciente y les amonestaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon. Por eso les entregaste en mano de los pueblos de la tierra. Pero por tu gran misericordia no los consumiste ni los abandonaste, porque tú eres un Dios clemente y misericordioso. "Ahora pues, oh Dios nuestro, Dios grande, fuerte y temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenida como poca cosa delante de ti toda la angustia que nos ha alcanzado: a nuestros reyes, a nuestros magistrados, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy. Sin embargo, tú eres justo en todo lo que nos ha sobrevenido. Porque has actuado con verdad, pero nosotros hemos hecho lo malo. Nuestros reyes, nuestros magistrados, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley. No atendieron a tus mandamientos ni a tus advertencias con que les advertiste. Ellos, en su reino, en la abundancia que les diste y en la tierra extensa y fértil que entregaste ante ellos, no te sirvieron ni se volvieron de sus malas obras. "He aquí que hoy nosotros somos esclavos. En cuanto a la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen de su fruto y de su bien, he aquí que en ella somos esclavos. El fruto de ella se multiplica para los reyes que a causa de nuestros pecados nos has impuesto. Ellos se enseñorean de nuestros cuerpos y de nuestros ganados, conforme a su voluntad; y estamos en gran angustia." A causa de todo esto, nosotros hemos hecho un firme compromiso, y lo escribimos. Y fue firmado por nuestros magistrados, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes. Los que lo firmaron fueron: el gobernador Nehemías hijo de Hacalías, Sedequías, Seraías, Azarías, Jeremías, Pasjur, Amarías, Malquías, Hatús, Sebanías, Maluc, Harim, Meremot, Abdías, Daniel, Ginetón, Baruc, Mesulam, Abías, Mijamín, Maazías, Bilgai y Semaías. Estos eran los sacerdotes. Los levitas: Jesúa hijo de Azanías, Binúi de los hijos de Henadad, Cadmiel y sus hermanos Sebanías, Hovías, Quelita, Pelaías, Hanán, Micaías, Rejob, Hasabías, Zacur, Serebías, Sebanías, Hodías, Bani y Beninu. Los jefes del pueblo: Paros, Pajat-moab, Elam, Zatu, Bani, Buni, Azgad, Bebai, Adonías, Bigvai, Adín, Ater, Ezequías, Azur, Hodías, Hasum, Bezai, Harif, Anatot, Nebai, Magpías, Mesulam, Hezir, Mesezabeel, Sadoc, Jadúa, Pelatías, Hanán, Anaías, Oseas, Ananías, Hasub, Halojes, Pilja, Sobec, Rejum, Hasabna, Maasías; también Ajías, Hanán, Anán, Maluc, Harim y Baaná. El resto del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los servidores del templo y todos los que se habían apartado de los gentiles y se habían adherido a la ley de Dios, con sus mujeres, sus hijos y sus hijas—todos los que podían comprender y discernir—, se adhirieron a sus hermanos, sus dirigentes, y se comprometieron bajo imprecación y juramento: A andar en la ley de Dios, la cual fue dada por medio de Moisés, siervo de Dios. A guardar y cumplir todos los mandamientos de Jehovah nuestro Señor, sus decretos y sus leyes. A no dar nuestras hijas a los gentiles, ni a tomar sus hijas para nuestros hijos. A que si los pueblos de la tierra trajesen a vender mercancías y comestibles en día de sábado, nada tomaríamos de ellos en sábado ni en día santo. A dejar de cultivar nuestra tierra en el séptimo año y a perdonar toda deuda. Nos impusimos la obligación de contribuir con la tercera parte de un siclo al año para la obra de la casa de nuestro Dios: para el pan de la presentación y la ofrenda vegetal continua; para el holocausto continuo y el de los sábados, lunas nuevas y fiestas solemnes; para las ofrendas santas y los sacrificios por el pecado, a fin de hacer expiación por Israel y por toda la obra de la casa de nuestro Dios. También hicimos un sorteo entre los sacerdotes, los levitas y el pueblo, con respecto a la ofrenda de leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, según nuestras casas paternas, en los tiempos determinados cada año, para hacerla arder sobre el altar de Jehovah nuestro Dios, como está escrito en la ley. Nos comprometimos a traer cada año a la casa de Jehovah las primicias de nuestra tierra y las primicias del fruto de todo árbol, así como los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y a traer a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que allí sirven, los primerizos de nuestras vacas y de nuestras ovejas. Llevaremos a los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, las primicias de nuestras masas, de nuestras ofrendas, del fruto de todo árbol, del vino y del aceite. Llevaremos el diezmo de nuestra tierra a los levitas, porque ellos, los levitas, reciben el diezmo de nuestras labores en todas las ciudades. Un sacerdote hijo de Aarón estará con los levitas cuando éstos reciban el diezmo, y los levitas llevarán la décima parte del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras del tesoro. A esas cámaras llevarán los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino nuevo y del aceite. Allí estarán los utensilios del santuario, los sacerdotes que sirven, los porteros y los cantores. Nos comprometimos a no abandonar la casa de nuestro Dios. Los principales del pueblo se establecieron en Jerusalén. Pero el resto del pueblo hizo un sorteo para que uno de cada diez habitase en Jerusalén, la ciudad santa, y los nueve restantes en las otras ciudades. El pueblo bendijo a todas las personas que se ofrecieron voluntariamente para habitar en Jerusalén. Estos eran los jefes de la provincia que habitaron en Jerusalén (en las ciudades de Judá habitaba cada uno en su propiedad, en sus ciudades, tanto los israelitas como los sacerdotes, los levitas, los servidores del templo y los hijos de los siervos de Salomón; algunos de los hijos de Judá y de los hijos de Benjamín habitaban en Jerusalén): De los hijos de Judá: Ataías hijo de Uzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Mahalaleel, de los hijos de Fares; y Maasías hijo de Baruc, hijo de Coljoze, hijo de Hazaías, hijo de Adaías, hijo de Joyarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloni. Todos los hijos de Fares que habitaban en Jerusalén eran 468 hombres valerosos. Y éstos eran los hijos de Benjamín: Salú hijo de Mesulam, hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maasías, hijo de Itiel, hijo de Jesaías; y después de él, Gabai y Salai: 928. Joel hijo de Zicri era supervisor de ellos, y Judá hijo de Hasenúa era el segundo en el mando en la ciudad. De los sacerdotes: Jedaías hijo de Joyarib, Jaquín, Seraías hijo de Hilquías, hijo de Mesulam, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitob, principal de la casa de Dios, y sus hermanos que hacían la obra del templo: 822. Adaías hijo de Jerojam, hijo de Pelalías, hijo de Amsi, hijo de Zacarías, hijo de Pasjur, hijo de Malquías, y sus hermanos, jefes de casas paternas: 242. Amasai hijo de Azareel, hijo de Ajzai, hijo de Mesilemot, hijo de Imer, y sus hermanos, guerreros valientes, eran 128, de los cuales era supervisor Zabdiel hijo de Gedolim. De los levitas: Semaías hijo de Hasub, hijo de Azricam, hijo de Hasabías, hijo de Buni; Sabetai, Jozabad, de los jefes de los levitas, encargados de la obra exterior de la casa de Dios; Matanías hijo de Micaías, hijo de Zabdi, hijo de Asaf, el director que empezaba la acción de gracias al tiempo de la oración; Bacbuquías, el segundo de sus hermanos, y Abda hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Jedutún. Todos los levitas en la ciudad santa eran 284. Los porteros: Acub, Talmón y sus hermanos, los que hacían guardia en las puertas: 172. El resto de Israel, de los sacerdotes y de los levitas estaban en todas las ciudades de Judá, cada uno en su propiedad. Pero los servidores del templo habitaban en el Ofel, bajo el mando de Zija y de Guspa. El supervisor de los levitas en Jerusalén era Uzi hijo de Bani, hijo de Hasabías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, de los hijos de Asaf, cantores que estaban al frente de la obra de la casa de Dios. Porque había un mandato del rey acerca de ellos y un reglamento acerca de los cantores, determinando las cosas para cada día. Petanías hijo de Mesezabel, de los hijos de Zéraj hijo de Judá, estaba al servicio del rey para todos los asuntos del pueblo. En cuanto a las aldeas con sus campos, algunos de los hijos de Judá habitaron en Quiriat-arba y sus aldeas, en Dibón y sus aldeas, en Cabseel y sus aldeas, en Jesúa, en Molada, en Bet-pélet, en Hazar-sual, en Beerseba y sus aldeas, en Siclag, en Mecona y sus aldeas, en En-rimón, en Zora, en Jarmut, en Zanóaj y en Adulam y sus aldeas, en Laquis y sus campos, en Azeca y sus aldeas. Ellos habitaron desde Beerseba hasta el valle de Hinom. Los hijos de Benjamín habitaron desde Geba, en Micmas, Haía, Betel y sus aldeas, Anatot, Nob, Ananías, Hazor, Ramá, Gitaim, Hadid, Seboím, Nebalat, Lod y Ono, en el valle de Jarasim. Algunos grupos de los levitas habitaron en Judá y en Benjamín. Estos son los sacerdotes y los levitas que volvieron con Zorobabel hijo de Salatiel y con Jesúa: Seraías, Jeremías, Esdras, Amarías, Maluc, Hatús, Secanías, Rejum, Meremot, Ido, Ginetón, Abías, Mijamín, Maadías, Bilga, Semaías, Joyarib, Jedaías, Salú, Amoc, Hilquías y Jedaías. Estos eran los jefes de los sacerdotes y sus hermanos en los días de Jesúa. Los levitas: Jesúa, Binúi, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías, quien juntamente con sus hermanos estaba a cargo de los salmos de acción de gracias. Bacbuquías y Uni, sus hermanos, estaban frente a ellos en el servicio. Jesúa engendró a Joyaquim; Joyaquim engendró a Eliasib; Eliasib engrendró a Joyada; Joyada engendró a Jonatán, y Jonatán engendró a Jadúa. En los días de Joyaquim, los sacerdotes jefes de casas paternas fueron: Meraías, de la casa paterna de Seraías; Ananías, de la de Jeremías; Mesulam, de la de Esdras; Johanán, de la de Amarías; Jonatán, de la de Melicú; José, de la de Sebanías; Adna, de la de Harim; Helcai, de la de Merayot; Zacarías, de la de Ido; Mesulam, de la de Ginetón; Zicri, de la de Abías; de la de Miniamín; Piltai, de la de Moadías; Samúa, de la de Bilga; Jonatán, de la de Semaías; Matenai, de la de Joyarib; Uzi, de la de Jedaías; Calai, de la de Salai; Heber, de la de Amoc, Hasabías, de la de Hilquías; y Natanael, de la de Jedaías. Los jefes de las casas paternas de los levitas y de los sacerdotes, en los días de Eliasib, de Joyada, de Johanán y de Jadúa, fueron inscritos hasta el reinado de Darío el persa. Los hijos de Leví, jefes de casas paternas, también fueron inscritos en el libro de las crónicas, hasta los días de Johanán hijo de Eliasib. Los jefes de los levitas eran Hasabías, Serebías y Jesúa hijo de Cadmiel, y sus hermanos que se colocaban frente a ellos, un grupo frente a otro, para la alabanza y la acción de gracias, conforme al mandato de David, hombre de Dios. Matanías, Bacbuquías, Obadías, Mesulam, Talmón y Acub eran los porteros que montaban guardia en los almacenes junto a las puertas. Ellos sirvieron en los días de Joyacim hijo de Jesúa, hijo de Josadac, y en los días del gobernador Nehemías y del sacerdote y escriba Esdras. Para la dedicación de la muralla de Jerusalén buscaron a los levitas de todos sus lugares, a fin de traerlos a Jerusalén para celebrar la dedicación y la fiesta con alabanzas y cánticos, con címbalos, liras y arpas. También fueron reunidos los hijos de los cantores de la región de alrededor de Jerusalén, de las aldeas de los de Netofa, de Bet-gilgal y de los campos de Geba y de Azmávet; porque los cantores se habían edificado aldeas alrededor de Jerusalén. Los sacerdotes y los levitas se purificaron y purificaron al pueblo, las puertas y la muralla. Después hice subir a los principales de Judá sobre la muralla y puse dos grandes coros de acción de gracias. El primero iba sobre la muralla hacia el sur, hacia la puerta del Muladar. Tras ellos iban Osaías y la mitad de los principales de Judá, con Azarías, Esdras, Mesulam, Judá, Benjamín, Semaías y Jeremías. Algunos de los hijos de los sacerdotes que llevaban las trompetas—Zacarías hijo de Jonatán, hijo de Semaías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, hijo de Zacur, hijo de Asaf— y sus compañeros Semaías, Azareel, Milalai, Gilalai, Maai, Natanael, Judá y Hanani iban con los instrumentos musicales de David, hombre de Dios. Y el escriba Esdras iba delante de ellos. A la puerta de la Fuente subieron directamente por las escalinatas de la Ciudad de David, por la cuesta de la muralla, pasando la casa de David hasta la puerta de las Aguas, al oriente. El segundo coro de acción de gracias iba hacia el norte. Tras él iba yo con la mitad del pueblo, sobre la muralla, pasando por la torre de los Hornos hasta el muro ancho, y pasando por la puerta de Efraín hasta la puerta Antigua, la puerta del Pescado, la torre de Hananeel, la torre de Hamat y la puerta de las Ovejas, y se detuvieron en la puerta de la Guardia. Después los dos coros se detuvieron en la casa de Dios; y yo, y la mitad de los dirigentes conmigo, y los sacerdotes Eliaquim, Maaseías, Miniamín, Micaías, Elioenai, Zacarías y Ananías, con trompetas. Lo mismo Maaseías, Semaías, Eleazar, Uzi, Johanán, Malquías, Elam y Ezer. Los cantores entonaban su canto, bajo la dirección de Izrajías. Aquel día ofrecieron muchos sacrificios y se regocijaron, porque Dios les había dado gran alegría. También se regocijaron las mujeres y los niños, y el regocijo de Jerusalén se oía desde lejos. Aquel día fueron puestos hombres a cargo de las cámaras de los tesoros, de las ofrendas, de las primicias y de los diezmos, para juntar en ellas de los campos de las ciudades las porciones legales para los sacerdotes y los levitas; porque era grande el gozo de Judá con respecto a los sacerdotes y a los levitas que realizaban el servicio. Así cumplieron la ordenanza de su Dios y la ordenanza de la purificación. También los cantores y los porteros hicieron conforme al mandato de David y de su hijo Salomón. Porque desde el tiempo de David y de Asaf, desde tiempos antiguos, había directores de los cantores para cantar alabanzas y salmos de acción de gracias a Dios. En los días de Zorobabel y en los días de Nehemías, todo Israel daba a los cantores y a los porteros las porciones correspondientes, cada cosa en su día. Ellos consagraban sus porciones para los levitas, y los levitas consagraban la porción para los hijos de Aarón. Aquel día se leyó en el libro de Moisés a oídos del pueblo, y se halló escrito en él: No entrará jamás el amonita, ni el moabita en la congregación de Dios, porque no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua, sino que él contrató contra ellos a Balaam, para que los maldijese. Pero nuestro Dios convirtió la maldición en bendición. Y sucedió que cuando escucharon la Ley, excluyeron de Israel a todos los extranjeros. Antes de esto, el sacerdote Eliasib, siendo encargado de la cámara de la casa de nuestro Dios, había emparentado con Tobías y le había preparado una gran cámara en la que antes guardaban las ofrendas vegetales, el incienso, los utensilios, el diezmo del grano, del vino nuevo y del aceite—que estaban asignados a los levitas, a los cantores y a los porteros— y la ofrenda para los sacerdotes. Pero cuando sucedió todo esto, yo no estaba en Jerusalén, pues en el año 32 de Artajerjes, rey de Babilonia, volví al rey. Pero después de un tiempo pedí permiso de él, y cuando llegué a Jerusalén, comprendí el mal que había hecho Eliasib en atención a Tobías, preparándole una cámara en los atrios de la casa de Dios. Esto me desagradó muchísimo y arrojé fuera de la cámara todos los enseres de la casa de Tobías. Luego ordené que limpiaran las cámaras e hice volver allí los enseres de la casa de Dios, con las ofrendas vegetales y el incienso. Asimismo, me informé de que no habían sido dadas sus porciones a los levitas, por lo que los levitas y los cantores que hacían el servicio habían huido, cada uno a su campo. Reprendí a los dirigentes diciendo: "¿Por qué está abandonada la casa de Dios?" Entonces los reuní y los puse en sus puestos; y todo Judá trajo a los almacenes el diezmo del grano, del vino y del aceite. Puse a cargo de los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y a Pedaías, uno de los levitas. Al servicio de ellos estaba Hanán hijo de Zacur, hijo de Matanías; pues ellos eran tenidos por fieles. Ellos estaban a cargo del reparto a sus hermanos. ¡Acuérdate de mí, oh Dios mío, con respecto a esto, y no borres las bondades que hice por la casa de mi Dios y por sus servicios! En aquellos días vi en Judá a algunos que en sábado pisaban los lagares, acarreaban gavillas, las cargaban sobre asnos, y también vino, uvas, higos y toda clase de cargas, y los llevaban a Jerusalén en día de sábado. Les amonesté acerca del día en que vendían las provisiones. Y la gente de Tiro que habitaba allí traía pescado y toda mercancía, y vendía en sábado a los habitantes de Judá en Jerusalén. También reprendí a los principales de Judá diciéndoles: "¿Por qué hacéis vosotros esta cosa mala, profanando así el sábado? ¿No hicieron esto vuestros padres, y nuestro Dios trajo sobre nosotros y sobre esta ciudad toda esta desgracia? ¡Vosotros estáis añadiendo ira sobre Israel, al profanar el sábado!" Sucedió, pues, que cuando oscurecía a las puertas de Jerusalén antes del sábado, ordené que fueran cerradas las puertas y que no las abriesen hasta después del sábado. Puse en las puertas a algunos de mis criados, para que no dejasen meter cargas el día de sábado. Los comerciantes y los vendedores de toda clase de mercancía permanecieron durante la noche fuera de Jerusalén una o dos veces, por lo que les amonesté diciendo: "¿Por qué permanecéis durante la noche frente al muro? ¡Si lo hacéis otra vez os echaré mano!" Desde entonces no vinieron en el sábado. Luego mandé a los levitas que se purificasen y fuesen a guardar las puertas, para santificar el día de sábado. También por esto acuérdate de mí, oh Dios mío, y perdóname según la grandeza de tu misericordia. Asimismo, en aquellos días vi a judíos que habían tomado mujeres de Asdod, de Amón y de Moab. La mitad de sus hijos hablaban el idioma de Asdod; no sabían hablar el hebreo, sino el idioma de uno o de otro pueblo. Reñí con ellos, los maldije, golpeé a algunos de ellos, les arranqué los pelos y les hice jurar por Dios, diciendo: "¡No daréis vuestras hijas a sus hijos, ni desposaréis sus hijas con vuestros hijos ni con vosotros! ¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Entre las muchas naciones no hubo rey como él, amado por su Dios y a quien Dios le había constituido rey de todo Israel. Con todo, incluso a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras. ¿Habremos, pues, de escucharos y cometer toda esta gran maldad de actuar con infidelidad contra nuestro Dios, tomando mujeres extranjeras?" Uno de los hijos de Joyada, hijo del sumo sacerdote Eliasib, era yerno de Sanbalat el horonita; por lo que lo ahuyenté de mi lado. ¡Acuérdate de ellos, oh Dios mío, porque han contaminado el sacerdocio y el pacto de los sacerdotes y de los levitas! Los purifiqué, pues, de todo lo extranjero y asigné deberes a los sacerdotes y a los levitas, cada uno en su tarea. Dispuse lo necesario para la ofrenda de leña en los tiempos señalados y para las primicias. ¡Acuérdate de mí, oh Dios mío, para bien! Esto aconteció en los días de Asuero (el Asuero que reinó desde la India hasta Etiopía, sobre 127 provincias). En aquellos días, cuando el rey Asuero se había sentado en su trono real que estaba en Susa, la capital, en el tercer año de su reinado, hizo un banquete para todos sus magistrados y servidores. Los jefes del ejército de Persia y de Media, los nobles y los magistrados de las provincias estaban ante él, mientras les mostraba por muchos días (180 días) la gloriosa riqueza de su reino y el costoso esplendor de su grandeza. Una vez cumplidos estos días, el rey hizo un banquete durante siete días para todo el pueblo que se hallaba en Susa, la capital, desde el mayor hasta el menor, en el patio de los jardines del palacio real. Había lienzos de lino blanco y azul, sujetos por cordones de lino y de púrpura a anillos de plata y a columnas de mármol. Los divanes de oro y de plata estaban sobre un pavimento de alabastro, de mármol, de madreperla y de ónice. Y conforme a la generosidad del rey, daban a beber mucho vino real en vasos de oro, vasos diferentes unos de otros. La bebida era, de acuerdo con lo establecido, sin ninguna obligación; porque el rey había mandado a todos los mayordomos de su casa que se hiciese conforme al gusto de cada uno. También la reina Vasti hizo un banquete para las mujeres en el palacio real del rey Asuero. En el séptimo día, estando el corazón del rey alegre a causa del vino, mandó a Mehumán, a Bizta, a Harbona, a Bigta, a Abagta, a Zetar y a Carcas (los siete eunucos que servían personalmente al rey Asuero), que trajesen a la presencia del rey a la reina Vasti, con su corona real, para mostrar su belleza a los pueblos y a los gobernantes; porque ella era de hermosa apariencia. Pero la reina Vasti rehusó comparecer, a pesar de la orden del rey enviada por medio de los eunucos. El rey se indignó muchísimo, y se encendió en él su ira. Entonces el rey, como era la costumbre del rey con los que conocían la ley y el derecho, preguntó a los sabios conocedores de los tiempos (hizo que se acercaran a él Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena, y Memucán, siete magistrados de Persia y de Media que tenían acceso al rey y que ocupaban los primeros puestos en el reino): —Según la ley, ¿qué se ha de hacer con la reina Vasti, por no haber cumplido la orden del rey Asuero, dada por medio de los eunucos? Entonces Memucán dijo ante el rey y los magistrados: —La reina Vasti ha actuado mal, no solamente contra el rey, sino también contra todos los magistrados y contra todos los pueblos que están en todas las provincias del rey Asuero. Porque la palabra de la reina llegará a todas las mujeres y les hará mirar con menosprecio a sus maridos, diciendo: "El rey Asuero ordenó traer a su presencia a la reina Vasti, pero ella no fue." Y desde este día las damas de Persia y de Media que hayan oído las palabras de la reina dirán lo mismo a todos los magistrados del rey, y habrá mucho menosprecio e indignación. Si al rey le parece bien, salga de su presencia un decreto real que sea escrito entre las leyes de Persia y de Media, de modo que no sea abrogado: que Vasti no venga más a la presencia del rey Asuero, y que el rey dé su dignidad real a otra mejor que ella. La sentencia que promulgue el rey será oída en todo su reino, inmenso como es; y todas las mujeres honrarán a sus maridos, desde el mayor hasta el menor. Este consejo pareció bien al rey y a los magistrados, y el rey hizo conforme al dicho de Memucán. Entonces envió cartas a todas las provincias del rey, a cada provincia conforme a su sistema de escritura y a cada pueblo en su idioma. El expresó, en el idioma de cada pueblo, que todo hombre fuese señor en su casa. Después de estas cosas, y una vez apaciguada la ira del rey Asuero, él se acordó de Vasti, de lo que ella había hecho y de lo que se había decidido con respecto a ella. Entonces dijeron los jóvenes que servían al rey: "Búsquense para el rey jóvenes vírgenes de hermosa apariencia. Nombre el rey oficiales en todas las provincias de su reino, para que reúnan en Susa, la capital, a todas las jóvenes vírgenes de hermosa apariencia, en el harén que está bajo el cuidado de Hegai, eunuco del rey y guardián de las mujeres; y provéase su tratamiento cosmético. La joven que agrade a los ojos del rey, reine en lugar de Vasti." Este consejo agradó al rey, y así lo hizo. En Susa, la capital, había un judío llamado Mardoqueo hijo de Jaír, hijo de Simei, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, que había sido llevado cautivo de Jerusalén junto con los cautivos llevados con Joaquín, rey de Judá, a quien Nabucodonosor, rey de Babilonia, llevó cautivo. Este había criado a Hadasa (que es Ester), hija de su tío, porque ella no tenía padre ni madre. La joven era de bella figura y de hermosa apariencia. Cuando murieron su padre y su madre, Mardoqueo la tomó como hija suya. Sucedió que al ser oídas la palabra y la disposición del rey, y al ser reunidas muchas jóvenes en Susa, la capital, bajo el cuidado de Hegai, también Ester fue llevada a la casa del rey, bajo el cuidado de Hegai, guardián de las mujeres. La joven agradó a sus ojos y obtuvo gracia delante de él, por lo que ordenó que se le administrasen de inmediato su tratamiento cosmético y su dieta, y que se le asignasen siete jóvenes escogidas de la casa del rey. Y la trasladó con ellas a la mejor sección del harén. Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, pues Mardoqueo le había mandado que no lo dijese. Y cada día Mardoqueo se paseaba frente al patio del harén para informarse de cómo le iba a Ester y de qué le acontecía. Cuando llegaba el turno a cada una de las jóvenes para venir al rey Asuero, después de haber estado doce meses sujetas a lo establecido para las mujeres (porque así se cumplía su tratamiento cosmético, es decir, seis meses con aceite de mirra y seis meses con perfumes y ungüentos para mujeres), así es como la joven venía al rey. Todo lo que ella pidiese se le daba para llevarlo consigo del harén a la casa del rey. Ella iba al anochecer, y a la mañana siguiente volvía al segundo harén bajo el cuidado de Saasgaz, eunuco del rey, guardián de las concubinas. No volvía a ir al rey, salvo si el rey la deseaba, y era llamada por nombre. Cuando a Ester hija de Abijail, tío de Mardoqueo, a la que éste había tomado como hija, le llegó el turno para ir al rey, ninguna cosa pidió aparte de lo que dispuso Hegai, eunuco del rey, guardián de las mujeres. Así Ester obtenía gracia ante los ojos de todos los que la veían. Ester fue llevada al rey Asuero, a su palacio real en el mes décimo, el mes de Tebet, del séptimo año de su reinado. El rey amó a Ester más que a todas las mujeres, y ella halló gracia y favor delante de él, más que todas las demás jóvenes vírgenes. El puso la corona real sobre su cabeza y la proclamó reina en lugar de Vasti. Entonces el rey ofreció un gran banquete (el banquete de Ester) a todos sus oficiales y servidores. También hizo reducción de impuestos a las provincias y dio obsequios, conforme a la facultad del rey. Mardoqueo estaba sentado junto a la puerta real cuando las jóvenes vírgenes eran reunidas por segunda vez. De acuerdo con lo que Mardoqueo le había mandado, Ester no había declarado cuál era su parentela ni su pueblo. Ester hizo según las instrucciones de Mardoqueo, como cuando estaba bajo su protección. En aquellos días, estando Mardoqueo sentado junto a la puerta real, Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardias de la puerta, se enojaron y conspiraron para quitar la vida al rey Asuero. Este hecho llegó al conocimiento de Mardoqueo, quien lo declaró a la reina Ester, y ella se lo dijo al rey en nombre de Mardoqueo. El hecho fue investigado y hallado cierto, por lo que ambos fueron colgados en una horca. Esto fue escrito en el libro de las crónicas, en presencia del rey. Después de estas cosas, el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata, el agageo. Lo enalteció y puso su sitial más alto que el de todos los magistrados que estaban con él. Todos los servidores del rey que estaban a la puerta real se arrodillaban y rendían homenaje a Amán, porque así había mandado el rey con respecto a él. Pero Mardoqueo no se arrodillaba ni le rendía homenaje. Entonces los servidores del rey que estaban a la puerta real preguntaron a Mardoqueo: "¿Por qué desobedeces la orden del rey?" Y aconteció que como le hablaban día tras día de esta manera y él no les hacía caso, lo denunciaron ante Amán para ver si las palabras de Mardoqueo se mantendrían firmes; porque él les había declarado que era judío. Cuando Amán vio que Mardoqueo no se arrodillaba ni le rendía homenaje, Amán se llenó de ira. Pero tuvo como poca cosa echar mano sólo sobre Mardoqueo, pues ya le habían declarado cuál era el pueblo de Mardoqueo. Amán procuró destruir a todos los judíos, el pueblo de Mardoqueo, que estaban en todo el reino de Asuero. En el mes primero, que es el mes de Nisán, del año 12 del rey Asuero, fue realizado delante de Amán un pur, es decir, un sorteo, para elegir un día y un mes. Y salió el mes duodécimo, que es el mes de Adar. Luego Amán dijo al rey Asuero: —Hay un pueblo disperso y diseminado entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, cuyas leyes son diferentes de las de cualquier pueblo. Ellos no observan las leyes del rey, y el rey no tiene ventaja en dejarlos vivir. Si al rey le parece bien, decrétese por escrito que se los destruya, y yo pesaré en manos de los administradores de las obras públicas 10.000 talentos de plata, que serán traídos a los tesoros del rey. Entonces el rey se quitó el anillo de su mano y se lo dio a Amán hijo de Hamedata, el agageo, enemigo de los judíos. Y el rey dijo a Amán: —La plata sea para ti, y también el pueblo, para que hagas con él lo que te parezca bien. Entonces fueron llamados los escribas del rey, el día 13 del mes primero, y conforme a todo lo que mandó Amán se escribió a los sátrapas del rey, a los gobernadores de cada provincia y a los magistrados de cada pueblo. A cada provincia se escribió según su escritura, y a cada pueblo en su idioma. Se escribió en nombre del rey Asuero y se selló con el anillo real. Y las cartas fueron enviadas por medio de mensajeros, a todas las provincias del rey, para destruir, matar y exterminar a todos los judíos, desde los jóvenes hasta los ancianos, los niños y las mujeres, en un solo día, el 13 del mes duodécimo, que es el mes de Adar, y para tomar botín de ellos. Una copia del documento debía ser promulgada como ley en cada provincia y debía ser proclamada a todos los pueblos, a fin de que estuviesen preparados para aquel día. Los mensajeros salieron apresurados por mandato del rey. El decreto fue promulgado en Susa, la capital. Luego el rey y Amán se sentaron a beber, pero la ciudad de Susa estaba consternada. Mardoqueo supo todo lo que se había hecho. Entonces Mardoqueo rasgó sus vestiduras, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad gritando con fuerza y amargura. Así llegó hasta la puerta real, pues no estaba permitido pasar por la puerta real vestido de cilicio. Y en cada provincia y lugar a donde llegaba la orden del rey y su decreto, los judíos tenían gran duelo, ayuno, llanto y lamentación; cilicio y ceniza eran la cama de muchos. Las jóvenes de Ester y sus eunucos fueron y se lo contaron, y la reina se estremeció muchísimo. Ella envió ropa para vestir a Mardoqueo y quitarle de encima el cilicio; pero él no la aceptó. Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos que el rey había puesto al servicio de ella, y lo envió a Mardoqueo para saber qué sucedía y por qué. Hatac salió y fue a Mardoqueo, a la plaza de la ciudad que estaba frente a la puerta real. Y Mardoqueo le reveló todo lo que le había acontecido, y la cantidad exacta de plata que Amán había dicho que pesaría para los tesoros del rey a costa de los judíos, con tal de destruirlos. También le dio una copia del documento del decreto que había sido promulgado en Susa para que los judíos fuesen exterminados, a fin de que se la mostrase a Ester, le informase y le encargara que fuese al rey para suplicarle e interceder ante él por su pueblo. Hatac regresó e informó a Ester de las palabras de Mardoqueo. Entonces Ester habló a Hatac y le mandó que dijera a Mardoqueo: "Todos los servidores del rey y el pueblo de las provincias del reino saben que para cualquier hombre o mujer que vaya al rey en el patio interior, sin ser llamado, hay una sola sentencia: Ha de morir, excepto aquel a quien el rey le extienda el cetro de oro, para que viva. Y yo no he sido llamada para ir a la presencia del rey en estos treinta días." Cuando dijeron a Mardoqueo las palabras de Ester, Mardoqueo mandó que respondiesen a Ester: "No te hagas la ilusión de que porque estás en el palacio del rey, serás la única de todos los judíos que ha de escapar. Si te quedas callada en este tiempo, el alivio y la liberación de los judíos surgirán de otro lugar; pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¡Y quién sabe si para un tiempo como éste has llegado al reino!" Ester dijo que respondiesen a Mardoqueo: "Vé, reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí. No comáis ni bebáis en tres días, ni de noche ni de día. Yo también ayunaré con mis damas e iré así al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca." Entonces Mardoqueo se fue e hizo conforme a todo lo que Ester le mandó. Aconteció al tercer día que Ester se vistió con su vestido real y se puso de pie en el patio interior de la casa del rey, frente a la sala real. El rey estaba sentado en su trono real en la sala real, ante la puerta de la sala. Y sucedió que cuando el rey vio a la reina Ester, de pie en el patio, ella obtuvo gracia ante sus ojos. El rey extendió hacia Ester el cetro de oro que tenía en su mano, y Ester se acercó y tocó la punta del cetro. Entonces el rey le preguntó: —¿Qué tienes, oh reina Ester? ¿Cuál es tu petición? ¡Hasta la mitad del reino te será dada! Ester respondió: —Si al rey le parece bien, venga hoy el rey con Amán al banquete que le he preparado. Y el rey dijo: —¡Daos prisa y llamad a Amán para hacer lo que ha dicho Ester! Fueron, pues, el rey y Amán al banquete que Ester había preparado. Y mientras bebían el vino, el rey preguntó a Ester: —¿Cuál es tu petición? Te será dada. ¿Qué es lo que solicitas? ¡Hasta la mitad del reino te será concedida! Entonces Ester respondió y dijo: —Mi petición y solicitud es ésta: Si he hallado gracia ante los ojos del rey, y si al rey le parece bien conceder mi petición y hacer lo que solicito, que venga el rey con Amán al banquete que les he de hacer; y mañana haré conforme a la palabra del rey. Aquel día Amán salió alegre y contento de corazón. Pero cuando Amán vio a Mardoqueo en la puerta real, y que no se levantaba ni temblaba delante de él, se llenó de ira contra Mardoqueo. Sin embargo, Amán se contuvo y se fue a su casa. Entonces envió llamar a sus amigos y a Zeres, su mujer. Y Amán empezó a referirles la gloria de sus riquezas, la multitud de sus hijos, todo con que le había engrandecido el rey, y cómo le había enaltecido sobre los magistrados y los servidores del rey. Y Amán añadió: —También la reina Ester a ninguno hizo que viniera con el rey al banquete que dio, sino sólo a mí. Además, para mañana yo seré su invitado junto con el rey. Pero todo esto de nada me sirve cada vez que veo al judío Mardoqueo sentado junto a la puerta real. Entonces Zeres, su mujer, y todos sus amigos le dijeron: —Que se haga una horca de 50 codos de alto, y por la mañana dile al rey que cuelguen en ella a Mardoqueo. Y entra alegre con el rey al banquete. La idea agradó a Amán, e hizo preparar la horca. Aquella noche se le fue el sueño al rey, y pidió que le trajesen el libro de las memorias, las crónicas, y fueron leídas delante del rey. Y se halló escrito en él que Mardoqueo había declarado contra Bigtán y Teres, dos eunucos del rey, guardias de la puerta, que habían conspirado para quitar la vida al rey Asuero. Luego el rey preguntó: —¿Qué honra o qué distinción se le hizo a Mardoqueo por esto? Y los servidores que servían al rey le respondieron: —Nada se ha hecho por él. Entonces preguntó el rey: —¿Quién está en el patio? Amán había entrado al patio exterior del palacio real para pedir al rey que hiciese colgar a Mardoqueo en la horca que tenía preparada para él. Y los servidores del rey le respondieron: —He aquí, Amán está en el patio. Y el rey dijo: —Que entre. Amán entró, y el rey le preguntó: —¿Qué se hará al hombre a quien el rey desea honrar? Amán pensó en su corazón: "¿A quién más deseará honrar el rey, sino a mí?" Entonces Amán respondió al rey: —Para el hombre a quien el rey desea honrar, que traigan la vestidura real con que se haya vestido el rey y el caballo en que haya cabalgado el rey, y pónganle una corona real sobre su cabeza. Que entreguen la vestidura y el caballo por medio de alguno de los oficiales más nobles del rey, y que vistan a aquel hombre a quien el rey desea honrar. Haz que lo paseen a caballo por la plaza de la ciudad y proclamen delante de él: "¡Así se hace con el hombre a quien el rey desea honrar!" Entonces el rey dijo a Amán: —¡Date prisa, toma la vestidura y el caballo, como has dicho, y haz eso con el judío Mardoqueo que se sienta junto a la puerta real. No omitas nada de todo lo que has dicho. Entonces Amán tomó la vestidura y el caballo, vistió a Mardoqueo y lo paseó a caballo por la plaza de la ciudad, proclamando delante de él: —¡Así se hace con el hombre a quien el rey desea honrar! Luego Mardoqueo volvió a la puerta real, y Amán se apresuró a su casa, apesadumbrado y con la cabeza cubierta. Amán contó a Zeres, su mujer, y a todos sus amigos todo lo que le había acontecido. Entonces, sus sabios y su mujer le dijeron: —Si Mardoqueo, delante de quien has comenzado a caer, es de la descendencia de los judíos, no lo vencerás. ¡De hecho caerás delante de él! Aún estaban ellos hablando con él cuando llegaron los eunucos del rey, y se apresuraron a llevar a Amán al banquete que Ester había preparado. Fueron, pues, el rey y Amán a comer con la reina Ester. También este segundo día, mientras bebían el vino, el rey preguntó a Ester: —Oh reina Ester, ¿cuál es tu petición? Te será dada. ¿Qué es lo que solicitas? ¡Hasta la mitad del reino te será concedida! Entonces la reina Ester respondió y dijo: —¡Oh rey, si he hallado gracia ante tus ojos, y si al rey le parece bien, que me sea concedida mi vida por mi petición y mi pueblo por mi solicitud! Porque yo y mi pueblo hemos sido vendidos para ser destruidos, muertos y exterminados. Si hubiéramos sido vendidos para ser esclavos y esclavas, yo habría callado; pues tal desgracia no justificaría la molestia al rey… El rey Asuero preguntó a la reina Ester: —¿Quién es ése, y dónde está el que ha concebido hacer tal cosa? Y Ester respondió: —¡El enemigo y adversario es este malvado Amán! Entonces Amán se llenó de terror en la presencia del rey y de la reina. El rey se levantó enfurecido, y dejando de beber vino se fue al jardín del palacio. Y Amán se quedó de pie, rogando a la reina Ester por su vida; porque vio que el mal ya estaba decidido para él, de parte del rey. Cuando el rey regresó del jardín del palacio a la sala donde estaban bebiendo vino, Amán había caído sobre el diván en que estaba Ester. Entonces el rey le dijo: —¿También ha de violar a la reina, estando yo en la casa? En cuanto salió la palabra de la boca del rey, le cubrieron la cara a Amán. Entonces Harbona, uno de los eunucos al servicio del rey, dijo: —He aquí, hay una horca de 50 codos de alto, que Amán ha hecho en su casa para Mardoqueo, quien había hablado bien acerca del rey. Entonces el rey dijo: —¡Colgadlo en ella! Así colgaron a Amán en la horca que él había preparado para Mardoqueo. Y se apaciguó la ira del rey. Ese mismo día el rey Asuero dio a la reina Ester la casa de Amán, el enemigo de los judíos. También Mardoqueo vino a la presencia del rey, porque Ester le declaró lo que él era de ella. El rey se quitó su anillo que había vuelto a tomar de Amán, y se lo dio a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo a cargo de la casa de Amán. Ester volvió a hablar en presencia del rey. Se echó a sus pies llorando, y le imploró que evitase la desgracia concebida por Amán el agageo y el plan que había ideado contra los judíos. El rey extendió hacia Ester el cetro de oro, y ella se levantó y se puso de pie delante del rey. Entonces dijo: —Si al rey le parece bien, si he hallado gracia delante de él, si el asunto le parece correcto al rey y yo soy agradable a sus ojos, que se escriba para revocar las cartas maquinadas por Amán hijo de Hamedata, el agageo, que escribió para destruir a los judíos que están en todas las provincias del rey. Porque, ¿cómo podría yo soportar y ver el mal que alcanzaría a mi pueblo? ¿Cómo podría yo soportar y ver la destrucción de mi gente? Entonces el rey Asuero respondió a la reina Ester y al judío Mardoqueo: —He aquí, he dado a Ester la casa de Amán, y a él lo han colgado en la horca, porque extendió su mano contra los judíos. Vosotros, pues, escribid en nombre del rey acerca de los judíos como os parezca bien, y selladlo con el anillo real. Porque el documento que se escribe en el nombre del rey y se sella con el anillo del rey es irrevocable. En aquel momento fueron llamados los escribas del rey, el día 23 del mes tercero, que es el mes de Siván. Y conforme a todo lo que Mardoqueo mandó, se escribió a los judíos, a los sátrapas, a los gobernadores y a los magistrados de las provincias, que desde la India hasta Etiopía eran 127 provincias. A cada provincia se escribió según su escritura, y a cada pueblo en su idioma. También a los judíos se les escribió según su escritura y en su idioma. Mardoqueo escribió las cartas en el nombre del rey Asuero, las selló con el anillo del rey y las envió por medio de mensajeros a caballo, que cabalgaban los veloces corceles de las caballerizas reales. En ellas el rey facultaba a los judíos que estaban en cada una de las ciudades, a que se reuniesen y estuviesen a la defensiva, para destruir, matar y exterminar a todo ejército de pueblo o provincia que los asediase, incluyendo a los niños y a las mujeres, y para tomar botín de ellos en todas las provincias del rey Asuero, en un solo día: el día 13 del mes duodécimo, que es el mes de Adar. Una copia del documento debía ser promulgada como ley en cada provincia, y debía ser proclamada a todos los pueblos, a fin de que los judíos estuviesen preparados para aquel día y tomasen venganza de sus enemigos. Los mensajeros que cabalgaban los veloces corceles reales partieron apresurados e impulsados por la orden del rey. El decreto fue promulgado en Susa, la capital. Mardoqueo salió de la presencia del rey con una vestidura real azul y blanca, una gran corona de oro y un manto de lino fino y púrpura. Y la ciudad de Susa gritaba de gozo y alegría. Los judíos tuvieron esplendor y alegría, regocijo y honra. En cada provincia y en cada ciudad, dondequiera que llegaba la palabra del rey y su decreto, los judíos tenían alegría y regocijo, banquete y día de fiesta. Muchos de los pueblos de la tierra declaraban ser judíos, porque el miedo a los judíos había caído sobre ellos. El día 13 del mes duodécimo, que es el mes de Adar, cuando habían de ser ejecutados la palabra del rey y su decreto, el mismo día en que los enemigos de los judíos esperaban ganar poder sobre ellos, ocurrió todo lo contrario. Porque fueron los judíos los que ganaron poder sobre los que les aborrecían. Los judíos se congregaron en sus ciudades en todas las provincias del rey Asuero, para echar mano sobre los que habían procurado su mal. Nadie les pudo resistir, porque en todos los pueblos había caído el miedo a ellos. Todos los magistrados de las provincias, los sátrapas, los gobernadores y los encargados de las obras del rey enaltecían a los judíos, porque el miedo a Mardoqueo había caído sobre ellos. Pues Mardoqueo era grande en el palacio real; su fama se difundía por todas las provincias, y se iba engrandeciendo más y más. Los judíos dieron a sus enemigos un golpe de espada con matanza y destrucción, e hicieron con sus enemigos lo que quisieron. En Susa, la capital, los judíos mataron y destruyeron a 500 hombres. Entonces mataron a Parsandata, Dalfón, Aspata, Porata, Adalías, Aridata, Parmasta, Arisai, Aridai y Vaizata, los diez hijos de Amán hijo de Hamedata, el enemigo de los judíos. Pero no echaron mano a sus despojos. El mismo día llegó al rey el número de los muertos en Susa, la capital. Y el rey dijo a la reina Ester: —Si en Susa, la capital, los judíos han matado y destruido a 500 hombres y a los diez hijos de Amán, ¿qué habrán hecho en las otras provincias del rey? ¿Cuál es, pues, tu petición? Te será dada. ¿Qué más solicitas? Y será hecho. Y Ester respondió: —Si al rey le parece bien, concédase también mañana a los judíos en Susa, para que hagan conforme a lo decretado para hoy, y que cuelguen en la horca a los diez hijos de Amán. El rey mandó que se hiciera así. El decreto se promulgó en Susa, y colgaron a los diez hijos de Amán. Entonces los judíos que estaban en Susa se congregaron también el día 14 del mes de Adar, y mataron en Susa a 300 hombres. Pero no echaron mano a sus despojos. También el resto de los judíos que estaban en las provincias del reino se congregó para defenderse y así descansar de sus enemigos, y mataron a 75.000 de los que les aborrecían. Pero no echaron mano a sus despojos. Esto ocurrió el día 13 del mes de Adar. Y el día 14 del mismo mes reposaron y lo hicieron día de banquete y de regocijo. Pero los judíos que estaban en Susa se congregaron el 13 y también el 14 del mismo mes, y el 15 del mes reposaron y lo hicieron día de banquete y de regocijo. Por eso los judíos que viven a campo abierto en las aldeas sin muros, hacen del 14 del mes de Adar un día de alegría, de banquete y de fiesta, y para enviar porciones, cada uno a su vecino. Mardoqueo escribió estas cosas y envió cartas a todos los judíos que estaban en todas las provincias del rey Asuero, cercanas y lejanas, ordenándoles que celebraran cada año los días 14 y 15 del mes de Adar; porque en estos días los judíos tuvieron reposo de sus enemigos. El mes que de tristeza se cambió en alegría, y de duelo en día de fiesta, se les ordenó que lo celebrasen con días de banquete y de regocijo, y para enviar porciones, cada uno a su vecino, y regalos a los necesitados. Los judíos aceptaron hacer lo que habían comenzado a celebrar y lo que les escribió Mardoqueo, porque Amán hijo de Hamedata, el agageo, enemigo de todos los judíos, había planeado el exterminio de los judíos y había realizado un pur, es decir, un sorteo para confundirlos y acabar con ellos. Pero cuando Ester fue a la presencia del rey, éste declaró por escrito que el perverso plan que concibió contra los judíos recayera sobre su cabeza. Y colgaron a él y a sus hijos en la horca. Por esto llamaron a estos días Purim, debido a la palabra pur. Entonces, por todas las palabras de este documento, por lo que ellos habían visto al respecto y por lo que les había sucedido, los judíos establecieron y se comprometieron a aceptar para ellos mismos, para sus descendientes y para todos los que se hubiesen adherido a ellos, la obligación de no dejar de celebrar estos dos días, según está escrito al respecto, en su respectiva fecha, cada año. Y estos días son recordados y celebrados de generación en generación en todas las familias, provincias y ciudades. Estos días de Purim no dejarán de celebrarse entre los judíos, ni su memoria cesará entre sus descendientes. La reina Ester hija de Abijail, junto con el judío Mardoqueo, suscribió con plena autoridad confirmando esta segunda carta acerca de Purim. Mardoqueo envió cartas a todos los judíos, a las 127 provincias del reino de Asuero, con palabras de paz y verdad, para instituir estos días de Purim en sus fechas señaladas, tal como el judío Mardoqueo y la reina Ester habían establecido para ellos, tal como lo habían aceptado para ellos mismos y para sus descendientes, con respecto a sus ayunos y a su clamor. El mandato de Ester confirmó estas cosas acerca de Purim, y fue escrito en un libro. El rey Asuero impuso tributo sobre la tierra y las costas del mar. Todos los hechos de su autoridad y de su poder, y el acta de la grandeza de Mardoqueo, a la que le elevó el rey, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Media y de Persia? Porque el judío Mardoqueo fue el segundo después del rey Asuero. El fue grande entre los judíos y querido por la mayoría de sus hermanos. Procuraba el bienestar de su pueblo y promovía la paz entre todos los de su linaje. Hubo un hombre en la tierra de Uz, que se llamaba Job. Aquel hombre era íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Le nacieron siete hijos y tres hijas. Poseía 7.000 ovejas, 3.000 camellos, 500 yuntas de bueyes, 500 asnos y muchísimos siervos. Y aquel hombre era el más grande de todos los orientales. Sus hijos iban y celebraban un banquete en la casa de cada uno, en su día, y mandaban a llamar a sus tres hermanas, para que comiesen y bebiesen con ellos. Y cuando habían transcurrido los días de banquete, sucedía que Job mandaba a llamarlos y los purificaba. Levantándose muy de mañana, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Pues decía Job: "Quizás mis hijos habrán pecado y habrán maldecido a Dios en sus corazones." De esta manera hacía continuamente. Aconteció cierto día que vinieron los hijos de Dios para presentarse ante Jehovah, y entre ellos vino también Satanás. Y Jehovah preguntó a Satanás: —¿De dónde vienes? Satanás respondió a Jehovah diciendo: —De recorrer la tierra y de andar por ella. Y Jehovah preguntó a Satanás: —¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Y Satanás respondió a Jehovah diciendo: —¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿Acaso no le has protegido a él, a su familia y a todo lo que tiene? El trabajo de sus manos has bendecido, y sus posesiones se han aumentado en la tierra. Pero extiende, por favor, tu mano y toca todo lo que tiene, ¡y verás si no te maldice en tu misma cara! Y Jehovah respondió a Satanás: —He aquí, todo lo que él tiene está en tu poder. Solamente no extiendas tu mano contra él. Entonces Satanás salió de la presencia de Jehovah. Aconteció cierto día, cuando sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano, el primogénito, que un mensajero llegó a Job y le dijo: —Estando los bueyes arando, y las asnas paciendo cerca de ellos, cayeron de sorpresa los sabeos y se los llevaron. Y a los criados mataron a filo de espada. Sólo yo escapé para darte la noticia. Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro y le dijo: —¡Fuego de Dios cayó del cielo, y quemó las ovejas y consumió a los criados! Sólo yo escapé para darte la noticia. Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro y le dijo: —Los caldeos formaron tres escuadrones, arremetieron contra los camellos y se los llevaron. Y mataron a los criados a filo de espada. Sólo yo escapé para darte la noticia. Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro y le dijo: —Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano, el primogénito. Y he aquí que un fuerte viento vino del otro lado del desierto y golpeó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron. Sólo yo escapé para darte la noticia. Entonces Job se levantó, rasgó su manto y se rapó la cabeza; se postró a tierra y adoró. Y dijo: —Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehovah dio, y Jehovah quitó. ¡Sea bendito el nombre de Jehovah! En todo esto Job no pecó ni atribuyó a Dios despropósito alguno. Aconteció cierto día que vinieron los hijos de Dios para presentarse ante Jehovah, y entre ellos vino también Satanás, para presentarse ante Jehovah. Jehovah preguntó a Satanás: —¿De dónde vienes? Y Satanás respondió a Jehovah: —De recorrer la tierra y de andar por ella. Jehovah preguntó a Satanás: —¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal; y que todavía se aferra a su integridad a pesar de que tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin motivo? Y Satanás respondió a Jehovah diciendo: —¡Piel por piel! Todo lo que el hombre tiene lo dará por su vida. Pero extiende, pues, tu mano y toca sus huesos y su carne, y verás si no te maldice en tu misma cara. Y Jehovah respondió a Satanás: —He aquí, él está en tu poder; pero respeta su vida. Entonces Satanás salió de la presencia de Jehovah e hirió a Job con unas llagas malignas, desde la planta de sus pies hasta su coronilla. Tomaba un pedazo de tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de las cenizas. Entonces su mujer le dijo: —¿Todavía te aferras a tu integridad? ¡Maldice a Dios, y muérete! Pero él le respondió: —¡Has hablado como hablaría cualquiera de las mujeres insensatas! Recibimos el bien de parte de Dios, ¿y no recibiremos también el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios. Entonces tres amigos de Job—Elifaz el temanita, Bildad el sujita y Zofar el namatita— se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido y vinieron, cada uno de su lugar. Convinieron juntos en ir a él para expresarle su condolencia y para consolarle. Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no le pudieron reconocer, alzaron su voz y lloraron. Cada uno rasgó su manto, y esparcieron polvo hacia el cielo, sobre sus cabezas. Luego se sentaron en tierra con él por siete días y siete noches. Y ninguno de ellos le decía una sola palabra, porque veían que el dolor era muy grande. Después de esto Job abrió su boca y maldijo su día. Tomó Job la palabra y dijo: —Perezca el día en que nací, y la noche en que se dijo: "¡Un varón ha sido concebido!" Sea aquel día tinieblas. Dios no pregunte por él desde arriba, ni resplandezca la claridad sobre él. Reclámenlo para sí las tinieblas y la densa oscuridad; repose sobre él una nube, y cáusele terror el oscurecimiento del día. Apodérese de aquella noche la oscuridad. No sea contada junto con los días del año ni aparezca en el cómputo de los meses. ¡He aquí, sea aquella noche estéril; no penetren en ella los gritos de júbilo! Maldíganla los que maldicen el día, los que se aprestan a instigar al Leviatán. Oscurézcanse sus estrellas matutinas. Espere la luz, pero no le llegue, ni vea los destellos de la aurora; porque no cerró las puertas de la matriz, para esconder de mis ojos el sufrimiento. ¿Por qué no morí en las entrañas, o expiré al salir del vientre? ¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Para qué los pechos que mamé? Pues ahora yacería y estaría en quietud. Dormiría y tendría reposo junto con los reyes y los consejeros de la tierra, que reedificaron ruinas para sí; o con los príncipes que poseían el oro y que llenaban de plata sus casas. ¡Oh! ¿Por qué no fui escondido como un abortivo, como las criaturas que nunca vieron la luz? Allí los impíos dejan de perturbar; allí descansan los de agotadas fuerzas. Los prisioneros están juntos en descanso y no escuchan la voz del capataz. Tanto el pequeño como el grande están allí; y el esclavo, ya libre de su amo. ¿Para qué darle luz al que sufre, y vida a los de alma amargada; a los que esperan la muerte, y no llega, aunque la busquen más que a tesoros enterrados; a los que se alegran ante el gozo y se regocijan cuando hallan el sepulcro; al hombre cuyo camino está escondido, y a quien Dios ha cercado? Porque antes de mi pan viene mi suspiro, y mis gemidos corren como el agua. El miedo que presentía me ha sobrevenido; lo que me daba terror me ha acontecido. No tengo tranquilidad; no tengo quietud; no tengo sosiego; más bien, me viene la desesperación. Entonces intervino Elifaz el temanita y dijo: —Si alguien intentara hablarte, ¿te impacientarías? Pero, ¿quién podrá reprimir las palabras? He aquí, tú instruías a muchos y afirmabas las manos debilitadas. Tus palabras levantaban al que tropezaba; y fortalecías las rodillas que se doblaban. Pero ahora te sucede a ti y te impacientas; ha llegado a ti, y te turbas. ¿Acaso tu confianza no es tu devoción; y la integridad de tus caminos, tu esperanza? Recuerda, por favor, ¿quién ha perecido por ser inocente? ¿Dónde han sido destruidos los rectos? Como he visto, los que aran iniquidad y siembran sufrimiento cosechan lo mismo. Perecen por el aliento de Dios, y por el soplo de su ira son consumidos. El rugido del león, el gruñido del cachorro, y los dientes de los leoncillos son quebrantados. El león perece por falta de presa, y los hijos de la leona se dispersan. Un mensaje me ha sido traído en secreto, y mi oído ha percibido un susurro de ello: En medio de los inquietantes pensamientos de las visiones nocturnas, cuando el sueño profundo cae sobre los hombres, me sobrevinieron espanto y estremecimiento que aterraron todos mis huesos. Entonces un fantasma pasó frente a mí, e hizo que se erizara el vello de mi cuerpo. Se detuvo, pero yo no reconocí su semblante. Ante mis ojos había una imagen, y oí una voz apacible: "¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más puro que su Hacedor? Si Dios no se fía ni de sus siervos y aun en sus ángeles halla errores, ¡cuánto más los que habitan en casas de barro, cuyos fundamentos están en el polvo, serán aplastados más pronto que la polilla! De la mañana a la tarde son triturados; sin que nadie los considere, se pierden para siempre. ¿Acaso no serán arrancadas las cuerdas de sus tiendas? En ellas mueren, pero sin sabiduría." ¡Clama, pues! ¿Habrá quien te responda? ¿A cuál de los santos acudirás? Porque la angustia mata al necio, y el apasionamiento hace morir al simple. Yo he visto al necio que echaba raíces y al instante maldije su morada. Sus hijos están lejos de toda salvación; en la puerta de la ciudad serán aplastados, y no habrá quien los libre. Lo que ellos cosechen lo comerá el hambriento, y aun de las espinas lo tomará. Y los sedientos absorberán sus riquezas. Ciertamente la aflicción no sale del polvo, ni el sufrimiento brota de la tierra. Pero el hombre nace para el sufrimiento, así como las chispas vuelan hacia arriba. Pero yo, en cambio, apelaría a Dios y a la Divinidad confiaría mi causa. El hace cosas grandes e inescrutables, y maravillas que no se pueden enumerar. El da la lluvia sobre la faz de la tierra y envía las aguas sobre la faz de los campos. El pone en alto a los humillados, y los enlutados logran gran liberación. El frustra los planes de los astutos, para que sus manos no logren su propósito. El atrapa a los sabios en sus argucias, y el designio de los sagaces es trastornado. De día se encuentran con las tinieblas, y a mediodía andan a tientas como de noche. El libra al desolado de la boca de ellos, y al pobre de la mano del fuerte. Así habrá esperanza para el necesitado, y la perversidad cerrará su boca. ¡He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios disciplina! No menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él hace doler, pero también venda; él golpea, pero sus manos sanan. En seis tribulaciones te librará; y en siete no te tocará el mal. En el hambre te redimirá de la muerte; y en la guerra, del poder de la espada. Serás escondido del azote de la lengua, y no temerás cuando venga la destrucción. De la destrucción y del hambre te reirás, y no temerás las fieras de la tierra. Pues aun con las piedras del campo tendrás alianza, y los animales del campo tendrán paz contigo. Sabrás que tu tienda está en paz; revisarás tu morada, y nada echarás de menos. Sabrás que tu descendencia es mucha, que tu prole es como la hierba de la tierra. Irás a la tumba lleno de vigor, cual gavilla de trigo que se recoge a su tiempo. Esto es lo que hemos investigado, y así es. Escúchalo tú y conócelo para tu bien. Entonces respondió Job y dijo: —¡Oh, si pudieran pesar mi angustia, y pusiesen igualmente mi ruina en la balanza! Ciertamente ahora pesarían más que la arena de los mares. Por eso mis palabras han sido apresuradas; porque las flechas del Todopoderoso están en mí, y mi espíritu bebe su veneno. Me combaten los terrores de parte de Dios. ¿Acaso rebuzna el asno montés junto a la hierba? ¿Acaso muge el buey junto a su forraje? ¿Se comerá lo insípido sin sal? ¿Habrá gusto en la baba de la malva? Mi alma rehúsa tocarlos, pero ellos están como mi repugnante comida. ¡Quién hiciera que se cumpliese mi petición, y que Dios me concediese mi anhelo; que Dios se dignara aplastarme; que soltara su mano y acabara conmigo! Aun esto sería mi consuelo, y saltaría de gozo en medio de mi dolor sin tregua: el que no he negado las palabras del Santo. ¿Qué fuerza tengo para esperar aún? ¿Qué meta tengo para alargar mi vida? ¿Acaso mi fuerza es como la fuerza de las piedras? ¿Acaso mi cuerpo es de bronce? Ciertamente no tengo ayuda en mí mismo, y los recursos han sido alejados de mí. Un desesperado debe contar con la lealtad de su amigo, aunque abandone el temor del Todopoderoso. Pero mis hermanos me han decepcionado como un torrente; han pasado como la corriente de los arroyos, que son turbios por causa del deshielo, y en ellos desaparece la nieve. En el tiempo del calor son silenciados, y al calentarse desaparecen de su lugar. Las caravanas se apartan de su ruta; desaparecen en el vacío y perecen. Las caravanas de Temán ponen su mira en ellos; en ellos esperan los viajeros de Saba. Pero son confundidos por haber confiado; cuando llegan a ellos, quedan defraudados. Ciertamente, ahora habéis llegado a ser así; habéis visto el horror y tenéis miedo. ¿Acaso yo os he dicho: "Traedme algo," o: "De vuestros recursos ofreced algo en mi favor," o: "Libradme de la mano del enemigo," o: "Rescatadme de la mano de los violentos"? Enseñádmelo, y yo me callaré; hacedme entender en qué he errado. ¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Pero vosotros, ¿qué es lo que pretendéis reprender? ¿Pensáis reprender las palabras y los dichos de un desesperado, como si fueran viento? Vosotros seríais capaces de rifar a un huérfano y de especular sobre vuestro amigo. Ahora pues, dignaos prestarme atención, pues ciertamente no mentiré ante vuestra cara. Por favor, desistid, y que no haya iniquidad. Sí, desistid, pues está en juego mi reivindicación. ¿Acaso hay iniquidad en mi lengua? ¿Acaso mi paladar no puede discernir las calamidades? ¿Acaso no es una milicia lo que tiene el hombre en la tierra? ¿No son sus días como los días de un asalariado? Como el esclavo que anhela la sombra, o como el asalariado que espera su paga, así he tenido que heredar meses de futilidad, y me han sido asignadas noches de sufrimiento. Si estoy acostado, digo: "¿Cuándo me levantaré?" Y por la noche me colmo de inquietudes hasta el alba. Mi carne se ha vestido de gusanos y de costras de tierra; mi piel resquebrajada se deshace. Mis días son más veloces que la lanzadera del tejedor y se acaban sin que haya esperanza. Acuérdate de que mi vida es un soplo; mis ojos no volverán a ver el bien. El ojo del que me ve no me verá más. Tu ojo se fijará en mí, y yo ya no estaré. Como la nube se deshace y se desvanece, así el que desciende al Seol no volverá a subir. No volverá más a su casa, ni su lugar lo volverá a reconocer. Por tanto, yo no refrenaré mi boca. Hablaré en la angustia de mi espíritu; me quejaré en la amargura de mi alma. ¿Acaso soy yo el mar o el monstruo marino, para que me pongas bajo guardia? Cuando digo: "Mi cama me consolará, mi lecho aliviará mis quejas," entonces me aterras con sueños y me turbas con visiones. Y así mi alma prefiere la asfixia y la muerte, antes que estos mis huesos. ¡Me deshago! No he de vivir para siempre. ¡Déjame, pues mis días son vanidad! ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas y para que te preocupes de él; para que lo visites cada mañana, y para que a cada instante lo pongas a prueba? ¿Hasta cuándo no dejarás de observarme, ni me soltarás para que siquiera trague mi saliva? Si he pecado, ¿qué daño te hago a ti, oh Vigilante de los hombres? ¿Por qué me pones como tu blanco, y que yo sea una carga para mí mismo? ¿O por qué no perdonas mi rebelión y quitas mi iniquidad? Pues ahora yaceré en el polvo, y si con diligencia me buscas, ya no estaré. Entonces intervino Bildad el sujita y dijo: —¿Hasta cuándo hablarás tales cosas, y las palabras de tu boca serán viento impetuoso? ¿Acaso pervertirá Dios el derecho? ¿El Todopoderoso pervertirá la justicia? Si tus hijos pecaron contra él, él los entregó en mano de su transgresión. Si con diligencia buscaras a Dios e imploraras la gracia del Todopoderoso, si fueras limpio y recto, ciertamente ahora él velaría por ti y te restauraría la morada que en justicia mereces. Aunque tu comienzo haya sido insignificante, tu porvenir se engrandecerá en gran manera. Pues indaga, por favor, en las generaciones del pasado; investiga lo que sus padres han descubierto. Pues nosotros somos tan sólo de ayer y nada sabemos; nuestros días sobre la tierra son una sombra. ¿No te enseñarán ellos y te hablarán, y de su corazón sacarán palabras? ¿Crece el papiro donde no hay pantano? ¿Crece el junco sin agua? Y estando aún en su tallo, sin ser cortado, se seca antes que toda hierba. Así son las sendas de todos los que se olvidan de Dios, y la esperanza del impío perecerá. El objeto de su confianza es como tul de verano y aquello en que confía es como tela de araña: Si se apoya sobre su tela, no le sostendrá; si se agarra de ella, no le resistirá. Así es él: Lleno de savia delante del sol, sus retoños sobresalen del huerto. Sus raíces se entretejen sobre un montón de piedras, y vive entre los pedregales. Si alguien intenta arrancarlo de su lugar, éste le niega diciendo: "¡Nunca te he visto!" He aquí, así es el gozo de su camino, y otros brotarán del polvo. He aquí, Dios no rechaza al íntegro ni sostiene la mano de los malhechores. Aún llenará tu boca de risa, y tus labios con grito de júbilo. Los que te aborrecen se vestirán de vergüenza, y la morada de los impíos desaparecerá. Entonces respondió Job y dijo: —Ciertamente yo sé que es así. ¿Y cómo se ha de justificar un hombre ante Dios? Si uno quisiera contender con él, no le podría responder una cosa entre mil. El es sabio de corazón y poderoso en fuerza. ¿Quién se ha endurecido contra él y ha quedado ileso? El arranca las montañas de su lugar, y ellas no saben que en su furor las trastorna. El sacude la tierra de su lugar y estremece sus columnas. El manda al sol, y éste no brilla; y pone un sello a las estrellas. Por sí solo extiende los cielos y camina sobre las ondas del mar. El hizo la Osa Mayor, el Orión, las Pléyades y las constelaciones del sur. El hace cosas tan grandes que son inescrutables, y maravillas que no se pueden enumerar. Si él cruza junto a mí, yo no le veo; él pasa sin que yo lo comprenda. Si él arrebata, ¿quién lo hará desistir? ¿Quién le dirá: "¿Qué haces?" Dios no detendrá su ira; bajo él se postran los que ayudan a Rahab. ¿Cómo, pues, podré responderle? ¿Podré yo escoger mis palabras para con él? Aun siendo justo, no podría responder; más bien, pediría clemencia en mi causa. Si yo le invocara y él me respondiese, yo no podría creer que escuchara mi voz. Porque me aplasta con tormenta, y aumenta mis heridas sin causa. No me deja cobrar aliento, sino que me colma de amarguras. Si se trata de fuerzas, ¡he aquí que es poderoso! Si se trata de juicio, ¿quién le convocará? Si me declaro justo, mi boca me condena; si íntegro, él me declara culpable. ¿Soy íntegro? Ni yo mismo me conozco. ¡Desprecio mi vida! Da lo mismo, por lo cual digo: "Al íntegro y al impío, él los consume. Si el azote mata de repente, él se ríe de la desesperación de los inocentes. La tierra es entregada en manos de los impíos, y él cubre el rostro de sus jueces. Si no es él, entonces, ¿quién es? Mis días son más veloces que un corredor; huyen sin lograr ver el bien. Pasan como embarcaciones de junco, como un águila que se lanza sobre su comida." Si digo: "Olvidaré mi queja; cambiaré mi semblante y estaré alegre," entonces me turban todos mis dolores; sé que no me tendrás por inocente. Yo he sido declarado culpable; entonces, ¿para qué fatigarme en vano? Aunque me bañe con jabón y limpie mis manos con lejía, aun así me hundirás en el hoyo, y me abominarán mis vestiduras. Porque él no es hombre como yo para que le responda, y para que juntos vengamos a juicio. No hay entre nosotros un árbitro que ponga su mano sobre ambos. ¡Que quite de sobre mí su vara, y que no me espante su terror! Entonces yo hablaré y no le temeré; de otro modo, yo no soy dueño de mí mismo. Mi alma está hastiada de mi vida. Daré rienda suelta a mi queja; hablaré en la amargura de mi alma. Diré a Dios: No me condenes; hazme entender por qué contiendes conmigo. ¿Te parece bueno oprimir y desechar la obra de tus manos, mientras resplandeces sobre el consejo de los impíos? ¿Acaso tus ojos son humanos? ¿Acaso ves como ve un hombre? ¿Son tus días como los días de un hombre; o tus años, como los días de un mortal, para que indagues mi iniquidad e inquieras por mi pecado? Tú sabes que yo no soy culpable, y que no hay quien libre de tu mano. Tus manos me formaron y me hicieron, ¿y después, cambiando, me destruyes? Acuérdate, por favor, de que tú me formaste como al barro, y que me harás volver al polvo. ¿Acaso no me derramaste como a la leche, y me cuajaste como al queso? De piel y de carne me vestiste, y me entretejiste con huesos y tendones. Vida y misericordia me concediste, y tu cuidado guardó mi espíritu. Estas cosas tenías escondidas en tu corazón; yo sé que esto estaba en tu mente. Si peco, entonces me vigilas, y no me declaras inocente de mi iniquidad. Si soy culpable, ¡ay de mí! Pero aun siendo justo, no levanto mi cabeza, pues estoy harto de ignominia y de ver mi aflicción. Si me levanto, me cazas como a león, y vuelves a mostrar en mí tus proezas. Traes de nuevo tus testigos contra mí, y aumentas contra mí tu ira con tropas de relevo en mi contra. ¿Por qué, pues, me sacaste de la matriz? Hubiera yo expirado, y ningún ojo me habría visto. Habría sido como si nunca hubiera existido, conducido desde el vientre hasta la tumba. ¿Acaso no son pocos los días de mi existencia? Apártate de mí, de modo que me aliente un poco, antes que me vaya, para no volver, a la tierra de oscuridad y de tinieblas: tierra lóbrega como la oscuridad, de densas tinieblas y desorden, donde lo que brilla es como oscuridad. Entonces intervino Zofar el namatita y dijo: —¿No ha de tener respuesta tal abundancia de palabras? ¿Habrá de salir justificado el charlatán? ¿Harán callar a los hombres tus jactancias? ¿Harás escarnio, sin que haya quien te afrente? Tú dices: "Mi doctrina es pura, y yo soy limpio ante tus ojos." Pero, ¡quién diera que Dios hablara y abriera sus labios para contigo! El te revelaría los secretos de la sabiduría, porque la sagacidad es de doble valor. Así conocerías que Dios, en tu favor, ha pasado por alto parte de tu iniquidad. ¿Alcanzarás tú las cosas profundas de Dios? ¿Alcanzarás el propósito del Todopoderoso? Es más alto que los cielos; ¿qué puedes tú hacer? Es más profundo que el Seol; ¿qué puedes tú saber? Su dimensión es más extensa que la tierra y más ancha que el mar. Si Dios pasa y aprisiona, o si congrega, ¿quién le puede detener? Ya que él conoce a los hombres vanos, ¿no examinará la iniquidad cuando la vea? El hombre de cabeza hueca se hará inteligente cuando un borriquillo de asno montés nazca humano. Si tú predispones tu corazón y extiendes a él tus manos (si hay injusticia en tus manos, aléjala de ti, y no cobijes la maldad en tu morada), entonces levantarás tu cara libre de mancha y estarás firmemente fundado, y no temerás. Pues así te olvidarás de tu sufrimiento; como aguas que ya pasaron lo recordarás. Tu existencia será más resplandeciente que el mediodía; aun la oscuridad te será como la alborada. Estarás confiado, porque hay esperanza; explorarás alrededor y te acostarás seguro. Te recostarás, y no habrá quien te espante; muchos implorarán tu favor. Pero los ojos de los malos serán consumidos; no habrá para ellos escapatoria, y su esperanza será el último suspiro. Entonces respondió Job y dijo: —Ciertamente vosotros sois el pueblo, y con vosotros morirá la sabiduría. Pero yo también, como vosotros, tengo entendimiento; en nada soy inferior a vosotros. ¿Quién no sabe tales cosas? Soy alguien que para su amigo es motivo de risa, uno que clamó a Dios, y se le respondió, un justo e íntegro que es motivo de risa. Según la evaluación de quien no se duele, él es una tea despreciada; pero estuvo lista para los pies que resbalan. Las moradas de los destructores prosperan, y los que provocan a Dios están seguros en aquello que la mano de Dios les ha traído. En efecto, pregunta, por favor, a los cuadrúpedos, y te enseñarán; a las aves del cielo, y te informarán. O habla a la tierra, y te enseñará; y los peces del mar te lo contarán. ¿Cuál de todos ellos no sabe que la mano de Jehovah ha hecho esto? En sus manos está la vida de todo viviente y el hálito de todo mortal. ¿No distingue el oído las palabras, y el paladar prueba la comida? En los ancianitos hay sabiduría; y en la mucha edad, entendimiento. Con Dios están la sabiduría y el poder; suyo es el consejo y el entendimiento. Si él destruye, no será edificado de nuevo. Si él cierra ante el hombre, no habrá quien le abra. Si él detiene las aguas, se secan; y si las deja ir, trastornan la tierra. Con él están el poderío y la victoria; suyo es el que yerra y el que hace errar. A los consejeros despoja de consejo y entontece a los jueces. El suelta las ataduras que imponen los reyes, y ata con una cuerda sus cinturas. Hace ir descalzos a los sacerdotes, y arruina a los poderosos. Quita la palabra a los tenidos por fieles, y a los ancianos priva de discernimiento. Derrama menosprecio sobre los nobles, y afloja el cinturón de los fuertes. Descubre las profundidades de las tinieblas y saca a la luz la densa oscuridad. Lleva las naciones al apogeo y luego las destruye; él expande a los pueblos y los abandona. Priva de reflexión a los jefes del pueblo de la tierra, y les hace errar sin rumbo en el vacío. No teniendo luz van palpando las tinieblas, y los hace tambalear como borrachos. He aquí que todo esto han visto mis ojos; mis oídos lo han escuchado y entendido. Como vosotros lo sabéis, yo también lo sé; en nada soy menos que vosotros. Sin embargo, yo hablaré al Todopoderoso, pues quiero argumentar con Dios. En cuanto a vosotros, lo recubrís todo con mentira; todos vosotros sois médicos inútiles. ¡Oh que callarais del todo! Ello os sería contado por sabiduría. Escuchad, pues, mi razonamiento y estad atentos a los argumentos de mis labios. ¿A favor de Dios hablaréis perversidad? ¿A favor de él hablaréis engaño? ¿Habréis de mostrar por él parcialidad? ¿Contenderéis a favor de Dios? ¿Os irá bien cuando él os escudriñe? ¿Acaso os burlaréis de él como quien se burla de un hombre? Ciertamente él os reprobará, si en secreto mostráis parcialidad. ¿No os espantará su majestad, y caerá sobre vosotros su pavor? Vuestras máximas son proverbios de polvo, y vuestras defensas son defensas de barro. Callad delante de mí, y yo hablaré, me pase lo que me pase. ¿Por qué he de arrancar mi carne con mis propios dientes? ¿O he de exponer mi vida en mi mano? He aquí, aunque él me mate, en él he de esperar. Ciertamente defenderé ante su presencia mis caminos. Esto también me será salvación, porque un impío no iría a su presencia. Oíd con atención mi discurso; oíd con vuestros oídos mi declaración. He aquí que yo he preparado mi causa, y sé que seré declarado justo. ¿Quién es el que ha de contender conmigo? Pues si ahora yo callara, expiraría. Sólo dos cosas no hagas conmigo; entonces no me esconderé de tu rostro: Aparta de mí tu mano, y no me espante tu terror. Llama, entonces, y yo responderé; o yo hablaré, y tú me responderás: ¿Cuántas son mis faltas o mis pecados? Hazme entender mi rebelión y mi pecado. ¿Por qué escondes tu rostro, y me consideras tu enemigo? ¿Aterras a una hoja que es arrebatada? ¿Has de perseguir a una paja seca? Pues escribes contra mí cosas amargas, y me haces sufrir por los pecados de mi juventud. Pones mis pies en el cepo y vigilas todas mis sendas; imprimes marcas en las plantas de mis pies. Así el hombre se gasta como un odre, como un vestido comido por la polilla. El hombre, nacido de mujer, es corto de días y lleno de tensiones. Brota como una flor y se marchita; huye como una sombra y no se detiene. ¿Sobre uno así abres tus ojos, y lo traes a juicio contigo? ¿Quién puede sacar lo limpio de lo impuro? ¡Nadie! Ciertamente sus días están determinados, y el número de sus meses depende de ti. Tú le has fijado sus límites, los cuales no podrá traspasar. Aparta de él tu mirada, y que descanse hasta que, cual un jornalero, haya disfrutado su día. Porque para el árbol hay esperanza; si es cortado, se renovará, y su retoño no dejará de ser. Aunque su raíz se envejece en la tierra y su tronco muere en el suelo, al percibir el agua reverdecerá y echará ramas como planta. Pero el hombre muere y desaparece; el hombre expira, ¿y dónde estará? Se agotan las aguas de un lago, y un río mengua y se seca; así yace el hombre y no se vuelve a levantar. Hasta que no haya más cielos, no lo despertarán, ni lo levantarán de su sueño. ¡Cómo quisiera que me escondieses en el Seol, que me encubrieses hasta que se apaciguara tu furor y que fijases un plazo para acordarte de mí! Si el hombre muere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi milicia esperaré hasta que llegue mi relevo. Entonces llamarás, y yo te responderé. Añorarás la obra de tus manos. Porque ahora me cuentas los pasos, y no das tregua a mi pecado. Mi transgresión tienes sellada en una bolsa y recubres mi iniquidad. Sin embargo, la montaña cae y se deshace, y la peña es removida de su lugar. Las aguas desgastan las piedras, y su crecida arrastra el polvo de la tierra; así haces perecer la esperanza del hombre. Para siempre prevaleces contra él, hasta que se va; desfiguras su rostro y lo despides. Si sus hijos alcanzan honra, él no lo sabrá. Y si llegan a ser empequeñecidos, él no lo comprenderá. Su cuerpo le da sólo dolores, y su alma hace duelo por él. Entonces intervino Elifaz el temanita y dijo: —¿Ha de responder el sabio con vano conocimiento? ¿Ha de llenar su vientre de viento oriental? ¿Ha de argüir con expresiones inútiles y con palabras sin provecho? Ciertamente tú anulas la devoción y menoscabas la meditación delante de Dios. Porque tu iniquidad instruye a tu boca, y adoptas el lenguaje de los astutos. Tu boca te condena, no yo; y tus labios testifican contra ti. ¿Fuiste tú el primer hombre que nació? ¿Naciste antes que las colinas? ¿Has escuchado el secreto de Dios, para que tú solo te apropies de la sabiduría? ¿Qué sabes tú que no sepamos nosotros? ¿Qué entendimiento tienes que nosotros no tengamos? También entre nosotros hay hombres canosos, hombres muy ancianos, mayores en años que tu padre. ¿En tan poco tienes el consuelo de Dios y la palabra que se te dice con ternura? ¿Por qué te arrebata tu corazón, y por qué guiñan tus ojos, para que vuelvas tu espíritu contra Dios y dejes salir tales palabras de tu boca? ¿Qué es el hombre para considerarse limpio; y el nacido de mujer, para que se considere justo? Si Dios no se fía ni de sus santos, ni aun los cielos son puros ante sus ojos, ¿cuánto menos el abominable y corrupto, el hombre que bebe como agua la iniquidad? Escúchame; yo te informaré y te contaré lo que he visto; lo que los sabios nos han revelado sin encubrir nada de lo de sus padres. Sólo a ellos les fue dada la tierra, y ningún extraño pasó por en medio de ellos. El impío se retuerce de dolor todos los días, y un cierto número de años han sido reservados para el tirano. Voces de espanto resuenan en sus oídos; y aun en la paz vendrá su destructor. El no cree que ha de volver de las tinieblas, y que está destinado para la espada. Va errante en pos del pan, diciendo: "¿Dónde estará?" Sabe que el día de las tinieblas le está listo, a la mano. Le aterran la tristeza y la aflicción; lo abruman como un rey listo para el ataque. Porque ha extendido su mano contra Dios, y se ha comportado con soberbia contra el Todopoderoso. Porque embiste contra él con cuello erguido, con el doble saliente de su escudo. Aunque su cara se cubra de gordura y le crezcan pliegues de grasa en las caderas, habitará en ciudades desoladas, en casas donde nadie vive y que están destinadas a ser escombros. No se enriquecerá, ni le durarán sus bienes; tampoco extenderá su patrimonio sobre la tierra. No escapará de las tinieblas. La llama secará sus ramas, y por el soplo de su boca desaparecerá. No confíe en la vanidad, engañándose a sí mismo, pues vanidad será su recompensa. Ella se cumplirá antes de su tiempo, y su copa no estará frondosa. Como la vid dejará caer sus uvas agraces y arrojará sus flores como el olivo. Porque la compañía de los impíos es estéril, y el fuego consumirá las moradas del soborno. Conciben afanes y dan a luz iniquidad; sus entrañas preparan el engaño. Entonces respondió Job y dijo: —He oído muchas cosas como éstas; consoladores gravosos sois todos vosotros. ¿Habrá fin para las palabras vacías? ¿Qué te incita a responder? Yo también podría hablar como vosotros. Si vuestra alma estuviera en lugar de mi alma, yo también podría componer discursos contra vosotros, y por vosotros sacudiría mi cabeza. Os alentaría con mi boca, y el movimiento de mis labios traería alivio. Pero si hablo, mi dolor no tiene alivio; y si dejo de hablar, ¿qué se ha de ir de mí? Pero ahora Dios me tiene agobiado. Ha desolado toda mi compañía, y me ha llenado de arrugas. Mi debilidad responde en mi propia cara; ha venido a ser testigo y se ha levantado contra mí. Su furor me ha despedazado, pues me aborrece; contra mí hace crujir sus dientes. Mi adversario aguza su mirada contra mí. Contra mí han abierto su boca; con afrenta han golpeado mis mejillas. A una se han juntado contra mí. Dios me ha entregado a los perversos; me ha empujado a las manos de los impíos. Yo estaba tranquilo, pero él me sacudió; me tomó por el cuello y me despedazó. El me ha puesto por blanco suyo; sus arqueros me han rodeado. Atraviesa mis riñones sin compasión y derrama por tierra mi hiel. Abre en mí brecha tras brecha; contra mí arremete como un guerrero. He cosido cilicio sobre mi piel y he hundido mi fuerza en el polvo. Mi rostro está enrojecido con el llanto, y sobre mis párpados hay densa oscuridad, a pesar de no haber violencia en mis manos y de ser pura mi oración. ¡Oh tierra, no encubras mi sangre! ¡Que no haya lugar para mi clamor! He aquí que también ahora mi testigo está en los cielos; en las alturas está mi defensor. Mis amigos me escarnecen; mis ojos derraman lágrimas ante Dios. ¡Oh, si alguien llevara la causa de un hombre ante Dios como entre el hombre y su prójimo! Porque los pocos años se van, y yo iré por el camino sin retorno. Mi espíritu está atribulado; mis días se extinguen. El sepulcro está preparado para mí. No hay conmigo sino burladores, y mis ojos contemplan su hostilidad. Por favor, deposita contigo una fianza para mí. ¿Quién me estrechará la mano? Porque has cerrado su corazón al entendimiento; por tanto, no los enalteces. Los que por recompensa denuncian a sus amigos, aun los ojos de sus hijos desfallecerán. El me ha expuesto como refrán a los pueblos; ante ellos soy uno a quien escupen en la cara. Mis ojos se han debilitado por la angustia; todos mis miembros son como una sombra. Los rectos se asombrarán de esto, y el inocente se levantará contra el impío. Pero el justo se aferrará a su camino, y el limpio de manos aumentará sus fuerzas. No obstante, volved todos vosotros; venid, por favor. Pero entre vosotros no hallaré ningún sabio. Han pasado mis días; se han deshecho mis planes. ¡Aun los deseos de mi corazón! Ellos convierten la noche en día: "La luz está cerca de las tinieblas." Aunque espere, el Seol será mi casa; tenderé mi cama en las tinieblas. A la fosa digo: "Tú eres mi padre," y a los gusanos: "Mi madre y mi hermana." ¿Dónde está, entonces, mi esperanza? Y mi bien, ¿quién lo verá? Descenderán al poder del Seol, pues juntos bajaremos hasta el polvo. Entonces intervino Bildad el sujita y dijo: —¿Cuándo pondréis fin a las palabras? Entended primero, y después hablaremos. ¿Por qué somos tenidos por animales y por torpes ante vuestros ojos? ¡Oh, el que despedaza su alma con su furor! ¿Será abandonada la tierra por tu causa? ¿Será removida la peña de su lugar? Ciertamente se extingue la luz de los impíos, y no resplandece la lumbre de su fuego. La luz se oscurece en su morada, y se apaga la lámpara que está sobre él. Los pasos de su vigor son estrechados; su propio plan lo hace caer. Porque por sus propios pies es echado en la red, y deambula en la maraña. Una trampa lo atrapa por el talón; el enredo se apodera de él. Para él está escondida una cuerda en el suelo; para él hay un lazo en el sendero. Por todas partes lo sobrecogen los terrores, y le persiguen pisando sus talones. En su riqueza está hambriento, y a su lado está lista la desgracia. Carcome parte de su piel; el primogénito de la muerte devora sus miembros. Es arrancado de su morada, objeto de su confianza, y es conducido ante el rey de los espantos. El fuego habita en su tienda; el azufre es esparcido sobre su morada. Por abajo se secan sus raíces, y por arriba se marchitan sus ramas. Su memoria perece en la tierra, y no tiene nombre en las calles. Lo empujan de la luz a las tinieblas; lo echan fuera del mundo. No tendrá prole ni descendiente en su pueblo, ni sobreviviente en sus moradas. Los que vengan del oeste se horrorizarán de su día, y los que vengan del este serán sobrecogidos por el espanto. Tales son las moradas del impío, y tal será el lugar del que no conoce a Dios. Entonces respondió Job y dijo: —¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma y me trituraréis con palabras? Ya me habéis injuriado diez veces. ¿No os avergonzáis de haberme atacado? Si en verdad he errado, conmigo permanecerá mi error. Pero si en realidad vosotros os jactáis contra mí, y contra mí usáis mi oprobio como argumento, sabed, pues, que Dios me ha agraviado y me ha envuelto en su red. su oración. He aquí, aunque grito: "¡Violencia!," no soy oído; doy voces, y no hay justicia. El ha cercado mi camino, para que yo no pase; sobre mis senderos ha puesto tinieblas. Me ha desvestido de mi gloria, y ha quitado la corona de mi cabeza. Por todos lados me despedaza, y me marcho; ha arrancado mi esperanza como a un árbol. Hace que su furor se inflame contra mí y me considera como a uno de sus adversarios. A una vienen sus tropas; allanan su camino contra mí, y ponen sitio alrededor de mi morada. Hizo que mis hermanos se alejaran de mí; mis amigos se apartaron por completo. Mis parientes me han fallado; mis conocidos me han olvidado. Los que habitan en mi casa y mis criadas me consideran un extraño; he llegado a ser un extranjero ante sus ojos. Llamo a mi siervo, y no responde; con mi propia boca le tengo que rogar. Mi aliento ha venido a ser repulsivo a mi mujer, y apesto aun ante mis propios hijos. Aun los niños me desprecian; si me levanto, hablan contra mí. Todos mis amigos íntimos me abominan; aquellos a quienes amo se han vuelto contra mí. Mis huesos se pegan a mi piel y a mi carne; he escapado apenas con la piel de mis dientes. ¡Compadeceos vosotros de mí! ¡Compadeceos de mí, oh amigos míos! Porque la mano de Dios me ha tocado. ¿Por qué me perseguís, como lo hace Dios? ¿No os satisfacéis con mi carne? ¡Oh, que mis palabras fuesen escritas! ¡Oh, que fuesen grabadas en un libro! ¡Que con cincel de hierro y de plomo fuesen cinceladas en la roca para siempre! Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo. Y después que hayan deshecho esta mi piel, ¡en mi carne he de ver a Dios, a quien yo mismo he de ver! Lo verán mis ojos, y no los de otro. Mi corazón se consume dentro de mí. Si decís: "¿Cómo lo acosaremos?," y "La raíz del asunto se halla en él," temed por vosotros ante la espada. Porque la espada representa la ira contra las iniquidades, para que sepáis que hay un juicio. Entonces intervino Zofar el namatita y dijo: —Es que mis inquietantes pensamientos me hacen responder, y a causa de ello estoy dolorido. He oído una reprensión que me afrenta, y mi espíritu comprensivo me mueve a responder. ¿Acaso sabes esto, que desde la antigüedad, desde que fue puesto el hombre sobre la tierra, el júbilo de los malvados es breve, y la alegría del impío dura sólo por un momento? Aunque su altivez suba hasta el cielo, y su cabeza alcance a las nubes, como su propio excremento, perecerá para siempre, y los que lo vean dirán: "¿Dónde está él?" Como un sueño se esfumará y no será hallado; se disipará como una visión nocturna. El ojo que lo veía no lo verá más, ni su lugar lo volverá a contemplar. Sus hijos pedirán favores a los pobres, y sus manos devolverán su riqueza. Sus huesos, aún llenos de vigor juvenil, yacerán con él en el polvo. Aunque el mal sea dulce en su boca, y lo esconda debajo de su lengua, aunque lo guarde y no lo deje ir, sino que lo retenga en su paladar, con todo su comida se descompondrá en sus entrañas; veneno de áspides habrá dentro de él. Devoró riquezas, pero las vomitará; Dios las sacará de su vientre. Chupará veneno de áspides; lo matará la lengua de la víbora. No verá los arroyos, los ríos fluyendo miel y leche. Devolverá el fruto de su labor sin haberlo tragado; no gozará de la utilidad de sus negocios. Porque oprimió y desamparó a los pobres, y despojó casas que no había edificado. Porque no conoció sosiego en su interior, no se salvará ni con su más preciado tesoro. Nada quedó que no comiese; por eso no durará su prosperidad. En la plenitud de su opulencia tendrá estrechez; toda la fuerza de la miseria caerá sobre él. Cuando se ponga a llenar su estómago, Dios enviará sobre él el ardor de su ira; hará llover sobre él el fuego de su furor. Huirá de las armas de hierro, pero una flecha de bronce lo atravesará. Saldrá una flecha por su espalda; y la punta resplandeciente, por su hiel. Los horrores vendrán sobre él. Todas las tinieblas le están reservadas, como si fueran su tesoro. Un fuego no atizado lo devorará, y serán quebrantados los que hayan quedado en su morada. Los cielos revelarán su iniquidad, y la tierra se levantará contra él. El producto de su casa será llevado por los torrentes en el día de su furor. Esta es la porción de parte de Dios para el hombre impío, la heredad que por su palabra le ha asignado Dios. Entonces respondió Job y dijo: —Escuchad atentamente mis palabras; sea esto vuestra consolación. Soportadme, y yo hablaré; y después que yo haya hablado, burlaos. ¿Acaso me quejo ante algún hombre? ¿Por qué no se ha de impacientar mi espíritu? Volved la cara hacia mí y horrorizaos; poned la mano sobre la boca. Aun cuando recuerdo, me espanto; y el estremecimiento se apodera de mi carne. ¿Por qué viven los impíos y se envejecen, y además crecen en riquezas? Sus descendientes se establecen delante de ellos; sus vástagos permanecen ante sus ojos. Sus casas están libres de temor, y sobre ellos no está el azote de Dios. Su toro fecunda sin fallar; sus vacas paren y no pierden crías. Sus pequeños salen como si fueran manada; sus niños van danzando. Cantan al son del tamboril y del arpa; se regocijan al son de la flauta. Pasan sus días en la prosperidad, y con tranquilidad descienden al Seol. Luego dicen a Dios: "¡Apártate de nosotros! No queremos el conocimiento de tus caminos. ¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos? ¿De qué nos aprovechará que oremos ante él?" He aquí que la prosperidad de ellos no está en sus propias manos. ¡Lejos esté de mí el consejo de los impíos! ¿Cuántas veces es apagada la lámpara de los impíos, o viene sobre ellos la calamidad, o Dios en su ira les reparte destrucción? Son como la paja ante el viento, o como el tamo que arrebata el huracán. ¿Acumulará Dios castigo para sus hijos? ¡Séale dada a él retribución, para que aprenda! ¡Que sus propios ojos vean su ruina, y beba de la ira del Todopoderoso! Porque, ¿qué deleite tendrá él en su familia, después de morir, cuando el número de sus meses ha llegado a su fin? ¿Acaso se le enseñará sabiduría a Dios, siendo que él es quien juzga aun a los que están en lo alto? Uno muere en pleno vigor, estando del todo próspero y tranquilo, con sus lomos llenos de gordura y sus huesos empapados de tuétano. Y otro muere con el alma amargada, sin haber comido jamás con gusto. Pero ambos yacen en el polvo, y los gusanos los cubren. He aquí, yo conozco vuestros pensamientos y las intrigas que hacéis contra mí. Porque decís: "¿Dónde está la casa del noble? ¿Dónde está la morada que cobijaba a los impíos?" ¿No habéis preguntado a los que pasan por el camino? ¿No habéis reconocido sus indicaciones de que el malo es preservado en el día de la calamidad, y que serán conducidos en el día de la ira? ¿Quién le denuncia su camino ante su misma cara? ¿Quién le da su merecido por lo que ha hecho? Pero él será conducido al sepulcro, y sobre su túmulo se hará vigilancia. Los terrones del valle le serán dulces; detrás de él será arrastrado todo hombre, y delante de él los habrá innumerables. ¿Cómo, pues, me consoláis con palabras huecas? De vuestras respuestas sólo queda el engaño. Entonces intervino Elifaz el temanita y dijo: —¿Puede el hombre fuerte traer provecho a Dios? ¿Puede el hombre inteligente serle de provecho? ¿Le deleita al Todopoderoso el que tú seas justo? ¿Gana algo con que tú hagas perfectos tus caminos? ¿Es por tu piedad que él te reprende o acude contigo a juicio? ¿Acaso no será grande tu maldad, y sin fin tus iniquidades? Sin razón, tomabas prenda de tus hermanos, y despojabas de sus ropas a los desnudos. No dabas de beber agua al cansado, y al hambriento le privabas de pan. Como un hombre poderoso a quien le pertenece la tierra y un enaltecido que habita en ella, despedías a las viudas con las manos vacías y quebrantabas los brazos de los huérfanos. Por eso hay trampas alrededor de ti, y te turba el terror repentino, o las tinieblas, de modo que no veas y te cubra la abundancia de aguas. ¿Acaso no está Dios en lo alto de los cielos? ¡Observa la totalidad de las estrellas! ¡Cuán altas están! Sin embargo, tú dices: "¿Qué sabe Dios? ¿Podrá juzgar a través de la densa oscuridad? Las nubes le son un velo, y no puede ver, mientras se pasea por la bóveda del cielo." ¿Persistirás tú en el viejo camino que han transitado los hombres inicuos, los cuales fueron arrebatados antes de tiempo, y cuyos fundamentos fueron arrasados por un río? Ellos decían a Dios: "Apártate de nosotros." Y: "¿Qué puede hacernos el Todopoderoso?’ Aunque él haya llenado sus casas de bienes, ¡lejos esté de mí el consejo de los impíos! Los justos lo verán y se gozarán; el inocente se burlará de ellos, diciendo: "De veras han sido destruidos nuestros adversarios, y el fuego ha devorado lo que quedó de ellos." Trata, pues, de llevarte bien con Dios; reconcíliate, y por ello te vendrá prosperidad. Toma, pues, de su boca la instrucción y pon sus dichos en tu corazón. Si te vuelves al Todopoderoso, serás edificado. Si alejas de tu morada la maldad, y pones sobre el polvo el oro, el oro de Ofir, como si fuera piedras del arroyo, y si el Todopoderoso es tu oro y tu plata más escogida, entonces te deleitarás en el Todopoderoso y podrás alzar tu cara hacia Dios. Orarás a él, y él te escuchará; y podrás pagar tus votos. Decidirás algo, y se te realizará; la luz resplandecerá sobre tus caminos. Cuando sean abatidos, tú dirás: "Sean enaltecidos." Y Dios salvará al humilde de ojos. Librará al inocente; escapará por causa de la limpieza de tus manos. Entonces respondió Job y dijo: —Hoy también es amarga mi queja; su mano se ha hecho pesada sobre mi gemido. ¡Oh, si yo pudiera saber dónde hallar a Dios! Entonces iría hasta su morada. Expondría delante de él mi causa, y llenaría mi boca de argumentos. Yo sabría las palabras que él me respondería; y entendería lo que él me dijera. ¿Contendería conmigo con la grandeza de su fuerza? No; más bien, él me prestaría atención. Allí el justo podría argüir con él, y yo me libraría para siempre de mi Juez. Si voy al oriente, él no está allí; y si voy al occidente, no lo percibo. Cuando él actúa en el norte, no lo diviso; se vuelve al sur, pero no lo veo. Sin embargo, él conoce el camino en que ando; cuando él me haya probado, saldré como oro. Mis pies han seguido fielmente sus huellas; he guardado su camino y no me he apartado. No me he apartado del mandamiento de sus labios; en mi seno he guardado los dichos de su boca. Pero él es Unico; ¿quién le hará desistir? Lo que su alma desea, él lo hace. Ciertamente él completará lo que ha determinado acerca de mí, y tiene en mente muchas cosas semejantes. Por lo cual yo me turbo en su presencia; lo considero, y tengo miedo de él. Pero Dios ha debilitado mi valor; el Todopoderoso me ha aterrado. Sin embargo, no he sido silenciado por las tinieblas, ni porque me haya cubierto la oscuridad. ¿Por qué no han sido fijados los tiempos de parte del Todopoderoso? ¿Por qué los que le conocen no vislumbran sus días? Hay quienes remueven los linderos, roban rebaños y los apacientan. Se llevan el asno de los huérfanos y toman en prenda el buey de la viuda. A los necesitados desvían del camino. A una se esconden todos los pobres de la tierra. He aquí, como asnos monteses en el desierto, salen a su trabajo en busca de una presa; el Arabá les da el sustento para sus pequeños. Siegan en el campo su forraje y rebuscan en la viña del impío. Pasan la noche desnudos, sin ropa, y no tienen cubierta en el frío. Se mojan con los aguaceros de los montes, y a falta de refugio se abrazan a las rocas. Hay quienes arrancan del pecho a los huérfanos, y toman en prenda al bebé de los pobres. De modo que andan desnudos, sin vestido; y hambrientos, recolectan gavillas. Entre sus muros exprimen el aceite; pisan uvas en lagares, pero siguen sedientos. Desde la ciudad gimen los moribundos, y clama el alma de los heridos de muerte. Pero Dios no atiende Ellos están entre aquellos que se rebelan contra la luz, que no reconocen los caminos de Dios, ni permanecen en sus sendas. De madrugada se levanta el asesino, mata al pobre y necesitado, y de noche actúa como ladrón. El ojo del adúltero aguarda el anochecer diciendo: "Nadie me verá," y pone un velo sobre su cara. En la oscuridad minan las casas; de día se encierran, pues no conocen la luz. Ciertamente el amanecer es para ellos densa oscuridad, porque conocen los terrores de la densa oscuridad. Son veloces sobre la superficie de las aguas; la porción de ellos será maldita en la tierra. No volverán por el camino de las viñas. Como la sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve, el Seol arrebata a los que han pecado. El vientre materno se olvidará de él; los gusanos saborearán su dulzura, hasta que nadie lo recuerde; como árbol será quebrantada la iniquidad. Porque aflige a la estéril, que no da a luz; y a la viuda nunca hace el bien. A los fuertes arrastra con su poder; se levanta y no cree ni en su propia vida. Dios deja que se sientan seguros y que en ello se apoyen, pero sus ojos están sobre los caminos de ellos. Son ensalzados por un poco, pero desaparecen. Son abatidos y recolectados como malvas. Se marchitan como la cabeza de las espigas. Si no es así, ¿quién podrá desmentirme y reducir a la nada mi argumento? Pero ahora se ríen de mí los que son en edad más jóvenes que yo, aquellos a cuyos padres yo habría desdeñado poner junto con los perros de mi rebaño. ¿Para qué habría necesitado yo la fuerza de sus manos, si su vigor se había ido de ellos? Por la miseria y el hambre están anémicos; roen la tierra reseca, la tierra arruinada y desolada. Recogen malvas entre los arbustos y la raíz de la retama para calentarse. Están expulsados de la comunidad, y gritan contra ellos como a ladrones. Habitan en los barrancos de los arroyos, en los huecos de la tierra y de las peñas. Chillan entre los arbustos y se apiñan debajo de los espinos. ¡Insensatos! ¡También gente sin nombre, echados a golpes de la tierra! Pero ahora he llegado a ser su canción; soy el tema de su habladuría. Me abominan y se alejan de mí; no se refrenan de escupir mi cara. Porque Dios ha aflojado la cuerda de mi arco y me ha afligido, ellos se han desenfrenado en mi presencia. A la derecha se levanta la chusma; empujan mis pies y preparan contra mí sus destructivos caminos. Arruinan mi senda; se aprovechan de mi destrucción. No hay quien los detenga. Entran como por amplia brecha, y dan vueltas en medio de la devastación. Los terrores se han vuelto contra mí; mi honor es perseguido como por el viento, y ha pasado como la nube mi prosperidad. Ahora mi alma se derrama en mí; los días de la aflicción se han apoderado de mí. La noche me taladra los huesos, y los que me corroen no reposan. Con gran fuerza es desfigurada mi vestidura; me aprieta como el cuello de mi túnica. Tú me has arrojado en el lodo, y he llegado a ser como el polvo y la ceniza. Clamo a ti, y tú no me respondes; me presento, y tú no me atiendes. Te has vuelto cruel para conmigo; con el poder de tu mano me persigues. Me levantas, me haces cabalgar sobre el viento, y luego me deshaces en la tormenta. Porque sé que me conduces a la muerte, a la casa destinada para todos los vivientes. Sin embargo, ¿no extenderá su mano el que está en la ruina? ¿No clamará a él en su infortunio? ¿No he llorado por aquel cuya vida es difícil? ¿No ha tenido mi alma compasión por el necesitado? Cuando esperaba el bien, me vino el mal; cuando aguardaba la luz, vino la oscuridad. Mis entrañas hierven y no tienen sosiego; los días de mi aflicción me han alcanzado. Ando enlutado y sin consuelo; me levanto en la asamblea y clamo. He llegado a ser hermano de los chacales y compañero de las avestruces. Mi piel ennegrecida se me cae, y mis huesos arden de calor. Mi arpa ha llegado a ser para el duelo, y mi flauta para la voz de los que lloran. He hecho un pacto con mis ojos; ¿cómo, pues, hubiera podido fijar la mirada en una virgen? ¿Cuál sería entonces la porción que Dios me daría desde arriba, la heredad que da el Todopoderoso desde lo alto? ¿Acaso no habrá desgracia para el maligno e infortunio para los que obran iniquidad? ¿Acaso no ve él mis caminos y cuenta todos mis pasos? Si he andado con la vanidad y mi pie se ha apresurado al engaño, entonces que Dios me pese en la balanza de justicia, y conozca así mi integridad. Si mi paso se apartó del camino y mi corazón se fue en pos de mis ojos, o si alguna mancha se pegó a mis manos, entonces que otro coma lo que yo siembre, y sea desarraigado lo que plante. Si mi corazón ha sido seducido con respecto a una mujer, y si he acechado a la puerta de mi prójimo, entonces que muela para otro mi mujer, y sean otros los que se inclinen sobre ella. Porque aquello sería una infamia y un delito digno de castigo. Sería un fuego que devorase hasta la completa destrucción, y desarraigaría toda mi producción. Si he menospreciado el derecho de mi siervo o de mi sierva, cuando tuvieron litigio conmigo, ¿qué haré cuando Dios se levante? ¿Qué le responderé cuando me pida cuentas? El que me hizo a mí en el vientre, ¿no lo hizo también a él? ¿No nos formó uno mismo en la matriz? Si he estorbado los anhelos de los pobres y he hecho desfallecer los ojos de la viuda, si he comido mi bocado yo solo y no ha comido de él también el huérfano (aunque desde mi juventud yo lo crié como un padre y desde mi nacimiento la guié), si he visto a alguien perecer por falta de vestido o que el necesitado carezca de abrigo, si no me bendijeron sus lomos ni se abrigó con el vellón de mis ovejas, si he alzado mi mano contra el huérfano cuando me vi apoyado en el tribunal, entonces desgájese del hombro mi brazo, y sepárese mi brazo de mi antebrazo. Porque he temido el castigo de Dios, contra cuya majestad yo no podría actuar. Si puse al oro como objeto de mi confianza y al oro fino dije: "Tú eres mi seguridad," si me he alegrado porque era grande mi riqueza o porque mi mano haya logrado tanto, si he mirado al sol cuando resplandece y a la luna desplazándose en su esplendor, si en secreto fue seducido mi corazón y mi boca les envió un beso con la mano, esto también habría sido un delito digno de castigo; porque habría negado al Dios de lo alto. Si me he alegrado por el infortunio del que me aborrece, o me regocijé cuando le alcanzó el mal (yo no he entregado mi boca al pecado pidiendo su vida con imprecación), si los hombres de mi morada no decían: "¿Quién podrá hallar a alguien que no se haya saciado con su carne?" (el forastero no pasaba la noche en la calle, pues yo abría mis puertas al caminante), si cual Adán he encubierto mis transgresiones escondiendo en mi seno mi iniquidad (pues estaba alarmado de la gran multitud y me atemorizaba el desprecio de las familias, de modo que callé y no salí a mi puerta…) ¡Oh, si yo tuviera quién me oyese! He aquí mi firma. ¡Que el Todopoderoso me responda! ¡Que mi adversario escriba un acta contra mí! Ciertamente yo la llevaría sobre el hombro, y me la ceñiría cual corona. Yo le rendiría cuentas de todos mis pasos; como un príncipe me acercaría a él. Si mi tierra clama contra mí y junto con ella lloran sus surcos, si he comido de su fuerza sin pagarlo o he hecho expirar a sus dueños, entonces que me broten cardos en lugar de trigo y cizaña en lugar de cebada. Terminaron las palabras de Job. Estos tres hombres cesaron de responder a Job, porque él era justo ante sus propios ojos. Entonces se encendió contra Job la ira de Elihú hijo de Beraquel el buzita, de la familia de Ram. Se encendió su ira contra Job, por cuanto se justificaba más a sí mismo que a Dios. Igualmente, se encendió su ira contra los tres amigos, porque no hallaban qué responder, aunque habían condenado a Job. Elihú había esperado para hablar a Job, porque ellos eran mayores que él en edad. Pero al ver Elihú que no había respuesta en la boca de aquellos tres hombres, se encendió en ira. Entonces intervino Elihú hijo de Beraquel el buzita y dijo: —Yo soy menor en años, y vosotros sois ancianos; por eso tuve miedo y temí declararos mi opinión. Pensé que hablarían los días, y los muchos años darían a conocer sabiduría. No obstante, es el espíritu en el hombre, el soplo del Todopoderoso, que le hace entender. No son los mayores los sabios, ni los viejos los que disciernen lo justo. Por eso digo: Escuchadme, yo también expresaré mi parecer. He aquí, he esperado vuestras palabras; he escuchado vuestras razones, mientras rebuscabais qué decir. Yo os he prestado atención, pero he aquí que ninguno de vosotros ha logrado reprobar a Job o responder a sus dichos. No sea que digáis: "Hemos hallado la sabiduría; Dios lo refutará, no el hombre." El no dirigió sus palabras a mí, ni yo le responderé con vuestros dichos. Se desconcertaron; no volvieron a responder; se les fueron los razonamientos. ¿He de esperar porque ellos no hablan, porque pararon y no respondieron más? Yo también responderé mi parte; yo también expresaré mi parecer. Porque estoy lleno de palabras, y me impulsa mi espíritu dentro de mí. He aquí que mi interior es como vino sin respiradero, y como odres nuevos va a reventar. Hablaré, pues, y hallaré desahogo; abriré mis labios y responderé. Yo no haré distinción de personas, a ningún hombre adularé. Porque nunca he sabido adular; mi Hacedor me llevaría en breve. No obstante, oh Job, escucha, por favor, mis razones; atiende a todas mis palabras. He aquí, yo abro mi boca; mi lengua habla en mi paladar. Mis dichos declaran mi rectitud de corazón; lo que mis labios saben lo dicen con sinceridad. El Espíritu de Dios me hizo; el aliento del Todopoderoso me da vida. Si acaso puedes, respóndeme. Alístate y preséntate ante mí. He aquí que yo estoy, como tú, ante Dios; yo también fui formado de barro. He aquí, mi terror no te ha de espantar, ni mi mano pesará demasiado sobre ti. En verdad, tú hablaste a oídos míos; yo oí el sonido de tus palabras: "Yo soy limpio y sin transgresión; soy inocente, y no hay maldad en mí. He aquí, Dios halla pretextos contra mí y me considera su enemigo. Puso mis pies en el cepo y vigila todas mis sendas." He aquí yo te respondo que en esto no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre. ¿Por qué contiendes contra él, siendo que él no da cuenta de ninguna de sus palabras? Porque Dios habla de una manera, y de otra, pero nadie lo nota. Habla por sueños, en visión nocturna, cuando el sopor cae sobre los hombres, cuando uno se adormece sobre la cama. Entonces abre el oído de los hombres y sella la instrucción para ellos, para apartar al hombre de lo que hace, para destruir la arrogancia del varón, para librar su alma de la fosa y su vida de ser traspasada por la lanza. El es reprendido con dolor sobre su lecho, y con constante dolor en sus huesos. Hacen que su vida aborrezca el alimento; y su alma, su comida favorita. Su carne se consume hasta dejar de ser vista, y aparecen sus huesos que no se veían. Su alma se acerca a la fosa, y su vida a los que causan la muerte. Oh, si hubiese a su lado un ángel, un intercesor, uno entre mil, para declarar al hombre lo que le es recto, y que al ser favorecido por la gracia, dijese: "Líbralo de descender a la fosa, pues le he hallado rescate." Entonces su carne volvería a ser más tierna que en su adolescencia, y volvería a los días de su juventud. Oraría a Dios, y le sería favorable. Vería su rostro con gritos de júbilo, y Dios restituiría al hombre su justicia. Cantaría entre los hombres diciendo: "Yo había pecado y pervertido lo recto, y no me fue retribuido. El libró mi alma de pasar a la fosa, y mi vida verá la luz." He aquí, Dios hace todas estas cosas con el hombre, dos y tres veces, para restaurar su alma de la fosa y para iluminarlo con la luz de la vida. Atiende, oh Job; escúchame. Calla, y yo hablaré. Si tienes palabras, respóndeme. Habla, porque yo quiero justificarte. Y si no, escúchame. Calla, y yo te enseñaré sabiduría. Elihú continuó diciendo: —Oíd, oh sabios, mis palabras; vosotros, los que sabéis, atendedme. Porque el oído distingue las palabras, y el paladar prueba la comida. Escojamos lo que es correcto; conozcamos entre nosotros lo bueno. Pues Job ha dicho: "Yo soy justo, pero Dios me ha quitado mi derecho. ¿He de mentir respecto a mi derecho? Mi herida es incurable a pesar de que no hubo transgresión." ¿Qué hombre hay como Job, que bebe el escarnio como agua, que va en compañía con los que obran iniquidad, y anda con los hombres impíos? Pues ha dicho: "El hombre no sacará provecho de estar de acuerdo con Dios." Por tanto, oídme, hombres entendidos. ¡Lejos esté de Dios la impiedad, y del Todopoderoso la iniquidad! Porque él retribuye al hombre de acuerdo con sus obras, y hace que cada uno halle lo que corresponde a sus caminos. Realmente, Dios no hará injusticia; el Todopoderoso no pervertirá el derecho. ¿Quién le ha puesto a cargo de su tierra? ¿Quién le ha encomendado el mundo entero? Si él se propusiera en su corazón y retirara su espíritu y su aliento, toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo. Si has entendido, oye esto; escucha la voz de mis palabras: ¿Acaso gobernará el que aborrece el derecho? ¿Condenarás al Justo y Poderoso? El es el que dice al rey: "¡Perverso!" o a los nobles: "¡Impíos!" El no hace distinción de los príncipes, ni favorece al rico ante el pobre, pues todos son obra de sus manos. En un momento morirán, a medianoche. La gente será sacudida y pasará; los poderosos serán eliminados, y no por mano. Porque los ojos de Dios están sobre los caminos del hombre; él puede ver todos sus pasos. No hay tinieblas ni oscuridad para que allí se puedan esconder los que hacen iniquidad. Pues Dios no impone plazo al hombre para que vaya a juicio ante él. El quebranta a los fuertes sin consulta, y en lugar de ellos establece a otros. Por cuanto conoce los hechos de ellos; en una noche los trastorna, y son aplastados. Por sus maldades los castiga en un lugar donde lo vean. Porque dejaron de seguirle, y no consideraron ninguno de sus caminos, haciendo que el clamor del pobre llegase ante él, y que él oyera el clamor de los afligidos. Si él calla, ¿quién le inculpará? Si esconde su rostro, ¿quién lo contemplará? El está igualmente sobre pueblos e individuos, para evitar que reine el hombre impío y que ponga trampas al pueblo. Porque, ¿quién ha dicho a Dios: "Ya he llevado mi castigo; no volveré a ofender. Enséñame tú lo que yo no puedo ver; y si hice maldad, no lo volveré a hacer"? ¿Acaso ha de retribuir según tus condiciones, porque tú rechazas las suyas? Pues tú eres quien escoge, y no yo; habla entonces lo que sabes. Los hombres entendidos y el varón sabio que me escucha me lo dirán: "Job no habla sabiamente; sus palabras no son con entendimiento." ¡Oh, que Job fuera examinado a fondo, pues responde como los hombres inicuos! Porque a su pecado añade la rebelión; aplaude en medio de nosotros y multiplica sus palabras contra Dios. Entonces intervino Bildad el sujita y dijo: —El dominio y el terror son de Dios; él hace la paz en sus alturas. ¿Tienen número sus tropas? ¿Sobre quién no se levanta su luz? ¿Cómo puede el hombre ser justo ante Dios? ¿Cómo será limpio el que nace de mujer? Si ni la misma luna le resplandece ni aun las estrellas son puras ante sus ojos, ¡cuánto menos el hombre, que es una larva; el ser humano, que es un gusano! Entonces respondió Job y dijo: —¿En qué has ayudado al que no tiene poder o librado al brazo que no tiene fuerza? ¿Qué has aconsejado al que no tiene sabiduría? ¿Qué sano conocimiento has enseñado en plenitud? ¿Con la ayuda de quién has pronunciado palabras, y de quién es el espíritu que habla en ti? Tiemblan las sombras de los muertos, debajo de las aguas y de los que las habitan. El Seol está desnudo delante de Dios, y el Abadón no tiene cubierta. El despliega el norte sobre el vacío y suspende la tierra sobre la nada. El encierra las aguas en sus nubes, y las nubes no se rompen a causa de ellas. El cubre la faz de la luna llena, y sobre ella extiende una nube. El trazó el horizonte sobre la faz de las aguas, hasta el límite de la luz con las tinieblas. Las columnas de los cielos se estremecen y están atónitas ante su reprensión. El aquietó el mar con su poder, y con su entendimiento aniquiló a Rahab. Con su soplo despejó los cielos, y su mano atravesó a la serpiente furtiva. He aquí, éstos son tan sólo los bordes de sus caminos. ¡Cuán leve murmullo hemos oído de él! Pero el trueno de su poderío, ¿quién lo podrá comprender? Job continuó su discurso y dijo: —¡Vive Dios, quien ha quitado mi derecho; y el Todopoderoso, que ha amargado mi alma, que mientras haya aliento en mí y el hálito de Dios esté en mi nariz, mis labios no hablarán perversidad, ni mi lengua proferirá engaño! ¡Lejos esté de mí el daros la razón! Hasta que muera, no renunciaré a mi integridad. Me he aferrado a mi rectitud y no la cederé. No me reprochará mi corazón mientras viva. Sea como el impío mi enemigo, y como el inicuo el que se levanta contra mí. Porque, ¿qué esperanza tiene el impío, por mucho que gane, si Dios le despoja de su vida? ¿Escuchará Dios su clamor, cuando le sobrevenga la calamidad? ¿Se deleitará en el Todopoderoso? ¿Invocará a Dios en todo tiempo? Yo os enseñaré acerca del poder de Dios; no ocultaré lo que concierne al Todopoderoso. Si todos vosotros lo habéis visto, ¿por qué os hacéis tan vanos? Esta es la porción de parte de Dios para el hombre impío, la heredad que los tiranos recibirán de parte del Todopoderoso: Aunque sus hijos se hayan multiplicado, serán para la espada; y sus vástagos no se saciarán de pan. Sus sobrevivientes serán sepultados por la plaga, y sus viudas no llorarán. Si amontona plata como polvo, y si prepara ropa como barro, él la preparará, pero el justo se vestirá con ella, y el inocente repartirá la plata. Como la araña edifica él su casa, como la cabaña que hace un guardián. Se acostará rico, pero dejará de serlo; abrirá sus ojos, y todo habrá desaparecido. Los terrores lo alcanzarán como aguas; el huracán lo arrebatará de noche. El viento oriental lo levantará, y se irá; así lo arrancará de su lugar. Dios descargará contra él y no tendrá compasión, y él se esforzará para escapar de su poder. Contra él batirá las manos, y silbará contra él desde su lugar. Ciertamente la plata tiene su mina, y el oro un lugar donde lo refinan; el hierro se extrae del polvo, y el cobre es fundido de la piedra. El hombre pone fin a la oscuridad, y examina en los lugares más recónditos las piedras de la oscuridad y de las tinieblas. Abre socavones en las minas, lejos de las poblaciones, olvidados por el pie del ser humano; allí se descuelgan y se balancean. La tierra, de la cual proviene el pan, pero cuyo interior se transforma como con fuego, es el lugar cuyas piedras son de zafiro y cuyo polvo es de oro. Es una senda que el ave de rapiña no conoce, ni jamás ha mirado el ojo del halcón. Nunca la han pisoteado fieras arrogantes, ni por ella caminó el león. El hombre extiende su mano hacia el pedernal, y trastorna de raíz las montañas. Abre canales en las rocas, y sus ojos ven todo lo preciado. Detiene los ríos en sus fuentes, y hace que lo secreto salga a la luz. Pero, ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde está el lugar del entendimiento? El hombre no conoce el valor de ella; no se halla en la tierra de los vivientes. El océano dice: "Ella no está en mí." El mar dice: "Tampoco está conmigo." Por ella no se dará oro fino, ni por su precio se pesará plata. No se puede pagar por ella con oro de Ofir, ni con ónice precioso, ni con zafiro. Ni el oro ni el cristal son comparables a ella; no será dada a cambio de objetos de oro fino. El coral y el cristal de roca, ni mencionarlos; pues el valor de la sabiduría es mayor que el de las perlas. No será comparado con ella el topacio de Etiopía, ni se puede pagar por ella con oro fino. ¿De dónde, pues, proviene la sabiduría? ¿Dónde está el lugar del entendimiento? Está encubierto a los ojos de todo ser viviente; les está oculto a todas las aves del cielo. El Abadón y la Muerte dicen: "Su fama hemos oído con nuestros oídos." Sólo Dios entiende el camino de ella; él conoce su lugar. Porque él contempla los confines de la tierra y ve debajo de todos los cielos. Cuando él le dio peso al viento y determinó la medida de las aguas, cuando le dio estatuto a la lluvia y camino a relámpagos y truenos, entonces él la vio y la declaró; la estableció y también la escudriñó. Y dijo al hombre: "Ciertamente el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal es el entendimiento." Job continuó su discurso y dijo: —¡Quién me concediese ser como en los meses pasados, como en los días cuando Dios me guardaba! Entonces él hacía resplandecer su lámpara sobre mi cabeza, y a su luz yo caminaba en la oscuridad. Así fue en los días de mi vigor, cuando la amistad íntima de Dios estaba sobre mi morada; cuando el Todopoderoso aún estaba conmigo, y mis hijos estaban alrededor de mí; cuando mis pasos se bañaban en leche, y la roca me vertía corrientes de aceite. Entonces yo iba al tribunal de la ciudad, y alistaba mi asiento en la plaza. Los jóvenes me veían y se hacían a un lado; los ancianos se levantaban y permanecían de pie. Los magistrados detenían sus palabras, y ponían la mano sobre sus bocas. La voz de los nobles se apagaba, y su lengua se pegaba a su paladar. Cuando los oídos me oían, me llamaban: "¡Dichoso!" Cuando los ojos me veían, daban testimonio en mi favor. Porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que no tenía quien le ayudara. La bendición del moribundo caía sobre mí, y yo daba alegría al corazón de la viuda. Yo me vestía de rectitud, y ella me vestía a mí; como manto y turbante era mi justicia. Yo era ojos para el ciego; y pies para el cojo. Era un padre para los necesitados, e investigaba la causa que no conocía. Yo rompía las quijadas del inicuo, y de sus dientes arrancaba la presa. Yo me decía: "En mi nido expiraré, y multiplicaré mis días como la arena." Mi raíz alcanzaba hasta las aguas, y de noche el rocío se posaba en mis ramas. Mi honra se mantenía nueva en mí, y mi arco se renovaba en mi mano. Ellos me escuchaban y esperaban; ante mi consejo guardaban silencio. Después de mi palabra no volvían a hablar, y mi discurso destilaba sobre ellos. Me esperaban como a la lluvia, y abrían su boca como a la lluvia tardía. Cuando me reía con ellos, ¡no lo creían! No dejaban decaer la luz de mi rostro. Yo escogía el camino para ellos, y me sentaba como su jefe. Yo vivía como un rey que está en medio de sus tropas, como el que consuela a los que están de duelo. Elihú continuó diciendo: —¿Piensas que es correcto que digas: "Soy más justo que Dios"? Porque has dicho: "¿Qué te importa a ti la ventaja que yo saque de mi pecado?" Yo te responderé con argumentos, a ti y a tus amigos contigo: Mira los cielos y observa; contempla las nubes, las cuales están más altas que tú. Si pecas, ¿qué logras tú contra él? Si tus rebeliones se multiplican, ¿qué le podrás hacer a él? Si eres justo, ¿qué le darás a él? ¿O qué recibirá él de tu mano? Tu impiedad es para un hombre como tú, y tu justicia para el ser humano. Claman a causa de la mucha opresión; gritan a causa del poderío de los grandes. Sin embargo, nadie pregunta: "¿Dónde está Dios, mi Hacedor, que da canciones en la noche, que nos enseña por medio de los animales de la tierra, y que nos hace sabios mediante las aves de los cielos?" Allí claman, pero él no responde, a causa de la soberbia de los malos. Ciertamente Dios no escucha la falsedad; el Todopoderoso ni la mira. ¡Cuánto menos cuando dices que aunque no lo veas, tu causa está delante de él, y que a él tú esperas! Ahora bien, porque su ira no ha castigado, ni ha considerado de veras la rebelión, vanamente ha abierto Job su boca, y sin conocimiento multiplica palabras. Y Elihú siguió diciendo: —Espérame un poco, y te informaré, pues aún tengo palabras a favor de Dios. Desde lejos traeré mi saber, y atribuiré justicia a mi Hacedor. Pues ciertamente mis palabras no son mentira; contigo está alguien que es completo en conocimiento. He aquí que Dios es poderoso, pero no desprecia a nadie. Es poderoso en la fuerza del entendimiento. No otorga vida al impío, pero a los afligidos concede justicia. No aparta sus ojos de los justos; los hace sentar en tronos junto con los reyes para siempre, y los enaltece. Aunque estén presos con grilletes y atrapados con cuerdas de aflicción, él les declara lo que han hecho, y sus transgresiones, pues ellos mismos se enaltecieron. El abre el oído de ellos a la corrección y manda que se vuelvan de la iniquidad. Si ellos escuchan y le sirven, acabarán sus días con bienestar y sus años con prosperidad. Pero si no escuchan, serán traspasados por la lanza y perecerán en su ignorancia. Pues los impíos de corazón acumulan ira; no clamarán cuando él los ate. Ellos mismos morirán en la juventud, y acabarán sus vidas entre los pervertidos. El libra al afligido en su aflicción; en medio de la opresión abre sus oídos. También te induce a salir de las fauces de la tribulación a un lugar espacioso, libre de restricciones, al solaz de tu mesa llena de abundancia. Pero a ti, por estar lleno del juicio que merece el impío, el juicio y la justicia te echarán mano. Por lo cual teme, no sea que te tiente la abundancia, ni el mucho soborno te desvíe. En la desgracia no te ayudará tu clamor, ni todos tus esfuerzos. No anheles la noche, cuando los pueblos se desvanecen en su lugar. Cuídate de no volver a la iniquidad, porque eso escogiste más que la aflicción. He aquí que Dios es exaltado en su poder. ¿Quién hay que enseñe como él? ¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Quién le dirá: "Has hecho maldad"? Acuérdate de engrandecer su obra, de la cual cantan los hombres. Todos los hombres la han visto; el ser humano la mira de lejos. He aquí que Dios es tan sublime, que nosotros no le podemos conocer. Es inescrutable el número de sus años. El atrae las gotas del agua y a la lluvia convierte en vapor, el cual destilan las nubes y chorrean en abundancia sobre los hombres. ¿Quién podrá comprender de veras el despliegue de las nubes, y el tronar de su bóveda? He aquí que sobre ella despliega su luz, y cubre las profundidades del mar. Pues por medio de ellos gobierna a los pueblos y da comida en abundancia. Con sus manos cubre el rayo y le manda dar en su blanco. Su trueno anuncia su presencia; ciertamente tiene celo contra la iniquidad. También por esto tiembla mi corazón y salta fuera de su lugar. Oíd atentamente el estruendo de su voz, el retumbo que sale de su boca. Debajo de todos los cielos lo desencadena y su relámpago cubre los confines de la tierra. Después de él ruge el trueno; truena con su majestuosa voz. Cuando se oye su sonido, él no lo detiene. Dios truena maravillosamente con su voz; hace grandes cosas que no las podemos comprender. Pues a la nieve dice: "¡Desciende a la tierra!"; y a la lluvia y al aguacero: "¡Sed impetuosos, oh lluvia y aguaceros!" Pone su sello en la mano de todo hombre, para que todos los hombres reconozcan la obra suya. La fiera entra en su escondrijo y permanece en su guarida. El huracán viene de su cámara; y el frío, de los vientos del norte. Por el soplo de Dios se forma el hielo, y se solidifica la extensión de las aguas. El también recarga las nubes de humedad, y la nube dispersa sus relámpagos. Por su designio las hace girar alrededor, para que realicen todo lo que les ordene sobre la faz de su mundo habitado. Unas veces como azote, otras veces por causa de su tierra y otras veces por misericordia él las hace aparecer. Presta atención a esto, oh Job; detente y reflexiona en las obras maravillosas de Dios. ¿Sabes tú cómo las pone Dios y hace aparecer su nube luminosa? ¿Sabes tú cómo flotan las nubes, las maravillas de aquel que es perfecto en conocimiento? Tú, cuyas ropas quedan calientes cuando la tierra es silenciada a causa del viento del sur, ¿has extendido con él la bóveda celeste, firme cual espejo de metal laminado? Muéstranos qué le hemos de decir, pues no podemos organizar nuestras ideas a causa de las tinieblas. ¿Habrá que informarle que yo he de hablar? ¿Se le ha de referir lo que diga el hombre? Y ahora, nadie puede mirar el sol que resplandece entre las nubes, cuando pasa el viento y las despeja. Del norte viene un dorado esplendor; alrededor de Dios hay una temible majestad. El Todopoderoso, a quien no podemos alcanzar, es sublime en poder y en justicia. Es grande en rectitud; no oprime. Por tanto, le temen los hombres. El no mira a ninguno de los que se creen sabios. Entonces Jehovah respondió a Job desde un torbellino y dijo: —¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin conocimiento? Cíñete, pues, los lomos como un hombre; yo te preguntaré, y tú me lo harás saber: ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes entendimiento. ¿Quién determinó sus medidas? Porque tú lo debes saber. ¿O quién extendió sobre ella un cordel? ¿Sobre qué están afirmados sus cimientos? ¿O quién puso su piedra angular, cuando aclamaban juntas las estrellas del alba, y gritaban de júbilo todos los hijos de Dios? ¿Quién contuvo mediante compuertas el mar, cuando irrumpiendo salió del vientre; cuando le puse las nubes por vestido y la oscuridad como pañal? Yo establecí sobre él un límite y le puse cerrojos y puertas. Le dije: "Hasta aquí llegarás y no seguirás adelante. Aquí cesará la soberbia de tus olas." ¿Alguna vez en tu vida diste órdenes a la mañana? ¿Has mostrado a la aurora su lugar, para que al tomar por los extremos la tierra, sean sacudidos de ella los impíos? Ella se transforma cual la arcilla en el molde, y se presenta como una vestidura. Entonces la luz es quitada a los impíos, y es quebrantado el brazo enaltecido. ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar? ¿Has andado escudriñando el abismo? ¿Te han sido reveladas las puertas de la muerte? ¿Has visto las puertas de la densa oscuridad? ¿Has reflexionado acerca de la amplitud de la tierra? ¡Decláralo, si sabes todo esto! ¿Dónde está el camino hacia la morada de la luz? ¿Y dónde está el lugar de las tinieblas, para que las repliegues a su territorio y para que disciernas el camino a su morada? Tú lo debes saber, porque entonces ya habías nacido, y es muy grande el número de tus días. ¿Has entrado en los depósitos de la nieve, o has visto los depósitos del granizo que tengo reservados para el tiempo de la angustia, para el día de la batalla y de la guerra? ¿Dónde está el camino por el cual se distribuye la luz, y se desplaza sobre la tierra el viento oriental? ¿Quién abre cauce al aluvión, y camino a relámpagos y truenos, haciendo llover sobre la tierra sin hombres, sobre el desierto donde no hay un ser humano; para saciar la tierra arruinada y desolada, y para hacer brotar la hierba? ¿Acaso la lluvia tiene un padre? ¿O quién engendró las gotas del rocío? ¿Del vientre de quién salió el hielo? A la escarcha del cielo, ¿quién la dio a luz? Las aguas se congelan como piedra, y se endurece la superficie del océano. ¿Podrás unir con cadenas a las Pléyades o aflojar las cuerdas de Orión? ¿Harás salir las constelaciones en su respectivo tiempo? ¿Guiarás a la Osa Mayor junto con sus hijos? ¿Conoces las leyes de los cielos? ¿Podrás establecer su dominio en la tierra? ¿Alzarás a las nubes tu voz para que te cubra abundancia de aguas? ¿Enviarás los relámpagos, de modo que vayan y te digan: "¡Aquí nos tienes!"? ¿Quién puso sabiduría en el ibis? ¿Quién dio inteligencia al gallo? ¿Quién puede contar las nubes con sabiduría? ¿Quién puede hacer que se inclinen las tinajas de los cielos, cuando el polvo se endurece como sólido y los terrones se pegan unos con otros? ¿Cazarás presa para la leona? ¿Saciarás el apetito de sus cachorros cuando se recuestan en sus guaridas y se quedan en la espesura, en sus escondrijos? ¿Quién prepara al cuervo su comida cuando sus polluelos claman a Dios y andan errantes por falta de alimento? ¿Conoces tú el tiempo en que paren las cabras monteses? ¿Has observado el parto de las gacelas? ¿Has contado los meses que cumplen? ¿Conoces el tiempo cuando han de parir? Se encorvan, expulsan sus crías y luego se libran de sus dolores. Sus hijos se fortalecen y crecen en campo abierto; luego se van y no vuelven más a ellas. ¿Quién dejó libre al asno montés? ¿Quién soltó las ataduras del onagro? Yo puse el Arabá como su casa, y las tierras saladas como su morada. Se burla del bullicio de la ciudad; no escucha los gritos del arriero. Explora los montes tras su pasto, y busca todo lo que es verde. ¿Consentirá en servirte el toro salvaje y pasar la noche junto a tu pesebre? ¿Atarás al toro salvaje con coyundas para el surco? ¿Rastrillará los valles tras de ti? ¿Confiarás en él, por ser grande su fuerza, y descargarás sobre él el peso de tu labor? ¿Crees que él ha de regresar para recoger el grano de tu era? Se agitan alegremente las alas del avestruz; ¿pero acaso sus alas y su plumaje son los de la cigüeña? Porque ella abandona sus huevos en la tierra, y sobre el polvo los deja calentarse. Y se olvida que un pie los puede aplastar o que los animales del campo los pueden pisotear. Trata con dureza a sus hijos, como si no fueran suyos, sin temor de que su trabajo haya sido en vano. Es que Dios le hizo olvidar la sabiduría y no le repartió inteligencia. Pero cuando levanta las alas para correr, se ríe del caballo y del jinete. ¿Diste bravura al caballo? ¿Engalanaste de crines su cuello? ¿Lo harás brincar como a una langosta? El resoplido de su nariz es temible. Escarba en el valle y se regocija con fuerza; sale al encuentro de las armas. Se ríe del miedo y no se espanta; no vuelve atrás ante la espada. Sobre él resuenan la aljaba, la hoja de la lanza y la jabalina. Con estrépito y furor devora la distancia y no se detiene aunque suene la corneta. Relincha cada vez que suena la corneta, y desde lejos olfatea la batalla, la voz tronadora de los oficiales y el grito de guerra. ¿Es por tu inteligencia que el halcón emprende el vuelo y extiende sus alas hacia el sur? ¿Es por tu mandato que el águila se eleva y pone en lo alto su nido? En las peñas habita y pernocta en la cumbre de la peña, en lugar inaccesible. Desde allí acecha la presa; sus ojos la observan de muy lejos. Luego sus polluelos chupan la sangre. Donde haya cadáveres, allí estará ella. Jehovah continuó y dijo a Job: —¿Desistirá el que contiende con el Todopoderoso? El que argumenta con Dios, que responda a esto. Entonces Job respondió a Jehovah y dijo: —He aquí que yo soy insignificante. ¿Qué te he de responder? Pongo mi mano sobre mi boca. Una vez hablé y no volveré a responder; aun dos veces, pero no continuaré. Entonces Jehovah respondió a Job desde el torbellino y dijo: —Cíñete, pues, los lomos como un hombre; yo te preguntaré, y tú me lo harás saber: ¿Acaso invalidarás mi juicio? ¿Me condenarás a mí para justificarte tú? ¿Tienes tú un brazo como el de Dios? ¿Y truenas con una voz como la de él? Adórnate, pues, de majestad y alteza; vístete de gloria y esplendor. Difunde la indignación de tu furor; mira a todo soberbio y humíllalo. Mira a todo soberbio y somételo; pisotea a los impíos en su sitio. Entiérralos juntos en el polvo; encierra sus rostros en lugares ocultos. Entonces yo también reconoceré que tu mano derecha te dará la victoria. He allí el Behemot, al cual yo hice junto contigo. Come hierba como el buey. He aquí que su fuerza está en sus lomos y su vigor en los músculos de su vientre. Pone su cola tensa como un cedro, y los nervios de sus muslos están entretejidos. Sus huesos son como tubos de bronce, y su osamenta como barras de hierro. Es una obra maestra de Dios. Sólo su Hacedor le puede acercar su espada. Pues los montes producen hierba para él, donde retozan todos los animales del campo. Se recuesta debajo del loto en lo oculto del cañaveral y del pantano. Las plantas de loto lo cubren con su sombra; lo rodean los sauces del arroyo. He aquí que cuando el río se desborda, él no se apresura a escapar. Estará confiado aunque todo el Jordán se arroje contra su boca. ¿Lo atrapan cuando está vigilando? ¿Le perforan la nariz con garfios? ¿Sacarás tú al Leviatán con anzuelo? ¿Sujetarás con una cuerda su lengua? ¿Pondrás soga de juncos en sus narices? ¿Horadarás con gancho su quijada? ¿Acaso te colmará de ruegos? ¿Te hablará con palabras sumisas? ¿Hará un trato contigo, para que lo tomes por siervo perpetuo? ¿Jugarás con él como con un pájaro? ¿Lo atarás para tus niñas? ¿Negociarán por él los grupos de pescadores? ¿Se lo repartirán entre sí los mercaderes? ¿Podrás llenar de arpones su piel o su cabeza con lanza de pescar? Pon sobre él tu mano: Te acordarás de la batalla, ¡y nunca volverás a hacerlo! He aquí que toda esperanza del hombre se frustra, porque ante su solo aspecto uno cae hacia atrás. Nadie hay tan osado que lo despierte. ¿Quién podrá presentarse delante de él? ¿Quién me ha dado primero para que yo le restituya? ¡Todo lo que hay debajo del cielo, mío es! No guardaré silencio acerca de sus miembros, ni de sus proezas, ni de su gallarda figura. ¿Quién podrá levantar la superficie de su vestidura? ¿Quién se acercará a él con su doble coraza? ¿Quién abrirá sus fauces? Hay terror alrededor de sus dientes. Su espalda está recubierta de hileras de escamas herméticamente unidas entre sí. La una se junta con la otra, de modo que ni el aire puede pasar entre ellas. Pegadas están unas con otras; están trabadas entre sí y no se podrán separar. Sus estornudos lanzan destellos de luz; sus ojos son como los párpados del alba. De su boca salen llamaradas; escapan chispas de fuego. De sus narices sale humo, como de olla que hierve al fuego. Su aliento enciende los carbones, y de su boca salen llamaradas. Su poderío reside en su cuello; ante su presencia surge el desaliento. Los pliegues de su carne son apretados; son sólidos e inamovibles. Su corazón es sólido como una roca, sólido como la piedra inferior de un molino. Cuando él se levanta, los poderosos sienten pavor y retroceden ante el quebrantamiento. La espada que lo alcanza no lo afecta; tampoco la lanza, ni el dardo, ni la jabalina. Al hierro estima como paja, y a la madera como a la corrosión del cobre. Las flechas no le hacen huir; las piedras de la honda le son como rastrojo. Al garrote considera hojarasca; se ríe del blandir de la jabalina. Por debajo tiene escamas puntiagudas; deja huellas como un trillo sobre el lodo. Hace hervir el abismo como caldera y convierte el mar en una olla de ungüentos. Tras de sí hace resplandecer un sendero; como si el océano tuviera blanca cabellera. No existe sobre la tierra algo semejante; está hecho exento de temor. Menosprecia todo lo que es alto; es el rey de todas las fieras arrogantes. Entonces Job respondió a Jehovah y dijo: —Reconozco que tú todo lo puedes, y que no hay plan que te sea irrealizable. "¿Quién es ese que encubre el consejo, con palabras sin entendimiento?" Ciertamente dije cosas que no entendía, cosas demasiado maravillosas para mí, las cuales jamás podré comprender. Escucha, por favor, y hablaré: "Yo te preguntaré, y tú me lo harás saber." De oídas había oído de ti, pero ahora mis ojos te ven. Por tanto, me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza. Y aconteció, después que Jehovah habló estas palabras a Job, que Jehovah dijo a Elifaz el temanita: —Mi ira se ha encendido contra ti y tus dos compañeros, porque no habéis hablado lo recto acerca de mí, como mi siervo Job. Ahora pues, tomad para vosotros siete toros y siete carneros, id a mi siervo Job y ofreced holocausto por vosotros. Entonces mi siervo Job orará por vosotros, porque a él atenderé para no trataros con afrenta. Porque no habéis hablado lo recto acerca de mí, como mi siervo Job. Entonces fueron Elifaz el temanita, Bildad el sujita y Zofar el namatita, e hicieron como Jehovah les había dicho. Y Jehovah atendió a Job. Jehovah restauró a Job, cuando él oraba por sus amigos, y aumentó Jehovah al doble todo lo que había pertenecido a Job. Entonces vinieron a él todos sus hermanos, todas sus hermanas y todos los que le habían conocido antes, y comieron con él en su casa. Se compadecieron de él y lo consolaron por todo aquel mal que Jehovah había traído sobre él. Cada uno de ellos le dio una pieza de dinero y un pendiente de oro. Jehovah bendijo los últimos días de Job más que los primeros, y llegó a tener 14.000 ovejas, 6.000 camellos, 1.000 yuntas de bueyes y 1.000 asnos. Tuvo también siete hijos y tres hijas. A la primera le puso por nombre Jemima; el nombre de la segunda era Quesia, y el nombre de la tercera, Queren-hapuj. No había en toda la tierra mujeres tan hermosas como las hijas de Job, y su padre les dio herencia entre sus hermanos. Después de esto, Job vivió 140 años y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta cuatro generaciones. Y murió Job anciano y lleno de años. Bienaventurado el hombre que no anda según el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los burladores. Más bien, en la ley de Jehovah está su delicia, y en ella medita de día y de noche. Será como un árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo y cuya hoja no cae. Todo lo que hace prosperará. No sucede así con los impíos, que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los impíos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque Jehovah conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos perecerá. ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos traman cosas vanas? Se presentan los reyes de la tierra, y los gobernantes consultan unidos contra Jehovah y su ungido, diciendo: "¡Rompamos sus ataduras! ¡Echemos de nosotros sus cuerdas!" El que habita en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos. Entonces les hablará en su ira y los turbará en su furor: "¡Yo he instalado a mi rey en Sion, mi monte santo!" Yo declararé el decreto: Jehovah me ha dicho: "Tú eres mi hijo; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por heredad las naciones, y por posesión tuya los confines de la tierra. Tú los quebrantarás con vara de hierro; como a vasija de alfarero los desmenuzarás." Y ahora, oh reyes, sed sabios; aceptad la corrección, oh gobernantes de la tierra. Servid a Jehovah con temor y alegraos con temblor. Besad al hijo, no sea que se enoje y perdáis el camino; pues se enciende de pronto su ira. ¡Bienaventurados todos los que en él se refugian! (Salmo de David compuesto cuando huía de su hijo Absalón) ¡Oh Jehovah, cuánto se han multiplicado mis enemigos! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos dicen acerca de mí: "¡Dios no lo librará!" (Selah) Pero tú, oh Jehovah, eres escudo alrededor de mí; eres mi gloria y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehovah, y él me respondió desde su santo monte. (Selah) Yo me acosté y dormí. Desperté, porque Jehovah me sostuvo. No temeré a las decenas de millares del pueblo que han puesto sitio contra mí. ¡Levántate, oh Jehovah! ¡Sálvame, Dios mío! Porque a todos mis enemigos has golpeado en la mejilla, y has quebrantado los dientes de los impíos. De Jehovah viene la salvación. ¡Sobre tu pueblo sea tu bendición! (Selah) (Al músico principal. Con Neguinot. Salmo de David) ¡Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia! Tú que en la angustia ensanchaste mi camino, ten misericordia de mí y oye mi oración. Oh hijos del hombre, ¿hasta cuándo convertiréis mi honra en infamia, amaréis la vanidad y buscaréis el engaño? (Selah) Sabed que Jehovah ha apartado al piadoso para sí; Jehovah oirá cuando yo clame a él. Temblad y no pequéis. Reflexionad en vuestro corazón sobre vuestra cama y estad en silencio. (Selah) Ofreced sacrificios de justicia y confiad en Jehovah. Muchos dicen: "¿Quién nos mostrará el bien?" Haz brillar sobre nosotros, oh Jehovah, la luz de tu rostro. Tú has dado tal alegría a mi corazón que sobrepasa a la alegría que ellos tienen con motivo de su siega y de su vendimia. En paz me acostaré y dormiré; porque sólo tú, oh Jehovah, me haces vivir seguro. (Al músico principal. Para Nejilot. Salmo de David) Escucha, oh Jehovah, mis palabras; considera mi suspiro. Atiende a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Jehovah, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré ante ti y esperaré. Porque tú no eres un Dios que se complace en la perversidad; la maldad no habitará junto a ti. Los arrogantes no se presentarán ante tus ojos; aborreces a los que obran iniquidad. Destruirás a los que hablan mentira; al hombre sanguinario y engañador abomina Jehovah. Pero yo, por la abundancia de tu gracia, entraré en tu casa y en tu temor me postraré hacia tu santo templo. Guíame, oh Jehovah, en tu justicia, a causa de mis enemigos. Endereza tu camino delante de mí. Porque no hay sinceridad en su boca; sus entrañas están llenas de destrucción. Su garganta es un sepulcro abierto, y con su lengua hablan lisonjas. Decláralos culpables, oh Dios; caigan por sus propios consejos. Echalos por la multitud de sus rebeliones, porque se rebelaron contra ti. Se alegrarán todos los que confían en ti; para siempre gritarán de júbilo, pues tú los proteges. Los que aman tu nombre se regocijarán en ti, porque tú, oh Jehovah, bendecirás al justo; como un escudo lo rodearás con tu favor. (Al músico principal. Con Neguinot. Sobre Seminit. Salmo de David) Oh Jehovah, no me reprendas en tu furor, ni me castigues con tu ira. Ten misericordia de mí, oh Jehovah, porque desfallezco. Sáname, oh Jehovah, porque mis huesos están abatidos. También mi alma está muy turbada; y tú, oh Jehovah, ¿hasta cuándo? Vuelve, oh Jehovah; libra mi alma. Sálvame por tu misericordia, porque en la muerte no hay memoria de ti; ¿quién te alabará en el Seol? Me he agotado de tanto gemir. Toda la noche inundo mi cama y con mis lágrimas empapo mi lecho. Mis ojos están debilitados por el pesar; se han envejecido a causa de todos mis adversarios. Apartaos de mí, todos los que obráis iniquidad, porque Jehovah ha oído la voz de mi llanto. ¡Jehovah ha escuchado mi ruego! ¡Jehovah ha aceptado mi oración! Todos mis enemigos se avergonzarán y se aterrarán. Retrocederán y de repente serán avergonzados. (Sigayón de David, que cantó a Jehovah con respecto a las palabras de Cus el benjaminita) Oh Jehovah, Dios mío, en ti me he refugiado. Sálvame de todos los que me persiguen y líbrame. No sea que arrebaten mi alma como el león que despedaza, sin que haya quien libre. Oh Jehovah, Dios mío, si yo he hecho esto, si hay en mis manos iniquidad, si recompensé mal al que estaba en paz conmigo, si despojé sin razón a mi adversario, entonces persiga el enemigo a mi alma, y que la alcance; pise en tierra mi vida, y mi honor eche por tierra. (Selah) ¡Levántate, oh Jehovah, con tu furor! Alzate contra la ira de mis angustiadores, y despierta el juicio que has ordenado para mí. Entonces te rodeará la congregación de los pueblos, y hacia ella vuélvete en lo alto. Jehovah juzgará a los pueblos; júzgame, oh Jehovah, de acuerdo con mi justicia y mi integridad. Acábese ya la maldad de los impíos, y establece al justo; pues el Dios justo pone a prueba los corazones y las conciencias. Mi escudo está en Dios, quien salva a los de recto corazón. Dios es el que juzga al justo; es un Dios que emite sentencia cada día. Si el impío no se arrepiente, afilará su espada; ha dispuesto su arco y lo ha preparado. También ha alistado para sí armas de muerte y ha hecho incendiarias sus flechas. He aquí que gesta maldad, concibe afanes y da a luz mentira. Cava un pozo y lo ahonda; pero en la fosa que hace caerá. Su afán se volverá contra su propia cabeza; y la violencia que ha practicado recaerá sobre su coronilla. Pero yo alabaré a Jehovah por su justicia, y cantaré al nombre de Jehovah el Altísimo. (Al músico principal. Sobre Guitit. Salmo de David) Oh Jehovah, Señor nuestro, ¡cuán grande es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos. De la boca de los pequeños y de los que todavía maman has establecido la alabanza frente a tus adversarios, para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has formado, digo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; y el hijo de hombre, para que lo visites? Lo has hecho un poco menor que los ángeles y le has coronado de gloria y de honra. Le has hecho señorear sobre las obras de tus manos; todo lo has puesto debajo de sus pies: ovejas y vacas, todo ello, y también los animales del campo, las aves de los cielos y los peces del mar: todo cuanto pasa por los senderos del mar. Oh Jehovah, Señor nuestro, ¡cuán grande es tu nombre en toda la tierra! (Al músico principal. Sobre Mut-laben. Salmo de David) Te alabaré, oh Jehovah, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, oh Altísimo. Cuando mis enemigos volvieron atrás, cayeron y perecieron ante ti. Porque has defendido mi juicio y mi causa; te has sentado en el trono del Juez de justicia: Reprendiste a las naciones; destruiste a los impíos; el nombre de ellos has borrado para siempre. El enemigo ha sucumbido para siempre; sus ciudades has destruido; con ellas pereció su recuerdo. Pero Jehovah permanecerá para siempre; ha dispuesto su trono para juicio. El juzgará al mundo con justicia; hará juicio a los pueblos con rectitud. Jehovah será un alto refugio para el oprimido, un refugio en los tiempos de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre; pues tú, oh Jehovah, no abandonaste a los que te buscaron. Cantad a Jehovah, que habita en Sion; contad en los pueblos sus hechos. Porque el Vengador de la sangre se acordó de ellos; no se olvidó del clamor de los pobres. Ten compasión de mí, oh Jehovah. Mira la aflicción que me han causado los que me aborrecen; tú, que me levantas de las puertas de la muerte, para que cuente todas tus alabanzas en las puertas de la hija de Sion y me goce en tu salvación. Las naciones se hundieron en la fosa que hicieron; en la red que escondieron fue atrapado su pie. Jehovah se dio a conocer por el juicio que hizo; los impíos fueron atrapados en la obra de sus propias manos. (Higayón, Selah) Los impíos serán trasladados al Seol, todas las naciones que se olvidan de Dios. Porque el necesitado no será olvidado para siempre, ni la esperanza de los pobres perecerá eternamente. ¡Levántate, oh Jehovah! ¡Que no prevalezca el hombre! Sean juzgadas las naciones delante de ti. Infúndeles pánico. Que sepan las naciones que no son más que hombres. (Selah) Oh Jehovah, ¿por qué te mantienes lejos, y te escondes en los tiempos de angustia? Con arrogancia el impío persigue al pobre. ¡Sean atrapados en los artificios que han maquinado! Porque el impío se gloría del apetito de su alma y el codicioso maldice y desprecia a Jehovah. El impío, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no está Dios en ninguno de sus pensamientos. En todo tiempo son torcidos sus caminos; tus juicios están muy por encima de su vista, y a todos sus adversarios desprecia. Dice en su corazón: "No seré movido; de generación en generación nunca estaré en infortunio." Su boca está llena de maldición, engaño y fraude; debajo de su lengua hay vejación e iniquidad. Pone emboscadas a las aldeas; en los escondrijos mata a los inocentes; sus ojos vigilan a los desdichados. Acecha desde un escondite, como el león desde la espesura. Acecha para arrebatar al pobre; arrebata al pobre atrayéndolo a su red. Se agacha, lo aplasta; y en sus fuertes garras caen los desdichados. Dice en su corazón: "Dios se ha olvidado. Ha ocultado su rostro; nunca lo verá." ¡Levántate, oh Jehovah Dios; alza tu mano! No te olvides de los pobres. ¿Por qué desprecia el impío a Dios? En su corazón piensa que tú no lo llamarás a cuenta. Ciertamente tú ves la vejación y la provocación; las miras para dar la recompensa. A tus manos se acoge el desdichado; tú eres el amparo del huérfano. Quebranta el brazo del impío y del malo; castígalos por su perversidad, hasta que desistan de ella. ¡Jehovah es Rey para siempre! De su tierra desaparecerán las naciones. El deseo de los humildes escuchas, oh Jehovah; tú dispones sus corazones y tienes atento tu oído, para juzgar al huérfano y al oprimido, a fin de que el hombre de la tierra no vuelva más a hacer violencia. (Al músico principal. Salmo de David) En Jehovah me he refugiado. ¿Por qué, pues, decís a mi alma: "Escapa cual pájaro al monte"? Pues he aquí, los impíos han preparado su arco y han colocado las flechas en la cuerda, para atravesar en oculto a los rectos de corazón. Si son destruidos los fundamentos, ¿qué podrá hacer el justo? Jehovah está en su santo templo; Jehovah tiene su trono en los cielos. Sus ojos ven; su vista examina a los hijos del hombre. Jehovah prueba al justo, pero su alma aborrece al impío y al que ama la violencia. Sobre los impíos hará llover brasas; fuego, azufre y vientos huracanados serán la porción de la copa de ellos. Porque Jehovah es justo y ama la justicia; los rectos contemplarán su rostro. (Al músico principal. Sobre Seminit. Salmo de David) Salva, oh Jehovah, porque se han acabado los piadosos. Han desaparecido los fieles de entre los hijos del hombre. Cada uno habla falsedad con su prójimo, con labios lisonjeros; hablan con doblez de corazón. Jehovah destruirá todos los labios lisonjeros, la lengua que habla grandezas. Dijeron: "Por nuestra lengua prevaleceremos. Si nuestros labios están a nuestro favor, ¿quién más se hará nuestro señor?" Dice Jehovah: "Por la opresión de los pobres, por el gemido de los necesitados me levantaré ahora. Los pondré a salvo del que se ensaña contra ellos." Las palabras de Jehovah son palabras puras, como plata purificada en horno de tierra, siete veces refinada. Tú, oh Jehovah, los guardarás. Guárdalos para siempre de esta generación. Los impíos andan alrededor, pero tú desprecias a los hijos del hombre. (Al músico principal. Salmo de David) ¿Hasta cuándo, oh Jehovah? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo tendré conflicto en mi alma, y todo el día angustia en mi corazón? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? ¡Mira; respóndeme, oh Jehovah, Dios mío! Alumbra mis ojos para que no duerma de muerte. No sea que mi enemigo diga: "¡Lo vencí!" Mis enemigos se alegrarán, si yo resbalo. Pero yo confío en tu misericordia; mi corazón se alegra en tu salvación. Cantaré a Jehovah, porque me ha colmado de bien. (Al músico principal. Salmo de David) Dijo el necio en su corazón: "No hay Dios." Se han corrompido; han hecho cosas abominables. No hay quien haga el bien. Jehovah miró desde los cielos sobre los hijos del hombre para ver si había algún sensato que buscara a Dios. Pero todos se habían desviado; a una se habían corrompido. No había quien hiciera el bien; no había ni siquiera uno. ¿Acaso todos los que obran iniquidad no saben que comen a mi pueblo como si fuera pan, y que a Jehovah no invocan? Allí temblarán de espanto, porque Dios está con la generación de los justos. Del consejo del pobre os habéis mofado, pero Jehovah es su refugio. ¡Quién hiciera que de Sion viniese la salvación de Israel! Cuando Jehovah restaure de la cautividad a su pueblo, se gozará Jacob; se alegrará Israel. (Salmo de David) Oh Jehovah, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién residirá en tu santo monte? El que anda en integridad y hace justicia, el que habla verdad en su corazón, el que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni hace agravio a su vecino; aquel ante cuyos ojos es menospreciado el vil, pero que honra a los que temen a Jehovah; aquel que a pesar de haber jurado en perjuicio suyo, no por eso cambia; aquel que no presta su dinero con usura ni contra el inocente acepta soborno. ¡El que hace estas cosas no será movido jamás! (Mictam de David) Guárdame, oh Dios, porque en ti me he refugiado. Oh alma mía, dijiste a Jehovah: "¡Tú eres el Señor! Para mí no hay bien aparte de ti. Para con los santos que están en la tierra, y para con los íntegros, es toda mi complacencia." Se multiplicarán los dolores de quienes se apresuran tras otro dios. Yo no ofreceré sus libaciones de sangre, ni con mis labios mencionaré sus nombres. Oh Jehovah, porción de mi herencia, y mi copa, ¡tú sustentas mi destino! Los linderos me han tocado en lugar placentero; es hermosa la heredad que me ha tocado. Bendeciré a Jehovah, que me aconseja; aun en las noches me corrige mi conciencia. A Jehovah he puesto siempre delante de mí; porque está a mi mano derecha, no seré movido. Por tanto, se alegró mi corazón, y se gozó mi lengua. También mi cuerpo descansará en seguridad. Pues no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida. En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias en tu diestra para siempre. (Oración de David) Escucha, oh Jehovah, una causa justa; atiende a mi clamor. Presta oído a mi oración que es de labios sin engaño. Proceda de tu presencia mi vindicación; vean tus ojos la rectitud. Tú has examinado mi corazón; me has visitado de noche. Me has probado y nada infame has hallado, porque me he propuesto que mi boca no se exceda. En cuanto a las obras de los hombres, por la palabra de tus labios me he guardado de las sendas de los violentos. Mis pasos se han mantenido en tus caminos, para que mis pies no resbalen. Yo te invoco, porque tú oirás, oh Dios. Inclina a mí tu oído; escucha mi palabra. Muestra tus maravillosos actos de misericordia, tú que a los que confían libras con tu diestra de los que se levantan contra ti. Guárdame como a la niña de tu ojo; escóndeme bajo la sombra de tus alas de la vista de los impíos que me oprimen, y de mis enemigos mortales que me rodean. Ellos están protegidos con su propio sebo; con su boca hablan con soberbia. Han rodeado nuestros pasos; sobre nosotros ponen sus ojos para echarnos por tierra. Se parecen al león que anhela la presa, o al cachorro de león que se agacha en secreto. ¡Levántate, oh Jehovah! ¡Hazle frente! ¡Somételo! Con tu espada libra mi alma de los impíos. Oh Jehovah, líbrame con tu mano de los hombres, de los hombres de este mundo, cuya parte está en esta vida; cuyos vientres llenas con tus tesoros, cuyos hijos se sacian y aun dejan para sus pequeños. En cuanto a mí, en justicia veré tu rostro; quedaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza. (Al músico principal. De David, siervo de Jehovah, quien dirigió a Jehovah las palabras de este cántico, el día que Jehovah le libró de mano de todos sus enemigos, y de mano de Saúl. El dijo:) Te amo, oh Jehovah, fuerza mía. Jehovah es mi roca, mi fortaleza y mi libertador. Mi Dios es mi peña; en él me refugiaré. El es mi escudo, el poder de mi liberación y mi baluarte. Invocaré a Jehovah, quien es digno de ser alabado, y seré librado de mis enemigos. Me rodearon los dolores de la muerte, y los torrentes de la perversidad me atemorizaron. Me rodearon las ligaduras del Seol; me confrontaron los lazos de la muerte. En mi angustia invoqué a Jehovah y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. La tierra se estremeció y tembló; se conmovieron los cimientos de las montañas. Se estremecieron, porque él se airó. Humo subió de su nariz; de su boca salió fuego consumidor, y carbones encendidos saltaban de él. Inclinó los cielos y descendió; una densa oscuridad había debajo de sus pies. Cabalgó sobre un querubín y voló; se remontó sobre las alas del viento. Puso tinieblas alrededor de sí como su morada secreta; su cubierta es oscuridad de aguas y densas nubes. Por el resplandor de su presencia fueron atravesadas las nubes, por el granizo y los carbones de fuego. Jehovah tronó en los cielos; el Altísimo dio su voz: granizo y carbones de fuego. Envió sus flechas y los dispersó; arrojó relámpagos y los desconcertó. A tu reprensión, oh Jehovah, por el soplo del aliento de tu nariz, se hicieron visibles los lechos de las aguas, y se descubrieron los cimientos del mundo. Envió desde lo alto y me tomó; me sacó de las aguas caudalosas. Me libró de mi poderoso enemigo y de los que me aborrecían, pues eran más fuertes que yo. Se enfrentaron a mí el día de mi desgracia, pero Jehovah fue mi apoyo. El me sacó a un lugar espacioso; me libró, porque se agradó de mí. Jehovah me ha pagado conforme a mi justicia; conforme a la limpieza de mis manos me ha recompensado. Porque he guardado los caminos de Jehovah, y no me he apartado impíamente de mi Dios. Porque delante de mí han estado todos sus juicios, y no he apartado de mí sus estatutos. Fui íntegro para con él, y me guardé de mi maldad. Por tanto, Jehovah me ha recompensado conforme a mi justicia, conforme a la limpieza de mis manos ante sus ojos. Con el misericordioso te muestras misericordioso, e íntegro con el hombre íntegro. Con el limpio te muestras limpio, y eres sagaz con el perverso. Salvas al pueblo humilde, y humillas los ojos altivos. Ciertamente haces que mi lámpara alumbre. Jehovah, mi Dios, ilumina mis tinieblas. Contigo desbarataré ejércitos; con mi Dios saltaré murallas. Perfecto es el camino de Dios; probada es la palabra de Jehovah. El es escudo a todos los que en él se refugian. Porque, ¿quién es Dios fuera de Jehovah? ¿Quién es Roca aparte de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de vigor, y hace perfecto mi camino. Hace que mis pies sean ágiles como los del venado, y me mantiene firme sobre mis alturas. Adiestra mis manos para la batalla; así mis brazos pueden tensar el arco de bronce. Me has dado el escudo de tu salvación; tu mano derecha me ha sustentado, y tu condescendencia me ha engrandecido. Tú has ensanchado mis pasos debajo de mí, para que no tiemblen mis tobillos. Perseguí a mis enemigos y los alcancé; no volví sino hasta acabarlos. Los golpeé, y no pudieron levantarse; cayeron debajo de mis pies. Me ceñiste de poder para la batalla; doblegaste a mis enemigos debajo de mí. Hiciste que mis enemigos me dieran las espaldas, y destruí a los que me aborrecían. Clamaron, pero no hubo quien los salvase. Clamaron a Jehovah, pero él no les respondió. Los desmenucé como polvo ante el viento; los deshice como lodo de la calle. Tú me libraste de las contiendas del pueblo, y me pusiste como jefe de las naciones. Aun los pueblos que yo no conocía me sirvieron. Apenas oían de mí, me rendían obediencia. Los hijos de los extranjeros me adulaban. Los hijos de los extranjeros se desvanecían y salían temblando de sus escondrijos. ¡Viva Jehovah! ¡Bendita sea mi Roca! Sea ensalzado el Dios de mi salvación, el Dios que ejecuta mi venganza; sujeta a los pueblos debajo de mí y me libra de mis enemigos. Tú me has enaltecido sobre mis adversarios, y me has librado del hombre violento. Por eso te confesaré entre las naciones, oh Jehovah, y cantaré salmos a tu nombre. El engrandece las victorias de su rey y muestra misericordia a su ungido: a David y a sus descendientes, para siempre. (Al músico principal. Salmo de David) Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día, y una noche a la otra declara sabiduría. No es un lenguaje de palabras, ni se escucha su voz; pero por toda la tierra salió su voz y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso un tabernáculo para el sol; y éste, como un novio que sale de su dosel, se alegra como un valiente que emprende la carrera. En un extremo del cielo está su salida, y en el otro está su punto de retorno. ¡Nada hay que se esconda de su calor! La ley de Jehovah es perfecta; restaura el alma. El testimonio de Jehovah es fiel; hace sabio al ingenuo. Los preceptos de Jehovah son rectos; alegran el corazón. El mandamiento de Jehovah es puro; alumbra los ojos. El temor de Jehovah es limpio; permanece para siempre. Los juicios de Jehovah son verdad; son todos justos. Son más deseables que el oro, más que mucho oro fino. Son más dulces que la miel que destila del panal. Además, con ellos es amonestado tu siervo; en guardarlos hay grande galardón. ¿Quién entenderá los errores? ¡Líbrame de los que me son ocultos! Asimismo, guarda a tu siervo de los arrogantes, que ellos no se enseñoreen de mí. Entonces seré íntegro y limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehovah, Roca mía y Redentor mío. (Al músico principal. Salmo de David) Jehovah te responda en el día de angustia; el nombre del Dios de Jacob te defienda. El te envíe ayuda desde su santuario, y te sostenga desde Sion. Tenga él memoria de tus ofrendas y acepte tu holocausto. (Selah) El te dé conforme a tu corazón, y cumpla todos tus planes. Nosotros nos alegraremos por tu salvación, y en el nombre de nuestro Dios alzaremos bandera. Cumpla Jehovah todos tus anhelos. Ahora reconozco que Jehovah da la victoria a su ungido; le responderá desde su santo cielo con la fuerza liberadora de su diestra. Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; pero nosotros confiamos en el nombre de Jehovah nuestro Dios. Ellos se doblegan y caen, pero nosotros nos levantamos y estamos firmes. ¡Salva, oh Jehovah! ¡Que el Rey nos oiga el día en que le invoquemos! (Al músico principal. Salmo de David) ¡Oh Jehovah, el rey se alegra en tu poder! ¡Cuánto se goza en tu salvación! Le has concedido el deseo de su corazón, y no le has negado la petición de sus labios. (Selah) Le has salido al encuentro con las mejores bendiciones; corona de oro fino has puesto sobre su cabeza. Te pidió vida, y se la concediste; vida extensa, eternamente y para siempre. Gloria grande halla en tu liberación; honra y esplendor has puesto sobre él. Porque le has dado bendiciones para siempre, y le has colmado con la alegría de tu rostro. Por eso el rey confía en Jehovah; por la misericordia del Altísimo no será removido. Tu mano alcanzará a todos tus enemigos; tu diestra alcanzará a los que te aborrecen. Los pondrás como horno de fuego en el tiempo en que te presentes. Jehovah los destruirá en su furor, y el fuego los consumirá. Destruirás el fruto de ellos en la tierra; sus descendientes, de entre los hijos del hombre. Porque se volvieron contra ti para hacerte daño; idearon maquinaciones, pero no prevalecerán. En la cuerda de tu arco alistarás las flechas contra sus caras; ciertamente les harás volver las espaldas. ¡Enaltécete, oh Jehovah, con tu poder! Cantaremos y alabaremos tu poderío. (Al músico principal. Sobre Ayélet ha-sájar. Salmo de David) ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; clamo de noche, y no hay sosiego para mí. Pero tú eres santo. ¡Tú, que habitas entre las alabanzas de Israel! Nuestros padres esperaron en ti: Esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti y fueron librados; confiaron en ti y no fueron defraudados. Pero yo soy un gusano y no un hombre, objeto de la afrenta de los hombres y despreciado del pueblo. Todos los que me ven se burlan de mí. Estiran los labios y mueven la cabeza diciendo: "En Jehovah confió; que él lo rescate. Que lo libre, ya que de él se agradó." Pero tú eres el que me sacó del vientre; me has hecho estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde la matriz; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios. No te alejes de mí, porque la angustia está cerca, y no hay quien ayude. Muchos toros me han rodeado; fuertes toros de Basán me han cercado. Contra mí abrieron sus bocas, como león voraz y rugiente. Soy derramado como el agua; todos mis huesos se han desarticulado. Mi corazón está como cera y se ha derretido en medio de mis entrañas. Mi vigor se ha secado como un tiesto, y mi lengua se ha pegado a mi paladar. Me has puesto en el polvo de la muerte. Los perros me han rodeado; me ha cercado una pandilla de malhechores, y horadaron mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me miran y me observan. Reparten entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echan suertes. Pero tú, oh Jehovah, no te alejes. Fortaleza mía, apresúrate para ayudarme. Libra mi alma de la espada; libra mi única vida de las garras de los perros. Sálvame de la boca del león y de los cuernos de los toros salvajes. ¡Me has respondido! Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. Los que teméis a Jehovah, alabadle; glorificadle, todos los descendientes de Jacob. Temedle vosotros, todos los descendientes de Israel. Porque no despreció ni desdeñó la aflicción del afligido, ni de él escondió el rostro. Más bien, le oyó cuando clamó a él. Tuya es mi alabanza en la gran congregación. Mis votos pagaré delante de los que le temen. Los pobres comerán y serán saciados. Alabarán a Jehovah los que le buscan. ¡Que viva vuestro corazón para siempre! Ellos se acordarán y volverán a Jehovah de todos los confines de la tierra. Delante de ti se postrarán todas las familias de las naciones. Porque de Jehovah es el reino, y él se enseñoreará de las naciones. Ciertamente ante él se postrarán todos los ricos de la tierra. Se doblegarán ante él todos los que descienden al polvo, los que no pueden conservar la vida a su propia alma. La posteridad le servirá; esto le será referido al Señor por generaciones. Vendrán y anunciarán su justicia a un pueblo que ha de nacer: "¡El hizo esto!" (Salmo de David) Jehovah es mi pastor; nada me faltará. En prados de tiernos pastos me hace descansar. Junto a aguas tranquilas me conduce. Confortará mi alma y me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Preparas mesa delante de mí en presencia de mis adversarios. Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehovah moraré por días sin fin. (Salmo de David) De Jehovah es la tierra y su plenitud, el mundo y los que lo habitan. Porque él la fundó sobre los mares y la afirmó sobre los ríos. ¿Quién subirá al monte de Jehovah? ¿Quién permanecerá en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón, que no ha elevado su alma a la vanidad ni ha jurado con engaño. El recibirá la bendición de Jehovah, y la justicia del Dios de su salvación. Tal es la generación de los que le buscan, de los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. (Selah) ¡Levantad, oh puertas, vuestras cabezas! Levantaos, oh puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? ¡Jehovah, el fuerte y poderoso! ¡Jehovah, el poderoso en la batalla! ¡Levantad, oh puertas, vuestras cabezas! Levantaos, oh puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? ¡Jehovah de los Ejércitos! ¡El es el Rey de gloria! (Selah) (Salmo de David) A ti, oh Jehovah, levantaré mi alma. ¡Dios mío, en ti confío! No sea yo avergonzado. No triunfen sobre mí mis enemigos. Ciertamente ninguno de los que confían en ti será avergonzado. Serán avergonzados los que se rebelan sin causa. Muéstrame, oh Jehovah, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación. En ti he esperado todo el día. Acuérdate, oh Jehovah, de tu compasión y de tu misericordia, que son perpetuas. No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis rebeliones. Conforme a tu misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh Jehovah. Bueno y recto es Jehovah; por eso él enseñará a los pecadores el camino. Encaminará a los humildes en la justicia y enseñará a los humildes su camino. Todas las sendas de Jehovah son misericordia y verdad para con los que guardan su pacto y sus testimonios. Por amor de tu nombre, oh Jehovah, perdona también mi iniquidad, porque es grande. ¿Qué hombre es el que teme a Jehovah? El le enseñará el camino que ha de escoger. Su alma reposará en bienestar, y sus descendientes heredarán la tierra. El secreto de Jehovah es para los que le temen; a ellos hará conocer su pacto. Mis ojos están siempre puestos en Jehovah, porque él sacará mis pies de la red. Mírame y ten misericordia de mí, porque estoy solitario y afligido. Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas. Mira mi aflicción y mis afanes; perdona todos mis pecados. Mira cómo se han multiplicado mis enemigos, y con odio violento me aborrecen. Guarda mi alma y líbrame; no sea yo avergonzado, porque en ti me he refugiado. La integridad y la rectitud me guarden, porque en ti he esperado. Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias. (Salmo de David) Hazme justicia, oh Jehovah, porque yo en mi integridad he andado. Asimismo, he confiado en Jehovah; no vacilaré. Examíname, oh Jehovah, y pruébame. Purifica mi conciencia y mi corazón; porque tu misericordia está delante de mis ojos, y camino en tu verdad. No me he sentado con los hombres falsos ni tengo tratos con los hipócritas. Aborrezco la reunión de los malhechores; nunca me he sentado con los impíos. Lavaré mis manos en inocencia, e iré alrededor de tu altar, oh Jehovah, para proclamar con voz de agradecimiento y contar todas tus maravillas. Oh Jehovah, he amado la habitación de tu casa, el lugar de la morada de tu gloria. No recojas mi alma junto con los pecadores, ni mi vida con los hombres sanguinarios, en cuyas manos hay infamia, y cuya mano derecha está llena de soborno. Pero yo andaré en mi integridad; redímeme y ten misericordia de mí. Mis pies se han afirmado en suelo llano; en las congregaciones te bendeciré, oh Jehovah. (Salmo de David) Jehovah es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehovah es la fortaleza de mi vida; ¿de quién me he de atemorizar? Cuando se acercaron a mí los malhechores, mis adversarios y mis enemigos, para devorar mis carnes, tropezaron y cayeron. Aunque acampe un ejército contra mí, mi corazón no temerá. Aunque contra mí se levante guerra, aun así estaré confiado. Una cosa he pedido a Jehovah; ésta buscaré: que more yo en la casa de Jehovah todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehovah, y para inquirir en su templo. Porque en su enramada me esconderá en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su tabernáculo; me pondrá en alto sobre una roca. Ahora levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y en su tabernáculo ofreceré sacrificios de júbilo. Cantaré y entonaré salmos a Jehovah. Escucha, oh Jehovah, mi voz con que clamo a ti. Ten misericordia de mí y respóndeme. Mi corazón ha dicho: "Buscad su rostro." ¡Tu rostro buscaré, oh Jehovah! No escondas de mí tu rostro; no apartes con ira a tu siervo. Tú has sido mi ayuda; no me dejes ni me desampares, oh Dios de mi salvación. Aunque mi padre y mi madre me dejen, con todo, Jehovah me recogerá. Enséñame, oh Jehovah, tu camino; guíame por sendas de rectitud a causa de los que me son contrarios. No me entregues a la voluntad de mis adversarios, porque contra mí se han levantado testigos falsos que respiran violencia. ¡Oh, si yo no creyese que he de ver la bondad de Jehovah en la tierra de los vivientes! Espera en Jehovah. Esfuérzate, y aliéntese tu corazón. ¡Sí, espera en Jehovah! (Salmo de David) A ti clamaré, oh Jehovah; Roca mía, no te hagas sordo para conmigo. No suceda que por quedarte en silencio ante mí, yo llegue a ser semejante a los que descienden a la fosa. Escucha la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu lugar santísimo. No me arrastres junto con los impíos, con los que hacen iniquidad, los cuales hablan de paz a su prójimo, pero la maldad está en su corazón. Dales conforme a sus hechos y conforme a la maldad de sus actos. Dales conforme a la obra de sus manos. ¡Dales su recompensa! Porque no atendieron a los hechos de Jehovah, ni a la obra de sus manos, él los derribará y no los volverá a edificar. Bendito sea Jehovah, que oyó la voz de mis ruegos. Jehovah es mi fuerza y mi escudo; en él esperó mi corazón. Fui ayudado, y se gozó mi corazón; con mi canción le alabaré. Jehovah es la fuerza de su pueblo, la fortaleza de salvación para su ungido. Salva a tu pueblo y bendice a tu heredad; pastoréalos y enaltécelos para siempre. (Salmo de David) Dad a Jehovah, oh hijos de los fuertes; dad a Jehovah la gloria y el poder. Dad a Jehovah la gloria debida a su nombre. Adorad a Jehovah en la hermosura de la santidad. Voz de Jehovah sobre las aguas: ¡Truena el Dios de gloria! ¡Es Jehovah sobre las caudalosas aguas! Voz de Jehovah con poder; voz de Jehovah con gloria. Voz de Jehovah que quiebra los cedros; Jehovah despedaza los cedros del Líbano. Los hace saltar como terneros; al Líbano y al Sirión hizo saltar como crías de toros salvajes. Voz de Jehovah que aviva las llamas de fuego. Voz de Jehovah que estremece al desierto. Jehovah estremece al desierto de Cades. La voz de Jehovah estremece las encinas y desnuda los bosques. Y en su templo todos los suyos proclaman su gloria. Jehovah se sentó ante el diluvio; Jehovah se sentó como rey para siempre. Jehovah dará fortaleza a su pueblo; Jehovah bendecirá a su pueblo con paz. (Salmo. Cántico para la dedicación del templo. De David) Te glorificaré, oh Jehovah, porque me has levantado y no has dejado que mis enemigos se alegren de mí. Oh Jehovah, Dios mío, a ti clamé, y me sanaste. Oh Jehovah, tú has hecho subir mi alma del Seol; me has dado vida para que no descienda a la fosa. Cantad a Jehovah, vosotros sus fieles; celebrad la memoria de su santidad. Porque su ira dura sólo un momento, pero su favor dura toda la vida. Por la noche dura el llanto, pero al amanecer vendrá la alegría. Yo dije en medio de mi tranquilidad: "No seré movido jamás." Tú, oh Jehovah, por tu buena voluntad estableciste mi monte con poder. Pero escondiste tu rostro, y quedé turbado. A ti, oh Jehovah, invocaré; al Señor suplicaré: "¿Qué provecho hay en mi muerte, cuando descienda a la sepultura? ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad? Escucha, oh Jehovah, y ten misericordia de mí; Jehovah, sé tú mi ayudador." Has convertido mi lamento en una danza; quitaste mi vestido de luto y me ceñiste de alegría. Por eso mi alma te cantará y no callará. Oh Jehovah, Dios mío, te alabaré para siempre. (Al músico principal. Salmo de David) En ti, oh Jehovah, me he refugiado; no sea yo avergonzado jamás. Líbrame en tu justicia. Inclina a mí tu oído; líbrame pronto. Sé tú mi roca fuerte, mi fortaleza para salvarme. Porque tú eres mi roca y mi fortaleza, por amor de tu nombre me guiarás y me encaminarás. Sácame de la red que han escondido para mí, porque tú eres mi fortaleza. En tus manos encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehovah, Dios de verdad. Aborrezco a los que esperan en los ídolos vanos, pero yo en Jehovah he confiado. Me gozaré y alegraré en tu misericordia, porque has visto mi aflicción. Has conocido mi alma en las angustias y no me entregaste en mano del enemigo. Hiciste que mis pies se posasen en lugar espacioso. Ten misericordia de mí, oh Jehovah, porque estoy en angustia. Mis ojos, mi alma y mis entrañas se han debilitado por el pesar. Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar. Mi fuerza me falla a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han debilitado. Para todos mis enemigos he sido objeto de oprobio. He sido objeto de horror para mis vecinos, y de miedo para mis conocidos. Los que me veían huían de mí. He sido olvidado en sus corazones como un muerto; he venido a ser como un objeto inútil. Porque he oído la calumnia de muchos; el terror está por todas partes, mientras traman unidos contra mí, y planean quitarme la vida. Pero yo he confiado en ti, oh Jehovah. He dicho: "Tú eres mi Dios; en tus manos están mis tiempos." Líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores. Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; sálvame por tu misericordia. Oh Jehovah, no sea yo avergonzado, ya que te he invocado. Sean avergonzados los impíos; desciendan en silencio al Seol. Enmudezcan los labios mentirosos que hablan insolencias contra el justo, con soberbia y desprecio. ¡Cuán grande es la bondad que has guardado para los que te temen, que has obrado para los que en ti se refugian contra los hijos del hombre. En el refugio de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre. En un tabernáculo los guardarás de las contiendas de la lengua. ¡Bendito sea Jehovah! Porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en ciudad fortificada. En mi apresuramiento yo dije: "¡Cortado soy de tu presencia!" Pero cuando clamé a ti, oíste la voz de mis ruegos. Amad a Jehovah, todos vosotros sus santos. A los fieles guarda Jehovah, pero retribuye en abundancia al que actúa con soberbia. Esforzaos, todos vosotros los que esperáis en Jehovah, y tome aliento vuestro corazón. (Salmo de David. Masquil) Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y ha sido cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehovah no atribuye iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir, todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; mi vigor se convirtió en sequedades de verano. (Selah) Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: "Confesaré mis rebeliones a Jehovah." Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. (Selah) Por eso orará a ti todo fiel en el tiempo en que puedas ser hallado. Ciertamente en la inundación las caudalosas aguas no llegarán a él. Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia y con cánticos de liberación me rodearás. (Selah) "Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos. No seáis sin entendimiento, como el caballo, o como el mulo, cuya boca ha de ser frenada con rienda y freno; de otro modo, no se acercan a ti." Muchos dolores tendrá el impío; pero la misericordia cercará al que espera en Jehovah. Oh justos, alegraos en Jehovah y gozaos; cantad con júbilo, todos los rectos de corazón. Alegraos, oh justos, en Jehovah; a los rectos es hermosa la alabanza. Dad gracias a Jehovah con lira; cantadle con arpa de diez cuerdas. Cantadle un cántico nuevo; hacedlo bien, tocando con júbilo. Porque recta es la palabra de Jehovah, y toda su obra ha sido hecha con verdad. El ama la justicia y el derecho; de la misericordia de Jehovah está llena la tierra. Por la palabra de Jehovah fueron hechos los cielos; todo el ejército de ellos fue hecho por el soplo de su boca. El junta como un montón las aguas de los mares, y guarda en depósitos los océanos. Tema a Jehovah toda la tierra; témanle todos los habitantes del mundo. Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió. Jehovah hace nulo el consejo de las naciones, y frustra las maquinaciones de los pueblos. El consejo de Jehovah permanecerá para siempre, y los pensamientos de su corazón, por todas las generaciones. ¡Bienaventurada la nación de la cual Jehovah es Dios, el pueblo al cual escogió como posesión suya! Jehovah ve desde los cielos; mira a todos los hijos del hombre. Desde el lugar de su morada observa a todos los habitantes de la tierra. El que formó el corazón de todos ellos comprende todas sus obras. El rey no es librado por la multitud del ejército; el valiente no escapa por su mucha fuerza. Vano es el caballo para la victoria, y a pesar de su gran fuerza, no podrá librar. El ojo de Jehovah está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte y para darles vida en tiempos de hambre. Nuestra alma espera en Jehovah: El es nuestra ayuda y nuestro escudo. Por eso, nuestro corazón se alegra en él, porque en su santo nombre hemos confiado. Sea tu misericordia, oh Jehovah, sobre nosotros, según lo esperamos de ti. (Salmo de David, cuando cambió su conducta ante Abimelec, y éste lo echó, y él se fue) Bendeciré a Jehovah en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca. En Jehovah se gloriará mi alma; lo oirán los mansos y se alegrarán. Engrandeced a Jehovah conmigo; ensalcemos juntos su nombre. Yo busqué a Jehovah, y él me oyó, y de todos mis temores me libró. Los que a él miran son iluminados; sus rostros no serán avergonzados. Este pobre clamó, y Jehovah le escuchó y lo libró de todas sus angustias. El ángel de Jehovah acampa en derredor de los que le temen, y los libra. Probad y ved que Jehovah es bueno. ¡Bienaventurado el hombre que se refugia en él! Temed a Jehovah, vosotros sus santos, porque nada falta a los que le temen. Los leones tienen necesidades y sufren hambre, pero los que buscan a Jehovah no tendrán falta de ningún bien. Venid, oh hijos, escuchadme; el temor de Jehovah os enseñaré: ¿Quién es el hombre que desea vida? ¿Quién anhela años para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela. Los ojos de Jehovah están sobre los justos; sus oídos están atentos a su clamor. El rostro de Jehovah está contra los que hacen mal, para cortar de la tierra su memoria. Clamaron los justos, y Jehovah los oyó; los libró de todas sus angustias. Cercano está Jehovah a los quebrantados de corazón; él salvará a los contritos de espíritu. Muchos son los males del justo, pero de todos ellos lo librará Jehovah. El guardará todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado. Al impío le matará la maldad, y los que aborrecen al justo serán desolados. Jehovah redimirá el alma de sus siervos. No serán desolados cuantos confían en él. (Salmo de David) Contiende, oh Jehovah, con los que contienden contra mí; combate a los que me combaten. Echa mano de escudo y defensa; levántate en mi ayuda. Saca lanza y jabalina al encuentro de mis perseguidores. Di a mi alma: "Yo soy tu salvación." Sean avergonzados y afrentados los que buscan mi vida; vuelvan atrás y sean humillados los que planean hacerme daño. Sean como el tamo ante el viento, y acóselos el ángel de Jehovah. Sea su camino tenebroso y resbaladizo, y persígalos el ángel de Jehovah. Porque sin causa escondieron para mí su red en un hoyo; sin causa pusieron trampa para mi vida. Alcáncele la destrucción que no imagina, y préndale la red que él mismo escondió. Caiga él en aquella destrucción. Entonces mi alma se gozará en Jehovah, y se alegrará en su salvación. Todos mis huesos dirán: "Oh Jehovah, ¿quién hay como tú? Libras al pobre del más fuerte que él; al pobre y necesitado, del que lo despoja." Se han levantado testigos falsos, y me interrogan de lo que no sé. Me han pagado mal por bien. ¡Desolación para mi alma! Sin embargo, cuando se enfermaron, yo me vestí de aflicción. Me afligí a mí mismo con ayuno, y mi oración se volvía a mi seno. Como por mi compañero, como por mi hermano actuaba; como el que hace luto por una madre, enlutado me humillaba. Pero cuando yo tropecé, ellos se alegraron y se reunieron. Se reunieron contra mí los calumniadores, sin que yo lo supiera. Me despedazaban y no cesaban. Con impiedad se dedicaron al escarnio; crujieron sus dientes contra mí. Oh Señor, ¿hasta cuándo consentirás esto? Rescata de sus destrucciones mi alma; libra mi única vida de los leones. Te confesaré en la gran congregación; te alabaré en medio de un pueblo numeroso. No se alegren de mí los que sin razón son mis enemigos, ni guiñen el ojo los que me aborrecen sin causa. Porque no hablan paz, y contra los mansos de la tierra traman engaños. Ensanchan contra mí sus bocas, diciendo: "¡Ajá, ajá, nuestros ojos lo han visto!" Tú lo has visto. Oh Jehovah, no calles; oh Señor, no te alejes de mí. Despierta y levántate para hacer justicia a mi causa, Dios mío y Señor mío. Oh Jehovah, Dios mío, hazme justicia conforme a tu rectitud. Que no se alegren de mí, ni digan en su corazón: "¡Ajá, esto es lo que queríamos!" Ni digan: "¡Lo hemos devorado!" Sean avergonzados y humillados a una los que se alegran de mi mal. Vístanse de vergüenza y confusión los que se engrandecen contra mí. Canten y alégrense los que están a favor de mi justa causa, y digan siempre: "¡Sea ensalzado Jehovah, que se complace en el bienestar de su siervo!" Mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza, todo el día. (Al músico principal. Salmo de David, siervo de Dios) La transgresión habla al impío dentro de su corazón; no hay temor de Dios delante de sus ojos. Por eso se lisonjea en sus propios ojos, hasta que su iniquidad sea aborrecimiento. Las palabras de su boca son maldad y engaño; ha dejado de ser sensato y de hacer el bien. Sobre su cama piensa iniquidad; está en un camino que no es bueno y no desprecia el mal. Oh Jehovah, hasta los cielos alcanza tu misericordia; y hasta las nubes, tu fidelidad. Tu justicia es como las montañas de Dios; y tus juicios, como el gran océano. Oh Jehovah, que conservas al hombre y al animal, ¡cuán preciosa es, oh Dios, tu bondad! Por eso los hijos del hombre se refugian bajo la sombra de tus alas. Se sacian de la abundancia de tu casa; les das a beber del torrente de tus delicias. Ciertamente contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz. Extiende tu bondad a los que te conocen, y tu justicia a los rectos de corazón. Que no venga contra mí el pie de la soberbia, ni me mueva la mano de los impíos. Entonces caerán los que obran iniquidad; serán derribados y no podrán levantarse. (Salmo de David) No te impacientes a causa de los malhechores, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como la hierba pronto se secan, y se marchitan como el pasto verde. Confía en Jehovah y haz el bien. Habita en la tierra y apaciéntate de la fidelidad. Deléitate en Jehovah, y él te concederá los anhelos de tu corazón. Encomienda a Jehovah tu camino; confía en él, y él hará. El exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía. Calla delante de Jehovah, y espera en él. No te alteres con motivo de los que prosperan en su camino, por el hombre que hace maldades. Deja la ira y abandona el enojo; de ninguna manera te apasiones por hacer lo malo. Porque los malhechores serán destruidos, pero los que esperan en Jehovah heredarán la tierra. Dentro de poco no quedará el impío. Contemplarás su lugar, y no aparecerá. Pero los mansos heredarán la tierra y se deleitarán por la abundancia de paz. El impío maquina contra el justo y cruje sus dientes contra él. El Señor se reirá de él, porque ve que viene su día. Los impíos desenvainan la espada y entesan el arco para derribar al pobre y al necesitado, para matar a los de recto proceder. Pero la espada de ellos entrará en su propio corazón, y su arco será roto. Mejor es lo poco del justo que las riquezas de muchos impíos. Porque los brazos de los impíos serán quebrados; pero es Jehovah quien sostiene al justo. Jehovah conoce los días de los íntegros, y la heredad de ellos será para siempre. No serán avergonzados en el tiempo malo; en los días de hambre serán saciados. Pero los impíos perecerán, y los enemigos de Jehovah serán consumidos como el sebo de los carneros; se disiparán como el humo. El impío toma prestado y no paga, pero el justo tiene compasión y da. Los que él bendiga heredarán la tierra, y los que él maldiga serán eliminados. Por Jehovah son afirmados los pasos del hombre, y él se complacerá en su camino. Si cae, no quedará postrado, porque Jehovah sostiene su mano. Yo he sido joven y he envejecido; pero no he visto a un justo desamparado, ni a sus descendientes mendigando pan. En todo tiempo tiene compasión y presta, y su descendencia es para bendición. Apártate del mal y haz el bien, y vivirás para siempre. Porque Jehovah ama la rectitud y no desampara a sus fieles. Para siempre serán guardados, pero la descendencia de los impíos será exterminada. Los justos heredarán la tierra y vivirán para siempre sobre ella. La boca del justo expresará sabiduría, y su lengua proferirá juicio. La ley de su Dios está en su corazón; por eso sus pasos no vacilarán. El impío acecha al justo y procura matarlo. Jehovah no lo dejará caer en su mano, ni dejará que lo condenen cuando sea juzgado. Espera en Jehovah y guarda su camino. El te exaltará para heredar la tierra, y cuando los impíos sean destruidos, tú lo verás. Yo he visto al impío enaltecido, que se levantaba como un cedro del Líbano. Pero pasó y ya no apareció. Lo busqué, y no fue hallado. Considera al íntegro y mira al justo; que la posteridad de ese hombre es paz. Pero los transgresores serán todos juntos destruidos; la posteridad de los impíos será eliminada. La salvación de los justos proviene de Jehovah; él es su fortaleza en el tiempo de angustia. Jehovah les ayudará y los librará; les librará de los impíos y los salvará, porque en él se han refugiado. (Salmo de David. Para conmemorar) Oh Jehovah, no me reprendas en tu furor, ni me castigues en tu ira. Porque tus flechas han penetrado en mí, y sobre mí ha descendido tu mano. No hay parte sana en mi cuerpo a causa de tu ira; no hay paz en mis huesos a causa de mi pecado. Porque mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza; como carga pesada me agobian. Hieden y supuran mis heridas a causa de mi locura. Estoy encorvado y abatido en gran manera; ando enlutado todo el día. Porque mis espaldas están inflamadas, y no hay parte sana en mi cuerpo. Estoy debilitado y totalmente molido; gimo a causa de la conmoción de mi corazón. Oh Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi gemido no te es oculto. Mi corazón palpita fuertemente, y mi vigor me ha abandonado. Aun la luz de mis ojos ya no está conmigo. Mis amigos y compañeros se han apartado de mi plaga; mis parientes se han mantenido alejados. Los que buscaban mi vida armaron trampas, y los que procuraban mi mal profirieron amenazas. Maquinaban fraudes todo el día. Pero yo, como si fuera sordo, no escuchaba, y era como un mudo que no abre la boca. Actué como un hombre que no oye, y en cuya boca no hay amonestación. Pues en ti, oh Jehovah, he esperado; tú responderás, oh Jehovah, Dios mío. Porque dije: "No sea que se alegren de mí, y cuando resbale mi pie, se enaltezcan sobre mí." Porque yo estoy a punto de caer, y mi dolor está delante de mí continuamente. Por eso confesaré mi iniquidad; me acongojaré por mi pecado. Porque mis enemigos están vivos y fuertes; se han aumentado los que me aborrecen sin motivo. Los que pagan mal por bien me son hostiles, por seguir yo lo bueno. No me desampares, oh Jehovah. Dios mío, no te alejes de mí; apresúrate a socorrerme, oh Señor, salvación mía. (Al músico principal. A Jedutún. Salmo de David) Yo dije: "Cuidaré mis caminos para no pecar con mi lengua. Guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío esté frente a mí." Enmudecí, quedé en silencio; me callé aun respecto de lo bueno, pero mi dolor se agravó. Mi corazón se enardeció dentro de mí; fuego se encendió en mi suspirar, y así hablé con mi lengua: Hazme saber, oh Jehovah, mi final, y cuál sea la medida de mis días. Sepa yo cuán pasajero soy. He aquí, has hecho que mis días sean breves; mi existencia es como nada delante de ti. De veras, sólo vanidad es todo hombre en su gloria. (Selah) En la oscuridad deambula el hombre; de veras, en vano se inquieta por acumular, y no sabe quién lo recogerá. Ahora, oh Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti. Líbrame de todas mis rebeliones; no me pongas por burla del insensato. Enmudecí; no abrí mi boca, porque tú eres quien lo hizo. Aparta de mí tu plaga; por el movimiento de tu mano soy consumido. Con castigos por el pecado corriges al hombre, y deshaces como polilla su hermosura. Ciertamente vanidad es todo hombre. (Selah) Escucha mi oración, oh Jehovah; oye mi clamor y no calles ante mis lágrimas. Porque forastero soy para ti, un advenedizo, como todos mis padres. Aparta de mí tu mirada, de modo que me alegre antes que me vaya y deje de ser. (Al músico principal. Salmo de David) Pacientemente esperé a Jehovah, y él se inclinó a mí y oyó mi clamor. Y me hizo subir del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. Puso mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, una alabanza a nuestro Dios. Muchos verán esto y temerán, y confiarán en Jehovah. Bienaventurado el hombre que pone su confianza en Jehovah, y no vuelve la mirada a los soberbios, ni a los que se enredan con la falsedad. Oh Jehovah, Dios mío, tú has multiplicado tus maravillas y tus pensamientos para con nosotros. No hay nadie comparable a ti. Si intentara referirme y hablar de ellos, serían demasiados como para ser contados. El sacrificio y la ofrenda no te agradan; tú has abierto mis oídos. Holocaustos y sacrificios por el pecado no has pedido. Entonces dije: "He aquí, yo vengo. En el rollo de pergamino está escrito acerca de mí: ‘El hacer tu voluntad, oh Dios mío, me ha agradado; y tu ley está en medio de mi corazón.’" He anunciado justicia en la gran congregación; he aquí, no he detenido mis labios. Oh Jehovah, tú lo sabes. No he encubierto tu justicia dentro de mi corazón; he proclamado tu fidelidad y tu salvación. No he ocultado tu misericordia ni tu verdad en la gran congregación. Tú, oh Jehovah, no detengas de mí tu compasión; que tu misericordia y tu verdad me guarden siempre. Porque me han rodeado males incontables; me han alcanzado mis iniquidades, y no puedo levantar la vista. Son más numerosos que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me ha fallado. ¡Ten a bien, oh Jehovah, librarme! ¡Oh Jehovah, apresúrate a socorrerme! Sean avergonzados y humillados a una los que buscan mi vida para cortarla. Vuelvan atrás y sean confundidos los que desean mi mal. Sean desolados a causa de su vergüenza los que dicen: "¡Ajá, ajá!" Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan. Digan siempre los que aman tu salvación: "¡Jehovah sea engrandecido!" Aunque yo sea pobre y necesitado, Jehovah pensará en mí. Tú eres mi ayuda y mi libertador; ¡Oh Dios mío, no te tardes! (Al músico principal. Salmo de David) ¡Bienaventurado el que se preocupa del pobre! En el día malo lo librará Jehovah. Jehovah lo guardará y le dará vida, para que sea feliz en la tierra. No lo entregará a la voluntad de sus enemigos. Jehovah lo sustentará en el lecho de dolor. En su enfermedad, tú transformarás su postración. Yo dije: "Oh Jehovah, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque contra ti he pecado." Mis enemigos hablan mal de mí y preguntan: "¿Cuándo se morirá, y perecerá su nombre?" Si alguien viene a verme, habla mentira. Su corazón acumula iniquidad para sí, y saliendo afuera, lo divulga. Reunidos murmuran contra mí todos los que me aborrecen; contra mí traman el mal. "Algo abominable se ha derramado sobre él. El que cayó en la cama no se volverá a levantar." Aun mi amigo íntimo, en quien yo confiaba y quien comía de mi pan, ha levantado contra mí el talón. Pero tú, oh Jehovah, ten misericordia de mí; haz que me levante, y les daré su merecido. En esto conoceré que de mí te has agradado: en que mi enemigo no cante victoria sobre mí. En cuanto a mí, en mi integridad me has sustentado, y me haces estar delante de ti para siempre. ¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, desde la eternidad hasta la eternidad! Amén y amén. (Al músico principal. Masquil de los hijos de Coré) Como ansía el venado las corrientes de las aguas, así te ansía a ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo iré para presentarme delante de Dios? Mis lágrimas han sido mi alimento día y noche, mientras me dicen todos los días: "¿Dónde está tu Dios?" Recuerdo estas cosas y derramo mi alma dentro de mí: cuando pasaba con la muchedumbre, guiándolos hasta la casa de Dios, con voz de alegría y de acción de gracias de la multitud en fiesta. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera a Dios, porque aún le he de alabar. ¡El es la salvación de mi ser, y mi Dios! Mi alma está abatida dentro de mí. Por esto me acordaré de ti en la tierra del Jordán y del Hermón, en el monte de Mizar. Un abismo llama a otro por la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. De día, mandará Jehovah su misericordia; y de noche, su canción estará conmigo, la oración al Dios de mi vida. Diré a Dios: "Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué he de andar enlutado por la opresión del enemigo?" Mientras mis huesos se quebrantan, mis enemigos me afrentan diciéndome cada día: "¿Dónde está tu Dios?" ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera a Dios, porque aún le he de alabar. ¡El es la salvación de mi ser, y mi Dios! Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa. Líbrame de una nación impía, del hombre de engaño e iniquidad. Siendo tú el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué he de andar enlutado por la opresión del enemigo? Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán. Ellas me conducirán a tu monte santo y a tus moradas. Llegaré hasta el altar de Dios, a Dios, mi alegría y mi gozo. Te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío. ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera a Dios, porque aún le he de alabar. ¡El es la salvación de mi ser, y mi Dios! (Al músico principal. De los hijos de Coré. Masquil) Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído; nuestros padres nos han contado de la obra que hiciste en sus días, en tiempos antiguos. Con tu mano echaste a las naciones para plantarlos a ellos; abatiste a los pueblos y los arrojaste. No se apoderaron de la tierra por su espada, ni su brazo los libró; sino tu diestra, tu brazo, y la luz de tu rostro; porque tú los favorecías. Tú, oh Dios, eres mi Rey; manda liberación a Jacob. Por medio de ti embestiremos a nuestros enemigos; en tu nombre pisotearemos a los que se nos oponen. No confiaré en mi arco, ni mi espada me librará; pues tú nos libras de nuestros enemigos y avergüenzas a los que nos aborrecen. En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, y alabaremos su nombre para siempre. (Selah) Sin embargo, nos has desechado y nos has confundido; ya no sales con nuestros ejércitos. Nos has hecho retroceder ante el enemigo, y los que nos aborrecen nos han saqueado. Nos has puesto como ovejas para el consumo, y nos has esparcido entre las naciones. Has vendido de balde a tu pueblo, y ningún provecho has ganado con su precio. Nos has puesto como afrenta ante nuestros vecinos, por burla y ridículo ante los que están a nuestro alrededor. Nos has puesto como refrán en medio de las naciones, y como objeto de burla en medio de los pueblos. Cada día mi confusión está delante de mí, y mi cara se cubre de vergüenza, por la voz del que injuria y deshonra, por causa del enemigo y del vengativo. Todo esto nos ha venido, pero no nos hemos olvidado de ti, ni hemos faltado a tu pacto. No se ha vuelto atrás nuestro corazón, ni tampoco nuestros pasos se han apartado de tu camino, para que nos abatas en el lugar de los chacales y nos cubras con densa oscuridad. Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios o alzado nuestras manos a un dios extraño, ¿no averiguaría esto Dios, quien conoce los secretos del corazón? Más bien, por tu causa nos matan cada día; somos tratados como ovejas para el matadero. Despierta; ¿por qué duermes, oh Señor? Despierta; no nos abandones para siempre. ¿Por qué escondes tu rostro y te olvidas de nuestra aflicción y opresión? Nuestra alma está agobiada hasta el polvo; nuestro vientre está pegado a la tierra. Levántate, socórrenos y redímenos por tu misericordia. (Al músico principal. Sobre Sosanim. Para los hijos de Coré. Masquil. Canción de amor) Mi corazón rebosa de palabras buenas; dedico al rey mi canto. Mi lengua es como pluma de un veloz escriba. Tú eres el más hermoso de los hijos del hombre; la gracia se ha derramado en tus labios. Por eso Dios te ha bendecido para siempre. Ciñe tu espada sobre tu muslo, oh valiente, en tu gloria y majestad. En tu majestad cabalga y triunfa por causa de la verdad, de la humildad y de la justicia. Tu mano derecha te mostrará cosas asombrosas. Pueblos caerán debajo de ti; tus flechas agudas penetrarán en el corazón de los enemigos del rey. Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y aborrecido la injusticia; por eso te ha ungido Dios, el Dios tuyo, con aceite de gozo, más que a tus compañeros. Mirra, áloe y casia exhalan todas tus vestiduras; en palacios de marfil te han recreado los instrumentos de cuerda. Hijas de reyes hay en tu corte de honor; la reina está de pie a tu derecha con oro de Ofir. Oye, hija, y mira; inclina tu oído: Olvida tu pueblo y la casa de tu padre. El rey desea tu hermosura; inclínate hacia él, porque él es tu señor. Las hijas de Tiro vienen con presentes, y los ricos del pueblo imploran tu favor. Toda gloriosa está la hija del rey; de perlas engastadas en oro es su vestido. Con vestido bordado será llevada ante el rey. Vírgenes irán detrás de ella; sus compañeras serán traídas a ti. Serán traídas con alegría y con gozo, y entrarán en el palacio del rey. En lugar de tus padres estarán tus hijos, a quienes harás príncipes en toda la tierra. Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones, por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre. (Al músico principal. De los hijos de Coré. Sobre Alamot. Cántico) Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por eso no temeremos aunque la tierra tiemble, aunque los montes se derrumben en el corazón del mar, aunque sus aguas rujan y echen espuma, y se estremezcan los montes por su braveza. (Selah) Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario, morada del Altísimo. Dios está en medio de ella; no será movida. Dios la ayudará al clarear la mañana. Las naciones se conmocionan, se tambalean los reinos. El emite su voz, y se derrite la tierra. Jehovah de los Ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. (Selah) Venid y ved los hechos de Jehovah, quien ha causado desolaciones en la tierra. Hasta los confines de la tierra hace cesar las guerras; quiebra el arco, rompe la lanza y quema los carros en el fuego. "Estad quietos y reconoced que yo soy Dios. Exaltado he de ser entre las naciones; exaltado seré en la tierra." Jehovah de los Ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. (Selah) (Al músico principal. De los hijos de Coré. Salmo) ¡Pueblos todos, aplaudid! ¡Aclamad a Dios con voz de júbilo! Porque Jehovah, el Altísimo, es temible, gran Rey sobre toda la tierra. El someterá los pueblos a nosotros, las naciones debajo de nuestros pies. Porque él ha elegido nuestra heredad, el orgullo de Jacob, al cual amó. (Selah) Subió Dios en medio de aclamación; Jehovah, con sonido de corneta. ¡Cantad a Dios, cantad! ¡Cantad a nuestro Rey, cantad! Porque Dios es el Rey de toda la tierra, cantad con entendimiento. ¡Dios reina sobre las naciones! ¡Dios se ha sentado sobre su santo trono! Se han reunido los gobernantes de los pueblos con el pueblo del Dios de Abraham, porque de Dios son las defensas de la tierra. ¡El es muy enaltecido! (Cántico. Salmo de los hijos de Coré) ¡Grande es Jehovah y digno de suprema alabanza, en la ciudad de nuestro Dios, en el monte de su santuario! ¡Qué hermosa altura! El gozo de toda la tierra es el monte Sion por el lado norte, la ciudad del Gran Rey. Dios es conocido por refugio en sus palacios. Porque, he aquí, los reyes se han aliado; han avanzado juntos. Pero viéndola así, se quedaron atónitos; se turbaron y se dieron prisa a huir. Allí se apoderó de ellos el estremecimiento; tuvieron dolor como de mujer que da a luz. Con el viento del oriente rompes las naves de Tarsis. Como lo oímos, así lo hemos visto en la ciudad de Jehovah de los Ejércitos, la ciudad de nuestro Dios: Dios la afirmará para siempre. (Selah) Oh Dios, hemos pensado en tu misericordia, en medio de tu templo. Conforme a tu nombre, oh Dios, así es tu alabanza hasta los confines de la tierra. Tu diestra está llena de justicia. Se alegrará el monte Sion; las hijas de Judá se regocijarán a causa de tus juicios. Id alrededor de Sion y rodeadla; contad sus torres. Observad detenidamente su muro exterior; examinad sus palacios, para que lo contéis a la generación venidera. Porque Dios es nuestro Dios eternamente y para siempre; por siempre nos guiará. (Al músico principal. Salmo para los hijos de Coré) Oíd esto, todos los pueblos; escuchad, todos los habitantes del mundo, tanto la gente común como la gente notable, el rico juntamente con el pobre: Mi boca hablará sabiduría; y el pensamiento de mi corazón, inteligencia. Inclinaré a los proverbios mi oído; expresaré con el arpa mi enigma. ¿Por qué habré de temer en los días de la adversidad, cuando me rodee la iniquidad de mis opresores? Los que confían en sus posesiones y se jactan de la abundancia de sus riquezas, ninguno de ellos puede redimir a su hermano, ni pagar a Dios por su rescate. La redención de su vida es muy costosa; se ha de abandonar para siempre el intento de vivir eternamente y jamás ver corrupción. Cuando él los mira, los sabios mueren; contempla al necio y al torpe, y ellos perecen y dejan a otros sus riquezas. De los que llaman sus tierras con sus nombres, sus tumbas son sus casas para siempre, y sus moradas de generación en generación. Pero el hombre no permanecerá en sus riquezas; más bien, es semejante a los animales que perecen. Este camino suyo es necedad. No obstante, sus seguidores se complacen en sus dichos. (Selah) Como ovejas que fueron apartadas para el Seol, los pastorea la muerte; los rectos se enseñorearán de ellos. Al amanecer se desvanecerá su buen aspecto, y el Seol será su morada. Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque me llevará consigo. (Selah) No temas cuando alguno se enriquece, cuando aumenta la gloria de su casa. Porque al morir no llevará nada, ni descenderá tras él su gloria. Aunque su alma lo bendiga mientras vive, y reconozcan que ella le prospera, entrará en la generación de sus padres, y nunca más verá la luz. El hombre que vive con honores, pero sin entendimiento, es semejante a los animales que perecen. (Salmo de Asaf) Jehovah, el Dios de dioses, ha hablado; ha convocado a la tierra desde donde sale el sol hasta donde se pone. Desde Sion, perfección de la hermosura, Dios ha resplandecido. Nuestro Dios viene y no callará. Fuego consumidor le precede, y alrededor de él hay gran tormenta. Convoca a los cielos en lo alto; y a la tierra, para juzgar a su pueblo. "Reunidme a mis fieles, los que han hecho conmigo pacto mediante sacrificio." Los cielos proclamarán su justicia, porque Dios es el Juez. (Selah) "Escucha, oh pueblo mío, y hablaré; testificaré contra ti, oh Israel. Yo soy Dios, el Dios tuyo. No te reprocharé con respecto a tus sacrificios, ni por tus holocaustos, que siempre están delante de mí. No tomaré toros de tu casa, ni machos cabríos de tus rediles; porque míos son todos los animales del bosque, los millares del ganado en mis montes. Conozco todas las aves de las alturas, y las criaturas del campo son mías. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y su plenitud. ¿He de comer la carne de los toros? ¿He de beber la sangre de los machos cabríos? ¡Sacrifica a Dios acciones de gracias! ¡Paga tus votos al Altísimo! Invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me glorificarás." Pero al impío Dios le dijo: "¿Por qué tienes tú que recitar mis leyes y mencionar mi pacto con tu boca? Tú detestas la instrucción y echas a tus espaldas mis palabras. Si ves a un ladrón, te complaces con él, y tu parte está con los adúlteros. Con maldad das rienda suelta a tu boca, y tu lengua urde engaño. Tomas asiento y hablas contra tu hermano; contra el hijo de tu madre arrojas infamia. Estas cosas has hecho, y yo he callado. Ciertamente pensabas que yo sería como tú, pero yo te reprenderé y las pondré ante tus ojos. "Entended pues esto, los que os olvidáis de Dios; no sea que yo os arrebate sin que nadie os libre. El que ofrece sacrificio de acción de gracias me glorificará, y al que ordena su camino le mostraré la salvación de Dios." (Al músico principal. Salmo de David, cuando el profeta Natán fue a él, después que David tuvo relaciones con Betsabé) Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he nacido, y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado. Esconde tu rostro de mis pecados y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí. No me eches de tu presencia, ni quites de mí tu Santo Espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación, y un espíritu generoso me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, y con regocijo cantará mi lengua tu justicia. Señor, abre mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza. Porque no quieres sacrificio; y si doy holocausto, no lo aceptas. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios. Haz bien a Sion, con tu benevolencia; edifica los muros de Jerusalén. Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada. Entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar. (Al músico principal. Masquil de David cuando Doeg el edomita fue y le informó a Saúl diciendo: "David ha ido a la casa de Abimelec.") ¿Por qué te jactas, oh poderoso, de la maldad contra el piadoso? Todo el día tu lengua maquina agravios; como navaja afilada produce engaño. Has amado el mal más que el bien; la mentira, más que el hablar justicia. (Selah) Has amado toda palabra perversa, oh lengua engañosa. Por eso Dios te derribará para siempre; te aplastará y te arrancará de tu morada. El te desarraigará de la tierra de los vivientes. (Selah) Los justos lo verán y temerán. Se reirán de él diciendo: "¡Ved al hombre que no puso a Dios como su fortaleza, sino que confió en sus muchas riquezas y se refugió en su maldad!" Pero yo seré como un olivo verde en la casa de Dios; en la misericordia de Jehovah confiaré eternamente y para siempre. Por siempre te daré gracias por lo que has hecho. En presencia de tus fieles esperaré en tu nombre, porque es bueno. (Al músico principal. Sobre Majalat. Masquil de David) Dijo el necio en su corazón: "No hay Dios." Se han corrompido y han hecho abominable maldad. No hay quien haga el bien. Dios miró desde los cielos sobre los hijos del hombre, para ver si había algún sensato que buscara a Dios. Pero cada uno se había descarriado; a una se habían corrompido. No había quien hiciera el bien; no había ni siquiera uno. ¿Acaso los que obran iniquidad no saben que comen a mi pueblo como si fuera pan, y que a Dios no invocan? Allí donde no hubo nada que temer, temieron grandemente; porque Dios esparció los huesos de los blasfemos. Los avergonzaste, porque Dios los rechazó. ¡Quién hiciera que de Sion viniese la salvación de Israel! Cuando Dios restaure de la cautividad a su pueblo, se gozará Jacob; se alegrará Israel. (Al músico principal. Con Neguinot. Masquil de David, cuando fueron los de Zif y dijeron a Saúl: "¿Acaso no está David escondido entre nosotros?") Oh Dios, sálvame por tu nombre y defiéndeme con tu poder. Oh Dios, escucha mi oración; atiende las palabras de mi boca. Porque los extraños se han levantado contra mí, y los violentos buscan mi vida. No toman en cuenta a Dios. (Selah) He aquí, Dios es quien me ayuda; el Señor está con los que sostienen mi vida. El hará volver el mal contra mis enemigos. ¡Destrúyelos por tu verdad! Te ofreceré sacrificios voluntarios. Daré gracias a tu nombre, oh Jehovah, porque es bueno; porque me has librado de toda angustia. Mis ojos han visto la derrota de mis enemigos. (Al músico principal. Con Neguinot. Masquil de David) Atiende, oh Dios, mi oración; no te escondas ante mi súplica. Escúchame y respóndeme. En mi pensar estoy deprimido y turbado por la voz del enemigo, por la presión de los impíos que me inculpan de iniquidad y me odian con furor. Mi corazón se estremece dentro de mí; terrores de muerte me han caído encima. Temor y temblor me han sobrevenido, y me cubre el espanto. Dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría y hallaría reposo. Ciertamente huiría lejos y pasaría las noches en el desierto. (Selah) Me apresuraría a buscar refugio del viento tempestuoso, de la tempestad. Destrúyelos, oh Señor, y confunde sus lenguas; porque violencia y rencilla he visto en la ciudad. Día y noche hacen rondas sobre sus muros, y la maldad y el abuso están adentro. Agravio hay en medio de ella; el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas. Si un enemigo me hubiera afrentado, yo lo habría soportado. Si el que me aborrece se hubiera levantado contra mí, yo me habría ocultado de él. Pero fuiste tú, un hombre igual a mí, mi compañero, mi íntimo amigo; que juntos compartíamos dulcemente los secretos, y con afecto nos paseábamos en la casa de Dios. Que la muerte los sorprenda y desciendan vivos al Seol. Porque el mal está en sus moradas, instalado en medio de ellos. No obstante, yo clamaré a Dios, y Jehovah me salvará. Al anochecer, al amanecer y al mediodía oraré y clamaré; y él oirá mi voz. Ha rescatado en paz mi alma de la guerra que han desatado en contra de mí, aunque son muchos los que han estado contra mí. Dios oirá, y luego los humillará: ¡El, que permanece desde la antigüedad! (Selah) Porque no cambian de actitud ni temen a Dios. Más bien, aquél extiende sus manos contra sus propios aliados, y viola su pacto. Ellos ablandan su boca más que mantequilla, pero en su corazón hay contienda. Suavizan sus palabras más que el aceite, pero son como espadas desenvainadas. Echa tu carga sobre Jehovah, y él te sostendrá. Jamás dejará caído al justo. Tú, oh Dios, harás descender a aquéllos al pozo de la destrucción. Los hombres sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus días, pero yo confiaré en ti. (Al músico principal. Sobre "La paloma silenciosa de la lejanía". Mictam de David compuesto cuando los filisteos lo apresaron en Gat) Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me pisotea el hombre; me oprime combatiéndome todo el día. Todo el día me pisotean mis enemigos, porque muchos son los que me combaten con altanería. El día en que tengo temor, yo en ti confío. En Dios, cuya palabra alabo, en Dios he confiado. ¡No temeré lo que me pueda hacer ningún mortal! Todo el día pervierten mis palabras; contra mí son todos sus pensamientos, para mal. Ellos conspiran; se ocultan. Observan atentamente mis pasos en acecho de mi vida. ¿Escaparán ellos por su iniquidad? ¡Oh Dios, derriba los pueblos con tu furor! Mis andanzas tú has contado: Pon mis lágrimas ante ti. ¿Acaso no están escritas en tu libro? El día que yo clame a ti, mis enemigos retrocederán. Esto sé: que Dios está a mi lado. En Dios, cuya palabra alabo, en Jehovah, cuya palabra alabo, en Dios he confiado. No temeré lo que me pueda hacer el hombre. Sobre mí, oh Dios, están tus votos; te pagaré sacrificios de acción de gracias. Porque has librado mi vida de la muerte y mis pies de la caída, para que ande delante de Dios en la luz de la vida. (Al músico principal. Sobre "No destruyas". Mictam de David compuesto cuando huyó de Saúl a la cueva) Ten misericordia de mí, oh Dios; ten misericordia de mí, porque en ti ha confiado mi alma. En la sombra de tus alas me ampararé, hasta que pasen las calamidades. Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me favorece. El enviará desde los cielos y me librará de la infamia del que me oprime. (Selah) ¡Dios enviará su misericordia y su verdad! Mi vida está entre leones; estoy tendido entre hombres que devoran. Sus dientes son lanzas y flechas, y su lengua es como espada afilada. ¡Seas exaltado sobre los cielos, oh Dios; y sobre toda la tierra, tu gloria! Una red han tendido ante mis pasos para doblegar mi alma. Una fosa han cavado delante de mí, y en medio de ella han caído ellos mismos. (Selah) Mi corazón está firme, oh Dios; está firme mi corazón. Cantaré y entonaré salmos. ¡Despierta, oh alma mía! ¡Despertad, oh arpa y lira! Despertaré al alba. Te alabaré entre los pueblos, oh Señor; a ti cantaré salmos entre las naciones. Porque grande, hasta los cielos, es tu misericordia; y hasta las nubes, tu verdad. ¡Seas exaltado sobre los cielos, oh Dios; y sobre toda la tierra, tu gloria! (Al músico principal. Sobre "No destruyas". Mictam de David) Oh magistrados, ¿en verdad pronunciáis justicia? ¿Juzgáis rectamente a los hijos del hombre? Más bien, con el corazón obráis iniquidad en la tierra y a la violencia abrís camino con vuestras manos. Los impíos se alienaron desde la matriz; se descarriaron desde el vientre, hablando mentira. Tienen veneno como veneno de serpiente; son como una cobra sorda que tapa sus oídos y no oye la voz de los encantadores, aun del más experto encantador. Oh Dios, rompe sus dientes en sus bocas; quiebra, oh Jehovah, los colmillos de los leones. Escúrranse como aguas que se pierden; que cuando apunten con sus flechas, éstas queden despuntadas. Pasen como la babosa que se deshace; y como un abortivo de mujer, no vean el sol. Antes que sus espinos produzcan espinas, con su ira los arrebatará cual vendaval. El justo se alegrará cuando vea la venganza, y lavará sus pies en la sangre del impío. Entonces dirá el hombre: "Ciertamente el justo tiene frutos; ciertamente hay un Dios que juzga la tierra." (Al músico principal. Sobre "No destruyas". Mictam de David, compuesto cuando Saúl mandó que ellos acecharan la casa para matarlo) Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; ponme a salvo de los que se levantan contra mí. Líbrame de los que hacen iniquidad; sálvame de los hombres sanguinarios. Porque he aquí, acechan mi vida; los prepotentes me atacan, no por transgresión o por pecado mío, oh Jehovah. Sin que yo sea culpable, corren y se preparan. Despierta para venir a mi encuentro y mira. Tú, oh Jehovah Dios de los Ejércitos, Dios de Israel, despierta para castigar a todas las naciones. No tengas misericordia de ningún inicuo traidor. (Selah) Vuelven al anochecer, aúllan como perros y rodean la ciudad. He aquí, profieren con sus bocas; espadas hay en sus labios. Porque dicen: "¿Quién oye?" Pero tú, oh Jehovah, te reirás de ellos; te burlarás de todas las naciones. Fortaleza mía, en ti esperaré; porque Dios es mi alto refugio. Mi Dios misericordioso me saldrá al encuentro. Dios me hará ver mi deseo cumplido en mis enemigos. No los mates, para que mi pueblo no se olvide. Hazles andar errantes, por tu poder. Abátelos, oh Jehovah, escudo nuestro. Por el pecado de sus bocas, por la palabra de sus labios sean presos; por su soberbia, por la maldición y por la mentira que profieren. Acábalos con furor; acábalos de modo que dejen de existir. Que se sepa que Dios domina en Jacob, hasta los confines de la tierra. (Selah) ¡Que vuelvan al anochecer y aúllen como perros! ¡Que rodeen la ciudad! Ellos andan errantes para hallar qué comer; y al no saciarse, se quejan. Pero yo cantaré a tu poder y alabaré de mañana tu misericordia; porque fuiste para mí un alto refugio y un amparo en el día de mi angustia. Fortaleza mía, a ti cantaré salmos; porque Dios es mi alto refugio, el Dios que tiene misericordia de mí. (Al músico principal. Sobre "La Rosa del Testimonio". Mictam de David, para ser enseñado. Compuesto cuando provocó la confrontación con Siria mesopotámica y Siria de Soba, y Joab volvió y derrotó a 12.000 de Edom en el valle de la Sal) Oh Dios, tú nos has desechado; has roto nuestras defensas. Te has airado. ¡Vuelve a nosotros! Hiciste temblar la tierra; la has agrietado. Restaura sus fallas, porque se desmorona. Has hecho ver duras cosas a tu pueblo; nos has hecho beber vino de aturdimiento. Has dado bandera a los que te temen, para que alcancen seguridad ante el arco. (Selah) Salva con tu diestra y respóndenos, de modo que sean librados tus amados. Dios ha hablado en su santuario: "¡Cómo me regocijo! Repartiré Siquem y mediré el valle de Sucot. Mío es Galaad, y mío es Manasés. Efraín es la fortaleza de mi cabeza; Judá es mi cetro. Moab es la vasija en que me lavo; sobre Edom echaré mis sandalias, y sobre Filistea lanzaré mi grito de victoria." ¿Quién me guiará a la ciudad fortificada? ¿Quién me conducirá hasta Edom? ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado, y que ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos? Danos socorro ante el enemigo, pues vana es la liberación que da el hombre. Con Dios haremos proezas, y él aplastará a nuestros enemigos. (Al músico principal. Con Neguinot. Salmo de David) Escucha, oh Dios, mi clamor; atiende a mi oración. Desde el extremo de la tierra clamaré a ti cuando mi corazón desmaye. Llévame a la roca que es más alta que yo. Porque tú me has sido refugio y torre fortificada delante del enemigo. Que yo habite en tu tabernáculo para siempre, y me refugie al amparo de tus alas. (Selah) Pues tú, oh Dios, has oído mis votos; has dado heredad a los que temen tu nombre. Días sobre días añadirás al rey; sus años serán como generación tras generación. Estará para siempre delante de Dios; designa la misericordia y la verdad para que lo guarden. Entonces cantaré salmos a tu nombre para siempre, para pagar mis votos día tras día. (Al músico principal. A Jedutún. Salmo de David) Sólo en Dios reposa mi alma; de él proviene mi salvación. Sólo él es mi roca y mi salvación; él es mi refugio; no seré grandemente movido. ¿Hasta cuándo os ensañaréis contra un hombre? ¿Lo destrozaréis todos vosotros como a una pared inclinada o una cerca derribada? Solamente consultan cómo derribarlo de su eminencia. Se complacen con la mentira. Con sus bocas bendicen, pero en su interior maldicen. (Selah) Oh alma mía, reposa sólo en Dios, porque de él es mi esperanza. Sólo él es mi roca y mi salvación; es mi alto refugio; no seré movido. Dios es mi salvación y mi gloria; en Dios está la roca de mi fortaleza y mi refugio. Oh pueblos, esperad en él en todo tiempo; derramad delante de él vuestro corazón, porque Dios es nuestro refugio. (Selah) Por cierto, vanidad son los hombres comunes; mentira son los hombres notables. Si se los pesa a todos juntos en balanza, serán menos que un soplo. No confiéis en la opresión, ni os envanezcáis con la rapiña. Aunque se incremente la riqueza, no pongáis en ella el corazón. Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: que en Dios hay fortaleza. También en ti, oh Señor, hay misericordia; pues tú pagas a cada uno según su obra. (Salmo de David, compuesto cuando estaba en el desierto de Judá) ¡Oh Dios, tú eres mi Dios! Con diligencia te he buscado; mi alma tiene sed de ti. Mi cuerpo te anhela en tierra árida y sedienta, carente de agua. Te he contemplado en el santuario, para admirar tu poder y tu gloria. Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán. Por eso te bendeciré en mi vida, y en tu nombre alzaré mis manos. Como de sebo y de gordura se saciará mi alma; mi boca te alabará con labios de júbilo. Cuando en mi cama me acuerdo de ti, medito en ti en las vigilias de la noche. Porque tú eres mi socorro, bajo la sombra de tus alas cantaré de gozo. Mi vida está apegada a ti; tu mano derecha me sostiene. Los que buscan mi alma para destruirla caerán en las profundidades de la tierra. Los destruirán a filo de espada, y serán la porción de las zorras. Pero el rey se alegrará en Dios. Será alabado cualquiera que jura por él, pero será cerrada la boca de los que hablan mentira. (Al músico principal. Salmo de David) Escucha, oh Dios, mi voz en mi oración; guarda mi vida del miedo al enemigo. Escóndeme del consejo secreto de los malhechores, del tumulto de los que obran iniquidad. Ellos afilan sus lenguas como espadas, y disponen palabras amargas como flechas, para tirarlas a escondidas contra el inocente. De repente tiran contra él, y no temen. Se alientan unos a otros en perverso designio, y planean esconder trampas. Dicen: "¿Quién nos ha de ver?" Traman maldad, hacen un minucioso complot, hasta el íntimo pensamiento de cada uno de ellos y lo profundo del corazón. Pero Dios los herirá con sus propias flechas. De repente les sobrevendrán sus heridas. Los hará caer por sus propias lenguas; todos los que los vean moverán la cabeza. Todos los hombres temerán; anunciarán la obra de Dios y entenderán sus hechos. El justo se alegrará en Jehovah y confiará en él. Se gloriarán todos los rectos de corazón. (Al músico principal. Salmo. Cántico de David) En Sion, oh Dios, te corresponde la alabanza; a ti serán pagados los votos. Tú oyes la oración; a ti acudirá todo ser. Las palabras de iniquidad prevalecen contra mí, pero tú perdonarás nuestras rebeliones. Bienaventurado el hombre que tú escoges y haces que se acerque a ti, para que habite en tus atrios. Seremos saciados del bien de tu casa, de tu santo templo. Con hechos tremendos nos responderás en justicia, oh Dios de nuestra salvación, esperanza de todos los confines de la tierra y de todos los mares más distantes. Tú eres el que afirmas las montañas con poder, ceñido de poderío. Tú eres el que sosiegas el estruendo de los mares, el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos. Por eso los habitantes de los confines de la tierra tienen temor de tus maravillas. Tú haces cantar de júbilo a las salidas de la mañana y de la noche. Visitas la tierra y la riegas; en gran manera la enriqueces. El río de Dios está lleno de aguas. Produces los trigales, porque así lo has preparado. Haces que se empapen sus surcos y allanas sus crestas. Disuelves los terrones con aguaceros y bendices sus brotes. Coronas el año con tus bondades, y tus recorridos fluyen abundancia. Los pastizales del desierto fluyen abundancia, y las colinas se ciñen de alegría. Los prados se visten de rebaños y los valles se cubren de grano. Gritan de júbilo y cantan. (Al músico principal. Cántico y salmo) ¡Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra! Cantad a la gloria de su nombre; dadle la gloria en la alabanza. Decid a Dios: "¡Cuán admirables son tus obras! Por tu gran poder se someterán a ti tus enemigos. ¡Toda la tierra te adorará y cantará a ti! ¡Cantarán a tu nombre!" (Selah) Venid y ved los actos de Dios, admirable en sus hechos para con los hijos del hombre. El convirtió el mar en tierra seca, y por el río pasaron a pie. ¡Regocijémonos en él! Se enseñorea con su poder para siempre; sus ojos observan a las naciones para que los rebeldes no se enaltezcan contra él. (Selah) ¡Bendecid, oh pueblos, a nuestro Dios! Haced que se escuche la voz de su alabanza. El es quien preservó la vida a nuestra alma y no permitió que resbalasen nuestros pies. Tú nos has probado, oh Dios; nos has purificado como se prueba la plata. Nos metiste en la red, y pusiste apretura sobre nuestros lomos. Hiciste que los hombres cabalgaran encima de nuestras cabezas. Pasamos por el fuego y por el agua, pero luego nos sacaste a abundancia. Entraré en tu templo con holocaustos; te pagaré mis votos que pronunciaron mis labios y que mi boca prometió cuando yo estaba angustiado. Te ofreceré holocaustos de animales engordados, con incienso de carneros. Sacrificaré toros y machos cabríos. (Selah) Venid; oíd, todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho por mi vida. A él invoqué con mi boca y con mi lengua lo ensalcé. Si en mi corazón yo hubiese consentido la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. ¡Pero de veras Dios me ha escuchado! El atendió a la voz de mi oración. ¡Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración ni de mí su misericordia! (Al músico principal. Con Neguinot. Salmo y cántico) Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga. Haga resplandecer su rostro sobre nosotros; (Selah) para que sea reconocido en la tierra tu camino, y en todas las naciones tu salvación. ¡Los pueblos te alaben, oh Dios! ¡Todos los pueblos te alaben! Alégrense y gócense las naciones, porque tú juzgarás a los pueblos con equidad y guiarás a las naciones de la tierra. (Selah) ¡Los pueblos te alaben, oh Dios! ¡Todos los pueblos te alaben! La tierra dará su fruto; nos bendecirá Dios, el Dios nuestro. Dios nos bendiga, y témanlo todos los confines de la tierra. (Al músico principal. Salmo de David. Cántico) Dios se levantará, y se dispersarán sus enemigos; huirán de su presencia los que le aborrecen. Como se disipa el humo, así los disiparás. Como se derrite la cera ante el fuego, así perecerán los impíos delante de Dios. Pero los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios y saltarán de alegría. ¡Cantad a Dios! ¡Cantad salmos a su nombre! ¡Preparad camino al que cabalga sobre las nubes! Jehovah es su nombre. ¡Alegraos delante de él! Padre de los huérfanos y juez de las viudas es Dios en su santa morada. Es el Dios que hace habitar en familia a los solitarios y saca a los cautivos a prosperidad, pero los rebeldes habitan en sequedales. Oh Dios, cuando saliste delante de tu pueblo, cuando marchaste por el desierto, (Selah) la tierra tembló; también los cielos gotearon ante Dios. Aquel Sinaí tembló delante de Dios, del Dios de Israel. Abundante lluvia esparciste, oh Dios; a tu posesión exhausta reanimaste. Tu rebaño ha habitado en ella. Por tu bondad, oh Dios, has provisto para el pobre. El Señor da la palabra, y una gran hueste de mujeres anuncia la buena nueva: "¡Huyen, huyen los reyes de los ejércitos!" Y en casa las mujeres reparten el botín. Aunque os recostabais entre los rediles, las alas de la paloma se cubrieron de plata, y sus plumas con la amarillez del oro. Cuando el Todopoderoso esparció allí a los reyes, el monte Salmón se cubrió de nieve. ¡Monte de Dios es el monte de Basán! ¡Alto es el monte de Basán! Oh montes de elevados picachos, ¿por qué miráis con hostilidad al monte que Dios ha deseado como morada? Ciertamente Jehovah habitará allí para siempre. Los carros de Dios son miríadas de miríadas, y millares de millares. ¡Entre ellos el Señor viene del Sinaí al santuario! Subiste a lo alto, tomaste cautivos. Tomaste tributos de los hombres, aun de los rebeldes, para que allí habitase Jehovah Dios. ¡Bendito sea el Señor! Día tras día lleva nuestras cargas el Dios de nuestra salvación. (Selah) Nuestro Dios es Dios de salvación; de Jehovah el Señor es el librar de la muerte. Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos; la cabelluda coronilla del que camina en sus pecados. El Señor dijo: "De Basán los haré volver; los haré volver de lo profundo del mar, para que laves tus pies en sangre, y también la lengua de tus perros en la de tus enemigos. ¡Ved las marchas triunfales de Dios, las marchas triunfales de mi Dios y Rey, en el santuario! Los cantores van delante, los músicos detrás, y en medio van las jóvenes tocando tamboriles. ¡Bendecid a Dios en la congregación! ¡Bendecid al Señor, vosotros de la estirpe de Israel! Allí está Benjamín, el más joven, dirigiéndoles. Allí están los jefes de Judá con su multitud, los jefes de Zabulón y los jefes de Neftalí. Tu Dios ha ordenado tu fuerza. ¡Confirma, oh Dios, lo que has hecho en nosotros! Por causa de tu templo en Jerusalén, los reyes te traerán obsequios. Reprende a la fiera del cañaveral, a la manada de toros con los becerros de los pueblos. Atropella a los que persiguen la plata. Dispersa a los pueblos que se complacen en las batallas. Vendrán dignatarios de Egipto; Etiopía extenderá sus manos hacia Dios. Reinos de la tierra, cantad a Dios; ¡cantad al Señor! (Selah) Cantad al que cabalga en los cielos, los cielos milenarios; él emitirá su voz, su poderosa voz. ¡Reconoced el poderío de Dios! Sobre Israel sea su magnificencia, y su poder en los cielos. Temible eres, oh Dios, en tu santuario. El Dios de Israel es quien da poder y vigor a su pueblo. ¡Bendito sea Dios! (Al músico principal. Sobre Sosanim. Salmo de David) ¡Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta mi alma! Estoy hundido en el lodo profundo, donde no hay suelo firme. He llegado a las profundidades de las aguas, y la corriente me ha arrastrado. Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido. Mis ojos han desfallecido esperando a mi Dios. Los que me aborrecen sin causa se han aumentado; son más que los cabellos de mi cabeza. Se han fortalecido mis enemigos que me destruyen sin razón. ¡He tenido que devolver lo que no había robado! Oh Dios, tú conoces mi insensatez; mis pecados no te son ocultos. No sean avergonzados por mi culpa los que esperan en ti, oh Señor Jehovah de los Ejércitos. No sean confundidos por mí los que te buscan, oh Dios de Israel. Por tu causa he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi cara. He venido a ser extraño a mis hermanos, y extranjero para los hijos de mi madre. Pues el celo por tu casa me ha consumido, y las afrentas de los que te afrentan han caído sobre mí. Me afligí a mí mismo con ayuno; también esto me ha servido de afrenta. Además, me puse cilicio como vestido y llegué a servirles de refrán. Hablaban contra mí los que se sentaban en el tribunal, y los borrachos cantaban canciones contra mí. Sin embargo, oh Jehovah, yo dirigía a ti mi oración en el tiempo de tu buena voluntad. Oh Dios, respóndeme por tu gran bondad, por la verdad de tu salvación. Sácame del lodo; no sea yo sumergido. Sea yo librado de los que me aborrecen, y de las profundidades de las aguas. No me arrastre la corriente de las aguas; no me trague el abismo, ni la fosa cierre su boca sobre mí. Escúchame, oh Jehovah, porque buena es tu misericordia. Mírame conforme a tu inmensa compasión. No escondas tu rostro de tu siervo, porque estoy angustiado; apresúrate a escucharme. Acércate a mi alma y redímela; líbrame a causa de mis enemigos. Tú conoces mi afrenta, mi confusión y mi oprobio. Delante de ti están todos mis enemigos. La afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé que alguien se compadeciera de mí, y no hubo quién. Busqué consoladores y no hallé ninguno. Además, me dieron hiel en lugar de alimento, y para mi sed me dieron de beber vinagre. Séales una trampa la mesa que tienen delante; lo que es para bien, séales tropiezo. Oscurézcanse sus ojos para no ver, y haz que siempre tambaleen sus lomos. Derrama tu ira sobre ellos, y el furor de tu enojo los alcance. Quede desolada su casa, y en sus tiendas no haya morador. Porque persiguieron a quien tú heriste, y comentan el dolor de los que tú llagaste. Añade maldad sobre su maldad, y no entren en tu justicia. Sean borrados del libro de los vivientes, y no sean contados con los justos. Yo estoy afligido y dolorido. Tu liberación, oh Dios, me ponga en alto. Alabaré con cánticos el nombre de Dios; lo exaltaré con acciones de gracias. Esto agradará a Jehovah más que sacrificios de toros o de novillos que echan cuernos y pezuñas. Lo ven los humildes y se alegran. Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón. Porque Jehovah escucha a los necesitados; y no menosprecia a sus prisioneros. Alábenle los cielos y la tierra, los mares y todo lo que se mueve en ellos. Porque Dios salvará a Sion y reedificará las ciudades de Judá. Habitarán allí y la poseerán. Los descendientes de sus siervos la heredarán, y los que aman su nombre habitarán en ella. (Al músico principal. Salmo de David. Para conmemorar) ¡Ten a bien, oh Dios, librarme! ¡Oh Jehovah, apresúrate a socorrerme! Sean avergonzados y humillados los que buscan mi vida. Vuelvan atrás y sean confundidos los que desean mi mal. Vuelvan a causa de su vergüenza los que dicen: "¡Ajá, ajá!" Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan. Digan siempre los que aman tu salvación: "¡Dios sea engrandecido!" Aunque yo sea pobre y necesitado, ¡apresúrate y ven a mí, oh Dios! Tú eres mi ayuda y mi libertador. ¡Oh Jehovah, no te tardes! En ti, oh Jehovah, me he refugiado; no sea yo avergonzado jamás. Socórreme y líbrame en tu justicia. Inclina a mí tu oído y sálvame. Sé tú mi roca fuerte a donde recurra yo continuamente. Has mandado que yo sea librado, porque tú eres mi roca y mi fortaleza. Oh Dios mío, líbrame de la mano de los impíos, de la mano de los perversos y opresores. Porque tú, oh Señor Jehovah, eres mi esperanza, mi seguridad desde mi juventud. Por ti he sido sustentado desde el vientre; tú eres quien me sacó del seno de mi madre. Siempre será tuya mi alabanza. Para muchos he sido objeto de asombro, pero tú eres mi fuerte refugio. Esté llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día. No me deseches en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando mi fuerza se acabe. Porque mis enemigos han hablado contra mí, y los que acechan mi vida consultan unidos diciendo: "Dios lo ha abandonado. Perseguidlo y capturadlo, porque no hay quien lo libre." Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, apresúrate a socorrerme. Sean avergonzados y desfallezcan los adversarios de mi alma. Sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que buscan mi mal. Pero yo siempre esperaré; te alabaré más y más. Mi boca proclamará tu justicia y tu salvación, todo el día, aunque no sepa enumerarlas. Celebraré los poderosos actos del Señor Jehovah; haré memoria de tu justicia, que es sólo tuya. Oh Dios, tú me has enseñado desde mi juventud; hasta ahora he manifestado tus maravillas. Aun en la vejez y en las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que proclame a la posteridad las proezas de tu brazo, tu poderío a todos los que han de venir, y tu justicia, oh Dios, hasta lo sumo. Porque has hecho grandes cosas. ¡Oh Dios, quién como tú! Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás desde los abismos de la tierra. Aumentarás mi grandeza y me volverás a consolar. Asimismo, oh Dios mío, te alabaré con la lira. Tu verdad cantaré con el arpa, oh Santo de Israel. Mis labios se alegrarán, cuando yo te cante salmos; aun mi alma, a la cual has redimido. También mi lengua hablará de tu justicia todo el día, porque fueron avergonzados y confundidos los que procuraban mi mal. (A Salomón) Oh Dios, da tus juicios al rey, y tu justicia al hijo del rey. El juzgará a tu pueblo con justicia, y a tus pobres con rectitud. Los montes producirán paz para el pueblo; y las colinas, justicia. Juzgará a los pobres del pueblo; salvará a los hijos del necesitado y quebrantará al opresor. Durará con el sol y la luna, generación tras generación. Descenderá como lluvia sobre la hierba cortada, como los aguaceros que humedecen la tierra. En sus días florecerá el justo; habrá abundancia de paz, hasta que no haya más luna. Dominará de mar a mar, y desde el Río hasta los confines de la tierra. Delante de él se postrarán los habitantes del desierto, y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas del mar le traerán presentes; los reyes de Saba y de Seba le presentarán tributo. Ante él se arrodillarán todos los reyes, y le servirán todas las naciones. Librará al necesitado que suplica, y al pobre que no tiene quien le socorra. Tendrá piedad del pobre y del necesitado, y salvará las vidas de los necesitados. De la opresión y de la violencia redimirá sus vidas; la sangre de ellos será preciosa a sus ojos. Vivirá, y se le dará el oro de Saba. Se orará por él continuamente; todo el día se le bendecirá. Haya abundancia de grano en la tierra; sea copioso en las cumbres de los montes. Su fruto brotará como el Líbano, y surgirá como la hierba de la tierra. Para siempre será su nombre; será perpetuado mientras dure el sol. En él serán benditas todas las naciones, y lo llamarán bienaventurado. ¡Bendito sea Jehovah Dios, Dios de Israel! Sólo él hace maravillas. ¡Bendito sea para siempre su nombre glorioso! Toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y amén. Aquí terminan las oraciones de David hijo de Isaí. (Salmo de Asaf) ¡Ciertamente bueno es Dios para con Israel, para con los limpios de corazón! En cuanto a mí, por poco se deslizaron mis pies; casi resbalaron mis pasos, porque tuve envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de los impíos. Pues no hay para ellos dolores de muerte; más bien, es robusto su cuerpo. No sufren las congojas humanas, ni son afligidos como otros hombres. Por eso la soberbia los ciñe cual collar, y los cubre un vestido de violencia. Sus ojos se les salen de gordura; logran con creces los antojos de su corazón. Se mofan y hablan con maldad; desde lo alto planean la opresión. Dirigen contra el cielo su boca, y sus lenguas recorren la tierra. Por eso mi pueblo va hacia ellos, y beben de lleno sus palabras. Ellos dicen: "¿Cómo sabrá Dios?" o "¿Habrá conocimiento en el Altísimo?" He aquí, estos impíos siempre están tranquilos, y aumentan sus riquezas. ¡Ciertamente en vano he mantenido puro mi corazón y he lavado mis manos en inocencia! Pues he sido azotado todo el día, empezando mi castigo por las mañanas. Si yo dijera: "Hablaré como ellos," he aquí que traicionaría a la generación de tus hijos. Pensé para entender esto; ha sido duro trabajo ante mis ojos, hasta que, venido al santuario de Dios, comprendí el destino final de ellos: Ciertamente los has puesto en deslizaderos, y los harás caer en la decepción. ¡Cómo han sido desolados de repente! Se acabaron; fueron consumidos por el terror. Como al despertar del sueño, así, Señor, al levantarte, despreciarás sus apariencias. De veras se amargaba mi corazón, y en mi interior sentía punzadas. Pues yo era ignorante y no entendía; yo era como un animal delante de ti. Con todo, yo siempre estuve contigo. Me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos? Aparte de ti nada deseo en la tierra. Mi cuerpo y mi corazón desfallecen; pero la roca de mi corazón y mi porción es Dios, para siempre. Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; pues tú destruirás a todo aquel que se prostituye apartándose de ti. En cuanto a mí, la cercanía de Dios constituye el bien. En el Señor Jehovah he puesto mi refugio para contar todas tus obras. (Masquil de Asaf) ¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre? ¿Por qué humea tu furor contra las ovejas de tu prado? Acuérdate de tu congregación que adquiriste en tiempos antiguos, y redimiste para que sea la tribu de tu heredad: este monte Sion en el cual has habitado. Dirige tus pasos hacia las ruinas perpetuas; todo lo ha destruido el enemigo en el santuario. Tus adversarios han rugido en medio de tu santuario, y han puesto sus estandartes por señal. Fueron semejantes a los que levantan el hacha contra el tupido bosque. Ahora, con hachas y barras han destruido todas tus entalladuras. Han prendido fuego a tu santuario; han profanado el tabernáculo de tu nombre, echándolo a tierra. Dijeron en su corazón: "¡Destruyámoslos de una vez!" Han quemado todos los lugares de culto a Dios en el país. Ya no distinguimos nuestras señales; ya no hay profeta, ni con nosotros hay quien sepa hasta cuándo… ¿Hasta cuándo, oh Dios, nos ha de afrentar el adversario? ¿Ha de ultrajar el enemigo tu nombre perpetuamente? ¿Por qué retraes tu mano, y retienes tu diestra en tu seno? Sin embargo, Dios es mi Rey desde los tiempos antiguos. El es quien obra salvación en medio de la tierra. Tú con tu poder dividiste el mar; rompiste sobre las aguas las cabezas de los monstruos acuáticos. Tú machacaste las cabezas del Leviatán, y lo diste por comida a los moradores del desierto. Tú abriste el manantial y el arroyo; tú secaste los ríos inagotables. Tuyo es el día, tuya es también la noche; tú estableciste la luna y el sol. Tú fijaste todas las fronteras de la tierra. El verano y el invierno, tú los formaste. Acuérdate de que el enemigo ha injuriado a Jehovah; un pueblo vil ha blasfemado tu nombre. No entregues a las fieras la vida de tu tórtola; no olvides para siempre la congregación de tus pobres. Mira el pacto; porque los tenebrosos lugares de la tierra están llenos de moradas de violencia. No vuelva avergonzado el oprimido; alaben tu nombre el pobre y el necesitado. Levántate, oh Dios; defiende tu causa. Acuérdate de cómo te injuria el vil todo el día. No olvides el vocerío de tus enemigos; constantemente sube el tumulto de los que se levantan contra ti. (Al músico principal. Sobre "No destruyas". Salmo de Asaf. Cántico) ¡Gracias te damos, oh Dios; damos gracias! Porque cercano está tu nombre; se cuenta de tus maravillas. "Cuando yo establezca el tiempo, juzgaré con rectitud. Cuando se derrita la tierra con todos sus habitantes, yo mismo sostendré sus columnas. (Selah) Dije a los jactanciosos: ‘No os jactéis.’ Y a los impíos: ‘No os enorgullezcáis. No levantéis en alto vuestra frente, ni habléis con el cuello erguido.’" Porque ni del oriente, ni del occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento. Pues Dios es el Juez: A éste abate y a aquél exalta. Ciertamente la copa está en la mano de Jehovah, con vino espumante mezclado con especias. Cuando él la vacíe, todos los impíos de la tierra beberán de ella hasta la última gota. Pero yo siempre anunciaré y cantaré salmos al Dios de Jacob. El quebrantará todo el poderío de los impíos; pero el poderío del justo será exaltado. (Al músico principal. Con Neguinot. Salmo de Asaf. Cántico) Dios es conocido en Judá; grande es su nombre en Israel. En Salem está su enramada, y en Sion su habitación. Allí quebró las ráfagas del arco, el escudo, la espada y el arma de guerra. (Selah) ¡Esplendoroso eres tú, majestuoso más que las montañas eternas! Los hombres de gran valentía fueron despojados y duermen su sueño; ninguno de los hombres de guerra pudo usar sus manos. A tu reprensión, oh Dios de Jacob, fueron paralizados el carro y el caballo. Temible eres tú; ¿quién podrá permanecer en tu presencia cuando se desate tu ira? Desde los cielos hiciste oír el juicio. La tierra tuvo temor y calló cuando te levantaste, oh Dios, para juzgar, cuando te levantaste para librar a todos los mansos de la tierra. (Selah) Ciertamente la ira del hombre te traerá reconocimiento, y te ceñirás con los sobrevivientes de las iras. Haced votos y pagadlos a Jehovah, vuestro Dios; todos los que están alrededor traerán obsequios al Temible. El humillará el espíritu de los príncipes; ¡temible es a los reyes de la tierra! (Al músico principal. Para Jedutún. Salmo de Asaf) Mi voz elevo a Dios y clamo; mi voz elevo a Dios, y él me escucha. A Dios busco en el día de mi angustia. Sin cesar extiendo a él mis manos en la noche; mi alma rehúsa el consuelo. Me acuerdo de Dios y gimo; medito, y mi espíritu desfallece. (Selah) Tú retienes los párpados de mis ojos; estoy turbado y no puedo hablar. Considero los días de antaño, los años antiguos. Recuerdo mi canto en la noche. Medito en mi corazón, y mi espíritu investiga. ¿Acaso nos desechará el Señor para siempre? ¿Ya no volverá a ser propicio? ¿Se ha agotado para siempre su misericordia? ¿Se han acabado sus promesas por generación y generación? ¿Se ha olvidado de ser clemente? ¿En su ira ha cerrado su compasión? (Selah) Y pienso: Mi tristeza es que haya cambio en la diestra del Altísimo. Me acuerdo de las obras de Jehovah; sí, me acuerdo de tus maravillas del pasado. Medito en todos tus hechos, y reflexiono en tus actos. Oh Dios, santo es tu camino. ¿Qué Dios es grande como nuestro Dios? Tú eres un Dios que hace maravillas; has hecho conocer tu poder entre los pueblos. Con tu brazo has redimido a tu pueblo, a los hijos de Jacob y de José. (Selah) Las aguas te vieron, oh Dios; las aguas te vieron y temblaron. Se estremecieron los abismos. Los nubarrones vertieron sus aguas; tronaron las nubes; también se desplazaron tus rayos. El tronar de tu voz estaba en el torbellino; los relámpagos alumbraron al mundo; la tierra se estremeció y tembló. Tu camino estaba en el mar, y tu sendero en las caudalosas aguas. Pero tus huellas nadie las pudo conocer. Como a un rebaño has conducido a tu pueblo por medio de Moisés y de Aarón. (Masquil de Asaf) Escucha, oh pueblo mío, mi ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. Abriré mi boca en parábolas; evocaré las cosas escondidas del pasado, las cuales hemos oído y entendido, porque nos las contaron nuestros padres. No las encubriremos a sus hijos. A la generación venidera contaremos las alabanzas de Jehovah, y de su poder y de las maravillas que hizo. El estableció su testimonio en Jacob y puso la ley en Israel. Mandó a nuestros padres que lo hicieran conocer a sus hijos, para que lo supiese la generación venidera y sus hijos que nacieran, para que los que surgiesen lo contaran a sus hijos, para que pusiesen en Dios su confianza y no se olvidaran de las obras de Dios, a fin de que guardasen sus mandamientos; para que no fuesen como sus padres: una generación porfiada y rebelde, una generación que no dispuso su corazón, ni su espíritu fue fiel para con Dios. Los hijos de Efraín, armados con excelentes arcos, volvieron las espaldas en el día de la batalla. No guardaron el pacto de Dios y rehusaron andar en su ley. Más bien, se olvidaron de sus obras, de las maravillas que les había mostrado. Delante de sus padres Dios hizo maravillas en la tierra de Egipto, en los campos de Tanis. Dividió el mar y los hizo pasar; hizo que las aguas se detuvieran como en un dique. De día los condujo con una nube, toda la noche con resplandor de fuego. Partió las peñas en el desierto, y les dio a beber del gran abismo. Sacó corrientes de la peña e hizo descender aguas como ríos. A pesar de esto, volvieron a pecar contra él; se rebelaron contra el Altísimo en el desierto. Probaron a Dios en su corazón, pidiendo comida a su antojo. Y hablaron contra Dios diciendo: "¿Podrá preparar una mesa en el desierto? He aquí que golpeó la peña, y fluyeron aguas; y corrieron arroyos en torrentes. Pero, ¿podrá también dar pan? ¿Podrá proveer carne para su pueblo?" Jehovah lo oyó y se indignó; fuego se encendió contra Jacob, y la ira descendió contra Israel. Porque no creyeron a Dios, ni confiaron en su liberación, a pesar de que mandó a las nubes de arriba, y abrió las puertas de los cielos; a pesar de que hizo llover sobre ellos maná para comer, y les dio trigo del cielo. Pan de fuertes comió el hombre; les envió comida hasta saciarles. Levantó en el cielo el viento del oriente, y trajo el viento del sur con su poder. Así hizo llover sobre ellos carne como polvo, aves aladas como la arena del mar. Las hizo caer en medio del campamento, alrededor de sus tiendas. Comieron hasta hartarse; les dio satisfacción a su apetito. Pero cuando no habían colmado su apetito, estando la comida aún en sus bocas, descendió sobre ellos la ira de Dios, y mató a los más distinguidos de ellos; derribó a los escogidos de Israel. Con todo, siguieron pecando y no dieron crédito a sus maravillas. Por eso los consumió en la vanidad, y consumió sus años con pánico. Cuando los hacía morir, entonces buscaban a Dios, y solícitos volvían a acercarse a él. Se acordaron de que Dios es su Roca; de que el Dios Altísimo es su Redentor. Pero le halagaban con la boca, y con su lengua le mentían. Pues sus corazones no eran firmes para con él, ni eran fieles con su pacto. Con todo, él perdonaba misericordioso la maldad y no los destruía. En muchas ocasiones apartó su ira y no despertó todo su enojo. Se acordó de que ellos eran carne, un soplo que va y no vuelve. ¡Cuántas veces lo amargaron en el desierto; lo entristecieron en la sequedad! Volvían a probar a Dios, e irritaban al Santo de Israel. No se acordaron de su mano en el día que los redimió del adversario, cuando impuso en Egipto sus señales y sus maravillas en los campos de Tanis. Convirtió en sangre sus canales; también sus corrientes, para que no bebiesen. Envió contra ellos enjambres de moscas que los devoraban, y ranas que los infestaban. También entregó sus productos a la oruga, y el fruto de sus labores a la langosta. Sus viñas destruyó con granizo y sus higuerales con aluvión. Entregó los animales al granizo, y sus ganados a los rayos. Envió sobre ellos el furor de su ira, enojo, indignación y angustia, como delegación de mensajeros destructores. Dio vía libre a su furor; no eximió sus almas de la muerte; sus vidas entregó a la epidemia. Hirió a todos los primogénitos de Egipto, primicias del vigor de las tiendas de Cam. Pero hizo que su pueblo partiera cual manada y los llevó por el desierto cual rebaño. Los guió con seguridad, para que no tuvieran miedo; y el mar cubrió a sus enemigos. Después los trajo al territorio de su santuario; a este monte que adquirió con su diestra. Arrojó a las naciones de delante de ellos, les repartió a cordel la heredad, e hizo habitar en sus tiendas a las tribus de Israel. Pero pusieron a prueba al Dios Altísimo y lo amargaron, y no guardaron sus testimonios. Más bien, se volvieron atrás y se rebelaron como sus padres. Se desviaron como arco engañoso. Lo airaron con sus lugares altos, y con sus imágenes le provocaron a celos. Dios lo oyó y se encendió en ira; en gran manera rechazó a Israel. Abandonó el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres. Entregó su poderío a la cautividad; y su gloria, en manos del enemigo. También entregó su pueblo a la espada; se airó contra su posesión. El fuego devoró a sus jóvenes; sus vírgenes no fueron alabadas. Sus sacerdotes cayeron a espada, y sus viudas no hicieron lamentación. Entonces se despertó el Señor, a la manera del que duerme, como un guerrero que grita excitado por el vino. E hirió a sus enemigos haciéndolos retroceder, y los puso como afrenta perpetua. Desechó la tienda de José; no escogió a la tribu de Efraín. Más bien, escogió a la tribu de Judá; el monte Sion, al cual amó. Allí edificó su santuario como las alturas; como la tierra, a la cual cimentó para siempre. Eligió a su siervo David; lo tomó de los rediles de las ovejas. Lo trajo de detrás de las ovejas recién paridas, para que apacentase a su pueblo Jacob, a Israel su heredad. Los apacentó con íntegro corazón; los pastoreó con la pericia de sus manos. (Salmo de Asaf) Oh Dios, los gentiles han venido a tu heredad. Han contaminado tu santo templo, y a Jerusalén han reducido a montones de escombros. Han dado los cuerpos de tus siervos como comida a las aves de los cielos; han dado la carne de tus fieles a los animales de la tierra. Derramaron como agua su sangre en los alrededores de Jerusalén; no hubo quien los enterrase. Somos una afrenta para nuestros vecinos, burla y ridículo ante los que están a nuestro alrededor. ¿Hasta cuándo, oh Jehovah? ¿Has de estar airado para siempre? ¿Arderá como fuego tu celo? Derrama tu ira sobre las naciones que no te conocen y sobre los reinos que no invocan tu nombre. Porque han devorado a Jacob, y han desolado su morada. No recuerdes contra nosotros los pecados de nuestros antepasados. Salgan pronto a encontrarnos tus misericordias, porque estamos muy abatidos. Ayúdanos, oh Dios, salvación nuestra, por causa de la gloria de tu nombre. Líbranos y expía nuestros pecados por amor de tu nombre. ¿Por qué han de decir los gentiles: "¿Dónde está su Dios?" Sea dada a conocer a las naciones y ante nuestros ojos la venganza de la sangre de tus siervos, que ha sido derramada. Llegue a tu presencia el gemido de los presos. Conforme a la grandeza de tu brazo, preserva a los sentenciados a muerte. Devuelve a nuestros vecinos siete veces en sus caras, la infamia con que te han deshonrado, oh Jehovah. Entonces nosotros, pueblo tuyo y ovejas de tu prado, te confesaremos para siempre; por generación y generación contaremos de tus alabanzas. (Al músico principal. Sobre Sosanim. Testimonio. Salmo de Asaf) ¡Oh Pastor de Israel, escucha, tú que conduces a José como a un rebaño! ¡Tú, que estás entre los querubines, resplandece delante de Efraín, de Benjamín y de Manasés! Despierta tu poderío y ven para salvarnos. Oh Dios, ¡restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. Jehovah Dios de los Ejércitos, ¿hasta cuándo has de mostrar tu indignación contra la oración de tu pueblo? Nos has dado a comer pan de lágrimas. Nos has dado a beber lágrimas en abundancia. Nos has puesto por escarnio a nuestros vecinos; nuestros enemigos se mofan de nosotros. Oh Dios de los Ejércitos, ¡restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. Trajiste una vid de Egipto; echaste a las naciones y la plantaste. Limpiaste el lugar delante de ella. Hiciste que echara raíz, y llenó la tierra. Los montes fueron cubiertos por su sombra, y sus ramas llegaron a ser como cedros de Dios. Extendió sus ramas hasta el mar, y hasta el Río sus renuevos. ¿Por qué has roto sus cercas de modo que la vendimien todos los que pasan por el camino? El jabalí salvaje la devasta; las criaturas del campo se alimentan de ella. Oh Dios de los Ejércitos, vuelve, por favor; mira desde el cielo, considera y visita esta viña. Su cepa que plantó tu diestra—el hijo que fortaleciste para ti—, está quemada con fuego; la han cortado. ¡Perezcan por la reprensión de tu rostro! Sea tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo del hombre que fortaleciste para ti mismo. Así no nos apartaremos de ti; nos darás vida, e invocaremos tu nombre. Oh Jehovah Dios de los Ejércitos, ¡restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. (Al músico principal. Sobre Guitit. Salmo de Asaf) ¡Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra! Aclamad con júbilo al Dios de Jacob. Entonad himnos y tocad el tamboril, la suave lira y el arpa. Tocad la corneta en luna nueva; en luna llena, por nuestra solemnidad. Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Dios de Jacob. En José lo instituyó por testimonio, cuando salió contra la tierra de Egipto. Escuché un idioma que no conocía: "Aparté su hombro de debajo de la carga; sus manos fueron apartadas del peso de los cestos. Clamaste en la calamidad, y yo te libré. Te respondí en lo oculto del trueno. Te probé junto a las aguas de Meriba. (Selah) "Escucha, oh pueblo mío, y testificaré contra ti. ¡Oh Israel, si me oyeras…! No haya dios extraño en medio de ti, ni te postres ante dios extranjero. Yo soy Jehovah tu Dios, que te hice venir de la tierra de Egipto. Abre bien tu boca, y la llenaré. "Pero mi pueblo no escuchó mi voz; Israel no me quiso a mí. Por eso los entregué a la dureza de su corazón, y caminaron según sus propios consejos. ¡Oh, si mi pueblo me hubiera escuchado; si Israel hubiera andado en mis caminos…! En un instante habría yo sometido a sus enemigos, y habría vuelto mi mano contra sus adversarios. Los que aborrecen a Jehovah se le habrían sometido, y su castigo habría sido eterno. Los habría sustentado con la suculencia del trigo; con miel de la roca te habría saciado." (Salmo de Asaf) Dios está de pie en la asamblea divina; en medio de los dioses ejerce el juicio: "¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente y entre los impíos haréis distinción de personas? (Selah) Rescatad al necesitado y al huérfano; haced justicia al pobre y al indigente. Librad al necesitado y al menesteroso; libradlo de la mano de los impíos. "Ellos no saben ni entienden; andan en tinieblas. ¡Todos los cimientos de la tierra son conmovidos! Yo os dije: ‘Vosotros sois dioses; todos vosotros sois hijos del Altísimo.’ Sin embargo, como un hombre moriréis y caeréis como cualquiera de los gobernantes." ¡Levántate, oh Dios; juzga la tierra, porque tú poseerás todas las naciones! (Cántico. Salmo de Asaf) Oh Dios, no guardes silencio. No calles, oh Dios, ni permanezcas inmóvil. Porque he aquí que rugen tus enemigos, y los que te aborrecen han levantado la cabeza. Contra tu pueblo han consultado astutamente; han entrado en consejo contra tus protegidos. Han dicho: "Venid y destruyámoslos, de modo que dejen de ser una nación y no haya más memoria del nombre de Israel." Han conspirado juntos, de común acuerdo; han hecho pacto contra ti. Las tiendas de Edom, los ismaelitas, Moab, los hagrienos, Biblos, Amón, Amalec, los filisteos con los habitantes de Tiro. También los asirios se han juntado con ellos y sirven de brazo a los hijos de Lot. (Selah) Hazlos como a Madián; como a Sísara y a Jabín, en el arroyo de Quisón. Perecieron en Endor, y fueron hechos abono para el suelo. Pon a sus nobles como a Oreb y a Zeeb; a todos sus príncipes, como a Zébaj y a Zalmuna. Porque han dicho: "Heredemos nosotros los prados de Dios." Oh Dios mío, hazlos como remolino de hojas, como paja ante el viento, como fuego que quema el bosque, como llama que abrasa las montañas. Persíguelos con tu tempestad; aterrorízalos con tu huracán. Llena sus caras de vergüenza; y que busquen tu nombre, oh Jehovah. Sean confundidos y turbados para siempre; sean afrentados y perezcan. Conozcan que tu nombre es Jehovah. ¡Tú solo eres Altísimo sobre toda la tierra! (Al músico principal. Sobre Guitit. Para los hijos de Coré. Salmo) ¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehovah de los Ejércitos! Mi alma anhela y aun desea ardientemente los atrios de Jehovah. Mi corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo. Hasta el pajarito halla una casa, y la golondrina un nido para sí, donde poner sus polluelos cerca de tus altares, oh Jehovah de los Ejércitos, ¡Rey mío y Dios mío! ¡Bienaventurados los que habitan en tu casa! Continuamente te alabarán. (Selah) ¡Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, y en cuyo corazón están tus caminos! Cuando pasan por el valle de lágrimas, lo convierten en manantial. También la lluvia temprana lo cubre de bendición. Irán de poder en poder, y verán a Dios en Sion. Oh Jehovah Dios de los Ejércitos, oye mi oración. Escucha, oh Dios de Jacob. (Selah) Mira, oh Dios, escudo nuestro; pon tu vista en el rostro de tu ungido. Porque mejor es un día en tus atrios, que mil fuera de ellos. Prefiero estar en el umbral de la casa de mi Dios, que habitar en moradas de impiedad. Porque sol y escudo es Jehovah Dios; gracia y gloria dará Jehovah. No privará del bien a los que andan en integridad. Oh Jehovah de los Ejércitos, ¡bienaventurado el hombre que confía en ti! (Al músico principal. Para los hijos de Coré. Salmo) Oh Jehovah, has sido propicio a tu tierra, has restaurado a Jacob de la cautividad. Has perdonado la iniquidad de tu pueblo; has cubierto todos sus pecados. (Selah) Has dejado todo tu enojo; has desistido del ardor de tu ira. Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación; haz cesar tu ira contra nosotros. ¿Estarás airado con nosotros para siempre? ¿Extenderás tu ira de generación en generación? ¿No volverás a darnos vida, de modo que tu pueblo se alegre en ti? Muéstranos, oh Jehovah, tu misericordia, y concédenos tu salvación. Escucharé lo que hable el Dios Jehovah; pues él hablará paz a su pueblo y a sus fieles, para que no se vuelvan a la locura. Ciertamente cercana está su salvación para los que le temen, para que habite la gloria en nuestra tierra. La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. La verdad brotará de la tierra, y la justicia mirará desde los cielos. Asimismo, Jehovah dará el bien, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia irá delante de él, y hará de sus pasos un camino. (Oración de David) Inclina, oh Jehovah, tu oído y escúchame; porque soy pobre y necesitado. Guarda mi alma, porque soy piadoso; salva tú, oh Dios mío, a tu siervo que en ti confía. Ten misericordia de mí, oh Jehovah, porque a ti clamo todo el día. Alegra el alma de tu siervo, porque a ti, oh Señor, levanto mi alma, porque tú, oh Señor, eres bueno y perdonador, grande en misericordia para con los que te invocan. Escucha, oh Jehovah, mi oración; atiende a la voz de mis súplicas. En el día de mi angustia te llamaré, porque tú me respondes. Oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses, ni hay nada que iguale tus obras. Vendrán todas las naciones que hiciste y adorarán, oh Señor, delante de ti. Glorificarán tu nombre, porque tú eres grande y hacedor de maravillas. ¡Sólo tú eres Dios! Enséñame, oh Jehovah, tu camino, y yo caminaré en tu verdad. Concentra mi corazón para que tema tu nombre. Te alabaré, oh Jehovah, Dios mío, con todo mi corazón; glorificaré tu nombre para siempre. Porque tu misericordia es grande para conmigo; tú has librado mi alma de las profundidades del Seol. Oh Dios, los arrogantes se han levantado contra mí, y una congregación de violentos busca mi vida, y a ti no te toman en cuenta. Pero tú, oh Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad, mírame y ten misericordia de mí. Da tú fuerzas a tu siervo; guarda al hijo de tu sierva. Haz conmigo señal para bien; véanla los que me aborrecen y sean avergonzados, porque tú, oh Jehovah, me ayudaste y me consolaste. (A los hijos de Coré. Salmo. Cántico) Su cimiento está sobre montes de santidad; Jehovah ama las puertas de Sion más que a todas las moradas de Jacob. ¡Cosas gloriosas se cuentan de ti, oh ciudad de Dios! (Selah) "Yo inscribiré a Rahab y a Babilonia entre los que me conocen. He aquí Filistea, Tiro y Etiopía. Este nació allí." De Sion se dirá: "Este y aquél han nacido en ella." El mismo Altísimo le dará estabilidad. Jehovah dirá, al inscribir a los pueblos: "Este nació allí." (Selah) Y tanto los que cantan como los que danzan dirán: "¡Todas mis fuentes están en ti!" (Cántico. Salmo de los hijos de Coré. Al músico principal. Sobre Majalat. Para ser cantado. Masquil de Hemán el ezraíta) Oh Jehovah, Dios de mi salvación, día y noche clamo delante de ti. Llegue mi oración a tu presencia; inclina tu oído a mi clamor, porque mi alma está harta de males, y mi vida se ha acercado al Seol. Soy contado con los que descienden a la fosa; soy como un hombre sin fuerzas. Estoy libre entre los muertos, como los cadáveres que yacen en la tumba, de quienes ya no te acuerdas, y que han sido arrebatados de tu mano. Me has puesto en la honda fosa, en lugares tenebrosos, en lugares profundos. Sobre mí reposa tu ira; me has afligido con todas tus olas. (Selah) Has alejado de mí a mis conocidos; me has puesto como abominación para ellos. Estoy encerrado; no puedo salir. Mis ojos se enfermaron a causa de mi aflicción. Cada día te he invocado, oh Jehovah; a ti he extendido mis manos. ¿Acaso harás milagros para los muertos? ¿Se levantarán los muertos para alabarte? (Selah) ¿Se contará en el sepulcro acerca de tu misericordia, o de tu verdad en el Abadón? ¿Será conocida en las tinieblas tu maravilla, y tu justicia en la tierra del olvido? Pero a ti he invocado, oh Jehovah; de mañana sale a tu encuentro mi oración. ¿Por qué desechas mi alma, oh Jehovah? ¿Por qué escondes de mí tu rostro? Yo estoy pobre y abatido; desde mi infancia he cargado tus terrores. ¡Ya no puedo más! Sobre mí ha pasado tu ira; tus terrores me han destruido. De continuo me han rodeado como inundación, y al mismo tiempo me han cercado. Has alejado de mí a mis amigos y compañeros; sólo las tinieblas son mi compañía. (Masquil de Eitán el ezraíta) Perpetuamente cantaré las misericordias de Jehovah; con mi boca daré a conocer tu fidelidad de generación en generación. Diré: Para siempre será edificada la misericordia; en los mismos cielos establecerás tu fidelidad. "Yo hice un pacto con mi escogido; juré a mi siervo David, diciendo: ‘Para siempre confirmaré tu descendencia y edificaré tu trono por todas las generaciones.’" (Selah) Los cielos celebrarán, oh Jehovah, tus maravillas; y tu fidelidad, en la congregación de los santos. Porque, ¿quién en las nubes se comparará con Jehovah? ¿Quién será semejante a Jehovah entre los hijos de los poderosos? Dios es temible en la gran asamblea de los santos; formidable sobre todos cuantos están a su alrededor. Oh Jehovah Dios de los Ejércitos, ¿quién como tú? ¡Poderoso eres, oh Jehovah! Tu fidelidad te rodea. Tú tienes dominio sobre la braveza del mar; cuando sus olas se levantan, tú las sosiegas. Tú quebrantaste a Rahab como a un cadáver; con el brazo de tu poder esparciste a tus enemigos. Tuyos son los cielos, tuya es también la tierra; el mundo y su plenitud, tú los fundaste. Al norte y al sur, tú los creaste; el Tabor y el Hermón cantarán a tu nombre. Tuyo es el brazo poderoso; fuerte es tu mano, exaltada tu diestra. La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono; la misericordia y la verdad van delante de tu rostro. ¡Bienaventurado el pueblo que conoce el grito de júbilo! Andarán a la luz de tu rostro, oh Jehovah. En tu nombre se alegrarán todo el día, y en tu justicia serán enaltecidos. Porque tú eres la gloria de su poder, y por tu buena voluntad exaltarás nuestro poderío. ¡Jehovah es nuestro escudo! ¡Nuestro Rey es el Santo de Israel! Antaño hablaste en visión a tus piadosos y les dijiste: "Yo he puesto el socorro sobre un valiente; he enaltecido a uno escogido de mi pueblo. Hallé a mi siervo David y lo ungí con mi aceite santo. Mi mano estará firme con él; también mi brazo lo fortalecerá. No lo doblegará el enemigo; ningún hijo de iniquidad lo quebrantará. Pero yo quebrantaré delante de él a sus enemigos, y heriré a los que le aborrecen. Mi fidelidad y mi misericordia estarán con él; en mi nombre será enaltecido su poderío. Asimismo, pondré su mano sobre el mar, y su mano derecha sobre los ríos. El me dirá: ‘Tú eres mi padre; eres mi Dios y la roca de mi salvación.’ Yo también le pondré por primogénito, más alto que los reyes de la tierra. Para siempre le confirmaré mi misericordia, y mi pacto será firme para con él. Estableceré su linaje para siempre, y su trono como los días de los cielos. Si sus hijos dejan mi ley y no caminan en mis juicios, si profanan mis estatutos y no guardan mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades. Pero no retiraré de él mi misericordia, ni falsearé mi fidelidad. No profanaré mi pacto, ni cambiaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi santidad, y no mentiré a David: Su descendencia será para siempre; y su trono, delante de mí, como el sol. Será como la luna, que permanece firme para siempre, un fiel testigo en medio de las nubes." (Selah) Pero tú has desechado y menospreciado a tu ungido; te has airado contra él. Tú has rechazado el pacto de tu siervo, y su diadema has profanado hasta el suelo. Has roto todos sus vallados y has convertido en ruinas sus fortalezas. Lo saquean todos los que pasan por el camino; es objeto de afrenta a sus vecinos. Has enaltecido la mano derecha de sus enemigos, y has alegrado a todos sus adversarios. Asimismo, has hecho volver atrás su espada y no lo levantaste en la batalla. Has hecho cesar el cetro de su esplendor, y has echado su trono por tierra. Has acortado los días de su juventud, y le has cubierto de afrenta. (Selah) ¿Hasta cuándo, oh Jehovah? ¿Te esconderás para siempre? ¿Arderá tu ira como el fuego? Recuerda, por favor, cuán pasajero soy. ¿Por qué habrás creado en vano a todos los hijos del hombre? ¿Qué hombre vivirá y no verá la muerte? ¿Librarás su vida del poder del Seol? (Selah) Señor, ¿dónde están tus antiguas misericordias que por tu fidelidad juraste a David? Señor, acuérdate del oprobio de tus siervos, el de muchos pueblos que llevo en mi seno. Porque tus enemigos, oh Jehovah, han deshonrado, han deshonrado los pasos de tu ungido. ¡Bendito sea Jehovah para siempre! Amén y amén. (Oración de Moisés, hombre de Dios) Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde la eternidad hasta la eternidad, tú eres Dios. Haces que el hombre vuelva al polvo. Dices: "¡Retornad, oh hijos del hombre!" Pues mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó. Son como una de las vigilias de la noche. Los arrasas; son como un sueño: En la mañana son como la hierba que crece; en la mañana brota y crece, y al atardecer se marchita y se seca. Porque con tu furor somos consumidos, y con tu ira somos turbados. Has puesto nuestras maldades delante de ti; nuestros secretos están ante la luz de tu rostro. Pues todos nuestros días pasan a causa de tu ira; acabamos nuestros años como un suspiro. Los días de nuestra vida son setenta años; y en los más robustos, ochenta años. La mayor parte de ellos es duro trabajo y vanidad; pronto pasan, y volamos. ¿Quién conoce el poder de tu ira y de tu indignación, como debes ser temido? Enséñanos a contar nuestros días, de tal manera que traigamos al corazón sabiduría. ¡Vuelve, oh Jehovah! ¿Hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. Por la mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días. Alégranos conforme a los días de nuestra aflicción, y a los años en que hemos visto el mal. Sea manifestada tu obra a tus siervos, y tu esplendor sobre sus hijos. Sea sobre nosotros la gracia de Jehovah nuestro Dios. La obra de nuestras manos confirma entre nosotros; sí, confirma la obra de nuestras manos. El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Todopoderoso. Diré yo a Jehovah: "¡Refugio mío y castillo mío, mi Dios en quien confío!" Porque él te librará de la trampa del cazador y de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas te refugiarás; escudo y defensa es su verdad. No tendrás temor de espanto nocturno, ni de flecha que vuele de día, ni de peste que ande en la oscuridad, ni de plaga que en pleno día destruya. Caerán a tu lado mil y diez mil a tu mano derecha, pero a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Porque a Jehovah, que es mi refugio, al Altísimo, has puesto como tu morada, no te sobrevendrá mal, ni la plaga se acercará a tu tienda. Pues a sus ángeles dará órdenes acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos. En sus manos te llevarán, de modo que tu pie no tropiece en piedra. Sobre el león y la cobra pisarás; hollarás al leoncillo y a la serpiente. "Porque en mí ha puesto su amor, yo lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. El me invocará, y yo le responderé; con él estaré en la angustia. Lo libraré y lo glorificaré; lo saciaré de larga vida y le mostraré mi salvación." (Salmo. Cántico para el día de sábado) Bueno es alabar a Jehovah, cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo. Bueno es anunciar por la mañana tu misericordia y tu verdad en las noches, con el arpa de diez cuerdas y la lira, con el tono suave del arpa. Ciertamente me has alegrado, oh Jehovah, con tus hechos, grito de gozo por las obras de tus manos. ¡Cuán grandes son tus obras, oh Jehovah! Muy profundos son tus pensamientos. El hombre necio no sabe, y el insensato no entiende esto: que los impíos brotan como la hierba, y que todos los que hacen iniquidad florecen para ser destruidos para siempre. Pero tú, oh Jehovah, para siempre eres el Altísimo. Porque he aquí tus enemigos, oh Jehovah; porque he aquí, tus enemigos perecerán. Serán dispersados todos los que hacen iniquidad. Pero tú enaltecerás mi poder como el de un toro salvaje, y sobre mí verterás aceite fresco. Mis ojos mirarán sobre mis enemigos; mis oídos oirán de los malhechores que se levantaron contra mí. El justo florecerá como la palmera; crecerá alto como el cedro en el Líbano. Plantados estarán en la casa de Jehovah; florecerán en los atrios de nuestro Dios. Aun en la vejez fructificarán. Estarán llenos de savia y frondosos, para anunciar que Jehovah, mi roca, es recto, y que en él no hay injusticia. ¡Jehovah reina! Se ha vestido de magnificencia. Jehovah se ha vestido de poder y se ha ceñido. También afirmó el mundo, y no se moverá. Firme es tu trono desde la antigüedad; tú eres desde la eternidad. Alzaron los ríos, oh Jehovah, alzaron los ríos su sonido; alzaron los ríos su estruendo. Jehovah en las alturas es más poderoso que el estruendo de muchas aguas, más que las recias olas del mar. Tus testimonios son muy firmes. La santidad adorna tu casa, oh Jehovah, a través de los años. Oh Jehovah, Dios de las venganzas, oh Dios de las venganzas, ¡manifiéstate! ¡Exáltate, oh Juez de la tierra! Da su recompensa a los soberbios. ¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Jehovah, se regocijarán los impíos? Vocean, hablan insolencias y se confabulan los que hacen iniquidad. A tu pueblo, oh Jehovah, quebrantan; a tu heredad afligen. A la viuda y al forastero matan; a los huérfanos asesinan. Han dicho: "No lo verá Jehovah, ni entenderá el Dios de Jacob." Entended, torpes del pueblo; vosotros, necios, ¿cuándo seréis entendidos? El que puso el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá? El que disciplina a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre el saber? Jehovah conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad. Bienaventurado el hombre a quien tú, oh Jehovah, disciplinas y lo instruyes sobre la base de tu ley, para darle tranquilidad en los días de la desgracia; en tanto que para los impíos se cava una fosa. Porque Jehovah no abandonará a su pueblo, ni desamparará a su heredad. Más bien, el derecho volverá a la justicia, y en pos de ella irán todos los rectos de corazón. ¿Quién se levantará por mí contra los malhechores? ¿Quién estará por mí contra los que hacen iniquidad? Si Jehovah no me ayudara, pronto mi alma moraría en el silencio. Cuando yo decía: "Mi pie resbala," tu misericordia, oh Jehovah, me sustentaba. En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma. ¿Se aliará contigo el trono de maldad, el que por decreto instituye el abuso? Conspiran contra la vida del justo y condenan la sangre inocente. Pero Jehovah ha sido mi refugio; mi Dios ha sido la roca de mi confianza. El hará volver sobre ellos su iniquidad, y los destruirá a causa de su maldad. Jehovah, nuestro Dios, los destruirá. ¡Venid, cantemos con gozo a Jehovah! Aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Acerquémonos ante su presencia con acción de gracias; aclamémosle con salmos. Porque Jehovah es Dios grande, Rey grande sobre todos los dioses. En su mano están las profundidades de la tierra; suyas son las alturas de los montes. Suyo es el mar, pues él lo hizo; y sus manos formaron la tierra seca. ¡Venid, adoremos y postrémonos! Arrodillémonos delante de Jehovah, nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios; nosotros somos el pueblo de su prado, y las ovejas de su mano. Si oís hoy su voz, "no endurezcáis vuestros corazones como en Meriba; como el día de Masá, en el desierto, donde vuestros padres me pusieron a prueba; me probaron y vieron mis obras: Cuarenta años estuve disgustado con aquella generación y dije: ‘Este pueblo se desvía en su corazón y no ha conocido mis caminos.’ Por eso juré en mi ira: ‘¡Jamás entrarán en mi reposo!’" ¡Cantad a Jehovah un cántico nuevo! ¡Cantad a Jehovah, toda la tierra! Cantad a Jehovah; bendecid su nombre. Anunciad de día en día su salvación. Contad entre las naciones su gloria, entre todos los pueblos sus maravillas; porque grande es Jehovah, y digno de suprema alabanza. El es temible sobre todos los dioses; porque todos los dioses de los pueblos son ídolos, pero Jehovah hizo los cielos. Gloria y esplendor hay delante de él; poder y hermosura hay en su santuario. Dad a Jehovah, oh familias de pueblos, dad a Jehovah la gloria y el poder. Dad a Jehovah la gloria debida a su nombre; traed ofrendas y venid a sus atrios; adorad a Jehovah en la hermosura de la santidad; tiemble ante su presencia toda la tierra. Decid entre las naciones: "¡Jehovah reina! Ciertamente ha afirmado el mundo, y no será movido. Juzgará a los pueblos con rectitud." ¡Alégrense los cielos, y gócese la tierra! ¡Ruja el mar y su plenitud! ¡Regocíjese el campo, y todo lo que hay en él! Entonces cantarán con júbilo todos los árboles del bosque delante de Jehovah, pues él viene. Porque él viene para juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con su verdad. ¡Jehovah reina! ¡Regocíjese la tierra! ¡Alégrense las muchas costas! Nube y oscuridad hay alrededor de él; la justicia y el derecho son el fundamento de su trono. El fuego avanza delante de él y abrasa a sus enemigos en derredor. Sus relámpagos alumbran el mundo; la tierra mira y se estremece. Delante de Jehovah los montes se derriten como cera, delante del Señor de toda la tierra. Los cielos anuncian su justicia, y todos los pueblos ven su gloria. Avergüéncense todos los que sirven a imágenes de talla, los que se glorían en los ídolos. ¡Todos los dioses póstrense ante él! Sion escuchó y se alegró; las hijas de Judá se regocijarán a causa de tus juicios, oh Jehovah. Porque tú, oh Jehovah, eres supremo sobre toda la tierra; eres muy enaltecido sobre todos los dioses. Los que amáis a Jehovah, aborreced el mal. El guarda la vida de sus fieles; los libra de manos de los impíos. La luz está sembrada para el justo, la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, oh justos, en Jehovah; celebrad la memoria de su santidad. (Salmo) ¡Cantad a Jehovah un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas! Victoria le ha dado su diestra y su santo brazo. Jehovah ha dado a conocer su victoria; ante los ojos de las naciones ha manifestado su justicia. Se ha acordado de su misericordia y de su fidelidad para con la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han visto la victoria de nuestro Dios. ¡Cantad alegres a Jehovah, toda la tierra! Prorrumpid, estallad de gozo y cantad salmos. Cantad salmos a Jehovah con la lira; con lira y melodía de himnos. Aclamad con trompetas y sonido de corneta delante del Rey Jehovah. Ruja el mar y su plenitud, el mundo y los que lo habitan. Aplaudan los ríos; regocíjense todos los montes delante de Jehovah, porque viene para juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud. ¡Jehovah reina, tiemblan los pueblos! El tiene su trono entre los querubines; la tierra se estremece. Jehovah es grande en Sion; es alto sobre todos los pueblos. Alaben su nombre grande y temible. ¡El es santo! Oh poderoso Rey que amas el derecho, tú has establecido la rectitud; tú ejerces en Jacob el derecho y la justicia. ¡Exaltad a Jehovah, nuestro Dios! Postraos ante el estrado de sus pies, porque él es santo. Moisés y Aarón estaban entre sus sacerdotes; Samuel estaba entre los que invocaban su nombre. Invocaban a Jehovah, y él les respondía. En columna de nube hablaba con ellos; y ellos guardaban sus testimonios y el estatuto que les había dado. Oh Jehovah, Dios nuestro, tú les respondías; tú les fuiste un Dios perdonador y castigador de sus malas obras. ¡Exaltad a Jehovah nuestro Dios! Postraos ante su santo monte, porque santo es Jehovah, nuestro Dios. (Salmo de acción de gracias) ¡Cantad alegres a Jehovah, habitantes de toda la tierra! Servid a Jehovah con alegría; venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehovah es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos. Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza. Dadle gracias; bendecid su nombre, porque Jehovah es bueno. Para siempre es su misericordia, y su fidelidad por todas las generaciones. (Salmo de David) De la misericordia y el derecho cantaré; a ti cantaré salmos, oh Jehovah. Daré atención al camino de la integridad. ¿Cuándo vendrás a mí? En integridad de corazón andaré en medio de mi casa. No pondré delante de mis ojos cosa indigna; aborrezco la obra de los que se desvían. Esta no se me pegará. El corazón perverso será apartado de mí; no reconoceré al malo. Al que solapadamente difama a su prójimo, a ése yo lo silenciaré; no soportaré al de ojos altaneros y de corazón arrogante. Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que habiten conmigo. El que anda en camino de integridad, ése me servirá. No habitará dentro de mi casa el que hace fraude; el que habla mentira no se afirmará delante de mis ojos. Por las mañanas cortaré de la tierra a todos los impíos, para extirpar de la ciudad de Jehovah a todos los que obran iniquidad. (Oración de un afligido, cuando desmaya y derrama su lamento delante de Jehovah) Oh Jehovah, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; inclina a mí tu oído. En el día en que te invoque, apresúrate a responderme. Porque mis días se han disipado como humo; mis huesos arden como un brasero. Mi corazón ha sido herido y se ha secado como la hierba, por lo cual me olvidé de comer mi pan. Por la voz de mi gemido, mis huesos se han pegado a mi carne. Soy semejante al búho del desierto; soy como la lechuza de los sequedales. Estoy insomne; soy como un pájaro solitario sobre el tejado. Todo el día me afrentan mis enemigos; los que me escarnecen se han conjurado contra mí. Por eso he comido ceniza como pan, y mi bebida mezclo con llanto, a causa de tu enojo y de tu ira. Porque me levantaste y me arrojaste, mis días son como la sombra que se va. Me he secado como la hierba. Pero tú, oh Jehovah, permanecerás para siempre, y tu memoria de generación en generación. Levántate, ten misericordia de Sion, porque ha llegado el tiempo de tener compasión de ella. Tus siervos aman sus piedras, y de su polvo tienen compasión. Entonces las naciones temerán el nombre de Jehovah, y todos los reyes de la tierra temerán tu gloria. Por cuanto Jehovah habrá edificado a Sion, será visto en su gloria. Habrá considerado la oración de los despojados, y no habrá desechado el ruego de ellos. Sea escrito esto para la generación venidera, y un pueblo que será creado alabará a Jehovah. Porque miró desde lo alto de su santuario, Jehovah miró desde los cielos a la tierra, para oír el gemido de los presos, para librar a los sentenciados a muerte, para contar en Sion del nombre de Jehovah, y de su alabanza en Jerusalén, cuando los pueblos y reinos se congreguen en uno para servir a Jehovah. Debilitó mi fuerza en el camino y acortó mis días. Dije: "Dios mío, no me lleves en la mitad de mis días. ¡Tus años duran por generación y generación! Tú fundaste la tierra en la antigüedad; los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permanecerás. Todos ellos se envejecerán como un vestido; como a ropa los cambiarás, y pasarán. Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán. Los hijos de tus siervos habitarán seguros, y su descendencia estará firme delante de ti." (De David) Bendice, oh alma mía, a Jehovah. Bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, oh alma mía, a Jehovah, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y de misericordia; el que sacia con bien tus anhelos, de modo que te rejuvenezcas como el águila. Jehovah es quien hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia. Sus caminos dio a conocer a Moisés; y a los hijos de Israel, sus obras. Compasivo y clemente es Jehovah, lento para la ira y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Pues como la altura de los cielos sobre la tierra, así ha engrandecido su misericordia sobre los que le temen. Tan lejos como está el oriente del occidente, así hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, así se compadece Jehovah de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. El hombre, como la hierba son sus días: Florece como la flor del campo que cuando pasa el viento, perece; y su lugar no la vuelve a conocer. Pero la misericordia de Jehovah es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen; y su justicia sobre los hijos de sus hijos, sobre los que guardan su pacto y se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra. Jehovah estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todo. Bendecid a Jehovah, vosotros sus poderosos ángeles que ejecutáis su palabra obedeciendo la voz de su palabra. Bendecid a Jehovah, vosotros todos sus ejércitos, servidores suyos que hacéis su voluntad. Bendecid a Jehovah, vosotras todas sus obras, en todos los lugares de su señorío. ¡Bendice, alma mía, a Jehovah! ¡Bendice, alma mía, a Jehovah! Jehovah, Dios mío, ¡qué grande eres! Te has vestido de gloria y de esplendor. Tú eres el que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una tienda, que construye sus altas moradas sobre las aguas, que hace de las nubes su carroza, que anda sobre las alas del viento, que hace a los vientos sus mensajeros, y a las llamas de fuego sus servidores. El fundó la tierra sobre sus cimientos; no será jamás removida. Con el océano como con vestido la cubriste; sobre las montañas estaban las aguas. A tu reprensión huyeron; se apresuraron al sonido de tu trueno. Subieron las montañas; descendieron los valles al lugar que tú estableciste para ellos. Les pusiste un límite, el cual no traspasarán, ni volverán a cubrir la tierra. Tú eres el que vierte los manantiales en los arroyos; corren entre las colinas. Dan de beber a todos los animales del campo; los asnos monteses mitigan su sed. Junto a ellos habitan las aves del cielo, y trinan entre las ramas. Tú das de beber a las montañas desde tus altas moradas; del fruto de tus obras se sacia la tierra. Haces producir el pasto para los animales y la vegetación para el servicio del hombre, a fin de sacar de la tierra el alimento: el vino que alegra el corazón del hombre, el aceite que hace lucir su rostro, y el pan que sustenta el corazón del hombre. Se llenan de savia los árboles de Jehovah; los cedros del Líbano, que él plantó. Allí anidan las aves; en sus copas hace su nido la cigüeña. Los montes altos son para las cabras monteses; las peñas, para las madrigueras de los conejos. Tú eres el que hizo la luna para las estaciones; el sol conoce su ocaso. Pones las tinieblas, y es de noche; en ella corretean todos los animales silvestres. Los leones rugen por la presa y reclaman a Dios su comida. Sale el sol; se recogen y se echan en sus cuevas. Sale el hombre a su labor, y a su labranza hasta el anochecer. ¡Cuán numerosas son tus obras, oh Jehovah! A todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. Este es el mar grande y ancho, en el cual hay peces sin número, animales grandes y pequeños. Sobre él van los navíos; allí está el Leviatán que hiciste para que jugase en él. Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Tú les das, y ellos recogen; abres tu mano, y se sacian del bien. Escondes tu rostro, y se desvanecen; les quitas el aliento, y dejan de ser. Así vuelven a ser polvo. Envías tu hálito, y son creados; y renuevas la superficie de la tierra. ¡Sea la gloria de Jehovah para siempre! Alégrese Jehovah en sus obras. El mira la tierra, y ella tiembla; toca las montañas, y humean. Cantaré a Jehovah en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva. Que mi meditación le sea grata, y que yo me alegre en Jehovah. Sean exterminados de la tierra los pecadores, y los impíos dejen de ser. ¡Bendice, oh alma mía, a Jehovah! ¡Aleluya! ¡Dad gracias a Jehovah! ¡Invocad su nombre! Dad a conocer entre los pueblos sus hazañas. Cantadle, cantadle salmos; hablad de todas sus maravillas. Gloriaos en su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan a Jehovah. Buscad a Jehovah y su poder; buscad continuamente su rostro. Acordaos de las maravillas que ha hecho, de sus prodigios y de los juicios de su boca, oh vosotros, descendientes de Abraham, su siervo; hijos de Jacob, sus escogidos. El es Jehovah, nuestro Dios; en toda la tierra están sus juicios. Se acordó para siempre de su pacto—de la palabra que mandó para mil generaciones—, el cual hizo con Abraham; y de su juramento a Isaac. Lo confirmó a Jacob por estatuto, como pacto sempiterno a Israel, diciendo: "A ti daré la tierra de Canaán; como la porción que poseeréis." Cuando eran pocos en número, muy pocos y forasteros en ella; cuando andaban de nación en nación, y de un reino a otro pueblo, no permitió que nadie los oprimiese; más bien, por causa de ellos castigó a reyes. Dijo: "¡No toquéis a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas!" Cuando trajo hambre sobre la tierra y cortó todo el sustento de pan, ya había enviado delante de ellos a un hombre, a José, que fue vendido como esclavo. Afligieron con grilletes sus pies, y a su cuello pusieron cadena de hierro, hasta que se cumplió su palabra, y el dicho de Jehovah lo aprobó. Entonces el rey mandó que lo soltaran; el soberano de los pueblos lo desató. Lo puso como señor de su casa y como gobernador de toda su posesión, para que disciplinara a su gusto a los grandes y a sus ancianos enseñara sabiduría. Después entró Israel en Egipto, y Jacob fue extranjero en la tierra de Cam. Dios hizo que su pueblo fuera muy fecundo, y lo hizo más fuerte que sus enemigos. Cambió el corazón de éstos, para que aborreciesen a su pueblo, para que contra sus siervos actuaran con engaño. Envió a su siervo Moisés, y a Aarón, al cual escogió. Puso en ellos las palabras de sus señales, y sus prodigios en la tierra de Cam. Envió tinieblas y trajo oscuridad, pero no guardaron sus palabras. Convirtió sus aguas en sangre y mató sus peces. Su tierra produjo ranas hasta en las habitaciones de sus reyes. Habló, y llegaron enjambres de moscas y piojos en todo su territorio. Convirtió sus lluvias en granizo y en llamas de fuego, en su tierra. Dañó sus viñas y sus higueras y quebró los árboles de su territorio. Habló, y vinieron langostas, y pulgón sin número. Comieron toda la hierba de su país y devoraron el pasto de su tierra. Golpeó, además, a todos los primogénitos de su país, las primicias de todo su vigor. Los sacó con plata y oro; no hubo entre sus tribus enfermo. Egipto se alegró de que salieran, porque su terror había caído sobre ellos. Extendió una nube por cortina, y fuego para alumbrar de noche. Pidieron, e hizo venir codornices, y los sació con pan del cielo. Abrió la peña, y fluyeron aguas; corrieron por los sequedales como río. Porque se acordó de su santa promesa dada a su siervo Abraham. Así sacó a su pueblo con gozo; con júbilo sacó a sus escogidos. Les dio las tierras de las naciones, y heredaron el fruto de las labores de ellas, para que guardasen sus estatutos y observasen sus leyes. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Alabad a Jehovah, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia! ¿Quién declarará las proezas de Jehovah? ¿Quién hará oír todas sus alabanzas? Bienaventurados los que guardan el derecho, los que en todo tiempo hacen justicia. Acuérdate de mí, oh Jehovah, según tu benevolencia para con tu pueblo. Visítame con tu salvación, para que vea el bien de tus escogidos, para que me alegre con la alegría de tu pueblo, para que me gloríe con tu heredad. Hemos pecado como nuestros padres; hemos hecho iniquidad; hemos actuado impíamente. Nuestros padres en Egipto no entendieron tus maravillas; no se acordaron de tus innumerables hechos de misericordia, sino que se rebelaron junto al mar, el mar Rojo. Sin embargo, los libró por amor de su nombre, para dar a conocer su poder. Reprendió al mar Rojo y lo secó; los hizo ir por los abismos, como por un desierto. Los libró del enemigo; los rescató de mano del adversario. Las aguas cubrieron a sus enemigos; no quedó uno solo de ellos. Entonces creyeron en sus palabras y cantaron su alabanza. Pero pronto se olvidaron de sus obras y no esperaron su consejo. Ardieron de apetito en el desierto y probaron a Dios en la soledad. El les dio lo que pidieron, pero envió a sus almas debilidad. Después tuvieron celos de Moisés en el campamento, y de Aarón, el consagrado de Jehovah. La tierra se abrió y tragó a Datán, y cubrió al grupo de Abiram. El fuego se encendió contra su grupo; la llama devoró a los impíos. En Horeb hicieron un becerro y se postraron ante una imagen de fundición. Así cambiaron su gloria por la de un toro que come hierba. Olvidaron al Dios de su salvación que había hecho grandezas en Egipto, maravillas en la tierra de Cam, cosas formidables junto al mar Rojo. El dijo que los hubiese destruido, de no haberse interpuesto Moisés, su escogido, ante él en la brecha, a fin de aplacar su ira, para que no los destruyera. Sin embargo, aborrecieron la tierra deseable, y no creyeron en su palabra. Más bien, murmuraron en sus tiendas y no escucharon la voz de Jehovah. Por tanto, alzó su mano contra ellos para postrarlos en el desierto, para dispersar a sus descendientes entre las naciones y esparcirlos por las tierras. Cuando se adhirieron al Baal de Peor, comieron de los sacrificios de los muertos. Provocaron a Dios con sus obras, y se desató entre ellos la mortandad. Entonces se levantó Fineas y ejecutó juicio, y se detuvo la mortandad. Aquello le fue contado por justicia, de generación en generación y para siempre. También le indignaron en las aguas de Meriba, y por causa de ellos le fue mal a Moisés; porque hicieron que su espíritu se amargara, y él habló precipitadamente con sus labios. Tampoco destruyeron a los pueblos, como Jehovah les había dicho. Más bien, se mezclaron con gentiles, y aprendieron sus obras. Sirvieron a sus ídolos, los cuales llegaron a ser una trampa. Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios; derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas, que sacrificaron a los ídolos de Canaán. La tierra fue profanada con los hechos de sangre. Así se contaminaron con sus obras y se prostituyeron con sus hechos. Por tanto, la ira de Jehovah se encendió contra su pueblo, y abominó su heredad. Los entregó en poder de las naciones, y los que los aborrecían se enseñorearon de ellos. Sus enemigos los oprimieron, y fueron quebrantados debajo de su mano. Muchas veces los libró, pero ellos se rebelaron contra su consejo y fueron humillados a causa de su iniquidad. Con todo, él los vio cuando estaban en angustia, y oyó su clamor. Se acordó de su pacto con ellos, y se compadeció conforme a su gran compasión. Asimismo, hizo que tuviesen misericordia de ellos todos los que los tenían cautivos. ¡Sálvanos, oh Jehovah, Dios nuestro! Reúnenos de entre las naciones, para que confesemos tu santo nombre, para que nos gloriemos en tus alabanzas. ¡Bendito sea Jehovah Dios de Israel, desde la eternidad hasta la eternidad! Y diga todo el pueblo: "¡Amén!" ¡Aleluya! ¡Alabad a Jehovah, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia! Díganlo los redimidos de Jehovah, los que ha redimido del poder del enemigo y los que ha congregado de las tierras del oriente y del occidente, del norte y del sur. Perdidos anduvieron por el desierto, en el sequedal; no hallaron camino hacia una ciudad habitada. Estaban hambrientos y sedientos; sus almas desfallecían en ellos. Pero cuando en su angustia clamaron a Jehovah, él los libró de sus aflicciones. Los dirigió por camino derecho, para que fuesen a una ciudad en que habitar. ¡Den gracias a Jehovah por su misericordia y por sus maravillas para con los hijos del hombre! Porque él sacia al alma sedienta y llena de bien al alma hambrienta. Habitaban en tinieblas y en densa oscuridad, aprisionados en la miseria y en cadenas de hierro, porque fueron rebeldes a las palabras de Jehovah y aborrecieron el consejo del Altísimo. Por eso sometió sus corazones con dura labor; cayeron, y no hubo quien les ayudase. Pero cuando en su angustia clamaron a Jehovah, él los libró de sus aflicciones. Los sacó de las tinieblas, de la densa oscuridad, y rompió sus cadenas. ¡Den gracias a Jehovah por su misericordia y por sus maravillas para con los hijos del hombre! Porque rompió las puertas de bronce y desmenuzó los cerrojos de hierro. Fueron afligidos los insensatos, a causa de su camino rebelde y a causa de sus maldades. Sus almas abominaron toda comida, y llegaron hasta las puertas de la muerte. Pero cuando en su angustia clamaron a Jehovah, él los libró de sus aflicciones. Envió su palabra y los sanó; los libró de su ruina. ¡Den gracias a Jehovah por su misericordia y por sus maravillas para con los hijos del hombre! Ofrezcan sacrificios de acción de gracias y proclamen sus obras con júbilo. Los que descienden al mar en los barcos y hacen negocios en los océanos, ellos han visto las obras de Jehovah, y sus maravillas en lo profundo del mar. El habló y desató el viento de la tempestad, e hizo que se elevaran sus olas. Subieron los cielos, descendieron los abismos; sus almas se derretían con el daño. Se tambalearon y temblaron como un borracho, y toda su sabiduría se echó a perder. Pero cuando en su angustia clamaron a Jehovah, él los libró de sus aflicciones. El trae calma a la tempestad, y se apaciguan sus olas. Entonces se alegran porque ellas se aquietan, y él los guía al puerto que desean. ¡Den gracias a Jehovah por su misericordia y por sus maravillas para con los hijos del hombre! Exáltenlo en la congregación del pueblo, y alábenlo en la reunión de los ancianos. El convierte los ríos en desierto y las fuentes de aguas en tierra sedienta. Convierte las tierras fértiles en salobres por la maldad de los que las habitan. Convierte el desierto en estanques de agua y la tierra seca en manantiales. Allí establece a los hambrientos y fundan una ciudad en que habitar. Siembran campos, plantan viñas y logran abundante fruto. Los bendice, y se multiplican en gran manera; y no deja que disminuya su ganado. Cuando son reducidos en número y menoscabados a causa de la opresión, de la calamidad y de la congoja, derrama menosprecio sobre los príncipes, y les hace andar errantes, vagabundos, sin camino. Y levanta de la miseria al necesitado y hace multiplicar las familias como rebaños de ovejas. Véanlo los rectos y alégrense; pero toda maldad cierre la boca. Quien sea sabio y guarde estas cosas entenderá los hechos misericordiosos de Jehovah. (Cántico. Salmo de David) Mi corazón está firme, oh Dios; cantaré y entonaré salmos, aun con mi alma. ¡Despertad, oh arpa y lira! Despertaré al alba. Te alabaré entre los pueblos, oh Jehovah; a ti cantaré salmos entre las naciones. Porque grande, más que los cielos, es tu misericordia; y hasta las nubes, tu verdad. ¡Seas exaltado sobre los cielos, oh Dios; y sobre toda la tierra, tu gloria! Salva con tu diestra y respóndenos, de modo que sean librados tus amados. Dios ha hablado en su santuario: "¡Cómo me regocijo! Repartiré Siquem y mediré el valle de Sucot. Mío es Galaad, y mío es Manasés. Efraín es la fortaleza de mi cabeza; Judá es mi cetro. Moab es la vasija en que me lavo; sobre Edom echaré mis sandalias, y sobre Filistea lanzaré mi grito de victoria." ¿Quién me guiará a la ciudad fortificada? ¿Quién me conducirá hasta Edom? ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado, y que ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos? Danos socorro ante el enemigo, pues vana es la liberación que da el hombre. Con Dios haremos proezas, y él aplastará a nuestros enemigos. (Al músico principal. Salmo de David) Oh Dios de mi alabanza, no guardes silencio, pues la boca del impío y la del engañador se han abierto contra mí; han hablado contra mí con lengua engañosa. Con palabras de odio me han rodeado; sin causa han luchado contra mí. En pago de mi amor me han acusado, aunque yo oraba. Me han devuelto mal por bien, y odio por amor. Levanta contra él a un impío, y un acusador esté a su mano derecha. Cuando sea juzgado, que resulte culpable, y que su oración sea tenida por pecado. Sean pocos sus días, y tome otro su oficio. Queden huérfanos sus hijos, y su mujer quede viuda. Anden sus hijos vagabundos y mendigando; procuren su pan lejos de sus casas arruinadas. Que el acreedor se apodere de todo lo que tiene, y extraños saqueen el fruto de su trabajo. No tenga quien le haga misericordia, ni haya quien se compadezca de sus huérfanos. Su posteridad sea destruida; en la segunda generación sea borrado su nombre. Sea recordada ante Jehovah la maldad de sus padres; no sea borrado el pecado de su madre. Estén siempre delante de Jehovah, y elimine él de la tierra la memoria de ellos. Porque no se acordó de mostrar misericordia, y persiguió al hombre pobre, necesitado y quebrantado de corazón, hasta matarlo. Amó la maldición; ¡que ésta le venga! No quiso la bendición; ¡que se aleje de él! Vístase de maldición como de su manto, y entre ella como agua en sus entrañas y como aceite en sus huesos. Séale como vestido que lo cubra, y como cinturón que siempre lo ciña. Este sea el pago de parte de Jehovah para con los que me acusan, para los que hablan mal contra mi vida. Pero tú, oh Jehovah el Señor, favoréceme, por amor de tu nombre; líbrame, porque buena es tu misericordia. Yo soy pobre y necesitado, y mi corazón está herido dentro de mí. Voy como la sombra cuando se extiende; soy sacudido como la langosta. Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno, y mi carne está desfallecida por falta de alimento. Fui para ellos objeto de oprobio; me miraban y movían la cabeza. Ayúdame, oh Jehovah, Dios mío; sálvame conforme a tu misericordia. Entiendan que ésta es tu mano, y que tú, oh Jehovah, has hecho esto. Que maldigan ellos, pero bendice tú; que se levanten, pero sean avergonzados. Y que tu siervo se regocije. Sean vestidos de ignominia los que me calumnian, y vístanse con su vergüenza como de manto. Agradeceré a Jehovah en gran manera con mi boca; en medio de muchos le alabaré. Porque él se pondrá a la derecha del necesitado, para salvar su vida de los que le juzgan. (Salmo de David) Jehovah dijo a mi señor: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies." Jehovah enviará desde Sion el cetro de tu poder; domina en medio de tus enemigos. En el día de tu poder, tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en la hermosura de la santidad. Desde el nacimiento de la aurora, tú tienes el rocío de la juventud. Jehovah juró y no se retractará: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec." El Señor está a tu mano derecha; aplastará a los reyes en el día de su ira. Juzgará entre las naciones; las llenará de cadáveres. Aplastará a los jefes sobre la extensa tierra. Beberá del arroyo en el camino, por lo cual levantará su cabeza. ¡Aleluya! Daré gracias a Jehovah con todo mi corazón, en la reunión y en la congregación de los rectos. Grandes son las obras de Jehovah, buscadas por todos los que se complacen en ellas. Gloria y hermosura es su obra, y su justicia permanece para siempre. Hizo memorables sus maravillas; clemente y misericordioso es Jehovah. Da alimento a los que le temen; para siempre se acordará de su pacto. El poder de sus obras manifestó a su pueblo, al darle la heredad de las naciones. Las obras de sus manos son verdad y justicia; fieles son todas sus ordenanzas. Son afirmadas eternamente y para siempre, hechas con verdad y rectitud. Ha enviado redención a su pueblo; para siempre ha ordenado su pacto. Santo y temible es su nombre. El principio de la sabiduría es el temor de Jehovah. Buen entendimiento tienen todos los que ponen esto por obra. Su loor permanece para siempre. ¡Aleluya! Bienaventurado el hombre que teme a Jehovah, y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra; la generación de los rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa; su justicia permanece para siempre. En las tinieblas resplandece la luz para los rectos; él es clemente, misericordioso y justo. El hombre de bien tiene compasión y presta, y administra sus cosas con justicia. Por eso no resbalará jamás; para siempre será recordado el justo. De las malas noticias no tendrá temor; su corazón está firme, confiado en Jehovah. Afianzado está su corazón; no temerá, hasta que vea en sus enemigos su deseo. Esparce, da a los necesitados; su justicia permanece para siempre, y su poderío será exaltado en gloria. Lo verá el impío y se irritará; crujirá los dientes y se consumirá. El deseo de los impíos perecerá. ¡Aleluya! ¡Alabad, oh siervos de Jehovah, alabad el nombre de Jehovah! Sea bendito el nombre de Jehovah desde ahora y para siempre. Desde el nacimiento del sol y hasta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehovah. Alto sobre todas las naciones es Jehovah; sobre los cielos es su gloria. ¡Quién como Jehovah nuestro Dios! El que mora en lo alto y se humilla para mirar en el cielo y en la tierra. Levanta del polvo al pobre, y al necesitado enaltece desde la basura, para hacerle sentar con los nobles, con los nobles de su pueblo. El hace habitar en familia a la estéril, feliz de ser madre de hijos. ¡Aleluya! Cuando Israel salió de Egipto, la casa de Jacob de un pueblo extranjero, Judá fue su santuario, e Israel su señorío. El mar lo vio y huyó; el Jordán se volvió atrás. Los montes brincaron como carneros, y las colinas como corderitos. ¿Qué tuviste, oh mar, para que huyeras? ¿Y tú, oh Jordán, para que te volvieras atrás? Oh montes, ¿por qué brincasteis como carneros; y vosotras, oh colinas, como corderitos? Ante la presencia del Señor tiembla la tierra; ante la presencia del Dios de Jacob, quien convirtió la peña en estanque de aguas y el pedernal en manantial de aguas. No a nosotros, oh Jehovah, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria por tu misericordia y tu verdad. ¿Por qué han de decir las naciones: "¿Dónde está su Dios?" ¡Nuestro Dios está en los cielos! ¡Ha hecho todo lo que ha querido! Los ídolos de ellos son de plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen; tienen nariz, pero no huelen; tienen manos, pero no palpan; tienen pies, pero no andan; no emiten sonido con sus gargantas. Como ellos, son los que los hacen y todos los que en ellos confían. ¡Oh Israel, confía en Jehovah! El es su ayuda y su escudo. ¡Oh casa de Aarón, confía en Jehovah! El es su ayuda y su escudo. ¡Los que teméis a Jehovah, confiad en Jehovah! El es su ayuda y su escudo. Jehovah se acuerda de nosotros; él nos bendecirá. Bendecirá a la casa de Israel, bendecirá a la casa de Aarón. Bendecirá a los que temen a Jehovah, a pequeños y a grandes. Jehovah aumentará bendición sobre vosotros, sobre vosotros y sobre vuestros hijos. Benditos seáis de Jehovah, quien hizo los cielos y la tierra. Los cielos de los cielos son de Jehovah; pero él ha dado la tierra a los hijos del hombre. No alaban a Jehovah los muertos, ni cuantos descienden al silencio. Pero nosotros bendeciremos a Jehovah desde ahora y para siempre. ¡Aleluya! Amo a Jehovah, pues ha escuchado mi voz y mis súplicas, porque ha inclinado a mí su oído. Por tanto, le invocaré todos mis días. Me rodearon las ataduras de la muerte; me encontraron las angustias del Seol. En angustia y en dolor me encontraba. Entonces invoqué el nombre de Jehovah, diciendo: "¡Libra, oh Jehovah, mi vida!" Clemente y justo es Jehovah; sí, misericordioso es nuestro Dios. Jehovah guarda a los ingenuos; estaba yo postrado, y él me salvó. Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque Jehovah te ha favorecido. Porque tú has librado mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída. Andaré delante de Jehovah en la tierra de los vivientes. Creí; por tanto, hablé, estando afligido en gran manera. Y dije en mi apresuramiento: "Todo hombre es mentiroso." ¿Qué daré a Jehovah por todas sus bendiciones para conmigo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre de Jehovah. Cumpliré mis votos a Jehovah delante de todo su pueblo. Estimada es en los ojos de Jehovah la muerte de sus fieles. Escúchame, oh Jehovah, porque yo soy tu siervo; soy tu siervo, hijo de tu sierva. Tú rompiste mis cadenas. Te ofreceré sacrificio de acción de gracias e invocaré el nombre de Jehovah. Cumpliré mis votos a Jehovah delante de todo su pueblo, en los atrios de la casa de Jehovah, en medio de ti, oh Jerusalén. ¡Aleluya! ¡Alabad a Jehovah, naciones todas! ¡Pueblos todos, alabadle! Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la verdad de Jehovah es para siempre. ¡Aleluya! ¡Alabad a Jehovah, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia! Diga, por favor, Israel: "¡Para siempre es su misericordia!" Diga, por favor, la casa de Aarón: "¡Para siempre es su misericordia!" Digan, por favor, los que temen a Jehovah: "¡Para siempre es su misericordia!" A Jehovah invoqué desde la angustia, y Jehovah me respondió poniéndome en lugar espacioso. Jehovah está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. Jehovah está conmigo, con los que me ayudan. Por tanto, yo veré mi deseo en los que me aborrecen. Mejor es refugiarse en Jehovah que confiar en el hombre. Mejor es refugiarse en Jehovah que confiar en los poderosos. Todas las naciones me rodearon; en el nombre de Jehovah yo las destruiré. Me rodearon y me asediaron; en el nombre de Jehovah yo las destruiré. Me rodearon como abejas, ardieron como fuego de espinos; en el nombre de Jehovah yo las destruiré. Fui empujado con violencia, para que cayese; pero Jehovah me socorrió. Jehovah es mi fortaleza y mi canción; él es mi salvación. ¡Voz de júbilo y de salvación hay en las moradas de los justos! ¡La diestra de Jehovah hace proezas! ¡La diestra de Jehovah está levantada en alto! ¡La diestra de Jehovah hace proezas! No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de Jehovah. Duramente me castigó Jehovah, pero no me entregó a la muerte. ¡Abridme las puertas de la justicia! Entraré por ellas y daré gracias a Jehovah. Esta es la puerta de Jehovah; por ella entrarán los justos. Te daré gracias, porque me has respondido y has sido mi salvación. La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser la principal del ángulo. De parte de Jehovah es esto; es una maravilla a nuestros ojos. Este es el día que hizo Jehovah; nos gozaremos y nos alegraremos en él. ¡Oh Jehovah, sálvanos, por favor! ¡Oh Jehovah, haznos prosperar! ¡Bendito el que viene en el nombre de Jehovah! Desde la casa de Jehovah os bendecimos. Jehovah es Dios y nos ha resplandecido. Atad ramas festivas junto a los cuernos del altar. Mi Dios eres tú; a ti te daré gracias. Oh Dios mío, a ti te ensalzaré. ¡Alabad a Jehovah, porque es bueno; porque para siempre es su misericordia! Bienaventurados los íntegros de camino, los que andan según la ley de Jehovah. Bienaventurados los que guardan sus testimonios y con todo el corazón le buscan. Pues no hacen iniquidad los que andan en sus caminos. Tú mandaste que tus ordenanzas fuesen muy guardadas. ¡Ojalá fuesen estables mis caminos para guardar tus leyes! Entonces yo no sería avergonzado al observar todos tus mandamientos. Te alabaré con rectitud de corazón, cuando aprenda tus justos juicios. Tus leyes guardaré; no me abandones por completo. ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no dejes que me desvíe de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti. ¡Bendito seas tú, oh Jehovah! Enséñame tus leyes. Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca. Me he gozado en el camino de tus testimonios más que sobre toda riqueza. En tus ordenanzas meditaré; consideraré tus caminos. Me deleitaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras. Haz bien a tu siervo, para que viva y guarde tu palabra. Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley. Peregrino soy yo en la tierra; no encubras de mí tus mandamientos. Se consume mi alma por anhelar tus preceptos en todo tiempo. Increpaste a los arrogantes; malditos los que se desvían de tus mandamientos. Aparta de mí el oprobio y el desprecio, porque he guardado tus testimonios. Aunque los gobernantes se sienten y hablen contra mí, tu siervo meditará en tus leyes. Tus testimonios son mi delicia, y también mis consejeros. Mi alma está pegada al polvo; vivifícame según tu palabra. Mis caminos te declaré, y me respondiste; enséñame tus leyes. Hazme entender el camino de tus ordenanzas, y meditaré en tus maravillas. Mi alma llora de ansiedad; sostenme conforme a tu palabra. Aparta de mí el camino de engaño, y enséñame tu ley. He escogido el camino de la verdad; he puesto tus juicios delante de mí. Me he apegado a tus testimonios; oh Jehovah, no me avergüences. Por el camino de tus mandamientos correré, porque das amplitud a mi corazón. Enséñame, oh Jehovah, el camino de tus leyes, y lo guardaré hasta el fin. Dame entendimiento, y guardaré tu ley; la observaré con todo el corazón. Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella me deleito. Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a las ganancias deshonestas. Aparta mis ojos para que no vean la vanidad; vivifícame en tu camino. Cumple tu promesa a tu siervo que te teme. Aparta de mí el oprobio que me aterra, porque buenos son tus juicios. Mira cómo anhelo tus ordenanzas; vivifícame en tu justicia. Venga a mí tu misericordia, oh Jehovah; y tu salvación, conforme a tu promesa. Entonces daré respuesta al que me afrenta, porque en tu palabra he confiado. En ningún momento quites de mi boca la palabra de verdad, porque en tu juicio tengo puesta mi esperanza. Tu ley guardaré siempre, para siempre jamás. Andaré en libertad, porque he buscado tus mandamientos. Hablaré de tus testimonios delante de los reyes, y no quedaré avergonzado. Me deleitaré en tus mandamientos, los cuales he amado. Alzaré mis manos a tus mandamientos, los cuales he amado, y meditaré en tus leyes. Acuérdate de la promesa dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar. Esto es mi consuelo en mi aflicción: que tu palabra me ha vivificado. Mucho se han burlado de mí los arrogantes, pero yo no me he apartado de tu ley. Oh Jehovah, me he acordado de tus juicios realizados desde tiempos antiguos, y he hallado consuelo. La indignación se apoderó de mí, a causa de los impíos que abandonan tu ley. Tus leyes han sido cánticos para mí en el ámbito de mis peregrinaciones. Oh Jehovah, en la noche me he acordado de tu nombre, y he guardado tu ley. Esto me ha acontecido porque guardé tus mandamientos. Tú eres mi porción, oh Jehovah; me he propuesto guardar tus palabras. He implorado tu favor de todo corazón; ten misericordia de mí según tu palabra. Consideré mis caminos y volví mis pies a tus testimonios. Me apresuré, y no me retardé, a guardar tus mandamientos. Las cuerdas de los impíos me rodearon, pero no me olvidé de tu ley. A medianoche me levanto para darte gracias por tus justos juicios. Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus ordenanzas. De tu misericordia está llena la tierra. Oh Jehovah, enséñame tus leyes. Has hecho bien a tu siervo, oh Jehovah, conforme a tu palabra. Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he creído. Antes que fuera humillado, yo erraba; pero ahora guardo tu palabra. Tú eres bueno y bienhechor; enséñame tus leyes. Los soberbios forjaron engaño contra mí, pero yo guardaré de todo corazón tus mandamientos. El corazón de ellos se ha vuelto insensible como sebo; pero yo me he deleitado en tu ley. Bueno me es haber sido afligido, para que aprendiera tus leyes. Mejor me es la ley que procede de tu boca que miles de piezas de oro y plata. Tus manos me hicieron y me formaron; hazme entender, para que yo aprenda tus mandamientos. Los que te temen me verán y se alegrarán, porque en tu palabra he puesto mi esperanza. Conozco, oh Jehovah, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me has afligido. Que tu bondad me consuele, conforme a lo que has prometido a tu siervo. Llegue a mí tu misericordia para que yo viva, porque tu ley es mi delicia. Sean avergonzados los arrogantes, porque con engaño me han agraviado. Pero yo meditaré en tus preceptos. Vuélvanse a mí los que te temen y conocen tus testimonios. Sea mi corazón íntegro en tus leyes, para que no sea yo avergonzado. Desfallece mi alma en espera de tu salvación; en tu palabra he puesto mi esperanza. Desfallecen mis ojos en espera de tu palabra, diciendo: "¿Cuándo me consolarás?" Aunque he sido como un odre en medio del humo, no me he olvidado de tus leyes. ¿Cuántos son los días de tu siervo? ¿Cuándo harás juicio contra los que me persiguen? Los arrogantes me han cavado fosas, lo que no está de acuerdo con tu ley. Todos tus mandamientos son fieles. Con engaño me persiguen; ayúdame. Casi me han eliminado de la tierra, pero yo no he abandonado tus ordenanzas. Vivifícame conforme a tu misericordia, y guardaré los testimonios de tu boca. Para siempre, oh Jehovah, permanece tu palabra en los cielos. Por generación y generación es tu fidelidad; estableciste la tierra, y se mantiene firme. Por tu mandato permanecen hasta hoy, porque todos ellos son tus siervos. Si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya habría perecido yo en mi aflicción. Nunca jamás me olvidaré de tus ordenanzas, porque con ellas me has vivificado. Tuyo soy; sálvame, porque he buscado tus ordenanzas. Los impíos me han esperado para destruirme, pero yo estoy atento a tus testimonios. A todo lo perfecto le veo límite, pero tu mandamiento es sobremanera amplio. ¡Cuánto amo tu ley! Todo el día ella es mi meditación. Por tus mandamientos me has hecho más sabio que mis enemigos, porque para siempre son míos. He comprendido más que todos mis instructores, porque tus testimonios son mi meditación. He entendido más que los ancianos, porque he guardado tus ordenanzas. De todo mal camino contuve mis pies, para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, porque tú me has enseñado. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras, más que la miel en mi boca! De tus ordenanzas adquiero inteligencia; por eso aborrezco todo camino de mentira. Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino. He jurado guardar tus justos juicios, y lo he de cumplir. Oh Jehovah, afligido estoy en gran manera; vivifícame conforme a tu palabra. Sean agradables a ti, oh Jehovah, las ofrendas de mi boca; y enséñame tus juicios. De continuo está mi vida en peligro, pero no me olvido de tu ley. Los impíos me pusieron trampa, pero no me desvié de tus ordenanzas. Tus testimonios son mi heredad para siempre, porque ellos son el gozo de mi corazón. He inclinado mi corazón a poner por obra tus leyes, de continuo y hasta el fin. Aborrezco a los de doble ánimo, pero amo tu ley. Mi refugio y mi escudo eres tú; en tu palabra he puesto mi esperanza. Apartaos de mí, malhechores, pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios. Susténtame conforme a tu palabra, y viviré; no me avergüences con respecto a mi esperanza. Sostenme, y seré salvo; siempre me deleitaré en tus leyes. Desprecias a todos los que se desvían de tus leyes. pues su astucia es un engaño. Hiciste que todos los impíos de la tierra fueran consumidos como escoria; por tanto, he amado tus testimonios. Mi cuerpo se estremece por temor de ti, y tengo reverencia por tus juicios. El derecho y la justicia he practicado; no me abandones ante mis opresores. Sé fiador de tu siervo para bien; no me hagan violencia los orgullosos. Mis ojos desfallecen por tu salvación y por tu justa promesa. Haz con tu siervo según tu misericordia y enséñame tus leyes. Yo soy tu siervo; dame entendimiento, para que conozca tus testimonios. Ya es hora de actuar, oh Jehovah, porque han violado tu ley. Por eso amo tus mandamientos más que el oro, más que el oro puro. Por eso he guardado todas tus ordenanzas; aborrezco todo camino de mentira. Maravillosos son tus testimonios; por eso los guarda mi alma. La exposición de tu palabra alumbra; hace entender a los ingenuos. Mi boca abrí y suspiré, porque anhelaba tus mandamientos. Vuélvete a mí y ten misericordia de mí, como acostumbras con los que aman tu nombre. Afirma mis pasos con tu palabra; que ninguna iniquidad se enseñoree de mí. Rescátame de la violencia de los hombres, y guardaré tus mandamientos. Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo y enséñame tus leyes. Ríos de agua corren de mis ojos, porque ellos no guardan tu ley. Justo eres tú, oh Jehovah, y rectos son tus juicios. Has ordenado tus testimonios en justicia y en completa fidelidad. Mi celo me ha consumido, porque mis enemigos olvidan tus palabras. Sumamente pura es tu palabra; tu siervo la ama. Aunque soy pequeño y despreciado, no me he olvidado de tus ordenanzas. Tu justicia es justicia eterna, y tu ley es la verdad. Aflicción y angustia me han alcanzado, pero tus mandamientos han sido mi delicia. Justicia eterna son tus testimonios; dame entendimiento, para que viva. Clamo con todo mi corazón: Respóndeme, oh Jehovah, y guardaré tus leyes. A ti clamo; sálvame, y guardaré tus testimonios. Me anticipo al alba e imploro; tu palabra es lo que espero. Mis ojos se adelantaron a las vigilias de la noche, para meditar en tus palabras. Oye mi voz conforme a tu misericordia; oh Jehovah, vivifícame conforme a tu justicia. Se acercan con maldad los que me persiguen; están lejos de tu ley. Cercano estás tú, oh Jehovah; todos tus mandamientos son verdad. Hace mucho que he conocido tus testimonios, los cuales estableciste para siempre. Mira mi aflicción y líbrame, porque no me he olvidado de tu ley. Aboga mi causa y redímeme; vivifícame conforme a tu palabra. Lejos está de los impíos la salvación, porque no buscan tus leyes. Grande es tu misericordia, oh Jehovah; vivifícame conforme a tu justicia. Muchos son mis perseguidores y mis enemigos, pero de tus testimonios no me he apartado. Veía a los traidores y me disgustaba, porque no guardaban tu palabra. Mira, oh Jehovah, cómo amo tus ordenanzas; vivifícame conforme a tu misericordia. La suma de tu palabra es verdad; eternos son todos tus justos juicios. Príncipes me han perseguido sin causa, pero mi corazón tuvo temor de tus palabras. Yo me gozo en tu palabra, como el que halla abundante botín. La mentira aborrezco y abomino, pero amo tu ley. Siete veces al día te alabo por tus justos decretos. Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo. Tu salvación he esperado, oh Jehovah, y tus mandamientos he puesto por obra. Mi alma ha guardado tus testimonios, y los he amado en gran manera. He guardado tus ordenanzas y tus testimonios; todos mis caminos están delante de ti. Llegue mi clamor delante de ti, oh Jehovah; dame entendimiento conforme a tu palabra. Llegue mi súplica delante de ti; líbrame conforme a tu dicho. Mis labios rebosarán de alabanza, cuando me enseñes tus estatutos. Cante mi lengua tu palabra, porque todos tus mandamientos son justicia. Venga tu mano a socorrerme, porque tus ordenanzas he escogido. Anhelo tu salvación, oh Jehovah, y tu ley es mi delicia. ¡Que viva mi alma y te alabe, y que tus juicios me ayuden! He andado errante como oveja extraviada; busca a tu siervo, porque no me he olvidado de tus mandamientos. (Canto de ascenso gradual) A Jehovah llamé estando en mi angustia, y él me respondió. Libra mi alma, oh Jehovah, de los labios mentirosos y de la lengua fraudulenta. ¿Qué se te dará, o qué te aprovechará, oh lengua engañosa? ¡Afiladas flechas de guerrero con brasas de retama! ¡Ay de mí, que soy peregrino en Mesec, y habito en las tiendas de Quedar! Mucho tiempo ha habitado sola mi alma con los que aborrecen la paz. Yo soy pacífico; pero cuando hablo, ellos me hacen la guerra. (Canto de ascenso gradual) Alzaré mis ojos a los montes: ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehovah, que hizo los cielos y la tierra. No permitirá que resbale tu pie, ni se adormecerá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni se dormirá el que guarda a Israel. Jehovah es tu protector; Jehovah es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te herirá de día, ni la luna de noche. Jehovah te guardará de todo mal; él guardará tu vida. Jehovah guardará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre. (Canto de ascenso gradual. De David) Yo me alegré con los que me decían: "¡Vayamos a la casa de Jehovah!" Ya se posan nuestros pies ante tus puertas, oh Jerusalén. ¡Oh Jerusalén, que ha sido edificada como una ciudad toda compacta! Allá suben las tribus, las tribus de Jehovah, las congregaciones de Israel, para alabar el nombre de Jehovah. Porque allá están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David. Pedid por la paz de Jerusalén: "Vivan tranquilos los que te aman. Haya paz dentro de tus murallas y tranquilidad en tus palacios." Por causa de mis hermanos y de mis amigos, diré yo: "Haya paz en ti." Por causa de la casa de Jehovah nuestro Dios, imploraré por tu bien. (Canto de ascenso gradual) A ti, que habitas en los cielos, levanto mis ojos. He aquí, como los ojos de los siervos miran la mano de sus amos, y como los ojos de la sierva miran la mano de su ama, así nuestros ojos miran a Jehovah, nuestro Dios, hasta que tenga compasión de nosotros. Ten compasión de nosotros, oh Jehovah; ten compasión de nosotros, porque estamos hastiados del desprecio. Nuestra alma está sumamente hastiada de la burla de los que están en holgura, y del desprecio de los orgullosos opresores. (Canto de ascenso gradual. De David) "Si Jehovah no hubiera estado por nosotros," dígalo, por favor, Israel, "si Jehovah no hubiera estado por nosotros cuando se levantaron contra nosotros los hombres, entonces nos habrían tragado vivos, cuando se encendió su furor contra nosotros; entonces las aguas nos habrían inundado; el torrente habría pasado sobre nosotros; entonces las aguas tumultuosas habrían pasado sobre nosotros." Bendito sea Jehovah, que no nos entregó como presa a los dientes de ellos. Nuestra alma escapó como un pájaro de la trampa de los cazadores. Se rompió la trampa, y nosotros escapamos. Nuestro socorro está en el nombre de Jehovah, que hizo los cielos y la tierra. (Canto de ascenso gradual) Los que confían en Jehovah son como el monte Sion que no se derrumba, sino que está firme para siempre. Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así Jehovah está alrededor de su pueblo, desde ahora y para siempre. Porque el cetro de la impiedad no reposará sobre la posesión de los justos, no sea que los justos extiendan sus manos a la iniquidad. Haz bien, oh Jehovah, a los buenos, a los que son rectos de corazón. Pero a los que se apartan tras sus torcidos caminos, Jehovah los llevará junto con los que obran iniquidad. ¡Sea la paz sobre Israel! (Canto de ascenso gradual) Cuando Jehovah restauró de la cautividad a Sion, nos parecía que soñábamos. Entonces nuestra boca se llenó de risa; y nuestra lengua, de cantos de alegría. Entonces decían entre las naciones: "Grandes cosas ha hecho Jehovah con éstos." ¡Grandes cosas ha hecho Jehovah con nosotros! Estamos alegres. Restáuranos, oh Jehovah, de la cautividad, como los arroyos en el Néguev. Los que siembran con lágrimas, con regocijo segarán. El que va llorando, llevando la bolsa de semilla, volverá con regocijo, trayendo sus gavillas. (Canto de ascenso gradual. De Salomón) Si Jehovah no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si Jehovah no guarda la ciudad, en vano vigila el guardia. En vano os levantáis de madrugada y os vais tarde a reposar, comiendo el pan con dolor; porque a su amado dará Dios el sueño. He aquí, heredad de Jehovah son los hijos; recompensa es el fruto del vientre. Como flechas en la mano del valiente, así son los hijos que se tienen en la juventud. Bienaventurado el hombre que llena de ellos su aljaba. No se avergonzarán aunque hablen con los enemigos en el tribunal. (Canto de ascenso gradual) Bienaventurado todo aquel que teme a Jehovah y anda en sus caminos: Cuando comas del trabajo de tus manos, serás feliz, y te irá bien. Tu mujer será como una vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos serán como brotes de olivo alrededor de tu mesa. Así será bendecido el hombre que teme a Jehovah. ¡Jehovah te bendiga desde Sion! Que veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida. Que veas a los hijos de tus hijos. ¡La paz sea sobre Israel! (Canto de ascenso gradual) "Mucho me han angustiado desde mi juventud"; dígalo, por favor, Israel, "mucho me han angustiado desde mi juventud, pero no han prevalecido contra mí. Los aradores araron sobre mis espaldas; hicieron largos sus surcos. Pero Jehovah es justo; cortó las cuerdas de los impíos." Sean avergonzados y vueltos atrás todos los que aborrecen a Sion. Sean como la hierba sobre los techos, que se seca antes que crezca. De ella no llena su mano el segador, ni su regazo el que hace gavillas. Tampoco dicen los que pasan: "La bendición de Jehovah sea sobre vosotros; os bendecimos en el nombre de Jehovah." (Canto de ascenso gradual) De lo profundo de mi ser clamo a ti, oh Jehovah. Señor, escucha mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica. Oh Jehovah, si tienes presente los pecados, ¿quién podrá, oh Señor, mantenerse en pie? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado. Yo espero en Jehovah; mi alma espera. En su palabra he puesto mi esperanza. Mi alma espera a Jehovah más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana. Oh Israel, pon tu esperanza en Jehovah, porque en Jehovah hay misericordia, y en él hay abundante redención. El redimirá a Israel de todos sus pecados. (Canto de ascenso gradual. De David) Oh Jehovah, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se han enaltecido, ni he andado en pos de grandezas, ni de cosas demasiado sublimes para mí. Más bien, he sosegado y acallado mi alma, como un niño destetado al lado de su madre. Como un niño destetado está mi alma dentro de mí. Espera, oh Israel, en Jehovah, desde ahora y para siempre. (Canto de ascenso gradual) Acuérdate, oh Jehovah, de David y de toda su aflicción, de cómo juró a Jehovah y prometió al Fuerte de Jacob, diciendo: "No entraré en mi morada, ni subiré a mi cama. No daré sueño a mis ojos, ni a mis párpados sopor, hasta que halle un lugar para Jehovah, una morada para el Fuerte de Jacob." He aquí, en Efrata oímos de ella, y la encontramos en los campos de Yaar: "Entremos en su tabernáculo; postrémonos ante el estrado de sus pies." Levántate, oh Jehovah; ven al lugar de tu reposo; tú y el arca de tu poder. Tus sacerdotes sean revestidos de justicia, y tus fieles canten de júbilo. Por causa de tu siervo David, no rechaces el rostro de tu ungido. Con verdad juró Jehovah a David, y no se apartará de ello: "Del fruto de tu cuerpo pondré sobre tu trono. Si tus hijos guardan mi pacto y este testimonio que yo les enseño, sus hijos también se sentarán en tu trono para siempre." Porque Jehovah ha elegido a Sion y la ha deseado como morada suya: "Este es mi lugar de reposo para siempre. Aquí habitaré, porque lo he deseado. Lo bendeciré con abundante provisión; a sus necesitados saciaré de pan. Asimismo, vestiré de salvación a sus sacerdotes, y sus fieles darán voces de júbilo. Allí haré surgir el poderío de David; he preparado una lámpara para mi ungido. A sus enemigos vestiré de vergüenza, pero sobre él resplandecerá su corona." (Canto de ascenso gradual. De David) ¡He aquí, cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía! Es como el buen aceite sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras. Es como el rocío del Hermón que desciende sobre los montes de Sion; porque allá enviará Jehovah bendición y vida eterna. (Canto de ascenso gradual) He aquí, bendecid a Jehovah, vosotros, todos los siervos de Jehovah, que estáis en la casa de Jehovah por las noches. Alzad vuestras manos hacia el santuario y bendecid a Jehovah. Jehovah, que hizo los cielos y la tierra, te bendiga desde Sion. ¡Aleluya! ¡Alabad el nombre de Jehovah! Alabadle, oh siervos de Jehovah, vosotros que estáis en la casa de Jehovah, en los atrios de la casa de nuestro Dios. Alabad a Jehovah, porque Jehovah es bueno; cantad salmos a su nombre, porque es agradable. Porque Jehovah ha escogido a Jacob para sí, a Israel como su especial tesoro. Porque yo sé que grande es Jehovah; nuestro Señor es más que todos los dioses. Jehovah ha hecho todo lo que ha querido en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los océanos. El hace subir la neblina desde los extremos de la tierra. Hace los relámpagos para la lluvia y saca el viento de sus depósitos. El es quien hirió a los primogénitos de Egipto, tanto del hombre como del animal. El envió señales y prodigios en medio de ti, oh Egipto; sobre el faraón y sobre todos sus servidores. El derrotó a muchas naciones y dio muerte a reyes poderosos: a Sejón, rey de los amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reinos de Canaán. El dio la tierra de ellos en heredad, en heredad a Israel su pueblo. Oh Jehovah, eterno es tu nombre; tu memoria, oh Jehovah, de generación en generación. Ciertamente Jehovah juzgará a su pueblo, y tendrá misericordia de sus siervos. Los ídolos de las naciones son de plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen; tampoco hay aliento en sus bocas. Como ellos, son los que los hacen y todos los que en ellos confían. ¡Oh casa de Israel, bendecid a Jehovah! ¡Oh casa de Aarón, bendecid a Jehovah! ¡Oh casa de Leví, bendecid a Jehovah! ¡Los que teméis a Jehovah, bendecid a Jehovah! ¡Bendito sea Jehovah desde Sion! ¡El mora en Jerusalén! ¡Aleluya! Alabad a Jehovah, porque es bueno: ¡Porque para siempre es su misericordia! Alabad al Dios de dioses: ¡Porque para siempre es su misericordia! Alabad al Señor de señores: ¡Porque para siempre es su misericordia! Al único que hace grandes maravillas: ¡Porque para siempre es su misericordia! Al que con entendimiento hizo los cielos: ¡Porque para siempre es su misericordia! Al que extendió la tierra sobre las aguas: ¡Porque para siempre es su misericordia! Al que hizo los grandes astros luminosos: ¡Porque para siempre es su misericordia! El sol para que domine en el día: ¡Porque para siempre es su misericordia! La luna y las estrellas para que dominen en la noche: ¡Porque para siempre es su misericordia! Al que golpeó a Egipto en sus primogénitos: ¡Porque para siempre es su misericordia! Al que sacó a Israel de en medio de ellos: ¡Porque para siempre es su misericordia! Con mano fuerte y brazo extendido: ¡Porque para siempre es su misericordia! Al que dividió el mar Rojo en dos partes: ¡Porque para siempre es su misericordia! E hizo pasar a Israel por medio de él: ¡Porque para siempre es su misericordia! Arrojó al faraón y a su ejército en el mar Rojo: ¡Porque para siempre es su misericordia! Al que encaminó a su pueblo por el desierto: ¡Porque para siempre es su misericordia! Al que derrotó a grandes reyes: ¡Porque para siempre es su misericordia! Y dio muerte a reyes poderosos: ¡Porque para siempre es su misericordia! A Sejón, el rey amorreo: ¡Porque para siempre es su misericordia! Y a Og, el rey de Basán: ¡Porque para siempre es su misericordia! Y dio la tierra de ellos en heredad: ¡Porque para siempre es su misericordia! En heredad a Israel su siervo: ¡Porque para siempre es su misericordia! En nuestra humillación se acordó de nosotros: ¡Porque para siempre es su misericordia! Y nos rescató de nuestros enemigos: ¡Porque para siempre es su misericordia! El da alimento a toda criatura: ¡Porque para siempre es su misericordia! Alabad al Dios de los cielos: ¡Porque para siempre es su misericordia! Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos, acordándonos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella, colgábamos nuestras liras. Los que allá nos habían llevado cautivos nos pedían cantares; los que nos habían hecho llorar nos pedían alegría, diciendo: "Cantadnos algunos de los cánticos de Sion." ¿Cómo cantaremos las canciones de Jehovah en tierra de extraños? Si me olvido de ti, oh Jerusalén, que mi mano derecha olvide su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si no me acuerdo de ti, si no ensalzo a Jerusalén como principal motivo de mi alegría. Acuérdate, oh Jehovah, de los hijos de Edom, que en el día de Jerusalén decían: "¡Arrasadla! ¡Arrasadla hasta los cimientos!" Oh hija de Babilonia, la despojadora: ¡Bienaventurado el que te dé la paga por lo que tú nos hiciste! ¡Bienaventurado el que tome a tus pequeños y los estrelle contra la roca! (Salmo de David) Te doy gracias con todo mi corazón; delante de los dioses te cantaré salmos. Me postro hacia tu santo templo y doy gracias a tu nombre por tu misericordia y tu verdad, porque has engrandecido tu nombre y tu palabra sobre todas las cosas. El día que clamé, me respondiste; mucho valor infundiste a mi alma. Oh Jehovah, todos los reyes de la tierra te alabarán, cuando escuchen los dichos de tu boca. Cantarán acerca de los caminos de Jehovah, pues grande es la gloria de Jehovah. Aunque Jehovah es sublime, mira al humilde; pero al altivo lo reconoce de lejos. Aunque yo camine en medio de la angustia, tú me preservarás la vida. Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra. Jehovah cumplirá su propósito en mí. Oh Jehovah, tu misericordia es para siempre; no desampares la obra de tus manos. (Al músico principal. Salmo de David) Oh Jehovah, tú me has examinado y conocido. Tú conoces cuando me siento y cuando me levanto; desde lejos entiendes mi pensamiento. Mi caminar y mi acostarme has considerado; todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y tú, oh Jehovah, ya la sabes toda. Detrás y delante me rodeas y sobre mí pones tu mano. Tal conocimiento me es maravilloso; tan alto que no lo puedo alcanzar. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿A dónde huiré de tu presencia? Si subo a los cielos, allí estás tú; si en el Seol hago mi cama, allí tú estás. Si tomo las alas del alba y habito en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra. Si digo: "Ciertamente, las tinieblas me encubrirán, y se hará noche la luz que me rodea," aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día. Lo mismo te son las tinieblas que la luz. Porque tú formaste mis entrañas; me entretejiste en el vientre de mi madre. Te doy gracias, porque has hecho maravillas. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No fueron encubiertos de ti mis huesos, a pesar de que fui hecho en lo oculto y entretejido en lo profundo de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro estaba escrito todo aquello que a su tiempo fue formado, sin faltar nada de ello. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumerara, serían más que la arena. Despierto, y aún estoy contigo. ¡Oh Dios, si dieras muerte al impío, de modo que los sanguinarios se apartaran de mí! Porque contra ti urden planes; se rebelan en vano contra ti. ¿Acaso no aborrezco, oh Jehovah, a los que te aborrecen y contiendo contra los que se levantan contra ti? Los aborrezco por completo; los tengo por enemigos. Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno. (Al músico principal. Salmo de David) Líbrame, oh Jehovah, del hombre malo; guárdame del hombre violento. Ellos maquinan males en su corazón, y cada día entablan contiendas. Agudizan sus lenguas como una serpiente; veneno de víbora hay debajo de sus labios. (Selah) Guárdame, oh Jehovah, de manos del impío; protégeme del hombre violento, quienes han planeado trastornar mis pasos. Los arrogantes me han escondido trampa y cuerdas; han tendido red junto a la senda y me han puesto lazos. (Selah) Dije a Jehovah: "¡Tú eres mi Dios!" Escucha, oh Jehovah, la voz de mis ruegos. Oh Jehovah, oh Señor, fortaleza de mi salvación, tú cubres mi cabeza en el día de la batalla. Oh Jehovah, no concedas al impío sus deseos; ni saques adelante sus planes, no sea que se enorgullezca. (Selah) En cuanto a los que me rodean, la maldad de sus propios labios cubrirá sus cabezas. Sobre ellos caerán brasas ardientes. Dios les hará caer en el fuego, en profundos hoyos de donde no podrán salir. El hombre suelto de lengua no será firme en la tierra; al hombre violento el mal le perseguirá a empujones. Yo sé que Jehovah amparará la causa del pobre y el derecho de los necesitados. Ciertamente los justos darán gracias a tu nombre; los rectos morarán en tu presencia. (Salmo de David) Oh Jehovah, a ti clamo; acude pronto a mí. Escucha mi voz cuando te invoco. Sea constante mi oración delante de ti, como el incienso; mis manos alzadas, como el sacrificio del atardecer. Pon, oh Jehovah, guardia a mi boca; guarda la puerta de mis labios. No dejes que mi corazón se incline a cosa mala, para hacer obras perversas con los hombres que obran iniquidad. No coma yo de sus manjares. Que el justo me castigue y me reprenda será un favor. Pero que el aceite del impío no embellezca mi cabeza, pues mi oración será continuamente contra sus maldades. Sean derribados sus jueces en lugares peñascosos, y oigan mis palabras, que son agradables. Como cuando se ara y se rompe la tierra, así son esparcidos nuestros huesos en la boca del Seol. Por eso, oh Señor Jehovah, hacia ti miran mis ojos. En ti me refugio; no expongas mi vida. Guárdame de los lazos que me han tendido, y de las trampas de los que obran iniquidad. Caigan juntos los impíos en sus propias redes, mientras yo paso a salvo. (Masquil de David. Su oración cuando estaba en la cueva) Con mi voz clamo a Jehovah; con mi voz pido a Jehovah misericordia. Delante de él derramo mi lamento; delante de él expreso mi angustia. Cuando mi espíritu está desmayado dentro de mí, tú conoces mi senda. En el camino en que he de andar han escondido una trampa para mí. Miro a la derecha y observo, y no hay quien me reconozca. No tengo refugio; no hay quien se preocupe por mi vida. A ti clamo, oh Jehovah. Digo: "Tú eres mi refugio y mi porción en la tierra de los vivientes." Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido; líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo. Saca mi alma de la prisión, para que alabe tu nombre. Los justos me rodearán, porque me colmarás de bien. (Salmo de David) Oh Jehovah, escucha mi oración; atiende mis ruegos. Respóndeme por tu fidelidad, por tu justicia. No entres en juicio con tu siervo, porque no se justificará delante de ti ningún viviente. Porque el enemigo ha perseguido mi alma; ha postrado en tierra mi vida, me ha hecho habitar en lugares tenebrosos como los muertos de antaño. Mi espíritu desmaya dentro de mí; mi corazón queda asombrado. Me acuerdo de los días de antaño, medito en todos tus hechos y reflexiono en las obras de tus manos. Extiendo mis manos hacia ti; mi alma te anhela como la tierra sedienta. (Selah) Respóndeme pronto, oh Jehovah, porque mi espíritu desfallece. No escondas de mí tu rostro, para que no sea yo como los que descienden a la fosa. Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti confío. Hazme conocer el camino en que he de andar, porque hacia ti levanto mi alma. Líbrame de mis enemigos, oh Jehovah, porque en ti me refugio. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen Espíritu me guíe a tierra de rectitud. Vivifícame, oh Jehovah, por amor de tu nombre; por tu justicia saca mi alma de la angustia. Por tu misericordia silencia a mis enemigos; destruye a todos los adversarios de mi alma, porque yo soy tu siervo. (Salmo de David) Bendito sea Jehovah, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla y mis dedos para la guerra. Misericordia mía y castillo mío; mi refugio y mi libertador; mi escudo, en quien he confiado; el que sujeta los pueblos debajo de mí. Oh Jehovah, ¿qué es el hombre para que pienses en él? ¿Qué es el hijo del hombre para que lo estimes? El hombre es semejante a un soplo; sus días son como la sombra que pasa. Oh Jehovah, inclina tus cielos y desciende; toca las montañas, y humeen. Despide relámpagos y dispérsalos; envía flechas y túrbalos. Extiende tu mano desde lo alto, líbrame y rescátame de las aguas caudalosas, de la mano de los hombres extranjeros, cuya boca habla vanidad y cuya derecha es mano de mentira. Oh Dios, a ti cantaré un cántico nuevo; te cantaré con arpa de diez cuerdas. Tú eres el que da victoria a los reyes, el que rescata a su siervo David de la maligna espada. Rescátame y líbrame de la mano de los hombres extranjeros cuya boca habla vanidad y cuya derecha es mano de mentira. Nuestros hijos sean como plantas crecidas en su juventud, y nuestras hijas como columnas labradas de las esquinas de un palacio. Nuestros graneros estén llenos, proveyendo toda clase de grano; nuestros rebaños se multipliquen en nuestros campos por millares y decenas de millares, y nuestras vacas estén cargadas de crías. ¡Que no haya muerte ni aborto, ni gemido en nuestras plazas! Bienaventurado el pueblo al cual así le sucede. ¡Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehovah! (Salmo de alabanza. De David) Te exaltaré, mi Dios, el Rey, y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre. Cada día te bendeciré, y alabaré tu nombre eternamente y para siempre. Grande es Jehovah y digno de suprema alabanza. Su grandeza es inescrutable. Una generación celebrará tus obras ante otra generación, y anunciará tus poderosos hechos. Hablarán del esplendor de tu gloriosa majestad, y meditaré en tus maravillas. Hablarán de la fuerza de tus portentos, y contaré de tu grandeza. Manifestarán el recuerdo de tu inmensa bondad y cantarán tu justicia. Clemente y compasivo es Jehovah, lento para la ira y grande en misericordia. Bueno es Jehovah para con todos, y su misericordia está en todas sus obras. Todas tus obras, oh Jehovah, te alabarán; y tus fieles te bendecirán. Hablarán de la gloria de tu reino y de tu poder, para anunciar tus proezas a los hijos del hombre; y la gloria del majestuoso esplendor de tu reino. Tu reino es reino de todos los siglos, y tu dominio es de generación en generación. Jehovah sostiene a todos los que caen y levanta a todos los que han sido doblegados. Los ojos de todos tienen su esperanza puesta en ti, y tú les das su comida a su debido tiempo. Abres tu mano y satisfaces el deseo de todo ser viviente. Justo es Jehovah en todos sus caminos y bondadoso en todas sus obras. Cercano está Jehovah a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de verdad. Cumplirá el deseo de los que le temen. Asimismo, oirá el clamor de ellos y los salvará. Jehovah guarda a todos los que le aman, pero destruirá a todos los impíos. Mi boca expresará la alabanza de Jehovah: ¡Bendiga todo mortal su santo nombre, eternamente y para siempre! ¡Aleluya! ¡Alaba, oh alma mía, a Jehovah! Alabaré a Jehovah en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva. No confiéis en príncipes ni en hijo de hombre, porque no hay en él liberación. Su espíritu ha de salir, y él volverá al polvo. En aquel día perecerán sus pensamientos. Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está puesta en Jehovah su Dios; quien hizo los cielos, la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; quien guarda la verdad para siempre; quien hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. Jehovah suelta a los prisioneros; Jehovah abre los ojos a los ciegos; Jehovah levanta a los que han sido doblegados; Jehovah ama a los justos. Jehovah guarda a los forasteros; sostiene al huérfano y a la viuda, pero trastorna el camino de los impíos. Jehovah reinará para siempre; tu Dios, oh Sion, de generación en generación. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Ciertamente es bueno cantar salmos a nuestro Dios; ciertamente es agradable y bella la alabanza. Jehovah edifica a Jerusalén y reúne a los dispersados de Israel. Sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; su entendimiento es infinito. Jehovah ayuda a los humildes, pero a los impíos humilla hasta el suelo. Cantad a Jehovah con acción de gracias; cantad con arpa a nuestro Dios. El es el que cubre los cielos de nubes, el que prepara la lluvia para la tierra, el que hace que las colinas produzcan hierba. Da al ganado su alimento; y a las crías de los cuervos, cuando gritan. No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en los músculos del hombre. Jehovah se complace en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia. ¡Celebra a Jehovah, oh Jerusalén! ¡Alaba a tu Dios, oh Sion! Porque ha fortalecido el cerrojo de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. Ha traído paz a tu territorio, y te ha saciado con abundancia de trigo. Envía su mensaje a la tierra; velozmente corre su palabra. Pone la nieve como lana, y derrama la escarcha como ceniza. Echa su hielo como migas de pan. ¿Quién se mantendrá ante su frío? Envía su palabra y los derrite; hace que sople su viento, y corren las aguas. Ha manifestado sus palabras a Jacob, sus leyes y sus decretos a Israel. No ha hecho esto con otras naciones, y no han conocido sus juicios. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Alabad a Jehovah desde los cielos! ¡Alabadle en las alturas! ¡Alabadle, vosotros todos sus ángeles! ¡Alabadle, vosotros todos sus ejércitos! ¡Alabadle, sol y luna! ¡Alabadle, vosotras todas las estrellas relucientes! ¡Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos! Alaben el nombre de Jehovah, porque él mandó, y fueron creados. El los estableció para siempre, por la eternidad; les puso ley que no será quebrantada. Alabad a Jehovah desde la tierra, los grandes animales acuáticos y todos los océanos, el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento tempestuoso que ejecuta su palabra, los montes y todas las colinas, los árboles frutales y todos los cedros, los animales y todo el ganado, los reptiles y las aves que vuelan, los reyes de la tierra y todas las naciones, los príncipes y todos los jueces de la tierra, los jóvenes y también las jóvenes, los ancianos junto con los niños. Alaben el nombre de Jehovah, porque sólo su nombre es sublime; su majestad es sobre tierra y cielos. El enaltece el poderío de su pueblo; la alabanza de todos sus fieles, los hijos de Israel, el pueblo a él cercano. ¡Aleluya! ¡Aleluya! Cantad a Jehovah un cántico nuevo; sea su alabanza en la congregación de los fieles. Alégrese Israel en su Hacedor; gócense en su Rey los hijos de Sion. Alaben su nombre con danzas; canten al son del pandero y de la lira. Porque Jehovah se agrada de su pueblo, a los humildes adornará con salvación. Los fieles se regocijarán con gloria; cantarán desde sus camas. Exalten a Dios con sus gargantas, y con espada de dos filos en sus manos, para tomar venganza de las naciones y dar castigo a los pueblos, para aprisionar a los reyes con grilletes y a sus nobles con cadenas de hierro, para ejecutar en ellos la sentencia escrita. El será esplendor para todos sus fieles. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Alabad a Dios en su santuario! ¡Alabadle en su poderoso firmamento! ¡Alabadle por sus proezas! ¡Alabadle por su inmensa grandeza! ¡Alabadle con toque de corneta! ¡Alabadle con lira y arpa! ¡Alabadle con panderos y danza! ¡Alabadle con instrumentos de cuerda y flauta! ¡Alabadle con címbalos resonantes! ¡Alabadle con címbalos de júbilo! ¡Todo lo que respira alabe a Jehovah! ¡Aleluya! Los proverbios de Salomón hijo de David, rey de Israel: para conocer sabiduría y disciplina; para comprender los dichos de inteligencia; para adquirir disciplina y enseñanza, justicia, derecho y equidad; para dar sagacidad a los ingenuos y a los jóvenes conocimiento y prudencia. El sabio oirá y aumentará su saber, y el entendido adquirirá habilidades. Comprenderá los proverbios y los dichos profundos, las palabras de los sabios y sus enigmas. El temor de Jehovah es el principio del conocimiento; los insensatos desprecian la sabiduría y la disciplina. Escucha, hijo mío, la disciplina de tu padre, y no abandones la instrucción de tu madre; porque diadema de gracia serán a tu cabeza y collares a tu cuello. Hijo mío, si los pecadores te quisieran persuadir, no lo consientas. Si te dicen: "Ven con nosotros; estemos al acecho para derramar sangre y embosquemos sin motivo a los inocentes; los tragaremos vivos, como el Seol, enteros, como los que descienden a la fosa; hallaremos riquezas de toda clase; llenaremos nuestras casas de ganancias; echa tu suerte con nosotros; tengamos todos una sola bolsa…" Hijo mío, no andes en el camino de ellos; aparta tu pie de sus senderos, porque sus pies corren al mal y se apresuran a derramar sangre. Ciertamente en vano se tiende la red ante los ojos de toda ave. Pero ellos ponen acechanzas a su propia sangre; a sus propias vidas ponen trampa. Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida a los que la poseen. La sabiduría llama en las calles; da su voz en las plazas. Proclama sobre las murallas, en las entradas de las puertas de la ciudad pronuncia sus dichos: "¿Hasta cuándo, oh ingenuos, amaréis la ingenuidad? ¿Hasta cuándo los burladores desearán el burlarse, y los necios aborrecerán el conocimiento? ¡Volveos ante mi reprensión! ¡He aquí, yo os manifestaré mi espíritu y os haré saber mis palabras! "Pero, por cuanto llamé, y os resististeis; extendí mis manos, y no hubo quien escuchara (más bien, desechasteis todo consejo mío y no quisisteis mi reprensión), yo también me reiré en vuestra calamidad. Me burlaré cuando os llegue lo que teméis, cuando llegue como destrucción lo que teméis, cuando vuestra calamidad llegue como un torbellino y vengan sobre vosotros tribulación y angustia. "Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán con diligencia y no me hallarán, por cuanto aborrecieron el conocimiento y no escogieron el temor de Jehovah. No quisieron mi consejo y menospreciaron toda reprensión mía. Entonces comerán del fruto de su camino y se saciarán de sus propios consejos. Porque su descarrío matará a los ingenuos, y su dejadez echará a perder a los necios. Pero el que me escuche habitará confiadamente y estará tranquilo, sin temor del mal." Hijo mío, si aceptas mis palabras y atesoras mis mandamientos dentro de ti, si prestas oído a la sabiduría e inclinas tu corazón al entendimiento, si invocas a la inteligencia y al entendimiento llamas a gritos, si como a la plata la buscas y la rebuscas como a tesoros escondidos, entonces entenderás el temor de Jehovah y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehovah da la sabiduría, y de su boca provienen el conocimiento y el entendimiento. El atesora eficiente sabiduría para los rectos; es el escudo de los que caminan en integridad. Preserva las sendas del juicio y guarda el camino de sus piadosos. Entonces entenderás la justicia, el derecho y la equidad: todo buen camino. Cuando la sabiduría entre en tu corazón y el conocimiento sea agradable a tu alma, te guardará la sana iniciativa, y te preservará el entendimiento. Te librará del mal camino, de los hombres que hablan perversidades, que abandonan las sendas derechas para andar en caminos tenebrosos, que se alegran haciendo el mal y que se gozan en las perversidades del mal, cuyos senderos son torcidos y perversos sus caminos. Te librará de la mujer ajena, de la extraña que halaga con sus palabras, que abandona al compañero de su juventud y se olvida del pacto de su Dios. Ciertamente su casa se hunde hacia la muerte, y sus sendas hacia los muertos. Todos los que con ella tengan relaciones no volverán, ni lograrán alcanzar los senderos de la vida. Hará que andes por el camino de los buenos y guardes las sendas de los justos. Porque los rectos habitarán la tierra, y los íntegros permanecerán en ella. Pero los impíos serán exterminados de la tierra, y los traicioneros serán desarraigados de ella. Hijo mío, no te olvides de mi instrucción, y guarde tu corazón mis mandamientos; porque abundancia de días y años de vida y bienestar te aumentarán. No se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello. Escríbelas en las tablas de tu corazón, y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres. Confía en Jehovah con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión: Teme a Jehovah y apártate del mal, porque será medicina para tu carne y refrigerio para tus huesos. Honra a Jehovah con tus riquezas y con las primicias de todos tus frutos. Así tus graneros estarán llenos con abundancia, y tus lagares rebosarán de vino nuevo. No deseches, hijo mío, la disciplina de Jehovah, ni te resientas por su reprensión; porque Jehovah disciplina al que ama, como el padre al hijo a quien quiere. Bienaventurado el hombre que halla sabiduría y el que obtiene entendimiento; porque su provecho es mayor que el de la plata, y su resultado es mejor que el oro fino. Es más valiosa que las perlas; nada de lo que desees podrá compararse con ella. Abundancia de días hay en su mano derecha; y en su izquierda, riquezas y honra. Sus caminos son caminos agradables, y en todas sus sendas hay paz. Es árbol de vida a los que de ella echan mano; bienaventurados los que la retienen. Jehovah fundó la tierra con sabiduría; afirmó los cielos con entendimiento. Con su conocimiento fueron divididos los océanos, y los cielos destilan rocío. Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la iniciativa y la prudencia, y serán vida para tu alma y gracia para tu cuello. Entonces andarás confiadamente por tu camino, y tu pie no tropezará. Cuando te acuestes, no tendrás temor; más bien, te acostarás, y tu sueño será dulce. No tendrás temor del espanto repentino, ni de la ruina de los impíos, cuando llegue, porque Jehovah será tu confianza y él guardará tu pie de caer en la trampa. No niegues un bien a quien es debido, teniendo poder para hacerlo. No digas a tu prójimo: "Anda y vuelve; mañana te lo daré," cuando tienes contigo qué darle. No trames mal contra tu prójimo, estando él confiado en ti. No pleitees con alguno sin razón, si es que no te ha hecho agravio. No envidies al hombre violento, ni escojas ninguno de sus caminos; porque Jehovah abomina al perverso, pero su íntima comunión es con los rectos. La maldición de Jehovah está en la casa del impío, pero él bendice la morada de los justos. Ciertamente él se burlará de los que se burlan, pero a los humildes concederá gracia. Los sabios poseerán honra, pero los necios cargarán con la afrenta. Oíd, hijos, la enseñanza de un padre; estad atentos para adquirir entendimiento. No abandonéis mi instrucción, porque yo os doy buena enseñanza. Pues yo también fui hijo de mi padre, tierno y singular delante de mi madre. Y él me enseñaba y me decía: "Retenga tu corazón mis palabras; guarda mis mandamientos y vivirás." ¡Adquiere sabiduría! ¡Adquiere entendimiento! No te olvides ni te apartes de los dichos de mi boca. No la abandones, y ella te guardará; ámala, y te preservará. ¡Sabiduría ante todo! ¡Adquiere sabiduría! Y antes que toda posesión, adquiere entendimiento. Apréciala, y ella te levantará; y cuando la hayas abrazado, te honrará. Diadema de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te otorgará. Escucha, hijo mío, y recibe mis dichos, y se te multiplicarán años de vida. En el camino de la sabiduría te he instruido, y por sendas de rectitud te he hecho andar. Cuando camines, tus pasos no hallarán impedimento; y si corres, no tropezarás. Aférrate a la disciplina y no la sueltes; consérvala, porque ella es tu vida. No entres en el sendero de los impíos, ni pongas tu pie en el camino de los malos. Evítalo; no pases por él. Apártate de él; pasa de largo. Porque ellos no duermen si no han hecho mal; pierden el sueño si no han hecho caer a alguno. Pues comen pan de impiedad, y beben vino de violencia. Pero la senda de los justos es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que es pleno día. El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan. Hijo mío, pon atención a mis palabras; inclina tu oído a mis dichos. No se aparten de tus ojos; guárdalos en medio de tu corazón. Porque ellos son vida a los que los hallan, y medicina para todo su cuerpo. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la falsedad de los labios. Miren tus ojos lo que es recto, y diríjase tu vista a lo que está frente a ti. Considera la senda de tus pies, y todos tus caminos sean correctos. No te apartes ni a la izquierda ni a la derecha; aparta tu pie del mal. Hijo mío, pon atención a mi sabiduría, y a mi entendimiento inclina tu oído; para que guardes la sana iniciativa, y tus labios conserven el conocimiento. Los labios de la mujer extraña gotean miel, y su paladar es más suave que el aceite; pero su fin es amargo como el ajenjo, agudo como una espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte; sus pasos se precipitan al Seol. No considera el camino de la vida; sus sendas son inestables, y ella no se da cuenta. Ahora pues, hijos, oídme y no os apartéis de los dichos de mi boca. Aleja de ella tu camino y no te acerques a la puerta de su casa, no sea que des a otros tu honor y tus años a alguien que es cruel; no sea que los extraños se sacien con tus fuerzas, y los frutos de tu trabajo vayan a dar a la casa de un desconocido. Entonces gemirás al final de tu vida, cuando tu cuerpo y tu carne se hayan consumido. Y dirás: "¡Cómo aborrecí la disciplina, y mi corazón menospreció la reprensión! No escuché la voz de mis maestros, y a los que me enseñaban no incliné mi oído. Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación." Bebe el agua de tu propia cisterna y de los raudales de tu propio pozo. ¿Se han de derramar afuera tus manantiales, tus corrientes de aguas por las calles? ¡Que sean para ti solo y no para los extraños contigo! Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como una preciosa cierva o una graciosa gacela. Sus pechos te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre. ¿Por qué, hijo mío, andarás apasionado por una mujer ajena y abrazarás el seno de una extraña? Los caminos del hombre están ante los ojos de Jehovah, y él considera todas sus sendas. Sus propias maldades apresarán al impío, y será atrapado en las cuerdas de su propio pecado. El morirá por falta de disciplina. y a causa de su gran insensatez se echará a perder. Hijo mío, si diste fianza por tu prójimo y estrechaste la mano con un extraño, te has enredado con tus palabras, y has quedado atrapado con los dichos de tu boca. Ahora pues, haz esto, hijo mío, para quedar libre, ya que has caído en las manos de tu prójimo: Anda, humíllate, importuna a tu prójimo; no des sueño a tus ojos ni dejes dormitar tus párpados. Escapa como el venado de mano del cazador, como ave de mano del que tiende la red. Vé a la hormiga, oh perezoso; observa sus caminos y sé sabio. Ella no tiene jefe, ni comisario, ni gobernador; pero prepara su comida en el verano, y guarda su sustento en el tiempo de la siega. Perezoso: ¿Hasta cuándo has de estar acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de dormir, un poco de dormitar y un poco de cruzar las manos para reposar. Así vendrá tu pobreza como un vagabundo, y tu escasez como un hombre armado. El hombre depravado, el hombre inicuo, anda en la perversidad de boca, guiña los ojos, hace señas con sus pies e indica con sus dedos. Perversidades hay en su corazón; en todo tiempo anda pensando el mal, provocando discordia. Por eso, su calamidad vendrá de repente; súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio. Seis cosas aborrece Jehovah, y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos que derraman sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies que se apresuran a correr al mal, el testigo falso que habla mentiras y el que provoca discordia entre los hermanos. Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no abandones la instrucción de tu madre. Atalos siempre a tu corazón, y enlázalos en tu cuello. Te guiarán cuando camines; te guardarán cuando te acuestes, y hablarán contigo cuando te despiertes. Porque el mandamiento es antorcha, y la instrucción es luz. Y las reprensiones de la disciplina son camino de vida. Te guardarán de la mala mujer, de la suavidad de lengua de la extraña. En tu corazón no codicies su hermosura, ni te prenda ella con sus ojos; porque por una prostituta el hombre es reducido a un bocado de pan, y la mujer ajena caza una vida valiosa. ¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que se quemen sus vestidos? ¿Andará el hombre sobre las brasas sin que se le quemen los pies? Así sucede con el que se enreda con la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la toque. ¿Acaso no desprecian al ladrón, aunque robe para saciar su apetito cuando tiene hambre, y si es sorprendido, pagará siete veces y entregará todo lo que posee en su casa? Así también el que comete adulterio con una mujer es falto de entendimiento; el que hace tal cosa se destruye a sí mismo. Heridas e ignominia encontrará, y su afrenta no será borrada; porque los celos del hombre son su furor, y él no perdonará en el día de la venganza. No aceptará ninguna restitución; ni consentirá, aunque sea grande tu soborno. Hijo mío, guarda mis palabras y atesora mis mandamientos dentro de ti. Guarda mis mandamientos y vivirás; guarda mi enseñanza como a la niña de tus ojos. Atalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón. Di a la sabiduría: "Tú eres mi hermana," y a la inteligencia llama: "Mi pariente." Te guardará de la mujer ajena, de la extraña que halaga con sus palabras. Mirando yo por la ventana de mi casa, por entre mi celosía, vi entre los ingenuos y observé entre los jóvenes a uno falto de entendimiento. El pasaba por la plaza, cerca de la esquina, y caminaba en dirección a la casa de ella. Era al anochecer; ya oscurecía. Sucedió en medio de la noche y en la oscuridad. Y he aquí que una mujer le salió al encuentro con vestido de prostituta y astuta de corazón. Ella es alborotadora y obstinada; sus pies no pueden estar en casa. Unas veces está afuera; otras veces por las plazas, acechando por todas las esquinas. Se prendió de él, lo besó y descaradamente le dijo: "Sacrificios de paz había prometido, y hoy he pagado mis votos. Por eso he salido a tu encuentro, a buscarte, y te he encontrado. He preparado mi cama con colchas; la he tendido con lino de Egipto. He perfumado mi cama con mirra, áloe y canela. Ven, saciémonos de caricias hasta la mañana; deleitémonos en amores. Porque el marido no está en casa; partió para un largo viaje. Llevó consigo una bolsa de dinero; el día de la luna llena volverá a su casa." Lo rindió con su mucha persuasión; lo sedujo con la suavidad de sus labios. En seguida se va tras ella, como va el buey al matadero, como un cordero al que lo ata; va como un venado, hasta que una flecha le atraviesa el hígado; como el ave que se apresura a la red, y no sabe que le costará la vida. Ahora pues, hijos, oídme; prestad atención a los dichos de mi boca. No se aparte tu corazón tras sus caminos, ni te descarríes por sus sendas. Porque a muchos ha hecho caer muertos; los que ella ha matado son innumerables. Su casa está en los caminos del Seol que descienden a las cámaras de la muerte. ¿Acaso no llama la sabiduría, y alza su voz el entendimiento? Sobre los lugares prominentes junto al camino, en las encrucijadas de las rutas se pone de pie. Junto a las puertas, ante la ciudad, en el acceso a las entradas da voces: "¡Oh hombres, a vosotros llamo! Mi voz se dirige a los hijos del hombre. Entended, ingenuos, la sagacidad; y vosotros, necios, disponed el corazón. Escuchad, porque hablaré cosas excelentes, y abriré mis labios para decir cosas rectas. Porque mi boca hablará la verdad, y mis labios abominan la impiedad. Justas son todas las palabras de mi boca; no hay en ellas cosa torcida ni perversa. Todas ellas son correctas al que entiende, y rectas a los que han hallado el conocimiento. Recibid mi corrección antes que la plata, y el conocimiento antes que el oro escogido. Porque la sabiduría es mejor que las perlas; nada de lo que desees podrá compararse con ella. "Yo, la sabiduría, habito con la sagacidad, y me hallo con el conocimiento de la discreción. El temor de Jehovah es aborrecer el mal. Aborrezco la soberbia, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa. Míos son el consejo y la eficiente sabiduría; mía es la inteligencia, y mía la valentía. Por mí reinan los reyes, y los magistrados administran justicia. Por mí gobiernan los gobernantes, y los nobles juzgan la tierra. Yo amo a los que me aman, y me hallan los que con diligencia me buscan. Conmigo están las riquezas y la honra, los bienes duraderos y la justicia. Mejor es mi fruto que el oro, que el oro fino; mis resultados son mejores que la plata escogida. Camino por la senda de la justicia, por los senderos del derecho; para hacer que los que me aman hereden un patrimonio, y para que yo colme sus tesoros. "Jehovah me creó como su obra maestra, antes que sus hechos más antiguos. Desde la eternidad tuve el principado, desde el principio, antes que la tierra. Nací antes que existieran los océanos, antes que existiesen los manantiales cargados de agua. Nací antes que los montes fuesen asentados, antes que las colinas. No había hecho aún la tierra ni los campos, ni la totalidad del polvo del mundo. Cuando formó los cielos, allí estaba yo; cuando trazó el horizonte sobre la faz del océano, cuando afirmó las nubes arriba, cuando reforzó las fuentes del océano, cuando dio al mar sus límites y a las aguas ordenó que no traspasasen su mandato. Cuando establecía los cimientos de la tierra, con él estaba yo, como un artífice maestro. Yo era su delicia todos los días y me regocijaba en su presencia en todo tiempo. Yo me recreo en su tierra habitada, y tengo mi delicia con los hijos del hombre. "Ahora pues, hijos, oídme: Bienaventurados los que guardan mis caminos. Escuchad la corrección y sed sabios; no la menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me escucha velando ante mis entradas cada día, guardando los postes de mis puertas. Porque el que me halla, halla la vida y obtiene el favor de Jehovah. Pero el que me pierde se hace daño a sí mismo; todos los que me aborrecen aman la muerte." La sabiduría edifica su casa, labra sus siete columnas, mata sus animales, mezcla su vino y pone su mesa. Envía a sus criadas, y llama desde lo más alto de la ciudad: "¡Si alguno es ingenuo, que venga acá!" Y a los faltos de entendimiento dice: "Venid, comed mi pan y bebed mi vino que yo he mezclado. Dejad la ingenuidad y vivid; poned vuestros pies en el camino de la inteligencia." El que corrige al burlador se acarrea vergüenza, y el que reprende al impío se acarrea afrenta. No reprendas al burlador, porque te aborrecerá; corrige al sabio, y te amará. Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber. El comienzo de la sabiduría es el temor de Jehovah, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia. Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida te serán añadidos. Si eres sabio, para ti lo serás; pero si eres burlador, sufrirás tú solo. La mujer necia es alborotadora; es libertina y no conoce la vergüenza. Ella se sienta en una silla a la puerta de su casa, en lo alto de la ciudad, para llamar a los que pasan por el camino, a los que van directo por sus sendas: "¡Si alguno es ingenuo, que venga acá!" Y a los faltos de entendimiento dice: "Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto es delicioso." No saben ellos que allí están los muertos, que sus invitados están en lo profundo del Seol. Proverbios de Salomón: El hijo sabio alegra a su padre, pero el hijo necio es tristeza de su madre. Los tesoros de impiedad no son de provecho, pero la justicia libra de la muerte. Jehovah no deja padecer hambre al justo, pero impide que se sacie el apetito de los impíos. La mano negligente empobrece, pero la mano de los diligentes enriquece. El que recoge en el verano es un hijo sensato; pero el que duerme en el tiempo de la siega es un hijo que avergüenza. Bendiciones vendrán sobre la cabeza del justo, pero la boca de los impíos encubre la violencia. La memoria del justo será bendita, pero el nombre de los impíos se pudrirá. El sabio de corazón aceptará los mandamientos, pero el de labios insensatos será arruinado. El que camina en integridad anda confiado, pero el que pervierte sus caminos será descubierto. El que guiña el ojo causa tristeza, pero el que abiertamente reprende hace la paz. Fuente de vida es la boca del justo, pero la boca de los impíos encubre la violencia. El odio despierta contiendas, pero el amor cubre todas las faltas. En los labios del entendido se halla sabiduría, pero la vara es para las espaldas del falto de entendimiento. Los sabios atesoran el conocimiento, pero la boca del insensato es calamidad cercana. Las riquezas del rico son su ciudad fortificada, y la calamidad de los necesitados es su pobreza. La obra del justo es para vida, pero el logro del impío es para pecado. El que guarda la disciplina está en el camino de la vida, pero el que descuida la reprensión hace errar. El que aplaca el odio es de labios justos, pero el que suscita la calumnia es necio. En las muchas palabras no falta pecado, pero el que refrena sus labios es prudente. Plata escogida es la lengua del justo, pero el corazón de los impíos no vale nada. Los labios del justo apacientan a muchos, pero los insensatos mueren por falta de entendimiento. La bendición de Jehovah es la que enriquece y no añade tristeza con ella. El hacer perversidades es un deporte para el necio, pero para el hombre de entendimiento lo es la sabiduría. Lo que el impío teme, eso le vendrá; pero a los justos les será dado lo que desean. Como cuando pasa la tempestad, así el impío no permanece; pero el justo tiene fundamentos eternos. Como es el vinagre a los dientes y el humo a los ojos, así es el perezoso a los que lo envían. El temor de Jehovah aumentará los días, pero los años de los impíos serán acortados. La expectativa de los justos es alegría, pero la esperanza de los impíos perecerá. Jehovah es la fortaleza del íntegro de camino, pero es espanto para los que obran maldad. El justo no será removido jamás, pero los impíos no habitarán la tierra. La boca del justo producirá sabiduría, pero la lengua perversa será cortada. Los labios del justo saben hablar lo que agrada, pero la boca de los impíos habla perversidades. La balanza falsa es una abominación a Jehovah, pero la pesa exacta le agrada. Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; pero con los humildes está la sabiduría. Su integridad guiará a los rectos, pero la perversidad arruinará a los traicioneros. Las riquezas no aprovecharán en el día de la ira, pero la justicia librará de la muerte. La justicia del íntegro enderezará su camino, pero el impío caerá por su impiedad. Su justicia librará a los rectos, pero los traicioneros quedarán atrapados por su codicia. Cuando muere el hombre impío, perece su esperanza, y su expectativa de las riquezas perecerá. El justo es librado de la desgracia, pero el impío llega al lugar que le corresponde. El hipócrita con su boca daña a su prójimo, pero los justos son librados por el conocimiento. La ciudad se regocija por el bien de los justos, y cuando perecen los impíos, hay grito de alegría. Por la bendición de los rectos será enaltecida la ciudad, pero por la boca de los impíos será destruida. El que carece de entendimiento desprecia a su prójimo, pero el hombre prudente calla. El que anda con chismes revela el secreto, pero el de espíritu fiel cubre el asunto. Cuando falta dirección, el pueblo caerá; pero en los muchos consejeros está la victoria. Ciertamente será afligido el que sale fiador por el extraño, pero el que odia las fianzas vivirá confiado. La mujer agraciada obtendrá honra, y los audaces obtendrán riquezas. El hombre misericordioso hace bien a su propia alma, pero el cruel se perjudica a sí mismo. El impío logra salario falso, pero el que siembra justicia tendrá verdadera recompensa. Como la justicia es para vida, así el que sigue el mal lo hace para su muerte. Abominación le son a Jehovah los perversos de corazón, pero los íntegros de camino le son agradables. De ninguna manera quedará impune el malo, pero la descendencia de los justos escapará. Zarcillo de oro en el hocico de un cerdo es la mujer hermosa que carece de discreción. El deseo de los justos es solamente para el bien, pero la esperanza de los impíos es para ira. Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen indebidamente, sólo para acabar en escasez. El alma generosa será prosperada, y el que sacia a otros también será saciado. Al que acapara el grano, el pueblo lo maldecirá; pero la bendición caerá sobre la cabeza del que distribuye. El que se esmera por el bien conseguirá favor; pero al que busca el mal, éste le vendrá. El que confía en sus riquezas caerá, pero los justos reverdecerán como follaje. El que perturba su casa heredará viento, y el insensato será esclavo del sabio de corazón. El fruto del justo es árbol de vida, y el que gana almas es sabio. Ciertamente el justo será recompensado en la tierra; ¡cuánto más el impío y el pecador! El que ama la corrección ama el conocimiento, pero el que aborrece la reprensión se embrutece. El bueno alcanzará el favor de Jehovah, pero Dios condenará al hombre que urde males. El hombre no se establecerá por medio de la impiedad, pero la raíz de los justos es inconmovible. La mujer virtuosa es corona de su marido, pero la mala es como carcoma en sus huesos. Los pensamientos de los justos son rectitud, pero las artimañas de los impíos son engaño. Las palabras de los impíos son para acechar la sangre, pero la boca de los rectos les librará. Al ser trastornados los impíos, dejarán de ser; pero la casa de los justos permanecerá. El hombre es alabado según su discernimiento, pero el perverso de corazón será menospreciado. Mejor es el menospreciado que tiene quien le sirva que el vanaglorioso que carece de pan. El justo se preocupa por la vida de sus animales, pero los sentimientos de los impíos son crueles. El que cultiva su tierra se saciará de pan, pero el que persigue cosas vanas es falto de entendimiento. El impío codicia la fortaleza de los malos, pero la raíz de los justos es estable. En la transgresión de los labios hay una trampa fatal, pero el justo saldrá bien de la tribulación. El hombre será saciado con el bien del fruto de su boca, y también le vendrá la recompensa de sus manos. En la opinión del insensato su camino es derecho, pero el que obedece el consejo es sabio. El insensato al instante da a conocer su ira, pero el que disimula la afrenta es prudente. El que habla verdad declara justicia, pero el testigo mentiroso hace engaño. Hay quienes hablan como dando estocadas de espada, pero la lengua de los sabios es medicina. El labio veraz permanecerá para siempre; pero la lengua mentirosa, sólo por un momento. Engaño hay en el corazón de los que traman el mal, pero en el corazón de los que aconsejan paz hay alegría. Ninguna adversidad le acontecerá al justo, pero los impíos estarán llenos de males. Los labios mentirosos son abominación a Jehovah, pero le agradan los que actúan con verdad. El hombre sagaz encubre su conocimiento, pero el corazón de los necios proclama la insensatez. La mano de los diligentes gobernará, pero la de los negligentes será tributaria. La congoja abate el corazón del hombre, pero la buena palabra lo alegra. El justo sirve de guía a su prójimo, pero la conducta de los impíos los hace errar. El negligente no alcanza presa, pero el hombre diligente obtendrá preciosa riqueza. En el camino de la justicia está la vida, y en su senda no hay muerte. El hijo sabio acepta la disciplina de su padre, pero el burlador no escucha la corrección. Del fruto de su boca el hombre comerá el bien, pero el alma de los traicioneros hallará el mal. El que guarda su boca guarda su vida, pero al que mucho abre sus labios le vendrá ruina. El alma del perezoso desea y nada alcanza, pero el alma de los diligentes será prosperada. El justo aborrece la palabra de mentira, pero el impío se hace odioso y trae deshonra. La justicia guarda al íntegro de camino, pero la impiedad arruina al pecador. Hay quienes pretenden ser ricos, pero no tienen nada; y hay quienes pretenden ser pobres, pero tienen muchas riquezas. Las riquezas del hombre pueden ser el rescate de su vida, pero el pobre ni oye las amenazas. La luz de los justos brilla con alegría, pero la lámpara de los impíos se apagará. Ciertamente la soberbia producirá contienda, pero con los que admiten consejo está la sabiduría. Las riquezas apresuradas disminuirán, pero el que junta poco a poco irá en aumento. La esperanza que se demora es tormento del corazón, pero el deseo cumplido es árbol de vida. El que menosprecia la palabra se arruinará, pero el que teme el mandamiento será recompensado. La instrucción del sabio es fuente de vida, para apartarse de las trampas de la muerte. El buen entendimiento da gracia, pero el camino de los traicioneros es duro. Todo hombre sagaz actúa con conocimiento, pero el necio despliega insensatez. El mensajero impío caerá en el mal, pero el enviado fiel es como medicina. Pobreza y vergüenza tendrá el que desprecia la disciplina, pero el que acepta la reprensión logrará honra. El deseo cumplido endulza al alma, pero el apartarse del mal es abominación a los necios. El que anda con los sabios se hará sabio, pero el que se junta con los necios sufrirá daño. El mal perseguirá a los pecadores, pero el bien recompensará a los justos. El bueno dejará herencia a los hijos de sus hijos, pero lo que posee el pecador está guardado para los justos. En el campo arado de los pobres hay abundancia de comida, pero es arrasada cuando no hay derecho. El que detiene el castigo aborrece a su hijo, pero el que lo ama se esmera en corregirlo. El justo come hasta saciar su alma, pero el estómago de los impíos sufrirá necesidad. La mujer sabia edifica su casa, pero la insensata con sus propias manos la destruye. El que camina en rectitud teme a Jehovah, pero el de caminos perversos lo menosprecia. En la boca del insensato hay una vara para su espalda, pero a los sabios los protegen sus labios. Donde no hay bueyes el granero está vacío, pero por la fuerza del buey hay producción. El testigo veraz no miente, pero el testigo falso respira mentiras. El burlador busca la sabiduría y no la halla, pero al entendido le es de fácil acceso. Apártate del hombre necio, porque en él no encontrarás los labios del saber. La sabiduría del sagaz discierne su camino, pero la insensatez de los necios es un engaño. Los insensatos se mofan de la culpabilidad, pero entre los rectos hay buena voluntad. El corazón conoce la amargura de su alma, y el extraño no se entremeterá en su alegría. La casa de los impíos será desolada, pero la morada de los rectos florecerá. Hay un camino que al hombre le parece derecho, pero que al final es camino de muerte. Aun en la risa tendrá dolor el corazón, y el final de la alegría es tristeza. El descarriado de corazón se hartará de sus caminos, pero el hombre de bien estará satisfecho con el suyo. El ingenuo todo lo cree, pero el sagaz considera sus pasos. El sabio teme y se aparta del mal, pero el necio es entremetido y confiado. El que es irascible hará locuras, y el hombre malicioso será aborrecido. Los ingenuos heredarán insensatez, pero los sagaces se coronarán de conocimiento. Los malos se postrarán ante los buenos, y los impíos ante las puertas del justo. El pobre se hace odioso a su prójimo, pero muchos son los que aprecian al rico. Peca el que desprecia a su prójimo, pero el que tiene misericordia de los pobres es bienaventurado. ¿No yerran los que planean lo malo? Pero hay misericordia y verdad para los que planean lo bueno. En toda labor hay ganancia, pero la palabra sólo de labios lleva a la pobreza. La corona de los sabios es su discreción, pero la diadema de los necios es la insensatez. El testigo veraz libra las vidas, pero el engañoso respira mentiras. En el temor de Jehovah está la confianza del hombre fuerte, y para sus hijos habrá un refugio. El temor de Jehovah es fuente de vida, para apartarse de las trampas de la muerte. En el pueblo numeroso está la gloria del rey, y en la escasez de pueblo está el pánico del funcionario. El que tarda en airarse tiene mucho entendimiento, pero el de espíritu apresurado hace resaltar la insensatez. El corazón apacible vivifica el cuerpo, pero la envidia es carcoma en los huesos. El que oprime al necesitado afrenta a su Hacedor, pero el que tiene misericordia del pobre lo honra. Por su maldad será derribado el impío, pero el justo en su integridad halla refugio. En el corazón del hombre entendido reposa la sabiduría, pero no es conocida en medio de los necios. La justicia engrandece a la nación, pero el pecado es afrenta para los pueblos. El rey muestra su favor al siervo prudente, pero su ira está sobre el que le causa vergüenza. La suave respuesta quita la ira, pero la palabra áspera aumenta el furor. La lengua de los sabios embellece el conocimiento, pero la boca de los necios expresa insensatez. Los ojos de Jehovah están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos. La lengua apacible es árbol de vida, pero la perversidad en ella es quebrantamiento de espíritu. El insensato menosprecia la disciplina de su padre, pero el que acepta la reprensión llega a ser sagaz. En la casa del justo hay muchas provisiones, pero en la producción del impío hay desbarajuste. Los labios de los sabios esparcen conocimiento; no así el corazón de los necios. El sacrificio de los impíos es una abominación a Jehovah, pero la oración de los rectos le agrada. Abominación es a Jehovah el camino del impío, pero él ama al que sigue la justicia. La disciplina le parece mal al que abandona el camino, y el que aborrece la reprensión morirá. El Seol y el Abadón están delante de Jehovah; ¡cuánto más los corazones de los hombres! El burlador no ama al que lo corrige, ni acude a los sabios. El corazón alegre hermosea la cara, pero por el dolor del corazón el espíritu se abate. El corazón entendido busca el conocimiento, pero la boca de los necios se apacienta de la insensatez. Todos los días del pobre son malos, pero el corazón contento tiene fiesta continua. Es mejor lo poco con el temor de Jehovah que un gran tesoro donde hay turbación. Mejor es una comida de verduras donde hay amor que de buey engordado donde hay odio. El hombre iracundo suscita contiendas, pero el que tarda en airarse calma la riña. El camino del perezoso es como cerco de espinas, pero la senda de los rectos es llana. El hijo sabio alegra al padre, pero el hombre necio menosprecia a su madre. La insensatez le es alegría al falto de entendimiento, pero el hombre prudente endereza su andar. Donde no hay consulta los planes se frustran, pero con multitud de consejeros, se realizan. El hombre se alegra con la respuesta de su boca; y la palabra dicha a tiempo, ¡cuán buena es! Al prudente, el camino de vida le conduce arriba, para apartarse del Seol abajo. Jehovah derribará la casa de los soberbios, pero afirmará los linderos de la viuda. Los pensamientos del malo son una abominación a Jehovah, pero las expresiones agradables son puras. El que tiene ganancias injustas perturba su casa, pero el que aborrece el soborno vivirá. El corazón del justo piensa para responder, pero la boca de los impíos expresa maldades. Lejos está Jehovah de los impíos, pero escucha la oración de los justos. La luz de los ojos alegra el corazón, y una buena noticia nutre los huesos. El oído que atiende a la reprensión de la vida vivirá entre los sabios. El que tiene en poco la disciplina menosprecia su vida, pero el que acepta la reprensión adquiere entendimiento. El temor de Jehovah es la enseñanza de la sabiduría, y antes de la honra está la humildad. Del hombre son los planes del corazón, pero de Jehovah es la respuesta de la lengua. Todo camino del hombre es limpio en su propia opinión, pero Jehovah es el que examina los espíritus. Encomienda a Jehovah tus obras, y tus pensamientos serán afirmados. Todo lo ha hecho Jehovah para su propio propósito; y aun al impío, para el día malo. Abominación es a Jehovah todo altivo de corazón; de ninguna manera quedará impune. Con misericordia y verdad se expía la falta, y con el temor de Jehovah uno se aparta del mal. Cuando los caminos del hombre le agradan a Jehovah, aun a sus enemigos reconciliará con él. Es mejor lo poco con justicia que gran abundancia sin derecho. El corazón del hombre traza su camino, pero Jehovah dirige sus pasos. Hay oráculo en los labios del rey; en el juicio no yerra su boca. La pesa y las balanzas justas son de Jehovah; obra suya son todas las pesas de la bolsa. Es abominación a los reyes hacer impiedad, porque con justicia se afirma el trono. Los reyes favorecen a los labios justos y aman al que habla lo recto. La ira del rey es como mensajero de muerte, pero el hombre sabio la apaciguará. En la alegría del rostro del rey está la vida; su favor es como nube de lluvia tardía. Es mejor adquirir sabiduría que oro fino, y adquirir inteligencia vale más que la plata. La vía de los rectos es apartarse del mal, y el que guarda su camino guarda su vida. Antes de la quiebra está el orgullo; y antes de la caída, la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir botín con los soberbios. El que está atento a la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehovah es bienaventurado. El sabio de corazón será llamado entendido, y la dulzura de labios aumenta el saber. Fuente de vida es el entendimiento al que lo posee, pero el castigo de los insensatos es la misma insensatez. El corazón del sabio hace prudente su boca, y con sus labios aumenta el saber. Panal de miel son los dichos suaves; son dulces al alma y saludables al cuerpo. Hay un camino que al hombre le parece derecho, pero que al final es camino de muerte. El apetito del trabajador es lo que le obliga a trabajar, porque su boca lo apremia. El hombre indigno trama el mal, y en sus labios hay como fuego abrasador. El hombre perverso provoca la contienda, y el chismoso aparta los mejores amigos. El hombre violento persuade a su amigo y le hace andar por camino no bueno. El que entrecierra sus ojos para planear perversidades, el que aprieta sus labios, consuma el mal. Corona de honra son las canas; en el camino de la justicia se encuentra. Es mejor el que tarda en airarse que el fuerte; y el que domina su espíritu, que el que conquista una ciudad. Las suertes se echan en el regazo, pero a Jehovah pertenece toda su decisión. Mejor es un bocado seco y con tranquilidad que una casa llena de banquetes con contiendas. El siervo prudente se enseñoreará sobre el hijo que avergüenza, y junto con los hermanos compartirá la herencia. El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro; pero el que prueba los corazones es Jehovah. El malhechor está atento al labio inicuo, y el mentiroso escucha a la lengua destructora. El que se mofa del pobre afrenta a su Hacedor, y el que se alegra por su calamidad no quedará impune. Corona de los ancianos son los hijos de los hijos, y la gloria de los hijos son sus padres. No conviene al hombre vil la grandilocuencia. Cuánto menos al noble el labio mentiroso. Piedra de encanto es el soborno a los ojos del que lo practica; dondequiera se dirija, tiene éxito. El que cubre la transgresión busca amistad, pero el que divulga el asunto aparta al amigo. Más aprovecha una reprensión al hombre entendido, que cien azotes al necio. El malo sólo busca la rebelión; un mensajero cruel será enviado contra él. Mejor es encontrarse con una osa despojada de sus crías que con un necio empeñado en su insensatez. Al que da mal por bien, el mal no se apartará de su casa. El que comienza la contienda es quien suelta las aguas; desiste, pues, antes que estalle el pleito. El que justifica al impío y el que condena al justo, ambos son abominables a Jehovah. ¿De qué sirve el dinero en la mano del necio para adquirir sabiduría, si no tiene entendimiento? En todo tiempo ama el amigo, y el hermano nace para el tiempo de angustia. El hombre falto de entendimiento estrecha la mano, dando fianza en presencia de su amigo. El que ama la transgresión ama las contiendas, y el que se enaltece busca la ruina. El perverso de corazón nunca hallará el bien, y el de doble lengua caerá en el mal. Quien engendra al necio lo hace para su tristeza, y el padre del insensato no se alegrará. El corazón alegre trae sanidad, pero un espíritu abatido seca los huesos. El impío toma soborno de su seno para pervertir las sendas del derecho. La sabiduría se refleja en la cara del hombre entendido, pero los ojos del necio vagan hasta el extremo de la tierra. El hijo necio causa enojo a su padre y amargura a la que le dio a luz. Ciertamente no es bueno imponer una multa al justo ni golpear a los nobles a causa de su integridad. El que tiene conocimiento refrena sus palabras, y el de espíritu sereno es hombre prudente. Cuando calla, hasta el insensato es tenido por sabio; y el que cierra sus labios, por inteligente. El que se aparta busca su propio deseo, y estalla en disputa contra toda iniciativa. El necio no toma placer en el entendimiento, sino sólo en exponer lo que tiene en su corazón. Cuando viene la impiedad, viene también el menosprecio; y con la deshonra viene la vergüenza. Aguas profundas son las palabras de la boca del hombre, y arroyo que rebosa es la fuente de la sabiduría. No es bueno mostrar preferencia por el impío, desviando al justo en el juicio. Los labios del necio entran en contienda, y su boca clama por los golpes. La boca del necio es su propia ruina; sus labios son la trampa de su vida. Las palabras del chismoso parecen suaves y penetran hasta lo recóndito del ser. El que es negligente en su trabajo es hermano del destructor. Torre fortificada es el nombre de Jehovah; el justo correrá a ella y estará a salvo. Las riquezas del rico son su ciudad fortificada; son como un alto muro en su imaginación. Antes del quebrantamiento se enaltece el corazón del hombre, y antes de la honra está la humildad. Al que responde antes de oír, le es insensatez y deshonra. El ánimo del hombre soportará su enfermedad; pero, ¿quién soportará al espíritu abatido? El corazón del entendido adquiere conocimiento, y el oído de los sabios busca el conocimiento. El dar regalos le abre camino a un hombre, y le conduce a la presencia de los grandes. El primero que aboga por su causa parece ser justo, pero viene su prójimo y lo pone a prueba. El echar suertes pone fin a los pleitos y decide entre los poderosos. El hermano ofendido resiste más que una ciudad fortificada; y las contiendas, más que los cerrojos de un castillo. Del fruto de la boca del hombre se saciará su estómago; él se satisfará con el producto de sus labios. La muerte y la vida están en el poder de la lengua, y los que gustan usarla comerán de su fruto. El que halla esposa halla el bien y alcanza el favor de Jehovah. El pobre habla con ruegos, pero el rico responde con dureza. Hay amigos que uno tiene para su propio mal, pero hay un amigo que es más fiel que un hermano. Mejor es el pobre que camina en su integridad que el de labios perversos y que es necio. Tampoco es bueno hacer algo sin conocimiento, y peca el que se apresura con sus pies. La insensatez del hombre pervierte su camino y enfurece su corazón contra Jehovah. Las riquezas atraen muchos amigos, pero el pobre es abandonado por su prójimo. El testigo falso no quedará impune, y el que respira mentiras no escapará. Muchos imploran el favor del generoso; todos son amigos del hombre que da regalos. Todos los hermanos del pobre le odian; cuánto más se alejarán de él sus amigos. Busca quienes le hablen, pero no los halla. El que adquiere entendimiento ama su vida, y el que guarda la prudencia hallará el bien. El testigo falso no quedará impune, y el que respira mentiras perecerá. No conviene al necio la comodidad; cuánto menos al esclavo dominar a los gobernantes. El discernimiento del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa. Como rugido de león es la ira del rey, y su favor es como el rocío sobre la hierba. El hijo necio es la ruina de su padre; y gotera continua son las contiendas de la mujer. Una casa y riquezas son herencia de los padres, pero una mujer prudente lo es de Jehovah. La pereza hace caer en sueño profundo, y la persona negligente padecerá de hambre. El que guarda el mandamiento guarda su alma, pero el que menosprecia sus caminos morirá. El que da al pobre presta a Jehovah, y él le dará su recompensa. Corrige a tu hijo mientras haya esperanza, pero no se exceda tu alma para destruirlo. El de gran ira llevará el castigo; si lo libras, tendrás que hacerlo de nuevo. Escucha el consejo y acepta la corrección, para que seas sabio en tu porvenir. Muchos planes hay en el corazón del hombre, pero sólo el propósito de Jehovah se cumplirá. La ambición del hombre es su desgracia, y es mejor ser indigente que engañador. El temor de Jehovah es para vida; el hombre vivirá satisfecho con él y no será visitado por el mal. El perezoso hunde su mano en el plato, pero ni aun a su boca la llevará. Golpea al burlador, y el ingenuo se hará sagaz; amonesta al entendido, y captará conocimiento. El que roba a su padre y ahuyenta a su madre es hijo que avergüenza y deshonra. Hijo mío, deja de atender la enseñanza que te hace divagar de las palabras del conocimiento. El testigo perverso se burla del juicio, y la boca de los impíos expresa iniquidad. Actos justicieros están preparados para los burladores; y azotes, para las espaldas de los necios. El vino hace burla; el licor alborota. Y cualquiera que se descarría no es sabio. Como rugido de león es la indignación del rey; el que lo enfurece peca contra sí mismo. Al hombre le es honroso apartarse de la contienda, pero todo insensato se envolverá en ella. El perezoso no ara al comienzo de la estación; buscará en el tiempo de la siega y no hallará. Como aguas profundas es el propósito en el corazón del hombre, pero el hombre de entendimiento logrará extraerlo. Muchos hombres proclaman su propia bondad; pero un hombre fiel, ¿quién lo hallará? El justo camina en su integridad; bienaventurados serán sus hijos después de él. El rey se sienta en el trono del juicio; con su mirada disipa todo mal. ¿Quién podrá decir: "Yo he limpiado mi corazón; limpio estoy de mi pecado"? Pesas falsas y medidas falsas: Ambas cosas son una abominación a Jehovah. Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta es pura y recta. El oído que oye y el ojo que ve, ambas cosas ha hecho Jehovah. No ames el sueño, para que no te empobrezcas; abre tus ojos, y te saciarás de pan. El que compra dice: "Malo es, malo es"; pero apartándose, se jacta de lo comprado. Existen el oro y una gran cantidad de perlas, pero los labios que saben son algo más precioso. Quítale su ropa al que salió fiador del extraño, y tómale prenda al que se fía de la mujer ajena. Sabroso es al hombre el pan mal adquirido; pero cuando haya llenado su boca, se convertirá en cascajo. Confirma los planes mediante el consejo y haz la guerra con estrategia. El que anda con chismes revela el secreto; no te metas con el suelto de lengua. Al que maldice a su padre o a su madre, su lámpara se le apagará en medio de las tinieblas. Los bienes adquiridos apresuradamente al comienzo, al fin de cuentas no serán bendecidos. No digas: "Devolveré el mal." Espera a Jehovah, y él te salvará. Las pesas falsas son una abominación a Jehovah; y la balanza de engaño no es algo bueno. De Jehovah son los pasos del hombre; ¿cómo podrá el hombre, por sí solo, entender su camino? Es una trampa para el hombre declarar a la ligera algo como consagrado, y reflexionar sólo después de haber hecho los votos. El rey sabio dispersa a los impíos, y sobre ellos hace rodar la rueda. Lámpara de Jehovah es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más recóndito del ser. La misericordia y la verdad guardan al rey, y con justicia sustenta su trono. La gloria de los jóvenes es su fuerza; y el esplendor de los ancianos, sus canas. Las marcas de los azotes purifican del mal, y los golpes purifican al corazón. Como una corriente de agua es el corazón del rey en la mano de Jehovah, quien lo conduce a todo lo que quiere. Todo camino del hombre es recto ante sus ojos, pero Jehovah es el que examina los corazones. Practicar la justicia y el derecho es más aceptable a Jehovah que el sacrificio. Pecado son la altivez de ojos y el orgullo del corazón, la lámpara de los impíos. Los proyectos del diligente resultarán en abundancia, pero todo apresurado va a parar en la escasez. Acumular tesoros mediante la lengua de engaño es vanidad fugaz de los que buscan la muerte. La rapiña de los impíos los arrastrará, por cuanto rehúsan hacer justicia. El camino del hombre es torcido y extraño, pero la conducta del limpio es recta. Mejor es vivir en un rincón de la azotea que compartir una casa con una mujer rencillosa. El alma del impío desea el mal; su prójimo no halla gracia ante sus ojos. Cuando el burlador es castigado, el ingenuo se hace sabio; y cuando el sabio es instruido, adquiere conocimiento. El justo observa la casa del impío; cómo los impíos son arruinados por el mal. El que cierra su oído al clamor del pobre también clamará, y no se le responderá. El regalo en secreto calma la ira; y el obsequio a escondidas, el fuerte furor. Le es alegría al justo practicar el derecho, pero a los que practican la iniquidad les es un terror. El hombre que se desvía del camino del entendimiento irá a parar en la compañía de los muertos. El que ama los placeres se empobrecerá; el que ama el vino y los perfumes no se enriquecerá. El impío es el rescate por el justo; y el traicionero, por los rectos. Mejor es vivir en una tierra desierta que con una mujer rencillosa e iracunda. Tesoro precioso y aceite hay en la morada del sabio, pero el hombre necio lo disipará. El que sigue la justicia y la bondad hallará vida, justicia y honra. El sabio conquista la ciudad de los poderosos y derriba la fuerza en que ella ha confiado. El que guarda su boca y su lengua guarda su alma de angustias. Escarnecedor es el nombre del arrogante y altivo, del que actúa con saña arrogante. El deseo del perezoso lo mata, porque sus manos rehúsan trabajar. Hay quien todo el día codicia y codicia, pero el justo da y no escatima. El sacrificio que ofrecen los impíos es una abominación; cuánto más cuando lo ofrece con perversa intención. El testigo mentiroso perecerá, pero el hombre que sabe escuchar siempre podrá hablar. El hombre impío se muestra descarado, pero el recto pone en orden sus caminos. No hay sabiduría ni entendimiento, ni consejo contra Jehovah. El caballo es alistado para el día de la batalla, pero de Jehovah proviene la victoria. Más vale el buen nombre que las muchas riquezas; y el ser apreciado, más que la plata y el oro. El rico y el pobre tienen esto en común: A todos ellos los hizo Jehovah. El prudente ve el mal y se esconde, pero los ingenuos pasan y reciben el daño. Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehovah. Espinas y trampas hay en el camino del perverso; el que guarda su vida se alejará de ellos. Instruye al niño en su camino; y aun cuando sea viejo, no se apartará de él. El rico domina a los pobres, y el que toma prestado es esclavo del que presta. El que siembra iniquidad segará maldad, y la vara de su ira será destruida. El de ojos bondadosos será bendito, porque de su pan da al necesitado. Echa fuera al burlador, y se evitará la contienda; también cesarán el pleito y la afrenta. El rey ama al de corazón puro, y el que tiene gracia de labios será su amigo. Los ojos de Jehovah custodian el conocimiento, pero él arruina las cosas de los traicioneros. Dice el perezoso: "¡Afuera hay un león! ¡En medio de la calle seré descuartizado!" Fosa profunda es la boca de la mujer extraña; aquel contra quien Jehovah está airado caerá en ella. La insensatez está ligada al corazón del joven, pero la vara de la disciplina la hará alejarse de él. El que para enriquecerse explota al pobre o da al rico, ciertamente vendrá a pobreza. Inclina tu oído y escucha las palabras de los sabios; dispón tu corazón a mi conocimiento. Porque es cosa placentera que las guardes en tu corazón, y que a la vez se afirmen en tus labios. Para que tu confianza esté en Jehovah te las hago saber hoy también a ti. ¿Acaso no he escrito para ti treinta dichos de consejos y conocimiento? Son para darte a conocer la certidumbre de las palabras de verdad, a fin de que puedas responder palabras de verdad a los que te envían. No robes al pobre, porque es pobre; ni oprimas al afligido en las puertas de la ciudad. Porque Jehovah defenderá la causa de ellos y despojará al alma de quienes los despojan. No hagas amistad con el iracundo, ni tengas tratos con el violento, no sea que aprendas sus maneras y pongas una trampa para tu propia vida. No estés entre los que se dan la mano, entre los que dan fianza por deudas. Si no tienes con que pagar, ¿por qué han de quitar tu cama de debajo de ti? No cambies de lugar el lindero antiguo que establecieron tus padres. ¿Has visto un hombre diligente en su trabajo? En la presencia de los reyes estará. No estará en presencia de los de baja condición. Cuando te sientes a comer con un gobernante, considera bien lo que está delante de ti. Pon cuchillo a tu garganta, si tienes gran apetito. No codicies sus manjares delicados, porque es pan de engaño. No te afanes por hacerte rico; sé prudente y desiste. ¿Has de hacer volar tus ojos tras las riquezas, siendo éstas nada? Porque ciertamente se harán alas como de águilas y volarán al cielo. No comas pan con el de malas intenciones, ni codicies sus manjares delicados; porque cual es su pensamiento en su mente, tal es él: "Come y bebe," te dirá; pero su corazón no está contigo. Vomitarás tu parte que comiste y echarás a perder tus suaves palabras. No hables a oídos del necio, porque despreciará la prudencia de tus palabras. No cambies de lugar el lindero antiguo, ni entres en los campos de los huérfanos. Porque su Redentor es fuerte; él defenderá contra ti la causa de ellos. Aplica tu corazón a la enseñanza y tus oídos a las palabras del conocimiento. No rehúses corregir al muchacho; si le castigas con vara, no morirá. Tú lo castigarás con vara y librarás su alma del Seol. Hijo mío, si tu corazón es sabio, también a mí se me alegrará el corazón. Mis entrañas se regocijarán, cuando tus labios hablen cosas rectas. No tenga tu corazón envidia de los pecadores. Más bien, en todo tiempo permanece tú en el temor de Jehovah. Porque ciertamente hay un porvenir, y tu esperanza no será frustrada. Escucha tú, hijo mío, y sé sabio; endereza tu corazón en el camino. No estés con los bebedores de vino, ni con los comilones de carne. Porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el dormitar hará vestir harapos. Escucha a tu padre, que te engendró; y cuando tu madre envejezca, no la menosprecies. Adquiere la verdad y no la vendas; adquiere sabiduría, disciplina e inteligencia. Mucho se alegrará el padre del justo; el que engendró un hijo sabio se gozará con él. Alégrense tu padre y tu madre, y gócese la que te dio a luz. Dame, hijo mío, tu corazón, y observen tus ojos mis caminos. Porque fosa profunda es la prostituta; pozo angosto es la mujer extraña. También ella acecha como asaltante, y multiplica entre los hombres a los traicioneros. ¿Para quién será el ay? ¿Para quién será el dolor? ¿Para quién serán las rencillas? ¿Para quién los quejidos? ¿Para quién las heridas gratuitas? ¿Para quién lo enrojecido de los ojos? Para los que se detienen mucho sobre el vino; para los que se lo pasan probando el vino mezclado. No mires el vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa, cuando entra suavemente. Al fin muerde como serpiente, y envenena como víbora. Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades. Serás como el que yace en medio del mar, o como el que yace en la punta de un mástil. Dirás: "Me golpearon, pero no me dolió; me azotaron, pero no lo sentí. Cuando me despierte, lo volveré a buscar." No tengas envidia de los hombres malos, ni desees estar con ellos; porque su corazón trama violencia, y sus labios hablan iniquidad. Con sabiduría se edifica la casa y con prudencia se afirma. Con conocimiento se llenan los cuartos de todo bien preciado y agradable. Más vale el sabio que el fuerte; y el hombre de conocimiento, que el de vigor. Porque con estrategia harás la guerra, y en los muchos consejeros está la victoria. Muy alta está la sabiduría para el insensato; en la puerta de la ciudad no abrirá su boca. Al que planea hacer el mal le llamarán hombre de malas intenciones. La intención del insensato es pecado, y el burlador es abominación a los hombres. Si desmayas en el día de la dificultad, también tu fuerza se reducirá. Libra a los que son llevados a la muerte; no dejes de librar a los que van tambaleando a la matanza. Si dices: "En verdad, no lo supimos," ¿no lo entenderá el que examina los corazones? El que vigila tu alma, él lo sabrá y recompensará al hombre según sus obras. Come, hijo mío, de la miel, porque es buena; y del panal, que es dulce a tu paladar. Así aprópiate de la sabiduría para tu alma. Si la hallas, habrá un porvenir, y tu esperanza no será frustrada. Oh impío, no aceches la morada del justo, ni destruyas su lugar de reposo; porque siete veces cae el justo y se vuelve a levantar, pero los impíos tropezarán en el mal. No te alegres cuando caiga tu enemigo; y cuando tropiece, no se regocije tu corazón, no sea que lo vea Jehovah, y le desagrade, y aparte de él su enojo. No te enfurezcas a causa de los malhechores, ni tengas envidia de los impíos; porque no habrá un buen porvenir para el malo, y la lámpara de los impíos será apagada. Hijo mío, teme a Jehovah y al rey, y no te asocies con los inestables. Porque su calamidad surgirá de repente, y el castigo que procede de ambos, ¡quién lo puede saber! También los siguientes dichos pertenecen a los sabios: No es bueno hacer distinción de personas en el juicio. Al que dice al impío: "Eres justo," los pueblos lo maldecirán; las naciones lo detestarán. Pero los que lo reprenden serán apreciados, y sobre ellos vendrá la bendición del bien. Besados serán los labios del que responde palabras correctas. Ordena tus labores afuera; ocúpate en ellas en el campo. Y después edifícate una casa. No testifiques sin causa contra tu prójimo, ni le engañes con tus labios. No digas: "Como me hizo, así le haré a él; recompensaré al hombre según su acción." Pasé junto al campo de un hombre perezoso y junto a la viña de un hombre falto de entendimiento. Y he aquí que por todos lados habían crecido ortigas; los cardos habían cubierto el área, y su cerco de piedra estaba destruido. Yo observé esto y lo medité en mi corazón; lo vi y saqué esta enseñanza: Un poco de dormir, un poco de dormitar y un poco de cruzar las manos para reposar. Así vendrá tu pobreza como un vagabundo, y tu escasez como un hombre armado. También éstos son proverbios de Salomón, los cuales copiaron los hombres de Ezequías, rey de Judá: Es gloria de Dios ocultar una cosa, y es gloria del rey escudriñarla. La altura de los cielos, la profundidad de la tierra y el corazón de los reyes son inescrutables. Quita las escorias de la plata, y saldrá un objeto para el fundidor. Quita al impío de la presencia del rey, y su trono se afirmará con justicia. No te vanagloríes delante del rey, ni te entremetas en el lugar de los grandes; porque mejor es que se te diga: "Sube acá," antes que seas humillado delante del noble. Cuando tus ojos hayan visto algo, no entres apresuradamente en pleito. Porque, ¿qué más harás al final, cuando tu prójimo te haya avergonzado? Discute tu causa con tu prójimo y no des a conocer el secreto de otro. No sea que te deshonre el que te oye, y tu infamia no pueda ser reparada. Manzana de oro con adornos de plata es la palabra dicha oportunamente. Como zarcillo de oro y joya de oro fino es el que reprende al sabio que tiene oído dócil. Como el frescor de la nieve en tiempo de siega es el mensajero fiel a los que lo envían, pues da refrigerio al alma de su señor. Como nubes y vientos sin lluvia, así es el hombre que se jacta de un regalo que al fin no da. Con larga paciencia se persuade al jefe, y la lengua blanda quebranta los huesos. ¿Hallaste miel? Come sólo lo suficiente, no sea que te hartes de ella y la vomites. Detén tu pie de la casa de tu vecino, no sea que se harte de ti y te aborrezca. Mazo, espada y flecha dentada es el hombre que da falso testimonio contra su prójimo. Diente quebrado y pie que resbala es la confianza en el traicionero, en el día de angustia. El que canta canciones al corazón afligido es como el que quita la ropa en tiempo de frío o el que echa vinagre sobre el jabón. Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan; y si tiene sed, dale de beber agua; pues así carbones encendidos tú amontonas sobre su cabeza, y Jehovah te recompensará. El viento del norte trae la lluvia; y la lengua detractora, el rostro airado. Mejor es vivir en un rincón de la azotea que compartir una casa con una mujer rencillosa. Como el agua fría al alma sedienta, así son las buenas nuevas de lejanas tierras. Como manantial turbio y fuente corrompida es el justo que vacila ante el impío. Comer mucha miel no es bueno, ni es gloria buscar la propia gloria. Como una ciudad cuya muralla ha sido derribada, es el hombre cuyo espíritu no tiene freno. Como nieve en el verano y lluvia en la siega, así no le caen bien los honores al necio. Como escapa el ave y vuela la golondrina, así la maldición sin causa no se realizará. El látigo es para el caballo, y el freno para el asno, y la vara para la espalda de los necios. Nunca respondas al necio según su insensatez, para que no seas tú también como él. Responde al necio según su insensatez, para que no se estime sabio en su propia opinión. Se corta los pies y bebe violencia el que envía recado por medio de un necio. Como las piernas del cojo, que cuelgan inútiles, es el proverbio en la boca de los necios. Como atar una piedra a la honda, así es dar honor al necio. Como espina que penetra en la mano del borracho, es el proverbio en la boca de los necios. Como el arquero que hiere a todos, es el que contrata a necios y vagabundos. Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su insensatez. ¿Has visto a un hombre sabio en su propia opinión? ¡Más esperanza hay del necio que de él! Dice el perezoso: "¡Hay un león en el camino! ¡Hay un león en medio de las calles!" Como las puertas giran sobre sus bisagras, así también el perezoso en su cama. El perezoso hunde su mano en el plato, y se cansa de volverla a su boca. El perezoso es más sabio en su opinión que siete que responden con discreción. El que se entremete en pleito ajeno es como el que agarra de las orejas a un perro que pasa. Como el que enloquece y arroja dardos y flechas de muerte, así es el hombre que defrauda a su amigo y dice: "¿Acaso no estaba yo bromeando?" Sin leña se apaga el fuego; y donde no hay chismoso, cesa la contienda. El carbón es para las brasas, la leña para el fuego, y el hombre rencilloso para provocar peleas. Las palabras del chismoso parecen suaves, pero penetran hasta lo recóndito del ser. Como escorias de plata arrojadas sobre un tiesto, son los labios enardecidos y el corazón vil. El que aborrece disimula con sus labios, pero en su interior trama el fraude. Cuando hable amigablemente, no le creas; porque siete abominaciones hay en su corazón. Aunque con engaño encubra su odio, su maldad será descubierta en la congregación. El que cava fosa caerá en ella; y al que hace rodar una piedra, ésta le vendrá encima. La lengua mentirosa atormenta a su víctima, y la boca lisonjera causa la ruina. No te jactes del día de mañana, porque no sabes qué dará de sí el día. Que te alabe el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no tus propios labios. Pesada es la piedra; también la arena pesa. Pero el enojo del insensato es más pesado que ambas. Cruel es la ira e impetuoso el furor; pero, ¿quién podrá mantenerse en pie delante de los celos? Mejor es la reprensión manifiesta que el amor oculto. Fieles son las heridas que causa el que ama, pero engañosos son los besos del que aborrece. La persona saciada desprecia el panal, pero para la hambrienta todo lo amargo es dulce. Como el ave que vaga lejos de su nido, así es el hombre que vaga lejos de su lugar. El aceite y el perfume alegran el corazón; y la dulzura de un amigo, más que el consejo del alma. No abandones a tu amigo ni al amigo de tu padre, y no vayas a la casa de tu hermano en el día de tu infortunio; pues es mejor el vecino cerca que el hermano lejos. Sé sabio, hijo mío, y alegra mi corazón; así tendré qué responder al que me ultraja. El prudente ve el mal y se esconde, pero los ingenuos pasan y reciben el daño. Quítale su ropa al que salió fiador del extraño, y tómale prenda al que se fía de la mujer ajena. Al que bendice a su prójimo en alta voz, madrugando de mañana, se le contará por maldición. Gotera continua en un día de lluvia y mujer rencillosa son semejantes; sujetarla es sujetar al viento, o al aceite en la mano derecha. El hierro con hierro se afila, y el hombre afina el semblante de su amigo. El que cuida de su higuera comerá de su fruto, y el que atiende a su señor logrará honra. Como el agua refleja la cara, así el corazón del hombre refleja al hombre. El Seol y el Abadón nunca se sacian; así nunca se sacian los ojos del hombre. El crisol prueba la plata, la hornaza el oro; y al hombre, la boca del que lo alaba. Aunque machaques al insensato con el pisón de un mortero en medio del grano, no se apartará de su insensatez. Considera atentamente el estado de tu ganado; presta atención a tus rebaños. Porque las riquezas no duran para siempre, ni se transmite una corona de generación en generación. Saldrá la grama, aparecerá la hierba, y serán recogidas las plantas de las colinas. Los corderos proveerán para tu vestido, y los machos cabríos para el precio del campo. La abundancia de la leche de las cabras será para tu sustento y para el sustento de tu casa y de tus criadas. Huye el impío sin que nadie lo persiga, pero los justos están confiados como un león. Por la rebelión del país se multiplican sus gobernantes, pero por el hombre de entendimiento y de inteligencia permanecerá. El hombre pobre que oprime a los más débiles es como lluvia torrencial que deja sin pan. Los que abandonan la ley alaban a los impíos, pero los que guardan la ley contenderán con ellos. Los hombres malos no entienden el derecho, pero los que buscan a Jehovah lo entienden todo. Mejor es el pobre que camina en su integridad que el de caminos torcidos, aunque sea rico. El que guarda la ley es hijo inteligente, pero el que se junta con glotones avergüenza a su padre. El que aumenta sus riquezas con usura e intereses acumula para el que se compadece de los pobres. El que aparta su oído para no oír la ley, aun su oración es abominable. El que hace errar a los rectos por el mal camino, él caerá en su propia fosa; pero los íntegros heredarán el bien. El hombre rico es sabio en su propia opinión, pero el pobre que es inteligente lo escudriña. Cuando triunfan los justos, grande es la gloria; pero cuando se levantan los impíos, se esconden los hombres. El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona alcanzará misericordia. Bienaventurado el hombre que siempre teme, pero el que endurece su corazón caerá en el mal. León rugiente y oso que embiste es el gobernante impío sobre el pueblo empobrecido. El gobernante falto de entendimiento aumenta la extorsión, pero el que aborrece las ganancias deshonestas alargará sus días. El hombre que carga con un delito de sangre huirá hasta la fosa, y nadie lo detendrá. El que camina en integridad será salvo, pero el de caminos torcidos caerá en una fosa. El que cultiva su tierra se saciará de pan, pero el que persigue cosas vanas se saciará de pobreza. El hombre fiel tendrá muchas bendiciones, pero el que se apresura a enriquecerse no quedará impune. No es bueno hacer distinción de personas, pues un hombre puede delinquir hasta por un bocado de pan. El hombre de malas intenciones se apresura a enriquecerse, y no sabe que le ha de venir escasez. El que reprende al hombre hallará después mayor gracia que el que le lisonjea con la lengua. El que roba a su padre y a su madre, y dice que no es maldad, es compañero del destructor. El de ánimo altivo suscita contiendas, pero el que confía en Jehovah prosperará. El que confía en su propio corazón es un necio, pero el que camina en sabiduría estará a salvo. Al que da al pobre no le faltará, pero el que cierra ante él sus ojos tendrá muchas maldiciones. Cuando se levantan los impíos, se ocultan los hombres; pero cuando perecen, los justos se engrandecen. El hombre que al ser reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y para él no habrá remedio. Cuando los justos aumentan, el pueblo se alegra; pero cuando gobierna el impío, el pueblo gime. El hombre que ama la sabiduría alegra a su padre, pero el que se junta con prostitutas malgasta sus bienes. El rey con la justicia da estabilidad al país, pero el que lo abruma con impuestos lo destruye. El hombre que lisonjea a su prójimo le tiende red ante sus pasos. El hombre malo cae en la trampa de su propia transgresión, pero el justo cantará y se alegrará. El justo se preocupa por la causa de los más necesitados, pero el impío no entiende tal preocupación. Los burladores agitan la ciudad, pero los sabios aplacan la ira. Si el sabio pleitea con el necio, aunque se enoje o se ría, no tendrá reposo. Los hombres sanguinarios aborrecen al íntegro, pero los rectos buscan su bien. El necio da rienda suelta a toda su ira, pero el sabio conteniéndose la apacigua. Si el gobernante atiende a palabras mentirosas, todos sus servidores serán unos impíos. El pobre y el opresor tienen esto en común: A ambos Jehovah les alumbra los ojos. El rey que juzga a los pobres según la verdad afirma su trono para siempre. La vara y la corrección dan sabiduría, pero el muchacho dejado por su cuenta avergüenza a su madre. Cuando abundan los impíos, abunda la transgresión; pero los justos verán la ruina de ellos. Corrige a tu hijo, y te dará reposo; él dará satisfacciones a tu alma. Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena; pero el que guarda la ley es bienaventurado. El siervo no se corrige sólo con palabras; porque entiende, pero no hace caso. ¿Has visto a un hombre apresurado en sus palabras? Más esperanza hay del necio que de él. El que mima a su siervo desde la niñez, a la postre, éste será su heredero. El hombre iracundo suscita contiendas, y el furioso comete muchas transgresiones. La soberbia del hombre lo abate, pero al humilde de espíritu le sustenta la honra. El cómplice del ladrón aborrece su vida; aunque oiga las maldiciones, no lo denunciará. El temor al hombre pone trampas, pero el que confía en Jehovah estará a salvo. Muchos buscan el favor del gobernante, pero de Jehovah proviene el derecho de cada uno. Abominación es a los justos el hombre inicuo, y el de caminos rectos es abominación al impío. Las palabras de Agur hijo de Jaqué, de Masá: El hombre dice: "No hay Dios; no hay Dios." ¿Y acaso podré yo saber? Ciertamente yo soy el más ignorante de los hombres y no tengo entendimiento humano. No he aprendido sabiduría para conocer al Santo. ¿Quién ha subido al cielo y ha descendido? ¿Quién reunió los vientos en sus puños? ¿Quién contuvo las aguas en un manto? ¿Quién levantó todos los extremos de la tierra? ¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si lo sabes? Probada es toda palabra de Dios; él es escudo a los que en él se refugian. No añadas a sus palabras, no sea que te reprenda, y seas hallado mentiroso. Dos cosas te he pedido; no me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí, y no me des pobreza ni riqueza. Sólo dame mi pan cotidiano; no sea que me sacie y te niegue, o diga: "¿Quién es Jehovah?" No sea que me empobrezca y robe, y profane el nombre de mi Dios. No difames al siervo ante su señor; no sea que te maldiga, y seas hallado culpable. Hay generación que maldice a su padre y no bendice a su madre. Hay generación limpia en su propia opinión, a pesar de que no ha sido lavada de su inmundicia. Hay generación cuyos ojos son altivos y cuya vista es altanera. Hay generación cuyos dientes son espadas y cuyas mandíbulas son cuchillos, para devorar a los pobres de la tierra y a los necesitados de entre los hombres. La sanguijuela tiene dos hijas: Dame y Dame. Tres cosas hay que nunca se sacian, y la cuarta nunca dice: "¡Basta!" El Seol, la matriz estéril, la tierra que no se sacia de agua y el fuego que jamás dice: "¡Basta!" Al ojo que se burla de su padre y menosprecia el obedecer a su madre, sáquenlo los cuervos de la quebrada, y tráguenlo los polluelos del águila. Tres cosas me son misteriosas, y tampoco comprendo la cuarta: el rastro del águila en el aire, el rastro de la serpiente sobre la peña, el rastro del barco en el corazón del mar y el rastro del hombre en la joven. La mujer adúltera procede así: Come, limpia su boca y dice: "No he hecho ninguna iniquidad." Por tres cosas tiembla la tierra, y la cuarta no puede soportar: por el esclavo, cuando llega a ser rey; por el vil, cuando se sacia de pan; por la mujer aborrecida, cuando se casa; y por una criada que hereda a su señora. Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: las hormigas, pueblo no fuerte, pero en el verano preparan su comida; los conejos, pueblo no poderoso, pero tienen su casa en la roca; las langostas, que no tienen rey, pero salen por cuadrillas; y la lagartija, que atrapas con las manos, pero está en los palacios del rey. Hay tres cosas de paso gallardo; y la cuarta camina muy bien: el león, fuerte entre todos los animales, que no vuelve atrás por nada; el gallo erguido, el macho cabrío; y el rey, a quien nadie resiste. Si neciamente te has enaltecido y has pensado el mal, pon tu mano sobre tu boca: Ciertamente el que bate la leche sacará mantequilla; el que con fuerza se suena la nariz sacará sangre, y el que provoca la ira causará contienda. Palabras de Lemuel, rey de Masá, que le enseñara su madre: ¡Oh, hijo mío! ¡Oh, hijo de mi vientre! ¡Oh, hijo de mis votos! No des a las mujeres tu fuerza, ni tus caminos a las que destruyen a los reyes. No es cosa de reyes, oh Lemuel, no es cosa de reyes beber vino; ni de los magistrados, el licor. No sea que bebiendo olviden lo que se ha decretado y perviertan el derecho de todos los afligidos. Dad licor al que va a perecer, y vino a los de ánimo amargado. Beban y olvídense de su necesidad, y no se acuerden más de su miseria. Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desafortunados. Abre tu boca, juzga con justicia y defiende al pobre y al necesitado. Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su valor sobrepasa a las perlas. Confía en ella el corazón de su marido, y no carecerá de ganancias. Le recompensará con bien y no con mal, todos los días de su vida. Busca lana y lino y con gusto teje con sus manos. Es como un barco mercante que trae su pan de lejos. Se levanta siendo aún de noche, y da de comer a su familia y su diaria ración a sus criadas. Evalúa un campo y lo compra, y con sus propias manos planta una viña. Ciñe su cintura con firmeza y esfuerza sus brazos. Comprueba que le va bien en el negocio, y no se apaga su lámpara en la noche. Su mano aplica a la rueca, y sus dedos toman el huso. Sus manos extiende al pobre y tiende sus manos al necesitado. No teme por su familia a causa de la nieve, porque toda su familia está vestida de ropa doble. Tapices hace para sí, y se viste de lino fino y púrpura. Es conocido su marido en las puertas de la ciudad, cuando se sienta con los ancianos del país. Telas hace y las vende; entrega cintas al mercader. Fuerza y honor son su vestidura, y se ríe de lo porvenir. Su boca abre con sabiduría, y la ley de la misericordia está en su lengua. Considera la marcha de su casa y no come pan de ociosidad. Se levantan sus hijos y le llaman: "Bienaventurada." Y su marido también la alaba: "Muchas mujeres han hecho el bien, pero tú sobrepasas a todas." Engañosa es la gracia y vana es la hermosura; la mujer que teme a Jehovah, ella será alabada. ¡Dadle del fruto de sus manos, y en las puertas de la ciudad alábenla sus hechos! Las palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén: "Vanidad de vanidades," dijo el Predicador; "vanidad de vanidades, todo es vanidad." ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su duro trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; pero la tierra siempre permanece. El sol sale, y el sol se pone. Vuelve a su lugar y de allí sale de nuevo. El viento sopla hacia el sur y gira hacia el norte; va girando de continuo, y de nuevo vuelve el viento a sus giros. Todos los ríos van al mar, pero el mar no se llena. Al lugar adonde los ríos corren, allí vuelven a correr. Todas las cosas son fatigosas, y nadie es capaz de explicarlas. El ojo no se harta de ver, ni el oído se sacia de oír. Lo que fue, eso será; y lo que ha sido hecho, eso se hará. Nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de lo que se pueda decir: "Mira, esto es nuevo"? Ya sucedió en las edades que nos han precedido. No hay memoria de lo primero, ni tampoco de lo que será postrero. No habrá memoria de ello entre los que serán después. Yo, el Predicador, fui rey de Israel en Jerusalén. Y dediqué mi corazón a investigar y a explorar con sabiduría todo lo que se hace debajo del cielo. Es una penosa tarea que Dios ha dado a los hijos del hombre, para que se ocupen en ella. He observado todas las obras que se hacen debajo del sol, y he aquí que todo ello es vanidad y aflicción de espíritu. Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no se puede completar. Yo hablé con mi corazón diciendo: "He aquí que yo me he engrandecido y he aumentado mi sabiduría más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén, y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y conocimiento." Dediqué mi corazón a conocer la sabiduría y el conocimiento, la locura y la necedad. Pero he entendido que aun esto es conflicto de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha frustración, y quien añade conocimiento añade dolor. Yo dije en mi corazón: "¡Ven, pues; te probaré con el placer, y verás lo bueno!" Pero he aquí que esto también era vanidad. A la risa dije: "¡Eres locura!"; y al placer: "¿De qué sirve esto?" Propuse en mi corazón agasajar mi cuerpo con vino y echar mano de la necedad—mientras mi corazón siguiera conduciéndose en sabiduría—, hasta ver en qué consiste el bien para los hijos del hombre, en el cual se han de ocupar debajo del sol, durante los contados días de su vida. Engrandecí mis obras, me edifiqué casas, planté viñas, me hice huertos y jardines, y planté en ellos toda clase de árboles frutales. Me hice estanques de aguas para regar con ellas un bosque donde crecieran los árboles. Adquirí siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa. También tuve mucho ganado, vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Acumulé también plata y oro para mí, y tesoros preciados de reyes y de provincias. Me proveí de cantantes, tanto hombres como mujeres; de los placeres de los hijos del hombre, y de mujer tras mujer. Me engrandecí y acumulé más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén, y en todo esto mi sabiduría permaneció conmigo. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni rehusé a mi corazón placer alguno; porque mi corazón se alegraba de todo mi duro trabajo. Esta fue mi parte de todo mi duro trabajo. Luego yo consideré todas las cosas que mis manos habían hecho y el duro trabajo con que me había afanado en hacerlas, y he aquí que todo era vanidad y aflicción de espíritu. No había provecho alguno debajo del sol. Después yo volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. Pues, ¿qué añadirá el hombre que suceda al rey, a lo que éste ya hizo? Yo vi que la sabiduría tiene ventaja sobre la necedad, como la ventaja que la luz tiene sobre las tinieblas. El sabio tiene sus ojos en su cabeza, pero el necio anda en tinieblas. También yo entendí que lo mismo acontecerá a todos ellos. Entonces dije en mi corazón: "Lo mismo que le acontecerá al necio me acontecerá también a mí. ¿Para qué, pues, me he hecho más sabio?" Y dije en mi corazón que también esto era vanidad. Porque ni del sabio ni del necio habrá perpetua memoria, puesto que en los días venideros ya habrá sido olvidado todo. ¡Y cómo muere el sabio junto con el necio! Entonces aborrecí la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; pues todo es vanidad y aflicción de espíritu. Asimismo, aborrecí todo el duro trabajo con que me había afanado debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí. ¿Y quién sabe si él será sabio o necio? Sin embargo, se enseñoreará de todo el duro trabajo con que me he afanado para hacerme sabio debajo del sol. También esto es vanidad. Por tanto, volví a desesperarme con respecto a todo el duro trabajo con que me había afanado debajo del sol. Porque se da el caso del hombre que habiéndose afanado con sabiduría, con conocimiento y con talento, deja sus bienes a otro hombre que jamás se afanó en ello. También esto es vanidad y un mal grande. Porque, ¿qué logra el hombre de todo su duro trabajo y del conflicto de corazón con que se afana debajo del sol? Porque todos sus días no son sino dolores; y su tarea, frustración. Ni aun de noche reposa su corazón. Esto también es vanidad. No hay, pues, mejor cosa para el hombre que comer y beber, y hacer que su alma vea lo bueno de su trabajo. Yo he visto que esto también proviene de la mano de Dios. Pues, ¿quién comerá y se regocijará separado de él? Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, conocimiento y alegría; pero al pecador le da la tarea de acumular y amontonar, para que lo deje al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de estar de duelo y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar y tiempo de dejar de abrazar; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de arrojar; tiempo de romper y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz. ¿Qué provecho saca el que hace algo, de aquello en que se afana? He considerado la tarea que Dios ha dado a los hijos del hombre, para que se ocupen en ella. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; también ha puesto eternidad en el corazón de ellos, de modo que el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin. Yo sé que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse y pasarlo bien en su vida. Y también, que es un don de Dios que todo hombre coma y beba y goce del fruto de todo su duro trabajo. Sé que todo lo que Dios hace permanecerá para siempre. Sobre ello no hay que añadir, ni de ello hay que disminuir. Así lo ha hecho Dios, para que los hombres teman delante de él. Aquello que fue ya es, y lo que ha de ser ya fue. Dios recupera lo que ya pasó. Además, he visto debajo del sol que en el lugar del derecho allí está la impiedad, y que en el lugar de la justicia allí está la impiedad. Y yo dije en mi corazón: "Tanto al justo como al impío los juzgará Dios, porque hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace." Yo dije en mi corazón, con respecto a los hijos del hombre, que Dios los ha probado para que vean que ellos de por sí son animales. Porque lo que ocurre con los hijos del hombre y lo que ocurre con los animales es lo mismo: Como es la muerte de éstos, así es la muerte de aquéllos. Todos tienen un mismo aliento; el hombre no tiene ventaja sobre los animales, porque todo es vanidad. Todo va al mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe si el espíritu del hombre sube arriba, y si el espíritu del animal desciende abajo a la tierra? Así que he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en sus obras, porque ésa es su porción. Pues, ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él? Yo me volví y vi todos los actos de opresión que se cometen debajo del sol: He allí las lágrimas de los oprimidos, que no tienen quien los consuele. El poder está de parte de sus opresores, y no tienen quien los consuele. Entonces yo elogié a los difuntos, los que ya habían muerto, más que a los vivos, los que hasta ahora viven. Pero consideré que mejor que ambos es el que aún no ha nacido, que no ha visto las malas obras que se hacen debajo del sol. Asimismo, yo he visto que todo trabajo y toda obra excelente son resultado de la rivalidad del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. El necio se cruza de brazos y come su misma carne. Mejor es una mano llena de sosiego que ambos puños llenos de duro trabajo y de aflicción de espíritu. Otra vez me volví y vi esta vanidad debajo del sol: Se da el caso de un hombre solo y sin sucesor, que no tiene ni hijo ni hermano; pero no cesa de todo su duro trabajo, ni sus ojos se sacian de riquezas, ni se pregunta: "¿Para quién me afano yo, privando a mi alma del bienestar?" También esto es vanidad y penosa tarea. Mejor dos que uno solo, pues tienen mejor recompensa por su trabajo. Porque si caen, el uno levantará a su compañero. Pero, ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante! También si dos duermen juntos, se abrigarán mutuamente. Pero, ¿cómo se abrigará uno solo? Y si uno es atacado por alguien, si son dos, prevalecerán contra él. Y un cordel triple no se rompe tan pronto. Mejor es un muchacho pobre y sabio que un rey viejo e insensato que ya no sabe ser precavido; aunque aquél para reinar haya salido de la cárcel, o aunque en su reino haya nacido pobre. Vi a todos los vivientes debajo del sol caminando con el muchacho sucesor que estará en lugar del otro. Era sin fin todo el pueblo que estaba delante de él. Sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos con él. También esto es vanidad y conflicto de espíritu. Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie. Acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, que no saben que hacen mal. No te precipites con tu boca, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios. Porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras. Pues de la mucha preocupación viene el soñar; y de las muchas palabras, el dicho del necio. Cuando hagas un voto a Dios, no tardes en cumplirlo; porque él no se complace en los necios. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, a que prometas y no cumplas. No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del mensajero que fue un error. ¿Por qué habrá de airarse Dios a causa de tu voz y destruir la obra de tus manos? Porque cuando hay muchos sueños, también hay vanidades y muchas palabras. Pero tú, teme a Dios. Si observas en una provincia la opresión de los pobres y la privación del derecho y la justicia, no te asombres por ello. Porque al alto lo vigila uno más alto, y hay alguien aun más alto que ellos. Pero en todo es provechoso para un país que el rey esté al servicio del campo. El que ama el dinero no quedará satisfecho con dinero, y el que ama las riquezas no tendrá beneficio. También esto es vanidad. Cuando los bienes aumentan, también aumentan los que los consumen. ¿Qué provecho, pues, tendrán sus dueños aparte de verlos con sus ojos? Dulce es el sueño del trabajador, haya comido poco o haya comido mucho; pero al rico no le deja dormir la abundancia. Hay un grave mal que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por su dueño, para su propio mal; o aquellas riquezas que se pierden en un mal negocio. Y al engendrar un hijo, nada le queda en la mano. Como salió del vientre de su madre, desnudo, así volverá; tal como vino, se irá. Nada de su duro trabajo llevará en su mano cuando se vaya. Este también es un grave mal: que de la misma manera que vino, así vuelva. ¿Y de qué le aprovecha afanarse para el viento? Además, consume todos los días de su vida en tinieblas, con mucha frustración, enfermedad y resentimiento. He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo agradable es comer y beber, y tomar satisfacción en todo el duro trabajo con que se afana debajo del sol, durante los contados días de la vida que Dios le ha dado; porque ésta es su porción. Asimismo, el que Dios le dé a un hombre riquezas y posesiones, permitiéndole también comer de ellas, tomar su porción y gozarse de su duro trabajo, esto es un don de Dios. Ciertamente no se acordará mucho de los días de su vida, ya que Dios lo mantiene ocupado con la alegría de su corazón. Hay un mal que he visto debajo del sol y que es muy gravoso sobre el hombre. Se da el caso de un hombre a quien Dios ha dado riquezas, posesiones y honra, y nada le falta de todo lo que desea. Pero Dios no le ha permitido comer de ello; más bien, los extraños se lo comen. Esto es vanidad y penosa enfermedad. Si un hombre engendra cien hijos y vive muchos años, de modo que los días de sus años son numerosos, pero su alma no se sacia de sus bienes y ni aun recibe sepultura, digo yo que un abortivo es mejor que él. Porque vino en vano y a las tinieblas se fue, y su nombre quedará cubierto con tinieblas. Aunque no vio el sol ni nada conoció, más sosiego tiene éste que aquél. Aunque aquél viva mil años dos veces, sin gozar del bien, ¿no van todos a un mismo lugar? Todo el duro trabajo del hombre es para su boca; y con todo eso, su alma no se sacia. ¿Qué ventaja tiene el sabio sobre el necio? ¿Qué gana el pobre que sabe conducirse ante los demás seres vivientes? Mejor es lo que los ojos ven que el divagar del deseo. Sin embargo, esto también es vanidad y aflicción de espíritu. El que existe ya ha recibido un nombre, y se sabe que es sólo hombre y que no puede contender con quien es más fuerte que él. Cuando hay muchas palabras, éstas aumentan la vanidad. ¿Qué ventaja, pues, tiene el hombre? Porque, ¿quién sabe lo que es mejor para el hombre durante los contados días de su vana vida, los cuales él pasa como sombra? ¿Quién, pues, declarará al hombre qué habrá después de él debajo del sol? Mejor es el buen nombre que el perfume fino, y el día de la muerte que el día del nacimiento. Mejor es ir a la casa de duelo que a la casa del banquete. Porque eso es el fin de todos los hombres, y el que vive lo tomará en serio. Mejor es el pesar que la risa, porque con la tristeza del rostro se enmienda el corazón. El corazón de los sabios está en la casa del duelo, pero el corazón de los necios está en la casa del placer. Mejor es oír la reprensión del sabio que oír la canción de los necios. Porque la risa del necio es como el crepitar de las espinas debajo de la olla. Esto también es vanidad. Ciertamente la opresión entontece al sabio, y el soborno corrompe el corazón. Mejor es el fin del asunto que el comienzo. Mejor es el de espíritu paciente que el de espíritu altivo. No te apresures en tu corazón a enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios. No digas: "¿A qué se deberá que los tiempos pasados fueron mejores que éstos?" Pues no es la sabiduría la que te hace preguntar sobre esto. Mejor es la sabiduría con posesiones, y es una ventaja para los que ven el sol. Porque la protección de la sabiduría es como la protección del dinero, pero la ventaja de conocer la sabiduría es que da vida a los que la poseen. Considera la obra de Dios. Porque, ¿quién podrá enderezar lo que él ha torcido? En el día del bien, goza del bien; y en el día del mal, considera que Dios hizo tanto lo uno como lo otro, de modo que el hombre no puede descubrir nada de lo que sucederá después de él. Todo esto he observado en los días de mi vanidad. Hay justos que perecen en su justicia, y hay pecadores que en su maldad alargan sus días. No seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso. ¿Por qué habrás de destruirte? No seas demasiado malo, ni seas insensato. ¿Por qué morirás antes de tu tiempo? Bueno es que te prendas de esto y que tampoco apartes tu mano de lo otro, porque el que teme a Dios saldrá bien en todo. La sabiduría ayudará al sabio más que diez gobernantes que haya en la ciudad. Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga lo bueno y no peque. No prestes atención a todas las cosas que se dicen, no sea que oigas a tu siervo que habla mal de ti. Pues tu corazón sabe que muchas veces tú también has hablado mal de otros. Todas estas cosas he probado con la sabiduría, y dije: "Me he de hacer sabio." Pero ella estaba lejos de mí. Lo que está lejos y muy profundo, ¿quién lo podrá hallar? Pero yo volví en mi corazón a conocer, a explorar y a buscar la sabiduría y la razón, para conocer lo malo de la necedad y la insensatez de la locura. Y yo he hallado más amarga que la muerte a la mujer que es una trampa, cuyo corazón es una red y cuyas manos son ataduras. El que agrada a Dios escapará de ella, pero el pecador quedará atrapado por ella. "Mira," dice el Predicador, "habiendo considerado las cosas una por una, para dar con la razón, he hallado esto —mi alma aún busca pero no halla—: Un hombre he hallado entre mil, pero una mujer no he hallado entre todos éstos. Mira, he hallado sólo esto: que Dios hizo al hombre recto, pero los hombres se han buscado muchas otras razones." ¿Quién como el sabio? ¿Quién conoce la interpretación de las cosas? La sabiduría del hombre iluminará su rostro y transformará la dureza de su semblante. Guarda el mandato del rey, digo yo; y a causa del juramento hecho a Dios, no te apresures a irte de su presencia, ni te detengas en cosa mala, porque él hará todo lo que le plazca. Ya que la palabra del rey tiene poder, ¿quién le preguntará lo que hace? El que guarda el mandamiento no conocerá el mal. El corazón del sabio conoce el tiempo y el proceder. Pues para todo deseo hay un tiempo y un proceder, aunque grande es el mal que le sobreviene al hombre. Porque éste no sabe qué ha de suceder; pues lo que ha de ser, ¿quién se lo declarará? No hay hombre que tenga poder sobre el hálito de vida, como para retenerlo, ni hay poder sobre el día de la muerte. No hay tregua en semejante guerra, ni la impiedad librará a los que la poseen. Todo esto he observado, y he dedicado mi corazón a todo lo que se hace debajo del sol. Hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre, para su propio mal. Asimismo, he observado esto: que los impíos, que antes entraban y salían del lugar santo, son sepultados y reciben elogios en la ciudad donde así hicieron. Esto también es vanidad. Cuando la sentencia contra la mala obra no se ejecuta enseguida, el corazón de los hijos del hombre queda más predispuesto para hacer el mal. Aunque un pecador haga mal cien veces y prolongue sus días, con todo yo sé que a los que temen a Dios, a los que temen ante su presencia, les irá bien. Pero al impío no le irá bien, ni le serán alargados sus días como la sombra; porque no teme ante la presencia de Dios. Hay una vanidad que se hace sobre la tierra: Hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes sucede como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad. Por eso yo elogio la alegría, pues el hombre no tiene debajo del sol mejor bien que comer, beber y alegrarse. Esto es lo que le queda por su duro trabajo en los días de su vida que Dios le ha dado debajo del sol. Al dedicar mi corazón a conocer la sabiduría y a ver la tarea que se realiza sobre la tierra (porque ni de noche ni de día los ojos del hombre disfrutan del sueño), vi todas las obras de Dios. Ciertamente el hombre no logra comprender la obra que se hace debajo del sol. Por más que se esfuerce buscándolo, no lo alcanzará; aunque el sabio diga que lo conoce, no por ello podrá alcanzarlo. Ciertamente he dedicado mi corazón a todas estas cosas para aclarar todo esto: que los justos y sabios, y sus hechos, están en la mano de Dios. Si se trata del amor o del odio, el hombre no lo sabe. Todo lo que está delante de ellos es vanidad, puesto que a todos les sucede lo mismo: al justo y al impío, al bueno y al malo, al puro y al impuro, al que ofrece sacrificios y al que no los ofrece. Como el bueno, así es el que peca; y el que jura, como el que teme el jurar. Este es el mal que hay en todo lo que se hace debajo del sol: que a todos les sucede lo mismo; también que el corazón de los hijos del hombre está lleno de mal, que la locura está en su corazón mientras dura su vida, y que después descienden al lugar de los muertos. Pero para todo aquel que está unido a los vivos hay esperanza, pues mejor es perro vivo que león muerto. Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos no saben nada, ni tienen más recompensa, pues la memoria de ellos es puesta en el olvido. También han desaparecido su amor, su odio y su envidia. Ya no tienen parte en este mundo, en todo lo que se hace debajo del sol. Anda, come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón, porque tus obras ya son aceptables a Dios. En todo tiempo sean blancas tus vestiduras, y nunca falte aceite perfumado sobre tu cabeza. Goza de la vida, con la mujer que amas, todos los días de tu vana vida, que Dios te ha dado debajo del sol; porque ésta es la porción de tu vida y del duro trabajo con que te afanas debajo del sol. Todo lo que te venga a la mano para hacer, hazlo con empeño. Porque en el Seol, a donde vas, no hay obras, ni cuentas, ni conocimiento, ni sabiduría. Entonces volví a observar debajo del sol que no es de los veloces la carrera, ni de los valientes la batalla, ni de los sabios el pan, ni de los entendidos las riquezas, ni de los conocedores la gracia; sino que a todos les llegan el tiempo y el contratiempo. Porque el hombre tampoco conoce su tiempo. Como los peces que son atrapados en la mala red y como los pájaros que quedan presos en la trampa, así son atrapados los hijos del hombre en el tiempo malo, cuando éste cae de repente sobre ellos. También he visto esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grandiosa: Había una ciudad pequeña con pocos hombres en ella, y contra ella vino un gran rey y la rodeó edificando contra ella grandes torres de asedio. Y se encontraba en ella un hombre pobre, pero sabio, el cual con su sabiduría libró a la ciudad. Pero nadie se acordaba de aquel hombre pobre. Entonces dije: "Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque el conocimiento del pobre sea menospreciado y sus palabras no sean escuchadas." Las palabras del sabio, oídas con sosiego, son mejores que el grito del que gobierna entre los necios. Mejor es la sabiduría que las armas de guerra, pero un solo pecador destruye mucho bien. Las moscas muertas hacen heder el frasco del fino perfume del perfumista. Así afecta un poco de necedad a la sabiduría y a la honra. El corazón del sabio se inclina a su derecha; pero el corazón del necio, a su izquierda. Aun cuando el insensato ande en el camino, le falta entendimiento, y a todos hace saber que es insensato. Si el ánimo del gobernante se excita contra ti, no abandones tu puesto; porque la serenidad apacigua grandes ofensas. Hay un mal que he observado debajo del sol, como el error que proviene de un gobernante: El insensato es colocado en grandes alturas, y los ricos habitan en posición humilde. He visto siervos a caballo y príncipes andando a pie como siervos. El que cava un hoyo caerá en él, y al que rompa el cerco le morderá una serpiente. El que corta piedras se lastima con ellas, y el que parte leña corre peligro con ella. amado a su huerto y coma de su exquisito fruto. Cantares 5 Si se embota el hacha y no es afilada, hay que añadir más esfuerzo. Pero es más ventajoso aplicar la sabiduría. Si la serpiente muerde antes de ser encantada, de nada sirve el encantador. Las palabras de la boca del sabio son agradables, pero los labios del necio causan su propia ruina. El comienzo de las palabras de su boca es necedad, y el final de su hablar es locura nociva. El insensato multiplica las palabras, aunque el hombre no sabe lo que ha de suceder. Y lo que habrá de ser después de él, ¿quién se lo declarará? El duro trabajo fatiga al necio, de manera que él ni siquiera sabe cómo ir a la ciudad. ¡Ay de ti, oh tierra, cuando tu rey es un muchacho y tus príncipes se festejan de mañana! Bienaventurada tú, oh tierra, cuando tu rey es un hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para embriagarse. Por la pereza se hunde el techo, y por la flojedad de manos tiene goteras la casa. El alimento se prepara para disfrutarlo, el vino alegra la vida, y el dinero preocupa a todos. Ni aun en tu alcoba maldigas al rey, ni en tu dormitorio maldigas al rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las criaturas aladas declararán el asunto. Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo volverás a encontrar. Reparte a siete, y también a ocho; porque no sabes qué mal vendrá sobre la tierra. Si las nubes se recargan de agua, derramarán lluvia sobre la tierra. Y si el árbol cae hacia el sur o hacia el norte, en el lugar donde caiga, allí quedará. El que observa el viento no sembrará, y el que se queda mirando las nubes no segará. Como tú no comprendes cómo entra el espíritu a los huesos en el vientre de la mujer encinta, así no comprenderás la obra de Dios, quien hace todas las cosas. En la mañana siembra tu semilla, y por la tarde no dejes reposar tu mano; porque tú no sabes cuál será mejor, si esto o lo otro, o si ambas cosas son igualmente buenas. Agradable es la luz, y bueno es a los ojos ver el sol. Si el hombre vive muchos años, alégrese en todos ellos; pero traiga a la memoria los días de las tinieblas, que serán muchos. Todo lo que habrá ocurrido es vanidad. Alégrate, joven, en tu adolescencia, y tenga placer tu corazón en los días de tu juventud. Anda según los caminos de tu corazón y según la vista de tus ojos, pero ten presente que por todas estas cosas Dios te traerá a juicio. Quita, pues, de tu corazón la ansiedad, y aleja de tu cuerpo el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad. Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud: antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: "No tengo en ellos contentamiento"; antes que se oscurezcan el sol y la luz de la luna y de las estrellas, y las nubes vuelvan tras la lluvia; cuando tiemblen los guardias de la casa y se dobleguen los hombres valerosos; cuando estén inactivas las muelas, por quedar pocas, y se oscurezcan los que miran por las ventanas; cuando se cierren las puertas de la calle, y se debilite el ruido del molino; cuando uno se levante ante el gorjeo de un pajarito, y todas las hijas del canto sean abatidas; cuando también se tenga miedo de la altura y haya horrores en el camino; cuando florezca el almendro, la langosta se arrastre pesadamente y se pierda el deseo. Es que el hombre se va a su morada eterna, y los que hacen duelo rondan alrededor de la plaza. Acuérdate de él antes que se rompa el cordón de plata y se destroce el tazón de oro; antes que el cántaro se quiebre junto al manantial, y la rueda se rompa sobre el pozo. Es que el polvo vuelve a la tierra, como era; y el espíritu vuelve a Dios, quien lo dio. "Vanidad de vanidades," dijo el Predicador; "todo es vanidad." Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo. También sopesó, investigó y compuso muchos proverbios. El Predicador procuró hallar palabras agradables y escribir correctamente palabras de verdad. Las palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados son las palabras que forman parte de una colección y que son expuestas por un Pastor. Además de esto, hijo mío, queda advertido: El hacer muchos libros es algo sin fin, y el mucho estudio fatiga el cuerpo. La conclusión de todo el discurso oído es ésta: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, pues esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá a juicio toda acción junto con todo lo escondido, sea bueno o sea malo. Cantares 1 El cantar de los cantares, el cual es de Salomón. ¡Oh, que él me besara con los besos de su boca! Mejor que el vino es tu amor. Tu nombre es como perfume derramado; por el olor de tu suave perfume las jóvenes se enamoran de ti. Atráeme en pos de ti. ¡Corramos! El rey me ha llevado a sus habitaciones. Nos gozaremos y nos alegraremos contigo. Nos acordaremos de tu amor más que del vino. Con razón te aman. Soy morena y bella, oh hijas de Jerusalén. Soy como las tiendas en Quedar o como los pabellones de Salomón. No os fijéis en que soy morena, pues el sol me bronceó. Los hijos de mi madre se enojaron contra mí y me pusieron a cuidar viñas. ¡Y mi propia viña no cuidé! Hazme saber, oh amado de mi alma, dónde pastorearás; dónde harás recostar el rebaño al mediodía, para que yo no ande errante tras los rebaños de tus compañeros. Si no lo sabes, oh la más hermosa de las mujeres, sigue las huellas del rebaño y apacienta tus cabritas cerca de las cabañas de los pastores. A mi yegua, entre los carros del faraón, te he comparado, oh amada mía. ¡Qué bellas son tus mejillas entre tus aretes, y tu cuello entre los collares! Te haremos aretes de oro con engastes de plata. Cuando el rey estaba en su diván, mi nardo liberó su fragancia. Mi amado se parece a un manojito de mirra, que duerme entre mis pechos. Mi amado se parece a un racimo de flores de alheña de las viñas de En-guedi. ¡Qué bella eres, oh amada mía! ¡Qué bella eres! Tus ojos son como de palomas. ¡Qué bello y dulce eres tú, oh amado mío! Nuestra cama es frondosa, las vigas de nuestra casa son los cedros, y nuestros artesonados son los cipreses. Cantares 2 Yo soy la rosa de Sarón y el lirio de los valles. Como un lirio entre los cardos es mi amada entre las jóvenes. Como un manzano entre los árboles del bosque es mi amado entre los jóvenes. Me agrada sentarme bajo su sombra; su fruto es dulce a mi paladar. El me lleva a la sala del banquete, y su bandera sobre mí es el amor. ¡Oh, agasajadme con pasas, refrescadme con manzanas, porque estoy enferma de amor! Su brazo izquierdo está debajo de mi cabeza, y su derecho me abraza. ¡Juradme, oh hijas de Jerusalén, por las ciervas y por las gacelas del campo, que no despertaréis ni provocaréis el amor, hasta que quiera! ¡La voz de mi amado! El viene saltando sobre los montes, brincando sobre las colinas. Mi amado es como un venado o un cervatillo. ¡Mirad! Está detrás de nuestra cerca, mirando por las ventanas, atisbando por las celosías. Mi amado habló y me dijo: "¡Levántate, oh amada mía! ¡Oh hermosa mía, sal! Ya ha pasado el invierno, la estación de la lluvia se ha ido. Han brotado las flores en la tierra. El tiempo de la canción ha llegado, y de nuevo se escucha la tórtola en nuestra tierra. La higuera ha echado higos, y despiden fragancia las vides en flor. ¡Levántate, oh amada mía! ¡Oh hermosa mía, ven!" Palomita mía, que te escondes en las hendijas de la peña y en los sitios secretos de las terrazas: Déjame ver tu figura; hazme oír tu voz. Porque dulce es tu voz y preciosa tu figura. Atrapadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas, pues nuestras viñas están en flor. ¡Mi amado es mío, y yo soy suya! El apacienta entre los lirios hasta que raye el alba, y huyan las sombras. ¡Vuelve, oh amado mío! Sé semejante al venado o al cervatillo sobre los montes de las especias. Cantares 3 De noche, sobre mi cama, buscaba al que ama mi alma. Lo busqué, pero no lo hallé. Pensé: "Me levantaré e iré por la ciudad, por las calles y las plazas, buscando al que ama mi alma." Lo busqué, pero no lo hallé. Me encontré con los guardias que rondan la ciudad, y les pregunté: "¿Habéis visto al que ama mi alma?" Tan pronto como pasé de allí, hallé al que ama mi alma. Me prendí de él y no lo solté, hasta que lo traje a la casa de mi madre, a la habitación de la que me concibió. ¡Juradme, oh hijas de Jerusalén, por las ciervas y por las gacelas del campo, que no despertaréis ni provocaréis el amor, hasta que quiera! ¿Quién es aquella que viene del desierto como columna de humo, perfumada con mirra, incienso y todo polvo de mercader? ¡Mirad! Es la litera de Salomón. Sesenta valientes la rodean, de los más fuertes de Israel. Todos ellos ciñen espadas y son diestros en la guerra. Cada uno lleva espada al cinto por causa de los temores de la noche. El rey Salomón se hizo una carroza de madera del Líbano. Sus columnas eran de plata, su respaldo de oro, su asiento de púrpura; y su interior fue decorado con amor por las hijas de Jerusalén. Salid, oh hijas de Sion, y ved al rey Salomón con la diadema con que le ciñó su madre en el día de sus bodas, el día en que se regocijó su corazón. Cantares 4 ¡Qué bella eres, oh amada mía! ¡Que bella eres! Tus ojos son como de palomas, mirando a través de tu velo. Tus cabellos son como manada de cabritos que se deslizan por las laderas de Galaad. Tus dientes son como rebaños de ovejas trasquiladas que suben del lavadero: que todas tienen mellizos, y ninguna hay sin cría. Tus labios son como hilo de grana, y tu boca es bella. Tus mejillas parecen mitades de granada, a través de tu velo. Tu cuello es como la torre de David, edificada para armería: Mil escudos están colgados en ella, todos escudos de valientes. Tus dos pechos son como dos venaditos, mellizos de gacela, que se apacientan entre lirios. Me iré al monte de la mirra y a la colina del incienso, hasta que raye el alba y huyan las sombras. Eres toda bella, oh amada mía, y en ti no hay defecto. ¡Ven conmigo del Líbano! ¡Oh novia mía, ven del Líbano! Desciende de las cumbres del Amana, desde las cumbres del Senir y del Hermón, desde las guaridas de los leones y desde los montes de los leopardos. ¡Prendiste mi corazón, oh hermana y novia mía! Prendiste mi corazón con un solo gesto de tus ojos, con una sola cuenta de tus collares. ¡Cuán dulces son tus caricias, oh hermana y novia mía! Tus caricias son mejores que el vino. El olor de tus perfumes es superior al de las especias aromáticas. Tus labios destilan miel como panal. Oh novia mía, miel y leche hay debajo de tu lengua. Y la fragancia de tus vestidos es como la fragancia del Líbano. Un jardín cerrado es mi hermana y novia, un jardín cerrado, un manantial sellado. Tus plantas son un huerto de granados con exquisito fruto. Hay alheñas y nardos; nardos, azafrán, cálamo, canela, plantas de incienso, mirra, áloe, con todas las mejores variedades de especias. ¡Es un manantial cercado de jardines, un pozo de aguas vivas que corren del Líbano! ¡Levántate, oh Aquilón! ¡Ven, oh Austro! Soplad en mi jardín, y despréndanse sus aromas. Venga mi He venido a mi huerto, oh hermana y novia mía. He recogido mi mirra y mi perfume. He comido mi panal y mi miel; he bebido mi vino y mi leche. ¡Comed, oh amigos! ¡Bebed, oh amados! ¡Bebed en abundancia! Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto, y oí a mi amado que tocaba a la puerta y llamaba: "Abreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, perfecta mía; porque mi cabeza está llena de rocío y mis cabellos están mojados con las gotas de la noche." Ya me había desvestido; ¿cómo me iba a volver a vestir? Había lavado mis pies; ¿cómo iba a volverlos a ensuciar? Mi amado metió su mano por el agujero de la puerta, y mi corazón se conmovió a causa de él. Entonces me levanté para abrir a mi amado, y mis manos gotearon perfume de mirra. Mis dedos gotearon mirra sobre la manecilla del cerrojo. Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido; había desaparecido. Se me salía el alma, cuando él hablaba. Lo busqué, pero no lo hallé; lo llamé, pero no me respondió. Me encontraron los guardias que rondan la ciudad; me golpearon y me hirieron. Me despojaron de mi manto los guardias de las murallas. Juradme, oh hijas de Jerusalén, que si halláis a mi amado, le diréis que estoy enferma de amor. ¿Qué tiene tu amado que no tenga cualquier otro amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿Qué tiene tu amado más que cualquier otro amado, para que nos hagas jurar así? Mi amado es blanco y sonrosado; sobresale entre diez mil. Su cabeza es oro fino. Sus cabellos son ondulados, negros como el cuervo. Sus ojos son como palomas junto a los arroyos de aguas, bañados en leche y sentados sobre engastes. Sus mejillas son como almácigos de especias aromáticas, que exhalan perfumes. Sus labios son como lirios que despiden penetrante aroma. Sus manos son como barras de oro engastadas con crisólitos. Su vientre es como una plancha de marfil, recubierta con zafiros. Sus piernas son como columnas de mármol cimentadas sobre bases de oro. Su figura es como el Líbano, escogido como los cedros. Su paladar es dulcísimo; ¡todo él es deseable! Así es mi amado y así es mi amigo, oh hijas de Jerusalén. Cantares 6 ¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de todas las mujeres? Dinos en qué dirección se fue, y lo buscaremos contigo. Mi amado descendió a su huerto, al almácigo de las especias, para apacentar en los jardines y para recoger los lirios. ¡Yo soy de mi amado, y mi amado es mío! El apacienta entre los lirios. ¡Qué bella eres, oh amada mía! Eres como Tirsa, atractiva como Jerusalén e imponente como ejércitos abanderados. Aparta de mí tus ojos, porque ellos me doblegan. Tu cabello es como manada de cabras que se deslizan por las laderas de Galaad. Tus dientes son como rebaños de ovejas que suben del lavadero: que todas tienen mellizos, y ninguna hay sin cría. Tus mejillas parecen mitades de granada, a través de tu velo. Hay sesenta reinas, ochenta concubinas y un sinnúmero de jóvenes mujeres. ¡Pero una sola es mi paloma, mi perfecta! Ella es la única hija de su madre, quien la considera predilecta. La ven las mujeres y la llaman: "Bienaventurada." Las reinas y las concubinas la alaban diciendo: "¿Quién es aquella que raya como el alba y es bella como la luna, radiante como el sol e imponente como ejércitos abanderados?" Al huerto de los nogales descendí, para ver los retoños del valle, para ver si las vides ya han florecido; si han brotado los granados. Y antes que me diese cuenta, mi alma me puso sobre los carros de mi generoso pueblo. ¡Vuelve, vuelve, oh Sulamita! ¡Vuelve, vuelve; queremos mirarte! ¿Qué habréis de observar en la Sulamita, cuando danza en medio de los dos campamentos? Cantares 7 ¡Qué bien lucen tus pies con las sandalias, oh hija de nobles! Los contornos de tus muslos son como joyas, obra de las manos de un artista. Tu ombligo es como una copa redonda a la que no le falta el vino aromático. Tu vientre es como un montón de trigo rodeado de lirios. Tus dos pechos son como dos venaditos, mellizos de gacela. Tu cuello es como torre de marfil. Tus ojos son como los estanques en Hesbón, en la puerta de Bat-rabim. Tu nariz es como la torre del Líbano, que mira hacia Damasco. Tu cabeza es como el Carmelo, y tu cabellera es como púrpura real aprisionada en trenzas. ¡Qué bella y dulce eres, oh amor deleitoso! Tu talle es como una palmera, y tus pechos como racimos de dátiles. Pensé: "¡Subiré a la palmera y me prenderé de sus racimos!" ¡Sean tus pechos como racimos de uvas, y la fragancia de tu boca como de manzanas! Tu paladar es como el buen vino que corre suavemente hacia el amado y fluye por los labios de los que se duermen. ¡Yo soy de mi amado, y él me desea con ardor! Ven, oh amado mío, vayamos al campo. Alojémonos en las aldeas; madruguemos para ir a las viñas. Veamos si han florecido las vides, si se han abierto sus botones, o si han brotado los granados. ¡Allí te daré mi amor! Las mandrágoras ya despiden su fragancia, y a nuestras puertas hay toda clase de frutas selectas: tanto frescas como secas que he guardado para ti, oh amado mío. Cantares 8 ¡Oh, cómo quisiera que fueses mi hermano, que mamó los pechos de mi madre! Así, al encontrarte afuera, yo te besaría sin que nadie me menospreciara. Yo te llevaría y te metería en la casa de mi madre, y tú me enseñarías. Y yo te haría beber vino aromático y jugo de granadas. Su brazo izquierdo está debajo de mi cabeza, y su derecho me abraza. ¡Juradme, oh hijas de Jerusalén, que no despertaréis ni provocaréis el amor, hasta que quiera! ¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado? Debajo de un manzano te desperté; allí donde tu madre tuvo dolores, allí donde tuvo dolores la que te dio a luz. Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo. Porque fuerte como la muerte es el amor; inconmovible como el Seol es la pasión. Sus brasas son brasas de fuego; es como poderosa llama. Las poderosas aguas no pueden apagar el amor, ni lo pueden anegar los ríos. Si el hombre diese todas las riquezas de su casa para comprar el amor, de cierto lo despreciarían. Tenemos una hermana pequeña que todavía no tiene pechos. ¿Qué haremos de nuestra hermana cuando de ella se empiece a hablar? Si ella es muralla, edificaremos sobre ella torreones de plata. Si ella es puerta, la recubriremos con paneles de cedro. Yo soy muralla, y mis pechos son torreones. Entonces llegué a ser a sus ojos como quien encuentra paz. Salomón tuvo una viña en Baal-hamón, la cual entregó al cuidado de guardias: Cada uno de ellos debía traer mil piezas de plata por su fruto. ¡Pero mi viña está delante de mí! Las mil piezas sean para ti, oh Salomón, y doscientas para los que guardan su fruto. ¡Oh tú que habitas en los jardines, mis compañeros desean escuchar tu voz! ¡Déjame oírla! ¡Escápate, oh amado mío! Sé semejante al venado o al cervatillo sobre los montes de las especias. Visión de Isaías hijo de Amoz, que vio acerca de Judá y de Jerusalén en los días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá: Oíd, cielos; y escucha, tierra, porque habla Jehovah: "Crié hijos y los engrandecí, pero ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su amo; pero Israel no conoce; mi pueblo no entiende." ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, descendencia de malhechores, hijos depravados! Han abandonado a Jehovah, han despreciado al Santo de Israel y se han vuelto atrás. ¿Para qué habréis de ser golpeados aún? Pues todavía persistiréis en rebelaros. Toda cabeza está dolorida, y todo corazón está enfermo. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en ella parte sana, sino heridas, golpes y llagas recientes. No han sido curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra es desolada, vuestras ciudades son incendiadas; vuestro suelo es devorado por extraños ante vuestra misma presencia, y es desolado como cuando es destruido por extraños. La hija de Sion ha quedado como una cabaña en una viña, como una choza en un melonar, como una ciudad sitiada. Si Jehovah de los Ejércitos no nos hubiera dejado unos pocos sobrevivientes, seríamos ya como Sodoma y nos pareceríamos a Gomorra. Escuchad la palabra de Jehovah, oh gobernantes de Sodoma. Escucha la ley de nuestro Dios, oh pueblo de Gomorra. Dice Jehovah: "¿De qué me sirve la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y del sebo de animales engordados. No deseo la sangre de toros, de corderos y de machos cabríos. Cuando venís a ver mi rostro, ¿quién pide esto de vuestras manos, para que pisoteéis mis atrios? No traigáis más ofrendas vanas. El incienso me es una abominación; también las lunas nuevas, los sábados y el convocar asambleas. ¡No puedo soportar iniquidad con asamblea festiva! Mi alma aborrece vuestras lunas nuevas y vuestras festividades. Me son una carga; estoy cansado de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos. Aunque multipliquéis las oraciones, yo no escucharé. ¡Vuestras manos están llenas de sangre! "Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras acciones de delante de mis ojos. Dejad de hacer el mal. Aprended a hacer el bien, buscad el derecho, reprended al opresor, defended al huérfano, amparad a la viuda. "Venid, pues, dice Jehovah; y razonemos juntos: Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si queréis y obedecéis, comeréis de lo mejor de la tierra. Pero si rehusáis y os rebeláis, seréis consumidos por la espada; porque la boca de Jehovah ha hablado." ¡Cómo se ha convertido en prostituta la ciudad fiel! Llena estaba de derecho, y en ella habitaba la justicia; pero ahora la habitan homicidas. Tu plata se ha convertido en escoria; tu vino está adulterado con agua. Tus magistrados son rebeldes y compañeros de ladrones; cada uno ama el soborno y va tras las recompensas. No defienden al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda. Por tanto, dice el Señor Jehovah de los Ejércitos, el Fuerte de Israel: "¡Ah! Tomaré satisfacción de mis adversarios y me vengaré de mis enemigos. Volveré mi mano contra ti; te limpiaré de tus escorias como con lejía y quitaré toda tu impureza. Luego restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como al comienzo. Y después serás llamada Ciudad de Justicia, Urbe Fiel." Sion será redimida con el derecho, y sus arrepentidos con la justicia. Pero los rebeldes y los pecadores serán quebrantados a una; los que abandonan a Jehovah serán consumidos. Entonces os avergonzaréis de los robles que habéis amado, y tendréis afrenta a causa de los jardines que habéis escogido. Porque seréis como la encina de hojas secas y como el jardín al que le faltan las aguas. El fuerte se convertirá en estopa, y su trabajo en chispa. Ambos arderán juntos, y no habrá quien los apague. La palabra que Isaías hijo de Amoz recibió en visión con respecto a Judá y a Jerusalén: Acontecerá en los últimos días que el monte de la casa de Jehovah será establecido como cabeza de los montes, y será elevado más que las colinas; y correrán a él todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán: "Venid, subamos al monte de Jehovah, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros caminemos por sus sendas." Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehovah. El juzgará entre las naciones y arbitrará entre muchos pueblos. Y convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. ¡Oh casa de Jacob, venid y caminemos a la luz de Jehovah! Ciertamente tú has rechazado a tu pueblo, la casa de Jacob, porque ellos están llenos de costumbres orientales y de adivinos, como los filisteos; y hacen tratos con los hijos de extranjeros. Su tierra se ha llenado de plata y de oro, y sus tesoros no tienen fin. También su tierra se ha llenado de caballos, y sus carros son innumerables. Además, su tierra se ha llenado de ídolos. Adoran la obra de sus manos, lo que sus dedos han hecho. Así se ha postrado el hombre; el ser humano se ha rebajado. Por tanto, no los perdones. Métete en la roca; escóndete en el polvo ante la temible presencia de Jehovah y ante el esplendor de su majestad. Los ojos altivos del hombre serán humillados, y la soberbia del ser humano será postrada. Sólo Jehovah será enaltecido en aquel día. Porque el día de Jehovah de los Ejércitos vendrá contra todo arrogante y altivo, y contra todo el que se ha enaltecido, el cual será humillado. Vendrá contra todos los cedros del Líbano, altos y erguidos, y contra todas las encinas de Basán. Vendrá contra todas las altas montañas y contra todas las colinas elevadas. Vendrá contra toda torre alta y contra todo muro fortificado, contra todas las naves de Tarsis y contra todos los barcos lujosos. La altivez del hombre será postrada; la soberbia del ser humano será humillada. Sólo Jehovah será enaltecido en aquel día, y los ídolos desaparecerán por completo. Los hombres se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, a causa de la temible presencia de Jehovah y del esplendor de su majestad, cuando se levante para hacer temblar la tierra. En aquel día los hombres arrojarán a los topos y a los murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro que habían hecho para adorarlos, a fin de meterse en las grietas de las rocas y en las hendiduras de las peñas, a causa de la temible presencia de Jehovah y del esplendor de su majestad, cuando Jehovah se levante para hacer temblar la tierra. Dejad de confiar en el hombre, cuyo hálito está en su nariz; pues, ¿de qué estima es digno? Porque he aquí que el Señor Jehovah de los Ejércitos quitará de Jerusalén y de Judá la provisión y el sustento: toda provisión de pan y toda provisión de agua. Quitará al valiente y al hombre de guerra, al juez y al profeta, al adivino y al anciano, al jefe de cincuenta y al hombre respetable, al consejero y al excelente artesano, y al experto encantador. Les pondré muchachos por magistrados, y los caprichosos se enseñorearán de ellos. En medio del pueblo el hombre oprimirá al hombre, y cada cual a su prójimo. El joven será insolente con el anciano, y el ruin con el noble. Cuando alguno eche mano de su hermano en la casa de su padre y le diga: "Tú que tienes ropa, sé nuestro jefe y toma en tus manos esta ruina," él alzará la voz en aquel día diciendo: "Yo no seré sanador, pues en mi casa no hay comida ni vestido. No me pongáis por jefe del pueblo." Porque Jerusalén ha tropezado, y Judá ha caído; pues la lengua de ellos y sus obras son contrarias a Jehovah y desafían la presencia de su majestad. Su parcialidad los acusa. Como Sodoma, expresan su pecado y no lo disimulan. ¡Ay de ellos, porque para sí mismos han producido el mal! Decid a los justos que les irá bien, que comerán del fruto de sus hechos. ¡Ay de los impíos! Les irá mal, porque les será hecho conforme a las obras de sus manos. ¡Oh pueblo mío! Sus opresores son muchachos, y mujeres se enseñorean de él. Pueblo mío, los que te guían te hacen errar y confunden el rumbo de tus caminos. Jehovah está de pie para litigar; está a punto de juzgar a su pueblo. Jehovah entrará en juicio contra los ancianos y contra los magistrados de su pueblo. "Porque vosotros habéis consumido la viña, y el despojo del pobre está en vuestras casas. ¿Qué motivos tenéis para aplastar a mi pueblo y moler las caras de los pobres?," dice el Señor Jehovah de los Ejércitos. Asimismo dijo Jehovah: "Por cuanto las hijas de Sion son altivas, andan con el cuello erguido, lanzan miradas seductoras, caminan zapateando y hacen resonar los adornos de sus pies, el Señor pelará con tiña la cabeza de las hijas de Sion; Jehovah desnudará sus frentes." En aquel día el Señor quitará los adornos de los tobillos, las diademas, las lunetas, los aretes, los brazaletes, los velos, los adornos de la cabeza, los adornos de los pies, las cintas, los frasquitos de perfume, los amuletos, los anillos, los joyeles de la nariz, las ropas festivas, los mantos, los pañuelos, los bolsos, los espejos, la ropa íntima, los turbantes y las mantillas. Y sucederá que habrá hediondez en lugar de los perfumes, soga en lugar de cinturón, rapadura en lugar de los arreglos del cabello. En lugar de ropa fina habrá ceñidor de cilicio; porque en lugar de belleza habrá vergüenza. Tus hombres caerán a espada, y tu poderío caerá en la batalla. Sus puertas lamentarán y se enlutarán; y abandonada, ella se sentará en tierra. En aquel tiempo siete mujeres echarán mano de un hombre y le dirán: "Nosotras comeremos nuestro propio pan y vestiremos nuestras propias ropas; solamente permite que seamos llamadas por tu nombre. Quita nuestra afrenta." En aquel día el retoño de Jehovah será hermoso y glorioso, y el fruto de la tierra será el orgullo y el esplendor de los sobrevivientes de Israel. Acontecerá que el que se quede en Sion, como el que sea dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que estén inscritos para la vida en Jerusalén. Así será cuando el Señor lave la inmundicia de las hijas de Sion, y elimine la sangre de en medio de Jerusalén, con espíritu de juicio y con espíritu consumidor. Entonces sobre todo lugar del monte Sion y sobre sus asambleas, Jehovah creará nube y humo de día, y resplandor de fuego llameante de noche. Porque sobre todos habrá una cubierta de gloria, y habrá de día un cobertizo para dar sombra ante el calor abrasador, y para refugio y protección de la tormenta y del aguacero. Cantaré a mi amigo la canción de mi amado acerca de su viña: Mi amigo tenía una viña en una fértil ladera. La había desherbado y despedregado. Luego había plantado en ella vides escogidas. Había edificado en ella una torre y también había labrado un lagar. Esperaba que diese uvas buenas, pero dio uvas silvestres. "Ahora pues, oh habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, juzgad entre mí y mi viña. ¿Qué más se podía haber hecho por mi viña que yo no haya hecho en ella? ¿Por qué, pues, esperando yo que diese uvas buenas, ha dado uvas silvestres? Ahora pues, os daré a conocer lo que yo haré a mi viña: Quitaré su cerco, y será consumida; romperé su vallado, y será pisoteada. La convertiré en una desolación; no será podada ni cultivada. Crecerán espinos y cardos, y mandaré a las nubes que no derramen lluvia sobre ella." Ciertamente la viña de Jehovah de los Ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su placentero vergel. Esperaba el derecho, y he aquí la vileza; esperaba la justicia, y he aquí el clamor. ¡Ay de los que juntan casa con casa y acercan campo con campo, hasta que ya no queda más espacio, y así termináis habitando vosotros solos en medio de la tierra! Jehovah de los Ejércitos ha jurado en mis oídos: "Ciertamente muchas casas han de quedar desoladas; casas grandes y hermosas quedarán sin habitantes. Una viña de diez yugadas producirá tan sólo un bato, y un homer de semilla producirá tan sólo un efa." ¡Ay de los que se levantan muy de mañana para ir tras la bebida, y siguen hasta la noche, hasta que el vino los enciende! En sus banquetes hay arpas, liras, tamboriles, flautas y vino; pero no consideran lo que Jehovah ha realizado ni miran la obra de sus manos. Por eso mi pueblo es llevado cautivo, por falta de entendimiento. Sus nobles están muertos de hambre, y su multitud reseca de sed. Por eso el Seol ensanchó su garganta y abrió su boca sin medida. Allá caerá el esplendor de ella, su multitud, su bullicio y aquel que se divertía en ella. El hombre se ha postrado, y el ser humano se ha rebajado. Los ojos de los altivos serán humillados. Pero Jehovah de los Ejércitos será exaltado en el juicio; el Dios santo será reconocido como santo por su justicia. Los corderos serán apacentados en su pastizal, y los cabritos comerán entre las ruinas de los ricos. ¡Ay de los que arrastran la iniquidad con cuerdas de vanidad, y el pecado como con coyundas de carreta! Ellos dicen: "Dese prisa; apresúrese su obra para que la veamos. Acérquese y venga el plan del Santo de Israel, para que lo conozcamos." ¡Ay de los que a lo malo llaman bueno; y a lo bueno, malo! Consideran las tinieblas como luz, y la luz como tinieblas. Consideran lo amargo como dulce, y lo dulce como amargo. ¡Ay de los que son sabios ante sus propios ojos, y de los que son prudentes según ellos mismos! ¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar licor; y de los que por soborno declaran justo al culpable, y al justo le quitan su justicia! Por tanto, como la lengua de fuego devora la paja y la llama doblega el rastrojo, así la raíz de ellos será como cosa putrefacta, y su flor se desvanecerá como el polvo. Porque han desechado la ley de Jehovah de los Ejércitos, y han despreciado la palabra del Santo de Israel. Por esta causa se enciende el furor de Jehovah contra su pueblo; extiende contra él su mano y lo golpea. Los montes se estremecen, y sus cadáveres son como basura en medio de las calles. A pesar de todo esto, no ha cesado su furor, y su mano todavía está extendida. El alzará la bandera a una nación lejana. Le silbará para que venga desde los confines de la tierra, y he aquí que vendrá rápida y veloz. No hay entre ellos quien se canse ni tropiece; nadie se adormece ni se duerme. A ninguno se le desata el cinturón de su cintura, ni se le rompe la correa de sus sandalias. Sus flechas están afiladas, y todos sus arcos preparados. Los cascos de sus caballos parecen como de pedernal, y las ruedas de sus carros son como torbellino. Su rugido es como de león; ruge como los cachorros. Gruñe, arrebata la presa y se la lleva sin que nadie la libre. En aquel día rugirá sobre la presa como el rugido del mar. Entonces mirará hacia esta tierra, y he aquí tinieblas de tribulación. Aun la luz se convertirá en oscuridad a causa de los nubarrones. En el año que murió el rey Uzías, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. El uno proclamaba al otro diciendo: —¡Santo, santo, santo es Jehovah de los Ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria! Los umbrales de las puertas se estremecieron con la voz del que proclamaba, y el templo se llenó de humo. Entonces dije: —¡Ay de mí, pues soy muerto! Porque siendo un hombre de labios impuros y habitando en medio de un pueblo de labios impuros, mis ojos han visto al Rey, a Jehovah de los Ejércitos. Entonces voló hacia mí uno de los serafines trayendo en su mano, con unas tenazas, un carbón encendido tomado del altar. Y tocó con él mi boca, diciendo: —He aquí que esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada, y tu pecado ha sido perdonado. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: —¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Y yo respondí: —Heme aquí, envíame a mí. Y dijo: —Vé y di a este pueblo: "Oíd bien, pero no entendáis; y mirad bien, pero no comprendáis." Haz insensible el corazón de este pueblo; ensordece sus oídos y ciega sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se vuelva a mí, y yo lo sane. Yo dije: —¿Hasta cuándo, Señor? Y él respondió: —Hasta que las ciudades queden desoladas y sin habitantes, y no haya hombres en las casas, y la tierra quede devastada; hasta que Jehovah haya echado lejos a los hombres y sea grande el abandono en medio de la tierra. Pero aunque quede en ella la décima parte, volverá a ser consumida como la encina o el roble de los cuales, después de ser derribados, aún les queda el tronco. Su tronco es la simiente santa. Aconteció en los días de Acaz hijo de Jotam, hijo de Uzías y rey de Judá, que Rezín rey de Siria y Pécaj hijo de Remalías y rey de Israel, subieron a Jerusalén para hacerle la guerra, pero no pudieron vencerla. Entonces se le informó a la casa de David, diciendo: "Los sirios acampan en Efraín." Y se le estremeció el corazón y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del bosque a causa del viento. Entonces Jehovah dijo a Isaías: —Sal al encuentro de Acaz, tú y tu hijo Sear-yasuv, al extremo del acueducto del estanque de arriba, en el camino del Campo del Lavador, y dile: "Cuídate y ten calma. No temas, ni se acobarde tu corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean: por el furor de la ira de Rezín y de Siria, y del hijo de Remalías. Porque con Efraín y el hijo de Remalías, Siria ha planeado contra ti el mal, diciendo: ‘Vamos contra Judá, y desmembrémosla; abrámonos una brecha y en medio de ella pongamos por rey al hijo de Tabeel.’ Así ha dicho el Señor Jehovah: No sucederá, ni será así. Porque la capital de Siria es Damasco, y el caudillo de Damasco es Rezín; pero dentro de sesenta y cinco años Efraín será destrozado hasta dejar de ser pueblo. Asimismo, la capital de Efraín es Samaria, y el caudillo de Samaria es el hijo de Remalías. Si vosotros no creéis, ciertamente no permaneceréis firmes." Jehovah volvió a hablar a Acaz diciendo: —Pide para ti una señal de parte de Jehovah tu Dios; de abajo en el Seol, o de arriba en lo alto. Acaz respondió: —No pediré ni probaré a Jehovah. Entonces Isaías dijo: —Escuchad, oh casa de David: ¿Os es poco el ser molestos a los hombres, para que también seáis molestos a mi Dios? Por tanto, el mismo Señor os dará la señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. El comerá leche cuajada y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno. Ciertamente, antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes a quienes tienes miedo será abandonada. Entonces Jehovah hará venir sobre ti, sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre, días como no los ha habido desde el día en que Efraín se separó de Judá; esto es, al rey de Asiria. Acontecerá en aquel día que Jehovah silbará a la mosca que está en el extremo de los ríos de Egipto y a la abeja que está en la tierra de Asiria. Y vendrán y se asentarán todos en las quebradas escarpadas, en las hendiduras de las peñas, en todos los espinos y en todos los lugares de aguas. En aquel día, con navaja alquilada de más allá del Río, es decir, con el rey de Asiria, el Señor rasurará la cabeza y el vello de las piernas, y quitará también la barba. Acontecerá en aquel día que un hombre criará una vaca y dos ovejas. Y sucederá que a causa de la abundancia de leche, comerá leche cuajada. Porque todo aquel que quede en medio del país comerá leche cuajada y miel. Acontecerá también en aquel día que el lugar donde había mil vides, que valían mil siclos de plata, será para los espinos y para los cardos. Con flechas y arco irán allá, pues toda la tierra será espinos y cardos. Y en cuanto a todos los montes que eran labrados con la azada, no podrás ir allá por temor de los espinos y de los cardos. Sólo servirán como lugar para soltar los bueyes y para ser hollados por las ovejas. Entonces me dijo Jehovah: "Toma una tabla grande y escribe en ella con punzón de hombre, tocante a Maher-salal-jas-baz." Llamé a mi lado, como fieles testigos, al sacerdote Urías y a Zacarías hijo de Jeberequías. Me llegué a la profetisa, y ella concibió y dio a luz un hijo. Y Jehovah me dijo: "Ponle por nombre Maher-salal-jas-baz, porque antes que el niño sepa decir ‘mi papá’ y ‘mi mamá’, la riqueza de Damasco y el botín de Samaria serán llevados ante el rey de Asiria." Otra vez Jehovah volvió a hablarme diciendo: "Por cuanto este pueblo desechó las aguas de Siloé, que corren mansamente, y se alegró con Rezín y con el hijo de Remalías, he aquí que por ello el Señor hace subir sobre ellos las impetuosas y abundantes aguas del Río, es decir, al rey de Asiria con toda su gloria. El se desbordará por todos sus cauces y pasará sobre todas sus riberas. Pasará por Judá inundando y creciendo; llegará hasta el cuello. Con sus alas extendidas llenará la amplitud de tu tierra. ¡Oh Emanuel!" Sabedlo, oh pueblos, y llenaos de terror. Prestad atención, todos los confines de la tierra: ¡Ceñíos y llenaos de terror! ¡Ceñíos y llenaos de terror! Tomad consejo, pero será anulado; proferid palabra, pero no se realizará, porque Dios está con nosotros. Pues así me ha hablado Jehovah con mano fuerte, y me ha instruido para que no camine por el camino de este pueblo, diciendo: "No llaméis conspiración a todo lo que este pueblo llama conspiración. No temáis lo que ellos temen, ni os aterroricéis. ¡A Jehovah de los Ejércitos, a él tratad como santo! Y si él es vuestro temor, y si él es vuestro temblor, entonces él será vuestro santuario; pero será piedra de tropiezo y roca de escándalo para las dos casas de Israel, red y trampa para los habitantes de Jerusalén. De entre ellos muchos tropezarán y caerán, y serán quebrantados. Quedarán atrapados y apresados. Ata el testimonio y sella la ley entre mis discípulos." Aguardaré, pues, a Jehovah, quien ha escondido su rostro de la casa de Jacob. En él esperaré. He aquí, yo y los hijos que Jehovah me ha dado somos señales y prodigios en Israel, de parte de Jehovah de los Ejércitos, quien habita en el monte Sion. Y cuando os dicen: "Consultad a los que evocan a los muertos y a los adivinos que susurran y murmuran al hablar," responded: "¿Acaso no consultará un pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos a favor de los vivos? ¡A la ley y al testimonio! Si ellos no hablan de acuerdo con esta palabra, es que no les ha amanecido. Y pasarán por la tierra oprimidos y hambrientos. Y acontecerá que teniendo hambre se indignarán y maldecirán a su rey y a su Dios. Alzarán la vista y mirarán a la tierra, y he allí tribulación y oscuridad de angustia. Y serán arrojados a las tinieblas. Sin embargo, no tendrá oscuridad la que estaba en angustia. En tiempos anteriores él humilló la tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí; pero en tiempos posteriores traerá gloria a Galilea de los gentiles, camino del mar y el otro lado del Jordán. El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz. A los que habitaban en la tierra de sombra de muerte, la luz les resplandeció. Le aumentaste la gente y acrecentaste la alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten el botín. Porque como en el día de Madián, tú has quebrado el yugo que cargaba, la vara de su hombro y el cetro del que lo oprime. Todo calzado del que marcha con estruendo y el manto revolcado en sangre serán para quemar, pasto para el fuego. Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afirmarlo y fortalecerlo con derecho y con justicia, desde ahora y para siempre. El celo de Jehovah de los Ejércitos hará esto. El Señor envió una palabra a Jacob, y ella cayó en Israel. Todo el pueblo lo supo; Efraín y los habitantes de Samaria que con soberbia y altivez de corazón decían: "Cayeron los ladrillos, pero edificaremos con bloques de piedra; fueron cortadas las higueras silvestres, pero en su lugar pondremos cedros." Jehovah hace surgir contra él a sus adversarios, es decir, a Rezín; e incita a sus enemigos: los sirios del oriente y los filisteos del occidente, que a boca llena devoran a Israel. A pesar de todo esto, no ha cesado su furor, y su mano todavía está extendida. Pero el pueblo no se ha vuelto a quien lo golpeó, ni han buscado a Jehovah de los Ejércitos. Por eso en un mismo día Jehovah cortará de Israel la cabeza y la cola, la palmera y el junco. El hombre anciano y respetado es la cabeza, y el profeta que enseña mentira es la cola. Los que guían a este pueblo lo hacen errar, y los que por ellos son guiados están confundidos. Por tanto, el Señor no se compadecerá de sus jóvenes, ni tendrá misericordia de sus huérfanos ni de sus viudas. Porque cada uno es impío y malhechor, y toda boca habla insensatez. A pesar de todo esto, no ha cesado su furor, y su mano todavía está extendida. La maldad arde como fuego y devora espinos y cardos. Se enciende en la espesura del bosque y se levanta en remolinos de humo. A causa de la ira de Jehovah de los Ejércitos, la tierra es quemada, y el pueblo es pasto para el fuego. El hombre no tiene piedad de su hermano. Cada uno devora a la derecha, pero tiene hambre; y come a la izquierda, pero no se sacia. Cada cual devora la carne de su prójimo. Manasés devora a Efraín, y Efraín a Manasés; y ambos se levantan contra Judá. A pesar de todo esto, no ha cesado su furor, y su mano todavía está extendida. ¡Ay de los que establecen leyes inicuas y dictan decretos opresivos, para apartar del juicio a los pobres, para privar de sus derechos a los afligidos de mi pueblo, para hacer de las viudas su botín y para despojar a los huérfanos! ¿Qué haréis en el día del castigo y de la devastación que vendrá de lejos? ¿A quién huiréis a pedir auxilio, y dónde dejaréis vuestra gloria? No queda más que agacharse entre los prisioneros y caer entre los muertos. A pesar de todo esto, no ha cesado su furor, y su mano todavía está extendida. "¡Ay de Asiria, la vara de mi ira! Pues en su mano está puesto el garrote de mi furor. La mandaré contra una nación impía, y la enviaré contra el pueblo que es objeto de mi indignación, a fin de que capture botín y tome despojos, a fin de que lo ponga para ser pisoteado como el lodo de las calles. "Pero ella no lo imaginará así, ni su corazón lo pensará de esta manera. Más bien, la intención de su corazón será destruir y exterminar no pocas naciones. Porque él dice: ‘Mis príncipes, ¿no son todos reyes? ¿No es Calne como Carquemis? ¿No es Hamat como Arfad? ¿No es Samaria como Damasco? Como mi mano alcanzó los reinos de los dioses, a pesar de que sus imágenes talladas eran más que las de Jerusalén y de Samaria; como hice a Samaria y a sus dioses, ¿no haré así a Jerusalén y a sus ídolos?’" Pero acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra en el monte Sion y en Jerusalén, castigará también el fruto del corazón soberbio del rey de Asiria y la gloria de sus ojos altivos. Porque ha dicho: "Con el poder de mi mano y con mi sabiduría lo he hecho, porque soy inteligente. He eliminado las fronteras de los pueblos, he saqueado sus tesoros y he derribado como hombre fuerte a sus habitantes. Mi mano halló como en un nido las riquezas de los pueblos; y como se juntan los huevos abandonados, así junté yo a toda la tierra. No hubo quien moviese un ala o abriese el pico para chirriar." ¿Se jactará el hacha contra el que corta con ella? ¿Se ensoberbecerá la sierra contra el que la maneja? ¡Como si el bastón manejase al que lo levanta! ¡Como si la vara levantase al que no es madera! Por tanto, el Señor Jehovah de los Ejércitos enviará enfermedad a sus robustos, y debajo de su gloria encenderá una hoguera como fuego abrasador. La Luz de Israel será por fuego; y su Santo por llama que consume y devora en un día sus cardos y sus espinos. Consumirá desde el alma hasta la carne, la gloria de su bosque y de su campo fértil; y vendrá a ser como cuando desfallece un enfermo. Los árboles que queden en su bosque serán tan pocos que hasta un niño los podrá contar. Acontecerá en aquel día que el remanente de Israel y los de la casa de Jacob que hayan escapado nunca más se apoyarán en el que los golpeó, sino que verdaderamente se apoyarán en Jehovah, el Santo de Israel. ¡Un remanente volverá; un remanente de Jacob volverá al Dios fuerte! Aunque tu pueblo, oh Israel, sea como la arena del mar, sólo un remanente volverá. La destrucción está decidida, desbordando justicia. Pues el Señor Jehovah de los Ejércitos ejecutará en medio de todo el país el exterminio que está decidido. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah de los Ejércitos: "Pueblo mío, habitante de Sion, no temas a Asiria. Con vara te golpeará y contra ti alzará su garrote, como en Egipto. Porque de aquí a muy poco tiempo se acabará mi ira, y mi furor será para su destrucción." Jehovah de los Ejércitos levantará el látigo contra él, como en la matanza de Madián junto a la peña de Oreb. Alzará su vara sobre el mar, como en Egipto. Sucederá en aquel tiempo que su carga será quitada de tu hombro y su yugo de tu cuello. El yugo será destruido a causa de tu unción. Viene contra Ayat, pasa por Migrón, y en Micmas pasa revista a sus armas. Pasa el vado y se aloja en Geba. Ramá tiembla; Gabaa de Saúl huye. ¡Grita a gran voz, oh hija de Galim! ¡Escucha, oh Lais! ¡Pobrecita Anatot! Madmena divaga; los habitantes de Gebim buscan refugio. Ahora mismo se detendrá en Nob y agitará su mano contra el monte de la hija de Sion, la colina de Jerusalén. Pero he aquí que el Señor Jehovah de los Ejércitos desgajará el ramaje con violencia; los de gran altura serán talados, y los altos serán abatidos. El cortará con hierro la espesura del bosque, y el Líbano caerá ante el Poderoso. Un retoño brotará del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto. Sobre él reposará el Espíritu de Jehovah: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Jehovah. El se deleitará en el temor de Jehovah. No juzgará por lo que vean sus ojos, ni arbitrará por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y con equidad arbitrará a favor de los afligidos de la tierra. Golpeará la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios dará muerte al impío. La justicia será el cinturón de sus lomos, y la fidelidad lo será de su cintura. Entonces el lobo habitará con el cordero, y el leopardo se recostará con el cabrito. El ternero y el cachorro del león crecerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, y sus crías se recostarán juntas. El león comerá paja como el buey. Un niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y el recién destetado extenderá su mano sobre el escondrijo de la víbora. No harán daño ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento de Jehovah, como las aguas cubren el mar. Acontecerá en aquel día que las naciones buscarán a aquel que es la raíz de Isaí y que estará en pie como una bandera para los pueblos, y su morada será gloriosa. Asimismo, acontecerá en aquel día que Jehovah volverá a poner su mano para recobrar el remanente que habrá quedado de su pueblo, desde Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar, Hamat y las costas del mar. El levantará bandera para las naciones, y juntará a los desterrados de Israel. Reunirá a los dispersos de Judá desde los cuatro extremos de la tierra. Entonces se disiparán los celos de Efraín, y los que hostilizan a Judá serán exterminados. Efraín no tendrá más celos de Judá, ni Judá hostilizará a Efraín. Volarán sobre los hombros de los filisteos al occidente, y juntos saquearán a los hijos del oriente. Edom y Moab estarán bajo su sujeción, y los hijos de Amón les obedecerán. Jehovah secará la lengua del mar de Egipto. Con el poder de su Espíritu agitará su mano contra el Río; lo partirá en siete brazos y hará que pasen por él con sandalias. Entonces habrá un camino para el remanente de su pueblo que quedó en Asiria, como lo hubo para Israel en el día que subió de la tierra de Egipto. En aquel día dirás: "¡Te doy gracias, oh Jehovah! Aunque te enojaste contra mí, tu ira se apartó, y me has consolado. ¡He aquí, Dios es mi salvación! Confiaré y no temeré, porque Jehovah es mi fortaleza y mi canción; él es mi salvación." Con regocijo sacaréis agua de los manantiales de la salvación. En aquel día diréis: "¡Dad gracias a Jehovah! ¡Invocad su nombre! Dad a conocer entre los pueblos sus hazañas; recordad que grande es su nombre. ¡Cantad salmos a Jehovah, porque ha hecho cosas magníficas! Sea esto conocido en toda la tierra. Grita y canta, oh habitante de Sion, pues el Santo de Israel es grande en medio de ti." Profecía acerca de Babilonia, que Isaías hijo de Amoz recibió en visión: "Levantad bandera sobre un monte desnudo. Alzad a ellos la voz; agitad la mano para que entren por las puertas de los nobles. Yo he dado órdenes a mis consagrados; asimismo, he llamado a mis valientes, a los que se regocijan en mi triunfo, para que ejecuten mi ira." Un murmullo de multitud se oye sobre los montes, como de mucho pueblo, un rumor de reinos y de naciones congregadas. Jehovah de los Ejércitos pasa revista al ejército para la batalla. Jehovah y los instrumentos de su ira vienen de una tierra lejana, del extremo de los cielos, para destruir toda la tierra. Lamentad, porque cercano está el día de Jehovah; vendrá como destrucción de parte del Todopoderoso. Por tanto, todas las manos se debilitarán, y todo corazón humano desfallecerá. Se llenarán de terror; convulsiones y dolores se apoderarán de ellos. Tendrán dolores como de mujer que da a luz. Cada cual mirará con asombro a su compañero; sus caras son como llamaradas. He aquí que viene el día de Jehovah, implacable, lleno de indignación y de ardiente ira, para convertir la tierra en desolación y para destruir en ella a sus pecadores. Porque las estrellas de los cielos y sus constelaciones no irradiarán su luz. El sol se oscurecerá al salir, y la luna no dará su luz. "Castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad. Haré que cese la arrogancia de los soberbios, y humillaré la altivez de los tiranos. Haré al ser humano más preciado que el oro fino, y al hombre más que el oro de Ofir. Por eso haré estremecer los cielos, y la tierra será removida de su lugar, a causa de la indignación de Jehovah de los Ejércitos en el día de su ardiente ira. "Como gacela acosada y como rebaño que no tiene quien lo junte, cada cual mirará hacia su propio pueblo, y cada cual huirá a su propio país. Todo el que sea hallado será atravesado, y todo el que sea tomado caerá a espada. Sus niños serán estrellados ante sus ojos; sus casas serán saqueadas, y sus mujeres violadas. "He aquí que yo incito contra ellos a los medos, que no estiman la plata ni desean el oro. Sus arcos desbaratarán a los jóvenes; no tendrán misericordia del fruto del vientre, ni sus ojos tendrán lástima de los hijos. Y Babilonia, el más hermoso de los reinos, la gloria y el orgullo de los caldeos, será como cuando Dios trastornó a Sodoma y a Gomorra. Nunca más será habitada, ni será poblada de generación en generación. El árabe no pondrá allí su tienda, ni los pastores harán recostar allí sus rebaños. Pero allí se recostarán las fieras del desierto, y sus casas se llenarán de búhos. Allí habitarán las avestruces, y allí danzarán los chivos salvajes. En sus palacios aullarán las hienas, y los chacales en las lujosas mansiones. Su tiempo está cercano para llegar, y sus días no se prolongarán." Ciertamente Jehovah tendrá misericordia de Jacob y volverá a escoger a Israel. El les hará reposar en su propia tierra, y a ellos se unirán extranjeros, los cuales se adherirán a la familia de Jacob. Los pueblos los tomarán y los llevarán a su lugar, y la casa de Israel tomará posesión de ellos en la tierra de Jehovah, como siervos y criadas. Así tomarán cautivos a los que los habían tomado cautivos, y se enseñorearán de sus opresores. Y sucederá que el día en que Jehovah te dé tregua de tu dolor, de tu desesperación y de la dura servidumbre a la que fuiste sometido, pronunciarás esta sentencia contra el rey de Babilonia, y dirás: "¡Cómo ha cesado el opresor; cómo ha cesado la prepotencia! Jehovah ha roto la vara de los impíos, el cetro de los gobernantes, que con indignación golpeaba sin tregua a los pueblos y se enseñoreaba de las naciones con furor, persiguiéndolas sin contenerse. Toda la tierra se ha sosegado y está tranquila; han prorrumpido en cánticos. Aun los cipreses y los cedros del Líbano se alegraron a causa de ti, diciendo: ‘Desde que tú pereciste, no ha subido contra nosotros el talador.’ "El Seol abajo se estremeció a causa de ti, y despertó a los muertos, para que en tu venida fueran a tu encuentro. Hizo levantar de sus tronos a todos los caudillos de la tierra, a todos los reyes de las naciones. Todos ellos responderán y te dirán: ‘¿También tú te has debilitado como nosotros y has llegado a ser como nosotros?’ "Tu ostentación y el sonido de tus liras han sido derribados hasta el Seol. Los gusanos serán tu cama debajo de ti, y las larvas tus cobertores. ¡Cómo has caído del cielo, oh lucero, hijo de la mañana! Has sido derribado al suelo, tú que debilitabas a las naciones. Tú has dicho en tu corazón: ‘Subiré al cielo en lo alto; hasta las estrellas de Dios levantaré mi trono y me sentaré en el monte de la asamblea, en las regiones más distantes del norte. Subiré sobre las alturas de las nubes y seré semejante al Altísimo.’ Pero has sido derribado al Seol, a lo más profundo de la fosa. Los que te vean te contemplarán; reflexionarán ante ti diciendo: ‘¿Es éste aquel hombre que hacía temblar la tierra, que sacudía los reinos, que convirtió el mundo en un desierto, que destruía sus ciudades y que a sus prisioneros nunca les abrió la cárcel?’ "Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honra, cada uno en su morada. Pero tú has sido echado de tu sepulcro como vástago abominable, como ropa de muertos atravesados a espada, los cuales han descendido a las losas de la fosa como cadáver pisoteado. No serás unido con ellos en el sepelio, porque destruiste tu propia tierra y mataste a tu propio pueblo. La descendencia de los malhechores jamás será nombrada. "Preparad el matadero para sus hijos, a causa de la maldad de sus padres. No sea que se levanten y posean la tierra, y llenen la faz del mundo con ciudades. ‘Entonces yo me levantaré contra ellos, dice Jehovah de los Ejércitos, y raeré de Babilonia el nombre y los sobrevivientes, los descendientes y la posterioridad, dice Jehovah. La convertiré en posesión de erizos y en pantanos. La barreré con la escoba de la destrucción’," dice Jehovah de los Ejércitos. Jehovah de los Ejércitos ha jurado diciendo: "Ciertamente será como lo he pensado, y se realizará como lo he decidido, para quebrantar al asirio en mi tierra; sobre mis montes lo pisotearé. Entonces se quitará de ellos su yugo, y será quitada de sus hombros su carga." Este es el plan que está decidido contra toda la tierra; ésta es la mano extendida contra todas las naciones. Porque Jehovah de los Ejércitos lo ha decidido; ¿quién lo invalidará? Su mano está extendida; ¿quién la hará volver atrás? En el año que murió el rey Acaz vino esta profecía: "No te alegres tú, toda Filistea, por haberse roto la vara que te hiere; porque de la raíz de la culebra saldrá la víbora, y su fruto será una serpiente voladora. Entonces pacerán los primogénitos de los pobres, y los necesitados descansarán confiadamente. Pero a tu descendencia haré morir de hambre y mataré a tus sobrevivientes. ¡Gime, oh puerta; clama, oh ciudad! Tú te derrites, toda Filistea, porque del norte viene humo, y no hay nadie en sus filas que quede rezagado." ¿Y qué se responderá a los mensajeros de las naciones? Que Jehovah ha cimentado a Sion, y que en ella se refugiarán los afligidos de su pueblo. Profecía acerca de Moab: "Ciertamente en una noche fue destruida y silenciada Ar-moab. Ciertamente en una noche fue destruida y silenciada Quir-moab. La hija de Dibón ha subido a los lugares altos para llorar. Moab gime por Nebo y por Medeba. Toda cabeza ha sido rapada, y toda barba rasurada. En sus calles se ciñen de cilicio; todos lamentan en sus azoteas y en sus plazas, deshechos en llanto. Claman Hesbón y Eleale; hasta Jahaz se oye su voz. Por eso gritan los hombres armados de Moab; el alma de cada uno desmaya. "Mi corazón da gritos por Moab. Sus fugitivos se extienden hasta Zoar, hasta Eglat-selisiyá. Por la cuesta de Lujit suben con llanto; por el camino de Horonaim levantan clamor de quebranto. Pues las aguas de Nimrim quedan desoladas. Ciertamente se seca la hierba; se extingue el pasto; no hay verdor. Por eso, las riquezas que han adquirido y las que han almacenado, las llevan al torrente de los sauces. Porque el griterío ha rodeado las fronteras de Moab; hasta Eglaim ha llegado su gemido, y hasta Beer-elim su clamor. Ciertamente las aguas de Dibón se llenan de sangre; pero yo aún traeré sobre Dibón otras cosas: leones contra los fugitivos de Moab, y contra los sobrevivientes de la tierra. "Enviad corderos al gobernante del país, desde Sela en el desierto hasta el monte de la hija de Sion. Y sucederá que las hijas de Moab serán como pájaros espantados, o como nidada dispersa, en los vados del Arnón. "Dad consejo; tomad decisión. Haz tu sombra como noche, en pleno mediodía. Esconde a los desterrados; no entregues a los que andan errantes. Moren en ti los desterrados de Moab. Sé para ellos refugio a causa del destructor. Porque la opresión ha llegado a su fin; ha cesado la destrucción. Ha desaparecido el que pisoteaba la tierra. Entonces en misericordia será establecido un trono, y sobre él se sentará firmemente en el tabernáculo de David el que juzga, busca el derecho y apresura la justicia." Hemos oído de la soberbia de Moab, que es muy soberbio; de su arrogancia, de su soberbia y de su insolencia. Pero vano es aquello de que se jacta. Por tanto, Moab lamentará; todo Moab lamentará. Por las tortas de pasas de Quir-jaréset, gemid abatidos en gran manera. Como las terrazas de Hesbón, se ha marchitado la viña de Sibma. Los dueños de las naciones han pisoteado sus mejores vides, cuyas ramas llegaban hasta Jazer y se desviaban al desierto; se extendían y pasaban las aguas. Por eso lloraré amargamente por Jazer y por la viña de Sibma. Te regaré con mis lágrimas, oh Hesbón y Eleale, porque sobre tus frutos de verano y sobre tu siega ha caído el grito de guerra. La alegría y el regocijo han sido quitados del campo fértil. No se cantará en las viñas, ni habrá griterío. En los lagares el pisador no pisará el vino; he hecho cesar el grito de júbilo. Por tanto, mis entrañas gimen como un arpa por Moab; y mi interior, por Quir-jaréset. Y sucederá que cuando Moab aparezca exhausto sobre el lugar alto y cuando entre a su santuario a orar, de nada le servirá. Esta es la palabra que Jehovah ha pronunciado desde antaño acerca de Moab. Pero ahora Jehovah ha hablado diciendo: "Dentro de tres años, como años de jornalero, será abatida la gloria de Moab, con toda su gran multitud. Los sobrevivientes serán pocos, pequeños y sin fuerzas." Profecía acerca de Damasco: "He aquí que Damasco ha dejado de ser ciudad y será un montón de ruinas. Las ciudades de Aroer están abandonadas y serán para los rebaños; allí se recuestan, y no hay quien los espante. Ha cesado la fortificación de Efraín y el reino de Damasco. El remanente de los sirios será como la gloria de los hijos de Israel," dice Jehovah de los Ejércitos. "Sucederá en aquel día que la gloria de Jacob será disminuida, y enflaquecerá la gordura de su carne. Será como cuando el segador recoge la mies y con su brazo siega las espigas. Será como el que recoge espigas en el valle de Refaím. Quedan en él rebuscos, como cuando se varea al olivo: dos o tres olivas en el extremo de una rama, cuatro o cinco en sus ramas más fructíferas," dice Jehovah Dios de Israel. En aquel día mirará el hombre a su Hacedor, y sus ojos contemplarán al Santo de Israel. No mirará los altares que hicieron sus manos; no mirará lo que hicieron sus dedos, ni los árboles rituales de Asera ni los altares de incienso. En aquel día sus ciudades fortificadas quedarán como los lugares abandonados de los horeos y de los amorreos, los cuales ellos abandonaron ante los hijos de Israel; y habrá desolación. Porque te olvidaste del Dios de tu salvación, y no te acordaste de la Roca de tu fortaleza. Por eso, aunque siembras plantas deleitosas y plantas vides importadas, y en el día que las plantas las haces crecer y haces que su semilla florezca a la mañana siguiente, sin embargo la cosecha se esfumará en el día de la enfermedad y del dolor incurable. ¡Ay del tumulto de los muchos pueblos que rugen como el rugido del mar! El bullicio de las naciones resuena como el bullicio de las aguas impetuosas. Las naciones hacen bullicio como las muchas aguas; pero Dios las reprenderá, y ellas huirán lejos ahuyentadas como el tamo de las colinas ante el viento y como el remolino de hojas ante el torbellino. Al atardecer he aquí el terror repentino, y antes del amanecer ya no existirán. Esta es la porción de los que nos despojan, el destino de los que nos saquean. ¡Ay de la tierra del zumbido de alas, que está más allá de los ríos de Etiopía! Ella envía embajadores por mar en navíos de junco sobre las aguas. Id, oh veloces mensajeros, al pueblo de alta estatura y piel brillante, al pueblo temido por todas partes, nación agresiva y atropelladora, cuya tierra dividen los ríos. Vosotros, todos los habitantes del mundo y moradores de la tierra, veréis cuando se levante la bandera sobre las montañas, y escucharéis cuando se toque la corneta. Porque así me ha dicho Jehovah: "Estaré tranquilo y miraré desde mi morada, como el calor que vibra ante la luz, como una nube de rocío en el calor de la cosecha." Porque antes de la cosecha, cuando la flor se acaba y se produce el fruto, se maduran las uvas. Entonces podará los brotes con podaderas, y quitará y cortará las ramas. Serán dejados para las aves de rapiña de las montañas y para los animales de la tierra. Sobre ellos pasarán el verano las aves de rapiña, y allí invernarán todos los animales de la tierra. En aquel tiempo será traído presente a Jehovah de los Ejércitos, de parte del pueblo de alta estatura y piel brillante, pueblo temido por todas partes, nación agresiva y atropelladora, cuya tierra dividen los ríos. Será traído presente al lugar dedicado al nombre de Jehovah de los Ejércitos, al monte Sion. Profecía acerca de Egipto: He aquí, Jehovah cabalga sobre una nube veloz y entra en Egipto. Los ídolos de Egipto se estremecen ante su presencia, y el corazón de los egipcios desfallece dentro de ellos. "Yo incitaré a los egipcios contra los egipcios. Cada uno peleará contra su hermano, cada uno contra su prójimo, ciudad contra ciudad, y reino contra reino. El espíritu de Egipto se trastornará dentro de sí, y confundiré sus planes. Preguntarán a los ídolos, a los espíritus de los muertos, a los que evocan a los muertos y a los adivinos. Entregaré a Egipto en mano de un amo déspota, y un rey cruel se enseñoreará de ellos," dice el Señor Jehovah de los Ejércitos. Las aguas del mar menguarán, y el río se agotará y se secará. Los canales apestarán; los brazos del Nilo de Egipto se reducirán y se secarán. Los cañaverales y los juncales se marchitarán. Los arbustos junto al Nilo, junto a la ribera del Nilo, y todos los sembrados del Nilo se secarán; serán arrebatados y desaparecerán. Los pescadores lamentarán, y harán duelo todos los que echan anzuelo en el Nilo. Desfallecerán los que extienden la red sobre las aguas. Serán confundidos los que trabajan el lino, y los que tejen lino cardado palidecerán. Estarán abatidos los tejedores, y todos los jornaleros serán entristecidos. Ciertamente son necios los magistrados de Tanis. Los sabios del faraón han dado un consejo desatinado. ¿Cómo diréis al faraón: "Yo soy hijo de sabios e hijo de reyes antiguos"? ¿Dónde, pues, están tus sabios? Que te digan, y que te hagan saber qué es lo que Jehovah de los Ejércitos ha decidido acerca de Egipto. Los magistrados de Tanis han actuado neciamente; se han engañado los magistrados de Menfis. Han hecho errar a Egipto aquellos que son las piedras angulares de sus tribus. Jehovah ha mezclado en medio de él espíritu de vértigo, e hicieron errar a Egipto en toda su obra, como se tambalea el borracho en su vómito. No le servirá a Egipto nada de lo que haga la cabeza y la cola, la palmera y el junco. En aquel día los egipcios serán como mujeres, pues temblarán y temerán ante el movimiento de la mano de Jehovah de los Ejércitos, que él moverá contra ellos. La tierra de Judá será un terror para Egipto. Todo hombre a quien se le mencione acerca de ella, se asustará a causa de la decisión que ha tomado Jehovah de los Ejércitos contra él. En aquel día habrá cinco ciudades en la tierra de Egipto que hablarán la lengua de Canaán, y jurarán lealtad a Jehovah de los Ejércitos. Una de ellas será llamada Ciudad del Sol. En aquel día habrá un altar de Jehovah en medio de la tierra de Egipto, y un obelisco dedicado a Jehovah junto a su frontera. Servirá de señal y de testimonio a Jehovah de los Ejércitos en la tierra de Egipto. Cuando clamen a Jehovah a causa de sus opresores, él les enviará un salvador quien los defenderá y los librará. Jehovah se dará a conocer a Egipto, y en aquel día los egipcios conocerán a Jehovah. Presentarán sacrificios y ofrendas vegetales; harán votos a Jehovah y los cumplirán. Jehovah herirá a Egipto, pero lo herirá y lo sanará. Se convertirán a Jehovah, quien atenderá a sus súplicas y los sanará. En aquel día habrá un amplio camino desde Egipto hasta Asiria; los asirios entrarán en Egipto, y los egipcios en Asiria. Entonces los egipcios y los asirios servirán a Jehovah. En aquel día Israel será tercero con Egipto y con Asiria, una bendición en medio de la tierra. Porque Jehovah de los Ejércitos los bendecirá diciendo: "¡Benditos sean Egipto mi pueblo, Asiria obra de mis manos e Israel mi heredad!" En el año en que vino el Tartán a Asdod, cuando Sargón rey de Asiria lo envió para combatir contra Asdod y la tomó, en aquel tiempo Jehovah habló por medio de Isaías hijo de Amoz, diciendo: "Vé, despójate del cilicio de sobre tus lomos y quita el calzado de tus pies." Así lo hizo, y andaba desnudo y descalzo. Entonces dijo Jehovah: "Así como mi siervo Isaías anduvo desnudo y descalzo tres años como señal y prodigio contra Egipto y Etiopía, así conducirá el rey de Asiria a los cautivos de Egipto y a los desterrados de Etiopía: jóvenes y viejos, desnudos y descalzos, con las nalgas descubiertas, para vergüenza de Egipto. Tendrán terror y se avergonzarán de Etiopía, objeto de su esperanza, y de Egipto, su gloria. En aquel día dirá el habitante de esta costa: ‘¡Mirad lo que ha pasado con el objeto de nuestra esperanza, al cual huimos para obtener auxilio y para ser librados de la presencia del rey de Asiria! ¿Y cómo escaparemos nosotros?’" Profecía acerca del Desierto del Mar: Como los torbellinos que pasan por el Néguev, así viene del desierto, de la tierra horrenda. Dura visión me ha sido revelada. El traidor traiciona, y el destructor destruye. ¡Sube, oh Elam! ¡Asedia, oh Media! Hice cesar todo su gemido. Por tanto, mis lomos se han estremecido de dolor; convulsiones se han apoderado de mí, como las convulsiones de una mujer que da a luz. Estoy tan entristecido que no lo puedo oír, y tan espantado que no lo puedo ver. Mi mente divaga; el terror se ha apoderado de mí. El anochecer que yo anhelaba se me ha convertido en temblor. Preparan la mesa, arreglan los asientos, comen y beben. ¡Levantaos, oh jefes; sacad brillo a los escudos! Porque así me dice el Señor: —Anda, pon un centinela que anuncie lo que vea. Cuando vea carros, parejas de jinetes, gente montada en asnos y gente montada en camellos, escuche él con atención, con mucha atención. Y el centinela gritó: —Oh Señor, sobre la torre del centinela estoy de pie continuamente de día, y todas las noches estoy apostado en mi guardia. Y he aquí que esto es lo que viene: ¡Hombres en carros y parejas de jinetes! Después habló y dijo: —¡Ha caído; ha caído Babilonia! Todos los ídolos de sus dioses fueron rotos contra el suelo. Oh trillado pueblo mío, hijo de mi era: Yo os he anunciado lo que he escuchado de parte de Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel. Profecía acerca de Edom: Me dan voces desde Seír, diciendo: —Guardia, ¿qué hay de la noche? Guardia, ¿qué hay de la noche? El guardia responde: —La mañana viene, y también la noche. Si queréis preguntar, preguntad. Volved a venir. Profecía acerca de Arabia: En el bosque de Arabia pasaréis la noche, oh caravanas de Dedán. Llevad agua al encuentro del sediento, oh habitantes de la tierra de Tema; salid con pan al encuentro del que huye. Porque huyen ante la espada, ante la espada desenvainada, ante el arco entesado y ante la violencia de la batalla. Porque así me ha dicho Jehovah: "Dentro de un año, como el año de un jornalero, se acabará toda la gloria de Quedar. Aun los sobrevivientes del número de los arqueros, los guerreros de los hijos de Quedar, serán mermados; porque Jehovah Dios de Israel ha hablado." Profecía acerca del Valle de la Visión: ¿Qué, pues, te sucede para que con todo lo tuyo hayas subido a las azoteas? ¡Oh tú, llena de bullicio, ciudad turbulenta, urbe desenfrenada! Tus muertos no fueron muertos a espada ni muertos en guerra. Todos tus oficiales huyeron juntos; sin arcos fueron apresados. Todos los que se encontraron en ti fueron prendidos juntos, a pesar de que habían huido lejos. Por esto he dicho: "Dejad de mirarme; lloraré amargamente. No insistáis en consolarme por la destrucción de la hija de mi pueblo." Porque éste es día de alboroto, de atropello y de confusión, de parte del Señor Jehovah de los Ejércitos en el Valle de la Visión, para derribar las murallas y gritar a las montañas. Elam ha tomado la aljaba; Siria ha irrumpido con carros; Quir ha desnudado el escudo. Y ha sucedido que tus más hermosos valles han quedado llenos de carros, y los jinetes se han ubicado junto a las puertas. Ha sido quitada la defensa de Judá. En aquel día pusisteis la mirada en las armas de la Casa del Bosque. Visteis que eran muchas las brechas de la ciudad de David, y recogisteis las aguas del estanque de abajo. Contasteis las casas de Jerusalén y demolisteis casas para fortificar la muralla. E hicisteis una represa entre los dos muros para las aguas del estanque antiguo. Pero no has puesto la mirada en el que ha hecho esto; no habéis visto a aquel que hace mucho tiempo lo produjo. Por tanto, en ese día el Señor Jehovah de los Ejércitos convocará al llanto, al duelo, a raparse la cabeza y a ceñirse de cilicio. No obstante, he aquí que hay regocijo y alegría. Se matan vacas y se degüellan ovejas; se come carne y se bebe vino: "¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!" Esto ha sido revelado a mis oídos de parte de Jehovah de los Ejércitos: "Ciertamente este pecado no os será perdonado hasta que muráis," ha dicho el Señor Jehovah de los Ejércitos. Así ha dicho el Señor Jehovah de los Ejércitos: "Anda, vé a ese mayordomo, a Sebna, administrador del palacio, y dile: ‘¿Qué tienes tú aquí, o a quién tienes tú aquí, para que hayas labrado aquí un sepulcro para ti, como los que labran sus sepulcros en los lugares elevados, o los que esculpen su morada en la peña? He aquí que Jehovah te arrojará con violencia, oh hombre poderoso. El te asirá firmemente y te enrollará bien como a un ovillo, para lanzarte a una tierra espaciosa. Allá morirás, y allá quedarán tus carros espléndidos, vergüenza de la casa de tu señor. Yo te depondré de tu puesto y te eliminaré de tu posición. "‘Sucederá en aquel día que yo llamaré a mi siervo Eliaquim hijo de Hilquías. Le vestiré con tu túnica y le ceñiré con tu cinturón. En sus manos entregaré tu autoridad, y él será el padre de los habitantes de Jerusalén y de la casa de Judá. Pondré sobre su hombro la llave de la casa de David. El abrirá, y nadie cerrará; él cerrará, y nadie abrirá. "‘Yo lo clavaré como estaca en lugar firme, y será un trono de honra para la casa de su padre. De él dependerá toda la gloria de la casa de su padre, la prole y la posteridad; y todos los utensilios hasta los más pequeños, desde las fuentes ceremoniales hasta todas las tinajas.’ "En aquel día, dice Jehovah de los Ejércitos, cederá la estaca que estaba clavada en lugar firme; se romperá y caerá. La carga que se colgó de ella será destruida, porque Jehovah ha hablado." Profecía acerca de Tiro: Lamentad, oh naves de Tarsis, porque Tiro es destruida hasta no quedar en ella casa ni lugar por donde entrar. Desde la tierra de Quitim le ha sido revelado. Callad, oh moradores de la costa, mercaderes de Sidón, que cruzando el mar te han llenado. Por las muchas aguas venía el grano de Sijor, la cosecha del Nilo; era ganancia de la ciudad de Tiro, la cual era el mercado de las naciones. Avergüénzate, oh Sidón, fortaleza del mar, porque el mar ha dicho: "Nunca estuve con dolores de parto ni di a luz, ni crié jóvenes, ni hice crecer vírgenes." Cuando la noticia llegue a Egipto, temblarán al escuchar acerca de Tiro. Pasad a Tarsis; lamentad, oh habitantes de la costa. ¿No era ésta vuestra ciudad alegre, cuyo origen es de gran antigüedad, cuyos pies la llevaron a residir en lugares lejanos? ¿Quién ha planeado esto contra Tiro, la que repartía coronas, cuyos mercaderes eran príncipes y cuyos comerciantes eran la nobleza del mundo? Jehovah de los Ejércitos lo ha planeado para abatir la soberbia de toda gloria y para echar por los suelos a todos los nobles de la tierra. Labora tu tierra como alrededor del Nilo, oh hija de Tarsis, porque ya no tendrás más puerto. El Señor ha extendido su mano sobre el mar y ha hecho temblar los reinos. Jehovah ha ordenado respecto a Canaán que sus fortificaciones sean destruidas. Dijo: "No te divertirás más, oh virgen oprimida, hija de Sidón. Levántate para pasar a Quitim; pero aun allí no tendrás reposo." ¡He allí la tierra de los caldeos! Este es el pueblo que ni siquiera cuenta; Asiria la destinó para las fieras del desierto. Ellos levantaron sus torres de asedio; entonces desmantelaron sus palacios y la convirtieron en ruinas. Lamentad, oh naves de Tarsis, porque vuestra fortaleza es destruida. Acontecerá en aquel día que Tiro será puesta en olvido durante setenta años, como los días de un rey. Después de los setenta años le sucederá a Tiro lo de la canción de la prostituta: "Toma la lira y rodea la ciudad, oh prostituta olvidada. Toca bien y canta muchas canciones, para que se acuerden de ti." Acontecerá que al fin de los setenta años Jehovah visitará a Tiro. Ella volverá a su salario de prostituta y volverá a fornicar con los reinos del mundo sobre la faz de la tierra. Pero su ganancia y su paga estarán consagradas a Jehovah. No serán atesoradas ni acumuladas; porque sus mercancías serán para los que habiten delante de Jehovah, para que coman hasta saciarse y se vistan de ropas finas. He aquí que Jehovah devastará y arrasará la tierra. Trastornará su superficie y dispersará a sus habitantes. Al sacerdote le sucederá como a la gente del pueblo, al esclavo como a su señor, a la criada como a su señora, al que compra como al que vende, al que presta como al que toma prestado, al acreedor como al deudor. La tierra será del todo devastada y enteramente saqueada, porque Jehovah ha pronunciado esta palabra. La tierra está de duelo, se reseca; el mundo languidece, se reseca. Languidecen los grandes del pueblo de la tierra. La tierra ha sido profanada por sus habitantes, porque han transgredido las leyes, han falseado el derecho y han quebrantado el pacto eterno. Por esta causa una maldición ha devorado la tierra, y los que la habitan son culpables. Por esta causa han disminuido los habitantes de la tierra, y quedan muy pocos seres humanos. Languidece el vino nuevo. Se ha marchitado la vid. Gimen todos los que eran de alegre corazón. Cesó el regocijo de los tamboriles. Se acabó el bullicio de los que se divierten; cesó el regocijo de la lira. No beben el vino con canción; el licor es amargo a los que lo beben. Quebrantada está la ciudad del caos; toda casa se ha cerrado para que nadie entre. En las calles se oye el lamento por el vino. Todo gozo se oscurece; la alegría de la tierra ha sido desterrada. En la ciudad ha quedado la desolación. Sus puertas han sido destrozadas con la ruina. Pues ocurrirá en medio de la tierra, en medio de los pueblos, así como cuando se varea al olivo, y como rebuscos una vez acabada la vendimia. Estos alzan su voz y cantan gozosos; a la majestad de Jehovah aclaman desde el occidente. Por tanto, glorificad a Jehovah en el oriente, y al nombre de Jehovah Dios de Israel en las costas del mar. Desde el extremo de la tierra oímos salmos: "¡Gloria al Justo!" Pero yo dije: ¡Desdichado de mí, desdichado de mí! ¡Ay de mí! Los traidores han traicionado; los traidores han actuado con gran traición. Terror, fosa y trampa hay contra ti, oh habitante de la tierra. Acontecerá que el que huya del sonido del terror caerá en la fosa; y el que salga de la fosa será atrapado en la trampa. Porque se abrirán las ventanas de lo alto, y temblarán los cimientos de la tierra. La tierra será completamente destrozada; la tierra será desmenuzada por completo; la tierra será derrumbada en gran manera. La tierra se tambaleará del todo como un borracho. Se mecerá como una choza, y sobre ella pesará su rebelión. Caerá y no volverá a levantarse. Acontecerá en aquel día que Jehovah castigará en lo alto al ejército de lo alto, y en la tierra a los reyes de la tierra. Ellos serán agrupados como son agrupados los prisioneros en la mazmorra. En la cárcel quedarán encerrados y después de muchos días serán castigados. La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, porque Jehovah de los Ejércitos reinará en el monte Sion y en Jerusalén, y la gloria estará ante sus ancianos. ¡Oh Jehovah, tú eres mi Dios! Te exaltaré; alabaré tu nombre, porque has hecho maravillas. Desde antaño tus designios son fieles y verdaderos. Tú has convertido la ciudad en un montón de escombros; la ciudad fortificada, en ruinas. La ciudadela de los arrogantes has trastornado; nunca más será reedificada. Por esto te glorificarán los pueblos fuertes, y te temerán las ciudades de las naciones tiránicas. Porque has sido fortaleza para el pobre, una fortaleza para el necesitado en su aflicción, protección en la tormenta y sombra en el calor; porque el ímpetu de los tiranos es como una tormenta contra el muro. Como el calor en una tierra de sequedad, doblegarás el bullicio de los arrogantes; como el calor bajo la sombra de la nube humillarás el cántico de los tiranos. Sobre este monte Jehovah de los Ejércitos hará a todos los pueblos un banquete de manjares, un banquete de vinos añejos, manjares suculentos y refinados vinos añejos. Entonces sobre este monte destruirá la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que está puesto sobre todas las naciones. Destruirá a la muerte para siempre, y el Señor Jehovah enjugará toda lágrima de todos los rostros. Quitará la afrenta de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Jehovah ha hablado. Se dirá en aquel día: "¡He aquí, éste es nuestro Dios! En él hemos esperado, y él nos salvará: ¡Este es Jehovah! En él hemos esperado. ¡Gocémonos y alegrémonos en su salvación!" Porque la mano de Jehovah reposará sobre este monte, y Moab será pisoteado debajo de él, como es pisoteado un montón de paja en el agua del muladar. En medio de él extenderá sus manos, como las extiende el nadador para nadar. Pero él humillará su soberbia, a pesar del movimiento de sus manos. También abatirá tus altos muros fortificados; los derribará a tierra, hasta el polvo. En aquel día se cantará este cántico en la tierra de Judá: Tenemos una ciudad fortificada; Dios ha puesto la salvación como muros y antemuros. Abrid las puertas, y entrará la nación justa que guarda la fidelidad. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado. Confiad en Jehovah para siempre, porque Jehovah es la Roca de la eternidad. Pues él abatió a los que moraban en lo alto; humilló hasta la tierra a la ciudad enaltecida; la derribó hasta el polvo. El pie la pisoteará, los pies de los afligidos, los pasos de los necesitados. La rectitud es el camino para el justo. Tú, que eres recto, allana la senda del justo. Ciertamente, siguiendo el camino de tus juicios te hemos esperado, oh Jehovah; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma. Mi alma te espera en la noche; mientras haya aliento en mí, madrugaré a buscarte. Porque cuando tus juicios se manifiestan en la tierra, los habitantes del mundo aprenden justicia. Aunque se le tenga piedad al impío, no aprende justicia; en tierra de rectitud hace iniquidad y no considera la majestad de Jehovah. Oh Jehovah, levantada está tu mano, pero ellos no la ven. Que vean el celo por tu pueblo y se avergüencen; que también los consuma el fuego para tus enemigos. Oh Jehovah, tú estableces paz para nosotros, porque también realizas por nosotros todas nuestras obras. Oh Jehovah, Dios nuestro, otros amos aparte de ti se han enseñoreado de nosotros; pero sólo reconocemos tu nombre, el tuyo. Muertos son; no vivirán. Han fallecido; no se levantarán. Porque tú los has castigado y los has destruido; has hecho perecer todo recuerdo de ellos. Tú has engrandecido la nación, oh Jehovah; has engrandecido la nación y te has hecho glorioso. Has ensanchado todas las fronteras del país. Oh Jehovah, te buscaban en la tribulación; cuando tu castigo caía sobre ellos, derramaban su oración. Como la mujer encinta y cercana a dar a luz que se retuerce y grita en sus dolores, así hemos sido delante de ti, oh Jehovah. Concebimos; tuvimos dolores de parto, pero fue como si diéramos a luz viento. Ninguna liberación hemos logrado en la tierra, ni han podido nacer los habitantes del mundo. Tus muertos volverán a vivir; los cadáveres se levantarán. ¡Despertad y cantad, oh moradores del polvo! Porque tu rocío es como rocío de luces, y la tierra dará a luz a sus fallecidos. Anda, oh pueblo mío, entra en tus habitaciones; cierra tras de ti tus puertas. Escóndete por un breve momento hasta que pase la ira. Porque he aquí que Jehovah sale de su lugar, para castigar la maldad de los habitantes de la tierra contra él. La tierra dejará ver su sangre derramada; no encubrirá más a sus asesinados. En aquel día Jehovah castigará con su espada dura, grande y fuerte, al Leviatán, la serpiente furtiva, al Leviatán, la serpiente tortuosa; y matará también al monstruo que está en el mar. "En aquel día ésta será la viña hermosa. ¡Cantadle! Yo, Jehovah, la guardo. A cada momento la riego; y para que nadie la dañe, de día y de noche la guardo. Ya no hay furor en mí. ¿Quién pondrá contra mí espinos y cardos en batalla? Yo irrumpiré contra ellos y los quemaré a una, salvo que se acoja a mi amparo y haga la paz conmigo. ¡Que conmigo haga la paz!" Vendrá el día en que Jacob echará raíces; Israel echará botones y dará flores. Y llenarán la superficie del mundo con su fruto. ¿Acaso le ha herido a la manera del que lo hirió? ¿Acaso ha sido muerto a la manera de los que lo mataron? Con expulsión, enviándola lejos, tú contendiste contra ella. Tú la apartaste con tu recio viento en el día del solano. De esta manera, será perdonada la iniquidad de Jacob, y esto eliminará su pecado: que él ponga todas las piedras del altar como piedras de cal desmenuzadas, de modo que no vuelvan a levantar árboles rituales de Asera ni altares de incienso. Ciertamente la ciudad fortificada ha quedado solitaria; la morada, abandonada y dejada como un desierto. Allí pasta el becerro; allí se recuesta y consume sus ramas. Cuando sus ramas se secan, son quebradas; luego las mujeres vienen y las hacen arder. Porque éste es un pueblo sin entendimiento. Por tanto, su Hacedor no tendrá de él misericordia; el que lo formó no se compadecerá. Pero sucederá en aquel día que Jehovah golpeará con vara, desde la corriente del Río hasta el arroyo de Egipto. Y vosotros, oh hijos de Israel, seréis recogidos uno por uno. Sucederá en aquel día que se tocará una gran corneta, y vendrán los que habían estado perdidos en la tierra de Asiria y los que habían sido desterrados en la tierra de Egipto. Entonces adorarán a Jehovah en el monte santo, en Jerusalén. ¡Ay de la corona de soberbia de los borrachos de Efraín y de la flor marchita de la hermosura de su gloria, que está sobre la cabeza de los que se glorían de la abundancia, de los aturdidos por el vino! He aquí que viene de parte de Jehovah alguien que es fuerte y poderoso. Derriba a tierra con fuerza, como tormenta de granizo y tempestad destructora, como tormenta de recias aguas que inundan. Con los pies será pisoteada la corona de soberbia de los borrachos de Efraín. Y la flor marchita de la hermosura de su gloria, que está sobre la cabeza de los que se glorían de la abundancia, será como la fruta temprana, antes del verano, la cual cuando alguien la ve, se la traga tan pronto como la tiene en su mano. En aquel día Jehovah de los Ejércitos será corona de hermosura y diadema de gloria para el remanente de su pueblo. El será espíritu de justicia para el que preside el juicio, y de valor para los que vuelven el ataque hasta las puertas de la ciudad. Pero también éstos han errado a causa del vino, y han divagado a causa del licor. El sacerdote y el profeta han errado a causa del licor; han sido confundidos a causa del vino. Han divagado a causa del licor; han errado en su visión y han titubeado en sus decisiones. Todas las mesas están llenas de vómito repugnante, hasta no quedar lugar limpio. Dicen: "¿A quién enseñará conocimiento, o a quién hará entender el mensaje? ¿A los que recién han sido destetados? ¿A los que recién han sido quitados de los pechos? Porque mandato tras mandato, mandato tras mandato; línea tras línea, línea tras línea; un poquito allí, un poquito allí…" ¡Ciertamente, con balbuceo de labios y en otro idioma hablará Dios a este pueblo! A ellos había dicho: "Este es el reposo; dad reposo al cansado. Este es el lugar de descanso." Pero ellos no quisieron escuchar. Por lo cual, la palabra de Jehovah para ellos será: "Mandato tras mandato, mandato tras mandato; línea tras línea, línea tras línea; un poquito allí, un poquito allí; para que vayan y caigan de espaldas y sean quebrantados, atrapados y apresados." Así que, oh escarnecedores que gobernáis este pueblo en Jerusalén, escuchad la palabra de Jehovah. Porque habéis dicho: "Hemos realizado un pacto con la muerte; con el Seol hemos hecho un convenio. Cuando pase el torrente arrollador, no llegará a nosotros; porque hemos puesto al engaño como nuestro refugio, y en la mentira nos hemos escondido." Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: "He aquí que yo pongo como cimiento en Sion una piedra, una piedra probada. Una preciosa piedra angular es puesta como cimiento. El que crea no se apresure. Pondré el derecho por cordel y la justicia por nivel. El granizo barrerá el refugio del engaño, y las aguas inundarán su escondrijo. Entonces vuestro pacto con la muerte será anulado, y vuestro convenio con el Seol no prevalecerá. Cuando pase el torrente arrollador, seréis aplastados por él. Cada vez que pase, os arrebatará; porque pasará mañana tras mañana, de día y de noche. Entonces entender el mensaje sólo traerá terror." La cama es demasiado corta para estirarse sobre ella, y la manta es demasiado estrecha para envolverse en ella. Porque Jehovah se levantará como en el monte Perazim, y se enardecerá como en el valle de Gabaón, para hacer su obra, su rara obra; para hacer su trabajo, su extraño trabajo. Ahora pues, no sigáis haciendo escarnio, para que no se aprieten más vuestras ataduras. Porque he oído, de parte del Señor Jehovah de los Ejércitos, que sobre toda la tierra ha sido decretada la destrucción. Estad atentos y escuchad mi voz; prestad atención y escuchad mi dicho: ¿Acaso para sembrar, el labrador sólo ara, rompe y deshace los terrones de tierra durante todo el día? Después de haber emparejado la superficie, ¿no esparce el eneldo, arroja el comino y pone el trigo en franjas, la cebada en su lugar y el centeno en el borde? Su Dios le enseña y le instruye en cuanto a lo que es correcto: que el eneldo no se trilla con el trillo, ni sobre el comino se hace rodar la rueda de la carreta; sino que el eneldo se golpea con un palo, y el comino con una vara. Por cierto, no se muele el grano indefinidamente, ni se lo trilla sin fin. Pero haciendo pasar la rueda de la carreta, lo esparce y no lo tritura. También esto procede de Jehovah de los Ejércitos, maravilloso en designios y grande en logros. "¡Ay de Ariel, Ariel, la ciudad donde acampó David! Añadid año sobre año; que las fiestas se repitan tras su ciclo anual. Pero yo pondré a Ariel en aprietos, y será una ciudad de dolor y lamento; ella será para mí un Ariel. Porque contra ti acamparé en círculo; te sitiaré con muros de asedio y levantaré contra ti baluartes. Entonces, humillada hablarás desde la tierra, y tus dichos procederán del polvo hasta el cual habrás sido postrada. Tu voz subirá de la tierra como la de un fantasma; desde el polvo susurrará tu habla." La muchedumbre de tus enemigos será como polvo menudo, y la multitud de los tiranos como el tamo que vuela. Esto sucederá repentinamente, en un momento. De parte de Jehovah de los Ejércitos serás castigada con truenos, con terremotos, con gran estruendo, con torbellino, con tempestad y con llama de fuego consumidor. Entonces la multitud de todas las naciones que combaten contra Ariel y todos sus muros de asedio y sus baluartes, y los que la acosan serán como un sueño y una visión nocturna. Será como cuando el que tiene hambre sueña, y he aquí está comiendo; pero cuando despierta, su estómago está vacío. Será como cuando el que tiene sed sueña, y he aquí está bebiendo; pero cuando despierta, se encuentra desfallecido, y su garganta está reseca. Así sucederá con la multitud de todas las naciones que combaten contra el monte Sion. Quedad asombrados y maravillaos; cegaos y quedad ciegos. Embriagaos, pero no con vino; tambaleaos, pero no con licor. Porque Jehovah ha derramado sobre vosotros espíritu de letargo. Ha cerrado vuestros ojos (a los profetas); ha cubierto vuestras cabezas (a los videntes). Toda la visión será como las palabras de un libro sellado. Cuando lo dan al que sabe leer y le dicen: "Por favor, lee esto," él dice: "No puedo, porque está sellado." Y cuando dan el libro al que no sabe leer y le dicen: "Por favor, lee esto," él dice: "No sé leer." Dice, pues, el Señor: "Porque este pueblo se acerca con su boca y me honra sólo con sus labios; pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí está basado en mandamientos de hombres. Por eso, he aquí que volveré a hacer maravillas con este pueblo, maravilla sobre maravilla. Entonces perecerá la sabiduría de sus sabios, y el entendimiento de sus entendidos se eclipsará." ¡Ay de los que se esconden de Jehovah en lo profundo, encubriendo los planes! Realizan sus obras en las tinieblas, diciendo: "¿Quién nos ve?" y "¿Quién nos conoce?" ¡Cómo trastornáis las cosas! ¿Acaso el alfarero será considerado como el barro? ¿Acaso lo que ha sido hecho dirá de quien lo hizo: "El no me hizo"? ¿Dirá lo que ha sido formado del que lo formó: "El no tiene entendimiento"? ¿Acaso no será el Líbano convertido, de aquí a poco tiempo, en un campo fértil, y el campo fértil será considerado un bosque? En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán desde la oscuridad y las tinieblas. Entonces los humildes volverán a alegrarse en Jehovah, y los más necesitados de los hombres se regocijarán en el Santo de Israel. Porque se habrá acabado el tirano, y el burlador habrá sido exterminado. Serán eliminados todos los que están a la expectativa para hacer el mal, los que hacen pecar al hombre en palabra, los que ponen trampas para hacer caer al que amonesta en la puerta de la ciudad, los que con argumentos vacíos desvían al justo. Por tanto, Jehovah, que redimió a Abraham, ha dicho así a la casa de Jacob: "Ahora Jacob no será avergonzado más, ni tampoco palidecerá ahora su rostro. Porque sus descendientes, al ver en medio suyo la obra de mis manos, santificarán mi nombre. Santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel. Los extraviados de espíritu conocerán el entendimiento, y los murmuradores aprenderán la lección. "Ay de los hijos rebeldes," dice Jehovah, "por llevar a cabo planes pero no los míos, por hacer libaciones para sellar alianzas pero no según mi Espíritu, añadiendo pecado sobre pecado. "Ellos parten para descender a Egipto a fin de protegerse bajo la protección del faraón y de refugiarse en la sombra de Egipto; pero a mí no me han consultado. Pero la protección del faraón se os convertirá en vergüenza; y el refugio de la sombra de Egipto, en afrenta. Cuando sus magistrados estén en Tanis y sus embajadores lleguen a Hanes, todos serán defraudados por un pueblo que no les servirá de nada. No los socorrerá, ni les traerá provecho, sino sólo vergüenza y afrenta." Profecía acerca de los animales del Néguev: "Por tierra de tribulación y angustia, de donde provienen la leona y el león, la víbora y la serpiente voladora, ellos llevan sobre los lomos de los asnos sus riquezas, y sobre las jibas de los camellos sus tesoros, hacia un pueblo que no les será de provecho. Ciertamente los egipcios darán ayuda vana y vacía. Por tanto, he llamado a Egipto: ¡Rahab la inutilizada! "Ahora ven y escribe esta visión en una tablilla, delante de ellos. Grábala en un libro para que se conserve como testimonio perpetuo hasta el día final. Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quieren escuchar la instrucción de Jehovah. Ellos han dicho a los videntes: ‘No tengáis visiones’; y a los profetas: ‘No nos profeticéis cosas rectas. Decidnos, más bien, cosas halagüeñas; profetizad cosas ilusorias. Apartaos del camino, desviaos de la senda; dejad de confrontarnos con el Santo de Israel.’" Por tanto, así ha dicho el Santo de Israel: "Porque desechasteis esta palabra y confiasteis en la violencia y en la perversidad, y os habéis apoyado en ello, por eso, este pecado os será como muro agrietado que se abre y cae, como un alto muro al cual de repente, en un instante, le viene su quebrantamiento. Su quebrantamiento será como cuando se quiebra una vasija de alfarero, que sin misericordia es hecha pedazos; tanto que entre sus pedazos no se halla un solo fragmento que sirva para sacar brasas de un brasero o para sacar agua de una cisterna." Porque así ha dicho el Señor Jehovah, el Santo de Israel: "En arrepentimiento y en reposo seréis salvos; en la quietud y en la confianza estará vuestra fortaleza." Pero no quisisteis. Más bien, dijisteis: "No, sino que huiremos a caballo." ¡Por tanto, vosotros sí huiréis! Dijisteis: "Sobre veloces caballos cabalgaremos." ¡Por tanto, también vuestros perseguidores serán veloces! Mil huirán ante la amenaza de uno. Huiréis ante la amenaza de cinco, hasta que quedéis como un asta sobre la cumbre de un monte o como una bandera sobre una colina. Por tanto, Jehovah espera para tener piedad de vosotros; por eso, se levanta para tener misericordia de vosotros. Porque Jehovah es un Dios de justicia, ¡bienaventurados son todos los que esperan en él! Ciertamente, oh pueblo de Sion que habitas en Jerusalén, nunca más volverás a llorar. De veras se apiadará de ti al oír la voz de tu clamor; al oírla, te responderá. Aunque el Señor os dé pan de congoja y agua de angustia, tu Maestro nunca más se ocultará, sino que tus ojos verán a tu Maestro. Entonces tus oídos oirán a tus espaldas estas palabras: "¡Este es el camino; andad por él, ya sea que vayáis a la derecha o a la izquierda!" Y considerarás inmundas tus imágenes talladas cubiertas de plata y tus imágenes de fundición revestidas de oro. Las tirarás como a trapo sucio; le dirás: "¡Fuera!" Entonces, cuando siembres la tierra, él dará lluvia a tu sembrado. El alimento que produzca la tierra será sustancioso y abundante. En aquel día tus ganados serán apacentados en amplias praderas. También los bueyes y los asnos que labran la tierra comerán forraje salado, que ha sido aventado con pala y horqueta. Y sucederá en el día de la gran matanza, cuando caigan las torres, que habrá arroyos, corrientes de agua, sobre todo monte alto y sobre toda colina elevada. La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días, en el día en que Jehovah ponga vendas a la fractura de su pueblo y cure las contusiones que él le ha causado. He aquí que el nombre de Jehovah viene de lejos. Arde su furor y levanta densa humareda. Sus labios están llenos de ira, y su lengua es como fuego consumidor. Su aliento, cual torrente desbordado, llega hasta el cuello para zarandear a las naciones en la zaranda hasta acabar con ellos, y para sujetar las mandíbulas de los pueblos con freno que les haga errar. Pero vosotros tendréis una canción, como la noche en que se celebra una fiesta sagrada. Tendréis alegría de corazón, como el que, al son de la flauta, viene al monte de Jehovah, a la Roca de Israel. Entonces Jehovah hará oír la majestad de su voz, y dejará ver el descenso de su brazo con furor de ira y con llama de fuego consumidor, con lluvia violenta, torrente y piedras de granizo. Porque Asiria será hecha pedazos a causa de la voz de Jehovah; con un palo la golpeará. Y sucederá que cada pasada de la vara de corrección que Jehovah descargará sobre ella será al son de panderos y de liras. Blandiendo el brazo combatirá contra ella. Porque desde hace tiempo está listo el Tófet; para el rey ha sido preparado. Su pira se ha hecho profunda y ancha, con su hoguera y abundante leña. El soplo de Jehovah la encenderá como torrente de azufre. ¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda! Buscan apoyo en los caballos; confían en los carros de guerra, por ser numerosos; y en los jinetes, por ser muy poderosos. Pero no miran al Santo de Israel, ni buscan a Jehovah. No obstante, él también es sabio y traerá el desastre; no retirará sus palabras. Se levantará contra la casa de los malhechores y contra la ayuda de los que obran iniquidad. Los egipcios son hombres, no dioses. Sus caballos son carne, no espíritu. De manera que cuando Jehovah extienda su mano, tropezará el que da la ayuda, y caerá el que la recibe. Todos ellos serán exterminados juntos. Porque así me ha dicho Jehovah: "Como el león o el cachorro de león ruge sobre la presa, y cuando se reúne contra él un grupo completo de pastores, no temerá de sus voces ni se agachará ante el tumulto de ellos. Así descenderá Jehovah de los Ejércitos para luchar sobre el monte Sion y sobre su colina. Como los pájaros que revolotean, así defenderá Jehovah de los Ejércitos a Jerusalén. La defenderá y la auxiliará, la preservará y la rescatará." ¡Volved, oh hijos de Israel, a aquel contra quien os habéis rebelado de manera tan radical! Porque en aquel día el hombre repudiará sus ídolos de plata y sus ídolos de oro que para vosotros han hecho vuestras manos pecadoras. Entonces Asiria caerá a espada, pero no de hombre. Lo consumirá la espada, pero no de ser humano. El huirá de la presencia de la espada, y sus jóvenes serán sometidos a trabajo forzado. Su fortaleza se desvanecerá a causa del terror; y sus dirigentes tendrán pavor a causa de la bandera, dice Jehovah, quien tiene su fuego en Sion y su horno en Jerusalén. He aquí que un rey reinará según la justicia, y los magistrados gobernarán según el derecho. Aquel hombre será como un escondedero contra el viento y como un refugio contra la tempestad. Será como corrientes de aguas en tierra de sequedad, como la sombra de un gran peñasco en una tierra sedienta. Entonces no se cerrarán los ojos de los que ven, y los oídos de los que oyen estarán atentos. El corazón de los imprudentes entenderá para comprender, y la lengua de los tartamudos hablará con fluidez y claridad. El vil nunca más será llamado generoso; ni noble, el canalla. Porque el vil habla vilezas; su corazón trama la iniquidad para practicar la impiedad y hablar perversidades contra Jehovah, a fin de dejar vacía al alma hambrienta y privar de bebida al sediento. Pues el canalla tiene recursos de perversidad. El hace planes para enredar a los afligidos con palabras engañosas, aun cuando el pobre hable con derecho. Pero el generoso concebirá acciones generosas, y por las acciones generosas permanecerá. Oh mujeres indolentes, levantaos; oíd mi voz. Oh hijas confiadas, escuchad mi palabra: Dentro de poco más de un año os estremeceréis, oh confiadas; porque la vendimia fallará, y la cosecha no vendrá. Temblad, oh indolentes; estremeceos, oh confiadas. Despojaos, desnudaos; ceñid con cilicio vuestras caderas. Golpeaos el pecho por los campos agradables, por la vid fecunda. Sobre la tierra de mi pueblo brotarán espinos y cardos, sobre las casas donde hay regocijo en la ciudad alegre. Porque el palacio ha quedado abandonado, y ha cesado el bullicio de la ciudad. La colina y la torre del centinela se han convertido en lugares arrasados para siempre, lugares de retozo para los asnos monteses y prados para los rebaños. Cuando sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se transforme en un campo fértil, y el campo fértil sea considerado bosque, entonces habitará el derecho en el desierto, y la justicia se establecerá en el campo fértil. El efecto de la justicia será paz; el resultado de la justicia será tranquilidad y seguridad para siempre. Mi pueblo habitará en una morada de paz, en habitaciones seguras y en frescos lugares de reposo. Aunque el bosque caiga por completo, y la ciudad sea totalmente abatida, dichosos vosotros los que sembráis junto a todas las aguas, los que metéis en los campos los cascos del buey y del asno. ¡Ay de ti, que destruyes, y nunca fuiste destruido; que traicionas, y a ti no te han traicionado! Cuando acabes de destruir, tú serás destruido; y cuando acabes de traicionar, te traicionarán. ¡Oh Jehovah, ten misericordia de nosotros, porque en ti hemos confiado! Sé tú nuestro brazo cada mañana; sé también nuestra salvación en el tiempo de angustia. Los pueblos huyen ante el estruendo del tumulto; cuando tú te levantas, se dispersan las naciones. El botín fue amontonado como se amontonan las orugas; como se lanzan las langostas, se lanzan sobre él. ¡Exaltado sea Jehovah, porque mora en las alturas! El ha llenado a Sion de derecho y de justicia. Y él será la seguridad de tus tiempos, un depósito de salvación, de sabiduría y de conocimiento. El temor de Jehovah será su tesoro. He aquí que sus héroes claman en las calles; los embajadores de la paz lloran amargamente. Los caminos nos han quedado desolados; los caminantes han dejado de pasar. El ha violado la alianza y ha rechazado a los testigos. No ha tenido respeto a los hombres. La tierra se ha secado y languidece. El Líbano se ha avergonzado y se ha marchitado. Sarón se ha convertido en Arabá; Basán y el Carmelo se han sacudido. "Ahora me levantaré," dice Jehovah. "Ahora seré exaltado; ahora seré ensalzado. Concebisteis paja, y disteis a luz rastrojo. Vuestro aliento será un fuego que os consuma. Los pueblos serán completamente calcinados; como espinas cortadas serán quemados en el fuego. Vosotros que estáis lejos, oíd lo que he hecho; y vosotros que estáis cerca, conoced mi poder." Los pecadores en Sion tienen temor; el estremecimiento se ha apoderado de los impíos. ¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas?" El que camina en justicia y habla con rectitud, el que aborrece el lucro de la opresión, el que sacude sus manos para no recibir soborno, el que tapa sus oídos para no oír de hechos de sangre, el que cierra sus ojos para no ver la iniquidad, él vivirá en las alturas, y una fortaleza de roca será su alto refugio. Su pan le será provisto, y su agua no faltará. Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán una tierra que se extiende a la distancia. Tu corazón reflexionará acerca del horror y dirá: "¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que pesaba el tributo? ¿Dónde está el que pasaba revista a las torres?" Pero no verás más a aquel pueblo insolente, aquel pueblo de lengua difícil de entender, que balbucea una lengua incomprensible. Contempla a Sion, la ciudad de nuestras solemnidades. Tus ojos verán a Jerusalén, una morada tranquila, una tienda que nunca será desarmada. Nunca serán arrancadas sus estacas, ni será rota ninguna de sus cuerdas. Porque ciertamente allí Jehovah será poderoso para con nosotros, un lugar de ríos y anchas corrientes, por donde no irá ninguna embarcación de remos, ni una nave poderosa pasará por él. Porque Jehovah es nuestro Juez; Jehovah es nuestro Legislador. Jehovah es nuestro Rey; él mismo nos salvará. Tus cuerdas se han aflojado; no pueden sostener el soporte de su mástil ni desplegar la vela. Pero entonces repartirán la presa, un cuantioso botín, y hasta los cojos arrebatarán la presa. Ningún morador dirá: "Estoy enfermo." Al pueblo que habite en ella le será perdonada su iniquidad. ¡Acercaos, oh naciones, para oír; escuchad, oh pueblos! Oiga la tierra y su plenitud, el mundo y todo lo que produce. Porque Jehovah tiene furor contra todas las naciones, e ira contra todo el ejército de ellas. El las destruirá por completo; las entregará a la matanza. Sus muertos serán arrojados, y de sus cadáveres se levantará el hedor. Los montes se disolverán con la sangre de ellos. Todo el ejército de los cielos se corromperá, y los cielos se plegarán como un rollo de pergamino. Todo su ejército caerá como caen las hojas de la parra, o como caen los frutos secos de la higuera. "Porque en los cielos aparecerá mi espada. He aquí que descenderá sobre Edom; para juicio, sobre el pueblo de mi anatema." Llena está de sangre la espada de Jehovah; está engrasada con el sebo, con la sangre de corderos y de machos cabríos, y con el sebo de los riñones de carneros. Porque Jehovah tiene sacrificios en Bosra, y una gran matanza en la tierra de Edom. Junto con ellos caerán los toros salvajes, y los novillos junto con los toros. Su tierra se saciará de sangre, y su suelo se saturará con el sebo. Porque es día de venganza de Jehovah, año de retribución por la causa de Sion. Sus arroyos se convertirán en brea, y su polvo en azufre. Su tierra llegará a ser brea ardiente. No se apagará ni de noche ni de día; perpetuamente subirá su humo. De generación en generación quedará en ruinas; nunca jamás pasará nadie por ella. La poseerán el búho y el erizo; la lechuza y el cuervo habitarán en ella. Sobre ella se extenderán el cordel del caos y la plomada del vacío. Sus nobles no tendrán nada allí que pueda llamarse reino, y todos sus gobernantes serán como nada. Sobre sus palacios crecerán espinos; y sobre sus fortalezas, ortigas y cardos. Serán guarida de chacales y campo de avestruces. Las fieras del desierto se encontrarán con las hienas. El chivo salvaje gritará a su compañero. La lechuza también hallará allí sosiego, y hallará reposo para sí. Allí anidará y ovará el búho; empollará y los cubrirá bajo su sombra. También se reunirán allí los buitres, cada cual con su pareja. Buscad en el libro de Jehovah y leed: "Ninguno de éstos faltará; no faltará ninguno con su respectiva pareja. Porque la boca de Jehovah lo ha mandado, y su mismo Espíritu los reunirá. El realizó el sorteo para ellos, y su mano les repartió a cordel. Para siempre la tendrán como heredad, y habitarán allí de generación en generación." Se alegrarán el desierto y el sequedal. Se regocijará el Arabá y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente; se regocijará en gran manera, y cantará con júbilo. Le será dada la gloria del Líbano, la majestad del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehovah, la majestad de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles; afirmad las rodillas vacilantes. Decid a los de corazón apocado: "¡Fortaleceos; no temáis! He aquí que vuestro Dios viene con venganza y retribución divina. El mismo vendrá y os salvará." Entonces serán abiertos los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se destaparán. Entonces el cojo saltará como un venado, y cantará la lengua del mudo; porque aguas irrumpirán en el desierto, y torrentes en el Arabá. La arena candente se convertirá en laguna; y el sequedal, en manantiales de agua. En la morada de los chacales habrá pastizales y área de cañaverales y de juncos. Y habrá allí una calzada a la cual se llamará Camino de Santidad. No pasará por ella ningún impuro. Será para los que siguen el camino, y los simples no se desviarán. Allí no habrá leones; no subirán por ella fieras voraces, ni se encontrarán allí. Pero caminarán por allí los redimidos. Los rescatados de Jehovah volverán y entrarán en Sion con cánticos. Y sobre sus cabezas habrá alegría perpetua. Alcanzarán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido. Aconteció que en el año 14 del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó. Después el rey de Asiria envió al Rabsaces, desde Laquis hasta Jerusalén, al rey Ezequías, con un poderoso ejército. El Rabsaces se detuvo junto al acueducto del estanque de arriba, que está en el camino del Campo del Lavador. Luego salieron hacia él Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista. Entonces les dijo el Rabsaces: —Decid a Ezequías que así ha dicho el gran rey, el rey de Asiria: "¿Qué confianza es esa en que confías? Tú has dicho tener plan y poderío para la guerra, pero sólo son palabras de labios. Pero ahora, ¿en quién confías para que te hayas rebelado contra mí? He aquí que tú confías en Egipto, en ese bastón de caña cascada, que a cualquiera que se apoye sobre ella, le entrará por la mano y se la atravesará. Así es el faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él." Pero si me dices: "Confiamos en Jehovah nuestro Dios," ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos altares ha quitado Ezequías, y ha dicho a Judá y a Jerusalén: "Delante de este altar adoraréis"? Ahora pues, comprométete con mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré 2.000 caballos, si acaso tú puedes proveer quienes cabalguen sobre ellos. ¿Cómo podrás resistir a un oficial de uno de los más insignificantes servidores de mi señor, confiando en Egipto por carros y jinetes? Y ahora, ¿acaso he subido contra esta tierra para destruirla sin que haya intervenido Jehovah? Jehovah me ha dicho: "Sube a esa tierra y destrúyela." Entonces Eliaquim, Sebna y Jóaj dijeron al Rabsaces: —Por favor, habla a tus siervos en arameo, porque nosotros lo entendemos. No nos hables en hebreo, a oídos del pueblo que está sobre la muralla. Pero el Rabsaces dijo: —¿Acaso me ha enviado mi señor para decir estas palabras sólo a tu señor y a ti? ¿No les concierne también a los hombres que están sobre la muralla, quienes, como vosotros, han de comer sus propios excrementos y beber su propia orina? Entonces el Rabsaces se puso de pie y gritó a gran voz en hebreo, diciendo: —¡Oíd las palabras del gran rey, el rey de Asiria! Así ha dicho el rey: "No os engañe Ezequías, porque él no os podrá librar. Tampoco os haga confiar Ezequías en Jehovah, diciendo: ‘Ciertamente Jehovah nos librará, y esta ciudad no será entregada en mano del rey de Asiria.’" ¡No escuchéis a Ezequías! Porque así ha dicho el rey de Asiria: "Haced la paz conmigo y rendíos a mí. Y comerá cada uno de su vid y de su higuera, y beberá cada uno de las aguas de su pozo, hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas. No os engañe Ezequías, diciendo: ‘Jehovah nos librará.’ ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones libró su tierra de la mano del rey de Asiria? ¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Acaso libraron éstos a Samaria de mi mano? ¿Cuáles de entre todos los dioses de estas tierras libraron sus tierras de mi mano, para que Jehovah libre a Jerusalén de mi mano?" Pero ellos callaron y no respondieron ni una palabra, porque había una orden del rey que decía: "No le respondáis." Entonces Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista, fueron a Ezequías con sus vestiduras rasgadas y le declararon las palabras del Rabsaces. Aconteció que cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestiduras, y cubierto de cilicio entró en la casa de Jehovah. Luego envió, cubiertos de cilicio, a Eliaquim el administrador del palacio, a Sebna el escriba y a los ancianos de los sacerdotes a donde estaba el profeta Isaías hijo de Amoz. Y le dijeron: —Así ha dicho Ezequías: "Este día es día de angustia, de reprensión y de vergüenza; porque los hijos están a punto de nacer, pero no hay fuerzas para dar a luz. Quizás Jehovah tu Dios habrá escuchado las palabras del Rabsaces, al cual ha enviado su señor, el rey de Asiria, para afrentar al Dios vivo; y le reprenderá a causa de las palabras que Jehovah tu Dios ha escuchado. Eleva, pues, una oración por el remanente que aún queda." Fueron, pues, a Isaías los servidores del rey Ezequías, e Isaías les dijo: —Así diréis a vuestro señor: "Así ha dicho Jehovah: ‘No temas por las palabras que has oído, con las que me han injuriado los criados del rey de Asiria. He aquí, yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor y se volverá a su tierra. Y haré que en su tierra caiga a espada.’" Cuando el Rabsaces oyó que el rey de Asiria había partido de Laquis, regresó y halló al rey combatiendo contra Libna. Luego el rey oyó hablar acerca de Tirhaca, rey de Etiopía: "He aquí que él ha salido para combatir contra ti." Cuando lo oyó, envió mensajeros a Ezequías, diciendo: "Así diréis a Ezequías, rey de Judá: ‘No te engañe tu dios, en quien tú confías, al decirte que Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria. He aquí, tú has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y serás librado tú? ¿Acaso los dioses de las naciones, que mis padres destruyeron, libraron a Gozán, a Harán, a Resef y a los hijos de Edén que estaban en Telasar? ¿Dónde están el rey de Hamat, el rey de Arfad y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Ivá?’" Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros, y la leyó. Luego Ezequías subió a la casa de Jehovah, y la extendió delante de Jehovah. Y Ezequías oró a Jehovah diciendo: "Oh Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu trono entre los querubines: Sólo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra; tú has hecho los cielos y la tierra. Inclina, oh Jehovah, tu oído y escucha; abre, oh Jehovah, tus ojos y mira. Escucha todas las palabras que Senaquerib ha mandado decir para afrentar al Dios vivo. Es verdad, oh Jehovah, que los reyes de Asiria han destruido todos los países y sus tierras, y que han entregado al fuego sus dioses y los destruyeron; porque éstos no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y de piedra. Ahora pues, oh Jehovah, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra conozcan que sólo tú, oh Jehovah, eres Dios." Entonces Isaías hijo de Amoz mandó a decir a Ezequías: "Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: ‘Con respecto a lo que me has pedido en oración acerca de Senaquerib, rey de Asiria, ésta es la palabra que Jehovah ha hablado acerca de él: "‘La virgen hija de Sion te menosprecia; hace burla de ti. Mueve su cabeza a tus espaldas la hija de Jerusalén. ¿A quién has afrentado e injuriado? ¿Contra quién has levantado la voz y alzado los ojos con altivez? ¡Contra el Santo de Israel! "‘Por medio de tus siervos has afrentado al Señor y has dicho: Con la multitud de mis carros yo ascendí a las cumbres de los montes, a las regiones más remotas del Líbano. Corté sus más altos cedros y sus cipreses escogidos. Llegué hasta su cumbre, al bosque más exuberante. Yo cavé y bebí aguas extranjeras, y con las plantas de mis pies hice secar todas las corrientes de Egipto. "‘¿Acaso no lo has oído? Hace mucho tiempo que lo determiné; desde los días de la antigüedad lo dispuse. Y ahora he hecho que suceda para hacer de las ciudades fortificadas montones de ruinas. Y sus habitantes, sin poder hacer nada, son aterrorizados y avergonzados. Son como la planta del campo o el verdor del pasto, como la hierba de los terrados que es quemada antes de madurar. "‘Yo conozco tu sentarte, tu salir y tu entrar, y también tu furor contra mí. Porque te has enfurecido contra mí, y tu arrogancia ha subido a mis oídos, pondré mi gancho en tu nariz y mi freno en tus labios. Y te haré regresar por el camino por donde has venido.’ "Y esto te servirá de señal, oh Ezequías: Este año comeréis de lo que brota de por sí, y el segundo año de lo que crezca de aquello. Pero en el tercer año sembrad y segad; plantad viñas y comed de su fruto. Y los sobrevivientes de la casa de Judá, los que habrán quedado, volverán a echar raíces por debajo y a dar fruto por arriba. Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sion los sobrevivientes. ¡El celo de Jehovah de los Ejércitos hará esto! "Por tanto, así ha dicho Jehovah acerca del rey de Asiria: ‘No entrará en esta ciudad; no tirará en ella ni una sola flecha. No vendrá frente a ella con escudo, ni construirá contra ella terraplén. Por el camino por donde vino, por él se volverá; y no entrará en esta ciudad, dice Jehovah. Pues defenderé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo y por amor a mi siervo David.’" Entonces salió el ángel de Jehovah e hirió a 185.000 en el campamento de los asirios. Se levantaron por la mañana, y he aquí que todos ellos eran cadáveres. Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó, y permaneció en Nínive. Pero sucedió que mientras adoraba en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer lo mataron a espada y huyeron a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón reinó en su lugar. En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Entonces el profeta Isaías hijo de Amoz fue a él y le dijo: —Así ha dicho Jehovah: "Pon en orden tu casa, porque vas a morir y no vivirás." Entonces Ezequías volvió su cara hacia la pared y oró a Jehovah, diciendo: —Oh Jehovah, acuérdate, por favor, de que he andado delante de ti en verdad y con corazón íntegro, y de que he hecho lo bueno ante tus ojos. Ezequías lloró con gran llanto. Entonces la palabra de Jehovah vino a Isaías, diciendo: —Vé y di a Ezequías: "Así ha dicho Jehovah, Dios de tu padre David: ‘He oído tu oración y he visto tus lágrimas. He aquí que yo añadiré quince años a tus días, y libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria. Defenderé esta ciudad por amor a mí mismo y por amor a mi siervo David. Y esto te servirá de señal de parte de Jehovah, de que hará esto que ha dicho: He aquí que yo haré retroceder diez gradas la sombra que ha descendido hacia atrás a causa del sol, en la gradería de Acaz.’" Y el sol regresó atrás diez gradas sobre las gradas por las cuales había descendido. Escrito de Ezequías, rey de Judá, después que enfermó y fue sanado de su enfermedad: Yo dije: "En medio de mis días pasaré por las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años." Dije: "Ya no veré a Jehovah en la tierra de los vivientes. Ya no contemplaré a ningún hombre entre los habitantes del mundo. Mi morada es removida y quitada de mí, cual una tienda de pastor. Como hace el tejedor, he enrollado mi vida; él corta la hebra de mi tejido. Desde el día hasta la noche me doblegas por completo. Mi clamor dura hasta el amanecer; como un león, él tritura todos mis huesos. Desde el día hasta la noche me doblegas por completo. Chillo como la golondrina y la grulla; gimo como la paloma. Mis ojos lloran hacia lo alto: Oh Señor, estoy oprimido; intervén en mi favor." ¿Qué, pues, diré? Porque él me ha hablado, y él mismo lo ha hecho. En la amargura de mi alma, andaré con inquietud todos mis años. Oh Señor, para tales cosas se vive; y en todas ellas está la vida de mi espíritu. ¡Oh, fortaléceme y hazme vivir! He aquí, fue por mi bien que tuve gran amargura, pero tú libraste mi vida del hoyo de la destrucción, pues has echado tras tus espaldas todos mis pecados. Porque el Seol no te agradecerá, ni la muerte te alabará. Tampoco los que descienden a la fosa esperarán en tu fidelidad. ¡El que vive, el que vive es el que te agradece, como yo lo hago ahora! El padre da a conocer a los hijos tu fidelidad. Jehovah ha prometido salvarme. Por tanto, tocaremos nuestras melodías en la casa de Jehovah todos los días de nuestra vida. Pues Isaías había dicho: "Tomen una masa de higos, y extiéndanla sobre la llaga, y sanará." Y Ezequías había dicho: "¿Qué señal tendré de que he de subir a la casa de Jehovah?" En aquel tiempo Merodac-baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un presente a Ezequías, porque había oído que había estado enfermo y que se había restablecido. Ezequías se alegró por ellos y les mostró la casa de sus tesoros: la plata, el oro, los perfumes y los ungüentos finos, toda su armería y todo lo que había en sus depósitos. No hubo cosa que Ezequías no les mostrase, en su casa y en todos sus dominios. Entonces el profeta Isaías fue al rey Ezequías y le preguntó: —¿Qué dijeron aquellos hombres, y de dónde vinieron a ti? Ezequías respondió: —Han venido a mí de un país lejano, de Babilonia. El preguntó: —¿Qué han visto en tu casa? Y Ezequías respondió: —Han visto todo lo que hay en mi casa; nada hay en mis depósitos que no les haya mostrado. Entonces Isaías dijo a Ezequías: —Escucha la palabra de Jehovah de los Ejércitos: "He aquí, vienen días en que todo lo que hay en tu casa, lo que tus padres han atesorado hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia. No quedará nada, ha dicho Jehovah. Y de tus hijos que procederán de ti, que tú habrás engendrado, tomarán para que sean eunucos en el palacio del rey de Babilonia." Ezequías dijo a Isaías: —La palabra de Jehovah que has hablado es buena. Porque pensó: "En mis días habrá paz y estabilidad." "¡Consolad, consolad a mi pueblo!," dice vuestro Dios. "Hablad al corazón de Jerusalén y proclamadle que su condena ha terminado y su iniquidad ha sido perdonada, que de la mano de Jehovah ya ha recibido el doble por todos sus pecados." Una voz proclama: "¡En el desierto preparad el camino de Jehovah; enderezad calzada en la soledad para nuestro Dios! ¡Todo valle será rellenado, y todo monte y colina rebajados! ¡Lo torcido será convertido en llanura, y lo escabroso en amplio valle! Entonces se manifestará la gloria de Jehovah, y todo mortal juntamente la verá; porque la boca de Jehovah ha hablado." Una voz decía: —¡Proclámalo! Y yo respondí: —¿Qué he de proclamar? —Que todo mortal es hierba, y toda su gloria es como la flor del campo. La hierba se seca, y la flor se marchita; porque el viento de Jehovah sopla sobre ella. Ciertamente el pueblo es hierba. La hierba se seca, y la flor se marchita; pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre. Sube sobre un monte alto, oh Sion, tú que anuncias buenas nuevas. Levanta con fuerza la voz, oh Jerusalén, tú que anuncias buenas nuevas. Levántala; no temas. Di a las ciudades de Judá: "¡He aquí vuestro Dios!" He aquí que el Señor Jehovah vendrá con poder, y su brazo gobernará por él. He aquí que su retribución viene con él, y su obra delante de él. Como un pastor, apacentará su rebaño; con su brazo lo reunirá. A los corderitos llevará en su seno, y conducirá con cuidado a las que todavía están criando. ¿Quién midió las aguas en el hueco de su mano y calculó la extensión de los cielos con su palmo? ¿Quién contuvo en una medida el polvo de la tierra, y pesó los montes con báscula y las colinas en balanza? ¿Quién ha escudriñado al Espíritu de Jehovah, y quién ha sido su consejero y le ha enseñado? ¿A quién pidió consejo para que le hiciera entender, o le guió en el camino correcto, o le enseñó conocimiento, o le hizo conocer la senda del entendimiento? He aquí que las naciones son como una gota de agua que cae de un balde, y son estimados como una capa de polvo sobre la balanza. El pesa las islas como si fuesen polvo menudo. El Líbano no bastaría para el fuego, ni todos sus animales para un holocausto. Todas las naciones son como nada delante de él; son consideradas por él como cosa vana, y como lo que no es. ¿A qué, pues, haréis semejante a Dios; o con qué imagen le compararéis? El escultor hace una imagen de fundición, y el platero la recubre con oro y le funde cadenas de plata. El que es pobre para ofrecer tal ofrenda escoge una madera que no se pudra y se busca un escultor experto, para que le haga una imagen que no se tambalee. ¿Acaso no sabéis? ¿Acaso no habéis oído? ¿Acaso no se os ha dicho desde el principio? ¿Acaso no habéis comprendido la fundación del mundo? El es el que está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos habitantes le son como langostas. El despliega los cielos como un velo y los extiende como una tienda para habitar. El convierte en nada a los poderosos, y a los gobernantes de la tierra hace como cosa vana. Apenas plantados, apenas sembrados, apenas su tallo ha echado raíz en la tierra, él sopla sobre ellos; y se secan. El torbellino los levanta como a la paja. "¿A quién, pues, me haréis semejante, para que yo sea su igual?, dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos y mirad quién ha creado estas cosas. El saca y cuenta al ejército de ellas; a todas llama por su nombre. Por la grandeza de su vigor y el poder de su fuerza, ninguna faltará." ¿Por qué, pues, dices, oh Jacob; y hablas tú, oh Israel: "Mi camino le es oculto a Jehovah, y mi causa pasa inadvertida a mi Dios"? ¿No lo has sabido? ¿No has oído que Jehovah es el Dios eterno que creó los confines de la tierra? No se cansa ni se fatiga, y su entendimiento es insondable. Da fuerzas al cansado y le aumenta el poder al que no tiene vigor. Aun los muchachos se fatigan y se cansan; los jóvenes tropiezan y caen. Pero los que esperan en Jehovah renovarán sus fuerzas; levantarán las alas como águilas. Correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán. "¡Guardad silencio ante mí, oh costas; y renueven fuerzas las naciones! Acérquense y entonces hablen. Acerquémonos juntos para juicio. ¿Quién despertó del oriente al que para justicia convocó ante sus pies? Entregará delante de él las naciones, de modo que tenga dominio sobre los reyes. Los convertirá en polvo con su espada; y con su arco, en paja arrebatada. Los perseguirá y pasará en paz por una senda donde sus pies nunca habían caminado. ¿Quién ha hecho y realizado esto, llamando a las generaciones desde el principio? Yo Jehovah soy el primero, y yo mismo estoy con los últimos." Las costas han visto y temen. Los confines de la tierra tiemblan; se congregan y acuden. Cada cual ayuda a su compañero y dice a su hermano: "¡Esfuérzate!" El escultor anima al platero, y el que alisa con martillo dice al que golpea en el yunque, con respecto a la soldadura: "¡Está bien!" Luego lo afirma con clavos para que no se tambalee. "Pero tú, oh Israel, eres mi siervo; tú, oh Jacob, a quien escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Yo te tomé de los extremos de la tierra, y de sus regiones más remotas te llamé diciéndote: ‘Tú eres mi siervo; yo te he escogido y no te he desechado. No temas, porque yo estoy contigo. No tengas miedo, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, y también te ayudaré. También te sustentaré con la diestra de mi justicia.’ He aquí que todos los que se enardecen contra ti serán avergonzados y afrentados; los que contienden contigo serán como nada, y perecerán. Buscarás a los que contienden contigo, pero no los hallarás más. Aquellos que te hacen la guerra serán como nada, y como algo que no existe. Porque yo, Jehovah, soy tu Dios que te toma fuertemente de tu mano derecha y te dice: ‘No temas; yo te ayudo.’ No temas, gusanito de Jacob; vosotros, los poquitos de Israel. Yo soy tu socorro, dice Jehovah, tu Redentor, el Santo de Israel. He aquí que yo te he puesto como trillo, como rastrillo nuevo lleno de dientes. Trillarás los montes y los harás polvo; y a las colinas dejarás como tamo. Los aventarás, y se los llevará el viento; el torbellino los esparcirá. Pero tú te regocijarás en Jehovah; te gloriarás en el Santo de Israel. "Los pobres y los necesitados buscan agua, y no la hay; su lengua se reseca de sed. Pero yo, Jehovah, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Sobre las cumbres áridas abriré ríos, y manantiales en medio de los valles. Convertiré el desierto en lagunas, y la tierra reseca en fuentes de agua. Haré crecer en el desierto cedros, acacias, mirtos y olivos. Pondré en la región árida cipreses, olmos y abetos, para que vean y conozcan; para que juntos reflexionen y entiendan que la mano de Jehovah ha hecho esto, y que el Santo de Israel lo ha creado. "Presentad vuestra causa, dice Jehovah; exponed vuestros argumentos, dice el Rey de Jacob. Que se acerquen y nos anuncien lo que ha de suceder. Declárennos las cosas que han sucedido desde el principio, y prestaremos atención. O hacednos oír de las cosas por venir, y sabremos su final. "Decidnos lo que ha de venir después, para que sepamos que vosotros sois dioses. Por lo menos, haced el bien o el mal, para que nosotros tengamos miedo y también temamos. He aquí que vosotros nada sois, y vuestras obras no existen; el que os escoja es una abominación. "Del norte desperté a uno, y vendrá; desde el lugar donde nace el sol, él invocará mi nombre. Y pisoteará a gobernantes como a lodo, como el alfarero pisa el barro. ¿Quién lo anunció desde el principio, para que lo supiéramos? ¿Quién lo dijo de antemano, para que dijéramos: ‘El tenía razón’? Ciertamente no hay quien lo diga, ni quien lo anuncie. Tampoco hay quien oiga vuestras palabras. He aquí que yo fui el primero que declaré estas cosas a Sion, y a Jerusalén le daré un portador de buenas nuevas." Miré, y no había ninguno. Entre ellos no había consejeros a quienes les preguntara para que me dieran respuesta. He aquí que todos son iniquidad, y la obra de ellos nada es. Viento y vanidad son sus imágenes de fundición. "He aquí mi siervo, a quien sostendré; mi escogido en quien se complace mi alma. Sobre él he puesto mi Espíritu, y él traerá justicia a las naciones. No gritará ni alzará su voz, ni la hará oír en la calle. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que se está extinguiendo; según la verdad traerá justicia. No se desalentará ni desfallecerá hasta que haya establecido la justicia en la tierra. Y las costas esperarán su ley." Así dice Dios Jehovah, el que crea los cielos y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos, y el que da respiración al pueblo que está en ella y aliento a los que andan por ella: "Yo, Jehovah, te he llamado en justicia, y te asiré de la mano. Te guardaré y te pondré como pacto para el pueblo, y como luz para las naciones, a fin de que abras los ojos que están ciegos y saques de la cárcel a los presos, y de la prisión a los que moran en las tinieblas. Yo, Jehovah; éste es mi nombre. No daré mi gloria a otros, ni mi alabanza a los ídolos. He aquí, ya sucedieron las cosas primeras; ahora os anuncio las cosas nuevas. Antes que salgan a luz, yo os las anuncio." Cantad a Jehovah un cántico nuevo, su alabanza desde el extremo de la tierra, los que navegáis en el mar y su plenitud; las costas y sus habitantes. Alcen la voz el desierto y sus ciudades, las aldeas donde habita Quedar. Canten de júbilo los habitantes de Sela, y griten desde la cumbre de los montes. Den gloria a Jehovah; proclamen en las costas su alabanza. Jehovah saldrá como valiente, y como hombre de guerra despertará su celo. Gritará, ciertamente lanzará el grito; sobre sus enemigos prevalecerá. "Por mucho tiempo he callado; he guardado silencio y me he contenido. Pero ahora gemiré como la que está de parto, jadeando y resoplando a la vez. Devastaré montes y colinas, y haré secar toda su hierba. Los ríos convertiré en islotes, y haré secar las lagunas. Conduciré a los ciegos por un camino que no han conocido, y por sendas que no han conocido les guiaré. Delante de ellos transformaré las tinieblas en luz, y los lugares escabrosos en llanuras. Estas cosas haré por ellos y no los desampararé. Serán vueltos atrás y en extremo avergonzados los que confían en ídolos y dicen a las imágenes de fundición: ‘Vosotros sois nuestros dioses.’ "¡Sordos, oíd; y ciegos, mirad para ver! ¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es sordo, sino mi mensajero que he enviado? ¿Quién es ciego como el emisario, y ciego como el siervo de Jehovah? Tú ves muchas cosas, pero no las guardas. Los oídos están abiertos, pero nadie escucha. Sin embargo, Jehovah se ha complacido en hacer grande y gloriosa la ley, a causa de su justicia.’" Pero éste es un pueblo despojado y saqueado. Todos ellos han sido atrapados en hoyos y están escondidos en cárceles. Han sido objeto de despojo sin que haya quien los libre. Han sido objeto de saqueo sin que haya quien diga: "¡Restituidles!" ¿Quién de entre vosotros oirá esto? ¿Quién atenderá y escuchará con respecto al porvenir? ¿Quién entregó a Jacob al saqueador, y a Israel a los despojadores? ¿Acaso no fue Jehovah, contra quien hemos pecado? Ellos no quisieron andar en sus caminos, ni obedecieron su ley. Por tanto, Dios derramó sobre él el furor de su ira y la violencia de la guerra. Le prendió fuego en derredor; sin embargo, no entendió. Lo incendió, pero él no lo tuvo en cuenta. Pero ahora, así ha dicho Jehovah, el que te creó, oh Jacob; el que te formó, oh Israel: "No temas, porque yo te he redimido. Te he llamado por tu nombre; tú eres mío. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y cuando pases por los ríos, no te inundarán. Cuando andes por el fuego, no te quemarás; ni la llama te abrasará. Porque yo soy Jehovah tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. A Egipto he entregado por tu rescate; a Etiopía y a Seba he dado por ti. Puesto que ante mis ojos tú eres de gran estima, y eres honorable, y yo te amo, daré hombres por ti, y pueblos por tu vida. "No temas, porque yo estoy contigo. Del oriente traeré a tus descendientes, y del occidente te recogeré. Diré al norte: ‘¡Entrégamelos!’ Y al sur: ‘¡No los retengas!’ Trae de lejos a mis hijos, y a mis hijas de los confines de la tierra. A cada uno que es llamado según mi nombre y a quien he creado para mi gloria, yo lo formé. Ciertamente yo lo hice. "Haz salir a un pueblo que es ciego, aunque tiene ojos, y que es sordo, aunque tiene oídos. Congréguense a una todas las naciones, y reúnanse todos los pueblos. ¿Quién de ellos hay que nos anuncie esto y que nos haga oír las cosas antiguas? Que se presenten sus testigos, y que se justifiquen; que escuchen, y digan: ‘Es verdad.’ "Vosotros sois mis testigos, dice Jehovah; mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y me creáis, a fin de que entendáis que Yo Soy. Antes de mí no fue formado ningún dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Jehovah; fuera de mí no hay quien salve. Yo anuncié y salvé; yo proclamé, y no algún dios extraño entre vosotros. Vosotros sois mis testigos, y yo soy Dios, dice Jehovah. Aun antes que hubiera día, Yo Soy, y no hay quien pueda librar de mi mano. Lo que hago, ¿quién lo deshará?" Así dice Jehovah, vuestro Redentor, el Santo de Israel: "Por vuestra causa enviaré a Babilonia, y haré descender a todos como fugitivos; y aun a los caldeos en sus naves de placer. Yo soy Jehovah, el Santo vuestro, el Creador de Israel, vuestro Rey." Así ha dicho Jehovah—el que abre camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas; el que saca al carro y al caballo y al ejército junto con su poderío, y yacen para no levantarse jamás; son extinguidos y apagados como una mecha—: "No os acordéis de las cosas pasadas; ni consideréis las cosas antiguas. He aquí que yo hago una cosa nueva; pronto surgirá. ¿No la conoceréis? Otra vez os haré un camino en el desierto, y ríos en el sequedal. Los animales del campo me honrarán; también los chacales y las avestruces. Porque daré aguas en el desierto y ríos en el sequedal para dar de beber a mi pueblo escogido. Este es el pueblo que yo he formado para mí; ellos proclamarán mi alabanza. "Sin embargo, no me invocaste, oh Jacob; sino que te cansaste de mí, oh Israel. No me trajiste corderos como tus holocaustos, ni me honraste con tus sacrificios. No te hice servir con ofrendas, ni te fatigué con incienso. No compraste para mí caña aromática por dinero, ni me saciaste con el sebo de tus sacrificios. Más bien, me abrumaste con tus pecados; me fatigaste con tus iniquidades. "Yo soy, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí, y no me acordaré más de tus pecados. Házmelo recordar; entremos juntos a juicio. Habla tú para justificarte. Tu primer padre pecó, y tus mediadores también han transgredido contra mí. Por tanto, yo profané a los principales del santuario, y entregué a Jacob como anatema, y como oprobio a Israel. "Y ahora escucha, oh Jacob, siervo mío; y tú, oh Israel, a quien yo escogí. Así ha dicho Jehovah, tu Hacedor, el que te formó desde el vientre y el que te ayudará: No temas, oh siervo mío Jacob; y tú, oh Jesurún, a quien yo escogí. Porque yo derramaré aguas sobre el suelo sediento, y torrentes sobre la tierra seca. Derramaré mi Espíritu sobre tus descendientes, y mi bendición sobre tus vástagos. Brotarán como entre la hierba, como los sauces junto a las corrientes de las aguas. Este dirá: ‘Yo soy de Jehovah’, ése será llamado por el nombre de Jacob, y aquél escribirá sobre su mano: ‘De Jehovah’, y será llamado con el nombre de Israel." Así ha dicho Jehovah, Rey de Israel, y su Redentor, Jehovah de los Ejércitos: "Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios. ¿Quién es como yo? ¡Que lo proclame! Que declare y relate delante de mí las cosas que han sucedido desde que establecí al pueblo antiguo, y declaren las cosas por venir. Sí, ¡declárenlas! "No temáis, ni tengáis miedo. ¿No te lo hice oír y te lo dije desde antaño? Y vosotros sois mis testigos. ¿Hay Dios aparte de mí? No, no hay otra Roca; no conozco ninguna." Los que dan forma a las imágenes talladas, todos son sólo vanidad; lo más precioso de ellos no sirve para nada. Y en cuanto a sus testigos, ellos mismos no ven ni conocen, para su propia vergüenza. ¿Quién forma un dios o funde una imagen que para nada aprovecha? He aquí que todos sus compañeros serán avergonzados, porque los mismos escultores sólo son hombres. Que se reúnan todos y se pongan de pie; que teman y sean avergonzados a una. El herrero toma una herramienta y trabaja sobre las brasas. Le da forma con el martillo y trabaja con la fuerza de su brazo. Luego tiene hambre, y le faltan las fuerzas; no bebe agua, y desfallece. El carpintero tiende la regla, hace el trazo con un marcador, labra con la gubia, traza con el compás y le da forma de hombre y de belleza humana, para colocarlo en una casa. Corta cedros para sí; escoge una conífera o un roble y lo deja crecer entre los árboles del bosque. Planta un pino, y la lluvia lo hace crecer. Luego se sirve de ellos para hacer fuego. Toma uno y con él se calienta; prende fuego y cuece pan. Hace, además, un dios, y lo adora; hace un ídolo y se postra ante él. Quema parte del leño en el fuego y sobre él prepara carne asada, come y se sacia. Luego se calienta y dice: "¡Ah! Me caliento mientras contemplo el fuego." Después, lo que sobra lo transforma en la imagen tallada de un dios. Se postra ante él y lo adora, y le ruega diciendo: "¡Líbrame, porque tú eres mi dios!" No conocen ni entienden; porque sus ojos están tapados para no ver; también su corazón, para no comprender. Nadie reflexiona; nadie tiene conocimiento ni entendimiento para decir: "Parte de esto quemé en el fuego y sobre sus brasas cocí pan, asé carne y comí. ¿He de convertir en una abominación lo que sobra de él? ¿Me he de postrar ante un tronco de árbol?" Se alimenta de ceniza; su corazón engañado le desvía. No libra su alma ni dice: "¿Acaso no es una mentira lo que tengo en mi mano derecha?" "Acuérdate de estas cosas, oh Jacob; y tú, oh Israel, porque eres mi siervo. Yo te formé; tú eres mi siervo. Oh Israel, no me olvides. He borrado como niebla tus rebeliones, y como nube tus pecados. Vuelve a mí, porque yo te he redimido." Cantad loores, oh cielos, porque Jehovah lo ha hecho. Gritad con júbilo, oh profundidades de la tierra. Prorrumpid en cántico, oh montañas, el bosque y todos sus árboles. Porque Jehovah ha redimido a Jacob y será glorificado en Israel. Así ha dicho Jehovah, tu Redentor; el que te formó desde el vientre: "Yo, Jehovah, hago todas las cosas. Yo solo despliego los cielos y extiendo la tierra, sin la ayuda de nadie. Soy quien deshace las señales de los adivinos y enloquece a los magos. Soy quien hace volver atrás a los sabios y convierte en necedad su erudición. Soy quien confirma la palabra de su siervo y cumple el plan de sus mensajeros. Soy quien dice a Jerusalén: ‘Serás habitada’; y a las ciudades de Judá: ‘Seréis reedificadas; yo levantaré sus ruinas.’ Soy quien dice a las profundidades del mar: ‘¡Séquense!’ y ‘Yo secaré tus ríos.’ Soy quien dice de Ciro: ‘El es mi pastor.’ El cumplirá todo mi deseo al decir de Jerusalén: ‘Sea edificada’, y del templo: ‘Sean puestos tus cimientos.’ "Así ha dicho Jehovah, a su ungido, a Ciro, a quien tomé por su mano derecha para sojuzgar a las naciones delante de él, para desvestir a los reyes de sus armaduras y para abrir puertas delante de él, de modo que las puertas de las ciudades no se cierren: ‘Yo iré delante de ti y allanaré las montañas. Romperé las puertas de bronce y haré pedazos los cerrojos de hierro. Yo te daré los tesoros de la oscuridad, las riquezas de los lugares secretos, para que sepas que yo soy Jehovah Dios de Israel, que te llama por nombre. A causa de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, yo te llamo por tu nombre. Te doy un título de honor, aunque tú no me conoces. Yo soy Jehovah, y no hay otro. Aparte de mí no hay Dios. Yo te ciño, aunque tú no me conoces, para que desde el nacimiento del sol y hasta el occidente se sepa que no hay nadie más que yo. Yo soy Jehovah, y no hay otro. Yo soy quien forma la luz y crea las tinieblas, quien hace la paz y crea la adversidad. Yo, Jehovah, soy quien hace todas estas cosas.’ "Destilad, oh cielos, desde arriba; derramen justicia las nubes. Abrase la tierra, brote la salvación y juntamente crezca la justicia. Yo, Jehovah, lo he creado." ¡Ay del que contiende con su Hacedor, siendo nada más que un pedazo de tiesto entre los tiestos de tierra! ¿Dirá el barro al que le da forma: "¿Qué haces?" o "Tu obra no tiene asas"? Ay del que dice al padre: "¿Qué engendras?," y a la mujer: "¿Qué das a luz?" Así ha dicho Jehovah, el Santo de Israel y su Hacedor: "¿Me pediréis señales acerca de mis hijos, o me daréis órdenes respecto a la obra de mis manos? Yo hice la tierra y creé al hombre sobre ella. Son mis propias manos las que han desplegado los cielos, y soy yo quien ha dado órdenes a todo su ejército. "Yo lo levantaré a él en justicia, y allanaré todos sus caminos. El edificará mi ciudad y dejará ir a mis cautivos; no por precio, ni por soborno," dice Jehovah de los Ejércitos. Así ha dicho Jehovah: "Los productos de Egipto, las mercaderías de Etiopía y de los sabeos, hombres de alta estatura, pasarán a ti y serán tuyos. Irán en pos de ti, pasarán encadenados. Ante ti se postrarán, y a ti te suplicarán diciendo: ‘Ciertamente Dios está en ti, y no hay otro; no hay otro Dios.’" Verdaderamente tú eres un Dios misterioso, oh Dios de Israel, el Salvador. Todos ellos quedarán avergonzados y afrentados; irán con afrenta todos los que fabrican ídolos. Israel será salvado por Jehovah con salvación eterna. No os avergonzaréis, ni seréis afrentados, por los siglos de los siglos. Porque así ha dicho Jehovah—el que ha creado los cielos, él es Dios; el que formó la tierra y la hizo, él la estableció; no la creó para que estuviera vacía, sino que la formó para que fuera habitada—: "Yo soy Jehovah, y no hay otro. Yo no he hablado en secreto, en un lugar de tierra tenebrosa. No he dicho a la generación de Jacob: ‘Buscadme en vano.’ Yo soy Jehovah, que hablo lo que es justo y que declaro lo que es recto. "¡Reuníos y venid! ¡Acercaos, todos los sobrevivientes de entre las naciones! No tienen conocimiento los que cargan un ídolo de madera y ruegan a un dios que no puede salvar. Hablad, presentad vuestra causa. Sí, que deliberen juntos. ¿Y quién ha anunciado esto desde la antigüedad? ¿Quién lo ha dicho desde entonces? ¿No he sido yo, Jehovah? No hay más Dios aparte de mí: Dios justo y Salvador. No hay otro fuera de mí. "¡Mirad a mí y sed salvos, todos los confines de la tierra! Porque yo soy Dios, y no hay otro. Por mí mismo lo he jurado; de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: que delante de mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua. De mí se dirá: ‘Ciertamente, en Jehovah está la justicia y el poder.’" A él vendrán, y serán avergonzados todos los que se enfurecen contra él. En Jehovah será justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel. ¡Bel se ha postrado; Nebo se ha doblegado! Sus ídolos fueron puestos sobre animales y sobre bestias; las cosas que lleváis son pesadas, una carga para las bestias cansadas. Se han doblegado y se han postrado juntos; no pudieron rescatar la carga y ellos mismos han ido en cautividad. "Escuchadme, oh casa de Jacob y todo el remanente de Israel, los que sois cargados por mí desde el vientre y llevados desde la matriz. Hasta vuestra vejez yo seré el mismo, y hasta las canas yo os sostendré. Yo lo he hecho así, y os seguiré llevando. Yo os sostendré y os libraré. "¿A quién me haréis semejante, o a quién me haréis igual? ¿A quién me compararéis para que seamos semejantes? Hay quienes sacan el oro de la bolsa y pesan la plata en la balanza. Luego contratan a un platero para hacer de ello un dios. ¡Luego se postran y lo adoran! Lo cargan sobre los hombros y lo llevan; lo colocan en su lugar. Allí permanece y no se mueve de su sitio. Aunque alguien le invoque, no responde ni lo libra de la tribulación. "Acordaos de esto y tened valor; volved en vosotros, oh transgresores. Acordaos de las cosas del pasado que son desde la antigüedad, porque yo soy Dios, y no hay otro. Yo soy Dios, y no hay nadie semejante a mí. "Yo anuncio lo porvenir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no ha sido hecho. Digo: ‘Mi plan se realizará, y haré todo lo que quiero.’ Yo llamo desde el oriente al ave de rapiña, y de tierra lejana al hombre que llevará a cabo mi plan. Yo hablé, y yo haré que suceda. Lo he planeado y también lo haré. "Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia. Haré que se acerque mi justicia; no se alejará. Mi salvación no se tardará. Pondré salvación en Sion, y para Israel será mi gloria. "Desciende y siéntate en el polvo, oh virgen hija de Babilonia. Siéntate en la tierra, sin trono, oh hija de los caldeos; porque nunca más volverás a ser llamada ‘tierna y delicada’. Toma el molino y muele harina. Quita tu velo, alza tu larga falda, descubre tus piernas, vadea los ríos. Tu desnudez será descubierta, y vista tu afrenta. Tomaré venganza, y no habrá quien interceda," dice nuestro Redentor, cuyo nombre es Jehovah de los Ejércitos, el Santo de Israel. "Siéntate en silencio y entra en la penumbra, oh hija de los caldeos, porque nunca más te volverán a llamar soberana de reinos. Yo me enojé contra mi pueblo, profané mi heredad y los entregué en tus manos. Pero tú no tuviste misericoridia de ellos. Hiciste muy pesado tu yugo sobre los viejos, y dijiste: ‘Para siempre seré soberana.’ No consideraste esto en tu corazón, ni te acordaste de su resultado. "Ahora pues, escucha esto, oh voluptuosa que habitas confiadamente y dices en tu corazón: ‘Yo, y nadie más. No quedaré viuda, ni conoceré la privación de hijos.’ Pero estas dos cosas te sucederán de repente, en un mismo día; privación de hijos y viudez vendrán de lleno sobre ti, a pesar de tus muchas hechicerías y de tus muchos encantamientos. Confiaste en tu maldad y dijiste: ‘Nadie me ve.’ Tu sabiduría y tu conocimiento te han engañado, y dijiste en tu corazón: ‘Yo, y nadie más.’ Vendrá sobre ti un mal que no podrás impedir con conjuros. Caerá sobre ti una ruina que no podrás evitar con rescate. De repente vendrá sobre ti una devastación que no te imaginas. "Persiste, pues, en tus encantamientos y en tus muchas hechicerías, con las cuales te has desvelado desde tu juventud. Quizás puedas sacar algún provecho; quizás puedas ocasionar terror. Te has agotado con tus muchos planes. Pues que se pongan de pie y te libren tus astrólogos, los que contemplan las estrellas y anuncian el comienzo de los meses, para pronosticar lo que vendrá sobre ti. He aquí que serán como paja; el fuego los quemará. No librarán sus propias vidas del poder de la llama de fuego. No quedará brasa para calentarse, ni lumbre ante la cual se sienten. Así serán aquellos con quienes tanto te has afanado, quienes han negociado contigo desde tu juventud. Cada uno divagará por su lado; no habrá quien te salve." Oíd esto, oh casa de Jacob, los que sois llamados con el nombre de Israel, los que habéis salido de las entrañas de Judá, los que juráis por el nombre de Jehovah e invocáis al Dios de Israel, pero no en verdad ni con justicia. Porque dicen pertenecer a la Santa Ciudad y se apoyan en el Dios de Israel, cuyo nombre es Jehovah de los Ejércitos. "Las cosas primeras las manifesté con anticipación. De mi boca salieron; yo las anuncié. Repentinamente las hice, y llegaron a ser. Porque sé que eres duro, que tu cuello es como un tendón de hierro, y tu frente de bronce. Por eso te lo declaré desde entonces; antes que sucediera te lo anuncié, no sea que digas: ‘Mi ídolo las hizo; mi imagen tallada y mi imagen de fundición ordenaron estas cosas.’ Tú lo has oído; considéralo todo. ¿Acaso no dirás que es verdad? Desde ahora te hago oír cosas nuevas, y cosas ocultas que tú no sabes. Hoy han sido creadas, y no en el pasado. No habías oído de ellas antes de este día, para que no digas: ‘He aquí que yo lo sabía.’ Ni tú habías oído de ellas, ni nunca las habías conocido. Tampoco fue abierto desde entonces tu oído, porque yo sabía que ciertamente me traicionarías; por tanto, desde el vientre se te ha llamado rebelde. "Por amor de mi nombre refreno mi furor; para alabanza mía lo reprimo, para no destruirte. He aquí que te he purificado, pero no como a plata; te he probado en el horno de la aflicción. Por mí, por amor de mí mismo lo hago; pues, ¿cómo ha de ser profanado mi nombre? ¡No daré a otro mi gloria! "Escúchame, oh Jacob; y tú, oh Israel, a quien he llamado. Yo Soy. Yo soy el primero, y también soy el último. Ciertamente mi mano puso los fundamentos de la tierra; mi mano derecha extendió los cielos. Cuando yo los convoco, ellos comparecen juntos. "Reuníos todos vosotros y escuchad: ¿Quién hay entre vosotros que revele estas cosas? Aquel a quien Jehovah ama, él hará su voluntad sobre Babilonia, y su brazo estará sobre los caldeos. Yo, yo mismo he hablado; en verdad le he llamado. Yo le he traído, y haré prosperar su camino. Acercaos a mí y oíd esto: Desde el principio no he hablado en secreto; desde que las cosas sucedieron, allí he estado yo." Y ahora me ha enviado el Señor Jehovah y su Espíritu. Así ha dicho Jehovah, tu Redentor, el Santo de Israel: "Yo soy Jehovah tu Dios que te enseña provechosamente, y que te conduce por el camino en que has de andar. ¡Oh, si hubieras estado atento a mis mandamientos! Tu paz habría sido como un río, y tu justicia como las ondas del mar. Tu descendencia sería como la arena, y los que salen de tus entrañas como sus granos. Su nombre nunca sería eliminado ni borrado de mi presencia. "¡Salid de Babilonia! ¡Huid de entre los caldeos! Anunciad esto con voz de alegría; hacedlo oír. Difundidlo hasta el extremo de la tierra. Decid: ‘Jehovah ha redimido a su siervo Jacob.’ No tuvieron sed cuando los llevó por lugares secos; él hizo brotar agua de la roca para su pueblo. Partió la peña, y fluyeron aguas. "¡No hay paz para los malos!," dice Jehovah. ¡Oídme, oh costas, y atended, oh pueblos lejanos! Jehovah me llamó desde el vientre; desde las entrañas de mi madre mencionó mi nombre. Hizo de mi boca una espada puntiaguda; me cubrió con la sombra de su mano. Hizo de mí una flecha afilada; me guardó en su aljaba. Y me dijo: "Mi siervo eres tú, oh Israel; en ti me gloriaré." Pero yo dije: "Por demás me he afanado; en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas. Sin embargo, mi causa está con Jehovah, y mi recompensa con mi Dios." Y ahora Jehovah—quien me formó desde el vientre para ser su siervo, a fin de hacer que Jacob volviese a él y lograr que Israel se adhiriera a él, pues yo soy estimado en los ojos de Jehovah, y mi Dios es mi fortaleza— dice: "Poca cosa es que tú seas mi siervo para levantar a las tribus de Israel y restaurar a los sobrevivientes de Israel. Yo te pondré como luz para las naciones, a fin de que seas mi salvación hasta el extremo de la tierra." Así ha dicho Jehovah, el Redentor de Israel y el Santo suyo, al de alma menospreciada, al abominado por las naciones, al siervo de los tiranos: "Los reyes lo verán y se levantarán; también los príncipes, y se postrarán, a causa de Jehovah, quien es fiel, y por el Santo de Israel, el cual te escogió." Así ha dicho Jehovah: "En tiempo favorable te he respondido, y en el día de salvación te he ayudado. Te guardaré y te pondré por pacto para el pueblo, a fin de que restablezcas la tierra y poseas las heredades desoladas; para que digas a los presos: ‘¡Salid!’; y a los que están en tinieblas: ‘¡Mostraos!’ En los caminos serán apacentados, y en todas las cumbres áridas estarán sus pastizales. No tendrán hambre ni sed; ni el calor ni el sol los golpeará. Porque el que tiene misericordia de ellos los guiará y los conducirá a manantiales de aguas. Yo convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas. He aquí, éstos vendrán desde lejos; he aquí, ésos vendrán del norte y del occidente; y aquéllos, de la tierra de Sevene." Gritad de júbilo, oh cielos! ¡Regocíjate, oh tierra! ¡Prorrumpid en cántico, oh montes! Porque Jehovah ha consolado a su pueblo y de sus afligidos tendrá misericordia. Pero Sion dijo: "Jehovah me ha abandonado; el Señor se ha olvidado de mí." "¿Acaso se olvidará la mujer de su bebé, y dejará de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque ellas se olviden, yo no me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de mis manos te tengo grabada; tus murallas están siempre delante de mí. Tus edificadores vendrán aprisa, y tus destructores y desoladores se irán de ti. Alza tus ojos alrededor y mira: Todos éstos se han reunido y han venido a ti. ¡Vivo yo, dice Jehovah, que con todos ellos te vestirás como si fueran joyas! ¡Y con ellos te adornarás como una novia! En cuanto a tus ruinas, tu desolación y tu tierra destruida, ciertamente ahora serás demasiado estrecha para los habitantes; y tus destructores estarán lejos. Aun los hijos de los cuales fuiste privada te dirán a los oídos: ‘Este lugar es demasiado estrecho para mí; dame espacio para habitar.’ Entonces dirás en tu corazón: ‘¿Quién me dio a luz a éstos? Porque yo estuve sola y estéril, desterrada y apartada. He aquí que yo fui dejada sola; ¿de dónde, pues, han venido éstos? ¿Quién los crió?’" Así ha dicho el Señor Jehovah: "He aquí, yo alzaré mi mano hacia las naciones, y levantaré mi bandera a los pueblos. Ellos traerán en su seno a tus hijos, y tus hijas serán traídas en hombros. Reyes serán tus tutores, y sus princesas tus nodrizas. Con el rostro a tierra se postrarán ante ti y lamerán el polvo de tus pies. Así sabrás que yo soy Jehovah, y que los que esperan en mí no serán avergonzados." ¿Le será quitado el botín al valiente guerrero? ¿Será librado el cautivo de las manos de un tirano? Pues así ha dicho Jehovah: "Ciertamente el cautivo le será quitado al valiente guerrero, y el botín será librado del tirano. Yo contenderé con los que contienden contra ti, y yo salvaré a tus hijos. A los que te oprimen, les haré comer sus propias carnes; se embriagarán con su propia sangre, como con vino nuevo. Y sabrá todo mortal que yo soy Jehovah tu Salvador, tu Redentor, el Fuerte de Jacob." Así ha dicho Jehovah: "¿Dónde está la carta de divorcio de vuestra madre, con la cual yo la he repudiado? ¿O cuál de mis acreedores es aquel a quien os he vendido? He aquí que por vuestras maldades fuisteis vendidos, y por vuestras rebeliones vuestra madre fue repudiada. "¿Por qué vine, y nadie apareció? ¿Por qué llamé, y nadie respondió? ¿Acaso es demasiado corto mi brazo que no pueda rescatar? ¿Acaso no hay en mí fuerzas para librar? He aquí que con mi reprensión haré que el mar se seque; convertiré los ríos en desierto hasta que se pudran sus peces y se mueran de sed por falta de agua. Yo vestiré de oscuridad los cielos, y les pondré cilicio como cobertura." El Señor Jehovah me ha dado una lengua adiestrada para saber responder palabra al cansado. Me despierta cada mañana; cada mañana despierta mi oído para que yo escuche, como los que son adiestrados. El Señor Jehovah me abrió el oído, y no fui rebelde ni me volví atrás. Entregué mis espaldas a los que me golpeaban, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba. No escondí mi cara de las afrentas ni de los esputos. Porque el Señor Jehovah me ayuda, no he sido confundido. Por eso puse mi rostro firme como un pedernal y sé que no seré avergonzado. Cercano está a mí el que me justifica. ¿Quién contenderá conmigo? Comparezcamos juntos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese a mí. He aquí que el Señor Jehovah me ayudará; ¿quién me podrá condenar? He aquí que todos ellos se envejecerán como un vestido, y se los comerá la polilla. ¿Quién entre vosotros teme a Jehovah y escucha la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehovah y apóyese en su Dios. Pero he aquí que todos vosotros encendéis el fuego y prendéis las antorchas. ¡Andad a la luz de vuestro propio fuego, y de las antorchas que habéis encendido! De mi mano os vendrá esto: ¡Acabaréis por yacer en el lugar del tormento! "Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehovah. Mirad la roca de donde fuisteis cortados, y la cantera de donde fuisteis extraídos. Mirad a Abraham, vuestro padre; y a Sara, que os dio a luz. Porque cuando él era uno solo, yo lo llamé, lo bendije y lo multipliqué." Ciertamente Jehovah consolará a Sion; él consolará todas sus ruinas. Convertirá su desierto en Edén y su región árida en huerto de Jehovah. Alegría y gozo habrá en ella, acciones de gracias y sonido de cánticos. "Estad atentos a mí, oh pueblo mío, y oídme, oh nación mía; porque de mí saldrá la ley, y mi mandato será para luz de los pueblos. Mi justicia está cercana; la salvación ya se ha iniciado, y mis brazos juzgarán a los pueblos. En mí esperarán las costas, y en mis brazos pondrán su esperanza. "Alzad vuestros ojos hacia los cielos, y mirad abajo hacia la tierra. Porque los cielos se desvanecerán como humo; la tierra se envejecerá como vestidura, y sus habitantes morirán como moscas. Pero mi salvación permanecerá para siempre, y mi justicia no perecerá. "Oídme, los que conocéis la justicia, el pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis la afrenta de los hombres, ni os atemoricéis ante sus ultrajes. Porque la polilla se los comerá como a vestidura; la larva los consumirá como a la lana. Pero mi justicia permanecerá para siempre, y mi salvación de generación en generación." ¡Despierta, despierta, vístete de poder, oh brazo de Jehovah! Despierta como en los días de la antigüedad, en las generaciones del pasado. ¿No eres tú el que despedazó a Rahab y el que hirió al monstruo marino? ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran océano? ¿No eres tú el que convirtió las profundidades del mar en camino, para que pasaran los redimidos? "Los rescatados de Jehovah volverán y entrarán en Sion con cánticos. Y sobre sus cabezas habrá alegría perpetua. Alcanzarán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido. Yo soy, yo soy vuestro Consolador. ¿Quién eres tú para que temas al hombre, que es mortal; al hijo del hombre, que es tratado como el pasto? ¿Te has olvidado ya de Jehovah, tu Hacedor, que desplegó los cielos y puso los fundamentos de la tierra, para que continuamente y todo el día temas la furia del opresor, cuando se dispone a destruir? Pero, ¿dónde está la furia del opresor? Pronto el que está en cadenas será puesto en libertad; no morirá para ir a la fosa, ni le faltará su alimento. Pues yo soy Jehovah tu Dios, quien agita el mar y hace rugir sus olas; Jehovah de los Ejércitos es su nombre. Habiendo yo extendido los cielos y fundado la tierra, y habiendo dicho a Sion: ‘Tú eres mi pueblo’, pongo mis palabras en tu boca y te cubro con la sombra de mi mano." ¡Despierta! ¡Despierta! Levántate, oh Jerusalén, que de la mano de Jehovah bebiste la copa de su furor y que bebiste hasta la última gota de la copa del vértigo. Entre todos los hijos que ella dio a luz, no hay quien la guíe. Entre todos los hijos que crió, no hay quien la tome de la mano. Estas dos cosas te han sobrevenido. ¿Quién se dolerá de ti? Te han sobrevenido la destrucción y la ruina, el hambre y la espada. ¿Quién te consolará? Tus hijos se han desmayado; como un antílope en una red, yacen tendidos en las esquinas de todas las calles, llenos de la ira de Jehovah y de la reprensión de tu Dios. Escucha, pues, esto, miserable y ebria, aunque no de vino. Así ha dicho Jehovah tu Señor y tu Dios, quien contiende por su pueblo: "He aquí, he quitado de tu mano la copa del vértigo, la copa de mi ira. Nunca más tendrás que beberla. La pondré en la mano de los que te atormentan, los que dicen a tu alma: ‘Póstrate para que pasemos.’ Y tú pusiste tu espalda como tierra, y como calle para los que pasaban." ¡Despierta! ¡Despierta! Vístete de tu poder, oh Sion; vístete de tu ropa de gala, oh Jerusalén, ciudad santa. Porque nunca más volverá a entrar en ti ningún incircunciso ni impuro. Despréndete del polvo; levántate y toma asiento, oh Jerusalén. Suelta las ataduras de tu cuello, oh cautiva hija de Sion. Porque así ha dicho Jehovah: "De balde fuisteis vendidos; por tanto, sin dinero seréis rescatados." Porque así ha dicho el Señor Jehovah: "En el pasado mi pueblo descendió a Egipto para residir allá; después Asiria lo ha oprimido sin motivo. Y ahora, dice Jehovah, ¿qué tengo que ver yo aquí, ya que mi pueblo fue traído sin causa? Los que se enseñorean de él se mofan, dice Jehovah. Continuamente y todo el día mi nombre es blasfemado. Por tanto, mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día, pues yo soy el que dice: ‘¡Aquí estoy!’" ¡Cuán hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae buenas nuevas del bien, del que anuncia la salvación, del que dice a Sion: "¡Tu Dios reina!" ¡Una voz! Tus centinelas alzan la voz. Juntos dan gritos de júbilo, porque cuando Jehovah vuelva a Sion, lo verán con sus propios ojos. Prorrumpid juntas con gritos de júbilo, oh ruinas de Jerusalén, porque Jehovah ha consolado a su pueblo; ha redimido a Jerusalén. Jehovah ha descubierto el brazo de su santidad ante los ojos de todas las naciones. Todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios. ¡Apartaos! ¡Apartaos! ¡Salid de allí! ¡No toquéis lo impuro! ¡Salid de en medio de ella! ¡Purificaos, los que lleváis los utensilios de Jehovah! Pues no saldréis con apresuramiento, ni iréis huyendo; porque Jehovah irá delante de vosotros, y el Dios de Israel irá a vuestra retaguardia. "He aquí que mi siervo triunfará. Será engrandecido y exaltado, y será muy enaltecido. De la manera que muchos se asombraron de él, así fue desfigurada su apariencia, más que la de cualquier hombre; y su aspecto, más que el de los seres humanos. Así asombrará a muchas naciones. Los reyes cerrarán la boca delante de él, porque verán lo que nunca les había sido contado, y comprenderán lo que nunca habían oído." ¿Quién ha creído nuestro anuncio? ¿Sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehovah? Subió como un retoño delante de él, y como una raíz de tierra seca. No hay parecer en él, ni hermosura; lo vimos, pero no tenía atractivo como para que lo deseáramos. Fue despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento. Y como escondimos de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos. Ciertamente él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Nosotros le tuvimos por azotado, como herido por Dios, y afligido. Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero Jehovah cargó en él el pecado de todos nosotros. El fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca. Como un cordero, fue llevado al matadero; y como una oveja que enmudece delante de sus esquiladores, tampoco él abrió su boca. Por medio de la opresión y del juicio fue quitado. Y respecto a su generación, ¿quién la contará? Porque él fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la transgresión de mi pueblo fue herido. Se dispuso con los impíos su sepultura, y con los ricos estuvo en su muerte. Aunque nunca hizo violencia, ni hubo engaño en su boca, con todo eso, Jehovah quiso quebrantarlo, y le hirió. Cuando se haya puesto su vida como sacrificio por la culpa, verá descendencia. Vivirá por días sin fin, y la voluntad de Jehovah será en su mano prosperada. A causa de la angustia de su alma, verá la luz y quedará satisfecho. "Por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con los pecados de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos. Porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores. "¡Alégrate, oh estéril que nunca has dado a luz! Prorrumpe en cánticos y grita de júbilo, tú que nunca tuviste dolores de parto. Porque más son los hijos de la desolada que los de la desposada," ha dicho Jehovah. "Ensancha el sitio de tu tienda, y sean extendidos los tapices de tus moradas. No te limites; alarga tus cuerdas y afirma tus estacas. Porque vas a extenderte a la derecha y a la izquierda; tus descendientes herederán naciones y habitarán las ciudades desoladas. "No temas, porque no serás avergonzada; no seas confundida, porque no serás afrentada. Pues te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. Porque tu marido es tu Hacedor; Jehovah de los Ejércitos es su nombre. Tu Redentor, el Santo de Israel, será llamado Dios de toda la tierra. Porque Jehovah te ha llamado como a una mujer abandonada y triste de espíritu, como a la esposa de la juventud que ha sido repudiada, dice tu Dios. Por un breve momento te dejé, pero con gran compasión te recogeré. Al desbordarse mi ira, escondí de ti mi rostro por un momento; pero con misericordia eterna me compadeceré de ti, dice tu Redentor Jehovah. Esto será para mí como en los días de Noé: Como juré que las aguas de Noé nunca más pasarían sobre la tierra, así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reprenderé. Aunque los montes se debiliten y las colinas se derrumben, mi misericordia no se apartará de ti. Mi pacto de paz será inconmovible, ha dicho Jehovah, quien tiene compasión de ti. "¡Pobrecita, fatigada por la tempestad y sin consuelo! He aquí que yo asentaré tus piedras sobre turquesas y pondré tus cimientos sobre zafiros. Haré tus almenas de rubíes y tus puertas de berilo; y todo tu muro alrededor, de piedras preciosas. "Todos tus hijos serán enseñados por Jehovah, y grande será la paz de tus hijos. En justicia estarás afirmada. Estarás apartada de la opresión, la cual no temerás; y lejos del terror, el cual no se acercará a ti. Si alguno te ataca ferozmente, no será de mi parte; quien te ataque caerá ante ti. He aquí, yo he creado al herrero que sopla los carbones en el fuego y que saca una herramienta para su trabajo; también yo he creado al destructor para destruir. No prosperará ninguna herramienta que sea fabricada contra ti. Tú condenarás toda lengua que se levante contra ti en el juicio. Esta es la heredad de los siervos de Jehovah, y su vindicación de parte mía," dice Jehovah. "Oh, todos los sedientos, ¡venid a las aguas! Y los que no tienen dinero, ¡venid, comprad y comed! Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no satisface? Oídme atentamente y comed del bien, y vuestra alma se deleitará con manjares. Inclinad vuestros oídos y venid a mí; escuchad, y vivirá vuestra alma. Yo haré con vosotros un pacto eterno, las fieles misericordias demostradas a David. He aquí que yo lo he puesto como testigo a los pueblos, como jefe y comandante de los pueblos. He aquí, llamarás a naciones que no conocías, y naciones que no te conocían correrán hacia ti, por causa de Jehovah tu Dios, el Santo de Israel, que te ha llenado de gloria." ¡Buscad a Jehovah mientras puede ser hallado! ¡Llamadle en tanto que está cercano! Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos. Vuélvase a Jehovah, quien tendrá de él misericordia; y a nuestro Dios, quien será amplio en perdonar. "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos, dice Jehovah. Como son más altos los cielos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos. Porque como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven allá sino después de haber saciado la tierra y de haberla hecho germinar, producir y dar semilla al que siembra y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo cual la envié. Ciertamente, con alegría saldréis y en paz os iréis. Los montes y las colinas irrumpirán en cánticos delante de vosotros, y todos los árboles del campo aplaudirán. En lugar del espino crecerá el ciprés; y en lugar de la ortiga, el mirto. Esto servirá de renombre a Jehovah, y de señal eterna que nunca será borrada." Así ha dicho Jehovah: "Guardad el derecho y practicad la justicia; porque mi salvación está próxima a venir, y mi justicia pronta a ser revelada. Bienaventurado el hombre que hace esto, y el hijo de hombre que persevera en ello, que guarda el sábado no profanándolo y que guarda su mano de hacer el mal." El hijo del extranjero que se ha adherido a Jehovah no hable diciendo: "Sin duda, Jehovah me separará de su pueblo." Tampoco diga el eunuco: "He aquí, yo soy un árbol seco." Porque así ha dicho Jehovah: "A los eunucos que guardan mis sábados, que escogen lo que yo quiero y que abrazan mi pacto, yo les daré en mi casa y dentro de mis muros un memorial y un nombre mejor que el de hijos e hijas. Les daré un nombre eterno que nunca será borrado. "A los hijos de los extranjeros que se han adherido a Jehovah para servirle y que aman el nombre de Jehovah para ser sus siervos, a todos los que guardan el sábado no profanándolo y que abrazan mi pacto, a éstos yo los traeré al monte de mi santidad y les llenaré de alegría en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar, pues mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos." El Señor Jehovah, que reúne a los rechazados de Israel, dice: "Aun reuniré otros más con sus ya reunidos." ¡Todos los animales del campo, todos los animales del bosque, venid a comer! Sus centinelas son ciegos; no conocen. Todos ellos son perros mudos que no pueden ladrar, videntes echados que aman el dormitar. Son perros comilones e insaciables; son pastores que no saben entender. Todos ellos se apartan tras sus propios caminos, cada cual tras su propio provecho. Dicen: "Venid; traeré vino, y nos embriagaremos con licor. El día de mañana será como éste, o aun mucho mejor." El justo perece, y no hay quien lo tome a pecho. Los piadosos son eliminados, y nadie entiende que es a causa de la calamidad que el justo es eliminado. El que anda en rectitud entrará en paz; llegarán a reposar sobre sus lechos. ¡Pero acercaos acá vosotros, oh hijos de bruja, descendientes de adúltero y de prostituta! ¿De quién os mofáis? ¿Contra quién abrís la boca y alargáis la lengua? ¿No sois vosotros hijos rebeldes y descendencia mentirosa? Vosotros ardéis de lujuria entre los robles y debajo de todo árbol frondoso. Degolláis a vuestros hijos en los valles y debajo de las hendiduras de las peñas. "Con las piedras lisas del valle está tu parte. ¡Ellas, ellas serán tu porción! A ellas derramas libación y ofreces oblación. ¿Habré de aplacarme ante estas cosas? Sobre el monte alto y encumbrado pusiste tu cama. Allí también subiste a hacer sacrificio. Tras la puerta y el poste pusiste tu propio memorial; porque alejado de mí te desnudaste, subiste y extendiste tu cama. Hiciste con ellos pacto, amaste su cama, miraste su desnudez. "Fuiste al rey con ungüentos, y multiplicaste tus perfumes; enviaste lejos a tus mensajeros, y te humillaste hasta el Seol. Con tanto caminar te cansaste, pero no dijiste: ‘¡Estoy rendida!’ Hallaste mucha vitalidad, por lo cual no desfalleciste. "¿Por quién tuviste aprehensión y a quién temiste, de modo que mintieses y no te acordases de mí, ni lo tomases a pecho? ¿No es porque he guardado silencio y disimulado, y no me has temido? Yo expondré tu justicia y tus obras, pero ellas no te aprovecharán. Cuando clames, ¡que te libre tu colección de ídolos! Pero a todos ellos se los llevará el viento; un soplo los arrebatará. Pero el que se refugia en mí tendrá la tierra por heredad y poseerá mi santo monte." Entonces él dirá: "¡Allanad, allanad la calzada! ¡Preparad el camino! ¡Quitad los obstáculos del camino de mi pueblo!" Porque así ha dicho el Alto y Sublime, el que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo: "Yo habito en las alturas y en santidad; pero estoy con el de espíritu contrito y humillado, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los oprimidos. Porque no he de contender para siempre, ni para siempre he de estar airado, pues se desmayaría delante de mí el espíritu y las almas que he creado. "Por la iniquidad de sus ganancias deshonestas me indigné y lo golpeé. Escondí mi rostro y me indigné. Pero él continuó rebelde en el camino de su corazón. He visto sus caminos, pero lo sanaré. Lo guiaré y le daré consuelo, a él y a los suyos que están de duelo. Yo soy el que crea fruto de labios: ¡Paz, paz para el que está lejos y para el que está cerca!, dice Jehovah. Yo lo sanaré. Pero los impíos son como el mar agitado que no puede estar quieto y cuyas aguas arrojan cieno y lodo. "¡No hay paz para los malos!," dice mi Dios. "¡Proclama a voz en cuello! No te contengas; alza tu voz como corneta. Denuncia ante mi pueblo su transgresión, y a la casa de Jacob su pecado. Pero ellos me consultan cada día, y les agrada saber mis caminos, como si fuese gente que hubiera obrado con justicia y que no hubiese dejado el juicio de su Dios. Me piden justos juicios y quieren acercarse a Dios. Dicen: ‘¿Por qué ayunamos, y no hiciste caso? ¿Por qué afligimos nuestras almas, y no te diste por aludido?’ "He aquí que en el día de vuestro ayuno lográis vuestro deseo y explotáis a todos vuestros trabajadores. He aquí que vuestros ayunos son ocasión de contiendas y de riñas, para herir con el puño de perversidad. No podéis seguir ayunando como ahora, con el objeto de hacer oír vuestra voz en lo alto. ¿Es éste el ayuno que yo escogí: sólo un día en que el hombre se aflija a sí mismo? ¿Acaso el doblegar la cabeza como junco y el acostarse sobre cilicio y ceniza es lo que llamáis ayuno y día agradable para Jehovah? ¿No consiste, más bien, el ayuno que yo escogí, en desatar las ligaduras de impiedad, en soltar las ataduras del yugo, en dejar libres a los quebrantados y en romper todo yugo? ¿No consiste en compartir tu pan con el hambriento y en llevar a tu casa a los pobres sin hogar? ¿No consiste en cubrir a tu prójimo cuando lo veas desnudo, y en no esconderte de quien es tu propia carne? Entonces despuntará tu luz como el alba, y tu recuperación brotará con rapidez. Tu justicia irá delante de ti, y la gloria de Jehovah irá a tu retaguardia. Entonces invocarás, y Jehovah te escuchará. Clamarás, y él dirá: ‘¡Aquí estoy!’ "Si quitas de en medio de ti el yugo, el acusar con el dedo y el hablar vilezas; si tu alma provee para el hambriento y sacias al alma humillada, tu luz irradiará en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehovah te guiará siempre y saciará tu alma en medio de los sequedales. El fortalecerá tus huesos, y serás como un jardín de regadío y como un manantial de aguas cuyas aguas nunca faltan. Los tuyos reconstruirán las ruinas antiguas. Levantarás los cimientos que estaban destruidos de generación en generación. Y serás llamado reparador de brechas y restaurador de sendas para habitar. "Si apartas tu pie por respeto al sábado, para no hacer tu capricho en mi día santo; si al sábado llamas delicia, consagrado a Jehovah y glorioso; y si lo honras, no haciendo según tus propios caminos ni buscando tu propia conveniencia ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehovah. Yo te haré cabalgar sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer de la heredad de tu padre Jacob. Porque la boca de Jehovah ha hablado." He aquí que la mano de Jehovah no se ha acortado para salvar, ni su oído se ha ensordecido para oír. Vuestras iniquidades son las que hacen separación entre vosotros y vuestro Dios. Vuestros pecados han hecho que su rostro se oculte de vosotros para no escuchar. Porque vuestras manos se han contaminado con sangre, y vuestros dedos con iniquidad. Vuestros labios hablan mentira, y vuestra lengua murmura maldad. No hay quien clame por justicia, ni quien vaya a juicio con integridad. Confían en la vanidad y hablan falsedades. Conciben afanes y dan a luz iniquidad. Incuban huevos de víboras y tejen telas de arañas. El que coma de sus huevos morirá, y del que sea aplastado saldrá una serpiente. Sus telarañas no servirán para vestirse, ni se cubrirán con sus obras. Sus obras son obras de iniquidad; hechos de violencia hay en sus manos. Sus pies corren al mal, y se apresuran a derramar sangre inocente. Sus pensamientos son pensamientos de iniquidad; destrucción y ruina hay en sus calzadas. No conocen el camino de la paz, ni hay justicia en sus sendas. Sus senderos son torcidos; cualquiera que vaya por ellos no conocerá la paz. Por esto el derecho se ha alejado de nosotros, y no nos ha alcanzado la justicia. Esperamos luz, pero he aquí tinieblas. Esperamos resplandor, pero andamos en la oscuridad. Como ciegos palpamos la pared; andamos a tientas, como si no tuviésemos ojos. Tropezamos tanto al mediodía como al anochecer; estamos como muertos entre los robustos. Gruñimos todos nosotros como osos, y gemimos lastimeramente como palomas. Esperamos justicia, y no la hay; salvación, y está lejos de nosotros. Porque nuestras transgresiones se han multiplicado delante de ti, y nuestro pecado ha testificado contra nosotros. Porque con nosotros permanecen nuestras transgresiones; reconocemos nuestras iniquidades. Transgredimos y negamos a Jehovah; volvemos atrás dejando de seguir a nuestro Dios. Hablamos de opresión y de rebelión; concebimos y proferimos desde el corazón palabras de mentira. El derecho ha sido rechazado, y la justicia se mantiene a distancia. La verdad tropieza en la plaza, y la honestidad no puede entrar. La verdad está ausente, y el que se aparta del mal es despojado. Jehovah ha visto esto, y el hecho que no haya justicia es malo ante sus ojos. Vio, pues, que no había nadie, y se asombró de que no hubiese quien intercediese. Por tanto, su propio brazo le produjo salvación, y su propia justicia lo sostuvo. Se vistió con la coraza de justicia, y puso el casco de salvación sobre su cabeza. Se vistió de ropas de venganza y se cubrió de celo como con un manto. De acuerdo con sus hechos, así dará la retribución: ira para sus adversarios y furor para sus enemigos. Dará su retribución a las costas. Desde el occidente temerán el nombre de Jehovah; y desde donde nace el sol, su gloria. Porque él vendrá como río encajonado, sobre el cual impele el soplo de Jehovah. Entonces el Redentor vendrá a Sion. Y a los de Jacob que se arrepientan de la transgresión, Jehovah les dice: "En cuanto a mí, éste será mi pacto con ellos: ‘Mi Espíritu que está sobre ti y mis palabras que he puesto en tu boca no se apartarán de tu boca, ni de la boca de tus descendientes, ni de la boca de los descendientes de tus descendientes, desde ahora y para siempre’," ha dicho Jehovah. "¡Levántate! ¡Resplandece! Porque ha llegado tu luz, y la gloria de Jehovah ha resplandecido sobre ti. Porque he aquí que las tinieblas cubrirán la tierra; y la oscuridad, los pueblos. Pero sobre ti resplandecerá Jehovah, y sobre ti será vista su gloria. Entonces las naciones andarán en tu luz, y los reyes al resplandor de tu amanecer. "Alza tus ojos en derredor y mira: Todos ellos se han reunido y han venido a ti. Tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas serán traídas en brazos. Entonces lo verás y resplandecerás. Tu corazón se estremecerá y se ensanchará, porque la abundancia del mar se habrá vuelto a ti, y la riqueza de las naciones te será traída. Una multitud de camellos te cubrirá, dromedarios de Madián y de Efa; todos ellos vendrán de Seba. Traerán oro e incienso, y proclamarán las alabanzas de Jehovah. Todo el ganado de Quedar será reunido para ti; carneros de Nebayot te servirán. Serán una grata ofrenda sobre mi altar, y hermosearé el templo de mi esplendor. "¿Quiénes son éstos que vuelan como nubes, y como palomas hacia sus palomares? Ciertamente, en mí esperarán las costas; y a la cabeza estarán las naves de Tarsis para traer de lejos a tus hijos con su plata y su oro, por el nombre de Jehovah tu Dios y por el Santo de Israel que te ha llenado de esplendor. "Los hijos de los extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán. Aunque en mi furor te herí, en mi buena voluntad tendré de ti misericordia. Tus puertas estarán abiertas continuamente. No se cerrarán ni de día ni de noche, para que sean traídas a ti las riquezas de las naciones, y te sean conducidos sus reyes. Porque la nación y el reino que no te sirvan perecerán; tales naciones serán completamente destruidas. "La gloria del Líbano vendrá a ti: cipreses, olmos y abetos para embellecer el lugar de mi santuario. Yo haré glorioso el lugar de mis pies. Humillados vendrán a ti los hijos de los que te afligieron; a las plantas de tus pies se postrarán todos los que te menospreciaban. Te llamarán Ciudad de Jehovah, Sion del Santo de Israel. Aunque fuiste abandonada y aborrecida y no había quien caminase por ti, te convertiré en gloria eterna, motivo de regocijo de generación en generación. Mamarás la leche de las naciones; mamarás el pecho de los reyes. Así conocerás que yo, Jehovah, soy tu Salvador y tu Redentor, el Fuerte de Jacob. "En lugar de cobre traeré oro; y en lugar de hierro, plata. En lugar de madera traeré bronce; y en lugar de piedras, hierro. Pondré la paz como tus administradores y la justicia como tus recaudadores. Nunca más se oirá de violencia en tu tierra, ni de destrucción y ruina en tus territorios. Más bien, a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza. "El sol nunca más te servirá de luz durante el día, ni te alumbrará el resplandor de la luna. Jehovah será para ti luz eterna; tu Dios será tu gloria. Tu sol no se pondrá jamás, ni te será quitada la luna; porque Jehovah será luz eterna para ti, y los días de tu duelo se acabarán. "Entonces tu pueblo, todos ellos serán justos; para siempre heredarán la tierra. Ellos son los vástagos de mi plantío, la obra de mis manos, para manifestar mi gloria. El más pequeño equivaldrá a mil; y el menor, a una nación poderosa. Yo, Jehovah, a su tiempo lo apresuraré." El Espíritu del Señor Jehovah está sobre mí, porque me ha ungido Jehovah. Me ha enviado para anunciar buenas nuevas a los pobres, para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros apertura de la cárcel, para proclamar el año de la buena voluntad de Jehovah y el día de la venganza de nuestro Dios, para consolar a todos los que están de duelo, para proveer a favor de los que están de duelo por Sion y para darles diadema en lugar de ceniza, aceite de regocijo en lugar de luto y manto de alabanza en lugar de espíritu desalentado. Ellos serán llamados robles de justicia, plantío de Jehovah, para manifestar su gloria. Reconstruirán las ruinas antiguas y levantarán las desolaciones de antaño. Restaurarán las ciudades destruidas, las desolaciones de muchas generaciones. Los extraños estarán presentes y apacentarán vuestras ovejas, y los hijos de los extranjeros serán vuestros labradores y vuestros viñadores. Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehovah; servidores de nuestro Dios os llamarán. Comeréis de las riquezas de las naciones, y con la gloria de ellas os nutriréis. En lugar de vuestra vergüenza habrá doble porción. Y en lugar de la afrenta, se regocijarán por su heredad. Por tanto, en su tierra habrá doble porción, y su gozo será eterno. "Porque yo, Jehovah, amo la justicia, y aborrezco la rapiña y la iniquidad. Recompensaré sus obras con fidelidad, y haré con ellos un pacto eterno. Sus descendientes serán conocidos entre las naciones; y sus retoños, en medio de los pueblos. Todos los que los vean reconocerán que ellos son la simiente que Jehovah bendijo." En gran manera me gozaré en Jehovah; mi alma se alegrará en mi Dios. Porque él me ha vestido con vestiduras de salvación y me ha cubierto con manto de justicia. Como a novio me ha ataviado con una diadema, y como a novia que se adorna con sus joyas. Porque como la tierra produce sus brotes y como el huerto hace germinar las semillas sembradas en él, así el Señor Jehovah hará germinar la justicia y la alabanza delante de todas las naciones. Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no me quedaré quieto, hasta que su justicia irradie como luz, y su salvación arda como antorcha. Entonces las naciones verán tu justicia; y todos los reyes, tu gloria. Y te será dado un nombre nuevo, que la boca de Jehovah otorgará. Serás corona de esplendor en la mano de Jehovah, y diadema real en la palma de tu Dios. Nunca más te llamarán Desamparada; ni se dirá más de tu tierra, Desolada. Serás llamada Mi Deleite, y tu tierra, Desposada; porque Jehovah se deleita en ti, y tu tierra será desposada. Pues como el joven se desposa con la virgen, así te desposarán tus hijos; y como el novio se regocija por su novia, así se regocijará tu Dios por ti. Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardias. Jamás callarán ni en todo el día ni en toda la noche. ¡Los que hacéis que Jehovah recuerde, no reposéis! Tampoco le deis reposo, hasta que él restablezca a Jerusalén y haga de ella una alabanza en la tierra. Jehovah juró por su mano derecha y por el brazo de su poder: "Nunca más daré tu trigo por comida a tus enemigos, ni beberán los extranjeros del vino nuevo por el cual tú has trabajado. Más bien, los que lo cosechen lo comerán, y alabarán a Jehovah; y los que lo recolecten lo beberán en los atrios de mi santuario." ¡Pasad, pasad por las puertas! ¡Preparad el camino para el pueblo! ¡Allanad, allanad la calzada; quitad las piedras! ¡Alzad bandera sobre los pueblos! He aquí que Jehovah ha proclamado hasta lo último de la tierra: "Decid a la hija de Sion: ‘¡He aquí tu Salvador viene! ¡He aquí, su recompensa viene con él; y delante de él, su obra!’" Entonces les llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Jehovah. Y a ti te llamarán Buscada, Ciudad No Desamparada. —¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, vestido con vestiduras brillantes? ¿Quién es éste de ropa esplendorosa, que marcha en la grandeza de su poder? —Soy yo, que hablo en justicia, grande para salvar. —¿Por qué está enrojecida tu ropa, y tus vestiduras están como las del que ha pisado en el lagar? —He pisado el lagar yo solo. De los pueblos nadie estuvo conmigo. Los he pisado con mi furor, y los he hollado con mi ira. La sangre de ellos salpicó mis vestiduras, y manché toda mi ropa. Porque el día de la venganza ha estado en mi corazón, y el año de mi redención ha llegado. Yo miré, y no había quien ayudase. Me asombré de que no hubiese quien apoyase. Entonces mi propio brazo me salvó; y mi ira, ella me sostuvo. Con mi furor pisoteé a los pueblos; los embriagué con mi ira y derramé su sangre por tierra. Las misericordias de Jehovah recordaré, y las alabanzas de Jehovah, conforme a todo lo que Jehovah nos ha recompensado, y a su gran bondad para con la casa de Israel. El nos ha recompensado según su misericordia y su gran compasión. Pues ha dicho: "Ciertamente ellos son mi pueblo, hijos que no mienten." Y él fue su Salvador. En toda la angustia de ellos, él fue angustiado; y el ángel de su Presencia los salvó. En su amor y en su compasión los redimió. Los alzó y los llevó todos los días de la antigüedad. Pero ellos se rebelaron y entristecieron a su Espirítu Santo. Por eso se volvió su enemigo, y él mismo combatió contra ellos. Pero se acordó de los días de la antigüedad, de Moisés su siervo. ¿Dónde está el que les hizo subir del mar con el pastor de su rebaño? ¿Dónde está el que puso en él su Espíritu Santo, quien envió su glorioso brazo para estar a la derecha de Moisés, y quien partió las aguas ante ellos, conquistando para sí renombre eterno? El es el que los condujo por los abismos, como a un caballo en el desierto, sin que tropezaran. El Espíritu de Jehovah les dio reposo, como al ganado que desciende al valle. Así condujiste a tu pueblo, conquistando para ti un nombre glorioso. Mira desde el cielo y contempla desde la excelsa morada de tu santidad y de tu gloria: ¿Dónde están tu celo y tu poderío? La conmoción de tu corazón y tu compasión me han sido retenidas. Pero tú eres nuestro Padre; aunque Abraham no nos conozca e Israel no nos reconozca, tú, oh Jehovah, eres nuestro Padre. Desde la eternidad tu nombre es Redentor Nuestro. ¿Por qué, oh Jehovah, nos dejas extraviarnos de tus caminos y endureces nuestro corazón para no temerte? ¡Vuélvete por amor de tus siervos, por las tribus de tu heredad! Por poco tiempo tu pueblo poseyó tu lugar santo, pero nuestros adversarios han pisoteado tu santuario. Hemos venido a ser como aquellos sobre quienes tú jamás has señoreado y sobre los cuales nunca ha sido invocado tu nombre. ¡Oh, si desgarraras los cielos y descendieras! Ante tu presencia temblarían los montes, como cuando el matorral es abrasado por el fuego o como cuando el fuego hace hervir el agua; para dar a conocer tu nombre a tus adversarios, de modo que las naciones se estremezcan ante tu presencia. Descendiste, haciendo cosas temibles que no esperábamos; ante tu presencia temblaron los montes. Desde la antigüedad no se ha escuchado, ni el oído ha percibido, ni el ojo ha visto a ningún Dios fuera de ti, que actúe a favor del que en él espera. Sales al encuentro del que con alegría hace justicia, de los que te recuerdan en sus caminos. He aquí, tú te airaste cuando pecamos. En esta situación hemos permanecido desde hace mucho tiempo, ¿y seremos salvos? Todos nosotros somos como cosa impura, y todas nuestras obras justas son como trapo de inmundicia. Todos nosotros nos hemos marchitado como hojas, y nuestras iniquidades nos han llevado como el viento. No hay quien invoque tu nombre ni se despierte para asirse de ti. Ciertamente escondiste tu rostro de nosotros y nos has entregado al poder de nuestras iniquidades. Pero ahora, oh Jehovah, tú eres nuestro Padre. Nosotros somos el barro, y tú eres nuestro alfarero; todos nosotros somos la obra de tus manos. No te enojes sobremanera, oh Jehovah, ni guardes para siempre memoria de la iniquidad. Por favor, mira; todos nosotros somos tu pueblo. Tus santas ciudades se han vuelto un desierto. Sion ha llegado a ser un desierto, Jerusalén una desolación. La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria, en la cual te alabaron nuestros padres, ha sido consumida por el fuego. Todas nuestras cosas más estimadas han sido destruidas. Con todo lo ocurrido, ¿vas a contenerte, oh Jehovah? ¿Vas a callar y a afligirnos sin medida? "Yo me dejé buscar por los que no preguntaban por mí; me dejé hallar por los que no me buscaban. A una nación que no invocaba mi nombre dije: ‘¡Aquí estoy; aquí estoy!’ Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde que anda por un camino que no es bueno, tras sus propios pensamientos. Este es un pueblo que en mi propia cara me provoca a ira continuamente, ofreciendo sacrificios en los jardines y quemando incienso sobre ladrillos. Moran en los sepulcros y pasan la noche en lugares secretos. Comen carne de cerdo, y en sus ollas hay caldo de cosas contaminadas. Ellos dicen: ‘Quédate en tu lugar. No te acerques a mí, porque soy más santo que tú.’ Estos son como humo en mis narices, fuego que arde todo el día. "He aquí que está escrito delante de mí. No callaré, sino que daré la retribución; sí, les daré su retribución en su propio seno. Por vuestras iniquidades y por las iniquidades de vuestros padres juntamente, dice Jehovah, quienes quemaron incienso sobre los montes y me afrentaron sobre las colinas, yo les repartiré en su mismo seno la retribución por sus obras del pasado." Así ha dicho Jehovah: "Como cuando alguien halla jugo en un racimo de uvas y dice: ‘No lo destruyas, porque en él hay bendición’, así procederé yo por causa de mis siervos para no destruirlo del todo. Sacaré de Jacob descendencia; y de Judá, al heredero de mis montes. Entonces mis escogidos poseerán la tierra como heredad, y mis siervos habitarán allí. Sarón será transformada en pastizal para ovejas, y el valle de Acor en lugar de reposo para vacas, para mi pueblo que me ha buscado. "Pero vosotros, los que abandonáis a Jehovah, los que os olvidáis de mi monte santo, los que preparáis mesa para la Fortuna y vertís vino mezclado para el Destino, yo también os destinaré a la espada, y todos vosotros os arrodillaréis para el degüello. Porque llamé, y no respondisteis; hablé, y no escuchasteis, sino que hicisteis lo malo ante mis ojos y escogisteis lo que a mí no me agrada." Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: "He aquí que mis siervos comerán, pero vosotros tendréis hambre; mis siervos beberán, pero vosotros tendréis sed; mis siervos se alegrarán, pero vosotros seréis avergonzados. He aquí que mis siervos cantarán por el júbilo del corazón, pero vosotros gritaréis por el dolor del corazón, y gemiréis por el quebrantamiento del espíritu. Dejaréis vuestro nombre como maldición a mis elegidos. El Señor Jehovah te hará morir, pero a sus siervos llamará con otro nombre. "Cualquiera que sea bendecido en la tierra será bendecido por el Dios de la verdad, y el que jure en la tierra jurará por el Dios de la verdad. Pues las angustias del pasado habrán sido olvidadas y estarán ya encubiertas a mis ojos. Porque he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva. No habrá más memoria de las cosas primeras, ni vendrán más al pensamiento. Más bien, gozaos y alegraos para siempre en las cosas que yo he creado. Porque he aquí que yo he creado a Jerusalén para alegría, y a su pueblo para gozo. Yo me gozaré por Jerusalén y me regocijaré por mi pueblo. Nunca más se oirá en ella la voz del llanto ni la voz del clamor. No habrá allí más bebés que vivan pocos días, ni viejos que no completen sus días. Porque el más joven morirá a los cien años, y el que no llegue a los cien años será considerado maldito. Edificarán casas y las habitarán; plantarán viñas y comerán de su fruto. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque como la edad de los árboles será la edad de mi pueblo. Mis escogidos disfrutarán plenamente de las obras de sus manos. No se esforzarán en vano, ni darán a luz hijos para el terror; porque serán linaje bendito de Jehovah, y de igual manera sus descendientes. Y sucederá que antes que llamen, yo responderé; y mientras estén hablando, yo les escucharé. "El lobo y el cordero pacerán juntos. El león comerá paja como el buey, y la serpiente se alimentará de polvo. No harán daño ni destruirán en todo mi santo monte," ha dicho Jehovah. Así ha dicho Jehovah: "El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Dónde está esa casa que me edificaréis? ¿Dónde está ese lugar para mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas; es así como todas estas cosas llegaron a existir, dice Jehovah. Pero a éste miraré con aprobación: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra. "El que mata un toro es como el que mata a un hombre; el que sacrifica una oveja es como el que desnuca un perro; el que presenta ofrenda vegetal es como el que presenta sangre de cerdo; el que hace una ofrenda memorial de incienso es como si bendijese a un ídolo. Así como ellos escogieron sus propios caminos y sus almas se complacieron en sus abominaciones, yo también escogeré tratarlos con penurias y traeré sobre ellos lo que temen. Por cuanto llamé, y nadie respondió; hablé, y no escucharon. Más bien, hicieron lo malo ante mis ojos y escogieron lo que no me agrada." Escuchad la palabra de Jehovah, vosotros los que tembláis ante su palabra: "Vuestros hermanos, que os aborrecen y os excluyen por causa de mi nombre, han dicho: ‘Jehovah sea glorificado, y veamos vuestra alegría.’ Pero ellos serán avergonzados. ¡Sonido de tumulto proviene de la ciudad! ¡Sonido que procede del templo! ¡Voz de Jehovah, que da su retribución a sus enemigos! "¡Antes que estuviese de parto, dio a luz un hijo! ¡Antes que le viniesen los dolores, dio a luz un varón! ¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién ha visto tales cosas? ¿Podrá nacer un país en un solo día? ¿Nacerá una nación en un instante? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos. Yo que abro la matriz, ¿no haré dar a luz?, ha dicho Jehovah. Yo que hago nacer, ¿la habré de cerrar?, ha dicho tu Dios. "Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis. Regocijaos, todos los que estáis de duelo por ella, para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones, para que chupéis y os deleitéis a seno lleno." Porque así ha dicho Jehovah: "He aquí que yo extiendo sobre ella la paz como un río, y la gloria de las naciones como un arroyo que se desborda. Mamaréis y seréis traídos sobre la cadera, y sobre las rodillas seréis acariciados. Como aquel a quien su madre consuela, así os consolaré yo a vosotros. En Jerusalén seréis consolados. Vosotros lo veréis, y se alegrará vuestro corazón; vuestros huesos florecerán como la hierba. Se dará a conocer que la mano de Jehovah está con sus siervos, pero su indignación está con sus enemigos. Porque he aquí que Jehovah vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con ardor y su reprensión con llamas de fuego. Porque Jehovah juzgará con fuego; y con espada, a todo mortal. Muchos serán los que morirán a causa de Jehovah. "Los que se consagran y se purifican para ir a los jardines, siguiendo a uno que está en el centro y comiendo carne de cerdo y de cosas detestables como el ratón, serán aniquilados juntos, dice Jehovah. Pero yo conozco sus obras y sus pensamientos. Ya llegará el tiempo para reunir a todas las naciones y lenguas; ellas vendrán y verán mi gloria. Pondré en ellos una señal, y enviaré algunos de los sobrevivientes de ellos a las naciones: a Tarsis, a Fut, a Lidia (donde disparan el arco), a Tubal, a Grecia y a las costas más distantes que no han oído de mi fama ni han visto mi gloria, para que anuncien mi gloria entre las naciones. Y traerán a todos vuestros hermanos de entre todas las naciones, como ofrenda a Jehovah, a mi santo monte en Jerusalén, tanto en caballos como en carros, en literas, en mulos y en camellos, de la misma manera que los hijos de Israel traen su ofrenda en vasijas limpias a la casa de Jehovah, ha dicho Jehovah. Y también de entre ellos tomaré para sacerdotes y levitas, ha dicho Jehovah. Porque como permanecerán delante de mí los cielos nuevos y la tierra nueva que yo haré, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre, dice Jehovah. "Sucederá que de mes en mes y de sábado en sábado vendrá todo mortal para postrarse delante de mí, ha dicho Jehovah. Entonces saldrán y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará. Y serán un horror para todo mortal." Las palabras de Jeremías hijo de Hilquías, de los sacerdotes que estaban en Anatot, en la tierra de Benjamín. La palabra de Jehovah le vino en los días de Josías hijo de Amón, rey de Judá, en el año 13 de su reinado. También le vino en los días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, hasta el final del año 11 de Sedequías hijo de Josías, rey de Judá, es decir, hasta la cautividad de Jerusalén en el mes quinto. Vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: —Antes que yo te formase en el vientre, te conocí; y antes que salieses de la matriz, te consagré y te di por profeta a las naciones. Y yo dije: —¡Oh Señor Jehovah! He aquí que no sé hablar, porque soy un muchacho. Pero Jehovah me dijo: —No digas: "Soy un muchacho"; porque a todos a quienes yo te envíe tú irás, y todo lo que te mande dirás. No tengas temor de ellos, porque yo estaré contigo para librarte, dice Jehovah. Entonces Jehovah extendió su mano y tocó mi boca. Y me dijo Jehovah: —He aquí, pongo mis palabras en tu boca. Mira, en este día te he constituido sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y desmenuzar, para arruinar y destruir, para edificar y plantar. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: —¿Qué ves, Jeremías? Y respondí: —Veo una vara de almendro. Y Jehovah me dijo: —Has visto bien, porque yo vigilo sobre mi palabra para ponerla por obra. Vino a mí la palabra de Jehovah por segunda vez, diciendo: —¿Qué ves? Y respondí: —Veo una olla hirviente que se vuelca desde el norte. Entonces Jehovah me dijo: —Del norte se desatará el mal sobre todos los habitantes del país. Porque he aquí que yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice Jehovah. Ellos vendrán, y cada uno pondrá su trono a la entrada de las puertas de Jerusalén, junto a todos sus muros alrededor y en todas las ciudades de Judá. Y proferiré mis juicios contra ellos por toda su maldad con que me abandonaron, pues ofrecieron incienso a otros dioses y se postraron ante la obra de sus propias manos. Tú, pues, ciñe tus lomos y levántate; tú les dirás todo lo que yo te mande. No te amedrentes delante de ellos, no sea que yo te amedrente delante de ellos. Porque he aquí que yo te he puesto hoy como una ciudad fortificada, como una columna de hierro y como un muro de bronce contra todo el país; tanto para los reyes de Judá, como para sus magistrados, para sus sacerdotes y para el pueblo de la tierra. Lucharán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estaré contigo para librarte, dice Jehovah. Vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Vé, proclama a los oídos de Jerusalén y diles que así ha dicho Jehovah: ‘Me acuerdo de ti, de la lealtad de tu juventud, del amor de tu noviazgo, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en una tierra no sembrada. Santo era Israel para Jehovah, primicia de su cosecha. Todos los que le devoraban eran culpables, y el mal recaía sobre ellos’, dice Jehovah." ¡Oíd la palabra de Jehovah, oh casa de Jacob y todas las familias de la casa de Israel! Así ha dicho Jehovah: "¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, para que se hayan alejado de mí y se hayan ido tras la vanidad, haciéndose vanos ellos mismos? No dijeron: ‘¿Dónde está Jehovah, que nos hizo subir de la tierra de Egipto y nos condujo por el desierto, por una tierra árida y de hoyos, por una tierra reseca y de densa oscuridad, por una tierra por la cual ningún hombre ha pasado, ni habitó allí hombre alguno?’ Yo os introduje en una tierra fértil, para que comierais de su fruto y de lo bueno de ella. Pero cuando entrasteis, contaminasteis mi tierra y convertisteis mi heredad en abominación. Los sacerdotes no dijeron: ‘¿Dónde está Jehovah?’ Los que se ocupaban de la ley no me conocieron. Los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal y anduvieron tras lo que no aprovecha. Por tanto, dice Jehovah, aún contenderé contra vosotros; contra los hijos de vuestros hijos contenderé. Pasad a las costas de Quitim y observad. Enviad a Quedar y considerad cuidadosamente. Ved si acaso se ha hecho algo semejante a esto. ¿Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, a pesar de que ellos no son dioses? Sin embargo, mi pueblo ha cambiado su gloria por lo que no aprovecha. "¡Espantaos, oh cielos, y horrorizaos por esto! Temblad en gran manera, dice Jehovah. Porque dos males ha hecho mi pueblo: Me han abandonado a mí, que soy fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen el agua. "¿Acaso es Israel un esclavo, o uno nacido en casa? ¿Por qué ha llegado a ser una presa? Los leones rugieron contra él, emitieron su voz e hicieron de su tierra una desolación. Sus ciudades están devastadas y sin habitantes. Aun los hijos de Menfis y de Tafnes te rompieron el cráneo. ¿No te ha sobrevenido esto porque abandonaste a Jehovah tu Dios cuando él te conducía por el camino? Ahora pues, ¿qué tienes tú que ver con el camino de Egipto, para que bebas las aguas del Nilo? ¿Y qué tienes que ver con el camino de Asiria, para que bebas las aguas del Río?" El Señor Jehovah de los Ejércitos dice: "Tu maldad te castigará, y tu apostasía te condenará. Reconoce, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber abandonado a Jehovah tu Dios y el no haberme temido. Porque desde hace mucho quebraste tu yugo y rompiste tus coyundas. Dijiste: ‘¡No serviré!’ Ciertamente sobre toda colina alta y debajo de todo árbol frondoso te echabas tú, oh prostituta. Yo te planté como una vid escogida, como una simiente del todo verdadera. ¿Cómo, pues, te me has convertido en una cosa repugnante, en una vid extraña?" El Señor Jehovah dice: "Aunque te laves con lejía y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá delante de mí. ¿Cómo puedes decir: ‘No estoy contaminada; nunca anduve tras los Baales’? Mira tu proceder en el valle; reconoce lo que has hecho, oh camellita liviana que entrecruza sus caminos. Eres un asna montés, acostumbrada al desierto, que en el ardor de su deseo olfatea el viento. Estando en su celo, ¿quién la detendrá? Todos los que la busquen no tendrán que fatigarse, pues la hallarán en su ardor. ¡Evita que tus pies anden descalzos y que tu garganta tenga sed! Pero dijiste: ‘¡No, es inútil! Porque amo a los extraños, y tras ellos he de ir.’ "Como el ladrón se avergüenza cuando es sorprendido, así se avergonzarán los de la casa de Israel—ellos, sus reyes, sus magistrados, sus sacerdotes y sus profetas—, los que dicen a un árbol: ‘Tú eres mi padre’, y a una piedra: ‘Tú me has dado a luz.’ "Ciertamente me han dado las espaldas y no la cara, pero en el tiempo de su angustia dicen: ‘¡Levántate y líbranos!’ Pero, ¿dónde están tus dioses que te hiciste? ¡Que se levanten, si te han de librar en el tiempo de tu desgracia! Porque según el número de tus ciudades, oh Judá, han sido tus dioses. ¿Por qué contendéis conmigo? Todos vosotros os habéis rebelado contra mí, dice Jehovah. En vano he azotado a vuestros hijos; ellos no han recibido corrección. Vuestra espada ha devorado a vuestros profetas como un león destructor. ¡Oh generación, considerad la palabra de Jehovah! ¿Acaso he sido para Israel como un desierto o como una tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: ‘Somos libres; nunca más volveremos a ti’? ¿Se olvida acaso la virgen de sus joyas, o la novia de su atavío? Sin embargo, mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días. "¡Qué bien dispones tus caminos para buscar amor! Ciertamente aun a las malas mujeres enseñaste tus caminos. Hasta en tus faldas se ha encontrado la sangre de las personas pobres e inocentes. No los hallaste forzando la entrada. Sin embargo, en todo esto tú dices: ‘Soy inocente; ciertamente él ha apartado su ira de mí.’ Porque dijiste: ‘No he pecado’, he aquí que yo entraré en juicio contra ti. ¡Cuán frívola eres para cambiar tus caminos! También serás avergonzada por Egipto, como fuiste avergonzada por Asiria. También de allí saldrás con las manos sobre tu cabeza. Porque Jehovah ha desechado los objetos de tu confianza, y no prosperarás con ellos." Se dice: "Si alguno despide a su mujer, y ella se va de él y se casa con otro hombre, ¿podrá él después volver a ella? ¿No habrá sido esa tierra del todo profanada? "Tú te has prostituido con muchos amantes; pero, ¡vuelve a mí!, dice Jehovah. Alza tus ojos a los cerros y mira: ¿En qué lugar no se han acostado contigo? En los caminos te sentabas para ellos, como un árabe en el desierto. Con tus prostituciones y con tu maldad has profanado la tierra. Por esta causa han sido detenidos los aguaceros, y ha faltado la lluvia tardía. Sin embargo, tuviste el descaro de una prostituta y no quisiste tener vergüenza. ¿Acaso no me llamas ahora: ‘Padre mío’, o ‘Tú eres el amigo de mi juventud’? ‘¿Guardará enojo para siempre? ¿Eternamente lo guardará?’ He aquí que has hablado así, pero has hecho cuantas maldades podías." Jehovah me dijo en los días del rey Josías: "¿Has visto lo que ha hecho la apóstata Israel? Ella ha ido a todo monte alto; y bajo todo árbol frondoso, allí se ha prostituido. Y dije: ‘Después que ella hizo todo esto, volverá a mí.’ Pero no volvió; y lo vio su hermana, la desleal Judá. Ella vio que precisamente porque la apóstata Israel había cometido adulterio, yo la había despedido y le había dado carta de divorcio. Pero su hermana, la desleal Judá, no tuvo temor; más bien, fue y se prostituyó ella también. Y sucedió que a causa de que su prostitución le era liviana, se prostituyó con la piedra y con el árbol, y profanó la tierra. Con todo esto, su hermana, la desleal Judá, no volvió a mí con todo su corazón, sino con falsedad," dice Jehovah. Jehovah me dijo además: "Más justa es el alma de la apóstata Israel que la de la desleal Judá. Vé y proclama estas palabras hacia el norte. Dirás: ‘Vuelve, oh apóstata Israel, dice Jehovah. No haré caer mi ira sobre vosotros, porque soy misericordioso, dice Jehovah. No guardaré enojo para siempre. Sólo reconoce tu maldad, porque contra Jehovah tu Dios te has rebelado, has repartido tus favores a los extraños bajo todo árbol frondoso y no has escuchado mi voz,’ dice Jehovah. "¡Volveos, oh hijos rebeldes, porque yo soy vuestro señor!, dice Jehovah. Os tomaré, uno por ciudad y dos por familia, y os traeré a Sion. Os daré pastores según mi corazón, y ellos os pastorearán con conocimiento y discernimiento. Y acontecerá, dice Jehovah, que cuando os multipliquéis y seáis fecundos en la tierra, en aquellos días, no dirán más: ‘¡El arca del pacto de Jehovah!’ No vendrá a la mente, ni se acordarán de ella, ni la echarán de menos, ni la volverán a hacer. En aquel tiempo a Jerusalén le llamarán Trono de Jehovah. Todas las naciones se congregarán en Jerusalén por causa del nombre de Jehovah, y no andarán más según la dureza de su malvado corazón. En aquellos tiempos la casa de Judá caminará con la casa de Israel, y vendrán juntas de la tierra del norte a la tierra que hice heredar a vuestros padres. "Yo decía: ‘¿Cómo te he de poner entre los hijos y te he de dar la tierra deseable, la heredad más bella de las huestes de las naciones?’ Y yo mismo decía: ‘Me llamarás Padre Mío y no te apartarás de en pos de mí.’ Pero como la mujer que traiciona a su compañero, así me habéis traicionado, oh casa de Israel," dice Jehovah. Una voz fue oída en los cerros: Es el llanto de los ruegos de los hijos de Israel, porque han pervertido su camino y se han olvidado de Jehovah su Dios. —¡Volveos, oh hijos rebeldes, y os sanaré de vuestras rebeliones! —Henos aquí; nosotros venimos a ti, porque tú eres Jehovah nuestro Dios. Ciertamente para engaño son las colinas y el bullicio en los montes. Ciertamente en Jehovah nuestro Dios está la salvación de Israel. Lo vergonzoso ha consumido desde nuestra juventud el esfuerzo de nuestros padres: sus ovejas y sus vacas, sus hijos y sus hijas. Yacemos en nuestra vergüenza, y nuestra desgracia nos cubre; porque nosotros y nuestros padres hemos pecado contra Jehovah nuestro Dios desde nuestra juventud hasta este día. No hemos escuchado la voz de Jehovah nuestro Dios. —Si has de volver, oh Israel, vuelve a mí, dice Jehovah. Si quitas tus abominaciones de mi presencia, y no divagas; y si juras con verdad, con derecho y con justicia, diciendo, "¡Vive Jehovah!," entonces en él serán benditas las naciones, y en él se gloriarán. Porque así ha dicho Jehovah a los hombres de Judá y de Jerusalén: —Abríos surcos y no sembréis entre espinos. Circuncidaos para Jehovah; quitad el prepucio de vuestro corazón, oh hombres de Judá y habitantes de Jerusalén. No sea que por la maldad de vuestras obras mi ira salga como fuego y arda, y no haya quien la apague. Declarad en Judá y hacedlo oír en Jerusalén, diciendo: "¡Tocad la corneta en el país! Pregonad a plena voz y decid: ‘¡Reuníos y entremos en las ciudades fortificadas! ¡Alzad bandera hacia Sion; buscad refugio y no os detengáis!’ Porque yo hago venir del norte calamidad y gran quebrantamiento. El león sale de su espesura; se ha puesto en marcha el destructor de las naciones. Ha salido de su lugar para convertir tu tierra en desolación. Tus ciudades serán devastadas y dejadas sin habitantes. Por eso, ceñíos de cilicio. Lamentad y gemid, porque el ardor de la ira de Jehovah no se ha apartado de nosotros. "Y sucederá en aquel día que desfallecerá el corazón del rey y el corazón de los magistrados, dice Jehovah. Los sacerdotes se quedarán horrorizados, y los profetas quedarán atónitos." Entonces dije: "¡Oh Señor Jehovah! De veras has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: ‘Tendréis paz’, mientras que la espada penetra hasta el alma." En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: "Un viento caliente viene desde los cerros del desierto en dirección de la hija de mi pueblo, pero no para aventar ni para limpiar. Un viento más fuerte que éstos viene de parte mía. Ahora también yo declararé juicios contra ellos." He aquí que subirá como las nubes, y sus carros son como torbellino. Sus caballos son más veloces que las águilas. ¡Ay de nosotros, porque somos devastados! Lava de maldad tu corazón, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo dejarás permanecer en medio de ti tus planes de iniquidad? Porque ya se oye la voz del que trae las noticias desde Dan y del que informa de la calamidad desde la región montañosa de Efraín. Anunciad a las naciones; he aquí, haced oír en Jerusalén: "Vienen guardias de tierra lejana y alzarán su voz contra las ciudades de Judá. Como guardias de campo estarán alrededor de ella, porque se rebeló contra mí," dice Jehovah. Tu camino y tus transgresiones te han acarreado esto. Esta es tu desgracia. ¡Cuán amargo! Porque llegó hasta tu corazón. ¡Ay, mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las paredes de mi corazón. Se conmociona mi corazón dentro de mí. No callaré, oh alma mía, porque lo que has oído es el sonido de la corneta, el pregón de guerra. Quebranto sigue a quebranto, porque toda la tierra es devastada. ¡De repente son devastadas mis moradas; en un momento, mis tiendas! ¿Hasta cuándo habré de ver la bandera y tendré que oír el sonido de la corneta? Porque mi pueblo es insensato; no me conocen. Son hijos ignorantes y carentes de entendimiento. Son expertos para hacer el mal, pero no saben hacer el bien. Miré la tierra, y he aquí que estaba sin orden y vacía. Miré los cielos, y no había en ellos luz. Miré las montañas, y he aquí que temblaban; todas las colinas se estremecían. Miré, y he aquí que no había hombre, y todas las aves del cielo habían huido. Miré, y he aquí que la tierra fértil era un desierto. Todas sus ciudades habían sido devastadas ante la presencia de Jehovah, ante el ardor de su ira. Porque así ha dicho Jehovah: "Todo el país será desolado, aunque no lo consumiré del todo. tortas a la Reina del Cielo y para derramar libaciones a otros dioses, para ofenderme. Por esto se enluta la tierra, y se oscurecen los cielos arriba; porque he hablado, lo he planeado y no cambiaré de parecer, ni desistiré de ello." Todas las ciudades huyen del estruendo de los jinetes y de los arqueros. Se meten en la espesura de los bosques y suben a los peñascos. Todas las ciudades están abandonadas; nadie habita en ellas. Y tú, oh devastada, ¿qué harás? Aunque te vistas de grana y te adornes con adornos de oro, aunque te agrandes los ojos con pintura, en vano te embelleces. Tus amantes te despreciarán; lo que ellos buscan es tu vida. Porque oí una voz como de mujer que tiene dolores de parto, angustia como de primeriza. Es la voz de la hija de Sion que gime y extiende sus manos, diciendo: "¡Ay de mí, pues mi alma desfallece ante los asesinos!" Recorred las calles de Jerusalén; mirad, pues, y sabed. Buscad en sus plazas a ver si halláis un solo hombre, a ver si hay alguno que practique el derecho y que busque la fidelidad; y yo la perdonaré. Pero aunque dicen: "¡Vive Jehovah!," ciertamente juran en falso. Oh Jehovah, ¿no buscan tus ojos la fidelidad? Tú los azotaste, y no les dolió; los consumiste, pero rehusaron recibir corrección. Endurecieron sus caras más que la piedra y rehusaron volver. Entonces dije: "Ciertamente ellos son unos pobres; se han entontecido, porque no han conocido el camino de Jehovah, el mandato de su Dios. Me iré, pues, a los grandes y les hablaré, porque ellos sí conocen el camino de Jehovah, el juicio de su Dios." Pero ellos también quebraron el yugo y rompieron las coyundas. Por eso los herirá el león del bosque, los destruirá el lobo de los sequedales, y el leopardo acechará sus ciudades. Cualquiera que salga de ellas será despedazado; porque sus rebeliones se han multiplicado, y se ha aumentado su apostasía. "¿Por qué te he de perdonar por esto? Tus hijos me abandonaron y juraron por lo que no es Dios. Yo los sacié, pero ellos cometieron adulterio y frecuentaron casas de prostitutas. Como caballos de cría, excitados, cada cual relinchaba por la mujer de su prójimo. ¿No habré de castigar por esto?, dice Jehovah. ¿No tomará venganza mi alma de una nación como ésta? "Escalad las terrazas de sus vides y destruid, pero no la consumáis. Quitad sus ramas, porque no son para Jehovah. Porque resueltamente me han traicionado la casa de Israel y la casa de Judá," dice Jehovah. Negaron a Jehovah y dijeron: "El no existe. No vendrá el mal sobre vosotros, ni veremos espada ni hambre. Los profetas serán convertidos en viento, puesto que la palabra no está en ellos. Así se ha de hacer con ellos." Por tanto, así ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos: "Porque dijisteis estas palabras, he aquí que yo pongo mis palabras en tu boca como fuego. Este pueblo será la leña, y el fuego los devorará. He aquí, dice Jehovah, yo traigo sobre vosotros, oh casa de Israel, una nación distante, una nación robusta, una nación antigua, una nación cuya lengua ignoras; no entenderás lo que diga. Su aljaba es como sepulcro abierto; todos ellos son valientes. Comerá tu mies y tu pan; comerá a tus hijos y a tus hijas. Comerá tus ovejas y tus vacas; comerá tus viñas y tus higueras. A espada destruirá tus ciudades fortificadas en las cuales confías. Sin embargo, dice Jehovah, no os consumiré del todo en aquellos días. "Sucederá que cuando pregunten: ‘¿Por qué nos hizo Jehovah nuestro Dios todas estas cosas?’, entonces les responderás: ‘De la manera que me abandonasteis y servisteis a dioses extraños en vuestra tierra, así serviréis a extranjeros en tierra ajena.’ "Anunciad esto en la casa de Jacob y hacedlo oír en Judá: ‘Oíd esto, pueblo insensato y sin entendimiento. Tienen ojos y no ven; tienen oídos y no oyen. ¿A mí no me temeréis?, dice Jehovah. ¿No temblaréis delante de mí, que puse la arena como límite del mar, por decreto eterno que no lo podrá traspasar? Se levantarán sus olas, pero no prevalecerán; rugirán, pero no lo pasarán.’ No obstante, este pueblo tiene corazón obstinado y rebelde; se han apartado y se han ido. No dicen en su corazón: ‘Temamos, pues, a Jehovah nuestro Dios, que da en su tiempo la lluvia temprana y la tardía, y nos guarda los tiempos establecidos para la siega.’ Vuestras iniquidades han desviado estas cosas, y vuestros pecados os han privado del bien. Porque en mi pueblo se encuentran impíos que vigilan como quien ha puesto una trampa. Ponen objetos de destrucción y atrapan hombres. Como jaulas llenas de pájaros, así están sus casas llenas de fraude. Así se han hecho grandes y ricos. Se han puesto gordos y lustrosos. Incluso, sobrepasan las obras del malo. En el juicio no defienden la causa del huérfano de modo que se le haga prosperar, y no juzgan la causa de los necesitados. "¿No habré de castigar por esto?, dice Jehovah. ¿No tomará venganza mi alma de una nación como ésta? Cosas espantosas y horribles suceden en la tierra: Los profetas profetizan con mentira, y los sacerdotes dirigen por su propia cuenta. Y mi pueblo así lo quiere. ¿Qué, pues, haréis cuando llegue su fin? "Oh hijos de Benjamín, huid de en medio de Jerusalén y tocad la corneta en Tecoa. Levantad señales de humo sobre Bet-haquérem, porque del norte se ve venir el mal y el gran quebrantamiento. "Como una deleitosa pradera es la hija de Sion. Hacia ella vienen los pastores con sus rebaños. Alrededor de ella ponen sus tiendas; cada cual apacienta en su lugar." ¡Haced guerra santa contra ella! ¡Levantaos y subamos a mediodía! ¡Ay de nosotros, porque el día va declinando, y se extienden las sombras del anochecer! ¡Levantaos, subamos de noche y destruyamos sus palacios! Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "¡Cortad sus árboles y levantad un terraplén contra Jerusalén! Esta es la ciudad que ha de ser castigada. Todo en ella es opresión. Como la cisterna preserva frescas sus aguas, así ella preserva fresca su maldad. En ella se oye hablar de violencia y destrucción; continuamente hay enfermedad y heridas en mi presencia. Corrígete, oh Jerusalén, no sea que mi alma se aparte de ti; no sea que yo te convierta en desolación, en tierra no habitada." Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "Al remanente de Israel lo rebuscarán como a una vid. Como un vendimiador, vuelve tu mano a las ramas." ¿A quién tengo que hablar y amonestar, para que oigan? He aquí que sus oídos están sordos, y no pueden oír. He aquí que la palabra de Jehovah les es afrenta, y no la desean. Por tanto, estoy lleno de la ira de Jehovah; cansado estoy de contenerme. "¡Derrámala sobre el niño en la calle, y sobre el círculo de los jóvenes! Porque tanto el marido como la mujer serán apresados, y el anciano con el lleno de días. Sus casas serán traspasadas a otros; asimismo, sus campos y sus mujeres, dice Jehovah. Porque extenderé mi mano contra los habitantes del país, pues desde el menor hasta el mayor de ellos, cada uno persigue las ganancias deshonestas. Desde el profeta hasta el sacerdote, todos obran con engaño y curan con superficialidad el quebranto de mi pueblo, diciendo: ‘Paz, paz.’ ¡Pero no hay paz! "¿Acaso se han avergonzado de haber hecho abominación? ¡Ciertamente no se han avergonzado, ni han sabido humillarse! Por tanto, caerán entre los que caigan; en el tiempo en que yo los castigue, tropezarán," ha dicho Jehovah. Así ha dicho Jehovah: "Deteneos en los caminos y mirad. Preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad en él; y hallaréis descanso para vuestras almas." Pero ellos dijeron: "¡No andaremos en él!" "También puse sobre ellos centinelas que dijeran: ‘¡Escuchad el sonido de la corneta!’ Pero dijeron: ‘No escucharemos.’ Por tanto, oíd, oh naciones; y conoce, oh congregación, lo que les sucederá. Escucha, oh tierra: He aquí, yo traigo sobre este pueblo el mal, el fruto de sus pensamientos. Porque no atendieron a mis palabras; y en cuanto a mi ley, la han desechado. "¿De qué vale que me traigáis este incienso de Saba y caña aromática de tierra lejana? Vuestros holocaustos no son aceptables, ni vuestros sacrificios son de mi agrado. Por tanto, así ha dicho Jehovah, he aquí que yo pongo tropiezos a este pueblo, y caerán en ellos los padres junto con los hijos; el vecino y su prójimo perecerán." Así ha dicho Jehovah: "He aquí que viene un pueblo de la tierra del norte; una gran nación se despertará en los confines de la tierra. Empuñan el arco y la lanza. Son crueles; no tienen misericordia. Su estruendo resuena como el mar. Montan sobre caballos, y como un solo hombre se disponen para la batalla contra ti, oh hija de Sion." Oímos de su fama, y nuestras manos se debilitaron. La angustia se apoderó de nosotros, dolor como de mujer que da a luz. No salgas al campo, ni vayas por el camino; porque la espada del enemigo y el terror están por todas partes. Oh hija de mi pueblo, cíñete de cilicio y revuélcate en ceniza. Haz duelo como por hijo único, llanto de amargura; porque súbitamente vendrá sobre nosotros el destructor. "Te he puesto en la torre como un centinela en medio de mi pueblo. Conoce, pues, y observa el camino de ellos. Todos ellos son de lo más obstinados y andan calumniando. Son bronce y hierro; todos ellos son corruptores. El fuelle sopla, y el plomo es consumido por el fuego. En vano se esfuerza el fundidor, pues los malos no se desprenden. Los llaman Plata Desechada, porque Jehovah los ha desechado." La palabra de Jehovah que vino a Jeremías, diciendo: "Ponte de pie junto a la puerta de la casa de Jehovah y proclama allí esta palabra. Diles: Oíd la palabra de Jehovah, todos los de Judá que entráis por estas puertas para adorar a Jehovah. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: Corregid vuestros caminos y vuestras obras, y os dejaré habitar en este lugar. No confiéis en palabras de mentira que dicen: ‘¡Templo de Jehovah, templo de Jehovah! ¡Este es el templo de Jehovah!’ Porque si realmente corregís vuestros caminos y vuestras obras, si realmente practicáis lo justo entre el hombre y su prójimo, si no oprimís al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, y si no vais tras otros dioses para vuestro propio mal, entonces os dejaré habitar en este lugar, en la tierra que desde siempre y para siempre di a vuestros padres. "He aquí que vosotros estáis confiando en palabras de mentira que no aprovechan. Después de robar, de matar, de cometer adulterio, de proferir falso testimonio, de ofrecer incienso a Baal y de ir tras otros dioses que no conocisteis, ¿vendréis para estar delante de mí en este templo que es llamado por mi nombre y para decir: ‘Somos libres’ (para seguir haciendo todas estas abominaciones)? ¿Acaso este templo, que es llamado por mi nombre, es ante vuestros ojos una cueva de ladrones? He aquí que yo también lo he visto, dice Jehovah. "Id, pues, a mi lugar que estuvo en Silo, donde al principio hice morar mi nombre, y ved lo que le hice a causa de la maldad de mi pueblo Israel. Ahora pues, dice Jehovah, por cuanto habéis hecho todas estas obras—y a pesar de que os hablé persistentemente, no escuchasteis; y cuando os llamé, no respondisteis—, por eso, como hice a Silo, haré a este templo que es llamado por mi nombre y en el cual confiáis, a este lugar que os di a vosotros y a vuestros padres. Y os echaré de mi presencia como eché a todos vuestros hermanos, a toda la descendencia de Efraín. "Tú, pues, no ores por este pueblo. No levantes por ellos clamor ni oración; no intercedas ante mí, porque no te escucharé. ¿No ves lo que hacen éstos en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? Los hijos recogen la leña, y los padres encienden el fuego. Las mujeres amasan la masa para hacer junto al Nilo; ¿Me ofenderán a mí?, dice Jehovah. ¿Acaso no actúan, más bien, para su propia vergüenza?" Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: "He aquí que mi furor y mi ira se derraman sobre este lugar, sobre los hombres y sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre los frutos de la tierra. Se encenderá y no se apagará." Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "Añadid vuestros holocaustos a vuestros sacrificios y comed carne. Porque el día en que los saqué de la tierra de Egipto, no hablé con vuestros padres ni les mandé acerca de holocaustos y sacrificios. Más bien, les mandé esto diciendo: ‘Escuchad mi voz; y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo. Andad en todo camino que os he mandado, para que os vaya bien.’ Pero no escucharon ni inclinaron su oído, sino que caminaron en la dureza de su malvado corazón, según sus propios planes. Caminaron hacia atrás y no hacia adelante. Desde el día en que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta este día, os envié todos mis siervos los profetas, persistentemente, día tras día. Pero no me escucharon ni inclinaron su oído; más bien, endurecieron su cerviz y actuaron peor que sus padres. "Tú, pues, les dirás todas estas palabras, pero no te escucharán; los llamarás, pero no te responderán. Por tanto, les dirás: ‘Esta es la nación que no escuchó la voz de Jehovah su Dios ni aceptó la corrección. La fidelidad se ha perdido; ha sido eliminada de sus bocas.’ "Corta tu cabellera y arrójala. Prorrumpe en lamento sobre los cerros, pues Jehovah ha rechazado y ha abandonado a la generación, objeto de su ira. Porque los hijos de Judá han hecho lo malo ante mis ojos, dice Jehovah. Han puesto sus ídolos abominables en el templo que es llamado por mi nombre, contaminándolo. Han edificado los lugares altos del Tófet, que están en el valle de Ben-hinom, para quemar en el fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que no les mandé, ni me vino a la mente. Por tanto, dice Jehovah, he aquí vendrán días en que no se dirá más Tófet, ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza. En el Tófet serán sepultados por no haber más lugar. Los cadáveres de este pueblo servirán de comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra, y no habrá quien los espante. Haré cesar en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén la voz de gozo y la voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia; porque la tierra será arruinada." Jehovah dice: "En aquel tiempo sacarán fuera de los sepulcros los huesos de los reyes de Judá, los huesos de sus magistrados, los huesos de los sacerdotes, los huesos de los profetas y los huesos de los habitantes de Jerusalén. Los extenderán ante el sol, ante la luna y ante todo el ejército del cielo, a quienes amaron y rindieron culto, a quienes siguieron y consultaron, y ante quienes se postraron. No serán recogidos ni sepultados; quedarán como abono sobre la superficie de la tierra. Preferible será la muerte que la vida para el resto de los sobrevivientes de esta perversa familia, en todos los lugares a donde yo los arroje, dice Jehovah de los Ejércitos. "Asimismo, les dirás que así ha dicho Jehovah: ‘¿No se levantan los que se caen? ¿No vuelve el que es tomado cautivo? ¿Por qué apostata este pueblo, oh Jerusalén, con perenne apostasía? Se aferran al engaño; rehúsan volver. "Oí atentamente y escuché; no hablan con rectitud. No hay hombre que se arrepienta de su maldad y que diga: ‘¿Qué he hecho?’ Cada cual se ha vuelto a su carrera, como caballo que arremete en la batalla. "Hasta la cigüeña en el cielo conoce sus tiempos determinados; la tórtola, la golondrina y la grulla guardan el tiempo de sus migraciones. Pero mi pueblo no conoce el juicio de Jehovah. ¿Cómo diréis: ‘Nosotros somos sabios, y la ley de Jehovah está con nosotros’? Ciertamente he aquí que la pluma engañosa de los escribas la ha convertido en engaño. Los sabios son avergonzados, se llenan de terror y son tomados prisioneros. He aquí que han rechazado la palabra de Jehovah, ¿y qué clase de sabiduría les queda? Por tanto, daré a otros sus mujeres, y sus campos a los conquistadores; porque desde el menor hasta el mayor, cada uno persigue las ganancias deshonestas. Desde el profeta hasta el sacerdote, todos obran con engaño y curan con superficialidad el quebranto de la hija de mi pueblo, diciendo: ‘Paz, paz.’ ¡Pero no hay paz! "¿Acaso se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado, ni han sabido humillarse! Por tanto, caerán entre los que caigan; en el tiempo de su castigo tropezarán, ha dicho Jehovah. ¡De cierto acabaré con ellos!, dice Jehovah. No quedarán uvas en la vid, ni higos en la higuera. Hasta las hojas se marchitarán, y lo que les he dado pasará de ellos." ¿Por qué nos quedamos sentados? Reuníos, y entremos en las ciudades fortificadas y perezcamos allí, porque Jehovah nuestro Dios nos ha hecho perecer. Nos ha hecho beber aguas envenenadas, porque hemos pecado contra Jehovah. Esperamos paz, y no hay tal bien; tiempo de sanidad, y he aquí, terror. Desde Dan se ha oído el relincho de sus caballos. Toda la tierra tiembla a causa del relincho de sus corceles. Vienen y devoran la tierra y su plenitud, la ciudad y sus habitantes. "He aquí que yo envío sobre vosotros serpientes, víboras contra las cuales no habrá encantamiento que valga. Y ellas os morderán," dice Jehovah. El dolor se sobrepone a mí sin remedio; mi corazón está enfermo. ¡He aquí, la voz del grito de la hija de mi pueblo que viene de lejana tierra! ¿Acaso no está Jehovah en Sion? ¿Acaso no está en ella su Rey? ¿Por qué me han provocado a ira con sus imágenes talladas, con las vanidades del extranjero? Ha pasado la siega, se ha acabado el verano, ¡y nosotros no hemos sido salvos! Quebrantado estoy por el quebranto de la hija de mi pueblo. Estoy enlutado; el horror se ha apoderado de mí. ¿Acaso no hay bálsamo en Galaad? ¿Acaso no hay allí médico? ¿Por qué, pues, no hay sanidad para la hija de mi pueblo? ¡Quién me diera que mi cabeza fuese agua y mis ojos manantial de lágrimas, para que llorara día y noche por los muertos de la hija de mi pueblo! ¡Quién me diera una posada de caminantes en medio del desierto, para abandonar a mi pueblo e irme de ellos! Porque todos ellos son unos adúlteros, una asamblea de traidores. Dispusieron su lengua como arco; se hicieron fuertes en la tierra para el engaño, no para la fidelidad. "Procedieron de mal en mal y no me han conocido, dice Jehovah. ¡Cuídese cada uno de su prójimo! En ningún hermano tenga confianza; porque todo hermano suplanta, y todo prójimo anda calumniando. Cada uno engaña a su prójimo, y no hablan verdad; enseñan su lengua para hablar mentira. Se han pervertido hasta el cansancio. Su morada está en medio del engaño. Y a causa del engaño rehúsan conocerme," dice Jehovah. Por tanto, así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "He aquí que yo los fundiré y los probaré. Pues, ¿de qué otro modo he de proceder con la hija de mi pueblo? Flecha asesina es la lengua de ellos; hablan engaño. Con su boca habla de paz a su prójimo, pero dentro de sí pone emboscada. ¿No habré de castigarles por esto?, dice Jehovah. ¿No tomará venganza mi alma de una nación como ésta?" Prorrumpiré en llanto y lamento por los montes, en canto fúnebre por los pastizales del desierto. Porque han sido devastados hasta no quedar quien pase, ni se escucha el mugido del ganado. Desde las aves del cielo hasta el ganado huirán y se irán. "Yo convertiré a Jerusalén en montones de piedras y en guarida de chacales. Convertiré las ciudades de Judá en una desolación, sin habitantes." ¿Quién es el hombre sabio que entienda esto? ¿A quién ha hablado la boca de Jehovah, de manera que lo pueda declarar? ¿Por qué ha perecido la tierra y ha sido devastada cual desierto, de modo que nadie pase por ella? Y Jehovah dijo: "Porque dejaron mi ley, la cual puse delante de ellos. No obedecieron mi voz, ni caminaron conforme a ella. Más bien, fueron tras la porfía de sus corazones y tras los Baales, como sus padres les enseñaron. Por tanto, así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, he aquí que haré comer ajenjo a este pueblo; les haré beber aguas envenenadas. Los esparciré entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron. Y enviaré tras ellos la espada, hasta que yo los extermine. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: Considerad y llamad a las plañideras, y que vengan; enviad a llamar a las más expertas, y que vengan." ¡Apresúrense y prorrumpan en lamento por nosotros! Derramen lágrimas nuestros ojos; fluya agua de nuestros párpados. Porque en Sion se oye la voz de un lamento: ¡Cómo hemos sido destruidos! En gran manera hemos sido avergonzados; porque hemos abandonado la tierra, porque han derribado nuestras moradas. Escuchad, oh mujeres, la palabra de Jehovah; reciba vuestro oído la palabra de su boca. Enseñad lamentos a vuestras hijas; cantos fúnebres, cada una a su compañera. Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas y ha entrado en nuestros palacios, para barrer a los niños de las calles y a los jóvenes de las plazas. Diles que así dice Jehovah: "Los cuerpos de los hombres muertos caerán como abono sobre la superficie del campo. Como manojos caerán detrás del segador, y no habrá quien los recoja." Así ha dicho Jehovah: "No se alabe el sabio en su sabiduría, ni se alabe el valiente en su valentía, ni se alabe el rico en sus riquezas. Más bien, alábese en esto el que se alabe: en entenderme y conocerme que yo soy Jehovah, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra. Porque estas cosas me agradan, dice Jehovah. "He aquí, vienen días, dice Jehovah, en que traeré el castigo sobre todo circuncidado y sobre todo incircunciso: sobre Egipto, Judá, Edom, los hijos de Amón y Moab, y sobre todos los que se rapan las sienes y habitan en el desierto. Porque todas estas naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón." Oíd la palabra que ha hablado Jehovah acerca de vosotros, oh casa de Israel. Así ha dicho Jehovah: "No aprendáis el camino de las naciones, ni tengáis temor de las señales del cielo, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad: Cortan un árbol del bosque, y las manos del escultor lo labran con la azuela. Lo adornan con plata y oro; lo afirman con clavos y martillo para que no se tambalee. Son como un espantapájaros en un huerto de pepinos. No hablan; son llevados, porque no pueden dar un paso. No tengáis temor de ellos, porque no pueden hacer daño ni tampoco tienen poder para hacer bien." ¡No hay nadie semejante a ti, oh Jehovah! Tú eres grande; grande es tu nombre en poder. ¡Quién no te temerá, oh Rey de las naciones! Porque a ti se te debe temer. Entre todos los sabios de las naciones y en todos sus reinos, no hay nadie semejante a ti. Son torpes e insensatos a la vez. El mismo ídolo de madera es una lección de vanidades: Traen plata laminada de Tarsis y oro de Ufaz, los cuales son trabajados por el platero y por las manos del fundidor. Sus vestiduras son de material azul y de púrpura; todas son obra de expertos. Pero Jehovah es el verdadero Dios; él es el Dios vivo y el Rey eterno. Ante su enojo tiembla la tierra; las naciones no pueden resistir su furor. Así les diréis: "Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra desaparecerán de la tierra y de debajo de estos cielos. El hizo la tierra con su poder; estableció el mundo con su sabiduría y extendió los cielos con su inteligencia. Cuando él emite su voz, se produce un tumulto de aguas en los cielos. El hace subir la neblina desde los extremos de la tierra. Hace los relámpagos para la lluvia y saca el viento de sus depósitos." Todo hombre se embrutece por falta de conocimiento. Todo platero es avergonzado a causa de su ídolo. Porque sus ídolos de fundición son un engaño, y no hay espíritu en ellos. Son vanidad, obra ridícula; en el tiempo de su castigo perecerán. No es como ellos la Porción de Jacob; porque él es el Hacedor de todo, e Israel es la tribu de su heredad. ¡Jehovah de los Ejércitos es su nombre! Recoge del suelo tu equipaje, tú que habitas en un lugar bajo asedio. Porque así ha dicho Jehovah: "He aquí que esta vez arrojaré con honda a los habitantes del país, y he de afligirlos para que sean avergonzados." ¡Ay de mí, por mi ruina! Mi herida es incurable. Sin embargo, dije: "Ciertamente ésta es mi enfermedad, y debo sufrirla." Mi tienda es destruida, y todas mis cuerdas han sido rotas. Mis hijos se me han ido, y ya no están. Ya no hay nadie que extienda mi morada, ni quien levante mi tienda. Porque los pastores se han embrutecido y no han buscado a Jehovah. Por eso no prosperaron, y todo su rebaño se ha dispersado. He aquí que viene un rumor, y gran alboroto de la tierra del norte, para convertir en desolación y en guarida de chacales todas las ciudades de Judá. Reconozco, oh Jehovah, que el hombre no es señor de su camino, ni el hombre que camina es capaz de afirmar sus pasos. Corrígeme, oh Jehovah, pero con tu juicio; no con tu furor, para que no me empequeñezcas. Derrama tu ira sobre las naciones que no te conocen y sobre las familias que no invocan tu nombre. Porque han devorado a Jacob; lo han devorado y consumido, y han desolado su morada. La palabra de Jehovah que vino a Jeremías, diciendo: —Escuchad las palabras de este pacto y hablad a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén. Tú les dirás que así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Maldito el hombre que no obedece las palabras de este pacto que mandé a vuestros padres el día en que los saqué de la tierra de Egipto, del horno de hierro, diciéndoles: ‘Oíd mi voz y haced conforme a todo lo que yo os mando. Así seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios; para confirmar el juramento que hice a vuestros padres, de darles la tierra que fluye leche y miel, como en este día.’" Yo respondí: —Así sea, oh Jehovah. Entonces Jehovah me dijo: —Proclama todas estas palabras en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, diciendo: "Oíd las palabras de este pacto y ponedlas por obra. Porque bien advertí a vuestros padres el día en que los hice subir de la tierra de Egipto y hasta el día de hoy, advirtiéndoles persistentemente y diciendo: ‘Escuchad mi voz.’ Pero no escucharon ni inclinaron su oído. Más bien, se fueron cada uno tras la porfía de su malvado corazón. Por eso traeré sobre ellos todas las palabras de este pacto que mandé que cumpliesen, pero que no cumplieron." Además, Jehovah me dijo: —Se ha hallado conspiración entre los hijos de Judá y entre los habitantes de Jerusalén. Se han vuelto a las maldades de sus primeros padres, quienes rehusaron escuchar mis palabras; se han ido tras otros dioses para servirles. La casa de Israel y la casa de Judá han invalidado mi pacto que concerté con sus padres. Por tanto, así ha dicho Jehovah, he aquí que yo traigo sobre ellos un mal del que no podrán escapar. Clamarán a mí, pero no los escucharé. Las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén irán y clamarán a los dioses a los cuales queman incienso, pero éstos de ninguna manera los podrán salvar en el tiempo de su calamidad. Porque según el número de tus ciudades, oh Judá, han sido tus dioses; y según el número de tus calles, oh Jerusalén, habéis puesto altares a la vergüenza, altares para quemar incienso a Baal. Tú, pues, no ores por este pueblo. No levantes por ellos clamor ni oración, porque yo no escucharé en el tiempo en que clamen a mí, en el tiempo de su calamidad. ¿Qué derecho tiene mi amada en mi casa, después de haber hecho tantas intrigas? ¿Acaso los votos y la carne santa podrán apartar tu mal de sobre ti? ¿Puedes entonces alegrarte? Jehovah llamó tu nombre: "Olivo verde de hermoso fruto y buen aspecto." Pero con el estruendo de gran tumulto él le prenderá fuego, y sus ramas quedarán arruinadas. Jehovah de los Ejércitos, que te plantó, ha decretado el mal contra ti, a causa de la maldad que para sí mismos hicieron los de la casa de Israel y de la casa de Judá, al provocarme a ira quemando incienso a Baal. Jehovah me lo hizo saber, y lo supe; me hizo ver las obras de ellos. Pero yo era como un cordero manso que llevan a degollar, pues no entendía que contra mí maquinaban planes diciendo: "Eliminemos el árbol en su vigor. Cortémoslo de la tierra de los vivientes, y nunca más sea recordado su nombre." Pero, oh Jehovah de los Ejércitos, que juzgas con justicia y escudriñas la conciencia y el corazón, deja que yo vea tu venganza contra ellos; porque ante ti he expuesto mi causa. Por tanto, así ha dicho Jehovah acerca de los hombres de Anatot que buscan mi vida y dicen: "No profetices en nombre de Jehovah, para que no mueras por nuestra mano." Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "He aquí que yo los castigaré; los jóvenes morirán a espada, y sus hijos y sus hijas morirán de hambre. No quedará sobreviviente de ellos, porque yo traeré el mal sobre los hombres de Anatot en el año de su castigo." —Justo eres tú, oh Jehovah, para que yo contienda contigo. Sin embargo, hablaré contigo sobre cuestiones de derecho. ¿Por qué prospera el camino de los impíos? ¿Por qué tienen tranquilidad todos los que hacen traición? Tú los has plantado, y han echado raíces; crecen y dan fruto. Cercano estás tú de sus bocas, pero lejos de sus conciencias. Sin embargo, oh Jehovah, tú me conoces. Tú me has visto y has probado cómo es mi corazón para contigo. Sepáralos, como a ovejas destinadas para el matadero; apártalos para el día de la matanza. ¿Hasta cuándo ha de estar de duelo la tierra, y se secará la hierba de todo campo? Por la maldad de los que habitan en ella han perecido los animales y las aves; porque dijeron: "El no verá nuestro final." —Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo competirás con los caballos? Y si en tierra de paz te caes al suelo, ¿qué harás en la espesura del Jordán? Porque aun tus hermanos y la casa de tu padre te han traicionado; aun ellos gritan detrás de ti con fuerte voz. No les creas, aunque te hablen de bondades. He abandonado mi casa, he desamparado mi heredad, he entregado lo que amaba mi alma en mano de sus enemigos. Mi heredad llegó a ser para mí como el león en el bosque. Contra mí levantó su voz; por tanto, la aborrecí. ¿Es para mí mi heredad como una ave de rapiña pintada, contra la cual están alrededor otras aves de rapiña? Id, reunid a todos los animales del campo; sean traídos para que la devoren. Muchos pastores han arruinado mi viña y han pisoteado mi heredad. Han convertido mi preciosa heredad en un desierto desolado. La han convertido en una desolación. Por mí está de duelo, desolada; toda la tierra ha sido desolada, porque nadie lo toma a pecho. Sobre todos los cerros del desierto han venido los destructores, porque la espada de Jehovah devora desde un extremo de la tierra hasta el otro. No hay paz para ningún mortal. Sembraron trigo y segaron espinas. Están exhaustos, pero de nada les aprovecha. Se avergonzarán de sus cosechas, a causa del ardor de la ira de Jehovah. Así ha dicho Jehovah: —Con respecto a todos mis malos vecinos que atacan la heredad que hice poseer a mi pueblo Israel, he aquí que yo los arrancaré de su tierra. También arrancaré de en medio de ellos a la casa de Judá. Pero sucederá que después que los haya arrancado, volveré a tener misericordia de ellos y los haré volver cada uno a su heredad, y cada cual a su tierra. Y sucederá que si con diligencia aprenden los caminos de mi pueblo para jurar en mi nombre, diciendo: "¡Vive Jehovah!" (tal como enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal), entonces ellos serán edificados en medio de mi pueblo. Pero si no escuchan, yo arrancaré a tal nación. La arrancaré y la destruiré, dice Jehovah. Así me ha dicho Jehovah: "Vé, compra un cinto de lino, cíñete con él y no lo metas en agua." Entonces compré el cinto, conforme a la palabra de Jehovah, y me ceñí con él. Luego vino a mí la palabra de Jehovah por segunda vez, diciendo: "Toma el cinto que has comprado y que tienes ceñido. Levántate y vé al Eufrates; escóndelo allí, en la hendidura de una peña." Fui, pues, y lo escondí junto al Eufrates, como me había mandado Jehovah. Y sucedió que después de muchos días Jehovah me dijo: "Levántate, vé al Eufrates y toma de allí el cinto que te mandé que escondieses allá." Entonces fui al Eufrates y cavé. Tomé el cinto del lugar donde lo había escondido, y he aquí que el cinto se había podrido, y no servía para nada. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Así ha dicho Jehovah: ‘Así haré que se pudra la soberbia de Judá y la mucha soberbia de Jerusalén. Este pueblo malo, que rehúsa escuchar mis palabras, que anda en la porfía de su corazón y va tras otros dioses para rendirles culto y para postrarse ante ellos, vendrá a ser como este cinto que no sirve para nada. Porque como el cinto se adhiere a los lomos del hombre, dice Jehovah, así hice que se adhirieran a mí toda la casa de Israel y toda la casa de Judá, para que me fuesen pueblo y para renombre, alabanza y honra. Pero no escucharon.’ "Entonces les dirás esta palabra que ha dicho Jehovah Dios de Israel: ‘Toda tinaja ha de ser llenada con vino.’ Ellos te responderán: ‘¿Acaso no sabemos que toda tinaja ha de ser llenada con vino?’ Entonces les dirás que así ha dicho Jehovah: ‘He aquí que yo lleno de embriaguez a todos los habitantes de esta tierra; a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén. Yo los destrozaré, unos contra otros, a los padres y a los hijos a la vez, dice Jehovah. No tendré compasión, no tendré lástima ni tendré misericordia como para no destruirlos.’" Oíd y prestad atención; no seáis altivos, pues Jehovah ha hablado. Dad gloria a Jehovah vuestro Dios, antes que él haga que se oscurezca; antes que vuestros pies tropiecen contra montañas tenebrosas y la luz que esperáis él os la vuelva densa oscuridad y la convierta en tinieblas. Pero si no escucháis esto, mi alma llorará en secreto a causa de vuestra soberbia. Mis ojos llorarán amargamente y derramarán lágrimas, porque el rebaño de Jehovah es tomado cautivo. Di al rey y a la reina madre: "Humillaos, sentaos en tierra, porque la corona de vuestra gloria caerá de vuestras cabezas. Las ciudades del Néguev han sido cerradas, y no hay quien las abra. Todo Judá es llevado cautivo, llevado cautivo del todo. "Alza tus ojos y observa a los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que te fue dado, la grey de tu gloria? ¿Qué dirás cuando Dios designe como jefes sobre ti a tus amigos, a quienes tú misma enseñaste? ¿No te sobrevendrán dolores como de mujer que da a luz? Cuando digas en tu corazón: ‘¿Por qué me ha sobrevenido esto?’, sabe que por tu mucha maldad fueron levantadas tus faldas y fueron desnudados tus talones. ¿Podrá el negro cambiar de piel y el leopardo sus manchas? Así tampoco vosotros podréis hacer el bien, estando habituados a hacer el mal. "Por tanto, os esparciré al viento del desierto como al tamo que pasa. Esta es tu suerte, la porción que recibes de mi parte por tu autosuficiencia, dice Jehovah; porque te olvidaste de mí y confiaste en la mentira. También yo levantaré tus faldas sobre tu cara, y será vista tu vergüenza: tus adulterios, tus relinchos, la infamia de tu prostitución. Sobre las colinas en el campo he visto tus abominaciones. ¡Ay de ti, oh Jerusalén! ¿Hasta cuándo no te purificarás en pos de mí?" La palabra de Jehovah que vino a Jeremías con motivo de la sequía: —Se ha enlutado Judá, y las puertas de sus ciudades están por caer. El pueblo está abrumado en el suelo, y se levanta el clamor de Jerusalén. Sus nobles envían a sus sirvientes por agua; van a las cisternas y no hallan agua. Regresan con los cántaros vacíos. Son avergonzados y afrentados, y cubren sus cabezas. Por cuanto el suelo está ardiente, pues no ha habido lluvia en la tierra, los labradores están avergonzados; cubren sus cabezas. Hasta la gacela en el campo, al parir, abandona su cría, porque no hay hierba. Los asnos monteses se ponen sobre los cerros y aspiran el viento como los chacales. Sus ojos se debilitan, porque no hay hierba. —Aun cuando nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehovah, actúa por amor de tu nombre. Ciertamente nuestras rebeliones se han multiplicado, y contra ti hemos pecado. Oh Esperanza de Israel, su Salvador en el tiempo de aflicción, ¿por qué has de ser como forastero en la tierra, y como caminante que levanta su tienda sólo para pasar la noche? ¿Por qué has de ser como un hombre atónito o como un valiente que no puede librar? Sin embargo, tú estás entre nosotros, oh Jehovah, y nosotros somos llamados por tu nombre. ¡No nos desampares! Así ha dicho Jehovah a este pueblo: —¡De veras que les gusta vagar, y no detienen sus pies! Por tanto, Jehovah no los acepta. Ahora se acordará de su iniquidad y los castigará por sus pecados. —Además me dijo Jehovah—: No ores por el bien de este pueblo. Aunque ayunen, yo no escucharé su clamor; y aunque ofrezcan holocaustos y ofrendas, no los aceptaré. Más bien, los consumiré con espada, con hambre y con peste. Y yo dije: —¡Oh, Señor Jehovah! He aquí que los profetas les dicen: "No veréis espada, ni os sobrevendrá el hambre; sino que en este lugar os daré verdadera paz." Entonces Jehovah me dijo: —Mentira profetizan los profetas en mi nombre. Yo no los he enviado, ni les he mandado ni les he hablado. Os profetizan visión mentirosa, adivinación vana y el engaño de sus propios corazones. Por tanto, así ha dicho Jehovah acerca de los profetas que profetizan en mi nombre (a los cuales yo no envié, y quienes dicen: "Ni espada, ni hambre habrá en esta tierra"): Por la espada y por el hambre perecerán tales profetas. Y el pueblo al cual ellos profetizan será echado en las calles de Jerusalén, a causa del hambre y de la espada. No habrá quien los sepulte, ni a sus mujeres, ni a sus hijos, ni a sus hijas. Así derramaré sobre ellos su propia maldad. Tú, pues, les dirás esta palabra: "Derramen lágrimas mis ojos noche y día, y no cesen, porque con gran quebrantamiento, con un golpe muy grave, ha sido quebrantada la virgen hija de mi pueblo." —Si salgo al campo, he allí muertos a espada. Si entro en la ciudad, he aquí enfermedades causadas por el hambre. Porque tanto el profeta como el sacerdote han sido arrastrados a una tierra que no conocían. ¿Has desechado del todo a Judá? ¿Acaso tu alma abomina a Sion? ¿Por qué nos has herido sin que haya para nosotros sanidad? Esperamos paz, y no hay tal bien; tiempo de sanidad, y he aquí, terror. Reconocemos, oh Jehovah, nuestra impiedad y la iniquidad de nuestros padres; porque contra ti hemos pecado. Por amor de tu nombre, no nos deseches ni desdeñes el trono de tu gloria. Acuérdate y no invalides tu pacto con nosotros. ¿Hay entre las vanidades de las naciones quienes hagan llover? ¿Acaso los cielos dan lluvia por sí solos? ¿No eres tú, oh Jehovah, nuestro Dios? En ti, pues, pondremos nuestra esperanza, porque tú has hecho todas estas cosas. Entonces Jehovah me dijo: —Aunque Moisés y Samuel se pusiesen delante de mí, mi alma no estaría con este pueblo. Echalos de mi presencia, y que se vayan. Y si te preguntan: "¿A dónde iremos?," les responderás que así ha dicho Jehovah: "¡Los que a muerte, a muerte; los que a espada, a espada; los que a hambre, a hambre; y los que a cautividad, a cautividad!" Designaré contra ellos cuatro clases de males, dice Jehovah: la espada para matar, los perros para arrastrar, y las aves del cielo y los animales de la tierra para devorar y destruir. Haré que sean motivo de espanto para todos los reinos de la tierra, por causa de Manasés hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en Jerusalén. Porque, ¿quién tendrá compasión de ti, oh Jerusalén? ¿Quién te expresará su condolencia? ¿Quién se desviará del camino para preguntar por tu bienestar? Tú me dejaste y te volviste atrás, dice Jehovah. Por tanto, yo extenderé mi mano contra ti y te destruiré. Estoy cansado de tener compasión. Los aventaré con aventador en las puertas del país; los privaré de hijos. Destruiré a mi pueblo, pues no se volvieron de sus caminos. Sus viudas se multiplicarán más que la arena de los mares. A mediodía traeré sobre ellos, sobre la madre de los jóvenes, al devastador. Haré que de repente caigan sobre ella agitación y terrores. Desmaya la madre de siete hijos; exhala su alma. Su sol se ha ocultado siendo aún de día; ha sido avergonzada y humillada. A sus sobrevivientes los entregaré a espada delante de sus enemigos, dice Jehovah. —¡Ay de mí, madre mía, que me diste a luz, como hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! No he prestado, ni me han prestado; sin embargo, todos me maldicen. Así sea, oh Jehovah, si no te he servido para bien y si no he intercedido ante ti por el enemigo en el tiempo de la calamidad y en el día de la angustia. —¿Quién podrá romper el hierro, el hierro del norte, y el bronce? Tu riqueza y tus tesoros entregaré al saqueo de balde, por todos tus pecados y en todos tus territorios. Y te haré servir a tus enemigos en una tierra que no conoces, porque fuego se ha encendido en mi ira y arderá contra vosotros. —Tú lo sabes, oh Jehovah; acuérdate de mí, visítame con tu favor y toma venganza de mis perseguidores. No sea yo arrebatado por la prolongación de tu ira. Tú sabes que por tu causa sufro la afrenta. Fueron halladas tus palabras, y yo las comí. Tus palabras fueron para mí el gozo y la alegría de mi corazón; porque yo soy llamado por tu nombre, oh Jehovah Dios de los Ejércitos. No me he sentado ni me he regocijado en compañía de los que se divierten. A causa de tu mano me he sentado solitario, porque me llenaste de indignación. ¿Por qué ha sido continuo mi dolor, y mi herida incurable ha rehusado ser sanada? ¡Oh! ¿Serás para mí como torrente engañoso, como aguas de las que no se puede confiar? Por tanto, así ha dicho Jehovah: —Si tú vuelves, yo te restauraré, y estarás de pie delante de mí; y si separas lo precioso de lo vil, serás mi portavoz. ¡Que ellos se vuelvan a ti; pero tú no te vuelvas a ellos! Te pondré ante este pueblo como un muro fortificado de bronce. Lucharán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estaré contigo para salvarte y librarte, dice Jehovah. Te libraré de la mano de los malos, y te rescataré de la mano de los tiranos. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "No tomarás mujer para ti; no tendrás hijos ni hijas en este lugar. Porque así ha dicho Jehovah acerca de los hijos y de las hijas que nazcan en este lugar, y acerca de las madres que los den a luz y de los padres que los engendren en esta tierra: Morirán de dolorosas enfermedades; no serán llorados ni sepultados. Serán convertidos en abono sobre la superficie de la tierra. Con espada y con hambre serán exterminados, y sus cadáveres servirán de comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra." Así ha dicho Jehovah: "No entres en la casa donde haya duelo, ni acudas a lamentar, ni les expreses tu condolencia; porque he quitado de este pueblo mi paz, y asimismo la compasión y la misericordia, dice Jehovah. Morirán en esta tierra grandes y pequeños. No serán sepultados, ni los llorarán. No se sajarán por ellos, ni se raparán la cabeza. No partirán pan de duelo para consolarles por sus muertos, ni les darán a beber de la copa de consolación por su padre o por su madre. "Asimismo, no entres en casa de banquete, para sentarte con ellos para comer o beber. Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘He aquí que yo hago cesar en este lugar, ante vuestros ojos y en vuestros días, la voz de gozo y la voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia.’ "Acontecerá que cuando anuncies a este pueblo todas estas cosas, te dirán: ‘¿Por qué ha decretado Jehovah contra nosotros todo este mal tan grande? ¿Cuál es nuestra maldad? ¿O cuál es nuestro pecado que hemos cometido contra Jehovah nuestro Dios?’ Entonces les dirás: ‘Jehovah dice: Porque vuestros padres me abandonaron, se fueron en pos de otros dioses y les rindieron culto; porque se postraron ante ellos, mientras que a mí me abandonaron y no guardaron mi ley. Y vosotros habéis actuado peor que vuestros padres; porque he aquí que vosotros os vais cada uno tras la porfía de su malvado corazón, sin escucharme a mí. Por tanto, os arrojaré de esta tierra a una tierra que ni vosotros ni vuestros padres habéis conocido. Allá serviréis a otros dioses día y noche, porque no os mostraré clemencia.’ "Por tanto, dice Jehovah, he aquí vienen días en que no se dirá más: ‘¡Vive Jehovah, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto!’, sino: ‘¡Vive Jehovah, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte y de todas las tierras a donde los había desterrado!’ Pues los haré volver a su suelo, el cual di a sus padres. "He aquí que yo envío a muchos pescadores, y los pescarán, dice Jehovah. Y después enviaré a muchos cazadores, y los cazarán sobre todo monte, sobre toda colina y en las hendiduras de las peñas. Porque mis ojos están sobre todos sus caminos; no están ocultos delante de mí, ni su maldad se esconde de mis ojos. Pero primero les retribuiré el doble por su iniquidad y por su pecado, porque han profanado mi tierra con los cadáveres de sus cosas detestables y porque sus abominaciones llenaron mi heredad." Oh Jehovah, fuerza mía y fortaleza mía, mi refugio en el tiempo de la aflicción: A ti vendrán las naciones desde los extremos de la tierra y dirán: "Ciertamente nuestros padres heredaron mentira, vanidad en la que no hay provecho. ¿Ha de hacer el hombre dioses para sí? ¡Pero ésos no son dioses!" "Por tanto, he aquí yo les hago conocer; esta vez sí, les haré conocer mi poder y mi fortaleza. Y sabrán que mi nombre es Jehovah." "El pecado de Judá está escrito con pluma de hierro; con punta de diamante está grabado en la tabla de su corazón y en los cuernos de sus altares como memorial contra sus hijos. Sus altares y sus árboles rituales de Asera están debajo de todo árbol frondoso, sobre las colinas altas y sobre los montes del campo. Tu riqueza y todos tus tesoros entrego al saqueo por todos tus pecados y en todos tus territorios. Por ti mismo te desprenderás de la heredad que yo te di, y te haré servir a tus enemigos en una tierra que no conoces, porque en mi furor habéis encendido fuego, y arderá para siempre." Así ha dicho Jehovah: "Maldito el hombre que confía en el hombre, que se apoya en lo humano y cuyo corazón se aparta de Jehovah. Será como la retama en el Arabá; no verá cuando venga el bien, sino que morará en los pedregales del desierto, en tierra salada e inhabitable. "Bendito el hombre que confía en Jehovah, y cuya confianza es Jehovah. Será como un árbol plantado junto a las aguas y que extiende sus raíces a la corriente. No temerá cuando venga el calor, sino que sus hojas estarán verdes. En el año de sequía no se inquietará, ni dejará de dar fruto. "Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá? Yo, Jehovah, escudriño el corazón y examino la conciencia, para dar a cada hombre según su camino y según el fruto de sus obras." Como la perdiz, que incuba lo que no puso, es el que acumula riquezas, pero no con justicia. En la mitad de sus días las dejará, y en su postrimería resultará ser un insensato. Trono de gloria, sublime desde el principio, es el lugar de nuestro santuario. Oh Jehovah, esperanza de Israel, todos los que te abandonan serán avergonzados, y los que se apartan de ti serán inscritos en el polvo; porque han abandonado a Jehovah, la fuente de aguas vivas." Sáname, oh Jehovah, y seré sano. Sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza. He aquí que ellos me dicen: "¿Dónde está la palabra de Jehovah? ¡A ver, pues, que se cumpla!" Pero yo no he insistido detrás de ti para traer el daño, ni he anhelado el día de la calamidad; tú lo sabes. Lo que ha salido de mi boca fue en tu presencia. No me causes terror; tú eres mi refugio en el día del mal. Avergüéncense los que me persiguen, y no me avergüence yo. Atemorícense ellos, y no me atemorice yo. Trae sobre ellos el día del mal, y quebrántalos con doble quebrantamiento. Así me ha dicho Jehovah: "Vé y ponte a la puerta de los hijos del pueblo, por la cual entran y salen los reyes de Judá, y en todas las puertas de Jerusalén. Y diles: ‘Oíd la palabra de Jehovah, oh reyes de Judá, todo Judá y todos los habitantes de Jerusalén que entráis por estas puertas. Así ha dicho Jehovah: Guardaos a vosotros mismos, no trayendo cargas en el día del sábado para introducirlas por las puertas de Jerusalén. Tampoco saquéis carga de vuestras casas en el día del sábado, ni hagáis obra alguna. Más bien, santificad el día del sábado, como mandé a vuestros padres. Pero ellos no escucharon ni inclinaron su oído, sino que endurecieron su cerviz para no escuchar ni recibir corrección. Sin embargo, dice Jehovah, si vosotros de veras me obedecéis, no introduciendo cargas por las puertas de esta ciudad en el día del sábado, sino santificando el día del sábado y no haciendo en él ningún trabajo, entonces entrarán por las puertas de esta ciudad, en carros y a caballo, los reyes y los magistrados que se sientan sobre el trono de David, ellos y sus magistrados, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. Y así esta ciudad será habitada para siempre. Entonces vendrán de las ciudades de Judá, de los alrededores de Jerusalén, de la tierra de Benjamín, de la Sefela, de la región montañosa y del Néguev, trayendo holocaustos, sacrificios, ofrendas vegetales e incienso, y trayendo a la casa de Jehovah sacrificios de acción de gracias. Pero si no me obedecéis para santificar el día del sábado, y para no llevar cargas ni entrar por las puertas de Jerusalén en día del sábado, prenderé fuego a sus puertas, el cual devorará los palacios de Jerusalén, y no se apagará. La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah, diciendo: "Levántate y desciende a la casa del alfarero. Allí te haré oír mis palabras." Descendí a la casa del alfarero, y he aquí que él estaba trabajando sobre la rueda. Y el vaso de barro que hacía se dañó en la mano del alfarero, pero el alfarero volvió a hacer otro vaso según le pareció mejor. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "¿No podré yo hacer con vosotros como hace este alfarero, oh casa de Israel?, dice Jehovah. He aquí que vosotros sois en mi mano como el barro en la mano del alfarero, oh casa de Israel. En un instante hablaré acerca de una nación o de un reino, como para arrancar, desmenuzar y arruinar. Pero si esa nación de la cual he hablado se vuelve de su maldad, yo desistiré del mal que había pensado hacerle. Y en un instante hablaré acerca de una nación o de un reino, como para edificar y para plantar. Pero si hace lo malo ante mis ojos, no obedeciendo mi voz, desistiré del bien que había prometido hacerle. "Ahora pues, habla a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén, y diles que así ha dicho Jehovah: ‘He aquí que yo produzco contra vosotros un mal, y trazo un plan contra vosotros. Vuélvase cada uno de su mal camino, y mejorad vuestros caminos y vuestras obras.’ Pero ellos dirán: ‘Es inútil; pues en pos de nuestras imaginaciones hemos de ir, y hemos de realizar cada uno la porfía de su malvado corazón.’ Por tanto, así ha dicho Jehovah: ‘Preguntad entre los pueblos quién ha oído cosa semejante. Una cosa horrible ha hecho la virgen de Israel: ¿Desaparecerá la nieve del Líbano de los peñascos de las montañas? ¿Se agotarán las aguas frías que fluyen de lejanas tierras? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí, ofreciendo incienso a lo que es vanidad. Les hacen tropezar en sus caminos, las sendas antiguas, para andar por senderos, por un camino no preparado, convirtiendo su tierra en una desolación, en una rechifla perpetua. Todo el que pase por ella quedará horrorizado y moverá su cabeza. Como el viento del oriente, los esparciré delante del enemigo. Les daré las espaldas y no la cara en el día de su desastre.’" Ellos dijeron: "Venid, hagamos planes contra Jeremías; porque la instrucción no faltará al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Venid e hirámosle con la lengua, y no prestemos atención a ninguna de sus palabras." Oh Jehovah, ¡escúchame y oye la voz de los que contienden conmigo! ¿Acaso se paga mal por bien? Ciertamente han cavado fosa para mi vida. Recuerda que me puse de pie delante de ti para hablar el bien acerca de ellos, para apartar de ellos tu ira. Por tanto, entrega sus hijos al hambre, y arrójalos al poder de la espada. Queden sus mujeres privadas de hijos, y viudas. Sean sus maridos expuestos a la muerte, y sus jóvenes sean heridos a espada en la guerra. Oigase clamor en sus casas cuando de repente traigas tropas sobre ellos. Porque han cavado una fosa para prenderme y han escondido trampas para mis pies. Pero tú, oh Jehovah, conoces todo su consejo contra mí para matarme. No hagas expiación de su pecado, ni borres su pecado de delante de ti. Tropiecen delante de ti; haz así con ellos en el tiempo de tu furor. Así ha dicho Jehovah: "Vé y compra del alfarero una vasija de barro. Lleva contigo ancianos del pueblo y ancianos de los sacerdotes. Saldrás al valle de Ben-hinom que está a la entrada de la puerta de los Tiestos, y allí proclamarás las palabras que yo te hable. Dirás: ‘Oíd la palabra de Jehovah, oh reyes de Judá y habitantes de Jerusalén. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo traigo un mal tan grande sobre este lugar, que a quien lo oiga le retiñirán los oídos. Porque me han abandonado, han hecho de este lugar algo extraño, y en él han quemado incienso a otros dioses que no conocieron ellos, ni sus padres, ni los reyes de Judá. Han llenado este lugar con sangre de inocentes. Han edificado lugares altos a Baal para quemar en el fuego a sus hijos en holocausto a Baal; cosa que no les mandé, ni hablé, ni me vino a la mente. Por tanto, dice Jehovah, he aquí que vendrán días cuando este lugar no se llamará más Tófet, ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza. En este lugar anularé el consejo de Judá y de Jerusalén. Los haré caer a espada delante de sus enemigos y en mano de los que buscan su vida. Daré sus cadáveres por comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra. Convertiré a esta ciudad en horror y rechifla: Todo el que pase por ella quedará horrorizado y silbará por causa de todas sus plagas. Les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas. En el asedio y en la angustia con que les angustiarán sus enemigos y los que buscan sus vidas, cada uno comerá la carne de su prójimo.’ "Luego quebrarás la vasija ante los ojos de los hombres que vayan contigo, y les dirás que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra un vaso de barro que no se puede volver a restaurar. En el Tófet serán sepultados, porque no habrá otro lugar para sepultar. Así haré a este lugar y a sus habitantes, dice Jehovah, para convertir esta ciudad como al Tófet. Las casas de Jerusalén y las casas de los reyes de Judá serán inmundas como el lugar del Tófet, todas las casas sobre cuyos terrados quemaron incienso a todo el ejército del cielo y derramaron libaciones a otros dioses.’" Jeremías regresó del Tófet, a donde Jehovah le había enviado para profetizar. Luego se puso de pie en el atrio de la casa de Jehovah y dijo a todo el pueblo: "Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘He aquí, yo traigo sobre esta ciudad y sobre todas sus aldeas todo el mal que hablé contra ella; porque han endurecido su cerviz para no escuchar mis palabras.’" Entonces el sacerdote Pasjur hijo de Imer, que era funcionario en la casa de Jehovah, oyó a Jeremías que profetizaba estas palabras. Y golpeó Pasjur al profeta Jeremías y le puso en el cepo de la puerta superior de Benjamín, al lado de la casa de Jehovah. Sucedió al día siguiente que Pasjur sacó a Jeremías del cepo. Y Jeremías le dijo: "Jehovah no ha llamado tu nombre Pasjur, sino Magor-misabib. Porque así ha dicho Jehovah: ‘He aquí, yo te convertiré en terror a ti, y a todos tus amigos. Caerán ante la espada de sus enemigos, y tus ojos lo verán. Y a todo Judá entregaré en mano del rey de Babilonia. El los transportará a Babilonia y los herirá a espada. Asimismo, entregaré toda la riqueza de esta ciudad, todo el producto de su labor y todas sus cosas preciosas. Todos los tesoros de los reyes de Judá entregaré en mano de sus enemigos. Los saquearán y los tomarán, y los llevarán a Babilonia. Y tú, Pasjur, y todos los que viven en tu casa, iréis cautivos. Entrarás en Babilonia, y allí morirás. Allá seréis sepultados tú y todos tus amigos a los cuales has profetizado con engaño.’" Tú me has persuadido, oh Jehovah, y yo fui persuadido. Fuiste más fuerte que yo, y has prevalecido. Todo el día he sido objeto de risa; cada cual se burla de mí. Porque cada vez que hablo, grito; proclamo: "¡Violencia y destrucción!" Pues la palabra de Jehovah me ha sido afrenta y escarnio todo el día. Digo: "No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre." Pero hay en mi corazón como un fuego ardiente, apresado en mis huesos. Me canso de contenerlo y no puedo. He oído la calumnia de muchos: "¡El terror está por todas partes! ¡Denunciadlo, y denunciémoslo!" Todos mis hombres de confianza aguardan mi tropiezo. Dicen: "Quizás sea persuadido, y prevalezcamos contra él y tomemos de él venganza." Pero Jehovah está conmigo como poderoso adalid. Por eso los que me persiguen tropezarán y no prevalecerán. Serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán. Tendrán perpetua afrenta, que jamás será olvidada. Oh Jehovah de los Ejércitos, que escudriñas a los justos y ves la conciencia y el corazón, deja que yo vea tu venganza contra ellos; porque ante ti he expuesto mi causa. Cantad a Jehovah, alabad a Jehovah, porque ha librado el alma del necesitado de la mano de los malhechores. Maldito sea el día en que nací; no sea bendito el día en que mi madre me dio a luz. Maldito el hombre que dio a mi padre las nuevas, diciendo: "Un hijo varón te ha nacido," causándole mucha alegría. Sea tal hombre como las ciudades que Jehovah desoló sin misericordia. Oiga alarma de mañana y gritos de guerra a mediodía; porque no me hizo morir en el vientre. Así mi madre hubiera sido mi tumba; su vientre hubiera quedado encinta para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver sufrimiento y tormento? ¿Para que mis días se consuman en vergüenza? La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah, cuando el rey Sedequías envió a él a Pasjur hijo de Malquías y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que le dijesen: "Por favor, consulta por nosotros a Jehovah, porque Nabucodonosor rey de Babilonia nos hace la guerra. Quizás Jehovah haga con nosotros según todas sus maravillas, y aquél se vaya de nosotros." Entonces Jeremías les dijo: "Diréis a Sedequías que así ha dicho Jehovah Dios de Israel: ‘He aquí que yo haré volver atrás las armas de guerra que están en vuestras manos, con las cuales vosotros combatís contra el rey de Babilonia y contra los caldeos que os tienen sitiados fuera de la muralla. Y los reuniré en medio de esta ciudad. Yo mismo combatiré contra vosotros con mano extendida y brazo fuerte, con furor, ira y gran indignación. Heriré a los habitantes de esta ciudad, a los hombres y los animales; por una gran peste morirán. Después de eso, dice Jehovah, entregaré en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, a Sedequías rey de Judá, a sus servidores, al pueblo y a los que queden en la ciudad después de la peste, de la espada y del hambre. Los entregaré en mano de sus enemigos y en mano de los que buscan sus vidas. El los herirá a filo de espada. No les tendrá compasión, no tendrá lástima ni tendrá misericordia.’ "Y dirás a este pueblo que así ha dicho Jehovah: ‘He aquí, yo pongo delante de vosotros el camino de la vida y el camino de la muerte: El que se quede en esta ciudad morirá por la espada, por el hambre o por la peste. Pero el que salga y se pase a los caldeos, que os tienen sitiados, vivirá; su vida le será por botín. Porque he puesto mi rostro contra esta ciudad para mal, no para bien, dice Jehovah. Será entregada en mano del rey de Babilonia, y él la incendiará.’ "Y a la casa del rey de Judá dirás: ‘Oíd la palabra de Jehovah, oh casa de David. Así ha dicho Jehovah: Juzgad cada mañana con justicia y librad a quien es despojado de mano del opresor, para que, por la maldad de vuestras obras, no salga mi ira como fuego y se encienda, y no haya quien la apague. He aquí, yo estoy contra ti, oh moradora del valle, oh roca de la llanura. A vosotros que decís: ¿Quién marchará contra nosotros, o quién entrará en nuestras viviendas?, dice Jehovah, yo os castigaré conforme al fruto de vuestras obras, dice Jehovah. Y prenderé fuego a su bosque, el cual devorará todos sus alrededores.’" Así ha dicho Jehovah: "Desciende a la casa del rey de Judá y habla allí estas palabras. Dile: ‘Escucha la palabra de Jehovah, oh rey de Judá que estás sentado sobre el trono de David, tú, tus servidores y tu pueblo que entran por estas puertas. Así ha dicho Jehovah: Practicad el derecho y la justicia; librad a quien es despojado de mano del opresor; no maltratéis ni tratéis con violencia al forastero, ni al huérfano ni a la viuda; no derraméis sangre inocente en este lugar. Porque si realmente ponéis por obra esta palabra, entonces entrarán por las puertas de esta casa, en carros y a caballo, los reyes que se sientan sobre el trono de David, ellos, sus servidores y su pueblo. Pero si no escucháis estas palabras, por mí mismo he jurado, dice Jehovah, que esta casa será desolada. Porque así ha dicho Jehovah acerca de la casa del rey de Judá: Como Galaad eres tú para mí, y como la cumbre del Líbano. No obstante, te convertiré en desolación y en ciudades no habitadas. He designado contra ti destructores, cada uno con sus armas. Ellos cortarán tus cedros escogidos y los echarán en el fuego. Muchas naciones pasarán junto a esta ciudad, y se preguntarán unos a otros: ¿Por qué ha hecho así Jehovah a esta gran ciudad? Y responderán: Porque abandonaron el pacto de Jehovah su Dios, y se postraron ante otros dioses y les rindieron culto.’" No lloréis por un muerto; no os condoláis por él. Llorad amargamente por el que se va, porque jamás regresará ni volverá a ver la tierra donde nació. Porque así ha dicho Jehovah acerca de Salum hijo de Josías, rey de Judá, que sucedió a su padre Josías y que salió de este lugar: "No regresará acá jamás, sino que en el lugar a donde lo han transportado, allí morirá y no volverá a ver esta tierra. "Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salas sin derecho, sirviéndose de su prójimo de balde, sin pagarle su salario. El que dice: ‘Edificaré para mí una casa espaciosa y amplias salas; le haré ventanas, la cubriré con cedro y la pintaré de ocre rojo.’ ¿Acaso reinarás porque compites con cedro? ¿Acaso no comió y bebió tu padre, y practicó el derecho y la justicia, y entonces le fue bien? El juzgó la causa del afligido y del necesitado; entonces le fue bien. ¿No es esto conocerme?, dice Jehovah. Pero tus ojos y tu corazón no están puestos sino sólo en tus ganancias deshonestas, en derramar sangre inocente, y en hacer agravio y extorsión." Por tanto, así ha dicho Jehovah acerca de Joacim hijo de Josías, rey de Judá: "No lo lamentarán diciendo: ‘¡Ay, hermano mío!’ y ‘¡Ay, hermana mía!’ Ni lo lamentarán diciendo: ‘¡Ay, señor!’ y ‘¡Ay de su esplendor!’ Será enterrado con un entierro de asno, arrastrado y echado más allá de las puertas de Jerusalén. "Sube al Líbano y grita; en Basán haz oír tu voz; grita desde Abarim. Porque todos tus amantes han sido quebrantados. Te hablé en tu prosperidad, pero dijiste: ‘No escucharé.’ Este ha sido tu camino desde tu juventud; que nunca has escuchado mi voz. El viento apacentará a todos tus pastores, y tus amantes irán en cautiverio. Ciertamente te avergonzarás y serás afrentado a causa de toda tu maldad. Habitaste en el Líbano; hiciste tu nido en los cedros. ¡Cómo gemirás cuando te vengan los dolores, angustia como la de la mujer que da a luz! "¡Vivo yo, dice Jehovah, que si tú, Joaquín hijo de Joacim, rey de Judá, fueses el anillo de sellar en mi mano derecha, aun de allí te arrancaría! Te entregaré en mano de los que buscan tu vida, en mano de aquellos cuya presencia temes, en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en mano de los caldeos. Te arrojaré a ti y a tu madre que te dio a luz, a una tierra extraña donde no nacisteis, y allá moriréis. Y a la tierra a la cual anhelan intensamente volver, allá no volverán. ¿Acaso es este hombre Joaquín una obra despreciable y rota? ¿Es acaso una vasija indeseable? ¿Por qué han sido arrojados él y sus descendientes, y echados a una tierra que no conocían?" ¡Oh tierra, tierra, tierra, escucha la palabra de Jehovah! Así ha dicho Jehovah: "Inscribid a este hombre como uno privado de descendencia. Será un hombre que no prosperará en los días de su vida. Porque ningún hombre de su descendencia logrará sentarse en el trono de David ni gobernar de nuevo en Judá. "¡Ay de los pastores, que echan a perder y dispersan a las ovejas de mi prado!, dice Jehovah. Por tanto, así ha dicho Jehovah Dios de Israel a los pastores que apacientan a mi pueblo: ‘Vosotros dispersasteis y ahuyentasteis mis ovejas, y no os ocupasteis de ellas. He aquí que yo me ocuparé de vosotros por la maldad de vuestras obras, dice Jehovah. Pero yo reuniré al remanente de mis ovejas de todas las tierras a donde las eché y las haré volver a sus pastizales. Entonces serán fecundas y se multiplicarán. Sobre ellas pondré pastores que las apacienten. No temerán más, ni se atemorizarán; no faltará ninguna, dice Jehovah.’ "He aquí vienen días, dice Jehovah, en que levantaré a David un Retoño justo. Reinará un Rey que obrará con inteligencia y que practicará el derecho y la justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará seguro. Y este es el nombre con el cual será llamado: ‘Jehovah, justicia nuestra.’ Por tanto, dice Jehovah, he aquí vienen días en que no dirán más: ‘¡Vive Jehovah, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto!’, sino: ‘¡Vive Jehovah, que hizo subir y trajo a los descendientes de la casa de Israel desde la tierra del norte y desde todas las tierras a donde los había desterrado!’ Y habitarán en su propio suelo." Para los profetas: Mi corazón está quebrantado dentro de mí; todos mis huesos tiemblan. Estoy como un hombre ebrio y como un hombre dominado por el vino, a causa de Jehovah y a causa de sus santas palabras. Porque la tierra está llena de adúlteros; porque por causa de éstos la tierra está enlutada, y los pastizales del desierto se han secado. La carrera de ellos es mala; su poderío no es recto. "Tanto el profeta como el sacerdote son unos impíos, dice Jehovah. Aun en mi casa he hallado su maldad. Por tanto, como resbaladeros en la oscuridad será su camino. Serán empujados y caerán en él, porque yo traeré el mal sobre ellos en el año de su castigo, dice Jehovah. "En los profetas de Samaria he visto algo repulsivo: Profetizan en nombre de Baal y hacen errar a mi pueblo Israel. Y en los profetas de Jerusalén he visto algo horrible: Cometen adulterio, andan en la mentira y fortalecen las manos de los malhechores, de manera que ninguno se convierta de su maldad. Todos ellos son para mí como Sodoma, y sus habitantes como Gomorra. Por tanto, así ha dicho Jehovah de los Ejércitos acerca de los profetas: He aquí que les haré comer ajenjo y les haré beber aguas envenenadas, porque de los profetas de Jerusalén ha salido la corrupción a todo el país." Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan. Ellos os llenan de vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehovah. Continuamente dicen a los que desprecian la palabra de Jehovah: ‘Tendréis paz.’ Y a cualquiera que anda tras la porfía de su corazón dicen: ‘No vendrá el mal sobre vosotros.’" Pero, ¿quién ha estado en el consejo secreto de Jehovah y ha percibido y oído su palabra? ¿Quién ha estado atento a su palabra y la ha obedecido? He aquí que el huracán de Jehovah sale con furor. Es un huracán que gira e irrumpe sobre la cabeza de los impíos. No se apartará la ira de Jehovah hasta que haya hecho y cumplido los propósitos de su corazón. Al final de los días lo entenderéis claramente. "Yo no enviaba a aquellos profetas, pero ellos corrían. Yo no les hablaba, pero ellos profetizaban. Si hubieran estado en mi consejo secreto, entonces habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras. "¿Acaso soy yo Dios de cerca, y no Dios de lejos?, dice Jehovah. ¿Acaso podrá alguien ocultarse en escondrijos para que yo no lo vea?, dice Jehovah. ¿Acaso no lleno yo el cielo y la tierra?, dice Jehovah. "He oído lo que dijeron aquellos profetas que en mi nombre profetizan mentira, diciendo: ‘¡He soñado, ¿Hasta cuándo? ¿Qué hay en el corazón de los profetas que profetizan mentira y que profetizan el engaño de sus propios corazones? ¿Acaso con sus sueños que cada uno cuenta a su compañero, piensan hacer que mi pueblo se olvide de mi nombre, de la manera que sus padres se olvidaron de mi nombre por causa de Baal? El profeta que tenga un sueño, que cuente el sueño; pero el que tenga mi palabra, que hable mi palabra con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo?, dice Jehovah. ¿No es mi palabra como el fuego y como el martillo que despedaza la roca?, dice Jehovah. Por tanto, he aquí, yo estoy contra los profetas que hurtan mis palabras, cada uno de su vecino, dice Jehovah. He aquí, yo estoy contra los profetas que con sus lenguas hablan lisonjas y proclaman: ‘Jehovah dice.’ He aquí, dice Jehovah, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos y los cuentan, haciendo errar a mi pueblo con sus mentiras y con su liviandad. Yo no los envié ni les mandé. Ningún provecho traerán a este pueblo, dice Jehovah. "Cuando este pueblo o algún profeta o sacerdote te pregunte diciendo: ‘¿Cuál es la profecía de Jehovah?’, les dirás: ‘¿Vosotros sois la profecía, y yo os rechazaré’, dice Jehovah. "Al profeta, al sacerdote y a cualquiera del pueblo que diga: ‘Profecía de Jehovah’, yo castigaré a tal hombre y a su casa. Así diréis cada cual a su compañero y cada uno a su hermano: ‘¿Qué ha respondido Jehovah? ¿Qué ha hablado?’ Nunca más os acordaréis de decir: ‘Profecía de Jehovah.’ Porque, ¿acaso ha de ser profecía la palabra de cada hombre? Vosotros pervertís las palabras del Dios vivo, Jehovah de los Ejércitos, nuestro Dios. "Así dirás al profeta: ‘¿Qué te respondió Jehovah? ¿Qué habló Jehovah?’ Pero si decís: ‘Profecía de Jehovah’, por eso ha dicho Jehovah: Porque dijisteis: ‘Profecía de Jehovah’, cuando yo os mandé decir: No digáis: ‘Profecía de Jehovah’; por eso, he aquí que os olvidaré por completo y os arrojaré de mi presencia a vosotros y a la ciudad que os había dado. Pondré sobre vosotros afrenta perpetua y eterna humillación que no serán olvidadas." Después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos a Joaquín hijo de Joacim, rey de Judá, a los magistrados de Judá, a los artesanos y a los herreros, de Jerusalén a Babilonia, Jehovah me mostró una visión: He aquí, dos canastas de higos estaban puestas delante del templo de Jehovah. Una de las canastas tenía higos muy buenos, como brevas; la otra canasta tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer. Y Jehovah me dijo: —¿Qué ves, Jeremías? Yo dije: —Higos. Higos buenos, muy buenos; e higos malos, muy malos, tan malos que no se pueden comer. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: —Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: Como a estos higos buenos, así consideraré, para bien, a los que fueron llevados cautivos de Judá, a quienes eché de este lugar a la tierra de los caldeos. Pondré mis ojos sobre ellos, para bien, y les haré volver a esta tierra. Los edificaré y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón para que me conozcan, pues yo soy Jehovah. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón. Porque así ha dicho Jehovah: Como con los higos malos, que por ser tan malos no se pueden comer, así procederé con Sedequías rey de Judá, con sus magistrados, con el remanente de Jerusalén que ha sido dejado en esta tierra y con los que habitan en la tierra de Egipto, para mal. Y haré que ante todos los reinos de la tierra sean objeto de espanto, de oprobio, de refrán, de burla y de maldición en todos los lugares adonde yo los empuje. Y enviaré sobre ellos la espada, el hambre y la peste, hasta que sean exterminados de sobre el suelo que les di a ellos y a sus padres. La palabra que vino a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá, en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, el cual era el primer año de Nabucodonosor, rey de Babilonia, la cual habló el profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén, diciendo: "Desde el año 13 de Josías hijo de Amón, rey de Judá, hasta este día, durante veintitrés años ha venido a mí la palabra de Jehovah. Os he hablado persistentemente, pero no habéis escuchado. Jehovah os envió persistentemente todos sus siervos los profetas, pero no escuchasteis ni inclinasteis vuestro oído para escuchar. Os decían: ‘Volveos, pues, cada uno de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras, y habitad en la tierra que Jehovah os ha dado a vosotros y a vuestros padres, para siempre jamás. No vayáis en pos de otros dioses, para rendirles culto y para postraros ante ellos. No me provoquéis a ira con la obra de vuestras manos, y no os haré mal.’ Sin embargo, dice Jehovah, no me escuchasteis, de modo que me habéis provocado a ira con la obra de vuestras manos, para vuestro propio mal. "Por tanto, así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Por cuanto no habéis escuchado mis palabras, he aquí yo enviaré a tomar a todas las gentes del norte y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus habitantes, y contra todas las naciones de alrededor, dice Jehovah. Los destruiré por completo y los convertiré en escarnio, rechifla y ruinas perpetuas. Haré perecer entre ellos la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz del novio y la voz de la novia, el ruido de las piedras del molino y la luz de la lámpara. Toda esta tierra será convertida en desolación y espanto. Y estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años.’ "Pero sucederá que cuando se hayan cumplido los setenta años, castigaré al rey de Babilonia, a aquella nación y a la tierra de los caldeos, por su maldad. Yo la convertiré en perpetua desolación. Traeré contra aquella tierra todas mis palabras que he hablado acerca de ella, todo lo que está escrito en este libro que ha profetizado Jeremías contra todas las naciones. Porque también de ellos se servirán muchas naciones y grandes reyes. Yo les retribuiré conforme a sus hechos y conforme a la obra de sus manos." Así me ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Toma de mi mano esta copa del vino de la ira, y da de beber a todas las naciones a las cuales te envío. Ellas beberán y vomitarán; enloquecerán a causa de la espada que yo envío entre ellas." Tomé, pues, la copa de la mano de Jehovah y di de beber a todas las naciones a las cuales Jehovah me había enviado: A Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus magistrados, para convertirlos en ruinas, en horror, en rechifla y en maldición, como en este día. Al faraón rey de Egipto, a sus servidores, a sus magistrados, a todo su pueblo y a toda su población asimilada. A todos los reyes de la tierra de Uz y a todos los reyes de la tierra de Filistea (Ascalón, Gaza, Ecrón y los sobrevivientes de Asdod). A Edom, a Moab, a los hijos de Amón; a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón y a los reyes de las costas que están al otro lado del mar. A Dedán, a Tema, a Buz y a todos los que se rapan las sienes. A todos los reyes de Arabia y a todos los reyes de la población asimilada que habita en el desierto. A todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam y a todos los reyes de Media. A todos los reyes del norte, tanto a los cercanos como a los lejanos, a los unos como a los otros. Di de beber a todos los reinos que hay sobre la faz de la tierra, y el rey de Sesac beberá después de ellos. "Les dirás que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘Bebed y embriagaos; vomitad y caed. No os levantaréis a causa de la espada que yo envío contra vosotros.’ Y sucederá que si rehúsan tomar la copa de tu mano para beber, les dirás que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Tenéis que beberla, porque he aquí que yo comienzo a hacer mal a la ciudad que es llamada por mi nombre; y vosotros, ¿quedaréis impunes? ¡No quedaréis impunes, porque yo llamo la espada contra todos los habitantes de la tierra!’, dice Jehovah de los Ejércitos. "Tú profetizarás contra ellos todas estas palabras y les dirás: ‘Jehovah ruge desde lo alto, y da su voz desde su santa habitación. Ruge enfurecido contra su morada; y un grito como el de los que pisan la uva, responderá a todos los habitantes de la tierra. Tal rugido llegará hasta el extremo de la tierra, porque Jehovah tiene litigio contra las naciones. El entra en juicio contra todo mortal; entregará los impíos a la espada,’" dice Jehovah. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "He aquí que el mal irá de nación en nación, y un gran huracán se desatará desde los extremos de la tierra. En aquel día los muertos por Jehovah estarán desde un extremo de la tierra hasta el otro. No serán llorados; no serán recogidos ni sepultados. Serán convertidos en abono sobre la superficie de la tierra." ¡Gemid, oh pastores, y gritad! Revolcaos en el polvo, oh mayorales del rebaño; porque se han cumplido los días para que seáis degollados y dispersados. Y caeréis como carneros escogidos. Se acabará el refugio de los pastores, y el escape de los mayorales del rebaño. Se oye el ruido del griterío de los pastores, y del gemido de los mayorales del rebaño. Porque Jehovah ha devastado sus prados. Los apacibles pastizales son devastados a causa del furor de la ira de Jehovah. Cual león, ha dejado su guarida, pues la tierra de ellos se ha convertido en horror a causa de la ira del opresor y a causa del furor de su enojo. En el principio del reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehovah, diciendo: "Así ha dicho Jehovah: ‘Ponte de pie en el atrio de la casa de Jehovah y habla todas las palabras que te he mandado que hables, a todos los de las ciudades de Judá que vienen para adorar en la casa de Jehovah. No omitas ni una sola palabra; quizás oigan y se vuelvan, cada uno de su mal camino, y yo desista del mal que he pensado hacerles por causa de la maldad de sus obras.’ Les dirás que así ha dicho Jehovah: ‘Si no me escucháis para andar en mi ley, la cual he puesto delante de vosotros, ni escucháis las palabras de mis siervos los profetas que persistentemente os he enviado (a los cuales no habéis escuchado), entonces haré a este templo como hice al de Silo y expondré esta ciudad como una maldición ante todas las naciones de la tierra.’" Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehovah. Pero sucedió que cuando Jeremías terminó de decir todo lo que Jehovah le había mandado que hablase a todo el pueblo, lo apresaron los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, diciendo: "Irremisiblemente morirás. ¿Por qué has profetizado en nombre de Jehovah, diciendo: ‘Este templo será como Silo, y esta ciudad será destruida hasta no quedar habitante en ella’?" Y todo el pueblo se congregó contra Jeremías en la casa de Jehovah. Cuando los magistrados de Judá oyeron estas cosas, subieron de la casa del rey a la casa de Jehovah y se sentaron a la entrada de la puerta Nueva de la casa de Jehovah. Entonces los sacerdotes y los profetas hablaron a los magistrados y a todo el pueblo, diciendo: —¡Este hombre merece la pena de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como vosotros lo habéis oído con vuestros propios oídos! Entonces Jeremías habló a todos los magistrados y a todo el pueblo, diciendo: —Jehovah me ha enviado para profetizar contra este templo y contra esta ciudad todas las palabras que habéis oído. Ahora pues, corregid vuestros caminos y vuestras obras, y escuchad la voz de Jehovah vuestro Dios, y Jehovah desistirá del mal que ha hablado contra vosotros. Y en lo que a mí respecta, he aquí estoy en vuestras manos: Haced de mí como mejor y más recto os parezca. Pero sabed con certeza que si me matáis, echaréis sangre inocente sobre vosotros, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque en verdad Jehovah me ha enviado para decir todas estas palabras en vuestros oídos. Entonces los magistrados y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: —Este hombre no merece la pena de muerte, porque ha hablado en nombre de Jehovah, nuestro Dios. Luego se levantaron algunos hombres de los ancianos del país y hablaron a toda la asamblea del pueblo, diciendo: —Miqueas de Moréset profetizaba en tiempos de Ezequías, rey de Judá. El habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: "Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos:’ Sion será arada como campo. Jerusalén será convertida en un montón de ruinas; y el monte del templo, en cumbres boscosas.’" ¿Acaso Ezequías, rey de Judá, y todo Judá lo mataron? ¿Acaso no temió a Jehovah e imploró el favor de Jehovah, y Jehovah desistió del mal que había hablado contra ellos? Nosotros estamos haciendo un mal grande contra nosotros mismos. Hubo también un hombre que profetizaba en nombre de Jehovah: Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, el cual profetizó contra esta ciudad y contra esta tierra, conforme a todas las palabras de Jeremías. El rey Joacim, todos sus valientes y todos sus magistrados oyeron sus palabras, y el rey procuró matarlo. Pero Urías se enteró, tuvo miedo y huyó, y se fue a Egipto. El rey Joacim envió a Egipto unos hombres: a Elnatán hijo de Acbor y a otros hombres con él. Ellos sacaron a Urías de Egipto y lo llevaron al rey Joacim, quien lo mató a espada y echó su cadáver en los sepulcros de la gente del pueblo. Pero la mano de Ajicam hijo de Safán estaba con Jeremías, para que no lo entregasen en mano del pueblo para matarlo. En el principio del reinado de Sedequías hijo de Josías, rey de Judá, vino esta palabra de Jehovah a Jeremías. Jehovah me dijo así: "Haz coyundas y yugos, y ponlos sobre tu cuello. Luego los enviarás al rey de Edom, al rey de Moab, al rey de los hijos de Amón, al rey de Tiro y al rey de Sidón, por medio de los mensajeros que vienen a Jerusalén a Sedequías, rey de Judá. Y les mandarás que digan a sus señores que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘Así habéis de decir a vuestros señores: Con mi gran poder y mi brazo extendido hice la tierra, al hombre y a los animales que están sobre la faz de la tierra, y la he dado a quien me place. Ahora yo he entregado todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo. Le he dado aun los animales del campo, para que le sirvan. Todas las naciones le servirán a él, como a su hijo y al hijo de su hijo, hasta que también le llegue su tiempo a su propia tierra; luego se servirán de él muchas naciones y grandes reyes. "Y sucederá que a la nación o al reino que no sirva a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que no ponga su cuello bajo el yugo del rey de Babilonia, yo castigaré a tal nación con espada, hambre y peste, hasta que los acabe por medio de su mano’, dice Jehovah. "Vosotros, pues, no escuchéis a vuestros profetas, ni a vuestros encantadores, ni a vuestros soñadores, ni a vuestros espiritistas ni a vuestros hechiceros que os hablan diciendo: ‘No serviréis al rey de Babilonia.’ Porque ellos os profetizan mentira, de modo que seáis alejados de vuestra tierra y que yo os expulse y perezcáis. Pero a la nación que someta su cuello al yugo del rey de Babilonia y le sirva, haré que la dejen en su tierra, y habitará en ella," dice Jehovah. Y hablé a Sedequías, rey de Judá, conforme a todas estas palabras, diciendo: "Someted vuestros cuellos al yugo del rey de Babilonia. Servidle a él y a su pueblo, y viviréis. ¿Por qué habréis de morir tú y tu pueblo por la espada, el hambre y la peste, como ha dicho Jehovah acerca de la nación que no sirva al rey de Babilonia? No escuchéis las palabras de los profetas quienes os hablan diciendo: ‘No serviréis al rey de Babilonia’, pues os profetizan mentira. Porque Jehovah dice: ‘Yo no los envié; no obstante, ellos profetizan falsamente en mi nombre, de modo que yo os expulse y perezcáis vosotros y los profetas que os profetizan.’" También a los sacerdotes y a todo este pueblo hablé diciendo: "No escuchéis las palabras de vuestros profetas, quienes os profetizan diciendo: ‘He aquí que los utensilios de la casa de Jehovah serán traídos pronto de Babilonia’, porque os profetizan mentira. No los escuchéis; servid al rey de Babilonia y vivid. ¿Por qué ha de ser desolada esta ciudad? Si ellos son profetas y si está con ellos la palabra de Jehovah, que intercedan ante Jehovah de los Ejércitos, para que no vayan a Babilonia los utensilios que han quedado en la casa de Jehovah, en la casa del rey de Judá y en Jerusalén. Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos acerca de aquellas columnas, de la fuente, de las bases de las pilas móviles y del resto de los objetos que quedan en esta ciudad, y que no llevó Nabucodonosor rey de Babilonia, cuando llevó cautivos a Babilonia a Joaquín hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los nobles de Judá y de Jerusalén. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, acerca de los objetos que han quedado en la casa de Jehovah y en la casa del rey de Judá y en Jerusalén: ‘Serán llevados a Babilonia y allí estarán hasta el día en que yo los visite con mi favor, dice Jehovah. Después los haré volver, y los restituiré a este lugar.’" Aconteció en el mismo año, en el principio del reinado de Sedequías rey de Judá, en el mes quinto del cuarto año, que Ananías hijo de Azur, que era el profeta de Gabaón, me habló en la casa de Jehovah, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo, diciendo: —Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, diciendo: "He roto el yugo del rey de Babilonia. Dentro de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Jehovah que Nabucodonosor rey de Babilonia tomó de este lugar y los llevó a Babilonia. También haré volver a este lugar a Joaquín hijo de Joacim, rey de Judá, y a todos los de Judá que fueron llevados cautivos a Babilonia, porque romperé el yugo del rey de Babilonia," dice Jehovah. Entonces el profeta Jeremías respondió al profeta Ananías, en presencia de los sacerdotes y de todo el pueblo que estaba de pie en la casa de Jehovah. Y el profeta Jeremías dijo: —¡Así sea! Así lo haga Jehovah. Confirme Jehovah las palabras que has profetizado, para hacer volver de Babilonia a este lugar los utensilios de la casa de Jehovah y a todos los que fueron llevados cautivos. Sin embargo, escucha esta palabra que yo hablo a tus oídos y a oídos de todo el pueblo: Los profetas que vinieron antes de ti y antes de mi, desde tiempos antiguos, profetizaron de guerras, de desastres y de pestes contra muchas tierras y contra grandes reinos. En cuanto al profeta que profetiza paz, cuando su palabra se cumpla, se reconocerá que a tal profeta verdaderamente le ha enviado Jehovah. Entonces el profeta Ananías quitó el yugo del cuello del profeta Jeremías y lo rompió. Y Ananías habló en presencia de todo el pueblo, diciendo: —Así ha dicho Jehovah: "De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, del cuello de todas las naciones, dentro de dos años." Y Jeremías se fue por su camino. Después que el profeta Ananías rompió el yugo del cuello del profeta Jeremías, vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo: —Vé, habla a Ananías y dile que así ha dicho Jehovah: "Tú has roto yugos de madera, pero en lugar de ellos harás yugos de hierro." Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "He puesto un yugo de hierro sobre el cuello de todas estas naciones, para que sirvan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y le servirán. Le he dado a él aun los animales del campo." Entonces el profeta Jeremías dijo al profeta Ananías: —Escucha, Ananías: Jehovah no te ha enviado, y tú has hecho que este pueblo confíe en la mentira. Por tanto, así ha dicho Jehovah: "He aquí, yo te quito de sobre la faz de la tierra. Morirás en este mismo año, porque incitaste a la rebelión contra Jehovah." En el mismo año, en el mes séptimo, murió Ananías. Estas son las palabras de la carta que el profeta Jeremías envió de Jerusalén al resto de los ancianos de la cautividad, a los sacerdotes, a los profetas y a todo el pueblo, que Nabucodonosor había llevado cautivo de Jerusalén a Babilonia. Esto sucedió después de haber salido de Jerusalén el rey Joaquín y la reina madre, los funcionarios, los magistrados de Judá y de Jerusalén, los artesanos y los herreros. La carta fue enviada por medio de Elasa hijo de Safán y de Gemarías hijo de Hilquías, a quienes Sedequías rey de Judá envió a Babilonia, a Nabucodonosor rey de Babilonia. Y decía: Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "A todos los que están en la cautividad, a quienes hice llevar cautivos de Jerusalén a Babilonia: Edificad casas y habitadlas. Plantad huertos y comed del fruto de ellos. Contraed matrimonio y engendrad hijos e hijas. Tomad mujeres para vuestros hijos y dad vuestras hijas en matrimonio, para que den a luz hijos e hijas. Multiplicaos allí, y no disminuyáis. Procurad el bienestar de la ciudad a la cual os hice llevar cautivos. Rogad por ella a Jehovah, porque en su bienestar tendréis vosotros bienestar." Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "No os engañen vuestros profetas que están entre vosotros, ni vuestros encantadores. No prestéis oído a sus sueños que ellos sueñan. Pues ellos os profetizan falsamente en mi nombre. Yo no los envié," dice Jehovah. Porque así ha dicho Jehovah: "Cuando según mi dicho se cumplan setenta años para Babilonia, os visitaré con mi favor y os cumpliré mi buena promesa de haceros regresar a este lugar. Porque yo sé los planes que tengo acerca de vosotros, dice Jehovah, planes de bienestar y no de mal, para daros porvenir y esperanza. Entonces me invocaréis. Vendréis y oraréis a mí, y yo os escucharé. Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis con todo vuestro corazón. Me dejaré hallar de vosotros, dice Jehovah, y os restauraré de vuestra cautividad. Os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares a donde os he expulsado, dice Jehovah. Y os haré volver al lugar de donde hice que os llevaran cautivos." Vosotros habéis dicho: "Jehovah nos ha levantado profetas en Babilonia." Pero así ha dicho Jehovah acerca del rey que está sentado sobre el trono de David y de todo el pueblo que habita en esta ciudad, vuestros hermanos que no salieron en cautividad con vosotros; así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "He aquí, yo envío contra ellos la espada, el hambre y la peste. Procederé con ellos como con los higos malos, que por ser tan malos no se pueden comer. Los perseguiré con espada, con hambre y con peste. Haré que sean motivo de espanto para todos los reinos de la tierra, y maldición, horror, rechifla y afrenta ante todas las naciones a las cuales los he expulsado, dice Jehovah, porque no escucharon mis palabras que persistentemente os he enviado por medio de mis siervos los profetas. Y no habéis escuchado," dice Jehovah. Oíd, pues, la palabra de Jehovah, vosotros todos los expatriados que eché de Jerusalén a Babilonia. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, acerca de Acab hijo de Colías y de Sedequías hijo de Maasías, quienes os profetizan falsamente en mi nombre: "He aquí, yo los entrego en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, y él los matará ante vuestros ojos. De ellos se derivará esta maldición para todos los expatriados de Judá que están en Babilonia: ‘Jehovah te haga como a Sedequías y como a Acab, a quienes el rey de Babilonia los asó al fuego.’ Porque hicieron infamia en Israel, cometiendo adulterio con las mujeres de sus prójimos, y porque en mi nombre hablaron falsamente palabras que no les mandé, lo cual yo lo sé y soy testigo," dice Jehovah. Y a Semaías de Nejelam hablarás diciendo que así ha hablado Jehovah de los Ejércitos, por cuanto en tu propio nombre enviaste cartas a todo el pueblo que está en Jerusalén, al sacerdote Sofonías hijo de Maasías y a todos los demás sacerdotes, diciendo: "Jehovah te ha hecho sacerdote en lugar del sacerdote Joyada, para que en la casa de Jehovah te encargues de todo hombre loco que se ponga a profetizar, y lo metas en el cepo y en el collar de hierro. Ahora pues, ¿por qué no has reprendido a Jeremías de Anatot, que os profetiza? Porque por cierto nos ha enviado a decir en Babilonia: ‘Largo va a ser el cautiverio. Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed del fruto de ellos…’" El sacerdote Sofonías leyó esta carta a oídos del profeta Jeremías. Y vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo: "Manda decir a todos los expatriados que así ha dicho Jehovah acerca de Semaías de Nejelam: ‘Porque Semaías os profetizó sin que yo lo enviara, y os hizo confiar en una mentira, por eso así ha dicho Jehovah: He aquí que yo castigaré a Semaías de Nejelam y a su descendencia. No tendrá un solo hombre que habite en medio de este pueblo, ni verá el bien que haré a mi pueblo, dice Jehovah, porque ha incitado a la rebelión contra Jehovah.’" La palabra de Jehovah que vino a Jeremías, diciendo "Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: ‘Escribe en un libro todas estas palabras que te he hablado. Porque he aquí vienen días, dice Jehovah, en que restauraré de la cautividad a mi pueblo Israel y a Judá, ha dicho Jehovah. Los haré volver a la tierra que di a sus padres, y tomarán posesión de ella.’" Estas son las palabras que habló Jehovah acerca de Israel y de Judá. Así ha dicho Jehovah: "Hemos oído una voz de estremecimiento; hay terror, y no hay paz. Preguntad, pues, y mirad: ¿Acaso un varón da a luz? ¿Por qué he visto a todo hombre con las manos sobre las caderas como una mujer que da a luz, y todas las caras se han vuelto pálidas? ¡Oh, cuán grande será aquel día; tanto, que no hay otro semejante a él! Será tiempo de angustia para Jacob, pero será librado de él. "Sucederá en aquel día, dice Jehovah de los Ejércitos, que yo quebraré el yugo de sobre su cuello y romperé sus coyundas. Los extraños no volverán a someterlo a servidumbre. Más bien, servirán a Jehovah su Dios y a David su rey, a quien yo levantaré para ellos. "Pero tú no temas, oh siervo mío Jacob, ni desmayes, oh Israel, dice Jehovah. Porque he aquí, yo soy el que te salva desde lejos; y a tu descendencia, de la tierra de su cautividad. Jacob volverá y estará tranquilo; estará confiado, y no habrá quien lo atemorice. Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehovah. Ciertamente haré exterminio en todas las naciones entre las cuales te he dispersado; pero en ti no haré exterminio, sino que te castigaré con justicia. De ninguna manera te daré por inocente. Porque así ha dicho Jehovah: Tu quebranto es incurable, y tu herida es grave. No hay quien juzgue tu causa; no tienes remedio eficaz para tu úlcera. Todos tus amantes se han olvidado de ti; ya no te buscan. Porque te he herido como a enemigo con castigo de hombre cruel, a causa del gran número de tus maldades y de la multitud de tus pecados. ¿Por qué gritas por tu quebranto? Tu dolor es incurable, porque por la grandeza de tu iniquidad y por tus muchos pecados te he hecho esto. Pero todos los que te devoran serán devorados; y todos tus enemigos, todos ellos, irán en cautividad. Los que te saquean serán víctimas del saqueo, y a todos los que te despojan los entregaré al despojo. Porque yo te traeré sanidad y curaré tus heridas, dice Jehovah; pues te han llamado Desechada, diciendo: ‘Esta es Sion, a quien nadie busca.’" Así ha dicho Jehovah: "He aquí, yo restauraré de la cautividad las tiendas de Jacob; de sus moradas tendré misericordia. La ciudad será reedificada sobre su montículo de escombros, y el palacio quedará en su lugar. Acciones de gracias saldrán de ellos, y la voz de los que se regocijan. Los multiplicaré, y no serán disminuidos. Los honraré, y no serán insignificantes. Sus hijos serán como en el pasado, y su congregación tendrá estabilidad delante de mí. Y castigaré a todos sus opresores. "Uno de ellos será su soberano, y de en medio de ellos saldrá su gobernante. Yo le haré acercarse, y él se llegará a mí. Porque, ¿quién es aquel que arriesga su corazón para acercarse a mí?, dice Jehovah. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios. "He aquí que el huracán de Jehovah sale con furor. Es un huracán que gira e irrumpe sobre la cabeza de los impíos. No se apartará el ardor de la ira de Jehovah hasta que haya hecho y cumplido los propósitos de su corazón. Al final de los días lo entenderéis. "En aquel tiempo, dice Jehovah, yo seré el Dios de todas las familias de Israel; y ellos serán mi pueblo. Así ha dicho Jehovah: Cuando Israel iba en pos de su reposo, el pueblo que había sobrevivido de la espada halló gracia en el desierto." Jehovah me ha aparecido desde hace mucho tiempo, diciendo: "Con amor eterno te he amado; por tanto, te he prolongado mi misericordia. Otra vez he de edificarte, y serás edificada, oh virgen de Israel. Otra vez serás adornada con tus panderos y saldrás en las danzas de los que se regocijan. Otra vez plantarás viñas en los montes de Samaria, y los que las planten gozarán del fruto. Porque habrá un día en que gritarán los guardias en la región montañosa de Efraín: ‘¡Levantaos, y subamos a Sion, a Jehovah, nuestro Dios!’" Porque así ha dicho Jehovah: "Regocijaos con alegría a causa de Jacob, y gritad de júbilo ante la cabeza de las naciones. Proclamad, alabad y decid: ‘¡Oh Jehovah, salva a tu pueblo, al remanente de Israel!’ "He aquí, yo los traigo de la tierra del norte, y los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos vendrán los ciegos y los cojos, la mujer encinta y la que da a luz. Como una gran multitud volverán acá. Vendrán con llanto, pero con consuelo los guiaré y los conduciré junto a los arroyos de aguas, por un camino parejo en el cual no tropezarán. Porque yo soy un Padre para Israel, y Efraín es mi primogénito." ¡Oh naciones, escuchad la palabra de Jehovah y hacedlo saber en las costas lejanas! Decid: "El que dispersó a Israel lo reunirá y lo guardará, como el pastor guarda su rebaño." Porque Jehovah ha rescatado a Jacob; lo ha redimido de mano del que es más fuerte que él. Vendrán y darán alabanza en la cumbre de Sion. Correrán hacia la bondad de Jehovah: al grano, al vino nuevo, al aceite y a las crías de las ovejas y de las vacas. Su vida será como huerto de riego; nunca más volverán a languidecer. "Entonces la virgen se regocijará en la danza, y los jóvenes y los ancianos juntamente. Porque transformaré su duelo en regocijo; los consolaré y los alegraré en su dolor. Colmaré de abundancia el alma del sacerdote, y mi pueblo se saciará de mi bondad," dice Jehovah. Así ha dicho Jehovah: "Voz fue oída en Ramá; lamento y llanto amargo. Raquel lloraba por sus hijos, y no quería ser consolada por sus hijos, porque perecieron." Así ha dicho Jehovah: "Reprime tu voz del llanto y tus ojos de las lágrimas, porque tu obra tiene recompensa, dice Jehovah. Ellos volverán de la tierra del enemigo. Hay esperanza para tu porvenir; tus hijos volverán a su territorio, dice Jehovah. "Ciertamente yo he oído a Efraín que se lamentaba diciendo: ‘Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito. Hazme volver, y volveré; porque tú eres Jehovah mi Dios. Porque después de desviarme, me arrepentí; y después de darme cuenta, golpeé mi muslo. Fui avergonzado y también afrentado, porque he llevado el oprobio de mi juventud.’ "¿Acaso no es Efraín un hijo querido para mí? ¿Acaso no es un niño precioso? Porque cada vez que hablo contra él, lo recuerdo más. Por eso mis entrañas se enternecen por él. Ciertamente tendré misericordia de él, dice Jehovah. "Levanta señales, pon indicadores de caminos. Pon atención al camino principal, el camino por el cual caminaste. Vuelve, oh virgen de Israel; vuelve a estas tus ciudades. ¿Hasta cuándo andarás de un lado para otro, oh hija rebelde? Pues Jehovah hará una novedad en la tierra: La mujer rodeará al hombre." Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "Cuando yo los restaure de su cautividad, dirán otra vez estas palabras en la tierra de Judá y en sus ciudades: ‘¡Jehovah te bendiga, oh morada de justicia, oh monte santo!’ Y habitarán juntos en ella Judá y todas sus ciudades, los labradores y los que se desplazan con los rebaños. Porque he de saciar al alma fatigada, y he de llenar a toda alma que languidece." En esto desperté y vi que mi sueño había sido placentero. "He aquí que vienen días, dice Jehovah, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá con simiente de hombres y con simiente de animales. Sucederá que como he vigilado sobre ellos para arrancar, desmenuzar, arruinar, destruir y hacer daño, así vigilaré sobre ellos para edificar y plantar, dice Jehovah. "En aquellos días no dirán más: ‘Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos sufren la dentera’; sino que cada cual morirá por su propio pecado. Los dientes de todo hombre que coma las uvas agrias sufrirán la dentera. "He aquí vienen días, dice Jehovah, en que haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No será como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, mi pacto que ellos invalidaron, a pesar de ser yo su señor, dice Jehovah. Porque éste será el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehovah: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Ya nadie enseñará a su prójimo, ni nadie a su hermano, diciendo: ‘Conoce a Jehovah.’ Pues todos ellos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehovah. Porque yo perdonaré su iniquidad y no me acordaré más de su pecado." Así ha dicho Jehovah, quien da el sol para luz del día, y la luna y las estrellas para luz de la noche, el que agita el mar de manera que rugen sus olas—Jehovah de los Ejércitos es su nombre—: "Si esas leyes faltasen delante de mí, dice Jehovah, entonces la descendencia de Israel dejaría de ser nación delante de mí, perpetuamente." Así ha dicho Jehovah: "Si se pueden medir los cielos arriba y se pueden explorar los cimientos de la tierra abajo, entonces yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice Jehovah. "He aquí que vienen días, dice Jehovah, en que la ciudad será edificada para Jehovah desde la torre de Hananeel hasta la puerta de la Esquina. El cordel de medir irá directamente hasta la colina de Gareb, y dará la vuelta hacia Goa. Todo el valle de los cadáveres y de las cenizas, y todas las terrazas hasta el arroyo de Quedrón, hasta la esquina de la puerta de los Caballos, al este, estará consagrado a Jehovah. Nunca más será arrancada ni destruida." La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah en el año 10 de Sedequías, rey de Judá, que fue el año 18 de Nabucodonosor. En aquel entonces el ejército del rey de Babilonia tenía sitiada a Jerusalén. Y el profeta Jeremías estaba preso en el patio de la guardia que estaba en la casa del rey de Judá, porque Sedequías, el rey de Judá, lo había apresado, diciéndole: "¿Por qué profetizas diciendo que así ha dicho Jehovah: ‘He aquí, yo entrego esta ciudad en mano del rey de Babilonia, y él la tomará; Sedequías, rey de Judá, no escapará de mano de los caldeos, sino que ciertamente será entregado en mano del rey de Babilonia y hablará con él cara a cara, y sus ojos verán sus ojos; él hará llevar a Sedequías a Babilonia y estará allá hasta que yo le visite, dice Jehovah, y aunque combatáis contra los caldeos, no tendréis éxito’?" Jeremías dijo: Vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "He aquí que Hanameel, hijo de tu tío Salum, viene a ti para decir: ‘Compra mi campo que está en Anatot, porque tuyo es el derecho de redención para adquirirlo.’" Y vino a mí Hanameel, hijo de mi tío, al patio de la guardia, conforme a la palabra de Jehovah, y me dijo: "Compra, por favor, mi campo que está en Anatot, en tierra de Benjamín; porque tuyo es el derecho de posesión, y a ti te corresponde la redención. Cómpralo para ti." Entonces comprendí que había sido palabra de Jehovah; y compré el campo de Hanameel, hijo de mi tío, el cual estaba en Anatot. Le pesé el dinero: 17 siclos de plata. Luego escribí el documento y lo sellé. Convoqué a los testigos y pesé la plata en la balanza. Luego tomé el documento de la compra, sellado, con las obligaciones y los términos, y la copia abierta. Entregué el documento de la compra a Baruc hijo de Nerías, hijo de Maasías, en presencia de Hanameel, hijo de mi tío, en presencia de los testigos que habían firmado el documento de la compra y en presencia de todos los judíos que permanecían en el patio de la guardia. Luego mandé a Baruc, en presencia de ellos, diciendo que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "Toma estos documentos (el documento de compra sellado y la copia abierta), y ponlos en una vasija de cerámica para que se conserven por mucho tiempo. Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘Todavía se comprarán casas, campos y viñas en esta tierra.’" Después que di el documento de compra a Baruc hijo de Nerías, oré a Jehovah diciendo: "¡Oh Señor Jehovah! He aquí que tú has hecho el cielo y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido. Nada hay que sea difícil para ti. Tú haces misericordia a millares, pero retribuyes la maldad de los padres en el seno de sus hijos después de ellos. ¡Oh Dios grande y poderoso, cuyo nombre es Jehovah de los Ejércitos! Grande eres en designios y magnífico en hechos, pues tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos del hombre, para dar a cada uno según sus caminos y según el fruto de sus obras. Has hecho señales y prodigios en la tierra de Egipto, y hasta este día en Israel y entre todos los hombres. Así te has hecho de renombre, como en este día. Sacaste a tu pueblo Israel de la tierra de Egipto, con señales y prodigios, con mano poderosa, con brazo extendido y con gran terror. Y les diste esta tierra, de la cual juraste a sus padres que se la darías: una tierra que fluye leche y miel. Ellos entraron y tomaron posesión de ella; pero no escucharon tu voz, ni anduvieron en tu ley, ni hicieron nada de lo que les mandaste hacer. Por eso has hecho que les ocurriera todo este mal. "He aquí que los terraplenes ya han alcanzado hasta la ciudad para tomarla. La ciudad va a ser entregada en mano de los caldeos que combaten contra ella, a causa de la espada, del hambre y de la peste. Ha llegado a suceder lo que dijiste; y he aquí, tú lo estás viendo. Sin embargo, oh Señor Jehovah, aun cuando la ciudad es entregada en mano de los caldeos, tú me dices: ‘Cómprate el campo por dinero y convoca testigos.’" Entonces vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo: "He aquí que yo soy Jehovah, Dios de todo mortal. ¿Habrá alguna cosa difícil para mí? Por tanto, así ha dicho Jehovah: He aquí, yo voy a entregar esta ciudad en mano de los caldeos y en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia; y él la tomará. Vendrán los caldeos que combaten contra esta ciudad, le prenderán fuego y la incendiarán; asimismo, a las casas sobre cuyas azoteas quemaban incienso a Baal y derramaban libaciones a otros dioses, provocándome a ira. Porque los hijos de Israel y los hijos de Judá no han hecho desde su juventud sino lo malo ante mis ojos. Porque los hijos de Israel no han hecho más que provocarme a ira con la obra de sus manos, dice Jehovah. Porque esta ciudad me ha provocado a ira e indignación desde el día en que la edificaron y hasta el día de hoy, de manera que la quitaré de mi presencia, por toda la maldad que los hijos de Israel y los hijos de Judá han hecho, provocándome a ira: ellos, sus reyes, sus magistrados, sus sacerdotes, sus profetas, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. Ellos me dieron la espalda y no la cara. Y a pesar de que les he enseñado persistentemente, no han escuchado para recibir corrección. Más bien, han puesto sus ídolos abominables en el templo que es llamado por mi nombre, contaminándolo. Han edificado lugares altos a Baal, que están en el valle de Ben-hinom, para hacer pasar por fuego a sus hijos y a sus hijas a Moloc; lo cual no les mandé ni me vino a la mente que hiciesen esta abominación, para hacer pecar a Judá." Ahora pues, así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Con todo, en cuanto a esta ciudad de la cual decís: ‘En mano del rey de Babilonia será entregada por la espada, por el hambre y por la peste’, he aquí que yo los reuniré de todos los países a los cuales los he expulsado en mi furor, con mi ira y con gran indignación. Los haré volver a este lugar y les haré habitar seguros. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Les daré un solo corazón y un solo camino, a fin de que me teman perpetuamente, para su propio bien y para el bien de sus hijos después de ellos. Haré con ellos un pacto eterno; no desistiré de hacerles bien. Pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. Me regocijaré por causa de ellos al hacerles el bien. Los plantaré en esta tierra con verdad, con todo mi corazón y con toda mi alma." Porque así ha dicho Jehovah: "Así como traje sobre este pueblo todo este gran mal, así traeré sobre ellos todo el bien que hablo acerca de ellos. Y se comprarán campos en esta tierra de la cual vosotros decís: ‘Está desolada, sin hombres y sin animales, y es entregada en mano de los caldeos.’ Comprarán campos por dinero; harán documentos, los sellarán y llamarán testigos, en tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá, en las ciudades de la región montañosa, en las ciudades de la Sefela y en las ciudades del Néguev, porque yo les restauraré de su cautividad," dice Jehovah. Vino por segunda vez la palabra de Jehovah a Jeremías, estando él todavía detenido en el patio de la guardia, y dijo: "Así ha dicho Jehovah, quien hizo la tierra, Jehovah que la formó para afirmarla—Jehovah es su nombre—: ‘Clama a mí, y te responderé; y te revelaré cosas grandes e inaccesibles que tú no conoces. Porque así ha dicho Jehovah Dios de Israel acerca de las casas de esta ciudad y de las casas de los reyes de Judá, que fueron derribadas para construir defensas contra los terraplenes y la espada: Los caldeos vienen para combatir contra ellos y para llenarlas de cadáveres de hombres, a quienes he herido con mi furor y con mi ira, pues he escondido mi rostro de esta ciudad a causa de toda su maldad. "He aquí que yo les traeré medicina y sanidad. Yo los sanaré y les revelaré tiempos de paz y de verdad. Restauraré de la cautividad a Judá y a Israel, y los edificaré como al principio. Los limpiaré de toda la maldad con que pecaron contra mí; perdonaré todos sus pecados con que pecaron y se rebelaron contra mí. Y esta ciudad me será motivo de regocijo, de alabanza y de gloria para todas las naciones de la tierra que oirán de todo el bien que yo les haré. Temerán y se estremecerán por todo el bien y por toda la paz que yo les haré." Así ha dicho Jehovah: "En este lugar del cual decís que está destruido, sin hombres y sin animales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén (que están desoladas, sin hombres, sin habitantes y sin animales), todavía se ha de escuchar la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz del novio y la voz de la novia, la voz de los que al traer sacrificios de acción de gracias a la casa de Jehovah, digan: ‘Alabad a Jehovah de los Ejércitos, porque Jehovah es bueno; porque para siempre es su misericordia.’ Porque restauraré de su cautividad a la tierra, como al principio," ha dicho Jehovah. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "En este lugar destruido, sin hombres y sin animales, y en todas sus ciudades, otra vez habrá pastizales donde los pastores hagan recostar a sus ovejas. Otra vez pasarán las ovejas bajo las manos de quien las cuente en las ciudades de la región montañosa, en las ciudades de la Sefela, en las ciudades del Néguev, en la tierra de Benjamín, alrededor de Jerusalén y en las ciudades de Judá, ha dicho Jehovah. "He aquí vienen días, dice Jehovah, en que yo cumpliré la buena promesa que he hecho a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar para David un Retoño de justicia, que practicará el derecho y la justicia en la tierra. En aquellos días será salvo Judá, y Jerusalén habitará segura. Y éste es el nombre con el cual será llamada: ‘Jehovah, justicia nuestra.’ Porque así ha dicho Jehovah: No faltará a David un hombre que se siente sobre el trono de la casa de Israel. Tampoco a los sacerdotes, los levitas, les faltará en mi presencia un hombre que ofrezca holocausto, encienda ofrenda vegetal y presente sacrificios perpetuamente." Vino a Jeremías la palabra de Jehovah, diciendo: "Así ha dicho Jehovah: ‘Si podéis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de modo que no haya día ni noche a su tiempo, entonces también podrá ser invalidado mi pacto con mi siervo David para que deje de tener un hijo que reine sobre su trono, y mi pacto con los levitas, los sacerdotes que me sirven. Como no puede ser contado el ejército del cielo, ni se puede medir la arena del mar, así multiplicaré la descendencia de mi siervo David y de los levitas que me sirven.’" Vino a Jeremías la palabra de Jehovah, diciendo: "¿No has observado lo que ha hablado este pueblo, diciendo: ‘Jehovah ha desechado a las dos familias que escogió’? Han tenido en poco a mi pueblo, hasta no considerarlo más como nación. Así ha dicho Jehovah: Si no he establecido mi pacto con el día y la noche, y si no he puesto las leyes del cielo y de la tierra, entonces desecharé la descendencia de Jacob y a mi siervo David, para no tomar de su descendencia quien gobierne a la descendencia de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque los restauraré de su cautividad y tendré de ellos misericordia." La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah (cuando Nabucodonosor rey de Babilonia, todo su ejército, todos los reinos de la tierra que estaban bajo el señorío de su mano y todos los pueblos combatían contra Jerusalén y contra sus ciudades), diciendo que así ha dicho Jehovah Dios de Israel: "Vé y habla a Sedequías, rey de Judá, y dile que así ha dicho Jehovah: He aquí, yo entrego esta ciudad en mano del rey de Babilonia, y la incendiará. Tú no escaparás de su mano, sino que ciertamente serás apresado y entregado en su mano. Tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia; él te hablará cara a cara, y entrarás en Babilonia. No obstante, escucha la palabra de Jehovah, oh Sedequías, rey de Judá. Así ha dicho Jehovah acerca de ti: No morirás a espada. En paz morirás; y como se quemó incienso por tus padres, los reyes que te precedieron, así se quemará por ti. Y harán lamentación por ti diciendo: ‘¡Ay señor!’, porque yo he hablado la palabra," dice Jehovah. El profeta Jeremías habló todas estas palabras a Sedequías, rey de Judá, en Jerusalén. El ejército del rey de Babilonia combatía contra Jerusalén y contra las ciudades de Judá que habían quedado: contra Laquis y contra Azeca. Porque sólo éstas habían quedado de las ciudades fortificadas de Judá. La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah, después que el rey Sedequías hizo pacto con todo el pueblo en Jerusalén para promulgarles libertad, a fin de que cada uno dejase libre a su esclavo o a su esclava hebreos, de modo que ninguno se sirviese de sus hermanos judíos como esclavos. Oyeron esto todos los magistrados y todo el pueblo que habían participado en el pacto de dejar en libertad, cada uno a su esclavo o a su esclava, para que ninguno se sirviese más de ellos como esclavos, y obedecieron dejándoles en libertad. Pero después cambiaron de parecer e hicieron volver a los esclavos y a las esclavas que habían dejado en libertad, y los sometieron como esclavos y esclavas. Entonces la palabra de Jehovah vino a Jeremías, de parte de Jehovah, diciendo: "Yo hice pacto con vuestros padres, ha dicho Jehovah Dios de Israel, el día que los saqué de la tierra de Egipto, de casa de esclavitud, diciendo: ‘Cada siete años dejaréis en libertad, cada uno a su hermano hebreo que se os haya vendido. Te servirá seis años, y lo dejarás ir libre de ti.’ Pero vuestros padres no me escucharon, ni inclinaron su oído. Ahora vosotros os habíais vuelto a mí y habíais hecho lo recto ante mis ojos, al proclamar libertad cada uno a su prójimo, y habíais hecho un pacto en mi presencia, en el templo sobre el cual es invocado mi nombre. Pero os habéis vuelto atrás profanando mi nombre, y habéis vuelto a tomar cada uno a su esclavo y cada una a su esclava que habíais dejado en libertad, a su entera voluntad; y los habéis sometido para seros esclavos y esclavas. Por tanto, así ha dicho Jehovah, vosotros no me habéis obedecido en proclamar cada uno libertad a su hermano, y cada uno a su prójimo. He aquí, dice Jehovah, yo os proclamo libertad para la espada, para la peste y para el hambre. Haré que seáis motivo de espanto a todos los reinos de la tierra. Haré que los hombres que traspasaron mi pacto y que no han cumplido las palabras del pacto que hicieron en mi presencia, sean como el becerro que dividieron en dos partes y pasaron en medio de las mitades. A los magistrados de Judá y a los magistrados de Jerusalén, a los funcionarios, a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra que pasaron entre las partes del becerro, los entregaré en mano de sus enemigos y en mano de los que buscan sus vidas; y sus cadáveres servirán de comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra. Y a Sedequías rey de Judá y a sus oficiales entregaré en mano de sus enemigos, en mano de los que buscan sus vidas y en mano del ejército del rey de Babilonia, quienes se han retirado de vosotros. He aquí, yo daré órdenes y les haré volver a esta ciudad, dice Jehovah. Ellos combatirán contra ella; la tomarán y la incendiarán. Y a las ciudades de Judá las convertiré en una desolación, de modo que no haya quien las habite." La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah en los días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: "Vé a la familia de los recabitas, habla con ellos, tráelos a la casa de Jehovah, a una de las cámaras, y dales de beber vino." Entonces tomé a Jazanías hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la familia de los recabitas. Y los traje a la casa de Jehovah, a la cámara de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, hombre de Dios, la cual estaba junto a la cámara de los magistrados, que estaba encima de la cámara de Maasías hijo de Salum, guardia de la puerta. Y puse delante de los miembros de la familia de los recabitas tazones llenos de vino, y vasos, y les dije: —Bebed vino. Pero ellos dijeron: —No beberemos vino, porque nuestro padre Jonadab hijo de Recab nos mandó diciendo: "No beberéis vino jamás, ni vosotros ni vuestros hijos. No edificaréis casas, ni sembraréis semilla, ni plantaréis viñas, ni las poseeréis. Más bien, habitaréis en tiendas todos vuestros días, para que viváis muchos días sobre la faz de la tierra donde vosotros vivís." Y nosotros hemos obedecido la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó: de no beber vino en todos nuestros días, ni nosotros, ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas; de no edificar casas para habitar en ellas, y de no tener viñas, ni campos ni semilla. Hemos habitado en tiendas y hemos obedecido, haciendo conforme a todo lo que nos mandó nuestro padre Jonadab. Pero sucedió que cuando Nabucodonosor rey de Babilonia subió contra el país, dijimos: "Vayamos y entremos en Jerusalén, a causa del ejército de los caldeos y del ejército de los de Siria." Y en Jerusalén nos hemos quedado. Entonces vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo: —Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "Vé y di a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ‘¿No aceptaréis corrección para obedecer a mis palabras?’, dice Jehovah. Las palabras de Jonadab hijo de Recab, que mandó a sus hijos que no bebiesen vino, han sido cumplidas, y no lo han bebido hasta el día de hoy, porque han obedecido el mandamiento de su padre. Sin embargo, yo os he hablado a vosotros persistentemente, y no me habéis obedecido. Os he enviado persistentemente todos mis siervos los profetas, para deciros: ‘Apartaos, cada uno de su mal camino; enmendad vuestras obras y no vayáis tras otros dioses para servirlos, y habitaréis en la tierra que os he dado a vosotros y a vuestros padres.’ Pero no habéis inclinado vuestro oído, ni me habéis obedecido. Ciertamente los hijos de Jonadab hijo de Recab han cumplido el mandamiento que les dio su padre, pero este pueblo no me ha obedecido. Por tanto, así ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: "He aquí, yo traeré sobre Judá y sobre todos los habitantes de Jerusalén todo el mal del que he hablado contra ellos. Porque les hablé, y no escucharon; los llamé, y no respondieron." Entonces dijo Jeremías a la familia de los recabitas: —Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "Porque habéis obedecido el mandamiento de vuestro padre Jonadab; porque habéis guardado todos sus mandamientos y habéis hecho conforme a todas las cosas que os mandó, por esto no faltará un hombre a Jonadab hijo de Recab que esté de pie delante de mí todos los días," ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel. Aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que vino a Jeremías esta palabra de parte de Jehovah, diciendo: "Toma un rollo de pergamino y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel, contra Judá y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, en los días de Josías, hasta el día de hoy. Quizás la casa de Judá oiga de todo el mal que yo pienso hacerles, y se vuelva cada uno de su mal camino, para que yo perdone su maldad y su pecado." Entonces Jeremías llamó a Baruc hijo de Nerías, y Baruc escribió en un rollo de pergamino todas las palabras que Jehovah le había hablado, según el dictado de Jeremías. Después Jeremías mandó a Baruc diciendo: "Yo estoy impedido; no puedo entrar en la casa de Jehovah. Pues entra tú en la casa de Jehovah en un día de ayuno, y lee del rollo las palabras de Jehovah que te he dictado, a oídos del pueblo, y también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades. Quizás la súplica de ellos llegue a la presencia de Jehovah, y se vuelva cada uno de su mal camino. Porque grande es el furor y la ira que Jehovah ha expresado contra este pueblo." Baruc hijo de Nerías hizo conforme a todo lo que le mandó el profeta Jeremías, y leyó del libro las palabras de Jehovah, en la casa de Jehovah. Sucedió en el mes noveno del quinto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que proclamaron ayuno delante de Jehovah para todo el pueblo de Jerusalén y para todo el pueblo que venía a Jerusalén de las ciudades de Judá. Y Baruc leyó del libro, a oídos de todo el pueblo, las palabras de Jeremías, en la casa de Jehovah, en la cámara de Gemarías, hijo del escriba Safán, la cual estaba en el atrio superior, a la entrada de la puerta Nueva de la casa de Jehovah. Entonces Miqueas hijo de Gemarías, hijo de Safán, habiendo oído del libro todas las palabras de Jehovah, descendió a la casa del rey, a la cámara del escriba. Y he aquí que todos los magistrados estaban sentados allí: el escriba Elisama, Delaías hijo de Semeías, Elnatán hijo de Acbor, Gemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de Ananías y los demás magistrados. Miqueas les refirió todas las palabras que había oído a Baruc leer del libro, a oídos del pueblo. Entonces todos los magistrados enviaron a Jehudí hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusi, para que dijese a Baruc: —Toma en tu mano el rollo que leíste a oídos del pueblo, y ven. Baruc hijo de Nerías tomó el rollo en su mano y fue a ellos. Entonces le dijeron: —Siéntate, y léelo a nuestros oídos. Baruc lo leyó a sus oídos. Y sucedió que cuando oyeron todas aquellas palabras, cada uno, espantado, se volvió a su compañero. Y dijeron a Baruc: —¡Sin falta hemos de referir al rey todas estas palabras! Luego preguntaron a Baruc diciendo: —Cuéntanos cómo escribiste de parte de él todas estas palabras. Baruc les dijo: —El me dictaba todas estas palabras, y yo escribía con tinta en el libro. Entonces los magistrados dijeron a Baruc: —Vé, y escondeos tú y Jeremías. Que nadie sepa dónde estáis. Habiendo depositado el rollo en la cámara del escriba Elisama, fueron al rey, en el atrio, y refirieron todas estas cosas a oídos del rey. Entonces el rey envió a Jehudí para que tomase el rollo. Este lo tomó de la cámara del escriba Elisama y lo leyó a oídos del rey y a oídos de todos los magistrados que estaban junto al rey. Era el mes noveno, y el rey estaba en la casa de invierno, donde había un brasero encendido delante de él. Y sucedió que cuando Jehudí había leído tres o cuatro columnas, el rey lo rasgó con un cortaplumas de escriba y lo echó al fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió en el fuego que había en el brasero. Pero ni el rey ni todos sus servidores que oyeron estas palabras sintieron temor ni rasgaron sus vestiduras. A pesar de que Elnatán, Delaías y Gemarías rogaron al rey que no quemase aquel rollo, no les quiso escuchar. Al contrario, el rey mandó a Jerameel hijo del rey, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdeel que prendiesen al escriba Baruc y al profeta Jeremías. Pero Jehovah los escondió. Después que el rey quemó el rollo que contenía las palabras que Baruc había escrito al dictado de Jeremías, vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo: "Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las mismas palabras que estaban en el primer rollo, el que quemó Joacim, rey de Judá. Y dirás a Joacim, rey de Judá, que así ha dicho Jehovah: Tú quemaste este rollo diciendo: ‘¿Por qué escribiste en él que ciertamente vendrá el rey de Babilonia y destruirá esta tierra y hará desaparecer de ella a los hombres y los animales?’ Por tanto, así ha dicho Jehovah con respecto a Joacim, rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David, y su cadáver será echado al calor del día y a la helada de la noche. Castigaré tanto a él como a sus descendientes y a sus servidores por su maldad. Traeré sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los hombres de Judá todo el mal de que les he hablado y que no quisieron escuchar." Entonces Jeremías tomó otro rollo y lo dio al escriba Baruc hijo de Nerías. Este escribió en él, al dictado de Jeremías, todas las cosas del libro que Joacim rey de Judá había quemado en el fuego; y además, fueron añadidas muchas otras palabras semejantes. El rey Sedequías hijo de Josías, al cual Nabucodonosor, rey de Babilonia, había puesto como rey en la tierra de Judá, empezó a reinar en lugar de Joaquín hijo de Joacim. Pero ni él, ni sus servidores, ni el pueblo de la tierra obedecieron las palabras que Jehovah había dicho por medio del profeta Jeremías. El rey Sedequías envió a Jucal hijo de Selemías y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que dijesen al profeta Jeremías: "Por favor, ora por nosotros a Jehovah, nuestro Dios." Jeremías entraba y salía en medio del pueblo, porque todavía no lo habían puesto en la cárcel. El ejército del faraón había salido de Egipto y cuando la noticia acerca de ellos llegó a oídos de los caldeos que tenían sitiada a Jerusalén, éstos se fueron de Jerusalén. Entonces vino la palabra de Jehovah al profeta Jeremías, diciendo: "Así ha dicho Jehovah Dios de Israel que digáis al rey de Judá que os envió para que me consultaseis: He aquí que el ejército del faraón que salió en vuestro auxilio va a regresar a su tierra, a Egipto. Entonces los caldeos volverán a combatir contra esta ciudad; la tomarán y la incendiarán. Así ha dicho Jehovah: No os engañéis a vosotros mismos, diciendo: ‘Los caldeos se han ido definitivamente de nosotros.’ Porque no se irán. Pues aun cuando derrotarais a todo el ejército de los caldeos que combaten contra vosotros, y quedasen de ellos sólo algunos hombres heridos, cada uno en su tienda, se levantarían y prenderían fuego a esta ciudad." Aconteció que cuando el ejército de los caldeos se fue de Jerusalén a causa del ejército del faraón, Jeremías salía de Jerusalén para ir a la tierra de Benjamín con el fin de recibir allí su parte en medio del pueblo. Y cuando llegó a la puerta de Benjamín, estaba allí un jefe de guardia que se llamaba Irías hijo de Selemías, hijo de Ananías, el cual tomó preso al profeta Jeremías. Y le dijo: —¡Tú vas a pasarte a los caldeos! Pero Jeremías dijo: —¡Falso! No voy a pasarme a los caldeos. Irías no le hizo caso, sino que prendió a Jeremías y lo llevó a los magistrados. Los magistrados se enfurecieron contra Jeremías y le azotaron. Luego lo pusieron en la prisión en casa del escriba Jonatán, porque habían convertido aquella casa en cárcel. Entró, pues, Jeremías en el calabozo, en las celdas, y allí permaneció por muchos días. Entonces el rey Sedequías envió a sacarlo de allí, y le consultó secretamente en su casa, diciendo: —¿Hay palabra de parte de Jehovah? Jeremías dijo: —Sí, la hay. —Y añadió—: Serás entregado en mano del rey de Babilonia. Dijo también Jeremías al rey Sedequías: —¿En qué he pecado contra ti, contra tus servidores y contra este pueblo, para que me pongáis en la cárcel? ¿Dónde están vuestros profetas que os profetizaban diciendo: "No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra esta tierra"? Ahora pues, escucha, mi señor el rey. Llegue mi súplica a tu presencia; no me hagas volver a la casa del escriba Jonatán, no sea que allí me muera. Entonces el rey Sedequías dio órdenes para que custodiaran a Jeremías en el patio de la guardia, haciendo que se le diese cada día una torta de pan de la calle de los Panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se agotase. Así quedó Jeremías en el patio de la guardia. Sefatías hijo de Matán, Gedalías hijo de Pasjur, Jucal hijo de Selemías y Pasjur hijo de Malquías oyeron las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo: —Así ha dicho Jehovah: "El que se quede en esta ciudad morirá por la espada, por el hambre o por la peste. Pero el que se rinda a los caldeos vivirá; su vida le será por botín, y vivirá. Así ha dicho Jehovah: Ciertamente esta ciudad será entregada en mano del ejército del rey de Babilonia, y la tomará." Entonces los magistrados dijeron al rey: —¡Que muera este hombre! Pues de esta manera, al hablarles tales palabras, desmoraliza a los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y a todo el pueblo. Porque este hombre no busca el bien de este pueblo, sino su mal. El rey Sedequías dijo: —He allí, él está en vuestras manos. Porque nada puede el rey contra vosotros. Entonces tomaron a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia. Y bajaron a Jeremías con sogas. En la cisterna no había agua, sino lodo; y Jeremías se hundió en el lodo. Ebedmelec el etíope, un funcionario que estaba en la casa del rey, se enteró de que habían metido a Jeremías en la cisterna. Y estando el rey sentado en la puerta de Benjamín, Ebedmelec salió de la casa del rey y habló al rey diciendo: —Oh mi señor el rey, estos hombres han actuado mal en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, a quien metieron en la cisterna. Allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad. Entonces el rey mandó al mismo Ebedmelec el etíope, diciendo: —Toma contigo treinta hombres de aquí y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes que muera. Entonces Ebedmelec tomó consigo a los hombres y entró en la casa del rey, al lugar que estaba debajo del depósito del tesoro, y tomó de allí trapos raídos y trapos rasgados, y los bajó con sogas a Jeremías en la cisterna. Y Ebedmelec el etíope dijo a Jeremías: —Pon estos trapos raídos y rasgados en tus axilas, bajo tus brazos, debajo de las sogas. Así lo hizo Jeremías. De esta manera sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia. Después el rey Sedequías mandó traer a su presencia al profeta Jeremías, a la tercera entrada que había en la casa de Jehovah. Y el rey dijo a Jeremías: —Yo te voy a preguntar una cosa. No me encubras nada. Jeremías dijo a Sedequías: —Si te lo revelo, ¿no me harás morir? Y si te doy consejo, no me escucharás. Y el rey Sedequías juró en secreto a Jeremías diciendo: —Vive Jehovah que ha hecho nuestras almas, que no te haré morir, ni te entregaré en mano de esos hombres que buscan tu vida. Entonces Jeremías dijo a Sedequías: —Así ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: "Si de hecho te rindes a los oficiales del rey de Babilonia, vivirá tu alma, y esta ciudad no será incendiada. Así vivirás, tú y tu casa. Pero si no te rindes a los oficiales del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los caldeos, y la incendiarán, y tú no escaparás de sus manos." El rey Sedequías dijo a Jeremías: —Yo tengo miedo de los judíos que se han pasado a los caldeos, de que me entreguen en sus manos y se ensañen contra mí. Jeremías le dijo: —No te entregarán. Escucha, por favor, la palabra de Jehovah que yo te hablo, y te irá bien; y tu alma vivirá. Pero si rehúsas rendirte, ésta es la palabra que me ha revelado Jehovah: "He aquí que todas las mujeres que han quedado en la casa del rey de Judá serán entregadas a los oficiales del rey de Babilonia. Y ellas mismas dirán: ‘Te incitaron y prevalecieron contra ti tus hombres más íntimos. Tus pies se hundieron en el lodo, y ellos se volvieron atrás.’ A todas tus mujeres y a tus hijos entregarán a los caldeos. Tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado, y esta ciudad será incendiada. Entonces Sedequías dijo a Jeremías: —Nadie sepa de estas palabras, y no morirás. Si los magistrados se enteran de que yo he hablado contigo y vienen a ti y te dicen: "Decláranos, por favor, qué hablaste con el rey, y dinos qué te dijo el rey. No nos lo encubras, y no te mataremos," les dirás: "He presentado al rey mi súplica para que no me haga volver a la casa de Jonatán, a morir allí." Vinieron, pues, a Jeremías todos los magistrados y le interrogaron. El les respondió conforme a todo lo que le había mandado el rey. Con esto dejaron de ocuparse de él, porque el asunto no había sido oído. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia hasta el día en que fue tomada Jerusalén. Allí estaba él cuando Jerusalén fue tomada. En el mes décimo del noveno año de Sedequías rey de Judá, Nabucodonosor rey de Babilonia vino con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron. En el noveno día del mes cuarto del año 11 de Sedequías, se abrió una brecha en la ciudad. Entonces llegaron todos los oficiales del rey de Babilonia: Nergal-sarezer, Samgar-nebo, Sarsequim el Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag y todos los demás oficiales del rey de Babilonia. Y se instalaron junto a la puerta del Centro. Sucedió que al verlos, Sedequías rey de Judá y todos los hombres de guerra huyeron. Salieron de noche de la ciudad por el camino del jardín del rey, por la puerta que había entre los dos muros. Se dirigieron hacia el Arabá; pero el ejército de los caldeos los persiguió, y alcanzaron a Sedequías en las llanuras de Jericó. Lo tomaron preso y lo llevaron ante Nabucodonosor, rey de Babilonia, en Ribla, en la tierra de Hamat; y éste pronunció sentencia contra aquél. El rey de Babilonia degolló en Ribla a los hijos de Sedequías, en presencia de éste. Asimismo, el rey de Babilonia hizo degollar a todos los nobles de Judá. Al rey Sedequías le sacó los ojos y lo aprisionó con cadenas de bronce para llevarlo a Babilonia. Después los caldeos incendiaron la casa del rey y las casas del pueblo, y demolieron los muros de Jerusalén. Al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, además de los desertores que se habían pasado a él, Nabuzaradán, capitán de la guardia, los hizo llevar cautivos a Babilonia, junto con el resto del pueblo que había quedado. Sin embargo, Nabuzaradán, capitán de la guardia, hizo quedar en la tierra de Judá a la gente más pobre, que no tenía nada, y en ese día les dio viñas y campos. Nabucodonosor, rey de Babilonia, había ordenado a Nabuzaradán, capitán de la guardia, acerca de Jeremías, diciendo: "Tómalo y cuida de él. No le hagas nada malo; más bien, harás con él como él te lo diga." Entonces dio órdenes Nabuzaradán capitán de la guardia, junto con Nabusazbán el Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag y todos los altos oficiales del rey de Babilonia. Y ordenaron traer a Jeremías del patio de la guardia. Luego lo entregaron a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, para que lo llevase a su casa. Y habitó en medio del pueblo. La palabra de Jehovah vino a Jeremías cuando estaba preso en el patio de la guardia. Y dijo: "Vé y habla a Ebedmelec el etíope, y dile que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘He aquí, yo cumplo mis palabras sobre esta ciudad para mal, y no para bien; y en aquel día sucederá en tu misma presencia. Pero en aquel día yo te libraré, y no serás entregado en mano de aquellos de cuya presencia temes, dice Jehovah. Ciertamente yo te libraré, y no caerás a espada, sino que tu vida te será por botín, porque tuviste confianza en mí’," dice Jehovah. La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah, después que Nabuzaradán, capitán de la guardia, le envió desde Ramá, cuando le tomó, estando aprisionado con grilletes en medio de todos los cautivos de Jerusalén y de Judá que eran llevados cautivos a Babilonia. El capitán de la guardia tomó interés en Jeremías y le dijo: "Jehovah tu Dios pronunció este mal contra este lugar, y Jehovah lo ha traído y ha hecho según lo había dicho. Porque pecasteis contra Jehovah y no escuchasteis su voz; por eso os ha venido esto. Ahora, he aquí yo te libero de los grilletes que tienes en tus manos. Si te parece bien venir conmigo a Babilonia, ven, y yo cuidaré de ti. Pero si te parece mal venir conmigo a Babilonia, déjalo. Mira, toda la tierra está delante de ti; vé adonde mejor y más conveniente te parezca." Como aún no se volvía, le dijo: "Regresa a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, a quien el rey de Babilonia ha puesto a cargo de las ciudades de Judá. Habita con él en medio del pueblo, o vé adonde te parezca más conveniente." El capitán de la guardia le dio provisiones y obsequios, y lo despidió. Entonces Jeremías se fue a Gedalías hijo de Ajicam, a Mizpa; y vivió con él en medio del pueblo que había quedado en el país. Todos los jefes de los soldados que estaban en el campo, ellos y sus hombres, oyeron que el rey de Babilonia había puesto a Gedalías hijo de Ajicam sobre la tierra, y que le había encomendado los hombres, las mujeres, los niños y los pobres de la tierra que no fueron llevados cautivos a Babilonia. Luego fueron a Gedalías en Mizpa: Ismael hijo de Netanías, Johanán y Jonatán hijo de Carea, Seraías hijo de Tanjumet, los hijos de Efai, de Netofa, y Jazanías hijo de cierto hombre de Maaca. Fueron ellos y sus hombres. Entonces Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, les juró a ellos y a sus hombres, diciendo: "No tengáis temor de servir a los caldeos. Habitad en la tierra y servid al rey de Babilonia, y os irá bien. En cuanto a mí, he aquí que yo habito en Mizpa para servir a los caldeos que vengan a nosotros. Pero vosotros, tomad vino, frutas de verano y aceite; ponedlo en vuestras vasijas y habitad en las ciudades que habéis tomado." Asimismo, todos los judíos que estaban en Moab, entre los hijos de Amón y en Edom, y los que estaban en todos los países, cuando oyeron decir que el rey de Babilonia había dejado a Judá un remanente y que había puesto frente a ellos a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, entonces todos estos judíos volvieron de todas las partes a donde habían sido expulsados. Se fueron a la tierra de Judá, a Gedalías, en Mizpa, y recolectaron vino y muchísimas frutas de verano. Entonces Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de los soldados que estaban en el campo fueron a Gedalías en Mizpa, y le dijeron: —¿Sabes que Baalis, rey de los hijos de Amón, ha enviado a Ismael hijo de Netanías para matarte? Pero Gedalías hijo de Ajicam no les creyó. Entonces Johanán hijo de Carea habló a Gedalías en secreto, en Mizpa, diciendo: —Permite que yo vaya y mate a Ismael hijo de Netanías, y nadie lo sabrá. ¿Por qué te ha de quitar la vida, de modo que todos los judíos que se han agrupado alrededor de ti sean dispersados y perezca el remanente de Judá? Pero Gedalías hijo de Ajicam dijo a Johanán hijo de Carea: —¡No hagas tal cosa, porque es falso lo que tú dices acerca de Ismael! Aconteció en el mes séptimo que Ismael hijo de Netanías, hijo de Elisama, de la descendencia real y de los oficiales del rey, fue con diez hombres a Gedalías hijo de Ajicam, en Mizpa. Y comieron juntos en Mizpa. Entonces se levantó Ismael hijo de Netanías, con los diez hombres que estaban con él, e hirieron a espada a Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán. Así dieron muerte a aquel a quien el rey de Babilonia había puesto a cargo de la tierra. Asimismo, Ismael mató a todos los judíos que estaban en Mizpa con Gedalías. Ismael también mató a los hombres de guerra caldeos que se encontraban allí. Y sucedió que un día después que se había dado muerte a Gedalías, cuando todavía nadie lo sabía, unos hombres llegaron de Siquem, de Silo y de Samaria: ochenta hombres con sus barbas rapadas, sus ropas rasgadas y sus cuerpos arañados. Y traían consigo ofrendas vegetales e incienso para llevarlos a la casa de Jehovah. Entonces desde Mizpa Ismael hijo de Netanías les salió al encuentro, llorando mientras iba. Y cuando les encontró, les dijo: —Venid a Gedalías hijo de Ajicam. Y sucedió que cuando llegaron al centro de la ciudad, Ismael hijo de Netanías y los hombres que estaban con él los degollaron y los echaron en la cisterna. Pero entre aquéllos había diez hombres que dijeron a Ismael: —No nos mates, porque tenemos escondidos en el campo tesoros de trigo, cebada, aceite y miel. Así que desistió, y no los mató como a sus compañeros. La cisterna en que Ismael echó todos los cuerpos de los hombres que mató era la cisterna grande que había hecho el rey Asa, por causa de Baasa, rey de Israel. Ismael hijo de Netanías la llenó de muertos. Después Ismael llevó cautivo a todo el remanente del pueblo que estaba en Mizpa, desde las hijas del rey hasta todo el pueblo que había quedado en Mizpa y que Nabuzaradán, capitán de la guardia, había encargado a Gedalías hijo de Ajicam. Ismael hijo de Netanías los llevó cautivos y se fue para pasarse a los hijos de Amón. Entonces Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de los soldados que estaban con él oyeron de todo el mal que había hecho Ismael hijo de Netanías. Y tomaron a todos los hombres y fueron para combatir contra Ismael hijo de Netanías, y le encontraron junto al gran estanque que hay en Gabaón. Aconteció que cuando todo el pueblo que estaba con Ismael vio a Johanán hijo de Carea y a todos los oficiales de los soldados que estaban con él, se alegraron. Entonces todo el pueblo que Ismael había traído cautivo de Mizpa volvió y se pasó a Johanán hijo de Carea. Pero Ismael hijo de Netanías, con ocho hombres, se escapó de Johanán y se pasó a los hijos de Amón. Entonces Johanán hijo de Carea y todos los jefes de los soldados que estaban con él tomaron de Mizpa a todo el remanente del pueblo que había recuperado de Ismael hijo de Netanías, después que éste había dado muerte a Gedalías hijo de Ajicam. Tomaron a los valientes, hombres de guerra, a las mujeres, a los niños y a los funcionarios que Johanán había hecho volver de Gabaón. Entonces fueron y se quedaron en Gerut-quimjam, que está cerca de Belén, con el fin de ir y entrar en Egipto, por causa de los caldeos. Pues tenían miedo de ellos, porque Ismael hijo de Netanías había matado a Gedalías hijo de Ajicam, a quien el rey de Babilonia había puesto a cargo del país. Todos los oficiales de los soldados, Johanán hijo de Carea, Jezanías hijo de Osaías y todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor, se acercaron y dijeron al profeta Jeremías: —Por favor, llegue nuestro ruego a tu presencia, y ora por nosotros a Jehovah tu Dios, por todo este remanente (pues de muchos hemos quedado unos pocos, como tus ojos nos ven), para que Jehovah tu Dios nos enseñe el camino por donde debemos ir y lo que hemos de hacer. Entonces el profeta Jeremías les dijo: —He oído. He aquí que voy a orar a Jehovah vuestro Dios, conforme a vuestra petición. Todo lo que Jehovah os responda os lo declararé; nada os ocultaré. Ellos dijeron a Jeremías: —Jehovah sea entre nosotros testigo fiel y verdadero de que conforme a todo aquello para lo cual Jehovah tu Dios te envíe a nosotros, así haremos. Sea bueno o malo, obedeceremos la voz de Jehovah nuestro Dios, a quien nosotros te enviamos. Para que nos vaya bien, ciertamente obedeceremos la voz de Jehovah nuestro Dios. Aconteció que al cabo de diez días vino la palabra de Jehovah a Jeremías. Este llamó a Johanán hijo de Carea, a todos los oficiales de los soldados que estaban con él y a todo el pueblo, desde el menor hasta el mayor; y les dijo: —Así ha dicho Jehovah Dios de Israel, a quien me enviasteis para que presentase vuestra súplica delante de él: "Si decididamente permanecéis en esta tierra, os edificaré y no os destruiré. Os plantaré y no os arrancaré, porque he desistido del mal que os he hecho. No temáis al rey de Babilonia, de quien tenéis miedo. No le temáis, dice Jehovah, porque yo estoy con vosotros para salvaros y para libraros de su mano. Os mostraré misericordia, de manera que él se compadecerá de vosotros y os hará volver a vuestra tierra. Pero si decís: ‘No habitaremos en esta tierra’, desobedeciendo así la voz de Jehovah vuestro Dios, y si decís: ‘No, sino que nos iremos a la tierra de Egipto, en la cual no veremos guerra ni oiremos el sonido de la corneta, ni tendremos hambre de pan, y allí habitaremos’, entonces oíd la palabra de Jehovah, oh remanente de Judá: Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: Si vosotros habéis decidido ir a Egipto y os vais allá para residir, sucederá que allí en la tierra de Egipto os alcanzará la espada que teméis. Allá en Egipto os acosará el hambre que os preocupa, y allí moriréis. Sucederá que todos los hombres que han decidido ir a Egipto para residir allí, morirán por la espada, por el hambre y por la peste. No habrá quien quede vivo de ellos, ni quien escape ante el mal que yo traeré sobre ellos. Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: Como se derramó mi furor y mi ira sobre los habitantes de Jerusalén, así se derramará mi ira sobre vosotros cuando entréis en Egipto. Seréis objeto de imprecación, de horror, de maldición y de oprobio; y no volveréis a ver este lugar." Oh remanente de Judá, Jehovah ha dicho de vosotros: "No entréis en Egipto." Sabed ciertamente que hoy os lo he advertido. Os habéis descarriado a costa de vuestras propias vidas, porque vosotros mismos me habéis enviado a Jehovah vuestro Dios, diciendo: "Ora por nosotros a Jehovah nuestro Dios; y todo lo que Jehovah nuestro Dios declare, háznoslo saber, y lo pondremos por obra." Pues os lo he declarado hoy, pero no habéis obedecido la voz de Jehovah vuestro Dios en nada de lo que me envió a deciros. Ahora pues, sabed ciertamente que por la espada, por el hambre y por la peste moriréis en el lugar a donde deseáis entrar para residir allí. Aconteció que cuando Jeremías acabó de hablar a todo el pueblo todas las palabras que Jehovah, el Dios de ellos, le había enviado a decirles, Azarías hijo de Osaías, Johanán hijo de Carea y todos los hombres arrogantes dijeron a Jeremías: —¡Dices mentiras! No te ha enviado Jehovah nuestro Dios, para decir: "No entréis a Egipto para residir allí"; sino que Baruc hijo de Nerías te incita contra nosotros, para entregarnos en mano de los caldeos, a fin de que nos maten o que nos lleven cautivos a Babilonia. Así que Johanán hijo de Carea, todos los oficiales de los soldados y todo el pueblo no obedecieron la voz de Jehovah, para quedarse en la tierra de Judá. Más bien, Johanán hijo de Carea y todos los oficiales de los soldados tomaron a todo el remanente de Judá (los que habían regresado, para residir en la tierra de Judá, de todas las naciones a donde habían sido echados), a hombres, a mujeres, a niños, a las hijas del rey y a toda persona que Nabuzaradán, el capitán de la guardia, había dejado con Gedalías hijo de Ajicam, hijo de Safán, y también al profeta Jeremías y a Baruc hijo de Nerías. Entraron en la tierra de Egipto, porque no obedecieron la voz de Jehovah; y llegaron hasta Tafnes. Entonces vino la palabra de Jehovah a Jeremías, en Tafnes, diciendo: "Toma en tus manos piedras grandes, escóndelas en la mezcla del pavimento de ladrillos a la entrada de la casa del faraón en Tafnes, a vista de los hombres judíos, y diles que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘He aquí que yo enviaré y tomaré a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo, y pondré su trono sobre estas piedras que he escondido, y él extenderá su pabellón sobre ellas. Vendrá y golpeará la tierra de Egipto: los que a muerte, a muerte; los que a cautividad, a cautividad; los que a espada, a espada. Prenderá fuego a las casas de los dioses de Egipto y las incendiará, y a ellos los llevará cautivos. Limpiará la tierra de Egipto, como un pastor limpia su ropa, y saldrá de allí en paz. Además, romperá los obeliscos de Heliópolis, la cual está en la tierra de Egipto, e incendiará los templos de los dioses de Egipto.’" La palabra que vino a Jeremías con respecto a todos los judíos que habitaban en la tierra de Egipto, que habitaban en Migdol, en Tafnes, en Menfis y en la tierra de Patros, diciendo: —Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "Vosotros habéis visto todo el mal que he traído sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. He aquí, en el día de hoy están en ruinas y no hay habitantes en ellas, a causa de la maldad que ellos cometieron, provocándome a ira, ya que fueron a quemar incienso y a servir a otros dioses que ni ellos, ni vosotros ni vuestros padres conocieron. Persistentemente os envié todos mis siervos los profetas, para deciros: ‘¡Por favor, no hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco!’ Pero no escucharon ni inclinaron su oído para volverse de su maldad, para dejar de quemar incienso a otros dioses. Por tanto, se derramó mi ira, y se encendió mi furor en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén; y fueron convertidas en ruina y en desolación, como en este día." Ahora pues, así ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: "¿Por qué hacéis un mal tan grande contra vosotros mismos, para que de en medio de Judá sean destruidos el hombre, la mujer, el niño y el lactante, sin que os quede remanente alguno? ¿Por qué me provocáis a ira con las obras de vuestras manos, ofreciendo incienso a otros dioses en la tierra de Egipto, a donde habéis entrado para residir, de modo que seáis exterminados y que seáis objeto de maldición y de oprobio entre todas las naciones de la tierra? ¿Habéis olvidado las maldades de vuestros padres, las maldades de los reyes de Judá, las maldades de sus mujeres, las maldades vuestras y las maldades de vuestras mujeres, que hicieron en la tierra de Judá y en las calles de Jerusalén? Hasta el día de hoy no se han humillado, ni han tenido temor, ni han caminado en mi ley ni en mis estatutos que puse delante de vosotros y delante de vuestros padres." Por tanto, así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "He aquí que yo pongo mi rostro contra vosotros para mal y para destruir a todo Judá. Tomaré al remanente de Judá que decidió ir a la tierra de Egipto para residir allí, y serán exterminados todos en la tierra de Egipto. Caerán por la espada y por el hambre; serán exterminados, desde el menor hasta el mayor. Por la espada y por el hambre morirán, y llegarán a ser objeto de imprecación, de horror, de maldición y de oprobio. Yo, pues, castigaré a los que habitan en la tierra de Egipto, como castigué a Jerusalén: por la espada, por el hambre y por la peste. Y del remanente de Judá que entró en la tierra de Egipto para residir allí, no habrá quien escape, ni quien sobreviva para volver a la tierra de Judá, a la cual ellos suspiran por regresar, para habitar allí. Porque no regresarán sino los que escapen." Entonces todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a otros dioses, y todas las mujeres que estaban presentes y una gran concurrencia, todo el pueblo que habitaba en Patros en tierra de Egipto, respondieron a Jeremías diciendo: —La palabra que nos has hablado en nombre de Jehovah, no te la escucharemos. Más bien, pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para quemar incienso a la Reina del Cielo y para derramarle libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros magistrados, tanto en las ciudades de Judá como en las calles de Jerusalén. Pues fuimos saciados de pan, nos fue bien y no vimos mal alguno. Pero desde que dejamos de quemar incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones, nos falta de todo, y somos exterminados por la espada y por el hambre. Y las mujeres dijeron: —Cuando nosotras quemábamos incienso a la Reina del Cielo y le derramábamos libaciones, ¿acaso era sin el conocimiento de nuestros maridos que le hacíamos tortas, reproduciendo su imagen, y le derramábamos libaciones? Entonces Jeremías habló a todo el pueblo, a los hombres, a las mujeres y a todo el pueblo que le había respondido esto, diciendo: —¿No se habrá acordado Jehovah, o no habrá venido a su mente el incienso que quemasteis en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, vosotros y vuestros padres, vuestros reyes, vuestros magistrados y el pueblo de la tierra? Jehovah no pudo soportaros más, a causa de la maldad de vuestras obras y a causa de las abominaciones que habíais hecho. Por tanto, vuestra tierra ha sido convertida en ruinas, en horror y en maldición, hasta no quedar habitantes, como en este día. Porque quemasteis incienso y pecasteis contra Jehovah y no obedecisteis la voz de Jehovah, ni anduvisteis en su ley, ni en sus estatutos, ni en sus testimonios. Por eso ha venido sobre vosotros este mal, como en este día. Jeremías dijo además a todo el pueblo y a las mujeres: —Oíd la palabra de Jehovah, todos los de Judá que estáis en la tierra de Egipto. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "Vosotros y vuestras mujeres habéis hablado con vuestras bocas y lo habéis realizado con vuestras manos, diciendo: ‘Sin falta cumpliremos nuestros votos que hemos hecho, de quemar incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones.’ ¡De veras que confirmáis vuestros votos y ponéis vuestros votos por obra!" Por tanto, oíd la palabra de Jehovah, todos los de Judá que habitáis en la tierra de Egipto: "He aquí, ha dicho Jehovah, he jurado por mi gran nombre que no será invocado más mi nombre en toda la tierra de Egipto por la boca de ningún hombre de Judá, diciendo: ‘¡Vive el Señor Jehovah!’ He aquí que yo vigilo sobre ellos para mal, y no para bien. Todos los hombres de Judá que están en la tierra de Egipto serán exterminados por la espada y por el hambre, hasta que perezcan del todo. Los que escapen de la espada regresarán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá, en número reducido. Y todo el remanente de Judá, que ha entrado en Egipto para residir allí, sabrá de quién es la palabra que ha de prevalecer: si la mía o la de ellos. Esto tendréis por señal, dice Jehovah, de que os castigaré en este lugar, para que sepáis que ciertamente mis palabras prevalecerán sobre vosotros para mal. Así ha dicho Jehovah: He aquí que yo entrego al faraón Hofra, rey de Egipto, en mano de sus enemigos y en mano de los que buscan su vida, como entregué a Sedequías, rey de Judá, en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo que buscaba su vida." La palabra que habló el profeta Jeremías a Baruc hijo de Nerías, cuando escribía en un libro estas palabras, al dictado de Jeremías, en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: "Así ha dicho Jehovah Dios de Israel, acerca de ti, oh Baruc: Tú dijiste: ‘¡Ay de mí! Porque Jehovah ha añadido tristeza a mi dolor. Estoy exhausto de gemir y no he hallado descanso.’ Le has de decir que así ha dicho Jehovah: ‘He aquí que yo destruyo lo que edifiqué, y arranco lo que planté, es decir, toda esta tierra. ¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques, porque he aquí que yo traigo mal sobre todo mortal, dice Jehovah, pero a ti te daré tu vida por botín, en todos los lugares a donde vayas.’" La palabra de Jehovah que vino al profeta Jeremías acerca de las naciones. En cuanto a Egipto, contra el ejército del faraón Necao, rey de Egipto, el cual estaba en Carquemis, cerca del río Eufrates, y al cual derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá: "Alistad escudo y defensa; acercaos a la batalla. Uncid los caballos y subid vosotros, oh jinetes. Presentaos con cascos, pulid las lanzas, vestíos de cota de malla. ¿Por qué los veo medrosos, volviéndose atrás? Sus valientes han sido deshechos; han huido buscando refugio, sin mirar atrás. ¡El terror está por todas partes!, dice Jehovah. No huya el veloz, ni escape el valiente. En el norte tropezaron y cayeron, junto a la ribera del Eufrates. "¿Quién es este que sube como el Nilo y cuyas aguas se agitan como ríos? Egipto, que se alza como el Nilo, y cuyas aguas se agitan como ríos, dijo: ‘Subiré, cubriré la tierra; destruiré las ciudades y sus habitantes.’ Subid, caballos; corred, carros, como locos; salid, valientes, los de Etiopía y los de Libia que toman escudo, y los de Lidia que toman y entesan el arco. "Pero ese día será día de venganza para el Señor Jehovah de los Ejércitos, para vengarse de sus enemigos. La espada devorará y se saciará; se embriagará con la sangre de ellos. Porque el Señor Jehovah de los Ejércitos tendrá un sacrificio en la tierra del norte, junto al río Eufrates. "Sube a Galaad y toma bálsamo, oh virgen hija de Egipto. En vano has multiplicado las medicinas; no hay curación para ti. Las naciones oyeron de tu afrenta, y tu clamor llenó la tierra; porque el fuerte tropezó con el fuerte, y cayeron ambos al mismo tiempo." La palabra que habló Jehovah al profeta Jeremías, acerca de la venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para herir la tierra de Egipto: "Anunciad en Egipto y hacedlo saber en Migdol; hacedlo saber en Menfis y en Tafnes. Decid: ‘Preséntate y prepárate, porque la espada va a devorar tus fronteras.’ "¿Por qué ha huido Apis? Tu buey no pudo mantenerse en pie, porque Jehovah lo derribó. Hizo tropezar a muchos; sí, cada uno cayó sobre su compañero. Y dijeron: ‘Levántate, y volvamos a nuestro pueblo; volvamos a la tierra de nuestro nacimiento, por causa de la espada opresora.’ Allí gritaron: ‘¡El faraón, rey de Egipto, es sólo ruido! ¡Dejó pasar la oportunidad!’ "Vivo yo, dice el Rey, cuyo nombre es Jehovah de los Ejércitos, que como el Tabor entre los montes y como el Carmelo junto al mar, así vendrá. Prepara tu equipaje para la cautividad, oh moradora hija de Egipto, porque Menfis será convertida en ruinas; será devastada hasta no quedar habitantes. Una vaquilla hermosísima es Egipto, pero del norte ciertamente vendrá el moscardón. También sus mercenarios, en medio de ella, son como terneros engordados. También ellos se volverán y a una huirán, sin detenerse. Porque sobre ellos ha venido el día de su calamidad, el tiempo de su castigo. Su sonido es como el de una serpiente que se va. Ciertamente avanzan con un ejército; vienen a ella con hachas, como leñadores. Cortarán su bosque, dice Jehovah, aunque sea impenetrable; porque son más que las langostas; son innumerables. La hija de Egipto es avergonzada; es entregada en manos del pueblo del norte." Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, ha dicho: "He aquí que yo castigo a Amón en Tebas; al faraón, a Egipto, a sus dioses y a sus reyes; al faraón y a los que en él confían. Y los entregaré en mano de los que buscan sus vidas; en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en mano de sus servidores. Pero después Egipto será habitada como en los días pasados, dice Jehovah. "Pero tú no temas, oh siervo mío Jacob, ni desmayes, oh Israel. Porque he aquí, yo soy el que te salva desde lejos; y a tu descendencia, de la tierra de su cautividad. Jacob volverá y estará tranquilo; estará confiado, y no habrá quien lo atemorice. "Tú no temas, oh siervo mío Jacob, porque yo estoy contigo, dice Jehovah. Ciertamente haré exterminio en todas las naciones a las cuales te he expulsado; pero en ti no haré exterminio, sino que te castigaré con justicia. De ninguna manera te daré por inocente." La palabra de Jehovah que vino al profeta Jeremías acerca de los filisteos, antes que el faraón destruyese Gaza. Así ha dicho Jehovah: "He aquí, avanzan aguas del norte, se convierten en torrente e inundan la tierra y su plenitud, la ciudad y sus habitantes. Entonces los hombres gritan, y gime todo habitante de la tierra, por el estruendo del galope de los cascos de sus corceles, por el retumbo de sus carros y por el chirrido de sus ruedas. Por la debilidad de sus manos, los padres no se vuelven a mirar a sus hijos, a causa del día que viene para destruir a todos los filisteos; para exterminar a Tiro, a Sidón y a todo aliado que haya quedado con vida. Porque Jehovah destruirá a los filisteos, a los sobrevivientes de la isla de Caftor. Sobre Gaza ha venido rapadura de cabeza; Ascalón ha sido silenciada. Oh sobrevivientes de los gigantes, ¿hasta cuándo os sajaréis? Oh espada de Jehovah, ¿hasta cuándo no te aquietarás? Vuélvete a tu vaina, reposa y sosiégate. ¿Cómo se aquietará? Pues Jehovah le ha dado órdenes para ir a Ascalón y a la costa del mar; la ha designado para ir allí." En cuanto a Moab, así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: "¡Ay de Nebo, porque es destruido! Quiriataim es avergonzada y capturada; la ciudadela es avergonzada y arrasada. No hay más alabanza para Moab. En Hesbón planearon el desastre contra ella, diciendo: ‘Venid, eliminémosla de entre las naciones.’ Tú también, Madmena, serás silenciada; la espada irá en pos de ti. "Voz de clamor proviene de Horonaim: ‘¡Destrucción y gran quebranto!’ Moab ha sido quebrantado; oíd el griterío de sus pequeños. Por la cuesta de Lujit sube con llanto continuo; por la bajada de Horonaim los enemigos oyen el clamor del quebranto. Huíd, salvad vuestras vidas y sed como el asno montés en el desierto. Por cuanto confiaste en tus obras y tesoros, tú también serás tomado. Quemós será llevado en cautividad, junto con sus sacerdotes y principales. Vendrá el destructor a cada ciudad, y ninguna escapará. También será arruinado el valle, y será destruida la llanura, como ha dicho Jehovah. "Dad alas a Moab, porque se irá volando. Sus ciudades serán desoladas hasta no quedar en ellas habitante. ¡Maldito el que haga con negligencia la obra de Jehovah! ¡Maldito el que retraiga su espada de la sangre! "Tranquilo estaba Moab desde su juventud; sobre sus sedimentos ha estado reposado. No ha sido vaciado de vaso en vaso, ni ha ido en cautividad. Por eso ha quedado en él su sabor, y su olor no se ha mutado. Por tanto, he aquí que vienen días, dice Jehovah, en que yo le enviaré quienes lo hagan vaciar, y lo vaciarán. Dejarán vacías sus vasijas y destrozarán sus tinajas. Moab se avergonzará de Quemós, como la casa de Israel se avergonzó de Betel, en la cual puso su confianza. ¿Cómo diréis: ‘Somos valientes y hombres fuertes para la guerra’? Destruido está Moab; han escalado sus ciudades. La flor de su juventud descendió al degolladero, dice el Rey, cuyo nombre es Jehovah de los Ejércitos. El desastre de Moab está próximo a venir, y su calamidad se apresura mucho. Compadeceos de él todos los que estáis alrededor suyo; todos los que conocéis su nombre, decid: ‘¡Cómo se ha roto el poderoso cetro, la vara gloriosa!’ "Desciende de la gloria; siéntate sobre tierra sedienta, oh moradora de Dibón; porque el destructor de Moab ha subido contra ti y ha destruido tus fortalezas. Ponte de pie en el camino y mira, oh moradora de Aroer. Pregunta al que va huyendo y di a la que se escapa: ‘¿Qué ha acontecido?’ Moab ha sido avergonzado, porque es arrasado. Lamentad y gritad; anunciad junto al Arnón que Moab es destruido, y que ha venido juicio a la tierra de la llanura; a Holón, a Jahaz, sobre Mefaat; sobre Dibón, sobre Nebo y sobre Bet-diblataim; sobre Quiriataim, sobre Bet-gamul y sobre Bet-maón; sobre Queriot, sobre Bosra y sobre todas las ciudades de la tierra de Moab; las de lejos y las de cerca. Cortado es el poder de Moab, y su brazo es quebrantado, dice Jehovah. Embriagadlo, porque contra Jehovah se engrandeció; Moab se revolcará en su propio vómito, y también él será objeto de burla. ¿Acaso no te sirvió de burla Israel, como si le hubiesen sorprendido entre ladrones? Porque desde que de él has hablado, has movido la cabeza. "Dejad las ciudades y habitad en peñascos, oh habitantes de Moab. Sed como la paloma que hace su nido en los bordes del precipicio. Hemos oído de la soberbia de Moab, que es muy soberbio; de su altanería, de su soberbia, de su arrogancia y de la altivez de su corazón. Yo conozco su cólera, dice Jehovah; pero vano es aquello de que se jacta, y vano es lo que hacen. "Por tanto, lamentaré sobre Moab; clamaré sobre todo Moab, y gemiré por los hombres de Quir-jaréset. Lloraré por ti más que por Jazer, oh vid de Sibma. Tus brotes pasaban las aguas y llegaban hasta las aguas de Jazer. Sobre tus frutos de verano y sobre tu vendimia ha caído el destructor. La alegría y el regocijo han sido quitados del campo fértil, de la tierra de Moab. He hecho cesar el vino de los lagares; nadie los pisa con grito de júbilo. No hay grito de júbilo. "El clamor de Hesbón llega hasta Eleale; hasta Jahaz dan su voz. Desde Zoar hasta Horonaim y Eglat-selisiyá; porque también las aguas de Nimrim quedan desoladas. Haré cesar en Moab a quien ofrezca holocaustos en un lugar alto, y a quien ofrezca incienso a sus dioses, dice Jehovah. Por tanto, mi corazón gime como flautas por Moab. Asimismo, mi corazón gime como flautas por los hombres de Quir-jaréset, pues perecieron las riquezas que había adquirido. Porque toda cabeza ha sido rapada, y toda barba rasurada. Sobre todas las manos hay sajaduras; y sobre los lomos, cilicio. Todo es llanto sobre todas las azoteas y plazas de Moab, porque he quebrantado a Moab como a vasija despreciada, dice Jehovah. ¡Cómo ha sido destruido! ¡Cómo lamentan! ¡Cómo ha vuelto Moab la espalda, avergonzado! Moab ha sido convertido en objeto de burla y de horror para todos los que están en su alrededor. Porque así ha dicho Jehovah: He aquí que como águila remontará vuelo, y hacia Moab extenderá las alas. Las ciudades serán tomadas, y sus fortificaciones capturadas. En aquel día el corazón de los valientes de Moab será como el corazón de una mujer en angustia. Moab será destruido y dejará de ser pueblo, porque se engrandeció contra Jehovah. Terror, fosa y trampa hay contra ti, oh habitante de Moab, dice Jehovah. El que huya del terror caerá en la fosa; el que salga de la fosa quedará atrapado en la trampa. Porque yo traeré sobre él, sobre Moab, el año de su castigo, dice Jehovah. "A la sombra del Hesbón, los que huyen se detienen por falta de fuerzas. Porque fuego salió de Hesbón, y llama de en medio de Sejón; consumió las sienes de Moab y la coronilla de los hijos revoltosos. ¡Ay de ti, oh Moab! ¡Ha perecido el pueblo de Quemós! Porque tus hijos son tomados en cautividad, y tus hijas en cautiverio. Sin embargo, al final de los tiempos restauraré a Moab de la cautividad," dice Jehovah. Hasta aquí es el juicio contra Moab. En cuanto a los hijos de Amón, así ha dicho Jehovah: "¿Acaso Israel no tiene hijos? ¿No tiene heredero? ¿Por qué ha tomado Milcom a Gad, por heredad, y su pueblo habitó en las ciudades de éste? Por tanto, he aquí, vienen días, dice Jehovah, en que haré oír grito de guerra en Rabá de los hijos de Amón. Será convertida en un desolado monte de escombros, sus aldeas arderán en el fuego, e Israel poseerá lo que tomaron de él, ha dicho Jehovah. "Lamenta, oh Hesbón, porque Hai es destruida. Gritad, hijas de Rabá, ceñíos con cilicio y haced duelo, y deambulad por los vallados, porque Milcom va en cautividad junto con sus sacerdotes y oficiales. ¿Por qué te glorías de tus valles, de tu valle que fluye, oh hija descarriada que confías en tus tesoros? Dices: ‘¿Quién vendrá contra mí?’ He aquí, de todos tus alrededores traeré terror sobre ti, dice el Señor Jehovah de los Ejércitos. Seréis empujados, cada uno delante de sí, y no habrá quien acoja al errante. "Después de esto restauraré de la cautividad a los hijos de Amón," dice Jehovah. En cuanto a Edom, así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "¿Acaso no hay más sabiduría en Temán? ¿Ha perecido el consejo de los entendidos? ¿Se ha corrompido su sabiduría? "Huid, volved, habitad en lugares profundos, oh habitantes de Dedán; porque la ruina de Esaú traeré sobre él en el tiempo en que lo he de castigar. Si los vendimiadores vinieran contra ti, ¿no dejarían siquiera rebuscos? Si los ladrones vinieran de noche, destruirían sólo lo que les bastara. Pero yo he despojado a Esaú; he dejado al descubierto sus escondrijos, y no podrá esconderse. Será destruida su descendencia; sus hermanos y sus vecinos dejarán de ser. Deja tus huérfanos; yo les mantendré con vida. Y en mí confiarán tus viudas." Porque así ha dicho Jehovah: "He aquí, los que no estaban sentenciados a beber de la copa, de todos modos la bebieron. Y tú, ¿serás absuelto del todo? ¡De ninguna manera serás absuelto, sino que ciertamente la beberás! Porque por mí mismo he jurado, dice Jehovah, que Bosra será convertida en horror, en oprobio, en ruina y en maldición. Todas sus ciudades serán convertidas en unas ruinas perpetuas." He escuchado de parte de Jehovah la noticia de que ha sido enviado un mensajero a las naciones, diciendo: "¡Reuníos y venid contra ella! ¡Levantaos para la batalla! Porque he aquí que te empequeñeceré entre las naciones, y serás menospreciado entre los hombres. El terror que inspiras y la soberbia de tu corazón te han engañado, a ti que habitas en las hendiduras de la peña y que te has apoderado de la altura de la montaña. Aunque eleves tu nido como el águila, de allí te haré descender, dice Jehovah. "Edom será convertida en una desolación; todo el que pase por ella quedará horrorizado y silbará por causa de todas sus plagas. Como cuando fueron trastornadas Sodoma y Gomorra, y las ciudades vecinas, ha dicho Jehovah, no morará allí nadie, ni la habitará hijo de hombre. He aquí que subirá como un león desde la espesura del Jordán, contra el pastizal perenne. Pero de pronto le haré correr de allí, y la encargaré a quien sea escogido. Porque, ¿quién es como yo? ¿Quién me convocará? ¿Quién será aquel pastor que pueda prevalecer delante de mí?" Por tanto, oíd la decisión que Jehovah ha tomado contra Edom, los planes que ha hecho contra los habitantes de Temán. Ciertamente hasta los más pequeños del rebaño serán arrastrados; ciertamente su pastizal será devastado junto con ellos. La tierra temblará por el estruendo de su caída. Gritará, y su voz se oirá hasta el mar Rojo. He aquí que como águila subirá y remontará vuelo, y contra Bosra extenderá sus alas. En aquel día el corazón de los valientes de Edom será como el corazón de una mujer en angustia. En cuanto a Damasco: "Hamat y Arfad fueron avergonzadas, porque oyeron malas noticias. Se derritieron en un mar de ansiedad que no puede sosegarse. Damasco se debilitó, se volvió para huir, y el pánico se apoderó de ella. Angustia y dolores se apoderaron de ella, como de una mujer que da a luz. ¿Cómo es que no ha sido abandonada la gloriosa ciudad, la villa de mi regocijo? Por tanto, sus jóvenes caerán en sus plazas; todos sus hombres de guerra serán silenciados en aquel día, dice Jehovah de los Ejércitos. Prenderé fuego al muro de Damasco, el cual devorará los palacios de Ben-hadad." En cuanto a Quedar y a los reinos de Hazor, los cuales derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia, Jehovah ha dicho así: "¡Levantaos, subid contra Quedar! ¡Destruid a los hijos del oriente! Sus tiendas y sus rebaños serán tomados; asimismo, sus carpas y todos sus enseres. Se llevarán sus camellos, y a causa de ellos clamarán: ‘¡El terror está por todas partes!’ "Huid, emigrad lejos, oh habitantes de Hazor; habitad en lugares profundos, dice Jehovah, pues Nabucodonosor, rey de Babilonia, ha tomado una decisión contra vosotros, y contra vosotros ha hecho un plan. Levantaos, dice Jehovah; subid contra una nación confiada que vive tan segura que no tiene puertas ni cerrojos, y que vive solitaria. Sus camellos serán tomados como despojo, y la multitud de sus ganados como botín. Esparciré por todos los vientos a los que se rapan las sienes. Por todos lados les traeré ruina, dice Jehovah. Hazor será morada de chacales, perpetua desolación. No morará allí nadie, ni la habitará hijo de hombre." Acerca de Elam vino la palabra de Jehovah al profeta Jeremías, en el principio del reinado de Sedequías, rey de Judá, diciendo que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "He aquí que yo quiebro el arco de Elam, el principio de su poder. Sobre Elam traeré los cuatro vientos de los cuatro extremos del cielo, y los dispersaré en todas las direcciones. No habrá nación a donde no vayan los desplazados de Elam. Haré que Elam se aterrorice delante de sus enemigos y delante de los que buscan su vida. Traeré sobre ellos el mal y el furor de mi enojo, dice Jehovah. Enviaré tras ellos la espada, hasta que los acabe. Sobre Elam pondré mi trono y destruiré allí al rey y a los magistrados, dice Jehovah. Pero en los últimos días acontecerá que restauraré a Elam de la cautividad," dice Jehovah. La palabra que Jehovah habló por medio del profeta Jeremías acerca de Babilonia y acerca de la tierra de los caldeos: "Anunciad en las naciones y proclamad. Levantad bandera; anunciadlo y no lo encubráis. Decid: ‘Tomada es Babilonia, Bel es avergonzado, Marduc es hecho pedazos. Sus imágenes son avergonzadas, y sus ídolos hechos pedazos. Porque desde el norte subirá contra ella una nación, la cual convertirá su tierra en objeto de horror. No habrá nadie que la habite. Tanto los hombres como los animales huirán; se irán. "En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehovah, vendrán los hijos de Israel, junto con los hijos de Judá. Irán andando y llorando, y buscarán a Jehovah su Dios. Preguntarán por el camino de Sion, hacia donde volverán sus caras, y vendrán y se unirán a Jehovah en pacto eterno que jamás será echado al olvido.’ "Ovejas perdidas fueron mi pueblo; sus pastores las hicieron errar. Las descarriaron por las colinas; anduvieron de monte en colina, y se olvidaron de sus prados de reposo. Todos los que los hallaban los devoraban. Y sus enemigos decían: ‘No somos culpables, por cuanto son ellos los que han pecado contra Jehovah, su morada de justicia; contra Jehovah, la esperanza de sus padres.’ "Huid de en medio de Babilonia y salid de la tierra de los caldeos. Sed como los carneros que van delante del rebaño. Porque he aquí que yo levanto y hago subir contra Babilonia una asamblea de grandes naciones de la tierra del norte. Dispondrán batalla contra ella, y desde allí será tomada. Sus flechas, como las de un diestro guerrero, no volverán vacías. "Caldea será para despojo. Todos los que la despojen quedarán saciados, dice Jehovah. Aunque os alegráis y gozáis, oh saqueadores de mi heredad; aunque brincáis como ternera en el pastizal y relincháis como corceles, vuestra madre se avergonzará sobremanera. Se volverá pálida la que os dio a luz. He aquí, será la última de las naciones: desierto, sequedal y tierra árida. Por causa de la ira de Jehovah no será habitada, y quedará totalmente desolada. Toda persona que pase por Babilonia se asombrará y silbará por causa de todas sus plagas. "Disponed batalla contra Babilonia, alrededor de ella, todos los que entesáis el arco. Tirad contra ella, no escatiméis flechas; porque ha pecado contra Jehovah. Gritad contra ella en derredor: ‘¡Se ha rendido!’ Han caído sus torres; sus muros han sido derribados, porque ésta es la venganza de Jehovah. Tomad venganza contra ella; hacedle como ella hizo. Eliminad de Babilonia al sembrador y al que toma la hoz en el tiempo de la siega. Ante la espada opresora, cada cual mirará hacia su propio pueblo, y cada cual huirá a su propio país. "Oveja descarriada es Israel; los leones la ahuyentaron. Primero la devoró el rey de Asiria; y finalmente la deshuesó Nabucodonosor, rey de Babilonia. Por tanto, así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo castigo al rey de Babilonia y a su tierra, como castigué al rey de Asiria. A Israel traeré de nuevo a su pastizal, y pacerá en el Carmelo y en Basán. En los montes de Efraín y en Galaad se saciará su alma. En aquellos días y en aquel tiempo, dice Jehovah, será buscada la maldad de Israel, y no aparecerá; los pecados de Judá, y no serán hallados más. Porque perdonaré al remanente que yo haya dejado. "Sube contra la tierra de Merataim, y contra los habitantes de Pecod. Desvasta y destruye tras ellos, dice Jehovah; haz conforme a todo lo que yo te he mandado. Estruendo de guerra hay en la tierra, y gran quebrantamiento. ¡Cómo fue cortado y quebrado el martillo de toda la tierra! ¡Cómo ha sido convertida Babilonia en objeto de horror en medio de las naciones! Te puse trampas, oh Babilonia. Fuiste tomada, ¡y tú no lo supiste! Fuiste hallada y también fuiste apresada, porque contendiste contra Jehovah. Jehovah ha abierto su arsenal y ha sacado las armas de su furor, porque ésta es obra de Jehovah Dios de los Ejércitos en la tierra de los caldeos. "Venid contra ella desde los confines. Abrid sus graneros; convertidla en montones y destruidla por completo. ¡Que no le queden sobrevivientes! Destruid todos sus toros. ¡Que desciendan al matadero! ¡Ay de ellos! Porque ha venido su día, el tiempo de su castigo. ¡Voz de los que huyen y escapan de la tierra de Babilonia, para anunciar en Sion la venganza de Jehovah nuestro Dios, la venganza por su templo! Convocad contra Babilonia a los arqueros, a todos los que entesan el arco. Asentad campamentos contra ella en derredor. No haya en ella quien escape; retribuidle según su obra. Haced con ella conforme a todo lo que hizo; porque contra Jehovah se insolentó, contra el Santo de Israel. Por tanto, sus jóvenes caerán en sus plazas, y todos sus hombres de guerra serán silenciados en aquel día, dice Jehovah. "He aquí, yo estoy contra ti, oh soberbio, dice el Señor Jehovah de los Ejércitos; porque ha llegado tu día, el tiempo en que te he de castigar. El soberbio tropezará y caerá, y no tendrá quien lo levante. Encenderé fuego en sus ciudades, el cual devorará todos sus alrededores." Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "Oprimidos están los hijos de Israel y los hijos de Judá. Todos los que les tomaron cautivos los retuvieron; no los quisieron soltar. Pero su Redentor es fuerte; Jehovah de los Ejércitos es su nombre. Ciertamente abogará por la causa de ellos para hacer reposar la tierra y turbar a los habitantes de Babilonia. "La espada viene contra los caldeos, dice Jehovah; contra los habitantes de Babilonia, contra sus magistrados y contra sus sabios. La espada viene contra los adivinos, y serán entontecidos; la espada viene contra sus valientes, y serán destrozados. La espada viene contra sus caballos y sobre sus carros; viene contra toda clase de gente que hay en medio de ella, y serán como mujeres. La espada viene contra sus tesoros, y serán saqueados. Sequedad viene sobre sus aguas, y se secarán. Porque es tierra de imágenes, y por sus ídolos horribles se enloquecen. "Por tanto, allí morarán las fieras del desierto con las hienas; también habitarán en ella las avestruces. Nunca más será habitada, ni será poblada de generación en generación. Como cuando Dios trastornó a Sodoma, a Gomorra y a las ciudades vecinas, dice Jehovah, no morará allí nadie, ni la habitará hijo de hombre. "He aquí que viene un pueblo del norte; una gran nación y muchos reyes se despertarán en los confines de la tierra. Empuñan el arco y la lanza. Son crueles; no tienen misericordia. Su estruendo resuena como el mar. Montan sobre caballos y como un solo hombre se disponen para la batalla contra ti, oh hija de Babilonia. "El rey de Babilonia oyó de su fama, y sus manos se debilitaron. La angustia se apoderó de él, dolor como de mujer que da a luz. He aquí que subirá como un león desde la espesura del Jordán, contra el pastizal perenne. Pero de pronto le haré correr de allí, y la encargaré a quien sea escogido. Porque, ¿quién es como yo? ¿Quién me convocará? ¿Quién será aquel pastor que pueda prevalecer delante de mí? Por tanto, oíd la decisión que Jehovah ha tomado contra Babilonia, los planes que ha hecho contra la tierra de los caldeos: Ciertamente hasta los más pequeños del rebaño serán arrastrados; ciertamente su pastizal será devastado junto con ellos. Ante el grito de que Babilonia ha sido tomada, la tierra se estremecerá, y su griterío se oirá entre las naciones." Así ha dicho Jehovah: "He aquí que yo levanto un viento destructor contra Babilonia y contra los habitantes de Caldea. Enviaré a Babilonia aventadores que la avienten, y devastarán su tierra; porque en el día del mal estarán contra ella por todos lados. No entese su arco el arquero, ni toque su cota de malla. No perdonaréis la vida a sus jóvenes. ¡Destruid por completo todo su ejército! "Caerán los muertos en la tierra de los caldeos, y los heridos en sus calles. Porque Israel y Judá no han enviudado de su Dios, de Jehovah de los Ejércitos. Ciertamente su tierra está llena de culpa contra el Santo de Israel. "¡Huid de en medio de Babilonia! Librad, cada uno su vida, para que no seáis silenciados a causa de la maldad de ella. Porque es el tiempo de la venganza de Jehovah; él le dará su retribución. Una copa de oro fue Babilonia en las manos de Jehovah; una copa que embriagó a toda la tierra. De su vino bebieron los pueblos, por lo cual se enloquecieron las naciones. De repente ha caído Babilonia y ha sido quebrantada. Lamentad sobre ella; tomad bálsamo para su dolor. Quizás sanará. "Quisimos curar a Babilonia, pero no ha sanado. Abandonadla y vayamos, cada uno a su país; porque el juicio contra ella ha llegado hasta el cielo y se ha levantado hasta las nubes. Jehovah ha sacado a relucir nuestras justas demandas. ¡Venid y contemos en Sion de la obra de Jehovah nuestro Dios! "Afilad las flechas; embrazad los escudos. Jehovah ha despertado el espíritu de los reyes de Media; porque su propósito es contra Babilonia, para destruirla. Porque es la venganza de Jehovah, la venganza por su templo. "Levantad bandera contra los muros de Babilonia; reforzad la guardia, poned centinelas, disponed las emboscadas. Porque Jehovah ha hecho un plan y realizará lo que ha dicho acerca de los habitantes de Babilonia. Oh, tú que habitas junto a muchas aguas, rica en tesoros, ha venido tu fin, el colmo de tu codicia. Jehovah de los Ejércitos ha jurado por sí mismo, diciendo: ‘Yo te llenaré de hombres como de langostas, y contra ti levantarán grito de victoria.’ "El hizo la tierra con su poder; estableció el mundo con su sabiduría y extendió los cielos con su inteligencia. Cuando emite su voz, se produce un tumulto de aguas en los cielos. Hace subir la neblina desde los extremos de la tierra. Hace los relámpagos para la lluvia y saca el viento de sus depósitos. "Todo hombre se embrutece por falta de conocimiento. Todo platero es avergonzado a causa de su ídolo. Porque sus ídolos de fundición son un engaño, y no hay espíritu en ellos. Son vanidad, obra ridícula; en el tiempo de su castigo perecerán. No es como ellos la Porción de Jacob; porque él es el Hacedor de todo, e Israel es la tribu de su heredad. ¡Jehovah de los Ejércitos es su nombre! "Una maza y un arma de guerra eres tú para mí. Por medio de ti destrozo naciones; por medio de ti destruyo reinos; por medio de ti destrozo el caballo y a su jinete; por medio de ti destrozo el carro y a su conductor. Por medio de ti destrozo al hombre y a la mujer; por medio de ti destrozo al anciano y al niño; por medio de ti destrozo al joven y a la joven. Por medio de ti destrozo al pastor y su rebaño. Por medio de ti destrozo al labrador y su yunta; por medio de ti destrozo a los gobernadores y a los dirigentes. "Ante vuestros ojos retribuiré a Babilonia y a todos los habitantes de Caldea, por todo el mal que ellos hicieron a Sion, dice Jehovah. "He aquí, yo estoy contra ti, oh monte destructor, dice Jehovah, que destruyes toda la tierra. Extenderé mi mano contra ti y te haré rodar de las peñas. Te convertiré en monte quemado. Nadie tomará de ti piedra para esquina ni piedra para cimiento, porque serás perpetua desolación, dice Jehovah. "Alzad la bandera en la tierra y tocad corneta en las naciones. Reunid contra ella a las naciones; convocad contra ella a los reinos de Ararat, de Mini y de Asquenaz. Comisionad contra ella al capitán; haced subir caballos como langostas erizadas. Reunid contra ella a las naciones, a los reyes de Media y a sus gobernadores, a todos sus dirigentes y a la tierra de su señorío. La tierra tiembla y se retuerce; porque se ha cumplido todo el plan de Jehovah contra Babilonia, para convertir a Babilonia en una soledad, sin ningún habitante. "Los valientes de Babilonia han dejado de combatir y han quedado en sus fortalezas. Se ha agotado su valor; se han vuelto como mujeres. Han incendiado sus casas, y sus cerrojos han sido rotos. Un correo sale al encuentro de otro correo, y un heraldo al encuentro de otro heraldo, para informar al rey de Babilonia que su ciudad es tomada de extremo a extremo. Los vados han sido tomados, los carrizales han sido quemados a fuego, y los hombres de guerra están aterrados. Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: La hija de Babilonia es como una era. Ya es tiempo de trilla. Dentro de poco le vendrá el tiempo de la siega. "‘Nabucodonosor, rey de Babilonia, me ha devorado, me ha causado confusión. Me ha dejado como un vaso vacío; me ha tragado como un monstruo acuático. Ha llenado su estómago con mis delicadezas y a mí me ha expulsado. ¡Caiga sobre Babilonia la violencia hecha contra mí y mi carne!’, dirá la moradora de Sion. ‘¡Caiga mi sangre sobre los habitantes de Caldea!’, dirá Jerusalén. "Por tanto, así ha dicho Jehovah: He aquí que yo juzgo tu causa y llevaré a cabo tu venganza. Secaré las aguas de ella y haré que queden secas sus fuentes. Babilonia será convertida en montones de escombros, en morada de chacales, en objeto de horror y de rechifla, sin ningún habitante. A una rugirán como leones; gruñirán como cachorros de león. Cuando estén en pleno calor les serviré sus banquetes; haré que se embriaguen, de modo que se alegren. Dormirán el sueño eterno y no se despertarán, dice Jehovah. Los haré descender como corderos al matadero, como los carneros con los machos cabríos. "¡Cómo ha sido tomada Sesac y fue capturada la que era alabada por toda la tierra! ¡Cómo ha llegado Babilonia a ser objeto de horror entre las naciones! Las aguas han subido sobre Babilonia, y ha sido cubierta por el tumulto de sus olas. Sus ciudades se han convertido en desolación, en tierra seca y desierta. Es una tierra en la cual nadie habitará; ni hijo de hombre pasará por ella. Castigaré a Bel en Babilonia, y sacaré de su boca lo que ha tragado. Las naciones no afluirán más a él. ¡El muro de Babilonia ha caído! "¡Salid de en medio de ella, oh pueblo mío! Librad, cada uno su vida del ardor de la ira de Jehovah. No sea que desmaye vuestro corazón y temáis a causa del rumor que se oye en la tierra. Dentro de un año vendrá un rumor, y después de otro año, otro rumor. La violencia cunde en la tierra, y gobernante contiende con gobernante. "Por tanto, he aquí vienen días en que castigaré los ídolos de Babilonia. Toda su tierra será avergonzada, y en medio de ella caerán todos sus muertos. Los cielos y la tierra, y todo lo que en ellos hay, gritarán de alegría por lo de Babilonia; porque del norte vendrán contra ella los destructores, dice Jehovah. "Babilonia misma caerá por causa de los muertos de Israel; como por causa de Babilonia han caído los muertos en toda la tierra. Los que escapasteis de la espada, ¡marchaos; no os detengáis! Acordaos de Jehovah desde lejos, y esté Jerusalén en vuestra memoria: ‘Estamos avergonzados porque oímos la afrenta; el oprobio ha cubierto nuestros rostros, porque vinieron extranjeros contra los santuarios de la casa de Jehovah.’ Por tanto, he aquí que vienen días, dice Jehovah, en que yo castigaré sus ídolos, y en toda su tierra gemirán los heridos. Aunque Babilonia suba hasta el cielo, y aunque fortifique en alto su baluarte, hasta ella llegarán de mi parte los destructores, dice Jehovah. "Estruendo de griterío hay en Babilonia; gran quebrantamiento, en la tierra de los caldeos. Porque Jehovah destruye Babilonia y quita de ella el gran bullicio. Sus olas rugen como caudalosas aguas, y resuena el estruendo de sus voces. Porque el destructor ha venido contra ella, contra Babilonia, y sus valientes son tomados prisioneros. Su arco ha sido hecho pedazos, porque Jehovah es un Dios de retribución. Ciertamente él dará la recompensa. "Embriagaré a sus magistrados, a sus sabios, a sus gobernadores, a sus dirigentes y a sus valientes. Dormirán el sueño eterno y no despertarán, dice el Rey, cuyo nombre es Jehovah de los Ejércitos. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: La ancha muralla de Babilonia será demolida por completo. Sus puertas altas arderán en el fuego. Los pueblos habrán trabajado para nada, y las naciones se habrán fatigado sólo para el fuego." Estas son la palabras que envió el profeta Jeremías a Seraías hijo de Nerías, hijo de Maasías, cuando iba con Sedequías, rey de Judá, a Babilonia, en el cuarto año de su reinado. Seraías era el jefe de campamento. Jeremías escribió en un libro acerca de todo el mal que había de venir sobre Babilonia, todas las palabras que están escritas contra Babilonia. Jeremías dijo a Seraías: "Cuando llegues a Babilonia, cumple en leer todas estas palabras. Y dirás: ‘¡Oh Jehovah, tú has dicho de este lugar que lo habrías de destruir, hasta que no quede en él quien lo habite, desde los hombres hasta los animales, y que sería una perpetua desolación.’ "Cuando acabes de leer este libro, le atarás una piedra y lo arrojarás al Eufrates, diciendo: ‘Así se hundirá Babilonia y no se levantará, a causa del mal que yo traigo sobre ella, de manera que serán abatidos.’" Hasta aquí son las palabras de Jeremías. Sedequías tenía 21 años cuando comenzó a reinar, y reinó 11 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Hamutal hija de Jeremías, de Libna. El hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, conforme a todo lo que había hecho Joacim. Ciertamente el furor de Jehovah estaba sobre Jerusalén y Judá, hasta que los echó de su presencia. Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia. Y aconteció el 10 del mes décimo del noveno año de su reinado que Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino con todo su ejército contra Jerusalén. Luego acamparon contra ella, y construyeron muros de asedio contra ella en derredor. La ciudad estuvo sitiada hasta el año 11 del rey Sedequías. En el noveno día del mes cuarto, prevaleció el hambre en la ciudad, y no había alimentos para el pueblo de la tierra. Entonces se abrió una brecha en la ciudad, y huyeron todos los hombres de guerra. Salieron de noche de la ciudad, por la puerta que había entre los dos muros, junto al jardín del rey, mientras los caldeos estaban junto y alrededor de la ciudad. Se dirigieron hacia el Arabá, pero el ejército de los caldeos persiguió al rey Sedequías y lo alcanzó en las llanuras de Jericó; y todo su ejército fue dispersado de su lado. Entonces prendieron al rey y lo llevaron ante el rey de Babilonia, en Ribla, en la tierra de Hamat, y éste pronunció sentencia contra aquél. El rey de Babilonia degolló a los hijos de Sedequías en su presencia, y también degolló en Ribla a todos los magistrados de Judá. Y a Sedequías le sacó los ojos y le aprisionó con cadenas de bronce. El rey de Babilonia lo hizo llevar cautivo a Babilonia y lo puso en la cárcel hasta el día en que murió. El 10 del mes quinto del año 19 del reinado de Nabucodonosor, rey de Babilonia, entró en Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, que servía en la presencia del rey de Babilonia. Incendió la casa de Jehovah, la casa del rey y todas las casas de Jerusalén; incendió todo edificio grande. Todo el ejército de los caldeos que estaba con el capitán de la guardia demolió todos los muros alrededor de Jerusalén. Nabuzaradán, capitán de la guardia, hizo llevar cautivos a algunos de la gente empobrecida y al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de los artesanos. Sin embargo, Nabuzaradán, capitán de la guardia, hizo quedar una parte de la gente más pobre de la tierra, como viñadores y labradores. Los caldeos destrozaron las columnas de bronce que estaban en la casa de Jehovah, así como las bases de las pilas móviles y la fuente de bronce que estaba en la casa de Jehovah; y se llevaron todo el bronce a Babilonia. También se llevaron las ollas, las palas, las despabiladeras, los cucharones y todos los utensilios de bronce con que servían. El capitán de la guardia se llevó también las copas, los incensarios, los tazones para la aspersión, las ollas, los candelabros, las cucharas y las tazas, tanto los de oro como los de plata. En cuanto a las dos columnas, la fuente y los doce bueyes de bronce que estaban debajo de ella, y las bases de las pilas móviles que había hecho el rey Salomón en la casa de Jehovah, no hubo manera de pesar el bronce de todos estos objetos. En cuanto a las columnas, la altura de cada columna era de 18 codos, y su circunferencia era de 12 codos. Eran huecas, y el espesor de sus paredes era de 4 dedos. El capitel de bronce que había sobre ella era de 5 codos de alto. Y sobre el capitel alrededor había una red de granadas, toda de bronce. La segunda columna, con sus granadas, tenía una labor semejante. Había 96 granadas en cada hilera. Todas ellas sumaban 100, encima y alrededor de la red. El capitán de la guardia tomó también a Seraías, el sacerdote principal; a Sofonías, el segundo sacerdote; y a tres guardias de la puerta. Y de la ciudad tomó a un funcionario que estaba encargado de los hombres de guerra, a siete hombres de los más íntimos del rey que se hallaban en la ciudad, al escriba principal de la milicia, quien reclutaba al pueblo de la tierra, y a sesenta hombres del pueblo de la tierra que se hallaban dentro de la ciudad. Nabuzaradán, capitán de la guardia, los tomó y los llevó al rey de Babilonia, en Ribla. Y el rey de Babilonia los hirió y los mató en Ribla, en la tierra de Hamat. Así fue llevada cautiva Judá lejos de su tierra. Este es el número del pueblo que Nabucodonosor llevó en cautividad: En el séptimo año hizo llevar cautivos a 3.023 judíos. En el año 18, Nabucodonosor llevó cautivos a 832 personas de Jerusalén. Y en el año 23 de Nabucodonosor, Nabuzaradán, capitán de la guardia, llevó cautivos 745 personas de los judíos. Todas las personas fueron 4.600. Aconteció el 25 del mes duodécimo del año 37 de la cautividad de Joaquín, rey de Judá, que Evil-merodac, rey de Babilonia, en el primer año de su reinado, indultó a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel. Habló con Joaquín amigablemente y puso su sitial más alto que los sitiales de los reyes que estaban con él en Babilonia. Cambió su ropa de prisión, y Joaquín comía en la presencia del rey siempre, todos los días de su vida. Continuamente le fue dada su ración de parte del rey de Babilonia, cada cosa en su día, todos los días de su vida, hasta el día de su muerte. ¡Cómo está sentada solitaria la ciudad populosa! Se ha vuelto como viuda la grande entre las naciones. La señora de las provincias ha sido hecha tributaria. Amargamente llora en la noche; sus lágrimas están en sus mejillas. No hay quien la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la traicionaron; se le volvieron enemigos. En cautiverio ha ido Judá, sujeta a la aflicción y a la dura servidumbre. Ella habita entre las naciones y no halla descanso. Todos sus perseguidores la alcanzaron en medio de las aflicciones. Los caminos de Sion están de duelo por no haber quien vaya a las solemnidades. Todos sus porteros están atónitos, y gimen sus sacerdotes. Sus vírgenes están afligidas, y ella tiene amargura. Han venido a ser cabeza sus adversarios; los que la aborrecen viven tranquilos, porque Jehovah la afligió por la multitud de sus rebeliones. Sus pequeños han ido en cautividad delante del adversario. Ha desaparecido de la hija de Sion todo su esplendor. Sus gobernantes han venido a ser como venados que no hallan pasto, y anduvieron sin fuerzas delante del perseguidor. Se acuerda Jerusalén de los días de su aflicción y desamparo, de todos sus preciosos tesoros que tenía desde tiempos antiguos. Cuando su pueblo cayó en manos del adversario, no hubo quien la auxiliase. La vieron sus adversarios y se rieron de su final. Gran pecado ha cometido Jerusalén, por lo cual ha llegado a ser cosa inmunda. Todos los que la honraban la desprecian, porque han mirado su desnudez. Ella también suspira y se vuelve atrás. Su inmundicia está en sus faldas; no tuvo en cuenta su final. Asombrosamente fue traída abajo y no hay quien la consuele. "Mira, oh Jehovah, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido." Su mano extendió el adversario a todas sus cosas preciosas, cuando ella vio entrar en su santuario a las gentes, de quienes mandaste que no entrasen en tu congregación. Todo su pueblo busca el pan suspirando. Dieron todas sus cosas preciosas por la comida para recobrar la vida. "¡Mira, oh Jehovah, y ve que he sido despreciada! "¿No os importa a vosotros, todos los que pasáis por el camino? Mirad y ved si hay dolor como el dolor que me ha sobrevenido y con el cual Jehovah me ha angustiado en el día de su ardiente ira. "Desde lo alto envió fuego y lo hizo penetrar a mis huesos. Ha extendido una red a mis pies y me hizo volver atrás. Me dejó desolada, dolorida todo el día. "Atado está el yugo de mis rebeliones; por su mano han sido amarradas. Subieron sobre mi cuello; el Señor ha hecho decaer mis fuerzas. Me ha entregado en manos contra las cuales no podré prevalecer. "Ha rechazado el Señor a todos mis valientes en medio de mí. Contra mí convocó una asamblea para quebrantar a mis jóvenes. El Señor ha pisado como en un lagar a la virgen hija de Judá. "Por estas cosas lloro; mis ojos, mis ojos se desbordan en lágrimas; porque se ha alejado de mí el consolador que restaura mi alma. Mis hijos están desolados, porque ha prevalecido el enemigo." Extiende Sion las manos, y no hay quien la consuele. Jehovah ha dado mandamiento contra Jacob, que sus adversarios lo rodeen. Entre ellos Jerusalén ha sido hecha inmunda. "Justo es Jehovah, aunque yo me rebelé contra su palabra. Oíd, pues, todos los pueblos, y ved mi dolor: Mis vírgenes y mis jóvenes han ido en cautividad. "Llamé a mis amantes, pero ellos me decepcionaron. Mis sacerdotes y mis ancianos perecieron en la ciudad, aunque buscaron para sí comida para recobrar la vida. "Mira, oh Jehovah, que estoy angustiada; mis entrañas hierven. Mi corazón está trastornado dentro de mí, porque me rebelé en gran manera. En la calle la espada priva de hijos; en la casa es como la muerte. "Oyen cómo gimo, y no hay quien me consuele. Todos mis enemigos han oído de mi desgracia y se han alegrado de que tú lo hayas hecho. ¡Haz que llegue el día que has proclamado, y sean ellos como yo! "Venga ante tu presencia toda la maldad de ellos, y trátales como me has tratado a mí por todas mis rebeliones. Porque mis suspiros son muchos, y mi corazón está enfermo." ¡Cómo ha cubierto de nubes el Señor, en su ira, a la hija de Sion! Derribó del cielo a la tierra el esplendor de Israel. No se acordó del estrado de sus pies en el día de su ira. Ha destruido el Señor todas las moradas de Jacob y no ha tenido compasión. En su indignación derribó las fortalezas de la hija de Judá. Las echó por tierra; ha profanado al reino y a sus príncipes. Ha cortado, en el ardor de su ira, todo el poder de Israel. Ha retirado su mano derecha ante el enemigo. Y se ha encendido contra Jacob como llamarada de fuego que devora en derredor. Entesó cual enemigo su arco y afirmó su mano derecha. Como adversario, mató cuanto era hermoso a los ojos. En la morada de la hija de Sion derramó su enojo como fuego. Se ha portado el Señor como enemigo; ha destruido a Israel. Ha destruido todos sus palacios; ha arruinado sus fortalezas. Ha multiplicado en la hija de Judá el lamento y la lamentación. Como a un huerto, trató con violencia a su enramada; destruyó su lugar de reunión. Jehovah ha hecho olvidar en Sion las solemnidades y los sábados. Y en el furor de su ira desechó al rey y al sacerdote. Ha abandonado el Señor su altar; ha menospreciado su santuario. Ha entregado en mano del enemigo los muros de sus palacios. En la casa de Jehovah hicieron resonar su voz como en un día de fiesta solemne. Determinó Jehovah destruir el muro de la hija de Sion. Extendió el cordel; no retrajo su mano de destruir. Ha envuelto en luto el antemuro y el muro; a una fueron derribados. Se hundieron sus puertas en la tierra; él destruyó y rompió sus cerrojos. Su rey y sus príncipes están entre las naciones. ¡Ya no hay ley! Tampoco sus profetas han encontrado visión de parte de Jehovah. Se sentaron en tierra y quedaron en silencio los ancianos de la hija de Sion. Echaron polvo sobre sus cabezas, y se vistieron de cilicio. Bajaron sus cabezas a tierra las vírgenes de Jerusalén. Se agotan mis ojos a causa de las lágrimas; mis entrañas hierven. Mi corazón se derrama por tierra a causa de la ruina de la hija de mi pueblo, mientras el niño pequeño y el que mama desfallecen en las calles de la ciudad. A sus madres dicen: "¿Dónde están el trigo y el vino?," mientras desfallecen como heridos en las calles de la ciudad, mientras derraman sus vidas en el regazo de sus madres. ¿A qué te compararé? ¿A qué te haré semejante, oh hija de Jerusalén? ¿A qué te haré igual a fin de consolarte, oh virgen hija de Sion? Porque grande como el mar es tu quebranto. ¿Quién te podrá sanar? Tus profetas vieron para ti visiones vanas y sin valor. No expusieron tu pecado para así evitar tu cautividad, sino que vieron para ti visiones proféticas vanas y engañosas. Aplaudían contra ti todos los que pasaban por el camino. Silbaban y sacudían sus cabezas ante la hija de Jerusalén, diciendo: "¿Es ésta la ciudad de la cual decían que era perfecta en hermosura, el gozo de toda la tierra?" Abrían su boca contra ti todos tus enemigos. Silbaban y rechinaban los dientes diciendo: "¡La hemos destruido! Ciertamente éste es el día que esperábamos; ¡lo hemos alcanzado, lo hemos visto!" Ha hecho Jehovah lo que se había propuesto; ha ejecutado su palabra. Como lo había decretado desde tiempos antiguos, destruyó y no tuvo compasión. Ha hecho que el enemigo se alegre a causa de ti; ha enaltecido el poder de tus adversarios. Clama al Señor el corazón de ellos. Oh muralla de la hija de Sion, derrama lágrimas como arroyo de día y de noche. No te des tregua, ni descansen las niñas de tus ojos. Levántate y da voces en la noche, en el comienzo de las vigilias. Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor. Levanta hacia él tus manos por la vida de tus pequeñitos, que han desfallecido por el hambre en las entradas de todas las calles. Mira, oh Jehovah, y ve a quién has tratado así: ¿Acaso las mujeres habían de comer su propio fruto, a los pequeñitos de sus tiernos desvelos? ¿Acaso el sacerdote y el profeta habían de ser muertos en el santuario del Señor? Yacen por tierra en las calles los muchachos y los ancianos. Mis vírgenes y mis jóvenes han caído a espada. Mataste en el día de tu furor; degollaste y no tuviste compasión. Has convocado asamblea como en día de fiesta solemne; temores hay por todas partes. Y en el día del furor de Jehovah, no hubo quien escapase, ni quien sobreviviese. A los que cuidé y crié, mi enemigo ha exterminado. Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su indignación. El me ha guiado y conducido en tinieblas, y no en luz. Ciertamente todo el día ha vuelto y revuelto su mano contra mí. Ha consumido mi carne y mi piel; ha quebrantado mis huesos. Edificó contra mí; me rodeó de amargura y de duro trabajo. En tinieblas me hizo habitar, como los muertos de antaño. Me bloquea por todos lados, de modo que no puedo salir; ha hecho pesadas mis cadenas. Aun cuando grito y pido auxilio, cierra sus oídos a mi oración. Ha bloqueado mis caminos con piedras labradas; ha torcido mis senderos. Como un oso que acecha fue para mí, como un león en escondrijos. Mis caminos torció, me rompió en pedazos y me dejó desolado. Entesó su arco y me puso como blanco de la flecha. Hizo penetrar en mis entrañas las flechas de su aljaba. Fui objeto de burla para todo mi pueblo; todo el día he sido su canción. Me llenó de amarguras, y me empapó con ajenjo. Quebró mis dientes con cascajo; me pisoteó en la ceniza. Ha sido privada mi alma de la paz; me he olvidado de la felicidad. Pensé: "Ha perecido mi fortaleza y mi esperanza en Jehovah." Acuérdate de mi aflicción y de mi desamparo, del ajenjo y de la amargura. Lo recordará, ciertamente, mi alma, y será abatida dentro de mí. Esto haré volver a mi corazón, por lo cual tendré esperanza. Por la bondad de Jehovah es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. "Jehovah es mi porción," ha dicho mi alma; "por eso, en él esperaré." Bueno es Jehovah para los que en él esperan, para el alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehovah. Bueno le es al hombre llevar el yugo en su juventud. Se sentará solo y callará, porque Dios se lo ha impuesto. Pondrá su boca en el polvo, por si quizás haya esperanza. Dará la mejilla al que le golpea; se hartará de afrentas. Ciertamente el Señor no desechará para siempre. Más bien, si él aflige, también se compadecerá según la abundancia de su misericordia. Porque no aflige ni entristece por gusto a los hijos del hombre. El aplastar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra, el apartar el derecho del hombre ante la misma presencia del Altísimo, el pervertir la causa del hombre, el Señor no lo aprueba. ¿Quién será aquel que diga algo y eso ocurra, sin que el Señor lo haya mandado? ¿Acaso de la boca del Altísimo no salen los males y el bien? ¿Por qué se queja el hombre, el varón que vive en el pecado? Examinemos nuestros caminos; investiguémoslos, y volvamos a Jehovah. Alcemos nuestro corazón en las manos hacia Dios que está en los cielos: "Nosotros hemos transgredido y nos hemos rebelado, y tú no perdonaste. "Te cubriste de ira y nos perseguiste; mataste y no tuviste compasión. Te cubriste de nube para que no pasara la oración. Como desecho y basura, nos pusiste en medio de los pueblos. "Abren contra nosotros sus bocas todos nuestros enemigos. Horror y hoyo han sido nuestra suerte, desolación y ruina. Corrientes de agua han vertido mis ojos por la ruina de la hija de mi pueblo. "Mis ojos vierten lágrimas y no cesan, porque no hay tregua, hasta que Jehovah observe y vea desde los cielos. Mis ojos causan dolor a mi alma, debido a todas las hijas de mi ciudad. "Ciertamente los que me odian sin motivo me cazaron como a un pájaro. Silenciaron mi vida en la cisterna y arrojaron una piedra sobre mí. Me cubrieron las aguas por encima de la cabeza; yo dije: ‘¡He sido eliminado!’ "Invoqué tu nombre, oh Jehovah, desde la profunda cisterna. Mi voz has oído: ‘¡No escondas tu oído cuando clamo por alivio!’ Tú te has acercado el día en que te invoqué, y dijiste: ‘¡No temas!’ "Tú has abogado, oh Señor, por la causa de mi alma; has redimido mi vida. Tú has visto, oh Jehovah, mi opresión; defiende mi causa. Tú has visto toda la venganza de ellos, todos sus planes contra mí. "Tú has oído, oh Jehovah, la afrenta de ellos, todas sus maquinaciones contra mí, los dichos de los que se levantan contra mí y sus diarias murmuraciones. Su sentarse y su levantarse, observa; yo soy el objeto de su copla. "Dales, oh Jehovah, su retribución según la obra de sus manos. Dales endurecimento de corazón; venga sobre ellos tu maldición. Persíguelos, oh Jehovah, en tu furor y destrúyelos debajo de tus cielos." ¡Cómo se ha empañado el oro! ¡Cómo se ha alterado el buen oro! Las piedras del santuario están esparcidas por los cruces de todas las calles. Los apreciados hijos de Sion, que eran estimados en oro fino, ¡cómo son tenidos ahora como vasijas de barro, obra de manos de alfarero! Hasta los chacales dan la teta y amamantan a sus cachorros, pero la hija de mi pueblo se ha vuelto cruel, como los avestruces del desierto. Se pega a su paladar la lengua del niño de pecho, a causa de la sed. Los pequeñitos piden pan, y no hay quien se lo reparta. Los que comían delicados manjares han quedado desolados en las calles. Los que fueron criados con carmesí han abrazado la basura. Es mayor la iniquidad de la hija de mi pueblo que el pecado de Sodoma, que fue trastornada en un momento sin que pusieran manos sobre ella. Eran más limpios sus príncipes que la nieve, más blancos que la leche. Sus mejillas eran sonrosadas, más que las perlas. Su talle era como el zafiro. Más oscuros que el hollín están ahora sus semblantes; no los reconocen por las calles. Su piel está encogida sobre sus huesos, reseca como un palo. Más afortunados fueron los muertos por la espada que los muertos por el hambre. Porque éstos murieron poco a poco, atravesados por falta de los productos del campo. Las manos de las mujeres compasivas cocinaron a sus propios hijos. Ellos les sirvieron de comida en medio del quebranto de la hija de mi pueblo. Agotó Jehovah su furor; derramó el ardor de su ira. Prendió fuego en Sion, el cual devoró sus cimientos. No creían los reyes de la tierra, ni ninguno de los habitantes del mundo, que el adversario y el enemigo entrarían por las puertas de Jerusalén. Fue por los pecados de sus profetas y por las iniquidades de sus sacerdotes, que derramaron en medio de ella la sangre de los justos. Deambulaban como ciegos por las calles y se contaminaban con sangre, de modo que nadie pudiese tocar sus vestiduras. "¡Apartaos, inmundos!," les gritaban. "¡Apartaos, apartaos, no toquéis!" Cuando huían y deambulaban, les decían entre las naciones: "¡No morarán más aquí!" La presencia de Jehovah los ha dispersado; no los volverá a mirar. De la persona de los sacerdotes no tuvieron respeto; ni a los ancianos mostraron consideración. Todavía se consumen nuestros ojos tras la vana espera de nuestro socorro. Desde nuestro mirador miramos hacia una nación que no puede salvar. Acecharon nuestros pasos, para que no anduviéramos por nuestras propias calles. Nuestro fin se acercó; se cumplieron nuestros días, porque había llegado nuestro fin. Más veloces que las águilas del cielo fueron nuestros perseguidores. Sobre las montañas nos persiguieron febrilmente; en el desierto nos pusieron emboscadas. El aliento de nuestra vida, el ungido de Jehovah, ha sido atrapado en sus fosas; aquel de quien habíamos dicho: "A su sombra viviremos entre las naciones." Gózate y alégrate, oh hija de Edom, tú que habitas en la tierra de Uz. También a ti llegará la copa; te embriagarás y te expondrás desnuda. Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion; nunca más te llevará cautiva. Pero él castigará tu iniquidad, oh hija de Edom; pondrá al descubierto tus pecados. Acuérdate, oh Jehovah, de lo que nos ha sucedido. Mira y ve nuestro oprobio. Nuestra heredad ha pasado a los extraños, nuestras casas a los extranjeros. Estamos huérfanos; no tenemos padre; nuestras madres han quedado viudas. Nuestra agua bebemos por dinero; nuestra leña nos viene por precio. Sobre nuestros cuellos están los que nos persiguen. Nos fatigamos, y para nosotros no hay reposo. Hacia Egipto extendimos las manos; y hacia Asiria, para saciarnos de pan. Nuestros padres pecaron y ya no están; nosotros cargamos con su castigo. Aun los esclavos se han enseñoreado de nosotros; no hubo quien nos librara de su mano. Con riesgo de nuestras vidas traemos nuestro pan, ante la espada del desierto. Nuestra piel se ha ennegrecido como un horno, a causa de los ardores del hambre. A las mujeres violaron en Sion, y a las vírgenes en las ciudades de Judá. Los príncipes fueron colgados de sus manos; no fue respetada la persona de los ancianos. Los jóvenes cargaron piedras de molino; los muchachos desfallecieron bajo la carga de la leña. Los ancianos han dejado de acudir a las puertas de la ciudad; los jóvenes han dejado sus canciones. Ha cesado el regocijo de nuestro corazón; nuestra danza se ha convertido en duelo. Cayó la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, porque hemos pecado! Por esto está enfermo nuestro corazón; por esto se han ensombrecido nuestros ojos. Por el monte Sion, que ha quedado desolado, se pasean las zorras. Pero tú, oh Jehovah, reinarás para siempre; tu trono es de generación en generación. ¿Por qué te olvidarás de nosotros para siempre y nos dejarás a lo largo de los días? Haz que volvamos a ti, oh Jehovah, y volveremos. Renueva nuestros días como en los tiempos pasados, aunque nos hayas desechado y te hayas airado en gran manera contra nosotros. Sucedió en el quinto día del mes cuarto del año 30, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Quebar, que fueron abiertos los cielos, y vi visiones de Dios. En el quinto día del mes (en el quinto año de la cautividad del rey Joaquín), vino la palabra de Jehovah al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar. Allí vino sobre mí la mano de Jehovah. Miré, y he aquí que venía del norte un viento huracanado y una gran nube con un fuego centelleante y un resplandor en torno de ella. En su interior había algo como metal resplandeciente, en medio del fuego. De su interior aparecía una forma de cuatro seres vivientes. El aspecto de ellos tenía la forma de hombre, pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Sus piernas eran rectas, y sus pezuñas eran como pezuñas de becerro que centelleaban como bronce bruñido. Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre. Los cuatro tenían sus caras y sus alas. Sus alas se juntaban unas con otras. Y cuando se desplazaban, no se volvían, sino que cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. La forma de sus caras era la de una cara de hombre, con una cara de león en el lado derecho de los cuatro, una cara de toro en el lado izquierdo de los cuatro, y una cara de águila en los cuatro. Así eran sus caras. Sus alas estaban extendidas hacia arriba. Cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí, y otras dos que cubrían sus cuerpos. Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. Iban adondequiera que el espíritu decidía ir, y no viraban cuando se desplazaban. En medio de los seres vivientes había algo como carbones de fuego encendido que se desplazaban como antorchas entre los seres vivientes. El fuego resplandecía, y del mismo salían relámpagos. Y los seres iban y volvían, como si fueran relámpagos. Mientras yo miraba a los seres vivientes, he aquí que había una rueda en la tierra, junto y al frente de cada uno de los cuatro seres vivientes. La forma y el aspecto de las ruedas era como crisólito. Las cuatro ruedas tenían la misma forma y aspecto, y estaban hechas de manera que había una rueda dentro de otra rueda. Cuando se desplazaban, lo hacían en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban. Sus aros eran altos y aterradores, y los aros de las cuatro ruedas estaban llenos de ojos alrededor. Cuando los seres vivientes se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los seres se elevaban de sobre la tierra, las ruedas también se elevaban. Iban adondequiera que el espíritu fuese, y las ruedas también se elevaban junto con ellos, pues el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas. Cuando ellos se desplazaban, también ellas se desplazaban; cuando ellos se detenían, también ellas se detenían. Y cuando ellos se elevaban de la tierra, también las ruedas se elevaban junto con ellos, porque el espíritu de cada ser viviente estaba también en las ruedas. Sobre las cabezas de los seres vivientes había una bóveda semejante a un cristal impresionante, extendido por encima de sus cabezas. Debajo de la bóveda, sus alas se extendían rectas, la una hacia la otra. Y cada ser tenía dos alas con que cubrían sus cuerpos. Cuando se desplazaban, escuché el ruido de sus alas como el ruido de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso, como el bullicio de una muchedumbre, como el bullicio de un ejército. Y cuando se detenían, bajaban sus alas. Entonces hubo un estruendo por encima de la bóveda que estaba sobre la cabeza de ellos. (Y cuando se detenían, bajaban sus alas.) Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había la forma de un trono que parecía de piedra de zafiro. Y sobre dicha forma de trono estaba alguien semejante a un hombre. Entonces vi algo semejante a metal que resplandecía con la apariencia del fuego que lo perfilaba alrededor. Desde su cintura hacia arriba, y desde su cintura hacia abajo, vi algo que parecía fuego y que tenía un resplandor alrededor de él. Como el aspecto del arco iris que está en las nubes en un día de lluvia, así era el aspecto del resplandor alrededor. Este era el aspecto de la gloria de Jehovah. Y cuando la vi, caí postrado sobre mi rostro y oí la voz de uno que hablaba. Y me dijo: "Oh hijo de hombre, ponte en pie, y hablaré contigo." Mientras él me hablaba, entró en mí el Espíritu y me puso sobre mis pies, y oí al que me hablaba. Y me dijo: "Oh hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a una nación de rebeldes que se ha rebelado contra mí. Tanto ellos como sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo te envío a esta gente de rostro endurecido y de corazón empedernido. Y les dirás: ‘Así ha dicho el Señor Jehovah.’ Ya sea que ellos escuchen o que dejen de escuchar (porque son una casa rebelde), sabrán que ha habido un profeta entre ellos. Pero tú, oh hijo de hombre, no temas; no temas de ellos ni de sus palabras. Aunque te halles entre zarzas y espinos, y habites entre escorpiones, no temas de sus palabras ni te atemorices ante ellos; porque son una casa rebelde. Tú, pues, les hablarás mis palabras, ya sea que escuchen o dejen de escuchar, porque son una casa rebelde. Pero tú, oh hijo de hombre, escucha lo que yo te hablo. No seas rebelde como esa casa rebelde; abre tu boca y come lo que yo te doy." Entonces miré, y he aquí una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de pergamino. Lo extendió delante de mí, y he aquí que estaba escrito por el derecho y por el revés. En él estaban escritos lamentaciones, gemidos y ayes. Entonces me dijo: "Oh hijo de hombre, come lo que has encontrado; come este rollo y vé, habla a la casa de Israel." Abrí mi boca, y me dio a comer ese rollo. Luego me dijo: "Oh hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tu estómago con este rollo que yo te doy." Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel. Entonces me dijo: "Oh hijo de hombre, vé, acércate a la casa de Israel y háblales mis palabras; porque no eres enviado a un pueblo de habla misteriosa ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel; no a muchos pueblos de habla misteriosa y de lengua difícil, cuyas palabras no entiendes. Si a ellos te enviara, ellos sí te escucharían. Pero los de la casa de Israel no te querrán escuchar, porque no me quieren escuchar a mí. Pues todos los de la casa de Israel son de frente dura y tienen el corazón empedernido. He aquí, yo hago tu rostro tan duro como el rostro de ellos, y hago tu frente tan dura como su frente. Yo hago tu frente como el diamante, que es más duro que el pedernal. Tú no les temerás, ni te atemorizarás ante ellos, porque son una casa rebelde." Me dijo además: "Oh hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que te diga, y escucha con tus oídos. Acércate a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales diciendo: ‘Así ha dicho el Señor Jehovah’, ya sea que escuchen o que dejen de escuchar." Entonces el Espíritu me levantó, y oí detrás de mí el ruido de un gran estruendo: "¡Bendita sea la gloria de Jehovah desde su lugar!" Era el ruido de las alas de los seres vivientes, que se rozaban unas con otras, el ruido de las ruedas que estaban junto a ellos y el ruido de un gran estruendo. Luego el Espíritu me levantó y me tomó. Yo iba con amargura y con mi espíritu enardecido, pero la mano de Jehovah era fuerte sobre mí. Luego llegué a los cautivos de Tel Abib, pues ellos habitaban allí, junto al río Quebar, y permanecí allí entre ellos, atónito, durante siete días. Aconteció al cabo de los siete días que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, yo te he puesto como centinela para la casa de Israel. Oirás, pues, las palabras de mi boca y les advertirás de mi parte. Si yo digo al impío: ‘¡Morirás irremisiblemente!’, y tú no le adviertes ni le hablas para advertir al impío de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su pecado; pero yo demandaré su sangre de tu mano. Pero si tú le adviertes al impío y él no se aparta de su impiedad ni de su camino impío, él morirá por su pecado, pero tú habrás librado tu vida. Y si algún justo se aparta de su justicia y hace maldad, y yo pongo tropiezo delante de él, él morirá; porque tú no le advertiste, morirá por su pecado. Sus obras de justicia que había hecho no le serán tomadas en cuenta, y su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú adviertes al justo para que no peque, y no peca, ciertamente vivirá por haber aceptado la advertencia; y tú mismo te habrás librado." Entonces vino allí sobre mí la mano de Jehovah y me dijo: "Levántate, vete al valle, y allí hablaré contigo." Me levanté y fui al valle, y he aquí que se había detenido allí la gloria de Jehovah, como la gloria que yo había visto junto al río Quebar. Y me postré sobre mi rostro. Entonces entró en mí el Espíritu, me puso sobre mis pies y me habló diciendo: —Entra y enciérrate en tu casa. Y en cuanto a ti, oh hijo de hombre, he aquí que sobre ti pondrán cuerdas y te atarán con ellas, y no podrás salir entre ellos. Y haré que tu lengua se pegue a tu paladar, y quedarás mudo. Así no serás para ellos un hombre que amonesta, porque son una casa rebelde. Pero cuando yo te haya hablado, abriré tu boca, y les dirás: "Así ha dicho el Señor Jehovah." El que escucha, que escuche; y el que deja de escuchar, que deje de escuchar. Porque son una casa rebelde. Y tú, oh hijo de hombre, toma una tableta de arcilla, ponla delante de ti y graba sobre ella una ciudad: Jerusalén. Luego pon asedio contra ella, construye contra ella un muro de asedio y levanta contra ella un terraplén. Pon contra ella campamentos y coloca arietes contra ella en derredor. Y tú, toma una plancha de hierro y ponla como muro de hierro entre ti y la ciudad. Luego afirma tu rostro contra ella, y quedará bajo asedio. Tú la asediarás; es una señal para la casa de Israel. Y tú, acuéstate sobre tu costado izquierdo y pon sobre él el pecado de la casa de Israel. Durante el número de días que estarás acostado así, cargarás con su pecado. Yo te he asignado un número de días equivalente a los años del pecado de ellos: Durante 390 días cargarás con el pecado de la casa de Israel. Y cumplidos éstos, te acostarás nuevamente sobre tu costado derecho, y cargarás con el pecado de la casa de Judá durante 40 días: Te he fijado un día por cada año. Luego afirmarás tu rostro hacia el asedio de Jerusalén, y con tu brazo descubierto profetizarás contra ella. He aquí, yo pongo cuerdas sobre ti, y no te podrás dar vuelta de un lado al otro, hasta que hayas cumplido los días de tu asedio. Y tú, toma trigo, cebada, habas, lentejas, sorgo y centeno, y ponlos en una vasija. Con ellos te harás pan para el número de los días que estés acostado de lado: Durante 390 días comerás de él. La comida que has de comer será racionada; será de 20 siclos al día. De tiempo en tiempo la comerás. También beberás el agua por medida: la sexta parte de un hin. De tiempo en tiempo la beberás. Comerás tortas de cebada; las cocerás sobre excremento humano, ante la vista de ellos. —Jehovah dijo además—: Así los hijos de Israel comerán su pan inmundo, entre las naciones a donde los arrojaré. Entonces yo dije: —¡Ay, Señor Jehovah! He aquí, yo nunca me he contaminado; desde mi juventud hasta ahora nunca he comido carne de animal mortecino ni despedazado, ni nunca ha entrado a mi boca carne inmunda. Y él me respondió: —Mira, yo te concedo usar estiércol de buey en lugar de excremento humano, sobre el cual cocerás tu pan. —Y añadió—: Oh hijo de hombre, he aquí yo quebrantaré la provisión de pan en Jerusalén. Comerán pan racionado y con angustia, y beberán el agua por medida y con horror. Esto para que al faltarles el pan y el agua, queden desolados unos y otros, y se pudran en su iniquidad. Y tú, oh hijo de hombre, toma una cuchilla afilada, una navaja de barbero. Tómala y hazla pasar sobre tu cabeza y sobre tu barba. Luego toma una balanza para pesar y reparte los pelos. Una tercera parte la quemarás con fuego en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio. Toma otra tercera parte, y golpéala con la espada alrededor de la ciudad. Y la otra tercera parte espárcela al viento. Y yo desenvainaré la espada tras ellos. Toma también de ellos unos pocos en número, y átalos en el extremo de tu manto. Y de ellos toma otra vez algunos y échalos dentro del fuego, y quémalos allí. Entonces saldrá fuego de ellos hacia toda la casa de Israel. Así ha dicho el Señor Jehovah: "Esta es Jerusalén; yo la puse en medio de las naciones y de los países de su alrededor. Pero ella se obstinó contra mis decretos con mayor culpabilidad que las demás naciones, y contra mis estatutos, más que los países que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y no anduvieron según mis estatutos. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah, por haberos comportado con mayor turbulencia que las naciones que están alrededor de vosotros, y porque no habéis andado según mis estatutos ni habéis cumplido mis decretos, y ni siquiera habéis actuado según los decretos de las naciones que están a vuestro alrededor; por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo también estoy contra ti y ejecutaré actos justicieros en medio de ti, ante la vista de las naciones. A causa de todas tus abominaciones haré en medio de ti lo que nunca he hecho, ni haré jamás cosa semejante. Por tanto, en medio de ti los padres comerán a sus hijos, y los hijos comerán a sus padres. Ejecutaré actos justicieros contra ti, y esparciré a tus sobrevivientes hacia todos los vientos." Por tanto, dice el Señor Jehovah: "¡Vivo yo, que porque has profanado mi santuario con todos tus ídolos detestables y con todas tus abominaciones, también yo me apartaré; mi ojo no tendrá lástima, ni tendré compasión. Una tercera parte de ti morirá de peste y será consumida de hambre en medio de ti. Otra tercera parte caerá a espada alrededor de ti, y la otra tercera parte esparciré a todos los vientos y tras ellos desenvainaré mi espada. Así se consumará mi furor; haré que en ellos se asiente mi ira, y tomaré satisfacción. Y cuando haya consumado en ellos mi ira, sabrán que yo, Jehovah, he hablado en mi celo. Además, te convertiré en ruinas y en afrenta entre las naciones que están alrededor de ti, ante los ojos de todo el que pase. Cuando yo ejecute actos justicieros contra ti con furor, con ira y con reprensiones de mi ira, tú serás afrenta, escarnio, advertencia y objeto de horror a las naciones que están alrededor de ti. Yo, Jehovah, he hablado. Cuando yo arroje contra vosotros las flechas malignas del hambre, que son para destrucción, las cuales enviaré para destruiros, entonces aumentaré el hambre sobre vosotros y quebrantaré vuestro sustento de pan. Contra vosotros enviaré hambre y fieras dañinas que te privarán de hijos. Peste y sangre pasarán por en medio de ti, y traeré contra ti la espada. Yo, Jehovah, he hablado." Vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia los montes de Israel y profetiza contra ellos. Les dirás: ‘¡Oh montes de Israel, escuchad la palabra del Señor Jehovah! Así ha dicho el Señor Jehovah a los montes y a las colinas, a las quebradas y a los valles: He aquí, yo mismo traeré contra vosotros la espada y destruiré vuestros lugares altos. Vuestros altares serán desolados, y vuestros altares de incienso destruidos. Haré que vuestros muertos caigan delante de vuestros ídolos. Pondré los cadáveres de los hijos de Israel delante de sus ídolos, y esparciré vuestros huesos alrededor de vuestros altares. En todos los lugares donde habitéis, las ciudades serán destruidas, y los lugares altos desolados. Vuestros altares serán destruidos y desolados; vuestros ídolos serán rotos, y cesará su culto; vuestros altares de incienso serán destrozados, y vuestras obras borradas. Los muertos caerán en medio de vosotros, y sabréis que yo soy Jehovah. "‘Pero dejaré un remanente, de modo que tengáis entre las naciones algunos que escapen de la espada, cuando seáis esparcidos por los países. Entonces los que de vosotros escapen se acordarán de mí en las naciones en las cuales hayan sido hechos cautivos, de que yo quebranté su corazón adúltero que se apartó de mí, y sus ojos que se prostituyeron tras sus ídolos. Ellos se detestarán a sí mismos a causa de los males que hicieron, por todas sus abominaciones. Así sabrán que yo soy Jehovah. ¡No en vano he dicho que les haría este mal!’" Así ha dicho el Señor Jehovah: "Golpea con tu mano y pisotea con tu pie, y di: ‘¡Ay de todas las terribles abominaciones de la casa de Israel! Porque con espada, hambre y peste caerán. El que esté lejos morirá de peste, el que esté cerca caerá a espada, y el que se quede y sea sitiado morirá de hambre.’ Así agotaré en ellos mi ira. Y sabréis que yo soy Jehovah, cuando sus muertos yazcan en medio de sus ídolos y alrededor de sus altares, en toda colina alta y en todas las cumbres de los montes, debajo de todo árbol frondoso y debajo de toda encina coposa, lugares donde ofrecieron grato olor a todos sus ídolos. Extenderé contra ellos mi mano, y convertiré la tierra en desolación y asolamiento en todos los lugares en que habitan, desde el desierto hasta Diblat. Y sabrán que yo soy Jehovah." Vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Y tú, oh hijo de hombre, di que así ha dicho el Señor Jehovah a la tierra de Israel: ‘¡El fin! ¡El fin viene sobre los cuatro extremos de la tierra! Ahora viene el fin sobre ti. Enviaré sobre ti mi furor y te juzgaré según tus caminos; pondré sobre ti todas tus abominaciones. Mi ojo no te tendrá lástima, ni tendré compasión. Más bien, pondré contra ti tus caminos, y tus abominaciones estarán en medio de ti. Y sabréis que yo soy Jehovah.’" Así ha dicho el Señor Jehovah: "¡He aquí que viene desgracia tras desgracia! ¡El fin viene! ¡Viene el fin! ¡Se ha suscitado contra ti! ¡He aquí que viene! ¡Te ha llegado el turno, oh habitante del país! ¡El tiempo viene, el día está cerca: día de pánico y no de grito de alegría sobre los montes! Ahora, pronto derramaré mi ira sobre ti y agotaré mi furor en ti. Te juzgaré según tus caminos y pondré sobre ti todas tus abominaciones. Mi ojo no tendrá lástima, ni tendré compasión. Más bien, pondré contra ti tus caminos, y tus abominaciones estarán en medio de ti. Y sabréis que yo, Jehovah, soy el que castiga. "¡He aquí el día! He aquí que viene; ha llegado el desenlace. La vara ha echado brotes; ha reverdecido la arrogancia. La violencia ha llegado a ser una vara de impiedad; no quedará ninguno de ellos, nadie de esa multitud, nada de sus riquezas, ni habrá para ellos reposo. El tiempo ha venido; ha llegado el día. El que compra no se alegre, y el que vende no haga duelo; porque la ira está contra toda su multitud. Porque el que vende no volverá a recuperar lo vendido mientras ambos vivan. Porque la ira está contra toda su multitud; no será revocada. A causa de su iniquidad, ninguno podrá retener su vida. Tocarán trompeta y prepararán todo, pero no habrá quien vaya a la batalla; porque mi ira está contra toda su multitud. "Afuera habrá espada; y adentro, peste y hambre. El que esté en el campo morirá a espada, y al que esté en la ciudad lo consumirán el hambre y la peste. Los que de ellos escapen huirán y estarán sobre los montes como las palomas en las quebradas, cada uno gimiendo a causa de su iniquidad. Todas las manos se debilitarán, y todas las rodillas se escurrirán como agua. Se ceñirán con cilicio, y los cubrirá el terror. En cada rostro habrá vergüenza; y en todas sus cabezas, rapadura. Arrojarán su plata a las calles, y su oro se convertirá en cosa repugnante. Ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día de la ira de Jehovah, ni saciarán su apetito ni llenarán sus estómagos; porque esto ha sido ocasión para su pecado. Convirtieron en objeto de orgullo la belleza de sus ornamentos, e hicieron con ellos las imágenes abominables de sus ídolos detestables. Por eso los convertiré en cosa repugnante para ellos mismos. "Lo entregaré en mano de extraños para ser saqueado, y a los más impíos de la tierra para ser botín; y lo profanarán. Apartaré de ellos mi rostro, y mi lugar secreto será profanado, pues los que abran brecha entrarán allí y lo profanarán. Prepara cadenas, porque la tierra se ha llenado de juicios de sangre, y la ciudad se ha llenado de violencia. Por eso traeré a los más perversos de las naciones, los cuales tomarán posesión de sus casas. Así haré cesar el orgullo de los poderosos, y sus santuarios serán profanados. "¡Viene la angustia! Buscarán la paz, pero no la habrá. Vendrá desastre sobre desastre, y habrá rumor tras rumor. Buscarán una visión de parte del profeta. La ley desaparecerá del sacerdote; el consejo, de los ancianos. El rey estará de duelo, el gobernante se vestirá de desolación, y se paralizarán las manos del pueblo de la tierra. Yo haré con ellos conforme a sus caminos, y según sus propios juicios los juzgaré. Y sabrán que yo soy Jehovah." Aconteció en el quinto día del mes sexto del sexto año, estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá también sentados delante de mí, que descendió allí sobre mí la mano del Señor Jehovah. Miré, y he aquí una forma como de hombre. Desde su cintura hacia abajo era como de fuego, y desde su cintura hacia arriba era como un resplandor, como un metal reluciente. Entonces extendió algo semejante a una mano y me tomó por un mechón de mi cabeza. Luego el Espíritu me elevó entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la entrada de la puerta interior que da hacia el norte, donde estaba el sitio de la imagen del celo, la que provoca a celos. Y he allí la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el valle. Entonces me dijo: "Oh hijo de hombre, levanta tus ojos en dirección al norte." Levanté mis ojos en dirección al norte, y he aquí que al norte de la puerta del altar, en la entrada, estaba la imagen del celo. Entonces me dijo: "Oh hijo de hombre, ¿ves lo que hacen éstos, las grandes abominaciones que hacen aquí los de la casa de Israel, para alejarme de mi santuario? Pero todavía volverás a ver abominaciones aun mayores." Entonces me llevó a la entrada del atrio. Luego miré, y he aquí, un agujero en la pared. Y me dijo: "Oh hijo de hombre, cava en la pared." Cavé en la pared, y he aquí una entrada. Y me dijo: "Entra y mira las perversas abominaciones que éstos hacen aquí." Entré y miré, y he allí toda clase de figuras de reptiles y de cuadrúpedos detestables. Todos los ídolos de la casa de Israel estaban grabados alrededor, en la pared. Delante de ellos estaban de pie setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel, y Jazanías hijo de Safán estaba de pie entre ellos. Cada uno tenía en su mano su incensario, y la fragancia del incienso subía como nube. Y me dijo: "Oh hijo de hombre, ¿has visto las cosas que hacen los ancianos de la casa de Israel en la oscuridad, cada uno en su cámara adornada con imágenes? Porque ellos dicen: ‘Jehovah no nos ve; Jehovah ha abandonado la tierra.’" Luego me dijo: "Todavía volverás a ver abominaciones aun mayores, que ellos hacen." Luego me llevó a la entrada de la puerta de la casa de Jehovah que da al norte, y he aquí que estaban sentadas allí unas mujeres, llorando a Tamuz. Y me dijo: "¿Has visto, oh hijo de hombre? Todavía volverás a ver abominaciones aun mayores que éstas." Entonces me llevó al atrio interior de la casa de Jehovah. Y he allí, en la entrada del templo de Jehovah, entre el pórtico y el altar, había unos veinticinco hombres con sus espaldas vueltas hacia el templo de Jehovah y sus caras hacia el oriente, postrándose ante el sol, hacia el oriente. Y me dijo: "¿Has visto, oh hijo de hombre? ¿Es cosa liviana para los de la casa de Judá hacer estas abominaciones que hacen aquí? Porque han llenado la tierra de violencia y han vuelto a provocarme a ira, y he aquí que llevan la rama de la vid a sus narices. Pues yo también actuaré en mi ira: Mi ojo no tendrá lástima, ni tendré compasión. Gritarán a mis oídos a gran voz, pero no los escucharé." Entonces proclamó con gran voz a mis oídos, diciendo: —¡Acercaos los verdugos de la ciudad, cada uno con su instrumento destructor en su mano! Y he aquí que seis hombres vinieron por el camino de la puerta superior que da hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Pero entre ellos había un hombre vestido de lino que llevaba al cinto los útiles de escriba. Y habiendo entrado se detuvieron junto al altar de bronce. Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín sobre el cual había estado, hacia el umbral del templo. Luego Dios llamó al hombre vestido de lino, que llevaba al cinto los útiles de escriba. Y le dijo Jehovah: —Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una marca en la frente de los hombres que suspiran y gimen a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella. Y a los otros les dijo, a mis oídos: —¡Pasad por la ciudad, detrás de él, y matad! Vuestro ojo no tenga lástima, ni tengáis compasión. Matad a viejos, a jóvenes, a muchachas, a niños y a mujeres, hasta exterminarlos. Pero no os acerquéis a ninguno sobre el cual esté la marca. Habéis de comenzar desde mi santuario. Comenzaron, pues, desde los hombres ancianos que estaban delante del templo. Y les dijo: —¡Contaminad el templo y llenad los atrios con muertos! ¡Salid! Ellos salieron y comenzaron a matarlos en la ciudad. Y aconteció que mientras los mataban, y yo me quedaba solo, me postré sobre mi rostro y clamé diciendo: —¡Ay, Señor Jehovah! ¿Vas a destruir todo el remanente de Israel al derramar tu ira sobre Jerusalén? Y él me dijo: —La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es demasiado grande. La tierra está llena de hechos de sangre, y la ciudad está llena de injusticias. Porque han dicho: "Jehovah ha abandonado la tierra; Jehovah no ve." En cuanto a mí, mi ojo no tendrá lástima, ni tendré compasión. Haré recaer su conducta sobre sus propias cabezas. Y he aquí que el hombre vestido de lino, y que llevaba al cinto los útiles de escriba, dio informe diciendo: —He hecho conforme a lo que me has mandado. Entonces miré; y he aquí, sobre la bóveda que estaba encima de la cabeza de los querubines, apareció sobre ellos algo como una piedra de zafiro que tenía el aspecto de un trono. Y Dios dijo al hombre vestido de lino: —Entra en medio de las ruedas, debajo de los querubines, llena tus manos con carbones encendidos de entre los querubines, y espárcelos sobre la ciudad. El entró ante mi vista. Y cuando entró aquel hombre, los querubines estaban de pie en el lado sur del templo, y la nube llenaba el atrio interior. Entonces la gloria de Jehovah se elevó de encima de los querubines, hacia el umbral del templo. Y el templo fue llenado por la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehovah. El ruido de las alas de los querubines se escuchaba hasta el atrio exterior, como la voz del Dios Todopoderoso cuando habla. Y aconteció que cuando mandó al hombre vestido de lino, diciendo: "Toma fuego de entre las ruedas de en medio de los querubines," éste entró y se puso de pie al lado de una rueda. Entonces un querubín extendió su mano de entre los querubines hacia el fuego que había en medio de los querubines, tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino. Y éste lo tomó y salió. Los querubines parecían tener debajo de sus alas algo semejante a una mano de hombre. Miré, y he aquí que había cuatro ruedas junto a los querubines; al lado de cada querubín había una rueda. El aspecto de las ruedas era como de piedra de crisólito. En cuanto a su aspecto, las cuatro eran de una misma forma, como si una rueda estuviera dentro de otra rueda. Cuando se desplazaban, iban en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban, sino que al lugar a donde se dirigía la principal, las otras iban detrás de ella; y no viraban cuando se desplazaban. Todo el cuerpo de ellos, sus espaldas, sus manos, sus alas y también las ruedas (las cuatro ruedas) estaban llenos de ojos alrededor. A las ruedas, ante mis oídos, se les gritaba: "¡Rueda!" Cada uno tenía cuatro caras. La primera tenía cara de querubín; la segunda, cara de hombre; la tercera, cara de león; y la cuarta, cara de águila. Luego los querubines se elevaron. Estos son los seres vivientes que vi junto al río Quebar. Cuando los querubines se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los querubines levantaban sus alas para elevarse de la tierra, las ruedas no se separaban de ellos. Cuando ellos se detenían, las ruedas también se detenían; y cuando se elevaban, éstas se elevaban junto con ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas. Entonces la gloria de Jehovah salió de sobre el umbral del templo y se colocó encima de los querubines. Los querubines alzaron sus alas y ante mi vista se elevaron de la tierra. Cuando ellos salieron, también salieron las ruedas que estaban junto a ellos, y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental de la casa de Jehovah. Y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos. Estos eran los seres vivientes que vi debajo del Dios de Israel en el río Quebar, y me di cuenta de que eran querubines. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas; y debajo de sus alas había algo semejante a manos de hombre. La forma de sus caras era como la de las caras que vi junto al río Quebar; tenían el mismo aspecto. Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante. Entonces el Espíritu me elevó y me llevó a la puerta oriental de la casa de Jehovah, la que da hacia el este. Y he allí, en la entrada de la puerta había veinticinco hombres, entre los cuales vi a Jazanías hijo de Azur y a Pelatías hijo de Benaías, magistrados del pueblo. Luego me dijo: "Oh hijo de hombre, éstos son los hombres que maquinan perversidad y dan mal consejo en esta ciudad. Ellos dicen: ‘No está cercano el tiempo de edificar casas. Esta ciudad será la olla, y nosotros la carne.’ Por tanto, profetiza contra ellos. ¡Profetiza, oh hijo de hombre!" Entonces descendió sobre mí el Espíritu de Jehovah y me dijo: "Diles que así ha dicho Jehovah: ‘Así habéis hablado, oh casa de Israel, y yo he sabido los pensamientos que suben de vuestros espíritus. Vosotros habéis multiplicado vuestros muertos en esta ciudad; habéis llenado de muertos sus calles. Por tanto, así dice el Señor Jehovah, vuestros muertos que habéis dejado en medio de ella, ellos serán la carne; y ella la olla. Pero a vosotros yo os sacaré de en medio de ella. Teméis la espada, y espada traeré sobre vosotros, dice el Señor Jehovah. Os sacaré de en medio de ella, os entregaré en mano de extraños y entre vosotros ejecutaré actos justicieros. ¡A espada caeréis! Os juzgaré en la frontera de Israel, y sabréis que yo soy Jehovah. Esta ciudad no os servirá de olla, ni vosotros seréis la carne dentro de ella. ¡En la frontera de Israel os habré de juzgar! Y sabréis que yo soy Jehovah, que no habéis andado en mis leyes ni habéis cumplido mis decretos; sino que habéis actuado según los decretos de las naciones que están a vuestro alrededor.’" Y mientras yo profetizaba, aconteció que murió Pelatías hijo de Benaías. Entonces caí postrado sobre mi rostro y exclamé a gran voz, diciendo: "¡Ay, Señor Jehovah! ¿Exterminarás al remanente de Israel?" Y vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, tus mismos hermanos—los hombres que están contigo en la cautividad y toda la casa de Israel, todos ellos— son aquellos a quienes los habitantes de Jerusalén han dicho: ‘¡Permaneced lejos de Jehovah! ¡Es a nosotros a quienes ha sido dada la tierra como posesión!’ Por tanto, diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Aunque los he arrojado lejos entre las naciones y aunque los he dispersado por los países, por un breve tiempo he sido para ellos un santuario en los países a donde han llegado.’ Por tanto, di que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Yo os reuniré de entre los pueblos y os recogeré de los países en los cuales habéis sido dispersados, y os daré la tierra de Israel.’ Allá volverán, y quitarán de ella todas sus cosas detestables y todas sus cosas abominables. Les daré otro corazón, y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. De la carne de ellos quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que anden según mis estatutos y guarden mis decretos y los pongan por obra. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Pero haré que la conducta de aquellos, cuyo corazón anda tras sus cosas detestables y sus abominaciones, recaiga sobre sus cabezas," dice el Señor Jehovah. Entonces los querubines alzaron sus alas, con las ruedas que estaban junto a ellos. Y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos. Luego la gloria de Jehovah ascendió de en medio de la ciudad, y se detuvo sobre el monte que está al oriente de la ciudad. Luego el Espíritu me elevó y me volvió a llevar en visión del Espíritu de Dios a Caldea, a los que estaban en la cautividad. Entonces la visión que había visto se fue de mí. Y comuniqué a los cautivos todas las cosas de Jehovah que él me había mostrado. Vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, tú habitas en medio de una casa rebelde. Ellos tienen ojos para ver y no ven, y tienen oídos para oír y no oyen, porque son una casa rebelde. Por tanto, tú, oh hijo de hombre, prepárate un equipaje de cautivo, y sal cautivo de día, ante su vista. Sal como cautivo de tu lugar a otro lugar, ante su vista. Quizás lo consideren, porque son una casa rebelde. En pleno día, ante su vista, sacarás tu equipaje como si fuera equipaje de cautivo, y te irás al anochecer ante su vista, como los que son sacados en cautividad. Perfora el muro ante su vista y sal por él. Ante su vista llevarás el equipaje sobre tus hombros. Saldrás en la penumbra; cubrirás tu cara para no ver la tierra, porque te he puesto como señal para la casa de Israel." E hice así como me fue ordenado: Saqué de día mi equipaje, como equipaje de cautivo, y al anochecer perforé el muro con mis propias manos. Salí en la penumbra, y llevé mi equipaje sobre los hombros, ante su vista. Entonces, por la mañana, vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, ¿no te han preguntado los de la casa de Israel, esa casa rebelde, qué estás haciendo? Diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Esta profecía es para el gobernante en Jerusalén, y para toda la casa de Israel que está en medio de ella.’ Diles: ‘Yo soy una señal para vosotros; así como yo he hecho, les será hecho a ellos. Irán en cautividad, en cautiverio.’ El gobernante que está en medio de ellos alzará sus cosas al hombro en la penumbra y saldrá. Perforarán el muro para salir por él. Cubrirá su cara para no ver la tierra con sus ojos. Pero extenderé mi red sobre él, y quedará atrapado en mi trampa. Lo traeré a Babilonia, a la tierra de los caldeos, pero no la verá, y allí morirá. A todos los que estén alrededor de él, sus ayudantes y todas sus tropas, los esparciré a todos los vientos, y tras ellos desenvainaré la espada. Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando los disperse entre las naciones y los esparza por los países. Pero haré que unos pocos de ellos escapen de la espada, del hambre y de la peste, para que cuenten acerca de todas sus abominaciones entre las naciones a donde lleguen. Y sabrán que yo soy Jehovah." Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, come tu pan con temblor y bebe tu agua con estremecimiento y angustia. Dirás al pueblo de la tierra que así dice el Señor Jehovah a los habitantes de Jerusalén, acerca de la tierra de Israel: ‘Comerán su pan con angustia, y beberán su agua con horror, porque la tierra será desolada de su plenitud a causa de la violencia de todos los que viven en ella. Las ciudades habitadas serán arruinadas, y la tierra será una desolación.’ Y sabréis que yo soy Jehovah." Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, ¿qué refrán es éste que tenéis vosotros acerca de la tierra de Israel, que dice: ‘Los días se prolongan, y toda visión se desvanece’? Por tanto, diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Haré cesar este refrán, y no lo pronunciarán más en Israel.’ Más bien, diles que se han acercado los días y el cumplimiento de toda visión, pues no habrá más falsa visión ni adivinación lisonjera en medio de la casa de Israel. Porque yo, Jehovah, hablaré; la palabra que hablaré se cumplirá. No habrá más dilación, pues en vuestros días, oh casa rebelde, diré la palabra y la cumpliré," dice el Señor Jehovah. Y vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, he aquí que los de la casa de Israel dicen: ‘La visión que éste ha visto es para después de muchos días; éste profetiza para tiempos remotos.’ Por tanto, diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘No habrá más dilación para ninguna de mis palabras. La palabra que hable se cumplirá’," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel que profetizan. Di a los que sólo profetizan lo que hay en sus propios corazones: ‘Escuchad la palabra de Jehovah. Así ha dicho el Señor Jehovah: ¡Ay de los profetas insensatos que andan tras su propio espíritu, y que nada han visto! Oh Israel, como zorras entre las ruinas han sido tus profetas. Vosotros no habéis subido a las brechas ni habéis levantado un muro alrededor de la casa de Israel, de modo que pueda prevalecer en la batalla en el día de Jehovah.’ Ellos ven vanidad y adivinación mentirosa. Dicen: ‘Así dice Jehovah’, pero Jehovah no los ha enviado. ¡Con todo, esperan que él confirme las palabras de ellos! ¿Acaso no es vana la visión que habéis visto, y no es mentira la adivinación que habéis pronunciado? Porque decís: ‘Jehovah dice’, sin que yo haya hablado. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah, porque habéis hablado vanidad y habéis visto mentira; por eso, he aquí yo estoy contra vosotros, dice el Señor Jehovah. Mi mano estará contra los profetas que ven vanidad y adivinan mentira. Ellos no estarán en el consejo de mi pueblo. No serán inscritos en el registro de la casa de Israel, ni volverán al suelo de Israel. Y sabréis que yo soy el Señor Jehovah. "Por tanto, porque han extraviado a mi pueblo diciendo: ‘¡Paz!’, cuando no hay paz, y porque mientras él edifica el muro, ellos lo recubren con cal, di a los que lo recubren con cal, que caerá. Vendrá una lluvia torrencial, caerán piedras de granizo y se desencadenará un viento huracanado. Y he aquí que el muro caerá. ¿Acaso no os dirán: ‘¿Dónde está, pues, la cal con que lo recubristeis?’ Por tanto, así dice el Señor Jehovah, a causa de mi ira haré que se desate un viento huracanado. Por mi furor habrá lluvia torrencial, y piedras de granizo con furia, para destruir. Así destruiré el muro que vosotros habéis recubierto con cal; lo echaré a tierra, y su cimiento quedará al descubierto. Y cuando caiga, vosotros seréis exterminados en medio de la ciudad. Y sabréis que yo soy Jehovah. Así desahogaré mi ira en el muro y en los que lo recubrieron con cal. Y os diré: ‘Ya no existe el muro ni aquellos que lo recubrieron, los profetas de Israel que profetizan a Jerusalén y ven visiones de paz, cuando no hay paz’, dice el Señor Jehovah. "Y tú, oh hijo de hombre, pon tu rostro contra las hijas de tu pueblo que profetizan lo que hay en sus propios corazones. Profetiza contra ellas, y diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¡Ay de aquellas que cosen cintas sobre las muñecas de las manos, y que para cazar las almas hacen velos de todo tamaño para las cabezas! ¿Habréis de cazar las almas de mi pueblo y preservaréis vuestra propia vida? Me habéis profanado entre mi pueblo por puñados de cebada y por pedazos de pan, dando muerte a las personas que no debían morir y dando vida a las personas que no debían vivir, mediante el mentir a mi pueblo que escucha la mentira. "Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, yo estoy contra vuestras cintas con que cazáis las almas como aves. Las arrancaré de vuestros brazos y dejaré ir libres como aves las almas que cazáis. Asimismo, romperé vuestros velos y libraré a mi pueblo de vuestra mano. No estarán más al alcance de vuestras manos cual presa de caza. Y sabréis que yo soy Jehovah. Por cuanto en vano habéis causado dolor al corazón del justo, al cual yo no causé dolor, y habéis fortalecido las manos del pecador para no apartarlo de su mal camino a fin de librar su vida. Por tanto, ya no veréis más visiones vanas, ni volveréis a proferir adivinación; yo libraré a mi pueblo de vuestras manos. Y sabréis que yo soy Jehovah.’" Algunos hombres de los ancianos de Israel vinieron a mí y se sentaron delante de mí. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, estos hombres han erigido sus ídolos en sus corazones y han puesto delante de sus rostros aquello que les hace caer en la iniquidad. ¿Habré yo de ser consultado por ellos? Por tanto, háblales y diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘A cualquier hombre de la casa de Israel que haya erigido sus ídolos en su corazón, que haya colocado delante de su rostro aquello que le hace caer en la iniquidad, y que luego acuda al profeta, yo Jehovah me dignaré responderle como merece la multitud de sus ídolos, a fin de prender a la casa de Israel en su propio corazón. Porque todos ellos se han apartado de mí por causa de sus ídolos.’ "Por tanto, di a la casa de Israel que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Arrepentíos y volved de vuestros ídolos; apartad vuestro rostro de todas vuestras abominaciones. Porque cualquiera de los de la casa de Israel, o de los extranjeros que residen en Israel, que se haya apartado de en pos de mí, que haya erigido sus ídolos en su corazón, que haya colocado delante de su rostro aquello que le hace caer en la iniquidad, y que luego acuda al profeta para consultarle acerca de mí, yo, Jehovah, le responderé por mí mismo. Fijaré mi rostro contra aquel hombre, lo convertiré en señal y refrán, y lo eliminaré de entre mi pueblo. Y sabréis que yo soy Jehovah. "‘En cuanto al profeta que sea inducido y hable algo, yo, Jehovah, habré inducido a tal profeta. Extenderé mi mano sobre él y lo eliminaré de en medio de mi pueblo Israel. Ellos cargarán con su iniquidad: Como la iniquidad del que consulta, así será la iniquidad del profeta; para que los de la casa de Israel no se desvíen más de en pos de mí, ni se contaminen más con todas sus transgresiones. Así ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios’," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, si una tierra peca contra mí cometiendo grave infidelidad, y yo extiendo sobre ella mi mano y quebranto su sustento de pan, y le envío hambre, y extermino en ella a hombres y animales; si en medio de ella estuviesen estos tres hombres: Noé, Daniel y Job, por su justicia ellos librarán sólo sus propias vidas, dice el Señor Jehovah. Si yo hago pasar fieras dañinas por la tierra, y éstas la privan de sus habitantes, y ella queda desolada, de modo que no haya quien pase por ella a causa de las fieras; si estos tres hombres estuviesen en medio de ella, ¡vivo yo, que ni a sus hijos ni a sus hijas librarían!, dice el Señor Jehovah. Ellos solos se librarían, pero la tierra sería una desolación. Y si os traigo espada sobre la tierra y le digo: ‘¡Espada, pasa por la tierra!’, y extermino en ella a hombres y animales; aunque estos tres hombres estuviesen en medio de ella, ¡vivo yo, que no librarían ni a sus hijos ni a sus hijas!, dice el Señor Jehovah. Ellos solos se librarían. Y si envío peste sobre la tierra, y sobre ella derramo mi ira con sangre, para exterminar en ella a hombres y animales, aun si Noé, Daniel y Job estuviesen en medio de ella, ¡vivo yo, que no librarían ni un solo hijo ni una sola hija!, dice el Señor Jehovah. Ellos, por su justicia, librarían sólo sus propias vidas." Porque así ha dicho el Señor Jehovah: "¡Con mayor razón, si yo envío mis cuatro juicios terribles—espada, hambre, fieras dañinas y peste— contra Jerusalén, para exterminar en ella a hombres y animales! Sin embargo, he aquí todavía quedarán en ella sobrevivientes, hombres y mujeres, que serán sacados fuera. He aquí que ellos saldrán a vosotros, y veréis su conducta y sus hechos. Y seréis consolados del mal que habré traído sobre Jerusalén, de todas las cosas que habré traído sobre ella. Ellos os consolarán cuando veáis su conducta y sus hechos, y conoceréis que no es sin causa todo lo que habré hecho en ella," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, ¿qué es la madera de la vid, comparada con la madera de cualquier otra rama de los árboles del bosque? ¿Tomarán de su madera para hacer algún objeto? ¿Tomarán de ella siquiera una estaca para colgar de ella cualquier utensilio? He aquí que más bien es echada al fuego para ser consumida; el fuego consume sus dos extremos, y su parte de en medio es abrasada. ¿Servirá para hacer algún objeto? He aquí que cuando estaba íntegra, no servía para hacer ningún objeto; ¡cuánto menos podrá servir para hacer algún objeto después que el fuego la haya abrasado y haya sido consumida! "Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Como a la madera de la vid entre los árboles del bosque, que eché al fuego para ser consumida, así haré a los habitantes de Jerusalén. Pondré mi rostro contra ellos; salieron del fuego, pero el fuego los devorará. Y sabréis que soy Jehovah, cuando ponga mi rostro contra ellos. Convertiré la tierra en desolación, porque cometieron infidelidad," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, haz conocer sus abominaciones a Jerusalén. Dile que así ha dicho el Señor Jehovah a Jerusalén: ‘En cuanto a tu origen y a tu nacimiento, eres de la tierra de los cananeos; tu padre fue un amorreo y tu madre una hetea. Y en cuanto a tu nacimiento, el día en que naciste no fue cortado tu cordón umbilical, ni fuiste lavada con agua por higiene. No fuiste frotada con sal, ni envuelta en pañales. No hubo ojo que te tuviese lástima, para hacer por ti alguna de estas cosas, teniendo compasión de ti. Al contrario, el día en que naciste, fuiste echada sobre la superficie del campo con repulsión por tu vida. "‘Pero pasé junto a ti y te vi revolcándote en tu sangre. Y estando tú en tu sangre, te dije: ¡Vive! Te dije: ¡Sí, vive en tu sangre! "‘Te hice crecer como la hierba del campo. Creciste, te desarrollaste y llegaste a la flor de la juventud. Tus pechos se afirmaron, y tu cabello creció; pero estabas desnuda y descubierta. "‘Pasé junto a ti y te miré, y he aquí que estabas en tu tiempo de amar. Entonces extendí sobre ti mis alas y cubrí tu desnudez. Te hice juramento y entré en pacto contigo; y fuiste mía, dice el Señor Jehovah. Te lavé con agua, limpié la sangre que tenías sobre ti y te ungí con aceite. Te vestí con un vestido de colores variados, y te calcé con sandalias de cuero fino. Te ceñí de lino y te cubrí de seda. Te adorné con joyas; puse brazaletes en tus manos y un collar en tu cuello. Puse un zarcillo en tu nariz, aretes en tus orejas y una corona de hermosura sobre tu cabeza. Fuiste adornada con oro y plata; tu vestido era de lino, de seda y de tela bordada. Comiste harina fina, miel y aceite. Llegaste a ser sumamente bella y alcanzaste la realeza. Y tu fama se difundió entre las naciones, a causa de tu belleza, que era perfecta por el esplendor que puse en ti, dice el Señor Jehovah. "‘Pero confiaste en tu belleza y te prostituiste a causa de tu fama; vertiste tu lujuria sobre todo el que pasaba, fuera quien fuese. Tomaste algunos de tus vestidos y te hiciste lugares altos de vivos colores, y sobre ellos te prostituiste. ¡Cosa semejante no ha sucedido ni volverá a suceder! Asimismo, tomaste las bellas joyas de mi oro y de mi plata que yo te había dado, y te hiciste símbolos de varón, y con ellos te prostituías. Tomaste tus vestidos bordados para cubrirlos, y pusiste ante ellos mi aceite y mi incienso. También tomaste mi pan que yo te había dado—la harina fina, el aceite y la miel con que yo te alimentaba— y lo pusiste delante de ellos como grato olor, dice el Señor Jehovah. "‘Además de esto, tomaste a tus hijos y a tus hijas que me habías dado a luz, y los sacrificaste ante ellos para que fuesen consumidos. ¿Eran poca cosa tus prostituciones? Pues degollaste a mis hijos y los diste para hacerlos pasar por fuego ante ellos. En medio de tus abominaciones y de tus prostituciones, no te acordaste de los días de tu juventud, cuando estabas desnuda y descubierta, revolcándote en tu sangre. Y sucedió que después de toda tu maldad (¡Ay, ay de ti! dice el Señor Jehovah), construiste plataformas e hiciste lugares altos en todas las plazas. En cada comienzo de camino construiste lugares altos y convertiste tu hermosura en abominación, ofreciéndote a cuantos pasaban y multiplicando tus prostituciones. "‘Te prostituiste con los hijos de Egipto, tus vecinos de grandes carnes; multiplicaste tus prostituciones, provocándome a ira. Por tanto, he aquí que extendí mi mano contra ti y disminuí tu ración. Te entregué a la voluntad de quienes te aborrecen, las hijas de los filisteos, las cuales se avergüenzan de tu conducta infame. Y como no te quedaste satisfecha, te prostituiste también con los hijos de Asiria. Te prostituiste con ellos, pero tampoco te quedaste satisfecha. Igualmente, multiplicaste tus prostituciones con una tierra de mercaderes, con Caldea. Pero tampoco con esto te quedaste satisfecha. "‘¡Cuán débil es tu corazón!, dice el Señor Jehovah. Porque has hecho todas estas cosas, obras de una prostituta atrevida, al edificar tus plataformas en el comienzo de cada camino, y tus altares que hiciste en todas las plazas. No has sido como una prostituta, porque tú despreciaste la paga. ¡Mujer adúltera! ¡En lugar de su marido recibe a los extraños! A todas las prostitutas les dan obsequios; en cambio, tú diste regalos a todos tus amantes y los sobornaste para que vinieran a ti de todas partes para tus prostituciones. Cuando te prostituiste, contigo sucedió lo contrario de las otras mujeres. A ti no se te solicitó para la prostitución; y eres diferente, porque diste tú la paga, y no te fue dada la paga a ti. "‘Por tanto, oh prostituta, escucha la palabra de Jehovah. Así ha dicho el Señor Jehovah: Por cuanto han sido vertidos tus recursos, ha sido descubierta tu desnudez en tus prostituciones con tus amantes y con todos tus ídolos abominables, y les has dado la sangre de tus hijos, por eso, he aquí que voy a reunir a todos tus amantes con quienes tuviste placer. A todos los que amaste y a todos los que aborreciste, los reuniré contra ti de los alrededores. Ante ellos descubriré tu desnudez, y verán toda tu desnudez. Luego te aplicaré la sentencia de las mujeres adúlteras y de las que derraman sangre. Traeré sobre ti sangre de ira y de celos. Te entregaré en mano de ellos, y destruirán tus plataformas y derribarán tus altares. Te desnudarán de tus ropas, se llevarán tus hermosas joyas y te dejarán desnuda y descubierta. Harán subir contra ti una multitud, quienes te arrojarán piedras y con sus espadas te harán pedazos. Quemarán tus casas con fuego y ejecutarán actos justicieros contra ti, ante los ojos de muchas mujeres. Así haré que dejes de ser una prostituta y que ceses de dar tú la paga. Haré que sobre ti se asiente mi ira; mi celo se apartará de ti y me calmaré, y no me enojaré más. Porque no te acordaste de los días de tu juventud y me provocaste a ira con todas estas cosas, yo también haré recaer tu conducta sobre tu propia cabeza, dice el Señor Jehovah. ¿Acaso no has agregado la depravación a todas tus abominaciones? "‘He aquí que todo el que suele usar refranes usará este refrán contra ti, diciendo: ¡De tal madre, tal hija! ¡Tú eres hija de tu madre! Ella aborreció a su marido y a sus hijos. Eres hermana de tus hermanas, que aborrecieron a sus maridos y a sus hijos. Vuestra madre fue una hetea, y vuestro padre un amorreo. Tu hermana mayor es Samaria, la cual con sus hijas habita al norte de ti. Y tu hermana menor es Sodoma, la cual con sus hijas habita al sur de ti. Pero no sólo anduviste en los caminos de ellas e hiciste sus abominaciones. ¡Como si fuera poca cosa, te corrompiste más que ellas en todos tus caminos! ¡Vivo yo, que tu hermana Sodoma y sus hijas no han hecho como hiciste tú con tus hijas!, dice el Señor Jehovah. He aquí, ésta fue la iniquidad de tu hermana Sodoma: Orgullo, abundancia de pan y despreocupada tranquilidad tuvieron ella y sus hijas. Pero ella no dio la mano al pobre y al necesitado. Ellas se enaltecieron e hicieron abominación delante de mí; de modo que cuando las vi, las eliminé. Samaria no ha cometido ni la mitad de tus pecados, porque tú has hecho muchas más abominaciones que ellas. Por todas tus abominaciones que has cometido, ¡has hecho que tus hermanas parezcan justas! Tú, también, carga con tu afrenta, pues has hecho que el juicio fuese favorable para tus hermanas; porque los pecados que tú has cometido son más abominables que los de ellas. ¡Ellas son más justas que tú! Avergüénzate, pues, tú también y carga con tu afrenta; pues has hecho que tus hermanas parezcan justas. "‘Sin embargo, yo las restauraré de su cautividad: la cautividad de Sodoma y de sus hijas, y la cautividad de Samaria y de sus hijas. Y entre ellas también te restauraré a ti de tu cautividad, para que cargues con tu afrenta y te avergüences de todo lo que has hecho, sirviéndoles de consuelo. Tus hermanas, Sodoma y sus hijas, volverán a su estado anterior; y Samaria y sus hijas volverán a su estado anterior. También tú y tus hijas volveréis a vuestro estado anterior. ¿Acaso tu hermana Sodoma no fue un proverbio en tu boca en el día de tu soberbia, antes que fuese descubierta tu propia maldad? Ahora tú has llegado a ser como ella, una vergüenza para las hijas de Edom y todos los que la rodean, y para las hijas de los filisteos, quienes por todos lados te desprecian. Cargarás con tu infamia y con tus abominaciones, dice Jehovah. Porque así ha dicho el Señor Jehovah: Haré contigo como tú hiciste al menospreciar el juramento e invalidar mi pacto. "‘Sin embargo, yo me acordaré de mi pacto que hice contigo en los días de tu juventud, y estableceré contigo un pacto eterno. Entonces te acordarás de tus caminos y te avergonzarás cuando recibas a tus hermanas mayores que tú, y a las menores que tú, las cuales te daré por hijas, pero no a causa del pacto hecho contigo. Pues yo restableceré mi pacto contigo, y tú sabrás que yo soy Jehovah; para que te acuerdes y te avergüences, y nunca más abras la boca a causa de tu afrenta cuando yo haga expiación por todo lo que has hecho’," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, propón un enigma y relata una parábola a la casa de Israel. Di que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Una gran águila de grandes alas, largos miembros y llena de un plumaje de diversos colores, vino al Líbano y tomó la copa del cedro. Arrancó la punta de su renuevo, lo llevó a una tierra de mercaderes, y la puso en una ciudad de comerciantes. Tomó también de la semilla de la tierra, un brote, y lo puso en un campo fértil, junto a aguas abundantes, como se planta un sauce. Luego creció y se hizo una vid de muchas ramas, aunque de baja altura, para dirigir sus ramas hacia el águila, de modo que sus raíces estuviesen debajo de ella. Así llegó a ser una vid, y arrojó renuevos y extendió sus ramas. "‘Pero surgió otra gran águila, de grandes alas y denso plumaje. Y he aquí que aquella vid dirigió hacia ella sus raíces y extendió a ella sus ramas desde el terreno donde estaba plantada, a fin de ser regada. En buen campo, junto a muchas aguas, estaba plantada para que echase ramaje y llevase fruto, a fin de que fuese una vid espléndida.’ "Di que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¿Será prosperada? ¿Acaso el águila no habrá de arrancar sus raíces y echará a perder su fruto, y se secará? Todos sus renuevos verdes se secarán. No será necesario un gran brazo, ni mucha gente para arrancarla de sus raíces. He aquí que está plantada; pero, ¿será prosperada? ¿No se secará del todo, cuando la toque el viento oriental? ¡Sobre el mismo terreno donde creció se secará!’" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Di a la casa rebelde: ‘¿No habéis entendido qué significan estas cosas?’ Di: ‘He aquí que el rey de Babilonia vino a Jerusalén, tomó a su rey y a sus magistrados, y los llevó consigo a Babilonia. También tomó a uno de la descendencia real e hizo un convenio con él, poniéndolo bajo juramento. También se llevó a los poderosos del país, para que el reino fuera abatido y no volviera a levantarse, para que guardara el convenio y lo mantuviera. No obstante, se rebeló contra él al enviar embajadores a Egipto para que le diesen caballos y mucha gente. ¿Será prosperado? ¿Escapará el que hace estas cosas? ¿Podrá romper el convenio y quedar ileso? "‘¡Vivo yo, que morirá en medio de Babilonia, en el lugar donde habita el rey que le hizo reinar, cuyo juramento menospreció y cuyo convenio con él rompió!, dice el Señor Jehovah. Cuando construyan terraplenes y edifiquen muros de asedio para destruir muchas vidas, el faraón no lo socorrerá en la batalla, a pesar del gran ejército y de la numerosa multitud. No escapará, pues menospreció el juramento para invalidar el convenio; porque he aquí que habiendo dado la mano, hizo todas estas cosas. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah, ¡vivo yo, que traeré sobre su cabeza mi juramento que menospreció y mi convenio que quebrantó! Yo extenderé sobre él mi red, y será apresado en mi trampa. Lo haré traer a Babilonia, y allí entraré en juicio contra él por su rebelión contra mí. Todos sus fugitivos y todas sus tropas caerán a espada, y los que queden serán esparcidos hacia todos los vientos. Y sabréis que yo, Jehovah, he hablado.’ "Así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Pero yo mismo arrancaré un renuevo de la alta copa de aquel cedro, y lo plantaré. De los principales renuevos cortaré uno tierno y lo plantaré sobre un monte alto y erguido. Lo plantaré en el monte más alto de Israel. Y echará ramas, llevará fruto y se convertirá en un cedro majestuoso. Debajo de él habitará toda clase de pájaros; a la sombra de sus ramas habitará toda clase de aves. Y así sabrán todos los árboles del campo que yo, Jehovah, eché abajo el árbol elevado y elevé el árbol bajo; que hice que el árbol verde se secara y que el árbol seco floreciera. Yo, Jehovah, lo he dicho y lo haré.’" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "¿Por qué usáis vosotros este refrán acerca de la tierra de Israel: ‘Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos sufren la dentera’? ¡Vivo yo, que nunca más habréis de pronunciar este refrán en Israel!, dice el Señor Jehovah. He aquí que todas las almas son mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo son mías. El alma que peca, ésa morirá. "Si un hombre es justo y practica el derecho y la justicia —no come sobre los montes, no alza sus ojos hacia los ídolos de la casa de Israel, no mancilla a la mujer de su prójimo, no se une a mujer menstruosa, no oprime a nadie, devuelve su prenda a quien le debe, no comete robo, da de su pan al hambriento y cubre con ropa al desnudo, no presta con usura ni cobra intereses, retrae su mano de la maldad, obra verdadera justicia entre hombre y hombre, camina según mis estatutos y guarda mis decretos para actuar de acuerdo con la verdad—, éste es justo. Este vivirá, dice el Señor Jehovah. "Pero si engendra un hijo violento, derramador de sangre, que hace alguna de estas cosas (pero el padre no ha hecho ninguna de estas cosas), y también come sobre los montes, mancilla a la mujer de su prójimo, oprime al pobre y al necesitado, comete robo, no devuelve la prenda, alza sus ojos hacia los ídolos, hace abominación, presta con usura o cobra intereses, ¿vivirá tal hijo? ¡No vivirá! Si hace todas estas abominaciones, morirá irremisiblemente; su sangre recaerá sobre él. "Pero he aquí que si éste engendra un hijo que ve todos los pecados que su padre cometió y teme, y no hace cosas como éstas —no come sobre los montes, no alza sus ojos hacia los ídolos de la casa de Israel, no mancilla a la mujer de su prójimo, no oprime a nadie, no toma prenda, no comete robo, da de su pan al hambriento y cubre con ropa al desnudo, retrae su mano de la maldad, y no presta con usura ni cobra intereses, ejecuta mis decretos y camina según mis estatutos—, éste no morirá por el pecado de su padre; ciertamente vivirá. Pero su padre, porque hizo agravio y cometió extorsión, y porque en medio de su pueblo hizo lo que no es bueno, he aquí que él morirá por su iniquidad. "Y si preguntáis: ‘¿Por qué es que el hijo no cargará con el pecado de su padre?’, es porque el hijo practicó el derecho y la justicia, guardó todos mis estatutos y los puso por obra; por eso vivirá. El alma que peca, ésa morirá. El hijo no cargará con el pecado del padre, ni el padre cargará con el pecado del hijo. La justicia del justo será sobre él, y la injusticia del impío será sobre él. "Pero si el impío se aparta de todos sus pecados que cometió, guarda todos mis estatutos y practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá; no morirá. No le serán recordadas todas sus transgresiones que cometió; por la justicia que hizo vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del impío?, dice el Señor Jehovah. ¿No vivirá él, si se aparta de sus caminos? Pero si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, conforme a todas las abominaciones que hace el impío, ¿vivirá él? Ninguna de las acciones justas que hizo vendrán a la memoria; por la infidelidad que cometió y por el pecado que cometió, por ellos morirá. "Sin embargo, decís: ‘No es correcto el camino del Señor.’ Oíd, oh casa de Israel: ¿No es correcto mi camino? ¿No son, más bien, vuestros caminos los incorrectos? Si el justo se aparta de su justicia y hace injusticia, por ello morirá; por la injusticia que hizo morirá. Y si el impío se aparta de la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, hará vivir su alma. Por cuanto mira y se aparta de todas las transgresiones que cometió, ciertamente vivirá; no morirá. "Sin embargo, la casa de Israel dice: ‘No es correcto el camino del Señor.’ ¿Acaso mis caminos son incorrectos, oh casa de Israel? ¿No son, más bien, vuestros caminos los incorrectos? Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice el Señor Jehovah. Arrepentíos y volved de todas vuestras transgresiones, para que la iniquidad no os sea causa de tropiezo. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones que habéis cometido, y adquirid un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habréis de morir, oh casa de Israel? Ciertamente, yo no quiero la muerte del que muere, dice el Señor Jehovah. ¡Arrepentíos y vivid! "Entona tú un lamento por los gobernantes de Israel, y di: "‘¡Qué madre la tuya! Era una leona en medio de los leones. Tendida entre los leoncillos criaba sus cachorros. Enalteció a uno de sus cachorros, el cual se hizo león. Aprendió a arrebatar la presa y devoró hombres. Las naciones oyeron de él, y fue cazado en la trampa de ellas. Y lo llevaron con ganchos a la tierra de Egipto. "‘Al ver que había aguardado demasiado, y que se había perdido su esperanza, tomó a otro de sus cachorros y lo puso por león. El merodeaba entre los leones y se hizo león. Aprendió a arrebatar la presa y devoró hombres. Arruinó sus palacios y asoló sus ciudades. Quedó desolada la tierra y su plenitud a causa del ruido de sus rugidos. Entonces arremetieron contra él las gentes de las provincias de alrededor. Extendieron sobre él su red, y fue cazado en la trampa de ellas. Con ganchos lo pusieron en una jaula y lo llevaron al rey de Babilonia. Lo metieron en la prisión, para que su voz ya no fuese oída sobre los montes de Israel. "‘Tu madre era como una vid en tu viña plantada junto a las aguas. Era fructífera y llena de ramas a causa de la abundancia de aguas. Ella tenía varas fuertes para cetros de gobernantes. Se elevó su estatura hasta las nubes; se hizo visible por su altura y por la abundancia de sus ramas. Pero con ira fue arrancada y derribada a tierra. El viento del oriente secó su fruto; sus varas fuertes fueron quebradas y se secaron. El fuego las consumió. Ahora está transplantada en el desierto, en una tierra reseca y sedienta. Y ha salido fuego de la vara de sus renuevos, el cual consumió su fruto. En ella no ha quedado una vara fuerte, un cetro para gobernar.’" Este es un lamento, y como lamento servirá. Aconteció en el día 10 del mes quinto del séptimo año que vinieron algunos hombres de los ancianos de Israel para consultar a Jehovah, y se sentaron delante de mí. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel y diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¿Habéis venido para consultarme? ¡Vivo yo, que no seré consultado por vosotros!’, dice el Señor Jehovah. ¿Quieres juzgarlos tú? ¿Los quieres juzgar tú, hijo de hombre? Hazles conocer las abominaciones de sus padres. Diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘El día que escogí a Israel, alcé mi mano jurando a la descendencia de la casa de Jacob, y me di a conocer a ellos en la tierra de Egipto. Entonces alcé mi mano jurando y dije: Yo soy Jehovah vuestro Dios. Aquel día les alcé mi mano jurando que les sacaría de la tierra de Egipto a la tierra que había explorado para ellos, que fluye leche y miel y que es la más hermosa de todas las tierras. Entonces les dije: Arroje cada uno de sí los ídolos detestables que sus ojos aman, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo soy Jehovah vuestro Dios.’ "Pero ellos se obstinaron contra mí y no quisieron obedecerme. No arrojaron de sí los ídolos detestables que sus ojos aman, ni dejaron los ídolos de Egipto. Entonces yo dije que derramaría sobre ellos mi ira para agotar en ellos mi furor, en medio de la tierra de Egipto. Pero actué por causa de mi nombre, para no ser profanado a la vista de las naciones en medio de las cuales se encontraban, ante cuya vista me di a conocer al sacarlos de la tierra de Egipto. "Yo los saqué de la tierra de Egipto y los traje al desierto. Les di mis estatutos y les hice conocer mis decretos, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. También les di mis sábados para que fueran una señal entre yo y ellos, para que supieran que yo soy Jehovah, el que los santifico. Pero la casa de Israel se rebeló contra mí en el desierto; no anduvieron en mis estatutos. Más bien, rechazaron mis decretos, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Y profanaron gravemente mis sábados, por lo cual dije que había de derramar sobre ellos mi ira en el desierto, para acabar con ellos. Pero actué por causa de mi nombre, para no ser profanado a vista de las naciones, ante cuya vista los saqué. También en el desierto alcé mi mano, jurándoles que no les llevaría a la tierra que les había dado, que fluye leche y miel y que es la más hermosa de todas las tierras. Fue porque rechazaron mis decretos, no anduvieron en mis estatutos y profanaron mis sábados; porque el corazón de ellos se iba tras sus ídolos. A pesar de ello, mi ojo les tuvo lástima, para no destruirlos, y no acabé con ellos en el desierto. "Y dije a sus hijos en el desierto: ‘No andéis según las leyes de vuestros padres; no guardéis sus decretos, ni os contaminéis con sus ídolos. Yo soy Jehovah vuestro Dios. Andad según mis estatutos, guardad mis decretos y ponedlos por obra. Santificad mis sábados, y serán una señal entre mí y vosotros, para que se sepa que yo soy Jehovah vuestro Dios.’ "Pero los hijos se rebelaron contra mí. No anduvieron según mis estatutos, ni guardaron mis decretos poniéndolos por obra, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Y profanaron mis sábados, por lo cual dije que derramaría sobre ellos mi ira para agotar en ellos mi furor en el desierto. Pero yo retiré mi mano y actué por causa de mi nombre, para no ser profanado a vista de las naciones, ante cuya vista los saqué. También en el desierto les alcé mi mano jurándoles que los dispersaría entre las naciones y que los esparciría entre los países, porque no pusieron por obra mis decretos, rechazaron mis estatutos, profanaron mis sábados, y sus ojos se fueron tras los ídolos de sus padres. Yo también les di leyes que no eran buenas y decretos por los cuales no pudiesen vivir. Y cuando hacían pasar por fuego a todo primogénito del vientre, los consideré inmundos, juntamente con sus dones, para desolarlos, a fin de que supiesen que yo soy Jehovah. "Por tanto, oh hijo de hombre, habla a la casa de Israel y diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Aun en esto vuestros padres me afrentaron cuando actuaron contra mí con infidelidad.’ Los llevé a la tierra con respecto a la cual yo había alzado mi mano jurándoles que les habría de dar, pero ellos vieron toda colina alta y todo árbol frondoso, y allí sacrificaron sus víctimas y presentaron sus ofrendas que me indignan. Allí pusieron también su grato olor y allí derramaron sus libaciones. Les dije: ‘¿Qué es este lugar alto adonde vais?’ Y fue llamado su nombre Bamah, hasta el día de hoy. "Por tanto, di a los de la casa de Israel que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¿A la manera de vuestros padres os contamináis vosotros y os prostituís tras sus ídolos abominables? Pues al presentar vuestras ofrendas y hacer pasar por fuego a vuestros hijos, os habéis contaminado con todos vuestros ídolos, hasta ahora. ¿Y he de ser consultado por vosotros, oh casa de Israel? ¡Vivo yo, que no seré consultado por vosotros!, dice el Señor Jehovah. No será como lo habéis pensado. Porque vosotros decís: ‘Seamos como las demás naciones, como las familias de los países, para servir a la madera y a la piedra.’ ¡Vivo yo, que con mano fuerte, con brazo extendido y con ira derramada he de reinar sobre vosotros!, dice el Señor Jehovah. Yo os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de los países en los cuales habéis sido dispersados con mano fuerte, con brazo extendido y con ira derramada. Os traeré al desierto de los pueblos, y allí, cara a cara, entraré en juicio contra vosotros. Como entré en juicio contra vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así entraré en juicio contra vosotros, dice el Señor Jehovah. Os haré pasar bajo la vara y os haré entrar en el vínculo del pacto. Eliminaré de entre vosotros a los rebeldes y a los que han transgredido contra mí. Los sacaré de la tierra de sus peregrinaciones, pero no entrarán en la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehovah.’ "Y en cuanto a vosotros, oh casa de Israel, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Si a mí no me escucháis, ¡vaya cada uno tras sus dioses y sírvalos! Pero no profanéis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y vuestros ídolos.’ "Ciertamente en mi santo monte, en el alto monte de Israel, dice el Señor Jehovah, allí me servirá toda la casa de Israel, cuando toda ella esté en la tierra. Allí los aceptaré, y allí reclamaré vuestras ofrendas alzadas y las primicias de vuestros obsequios con todas vuestras cosas sagradas. Como grato olor os aceptaré cuando yo os haya sacado de entre los pueblos y os haya reunido de los países en que estáis dispersados. Entonces en medio de vosotros seré tratado como santo, ante la vista de las naciones. Y sabréis que yo soy Jehovah, cuando os traiga a la tierra de Israel, la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a vuestros padres. Allí os acordaréis de vuestros caminos y de todos vuestros hechos con que os habéis contaminado, y os detestaréis a vosotros mismos por todas vuestras maldades que habéis hecho. Y sabréis que yo soy Jehovah, cuando por causa de mi nombre yo haga con vosotros, no según vuestros malos caminos, ni según vuestras perversas obras, oh casa de Israel," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: —Oh hijo de hombre, pon tu rostro en dirección de Temán; predica contra el sur y profetiza contra el bosque del campo del Néguev. Dirás al bosque del Néguev: "Escucha la palabra de Jehovah; así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, yo enciendo fuego en ti, el cual devorará en ti todo árbol verde y todo árbol seco. La poderosa llama no se apagará, y por causa de ella todas las caras serán quemadas, desde el Néguev hasta el norte. Y verá todo mortal que yo, Jehovah, la encendí; no se apagará.’" Entonces dije: —¡Ah, Señor Jehovah! Ellos dicen de mí: "¿Acaso no es éste el que anda diciendo parábolas?" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia Jerusalén; predica contra los santuarios y profetiza contra la tierra de Israel. Dirás a la tierra de Israel que así ha dicho Jehovah: ‘He aquí que yo estoy contra ti; sacaré mi espada de su vaina y eliminaré de ti al justo y al impío. Por cuanto he de eliminar de ti al justo y al impío, por eso mi espada saldrá de su vaina contra todo mortal, desde el Néguev hasta el norte. Y sabrá todo mortal que yo, Jehovah, he sacado mi espada de su vaina; no volverá a ella. "Y tú, oh hijo de hombre, gime con quebrantamiento de corazón; gime con amargura ante sus ojos. Y sucederá que cuando te digan: ‘¿Por qué gimes?’, les dirás: ‘Por la noticia que viene, porque todo corazón desfallecerá y todas las manos se debilitarán. Todo espíritu desmayará, y todas las rodillas se escurrirán como agua. ¡He aquí que viene, y va a suceder!’," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, profetiza y di que así ha dicho el Señor: ‘¡La espada, la espada está afilada y pulida también! Está afilada para realizar una matanza, pulida para que tenga resplandor. ¿Hemos de alegrarnos cuando el cetro de mi hijo menosprecia todo consejo? El la entregó para ser pulida y para tomarla en la mano. Ha afilado la espada; la ha pulido para entregarla en manos del verdugo.’ Grita y gime, oh hijo de hombre, porque ella está contra mi pueblo; ella está contra todos los gobernantes de Israel. Ellos, juntamente con mi pueblo, son arrojados a la espada; por tanto, golpea tu muslo. Porque será probado, ¿y qué si ella aún desprecia al cetro? ¡El dejará de ser!, dice el Señor Jehovah. Tú, pues, oh hijo de hombre, profetiza y golpea mano contra mano, y la espada se duplicará y se triplicará. Esta es la espada de la matanza. Esta es la espada de la gran matanza, que los traspasará, para que se derrita su corazón y se multipliquen los caídos. En todas las puertas de ellos he puesto el degüello a espada. ¡Ay! Está hecha para resplandecer, y pulida para degollar. Agúzate; dirígete a la derecha; ponte a la izquierda. Pon tu rostro hacia donde están dirigidos tus filos. Yo también golpearé mano contra mano y haré que se asiente mi ira. Yo, Jehovah, he hablado." Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Tú, oh hijo de hombre, traza dos caminos por donde pueda ir la espada del rey de Babilonia. Ambos caminos han de salir de la misma tierra. Pon al comienzo de cada camino una señal que conduzca a la ciudad. Señala el camino por donde vaya la espada contra Rabá de los hijos de Amón, y contra Judá y la fortificada Jerusalén. Porque el rey de Babilonia se ha detenido en la encrucijada, al comienzo de los dos caminos, para tomar consejo de adivinación. Ha sacudido las flechas, ha consultado por medio de los ídolos domésticos y ha observado el hígado. "La adivinación señala a la derecha, a Jerusalén, para poner arietes, para abrir la boca con griterío, para levantar la voz con grito de guerra, para poner arietes contra las puertas y para levantar terraplenes y construir muros de asedio. Sin embargo, a sus ojos eso parecerá una adivinación mentirosa, por estar aliados con ellos bajo juramento. Pero él traerá a la memoria la ofensa, a fin de prenderlos. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Seréis atrapados en sus manos, porque habéis hecho recordar vuestras ofensas, poniendo al descubierto vuestras transgresiones, quedando a la vista vuestros pecados en todas vuestras obras. Porque habéis sido traídos a la memoria, seréis apresados por su mano.’ "Y tú, profano y malvado gobernante de Israel, cuyo día ha llegado con el tiempo del castigo final, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¡Despójate del turbante y quítate la corona! ¡Esto no será más así! Hay que enaltecer al humilde y humillar al altivo.’ ¡En ruinas, en ruinas, en ruinas la convertiré, y no existirá más, hasta que venga aquel a quien le pertenece el derecho; y a él se lo entregaré! "Y tú, oh hijo de hombre, profetiza y di que así ha dicho el Señor Jehovah acerca de los hijos de Amón y de sus afrentas. Dirás: ‘¡La espada, la espada está desenvainada para la matanza, pulida para exterminar y para resplandecer! Porque cuando te profetizan, es vanidad; cuando adivinan, es mentira; para ponerte junto con los cuellos de los más pervertidos de los pecadores, cuyo día ha llegado con el tiempo del castigo final. ¿Ha de volver a su vaina? En el lugar donde fuiste creado, en tu tierra de origen, allí te juzgaré. Derramaré sobre ti mi indignación, soplaré el fuego de mi ira contra ti y te entregaré en manos de hombres brutales, artífices de destrucción. Serás combustible para el fuego; tu sangre quedará en medio de la tierra. No habrá más memoria de ti, porque yo, Jehovah, he hablado.’" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Tú, oh hijo de hombre, ¿juzgarás a la ciudad derramadora de sangre? ¿La juzgarás? ¿Le mostrarás todas sus abominaciones? Tú, pues, dirás que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¡Ciudad que derrama sangre en medio de sí, para que venga su hora, y que se ha hecho ídolos para contaminarse! Eres culpable por la sangre que has derramado, y te has contaminado con los ídolos que hiciste. Tú has hecho que se acerque tu día y has llegado al término de tus años. Por tanto, te he entregado como afrenta a las naciones y como objeto de burla a todos los países. Los que están cerca y los que están lejos harán burla de ti, ¡oh ciudad de nombre manchado y de gran confusión! "‘He aquí que los gobernantes de Israel, cada uno según su poder, están en ti solamente para derramar sangre. En ti desprecian al padre y a la madre; en medio de ti tratan con abuso al extranjero; en ti explotan al huérfano y a la viuda. Menosprecias mis cosas sagradas y profanas mis sábados. En ti hay calumniadores listos a derramar sangre; en ti están los que comen sobre los montes. En medio de ti cometen infamia: En ti descubren la desnudez del padre; en ti mancillan a la mujer que está impura por su menstruación. En ti está el hombre que comete abominación con la mujer de su prójimo, el que contamina pervertidamente a su nuera y el que mancilla a su hermana, hija de su padre. En ti reciben soborno para derramar sangre. Cobras usura e intereses, y te aprovechas de tu prójimo con extorsión. Te has olvidado de mí’, dice el Señor Jehovah. "‘He aquí que golpeo con mi mano a causa de las ganancias deshonestas que has conseguido, y a causa de la sangre que hay en medio de ti. ¿Estará firme tu corazón? ¿Estarán fuertes tus manos en los días cuando yo actúe contra ti? Yo, Jehovah, he hablado y lo cumpliré: Te dispersaré entre las naciones y te esparciré por los países. Así eliminaré de ti tu impureza. Fui profanado en ti a vista de las naciones. Y sabrás que yo soy Jehovah.’" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, para mí la casa de Israel se ha convertido en escoria. Todos ellos—plata, cobre, estaño, hierro y plomo— se han convertido en escoria en medio del horno. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Ya que todos vosotros os habéis convertido en escoria, he aquí que por eso yo os junto en medio de Jerusalén. Como cuando se junta plata, cobre, hierro, plomo y estaño dentro del horno, y se sopla el fuego para fundirlos, así os juntaré en mi furor y en mi ira. Allí os colocaré y os fundiré. Os reuniré y soplaré sobre vosotros con el fuego de mi ira, y seréis fundidos dentro de ella. Como se funde la plata dentro del horno, así seréis fundidos dentro de ella. Y sabréis que yo, Jehovah, he derramado mi ira sobre vosotros.’" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, di a ella: ‘Tú eres una tierra no purificada, que no ha sido rociada con lluvia en el día de la ira.’ Porque en medio de ella hay una conspiración de sus profetas; son como un león rugiente que arrebata la presa. Devoran a la gente, se apoderan del patrimonio y de las cosas preciosas, y multiplican sus viudas en medio de ellos. "Sus sacerdotes violan mi ley y profanan mis cosas sagradas. No hacen diferencia entre lo santo y lo profano, ni enseñan a distinguir entre lo impuro y lo puro. Con respecto a mis sábados esconden sus ojos, y he sido profanado en medio de ellos. "Sus magistrados en medio de ella son como lobos que arrebatan la presa para derramar sangre y destruir las vidas, a fin de conseguir ganancias deshonestas. "Sus profetas les han recubierto con cal. Ven vanidad y les adivinan mentira, diciendo: ‘Así ha dicho el Señor Jehovah’, pero Jehovah no ha hablado. "Y el pueblo de la tierra ha practicado la opresión y ha cometido robo. Abusan del pobre y del necesitado, y oprimen sin derecho al extranjero. Busqué entre ellos un hombre que levantara el muro y que se pusiese en la brecha delante de mí, intercediendo por la tierra para que yo no la destruyera; pero no lo hallé. Por tanto, derramaré sobre ellos mi indignación; con el fuego de mi ira los consumiré. Haré recaer su conducta sobre sus propias cabezas," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre: Había dos mujeres, que eran hijas de una sola madre. Se prostituyeron en Egipto; en su juventud se prostituyeron. Allá fueron apretados sus pechos; allí fueron estrujados sus senos virginales. La mayor se llamaba Ohola, y su hermana se llamaba Oholiba. Fueron mías y dieron a luz hijos e hijas. En cuanto a sus nombres, Ohola es Samaria, y Oholiba es Jerusalén. "Ohola se prostituyó cuando me pertenecía. Ardió en deseo por sus amantes, los asirios, hombres de guerra vestidos de color azul, gobernadores y oficiales; todos ellos jóvenes atractivos, todos ellos jinetes que montaban a caballo. Con ellos se entregó a la prostitución; todos ellos eran lo más selecto de los hijos de Asiria. Y se contaminó con todos los ídolos de aquellos por quienes ardió en deseo. Pero no abandonó su prostitución de Egipto, pues se acostaron con ella en su juventud, estrujaron sus senos virginales y vertieron sobre ella su lujuria. Por tanto, la entregué en mano de sus amantes, en mano de los hijos de Asiria por quienes ardía en deseo. Ellos descubrieron su desnudez, tomaron a los hijos y a las hijas de ella, y a ella la mataron a espada. Y vino a ser un refrán entre las mujeres, pues en ella ejecutaron actos justicieros. "Su hermana Oholiba vio esto, pero corrompió su deseo más que la otra; su lujuria sobrepasó a la de su hermana. Ardió en deseo por los asirios; gobernadores y oficiales, hombres de guerra espléndidamente vestidos, jinetes montados a caballo, todos ellos jóvenes atractivos. Y vi que se había contaminado y que ambas habían seguido por el mismo camino. Pero ésta aumentó su prostitución, pues vio hombres grabados en la pared, figuras de caldeos grabadas con ocre rojo, ceñidas las cinturas con cinturón, con amplios turbantes sobre sus cabezas, teniendo todos la apariencia de comandantes, a la manera de los hijos de Babilonia, de Caldea, la tierra de su origen. Por ellos ardió en deseo con sólo verlos, y les envió mensajeros a Caldea. Los hombres de Babilonia se unieron a ella en cama de amores, y la contaminaron con su lujuria. Se contaminó con ellos, y su alma se hastió de ellos. Así practicó abiertamente su prostitución y descubrió su desnudez, por lo cual mi alma se hastió de ella, como mi alma se había hastiado de su hermana. Pero ella multiplicó su prostitución, trayendo a la memoria los días de su juventud, en los cuales se había prostituido en la tierra de Egipto. Ardió en deseo por sus amantes, cuyas carnes eran como las de los burros, y cuya eyaculación era como la de los caballos. Así echabas de menos la inmundicia de tu juventud, cuando en Egipto estrujaban tus senos y apretaban tus pechos juveniles." Por tanto, Oholiba, así ha dicho Jehovah: "He aquí que yo incito contra ti a tus amantes, de los cuales tu alma ya se ha hastiado. Los traeré contra ti de todas partes. Los hijos de Babilonia y todos los caldeos; los de Pecod, de Soa y de Coa, y con ellos todos los hijos de Asiria. Todos ellos jóvenes atractivos, gobernadores y oficiales, comandantes y hombres notables; todos ellos montados a caballo. Vendrán contra ti desde el norte con carros y ruedas, y una multitud de pueblos. Contra ti, y alrededor de ti, pondrán escudos, defensas y cascos. Yo les encargaré el juicio, y te juzgarán de acuerdo con sus decretos. Pondré mi celo contra ti, y te tratarán con furor. Te arrancarán la nariz y las orejas, y tu descendencia caerá a espada. Tomarán a tus hijos y a tus hijas, y tu descendencia será devorada por el fuego. Te desnudarán de tus ropas y se llevarán tus hermosas joyas. Así pondré fin a tu inmundicia y a tu prostitución traídas de la tierra de Egipto. Nunca más alzarás la vista hacia los egipcios, ni nunca más te acordarás de ellos. Pues así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, yo te entrego en mano de aquellos que odias, en mano de aquellos de quienes se ha hastiado tu alma. Te tratarán con odio y tomarán todo el fruto de tu labor. Te dejarán desnuda y descubierta. Será puesta al descubierto la vergüenza de tu prostitución, tu infamia y tu lujuria. Estas cosas te serán hechas por haberte prostituido tras las naciones, porque te contaminaste con sus ídolos. Anduviste en el camino de tu hermana. ¡Yo, pues, pondré su copa en tu mano!’" Así ha dicho el Señor Jehovah: "Beberás la copa de tu hermana, la cual es honda y ancha. Servirá de mofa y de burla, pues es de abundante contenido. Te llenarás de embriaguez y de dolor; copa de horror y de desolación es la copa de tu hermana Samaria. La beberás hasta secarla; desmenuzarás sus fragmentos y desgarrarás tus pechos, porque yo he hablado," dice el Señor Jehovah. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: "Porque te olvidaste de mí y me echaste a tus espaldas, por eso tú también carga con tu infamia y con tu prostitución." Luego me habló Jehovah diciendo: "Oh hijo de hombre, ¿juzgarás tú a Ohola y a Oholiba? Entonces declárales sus abominaciones. Porque han cometido adulterio, y hay sangre en sus manos. Han cometido adulterio con sus ídolos; y aun a los hijos que me habían dado a luz, los hicieron pasar por fuego para servirles de alimento. Además, me hicieron esto: Aquel mismo día contaminaron mi santuario y profanaron mis sábados, pues habiendo sacrificado sus hijos a sus ídolos, en el mismo día entraron en mi santuario para profanarlo. He aquí, así hicieron dentro de mi casa. Además de esto enviaron a traer unos hombres de lejos, a los cuales se les había enviado mensajero. Y he aquí que vinieron. Para ellos te lavaste, te pintaste los ojos y te ataviaste con adornos. Te sentaste sobre un suntuoso diván delante del cual había una mesa servida, y sobre ella pusiste mi incienso y mi aceite. Allí hubo un bullicio de una multitud despreocupada; sabeos fueron traídos del desierto, junto con hombres de la gente común. Y pusieron brazaletes sobre las manos de ellas y coronas hermosas sobre sus cabezas. "Y acerca de la que está desgastada por sus adulterios, dije: ‘¿Ahora cometerán adulterio con ella, estando ella así?’ Pues vinieron a ella como vienen a una mujer prostituta; así vinieron a Ohola y Oholiba, mujeres infames. Pero los hombres justos las condenarán con la sentencia contra las adúlteras, y con la sentencia contra las que derraman sangre. Porque son adúlteras, y hay sangre en sus manos. "Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Hágase que suba contra ellas la asamblea, y sean entregadas al terror y al pillaje. La asamblea las apedreará y con sus espadas las eliminará. Matarán a sus hijos y a sus hijas, e incendiarán sus casas con fuego.’ Así haré cesar en la tierra la infamia. Todas las mujeres quedarán advertidas y no cometerán infamia como vosotras. Yo haré que vuestra infamia recaiga sobre vosotras mismas, y cargaréis con los pecados de vuestra idolatría. Y sabréis que yo soy el Señor Jehovah." Aconteció en el día 10 del mes décimo del noveno año que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, escribe para ti la fecha de hoy, este mismo día. El rey de Babilonia se ha lanzado contra Jerusalén en este mismo día. "Presenta a la casa rebelde una alegoría, y diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Pon la olla; ponla y echa agua en ella. Echa en ella pedazos, todos buenos pedazos, muslo y espalda. Llénala de huesos escogidos; toma lo mejor del rebaño. Amontona la leña debajo de ella; haz hervir sus pedazos y cocina los huesos dentro de ella.’ "Porque así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¡Ay de la ciudad sanguinaria, la olla herrumbrosa cuya herrumbre no ha salido de ella! Vacíala pedazo por pedazo, sin que se echen suertes por ella. Porque su sangre está en medio de ella; la ha puesto sobre la roca desnuda. No la derramó sobre la tierra para que fuese cubierta con el polvo. Para hacer que mi ira suba y tome venganza, he puesto su sangre sobre la roca desnuda, para que no sea cubierta.’ Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¡Ay de la ciudad sanguinaria, pues yo también agrandaré la hoguera! Amontona la leña, enciende el fuego, alista la carne, vacía el caldo, y que los huesos sean carbonizados. Luego pon la olla vacía sobre las brasas, para que se caliente y arda su bronce, con el fin de que en ella sea fundida su inmundicia y desaparezca su herrumbre.’ "En vano son los esfuerzos. Su mucha herrumbre no sale de ella; su herrumbre no sale ni con fuego. En tu inmundicia hay infamia, por cuanto te quise purificar, pero no estás purificada de tu inmundicia. No volverás a ser purificada, hasta que yo haya asentado mi ira sobre ti. Yo, Jehovah, he hablado. Esto vendrá, y lo haré. No cejaré; no tendré lástima ni me pesará. Conforme a tus caminos y a tus obras te juzgaré," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: —Oh hijo de hombre, he aquí que yo te quito de golpe la delicia de tus ojos. Pero tú no harás duelo ni llorarás, ni correrán tus lágrimas. Gime en silencio; no guardes el luto por los muertos. Cíñete el turbante y pon las sandalias en tus pies. No te cubras los labios ni comas pan de duelo. Hablé, pues, al pueblo por la mañana, y al anochecer murió mi esposa. Y a la mañana siguiente hice como me había sido ordenado. Entonces me dijo el pueblo: —¿No nos dirás qué significan para nosotros estas cosas que tú haces? Y les respondí: —La palabra de Jehovah vino a mí diciendo: "Di a la casa de Israel que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, yo mismo profano mi santuario, el orgullo de vuestro poderío, la delicia de vuestros ojos, el anhelo de vuestras almas. Vuestros hijos y vuestras hijas que abandonasteis caerán a espada, y vosotros haréis como yo he hecho: No os cubriréis los labios ni comeréis pan de duelo. Vuestros turbantes estarán sobre vuestras cabezas, y vuestras sandalias en vuestros pies; no haréis duelo ni lloraréis. Más bien, os pudriréis en vuestros pecados y gemiréis unos por otros. Ezequiel, pues, os servirá de señal; haréis de acuerdo con todas las cosas que él ha hecho. Cuando esto se cumpla, sabréis que yo soy el Señor Jehovah.’ "Y con respecto a ti, oh hijo de hombre, el día en que yo quite de ellos su poderío, el gozo de su esplendor, la delicia de sus ojos y el anhelo de sus almas, y también a sus hijos y a sus hijas; en aquel día uno que haya escapado vendrá a ti para traerte la noticia. En aquel día se abrirá tu boca, y hablarás con el que haya escapado; pues ya no estarás más enmudecido. Tú les servirás de señal, y sabrán que yo soy Jehovah." Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia los hijos de Amón y profetiza contra ellos. Di a los hijos de Amón: Oíd la palabra del Señor Jehovah. Así ha dicho el Señor Jehovah: Por cuanto has dicho: ‘¡Bravo!’ contra mi santuario, cuando fue profanado, y contra la tierra de Israel, cuando fue desolada, y contra los de la casa de Judá, cuando iban en cautiverio, por eso, he aquí que yo te entrego como posesión a los hijos del oriente. Ellos pondrán en ti sus campamentos y colocarán en ti sus moradas. Comerán tus frutos y beberán tu leche. Convertiré a Rabá en pastizal para camellos, y a las ciudades de Amón en un lugar donde se recuesten las ovejas. Y sabréis que yo soy Jehovah." Pues así ha dicho el Señor Jehovah: "Porque golpeaste con tu mano y pisoteaste con tu pie, gozándote con todo el despecho de tu alma contra la tierra de Israel, por eso, he aquí que yo extenderé mi mano contra ti y te entregaré a las naciones para ser saqueada. Te eliminaré de entre los pueblos y te destruiré de entre los países. Te destruiré, y sabrás que yo soy Jehovah." Así ha dicho el Señor Jehovah: "Por cuanto Moab y Seír han dicho: ‘¡He aquí, la casa de Judá será como las demás naciones!’, por eso, he aquí yo abro el flanco de Moab desde las ciudades, desde las ciudades de su frontera, la gloria del país (Bet-jesimot, Baal-maón y Quiriataim). Lo entregaré, junto con los hijos de Amón, a los hijos del oriente, como posesión, para que no haya más memoria de los hijos de Amón entre las naciones. También ejecutaré en Moab actos justicieros. Y sabrán que yo soy Jehovah." Así ha dicho el Señor Jehovah: "Por cuanto Edom ha procedido vengativamente contra la casa de Judá, incurriendo en grave culpa al vengarse de ellos, por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, extenderé también mi mano contra Edom y exterminaré de ella a los hombres y los animales. La convertiré en ruinas; desde Temán hasta Dedán caerán a espada. Ejecutaré mi venganza contra Edom por medio de mi pueblo Israel. Harán en Edom de acuerdo con mi furor y con mi ira, y conocerán mi venganza," dice el Señor Jehovah. Así ha dicho el Señor Jehovah: "Por cuanto los filisteos procedieron vengativamente y tomaron venganza con despecho del alma, para destruir a causa de una perpetua hostilidad; por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí, yo extenderé mi mano contra los filisteos. Exterminaré a los quereteos y haré perecer a los sobrevivientes de la costa del mar. Grandes venganzas y reprensiones de ira haré en ellos. Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando ejecute mi venganza en ellos.’" Aconteció en el primer día del mes primero del año 11 que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, por cuanto Tiro ha dicho con respecto a Jerusalén: ‘¡Bravo! ¡Ha sido quebrantada la que era puerta de los pueblos! ¡Se ha vuelto hacia mí! ¡Yo estaré llena, y ella desolada!’, por eso, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, oh Tiro, yo estoy contra ti. Contra ti haré subir muchas naciones, como el mar hace subir sus olas.’ Arruinarán los muros de Tiro y destruirán sus torreones. Barreré de ella sus escombros y la convertiré en una roca desnuda. Será un tendedero de redes en medio del mar, porque yo he hablado, dice el Señor Jehovah. Será saqueada por las naciones, y sus hijas que están en el campo serán muertas a espada. Y sabrán que yo soy Jehovah." Porque así ha dicho el Señor Jehovah: "He aquí que del norte traeré contra Tiro a Nabucodonosor, rey de Babilonia, rey de reyes, con caballos, carros, jinetes, y una gran multitud de soldados. A sus hijas que están en el campo matará a espada, y contra ti pondrá un muro de asedio. Levantará contra ti terraplén y alzará contra ti el escudo. Contra tus murallas dirigirá el golpe de sus arietes, y con sus barras destruirá tus torreones. Por causa de la multitud de sus caballos, te cubrirá el polvo que levantarán. Tus murallas temblarán por el estruendo de los jinetes y de las ruedas de sus carros, cuando él entre por tus puertas como uno entra por las brechas en una ciudad destrozada. Con los cascos de sus caballos atropellará todas tus calles. A tu gente matará a espada, y tirará por tierra los monumentos de tu poderío. Tomarán tus riquezas como botín y saquearán tus mercaderías. Destruirán tus muros y demolerán tus lujosas casas. Y tus piedras, tu madera y tus escombros los arrojarán en medio de las aguas. Haré cesar el bullicio de tus canciones; no se volverá a oír el sonido de tus arpas. Te convertiré en una roca desnuda, y serás un tendedero de redes. Nunca más serás edificada, porque yo, Jehovah, he hablado," dice el Señor Jehovah. Así ha dicho el Señor Jehovah a Tiro: "¿Acaso no temblarán las costas a causa del estruendo de tu caída, cuando giman los heridos, cuando se lleve a cabo la matanza en medio de ti? Entonces todos los príncipes del mar descenderán de sus tronos, se quitarán sus mantos y se despojarán de sus ropas bordadas. Se vestirán de estremecimiento y se sentarán sobre la tierra, temblando a cada instante. Estarán atónitos a causa de ti. Entonarán un lamento por ti y te dirán: ‘¡Cómo has perecido, oh ciudad alabada, que fuiste poblada por gente de mar! ‘Era poderosa en el mar, ella y sus moradores. Ellos impusieron su terror sobre todos sus habitantes. ‘Ahora tiemblan las costas por el día de tu caída. Las costas del mar se espantan a causa de tu final!’" Porque así ha dicho el Señor Jehovah: "Cuando yo te convierta en una ciudad destruida como las ciudades que no han vuelto a ser habitadas, cuando haga subir sobre ti el océano y te cubran las muchas aguas, entonces te haré descender junto con los que descienden a la fosa, al pueblo de antaño. Te haré habitar en las partes más bajas de la tierra en las ruinas de antaño, junto con los que descienden a la fosa, para que nunca más seas habitada ni te establezcas en la tierra de los vivientes. Te convertiré en espanto, y dejarás de existir. Serás buscada, pero nunca más serás hallada," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Tú, oh hijo de hombre, entona un lamento por Tiro. Dirás a Tiro, que está asentada a la entrada del mar y comercia con los pueblos de muchas costas, que así ha dicho el Señor Jehovah: "Oh Tiro, tú has dicho: ‘Yo soy de completa hermosura.’ En el corazón de los mares están tus fronteras; los que te construyeron hicieron completa tu hermosura. Con cipreses de Senir construyeron tus paredes. Tomaron un cedro del Líbano para hacer un mástil sobre ti. Con encinas de Basán hicieron tus remos; hicieron tu cubierta con marfil y con cipreses de las costas de Quitim. Tu vela fue de lino bordado de Egipto, para servirte de bandera. Tu toldo fue de material azul y de púrpura de las costas de Elisa. Los habitantes de Sidón y de Arvad fueron tus remeros. Tus expertos, oh Tiro, estaban en ti y fueron tus timoneles. Los ancianos de Biblos y sus sabios reparaban tus desperfectos. Todos los barcos del mar y sus marineros estuvieron en ti para hacer contigo intercambio. "Persas, lidios y libios estaban en tu ejército como tus hombres de guerra. Escudos y cascos colgaban en ti; ellos te daban tu esplendor. Los hijos de Arvad estaban con tu ejército sobre tus muros en derredor, y los gamadeos estaban en tus torreones. Colgaban sus escudos sobre tus muros en derredor; ellos hacían completa tu hermosura. "Tarsis comerciaba contigo a causa de la abundancia de todas tus riquezas. Con plata, hierro, estaño y plomo pagaban por tus mercaderías. Grecia, Tubal y Mesec comerciaban contigo. Con vidas humanas y objetos de bronce pagaban tus mercancías. Los de Bet-togarma, con caballos, corceles y mulos, pagaban tus mercaderías. "Los hijos de Rodas comerciaban contigo. Muchas costas comerciaban contigo; colmillos de marfil y madera de ébano, te traían como tributo. "Edom también comerciaba contigo a causa de la abundancia de tus productos. Con turquesas, púrpura, telas bordadas, linos finos, corales y rubíes pagaban tus mercaderías. "Judá y la tierra de Israel comerciaban contigo. Con trigo, mirra, casia, miel, aceite y resinas pagaban tus mercancías. "Damasco comerciaba contigo, debido a la abundancia de tus productos y a la abundancia de tus riquezas. Con vino de Helbón y lana de Sajar, Vedán y Grecia, desde Uzal, pagaban tus mercaderías: Hierro forjado, casia y caña aromática había entre tus productos. "Dedán comerciaba contigo con mantas para cabalgadura. Arabia y todos los príncipes de Quedar comerciaban contigo con corderos, carneros y machos cabríos; con esto comerciaban contigo. "Los mercaderes de Saba y de Raama comerciaban contigo. Con lo mejor de todas las especias, con toda piedra preciosa y con oro pagaban tus mercaderías. "Harán, Calne, Edén y los mercaderes de Saba, Asiria y Quilmad comerciaban contigo. "Estos comerciaban contigo, y a cambio de tus productos daban espléndidos vestidos, mantos de azul, telas bordadas, tapices de colores, y cuerdas entrelazadas y trenzadas. "Las naves de Tarsis eran tus flotas que llevaban tus mercancías. Te llenaste y te hiciste muy opulenta en el corazón de los mares. Los que navegaban contigo te condujeron por las muchas aguas, pero el viento de oriente te destrozó en el corazón de los mares. "En el día de tu caída caerán en medio de los mares: tus riquezas, tus mercaderías, tus productos, tus marineros, tus timoneles, los que reparaban tus desperfectos, los agentes de tu intercambio, todos tus hombres de guerra que están en ti, y toda la multitud que se halla en medio de ti. Ante el griterío de tus timoneles se estremecerán los campos de alrededor, y descenderán de tus barcos todos los que toman el remo. Los marineros y todos los timoneles del mar quedarán de pie en tierra. Harán oír su voz por ti; gritarán amargamente. Echarán polvo sobre sus cabezas, y se revolcarán en la ceniza. Se raparán la cabeza a causa de ti, y se ceñirán con cilicio. Con amargura de alma llorarán por ti con amargo duelo. En medio de su llanto entonarán por ti un lamento; por ti lamentarán diciendo: ‘¡Quién como Tiro, la que ha sido silenciada en medio del mar!’ "Cuando tus mercaderías salían por los mares, saciabas a muchos pueblos. A los reyes de la tierra enriqueciste con la abundancia de tus bienes y de tus productos. Ahora que eres quebrantada en los mares, en lo profundo de las aguas, tus productos y toda tu tripulación han caído en medio de ti. Todos los habitantes de las costas se horrorizan a causa de ti. Sus reyes están muy aterrorizados, y sus rostros son abatidos. Los mercaderes de los pueblos silban a causa de ti. Has venido a ser objeto de espanto, y dejarás de existir para siempre." Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, di al soberano de Tiro que así ha dicho el Señor Jehovah: Por cuanto tu corazón se enalteció, y porque, a pesar de ser hombre y no Dios, dijiste: ‘Yo soy un dios, y estoy sentado en la sede de los dioses, en el corazón de los mares’; porque igualaste tu corazón al corazón de Dios, ¡he aquí tú eres más sabio que Daniel, y no hay ningún misterio que te sea oculto! Con tu sabiduría e inteligencia te has conseguido riquezas, y has acumulado oro y plata en tus tesoros. Con tu gran sabiduría has engrandecido tus riquezas mediante tu comercio, y tu corazón se ha enaltecido a causa de tus riquezas. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: Porque igualaste tu corazón con el corazón de Dios, he aquí yo traigo contra ti extranjeros, los más crueles de las naciones. Desenvainarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría y profanarán tu esplendor. Te harán descender a la fosa, y morirás como los que son muertos en el corazón de los mares. ¿Osarás decir delante de tu verdugo, a pesar de ser hombre y no Dios: ‘Yo soy un dios’? En mano de quienes te atraviesen morirás a la manera de los incircuncisos, en mano de los extranjeros; porque yo he hablado," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, entona un lamento por el rey de Tiro, y dile que así ha dicho el Señor Jehovah: "‘¡Tú eras un modelo perfecto, lleno de sabiduría y de completa hermosura! Estabas en el Edén, el jardín de Dios. Tu vestidura era de toda clase de piedras preciosas: rubí, topacio, diamante, crisólito, ónice, jaspe, zafiro, turquesa y berilo. Y de oro era la hechura de tus encajes y de tus engastes. En el día que fuiste creado fueron preparadas. Cuando fuiste ungido, yo te puse junto con los querubines protectores. Estabas en el santo monte de Dios, y andabas en medio de piedras de fuego. Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado hasta que se halló en ti maldad. "‘A causa de tu gran comercio te llenaron de violencia, y pecaste. Por eso, te expulsé del monte de Dios, y un querubín protector hizo que desaparecieras de en medio de las piedras de fuego. Tu corazón se enalteció debido a tu hermosura; a causa de tu esplendor se corrompió tu sabiduría. "‘Yo te he arrojado en tierra; te he puesto como espectáculo ante los reyes. Por tus muchos pecados y por la iniquidad de tu comercio, profanaste tu santuario. Yo, pues, hice que en medio de ti se desatara y te devorase el fuego. Te convertí en cenizas sobre la tierra ante los ojos de cuantos te observaban. Todos los que te conocen entre los pueblos se horrorizan a causa de ti. Eres objeto de espanto, y dejarás de ser para siempre.’" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia Sidón y profetiza contra ella. Dirás que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Oh Sidón, he aquí que yo estoy contra ti y seré glorificado en medio de ti.’ Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando ejecute actos justicieros en medio de ella, y en ella yo muestre mi santidad. Le enviaré peste y sangre por sus plazas. Los cadáveres caerán en medio de ella, y la espada estará alrededor de ella. Y sabrán que yo soy Jehovah. "Nunca más habrá para la casa de Israel espina que hiera ni aguijón que cause dolor, de parte de todos los que los rodean y los desprecian. Y sabrán que yo soy Jehovah." Así ha dicho el Señor Jehovah: "Cuando yo reúna a los de la casa de Israel de entre las naciones donde están dispersados, entonces en medio de ellos seré tratado como santo a la vista de las naciones. Y habitarán en su tierra, la cual di a mi siervo Jacob. Habitarán seguros en ella; edificarán casas y plantarán viñas. Habitarán seguros, cuando yo haya ejecutado actos justicieros alrededor de ellos, en medio de todos los que los desprecian. Y sabrán que yo soy Jehovah su Dios." En el día 12 del mes décimo del año 10 vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia el faraón, rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto. Habla y di que así ha dicho el Señor Jehovah: He aquí yo estoy contra ti, oh faraón, rey de Egipto, gran monstruo que estás tendido en medio de sus canales, y que dices: ‘Míos son los canales del Nilo, pues yo los hice.’ "Yo pondré ganchos en tus quijadas, y haré que los peces de los canales se peguen sobre tus escamas. Te sacaré de en medio de tus canales, y todos los peces de tus canales saldrán pegados a tus escamas. Te arrojaré al desierto, a ti y a todos los peces de tus canales. Caerás sobre la superficie del campo; no serás recogido ni sepultado. Te he dado por comida a los animales de la tierra y a las aves del cielo. Y sabrán todos los habitantes de Egipto que yo soy Jehovah, por cuanto fuiste como un bastón de caña para la casa de Israel. Cuando ellos te tomaron con la mano, te quebraste y les rompiste todo el hombro. Cuando se apoyaron sobre ti, te quebraste y les estremeciste todos sus lomos. Por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo traigo la espada contra ti, y exterminaré en ti a los hombres y a los animales. La tierra de Egipto será convertida en desolación y ruinas. Y sabrán que yo soy Jehovah. "Por cuanto has dicho: ‘¡Mío es el Nilo, pues yo lo hice!’, he aquí que por eso yo estoy contra ti y contra tus canales. Convertiré la tierra de Egipto en una ruina completa, una desolación desde Migdol y Asuán hasta la frontera con Etiopía. No pasará por ella pie de hombre, ni pata de animal pasará por ella. No será habitada durante cuarenta años. Pues convertiré la tierra de Egipto en una desolación en medio de las tierras desoladas, y sus ciudades estarán arruinadas durante cuarenta años. Dispersaré a los egipcios entre las naciones, y los esparciré por los países." Porque así ha dicho el Señor Jehovah: "Al final de los cuarenta años reuniré a los egipcios de entre los pueblos donde habrán sido dispersados, y restauraré de la cautividad a Egipto. Los haré volver a la tierra de Patros, la tierra de su origen. Allí formarán un reino modesto; será modesto en comparación con los otros reinos. Nunca más se enaltecerán sobre las naciones; porque los reduciré, para que no se enseñoreen de las naciones. Nunca más serán objeto de confianza para la casa de Israel, que les haga recordar el pecado de volverse hacia ellos. Y sabrán que yo soy el Señor Jehovah." Aconteció en el primer día del mes primero del año 27 que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre: Nabucodonosor, rey de Babilonia, sometió a su ejército a una labor grande contra Tiro: Toda cabeza fue rapada, y todo hombro despellejado; pero ni para él, ni para su ejército hubo recompensa en Tiro por la labor que realizaron contra ella. Por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo doy a Nabucodonosor, rey de Babilonia, la tierra de Egipto. El se llevará sus riquezas, tomará botín y la saqueará; y habrá recompensa para su ejército. Le he dado la tierra de Egipto por el trabajo que realizó en ella, porque lo hizo para mí, dice el Señor Jehovah. "En aquel día haré surgir el poderío de la casa de Israel, y te permitiré abrir la boca en medio de ellos. Y sabrán que yo soy Jehovah." Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, profetiza y di que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¡Lamentad! ¡Ay de aquel día! Porque cercano está aquel día; cercano está el día de Jehovah. Será día de nublado, la hora de las naciones. La espada llegará a Egipto, y habrá estremecimiento en Etiopía cuando en Egipto caigan los heridos, y tomen sus riquezas, y sean destruidos sus cimientos. Etiopía, Libia, Lidia, y toda Arabia, los de Cub y los hijos de la tierra del pacto caerán a espada juntamente con ellos.’ Así ha dicho Jehovah: ‘Así caerán los que apoyan a Egipto. Caerá el orgullo de su poderío, desde Migdol hasta Asuán; caerán en ella a espada, dice el Señor Jehovah. Quedarán desolados en medio de las tierras desoladas, y sus ciudades estarán en medio de las ciudades arruinadas. Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando yo prenda fuego a Egipto, y todos sus ayudadores sean quebrantados.’ "En aquel tiempo saldrán de delante de mí mensajeros en naves, para hacer temblar a la confiada Etiopía. Habrá estremecimiento entre ellos, como en el día de Egipto, ¡porque he aquí que viene! Así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Pondré fin a la multitud de Egipto por medio de Nabucodonosor, rey de Babilonia. El y su pueblo junto con él, los más crueles de las naciones, serán traídos para destruir la tierra. Ellos desenvainarán sus espadas contra Egipto, y llenarán la tierra de muertos. Convertiré en sequedad los canales, y abandonaré la tierra en mano de malvados. Destruiré la tierra y su plenitud por medio de extranjeros. Yo, Jehovah, he hablado.’" Así ha dicho el Señor Jehovah: "También destruiré los ídolos. Pondré fin a los dioses de Menfis, y ya no habrá príncipe en la tierra de Egipto. Y pondré temor en la tierra de Egipto: Desolaré a Patros, prenderé fuego a Tanis y ejecutaré actos justicieros en Tebas. Derramaré mi ira sobre Sin, la fortaleza de Egipto, y exterminaré la multitud de Tebas. Prenderé fuego a Egipto: Sin tendrá grandes dolores de parto, Tebas será destrozada, y Menfis tendrá continuas angustias. Los jóvenes de Heliópolis y de Bubastis caerán a espada; ellas irán en cautiverio. En Tafnes se oscurecerá el día cuando yo rompa allí los yugos de Egipto, y en ella cesará la soberbia de su poderío. Una nube la cubrirá, y sus hijas irán en cautiverio. Ejecutaré actos justicieros en Egipto. Y sabrán que yo soy Jehovah." Aconteció en el séptimo día del mes primero del año 11, que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, yo he roto un brazo del faraón, rey de Egipto, y he aquí que no se lo ha vendado poniéndole medicinas, ni se le ha puesto una venda para ser entablillado, a fin de fortalecerle para que pueda sostener la espada. Por eso, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo estoy contra el faraón, rey de Egipto, y romperé sus brazos, el fuerte y el fracturado; haré que la espada se caiga de su mano. Dispersaré a los egipcios entre las naciones, y los esparciré por los países. "Pero fortaleceré los brazos del rey de Babilonia y pondré mi espada en su mano. Romperé los brazos del faraón, y gemirá delante de aquél con gemidos de un herido de muerte. Fortaleceré, pues, los brazos del rey de Babilonia, mientras que los brazos del faraón decaerán. Y sabrán que yo soy Jehovah, cuando yo ponga mi espada en la mano del rey de Babilonia y él la extienda contra la tierra de Egipto. Dispersaré a los egipcios entre las naciones, y los esparciré por los países. Y sabrán que yo soy Jehovah." Aconteció en el primer día del mes tercero del año 11 que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, di al faraón, rey de Egipto, y a su multitud: ‘¿A quién te has comparado en tu grandeza? He aquí que consideraré al cedro del Líbano, de ramas hermosas, que ensombrecía al bosque. Era de gran altura, y su copa estaba entre las nubes. Las aguas lo hicieron crecer; lo enalteció el abismo, que dirigió sus ríos alrededor de su vergel, y envió sus canales a todos los árboles del campo. Por tanto, superó en altura a todos los árboles del campo, y sus ramas se multiplicaron. A causa de la abundancia de agua, se extendió el ramaje que había echado. En sus ramas hacían su nido todas las aves del cielo, debajo de su ramaje parían todos los animales del campo, y a su sombra habitaban todas las grandes naciones. Se hizo hermoso por su grandeza y por la extensión de su follaje, pues su raíz estaba junto a muchas aguas. En el jardín de Dios los demás cedros no lo igualaban, los cipreses no se le podían comparar en ramaje, ni los castaños tuvieron ramas semejantes a las suyas. Ningún árbol en el jardín de Dios era igual a él en hermosura. Lo hice hermoso por la abundancia de su follaje, y todos los árboles en Edén, el jardín de Dios, le tuvieron envidia.’ "Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Por cuanto se elevó en estatura y levantó su copa hasta las nubes, y su corazón se enalteció con su altura, por eso lo he entregado en mano de la más poderosa de la naciones, que ciertamente hará con él conforme a su impiedad. Yo lo he desechado; y los extranjeros, los más crueles de los pueblos, lo cortan y lo abandonan. Sobre los montes y en todos los valles cae su follaje, y sus ramas son rotas en todas las quebradas de la tierra. Todos los pueblos de la tierra se van de su sombra; lo abandonan. Sobre su tronco caído habitan todas las aves del cielo, y sobre sus ramas están todos los animales del campo. Así sucede para que ninguno de los árboles que crecen junto a las aguas se exalte por su altura, ni levante su copa hasta las nubes; y para que ninguno de los árboles que beben aguas confíe en la altura de sus ramas. Porque todos son entregados a la muerte, a la parte más baja de la tierra, en medio de los hijos de los hombres que descienden a la fosa.’" Así ha dicho el Señor Jehovah: "El día en que él descienda al Seol, haré que haya duelo y lo cubriré con el océano. Detendré sus ríos, y las muchas aguas serán detenidas. Por él cubriré de tinieblas el Líbano, y por él todos los árboles del campo se desmayarán. Por el estruendo de su caída haré temblar las naciones, cuando lo haga descender al Seol, junto con los que desciendan a la fosa. Todos los árboles del Edén, los escogidos del Líbano, todos los que beben aguas, se consolarán a sí mismos en la parte más baja de la tierra. Ellos también descenderán con él al Seol, junto con los muertos a espada, los que fueron su brazo, los que habitaban a su sombra en medio de las naciones. "¿A quién, pues, te has comparado así en gloria y en grandeza en medio de los árboles del Edén? Junto con los árboles del Edén, serás derribado a la parte más baja de la tierra. Yacerás en medio de los incircuncisos, junto con los muertos a espada. "Eso es el faraón y toda su multitud," dice el Señor Jehovah. Aconteció en el primer día del mes duodécimo del año 12 que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, entona un lamento por el faraón, rey de Egipto, y dile: "‘Has llegado a ser semejante a un león de las naciones. Tú eres como el monstruo de los mares; irrumpes en tus ríos, agitas las aguas con tus pies y enlodas sus corrientes. Así ha dicho el Señor Jehovah: Extenderé contra ti mi red en medio de la reunión de muchos pueblos, y con mi malla te levantarán. Te arrojaré en la tierra; te lanzaré sobre la superficie del campo. Haré que las aves del cielo habiten sobre ti; haré que se sacien de ti las bestias de toda la tierra. Tus carnes expondré sobre los montes, y llenaré los valles con tus restos. Regaré la tierra con el correr de tu sangre, y de ti se llenarán las quebradas. Cuando yo te haya extinguido, cubriré los cielos y haré que se oscurezcan las estrellas. Cubriré el sol con una nube, y dejará de alumbrar la luz de la luna. Haré que se oscurezcan sobre ti todos los astros luminosos del cielo, y traeré tinieblas sobre tu tierra, dice el Señor Jehovah. "‘Perturbaré el corazón de muchos pueblos cuando haga llevar a los tuyos en cautividad entre las naciones, a tierras que jamás has conocido. Haré que muchos pueblos queden atónitos a causa de ti. Por tu causa sus reyes se estremecerán de terror, cuando yo esgrima mi espada ante sus rostros. En el día de tu caída todos temblarán a cada instante, cada uno por su propia vida. Porque así ha dicho el Señor Jehovah: La espada del rey de Babilonia vendrá contra ti. Con espadas de hombres valientes haré caer tu multitud. Todos ellos son los más crueles de las naciones. Destruirán la soberbia de Egipto, y toda su multitud será deshecha. Haré perecer todos sus animales de junto a las muchas aguas. Nunca más las agitará el pie del hombre, ni las agitarán las pezuñas de los animales. Entonces aquietaré sus aguas, y haré que sus ríos corran como el aceite, dice el Señor Jehovah. "‘Cuando yo convierta en desolación la tierra de Egipto y la tierra sea vaciada de su plenitud, cuando yo haga morir a todos los que habitan en ella, sabrán que yo soy Jehovah.’ "Este es un lamento, y lo entonarán. Las hijas de las naciones lo entonarán. Por Egipto y por toda su multitud lo entonarán," dice el Señor Jehovah. Aconteció en el día 15 del mes primero del año 12 que vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, lamenta tú por la multitud de Egipto y hazlos descender, tanto a él como a las hijas de las naciones poderosas, a las partes más bajas de la tierra, junto con los que descienden a la fosa: ‘¿A quién superas en hermosura? ¡Desciende para que te hagan yacer con los incircuncisos!’ "En medio de los muertos a espada caerán. El es entregado a la espada. Arrastradlo con toda su multitud. De en medio del Seol los más fuertes de los poderosos, con sus ayudadores, hablarán de él: ‘Ya han descendido y yacen con los incircuncisos, muertos a espada.’ "Allí está Asiria y toda su multitud alrededor de sus sepulcros. Todos ellos cayeron muertos a espada. Sus sepulcros han sido puestos en los lugares más profundos de la fosa, y su multitud yace alrededor de su sepulcro. Todos ellos, los que impusieron su terror en la tierra de los vivientes, han caído muertos a espada. "Allí está Elam, con toda su multitud alrededor de su sepulcro. Todos ellos cayeron muertos a espada y han descendido incircuncisos a las partes más bajas de la tierra, porque impusieron su terror en la tierra de los vivientes. Cargan con su afrenta, junto con los que descienden a la fosa. En medio de los muertos le tendieron su lecho, y toda su multitud está alrededor de su sepulcro, todos incircuncisos, muertos a espada; porque impusieron su terror en la tierra de los vivientes. Cargan con su afrenta, junto con los que descienden a la fosa. Fue puesto en medio de los muertos. "Allí están Mesec y Tubal, con toda su multitud alrededor de sus sepulcros, todos ellos incircuncisos, muertos a espada; porque impusieron su terror en la tierra de los vivientes. No yacen con los valientes que cayeron, de entre los incircuncisos, los cuales descendieron al Seol con sus armas de guerra; cuyas espadas fueron puestas debajo de sus cabezas, y cuyos pecados quedaron puestos sobre sus huesos; porque impusieron su terror sobre los valientes en la tierra de los vivientes. Tú, pues, serás quebrantado entre los incircuncisos, yacerás con los muertos a espada. "Allí está Edom con sus reyes y todos sus dirigentes que en su poderío fueron puestos junto con los muertos a espada. Ellos yacen con los incircuncisos y con los que descienden a la fosa. "Allí están los príncipes del norte, todos ellos, y todos los de Sidón, quienes a pesar del terror causado por su poderío, yacen avergonzados, incircuncisos, junto con los muertos a espada. Y cargan con su afrenta, junto con los que descienden a la fosa. "A éstos mirará el faraón, y se consolará por toda su multitud, los muertos a espada, aun el faraón y todo el ejército, dice el Señor Jehovah. Porque impuso su terror en la tierra de los vivientes, también al faraón y a toda su multitud se les hará yacer entre los incircuncisos, con los muertos a espada," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo y diles: ‘Cuando yo traiga espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tome a un hombre de su territorio y lo ponga como centinela, si él ve venir la espada sobre la tierra y toca la corneta para advertir al pueblo, cualquiera que oye el sonido de la corneta y no se deja advertir, y al llegar la espada se lo lleva, su sangre caerá sobre su propia cabeza. El oyó el sonido de la corneta, pero no se dejó advertir, su sangre caerá sobre él. Pero si se hubiera dejado advertir, habría librado su vida. Sin embargo, si el centinela ve venir la espada y no toca la corneta, de modo que el pueblo no es advertido, si viene la espada y se lleva a alguno de ellos, éste es llevado por causa de su pecado, pero yo demandaré su sangre de mano del centinela.’ "A ti, oh hijo de hombre, te he puesto como centinela para la casa de Israel. Oirás, pues, la palabra de mi boca y les advertirás de mi parte. Si yo digo al impío: ‘Impío, morirás irremisiblemente’, y tú no hablas para advertir al impío de su camino, el impío morirá por su pecado; pero yo demandaré su sangre de tu mano. Pero si tú adviertes al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se aparta de su camino, él morirá por su pecado; pero tú habrás librado tu vida. "Tú, pues, oh hijo de hombre, di a la casa de Israel: Vosotros habéis dicho: ‘Nuestras rebeliones y nuestros pecados están sobre nosotros, y a causa de ellos nos estamos pudriendo; ¿cómo, pues, viviremos?’ Diles: ¡Vivo yo, que no quiero la muerte del impío, sino que el impío se aparte de su camino y viva!, dice el Señor Jehovah. ¡Apartaos, apartaos de vuestros malos caminos! ¿Por qué moriréis, oh casa de Israel? "Tú, oh hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo que la justicia del justo no lo librará en el día que se rebele. Y en cuanto a la impiedad del impío, no le será estorbo en el día que se aparte de su impiedad. Y el justo no podrá vivir por su justicia en el día que peque. Si digo al justo: ‘Ciertamente vivirás’, y confiando en su justicia él hace iniquidad, no será recordada ninguna de sus obras de justicia, sino que morirá por la iniquidad que hizo. Si digo al impío: ‘Morirás irremisiblemente’, y él se aparta de su pecado y practica el derecho y la justicia; si el impío restituye la prenda y paga lo que ha robado; si camina según los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, ciertamente vivirá; no morirá. No se le recordará ninguno de sus pecados que había cometido. Practica el derecho y la justicia; ciertamente vivirá. "Sin embargo, los hijos de tu pueblo dicen: ‘No es correcto el camino del Señor.’ Pero es el camino de ellos el que no es correcto. Si el justo se aparta de su justicia y hace injusticia, por ello morirá. Y si el impío se aparta de su impiedad y practica el derecho y la justicia, por ello vivirá. Sin embargo, decís: ‘No es correcto el camino del Señor.’ Oh casa de Israel, yo os juzgaré a vosotros, a cada uno conforme a sus caminos." Aconteció en el quinto día del mes décimo del año 12 de nuestra cautividad que uno que había escapado de Jerusalén vino a mí para decir: "La ciudad ha sido tomada." La noche antes que llegase el que había escapado, la mano de Jehovah vino sobre mí, y me abrió la boca antes que él llegara a mí por la mañana. Así abrió mi boca y no estuve más enmudecido. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, los que habitan entre aquellas ruinas, en la tierra de Israel, andan diciendo: ‘Abraham era sólo uno; sin embargo, tomó posesión de la tierra. ¡Cuánto más nosotros que somos muchos! A nosotros ha sido dada la tierra como posesión.’ Por tanto, diles que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Vosotros que coméis con sangre, alzáis vuestros ojos hacia vuestros ídolos y derramáis sangre, ¿tomaréis posesión de la tierra? Habéis confiado en vuestras espadas, habéis hecho abominación y habéis mancillado cada uno a la mujer de su prójimo, ¿y tomaréis posesión de la tierra?’ Les dirás que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¡Vivo yo, que los que están en aquellas ruinas caerán a espada! Al que está sobre la superficie del campo lo daré por comida a las fieras, y los que están en las fortalezas y en las cavernas morirán por la peste. Convertiré la tierra en desolación y soledad, y cesará la soberbia de su poderío. Los montes de Israel quedarán desolados, de modo que no habrá quien pase por ellos. Y sabrán que soy Jehovah, cuando yo convierta la tierra en desolación y en soledad, por todas las abominaciones que han hecho.’ "Oh hijo de hombre, los hijos de tu pueblo hablan acerca de ti, junto a las paredes y a las puertas de las casas. Hablan el uno con el otro, cada uno con su hermano, diciendo: ‘¡Venid y oíd cuál es la palabra que viene de Jehovah!’ Vienen a ti como el pueblo acostumbra venir, y se sientan delante de ti como mi pueblo. Oyen tus palabras, pero no las ponen por obra. Más bien, expresan motivos sensuales con sus bocas, y su corazón va en pos de sus ganancias deshonestas. He aquí que para ellos tú eres como un cantante de motivos sensuales, cuya voz es agradable y que toca bien. Oyen tus palabras, pero no las ponen por obra. Pero cuando esto venga—y he aquí que ya viene—, entonces sabrán que hubo un profeta entre ellos." Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel. Profetiza y di a los pastores que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no deben apacentar a las ovejas? Pero vosotros os coméis a las mejores de ellas y os vestís con la lana. Degolláis a la oveja engordada, y no apacentáis al rebaño. No fortalecéis a las ovejas débiles ni curáis a las enfermas. No habéis vendado a la perniquebrada, ni habéis hecho volver a la descarriada, ni habéis buscado a la perdida. Más bien, las habéis dominado con dureza y con violencia. Ellas se han dispersado por falta de pastor, y están expuestas a ser devoradas por todas las fieras del campo. Han sido dispersadas; mis ovejas han andado descarriadas en todos los montes y sobre toda colina alta. Mis ovejas han sido dispersadas por toda la faz de la tierra, y no ha habido quien se preocupe de ellas ni quien las busque.’ Por eso, oh pastores, oíd la palabra de Jehovah: "¡Vivo yo, dice el Señor Jehovah, que por cuanto mis ovejas fueron expuestas a ser robadas o a ser devoradas por las fieras del campo, por no tener pastor, y mis pastores no se preocuparon por mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a sí mismos y no apacentaron a mis ovejas; por eso, oh pastores, oíd la palabra de Jehovah. Así ha dicho el Señor Jehovah: ¡He aquí yo estoy contra los pastores, y demandaré mis ovejas de sus manos! Haré que dejen de apacentar a las ovejas, y ellos dejarán de apacentarse a sí mismos. Libraré a mis ovejas de sus bocas, y no les servirán más de comida." Ciertamente así ha dicho el Señor Jehovah: "He aquí, yo mismo buscaré mis ovejas y cuidaré de ellas. Como el pastor cuida de su rebaño cuando está entre las ovejas dispersas, así cuidaré de mis ovejas y las libraré en todos los lugares a donde han sido dispersadas en el día del nublado y de la oscuridad. Las sacaré de los pueblos, las reuniré de los países y las traeré a su propia tierra. Las apacentaré en los montes de Israel, en las quebradas y en todos los lugares habitados del país. En buenos pastos las apacentaré, y en los altos montes de Israel tendrán su pastizal. Se recostarán en el buen pastizal, y se apacentarán con pastos abundantes sobre los montes de Israel. Yo apacentaré mis ovejas y las haré recostar, dice el Señor Jehovah. Buscaré a la perdida y haré volver a la descarriada. A la perniquebrada vendaré, y fortaleceré a la enferma. Y a la engordada y a la fuerte guardaré. Las apacentaré con justicia. "Pero en cuanto a vosotros, oh rebaño mío, así ha dicho el Señor Jehovah, he aquí que yo juzgo entre cordero y cordero, entre los carneros y los machos cabríos. ¿Os parece poco que os apacentéis del buen pastizal, para que tengáis que pisotear con vuestros pies lo que queda de vuestros pastos, y que después de haber bebido las aguas tranquilas, tengáis que enlodar el resto de ellas con vuestros pies? ¿Mis ovejas han de comer lo que vuestros pies han pisoteado y han de beber lo que han enlodado vuestros pies?" Por tanto, así les ha dicho el Señor Jehovah: "He aquí, yo mismo juzgaré entre el cordero engordado y el cordero flaco. Por cuanto empujasteis con el costado y con el hombro, y corneasteis con vuestros cuernos a todas las ovejas débiles hasta dispersarlas lejos, yo libraré a mis ovejas, y nunca más quedarán expuestas al pillaje. ¡Yo juzgaré entre cordero y cordero! "Yo levantaré sobre ellas un solo pastor, mi siervo David; y él las apacentará. El las apacentará y así será su pastor. Yo, Jehovah, seré su Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo Jehovah, he hablado. "Estableceré con ellos un pacto de paz, y haré que desaparezcan de la tierra las fieras dañinas, de modo que habiten seguros en el desierto y duerman en los bosques. A ellos y a los alrededores de mi colina daré bendición. Haré descender la lluvia a su tiempo; serán lluvias de bendición. Los árboles del campo darán su fruto, y la tierra entregará sus productos. Estarán seguros en su propio suelo, y sabrán que soy Jehovah cuando yo rompa las coyundas de su yugo y los libre de mano de los que se sirven de ellos. Ya no serán más una presa para las naciones, ni los devorarán las fieras de la tierra. Habitarán seguros, y no habrá quien los espante. Levantaré para ellos un vergel de paz, y nunca más serán consumidos de hambre en la tierra, ni cargarán más con la afrenta de las naciones. Sabrán que yo, su Dios Jehovah, estoy con ellos; y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo, dice el Señor Jehovah. Vosotras, ovejas mías, ovejas de mi prado, hombres sois, y yo soy vuestro Dios," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia el monte Seír y profetiza contra él. Dile que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, yo estoy contra ti, oh monte Seír, y contra ti extiendo mi mano. Te convertiré en desolación y soledad. A tus ciudades convertiré en ruinas, y serás una desolación. Y sabrás que yo soy Jehovah. Por cuanto habéis guardado una enemistad perpetua y habéis entregado a los hijos de Israel al poder de la espada en el tiempo de su aflicción, en el tiempo del castigo final; por eso, ¡vivo yo, que a la sangre te destinaré, y la sangre te perseguirá!, dice el Señor Jehovah. Ya que no aborreciste la sangre, ésta te perseguirá. Convertiré al monte Seír en desolación y soledad, y eliminaré de allí al que pasa y al que vuelve. Llenaré sus montes con sus cadáveres. En tus colinas, en tus valles y en todas tus quebradas caerán muertos a espada. Te convertiré en desolación perpetua, y tus ciudades nunca más serán habitadas. Y sabréis que yo soy Jehovah.’ "Por cuanto dijiste: ‘Estas dos naciones y estas dos tierras serán mías, y tomaremos posesión de ellas’, a pesar de que Jehovah estaba allí, por eso, ¡vivo yo, que haré conforme a tu ira y conforme al celo con que has procedido a causa de tu odio contra ellos!, dice el Señor Jehovah. Y seré conocido en ti cuando te juzgue. Tú sabrás que yo, Jehovah, he oído todas las infamias que proferiste contra los montes de Israel, diciendo: ‘¡Son desolados y a nosotros nos son entregados como comida!’ Con vuestra boca os habéis engrandecido contra mí, y contra mí os habéis insolentado. Y yo he oído vuestras palabras." Así ha dicho el Señor Jehovah: "Cuando toda la tierra se regocije, yo te haré una desolación. Como te regocijaste porque fue desolada la heredad de la casa de Israel, así te haré a ti. Tú, oh monte Seír con toda Edom, serás una desolación. Y sabrán que yo soy Jehovah. "Pero tú, oh hijo de hombre, profetiza acerca de los montes de Israel, y di: ¡Oh montes de Israel, oíd la palabra de Jehovah! Así ha dicho el Señor Jehovah: Por cuanto el enemigo dijo de vosotros: ‘¡Bravo! ¡También estas alturas eternas nos han sido dadas por heredad!’, por eso, profetiza y di que así ha dicho el Señor Jehovah: Por cuanto os desolaron y os aplastaron por todos lados, para que fueseis hechos heredad de las demás naciones, de modo que se os puso como objeto de habladuría y calumnia ante los pueblos; por eso, oh montes de Israel, oíd la palabra del Señor Jehovah. Así ha dicho el Señor Jehovah a los montes y a las colinas, a las quebradas y a los valles, a las ruinas desoladas y a las ciudades abandonadas que fueron expuestas al saqueo y al escarnio ante el resto de las naciones que están alrededor." Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: "Ciertamente en el fuego de mi celo he hablado contra el resto de las naciones y contra todo Edom, quienes en medio del regocijo de todo corazón y con despecho del alma, se dieron a sí mismos mi tierra como heredad, para que su campo fuese expuesto al pillaje. Por tanto, profetiza acerca de la tierra de Israel y di a los montes y a las colinas, a las quebradas y a los valles, que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, en mi celo y en mi furor he hablado, porque habéis cargado con la afrenta de las naciones. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah, yo he alzado mi mano jurando que las naciones que están a vuestro alrededor han de cargar con su afrenta.’ "Pero vosotros, oh montes de Israel, daréis vuestras ramas y produciréis vuestro fruto para mi pueblo Israel, porque ellos están a punto de venir. Porque he aquí, yo estoy a favor de vosotros; me volveré a vosotros, y seréis cultivados y sembrados. Multiplicaré sobre vosotros los hombres, a toda la casa de Israel, a toda ella. Las ciudades serán habitadas, y las ruinas serán reconstruidas. Multiplicaré sobre vosotros a hombres y animales; se multiplicarán y fructificarán. Os haré habitar como solíais en el pasado; os haré mejores que en vuestros comienzos. Y sabréis que yo soy Jehovah. Sobre vosotros haré que transiten hombres, los de mi pueblo Israel. Os tomarán en posesión, y vosotros seréis su heredad. Nunca más les volveréis a privar de sus hijos." Así ha dicho el Señor Jehovah: "Por cuanto te dicen: ‘Tú devoras hombres y privas de hijos a tu nación’, por tanto, no devorarás más a los hombres, ni nunca más privarás de hijos a tu nación, dice el Señor Jehovah. Nunca más te haré oír la afrenta de las naciones, ni llevarás más el oprobio de los pueblos, ni privarás de hijos a tu nación," dice el Señor Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, cuando la casa de Israel habitaba en su tierra, la contaminaban con su conducta y sus obras. Su conducta delante de mí fue como la inmundicia de una mujer menstruosa. Y yo derramé mi ira sobre ellos, por la sangre que derramaron sobre la tierra y porque la contaminaron con sus ídolos. Los dispersé por las naciones, y fueron esparcidos por los países. Los juzgué conforme a su conducta y a sus obras. Pero cuando llegaron a las naciones a donde fueron, profanaron mi santo nombre cuando se decía de ellos: ‘¡Estos son el pueblo de Jehovah, pero de la tierra de él han salido!’ He tenido dolor al ver mi santo nombre profanado por la casa de Israel en las naciones adonde fueron. Por tanto, di a la casa de Israel que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘Yo no lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, al cual habéis profanado en las naciones adonde habéis llegado. Yo mostraré la santidad de mi gran nombre que fue profanado en las naciones, en medio de las cuales vosotros lo profanasteis. Y sabrán las naciones que soy Jehovah, cuando yo muestre mi santidad en vosotros a vista de ellos’, dice el Señor Jehovah. "Yo, pues, os tomaré de las naciones y os reuniré de todos los países, y os traeré a vuestra propia tierra. Entonces esparciré sobre vosotros agua pura, y seréis purificados de todas vuestras impurezas. Os purificaré de todos vuestros ídolos. Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré mi Espíritu dentro de vosotros y haré que andéis según mis leyes, que guardéis mis decretos y que los pongáis por obra. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios. Os libraré de todas vuestras impurezas. Llamaré al trigo y lo multiplicaré, y no os someteré más al hambre. Multiplicaré, asimismo, el fruto de los árboles y el producto de los campos, para que nunca más recibáis afrenta entre las naciones, por causa del hambre. Entonces os acordaréis de vuestros malos caminos y de vuestros hechos que no fueron buenos, y os detestaréis a vosotros mismos por vuestras iniquidades y por vuestras abominaciones. No es por causa de vosotros que hago esto; sabedlo bien, dice el Señor Jehovah. ¡Avergonzaos y cubríos de afrenta a causa de vuestros caminos, oh casa de Israel!" Así ha dicho el Señor Jehovah: "El día en que yo os purifique de todas vuestras iniquidades, haré también que sean habitadas las ciudades y que sean reconstruidas las ruinas. La tierra desolada será cultivada, en contraste con haber estado desolada ante los ojos de todos los que pasaban. Y dirán: ‘Esta tierra que estaba desolada ha venido a ser como el jardín de Edén, y estas ciudades que estaban destruidas, desoladas y arruinadas ahora están fortificadas y habitadas.’ Entonces las naciones que fueron dejadas en vuestros alrededores sabrán que yo, Jehovah, he reconstruido las ciudades arruinadas y he plantado la tierra desolada. Yo, Jehovah, he hablado y lo haré." Así ha dicho el Señor Jehovah: "Aún he de ser buscado por la casa de Israel para hacerles esto: Multiplicaré los hombres como los rebaños. Como las ovejas consagradas, como las ovejas de Jerusalén en sus festividades, así las ciudades desiertas estarán llenas de rebaños de hombres. Y sabrán que yo soy Jehovah." La mano de Jehovah vino sobre mí; me llevó fuera por el Espíritu de Jehovah y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Me hizo pasar junto y alrededor de ellos, y he aquí que eran muchísimos sobre la superficie del valle. Y he aquí que estaban muy secos. Entonces me preguntó: —Oh hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y respondí: —Oh Señor Jehovah, tú lo sabes. Entonces me dijo: —Profetiza a estos huesos y diles: "Huesos secos, oíd la palabra de Jehovah. Así ha dicho el Señor Jehovah a estos huesos: ‘He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Pondré tendones sobre vosotros, haré subir carne sobre vosotros, os cubriré de piel y pondré espíritu en vosotros; y viviréis. Y sabréis que yo soy Jehovah.’" Profeticé, pues, como se me ordenó; y mientras yo profetizaba, hubo un ruido. Y he aquí un temblor, y los huesos se juntaron, cada hueso con su hueso. Miré, y he aquí que subían sobre ellos tendones y carne, y la piel se extendió encima de ellos. Pero no había espíritu en ellos. Entonces me dijo: —Profetiza al espíritu. Profetiza, oh hijo de hombre, y di al espíritu que así ha dicho el Señor Jehovah: "Oh espíritu, ven desde los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, para que vivan." Profeticé como me había mandado, y el espíritu entró en ellos, y cobraron vida. Y se pusieron de pie: ¡un ejército grande en extremo! Luego me dijo: —Oh hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. He aquí que ellos dicen: "Nuestros huesos se han secado. Se ha perdido nuestra esperanza. Somos del todo destruidos." Por tanto, profetiza y diles que así ha dicho el Señor Jehovah: "He aquí, oh pueblo mío, yo abriré vuestros sepulcros. Os haré subir de vuestros sepulcros y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que soy Jehovah, cuando yo abra vuestros sepulcros y os haga subir de vuestros sepulcros, oh pueblo mío. Pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis. Os colocaré en vuestra propia tierra, y sabréis que yo, Jehovah, lo dije y lo hice," dice Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Tú, oh hijo de hombre, toma una vara y escribe sobre ella: ‘Para Judá y los hijos de Israel, sus compañeros.’ Toma después otra vara y escribe sobre ella: ‘Para José (vara de Efraín) y toda la casa de Israel, sus compañeros.’ Luego únelas, la una con la otra, para que sean una sola; y serán una sola en tu mano. Y cuando los hijos de tu pueblo te pregunten: ‘¿No nos enseñarás qué significan para ti estas cosas?’, les dirás que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, yo tomo la vara de José (que está en la mano de Efraín) y las tribus de Israel, sus compañeros, y la pondré junto con la vara de Judá. Los haré una sola vara, y serán una sola en mi mano.’ "Las varas sobre las cuales escribas estarán en tu mano, ante la vista de ellos. Y les dirás que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, yo tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron; los reuniré de todas partes, y los traeré a su propia tierra. Haré de ellos una sola nación en la tierra, en los montes de Israel, y todos ellos tendrán un solo rey. Nunca más serán dos naciones, ni nunca más estarán divididos en dos reinos. No se volverán a contaminar con sus ídolos, ni con sus cosas detestables, ni con ninguna de sus transgresiones. Yo los salvaré de todas sus rebeliones con que han pecado, y los purificaré. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. "‘Mi siervo David será rey sobre ellos, y habrá un solo pastor para todos ellos. Andarán según mis decretos; guardarán mis estatutos y los pondrán por obra. Habitarán en la tierra que di a mi siervo, a Jacob, en la cual habitaron vuestros padres. En ella habitarán para siempre, ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos. Y mi siervo David será su gobernante para siempre. Haré con ellos un pacto de paz; será un pacto eterno con ellos. Los multiplicaré y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Mi tabernáculo estará junto a ellos; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre, sabrán las naciones que yo, Jehovah, santifico a Israel.’" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo: "Oh hijo de hombre, pon tu rostro hacia la tierra de Magog, contra Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal. Profetiza contra él, y di que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, yo estoy contra ti, oh Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal. Te haré dar vuelta y pondré ganchos en tus quijadas. Te sacaré a ti y a todo tu ejército—caballos y jinetes, todos vestidos a la perfección—, una gran multitud con escudos y defensas, llevando todos ellos espadas. Persia, Etiopía y Libia estarán con ellos; todos ellos con escudos y cascos. Estarán contigo Gomer y todas sus tropas; Bet-togarma, de los confines del norte, con todas sus tropas, y muchos otros pueblos. Alístate y prepárate, tú con toda la multitud que se te ha congregado, y sé tú su guarda. De aquí a muchos días serás convocado. Al cabo de años vendrás a la tierra restaurada de la espada y recogida de entre muchos pueblos, contra los montes de Israel, que continuamente han sido objeto de destrucción. Sus habitantes han sido sacados de entre las naciones, y todos ellos habitan confiadamente. Tú subirás; vendrás como una tempestad y serás como una nube que cubre la tierra, tú con todas tus tropas, y muchos pueblos contigo.’" Así ha dicho el Señor Jehovah: "En aquel día sucederá que subirán palabras a tu corazón, y concebirás un plan malvado. Dirás: ‘Subiré contra una tierra indefensa; iré a un pueblo tranquilo que habita confiadamente. Todos ellos habitan sin murallas, y no tienen cerrojos ni puertas.’ Esto será para tomar botín y para hacer saqueo, para volver tu mano contra las ruinas que han vuelto a ser habitadas, contra el pueblo que ha sido recogido de entre las naciones, el cual se hace de ganado y de posesiones, y habita en el centro de la tierra. Saba, Dedán, los mercaderes de Tarsis y todas sus aldeas te preguntarán: ‘¿Has venido para tomar botín? ¿Has reunido tu multitud para hacer saqueo, para llevarte la plata y el oro, para tomar el ganado y las posesiones, para tomar un gran botín?’ "Por tanto, oh hijo de hombre, profetiza y di a Gog que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘En aquel día, cuando mi pueblo Israel habite confiadamente, ¿no lo sabrás tú? Vendrás de tu lugar, de los confines del norte, tú y muchos pueblos contigo, todos a caballo, una gran multitud, un numeroso ejército. Y subirás contra mi pueblo Israel como nube para cubrir la tierra. Ocurrirá en los postreros días. Yo te traeré contra mi tierra para que las naciones me conozcan cuando yo muestre mi santidad en ti, oh Gog, ante su vista.’" Así ha dicho el Señor Jehovah: "¿Eres tú aquel de quien hablé en los días del pasado por medio de mis siervos los profetas de Israel, quienes en aquellos días y años profetizaron que yo te habría de traer contra ellos? "Ocurrirá en aquel día, cuando Gog venga contra la tierra de Israel, dice el Señor Jehovah, que estallará mi ira en mi rostro. Porque en mi celo y en el fuego de mi indignación digo que en aquel día habrá un gran terremoto en la tierra de Israel. Y temblarán ante mi presencia los peces del mar, las aves del cielo, los animales del campo, todo reptil que se desplaza sobre la tierra y todos los hombres que están sobre la faz de la tierra. Los montes serán destruidos, y caerán los declives; toda muralla caerá a tierra. En todos mis montes llamaré a la espada contra Gog, dice el Señor Jehovah. Y la espada de cada uno estará contra su hermano. Con peste y con sangre entraré en juicio contra él. Sobre él, sobre sus tropas y sobre los muchos pueblos que están con él haré caer lluvia torrencial, piedras de granizo, fuego y azufre. Mostraré mi grandeza y mi santidad. Así me daré a conocer ante los ojos de muchas naciones. Y sabrán que yo soy Jehovah. "Tú, pues, oh hijo de hombre, profetiza contra Gog y di que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘He aquí, yo estoy contra ti, oh Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal. Te haré dar vuelta y te conduciré. Te haré subir desde los confines del norte y te traeré a los montes de Israel. Romperé tu arco en tu mano izquierda y haré que caigan las flechas de tu mano derecha. Sobre los montes de Israel caerás tú con todas tus tropas y los pueblos que están contigo. Te he dado por comida a las aves de rapiña, a las aves de toda especie y a los animales del campo. Sobre la superficie del campo caerás, porque yo he hablado, dice el Señor Jehovah.’ "Enviaré fuego sobre Magog y sobre los que habitan con seguridad en las costas. Y sabrán que yo soy Jehovah. Daré a conocer mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, y nunca más permitiré que mi santo nombre sea profanado. Y sabrán las naciones que yo soy Jehovah, el Santo de Israel "¡He aquí que viene y se cumplirá!, dice el Señor Jehovah. Este es el día del cual he hablado. Entonces saldrán los habitantes de las ciudades de Israel, y encenderán fuego y harán arder las armas: los escudos y las defensas, los arcos y las flechas, las jabalinas y las lanzas. Y con ellas harán fuego durante siete años; no recogerán leña del campo ni la cortarán de los bosques, sino que prenderán el fuego con las armas. Así despojarán a los que los despojaron, y saquearán a los que los saquearon, dice el Señor Jehovah. "Sucederá en aquel día que yo daré a Gog un lugar para sepultura allí en Israel, en el valle de los viajeros, al oriente del mar, y obstruirán el paso de los viajeros. Allí sepultarán a Gog y a su multitud, y lo llamarán valle de Hamón-gog. Y la casa de Israel los estará enterrando durante siete meses, para purificar la tierra. Todo el pueblo de la tierra los enterrará; para ellos será célebre el día en que yo me glorifique, dice el Señor Jehovah. Apartarán gente para atravesar constantemente la tierra y sepultar a los que pasaron y que han quedado sobre la faz de la tierra, a fin de purificarla. Al cabo de siete meses harán el reconocimiento. Pasarán los que vayan por la tierra, y el que vea el hueso de algún hombre levantará junto a él una señal hasta que los sepultureros los sepulten en el valle de Hamón-gog. El nombre de la ciudad también será Hamonah. Así purificarán la tierra. "Y tú, oh hijo de hombre, así ha dicho el Señor Jehovah, di a las aves de rapiña, a las aves de toda especie y a los animales del campo: ‘¡Juntaos y venid! Reuníos de todas partes al sacrificio que hago para vosotros: un gran sacrificio sobre los montes de Israel. Comeréis carne y beberéis sangre. Comeréis la carne de los poderosos y beberéis la sangre de los gobernantes de la tierra, de carneros, de corderos, de machos cabríos y de toros, todos ellos engordados en Basán. Comeréis sebo hasta hartaros, y beberéis la sangre del sacrificio que he hecho para vosotros, hasta embriagaros. En mi mesa os saciaréis de caballos y de jinetes, de valientes y de todos los hombres de guerra’, dice el Señor Jehovah. "Entonces pondré mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán mi juicio que habré hecho y mi poderío que habré impuesto sobre ellas. De aquel día en adelante sabrá la casa de Israel que yo soy Jehovah su Dios. Las naciones sabrán también que la casa de Israel fue llevada cautiva por causa de su pecado. Porque se rebelaron contra mí, yo escondí de ellos mi rostro y los entregué en mano de sus enemigos; y todos ellos cayeron a espada. Hice con ellos de acuerdo con su impureza y sus transgresiones, y escondí de ellos mi rostro." Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: "Ahora restauraré de la cautividad a Jacob. Tendré misericordia de toda la casa de Israel, y mostraré mi celo por mi santo nombre. Olvidarán su afrenta y toda la infidelidad con que fueron infieles contra mí, cuando habiten en su tierra en seguridad y no haya quien los espante; cuando yo los haya hecho volver de los pueblos, los haya reunido de las tierras de sus enemigos, y haya mostrado mi santidad en ellos a vista de muchas naciones. Y sabrán que soy Jehovah su Dios, cuando yo los lleve cautivos entre las naciones y cuando los reúna sobre su tierra sin dejar allá a ninguno de ellos. No esconderé más de ellos mi rostro, porque habré derramado mi Espíritu sobre la casa de Israel," dice el Señor Jehovah. En el año 25 de nuestra cautividad, al comienzo del año, en el día 10 del mes primero, catorce años después que había caído Jerusalén, en ese mismo día vino sobre mí la mano de Jehovah y me llevó allá. En visiones de Dios me llevó a la tierra de Israel y me puso sobre un monte muy alto en el cual, al lado sur, había algo como una estructura de ciudad. Me llevó allá, y he allí un hombre cuyo aspecto era como el aspecto del bronce. Tenía en su mano un cordel de lino y una caña de medir, y estaba de pie junto a la puerta. Aquel hombre me dijo: "Oh hijo de hombre, mira con tus ojos, oye con tus oídos y presta atención a todas las cosas que te mostraré, porque para que yo te las muestre has sido traído aquí. Declara todo lo que ves a la casa de Israel." He aquí que por fuera y alrededor del templo había un muro. En la mano del hombre había una caña para medir, la cual tenía 6 codos (de un codo regular más un palmo menor). Entonces midió el espesor de la estructura, la cual tenía una caña, y su altura, la cual era también de una caña. Después fue a la puerta que daba al oriente, subió por sus gradas y midió el umbral de la puerta, el cual tenía una caña de ancho. El otro umbral también tenía una caña de ancho. Cada celda tenía una caña de largo por una caña de ancho. Entre las celdas había una separación de 5 codos, y el umbral de la puerta que daba al vestíbulo, por el lado interior de la puerta, medía una caña. Asimismo, midió el vestíbulo de la puerta, el cual tenía 8 codos, y sus pilastras tenían 2 codos cada una. El vestíbulo de la puerta estaba hacia adentro. Las celdas de la puerta que daba al oriente eran tres en un lado, y tres en el otro lado, todas de la misma medida. También tenían la misma medida las pilastras de cada lado. Midió el ancho de la entrada de la puerta, el cual era de 10 codos. El largo del umbral era de 13 codos. El espacio delante de las celdas era de un codo a un lado, y de un codo al otro lado. Cada celda tenía 6 codos por un lado y 6 codos por el otro lado. Midió en la puerta desde el fondo de una celda hasta el fondo de la celda opuesta: 25 codos. Una entrada estaba frente a la otra. También midió las pilastras, las cuales tenían 60 codos. El atrio junto a la puerta también tenía pilastras alrededor. Desde la fachada exterior de la puerta hasta el frente del vestíbulo interior de la puerta había 50 codos. Había ventanas anchas por dentro y angostas por fuera, que daban hacia las celdas en el interior y alrededor de la puerta. Asimismo, su vestíbulo tenía ventanas alrededor y hacia el interior. Y en cada pilastra había decoraciones de palmeras. Luego me llevó al atrio exterior, y he aquí que había cámaras; y el atrio alrededor tenía un enlosado. Alrededor de aquel atrio, y dando hacia el enlosado, había treinta cámaras. El enlosado inferior de junto a las puertas correspondía a la longitud de las puertas. Midió el ancho desde el frente de la puerta inferior hasta el frente exterior del atrio interior, y tenía codos. Así como en el norte era en el oriente. Luego midió el largo y el ancho de la puerta que daba al norte del atrio exterior. Tenía tres celdas en un lado y tres en el otro lado. Sus pilastras y su vestíbulo tenían las mismas medidas que la primera puerta: 50 codos de largo por 25 codos de ancho. Sus ventanas, sus vestíbulos y sus decoraciones de palmeras eran de las mismas dimensiones que las de la puerta que daba al oriente. Se subía a ella por siete gradas, delante de las cuales estaba el vestíbulo. En frente de la puerta del norte, así como de la del este, había una puerta que daba al atrio interior. El midió de puerta a puerta, y había 100 codos. Luego me condujo hacia el sur, y he aquí que había otra puerta que daba al sur. Midió sus pilastras y sus vestíbulos; eran como aquellas medidas. La puerta y los vestíbulos tenían ventanas alrededor, así como aquellas ventanas. Tenía 50 codos de largo por 25 codos de ancho. Se subía a ella por siete gradas, delante de las cuales estaba el vestíbulo. Tenía decoraciones de palmeras sobre sus pilastras, tanto en un lado como en el otro lado. También había en el atrio interior una puerta que daba al sur. Midió de puerta a puerta, hacia el sur, y había 100 codos. Luego me llevó por la puerta del sur al atrio interior, y midió la puerta del sur; eran como aquellas medidas. Sus celdas, sus pilastras y sus vestíbulos tenían aquellas mismas medidas. La puerta y los vestíbulos tenían ventanas alrededor. Tenía 50 codos de largo por 25 codos de ancho. Alrededor había vestíbulos de 25 codos de largo y 5 codos de ancho. Sus vestíbulos daban al atrio exterior, y tenían decoraciones de palmeras sobre sus pilastras. Y ocho gradas daban acceso a ellos. Luego me llevó al lado oriental, al atrio interior, y midió la puerta; era como aquellas medidas. Sus celdas, sus pilastras y sus vestíbulos tenían aquellas mismas medidas. La puerta y los vestíbulos tenían ventanas alrededor. Tenía 50 codos de largo y 25 codos de ancho. Sus vestíbulos daban al atrio exterior, y en ambos lados tenían decoraciones de palmeras sobre sus pilastras. Y ocho gradas daban acceso a ellos. Luego me llevó a la puerta del norte y midió, conforme a aquellas mismas medidas, sus celdas, sus pilastras y sus vestíbulos. La puerta tenía ventanas alrededor. Tenía 50 codos de largo y Sus vestíbulos daban al atrio exterior, y en ambos lados tenían decoraciones de palmeras sobre sus pilastras. Y ocho gradas daban acceso a ellos. Había una cámara cuya entrada daba al vestíbulo de la puerta. Allí lavaban el holocausto. En el vestíbulo de la puerta había dos mesas en un lado y otras dos en el otro lado, para degollar sobre ellas el holocausto, la víctima por el pecado y la víctima por la culpa. En el lado de fuera, conforme uno sube a la entrada de la puerta del norte, había dos mesas; y al otro lado, que daba a la entrada de la puerta, había otras dos mesas. Había cuatro mesas en un lado y cuatro en el otro, es decir, al lado de la puerta había ocho mesas sobre las cuales degollaban las víctimas. Las cuatro mesas para el holocausto eran de piedra labrada, de un codo y medio de largo y un codo y medio de ancho y un codo de alto. Sobre ellas colocaban los instrumentos con que degollaban las víctimas del holocausto y del sacrificio. Los rebordes, de un palmo menor, estaban fijos alrededor de la cámara, y la carne de las ofrendas estaba sobre las mesas. Por fuera de la puerta interior, en el atrio interior, había dos cámaras para los cantores. Una de ellas estaba al lado de la puerta del norte, y su fachada daba al sur. La otra estaba al lado de la puerta del sur, y su fachada daba al norte. Y me dijo: "Esta cámara que da al sur es de los sacerdotes que están a cargo del templo. Y la cámara que da al norte es de los sacerdotes que están a cargo del altar. Estos últimos son los hijos de Sadoc, quienes han sido acercados a Jehovah de entre los hijos de Leví, para servirle." Luego midió el atrio, que era un cuadrado de 100 codos de largo y 100 codos de ancho. Delante del santuario estaba el altar. Luego me llevó al vestíbulo del templo y midió cada pilastra del vestíbulo, 5 codos de un lado y 5 codos del otro lado. El ancho de la puerta era de 3 codos de un lado y de 3 codos del otro lado. El largo del vestíbulo era de 20 codos, y el ancho de 11 codos. Junto a las gradas por las cuales se subía al vestíbulo, había columnas junto a las pilastras, una de un lado y otra del otro lado. Luego me introdujo en el lugar santo y midió las pilastras, que tenían 6 codos de ancho de un lado y 6 codos del otro lado. Tal era el ancho de las pilastras. El ancho de la entrada era de 10 codos; y los lados de la puerta, de 5 codos de un lado y de 5 codos del otro. Midió su largo que era de 40 codos y su ancho de 20 codos. Luego fue al interior y midió cada pilastra de la entrada, las cuales tenían 2 codos. La entrada era de 6 codos, y los lados de la entrada eran de 7 codos. Midió también su largo, de 20 codos, y su ancho, de 20 codos, hacia el lado del lugar santo. Entonces me dijo: "Este es el lugar santísimo." Después midió la pared del templo, la cual tenía 6 codos de espesor. El ancho de los cuartos laterales alrededor del templo era de 4 codos. Los cuartos eran treinta y estaban dispuestos cuarto sobre cuarto en tres niveles. Había salientes en cada pared alrededor del templo, sobre los cuales se apoyaban los cuartos, sin que éstos se apoyaran en la pared misma del edificio. A medida que se subía, la galería superior era más amplia, porque arriba había mayor espacio debido al angostamiento de la pared del edificio. De la galería inferior se subía a la superior por la intermedia. Miré la elevación alrededor de todo el templo: Los cimientos de los cuartos laterales eran de una caña entera de 6 codos de largo. El espesor de la pared exterior de los cuartos era de 5 codos, y quedaba un espacio libre entre los cuartos del templo. Entre las cámaras había un espacio de 20 codos por todos los lados alrededor del templo. Los cuartos tenían dos entradas al espacio libre, situadas una al norte y otra al sur. El ancho del espacio que quedaba era de 5 codos, alrededor de todo. El edificio que estaba al frente del área reservada en el lado occidental tenía 70 codos, y la pared de alrededor del edificio tenía 5 codos de espesor y 90 codos de largo. Midió el templo, y tenía 100 codos de largo. El área reservada y el edificio tenían paredes de 100 codos de largo. El ancho de la fachada del templo y del área reservada era de 100 codos. Midió el largo del edificio que estaba delante del área reservada que había detrás del templo y sus pasillos, tanto a un lado como al otro, y era de 100 codos. También midió la sala interior y el vestíbulo exterior. Los umbrales, las ventanas anchas por dentro y angostas por fuera, y los pasillos alrededor de los tres pisos, frente al umbral, todo alrededor estaba recubierto con madera desde el suelo hasta las ventanas. También las ventanas estaban recubiertas, encima de la entrada y hasta el lugar santísimo. Toda la pared alrededor, tanto por dentro como por fuera, según medidas, estaba decorada con querubines y palmeras. Entre querubín y querubín había una palmera. Cada querubín tenía dos caras: una cara de hombre que miraba hacia un costado de la palmera, y la otra de león que miraba hacia el otro costado de la palmera. Y estaban hechos alrededor de todo el edificio del templo. Desde el suelo hasta encima de la entrada, y por toda la pared del templo, había grabados de querubines y de palmeras. Los postes del lugar santo eran cuadrangulares, y el aspecto de los del frente del lugar santísimo era semejante. El altar de madera tenía 3 codos de alto por 2 codos de largo. Tanto sus esquinas, como su base y sus paredes eran de madera. Y me dijo: "Esta es la mesa que está delante de Jehovah." El lugar santo y el lugar santísimo tenían dos puertas. En cada puerta había dos hojas que giraban; había dos hojas en una puerta y dos hojas en la otra puerta. En las puertas del lugar santo había grabados de querubines y de palmeras, así como los que estaban grabados en las paredes. Sobre la fachada del pórtico, por el lado exterior, había un alero de madera. Había ventanas anchas por dentro y angostas por fuera, y decoraciones de palmeras a uno y otro lado de los costados del vestíbulo, tanto en los cuartos laterales del edificio como en los aleros. Luego me sacó fuera al atrio, hacia el norte, y me llevó a la cámara que estaba frente al área reservada, enfrente del edificio, hacia el norte. Su largo, en el frente de la puerta del norte, era de 100 codos y su ancho de 50 codos. Frente al espacio de 20 codos que había en el atrio interior y frente al enlosado que había en el atrio exterior había unos pasillos, uno frente al otro, en los tres pisos. Delante de las cámaras, hacia la parte de adentro, había un corredor de 10 codos de ancho y de 100 de largo; y sus puertas daban hacia el norte. Las cámaras de más arriba eran más estrechas, porque los pasillos les restaban espacio, más que a las bajas y a las intermedias del edificio. Como estaban dispuestas en tres pisos y no tenían columnas como las columnas de los atrios, por eso eran más angostas que las inferiores y las intermedias. El muro que estaba afuera, enfrente de las cámaras, hacia el atrio exterior y delante de las cámaras, tenía 50 codos de largo. Porque el largo de las cámaras del atrio exterior era de 50 codos, y delante de la fachada del templo había 100 codos. Y debajo de estas cámaras estaba la entrada del lado oriental, para quien entra desde el atrio exterior. A lo largo del muro del atrio, hacia el sur, frente al área reservada y delante del edificio, también había cámaras. El corredor que había delante de ellas era semejante al de las cámaras que estaban hacia el norte, tanto su largo como su ancho y todas sus salidas y entradas. Y semejantes a sus entradas eran las entradas de las cámaras que daban al sur. Había una entrada en el comienzo del corredor, frente al muro correspondiente que daba al oriente, para quien entra en ellas. Me dijo: "Las cámaras del norte y las del sur, que están frente al área reservada, son las cámaras de las cosas sagradas, en las cuales los sacerdotes que se acercan a Jehovah pueden comer de las cosas más sagradas. Allí pondrán las cosas más sagradas—la ofrenda vegetal, el sacrificio por el pecado y el sacrificio por la culpa—; porque el lugar es santo. Cuando los sacerdotes entren, no saldrán del santuario al atrio exterior sin antes dejar allí sus vestiduras con que sirven, porque éstas son santas. Se vestirán con otras vestiduras y así se acercarán a los lugares destinados al pueblo." Luego que acabó de tomar las medidas del interior del templo, me sacó por el camino de la puerta que daba al oriente y lo midió en derredor. Midió el lado oriental con la caña de medir: 500 cañas. Dio la vuelta y midió el lado norte con la caña de medir: 500 cañas. Dio la vuelta y midió el lado sur con la caña de medir: 500 cañas. Dio la vuelta hacia el lado occidental y midió con la caña de medir: 500 cañas. Lo midió por los cuatro lados; tenía alrededor un muro de 500 cañas de largo por 500 cañas de ancho, para hacer separación entre lo santo y lo profano. Luego me condujo a la puerta que da al oriente, y he aquí que la gloria del Dios de Israel venía desde el oriente. Su estruendo era como el estruendo de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria. La visión que vi era como aquella visión que había visto cuando él vino para destruir la ciudad y como la visión que había visto junto al río Quebar. Y caí postrado sobre mi rostro. La gloria de Jehovah entró en el templo por la puerta que da al oriente. Entonces el Espíritu me levantó y me introdujo al atrio interior. Y he aquí que la gloria de Jehovah llenó el templo. Entonces oí a alguien que me hablaba desde el templo, mientras un hombre estaba de pie junto a mí. Y me dijo: "Oh hijo de hombre, éste es el lugar de mi trono, el lugar de las plantas de mis pies, en el cual habitaré en medio de los hijos de Israel para siempre. Nunca más la casa de Israel, ni ellos ni sus reyes, profanarán mi santo nombre con sus prostituciones ni con los cadáveres de sus reyes, cuando éstos mueran, poniendo su umbral junto a mi umbral y sus postes junto a mis postes. Pues habiendo tan sólo una pared entre yo y ellos, contaminaron mi santo nombre con las abominaciones que hicieron, por lo cual los consumí en mi furor. Ahora, que alejen de mí su prostitución y los cadáveres de sus reyes, y yo habitaré en medio de ellos para siempre. "Y tú, oh hijo de hombre, declara a los de la casa de Israel lo concerniente al templo, y que tomen nota de las dimensiones de su plano, para que se avergüencen de sus pecados. Y si han sido afrentados por causa de todo lo que han hecho, hazles entender los detalles del templo: su disposición, sus salidas, sus entradas y todos sus detalles. Escribe ante su vista todos sus estatutos, todos sus detalles y todas sus instrucciones, para que guarden todos sus detalles y todos sus estatutos y que los pongan por obra. Estas son las instrucciones acerca del templo: Sobre la cumbre del monte, toda el área alrededor será santísima. He aquí, éstas son las instrucciones acerca del templo. "Estas son las medidas del altar en codos (de un codo regular más un palmo menor). Su base será de un codo de alto y de un codo de ancho. La moldura de su borde alrededor será de un palmo. Así será la base del altar. Desde la base sobre el suelo hasta el zócalo inferior tiene 2 codos, y el ancho es de un codo. Desde el zócalo pequeño hasta el zócalo grande hay 4 codos, y el ancho es de un codo. El ara es de 4 codos de alto, y sobre el ara hay cuatro cuernos. El ara tiene 12 codos de largo por 12 codos de ancho. Es un cuadrado con los cuatro lados iguales. El zócalo grande es de 14 codos de largo por 14 codos de ancho en sus cuatro lados, y su moldura alrededor es de medio codo. La base es de un codo por todos lados, y sus gradas dan al oriente." Luego me dijo: "Oh hijo de hombre, así ha dicho el Señor Jehovah, éstos son los estatutos del altar para el día en que sea hecho a fin de ofrecer el holocausto sobre él y esparcir sobre él la sangre. A los sacerdotes levitas que son de la descendencia de Sadoc, que se acercan a mí para servirme, darás un novillo para el sacrificio por el pecado. Tomarás parte de su sangre y la pondrás sobre los cuatro cuernos del altar, en las cuatro esquinas del zócalo y alrededor de la moldura. Así lo purificarás del pecado y harás expiación por él. Tomarás luego el novillo para el sacrificio por el pecado y lo quemarás en un lugar destinado para el uso del templo, fuera del santuario. "En el segundo día ofrecerás un macho cabrío sin defecto como sacrificio por el pecado, y purificarán del pecado el altar como lo purificaron con el novillo. Cuando acabes de purificarlo, ofrecerás un novillo sin defecto; y del rebaño, un carnero sin defecto. Los ofrecerás delante de Jehovah. Los sacerdotes echarán sal sobre ellos, y los ofrecerán en holocausto a Jehovah. "Durante siete días ofrecerás un macho cabrío cada día, como sacrificio por el pecado. Asimismo, será sacrificado el novillo; y del rebaño, un carnero sin defecto. Durante siete días harán expiación por el altar y lo purificarán; así lo consagrarán. Acabados estos días, a partir del octavo día, los sacerdotes podrán ofrecer sobre el altar vuestros holocaustos y vuestros sacrificios de paz; y me seréis aceptos," dice el Señor Jehovah. Luego me hizo volver hacia la puerta exterior del santuario, la cual da al oriente, y estaba cerrada. Entonces Jehovah me dijo: "Esta puerta ha de permanecer cerrada. No será abierta, ni nadie entrará por ella, porque Jehovah Dios de Israel ha entrado por ella. Por eso permanecerá cerrada. Pero el gobernante, porque es gobernante, se sentará allí para comer pan en la presencia de Jehovah. Entrará por la vía del vestíbulo de la puerta, y saldrá por la misma vía." Luego me llevó por la vía de la puerta del norte, hacia el frente del templo. Entonces miré, y he aquí que la gloria de Jehovah había llenado la casa de Jehovah. Caí postrado sobre mi rostro, y Jehovah me dijo: "Oh hijo de hombre, fíjate bien; mira con tus ojos y oye con tus oídos todo lo que yo hablo contigo sobre todos los estatutos de la casa de Jehovah y sobre todas sus leyes. Fíjate bien en quiénes han de ser admitidos en el templo, y en todos los que han de ser excluidos del santuario. Dirás a los rebeldes, a la casa de Israel, que así ha dicho el Señor Jehovah: ‘¡Basta ya de todas vuestras abominaciones, oh casa de Israel! Basta de haber traído extranjeros incircuncisos de corazón e incircuncisos de carne, para estar en mi santuario y profanar mi templo, ofreciendo mi pan—el sebo y la sangre— e invalidando mi pacto con todas vuestras abominaciones. No habéis guardado las ordenanzas respecto de mis cosas sagradas, sino que habéis puesto extranjeros para guardar las ordenanzas de mi santuario a vuestro gusto. Así ha dicho el Señor Jehovah: Ningún extranjero, incircunciso de corazón e incircunciso de carne, de todos los extranjeros que están entre los hijos de Israel, entrará en mi santuario.’ "Los levitas que se alejaron de mí, mientras Israel anduvo errante lejos de mí, y fueron en pos de sus ídolos, cargarán con su castigo y estarán en mi santuario como servidores, encargados de las puertas del templo y sirviendo en el templo. Ellos degollarán el holocausto y el sacrificio por el pueblo, y estarán de pie delante de los sacerdotes para servirles. Debido a que les sirvieron delante de sus ídolos y llegaron a ser un tropiezo de iniquidad para la casa de Israel, por eso he alzado mi mano contra ellos jurando que cargarán con su castigo, dice el Señor Jehovah. No se acercarán a mí para serme sacerdotes, ni se acercarán a ninguna de mis cosas sagradas ni a las muy sagradas, sino que cargarán con su afrenta y con las abominaciones que cometieron. Pero los pondré a cargo de las tareas del templo, en todo su servicio y en todo lo que se ha de hacer allí. "Sin embargo, los sacerdotes levitas, los hijos de Sadoc que cumplieron con mi ordenanza relativa a mi santuario, cuando los hijos de Israel se desviaron de mí, ellos sí se acercarán a mí para servirme y estarán de pie delante de mí para ofrecerme el sebo y la sangre, dice el Señor Jehovah. Ellos sí entrarán en mi santuario y se acercarán a mi mesa para servirme, y cumplirán con mi ordenanza. "Sucederá que cuando entren por las puertas del atrio interior, se vestirán con vestiduras de lino. Cuando sirvan en las puertas del atrio interior y dentro del templo, no se cubrirán con tela de lana. Tendrán turbantes de lino sobre sus cabezas y pantalones de lino sobre sus lomos. No se ceñirán nada que les haga sudar. Cuando salgan al pueblo, al atrio exterior, se quitarán las vestiduras con que habían servido y las dejarán en las cámaras del santuario. Luego se vestirán con otras vestiduras, no sea que con sus vestiduras transmitan santidad al pueblo. "No se raparán sus cabezas ni se dejarán crecer el cabello; solamente lo recortarán. "Ninguno de los sacerdotes beberá vino cuando haya de entrar en el atrio interior. "No tomarán por esposa una viuda, ni una divorciada, sino sólo vírgenes de la descendencia de la casa de Israel, o una viuda que sea viuda de un sacerdote. "Enseñarán a mi pueblo a discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo impuro y lo puro. "Ellos estarán para juzgar en los pleitos. Conforme a mis juicios los juzgarán. "Guardarán mis instrucciones y mis estatutos en todas mis festividades, y santificarán mis sábados. "No entrarán donde haya alguna persona muerta, de modo que se contaminen. Pero se les permite contaminarse por causa de padre, madre, hijo, hija, hermano o hermana que no haya tenido marido. Pero después de su purificación le contarán siete días. El día que entre al santuario, al atrio interior, para servir en el santuario, ofrecerá su sacrificio por el pecado, dice el Señor Jehovah. "Habrá para ellos una heredad: Yo soy su heredad. No les daréis posesión en Israel: Yo soy su posesión. Comerán de la ofrenda vegetal, del sacrificio por el pecado y del sacrificio por la culpa. Todo lo que sea dedicado en Israel será para ellos. Para los sacerdotes será lo mejor de todas las primicias de todo, y toda ofrenda alzada de todo lo que se ofrezca de todas vuestras ofrendas. Asimismo, daréis a los sacerdotes las primicias de vuestras masas, para hacer reposar la bendición en vuestras casas. "Los sacerdotes no comerán ningún animal mortecino ni despedazado, tanto de aves como de cuadrúpedos. "Cuando repartáis la tierra por sorteo para que se la tome en posesión, apartaréis para Jehovah una parte de la tierra, la cual será considerada santa. Será de 25.000 de largo por 20.000 de ancho. Esta será sagrada en toda su área alrededor. De esto habrá para el santuario un cuadrado de 500 por 500 y habrá un campo alrededor de 50 codos. De esta área medirás un área de 25.000 de largo y de 10.000 de ancho, y allí estará el santuario, el lugar santísimo. Esta será la porción de la tierra consagrada para los sacerdotes que sirven en el santuario, que se acercan para servir a Jehovah. Les será lugar para sus casas y lugar consagrado para el santuario. Asimismo, habrá un área de 25.000 de largo por 10.000 de ancho para los levitas que sirven en el templo, como posesión para ciudades en que habitar. "Y para posesión de la ciudad, daréis un área de 5.000 de ancho por 25.000 de largo, junto a lo que se apartó para el santuario. Esto corresponderá a toda la casa de Israel. "La parte del gobernante estará a un lado y al otro de lo que se apartó para el santuario y de la posesión de la ciudad, a lo largo de lo que se apartó para el santuario y frente a la posesión de la ciudad. Su longitud corresponderá a una de las porciones, desde su extremo occidental hasta el extremo oriental, y desde el límite occidental hasta el límite oriental. Esta tierra será su posesión en Israel, y mis gobernantes nunca más oprimirán a mi pueblo. "El resto de la tierra lo darán a la casa de Israel según sus tribus." Así ha dicho el Señor Jehovah: "¡Basta, oh gobernantes de Israel! Apartad la violencia y la destrucción; actuad según el derecho y la justicia; dejad de expulsar de sus propiedades a mi pueblo, dice el Señor Jehovah. "Tendréis balanzas justas, efa justo y bato justo. El efa y el bato tendrán la misma capacidad. Un bato debe contener la décima parte de un homer, y un efa la décima parte del homer. El patrón de medida será el homer. "El siclo será de 20 geras. Para vosotros 20 siclos más 25 siclos más 15 siclos equivaldrán a una mina. "Esta será la ofrenda alzada que ofreceréis: la sexta parte de un efa por cada homer de trigo, y la sexta parte de un efa por cada homer de cebada. "Lo prescrito con respecto al aceite es que ofrezcáis la décima parte de un bato de aceite por cada coro. Un homer equivale a 10 batos (pues diez batos son un homer). "De un rebaño de 200 corderos, de los bien regados pastos de Israel, se dará uno para ofrenda, para holocausto y para ofrendas de paz, a fin de hacer expiación por ellos, dice el Señor Jehovah. Todo el pueblo de la tierra en Israel estará obligado a entregar esta ofrenda alzada al gobernante. Pero el gobernante deberá proveer para el holocausto, la ofrenda vegetal y la libación, en las fiestas, en las lunas nuevas, en los sábados y en todas las festividades de la casa de Israel. El proveerá el holocausto, la ofrenda vegetal y los sacrificios de paz para hacer expiación por la casa de Israel." Así ha dicho el Señor Jehovah: "En el primer día del mes primero tomarás un novillo sin defecto, y purificarás el santuario. El sacerdote tomará parte de la sangre del sacrificio por el pecado y la pondrá sobre los postes del templo, sobre las cuatro esquinas del zócalo del altar y sobre los postes de las puertas del atrio interior. Lo mismo harás el séptimo día del mes por los que hayan pecado, ya sea por inadvertencia o por ignorancia, y harás expiación por el templo. "El día 14 del mes primero tendréis la Pascua, fiesta de siete días, y se comerá panes sin levadura. Aquel día el gobernante proveerá, por sí mismo y por todo el pueblo de la tierra, un novillo como ofrenda por el pecado. En cada uno de los siete días de la fiesta proveerá para holocaustos a Jehovah siete novillos y siete carneros, sin defecto, y un macho cabrío cada día, para sacrificio por el pecado. Proveerá como ofrenda vegetal un efa por cada novillo; y por cada carnero, también un efa. Y por cada efa, un hin de aceite. "En el día 15 del mes séptimo, en la fiesta, él proveerá, como en esos siete días, para el sacrificio por el pecado, para el holocausto, para la ofrenda vegetal y para el aceite." Así ha dicho el Señor Jehovah: "La puerta del atrio interior que da al oriente estará cerrada los seis días de trabajo. Pero será abierta el día de sábado, y también será abierta el día de luna nueva. El gobernante entrará desde afuera por el vestíbulo de la puerta y se pondrá de pie junto a los postes de la puerta, mientras los sacerdotes presentan su holocausto y sus sacrificios de paz. Se postrará sobre el umbral de la puerta, y luego saldrá; pero la puerta no será cerrada sino hasta el anochecer. Asimismo, el pueblo de la tierra se postrará delante de Jehovah a la entrada de la puerta, tanto en los sábados como en las lunas nuevas. "El holocausto que ofrecerá el gobernante a Jehovah el día de sábado será de seis corderos sin defecto y un carnero sin defecto. Proveerá como ofrenda vegetal un efa por cada carnero, y por los corderos una ofrenda vegetal que será según su voluntad. Y por cada efa, un hin de aceite. El día de la luna nueva proveerá un novillo sin defecto, seis corderos y un carnero; deberán ser sin defecto. Proveerá como ofrenda vegetal un efa por novillo, y otro efa por carnero; pero con los corderos hará conforme a sus posibilidades. Y por cada efa, un hin de aceite. "Cuando el gobernante entre al templo, lo hará por la vía del vestíbulo de la puerta, y saldrá por la misma vía. Pero cuando el pueblo de la tierra entre a la presencia de Jehovah en las solemnidades, el que entre a adorar por la puerta del norte saldrá por la puerta del sur, y el que entre por la puerta del sur saldrá por la puerta del norte. No volverá por la puerta por la cual entró, sino que saldrá por la del frente. Cuando ellos entren, el gobernante entrará en medio de ellos; y cuando salgan, saldrá con ellos. "En las fiestas y en las solemnidades, la ofrenda vegetal será de un efa por cada novillo, y un efa por cada carnero; pero con los corderos hará según su voluntad. Y por cada efa, un hin de aceite. "Cuando el gobernante provea para Jehovah una ofrenda voluntaria, un holocausto o sacrificios de paz por su propia voluntad, le abrirán la puerta que da al oriente; y proveerá su holocausto y sus sacrificios de paz, como suele proveer en el día de sábado. Después saldrá; y cuando haya salido, cerrarán la puerta. "Cada día ofrecerás a Jehovah en holocausto un cordero de un año, sin defecto. Cada mañana lo ofrecerás. Junto con él ofrecerás cada mañana una ofrenda vegetal de la sexta parte de un efa y de la tercera parte de un hin de aceite, para humedecer la harina fina. Esta ofrenda vegetal es el sacrificio continuo a Jehovah como estatuto perpetuo. Ofrecerán, pues, el cordero, la ofrenda vegetal y el aceite cada mañana en holocausto continuo." Así ha dicho el Señor Jehovah: "Si el gobernante da de su heredad un regalo a alguno de sus hijos, eso pertenecerá a sus hijos. Será posesión de ellos en herencia. Pero si de su heredad da un regalo a alguno de sus siervos, será de éste hasta el año del jubileo, y entonces volverá al poder del gobernante. Pero la herencia de éste será para sus hijos; para ellos será. El gobernante no tomará nada de la heredad del pueblo, despojándolo de su posesión. De su propia posesión dará heredad a sus hijos, para que los de mi pueblo no sean echados, cada uno de su posesión." Después me llevó, por la entrada que había al lado de la puerta, a las cámaras sagradas de los sacerdotes, las cuales daban al norte. Y he aquí que había allí un lugar al fondo, en el lado occidental. Entonces me dijo: "Este es el lugar donde los sacerdotes cocinarán el sacrificio por la culpa y el sacrificio por el pecado. Allí cocerán la ofrenda vegetal, para no sacarla al atrio exterior, no sea que transmitan santidad al pueblo." Luego me sacó al atrio exterior y me hizo pasar por los cuatro ángulos del atrio, y he aquí que en cada ángulo había un patio. En los cuatro ángulos del atrio había patios pequeños de 40 codos de largo y 30 codos de ancho. Los cuatro ángulos tenían una misma medida. Alrededor de los cuatro ángulos había un muro, y debajo de la hilera de piedras alrededor había fogones. Y me dijo: "Estos son los lugares para cocinar, donde los servidores del templo cocinarán el sacrificio del pueblo." Entonces me hizo volver a la entrada del templo. Y he aquí que de debajo del umbral del templo salían aguas hacia el oriente, porque la fachada del templo estaba al oriente. Las aguas descendían de debajo del lado sur del templo y pasaban por el lado sur del altar. Luego me sacó por el camino de la puerta del norte y me hizo dar la vuelta por afuera hasta el exterior de la puerta que da al oriente. Y he aquí que las aguas fluían por el lado sur. Cuando el hombre salió hacia el oriente, llevaba un cordel en su mano. Entonces midió 1.000 codos y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros 1.000 codos y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros 1.000 codos y me hizo pasar por las aguas hasta la cintura. Midió otros 1.000 codos, y el río ya no se podía cruzar, porque las aguas habían crecido. El río no se podía cruzar sino a nado. Y me preguntó: "¿Has visto, oh hijo de hombre?" Después me condujo y me hizo volver a la ribera del río. Cuando volví, he aquí que en la ribera del río había muchísimos árboles, tanto a un lado como al otro. Y me dijo: "Estas aguas van a la región del oriente; descenderán al Arabá y llegarán al mar, a las aguas saladas; y las aguas serán saneadas. Y sucederá que todo ser viviente que se desplace por dondequiera que pase el río vivirá. Habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, pues las aguas serán saneadas. Y todo aquello a donde llegue este río vivirá. Y sucederá que junto a él habrá pescadores, y desde En-guedi hasta En-eglaim será un tendedero de redes. Sus peces, según sus especies, serán tan numerosos como los peces del mar Grande. Sus pantanos y lagunas no serán saneados, pues quedarán para salinas. "Junto al río, en sus riberas de una y otra parte, crecerá toda clase de árboles comestibles. Sus hojas nunca se secarán, ni sus frutos se acabarán; cada mes darán sus nuevos frutos, porque sus aguas salen del santuario. Sus frutos servirán para comida, y sus hojas para medicina." Así ha dicho el Señor Jehovah: "Estos son los límites de la tierra que obtendréis como heredad para las doce tribus de Israel. José tendrá dos porciones. Así la recibiréis en posesión, tanto los unos como los otros, porque por ella alcé mi mano jurando que la había de dar a vuestros padres. Esta tierra os corresponderá como heredad. "Este será el límite de la tierra por el lado norte: Desde el mar Grande, en dirección de Hetlón, Lebo-hamat, Zedad, Berota y Sibraim, que está entre el límite de Damasco y el límite de Hamat, y hacia Hazar-haticón, que está en el límite de Haurán. El límite del norte será desde el mar, Hazar-enán, el límite de Damasco al norte y el límite de Hamat. Este será el lado del norte. "Por el lado oriental será desde Haurán, por en medio de Damasco y por el Jordán, entre Galaad y la tierra de Israel, hasta el mar oriental y hasta Tamar. Este es el lado oriental. "Por el lado del Néguev, hacia el sur, será desde Tamar hasta las aguas de Meriba en Cades, en dirección del arroyo que va hacia el mar Grande. Este será el lado sur, hacia el Néguev. "Por el lado occidental el mar Grande constituye el límite hasta frente a Lebo-hamat. Este será el lado occidental. "Repartiréis esta tierra entre vosotros según las tribus de Israel. Haréis el sorteo de ella para que sea heredad para vosotros y para los forasteros que residen entre vosotros, quienes han engendrado hijos entre vosotros, y que son para vosotros como nativos entre los hijos de Israel. Ellos participarán con vosotros en el sorteo para tener posesión entre las tribus de Israel. Y sucederá que daréis su heredad al forastero en la tribu en que él resida, dice el Señor Jehovah. "Estos son los nombres de las tribus: "Dan tendrá una parte desde el extremo norte, junto al camino de Hetlón, hasta Lebo-hamat; Hazar-enán, el límite de Damasco al norte, junto a Hamat, con sus extremos al oriente y al occidente. "Aser tendrá una parte junto al territorio de Dan, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Neftalí tendrá una parte junto al territorio de Aser, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Manasés tendrá una parte junto al territorio de Neftalí, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Efraín tendrá una parte junto al territorio de Manasés, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Rubén tendrá una parte junto al territorio de Efraín, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Judá tendrá una parte junto al territorio de Rubén, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Junto al territorio de Judá, desde el lado oriental hasta el lado occidental, estará la porción de 25.000 de ancho y de largo, que reservaréis como cualquiera de las otras partes, es decir, desde el lado oriental hasta el lado occidental; y en medio de ella estará el santuario. La porción que reservéis para Jehovah será de 25.000 de largo por 10.000 de ancho. A los sacerdotes les pertenece la porción sagrada de 25.000 por el norte, y de 10.000 de ancho por el occidente, de 10.000 de ancho por el oriente y de 25.000 de largo por el sur. Y en medio de ella estará el santuario de Jehovah. "Para los sacerdotes consagrados, hijos de Sadoc, que cumplieron con mi ordenanza y que cuando los hijos de Israel se desviaron no se desviaron como se desviaron los levitas, habrá una porción reservada de la tierra reservada, la parte más sagrada, junto al territorio de los levitas. "La parte de los levitas estará junto al territorio de los sacerdotes y será de 25.000 de largo y de 10.000 de ancho. Todo el largo de 25.000 y el ancho de 10.000. No venderán de ello; no permutarán, ni traspasarán las primicias de la tierra, porque es cosa consagrada a Jehovah. "El área de 5.000 de ancho que queda frente a las 25.000 será para uso común, para la ciudad, para vivienda y campos de alrededor. Y la ciudad estará dentro de ella. Estas serán sus dimensiones: Por el lado norte tendrá 4.500, por el lado sur tendrá 4.500, por el lado oriental 4.500 y por el lado occidental 4.500. El campo de alrededor de la ciudad tendrá al norte 250, al lado sur 250, al oriente 250 y al occidente Los productos de lo que quede del largo al frente de la porción consagrada, 10.000 al oriente y 10.000 al occidente, serán para el sustento de los trabajadores de la ciudad. Los trabajadores de la ciudad serán de todas las tribus de Israel; ellos la trabajarán. Toda la porción de 25.000 por 25.000 es la porción cuadrada que reservaréis para el santuario y para posesión de la ciudad. "Para el gobernante será lo que quede de un lado y del otro de la porción consagrada y de la posesión de la ciudad, a lo largo de las 25.000 hasta el extremo oriental, y delante de las 25.000 hasta el extremo occidental de la tierra. Junto a estas partes le corresponderá al gobernante. Será una porción consagrada, y el santuario del templo estará en medio de ella. Aparte de la posesión de los levitas y de la posesión de la ciudad, estará lo que corresponderá al gobernante. Entre el territorio de Judá y el territorio de Benjamín le corresponderá al gobernante. "En cuanto a las demás tribus, Benjamín tendrá una parte desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Simeón tendrá una parte junto al territorio de Benjamín, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Isacar tendrá una parte junto al territorio de Simeón, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Zabulón tendrá una parte junto al territorio de Isacar, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Gad tendrá una parte junto al territorio de Zabulón, desde el lado oriental hasta el lado occidental. "Junto al territorio de Gad, al lado del Néguev, hacia el sur, será la frontera desde Tamar hasta las aguas de Meriba en Cades, en dirección del arroyo que va hasta el mar Grande. Esta es la tierra que repartirán por sorteo como posesión para las tribus de Israel, y éstas son sus partes, dice el Señor Jehovah. "Estas son las salidas de la ciudad por el lado norte, que tendrá 4.500 de largo. (Las puertas de la ciudad serán según los nombres de las tribus de Israel.) Al norte habrá tres puertas: la puerta de Rubén, la puerta de Judá y la puerta de Leví. "El lado oriental tendrá 4.500 y tres puertas: la puerta de José, la puerta de Benjamín y la puerta de Dan. "El lado sur tendrá 4.500 de largo y tres puertas: la puerta de Simeón, la puerta de Isacar y la puerta de Zabulón. "El lado occidental tendrá 4.500 y tres puertas: la puerta de Gad, la puerta de Aser y la puerta de Neftalí. "El perímetro será de 18.000. Y desde aquel día el nombre de la ciudad será: JEHOVAH ESTA ALLI." En el tercer año del reinado de Joacim rey de Judá, Nabucodonosor rey de Babilonia fue a Jerusalén, y la sitió. El Señor entregó en su mano a Joacim rey de Judá y parte de los utensilios de la casa de Dios. Los trajo a la tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en el tesoro de su dios. El rey dijo a Aspenaz, jefe de sus funcionarios, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real y de los nobles, a jóvenes en quienes no hubiese ningún defecto, bien parecidos, instruidos en toda sabiduría, dotados de conocimiento, poseedores del saber y capaces para servir en el palacio del rey; y que les enseñase la escritura y la lengua de los caldeos. El rey les asignó para cada día una ración de los manjares del rey y del vino que él bebía. Ordenó que se les educase durante tres años, para que al fin de ellos se presentaran al servicio del rey. Entre ellos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de la tribu de Judá. A éstos, el jefe de los funcionarios les puso nombres: A Daniel llamó Beltesasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego. Pero Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la ración de la comida del rey ni con el vino que éste bebía. Pidió, por tanto, al jefe de los funcionarios que no fuera obligado a contaminarse. Dios concedió a Daniel que se ganara el afecto y la buena voluntad del jefe de los funcionarios, y el jefe de los funcionarios dijo a Daniel: —Tengo temor de mi señor el rey, quien ha asignado vuestra comida y vuestra bebida; pues cuando él vea vuestras caras más demacradas que las de los jóvenes de vuestra edad, expondréis mi vida ante el rey. Entonces Daniel dijo al inspector, a quien el jefe de los funcionarios había puesto a cargo de Daniel, Ananías, Misael y Azarías: —Por favor, prueba a tus siervos durante diez días; que nos den de comer sólo legumbres y de beber sólo agua. Luego sean vistos delante de ti nuestro aspecto y el de los jóvenes que comen de la ración de los manjares del rey. Y según lo que veas, así harás con tus siervos. Les escuchó en este asunto y los probó durante diez días. Al final de los diez días el aspecto de ellos se veía mejor y más nutrido de carnes que el de los otros jóvenes que comían de la ración de los manjares del rey. De modo que el inspector retiraba la ración de los manjares de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres. A estos cuatro jóvenes Dios les dio conocimiento y habilidad en toda clase de escritura y sabiduría. Y Daniel era entendido en toda clase de visiones y sueños. Pasados los días, al fin de los cuales el rey había dicho que los trajesen, el jefe de los funcionarios los llevó a la presencia de Nabucodonosor. El rey habló con ellos, y no se encontró entre todos ellos ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Así se presentaron al servicio del rey. En todo asunto de sabiduría y entendimiento que el rey les consultó, los encontró diez veces mejores que todos los magos y encantadores que había en todo su reino. Y Daniel continuó hasta el primer año del rey Ciro. En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, éste tuvo un sueño; y su espíritu se perturbó, y no pudo dormir. El rey mandó llamar a los magos, a los encantadores, a los hechiceros y a los caldeos para que le declarasen sus sueños. Vinieron y se presentaron delante del rey. Y el rey les dijo: —He tenido un sueño, y mi espíritu se ha turbado por entender el sueño. Entonces los caldeos dijeron al rey en arameo: —¡Oh rey, para siempre vivas! Di el sueño a tus siervos, y te declararemos la interpretación. El rey respondió y dijo a los caldeos: —De mi parte el asunto está decidido: Si no me dais a conocer el sueño y su interpretación, seréis descuartizados, y vuestras casas serán convertidas en ruinas. Pero si me declaráis el sueño y su interpretación, recibiréis de mí regalos, favores y grandes honores. Por tanto, declaradme el sueño y su interpretación. Le respondieron por segunda vez diciendo: —Diga el rey el sueño a sus siervos, y nosotros declararemos su interpretación. El rey respondió: —Ciertamente yo me doy cuenta de que vosotros ponéis dilaciones, porque veis que de mi parte el asunto está decidido: Si no me dais a conocer el sueño, habrá una sola sentencia para vosotros. Ciertamente os habéis puesto de acuerdo para dar una respuesta mentirosa y corrupta delante de mí, entre tanto que las circunstancias cambien. Por tanto, decidme el sueño, para que yo sepa que también podéis declarar su interpretación. Los caldeos respondieron delante del rey: —No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey, porque ningún rey grande y poderoso ha pedido cosa semejante a ningún mago ni encantador ni caldeo. Además, el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay delante del rey quien lo pueda declarar, salvo los dioses, cuya morada no está con los mortales. Por esto, el rey se enfureció y se airó muchísimo, y mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia. Se promulgó el decreto, para que los sabios fuesen llevados a la muerte. Y buscaron a Daniel y a sus compañeros para que fuesen muertos. Entonces Daniel se dirigió con prudencia y discreción a Arioc, capitán de la guardia del rey, quien había salido para matar a los sabios de Babilonia. Habló y dijo a Arioc, oficial del rey: —¿Cual es la causa por la que se ha promulgado este decreto tan severo de parte del rey? Entonces Arioc declaró el asunto a Daniel. Daniel entró y pidió al rey que le diese tiempo para que le declarase la interpretación. Luego Daniel fue a su casa y dio a conocer el asunto a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros, a fin de implorar misericordia del Dios de los cielos con respecto a este misterio, para que Daniel y sus compañeros no pereciesen junto con el resto de los sabios de Babilonia. Entonces el misterio le fue revelado a Daniel en una visión de noche, por lo cual Daniel bendijo al Dios de los cielos. Daniel habló y dijo: "¡Sea bendito el nombre de Dios desde la eternidad hasta la eternidad! Porque suyos son la sabiduría y el poder. El cambia los tiempos y las ocasiones; quita reyes y pone reyes. Da sabiduría a los sabios y conocimiento a los entendidos. El revela las cosas profundas y escondidas; conoce lo que hay en las tinieblas, y con él mora la luz. A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y poder. Y ahora me has dado a conocer lo que te hemos pedido, pues nos has dado a conocer el asunto del rey." Después de esto, Daniel entró a la presencia de Arioc, a quien el rey había comisionado para hacer perecer a los sabios de Babilonia. Fue y le dijo así: —No hagas perecer a los sabios de Babilonia. Llévame a la presencia del rey, y yo declararé al rey la interpretación. Entonces Arioc llevó apresuradamente a Daniel a la presencia del rey y le dijo así: —He hallado un hombre de los cautivos de Judá, quien dará a conocer al rey la interpretación. El rey habló y preguntó a Daniel, cuyo nombre era Beltesasar: —¿Podrás tú darme a conocer el sueño que tuve y su interpretación? Daniel respondió en presencia del rey diciendo: —El misterio sobre el cual el rey pregunta, ni los sabios, ni los encantadores, ni los magos, ni los adivinos lo pueden declarar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, quien revela los misterios. El ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. Tu sueño y las visiones de tu cabeza en tu cama son éstos: Estando tú, oh rey, en tu cama, tus pensamientos se agitaban por saber lo que había de suceder en el porvenir; y el que revela los misterios te ha hecho saber lo que ha de suceder. En cuanto a mí, me ha sido revelado este misterio, no porque la sabiduría que hay en mí sea mayor que la de todos los vivientes, sino para que yo dé a conocer al rey la interpretación y para que entiendas los pensamientos de tu corazón. Tú, oh rey, mirabas, y he aquí una gran estatua. Esta estatua, que era muy grande y cuyo brillo era extraordinario, estaba de pie delante de ti; y su aspecto era temible. La cabeza de esta estatua era de oro fino; su pecho y sus brazos eran de plata; su vientre y sus muslos eran de bronce; sus piernas eran de hierro; y sus pies en parte eran de hierro y en parte de barro cocido. Mientras mirabas, se desprendió una piedra, sin intervención de manos. Ella golpeó la estatua en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces se desmenuzaron también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro; y se volvieron como el tamo de las eras en verano. El viento se los llevó, y nunca más fue hallado su lugar. Y la piedra que golpeó la estatua se convirtió en una gran montaña que llenó toda la tierra. Este es el sueño. Y su interpretación también la diremos en presencia del rey: Tú, oh rey, eres rey de reyes porque el Dios de los cielos te ha dado la realeza, el poder, la fuerza y la majestad. Todo lugar donde habitan los hijos del hombre, los animales del campo y las aves del cielo, él los ha entregado en tus manos y te ha dado dominio sobre todos ellos. Tú eres aquella cabeza de oro. Después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo, y otro tercer reino de bronce, el cual dominará en toda la tierra. El cuarto reino será fuerte como el hierro; y como el hierro todo lo desmenuza y pulveriza, y como el hierro despedaza, así demenuzará y despedazará a todos éstos. Lo que viste de los pies y de los dedos, que en parte eran de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, significa que ese reino estará dividido; pero en él habrá algo de la firmeza del hierro, tal como viste que el hierro estaba mezclado con el barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, así el reino será en parte fuerte y en parte frágil. En cuanto a lo que viste, que el hierro estaba mezclado con el barro cocido, se mezclarán por medio de alianzas humanas, pero no se pegarán el uno con el otro, así como el hierro no se mezcla con el barro. Y en los días de esos reyes, el Dios de los cielos levantará un reino que jamás será destruido, ni será dejado a otro pueblo. Este desmenuzará y acabará con todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre. De la manera que viste que de la montaña se desprendió una piedra sin intervención de manos, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro cocido, la plata y el oro, el gran Dios ha hecho saber al rey lo que ha de acontecer en el porvenir. El sueño es verdadero, y su interpretación es fiel. Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro y rindió homenaje a Daniel. Mandó que le ofreciesen ofrendas e incienso. El rey habló a Daniel y le dijo: —Ciertamente vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de reyes. El revela los misterios, pues tú pudiste revelar este misterio. Entonces el rey engrandeció a Daniel y le dio muchos y grandes regalos. Le dio dominio sobre toda la provincia de Babilonia y le hizo intendente principal de todos los sabios de Babilonia. Daniel solicitó del rey, y él designó a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego sobre la administración de la provincia de Babilonia. Y Daniel permaneció en la corte del rey. El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de 60 codos y su anchura de 6 codos, y la levantó en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia. Y el rey Nabucodonosor mandó reunir a los sátrapas, los intendentes y gobernadores, a los consejeros, los tesoreros, los jueces, los oficiales y a todos los gobernantes de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado. Entonces fueron reunidos los sátrapas, los intendentes y gobernadores, los consejeros, los tesoreros, los jueces, los oficiales y todos los gobernantes de las provincias, para la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado. Mientras estaban de pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor, el heraldo proclamó con gran voz: "Se ordena a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el sonido de la corneta, de la flauta, de la cítara, de la lira, del arpa, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y rindáis homenaje a la estatua de oro que ha levantado el rey Nabucodonosor. Cualquiera que no se postre y rinda homenaje, en la misma hora será echado dentro de un horno de fuego ardiendo." Por eso, tan pronto como oyeron todos los pueblos el sonido de la corneta, de la flauta, de la cítara, de la lira, del arpa, de la zampoña y de todo instrumento de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y rindieron homenaje a la estatua de oro que había levantado el rey Nabucodonosor. Por esto, en el mismo tiempo algunos hombres caldeos se acercaron y denunciaron a los judíos. Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: —¡Oh rey, para siempre vivas! Tú, oh rey, has dado la orden de que todo hombre que oiga el sonido de la corneta, de la flauta, de la cítara, de la lira, del arpa, de la zampoña y de todo instrumento de música, se postre y rinda homenaje a la estatua de oro; y que el que no se postre y rinda homenaje sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Hay, pues, unos hombres judíos, a quienes tú has designado sobre la administración de la provincia de Babilonia (Sadrac, Mesac y Abed-nego); estos hombres, oh rey, no te han hecho caso. Ellos no rinden culto a tus dioses ni dan homenaje a la estatua de oro que tú has levantado. Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego. Luego estos hombres fueron traídos a la presencia del rey. Y Nabucodonosor habló y les dijo: —¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no rendís culto a mi dios, ni dais homenaje a la estatua de oro que he levantado? Ahora pues, ¿estáis listos para que al oír el sonido de la corneta, de la flauta, de la cítara, de la lira, del arpa, de la zampoña y de todo instrumento de música os postréis y rindáis homenaje a la estatua que he hecho? Porque si no le rendís homenaje, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo. ¿Y qué dios será el que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron y dijeron al rey: —Oh Nabucodonosor, no necesitamos nosotros responderte sobre esto. Si es así, nuestro Dios, a quien rendimos culto, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, que sea de tu conocimiento, oh rey, que no hemos de rendir culto a tu dios ni tampoco hemos de dar homenaje a la estatua que has levantado. Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se alteró la expresión de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego. Ordenó que el horno fuese calentado siete veces más de lo acostumbrado, y mandó a hombres muy fornidos que tenía en su ejército que atasen a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego para echarlos en el horno de fuego ardiendo. Entonces estos hombres fueron atados, con sus mantos, sus túnicas, sus turbantes y sus otras ropas, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. Porque la orden del rey era apremiante y el horno había sido calentado excesivamente, una llamarada de fuego mató a aquellos que habían levantado a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego. Y estos tres hombres, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo. Entonces el rey Nabucodonosor se alarmó y se levantó apresuradamente. Y habló a sus altos oficiales y dijo: —¿No echamos a tres hombres atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: —Es cierto, oh rey. El respondió: —He aquí, yo veo a cuatro hombres sueltos que se pasean en medio del fuego, y no sufren ningún daño. Y el aspecto del cuarto es semejante a un hijo de los dioses. Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo y llamó diciendo: —¡Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid! Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego. Y se reunieron los sátrapas, los intendentes, los gobernadores y los altos oficiales del rey para mirar a estos hombres; cómo el fuego no se había enseñoreado de sus cuerpos, ni se había quemado el cabello de sus cabezas, ni sus mantos se habían alterado, ni el olor del fuego había quedado en ellos. Nabucodonosor exclamó diciendo: —Bendito sea el Dios de Sadrac, de Mesac y de Abed-nego, que envió a su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él y desobedecieron el mandato del rey; pues prefirieron entregar sus cuerpos antes que rendir culto o dar homenaje a cualquier dios, aparte de su Dios. Luego, de mi parte es dada la orden de que en todo pueblo, nación o lengua, el que hable mal contra el Dios de Sadrac, de Mesac y de Abed-nego, sea descuartizado, y su casa sea convertida en ruinas. Porque no hay otro dios que pueda librar así como él. Entonces el rey hizo prosperar a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego en la provincia de Babilonia. El rey Nabucodonosor, a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. Me ha parecido bien declarar las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho para conmigo. ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán poderosos sus milagros! Su reino es un reino eterno, y su señorío de generación en generación. Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y próspero en mi palacio. Entonces tuve un sueño que me espantó, y las fantasías sobre mi cama y las visiones de mi cabeza me turbaron. Por esto di un decreto para traer a mi presencia a todos los sabios de Babilonia, a fin de que me diesen a conocer la interpretación del sueño. Entonces vinieron los magos, los encantadores, los caldeos y los adivinos, y yo conté el sueño delante de ellos, pero no me dieron a conocer su interpretación. Al final entró delante de mí Daniel (cuyo nombre es Beltesasar, como el nombre de mi dios), en quien hay espíritu de los dioses santos. Yo conté el sueño delante de él, diciendo: Beltesasar, jefe de los magos, como entiendo que en ti hay espíritu de los dioses santos y que ningún misterio está escondido de ti, dime las visiones del sueño que he tenido y su interpretación. Estas son las visiones de mi cabeza en mi cama: Yo miraba, y he aquí un árbol en medio de la tierra, cuya altura era grande. Este árbol crecía y se hacía fuerte; su altura llegaba hasta el cielo, y era visible hasta los confines de toda la tierra. Su follaje era hermoso, y su fruto abundante. En él había sustento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra los animales del campo, y en sus ramas habitaban las aves del cielo. Todo mortal tomaba sustento de él. Estando en mi cama miraba las visiones de mi cabeza, y he aquí que un vigilante, uno santo, descendía del cielo. El proclamaba con gran voz y decía así: "¡Derribad el árbol y cortad sus ramas; quitad su follaje y desparramad su fruto! ¡Huyan los animales que están debajo de él, y las aves de sus ramas! Pero dejad el tronco de sus raíces en la tierra, con atadura de hierro y de bronce, entre el pasto del campo. Que él sea mojado con el rocío del cielo y que con los animales tenga su parte entre la hierba de la tierra. Sea cambiado su corazón de hombre; séale dado un corazón de animal, y pasen sobre él siete tiempos." La sentencia fue por decreto de los vigilantes, y la decisión por la palabra de los santos, para que los vivientes reconozcan que el Altísimo es Señor del reino de los hombres, que lo da a quien quiere y que constituye sobre él al más humilde de los hombres. —Yo, el rey Nabucodonosor, he tenido este sueño. Tú, pues, Beltesasar, di la interpretación, puesto que todos los sabios de mi reino no han podido darme a conocer su interpretación. Pero tú sí puedes, porque el espíritu de los dioses santos está en ti. Entonces Daniel, cuyo nombre era Beltesasar, quedó atónito por un momento, y sus pensamientos le turbaban. El rey habló y dijo: —Beltesasar, no te turben el sueño ni su interpretación. Y Beltesasar respondió y dijo: —¡Oh señor mío, que el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para tus adversarios! El árbol que viste (que crecía y se hacía fuerte, y cuya altura llegaba hasta el cielo y que era visible a toda la tierra; cuyo follaje era hermoso y su fruto abundante, de modo que en él había sustento para todos; debajo del cual habitaban los animales del campo y en cuyas ramas las aves del cielo tenían su morada) eres tú mismo, oh rey, que has crecido y te has hecho fuerte. Tu grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra. En cuanto a lo que vio el rey (un vigilante, uno santo, que descendía del cielo y decía: "¡Derribad el árbol y destruidlo; pero dejad el tronco de sus raíces en la tierra, con atadura de hierro y de bronce, entre el pasto del campo. Que él sea mojado con el rocío del cielo y que con los animales del campo tenga su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos"), ésta es, oh rey, la interpretación: Es un decreto del Altísimo que ha caído sobre mi señor el rey. A ti te echarán de entre los hombres, y junto con los animales del campo estará tu morada. Te darán de comer hierba, como a los bueyes, y serás mojado con el rocío del cielo. Siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo es Señor del reino de los hombres y que lo da a quien quiere. Y lo que dijeron, que dejasen en la tierra el tronco de las raíces del árbol, significa que tu reino continuará firme después que tú reconozcas que el señorío es de los cielos. Por tanto, oh rey, que te sea grato mi consejo, y rompe con tus pecados mediante la práctica de la justicia, y con tus iniquidades mediante obras de misericordia para con los pobres. Tal vez esto resulte en la prolongación de tu tranquilidad. Todo aquello le sobrevino al rey Nabucodonosor. Al final de doce meses, mientras se paseaba sobre la terraza del palacio real de Babilonia, dijo el rey: "¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué como residencia real, con la fuerza de mi poder y para la gloria de mi majestad?" Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando descendió una voz del cielo: "A ti se te dice, oh rey Nabucodonosor, que el reino ha sido quitado de ti. Te echarán de entre los hombres, y junto con los animales del campo será tu morada. Te darán de comer hierba como a los bueyes. Siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo es Señor del reino de los hombres y que lo da a quien quiere." En la misma hora se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres. Comía hierba como los bueyes, y su cuerpo era mojado con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águilas y sus uñas como las de las aves. "Pero al cabo de los días, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo; y me fue devuelta la razón. Entonces bendije al Altísimo; alabé y glorifiqué al que vive para siempre. Porque su señorío es eterno, y su reino de generación en generación. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada. El hace según su voluntad con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. No hay quien detenga su mano ni quien le diga: ‘¿Qué haces?’ "En el mismo tiempo me fue devuelta la razón, y mi dignidad y mi esplendor volvieron a mí para gloria de mi reino. Mis altos oficiales y mis nobles me buscaron. Yo fui restituido a mi reino, y me fue añadida aun mayor grandeza. Ahora, yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey de los cielos, porque todas sus obras son verdad y sus caminos son justicia. El puede humillar a los que andan con soberbia." El rey Belsasar hizo un gran banquete para mil de sus nobles, y estaba bebiendo vino en presencia de los mil. Belsasar, bajo el efecto del vino, mandó que trajesen los utensilios de oro y de plata que su padre Nabucodonosor había tomado del templo de Jerusalén, para que bebiesen de ellos el rey, sus nobles, sus mujeres y sus concubinas. Entonces fueron traídos los utensilios de oro que habían tomado del santuario de la casa de Dios que estaba en Jerusalén; y bebieron de ellos el rey, sus nobles, sus mujeres y sus concubinas. Bebieron vino y alabaron a los dioses de oro, de plata, de bronce, de hierro, de madera y de piedra. En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, y escribían delante del candelabro, sobre el yeso de la pared del palacio real. Y el rey veía la mano que escribía. Entonces el rey se puso pálido, y sus pensamientos le turbaron. Se desencajaron las articulaciones de sus caderas, y sus rodillas se chocaban la una contra la otra. El rey gritó con gran voz que trajesen a los encantadores, a los caldeos y a los adivinos. El rey habló a los sabios de Babilonia y dijo: —Cualquier hombre que lea esta escritura y me declare su interpretación será vestido de púrpura, tendrá un collar de oro en su cuello y gobernará como el tercero en el reino. Acudieron todos los sabios del rey, pero no pudieron leer la escritura ni dar a conocer al rey su interpretación. Entonces el rey Belsasar se turbó muchísimo y se puso pálido. Sus nobles estaban desconcertados. Debido a las palabras del rey y de sus nobles, entró la reina a la sala del banquete. Y la reina habló y dijo: —¡Oh rey, para siempre vivas! No te turben tus pensamientos ni te pongas pálido. En tu reino hay un hombre en quien mora el espíritu de los dioses santos. En los días de tu padre, se halló en él luz, entendimiento y sabiduría, como la sabiduría de los mismos dioses. A él, tu padre, el rey Nabucodonosor, constituyó como jefe de los magos, los encantadores, los caldeos y los adivinos; por cuanto fueron hallados en él, es decir, en este Daniel, excelencia de espíritu, conocimiento, entendimiento, interpretación de sueños, revelación de enigmas y solución de problemas. El rey le puso por nombre Beltesasar. ¡Que Daniel sea llamado, y él declarará la interpretación! Entonces Daniel fue llevado a la presencia del rey, y el rey dijo a Daniel: —¿Eres tú aquel Daniel, uno de los cautivos de Judá, que el rey mi padre trajo de Judá? He oído de ti, que el espíritu de los dioses santos está en ti, y que en ti se ha hallado luz, entendimiento y mayor sabiduría. Ahora han sido traídos a mi presencia los sabios y los encantadores, para que leyeran esta escritura y me dieran a conocer su interpretación; pero no han podido declarar la interpretación del asunto. Yo, pues, he oído de ti, que puedes interpretar sueños y resolver problemas. Si ahora puedes leer esta escritura y me das a conocer su interpretación, serás vestido de púrpura, tendrás un collar de oro en tu cuello y gobernarás como tercero en el reino. Entonces Daniel respondió delante del rey y dijo: —Tus regalos sean para ti, y tus presentes dalos a otro. Sin embargo, yo leeré la escritura al rey y daré a conocer su interpretación. El Dios Altísimo, oh rey, dio a tu padre Nabucodonosor la realeza, la grandeza, la majestad y el esplendor. Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. Mataba al que quería y concedía la vida al que quería. Engrandecía al que quería, y al que quería humillaba. Pero cuando su corazón se enalteció y su espíritu se endureció con arrogancia, fue depuesto de su trono real, y su majestad le fue quitada. Fue echado de entre los hijos del hombre. Su corazón fue hecho semejante al de los animales, y con los asnos monteses estaba su morada. Le daban de comer hierba, como a los bueyes, y su cuerpo era mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Dios Altísimo es Señor del reino de los hombres y que levanta sobre él a quien quiere. Pero tú, su hijo Belsasar, a pesar de que sabías todo esto, no has humillado tu corazón. Más bien, te has levantado contra el Señor de los cielos y has hecho traer a tu presencia los utensilios de su templo. En ellos habéis bebido vino tú, tus nobles, tus mujeres y tus concubinas. Además de esto, has alabado a los dioses de plata, de oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que no ven, ni oyen ni entienden. Pero no has honrado al Dios en cuya mano está tu vida, y a quien pertenecen todos tus caminos. Entonces de su presencia fue enviada la mano que grabó esta escritura. La escritura que grabó dice: MENE, MENE TEQUEL U PARSIN. Y ésta es la interpretación del asunto: MENE: Dios ha contado tu reino y le ha puesto fin. TEQUEL: Pesado has sido en balanza y has sido hallado falto. PARSIN: Tu reino ha sido dividido, y será dado a los medos y a los persas. Entonces, por mandato de Belsasar, vistieron a Daniel de púrpura y en su cuello fue puesto un collar de oro. Y proclamaron que él era el tercer señor en el reino. Aquella misma noche fue muerto Belsasar, rey de los caldeos. Y Darío el medo tomó el reino siendo de 62 años. Pareció bien a Darío constituir sobre el reino a 120 sátrapas que estuviesen en todo el reino, y sobre ellos a tres ministros (de los cuales Daniel era uno), a quienes rindiesen cuenta estos sátrapas, para que el rey no fuese perjudicado. Pero Daniel mismo se distinguía entre los ministros y los sátrapas, porque en él había excelencia de espíritu. Y el rey pensaba constituirle sobre todo el reino. Entonces los ministros y los sátrapas buscaban hallar pretexto contra Daniel en los asuntos del reino, pero no podían hallar ningún pretexto o corrupción, porque él era fiel. Ninguna negligencia ni corrupción fueron halladas en él. Entonces estos hombres dijeron: —No hallaremos contra este Daniel ningún pretexto, si no lo hallamos contra él en relación con la ley de su Dios. Entonces estos ministros y sátrapas se reunieron delante del rey y le dijeron así: —¡Oh rey Darío, para siempre vivas! Todos los ministros del reino, los intendentes y los sátrapas, los altos oficiales y los gobernadores han acordado por consejo que el rey promulgue un decreto y que ponga en vigencia el edicto de que cualquiera que haga una petición a cualquier dios u hombre, fuera de ti, durante treinta días, oh rey, sea echado al foso de los leones. Ahora, oh rey, pon en vigencia el edicto y firma el documento, para que no pueda ser cambiado, conforme a la ley de medos y persas, la cual no puede ser abrogada. Por tanto, el rey Darío firmó el documento del edicto. Cuando Daniel supo que el documento estaba firmado, entró en su casa, y con las ventanas de su cámara abiertas hacia Jerusalén se hincaba de rodillas tres veces al día. Y oraba y daba gracias a su Dios, como lo solía hacer antes. Entonces aquellos hombres se reunieron y hallaron a Daniel rogando e implorando delante de su Dios. Luego se acercaron y hablaron delante del rey acerca del edicto real: —¿No has firmado el edicto de que cualquiera que pida a cualquier dios u hombre, fuera a ti, durante treinta días, oh rey, sea echado al foso de los leones? El rey respondió y dijo: —Es verdad el asunto, conforme a la ley de medos y persas, la cual no puede ser abrogada. Entonces respondieron y dijeron delante del rey: —Ese Daniel, uno de los cautivos de Judá, no ha hecho caso de ti, oh rey, ni del edicto que has firmado. Más bien, tres veces al día hace su oración. Al oír el rey de este asunto, sintió un gran disgusto por ello y se propuso salvar a Daniel. Hasta la puesta del sol se esforzó por librarlo. Pero aquellos hombres se reunieron cerca del rey y le dijeron: —Ten presente, oh rey, que es ley de medos y persas, que ningún edicto o decreto que el rey pone en vigencia puede ser cambiado. Entonces el rey dio la orden, y trajeron a Daniel, y lo echaron al foso de los leones. El rey habló y dijo a Daniel: —¡Tu Dios, a quien tú continuamente rindes culto, él te libre! Una piedra fue traída y puesta sobre la entrada del foso, la cual el rey selló con su anillo y con el anillo de sus nobles, para que el acuerdo acerca de Daniel no fuese cambiado. Después el rey fue a su palacio y pasó la noche sin comer. No fueron llevadas diversiones a su presencia, y se le fue el sueño. Entonces el rey se levantó al amanecer, al rayar el alba, y fue apresuradamente al foso de los leones. Cuando se acercó al foso, llamó a voces a Daniel, con tono entristecido. El rey habló y dijo a Daniel: —¡Oh Daniel, siervo del Dios viviente! Tu Dios, a quien tú continuamente rindes culto, ¿te ha podido librar de los leones? Entonces Daniel habló con el rey: —¡Oh rey, para siempre vivas! Mi Dios envió a su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño; porque delante de él he sido hallado inocente. Tampoco delante de ti, oh rey, he hecho nada malo. Entonces el rey se alegró en gran manera a causa de él, y mandó que sacaran a Daniel del foso. Daniel fue sacado del foso, y ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios. Luego el rey dio la orden, y trajeron a aquellos hombres que habían acusado a Daniel. Los echaron al foso de los leones, a ellos, a sus hijos y a sus mujeres. Y aún no habían llegado al fondo del foso, cuando los leones se apoderaron de ellos y trituraron todos sus huesos. Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitaban en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. De parte mía es dada la orden de que en todo el dominio de mi reino tiemblen y teman delante del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente, que permanece por la eternidad. Su reino es un reino que no será destruido, y su dominio dura hasta el fin. El salva y libra; él hace señales y milagros en el cielo y en la tierra. El es quien libró a Daniel del poder de los leones. Este Daniel fue prosperado durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa. En el primer año de Belsasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un sueño y visiones de su cabeza en su cama, y en seguida escribió el sueño. Este es el resumen del asunto: Daniel habló y dijo: "Estaba mirando en mi visión de noche, y he aquí que los cuatro vientos del cielo agitaban el gran mar. Y cuatro grandes bestias, diferentes la una de la otra, subían del mar. "La primera era como un león y tenía alas de águila. Yo estaba mirando, hasta que sus alas fueron arrancadas, y fue levantada del suelo. Luego se quedó erguida sobre los pies, a manera de hombre, y le fue dado un corazón de hombre. "Y he aquí que otra bestia, semejante a un oso, se levantó a su lado. Tenía en su boca tres costillas entre sus dientes, y le fue dicho así: ‘¡Levántate; devora mucha carne!’ "Después de esto yo miraba, y he aquí otra bestia, como un leopardo, que tenía en sus espaldas cuatro alas de ave. Esta bestia también tenía cuatro cabezas, y le fue dado dominio. "Después de esto miraba las visiones de la noche, y he aquí una cuarta bestia terrible y espantosa, fuerte en gran manera. Esta tenía grandes dientes de hierro. Devoraba y desmenuzaba y pisoteaba las sobras con sus pies. Era muy diferente de todas las bestias que habían aparecido antes de ella, y tenía diez cuernos. Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno, uno pequeño, crecía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres de los cuernos anteriores. Y he aquí que en este cuerno había ojos, como ojos de hombre, y una boca que hablaba arrogancias. "Estaba mirando hasta que fueron puestos unos tronos, y se sentó un Anciano de Días. Su vestidura era blanca como la nieve, y el cabello de su cabeza era como la lana limpia. Su trono era como llama de fuego; y sus ruedas, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y salía de delante de él. Miles de miles le servían, y millones de millones estaban de pie delante de él. "El tribunal se sentó, y los libros fueron abiertos. Entonces yo miraba, a causa del sonido de las palabras arrogantes que hablaba el cuerno. Miré hasta que la bestia fue muerta, y su cuerpo fue destrozado y entregado a las llamas del fuego. También a las otras bestias les quitaron su dominio, pero les fue dada prolongación de vida hasta un tiempo definido. "Estaba yo mirando en las visiones de la noche, y he aquí que en las nubes del cielo venía alguien como un Hijo del Hombre. Llegó hasta el Anciano de Días, y le presentaron delante de él. Entonces le fue dado el dominio, la majestad y la realeza. Todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su dominio es dominio eterno, que no se acabará; y su reino, uno que no será destruido. "En cuanto a mí, Daniel, mi espíritu se turbó a causa de esto, y las visiones de mi cabeza me alarmaron. Me acerqué a uno de los que estaban de pie y le pregunté la verdad acerca de todo esto. El me habló y me dio a conocer la interpretación de las cosas: ‘Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra. Pero los santos del Altísimo tomarán el reino y lo poseerán por los siglos y por los siglos de los siglos.’ "Entonces quise saber la verdad acerca de la cuarta bestia, que era tan diferente de todas las otras: terrible en gran manera con sus dientes de hierro y sus garras de bronce. Devoraba, desmenuzaba y pisoteaba las sobras con sus pies. También quise saber de los diez cuernos que tenía en su cabeza, y del otro que había crecido y delante del cual habían caído tres. Este cuerno tenía ojos y una boca que hablaba arrogancias, y parecía ser más grande que sus compañeros. Yo veía que este cuerno hacía guerra contra los santos y los vencía, hasta que vino el Anciano de Días e hizo justicia a los santos del Altísimo. Y llegado el tiempo, los santos tomaron posesión del reino. "Dijo así: ‘La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, el cual será diferente de todos los otros reinos. A toda la tierra devorará; la trillará y despedazará. En cuanto a los diez cuernos, de aquel reino se levantarán diez reyes. Tras ellos se levantará otro, el cual será mayor que los primeros y derribará a tres reyes. El hablará palabras contra el Altísimo y oprimirá a los santos del Altísimo. Intentará cambiar las festividades y la ley; en su mano serán entregadas durante un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo. Pero el tribunal se sentará, y le será quitado su dominio para ser exterminado y destruido por completo. Y la realeza, el dominio y la grandeza de los reinos debajo de todo el cielo serán dados al pueblo de los santos del Altísimo. Su reino será un reino eterno, y todos los dominios le servirán y le obedecerán.’ "Aquí termina el asunto. En cuanto a mí, Daniel, mucho me turbaron mis pensamientos, y me puse pálido. Pero guardé el asunto en mi corazón." En el tercer año del reinado del rey Belsasar, yo, Daniel, tuve una visión después de aquella que había tenido anteriormente. Cuando tuve esta visión, yo estaba en Susa, que es la capital del reino, en la provincia de Elam. Tuve esta visión, estando junto al río Ulay. Alcé mis ojos y miré, y he aquí que había delante del río un carnero, el cual tenía dos cuernos; pero aunque eran altos y uno de ellos más alto que el otro, el más alto se erigió después. Vi que el carnero golpeaba con sus cuernos al oeste, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía prevalecer delante de él, ni había quien escapase de su poder. El hacía conforme a su voluntad y se engrandecía. Mientras yo estaba considerando esto, he aquí que un macho cabrío venía de la parte del oeste sobre la superficie de toda la tierra, pero sin tocar la tierra. Aquel macho cabrío tenía un cuerno muy visible entre sus ojos. Fue hasta el carnero que tenía los dos cuernos, al cual yo había visto, que estaba de pie delante del río, y corrió contra él con la ira de su fuerza. Vi que llegó al carnero y se enfureció contra él; lo golpeó y quebró sus dos cuernos, pues el carnero no tenía fuerzas para quedar en pie delante de él. Por tanto, lo derribó a tierra y lo pisoteó. No hubo quien librase al carnero de su poder. Entonces el macho cabrío se engrandeció sobremanera; y estando en su mayor poderío, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar crecieron otros cuatro cuernos muy visibles, hacia los cuatro vientos del cielo. Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño que creció mucho hacia el sur, hacia el este y hacia la tierra gloriosa. Se engrandeció hasta el ejército del cielo; y echó por tierra parte del ejército y de las estrellas, y las pisoteó. Se engrandeció contra el Jefe del ejército. Por él fue quitado el sacrificio continuo, y el lugar de su santuario fue derribado. Por medio de la rebelión le fue entregado el ejército junto con el sacrificio continuo, y él echó por tierra la verdad; hizo cuanto quiso y fue prosperado. Entonces oí a un santo que hablaba, y otro de los santos preguntó al que hablaba: —¿Hasta cuándo será sólo visión el sacrificio continuo y durará la rebelión desoladora, y serán pisoteados el santuario y el ejército? Y él le respondió: —Hasta 2.300 tardes y mañanas. Luego el santuario será restaurado. Sucedió que estando yo, Daniel, meditando en la visión y procurando entenderla, he aquí que alguien semejante a un hombre se puso de pie delante de mí. Entonces oí una voz de hombre en medio del río Ulay, que gritó diciendo: —¡Gabriel, explica a ése la visión! Luego vino cerca de donde yo estaba. Y cuando llegó, me atemoricé y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: —Comprende, hijo de hombre, porque la visión tiene que ver con el tiempo del fin. Mientras él hablaba conmigo, caí adormecido en tierra, sobre mi rostro. Pero él me tocó y me puso en pie, y me dijo: —He aquí que yo te mostraré lo que ha de venir al final de la indignación, porque el final será en el tiempo señalado. En cuanto al carnero que has visto, que tenía cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia. Y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el primer rey. El cuerno que ha sido quebrado, y en cuyo lugar han aparecido cuatro cuernos, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación; pero no con la fuerza de él. Al final del imperio de ellos, cuando los transgresores hayan llegado a su colmo, se levantará un rey de aspecto fiero y entendido en enigmas. Su poder se incrementará, pero no por su propio poder. El causará gran ruina, y prosperará. Actuará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos. Con su sagacidad hará prosperar en sus manos el engaño, y su corazón se engrandecerá. Por sorpresa destruirá a muchos. Contra el Príncipe de los príncipes se levantará; pero será quebrantado, aunque no por mano humana. La visión de la tarde y de la mañana, que ha sido declarada, es verídica. Guarda tú la visión, porque es para muchos días. Yo, Daniel, perdí las fuerzas y estuve enfermo algunos días. Cuando me recuperé, atendí los negocios del rey. Yo estaba asombrado por la visión, y no había quien la entendiese. En el primer año de Darío hijo de Asuero, del linaje de los medos, el cual llegó a ser rey sobre el reino de los caldeos; en el primer año de su reinado, yo, Daniel, entendí de los libros que, según la palabra de Jehovah dada al profeta Jeremías, el número de los años que habría de durar la desolación de Jerusalén sería setenta años. Entonces volví mi rostro al Señor Dios, buscándole en oración y ruego, con ayuno, cilicio y ceniza. Oré a Jehovah mi Dios e hice confesión diciendo: "¡Oh Señor, Dios grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia para con los que le aman y guardan sus mandamientos: Hemos pecado; hemos hecho iniquidad; hemos actuado impíamente; hemos sido rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus decretos. No hemos obedecido a tus siervos los profetas que en tu nombre han hablado a nuestros reyes, a nuestros gobernantes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. Tuya es, oh Señor, la justicia; y nuestra es la vergüenza del rostro, como en el día de hoy; de los hombres de Judá, de los habitantes de Jerusalén, de todo Israel, de los de cerca y de los de lejos, en todas las tierras a donde los has echado a causa de su rebelión con que se han rebelado contra ti. Oh Señor, nuestra es la vergüenza del rostro; de nuestros reyes, de nuestros gobernantes y de nuestros padres; porque hemos pecado contra ti. Del Señor nuestro Dios son el tener misericordia y el perdonar, aunque nos hemos rebelado contra él, y no hemos obedecido la voz de Jehovah nuestro Dios, para andar en sus leyes, las cuales él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas. Todo Israel ha transgredido tu ley, apartándose para no escuchar tu voz. Por ello han sido derramados sobre nosotros la maldición y el juramento que están escritos en la ley de Moisés, siervo de Dios, porque hemos pecado contra él. Y él ha confirmado su palabra que habló contra nosotros y contra nuestros magistrados que nos gobernaban, trayendo sobre nosotros tan grande mal. Porque nunca se había hecho bajo el cielo un mal como el que se ha hecho a Jerusalén. Como está escrito en la ley de Moisés, todo este mal nos ha sobrevenido, y no hemos implorado el favor de Jehovah nuestro Dios, volviéndonos de nuestras maldades y prestando atención a tu verdad. Por tanto, Jehovah ha tenido presente el hacer este mal y lo ha traído sobre nosotros. Porque Jehovah nuestro Dios es justo en todas las obras que ha hecho; sin embargo, no hemos obedecido su voz. "Ahora pues, oh Señor Dios nuestro—que con mano poderosa sacaste a tu pueblo de la tierra de Egipto y te hiciste de renombre, como en este día—, hemos pecado; hemos actuado impíamente. Oh Señor, conforme a tu justicia, apártense, por favor, tu ira y tu furor de sobre Jerusalén, tu ciudad, tu santo monte. Porque a causa de nuestros pecados y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo han sido entregados a la afrenta en medio de todos los que nos rodean. Ahora pues, oh Dios nuestro, escucha la oración de tu siervo y sus ruegos, y por amor de ti mismo, oh Señor, haz que resplandezca tu rostro sobre tu santuario desolado. Inclina, oh Dios mío, tu oído y escucha; abre tus ojos y mira nuestros lugares desolados y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre. Porque no estamos presentando nuestros ruegos delante de ti, confiados en nuestras obras de justicia, sino en tu gran misericordia. Escucha, oh Señor. Perdona, oh Señor. Atiende y actúa, oh Señor. Por amor de ti mismo no pongas dilación, oh Dios mío; porque tu ciudad y tu pueblo son llamados por tu nombre." Aún estaba yo hablando y orando—confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, presentando mi ruego delante de Jehovah mi Dios por el santo monte de mi Dios—; aún estaba hablando en oración, cuando Gabriel, el hombre al cual yo había visto en visión al principio, voló rápidamente y me tocó, como a la hora del sacrificio del atardecer. Vino y habló conmigo diciendo: "Daniel, ahora he venido para iluminar tu entendimiento. Al principio de tus ruegos salió la palabra, y yo he venido para declarártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la palabra y comprende la visión: Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar con la transgresión, para acabar con el pecado, para expiar la iniquidad, para traer la justicia eterna, para sellar la visión y la profecía, y para ungir el lugar santísimo. Conoce, pues, y entiende que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; y volverá a ser edificada con plaza y muro, pero en tiempos angustiosos. Después de las sesenta y dos semanas, el Mesías será quitado y no tendrá nada; y el pueblo de un gobernante que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario. Con cataclismo será su fin, y hasta el fin de la guerra está decretada la desolación. Por una semana él confirmará un pacto con muchos, y en la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Sobre alas de abominaciones vendrá el desolador, hasta que el aniquilamiento que está decidido venga sobre el desolador." En el tercer año de Ciro, rey de Persia, fue revelada la palabra a Daniel, cuyo nombre era Beltesasar. La palabra era verídica, y el conflicto grande. Comprendió la palabra y tuvo entendimiento de la visión: En aquellos días yo, Daniel, estaba de duelo durante tres semanas. No comí manjares delicados, ni carne ni vino entraron en mi boca, ni me ungí con aceite, hasta que se cumplieron tres semanas. En el día 24 del mes primero, estaba yo a la orilla del gran río Tigris. Entonces alcé mis ojos y miré, y he aquí un hombre vestido de lino, cuyos lomos estaban ceñidos con oro de Ufaz. Su cuerpo era como crisólito, y su rostro como el aspecto del relámpago. Sus ojos eran como antorchas de fuego, y sus brazos y sus piernas como bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud. Sólo yo, Daniel, vi la visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo. Sin embargo, cayó sobre ellos gran temor, y huyeron para esconderse. Yo, pues, quedé solo y vi esta gran visión. No quedaron fuerzas en mí; más bien, mi vigor se convirtió en debilidad, y no retuve mi fuerza. Luego oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí adormecido sobre mi rostro, con mi rostro en tierra. Entonces he aquí, una mano me tocó e hizo que temblando me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. Y me dijo: —Daniel, hombre muy amado, presta atención a las palabras que te hablaré. Ponte de pie, porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba conmigo, me puse de pie temblando. Y me dijo: —Daniel, no temas, porque tus palabras han sido oídas desde el primer día que dedicaste tu corazón a entender y a humillarte en presencia de tu Dios. Yo he venido a causa de tus palabras. El príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí que Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme; y quedé allí con los reyes de Persia. He venido, pues, para hacerte entender lo que ha de acontecer a tu pueblo en los últimos días; porque la visión es aún para días. Mientras hablaba conmigo tales palabras, puse mi rostro en tierra y enmudecí. Pero he aquí que alguien semejante a un hijo del hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé; dije a aquel que estaba delante de mí: —Señor mío, junto con la visión me han sobrevenido dolores y no me han quedado fuerzas. ¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque desde ahora me faltan las fuerzas, y no me ha quedado aliento. Entonces aquel que era semejante a un hombre me tocó otra vez, y me fortaleció. Y me dijo: —Hombre muy amado, no temas; la paz sea contigo. Esfuérzate y sé valiente. Mientras hablaba conmigo, recobré el vigor y dije: —Hable mi señor, porque me has fortalecido. Y dijo: —¿Sabes por qué he venido a ti? Pues ahora tengo que volver para combatir con el príncipe de Persia. Y cuando yo haya concluido, he aquí que viene el príncipe de Grecia. Pero te voy a declarar lo que está registrado en el libro de la verdad. Ninguno hay que me apoye contra éstos, sino sólo Miguel, vuestro príncipe. Y yo, en el primer año de Darío de Media, me puse a su lado para apoyarle y fortalecerle. Ahora yo te declararé la verdad: He aquí que se levantarán tres reyes más en Persia, y el cuarto se hará de grandes riquezas, más que todos. Y cuando se haya fortalecido con sus riquezas, agitará a todos contra el reino de Grecia. Entonces se levantará un rey valiente, el cual dominará con gran dominio y hará según su propia voluntad. Pero cuando haya prevalecido, su reino será quebrantado y repartido por los cuatro vientos del cielo; pero no a sus descendientes, ni según el dominio con que él había dominado, porque su reino será arrancado y será para otros aparte de éstos. El rey del sur se hará fuerte, pero uno de sus príncipes se hará más fuerte que él y dominará con un dominio mayor que el de aquél. Al cabo de unos años harán alianza, y la hija del rey del sur irá al rey del norte para realizar el convenio. Pero ella no podrá retener la fuerza de su brazo, ni tampoco prevalecerá él ni su descendencia. Pero en aquel tiempo ella será entregada, junto con los que la habían traído, y con su progenitor y sus partidarios. Entonces un renuevo de las raíces de ella se levantará en su lugar. Vendrá con un ejército y entrará en la fortaleza del rey del norte. El hará con ellos según su deseo y predominará. Y aun llevará cautivos a Egipto los dioses de ellos, con sus imágenes y con sus utensilios preciosos de plata y de oro. Durante algunos años él se mantendrá a distancia del rey del norte. Entonces éste invadirá el reino del sur, pero se volverá a su propia tierra. Luego sus hijos se alistarán para la guerra y reunirán un ejército de una multitud de soldados que vendrá con su gran fuerza. Inundará, pasará y volverá; llevará la guerra hasta su fortaleza. Por esto se enfurecerá el rey del sur y saldrá para combatir contra el rey del norte. Este se pondrá en campaña con una gran multitud, pero toda aquella gran multitud será entregada en su mano. Y al llevar en cautiverio a la multitud, su corazón se enaltecerá. Derribará a muchos miles, pero no prevalecerá. El rey del norte volverá a poner en campaña una multitud mayor que la primera vez, y al cabo de unos años vendrá con un gran ejército y con abundantes recursos. En aquellos tiempos se levantarán muchos contra el rey del sur; y hombres violentos de tu pueblo se rebelarán cumpliendo la visión, pero fracasarán. Vendrá, pues, el rey del norte, levantará terraplenes y tomará la ciudad fortificada. Las fuerzas del sur no resistirán; ni siquiera sus tropas escogidas podrán resistir. El que vaya contra él hará según su voluntad; no habrá quien resista ante él. Estará en la tierra gloriosa, la cual será consumida bajo su poder. Luego se dispondrá para venir con el poder de todo su reino y hará convenios con aquél. Le dará una hija de las mujeres para destruirlo, pero no permanecerá ni tendrá resultado. Después volverá su rostro hacia las costas y tomará muchas de ellas, pero un gobernante pondrá freno a su afrenta y volverá su afrenta sobre él. Luego volverá su rostro hacia las fortalezas de su tierra; pero tropezará y caerá, y no será hallado más. Entonces le sucederá en el trono uno que hará pasar un exactor por lo mejor del reino. Pero en pocos días será quebrantado, no con ira ni en batalla. Le sucederá en su lugar un hombre vil, al cual no se ha dado el esplendor del reino. Habiendo tranquilidad, vendrá y tomará el reino con intrigas. Y las fuerzas serán completamente arrasadas y quebrantadas delante de él, inclusive el príncipe del pacto. Y después que hayan hecho alianza con él, hará engaño: Subirá y saldrá vencedor con poca gente. Y habiendo tranquilidad, entrará en las partes más fértiles de la provincia y hará lo que no hicieron sus padres, ni los padres de sus padres: A sus soldados les repartirá despojo, botín y riquezas; y contra las fortalezas maquinará planes, aunque sólo por un tiempo. Despertará sus fuerzas y su corazón contra el rey del sur, con un gran ejército. El rey del sur se alistará para la guerra con un ejército grande y muy fuerte; pero no prevalecerá, porque le harán traición. Aun los que comen de su pan le quebrantarán. Su ejército será destruido, y muchos caerán muertos. El corazón de estos dos reyes estará dispuesto para hacer el mal, y en la misma mesa hablarán mentira. Pero no servirá de nada, porque el final del tiempo señalado aún no habrá llegado. El volverá a su tierra con gran riqueza, y su corazón estará contra el pacto santo. Hará su voluntad y se volverá a su tierra. Al tiempo señalado volverá al sur, pero esta vez no le sucederá como en la primera, porque contra él vendrán naves de Quitim, y él se desanimará. Volverá y se enfurecerá contra el pacto santo y hará su voluntad. Volverá, pues, y se las entenderá con los que han abandonado el pacto santo. Entonces se levantarán tropas de su parte y contaminarán el santuario, la fortaleza. Quitarán el sacrificio continuo y pondrán la abominación desoladora. Con lisonjas hará pecar a los que violan el pacto, pero el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará. Los sabios del pueblo darán sabiduría a muchos, pero caerán a espada y a fuego, en cautividad y despojo por algunos días. Y cuando caigan, serán ayudados con poca ayuda; y muchos se juntarán a ellos con lisonjas. Algunos de los sabios caerán para ser purificados, limpiados y emblanquecidos hasta el tiempo señalado; porque aún hay plazo para éstos. El rey hará su voluntad. Se ensoberbecerá y se engrandecerá sobre todo dios. Contra el Dios de dioses hablará cosas sorprendentes. Será prosperado hasta que sea consumada la ira, porque lo que está determinado se cumplirá. No hará caso del dios de sus padres, ni del más apreciado por las mujeres. No hará caso de dios alguno, porque se engrandecerá sobre todo. Más bien, honrará al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron. Lo honrará con oro, plata, piedras preciosas y con cosas de gran precio. Con un dios extraño actuará contra las fortalezas más fuertes y hará crecer en gloria a los que lo reconozcan. Les dará dominio sobre muchos, y por precio repartirá la tierra. Pero al cabo del tiempo, el rey del sur le atacará. Y el rey del norte embestirá contra él como tempestad, con carros, gente de a caballo y muchos navíos. Entrará por las tierras, inundará y pasará. Entonces penetrará en la tierra gloriosa, y muchas provincias caerán. Pero Edom, Moab y la mayoría de los hijos de Amón escaparán de su mano. Asimismo, extenderá su mano a las otras tierras, y la tierra de Egipto no escapará. Se apoderará de los tesoros de oro y de plata, y de todas las cosas preciosas de Egipto; y los de Libia y de Etiopía estarán a sus pies. Pero las noticias del oriente y del norte lo espantarán. Saldrá con gran ira para destruir y aniquilar a muchos. Instalará sus tiendas reales entre los mares, y en el glorioso monte santo. Entonces llegará a su fin y no tendrá quien le ayude. En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está del lado de los hijos de tu pueblo. Será tiempo de angustia, como nunca fue desde que existen las naciones hasta entonces. Pero en aquel tiempo tu pueblo será librado, todos aquellos que se encuentren inscritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna y otros para vergüenza y eterno horror. Los entendidos resplandecerán con el resplandor del firmamento; y los que enseñan justicia a la multitud, como las estrellas, por toda la eternidad. Pero tú, oh Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de un lado para otro, y se incrementará el conocimiento. Yo, Daniel, miré, y he aquí que dos estaban de pie, uno de este lado en la orilla del río, y el otro al otro lado en la orilla del río. Entonces dije al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: —¿Cuándo será el final de estas cosas sorprendentes? Escuché al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río, quien alzó su mano derecha y su mano izquierda al cielo, y juró por el que vive por los siglos, que será por un tiempo, tiempos y medio tiempo. Todas estas cosas se cumplirán cuando se acabe el quebrantamiento de la fuerza del pueblo santo. Yo escuché, pero no entendí. Y dije: —Señor mío, ¿cuál será el final de estas cosas? Y él dijo: —Anda, Daniel; estas cosas están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán limpiados, emblanquecidos y purificados; pero los impíos obrarán impíamente, y ninguno de ellos entenderá. Pero los sabios, sí entenderán. Desde el tiempo en que sea quitado el sacrificio continuo hasta la abominación desoladora, habrá ¡Bienaventurado el que espere y llegue hasta 1.335 días! Pero tú, continúa hasta el fin, y descansarás y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días. La palabra de Jehovah que vino a Oseas hijo de Beeri, en los días de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá, y en los días de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel. El principio de la palabra de Jehovah por medio de Oseas. Jehovah dijo a Oseas: "Vé, toma para ti una mujer dada a la prostitución, e hijos de prostitución; porque la tierra se ha dado enteramente a la prostitución, apartándose de Jehovah." Fue, pues, y tomó a Gomer hija de Diblaim, la cual concibió y le dio a luz un hijo. Entonces Jehovah le dijo: "Ponle por nombre Jezreel, porque dentro de poco yo castigaré a la casa de Jehú por los hechos de sangre de Jezreel, y haré cesar el reino de la casa de Israel. Sucederá en aquel día que yo quebraré el arco de Israel en el valle de Jezreel." Ella concibió de nuevo y dio a luz una hija. Y Dios le dijo: "Ponle por nombre Lo-rujama, porque no me compadeceré más de la casa de Israel, y no la soportaré más. Pero de la casa de Judá tendré misericordia y los salvaré por Jehovah su Dios. No los libraré con arco, ni con espada, ni con guerra, ni con caballos y jinetes." Después de destetar a Lo-rujama, concibió y dio a luz un hijo. Y Dios le dijo: "Ponle por nombre Lo-ammí, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo soy vuestro Dios. "No obstante, el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y sucederá que en lugar de lo que se les dijo: ‘Vosotros no sois mi pueblo’, se les dirá: ‘Hijos del Dios viviente.’ Los hijos de Judá y de Israel serán congregados en uno y nombrarán para sí un solo jefe. Y subirán de la tierra, porque grande será el día de Jezreel. "Decid a vuestros hermanos: Ammí, y a vuestras hermanas: Rujama. "¡Acusad a vuestra madre, acusadla! Porque ella ya no es mi mujer, ni yo soy su marido. Que quite sus fornicaciones de delante de su cara y sus adulterios de entre sus pechos. No sea que yo la desnude por completo y la ponga como en el día en que nació. No sea que la vuelva como un desierto, que la deje como una tierra reseca y la mate de sed. Tampoco me compadeceré de sus hijos, porque son hijos de prostitución. Porque su madre se prostituyó; la que los concibió actuó desvergonzadamente, porque dijo: ‘Iré tras mis amantes que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida.’ Por tanto, he aquí que yo obstruyo su camino con espinos, y reforzaré su vallado, de manera que ella no encuentre sus senderos. Ella irá tras sus amantes, pero no los alcanzará; los buscará, pero no los hallará. Entonces dirá: ‘Iré y me volveré a mi primer marido, porque mejor me iba antes que ahora.’ "Pero ella no reconoció que era yo el que le daba el trigo, el vino nuevo y el aceite. Yo le di abundancia de plata y de oro, que ellos usaron para Baal. Por tanto, volveré a tomar mi trigo a su tiempo y mi vino en su época, y quitaré mi lana y mi lino que cubren su desnudez. Ahora pondré al descubierto su locura ante los ojos de sus amantes, y nadie la librará de mi mano. Haré cesar todo su regocijo: sus fiestas, sus lunas nuevas, sus sábados y todas sus festividades. Arrasaré sus viñas y sus higueras de las cuales ha dicho: ‘Son la paga que me han dado mis amantes.’ Yo las reduciré a matorral, y se las comerán los animales del campo. La castigaré por los días dedicados a los Baales, a los cuales ha quemado incienso y para los cuales se ha adornado con sus aretes y sus joyas. Ella se ha ido tras sus amantes y se ha olvidado de mí," dice Jehovah. "Sin embargo, he aquí que yo la persuadiré, la llevaré al desierto y hablaré a su corazón. Y desde allí le daré sus viñas, y el valle de Acor será como puerta de esperanza. Allí me responderá como en los días de su juventud, y como en el día en que subió de la tierra de Egipto. Sucederá en aquel día, dice Jehovah, que me llamarás: ‘Marido mío’; y nunca más me llamarás: ‘Señor mío.’ Porque yo quitaré de su boca los nombres de los Baales, y nunca más serán mencionados sus nombres. "En aquel día haré por ellos un pacto con los animales del campo, con las aves del cielo y con las serpientes de la tierra. Quebraré el arco y la espada, y anularé la guerra en la tierra. Y les haré dormir seguros. "Te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y derecho, en lealtad y compasión. Yo te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehovah. Y sucederá en aquel día, dice Jehovah, que responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra. La tierra responderá al trigo, al vino y al aceite; y éstos responderán a Jezreel. Yo la sembraré para mí en esta tierra, y tendré compasión de Lo-rujama. Diré a Lo-ammí: ‘¡Pueblo mío eres tú!’, y él dirá: ‘¡Dios mío!’" Jehovah me dijo de nuevo: "Vé, ama a una mujer que ama a un amante y comete adulterio. Amala con un amor como el de Jehovah por los hijos de Israel, a pesar de que ellos miran a otros dioses y aman las tortas de pasas." Entonces la compré por quince piezas de plata, y un homer y medio de cebada. Y le dije: "Te quedarás conmigo muchos años. No te prostituirás ni serás de otro hombre; lo mismo haré yo contigo." Porque muchos años estarán los hijos de Israel sin rey, ni gobernante, ni sacrificio, ni piedras rituales, ni efod, ni ídolos domésticos. Después volverán los hijos de Israel y buscarán a Jehovah su Dios y a David, su rey. Temblando acudirán a Jehovah y a su bondad en los días postreros. Oíd la palabra de Jehovah, oh hijos de Israel: "Jehovah tiene pleito con los habitantes de la tierra, porque no hay en la tierra verdad, ni lealtad, ni conocimiento de Dios. El perjurar, el engañar, el asesinar, el robar y el adulterar han irrumpido. Uno a otro se suceden los hechos de sangre. Por eso la tierra está de duelo, y todo habitante de ella desfallece junto con los animales del campo y las aves del cielo. Aun los peces del mar perecen. "Nadie contienda ni amoneste a ninguno, porque es contigo con quien tengo pleito, oh sacerdote. Tropezarás, por tanto, en pleno día; también el profeta tropezará contigo en la noche. Y haré perecer a tu madre. "Mi pueblo es destruido porque carece de conocimiento. Porque tú has rechazado el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque te has olvidado de la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos. "Cuanto más se acrecentaron, más pecaron contra mí; por tanto, yo cambiaré su gloria en afrenta. Comen las ofrendas por el pecado de mi pueblo, y apetecen su iniquidad. Como es el pueblo, así es el sacerdote. Le castigaré por sus caminos y le pagaré conforme a sus obras. Ellos comerán, pero no se saciarán; fornicarán, pero no se multiplicarán; porque dejaron de escuchar a Jehovah. "La fornicación, el vino y el mosto arrebatan el entendimiento. Mi pueblo consulta a su ídolo de madera, y su palo le declara; porque el espíritu de prostitución le ha engañado, y se prostituyen debajo de su dios. Sobre las cumbres de los montes ofrecen sacrificios y queman incienso sobre las colinas, debajo de las encinas, de los álamos y de los olmos, que tienen buena sombra. Por tanto, vuestras hijas se prostituirán, y vuestras nueras cometerán adulterio. No castigaré a vuestras hijas cuando se prostituyan, ni a vuestras nueras cuando cometan adulterio. Porque los hombres se apartan con las prostitutas y ofrecen sacrificios con las prostitutas sagradas. Por tanto, el pueblo sin entendimiento se arruina. "Si tú te prostituyes, oh Israel, ¡que Judá no sea culpable! No entréis a Gilgal, ni subáis a Bet-avén, ni juréis: ‘¡Vive Jehovah!’ Porque Israel es obstinado como una vaca obstinada: ¿Los apacentará Jehovah ahora, como a un cordero en un lugar espacioso? "Efraín se ha apegado a los ídolos. ¡Déjalo! Aunque se haya terminado su orgía, se siguen prostituyendo. Sus gobernantes aman mucho lo que avergüenza. El viento los arrollará en sus alas, y se avergonzarán de sus altares. "Oh sacerdotes, escuchad esto; estad atentos, oh casa de Israel; prestad atención, oh casa del rey. Porque contra vosotros es el juicio, pues habéis sido trampa en Mizpa y red extendida sobre el Tabor. Han profundizado la fosa de Sitim; por tanto, yo los castigaré a todos. Yo conozco a Efraín, e Israel no está escondido de mí. Tú, oh Efraín, te has prostituido; Israel se ha contaminado. Sus obras no les permiten volver a su Dios, porque hay espíritu de prostitución en medio de ellos, y no conocen a Jehovah. La soberbia de Israel le acusará en su misma cara. Israel y Efraín tropezarán en su pecado. Judá también tropezará con ellos. Con sus ovejas y sus vacas andarán buscando a Jehovah, pero no le encontrarán. El se ha apartado de ellos. A Jehovah han traicionado, porque han engendrado hijos ilegítimos. Ahora los devorará la luna nueva, junto con sus parcelas. "¡Tocad la corneta en Gabaa, la trompeta en Ramá! Gritad en Bet-avén: ‘¡Tiembla, oh Benjamín!’ Efraín será una desolación en el día del castigo. En las tribus de Israel hago conocer lo que es verdadero. Los gobernantes de Judá fueron como los que traspasan los linderos; derramaré mi ira sobre ellos como agua. Efraín es oprimido y quebrantado en el juicio, porque quiso andar en pos de las vanidades. Yo, pues, seré para Efraín como polilla, y como carcoma para la casa de Judá. Efraín verá su enfermedad; y Judá, su llaga. Entonces Efraín irá a Asiria; enviará embajadores al gran rey. Pero él no os podrá sanar, ni os curará la llaga. Porque yo seré para Efraín como un león, y como un cachorro de león para la casa de Judá: Yo mismo arrebataré y me iré; tomaré, y no habrá quien libre. Voy a volverme a mi lugar, hasta que reconozcan su culpa y busquen mi rostro. Y en su angustia me buscarán con diligencia." ¡Venid y volvámonos a Jehovah! Porque él arrebató, pero nos sanará; él hirió, pero nos vendará. El nos dará vida después de dos días; al tercer día nos levantará, y viviremos delante de él. Conozcamos y persistamos en conocer a Jehovah. Segura como el alba será su salida; vendrá a nosotros como la lluvia; como la lluvia tardía, regará la tierra. "¿Qué haré contigo, oh Efraín? ¿Qué haré contigo, oh Judá? Vuestra lealtad es como la nube de la mañana y como el rocío que muy temprano se desvanece. Por esta razón yo los despedazaré por medio de los profetas; los mataré con los dichos de mi boca, y mi juicio saldrá como la luz. Porque misericordia quiero yo, y no sacrificios; y conocimiento de Dios, más que holocaustos. "Pero ellos violaron el pacto, cual Adán. Allí me traicionaron. Galaad es una ciudad de malhechores, y sus huellas son de sangre. Como se esconden los merodeadores, así se esconden los sacerdotes. Asesinan en el camino de Siquem; ciertamente hicieron infamia. En la casa de Israel he visto algo horrible. Allí se prostituyó Efraín; se contaminó Israel. También para ti, oh Judá, está preparada una cosecha. "Cuando yo restaure de la cautividad a mi pueblo, cuando yo cure a Israel, se pondrá al descubierto la iniquidad de Efraín y las maldades de Samaria; porque obran con engaño. Mientras el ladrón se mete adentro, la pandilla despoja afuera, y no consideran en su corazón que yo mantengo el recuerdo de toda su maldad. ¡Ahora los tienen cercados sus propias acciones; están delante de mí! "Con su maldad alegran al rey, y a los gobernantes con sus mentiras. Todos ellos son adúlteros. Son como un horno encendido por el panadero que cesa de avivar el fuego después que está hecha la masa, hasta que esté leudada. En el día de nuestro rey, los gobernantes se enfermaron con el calor del vino; y él extendió su mano a los burladores. Porque como un horno aplican su corazón a planear intrigas: Toda la noche dormita el furor de ellos, y al amanecer arde como llama de fuego. Todos ellos arden como un horno y devoran a sus jueces. Todos sus reyes han caído; no hay entre ellos quien me invoque. "Efraín se mezcla con los pueblos; Efraín es como una torta a la cual no se le ha dado la vuelta. Los extraños han devorado sus fuerzas, pero él no se da cuenta. Aun las canas se han esparcido sobre él, pero él no se da cuenta. La soberbia de Israel testifica contra él en su propia cara. Con todo eso, no se ha vuelto a Jehovah su Dios, ni lo ha buscado. Efraín ha sido como una paloma, incauto y sin entendimiento, llamando a Egipto y acudiendo a Asiria. Cuando vayan, extenderé sobre ellos mi red y los haré caer como aves del cielo. Los atraparé al escuchar su ruido de bandada en descenso. ¡Ay de ellos, porque se apartaron de mí! ¡Destrucción sobre ellos, porque contra mí se rebelaron! Yo los redimiría, pero ellos hablan mentiras contra mí, y no claman a mí en sus corazones cuando gimen en sus camas. Por el trigo y el vino se amotinan y se rebelan contra mí. Y aunque les instruí y fortalecí sus brazos, ellos traman el mal contra mí. Se vuelven, pero no al Altísimo. Son como arco que falla. Sus dirigentes caerán a espada por la furia de su lengua. Esto será su escarnio en la tierra de Egipto. "¡Lleva la corneta a tus labios! ¡Viene como un águila contra la casa de Jehovah! Porque quebrantaron mi pacto y se rebelaron contra mi ley. Israel clamará a mí: ‘¡Dios mío, te conocemos!’ "Israel ha rechazado el bien; el enemigo lo perseguirá. Ellos establecieron reyes, pero no de parte mía. Constituyeron gobernantes, pero yo no tuve parte en ello. Con su plata y su oro se hicieron ídolos, para su propia destrucción. "¡Oh Samaria, rechaza tu becerro! Mi enojo se encendió contra ellos. ¿Hasta cuándo serán incapaces de lograr purificación, aunque son de Israel? Un escultor lo hizo, y eso no proviene de Dios. Por eso, el becerro de Samaria será hecho pedazos. Porque han sembrado viento, cosecharán torbellino. No tendrás campos por segar, ni la espiga dará harina. Y si la diese, la comerían los extraños. Israel será tragado; pronto ellos serán entre las naciones como un objeto que nadie aprecia. Porque subirán a Asiria; Efraín será un asno montés solitario. "Han comprado amores; pero aunque los compren entre las naciones, ahora los reuniré, y empezarán a menguar bajo la carga de un rey muy poderoso. Porque Efraín multiplicó altares para pecar; para pecado le han sido los altares. Yo escribí para él las grandezas de mi ley, pero han sido tenidas como cosas extrañas. A ellos les gusta ofrecer sacrificios. Sacrifican y comen carne, pero Jehovah no los acepta. Ahora se acordará de su iniquidad y los castigará por sus pecados: ¡Volverán a Egipto! "Israel olvidó a su Hacedor y edificó mansiones, y Judá multiplicó ciudades fortificadas. Pero enviaré fuego a sus ciudades, el cual devorará sus palacios." No te alegres, oh Israel; no te regocijes como otros pueblos, porque te has prostituido apartándote de tu Dios. Has amado la paga de prostituta en todas las eras del grano. La era y el lagar no los mantendrán, y el vino nuevo les fallará. No habitarán más en la tierra de Jehovah, sino que Efraín volverá a Egipto, y en Asiria comerán comida inmunda. No harán libación de vino para Jehovah, ni sus sacrificios le serán gratos. Su pan será como pan de duelo. Todos los que coman de él serán inmundos. Su pan será para ellos mismos; no entrará en la casa de Jehovah. ¿Qué haréis en el día del festival, en el día de la fiesta de Jehovah? Porque he aquí, ellos se irán a causa de la destrucción; Egipto los recogerá, y Menfis los enterrará. Los espinos heredarán sus codiciables tesoros de plata, y la ortiga crecerá en sus moradas. ¡Han llegado los días del castigo; han llegado los días de la retribución! ¡Que lo sepa Israel! El profeta es necio; el hombre inspirado está loco, a causa de la grandeza de tu pecado y de tu gran hostilidad. El profeta es centinela de Efraín, el pueblo de mi Dios; pero ahora le pone trampas en todos sus caminos. Hay hostilidad en la casa de su Dios. Profundizaron su corrupción, como en los días de Gabaa. Ahora se acordará Dios de su iniquidad y castigará su pecado. "Como a uvas en el desierto, hallé a Israel; como el fruto temprano de una higuera primeriza, vi a vuestros padres. Pero ellos acudieron al Baal de Peor, se consagraron a la vergüenza y se volvieron tan detestables como aquello que les apasionaba. Cual ave volará la gloria de Efraín: sin nacimiento, sin embarazo y sin concepción. Aunque críen a sus hijos, les privaré de ellos sin dejarles uno solo. ¡Ay de ellos también cuando yo me aparte de ellos!" Cuando vi a Efraín, él era una roca asentada en una pradera. Sin embargo, Efraín entregará sus hijos al verdugo. Dales, oh Jehovah, lo que les has de dar: Dales matriz que aborte y pechos resecos. "Toda la maldad de ellos ha tenido lugar en Gilgal. Allí, pues, les tomé aversión. Por la maldad de sus obras los echaré de mi casa; no los amaré más. Todos sus dirigentes son desleales. Efraín ha sido herido; se ha secado su raíz y no dará más fruto. Aunque engendren hijos, yo mataré ese tesoro de sus vientres." Mi Dios los desechará, porque no le escucharon. Andarán errantes entre las naciones. Israel era como una vid exuberante; y como él, era su fruto. Cuanto más se multiplicó su fruto, tanto más multiplicó sus altares. Conforme a la prosperidad de su tierra adornaron sus piedras rituales. Su corazón es engañoso. ¡Ahora ellos serán hallados culpables! El Señor quebrantará sus altares y destruirá sus piedras rituales. Entonces dirán: "No tenemos rey, porque no hemos temido a Jehovah. Y el rey, ¿qué haría por nosotros?" Hablan sólo palabras; juran en vano y hacen contratos. Por tanto, el juicio brotará como hierba venenosa en los surcos de mis campos. fuego ha devorado los pastizales. Los habitantes de Samaria estarán atemorizados a causa del becerro de Bet-avén; ciertamente su pueblo hará duelo a causa de él. Asimismo, sus sacerdotes, que se regocijaban por la gloria de él, la cual se les va en cautiverio. También el becerro será llevado a Asiria como presente para el gran rey. Efraín conseguirá sólo vergüenza; Israel será avergonzado por su consejo. El rey de Samaria perecerá como la espuma sobre la superficie de las aguas. Los lugares altos de Avén, que son el pecado de Israel, serán destruidos. Sobre sus altares crecerán espinos y cardos. Dirán a los montes: "¡Cubridnos!," y a las colinas: "¡Caed sobre nosotros!" "Desde los días de Gabaa has pecado, oh Israel. Allí han permanecido. ¿No los alcanzó en Gabaa la batalla contra los inicuos? Yo vendré y los castigaré: Los pueblos se reunirán contra ellos cuando sean castigados por su doble iniquidad. "Efraín era una vaquilla domada a la que le gustaba trillar. Yo puse yugo de bondad sobre su cuello. Yo haré llevar el yugo a Efraín. Judá arará, y Jacob abrirá los surcos del campo. Sembrad para vosotros justicia y segad lealtad. Abríos surcos, porque es tiempo de buscar a Jehovah, hasta que venga y haga llover justicia para vosotros. "Habéis arado impiedad, habéis segado injusticia y habéis comido fruto de mentira. Porque confiaste en tus caminos, en la multitud de tus valientes. Por tanto, en tus pueblos se levantará alboroto, y todas tus fortalezas serán destruidas, como Salmán destruyó a Bet-arbel en el día de la batalla, cuando las madres fueron estrelladas junto con sus hijos. Así se hará con vosotros, oh casa de Israel, por vuestra gran maldad. Al amanecer perecerá irremisiblemente el rey de Israel. "Cuando Israel era muchacho, yo lo amé; y de Egipto llamé a mi hijo. Mientras más los llamaba, más se iban ellos de mi presencia. A los Baales ofrecían sacrificio, y a los ídolos quemaban incienso. Pero fui yo el que enseñó a caminar a Efraín, tomándolo por sus brazos. Sin embargo, no reconocieron que yo los sanaba. Con cuerdas humanas los atraje, con vínculos de amor. Fui para ellos como los que ponen un bebé contra sus mejillas, y me inclinaba hacia ellos para alimentarlos. "No volverá a la tierra de Egipto, sino que el asirio será su rey; porque no quisieron volver a mí. La espada caerá sobre sus ciudades y destruirá sus refuerzos. Los consumirá en medio de sus propias asambleas. Entre tanto, mi pueblo está obstinado en su rebelión contra mí; y aunque invocan al Altísimo, no lo quieren enaltecer. "¿Cómo he de dejarte, oh Efraín? ¿Cómo he de entregarte, oh Israel? ¿Cómo podré hacerte como a Adma o ponerte como a Zeboím? Mi corazón se revuelve dentro de mí; se inflama mi compasión. No ejecutaré el furor de mi ira; no volveré para destruir a Efraín, porque soy Dios, y no hombre. Yo soy el Santo en medio de ti, y no vendré contra la ciudad. "Caminarán en pos de Jehovah. El rugirá como león; sí, rugirá, y del occidente los hijos acudirán temblando. De Egipto acudirán temblando como pájaros; y como palomas, de la tierra de Asiria. Yo los haré habitar en sus casas, dice Jehovah. "Efraín me ha rodeado con mentira; y la casa de Israel, con engaño. Judá todavía divaga para con Dios, para con el Santo, quien es fiel. "Efraín se apacienta de viento; todo el día se va tras el solano. Continuamente aumentan la mentira y la destrucción, porque hicieron alianza con los asirios y llevan aceite a Egipto." Jehovah tiene pleito con Judá, y dará a Jacob el castigo que corresponde a sus caminos. Le retribuirá conforme a sus obras. En el vientre suplantó a su hermano y en su edad viril contendió con Dios. Contendió con el ángel y prevaleció; lloró y le rogó. En Betel le halló y allí habló con él. ¡Jehovah, Dios de los Ejércitos, Jehovah es su nombre! Tú, pues, vuélvete a tu Dios; practica la lealtad y el derecho, y espera siempre en tu Dios. Como mercader que tiene en su mano balanza falsa, él ama la opresión. Y dijo Efraín: "Ciertamente yo me he enriquecido; he hallado riquezas para mí." Pero todos sus esfuerzos no serán suficientes para borrar el pecado que ha cometido. "Sin embargo, desde la tierra de Egipto yo soy Jehovah tu Dios. Aún te haré habitar en tiendas como en los días de la fiesta. Yo he hablado a los profetas y he multiplicado la profecía. Por medio de los profetas he expuesto parábolas." Si hay iniquidad en Galaad, ciertamente serán convertidos en nada. Aunque en Gilgal sacrifiquen toros, sus altares también serán como montones de escombros sobre los surcos del campo. Jacob huyó a la tierra de Aram; Israel sirvió por una mujer, y por una mujer cuidó rebaños. Por medio de un profeta Jehovah hizo subir a Israel de Egipto, y por el profeta fue guardado. Pero Efraín ha provocado a Dios con amargura. Por tanto, dejará sobre él su culpa de sangre; su Señor le retribuirá su deshonra. Cuando Efraín hablaba, había terror; era exaltado en Israel. Pero pecó por causa de Baal, y murió. Ahora han continuado pecando y con su plata han hecho, conforme a su entendimiento, ídolos e imágenes de fundición, toda obra de escultores. Ellos dicen: "¡Ofrecedles sacrificios!" Y los hombres besan a los becerros. Por tanto, serán como la niebla de la mañana y como el rocío del amanecer, que se desvanece; como el tamo que es arrebatado de la era, y como el humo que sale por la ventana. "Desde la tierra de Egipto yo soy Jehovah tu Dios; no reconocerás otro dios aparte de mí, ni otro salvador, sino a mí. Yo te conocí en el desierto, en tierra de sequedad. Pero cuando los apacenté y se saciaron, su corazón se ensoberbeció. Por esta causa se olvidaron de mí. Por tanto, yo seré para ellos como un león; los acecharé como un leopardo en el camino. Les saldré al encuentro como una osa que ha perdido sus crías, y les desgarraré la caja del corazón. Allí lo devoraré como león, como los despedaza un animal del campo. "Yo te destruiré, oh Israel. ¿Quién te podrá socorrer? ¿Dónde está tu rey para que te salve en todas tus ciudades? ¿Qué de tus jueces, de quienes decías: ‘Dame rey y gobernantes’? En mi furor yo te di rey, y en mi ira lo quité. "Atada está la maldad de Efraín; su pecado está bien guardado. Dolores de mujer que da a luz le sobrevendrán. Pero él es un hijo torpe, que no se presenta al tiempo de nacer. ¿Los redimiré del poder del Seol? ¿Los rescataré de la Muerte? ¿Dónde está, oh Muerte, tu espina? ¿Dónde está, oh Seol, tu aguijón? La compasión se ha ocultado de mis ojos. Aunque él fructifique entre los hermanos, vendrá el solano, el viento de Jehovah, subiendo del desierto; y su fuente se secará, y se agotará su manantial. El saqueará el tesoro de todas las cosas preciosas. Samaria será desolada, porque se rebeló contra su Dios. Ellos caerán a espada; sus niños serán estrellados, y sus mujeres encintas serán reventadas." ¡Vuelve, oh Israel, a Jehovah tu Dios; porque por tu pecado has caído! Tomad con vosotros estas palabras y volved a Jehovah. Decidle: "Quita toda la iniquidad y acéptanos con benevolencia; te ofrecemos el fruto de nuestros labios. No nos librará Asiria; no montaremos sobre caballos, ni nunca más diremos a la obra de nuestras manos: ‘Dioses nuestros’; porque en ti el huérfano alcanzará misericordia. "Yo los sanaré de su infidelidad. Los amaré generosamente, porque mi furor se habrá apartado de ellos. Yo seré a Israel como el rocío; él florecerá como lirio y echará sus raíces como el Líbano. Sus ramas se extenderán. Su esplendor será como el del olivo, y su fragancia como la del Líbano. Volverán y se sentarán bajo su sombra. Cultivarán el trigo y florecerán como la vid. Su fragancia será como el vino del Líbano. ¿Qué más tiene que ver Efraín con los ídolos? Soy yo quien le responderá y velará por él. Yo soy como el ciprés verde; debido a mí será hallado fruto en ti." ¿Quién es sabio para entender estas cosas, y prudente para que las conozca? Ciertamente los caminos de Jehovah son rectos, y los justos andarán por ellos. Pero los rebeldes tropezarán en ellos. La palabra de Jehovah que vino a Joel hijo de Petuel. Escuchad esto, ancianos; y prestad atención, todos los habitantes de la tierra. ¿Ha sucedido algo semejante en vuestros días, o en los de vuestros padres? Contaréis de esto a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación. Lo que dejó la oruga lo comió la langosta, y lo que dejó la langosta lo comió el pulgón, y lo que dejó el pulgón lo comió el saltón. ¡Despertad, borrachos, y llorad! ¡Gemid, todos los que bebéis vino, porque el mosto es quitado de vuestra boca! Porque un pueblo ha subido a mi tierra, fuerte y sin número. Sus dientes son como dientes de león, y sus muelas son de leona. Ha convertido mi vid en desolación y mi higuera en tronco. La ha desnudado por completo y la ha derribado; sus ramas han quedado blancas. ¡Suspira tú, como una joven ceñida de cilicio a causa del marido de su juventud! Han sido eliminadas de la casa de Jehovah la ofrenda vegetal y la libación. Los sacerdotes que sirven a Jehovah están de duelo. El campo es devastado, y la tierra se enluta; porque el trigo es destruido, se seca el mosto y se agota el aceite. Consternaos, oh labradores; gemid, oh viñadores, por el trigo y la cebada; porque se ha perdido la cosecha del campo. Se seca la vid, se echa a perder la higuera; también el granado, la palmera y el manzano. Se han secado todos los árboles del campo, por lo cual se ha desvanecido la alegría de los hijos del hombre. ¡Ceñíos y haced duelo, oh sacerdotes! ¡Gemid, oh servidores del altar! Venid, dormid sobre cilicio, oh servidores de mi Dios; porque la ofrenda vegetal y la libación han sido quitadas de la casa de vuestro Dios. Pregonad ayuno, convocad a una asamblea, reunid a los ancianos y a todos los habitantes del país en la casa de Jehovah vuestro Dios, e invocad a Jehovah. ¡Ay por aquel día! Porque cercano está el día de Jehovah; vendrá como destrucción de parte del Todopoderoso. ¿No ha sido arrancado el sustento de delante de nuestros ojos, la alegría y el júbilo de la casa de nuestro Dios? Del todo se han secado los higos. Sus eras están arruinadas. Han sido desolados los depósitos y destruidos los graneros, por haberse acabado el grano. ¡Cómo gimen los animales! ¡Cuán aturdidos andan los hatos de bueyes, porque no hay pastos para ellos! También están sufriendo los rebaños de ovejas. A ti, oh Jehovah, clamaré, porque el fuego ha consumido los pastizales, y la llama ha abrasado a todos los árboles del campo. También los animales del campo jadean detrás de ti, porque se han secado los arroyos de agua, y el habitarás en el campo y llegarás hasta Babilonia. Allí serás librada, y allí te redimirá Jehovah de la mano de tus enemigos. ¡Tocad la corneta en Sion y gritad en mi santo monte! ¡Tiemblen todos los habitantes de la tierra, porque viene el día de Jehovah! ¡Día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y de densa neblina! Como negrura que se despliega sobre las montañas, es un ejército grande y fuerte. ¡Nunca antes ha subido algo semejante, ni después de ello ocurrirá por años, de generación en generación! Delante consume el fuego, y detrás abrasa la llama. La tierra que antes era como el jardín de Edén será después como desierto desolado. ¡No habrá quien escape! Su aspecto es como el aspecto de caballos, y corren como gente de a caballo. Con estruendo de carros saltan sobre las cumbres de los montes, con crepitar de llama de fuego que consume la hojarasca, como pueblo fuerte listo para la batalla. Delante de él tiemblan los pueblos, y palidecen todos los semblantes. Corren como valientes; como hombres de guerra escalan la muralla. Cada uno sigue su camino, y no abandonan sus sendas. Ninguno tropieza con su compañero; cada uno va por su calzada. Aun cayendo a causa de la espada, no rompen su formación en la ciudad. Van saltando por el muro, corren por las casas, suben por las ventanas y entran como ladrones. Delante de ellos tiembla la tierra, y se estremecen los cielos. El sol y la luna se oscurecen, y las estrellas retiran su fulgor. Jehovah da la voz delante de su ejército. Enorme es su campamento, y poderoso es el que ejecuta su palabra. Grande y temible es el día de Jehovah. ¿Quién lo podrá resistir? "Pero aun ahora," dice Jehovah, "volveos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno, llanto y lamento. Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos." Volved a Jehovah, vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo, lento para la ira, grande en misericordia, y desiste del castigo. ¿Quién sabe si desiste, cambia de parecer y deja tras sí bendición, es decir, ofrenda vegetal y libación para Jehovah vuestro Dios? ¡Tocad la corneta en Sion; pregonad ayuno! ¡Convocad a la asamblea! ¡Reunid al pueblo; santificad la congregación; agrupad a los ancianos; reunid a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Salga el novio de su cámara nupcial y la novia de su dosel! Los sacerdotes que sirven a Jehovah lloren entre el vestíbulo y el altar. Digan: "Perdona, oh Jehovah, a mi pueblo. No entregues tu heredad a la afrenta, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: ‘¿Dónde está su Dios?’" Entonces Jehovah tuvo celo por su tierra y se apiadó de su pueblo. Jehovah respondió a su pueblo diciendo: "He aquí, yo os envío granos, vino nuevo y aceite; y seréis saciados. Nunca más os entregaré como afrenta en medio de las naciones. Yo haré que se aleje de vosotros lo que viene del norte. Lo arrojaré a tierra seca y desierta; su vanguardia hacia el mar oriental, y su retaguardia hacia el mar occidental. Se levantará su hedor, y subirá su putrefacción." ¡Porque ha hecho grandes cosas! "¡Oh tierra, no temas! ¡Alégrate y regocíjate, porque Jehovah ha hecho grandes cosas! No temáis, animales del campo, porque los pastizales reverdecerán; porque los árboles llevarán su fruto; la higuera y la vid darán su riqueza. Vosotros también, oh hijos de Sion, alegraos y regocijaos en Jehovah vuestro Dios, porque os ha dado la lluvia primera en su justa medida. También hará descender sobre vosotros la lluvia temprana y la tardía, como antes. Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino nuevo y de aceite. Yo os restituiré los años que comieron la oruga, el pulgón, el saltón y la langosta; mi gran ejército que envié contra vosotros. Comeréis hasta saciaros y alabaréis el nombre de Jehovah vuestro Dios, quien ha hecho maravillas con vosotros. Y nunca más será avergonzado mi pueblo. Así sabréis que estoy en medio de Israel, que yo soy Jehovah vuestro Dios y que no hay otro. Y nunca más será avergonzado mi pueblo. "Sucederá después de esto que derramaré mi Espíritu sobre todo mortal. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán. Vuestros ancianos tendrán sueños; y vuestros jóvenes, visiones. En aquellos días también derramaré mi Espíritu sobre los siervos y las siervas. Realizaré prodigios en los cielos y en la tierra: sangre, fuego y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día de Jehovah, grande y temible. Y sucederá que cualquiera que invoque el nombre de Jehovah será salvo, porque en el monte Sion y en Jerusalén estarán los libertados, como ha dicho Jehovah; y entre los sobrevivientes estarán aquellos que Jehovah ha llamado. "He aquí que en aquellos días y en aquel tiempo, cuando yo restaure de la cautividad a Judá y a Jerusalén, reuniré a todas las naciones y las haré descender al valle de Josafat. Allí entraré en juicio contra ellas a causa de mi pueblo, de Israel mi heredad, al cual esparcieron entre las naciones, y luego se repartieron mi tierra. Sobre mi pueblo echaron suertes; por el niño pagaron como por prostituta, y vendieron a la niña por vino para beber. "Vosotras también, oh Tiro, oh Sidón y todas las comarcas de Filistea, ¿qué sois para mí? ¿Queréis vengaros de mí? Si de mí os vengáis, bien pronto haré que recaiga la paga sobre vuestras cabezas, porque habéis llevado mi plata y mi oro. Mis cosas preciosas y hermosas habéis introducido en vuestros templos. Vendisteis los hijos de Judá y los hijos de Jerusalén a los hijos de los griegos, para alejarlos de sus territorios. He aquí, yo los despertaré en el lugar a donde los vendisteis, y volveré vuestra paga sobre vuestra cabeza. Yo venderé a vuestros hijos y a vuestras hijas en mano de los hijos de Judá, y éstos los venderán a los sabeos, a una nación distante, porque Jehovah ha hablado." ¡Proclamad esto entre las naciones, declarad guerra santa, convocad a los valientes! Acérquense y acudan todos los hombres de guerra. Haced espadas de vuestras rejas de arado y lanzas de vuestras podaderas. Diga el débil: "Soy valiente." Apresuraos y acudid, todas las naciones de alrededor; congregaos allá. ¡Haz que desciendan allá tus valientes, oh Jehovah! "Despierten las naciones y vayan al valle de Josafat, porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor. Meted la hoz, porque el grano ya está maduro. Venid, pisotead, porque el lagar está lleno y rebosan las cubas; pues mucha es la maldad de ellos. "Multitudes, multitudes están en el valle de la decisión, porque está cercano el día de Jehovah en el valle de la decisión. El sol y la luna se oscurecen, y las estrellas retiran su fulgor. Jehovah ruge desde Sion y da su voz desde Jerusalén. Tiemblan los cielos y la tierra, pero Jehovah es refugio para su pueblo y fortaleza para los hijos de Israel. Y conoceréis que yo soy Jehovah vuestro Dios que habito en Sion, mi santo monte. Santa será Jerusalén, y los extraños no pasarán más por ella. "En aquel día sucederá que los montes gotearán jugo de uvas, las colinas fluirán leche y correrán aguas por todos los arroyos de Judá. Un manantial saldrá de la casa de Jehovah y regará el valle de Sitim. Egipto será convertido en desolación, y Edom en desierto desolado, por la violencia hecha a los hijos de Judá; porque en su tierra derramaron la sangre inocente. Pero Judá será habitada para siempre, y Jerusalén de generación en generación. Yo tomaré venganza de la sangre y a nadie daré por inocente." ¡Jehovah habita en Sion! Las palabras de Amós, uno de los pastores de Tecoa, sobre lo que vio acerca de Israel en los días de Uzías, rey de Judá, y en los días de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto. Dijo Amós: "¡Jehovah ruge desde Sion y da su voz desde Jerusalén! Se enlutan los prados de los pastores, y se seca la cumbre del Carmelo." Así ha dicho Jehovah: "Por tres pecados de Damasco, y por cuatro, no revocaré su castigo. Porque trillaron a Galaad con trillos de hierro, enviaré fuego a la casa de Hazael, el cual devorará los palacios de Ben-hadad. Romperé los cerrojos de Damasco, exterminaré a los habitantes del valle de Avén y al que porta el cetro en Bet-edén. Y el pueblo de Siria será llevado cautivo a Quir," ha dicho Jehovah. Así ha dicho Jehovah: "Por tres pecados de Gaza, y por cuatro, no revocaré su castigo. Porque llevó cautivo a todo un pueblo para entregarlo a Edom, enviaré fuego al muro de Gaza, el cual devorará sus palacios. Exterminaré a los habitantes de Asdod y al que porta el cetro en Ascalón. Volveré mi mano contra Ecrón, y perecerán los sobrevivientes de Filistea," ha dicho el Señor Jehovah. Así ha dicho Jehovah: "Por tres pecados de Tiro, y por cuatro, no revocaré su castigo. Porque entregaron cautivo a todo un pueblo a Edom y no se acordaron del pacto de sus hermanos, enviaré fuego al muro de Tiro, el cual devorará sus palacios." Así ha dicho Jehovah: "Por tres pecados de Edom, y por cuatro, no revocaré su castigo. Porque persiguió con espada a su hermano y suprimió su compasión, y porque en su furor siempre ha destrozado y ha guardado continuamente el rencor, enviaré fuego a Temán, el cual devorará los palacios de Bosra." Así ha dicho Jehovah: "Por tres pecados de los hijos de Amón, y por cuatro, no revocaré su castigo. Porque para ensanchar su territorio reventaron a las mujeres de Galaad que estaban encintas, prenderé fuego en el muro de Rabá, el cual devorará sus palacios con clamor en el día de la batalla y con tormenta en el día de la tempestad. Su rey irá al cautiverio, él y todos sus principales," ha dicho Jehovah. Así ha dicho Jehovah: "Por tres pecados de Moab, y por cuatro, no revocaré su castigo. Porque quemaron los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos, enviaré fuego a Moab, el cual devorará los palacios de Queriot. Moab morirá en medio de alboroto, con clamor y sonido de corneta. Yo quitaré al juez de en medio de ellos y junto con él mataré a sus magistrados," ha dicho Jehovah. Así ha dicho Jehovah: "Por tres pecados de Judá, y por cuatro, no revocaré su castigo. Porque despreciaron la ley de Jehovah y no guardaron sus decretos, y porque les hicieron errar sus mentiras tras las cuales anduvieron sus padres, enviaré fuego a Judá, el cual devorará los palacios de Jerusalén." Así ha dicho Jehovah: "Por tres pecados de Israel, y por cuatro, no revocaré su castigo. Porque venden por dinero al justo y al pobre por un par de zapatos, codician hasta el polvo de la tierra que está sobre la cabeza de los empobrecidos y trastornan el camino de la gente humilde. Un hombre y su hijo tienen relaciones con la misma joven, profanando así mi santo nombre. Sobre ropas retenidas en prenda se recuestan junto a cualquier altar, y en la casa de sus dioses beben el vino de los multados. "Yo destruí delante de ellos al amorreo, cuya estatura era como la altura de los cedros y que era fuerte como una encina. Destruí su fruto arriba y sus raíces abajo. Os hice subir de la tierra de Egipto y durante cuarenta años os hice caminar por el desierto y caminé con vosotros por el desierto para que poseyeseis la tierra del amorreo. Levanté profetas de vuestros hijos, y nazareos de vuestros jóvenes. ¿No es esto así, hijos de Israel?, dice Jehovah. Pero vosotros disteis de beber vino a los nazareos y a los profetas mandasteis diciendo: ‘¡No profeticéis!’ Yo, pues, haré tambalear vuestros pies como se tambalea la carreta repleta de gavillas. "El veloz no alcanzará refugio; al fuerte no le ayudará su fuerza, ni librará su vida el valiente. El que toma el arco no resistirá, ni escapará el rápido de pies, ni el que monta a caballo salvará su vida. El más valiente de los valientes huirá desnudo en aquel día," dice Jehovah. Oíd esta palabra que Jehovah ha hablado contra vosotros, oh hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: "Solamente a vosotros he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades. ¿Andarán dos juntos, a menos que se pongan de acuerdo? ¿Rugirá el león en el bosque sin haber cazado presa? ¿Dará su rugido el cachorro de león desde su guarida sin haber atrapado algo? ¿Caerá el ave en la trampa en la tierra sin haber cazador? ¿Se alzará la trampa del suelo sin haber atrapado algo? ¿Se tocará la corneta en la ciudad y no se estremecerá el pueblo? ¿Habrá alguna calamidad en la ciudad sin que Jehovah la haya hecho?" Así, nada hará el Señor Jehovah sin revelar su secreto a sus siervos los profetas. Si ruge el león, ¿quién no temerá? Si habla el Señor Jehovah, ¿quién no profetizará? Proclamad en los palacios de Asdod y en los palacios de la tierra de Egipto, y decid: "¡Reuníos sobre los montes de Samaria y ved los muchos tumultos y la opresión que hay en medio de ella! No saben hacer lo recto, los que atesoran violencia y despojo en sus palacios," dice Jehovah. Por tanto, así ha dicho el Señor Jehovah: "Un enemigo vendrá por todos los lados de la tierra. Echará abajo tus fortalezas, y tus palacios serán saqueados. Así dice Jehovah: De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas o la punta de la oreja, así escaparán los hijos de Israel que en Samaria se sientan en un borde de la cama o en un diván de Damasco. "Oíd y testificad contra la casa de Jacob, dice Jehovah Dios de los Ejércitos. El día en que castigue las rebeliones de Israel, también castigaré los altares de Betel. Serán derribados los cuernos del altar y caerán al suelo. Yo golpearé la casa de invierno junto con la casa de verano, y las casas de marfil perecerán. ¡Muchas casas serán arruinadas!," dice Jehovah. Oíd esta palabra, oh vacas de Basán que estáis en el monte de Samaria, que oprimís a los pobres, que quebrantáis a los necesitados, que decís a vuestros maridos: "¡Traed y bebamos!" El Señor Jehovah juró por su santidad: "He aquí, vienen días sobre vosotras, en que se os llevará con ganchos, y a vuestros descendientes con anzuelos de pescar. ¡Saldréis por las brechas una tras otra, y seréis arrojadas hacia el Hermón!," dice Jehovah. "¡Id a Betel, y rebelaos! ¡A Gilgal, y multiplicad la rebelión! ¡Traed de mañana vuestros sacrificios y vuestros diezmos al tercer día! ¡Quemad pan con levadura como ofrenda de acción de gracias! ¡Pregonad, anunciad ofrendas voluntarias, ya que eso es lo que os gusta, oh hijos de Israel!," dice el Señor Jehovah. "Por mi parte, yo os he tenido a diente limpio en todas vuestras ciudades, y con falta de pan en todos vuestros pueblos. Pero no os volvisteis a mí," dice Jehovah. "También os detuve la lluvia faltando tres meses para la siega. Hice llover sobre una ciudad, y sobre otra no hice llover. Sobre una parcela llovió, y la parcela sobre la cual no llovió se secó. Acudían dos o tres ciudades a otra ciudad para beber agua, y no se saciaban. Pero no os volvisteis a mí," dice Jehovah. "Yo os golpeé con tizón y añublo. La langosta comió vuestros muchos huertos, vuestras viñas, vuestras higueras y vuestros olivos. Pero no os volvisteis a mí," dice Jehovah. "Envié entre vosotros una plaga, como en Egipto. Maté a espada a vuestros jóvenes, mientras vuestros caballos eran capturados. Hice que el hedor de vuestros campamentos subiese a vuestras narices. Pero no os volvisteis a mí," dice Jehovah. "Os trastorné, como cuando Dios trastornó a Sodoma y a Gomorra, y fuisteis cual leño salvado del fuego. Pero no os volvisteis a mí," dice Jehovah. "Por tanto, de esta manera te haré, oh Israel. Y porque voy a hacerte esto, ¡prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel!" Porque he aquí, el que forma las montañas y crea el viento y revela al hombre su pensamiento, el que hace a la aurora tinieblas y pisa sobre las alturas de la tierra, ¡Jehovah Dios de los Ejércitos es su nombre! Oíd esta palabra que yo pronuncio como lamento por vosotros, oh casa de Israel: ¡Cayó la virgen de Israel para no volverse a levantar! Sobre su suelo yace abandonada, y no hay quien la levante. Porque así dice el Señor Jehovah a la casa de Israel: "La ciudad que salía con mil quedará con cien, y la que salía con cien quedará con diez." Porque así ha dicho Jehovah a la casa de Israel: "¡Buscadme y viviréis! Y no busquéis a Betel, ni entréis en Gilgal, ni paséis a Beerseba; porque Gilgal será llevada en cautiverio, y Betel será convertida en nada." ¡Buscad a Jehovah y vivid! No sea que él acometa como fuego contra la casa de José y consuma a Betel sin que haya quien lo apague. Vosotros que convertís el derecho en ajenjo y echáis por tierra la justicia, buscad al que hizo las Pléyades y el Orión, que a las tinieblas convierte en mañana, y que hace oscurecer el día hasta que se hace noche. Buscad al que llama a las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra. ¡Jehovah es su nombre! El es el que irrumpe con destrucción contra la fortaleza, de modo que la destrucción alcance a la plaza fuerte. Ellos aborrecen al que les amonesta en el tribunal, y abominan al que habla lo recto. Por tanto, puesto que pisoteáis al pobre y tomáis de él tributo de granos, aunque hayáis edificado casas de piedra labrada, no las habitaréis. Plantasteis hermosas viñas, pero no beberéis el vino de ellas. Porque yo conozco vuestras muchas rebeliones y vuestros grandes pecados: que hostilizáis al justo, que tomáis soborno y que hacéis perder su causa a los pobres en el tribunal. Por eso, en tal tiempo el prudente calla, porque es tiempo malo. ¡Buscad el bien y no el mal, para que viváis! Así estará con vosotros Jehovah Dios de los Ejércitos, como decís. Aborreced el mal y amad el bien. Estableced el juicio en el tribunal; quizás Jehovah Dios de Israel tenga piedad del remanente de José. Por tanto, así ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos, el Señor: "En todas las plazas habrá llanto, y en todas las ciudades dirán: ‘¡Ay, ay!’ Convocarán a duelo al labrador, y a lamentación a los que saben entonar lamentos. En todas las viñas habrá llanto, porque pasaré por en medio de ti," ha dicho Jehovah. ¡Ay de los que anhelan el día de Jehovah! ¿Para qué queréis este día de Jehovah? Será día de tinieblas, y no de luz. Será como el que huye de un león y choca con un oso; entra en casa y apoya su mano en la pared, y le muerde una serpiente. ¿No será el día de Jehovah para él tinieblas y no luz, oscuridad y no resplandor? "Aborrezco, rechazo vuestras festividades, y no me huelen bien vuestras asambleas festivas. Aunque me ofrezcáis vuestros holocaustos y ofrendas vegetales, no los aceptaré, ni miraré vuestros sacrificios de paz de animales engordados. Quita de mí el bullicio de tus canciones, pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos. Más bien, corra el derecho como agua, y la justicia como arroyo permanente. "¿Acaso me ofrecisteis sacrificios y ofrendas vegetales en el desierto durante cuarenta años, oh casa de Israel? Al contrario, llevasteis el tabernáculo de vuestros ídolos Moloc y Quiún, la estrella de vuestros dioses que os habéis hecho. Por tanto, yo haré que os lleven cautivos más allá de Damasco," ha dicho Jehovah, cuyo nombre es Dios de los Ejércitos. ¡Ay de los que viven reposados en Sion, y de los confiados en el monte de Samaria, señalados como los principales de las naciones, y a quienes acuden los de la casa de Israel! Pasad a Calne y mirad. De allí id a la gran Hamat. Luego descended a Gat de los filisteos. ¿Acaso sois mejores que aquellos reinos? ¿Acaso el territorio de ellos era mayor que el vuestro? Vosotros suponéis que el día malo está lejos, y acercáis la sede del terror. Dormís en camas de marfil, os extendéis sobre vuestros lechos y coméis los carneros del rebaño y los terneros de engorde. Improvisáis al son de la lira e inventáis instrumentos musicales, al estilo de David. Bebéis vino en grandes copas y os ungís con los más finos perfumes, y no os afligís por la ruina de José. Por tanto, ahora seréis llevados a la cabeza de los cautivos, ¡y se acabará el banquete de los holgazanes! El Señor Jehovah ha jurado por su alma; Jehovah Dios de los Ejércitos dice: "Abomino la soberbia de Jacob, y aborrezco sus palacios. Entregaré al enemigo la ciudad y todo lo que hay en ella." Acontecerá que si quedan diez hombres en una casa, morirán, y su pariente lo tomará para incinerarlo. Al sacar sus restos de la casa, preguntará al que se encuentra en la parte más recóndita: "¿Hay algún otro contigo?" Este responderá: "¡Nadie!" Y le dirá: "¡Calla; no hay que mencionar el nombre de Jehovah!" Porque he aquí, Jehovah ha mandado que sea reducida a escombros la casa mayor, y a ruinas la casa menor. ¿Acaso corren los caballos por las peñas? ¿Se arará con bueyes en el mar? Pero vosotros habéis convertido el derecho en veneno y el fruto de la justicia en ajenjo. Vosotros os alegráis por Lo-debar, y decís: "¿Acaso no hemos tomado Carnaim con nuestra fuerza?" "Pues he aquí, oh casa de Israel, yo levantaré sobre vosotros una nación que os oprimirá desde Lebo-hamat hasta el arroyo del Arabá," dice Jehovah Dios de los Ejércitos. Así me mostró el Señor Jehovah: He aquí que él formaba un enjambre de langostas cuando comenzaba a brotar el heno tardío, después de la siega del rey. Aconteció que cuando acababan de comer la hierba de la tierra, dije: —¡Oh Señor Jehovah, perdona, por favor! ¿Cómo podrá levantarse Jacob, que es tan pequeño? Jehovah desistió de ello. —No será así, —ha dicho Jehovah—. Así me mostró el Señor Jehovah: He aquí que el Señor Jehovah convocó para juzgar por fuego, y el fuego consumió el gran océano y una parte de la tierra. Yo dije: —¡Oh Señor Jehovah, desiste, por favor! ¿Cómo podrá restablecerse Jacob, que es tan pequeño? Jehovah desistió de ello. —No será así tampoco—dijo el Señor Jehovah—. Así me mostró: He aquí que el Señor estaba de pie sobre un muro hecho a plomo, y en su mano tenía una plomada de albañil. Entonces me preguntó Jehovah: —¿Qué ves, Amós? Yo respondí: —Una plomada de albañil. Y el Señor dijo: —He aquí, yo pongo una plomada de albañil en medio de mi pueblo Israel. ¡No lo soportaré más! Los altares de Isaac serán destruidos, y los santuarios de Israel quedarán desolados. Y me levantaré con espada contra la casa de Jeroboam. Entonces Amasías, sacerdote de Betel, envió a decir a Jeroboam, rey de Israel: "Amós ha conspirado contra ti en medio de la casa de Israel. ¡La tierra no puede soportar todas sus palabras! Así ha dicho Amós: ‘Jeroboam morirá a espada, e Israel saldrá de su tierra en cautiverio.’" Y Amasías dijo a Amós: —¡Vidente, vete; huye a la tierra de Judá y come allá tu pan! Profetiza allá y no profetices más en Betel, porque es el santuario del rey y la casa del reino. Respondió Amós y dijo a Amasías: —Yo no soy profeta ni hijo de profeta; soy ganadero y cultivador de higos silvestres. Pero Jehovah me tomó de detrás del rebaño y me dijo: "Vé y profetiza a mi pueblo Israel." Ahora pues, escucha la palabra de Jehovah: Tú dices: "No profetices contra Israel ni prediques contra la casa de Isaac." Por tanto, así dice Jehovah: "Tu mujer se prostituirá en la ciudad; tus hijos y tus hijas caerán a espada. Tu tierra será repartida a cordel, tú morirás en tierra inmunda, e Israel definitivamente será llevado cautivo de su tierra." Así me mostró el Señor Jehovah: He aquí una cesta con frutas de verano. Y me preguntó: —¿Qué ves, Amós? Yo respondí: —Una cesta de frutas de verano. Entonces Jehovah me dijo: —¡Ha llegado el final de mi pueblo Israel! ¡No lo soportaré más! En aquel día gemirán los cantores del templo, dice el Señor Jehovah. Muchos serán los cadáveres; en todo lugar serán arrojados en silencio. Oíd esto, los que pisoteáis a los necesitados y arruináis a los pobres de la tierra, diciendo: "¿Cuándo pasará la luna nueva, para que vendamos el trigo; y el sábado, para que abramos los almacenes del trigo; para que reduzcamos el peso y aumentemos el precio, falsificando fraudulentamente las balanzas; para comprar a los pobres por dinero y a los necesitados por un par de zapatos; para que vendamos los desechos del trigo?" Jehovah ha jurado por la gloria de Jacob: "¡No me olvidaré jamás de todas las cosas que han hecho! ¿No temblará la tierra por esto? ¿No harán duelo todos sus habitantes? Subirá toda como el río Nilo; se agitará y mermará como el Nilo de Egipto. Sucederá en aquel día, dice el Señor Jehovah, que haré que el sol se oculte al medio día; y en pleno día haré que la tierra sea cubierta de tinieblas. Convertiré vuestras fiestas en duelo y todas vuestras canciones en cantos fúnebres. Haré que todos los lomos se cubran de luto, y que se rapen todas las cabezas. Traeré a ella duelo como por hijo único, y su final será un día de amargura. "He aquí que vienen días, dice el Señor Jehovah, en los cuales enviaré hambre a la tierra; no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír las palabras de Jehovah. Irán errantes de mar a mar. Desde el norte hasta el oriente andarán errantes buscando palabra de Jehovah y no la encontrarán. En aquel día desmayarán de sed las bellas muchachas y los jóvenes. Los que juran por la culpa de Samaria, diciendo: ‘¡Viva tu dios, oh Dan!’ y ‘¡Que viva el camino de Beerseba!’ caerán y nunca más se levantarán." Vi al Señor que estaba de pie sobre el altar, y dijo: "¡Golpea los capiteles de las columnas, y estremézcanse los umbrales! Hazlos pedazos sobre las cabezas de todos ellos, y a sus descendientes los mataré a espada. ¡De ellos no habrá quien se fugue ni escape! "Aunque caven hasta el Seol, de allá los tomará mi mano. Si suben hasta los cielos, de allá los haré bajar. Si se esconden en la cumbre del Carmelo, allí los buscaré y los tomaré. Aunque se escondan de mis ojos en el fondo del mar, allí mandaré la serpiente, y los morderá. Aunque vayan cautivos delante de sus enemigos, allí mandaré la espada que los matará. Sobre ellos pondré mis ojos para mal y no para bien." El Señor Jehovah de los Ejércitos es el que toca la tierra, y ella se derrite. Hacen duelo todos los que habitan en ella. Toda la tierra sube como el Nilo, y luego merma como el Nilo de Egipto. El edifica su morada en los cielos, y pone en la tierra los cimientos de su firmamento. Convoca las aguas del mar y las derrama sobre la faz de la tierra. ¡Jehovah es su nombre! "Oh hijos de Israel, ¿acaso no me sois como los hijos de los etíopes?, dice Jehovah. ¿No hice yo subir a Israel de la tierra de Egipto, a los filisteos de Caftor y a los sirios de Quir? He aquí, los ojos del Señor Jehovah están contra el reino pecador. Yo lo destruiré de sobre la faz de la tierra, pero no destruiré del todo a la casa de Jacob, dice Jehovah. Pues he aquí que yo mandaré y haré que la casa de Israel sea sacudida entre las naciones, como se sacude en un harnero, sin que caiga a tierra un solo grano. Pero a espada morirán todos los pecadores de mi pueblo que dicen: ‘No se acercará ni nos alcanzará el desastre.’ "En aquel día levantaré el tabernáculo caído de David y cerraré sus brechas. Reconstruiré sus ruinas y lo edificaré como en el tiempo pasado, para que posean lo que quede de Edom y de todos los pueblos sobre los cuales es invocado mi nombre, dice Jehovah que hace esto. "He aquí que vienen días, dice Jehovah, cuando el que ara alcanzará al que siega, y el que pisa las uvas al que lleva la semilla; las montañas gotearán vino nuevo, y todas las colinas se derretirán. Pues restauraré de la cautividad a mi pueblo Israel, y ellos edificarán las ciudades desoladas y las habitarán. Plantarán viñas y beberán del vino de ellas; plantarán huertos y comerán de sus frutos. Pues los plantaré en su tierra, y nunca más serán arrancados de la tierra que yo les di," ha dicho Jehovah tu Dios. La visión de Abdías: Así ha dicho el Señor Jehovah acerca de Edom (hemos escuchado de parte de Jehovah la noticia de que ha sido enviado un mensajero a las naciones, diciendo: "¡Levantaos! ¡Levantémonos contra él en batalla!"): "He aquí, te empequeñeceré entre las naciones; serás muy menospreciado. La soberbia de tu corazón te ha engañado a ti que habitas en las hendiduras de la peña, en tu morada elevada; a ti que decías en tu corazón: ‘¿Quién me hará caer a tierra?’ Aunque remontes vuelo como águila y entre las estrellas pongas tu nido, de allí te haré descender, dice Jehovah. Si hubieran venido a ti ladrones o asaltantes de noche, ¿no te habrían robado lo que les bastase? Si hubiesen venido a ti vendimiadores, ¿no habrían dejado siquiera rebuscos? Pero, ¡cómo has sido arrasado! ¡Cómo fue saqueado Esaú; sus tesoros escondidos fueron saqueados! Hasta la frontera te arrojaron tus propios aliados. Te defraudaron y pudieron más que tus confidentes. Los que comían de tu pan te han puesto trampa. ¡No hay en él discernimiento! "¿No haré que perezcan en aquel día los sabios de Edom y el discernimiento de la región montañosa de Esaú?, dice Jehovah. Tus valientes, oh Temán, serán destrozados, para que todo hombre sea destruido por la masacre en los montes de Esaú. "Por la violencia hecha a tu hermano Jacob, te cubrirá la vergüenza, y serás destruido para siempre. En el día cuando te pusiste firme del lado contrario, en el día cuando su poderío fue llevado cautivo por los extraños, y los extranjeros llegaron hasta sus puertas y echaron suertes por Jerusalén, tú también te comportaste como uno de ellos. No debiste haberte quedado mirando a tu hermano en su día trágico, en el día de su desgracia. No debiste alegrarte de los hijos de Judá en el día de su ruina. No debiste extralimitarte con tu boca en el día de la angustia. No debiste entrar por la puerta de mi pueblo en el día de su ruina. Tampoco debiste mirar su miseria en el día de su ruina. No debiste echar mano de sus bienes en el día de su ruina. Tampoco debiste ponerte en las encrucijadas de los caminos para aniquilar a sus fugitivos. No debiste haber entregado a sus sobrevivientes en el día de la desgracia. "Cercano está el día de Jehovah sobre todas las naciones. Como tú hiciste, se hará contigo; tu retribución volverá sobre tu cabeza. Porque como bebisteis en mi santo monte, beberán todas las naciones de alrededor. Beberán ruidosamente, y quedarán como si nunca hubiesen existido. "Pero en el monte Sion estarán los libertados, y será santo. La casa de Jacob poseerá las posesiones de ellos. La casa de Jacob será fuego, y la casa de José será llama. La casa de Edom será estopa, y ellos los quemarán y los consumirán. Ni un solo sobreviviente quedará de la casa de Esaú," porque Jehovah lo ha dicho. Los del Néguev poseerán la región montañosa de Esaú; y los de la Sefela, la tierra de los filisteos. También poseerán los campos de Efraín y de Samaria, y los de Benjamín poseerán Galaad. Esta tropa de cautivos de los hijos de Israel poseerá lo que fuera de los cananeos hasta Sarepta, y los de Jerusalén que están cautivos en Sefarad poseerán las ciudades del Néguev. Subirán victoriosos desde el monte Sion para juzgar la región montañosa de Esaú. ¡Y el reino será de Jehovah! La palabra de Jehovah vino a Jonás hijo de Amitai, diciendo: "Levántate y vé a Nínive, la gran ciudad, y predica contra ella; porque su maldad ha subido a mi presencia." Entonces Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehovah a Tarsis. Descendió a Jope y halló un barco que iba a Tarsis; y pagando su pasaje, entró en él para irse con ellos a Tarsis, huyendo de la presencia de Jehovah. Pero Jehovah lanzó un gran viento sobre el mar, y se produjo una enorme tempestad, de manera que el barco estaba a punto de romperse. Los marineros tuvieron miedo, y cada uno invocaba a su dios. Y echaron al mar el cargamento que había en el barco, para aligerarlo. Pero Jonás había bajado al fondo del barco, se había acostado y se había quedado profundamente dormido. El capitán del barco se acercó a Jonás y le dijo: —¿Qué te pasa, dormilón? ¡Levántate e invoca a tu dios! Quizás él se fije en nosotros, y no perezcamos. Entonces se dijeron unos a otros: —¡Venid y echemos suertes para saber por culpa de quién nos ha sobrevenido este mal! Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Entonces le dijeron: —Decláranos por qué nos ha sobrevenido este mal. ¿Qué oficio tienes y de dónde vienes? ¿Cuál es tu país, y de qué pueblo eres? El respondió: —Soy hebreo y temo a Jehovah, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra. Aquellos hombres temieron muchísimo y le preguntaron: —¿Por qué has hecho esto? Pues entendieron que huía de la presencia de Jehovah, ya que él se lo había declarado. Y le preguntaron: —¿Qué haremos contigo para que el mar se nos calme? Porque el mar se embravecía más y más. Y él respondió: —Levantadme y echadme al mar, y se os calmará; pues yo sé que por mi causa os ha sobrevenido esta gran tempestad. Aquellos hombres remaban para hacer volver el barco a tierra, pero no pudieron, porque el mar se embravecía cada vez más. Entonces clamaron a Jehovah diciendo: —¡Oh Jehovah, por favor, no perezcamos nosotros por la vida de este hombre! No nos hagas responsables de sangre inocente, porque tú, oh Jehovah, has hecho como has querido. Entonces levantaron a Jonás y lo echaron al mar, y el mar cesó de su furia. Y aquellos hombres temieron grandemente a Jehovah; le ofrecieron un sacrificio e hicieron votos. Pero Jehovah dispuso un gran pez que se tragase a Jonás. Y éste estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches. Y desde el vientre del pez oró Jonás a Jehovah su Dios. Y dijo: "Desde mi angustia invoqué a Jehovah, y él me respondió. Clamé desde el vientre del Seol, y tú escuchaste mi voz. Me arrojaste a lo profundo, en el corazón de los mares, y me rodeó la corriente: Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. Yo dije: Expulsado soy de delante de tus ojos; pero aún he de ver tu santo templo. Las aguas me han envuelto hasta la garganta; me rodeó el abismo. Las algas se enredaron en mi cabeza. Descendí a la base de las montañas. La tierra echó sus cerrojos tras de mí para siempre. Pero tú hiciste subir mi vida de la fosa, ¡oh Jehovah, Dios mío! Cuando mi alma desfallecía dentro de mí, me acordé de Jehovah; y mi oración llegó hasta ti, a tu santo templo. Los que veneran las vanidades ilusorias abandonan su lealtad. Pero yo te ofreceré sacrificio con voz de alabanza. Lo que prometí haciendo votos, lo cumpliré. ¡La salvación pertenece a Jehovah!" Entonces Jehovah habló al pez, y éste vomitó a Jonás en tierra. La palabra de Jehovah vino por segunda vez a Jonás, diciendo: "Levántate y vé a Nínive, la gran ciudad, y proclámale el mensaje que yo te daré." Entonces Jonás se levantó y fue a Nínive, conforme a la palabra de Jehovah. Nínive era una ciudad grande, de tres días de camino. Jonás comenzó a recorrer la ciudad durante un día de recorrido, y proclamaba diciendo: "¡De aquí a cuarenta días Nínive será destruida!" Pero los hombres de Nínive creyeron a Dios, proclamaron ayuno y se cubrieron de cilicio, desde el mayor hasta el menor. El asunto llegó hasta el rey de Nínive, quien se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes: "¡Que hombres y animales, bueyes y ovejas, no coman cosa alguna! ¡No se les dé alimento, ni beban agua! Cúbranse de cilicio tanto hombres como animales. Invoquen a Dios con todas sus fuerzas, y arrepiéntase cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos. ¿Quién sabe si Dios desiste y cambia de parecer, y se aparta del furor de su ira, y así no pereceremos?" Dios vio lo que hicieron, que se volvieron de su mal camino, y desistió del mal que había determinado hacerles, y no lo hizo. Pero esto desagradó grandemente a Jonás y lo enojó. Y oró a Jehovah diciendo: —Oh Jehovah, ¿no es esto lo que decía yo estando aún en mi tierra? ¡Por eso me adelanté a huir a Tarsis! Porque sabía que tú eres un Dios clemente y compasivo, lento para la ira, grande en misericordia y que desistes de hacer el mal. Ahora, oh Jehovah, por favor, quítame la vida, porque mejor sería mi muerte que mi vida. Jehovah le respondió: —¿Haces bien en enojarte tanto? Entonces Jonás salió de la ciudad y se sentó al oriente de ella. Allí se hizo una enramada y se sentó a su sombra hasta ver qué sucedería a la ciudad. Entonces Jehovah dispuso que creciera una planta de ricino, para que hiciese sombra sobre la cabeza de Jonás para protegerle de la insolación. Y Jonás se alegró muchísimo por el ricino. Pero Dios dispuso también, al amanecer del día siguiente, un gusano que atacó la planta de ricino, y ésta se secó. Y aconteció que al salir el sol, Dios dispuso un sofocante viento oriental, y el sol hirió la cabeza de Jonás, de modo que se desmayaba y anhelaba morirse. Y dijo: —¡Mejor sería mi muerte que mi vida! Entonces Dios dijo a Jonás: —¿Te parece bien enojarte por lo de la planta de ricino? El respondió: —¡Me parece bien enojarme, hasta la muerte! Y Jehovah le dijo: —Tú te preocupas por la planta de ricino, por la cual no trabajaste ni la hiciste crecer, que en una noche llegó a existir y en una noche pereció. ¿Y no he de preocuparme yo por Nínive, aquella gran ciudad, donde hay más de 120.000 personas que no distinguen su mano derecha de su mano izquierda, y muchos animales? La palabra de Jehovah que vino a Miqueas de Moréset en los días de Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá, sobre lo que vio acerca de Samaria y de Jerusalén. ¡Oíd, pueblos todos! ¡Atiende, oh tierra y cuanto hay en ti! El Señor Jehovah sea testigo contra vosotros desde su santo templo. Porque he aquí que Jehovah saldrá de su lugar; descenderá y caminará sobre las alturas de la tierra. Debajo de él se derretirán las montañas como la cera delante del fuego; se hendirán los valles como las aguas arrojadas por una pendiente. Todo esto sucederá por la transgresión de Jacob y por los pecados de la casa de Israel. ¿Cuál es la transgresión de Jacob? ¿No es Samaria? ¿Y cuál es el pecado de Judá? ¿No es Jerusalén? Convertiré, pues, a Samaria en un montón de ruinas del campo, y en viñedos. Haré rodar sus piedras por el valle y dejaré al descubierto sus cimientos. Todos sus ídolos serán desmenuzados, y todos sus obsequios serán quemados en el fuego. Convertiré en desolación todos sus ídolos, porque de los obsequios de prostitutas los obtuvo, y obsequios de prostitutas volverán a ser. Por tanto, lamentaré y gemiré. Andaré descalzo y desnudo, gimiendo como los chacales y lamentando como las avestruces. Porque su llaga es incurable y ha llegado hasta Judá; ha alcanzado hasta la puerta de mi pueblo, hasta Jerusalén. ¡No lo digáis en Gat, ni os entreguéis al llanto! ¡En Bet-le-ofra revuélcate en el polvo! ¡Pasa, oh moradora de Safir! En sus ciudades se quedará; no saldrá la moradora de Saanán. Hay duelo en Bet-esel; le han quitado su emplazamiento. ¿Cómo podrá esperar el bien la que habita en Marot, si el mal ha descendido de Jehovah hasta la puerta de Jerusalén? ¡Unce el carro a los corceles, oh moradora de Laquis, —ella es el principio del pecado de la hija de Sion—, porque en ti se descubrieron las transgresiones de Israel! Por tanto, tú darás regalos de despedida a Moréset-gat. Las casas de Aczib desilusionarán a los reyes de Israel. Aún he de traer contra ti al conquistador, oh moradora de Maresa. La gloria de Israel se irá hasta Adulam. Rápate y trasquílate por los hijos de tus delicias; ensancha tu calva como la del buitre, porque ellos serán llevados cautivos lejos de ti. ¡Ay de los que en sus camas planean iniquidad y traman el mal! Con la luz de la mañana lo realizan, porque tienen en su mano el poder. Codician los campos y los roban; codician las casas y las toman. Oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad. Por tanto, ha dicho Jehovah: "He aquí, yo pienso traer sobre esta familia un mal del cual no podrán sacar sus cuellos ni andarán erguidos, porque el tiempo será malo. En aquel día se difundirá un refrán acerca de vosotros, y se pronunciará el lamento que dice: ‘¡Del todo hemos sido destruidos! La posesión de mi pueblo fue medida a cordel, y no hubo quien fuera sensible. Nuestro campo ha sido repartido a los que nos saquean.’" Por tanto, no tendrás quien aplique cordel para echar suertes en la congregación de Jehovah. "¡No prediquéis!," predican ellos. "¡No prediquéis sobre tales cosas, pues la afrenta no nos alcanzará!" ¿Debe hablarse así, oh casa de Jacob? ¿Acaso se ha limitado el Espíritu de Jehovah? ¿Son éstas sus obras? ¿Acaso mis palabras no hacen bien al que camina rectamente? Pero vosotros os habéis levantado contra mi pueblo como enemigo. A los que pasan seguros volviendo de la guerra, les despojáis del manto que llevan sobre sus vestidos. A las mujeres de mi pueblo echáis fuera de las casas de sus delicias, y a sus niños despojáis de mi gloria para siempre. ¡Levantaos e idos, ya que éste no es lugar de reposo! Por causa de su contaminación será destruido con dolorosa destrucción. Si algún hombre anduviera con espíritu de falsedad y mintiese diciendo: "Yo predicaré acerca del vino y acerca del licor," ¡éste sí sería profeta para este pueblo! "Ciertamente reuniré a todo Jacob. Ciertamente recogeré al remanente de Israel y los pondré juntos como ovejas en el corral, como rebaño en medio del pastizal, y habrá gran estruendo por la multitud de la gente. El que abre camino subirá delante de ellos, y abrirán brecha. Pasarán por las puertas y saldrán; su rey pasará delante de ellos, y a la cabeza de ellos irá Jehovah." Dije: ¡Escuchad, por favor, oh jefes de Jacob y magistrados de la casa de Israel! ¿Acaso no os corresponde a vosotros conocer el derecho? Pero vosotros aborrecéis lo bueno y amáis lo malo. Les arrancáis su piel y su carne de sobre sus huesos; y asimismo, coméis la carne de mi pueblo. Desolláis la piel de sobre ellos; quebrantáis y desmenuzáis sus huesos como si estuvieran destinados para la olla, como si fueran carne en el caldero. Entonces clamaréis a Jehovah, pero él no os responderá. En aquel tiempo esconderá su rostro de vosotros, porque hicisteis obras malvadas. Así ha dicho Jehovah acerca de los profetas que hacen errar a mi pueblo, que muerden con sus dientes y proclaman: "Paz"; y al que no les da de comer le declaran guerra santa. Por tanto, habrá para vosotros noche sin visión y oscuridad sin predicción. Se pondrá el sol sobre los profetas, y el día se oscurecerá sobre ellos. Serán avergonzados los videntes, y confundidos los adivinos. Todos ellos se cubrirán hasta sus labios, porque no habrá respuesta de Dios. En cambio, yo estoy lleno del poder del Espíritu de Jehovah, de juicio y de valor, para declarar a Jacob su rebelión y a Israel su pecado. Oíd, pues, esto, oh jefes de la casa de Jacob y magistrados de la casa de Israel que hacéis abominable el juicio y pervertís todo lo que es recto. Vosotros edificáis a Sion con sangre y a Jerusalén con iniquidad. Sus jefes juzgan por soborno, sus sacerdotes enseñan sólo por paga y sus profetas predicen por dinero, y se apoyan en Jehovah diciendo: "¿Acaso no está Jehovah entre nosotros? ¡No vendrá el mal sobre nosotros!" Por tanto, por culpa de vosotros Sion será arada como campo. Jerusalén será convertida en un montón de ruinas; y el monte del templo, en cumbres boscosas. Acontecerá en los últimos días que el monte de la casa de Jehovah será establecido como cabeza de los montes, y será elevado más que las colinas; y correrán a él los pueblos. Muchas naciones vendrán y dirán: "Venid, subamos al monte de Jehovah y a la casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros caminemos por sus sendas." Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehovah. El juzgará entre muchos pueblos y arbitrará entre naciones poderosas, hasta las más distantes. Y convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. Cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera. Y no habrá quien los amedrente, porque la boca de Jehovah de los Ejércitos ha hablado. Aunque ahora todos los pueblos anden cada uno en el nombre de sus dioses, con todo, nosotros andaremos en el nombre de Jehovah nuestro Dios, eternamente y para siempre. "En aquel día, dice Jehovah, juntaré a la oveja que cojea y recogeré a la rechazada que yo maltraté. De la que cojea haré un remanente, y de la agobiada haré una nación poderosa. Y Jehovah reinará sobre ellos en el monte Sion, desde ahora y para siempre. Y tú, oh torre del rebaño, colina de la hija de Sion, a ti vendrá el gobierno de antaño; el reino vendrá a la hija de Jerusalén." Ahora, ¿por qué gritas tanto? ¿Es que no hay rey en ti? ¿Acaso ha perecido tu consejero? ¿Te ha sobrevenido dolor como a una mujer que da a luz? Sufre dolor y gime como una mujer que da a luz, oh hija de Sion, porque ahora saldrás de la ciudad, su guarida, de rapiña. Ahora se han reunido muchas naciones contra ti y dicen: "¡Sea profanada, y vean nuestros ojos la ruina de Sion!" Pero ellos no conocen los planes de Jehovah ni comprenden su consejo, a pesar de que él los ha juntado como a gavillas en la era. ¡Levántate y trilla, oh hija de Sion! Haré que tu cuerno sea de hierro y tus uñas, de bronce. Desmenuzarás a muchos pueblos, y consagrarás a Jehovah el botín de ellos, y sus riquezas al Señor de toda la tierra. ¡Reúne ahora tus tropas, ciudad de tropas! ¡Nos han sitiado! ¡Con vara herirán en la mejilla al juez de Israel! Pero tú, oh Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será el gobernante de Israel, cuyo origen es antiguo, desde los días de la eternidad. Sin embargo, Dios los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz, y vuelva el resto de sus hermanos para reunirse con los hijos de Israel. El se levantará y los apacentará con el poder de Jehovah, con la grandeza del nombre de Jehovah su Dios, y se establecerán, porque entonces será engrandecido hasta los fines de la tierra. ¡Y éste será la paz! Cuando Asiria venga contra nuestra tierra y pisotee nuestros palacios, entonces levantaremos contra ellos siete pastores y ocho hombres principales. Gobernarán a espada la tierra de Asiria y la tierra de Nimrod con sus espadas desenvainadas. Y nos librará de los asirios cuando vengan contra nuestra tierra y pisen nuestro territorio. El remanente de Jacob será en medio de muchos pueblos como el rocío de Jehovah, como la lluvia sobre la hierba. No aguardará a nadie ni pondrá su esperanza en los hijos de los hombres. El remanente de Jacob será entre las naciones, en medio de muchos pueblos, como el león entre las fieras salvajes, como el cachorro de león entre las manadas de ovejas, el cual, al pasar, pisotea y arrebata; no habrá quien escape. Levanta tu mano sobre tus enemigos, y sean destruidos todos tus adversarios. "Acontecerá en aquel día, dice Jehovah, que eliminaré tus caballos en medio de ti, y haré destruir tus carros. También haré destruir las ciudades fortificadas de tu tierra y arruinaré todas tus fortalezas. "Asimismo, destruiré de tu mano las hechicerías, y no se hallarán en ti los que practican la magia. "Haré destruir tus ídolos y tus piedras rituales en medio de ti, y nunca más te inclinarás hacia la obra de tus manos. Arrancaré de en medio de ti tus árboles de Asera y destruiré tus ciudades. Con ira y furor haré venganza en las naciones que no escucharon." Oíd, por favor, lo que dice Jehovah: "¡Levántate, pleitea junto a los montes, y que oigan las colinas tu voz! Oíd, oh montes, el pleito de Jehovah, vosotros los poderosos fundamentos de la tierra; porque Jehovah tiene pleito con su pueblo y contenderá con Israel. "Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he agobiado? ¡Responde contra mí! Yo te hice subir de la tierra de Egipto. De la casa de esclavitud te redimí y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María. Recuerda, oh pueblo mío, qué maquinó Balac, rey de Moab, y qué le respondió Balaam hijo de Beor desde Sitim hasta Gilgal, para que conozcas los actos de justicia de Jehovah." ¿Con qué me presentaré a Jehovah y me postraré ante el Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Aceptará Jehovah millares de carneros o miríadas de arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mi vientre por el pecado de mi alma? ¡Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti Jehovah? Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios. Escucha, oh tribu: La voz de Jehovah proclamará a la ciudad, y él salvará a los que temen su nombre, a quienes aún congregará. "¿Hay aún en la casa del impío tesoros de impiedad y medida escasa que es detestable? ¿He de justificar las balanzas de impiedad y la bolsa de pesas fraudulentas, con las cuales sus ricos se han llenado de explotación? Sus habitantes han hablado mentiras, y su lengua es engañosa en su boca. Pues yo también he comenzado a golpearte y a arruinarte por tus pecados. Tú comerás, pero no te saciarás; y el abatimiento estará en medio de ti. Recogerás, pero no lo conservarás; y lo que logres conservar yo lo entregaré a la espada. Tú sembrarás, pero no cosecharás. Tú prensarás olivas, pero no te ungirás con el aceite; y uvas, pero no beberás del vino. Guardarás los mandamientos de Omri y toda la obra de la casa de Acab. Según el consejo de ellos andarás, para que yo te entregue a la ruina, y a tus habitantes a la rechifla. Por tanto, sufriréis la afrenta de mi pueblo." ¡Ay de mí! ¡He venido a ser como los últimos frutos del verano, como el rebusco después de la vendimia! Ya no queda racimo que comer; mi alma desea los primeros higos. El piadoso ha desaparecido de la tierra; no hay ni uno que sea recto entre los hombres. Cada cual acecha la vida; cada cual caza a su prójimo con una red. Han adiestrado sus manos para hacer el mal: El gobernante exige, el juez juzga por soborno y el poderoso habla según el antojo de su alma; y así lo retuercen. El mejor de ellos es como la espina; el más correcto de ellos es como zarzal. ¡Ay de tus centinelas, pues tu castigo ha venido! ¡Ahora será su confusión! No creáis en el amigo; no esperéis en el compañero. Cuídate de la que duerme en tu seno; guarda también tu boca. Porque el hijo trata con desdén a su padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su propia casa. Pero yo miraré a Jehovah; esperaré en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará! Tú, oh enemiga mía, no te alegres contra mí; pues aunque caí, me levantaré. Aunque yo habite en tinieblas, Jehovah será mi luz. Porque pequé contra Jehovah, soportaré su ira, hasta que él juzgue mi causa y me haga justicia. El me sacará a la luz, y yo veré su justicia. Mi enemiga lo verá, y la que me decía: "¿Dónde está tu Dios?" se cubrirá de vergüenza. Y mis ojos la verán. ¡Ahora será pisoteada como el lodo de la calle! Viene el día en que se edificarán tus muros. En aquel día se ampliarán tus límites; en aquel día vendrán a ti desde Asiria y las ciudades de Egipto y desde Egipto hasta el Río, de mar a mar y de montaña a montaña. Y la tierra llegará a ser una desolación por causa de sus moradores, como fruto de sus obras. Apacienta a tu pueblo con tu cayado, al rebaño de tu posesión que habita solitario en medio del bosque del Carmelo. Apacentarán sus rebaños en Basán y en Galaad, como en los tiempos antiguos. "Yo les mostraré maravillas como en el día en que saliste de la tierra de Egipto." Las naciones lo verán, y quedarán confundidas a causa de todo el poder de ellos. Se pondrán la mano sobre la boca, y sus oídos se ensordecerán. Lamerán el polvo como la culebra, como los reptiles de la tierra. Saldrán temblando desde sus encierros; tendrán pánico de Jehovah nuestro Dios y tendrán miedo de ti. ¿Qué Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su heredad? No ha guardado para siempre su enojo, porque él se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse de nosotros. Pisoteará nuestras iniquidades y echará nuestros pecados en las profundidades del mar. Concederás la verdad a Jacob y a Abraham la lealtad que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos. La profecía acerca de Nínive. Libro de la visión de Nahúm, de Elcós. ¡Dios celoso y vengador es Jehovah! Vengador es Jehovah, y está indignado. Jehovah se venga de sus adversarios y guarda su enojo contra sus enemigos. Jehovah es lento para la ira y grande en poder. De ninguna manera dará por inocente al culpable. Jehovah marcha en el huracán y en la tempestad; las nubes son el polvo de sus pies. Reprende al mar y hace que se seque, y reseca todos los ríos. Basán y el Carmelo se marchitan; se marchita la flor del Líbano. Las montañas se estremecen delante de él, y las colinas se derriten. Ante su presencia queda desolada la tierra, el mundo y todos los que lo habitan. ¿Quién resistirá delante de su ira? ¿Quién quedará en pie ante el furor de su enojo? Su ira se vierte como fuego, y se desmenuzan las peñas delante de él. ¡Bueno es Jehovah! Es una fortaleza en el día de la angustia, y conoce a los que en él se refugian. Pero arrasa con impetuosa inundación al que se levanta contra él. ¡Aun en las tinieblas perseguirá a sus enemigos! ¿Qué tramáis contra Jehovah? ¡El arrasará y no tomará venganza dos veces de su enemigo! Cual espinas entretejidas y cual borrachos en su embriaguez, serán consumidos como paja seca. De ti salió un consejero de Belial que tramó el mal contra Jehovah. Pero así ha dicho Jehovah: "Aunque vivan reposadamente y sean muchos, con todo serán cortados y pasarán. Y aunque yo te haya afligido, no te afligiré más. Ahora quebraré su yugo de sobre ti y romperé tus coyundas." Pero acerca de ti, Jehovah ha mandado: "Nunca más sea mencionado tu nombre. De la casa de tu dios destruiré los ídolos y las imágenes de fundición, y la convertiré en sepulcro; porque fuiste vil." ¡He aquí sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz! ¡Celebra, oh Judá, tus fiestas; cumple tus votos, porque nunca más volverá a pasar sobre ti aquel inicuo, pues ha sido completamente destruido! El destructor ha subido contra ti. Guarda el baluarte, observa el camino, cíñete la cintura, esfuérzate mucho. Jehovah restaurará la exuberancia de Jacob como la exuberancia de Israel, aunque los saqueadores los saqueen y estropeen sus ramas. Los escudos de sus valientes están enrojecidos; sus valientes están vestidos de escarlata. En el día de su preparación, sus carros de guerra son como fuego de antorchas, y los jinetes se estremecen. Sus carros se movilizan alocadamente en las calles, y se desplazan de un lado a otro en las plazas. Parecen antorchas; como relámpagos corren de un lado a otro. Se dará aviso a sus valientes, y ellos acudirán atropellándose. Se apresurarán hacia sus muros, y se alistará la cubierta de escudos. Las compuertas de los canales habrán sido abiertas, y el palacio quedará arrasado. La reina será sacada y llevada en cautividad. Sus criadas gemirán como palomas y se golpearán el pecho. Nínive ha sido, desde tiempos antiguos, como un estanque de aguas; pero ahora éstas huyen. "¡Deteneos, deteneos!" Pero nadie vuelve atrás. ¡Saquead la plata, saquead el oro! ¡No tienen límites la calidad y el peso de todos los objetos preciosos! ¡Desolación, devastación y destrucción! Los corazones desfallecen, las rodillas tiemblan, los lomos se estremecen; las caras de todos palidecen. ¿Dónde está, pues, la guarida de los leones y la cueva de los leoncillos, donde se cobijaban el león, la leona y los cachorros, sin que hubiera quien los atemorizara? El león destrozaba para sus cachorros y estrangulaba para sus leonas. Llenaba de presa sus cavernas; y libraré de sus manos." "He aquí que yo estoy contra ti, dice Jehovah de los Ejércitos. Encenderé y reduciré a humo tus carros, y la espada devorará a tus leoncillos. Raeré tu presa de la tierra, y nunca más se volverá a escuchar la voz de tus mensajeros." ¡Ay de la ciudad sanguinaria! Toda ella es engaño; está llena de pillaje y de incesante rapiña. Viene sonido de látigo, estruendo de ruedas, caballos galopando, carros que rebotan, jinetes que avanzan, resplandor de espada y fulgor de lanza. Habrá gran número de muertos y multitud de cadáveres. Tan numerosos serán sus cuerpos, que tropezarán en ellos. Esto sucederá debido a la multitud de las fornicaciones de la prostituta, de bella apariencia y experta en hechizos, que seduce a las naciones con sus fornicaciones y a los pueblos con sus hechizos. "¡Heme aquí, yo estoy contra ti!, dice Jehovah de los Ejércitos. Te levantaré la falda hasta la cara y mostraré a las naciones tu desnudez, y a los reinos tu ignominia. Echaré sobre ti inmundicias; te trataré con desdén y te pondré por espectáculo. Sucederá que todos los que te vean huirán de ti. Y dirán: ‘¡Nínive ha sido destruida! ¿Quién se compadecerá de ella? ¿Dónde le habré de buscar consoladores?’" ¿Eres acaso mejor que Tebas, que estaba asentada junto al Nilo, rodeada de aguas, cuyo baluarte y muralla era una concentración de aguas? Etiopía y Egipto eran su poderío ilimitado; Fut y los libios acudían en su ayuda. También ella partió al destierro; fue llevada en cautiverio. También sus pequeñitos fueron estrellados en los cruces de las calles. Sobre sus nobles echaron suertes, y todos sus grandes fueron aprisionados con grillos. Tú también serás embriagada. Estarás oculta; también tú buscarás refugio por causa del enemigo. Todas las fortificaciones son como higueras cargadas de higos: Si las sacuden, caerán en la boca del que los ha de comer. He aquí que tu pueblo en medio de ti es como las mujeres. Las puertas de tu tierra serán abiertas de par en par a tus enemigos; el fuego consumirá tus cerrojos. Provéete de agua para el asedio; refuerza tus fortalezas. Entra en el lodo; pisa el barro; toma el molde de hacer ladrillos. Allí te devorará el fuego, y la espada te exterminará como devora la langosta. ¡Multiplícate como el saltón! ¡Multiplícate como la langosta! Aumentaste tus mercaderes más que las estrellas del cielo. Como langostas desplegaron las alas y volaron. Tus oficiales serán como saltamontes, y tus capitanes como enjambre de langostas que se asientan sobre los vallados en un día de frío, y que salido el sol huyen, y su lugar no se conoce más. ¡Se han dormido tus pastores, oh rey de Asiria; han reposado tus valientes! Tu pueblo se ha dispersado por los montes, y no hay quien lo reúna. No hay medicina para tu quebranto; tu llaga es incurable. Todos los que oyen de tu fama aplaudirán a causa de ti, porque ¿sobre quién no ha pasado de continuo tu maldad? La profecía que vio el profeta Habacuc. —¿Hasta cuándo, oh Jehovah, clamaré, y no oirás? ¿Hasta cuándo daré voces a ti diciendo: "¡Violencia!," sin que tú libres? ¿Por qué me muestras la iniquidad y me haces ver la aflicción? He aquí que surgen pleitos y contiendas; la destrucción y la violencia están delante de mí. La ley pierde su poder, y el derecho no prevalece; porque el impío cerca al justo. Por eso sale torcida la justicia. —Observad entre las naciones y mirad. Quedaos asombrados y atónitos, porque yo haré en vuestros días algo que aun si se os contase, no lo creeríais. He aquí que levanto a los caldeos, pueblo furioso e impetuoso que marcha por la anchura de la tierra, para tomar posesión de los lugares habitados que no le pertenecen. Será temible y terrible. De sí mismo derivará su derecho y su dignidad. Sus caballos serán más veloces que leopardos y más ágiles que lobos vespertinos. Sus jinetes se dispersarán haciendo cabriolas. Vendrán de lejos, volarán como águilas que se apresuran a devorar. Todo este pueblo vendrá para hacer violencia. Todos sus rostros se dirigen hacia adelante, y reunirán cautivos como arena. Se mofará de los reyes y hará burla de los príncipes. Se burlará de toda fortificación; levantará terraplenes y la tomará. Entonces su espíritu pasará y se acabará; devolverá a su dios esta su fuerza. —¿Acaso no eres tú desde el principio, oh Jehovah, Dios mío y Santo mío? ¡No moriremos! Oh Jehovah, para juicio pusiste a los caldeos; tú, oh Roca, los has establecido para castigar. Eres demasiado limpio como para mirar el mal; tú no puedes ver el agravio. ¿Por qué, pues, contemplas a los traidores y callas cuando el impío destruye al más justo que él? Permites que los hombres sean como los peces del mar, como reptiles que no tienen quien los gobierne. A todos saca con anzuelo; los atrapa en su red y los junta en su malla, por lo cual se alegra y se regocija. Por eso rinde sacrificios a su red y ofrece incienso a su malla; porque gracias a ellas incrementa su porción y hace suculenta su comida. Por eso sigue vaciando su red para volver a matar continuamente y sin piedad a las naciones. En mi guardia estaré de pie y sobre la fortaleza estaré firme. Vigilaré para ver qué dirá y qué tiene que responder a mi queja. Entonces Jehovah me respondió diciendo: —Escribe la visión y grábala claramente en tablas, para que corra el que las lea. Aunque por un tiempo la visión tarde en cumplirse, al fin ella hablará y no defraudará. Aunque tarde, espéralo; pues sin duda vendrá y no tardará. He aquí, aquel cuya alma no es recta dentro de sí está envanecido, pero el justo por su fe vivirá. Y aunque el traidor se enriquezca, no prosperará el hombre arrogante. Ensanchará su garganta como el Seol; será como la muerte y no se saciará. Reúne hacia él todas las naciones; congrega hacia él todos los pueblos. Pero, ¿no han de levantar todos éstos la voz contra él con refranes y sarcasmos? Le dirán: "¡Ay del que multiplica lo que no es suyo! ¿Hasta cuándo ha de amontonar sobre sí las prendas empeñadas?" ¿No se habrán de levantar súbitamente tus acreedores, y se despertarán los que te opriman, y serás para ellos objeto de rapiña? Porque has despojado a muchas naciones, todos los demás pueblos te despojarán a ti, a causa de la sangre humana y de la violencia hecha a la tierra, a las ciudades y a todos los que habitaban en ellas. ¡Ay del que codicia injusta ganancia para su casa, poniendo en alto su nido para escaparse de mano de la calamidad! Has tomado consejo vergonzoso para tu casa; has arruinado a muchos pueblos y has corrompido tu vida. Por eso la piedra clamará desde el muro, y la viga del enmaderado le responderá. ¡Ay del que edifica la ciudad con sangre, y del que establece la aldea con iniquidad! ¿Acaso esto no proviene de Jehovah de los Ejércitos? Los pueblos habrán trabajado para el fuego, y las naciones se habrán fatigado para nada. Porque la tierra estará llena del conocimiento de la gloria de Jehovah, como las aguas cubren el mar. ¡Ay del que da de beber a su compañero del cáliz de su ira, y lo embriaga para mirar su desnudez! Te has llenado de deshonra más que de honra; bebe tú también y atúrdete. La copa que está en la mano derecha de Jehovah se volverá contra ti, y la desgracia caerá sobre tu gloria. Porque sobre ti caerá la violencia hecha al Líbano, y el despojo de las fieras te abatirá, a causa de la sangre humana y de la violencia hecha a la tierra, a las ciudades y a todos los que habitaban en ellas. ¿De qué sirve la escultura que talla el escultor? ¿De qué sirve la imagen de fundición, si es maestra de engaño para que el escultor confíe en su obra, haciendo ídolos mudos? Ay del que dice al palo: "¡Despiértate!," y a la piedra muda: "¡Levántate!" ¿Podrá él enseñar? He aquí que está cubierto de oro y de plata; no hay espíritu dentro de él. Pero Jehovah está en su santo templo: ¡Calle delante de él toda la tierra! Oración del profeta Habacuc. Sobre Sigionot. Oh Jehovah, he oído tu fama; he considerado tu obra, oh Jehovah. ¡Avívala en medio de los tiempos; en medio de los tiempos hazla conocer! En medio de la ira acuérdate de tener misericordia. Dios viene desde Temán; y el Santo, de los montes de Parán. (Selah) Su esplendor cubre los cielos, y la tierra se llena de su alabanza. Tiene un resplandor como de luz; rayos brillantes salen de sus manos, y allí se oculta su poderío. La mortandad va delante de él, y de sus pies salen llamaradas. Se detiene y hace temblar la tierra; mira y estremece a las naciones. Se desmoronan los montes sempiternos; las antiguas colinas se postran ante él. ¡Sus caminos son eternos! He visto en aflicción las tiendas de Cusán; temblaban las moradas de la tierra de Madián. ¿Es que te has airado, oh Jehovah, contra los ríos? ¿Se ha encendido contra los ríos tu enojo? ¿Fue dirigida tu ira contra el mar, cuando subiste sobre tus caballos y sobre tus carros de victoria? Has desnudado completamente tu arco; has provisto en abundancia las flechas de tu palabra. (Selah) Hendiste la tierra con ríos. Te vieron las montañas y temblaron; pasó la inundación de las aguas. El abismo dio su voz; levantó en alto sus manos. El sol y la luna se detuvieron en su cenit. Anduvieron a la luz de tus flechas y al resplandor del brillo de tu lanza. Con ira pisoteaste la tierra; con furor trillaste las naciones. Saliste para librar a tu pueblo, para salvar a tu ungido. Destrozaste el techo de la casa del impío; desnudaste el cimiento hasta la roca. (Selah) Horadaste con tus flechas la cabeza de los que me dispersaron, de los que acometieron para dispersarme, de los que se regocijan en devorar encubiertamente al pobre. Marchaste en el mar con tus caballos, en medio de la espuma de muchas aguas. Oí, y se estremecieron mis entrañas. Ante esa voz titubearon mis labios; penetró podredumbre en mis huesos, y se estremecieron mis piernas. Gimo por el día de la angustia, cuando suba contra el pueblo el que nos invadirá con sus tropas. Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya fruto, aunque falle el producto del olivo y los campos no produzcan alimento, aunque se acaben las ovejas del redil y no haya vacas en los establos; con todo, yo me alegraré en Jehovah y me gozaré en el Dios de mi salvación. ¡Jehovah, el Señor, es mi fortaleza! El hará mis pies como de venados y me hará andar sobre las alturas. Al director del coro, con mis instrumentos de cuerda. La palabra de Jehovah que vino a Sofonías hijo de Cusi, hijo de Gemalías, hijo de Amarías, hijo de Ezequías, en los días de Josías hijo de Amón, rey de Judá. "¡Yo acabaré por completo con todas las cosas de la faz de la tierra!, dice Jehovah. Acabaré con los hombres y con los animales; acabaré con las aves del cielo y con los peces del mar. Haré tropezar a los impíos y eliminaré a los hombres de la faz de la tierra, dice Jehovah. "Extenderé mi mano contra Judá y contra todos los habitantes de Jerusalén. Eliminaré de este lugar lo que queda del culto de Baal, y el nombre de los sacerdotes idólatras. Eliminaré también a los que se postran en las azoteas ante el ejército de los cielos; a los que se postran y juran por Jehovah, y al mismo tiempo juran por Moloc. Eliminaré a los que se apartan de en pos de Jehovah, y a los que no le buscan ni le consultan." ¡Callad ante la presencia del Señor Jehovah, porque el día de Jehovah está cercano! Jehovah ha preparado un sacrificio y ha escogido a sus invitados. "Sucederá en el día del sacrificio que hará Jehovah, que castigaré a los principales, a los hijos del rey y a todos los que llevan vestido extranjero. Asimismo, en aquel día castigaré a todos los que saltan sobre el umbral de las puertas y a los que llenan de violencia y de fraude la casa de su señor. En aquel día habrá voz de clamor en la puerta del Pescado, gemido en el Segundo Barrio y grande quebranto en las colinas, dice Jehovah. Gemid, los que vivís en el mercado de Mactes, porque todo el pueblo de los mercaderes será destruido; todos los que están cargados de plata serán exterminados. "Sucederá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con lámpara, y castigaré a los hombres que se quedan inmóviles sobre la hez del vino y que dicen en sus corazones: ‘Jehovah no hará ni bien ni mal.’ Por tanto, el patrimonio de ellos será saqueado, y sus casas quedarán desoladas. Edificarán casas, pero no las habitarán; plantarán viñas, pero no beberán el vino de ellas. "Cercano está el gran día de Jehovah; está cerca y se apresura con rapidez. Veloz es el día de Jehovah; es más ágil que un corredor, y más presuroso que un valiente. Aquél será día de ira, día de angustia y de aflicción, día de desolación y de devastación, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y de densa neblina, día de toque de corneta y de griterío, sobre las ciudades fortificadas y sobre las torres altas. Yo traeré tribulación sobre los hombres, y andarán como ciegos; porque pecaron contra Jehovah. La sangre de ellos será derramada como polvo, y su carne como excremento." Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehovah, pues toda la tierra será consumida con el fuego de su celo. Porque de cierto exterminará repentinamente a todos los habitantes de la tierra. Agrupaos y congregaos, oh nación que no tiene vergüenza, antes que seáis desechados y el día pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el día de la ira de Jehovah. Buscad a Jehovah, todos los mansos de la tierra que ejecutáis su decreto. Buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis protegidos en el día del furor de Jehovah. "Porque Gaza quedará desamparada, y Ascalón desolada. Asdod será expulsada a mediodía, y Ecrón será desarraigada. ¡Ay de los que habitan en la zona del mar, la nación de los quereteos! La palabra de Jehovah está contra vosotros, oh Canaán, tierra de los filisteos; te haré destruir hasta que no quede morador. La zona del mar será convertida en pradera de pastores y en rediles de ovejas. Y aquella zona será para el remanente de la casa de Judá. Allí apacentarán, y en las casas de Ascalón se recostarán en la noche, porque Jehovah su Dios los visitará para hacer volver sus cautivos. "He oído las afrentas de Moab y los insultos con que los hijos de Amón afrentaron a mi pueblo y se expandieron sobre sus territorios. Por tanto, vivo yo, dice Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, que Moab será como Sodoma, y los hijos de Amón como Gomorra: campo de ortigas, salinas y perpetua desolación. El remanente de mi pueblo los saqueará, y el resto de mi gente los heredará. Esto les sucederá por su soberbia, porque afrentaron y se engrandecieron a costa del pueblo de Jehovah de los Ejércitos. Temible será Jehovah contra ellos, porque hará que todos los dioses de la tierra vengan a menos. Cada uno se postrará ante él desde su lugar, en todas las costas de las naciones. "También vosotros, los de Etiopía, seréis muertos con mi espada." Después extenderá su mano contra el norte y destruirá a Asiria. Convertirá a Nínive en desolación y en sequedal, como un desierto. En medio de ella se recostarán las manadas y todo animal del campo: Tanto el búho como el erizo pernoctarán en sus capiteles. La lechuza cantará en la ventana, y el cuervo en el umbral; pues su enmaderado de cedro quedará expuesto. Esta es la ciudad alegre que habitaba confiadamente, la que decía en su corazón: "Sólo yo y nadie más." ¡Cómo ha sido convertida en horror, en guarida de fieras! Cualquiera que pase junto a ella silbará y agitará la mano. ¡Ay de la ciudad rebelde, manchada y opresora! No escucha la voz, ni recibe la corrección. No confía en Jehovah, ni se acerca a su Dios. Sus magistrados en medio de ella son leones rugientes. Sus jueces son lobos vespertinos que no dejan hueso para la mañana. Sus profetas son insolentes y hombres traicioneros. Sus sacerdotes han contaminado el santuario y hacen violencia a la ley. Jehovah es justo en medio de ella; él no hará maldad. Cada mañana saca a luz su juicio; nunca falta. Pero el perverso no conoce la vergüenza. "Yo exterminaré las naciones. Sus torreones quedarán desolados; dejaré desiertas sus calles hasta que no quede quien transite. Sus ciudades serán devastadas hasta que no quede hombre, hasta que no quede habitante. Dije: ‘Ciertamente me temerás, recibirás corrección.’ Y no será quitado de sus ojos todo lo que le he encomendado a ella. Pero ellos madrugaron para corromper todas sus obras. ¡Por tanto, dice Jehovah, esperad el día en que me levante para ser testigo! Porque tengo determinado reunir las naciones y juntar los reinos para derramar sobre ellos mi enojo, todo el furor de mi ira. Porque toda la tierra será consumida por el fuego de mi celo. "Entonces daré a los pueblos un lenguaje puro para que todos invoquen el nombre de Jehovah y le sirvan de común acuerdo. Desde más allá de los ríos de Etiopía me traerán ofrenda los que me invocan en medio de la dispersión. "En aquel día no serás avergonzada por ninguno de tus actos con que te rebelaste contra mí, porque entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en su soberbia. Y nunca más te ensoberbecerás en el monte de mi santidad. En medio de ti dejaré un pueblo humilde y pobre, el cual se refugiará en el nombre de Jehovah. El remanente de Israel no hará iniquidad ni dirá mentira, ni habrá lengua engañosa en boca de ellos. Ciertamente serán apacentados y se recostarán sin que haya quien los amedrente." ¡Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel! ¡Gózate y regocíjate de todo corazón, oh hija de Jerusalén! Jehovah ha quitado el juicio contra ti; ha echado fuera a tu enemigo. ¡Jehovah es el Rey de Israel en medio de ti! ¡Nunca más temerás el mal! En aquel día se dirá a Jerusalén: "No temas, oh Sion; no se debiliten tus manos." Jehovah tu Dios está en medio de ti: ¡Es poderoso; él salvará! Con alegría se regocijará por causa de ti. Te renovará en su amor; por causa de ti se regocijará con cánticos. "Yo quitaré de ti el pesar de la festividad que era para ti como una carga. He aquí, en aquel tiempo yo convertiré en oprobio a todos tus opresores. Pero salvaré a la que cojea, y recogeré a la descarriada. Las pondré como objeto de alabanza y de renombre en todos los países donde han sido avergonzadas. En aquel tiempo os traeré; en aquel tiempo os reuniré. Yo os haré objeto de renombre y de alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando os restaure de la cautividad ante vuestros propios ojos," ha dicho Jehovah. En el primer día del mes sexto del segundo año del rey Darío, vino por medio del profeta Hageo la palabra de Jehovah para Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y para Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo: "Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Este pueblo dice que aún no ha llegado el tiempo en que sea reedificada la casa de Jehovah.’" Vino, pues, la palabra de Jehovah por medio del profeta Hageo, diciendo: "¿Acaso es tiempo de que vosotros habitéis en vuestras casas enmaderadas mientras que esta casa está en ruinas? Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Reflexionad acerca de vuestros caminos. Habéis sembrado mucho, pero habéis recogido poco; coméis, pero no os saciáis; bebéis, pero no quedáis satisfechos; os vestís, pero no os abrigáis; y el jornalero recibe su jornal en bolsa rota.’" Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "Reflexionad acerca de vuestros caminos. Subid al monte, traed madera y reedificad el templo. Yo tendré satisfacción en ello y seré honrado, ha dicho Jehovah. Pero vosotros buscáis mucho y halláis poco; y lo que lleváis a casa, de un soplo yo lo hago desaparecer. ¿Por qué?, dice Jehovah de los Ejércitos. Porque mi casa está en ruinas, mientras que cada uno de vosotros se ocupa de su propia casa. Por eso, por causa vuestra, los cielos retuvieron la lluvia, y la tierra retuvo su fruto. Además, llamé la sequía sobre la tierra y sobre los montes; sobre el trigo, sobre el vino nuevo, sobre el aceite y sobre todo lo que la tierra produce; sobre los hombres, sobre el ganado y sobre todo trabajo de las manos." Zorobabel hijo de Salatiel, el sumo sacerdote Josué hijo de Josadac, y todo el remanente del pueblo escucharon la voz de Jehovah su Dios y las palabras del profeta Hageo, como lo había enviado Jehovah su Dios. Y el pueblo temió ante la presencia de Jehovah. Entonces Hageo, mensajero de Jehovah, habló al pueblo con el mensaje de Jehovah, diciendo: "Yo estoy con vosotros," dice Jehovah. Y Jehovah despertó el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el remanente del pueblo, y ellos acudieron y emprendieron la obra de la casa de Jehovah de los Ejércitos, su Dios, en el día 24 del mes sexto del segundo año del rey Darío. En el día 21 del mes séptimo, vino la palabra de Jehovah por medio del profeta Hageo, diciendo: "Habla, pues, a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá; a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote; y al resto del pueblo, diciendo: ‘¿Quién de los que han quedado entre vosotros vio este templo en su primera gloria? ¿Y cómo lo veis ahora? ¿No es éste como nada delante de vuestros ojos? Ahora pues, esfuérzate, oh Zorobabel, dice Jehovah; esfuérzate también tú, oh Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote. Esfuércese todo el pueblo de la tierra, dice Jehovah, y actuad; porque yo estoy con vosotros, dice Jehovah de los Ejércitos. Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, mi Espíritu estará en medio de vosotros. No temáis, porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: Dentro de poco yo estremeceré los cielos y la tierra, el mar y la parte seca. Estremeceré todas las naciones, y vendrán los tesoros deseados de las naciones. Y llenaré este templo de gloria, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Mía es la plata y mío es el oro, dice Jehovah de los Ejércitos. La gloria de este último templo será mayor que la del primero, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Y daré la paz en este lugar’," dice Jehovah de los Ejércitos. En el día 24 del mes noveno del segundo año de Darío, vino la palabra de Jehovah por medio del profeta Hageo, diciendo: "Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Pregunta, pues, a los sacerdotes acerca de la ley, diciendo: Si alguien lleva carne sagrada en el extremo de su vestidura y con el extremo de la misma toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida, ¿llegarán estas cosas a ser sagradas?’" Los sacerdotes respondieron diciendo: —No. Hageo dijo: —Si alguna persona impura a causa de contacto con un cadáver toca alguna de estas cosas, ¿llegará ésta a ser impura? Le respondieron: —Sí, será impura. Y Hageo respondió: —"Lo mismo sucede delante de mí con este pueblo y con esta nación," dice Jehovah, "de manera que toda la obra de sus manos y todo lo que ofrecen aquí es impuro. Ahora pues, reflexionad desde este día en adelante, antes de poner piedra sobre piedra en el templo de Jehovah: ¿Qué os pasa? Venís a un montón de veinte medidas, y hay sólo diez; y venís al lagar para sacar cincuenta medidas, y hay sólo veinte. Os he golpeado en toda la obra de vuestras manos con tizón, añublo y granizo, pero no os habéis vuelto a mí, dice Jehovah. Reflexionad desde este día en adelante, desde el día 24 del mes noveno, el día en que son puestos los cimientos del templo de Jehovah. Reflexionad: ¿Todavía hay semilla en el granero? Si bien ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo han producido todavía, desde este día os daré bendición." En el día 24 del mismo mes, vino por segunda vez la palabra de Jehovah a Hageo, diciendo: "Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, diciendo: ‘Yo estremeceré los cielos y la tierra. Trastornaré el trono de los reinos y destruiré la fuerza del reino de las naciones. Trastornaré el carro y a los que suben en él. Caerán los caballos y los que montan en ellos, cada cual por la espada de su hermano. En aquel día, dice Jehovah de los Ejércitos, te tomaré a ti, oh Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío, y te pondré como anillo de sellar, porque yo te he escogido,’" dice Jehovah de los Ejércitos. En el mes octavo del segundo año de Darío, vino la palabra de Jehovah al profeta Zacarías hijo de Berequías, hijo de Ido, diciendo: "Jehovah se enojó en gran manera contra vuestros padres. Pero diles que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Volveos a mí, ha dicho Jehovah de los Ejércitos, y yo me volveré a vosotros’, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. No seáis como vuestros padres, a quienes los antiguos profetas proclamaron diciendo que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Volveos de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras’; pero no me escucharon ni me atendieron, dice Jehovah. Vuestros padres, ¿dónde están? Y los profetas, ¿han de vivir para siempre? Pero mis palabras y mis leyes que encomendé a mis siervos los profetas, ¿acaso no alcanzaron a vuestros padres? Por eso ellos se volvieron y dijeron: ‘Como Jehovah de los Ejércitos se propuso hacernos, conforme a nuestros caminos y conforme a nuestras obras, así hizo con nosotros.’" En el día 24 del mes undécimo, el mes de Sebat, del segundo año de Darío, vino la palabra de Jehovah al profeta Zacarías hijo de Berequías, hijo de Ido, de esta manera: Tuve una visión de noche, y he aquí un hombre montado sobre un caballo rojo que estaba entre los mirtos que había en una cañada. Detrás de él había caballos rojos, bayos y blancos. Entonces pregunté: —¿Qué son éstos, señor mío? Me dijo el ángel que hablaba conmigo: —Yo te mostraré qué son éstos. Y el hombre que estaba entre los mirtos respondió diciendo: —Estos son los que Jehovah ha enviado para recorrer la tierra. Ellos se dirigieron al ángel de Jehovah que estaba entre los mirtos, y dijeron: —Hemos recorrido la tierra, y he aquí que toda la tierra está reposada y tranquila. Entonces el ángel de Jehovah se expresó diciendo: "Oh Jehovah de los Ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás compasión de Jerusalén y de las ciudades de Judá contra las cuales has estado airado durante setenta años?" Y Jehovah respondió palabras buenas y palabras de consuelo al ángel que hablaba conmigo. Entonces me dijo el ángel que me hablaba: —Proclama diciendo que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "Tuve celo por Jerusalén y gran celo por Sion, y con gran enojo estoy airado contra las naciones que están reposadas. Pues yo estaba un poco airado, pero ellas agravaron el desastre. Por tanto, así ha dicho Jehovah, yo me he vuelto hacia Jerusalén con compasión. En ella será edificada mi casa, dice Jehovah de los Ejércitos, y el cordel será tendido sobre Jerusalén." Proclama además diciendo que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "De nuevo se desbordarán mis ciudades por la abundancia del bien; de nuevo consolará Jehovah a Sion y escogerá a Jerusalén." Después alcé mis ojos y miré, y he aquí cuatro cuernos. Pregunté al ángel que hablaba conmigo: —¿Qué son éstos? Y me respondió: —Estos son los cuernos que dispersaron a Judá, a Israel y a Jerusalén. En seguida me mostró cuatro herreros. Y yo pregunté: —¿Qué vienen a hacer éstos? Y me respondió: —Aquéllos eran los cuernos que dispersaron a Judá, de tal manera que ninguno pudo levantar su cabeza. Pero éstos han venido para hacerlos temblar, para derribar los cuernos de las naciones que alzaron el cuerno contra la tierra de Judá, para dispersarla. Después alcé mis ojos y miré, y he aquí un hombre que tenía en su mano una cuerda de medir. Le pregunté: —¿A dónde vas? Y él me respondió: —A medir a Jerusalén, para ver cuál es su ancho y cuál es su largo. Y he aquí, cuando salía el ángel que hablaba conmigo, otro ángel le salió al encuentro y le dijo: —Corre y di a ese joven: "Jerusalén será habitada sin muros a causa de la multitud de la gente y del ganado que habrá en medio de ella. Y yo seré para ella un muro de fuego alrededor y estaré en medio de ella como su Gloria, dice Jehovah. ¡Ea, ea! Huid de la tierra del norte, dice Jehovah, pues que os esparcí por los cuatro vientos de los cielos, dice Jehovah. ¡Ea, Sion! Escápate tú que habitas con la hija de Babilonia." Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, después que la Gloria me enviara a las naciones que os despojaron (porque el que os toca, toca la niña de su ojo): "Porque he aquí, alzo mi mano sobre ellos, y serán botín para los que fueron sus esclavos." Así sabréis que Jehovah de los Ejércitos me ha enviado. "¡Canta y alégrate, oh hija de Sion, porque he aquí que vengo, y habitaré en medio de ti!, dice Jehovah. En aquel día se unirán a Jehovah muchas naciones, y serán mi pueblo. Y habitaré en medio de ti." Entonces conoceréis que Jehovah de los Ejércitos me ha enviado a ti. Jehovah poseerá a Judá como su heredad en la tierra santa, y de nuevo escogerá a Jerusalén. ¡Calle todo mortal delante de Jehovah, porque él se ha despertado en su santa morada! Después me mostró a Josué, el sumo sacerdote, el cual estaba delante del ángel de Jehovah; y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Jehovah dijo a Satanás: —Jehovah te reprenda, oh Satanás. Jehovah, quien ha escogido a Jerusalén, te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del fuego? Josué estaba delante del ángel, vestido con vestiduras sucias. Entonces el ángel habló y ordenó a los que estaban delante de él, diciendo: —Quitadle esas vestiduras sucias. —Y a Josué dijo—: Mira que he quitado de ti tu iniquidad y te visto con ropa de gala. —También dijo—: Pongan sobre su cabeza un turbante limpio. Pusieron un turbante limpio sobre su cabeza y le vistieron con sus vestiduras. El ángel de Jehovah estaba de pie. Y el ángel de Jehovah advirtió a Josué diciendo: —Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "Si andas en mis caminos y guardas mi ordenanza, tú también gobernarás mi casa y guardarás mis atrios; y yo te daré libre acceso entre éstos que están de pie. Escucha, pues, oh Josué, sumo sacerdote; tú, y tus amigos que se sientan delante de ti, puesto que son hombres de carácter simbólico: He aquí yo traigo a mi siervo, el Retoño. Porque he aquí que yo mismo grabaré aquella piedra que he puesto delante de Josué (sobre esta única piedra hay siete ojos), dice Jehovah de los Ejércitos, y quitaré la iniquidad de la tierra en un solo día. En aquel día, dice Jehovah de los Ejércitos, cada uno de vosotros invitará a su amigo para estar debajo de su vid y debajo de su higuera." El ángel que hablaba conmigo volvió y me despertó, como a un hombre que es despertado de su sueño. Y me preguntó: —¿Qué ves? Yo respondí: —He aquí, veo un candelabro hecho todo de oro, con un depósito encima, y en la parte superior del candelabro están sus siete lámparas con sus siete conductos para las mechas. Sobre él hay dos olivos, uno a la derecha del depósito, y otro a su izquierda. —Proseguí y pregunté al ángel que hablaba conmigo—: ¿Qué son éstos, señor mío? Y el ángel que hablaba conmigo me respondió: —¿No sabes qué son éstos? Yo dije: —No, señor mío. Entonces me explicó diciendo: —Esta es la palabra de Jehovah para Zorobabel: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran montaña? ¡Delante de Zorobabel serás aplanada! El sacará la piedra principal con aclamaciones de ‘¡Qué hermosa, qué hermosa!’" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah diciendo: "Las manos de Zorobabel pusieron los cimientos de este templo, y sus mismas manos lo terminarán." Así conoceréis que Jehovah de los Ejércitos me ha enviado a vosotros. ¿Quién despreció el día de las pequeñeces? ¡Se alegrarán al ver la plomada en la mano de Zorobabel! (Aquellos siete ojos son los de Jehovah, que recorren toda la tierra.) Y le hablé diciendo: —¿Qué significan estos dos olivos a la derecha y a la izquierda del candelabro? —Hablé de nuevo y le pregunté—: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que están al lado de los tubos de oro y que vierten de sí aceite como oro? Me respondió: —¿No sabes qué son éstos? Yo dije: —No, señor mío. Y él dijo: —Estos son los dos que fueron ungidos con aceite y que están delante del Señor de toda la tierra. Volví a alzar mis ojos y miré. Y he aquí un rollo que volaba. El me preguntó: —¿Qué ves? Yo respondí: —Veo un rollo que vuela, de 20 codos de largo por 10 codos de ancho. Entonces me dijo: —Esta es la maldición que sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquel que roba (según consta en este lado del rollo) será excluido de acuerdo con ella; y todo el que jura en vano (según consta en el otro lado del rollo), será excluido de acuerdo con ella. Dice Jehovah de los Ejércitos: "Yo la he hecho aparecer, y entrará en la casa del ladrón y en la casa del que jura falsamente en mi nombre. Permanecerá en medio de su casa y la consumirá junto con su madera y sus piedras." Salió aquel ángel que hablaba conmigo y me dijo: —Por favor, alza tus ojos y mira lo que aparece. Pregunté: —¿Qué es eso? Y él dijo: —Lo que aparece es una caja de efa. —Dijo además—: Esta es la iniquidad de ellos en toda la tierra. He aquí que se levantó la tapa de plomo, y había una mujer sentada dentro de la caja. Y él dijo: —Esta es la Maldad. Entonces la arrojó dentro de la caja y arrojó la tapa de plomo sobre la abertura. Alcé mis ojos y miré; y he aquí que aparecieron dos mujeres con viento en sus alas, pues tenían alas como de cigüeña. Ellas levantaron la caja entre la tierra y el cielo. Yo pregunté al ángel que hablaba conmigo: —¿A dónde llevan la caja? Y él me respondió: —A edificarle casa en la tierra de Sinar. Y cuando esté lista, será puesta allá, en su lugar. Volví a alzar mis ojos y miré. Y he aquí cuatro carros que salían de entre dos montes. Aquellos montes eran de bronce. En el primer carro había caballos rojos, en el segundo carro caballos negros, en el tercer carro caballos blancos y en el cuarto carro caballos moteados y bayos. Entonces pregunté al ángel que hablaba conmigo: —Señor mío, ¿qué son éstos? Y el ángel me respondió diciendo: —Estos son los cuatro vientos de los cielos, que salen desde donde están, delante del Señor de toda la tierra. Los caballos negros uncidos al carro salen hacia la tierra del norte; los blancos salen hacia el occidente; los moteados salen hacia la tierra del sur, y los bayos salen e intentan recorrer la tierra. —Entonces dijo—: ¡Id, recorred la tierra! Y recorrieron la tierra. Luego me llamó y me habló diciendo: —Mira, los que salen hacia la tierra del norte han aplacado mi Espíritu en la tierra del norte. La palabra de Jehovah vino a mí diciendo: "Tomarás una ofrenda de los del cautiverio: de Heldai, de Tobías y de Jedaías, que han venido de Babilonia; y el mismo día irás a la casa de Josías hijo de Sofonías. Tomarás la plata y el oro, y harás una corona. La pondrás sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué hijo de Josadac. Y le hablarás diciendo que así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘¡He aquí el hombre cuyo nombre es el Retoño brotará de su lugar y edificará el templo de Jehovah! El edificará el templo de Jehovah. Tendrá gloria, se sentará en su trono y gobernará. Habrá un sacerdote junto a su trono, y habrá consejo de paz entre ambos.’" Heldai, Tobías, Jedaías y el hijo de Sofonías tendrán coronas para gracia y memorial en el templo de Jehovah. Y los que están lejos vendrán y edificarán el templo de Jehovah. Así conoceréis que Jehovah de los Ejércitos me ha enviado a vosotros. Esto sucederá si escucháis atentamente la voz de Jehovah, vuestro Dios. Aconteció que en el cuarto día del mes noveno, es decir, en Quislev, del cuarto año del rey Darío, vino la palabra de Jehovah a Zacarías. Entonces enviaron a Sarezer, a Reguem-melec y a sus hombres a la casa de Dios para implorar el favor de Jehovah, y para hablar con los sacerdotes que estaban en la casa de Jehovah de los Ejércitos y con los profetas, a fin de preguntarles: "¿Debo hacer duelo en el mes quinto y ayunar, como he hecho desde hace algunos años?" Entonces vino a mí la palabra de Jehovah de los Ejércitos, diciendo: "Habla a todo el pueblo de la tierra y a los sacerdotes, diciendo: ‘Cuando ayunabais y hacíais duelo en los meses quinto y séptimo durante estos setenta años, ¿acaso ayunabais para mí? Y cuando coméis y bebéis, ¿acaso no coméis y bebéis para vosotros mismos? ¿No son éstas las palabras que ha dado a conocer Jehovah por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén estaba habitada y en paz, y estaban habitadas las ciudades en sus alrededores, y en el Néguev y en la Sefela?" Vino la palabra de Jehovah a Zacarías, diciendo: "Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Juzgad conforme a la verdad; practicad la bondad y la misericordia, cada uno con su hermano. No extorsionéis a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre; ni ninguno piense en su corazón el mal contra su hermano.’ Pero no quisieron escuchar. Más bien, se encogieron de hombros rebeldemente y taparon sus oídos para no oír. Y endurecieron su corazón como un diamante para no oír la ley ni las palabras que Jehovah de los Ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los antiguos profetas. Por tanto, se desencadenó la gran ira de Jehovah de los Ejércitos. Aconteció que como llamé y ellos no escucharon, así ellos llamaron y yo no escuché, dice Jehovah de los Ejércitos. Más bien, los esparcí con vendaval por todas las naciones que no conocían, y tras ellos la tierra fue desolada hasta no quedar quien fuese ni viniese. Así convirtieron la tierra de las delicias en desolación." Vino a mí la palabra de Jehovah de los Ejércitos, diciendo: "Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Yo tuve un gran celo por Sion; con gran enojo tuve celo por ella.’ Así ha dicho Jehovah: ‘Yo he vuelto a Sion y habitaré en medio de Jerusalén. Jerusalén se llamará Ciudad de Verdad, y el monte de Jehovah de los Ejércitos, Monte de Santidad.’ Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Aún han de sentarse los ancianos y las ancianas en las plazas de Jerusalén, cada uno con un bastón en la mano por el gran número de sus días. Y las calles de la ciudad estarán repletas de niños y niñas jugando en ellas.’ Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Si esto parece milagroso ante los ojos del remanente de este pueblo en estos días, ¿habrá de ser también milagroso en mis ojos?’, dice Jehovah de los Ejércitos. "Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘He aquí, yo salvaré a mi pueblo de la tierra del oriente y de la tierra del poniente. Los traeré, y habitarán en medio de Jerusalén. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios, en fidelidad y en justicia.’ Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Esfuércense vuestras manos, vosotros que en estos días oís estas palabras de la boca de los profetas, desde el día en que fueron puestos los cimientos de la casa de Jehovah de los Ejércitos para reedificarla. Porque antes de estos días no había recompensa para el hombre, ni había recompensa para el ganado, y a causa del enemigo no había paz para el que entraba ni para el que salía. Yo arrojé a todo hombre, cada uno contra su prójimo. Pero ahora no haré esto con el remanente de este pueblo como en aquellos días pasados, dice Jehovah de los Ejércitos. Porque su semilla será paz; la vid dará su fruto, la tierra su producto y los cielos su rocío. Y haré que el remanente de este pueblo posea todo esto. Sucederá que como fuisteis maldición entre las naciones, oh casa de Judá y casa de Israel, así os libraré, y seréis bendición. No temáis; más bien, esfuércense vuestras manos.’ "Porque así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Como pensé haceros mal cuando vuestros padres me provocaron a ira, y no cambié de parecer, ha dicho Jehovah de los Ejércitos, así ahora he pensado hacerle bien a Jerusalén y a la casa de Judá en estos días. No temáis. Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo. Juzgad en vuestros tribunales con juicio de paz. Ninguno de vosotros piense en su corazón el mal contra su prójimo. No améis el falso juramento, porque yo aborrezco todas estas cosas’," dice Jehovah. Entonces vino a mí la palabra de Jehovah de los Ejércitos, diciendo: "Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: ‘Los ayunos del mes cuarto, del quinto, del séptimo y del décimo serán convertidos en ocasiones de gozo, alegría y buenas festividades para la casa de Judá. Amad, pues, la verdad y la paz.’" Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "Aún vendrán gentes y habitantes de muchas ciudades. Los habitantes de una ciudad irán a otra y dirán: ‘¡Vayamos a implorar el favor de Jehovah, a buscar a Jehovah de los Ejércitos! ¡Yo también voy!’ Y vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar a Jehovah de los Ejércitos en Jerusalén, para implorar el favor de Jehovah. Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: Acontecerá en aquellos días que diez hombres de las naciones de todos los idiomas se asirán del manto de un judío y le dirán: ‘¡Dejadnos ir con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros!’" Profecía: La palabra de Jehovah contra la tierra de Hadrac y Damasco, el lugar de su reposo. Porque a Jehovah pertenecen el ojo del hombre y todas las tribus de Israel; también Hamat, que colinda con ella; y Tiro y Sidón, aunque se hayan hecho muy sabias. Tiro se edificó una fortaleza y acumuló plata como el polvo, y oro como el lodo de las calles. Pero he aquí que el Señor se apoderará de ella y destruirá en el mar su poderío, y ella será consumida con fuego. "Ascalón lo verá y temerá. Gaza también temblará en gran manera; lo mismo Ecrón, porque su esperanza ha sido avergonzada. Dejará de haber rey en Gaza, y Ascalón no será habitada. En Asdod se sentará un bastardo, y destruiré la soberbia de los filisteos. Apartaré la sangre de su boca y las abominaciones de sus dientes. El será también convertido en un remanente para nuestro Dios, y será como una familia más en Judá. Y Ecrón será como el jebuseo. Yo defenderé mi casa del que acampa, del que pasa y del que vuelve. El opresor no pasará más sobre ellos, porque ahora yo vigilo por ella con mis propios ojos." ¡Alégrate mucho, oh hija de Sion! ¡Da voces de júbilo, oh hija de Jerusalén! He aquí, tu rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado sobre un asno, sobre un borriquillo, hijo de asna. "Destruiré los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén. También serán destruidos los arcos de guerra, y él hablará de paz a las naciones. Su dominio será de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra. Y a ti también, por la sangre de tu pacto libertaré a tus prisioneros de la cisterna sin agua. Volveos a la fortaleza, oh prisioneros llenos de esperanza. También hoy os anuncio que os restituiré el doble. Pues he preparado a Judá como mi arco; lo he cargado con Efraín como flecha. E incitaré a tus hijos, oh Sion, contra tus hijos, oh Grecia; y te blandiré como espada de valiente." Jehovah será visto sobre ellos, y su flecha saldrá como relámpago. El Señor Jehovah tocará la corneta y avanzará con los torbellinos del sur. Jehovah de los Ejércitos los protegerá, y ellos devorarán y pisotearán las piedras de la honda. Beberán sangre como si fuera vino, y se llenarán como un tazón y como los bordes del altar. En aquel día Jehovah su Dios los salvará; como a rebaño pastoreará a su pueblo. Serán sobre su tierra como piedras preciosas de una diadema. ¡Cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura! El trigo hará florecer a los jóvenes, y el vino nuevo a las jóvenes. ¡Pedid a Jehovah la lluvia de la estación tardía! Jehovah produce relámpagos y hace llover. El da pan al hombre, y hierba en el campo. Pero los ídolos domésticos prometen en vano. Los adivinos ven mentiras y refieren sueños falsos; vano es su consuelo. Por eso el pueblo vaga como ovejas; fue afligido por falta de pastor. "Mi ira se ha encendido contra los pastores, y castigaré a los machos cabríos. Porque Jehovah de los Ejércitos visitará con su favor a su rebaño, a la casa de Judá, y los convertirá en su corcel de honor en la batalla. De él saldrá la piedra angular, de él la estaca, de él el arco de guerra y de él también el gobernante. Serán como los valientes que en la batalla pisotean al enemigo en el lodo de la calle. Combatirán, porque Jehovah estará con ellos, y los que montan a caballo serán avergonzados. "Porque yo fortaleceré la casa de Judá y libraré la casa de José. Los haré volver, porque tendré misericordia de ellos. Serán como si no los hubiera rechazado, porque yo soy Jehovah su Dios que les oiré. Los de Efraín serán como un héroe, y el corazón de ellos se alegrará como por el vino. Sus hijos también lo verán y se alegrarán; su corazón se gozará en Jehovah. Les llamaré con un silbido y los reuniré, porque los he redimido; y serán tan numerosos como lo fueron antes. Aunque los sembraré entre los pueblos, aun en la lejanía se acordarán de mí; criarán a sus hijos y regresarán. Porque los haré volver de la tierra de Egipto, y los recogeré de Asiria. Los traeré a la tierra de Galaad y al Líbano, y no les bastará. Pasarán por el mar de la angustia golpeando sus olas, y se secarán todas las profundidades del Nilo. La soberbia de Asiria será derribada, y haré cesar el cetro de Egipto. Les fortaleceré en Jehovah, y caminarán en su nombre," dice Jehovah. ¡Abre tus puertas, oh Líbano, y que el fuego consuma tus cedros! Gime, oh ciprés, porque ha caído el cedro; porque los poderosos son destruidos. Aullad, oh encinas de Basán, porque es derribado el bosque impenetrable. Se oye un gemido de pastores, porque su esplendor es desolado. Se oye el rugido de los cachorros de león, porque la espesura del Jordán es destruida. Así ha dicho Jehovah mi Dios: "Apacienta las ovejas destinadas al matadero, a las cuales matan los que las compran y no se sienten culpables. El que las vende piensa: ‘¡Bendito sea Jehovah, porque me he enriquecido!’ Ni sus pastores tienen lástima de ellas. Por tanto, dice Jehovah, no tendré más compasión de los habitantes de la tierra. He aquí, yo entregaré a los hombres, cada uno en mano de su prójimo y en mano de su rey. Así desmenuzarán la tierra, y no los vosotros nada tomáis a pecho. Apacenté, pues, las ovejas destinadas al matadero, a cuenta de los comerciantes de ovejas. Entonces tomé dos cayados; al uno le puse por nombre Gracia, y al otro, Vínculo. Y apacenté las ovejas. Eliminé a tres pastores en un mes. Mi alma se impacientó por causa de ellos, y también el alma de ellos se hastió de mí. Entonces dije: "No os apacentaré más. ¡La que muere, que muera; la que se descarría, que se descarríe; y las que queden, que devore cada una a su compañera!" Entonces tomé mi cayado Gracia y lo quebré para anular mi pacto que hice con todos los pueblos. En aquel día fue anulado; y los que comerciaban con ovejas y que me observaban, reconocieron que era palabra de Jehovah. Y les dije: "Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo." Y pesaron por salario mío treinta piezas de plata. Entonces Jehovah me dijo: "Echalo al tesoro. ¡Magnífico precio con que me han apreciado!" Yo tomé las treinta piezas de plata y las eché en el tesoro, en la casa de Jehovah. Y quebré luego mi segundo cayado Vínculo para romper la fraternidad entre Judá e Israel. Entonces Jehovah me dijo: "Toma además la bolsa de un pastor insensato, porque he aquí yo levanto en la tierra a un pastor que no atenderá a la descarriada, ni buscará a la perdida, ni curará a la perniquebrada. No mantendrá a la que está en pie, sino que se comerá la carne de la engordada y romperá sus pezuñas. ¡Ay del pastor inútil que abandona el rebaño! La espada hiera su brazo y su ojo derecho. Séquese del todo su brazo, y oscurézcase por completo su ojo derecho." Profecía: La palabra de Jehovah acerca de Israel. Jehovah, que extiende los cielos, que pone los cimientos de la tierra y forma el espíritu del hombre dentro de él, dice: "He aquí, yo haré de Jerusalén una copa de vértigo para todos los pueblos de alrededor. Pero también será contra Judá durante el asedio contra Jerusalén. Sucederá en aquel día que yo haré de Jerusalén una piedra pesada para todos los pueblos; todos los que la levanten de hecho quedarán lacerados. Y todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella. "En aquel día golpearé con pánico todo caballo, y con locura al que cabalga en él, dice Jehovah. Tendré mis ojos abiertos sobre la casa de Judá, pero heriré con ceguera todo caballo de los pueblos. Y los gobernantes de Judá dirán en su corazón: ‘¡Los habitantes de Jerusalén tienen fuerza en su Dios, Jehovah de los Ejércitos!’ En aquel día convertiré a los dirigentes de Judá en brasero de fuego entre la leña y en tea de fuego entre las gavillas. Consumirán a derecha y a izquierda a todos los pueblos de alrededor, pero Jerusalén será habitada otra vez en su mismo lugar. Y Jehovah librará primero las moradas de Judá, para que la gloria de la casa de David y de los habitantes de Jerusalén no se engrandezca sobre Judá. "En aquel día Jehovah defenderá a los habitantes de Jerusalén. El que sea débil entre ellos, en aquel día será delante de ellos como David. Y la casa de David será delante de ellos como Dios, como el ángel de Jehovah. "En aquel día sucederá que buscaré destruir a todos los pueblos que vengan contra Jerusalén. Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica. Mirarán al que traspasaron y harán duelo por él con duelo como por hijo único, afligiéndose por él como quien se aflige por un primogénito. "En aquel día habrá gran duelo en Jerusalén, como el duelo de Hadad-rimón, en el valle de Meguido. La tierra lamentará, familia por familia: la familia de la casa de David aparte, y sus mujeres aparte; la familia de la casa de Natán aparte, y sus mujeres aparte; la familia de la casa de Leví aparte, y sus mujeres aparte; la familia de Simei aparte, y sus mujeres aparte. Todas las otras familias lo harán también, familia por familia, y sus mujeres aparte. "En aquel día habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, a fin de limpiar el pecado y la impureza. "En aquel día sucederá que eliminaré de la tierra los nombres de los ídolos, y nunca más vendrán a la memoria, dice Jehovah de los Ejércitos. Y eliminaré de esta tierra, tanto a los profetas, como al espíritu de impureza. Sucederá que cuando alguno vuelva a profetizar, su padre y su madre que lo engendraron le dirán: ‘¡No vivirás, porque has hablado mentira delante de Jehovah!’ Y cuando profetice, su padre y su madre que lo engendraron lo traspasarán con lanza. "En aquel día sucederá que todos los profetas se avergonzarán de su visión cuando profeticen. Nunca más se vestirán con manto de pelo para engañar. Y dirá uno de ellos: ‘Yo no soy profeta; soy labrador de la tierra, pues la tierra es mi ocupación desde mi juventud.’ Le preguntarán: ‘¿Qué heridas son éstas en tus manos?’ Y él responderá: ‘Con ellas fui herido en la casa de mis amigos.’ "¡Levántate, oh espada, contra mi pastor y contra el hombre compañero mío, dice Jehovah de los Ejércitos. Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas, y volveré mi mano contra los pequeños. Y acontecerá en toda la tierra, dice Jehovah, que las dos partes serán exterminadas en ella, y se perderán; pero una tercera parte quedará viva en ella. Y meteré a aquel tercio en el fuego; los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. Ellos invocarán mi nombre, y yo les escucharé. Yo diré: ‘¡Pueblo mío!’; y él dirá: ‘¡Jehovah es mi Dios!’ "He aquí que viene el día de Jehovah, y tus despojos serán repartidos en medio de ti. Porque yo reuniré a todas las naciones en batalla contra Jerusalén. La ciudad será tomada, las casas saqueadas y las mujeres violadas. La mitad de la ciudad irá en cautividad, pero el resto del pueblo no será eliminado de la ciudad." Entonces saldrá Jehovah y combatirá contra aquellos pueblos, como combatió en el día de la batalla. En aquel día sus pies se asentarán sobre el monte de los Olivos, que está frente a Jerusalén, al lado oriental. El monte de los Olivos se partirá por la mitad, de este a oeste, formando un valle muy grande, pues la mitad del monte se apartará hacia el norte y la otra mitad hacia el sur. Y el valle de los montes será rellenado, porque el valle de los montes llegará hasta Azal. Y huiréis como huisteis a causa del terremoto que hubo en los días de Uzías, rey de Judá. Así vendrá Jehovah mi Dios, y todos sus santos con él. Acontecerá que en aquel día no habrá luz, ni frío, ni helada. Será un día único, conocido por Jehovah. No será ni día ni noche; más bien, sucederá que al tiempo del anochecer habrá luz. Acontecerá también en aquel día que de Jerusalén saldrán aguas vivas. La mitad de ellas irá hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, tanto en verano como en invierno. Entonces Jehovah será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehovah será único, y Unico será su nombre. Toda la tierra se volverá como llanura desde Geba hasta Rimón, al sur de Jerusalén. Esta será elevada y habitada en su mismo lugar, desde la puerta de Benjamín hasta el lugar de la puerta Primera y hasta la puerta de las Esquinas; y desde la torre de Hananeel hasta los lagares del rey. Habitarán en ella, y no volverá a ocurrir una completa destrucción; sino que Jerusalén será habitada en seguridad. Esta será la plaga con que Jehovah golpeará a todos los pueblos que acamparán con sus ejércitos contra Jerusalén: Hará que se pudra su carne, aun estando ellos sobre sus pies. También sus ojos se pudrirán en sus cuencas, y su lengua se pudrirá en sus bocas. Acontecerá en aquel día que se apoderará de ellos un gran pánico de parte de Jehovah. Cada cual se asirá de la mano de su compañero, y la mano de cada cual se levantará contra la de su prójimo. También Judá combatirá en Jerusalén. Y serán reunidas las riquezas de todos los pueblos de alrededor: oro, plata y ropa, en gran abundancia. Semejante será la plaga de los caballos, de los mulos, de los camellos, de los asnos y de todos los animales que se encuentren en aquellos campamentos. Todos los que queden de los pueblos que hayan subido contra Jerusalén subirán de año en año para adorar al Rey, Jehovah de los Ejércitos, y para celebrar la fiesta de los Tabernáculos. Acontecerá que sobre aquellas familias de la tierra que no suban a Jerusalén para adorar al Rey Jehovah de los Ejércitos, no vendrá la lluvia. Y si la familia de Egipto no sube ni acude, vendrá sobre ellos la plaga con que Jehovah golpeará a los pueblos que no suban a celebrar la fiesta de los Tabernáculos. Tal será el castigo de Egipto y el castigo de todos los pueblos que no suban a celebrar la fiesta de los Tabernáculos. En aquel día estará grabado sobre las campanillas de los caballos: "Consagrado a Jehovah." Las ollas de la casa de Jehovah serán como los tazones del altar. Toda olla en Jerusalén y en Judá estará consagrada a Jehovah de los Ejércitos. Todos los que sacrifiquen vendrán, las tomarán y cocinarán en ellas. Y en aquel día no habrá más mercaderes en la casa de Jehovah de los Ejércitos. Profecía: La palabra de Jehovah a Israel por medio de Malaquías. "Yo os he amado," ha dicho Jehovah. "Pero vosotros decís: ‘¿En qué nos has amado?’ ¿Acaso Esaú no era hermano de Jacob?, dice Jehovah. Sin embargo, yo amé a Jacob y aborrecí a Esaú; convertí sus montes en desolación y di su posesión a los chacales del desierto." Si Edom dice: "Hemos sido demolidos, pero volveremos a edificar las ruinas," así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: "Ellos edificarán, pero yo lo destruiré. Les llamarán ‘territorio de impiedad’ y ‘pueblo contra el cual Jehovah se ha airado para siempre.’ Vuestros ojos lo verán y diréis: ‘¡Sea engrandecido Jehovah más allá de las fronteras de Israel!’ "El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Y si yo soy Padre, ¿dónde está mi honra? Y si yo soy Señor, ¿dónde está mi reverencia, oh sacerdotes que menospreciáis mi nombre?, os ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Vosotros decís: ‘¿En qué hemos menospreciado tu nombre?’ En que ofrecéis sobre mi altar pan indigno. Pero diréis: ‘¿Cómo es que lo hemos hecho indigno?’ Pensando que la mesa de Jehovah es despreciable. Porque cuando ofrecéis un animal ciego para ser sacrificado, ¿no es eso malo? Lo mismo, cuando ofrecéis un animal cojo o enfermo. Preséntalo a tu gobernador. ¿Acaso se agradará de ti? ¿Acaso se te mostrará favorable?," ha dicho Jehovah de los Ejércitos. "Ahora pues, implorad el favor de Dios para que tenga compasión de vosotros, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Esto ha procedido de vuestra mano. ¿Le habréis de ser aceptos? ¿Quién de vosotros cerrará las puertas para que no enciendan en vano mi altar? Yo no tengo agrado en vosotros ni aceptaré la ofrenda, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, es grande mi nombre en medio de las naciones, y en todo santuario se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda pura. Porque grande es mi nombre entre las naciones, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Pero vosotros lo profanáis pensando que la mesa del Señor es indigna y que su alimento es despreciable. "Además, habéis dicho: ‘¡Oh, qué fatigoso!’, y me habéis provocado, ha dicho Jehovah de los Ejércitos, al traer lo hurtado, lo cojo o lo enfermo y al presentarlo como ofrenda. ¿Lo aceptaré yo de vuestra mano?, ha dicho Jehovah. ¡Maldito sea el tramposo que teniendo macho robusto en su rebaño, y habiéndolo prometido, sacrifica a Jehovah lo dañado. Porque yo soy el Gran Rey, y mi nombre es temible entre las naciones," ha dicho Jehovah de los Ejércitos. "Ahora pues, oh sacerdotes, para vosotros es esta advertencia: Si no escucháis y no tomáis a pecho el honrar mi nombre, enviaré la maldición sobre vosotros y maldeciré vuestras bendiciones, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Y las he maldecido ya, porque hoy. He aquí, yo reprenderé a vuestra descendencia y arrojaré estiércol sobre vuestras caras, el estiércol de las víctimas de vuestras festividades, y con él seréis arrojados vosotros mismos. Así sabréis que yo os envié esta advertencia para que prevaleciese mi pacto con Leví," ha dicho Jehovah de los Ejércitos. "Mi pacto con él fue de vida y de paz. Estas cosas le di, y él me temía y guardaba reverencia ante mi nombre. La ley de verdad estuvo en su boca, y en sus labios no se halló iniquidad. En paz y en justicia anduvo conmigo y a muchos apartó del pecado. Porque los labios del sacerdote han de guardar el conocimiento, y de su boca han de buscar la instrucción, pues él es un mensajero de Jehovah de los Ejércitos. Pero vosotros os habéis apartado del camino; a muchos habéis hecho tropezar en la ley y habéis corrompido el pacto de Leví, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Por eso, yo también os he hecho despreciables y viles entre todo el pueblo, puesto que no habéis guardado mis caminos y hacéis distinción de personas con respecto a la ley." ¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado el único Dios? Entonces, ¿por qué traicionamos cada uno a su hermano, y profanamos el pacto de nuestros padres? Judá ha traicionado, y en Israel y en Jerusalén se ha cometido abominación. Porque Judá ha profanado el santuario de Jehovah que él ama, y se ha desposado con la hija de un dios extraño. Jehovah eliminará de las moradas de Jacob al hombre que haga esto, al que da testimonio y al que responde, y al que presenta la ofrenda a Jehovah de los Ejércitos. "Y esto habéis hecho de nuevo: Cubrís el altar de Jehovah con lágrimas, con llanto y con suspiros, porque ya no miro las ofrendas ni las acepto con gusto de vuestra mano. Y decís: ‘¿Por qué?’ Porque Jehovah ha sido testigo entre ti y la mujer de tu juventud, a la cual has traicionado, a pesar de ser ella tu compañera y la mujer de tu pacto. ¿Acaso el Unico no hizo el cuerpo y el espíritu de ella? ¿Y qué es lo que demanda el Unico? ¡Una descendencia consagrada a Dios!" Guardad, pues, vuestro espíritu y no traicionéis a la mujer de vuestra juventud. "Porque yo aborrezco el divorcio," ha dicho Jehovah Dios de Israel, "y al que cubre su manto de violencia." Jehovah de los Ejércitos ha dicho: "Guardad, pues, vuestro espíritu y no cometáis traición." Vosotros cansáis a Jehovah con vuestras palabras y decís: "¿En qué le cansamos?" En que decís: "Cualquiera que hace lo malo es bueno ante los ojos de Jehovah, y de los tales se agrada" o "¿Dónde está el Dios de la justicia?" "He aquí yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí. Y luego, repentinamente, vendrá a su templo el Señor a quien buscáis, el ángel del pacto a quien vosotros deseáis. ¡He aquí que viene!, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. ¿Quién podrá resistir el día de su venida? o ¿quién podrá mantenerse en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador y como lejía de lavanderos. El se sentará para afinar y purificar la plata, porque purificará a los hijos de Leví. Los afinará como a oro y como a plata, y ofrecerán a Jehovah ofrenda en justicia. Así será grata a Jehovah la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño y como en los tiempos antiguos. "Entonces me acercaré a vosotros para juicio y seré veloz testigo contra los hechiceros y adúlteros, contra los que juran para engañar, contra los que oprimen al jornalero, a la viuda y al huérfano, y contra los que hacen agravio al forastero, sin ningún temor de mí," ha dicho Jehovah de los Ejércitos. "¡Porque yo, Jehovah, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos! Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes y no las habéis guardado. ¡Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros!, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Pero vosotros dijisteis: ‘¿En qué hemos de volver?’ ¿Robará el hombre a Dios? ¡Pues vosotros me habéis robado! Pero decís: ‘¿En qué te hemos robado?’ ¡En los diezmos y en las ofrendas! Malditos sois con maldición; porque vosotros, la nación entera, me habéis robado. "Traed todo el diezmo al tesoro, y haya alimento en mi casa. Probadme en esto, ha dicho Jehovah de los Ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. A causa de vosotros increparé también al devorador, para que no os consuma el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo se quede estéril, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Y así todas las naciones os dirán: ‘Bienaventurados’, porque seréis tierra deseable," ha dicho Jehovah de los Ejércitos. "Duras han sido vuestras palabras contra mí, ha dicho Jehovah. Pero decís: ‘¿Qué hemos hablado contra ti?’ Habéis dicho: ‘Está demás servir a Dios’ y ‘¿Qué provecho sacamos de guardar su ley y de andar tristes delante de Jehovah de los Ejércitos? Ahora, nosotros consideramos que son felices los arrogantes y que los que hacen impiedad son prosperados.’" Entonces los que temían a Jehovah hablaron cada uno con su compañero, y Jehovah prestó atención y escuchó. Y fue escrito un libro como memorial delante de él, para los que temen a Jehovah y para los que toman en cuenta su nombre. "En el día que yo preparo, ha dicho Jehovah de los Ejércitos, ellos serán para mí un especial tesoro. Seré compasivo con ellos, como es compasivo el hombre con su hijo que le sirve. Entonces os volveréis y podréis apreciar la diferencia entre el justo y el pecador, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. "Porque he aquí viene el día ardiente como un horno, y todos los arrogantes y todos los que hacen maldad serán como paja. Aquel día que vendrá los quemará y no les dejará ni raíz ni rama, ha dicho Jehovah de los Ejércitos. Pero para vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá sanidad. Vosotros saldréis y saltaréis como terneros de engorde. Pisotearéis a los impíos, los cuales, el día que yo preparo, serán como ceniza bajo las plantas de vuestros pies," ha dicho Jehovah de los Ejércitos. "Acordaos de la ley de mi siervo Moisés, a quien encargué en Horeb leyes y decretos para todo Israel. "He aquí yo envío al profeta Elías antes de que venga el día de Jehovah, grande y temible. El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo y golpee la tierra con destrucción." Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac; Isaac engendró a Jacob; Jacob engendró a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zéraj; Fares engendró a Hesrón; Hesrón engendró a Aram; Aram engendró a Aminadab; Aminadab engendró a Najsón; Najsón engendró a Salmón; Salmón engendró de Rajab a Boaz; Boaz engendró de Rut a Obed; Obed engendró a Isaí; Isaí engendró al rey David. David engendró a Salomón, de la que fue mujer de Urías; Salomón engendró a Roboam; Roboam engendró a Abías; Abías engendró a Asa; Asa engendró a Josafat; Josafat engendró a Joram; Joram engendró a Uzías; Uzías engendró a Jotam; Jotam engendró a Acaz; Acaz engendró a Ezequías; Ezequías engendró a Manasés; Manasés engendró a Amón; Amón engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos en el tiempo de la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel; Salatiel engendró a Zorobabel; Zorobabel engendró a Abiud; Abiud engendró a Eliaquim; Eliaquim engendró a Azor; Azor engendró a Sadoc; Sadoc engendró a Aquim; Aquim engendró a Eliud; Eliud engendró a Eleazar; Eleazar engendró a Matán; Matán engendró a Jacob. Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones, y desde David hasta la deportación a Babilonia son catorce generaciones, y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo son catorce generaciones. El nacimiento de Jesucristo fue así: Su madre María estaba desposada con José; y antes de que se unieran, se halló que ella había concebido del Espíritu Santo. José, su marido, como era justo y no quería difamarla, se propuso dejarla secretamente. Mientras él pensaba en esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que ha sido engendrado en ella es del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo; y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados." Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que habló el Señor por medio del profeta, diciendo: He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emanuel, que traducido quiere decir: Dios con nosotros. Cuando José despertó del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que ella dio a luz un hijo, y llamó su nombre Jesús. Jesús nació en Belén de Judea, en días del rey Herodes. Y he aquí unos magos vinieron del oriente a Jerusalén, preguntando: —¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido para adorarle. Cuando el rey Herodes oyó esto, se turbó, y toda Jerusalén con él. Y habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: —En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, en la tierra de Judá, de ninguna manera eres la más pequeña entre los gobernadores de Judá; porque de ti saldrá un gobernante que pastoreará a mi pueblo Israel. Entonces Herodes llamó en secreto a los magos e indagó de ellos el tiempo de la aparición de la estrella. Y enviándolos a Belén, les dijo: —Id y averiguad con cuidado acerca del niño. Tan pronto le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. Ellos, después de oír al rey, se fueron. Y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo sobre donde estaba el niño. Al ver la estrella, se regocijaron con gran alegría. Cuando entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose le adoraron. Entonces abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra. Pero advertidos por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su país por otro camino. Después que ellos partieron, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José, diciendo: "Levántate; toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo." Entonces José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese lo que habló el Señor por medio del profeta, diciendo: De Egipto llamé a mi hijo. Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enojó sobremanera y mandó matar a todos los niños varones en Belén y en todos sus alrededores, de dos años de edad para abajo, conforme al tiempo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías, diciendo: Voz fue oída en Ramá; grande llanto y lamentación. Raquel lloraba por sus hijos, y no quería ser consolada, porque perecieron. Cuando había muerto Herodes, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto, diciendo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y vé a la tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban quitar la vida al niño." Entonces él se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero, al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá; y advertido por revelación en sueños, fue a las regiones de Galilea. Habiendo llegado, habitó en la ciudad que se llama Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que había de ser llamado nazareno. En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado." Pues éste es aquel de quien fue dicho por medio del profeta Isaías: Voz del que proclama en el desierto: "Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas." Juan mismo estaba vestido de pelo de camello y con un cinto de cuero a la cintura. Su comida era langostas y miel silvestre. Entonces salían a él Jerusalén y toda Judea y toda la región del Jordán, y confesando sus pecados eran bautizados por él en el río Jordán. Pero cuando Juan vio que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: "¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento; y no penséis decir dentro de vosotros: ‘A Abraham tenemos por padre.’ Porque yo os digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Yo, a la verdad, os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene después de mí, cuyo calzado no soy digno de llevar, es más poderoso que yo. El os bautizará en el Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era. Recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en el fuego que nunca se apagará." Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan procuraba impedírselo diciendo: —Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: —Permítelo por ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces se lo permitió. Y cuando Jesús fue bautizado, en seguida subió del agua, y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venía sobre él. Y he aquí, una voz de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia." Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. El tentador se acercó y le dijo: —Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Pero él respondió y dijo: —Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, le puso de pie sobre el pináculo del templo, y le dijo: —Si eres Hijo de Dios, échate abajo, porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y en sus manos te llevarán, de modo que nunca tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: —Además está escrito: No pondrás a prueba al Señor tu Dios. Otra vez el diablo le llevó a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria. Y le dijo: —Todo esto te daré, si postrado me adoras. Entonces Jesús le dijo: —Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás. Entonces el diablo le dejó, y he aquí, los ángeles vinieron y le servían. Y cuando Jesús oyó que Juan había sido encarcelado, regresó a Galilea. Y habiendo dejado Nazaret, fue y habitó en Capernaúm, ciudad junto al mar en la región de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, diciendo: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que moraba en tinieblas vio una gran luz. A los que moraban en región y sombra de muerte, la luz les amaneció. Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: "¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!" Mientras andaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, que es llamado Pedro, y a su hermano Andrés. Estaban echando una red en el mar, porque eran pescadores. Y les dijo: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres." Y de inmediato ellos dejaron sus redes y le siguieron. Y pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo y Juan su hermano, en la barca con su padre Zebedeo, arreglando sus redes. Los llamó, y en seguida ellos dejaron la barca y a su padre, y le siguieron. Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama corrió por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían males: los que padecían diversas enfermedades y dolores, los endemoniados, los lunáticos y los paralíticos. Y él los sanó. Le siguieron grandes multitudes de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán. Cuando vio la multitud, subió al monte; y al sentarse él, se le acercaron sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba diciendo: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. "Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia. "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. "Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. "Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. "Bienaventurados sois cuando os vituperan y os persiguen, y dicen toda clase de mal contra vosotros por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos; pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. "Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, de modo que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. "No penséis que he venido para abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir. De cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni una tilde pasará de la ley hasta que todo haya sido cumplido. "Por lo tanto, cualquiera que quebranta el más pequeño de estos mandamientos y así enseña a los hombres, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero cualquiera que los cumple y los enseña, éste será considerado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que a menos que vuestra justicia sea mayor que la de los escribas y de los fariseos, jamás entraréis en el reino de los cielos. "Habéis oído que fue dicho a los antiguos: No cometerás homicidio; y cualquiera que comete homicidio será culpable en el juicio. Pero yo os digo que todo el que se enoja con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su hermano ‘necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llama ‘fatuo’ será expuesto al infierno de fuego. "Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y vé, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda. "Reconcíliate pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que jamás saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante. "Habéis oído que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti. Porque es mejor para ti que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti. Porque es mejor para ti que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. "También fue dicho: Cualquiera que despide a su mujer, déle carta de divorcio. Pero yo os digo que todo aquel que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de adulterio, hace que ella cometa adulterio. Y el que se casa con la mujer divorciada comete adulterio. "Además, habéis oído que fue dicho a los antiguos: No jurarás falsamente; sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. No jurarás ni por tu cabeza, porque no puedes hacer que un cabello sea ni blanco ni negro. Pero sea vuestro hablar, ‘sí’, ‘sí’, y ‘no’, ‘no’. Porque lo que va más allá de esto, procede del mal. "Habéis oído que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al malo. Más bien, a cualquiera que te golpea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, déjale también el manto. A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues. "Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen; de modo que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso mismo los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. "Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, hagas obras de misericordia, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. De cierto os digo que ellos ya tienen su recompensa. Pero cuando tú hagas obras de misericordia, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, de modo que tus obras de misericordia sean en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará. "Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que aman orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. De cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará. Y al orar, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que serán oídos por su palabrería. Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. "Cuando ayunéis, no os hagáis los decaídos, como los hipócritas, que descuidan su apariencia para mostrar a los hombres que ayunan. De cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lávate la cara, de modo que no muestres a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto. Y tu Padre que ve en secreto te recompensará. "No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde los ladrones se meten y roban. Más bien, acumulad para vosotros tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los ladrones no se meten ni roban. Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón. "La lámpara del cuerpo es el ojo. Así que, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas. De modo que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande es esa oscuridad! "Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. "Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? ¿Quién de vosotros podrá, por más que se afane, añadir a su estatura un codo? ¿Por qué os afanáis por el vestido? Mirad los lirios del campo, cómo crecen. Ellos no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba del campo, que hoy está y mañana es echada en el horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? "Por tanto, no os afanéis diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿Qué beberemos?’ o ‘¿Con qué nos cubriremos?’ Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre que está en los cielos sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal. "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. "¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano, y dejas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿Cómo dirás a tu hermano: ‘Deja que yo saque la brizna de tu ojo’, y he aquí la viga está en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra vosotros y os despedacen. "Pedid, y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abrirá. ¿Qué hombre hay entre vosotros que, al hijo que le pide pan, le dará una piedra? ¿O al que le pide pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden? "Así que, todo lo que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas. "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y son pocos los que la hallan. "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así también, todo árbol sano da buenos frutos, pero el árbol podrido da malos frutos. El árbol sano no puede dar malos frutos, ni tampoco puede el árbol podrido dar buenos frutos. Todo árbol que no lleva buen fruto es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. "No todo el que me dice ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre? ¿En tu nombre no echamos demonios? ¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas?’ Entonces yo les declararé: ‘Nunca os he conocido. ¡Apartaos de mí, obradores de maldad!’ "Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, será semejante a un hombre prudente que edificó su casa sobre la peña. Y cayó la lluvia, vinieron torrentes, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa. Pero ella no se derrumbó, porque se había fundado sobre la peña. "Pero todo el que me oye estas palabras y no las hace, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. Cayó la lluvia, vinieron torrentes, y soplaron vientos, y azotaron contra aquella casa. Y se derrumbó, y fue grande su ruina." Y aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes estaban maravilladas de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Cuando descendió del monte, le siguió mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él diciendo: —¡Señor, si quieres, puedes limpiarme! Jesús extendió la mano y le tocó diciendo: —Quiero. ¡Sé limpio! Y al instante quedó limpio de la lepra. Entonces Jesús le dijo: —Mira, no lo digas a nadie; pero vé, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos. Cuando Jesús entró en Capernaúm, vino a él un centurión y le rogó diciendo: —Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, y sufre terribles dolores. Y le dijo: —Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: —Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo. Solamente di la palabra, y mi criado será sanado. Porque yo también soy un hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Si digo a éste: "Vé," él va; si digo al otro: "Ven," él viene; y si digo a mi siervo: "Haz esto," él lo hace. Cuando Jesús oyó esto, se maravilló y dijo a los que le seguían: —De cierto os digo que no he hallado tanta fe en ninguno en Israel. Y os digo que muchos vendrán del oriente y del occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Entonces Jesús dijo al centurión: —Vé, y como creíste te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella hora. Entró Jesús en la casa de Pedro, y vio que su suegra estaba postrada en cama con fiebre. El le tocó la mano, y la fiebre la dejó. Luego ella se levantó y comenzó a servirle. Al atardecer, trajeron a él muchos endemoniados. Con su palabra echó fuera a los espíritus y sanó a todos los enfermos, de modo que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, quien dijo: El mismo tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades. Cuando se vio rodeado de una multitud, Jesús mandó que pasasen a la otra orilla. Entonces se le acercó un escriba y le dijo: —Maestro, te seguiré a dondequiera que tú vayas. Jesús le dijo: —Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Otro de sus discípulos le dijo: —Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre. Pero Jesús le dijo: —Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos. El entró en la barca, y sus discípulos le siguieron. Y de repente se levantó una tempestad tan grande en el mar que las olas cubrían la barca, pero él dormía. Y acercándose, le despertaron diciendo: —¡Señor, sálvanos, que perecemos! Y él les dijo: —¿Por qué estáis miedosos, hombres de poca fe? Entonces se levantó y reprendió a los vientos y al mar, y se hizo grande bonanza. Los hombres se maravillaron y decían: —¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen? Una vez llegado a la otra orilla, a la región de los gadarenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados que habían salido de los sepulcros. Eran violentos en extremo, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. Y he aquí, ellos lanzaron gritos diciendo: —¿Qué tienes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo? Lejos de ellos estaba paciendo un gran hato de cerdos, y los demonios le rogaron diciendo: —Si nos echas fuera, envíanos a aquel hato de cerdos. El les dijo: —¡Id! Ellos salieron y se fueron a los cerdos, y he aquí todo el hato de cerdos se lanzó al mar por un despeñadero, y murieron en el agua. Los que apacentaban los cerdos huyeron, se fueron a la ciudad y lo contaron todo, aun lo que había pasado a los endemoniados. Y he aquí, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaban que se fuera de sus territorios. Habiendo entrado en la barca, Jesús pasó a la otra orilla y llegó a su propia ciudad. Entonces le trajeron un paralítico tendido sobre una camilla. Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: —Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. He aquí, algunos de los escribas dijeron entre sí: —¡Este blasfema! Y conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: —¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Porque, ¿qué es más fácil decir: "Tus pecados te son perdonados" o decir: "Levántate y anda"? Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar pecados en la tierra, —entonces dijo al paralítico—: ¡Levántate; toma tu camilla y vete a tu casa! Y se levantó y se fue a su casa. Cuando las multitudes vieron esto, temieron y glorificaron a Dios, quien había dado semejante autoridad a los hombres. Pasando de allí más adelante, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo: "¡Sígueme!" Y él se levantó y le siguió. Sucedió que, estando Jesús sentado a la mesa en casa, he aquí muchos publicanos y pecadores que habían venido estaban sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos. Y cuando los fariseos le vieron, decían a sus discípulos: —¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores? Al oírlo, Jesús les dijo: —Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. Id, pues, y aprended qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio. Porque yo no he venido para llamar a justos, sino a pecadores. Entonces los discípulos de Juan fueron a Jesús y dijeron: —¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos frecuentemente, pero tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: —¿Pueden tener luto los que están de bodas mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie pone parche de tela nueva en vestido viejo, porque el parche tira del vestido y la rotura se hace peor. Tampoco echan vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rompen, el vino se derrama, y los odres se echan a perder. Más bien, echan vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan. Mientras él hablaba estas cosas, he aquí vino un hombre principal y se postró delante de él diciéndole: —Mi hija acaba de morir. Pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá. Jesús se levantó y le siguió con sus discípulos. Y he aquí una mujer que sufría de hemorragia desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque ella pensaba dentro de sí: "Si solamente toco su vestido, seré sanada." Pero Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: —Ten ánimo, hija, tu fe te ha salvado. Y la mujer fue sanada desde aquella hora. Cuando Jesús llegó a la casa del principal y vio a los que tocaban las flautas y a la multitud que hacía bullicio, les dijo: —Apartaos, porque la muchacha no ha muerto, sino que duerme. Y se burlaban de él. Cuando habían sacado a la gente, él entró y la tomó de la mano; y la muchacha se levantó. Y salió esta noticia por toda aquella tierra. Mientras Jesús pasaba de allí, le siguieron dos ciegos clamando a gritos y diciendo: —¡Ten misericordia de nosotros, hijo de David! Cuando él llegó a la casa, los ciegos vinieron a él. Y Jesús les dijo: —¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: —Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos diciendo: —Conforme a vuestra fe os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos. Entonces Jesús les encargó rigurosamente diciendo: —Mirad que nadie lo sepa. Pero ellos salieron y difundieron su fama por toda aquella tierra. Mientras aquéllos salían, he aquí le trajeron un hombre mudo endemoniado. Y tan pronto fue echado fuera el demonio, el mudo habló. Y las multitudes se maravillaban diciendo: —¡Nunca se ha visto semejante cosa en Israel! Pero los fariseos decían: —Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios. Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y cuando vio las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban acosadas y desamparadas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "A la verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies." Entonces llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para echarlos fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; también Jacobo hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Jacobo hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el cananita y Judas Iscariote, quien le entregó. A estos doce los envió Jesús, dándoles instrucciones diciendo: "No vayáis por los caminos de los gentiles, ni entréis en las ciudades de los samaritanos. Pero id, más bien, a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y cuando vayáis, predicad diciendo: ‘El reino de los cielos se ha acercado.’ Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. De gracia habéis recibido; dad de gracia. "No os proveáis ni de oro, ni de plata, ni de cobre en vuestros cintos. Tampoco llevéis bolsas para el camino, ni dos vestidos, ni zapatos, ni bastón; porque el obrero es digno de su alimento. En cualquier ciudad o aldea donde entréis, averiguad quién en ella sea digno y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, venga vuestra paz sobre ella. Pero si no es digna, vuelva vuestra paz a vosotros. Y en caso de que no os reciban ni escuchen vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio será más tolerable para los de la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad. "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos. Sed, pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y en sus sinagogas os azotarán. Seréis llevados aun ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio a ellos y a los gentiles. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis, porque os será dado en aquella hora lo que habéis de decir. Pues no sois vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre que hablará en vosotros. "El hermano entregará a muerte a su hermano, y el padre a su hijo. Se levantarán los hijos contra sus padres y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y cuando os persigan en una ciudad, huid a la otra. Porque de cierto os digo que de ningún modo acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre. "El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia le llamaron Beelzebul, ¡cuánto más lo harán a los de su casa! "Así que, no les temáis. Porque no hay nada encubierto que no será revelado, ni oculto que no será conocido. Lo que os digo en privado, decidlo en público; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar al alma. Más bien, temed a aquel que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el infierno. ¿Acaso no se venden dos pajaritos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajaritos. "Por tanto, a todo el que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos. "No penséis que he venido para traer paz a la tierra. No he venido para traer paz, sino espada. Porque yo he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Y los enemigos de un hombre serán los de su propia casa. "El que ama a padre o a madre más que a mí no es digno de mí, y el que ama a hijo o a hija más que a mí no es digno de mí. El que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí. El que halla su vida la perderá, y el que pierde su vida por mi causa la hallará. "El que os recibe a vosotros a mí me recibe, y el que me recibe a mí recibe al que me envió. El que recibe a un profeta porque es profeta, recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, recibirá recompensa de justo. Cualquiera que da a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente porque es mi discípulo, de cierto os digo que jamás perderá su recompensa." Aconteció que, cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos. Ahora bien, cuando oyó Juan en la cárcel de los hechos de Cristo, envió a él por medio de sus discípulos, y le dijo: —¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro? Y respondiendo Jesús les dijo: —Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncia el evangelio. Y bienaventurado es el que no toma ofensa en mí. Mientras ellos se iban, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que se visten con ropa delicada están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, os digo, y más que profeta! Este es aquel de quien está escrito: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu rostro, quien preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo que no se ha levantado entre los nacidos de mujer ningún otro mayor que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos se apoderan de él. Porque todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. Y si lo queréis recibir, él es el Elías que había de venir. El que tiene oídos, oiga. "Pero, ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas y dan voces a sus compañeros, diciendo: ‘Os tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos canciones de duelo y no lamentasteis.’ Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: ‘Tiene demonio.’ Y vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: ‘He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.’ Pero la sabiduría es justificada por sus hechos." Entonces comenzó a reprender a las ciudades en las cuales se realizaron muchos de sus hechos poderosos, porque no se habían arrepentido: "¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si se hubieran realizado en Tiro y en Sidón los hechos poderosos que se realizaron en vosotras, ya hace tiempo se habrían arrepentido en saco y ceniza. Pero os digo que en el día del juicio el castigo para Tiro y Sidón será más tolerable que para vosotras. "Y tú, Capernaúm, ¿serás exaltada hasta el cielo? ¡Hasta el Hades serás hundida! Porque si entre los de Sodoma se hubieran realizado los hechos poderosos que se realizaron en ti, habrían permanecido hasta Pero os digo que en el día del juicio el castigo será más tolerable para la tierra de Sodoma, que para ti." En aquel tiempo Jesús respondió y dijo: "Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. "Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Nadie conoce bien al Hijo, sino el Padre. Nadie conoce bien al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. "Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." En ese tiempo, Jesús pasó por los sembrados en sábado. Sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer. Y al verlo los fariseos, le dijeron: —Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el sábado. El les dijo: —¿No habéis leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y los que estaban con él; cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, cosa que no les era lícito comer ni a él ni a los que estaban con él, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la ley que en los sábados los sacerdotes en el templo profanan el sábado y quedan sin culpa? Pero os digo que uno mayor que el templo está aquí. Si hubierais conocido qué significa Misericordia quiero y no sacrificio, no habríais condenado a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado. Partió de allí y fue a la sinagoga de ellos. Y he aquí había un hombre que tenía la mano paralizada; y para acusar a Jesús, le preguntaron diciendo: —¿Es lícito sanar en sábado? Pero él les dijo: —¿Qué hombre hay entre vosotros que tenga una oveja, que si ésta cae en un pozo en sábado, no le echará mano y la sacará? Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! De manera que es lícito hacer bien en sábado. Entonces dijo a aquel hombre: —Extiende tu mano. El la extendió, y su mano fue restaurada sana como la otra. Pero saliendo los fariseos, tomaron consejo contra él, cómo destruirlo. Como Jesús lo supo, se apartó de allí. Le siguió mucha gente, y a todos los sanó. Y les mandó rigurosamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, que dijo: He aquí mi siervo, a quien he escogido; mi amado, en quien se complace mi alma. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará juicio a las naciones. No contenderá, ni dará voces; ni oirá nadie su voz en las plazas. La caña cascada no quebrará, y la mecha que humea no apagará, hasta que saque a triunfo el juicio. Y en su nombre las naciones pondrán su esperanza. Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de manera que el mudo hablaba y veía. Toda la gente estaba atónita y decía: —¿Acaso será éste el Hijo de David? Pero al oírlo, los fariseos dijeron: —Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebul, el príncipe de los demonios. Pero como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo: —Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado. Y ninguna ciudad o casa dividida contra sí misma permanecerá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido. ¿Cómo, pues, permanecerá en pie su reino? Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebul, ¿por quién los echan fuera vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el Espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque, ¿cómo puede alguien entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes a menos que primero ate al hombre fuerte? Y entonces saqueará su casa. El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama. Por esto os digo que todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y a cualquiera que diga palabra contra el Hijo del Hombre le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el Espíritu Santo no le será perdonado, ni en este mundo, ni en el venidero. O haced bueno el árbol y bueno su fruto, o haced malo el árbol y malo su fruto; porque el árbol es conocido por su fruto. ¡Generación de víboras! ¿Cómo podréis vosotros, siendo malos, hablar cosas buenas? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno del buen tesoro saca cosas buenas, y el hombre malo del mal tesoro saca cosas malas. Pero yo os digo que en el día del juicio los hombres darán cuenta de toda palabra ociosa que hablen. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. Entonces le respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: —Maestro, deseamos ver de ti una señal. El respondió y les dijo: —Una generación malvada y adúltera demanda señal, pero no le será dada ninguna señal, sino la señal del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron ante la proclamación de Jonás. ¡Y he aquí uno mayor que Jonás está en este lugar! La reina del Sur se levantará en el juicio contra esta generación y la condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón. ¡Y he aquí uno mayor que Salomón está en este lugar! Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares secos buscando reposo, y no lo encuentra. Entonces dice: "Volveré a mi casa de donde salí." Cuando regresa, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va y trae consigo otros siete espíritus peores que él. Y después de entrar, habitan allí; y el estado final de aquel hombre llega a ser peor que el primero. Así también sucederá a esta perversa generación. Mientras todavía hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, buscando hablar con él. Y alguien le dijo: —Mira, tu madre y tus hermanos están afuera, buscando hablar contigo. Pero Jesús respondió al que hablaba con él y dijo: —¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Entonces extendió su mano hacia sus discípulos y dijo: —¡He aquí mi madre y mis hermanos! Porque cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. Aquel día Jesús salió de la casa y se sentó junto al mar. Y se le acercó mucha gente, de manera que él entró en una barca para sentarse, y toda la multitud estaba de pie en la playa. Entonces les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: "He aquí un sembrador salió a sembrar. Mientras él sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron. Y otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó rápidamente, porque la tierra no era profunda. Pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y otra parte cayó entre los espinos. Los espinos crecieron y la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra y dio fruto, una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta por uno. El que tiene oídos, que oiga." Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: —¿Por qué les hablas por parábolas? Y él respondiendo les dijo: —Porque a vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha concedido. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por esto les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni tampoco entienden. Además, se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y nunca entenderéis; y mirando miraréis, y nunca veréis. Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible, y con los oídos han oído torpemente. Han cerrado sus ojos para que no vean con los ojos, ni oigan con los oídos, ni entiendan con el corazón, ni se conviertan. Y yo los sanaré. Pero ¡bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen! Porque de cierto os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros, pues, oíd la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales es el que oye la palabra y en seguida la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de poca duración, y cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropieza. Y el que fue sembrado en espinos, éste es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye la palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta, y otro a treinta por uno. Les presentó otra parábola diciendo: "El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, entonces apareció también la cizaña. Se acercaron los siervos al dueño del campo y le preguntaron: ‘Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?’ Y él les dijo: ‘Un hombre enemigo ha hecho esto.’ Los siervos le dijeron: ‘Entonces, ¿quieres que vayamos y la recojamos?’ Pero él dijo: ‘No; no sea que al recoger la cizaña arranquéis con ella el trigo. Dejad crecer a ambos hasta la siega. Cuando llegue el tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla. Pero reunid el trigo en mi granero.’" Les presentó otra parábola diciendo: "El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. Esta es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece, es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas." Les dijo otra parábola: "El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado." Todo esto habló Jesús en parábolas a las multitudes y sin parábolas no les hablaba, de manera que se cumplió lo dicho por medio del profeta diciendo: Abriré mi boca con parábolas; publicaré cosas que han estado ocultas desde la fundación del mundo. Entonces, una vez despedida la multitud, volvió a casa. Y sus discípulos se acercaron a él diciendo: —Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Y respondiendo él dijo: —El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno. El enemigo que la sembró es el diablo. La siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De manera que como la cizaña es recogida y quemada en el fuego, así será el fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga. El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre descubrió y luego escondió. Y con regocijo va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. Además, el reino de los cielos es semejante a un comerciante que buscaba perlas finas. Y habiendo encontrado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que fue echada en el mar y juntó toda clase de peces. Cuando estuvo llena, la sacaron a la playa. Y sentados recogieron lo bueno en cestas y echaron fuera lo malo. Así será el fin del mundo: Saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes. ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos le dijeron: —Sí. El les dijo: —Por eso, todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas. Aconteció que cuando Jesús terminó estas parábolas, partió de allí. Vino a su tierra y les enseñaba en su sinagoga, de manera que ellos estaban atónitos y decían: —¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, le vienen a éste todas estas cosas? Se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: —No hay profeta sin honra sino en su propia tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros a causa de la incredulidad de ellos. En aquel tiempo, Herodes el tetrarca oyó la fama de Jesús y dijo a sus criados: "¡Este es Juan el Bautista! El ha resucitado de los muertos; por esta razón operan estos poderes en él." Porque Herodes había prendido a Juan, le había atado con cadenas y puesto en la cárcel por causa de Herodía, la mujer de su hermano Felipe. Porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla por mujer." Y aunque Herodes quería matarlo, temió al pueblo; porque le tenían por profeta. Pero cuando se celebró el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodía danzó en medio y agradó a Herodes, por lo cual él se comprometió bajo juramento a darle lo que ella pidiera. Ella, instigada por su madre, dijo: "Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista." Entonces el rey se entristeció; pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la diesen. Mandó decapitar a Juan en la cárcel. Y su cabeza fue traída en un plato y fue dada a la muchacha, y ella la presentó a su madre. Entonces llegaron sus discípulos, tomaron el cuerpo y lo enterraron. Luego fueron y se lo contaron a Jesús. Al oírlo, Jesús se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado. Cuando las multitudes oyeron esto, le siguieron a pie desde las ciudades. Cuando Jesús salió, vio la gran multitud y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que entre ellos estaban enfermos. Al atardecer, sus discípulos se acercaron a él y le dijeron: —El lugar es desierto, y la hora ya avanzada. Despide a la gente para que vayan a las aldeas y compren para sí algo de comer. Pero Jesús les dijo: —No tienen necesidad de irse. Dadles vosotros de comer. Entonces ellos dijeron: —No tenemos aquí sino cinco panes y dos pescados. El les dijo: —Traédmelos acá. Luego mandó que la gente se recostara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, los bendijo. Después de partirlos, dio los panes a sus discípulos, y ellos a la gente. Todos comieron y se saciaron, y se recogieron doce canastas llenas de lo que sobró de los pedazos. Los que comieron eran como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Y en seguida Jesús obligó a sus discípulos a entrar en la barca e ir delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. Una vez despedida la gente, subió al monte para orar a solas; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. La barca ya quedaba a gran distancia de la tierra, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos caminando sobre el mar. Pero cuando los discípulos le vieron caminando sobre el mar, se turbaron diciendo: —¡Un fantasma! Y gritaron de miedo. En seguida Jesús les habló diciendo: —¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis! Entonces le respondió Pedro y dijo: —Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: —Ven. Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. Pero al ver el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó diciendo: —¡Señor, sálvame! De inmediato Jesús extendió la mano, le sostuvo y le dijo: —¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Cuando ellos subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca le adoraron diciendo: —¡Verdaderamente eres Hijo de Dios! Cuando cruzaron a la otra orilla, llegaron a la tierra de Genesaret. Y cuando los hombres de aquel lugar le reconocieron, mandaron a decirlo por toda aquella región, y trajeron a él todos los que estaban enfermos. Y le rogaban que sólo pudiesen tocar el borde de su manto, y todos los que tocaron quedaron sanos. Entonces se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusalén, diciendo: —¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan. El les respondió diciendo: —¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por causa de vuestra tradición? Porque Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y El que maldiga a su padre o a su madre muera irremisiblemente. Pero vosotros decís que cualquiera que diga a su padre o a su madre: "Aquello con que hubieras sido beneficiado es mi ofrenda a Dios," no debe honrar a su padre. Así habéis invalidado la palabra de Dios por causa de vuestra tradición. ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías de vosotros diciendo: Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí. Y en vano me rinden culto, enseñando como doctrina los mandamientos de hombres. Entonces, llamando a sí a la multitud, les dijo: —¡Oíd y entended! Lo que entra en la boca no contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: —¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oír esas palabras? Pero él respondió y dijo: —Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada. Dejadlos. Son ciegos guías de ciegos. Pero si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo. Respondió Pedro y le dijo: —Explícanos esta parábola. Jesús dijo: —¿También vosotros carecéis de entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al estómago y sale a la letrina? Pero lo que sale de la boca viene del corazón, y eso contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las inmoralidades sexuales, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer sin lavarse las manos no contamina al hombre. Cuando Jesús salió de allí, se fue a las regiones de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea que había salido de aquellas regiones, clamaba diciendo: —¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero él no le respondía palabra. Entonces se acercaron sus discípulos y le rogaron diciendo: —Despídela, pues grita tras nosotros. Y respondiendo dijo: —Yo no he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró delante de él diciéndole: —¡Señor, socórreme! El le respondió diciendo: —No es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos. Y ella dijo: —Sí, Señor. Pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus dueños. Entonces respondió Jesús y le dijo: —¡Oh mujer, grande es tu fe! Sea hecho contigo como quieres. Y su hija fue sana desde aquella hora. Cuando Jesús partió de allí, fue junto al mar de Galilea, y subiendo al monte se sentó allí. Entonces se acercaron a él grandes multitudes que tenían consigo cojos, ciegos, mancos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó; de manera que la gente se maravillaba al ver a los mudos hablar, a los mancos sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver. Y glorificaban al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y dijo: —Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino. Entonces sus discípulos le dijeron: —¿De dónde conseguiremos nosotros tantos panes en un lugar desierto, como para saciar a una multitud tan grande? Jesús les dijo: —¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: —Siete, y unos pocos pescaditos. Entonces él mandó a la multitud que se recostase sobre la tierra. Tomó los siete panes y los pescaditos, y habiendo dado gracias los partió e iba dando a los discípulos, y los discípulos a las multitudes. Todos comieron y se saciaron, y recogieron siete cestas llenas de lo que sobró de los pedazos. Los que comían eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Entonces, una vez despedida la gente, subió en la barca y se fue a las regiones de Magdala. Se acercaron los fariseos y los saduceos, y para probarle le pidieron que les mostrase una señal del cielo. Pero él les respondió diciendo: "Al atardecer decís: ‘Hará buen tiempo, porque el cielo está enrojecido’; y al amanecer decís: ‘Hoy habrá tempestad, porque el cielo está enrojecido y sombrío.’ Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no podéis discernir las señales de los tiempos. Una generación malvada y adúltera pide señal, pero no le será dada ninguna señal, sino la señal de Jonás." Y dejándolos se fue. Cuando los discípulos cruzaron a la otra orilla, se olvidaron de tomar consigo pan. Entonces Jesús les dijo: —Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos. Ellos discutían entre sí, diciendo: —Es porque no trajimos pan. Pero como Jesús lo entendió, les dijo: —¿Por qué discutís entre vosotros que no tenéis pan, hombres de poca fe? ¿Todavía no entendéis, ni os acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres, y cuántas canastas recogisteis? ¿Ni tampoco de los siete panes para los cuatro mil y cuántas cestas recogisteis? ¿Cómo es que no entendéis que no os hablé del pan? ¡Pero guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos! Entonces entendieron que no les habló de guardarse de la levadura del pan, sino más bien de la doctrina de los fariseos y de los saduceos. Cuando llegó Jesús a las regiones de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos diciendo: —¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: —Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o uno de los profetas. Les dijo: —Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondió Simón Pedro y dijo: —¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente! Entonces Jesús respondió y le dijo: —Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Mas yo también te digo que tú eres Pedro; y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra habrá sido atado en el cielo, y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos. Entonces mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo. Desde entonces, Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que le era preciso ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día. Pedro le tomó aparte y comenzó a reprenderle diciendo: —Señor, ten compasión de ti mismo. ¡Jamás te suceda esto! Entonces él volviéndose, dijo a Pedro: —¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por causa de mí la hallará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y pierde su alma? ¿O qué dará el hombre en rescate por su alma? Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos. De cierto os digo que hay algunos que están aquí, que no probarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino. Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y les hizo subir aparte a un monte alto. Y fue transfigurado delante de ellos. Su cara resplandeció como el sol, y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: —Señor, bueno es que nosotros estemos aquí. Si quieres, yo levantaré aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, de pronto una nube brillante les hizo sombra, y he aquí salió una voz de la nube diciendo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. A él oíd." Al oír esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros y temieron en gran manera. Entonces Jesús se acercó, los tocó y dijo: —Levantaos y no temáis. Y cuando ellos alzaron los ojos, no vieron a nadie sino a Jesús mismo, solo. Mientras ellos descendían del monte, Jesús les mandó, diciendo: —No mencionéis la visión a nadie, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Entonces los discípulos le preguntaron diciendo: —¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Y respondiendo dijo: —A la verdad, Elías viene y restaurará todas las cosas. Pero yo os digo que Elías ya vino, y no le reconocieron; más bien, hicieron con él todo lo que quisieron. Así también el Hijo del Hombre ha de padecer de ellos. Entonces los discípulos entendieron que les hablaba de Juan el Bautista. Cuando llegaron a la multitud, vino a él un hombre y se arrodilló delante de él, diciendo: —¡Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático y padece gravemente. Pues muchas veces cae en el fuego, y muchas veces en el agua. Lo traje a tus discípulos, y no le pudieron sanar. Jesús respondió y dijo: —¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os soportaré? Traédmelo acá. Jesús le reprendió, y el demonio salió de él; y el niño fue sanado desde aquella hora. Luego, los discípulos se acercaron en privado a Jesús y le dijeron: —¿Por qué no pudimos nosotros echarlo fuera? Jesús les dijo: —Por causa de vuestra poca fe. Porque de cierto os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: "Pásate de aquí, allá"; y se pasará. Nada os será imposible. Pero este género de demonio sale sólo con oración y ayuno. Estando ellos reunidos en Galilea, Jesús les dijo: "El Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres, y le matarán. Pero al tercer día resucitará." Y ellos se entristecieron en gran manera. Cuando ellos llegaron a Capernaúm, fueron a Pedro los que cobraban el impuesto del templo y dijeron: —¿Vuestro maestro no paga el impuesto del templo? El dijo: —Sí. Al entrar en casa, Jesús le habló primero diciendo: —¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos o de otros? Pedro le dijo: —De otros. Jesús le dijo: —Luego, los hijos están libres de obligación. Pero, para que no los ofendamos, vé al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que suba, tómalo. Cuando abras su boca, hallarás un estatero. Tómalo y dalo por mí y por ti. En aquel tiempo los discípulos se acercaron a Jesús diciendo: —¿Quién es el más importante en el reino de los cielos? Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: —De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como los niños, jamás entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el más importante en el reino de los cielos. Y cualquiera que en mi nombre reciba a un niño como éste, a mí me recibe. Y a cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le atase al cuello una gran piedra de molino y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! Es inevitable que haya tropiezos, pero ¡ay del hombre que los ocasione! Por tanto, si tu mano o tu pie te hace tropezar, córtalo y échalo de ti. Mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te hace tropezar, sácalo y échalo de ti. Mejor te es entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego. Mirad, no tengáis en poco a ninguno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos siempre ven el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si algún hombre tiene cien ovejas y se extravía una, ¿acaso no dejará las noventa y nueve en las montañas e irá a buscar la descarriada? Y si sucede que la encuentra, de cierto os digo que se goza más por aquélla que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Así que, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda ni uno de estos pequeños. Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé, amonéstale a solas entre tú y él. Si él te escucha, has ganado a tu hermano. Pero si no escucha, toma aún contigo uno o dos, para que todo asunto conste según la boca de dos o tres testigos. Y si él no les hace caso a ellos, dilo a la iglesia; y si no hace caso a la iglesia, tenlo por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra habrá sido atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra habrá sido desatado en el cielo. Otra vez os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidan, les será hecha por mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Entonces Pedro se acercó y le dijo: —Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y yo le perdonaré? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: —No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete. Por esto, el reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y cuando él comenzó a hacer cuentas, le fue traído uno que le debía diez mil talentos. Puesto que él no podía pagar, su señor mandó venderlo a él, junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, y que se le pagara. Entonces el siervo cayó y se postró delante de él diciendo: "Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo." El señor de aquel siervo, movido a compasión, le soltó y le perdonó la deuda. Pero al salir, aquel siervo halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y asiéndose de él, le ahogaba diciendo: "Paga lo que debes." Entonces su consiervo, cayendo, le rogaba diciendo: "¡Ten paciencia conmigo, y yo te pagaré." Pero él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que le pagara lo que le debía. Así que, cuando sus consiervos vieron lo que había sucedido, se entristecieron mucho; y fueron y declararon a su señor todo lo que había sucedido. Entonces su señor le llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, así como también yo tuve misericordia de ti?" Y su señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que le pagara todo lo que le debía. Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano. Aconteció que, cuando Jesús acabó estas palabras, partió de Galilea y fue a las fronteras de Judea, al otro lado del Jordán. Grandes multitudes le siguieron, y los sanó allí. Entonces los fariseos se acercaron a él para probarle, diciendo: —¿Le es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier razón? El respondió y dijo: —¿No habéis leído que el que los creó en el principio, los hizo varón y mujer? Y dijo: "Por esta causa el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne." Así que ya no son más dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. Le dijeron: —¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y despedirla? Les dijo: —Ante vuestra dureza de corazón, Moisés os permitió divorciaros de vuestras mujeres; pero desde el principio no fue así. Y os digo que cualquiera que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de fornicación, y se casa con otra, comete adulterio. Le dijeron sus discípulos: —Si así es el caso del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: —No todos son capaces de aceptar esta palabra, sino aquellos a quienes les está concedido. Porque hay eunucos que nacieron así desde el vientre de la madre, hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que puede aceptar esto, que lo acepte. Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos y orase. Pero los discípulos los reprendieron. Entonces Jesús les dijo: —Dejad a los niños y no les impidáis venir a mí, porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto las manos sobre ellos, partió de allí. He aquí vino uno a él y le dijo: —Maestro, ¿qué cosa buena haré para tener la vida eterna? El le dijo: —¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Hay uno solo que es bueno. Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: —¿Cuáles? Jesús respondió: —No cometerás homicidio, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: —Todo esto he guardado. ¿Qué más me falta? Le dijo Jesús: —Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven; sígueme. Pero cuando el joven oyó la palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —De cierto os digo, que difícilmente entrará el rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo que le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios. Cuando los discípulos lo oyeron, se asombraron en gran manera diciendo: —Entonces, ¿quién podrá ser salvo? Jesús los miró y les dijo: —Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible. Entonces respondió Pedro y le dijo: —He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué hay, pues, para nosotros? Jesús les dijo: —De cierto os digo que en el tiempo de la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que deja casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o campos por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros. Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, dueño de un campo, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña. Habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió también como a la tercera hora y vio que otros estaban en la plaza desocupados, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo." Y ellos fueron. Salió otra vez como a la sexta hora y a la novena hora, e hizo lo mismo. También alrededor de la undécima hora salió y halló que otros estaban allí, y les dijo: "¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?" Le dijeron: "Porque nadie nos ha contratado." Les dijo: "Id también vosotros a la viña." Al llegar la noche, dijo el señor de la viña a su mayordomo: "Llama a los obreros y págales el jornal. Comienza desde los últimos hasta los primeros." Entonces vinieron los que habían ido cerca de la undécima hora y recibieron cada uno un denario. Y cuando vinieron, los primeros pensaron que recibirían más; pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, murmuraban contra el dueño del campo, diciendo: "Estos últimos trabajaron una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso y el calor del día." Pero él respondió y dijo a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Pero quiero darle a este último como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia porque soy bueno?" Así, los últimos serán primeros, y los primeros últimos. Mientras Jesús subía a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte y les dijo en el camino: —He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte. Le entregarán a los gentiles para que se burlen de él, le azoten y le crucifiquen; pero al tercer día resucitará. Entonces se acercó a él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. El le dijo: —¿Qué deseas? Ella le dijo: —Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Entonces respondiendo Jesús dijo: —No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo he de beber? Ellos le dijeron: —Podemos. Les dijo: —A la verdad, beberéis de mi copa; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes lo ha preparado mi Padre. Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos. Entonces Jesús los llamó y les dijo: —Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos. Entre vosotros no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que anhele ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo. De la misma manera, el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Saliendo ellos de Jericó, le siguió una gran multitud. Y he aquí dos ciegos estaban sentados junto al camino, y cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron diciendo: —¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! La gente les reprendía para que se callasen, pero ellos gritaron aun más fuerte diciendo: —¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Jesús se detuvo, los llamó y les dijo: —¿Qué queréis que os haga? Le dijeron: —Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús, conmovido dentro de sí, les tocó los ojos; y de inmediato recobraron la vista y le siguieron. Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: —Id a la aldea que está frente a vosotros, y en seguida hallaréis una asna atada, y un borriquillo con ella. Desatadla y traédmelos. Si alguien os dice algo, decidle: "El Señor los necesita, y luego los enviará." Todo esto aconteció para cumplir lo dicho por el profeta, cuando dijo: Decid a la hija de Sion: "He aquí tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre una asna y sobre un borriquillo, hijo de bestia de carga." Los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó. Trajeron el asna y el borriquillo y pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima de ellos. La mayor parte de la multitud tendió sus mantos en el camino, mientras otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Las multitudes que iban delante de él y las que le seguían aclamaban diciendo: —¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! Cuando él entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió diciendo: —¿Quién es éste? Y las multitudes decían: —Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea. Entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, y les dijo: —Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Entonces ciegos y cojos vinieron a él en el templo, y él los sanó. Pero los principales sacerdotes y los escribas se indignaron cuando vieron las maravillas que él hizo, y a los muchachos que le aclamaban en el templo diciendo: —¡Hosanna al Hijo de David! Y le dijeron: —¿Oyes lo que dicen éstos? Jesús les dijo: —Sí. ¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman preparaste la alabanza? Los dejó y salió fuera de la ciudad a Betania, y se alojó allí. Volviendo a la ciudad por la mañana, él tuvo hambre. Al ver una higuera en el camino, fue a ella; pero no encontró nada en ella sino sólo hojas, y le dijo: —Nunca jamás brote fruto de ti. Pronto se secó la higuera, y los discípulos, al verlo, se maravillaron diciendo: —¿Cómo se secó tan pronto la higuera? Jesús respondió y les dijo: —De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si decís a este monte: "Quítate y arrójate al mar," así será. Todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis. El llegó al templo, y mientras estaba enseñando, se acercaron a él los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo, y le decían: —¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad? Entonces respondió Jesús y les dijo: —Yo también os haré una pregunta; y si me respondéis, yo también os diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde era el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres? Entonces ellos razonaban entre sí, diciendo: —Si decimos "del cielo," nos dirá: "¿Por qué, pues, no le creísteis?" Y si decimos "de los hombres…," tememos al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta. Respondieron a Jesús y dijeron: —No sabemos. Y él les dijo: —Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas. ¿Pero, qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, vé hoy a trabajar en la viña." El contestó y dijo: "No quiero." Pero después, cambió de parecer y fue. Al acercarse al otro, le dijo lo mismo; y él respondió diciendo: "¡Sí, señor, yo voy!" Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos dijeron: —El primero. Y Jesús les dijo: —De cierto os digo que los publicanos y las prostitutas entran delante de vosotros en el reino de Dios. Porque Juan vino a vosotros en el camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y aunque vosotros lo visteis, después no cambiasteis de parecer para creerle. Oíd otra parábola: Había un hombre, dueño de un campo, quien plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se fue lejos. Pero cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Y los labradores, tomando a sus siervos, a uno hirieron, a otro mataron y a otro apedrearon. El envió de nuevo otros siervos, en mayor número que los primeros, y les hicieron lo mismo. Por último, les envió a su hijo, diciendo: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero al ver al hijo, los labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Venid, matémosle y tomemos posesión de su herencia." Le prendieron, le echaron fuera de la viña y le mataron. Ahora bien, cuando venga el señor de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le dijeron: —A los malvados los destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, quienes le pagarán el fruto a su tiempo. Jesús les dijo: —¿Nunca habéis leído en las Escrituras? La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo. De parte del Señor sucedió esto, y es maravilloso en nuestros ojos. Por esta razón os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a un pueblo que producirá los frutos del reino. El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y desmenuzará a cualquiera sobre quien ella caiga. Al oír sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que él hablaba de ellos. Pero buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenía por profeta. Jesús respondió y les volvió a hablar en parábolas diciendo: —El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas para su hijo. Envió a sus siervos para llamar a los que habían sido invitados a las bodas, pero no querían venir. Volvió a enviar otros siervos, diciendo: "Decid a los invitados: ‘He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido matados, y todo está preparado. Venid a las bodas.’" Pero ellos no le hicieron caso y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los otros tomaron a sus siervos, los afrentaron y los mataron. El rey se enojó, y enviando sus tropas mató a aquellos asesinos y prendió fuego a su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: "El banquete, a la verdad, está preparado, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a las encrucijadas de los caminos y llamad al banquete de bodas a cuantos halléis." Aquellos siervos salieron por los caminos y reunieron a todos los que hallaron, tanto buenos como malos; y el banquete de bodas estuvo lleno de convidados. Pero cuando entró el rey para ver a los convidados y vio allí a un hombre que no llevaba ropa de bodas, le dijo: "Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin llevar ropa de bodas?" Pero él quedó mudo. Entonces el rey dijo a los que servían: "Atadle los pies y las manos y echadle en las tinieblas de afuera." Allí habrá llanto y crujir de dientes; porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo podrían enredarle en alguna palabra. Después enviaron a él discípulos de ellos, junto con los herodianos, diciendo: —Maestro, sabemos que eres hombre de verdad, que enseñas el camino de Dios con verdad y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo al César, o no? Pero Jesús, entendiendo la malicia de ellos, les dijo: —¿Por qué me probáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario. Entonces él les dijo: —¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le dijeron: —Del César. Entonces él les dijo: —Por tanto, dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Al oír esto, se maravillaron; y dejándole, se fueron. Aquel día se le acercaron unos saduceos, quienes dicen que no hay resurrección, y le preguntaron diciendo: —Maestro, Moisés dijo: Si alguno muere sin tener hijos, su hermano se casará con su mujer y levantará descendencia a su hermano. Había, pues, siete hermanos entre nosotros. El primero tomó mujer y murió, y como no tenía descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma manera sucedió también con el segundo y el tercero, hasta los siete. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, puesto que todos la tuvieron, ¿de cuál de los siete será mujer? Entonces respondió Jesús y les dijo: —Erráis porque no conocéis las Escrituras, ni tampoco el poder de Dios; porque en la resurrección no se casan ni se dan en casamiento, sino que son como los ángeles que están en el cielo. Y acerca de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios? Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Al oír esto, las multitudes estaban atónitas de su doctrina. Entonces los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron de común acuerdo. Uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para probarle: —Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Jesús le dijo: —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas. Habiéndose reunido los fariseos, Jesús les preguntó diciendo: —¿Qué pensáis acerca del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: —De David. El les dijo: —Entonces, ¿cómo es que David, mediante el Espíritu, le llama Señor? Pues dice: Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies." Pues, si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? Nadie le podía responder palabra, ni nadie se atrevió desde aquel día a preguntarle más. Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos, diciendo: "Los escribas y los fariseos están sentados en la cátedra de Moisés. Así que, todo lo que os digan hacedlo y guardadlo; pero no hagáis según sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos mismos no las quieren mover ni aun con el dedo. Más bien, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Ellos ensanchan sus filacterias y alargan los flecos de sus mantos. Aman los primeros asientos en los banquetes y las primeras sillas en las sinagogas, las salutaciones en las plazas y el ser llamados por los hombres: Rabí, Rabí. "Pero vosotros, no seáis llamados Rabí; porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis a nadie vuestro Padre en la tierra, porque vuestro Padre que está en los cielos es uno solo. Ni os llaméis Guía, porque vuestro Guía es uno solo, el Cristo. Pero el que es mayor entre vosotros será vuestro siervo; porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres. Pues vosotros no entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque devoráis las casas de viudas y como pretexto hacéis largas oraciones. ¡Por esto recibiréis mayor condenación! "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque recorréis mar y tierra para hacer un solo prosélito; y cuando lo lográis, le hacéis un hijo del infierno dos veces más que vosotros. "¡Ay de vosotros, guías ciegos! Pues decís: ‘Si uno jura por el santuario, no significa nada; pero si jura por el oro del santuario, queda bajo obligación.’ ¡Necios y ciegos! ¿Cuál es más importante: el oro o el santuario que santifica al oro? O decís: ‘Si uno jura por el altar, no significa nada; pero si jura por la ofrenda que está sobre el altar, queda bajo obligación.’ ¡Ciegos! ¿Cuál es más importante: la ofrenda o el altar que santifica a la ofrenda? Por tanto, el que jura por el altar, jura por el altar y por todo lo que está sobre él. Y el que jura por el santuario, jura por el santuario y por aquel que habita en él. Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por aquel que está sentado sobre él. "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque entregáis el diezmo de la menta, del eneldo y del comino; pero habéis omitido lo más importante de la ley, a saber, el juicio, la misericordia y la fe. Era necesario hacer estas cosas sin omitir aquéllas. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito pero tragáis el camello! "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpiáis lo de afuera del vaso o del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno. ¡Fariseo ciego! ¡Limpia primero el interior del vaso para que también el exterior se haga limpio! "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados que, a la verdad, se muestran hermosos por fuera; pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda impureza. Así también vosotros, a la verdad, por fuera os mostráis justos a los hombres; pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.’ Así dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres! "¡Serpientes! ¡Generación de víboras! ¿Cómo os escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, mirad; yo os envío profetas, sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad, de manera que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el santuario y el altar. De cierto os digo, que todo esto recaerá sobre esta generación. "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, así como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa os es dejada desierta, porque os digo que desde ahora no me veréis más hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" Cuando Jesús salió y se iba del templo, se le acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Y él respondiendo les dijo: —¿No veis todo esto? De cierto os digo que aquí no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada. Estando él sentado en el monte de los Olivos, sus discípulos se acercaron a él aparte, y le dijeron: —Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas? ¿Y qué señal habrá de tu venida y del fin del mundo? Respondió Jesús y les dijo: —Mirad que nadie os engañe; porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: "Yo soy el Cristo," y engañarán a muchos. Oiréis de guerras y de rumores de guerras. Mirad que no os turbéis, porque es necesario que esto acontezca; pero todavía no es el fin. Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá hambre y terremotos por todas partes. Pues todas estas cosas son principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación y os matarán, y seréis aborrecidos por todas las naciones por causa de mi nombre. Entonces muchos tropezarán; y se traicionarán unos a otros, y se aborrecerán unos a otros. Muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, se enfriará el amor de muchos. Pero el que persevere hasta el fin será salvo. Y este evangelio del reino será predicado en todo el mundo para testimonio a todas las razas, y luego vendrá el fin. Por tanto, cuando veáis establecida en el lugar santo la abominación desoladora, de la cual habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. El que esté en la azotea no descienda para sacar algo de su casa, y el que esté en el campo no vuelva atrás a tomar su manto. ¡Ay de las mujeres que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado; porque entonces habrá gran tribulación como no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni habrá jamás. nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. Si aquellos días no fuesen acortados, no se salvaría nadie; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados. Entonces, si alguien os dice: "Mirad, aquí está el Cristo," o "Está acá," no le creáis. Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y darán grandes señales y maravillas de tal manera que engañarán, de ser posible, aun a los escogidos. ¡Mirad! Os lo he dicho de antemano. Así que, si os dicen: "Mirad, está en el desierto," no salgáis; o "Mirad, está en las habitaciones interiores," no lo creáis. Porque así como el relámpago sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres. Pero inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor. Las estrellas caerán del cielo y los poderes de los cielos serán sacudidos. Entonces se manifestará la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y en ese tiempo harán duelo todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. El enviará a sus ángeles con un gran sonar de trompeta, y ellos reunirán a los escogidos de él de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. De la higuera aprended la analogía: Cuando su rama ya está tierna y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas. De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero acerca de aquel día y hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles de los cielos, ni aun el Hijo, sino sólo el Padre. Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento hasta el día en que Noé entró en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. En aquel entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra dejada. Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor. Pero sabed esto: Si el dueño de casa hubiera sabido a qué hora habría de venir el ladrón, habría velado y no habría dejado que forzaran la entrada a su casa. Por tanto, estad preparados también vosotros, porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del Hombre. ¿Quién, pues, es el siervo fiel y prudente, a quien su señor le puso sobre los criados de su casa, para que les diera alimentos a su debido tiempo? Bienaventurado será aquel siervo a quien, cuando su señor venga, le encuentre haciéndolo así. De cierto os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Pero si aquel siervo malvado dice en su corazón: "Mi señor tarda"; y si comienza a golpear a sus consiervos, y si come y bebe con los borrachos, el señor de aquel siervo vendrá en el día que no espera y a la hora que no sabe, y le castigará duramente y le asignará lugar con los hipócritas. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Entonces, el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes. Cuando las insensatas tomaron sus lámparas, no tomaron consigo aceite; pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y como tardaba el novio, todas cabecearon y se quedaron dormidas. A la media noche se oyó gritar: "¡He aquí el novio! ¡Salid a recibirle!" Entonces, todas aquellas vírgenes se levantaron y alistaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan." Pero las prudentes respondieron diciendo: "No, no sea que nos falte a nosotras y a vosotras; id, más bien, a los vendedores y comprad para vosotras mismas." Mientras ellas iban para comprar, llegó el novio; y las preparadas entraron con él a la boda, y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" Pero él respondiendo dijo: "De cierto os digo que no os conozco." Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora. Porque el reino de los cielos será semejante a un hombre que al emprender un viaje largo, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro, uno. A cada uno dio conforme a su capacidad y se fue lejos. Inmediatamente, el que había recibido cinco talentos se fue, negoció con ellos y ganó otros cinco talentos. De la misma manera, el que había recibido dos ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos. Cuando se presentó el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos y dijo: "Señor, me entregaste cinco talentos; he aquí he ganado otros cinco talentos." Su señor le dijo: "Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor." Y cuando se presentó el que había recibido dos talentos, dijo: "Señor, me entregaste dos talentos; he aquí he ganado otros dos talentos." Su señor le dijo: "Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor." Pero cuando se presentó el que había recibido un talento, dijo: "Señor, yo te conozco que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Y como tuve miedo, fui y escondí tu talento en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo." Su señor respondió y le dijo: "¡Siervo malo y perezoso! ¿Sabías que cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí? Por lo tanto, debías haber entregado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, habría recibido lo que es mío con los intereses. Por tanto, quitadle el talento y dadlo al que tiene diez talentos. Porque a todo el que tiene le será dado, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Al siervo inútil echadlo en las tinieblas de afuera." Allí habrá llanto y crujir de dientes. Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; y todas las naciones serán reunidas delante de él. El separará los unos de los otros, como cuando el pastor separa las ovejas de los cabritos; y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: "¡Venid, benditos de mi Padre! Heredad el reino que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estuve desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí." Entonces los justos le responderán diciendo: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti?" Y respondiendo el Rey les dirá: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis." Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recibisteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis." Entonces le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?" Entonces les responderá diciendo: "De cierto os digo, que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco lo hicisteis a mí." Entonces irán éstos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna. Aconteció que, cuando Jesús terminó todas estas palabras, dijo a sus discípulos: "Sabéis que después de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del Hombre va a ser entregado para ser crucificado." Entonces los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifás, y consultaron entre sí para prender a Jesús por engaño y matarle. Pero decían: "No lo hagamos en la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo." Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer trayendo un frasco de alabastro con perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras estaba sentado a la mesa. Al verlo, sus discípulos se indignaron y dijeron: —¿Para qué este desperdicio? Porque esto podría haberse vendido a un gran precio y haberse dado a los pobres. Como Jesús se dio cuenta, les dijo: —¿Por qué molestáis a la mujer? Pues ha hecho una buena obra conmigo. Porque siempre tenéis a los pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, ella lo hizo para prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que este evangelio sea predicado en todo el mundo, también será contado lo que esta mujer ha hecho, para memoria de ella. Entonces, uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes y les dijo: —¿Qué me queréis dar? Y yo os lo entregaré. Ellos le asignaron treinta piezas de plata; y desde entonces él buscaba la oportunidad para entregarle. El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús diciendo: —¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua? El dijo: —Id a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: "El Maestro dice: ‘Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.’" Los discípulos hicieron como Jesús les mandó y prepararon la Pascua. Al atardecer, él estaba sentado a la mesa con los doce, y mientras comían, dijo: —De cierto os digo que uno de vosotros me va a entregar. Entristecidos en gran manera, comenzaron a preguntarle, uno por uno: —¿Acaso seré yo, Señor? Entonces respondiendo él dijo: —El que mete la mano conmigo en el plato, éste me entregará. A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido. Y respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: —¿Acaso seré yo, Maestro? Le dijo: —Tú lo has dicho. Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió y lo dio a sus discípulos, y dijo: —Tomad; comed. Esto es mi cuerpo. Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio diciendo: —Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada para el perdón de pecados para muchos. Pero os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba he soñado!’ Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: —Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al Pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. Pero después de haber resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Respondiéndole Pedro dijo: —Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Jesús le dijo: —De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, tú me negarás tres veces. Pedro le dijo: —Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo. Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a los discípulos: —Sentaos aquí, hasta que yo vaya allá y ore. Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo: —Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. Pasando un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: —Padre mío, de ser posible, pase de mí esta copa. Pero, no sea como yo quiero, sino como tú. Volvió a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: —¿Así que no habéis podido velar ni una sola hora conmigo? Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto; pero la carne es débil. Por segunda vez se apartó y oró diciendo: —Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Cuando volvió otra vez, los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Dejándolos, se apartó de nuevo y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Entonces volvió a sus discípulos y les dijo: —¿Todavía estáis durmiendo y descansando? He aquí la hora está cerca, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos, vamos! He aquí está cerca el que me entrega. Mientras él aún hablaba, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. El que le entregaba les había dado señal diciendo: "Al que yo bese, ése es. Prendedle." De inmediato se acercó a Jesús y dijo: —¡Te saludo, Rabí! Y le besó. Pero Jesús le dijo: —Amigo, haz lo que viniste a hacer. Entonces ellos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron. Y he aquí uno de los que estaban con Jesús extendió su mano, sacó su espada, y golpeando a un siervo del sumo sacerdote le cortó la oreja. Entonces Jesús le dijo: —Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo invocar a mi Padre y que él no me daría ahora mismo más de doce legiones de ángeles? Entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que es necesario que suceda de esta manera? En ese momento Jesús dijo a la multitud: —¿Como contra un asaltante habéis salido con espadas y palos para prenderme? Cada día me sentaba enseñando en el templo, y no me prendisteis. Pero todo esto ha ocurrido para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron. Los que habían prendido a Jesús le llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos se habían reunido. Y Pedro le seguía de lejos hasta el patio de la casa del sumo sacerdote. Habiéndose metido adentro, estaba sentado con los guardias para ver cómo terminaba aquello. Los principales sacerdotes, los ancianos y todo el Sanedrín buscaban falso testimonio contra Jesús, para que le entregaran a muerte. Pero no lo hallaron, a pesar de que se presentaron muchos testigos falsos. Por fin se presentaron dos, y dijeron: —Este dijo: "Puedo derribar el templo de Dios y edificarlo en tres días." Se levantó el sumo sacerdote y le dijo: —¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: —¡Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios! Jesús le dijo: —Tú lo has dicho. Además os digo: De aquí en adelante veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó su vestidura diciendo: —¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo, vosotros habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece? Y ellos respondiendo dijeron: —¡Es reo de muerte! Entonces le escupieron en la cara y le dieron de puñetazos, y otros le dieron bofetadas, diciendo: —¡Profetízanos, Cristo! ¿Quién es el que te golpeó? Pedro estaba sentado afuera en el patio, y se le acercó una criada diciendo: —¡Tú también estabas con Jesús el galileo! Pero él negó delante de todos diciendo: —No sé lo que dices. Pero cuando él salió a la puerta, otra criada le vio y dijo a los que estaban allí: —Este estaba con Jesús de Nazaret. Y otra vez negó con juramento: —Yo no conozco al hombre. Y poco después se acercaron los que estaban por allí y dijeron a Pedro: —Verdaderamente, tú también eres de ellos, porque aun tu modo de hablar te descubre. Entonces comenzó a maldecir y a jurar: —¡No conozco al hombre! En seguida cantó el gallo, y Pedro se acordó de las palabras de Jesús que había dicho: "Antes que cante el gallo, tú me negarás tres veces." Y saliendo fuera, lloró amargamente. Al amanecer, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron consejo contra Jesús para entregarle a muerte. Y después de atarlo, le llevaron y le entregaron al procurador Pilato. Entonces Judas, el que le había entregado, al ver que era condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: —Yo he pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: —¿Qué nos importa a nosotros? ¡Es asunto tuyo! Entonces él, arrojando las piezas de plata dentro del santuario, se apartó, se fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: —No es lícito ponerlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. Y habiendo tomado acuerdo, compraron con ellas el campo del Alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por eso aquel campo se llama Campo de Sangre, hasta el día de hoy. Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según el precio fijado por los hijos de Israel; y las dieron para el campo del Alfarero, como me ordenó el Señor. Jesús estuvo de pie en presencia del procurador, y el procurador le preguntó diciendo: —¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le dijo: —Tú lo dices. Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, no respondió nada. Entonces Pilato le dijo: —¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? El no le respondió ni una palabra, de manera que el procurador se maravillaba mucho. En la fiesta, el procurador acostumbraba soltar al pueblo un preso, el que quisieran. Tenían en aquel entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás. Estando ellos reunidos, Pilato les dijo: —¿A cuál queréis que os suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? Porque sabía que por envidia le habían entregado. Mientras él estaba sentado en el tribunal, su esposa le mandó a decir: "No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido muchas cosas en sueños por causa de él." Entonces los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús. Y respondiendo el procurador les dijo: —¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Ellos dijeron: —¡A Barrabás! Pilato les dijo: —¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron: —¡Sea crucificado! Y el procurador les dijo: —Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más fuerte diciendo: —¡Sea crucificado! Y cuando Pilato se dio cuenta de que no se lograba nada, sino que sólo se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: —¡Yo soy inocente de la sangre de éste! ¡Será asunto vuestro! Respondió todo el pueblo y dijo: —¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Entonces les soltó a Barrabás; y después de haber azotado a Jesús, le entregó para que fuese crucificado. Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al Pretorio y reunieron a toda la compañía alrededor de él. Después de desnudarle, le echaron encima un manto de escarlata. Habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha pusieron una caña. Se arrodillaron delante de él y se burlaron de él, diciendo: —¡Viva, rey de los judíos! Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza. Y cuando se habían burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus propios vestidos y le llevaron para crucificarle. Mientras salían, hallaron a un hombre de Cirene llamado Simón. A éste le obligaron a cargar la cruz de Jesús. Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota, que significa lugar de la Calavera, le dieron a beber vino mezclado con ajenjo; pero cuando lo probó, no lo quiso beber. Después de crucificarle, repartieron sus vestidos, echando suertes. Y sentados, le guardaban allí. Pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: ESTE ES JESUS, EL REY DE LOS JUDIOS. Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban le insultaban, meneando sus cabezas y diciendo: —Tú que derribas el templo y en tres días lo edificas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y desciende de la cruz! De igual manera, aun los principales sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él, y decían: —A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¿Es rey de Israel? ¡Que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él! Ha confiado en Dios. Que lo libre ahora si le quiere, porque dijo: "Soy Hijo de Dios." También los ladrones que estaban crucificados con él le injuriaban de la misma manera. Desde la sexta hora descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena. Como a la hora novena Jesús exclamó a gran voz diciendo: —¡Elí, Elí! ¿Lama sabactani? —que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?— Cuando algunos de los que estaban allí le oyeron, decían: —Este hombre llama a Elías. Y de inmediato uno de ellos corrió, tomó una esponja, la llenó de vinagre, y poniéndola en una caña, le daba de beber. Pero otros decían: —Deja, veamos si viene Elías a salvarlo. Pero Jesús clamó otra vez a gran voz y entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló, y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de hombres santos que habían muerto se levantaron; y salidos de los sepulcros después de la resurrección de él, fueron a la santa ciudad y aparecieron a muchos. Y cuando el centurión y los que con él guardaban a Jesús vieron el terremoto y las cosas que habían sucedido, temieron en gran manera y dijeron: —¡Verdaderamente éste era Hijo de Dios! Estaban allí muchas mujeres mirando desde lejos. Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea llamado José, quien también había sido discípulo de Jesús. Este se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña. Luego hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro. Al día siguiente, esto es, después de la Preparación, los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato, diciendo: —Señor, nos acordamos que mientras aún vivía, aquel engañador dijo: "Después de tres días resucitaré." Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que sus discípulos vengan y roben el cadáver, y digan al pueblo: "Ha resucitado de los muertos." Y el último fraude será peor que el primero. Pilato les dijo: —Tenéis tropas de guardia. Id y aseguradlo como sabéis hacerlo. Ellos fueron, y habiendo sellado la piedra, aseguraron el sepulcro con la guardia. Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María para ver el sepulcro. Y he aquí, hubo un gran terremoto; porque el ángel del Señor descendió del cielo, y al llegar removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestidura era blanca como la nieve. Los guardias temblaron por miedo de él y quedaron como muertos. Y respondiendo el ángel dijo a las mujeres: —No temáis vosotras, porque sé que buscáis a Jesús, quien fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Venid, ved el lugar donde estaba puesto. E id de prisa y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos. He aquí va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis. He aquí os lo he dicho. Entonces ellas salieron a toda prisa del sepulcro con temor y gran gozo, y corrieron a dar las nuevas a sus discípulos. Y he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: —¡Os saludo! Y acercándose ellas, abrazaron sus pies y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: —No temáis. Id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea. Allí me verán. Entre tanto que ellas iban, he aquí algunos de la guardia fueron a la ciudad y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Ellos se reunieron en consejo con los ancianos, y tomando mucho dinero se lo dieron a los soldados, diciendo: "Decid: ‘Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos.’ Y si esto llega a oídos del procurador, nosotros le persuadiremos y os evitaremos problemas." Ellos tomaron el dinero e hicieron como habían sido instruidos. Y este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy. Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había mandado. Cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló diciendo: "Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." El principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios. Como está escrito en el profeta Isaías: He aquí envío mi mensajero delante de ti, quien preparará tu camino. Voz del que proclama en el desierto: "Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas." Así Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados. Y salía a él toda la provincia de Judea y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido de pelo de camello y con un cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre. Y predicaba diciendo: "Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, agachado, la correa de su calzado. Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo." Aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y en seguida, mientras subía del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como paloma. Y vino una voz desde el cielo: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia." En seguida, el Espíritu le impulsó al desierto, y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba con las fieras, y los ángeles le servían. Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios, y diciendo: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos y creed en el evangelio!" Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés hermano de Simón, echando la red en el mar; porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres." De inmediato dejaron sus redes y le siguieron. Al ir un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo y a su hermano Juan. Ellos estaban en su barca arreglando las redes. En seguida les llamó; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca junto con los jornaleros, se fueron en pos de él. Entraron en Capernaúm. Y en seguida, entrando él en la sinagoga los sábados, enseñaba. Y se asombraban de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y en ese momento un hombre con espíritu inmundo estaba en la sinagoga de ellos, y exclamó diciendo: —¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres: ¡el Santo de Dios! Jesús le reprendió diciendo: —¡Cállate y sal de él! Y el espíritu inmundo lo sacudió con violencia, clamó a gran voz y salió de él. Todos se maravillaron, de modo que discutían entre sí diciendo: —¿Qué es esto? ¡Una nueva doctrina con autoridad! Aun a los espíritus inmundos él manda, y le obedecen. Y pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región alrededor de Galilea. En seguida, cuando salieron de la sinagoga, fueron con Jacobo y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y de inmediato le hablaron de ella. El se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Y le dejó la fiebre, y ella comenzó a servirles. Al atardecer, cuando se puso el sol, le traían todos los enfermos y los endemoniados. Toda la ciudad estaba reunida a la puerta. Y él sanó a muchos que padecían de diversas enfermedades y echó fuera muchos demonios. Y no permitía a los demonios hablar, porque le conocían. Habiéndose levantado muy de madrugada, todavía de noche, Jesús salió y se fue a un lugar desierto y allí oraba. Simón y sus compañeros fueron en busca de él. Le encontraron y le dijeron: —Todos te buscan. El les respondió: —Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido. Y fue predicando en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echando fuera los demonios. Y vino a él un leproso implorándole, y de rodillas le dijo: —Si quieres, puedes limpiarme. Jesús, movido a compasión, extendió la mano, le tocó y le dijo: —Quiero; sé limpio. Y al instante desapareció la lepra de él, y quedó limpio. En seguida, le despidió después de amonestarle y le dijo: —Mira, no digas nada a nadie. Más bien vé, muéstrate al sacerdote y ofrece lo que mandó Moisés en cuanto a tu purificación, para testimonio a ellos. Pero cuando salió, él comenzó a proclamar y a difundir mucho el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba afuera en lugares despoblados. Y venían a él de todas partes. Cuando él entró otra vez en Capernaúm después de algunos días, se oyó que estaba en casa. Muchos acudieron a él, de manera que ya no cabían ni ante la puerta; y él les hablaba la palabra. Entonces vinieron a él trayendo a un paralítico cargado por cuatro. Y como no podían acercarlo a él debido al gentío, destaparon el techo donde Jesús estaba, y después de hacer una abertura bajaron la camilla en que el paralítico estaba recostado. Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: —Hijo, tus pecados te son perdonados. Algunos de los escribas estaban sentados allí y razonaban en sus corazones: —¿Por qué habla éste así? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados, sino uno solo, Dios? De inmediato Jesús, dándose cuenta en su espíritu de que razonaban así dentro de sí mismos, les dijo: —¿Por qué razonáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados"; o decirle: "Levántate, toma tu camilla y anda"? Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar pecados en la tierra—dijo al paralítico—: A ti te digo, ¡levántate, toma tu camilla y vete a tu casa! Y se levantó, y en seguida tomó su camilla y salió en presencia de todos, de modo que todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo: —¡Jamás hemos visto cosa semejante! Jesús salió otra vez junto al mar, y toda la gente venía a él, y él les enseñaba. Y pasando, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado en el lugar de los tributos públicos, y le dijo: "Sígueme." Y levantándose, le siguió. Sucedió que, estando Jesús sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban también sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos y le habían seguido. Y cuando los escribas de los fariseos le vieron comer con los pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: —¿Por qué come con los publicanos y pecadores? Al oírlo, Jesús les dijo: —Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido para llamar a justos, sino a pecadores. Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando. Fueron a Jesús y le dijeron: —¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: —¿Acaso pueden ayunar los que están de bodas mientras el novio está con ellos? Entretanto que tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando el novio les será quitado. Entonces, en aquel día ayunarán. Nadie pone parche de tela nueva en vestido viejo. De otra manera, el parche nuevo tira del viejo, y la rotura se hace peor. Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino rompe los odres, y se pierde el vino, y también los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos. Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sábado, y sus discípulos se pusieron a caminar arrancando espigas. Los fariseos le decían: —Mira, ¿por qué hacen en los sábados lo que no es lícito? Y él les dijo: —¿Nunca habéis leído qué hizo David cuando tuvo necesidad y pasó hambre él y los que estaban con él; cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la Presencia, y aun dio a los que estaban con él; cosa que no es lícito comer, salvo a los sacerdotes? —También les dijo—: El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Así que el Hijo del Hombre es Señor también del sábado. Entró otra vez en la sinagoga, y estaba allí un hombre que tenía la mano paralizada. Y estaban al acecho a ver si le sanaría en sábado, a fin de acusarle. Entonces dijo al hombre que tenía la mano paralizada: —¡Ponte de pie en medio! Y a ellos les dijo: —¿Es lícito en sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o matar? Pero ellos callaban. Y mirándolos en derredor con enojo, dolorido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: —Extiende tu mano. Y la extendió, y su mano le fue restaurada. Los fariseos salieron en seguida, junto con los herodianos, y tomaron consejo contra él, cómo destruirlo. Jesús se apartó con sus discípulos al mar, y le siguió una gran multitud de gente procedente de Galilea. Y de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y Sidón una gran multitud vino a él, porque habían oído de las grandes cosas que hacía. Y Jesús dijo a sus discípulos que siempre tuviesen lista una barca a causa del gentío, para que no lo apretujaran; porque había sanado a muchos, de modo que le caían encima todos cuantos tenían plagas, para tocarlo. Y los espíritus inmundos, siempre que le veían, se postraban delante de él y gritaban diciendo: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero él les reprendía mucho para que no le dieran a conocer. Entonces subió al monte y llamó a sí a los que él quiso, y fueron a él. Constituyó a doce, a quienes nombró apóstoles, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar y tener autoridad para echar fuera los demonios. Y constituyó a los doce: a Simón (a quien le puso por nombre Pedro), a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan el hermano de Jacobo (a ellos les puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno), a Andrés, a Felipe, a Bartolomé, a Mateo, a Tomás, a Jacobo hijo de Alfeo, a Tadeo, a Simón el cananita y a Judas Iscariote (el que le entregó). El volvió a casa, y otra vez se reunió la multitud, de modo que ellos no podían ni siquiera comer pan. Cuando los suyos lo oyeron, fueron para prenderle, porque decían que estaba fuera de sí. Los escribas que habían descendido de Jerusalén decían que estaba poseído por Beelzebul y que mediante el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios. Y habiéndolos llamado a su lado, les hablaba en parábolas: "¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si un reino se divide contra sí, ese reino no puede permanecer. Si una casa se divide contra sí, esa casa no podrá permanecer. Y si Satanás se levanta contra sí mismo y está dividido, no puede permanecer, sino que su fin ha llegado. Al contrario, nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes a menos que primero ate al hombre fuerte. Y entonces saqueará su casa. De cierto os digo que a los hijos de los hombres les serán perdonados todos los pecados y blasfemias, cualesquiera que sean. Pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, sino que es culpable de pecado eterno." Dijo esto porque decían: "Tiene espíritu inmundo." Entonces fueron su madre y sus hermanos, y quedándose fuera enviaron a llamarle. Mucha gente estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: —Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan afuera. El respondiendo les dijo: —¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: —He aquí mi madre y mis hermanos. Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre. Otra vez comenzó a enseñar junto al mar, y se reunió ante él una multitud muy grande; de manera que él entró en una barca mar adentro y se sentó allí, y toda la multitud estaba en la playa, frente al mar. Y les enseñaba muchas cosas en parábolas. Les decía en su enseñanza: "¡Oíd! He aquí un sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, aconteció que parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron. Otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y en seguida brotó; porque la tierra no era profunda. Y cuando salió el sol se quemó, y porque no tenía raíces se secó. Otra parte cayó entre los espinos. Y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Y otras semillas cayeron en buena tierra y creciendo y aumentando dieron fruto. Y llevaban fruto a treinta, sesenta y ciento por uno." Y decía: "El que tiene oído para oír, oiga." Cuando estuvo solo, los que estaban alrededor de él junto con los doce le preguntaban en cuanto a las parábolas. Y él les decía: "A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; pero para los que están fuera, todas las cosas están en parábolas, para que viendo vean y no perciban, y oyendo oigan y no entiendan; de modo que no se conviertan y les sea perdonado." Luego les dijo: "¿No comprendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la palabra. Primero están estos que caen junto al camino donde se siembra la palabra. Y cuando la oyen, en seguida viene Satanás y quita la palabra que había sido sembrada en ellos. También los que son sembrados en pedregales son aquellos que, cuando oyen la palabra, en seguida la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de poca duración. Entonces, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropiezan. Y otros son los que son sembrados entre espinos. Ellos son los que oyen la palabra, pero las preocupaciones de este mundo, el engaño de las riquezas y la codicia de otras cosas se entrometen y ahogan la palabra, y queda sin fruto. Y aquellos que fueron sembrados en buena tierra son los que oyen la palabra, la reciben y producen fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno." También les dijo: "¿Acaso se trae una lámpara para que sea puesta debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es para que sea puesta sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni nada escondido, sino para que salga en claro. Si alguno tiene oídos para oír, oiga." Les dijo también: "Considerad lo que oís: Con la medida con que medís, será medido para vosotros y os será añadido. Porque al que tiene le será dado, y al que no tiene aun lo que tiene le será quitado." También decía: "Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra. El duerme de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de por sí la tierra da fruto: primero el tallito, luego las espigas y después el grano lleno en la espiga. Y cuando el fruto se ha producido, en seguida él mete la hoz, porque la siega ha llegado." También decía: "¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo compararemos? Es como un grano de mostaza que, cuando es sembrado en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra. Pero una vez sembrado, crece y se convierte en la más grande de todas las hortalizas, y echa ramas muy grandes, de modo que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra." Con muchas parábolas semejantes les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. No les hablaba sin parábolas, pero en privado les explicaba todo a sus discípulos. Aquel día, al anochecer, les dijo: —Pasemos al otro lado. Y después de despedir a la multitud, le recibieron en la barca, tal como estaba. Y había otras barcas con él. Entonces se levantó una gran tempestad de viento que arrojaba las olas a la barca, de modo que la barca ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal; pero le despertaron diciendo: —¡Maestro! ¿No te importa que perecemos? Y despertándose, reprendió al viento y dijo al mar: —¡Calla! ¡Enmudece! Y el viento cesó y se hizo grande bonanza. Y les dijo: —¿Por qué estáis miedosos? ¿Todavía no tenéis fe? Ellos temieron con gran temor y se decían el uno al otro: —Entonces, ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen? Fueron a la otra orilla del mar a la región de los gadarenos. Apenas salido él de la barca, de repente le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo. Este tenía su morada entre los sepulcros. Y nadie podía atarle ni siquiera con cadenas, ya que muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, pero él había hecho pedazos las cadenas y desmenuzado los grillos. Y nadie lo podía dominar. Continuamente, de día y de noche, andaba entre los sepulcros y por las montañas, gritando e hiriéndose con piedras. Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y le adoró. Y clamando a gran voz dijo: —¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Pues Jesús le decía: —Sal de este hombre, espíritu inmundo. Y le preguntó: —¿Cómo te llamas? Y le dijo: —Me llamo Legión, porque somos muchos. Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región. Allí cerca de la montaña estaba paciendo un gran hato de cerdos. Y le rogaron diciendo: —Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos. Jesús les dio permiso. Y los espíritus inmundos salieron y entraron en los cerdos, y el hato se lanzó al mar por un despeñadero, como dos mil cerdos, y se ahogaron en el mar. Los que apacentaban los cerdos huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos. Y fueron para ver qué era lo que había acontecido. Llegaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. Los que lo habían visto les contaron qué había acontecido al endemoniado y lo de los cerdos, y ellos comenzaron a implorar a Jesús que saliera de sus territorios. Y mientras él entraba en la barca, el que había sido poseído por el demonio le rogaba que le dejase estar con él. Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: —Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas ha hecho el Señor por ti, y cómo tuvo misericordia de ti. El se fue y comenzó a proclamar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho por él, y todos se maravillaban. Cuando Jesús había cruzado de nuevo en la barca a la otra orilla, se congregó alrededor de él una gran multitud. Y él estaba junto al mar. Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo. Cuando le vio, se postró a sus pies y le imploró mucho diciendo: —Mi hijita está agonizando. ¡Ven! Pon las manos sobre ella para que sea salva, y viva. Jesús fue con él. Y le seguía una gran multitud, y le apretujaban. Había una mujer que sufría de hemorragia desde hacía doce años. Había sufrido mucho de muchos médicos y había gastado todo lo que tenía, y de nada le había aprovechado; más bien, iba de mal en peor. Cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás de él entre la multitud y tocó su manto, porque ella pensaba: "Si sólo toco su manto, seré sanada." Al instante, se secó la fuente de su sangre y sintió en su cuerpo que ya estaba sana de aquel azote. De pronto Jesús, reconociendo dentro de sí que había salido poder de él, volviéndose a la multitud dijo: —¿Quién me ha tocado el manto? Sus discípulos le dijeron: —Ves la multitud que te apretuja, y preguntas: "¿Quién me tocó?" El miraba alrededor para ver a la que había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, fue y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. El le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sanada de tu azote. Mientras él aún hablaba, vinieron de la casa del principal de la sinagoga, diciendo: —Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, sin hacer caso a esta palabra que se decía, dijo al principal de la sinagoga: —No temas; sólo cree. Y no permitió que nadie le acompañara, sino Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. Llegaron a la casa del principal de la sinagoga, y él vio el alboroto y los que lloraban y lamentaban mucho. Y al entrar, les dijo: —¿Por qué hacéis alboroto y lloráis? La niña no ha muerto, sino que duerme. Ellos se burlaban de él. Pero él los sacó a todos y tomó al padre y a la madre de la niña y a los que estaban con él, y entró a donde estaba la niña. Tomó la mano de la niña y le dijo: —Talita, cumi—que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate—. Y en seguida la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y quedaron atónitos. El les mandó estrictamente que nadie lo supiese y ordenó que le diesen a ella de comer. Salió de allí y fue a su tierra, y sus discípulos le siguieron. Y cuando llegó el sábado, él comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos quedaban atónitos cuando le oían, y decían: —¿De dónde le vienen a éste estas cosas? ¿Qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¡Cuántas obras poderosas son hechas por sus manos! ¿No es éste el carpintero, hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también sus hermanas aquí con nosotros? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les decía: —No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, entre sus familiares y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún hecho poderoso, sino que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Estaba asombrado a causa de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando. Entonces llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos. Les daba autoridad sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevasen nada para el camino: ni pan, ni bolsa, ni dinero en el cinto, sino solamente un bastón; pero que calzasen sandalias y que no vistiesen dos túnicas. Y les decía: "Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar. Cualquier lugar que no os reciba ni os oiga, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio contra ellos." Entonces ellos salieron y predicaron que la gente se arrepintiese. Echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban. El rey Herodes oyó de Jesús, porque su nombre había llegado a ser muy conocido. Unos decían: "Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por esta razón operan estos poderes en él." Otros decían: "Es Elías." Mientras otros decían: "Es profeta como uno de los profetas." Pero cuando Herodes oyó esto, dijo: "¡Juan, a quien yo decapité, ha resucitado!" Porque Herodes mismo había mandado prender a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodía, la mujer de su hermano Felipe; porque se había casado con ella. Pues Juan le decía a Herodes: "No te es lícito tener la mujer de tu hermano." Pero Herodía le acechaba y deseaba matarle, aunque no podía; porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía. Y al escucharle quedaba muy perplejo, pero le oía de buena gana. Llegó un día oportuno cuando Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, dio una cena para sus altos oficiales, los tribunos y las personas principales de Galilea. Entonces la hija de Herodía entró y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey le dijo a la muchacha: —Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré. Y le juró mucho: —Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino. Ella salió y dijo a su madre: —¿Qué pediré? Y ésta dijo: —La cabeza de Juan el Bautista. En seguida ella entró con prisa al rey y le pidió diciendo: —Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista. El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban a la mesa, no quiso rechazarla. Inmediatamente el rey envió a uno de la guardia y mandó que fuese traída su cabeza. Este fue, le decapitó en la cárcel y llevó su cabeza en un plato; la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Cuando sus discípulos oyeron esto, fueron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro. Los apóstoles se reunieron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. El les dijo: —Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera tenían oportunidad para comer. Y se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Pero muchos les vieron ir y les reconocieron. Y corrieron allá a pie de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Cuando Jesús salió, vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor. Entonces comenzó a enseñarles muchas cosas. Como la hora era ya muy avanzada, sus discípulos se acercaron a él y le dijeron: —El lugar es desierto, y la hora avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor y compren para sí algo que comer. El les respondió y dijo: —Dadles vosotros de comer. Le dijeron: —¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer? El les dijo: —¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Al enterarse, le dijeron: —Cinco, y dos pescados. El les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde. Se recostaron por grupos, de cien en cien y de cincuenta en cincuenta. Y él tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes. Luego iba dando a sus discípulos para que los pusiesen delante de los hombres, y también repartió los dos pescados entre todos. Todos comieron y se saciaron, y recogieron doce canastas llenas de los pedazos de pan y de los pescados. Y los que comieron los panes eran como cinco mil hombres. En seguida obligó a sus discípulos a subir en la barca para ir delante de él a Betsaida, en la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Y habiéndose despedido de ellos, se fue al monte a orar. Al caer la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra. Viendo que ellos se fatigaban remando, porque el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche, él fue a ellos caminando sobre el mar, y quería pasarlos de largo. Pero cuando ellos vieron que él caminaba sobre el mar, pensaron que era un fantasma y clamaron a gritos; porque todos le vieron y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos y les dijo: "¡Tened ánimo! ¡Yo soy! ¡No temáis!" Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento. Ellos estaban sumamente perplejos, pues aún no habían comprendido lo de los panes; más bien, sus corazones estaban endurecidos. Y cuando cruzaron a la otra orilla, llegaron a la tierra de Genesaret y amarraron la barca. Pero cuando ellos salieron de la barca, en seguida le reconocieron. Recorrieron toda aquella región, y comenzaron a traer en camillas a los que estaban enfermos a donde oían que él estaba. Dondequiera que entraba, ya sea en aldeas o ciudades o campos, ponían en las plazas a los que estaban enfermos, y le rogaban que sólo pudiesen tocar el borde de su manto. Y todos los que le tocaban quedaban sanos. Se juntaron a Jesús los fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén. Ellos vieron que algunos discípulos de él estaban comiendo pan con las manos impuras, es decir, sin lavar. Pues los fariseos y todos los judíos, si no se lavan las manos hasta la muñeca, no comen, porque se aferran a la tradición de los ancianos. Cuando vuelven del mercado, si no se lavan, no comen. Y hay muchas otras cosas que aceptaron para guardar, como los lavamientos de las copas, de los jarros y de los utensilios de bronce y de los divanes. Le preguntaron los fariseos y los escribas: —¿Por qué no andan tus discípulos de acuerdo con la tradición de los ancianos, sino que comen pan con las manos impuras? Y les respondió diciendo: —Bien profetizó Isaías acerca de vosotros, hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí. Y en vano me rinden culto, enseñando como doctrina los mandamientos de hombres. Porque dejando los mandamientos de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres. Les decía también: —¡Bien desecháis el mandamiento de Dios para establecer vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldice a su padre o a su madre muera irremisiblemente. Pero vosotros decís que si alguien dice a su padre o madre: "Aquello con que hubieras sido beneficiado de parte mía es Corbán" —es decir, una ofrenda a Dios—, ya no le permitís hacer nada por su padre o su madre. Así invalidáis la palabra de Dios mediante vuestra tradición que habéis trasmitido, y hacéis muchas cosas semejantes a éstas. Llamando a sí otra vez a toda la multitud, les decía: —Oídme todos y entended. No hay nada fuera del hombre que por entrar en él le pueda contaminar. Pero lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oír, oiga. Cuando entró en casa, aparte de la multitud, sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola. Y les dijo: —¿Así que también vosotros carecéis de entendimiento? ¿No comprendéis que nada de lo que entra en el hombre desde fuera le puede contaminar? Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y sale a la letrina. Así declaró limpias todas las comidas. Y decía: —Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque desde adentro, del corazón del hombre, salen los malos pensamientos, las inmoralidades sexuales, los robos, los homicidios, los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la sensualidad, la envidia, la blasfemia, la insolencia y la insensatez. Todas estas maldades salen de adentro y contaminan al hombre. Y levantándose, partió de allí para los territorios de Tiro y de Sidón. Y entró en una casa y no quería que nadie lo supiese, pero no pudo esconderse. Más bien, en seguida oyó de él una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, y vino y cayó a sus pies. La mujer era griega, de nacionalidad sirofenicia, y le rogaba que echase el demonio fuera de su hija. Pero Jesús le dijo: —Deja primero que se sacien los hijos, porque no es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos. Ella respondió y le dijo: —Sí, Señor; también los perritos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos. Entonces él le dijo: —Por causa de lo que has dicho, vé; el demonio ha salido de tu hija. Y cuando ella se fue a su casa, halló a su hija acostada en la cama y que el demonio había salido. Al salir de nuevo de los territorios de Tiro, fue por Sidón al mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápolis. Entonces le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. Y tomándole aparte de la multitud, metió los dedos en sus orejas, escupió y tocó su lengua. Luego mirando al cielo, suspiró y le dijo: —¡Efata! —que quiere decir: Sé abierto—. Y de inmediato fueron abiertos sus oídos y desatada la ligadura de su lengua, y hablaba bien. El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más lo proclamaban. Se maravillaban sin medida, diciendo: —¡Todo lo ha hecho bien! Aun a los sordos hace oír, y a los mudos hablar. En aquellos días, ya que otra vez había una gran multitud y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: —Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Si les despido a sus casas en ayunas, se desmayarán en el camino; y algunos de ellos han venido de lejos. Sus discípulos le respondieron: —¿De dónde podrá alguien saciar a éstos de pan, aquí en el desierto? Y les preguntó: —¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: —Siete. Entonces él mandó a la multitud recostarse en tierra. Tomó los siete panes, y habiendo dado gracias, los partió y daba a sus discípulos para que ellos los sirviesen. Y ellos los sirvieron a la multitud. También tenían unos pocos pescaditos. Y después de bendecirlos, él mandó que también los sirviesen. Comieron y se saciaron, y recogieron siete cestas de los pedazos que habían sobrado. Y eran como cuatro mil. El los despidió; y luego, entrando en la barca con sus discípulos, se fue a la región de Dalmanuta. Salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, para probarle. El suspiró profundamente en su espíritu y dijo: "¿Por qué pide esta generación una señal? De cierto os digo que a esta generación no se le dará ninguna señal." Y dejándolos, volvió a entrar en la barca y cruzó a la otra orilla. Se habían olvidado de llevar pan, y no tenían consigo en la barca sino un solo pan. Y él les mandó, diciendo: —Mirad; guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes. Ellos discutían los unos con los otros, porque no tenían pan. Como Jesús lo entendió, les dijo: —¿Por qué discutís? ¿Porque no tenéis pan? ¿Todavía no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis endurecido vuestro corazón? Teniendo ojos, ¿no veis? Teniendo oídos, ¿no oís? ¿No os acordáis? Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogisteis? Ellos dijeron: —Doce. —Y cuando repartí los siete panes entre los cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Ellos dijeron: —Siete. El les preguntó: —¿Todavía no comprendéis? Jesús fue a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaban que lo tocase. Entonces tomando al ciego de la mano, le sacó fuera de la aldea. Después de mojarle los ojos con saliva e imponerle las manos, le preguntó: —¿Ves algo? Al mirar, él decía: —Veo a los hombres, pero los veo como árboles que andan. Luego puso otra vez las manos sobre sus ojos, y miró intensamente. Y fue restaurada su vista, y veía todo de lejos y claramente. Entonces Jesús le envió a su casa, diciéndole: —No entres en la aldea. Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó a sus discípulos diciendo: —¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos respondieron: —Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; otros, uno de los profetas. Entonces él les preguntó: —Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro le dijo: —¡Tú eres el Cristo! El les mandó enérgicamente que no hablasen a nadie acerca de él. Luego comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre padeciese mucho, que fuese desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitado después de tres días. Les decía esto claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reprenderle. Pero él se dio vuelta, y mirando a sus discípulos reprendió a Pedro diciéndole: —¡Quítate de delante de mí, Satanás! Porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Y llamó a sí a la gente, juntamente con sus discípulos, y les dijo: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero y perder su alma? Porque, ¿qué dará el hombre en rescate por su alma? Pues el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles. También les dijo: —De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que hayan visto que el reino de Dios ha venido con poder. Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y les hizo subir aparte, a solas, a un monte alto, y fue transfigurado delante de ellos. Sus vestiduras se hicieron resplandecientes, muy blancas, tanto que ningún lavandero en la tierra las puede dejar tan blancas. Y les apareció Elías con Moisés, y estaban hablando con Jesús. Entonces intervino Pedro y dijo a Jesús: —Rabí, es bueno que nosotros estemos aquí. Levantemos, pues, tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Pues él no sabía qué decir, porque tuvieron miedo. Vino una nube haciéndoles sombra, y desde la nube una voz decía: "Este es mi hijo amado; a él oíd." Y de inmediato, mirando alrededor, ya no vieron a nadie más con ellos, sino sólo a Jesús. Mientras descendían ellos del monte, Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. Y ellos guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué significaría aquello de resucitar de entre los muertos. Le preguntaron diciendo: —¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? El les dijo: —A la verdad, Elías viene primero y restaura todas las cosas. Y, ¿cómo está escrito acerca del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea menospreciado? Sin embargo, os digo que Elías ya ha venido; e hicieron con él todo lo que quisieron, tal como está escrito de él. Cuando llegaron a los discípulos, vieron una gran multitud alrededor de ellos, y a unos escribas que disputaban con ellos. En seguida, cuando toda la gente le vio, se sorprendió, y corriendo hacia él le saludaron. Y les preguntó: —¿Qué disputáis con ellos? Le respondió uno de la multitud: —Maestro, traje a ti mi hijo porque tiene un espíritu mudo, y dondequiera que se apodera de él, lo derriba. Echa espumarajos y cruje los dientes, y se va desgastando. Dije a tus discípulos que lo echasen fuera, pero no pudieron. Y respondiendo les dijo: —¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os soportaré? ¡Traédmelo! Se lo trajeron; y cuando el espíritu le vio, de inmediato sacudió al muchacho, quien cayó en tierra y se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó a su padre: —¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? El dijo: —Desde niño. Muchas veces le echa en el fuego o en el agua para matarlo; pero si puedes hacer algo, ¡ten misericordia de nosotros y ayúdanos! Jesús le dijo: —¿"Si puedes…"? ¡Al que cree todo le es posible! Inmediatamente el padre del muchacho clamó diciendo: —¡Creo! ¡Ayuda mi incredulidad! Pero cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo diciéndole: —Espíritu mudo y sordo, yo te mando, ¡sal de él y nunca más entres en él! Entonces, clamando y desgarrándole con violencia, el espíritu salió; y el muchacho quedó como muerto, de modo que muchos decían: —¡Está muerto! Pero Jesús le tomó de la mano y le enderezó, y él se levantó. Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron en privado: —¿Por qué no pudimos echarlo fuera nosotros? El les dijo: —Este género con nada puede salir, sino con oración. Habiendo salido de allí, caminaban por Galilea. El no quería que nadie lo supiese, porque iba enseñando a sus discípulos, y les decía: "El Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres, y le matarán. Y una vez muerto, resucitará después de tres días." Pero ellos no entendían esta palabra y tenían miedo de preguntarle. Llegó a Capernaúm. Y cuando estuvo en casa, Jesús les preguntó: —¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Pero ellos callaron, porque lo que habían disputado los unos con los otros en el camino era sobre quién era el más importante. Entonces se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos y el siervo de todos. Y tomó a un niño y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: —El que en mi nombre recibe a alguien como este niño, a mí me recibe; y el que a mí me recibe no me recibe a mí, sino al que me envió. Juan le dijo: —Maestro, vimos a alguien que echaba fuera demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús dijo: —No se lo prohibáis, porque nadie que haga milagros en mi nombre podrá después hablar mal de mí. Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es. Cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que jamás perderá su recompensa. Y a cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le atase una gran piedra de molino al cuello y que fuese echado al mar. Si tu mano te hace tropezar, córtala. Mejor te es entrar manco a la vida que teniendo dos manos, ir al infierno, al fuego inextinguible, donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga. Si tu pie te hace tropezar, córtalo. Mejor te es entrar cojo a la vida que teniendo dos pies, ser echado al infierno, donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te hace tropezar, sácalo. Mejor te es entrar con un solo ojo al reino de Dios que, teniendo dos ojos, ser echado al infierno, donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga. Porque todo será salado con fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué será salada? Tened sal en vosotros y vivid en paz los unos con los otros. Y levantándose de allí, fue a las regiones de Judea y de más allá del Jordán. Las multitudes volvieron a acudir a él, y de nuevo les enseñaba como él acostumbraba. Entonces se acercaron unos fariseos para probarle, y le preguntaron si era lícito al marido divorciarse de su mujer. Pero él respondió y les dijo: —¿Qué os mandó Moisés? Ellos dijeron: —Moisés permitió escribir carta de divorcio y despedirla. Pero Jesús les dijo: —Ante vuestra dureza de corazón, os escribió este mandamiento. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por esta causa el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne. Así que, ya no son más dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre. En casa sus discípulos volvieron a preguntarle acerca de esto. El les dijo: —Cualquiera que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella. Y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. Y le presentaban niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendieron. Al verlo, Jesús se indignó y les dijo: "Dejad a los niños venir a mí, y no les impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo que cualquiera que no reciba el reino de Dios como un niño, jamás entrará en él." Entonces tomándolos en los brazos, puso las manos sobre ellos y los bendijo. Cuando salía para continuar su camino, un hombre vino corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó: —Maestro bueno, ¿qué haré para obtener la vida eterna? Pero Jesús le dijo: —¿Por qué me llamas "bueno"? Ninguno es bueno, sino sólo uno, Dios. Tú conoces los mandamientos: No cometas homicidio, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre. Pero él le dijo: —Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud. Entonces al mirarlo Jesús, le amó y le dijo: —Una cosa te falta: Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven; sígueme. Pero él, abatido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: —¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Los discípulos se asombraron por sus palabras; pero Jesús, respondiendo de nuevo, les dijo: —Hijitos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios. Pero ellos quedaron aun más atónitos diciendo entre sí: —¿Y quién podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, les dijo: —Para los hombres es imposible; pero no para Dios. Porque para Dios todas las cosas son posibles. Pedro comenzó a decirle: —He aquí, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús le dijo: —De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y en la edad venidera, la vida eterna. Pero muchos primeros serán los últimos, y los últimos, primeros. Iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos. Estaban asombrados, y los que le seguían tenían miedo. Entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a declarar las cosas que le estaban por acontecer: —He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas. Le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles. Se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán; y después de tres días resucitará. Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él y le dijeron: —Maestro, queremos que nos concedas lo que pidamos. El les dijo: —¿Qué queréis que haga por vosotros? Ellos dijeron: —Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: —No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: —Podemos. Y Jesús les dijo: —Beberéis la copa que yo bebo, y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes está preparado. Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse con Jacobo y Juan. Pero Jesús los llamó y les dijo: —Sabéis que los que son tenidos por príncipes de los gentiles se enseñorean de ellos, y sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. Pero no es así entre vosotros. Más bien, cualquiera que anhele hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y cualquiera que anhele ser el primero entre vosotros será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Entonces llegaron a Jericó. Y cuando él iba saliendo de Jericó junto con sus discípulos y una gran multitud, el ciego Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y cuando oyó que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar diciendo: —¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí! Muchos le regañaban para que se callara, pero él gritaba aun más fuerte: —¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús se detuvo y mandó llamarle. Llamaron al ciego diciéndole: —Ten confianza. Levántate. El te llama. Entonces él, tirando su manto, se levantó y fue a Jesús. Y Jesús le respondió diciendo: —¿Qué quieres que te haga? El ciego le dijo: —Rabí, que yo recobre la vista. Jesús le dijo: —Vete. Tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino. Cuando llegaron cerca de Jerusalén, junto a Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos y les dijo: —Id a la aldea que está frente a vosotros, y cuando hayáis entrado allí, en seguida hallaréis atado un borriquillo sobre el cual ningún hombre ha montado. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os dice: "¿Por qué hacéis eso?," decidle: "El Señor lo necesita, y luego lo enviará aquí otra vez." Ellos fueron y hallaron el borriquillo atado a la puerta, afuera, en la esquina de dos calles; y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron: —¿Qué hacéis desatando al borriquillo? Ellos les dijeron tal como Jesús les había dicho, y les dejaron ir. Trajeron el borriquillo a Jesús y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. Muchos tendieron sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles. Los que iban delante y los que le seguían aclamaban: —¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas! Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, y habiendo mirado todo en derredor, como la hora ya era tarde, salió para Betania con los doce. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo desde lejos una higuera que tenía hojas, se acercó para ver si hallara en ella algo. Cuando vino a ella, no encontró nada sino hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: "¡Nunca jamás coma nadie de tu fruto!" Y lo oyeron sus discípulos. Llegaron a Jerusalén, y Jesús entró en el templo. Y comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, y no consentía que nadie cruzase por el templo llevando utensilio alguno. Y enseñaba diciendo: "¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones." Lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, pues todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina. Y al llegar la noche, Jesús y los suyos salieron de la ciudad. Por la mañana, pasando por allí vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo: —Rabí, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado. Respondiendo Jesús les dijo: —Tened fe en Dios. De cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: "Quítate y arrójate al mar," y que no dude en su corazón, sino que crea que será hecho lo que dice, le será hecho. Por esta razón os digo que todo por lo cual oráis y pedís, creed que lo habéis recibido, y os será hecho. Y cuando os pongáis de pie para orar, si tenéis algo contra alguien, perdonadle, para que vuestro Padre que está en los cielos también os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas. Volvieron a Jerusalén. Luego, mientras él andaba por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: —¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio la autoridad para hacer estas cosas? Entonces Jesús les dijo: —Yo os haré una pregunta. Respondedme, y yo os diré con qué autoridad hago estas cosas: El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme. Entonces ellos razonaban entre sí diciendo: —Si decimos "del cielo," dirá: "¿Por qué, pues, no le creísteis?" Pero si decimos "de los hombres…" Temían al pueblo, porque todos consideraban que verdaderamente Juan era profeta. Entonces respondiendo a Jesús dijeron: —No sabemos. Y Jesús les dijo: —Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas. Entonces comenzó a hablarles en parábolas: —Un hombre plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se fue lejos. A su debido tiempo envió un siervo a los labradores, para recibir de los labradores una parte del fruto de la viña. Pero ellos lo tomaron, lo hirieron y le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviarles otro siervo, pero a ése le hirieron en la cabeza y le afrentaron. Y envió otro, y a éste lo mataron. Envió a muchos otros, pero ellos herían a unos y mataban a otros. Teniendo todavía un hijo suyo amado, por último, también lo envió a ellos diciendo: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Venid, matémosle, y la heredad será nuestra." Y le prendieron, lo mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, destruirá a los labradores y dará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo; de parte del Señor sucedió esto, y es maravilloso en nuestros ojos? Ellos procuraban prenderle, pero temían a la multitud, porque sabían que en aquella parábola se había referido a ellos. Y dejándole, se fueron. Entonces enviaron a él algunos de los fariseos y de los herodianos para que le sorprendiesen en alguna palabra. Y viniendo le dijeron: —Maestro, sabemos que eres hombre de verdad y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo al César, o no? ¿Daremos o no daremos? Entonces él, como entendió la hipocresía de ellos, les dijo: —¿Por qué me probáis? Traedme un denario para que lo vea. Se lo trajeron, y él les dijo: —¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le dijeron: —Del César. Entonces Jesús les dijo: —Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaban de él. Entonces vinieron a él unos saduceos, quienes dicen que no hay resurrección, y le preguntaron diciendo: —Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muere y deja mujer y no deja hijos, su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano. Había siete hermanos. El primero tomó mujer, y murió sin dejar descendencia. La tomó el segundo y murió sin dejar descendencia. El tercero, de la misma manera. Así los siete no dejaron descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, puesto que los siete la tuvieron por mujer, ¿de cuál de ellos será mujer? Entonces Jesús les dijo: —¿No es por esto que erráis, porque no conocéis las Escrituras ni tampoco el poder de Dios? Porque cuando resuciten de entre los muertos, no se casarán ni se darán en casamiento, sino que son como los ángeles que están en los cielos. Y con respecto a si resucitan los muertos, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, cómo le habló Dios desde la zarza diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Vosotros erráis mucho. Se le acercó uno de los escribas al oírles discutir; y dándose cuenta de que Jesús había respondido bien, le preguntó: —¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: —El primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos dos. Entonces el escriba le dijo: —Bien, Maestro. Has dicho la verdad: Dios es uno, y no hay otro aparte de él; y amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Y viendo Jesús que había respondido sabiamente, le dijo: —No estás lejos del reino de Dios. Ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas. Mientras estaba enseñando en el templo, Jesús respondiendo decía: —¿Cómo es que dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo mediante el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies." David mismo le llama "Señor"; ¿cómo es, pues, su hijo? Y la gran multitud le escuchaba con gusto. Y en su enseñanza decía: —Guardaos de los escribas, a quienes les gusta pasearse con ropas largas y aman las salutaciones en las plazas, las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. Estos, que devoran las casas de las viudas y como pretexto hacen largas oraciones, recibirán mayor condenación. Estando Jesús sentado frente al arca del tesoro, observaba cómo el pueblo echaba dinero en el arca. Muchos ricos echaban mucho, y una viuda pobre vino y echó dos blancas, que equivalen a un cuadrante. El llamó a sus discípulos y les dijo: —De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que echaron en el arca. Porque todos han echado de su abundancia; pero ésta, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento. Cuando él salía del templo, uno de sus discípulos dijo: —Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios! Y Jesús le dijo: —¿Veis estos grandes edificios? Aquí no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada. Estando él sentado en el monte de los Olivos frente al templo, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaban aparte: —Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas estén por cumplirse? Jesús comenzó a decirles: —Mirad que nadie os engañe. Muchos vendrán en mi nombre diciendo: "Yo soy," y engañarán a muchos. Pero cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis. Es necesario que así suceda, pero todavía no es el fin. Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá terremotos por todas partes. Habrá hambres. Estos son principio de dolores. Pero vosotros, mirad por vosotros mismos. Porque os entregarán en los concilios, y seréis azotados en las sinagogas. Por mi causa seréis llevados delante de gobernadores y de reyes, para testimonio a ellos. Es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones. Cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis por lo que hayáis de decir. Más bien, hablad lo que os sea dado en aquella hora; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. El hermano entregará a muerte a su hermano, y el padre a su hijo. Se levantarán los hijos contra sus padres y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos, por causa de mi nombre. Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Pero cuando veáis que la abominación desoladora se ha establecido donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes. El que esté en la azotea no descienda ni entre para sacar algo de su casa, y el que esté en el campo no vuelva atrás para tomar su manto. ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que no acontezca en invierno. Porque aquellos días serán de tribulación como nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta ahora, ni habrá jamás. Si el Señor no hubiese acortado aquellos días, no se salvaría nadie; pero por causa de los escogidos que él eligió, él ha acortado aquellos días. Entonces, si alguien os dice: "He aquí, aquí está el Cristo," o "He allí, allí está," no le creáis. Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y maravillas para engañar, de ser posible, a los escogidos. Pero vosotros, ¡mirad! Os lo he dicho todo de antemano. Entonces en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor. Las estrellas caerán del cielo, y los poderes que están en los cielos serán sacudidos. Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes con gran poder y gloria. Después enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. De la higuera aprended la parábola: Cuando su rama ya está tierna y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas. De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero acerca de aquel día o de la hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles en el cielo, ni aun el Hijo, sino sólo el Padre. Mirad y velad, porque no sabéis cuándo será el tiempo. Será como el hombre que al salir de viaje dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, a cada uno su obra, y al portero mandó que velase. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa, sea a la tarde, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana; no sea que cuando vuelva de repente os halle durmiendo. Lo que a vosotros digo, a todos digo: ¡Velad! Dos días después era la Pascua y la fiesta de los panes sin levadura. Y los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo prenderle por engaño y matarle, pues decían: "No en la fiesta, de modo que no se haga alboroto en el pueblo." Estando él en Betania sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de gran precio. Y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron: —¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podría haberse vendido este perfume por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella, pero Jesús dijo: —Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ella ha hecho una buena obra conmigo. Porque siempre tenéis a los pobres con vosotros, y cuando queréis les podéis hacer bien; pero a mí no siempre me tenéis. Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que ésta ha hecho será contado para memoria de ella. Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregarle en un momento oportuno. El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: —¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua? El envió a dos de sus discípulos y les dijo: —Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidle; y donde entre, decid al dueño de casa: "El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi habitación donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’" Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto y preparado. Preparad allí para nosotros. Salieron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron como les había dicho y prepararon la Pascua. Al atardecer fue con los doce; y cuando estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo: —De cierto os digo que uno de vosotros, el que come conmigo, me va a entregar. Entonces comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: —¿Acaso seré yo? El les dijo: —Es uno de los doce, el que moja el pan conmigo en el plato. A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido. Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo: —Tomad; esto es mi cuerpo. Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron todos de ella. Y él les dijo: —Esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada a favor de muchos. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios. Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: —Todos os escandalizaréis de mí; porque escrito está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas. Pero después de haber resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Entonces Pedro le dijo: —Aunque todos sean escandalizados, yo no. Jesús le dijo: —De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces. Pero él decía con mayor insistencia: —Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré. También todos decían lo mismo. Llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: —Sentaos aquí, mientras yo oro. Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: —Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quedaos aquí y velad. Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, pasase de él aquella hora. Decía: —¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. Volvió y los halló durmiendo, y le dijo a Pedro: —Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una sola hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras. Cuando volvió otra vez, los halló durmiendo, porque sus ojos estaban cargados de sueño. Y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo: —¿Todavía estáis durmiendo y descansando? Basta ya. La hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! He aquí, está cerca el que me entrega. En seguida, mientras él aún hablaba, llegó Judas, uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. El que le entregaba les había dado señal diciendo: "Al que yo bese, ése es. Prendedle y llevadle con seguridad." Cuando llegó, de inmediato se acercó a él y dijo: —¡Rabí! Y le besó. Entonces ellos le echaron mano y le prendieron; pero uno de los que estaban allí, sacando su espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja. Jesús respondió y les dijo: —¿Como contra un asaltante habéis salido con espadas y palos para prenderme? Cada día yo estaba delante de vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Pero así es, para que se cumplan las Escrituras. Entonces todos los suyos le abandonaron y huyeron. Pero cierto joven, habiendo cubierto su cuerpo desnudo con una sábana, le seguía; y le prendieron. Pero él, dejando la sábana, huyó desnudo. Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron con él todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote, y estaba sentado con los guardias y se calentaba ante el fuego. Los principales sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a muerte; pero no lo hallaban. Porque muchos daban falso testimonio contra Jesús, pero sus testimonios no concordaban. Entonces se levantaron unos, y dieron falso testimonio contra él diciendo: —Nosotros le oímos decir: "Yo derribaré este templo que ha sido hecho con manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos." Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos. Entonces el sumo sacerdote se levantó en medio y preguntó a Jesús diciendo: —¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Pero él callaba y no respondió nada. Otra vez el sumo sacerdote le preguntó y le dijo: —¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús le dijo: —Yo soy. Y además, veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó su vestidura y dijo: —¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Vosotros habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece? Y todos ellos le condenaron como reo de muerte. Algunos comenzaron a escupirle, a cubrirle la cara y a darle de bofetadas, diciendo: —¡Profetiza! También los guardias le recibieron a bofetadas. Estando Pedro abajo en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote. Cuando vio a Pedro calentándose, se fijó en él y le dijo: —Tú también estabas con Jesús de Nazaret. Pero él negó diciendo: —No lo conozco, ni sé lo que dices. Y salió afuera a la entrada, y el gallo cantó. Cuando la criada le vio, comenzó otra vez a decir a los que estaban allí: —Este es uno de ellos. Pero él negó otra vez. Poco después, los que estaban allí decían otra vez a Pedro: —Verdaderamente tú eres uno de ellos, porque eres galileo. Pero él comenzó a maldecir y a jurar: —¡No conozco a este hombre de quien habláis! Y en seguida cantó el gallo por segunda vez, y Pedro se acordó de la palabra, como Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo dos veces, tú me negarás tres veces." Y pensando en esto, lloraba. Y luego, muy de mañana, cuando los principales sacerdotes ya habían consultado con los ancianos, con los escribas y con todo el Sanedrín, después de atar a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato. Y Pilato le preguntó: —¿Eres tú el rey de los judíos? Y respondiendo le dijo: —Tú lo dices. Los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas. Pero Pilato le preguntaba de nuevo diciendo: —¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan. Pero Jesús aun con eso no respondió nada, de modo que Pilato se maravillaba. En la fiesta Pilato solía soltarles un preso, el que pidiesen. Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con los rebeldes que habían cometido homicidio en la insurrección. La multitud se levantó y comenzó a pedir que les hiciese como acostumbraba. Entonces Pilato les respondió diciendo: —¿Queréis que yo os suelte al rey de los judíos? Porque sabía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes. Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás. De nuevo intervino Pilato y les decía: —¿Qué, pues, queréis que haga con el que llamáis "el rey de los judíos"? De nuevo gritaron: —¡Crucifícale! Entonces Pilato les dijo: —¿Pues, qué mal ha hecho? Pero lanzaron gritos aun más fuertes: —¡Crucifícale! Entonces Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado. Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, que es el Pretorio, y convocaron a toda la compañía. Le vistieron de púrpura; y habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron y comenzaron a aclamarle: —¡Viva, rey de los judíos! También le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y puestos de rodillas le rendían homenaje. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron su propia ropa. Entonces le sacaron para crucificarle. Obligaron a uno que pasaba viniendo del campo, a un cierto Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, a que cargara la cruz de Jesús. Y le llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido es lugar de la Calavera. Le dieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Y le crucificaron, y repartieron sus vestiduras, echando suertes sobre ellas para ver qué se llevaría cada uno. Era la hora tercera cuando le crucificaron. El título de su acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDIOS. Y con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos. Y los que pasaban le insultaban, meneando sus cabezas y diciendo: —¡Ah! Tú que derribas el templo y lo edificas en tres días, ¡sálvate a ti mismo y desciende de la cruz! De igual manera, burlándose de él entre ellos mismos, los principales sacerdotes junto con los escribas decían: —A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¡Que el Cristo, el rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos! También los que estaban crucificados con él le injuriaban. Cuando llegó la hora sexta, descendió oscuridad sobre toda la tierra, hasta la hora novena. Y en la hora novena Jesús exclamó a gran voz, diciendo: —¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani? —que traducido quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?—. Al oírle, algunos de los que estaban allí decían: —He aquí, llama a Elías. Corrió uno y empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo: —Dejad, veamos si viene Elías a bajarle. Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo: —¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios! También estaban allí algunas mujeres, mirando desde lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo el Menor y de José, y Salomé. Cuando Jesús estaba en Galilea, éstas le seguían y le servían. También había muchas otras que habían subido con él a Jerusalén. Cuando ya atardecía, siendo el día de la Preparación, es decir, la víspera del sábado, llegó José de Arimatea, miembro ilustre del concilio, quien también esperaba el reino de Dios, y entró osadamente a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto. Y llamando al centurión, le preguntó si ya había muerto. Una vez informado por el centurión, concedió el cuerpo a José. Comprando una sábana y bajándole de la cruz, José lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que había sido cavado en una peña. Luego hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la madre de José miraban dónde le ponían. Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María madre de Jacobo, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro apenas salido el sol, y decían una a otra: —¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron que la piedra ya había sido removida, a pesar de que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, vestido de una larga ropa blanca, y se asustaron. Pero él les dijo: —No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, quien fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. He aquí el lugar donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como os dijo. Ellas salieron y huyeron del sepulcro, porque temblaban y estaban presas de espanto. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo. Una vez resucitado Jesús, muy de mañana en el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de la cual había echado siete demonios. Ella fue y lo anunció a los que habían estado con él, que estaban tristes y lloraban. Pero cuando ellos oyeron que estaba vivo y que había sido visto por ella, no lo creyeron. Después apareció en otra forma a dos de ellos que iban caminando hacia el campo. Ellos fueron y lo anunciaron a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron. Luego, apareció a los once cuando estaban sentados a la mesa, y les reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que cree y es bautizado será salvo; pero el que no cree será condenado. Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán serpientes en las manos, y si llegan a beber cosa venenosa, no les dañará. Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán." Después que les habló, el Señor Jesús fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos salieron y predicaron en todas partes, actuando con ellos el Señor y confirmando la palabra con las señales que seguían. Puesto que muchos han intentado poner en orden un relato acerca de las cosas que han sido ciertísimas entre nosotros, así como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, me ha parecido bien también a mí, después de haberlo investigado todo con diligencia desde el comienzo, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido. En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías. Su esposa era de las hijas de Aarón y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios y vivían irreprensiblemente en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. No tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran de edad avanzada. Aconteció que, cuando Zacarías ejercía el sacerdocio delante de Dios, en el turno de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó por sorteo entrar en el templo del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando a la hora del incienso. Entonces el ángel del Señor se le apareció, puesto de pie a la derecha del altar del incienso. Zacarías se turbó cuando le vio, y el temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: —¡No temas, Zacarías! Porque tu oración ha sido atendida. Tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento, porque él será grande delante del Señor. Nunca beberá vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel vuelvan al Señor su Dios. El mismo irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y los desobedientes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo apercibido. Y Zacarías dijo al ángel: —¿Cómo podré estar seguro de esto? Pues yo soy viejo, y mi esposa es de edad avanzada. Respondió el ángel y le dijo: —Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. He aquí, quedarás mudo e incapaz de hablar hasta el día en que se realice esto, por cuanto no has creído a mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo. El pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él pasara tanto tiempo en el templo. Cuando salió, no les podía hablar; y se dieron cuenta de que había visto una visión en el templo. El se comunicaba con ellos por señas y quedaba mudo. Sucedió que, cuando se cumplieron los días de este ministerio, él se fue a su casa. Y después de aquellos días su mujer Elisabet concibió y se recluyó por cinco meses, diciendo: —Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres. En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David. El nombre de la virgen era María. Cuando entró a donde ella estaba, dijo: —¡Te saludo, muy favorecida! El Señor está contigo. Pero ella se turbó por sus palabras y se preguntaba qué clase de salutación sería ésta. Entonces el ángel le dijo: —¡No temas, María! Porque has hallado gracia ante Dios. He aquí concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David. Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin. Entonces María dijo al ángel: —¿Cómo será esto? Porque yo no conozco varón. Respondió el ángel y le dijo: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual también el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios. He aquí, también tu parienta Elisabet ha concebido un hijo en su vejez. Este es el sexto mes para ella que era llamada estéril. Porque ninguna cosa será imposible para Dios. Entonces María dijo: —He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella. En esos días se levantó María y fue de prisa a una ciudad en la región montañosa de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet. Aconteció que, cuando Elisabet oyó la salutación de María, la criatura saltó en su vientre. Y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz y dijo: —¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde se me concede esto, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí, cuando llegó a mis oídos la voz de tu salutación, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le ha sido dicho de parte del Señor. Y María dijo: —Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la bajeza de su sierva. He aquí, pues, desde ahora me tendrán por bienaventurada todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas conmigo. Su nombre es santo, y su misericordia es de generación en generación, para con los que le temen. Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó a los poderosos de sus tronos y levantó a los humildes. A los hambrientos sació de bienes y a los ricos los despidió vacíos. Ayudó a Israel su siervo, para acordarse de la misericordia, tal como habló a nuestros padres; a Abraham y a su descendencia para siempre. Y María se quedó con ella como tres meses, y regresó a su casa. Se cumplió para Elisabet el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo. Los vecinos y los parientes oyeron que Dios había engrandecido su misericordia hacia ella y se regocijaron con ella. Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías. Y su madre respondiendo dijo: —¡No! Más bien será llamado Juan. Y le dijeron: —No hay nadie en tu familia que se llame con este nombre. Preguntaban por señas a su padre, cómo quería llamarle. Y pidiendo una tablilla escribió diciendo: "Juan es su nombre." Y todos se maravillaron. Al instante su boca fue abierta, y se le soltó la lengua, y comenzó a hablar bendiciendo a Dios. Cayó temor sobre todos sus vecinos, y por toda la región montañosa de Judá se divulgaban todas estas cosas. Y todos los que las oían las guardaban en sus corazones, diciendo: —Pues, ¿quién será este niño? Porque ciertamente la mano del Señor estaba con él. Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo: —Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. Ha levantado para nosotros un cuerno de salvación en la casa de su siervo David, tal como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde antiguo: Salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecen, para hacer misericordia con nuestros padres y para acordarse de su santo pacto. Este es el juramento que juró a Abraham nuestro padre, para concedernos que, una vez rescatados de las manos de los enemigos, le sirvamos sin temor, en santidad y en justicia delante de él todos nuestros días. Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo; porque irás delante del Señor para preparar sus caminos; para dar a su pueblo conocimiento de salvación en el perdón de sus pecados; a causa de la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la luz de la aurora nos visitará de lo alto; para alumbrar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por caminos de paz. Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu, y estaba en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel. Aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de César Augusto, para levantar un censo de todo el mundo habitado. Este primer censo se realizó mientras Cirenio era gobernador de Siria. Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. Entonces José también subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, porque él era de la casa y de la familia de David, para inscribirse con María, su esposa, quien estaba encinta. Aconteció que, mientras ellos estaban allí, se cumplieron los días de su alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito. Le envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Había pastores en aquella región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y un ángel del Señor se presentó ante ellos, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y temieron con gran temor. Pero el ángel les dijo: —No temáis, porque he aquí os doy buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. Y esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. De repente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: —¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad! Aconteció que, cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se decían unos a otros: —Pasemos ahora mismo hasta Belén y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a conocer. Fueron de prisa y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verle, dieron a conocer lo que les había sido dicho acerca de este niño. Todos los que oyeron se maravillaron de lo que los pastores les dijeron; pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como les había sido dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús, nombre que le fue puesto por el ángel antes que él fuese concebido en el vientre. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos conforme a la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarle al Señor (así como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abre la matriz será llamado santo al Señor) y para dar la ofrenda conforme a lo dicho en la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones de paloma. He aquí, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre era justo y piadoso; esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba sobre él. A él le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viera al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, entró en el templo; y cuando los padres trajeron al niño Jesús para hacer con él conforme a la costumbre de la ley, Simeón le tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: —Ahora, Soberano Señor, despide a tu siervo en paz conforme a tu palabra; porque mis ojos han visto tu salvación que has preparado en presencia de todos los pueblos: luz para revelación de las naciones y gloria de tu pueblo Israel. Su padre y su madre se maravillaban de las cosas que se decían de él. Y Simeón los bendijo y dijo a María su madre: —He aquí, éste es puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel y para señal que será contradicha, para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones. Y una espada traspasará tu misma alma. También estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su matrimonio; y había quedado como viuda hasta ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo con ayunos y oraciones de noche y de día. En la misma hora acudió al templo y daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. Cuando cumplieron con todos los requisitos de la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. Iban sus padres todos los años a Jerusalén, para la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. Una vez acabados los días de la fiesta, mientras ellos volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén; y sus padres no lo supieron. Suponiendo que él estaba en la caravana, fueron un día de camino y le buscaban entre los parientes y los conocidos. Como no le encontraron, volvieron a Jerusalén buscándole. Aconteció que después de tres días, le encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas. Cuando le vieron, se maravillaron, y su madre le dijo: —Hijo, ¿por qué has hecho así con nosotros? He aquí, tu padre y yo te buscábamos con angustia. Entonces él les dijo: —¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar? Pero ellos no entendieron el dicho que les habló. Descendió con ellos y fue a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres. En el año quince del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de las regiones de Iturea y de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia; en tiempo de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan hijo de Zacarías, en el desierto. Entonces él anduvo por toda la región alrededor del Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados, como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: Voz del que proclama en el desierto: "Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. Todo valle será rellenado, y toda montaña y colina serán rebajadas. Los senderos torcidos serán enderezados; y los caminos ásperos, allanados; y toda carne verá la salvación de Dios." Juan, pues, decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: —¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Producid, pues, fruto digno de arrepentimiento y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: "A Abraham tenemos por padre." Porque os digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham. También el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Las multitudes le preguntaban diciendo: —Pues, ¿qué haremos? Respondiendo les decía: —El que tiene dos túnicas dé al que no tiene, y el que tiene comida haga lo mismo. También fueron unos publicanos para ser bautizados y le preguntaron: —Maestro, ¿qué haremos? El les decía: —No cobréis más de lo que os está ordenado. También unos soldados le preguntaban diciendo: —Y nosotros, ¿qué haremos? El les dijo: —No hagáis extorsión ni denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con vuestros salarios. Como el pueblo estaba a la expectativa, y todos especulaban en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo, Juan respondió a todos, diciendo: —Yo, a la verdad, os bautizo en agua. Pero viene el que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado. El os bautizará en el Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano para limpiar su era y juntar el trigo en su granero, pero quemará la paja en el fuego que nunca se apagará. Así que, exhortando con estas y otras muchas cosas, anunciaba las buenas nuevas al pueblo. Pero el tetrarca Herodes, cuando fue reprendido por Juan respecto de Herodía, la mujer de su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho, añadió a todo también esto: Encerró a Juan en la cárcel. Aconteció que, en el tiempo en que todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado. Y mientras oraba, el cielo fue abierto, y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como paloma. Luego vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia." Al comenzar su ministerio, Jesús tenía como treinta años. El era (según se creía) hijo de José, hijo de Elí, hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José, hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai, hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá, hijo de Joanán, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er, hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim, hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán, hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Boaz, hijo de Salá, hijo de Najsón, hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Arní, hijo de Hesrón, hijo de Fares, hijo de Judá, hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor, hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sélaj, hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán, hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios. Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto, por cuarenta días, y era tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días; y cuando fueron cumplidos, tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo: —Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan. Jesús le respondió: —Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre. Al llevarle a una altura, le mostró todos los reinos de la tierra en un momento. Y el diablo le dijo: —A ti te daré toda autoridad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y la doy a quien yo quiero. Por esto, si tú me adoras, todo será tuyo. Respondiendo Jesús, le dijo: —Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. Y le llevó a Jerusalén y le puso de pie sobre el pináculo del templo, y le dijo: —Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo. Porque escrito está: A sus ángeles dará órdenes acerca de ti para que te guarden, y en sus manos te llevarán, de modo que nunca tropieces con tu pie en piedra. Respondiendo Jesús le dijo: —Dicho está: No pondrás a prueba al Señor tu Dios. Cuando el diablo acabó toda tentación, se apartó de él por algún tiempo. Entonces Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y su fama se difundió por toda la tierra de alrededor. El enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos. Fue a Nazaret, donde se había criado, y conforme a su costumbre, el día sábado entró en la sinagoga, y se levantó para leer. Se le entregó el rollo del profeta Isaías; y cuando abrió el rollo, encontró el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año agradable del Señor. Después de enrollar el libro y devolverlo al ayudante, se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a decirles: —Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos. Todos daban testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: —¿No es éste el hijo de José? Entonces él les dijo: —Sin duda, me diréis este refrán: "Médico, sánate a ti mismo. Hemos oído que sucedieron tantas cosas en Capernaúm; haz lo mismo también aquí en tu tierra." —Y añadió—: De cierto os digo, que ningún profeta es aceptado en su tierra. Pero en verdad os digo que había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. También había muchos leprosos en Israel en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino el sirio Naamán. Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira, y se levantaron y le echaron fuera de la ciudad. Luego le llevaron hasta un precipicio del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él pasó por en medio de ellos y se fue. Entonces descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea, y les enseñaba los sábados. Y se asombraban de su enseñanza, porque su palabra era con autoridad. Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, y él exclamó a gran voz: —¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé quién eres: ¡el Santo de Dios! Jesús le reprendió, diciendo: —¡Cállate y sal de él! Entonces el demonio salió de él, derribándole allí en medio de todos, pero sin hacerle ningún daño. Todos quedaron asombrados y hablaban entre sí diciendo: —¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen? Y su fama se divulgaba por todos los lugares de la región. Levantándose Jesús, se apartó de la sinagoga y entró en casa de Simón. Y la suegra de Simón estaba postrada con una fuerte fiebre, y le rogaron por ella. El se inclinó hacia ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre la dejó; y en seguida ella se levantó y comenzó a servirles. Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas dolencias los trajeron a él. Y él, al poner las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. Y también de muchos salían demonios, dando gritos y diciendo: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque ellos sabían que él era el Cristo. Siendo ya de día, salió y se fue a un lugar desierto, y las multitudes le buscaban. Acudieron a él y le detenían para que no se apartara de ellos. Pero él les dijo: "Me es necesario anunciar el evangelio del reino de Dios a otras ciudades también, porque para esto he sido enviado." E iba predicando por las sinagogas de Galilea. Aconteció que, mientras las multitudes se agolpaban sobre él y escuchaban la palabra de Dios, Jesús estaba de pie junto al lago de Genesaret, y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían salido de ellas y estaban lavando sus redes. Al entrar él en una de las barcas, la cual pertenecía a Simón, pidió a éste que la apartase de tierra un poco. Luego se sentó y enseñaba a las multitudes desde la barca. Cuando acabó de hablarles, dijo a Simón: —Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Simón le respondió y dijo: —Maestro, toda la noche hemos trabajado duro y no hemos pescado nada. Pero por tu palabra echaré la red. Cuando lo hicieron, atraparon una gran cantidad de peces, y sus redes se rompían. Hicieron señas a sus compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de manera que se hundían. Y Simón Pedro, al verlo, cayó de rodillas ante Jesús exclamando: —¡Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador! Por la pesca que habían logrado, el temor se apoderó de Pedro y de todos los que estaban con él, y de igual manera de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: —No temas; de aquí en adelante estarás pescando hombres. Después de sacar las barcas a tierra, lo dejaron todo y le siguieron. Aconteció que, estando Jesús en una de las ciudades, he aquí había un hombre lleno de lepra. El vio a Jesús, y postrándose sobre su rostro, le rogó diciendo: —Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces extendió la mano y le tocó diciendo: —Quiero. ¡Sé limpio! Al instante la lepra desapareció de él. Y Jesús le mandó que no se lo dijera a nadie; más bien, le dijo: —Vé y muéstrate al sacerdote y da por tu purificación la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos. Sin embargo, su fama se extendía cada vez más, y se juntaban a él muchas multitudes para oírle y para ser sanadas de sus enfermedades. Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba. Y aconteció en uno de esos días que Jesús estaba enseñando, y estaban sentados allí unos fariseos y maestros de la ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para sanar. Y he aquí, unos hombres traían sobre una camilla a un hombre que era paralítico, y procuraban llevarlo adentro y ponerlo delante de Jesús. Al no encontrar cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa y juntamente con la camilla, le bajaron por el tejado en medio, delante de Jesús. Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: —Hombre, tus pecados te son perdonados. Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a razonar diciendo: —¿Quién es éste, que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Pero Jesús, dándose cuenta de los razonamientos de ellos, respondió y les dijo: —¿Qué razonáis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil? ¿Decir: "Tus pecados te son perdonados," o decir: "Levántate y anda"? Pero para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, —dijo al paralítico—: A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa! De inmediato se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que estaba recostado y se fue a su casa glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Fueron llenos de temor y decían: —¡Hoy hemos visto maravillas! Después de esto, Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el lugar de los tributos públicos. Y le dijo: —¡Sígueme! El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. Entonces Leví le hizo un gran banquete en su casa, y había un gran número de publicanos y otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban contra los discípulos de él, diciendo: —¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores? Respondiendo Jesús les dijo: —Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. Entonces ellos le dijeron: —Los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben. Jesús les dijo: —¿Acaso podéis hacer que los que están de bodas ayunen mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado. Entonces, en aquellos días ayunarán. Les decía también una parábola: —Nadie corta un parche de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De otra manera, el vestido nuevo se rompe, y el parche tomado del nuevo no armoniza con lo viejo. Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos. De otra manera, el vino nuevo romperá los odres; el vino se derramará, y los odres se perderán. Pero el vino nuevo debe ser echado en odres nuevos. Y ninguno que bebe lo añejo quiere el nuevo, porque dice: "Lo añejo es lo mejor." Aconteció que Jesús pasaba por los sembrados en sábado, y sus discípulos arrancaban espigas y las comían, restregándolas con las manos. Y algunos de los fariseos dijeron: —¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los sábados? Respondiéndoles, Jesús dijo: —¿No habéis leído qué hizo David cuando tuvo hambre él y también los que estaban con él? Entró en la casa de Dios, tomó los panes de la Presencia, que no es lícito comer, sino sólo a los sacerdotes, y comió y dio también a los que estaban con él. —También les decía—: El Hijo del Hombre es Señor del sábado. Aconteció en otro sábado que él entró en la sinagoga y enseñaba. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba paralizada. Los escribas y los fariseos le acechaban para ver si le sanaría en sábado, para hallar de qué acusarle. Pero él, conociendo los razonamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: —Levántate y ponte en medio. El se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo: —Yo os pregunto: ¿Es lícito en el sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla? Y mirándolos a todos en derredor, dijo al hombre: —Extiende tu mano. El lo hizo, y su mano le fue restaurada. Entonces ellos se llenaron de enojo y discutían los unos con los otros qué podrían hacer con Jesús. Aconteció en aquellos días que Jesús salió al monte para orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió a doce, a quienes también llamó apóstoles: a Simón al cual también llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Jacobo y a Juan; a Felipe y a Bartolomé; a Mateo y a Tomás; a Jacobo hijo de Alfeo, y a Simón llamado el Zelote; a Judas hijo de Jacobo, y a Judas Iscariote, que también llegó a ser el traidor. Descendió con ellos y se detuvo en una llanura, junto con una multitud de sus discípulos y un gran número de personas de toda Judea, de Jerusalén, y de las costas de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle y para ser sanados de sus enfermedades. Los que eran atormentados por espíritus inmundos eran sanados, y toda la gente procuraba tocarle; porque salía poder de él, y sanaba a todos. Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía: "Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. "Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. "Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. "Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os apartan de sí y os vituperan, y desechan vuestro nombre como si fuera malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día y saltad de alegría, porque he aquí vuestro galardón es grande en el cielo; pues así hacían sus padres a los profetas. "Pero ¡ay de vosotros los ricos! Porque estáis recibiendo vuestro consuelo. "¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! Porque tendréis hambre. "¡Ay de vosotros, los que ahora os reís! Porque lamentaréis y lloraréis. "¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablan bien de vosotros! Porque así hacían sus padres con los falsos profetas. "Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen y orad por los que os maltratan. Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo vuelvas a pedir. "Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si dais prestado a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores dan prestado a los pecadores para recibir otro tanto. "Más bien, amad a vuestros enemigos y haced bien y dad prestado sin esperar ningún provecho. Entonces vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y los perversos. Sed misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. "No juzguéis, y no seréis juzgados. No condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, sacudida y rebosante se os dará en vuestro regazo. Porque con la medida con que medís, se os volverá a medir." Entonces les dijo una parábola: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? El discípulo no es superior a su maestro, pero cualquiera que es plenamente instruido será como su maestro. ¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano pero dejas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que yo saque la brizna de tu ojo’, sin que mires la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la brizna que está en el ojo de tu hermano. "No es buen árbol el que da malos frutos, ni es árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol es conocido por su fruto; pues no se recogen higos de los espinos, ni tampoco se vendimian uvas de una zarza. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón, presenta lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón, presenta lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca. "¿Por qué me llamáis: ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo? Yo os mostraré a qué es semejante todo aquel que viene a mí y oye mis palabras, y las hace. Es semejante a un hombre que al edificar una casa cavó profundo y puso los cimientos sobre la roca. Y cuando vino una inundación, el torrente golpeó con ímpetu contra aquella casa, y no la pudo mover, porque había sido bien construida. Pero el que oye y no hace es semejante a un hombre que edificó su casa sobre tierra, sin cimientos. El torrente golpeó con ímpetu contra ella; en seguida cayó, y fue grande la ruina de aquella casa." Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en Capernaúm. Y el siervo de cierto centurión, a quien él tenía en mucha estima, estaba enfermo y a punto de morir. Cuando oyó hablar de Jesús, le envió ancianos de los judíos para rogarle que fuera y sanara a su siervo. Ellos fueron a Jesús y le rogaban con insistencia, diciéndole: —El es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación y él mismo nos edificó la sinagoga. Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban muy lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos para decirle: —Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Por eso, no me tuve por digno de ir a ti. Más bien, di la palabra, y mi criado será sanado. Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Y digo a éste: "Vé," y él va; digo al otro: "Ven," y él viene; y digo a mi siervo: "Haz esto," y él lo hace. Cuando Jesús oyó esto, se maravilló de él; y dándose vuelta, dijo a la gente que le seguía: —¡Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe! Cuando volvieron a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo. Aconteció que poco después él fue a la ciudad que se llama Naín. Sus discípulos y una gran multitud le acompañaban. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un muerto, el único hijo de su madre, la cual era viuda. Bastante gente de la ciudad la acompañaba. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: —No llores. Luego se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces le dijo: —Joven, a ti te digo: ¡Levántate! Entonces el que había muerto se sentó y comenzó a hablar. Y Jesús lo entregó a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios diciendo: —¡Un gran profeta se ha levantado entre nosotros! ¡Dios ha visitado a su pueblo! Y esto que se decía de él se difundió por toda Judea y por toda la tierra de alrededor. A Juan le informaron sus discípulos acerca de todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos y los envió al Señor, para preguntarle: "¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?" Cuando los hombres vinieron a Jesús, le dijeron: —Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: "¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?" En aquella hora Jesús sanó a muchos de enfermedades, de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo les dijo: —Id y haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncia el evangelio. Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí. Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a las multitudes: —¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropa delicada? He aquí, los que llevan ropas lujosas y viven en placeres están en los palacios reales. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? ¡Sí, os digo, y más que profeta! El es aquel de quien está escrito: He aquí envío mi mensajero delante de tu rostro, quien preparará tu camino delante de ti. Os digo que entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él. Al oírle, todo el pueblo y los publicanos justificaron a Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron el propósito de Dios para ellos, no siendo bautizados por él. —¿A qué, pues, compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué son semejantes? Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza, y gritan los unos a los otros, diciendo: "Os tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos canciones de duelo, y no llorasteis." Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: "¡Demonio tiene!" Ha venido el Hijo del Hombre que come y bebe, y decís: "¡He allí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores!" Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos. Uno de los fariseos le pidió que comiera con él; y cuando entró en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. Y he aquí, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, una mujer que era pecadora en la ciudad llevó un frasco de alabastro con perfume. Y estando detrás de Jesús, a sus pies, llorando, comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas; y los secaba con los cabellos de su cabeza. Y le besaba los pies y los ungía con el perfume. Al ver esto el fariseo que le había invitado a comer, se dijo a sí mismo: —Si éste fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, porque es una pecadora. Entonces, respondiendo Jesús le dijo: —Simón, tengo algo que decirte. El dijo: —Di, Maestro. —Cierto acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. Como ellos no tenían con qué pagar, perdonó a ambos. Entonces, ¿cuál de éstos le amará más? Respondiendo Simón dijo: —Supongo que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: —Has juzgado correctamente. Y vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: —¿Ves esta mujer? Yo entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; pero ésta ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. Tú no me diste un beso, pero desde que entré, ésta no ha cesado de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza con aceite, pero ésta ha ungido mis pies con perfume. Por lo cual, te digo que sus muchos pecados son perdonados, puesto que amó mucho. Pero al que se le perdona poco, poco ama. —Y a ella le dijo—: Tus pecados te son perdonados. Los que estaban con él a la mesa comenzaron a decir entre sí: —¿Quién es éste, que hasta perdona pecados? Entonces Jesús dijo a la mujer: —Tu fe te ha salvado; vete en paz. Aconteció después, que él andaba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios. Los doce iban con él, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios; Juana, la mujer de Cuza, administrador de Herodes; Susana, y muchas otras. Ellas les servían con sus bienes. Juntándose una gran multitud y los que de cada ciudad acudían a él, les habló por medio de una parábola: "Un sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y fue pisoteada; y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la roca, y cuando creció, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos crecieron al mismo tiempo y la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y cuando creció, llevó fruto a ciento por uno." Hablando de estas cosas, exclamó: "El que tiene oídos para oír, oiga." Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola. Y él dijo: "A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. "Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Los de junto al camino son los que oyen, pero luego viene el diablo y quita la palabra de sus corazones, para que no crean y sean salvos. Los de sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo. Pero éstos no tienen raíz; por un tiempo creen y en el tiempo de la prueba se apartan. En cuanto a la parte que cayó entre los espinos, éstos son los que oyeron; pero mientras siguen su camino, son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a la madurez. Pero en cuanto a la parte que cayó en buena tierra, éstos son los que, al oír con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída; y llevan fruto con perseverancia. "Ninguno que enciende una lámpara la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni nada escondido que no haya de ser conocido y salir en claro. "Mirad, pues, cómo oís; porque a cualquiera que tenga, le será dado, y a cualquiera que no tenga, aun lo que piense tener le será quitado." Vinieron hacia él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar a él a causa de la multitud. Entonces se le avisó: —Tu madre y tus hermanos están fuera, deseando verte. Pero él respondiendo les dijo: —Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la hacen. Aconteció en uno de aquellos días, que él entró en una barca, y también sus discípulos. Y les dijo: —Pasemos a la otra orilla del lago. Y zarparon. Pero mientras ellos navegaban, él se durmió. Entonces se desencadenó una tempestad de viento en el lago, y ellos se anegaban y peligraban. Acercándose a él, le despertaron diciendo: —¡Maestro, Maestro! ¡Perecemos! Y despertándose, reprendió al viento y al oleaje del agua; y cesaron, y se hizo bonanza. Entonces les dijo: —¿Dónde está vuestra fe? Atemorizados, se maravillaron diciéndose los unos a los otros: —¿Quién es éste, que manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen? Navegaron a la tierra de los gadarenos, que está frente a Galilea. Al bajarse él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad, el cual tenía demonios. Desde hacía mucho tiempo no había llevado ropa, ni vivía en una casa, sino entre los sepulcros. Pero cuando vio a Jesús, exclamó, se postró delante de él y dijo a gran voz: —¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes! Porque Jesús había mandado al espíritu inmundo que saliera del hombre, pues se había apoderado de él desde hacía mucho tiempo. Para guardarlo, lo ataban con cadenas y con grillos, pero rompiendo las ataduras era impelido por el demonio a los desiertos. Jesús le preguntó, diciendo: —¿Cómo te llamas? Y él dijo: —Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él; y le rogaban que no los mandase al abismo. Había allí un hato de muchos cerdos que pacía en la montaña; y le rogaron que les dejase entrar en aquéllos, y él les dio permiso. Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó. Los que apacentaban los cerdos, al ver lo que había acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos. Y salieron a ver lo que había acontecido. Fueron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. Los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado aquel endemoniado. Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos le rogó que se apartara de ellos, porque tenían mucho temor. Jesús subió a la barca y regresó. El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él. Pero Jesús le respondió diciendo: —Vuelve a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios por ti. Y él se fue, proclamando por toda la ciudad cuán grandes cosas Jesús había hecho por él. Al regresar Jesús, toda la gente le recibió gozosa, porque todos le esperaban. Y he aquí vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Se postró a los pies de Jesús y le imploró que fuese a su casa, porque tenía una hija única, de unos doce años, que se estaba muriendo. Mientras él iba, las multitudes le apretujaban. Y una mujer, que padecía de hemorragia desde hacía doce años (la cual, aunque había gastado todo su patrimonio en médicos, no pudo ser sanada por nadie), se le acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús. De inmediato se detuvo su hemorragia. Entonces dijo Jesús: —¿Quién es el que me ha tocado? Y como todos negaban, Pedro le dijo: —Maestro, las multitudes te aprietan y presionan. Jesús dijo: —Alguien me ha tocado, porque yo sé que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, fue temblando; y postrándose delante de él, declaró ante todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo había sido sanada al instante. El le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz. Mientras él aún hablaba, vino uno de la casa del principal de la sinagoga para decirle: —Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro. Al oír esto, Jesús le respondió: —No temas; sólo cree, y ella será salva. Cuando llegó a la casa, no dejó entrar consigo a nadie, sino sólo a Pedro, a Juan, a Jacobo, y al padre y a la madre de la niña. Todos lloraban y lamentaban por ella. Pero él dijo: —No lloréis. Ella no ha muerto, sino que duerme. Ellos se burlaban de él, sabiendo que ella había muerto. Pero él la tomó de la mano, y habló a gran voz diciendo: —Niña, levántate. Entonces su espíritu volvió a ella, y al instante se levantó. Y él ordenó que le diesen de comer. Sus padres quedaron atónitos, y él les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido. Reuniendo a los doce, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. Los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Y les dijo: —No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos túnicas. En cualquier casa en que entréis, permaneced allí, y de allí salid. Y dondequiera que no os reciban, al salir de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies como testimonio contra ellos. Y saliendo, pasaban de aldea en aldea, anunciando el evangelio y sanando por todas partes. El tetrarca Herodes oyó de todo lo que estaba pasando; y estaba perplejo, porque algunos decían que Juan había resucitado de los muertos. Otros decían que Elías había aparecido, y otros que alguno de los antiguos profetas había resucitado. Pero Herodes dijo: "A Juan yo lo decapité. ¿Quién, pues, es éste de quien escucho tales cosas?" Y procuraba verle. Cuando los apóstoles regresaron, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Y él los tomó consigo y se retiró aparte a la ciudad llamada Betsaida. Pero al saberlo las multitudes, le siguieron; y él los recibió y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de ser sanados. El día comenzó a declinar, y los doce se acercaron a él y le dijeron: —Despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los campos de alrededor, y se alojen y hallen comida, porque aquí estamos en un lugar desierto. El les dijo: —Dadles vosotros de comer. Pero ellos dijeron: —No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros y compremos comida para todo este pueblo. Porque eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: —Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno. Y así lo hicieron, haciendo que todos se sentaran. Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y alzando los ojos al cielo, los bendijo. Luego los partió e iba dando a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente. Todos comieron y se saciaron, y de lo que sobró recogieron doce canastas de pedazos. Aconteció que, mientras él estaba orando aparte, sus discípulos estaban con él, y les preguntó diciendo: —¿Quién dice la gente que soy yo? Respondiendo ellos dijeron: —Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas ha resucitado. Y les dijo: —Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Entonces Pedro respondiendo dijo: —El Cristo de Dios. Pero él les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Y les dijo: —Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y que sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y que resucite al tercer día. Decía entonces a todos: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre si gana el mundo entero y se destruye o se pierde a sí mismo? Pues el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria y la del Padre y la de los santos ángeles. Y os digo, en verdad, que hay algunos de los que están aquí presentes que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios. Aconteció, como ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. Y mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y sus vestiduras se hicieron blancas y resplandecientes. Y he aquí, dos hombres hablaban con él. Eran Moisés y Elías, quienes aparecieron en gloria y hablaban de su partida, que él iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y los otros con él estaban cargados de sueño; pero se mantuvieron vigilando y vieron su gloria y a dos hombres que estaban con él. Aconteció que, mientras aquéllos se apartaban de él, Pedro dijo a Jesús, sin saber lo que decía: —Maestro, nos es bueno estar aquí. Levantemos, pues, tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Mientras él estaba diciendo esto, vino una nube y les hizo sombra. Y ellos tuvieron temor cuando entraron en la nube. Entonces de la nube salió una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Escogido. A él oíd." Cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo. Y ellos callaron, y en aquellos días no dijeron a nadie nada de lo que habían visto. Aconteció al día siguiente, cuando habían bajado del monte, que una gran multitud le salió al encuentro. Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: —Maestro, te ruego que veas a mi hijo, que es el único que tengo. He aquí un espíritu le toma, y de repente grita y le convulsiona con espumarajos; le hace pedazos y difícilmente se aparta de él. Yo rogué a tus discípulos que le echasen fuera, pero no pudieron. Respondiendo Jesús, dijo: —¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros y os soportaré? Trae a tu hijo acá. Y mientras aún se acercaba, el demonio le derribó y le convulsionó. Pero Jesús reprendió al espíritu inmundo y sanó al muchacho, y se lo entregó a su padre. Y todos se maravillaban de la grandeza de Dios. Como todos se maravillaban de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: —Poned en vuestros oídos estas palabras, porque el Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres. Pero ellos no entendían este dicho, pues les estaba encubierto para que no lo percibieran. Y temían preguntarle acerca de este dicho. Entonces hubo una discusión entre los discípulos: cuál de ellos sería el más importante. Pero Jesús, percibiendo los razonamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso a su lado, y les dijo: —Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre me recibe a mí; y cualquiera que me reciba a mí recibe al que me envió. Porque el que es más pequeño entre todos vosotros, éste es el más importante. Entonces respondiendo Juan dijo: —Maestro, vimos a cierto hombre echando fuera demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros. Jesús le dijo: —No se lo prohibáis. Porque el que no es contra vosotros, por vosotros es. Aconteció que, cuando se cumplía el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos, pero no le recibieron porque vieron en su cara que iba a Jerusalén. Al ver esto sus discípulos Jacobo y Juan, le dijeron: —Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma? El se dio vuelta y los reprendió, y fueron a otra aldea. Mientras ellos iban por el camino, cierto hombre le dijo: —¡Te seguiré a dondequiera que vayas! Jesús le dijo: —Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Dijo a otro: —Sígueme. Pero él dijo: —Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre. Y Jesús le dijo: —Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, ¡vé y anuncia el reino de Dios! Entonces también dijo otro: —Te seguiré, Señor, pero primero permite que me despida de los que están en mi casa. Pero Jesús le dijo: —Ninguno que ha puesto su mano en el arado y sigue mirando atrás, es apto para el reino de Dios. Después de estas cosas, el Señor designó a otros setenta, a los cuales envió delante de sí de dos en dos, a toda ciudad y lugar a donde él había de ir. Y les decía: "A la verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. ¡Id! He aquí yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforjas, ni calzado; ni saludéis a nadie por el camino. "En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: ‘Paz sea a esta casa.’ Si hay allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; pero si no, volverá a vosotros. Posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No andéis de casa en casa. En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante. Sanad a los enfermos que haya allí y decidles: ‘El reino de Dios se ha acercado a vosotros.’ "Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid a sus calles y decid: ‘Aun el polvo de vuestra ciudad que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero sabed esto: que el reino de Dios se ha acercado.’ Os digo que en aquel día será más tolerable para Sodoma que para aquella ciudad. "¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si se hubieran realizado en Tiro y en Sidón los hechos poderosos que han sido realizados en vosotras, desde hace tiempo se habrían arrepentido sentados en saco y ceniza. Por lo tanto, en el juicio será más tolerable para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Capernaúm, ¿serás exaltada hasta el cielo? ¡Hasta el Hades serás hundida! "El que os escucha me escucha a mí; el que os rechaza me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza al que me envió." Los setenta volvieron con gozo, diciendo: —Señor, ¡aun los demonios se nos sujetan en tu nombre! El les dijo: —Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí, os doy autoridad de pisar serpientes, escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo; y nada os dañará. Sin embargo, no os regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujeten; sino regocijaos de que vuestros nombres están inscritos en los cielos. En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu Santo y dijo: "Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. "Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar." Volviéndose a los discípulos les dijo aparte: —Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis. Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron. Y he aquí, cierto maestro de la ley se levantó para probarle, diciendo: —Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna? Y él le dijo: —¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? El le respondió diciendo: —Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Le dijo: —Has respondido bien. Haz esto y vivirás. Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: —¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús dijo: —Cierto hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, quienes le despojaron de su ropa, le hirieron y se fueron, dejándole medio muerto. Por casualidad, descendía cierto sacerdote por aquel camino; y al verle, pasó de largo. De igual manera, un levita también llegó al lugar; y al ir y verle, pasó de largo. Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó cerca de él; y al verle, fue movido a misericordia. Acercándose a él, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino. Y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos denarios y los dio al mesonero diciéndole: "Cuídamelo, y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva." ¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de ladrones? El dijo: —El que hizo misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: —Vé y haz tú lo mismo. Prosiguiendo ellos su camino, él entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies del Señor y escuchaba su palabra. Pero Marta estaba preocupada con muchos quehaceres, y acercándose dijo: —Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado servir sola? Dile, pues, que me ayude. Pero respondiendo el Señor le dijo: —Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. Pues María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada. Aconteció que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: —Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. El les dijo: —Cuando oréis, decid: "Padre nuestro que estás en los cielos: Santificado sea tu nombre; venga tu reino; sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy; y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal." Les dijo también: —Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo y va a él a la medianoche y le dice: "Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado a mí un amigo de viaje, y no tengo nada que poner delante de él." ¿Le responderá aquél desde adentro: "No me molestes; ya está cerrada la puerta, y mis niños están conmigo en la cama; no puedo levantarme para dártelos"? Os digo que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, ciertamente por la insistencia de aquél se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá. ¿Qué padre de entre vosotros, si su hijo le pide pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? O si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que le pidan? Jesús estaba echando fuera un demonio que era mudo. Y aconteció que, cuando salió el demonio, el mudo habló. Las muchedumbres se asombraron, pero algunos de ellos dijeron: —Por Beelzebul, el príncipe de los demonios, echa fuera a los demonios. Otros, para probarle, pedían de él una señal del cielo. Pero como conocía los razonamientos de ellos, les dijo: —Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado, y cae casa sobre casa. Y si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá en pie su reino? Pues decís que por Beelzebul yo echo fuera los demonios. Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebul, ¿por quién los echan fuera vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Cuando el hombre fuerte y armado guarda su propia casa, sus posesiones están en paz. Pero si viene uno más fuerte que él y le vence, le toma todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos. El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama. Cuando el espíritu inmundo ha salido de un hombre, anda por lugares secos buscando reposo, y al no hallarlo, dice: "Volveré a mi casa de donde salí." Y cuando regresa, la halla barrida y adornada. Entonces va y trae otros siete espíritus peores que él. Y después de entrar, habitan allí; y el estado final de aquel hombre llega a ser peor que el primero. Mientras él decía estas cosas, aconteció que una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: —¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que mamaste! Y él dijo: —Más bien, bienaventurados son los que oyen la palabra de Dios y la guardan. Y apiñándose las multitudes, él comenzó a decir: "Esta generación es una generación malvada. Pide señal, y no le será dada ninguna señal, sino la señal de Jonás. Porque como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, así también lo será el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará, porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón. ¡Y he aquí uno mayor que Salomón está en este lugar! Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron ante la predicación de Jonás. ¡Y he aquí uno mayor que Jonás está en este lugar! "Al encender una lámpara nadie la pone en oculto, ni debajo de un cajón, sino sobre un candelero para que todos los que entren vean la luz. La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está lleno de luz. Pero cuando es malo, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz y no tiene ninguna parte oscura, estará todo lleno de luz como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor." Cuando Jesús acabó de hablar, un fariseo le rogó que comiese con él; y habiendo entrado Jesús en su casa, se sentó a la mesa. Y el fariseo se asombró al ver que no se lavó antes de comer. Entonces el Señor le dijo: —Vosotros los fariseos limpiáis el exterior de la copa o del plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera no hizo también lo de dentro? Pero dad con misericordia de las cosas que están dentro, y he aquí, todas las cosas os serán limpias. ¡Ay de vosotros, fariseos! Porque diezmáis la menta, la ruda y toda hortaliza, pero pasáis por alto el juicio y el amor de Dios. Es necesario hacer estas cosas, sin pasar por alto aquéllas. ¡Ay de vosotros, fariseos! Porque amáis los primeros asientos en las sinagogas y las salutaciones en las plazas. ¡Ay de vosotros! Porque sois como sepulcros ocultos, y los hombres que andan por encima no lo saben. Respondió uno de los maestros de la ley y le dijo: —Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros. Y él le dijo: —¡Ay de vosotros también, maestros de la ley! Porque imponéis a los hombres cargas que no pueden llevar, pero vosotros mismos no las tocáis ni aun con uno de vuestros dedos. ¡Ay de vosotros! Porque edificáis los sepulcros de los profetas, pero vuestros padres los mataron. Con eso, sois testigos y consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, pero vosotros edificáis sus sepulcros. Por esto, la sabiduría de Dios también dijo: "Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán;" para que de esta generación sea demandada la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, quien pereció entre el altar y el santuario. Así os digo, la sangre de ellos será demandada de esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la ley! Porque habéis quitado la llave del conocimiento. Vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo habéis impedido. Cuando salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a presionarle mucho y a provocarle a que hablase de muchas cosas, acechándole para cazar algo de su boca. En esto, habiéndose juntado una multitud de miles y miles, tanto que se pisoteaban unos a otros, él comenzó a decir primeramente a sus discípulos: "Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque no hay nada encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de ser conocido. Más bien, las cosas que habéis dicho en las tinieblas serán oídas en la luz, y lo que habéis hablado al oído en las habitaciones será pregonado en las azoteas. "Y os digo a vosotros mis amigos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después no tienen nada peor que hacer. Pero yo os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber dado muerte, tiene poder de echar en el infierno. Sí, os digo: A éste temed. ¿No se venden cinco pajaritos por dos cuartos? Pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pero aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; más valéis vosotros que muchos pajaritos. "Os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; pero el que me niegue delante de los hombres será negado delante de los ángeles de Dios. A todo aquel que diga palabra en contra del Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado. "Cuando os lleven a las sinagogas y a los magistrados y autoridades, no estéis preocupados de cómo o qué responderéis, o qué habréis de decir. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella hora lo que se debe decir." Le dijo uno de la multitud: —Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. Y él le dijo: —Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o repartidor sobre vosotros? Y les dijo: —Mirad, guardaos de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Entonces les refirió una parábola, diciendo: —Las tierras de un hombre rico habían producido mucho. Y él razonaba dentro de sí, diciendo: "¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde juntar mis productos." Entonces dijo: "¡Esto haré! Derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes. Allí juntaré todo mi grano y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, alégrate." Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿para quién será?" Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios. Dijo a sus discípulos: —Por tanto, os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. La vida es más que el alimento, y el cuerpo es más que el vestido. Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan, ni tienen almacenes ni graneros; y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! ¿Quién de vosotros podrá, con afanarse, añadir un codo a su estatura? Pues si no podéis lo que es menos, ¿por qué estáis afanosos de lo demás? Considerad los lirios, cómo crecen. No trabajan, ni hilan; y os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada en el horno, ¡cuánto más hará por vosotros, hombres de poca fe! Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni estéis ansiosos. Porque todas estas cosas busca la gente del mundo; pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas. Más bien, buscad su reino, y estas cosas os serán añadidas. No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Vended vuestros bienes y dad ofrendas de misericordia. Haceos bolsas que no se envejecen, un tesoro inagotable en los cielos, donde no se acerca el ladrón, ni la polilla destruye. Porque donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. Estén ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas. Y sed vosotros semejantes a los siervos que esperan a su señor cuando ha de volver de las bodas, para que le abran al instante en que llegue y llame. Bienaventurados aquellos siervos a quienes el señor les encuentre velando cuando llegue. De cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa, y viniendo les servirá. Aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los halla así, ¡bienaventurados aquellos siervos! Sabed que si el dueño de casa hubiera sabido a qué hora habría de venir el ladrón, no habría permitido que forzara la entrada a su casa. Vosotros también estad preparados, porque a la hora que no penséis, vendrá el Hijo del Hombre. Entonces Pedro le dijo: —Señor, ¿dices esta parábola para nosotros, o también para todos? Y dijo el Señor: —¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente, a quien el señor pondrá sobre los de su casa para que les dé sus raciones a su debido tiempo? Bienaventurado será aquel siervo a quien, cuando su señor venga, le encuentre haciéndolo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. Pero si aquel siervo dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir" y comienza a golpear a los siervos y a las siervas, y a comer y a beber y a embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo en el día que no espera y a la hora que no sabe, y le castigará duramente y pondrá su parte con los incrédulos. Porque aquel siervo que entendió la voluntad de su señor y no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Pero el que no entendió, aunque hizo cosas dignas de azotes, recibirá pocos azotes. Porque de todo aquel a quien le ha sido dado mucho, mucho se demandará de él; y de aquel a quien confiaron mucho, se le pedirá más. He venido a echar fuego en la tierra. ¡Y cómo quisiera que ya estuviese encendido! Tengo un bautismo con que ser bautizado, ¡y cómo me angustio hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a dar paz en la tierra? ¡Os digo que no, sino a causar división! Porque de aquí en adelante cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres. El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra. Decía también a las multitudes: —Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: "Va a llover." Y así sucede. Cuando sopla el viento del sur, decís: "Hará calor." Y lo hace. ¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no sabéis interpretar este tiempo? ¿Por qué no juzgáis vosotros mismos lo que es justo? Pues cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura con diligencia arreglarte con él en el camino, no sea que te arrastre al juez y el juez te entregue al policía, y el policía te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última blanca. En aquella misma ocasión, algunos estaban allí contándole de ciertos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios. Respondiendo Jesús les dijo: "¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron estas cosas, habrán sido más pecadores que todos los galileos? Os digo que no; más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que ellos habrán sido más culpables que todos los hombres que viven en Jerusalén? Os digo que no; más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis de la misma manera." Entonces dijo esta parábola: "Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló. Entonces dijo al viñador: ‘He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?’ Entonces él le respondió diciendo: ‘Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás.’" Jesús enseñaba en una de las sinagogas en el sábado. Y he aquí una mujer que tenía espíritu de enfermedad desde hacía dieciocho años; andaba encorvada y de ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: —Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Puso las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios. Y respondiendo el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en sábado, decía a la gente: —Seis días hay en la semana en los cuales se debe trabajar. Venid, pues, en estos días y sed sanados, y no en el día de sábado. Entonces el Señor le respondió diciendo: —¡Hipócrita! ¿No desata cada uno de vosotros en sábado su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a ésta, siendo hija de Abraham, a quien Satanás ha tenido atada por dieciocho años, ¿no debía ser librada de esta atadura en el día de sábado? Cuando él decía estas cosas, todos sus adversarios se avergonzaban. Y todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas que él hacia. Por lo tanto, él decía: —¿A qué es semejante el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció y se convirtió en un árbol, y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas. Otra vez dijo: —¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado. Jesús pasaba por las ciudades y aldeas, enseñando y caminando hacia Jerusalén. Entonces alguien le dijo: —Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: —Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Después que el dueño de casa se levante y cierre la puerta, vosotros, afuera, comenzaréis a llamar a la puerta diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Pero respondiendo él os dirá: "No os conozco de dónde sois." Entonces comenzaréis a decir: "Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste." Pero os hablará diciendo: "No os conozco de dónde sois. ¡Apartaos de mí todos los que hacéis iniquidad!" Allí habrá llanto y crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y a vosotros echados fuera. Vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur; y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. He aquí, hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos. En la misma hora llegaron ciertos fariseos y le dijeron: —Sal y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. El les dijo: —Id y decid a ese zorro: "He aquí echo fuera demonios y realizo sanidades hoy y mañana, y al tercer día termino." Sin embargo, es necesario que yo siga mi camino hoy, mañana y pasado mañana; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, así como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Os digo que no me veréis más, hasta que venga el día cuando digáis: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" Aconteció un sábado, cuando él entró en casa de uno de los principales de los fariseos para comer pan, que ellos le observaban cuidadosamente. Y he aquí un hombre hidrópico estaba delante de él. Entonces respondiendo Jesús, habló a los maestros de la ley y a los fariseos, diciendo: —¿Es lícito sanar en sábado, o no? Pero ellos callaron. Entonces él le tomó, le sanó y le despidió. Y dijo a ellos: —¿Cuál de vosotros, si su hijo o su buey cae en un pozo, no lo sacará de inmediato en el día de sábado? Y no le podían responder a estas cosas. Observando a los invitados, cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió una parábola diciéndoles: —Cuando seas invitado por alguien a una fiesta de bodas, no te sientes en el primer lugar; no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y que viniendo el que os invitó a ti y al otro, te diga: "Da lugar a éste," y luego comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. Más bien, cuando seas invitado, vé y siéntate en el último lugar; para que cuando venga el que te invitó, diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Dijo también al que le había invitado: —Cuando hagas comida o cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te vuelvan a invitar a ti, y te sea hecha compensación. Pero cuando hagas banquete, llama a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos. Y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden retribuir, pero te será recompensado en la resurrección de los justos. Al oír esto, uno de los que estaban sentados juntos a la mesa le dijo: —¡Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios! Pero él le dijo: —Un hombre hizo un gran banquete e invitó a muchos. A la hora del banquete envió a su siervo para decir a los invitados: "Venid, porque ya está preparado." Pero todos a una comenzaron a disculparse. El primero dijo: "He comprado un campo y necesito salir para verlo; te ruego que me disculpes." El otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego que me disculpes." El otro dijo: "Acabo de casarme y por tanto no puedo ir." Cuando volvió el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces se enojó el dueño de casa y dijo a su siervo: "Vé pronto a las plazas y a las calles de la ciudad y trae acá a los pobres, a los mancos, a los ciegos y a los cojos." Luego dijo el siervo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y aún queda lugar." El señor dijo al siervo: "Vé por los caminos y por los callejones, y exígeles a que entren para que mi casa se llene. Pues os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron invitados gustará de mi banquete." Grandes multitudes iban con él, y él se volvió y les dijo: "Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y cualquiera que no toma su propia cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿cuál de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después de haber puesto los cimientos y al no poderla terminar, todos los que la vean comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.’ ¿O qué rey, que sale a hacer guerra contra otro rey, no se sienta primero y consulta si puede salir con diez mil al encuentro del que viene con veinte mil? De otra manera, cuando el otro rey está todavía lejos, le envía una embajada y pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo. "Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué será sazonada? No es buena ni para la tierra ni para abono; por eso la arrojan fuera. Quien tiene oídos para oír, oiga." Se acercaban a él todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: —Este recibe a los pecadores y come con ellos. Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: —¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas, y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se ha perdido, hasta hallarla? Y al hallarla, la pone sobre sus hombros gozoso, y cuando llega a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: "Gozaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido." Os digo que del mismo modo habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento. ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende una lámpara, barre la casa y busca con empeño hasta hallarla? Cuando la halla, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: "Gozaos conmigo, porque he hallado la dracma que estaba perdida." Os digo que del mismo modo hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente. Dijo además: —Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde." Y él les repartió los bienes. No muchos días después, habiendo juntado todo, el hijo menor se fue a una región lejana, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Cuando lo hubo malgastado todo, vino una gran hambre en aquella región, y él comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se allegó a uno de los ciudadanos de aquella región, el cual le envió a su campo para apacentar los cerdos. Y él deseaba saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba. Entonces volviendo en sí, dijo: "¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.’" Se levantó y fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre le vio y tuvo compasión. Corrió y se echó sobre su cuello, y le besó. El hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo." Pero su padre dijo a sus siervos: "Sacad de inmediato el mejor vestido y vestidle, y poned un anillo en su mano y calzado en sus pies. Traed el ternero engordado y matadlo. Comamos y regocijémonos, porque este mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron a regocijarse. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino, se acercó a la casa y oyó la música y las danzas. Después de llamar a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le dijo: "Tu hermano ha venido, y tu padre ha mandado matar el ternero engordado, por haberle recibido sano y salvo." Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió, pues, su padre y le rogaba que entrase. Pero respondiendo él dijo a su padre: "He aquí, tantos años te sirvo, y jamás he desobedecido tu mandamiento; y nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos. Pero cuando vino éste tu hijo que ha consumido tus bienes con prostitutas, has matado para él el ternero engordado." Entonces su padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Pero era necesario alegrarnos y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado." Dijo también a sus discípulos: "Había cierto hombre rico, el cual tenía un mayordomo; y éste fue acusado delante de él como derrochador de sus bienes. Su señor le llamó y le dijo: ‘¿Qué es esto que oigo de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás ser mayordomo.’ Entonces el mayordomo se dijo a sí mismo: ‘¿Qué haré? Porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. ¡Ya sé lo que haré para que cuando sea destituido de la mayordomía, me reciban en sus casas!’ "Entonces llamó a cada uno de los deudores de su señor, y dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’ El dijo: ‘Cien barriles de aceite.’ Y le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate y de inmediato escribe: cincuenta.’ Después dijo a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ Y él le dijo: ‘Cien medidas de trigo.’ El le dijo: ‘Toma tu recibo y escribe: ochenta.’ "Y el señor elogió al mayordomo injusto porque actuó sagazmente, pues los hijos de este mundo son en su generación más sagaces que los hijos de luz. "Y yo os digo: Con las riquezas injustas ganaos amigos para que cuando éstas lleguen a faltar, ellos os reciban en las moradas eternas. "El que es fiel en lo muy poco también es fiel en lo mucho, y el que en lo muy poco es injusto también es injusto en lo mucho. Así que, si con las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas." Los fariseos, que eran avaros, oían todas estas cosas y se burlaban de él. Y él les dijo: "Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres. Pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que entre los hombres es sublime, delante de Dios es abominación. "La Ley y los Profetas fueron hasta Juan. A partir de entonces son anunciadas las buenas nuevas del reino de Dios, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se caiga una tilde de la ley. "Cualquiera que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio. Y el que se casa con la divorciada por su marido comete adulterio. "Cierto hombre era rico, se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Y cierto pobre, llamado Lázaro, estaba echado a su puerta, lleno de llagas, y deseaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico. Aun los perros venían y le lamían las llagas. "Aconteció que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades, estando en tormentos, alzó sus ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: ‘Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.’ "Y Abraham dijo: ‘Hijo, acuérdate que durante tu vida recibiste tus bienes; y de igual manera Lázaro, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado. Además de todo esto, un gran abismo existe entre nosotros y vosotros, para que los que quieran pasar de aquí a vosotros no puedan, ni de allá puedan cruzar para acá.’ "Y él dijo: ‘Entonces te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre (pues tengo cinco hermanos), de manera que les advierta a ellos, para que no vengan también a este lugar de tormento.’ Pero Abraham dijo: ‘Tienen a Moisés y a los Profetas. Que les escuchen a ellos.’ Entonces él dijo: ‘No, padre Abraham. Más bien, si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.’ Pero Abraham le dijo: ‘Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos.’" Dijo a sus discípulos: —Es imposible que no vengan tropiezos; pero, ¡ay de aquel que los ocasione! Mejor le fuera que se le atase una piedra de molino al cuello y que fuese lanzado al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos. Mirad por vosotros mismos: Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento," perdónale. Los apóstoles dijeron al Señor: —Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: —Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: "¡Desarráigate y plántate en el mar!" Y el árbol os obedecería. ¿Y quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta, al volver éste del campo, le dirá: "Pasa, siéntate a la mesa"? Más bien, le dirá: "Prepara para que yo cene. Cíñete y sírveme hasta que yo haya comido y bebido. Después de eso, come y bebe tú." ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: "Siervos inútiles somos; porque sólo hicimos lo que debíamos hacer." Aconteció que yendo a Jerusalén, pasaba por Samaria y Galilea. Cuando entró en una aldea, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz diciendo: —¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: —Id, mostraos a los sacerdotes. Aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, al ver que había sido sanado, volvió glorificando a Dios en alta voz. Y se postró sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias. Y éste era samaritano. Y respondiendo Jesús dijo: —¿No eran diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quién volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero? —Y le dijo—: Levántate, vete; tu fe te ha salvado. Y cuando los fariseos le preguntaron acerca de cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió diciendo: —El reino de Dios no vendrá con advertencia. No dirán: "¡Mirad, aquí está!" o "¡Allí está!" Porque el reino de Dios está en medio de vosotros. Dijo a sus discípulos: —Vendrá el tiempo cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo veréis. Os dirán: "¡Mirad, aquí está!" o "¡Mirad, allí está!" Pero no vayáis ni les sigáis. Porque como el relámpago que resplandece ilumina el cielo de un extremo al otro, así también será el Hijo del Hombre en su día. Pero primero es necesario que él padezca mucho y sea rechazado por esta generación. Como pasó en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre: Ellos comían y bebían; se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo, también será como pasó en los días de Lot: Comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y edificaban; pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será en el día en que se manifieste el Hijo del Hombre. En aquel día, el que esté en la azotea y sus cosas estén en la casa, no descienda para tomarlas. Asimismo, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Cualquiera que procure salvar su vida, la perderá; y cualquiera que la pierda, la conservará. Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado. Respondiendo le preguntaron: —¿Dónde, Señor? Y él dijo: —Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres. Les refirió también una parábola acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar. Les dijo: "En cierta ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba al hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: ‘Hazme justicia contra mi adversario.’ El no quiso por algún tiempo, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque ni temo a Dios ni respeto al hombre, le haré justicia a esta viuda, porque no me deja de molestar; para que no venga continuamente a cansarme.’" Entonces dijo el Señor: "Oíd lo que dice el juez injusto. ¿Y Dios no hará justicia a sus escogidos que claman a él de día y de noche? ¿Les hará esperar? Os digo que los defenderá pronto. Sin embargo, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" Dijo también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como que eran justos y menospreciaban a los demás: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba consigo mismo de esta manera: ‘Dios, te doy gracias que no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo.’ Pero el publicano, de pie a cierta distancia, no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, sé propicio a mí, que soy pecador.’ Os digo que éste descendió a casa justificado en lugar del primero. Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido." También le presentaban los niños pequeños para que los tocase. Y los discípulos, al ver esto, les reprendían. Pero Jesús los llamó diciendo: "Dejad a los niños venir a mí y no les impidáis, porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo que cualquiera que no reciba el reino de Dios como un niño, jamás entrará en él." Le preguntó cierto hombre principal, diciendo: —Maestro bueno, ¿qué haré para obtener la vida eterna? Y Jesús le dijo: —¿Por qué me llamas "bueno"? Ninguno es bueno, sino sólo uno, Dios. Tú conoces los mandamientos: No cometas adulterio, no cometas homicidio, no robes, no digas falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre. Entonces él dijo: —Todo esto lo he guardado desde mi juventud. Jesús, al oírlo, le dijo: —Aún te falta una cosa: Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Entonces él, al oír estas cosas, se entristeció mucho, porque era muy rico. Jesús, al ver que se había entristecido mucho, dijo: —¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios. Los que oyeron esto dijeron: —¿Y quién podrá ser salvo? El les dijo: —Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Entonces Pedro dijo: —He aquí, nosotros hemos dejado lo nuestro y te hemos seguido. Y él les dijo: —De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por causa del reino de Dios, que no haya de recibir muchísimo más en este tiempo, y en la edad venidera, la vida eterna. Jesús, tomando a los doce, les dijo: —He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que fueron escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. Porque será entregado a los gentiles, y será escarnecido, injuriado y escupido. Después que le hayan azotado, le matarán; pero al tercer día resucitará. Sin embargo, ellos no entendían nada de esto. Esta palabra les estaba encubierta, y no entendían lo que se les decía. Aconteció, al acercarse Jesús a Jericó, que un ciego estaba sentado junto al camino, mendigando. Este, como oyó pasar a la multitud, preguntó qué era aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret. Entonces él gritó diciendo: —¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Los que iban delante le reprendían para que se callase, pero él clamaba con mayor insistencia: —¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús se detuvo, mandó que se lo trajesen; y cuando llegó, le preguntó diciendo: —¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: —Señor, que yo recobre la vista. Jesús le dijo: —Recobra la vista; tu fe te ha salvado. Inmediatamente recobró la vista y le seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo al ver esto dio alabanza a Dios. Habiendo entrado Jesús en Jericó, pasaba por la ciudad. Y he aquí, un hombre llamado Zaqueo, que era un principal de los publicanos y era rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura. Entonces corrió delante y subió a un árbol sicómoro para verle, pues había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, alzando la vista le vio y le dijo: —Zaqueo, date prisa, desciende; porque hoy es necesario que me quede en tu casa. Entonces él descendió aprisa y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a alojarse en la casa de un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: —He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: —Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido. Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y porque ellos pensaban que inmediatamente habría de ser manifestado el reino de Dios. Dijo, pues: "Cierto hombre de noble estirpe partió a un país lejano para recibir un reino y volver. Entonces llamó a diez siervos suyos y les dio diez minas, diciéndoles: ‘Negociad hasta que yo venga.’ "Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: ‘No queremos que éste reine sobre nosotros.’ "Aconteció que cuando él volvió después de haber tomado el reino, mandó llamar ante sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que habían negociado. Vino el primero y dijo: ‘Señor, tu mina ha producido diez minas.’ Y él le dijo: ‘Muy bien, buen siervo; puesto que en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.’ Vino el segundo y dijo: ‘Señor, tu mina ha hecho cinco minas.’ También a éste le dijo: ‘Tú también estarás sobre cinco ciudades.’ Y vino otro y dijo: ‘Señor, he aquí tu mina, la cual he guardado en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste y cosechas lo que no sembraste.’ Entonces él le dijo: ‘¡Mal siervo, por tu boca te juzgo! Sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré. ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al venir yo lo cobrara junto con los intereses?’ Y dijo a los que estaban presentes: ‘Quitadle la mina y dadla al que tiene diez minas.’ Ellos le dijeron: ‘Señor, él ya tiene diez minas.’ El respondió: ‘Pues yo os digo que a todo el que tiene, le será dado; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Pero, en cuanto a aquellos enemigos míos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.’" Después de decir esto, iba delante subiendo a Jerusalén. Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciendo: —Id a la aldea de enfrente, y cuando entréis en ella, hallaréis atado un borriquillo, en el cual ningún hombre ha montado jamás. Desatadlo y traedlo. Si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?," le responderéis así: "Porque el Señor lo necesita." Los que habían sido enviados fueron y hallaron como había dicho. Cuando desataban el borriquillo, sus dueños les dijeron: —¿Por qué desatáis el borriquillo? Y ellos dijeron: —Porque el Señor lo necesita. Trajeron el borriquillo a Jesús, y echando sobre él sus mantos, hicieron que Jesús montara encima. Y mientras él avanzaba, tendían sus mantos por el camino. Cuando ya llegaba él cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto. Ellos decían: —¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas! Entonces, algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: —Maestro, reprende a tus discípulos. El respondió diciéndoles: —Os digo que si éstos callan, las piedras gritarán. Cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró por ella diciendo: —¡Oh, si conocieses tú también, por lo menos en éste tu día, lo que conduce a tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos. Porque vendrán sobre ti días en que tus enemigos te rodearán con baluarte y te pondrán sitio, y por todos lados te apretarán. Te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti. No dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. Cuando entró en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: —Escrito está: ¡Mi casa es casa de oración, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones! Enseñaba cada día en el templo, pero los principales sacerdotes y los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle. Pero no hallaban manera de hacerle algo, porque el pueblo le escuchaba con mucha atención. Aconteció un día que estando Jesús enseñando al pueblo en el templo y anunciando el evangelio, se le acercaron los principales sacerdotes y los escribas con los ancianos, y le hablaron diciendo: —Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién es el que te dio esta autoridad? Entonces respondió y les dijo: —Yo os haré también una pregunta. Respondedme: El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Ellos razonaban entre sí diciendo: —Si decimos "del cielo," dirá: "¿Por qué, pues, no le creísteis?" Y si decimos "de los hombres," todo el pueblo nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era profeta. Respondieron, pues, que no sabían de dónde era. Entonces Jesús les dijo: —Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas. Entonces comenzó a decir al pueblo esta parábola: —Cierto hombre plantó una viña, la arrendó a unos labradores y se fue lejos por mucho tiempo. A su debido tiempo envió un siervo a los labradores para que le diesen del fruto de la viña. Pero los labradores le golpearon y le enviaron con las manos vacías. Y volvió a enviar otro siervo, pero también a éste, golpeándole y afrentándole, le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar un tercer siervo, pero también a éste echaron, herido. Entonces el señor de la viña dijo: "¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás a éste le tendrán respeto." Pero los labradores, al verle, razonaron entre sí diciendo: "Este es el heredero. Matémosle, para que la heredad sea nuestra." Y echándole fuera de la viña, le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores y dará su viña a otros. Cuando ellos lo oyeron, dijeron: —¡Nunca suceda tal cosa! Pero él, mirándolos, les dijo: —¿Qué, pues, es esto que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo? Cualquiera que caiga sobre aquella piedra será quebrantado, y desmenuzará a cualquiera sobre quien ella caiga. En aquella hora los principales sacerdotes y los escribas procuraban echarle mano, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo. Entonces acechándole, enviaron espías que simulasen ser justos, a fin de sorprenderle en sus palabras, y así entregarle al poder y autoridad del procurador. Estos le preguntaron diciendo: —Maestro, sabemos que dices y enseñas bien, y que no haces distinción entre personas, sino que enseñas el camino de Dios con verdad. ¿Nos es lícito dar tributo al César, o no? Pero él, entendiendo la astucia de ellos, les dijo: —Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen y la inscripción que tiene? Y ellos dijeron: —Del César. Entonces les dijo: —Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y no pudieron sorprenderle en ninguna palabra delante del pueblo. Más bien callaron, maravillados de su respuesta. Se acercaron algunos de los saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaron diciendo: —Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muere dejando mujer, y él no deja hijos, su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano. Había, pues, siete hermanos. El primero tomó mujer, y murió sin dejar hijos. También el segundo. Y la tomó el tercero, y de la misma manera también todos los siete, y murieron sin tener hijos. Por último, murió también la mujer. En la resurrección, puesto que los siete la tuvieron por mujer, ¿de cuál de ellos será mujer? Entonces respondiendo Jesús les dijo: —Los hijos de este mundo se casan y se dan en casamiento. Pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel mundo venidero y la resurrección de los muertos no se casan, ni se dan en casamiento. Porque ya no pueden morir, pues son como los ángeles, y son también hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y con respecto a que los muertos han de resucitar, también Moisés lo mostró en el relato de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Pues Dios no es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos viven. Le respondieron algunos de los escribas, diciendo: —Maestro, bien has dicho. Y no se atrevieron a preguntarle más. El les dijo: —¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David? Porque el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." Así que David le llama "Señor"; ¿cómo es, pues, su hijo? Cuando todo el pueblo le escuchaba, dijo a sus discípulos: —Guardaos de los escribas, a quienes les gusta andar con ropas largas, que aman las salutaciones en las plazas, las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. Estos, que devoran las casas de las viudas y como pretexto hacen largas oraciones, recibirán mayor condenación. Alzando la mirada, Jesús vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca del tesoro. Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos blancas. Entonces dijo: —De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos éstos de su abundancia echaron a las ofrendas; pero ésta, de su pobreza, echó todo el sustento que tenía. Hablando algunos acerca del templo decían que estaba adornado con hermosas piedras y con ofrendas votivas, él dijo: —En cuanto a estas cosas que veis, vendrán días cuando no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada. Entonces le preguntaron diciendo: —Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Qué señal habrá cuando estas cosas estén por suceder? Entonces él dijo: —Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: "Yo soy," y "El tiempo está cerca." No vayáis en pos de ellos. Y cuando oigáis de guerras y de revoluciones, no os atemoricéis. Porque es necesario que estas cosas acontezcan primero, pero el fin no será de inmediato. —Entonces dijo—: Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, hambres y pestilencias en varios lugares. Habrá terror y grandes señales del cielo. Pero antes de estas cosas os echarán mano y os perseguirán. Os entregarán a las sinagogas y os meterán en las cárceles, y seréis llevados delante de los reyes y gobernantes por causa de mi nombre. Esto os servirá para dar testimonio. Decidid, pues, en vuestros corazones no pensar de antemano cómo habéis de responder. Porque yo os daré boca y sabiduría, a la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se os opongan. Y seréis entregados aun por vuestros padres, hermanos, parientes y amigos; y harán morir a algunos de vosotros. Seréis aborrecidos por todos a causa de mi nombre, pero ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá. Por vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas. Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed entonces que ha llegado su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad, salgan; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Porque habrá grande calamidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo. Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones. Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles. Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra habrá angustia de las naciones por la confusión ante el rugido del mar y del oleaje. Los hombres se desmayarán a causa del terror y de la expectación de las cosas que sobrevendrán al mundo habitado, porque los poderes de los cielos serán sacudidos. Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube, con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, mirad y levantad vuestras cabezas; porque vuestra redención está cerca. Y les dijo una parábola: —Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando veis que ya brotan, vosotros entendéis que el verano ya está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca. De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mirad por vosotros, que vuestros corazones no estén cargados de glotonería, de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y que aquel día venga sobre vosotros de repente como una trampa; porque vendrá sobre todos los que habitan sobre la superficie de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo, orando que tengáis fuerzas para escapar de todas estas cosas que han de suceder, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre. Pasaba los diás enseñando en el templo, y saliendo al anochecer permanecía en el monte que se llama de los Olivos. Y todo el pueblo venía a él desde temprano para oírle en el templo. Estaba próximo el día de la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la Pascua. Los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo eliminarle, pues temían al pueblo. Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, el cual era uno del número de los doce. El fue y habló con los principales sacerdotes y con los magistrados acerca de cómo entregarle. Estos se alegraron y acordaron darle dinero. El estuvo de acuerdo y buscaba la oportunidad para entregarle sin que la gente lo advirtiera. Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar la víctima pascual. Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: —Id, preparadnos la Pascua para que comamos. Ellos le preguntaron: —¿Dónde quieres que la preparemos? El les dijo: —He aquí, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Seguidle hasta la casa a donde entre. Decidle al dueño de la casa: "El Maestro te dice: ‘¿Dónde está la habitación en la que he de comer la Pascua con mis discípulos?’" Y él os mostrará un gran aposento alto, ya dispuesto. Preparad allí. Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua. Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: —¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes de padecer! Porque os digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios. Luego tomó una copa, y habiendo dado gracias, dijo: —Tomad esto y repartidlo entre vosotros, porque os digo que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios. Entonces tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo: —Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado. Haced esto en memoria de mí. Asimismo, después de haber cenado, tomó también la copa y dijo: —Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. No obstante, he aquí la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. A la verdad, el Hijo del Hombre va según lo que está determinado, pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! Entonces ellos comenzaron a preguntarse entre sí cuál de ellos sería el que habría de hacer esto. Hubo entre ellos una disputa acerca de quién de ellos parecía ser el más importante. Entonces él les dijo: —Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son llamados bienhechores. Pero entre vosotros no será así. Más bien, el que entre vosotros sea el importante, sea como el más nuevo; y el que es dirigente, como el que sirve. Porque, ¿cuál es el más importante: el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, dispongo para vosotros un reino, como mi Padre lo dispuso para mí; para que comáis y bebáis en mi mesa en mi reino, y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos. El le dijo: —Señor, estoy listo para ir contigo aun a la cárcel y a la muerte. Pero él dijo: —Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú hayas negado tres veces que me conoces. Y les dijo a ellos: —Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: —Nada. Entonces les dijo: —Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela; y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su manto y compre una. Porque os digo que es necesario que se cumpla en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los malhechores. Porque lo que está escrito de mí tiene cumplimiento. Entonces ellos dijeron: —Señor, he aquí dos espadas. Y él dijo: —Basta. Después de salir, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. Cuando llegó al lugar, les dijo: —Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: —Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Entonces le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y angustiado, oraba con mayor intensidad, de modo que su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. Cuando se levantó de orar y volvió a sus discípulos, los halló dormidos por causa de la tristeza. Y les dijo: —¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación. Mientras él aún hablaba, he aquí vino una multitud. El que se llamaba Judas, uno de los doce, venía delante de ellos y se acercó a Jesús para besarle. Entonces Jesús le dijo: —Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Al ver los que estaban con él lo que había de ocurrir, le dijeron: —Señor, ¿heriremos a espada? Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Entonces respondiendo Jesús dijo: —¡Basta de esto! Y tocando su oreja, le sanó. Entonces Jesús dijo a los principales sacerdotes, los magistrados del templo y los ancianos que habían venido contra él: —¿Como a ladrón habéis salido con espadas y palos? Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis la mano contra mí. Pero ésta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas. Le prendieron, le llevaron y le hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. Cuando encendieron fuego en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro también se sentó entre ellos. Entonces una criada, al verle sentado junto a la lumbre, le miró fijamente y dijo: —¡Este estaba con él! Pero él negó diciendo: —Mujer, no le conozco. Un poco después, al verle otro, le dijo: —¡Tú también eres de ellos! Y Pedro dijo: —Hombre, no lo soy. Como una hora después, otro insistía diciendo: —Verdaderamente, también éste estaba con él, porque es galileo. Y Pedro dijo: —¡Hombre, no sé lo que dices! Y de inmediato, estando él aún hablando, el gallo cantó. Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: "Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces." Y saliendo fuera, Pedro lloró amargamente. Los hombres que tenían bajo custodia a Jesús se burlaban de él y le golpeaban. Y cubriéndole le preguntaban diciendo: —¡Profetiza! ¿Quién es el que te golpeó? Y le decían otras muchas cosas, injuriándole. Cuando amaneció, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le llevaron al Sanedrín de ellos. Y le dijeron: —Si tú eres el Cristo, ¡dínoslo! Pero él les dijo: —Si os lo dijera, no lo creeríais. Además, si yo os preguntara, no me responderíais. Pero de ahora en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios. Le dijeron todos: —Entonces, ¿eres tú Hijo de Dios? Y él les dijo: —Vosotros decís que yo soy. Entonces ellos dijeron: —¿Qué más necesidad tenemos de testimonio? Porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca. Entonces, levantándose toda la multitud de ellos, le llevaron a Pilato. Y comenzaron a acusarle diciendo: —Hemos hallado a éste que agita a nuestra nación, prohíbe dar tributo al César y dice que él es el Cristo, un rey. Entonces Pilato le preguntó diciendo: —¿Eres tú el rey de los judíos? Respondiendo le dijo: —Tú lo dices. Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud: —No hallo ningún delito en este hombre. Pero ellos insistían diciendo: —Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea, hasta aquí. Entonces Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, quien también estaba en Jerusalén en aquellos días. Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho; porque hacía mucho tiempo que deseaba verle, pues había oído muchas cosas de él y tenía esperanzas de que le vería hacer algún milagro. Herodes le preguntaba con muchas palabras, pero Jesús no le respondió nada. Estaban allí los principales sacerdotes y los escribas, acusándole con vehemencia. Pero Herodes y su corte, después de menospreciarle y burlarse de él, le vistieron con ropa espléndida. Y volvió a enviarle a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Pilato y Herodes, porque antes habían estado enemistados. Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, y les dijo: —Me habéis presentado a éste como persona que desvía al pueblo. He aquí, yo le he interrogado delante de vosotros, y no he hallado ningún delito en este hombre, de todo aquello que le acusáis. Tampoco Herodes, porque él nos lo remitió; y he aquí no ha hecho ninguna cosa digna de muerte. Así que, le soltaré después de castigarle. Pues tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta. Pero toda la multitud dio voces a una, diciendo: —¡Fuera con éste! ¡Suéltanos a Barrabás! Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio. Entonces Pilato les habló otra vez, queriendo soltar a Jesús. Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: —¡Crucifícale! ¡Crucifícale! El les dijo por tercera vez: —¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito de muerte he hallado en él. Le castigaré entonces, y le soltaré. Pero ellos insistían a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y sus voces prevalecieron. Entonces Pilato juzgó que se hiciese lo que ellos pedían. Les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien ellos habían pedido, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos. Y ellos, al llevarle, tomaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, las cuales lloraban y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: —Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: "Bienaventuradas las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron." Entonces comenzarán a decir a las montañas: "¡Caed sobre nosotros!" y a las colinas: "¡Cubridnos!" Porque si con el árbol verde hacen estas cosas, ¿qué se hará con el seco? Llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados con él. Cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores: el uno a la derecha y el otro a la izquierda. Y Jesús decía: —Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestidos, echaron suertes. El pueblo estaba de pie mirando, y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: —A otros salvó. Sálvese a sí mismo, si es el Cristo, el escogido de Dios. También los soldados le escarnecían, acercándose, ofreciéndole vinagre y diciéndole: —Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él un título escrito que decía: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS. Uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo: —¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: —¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, padecemos con razón, porque estamos recibiendo lo que merecieron nuestros hechos; pero éste no hizo ningún mal. Y le dijo: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: —De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Cuando era como la hora sexta, descendió oscuridad sobre la tierra hasta la hora novena. El sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por en medio. Entonces Jesús, gritando a gran voz, dijo: —¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y habiendo dicho esto, expiró. Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: —¡Verdaderamente, este hombre era justo! Y toda la multitud que estaba presente en este espectáculo, al ver lo que había acontecido, volvía golpeándose el pecho. Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, se quedaron lejos, mirando estas cosas. He aquí, había un hombre llamado José, el cual era miembro del concilio, y un hombre bueno y justo. Este no había consentido con el consejo ni con los hechos de ellos. El era de Arimatea, ciudad de los judíos, y también esperaba el reino de Dios. Este se acercó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Después de bajarle de la cruz, le envolvió en una sábana de lino y le puso en un sepulcro cavado en una peña, en el cual nadie había sido puesto todavía. Era el día de la Preparación, y estaba por comenzar el sábado. Las mujeres que habían venido con él de Galilea, también le siguieron y vieron el sepulcro y cómo fue puesto el cuerpo. Entonces regresaron y prepararon especias aromáticas y perfumes, y reposaron el sábado, conforme al mandamiento. Y el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; pero al entrar, no hallaron el cuerpo de Jesús. Aconteció que estando perplejas por esto, he aquí se pusieron de pie junto a ellas dos hombres con vestiduras resplandecientes. Como ellas les tuvieron temor y bajaron la cara a tierra, ellos les dijeron: —¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí; más bien, ha resucitado. Acordaos de lo que os habló cuando estaba aún en Galilea, como dijo: "Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día." Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los once y a todos los demás. Las que dijeron estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María madre de Jacobo, y las demás mujeres que estaban con ellas. Pero sus palabras les parecían a ellos locura, y no las creyeron. Sin embargo, Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Cuando miró adentro, vio los lienzos solos y se fue a casa, asombrado de lo que había sucedido. He aquí, el mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. Iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. Sucedió que, mientras iban conversando y discutiendo el uno con el otro, el mismo Jesús se acercó e iba con ellos. Pero sus ojos estaban velados, de manera que no le reconocieron. Entonces les dijo: —¿Qué son estas cosas de que estáis conversando entre vosotros mientras camináis? Se detuvieron con semblante triste. Y respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: —¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes las cosas que han acontecido en estos días? Entonces él dijo: —¿Qué cosas? Y ellos dijeron: —De Jesús de Nazaret, que era un hombre profeta, poderoso en obras y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y de cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros dirigentes para ser condenado a muerte, y de cómo le crucificaron. Nosotros esperábamos que él era el que habría de redimir a Israel. Ahora, a todo esto se añade el hecho de que hoy es el tercer día desde que esto aconteció. Además, unas mujeres de los nuestros nos han asombrado: Fueron muy temprano al sepulcro, y al no hallar su cuerpo, regresaron diciendo que habían visto visión de ángeles, los cuales les dijeron que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. Entonces él les dijo: —¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciese estas cosas y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés y todos los Profetas, les interpretaba en todas las Escrituras lo que decían de él. Así llegaron a la aldea a donde iban, y él hizo como que iba más adelante. Pero ellos le insistieron diciendo: —Quédate con nosotros, porque es tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, para quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo y les dio. Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: —¿No ardía nuestro corazón en nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos abría las Escrituras? En la misma hora se levantaron y se volvieron a Jerusalén. Hallaron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, quienes decían: —¡Verdaderamente el Señor ha resucitado y ha aparecido a Simón! Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo se había dado a conocer a ellos al partir el pan. Mientras hablaban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: —Paz a vosotros. Entonces ellos, aterrorizados y asombrados, pensaban que veían un espíritu. Pero él les dijo: —¿Por qué estáis turbados, y por qué suben tales pensamientos a vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved, pues un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Al decir esto, les mostró las manos y los pies. Y como ellos aún no lo creían por el gozo que tenían y porque estaban asombrados, les dijo: —¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron un pedazo de pescado asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: —Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas estas cosas que están escritas de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras, y les dijo: —Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicase el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí yo enviaré el cumplimiento de la promesa de mi Padre sobre vosotros. Pero quedaos vosotros en la ciudad hasta que seáis investidos del poder de lo alto. Entonces él los llevó fuera hasta Betania, y alzando sus manos les bendijo. Aconteció que al bendecirlos, se fue de ellos, y era llevado arriba al cielo. Después de haberle adorado, ellos regresaron a Jerusalén con gran gozo; y se hallaban continuamente en el templo, bendiciendo a Dios. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. El era en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de él, y sin él no fue hecho nada de lo que ha sido hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. El vino como testimonio, a fin de dar testimonio de la luz, para que todos creyesen por medio de él. No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. Aquél era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene al mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de él, pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios, los cuales nacieron no de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón, sino de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él y proclamó diciendo: "Este es aquel de quien dije: El que viene después de mí ha llegado a ser antes de mí, porque era primero que yo." Porque de su plenitud todos nosotros recibimos, y gracia sobre gracia. La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás; el Dios único que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. Este es el testimonio de Juan cuando los judíos le enviaron de Jerusalén unos sacerdotes y levitas para preguntarle: —¿Quién eres tú? El confesó y no negó, sino que confesó: —Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: —¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías? Y dijo: —No lo soy. —¿Eres tú el profeta? Y respondió: —No. Le dijeron entonces: —¿Quién eres?, para que demos respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices en cuanto a ti mismo? Dijo: —Yo soy la voz de uno que proclama en el desierto: "Enderezad el camino del Señor" como dijo el profeta Isaías. Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Le preguntaron y le dijeron: —¿Entonces, por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió diciendo: —Yo bautizo en agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. El es el que viene después de mí, de quien yo no soy digno de desatar la correa del calzado. Estas cosas acontecieron en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, Juan vio a Jesús que venía hacia él y dijo: —¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! Este es aquel de quien dije: "Después de mí viene un hombre que ha llegado a ser antes de mí, porque era primero que yo." Yo no le conocía; pero para que él fuese manifestado a Israel, por eso vine yo bautizando en agua. Juan dio testimonio diciendo: —He visto al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y posó sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: "Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y posar sobre él, éste es el que bautiza en el Espíritu Santo." Yo le he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios. Al día siguiente, de nuevo estaba Juan con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús que andaba por allí, dijo: —¡He aquí el Cordero de Dios! Los dos discípulos le oyeron hablar y siguieron a Jesús. Jesús, al dar vuelta y ver que le seguían, les dijo: —¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: —Rabí—que significa maestro—, ¿dónde moras? Les dijo: —Venid y ved. Por lo tanto, fueron y vieron dónde moraba y se quedaron con él aquel día, porque era como la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este encontró primero a su hermano Simón y le dijo: —Hemos encontrado al Mesías—que significa Cristo—. El lo llevó a Jesús, y al verlo Jesús le dijo: —Tú eres Simón hijo de Jonás. Tú serás llamado Cefas—que significa piedra—. Al día siguiente, Jesús quiso salir para Galilea y encontró a Felipe. Y Jesús le dijo: —Sígueme. Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo: —Hemos encontrado a aquel de quien Moisés escribió en la Ley, y también los Profetas: a Jesús de Nazaret, el hijo de José. Y le dijo Natanael: —¿De Nazaret puede haber algo de bueno? Le dijo Felipe: —Ven y ve. Jesús vio que Natanael venía hacia él y dijo de él: —¡He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño! Le dijo Natanael: —¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: —Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Le respondió Natanael: —Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el rey de Israel! Respondió Jesús y le dijo: —¿Crees porque te dije: "Te vi debajo de la higuera"? ¡Cosas mayores que éstas verás! Y les dijo: —De cierto, de cierto os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre. Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda. Y como faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: —No tienen vino. Jesús le dijo: —¿Qué tiene que ver eso conmigo y contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora. Su madre dijo a los que servían: —Haced todo lo que él os diga. Había allí seis tinajas de piedra para agua, de acuerdo con los ritos de los judíos para la purificación. En cada una de ellas cabían dos o tres medidas. Jesús les dijo: —Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta el borde. Luego les dijo: —Sacad ahora y llevadlo al encargado del banquete. Se lo llevaron; y cuando el encargado del banquete probó el agua ya hecha vino, y no sabía de dónde venía (aunque los sirvientes que habían sacado el agua sí lo sabían), llamó al novio y le dijo: —Todo hombre sirve primero el buen vino; y cuando ya han tomado bastante, entonces saca el inferior. Pero tú has guardado el buen vino hasta ahora. Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, él descendió a Capernaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos; y se quedaron allí no muchos días. Estaba próxima la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Halló en el templo a los que vendían vacunos, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados. Y después de hacer un látigo de cuerdas, los echó a todos del templo, junto con las ovejas y los vacunos. Desparramó el dinero de los cambistas y volcó las mesas. A los que vendían palomas les dijo: —¡Quitad de aquí estas cosas y no hagáis más de la casa de mi Padre casa de mercado! Entonces se acordaron sus discípulos que estaba escrito: El celo por tu casa me consumirá. Los judíos respondieron y le dijeron: —Ya que haces estas cosas, ¿qué señal nos muestras? Respondió Jesús y les dijo: —Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Por tanto los judíos dijeron: —Durante cuarenta y seis años se construyó este templo, ¿y tú lo levantarás en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por esto, cuando fue resucitado de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto y creyeron la Escritura y las palabras que Jesús había dicho. Mientras él estaba en Jerusalén en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al observar las señales que hacía. Pero Jesús mismo no confiaba en ellos, porque los conocía a todos, y porque no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que había en el hombre. Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un gobernante de los judíos. Este vino a Jesús de noche y le dijo: —Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, a menos que Dios esté con él. Respondió Jesús y le dijo: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: —¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: —De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: "Os es necesario nacer de nuevo." El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que ha nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: —¿Cómo puede suceder eso? Respondió Jesús y le dijo: —Tú eres el maestro de Israel, ¿y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo que hablamos de lo que sabemos; y testificamos de lo que hemos visto. Pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablé de cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que cree en él tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que cree en él no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y ésta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que practica lo malo aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean censuradas. Pero el que hace la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, que son hechas en Dios. Después de esto, Jesús fue con sus discípulos a la tierra de Judea; y pasaba allí un tiempo con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Enón, junto a Salim, porque allí había mucha agua; y muchos venían y eran bautizados, ya que Juan todavía no había sido puesto en la cárcel. Entonces surgió una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron a Juan y le dijeron: —Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú has dado testimonio, ¡he aquí él está bautizando, y todos van a él! Respondió Juan y dijo: —Ningún hombre puede recibir nada a menos que le haya sido dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: "Yo no soy el Cristo," sino que "he sido enviado delante de él". El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, que ha estado de pie y le escucha, se alegra mucho a causa de la voz del novio. Así, pues, este mi gozo ha sido cumplido. A él le es preciso crecer, pero a mí menguar. El que viene de arriba está por encima de todos. El que procede de la tierra es terrenal, y su habla procede de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Testifica de lo que ha visto y oído, y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. Cuando Jesús se enteró de que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos), dejó Judea y se fue otra vez a Galilea. Le era necesario pasar por Samaria; así que llegó a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que Jacob había dado a su hijo José. Estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria para sacar agua, y Jesús le dijo: —Dame de beber. Pues los discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. Entonces la mujer samaritana le dijo: —¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, siendo yo una mujer samaritana? —porque los judíos no se tratan con los samaritanos—. Respondió Jesús y le dijo: —Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber," tú le hubieras pedido a él, y él te habría dado agua viva. La mujer le dijo: —Señor, no tienes con qué sacar, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob quien nos dio este pozo y quien bebió de él, y también sus hijos y su ganado? Respondió Jesús y le dijo: —Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed. Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le dijo: —Señor, dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga más acá a sacarla. Jesús le dijo: —Vé, llama a tu marido y ven acá. Respondió la mujer y le dijo: —No tengo marido. Le dijo Jesús: —Bien has dicho: "No tengo marido"; porque cinco maridos has tenido, y el que tienes ahora no es tu marido. Esto has dicho con verdad. Le dijo la mujer: —Señor, veo que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: —Créeme, mujer, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación procede de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales que le adoren. Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad. Le dijo la mujer: —Sé que viene el Mesías—que es llamado el Cristo—. Cuando él venga, nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: —Yo soy, el que habla contigo. En este momento llegaron sus discípulos y se asombraban de que hablara con una mujer; no obstante, ninguno dijo: "¿Qué buscas?" o "¿Qué hablas con ella?" Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue a la ciudad y dijo a los hombres: —¡Venid! Ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Será posible que éste sea el Cristo? Entonces salieron de la ciudad y fueron hacia él. Mientras tanto, los discípulos le rogaban diciendo: —Rabí, come. Pero les dijo: —Yo tengo una comida para comer que vosotros no sabéis. Entonces sus discípulos se decían el uno al otro: —¿Acaso alguien le habrá traído algo de comer? Jesús les dijo: —Mi comida es que yo haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: "Todavía faltan cuatro meses para que llegue la siega"? He aquí os digo: ¡Alzad vuestros ojos y mirad los campos, que ya están blancos para la siega! El que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra y el que siega se gocen juntos. Porque en esto es verdadero el dicho: "Uno es el que siembra, y otro es el que siega." Yo os he enviado a segar lo que vosotros no habéis labrado. Otros han labrado, y vosotros habéis entrado en sus labores. Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él a causa de la palabra de la mujer que daba testimonio diciendo: "Me dijo todo lo que he hecho." Entonces, cuando los samaritanos vinieron a él, rogándole que se quedase con ellos, se quedó allí dos días. Y muchos más creyeron a causa de su palabra. Ellos decían a la mujer: —Ya no creemos a causa de la palabra tuya, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo. Pasados los dos días, salió de allí para Galilea, porque Jesús mismo dio testimonio de que un profeta no tiene honra en su propia tierra. Luego, cuando entró en Galilea, los galileos le recibieron, ya que habían visto cuántas cosas había hecho en Jerusalén en la fiesta; porque ellos también habían ido a la fiesta. Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea donde había convertido el agua en vino. Había un oficial del rey cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm. Cuando éste oyó que Jesús había salido de Judea y estaba presente en Galilea, fue a él y le rogaba que descendiese y sanase a su hijo, porque estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: —A menos que veáis señales y prodigios, jamás creeréis. El oficial del rey le dijo: —Señor, desciende antes que muera mi hijo. Jesús le dijo: —Vé, tu hijo vive. El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se puso en camino. Mientras todavía descendía, sus siervos salieron a recibirle diciendo que su hijo vivía. Entonces él les preguntó la hora en que comenzó a mejorarse, y le dijeron: —Ayer, a la hora séptima le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que era aquella hora cuando Jesús le había dicho: "Tu hijo vive." Y creyó él con toda su casa. También hizo Jesús esta segunda señal cuando vino de Judea a Galilea. Después de esto había una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. En Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, hay un estanque con cinco pórticos que en hebreo se llama Betesda. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel del Señor descendía en ciertos tiempos en el estanque y agitaba el agua. Por tanto, el primero que entró después del movimiento del agua fue sanado de cualquier enfermedad que tuviera. Se encontraba allí cierto hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio tendido y supo que ya había pasado tanto tiempo así, le preguntó: —¿Quieres ser sano? Le respondió el enfermo: —Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras me muevo yo, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: —Levántate, toma tu cama y anda. Y en seguida el hombre fue sanado, tomó su cama y anduvo. Y aquel día era sábado. Entonces los judíos le decían a aquel que había sido sanado: —Es sábado, y no te es lícito llevar tu cama. Pero él les respondió: —El que me sanó, él mismo me dijo: "Toma tu cama y anda." Entonces le preguntaron: —¿Quién es el hombre que te dijo: "Toma tu cama y anda"? Pero el que había sido sanado no sabía quién había sido, porque Jesús se había apartado, pues había mucha gente en el lugar. Después Jesús le halló en el templo y le dijo: —He aquí, has sido sanado; no peques más, para que no te ocurra algo peor. El hombre se fue y declaró a los judíos que Jesús era el que le había sanado. Por esta causa los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Pero Jesús les respondió: —Mi Padre hasta ahora trabaja; también yo trabajo. Por esta razón los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios. Por esto, respondió Jesús y les decía: —De cierto, de cierto os digo que el Hijo no puede hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Porque todo lo que él hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él mismo hace. Y mayores obras que éstas le mostrará, de modo que vosotros os asombréis. Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio lo dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. De cierto, de cierto os digo que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. El tal no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo que viene la hora y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oyen vivirán. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo. Y también le dio autoridad para hacer juicio, porque él es el Hijo del Hombre. No os asombréis de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán, los que hicieron el bien para la resurrección de vida, pero los que practicaron el mal para la resurrección de condenación. Yo no puedo hacer nada de mí mismo. Como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco la voluntad mía, sino la voluntad del que me envió. Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. El que da testimonio de mí es otro, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. Pero yo no recibo el testimonio de parte del hombre; más bien, digo esto para que vosotros seáis salvos. El era antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un poco en su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha dado para cumplirlas, las mismas obras que hago dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Pero nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su apariencia, ni tenéis su palabra permaneciendo en vosotros; porque vosotros no creéis a quien él envió. Escudriñad las Escrituras, porque os parece que en ellas tenéis vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí. Y vosotros no queréis venir a mí para que tengáis vida. No recibo gloria de parte de los hombres. Al contrario, yo os conozco que no tenéis el amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís. Si otro viene en su propio nombre, a aquél recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer? Pues recibiendo la gloria los unos de los otros, no buscáis la gloria que viene de parte del único Dios. No penséis que yo os acusaré delante del Padre. Hay quien os acusa: Moisés, en quien habéis puesto la esperanza. Porque si vosotros creyeseis a Moisés, me creeríais a mí; pues él escribió de mí. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? Después de esto fue Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, o sea de Tiberias, y le seguía una gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos. Jesús subió a un monte y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Cuando Jesús alzó los ojos y vio que se le acercaba una gran multitud, dijo a Felipe: —¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero decía esto para probarle, porque Jesús sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: —Doscientos denarios de pan no bastan, para que cada uno de ellos reciba un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: —Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescaditos. Pero, ¿qué es esto para tantos? Entonces Jesús dijo: —Haced recostar a la gente. Había mucha hierba en aquel lugar. Se recostaron, pues, como cinco mil hombres. Entonces Jesús tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los que estaban recostados. De igual manera repartió de los pescados, cuanto querían. Cuando fueron saciados, dijo a sus discípulos: —Recoged los pedazos que han quedado, para que no se pierda nada. Recogieron, pues, y llenaron doce canastas de pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Entonces, cuando los hombres vieron la señal que Jesús había hecho, decían: —¡Verdaderamente, éste es el profeta que ha de venir al mundo! Como Jesús entendió que iban a venir para tomarle por la fuerza y hacerle rey, se retiró de nuevo al monte, él solo. Cuando anochecía, sus discípulos descendieron al mar, y entrando en una barca iban cruzando el mar hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús todavía no había venido a ellos. Y se agitaba el mar porque soplaba un gran viento. Entonces, cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca, y tuvieron miedo. Pero él les dijo: —¡Yo soy; no temáis! Entonces ellos quisieron recibirle en la barca, y de inmediato la barca llegó a la tierra a donde iban. Al día siguiente, la multitud que había estado al otro lado del mar se dio cuenta de que no había habido allí sino una sola barca, y que Jesús no había entrado en la barca con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. (Sin embargo, de Tiberias habían llegado otras barcas cerca del lugar donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias.) Entonces, cuando la multitud vio que Jesús no estaba allí ni tampoco sus discípulos, ellos entraron en las barcas y fueron a Capernaúm buscando a Jesús. Cuando le hallaron al otro lado del mar, le preguntaron: —Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Jesús les respondió diciendo: —De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis de los panes y os saciasteis. Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, que el Hijo del Hombre os dará; porque en éste, Dios el Padre ha puesto su sello. Entonces le dijeron: —¿Qué haremos para realizar las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: —Esta es la obra de Dios: que creáis en aquel que él ha enviado. Entonces le dijeron: —¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Por tanto Jesús les dijo: —De cierto, de cierto os digo que no os ha dado Moisés el pan del cielo, sino mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que desciende del cielo y da vida al mundo. Le dijeron: —Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: —Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás. Pero os he dicho que me habéis visto, y no creéis. Todo lo que el Padre me da vendrá a mí; y al que a mí viene, jamás lo echaré fuera. Porque yo he descendido del cielo, no para hacer la voluntad mía, sino la voluntad del que me envió. Y ésta es la voluntad del que me envió: que yo no pierda nada de todo lo que me ha dado, sino que lo resucite en el día final. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que mira al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el día final. Entonces los judíos murmuraban de él porque había dicho: "Yo soy el pan que descendió del cielo." Y decían: —¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo es que ahora dice: "He descendido del cielo"? Jesús respondió y les dijo: —No murmuréis más entre vosotros. Nadie puede venir a mí, a menos que el Padre que me envió lo traiga; y yo lo resucitaré en el día final. Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oye y aprende del Padre viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino que aquel que proviene de Dios, éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré por la vida del mundo es mi carne. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: —¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Y Jesús les dijo: —De cierto, de cierto os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él. Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, de la misma manera el que me come también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo. No como los padres que comieron y murieron, el que come de este pan vivirá para siempre. Estas cosas dijo en la sinagoga, cuando enseñaba en Capernaúm. Entonces, al oírlo, muchos de sus discípulos dijeron: —Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: —¿Esto os escandaliza? ¿Y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero? El Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen. Pues desde el principio Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién le había de entregar, y decía: —Por esta razón os he dicho que nadie puede venir a mí, a menos que le haya sido concedido por el Padre. Desde entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Entonces Jesús dijo a los doce: —¿Queréis acaso iros vosotros también? Le respondió Simón Pedro: —Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios. Jesús les respondió: —¿No os escogí yo a vosotros doce, y uno de vosotros es diablo? Hablaba de Judas hijo de Simón Iscariote; porque éste, siendo uno de los doce, estaba por entregarlo. Después de esto, andaba Jesús por Galilea. No quería andar por Judea, porque los judíos le buscaban para matarlo. Estaba próxima la fiesta de los Tabernáculos de los judíos. Por tanto, le dijeron sus hermanos: —Sal de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque nadie que procura darse a conocer hace algo en oculto. Puesto que haces estas cosas, manifiéstate al mundo. Pues ni aun sus hermanos creían en él. Entonces Jesús les dijo: —Mi tiempo no ha llegado todavía, pero vuestro tiempo siempre está a la mano. El mundo no puede aborreceros a vosotros; pero a mí me aborrece porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas. Subid vosotros a la fiesta. Yo no subo todavía a esta fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido. Habiendo dicho esto, él se quedó en Galilea. Pero cuando sus hermanos habían subido a la fiesta, entonces él también subió, no abiertamente sino en secreto. Los judíos le buscaban en la fiesta y decían: —¿Dónde está aquél? Había una gran murmuración acerca de él entre las multitudes. Unos decían: "Es bueno." Pero otros decían: "No, sino que engaña a la gente." Sin embargo, nadie hablaba abiertamente de él, por miedo de los judíos. Cuando ya había pasado la mitad de la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba. Entonces los judíos se asombraban diciendo: —¿Cómo sabe éste de letras, sin haber estudiado? Por tanto, Jesús les respondió y dijo: —Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. Si alguien quiere hacer su voluntad, conocerá si mi doctrina proviene de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla de sí mismo busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y en él no hay injusticia. ¿No os dio Moisés la Ley? Y ninguno de vosotros la cumple. ¿Por qué buscáis matarme? La multitud respondió: —Demonio tienes. ¿Quién busca matarte? Jesús respondió y les dijo: —Una sola obra hice, y todos os asombráis. Por esto Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres), y en sábado circuncidáis al hombre. Si el hombre recibe la circuncisión en sábado a fin de que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en sábado sané a un hombre por completo? No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio. Decían entonces algunos de Jerusalén: —¿No es éste a quien buscan para matarle? ¡He aquí, habla públicamente, y no le dicen nada! ¿Será que los principales realmente han reconocido que él es el Cristo? Pero éste, sabemos de dónde es; pero cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea. Entonces Jesús alzó la voz en el templo, enseñando y diciendo: —A mí me conocéis y sabéis de dónde soy. Y yo no he venido por mí mismo; más bien, el que me envió, a quien vosotros no conocéis, es verdadero. Yo le conozco, porque de él provengo, y él me envió. Entonces procuraban prenderle, pero nadie puso su mano sobre él, porque todavía no había llegado su hora. Muchos del pueblo creyeron en él y decían: "Cuando venga el Cristo, ¿hará más señales que las que hizo éste?" Los fariseos oyeron que la multitud murmuraba estas cosas acerca de él, y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para tomarlo preso. Entonces dijo Jesús: —Todavía estaré con vosotros un poco de tiempo; luego iré al que me envió. Me buscaréis y no me hallaréis, y a donde yo estaré vosotros no podréis ir. Entonces los judíos se decían entre sí: —¿A dónde se ha de ir éste, que nosotros no le hallemos? ¿Acaso ha de ir a la dispersión entre los griegos para enseñar a los griegos? ¿Qué significa este dicho que dijo: "Me buscaréis y no me hallaréis, y no podréis ir a donde yo estaré"? Pero en el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso de pie y alzó la voz diciendo: —Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior. Esto dijo acerca del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues todavía no había sido dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado. Entonces, cuando algunos de la multitud oyeron estas palabras, decían: "¡Verdaderamente, éste es el profeta!" Otros decían: "Este es el Cristo." Pero otros decían: "¿De Galilea habrá de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de la aldea de Belén, de donde era David?" Así que había disensión entre la gente por causa de él. Algunos de ellos querían tomarlo preso, pero ninguno le echó mano. Luego los guardias regresaron a los principales sacerdotes y a los fariseos, y ellos les dijeron: —¿Por qué no le trajisteis? Los guardias respondieron: —¡Nunca habló hombre alguno así! Entonces los fariseos les respondieron: —¿Será posible que vosotros también hayáis sido engañados? ¿Habrá creído en él alguno de los principales o de los fariseos? Pero esta gente que no conoce la ley es maldita. Nicodemo, el que fue a Jesús al principio y que era uno de ellos, les dijo: —¿Juzga nuestra ley a un hombre si primero no se le oye y se entiende qué hace? Le respondieron y dijeron: —¿Eres tú también de Galilea? Escudriña y ve que de Galilea no se levanta ningún profeta. Y se fue cada uno a su casa. Pero Jesús se fue al monte de los Olivos, y muy de mañana volvió al templo. Todo el pueblo venía a él, y sentado les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: —Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el mismo acto de adulterio. Ahora bien, en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales. Tú, pues, ¿qué dices? Esto decían para probarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo. Pero como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: —El de vosotros que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. Al inclinarse hacia abajo otra vez, escribía en tierra. Pero cuando lo oyeron, salían uno por uno, comenzando por los más viejos. Sólo quedaron Jesús y la mujer, que estaba en medio. Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Y ella dijo: —Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: —Ni yo te condeno. Vete y desde ahora no peques más. Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: —Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Entonces los fariseos le dijeron: —Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero. Jesús respondió y les dijo: —Aun si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde vine y a dónde voy. Pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne, pero yo no juzgo a nadie. Y aun si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió. En vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió también da testimonio de mí. Entonces le decían: —¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: —Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre. Si a mí me hubierais conocido, a mi Padre también habríais conocido. Estas palabras habló Jesús enseñando en el templo en el lugar de las ofrendas; y nadie le prendió, porque todavía no había llegado su hora. Luego Jesús les dijo otra vez: —Yo me voy, y me buscaréis; pero en vuestro pecado moriréis. A donde yo voy, vosotros no podéis ir. Entonces los judíos decían: —¿Será posible que se habrá de matar a sí mismo? Pues dice: "A donde yo voy, vosotros no podéis ir." El les decía: —Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo. Por esto os dije que moriréis en vuestros pecados; porque a menos que creáis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. Así que le decían: —Tú, ¿quién eres? Entonces Jesús les dijo: —Lo mismo que os vengo diciendo desde el principio. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros. Pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de parte de él, esto hablo al mundo. Pero no entendieron que les hablaba del Padre. Entonces Jesús les dijo: —Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; sino que estas cosas hablo, así como el Padre me enseñó. Porque el que me envió, conmigo está. El Padre no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él. Mientras él decía estas cosas, muchos creyeron en él. Por tanto, Jesús decía a los judíos que habían creído en él: —Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: —Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Llegaréis a ser libres"? Jesús les respondió: —De cierto, de cierto os digo que todo aquel que practica el pecado es esclavo del pecado. El esclavo no permanece en la casa para siempre; el Hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres. Sé que sois descendientes de Abraham; no obstante, procuráis matarme, porque mi palabra no tiene cabida en vosotros. Yo hablo de lo que he visto estando con el Padre, y vosotros hacéis lo que habéis oído de parte de vuestro padre. Respondieron y le dijeron: —Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: —Puesto que sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. Pero ahora procuráis matarme, hombre que os he hablado la verdad que oí de parte de Dios. ¡Esto no lo hizo Abraham! Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: —Nosotros no hemos nacido de fornicación. Tenemos un solo padre, Dios. Entonces Jesús les dijo: —Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais; porque yo he salido y he venido de Dios. Yo no he venido por mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no comprendéis lo que digo? Porque no podéis oír mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y queréis satisfacer los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio y no se basaba en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo propio habla, porque es mentiroso y padre de mentira. Pero a mí, porque os digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me halla culpable de pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios escucha las palabras de Dios. Por esta razón vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios. Respondieron los judíos y le dijeron: —¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio? Respondió Jesús: —Yo no tengo demonio. Más bien, honro a mi Padre, pero vosotros me deshonráis. Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. De cierto, de cierto os digo que si alguno guarda mi palabra, nunca verá la muerte para siempre. Entonces los judíos le dijeron: —¡Ahora sabemos que tienes demonio! Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: "Si alguno guarda mi palabra, nunca gustará muerte para siempre." ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham quien murió, o los profetas quienes también murieron? ¿Quién pretendes ser? Respondió Jesús: —Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios." Y vosotros no le conocéis. Pero yo sí le conozco. Si digo que no le conozco, seré mentiroso como vosotros. Pero le conozco y guardo su palabra. Abraham, vuestro padre, se regocijó de ver mi día. El lo vio y se gozó. Entonces le dijeron los judíos: —Aún no tienes ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Les dijo Jesús: —De cierto, de cierto os digo que antes que Abraham existiera, Yo Soy. Entonces tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo. Mientras pasaba Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron diciendo: —Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? Respondió Jesús: —No es que éste pecó, ni tampoco sus padres. Al contrario, fue para que las obras de Dios se manifestaran en él. Me es preciso hacer las obras del que me envió, mientras dure el día. La noche viene cuando nadie puede trabajar. Mientras yo esté en el mundo, luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva y con el lodo untó los ojos del ciego. Y le dijo: —Vé, lávate en el estanque de Siloé—que significa enviado—. Por tanto fue, se lavó y regresó viendo. Entonces los vecinos y los que antes le habían visto que era mendigo decían: —¿No es éste el que se sentaba para mendigar? Unos decían: —Este es. Y otros: —No. Pero se parece a él. El decía: —Yo soy. Entonces le decían: —¿Cómo te fueron abiertos los ojos? El respondió: —El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: "Vé a Siloé y lávate." Entonces cuando fui y me lavé, recibí la vista. Y le dijeron: —¿Dónde está él? El dijo: —No sé. Llevaron ante los fariseos al que antes era ciego, porque el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos era sábado. Entonces, los fariseos le volvieron a preguntar de qué manera había recibido la vista, y les dijo: —El me puso lodo sobre los ojos; me lavé y veo. Entonces algunos de los fariseos decían: —Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado. Pero otros decían: —¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales señales? Había una división entre ellos. Entonces volvieron a hablar al ciego: —Tú, ¿qué dices de él, puesto que te abrió los ojos? Y él dijo: —Que es profeta. Los judíos, pues, no creían que él había sido ciego y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron diciendo: —¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? Respondieron sus padres y dijeron: —Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Pero cómo ve ahora, no sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Edad tiene; preguntadle a él, y él hablará por su cuenta. Sus padres dijeron esto porque tenían miedo de los judíos, porque ya los judíos habían acordado que si alguno confesara que Jesús era el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga. Por esta razón dijeron sus padres: "Edad tiene; preguntadle a él." Así que por segunda vez llamaron al hombre que había sido ciego y le dijeron: —¡Da gloria a Dios! Nosotros sabemos que este hombre es pecador. Entonces él respondió: —Si es pecador, no lo sé. Una cosa sé: que habiendo sido ciego, ahora veo. Luego le dijeron: —¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Les contestó: —Ya os dije, y no escuchasteis. ¿Por qué lo queréis oír otra vez? ¿Acaso queréis también vosotros haceros sus discípulos? Entonces le ultrajaron y dijeron: —¡Tú eres discípulo de él! ¡Pero nosotros somos discípulos de Moisés! Nosotros sabemos que Dios ha hablado por Moisés, pero éste, no sabemos de dónde sea. Respondió el hombre y les dijo: —¡Pues en esto sí tenemos una cosa maravillosa! Que vosotros no sepáis de dónde es, y a mí me abrió los ojos. Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ése oye. Desde la eternidad nunca se oyó que alguien abriese los ojos de uno que había nacido ciego. Si éste no procediera de Dios, no podría hacer nada. Le contestaron diciendo: —Tú naciste sumido en pecado, ¿y tú quieres enseñarnos a nosotros? Y lo echaron fuera. Jesús oyó que lo habían echado fuera; y cuando lo halló, le dijo: —¿Crees tú en el Hijo del Hombre? El respondió y dijo: —Señor, ¿quién es, para que yo crea en él? Jesús le dijo: —Le has visto, y el que habla contigo, él es. Y dijo: —¡Creo, Señor! Y le adoró. Y dijo Jesús: —Para juicio yo he venido a este mundo; para que vean los que no ven, y los que ven sean hechos ciegos. Al oír esto, algunos de los fariseos que estaban con él le dijeron: —¿Acaso somos nosotros también ciegos? Les dijo Jesús: —Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora porque decís: "Vemos," vuestro pecado permanece. "De cierto, de cierto os digo que el que no entra al redil de las ovejas por la puerta, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y asaltante. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. A él le abre el portero, y las ovejas oyen su voz. A sus ovejas las llama por nombre y las conduce afuera. Y cuando saca fuera a todas las suyas, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero al extraño jamás seguirán; más bien, huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños." Jesús les dijo esta figura, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía. Entonces Jesús les habló de nuevo: "De cierto, de cierto os digo que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y asaltantes, pero las ovejas no les oyeron. Yo soy la puerta. Si alguien entra por mí, será salvo; entrará, saldrá y hallará pastos. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor pone su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es el pastor, y a quien no le pertenecen las ovejas, ve que viene el lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo arrebata y esparce las ovejas. Huye porque es asalariado, y a él no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen. Como el Padre me conoce, yo también conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. "También tengo otras ovejas que no son de este redil. A ellas también me es necesario traer, y oirán mi voz. Así habrá un solo rebaño y un solo pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre." Hubo división otra vez entre los judíos a causa de estas palabras, y muchos de ellos decían: —Demonio tiene y está fuera de sí. ¿Por qué le escucháis? Otros decían: —Estas palabras no son las de un endemoniado. ¿Podrá un demonio abrir los ojos de los ciegos? Se celebraba entonces la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. Entonces le rodearon los judíos y le dijeron: —¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les contestó: —Os lo he dicho, y no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen. Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las ha dado, es mayor que todos; y nadie las puede arrebatar de las manos del Padre. Yo y el Padre una cosa somos. Los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: —Muchas buenas obras os he mostrado de parte del Padre. ¿Por cuál de estas obras me apedreáis? Los judíos le respondieron: —No te apedreamos por obra buena, sino por blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: —¿No está escrito en vuestra ley, "Yo dije: Sois dioses"? Si dijo "dioses" a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser anulada), ¿decís vosotros: "Tú blasfemas" a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dije: "Soy Hijo de Dios"? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed a las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre. Procuraban otra vez tomarle preso, pero él se salió de las manos de ellos. Y volvió al otro lado del Jordán al lugar donde al principio Juan había estado bautizando, y se quedó allí. Y muchos fueron a él y decían: "Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad." Y muchos creyeron en él allí. Estaba entonces enfermo un hombre llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfume y secó sus pies con sus cabellos. Y Lázaro, que estaba enfermo, era su hermano. Entonces sus hermanas enviaron para decir a Jesús: "Señor, he aquí el que amas está enfermo." Al oírlo, Jesús dijo: —Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios; para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó aún dos días más en el lugar donde estaba; y luego, después de esto, dijo a sus discípulos: —Vamos a Judea otra vez. Le dijeron sus discípulos: —Rabí, hace poco los judíos procuraban apedrearte, ¿y otra vez vas allá? Respondió Jesús: —¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo. Pero si uno camina de noche, tropieza porque no hay luz en él. Habiendo dicho estas cosas después les dijo: —Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy para despertarlo. Entonces dijeron sus discípulos: —Señor, si duerme, se sanará. Sin embargo, Jesús había dicho esto de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que hablaba del reposo del sueño. Así que, luego Jesús les dijo claramente: —Lázaro ha muerto; y a causa de vosotros me alegro de que yo no haya estado allá, para que creáis. Pero vayamos a él. Entonces Tomás, que se llamaba Dídimo, dijo a sus condiscípulos: —Vamos también nosotros, para que muramos con él. Cuando llegó Jesús, halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios, y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano. Entonces cuando oyó que Jesús venía, Marta salió a encontrarle, pero María se quedó sentada en casa. Marta dijo a Jesús: —Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero ahora también sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: —Tu hermano resucitará. Marta le dijo: —Yo sé que resucitará en la resurrección en el día final. Jesús le dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? Le dijo: —Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo. Y cuando hubo dicho esto, fue y llamó en secreto a su hermana María, diciendo: —El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y fue a donde él estaba; pues Jesús todavía no había llegado a la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. Entonces, los judíos que estaban en la casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se levantó de prisa y salió, la siguieron, porque pensaban que iba al sepulcro a llorar allí. Luego, cuando María llegó al lugar donde estaba Jesús y le vio, se postró a sus pies diciéndole: —Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Entonces Jesús, al verla llorando y al ver a los judíos que habían venido junto con ella también llorando, se conmovió en espíritu y se turbó. Y dijo: —¿Dónde le habéis puesto? Le dijeron: —Señor, ven y ve. Jesús lloró. Entonces dijeron los judíos: —Mirad cómo le amaba. Pero algunos de ellos dijeron: —¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, hacer también que Lázaro no muriese? Jesús, conmovido otra vez dentro de sí, fue al sepulcro. Era una cueva y tenía puesta una piedra contra la entrada. Jesús dijo: —Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: —Señor, hiede ya, porque tiene cuatro días. Jesús le dijo: —¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? Luego quitaron la piedra, y Jesús alzó los ojos arriba y dijo: —Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la gente que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Habiendo dicho esto, llamó a gran voz: —¡Lázaro, ven fuera! Y el que había estado muerto salió, atados los pies y las manos con vendas y su cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: —Desatadle y dejadle ir. Muchos de los judíos que habían venido a María y habían visto lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho. Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron al Sanedrín y decían: —¿Qué hacemos? Pues este hombre hace muchas señales. Si le dejamos seguir así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación. Entonces uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote en aquel año, les dijo: —Vosotros no sabéis nada; ni consideráis que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que perezca toda la nación. Pero esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo sacerdote de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban esparcidos. Así que, desde aquel día resolvieron matarle. Por lo tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se fue de allí a la región que está junto al desierto, a una ciudad que se llama Efraín; y estaba allí con sus discípulos. Ya estaba próxima la Pascua de los judíos, y muchos subieron de esa región a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros, estando en el templo: —¿Qué os parece? ¿Que tal vez ni venga a la fiesta? Los principales sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que si alguno supiese dónde estaba, lo informara para que le tomaran preso. Seis días antes de la Pascua, llegó Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús resucitó de entre los muertos. Le hicieron allí una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María, habiendo traído una libra de perfume de nardo puro de mucho valor, ungió los pies de Jesús y los limpió con sus cabellos. Y la casa se llenó con el olor del perfume. Pero uno de sus discípulos, Judas Iscariote, el que estaba por entregarle, dijo: —¿Por qué no fue vendido este perfume por trescientos denarios y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque le importaban los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa a su cargo sustraía de lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo: —Déjala. Para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí, no siempre me tendréis. Entonces mucha gente de los judíos se enteró de que él estaba allí; y fueron, no sólo por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien él había resucitado de entre los muertos. Pero los principales sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque por causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús. Al día siguiente, cuando oyeron que Jesús venía a Jerusalén, la gran multitud que había venido a la fiesta tomó ramas de palmera y salió a recibirle, y le aclamaban a gritos: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!" Habiendo encontrado Jesús un borriquillo, montó sobre él, como está escrito: No temas, hija de Sion. ¡He aquí tu Rey viene, sentado sobre una cría de asna! Sus discípulos no entendieron estas cosas al principio. Pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y que estas cosas le hicieron a él. La gente que estaba con él daba testimonio de cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos. Por esto también la multitud salió a recibirle, porque oyeron que él había hecho esta señal. Entonces los fariseos dijeron entre sí: —Ved que nada ganáis. ¡He aquí, el mundo se va tras él! Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Ellos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: —Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés. Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Y Jesús les respondió diciendo: —Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo que a menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; pero el que odia su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estoy, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. Ahora está turbada mi alma. ¿Qué diré: "Padre, sálvame de esta hora"? ¡Al contrario, para esto he llegado a esta hora! Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: "¡Ya lo he glorificado y lo glorificaré otra vez!" La multitud que estaba presente y escuchó, decía que había sido un trueno. Otros decían: —¡Un ángel le ha hablado! Jesús respondió y dijo: —No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa vuestra. Ahora es el juicio de este mundo. Ahora será echado fuera el príncipe de este mundo. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo. Esto decía dando a entender de qué muerte había de morir. Entonces la gente le respondió: —Nosotros hemos oído que, según la ley, el Cristo permanece para siempre. ¿Y cómo es que tú dices: "Es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado"? ¿Quién es este Hijo del Hombre? Entonces Jesús les dijo: —Aún por un poco de tiempo está la luz entre vosotros. Andad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas. Porque el que anda en tinieblas no sabe a dónde va. Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y al apartarse, se escondió de ellos. Pero a pesar de haber hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje? ¿A quién se ha revelado el brazo del Señor? Por eso no podían creer, porque Isaías dijo en otra ocasión: El ha cegado los ojos de ellos y endureció su corazón, para que no vean con los ojos ni entiendan con el corazón, ni se conviertan, y yo los sane. Estas cosas dijo Isaías porque vio su gloria y habló acerca de él. No obstante, aun de entre los dirigentes, muchos creyeron en él, pero por causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaron la gloria de los hombres más que la gloria de Dios. Pero Jesús alzó la voz y dijo: "El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el que me ve a mí, ve al que me envió. Yo he venido al mundo como luz, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en las tinieblas. Si alguien oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo; porque yo no vine para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me desecha y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue: La palabra que he hablado le juzgará en el día final. Porque yo no hablé por mí mismo; sino que el Padre que me envió, él me ha dado mandamiento de qué he de decir y de qué he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así que, lo que yo hablo, lo hablo tal y como el Padre me ha hablado." Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora para pasar de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la cena, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas hijo de Simón Iscariote que le entregase, y sabiendo Jesús que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que él había salido de Dios y a Dios iba, se levantó de la cena; se quitó el manto, y tomando una toalla, se ciñó con ella. Luego echó agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: —Señor, ¿tú me lavas los pies a mí? Respondió Jesús y le dijo: —Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás después. Pedro le dijo: —¡Jamás me lavarás los pies! Jesús le respondió: —Si no te lavo, no tienes parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: —Señor, entonces, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Le dijo Jesús: —El que se ha lavado no tiene necesidad de lavarse más que los pies, pues está todo limpio. Ya vosotros estáis limpios, aunque no todos. Porque sabía quién le entregaba, por eso dijo: "No todos estáis limpios." Así que, después de haberles lavado los pies, tomó su manto, se volvió a sentar a la mesa y les dijo: —¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues bien, si yo, el Señor y el Maestro, lavé vuestros pies, también vosotros debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que así como yo os hice, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo que el siervo no es mayor que su señor, ni tampoco el apóstol es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis. No hablo así de todos vosotros. Yo sé a quiénes he elegido; pero para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo levantó contra mí su talón. Desde ahora os lo digo, antes de que suceda, para que cuando suceda, creáis que Yo Soy. De cierto, de cierto os digo que el que recibe al que yo envío, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me envió. Después de haber dicho esto, Jesús se conmovió en espíritu y testificó diciendo: —De cierto, de cierto os digo que uno de vosotros me ha de entregar. Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. Uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba, estaba a la mesa recostado junto a Jesús. A él Simón Pedro le hizo señas para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. Entonces él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: —Señor, ¿quién es? Jesús contestó: —Es aquel para quien yo mojo el bocado y se lo doy. Y mojando el bocado, lo tomó y se lo dio a Judas hijo de Simón Iscariote. Después del bocado, Satanás entró en él. Entonces le dijo Jesús: —Lo que estás haciendo, hazlo pronto. Ninguno de los que estaban a la mesa entendió para qué le dijo esto; porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: "Compra lo que necesitamos para la fiesta," o que diese algo a los pobres. Cuando tomó el bocado, él salió en seguida; y ya era de noche. Cuando Judas había salido, dijo Jesús: —Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios le glorificará en sí mismo. Y pronto le glorificará. Hijitos, todavía sigo un poco con vosotros. Me buscaréis, pero como dije a los judíos: "A donde yo voy vosotros no podéis ir," así os digo a vosotros ahora. Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Como os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros. Simón Pedro le dijo: —Señor, ¿a dónde vas? Le respondió Jesús: —A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; pero me seguirás más tarde. Le dijo Pedro: —Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? ¡Mi vida pondré por ti! Jesús le respondió: —¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces. No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay. De otra manera, os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo esté, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: —Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino? Jesús le dijo: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me habéis conocido a mí, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora le conocéis y le habéis visto. Le dijo Felipe: —Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: —Tanto tiempo he estado con vosotros, Felipe, ¿y no me has conocido? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo, pues, dices tú: "Muéstranos el Padre"? ¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo; sino que el Padre que mora en mí hace sus obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creed por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo que el que cree en mí, él también hará las obras que yo hago. Y mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís alguna cosa en mi nombre, yo la haré. Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre. Este es el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Vosotros lo conocéis, porque permanece con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros. Todavía un poquito, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis. Porque yo vivo, también vosotros viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo soy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los guarda, él es quien me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él. Le dijo Judas, no el Iscariote: —Señor, ¿cómo es que te has de manifestar a nosotros y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: —Si alguno me ama, mi palabra guardará. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos nuestra morada con él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he hablado mientras todavía estoy con vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy. No como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Oísteis que yo os dije: "Voy y vuelvo a vosotros." Si me amarais, os gozaríais de que voy al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis. Ya no hablaré mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo y él no tiene nada en mí. Pero para que el mundo conozca que yo amo al Padre y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos. ¡Vamos de aquí! "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no está llevando fruto, la quita; y toda rama que está llevando fruto, la limpia para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. "Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como la rama no puede llevar fruto por sí sola, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros las ramas. El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto. Pero separados de mí, nada podéis hacer. Si alguien no permanece en mí, es echado fuera como rama, y se seca. Y las recogen y las echan en el fuego, y son quemadas. "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. "Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea completo. Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo más siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todas las cosas que oí de mi Padre. "Vosotros no me elegisteis a mí; más bien, yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y para que vuestro fruto permanezca; a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre él os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros. "Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo. Pero ya no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo; por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: ‘El siervo no es mayor que su señor.’ Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece, también aborrece a mi Padre. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras como ningún otro ha hecho, no tendrían pecado. Y ahora las han visto, y también han aborrecido tanto a mí como a mi Padre. Pero esto sucedió para cumplir la palabra que está escrita en la ley de ellos: Sin causa me aborrecieron. "Pero cuando venga el Consolador, el Espíritu de verdad que yo os enviaré de parte del Padre, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí. Además, vosotros también testificaréis, porque habéis estado conmigo desde el principio. "Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas, y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate pensará que rinde servicio a Dios. Esto harán, porque no conocen ni al Padre ni a mí. Sin embargo, os he dicho estas cosas, para que cuando venga su hora, os acordéis de ellas, que yo os las dije. "Sin embargo, no os dije esto al principio, porque yo estaba con vosotros. Pero ahora voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿A dónde vas?’ Más bien, porque os he dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros. Y si yo voy, os lo enviaré. "Cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. En cuanto a pecado, porque no creen en mí; en cuanto a justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis más; y en cuanto a juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado. "Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero ahora no las podéis sobrellevar. Y cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; pues no hablará por sí solo, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por esta razón dije que recibirá de lo mío y os lo hará saber. "Un poquito, y no me veréis; de nuevo un poquito, y me veréis." Entonces algunos de sus discípulos se dijeron unos a otros: —¿Qué significa esto que nos dice: "Un poquito, y no me veréis; de nuevo un poquito, y me veréis" y "porque voy al Padre"? —Decían, pues—: ¿Qué significa esto que dice: "un poquito"? No entendemos lo que está diciendo. Jesús comprendió que le querían preguntar y les dijo: —¿Preguntáis entre vosotros de esto que dije: "Un poquito, y no me veréis; y de nuevo un poquito, y me veréis"? De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y lamentaréis; pero el mundo se alegrará. Vosotros tendréis angustia, pero vuestra angustia se convertirá en gozo. La mujer, cuando da a luz, tiene angustia, porque ha llegado su hora. Pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda del dolor, por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros, por cierto, tenéis angustia ahora; pero yo os veré otra vez. Se gozará mucho vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo. Os he hablado de estas cosas en figuras; pero viene la hora cuando ya no os hablaré más en figuras, sino claramente os anunciaré acerca del Padre. En aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo he salido de la presencia de Dios. Yo salí de la presencia del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre. Le dijeron sus discípulos: —He aquí, ahora hablas claramente y no hablas en ninguna figura. Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte. En esto creemos que has salido de Dios. Jesús les respondió: —¿Ahora creéis? He aquí la hora viene, y ha llegado ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he hablado de estas cosas para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero ¡tened valor; yo he vencido al mundo! Jesús habló de estas cosas, y levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, la hora ha llegado. Glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, así como le diste autoridad sobre todo hombre, para que dé vida eterna a todos los que le has dado. Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado. Yo te he glorificado en la tierra, habiendo acabado la obra que me has dado que hiciera. Ahora pues, Padre, glorifícame tú en tu misma presencia, con la gloria que yo tenía en tu presencia antes que existiera el mundo. "He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste. Tuyos eran, y me los diste; y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me has dado procede de ti; porque les he dado las palabras que me diste, y ellos las recibieron; y conocieron verdaderamente que provengo de ti, y creyeron que tú me enviaste. "Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me has dado; porque tuyos son. Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos. Ya no estoy más en el mundo; pero ellos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre que me has dado, para que sean una cosa, así como nosotros lo somos. Cuando yo estaba con ellos, yo los guardaba en tu nombre que me has dado. Y los cuidé, y ninguno de ellos se perdió excepto el hijo de perdición, para que se cumpliese la Escritura. Pero ahora voy a ti y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos. "Yo les he dado tu palabra, y el mundo los aborreció; porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo. Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. "Pero no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por medio de la palabra de ellos; para que todos sean una cosa, así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me has dado, para que sean una cosa, así como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente unidos; para que el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado, como también a mí me has amado. "Padre, quiero que donde yo esté, también estén conmigo aquellos que me has dado, para que vean mi gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo daré a conocer todavía, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos." Habiendo dicho estas cosas, Jesús salió con sus discípulos para el otro lado del arroyo de Quedron, donde había un huerto en el cual entró Jesús con sus discípulos. También Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque Jesús solía reunirse allí con sus discípulos. Entonces Judas, tomando una compañía de soldados romanos y guardias de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con antorchas, lámparas y armas. Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de acontecer, se adelantó y les dijo: —¿A quién buscáis? Le contestaron: —A Jesús de Nazaret. Les dijo Jesús: —Yo soy. Estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo, "Yo soy," volvieron atrás y cayeron a tierra. Les preguntó, pues, de nuevo: —¿A quién buscáis? Ellos dijeron: —A Jesús de Nazaret. Jesús respondió: —Os dije que yo soy. Pues si a mí me buscáis, dejad ir a éstos. Esto hizo para que se cumpliese la palabra que él dijo: "De los que me diste, ninguno de ellos perdí." Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Entonces Jesús dijo a Pedro: —Mete tu espada en la vaina. ¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado? Entonces la compañía de soldados, el comandante y los guardias de los judíos prendieron a Jesús y le ataron. Luego le llevaron primero ante Anás, porque era el suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año. Caifás era el que había dado consejo a los judíos de que convenía que un hombre muriese por el pueblo. Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Y salió el otro discípulo que era conocido del sumo sacerdote, habló a la portera y llevó a Pedro adentro. Entonces la criada portera dijo a Pedro: —¿Tú no serás también de los discípulos de ese hombre? El dijo: —No lo soy. Y los siervos y los guardias estaban de pie, pues habían encendido unas brasas porque hacía frío; y se calentaban. Pedro también estaba de pie con ellos, calentándose. El sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: —Yo he hablado abiertamente al mundo. Siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos. Nada he hablado en secreto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregúntales a los que han oído lo que yo les he hablado. He aquí, ellos saben lo que yo dije. Cuando dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: —¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús le contestó: —Si he hablado mal, da testimonio del mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas? Entonces Anás le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Estaba, pues, Pedro de pie calentándose, y le dijeron: —¿Tú no serás también de sus discípulos? El negó y dijo: —No lo soy. Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: —¿No te vi yo en el huerto con él? Pedro negó otra vez, y en seguida cantó el gallo. Llevaron a Jesús de Caifás al Pretorio. Era al amanecer. Pero ellos no entraron al Pretorio para no contaminarse y para así poder comer la Pascua. Por tanto, Pilato salió fuera a ellos y dijo: —¿Qué acusación traéis contra este hombre? Le respondieron y dijeron: —Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado. Entonces Pilato les dijo: —Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Los judíos le dijeron: —A nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie. Así sucedió para que se cumpliera la palabra de Jesús, que dijo señalando con qué clase de muerte había de morir. Entonces Pilato entró otra vez al Pretorio, llamó a Jesús y le dijo: —¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le respondió: —¿Preguntas tú esto de ti mismo, o porque otros te lo han dicho de mí? Pilato respondió: —¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los principales sacerdotes te entregaron a mí. ¿Qué has hecho? Contestó Jesús: —Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos. Ahora, pues, mi reino no es de aquí. Entonces Pilato le dijo: —¿Así que tú eres rey? Jesús respondió: —Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz. Le dijo Pilato: —¿Qué es la verdad? Habiendo dicho esto, salió de nuevo a los judíos y les dijo: —Yo no hallo ningún delito en él. Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte un preso en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos? Entonces todos gritaron de nuevo diciendo: —¡No a éste, sino a Barrabás! Y Barrabás era un asaltante. Entonces Pilato tomó a Jesús y le azotó. Los soldados entretejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Le vistieron con un manto de púrpura, y venían hacia él y le decían: —¡Viva el rey de los judíos! Y le daban de bofetadas. Pilato salió otra vez y les dijo: —He aquí, os lo traigo fuera, para que sepáis que no hallo ningún delito en él. Entonces Jesús salió llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: —¡He aquí el hombre! Cuando le vieron los principales sacerdotes y los guardias, gritaron diciendo: —¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Les dijo Pilato: —Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo no hallo ningún delito en él. Los judíos le respondieron: —Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley él debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó esta palabra, tuvo aun más miedo. Entró en el Pretorio otra vez y dijo a Jesús: —¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. Entonces le dijo Pilato: —¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y tengo autoridad para crucificarte? Respondió Jesús: —No tendrías ninguna autoridad contra mí, si no te fuera dada de arriba. Por esto, el que me entregó a ti tiene mayor pecado. Desde entonces Pilato procuraba soltarle. Pero los judíos gritaron diciendo: —Si sueltas a éste, no eres amigo del César. Todo aquel que se hace rey se opone al César. Cuando Pilato oyó estas palabras, llevó a Jesús afuera y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado El Enlosado, y en hebreo Gabata. Era el día de la Preparación de la Pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: —He aquí vuestro rey. Pero ellos gritaron diciendo: —¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: —¿He de crucificar a vuestro rey? Respondieron los principales sacerdotes: —¡No tenemos más rey que el César! Y con esto entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron pues a Jesús, y él salió llevando su cruz hacia el lugar que se llama de la Calavera, y en hebreo Gólgota. Allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús estaba en medio. Pilato escribió y puso sobre la cruz un letrero en el cual fue escrito: JESUS DE NAZARET, REY DE LOS JUDIOS. Entonces muchos de los judíos leyeron este letrero, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el letrero estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. Los principales sacerdotes de los judíos le decían a Pilato: —No escribas: "Rey de los judíos," sino: "Este dijo: ‘Soy rey de los judíos.’" Pilato respondió: —Lo que he escrito, he escrito. Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron los vestidos de él e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Además, tomaron la túnica, pero la túnica no tenía costura; era tejida entera de arriba abajo. Por esto dijeron uno a otro: —No la partamos; más bien echemos suertes sobre ella, para ver de quién será. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: Partieron entre sí mis vestidos y sobre mis vestiduras echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María esposa de Cleofas y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre y al discípulo a quien amaba, de pie junto a ella, dijo a su madre: —Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: —He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo se había consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre. Entonces pusieron en un hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando Jesús recibió el vinagre, dijo: —¡Consumado es! Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Entonces los judíos, por cuanto era el día de la Preparación, y para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado (pues era el Gran Sábado), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas y fuesen quitados. Luego los soldados fueron y quebraron las piernas al primero, y después al otro que había sido crucificado con él. Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y salió al instante sangre y agua. El que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero. El sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron así para que se cumpliese la Escritura que dice: Ninguno de sus huesos será quebrado. También otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo permitió. Por tanto, él fue y llevó su cuerpo. También Nicodemo, que al principio había venido a Jesús de noche, fue llevando un compuesto de mirra y áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con las especias, de acuerdo con la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto había un sepulcro nuevo, en el cual todavía no se había puesto a nadie. Allí, pues, por causa del día de la Preparación de los judíos y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús. El primer día de la semana, muy de madrugada, siendo aún oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido quitada del sepulcro. Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien amaba Jesús, y les dijo: —Han sacado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto. Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo e iban al sepulcro. Y los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó primero al sepulcro. Y cuando se inclinó, vio que los lienzos habían quedado allí; sin embargo, no entró. Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro. Y vio los lienzos que habían quedado, y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. Pues aún no entendían la Escritura, que le era necesario resucitar de entre los muertos. Entonces los discípulos volvieron a los suyos. Pero María Magdalena estaba llorando fuera del sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro y vio a dos ángeles con vestiduras blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Y ellos le dijeron: —Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: —Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Habiendo dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie; pero no se daba cuenta de que era Jesús. Jesús le dijo: —Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que él era el jardinero, le dijo: —Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: —María… Volviéndose ella, le dijo en hebreo: —¡Raboni! —que quiere decir Maestro—. Jesús le dijo: —Suéltame, porque aún no he subido al Padre. Pero vé a mis hermanos y diles: "Yo subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios." María Magdalena fue a dar las nuevas a los discípulos: —¡He visto al Señor! También les contó que él le había dicho estas cosas. Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos se reunían por miedo a los judíos, Jesús entró, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡Paz a vosotros!" Habiendo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se regocijaron cuando vieron al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: "¡Paz a vosotros! Como me ha enviado el Padre, así también yo os envío a vosotros." Habiendo dicho esto, sopló y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A los que remitáis los pecados, les han sido remitidos; y a quienes se los retengáis, les han sido retenidos." Pero Tomás, llamado Dídimo, uno de los doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Entonces los otros discípulos le decían: —¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: —Si yo no veo en sus manos la marca de los clavos, y si no meto mi dedo en la marca de los clavos y si no meto mi mano en su costado, no creeré jamás. Ocho días después sus discípulos estaban adentro otra vez, y Tomás estaba con ellos. Y aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró, se puso en medio y dijo: —¡Paz a vosotros! Luego dijo a Tomás: —Pon tu dedo aquí y mira mis manos; pon acá tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: —¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: —¿Porque me has visto, has creído? ¡Bienaventurados los que no ven y creen! Por cierto Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberias. Se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado Dídimo, Natanael que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: —Voy a pescar. Le dijeron: —Vamos nosotros también contigo. Salieron y entraron en la barca, pero aquella noche no consiguieron nada. Al amanecer, Jesús se presentó en la playa, aunque los discípulos no se daban cuenta de que era Jesús. Entonces Jesús les dijo: —Hijitos, ¿no tenéis nada de comer? Le contestaron: —No. El les dijo: —Echad la red al lado derecho de la barca, y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: —¡Es el Señor! Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar. Los otros discípulos llegaron con la barca, arrastrando la red con los peces; porque no estaban lejos de tierra, sino como a doscientos codos. Cuando bajaron a tierra, vieron brasas puestas, con pescado encima, y pan. Jesús les dijo: —Traed de los pescados que ahora habéis pescado. Entonces Simón Pedro subió y sacó a tierra la red llena de grandes pescados, 153 de ellos; y aunque eran tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: —Venid, comed. Ninguno de los discípulos osaba preguntarle: "Tú, ¿quién eres?," pues sabían que era el Señor. Vino, entonces, Jesús y tomó el pan y les dio; y también hizo lo mismo con el pescado. Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos después de haber resucitado de entre los muertos. Cuando habían comido, Jesús dijo a Simón Pedro: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas tú más que éstos? Le dijo: —Sí, Señor; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: —Apacienta mis corderos. Le volvió a decir por segunda vez: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Le contestó: —Sí, Señor; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: —Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: —Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: "¿Me amas?" Y le dijo: —Señor, tú conoces todas las cosas. Tú sabes que te amo. Jesús le dijo: —Apacienta mis ovejas. De cierto, de cierto te digo que cuando eras más joven, tú te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras. Esto dijo señalando con qué muerte Pedro había de glorificar a Dios. Después de haber dicho esto le dijo: —Sígueme. Pedro dio vuelta y vio que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba. Fue el mismo que se recostó sobre su pecho en la cena y le dijo: "Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?" Así que al verlo, Pedro le dijo a Jesús: —Señor, ¿y qué de éste? Jesús le dijo: —Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene esto que ver contigo? Tú, sígueme. Así que el dicho se difundió entre los hermanos de que aquel discípulo no habría de morir. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: "Si yo quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué tiene que ver eso contigo?" Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las escribió. Y sabemos que su testimonio es verdadero. Hay también muchas otras cosas que hizo Jesús que, si se escribieran una por una, pienso que no cabrían ni aun en el mundo los libros que se habrían de escribir. En el primer relato escribí, oh Teófilo, acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido. A éstos también se presentó vivo, después de haber padecido, con muchas pruebas convincentes. Durante cuarenta días se hacía visible a ellos y les hablaba acerca del reino de Dios. Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen el cumplimiento de la promesa del Padre, "de la cual me oísteis hablar; porque Juan, a la verdad, bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo después de no muchos días." Por tanto, los que estaban reunidos le preguntaban diciendo: —Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo? El les respondió: —A vosotros no os toca saber ni los tiempos ni las ocasiones que el Padre dispuso por su propia autoridad. Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Después de decir esto, y mientras ellos le veían, él fue elevado; y una nube le recibió ocultándole de sus ojos. Y como ellos estaban fijando la vista en el cielo mientras él se iba, he aquí dos hombres vestidos de blanco se presentaron junto a ellos, y les dijeron: —Hombres galileos, ¿por qué os quedáis de pie mirando al cielo? Este Jesús, quien fue tomado de vosotros arriba al cielo, vendrá de la misma manera como le habéis visto ir al cielo. Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama de los Olivos, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un sábado. Y cuando entraron, subieron al aposento alto donde se alojaban Pedro, Juan, Jacobo y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo y Simón el Zelote y Judas hijo de Jacobo. Todos éstos perseveraban unánimes en oración junto con las mujeres y con María la madre de Jesús y con los hermanos de él. En aquellos días se levantó Pedro en medio de los hermanos, que reunidos eran como ciento veinte personas, y dijo: "Hermanos, era necesario que se cumpliesen las Escrituras, en las cuales el Espíritu Santo habló de antemano por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús; porque era contado con nosotros y tuvo parte en este ministerio." (Este, pues, adquirió un campo con el pago de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por en medio, y todas sus entrañas se derramaron. Y esto llegó a ser conocido por todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo fue llamado en su lengua Acéldama, que quiere decir Campo de Sangre.) "Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su morada, y no haya quien habite en ella. Y otro ocupe su cargo. Por tanto, de estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue tomado de nosotros y recibido arriba, es preciso que uno sea con nosotros testigo de su resurrección." Propusieron a dos: a José que era llamado Barsabás, el cual tenía por sobrenombre, Justo; y a Matías. Entonces orando dijeron: "Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muestra de estos dos cuál has escogido para tomar el lugar de este ministerio y apostolado del cual Judas se extravió para irse a su propio lugar." Echaron suertes sobre ellos, y la suerte cayó sobre Matías, quien fue contado con los once apóstoles. Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen. En Jerusalén habitaban judíos, hombres piadosos de todas las naciones debajo del cielo. Cuando se produjo este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confundidos, porque cada uno les oía hablar en su propio idioma. Estaban atónitos y asombrados, y decían: —Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, oímos nosotros cada uno en nuestro idioma en que nacimos? Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos; cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros propios idiomas los grandes hechos de Dios. Todos estaban atónitos y perplejos, y se decían unos a otros: —¿Qué quiere decir esto? Pero otros, burlándose, decían: —Están llenos de vino nuevo. Entonces Pedro se puso de pie con los once, levantó la voz y les declaró: —Hombres de Judea y todos los habitantes de Jerusalén, sea conocido esto a vosotros, y prestad atención a mis palabras. Porque éstos no están embriagados, como pensáis, pues es solamente la tercera hora del día. Más bien, esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel: Sucederá en los últimos días, dice Dios, que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños. De cierto, sobre mis siervos y mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Daré prodigios en el cielo arriba, y señales en la tierra abajo: sangre, fuego y vapor de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y glorioso. Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo. Hombres de Israel, oíd estas palabras: Jesús de Nazaret fue hombre acreditado por Dios ante vosotros con hechos poderosos, maravillas y señales que Dios hizo por medio de él entre vosotros, como vosotros mismos sabéis. A éste, que fue entregado por el predeterminado consejo y el previo conocimiento de Dios, vosotros matasteis clavándole en una cruz por manos de inicuos. A él, Dios le resucitó, habiendo desatado los dolores de la muerte; puesto que era imposible que él quedara detenido bajo su dominio. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí, porque está a mi derecha, para que yo no sea sacudido. Por tanto, se alegró mi corazón, y se gozó mi lengua; y aun mi cuerpo descansará en esperanza. Porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de alegría con tu presencia. Hermanos, os puedo decir confiadamente que nuestro padre David murió y fue sepultado, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Siendo, pues, profeta y sabiendo que Dios le había jurado con juramento que se sentaría sobre su trono uno de su descendencia, y viéndolo de antemano, habló de la resurrección de Cristo: que no fue abandonado en el Hades, ni su cuerpo vio corrupción. ¡A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos! Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos, pero él mismo dice: El Señor dijo a mi Señor: "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies." Sepa, pues, con certidumbre toda la casa de Israel, que a este mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Entonces, cuando oyeron esto, se afligieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: —Hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: —Arrepentíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba diciendo: —¡Sed salvos de esta perversa generación! Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados, y fueron añadidas en aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones. Entonces caía temor sobre toda persona, pues se hacían muchos milagros y señales por medio de los apóstoles. Y todos los que creían se reunían y tenían todas las cosas en común. Vendían sus posesiones y bienes, y los repartían a todos, a cada uno según tenía necesidad. Ellos perseveraban unánimes en el templo día tras día, y partiendo el pan casa por casa, participaban de la comida con alegría y con sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo el favor de todo el pueblo. Y el Señor añadía diariamente a su número los que habían de ser salvos. Pedro y Juan subían al templo a la hora de la oración, la hora novena. Y era traído cierto hombre que era cojo desde el vientre de su madre. Cada día le ponían a la puerta del templo que se llama Hermosa, para pedir limosna de los que entraban en el templo. Este, al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba para recibir una limosna. Entonces Pedro, juntamente con Juan, se fijó en él y le dijo: —Míranos. El les prestaba atención, porque esperaba recibir algo de ellos. Pero Pedro le dijo: —No tengo ni plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! Le tomó de la mano derecha y le levantó. De inmediato fueron afirmados sus pies y tobillos, y de un salto se puso de pie y empezó a caminar. Y entró con ellos en el templo, caminando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo le vio caminando y alabando a Dios. Reconocían que él era el mismo que se sentaba para pedir limosna en la puerta Hermosa del templo, y se llenaron de asombro y de admiración por lo que le había acontecido. Como él se asió de Pedro y de Juan, toda la gente, atónita, concurrió apresuradamente a ellos en el pórtico llamado de Salomón. Pedro, al ver esto, respondió al pueblo: —Hombres de Israel, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿Por qué nos miráis a nosotros como si con nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su Siervo Jesús, al cual vosotros entregasteis y negasteis ante Pilato, a pesar de que él había resuelto soltarlo. Pero vosotros negasteis al Santo y Justo; pedisteis que se os diese un hombre asesino, y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos. De esto nosotros somos testigos. Y el nombre de Jesús hizo fuerte, por la fe en su nombre, a este hombre que vosotros veis y conocéis. Y la fe que es despertada por Jesús le ha dado esta completa sanidad en la presencia de todos vosotros. Ahora bien, hermanos, sé que por ignorancia lo hicisteis, como también vuestros gobernantes. Pero Dios cumplió así lo que había anunciado de antemano por boca de todos los profetas, de que su Cristo había de padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; de modo que de la presencia del Señor vengan tiempos de refrigerio y que él envíe al Cristo, a Jesús, quien os fue previamente designado. A él, además, el cielo le debía recibir hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de las cuales habló Dios por boca de sus santos profetas desde tiempos antiguos. Porque ciertamente Moisés dijo: El Señor vuestro Dios os levantará, de entre vuestros hermanos, un profeta como yo. A él escucharéis en todas las cosas que os hable. Y sucederá que cualquier persona que no escuche a aquel profeta será desarraigada del pueblo. Y todos los profetas, de Samuel en adelante, todos los que hablaron, también anunciaron estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y del pacto que Dios concertó con vuestros padres, diciendo a Abraham: En tu descendencia serán benditas todas las familias de la tierra. Y después de levantar a su Siervo, Dios lo envió primero a vosotros, para bendeciros al convertirse cada uno de su maldad. Mientras ellos estaban hablando al pueblo, llegaron los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Les echaron mano y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque ya era tarde. Pero muchos de los que habían oído la palabra creyeron, y el número de los hombres llegó a ser como cinco mil. Al día siguiente, aconteció que se reunieron en Jerusalén los gobernantes de ellos, los ancianos y los escribas; y estaban el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y todos los del linaje del sumo sacerdote. Y poniéndolos en medio, les interrogaron: —¿Con qué poder, o en qué nombre habéis hecho vosotros esto? Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: —Gobernantes del pueblo y ancianos: Si hoy somos investigados acerca del bien hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste ha sido sanado, sea conocido a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel, que ha sido en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Por Jesús este hombre está de pie sano en vuestra presencia. El es la piedra rechazada por vosotros los edificadores, la cual ha llegado a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Y viendo la valentía de Pedro y de Juan, y teniendo en cuenta que eran hombres sin letras e indoctos, se asombraban y reconocían que habían estado con Jesús. Pero, ya que veían de pie con ellos al hombre que había sido sanado, no tenían nada que decir en contra. Entonces les mandaron que saliesen fuera del Sanedrín y deliberaban entre sí, diciendo: —¿Qué hemos de hacer con estos hombres? Porque de cierto, es evidente a todos los que habitan en Jerusalén que una señal notable ha sido hecha por medio de ellos, y no lo podemos negar. Pero para que no se divulgue cada vez más entre el pueblo, amenacémosles para que de aquí en adelante no hablen a ninguna persona en este nombre. Entonces los llamaron y les ordenaron terminantemente que no hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús. Pero respondiendo Pedro y Juan, les dijeron: —Juzgad vosotros si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios. Porque nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. Y después de amenazarles más, ellos les soltaron, pues por causa del pueblo no hallaban ningún modo de castigarles; porque todos glorificaban a Dios por lo que había acontecido, pues el hombre en quien había sido hecho este milagro de sanidad tenía más de cuarenta años. Una vez sueltos, fueron a los suyos y les contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Cuando ellos lo oyeron, de un solo ánimo alzaron sus voces a Dios y dijeron: "Soberano, tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y que mediante el Espíritu Santo por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿Por qué se amotinaron las naciones y los pueblos tramaron cosas vanas? Se levantaron los reyes de la tierra y sus gobernantes consultaron unidos contra el Señor y contra su Ungido. Porque verdaderamente, tanto Herodes como Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel se reunieron en esta ciudad contra tu santo Siervo Jesús, al cual ungiste, para llevar a cabo lo que tu mano y tu consejo habían determinado de antemano que había de ser hecho. Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos que hablen tu palabra con toda valentía. Extiende tu mano para que sean hechas sanidades, señales y prodigios en el nombre de tu santo Siervo Jesús." Cuando acabaron de orar, el lugar en donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valentía. La multitud de los que habían creído era de un solo corazón y una sola alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que todas las cosas les eran comunes. Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia había sobre todos ellos. No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que eran propietarios de terrenos o casas los vendían, traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles. Y era repartido a cada uno según tenía necesidad. Entonces José, quien por los apóstoles era llamado Bernabé (que significa hijo de consolación) y quien era levita, natural de Chipre, como tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles. Pero cierto hombre llamado Ananías, juntamente con Safira su mujer, vendió una posesión. Con el conocimiento de su mujer, sustrajo del precio; y llevando una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y Pedro dijo: —Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo y sustraer del precio del campo? Reteniéndolo, ¿acaso no seguía siendo tuyo? Y una vez vendido, ¿no estaba bajo tu autoridad? ¿Por qué propusiste en tu corazón hacer esto? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Entonces Ananías, oyendo estas palabras, cayó y expiró. Y gran temor sobrevino a todos los que lo oían. Luego se levantaron los jóvenes y le envolvieron. Y sacándole fuera, lo sepultaron. Después de un intervalo de unas tres horas, sucedió que entró su mujer, sin saber lo que había acontecido. Entonces Pedro le preguntó: —Dime, ¿vendisteis en tanto el campo? Ella dijo: —Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: —¿Por qué os pusisteis de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? He aquí los pies de los que han sepultado a tu marido están a la puerta, y te sacarán a ti. De inmediato, ella cayó a los pies de él y expiró. Cuando los jóvenes entraron, la hallaron muerta; la sacaron y la sepultaron junto a su marido. Y gran temor sobrevino a la iglesia entera y a todos los que oían de estas cosas. Por las manos de los apóstoles se hacían muchos milagros y prodigios entre el pueblo, y estaban todos de un solo ánimo en el pórtico de Salomón. Pero ninguno de los demás se atrevía a juntarse con ellos, aunque el pueblo les tenía en gran estima. Los que creían en el Señor aumentaban cada vez más, gran número así de hombres como de mujeres; de modo que hasta sacaban los enfermos a las calles y los ponían en camillas y colchonetas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. También de las ciudades vecinas a Jerusalén, concurría una multitud trayendo enfermos y atormentados por espíritus impuros; y todos eran sanados. Entonces se levantó el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, y se llenaron de celos. Echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública. Pero un ángel del Señor abrió de noche las puertas de la cárcel y al conducirlos fuera dijo: "Id, y de pie en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida." Habiendo oído esto, entraron en el templo al amanecer y enseñaban. Mientras tanto, el sumo sacerdote y los que estaban con él fueron y convocaron al Sanedrín con todos los ancianos de los hijos de Israel. Luego enviaron a la cárcel para que fuesen traídos. Cuando los oficiales llegaron y no los hallaron en la cárcel, regresaron y dieron las noticias diciendo: —Hallamos la cárcel cerrada con toda seguridad, y a los guardias de pie a las puertas. Pero cuando abrimos, no hallamos a nadie dentro. Como oyeron estas palabras, el capitán de la guardia del templo y los principales sacerdotes quedaron perplejos en cuanto a ellos y en qué vendría a parar esto. Pero vino alguien y les dio esta noticia: —He aquí los hombres que echasteis en la cárcel están de pie en el templo, enseñando al pueblo. Entonces fue el capitán de la guardia del templo con los oficiales; y los llevaron, pero sin violencia, porque temían ser apedreados por el pueblo. Cuando los trajeron, los presentaron al Sanedrín, y el sumo sacerdote les preguntó diciendo: —¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en este nombre? ¡Y he aquí habéis llenado a Jerusalén con vuestra doctrina y queréis echar sobre nosotros la sangre de este hombre! Pero respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: —Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, lo ha enaltecido Dios con su diestra como Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen. Los que escuchaban se enfurecían y deseaban matarles. Entonces se levantó en el Sanedrín cierto fariseo llamado Gamaliel, maestro de la ley, honrado por todo el pueblo, y mandó que sacasen a los hombres por un momento. Entonces les dijo: —Hombres de Israel, cuidaos vosotros de lo que vais a hacer a estos hombres. Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que él era alguien. A éste se unieron como cuatrocientos hombres. Pero él fue muerto, y todos los que le seguían fueron dispersados y reducidos a la nada. Después de éste, se levantó Judas el galileo en los días del censo, y arrastró gente tras sí. Aquél también pereció, y todos los que le seguían fueron dispersados. En el presente caso, os digo: Apartaos de estos hombres y dejadles ir. Porque si este consejo o esta obra es de los hombres, será destruida. Pero si es de Dios, no podréis destruirles. ¡No sea que os encontréis luchando contra Dios! Fueron persuadidos por Gamaliel. Y llamaron a los apóstoles, y después de azotarles les prohibieron hablar en el nombre de Jesús, y los dejaron libres. Por lo tanto, ellos partieron de la presencia del Sanedrín, regocijándose porque habían sido considerados dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y de casa en casa, no cesaban de enseñar y anunciar la buena nueva de que Jesús es el Cristo. En aquellos días, como crecía el número de los discípulos, se suscitó una murmuración de parte de los helenistas contra los hebreos, de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria. Así que, los doce convocaron a la multitud de los discípulos y dijeron: —No conviene que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir a las mesas. Escoged, pues, hermanos, de entre vosotros a siete hombres que sean de buen testimonio, llenos del Espíritu y de sabiduría, a quienes pondremos sobre esta tarea. Y nosotros continuaremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Esta propuesta agradó a toda la multitud; y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía. Presentaron a éstos delante de los apóstoles; y después de orar, les impusieron las manos. Y la palabra de Dios crecía, y el número de los discípulos se multiplicaba en gran manera en Jerusalén; inclusive un gran número de sacerdotes obedecía a la fe. Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y milagros en el pueblo. Y se levantaron algunos de la sinagoga llamada de los Libertos, de los cireneos y los alejandrinos, y de los de Cilicia y de Asia, discutiendo con Esteban. Y no podían resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba. Entonces sobornaron a unos hombres para que dijesen: "Le hemos oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios." Ellos incitaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas. Y se levantaron contra él, le arrebataron y le llevaron al Sanedrín. Luego presentaron testigos falsos que decían: —Este hombre no deja de hablar palabras contra este santo lugar y contra la ley. Porque le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar y cambiará las costumbres que Moisés nos dejó. Entonces, todos los que estaban sentados en el Sanedrín, cuando fijaron los ojos en él, vieron su cara como si fuera la cara de un ángel. Entonces el sumo sacerdote preguntó: —¿Es esto así? Y él respondió: —Hermanos y padres, oíd. El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham cuando estaba en Mesopotamia, antes que habitase en Harán, y le dijo: "Sal de tu tierra y de tu parentela y vete a la tierra que te mostraré." Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán. Después que murió su padre, Dios le trasladó de allá a esta tierra en la cual vosotros habitáis ahora. Pero no le dio heredad en ella, ni siquiera para asentar su pie; aunque prometió darla en posesión a él y a su descendencia después de él, aun cuando él no tenía hijo. Así Dios le dijo que su descendencia sería extranjera en tierra ajena y que los reducirían a esclavitud y los maltratarían por cuatrocientos años. "Pero yo juzgaré a la nación a la cual sirvan," dijo Dios, "y después de esto saldrán y me rendirán culto en este lugar." Dios le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac y le circuncidó al octavo día. Lo mismo hizo Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto. Pero Dios estaba con él; le libró de todas sus tribulaciones y le dio gracia y sabiduría en la presencia del Faraón, rey de Egipto, quien le puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa. Entonces vino hambre y gran tribulación en toda la tierra de Egipto y en Canaán, y nuestros padres no hallaban alimentos. Pero al oír Jacob que había trigo en Egipto, envió a nuestros padres la primera vez. La segunda vez, José se dio a conocer a sus hermanos. Así el linaje de José fue dado a conocer al Faraón. Y José envió e hizo venir a su padre Jacob y a toda su familia, que eran 75 personas. Así descendió Jacob a Egipto, donde él y nuestros padres terminaron su vida. Y fueron llevados a Siquem y puestos en el sepulcro que Abraham compró a precio de plata, de los hijos de Hamor en Siquem. Como se acercaba el tiempo de la promesa, la cual Dios había asegurado a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto hasta que se levantó en Egipto otro rey que no conocía a José. Con astucia este rey se aprovechó de nuestro pueblo y maltrató a nuestros padres, haciéndoles exponer a la muerte a sus bebés para que no sobreviviesen. En aquel tiempo nació Moisés y era agradable a Dios. El fue criado tres meses en la casa de su padre; pero cuando fue expuesto a la muerte, la hija del Faraón le recogió y lo crió como a hijo suyo. Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios y era poderoso en sus palabras y hechos. Cuando cumplió cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. Al ver que uno era maltratado le defendió, y matando al egipcio, vengó al oprimido. Pensaba que sus hermanos entenderían que Dios les daría liberación por su mano, pero ellos no lo entendieron. Al día siguiente, él se presentó a unos que estaban peleando y trataba de ponerlos en paz diciendo: "¡Hombres, sois hermanos! ¿Por qué os maltratáis el uno al otro?" Entonces, el que maltrataba a su prójimo le rechazó diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernador y juez sobre nosotros? ¿Acaso quieres tú matarme como mataste ayer al egipcio? Al oír esta palabra, Moisés huyó y vivió exiliado en la tierra de Madián, donde engendró dos hijos. Cuarenta años después, un ángel le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza. Cuando Moisés le vio, se asombró de la visión; pero al acercarse para mirar, le vino la voz del Señor: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob." Pero Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. Le dijo el Señor: "Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás es tierra santa. He mirado atentamente la aflicción de mi pueblo en Egipto. He oído el gemido de ellos y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, y te enviaré a Egipto." A este mismo Moisés, al cual habían rechazado diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernador y juez?, Dios le envió por gobernador y redentor, por mano del ángel que le apareció en la zarza. El los sacó, haciendo prodigios y señales en Egipto, en el mar Rojo y en el desierto por cuarenta años. Este es el mismo Moisés que dijo a los hijos de Israel: Dios os levantará un profeta como yo de entre vuestros hermanos. Este es aquel que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y el que recibió palabras de vida para darnos. Nuestros padres no quisieron serle obedientes; más bien, le rechazaron y en sus corazones se volvieron atrás a Egipto, diciendo a Aarón: Haz para nosotros dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le habrá acontecido. Entonces, en aquellos días hicieron un becerro y ofrecieron sacrificio al ídolo, y se regocijaban en las obras de sus manos. Pero Dios se apartó de ellos y los entregó a que rindiesen culto al ejército del cielo, como está escrito en el libro de los Profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, oh casa de Israel? Más bien, llevasteis el tabernáculo de Moloc y la estrella de vuestro dios Renfán, las imágenes que hicisteis para adorarlas. Por tanto, os transportaré más allá de Babilonia. En el desierto, nuestros padres tenían el tabernáculo del testimonio, como lo había ordenado Dios, quien ordenaba a Moisés que lo hiciese según el modelo que había visto. Habiendo recibido el tabernáculo, nuestros padres, junto con Josué, lo introdujeron en la posesión de las naciones que Dios expulsó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David. Este halló gracia delante de Dios y pidió proveer un tabernáculo para el Dios de Jacob. Pero Salomón le edificó casa. No obstante, el Altísimo no habita en casas hechas por mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor. ¿Cuál será el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas? ¡Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo. Como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que de antemano anunciaron la venida del Justo. Y ahora habéis venido a ser sus traidores y asesinos. ¡Vosotros que habéis recibido la ley por disposición de los ángeles, y no la guardasteis! Escuchando estas cosas, se enfurecían en sus corazones y crujían los dientes contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo y puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba de pie a la diestra de Dios. Y dijo: —¡He aquí, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios! Entonces gritaron a gran voz, se taparon los oídos y a una se precipitaron sobre él. Le echaron fuera de la ciudad y le apedrearon. Los testigos dejaron sus vestidos a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba diciendo: —¡Señor Jesús, recibe mi espíritu! Y puesto de rodillas clamó a gran voz: —¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! Y habiendo dicho esto, durmió. Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria, con excepción de los apóstoles. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban, e hicieron gran lamentación por él. Entonces Saulo asolaba a la iglesia. Entrando de casa en casa, arrastraba tanto a hombres como a mujeres y los entregaba a la cárcel. Entonces, los que fueron esparcidos anduvieron anunciando la palabra. Y Felipe descendió a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. Cuando la gente oía y veía las señales que hacía, escuchaba atentamente y de común acuerdo lo que Felipe decía. Porque de muchas personas salían espíritus inmundos, dando grandes gritos, y muchos paralíticos y cojos eran sanados; de modo que había gran regocijo en aquella ciudad. Hacía tiempo había en la ciudad cierto hombre llamado Simón, que practicaba la magia y engañaba a la gente de Samaria, diciendo ser alguien grande. Todos estaban atentos a él, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: "¡Este sí que es el Poder de Dios, llamado Grande!" Le prestaban atención, porque con sus artes mágicas les había asombrado por mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe mientras anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. Aun Simón mismo creyó, y una vez bautizado él acompañaba a Felipe; y viendo las señales y grandes maravillas que se hacían, estaba atónito. Los apóstoles que estaban en Jerusalén, al oír que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, los cuales descendieron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos el Espíritu Santo; solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo. Cuando Simón vio que por medio de la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: —Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: —¡Tu dinero perezca contigo, porque has pensado obtener por dinero el don de Dios! Tú no tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque veo que estás destinado a hiel de amargura y a cadenas de maldad. Entonces respondiendo Simón dijo: —Rogad vosotros por mí ante el Señor, para que ninguna cosa de las que habéis dicho venga sobre mí. Ellos, después de haber testificado y hablado la palabra de Dios, regresaron a Jerusalén y anunciaban el evangelio en muchos pueblos de los samaritanos. Un ángel del Señor habló a Felipe diciendo: "Levántate y vé hacia el sur por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto." El se levantó y fue. Y he aquí un eunuco etíope, un alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, quien estaba a cargo de todos sus tesoros y que había venido a Jerusalén para adorar, regresaba sentado en su carro leyendo el profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: "Acércate y júntate a ese carro." Y Felipe corriendo le alcanzó y le oyó que leía el profeta Isaías. Entonces le dijo: —¿Acaso entiendes lo que lees? Y él le dijo: —¿Pues cómo podré yo, a menos que alguien me guíe? Y rogó a Felipe que subiese y se sentase junto a él. La porción de las Escrituras que leía era ésta: Como oveja, al matadero fue llevado, y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca. En su humillación, se le negó justicia; pero su generación, ¿quién la contará? Porque su vida es quitada de la tierra. Respondió el eunuco a Felipe y dijo: —Te ruego, ¿de quién dice esto el profeta? ¿Lo dice de sí mismo o de algún otro? Entonces Felipe abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Mientras iban por el camino, llegaron a donde había agua, y el eunuco dijo: —He aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: —Si crees con todo tu corazón, es posible. Y respondiendo, dijo: —Creo que Jesús, el Cristo, es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro. Felipe y el eunuco descendieron ambos al agua, y él le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. Y el eunuco no le vio más, pues seguía su camino gozoso. Pero Felipe se encontró en Azoto, y pasando por allí, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea. Entonces Saulo, respirando aún amenazas y homicidio contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas en Damasco, con el fin de llevar preso a Jerusalén a cualquiera que hallase del Camino, fuera hombre o mujer. Mientras iba de viaje, llegando cerca de Damasco, aconteció de repente que le rodeó un resplandor de luz desde el cielo. El cayó en tierra y oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y él dijo: —¿Quién eres, Señor? Y él respondió: —Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que te es preciso hacer. Los hombres que iban con Saulo habían quedado de pie, enmudecidos. A la verdad, oían la voz, pero no veían a nadie. Entonces Saulo fue levantado del suelo, y aun con los ojos abiertos no veía nada. Así que, guiándole de la mano, le condujeron a Damasco. Por tres días estuvo sin ver, y no comió ni bebió. Había cierto discípulo en Damasco llamado Ananías, y el Señor le dijo en visión: —Ananías. El respondió: —Heme aquí, Señor. El Señor le dijo: —Levántate, vé a la calle que se llama La Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he aquí él está orando, y en una visión ha visto a un hombre llamado Ananías que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: —Señor, he oído a muchos hablar acerca de este hombre, y de cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén. Aun aquí tiene autoridad de parte de los principales sacerdotes para tomar presos a todos los que invocan tu nombre. Y le dijo el Señor: —Vé, porque este hombre me es un instrumento escogido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Entonces Ananías fue y entró en la casa; le puso las manos encima y dijo: —Saulo, hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo. De inmediato le cayó de los ojos algo como escamas, y volvió a ver. Se levantó y fue bautizado; y habiendo comido, recuperó las fuerzas. Saulo estuvo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco. Y en seguida predicaba a Jesús en las sinagogas, diciendo: —Este es el Hijo de Dios. Todos los que le oían estaban atónitos y decían: —¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre? ¿Y no ha venido acá para eso mismo, para llevarles presos ante los principales sacerdotes? Pero Saulo se fortalecía aun más y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo. Pasados muchos días, los judíos consultaron entre sí para matarle; pero sus asechanzas fueron conocidas por Saulo. Y guardaban aun las puertas de la ciudad de día y de noche para matarle. Entonces sus discípulos tomaron a Saulo de noche y le bajaron por el muro en una canasta. Cuando fue a Jerusalén, intentaba juntarse con los discípulos; y todos le tenían miedo, porque no creían que fuera discípulo. Pero Bernabé le recibió y le llevó a los apóstoles. Les contó cómo había visto al Señor en el camino, y que había hablado con él, y cómo en Damasco había predicado con valentía en el nombre de Jesús. Así entraba y salía con ellos en Jerusalén, predicando con valentía en el nombre del Señor. Hablaba y discutía con los helenistas, pero ellos procuraban matarle. Luego, cuando los hermanos lo supieron, le acompañaron hasta Cesarea y le enviaron a Tarso. Entonces por toda Judea, Galilea y Samaria la iglesia tenía paz. Iba edificándose y vivía en el temor del Señor, y con el consuelo del Espíritu Santo se multiplicaba. Aconteció que mientras Pedro recorría por todas partes, fue también a visitar a los santos que habitaban en Lida. Allí encontró a cierto hombre llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años, pues era paralítico. Pedro le dijo: "Eneas, ¡Jesucristo te sana! Levántate y arregla tu cama." De inmediato se levantó, y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor. Entonces había en Jope cierta discípula llamada Tabita, que traducido es Dorcas. Ella estaba llena de buenas obras y de actos de misericordia que hacía. Aconteció en aquellos días que ella se enfermó y murió. Después de lavarla, la pusieron en una sala del piso superior. Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres para que le rogaran: "No tardes en venir hasta nosotros." Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó, le llevaron a la sala y le rodearon todas las viudas, llorando y mostrándole las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Después de sacar fuera a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y vuelto hacia el cuerpo, dijo: "¡Tabita, levántate!" Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se sentó. El le dio la mano y la levantó. Entonces llamó a los santos y a las viudas, y la presentó viva. Esto fue conocido en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. Pedro se quedó muchos días en Jope, en casa de un tal Simón, curtidor. Había en Cesarea cierto hombre llamado Cornelio, que era centurión de la compañía llamada la Italiana. Era piadoso y temeroso de Dios, junto con toda su casa. Hacía muchas obras de misericordia para el pueblo y oraba a Dios constantemente. Como a la hora novena del día, él vio claramente en visión a un ángel de Dios que entró hacia él y le dijo: —Cornelio. Con los ojos puestos en el ángel y espantado, él dijo: —¿Qué hay, Señor? Y le dijo: —Tus oraciones y tus obras de misericordia han subido como memorial ante la presencia de Dios. Ahora, pues, envía hombres a Jope y haz venir a cierto Simón, que tiene por sobrenombre Pedro. Este se hospeda con un tal Simón, curtidor, quien tiene su casa junto al mar. En cuanto se fue el ángel que hablaba con él, Cornelio llamó a dos de sus criados y a un soldado piadoso de entre sus asistentes, y después de haberles contado todo esto, los envió a Jope. Al día siguiente, mientras ellos iban viajando por el camino y llegaban cerca de la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, como a la sexta hora. Sintió mucha hambre y deseaba comer; pero mientras preparaban la comida, le sobrevino un éxtasis. Vio el cielo abierto y un objeto que descendía como un gran lienzo, bajado por sus cuatro extremos a la tierra. En el lienzo había toda clase de cuadrúpedos y reptiles de la tierra y aves del cielo. Y le vino una voz: —Levántate, Pedro; mata y come. Entonces Pedro dijo: —¡De ninguna manera, Señor! Porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. La voz volvió a él por segunda vez: —Lo que Dios ha purificado, no lo tengas tú por común. Esto ocurrió tres veces, y de repente el objeto fue elevado al cielo. Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí acerca de lo que pudiera ser la visión que había visto, he aquí los hombres enviados por Cornelio, habiendo preguntado por la casa de Simón, llegaron a la puerta. Entonces llamaron y preguntaron si un Simón que tenía por sobrenombre Pedro se hospedaba allí. Como Pedro seguía meditando en la visión, el Espíritu le dijo: "He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y baja. No dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado." Entonces Pedro bajó para recibir a los hombres y dijo: —Heme aquí. Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la causa por la que habéis venido? Ellos dijeron: —Cornelio, un centurión, hombre justo y temeroso de Dios, como bien lo testifica toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones en una revelación por medio de un santo ángel, para hacerte venir a su casa y oír tus palabras. Entonces les hizo entrar y los alojó. Al día siguiente, se levantó y fue con ellos. También le acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al día siguiente, entraron en Cesarea. Cornelio los estaba esperando, habiendo invitado a sus parientes y a sus amigos más íntimos. Cuando Pedro iba a entrar, Cornelio salió para recibirle, se postró a sus pies y le adoró. Pero Pedro le levantó diciendo: —¡Levántate! Yo mismo también soy hombre. Mientras hablaba con él, entró y halló que muchos se habían reunido. Y les dijo: —Vosotros sabéis cuán indebido le es a un hombre judío juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha mostrado que a ningún hombre llame común o inmundo. Por esto, al ser llamado, vine sin poner objeciones. Así que pregunto: ¿Por qué razón mandasteis por mí? Entonces dijo Cornelio: —Hace cuatro días como a esta hora, la hora novena, yo estaba orando en mi casa. Y he aquí, un hombre en vestiduras resplandecientes se puso de pie delante de mí y dijo: "Cornelio, tu oración ha sido atendida, y tus obras de misericordia han sido recordadas ante la presencia de Dios. Envía, por tanto, a Jope y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro. El está alojado en casa de Simón el curtidor, junto al mar." Así que, inmediatamente envié a ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que el Señor te ha mandado. Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo: —De veras, me doy cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que en toda nación le es acepto el que le teme y obra justicia. Dios ha enviado un mensaje a los hijos de Israel, anunciando las buenas nuevas de la paz por medio de Jesucristo. El es el Señor de todos. Vosotros sabéis el mensaje que ha sido divulgado por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, y a cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder. El anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que él hizo, tanto en la región de Judea como en Jerusalén. A él le mataron colgándole sobre un madero, pero Dios le levantó al tercer día e hizo que apareciera, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. El nos ha mandado a predicar al pueblo y a testificar que él es el que Dios ha puesto como Juez de los vivos y de los muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, y de que todo aquel que cree en él recibirá perdón de pecados por su nombre. Mientras Pedro todavía hablaba estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían la palabra. Y los creyentes de la circuncisión que habían venido con Pedro quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo fue derramado también sobre los gentiles; pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro respondió: —¿Acaso puede alguno negar el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo, igual que nosotros? Y les mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara por algunos días. Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, contendían contra él los que eran de la circuncisión, diciendo: —¡Entraste en casa de hombres incircuncisos y comiste con ellos! Entonces Pedro comenzó a contarles en orden, diciendo: —Yo estaba orando en la ciudad de Jope, y vi en éxtasis una visión: un objeto que descendía como un gran lienzo, bajado del cielo por sus cuatro extremos, y llegó a donde yo estaba. Cuando fijé la vista en él, observé y vi cuadrúpedos de la tierra, fieras y reptiles, y aves del cielo. Luego oí también una voz que me decía: "Levántate, Pedro; mata y come." Pero yo dije: "¡De ninguna manera, Señor! Porque jamás ha entrado en mi boca ninguna cosa común o inmunda." Entonces respondió la voz del cielo por segunda vez: "Lo que Dios ha purificado no lo tengas tú por común." Esto ocurrió tres veces, y todo volvió a ser retirado al cielo. Y he aquí llegaron en seguida tres hombres a la casa donde estábamos, enviados a mí desde Cesarea; y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa del hombre. El nos contó cómo había visto en su casa un ángel que se puso de pie y le dijo: "Envía a Jope y haz venir a Simón, que tiene por sobrenombre Pedro. El te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa." Cuando comencé a hablar, el Espíritu Santo cayó sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé del dicho del Señor, cuando decía: "Juan ciertamente bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo." Así que, si Dios les dio el mismo don también a ellos, como a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder resistir a Dios? Al oír estas cosas, se calmaron y glorificaron a Dios diciendo: —¡Así que también a los gentiles Dios ha dado arrepentimiento para vida! Entre tanto, los que habían sido esparcidos a causa de la tribulación que sobrevino en tiempos de Esteban fueron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin comunicar la palabra a nadie, excepto sólo a los judíos. Pero entre ellos había unos hombres de Chipre y de Cirene, quienes entraron en Antioquía y hablaron a los griegos anunciándoles las buenas nuevas de que Jesús es el Señor. La mano del Señor estaba con ellos, y un gran número que creyó se convirtió al Señor. Llegaron noticias de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén, y enviaron a Bernabé para que fuese hasta Antioquía. Cuando él llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó y exhortó a todos a que con corazón firme permaneciesen en el Señor; porque Bernabé era hombre bueno y estaba lleno del Espíritu Santo y de fe. Y mucha gente fue agregada al Señor. Después partió Bernabé a Tarso para buscar a Saulo, y cuando le encontró, le llevó a Antioquía. Y sucedió que se reunieron todo un año con la iglesia y enseñaron a mucha gente. Y los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquía. En aquellos días descendieron unos profetas de Jerusalén a Antioquía. Y se levantó uno de ellos, que se llamaba Agabo, y dio a entender por el Espíritu que iba a ocurrir una gran hambre en toda la tierra habitada. (Esto sucedió en tiempos de Claudio.) Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar una ofrenda para ministrar a los hermanos que habitaban en Judea. Y lo hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo. Entonces, por aquel tiempo, el rey Herodes echó mano de algunos de la iglesia para maltratarlos. Y a Jacobo, el hermano de Juan, lo hizo matar a espada. Al ver que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Eran entonces los días de los panes sin levadura. Cuando le tomó preso, le puso en la cárcel, entregándole a la custodia de cuatro escuadras de cuatro soldados cada una, con la intención de sacarle al pueblo después de la Pascua. Así que Pedro estaba bajo guardia en la cárcel, pero la iglesia sin cesar hacía oración a Dios por él. Cuando Herodes iba a sacarlo, aquella misma noche Pedro estaba durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas, y los guardias delante de la puerta vigilaban la cárcel. Y he aquí se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la celda. Despertó a Pedro dándole un golpe en el costado y le dijo: —¡Levántate pronto! Y las cadenas se le cayeron de las manos. Entonces le dijo el ángel: —Cíñete y ata tus sandalias. Y así lo hizo. Luego le dijo: —Envuélvete en tu manto y sígueme. Y habiendo salido, le seguía y no comprendía que lo que hacía el ángel era realidad. Más bien, le parecía que veía una visión. Cuando habían pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma. Cuando habían salido, avanzaron por una calle, y de repente el ángel se apartó de él. Entonces Pedro, al volver en sí, dijo: "Ahora entiendo realmente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de toda la expectación del pueblo judío." Cuando se dio cuenta de esto, fue a la casa de María, la madre de Juan que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban congregados y orando. Cuando Pedro tocó a la puerta de la entrada, una muchacha llamada Rode salió para responder. Cuando ella reconoció la voz de Pedro, de puro gozo no abrió la puerta, sino que corrió adentro y anunció que Pedro estaba ante la puerta. Ellos le dijeron: —¡Estás loca! Pero ella insistía en que así era. Entonces ellos decían: —¡Es su ángel! Mientras tanto, Pedro persistía en tocar; y cuando abrieron, le vieron y se asombraron. Con la mano Pedro les hizo señal de guardar silencio y les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Luego dijo: —Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y saliendo se fue a otro lugar. Cuando se hizo de día, hubo un alboroto no pequeño entre los soldados sobre qué habría pasado con Pedro. Pero Herodes, como le buscó y no le halló, después de interrogar a los guardias, les mandó ejecutar. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí. Herodes estaba furioso con los de Tiro y de Sidón. Pero ellos se presentaron a él de común acuerdo; y habiendo persuadido a Blasto, el camarero mayor del rey, pedían la paz, porque su región era abastecida por la del rey. En un día señalado, Herodes, vestido de sus vestiduras reales, se sentó en el tribunal y les arengaba. Y el pueblo aclamaba diciendo: "¡Voz de un dios, y no de un hombre!" De repente le hirió un ángel del Señor, por cuanto no dio la gloria a Dios. Y murió comido de gusanos. Pero la palabra de Dios crecía y se multiplicaba. Bernabé y Saulo volvieron de Jerusalén, una vez cumplido su encargo, tomando también consigo a Juan que tenía por sobrenombre Marcos. Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, unos profetas y maestros: Bernabé, Simón llamado Níger, Lucio de Cirene, Manaén, que había sido criado con el tetrarca Herodes, y Saulo. Mientras ellos ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: "Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado." Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Por lo tanto, siendo enviados por el Espíritu Santo, ellos descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. Después de llegar a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. También tenían a Juan como ayudante. Habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a un mago, falso profeta judío, llamado Barjesús. El estaba con el procónsul Sergio Paulo, un hombre prudente. Este, mandando llamar a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios. Pero el mago Elimas (pues así se traduce su nombre) les resistía, intentando apartar al procónsul de la fe. Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijó los ojos en él y dijo: —¡Oh tú, lleno de todo engaño y de toda malicia, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de pervertir los caminos rectos del Señor? Y ahora, ¡he aquí la mano del Señor está contra ti! Quedarás ciego por un tiempo sin ver el sol. De repente cayeron sobre él niebla y tinieblas, y andando a tientas, buscaba quien le condujese de la mano. Entonces, al ver lo que había sucedido, el procónsul creyó, maravillado de la doctrina del Señor. Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén. Pasando de Perge, ellos llegaron a Antioquía de Pisidia. Y en el día sábado, habiendo entrado en la sinagoga, se sentaron. Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: —Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad. Entonces Pablo se levantó, y haciendo una señal con la mano, dijo: —Hombres de Israel y los que teméis a Dios, oíd. El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres. Enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en la tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de allí. Por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto. Luego destruyó siete naciones en la tierra de Canaán, y les hizo heredar la tierra de ellas; como unos 450 años. Después de eso, les dio jueces hasta el profeta Samuel. Y a partir de entonces pidieron rey, y Dios les dio por cuarenta años a Saúl hijo de Quis, hombre de la tribu de Benjamín. Después de quitarlo, les levantó por rey a David, de quien dio testimonio diciendo: "He hallado a David hijo de Isaí, hombre conforme a mi corazón, quien hará toda mi voluntad." De la descendencia de David, conforme a la promesa, Dios trajo para Israel un Salvador, Jesús. Antes de presenciar su venida, Juan predicó el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Entonces, cuando Juan terminaba su carrera, decía: "¿Quién pensáis que yo soy? Yo no lo soy. Más bien, he aquí viene tras mí uno de quien yo no soy digno de desatar el calzado de sus pies." Hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros temen a Dios: A nosotros nos ha sido enviado el mensaje de esta salvación. Porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, por no reconocer a Jesús ni hacer caso a las palabras de los profetas que se leen todos los sábados, las cumplieron al condenarlo. Sin hallar en él ninguna causa digna de muerte, pidieron a Pilato que le matase. Y como habían cumplido todas las cosas escritas acerca de él, lo bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro. Pero Dios le levantó de entre los muertos. Y él apareció por muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo. Nosotros también os anunciamos las buenas nuevas de que la promesa que fue hecha a los padres, ésta la ha cumplido Dios para nosotros sus hijos, cuando resucitó a Jesús; como también está escrito en el Salmo segundo: Mi hijo eres tú; yo te he engendrado hoy. Y acerca de que le levantó de los muertos para no volver más a la corrupción, ha dicho así: Os daré las santas y fieles bendiciones prometidas a David. Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu Santo vea corrupción. Porque, después de haber servido en su propia generación a la voluntad de Dios, David murió, fue reunido con sus padres y vio corrupción. En cambio, aquel a quien Dios levantó no vio corrupción. Por lo tanto, hermanos, sea conocido de vosotros que por medio de él se os anuncia el perdón de pecados. Y de todo lo que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree. Mirad, pues, que no sobrevenga lo que está dicho en los Profetas: Mirad, burladores, asombraos y pereced. Porque yo hago una gran obra en vuestros días: una obra que jamás la creeréis, aunque alguien os la cuente. Cuando ellos salían, les rogaron que el sábado siguiente les hablasen de estos temas. Entonces una vez despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes les hablaban y les persuadían a perseverar fieles en la gracia de Dios. El sábado siguiente se reunió casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios. Y cuando los judíos vieron las multitudes, se llenaron de celos, y blasfemando contradecían lo que Pablo decía. Entonces Pablo y Bernabé, hablando con valentía, dijeron: —Era necesario que se os hablase a vosotros primero la palabra de Dios; pero ya que la habéis desechado y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. Porque así nos ha mandado el Señor: Te he puesto por luz a los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra. Al oír esto, los gentiles se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron cuantos estaban designados para la vida eterna. Y la palabra del Señor se difundía por toda la región. Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas y distinguidas y a los principales de la ciudad, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de sus territorios. Entonces sacudieron el polvo de sus pies contra ellos, y se fueron a Iconio. Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo. Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que creyó un gran número, tanto de judíos como de griegos. Pero los judíos que no creyeron incitaron y malearon el ánimo de los gentiles en contra de los hermanos. Con todo eso, ellos continuaron mucho tiempo hablando con valentía, confiados en el Señor, quien daba testimonio a la palabra de su gracia concediendo que se hiciesen señales y prodigios por medio de las manos de ellos. La gente de la ciudad estaba dividida: Unos estaban con los judíos, otros con los apóstoles. Como surgió un intento de parte de los gentiles y los judíos, junto con sus gobernantes, para afrentarlos y apedrearlos, se enteraron y huyeron a Listra y a Derbe, ciudades de Licaonia, y por toda la región de alrededor. Y allí anunciaban el evangelio. En Listra se hallaba sentado cierto hombre imposibilitado de los pies, cojo desde el vientre de su madre, que jamás había caminado. Este oyó hablar a Pablo, quien fijó la vista en él y vio que tenía fe para ser sanado. Y dijo a gran voz: —¡Levántate derecho sobre tus pies! Y él saltó y caminaba. Entonces, cuando la gente vio lo que Pablo había hecho, alzó su voz diciendo en lengua licaónica: —¡Los dioses han descendido a nosotros en forma de hombres! A Bernabé le llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque era el que llevaba la palabra. Entonces el sacerdote del templo de Zeus, que quedaba a la entrada de la ciudad, llevó toros y guirnaldas delante de las puertas de la ciudad, y juntamente con el pueblo quería ofrecerles sacrificios. Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron esto, rasgaron sus ropas y se lanzaron a la multitud dando voces y diciendo: —Hombres, ¿por qué hacéis estas cosas? Nosotros también somos hombres de la misma naturaleza que vosotros, y os anunciamos las buenas nuevas para que os convirtáis de estas vanidades al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. En las generaciones pasadas Dios permitió que todas las naciones anduvieran en sus propios caminos; aunque jamás dejó de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoos lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y de alegría. Aun diciendo estas cosas, apenas lograron impedir que el pueblo les ofreciese sacrificios. Entonces de Antioquía y de Iconio vinieron unos judíos, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, suponiendo que estaba muerto. Pero los discípulos le rodearon, y él se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente partió con Bernabé para Derbe. Después de anunciar el evangelio y de hacer muchos discípulos en aquella ciudad, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, fortaleciendo el ánimo de los discípulos y exhortándoles a perseverar fieles en la fe. Les decían: "Es preciso que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios." Y después de haber constituido ancianos para ellos en cada iglesia y de haber orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído. Luego de atravesar Pisidia, llegaron a Panfilia; y después de predicar la palabra en Perge, descendieron a Atalia. De allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían acabado. Después de llegar y reunir la iglesia, se pusieron a contarles cuántas cosas había hecho Dios con ellos, y cómo él había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Y se quedaron allí por mucho tiempo con los discípulos. Entonces algunos que vinieron de Judea enseñaban a los hermanos: "Si no os circuncidáis de acuerdo con el rito de Moisés, no podéis ser salvos." Puesto que surgió una contienda y discusión no pequeña por parte de Pablo y Bernabé contra ellos, los hermanos determinaron que Pablo, Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y ancianos para tratar esta cuestión. Entonces los que habían sido enviados por la iglesia pasaban por Fenicia y Samaria, contando de la conversión de los gentiles; y daban gran gozo a todos los hermanos. Una vez llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y por los apóstoles, y les refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos que habían creído se levantaron diciendo: —Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés. Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para considerar este asunto. Como se produjo una grande contienda, se levantó Pedro y les dijo: —Hermanos, vosotros sabéis como, desde los primeros días, Dios escogió entre vosotros que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio a favor de ellos al darles el Espíritu Santo igual que a nosotros, y no hizo ninguna diferencia entre nosotros y ellos, ya que purificó por la fe sus corazones. Ahora pues, ¿por qué ponéis a prueba a Dios, colocando sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Más bien, nosotros creemos que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos. Entonces toda la asamblea guardó silencio. Y escuchaban a Bernabé y a Pablo, mientras contaban cuántas señales y maravillas Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió diciendo: —Hermanos, oídme: Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de entre ellos un pueblo para su nombre. Con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: "Después de esto volveré y reconstruiré el tabernáculo de David, que está caído. Reconstruiré sus ruinas y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre," dice el Señor que hace estas cosas, que son conocidas desde la eternidad. Por lo cual yo juzgo que no hay que inquietar a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre. Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes le prediquen en las sinagogas, donde es leído cada sábado. Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos con toda la iglesia que enviaran a unos hombres elegidos de entre ellos, a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, quienes eran hombres prominentes entre los hermanos. Por medio de ellos escribieron: Los apóstoles, los ancianos y los hermanos, a los hermanos gentiles que están en Antioquía, Siria y Cilicia. Saludos. Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos instrucciones, os han molestado con palabras, trastornando vuestras almas, de común acuerdo nos ha parecido bien elegir unos hombres y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, hombres que han arriesgado sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Así que hemos enviado a Judas y a Silas, los cuales también os confirmarán de palabra el mismo informe. Porque ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si os guardáis de tales cosas, haréis bien. Que os vaya bien. Entonces, una vez despedidos, ellos descendieron a Antioquía; y cuando habían reunido a la asamblea, entregaron la carta. Al leerla, se regocijaron a causa de esta palabra alentadora. Judas y Silas, como también eran profetas, exhortaron a los hermanos con abundancia de palabras y los fortalecieron. Después de pasar allí algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a los que los habían enviado. Pero a Silas le pareció bien quedarse allí. Pero Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con muchos otros. Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: "Volvamos ya a visitar a los hermanos en todas las ciudades en las cuales hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están." Bernabé quería llevar consigo a Juan, llamado Marcos; pero a Pablo le parecía bien no llevar consigo a quien se había apartado de ellos desde Panfilia y que no había ido con ellos a la obra. Surgió tal desacuerdo entre ellos que se separaron el uno del otro. Bernabé tomó a Marcos y navegó a Chipre; y Pablo escogió a Silas y salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor. Luego recorría Siria y Cilicia, fortaleciendo a las iglesias. Llegó a Derbe y Listra, y he aquí había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego. El era de buen testimonio entre los hermanos en Listra y en Iconio. Pablo quiso que éste fuera con él, y tomándole lo circuncidó por causa de los judíos que estaban en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego. Cuando pasaban por las ciudades, les entregaban las decisiones tomadas por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las observaran. Así las iglesias eran fortalecidas en la fe, y su número aumentaba cada día. Atravesaron la región de Frigia y de Galacia, porque les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia. Cuando llegaron a la frontera de Misia, procuraban entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Entonces, después de pasar junto a Misia, descendieron a Troas. Y por la noche se le mostró a Pablo una visión en la que un hombre de Macedonia estaba de pie rogándole y diciendo: "¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!" En cuanto vio la visión, de inmediato procuramos salir para Macedonia, teniendo por seguro que Dios nos había llamado para anunciarles el evangelio. Zarpamos, pues, de Troas y fuimos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; y de allí a Filipos, que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, y una colonia. Pasamos algunos días en aquella ciudad. Y el día sábado salimos fuera de la puerta de la ciudad, junto al río, donde pensábamos que habría un lugar de oración. Nos sentamos allí y hablábamos a las mujeres que se habían reunido. Entonces escuchaba cierta mujer llamada Lidia, cuyo corazón abrió el Señor para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Era vendedora de púrpura de la ciudad de Tiatira, y temerosa de Dios. Como ella y su familia fueron bautizadas, nos rogó diciendo: "Ya que habéis juzgado que soy fiel al Señor, entrad en mi casa y quedaos." Y nos obligó a hacerlo. Aconteció que, mientras íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía espíritu de adivinación, la cual producía gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba diciendo: —¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación! Hacía esto por muchos días. Y Pablo, ya fastidiado, se dio vuelta y dijo al espíritu: —¡Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella! Y salió en el mismo momento. Pero cuando sus amos vieron que se les había esfumado su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades. Al presentarlos ante los magistrados, dijeron: —¡Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad! ¡Predican costumbres que no nos es lícito recibir ni practicar, pues somos romanos! Entonces el pueblo se levantó a una contra ellos. Y los magistrados les despojaron de sus ropas con violencia y mandaron azotarles con varas. Después de golpearles con muchos azotes, los echaron en la cárcel y ordenaron al carcelero que los guardara con mucha seguridad. Cuando éste recibió semejante orden, los metió en el calabozo de más adentro y sujetó sus pies en el cepo. Como a la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los presos les escuchaban. Entonces, de repente sobrevino un fuerte terremoto, de manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos. Al instante, todas las puertas se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron. Cuando el carcelero despertó y vio abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y estaba a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado. Pero Pablo gritó a gran voz, diciendo: —¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí! Entonces él pidió luz y se lanzó adentro, y se postró temblando ante Pablo y Silas. Sacándolos afuera, les dijo: —Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: —Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él, y a todos los que estaban en su casa. En aquella hora de la noche, los tomó consigo y les lavó las heridas de los azotes. Y él fue bautizado en seguida, con todos los suyos. Les hizo entrar en su casa, les puso la mesa y se regocijó de que con toda su casa había creído en Dios. Cuando se hizo de día, los magistrados enviaron a los oficiales a decirle: —Suelta a esos hombres. El carcelero comunicó a Pablo estas palabras: —Los magistrados han enviado orden de que seáis puestos en libertad; ahora, pues, salid e id en paz. Pero Pablo les dijo: —Después de azotarnos públicamente sin ser condenados, siendo nosotros ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel; y ahora, ¿nos echan fuera a escondidas? ¡Pues no! ¡Que vengan ellos mismos a sacarnos! Los oficiales informaron de estas palabras a los magistrados, quienes tuvieron miedo al oír que eran romanos. Y fueron a ellos y les pidieron disculpas. Después de sacarlos, les rogaron que se fueran de la ciudad. Entonces, después de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, les exhortaron y luego partieron. Atravesaron por Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y de acuerdo con su costumbre, Pablo entró a reunirse con ellos, y por tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras, explicando y demostrando que era necesario que el Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos. El decía: "Este Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo." Y algunos de ellos se convencieron y se juntaron con Pablo y Silas: un gran número de los griegos piadosos y no pocas de las mujeres principales. Entonces los judíos se pusieron celosos y tomaron de la calle a algunos hombres perversos, y formando una turba alborotaron la ciudad. Asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante los gobernadores de la ciudad, gritando: "¡Estos que trastornan al mundo entero también han venido acá! Y Jasón les ha recibido. Todos éstos actúan en contra de los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús." El pueblo y los gobernadores se perturbaron al oír estas cosas; pero después de obtener fianza de Jasón y de los demás, los soltaron. Entonces, sin demora, los hermanos enviaron a Pablo y Silas de noche a Berea; y al llegar ellos allí, entraron a la sinagoga de los judíos. Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra ávidamente, escudriñando cada día las Escrituras para verificar si estas cosas eran así. En consecuencia, creyeron muchos de ellos; y también de las mujeres griegas distinguidas y de los hombres, no pocos. Pero cuando supieron los judíos de Tesalónica que la palabra de Dios era anunciada por Pablo también en Berea, fueron allá para incitar y perturbar a las multitudes. Entonces los hermanos hicieron salir inmediatamente a Pablo para que se fuese hasta el mar, mientras Silas y Timoteo se quedaron allí. Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes para Silas y Timoteo de que fuesen a reunirse con él lo más pronto posible, partieron de regreso. Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría. Por lo tanto, discutía en la sinagoga con los judíos y los piadosos, y todos los días en la plaza mayor, con los que concurrían allí. Y algunos de los filósofos epicúreos y estoicos disputaban con él. Unos decían: —¿Qué querrá decir este palabrero? Otros decían: —Parece ser predicador de divinidades extranjeras. Pues les anunciaba las buenas nuevas de Jesús y la resurrección. Ellos le tomaron y le llevaron al Areópago diciendo: —¿Podemos saber qué es esta nueva doctrina de la cual hablas? Pues traes a nuestros oídos algunas cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significa esto. Todos los atenienses y los forasteros que vivían allí no pasaban el tiempo en otra cosa que en decir o en oír la última novedad. Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago y dijo: —Hombres de Atenas: Observo que sois de lo más religiosos en todas las cosas. Pues, mientras pasaba y miraba vuestros monumentos sagrados, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. A aquel, pues, que vosotros honráis sin conocerle, a éste yo os anuncio. Este es el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él. Y como es Señor del cielo y de la tierra, él no habita en templos hechos de manos, ni es servido por manos humanas como si necesitase algo, porque él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. De uno solo ha hecho toda raza de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra. El ha determinado de antemano el orden de los tiempos y los límites de su habitación, para que busquen a Dios, si de alguna manera, aun a tientas, palpasen y le hallasen. Aunque, a la verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros; porque "en él vivimos, nos movemos y somos". Como también han dicho algunos de vuestros poetas: "Porque también somos linaje de él." Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres. Por eso, aunque antes Dios pasó por alto los tiempos de la ignorancia, en este tiempo manda a todos los hombres, en todos los lugares, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos. Cuando le oyeron mencionar la resurrección de los muertos, unos se burlaban, pero otros decían: —Te oiremos acerca de esto en otra ocasión. Así fue que Pablo salió de en medio de ellos, pero algunos hombres se juntaron con él y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, quien era miembro del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos. Después de esto, Pablo partió de Atenas y fue a Corinto. Y habiendo hallado a un judío llamado Aquilas, natural de Ponto, recién llegado de Italia con Priscila su mujer (porque Claudio había mandado que todos los judíos fueran expulsados de Roma), Pablo acudió a ellos. Como eran del mismo oficio, permaneció con ellos y trabajaba, pues su oficio era hacer tiendas. Y discutía en la sinagoga todos los sábados y persuadía a judíos y a griegos. Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicaba exclusivamente a la exposición de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. Pero como ellos le contradecían y blasfemaban, sacudió sus vestidos y les dijo: "¡Vuestra sangre sea sobre vuestra cabeza! ¡Yo soy limpio! De aquí en adelante iré a los gentiles." Se trasladó de allí y entró en la casa de un hombre llamado Tito Justo, quien era temeroso de Dios, y cuya casa estaba junto a la sinagoga. Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. Y muchos de los corintios que oían, creían y eran bautizados. Entonces el Señor dijo a Pablo de noche, por medio de una visión: "No temas, sino habla y no calles; porque yo estoy contigo, y nadie pondrá la mano sobre ti para hacerte mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad." Pablo se quedó allí por un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios. Siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos de común acuerdo se levantaron contra Pablo y le llevaron al tribunal, diciendo: —¡Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley! Cuando Pablo iba a abrir su boca, Galión dijo a los judíos: —Si se tratara de algún agravio o de un crimen enorme, oh judíos, conforme al derecho yo os toleraría. Pero ya que se trata de cuestiones de palabras, de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros mismos. Yo no quiero ser juez de estas cosas. Y los expulsó del tribunal. Entonces todos tomaron a Sóstenes, el principal de la sinagoga, y le golpeaban delante del tribunal, y a Galión ninguna de estas cosas le importaba. Pero Pablo, habiéndose detenido allí muchos días más, se despidió de los hermanos, e iba navegando hacia Siria; y con él iban Priscila y Aquilas. En Cencrea se rapó la cabeza, porque había hecho un voto. Llegaron a Efeso, y él los dejó allí. Y entró en la sinagoga y discutía con los judíos. Pero a pesar de que ellos le pedían que se quedase por más tiempo, no accedió, sino que se despidió y dijo: "Otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere." Y zarpó de Efeso. Habiendo arribado a Cesarea, y después de subir y saludar a la iglesia, descendió a Antioquía. Y después de haber estado allí algún tiempo, salió a recorrer en orden la región de Galacia y Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos. Llegó entonces a Efeso cierto judío llamado Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el Camino del Señor; y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas acerca de Jesús, aunque conocía solamente el bautismo de Juan. Comenzó a predicar con valentía en la sinagoga, y cuando Priscila y Aquilas le oyeron, le tomaron aparte y le expusieron con mayor exactitud el Camino de Dios. Como él quería viajar a Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos que le recibiesen. Cuando llegó allá, fue de gran provecho a los que mediante la gracia habían creído; pues refutaba vigorosamente a los judíos en público, demostrando por medio de las Escrituras que Jesús era el Cristo. Mientras Apolos estaba en Corinto, aconteció que Pablo, después de recorrer las regiones interiores, bajó a Efeso y encontró a ciertos discípulos. Entonces les dijo: —¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Ellos le contestaron: —Ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo. Entonces dijo: —¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos respondieron: —En el bautismo de Juan. Y dijo Pablo: —Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y ellos hablaban en lenguas y profetizaban. Eran entre todos como doce hombres. Durante unos tres meses, entrando en la sinagoga, Pablo predicaba con valentía discutiendo y persuadiendo acerca de las cosas del reino de Dios. Pero como algunos se endurecían y rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la multitud, se separó de ellos y tomó a los discípulos aparte, discutiendo cada día en la escuela de Tirano. Esto continuó por dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, tanto judíos como griegos, oyeron la palabra del Señor. Dios hacía milagros extraordinarios por medio de las manos de Pablo; de tal manera que hasta llevaban pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo para ponerlos sobre los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían de ellos. Pero también algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, se pusieron a invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: —¡Os conjuro por el Jesús que Pablo predica! Eran siete hijos de un tal Esceva, un judío, principal de los sacerdotes, los que hacían esto. Pero el espíritu malo respondió y les dijo: —A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo se lanzó sobre ellos, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos. Este acontecimiento fue conocido por todos los que habitaban en Efeso, tanto judíos como griegos. Cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado. Muchos de los que habían creído venían confesando y reconociendo sus prácticas públicamente. Asimismo, un buen número de los que habían practicado la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y hallaron que era de 50.000 monedas de plata. De esta manera crecía la palabra del Señor y prevalecía poderosamente. Cuando estas cosas se cumplieron, Pablo propuso en su espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: "Después que haya estado en Jerusalén, me será preciso ver también a Roma." Y después de enviar a Macedonia a dos de los que le ayudaban, a Timoteo y a Erasto, él mismo se detuvo por algún tiempo en Asia. En aquel entonces se produjo un alboroto no pequeño acerca del Camino. Porque cierto platero, llamado Demetrio, que elaboraba en plata templecillos de Diana, y daba no poca ganancia a los artesanos, reunió a éstos con los obreros de oficios semejantes y les dijo: —Hombres, sabéis que nuestra prosperidad proviene de este oficio; y veis y oís que no solamente en Efeso, sino también en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido y apartado a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. No solamente hay el peligro de que este negocio nuestro caiga en descrédito, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y que pronto sea despojada de su majestad aquella a quien adoran toda el Asia y el mundo. Al oír estas palabras se llenaron de ira y gritaron diciendo: —¡Grande es Diana de los efesios! Y la ciudad se llenó de confusión. Se lanzaron unánimes al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios y compañeros de Pablo. Aunque Pablo quería salir a la multitud, los discípulos no se lo permitieron. También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, enviaron a él y le rogaron que no se presentara en el teatro. Unos gritaban una cosa, y otros otra cosa; porque la concurrencia estaba confusa, y la mayor parte ni sabía por qué se había reunido. Entonces algunos de entre la multitud dieron instrucciones a Alejandro, a quien los judíos habían empujado hacia adelante. Y Alejandro, pidiendo silencio con la mano, quería hacer una defensa ante el pueblo. Pero reconociendo que era judío, todos volvieron a gritar a una sola voz, por casi dos horas: —¡Grande es Diana de los efesios! Por fin, cuando el magistrado había apaciguado la multitud, dijo: —Hombres de Efeso, ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad de Efeso es guardiana del templo de la majestuosa Diana y de su imagen caída del cielo? Ya que esto no puede ser contradicho, conviene que os apacigüéis y que no hagáis nada precipitado. Pues habéis traído a estos hombres que ni han cometido sacrilegio ni han blasfemado a nuestra diosa. Por tanto, si Demetrio y los artesanos que están con él tienen pleito contra alguien, se conceden audiencias y hay procónsules. ¡Que se acusen los unos a los otros! Y si buscáis alguna otra cosa, será deliberado en legítima asamblea. Pero hay peligro de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, sin que tengamos ninguna causa por la cual podamos dar razón de este tumulto. Y habiendo dicho esto, disolvió la concurrencia. Después de cesar el disturbio, Pablo mandó llamar a los discípulos, y habiéndoles exhortado, se despidió y salió para ir a Macedonia. Recorrió aquellas regiones, exhortándoles con abundancia de palabras, y luego llegó a Grecia. Después de estar él allí tres meses, los judíos tramaron un complot contra él cuando estaba por navegar rumbo a Siria, de modo que decidió regresar por Macedonia. Le acompañaron Sópater hijo de Pirro, de Berea, los tesalonicenses Aristarco y Segundo, Gayo de Derbe, Timoteo, y Tíquico y Trófimo de Asia. Estos salieron antes y nos esperaron en Troas. Pero después de los días de los panes sin levadura, nosotros navegamos desde Filipos y los alcanzamos después de cinco días en Troas, donde nos detuvimos siete días. El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo comenzó a hablarles, porque había de partir al día siguiente, y alargó el discurso hasta la medianoche. Había muchas lámparas en el piso superior, donde estábamos reunidos. Y a cierto joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, le iba dominando un profundo sueño. Como Pablo seguía hablando por mucho tiempo, el joven, ya vencido por el sueño, cayó del tercer piso abajo y fue levantado muerto. Entonces Pablo descendió y se echó sobre él, y al abrazarlo dijo: "¡No os alarméis, porque su vida está en él!" Después de subir, de partir el pan y de comer, habló largamente hasta el alba; y de esta manera salió. Ellos llevaron al joven vivo y fueron grandemente consolados. Habiendo ido nosotros al barco con anticipación, navegamos hasta Asón para recibir a Pablo allí, pues así lo había dispuesto, debiendo ir él por tierra. Cuando se reunió con nosotros en Asón, le tomamos a bordo y fuimos a Mitilene. Navegamos de allí al día siguiente y llegamos frente a Quío. Al otro día, atracamos en Samos, y llegamos a Mileto al próximo día, pues Pablo había decidido pasar de largo a Efeso para no detenerse en Asia; porque, de serle posible, se apresuraba para pasar el día de Pentecostés en Jerusalén. Desde Mileto, Pablo envió a Efeso e hizo llamar a los ancianos de la iglesia. Cuando ellos llegaron a él, les dijo: "Vosotros sabéis bien cómo me he comportado con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, sirviendo al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas y pruebas que me vinieron por las asechanzas de los judíos. Y sabéis que no he rehuido el anunciaros nada que os fuese útil, y el enseñaros públicamente y de casa en casa, testificando a los judíos y a los griegos acerca del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. "Ahora, he aquí yo voy a Jerusalén con el espíritu encadenado, sin saber lo que me ha de acontecer allí; salvo que el Espíritu Santo me da testimonio en una ciudad tras otra, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Sin embargo, no estimo que mi vida sea de ningún valor ni preciosa para mí mismo, con tal que acabe mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios. "Ahora, he aquí yo sé que ninguno de todos vosotros, entre los cuales he pasado predicando el reino, volverá a ver mi cara. Por tanto, yo declaro ante vosotros en el día de hoy que soy limpio de la sangre de todos, porque no he rehuido el anunciaros todo el consejo de Dios. Tened cuidado por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo os ha puesto como obispos, para pastorear la iglesia del Señor, la cual adquirió para sí mediante su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán la vida al rebaño; y que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas para descarriar a los discípulos tras ellos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no cesé de amonestar con lágrimas a cada uno. "Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, a aquel que tiene poder para edificar y para dar herencia entre todos los santificados. "No he codiciado ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie. Vosotros sabéis que estas manos proveyeron para mis necesidades y para aquellos que estaban conmigo. En todo os he demostrado que trabajando así es necesario apoyar a los débiles, y tener presente las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir.’" Cuando había dicho estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos ellos. Entonces hubo gran llanto de todos. Se echaron sobre el cuello de Pablo y le besaban, lamentando sobre todo por la palabra que había dicho que ya no volverían a ver su cara. Y le acompañaron al barco. Habiéndonos despedido de ellos, zarpamos y navegamos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. Hallando un barco que hacía la travesía a Fenicia, nos embarcamos y zarpamos. Después de avistar Chipre y de dejarla a la izquierda, navegábamos a Siria y arribamos a Tiro, porque el barco debía descargar allí. Nos quedamos siete días allí, ya que hallamos a los discípulos. Mediante el Espíritu ellos decían a Pablo que no subiese a Jerusalén. Cuando se nos pasaron los días, salimos acompañados por todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad, y puestos de rodillas en la playa, oramos. Nos despedimos los unos de los otros y subimos al barco, y ellos volvieron a sus casas. Habiendo completado la travesía marítima desde Tiro, arribamos a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día. Al día siguiente, partimos y llegamos a Cesarea. Entramos a la casa de Felipe el evangelista, quien era uno de los siete, y nos alojamos con él. Este tenía cuatro hijas solteras que profetizaban. Y mientras permanecíamos allí por varios días, un profeta llamado Agabo descendió de Judea. Al llegar a nosotros, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos, y dijo: —Esto dice el Espíritu Santo: "Al hombre a quien pertenece este cinto, lo atarán así los judíos en Jerusalén, y le entregarán en manos de los gentiles." Cuando oímos esto, nosotros y también los de aquel lugar le rogamos que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: —¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy listo no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Como él no se dejaba persuadir, desistimos diciendo: —Hágase la voluntad del Señor. Después de estos días, habiendo hecho los preparativos, subimos a Jerusalén. También vinieron con nosotros unos discípulos de Cesarea, trayendo consigo a un tal Mnasón de Chipre, discípulo antiguo, en cuya casa nos hospedaríamos. Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron de buena voluntad. Al día siguiente, Pablo entró con nosotros para ver a Jacobo, y todos los ancianos se reunieron. Después de saludarlos, les contaba una por una todas las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio. Cuando lo oyeron, glorificaron a Dios. Y le dijeron: —Tú ves, hermano, cuántos miles de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley. Pero se les ha informado acerca de ti, que tú enseñas a apartarse de Moisés a todos los judíos que están entre los gentiles, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni anden según nuestras costumbres. ¿Qué hay, pues, de esto? Seguramente oirán que has venido. Por tanto, haz esto que te decimos. Entre nosotros hay cuatro hombres que han hecho votos. Toma contigo a estos hombres, purifícate con ellos, paga por ellos para que se rapen sus cabezas, y todos sabrán que no hay nada de lo que se les ha informado acerca de ti, sino que tú también sigues guardando la ley. Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros hemos escrito lo que habíamos decidido: que se abstengan de lo que es ofrecido a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres. Al día siguiente, después de purificarse con ellos, entró en el templo para dar aviso del día en que se cumpliría la purificación, cuando se ofrecería el sacrificio por cada uno de ellos. Cuando iban a terminar los siete días, los judíos de Asia, al verle en el templo, comenzaron a alborotar a todo el pueblo y le echaron mano, gritando: "¡Hombres de Israel! ¡Ayudad! ¡Este es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra nuestro pueblo, la ley y este lugar! Y además de esto, ha metido griegos dentro del templo y ha profanado este lugar santo." Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, un efesio, y suponían que Pablo lo había metido en el templo. Así que toda la ciudad se agitó, y se hizo un tumulto del pueblo. Se apoderaron de Pablo y le arrastraron fuera del templo, y de inmediato las puertas fueron cerradas. Mientras ellos procuraban matarle, llegó aviso al tribuno de la compañía que toda Jerusalén estaba alborotada. De inmediato, éste tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo a ellos. Y cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. Entonces llegó el tribuno y le apresó, y mandó que le atasen con dos cadenas. Preguntó quién era y qué había hecho; pero entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros, otra. Como él no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, mandó llevarlo a la fortaleza. Y sucedió que cuando llegó a las gradas, Pablo tuvo que ser llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud; porque la muchedumbre del pueblo venía detrás gritando: "¡Mátale!" Cuando ya iba a ser metido en la fortaleza, Pablo dijo al tribuno: —¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: —¿Sabes griego? Entonces, ¿no eres tú aquel egipcio que provocó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto a cuatro mil hombres de los asesinos? Entonces dijo Pablo: —A la verdad, yo soy judío, ciudadano de Tarso de Cilicia, una ciudad no insignificante. Y te ruego, permíteme hablar al pueblo. Como él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Hecho un profundo silencio, comenzó a hablar en hebreo diciendo: —Hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros. Cuando oyeron que Pablo les hablaba en lengua hebrea, guardaron aun mayor silencio. Entonces dijo: —Soy un hombre judío, nacido en Tarso de Cilicia pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la ley de nuestros padres, siendo celoso de Dios como lo sois todos vosotros hoy. Yo perseguí este Camino hasta la muerte, tomando presos y entregando a las cárceles a hombres y también a mujeres, como aun el sumo sacerdote me es testigo, y todos los ancianos de quienes también recibí cartas para los hermanos. Y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén a los que estaban allí, para que fuesen castigados. Pero me sucedió, cuando viajaba y llegaba cerca de Damasco, como a mediodía, que de repente me rodeó de resplandor una gran luz del cielo. Yo caí al suelo y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Entonces yo respondí: "¿Quién eres, Señor?" Y me dijo: "Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues." A la verdad, los que estaban conmigo vieron la luz, pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. Yo dije: "¿Qué haré, Señor?" Y el Señor me dijo: "Levántate y vé a Damasco, y allí se te dirá todo lo que te está ordenado hacer." Como no podía ver a causa del resplandor de aquella luz, fui guiado de la mano por los que estaban conmigo, y entré en Damasco. Entonces un tal Ananías, hombre piadoso conforme a la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que moraban allí, vino a mí y puesto de pie me dijo: "Hermano Saulo, recibe la vista." Y yo le vi en aquel instante. Y él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para que conozcas su voluntad y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre." Entonces, cuando volví a Jerusalén, mientras oraba en el templo, sucedió que caí en éxtasis y vi al Señor que me decía: "Date prisa y sal de inmediato de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí." Y yo dije: "Señor, ellos saben bien que yo andaba encarcelando y azotando a los que creían en ti en todas las sinagogas; y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo también estaba presente, aprobaba su muerte y guardaba la ropa de los que le mataban." Pero él me dijo: "Anda, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles." Le escucharon hasta esta palabra. Entonces alzaron la voz diciendo: —¡Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva! Como ellos daban voces, arrojaban sus ropas y echaban polvo al aire, el tribuno mandó que metieran a Pablo en la fortaleza y ordenó que le sometieran a interrogatorio mediante azotes, para saber por qué causa daban voces así contra él. Pero apenas lo estiraron con las correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: —¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano que no ha sido condenado? Cuando el centurión oyó esto, fue e informó al tribuno diciendo: —¿Qué vas a hacer? Pues este hombre es romano. Vino el tribuno y le dijo: —Dime, ¿eres tú romano? Y él dijo: —Sí. El tribuno respondió: —Yo logré esta ciudadanía con una gran suma. Entonces Pablo dijo: —Pero yo la tengo por nacimiento. Así que, en seguida se retiraron de él los que le iban a interrogar. También el tribuno tuvo temor cuando supo que Pablo era ciudadano romano y que le había tenido atado. Al día siguiente, queriendo saber con certeza la verdadera razón por la que era acusado por los judíos, le desató y mandó reunir a todos los principales sacerdotes y a todo el Sanedrín de ellos. Y sacando a Pablo, lo presentó delante de ellos. Entonces Pablo, fijando la vista en el Sanedrín, dijo: —Hermanos, yo he vivido delante de Dios con toda buena conciencia hasta el día de hoy. Y el sumo sacerdote Ananías mandó a los que estaban a su lado, que le golpeasen en la boca. Entonces Pablo dijo: —¡Dios te ha de golpear a ti, pared blanqueada! Tú estás sentado para juzgarme conforme a la ley; y quebrantando la ley, ¿mandas que me golpeen? Los que estaban presentes le dijeron: —¿Insultas tú al sumo sacerdote de Dios? Y Pablo dijo: —No sabía, hermanos, que fuera el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás al gobernante de tu pueblo. Entonces Pablo, sabiendo que una parte del Sanedrín eran saduceos y la otra parte fariseos, gritó en el Sanedrín: —Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Es por la esperanza y la resurrección de los muertos que soy juzgado. Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos. La asamblea se dividió, porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus; pero los fariseos afirman todas estas cosas. Se levantó un gran vocerío, y algunos de los escribas del partido de los fariseos se levantaron y contendían diciendo: —No hallamos ningún mal en este hombre. ¿Y qué hay si un espíritu o un ángel le ha hablado? Como hubo grande disensión, el tribuno, temiendo que Pablo fuese despedazado, mandó a los soldados que bajaran para arrebatarlo de en medio de ellos y llevarlo a la fortaleza. A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: "Sé valiente, Pablo, pues así como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma." Cuando llegó el día, los judíos tramaron un complot y se juraron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubieran dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración. Ellos fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos, y les dijeron: —Nosotros hemos jurado bajo maldición, que no gustaremos nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora, pues, vosotros con el Sanedrín solicitad al tribuno que le saque mañana a vosotros, como si tuvierais que investigar su caso con más exactitud. Pero nosotros estaremos preparados para matarle antes que él llegue. Pero el hijo de la hermana de Pablo oyó hablar de la emboscada. El fue, entró en la fortaleza y se lo informó a Pablo. Pablo llamó a uno de los centuriones y le dijo: —Lleva a este joven al tribuno, porque tiene algo que comunicarle. Entonces él le tomó, le llevó al tribuno y le dijo: —El preso Pablo me llamó y me rogó que trajera este joven a ti, porque tiene algo que decirte. El tribuno le tomó de la mano, y llevándolo aparte le preguntó en privado: —¿Qué es lo que tienes que decirme? Y él dijo: —Los judíos han acordado rogarte que mañana saques a Pablo al Sanedrín, como si fueran a indagar algo más exacto acerca de él. Pues tú, no les creas, porque más de cuarenta hombres de ellos le están preparando una emboscada. Se han jurado bajo maldición que no comerán ni beberán hasta que le hayan asesinado. Ahora están listos, esperando una promesa de parte tuya. Luego el tribuno despidió al joven encargándole: —No digas a nadie que me has informado de esto. Entonces el tribuno llamó a dos de los centuriones y dijo: —Para la tercera hora de la noche, preparad 200 soldados, más 70 de caballería y 200 lanceros para que vayan a Cesarea. A la vez, ordenó que proveyeran cabalgaduras para que Pablo montara, y le llevasen a salvo al procurador Félix. También escribió una carta en estos términos: Claudio Lisias, al excelentísimo procurador Félix. Saludos. Cuando este hombre fue prendido por los judíos y estaba a punto de ser muerto por ellos, yo le rescaté acudiendo con la tropa, habiendo entendido que era romano. Queriendo saber el delito por el cual le acusaban, le hice bajar al Sanedrín de ellos. Hallé que era acusado de cuestiones de la ley de ellos, pero sin ninguna acusación de crimen digno de muerte o de prisión. Pero como se me informó que habría un complot contra el hombre, inmediatamente le envié a ti y he informado también a sus acusadores que declaren delante de ti lo que tienen contra él. Por tanto, de acuerdo con las órdenes que habían recibido, los soldados tomaron a Pablo y le llevaron de noche a Antípatris. Y al día siguiente, dejando que la caballería siguiera con él, regresaron a la fortaleza. Después de llegar a Cesarea y entregar la carta al procurador, presentaron también a Pablo delante de él. El procurador leyó la carta y le preguntó de qué provincia era. Informado que era de Cilicia, dijo: —Oiré tu causa cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le guardaran en el Pretorio de Herodes. Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un orador, un cierto Tértulo. Ellos comparecieron delante del procurador contra Pablo. Y al ser llamado éste, Tértulo comenzó a acusarle diciendo: —Puesto que gozamos de mucha paz, gracias a ti, y se están realizando reformas en beneficio de esta nación debido a tu prudencia, oh excelentísimo Félix, siempre y en todo lugar lo aceptamos con toda gratitud. Pero para no molestarte más largamente, te ruego que nos escuches brevemente, conforme a tu equidad. Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y es promotor de sediciones entre los judíos de todo el mundo y cabecilla de la secta de los nazarenos. Intentó también profanar el templo, pero le prendimos. Nosotros quisimos juzgarle conforme a nuestra ley. Pero intervino el tribuno Lisias y con gran violencia le quitó de nuestras manos, mandando a sus acusadores que se presenten delante de ti. Al examinarle, tú mismo podrás saber todas estas cosas de las que le acusamos. También los judíos lo confirmaban, alegando que estas cosas eran así. Entonces, cuando el procurador le dio señal para hablar, Pablo contestó: —Sabiendo que por muchos años has sido juez de esta nación, con confianza expondré mi defensa. Tú puedes cerciorarte de que no hace más de doce días que subí a Jerusalén para adorar. No me hallaron disputando con nadie en el templo, ni provocando tumultos del pueblo, ni en las sinagogas ni en la ciudad. Tampoco pueden ellos comprobarte las cosas de las que ahora me acusan. Sin embargo, te confieso esto: que sirvo al Dios de mis padres conforme al Camino que ellos llaman secta, creyendo todo lo que está escrito en la Ley y en los Profetas. Tengo esperanza en Dios, la cual ellos mismos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los justos y de los injustos. Y por esto yo me esfuerzo siempre por tener una conciencia sin remordimiento delante de Dios y los hombres. Pasados muchos años, vine para presentar donativos y ofrendas a mi nación. Mientras hacía esto, unos judíos de Asia me hallaron purificado en el templo (no en tumulto ni con alboroto). Ellos deberían comparecer delante de ti y traer acusaciones, si es que tienen algo contra mí. O que digan éstos mismos qué delito hallaron cuando comparecí ante el Sanedrín, salvo que cuando estuve entre ellos lancé este grito: "¡Con respecto a la resurrección de los muertos yo soy juzgado hoy por vosotros!" Entonces Félix, estando bien informado acerca de este Camino, les aplazó diciendo: —Cuando venga el tribuno Lisias, examinaré vuestro caso. Dio órdenes al centurión de que Pablo fuese custodiado, pero que tuviera algunos privilegios y que no se impidiese a ninguno de los suyos atenderle. Algunos días después, vino Félix con Drusila su esposa, que era judía. Mandó traer a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Cristo Jesús. Cuando Pablo disertaba de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se llenó de miedo y respondió: —Por ahora, vete; pero cuando tenga oportunidad, te llamaré. A la vez, Félix esperaba también que se le diera algún dinero de parte de Pablo. Por eso le hacía venir con frecuencia y hablaba con él. Pero al cabo de dos años, Félix recibió como sucesor a Porcio Festo, y queriéndose congraciar con los judíos, Félix dejó preso a Pablo. Tres días después de haber asumido el mando de la provincia, Festo subió de Cesarea a Jerusalén. Entonces los principales sacerdotes y los dirigentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaban pidiendo contra él, el favor de que le hiciese traer a Jerusalén. Mientras tanto, ellos preparaban una emboscada para asesinarle en el camino. Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, y que en breve él mismo partiría para allá. Dijo: —Los que puedan de entre vosotros desciendan conmigo; y si hay alguna falta en este hombre, acúsenle. Después de detenerse entre ellos no más de ocho o diez días, descendió a Cesarea; y al día siguiente, se sentó en el tribunal y mandó que Pablo fuese traído. Cuando llegó, le rodearon los judíos que habían descendido de Jerusalén, haciendo muchas y graves acusaciones contra él, las cuales no podían probar; mientras que Pablo decía en su defensa: —En nada he pecado, ni contra la ley de los judíos, ni contra el pueblo, ni contra el César. Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondió a Pablo y dijo: —¿Quieres subir a Jerusalén para ser juzgado allí delante de mí acerca de estas cosas? Pablo respondió: —Ante el tribunal del César estoy, donde me corresponde ser juzgado. A los judíos no he hecho ninguna injusticia, como tú muy bien lo sabes. Si estoy haciendo alguna injusticia o si he hecho alguna cosa digna de muerte, no rehúso morir; pero si no hay nada de cierto en las cosas de las que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. Yo apelo al César. Entonces Festo, habiendo consultado con el consejo, respondió: —Al César has apelado. ¡Al César irás! Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice fueron a Cesarea para saludar a Festo. Como pasaban allí muchos días, Festo presentó al rey el caso de Pablo, diciendo: —Hay cierto hombre que ha sido dejado preso por Félix, con respecto a quien se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos cuando subí a Jerusalén, pidiendo sentencia contra él. A ellos les respondí que no es costumbre de los romanos entregar a ningún hombre antes que el acusado tenga presentes a sus acusadores y tenga oportunidad de hacer su defensa contra la acusación. Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna demora, al día siguiente, me senté en el tribunal y mandé traer al hombre. Pero cuando se presentaron los acusadores, no trajeron ninguna acusación con respecto a él, de los crímenes que yo sospechaba. Solamente tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su propia religión y de un cierto Jesús, ya fallecido, de quien Pablo afirmaba que está vivo. Yo, vacilante con semejante caso, le preguntaba si quería ir a Jerusalén y ser juzgado por estas cosas allí. Pero como Pablo apeló a quedar bajo custodia para la decisión de Augusto, mandé que le guardasen hasta que yo le enviara al César. Entonces Agripa dijo a Festo: —Yo también quisiera oír al hombre. Y él dijo: —Mañana le oirás. Así que al día siguiente vinieron Agripa y Berenice con mucha pompa, y después que entraron en la sala de audiencias con los tribunos y los principales de la ciudad, fue traído Pablo por mandato de Festo. Entonces Festo dijo: —Rey Agripa, y todos los hombres aquí presentes con nosotros: Mirad a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos ha recurrido a mí, tanto en Jerusalén como aquí, clamando a gritos que él no debe vivir más. Pero yo hallé que él no había hecho ninguna cosa digna de muerte, y habiendo apelado él mismo a Augusto, he determinado enviarle. Pero no tengo nada de cierto que escribir a mi señor acerca de él. Por esto le he traído ante vosotros, y especialmente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, yo tenga algo que escribir. Porque me parece cosa no razonable enviar un preso sin indicar también las acusaciones contra él. Luego Agripa dijo a Pablo: —Se te permite hablar por ti mismo. Entonces Pablo extendió la mano y comenzó su defensa: —Me tengo por dichoso que haya de exponer hoy mi defensa delante de ti, oh rey Agripa, acerca de todas las cosas de las que soy acusado por los judíos; mayormente por ser tú conocedor de todas las costumbres y cuestiones de los judíos. Por lo tanto, te ruego que me escuches con paciencia. Mi manera de vivir, desde mi juventud, la cual pasé desde el comienzo entre los de mi nación en Jerusalén, la conocen todos los judíos. Ellos me conocen desde antes, si quisieran testificarlo, que conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión viví como fariseo. Y ahora soy sometido a juicio por la esperanza de la promesa que Dios hizo a nuestros padres, promesa que esperan alcanzar nuestras doce tribus sirviendo constantemente día y noche. ¡Por la misma esperanza soy acusado por los judíos, oh rey! ¿Por qué se juzga increíble entre vosotros que Dios resucite a los muertos? Pues yo, a la verdad, había pensado que debía hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; y esto hice en Jerusalén. Habiendo recibido autorización de los principales sacerdotes, yo encerré en cárceles a muchos de los santos; y cuando les mataban, yo di mi voto contra ellos. Muchas veces, castigándoles en todas las sinagogas, procuraba obligarles a blasfemar; y enfurecido en extremo contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras. En esto estaba ocupado cuando iba a Damasco con autorización y comisión de los principales sacerdotes. En el camino a mediodía, oh rey, vi que desde el cielo una luz, más resplandeciente que el sol, alumbró alrededor de mí y de los que viajaban conmigo. Habiendo caído todos nosotros a tierra, oí una voz que me decía en lengua hebrea: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¡Dura cosa te es dar coces contra el aguijón!" Entonces yo dije: "¿Quién eres, Señor?" Y el Señor dijo: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate y ponte sobre tus pies, porque te he aparecido para esto: para constituirte en ministro y testigo de las cosas que has visto de mí y de aquellas en que apareceré a ti. Yo te libraré del pueblo y de los gentiles, a los cuales ahora yo te envío para abrir sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, para que reciban perdón de pecados y una herencia entre los santificados por la fe en mí." Por lo cual, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial. Más bien, primeramente a los que estaban en Damasco, y en Jerusalén y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, les he proclamado que se arrepientan y se conviertan a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. A causa de esto, los judíos me prendieron en el templo e intentaron matarme. Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, me he mantenido firme hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, sin decir nada ajeno a las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: que el Cristo había de padecer, y que por ser el primero de la resurrección de los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles. Mientras él decía estas cosas en su defensa, Festo le dijo a gran voz: —¡Estás loco, Pablo! ¡Las muchas letras te vuelven loco! Pero Pablo dijo: —No estoy loco, oh excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. Pues el rey, delante de quien también hablo confiadamente, entiende de estas cosas. Porque estoy convencido de que nada de esto le es oculto, pues esto no ha ocurrido en algún rincón. ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? ¡Yo sé que crees! Entonces Agripa dijo a Pablo: —¡Por poco me persuades a ser cristiano! Y Pablo dijo: —¡Quisiera Dios que, por poco o por mucho, no solamente tú sino también todos los que hoy me escuchan fueseis hechos como yo, salvo estas cadenas! Entonces se levantaron el rey, el procurador, Berenice y los que se habían sentado con ellos. Y después de retirarse aparte, hablaban los unos con los otros diciendo: —Este hombre no hace ninguna cosa digna de muerte ni de prisión. Y Agripa dijo a Festo: —Este hombre podría ser puesto en libertad, si no hubiera apelado al César. Cuando se determinó que habíamos de navegar a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. Así que nos embarcamos en una nave adramiteña que salía para los puertos de Asia, y zarpamos. Estaba con nosotros Aristarco, un macedonio de Tesalónica. Al otro día, atracamos en Sidón; y Julio, tratando a Pablo con amabilidad, le permitió ir a sus amigos y ser atendido por ellos. Y habiendo zarpado de allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos nos eran contrarios. Después de cruzar por alta mar frente a Cilicia y a Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. El centurión encontró allí una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos embarcó en ella. Navegando muchos días despacio, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido, porque el viento nos impedía, navegamos a sotavento de Creta frente a Salmón. Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea. Puesto que había transcurrido mucho tiempo y se hacía peligrosa la navegación, porque también el Ayuno ya había pasado, Pablo les amonestaba diciendo: —Hombres, veo que la navegación ha de realizarse con daño y mucha pérdida, no sólo de la carga y de la nave, sino también de nuestras vidas. Pero el centurión fue persuadido más por el piloto y el capitán del barco, y no por lo que Pablo decía. Ya que el puerto era incómodo para pasar el invierno, la mayoría acordó zarpar de allí, por si de alguna manera pudiesen arribar a Fenice, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, para invernar allí. Como sopló una brisa del sur y les pareció que ya habían logrado lo que deseaban, izaron velas e iban costeando a Creta muy de cerca. Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado que se llama Euraquilón. Como la nave era arrebatada y no podía poner proa al viento, nos abandonamos a él y éramos llevados a la deriva. Navegamos a sotavento de una pequeña isla que se llama Cauda, y apenas pudimos retener el esquife. Y después de subirlo a bordo, se valían de refuerzos para ceñir la nave. Pero temiendo encallar en la Sirte, bajaron velas y se dejaban llevar así. Al día siguiente, mientras éramos sacudidos por una furiosa tempestad, comenzaron a aligerar la carga; y al tercer día, con sus propias manos arrojaron los aparejos del barco. Como no aparecían ni el sol ni las estrellas por muchos días y nos sobrevenía una tempestad no pequeña, íbamos perdiendo ya toda esperanza de salvarnos. Entonces, como hacía mucho que no comíamos, Pablo se puso de pie en medio de ellos y dijo: —Oh hombres, debíais haberme escuchado y no haber partido de Creta, para evitar este daño y pérdida. Pero ahora os insto a tener buen ánimo, pues no se perderá la vida de ninguno de vosotros, sino solamente la nave. Porque esta noche estuvo conmigo un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, y me dijo: "No temas, Pablo. Es necesario que comparezcas ante el César, y he aquí Dios te ha concedido todos los que navegan contigo." Por tanto, oh hombres, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho. Pero es necesario que demos en alguna isla. Cuando llegó la decimocuarta noche, y siendo nosotros llevados a la deriva a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que se acercaban a alguna tierra. Echaron la sonda y hallaron veinte brazas. Pasando un poco más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron quince brazas. Temiendo dar en escollos, echaron las cuatro anclas de la popa y ansiaban el amanecer. Como los marineros procuraban huir de la nave, y echaron el esquife al mar simulando que iban a largar las anclas de la proa, Pablo dijo al centurión y a los soldados: —Si éstos no quedan en la nave, vosotros no podréis salvaros. Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y dejaron que se perdiera. Cuando comenzó a amanecer, Pablo animaba a todos a comer algo, diciendo: —Este es el decimocuarto día que veláis y seguís en ayunas sin comer nada. Por tanto, os ruego que comáis algo, pues esto es para vuestra salud; porque no perecerá ni un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros. Habiendo dicho esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos y partiéndolo comenzó a comer. Y cuando todos recobraron mejor ánimo, comieron ellos también. Eramos en total 276 personas en la nave. Luego, satisfechos de la comida, aligeraban la nave echando el trigo al mar. Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra; pero distinguían una bahía que tenía playa, en la cual, de ser posible, se proponían varar la nave. Cortaron las anclas y las dejaron en el mar. A la vez, soltaron las amarras del timón, izaron al viento la vela de proa e iban rumbo a la playa. Pero al dar en un banco de arena entre dos corrientes, hicieron encallar la nave. Al enclavarse la proa, quedó inmóvil, mientras la popa se abría por la violencia de las olas. Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se escapara nadando; pero el centurión, queriendo librar a Pablo, frustró su intento. Mandó a los que podían nadar que fueran los primeros en echarse para salir a tierra; y a los demás, unos en tablas, y otros en objetos de la nave. Así sucedió que todos llegaron salvos a tierra. Una vez a salvo, supimos luego que la isla se llamaba Malta. Los nativos nos trataron con no poca amabilidad, pues nos recibieron a todos y encendieron un fuego a causa de la lluvia que caía, y del frío. Entonces, al recoger Pablo una cantidad de ramas secas y echarlas al fuego, se le prendió en la mano una víbora que huía del calor. Cuando los nativos vieron la serpiente colgada de su mano, se decían unos a otros: "¡Seguramente este hombre es homicida, a quien, aunque se haya salvado del mar, la justicia no le deja vivir!" Entonces él sacudió la serpiente en el fuego, pero no padeció ningún mal. Mientras tanto, ellos esperaban que comenzara a hincharse o que cayera muerto de repente. Pero al pasar mucho tiempo esperando y al ver que no le pasaba nada malo, cambiaron de parecer y decían que era un dios. En aquellos lugares estaban las propiedades del hombre principal de la isla, que se llamaba Publio. Este nos recibió y nos hospedó de manera amistosa por tres días. Aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y disentería. Pablo entró a donde él estaba, y después de orar, le impuso las manos y le sanó. Después que sucedió esto, los demás de la isla que tenían enfermedades también venían a él y eran sanados. También ellos nos honraron con muchos obsequios, y antes que zarpáramos, nos abastecieron de las cosas necesarias. Así que, después de tres meses, zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y que tenía por insignia a Cástor y Pólux. Habiendo arribado a Siracusa, estuvimos allí tres días. De allí, costeando alrededor, fuimos a Regio; y un día después se levantó el viento del sur, y llegamos al segundo día a Puteoli. Allí hallamos hermanos y fuimos invitados a quedarnos con ellos siete días. Y de esta manera llegamos a Roma. Al oír de nosotros, los hermanos vinieron hasta la plaza de Apio y las Tres Tabernas para recibirnos. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y cobró ánimo. Cuando llegamos a Roma, a Pablo le fue permitido vivir aparte, con un soldado que le custodiaba. Aconteció que, tres días después, Pablo convocó a los que eran los principales de los judíos, y una vez reunidos les dijo: —Hermanos, sin que yo haya hecho ninguna cosa contra el pueblo ni contra las costumbres de los padres, desde Jerusalén he sido entregado preso en manos de los romanos. Habiéndome examinado, ellos me querían soltar porque no había en mí ninguna causa digna de muerte. Pero como los judíos se oponían, yo me vi forzado a apelar al César, no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que, por esta causa os he llamado para veros y hablaros, porque por la esperanza de Israel estoy ceñido con esta cadena. Entonces ellos dijeron: —Nosotros no hemos recibido cartas de Judea tocante a ti, y ninguno de los hermanos que ha venido ha denunciado o hablado algún mal acerca de ti. Pero queremos oír de ti lo que piensas, porque nos es conocido acerca de esta secta, que en todas partes se habla en contra de ella. Habiéndole fijado un día, en gran número vinieron a él a donde se alojaba. Desde la mañana hasta el atardecer, les exponía y les daba testimonio del reino de Dios, persuadiéndoles acerca de Jesús, partiendo de la Ley de Moisés y de los Profetas. Algunos quedaban convencidos por lo que decía, pero otros no creían. Como ellos no estaban de acuerdo entre sí, se iban cuando Pablo les dijo una última palabra: —Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a vuestros padres, diciendo: Vé a este pueblo y diles: "De oído oiréis y jamás entenderéis; y viendo veréis y nunca percibiréis." Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible y con los oídos oyeron torpemente. Han cerrado sus ojos de manera que no vean con los ojos, ni oigan con los oídos, ni entiendan con el corazón, ni se conviertan. Y yo los sanaré. Sabed, pues, que a los gentiles es anunciada esta salvación de Dios, y ellos oirán. Y cuando él dijo estas cosas, los judíos se fueron, porque tenían una fuerte discusión entre sí. Pablo permaneció dos años enteros en una casa que alquilaba. A todos los que venían a él, les recibía allí, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, con toda libertad y sin impedimento. Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol; apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por medio de sus profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo—quien, según la carne, era de la descendencia de David; y quien fue declarado Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad por su resurrección de entre los muertos—, Jesucristo nuestro Señor. Por él recibimos la gracia y el apostolado para la obediencia de la fe a favor de su nombre en todas las naciones, entre las cuales estáis también vosotros, los llamados de Jesucristo. A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Primeramente, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo con respecto a todos vosotros, porque vuestra fe es proclamada en todo el mundo. Porque Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, me es testigo de que sin cesar me acuerdo de vosotros siempre en mis oraciones, rogando que, si de alguna manera por la voluntad de Dios, por fin yo sea bien encaminado para ir a vosotros. Porque deseo veros para compartir con vosotros algún don espiritual a fin de que seáis afirmados. Esto es, para ser animado juntamente con vosotros por la fe que nos es común a vosotros y a mí. Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (y hasta ahora he sido impedido) para tener algún fruto también entre vosotros, así como entre las demás naciones. Tanto a griegos como a bárbaros, tanto a sabios como a ignorantes soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy para anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio; pues es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primero y también al griego. Porque en él la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Pero el justo vivirá por la fe. Pues la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que con injusticia detienen la verdad. Porque lo que de Dios se conoce es evidente entre ellos, pues Dios hizo que fuese evidente. Porque lo invisible de él—su eterno poder y deidad— se deja ver desde la creación del mundo, siendo entendido en las cosas creadas; de modo que no tienen excusa. Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias; más bien, se hicieron vanos en sus razonamientos, y su insensato corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron fatuos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen a la semejanza de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por tanto, Dios los entregó a la impureza, en las pasiones de sus corazones, para deshonrar sus cuerpos entre sí. Ellos cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y veneraron y rindieron culto a la creación antes que al Creador, ¡quien es bendito para siempre! Amén. Por esta causa, Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por relaciones contra naturaleza. De la misma manera, también los hombres, dejando las relaciones naturales con la mujer, se encendieron en sus pasiones desordenadas unos con otros, cometiendo actos vergonzosos, hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución que corresponde a su extravío. Como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, los entregó Dios a una mente reprobada, para hacer lo que no es debido. Se han llenado de toda injusticia, maldad, avaricia y perversidad. Están repletos de envidia, homicidios, contiendas, engaños, mala intención. Son contenciosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios, jactanciosos, inventores de males, desobedientes a sus padres, insensatos, desleales, crueles y sin misericordia. A pesar de que ellos reconocen el justo juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen en los que las practican. Por lo tanto, no tienes excusa, oh hombre, no importa quién seas tú que juzgas; porque en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo, pues tú que juzgas haces lo mismo. Pero sabemos que el juicio de Dios es según verdad contra los que practican tales cosas. Oh hombre que juzgas a los que practican tales cosas y haces lo mismo, ¿supones que escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su bondad, paciencia y magnanimidad, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, acumulas sobre ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios. El recompensará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que por su perseverancia en las buenas obras buscan gloria, honra e incorrupción; pero enojo e ira a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre toda persona que hace lo malo (el judío primero, y también el griego); pero gloria, honra y paz a cada uno que hace el bien (al judío primero y también al griego). Pues no hay distinción de personas delante de Dios. Así que todos los que pecaron sin la ley, sin la ley también perecerán; y todos los que pecaron teniendo la ley, por la ley serán juzgados. Porque no son los oidores de la ley los que son justos delante de Dios, sino que los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley practican por naturaleza el contenido de la ley, aunque no tienen ley, son ley para sí mismos. Ellos muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, mientras que su conciencia concuerda en su testimonio; y sus razonamientos se acusan o se excusan unos a otros, en el día en que, conforme a mi evangelio, Dios juzgue los secretos de los hombres, por medio de Cristo Jesús. He aquí, tú tienes nombre de ser judío, te apoyas en la ley y te glorías en Dios. Tú conoces su voluntad y apruebas lo que más vale, porque estás instruido en la ley. Tú estás persuadido de que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los que no saben, maestro de niños, teniendo en la ley la completa expresión del conocimiento y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas contra el robo, ¿robas? Tú que hablas contra el adulterio, ¿cometes adulterio? Tú que abominas a los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas en la ley, ¿deshonras a Dios con la infracción de la ley? Porque como está escrito: El nombre de Dios es blasfemado por causa de vosotros entre los gentiles. Porque la circuncisión aprovecha en verdad, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión ha llegado a ser incircuncisión. De manera que, si el incircunciso cumple los justos preceptos de la ley, ¿su incircuncisión no será considerada como circuncisión? El que físicamente es incircunciso pero guarda completamente la ley, te juzgará a ti, que con la letra y con la circuncisión eres transgresor de la ley. Porque no es judío el que lo es en lo visible, ni es la circuncisión la visible en la carne; sino más bien, es judío el que lo es en lo íntimo, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu y no en la letra. La alabanza del tal no proviene de los hombres, sino de Dios. ¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿O qué beneficio hay en la circuncisión? Mucho, en todo sentido. Primeramente, que las palabras de Dios les han sido confiadas. ¿Qué, pues, si algunos de ellos han sido infieles? ¿Acaso podrá la infidelidad de ellos invalidar la fidelidad de Dios? ¡De ninguna manera! Antes bien, sea Dios veraz, aunque todo hombre sea mentiroso, como está escrito: para que seas justificado en tus palabras y venzas cuando seas juzgado. Pero si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Acaso es injusto Dios que da el castigo? (Hablo como hombre.) ¡De ninguna manera! Porque en tal caso, ¿cómo juzgaría Dios al mundo? Pero si la verdad de Dios abundó en mi falsedad para su gloria, ¿por qué todavía soy juzgado yo como pecador? ¿Y por qué no decir: "Hagamos lo malo para que venga lo bueno"? De esto se nos calumnia, y algunos afirman que así decimos. La condenación de los tales es justa. ¿Qué, pues? ¿Les llevamos alguna ventaja? Claro que no; porque ya hemos acusado tanto a judíos como a gentiles, diciendo que todos están bajo pecado, como está escrito: No hay justo ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se apartaron, a una fueron hechos inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Hay veneno de serpiente debajo de sus labios; su boca está llena de maldiciones y amargura. Sus pies son veloces para derramar sangre; hay ruina y miseria en sus caminos. No conocieron el camino de paz; no hay temor de Dios delante de sus ojos. Pero sabemos que todo lo que dice la ley, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre, y todo el mundo esté bajo juicio ante Dios. Porque por las obras de la ley nadie será justificado delante de él; pues por medio de la ley viene el reconocimiento del pecado. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas. Esta es la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues no hay distinción; porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Como demostración de su justicia, Dios le ha puesto a él como expiación por la fe en su sangre, a causa del perdón de los pecados pasados, en la paciencia de Dios, con el propósito de manifestar su justicia en el tiempo presente; para que él sea justo y a la vez justificador del que tiene fe en Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Está excluida. ¿Por qué clase de ley? ¿Por la de las obras? ¡Jamás! Más bien, por la ley de la fe. Así que consideramos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? ¡Por supuesto! También lo es de los gentiles. Porque hay un solo Dios, quien justificará por la fe a los de la circuncisión, y mediante la fe a los de la incircuncisión. Luego, ¿invalidamos la ley por la fe? ¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la ley. ¿Qué diremos, pues, que ha encontrado Abraham, nuestro progenitor según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no delante de Dios. Pues ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia. Al que obra, no se le considera el salario como gracia, sino como obligación. Pero al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, se considera su fe como justicia. De igual manera, David también proclama la felicidad del hombre a quien Dios confiere justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor jamás le tomará en cuenta su pecado. Luego, ¿es esta felicidad solamente para los de la circuncisión, o también es para los de la incircuncisión? Pues decimos: A Abraham le fue contada su fe por justicia. ¿Cómo le fue contada? ¿Estando él circuncidado o incircunciso? No fue en la circuncisión, sino en la incircuncisión. El recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que tenía estando aún incircunciso, para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados—para que también a ellos les fuera conferida la justicia—; y padre de la circuncisión—de los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado—. Porque la promesa a Abraham y a su descendencia, de que sería heredero del mundo, no fue dada por medio de la ley, sino por medio de la justicia de la fe. Porque si los herederos son los que se basan en la ley, la fe ha sido hecha inútil y la promesa invalidada. Porque la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. Por esto, proviene de la fe, a fin de que sea según la gracia, para que la promesa sea firme para toda su descendencia. No para el que es solamente de la ley, sino también para el que es de la fe de Abraham, quien es padre de todos nosotros —como está escrito: Te he puesto por padre de muchas naciones— delante de Dios, a quien él creyó, quien vivifica a los muertos y llama a las cosas que no existen como si existieran. Abraham creyó contra toda esperanza, de modo que vino a ser padre de muchas naciones, de acuerdo con lo que le había sido dicho: Así será tu descendencia. Sin debilitarse en la fe, él tuvo muy en cuenta su cuerpo ya muerto (pues tenía casi cien años) y la matriz muerta de Sara. Pero no dudó de la promesa de Dios por falta de fe. Al contrario, fue fortalecido en su fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios, quien había prometido, era poderoso para hacerlo. Por esta razón le fue contada por justicia. Pero no sólo para él fue escrito que le fue contada, sino también para nosotros, a quienes nos habría de ser contada: a los que creemos en el que resucitó de entre los muertos, a Jesús nuestro Señor, quien fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce perseverancia, y la perseverancia produce carácter probado, y el carácter probado produce esperanza. Y la esperanza no acarrea vergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado; porque aún siendo nosotros débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Difícilmente muere alguno por un justo. Con todo, podría ser que alguno osara morir por el bueno. Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Luego, siendo ya justificados por su sangre, cuánto más por medio de él seremos salvos de la ira. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, mediante quien hemos recibido ahora la reconciliación. Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Antes de la ley, el pecado estaba en el mundo; pero como no había ley, el pecado no era tenido en cuenta. No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no pecaron con una ofensa semejante a la de Adán, quien es figura del que había de venir. Pero el don no es como la ofensa. Porque si por la ofensa de aquel uno murieron muchos, cuánto más abundaron para muchos la gracia de Dios y la dádiva por la gracia de un solo hombre, Jesucristo. Ni tampoco es la dádiva como el pecado de aquel uno; porque el juicio, a la verdad, surgió de una sola ofensa para condenación, pero la gracia surgió de muchas ofensas para justificación. Porque si por la ofensa de uno reinó la muerte por aquel uno, cuánto más reinarán en vida los que reciben la abundancia de su gracia y la dádiva de la justicia mediante aquel uno, Jesucristo. Así que, como la ofensa de uno alcanzó a todos los hombres para la condenación, así también la justicia realizada por uno alcanzó a todos los hombres para la justificación de vida. Porque como por la desobediencia de un solo hombre, muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos. La ley entró para agrandar la ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna, por medio de Jesucristo nuestro Señor. ¿Qué, pues, diremos? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él? ¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida. Porque así como hemos sido identificados con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección. Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado. Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, para el pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, vive para Dios. Así también vosotros, considerad que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en Cristo Jesús. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos. Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado, como instrumentos de injusticia; sino más bien presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, ya que no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! ¿No sabéis que cuando os ofrecéis a alguien para obedecerle como esclavos, sois esclavos del que obedecéis; ya sea del pecado para muerte o de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios porque, aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual os habéis entregado; y una vez libertados del pecado, habéis sido hechos siervos de la justicia. Os hablo en términos humanos, a causa de la debilidad de vuestra carne. Porque así como presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad cada vez mayor, así presentad ahora vuestros miembros como esclavos a la justicia para la santidad. Porque cuando erais esclavos del pecado, estabais libres en cuanto a la justicia. ¿Qué recompensa, pues, teníais entonces por aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Pero ahora, libres del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis como vuestra recompensa la santificación, y al fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. Hermanos (hablo con los que conocen la ley), ¿ignoráis que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que vive? Porque la mujer casada está ligada por la ley a su esposo mientras vive; pero si su esposo muere, ella está libre de la ley del esposo. Por lo tanto, si ella se une con otro hombre mientras vive su esposo, será llamada adúltera. Pero si su esposo muere, ella es libre de la ley; y si se une con otro esposo, no es adúltera. De manera semejante, hermanos míos, vosotros también habéis muerto a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para ser unidos con otro, el mismo que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras vivíamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por medio de la ley actuaban en nuestros miembros, a fin de llevar fruto para muerte. Pero ahora, habiendo muerto a lo que nos tenía sujetos, hemos sido liberados de la ley, para que sirvamos en lo nuevo del Espíritu y no en lo antiguo de la letra. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Al contrario, yo no habría conocido el pecado sino por medio de la ley; porque no estaría consciente de la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Pero el pecado, tomando ocasión en el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Así que, yo vivía en un tiempo sin la ley; pero cuando vino el mandamiento, el pecado revivió; y yo morí. Y descubrí que el mismo mandamiento que era para vida me resultó en muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó; y por él, me mató. De manera que la ley ciertamente es santa; y el mandamiento es santo, justo y bueno. Luego, ¿lo que es bueno llegó a ser muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien, el pecado, para mostrarse pecado, mediante lo bueno produjo muerte en mí; a fin de que mediante el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido a la sujeción del pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo, pues no practico lo que quiero; al contrario, lo que aborrezco, eso hago. Y ya que hago lo que no quiero, concuerdo con que la ley es buena. De manera que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que mora en mí. Yo sé que en mí, a saber, en mi carne, no mora el bien. Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero; sino al contrario, el mal que no quiero, eso practico. Y si hago lo que yo no quiero, ya no lo llevo a cabo yo, sino el pecado que mora en mí. Por lo tanto, hallo esta ley: Aunque quiero hacer el bien, el mal está presente en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo en mis miembros una ley diferente que combate contra la ley de mi mente y me encadena con la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Doy gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! Así que yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; pero con la carne, a la ley del pecado. Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque Dios hizo lo que era imposible para la ley, por cuanto ella era débil por la carne: Habiendo enviado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justa exigencia de la ley fuese cumplida en nosotros que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que viven conforme a la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la intención de la carne es muerte, pero la intención del Espíritu es vida y paz. Pues la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede. Así que, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Sin embargo, vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, no obstante el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos mora en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos también dará vida a vuestros cuerpos mortales mediante su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos, somos deudores, pero no a la carne para que vivamos conforme a la carne. Porque si vivís conforme a la carne, habéis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las prácticas de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no recibisteis el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor, sino que recibisteis el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: "¡Abba, Padre!" El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Porque considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de comparar con la gloria que pronto nos ha de ser revelada. Pues la creación aguarda con ardiente anhelo la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación ha sido sujetada a la vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sujetó, en esperanza de que aun la creación misma será librada de la esclavitud de la corrupción, para entrar a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora. Y no sólo la creación, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque fuimos salvos con esperanza; pero una esperanza que se ve no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando lo que ya ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con perseverancia lo aguardamos. Y asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades; porque cómo debiéramos orar, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el intento del Espíritu, porque él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios. Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que son llamados conforme a su propósito. Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo; a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos frente a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? El que justifica es Dios. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, es el que también resucitó; quien, además, está a la diestra de Dios, y quien también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación? ¿angustia? ¿persecución? ¿hambre? ¿desnudez? ¿peligros? ¿espada? Como está escrito: Por tu causa somos muertos todo el tiempo; fuimos estimados como ovejas para el matadero. Más bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo porvenir, ni poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. Digo la verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia da testimonio conmigo en el Espíritu Santo de que tengo una gran tristeza y continuo dolor en el corazón; porque desearía yo mismo ser separado de Cristo por el bien de mis hermanos, los que son mis familiares según la carne. Ellos son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas. De ellos son los patriarcas; y de ellos según la carne proviene el Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. No es que haya fallado la palabra de Dios; porque no todos los nacidos de Israel son de Israel, ni por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos, sino que en Isaac será llamada tu descendencia. Esto quiere decir que no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios; más bien, los hijos de la promesa son contados como descendencia. Porque la palabra de la promesa es ésta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no sólo esto, sino que también cuando Rebeca concibió de un hombre, de Isaac nuestro padre, y aunque todavía no habían nacido sus hijos ni habían hecho bien o mal—para que el propósito de Dios dependiese de su elección, no de las obras sino del que llama—, a ella se le dijo: "El mayor servirá al menor," como está escrito: A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Acaso hay injusticia en Dios? ¡De ninguna manera! Porque dice a Moisés: Tendré misericordia de quien tenga misericordia, y me compadeceré de quien me compadezca. Por lo tanto, no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios quien tiene misericordia. Porque la Escritura dice al Faraón: Para esto mismo te levanté, para mostrar en ti mi poder y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia; pero a quien quiere, endurece. Luego me dirás: "¿Por qué todavía inculpa? Porque, ¿quién ha resistido a su voluntad?" Antes que nada, oh hombre, ¿quién eres tú para que contradigas a Dios? ¿Dirá el vaso formado al que lo formó: "¿Por qué me hiciste así?" ¿O no tiene autoridad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para uso honroso y otro para uso común? ¿Y qué hay si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira que han sido preparados para destrucción? ¿Y qué hay si él hizo esto, para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia que había preparado de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles? Como también en Oseas dice: Al que no era mi pueblo llamaré pueblo mío, y a la no amada, amada. Y será que, en el lugar donde se les dijo: "Vosotros no sois mi pueblo," allí serán llamados hijos del Dios viviente. También Isaías proclama con respecto a Israel: Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, el remanente será salvo. Porque el Señor ejecutará su palabra pronto y con vigor sobre la tierra. Y como dijo antes Isaías: Si el Señor de los Ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, habríamos llegado a ser como Sodoma y seríamos semejantes a Gomorra. ¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, quienes no iban tras la justicia, alcanzaron la justicia, es decir, la justicia que procede de la fe; mientras que Israel, que iba tras la ley de justicia, no alcanzó la ley. ¿Por qué? Porque no era por fe, sino por obras. Tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito: He aquí pongo en Sion una piedra de tropiezo y una roca de escándalo; y aquel que cree en él no será avergonzado. Hermanos, el deseo de mi corazón y mi oración a Dios por Israel es para salvación. Porque yo les doy testimonio de que tienen celo por Dios, pero no de acuerdo con un conocimiento pleno. Pues, ignorando la justicia de Dios y procurando establecer su propia justicia, no se han sujetado a la justicia de Dios. Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Moisés escribe de la justicia que es por la ley: El hombre que haga estas cosas vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón, "¿Quién subirá al cielo?" (esto es, para hacer descender a Cristo) ni "¿Quién descenderá al abismo?" (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Más bien, ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y si crees en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se hace confesión para salvación. Porque la Escritura dice: Todo aquel que cree en él no será avergonzado. Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos es rico para con todos los que le invocan. Porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán sin que sean enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de las cosas buenas! Pero no todos obedecieron el evangelio, porque Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje? Por esto, la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo. Pero pregunto: ¿Acaso no oyeron? ¡Claro que sí! Por toda la tierra ha salido la voz de ellos; y hasta los confines del mundo, sus palabras. Pero pregunto: ¿Acaso no comprendió Israel? Moisés fue el primero en decir: Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es mío; con una nación sin entendimiento os provocaré a enojo. También Isaías se atreve a decir: Fui hallado entre los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí. Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo desobediente y rebelde. Por tanto pregunto: ¿Acaso rechazó Dios a su pueblo? ¡De ninguna manera! Porque yo mismo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. Dios no rechazó a su pueblo, al cual conoció de antemano. ¿O no sabéis lo que dicen las Escrituras en el caso de Elías, cuando consultó con Dios contra Israel? Dice: Señor, han matado a tus profetas y han derribado tus altares; y yo he quedado solo, y procuran quitarme la vida. Pero, ¿qué le dice la respuesta divina? He dejado para mí siete mil hombres que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así también, en este tiempo presente se ha levantado un remanente según la elección de gracia. Y si es por la gracia, no procede de las obras; de otra manera, la gracia ya no sería gracia. ¿Qué, pues? Lo que Israel busca, eso no alcanzó, pero los elegidos sí lo alcanzaron; y los demás fueron endurecidos, como está escrito: Dios les dio espíritu de estupor, ojos para no ver, y oídos para no oír, hasta el día de hoy. Y David dice: Que su mesa se convierta en trampa y red, en tropezadero y retribución para ellos. Que sus ojos se oscurezcan para no ver, y haz que su espalda se doblegue para siempre. Pregunto pues: ¿Acaso tropezaron para que cayesen? ¡De ninguna manera! Más bien, con la transgresión de ellos ha venido la salvación a los gentiles, para que ellos sean provocados a celos. Y si su transgresión es la riqueza del mundo y su fracaso es la riqueza de los gentiles, ¡cuánto más será la plena restauración de ellos! Y a vosotros los gentiles digo: Por cuanto yo soy apóstol de los gentiles, honro mi ministerio, por si de alguna manera pueda provocar a celos a los de mi carne y hacer salvos a algunos de ellos. Porque si la exclusión de ellos resulta en la reconciliación del mundo, ¡qué será su readmisión, sino vida de entre los muertos! Si la primicia es santa, también lo es toda la masa; y si la raíz es santa, también lo son las ramas. Y si algunas de las ramas fueron desgajadas y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado entre ellas y has sido hecho copartícipe de la raíz, es decir, de la abundante savia del olivo, no te jactes contra las demás ramas. Pero aunque te jactes en contra de ellas, no eres tú quien sustentas a la raíz, sino la raíz a ti. Entonces dirás: "Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado." Está bien; por su incredulidad fueron desgajadas. Pero tú por tu fe estás firme. No te ensoberbezcas, sino teme; porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Considera, pues, la bondad y la severidad de Dios: la severidad ciertamente para con los que cayeron; pero la bondad para contigo, si permaneces en su bondad. De otra manera, tú también serás cortado. Y ellos también, si no permanecen en incredulidad, serán injertados; porque Dios es poderoso para injertarlos de nuevo. Pues si tú fuiste cortado del olivo silvestre y contra la naturaleza fuiste injertado en el buen olivo, ¡cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo! Hermanos, para que no seáis sabios en vuestro propio parecer, no quiero que ignoréis este misterio: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles. Y así todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el libertador; quitará de Jacob la impiedad. Y éste será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. Así que, en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros, pero en cuanto a la elección son amados por causa de los padres; porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables. De igual manera, vosotros en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos. Asimismo, ellos han sido desobedientes en este tiempo, para que por la misericordia concedida a vosotros, también a ellos les sea ahora concedida misericordia. Porque Dios encerró a todos bajo desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Oh la profundidad de las riquezas, y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios e inescrutables sus caminos! Porque: ¿Quién entendió la mente del Señor? ¿O quién llegó a ser su consejero? ¿O quién le ha dado a él primero para que sea recompensado por él? Porque de él y por medio de él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. Digo, pues, a cada uno de vosotros, por la gracia que me ha sido dada, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que deba tener; más bien, que piense con sensatez, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero todos los miembros no tienen la misma función; así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero todos somos miembros los unos de los otros. De manera que tenemos dones que varían según la gracia que nos ha sido concedida: Si es de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; si es de servicio, en servir; el que enseña, úselo en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que comparte, con liberalidad; el que preside, con diligencia; y el que hace misericordia, con alegría. El amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndoos a lo bueno: amándoos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros; no siendo perezosos en lo que requiere diligencia; siendo ardientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación, constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan. Llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos por los otros, no siendo altivos, sino acomodándoos a los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal. Procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres. Amados, no os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor. Más bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien. Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no provenga de Dios; y las que hay, por Dios han sido constituidas. Así que, el que se opone a la autoridad, se opone a lo constituido por Dios; y los que se oponen recibirán condenación para sí mismos. Porque los gobernantes no están para infundir el terror al que hace lo bueno, sino al que hace lo malo. ¿Quieres no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás su alabanza; porque es un servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no lleva en vano la espada; pues es un servidor de Dios, un vengador para castigo del que hace lo malo. Por lo cual, es necesario que estéis sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por motivos de conciencia. Porque por esto pagáis también los impuestos, pues los gobernantes son ministros de Dios que atienden a esto mismo. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra. No debáis a nadie nada, salvo el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley. Porque los mandamientos—no cometerás adulterio, no cometerás homicidio, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento— se resumen en esta sentencia: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley. Y haced esto conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más cercana de nosotros que cuando creímos. La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz. Andemos decentemente, como de día; no con glotonerías y borracheras, ni en pecados sexuales y desenfrenos, ni en peleas y envidia. Más bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para satisfacer los malos deseos de la carne. Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que puede comer de todo, y el débil come sólo verduras. El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. Tú, ¿quién eres que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie o cae; pero será afirmado, porque poderoso es el Señor para afirmarle. Mientras que uno hace diferencia entre día y día, otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté convencido en su propia mente. El que hace caso del día, para el Señor lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, sea que vivamos o que muramos, somos del Señor. Porque Cristo para esto murió y vivió, para ser el Señor así de los muertos como de los que viven. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Pues todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios de sí mismo. Así que, no nos juzguemos más los unos a los otros; más bien, determinad no poner tropiezo, impedimento u obstáculo al hermano. Yo sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús, que nada hay inmundo en sí; pero para aquel que estima que algo es inmundo, para él sí lo es. Pues si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No arruines por tu comida a aquel por quien Cristo murió. Por tanto, no dejéis que se hable mal de lo que para vosotros es bueno; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por los hombres. Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. A la verdad, todas las cosas son limpias; pero es malo que un hombre cause tropiezo por su comida. Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tropiece tu hermano. La fe que tú tienes, tenla para contigo mismo delante de Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba. Pero el que duda al respecto, es condenado si come, porque no lo hace con fe. Pues todo lo que no proviene de fe es pecado. Así que, los que somos más fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo para el bien, con miras a la edificación. Porque Cristo no se agradó a sí mismo; más bien, como está escrito: Las afrentas de los que te afrentaron, cayeron sobre mí. Pues lo que fue escrito anteriormente fue escrito para nuestra enseñanza, a fin de que por la perseverancia y la exhortación de las Escrituras tengamos esperanza. Y el Dios de la perseverancia y de la exhortación os conceda que tengáis el mismo sentir los unos por los otros, según Cristo Jesús; para que unánimes y a una sola voz glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, recibíos unos a otros como Cristo os recibió para la gloria de Dios. Digo, pues, que Cristo fue hecho ministro de la circuncisión a favor de la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los patriarcas, y para que las naciones glorifiquen a Dios por la misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre las naciones, y cantaré a tu nombre. Y otra vez dice: Alegraos, naciones, con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor, todas las naciones; y ensalzadle, pueblos todos. Y otra vez dice Isaías: Vendrá la raíz de Isaí, y el que se levantará para gobernar a las naciones; y las naciones esperarán en él. Que el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en la esperanza por el poder del Espíritu Santo. Pero yo mismo estoy persuadido de vosotros, hermanos míos, que vosotros también estáis colmados de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis aconsejaros los unos a los otros. Pero con bastante atrevimiento os he escrito para haceros recordar ciertos asuntos. Esto hago a causa de la gracia que me ha sido dada por Dios para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, ejerciendo el servicio sagrado del evangelio de Dios; y esto, con el fin de que la ofrenda de los gentiles sea bien recibida, santificada por el Espíritu Santo. Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús, en las cosas que se refieren a Dios. Porque no me atrevería a hablar de nada que Cristo no haya hecho por medio de mí, para la obediencia de los gentiles, por palabra y obra, con poder de señales y prodigios, con el poder del Espíritu de Dios; de modo que desde Jerusalén hasta los alrededores del Ilírico lo he llenado todo con el evangelio de Cristo. De esta manera he procurado predicar el evangelio donde Cristo no era nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino como está escrito: Verán aquellos a quienes nunca se les anunció acerca de él, y los que no han oído entenderán. Por esta razón, he sido impedido muchas veces de ir a vosotros; pero ahora, no teniendo más lugar en estas regiones y teniendo desde hace muchos años el gran deseo de ir a vosotros, lo haré cuando viaje para España. Porque espero veros al pasar y ser encaminado por vosotros allá, una vez que en algo me haya gozado con vosotros. Pero ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos. Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres de entre los santos que están en Jerusalén. Pues les pareció bien, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, ellos también deben servirles con sus bienes materiales. Así que, cuando haya concluido esto y les haya entregado oficialmente este fruto, pasaré por vosotros a España. Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con la abundancia de la bendición de Cristo. Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que luchéis conmigo en oración por mí delante de Dios; para que yo sea librado de los desobedientes que están en Judea, y que mi servicio a Jerusalén sea del agrado de los santos; para que al llegar a vosotros con gozo por la voluntad de Dios, encuentre descanso junto con vosotros. Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén. Os recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia que está en Cencrea, para que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa que sea necesaria; porque ella ha ayudado a muchos, incluso a mí mismo. Saludad a Priscila y a Aquilas, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron sus cuellos por mi vida, y a quienes estoy agradecido, no sólo yo, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su casa. Saludad a Epeneto, amado mío, que es uno de los primeros frutos de Acaya en Cristo. Saludad a María, quien ha trabajado arduamente entre vosotros. Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y compañeros de prisiones, quienes son muy estimados por los apóstoles y también fueron antes de mí en Cristo. Saludad a Amplias, amado mío en el Señor. Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo y a Estaquis, amado mío. Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo. Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la casa de Narciso, los cuales están en el Señor. Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales han trabajado arduamente en el Señor. Saludad a la amada Pérsida, quien ha trabajado mucho en el Señor. Saludad a Rufo, el escogido en el Señor; y a su madre, que también es mía. Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes y a los hermanos que están con ellos. Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a la hermana de él, a Olimpas y a todos los santos que están con ellos. Saludaos unos a otros con un beso santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo. Pero os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a Cristo nuestro Señor, sino a sus propios estómagos, y con suaves palabras y lisonjas engañan a los corazones de los ingenuos. Porque vuestra obediencia ha llegado a ser conocida de todos, de modo que me gozo a causa de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien e inocentes para el mal. Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás debajo de vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesús sea con vosotros. Os saludan Timoteo mi colaborador, y Lucio, Jasón y Sosípater, mis parientes. Yo Tercio, que he escrito la epístola, os saludo en el Señor. Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia. Os saludan Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén. Y al que puede haceros firmes—según mi evangelio y la predicación de Jesucristo; y según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora; y que por medio de las Escrituras proféticas y según el mandamiento del Dios eterno se ha dado a conocer a todas las naciones para la obediencia de la fe—, al único sabio Dios, sea la gloria mediante Jesucristo, para siempre. Amén. Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes; a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, con todos los que en todo lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Gracias doy a mi Dios siempre en cuanto a vosotros por la gracia de Dios que os fue concedida en Cristo Jesús; porque en todo habéis sido enriquecidos en él, en toda palabra y en todo conocimiento. Así el testimonio de Cristo ha sido confirmado entre vosotros hasta no faltaros ningún don, mientras esperáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Además, él os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. Os exhorto, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que os pongáis de acuerdo y que no haya más disensiones entre vosotros, sino que estéis completamente unidos en la misma mente y en el mismo parecer. Porque se me ha informado de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que entre vosotros hay contiendas. Me refiero a que uno de vosotros está diciendo: "Yo soy de Pablo," otro "yo de Apolos," otro "yo de Pedro" y otro "yo de Cristo". ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios que no bauticé a ninguno de vosotros, sino a Crispo y a Gayo, para que nadie diga que ha sido bautizado en mi nombre (pero también bauticé a los de la casa de Estéfanas; en cuanto a los demás, no sé si bauticé a algún otro). Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no sea hecha vana la cruz de Cristo. Porque para los que se pierden, el mensaje de la cruz es locura; pero para nosotros que somos salvos, es poder de Dios. Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el disputador de esta edad presente? ¿No es cierto que Dios ha transformado en locura la sabiduría de este mundo? Puesto que en la sabiduría de Dios, el mundo no ha conocido a Dios mediante la sabiduría, a Dios le pareció bien salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: para los judíos tropezadero, y para los gentiles locura. Pero para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Porque lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento: No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte. Dios ha elegido lo vil del mundo y lo menospreciado; lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte delante de Dios. Por él estáis vosotros en Cristo Jesús, a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor. Así que, hermanos, cuando yo fui a vosotros para anunciaros el misterio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Porque me propuse no saber nada entre vosotros, sino a Jesucristo, y a él crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, con temor y con mucho temblor. Ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; pero una sabiduría, no de esta edad presente, ni de los príncipes de esta edad, que perecen. Más bien, hablamos la sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó desde antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de esta edad conoció esta sabiduría; porque si ellos la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria. Más bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio ni oído oyó, que ni han surgido en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero a nosotros Dios nos las reveló por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las cosas profundas de Dios. Pues ¿quién de los hombres conoce las cosas profundas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie ha conocido las cosas profundas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente. De estas cosas estamos hablando, no con las palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, interpretando lo espiritual por medios espirituales. Pero el hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no es juzgado por nadie. Porque, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo. Y yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niñitos en Cristo. Os di a beber leche y no alimento sólido, porque todavía no podíais recibirlo, y ni aún ahora podéis; porque todavía sois carnales. Pues en tanto que hay celos y contiendas entre vosotros, ¿no es cierto que sois carnales y andáis como humanos? Porque cuando uno dice: "Yo soy de Pablo," mientras otro dice: "Yo soy de Apolos," ¿no sois carnales? ¿Qué, pues, es Apolos? ¿y qué es Pablo? Sólo siervos por medio de los cuales habéis creído; y a cada uno según el Señor le concedió. Yo planté, Apolos regó; pero Dios dio el crecimiento. Así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, quien da el crecimiento. El que planta y el que riega son una misma cosa, pero cada uno recibirá su recompensa conforme a su propia labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois huerto de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, como perito arquitecto he puesto el fundamento, y otro está edificando encima. Pero cada uno mire cómo edifica encima, porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Si alguien edifica sobre este fundamento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno u hojarasca, la obra de cada uno será evidente, pues el día la dejará manifiesta. Porque por el fuego será revelada; y a la obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará. Si permanece la obra que alguien ha edificado sobre el fundamento, él recibirá recompensa. Si la obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego. ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque santo es el templo de Dios, el cual sois vosotros. Nadie se engañe a sí mismo. Si alguno entre vosotros cree ser sabio en esta edad presente, hágase necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios, pues está escrito: El prende a los sabios en la astucia de ellos; y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos. Así que nadie se gloríe en los hombres; pues todo es vuestro —sea Pablo, sea Apolos, sea Pedro, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir—, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios. Que todo hombre nos considere como servidores de Cristo y mayordomos de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se requiere de los mayordomos es que cada uno sea hallado fiel. Para mí es poca cosa el ser juzgado por vosotros o por cualquier tribunal humano; pues ni siquiera yo me juzgo a mí mismo. No tengo conocimiento de nada en contra mía, pero no por eso he sido justificado; pues el que me juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, quien a la vez sacará a la luz las cosas ocultas de las tinieblas y hará evidentes las intenciones de los corazones. Entonces tendrá cada uno la alabanza de parte de Dios. Hermanos, todo esto lo he aplicado a mí y a Apolos como ejemplo por causa de vosotros, para que aprendáis en nosotros a no pasar más allá de lo que está escrito, y para que no estéis inflados de soberbia, favoreciendo al uno contra el otro. Pues, ¿quién te concede alguna distinción? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido? Ya estáis saciados; ya os enriquecisteis; sin nosotros llegasteis a reinar. ¡Ojalá reinaseis, para que nosotros reináramos también con vosotros! Porque considero que a nosotros los apóstoles, Dios nos ha exhibido en último lugar, como a condenados a muerte; porque hemos llegado a ser espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres. Nosotros somos insensatos por causa de Cristo; vosotros sois sensatos en Cristo. Nosotros somos débiles; vosotros fuertes. Vosotros sois distinguidos, pero nosotros despreciados. Hasta la hora presente sufrimos hambre y sed, nos falta ropa, andamos heridos de golpes y sin dónde morar. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos. Cuando somos insultados, bendecimos; cuando somos perseguidos, lo soportamos; cuando somos difamados, procuramos ser amistosos. Hemos venido a ser hasta ahora como el desperdicio del mundo, el desecho de todos. No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a mis hijos amados. Pues aunque tengáis diez mil tutores en Cristo, no tenéis muchos padres; porque en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os exhorto a que seáis imitadores de mí. Por esto, os he enviado a Timoteo, quien es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os hará recordar mi proceder en Cristo Jesús, tal como lo enseño por todas partes en todas las iglesias. Pero algunos se han inflado de soberbia, como si yo nunca hubiera de ir a vosotros. Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y llegaré a conocer, ya no las palabras de aquellos inflados, sino su poder. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. ¿Qué queréis? ¿Que vaya a vosotros con un palo, o con amor y en espíritu de mansedumbre? Ciertamente, se oye que hay entre vosotros inmoralidad sexual, y una inmoralidad tal como ni aun entre los gentiles se tolera; tanto, que hay quien tiene la esposa de su padre. ¡Y vosotros estáis inflados de soberbia! ¿No habría sido preferible llorar, para que el que ha cometido semejante acción fuera expulsado de entre vosotros? Aunque por cierto estoy ausente en el cuerpo, estoy presente en el espíritu. Ya he juzgado, tal como si estuviera presente, a aquel que ha hecho semejante cosa. En el nombre de nuestro Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu con el poder de nuestro Señor Jesús, entregad al tal a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor. Vuestra jactancia no es buena. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis una nueva masa, como sois sin levadura; porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con pan sin levadura, de sinceridad y de verdad. Os he escrito por carta que no os asociéis con fornicarios. No me refiero en forma absoluta a los que de este mundo son fornicarios, avaros, estafadores o idólatras, pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Pero ahora os escribo que no os asociéis con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni aun comáis. Pues, ¿por qué tengo yo que juzgar a los que están afuera? ¿No juzgáis a los que están adentro? Pues a los que están afuera Dios los juzgará. Pero quitad al malvado de entre vosotros. ¿Cómo se atreve alguno de vosotros, teniendo un asunto contra otro, a ir a juicio delante de los injustos y no, más bien, delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar pleitos tan pequeños? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¡Cuánto más las cosas de esta vida! Por tanto, en caso de haber pleitos con respecto a las cosas de esta vida, a los que para la iglesia son de poca estima, ¿a éstos ponéis para juzgar? Para avergonzaros lo digo. Pues, ¿qué? ¿No hay entre vosotros ni un solo sabio que pueda juzgar entre sus hermanos? Pero hermano va a juicio contra hermano, ¡y esto ante los incrédulos! Sin lugar a duda, ya es un fracaso total para vosotros el que tengáis pleitos entre vosotros. ¿Por qué no sufrir más bien la injusticia? ¿Por qué no ser más bien defraudados? Sin embargo, vosotros hacéis injusticia y defraudáis, ¡y esto a los hermanos! ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, pero ya sois santificados, pero ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. Todas las cosas me son lícitas, pero no todo me conviene. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna. La comida es para el estómago, y el estómago para la comida, pero Dios destruirá tanto al uno como a la otra. El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Pues como Dios levantó al Señor, también a nosotros nos levantará por medio de su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ninguna manera! ¿O no sabéis que el que se une con una prostituta es hecho con ella un solo cuerpo? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une con el Señor, un solo espíritu es. Huid de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues habéis sido comprados por precio. Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo. En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno es para el hombre no tocar mujer. Pero a causa de la inmoralidad sexual, cada hombre tenga su esposa, y cada mujer tenga su esposo. El esposo cumpla con su esposa el deber conyugal; asimismo la esposa con su esposo. La esposa no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposo; asimismo el esposo tampoco tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposa. No os neguéis el uno al otro, a menos que sea de acuerdo mutuo por algún tiempo, para que os dediquéis a la oración y volváis a uniros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Esto digo a modo de concesión, no como mandamiento. Más bien, quisiera que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don procedente de Dios: uno de cierta manera, y otro de otra manera. Digo, pues, a los no casados y a las viudas que les sería bueno si se quedasen como yo. Pero si no tienen don de continencia, que se casen; porque mejor es casarse que quemarse. Pero a los que se han casado mando, no yo, sino el Señor: que la esposa no se separe de su esposo (pero si ella se separa, que quede sin casarse o que se reconcilie con su esposo), y que el esposo no abandone a su esposa. A los demás digo yo, no el Señor: que si algún hermano tiene esposa no creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si alguna esposa tiene esposo no creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el esposo no creyente es santificado en la esposa, y la esposa no creyente en el creyente. De otra manera vuestros hijos serían impuros, pero ahora son santos. Pero si el no creyente se separa, que se separe. En tal caso, el hermano o la hermana no han sido puestos bajo servidumbre, pues Dios os ha llamado a vivir en paz. Porque, ¿cómo sabes, oh esposa, si quizás harás salvo a tu esposo? ¿O cómo sabes, oh esposo, si quizás harás salva a tu esposa? Solamente que viva cada uno como el Señor le asignó, y tal como era cuando Dios le llamó; así ordeno en todas las iglesias. ¿Fue llamado alguien ya circuncidado? No disimule su circuncisión. ¿Ha sido llamado alguien incircunciso? No se circuncide. La circuncisión no es nada, y la incircuncisión no es nada; más bien, lo que vale es guardar los mandamientos de Dios. Cada uno permanezca en la condición en que fue llamado. ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes; pero si puedes hacerte libre, por supuesto procúralo. Porque el que en el Señor es llamado siendo esclavo, es hombre libre del Señor. De igual manera, también el que es llamado siendo libre, es esclavo del Señor. Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres. Hermanos, que cada uno se quede para con Dios en la condición en que fue llamado. Pero con respecto a los que son solteros, no tengo mandamiento del Señor, aunque les doy mi parecer como quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel. Pues, a causa de la presente dificultad, bien me parece que al hombre le sea bueno quedarse como está. ¿Estás ligado a esposa? No procures desligarte. ¿Estás libre de esposa? No busques esposa. Pero también, si te casas, no pecas; y si la soltera se casa, no peca; aunque aquellos que se casan tendrán aflicción en la carne, y yo quisiera evitárosla. Pero os digo esto, hermanos, que el tiempo se ha acortado. En cuanto al tiempo que queda, los que tienen esposas sean como si no las tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; y los que disfrutan de este mundo, como si no disfrutaran de él. Porque el orden presente de este mundo está pasando. Quisiera, pues, que estuvieseis libres de ansiedad. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor; pero el casado se preocupa de las cosas de la vida, de cómo ha de agradar a su esposa, y su atención está dividida. La mujer no casada, o soltera, se preocupa de las cosas del Señor, a fin de ser consagrada tanto en cuerpo como en espíritu. En cambio, la casada tiene cuidado de las cosas de la vida, de cómo ha de agradar a su esposo. Esto digo para vuestro provecho; no para poneros restricción, sino para que viváis honestamente, atendiendo al Señor sin impedimento. Si alguien considera que su comportamiento es inadecuado hacia su virgen y si está en la flor de la edad y por eso siente obligación de casarse, puede hacer lo que quiere; no comete pecado. Cásense. Pero el que está firme en su corazón, no teniendo necesidad, sino que tiene dominio sobre su propia voluntad y así ha determinado en su corazón conservársela virgen, hará bien. De modo que el que se casa con su virgen hace bien; y de igual manera, el que no se casa hace mejor. La esposa está ligada mientras viva su esposo. Pero si su esposo muere, está libre para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor. Pero según mi opinión, más feliz será si permanece así. Y pienso que yo también tengo el Espíritu de Dios. Con respecto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica. Si alguien se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debiera saber. Pero si alguien ama a Dios, tal persona es conocida por él. Por eso, acerca de la comida de los sacrificios a los ídolos, sabemos que el ídolo nada es en el mundo y que no hay sino un solo Dios. Porque aunque sea verdad que algunos son llamados dioses, sea en el cielo o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), sin embargo, para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y nosotros vivimos para él; y un solo Señor, Jesucristo, mediante el cual existen todas las cosas, y también nosotros vivimos por medio de él. Sin embargo, no en todos hay este conocimiento; porque algunos por estar hasta ahora acostumbrados al ídolo, comen el alimento como algo sacrificado a los ídolos, y su conciencia se contamina por ser débil. Pero no es la comida lo que nos recomienda a Dios; pues ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos. Pero mirad que esta vuestra libertad no sea tropezadero para los débiles. Porque si alguien te ve a ti que tienes conocimiento, sentado a la mesa en el lugar de los ídolos, ¿no es cierto que la conciencia del que es débil será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? Así, por el conocimiento tuyo se perderá el débil, un hermano por quien Cristo murió. De esta manera, pecando contra los hermanos e hiriendo sus débiles conciencias, contra Cristo estáis pecando. Por lo cual, si la comida es para mi hermano ocasión de caer, yo jamás comeré carne, para no poner tropiezo a mi hermano. ¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿Acaso no he visto a Jesús nuestro Señor? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para otros yo no soy apóstol, ciertamente para vosotros lo soy, porque vosotros sois el sello de mi apostolado en el Señor. Esta es mi defensa contra cuantos me cuestionan: ¿Acaso no tenemos derecho a comer y beber? ¿No tenemos derecho a llevar una esposa creyente con nosotros, tal como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Pedro? ¿O sólo Bernabé y yo no tenemos derecho a dejar de trabajar? ¿Quién presta jamás servicio de soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién apacienta el rebaño y no toma la leche del rebaño? ¿Será que digo estas cosas sólo como hombre? ¿No lo dice también la ley? Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado sólo de los bueyes? ¿O lo dice enteramente para nosotros? Pues para nosotros está escrito. Porque el que ara ha de arar con esperanza; y el que trilla, con esperanza de participar del fruto. Si nosotros hemos sembrado cosas espirituales para vosotros, ¿será gran cosa si de vosotros cosechamos bienes materiales? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿no nos corresponde más a nosotros? Sin embargo, nunca usamos de este derecho; más bien, lo soportamos todo para no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que trabajan en el santuario comen de las cosas del santuario; es decir, los que sirven al altar participan del altar? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio. Pero yo nunca me he aprovechado de nada de esto, ni tampoco he escrito al respecto para que se haga así conmigo. Pues para mí sería mejor morir, antes que alguien me quite este motivo de orgullo. Porque si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡ay de mí si no anuncio el evangelio! Por eso, si lo hago de buena gana, tendré recompensa; pero si lo hago de mala gana, de todos modos el llevarlo a cabo me ha sido confiado. ¿Cuál es, pues, mi recompensa? Que predicando el evangelio, pueda yo presentarlo gratuitamente, para no abusar de mi derecho en el evangelio. A pesar de ser libre de todos, me hice siervo de todos para ganar a más. Para los judíos me hice judío, a fin de ganar a los judíos. Aunque yo mismo no estoy bajo la ley, para los que están bajo la ley me hice como bajo la ley, a fin de ganar a los que están bajo la ley. A los que están sin la ley, me hice como si yo estuviera sin la ley (no estando yo sin la ley de Dios, sino en la ley de Cristo), a fin de ganar a los que no están bajo la ley. Me hice débil para los débiles, a fin de ganar a los débiles. A todos he llegado a ser todo, para que de todos modos salve a algunos. Y todo lo hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él. ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero sólo uno lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Y todo aquel que lucha se disciplina en todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible; nosotros, en cambio, para una incorruptible. Por eso yo corro así, no como a la ventura; peleo así, no como quien golpea al aire. Más bien, pongo mi cuerpo bajo disciplina y lo hago obedecer; no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo venga a ser descalificado. No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube, y que todos atravesaron el mar. Todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar. Todos comieron la misma comida espiritual. Todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Sin embargo, Dios no se agradó de la mayoría de ellos; pues quedaron postrados en el desierto. Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no seamos codiciosos de cosas malas, como ellos codiciaron. No seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó para divertirse. Ni practiquemos la inmoralidad sexual, como algunos de ellos la practicaron y en un sólo día cayeron Ni tentemos a Cristo, como algunos de ellos le tentaron y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron y perecieron por el destructor. Estas cosas les acontecieron como ejemplos y están escritas para nuestra instrucción, para nosotros sobre quienes ha llegado el fin de las edades. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no os dejará ser tentados más de lo que podéis soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la podáis resistir. Por tanto, amados míos, huid de la idolatría. Como a sensatos os hablo; juzgad vosotros lo que digo. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Puesto que el pan es uno solo, nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo; pues todos participamos de un solo pan. Considerad al Israel según la carne: Los que comen de los sacrificios, ¿no participan del altar? ¿Qué, pues, quiero decir? ¿Que lo que es sacrificado a los ídolos sea algo, o que el ídolo sea algo? Al contrario, digo que lo que los gentiles sacrifican, lo sacrifican a los demonios, y no a Dios. Y yo no quiero que vosotros participéis con los demonios. No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Seremos acaso más fuertes que él? Todo me es lícito, pero no todo conviene. Todo me es lícito, pero no todo edifica. Nadie busque su propio bien, sino el bien del otro. Comed de todo lo que se vende en la carnicería, sin preguntar nada por motivo de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. Si algún no creyente os invita, y queréis ir, comed de todo lo que se os ponga delante, sin preguntar nada por motivo de conciencia. Pero si alguien os dice: "Esto ha sido sacrificado en un templo," no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró y por motivo de conciencia. Pero no me refiero a la conciencia tuya, sino a la del otro. Pues, ¿por qué ha de ser juzgada mi libertad por la conciencia de otro? Si yo participo con acción de gracias, ¿por qué he de ser calumniado por causa de aquello por lo cual doy gracias? Por tanto, ya sea que comáis o bebáis, o que hagáis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis ofensivos ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios; así como yo en todo complazco a todos, no buscando mi propio beneficio sino el de muchos, para que sean salvos. Sed vosotros imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo. Os alabo porque en todo os acordáis de mí y retenéis las enseñanzas transmitidas tal como yo os las entregué. Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo. Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza no cubierta, afrenta su cabeza, porque da lo mismo que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte todo el cabello; y si le es vergonzoso cortarse el cabello o raparse, que se cubra. El hombre no ha de cubrir su cabeza, porque él es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre. Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre. Además, el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre. Por lo cual, la mujer debe tener una señal de autoridad sobre su cabeza por causa de los ángeles. No obstante, en el Señor ni el hombre existe aparte de la mujer, ni la mujer existe aparte del hombre. Porque así como la mujer proviene del hombre, así también el hombre nace de la mujer; pero todo proviene de Dios. Juzgad por vosotros mismos: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios con la cabeza no cubierta? ¿Acaso no os enseña la naturaleza misma que le es deshonroso al hombre dejarse crecer el cabello, mientras que a la mujer le es honroso dejarse crecer el cabello? Porque le ha sido dado el cabello en lugar de velo. Con todo, si alguien quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni tampoco las iglesias de Dios. Pero al encargaros lo siguiente no os alabo; pues no os reunís para lo mejor, sino para lo peor. Primeramente, porque cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros disensiones, y en parte lo creo; porque es preciso que haya entre vosotros hasta partidismos, para que se manifiesten entre vosotros los que son aprobados. Porque cuando os reunís en uno, eso no es para comer la cena del Señor, pues cada cual se adelanta a comer su propia cena; y mientras uno tiene hambre, otro se halla embriagado. ¿Acaso no tenéis casas en donde comer y beber? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? ¡En esto no os alabo! Porque yo recibí del Señor la enseñanza que también os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: "Tomad, comed. Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido. Haced esto en memoria de mí." Asimismo, tomó también la copa después de haber cenado, y dijo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre. Haced esto todas las veces que la bebáis en memoria de mí." Todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que él venga. De modo que cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Señor de manera indigna, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la copa. Porque el que come y bebe, no discerniendo el cuerpo, juicio come y bebe para sí. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y debilitados, y muchos duermen. Pero si nos examináramos bien a nosotros mismos, no se nos juzgaría. Pero siendo juzgados, somos disciplinados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. Así que, hermanos míos, cuando os reunáis para comer, esperaos unos a otros. Si alguien tiene hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando llegue. Pero no quiero que ignoréis, hermanos, acerca de los dones espirituales. Sabéis que cuando erais gentiles, ibais como erais arrastrados, tras los ídolos mudos. Por eso os hago saber que nadie, hablando por el Espíritu de Dios, dice: "Anatema sea Jesús." Tampoco nadie puede decir: "Jesús es el Señor," sino por el Espíritu Santo. Ahora bien, hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el mismo. Hay también diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. También hay diversidad de actividades, pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos. Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo. Porque a uno se le da palabra de sabiduría por medio del Espíritu; pero a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por un solo Espíritu; a otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las realiza el único y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él designa. Porque de la manera que el cuerpo es uno solo y tiene muchos miembros, y que todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, son un solo cuerpo, así también es Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados todos en un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu. Pues el cuerpo no consiste de un solo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: "Porque no soy mano, no soy parte del cuerpo," ¿por eso no sería parte del cuerpo? Y si la oreja dijera: "Porque no soy ojo, no soy parte del cuerpo," ¿por eso no sería parte del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oreja, ¿dónde estaría el olfato? Pero ahora Dios ha colocado a los miembros en el cuerpo, a cada uno de ellos, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros y a la vez un solo cuerpo. El ojo no puede decir a la mano: "No tengo necesidad de ti"; ni tampoco la cabeza a los pies: "No tengo necesidad de vosotros." Muy al contrario, los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles son indispensables. Además, a los miembros del cuerpo que estimamos ser de menos honor, a éstos los vestimos aun con más honor; y nuestros miembros menos decorosos son tratados con aun más decoro. Porque nuestros miembros más honrosos no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba; para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se conduelen con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros se gozan con él. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros suyos individualmente. A unos puso Dios en la iglesia, primero apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros; después los que hacen milagros, después los dones de sanidades, los que ayudan, los que administran, los que tienen diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿todos profetas? ¿todos maestros? ¿Acaso hacen todos milagros? ¿Acaso tienen todos dones de sanidades? ¿Acaso hablan todos en lenguas? ¿Acaso interpretan todos? Con todo, anhelad los mejores dones. Y ahora os mostraré un camino todavía más excelente: Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena o un címbalo que retiñe. Si tengo profecía y entiendo todos los misterios y todo conocimiento; y si tengo toda la fe, de tal manera que traslade los montes, pero no tengo amor, nada soy. Si reparto todos mis bienes, y si entrego mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve. El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante. No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal. No se goza de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser. Pero las profecías se acabarán, cesarán las lenguas, y se acabará el conocimiento. Porque conocemos sólo en parte y en parte profetizamos; pero cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será abolido. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos oscuramente por medio de un espejo, pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, así como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. Seguid el amor; y anhelad los dones espirituales, pero sobre todo, que profeticéis. Porque el que habla en una lengua no habla a los hombres sino a Dios; porque nadie le entiende, pues en espíritu habla misterios. En cambio, el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. El que habla en una lengua se edifica a sí mismo, mientras que el que profetiza edifica a la iglesia. Así que, yo quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más, que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete, para que la iglesia reciba edificación. Ahora pues, hermanos, si yo fuera a vosotros hablando en lenguas, ¿de qué provecho os sería, si no os hablara con revelación, o con conocimiento, o con profecía o con enseñanza? Aun las cosas inanimadas como la flauta o el arpa, cuando producen sonido, si no hacen clara distinción de tonos, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o se tañe con el arpa? También, si la trompeta produce un sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla? Así también vosotros, si mediante la lengua no producís palabras comprensibles, ¿cómo se entenderá lo que se dice? Porque estaréis hablando al aire. Hay, por ejemplo, tanta diversidad de idiomas en el mundo; y ninguno carece de significado. Por eso, si yo desconozco el significado del idioma, seré como extranjero al que habla, y el que habla será como extranjero para mí. Así también vosotros; puesto que anheláis los dones espirituales, procurad abundar en ellos para la edificación de la iglesia. Por eso, quien habla en una lengua, pida en oración poderla interpretar. Porque si yo oro en una lengua, mi espíritu ora; pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento. Cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. Pues de otro modo, si das gracias con el espíritu, ¿cómo dirá "amén" a tu acción de gracias el que ocupa el lugar de indocto, ya que no sabe lo que estás diciendo? Porque tú, a la verdad, expresas bien la acción de gracias, pero el otro no es edificado. Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros. Sin embargo, en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi sentido, para que enseñe también a los demás, que diez mil palabras en una lengua. Hermanos, no seáis niños en el entendimiento; más bien, sed bebés en la malicia, pero hombres maduros en el entendimiento. En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo, y ni aun así me harán caso, dice el Señor. Así resulta que las lenguas son señal, no para los creyentes, sino para los no creyentes; en cambio, la profecía no es para los no creyentes, sino para los creyentes. De manera que, si toda la iglesia se reúne en un lugar y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o no creyentes, ¿no dirán que estáis locos? Pero si todos profetizan, y entra algún no creyente o indocto, por todos será convencido, por todos será examinado, y lo oculto de su corazón será revelado. Y de esta manera, postrándose sobre su rostro, adorará a Dios y declarará: "¡De veras, Dios está entre vosotros!" ¿Qué significa esto, hermanos? Que cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene un salmo o una enseñanza o una revelación o una lengua o una interpretación. Todo se haga para la edificación. Si es que alguien habla en una lengua, hablen dos o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si acaso no hay intérprete, que guarde silencio en la iglesia y hable a sí mismo y a Dios. Igualmente, los profetas hablen dos o tres, y los demás disciernan. Si algo es revelado a alguno que está sentado, que calle el primero. Porque todos podéis profetizar uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados. Además, los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos, las mujeres guarden silencio en las congregaciones; porque no se les permite hablar, sino que estén sujetas, como también lo dice la ley. Si quieren aprender acerca de alguna cosa, pregunten en casa a sus propios maridos; porque a la mujer le es impropio hablar en la congregación. ¿Salió de vosotros la palabra de Dios? ¿O llegó a vosotros solos? Si alguien cree ser profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo es mandamiento. Pero si alguien lo ignora, él será ignorado. Así que, hermanos míos, anhelad profetizar; y no impidáis hablar en lenguas. Pero hágase todo decentemente y con orden. Además, hermanos, os declaro el evangelio que os prediqué y que recibisteis y en el cual también estáis firmes; por el cual también sois salvos, si lo retenéis como yo os lo he predicado. De otro modo, creísteis en vano. Porque en primer lugar os he enseñado lo que también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; que apareció a Pedro y después a los doce. Luego apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven todavía; y otros ya duermen. Luego apareció a Jacobo, y después a todos los apóstoles. Y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, me apareció a mí también. Pues yo soy el más insignificante de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no ha sido en vano. Más bien, he trabajado con afán más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios que ha sido conmigo. Porque ya sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído. Ahora bien, si Cristo es predicado como que ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos entre vosotros dicen que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es vuestra fe. Y aun somos hallados falsos testigos de Dios, porque hemos atestiguado de Dios que resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si se toma por sentado que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es inútil; todavía estáis en vuestros pecados. En tal caso, también los que han dormido en Cristo han perecido. ¡Si sólo en esta vida hemos tenido esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres! Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron. Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también por medio de un hombre ha venido la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Después el fin, cuando él entregue el reino al Dios y Padre, cuando ya haya anulado todo principado, autoridad y poder. Porque es necesario que él reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será destruido es la muerte. Porque ha sujetado todas las cosas debajo de sus pies. Pero cuando dice: "Todas las cosas están sujetas a él," claramente está exceptuando a aquel que le sujetó todas las cosas. Pero cuando aquél le ponga en sujeción todas las cosas, entonces el Hijo mismo también será sujeto al que le sujetó todas las cosas, para que Dios sea el todo en todos. Por otro lado, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos? Si los muertos de ninguna manera resucitan, ¿por qué, pues, se bautizan por ellos? ¿Y por qué, pues, nos arriesgamos nosotros a toda hora? Sí, hermanos, cada día muero; lo aseguro por lo orgulloso que estoy de vosotros en Cristo Jesús nuestro Señor. Si como hombre batallé en Efeso contra las fieras, ¿de qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, ¡comamos y bebamos, que mañana moriremos! No os dejéis engañar: "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres." Volved a la sobriedad, como es justo, y no pequéis más, porque algunos tienen ignorancia de Dios. Para vergüenza vuestra lo digo. Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vienen? Necio, lo que tú siembras no llega a tener vida a menos que muera. Y lo que siembras, no es el cuerpo que ha de salir, sino el mero grano, ya sea de trigo o de otra cosa. Pero Dios le da un cuerpo como quiere, a cada semilla su propio cuerpo. No toda carne es la misma carne; sino que una es la carne de los hombres, otra la carne de los animales, otra la de las aves y otra la de los peces. También hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales. Pero de una clase es la gloria de los celestiales; y de otra, la de los terrenales. Una es la gloria del sol, otra es la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas; porque una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción; se resucita en incorrupción. Se siembra en deshonra; se resucita con gloria. Se siembra en debilidad; se resucita con poder. Se siembra cuerpo natural; se resucita cuerpo espiritual. Hay cuerpo natural; también hay cuerpo espiritual. Así también está escrito: el primer hombre Adán llegó a ser un alma viviente; y el postrer Adán, espíritu vivificante. Pero lo espiritual no es primero, sino lo natural; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es celestial. Como es el terrenal, así son también los terrenales; y como es el celestial, así son también los celestiales. Y así como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. Y esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredar la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Porque sonará la trompeta, y los muertos serán resucitados sin corrupción; y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y que esto mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ¡Sorbida es la muerte en victoria! ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? Pues el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. Pero gracias a Dios, quien nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro arduo trabajo en el Señor no es en vano. En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la misma manera que ordené a las iglesias de Galacia. El primer día de la semana, cada uno de vosotros guarde algo en su casa, atesorando en proporción a cómo esté prosperando, para que cuando yo llegue no haya entonces que levantar ofrendas. Cuando yo esté allí, enviaré a los que vosotros aprobéis por cartas, para llevar vuestro donativo a Jerusalén. Y si conviene que yo también vaya, ellos irán conmigo. Iré a vosotros cuando haya pasado por Macedonia, porque por Macedonia he de pasar. Puede ser que me quede con vosotros o que hasta pase allí el invierno, para que luego vosotros me encaminéis a donde deba ir. Porque ahora no quiero veros de paso, sino que espero quedarme algún tiempo con vosotros, si el Señor lo permite. Pero me quedaré en Efeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, y hay muchos adversarios. Si llega Timoteo, mirad que esté con vosotros sin temor; porque él trabaja en la obra del Señor, igual que yo. Por tanto, nadie le tenga en poco; más bien, encaminadlo en paz para que venga a mí, porque le espero con los hermanos. Acerca del hermano Apolos, le animé mucho a que fuera a vosotros con los hermanos; pero de ninguna manera había voluntad para ir ahora. Sin embargo, irá cuando tenga oportunidad. Vigilad; estad firmes en la fe; sed valientes y esforzaos. Todas vuestras cosas sean hechas con amor. Hermanos, sabéis que la casa de Estéfanas es las primicias de Acaya y que se han dedicado al servicio de los santos; os ruego que vosotros os sujetéis a los tales y a todos los que colaboran y trabajan arduamente. Me alegro de la venida de Estéfanas, Fortunato y Acaico, porque éstos suplieron lo que me faltaba de vuestra parte; porque tranquilizaron mi espíritu y el vuestro. Reconoced, pues, a los tales. Os saludan las iglesias de Asia. Aquilas y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor. Os saludan todos los hermanos. Saludaos los unos a los otros con un beso santo. La salutación de mi mano: Pablo. Si alguno no ama al Señor, sea anatema. ¡Maranatha! La gracia del Señor Jesús sea con todos vosotros. Mi amor sea con todos vosotros en Cristo Jesús. Amén. Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo; a la iglesia de Dios que está en Corinto, juntamente con todos los santos que están en toda Acaya: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones. De esta manera, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios, también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación. Porque de la manera que abundan a favor nuestro las aflicciones de Cristo, así abunda también nuestra consolación por el mismo Cristo. Pero si somos atribulados, lo es para vuestro consuelo y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación, la cual resulta en que perseveráis bajo las mismas aflicciones que también nosotros padecemos. Y nuestra esperanza con respecto a vosotros es firme, porque sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, lo sois también en la consolación. Porque no queremos que ignoréis, hermanos, en cuanto a la tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, hasta perder aun la esperanza de vivir. Pero ya teníamos en nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios que levanta a los muertos, quien nos libró y nos libra de tan terrible muerte. Y en él hemos puesto nuestra esperanza de que aún nos librará, porque vosotros también estáis cooperando a nuestro favor con ruegos, a fin de que el don que se nos concedió sea para que muchas personas den gracias a nuestro favor. Porque nuestro motivo de gloria es éste: el testimonio de nuestra conciencia de que nos hemos conducido en el mundo (y especialmente ante vosotros), con sencillez y la sinceridad que proviene de Dios, y no en sabiduría humana, sino en la gracia de Dios. Porque no os escribimos otras cosas que las que leéis y también comprendéis; y espero que hasta el fin las comprenderéis, como también en parte nos habéis comprendido, que somos vuestro motivo de gloria, así como también vosotros lo seréis para nosotros en el día de nuestro Señor Jesús. Con esta confianza, quise ir antes a vosotros para que tuvieseis una segunda gracia, y pasar de vosotros a Macedonia; y volver otra vez de Macedonia a vosotros para ser encaminado por vosotros a Judea. Siendo ése mi deseo, ¿acaso usé de ligereza? ¿O será que lo que quiero hacer, lo quiero según la carne; de manera que en mí haya un "sí, sí" y un "no, no"? Pero Dios es fiel: Nuestra palabra para vosotros no es "sí y no". Porque Jesucristo, el Hijo de Dios, que ha sido predicado entre vosotros por nosotros (por mí, por Silas y por Timoteo), no fue "sí y no"; más bien, fue "sí" en él. Porque todas las promesas de Dios son en él "sí"; y por tanto, también por medio de él, decimos "amén" a Dios, para su gloria por medio nuestro. Y Dios es el que nos confirma con vosotros en Cristo y el que nos ungió; es también quien nos ha sellado y ha puesto como garantía al Espíritu en nuestros corazones. Pero yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que es por consideración a vosotros que no he pasado todavía a Corinto. Porque no nos estamos enseñoreando de vuestra fe. Más bien, somos colaboradores para vuestro gozo, porque por la fe estáis firmes. Así que decidí en mí mismo no ir otra vez a vosotros con tristeza. Porque si yo os causo tristeza, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo causé tristeza? Y a pesar de que estoy confiado en todos vosotros de que mi gozo es el mismo de todos vosotros, os escribí esto mismo para que cuando llegue, no tenga tristeza por causa de aquellos por quienes me debiera gozar. Porque os escribí en mucha tribulación y angustia de corazón, y con muchas lágrimas; no para entristeceros, sino para que sepáis cuán grande es el amor que tengo por vosotros. Si alguno ha causado tristeza, no me ha entristecido sólo a mí, sino en cierta medida (para no exagerar) a todos vosotros. Basta ya para dicha persona la reprensión de la mayoría. Así que, más bien, debierais perdonarle y animarle, para que no sea consumido por demasiada tristeza. Por lo tanto, os exhorto a que reafirméis vuestro amor para con él. Porque también os escribí con este motivo, para tener la prueba de que vosotros sois obedientes en todo. Al que vosotros habréis perdonado algo, yo también. Porque lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vuestra causa lo he hecho en presencia de Cristo; para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos. Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me había abierto puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu por no haber hallado a mi hermano Tito. Así que me despedí de ellos y partí para Macedonia. Pero gracias a Dios, que hace que siempre triunfemos en Cristo y que manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento por medio de nosotros. Porque para Dios somos olor fragante de Cristo en los que se salvan y en los que se pierden. A los unos, olor de muerte para muerte; mientras que a los otros, olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente? Porque no somos, como muchos, traficantes de la palabra de Dios; más bien, con sinceridad y como de parte de Dios, hablamos delante de Dios en Cristo. ¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O acaso tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de vosotros? Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres. Es evidente que vosotros sois carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones humanos. Esta confianza tenemos delante de Dios, por medio de Cristo: no que seamos suficientes en nosotros mismos, como para pensar que algo proviene de nosotros, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios. El mismo nos capacitó como ministros del nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu. Porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica. Y si el ministerio de muerte, grabado con letras sobre piedras, vino con gloria—tanto que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se había de desvanecer—, ¡cómo no será con mayor gloria el ministerio del Espíritu! Porque si el ministerio de condenación era con gloria, ¡cuánto más abunda en gloria el ministerio de justificación! Pues lo que había sido glorioso no es glorioso en comparación con esta excelente gloria. Porque si lo que se desvanecía era por medio de gloria, ¡cuánto más excede en gloria lo que permanece! Así que, teniendo tal esperanza, actuamos con mucha confianza; no como Moisés, quien ponía un velo sobre su cara para que los hijos de Israel no se fijaran en el fin de lo que se estaba desvaneciendo. Sin embargo, sus mentes fueron endurecidas; pues hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, el mismo velo sigue puesto, porque sólo en Cristo es quitado. Aún hasta el día de hoy, cada vez que leen a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo será quitado. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. Por esto, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que nos fue dada, no desmayamos. Pero rechazamos los tapujos de vergüenza, no procediendo con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, por la clara demostración de la verdad, nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios. Pero aun si nuestro evangelio está encubierto, entre los que se pierden está encubierto. Pues el dios de esta edad presente ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no les ilumine el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor; y a nosotros, como siervos vuestros por causa de Jesús. Porque el Dios que dijo: "La luz resplandecerá de las tinieblas" es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo. Con todo, tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; abatidos, pero no destruidos. Siempre llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús por todas partes, para que también en nuestro cuerpo se manifieste la vida de Jesús. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos expuestos a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que en nosotros actúa la muerte, pero en vosotros actúa la vida. Sin embargo, tenemos el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí; por lo tanto hablé. Nosotros también creemos; por lo tanto también hablamos, sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará a su lado juntamente con vosotros. Porque todas estas cosas suceden por causa vuestra para que, mientras aumente la gracia por medio de muchos, abunde la acción de gracias para la gloria de Dios. Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día. Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable; no fijando nosotros la vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas. Porque sabemos que si nuestra casa terrenal, esta tienda temporal, se deshace, tenemos un edificio de parte de Dios, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos. Pues en esta tienda gemimos deseando ser sobrevestidos de nuestra habitación celestial; y aunque habremos de ser desvestidos, no seremos hallados desnudos. Porque los que estamos en esta tienda gemimos agobiados, porque no quisiéramos ser desvestidos, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Pues el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado la garantía del Espíritu. Así vivimos, confiando siempre y comprendiendo que durante nuestra estancia en el cuerpo peregrinamos ausentes del Señor. Porque andamos por fe, no por vista. Pues confiamos y consideramos mejor estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor. Por lo tanto, estemos presentes o ausentes, nuestro anhelo es serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho por medio del cuerpo, sea bueno o malo. Conociendo, entonces, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pues a Dios le es manifiesto lo que somos, y espero que también lo sea a vuestras conciencias. No nos recomendamos otra vez ante vosotros, sino que os damos ocasión de gloriaros por nosotros, con el fin de que tengáis respuesta frente a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón. Porque si estamos fuera de nosotros, es para Dios; o si estamos en nuestro juicio, es para vosotros. Porque el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron. Y él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros, de aquí en adelante, a nadie conocemos según la carne; y aun si hemos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no le conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación: que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus transgresiones y encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios os exhorta por medio nuestro, rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios! Al que no conoció pecado, por nosotros Dios le hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él. Y así nosotros, como colaboradores, os exhortamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios; porque dice: En tiempo favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. ¡He aquí ahora el tiempo más favorable! ¡He aquí ahora el día de salvación! No damos a nadie ocasión de tropiezo en nada, para que nuestro ministerio no sea desacreditado. Más bien, en todo nos presentamos como ministros de Dios: en mucha perseverancia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en duras labores, en desvelos, en ayunos, en pureza, en conocimiento, en tolerancia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor no fingido, en palabra de verdad, en poder de Dios, por medio de armas de justicia a derecha y a izquierda; por honra y deshonra, por mala fama y buena fama; como engañadores, pero siendo hombres de verdad; como no conocidos, pero bien conocidos; como muriendo, pero he aquí vivimos; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo. Nuestra boca ha sido franca con vosotros, oh corintios; nuestro corazón está abierto. No estáis limitados en nosotros; lo estáis en vuestros propios corazones. Pues para corresponder del mismo modo, como a hijos os hablo: ¡Abrid vosotros también vuestro corazón! No os unáis en yugo desigual con los no creyentes. Porque ¿qué compañerismo tiene la rectitud con el desorden? ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? ¿Qué armonía hay entre Cristo y Belial? ¿Qué parte tiene el creyente con el no creyente? ¿Qué acuerdo puede haber entre un templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, ¡Salid de en medio de ellos, y apartaos! dice el Señor. No toquéis lo impuro, y yo os recibiré; y seré para vosotros Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza de cuerpo y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. Recibidnos. A nadie hemos agraviado; a nadie hemos corrompido; a nadie hemos explotado. No digo esto para condenaros; porque ya dije que estáis en nuestros corazones, para juntos morir y juntos vivir. Tengo mucha confianza en vosotros; mucho me glorío en vosotros; lleno estoy de consolación; sobreabundo de gozo en toda nuestra aflicción. Cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo; más bien, en todo fuimos atribulados: de fuera conflictos, de dentro temores. Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito. Y no sólo con su venida, sino también con la consolación que él recibió en cuanto a vosotros, haciéndonos saber vuestro anhelo, vuestras lágrimas y vuestro celo por mí, para que así me gozara más. Porque si bien os causé tristeza con la carta, no me pesa, aunque entonces sí me pesó; porque veo que aquella carta os causó tristeza sólo por un tiempo. Ahora me gozo, no porque hayáis sentido tristeza, sino porque fuisteis entristecidos hasta el arrepentimiento; pues habéis sido entristecidos según Dios, para que ningún daño sufrierais de nuestra parte. Porque la tristeza que es según Dios genera arrepentimiento para salvación, de que no hay que lamentarse; pero la tristeza del mundo degenera en muerte. Pues he aquí, el mismo hecho de que hayáis sido entristecidos según Dios, ¡cuánta diligencia ha producido en vosotros! ¡Qué disculpas, qué indignación, qué temor, qué ansiedad, qué celo y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto. Así que, si bien os escribí, no fue por causa del que cometió la ofensa ni por causa del que la padeció, sino para que vuestra solicitud por nosotros se manifestara entre vosotros en la presencia de Dios. Por tanto, hemos sido consolados. Pero mucho más que por nuestra consolación, nos gozamos por el gozo de Tito, porque su espíritu ha sido reanimado por todos vosotros. Pues si en algo me he mostrado orgulloso de vosotros ante él, no quedé avergonzado. Al contrario, como os habíamos dicho todo con verdad, así también nuestro motivo de orgullo ante Tito fue hallado verdadero. Ahora sus sentimientos se han intensificado con respecto a vosotros, recordando la obediencia de todos vosotros, de cómo lo recibisteis con temor y temblor. Me gozo de que en todo puedo confiar en vosotros. Ahora, hermanos, os hacemos conocer la gracia de Dios que ha sido concedida a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su extrema pobreza abundaron en las riquezas de su generosidad. Porque doy testimonio de que espontáneamente han dado de acuerdo con sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediéramos la gracia de participar en la ayuda para los santos. Y superando lo que esperábamos, se dieron primeramente ellos mismos al Señor y a nosotros, por la voluntad de Dios. De manera que exhortamos a Tito para que así como ya había comenzado, también llevase a cabo esta gracia entre vosotros. Por tanto, así como ya abundáis en todo—en fe, en palabra, en conocimiento, en toda diligencia y en vuestro amor para con nosotros—, abundad también en esta gracia. No hablo como quien manda, sino para poner también a prueba, por la eficacia de otros, la sinceridad de vuestro amor. Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, por amor de vosotros se hizo pobre, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. Y en esto doy mi consejo; porque esto os conviene a vosotros que desde el año pasado tomasteis la iniciativa, no sólo para hacerlo, sino también para quererlo hacer. Ahora pues, llevad el hecho a su culminación para que, como fuisteis prontos a querer, así lo seáis para cumplir conforme a lo que tenéis. Porque si primero se tiene dispuesta la voluntad, se acepta según lo que uno tenga, no según lo que no tenga. Pero no digo esto para que haya para otros alivio, y para vosotros estrechez; sino para que haya igualdad. En este tiempo vuestra abundancia supla lo que a ellos les falta, para que también la abundancia de ellos supla lo que a vosotros os falte, a fin de que haya igualdad; como está escrito: El que recogió mucho no tuvo más, y el que recogió poco no tuvo menos. Gracias a Dios que puso en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros. Pues él, a la verdad, aceptó la exhortación; pero siendo también muy solícito, de su propia iniciativa partió hacia vosotros. Y enviamos juntamente con él al hermano cuyo renombre en el evangelio se oye en todas las iglesias. Y no sólo esto, sino que también ha sido designado por las iglesias como compañero de viaje, para llevar esta expresión de generosidad que es administrada por nosotros para gloria del Señor mismo, y para demostrar nuestra solicitud, evitando que nadie nos desacredite con respecto a este abundante donativo que administramos. Porque procuramos que las cosas sean honestas, no sólo delante del Señor, sino también delante de los hombres. Y enviamos con ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado muchas veces; pero ahora mucho más, por la mucha confianza que tiene en vosotros. En cuanto a Tito, él es compañero mío y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, ellos son mensajeros de las iglesias y gloria de Cristo. Mostrad, pues, para con ellos ante las iglesias la prueba de nuestro amor y de nuestro motivo de orgullo respecto de vosotros. En cuanto a esta ayuda para los santos, está de más que os escriba; pues conozco vuestra pronta disposición, por la cual me glorié de vosotros entre los de Macedonia: "Acaya está preparada desde el año pasado." Y vuestro celo ha servido de estímulo para muchos. Pero he enviado a estos hermanos para que el orgullo que tenemos de vosotros no sea vano en este respecto, y para que estéis preparados, como vengo diciendo. No sea que, si van conmigo algunos macedonios y os hallan no preparados, nos avergoncemos nosotros (por no decir vosotros) por haber tenido esta confianza. Por eso he creído conveniente exhortar a los hermanos a que vayan a vosotros con anticipación y preparen primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como muestra de generosidad y no como de exigencia. Y digo esto: El que siembra escasamente cosechará escasamente, y el que siembra con generosidad también con generosidad cosechará. Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación; porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Esparció; dio a los pobres. Su justicia permanece para siempre. El que da semilla al que siembra y pan para comer, proveerá y multiplicará vuestra semilla y aumentará los frutos de vuestra justicia. Esto, para que seáis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce acciones de gracias a Dios por medio de nosotros. Porque el ministrar este servicio sagrado no solamente suple lo que falta a los santos, sino que redunda en abundantes acciones de gracias a Dios. Al experimentar esta ayuda, ellos glorificarán a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por vuestra liberalidad en la contribución para con ellos y con todos. Además, por su oración a vuestro favor, demuestran que os quieren a causa de la sobreabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por su don inefable! Ahora yo, Pablo, os exhorto por la mansedumbre y ternura de Cristo, ¡yo que en persona soy humilde entre vosotros, pero ausente soy osado para con vosotros! Os ruego que cuando esté presente, no tenga que usar de la osadía con que resueltamente estoy dispuesto a proceder contra algunos que piensan que andamos según la carne. Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Destruimos los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios; llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo, y estamos dispuestos a castigar toda desobediencia, una vez que vuestra obediencia sea completa. ¡Miráis las cosas según las apariencias! Si alguien está convencido dentro de sí que es de Cristo, considere de nuevo que así como él es de Cristo, también nosotros lo somos. Porque si me glorío un poco más de nuestra autoridad, la cual el Señor nos ha dado para edificación y no para vuestra destrucción, no seré avergonzado; para que no parezca que quiero atemorizaros por cartas. Porque dicen: "Aunque sus cartas son duras y fuertes, su presencia física es débil, y su palabra despreciable." Esto tenga en cuenta tal persona: Lo que somos en palabra por carta cuando estamos ausentes, lo mismo seremos también en hechos cuando estemos presentes. Porque no osamos clasificarnos o compararnos con algunos que se recomiendan a sí mismos. Pero ellos, midiéndose y comparándose a sí mismos consigo mismos, no son juiciosos. Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la medida de la regla que Dios nos asignó, para llegar también hasta vosotros. Porque no nos salimos de nuestros límites, como si no hubiéramos llegado a vosotros; pues hasta vosotros hemos llegado con el evangelio de Cristo, no gloriándonos desmedidamente en trabajos ajenos. Más bien, tenemos la esperanza de que, con el progreso de vuestra fe, se incrementará considerablemente nuestro campo entre vosotros, conforme a nuestra norma; para que anunciemos el evangelio en los lugares más allá de vosotros, sin entrar en territorio ajeno como para gloriarnos de la obra ya realizada por otros. Pero el que se gloría, gloríese en el Señor. Porque no es aprobado el que se recomienda a sí mismo, sino aquel a quien Dios recomienda. ¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! ¡De veras, toleradme! Porque os celo con celo de Dios, pues os he desposado con un solo marido, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, de alguna manera vuestros pensamientos se hayan extraviado de la sencillez y la pureza que debéis a Cristo. Porque si alguien viene predicando a otro Jesús al cual no hemos predicado, o si recibís otro espíritu que no habíais recibido, u otro evangelio que no habíais aceptado, ¡qué bien lo toleráis! Porque estimo que en nada soy inferior a aquellos apóstoles eminentes; pues aunque yo sea pobre en elocuencia, no lo soy en conocimiento, como en todo os lo he demostrado por todos los medios. ¿Cometí pecado humillándome a mí mismo para que vosotros seáis enaltecidos, porque os he predicado gratuitamente el evangelio? He despojado a otras iglesias, recibiendo sostenimiento para ministraros a vosotros. Cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga porque lo que me faltaba lo suplieron los hermanos cuando vinieron de Macedonia. En todo me guardé de seros gravoso, y así me guardaré. ¡Por la verdad de Cristo que está en mí, este motivo de orgullo no me será negado en las regiones de Acaya! ¿Por qué? ¿Porque no os amo? Dios lo sabe. Pero seguiré haciendo lo que hago, para quitarles la ocasión a aquellos que la desean, con el fin de que en lo que se jactan se encuentren en las mismas condiciones que nosotros. Porque los tales son falsos apóstoles, obreros fraudulentos disfrazados como apóstoles de Cristo. Y no es de maravillarse, porque Satanás mismo se disfraza como ángel de luz. Así que, no es gran cosa que también sus ministros se disfracen como ministros de justificación, cuyo fin será conforme a sus obras. Otra vez digo: que nadie me tome por loco. Pero si no, recibidme aunque sea como a loco, para que me gloríe siquiera un poquito. Lo que ahora digo, no lo digo según el Señor, sino como en locura, con esta base de jactancia. Ya que muchos se jactan según la carne, también yo me jactaré. Pues con gusto toleráis a los locos, siendo vosotros sensatos. Porque lo toleráis si alguien os esclaviza, si alguien os devora, si alguien se aprovecha de vosotros, si alguien se ensalza, si alguien os hiere en la cara… Con vergüenza lo digo, como que hemos sido débiles. Pero en lo que otro se atreva (hablo con locura), yo también me atrevo. ¿Son hebreos? Yo también. ¿Son israelitas? Yo también. ¿Son descendientes de Abraham? Yo también. ¿Son ministros de Cristo? (Hablo como delirando.) ¡Yo más! En trabajos arduos, más; en cárceles, más; en azotes, sin medida; en peligros de muerte, muchas veces. Cinco veces he recibido de los judíos cuarenta azotes menos uno; tres veces he sido flagelado con varas; una vez he sido apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado en lo profundo del mar. Muchas veces he estado en viajes a pie, en peligros de ríos, en peligros de asaltantes, en peligros de los de mi nación, en peligros de los gentiles, en peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, en peligros en el mar, en peligros entre falsos hermanos; en trabajo arduo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez. Y encima de todo, lo que se agolpa sobre mí cada día: la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién se enferma sin que yo no me enferme? ¿A quién se hace tropezar sin que yo no me indigne? Si es preciso gloriarse, yo me gloriaré de mi debilidad. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesús, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el gobernador bajo el rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme; pero fui descolgado del muro por una ventana en una canasta, y escapé de sus manos. Me es preciso gloriarme, aunque no es provechoso. Sin embargo, recurriré a las visiones y revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años—si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé respecto a este hombre—si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— que fue arrebatado al paraíso, donde escuchó cosas inefables que al hombre no le es permitido expresar. ¡De aquel hombre me gloriaré! Pero de mí mismo no me gloriaré sino en mis debilidades. Porque, si acaso quisiera gloriarme, no sería yo insensato, pues diría la verdad. Pero desisto, para que nadie piense de mí más de lo que ve en mí u oye de mí. Y para que no me exalte desmedidamente por la grandeza de las revelaciones, me ha sido dado un aguijón en la carne, un mensajero de Satanás, que me abofetee para que no me enaltezca demasiado. En cuanto a esto, tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí; y me ha dicho: "Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad." Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo. Por eso me complazco en las debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias por la causa de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. ¡Me he hecho necio! ¡Vosotros me obligasteis! Pues más bien, yo debería ser recomendado por vosotros; porque en nada he sido menos que los apóstoles eminentes, aunque nada soy. Las señales de apóstol han sido realizadas entre vosotros con toda paciencia, con señales, prodigios y hechos poderosos. Pues, ¿en qué habéis sido menos que las otras iglesias, excepto en que yo mismo no os he sido carga? ¡Perdonadme este agravio! He aquí estoy listo para ir a vosotros por tercera vez, y no os seré carga. Porque no busco vuestras cosas, sino a vosotros; pues los hijos no tienen obligación de atesorar para los padres, sino los padres para los hijos. Sin embargo, de muy buena gana gastaré yo de lo mío, y me desgastaré a mí mismo por vuestras almas. Si os amo más, ¿seré amado menos? Bien, que sea así: Yo no os fui gravoso, ¡pero siendo astuto, os prendí por engaño! ¿Acaso os he engañado por medio de alguno de los que he enviado a vosotros? Rogué a Tito y envié con él al hermano. ¿Acaso os engañó Tito? ¿No hemos procedido con el mismo espíritu y por las mismas pisadas? ¿Os parece que todavía nos estamos defendiendo ante vosotros? Delante de Dios y en Cristo hablamos; y todo, amados, para vuestra edificación. Pero me temo que quizás, cuando llegue, no os halle tales como quiero, y que yo sea hallado por vosotros tal como no queréis. Temo que haya entre vosotros contiendas, celos, iras, enojos, disensiones, calumnias, murmuraciones, insolencias y desórdenes. Temo que, cuando vuelva, Dios me humille entre vosotros y yo tenga que llorar por muchos que antes han pecado y no se han arrepentido de los actos de impureza, inmoralidad sexual y libertinaje que han cometido. Esta es la tercera vez que voy a vosotros. Por la boca de dos o tres testigos se decidirá todo asunto. Lo he dicho antes, cuando estaba presente en mi segundo viaje; y ahora que estoy ausente, también lo repito a los que antes han pecado y a todos los demás: que si voy otra vez, no seré indulgente, puesto que buscáis una prueba de que Cristo habla en mí. Y él no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros. Porque fue crucificado en debilidad, pero vive por el poder de Dios. Pues nosotros también somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros. Examinaos a vosotros mismos para ver si estáis firmes en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no conocéis en cuanto a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que ya estéis reprobados? Pero espero que reconozcáis que nosotros no estamos reprobados. Y oramos a Dios que no hagáis nada malo; no para que nosotros luzcamos como aprobados, sino para que vosotros hagáis lo que es bueno, aunque nosotros quedemos como reprobados. Porque no podemos nada contra la verdad, sino a favor de la verdad. Por eso nos gozamos en que nosotros seamos débiles y que vosotros seáis fuertes. Y esto pedimos: vuestra madurez. Por tanto, os escribo esto estando ausente, para que estando presente no use de dureza conforme a la autoridad que el Señor me ha dado para edificación y no para destrucción. En cuanto a lo demás, hermanos, regocijaos. Sed maduros; sed confortados; sed de un mismo sentir. Vivid en paz, y el Dios de paz y de amor estará con vosotros. Saludaos unos a otros con un beso santo. Todos los santos os saludan. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Pablo, apóstol—no de parte de hombres ni por medio de hombre, sino por medio de Jesucristo y de Dios Padre, quien lo resucitó de entre los muertos— y todos los hermanos que están conmigo; a las iglesias de Galacia: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nuestros pecados. De este modo nos libró de la presente época malvada, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Estoy asombrado de que tan pronto os estéis apartando del que os llamó por la gracia de Cristo, para ir tras un evangelio diferente. No es que haya otro evangelio, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Pero aun si nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como ya lo hemos dicho, ahora mismo vuelvo a decir: Si alguien os está anunciando un evangelio contrario al que recibisteis, sea anatema. ¿Busco ahora convencer a los hombres, o a Dios? ¿Será que busco agradar a los hombres? Si yo todavía tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo. Pero os hago saber, hermanos, que el evangelio que fue anunciado por mí no es según hombre; porque yo no lo recibí, ni me fue enseñado de parte de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo. Ya oísteis acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo: que yo perseguía ferozmente a la iglesia de Dios y la estaba asolando. Me destacaba en el judaísmo sobre muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres. Pero cuando Dios—quien me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia— tuvo a bien revelar a su Hijo en mí para que yo lo anunciase entre los gentiles, no consulté de inmediato con ningún hombre ni subí a Jerusalén a los que fueron apóstoles antes que yo, sino que partí para Arabia y volví de nuevo a Damasco. Luego, después de tres años, subí a Jerusalén para entrevistarme con Pedro y permanecí con él quince días. No vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo, el hermano del Señor; y en cuanto a lo que os escribo, he aquí delante de Dios, que no miento. Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia. Y yo no era conocido de vista por las iglesias de Judea, las que están en Cristo. Solamente oían decir: "El que antes nos perseguía ahora proclama como buena nueva la fe que antes asolaba." Y daban gloria a Dios por causa de mí. Luego, después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén, junto con Bernabé, y llevé conmigo también a Tito. Pero subí de acuerdo con una revelación y les expuse el evangelio que estoy proclamando entre los gentiles. Esto lo hice en privado ante los de reputación, para asegurarme de que no corro ni he corrido en vano. Sin embargo, ni siquiera Tito quien estaba conmigo, siendo griego, fue obligado a circuncidarse, a pesar de los falsos hermanos quienes se infiltraron secretamente para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, a fin de reducirnos a esclavitud. Ni por un momento cedimos en sumisión a ellos, para que la verdad del evangelio permaneciese a vuestro favor. Sin embargo, aquellos que tenían reputación de ser importantes—quiénes hayan sido en otro tiempo, a mí nada me importa; Dios no hace distinción de personas— a mí, a la verdad, los de reputación no me añadieron nada nuevo. Más bien, al contrario, cuando vieron que me había sido confiado el evangelio para la incircuncisión igual que a Pedro para la circuncisión —porque el que actuó en Pedro para hacerle apóstol de la circuncisión actuó también en mí para hacerme apóstol a favor de los gentiles—, y cuando percibieron la gracia que me había sido dada, Jacobo, Pedro y Juan, quienes tenían reputación de ser columnas, nos dieron a Bernabé y a mí la mano derecha en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión. Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, cosa que procuré hacer con esmero. Pero cuando Pedro vino a Antioquía, yo me opuse a él frente a frente, porque era reprensible. Pues antes que viniesen ciertas personas de parte de Jacobo, él comía con los gentiles; pero cuando llegaron, se retraía y apartaba, temiendo a los de la circuncisión. Y los otros judíos participaban con él en su simulación, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos. En cambio, cuando vi que no andaban rectamente ante la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: "Si tú que eres judío vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a hacerse judíos?" Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles; pero sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley, sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley. Porque por las obras de la ley nadie será justificado. Pero si es que nosotros, procurando ser justificados en Cristo, también hemos sido hallados pecadores, ¿será por eso Cristo servidor del pecado? ¡De ninguna manera! Pues cuando edifico de nuevo las mismas cosas que derribé, demuestro que soy transgresor. Porque mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; porque si la justicia fuese por medio de la ley, entonces por demás murió Cristo. ¡Oh gálatas insensatos, ante cuyos ojos Jesucristo fue presentado como crucificado! ¿Quién os hechizó? Sólo esto quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por haber oído con fe? ¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado en el Espíritu, ¿ahora terminaréis en la carne? ¿Tantas cosas padecisteis en vano, si de veras fue en vano? Entonces, el que os suministra el Espíritu y obra maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe? De la misma manera, Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia. Por lo tanto, sabed que los que se basan en la fe son hijos de Abraham. Y la Escritura, habiendo previsto que por la fe Dios había de justificar a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: "En ti serán benditas todas las naciones." Desde luego, los que se basan en la fe son benditos junto con Abraham, el hombre de fe. Porque todos los que se basan en las obras de la ley están bajo maldición, pues está escrito: Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para cumplirlas. Desde luego, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque el justo vivirá por la fe. Ahora bien, la ley no se basa en la fe; al contrario, el que hace estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que la bendición de Abraham llegara por Cristo Jesús a los gentiles, a fin de que recibamos la promesa del Espíritu por medio de la fe. Hermanos, hablo en términos humanos: Aunque un pacto sea de hombres, una vez ratificado, nadie lo cancela ni le añade. Ahora bien, las promesas a Abraham fueron pronunciadas también a su descendencia. No dice: "y a los descendientes," como refiriéndose a muchos, sino a uno solo: y a tu descendencia, que es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto confirmado antes por Dios no lo abroga la ley, que vino 430 años después, para invalidar la promesa. Porque si la herencia fuera por la ley, ya no sería por la promesa; pero a Abraham Dios ha dado gratuitamente la herencia por medio de una promesa. Entonces, ¿para qué existe la ley? Fue dada por causa de las transgresiones, hasta que viniese la descendencia a quien había sido hecha la promesa. Y esta ley fue promulgada por medio de ángeles, por mano de un mediador. Y el mediador no es de uno solo, pero Dios es uno. Por consecuencia, ¿es la ley contraria a las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque si hubiera sido dada una ley capaz de vivificar, entonces la justicia sería por la ley. No obstante, la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa fuese dada por la fe en Jesucristo a los que creen. Pero antes que viniese la fe, estábamos custodiados bajo la ley, reservados para la fe que había de ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro tutor para llevarnos a Cristo, para que seamos justificados por la fe. Pero como ha venido la fe, ya no estamos bajo tutor. Así que, todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús, porque todos los que fuisteis bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y ya que sois de Cristo, ciertamente sois descendencia de Abraham, herederos conforme a la promesa. Digo, además, que entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; más bien, está bajo guardianes y mayordomos hasta el tiempo señalado por su padre. De igual modo nosotros también, cuando éramos niños, éramos esclavos sujetos a los principios elementales del mundo. Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "Abba, Padre." Así que ya no eres más esclavo, sino hijo; y si hijo, también eres heredero por medio de Dios. Sin embargo, en otro tiempo, cuando no habíais conocido a Dios, servisteis a los que por naturaleza no son dioses. En cambio, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor dicho, ya que habéis sido conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres principios elementales? ¿Queréis volver a servirlos otra vez? ¡Vosotros guardáis los días, los meses, las estaciones y los años! Me temo por vosotros, que yo haya trabajado en vano a vuestro favor. Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, ya que yo me hice como vosotros. No me habéis hecho ningún agravio. Sabéis que fue a causa de una debilidad física que os anuncié el evangelio la primera vez; y lo que en mi cuerpo era prueba para vosotros, no lo desechasteis ni lo menospreciasteis. Al contrario, me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús. ¿Dónde está, pues, vuestra bienaventuranza? Porque os doy testimonio de que si hubiera sido posible, os habríais sacado vuestros ojos para dármelos. ¿Resulta que ahora me he hecho vuestro enemigo por deciros la verdad? Ellos tienen celo por vosotros, pero no para bien; al contrario, quieren aislaros para que vosotros tengáis celo por ellos. Bueno es ser siempre celosos del bien, y no solamente cuando estoy presente con vosotros. Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros, yo quisiera estar ahora con vosotros y cambiar el tono de mi voz, porque estoy perplejo en cuanto a vosotros. Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿No escucháis la ley? Porque escrito está que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. Pero mientras que el de la esclava nació según la carne, el de la libre nació por medio de la promesa. En estas cosas hay una alegoría, pues estas mujeres son dos pactos: Agar es el pacto del monte Sinaí que engendró hijos para esclavitud. Porque Agar representa a Sinaí, montaña que está en Arabia y corresponde a la Jerusalén actual, la cual es esclava juntamente con sus hijos. Pero la Jerusalén de arriba, la cual es nuestra madre, es libre; porque está escrito: Alégrate, oh estéril, que no das a luz; prorrumpe en grito de júbilo y levanta la voz, tú que no estás de parto; porque más son los hijos de la desolada que los de la que tiene marido. Ahora bien, hermanos, vosotros sois hijos de la promesa tal como Isaac. Pero como en aquel tiempo, el que fue engendrado según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así es ahora también. Pero, ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo; porque jamás será heredero el hijo de la esclava con el hijo de la libre. Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre. Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no os pongáis otra vez bajo el yugo de la esclavitud. He aquí yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez declaro a todo hombre que acepta ser circuncidado, que está obligado a cumplir toda la ley. Vosotros que pretendéis ser justificados en la ley, ¡habéis quedado desligados de Cristo y de la gracia habéis caído! Porque nosotros por el Espíritu aguardamos por la fe la esperanza de la justicia. Pues en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la fe que actúa por medio del amor. Corríais bien. ¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Tal persuasión no proviene de aquel que os llama. Un poquito de levadura leuda toda la masa. Yo confío en el Señor con respecto a vosotros que no pensaréis de ninguna otra manera; y el que os inquieta llevará su castigo, sea quien sea. Pero con respecto a mí, hermanos, si todavía predico la circuncisión, ¿por qué aún soy perseguido? En tal caso, se habría quitado el tropiezo de la cruz. ¡Ojalá se mutilasen los que os perturban! Vosotros fuisteis llamados a la libertad, hermanos; solamente que no uséis la libertad como pretexto para la carnalidad. Más bien, servíos los unos a los otros por medio del amor, porque toda la ley se ha resumido en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que no seáis consumidos los unos por los otros. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y así jamás satisfaréis los malos deseos de la carne. Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente, para que no hagáis lo que quisierais. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son: fornicación, impureza, desenfreno, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, disensiones, partidismos, envidia, borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas, de las cuales os advierto, como ya lo hice antes, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios. Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley, porque los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Ahora que vivimos en el Espíritu, andemos en el Espíritu. No seamos vanidosos, irritándonos unos a otros y envidiándonos unos a otros. Hermanos, en caso de que alguien se encuentre enredado en alguna transgresión, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros y de esta manera cumpliréis la ley de Cristo. Porque si alguien estima que es algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, examine cada uno su obra, y entonces tendrá motivo de orgullo sólo en sí mismo y no en otro; porque cada cual llevará su propia carga. El que recibe instrucción en la palabra comparta toda cosa buena con quien le instruye. No os engañéis; Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará. Porque el que siembra para su carne, de la carne cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no desmayamos. Por lo tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe. Mirad con cuán grandes letras os escribo con mi propia mano. Aquellos que quieren tener el visto bueno en la carne os obligan a ser circuncidados, solamente para no ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo. Pues ni los que son circuncidados guardan la ley; sin embargo, quieren que vosotros seáis circuncidados para gloriarse en vuestra carne. Pero lejos esté de mí el gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo. Porque ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la nueva criatura. Para todos los que anden según esta regla, paz y misericordia sean sobre ellos, y sobre el Israel de Dios. De aquí en adelante nadie me cause dificultades, pues llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu, hermanos. Amén. Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios; a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Asimismo, nos escogió en él desde antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó por medio de Jesucristo para adopción como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad, para la alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio gratuitamente en el Amado. En él tenemos redención por medio de su sangre, el perdón de nuestras transgresiones, según las riquezas de su gracia que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría y entendimiento. El nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Cristo, a manera de plan para el cumplimiento de los tiempos: que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra. En él también recibimos herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que realiza todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, para que nosotros, que primero hemos esperado en Cristo, seamos para la alabanza de su gloria. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo que había sido prometido, quien es la garantía de nuestra herencia para la redención de lo adquirido, para la alabanza de su gloria. Por esta razón, yo también, habiendo oído de la fe que tenéis en el Señor Jesús y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones. Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de él; habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza. Dios la ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y le hizo sentar a su diestra en los lugares celestiales, por encima de todo principado, autoridad, poder, señorío y todo nombre que sea nombrado, no sólo en esta edad sino también en la venidera. Aun todas las cosas las sometió Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas para la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo. En cuanto a vosotros, estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, conforme a la corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia. En otro tiempo todos nosotros vivimos entre ellos en las pasiones de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de la mente; y por naturaleza éramos hijos de ira, como los demás. Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia sois salvos! Y juntamente con Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales, para mostrar en las edades venideras las superabundantes riquezas de su gracia, por su bondad hacia nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en la carne, erais llamados incircuncisión por los de la llamada circuncisión que es hecha con mano en la carne. Y acordaos de que en aquel tiempo estabais sin Cristo, apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, estando sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos habéis sido acercados por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, quien de ambos nos hizo uno. El derribó en su carne la barrera de división, es decir, la hostilidad; y abolió la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos hombres un solo hombre nuevo, haciendo así la paz. También reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando muerte en ella a la enemistad. Y vino y anunció las buenas nuevas: paz para vosotros que estabais lejos y paz para los que estaban cerca, ya que por medio de él, ambos tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu. Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Habéis sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo Jesucristo mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien ensamblado, va creciendo hasta ser un templo santo en el Señor. En él también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Por esta razón yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús a favor de vosotros los gentiles… Sin duda habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me ha sido conferida en vuestro beneficio. Por revelación me fue dado a conocer este misterio, como antes lo he escrito brevemente. Por tanto, leyéndolo, podréis entender cuál es mi comprensión en el misterio de Cristo. En otras generaciones, no se dio a conocer este misterio a los hijos de los hombres, como ha sido revelado ahora a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu, a saber: que en Cristo Jesús los gentiles son coherederos, incorporados en el mismo cuerpo y copartícipes de la promesa por medio del evangelio. De éste llegué a ser ministro, conforme a la dádiva de la gracia de Dios que me ha sido conferida, según la acción de su poder. A mí, que soy menos que el menor de todos los santos, me ha sido conferida esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo y para aclarar a todos cuál es la administración del misterio que desde la eternidad había estado escondido en Dios, quien creó todas las cosas. Todo esto es para que ahora sea dada a conocer, por medio de la iglesia, la multiforme sabiduría de Dios a los principados y las autoridades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que realizó en Cristo Jesús, nuestro Señor. En él tenemos libertad y acceso a Dios con confianza, por medio de la fe en él. Por tanto, os pido que no os desaniméis por mis tribulaciones a vuestro favor, pues ellas son vuestra gloria. Por esta razón doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, a fin de que, conforme a las riquezas de su gloria, os conceda ser fortalecidos con poder por su Espíritu en el hombre interior; para que Cristo habite en vuestros corazones por medio de la fe; de modo que, siendo arraigados y fundamentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender, junto con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento; para que así seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones de todas las edades, para siempre. Amén. Por eso yo, prisionero en el Señor, os exhorto a que andéis como es digno del llamamiento con que fuisteis llamados: con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos los unos a los otros en amor; procurando con diligencia guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza de vuestro llamamiento. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien es sobre todos, a través de todos y en todos. Sin embargo, a cada uno de nosotros le ha sido conferida la gracia conforme a la medida de la dádiva de Cristo. Por esto dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad y dio dones a los hombres. Pero esto de que subió, ¿qué quiere decir, a menos que hubiera descendido también a las partes más bajas de la tierra? El que descendió es el mismo que también ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Esto, para que ya no seamos niños, sacudidos a la deriva y llevados a dondequiera por todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar, emplean con astucia las artimañas del error; sino que, siguiendo la verdad con amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la cabeza: Cristo. De parte de él todo el cuerpo, bien concertado y entrelazado por la cohesión que aportan todas las coyunturas, recibe su crecimiento de acuerdo con la actividad proporcionada a cada uno de los miembros, para ir edificándose en amor. Esto digo e insisto en el Señor: que no os conduzcáis más como se conducen los gentiles, en la vanidad de sus mentes, teniendo el entendimiento entenebrecido, alejados de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, debido a la dureza de su corazón. Una vez perdida toda sensibilidad, se entregaron a la sensualidad para cometer ávidamente toda clase de impurezas. Pero vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído y habéis sido enseñados en él, así como la verdad está en Jesús. Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos; pero renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre que ha sido creado a semejanza de Dios en justicia y santidad de verdad. Por lo tanto, habiendo dejado la mentira, hablad la verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. Enojaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que robaba no robe más, sino que trabaje esforzadamente, haciendo con sus propias manos lo que es bueno, para tener qué compartir con el que tenga necesidad. Ninguna palabra obscena salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación según sea necesaria, para que imparta gracia a los que oyen. Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios en quien fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad. Más bien, sed bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Por tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados, y andad en amor, como Cristo también nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio en olor fragante a Dios. Pero la inmoralidad sexual y toda impureza o avaricia no se nombren más entre vosotros, como corresponde a santos; ni tampoco la conducta indecente, ni tonterías ni bromas groseras, cosas que no son apropiadas; sino más bien, acciones de gracias. Porque esto lo sabéis muy bien: que ningún inmoral ni impuro ni avaro, el cual es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con vanas palabras, porque a causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. Por eso, no seáis partícipes con ellos; porque si bien en otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. ¡Andad como hijos de luz! Pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Aprobad lo que es agradable al Señor y no tengáis ninguna participación en las infructuosas obras de las tinieblas; sino más bien, denunciadlas. Porque da vergüenza aun mencionar lo que ellos hacen en secreto. Pero cuando son denunciadas, todas las cosas son puestas en evidencia por la luz; pues lo que hace que todo sea visible es la luz. Por eso dice: "¡Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo!" Mirad, pues, con cuidado, cómo os comportáis; no como imprudentes sino como prudentes, redimiendo el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor. Y no os embriaguéis con vino, pues en esto hay desenfreno. Más bien, sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo; y sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo. Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia, y él mismo es salvador de su cuerpo. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las esposas lo estén a sus esposos en todo. Esposos, amad a vuestras esposas, así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, a fin de santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua con la palabra, para presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin falta. De igual manera, los esposos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propio cuerpo; más bien, lo sustenta y lo cuida, tal como Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Grande es este misterio, pero lo digo respecto de Cristo y de la iglesia. Por tanto, cada uno de vosotros ame a su esposa como a sí mismo, y la esposa respete a su esposo. Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa) para que te vaya bien y vivas largo tiempo sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina y la instrucción del Señor. Siervos, obedeced a los que son vuestros amos en la tierra con temor y temblor, con sinceridad de corazón, como a Cristo; no sirviendo sólo cuando se os esté mirando, como los que quieren quedar bien con los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo la voluntad de Dios con ánimo. Servid de buena voluntad, como al Señor, no como a los hombres, sabiendo que el bien que haga cada uno, eso recibirá de parte del Señor, sea siervo o libre. Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas; porque sabéis que el mismo Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que no hay distinción de personas delante de él. Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis hacer frente a las intrigas del diablo; porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los gobernantes de estas tinieblas, contra espíritus de maldad en los lugares celestiales. Por esta causa, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haberlo logrado todo, quedar firmes. Permaneced, pues, firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, vestidos con la coraza de justicia y calzados vuestros pies con la preparación para proclamar el evangelio de paz. Y sobre todo, armaos con el escudo de la fe con que podréis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Tomad también el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, orando en todo tiempo en el Espíritu con toda oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y ruego por todos los santos. Y también orad por mí, para que al abrir la boca me sean conferidas palabras para dar a conocer con confianza el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; a fin de que por ello yo hable con valentía, como debo hablar. Ahora bien, para que también vosotros sepáis cómo me va y qué estoy haciendo, todo os informará Tíquico, hermano amado y fiel ministro en el Señor. Por esto mismo, os lo he enviado para que sepáis lo tocante a nosotros y para que él anime vuestros corazones. Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo. La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor incorruptible. Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús; a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, siempre intercediendo con gozo por todos vosotros en cada oración mía, a causa de vuestra participación en el evangelio desde el primer día hasta ahora; estando convencido de esto: que el que en vosotros comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús. Me es justo sentir esto de todos vosotros, porque os tengo en mi corazón. Tanto en mis prisiones como en la defensa y confirmación del evangelio, sois todos vosotros participantes conmigo de la gracia. Pues Dios me es testigo de cómo os añoro a todos vosotros con el profundo amor de Cristo Jesús. Y ésta es mi oración: que vuestro amor abunde aun más y más en conocimiento y en todo discernimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles en el día de Cristo, llenos del fruto de justicia, fruto que viene por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el adelanto del evangelio. De esta manera, mis prisiones por la causa de Cristo han sido conocidas en todo el Pretorio y entre todos los demás. La mayoría de los hermanos, tomando ánimo en el Señor por mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda, pero otros lo hacen de buena voluntad. Estos últimos lo hacen por amor, sabiendo que he sido puesto para la defensa del evangelio, mientras aquéllos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones. ¿Qué, pues? Solamente que de todas maneras Cristo es anunciado, sea por pretexto o sea de verdad, y en esto me alegro. Pero me alegraré aun más, pues sé que mediante vuestra oración y el apoyo del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza: que en nada seré avergonzado; sino que con toda confianza, tanto ahora como siempre, Cristo será exaltado en mi cuerpo, sea por la vida o por la muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Pero si el vivir en la carne me sirve para una obra fructífera, ¿cuál escogeré? No lo sé. Me siento presionado por ambas partes. Tengo el deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedarme en la carne es más necesario por causa de vosotros. Pues, convencido de esto, sé que me quedaré y que aún permaneceré con todos vosotros para vuestro desarrollo y gozo en la fe, para que en mí haya motivo de aumentar vuestro orgullo en Cristo Jesús a causa de mi presencia otra vez entre vosotros. Solamente procurad que vuestra conducta como ciudadanos sea digna del evangelio de Cristo, de manera que sea que yo vaya a veros o que esté ausente, oiga acerca de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo juntos y unánimes por la fe del evangelio, y no siendo intimidados de ninguna manera por los adversarios. Para ellos esta fe es indicio de perdición, pero para vosotros es indicio de salvación; y esto procede de Dios. Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa. Así tendréis el mismo conflicto que habéis visto y que ahora oís que sigue en mí. Por tanto, si hay algún aliento en Cristo; si hay algún incentivo en el amor; si hay alguna comunión en el Espíritu; si hay algún afecto profundo y alguna compasión, completad mi gozo a fin de que penséis de la misma manera, teniendo el mismo amor, unánimes, pensando en una misma cosa. No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos; no considerando cada cual solamente los intereses propios, sino considerando cada uno también los intereses de los demás. Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús: Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por lo cual también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es Señor. De modo que, amados míos, así como habéis obedecido siempre—no sólo cuando yo estaba presente, sino mucho más ahora en mi ausencia—, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad. Hacedlo todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en la cual vosotros resplandecéis como luminares en el mundo, reteniendo la palabra de vida. Así yo podré gloriarme en el día de Cristo de que no he corrido ni he trabajado en vano. Al contrario, aunque haya de ser derramado como libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y me regocijo con todos vosotros. De igual modo, gozaos también vosotros y regocijaos conmigo. Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también me reanime al saber de vuestro estado; pues no tengo a nadie que se interese por vosotros con tanto ánimo y sinceridad. Porque todos buscan sus intereses personales, no lo que es de Jesucristo. Ya conocéis la reputación de Timoteo, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio. Por lo tanto, espero enviarle en cuanto yo vea cómo van mis asuntos; pero confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros. Sin embargo, también creí necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de milicia y vuestro mensajero y suministrador de mis necesidades, ya que él os añoraba a todos vosotros y estaba angustiado porque habíais oído que él estaba enfermo. Pues en verdad estuvo enfermo de muerte, pero Dios tuvo misericordia de él; y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza. Por lo tanto, le envío con más urgencia, para que os volváis a gozar al verlo y yo esté libre de preocupación. Recibidle, pues, en el Señor con todo gozo y tened en alta estima a hombres como él; porque a causa de la obra de Cristo estuvo cercano a la muerte, arriesgando su vida para completar lo que faltaba en vuestro servicio a mi favor. Por lo demás, hermanos míos, regocijaos en el Señor. El escribiros las mismas cosas a mí no me es molesto, y para vosotros es más seguro. ¡Guardaos de los perros! ¡Guardaos de los malos obreros! ¡Guardaos de los que mutilan el cuerpo! Porque nosotros somos la circuncisión: los que servimos a Dios en espíritu, que nos gloriamos en Cristo Jesús y que no confiamos en la carne. Aunque yo tengo de qué confiar también en la carne. Si alguno cree tener de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprensible. Pero las cosas que para mí eran ganancia, las he considerado pérdida a causa de Cristo. Y aun más: Considero como pérdida todas las cosas, en comparación con lo incomparable que es conocer a Cristo Jesús mi Señor. Por su causa lo he perdido todo y lo tengo por basura, a fin de ganar a Cristo y ser hallado en él; sin pretender una justicia mía, derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que proviene de Dios por la fe. Anhelo conocerle a él y el poder de su resurrección, y participar en sus padecimientos, para ser semejante a él en su muerte; y de alguna manera, me encontraré en la resurrección de los muertos. No quiero decir que ya lo haya alcanzado, ni que haya llegado a la perfección; sino que prosigo a ver si alcanzo aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que hemos alcanzado la madurez pensemos de este modo; y si pensáis otra cosa, también eso os lo revelará Dios. En todo caso, sigamos fieles a lo que hemos logrado. Hermanos, sed imitadores de mí y prestad atención a los que así se conducen, según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque muchos andan por ahí, de quienes os hablaba muchas veces, y ahora hasta lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo. El fin de ellos será la perdición; su dios es su estómago; su gloria se halla en su vergüenza; y piensan solamente en lo terrenal. Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos ardientemente al Salvador, el Señor Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo de humillación para que tenga la misma forma de su cuerpo de gloria, según la operación de su poder, para sujetar también a sí mismo todas las cosas. Así que, hermanos míos, amados y queridos, gozo y corona mía, estad firmes en el Señor, amados. Ruego a Evodia, y ruego a Síntique que se pongan de acuerdo en el Señor. Sí, y a ti también, fiel compañero, te pido que ayudes a estas hermanas que lucharon junto conmigo en el evangelio, también con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. ¡Regocijaos en el Señor siempre! Otra vez lo digo: ¡Regocijaos! Vuestra amabilidad sea conocida por todos los hombres. ¡El Señor está cerca! Por nada estéis afanosos; más bien, presentad vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. En cuanto a lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo que merece alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. En gran manera me regocijé en el Señor porque al fin se ha renovado vuestra preocupación para conmigo. Siempre pensabais en mí, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé vivir en la pobreza, y sé vivir en la abundancia. En todo lugar y en todas las circunstancias, he aprendido el secreto de hacer frente tanto a la hartura como al hambre, tanto a la abundancia como a la necesidad. ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece! Sin embargo, hicisteis bien en participar conmigo en mi tribulación. También sabéis, oh filipenses, que al comienzo del evangelio cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en cuanto a dar y recibir, sino vosotros solos. Porque aun a Tesalónica enviasteis para mis necesidades una y otra vez. No es que busque donativo, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Sin embargo, todo lo he recibido y tengo abundancia. Estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis, como olor fragante, un sacrificio aceptable y agradable a Dios. Mi Dios, pues, suplirá toda necesidad vuestra, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. A nuestro Dios y Padre sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan. Todos los santos os saludan, y mayormente los que pertenecen a la casa del César. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo; a los hermanos santos y fieles en Cristo que están en Colosas: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre. Damos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por vosotros; porque hemos oído de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis por todos los santos, a causa de la esperanza reservada para vosotros en los cielos, de la cual habéis oído en la palabra de verdad del evangelio que ha llegado a vosotros. Y así como está llevando fruto y creciendo en todo el mundo, lo mismo sucede también entre vosotros desde el día en que oísteis y comprendisteis de veras la gracia de Dios; tal como aprendisteis de Epafras, nuestro consiervo amado, quien es fiel ministro de Cristo a vuestro favor. El también nos ha informado de vuestro amor en el Espíritu. Por esta razón también nosotros, desde el día en que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de rogar que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y plena comprensión espiritual; para que andéis como es digno del Señor, a fin de agradarle en todo; de manera que produzcáis fruto en toda buena obra y que crezcáis en el conocimiento de Dios; y que seáis fortalecidos con todo poder, conforme a su gloriosa potencia, para toda perseverancia y paciencia. Con gozo damos gracias al Padre que os hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz. El nos ha librado de la autoridad de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado, en quien tenemos redención, el perdón de los pecados. El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación; porque en él fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, dominios, principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él. El antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten. Y además, él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. El es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo él sea preeminente; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo mismo todas las cosas, tanto sobre la tierra como en los cielos, habiendo hecho la paz mediante la sangre de su cruz. A vosotros también, aunque en otro tiempo estabais apartados y erais enemigos por tener la mente ocupada en las malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo físico por medio de la muerte, para presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de él; por cuanto permanecéis fundados y firmes en la fe, sin ser removidos de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual ha sido predicado en toda la creación debajo del cielo. De este evangelio yo, Pablo, llegué a ser ministro. Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y completo en mi propia carne lo que falta de las tribulaciones de Cristo a favor de su cuerpo, que es la iglesia. De ella llegué a ser ministro según el oficio divino que Dios me dio a vuestro favor, para dar pleno cumplimiento a la palabra de Dios: el misterio de Dios que había estado oculto desde los siglos y generaciones, pero que ahora ha sido revelado a sus santos. A éstos, Dios ha querido dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre las naciones, el cual es: Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. A él anunciamos nosotros, amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre con toda sabiduría, a fin de que presentemos a todo hombre, perfecto en Cristo Jesús. Por esto mismo yo trabajo, esforzándome según su potencia que obra poderosamente en mí. Quiero, pues, que sepáis cuán grande conflicto tengo por vosotros, por los de Laodicea y por todos los que nunca me han visto personalmente; para que unidos en amor, sus corazones sean reanimados hasta lograr toda la riqueza de la plena certidumbre de entendimiento, para conocer el misterio de Dios, es decir, Cristo mismo. En él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Digo esto para que nadie os engañe con falsos argumentos persuasivos. Pues aunque estoy ausente en el cuerpo, no obstante, en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo. Por tanto, de la manera que habéis recibido a Cristo Jesús el Señor, así andad en él, firmemente arraigados y sobreedificados en él, y confirmados por la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de filosofías y vanas sutilezas, conforme a la tradición de hombres, conforme a los principios elementales del mundo, y no conforme a Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad; y vosotros estáis completos en él, quien es la cabeza de todo principado y autoridad. En él también fuisteis circuncidados con una circuncisión no hecha con manos, al despojaros del cuerpo pecaminoso carnal mediante la circuncisión que viene de Cristo. Fuisteis sepultados juntamente con él en el bautismo, en el cual también fuisteis resucitados juntamente con él, por medio de la fe en el poder de Dios que lo levantó de entre los muertos. Mientras vosotros estabais muertos en los delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, Dios os dio vida juntamente con él, perdonándonos todos los delitos. El anuló el acta que había contra nosotros, que por sus decretos nos era contraria, y la ha quitado de en medio al clavarla en su cruz. También despojó a los principados y autoridades, y los exhibió como espectáculo público, habiendo triunfado sobre ellos en la cruz. Por tanto, nadie os juzgue en asuntos de comida o de bebida, o respecto a días de fiesta, lunas nuevas o sábados. Todo ello es sólo una sombra de lo porvenir, pero la realidad pertenece a Cristo. Nadie os prive de vuestro premio, fingiendo humildad y culto a los ángeles, haciendo alarde de lo que ha visto, vanamente hinchado por su mente carnal; y no aferrándose a la cabeza, de la cual todo el cuerpo, nutrido y unido por coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios. Siendo que vuestra muerte con Cristo os separó de los principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivieseis en el mundo, os sometéis a ordenanzas como: "No uses, ni gustes, ni toques"? Tales cosas son destinadas a perecer con el uso, pues son según los mandamientos y las doctrinas de hombres. De hecho, semejantes prácticas tienen reputación de ser sabias en una cierta religiosidad, en la humillación y en el duro trato del cuerpo; pero no tienen ningún valor contra la sensualidad. Siendo, pues, que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Ocupad la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra; porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Y cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros seréis manifestados con él en gloria. Por lo tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros: fornicación, impureza, bajas pasiones, malos deseos y la avaricia, que es idolatría. A causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los rebeldes. En ellas anduvisteis también vosotros en otro tiempo cuando vivíais entre ellos. Pero ahora, dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia y palabras groseras de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros; porque os habéis despojado del viejo hombre con sus prácticas, y os habéis vestido del nuevo, el cual se renueva para un pleno conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó. Aquí no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es todo y en todos. Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia, soportándoos los unos a los otros y perdonándoos los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del otro. De la manera que el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros. Pero sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones, pues a ella fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite abundantemente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones. Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Esposas, estad sujetas a vuestros esposos, como conviene en el Señor. Esposos, amad a vuestras esposas y no os amarguéis contra ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto es agradable en el Señor. Padres, no irritéis a vuestros hijos, para que no se desanimen. Siervos, obedeced en todo a vuestros amos humanos; no sirviendo sólo cuando se os está mirando, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia. ¡A Cristo el Señor servís! Pero el que comete injusticia recibirá la injusticia que haga, porque no hay distinción de personas. Amos, haced lo que es justo y equitativo con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un amo en los cielos. Perseverad siempre en la oración, vigilando en ella con acción de gracias. A la vez, orad también por nosotros, a fin de que el Señor nos abra una puerta para la palabra, para comunicar el misterio de Cristo, por lo cual estoy aún preso. Orad para que yo lo presente con claridad, como me es preciso hablar. Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Vuestra palabra sea siempre agradable, sazonada con sal, para que sepáis cómo os conviene responder a cada uno. Todos mis asuntos os los hará saber Tíquico, hermano amado, fiel ministro y consiervo en el Señor. Le envío a vosotros con este fin: para que conozcáis nuestros asuntos y para que él anime vuestros corazones. Le envío con Onésimo, el fiel y amado hermano, quien es uno de vosotros. Ellos os informarán de todo lo que pasa aquí. Os saludan Aristarco, prisionero conmigo; Marcos, el primo de Bernabé (ya habéis recibido instrucciones acerca de él; si va a vosotros, recibidle) y Jesús, llamado Justo. Ellos son los únicos de la circuncisión que son colaboradores conmigo en el reino de Dios y que me han servido de consuelo. Os saluda Epafras, quien es uno de vosotros, siervo de Cristo siempre solícito por vosotros en oración, para que estéis firmes como hombres maduros y completamente entregados a toda la voluntad de Dios. Porque doy testimonio de él, de que tiene gran celo por vosotros, por los de Laodicea y por los de Hierápolis. Os saludan Lucas, el médico amado, y Demas. Saludad a los hermanos que están en Laodicea: a Ninfa y a la iglesia que está en su casa. Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que se lea también en la iglesia de los laodicenses; y la de Laodicea leedla también vosotros. Decid a Arquipo: "Cuida el ministerio que has recibido del Señor, para que lo cumplas." Ahora, la salutación de mi propia mano, de Pablo. Acordaos de mis prisiones. La gracia sea con vosotros. Pablo, Silas y Timoteo; a la iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia a vosotros y paz. Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones. Nos acordamos sin cesar, delante del Dios y Padre nuestro, de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de la perseverancia de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo. Porque hemos conocido, hermanos amados de Dios, vuestra elección; por cuanto nuestro evangelio no llegó a vosotros sólo en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo, y en plena convicción. Vosotros sabéis de qué manera actuamos entre vosotros a vuestro favor. También os hicisteis imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo; de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los creyentes en Macedonia y en Acaya. Porque la palabra del Señor ha resonado desde vosotros, no sólo en Macedonia y en Acaya, sino que también vuestra fe en Dios se ha extendido a todo lugar, de modo que nosotros no tenemos necesidad de decir nada. Pues ellos mismos cuentan de nosotros la buena recepción que tuvimos por parte de vosotros, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero y para esperar de los cielos a su Hijo, a quien resucitó de entre los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera. Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, en cuanto a nuestra visita a vosotros, que no fue en vano. Al contrario, a pesar de que habíamos padecido antes y habíamos sido maltratados en Filipos, como sabéis, tuvimos valentía en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de grande conflicto. Pues nuestra exhortación no procedía de error ni de motivos impuros, ni fue con engaño. Más bien, según fuimos aprobados por Dios para ser encomendados con el evangelio, así hablamos; no como quienes buscan agradar a los hombres, sino a Dios quien examina nuestros corazones. Porque, como sabéis, nunca usamos palabras lisonjeras ni tampoco palabras como pretexto para la avaricia; Dios es testigo. Tampoco buscamos gloria de parte de los hombres, ni de vosotros, ni de otros; aunque podríamos haberos sido carga como apóstoles de Cristo. Más bien, entre vosotros fuimos tiernos, como la nodriza que cría y cuida a sus propios hijos. Tanto es nuestro cariño para vosotros que nos parecía bien entregaros no sólo el evangelio de Dios sino también nuestras propias vidas, porque habéis llegado a sernos muy amados. Porque os acordáis, hermanos, de nuestro arduo trabajo y fatiga; que trabajando de día y de noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente actuamos entre vosotros los creyentes. En esto, sabéis que fuimos para cada uno de vosotros como el padre para sus propios hijos: Os exhortábamos, os animábamos y os insistíamos en que anduvieseis como es digno de Dios, que os llama a su propio reino y gloria. Por esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de parte nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino como lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en vosotros los que creéis. Porque vosotros, hermanos, llegasteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues también vosotros habéis padecido las mismas cosas de vuestros propios compatriotas, como ellos de los judíos. Estos mataron tanto al Señor Jesús como a los profetas; a nosotros nos han perseguido; no agradan a Dios y se oponen a todos los hombres, prohibiéndonos hablar a los gentiles a fin de que sean salvos. Así colman siempre la medida de sus pecados. ¡Pero la ira de Dios viene sobre ellos hasta el extremo! Pero nosotros, hermanos, apartados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, procuramos con mayor empeño y con mucho deseo veros personalmente. Por eso quisimos ir a vosotros (yo Pablo, una y otra vez), pero Satanás nos lo impidió. Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, gozo o corona de orgullo delante del Señor Jesucristo en su venida? ¿Acaso no lo sois vosotros? En efecto, vosotros sois nuestra gloria y gozo. Por lo cual, como no pudimos soportarlo más, nos pareció bien quedarnos solos en Atenas, y enviamos a Timoteo, nuestro hermano y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo, para afirmaros y animaros en vuestra fe; para que nadie sea turbado en medio de estas tribulaciones; porque vosotros mismos sabéis que hemos sido puestos para esto. Porque cuando aún estábamos con vosotros, os predecíamos que habríamos de sufrir tribulaciones. Y así ha acontecido, como bien lo sabéis. Por esta razón, como yo tampoco pude soportarlo más, le envié para informarme de vuestra fe, no sea que os haya tentado el tentador y que nuestro gran esfuerzo haya sido en vano. Pero ahora Timoteo ha vuelto de vosotros a nosotros y nos ha dado buenas noticias de vuestra fe y de vuestro amor, y de que siempre tenéis buenos recuerdos de nosotros, deseando vernos, tal como nosotros también a vosotros. Por eso hemos sido animados por vosotros, hermanos, por medio de vuestra fe, en toda nuestra necesidad y aflicción. Porque ahora vivimos, si efectivamente estáis firmes en el Señor. Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios con respecto a vosotros en recompensa por todo el gozo con que nos regocijamos por causa vuestra delante de nuestro Dios? De día y de noche imploramos con mucha instancia, a fin de veros personalmente y completar lo que falta de vuestra fe. ¡Que el mismo Dios y Padre nuestro, con nuestro Señor Jesús, nos abra camino hacia vosotros! El Señor os multiplique y os haga abundar en amor unos para con otros y para con todos, tal como nosotros para con vosotros; a fin de confirmar vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos. Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús que conforme aprendisteis de nosotros acerca de cómo os conviene andar y agradar a Dios, tal como estáis andando, así sigáis progresando cada vez más. Ya sabéis cuáles son las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús. Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: que os apartéis de inmoralidad sexual; que cada uno de vosotros sepa controlar su propio cuerpo en santificación y honor, no con bajas pasiones, como los gentiles que no conocen a Dios; y que en este asunto nadie atropelle ni engañe a su hermano; porque el Señor es el que toma venganza en todas estas cosas, como ya os hemos dicho y advertido. Porque Dios no nos ha llamado a la impureza, sino a la santificación. Por lo tanto, el que rechaza esto no rechaza a hombre, sino a Dios quien os da su Espíritu Santo. Pero con respecto al amor fraternal, no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis sido enseñados de Dios que os améis los unos a los otros. De hecho, lo estáis haciendo con todos los hermanos por toda Macedonia; pero os exhortamos, hermanos, a que sigáis progresando aun más. Tened por aspiración vivir en tranquilidad, ocuparos en vuestros propios asuntos y trabajar con vuestras propias manos, como os hemos mandado; a fin de que os conduzcáis honestamente para con los de afuera y que no tengáis necesidad de nada. Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios traerá por medio de Jesús, y con él, a los que han dormido. Pues os decimos esto por palabra del Señor: Nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera precederemos a los que ya durmieron. Porque el Señor mismo descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos y habremos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para el encuentro con el Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Porque vosotros mismos sabéis perfectamente bien que el día del Señor vendrá como ladrón de noche. Cuando digan: "Paz y seguridad," entonces vendrá la destrucción de repente sobre ellos, como vienen los dolores sobre la mujer que da a luz; y de ninguna manera escaparán. Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, como para que aquel día os sorprenda como un ladrón. Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día. No somos hijos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios; porque los que duermen, de noche duermen; y los que se emborrachan, de noche se emborrachan. Pero nosotros que somos del día seamos sobrios, vestidos de la coraza de la fe y del amor, y con el casco de la esperanza de la salvación. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que, ya sea que velemos o sea que durmamos, vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos los unos a los otros y edificaos los unos a los otros, así como ya lo hacéis. Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que entre vosotros trabajan, que os presiden en el Señor y que os dan instrucción. Tenedlos en alta estima con amor a causa de su obra. Vivid en paz los unos con los otros. Hermanos, también os exhortamos a que amonestéis a los desordenados, a que alentéis a los de poco ánimo, a que deis apoyo a los débiles, y a que tengáis paciencia hacia todos. Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal; en cambio, procurad siempre lo bueno los unos para los otros y para con todos. Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis el Espíritu. No menospreciéis las profecías; más bien, examinadlo todo, retened lo bueno. Apartaos de toda apariencia de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; que todo vuestro ser—tanto espíritu, como alma y cuerpo— sea guardado sin mancha en la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, quien también lo logrará. Hermanos, orad también por nosotros. Saludad a todos los hermanos con un beso santo. Solemnemente os insto por el Señor que se lea esta carta a todos los hermanos. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Pablo, Silas y Timoteo; a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia a vosotros y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Siempre debemos dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo sobremanera y abunda el amor de cada uno para con los demás; tanto que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, a causa de vuestra perseverancia y fe en todas vuestras persecuciones y aflicciones que estáis soportando. Esto da muestra evidente del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual también estáis padeciendo. De hecho es justo delante de Dios retribuir con aflicción a los que os afligen, y retribuir con descanso, junto con nosotros, a vosotros que sois afligidos. Esto sucederá cuando el Señor Jesús con sus poderosos ángeles se manifieste desde el cielo en llama de fuego, para dar retribución a los que no han conocido a Dios y a los que no obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesús. Ellos serán castigados con eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando él venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado por todos los que creyeron; porque nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros. Con este fin oramos siempre por vosotros: para que nuestro Dios os haga dignos de su llamamiento y que él cumpla todo buen propósito y toda obra de fe con poder, de manera que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. Ahora, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no seáis movidos fácilmente de vuestro modo de pensar ni seáis alarmados, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, como que ya hubiera llegado el día del Señor. Nadie os engañe de ninguna manera; porque esto no sucederá sin que venga primero la apostasía y se manifieste el hombre de iniquidad, el hijo de perdición. Este se opondrá y se alzará contra todo lo que se llama Dios o que se adora, tanto que se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que mientras yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Ahora sabéis qué lo detiene, a fin de que a su debido tiempo él sea revelado. Porque ya está obrando el misterio de la iniquidad; solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora lo detiene. Y entonces será manifestado aquel inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el soplo de su boca y destruirá con el resplandor de su venida. El advenimiento del inicuo es por operación de Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos, y con todo engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto, Dios les enviará una fuerza de engaño para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia. Pero nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por la santificación del Espíritu y fe en la verdad. Con este fin os llamó Dios por medio de nuestro evangelio para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes y retened las doctrinas en que habéis sido enseñados, sea por palabra o por carta nuestra. Y el mismo Señor nuestro Jesucristo, y nuestro Padre Dios quien nos amó y por gracia nos dio eterno consuelo y buena esperanza, anime vuestros corazones y os confirme en toda obra y palabra buena. Por lo demás, hermanos, orad por nosotros para que la palabra del Señor se difunda rápidamente y sea glorificada, así como sucedió también entre vosotros; y que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe. Pero fiel es el Señor, que os establecerá y os guardará del mal. Tenemos confianza en el Señor en cuanto a vosotros, que hacéis y haréis lo que os mandamos. ¡El Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia de Cristo! Sin embargo, os mandamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente y no conforme a la doctrina que recibieron de parte nuestra. Vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos, porque no hemos vivido desordenadamente entre vosotros, ni hemos comido de balde el pan de nadie. Más bien, trabajamos arduamente hasta la fatiga, de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos autoridad, sino para daros en nuestras personas un ejemplo a imitar. Aún estando con vosotros os amonestábamos así: que si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque hemos oído que algunos andan desordenadamente entre vosotros, sin trabajar en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno. A los tales les ordenamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajando sosegadamente coman su propio pan. Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien. Si alguno no obedece nuestra palabra por carta, a ése señaladlo y no tengáis trato con él, para que le dé vergüenza. Pero no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano. Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros. Este saludo es de mi mano, Pablo. Así es mi firma en todas mis cartas, tal como escribo. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Pablo, apóstol de Cristo Jesús por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra esperanza; a Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz, de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor. Como te rogué cuando partí para Macedonia, quédate en Efeso, para que requieras a algunos que no enseñen doctrinas extrañas, ni presten atención a fábulas e interminables genealogías, que sirven más a especulaciones que al plan de Dios, que es por la fe. Pero el propósito del mandamiento es el amor que procede de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe no fingida. Algunos de ellos, habiéndose desviado, se apartaron en pos de vanas palabrerías, queriendo ser maestros de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman con tanta seguridad. Sabemos, sin embargo, que la ley es buena, si uno la usa legítimamente. Y conocemos esto: que la ley no ha sido puesta para el justo, sino para los rebeldes e insubordinados, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los homosexuales, para los secuestradores, para los mentirosos, para los perjuros, y para cuanto haya contrario a la sana doctrina, según el evangelio de la gloria del Dios bendito, que me ha sido encomendado. Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel al ponerme en el ministerio, a pesar de que antes fui blasfemo, perseguidor e insolente. Sin embargo, recibí misericordia porque, siendo ignorante, lo hice en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más que abundante con la fe y el amor que hay en Cristo Jesús. Fiel es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. No obstante, por esta razón recibí misericordia, para que Cristo Jesús mostrase en mí, el primero, toda su clemencia, para ejemplo de los que habían de creer en él para vida eterna. Por tanto, al Rey de los siglos, al inmortal, invisible y único Dios, sean la honra y la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Este mandamiento te encargo, hijo Timoteo, conforme a las profecías que antes se hicieron acerca de ti, para que milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y la buena conciencia, la cual algunos desecharon y naufragaron en cuanto a la fe. Entre éstos están Himeneo y Alejandro, a quienes he entregado a Satanás, para que aprendan a no blasfemar. Por esto exhorto, ante todo, que se hagan súplicas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que llevemos una vida tranquila y reposada en toda piedad y dignidad. Esto es bueno y aceptable delante de Dios nuestro Salvador, quien quiere que todos los hombres sean salvos y que lleguen al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles en fe y verdad. Digo la verdad; no miento. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos piadosas, sin ira ni discusión. Asimismo, que las mujeres se atavíen con vestido decoroso, con modestia y prudencia; no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos; sino más bien con buenas obras, como conviene a mujeres que profesan reverencia a Dios. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción; porque no permito a una mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Pues Adán fue formado primero; después, Eva. Además, Adán no fue engañado; sino la mujer, al ser engañada, incurrió en transgresión. Sin embargo, se salvará teniendo hijos, si permanece en fe, amor y santidad con prudencia. Fiel es esta palabra: Si alguien anhela el obispado, desea buena obra. Entonces es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospitalario, apto para enseñar; no dado al vino; no violento, sino amable; no contencioso ni amante del dinero. Que gobierne bien su casa y tenga a sus hijos en sujeción con toda dignidad. Porque si alguien no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios? Que no sea un recién convertido, para que no se llene de orgullo y caiga en la condenación del diablo. También debe tener buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en el reproche y la trampa del diablo. Asimismo, los diáconos deben ser dignos de respeto, sin doblez de lengua, no dados a mucho vino ni amantes de ganancias deshonestas; que mantengan el misterio de la fe con limpia conciencia. Que éstos sean probados primero y que después sirvan como diáconos, si es que son hallados irreprensibles. Las mujeres, asimismo, deben ser dignas de respeto, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo. Los diáconos sean maridos de una sola mujer; que gobiernen bien a sus hijos y sus propias casas. Porque los que sirven bien como diáconos ganan para sí buena reputación y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús. Te escribo esto, esperando ir a verte pronto, para que si me tardo, sepas cómo te conviene conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad. Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne, justificado por el Espíritu, visto por los ángeles, proclamado entre las naciones, creído en el mundo, y recibido arriba en gloria. Pero el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, prestando atención a espíritus engañosos y a doctrinas de demonios. Con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia. Prohibirán casarse y mandarán abstenerse de los alimentos que Dios creó para que, con acción de gracias, participasen de ellos los que creen y han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios ha creado es bueno, y no hay que rechazar nada cuando es recibido con acción de gracias; pues es santificado por medio de la palabra de Dios y de la oración. Si expones estas cosas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido de las palabras de la fe y de la buena doctrina, la cual has seguido de cerca. Desecha las fábulas profanas y de viejas, y ejercítate para la piedad. Porque el ejercicio físico para poco aprovecha; pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa para la vida presente y para la venidera. Fiel es esta palabra y digna de toda aceptación. Porque para esto mismo trabajamos arduamente y luchamos, pues esperamos en el Dios viviente, quien es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen. Estas cosas manda y enseña. Nadie tenga en poco tu juventud; pero sé ejemplo para los creyentes en palabra, en conducta, en amor, en fe y en pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, en la exhortación y en la enseñanza. No descuides el don que está en ti, que te ha sido dado por medio de profecía, con la imposición de las manos del concilio de ancianos. Dedícate a estas cosas; ocúpate en ellas, para que tu progreso sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan. No reprendas con dureza al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas, como a madres; y a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza. Honra a las viudas que realmente sean viudas. Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que aprendan primero a ser piadosos con los de su propia casa y a recompensar a sus padres, porque esto es aceptable delante de Dios. Ahora bien, la que es realmente viuda, y que ha quedado sola, ha puesto su esperanza en Dios y persevera en súplica y oraciones de noche y de día; pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta. Manda también estas cosas para que sean irreprensibles. Si alguien no tiene cuidado de los suyos, y especialmente de los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo. La viuda sea incluida en la lista después de haber cumplido por lo menos sesenta años, que haya sido esposa de un solo marido, que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos, si ha practicado la hospitalidad, si ha lavado los pies de los santos, si ha socorrido a los afligidos y si se ha dedicado a toda buena obra. Pero no admitas a las viudas más jóvenes, porque cuando sus pasiones las apartan de Cristo, quieren casarse, estando bajo juicio por haber abandonado su primer compromiso. Y a la vez aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa. No sólo aprenden a ser ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no conviene. Por eso quiero que las más jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa y no den al adversario ninguna ocasión de reproche; porque ya algunas se han extraviado en pos de Satanás. Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, cuídelas. No sea carga para la iglesia, a fin de que haya lo suficiente para las que realmente son viudas. Los ancianos que dirigen bien sean tenidos por dignos de doble honor, especialmente los que trabajan arduamente en la palabra y en la enseñanza. Porque la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla. Además: "El obrero es digno de su salario." No admitas acusación contra un anciano a no ser que haya dos o tres testigos. A los que continúan pecando, repréndelos delante de todos para que los otros tengan temor. Requiero solemnemente delante de Dios y de Cristo Jesús y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicio, no haciendo nada con parcialidad. No impongas las manos a ninguno con ligereza, ni participes en pecados ajenos; consérvate puro. De aquí en adelante no tomes agua; usa, más bien, un poquito de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades. Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes de comparecer en juicio, pero a otros les alcanzan después. De la misma manera, las buenas obras se hacen patentes de antemano; y aunque sean de otra manera, no es posible mantenerlas ocultas. Todos los que están bajo el yugo de la esclavitud tengan a sus propios amos como dignos de toda honra, para que no sea desacreditado el nombre de Dios, ni la doctrina. Los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos. Al contrario, sírvanles mejor por cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio. Esto enseña y exhorta. Si alguien enseña algo diferente y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, se ha llenado de orgullo y no sabe nada. Más bien, delira acerca de controversias y contiendas de palabras, de las cuales vienen envidia, discordia, calumnias, sospechas perversas, y necias rencillas entre hombres de mente corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad como fuente de ganancia. Sin embargo, grande ganancia es la piedad con contentamiento. Porque nada trajimos a este mundo, y es evidente que nada podremos sacar. Así que, teniendo el sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con esto. Porque los que desean enriquecerse caen en tentación y trampa, y en muchas pasiones insensatas y dañinas que hunden a los hombres en ruina y perdición. Porque el amor al dinero es raíz de todos los males; el cual codiciando algunos, fueron descarriados de la fe y se traspasaron a sí mismos con muchos dolores. Pero tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna, a la cual fuiste llamado y confesaste la buena confesión delante de muchos testigos. Te mando delante de Dios, quien da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, quien dio testimonio de la buena confesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo. A su debido tiempo la mostrará el Bienaventurado y solo Poderoso, el Rey de reyes y Señor de señores; el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver. A él sea la honra y el dominio eterno. Amén. A los ricos de la edad presente manda que no sean altivos, ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios quien nos provee todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, que sean generosos y dispuestos a compartir, atesorando para sí buen fundamento para el porvenir, para que echen mano de la vida verdadera. Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas y vanas palabrerías y los argumentos de la falsamente llamada ciencia; la cual profesando algunos se descarriaron en cuanto a la fe. La gracia sea con vosotros. Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús; a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz, de parte de Dios el Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor. Doy gracias a Dios, a quien rindo culto con limpia conciencia como lo hicieron mis antepasados, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones de noche y de día. Me he acordado de tus lágrimas y deseo verte para ser lleno de gozo. Traigo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy convencido de que también en ti. Por esta razón, te vuelvo a recordar que avives el don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, prisionero suyo. Más bien, sé partícipe conmigo de los sufrimientos por el evangelio, según el poder de Dios. Fue él quien nos salvó y nos llamó con santo llamamiento, no conforme a nuestras obras, sino conforme a su propio propósito y gracia, la cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo; y ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús. El anuló la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio, del cual he sido puesto como predicador, apóstol y maestro. Por esta razón padezco estas cosas, pero no me avergüenzo; porque yo sé a quien he creído, y estoy convencido de que él es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. Ten presente el modelo de las sanas palabras que has oído de mí, en la fe y el amor en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros. Ya sabes que se apartaron de mí todos los de Asia, entre ellos Figelo y Hermógenes. El Señor conceda misericordia a la casa de Onesíforo, porque muchas veces me reanimó y no se avergonzó de mis cadenas. Más bien, cuando estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló. El Señor le conceda que halle misericordia de parte del Señor en aquel día. Cuánto nos ayudó en Efeso, tú lo sabes muy bien. Tú pues, hijo mío, fortalécete en la gracia que es en Cristo Jesús. Lo que oíste de parte mía mediante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. Tú, pues, sé partícipe de los sufrimientos como buen soldado de Cristo Jesús. Ninguno en campaña militar se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo alistó como soldado. Además, si algún atleta compite, no es coronado a menos que compita según las reglas. El labrador que trabaja esforzadamente es quien debe recibir primero su parte de los frutos. Considera bien lo que digo, pues el Señor te dará entendimiento en todo. Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, de la descendencia de David, conforme a mi evangelio. Por él soporto sufrimientos hasta prisiones, como si fuera malhechor. ¡Pero la palabra de Dios no está presa! Por tanto, todo lo sufro a favor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús, con gloria eterna. Fiel es esta palabra: Si morimos con él, también viviremos con él. Si perseveramos, también reinaremos con él. Si le negamos, él también nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo. Recuérdales esto, requiriéndoles delante de Dios que no contiendan sobre palabras, que para nada aprovecha, sino que lleva a la ruina a los que oyen. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad. Pero evita las profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad. Y la palabra de ellos carcomerá como gangrena. Entre ellos se cuentan Himeneo y Fileto, quienes se extraviaron con respecto a la verdad, sosteniendo que la resurrección ya ha ocurrido, y trastornaron la fe de algunos. A pesar de todo, el sólido fundamento de Dios queda firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos y "Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor." Pero en una casa grande, no solamente hay vasos de oro y de plata, sino también de madera y de barro. Además, hay unos para uso honroso y otros para uso común. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será un vaso para honra, consagrado y útil para el Señor, preparado para toda buena obra. Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón puro invocan al Señor. Pero evita las discusiones necias e ignorantes, sabiendo que engendran contiendas. Pues el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar y sufrido; corrigiendo con mansedumbre a los que se oponen, por si quizás Dios les conceda que se arrepientan para comprender la verdad, y se escapen de la trampa del diablo, quien los tiene cautivos a su voluntad. También debes saber esto: que en los últimos días se presentarán tiempos difíciles. Porque habrá hombres amantes de sí mismos y del dinero. Serán vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos y amantes de los placeres más que de Dios. Tendrán apariencia de piedad, pero negarán su eficacia. A éstos evita. Pues entre éstos están los que se meten en las casas y se llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas pasiones, que siempre están aprendiendo y nunca logran llegar al conocimiento de la verdad. De la manera que Janes y Jambres se opusieron a Moisés, así también éstos se oponen a la verdad. Son hombres de mente corrompida, réprobos en cuanto a la fe. Pero no irán muy lejos, porque su insensatez será evidente a todos, como también lo fue la de aquéllos. Pero tú has seguido de cerca mi enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia, amor, perseverancia, persecuciones y aflicciones, como las que me sobrevinieron en Antioquía, Iconio y Listra. Todas estas persecuciones he sufrido, y de todas me libró el Señor. También todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos. Pero los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te has persuadido, sabiendo de quienes lo has aprendido y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra. Te requiero delante de Dios y de Cristo Jesús, quien ha de juzgar a los vivos y a los muertos, tanto por su manifestación como por su reino: Predica la palabra; mantente dispuesto a tiempo y fuera de tiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y enseñanza. Porque vendrá el tiempo cuando no soportarán la sana doctrina; más bien, teniendo comezón de oír, amontonarán para sí maestros conforme a sus propias pasiones, y a la vez que apartarán sus oídos de la verdad, se volverán a las fábulas. Pero tú, sé sobrio en todo; soporta las aflicciones; haz obra de evangelista; cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy a punto de ser ofrecido en sacrificio, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla; he acabado la carrera; he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, el Juez justo, en aquel día. Y no sólo a mí, sino también a todos los que han amado su venida. Procura venir pronto a verme, porque Demas me ha desamparado, habiendo amado el mundo presente, y se fue a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio. A Tíquico envié a Efeso. Trae, cuando vengas, el manto que dejé en Troas en casa de Carpo, y los rollos, especialmente los pergaminos. Alejandro el herrero me ha causado muchos males. El Señor le pagará conforme a sus hechos. Guárdate tú también de él, porque en gran manera ha resistido a nuestras palabras. En mi primera defensa nadie estuvo de mi parte. Más bien, todos me desampararon. No se les tome en cuenta. Pero el Señor sí estuvo conmigo y me dio fuerzas para que por medio de mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles escucharan. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me preservará para su reino celestial. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Saluda a Priscila y a Aquilas, y a la casa de Onesíforo. Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo lo dejé enfermo en Mileto. Procura venir antes del invierno. Te saludan Eubulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos. El Señor Jesucristo sea con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo según la fe de los elegidos de Dios y el pleno conocimiento de la verdad—la cual es según la piedad basada en la esperanza de la vida eterna, que el Dios que no miente prometió desde antes del comienzo del tiempo, y a su debido tiempo manifestó su palabra en la predicación que se me ha confiado por mandato de Dios nuestro Salvador—; a Tito, verdadero hijo según la fe que nos es común: Gracia y paz, de Dios Padre y de Cristo Jesús nuestro Salvador. Por esta causa te dejé en Creta: para que pusieras en orden lo que faltase y establecieras ancianos en cada ciudad, como te mandé. Sea el anciano irreprensible, marido de una sola mujer, que tenga hijos creyentes que no sean acusados como libertinos o rebeldes. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible como mayordomo de Dios; que no sea arrogante, ni de mal genio, ni dado al vino, ni pendenciero, ni ávido de ganancias deshonestas. Antes bien, debe ser hospitalario, amante de lo bueno, prudente, justo, santo y dueño de sí mismo; que sepa retener la palabra fiel conforme a la doctrina, para que pueda exhortar con sana enseñanza y también refutar a los que se oponen. Porque hay aún muchos rebeldes, habladores de vanidades y engañadores, especialmente de los de la circuncisión. A ellos es preciso tapar la boca, pues por ganancias deshonestas trastornan casas enteras, enseñando lo que no es debido. Uno de ellos, su propio profeta, ha dicho: "Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones perezosos." Este testimonio es cierto. Por tanto, repréndeles severamente para que sean sanos en la fe, no atendiendo a fábulas judaicas ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. Para los que son puros, todas las cosas son puras; pero para los impuros e incrédulos nada es puro, pues hasta sus mentes y sus conciencias están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan; son abominables, desobedientes y reprobados para toda buena obra. Pero habla tú lo que está de acuerdo con la sana doctrina; que los hombres mayores sean sobrios, serios y prudentes, sanos en la fe, en el amor y en la perseverancia. Asimismo, que las mujeres mayores sean reverentes en conducta, no calumniadoras ni esclavas del mucho vino, maestras de lo bueno, de manera que encaminen en la prudencia a las mujeres jóvenes: a que amen a sus maridos y a sus hijos, a que sean prudentes y castas, a que sean buenas amas de casa, a que estén sujetas a sus propios maridos, para que la palabra de Dios no sea desacreditada. Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes, mostrándote en todo como ejemplo de buenas obras. Demuestra en tu enseñanza integridad, seriedad y palabra sana e irreprensible, para que el que se nos oponga se avergüence, no teniendo nada malo que decir de ninguno de nosotros. Exhorta a los siervos a que estén sujetos a sus propios amos en todo: que sean complacientes y no respondones; que no defrauden, sino que demuestren toda buena fe para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador. Porque la gracia salvadora de Dios se ha manifestado a todos los hombres, enseñándonos a vivir de manera prudente, justa y piadosa en la edad presente, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, aguardando la esperanza bienaventurada, la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí mismo un pueblo propio, celoso de buenas obras. Estas cosas habla, exhorta y reprende con toda autoridad. ¡Que nadie te menosprecie! Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y a las autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos para toda buena obra; que no hablen mal de nadie, que no sean contenciosos sino amables, demostrando toda consideración por todos los hombres. Porque en otro tiempo nosotros también éramos insensatos, desobedientes, extraviados. Estábamos esclavizados por diversas pasiones y placeres, viviendo en malicia y en envidia. Eramos aborrecibles, odiándonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor por los hombres, él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino según su misericordia; por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, que él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Y esto, para que, justificados por su gracia, seamos hechos herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. Fiel es esta palabra. Acerca de estas cosas, quiero que hables con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres. Pero evita las contiendas necias, las genealogías, las controversias y los debates acerca de la ley; porque de nada aprovechan y son vanos. Después de una y otra amonestación, rechaza al hombre que causa divisiones, sabiendo que el tal se ha pervertido y peca, habiéndose condenado a sí mismo. Cuando yo envíe a ti a Artemas o a Tíquico, procura venir a mí a Nicópolis, pues allí he decidido pasar el invierno. Encamina a Zenas, maestro de la ley, y a Apolos, para que no les falte nada. Y aprendan los nuestros a dedicarse a las buenas obras para los casos de necesidad, con el fin de que no sean sin fruto. Te saludan todos los que están conmigo. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros. Pablo, prisionero de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo; a Filemón el amado y colaborador nuestro, a la hermana Apia, a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa: Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Doy gracias siempre a mi Dios, haciendo mención de ti en mis oraciones; porque oigo del amor y de la fe que tienes para con el Señor Jesús y hacia todos los santos, de manera que la comunión de tu fe ha venido a ser eficaz en el pleno conocimiento de todo lo bueno que hay en nosotros para la gloria de Cristo. Porque tuve gran gozo y aliento por tu amor, pues los corazones de los santos, oh hermano, han sido confortados por medio tuyo. Por lo tanto, aunque tengo mucha confianza en Cristo para ordenarte lo que conviene, más bien intercedo en amor—siendo como soy, Pablo anciano y ahora también prisionero de Cristo Jesús—; intercedo ante ti en cuanto a mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones. En otro tiempo él te fue inútil; pero ahora es útil, tanto para ti como para mí. Te lo vuelvo a enviar, a él que es mi propio corazón. Yo deseaba retenerlo conmigo, para que en tu lugar me sirviera en mis prisiones por el evangelio. Pero sin tu consentimiento no quise hacer nada, para que tu bondad no fuera como por obligación, sino de buena voluntad. Pues quizás por esta razón se apartó por un tiempo, para que lo recibas ahora para siempre; ya no como a un esclavo, sino más que esclavo, como a un hermano amado, especialmente para mí, pero con mayor razón para ti, tanto en la carne como en el Señor. Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo. Si en algo te hizo daño, o te debe, ponlo a mi cuenta. Yo, Pablo, lo escribo con mi propia mano: Yo lo pagaré; por no decirte que también tú mismo te me debes a mí. Sí, hermano, yo quisiera tener este beneficio de ti en el Señor: ¡Conforta mi corazón en el Señor! Habiendo confiado en tu obediencia, te escribo sabiendo que harás aun más de lo que digo. A la vez, prepárame también alojamiento, pues espero que mediante vuestras oraciones yo os sea concedido. Te saludan Epafras, mi compañero de prisiones por Cristo Jesús, y mis colaboradores Marcos, Aristarco, Demas y Lucas. La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Dios, habiendo hablado en otro tiempo muchas veces y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por medio de quien, asimismo, hizo el universo. El es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder. Y cuando había hecho la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas. Fue hecho tanto superior a los ángeles, así como el nombre que ha heredado es más excelente que el de ellos. Porque, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y otra vez: Yo seré para él, Padre; y él será para mí, Hijo? Otra vez, al introducir al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. Y de los ángeles dice: El hace a sus ángeles vientos, y a sus servidores llama de fuego; mientras que del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos; cetro de rectitud es el cetro de tu reino. Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con aceite de alegría, más que a tus compañeros. Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; todos ellos se envejecerán como un vestido. Como a manto los enrollarás, y serán cambiados como vestido. Pero tú eres el mismo, y tus años no se acabarán. ¿Y a cuál de sus ángeles ha dicho jamás: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? ¿Acaso no son todos espíritus servidores, enviados para ministrar a favor de los que han de heredar la salvación? Por lo tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Pues si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación, que al principio fue declarada por el Señor, nos fue confirmada por medio de los que oyeron, dando Dios testimonio juntamente con ellos con señales, maravillas, diversos hechos poderosos y dones repartidos por el Espíritu Santo según su voluntad. Porque no fue a los ángeles a quienes Dios sometió el mundo venidero del cual hablamos. Pues alguien dio testimonio en un lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que tengas cuidado de él? Le has hecho por poco tiempo menor que los ángeles; le coronaste de gloria y de honra; todas las cosas sometiste debajo de sus pies. Al someter a él todas las cosas, no dejó nada que no esté sometido a él. Pero ahora no vemos todavía todas las cosas sometidas a él. Sin embargo, vemos a Jesús, quien por poco tiempo fue hecho menor que los ángeles, coronado de gloria y honra por el padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque le convenía a Dios—por causa de quien y por medio de quien todas las cosas existen— perfeccionar al Autor de la salvación de ellos, por medio de los padecimientos, para conducir a muchos hijos a la gloria. Pues tanto el que santifica como los que son santificados, todos provienen de uno. Por esta razón, él no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre; en medio de la congregación te alabaré. Y otra vez: Yo pondré mi confianza en él. Y otra vez: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. Por tanto, puesto que los hijos han participado de carne y sangre, de igual manera él participó también de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el dominio sobre la muerte (éste es el diablo), y para librar a los que por el temor de la muerte estaban toda la vida condenados a esclavitud. Porque ciertamente él no tomó para sí a los ángeles, sino a la descendencia de Abraham. Por tanto, era preciso que en todo fuese hecho semejante a sus hermanos, a fin de ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en el servicio delante de Dios, para expiar los pecados del pueblo. Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados. Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad a Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión. El era fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. Pero él ha sido estimado digno de una gloria superior a la de Moisés, por cuanto aquel que ha construido una casa tiene mayor dignidad que la casa. Porque toda casa es construida por alguien, pero el constructor de todas las cosas es Dios. Moisés fue fiel como siervo en toda la casa de Dios, para dar testimonio de lo que se había de decir después. En cambio, Cristo es fiel como Hijo sobre su casa. Esta casa suya somos nosotros, si de veras retenemos la confianza y el gloriarnos de la esperanza. Por eso, como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la provocación, en el día de la prueba en el desierto, donde vuestros padres me pusieron a gran prueba y vieron mis obras durante cuarenta años. Por esta causa me enojé con aquella generación y dije: "Ellos siempre se desvían en su corazón y no han conocido mis caminos." Como juré en mi ira: "¡Jamás entrarán en mi reposo!" Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros un corazón malo de incredulidad que os aparte del Dios vivo. Más bien, exhortaos los unos a los otros cada día, mientras aún se dice: "Hoy," para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque hemos llegado a ser participantes de Cristo, si de veras retenemos el principio de nuestra confianza hasta el fin, entre tanto se dice: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la provocación. Porque ¿quiénes fueron aquellos que habiendo oído le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto con Moisés? ¿Y con quiénes se disgustó durante cuarenta años? ¿No fue precisamente con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que no obedecieron? Y vemos que ellos no pudieron entrar debido a su incredulidad. Temamos, pues, mientras permanezca aún la promesa de entrar en su reposo, no sea que alguno de vosotros parezca quedarse atrás. Porque también a nosotros, como a ellos, nos han sido anunciadas las buenas nuevas; pero a ellos de nada les aprovechó oír la palabra, porque no se identificaron por fe con los que la obedecieron. Pero los que hemos creído sí entramos en el reposo, como él ha dicho: Como juré en mi ira: "¡Jamás entrarán en mi reposo!" aunque sus obras quedaron terminadas desde la fundación del mundo. Porque en cierto lugar ha dicho así del séptimo día: Y reposó Dios en el séptimo día de todas sus obras. Y otra vez dice aquí: "¡Jamás entrarán en mi reposo!" Puesto que falta que algunos entren en el reposo, ya que aquellos a quienes primero les fue anunciado no entraron a causa de la desobediencia, Dios ha determinado otra vez un cierto día, diciendo por medio de David: "Hoy," después de tanto tiempo, como ya se ha dicho: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no se hablaría después de otro día. Por tanto, queda todavía un reposo sabático para el pueblo de Dios. El que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, así como Dios de las suyas. Hagamos, pues, todo esfuerzo para entrar en aquel reposo, no sea que alguien caiga en el mismo ejemplo de desobediencia. Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. No existe cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Más bien, todas están desnudas y expuestas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que ha traspasado los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra confesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no puede compadecerse de nuestras debilidades, pues él fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro. Pues todo sumo sacerdote que es tomado de entre los hombres es constituido para servicio a favor de los hombres delante de Dios, para que ofrezca ofrendas y sacrificios por los pecados. El puede sentir compasión de los ignorantes y de los extraviados, ya que él también está rodeado de debilidad. Y por causa de esta debilidad debe ofrecer sacrificio, tanto por sus propios pecados como por los del pueblo. Y nadie toma esta honra para sí, sino porque ha sido llamado por Dios, como lo fue Aarón. Así también Cristo no se glorificó a sí mismo para ser hecho sumo sacerdote, sino que le glorificó el que le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Cristo, en los días de su vida física, habiendo ofrecido ruegos y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído por su temor reverente. Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por lo que padeció. Y habiendo sido perfeccionado, llegó a ser Autor de eterna salvación para todos los que le obedecen, y fue proclamado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. De esto tenemos mucho que decir, aunque es difícil de explicar, porque habéis llegado a ser tardos para oír. Debiendo ser ya maestros por el tiempo transcurrido, de nuevo tenéis necesidad de que alguien os instruya desde los primeros rudimentos de las palabras de Dios. Habéis llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido. Pues todo el que se alimenta de leche no es capaz de entender la palabra de la justicia, porque aún es niño. Pero el alimento sólido es para los maduros, para los que por la práctica tienen los sentidos entrenados para discernir entre el bien y el mal. Por tanto, dejando las doctrinas elementales de Cristo, sigamos adelante hasta la madurez, sin poner de nuevo el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y esto haremos si es que Dios lo permite. Porque es imposible que los que fueron una vez iluminados, que gustaron del don celestial, que llegaron a ser participantes del Espíritu Santo, que también probaron la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y después recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento; puesto que crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a vituperio. Porque la tierra, que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella y produce hierba para el provecho de aquellos que la cultivan, recibe la bendición de Dios. Pero la que produce espinos y abrojos es desechada, está cercana a la maldición, y su fin es ser quemada. Pero aunque hablamos así, oh amados, en cuanto a vosotros estamos persuadidos de cosas mejores que conducen a la salvación. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el amor que habéis demostrado por su nombre, porque habéis atendido a los santos y lo seguís haciendo. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia para ir logrando plena certidumbre de la esperanza hasta el final, a fin de que no seáis perezosos, sino imitadores de los que por la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, puesto que no podía jurar por otro mayor, juró por sí mismo diciendo: De cierto te bendeciré con bendición y te multiplicaré en gran manera. Y así Abraham, esperando con suma paciencia, alcanzó la promesa. Porque los hombres juran por el que es mayor que ellos, y para ellos el juramento para confirmación pone fin a todas las controversias. Por esto Dios, queriendo demostrar de modo convincente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento para que, por dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta por delante. Tenemos la esperanza como ancla del alma, segura y firme, y que penetra aun dentro del velo, donde entró Jesús por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Porque este Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham que volvía de derrotar a los reyes, y le bendijo. Asimismo, le dio Abraham los diezmos de todo. En primer lugar, su nombre significa "rey de justicia," y también era rey de Salem, que significa "rey de paz". Sin padre ni madre ni genealogía, no tiene principio de días ni fin de vida; y en esto se asemeja al Hijo de Dios, en que permanece sacerdote para siempre. Mirad, pues, cuán grande fue aquel a quien aun el patriarca Abraham le dio los diezmos del botín. Ciertamente, aquellos descendientes de Leví que han recibido el sacerdocio tienen, según la ley, mandamiento de recibir los diezmos del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque ellos también son descendientes de Abraham. Pero aquel, cuya genealogía no es contada entre ellos, recibió los diezmos de Abraham y bendijo al que tenía las promesas. Indiscutiblemente, el que es menor es bendecido por el mayor. Aquí los hombres que mueren reciben los diezmos, mientras que allí los recibe aquel acerca de quien se ha dado testimonio de que vive. Y por decirlo así, en la persona de Abraham también Leví, el que recibe los diezmos, dio el diezmo. Porque él todavía estaba en el cuerpo de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. Ahora bien, si fuera posible lograr la perfección por medio del sacerdocio levítico (porque bajo éste el pueblo ha recibido la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque de haber cambio de sacerdocio, es necesario que también se haga cambio de ley. Pues aquel de quien se dice esto es de otra tribu, de la cual nadie ha servido en el altar. Porque es evidente que nuestro Señor nació de la tribu de Judá, sobre la cual Moisés no dijo nada en cuanto al sacerdocio. Esto es aun más evidente si otro sacerdote se levanta a la semejanza de Melquisedec, quien no ha sido constituido conforme al mandamiento de la ley acerca del linaje carnal, sino según el poder de una vida indestructible. Pues de él se da este testimonio: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. A la verdad, el mandamiento anterior fue abrogado por ser ineficaz e inútil, porque la ley no perfeccionó nada. Sin embargo, se introduce una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios. Y esto no fue hecho sin juramento. Los otros fueron hechos sacerdotes sin juramento, mientras que éste lo fue por el juramento del que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: "Tú eres sacerdote para siempre." De igual manera, Jesús ha sido hecho fiador de un pacto superior. A la verdad, muchos fueron hechos sacerdotes, porque debido a la muerte no podían permanecer. Pero éste, porque permanece para siempre, tiene un sacerdocio perpetuo. Por esto también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, puro, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos. El no tiene cada día la necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La ley constituye como sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, constituyó al Hijo, hecho perfecto para siempre. En resumen, lo que venimos diciendo es esto: Tenemos tal sumo sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del lugar santísimo y del verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre. Porque todo sumo sacerdote es puesto para ofrecer ofrendas y sacrificios; de ahí que era necesario que él también tuviera algo que ofrecer. Si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, porque ya hay sacerdotes que presentan ofrendas según la ley. Ellos sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le había advertido a Moisés cuando estaba por acabar el tabernáculo, diciendo: Mira, harás todas las cosas conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte. Pero ahora Jesús ha alcanzado un ministerio sacerdotal tanto más excelente por cuanto él es mediador de un pacto superior, que ha sido establecido sobre promesas superiores. Porque si el primer pacto hubiera sido sin defecto, no se habría procurado lugar para un segundo. Porque reprendiéndoles dice: "He aquí vienen días," dice el Señor, "en que concluiré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto; no como el pacto que hice con sus padres en el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto. Porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo dejé de preocuparme por ellos," dice el Señor. "Porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días," dice el Señor. "Pondré mis leyes en la mente de ellos y en sus corazones las inscribiré. Y yo seré para ellos Dios, y para mí ellos serán pueblo. Nadie enseñará a su prójimo, ni nadie a su hermano, diciendo: ‘Conoce al Señor’; porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor. Porque seré misericordioso en cuanto a sus injusticias y jamás me acordaré de sus pecados." Al decir "nuevo," ha declarado caduco al primero; y lo que se ha hecho viejo y anticuado está a punto de desaparecer. Ahora bien, el primer pacto tenía reglamentos acerca del culto y del santuario terrenal. El tabernáculo fue dispuesto así: En la primera parte, en lo que llaman el lugar santo, estaban las lámparas, la mesa y los panes de la Presencia. Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo que se llama el lugar santísimo. Allí estaba el incensario de oro y el arca del pacto enteramente cubierta con oro. En ella estaban un vaso de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del pacto. Sobre ella, los querubines de la gloria cubrían el propiciatorio. De todas estas cosas no podemos hablar ahora en detalle. Estas cosas fueron dispuestas así: En la primera parte del tabernáculo entraban siempre los sacerdotes para realizar los servicios del culto. Pero en la segunda, una vez al año, entraba el sumo sacerdote solo, no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados que el pueblo cometía por ignorancia. Con esto el Espíritu Santo daba a entender que todavía no había sido mostrado el camino hacia el lugar santísimo, mientras estuviese en pie la primera parte del tabernáculo. Esto es una figura para el tiempo presente, según la cual se ofrecían ofrendas y sacrificios que no podían hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que rendía culto. Estas son ordenanzas de la carne, que consisten sólo de comidas y bebidas y diversos lavamientos, impuestas hasta el tiempo de la renovación. Pero estando ya presente Cristo, el sumo sacerdote de los bienes que han venido, por medio del más amplio y perfecto tabernáculo no hecho de manos, es decir, no de esta creación, entró una vez para siempre en el lugar santísimo, logrando así eterna redención, ya no mediante sangre de machos cabríos ni de becerros, sino mediante su propia sangre. Porque si la sangre de machos cabríos y de toros, y la ceniza de la vaquilla rociada sobre los impuros, santifican para la purificación del cuerpo, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará nuestras conciencias de las obras muertas para servir al Dios vivo! Por esta razón, también es mediador del nuevo pacto, para que los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna, ya que intervino muerte para redimirlos de las transgresiones bajo el primer pacto. Porque donde hay un testamento, es necesario que se presente constancia de la muerte del testador. El testamento es confirmado con la muerte, puesto que no tiene vigencia mientras viva el testador. Por esto, ni aun el primer testamento fue inaugurado sin sangre. Porque habiendo declarado Moisés todos los mandamientos según la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos junto con agua, lana escarlata e hisopo, y roció al libro mismo y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del pacto, el cual Dios os ha ordenado. Y roció también con la sangre el tabernáculo y todos los utensilios del servicio; pues según la ley casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón. Era, pues, necesario purificar las figuras de las cosas celestiales con estos ritos; pero las mismas cosas celestiales, con sacrificios mejores que éstos. Porque Cristo no entró en un lugar santísimo hecho de manos, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios a nuestro favor. Tampoco entró para ofrecerse muchas veces a sí mismo, como entra cada año el sumo sacerdote en el lugar santísimo con sangre ajena. De otra manera, le habría sido necesario padecer muchas veces desde la fundación del mundo. Pero ahora, él se ha presentado una vez para siempre en la consumación de los siglos, para quitar el pecado mediante el sacrificio de sí mismo. Entonces, tal como está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para quitar los pecados de muchos. La segunda vez, ya sin relación con el pecado, aparecerá para salvación a los que le esperan. Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros y no la forma misma de estas realidades, nunca puede, por medio de los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente de año en año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera, ¿no habrían dejado de ser ofrecidos? Porque los que ofrecen este culto, una vez purificados, ya no tendrían más conciencia de pecado. Sin embargo, cada año se hace memoria del pecado con estos sacrificios, porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo tanto, entrando en el mundo, él dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron; entonces dije: "¡Heme aquí para hacer, oh Dios, tu voluntad!" como en el rollo del libro está escrito de mí. Habiendo dicho arriba: Sacrificios, ofrendas y holocaustos por el pecado no quisiste ni te agradaron (cosas que se ofrecen según la ley), luego dijo: ¡Heme aquí para hacer tu voluntad! El quita lo primero para establecer lo segundo. Es en esa voluntad que somos santificados, mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Todo sacerdote se ha presentado, día tras día, para servir en el culto y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados. Pero éste, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la diestra de Dios, esperando de allí en adelante hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los santificados. También el Espíritu Santo nos da testimonio, porque después de haber dicho: "Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días," dice el Señor; "pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las inscribiré," él añade: "Nunca más me acordaré de los pecados e iniquidades de ellos." Pues donde hay perdón de pecados, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo (es decir, su cuerpo), y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Retengamos firme la confesión de la esperanza sin vacilación, porque fiel es el que lo ha prometido. Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien, exhortémonos, y con mayor razón cuando veis que el día se acerca. Porque si pecamos voluntariamente, después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el pecado, sino una horrenda expectativa de juicio y de fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios. El que ha desechado la ley de Moisés ha de morir sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha considerado de poca importancia la sangre del pacto por la cual fue santificado y que ha ultrajado al Espíritu de gracia? Porque conocemos al que ha dicho: "Mía es la venganza; yo daré la retribución." Y otra vez: "El Señor juzgará a su pueblo." ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo! Traed a la memoria los días del pasado en los cuales, después de haber sido iluminados, soportasteis gran conflicto y aflicciones. Por una parte, fuisteis hechos espectáculo público con reproches y tribulaciones. Por otra parte, fuisteis hechos compañeros de los que han estado en tal situación. También os compadecisteis de los presos y con gozo padecisteis ser despojados de vuestros bienes, sabiendo que vosotros mismos tenéis una posesión mejor y perdurable. No desechéis, pues, vuestra confianza, la cual tiene una gran recompensa. Porque os es necesaria la perseverancia para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis lo prometido; porque: Aún un poco, en un poco más el que ha de venir vendrá y no tardará. Pero mi justo vivirá por fe; y si se vuelve atrás, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma. La fe es la constancia de las cosas que se esperan y la comprobación de los hechos que no se ven. Por ella recibieron buen testimonio los antiguos. Por la fe comprendemos que el universo fue constituido por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín. Por ella recibió testimonio de ser justo, pues Dios dio testimonio al aceptar sus ofrendas. Y por medio de la fe, aunque murió, habla todavía. Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte y no fue hallado, porque Dios le había trasladado. Antes de su traslado, recibió testimonio de haber agradado a Dios. Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan. Por la fe Noé, habiendo sido advertido por revelación acerca de cosas que aún no habían sido vistas, movido por temor reverente, preparó el arca para la salvación de su familia. Por la fe él condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que es según la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir por herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, viviendo en tiendas con Isaac y Jacob, los coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe, a pesar de que Sara misma era estéril, él recibió fuerzas para engendrar un hijo cuando había pasado de la edad; porque consideró que el que lo había prometido era fiel. Y por lo tanto, de uno solo, y estando éste muerto en cuanto a estas cosas, nacieron hijos como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar. Conforme a su fe murieron todos éstos sin haber recibido el cumplimiento de las promesas. Más bien, las miraron de lejos y las saludaron, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Los que así hablan, claramente dan a entender que buscan otra patria. Pues si de veras se acordaran de la tierra de donde salieron, tendrían oportunidad de regresar. Pero ellos anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse el Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad. Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac. El que había recibido las promesas ofrecía a su hijo único, de quien se había dicho: En Isaac te será llamada descendencia. El consideraba que Dios era poderoso para levantar aun de entre los muertos. De allí que, hablando figuradamente, lo volvió a recibir. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú respecto al porvenir. Por la fe Jacob, cuando moría, bendijo a cada uno de los hijos de José y adoró apoyado sobre la cabeza de su bastón. Por la fe José, llegando al fin de sus días, se acordó del éxodo de los hijos de Israel y dio mandamiento acerca de sus restos. Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño hermoso y porque no temieron al mandamiento del rey. Por la fe Moisés, cuando llegó a ser grande, rehusó ser llamado hijo de la hija del Faraón. Prefirió, más bien, recibir maltrato junto con el pueblo de Dios que gozar por un tiempo de los placeres del pecado. El consideró el oprobio por Cristo como riquezas superiores a los tesoros de los egipcios, porque fijaba la mirada en el galardón. Por la fe abandonó Egipto, sin temer la ira del rey, porque se mantuvo como quien ve al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos. Por la fe ellos pasaron por el mar Rojo como por tierra seca; pero cuando lo intentaron los egipcios, fueron anegados. Por la fe cayeron los muros de Jericó después de ser rodeados por siete días. Por la fe no pereció la prostituta Rajab junto con los incrédulos, porque recibió en paz a los espías. ¿Qué más diré? Me faltaría el tiempo para contar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas. Por la fe éstos conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, sofocaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de la debilidad, se hicieron poderosos en batalla y pusieron en fuga los ejércitos de los extranjeros. Mujeres recibieron por resurrección a sus muertos. Unos fueron torturados, sin esperar ser rescatados, para obtener una resurrección mejor. Otros recibieron pruebas de burlas y de azotes, además de cadenas y cárcel. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a espada. Anduvieron de un lado para otro cubiertos de pieles de ovejas y de cabras; pobres, angustiados, maltratados. El mundo no era digno de ellos. Andaban errantes por los desiertos, por las montañas, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque recibieron buen testimonio por la fe, no recibieron el cumplimiento de la promesa, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros; porque Dios había provisto algo mejor para nosotros. Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe; quien por el gozo que tenía por delante sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Considerad, pues, al que soportó tanta hostilidad de pecadores contra sí mismo, para que no decaiga vuestro ánimo ni desmayéis. Pues todavía no habéis resistido hasta la sangre combatiendo contra el pecado. ¿Y habéis ya olvidado la exhortación que se os dirige como a hijos? Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor ni desmayes cuando seas reprendido por él. Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe como hijo. Permaneced bajo la disciplina; Dios os está tratando como a hijos. Porque, ¿qué hijo es aquel a quien su padre no disciplina? Pero si estáis sin la disciplina de la cual todos han sido participantes, entonces sois ilegítimos, y no hijos. Además, teníamos a nuestros padres carnales que nos disciplinaban y les respetábamos. ¿No obedeceremos con mayor razón al Padre de los espíritus, y viviremos? Ellos nos disciplinaban por pocos días como a ellos les parecía, mientras que él nos disciplina para bien, a fin de que participemos de su santidad. Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados. Por lo tanto, fortaleced las manos debilitadas y las rodillas paralizadas; y enderezad para vuestros pies los caminos torcidos, para que el cojo no sea desviado, sino más bien sanado. Procurad la paz con todos, y la santidad sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brote y cause estorbo, y que por ella muchos sean contaminados; que ninguno sea inmoral ni profano como Esaú que por una sola comida vendió su propia primogenitura. Porque ya sabéis que fue reprobado, a pesar de que después quería heredar la bendición, porque no halló más ocasión de arrepentimiento, aunque lo buscó con lágrimas. No os habéis acercado al monte que se podía tocar, al fuego encendido, a las tinieblas, a la profunda oscuridad, a la tempestad, al sonido de la trompeta y al estruendo de las palabras, que los que lo oyeron rogaron que no se les hablase más; porque no podían soportar lo que se mandaba: Si un animal toca el monte, será apedreado. Y tan terrible era aquel espectáculo que Moisés dijo: "¡Estoy aterrado y temblando!" Más bien, os habéis acercado al monte Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, a la reunión de millares de ángeles, a la asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el juez de todos, a los espíritus de los justos ya hechos perfectos, a Jesús el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. Mirad que no rechacéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que en la tierra rechazaron al que advertía, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos del que advierte desde los cielos. Su voz estremeció la tierra en aquel entonces, y ahora ha prometido diciendo: Todavía una vez más estremeceré no sólo la tierra, sino también el cielo. La expresión "todavía una vez más" indica con claridad que será removido lo que puede ser sacudido, como las cosas creadas, para que permanezca lo que no puede ser sacudido. Así que, habiendo recibido un reino que no puede ser sacudido, retengamos la gracia, y mediante ella sirvamos a Dios, agradándole con temor y reverencia. Porque nuestro Dios es fuego consumidor. Permanezca el amor fraternal. No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ésta algunos hospedaron ángeles sin saberlo. Acordaos de los presos, como si estuvieseis en cadenas junto con ellos; y de los afligidos, puesto que también vosotros estáis en el cuerpo. Honroso es para todos el matrimonio, y pura la relación conyugal; pero Dios juzgará a los fornicarios y a los adúlteros. Sean vuestras costumbres sin amor al dinero, contentos con lo que tenéis ahora; porque él mismo ha dicho: Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé. De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi socorro, y no temeré. ¿Qué me hará el hombre? Acordaos de vuestros dirigentes que os hablaron la palabra de Dios. Considerando el éxito de su manera de vivir, imitad su fe. ¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos! No seáis llevados de acá para allá por diversas y extrañas doctrinas; porque bueno es que el corazón haya sido afirmado en la gracia; no en comidas, que nunca aprovecharon a los que se dedican a ellas. Tenemos un altar del cual los que sirven en el tabernáculo no tienen derecho a comer. Porque los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre es introducida por el sumo sacerdote en el lugar santísimo como sacrificio por el pecado, son quemados fuera del campamento. Por lo tanto, también Jesús padeció fuera de la puerta de la ciudad para santificar al pueblo por medio de su propia sangre. Salgamos pues a él, fuera del campamento, llevando su afrenta. Porque aquí no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la que ha de venir. Así que, por medio de él, ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. No os olvidéis de hacer el bien y de compartir lo que tenéis, porque tales sacrificios agradan a Dios. Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría y sin quejarse, pues esto no os sería provechoso. Orad por nosotros, pues confiamos que tenemos buena conciencia y deseamos conducirnos bien en todo. Con mayor insistencia imploro que lo hagáis, para que yo os sea restituido pronto. Y el Dios de paz, que por la sangre del pacto eterno levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, os haga aptos en todo lo bueno para hacer su voluntad, haciendo él en nosotros lo que es agradable delante de él por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Os ruego, hermanos, que recibáis bien esta palabra de exhortación; porque os he escrito brevemente. Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad. Si él viene pronto, yo iré a veros con él. Saludad a todos vuestros dirigentes y a todos los santos. Os saludan los de Italia. La gracia sea con todos vosotros. Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus de la dispersión: Saludos. Hermanos míos, tenedlo por sumo gozo cuando os encontréis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Pero que la paciencia tenga su obra completa para que seáis completos y cabales, no quedando atrás en nada. Y si a alguno de vosotros le falta sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos con liberalidad y sin reprochar; y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada. Porque el que duda es semejante a una ola del mar movida por el viento y echada de un lado a otro. No piense tal hombre que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inestable en todos sus caminos. El hermano de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el rico, en su humillación, porque él pasará como la flor de la hierba. Pues se levanta el sol con su calor y seca la hierba, cuya flor se cae, y su bella apariencia se desvanece. De igual manera también se marchitará el rico en todos sus negocios. Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba; porque, cuando haya sido probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman. Nadie diga cuando sea tentado: "Soy tentado por Dios"; porque Dios no es tentado por el mal, y él no tienta a nadie. Pero cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propia pasión. Luego la baja pasión, después de haber concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez llevado a cabo, engendra la muerte. Mis amados hermanos, no os engañéis: Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación. Por su propia voluntad, él nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos como primicias de sus criaturas. Sabed, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira; porque la ira del hombre no lleva a cabo la justicia de Dios. Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque cuando alguno es oidor de la palabra y no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que mira su cara natural en un espejo. Se mira a sí mismo y se marcha, y en seguida olvida cómo era. Pero el que presta atención a la perfecta ley de la libertad y que persevera en ella, sin ser oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. Si alguien parece ser religioso y no refrena su lengua, sino que engaña a su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura e incontaminada delante de Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y guardarse sin mancha del mundo. Hermanos míos, tened la fe de nuestro glorioso Señor Jesucristo, sin hacer distinción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y también entra un pobre con vestido sucio, y sólo atendéis con respeto al que lleva ropa lujosa y le decís: "Siéntate tú aquí en buen lugar"; y al pobre le decís: "Quédate allí de pie" o "Siéntate aquí a mis pies," ¿no hacéis distinción entre vosotros, y no venís a ser jueces con malos criterios? Amados hermanos míos, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que ha sido invocado sobre vosotros? Si de veras cumplís la ley real conforme a las Escrituras: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, hacéis bien. Pero si hacéis distinción de personas, cometéis pecado y sois reprobados por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guarda toda la ley pero ofende en un solo punto se ha hecho culpable de todo. Porque el que dijo: No cometas adulterio, también dijo: No cometas homicidio. Y si no cometes adulterio, pero cometes homicidio, te has hecho transgresor de la ley. Así hablad y así actuad, como quienes están a punto de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque habrá juicio sin misericordia contra aquel que no hace misericordia. ¡La misericordia se gloría triunfante sobre el juicio! Hermanos míos, si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, ¿de qué sirve? ¿Puede acaso su fe salvarle? Si un hermano o una hermana están desnudos y les falta la comida diaria, y alguno de vosotros les dice: "Id en paz, calentaos y saciaos," pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma. Sin embargo, alguno dirá: "Tú tienes fe, y yo tengo obras." ¡Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras! Tú crees que Dios es uno. Bien haces. También los demonios creen y tiemblan. Pero, ¿quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras nuestro padre Abraham, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? Ves que la fe actuaba juntamente con sus obras y que la fe fue completada por las obras. Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia; y fue llamado amigo de Dios. Veis, pues, que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe. De igual manera, ¿no fue justificada también la prostituta Rajab por las obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque tal como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. Hermanos míos, no os hagáis muchos maestros, sabiendo que recibiremos juicio más riguroso; porque todos ofendemos en muchas cosas. Si alguno no ofende en palabra, éste es hombre cabal, capaz también de frenar al cuerpo entero. He aquí, ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan y dirigimos también su cuerpo entero. Considerad también los barcos: Aunque son tan grandes y son llevados por impetuosos vientos, son dirigidos con un timón muy pequeño a dondequiera, según el antojo del que los conduce. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. ¡Mirad cómo un fuego tan pequeño incendia un bosque tan grande! Y la lengua es un fuego; es un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y es la que contamina el cuerpo entero. Prende fuego al curso de nuestra vida, y es inflamada por el infierno. Pues fieras y aves, reptiles y criaturas marinas de toda clase pueden ser domadas, y han sido domadas por el ser humano. Pero ningún hombre puede domar su lengua; porque es un mal incontrolable, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido creados a la semejanza de Dios. De la misma boca sale bendición y maldición. No puede ser, hermanos míos, que estas cosas sean así. ¿Será posible que de un manantial brote agua dulce y amarga por la misma abertura? Hermanos míos, ¿puede la higuera producir olivas, o la vid higos? Tampoco de una fuente de agua salada brota agua dulce. ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? ¡Que demuestre por su buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría! Pero si en vuestros corazones tenéis amargos celos y contiendas, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. Esta no es la sabiduría que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal y diabólica. Porque donde hay celos y contiendas, allí hay desorden y toda práctica perversa. En cambio, la sabiduría que procede de lo alto es primeramente pura; luego es pacífica, tolerante, complaciente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y no hipócrita. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz. ¿De dónde vienen las guerras y de dónde los pleitos entre vosotros? ¿No surgen de vuestras mismas pasiones que combaten en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, pero no podéis obtener. Combatís y hacéis guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís, y no recibís; porque pedís mal, para gastarlo en vuestros placeres. ¡Gente adúltera! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, cualquiera que quiere ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios. ¿O suponéis que en vano dice la Escritura: El Espíritu que él hizo morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y él huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores; y purificad vuestros corazones, vosotros de doble ánimo. Afligíos, lamentad y llorad. Vuestra risa se convierta en llanto, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará. Hermanos, no habléis mal los unos de los otros. El que habla mal de su hermano o juzga a su hermano habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si tú juzgas a la ley, entonces no eres hacedor de la ley, sino juez. Hay un solo Dador de la ley y Juez, quien es poderoso para salvar y destruir. Pero ¿quién eres tú que juzgas a tu prójimo? ¡Vamos pues ahora los que decís: "Hoy o mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año y haremos negocios y ganaremos"! Vosotros, los que no sabéis lo que será mañana, ¿qué es vuestra vida? Porque sois un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. Más bien, deberíais decir: "Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello." Pero ahora os jactáis en vuestra soberbia. Toda jactancia de esta clase es mala. Por tanto, al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, eso le es pecado. ¡Vamos pues ahora, oh ricos! Llorad y aullad por las miserias que vienen sobre vosotros. Vuestras riquezas se han podrido, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; su moho servirá de testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como fuego. ¡Habéis amontonado tesoros en los últimos días! He aquí clama el jornal de los obreros que segaron vuestros campos, el que fraudulentamente ha sido retenido por vosotros. Y los clamores de los que segaron han llegado a los oídos del Señor de los Ejércitos. Habéis vivido en placeres sobre la tierra y habéis sido disolutos. Habéis engordado vuestro corazón en el día de matanza. Habéis condenado y habéis dado muerte al justo. El no os ofrece resistencia. Por lo tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. He aquí, el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardándolo con paciencia hasta que reciba las lluvias tempranas y tardías. Tened también vosotros paciencia; afirmad vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca. Hermanos, no murmuréis unos contra otros, para que no seáis condenados. ¡He aquí, el Juez ya está a las puertas! Hermanos, tomad por ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en el nombre del Señor. He aquí, tenemos por bienaventurados a los que perseveraron. Habéis oído de la perseverancia de Job y habéis visto el propósito final del Señor, que el Señor es muy compasivo y misericordioso. Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento. Más bien, sea vuestro sí, sí; y vuestro no, no; para que no caigáis bajo condenación. ¿Está afligido alguno entre vosotros? ¡Que ore! ¿Está alguno alegre? ¡Que cante salmos! ¿Está enfermo alguno de vosotros? Que llame a los ancianos de la iglesia y que oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe dará salud al enfermo, y el Señor lo levantará. Y si ha cometido pecados, le serán perdonados. Por tanto, confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros de manera que seáis sanados. La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho. Elías era un hombre sujeto a pasiones, igual que nosotros, pero oró con insistencia para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Y oró de nuevo, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. Hermanos míos, si alguno entre vosotros es engañado, desviándose de la verdad, y otro le hace volver, sabed que el que haga volver al pecador del error de su camino salvará su vida de la muerte, y cubrirá una multitud de pecados. Pedro, apóstol de Jesucristo; a los expatriados de la dispersión en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos conforme al previo conocimiento de Dios Padre por la santificación del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con su sangre: Gracia y paz os sean multiplicadas. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos; para una herencia incorruptible, incontaminable e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación preparada para ser revelada en el tiempo final. En esto os alegráis, a pesar de que por ahora, si es necesario, estéis afligidos momentáneamente por diversas pruebas, para que la prueba de vuestra fe—más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego— sea hallada digna de alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo. A él le amáis, sin haberle visto. En él creéis; y aunque no lo veáis ahora, creyendo en él os alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo así el fin de vuestra fe, la salvación de vuestras almas. Acerca de esta salvación han inquirido e investigado diligentemente los profetas que profetizaron de la gracia que fue destinada para vosotros. Ellos escudriñaban para ver qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, quien predijo las aflicciones que habían de venir a Cristo y las glorias después de ellas. A ellos les fue revelado que, no para sí mismos sino para vosotros, administraban las cosas que ahora os han sido anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas que hasta los ángeles anhelan contemplar. Por eso, con la mente preparada para actuar y siendo sobrios, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que os es traída en la revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no os conforméis a las pasiones que antes teníais, estando en vuestra ignorancia. Antes bien, así como aquel que os ha llamado es santo, también sed santos vosotros en todo aspecto de vuestra manera de vivir, porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis como Padre a aquel que juzga según la obra de cada uno sin hacer distinción de personas, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación. Tened presente que habéis sido rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual heredasteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. El, a la verdad, fue destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por causa de vosotros. Por medio de él creéis en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y le ha dado gloria; de modo que vuestra fe y esperanza estén en Dios. Habiendo purificado vuestras almas en obediencia a la verdad para un amor fraternal no fingido, amaos los unos a los otros ardientemente y de corazón puro; pues habéis nacido de nuevo, no de simiente corruptible sino de incorruptible, por medio de la palabra de Dios que vive y permanece. Porque: Toda carne es como la hierba, y toda su gloria es como la flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre. Esta es la palabra del evangelio que os ha sido anunciada. Habiendo pues dejado toda maldad, todo engaño, hipocresía, envidia y toda maledicencia, desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación; puesto que habéis probado que el Señor es bondadoso. Acercándoos a él, la Piedra Viva—que fue ciertamente rechazada por los hombres, pero delante de Dios es elegida y preciosa—, también vosotros sed edificados como piedras vivas en casa espiritual para ser un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo. Por esto contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la Piedra del ángulo, escogida y preciosa. Y el que cree en él jamás será avergonzado. De manera que, para vosotros que creéis, es de sumo valor; pero para los que no creen: La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo, y: piedra de tropiezo y roca de escándalo. Aquéllos tropiezan, siendo desobedientes a la palabra, pues para eso mismo fueron destinados. Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Vosotros en el tiempo pasado no erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios; no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. Amados, yo os exhorto como a peregrinos y expatriados, que os abstengáis de las pasiones carnales que combaten contra el alma. Tened una conducta ejemplar entre los gentiles, para que en lo que ellos os calumnian como a malhechores, al ver vuestras buenas obras, glorifiquen a Dios en el día de la visitación. Estad sujetos a toda institución humana por causa del Señor; ya sea al rey como quien ejerce soberanía, o a los gobernantes como quienes han sido enviados por él para el castigo de los que hacen el mal y para la alabanza de los que hacen el bien. Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo el bien hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos. Actuad como libres, y no como los que hacen de la libertad un pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos; amad a los hermanos; temed a Dios; honrad al rey. Siervos, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos, no solamente a los que son buenos y comprensivos, sino también a los severos. Porque esto es aceptable: si alguien soporta aflicción y padece injustamente por tener conciencia de Dios. Porque, ¿qué de notable hay si, cuando cometéis pecado y sois abofeteados, lo soportáis? Pero si lo soportáis cuando hacéis el bien y sois afligidos, esto sí es aceptable delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados, porque también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas. El no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca. Cuando le maldecían, él no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia. El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero a fin de que nosotros, habiendo muerto para los pecados, vivamos para la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados. Porque erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas. Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que si algunos no obedecen a la palabra, también sean ganados sin una palabra por medio de la conducta de sus mujeres, al observar vuestra reverente y casta manera de vivir. Vuestro adorno no sea el exterior, con arreglos ostentosos del cabello y adornos de oro, ni en vestir ropa lujosa; sino que sea la persona interior del corazón, en lo incorruptible de un espíritu tierno y tranquilo. Esto es de gran valor delante de Dios. Porque así también se adornaban en tiempos antiguos aquellas santas mujeres que esperaban en Dios y estaban sujetas a sus propios maridos. Así Sara obedeció a Abraham, llamándole señor. Y vosotras habéis venido a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no tenéis miedo de ninguna amenaza. Vosotros, maridos, de la misma manera vivid con ellas con comprensión, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas. Finalmente, sed todos de un mismo sentir: compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos y humildes. No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendecid; pues para esto habéis sido llamados, para que heredéis bendición. Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal y haga el bien. Busque la paz y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos están atentos a sus oraciones. Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal. ¿Quién es aquel que os podrá hacer daño, si sois ávidos por el bien? Pero aun si llegáis a padecer por causa de la justicia, sois bienaventurados. Por tanto, no seáis atemorizados por temor de ellos ni seáis turbados. Más bien, santificad en vuestros corazones a Cristo como Señor y estad siempre listos para responder a todo el que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia. Tened buena conciencia, para que en lo que hablan mal sean avergonzados los que se burlan de vuestra buena manera de vivir en Cristo. Porque es mejor que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. Porque Cristo también padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando en los días de Noé la paciencia de Dios esperaba, mientras se construía el arca. En esta arca fueron salvadas a través del agua pocas personas, es decir, ocho. El bautismo, que corresponde a esta figura, ahora, mediante la resurrección de Jesucristo, os salva, no por quitar las impurezas de la carne, sino como apelación de una buena conciencia hacia Dios. Ahora él, habiendo ascendido al cielo, está a la diestra de Dios; y los ángeles, las autoridades y los poderes están sujetos a él. Puesto que Cristo ha padecido en la carne, armaos también vosotros con la misma actitud. Porque el que ha padecido en la carne ha roto con el pecado, para vivir el tiempo que le queda en la carne, no en las pasiones de los hombres, sino en la voluntad de Dios. Porque ya es suficiente el haber hecho en el tiempo pasado los deseos de los gentiles, habiendo andado en sensualidad, en bajas pasiones, en borracheras, en orgías, en banqueteos y en abominables idolatrías. A ellos les parece cosa extraña que vosotros ya no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y por eso os ultrajan. Ellos darán cuenta a quien ha de juzgar a los vivos y a los muertos. Porque por esto ha sido anunciado el evangelio aun a los muertos, para que sean juzgados en la carne como los hombres, pero vivan en espíritu según Dios. El fin de todas las cosas se ha acercado. Sed, pues, prudentes y sobrios en la oración. Sobre todo, tened entre vosotros un ferviente amor, porque el amor cubre una multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguien habla, hable conforme a las palabras de Dios. Si alguien presta servicio, sirva conforme al poder que Dios le da, para que en todas las cosas Dios sea glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. Amados, no os sorprendáis por el fuego que arde entre vosotros para poneros a prueba, como si os aconteciera cosa extraña. Antes bien, gozaos a medida que participáis de las aflicciones de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con regocijo. Cuando sois injuriados en el nombre de Cristo, sois bienaventurados; porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entrometerse en asuntos ajenos. Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence; más bien, glorifique a Dios en este nombre. Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios. Y si primero comienza por nosotros, ¿cómo será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y si el justo con dificultad se salva, ¿en qué irá a parar el impío y pecador? Por eso, los que sufren según la voluntad de Dios, que encomienden sus almas al fiel Creador, haciendo el bien. A los ancianos entre vosotros les exhorto, yo anciano también con ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y también participante de la gloria que ha de ser revelada: Apacentad el rebaño de Dios que está a vuestro cargo, cuidándolo no por la fuerza, sino de buena voluntad según Dios; no por ganancias deshonestas, sino de corazón; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cargo, sino como ejemplos para el rebaño. Y al aparecer el Príncipe de los pastores, recibiréis la inmarchitable corona de gloria. Asimismo vosotros, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y revestíos todos de humildad unos para con otros, porque: Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él os exalte al debido tiempo. Echad sobre él toda vuestra ansiedad, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar. Resistid al tal, estando firmes en la fe, sabiendo que los mismos sufrimientos se van cumpliendo entre vuestros hermanos en todo el mundo. Y cuando hayáis padecido por un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, quien os ha llamado a su eterna gloria en Cristo Jesús, él mismo os restaurará, os afirmará, os fortalecerá y os establecerá. A él sea el dominio por los siglos. Amén. Os he escrito brevemente por medio de Silas, a quien considero un hermano fiel, para exhortar y testificar que ésta es la verdadera gracia de Dios. Estad firmes en ella. Os saluda la iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros; también Marcos, mi hijo. Saludaos unos a otros con un beso de amor. La paz sea con todos vosotros que estáis en Cristo. Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo; a los que han alcanzado una fe igualmente preciosa como la nuestra por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo: Gracia a vosotros y paz os sea multiplicada en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Su divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad por medio del conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia. Mediante ellas nos han sido dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas seáis hechos participantes de la naturaleza divina, después de haber huido de la corrupción que hay en el mundo debido a las bajas pasiones. Y por esto mismo, poniendo todo empeño, añadid a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, perseverancia; a la perseverancia, devoción; a la devoción, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque cuando estas cosas están en vosotros y abundan, no os dejarán estar ociosos ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pues el que no tiene estas cosas es ciego y tiene la vista corta, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados. Por eso, hermanos, procurad aun con mayor empeño hacer firme vuestro llamamiento y elección, porque haciendo estas cosas no tropezaréis jamás. Pues de esta manera os será otorgada amplia entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por eso, siempre habré de traeros estas cosas a la memoria, aunque vosotros las sabéis y estáis afirmados en la verdad que está presente en vosotros. Pero considero justo estimularos la memoria entre tanto que estoy en esta mi morada temporal. Pues como sé que dentro de poco tengo que dejar mi frágil morada, como me lo ha declarado nuestro Señor Jesucristo, también procuraré con empeño que, después de mi partida, vosotros podáis tener memoria de estas cosas en todo momento. Porque os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas artificiosas, sino porque fuimos testigos oculares de su majestad. Porque al recibir de parte de Dios Padre honra y gloria, desde la grandiosa gloria le fue dirigida una voz: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia." Y nosotros oímos esta voz dirigida desde el cielo cuando estábamos con él en el monte santo. También tenemos la palabra profética que es aun más firme. Hacéis bien en estar atentos a ella, como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que aclare el día y el lucero de la mañana se levante en vuestros corazones. Y hay que tener muy en cuenta, antes que nada, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; porque jamás fue traída la profecía por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados por el Espíritu Santo. Pero hubo falsos profetas entre el pueblo, como también entre vosotros habrá falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructivas, llegando aun hasta negar al soberano Señor que los compró, acarreando sobre sí mismos una súbita destrucción. Y muchos seguirán tras la sensualidad de ellos, y por causa de ellos será difamado el camino de la verdad. Por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Desde hace tiempo su condenación no se tarda, y su destrucción no se duerme. Porque si Dios no dejó sin castigo a los ángeles que pecaron, sino que, habiéndolos arrojado al infierno en prisiones de oscuridad, los entregó a ser reservados para el juicio; y si tampoco dejó sin castigo al mundo antiguo, pero preservó a Noé, heraldo de justicia, junto con otras siete personas, cuando trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó a destrucción a las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas y poniéndolas como ejemplo para los que habían de vivir impíamente; y si rescató al justo Lot, quien era acosado por la conducta sensual de los malvados —porque este hombre justo habitaba en medio de ellos y afligía de día en día su alma justa por los hechos malvados de ellos—; entonces el Señor sabe rescatar de la prueba a los piadosos y guardar a los injustos para ser castigados en el día del juicio. ¡Y especialmente a aquellos que andan tras las pervertidas pasiones de la carne, y desprecian toda autoridad! Estos atrevidos y arrogantes no temen maldecir a las potestades superiores, mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y poder, no pronuncian juicio de maldición contra ellos delante del Señor. Pero éstos, maldiciendo lo que no entienden, como animales irracionales que por naturaleza han sido creados para presa y destrucción, también perecerán en su perdición. Recibirán injusticia como pago de la injusticia, porque consideran delicia el gozar en pleno día de placeres sensuales. Estos son manchas y suciedad que mientras comen con vosotros se deleitan en sus engaños. Tienen los ojos llenos de adulterio y son insaciables para el pecado. Seducen a las almas inconstantes. Tienen el corazón ejercitado para la avaricia. Son hijos de maldición. Abandonando el camino recto, se extraviaron al seguir el camino de Balaam hijo de Beor, quien amó el pago de la injusticia y fue reprendido por su iniquidad. ¡Una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, frenó la locura del profeta! Son fuentes sin agua y nubes arrastradas por la tempestad. Para ellos se ha guardado la profunda oscuridad de las tinieblas. Porque hablando arrogantes palabras de vanidad, seducen con las pasiones sensuales de la carne a los que a duras penas se habían escapado de los que viven en el error. Les prometen libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción; puesto que cada cual es hecho esclavo de lo que le ha vencido. Porque si los que se han escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo se enredan de nuevo en ellas y son vencidos, el último estado les viene a ser peor que el primero. Pues mejor les habría sido no haber conocido el camino de justicia, que después de conocerlo, volver atrás del santo mandamiento que les fue dado. A ellos les ha ocurrido lo del acertado proverbio: El perro se volvió a su propio vómito; y "la puerca lavada, a revolcarse en el cieno". Amados, ésta es la segunda carta que os escribo. En estas dos cartas estimulo con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que recordéis las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y el mandamiento del Señor y Salvador declarado por vuestros apóstoles. Primeramente, sabed que en los últimos días vendrán burladores con sus burlas, quienes procederán según sus bajas pasiones, y dirán: "¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde el día en que nuestros padres durmieron todas las cosas siguen igual, así como desde el principio de la creación." Pues bien, por su propia voluntad pasan por alto esto: que por la palabra de Dios existían desde tiempos antiguos los cielos, y la tierra que surgió del agua y fue asentada en medio del agua. Por esto el mundo de entonces fue destruido, inundado en agua. Pero por la misma palabra, los cielos y la tierra que ahora existen están reservados para el fuego, guardados hasta el día del juicio y de la destrucción de los hombres impíos. Pero, amados, una cosa no paséis por alto: que delante del Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; más bien, es paciente para con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón. Entonces los cielos pasarán con grande estruendo; los elementos, ardiendo, serán deshechos, y la tierra y las obras que están en ella serán consumidas. Ya que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡qué clase de personas debéis ser vosotros en conducta santa y piadosa, aguardando y apresurándoos para la venida del día de Dios! Por causa de ese día los cielos, siendo encendidos, serán deshechos; y los elementos, al ser abrasados, serán fundidos. Según las promesas de Dios esperamos cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia. Por tanto, oh amados, estando a la espera de estas cosas, procurad con empeño ser hallados en paz por él, sin mancha e irreprensibles. Considerad que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo os ha escrito, según la sabiduría que le ha sido dada. El habla de estas cosas en todas sus epístolas, en las cuales hay algunas cosas difíciles de entender, que los indoctos e inconstantes tuercen, como lo hacen también con las otras Escrituras, para su propia destrucción. Así que vosotros, oh amados, sabiendo esto de antemano, guardaos; no sea que, siendo desviados por el engaño de los malvados, caigáis de vuestra firmeza. Más bien, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida —la vida fue manifestada, y la hemos visto; y os testificamos y anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y nos fue manifestada—, lo que hemos visto y oído lo anunciamos también a vosotros, para que vosotros también tengáis comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas escribimos nosotros para que nuestro gozo sea completo. Y éste es el mensaje que hemos oído de parte de él y os anunciamos: Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas. Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Pero si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Y si alguno peca, abogado tenemos delante del Padre, a Jesucristo el justo. El es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. En esto sabemos que nosotros le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos. El que dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios ha sido perfeccionado. Por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo. Amados, no os escribo un mandamiento nuevo sino el mandamiento antiguo que teníais desde el principio. El mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído. Otra vez os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya está alumbrando. El que dice que está en la luz y odia a su hermano, está en tinieblas todavía. El que ama a su hermano permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que odia a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas; y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos. Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados han sido perdonados por causa de su nombre. Os escribo a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os he escrito a vosotros, niñitos, porque habéis conocido al Padre. Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él; porque todo lo que hay en el mundo—los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida— no proviene del Padre sino del mundo. Y el mundo está pasando, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Hijitos, ya es la última hora; y como oísteis que el anticristo había de venir, así también ahora han surgido muchos anticristos. Por esto sabemos que es la última hora. Salieron de entre nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron, para que fuera evidente que no todos eran de nosotros. Pero vosotros tenéis la unción de parte del Santo y conocéis todas las cosas. No os escribo porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo: el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tiene también al Padre. Permanezca en vosotros lo que habéis oído desde el principio. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y ésta es la promesa que él nos ha hecho: la vida eterna. Os he escrito esto acerca de los que os engañan. Y en cuanto a vosotros, la unción que habéis recibido de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que alguien os enseñe. Pero, como la misma unción os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no falsa, así como os enseñó, permaneced en él. Ahora, hijitos, permaneced en él para que, cuando aparezca, tengamos confianza y no nos avergoncemos delante de él, en su venida. Si sabéis que él es justo, sabed también que todo aquel que hace justicia es nacido de él. Mirad cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo somos! Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Pero sabemos que cuando él sea manifestado, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, como él también es puro. Todo aquel que comete pecado también infringe la ley, pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él fue manifestado para quitar los pecados y que en él no hay pecado. Todo aquel que permanece en él no continúa pecando. Todo aquel que sigue pecando no le ha visto ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe. El que practica justicia es justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios. En esto se revelan los hijos de Dios y los hijos del diablo: Todo aquel que no practica justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano. Porque éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano eran justas. Y no os maravilléis, hermanos, si el mundo os aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte. Todo aquel que odia a su hermano es homicida, y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él. En esto hemos conocido el amor: en que él puso su vida por nosotros. También nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve que su hermano padece necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo morará el amor de Dios en él? Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y de verdad. En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos nuestros corazones confiados delante de él; en caso de que nuestro corazón nos reprenda, mayor es Dios que nuestro corazón, y él conoce todas las cosas. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, tenemos confianza delante de Dios; y cualquier cosa que pidamos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él. Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros, como él nos ha mandado. Y el que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y por esto sabemos que él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado. Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus, si son de Dios. Porque muchos falsos profetas han salido al mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne procede de Dios, y todo espíritu que no confiesa a Jesús no procede de Dios. Este es el espíritu del anticristo, del cual habéis oído que había de venir y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido, porque el que está en vosotros es mayor que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso, lo que hablan es del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios, y el que conoce a Dios nos oye; y el que no es de Dios no nos oye. En esto conocemos el Espíritu de verdad y el espíritu de error. Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Y todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en expiación por nuestros pecados. Amados, ya que Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos unos a otros. Nadie ha visto a Dios jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. En esto sabemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo como Salvador del mundo. El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor. Y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él. En esto se ha perfeccionado el amor entre nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio: en que como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor. Porque el temor conlleva castigo, y el que teme no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros amamos, porque él nos amó primero. Si alguien dice: "Yo amo a Dios" y odia a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y tenemos este mandamiento de parte de él: El que ama a Dios ame también a su hermano. Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama al que engendró ama también al que es nacido de él. En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Pues éste es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, el que vino por agua y sangre; no por agua solamente, sino por agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan en uno. Si recibimos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor; porque éste es el testimonio de Dios: que él ha dado testimonio acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna. Y ésta es la confianza que tenemos delante de él: que si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. Si alguno ve que su hermano comete pecado que no es de muerte, pedirá, y se le dará vida; digo, a los que no pecan de muerte. Hay pecado de muerte, acerca del cual no digo que se pida. Toda maldad es pecado, pero hay pecado que no es de muerte. Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios no sigue pecando; más bien, Aquel que fue engendrado de Dios le guarda, y el maligno no le toca. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero está bajo el maligno. No obstante, sabemos que el Hijo de Dios está presente y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos. El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en verdad—y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad— a causa de la verdad que permanece en nosotros y que estará con nosotros para siempre: La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del Padre, estarán con nosotros en verdad y amor. Me alegré mucho al hallar de entre tus hijos quienes andan en la verdad, conforme al mandamiento que hemos recibido del Padre. Y ahora te ruego, señora, no como si te escribiera un nuevo mandamiento, sino el mismo que teníamos desde el principio: que nos amemos unos a otros. Y éste es el amor: que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento en que habéis de andar, como habéis oído desde el principio. Porque muchos engañadores han salido al mundo, quienes no confiesan que Jesucristo ha venido en la carne. Tal persona es el engañador y el anticristo. Mirad por vosotros mismos para que no perdáis las cosas en que hemos trabajado, sino que recibáis abundante recompensa. Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo no tiene a Dios. El que permanece en la doctrina, éste tiene al Padre y también al Hijo. Si alguien va a vosotros y no lleva esta doctrina, no le recibáis en casa, ni le digáis: "¡Bienvenido!" Porque el que le da la bienvenida participa de sus malas obras. Aunque tengo muchas cosas que escribiros, no he querido comunicarlas por medio de papel y tinta. Más bien, espero estar con vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea completo. Los hijos de tu hermana elegida te saludan. El anciano al muy amado Gayo, a quien amo en verdad. Amado, mi oración es que seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma. Pues me gocé mucho cuando venían hermanos y daban testimonio de tu verdad, es decir, de cómo andas en la verdad. No tengo mayor gozo que el de oír que mis hijos andan en la verdad. Amado, fielmente procedes en todo lo que haces a favor de los hermanos, y más aún cuando son forasteros. En presencia de la iglesia, ellos han dado testimonio de tu amor. Si los encaminas como es digno de Dios, harás bien; porque partieron por amor del Nombre, sin tomar nada de los gentiles. Por lo tanto, nosotros debemos sostener a los tales, para que seamos colaboradores en la verdad. He escrito a la iglesia; pero Diótrefes, quien ambiciona ser el primero entre ellos, no nos admite. Por esta causa, si voy allá, haré recordar las obras que hace y cómo nos denigra con palabras maliciosas. No satisfecho con esto, él mismo no admite a los hermanos; además, impide a los que los quieren recibir y los expulsa de la iglesia. Amado, no imites lo que es malo, sino lo que es bueno. El que hace lo bueno procede de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios. Se ha dado buen testimonio acerca de Demetrio de parte de todos y aun por la misma verdad. También nosotros damos testimonio, y sabéis que nuestro testimonio es veraz. Tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero hacerlo por medio de tinta y pluma. Más bien, espero verte dentro de poco, y hablaremos cara a cara. La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno por nombre. Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago; a los llamados, amados en Dios Padre y guardados en Jesucristo: Misericordia, paz y amor os sean multiplicados. Amados, mientras me esforzaba por escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribir para exhortaros a que contendáis eficazmente por la fe que fue entregada una vez a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antiguo habían sido destinados para esta condenación. Ellos son hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje y niegan al único Soberano y Señor nuestro, Jesucristo. Ahora bien, quiero haceros recordar, ya que todo lo habéis sabido, que el Señor, al librar al pueblo una vez de la tierra de Egipto, después destruyó a los que no creyeron. También a los ángeles que no guardaron su primer estado sino que abandonaron su propia morada, los ha reservado bajo tinieblas en prisiones eternas para el juicio del gran día. Asimismo, Sodoma, Gomorra y las ciudades vecinas, que de la misma manera fornicaron y fueron tras vicios contra lo natural, son puestas por ejemplo, sufriendo la pena del fuego eterno. De la misma manera, también estos soñadores mancillan la carne, rechazan toda autoridad y maldicen las potestades superiores. Pero ni aun el arcángel Miguel, cuando contendía disputando con el diablo sobre el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar un juicio de maldición contra él, sino que dijo: "El Señor te reprenda." Pero éstos maldicen lo que no conocen; y en lo que por instinto comprenden, se corrompen como animales irracionales. ¡Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín; por recompensa se lanzaron en el error de Balaam y perecieron en la insurrección de Coré. Estos que participan en vuestras comidas fraternales son manchas, apacentándose a sí mismos sin temor alguno. Son nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos. Son árboles marchitos como en otoño, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados. Son fieras olas del mar que arrojan la espuma de sus propias abominaciones. Son estrellas errantes para las cuales está reservada para siempre la profunda oscuridad de las tinieblas. Acerca de los mismos también profetizó Enoc, séptimo después de Adán, diciendo: "He aquí, el Señor vino entre sus santos millares para hacer juicio contra todos y declarar convicta a toda persona respecto a todas sus obras de impiedad que ellos han hecho impíamente y respecto a todas las duras palabras que los pecadores impíos han hablado contra él." Estos se quejan de todo y todo lo critican, andando según sus propios malos deseos. Su boca habla arrogancias, adulando a las personas para sacar provecho. Pero vosotros, amados, acordaos de las palabras que antes han sido dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo, porque ellos os decían: "En los últimos tiempos habrá burladores que andarán según sus propias pasiones, como impíos que son." Estos son los que causan divisiones. Son sensuales y no tienen al Espíritu. Pero vosotros, oh amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, aguardando con esperanza la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. De algunos que vacilan tened misericordia; a otros haced salvos, arrebatándolos del fuego; y a otros tenedles misericordia, pero con cautela, odiando hasta la ropa contaminada por su carne. Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída y para presentaros irreprensibles delante de su gloria con grande alegría; al único Dios, nuestro Salvador por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad desde antes de todos los siglos, ahora y por todos los siglos. Amén. La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y que dio a conocer enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, quien ha dado testimonio de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, de todo lo que ha visto. Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas escritas en ella, porque el tiempo está cerca. Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia a vosotros y paz de parte del que es y que era y que ha de venir, y de parte de los siete Espíritus que están delante de su trono, y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y nos constituyó en un reino, sacerdotes para Dios su Padre; a él sea la gloria y el dominio para siempre jamás. Amén. He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá: aun los que le traspasaron. Todas las tribus de la tierra harán lamentación por él. ¡Sí, amén! "Yo soy el Alfa y la Omega," dice el Señor Dios, "el que es, y que era y que ha de venir, el Todopoderoso." Yo Juan, vuestro hermano y copartícipe en la tribulación y en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba en la isla llamada Patmos por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: "Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a Laodicea." Di vuelta para ver la voz que hablaba conmigo. Y habiéndome vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una vestidura que le llegaba hasta los pies y tenía el pecho ceñido con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve, y sus ojos eran como llama de fuego. Sus pies eran semejantes al bronce bruñido, ardiente como en un horno. Su voz era como el estruendo de muchas aguas. Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos. Su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y puso sobre mí su mano derecha y me dijo: "No temas. Yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. Así que, escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de éstas. En cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha, y de los siete candeleros de oro: Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros son las siete iglesias. "Escribe al ángel de la iglesia en Efeso: El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que camina en medio de los siete candeleros de oro, dice estas cosas: Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia; que no puedes soportar a los malos, que has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y que los has hallado mentirosos. Además, sé que tienes perseverancia, que has sufrido por causa de mi nombre y que no has desfallecido. "Sin embargo, tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído. ¡Arrepiéntete! Y haz las primeras obras. De lo contrario, yo vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes. "Pero tienes esto: que aborreces los hechos de los nicolaítas, que yo también aborrezco. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza le daré de comer del árbol de la vida que está en medio del paraíso de Dios. "Escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el último, el que estuvo muerto y vivió, dice estas cosas: Yo conozco tu tribulación y tu pobreza—aunque eres rico—, y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son; más bien, son sinagoga de Satanás. No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo va a echar a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venza, jamás recibirá daño de la muerte segunda. "Escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice estas cosas: Yo conozco dónde habitas: donde está el trono de Satanás. Y retienes mi nombre y no has negado mi fe, aun en los días de Antipas, mi testigo fiel, quien fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás. "Sin embargo, tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes allí a algunos que se adhieren a la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, a comer de lo sacrificado a los ídolos y a cometer inmoralidad sexual. Asimismo, tú también tienes a los que se adhieren a la doctrina de los nicolaítas. Por tanto, ¡arrepiéntete! Pues de lo contrario vendré pronto a ti y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza le daré de comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, que nadie conoce sino el que lo recibe. "Escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, que tiene sus ojos como llama de fuego y sus pies semejantes al bronce bruñido, dice estas cosas: Yo conozco tus obras, tu amor, tu fidelidad, tu servicio y tu perseverancia; y que tus últimas obras son mejores que las primeras. "Sin embargo, tengo contra ti que toleras a la mujer Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a cometer inmoralidad sexual y a comer lo sacrificado a los ídolos. Le he dado tiempo para que se arrepienta, y no quiere arrepentirse de su inmoralidad. He aquí, yo la echo en cama, y a los que con ella adulteran, en muy grande tribulación, a menos que se arrepientan de las obras de ella. Y a sus hijos mataré con penosa muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriño la mente y el corazón. Y os daré a cada uno de vosotros conforme a vuestras obras. "Pero a los demás en Tiatira, a cuantos no tienen esta doctrina, quienes no han conocido las cosas profundas de Satanás (como las llaman), os digo: No os impongo ninguna carga más. Solamente aferraos a lo que tenéis, hasta que yo venga. Al que venza y guarde mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, —él las guiará con cetro de hierro; como vaso de alfarero son quebradas—, así como yo también he recibido de mi Padre. Además, yo le daré la estrella de la mañana. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. "Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas dice estas cosas: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto. Sé vigilante y refuerza las cosas que quedan y están a punto de morir, porque no he hallado que tus obras hayan sido acabadas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído. Guárdalo y arrepiéntete. Si no eres vigilante, vendré como ladrón; nunca sabrás a qué hora vendré a ti. "Sin embargo, tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestidos y que andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. De esta manera, el que venza será vestido con vestidura blanca; y nunca borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. "Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: El Santo y Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre, dice estas cosas: Yo conozco tus obras. He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque tienes un poco de poder y has guardado mi palabra y no has negado mi nombre. He aquí, yo te daré algunos de la sinagoga de Satanás, de los que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten. He aquí, yo haré que lleguen y se postren delante de tus pies, y conocerán que yo te he amado. Porque guardaste la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré a la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo habitado, para probar a los moradores de la tierra. "Yo vengo pronto. Retén lo que tienes para que nadie tome tu corona. Al que venza, yo le haré columna en el templo de mi Dios, y nunca jamás saldrá fuera. Y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios—la nueva Jerusalén que desciende del cielo, enviada por mi Dios— y mi nombre nuevo. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. "Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: El Amén, el testigo fiel y verdadero, el origen de la creación de Dios, dice estas cosas: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, porque eres tibio, y no frío ni caliente, estoy por vomitarte de mi boca. Ya que tú dices: ‘Soy rico; me he enriquecido y no tengo ninguna necesidad’, y no sabes que tú eres desgraciado, miserable, pobre, ciego y desnudo, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos para que veas. "Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Sé, pues, celoso y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo. Al que venza, yo le daré que se siente conmigo en mi trono; así como yo también he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias." Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo. La primera voz que oí era como de trompeta que hablaba conmigo diciendo: "¡Sube acá, y te mostraré las cosas que han de acontecer después de éstas!" De inmediato estuve en el Espíritu; y he aquí un trono estaba puesto en el cielo, y sobre el trono uno sentado. Y el que estaba sentado era semejante a una piedra de jaspe y de cornalina, y alrededor del trono había un arco iris semejante al aspecto de la esmeralda. También alrededor del trono había veinticuatro tronos, y sobre los tronos vi a veinticuatro ancianos sentados, vestidos de vestiduras blancas, con coronas de oro sobre sus cabezas. Del trono salen relámpagos y truenos y voces. Y delante del trono arden siete antorchas de fuego, las cuales son los siete Espíritus de Dios. Y delante del trono hay como un mar de vidrio, semejante al cristal. Junto al trono, y alrededor del mismo, hay cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primer ser viviente es semejante a un león, y el segundo ser viviente es semejante a un becerro, y el tercer ser viviente tiene cara como de hombre, y el cuarto ser viviente es semejante a un águila volando. Y cada uno de los cuatro seres vivientes tiene seis alas, y alrededor y por dentro están llenos de ojos. Ni de día ni de noche cesan de decir: "¡Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, que era y que es y que ha de venir!" Y cada vez que los seres vivientes dan gloria, honra y alabanza al que está sentado en el trono y que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos; y echan sus coronas delante del trono, diciendo: "Digno eres tú, oh Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder; porque tú has creado todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron creadas." Vi en la mano derecha del que estaba sentado sobre el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. También vi a un ángel poderoso que proclamaba a gran voz: "¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?" Pero ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro; ni siquiera mirarlo. Y yo lloraba mucho, porque ninguno fue hallado digno de abrir el libro; ni siquiera de mirarlo. Y uno de los ancianos me dijo: "No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos." Y en medio del trono y de los cuatro seres vivientes y de los ancianos vi un Cordero de pie, como inmolado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra. El fue y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Ellos entonaban un cántico nuevo, diciendo: "¡Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos! Porque tú fuiste inmolado y con tu sangre has redimido para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. Tú los has constituido en un reino y sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra." Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era miríadas de miríadas y millares de millares. Y decían a gran voz: "Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza." Y oí a toda criatura que está en el cielo y sobre la tierra y debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, diciendo: "Al que está sentado en el trono y al Cordero sean la bendición y la honra y la gloria y el poder por los siglos de los siglos." Los cuatro seres vivientes decían: "¡Amén!" Y los veinticuatro ancianos se postraron y adoraron. Y miré cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes que decía con voz de trueno: "¡Ven!" Y miré, y he aquí un caballo blanco. El que estaba montado sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona; y salió venciendo y para vencer. Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: "¡Ven!" Y salió otro caballo, rojo. Al que estaba montado sobre él, le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y para que se matasen unos a otros. Y le fue dada una gran espada. Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: "¡Ven!" Y miré y he aquí un caballo negro, y el que estaba montado sobre él tenía una balanza en su mano. Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: "¡Una medida de trigo por un denario, y tres medidas de cebada por un denario! Y no hagas ningún daño al vino ni al aceite." Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: "¡Ven!" Y miré, y he aquí un caballo pálido; y el que estaba montado sobre él se llamaba Muerte; y el Hades le seguía muy de cerca. A ellos les fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada y con hambre y con pestilencia y por las fieras del campo. Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios y del testimonio que ellos tenían. Y clamaban a gran voz diciendo: "¿Hasta cuándo, oh soberano Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?" Y a cada uno de ellos le fue dado un vestido blanco; y se les dijo que descansaran todavía un poco de tiempo, hasta que se completase el número de sus consiervos y sus hermanos que también habían de ser muertos como ellos. Y miré cuando él abrió el sexto sello, y se produjo un gran terremoto. El sol se puso negro como tela de cilicio; la luna entera se puso como sangre, y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como una higuera arroja sus higos tardíos cuando es sacudida por un fuerte viento. El cielo fue apartado como un pergamino enrollado, y toda montaña e isla fueron removidas de sus lugares. Los reyes de la tierra, los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos, todo esclavo y todo libre se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas, y decían a las montañas y a las peñas: "Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero. Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¡quién podrá permanecer de pie!" Después de esto, vi a cuatro ángeles que estaban de pie sobre los cuatro puntos cardinales de la tierra, y que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. Y vi que otro ángel, subiendo del oriente, tenía el sello del Dios vivo. Y llamó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes les fue dado hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: "¡No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con un sello la frente de los siervos de nuestro Dios!" Oí el número de los sellados: 144.000 sellados de todas las tribus de los hijos de Israel. Sellados, de la tribu de Judá, 12.000 de la tribu de Rubén, 12.000 de la tribu de Gad, 12.000 de la tribu de Aser, 12.000 de la tribu de Neftalí, 12.000 de la tribu de Manasés, 12.000 de la tribu de Simeón, 12.000 de la tribu de Leví, 12.000 de la tribu de Isacar, 12.000 de la tribu de Zabulón, 12.000 de la tribu de José, 12.000 de la tribu de Benjamín, 12.000. Después de esto miré, y he aquí una gran multitud de todas las naciones y razas y pueblos y lenguas, y nadie podía contar su número. Están de pie delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y llevando palmas en sus manos. Aclaman a gran voz diciendo: "¡La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero!" Todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, se postraron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios diciendo: "¡Amén! La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!" Uno de los ancianos me preguntó diciendo: —Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido? Y yo le dije: —Señor mío, tú lo sabes. Y él me dijo: —Estos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestidos y los han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios y le rinden culto de día y de noche en su templo. El que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. No tendrán más hambre, ni tendrán más sed, ni caerá sobre ellos el sol ni ningún otro calor; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de agua viva, y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Cuando él abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban delante de Dios, y les fueron dadas siete trompetas. Y otro ángel vino y se puso de pie delante del altar. Tenía un incensario de oro, y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro, que estaba delante del trono. Y el humo del incienso con las oraciones de los santos subió de la mano del ángel en presencia de Dios. Y el ángel tomó el incensario, lo llenó con fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra. Y se produjeron truenos y estruendos y relámpagos y un terremoto. Los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas. El primero tocó la trompeta. Y se produjo granizo y fuego mezclados con sangre, y fueron arrojados sobre la tierra. Y la tercera parte de la tierra fue quemada, y la tercera parte de los árboles fue quemada, y toda la hierba verde fue quemada. El segundo ángel tocó la trompeta. Y algo como un gran monte ardiendo con fuego fue lanzado al mar. Y la tercera parte del mar se convirtió en sangre; y murió la tercera parte de las criaturas vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de los barcos fue destruida. El tercer ángel tocó la trompeta. Y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha; y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de agua. El nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y muchos hombres murieron por las aguas, porque fueron hechas amargas. El cuarto ángel tocó la trompeta. Y fue herida la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas, de manera que se oscureció la tercera parte de ellos, y no alumbraba el día durante una tercera parte, y también la noche de la misma manera. Miré y oí volar un águila por en medio del cielo, diciendo a gran voz: "¡Ay, ay, ay de los que habitan en la tierra, por razón de los demás toques de trompeta que los tres ángeles aún han de tocar!" El quinto ángel tocó la trompeta. Y vi que una estrella había caído del cielo a la tierra, y le fue dada la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como el humo de un gran horno; y fue oscurecido el sol y también el aire por el humo del pozo. Y del humo salieron langostas sobre la tierra, y les fue dado poder como tienen poder los escorpiones de la tierra. Y se les dijo que no hiciesen daño a la hierba de la tierra ni a ninguna cosa verde, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tienen el sello de Dios en sus frentes. Se les mandó que no los matasen, sino que fuesen atormentados por cinco meses. Su tormento era como el tormento del escorpión cuando pica al hombre. En aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero de ninguna manera la hallarán. Anhelarán morir, y la muerte huirá de ellos. El aspecto de las langostas era semejante a caballos equipados para la guerra. Sobre sus cabezas tenían como coronas, semejantes al oro, y sus caras eran como caras de hombres. Tenían cabello como cabello de mujeres, y sus dientes eran como dientes de leones. Tenían corazas como corazas de hierro. El estruendo de sus alas era como el ruido de carros que con muchos caballos corren a la batalla. Tienen colas semejantes a las de los escorpiones, y aguijones. Y en sus colas está su poder para hacer daño a los hombres durante cinco meses. Tienen sobre sí un rey, el ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego tiene por nombre Apolión. El primer ay ha pasado. He aquí vienen aún dos ayes después de esto. El sexto ángel tocó la trompeta. Y oí una voz que salía de los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios, diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: "Desata a los cuatro ángeles que han estado atados junto al gran río Eufrates." Fueron desatados los cuatro ángeles que habían estado preparados para la hora y día y mes y año, para que matasen a la tercera parte de los hombres. El número de los soldados de a caballo era de dos miríadas de miríadas; yo escuché el número de ellos. Y de esta manera, vi en la visión los caballos y a los que cabalgaban en ellos, que tenían corazas color de fuego, de jacinto y de azufre. Las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de sus bocas salía fuego, humo y azufre. La tercera parte de los hombres fueron muertos por estas tres plagas: por el fuego, el humo y el azufre que salían de la boca de ellos. Pues el poder de los caballos está en sus bocas y en sus colas. Porque sus colas son semejantes a serpientes, y tienen cabezas con las cuales hieren. Los demás hombres que no fueron muertos con estas plagas ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, para dejar de adorar a los demonios y a las imágenes de oro, y de plata, y de bronce, y de piedra, y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni caminar. Tampoco se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su inmoralidad sexual, ni de sus robos. Vi a otro ángel poderoso que descendía del cielo envuelto en una nube, y el arco iris estaba sobre su cabeza. Su rostro era como el sol, y sus piernas como columnas de fuego, y tenía en su mano un librito abierto. Puso su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la tierra, y gritó a gran voz, como cuando ruge el león. Cuando gritó, los siete truenos emitieron sus voces. Cuando los siete truenos hablaron, yo estaba por escribir, pero oí una voz del cielo que decía: "Sella las cosas que los siete truenos hablaron; no las escribas." Y el ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó su mano derecha al cielo y juró por el que vive para siempre jamás, quien creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él: "Ya no hay más tiempo, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él esté por tocar la trompeta, también será consumado el misterio de Dios, como él lo anunció a sus siervos los profetas." Y la voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, diciendo: "Vé, toma el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra." Fui al ángel diciéndole que me diera el librito, y me dijo: "Toma y trágalo; y hará amargar tu estómago, pero en tu boca será dulce como la miel." Y tomé el librito de la mano del ángel y lo tragué. Y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo comí, mi estómago se hizo amargo. Y me dijeron: "Te es necesario profetizar otra vez a muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes." Entonces me fue dada una caña, semejante a una vara de medir, y se me dijo: "Levántate y mide el templo de Dios y el altar, y a los que en él adoran. Y deja aparte el atrio de afuera del templo. Y no lo midas, porque ha sido dado a los gentiles, y ellos pisotearán la ciudad santa por cuarenta y dos meses. Yo mandaré a mis dos testigos, y ellos profetizarán por 1.260 días, vestidos de cilicio. Ellos son los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Dios de la tierra. Si alguien les quiere dañar, fuego sale de la boca de ellos y devora a sus enemigos. Cuando alguien les quiera hacer daño, tiene que morir de esta manera. Ellos tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no caiga lluvia durante los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran. Cuando hayan concluido su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la gran ciudad que simbólicamente es llamada Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado el Señor de ellos. Y por tres días y medio, la gente de los pueblos y de las razas y de las lenguas y de las naciones miran sus cadáveres; y no permiten que sus cadáveres sean puestos en sepulcros. Y los habitantes de la tierra se gozan sobre ellos y se alegran. Y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas habían sido un tormento para los habitantes de la tierra. Después de los tres días y medio el aliento de vida enviado por Dios entró en ellos, y se levantaron sobre sus pies. Y un gran temor cayó sobre los que los veían. Oyeron una gran voz del cielo que les decía: "¡Subid acá!" Y subieron al cielo en la nube, y sus enemigos los vieron. Y en aquella hora se produjo un gran terremoto, y cayó la décima parte de la ciudad. Murieron por el terremoto 7.000 hombres, y los demás estaban aterrorizados y dieron gloria al Dios del cielo. Ha pasado el segundo ay. He aquí el tercer ay viene pronto. El séptimo ángel tocó la trompeta. Y en el cielo se oyeron grandes voces que decían: "El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo. El reinará por los siglos de los siglos." Y los veinticuatro ancianos, que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios diciendo: "Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras, porque has asumido tu gran poder, y reinas. Las naciones se enfurecieron, pero ha venido tu ira y el tiempo de juzgar a los muertos y de dar su galardón a tus siervos los profetas y a los santos y a los que temen tu nombre, tanto a los pequeños como a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra." Y fue abierto el templo de Dios que está en el cielo, y se hizo visible el arca de su pacto en su templo. Entonces estallaron relámpagos, voces, truenos, un terremoto y una fuerte granizada. Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol y con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, gritaba con dolores de parto y sufría angustia por dar a luz. Y apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas tenía siete diademas. Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. El dragón se puso de pie delante de la mujer que estaba por dar a luz, a fin de devorar a su hijo en cuanto le hubiera dado a luz. Ella dio a luz un hijo varón que ha de guiar todas las naciones con cetro de hierro. Y su hijo fue arrebatado ante Dios y su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar que Dios había preparado, para ser alimentada allí durante 1.260 días. Estalló entonces una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles pelearon contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles pelearon, pero no prevalecieron, ni fue hallado más el lugar de ellos en el cielo. Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados junto con él. Oí una gran voz en el cielo que decía: "¡Ahora ha llegado la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! Porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Y ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, porque no amaron sus vidas hasta la muerte. Por esto, alegraos, oh cielos, y los que habitáis en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros y tiene grande ira, sabiendo que le queda poco tiempo." Y cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Pero le fueron dadas a la mujer dos alas de gran águila, para volar de la presencia de la serpiente, al desierto, a su lugar donde recibe alimento por un tiempo, y tiempos y la mitad de un tiempo. Tras la mujer, la serpiente echó de su boca agua como un río, para que ella fuese arrastrada por el torrente. Pero la tierra ayudó a la mujer. Y la tierra abrió su boca y tragó por completo el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue para hacer guerra contra los demás descendientes de ella, quienes guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Y él se puso de pie sobre la arena del mar. Y vi que subía del mar una bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas. Sobre sus cuernos tenía diez diademas, y sobre sus cabezas había un nombre de blasfemia. La bestia que vi era semejante a un leopardo; sus pies eran como de oso, y su boca como la boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono y grande autoridad. Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal se había sanado. Y toda la tierra se maravilló en pos de la bestia, y adoraron al dragón porque le había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia diciendo: "¿Quién es semejante a la bestia, y quién puede combatir contra ella?" Y a la bestia le fue dada una boca que hablara insolencias y blasfemias, y le fue dada autoridad para actuar por cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar contra su nombre y contra su tabernáculo, es decir, contra los que tienen morada en el cielo. Y le fue permitido hacer guerra contra los santos y vencerlos. También le fue dado poder sobre toda raza y pueblo y lengua y nación. Y le adorarán todos los habitantes sobre la tierra, cuyos nombres no están inscritos en el libro de la vida del Cordero, quien fue inmolado desde la fundación del mundo. Si alguno tiene oído, oiga: Si alguien lleva en cautividad, es llevado en cautividad; si alguien mata a espada, tiene que ser muerto a espada. ¡Aquí está la perseverancia y la fe de los santos! Y vi otra bestia que subía de la tierra. Y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, y hablaba como un dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia cuya herida mortal fue sanada. Y hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los habitantes de la tierra a causa de las señales que se le concedió hacer en presencia de la bestia, mandándoles a los habitantes de la tierra hacer una imagen en honor de la bestia que tiene la herida de espada y que revivió. También le fue permitido dar aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hablase e hiciera que fueran muertos todos los que no adoraran a la imagen de la bestia. Y ella hace que a todos, a pequeños y a grandes, a ricos y a pobres, a libres y a esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría: El que tiene entendimiento calcule el número de la bestia, porque es número de un hombre; y su número es 666. Y miré, y he aquí el Cordero de pie sobre el monte Sion, y con él estaban los 144.000 que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes. Oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas y como la voz de un gran trueno. Y la voz que escuché era como de arpistas cuando tocan sus arpas. Ellos cantan un himno nuevo delante del trono y en presencia de los cuatro seres vivientes y de los ancianos. Nadie podía aprender el himno, sino sólo los 144.000, quienes habían sido redimidos de la tierra. Estos son los que nunca se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que vaya. Estos fueron redimidos de entre los hombres, primicias para Dios y para el Cordero. Y en sus bocas no se halló engaño; son sin mancha. Vi a otro ángel que volaba en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra: a toda nación y raza y lengua y pueblo. Decía a gran voz: "¡Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio! Adorad al que hizo los cielos y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas." Y siguió otro ángel, un segundo, diciendo: "¡Ha caído, ha caído Babilonia la grande! Todas las naciones habían bebido del vino de la furia de su inmoralidad." Y siguió otro ángel, un tercero, diciendo a gran voz: "¡Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe su marca en la frente o en la mano, él también beberá del vino del furor de Dios que ha sido vertido puro en la copa de su ira, y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero. El humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. Y no tienen descanso ni de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni cualquiera que recibe la marca de su nombre. ¡Aquí está la perseverancia de los santos, quienes guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús!" Y oí una voz del cielo que decía: "Escribe: ¡Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor!" "Sí," dice el Espíritu, "para que descansen de sus arduos trabajos; pues sus obras les seguirán." Y miré, y he aquí una nube blanca, y sobre la nube estaba sentado uno semejante al Hijo de Hombre. Tenía en su cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. Y otro ángel salió del templo, gritando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: "¡Mete tu hoz y siega! Porque ha llegado la hora de segar, porque la mies de la tierra está madura." Y el que estaba sentado sobre la nube lanzó su hoz sobre la tierra, y la tierra fue segada. Luego salió otro ángel del templo que estaba en el cielo, llevando también él una hoz afilada. Y salió del altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego. Y llamó a gran voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: "¡Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque las uvas están maduras!" Entonces el ángel lanzó su hoz afilada en la tierra, y vendimió la viña de la tierra. Echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y salió sangre del lagar hasta la altura de los frenos de los caballos, a lo largo de 1.600 estadios. Vi otra señal en el cielo, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete últimas plagas, con las cuales la ira de Dios es consumada. Vi algo como un mar de vidrio mezclado con fuego y a los vencedores sobre la bestia y su imagen y el número de su nombre. Estaban de pie sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: "Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones. Oh Señor, ¿quién no temerá y glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti; porque tus juicios han sido manifestados." Después de esto miré, y el santuario del tabernáculo del testimonio fue abierto en el cielo; y del santuario salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas. Estaban vestidos de lino limpio y resplandeciente, ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios quien vive por los siglos de los siglos. El templo se llenó de humo por la gloria de Dios y por su poder, y nadie podía entrar en el templo hasta que fuesen consumadas las siete plagas de los siete ángeles. Entonces oí una gran voz que desde el templo decía a los siete ángeles: "Id y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra." Fue el primer ángel y derramó su copa sobre la tierra. Y se produjo una llaga dolorosa y maligna sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y los que adoraban su imagen. El segundo ángel derramó su copa sobre el mar. Y se convirtió en sangre como de muerto. Y murió todo ser viviente que estaba en el mar. El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Oí al ángel de las aguas decir: "Justo eres tú que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. Porque ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, tú también les has dado a beber sangre, pues se lo merecen." Y oí al altar decir: "¡Ciertamente, oh Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos!" El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y le fue dado quemar a los hombres con fuego. Los hombres fueron quemados con el intenso calor y blasfemaron el nombre del Dios que tiene autoridad sobre estas plagas, pero no se arrepintieron para darle gloria. El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino fue convertido en tinieblas. Se mordían las lenguas de dolor y blasfemaron al Dios del cielo por sus dolores y sus llagas, pero no se arrepintieron de sus obras. El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y sus aguas se secaron para que fuese preparado el camino de los reyes del Oriente. Vi salir de la boca del dragón y de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus impuros semejantes a ranas. Pues son espíritus de demonios que hacen señales, los cuales salen a los reyes de todo el mundo habitado para congregarlos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso. "He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos para que no ande desnudo y vean su vergüenza." Y los congregó en el lugar que se llama en hebreo Armagedón. El séptimo ángel derramó su copa por el aire. Y salió una gran voz del santuario desde el trono, que decía: "¡Está hecho!" Entonces se produjeron relámpagos y estruendos y truenos, y hubo un gran terremoto. Tan fuerte fue ese gran terremoto como jamás había acontecido desde que el hombre existe sobre la tierra. La gran ciudad se dividió en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron. Y la gran Babilonia fue recordada delante de Dios, para darle a ella de la copa del vino del furor de su ira. Toda isla huyó, y las montañas no fueron halladas más. Y del cielo cayó sobre los hombres enorme granizo, como de un talento de peso. Y los hombres blasfemaron a Dios por la plaga del granizo, porque la plaga era grande en extremo. Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló conmigo diciendo: "Ven acá, y te mostraré la condenación de la gran ramera que está sentada sobre muchas aguas. Con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los que habitan en la tierra se embriagaron con el vino de su fornicación." Me llevó en el Espíritu al desierto. Y vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y estaba adornada con oro y piedras preciosas y perlas. En su mano tenía una copa de oro llena de abominaciones y de las impurezas de su inmoralidad. En su frente estaba escrito un nombre, un misterio: "Babilonia la grande, madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra." Vi a la mujer embriagada con la sangre de los santos, y con la sangre de los mártires de Jesús. Al verla, quedé asombrado con gran asombro. Y el ángel me dijo: "¿Por qué estás asombrado? Yo te explicaré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva y que tiene siete cabezas y diez cuernos. La bestia que has visto era, y no es, y ha de subir del abismo, y va a la perdición. Los habitantes de la tierra, cuyos nombres no están inscritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se maravillarán cuando vean a la bestia que era y no es y será. Aquí está la mente que tiene sabiduría: Las siete cabezas son siete montes sobre los cuales está sentada la mujer. Y son siete reyes: Cinco han caído, uno es, y otro aún no ha venido; y cuando venga, debe quedar sólo por un breve tiempo. La bestia que era y no es, también es el octavo, y procede de los siete y va a la perdición. Los diez cuernos que has visto son diez reyes que todavía no han recibido reino, pero toman autoridad por una hora como reyes junto con la bestia. Estos tienen un solo propósito, y entregan su poder y autoridad a la bestia. Ellos harán guerra contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes, y los que están con él son llamados y elegidos y fieles." También me dijo: "Las aguas que has visto donde está sentada la ramera, son pueblos y multitudes, naciones y lenguas. Los diez cuernos que has visto, y la bestia, éstos aborrecerán a la ramera y la dejarán desolada y desnuda. Comerán sus carnes y la quemarán con fuego; porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar su propósito, y que tengan un solo propósito, y que entreguen su reino a la bestia hasta que se cumplan las palabras de Dios. La mujer que has visto es la gran ciudad que tiene imperio sobre los reyes de la tierra." Después de estas cosas vi a otro ángel que descendía del cielo y que tenía gran autoridad, y la tierra se iluminó con su gloria. Y proclamó con potente voz diciendo: "¡Ha caído, ha caído Babilonia la grande! Se ha convertido en habitación de demonios, refugio de todo espíritu inmundo, y refugio de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido el vino de la furia de su fornicación. Los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los comerciantes de la tierra se han enriquecido con la potencia de su lujosa sensualidad." Oí otra voz del cielo que decía: "¡Salid de ella, pueblo mío, para que no participéis de sus pecados y para que no recibáis sus plagas! Pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus injusticias. Pagadle tal como ella os ha pagado, y devolvedle el doble según sus obras. En la copa que ella preparó, preparadle el doble. En la medida que ella se ha glorificado y ha vivido en sensualidad, así dadle tormento y llanto, porque dice en su corazón: ‘Estoy sentada como reina; no soy viuda, ni jamás veré llanto.’ Por eso, en un solo día le sobrevendrán las plagas: muerte, llanto y hambre. Y será quemada con fuego, porque fuerte es el Señor Dios quien la juzga. "Cuando vean el humo de su incendio, llorarán y se lamentarán por ella los reyes de la tierra que han fornicado con ella y han vivido de su sensualidad. Estando de pie, desde lejos por temor de su tormento, dirán: ‘¡Ay! ¡Ay de ti, oh gran ciudad, oh Babilonia, ciudad poderosa; porque en una sola hora vino tu juicio!’ "Y los comerciantes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque ya nadie compra más su mercadería: mercadería de oro, plata, piedras preciosas, perlas, lino fino, púrpura, seda, escarlata, toda madera olorosa, todo artículo de marfil, todo artículo de madera preciosa, y de cobre, y de hierro y de mármol; canela, especias aromáticas, incienso, mirra, perfumes, vino, aceite, harina refinada, trigo, ganado, ovejas, caballos, carros, y cuerpos y almas de hombres. "El fruto que anhela tu alma se apartó de ti. Todas las cosas exquisitas y espléndidas se te desvanecieron, y jamás las hallarán. "Los comerciantes de estos bienes que se han enriquecido de ella, estarán de pie, desde lejos por temor de su tormento, llorando y lamentando, diciendo: ‘¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad, vestida de lino fino y de púrpura y de escarlata, adornada de oro y piedras preciosas y perlas! ¡Porque en una sola hora ha sido asolada tanta riqueza!’ "Y todo timonel, todo el que navega de lugar en lugar, y los marineros y cuantos trabajan en el mar se pusieron de pie desde lejos. Y viendo el humo de su incendio, daban voces diciendo: ‘¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?’ Echaron polvo sobre sus cabezas, y llorando y lamentando, gritaban diciendo: ‘¡Ay! ¡Ay de la gran ciudad! En ella todos los que tenían barcos en el mar se enriquecieron de la opulencia de ella. ¡Porque en una sola hora ha sido asolada!’ "Alégrate sobre ella, oh cielo, y vosotros santos y apóstoles y profetas. Porque Dios ha juzgado vuestra causa contra ella." Y un ángel poderoso tomó una piedra como una gran piedra de molino y la arrojó al mar diciendo: "Con semejante violencia será derribada Babilonia la grande ciudad, y nunca jamás será hallada. Nunca más será oído en ti el tañido de arpistas, de músicos, de flautistas o de trompetistas. Nunca más se hallará en ti ningún artesano de cualquier oficio. Y el ruido de los molinos nunca más se oirá en ti. La luz de la antorcha nunca más alumbrará en ti. Y la voz del novio y de la novia nunca más se oirá en ti; porque tus comerciantes eran los magnates de la tierra, y porque todas las naciones fueron engañadas por tus hechicerías. Y en ella fue hallada la sangre de los profetas y de los santos y de todos los que han sido muertos en la tierra." Después de estas cosas, oí como la gran voz de una enorme multitud en el cielo, que decía: "¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios. Porque sus juicios son verdaderos y justos; pues él ha juzgado a la gran ramera que corrompió la tierra con su inmoralidad, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella." Y por segunda vez dijeron: "¡Aleluya!" Y el humo de ella subió por los siglos de los siglos. Y se postraron los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes y adoraron a Dios que estaba sentado sobre el trono, diciendo: "¡Amén! ¡Aleluya!" Entonces salió del trono una voz que decía: "¡Load a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le teméis, tanto pequeños como grandes!" Oí como la voz de una gran multitud, como el ruido de muchas aguas y como el sonido de fuertes truenos, diciendo: "¡Aleluya! Porque reina el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su novia se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio." Porque el lino fino es los actos justos de los santos. El ángel me dijo: "Escribe: Bienaventurados los que han sido llamados a la cena de las bodas del Cordero." Me dijo además: "Estas son palabras verdaderas de Dios." Yo me postré ante sus pies para adorarle, pero él me dijo: "¡Mira, no lo hagas! Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios! Pues el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía." Vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llama Fiel y Verdadero. Y con justicia él juzga y hace guerra. Sus ojos son como llama de fuego. En su cabeza tiene muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo. Está vestido de una vestidura teñida en sangre, y su nombre es llamado EL VERBO DE DIOS. Los ejércitos en el cielo le seguían en caballos blancos, vestidos de lino fino, blanco y limpio. De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones, y él las guiará con cetro de hierro. El pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. En su vestidura y sobre su muslo, tiene escrito el nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. Vi a un ángel que estaba de pie en el sol, y él gritó con gran voz a todas las aves que volaban en medio del cielo, diciendo: "¡Venid! ¡Congregaos para el gran banquete de Dios! Para que comáis la carne de reyes, de comandantes, y de los poderosos; y la carne de caballos y de sus jinetes; y la carne de todos, tanto de libres como de esclavos, tanto de pequeños como de grandes." Y vi a la bestia y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, congregados para hacer la guerra contra el que estaba montado sobre el caballo y contra su ejército. Y la bestia fue tomada prisionera, junto con el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con que había engañado a los que recibieron la marca de la bestia y adoraban a su imagen. Ambos fueron lanzados vivos al lago de fuego ardiendo con azufre. Los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que estaba sentado sobre el caballo, y todas las aves se hartaron de la carne de ellos. Vi a un ángel que descendía del cielo y que tenía en su mano la llave del abismo y una gran cadena. El prendió al dragón, aquella serpiente antigua quien es el diablo y Satanás, y le ató por mil años. Lo arrojó al abismo y lo cerró, y lo selló sobre él para que no engañase más a las naciones, hasta que se cumpliesen los mil años. Después de esto, es necesario que sea desatado por un poco de tiempo. Y vi tronos; y se sentaron sobre ellos, y se les concedió hacer juicio. Y vi las almas de los degollados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. Ellos no habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni tampoco recibieron su marca en sus frentes ni en sus manos. Ellos volvieron a vivir y reinaron con Cristo por mil años. Pero los demás muertos no volvieron a vivir, sino hasta que se cumplieran los mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección. Sobre éstos la segunda muerte no tiene ningún poder; sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él por los mil años. Cuando se cumplan los mil años, Satanás será soltado de su prisión y saldrá para engañar a las naciones que están sobre los cuatro puntos cardinales de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de congregarlos para la batalla. El número de ellos es como la arena del mar. Y subieron sobre lo ancho de la tierra y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada, y descendió fuego del cielo y los devoró. Y el diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar fue hallado para ellos. Vi también a los muertos, grandes y pequeños, que estaban de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos. Y otro libro fue abierto, que es el libro de la vida. Y los muertos fueron juzgados a base de las cosas escritas en los libros, de acuerdo a sus obras. Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras. Y la Muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda, el lago de fuego. Y el que no fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego. Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe más. Y yo vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén que descendía del cielo de parte de Dios, preparada como una novia adornada para su esposo. Oí una gran voz que procedía del trono diciendo: "He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron." El que estaba sentado en el trono dijo: "He aquí yo hago nuevas todas las cosas." Y dijo: "Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas." Me dijo también: "¡Está hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré gratuitamente de la fuente de agua de vida. El que venza heredará estas cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero, para los cobardes e incrédulos, para los abominables y homicidas, para los fornicarios y hechiceros, para los idólatras y todos los mentirosos, su herencia será el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda." Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y habló conmigo diciendo: "Ven acá. Yo te mostraré la novia, la esposa del Cordero." Me llevó en el Espíritu sobre un monte grande y alto, y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, que descendía del cielo de parte de Dios. Tenía la gloria de Dios, y su resplandor era semejante a la piedra más preciosa, como piedra de jaspe, resplandeciente como cristal. Tenía un muro grande y alto. Tenía doce puertas, y a las puertas había doce ángeles, y nombres inscritos que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel. Tres puertas daban al este, tres puertas al norte, tres puertas al sur y tres puertas al oeste. El muro de la ciudad tenía doce fundamentos, y sobre ellos los doce nombres de los apóstoles del Cordero. El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. La ciudad está dispuesta en forma cuadrangular. Su largo es igual a su ancho. El midió la ciudad con la caña, y tenía 12.000 estadios. El largo, el ancho y el alto son iguales. Midió su muro, 144 codos según medida de hombre, que es la del ángel. El material del muro era jaspe, y la ciudad era de oro puro semejante al vidrio limpio. Los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda, el quinto de ónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto, el duodécimo de amatista. Las doce puertas eran doce perlas; cada puerta fue hecha de una sola perla. La plaza era de oro puro como vidrio transparente. No vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna, para que resplandezcan en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lámpara. Las naciones andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra llevan a ella su gloria. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a ella la gloria y la honra de las naciones. Jamás entrará en ella cosa impura o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. Después me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero. En medio de la avenida de la ciudad, y a uno y otro lado del río, está el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto. Las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. Ya no habrá más maldición. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le rendirán culto. Verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá más noche, ni tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol; porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos. Me dijo además: "Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que tienen que suceder pronto. ¡He aquí vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro." Yo, Juan, soy el que he oído y visto estas cosas. Cuando las oí y las vi, me postré para adorar ante los pies del ángel que me las mostraba. Y él me dijo: "¡Mira, no lo hagas! Pues yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. ¡Adora a Dios!" Y me dijo: "No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, haga injusticia todavía. El que es impuro, sea impuro todavía. El que es justo, haga justicia todavía, y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí vengo pronto, y mi recompensa conmigo, para pagar a cada uno según sean sus obras. Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin." Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para que tengan derecho al árbol de la vida y para que entren en la ciudad por las puertas. Pero afuera quedarán los perros, los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira. "Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para daros testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana." El Espíritu y la esposa dicen: "¡Ven!" El que oye diga: "¡Ven!" El que tiene sed, venga. El que quiere, tome del agua de vida gratuitamente. Yo advierto a todo el que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a estas cosas, Dios le añadirá las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la santa ciudad, de los cuales se ha escrito en este libro. El que da testimonio de estas cosas dice: "¡Sí, vengo pronto!" ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! La gracia de nuestro Señor Jesús sea con todos.