Érase una vez en el que la música era magia en sí misma. La creatividad, la energía y la emoción, fluían sin control arrastrándonos consigo. Era un tiempo donde las canciones cobraban vida, y los músicos sólo pretendían emocionarnos, expulsar de su interior el estallido de sentimientos y dolor que la sociedad y su mundo más cercano les bombardeaba.
Ese tiempo parece haber quedado lejos hace tiempo. La mayoría de los artistas hoy en día sólo pretenden fama y dinero a toda costa, dando igual el cómo y la forma de conseguirlo. Las actuaciones en vivo, sus video-clips, letras e imagen de los catalogados "artistas de hoy", compiten en una carrera por la vulgaridad y provocación, dando menos importancia a la música y colocándola a un nivel inferior.
A pesar de todo eso, siempre podemos contar con artistas verdaderos.
Artistas como Stevie Wonder que, como la música de aquellos años,
son magia en sí mismos. Son capaces de crear un mundo de fantasía sonora, y lo mismo que un cuento enriquece la imaginación de los niños, su música nos transporta y empapa con ingenio e ilusión.
Una ilusión que deseamos en un tiempo no muy lejano, se vea consumada en forma de nuevas publicaciones de Stevie Wonder, haciéndonos olvidar de esta sequía de años sin un nuevo álbum para disfrutar.
Sí, erase una vez en el que la música era magia en sí misma, que las emociones se podían palpar con cada nota de una canción, que con sólo un murmullo vocal conseguían apoderarse de tu corazón, pero siempre habrá músicos que nos evocarán esos tiempos. Músicos en mayúsculas que nos transportarán con su varita mágica a un mundo donde las canciones tienen alma y vida, y que como nos relataba Stevie Wonder en
Songs In The Key Of Life;
Si es mágico..., entonces ¿por qué no puede ser eterno? (If it's magic..., then why can't it be everlasting?).